Capítulo 1: El principio del fin.

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Capítulo 1: El principio del fin Pov Bella: Algunos dicen que el dolor es una experiencia sensorial y emocional. Otros dicen que es una alteración en el sistema nervioso. Otros que es algo inventado por el cerebro para protegerse y que si te lo propones puedes eliminarlo. Supongo que todos aquellos angólolos* solo se dedican a estudiar el dolor trasmitido en una enfermedad o un accidente. Pero ninguno de ellos, si no lo han vivido, podrán jamás describir el dolor del alma, del corazón. Es indescriptible el dolor que se siente cuando aquel ser por el que estás dispuesto a dar la vida te abandona, te humilla, te tortura. Las sensaciones que se producen son inolvidables, irreparables. Cada palabra de desprecio se clava en tu alma como si de una pequeña daga se tratara. Se abre una herida en tu pecho, una herida sangrante que se niega a cerrarse, que se niega a redimir. El dolor llega con fuerza, con velocidad y habita en tu cuerpo, torturando tu existencia, haciéndola más difícil, haciendo que el lento avance del tiempo se vuelva insoportable. Sientes, padeces, sufres, intentas olvidar, resistir y sobre todo sobrevivir. Piensas que acabará, que tendrá su fin, que podrás luchar contra esa situación y vencer, pero nunca lo haces, siempre es más fuerte, persistente, hasta que llega el momento en que te dejas ganar porque ya no tienes la suficiente fuerza para enfrentarte a el y

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Summary: Una mentira los separó duramente, haciendo de su vida conjunta caminos separados. ¿Qué pasará cuando Edward se de cuenta de que cometió el mayor error de su vida?, ¿Cómo superará Bella los obstáculos que le opone el destino?, ¿será capaz de volver a recordar su pasado?, ¿podrá recordar a Edward? Su destino no esta escrito... No tienen un final concreto... La vida siempre puede dar segundas oportunidades.

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Capítulo 1: El principio del fin Pov Bella:

Algunos dicen que el dolor es una experiencia sensorial y emocional.Otros dicen que es una alteración en el sistema nervioso.Otros que es algo inventado por el cerebro para protegerse y que si te lo propones puedes eliminarlo.

Supongo que todos aquellos angólolos* solo se dedican a estudiar el dolor trasmitido en una enfermedad o un accidente. Pero ninguno de ellos, si no lo han vivido, podrán jamás describir el dolor del alma, del corazón.

Es indescriptible el dolor que se siente cuando aquel ser por el que estás dispuesto a dar la vida te abandona, te humilla, te tortura. Las sensaciones que se producen son inolvidables, irreparables. Cada palabra de desprecio se clava en tu alma como si de una pequeña daga se tratara.

Se abre una herida en tu pecho, una herida sangrante que se niega a cerrarse, que se niega a redimir. El dolor llega con fuerza, con velocidad y habita en tu cuerpo, torturando tu existencia, haciéndola más difícil, haciendo que el lento avance del tiempo se vuelva insoportable.

Sientes, padeces, sufres, intentas olvidar, resistir y sobre todo sobrevivir. Piensas que acabará, que tendrá su fin, que podrás luchar contra esa situación y vencer, pero nunca lo haces, siempre es más fuerte, persistente, hasta que llega el momento en que te dejas ganar porque ya no tienes la suficiente fuerza para enfrentarte a el y simplemente dejas que recorra tus venas llenándolas de tormento.

Es fácil fingir estar bien, que nada sucede y que podrás cargar tú sola con la situación, con todo lo que se te avecina hasta que llega ese momento, el cual no esperas, y te abandonas sin intentar progresar, y entonces cuado piensas que todo está perdido, que no habrá una segunda oportunidad para ti llega esa pequeña mano amiga que te rescata de esa vida de letargo.

Y cuando finalmente decides luchar por lo que realmente importa, luchar por todos aquellos a los que heriste con tu hostil

comportamiento, te das cuenta de que no estás sola, de que muchas personas permanecen a tu lado incondicionalmente ofreciéndote ayuda, consuelo, amor y sobre todo protección.

Vuelves a la vida, vuelves a renacer de entre tus mismas cenizas. Todo aquello que creías perdido regresa y te da más fortaleza que nunca. Eres conciente de que los recuerdos nunca se irán de tu memoria, los momentos vividos permanecerán tatuados en tu piel, en tu alma. Si solo piensas en las cosas buenas que obtuviste de ellos es cuando te darás cuenta de que tu vida aún tiene un largo camino por recorrer.

Todas esas sensaciones yo las había vivido en carne viva, había sufrido, llorado, olvidado y recordado al mismo tiempo y todo por su pérdida, por saber que jamás volverá a mi lado, que él ya no pertenece a mi presente, simplemente se había quedado en mi pasado, uno que poco a poco iría olvidando.

Pero aún recordaba cada momento de felicidad que había pasado junto a él, cada acontecimiento estaba grabado con fuego en mi memoria como si de una película mental se tratara. Los mejores años de mi vida fueron a su lado, mis mejores momentos fueron todos aquellos que podía compartirlos con él, todos aquellos en los cuales sentía que mi corazón cada vez era más suyo que mío.

Nada es eterno, esa era la verdad, la verdad universal conocida por todos. Cuando estaba a su lado lo pensaba, esa era la idea predominante en mi cabeza, la que abarcaba más de mi razonamiento. Verdaderamente fui demasiado ingenua al creer en esas seis letras, esas letras que hace unos meses tenían tanto significado y que ahora carecían de sentido.

Muchas veces nos imaginé a los dos en una hermosa casa de campo, con nuestras cabezas canosas y pequeñas arrugas alrededor de nuestros ojos. Con nuestros nietos rodeándonos, riendo y jugando alegremente, sabiendo que habíamos cumplido con lo prometido a lo largo de la vida y que moriríamos con amor mutuo aún instalado en nuestros corazones.

Fue demasiado fácil la forma en que todos aquellos sueños, aquellos deseos se desvanecieron sin siquiera saber el verdadero motivo, sin saber de que se me acusaba realmente, sin ser conocedora de mi pecado.

Lo que más dolía era recordar lo fácil que le resultó apartarme de su lado, lo sencillo que fue para él olvidar los largos años juntos llenos de experiencias. Olvidó tan fácilmente el amor, el cariño y los enormes sentimientos que teníamos que me resultaba aún increíble de creer.

Todos estos acontecimientos habían pasado hace ya tres meses. Tres largos e interminables meses cargados de sufrimiento. Aunque no todo era negativo, gracias al paso de ese tiempo lleno de dolor había logrado fortalecerme, crecer como persona y crear una capa impenetrable.

Tan solo quedaba un poco de la mujer que fui estando a su lado. Su abandono, sus humillantes palabras habían conseguido convertirme en alguien superficial y para nada ingenua que solo se preocupaba por ella misma y por lo único bueno que había logrado obtener de todo esto: Mi bebé.

Muchas veces mis fuerzas decaían y sentía la necesidad de encerrarme nuevamente en mí misma, tenía ganas de sentarme nuevamente con su foto entre mis manos y dejar que el tiempo avance agónicamente. Sentía ganas de desaparecer, desaparecer de este mundo lleno de sufrimiento, pero él, el ser que llevaba en mi vientre era el que me animaba a continuar, a no rendirme nunca.

El ser que crecía en mi interior era la única prueba de carne y hueso del pasado con él, del pasado feliz y lleno de amor del cual ya no quedaba nada. Todo había muerto el día que él decidió destrozarme. Mi hijo era la prueba más concluyente y verídica de todo aquello que vivimos.

El principio del fin fue la peor etapa, el peor momento, ya que era cuando la herida estaba más abierta y por lo tanto era más dolorosa. Lloraba cada día, lloraba al recordarlo, al sentirme frustrada por no comprender totalmente el porque de su abandono y lloraba al ya no sentirme amada por la personas que más amaba.

Eso era lo que más me molestaba, que no podía usar el pasado completo con él. Lo amaba y era muy conocedora de esa situación. A estas alturas ya debería estar sepultado en mi corazón, alejado de mis pensamientos y olvidado en mi mente, pero no podía lograrlo. Esa era mi realidad, seguía enamorada de la persona que más me dañó.

Lo único que deseaba era no volver a verlo, porque sabía que el tenía un poder sobrenatural sobre mí, con su sola presencia eliminaba todo punto de cordura en mi cuerpo. Era el único capaz de romper esa muralla que había construido meses atrás, por ese motivo no quería volver a verlo, porque por más que lo negara sabía que ante su presencia yo me volvía un ser débil.

No quería volver a sufrir, a llorar, porque en ese tiempo de dejadez experimenté las peores sensaciones que jamás tuve. Nunca me imaginé siendo un ser deprimido y antisocial, sobretodo porque de joven me reía de esas niñas tontas que parecía que se morían cuando

sus novios las dejaban y ahora yo pasaba por esa situación y sabía de sobra que era como una especie de castigo.

Me había costado mucho avanzar y me negaba a retroceder. La verdad, lo que más me había ayudado a fortalecerme y seguir con mi vida fue mi bebé, porque sabía que todo lo malo que a mí me pasaba a él le afectaba el doble. Si seguía bajando de peso por comer poco y luego devolverlo acabaría enferma y arrastrando a mi hijo conmigo.

Cundo fui conocedora de la existencia de ese hermoso ser dentro de mí fue la primera vez que sonreí, que sonreí de verdad, con el alma y con el corazón. Era el mejor regalo que me podían haber otorgado y yo agradecería ciegamente por eso. Mi pequeño bebé, que aún se formaba en mi vientre, era lo más cercano que tenía a un apoyo, a un motivo para no rendirme. Juntos combatiríamos contra lo que nos deparaba el futuro, a él le daría todo el amor que tenía dentro de mí, todo aquello a lo que él me negó cuando se marchó. A su lado sería la mujer más fuerte sobre la faz de la tierra, por él me convertiría en toda una leona.

Sabía que por más que lo intentara siempre tendría mis momentos de decaída, de abandono personal, porque simplemente no era tan sencillo cambiar de la noche a la mañana, dejar todo en el olvido y avanzar sin todo lo que me daba cuando aún me amaba, si es que en algún momento lo hizo. Recordaba melancólicamente que llevábamos cinco años juntos, después de casi una vida entera como amigos. Comenzamos nuestra amistad en el colegio con tan solo cuatro años y nos hicimos novios con diecisiete y ahora con casi veintitrés años ya no estaba junto a mí.

Se me hacía increíble saber que lo conocía desde hace tantos años y sabía tan poco de él. Nunca lo había visto tan fúrico, tan cegado por las mentiras que otra persona había sembrado en su mente. Era sorprendente la forma en que se comportó conmigo y todo el daño que me ocasionó en pocos minutos.

Estaba confusa por eso, tenía muchas preguntas sin respuestas, mi mente solo estaba llena de ellas pero la que más predominaba era: ¿Por qué la persona que más amas es la que más fácil te puede destruir?

Hello People! :)

¿Qué les pareció el primer capítulo de mi nueva locura?Es lo suficientemente atrayente como para merecer sus

lindas e importantes opiniones?Háganme saber si voy por buen camino o si tiro a la

papelera este fic ;DMuerdi-Kisses

By: Crazy Cullen