Cantar de Guillermo (Trad. Joaquín Rubio)

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El Cantar de Guillermoes uno de los cantares degesta más antiguos de la épicafrancesa y en él se dan citatodos los problemas de losque se ha ocupado la críticadesde el romanticismo hastahoy. Parece que en la gestase funden elementos procedentesde tradiciones muydistintas: vidas de santos, relatoshistóricos, mitos indoeuropeos...Los personajesque dan vida al Cantar, desdeel santo Vivién al giganteRenuard, desde la enérgicaGuiburc a los valerosos infantes,son un friso muy vivode la épica medieval.

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CANTAR DE GUILLERMO

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Director de colección: CARLOS ALVAR

Título original: Chanson de Guillaume

Ilustración de cubierta:Biblia del s. xn. Biblioteca de San Isidoro (León)

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© EDITORIAL GREDOS, S. A., 1997 Sánchez Pacheco, 81 - 28002 Madrid

© Traducción JOAQUÍN RUBIO

Maqueta de colección y diseño de cubierta: MANUEL JANEIRO

Depósito Legal: M. 8098-1997 ISBN 84-249-1855-X

Impreso en España. Printed in Spain Gráficas Cóndor, S. A.

Esteban Terradas, 12. Polígono Industrial. Leganés (Madrid)

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CANTAR DE GUILLERMO

TRADUCTOR

Joaquín Rubio

<§>Ü E D O S

C L Á S I C O S M E D I E V A L E S

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A la memoria de Juan Manuel Rozas y de Manolo Fernández Miranda

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INTRODUCCIÓN

ICONSIDERACIONES GENERALES 1

El manuscrito Additional 38663 que se conserva en la bi­blioteca del Museo Británico recoge uno de los textos más difíciles de la épica francesa. Desde que fue descubierto en 1903, los medievalistas no han dejado de investigar su extra­ña naturaleza. Se trata de la Chanson de Guillaume, el Can­tar de Guillermo (en adelante CG), obra en la que se agavi­llan todos los problemas por los que se han preocupado los estudiosos de la épica desde el romanticismo: ¿Cómo llegó a formarse un cantar de gesta? ¿De dónde provienen las noti­cias que se relatan y transforman en él? ¿De dónde proviene la forma —métrica, tiradas, fórmulas, etc.— que lo sustenta? ¿Cómo se compuso y difundió? Y más en concreto, ¿cómo se explica la naturaleza, en tantas ocasiones desconcertante, del CGR Ninguna de las grandes teorías sobre el origen, forma­ción y transmisión de los cantares de gesta —llámense tradi­cionalismo, oralidad, individualismo, etc. y las sucesivas revi­siones llevadas a cabo— son capaces de explicar un texto tan complejo como el CG. Estas teorías surgieron y se desa­rrollaron cuando debieron hacerlo y poco puede decirse ya sobre su oportunidad e importancia. A partir de ellas se ana­lizaron textos, se interpretaron documentos decisivos para el conocimiento de la épica y se señalaron algunos de los pro-

1 Agradezco a M.a Luisa Martín, Rosa Gallego, Edna Benítez, Ricar­do Gómez, Pedro Álvarez de Miranda, Mariano Álvarez y Rafael Rodrí­guez Marín la ayuda que en todo momento me han prestado y agradez­co a Carlos Alvar su ofrecimiento para participar en esta colección.

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blemas fundamentales que siguen interesando a la crítica. A mediados de siglo era posible todavía trazar una línea más o menos nítida entre las distintas teorías que, sin embargo, ter­minaron por destruirse unas a otras. Poco a poco vino a im­ponerse cierta vulgata ecléctica2, la necesidad de unir y apro­vechar esfuerzos y descubrimientos para un objetivo común y la conciencia de que una sola teoría no podía explicar el origen y particularidad de todos los cantares. La historia de muchos de ellos no se deja someter a ninguna teoría por ela­borada que sea.

El problema que aqueja a estas grandes construcciones que pretenden explicar tantas cosas es que llega un momen­to en el que la relación entre el hecho y la teoría se vuelve cada vez más compleja, los datos y las hipótesis se enredan y los textos terminan por tener que soportar interpretaciones contradictorias, como bien señaló Roncaglia3. La deuda con los trabajos de los grandes maestros sigue vigente, pero las investigaciones de estos últimos años han puesto de relieve que no debe manejarse una única hipótesis que sirva para

2 «(...) l’explication individualiste et l’explication traditionaliste ces- sent d’apparaítre incompatibles; la premiére qui rende compte du poé- me en tant que création artistique, et ne rend compte que de luí, doit étre simplement le prolongement de la seconde, apte, et apte seule- ment, á rendre compte de la légende, de la genése et de la diffusion, dans la mesure du moins oú la chose est possible». P. Le Gentil, «La no- tion d’état latent dans les derniéres oeuvres de Menéndez Pidal», Bulle- tin Hispanique LV (1953), pág. 132. Suscribo las palabras de Jeanne Wathelet-Willem: «Devant des théories opposées, sostenues de bonne foi, avec des arguments convaincants, par des esprits éminents, le lec- teur sans parti pris et de naturel sceptique ne peut que confesser sa per- plexité. II en vient á penser que chacune de ces conceptions contient une part de vérité, mais qu’á les systématiser on les fausserait». CRecher- ches sur la Chanson de Guillaume. Études accompagnées d ’une édition,2 vols., París, Societé d’Édition ‘Les Belles Lettres’, 1975. (El lector com­probará a lo largo de este prólogo y en las notas la profunda deuda contraída con los estudios de esta profesora belga.)

3 A. Roncaglia, «Come si presenta oggi il problema delle canzoni di gesta», en A. Limentani y M. Infurna (eds.), L’epica, Bolonia, II Mulino, 1986. El texto proviene de Atti del convegno ‘La poesia épica e la sua formazione\ Roma, 1970, 277-293.

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explicar el origen y desarrollo de todos los cantares, pues és­tos no se crearon a partir de un proceso uniforme. Puede que en el origen de algunos encontremos cantilenas o equi­valentes, otros tienen un origen clerical (la relación entre vi­das de santos y épica está sobradamente demostrada) y se percibe en ellos una impronta notable de la retórica y la es­cuela; a veces son las tradiciones orales de una región, per­petuadas a lo largo de una ruta importante, las que han podi­do dar a los poetas una idea inicial; y no podemos descartar que un texto de origen juglaresco haya sido reescrito por un autor culto. No hay que despreciar, finalmente, la idea de que algunos cantares sean debidos a la invención propia­mente dicha. Reconoceremos, por lo demás, que aunque los planteamientos generales y panabarcadores no ayudan a ex­plicar todos los problemas que nos plantea la épica, no es menos cierto que en cuestiones de detalle siguen siendo ex­traordinariamente valiosos. Los grandes trabajos de Bédier, de Menéndez Pidal, etc. ofrecen un cúmulo de informaciones y de interpretaciones que impide dejarlos de lado con más frivolidad que otra cosa.

Debe reconocerse además que muchos de los problemas planteados por aquellos maestros continúan interesando hoy a los estudiosos de la épica: sigue resultando inevitable pre­guntarse por la relación entre los hechos históricos y los poe­mas, por su origen y formación, por la presencia de elemen­tos que provienen de tradiciones cultas y populares, por la difusión, etc. La existencia de muy buenas presentaciones de estas grandes teorías me exime de resumirlas de manera de­tallada, pero sí aludiré en su momento a algunos de sus ar­gumentos 4.

4 La presentación de las teorías a que me he referido parece un ja­lón obligado en la mayoría de los géneros didácticos que se han ocupa­do de la épica. Raro será el capítulo de una historia de la literatura, de una antología de textos épicos o de la edición de una obra concreta que, más tarde o más temprano, no presente detalladamente o aluda a las teorías construidas por los grandes romanistas. Véase M. Alvar y C. Alvar, Épica española medieval, Madrid, Cátedra, 1990 y la extensa bi­bliografía que se reúne en este volumen.

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EL CGY EL CICLO DE GUILLERMO

La lectura del CG nos lleva inevitablemente a otros canta­res. No me refiero sólo a la relación entre el CG y la Chan- son de Roland, sino a la relación de nuestra obra con el vasto ciclo de cantares compuesto en torno a Guillermo de Oran- ge. Habitualmente se distinguen tres ciclos en la épica fran­cesa: el ciclo del rey o de Carlomagno, el ciclo de Garin de Monglane (o de Guillermo) y el ciclo de Doon de Mayence5. La formación de ciclos de cantares es una de las transforma­ciones más interesantes que sufrió el género épico. Este pro­ceso se desarrolló a partir de un héroe de relevante persona­lidad en la ficción: uno o varios cantares lo retomaron y le atribuyeron otros hechos y crearon una especie de biografía poética, cantando a los antecesores, descendientes, colatera­les, etc.6. En esta proliferación épica destacan algunos tipos particulares de relatos: la infancia del héroe y su entrada en religión. Pueden existir incluso subciclos, es decir, puede de­sarrollarse la vida de personajes que en principio no son cen­trales, pero cuya personalidad permite dar cuerpo a otro con­junto de relatos.

El ciclo de Guillaume d’Orange o de Garin de Monglane está formado por veinticuatro cantares y es el conjunto más

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5 Conviene, sin embargo, no confiar en exceso en estas subdivisio­nes, que podrían multiplicarse. Hay personajes secundarios que apare­cen en varios cantares de ciclos diferentes e incluso cantares completos que podrían encajar en un ciclo o en otro. Muchos cantares son inclasi­ficables, como Floovent o Amis et Amiles.

6 «(...) formado por la combinación, adaptación y continuación de textos anteriores hasta entonces dispersos, el ciclo prolifera en todas di­recciones, remonta y desciende por la escala genealógica ficticia de los protagonistas y multiplica la acción y esta abundancia acabará por inte­rrumpirse no tanto porque haya encontrado un límite, sino por agota­miento de los autores o el fin de una moda». P. Zumthor, La medida del mundo, Madrid, Cátedra, pág. 364.

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extendido y mejor organizado de la épica francesa medieval1. El ciclo se caracteriza por la presencia y a veces yuxtaposi­ción de escenas heroicas y sublimes frente a otras cómicas y hasta grotescas y el hecho de que se haya extendido en tan­tos miles de versos es una buena muestra del interés que suscitó. Guillermo es después de Carlomagno y de Roldán, el héroe más popular de la Edad Media francesa. El apelativo de Orange proviene de una de sus conquistas, que le valió también una esposa: Orable-Guiburc. Orable es el nombre musulmán, que ella pierde tras bautizarse y hacerse cristiana. Guillermo y Gufomc forman una de las parejas más conmo­vedoras de la épica. En la ficción, Guillermo es un narbon- nais, uno de los siete hijos de Aymeri de Narbona pero po­see otros apelativos épicos, como por ejemplo «el de la nariz corva», Guillermo Fierabrás, el de los «temibles brazos», el hombre de poderosa fuerza... Las gestas de Guillermo y su li­naje toman el relevo al ciclo del rey con el que existen algu­nas similitudes: Guillermo sería un pequeño Carlomagno cu­yo Roldán sería Vivién y Roncesvalles sería la batalla de Larchamp o Aliscans. No hay sin embargo un único sobrino: junto a Vivién recordaremos a Girard, Guichard, Gautier, etc.

Como tantas veces en la Edad Media, no conservamos los cantares primitivos que conforman los ciclos y los manuscri­tos en que nos han llegado no representan su primer estado. Por lo que respecta a la gesta de los Narboneses, sabemos que es obra de autores diferentes que en diferentes momen­tos han escrito cantares muy distintos (el ciclo agrupa textos cuya composición se escalona a lo largo de los siglos XII y XIII.) La consecuencia es que no existe un encadenamiento riguroso entre los cantares y aparecen lagunas y contradiccio­nes a veces en el interior de una misma obra: no estamos en presencia de un conjunto organizado lógicamente. Ningún arquitecto trazó las líneas maestras de los veinticuatro canta­

7 Sigo en líneas generales la exposición magistral de J. Frappier, Les Cbansons de geste du cycle de Guillaume d ’Orange, I, París, Sedes, 1955. La deuda de esta introducción con las ideas de Frappier trasciende estas páginas y se acusa en las notas a pie de página.

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res, nadie alimentó un plan general. Para Frappier, si hubiera que destacar alguna idea motriz que desde el principio legiti­mó la reunión más o menos ordenada de canciones existen­tes, fue la del linaje. Desde el principio, el héroe épico no puede ser presentado sin referencia ni alusión a sus orígenes. No era nada extraño que se consagraran después poemas a los parientes de Guillermo.

Pero el parentesco entre los cantares no procede sola­mente del principio biográfico o genealógico o de la apari­ción constante del mismo héroe en diversas etapas de su vida. Una y otra vez vuelven los temas esenciales que caracterizan el espíritu general del ciclo: los héroes no olvidan nunca que permanecen al servicio de causas colectivas y saben que su deber es sacrificarse por la defensa de la cristiandad y guar­dar su lealtad al rey, incluso si éste es indigno. En el ciclo de Garin de Monglane vemos a un Carlomagno envejecido o muerto, cuyo heredero es débil y pusilánime, incapaz de sos­tener la causa de la cristiandad, tal y como vemos también en un pasaje del CG.

La reunión de estos cantares fue una empresa tardía y re­vela la mano de verdaderos editores que lograron componer un relato continuo partiendo de obras distintas. Los manus­critos cíclicos no recogieron obras recién creadas sino textos antiguos de un género en un momento en el que ya estaba compitiendo con otras formas literarias que acabaron por de­sembocar en la novela en prosa. Por lo demás, los avatares del linaje de Guillermo se prolongaron hasta finales de la Edad Media. Recuérdese el Román en prose de GuiUaume d ’Orange, compuesto en el siglo XV8. Dos versiones extran­jeras atestiguan el éxito de la historia de Guillermo: el poema alemán de Wolfram von Eschenbach, Willehalm (14000 ver­sos de principios del siglo XIV) cuyo modelo francés es Alis- cans, y la composición italiana I Nerbonesi, compuesto a principios del siglo XV por Andrea Barberino.

8 F. Suard, GuiUaume d ’Orange. Étude du román en prose, París, 1979.

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La forma en que están dispuestos los cantares en los ma­nuscritos cíclicos es artificial y no se corresponde con el or­den real en que fueron compuestos; una de las tareas de la crítica consistió en discernir cómo se había desarrollado la gesta. La forma en que crecen y se extienden los cantares pa­rece clara en algunos casos. En la biografía del héroe se ha procedido casi siempre a contrapelo de la cronología. Como decía Frappier, «los hijos han engendrado a los padres». Gui­llermo fue el primer héroe, su padre Aymeri fue cantado des­pués de él y, poco a poco, trovadores y juglares fueron as­cendiendo hasta llegar a Garin de Monglane y al padre de éste, Savary d’Aquitaine.

Además de la organización de los cantares, como la seña­lada antes, conviene recordar finalmente otra clase de evolu­ción. Ya en los más antiguos textos épicos conservados se aprecia que el sistema de expresión que les permite desarro­llarse estaba perfectamente constituido 9. Entre los factores que concurrieron para la formación del género tuvo que existir una forma literaria adecuada que permitiera narrar y difundir largos relatos y tuvo que haber argumentos dignos de ser cantados y convenientes para cierta ideología. Pero ni la mentalidad ni la forma literaria permanecieron estables. Me refiero, por ejemplo, a la extensión de las tiradas y a la de las obras. Chevalerie Vivien (en torno a 1180) tiene 2000

9 Parece que el origen de la tirada está en el arcaico género de las chanson de saint. Existe una proporción notable entre la extensión de los más antiguos cantares de santo (de 250 a 600 w. octosílabos o deca­sílabos) con el de los más antiguos cantares de gesta (de 900 a 2500 w). Sobre el plano del contenido, las relaciones son indicativas. En es­tas vidas de santo se da una enorme importancia a los temas caballeres­cos (políticos o guerreros). Los más antiguos cantares de gesta están do­minados por algunas antítesis de origen religioso (cristiano-pagano) e ilustrados con motivos que recuerdan a la hagiografía. Véase C. Segre, «Problemi di tradizioni di testi romanzi: dai poemetti agiografici alie chansons de geste», «II ‘Boeci’, I poemetti agiografici alie ‘chansons de geste’: l’insegnamento della tradizione», en La tradizione dell’ Chanson de Rolland, Milán, Ricciardi, 1974.

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versos. Aliscans10 que es de la misma época tiene ya 8500. Conviene detenerse en este último porque ocupa una posi­ción destacada en el desarrollo del ciclo y permite interesan­tes comparaciones con nuestro texto. En Aliscans se percibe ya la apertura del discurso épico a nuevos registros y se vis­lumbran los cambios que se producen en una época en la que la literatura se aventura hacia lo novelesco, tal y como explica Michéle Gally11. En efecto, los cuarenta años que se­paran el Cantar de Guillermo de Aliscans son insuficientes para explicar las enormes diferencias que separan ambas obras12, no sólo en cuanto al tratamiento de las ideas funda­mentales sino en la manera distinta de narrar, de construir las tiradas y el verso.

Aliscans es más narrativo que el CG, y cuando aflora el li­rismo es siempre en escenas en las que predomina el diálogo o en pasajes como los plantos, y no en el contraste de algu­nas escenas tal y como hace el CG (por ejemplo, cuando Guillermo contempla las mesas preparadas para un festín al que no asistirán los invitados que yacen muertos en Lar­champ). Cuando tenemos oportunidad de comparar dos es­cenas idénticas en el CG y en Aliscans, comprobamos que el relato es siempre más rápido en el primero. Tras analizar la escena de la muerte de Vivién en ambos cantares, Suard de­muestra una progresión diferente en uno y otro. Frente la ra­pidez y eficacia del CG, inspirado en yuxtaposiciones y opo­siciones, Aliscans muestra un mayor lirismo — «una retórica lírica», como dice Suard— y explota los distintos registros de lo patético. Para Suard, el paso del CG a Aliscans confirma «el lento movimiento que, en la doble perspectiva inicial de

10 Aliscans, publié par C. Régnier, París, Librairie Honoré Cham­pion, 1990, 2 vols. Existe traducción al francés moderno de B. Guidot y J. Subrenat, Honoré Champion, 1993.

11 M. Gally, «Présentation», en W . AA., Comprendre et aimer la chanson de geste (Á propos ¿/Aliscans), Fontenay-St. Cloud, Feuillets de l’E.N.S., 1994, pág. 9-

12 Véase F. Suard, «De la Chanson de Guillaume á Aliscans: quel- ques aspects de Fart épique au XIIe s.», en W . AA., Comprendre et ai­mer la chanson de geste (Á propos ¿/Aliscans), cit., pág. 27.

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la epopeya —lirismo y relato— tiende a privilegiar progresi­vamente la segunda»13.

Otro cantar, Floovent (finales del siglo XII) tiene 2500 ver­sos pero Aspremont, que es de la misma época, ofrece 11000. Aparecen además nuevos temas. Poco a poco sabremos da­tos de la vida económica del caballero (dinero, tierras), que se relacionan con la narración de las heroicas gestas y apare­cerán figuras femeninas. Paulatinamente, la lectura empezó a sustituir al canto y la declamación. En el siglo XV la epopeya francesa se extingue y se escriben crónicas sobre las conquis­tas de Carlomagno y de Guillermo que servirán de fuente a algunos romans.

IIIEL CANTAR DE GUILLERMO

La tradición manuscrita no presenta solamente organiza­ciones cíclicas. Una de las excepciones notables es precisa­mente el CG, conservado en un manuscrito único14.

A. LA HISTORIA Y EL CANTAR DE GESTA

Para algunos críticos, la reflexión sobre cómo llegaron los hechos históricos a servir de argumento de un cantar o cómo llegaron hasta él diferentes tradiciones no es un motivo cen­tral de la investigación. El poema llegó a formarse y lo que interesa es saber cómo se trata la historia desde un punto de

13 F. Suard, op. cit., pág. 45.14 Italo Siciliano señala que, a pesar de todo, el refundidor nos ha

dado con el CG de Londres un cantar «cíclico»: «Bien ou mal, il agence un Vivien aux deux versions du Guillaume, en collant celui-ci une chanson de Rainouart». Les cbansons de geste et l’épopée. Mythes, Histoi- re, Poémes, Societá Editrice Internazionale, Biblioteca di Studi Francesi 3, págs. 392-393.

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vista literario. Las hipótesis reconstructivas de textos perdidos suelen considerarse más como ejercicios brillantes que como pruebas rigurosas15. No a todos los críticos, sin embargo, les ha parecido que debía despreciarse el proceso que he men­cionado.

Considerar que «en el principio era la historia» es un pun­to de partida que nos ha aclarado muchos aspectos del mun­do épico, pero también ha distorsionado y empobrecido otras riquezas de los cantares cuando se ha convertido en una hipótesis exclusiva. Frappier señaló que la relación entre la historia y los cantares no puede establecerse en una única dirección:

«(...) quisiera recordar que las relaciones de historia y canta­res de gesta no se confunden con el problema de los oríge­nes, que no se limitan a él, que su examen conduce al des­cubrimiento de diversos aspectos e inclusive de aspectos opuestos, pues si, a mi parecer, se puede y de debe admitir que en gran medida la creación y desarrollo de la materia épica ha tenido efecto en un movimiento de la historia a la leyenda, también se comprueba a veces un movimiento in­verso que va de la leyenda a la historia»16.

Es indudable, en cualquier caso, que los cantares, por muy fantástico que nos parezca su desarrollo, conservan ne­xos con la historia y dan vigor a personajes históricos. El más oscuro juglar, dice Frappier, tendría sentimiento de esa rela­ción con la historia: «Y quizá más de uno se diera cuenta de que la ficción carolingia no era de la misma índole que la fic­ción arturiana»17. Los problemas surgen al intentar explicar

15 La consideración de que la falta de textos implica que no existie­ron obras literarias como las que conservamos copiadas se ha revisado ya suficientemente. No pueden pedirse textos a una literatura oral y desde luego, no parece lógico pensar que podríamos encontrar manus­critos con textos épicos a finales del siglo XI.

16 J. Frappier, «Reflexiones sobre las relaciones entre cantares de gesta e historia», en Epopeya e historia. Ensayos reunidos y presentados por Victoria Cirlot, Barcelona, Argot, 1985. La cita aparece en la págs. 41.

17 J. Frappier, art. cit., pág. 44.

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cómo llenar el espacio entre la época carolingia y los prime­ros cantares épicos conservados. Los intentos de la filología reconstructiva para recuperar cantares perdidos no nos han permitido rellenar el espacio entre los poemas conservados y los sucesos de la historia carolingia18. ¿Cómo fueron las for­mas en las que se vertió el contenido épico? ¿Cantilenas, ba­ladas, poemas en latín, simples leyendas orales? ¿Dónde aca­ba la leyenda y dónde empieza el poema? Las respuestas varían según las diferentes hipótesis. Es posible que existie­ran esas formas, pero parece que el género y la técnica en la que éste se apoyaba no estuvieran constituidos mucho antes del Cantar de Roldán tal y como la conocemos en el manus­crito de Oxford.

Pero ni a los juglares y troveros ni a los oyentes les preo­cupó demasiado la exactitud de los hechos históricos 19. De lo contrario, quizá los autores de los cantares se habrían pre­ocupado más por no mezclar tanto los relatos históricos con lo que nosotros entendemos por ficción. Los juglares sabrían quizá que Carlos Martel fue el padre de Pipino, y éste el de Carlomagno, y que éste último fue un rey poderoso que combatió a los sarracenos pero cuyos sucesores no fueron tan poderosos como él. No es extraño, pues, que los hechos históricos y la geografía se exageren a menudo. Los autores situaron sus cantares en la época de Carlomagno sin ninguna intención de reconstruir una realidad concreta con absoluta

18 Sabemos, sin embargo, que las refundiciones a partir de los can­tares de gesta no eran infrecuentes, tal y como revela el testimonio de Alberto di Metz: «Si... arguar quod ómnibus cognita scripserim, tuo con- silio perpendant me hac responsione uti: nota delectabiliter saepius au- diri, ut solet fieri in cantilenis, quod veteribus ex assiduitate fastiditis, novae frequentius in dies repetitate delectabilius audiuntur». (Monumen- ta Germaniae histórica. Scriptores, IV, 701). Tomo la cita del artículo de Roncaglia, pág. 125.

19 J. Bédier, «L’histoire dans les chansons de geste», Légéndes épi- ques 4, (1929), 345-402. Paul Zumthor ha llegado a escribir que los nombres de personajes históricos y los topónimos son tratados como puro material verbal. Véase Essai depoétique médiévale, París, Seuil pág. 459.

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fidelidad20. Los sucesos, ya provengan de la historia, la le­yenda o de un poema precedente, son objeto de distorsio­nes, deformaciones a veces profundas, debidas a una exigen­cia interna del texto o a la necesidad de introducir alusiones al mundo en el que viven los autores o refundidores del poe­ma. No sólo es importante el pasado, sino también el presen­te en el que vivieron los autores de los cantares. Es en fun­ción del presente, dice Roncaglia, como hay que entender la elección, combinación y modificación de los sucesos históri­cos que aparecen en los cantares, de ahí que éstos deban aclararse de acuerdo con la ideología, sentimientos e intere­ses del período histórico en que surgieron. Son los poetas los que despiertan personajes y sucesos de los siglos anteriores y los que los convierten y transfiguran. Es posible que centrán­dolos en las iniciativas y problemas de los siglos XI y XII y no considerándolos sólo como los ecos de una lejana historia, podamos enfocar más correctamente la relación entre histo­ria y cantar de gesta. En cualquier caso, preocuparse sola­mente por los aspectos literarios de este género y desintere­sarse de las evocaciones históricas o pseudohistóricas es desconocer su íntima naturaleza, pues, como decía Frappier: «el cantar de gesta era poesía militante».

B. LA HISTORIA Y LOS TEXTOS

Como en tantos cantares de gesta franceses, el ciclo de Guillermo (en el que se confunden a veces Guillermo de To- losa y Guillermo de Orange) hunde sus raíces en tiempos de Carlomagno.

El transfondo histórico del cantar parece que se funda­menta en dos sucesos diferentes tanto por la cronología co-

20 «Esta pintura de costumbres feudales del siglo XII o del siglo XIII puede presentar para nosotros un auténtico interés histórico; no por ello deja de constituir un anacronismo en relación a la época de Carlomag­no», escribe Frappier, art. cit., pág. 54.

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mo por su localización geográfica. El primer suceso tiene que ver con una batalla que tuvo lugar cerca del río Oliveio (el río Orbieu u Orbiel, entre Carcasona y Narbona). Como es sabido, en el año 781 el rey Carlomagno constituyó en reino Aquitania y se la otorgó a su hijo Luis, todavía menor, con­fiando a algunos condes el cuidado del territorio. Entre ellos figuraba Guillermo, hijo del conde Teodorico y de Alda (hija de Carlos Martel). En el año 793 Hixem I destruyó la Septi- mania21 y llegó hasta Narbona. Según la Crónica de Moissac, Guillermo y otros nobles francos les hicieron frente y fueron derrotados, pero los sarracenos tuvieron que retirarse. En el año 803 Guillermo participó, junto a Luis, en la expedición que terminó con la toma de Barcelona y la constitución de la Marca Hispánica. Un año después se hizo monje en Aniane; fundó después la abadía de Gellone, adonde se retiró en el 806, y murió en el año 812. En el documento de donación a favor de Gellone, firmado por Guillermo, se menciona a dos mujeres de nuestro héroe (la segunda llamada Cunegunda) y a unos hijos, de los que no hay rastro en el poema.

El otro suceso histórico al que me refería antes es la muerte del conde Vivién, el abad de San Martín de Tours, que falleció en la lucha contra los bretones un lunes 24 de agosto (lundi al vespré). El Chronicon de Réginon de Prün (906) sostiene que Vivién fue abandonado por Carlos el Cal­vo y que combatió valientemente. Al morir quedó sin sepul­tura 22.

Del Guillermo histórico y de sus empresas se ocupó ya Ermoldus Nigellus en el Carmen in honorem Hludowici, un poema escrito quince años después de la.muerte del héroe23.

21 Se dio el nombre de Septimania a la parte de la primera Narbo- nense que les quedó a los godos, porque abarca estas siete ciudades: Narbona, Carcasona, Lodero, Besieres, Nimes, Magalona y Agda.

22 A. Moisan, La légende épique de Vivien et la légende hagiographi- que de saint Vidian a Martres-Tolosane, Lille, Atelier de reproduction des théses, 1973 y «Réflexions sur la genése de la légende de Vivien», en VIIF Congrés de la Société Rencesvals, Pamplona, 1981, 345-352.

23 Para Martín de Riquer, es una exageración querer hallar en el poema de Ermoldus Nigellus el eco de una leyenda de Guillermo ya en

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22 Cantar de Guillermo

Se trata de una obra escrita en dísticos elegiacos latinos que cuenta las campañas militares de Luis, y en uno de sus libros se habla de la conquista de Barcelona. En esta empresa el héroe principal es el conde Wilhelmus. El texto no presenta rasgos en común con los cantares de gesta ni en el contenido ni el estilo, que intenta imitar a Virgilio y a otros autores la­tinos.

Uno de los primeros textos en los que se habla del linaje de Monglane es el Fragmento de la Haya24, breve pasaje de prosa latina conservado en tres hojas de pergamino pegadas al final de un ejemplar de la Gesta regum Francorum de la Biblioteca Real de la Haya [n.° 921 (74 j 24)]. No hay relación material ni de contenido entre la parte consagrada a la gesta y el fragmento en cuestión. Las hojas que lo contienen se añadieron en una fecha de la que no tenemos noticia. Esta­mos ante una prosificación de un poema latino, posiblemen­te un ejercicio escolar, cuyos hexámetros son fácilmente re­conocibles y reconstruibles, como demostraron Hermann Suchier y Konrad Hofmann25. Tres manos lo escribieron en una zona del norte de Francia entre el año 980 y el 1030, se-

formación. Pero de esta obra de desprende que poco después de la muerte del héroe, sus hechos merecían ser cantados en versos de corte virgiliano. M. de Riquer, Les chansons de geste frangaises, París, Nizet, 1957 [Los cantares de gesta franceses, Madrid, Gredos, 1952].

24 La importancia atribuida al Fragmento de la Haya varía según las teorías que se sostengan sobre el origen de los cantares de gesta. Bé- dier, que no deseaba en absoluto que el Fragmento de la Haya fuera el ‘testimonio de una época arcaica de la epopeya francesa’, lo evitó como pudo, empequeñeciéndolo e interpretando a su manera los estudios pa- leográficos. No consideraba que el poema que sirvió de base al Frag­mento... fuera más antiguo que el Roland de Oxford o el Cantar de Guillermo. Los críticos de Bédier (véase entre otros el trabajo de F. Lot, «Etudes sur les légendes épiques frangaises», Romanía 53 (1927), 449- 473) convirtieron, sin embargo, tanto este documento como la Nota Emilianense en señales incontestables de la antigüedad de la épica. So­bre la epopeya latina debe verse M. Tyssens, «L’épopée latine», en L. Gé- nicot (dir.), Typologie des sources du Moyen Age Occidental, fase. 49 CL’Épopée), Turnhout, Brépols, 1988, 37-52.

25 Véase H. Suchier, Les Narbonnais, II, París, 1898. El texto puede leerse en al Apéndice I del libro de Martín de Riquer.

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gún Charles Samaran26. El fragmento narra el combate (quizá en Narbona) ante una ciudad asediada y que se traslada des­pués a los Campi Strigili. Junto a Carolus imperator aparecen personajes que encontraremos después en el ciclo de Guiller­mo: Bernart de Brusbán, Hernaut de Gerona (que son hijos de Aymerí de Narbona), Bertrandus y Wibelinus, Bertrand y Guielín (hijos de Bernart), etc. Las reminiscencias de autores latinos hacen difícil pensar que se trate de la traducción de una hipotética canción en vulgar, y hacen pensar en la adap­tación de una materia legendaria que ya existía en una forma bastante difícil de establecer.

Guillermo no aparece en el Fragmento de la Haya, pero sí en la Nota Emilianense21, fechada por Dámaso Alonso en­tre 1065 y 1075. Los doce Pares — de los que sólo se mencio­na a seis— son llamados sobrinos de Carlomagno. Para Frap­pier, la Nota Emilianense dio nuevo valor al Fragmento e implica que una leyenda épica existía desde la primera mitad del siglo XI o desde finales del X. Esta Nota no parece resu­mir directamente un cantar de gesta, sino que refleja un esta­do de ficciones épicas demasiado complejo como para hablar simplemente de tradiciones locales u orales. ¿Nos envía a re­latos en prosa, a poemas en vulgar, a poemas en latín? Cual­quiera que sea la respuesta, no es descabellado considerar que la materia épica creó un vínculo entre los poemas con­servados,

Es muy posible que en el primer tercio del siglo XII la le­yenda de Guillermo fuera ya de dominio público y que se compusieran cantares sobre el héroe. Prueba de ello es la Vi­ta Sancti Wilhelmi compuesta por los monjes de Gellone en torno a 1125. En el capítulo V el autor narra unos sucesos cu­

26 Ch. Samaran, «Sur la date du fragment de la Haye. Notes paléo- graphiques», Romanía 58 (1932), 190-205. El estudio de Samaran no lle­ga a conclusiones muy precisas pero se inclina por el primer cuarto del siglo XI más que finales del siglo X. La escritura del fragmento se co­rresponde con letras entre el 980 y el 1030. El texto podría haberse es­crito en un área geográfica muy vasta, desde el Loira hasta el Rin.

27 D. Alonso, La primitiva épica francesa a la luz de una nota emi­lianense, Madrid, CSIC, 1954.

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yo origen sólo puede provenir de un cantar de gesta como la Prise d ’Orange28.

C. LA FORMACIÓN DEL MANUSCRITO DE LONDRES

Hace mucho que la crítica señaló que el texto transmitido por el manuscrito Additional 38663 se compone de dos par­tes distintas, G1 y G229. La primera de ellas acaba en el verso 198030. Alguien debió de formar el relato que hoy leemos fundiendo dos o quizá tres obras de orígenes bien distintos mediante una serie de arreglos o pequeñas lañas. En cual­quier caso, la yuxtaposición de G1 y G2 no es ni mucho me­nos natural. El formador del texto copiado en el manuscrito se inspiró en modelos muy distintos y dejó muchos cabos sueltos. No es posible conciliar la primera escena de G2 en la que vemos a Vivién moribundo, cuando no tenemos la me­nor duda de que ha muerto. Sin embargo, el hecho de que aparezcan dos relatos que cuentan ambos la muerte de Vi­vién no es un fenómeno inédito en la literatura medieval31.

28 «La Vita atestigua que en el primer cuarto del siglo XII ya existían cantares de gesta sobre Guillermo, en los que se narraban hazañas que hoy leemos en textos conservados». M. de Riquer, op. cit., pág. 154.

29 John D. Niles sostiene, entre otras aportaciones, la necesidad de revisar la teoría de las dos partes en el cantar. Véase J. Niles, «Narrative Anomalies in ‘La Changun de Willame’», Viator 9 (1978), 251-264.

30 A la vista de las diferencias entre ambas partes, Suchier conside­ró que sólo la primera formaba parte del cantar y solamente editó los mil novecientos ochenta versos primeros: La Changun de Guillelme, Hermann Suchier (ed.), Halle, 1911.

31 Como ejemplo quiero recordar aquí las lañas descubiertas por Diego Catalán en el manuscrito E2 de la Estoria de España alfonsí. Al núcleo de este manuscrito se le añadieron una serie de cuadernos a los que el formador del códice facticio se encargó de hacer las necesarias enmiendas y lañas para ajustar el contenido, como por ejemplo, encabe­zar los cuadernos con un título, borrar las líneas que no convinieran o intercalar alguna información. Piénsese también en el doble relato de la invasión almováride en PCG y en el doble relato de la muerte de Vivién en nuestro cantar... Para la historiografía véase D. Catalán, «El Mío Cid

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Introducción 25

La subdivisión en G1 y G2 se basa en argumentos que tie­nen en cuenta, entre otros elementos, la estructura del relato y su contenido en las dos partes, la métrica y la presencia del estribillo y el diferente léxico. (Hay expresiones y términos frecuentes en G1 que no aparecen en G2.) Frente a la cons­trucción simétrica de los episodios de la primera parte desta­ca el orden lineal de los acontecimientos en la segunda. Añá­dase a ello la aparición del personaje de Renuard, que aporta unos detalles imposibles en la intensa primera parte.

Los trabajos para intentar explicar las relaciones entre G1 y G2 son innumerables. Se ha especulado sobre el lugar exacto en el que acaban uno y otro, sobre la fecha en que se compusieron ambas partes, sobre el momento en el que se unieron, sobre los arreglos necesarios para que ambas partes se unieran... En cualquier caso, no puede dudarse de las di­ferencias entre G1 y G2 ni de que el formador del texto que se conserva en Londres se sirviera de dos modelos distintos.

Tampoco es fácil ofrecer una fecha del texto conservado. ¿De qué fecha hablamos? ¿Fecha de la creación del poema, de las reelaboraciones que sufrió, fecha del texto tal y como lo leemos? Los criterios lingüísticos son poco fiables en esta tarea, pues la intervención de quienes refundieron el texto no ayuda a situar con precisión los hechos de lengua. Las va­cilaciones y errores en el terreno de la métrica tampoco nos dan seguridad alguna. Los criterios externos, hechos históri­cos o relaciones con otros textos, sin ser definitivos, parece que nos aportan algún dato más positivo. El trovador catalán Guerau de Cabrera cita en su Ensenhamen (anterior a 1165) la historia de Renuard y su maza entre los relatos que ignora­ba el juglar Cabra32. Y lo mismo sucede con el trovador Ar- naut Daniel quien evoca el hambre del sobrino de Guillaume

de Alfonso X y el del pseudo Ibn Al Faray», en La Estoria de España de Alfonso X. Creación y evolución, Fundación Ramón Menéndez Pidal, Universidad Autónoma de Madrid, 1992, pág. 96. El procedimiento no afecta únicamente a textos épicos o historiográficos, sino que es relati­vamente corriente en la literatura medieval.

32 M. de Riquer, op. cit., págs. 342-351.

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entre 1180 y 1187 33. Por lo demás, parece evidente la in­fluencia del Cantar de Roldan en algunos pasajes, como lue­go veremos. G2 es anterior a Aliscans, que es un cantar de fi­nales del siglo XII. Así las cosas, es muy posible que nuestra obra se compusiera en la mitad del siglo XII (ca. 1140). El manuscrito34 data del primer cuarto del siglo XIII, y no es na­da extraño que en este intervalo se produjeran alteraciones en la transmisión del texto. Junto a un copista anglonorman- do pudo haber otro copista glosador, que añadiría epítetos a los nombres propios y palabras explicativas y que alargaría los versos. Algún copista trabajaría memorizando dos o tres versos y después los reproduciría sin volver a mirar el texto que copiaba. Esto explica la sustitución de palabras, la inver­sión de su orden, la modificación de tiempos verbales, etc. Otro escriba pudo haber intentado arreglar los errores de los precedentes35. La propia Wathelet-Willem ironiza sobre este encarnizado ejército de copistas que se habría ensañado con­tra el texto. Pero precisa que no se trata de una sucesión cro­nológica, sino de tendencias que se descubren en las correc­ciones en el manuscrito y que no implican necesariamente cuatro escribas diferentes.

33 Arnault Daniel dice en la chanson «Doutz brais e critz» que siente más hambre de su señora de la que jamás tuvo el sobrino de san Gui­llermo, es decir, Vivien. Para G. Toja la noticia debió de llegarle al tro­vador a través del CG en el que tanta importancia tienen el hambre y la sed. Pero Rita Lejeune ha destacado que el modelo no es Vivién —-que sufre sed— sino el pequeño Gui, pues él es quien sufre hambre. Tam­poco parece muy pertinente que se evocara a Vivién en un canto a la pasión amorosa. Es más lógico que se refiriera al joven Gui, que alcanza una victoria resonante. Véase G. Toja, «La fame del ‘nebot sain Guillem’», CN 39 (1959), 239-250 y R. Lejeune, «Le troubadour Arnaut Daniel et la chanson de Guillaume», Moyen Age 69 (1963), 347-357.

34 La descripción del manuscrito puede leerse en el capítulo prime­ro del tomo primero de la edición de Wathelet-Willem. El lector encon­trará un estudio sobre los hábitos gráficos del escriba, la relación entre el manuscrito que contiene el cantar con otros manuscritos (a cuyo con­junto se le llama el volumen Edwardes), así como información sobre el scriptorium del que procede el texto.

35 Wathelet-Willem, op. cit. I, pág. 77.

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Los estudiosos del cantar han reclamado la obligación de valorar las manos que intervinieron en las refundiciones del texto de Londres, y la necesidad de establecer diferencias en­tre la composición, la transmisión y la ejecución del cantar. ¿Qué sucedió en el proceso de pasar de lo oral a lo escrito? Si era el cantor el que lo hacía, es bien sabido que al faltarle la música no recordaría exactamente los versos, ni su medi­da, ni las palabras. Al pasar de la voz al papel es posible que hubiera una primera transcripción y que después se llevara a cabo una revisión cuidadosa. Los intentos para reconstruir lo que pudo ser el texto original han sido muy valiosos (Suchier y sobre todo Wathelet-Willem) pero es difícil pensar que esos textos llegaran a existir alguna vez.

De entre las hipótesis ofrecidas por los filólogos para ex­plicar el origen de G1 y de G2 debe recordarse la hipótesis de Wathelet-Willem, que puede leerse mucho más desarrolla­da en su edición36. Para esta autora, la gesta de Guillermo nace de dos focos distintos que dieron lugar a dos núcleos épicos diferentes. El primero se formó al fundirse dos tradi­ciones literarias en Poitou a lo largo del siglo XI. Una de ellas puede que tomara forma en un cantar que debió de compo­nerse en la primera mitad del siglo IX, en el entorno de Ber­nardo de Septimania; en él se celebraría la gloriosa derrota de Guillermo el de la nariz corva, el conde Guillermo de To- losa, que fue derrotado junto al río Orbieu. El segundo can­tar estaría consagrado al conde Vivién, el abate laico de San Martín de Tours, que fue abandonado en la batalla y murió heroicaménte, el 24 de agosto del año 851, lundi al vespre. Es posible que a finales del siglo XI pudieran unirse ambas tradiciones en la región de Thouars (norte de Poitou), lugar donde la pareja de nombres de Guillermo y Vivién aparece documentada. Los hechos de armas en el río Orbieu y los que protagonizó Vivién de Tours en el año 851 pudieron fun­dirse aquí, y de ambos surgiría un cantar que estaría en la base de los 928 primeros versos de nuestro texto. Vivién se

36 Wathelet-Willem, op. cit., págs. 686-717: «Tentative d’explication de l’élaboration du texte de Londres».

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convierte, gracias a la literatura, en sobrino de Guillermo, y combate en Vare champ sur mer; pero ya no contra los bre­tones sino contra los sarracenos. De este núcleo al que me he referido dependerían no sólo los versos citados del CG, si­no también otros cantares como Aliscans, Chevalerie Vivien y después Enfances Vivien y Foucon de Candie.

El segundo gran núcleo que conforma el cantar nacería en el valle del Ródano a finales del siglo X y su héroe central es Guillermo de Orange, a cuyo lado combatiría un héroe de la región del Ródano, Renuard. Este segundo núcleo conti­núa en Prise d ’Orange, Siége d ’Orange, etc. Según Wathelet- Willem, en el primer cuarto del siglo XII pudo operarse una fusión entre las dos leyendas de Guillermo, el de la nariz cor­va y el de Orange. Esta fusión estaría propiciada por los monjes de Gelone para mayor gloria de San Guillermo. La gesta continuó desarrollándose en nuevos cantares y crecien­do en todas direcciones: Moniage Guillaume, Enfances Gui- llaume y otros cantares cuyo protagonista es Renuard: Mo­niage Renuard, Bataille Loquifer; etc.

D. LA ORALIDAD

El reconocimiento de la oralidad como una categoría con­sustancial a la creación y la difusión de la épica es hoy in­cuestionable y ayuda a explicar muchos de sus elementos ca- racterizadores. Es verdad que no es fácil para el lector del siglo XX aprehender la dimensión oral de aquellas obras, y con­viene reflexionar sobre los inconvenientes que esto nos plantea.

Las rupturas que fragmentan el continuum histórico en Occidente y que nos impiden concebir o imaginar la forma de entender el mundo de un determinado período son esca­sas, pues de no ser así no podríamos traducir a nuestros mar­cos de referencia «las formas imaginativas e intelectuales del pasado»37. Pero es evidente que existen mutaciones, líneas

37 G. Steiner, Presencias reales, Barcelona, Destino, pág. 111.

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de falla que rompen los conceptos de identificación de épo­cas anteriores. Sin que la Edad Media nos resulte desconoci­da, es también cierto que son muchas las formas de vida y de cultura que se cierran con ella y a las que resulta difícil acceder. Hemos perdido una dimensión esencial de la litera­tura medieval —y no sólo medieval— . Me refiero a la orali- dad mediante la que se creó y difundió una parte importantí­sima de aquellas obras38. Una ingente cantidad de poesía occidental (entre la que contaremos desde luego la épica) exige, si no la música, sí el recitado39. No es que hayamos

38 Los trabajos sobre la oralidad son muy abundantes. Destacaré en­tre ellos los estudios de Lord {The Singer of Tales, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1960), Bowra (Heroic Poetry, Londres, 1952), Rychner {La Chanson de geste. Essai sur Vart épique des jongleurs, Gine­bra, 1955), Ong {Orality and literacy. The Technologizing of the word, Londres, Methuen and Co., 1982), Finnegan {Oralpoetry, Cambridge, 1977). Hay publicadas actas y conjuntos de ensayos que ofrecen infor­mación y perspectivas de mucho interés: N. Voorbinden y M. De Haan (eds.), Oral poetry. Das Problem der Mündlichkeit mittelalterlicher epis- cher Dichtung. Darmstadt, WB, 1979; Oral tradition. Literary Tradition. A Symposium, Odense, University Press, 1977; G. Cerina, C. Lavinio y L. Muías (eds.), Oralitá e scrittura nel sistema letterario. Atti del Convegno di Cagliari, 14 -16 aprile, 1980, Roma, Bulzoni, 1982. La fijación del len­guaje con la ayuda de la escritura es un fenómeno reciente si se compa­ra con la comunicación por medio de la voz. Emilio Lledó ha reflexio­nado profundamente sobre la escritura, la voz y la memoria a partir del mito narrado en el Fedro platónico. Véase El surco del tiempo, Barcelo­na, Crítica, 1992.

39 No sólo lo exige sino que es parte esencial de su constitución y creación de la obra literaria. La obra se compone según Parry-Lord en el proceso de cantar. El canto épico-oral, leemos en The Singer of Tales, «es poesía narrativa compuesta en un proceso desarrollado a través de mu­chas generaciones por cantores de historias, que no conocían la escritu­ra; consiste en la construcción de versos y medios versos mediante el uso de fórmulas y giros formulísticos, y en la construcción de cantares mediante el uso de temas». Además de los trabajos citados en la nota anterior, véase, Germán Orduna: «Marcas de oralidad en la sintaxis na­rrativa del Poema de Mío Cid», en T. Dadson, R. Oakley y P. Odber de Baubeta (eds.), New Frontiers in Hispanic and luzo-brazilian scholars- hip, The Edwin Meller Press, Lewiaton/Queenston/Lampeter, 1995, 57- 69. El estudio de E. De Chasca, El arte juglaresco en el ‘Cantar de Mío Cid’, Madrid, Gredos, 1967, es de consulta obligatoria.

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perdido la música y la voz, sino también el significado mis­mo de la voz. No cabe duda de que la erosión que ha produ­cido el hábito de la lectura a partir de la imprenta (aunque, como es sabido, los hábitos de leer para varias personas en voz alta duraron muchísimos años más) ha hecho enmudecer algunas tradiciones en las que la voz era mucho más que un simple canal de comunicación. Oír y leer son actos distintos, y la aparición del libro acentuó esas diferencias. Los trabajos de Paul Zumthor han demostrado la importancia de la enor­me transformación sucedida cuando se pasó de la poesía oral a la literatura escrita40.

Pero no se trata solamente de haber perdido una dimen­sión esencial de la literatura, sino también de los valores que se han ido añadiendo al «texto oral» que, al escribirse y po­derse leer y ser analizado, recibe de pronto una dimensión nueva. Nosotros tenemos el texto ante nuestros ojos, volve­mos atrás y adelante, comparamos pasajes, descubrimos con­tradicciones y riquezas insospechadas. El auditorio, sin em­bargo, recibía el texto de otra manera, y no sería quizá tan sensible a las contradicciones que percibimos nosotros, por ejemplo, entre G1 y G2. Tiene razón Jeanne Wathelet-Willem al decir que la crítica moderna traiciona a menudo el espíritu de los cantares de gesta al colocar lo escrito y solamente lo

40 Como dice Steiner: «Un orden anafórico, es decir, la sucesiva rei­teración de ciertas frases con el fin de conseguir un efecto acumulativo o reductor es gramática en movimiento. (...) Puesto que carecemos de una sensibilidad espontánea para las vitalidades de la gramática, hemos perdido casi toda valoración de lo retórico (...)» (pág. 196). Entre los tra­bajos de Zumthor recordaré solamente La letra y la voz de la literatura medieval, Madrid, Cátedra, 1989, e Introducción a la poesía oral, Ma­drid, Taurus, 1991. Germán Orduna ha destacado los inconvenientes de abordar la oralidad desde lo escrito «sin una consideración teórica glo­bal sobre el acto de comunicación propio de la comunidad textual de la Edad Media». Véase de G. de Orduna, «La coexistencia de cultura oral y producción literaria: Un nuevo enfoque en el estudio de la literatura Es­pañola medieval», en /V1*5 Jornadas de Literatura medieval española, Universidad Católica de Buenos Aires (1993), 128-136.

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escrito en el centro de nuestras cavilaciones 41. No debemos olvidar que chanter de geste significaba convertir el recuerdo del héroe en voz y en música42. El tratadista Jean de Grou- chy incluye el cantar de gesta en una de las clasificaciones de su tratado De música. La organización de las tiradas, el rit­mo de los versos, el volver a tomar una y otra vez los mis­mos sucesos, sin terminar de desarrollar, de una tirada a otra, etc., va imprimiendo a la narración una cadencia que pode­mos percibir todavía hoy a pesar de haber perdido casi total­mente la música 43. Era la voz del juglar la que actualizaba un pasado relativamente reciente.

Una prueba del carácter arcaico del CG y un rasgo evi­dente de oralidad es la enigmática presencia de un estribillo (refrairi) que introduce un elemento lírico en la ruda arma­zón épica. Si todo son problemas en el CG, no cabe duda de que la presencia de este verso tetrasílabo que recuerda el día de la semana y que aparece al final de algunas tiradas (en cuarenta y una ocasiones), es uno de los elementos más difí­ciles de explicar. No encontraremos nada semejante en otros cantares épicos. Las interpretaciones que se han hecho de las letras AOI en el Cantar de Roldán son poco firmes como pa­ra compararlas con el estribillo de nuestro cantar. Tampoco nos sirve de punto de comparación la cuarteta con la que acaban algunas tiradas de Gormont et Isembart, otro cantar también muy antiguo, cada vez que uno de los héroes derri­ba a un adversario. El estribillo de Gormont es además de ti-

41J. Wathelet-Willem, «Réflexions sur la Chanson de Guillaume», en La chanson de geste et le mythe carolingien. Mélanges René Louis, tome second, Saint-Pére-sous-Vézelay, 1982, 607-621.

42 Junto a chanson de geste encontraremos chanter de gester tam­bién en contextos no épicos: «Je sai trop bien canter de geste / Me volés vous oír canter?» (Adam le Bossu, Le jeu de Robin et Marión).

43 Véase A. Rossell, «Canción de gesta y música. Hipótesis para una interpretación práctica: cantar épica románica hoy», Cultura neolatina, 3-4 LI (1991), 208-221, «Pour une reconstruction musicale de la chanson de geste romane», Charlemagne in the North, Proceedings of the Twelfth International Conference of the Société Rencesvals, Edimburgo, 1993, 531-545. J. Chailley, «Études musicales sur la chanson de geste et ses ori­gines», Revue de musicologie 30 (1948), 1-27.

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po narrativo, y el del CG es una breve referencia de tipo cro­nológico.

Los 3554 versos del manuscrito aparecen cortados en cua­renta y una ocasiones y de manera irregular por este verso tetrasílabo. El lector encontrará lundi al vespre (31 ocasio­nes), joesdi al vespre (7 ocasiones) y lores fu mercresdi (di- mecres) (3 ocasiones). En G1 el estribillo aparece treinta y dos veces y aparecen representadas las tres etapas cronológi­cas. En G2 sólo aparecen nueve estribillos y siempre lundi al vespre. Los ejemplos de G1 muestran una función dramática del refrán que destaca una duración mítica (el sufrimiento in­terminable), denotan también el transcurrir de una acción (el paso del tiempo de un cruel combate) y finalmente un tiem­po afectivo (los sufrimientos de los tres supervivientes, des­pués la muerte de dos de ellos, joesdi al vespre), así como la importancia dramática capital de ciertos hechos ( lores fu mer- cresdx).

En G2 se elige una fórmula única, como dije antes, lundi al vespre, y no muestra relación precisa con la cronología del relato. La fórmula se utiliza lo mismo para el final de la terce­ra batalla, la salida de Laón o el final del cantar, así como en momentos particularmente patéticos, como el exterminio de los franceses o el momento en el que se reconocen Guiburc y Renuard. Pero como bien dice Suard44, el reparto de la fór­mula es muy desigual, pues parece que no debería faltar, por ejemplo, en el triste regreso de Guillermo a Orange. La im­presión es que la presencia del estribillo es un resto de algo, pero el poeta no aprovechó todas las posibilidades que ofre­cía su uso.

Hay, por lo demás, otra diferencia en lo que concierne a la situación del estribillo en relación con el contexto. Cuando al estribillo le sigue un solo verso en é...e hablamos de tipo I y cuando al refrán le sigue toda una tirada en é...e hablamos

44 La Chanson de Guillaume, París, Bordas, Classiques Garnier, 1991. Suard es autor de varios trabajos excelentes sobre épica francesa. Su edición está muy cuidada y supone una revisión importante del ya magno trabajo de McMillan. Me he servido de su prólogo y notas.

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de tipo II. Según Wathelet-Willem, «en el tipo I, el verso que sigue inmediatamente al estribillo se relaciona, por su signifi­cado, con la tirada que le precede: en el tipo II, el verso que sigue al verso corto enuncia un hecho nuevo que abre otra fase del relato»45. El tipo I es más frecuente en G1 y el II lo es en G2. El tipo I parece acentuar el interés dramático o pa­tético de algún pasaje y su presencia es mayor en el relato, mientras que las llamadas de atención características del se­gundo tipo son menos frecuentes. Aunque las diferencias de acento entre I y II son perceptibles, pueden darse desliza­mientos entre uno y otro, tal y como observa Wathelet-Wi­llem para los versos 929-932, 1039-1041 y 1062-1064. No pue­de olvidarse, finalmente, que la presencia o ausencia del verso tetrasílabo en algunos pasajes puede deberse a las dis­tintas refundiciones (eliminar y añadir versos, alterar el or­den, etc.) que sufrió el texto.

No han faltado críticos eminentes, como Paul Zumthor, que consideran que el estribillo no tiene significado alguno 46. Para Siciliano, su presencia no sirve para situar ninguna ac­ción en el tiempo y sostiene que «este fósil, este tropo musi­cal ha sido sembrado al azar»47, pero llama la atención sobre su aparición en momentos en los que la acción narra situa­ciones muy penosas. Entre los críticos que más se han esfor­zado en descubrir el significado del estribillo destaca Jean Frappier. Para el gran romanista, se trata de un rasgo de anti­güedad pero revela también una intención artística. Su pre­sencia se articula claramente según las tres grandes divisio­nes del relato, los tres actos de la tragedia épica.

Según Frappier solamente hace falta realizar unos breves retoques para que su aparición sea coherente (no podemos olvidar los múltiples errores que presenta el manuscrito), de

45 Wathelet-Willem, op. cit., pág. 473.46 L’ ensemble a (...) une forcé incantatoire que (...) renforce techni-

quement l’emploi d’un refrain périodique (repris plus de 30 fois), dénue de sens (...)», Histoire littéraire de la France médiévale, PUF, 1954, pág. 161.

47 Siciliano, I: op. cit., pág. 374.GUILLERMO. - 2

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acuerdo con la forma, en la que se narran los sucesos en el cantar. El primer estribillo CLundi al vespré) hace hincapié en la batalla de Vivién, el segundo (Jeudi al vespré) se reserva para el segundo acto del drama, la segunda batalla de L’Ar- champ y sus prolongaciones. Esta batalla comienza un lunes, pero dura hasta el jueves, como lo precisan los versos 1120- 1127. El tercero Clores fu mercresdi) cierra un tercer ciclo de batallas que también había comenzado un lunes. De acuerdo con ello, las tres batallas empezarían este día, lo que implica que la acción entera se prolongaría durante tres semanas, aunque no se establezca de manera clara el desarrollo de los diferentes episodios.

El estribillo es, sin lugar a dudas, un resto musical. La na­rración era cantada, de ahí que no sea extraño que se incor­poren al texto elementos recurrentes que no son de conteni­do narrativo y que poseen una función puramente rítmica. Reconocer la dimensión musical de la épica románica supo­ne abrir el estudio de estas obras a nuevos registros y posibi­lidades, y trae consigo, como dice Antoni Rossell, «un acerca­miento a la obra y a la sociedad, pero, sobre todo, al hecho poético (en sentido etimológico de este género)»48. Al mar­gen de su significado dentro de la narración, no debe olvi­darse que la repetición continua de lundi al vespre es un fe­nómeno de naturaleza musical. La consideración del carácter central que tiene la música en la composición y recreación del cantar, el sentido musical que tienen el trenzar y destren­zar un grupo de palabras o retomar distintas situaciones del argumento, puede que nos ayude a plantear de otra manera los problemas que vienen estudiando los filólogos desde siempre.

Jean Gyóry, por su parte, señaló, frente a los críticos que consideraban imposible explicar la presencia desconcertante del estribillo, que sería pedir mucho al manuscrito que nos ofreciese una cuidada cronología de los hechos narrados en

48 A. Rossell, «Pour une reconstruction musicale de la chanson de geste romane», cit., págs. 531-545. En las páginas 538 y sigs. hay referen­cias concretas a uno de los refranes del Cantar de Guillermo.

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el cantar. La mera pretensión de que un poema de estas ca­racterísticas pudiera ofrecer precisión es un error de perspec­tiva 49. Por otro lado se preguntó por las razones por las que se elegían lunes, jueves y miércoles, y no otros días de la se­mana, en el estribillo. El filólogo húngaro exhumó numero­sos textos jurídicos y de concilios y sínodos e hizo depender la presencia de algunos estribillos de un hecho político y mi­litar: la tregua de Dios, la aspiración de toda una época para limitar conflictos. Cada ciclo de batallas, dice Gyóry, se inte­rrumpe primero un jueves, después un miércoles para volver a empezar un lunes. Entre el jueves (o el miércoles) y el lu­nes, no vuelven a tomarse las armas: «Sabemos que a partir de mediados del siglo XI la tregua de Dios va fijándose, se­gún la gran mayoría de documentos, en el intervalo que va desde el miércoles por la noche al lunes por la mañana: a fe ­ríete quartae vespere usque ad secundam feriam incipiente lu­ce, fórmula en la que se encuentra el refrán de nuestro tercer ciclo de batallas»50. En cualquier caso, y a pesar de los enor­mes esfuerzos de filólogos e historiadores, la presencia y el significado del estribillo no está resuelta de manera comple­tamente satisfactoria.

Por su parte, la métrica, que debía de ser semejante a la de otros cantares (tiradas de versos decasílabos que riman en asonante), es profundamente irregular. El 47,6% de los versos presentan deficiencias métricas. En algunos casos es posible reconstruir el decasílabo original con mínimos retoques, pero no siempre. Hay versos que no responden al esquema funda­mental del decasílabo y que parecen prosa, y otros que son alejandrinos. Para explicar estas irregularidades se han bara­jado varias hipótesis: o bien un poeta anglonormando trabajó

49 «II est complétement erroné de demander la precisión chronomé- trique á une époque qui donne 220 ans á Charlemagne, 350 á Guillau­me d’Orange, et qui témoigne, dans toutes les manifestations de son es- prit, d’une singuliére indifférence á l’égard de l’exactitude mesurée»., Cf. J. Gyóry, «Le refrain de la Cbanson de Guillaume*, Cahiers de civilisa- tion médiévale 3 (1960), 32-41. La cita está en la pág. 32.

50 Gyóry, art. cit., pág. 41.

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sobre un texto original francés51 o bien una serie de escribas fueron dejando sus huellas en sucesivas correcciones. Las ti­radas presentan también algunas irregularidades. Me refiero a la presencia de asonancias distintas en una misma tirada. El fenómeno se produce en cincuenta y tres casos sobre un to­tal de ciento ochenta y nueve tiradas. A las irregularidades de la medida, las tiradas y la rima, hay que añadir las enormes deficiencias en el terreno de la morfología y la sintaxis (por ejemplo, en la declinación bicasual, en la que la distinción entre caso sujeto y caso régimen no siempre se respeta).

E. EL CANTAR DE GUILLERMO

1. Estructura

Determinar cuál es la estructura interna de un texto tan complejo es una tarea ardua que depende, además, de la idea que nos hayamos formado sobre su composición más externa. En cualquier caso, el ejercicio de plantearse cómo está organizado el relato no es estéril. Muchas veces, la refle­xión sobre la estructura permite plantear unos problemas y resolver otros a los que no alcanza otra clase de análisis.

Aunque parezca evidente, no está de más recordar que los 3554 versos del manuscrito quieren ser la obra de un au­tor que pretendió componer un cantar de gesta. Hay rasgos que hablan de afán de unidad. El autor se inspiró en dos obras anteriores y no siempre borró las costuras entre ellas, y la dualidad se percibe claramente, como ya quedó dicho. Wathelet-Willem creía ver cinco núcleos, cinco episodios fun­damentales en el cantar, tres en G1 (combates de Vivién, muerte de Girard y Guichard e intervención de Gui) y dos en G2 (viaje de Guillermo a Laón y hazañas de Renuard). Entre

51 Ph. Bennet, «La Chanson de Guillaume, poéme anglo-normand?», en Au carrefour des chansons de geste, Aix-en-Provence, 1987, I, 259- 281.

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los tres episodios de G1 y los dos de G2 hay contradicciones tan flagrantes como las que hay entre G1 y G2.

Estamos, sin duda, ante una estructura menos articulada que la del Cantar de Roldán, pero que no deja de ofrecer en algunas de sus partes una composición meditada. La acción no es lineal y encontraremos a veces dos acciones simultá­neas. En ocasiones se pasa de un lugar a otro y de un perso­naje a otro mediante una sucesión brusca, como la huida de Teobaldo o el viaje de Girard a Barcelona, que interrumpen el relato de la batalla. Pero insisto en que se aprecian repeti­ciones simétricas que hablan de un arte muy consciente.

Es posible que en la base del primer episodio (algo pare­cido a un * Cantar de Vivién) estemos ante un poema épico verdaderamente arcaico, más antiguo quizá que el Cantar de Roldán de Oxford. Este cantar de gesta fue rehecho quizá por alguien que inventó al vengador de Vivién, el niño Gui, que es, por muchas razones, el opuesto de Vivién en el senti­do de que es más irreflexivo, más joven e impulsivo. El poe­ta que compuso el tercer episodio se inspiró en el primero. Introdujo un estribillo, en el que eligió el día de miércoles para relacionarlo con esta nueva fase del combate. Uno de los rasgos característicos del primer episodio es la progresiva aniquilación de las fuerzas cristianas con el fin de destacar la angustiosa soledad de Vivién, y esta paulatino aislamiento se desarrolla de manera semejante en el tercer episodio con Guillermo y Gui. La escena en la que Guillermo se queda so­lo está compuesta a imagen y semejanza de la de Vivién. Los paganos atacan en ambos casos de lejos, no lo hacen directa­mente al guerrero. La agonía de Vivién está marcada por una serie de movimientos dirigidos hacia el suelo, como agachar­se para beber un agua infame, momento en que es atacado por los paganos. Al caer, todos le alancean. En el caso de Guillermo, la situación se describe más brevemente, pero con los mismos movimientos esenciales. La tropa le ataca de lejos, los agresores matan su caballo, rompen su escudo y hacen caer a Guillermo: «Encoré terre mistrent le chevalier / Tote la forme en repert el gravier». Recuérdese la experiencia de Vivién: «Tut le detrenchent contreval el gravier». Como di­

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ce Wathelet-Willem: «la similitud de los dos pasajes es dema­siado estrecha como para no haber sido intencionada»52. No se trata de copiar una escena anterior ni de retomar motivos, sino de un sutil procedimiento compositivo: el autor quiere recrear en su auditorio un sentimiento de angustia poniendo a Guillermo en una situación tan peligrosa como aquella que vivió su sobrino. Por lo demás, aquí acaba la similitud. Vivién espera en vano la llegada de su tío, mientras que Guillermo será salvado por Gui. El lector encontrará en la lectura otras similitudes y contrastes.

2. El Cantar de Guillermo y el Cantar de Roldan

Los historiadores de la literatura señalaron hace mucho los elementos comunes que existen entre el CG, el Cantar de Roldan y Gormont et Isembart: un vocabulario parecido, los mismos giros, imágenes semejantes, etc. La relación entre el Cantar de Roldan y el CG parece estrecharse y ha sido obje­to de análisis rigurosos 53, que han pretendido determinar cuál de las dos obras influyó y sirvió de modelo a la otra y más en concreto, examinar las relaciones entre Vivién y Rol- dán, entre Larchamp y Roncesvalles (la relación entre las dos obras se centra sobre todo entre G1 y el Cantar de Roldárí). Hoepffner consideraba, con razón, que el parecido entre ver­sos de una y otra obra no presentaba un carácter probatorio firme, y propuso un análisis de secuencias amplias. Por otro lado, no es solamente el parecido entre escenas el único ele­mento de comparación posible, sino también el contraste, la imitación a contrario. Es célebre la escena de la colina54. El

52 Wathelet-Willem, «Réflexions sur la Chanson de Guillaume», cit., pág. 615.

53 Además de los análisis que aparecen en las ediciones de Wathe­let-Willem y de Suard, recordaré los de M. Wilmotte, «La Chanson de Ro- land et la Chanson de Willame►, Romania 44 (1915), 54-86 y E. Hoepff­ner, «Les rapports littéraires entre les premieres chansons de geste-, Studi medievali 4 (1931), 233-258.

54 Un estudio sobre este episodio puede leerse en Hoepffner, art. cit., págs. 244 y sigs.

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valiente Oliveros sube a un collado y el cobarde Teobaldo también. Oliveros contempla un ejército enemigo entre las montañas, Teobaldo la orilla del mar y una flota que se acer­ca. El héroe del Cantar de Roldán confirma la proximidad del combate, el despreciable Teobaldo señala la convenien­cia de huir... Se trata de un contraste buscado.

Vivién y Guillermo tienen el mismo parentesco que Carlo­magno y Roldán55. Toda la economía del drama, como decía Frappier, está dirigida por la misma cuestión primordial y por una progresión análoga. ¿Llamará Vivién en busca de ayuda y llegará su tío a tiempo? Si llega tarde, ¿vengará la derrota? En el Cantar de Roldán, Oliveros, al ver el ejército de sarrace­nos, pide a Roldán que haga sonar el olifante. Roldán se nie­ga, como es sabido, y cuando no quedan más que unos cuantos caballeros, decide pedir socorro y Oliveros le recri­mina su conducta. Este «quiasmo psicológico», según palabras de Frappier, caracteriza el tema de la llamada en busca de ayuda. La misma oposición simétrica se aprecia en el CG en­tre Teobaldo y Esturmí (que son la antítesis del héroe de Roncesvalles) por un lado y Vivién por otro. Ellos no actúan por un sentimiento exaltado de heroísmo, sino que se dejan llevar por las alegrías del vino, que son las que les mueven a querer combatir, pero cuando se ven en peligro entonces muestran su cobardía. Vivién no es sólo una simple réplica de Oliveros: es un Roldán y un Oliveros a la vez.

Parece indudable que el autor del CG conocía el Cantar de Roldán, pero fue capaz de crear una obra original. Como dice Suard, el autor del CG no trabajó con la obsesión del modelo rolandiano; debió de ser un buen conocedor de lite­ratura épica y de la historia de Roncesvalles, pero escribió una obra diferente que no deja de poseer una coherencia y una verdad poética interior innegables. Durante años se ha considerado que el modelo épico por excelencia, en torno al

55 La relación entre el tío (en particular el tío materno) y el sobrino es reflejo literario de un rasgo de la organización familiar de la nobleza medieval, tal y como puede leerse en M. Bloch, La société féodale. La formation des liens de dépendence, París, Albin Michel, 1939 y G. Duby, Guillermo el Mariscal\ Madrid, Alianza, 1987.

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que debían girar las restantes obras, era el Cantar de Roldan, y eso ha impedido reconocer en otras obras posibilidades de explorar y desarrollar otros modelos.

3. El espacio

La afirmación de la autonomía de la obra literaria ha teni­do una repercusión importante en el estudio de los textos. Una de ellas ha sido la de considerar que cuando la realidad entra en el mundo literario pasa a convertirse en literatura y se somete a sus leyes. De acuerdo con ello, debemos ser precavidos a la hora de estudiar los espacios en los que se desarrollan los argumentos. La Mancha en la que transcurren las aventuras de la primera parte de Don Quijote no es la re­gión del centro de la península. Por más que algunos esfor­zados eruditos hayan querido localizar el escenario noveles­co en el mundo real, el espacio de uno y otro mundo no pueden coincidir. Sin embargo, no todos los trabajos realiza­dos para identificar los lugares en los que transcurren las obras literarias pueden despreciarse sin más.

Los críticos están divididos a la hora de determinar el lu­gar principal en el que se desarrolla el CG. Hay nombres que no ofrecen dificultades. Sin duda, para los autores de los can­tares de gesta (nuestro autor debió de ser del norte o el no­roeste de Francia) nombres como Córdoba o Toledo debían de tener resonancias claramente musulmanas: aunque no co­nocieran más que de oídas aquellos enclaves que citaban, los asociaban a un mundo que no era el suyo.

Pero si hay un nombre que deba asociarse al del cantar, y más en particular a Vivién, ese nombre es Larchamp56. Lar­champ es el Roncesvalles de nuestra obra, si bien no es esce­nario de una sola batalla, sino de varias. ¿Qué es y dónde es­taba Larchamp? Larchamp es el lugar donde Vivién lucha como un héroe y donde sufre un verdadero calvario. Es el

56 Sobre el topónimo véase R. Lejeune, «Archamp ou Larchamp dans la geste de Guillaume d’Orange». BRABLB 31 (1965/66), 143-151.

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lugar del tormento, del sufrimiento (dolor, sed, angustia) y del miedo. En el CG encontraremos Archamp, Archanp, Ar- cham o Archamps, precedidos siempre por el artículo, pero en los cantares del ciclo leeremos otras formas: VArchamt o Aliscans con infinidad de variantes como VArchant, les Ar- chans, VArcant, etc.

Por lo demás, los estudios consagrados a determinar dón­de pudo estar Larchamp no parecen haber llegado a conclu­siones definitivas. Se ha acudido a la filología, la arqueología y la historia y se ha buscado en otros cantares referencias a este lugar. En Covenant Vivién, cuando se habla del campo de batalla se escribe: «A Bargelune ou le cuens est remeis, / ou a Orenge, ne sai dire lou quel» (w . 858/9), lo que hace pensar que una tradición localizaba el cantar cerca de Barce­lona y otra lo hacía en el sur de Francia57.

Otros críticos han considerado que no es muy relevante conocer la localización exacta de este enclave ni dar dema­siada importancia a su indeterminación. El nombre está liga­do a la muerte de Vivién como Roncesvalles al de Roldán. Larchamp es el lugar permanente de la acción. Impone una especie de unidad y la encierra en unos límites geográficos muy estrictos: por un lado el mar, por otro la «tere certeine», la tierra firme58 que domina las alturas (una colina, un mon­te, etc.), la extensión de la ribera, los médanos y arenales que interrumpen el fluir de un arroyo de agua salada, la are­

57 A. Terracher, «Notes sur PArchant dans les chansons de geste sur Guillaume au Courte nez», Annales du Midi 22 (1910), 5-16 identificó Larchamp con Argentona, localidad costera a treinta y dos kilómetros de Barcelona y cree ver en la Tere Certeine la ciudad de Cerdanyola, hi­pótesis que Martín de Riquer consideró muy convincente {Les chansons de geste frangaises, París, Nizet, 1972.) Robert Lafont ha situado Lar­champ en los alrededores de Narbona («Le mystére de 1’Archamp», Me­dioevo Romanzo 13, 2 (1988), 161-180. A. Jeanroy en Provenza, («L’Ar- chant dans la légende de Vivien», Romania 26 (1897), 195-196). R. Suchier en Mayenne («Vivien», ZFRPh 29 (1905), 641-682 y la introduc­ción a su edición de la Changun de Guillelmé).

58 Dice McMillan, tomo II, págs. 134-135: «cada vez que el poeta se sirve de la fórmula tere certeine es para subrayar el hecho de que los sucesos se desarrollan sobre la tierra firme y no sobre la orilla».

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na donde sucumbe Vivién. Ésta era la imagen que atormenta­ba el espíritu del poeta. El texto precisa que no hay a quince leguas a la redonda ninguna fuente de agua dulce, ni pinos ni olivos y que nada crece en ese paisaje árido. Esta tierra desnuda y despojada está en consonancia con la amargura de los hechos narrados y la sublime abnegación de Vivién. Parece que ni autores ni copistas conocían el topónimo, de ahí que no haya faltado crítico que en un determinado mo­mento considerara que Larchamp no es un topónimo sino un nombre que se refiere a una landa desértica que se exten­día a la orilla del mar59.

No faltan razones para este escepticismo pues el texto ofrece muchas inexactitudes e incongruencias a la hora de localizar este Largus campus o Arsus campus.

4. Personajes

Sobre el telón de fondo de Larchamp se recortan los per­sonajes. Junto a su dimensión épica, los vemos a veces en su vida diaria —subir y bajar por las escaleras, cocinar, preparar las mesas para la comida, mirar por las ventanas altas del castillo— . No hay muchos personajes, frente a los que apare­cen en el Cantar de Roldán. Por un lado los franceses, un personaje colectivo que actúa y habla como un coro. De él emergen algunas individualidades de las que me ocuparé en­seguida. Por otro lado los sarracenos, otra masa anónima de la que a veces surge un nombre, como un berebere a caballo que lanza un dardo a un caballero cristiano o el rey Deramé, cuando está a punto de morir60.

59 J. Wathelet-Willem, «A propos de la géographie de la Chanson de Guillaume», Cahiers de civilisation médiévale 3 (1960), 107-115.

60 Sobre la presencia del Islam, del mundo sarraceno en la épica, contamos con numerosos trabajos. Véase P. Bancourt, Les Musulmans dans les chansons de geste du cycle du Roi, Aix-en-Provence, Publica- tions de l’Université de Provence, 1982, 2 vols.; W. W. Comfort, «The li- teraiy role of the Saracens in the French epic», PMLA 65 (1940), 628-659; N. Elisseeff, VOrient musulmán au Moyen Age (622-1260), París, Ar-

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En algún lugar de sus Légendes épiques dejó escrito Bédier que los autores de los cantares de gesta no habían trabajado con sucesos históricos sino con temas poéticos 61. Esta idea puede aplicarse sin dificultad a la Frise d ’Orange, cantar en el que el desarrollo de un tema literario ocupa el grueso de la obra 62. Se trata del tema de la princesa sarracena (la «paienne amoureuse et compatissante», como decía Bédier), con dotes de maga pero que es al tiempo señora feudal. Esta doble condición aparece en numerosos cantares: Mainet, Fie­rabrás, Floovant, La MortAimeri y también en el CG. En una de las redacciones de La Prise d ’Orange, Guillermo se dirige durante el banquete de bodas a Guiburc y le pregunta por unos magos: «Enchanteors aviez d’outre mer, / D’estranges jeus soloient faire assé (...), faites nos mostrer» (w . 1582 y sigs). En Enfanees Guillaume aparece caracterizada como mujer muy experta en artes ocultas63.

mand Colin, 1977; C. M. Jones, «The Conventional Saracen of the Songs of Geste», Speculum 17 (1942), 210-225; J. Wathelet-Willem, «Les sarra- cins dans le eyele de Vivien», CUERMA, Sénéfiance 11 (1982), 357-369.

61 Bédier, op. cit., I, 3 a ed., 1926, pág. 358.62 Ch. A. Knudson, «Le théme de la princesse sarracine dans La Pri­

se d ’Orange*, Romance Philology 22, 4 (1969), 449-462.63 El tema de la joven enamorada de un enemigo de su pueblo se

desarrolló en diferentes literaturas (recuérdese Las mil y una noches, cuentos n. 236, 237 y 248, Ovidio, Metamorfosis, VII, 2)* pero aparece sobre todo en los cantares de gesta. F. M. Warren recogió alguna noticia que proviene de Orderico Vital y que se refiere a la estancia de Bohe- mundo entre los sarracenos y a la conversión de la hija de un carcelero y de su padre, el emir Dalimán. F. M. Warren, «The Enamoured Saracen Princess in Orderic Vital and the French Epics», PMLA 29 (1914), 341- 358. Véase además, S. Luongo, «La femme magicienne. Orable tra epo- pea e folclore», Charlemagne in the North, Proceedings ... Société Ren- sesvals, Edimburgo, 1993, 345-359. El tema era conocido a través de la leyenda de Jasón y Medea. En la Historia natural (XXX, 2) de Plinio se recuerdan los conocimientos mágicos de las mujeres de Tesalia. Véase Cligés de Chrétien de Troyes, w. 2962-70 y 2988-91 (trad. de J. Rubio Tovar, Madrid, Alianza, 1993, pág. 120) En la literatura medieval castella­na encontraremos también casos de jóvenes musulmanas enamoradas

4.1. Guillermo y Guiburc

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Distintos autores han destacado los múltiples papeles que cumple Guiburc a lo largo de la trama. Es una esposa tierna y dulce que acaricia a su esposo mientras se queda dormido, prepara la comida a los nobles del castillo y a su familia, ejerce de portera cuando las circunstancias lo exigen, cuida y educa a sus sobrinos, manda mensajeros y convoca a los no­bles y a sus soldados cuando Guillermo está ausente e insta a los franceses con el fin de que se decidan a formar parte del ejército de Guillermo para expulsar a Deramé64. Guiburc da a su esposo fuerza moral y ayuda material cuando lo ne­cesita. Fassó cree reconocer aquí la ideología de las tres fun­ciones señalada por Georges Dumézil para las culturas indo­europeas 65.

Las teorías de Dumézil sobre la estructura trifuncional de los indoeuropeos han alimentado trabajos importantes en campos diversos. Una de las bases de la sociedad, la religión o la poesía del mundo indoeuropeo se inspira en lo que Du­mézil llamó la «ideología tripartita» o «estructura trifuncional», es decir, una organización del mundo de acuerdo con tres funciones. La primera es la función soberana que se refiere a las relaciones de los hombres con lo sagrado, de su depen­dencia con la autoridad de los dioses y del poder en la tierra. La segunda función es la llamada función guerrera, relaciona­da obviamente con el ejercicio de la fuerza, y finalmente, la tercera función, que se refiere a numerosos campos como la fecundidad, la belleza, la paz, etc. Los trabajos de Dumézil

de cristianos. Recuérdese Los siete infantes de Salas o Las mocedades de Rodrigo.

64 «No hubo mujer en toda la cristiandad que sirviera y honrara igual a su esposo, ni en exaltar la santa cristiandad ni en observar y de­fender la ley» (tirada CV).

65 De las ideas de Dumézil y su relación con la épica se han preo­cupado distintos autores. Destaco en primer lugar el extraordinario libro de J. Grisward, Archéologie de l’épopée médiévale, París, Payot, 1981. Una aplicación de las ideas de Grisward puede leerse en: A. Fassó (ed.), La canzone di Guglielmo, Turín, Pratiche Editrice, y para la épica caste­llana, véase, A. G. Montoro, «La épica medieval española y la ‘estructura trifuncional’ de los indoeuropeos», Cuadernos Hispanoamericanos 285 (marzo, 1984), 554-571.

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sobre épica indoeuropea se recogen en Mythe et épopée, don­de estudia esta modalidad literaria a partir de las tres funcio­nes indicadas. No creo que se fuerce en absoluto el análisis del personaje de Guiburc si se interpretan los rasgos más marcados de su acción a partir de la teoría de Dumézil.

Cuando Guiburc recibe a su marido derrotado, llora con él pero enseguida lo reconforta con juicio y cordura, con la fuerza moral y con el alimento. Su sabiduría le ayuda a prac­ticar la virtud de la verdad, pero a usar también la mentira cuando conviene (1352: «Con tu permiso, déjame mentir»). Rehace el ejército cuando gobierna sola la ciudad, y actúa como casamentera, pues una de sus tareas es la de casar a las jóvenes de la casa (promete a los caballeros bellas jóve­nes como esposas). Continuando con sus deberes de esposa, sirve la comida a su marido, hace revivir a Girard y le sirve en la mesa, le pronostica extraordinario valor en la guerra y acrecentar el honor de su linaje.

Conviene destacar, después de todo lo dicho, que Guiller­mo y Guiburc no tienen descendencia. Se trata de una ano­malía en el mundo feudal (pero no en la ficción literaria y en el folklore), en el cual una de las preocupaciones del señor es tener un heredero que asegure la continuación del linaje. Aymeri de Narbona necesita una esposa, y tras su matrimo­nio con Ermengarda nacerán siete hijos. Guiburc y Guillermo no tienen descendencia, aunque un hijo habría dado a los poetas la posibilidad de desarrollar nuevos cantares como su­cede con los Narbonnais. En el verso 1094 y sigs. de Alis- cans (que narran el momento en el que Guillermo lleva el cadáver de Vivién a Orange y que tiene su paralelo en la tira­da CXXXIII del CG) leemos que uno de los reyezuelos que le ataca es Esmeré, uno de los hijos de Guiburc de los que na­da dice el CG (Guiburc es esposa de Teobaldo, señor de Orange, cuando Guillermo asedia la ciudad). Esmeré le echa en cara haberse llevado a su madre y haber matado a sus dos hermanos. Guillermo responde fieramente a esta invecti­va. Al mismo suceso alude en Folque de Candie (w. 9475-82) un sarraceno, que lamenta que Guillermo se haya apoderado de Orange y haya asesinado a los hijos de Guiburc-Orable.

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4.2. Vivién y los héroes infantes: Gui, Girard y Renuard

4.2.1. Vivién. Los héroes tienen una doble naturaleza. Co­mo arquetipos o modelos son invulnerables, pero como hombres están sujetos a la suerte de todo mortal y siempre hay un lugar secreto por donde entran la muerte o la derrota. Como dice Octavio Paz: «El talón de Aquiles es el sello de su mortalidad, la marca de su naturaleza humana. Y cuando cae, herido por la fatalidad, recobra su naturaleza divina: la acción heroica es la reconquista de la divinidad»66.

Vivién jura a Dios no huir ante el enemigo y cumplir su juramento hasta el final le convierte en héroe y en mártir. Es­ta promesa y la acción heroica le cuestan la muerte. Uno de los rasgos que otorga a Vivién una personalidad definida frente a otros héroes épicos es precisamente este juramento interior, esta promesa que no parece haberse pronunciado públicamente y de la que ni Guillermo ni Guiburc muestran tener noticia. En el Cantar de Roldan, Carlomagno confiesa haber escuchado de labios de su sobrino una promesa: «que no moriría en reino extranjero sin haber avanzado más allá de sus hombres y de sus pares, con la cabeza vuelta hacia el país [enemigo]: el barón moriría como conquistador»67. Lo que mueve a Roldán es su orgullo y su afán de realizar haza­ñas. Ni sapientia ni fortitudo mueven a Vivién. Su pacto es interior y lo eleva, como dice Frappier, a un plano místico, a una suerte de ascesis, de deseo del martirio, pues Vivién sa­

66 O. Paz, El arco y la lira, Méjico, FCE, pág. 225. Los estudios so­bre el héroe y lo heroico son, como bien sabe el lector, muy abundan­tes. Como introducción a algunas de las cuestiones recordadas aquí pueden leerse los artículos recogidos en Le heros épique, I y II, t. IX y X, (1994) prisma (Bulletin de liaison de l’équipe de recherche sur la litté- rature d’imagination du Moyen Age). Recuérdese por lo demás el traba­jo de Lord Raglan («The hero of tradition», en Alan Dundes (ed.), The study of Folklore, Prentice Hall, 1965, 142-157).

67 Todas las citas del Cantar de Roldán provienen de la edición y traducción de M. de Riquer, Cantar de Roldán y el Roncesvalles navarro, Barcelona, Sirmio, 1983. Los versos recordados en el texto son: 2864- 2867.

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be que la batalla está perdida de antemano. Numerosos pasa­jes del texto demuestran que el detenido relato de la agonía y muerte de Vivién se hace a partir de la pasión y muerte de Cristo. Los compañeros de Vivién que deciden seguirle pare­cen guiarse por la escena de la bajada del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Para Frappier, el poeta tenía en mente «trasponer al modo épico ciertos aspectos del drama de la Pa­sión» 68. Es posible que el autor de nuestro cantar se inspirara en el Cantar de Roldan} pero Vivién no muere como lo ha­cen los héroes de la otra gesta. El sentido de este pasaje es distinto en las dos obras.

4.2.2. Vivién, los héroes infantes y las parejas épicas. No será fácil encontrar en la literatura románica una presencia tan definida e importante de los infantes o niños infantes co­mo en la épica. En otros géneros pueden aparecer niños como protagonistas, pero no con la importancia de la épica. Para Jeanne Lods el tema de la infancia debió de estar presente en las gestas más antiguas69.

Los rasgos que definen el comportamiento de los infantes en el mundo de adultos son comunes a la mayoría de los cantares. Junto a la debilidad y el miedo que sufren ante el enemigo, destacaré la incapacidad de resistir el hambre inclu­so en pleno combate, tal y como veremos en el caso del pe­queño Guiot. La aparente fragilidad de los infantes provoca en los mayores cierta hilaridad, pero también les mueve a la protección y la ternura.

El joven muestra impaciencia por un lado y parece tener prisa en convertirse en hombre y se revela a menudo intole-

68 Frappier, op. cit., pág. 193.69 J. Lods, «Le théme de l’enfance dans l’épopée frangaise», Cahiers

de civilisation médiévale 3 (1960), 58-62. Véase además F. Wolfzettel, «Auf Stellung und Bedeutung der ‘Enfances’ in der altfranzósischen Epik», en Zeitschrift fürfranzósische Sprache und Literatur 84(1974), 18- 32. G. Duby, «Les ‘jeunes’ dans la société aristocratique dans la France du Nord-Ouest au XIIéme siécle», Anuales 19, 5 (1964), 835-864. J. Le Goff, «Petits enfants dans la littérature des 12e et 13e siécles», Anuales de démographie historique (1973), 129-132.

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rante con la forma de actuar de los adultos. En varios canta­res (Baudin en Enfatices Renier; Rollandin en Chanson d ’As- premont y en nuestro cantar también) leemos que los niños huyen del lugar en que están confinados y engañan o esqui­van a sus guardianes para lanzarse al combate. En la lucha, su eficacia roza lo maravilloso y recuerda el caso de David contra Goliat. La impaciencia les lleva a veces a actuar de manera implacable y con una exigencia que linda con lo cruel. Hay una muestra muy clara en el CG. El rey sarraceno Deramé yace con las piernas cortadas y el pequeño Guiot decide decapitarlo. Guillermo le echa en cara su conducta pero el joven le hace ver que aún con las piernas cortadas podría engendrar hijos, enemigos futuros de la cristiandad.

En cuanto a la aparición de los infantes, merece la pena recordar las observaciones de Suard al frente de su edición. El topos de la pareja épica, el protagonismo dual, es constan­te a lo largo del cantar, de ahí que pueda extrañar al princi­pio el heroísmo solitario de Vivién en la primera parte del poema. Su juramento le convierte en un ser excepcional. Se prepara para combatir solo, lucha solo y muere solo. Pero su heroísmo recoge a su alrededor a una multitud que no se re­signa a abandonarlo. Girard, su primo, deja a Teobaldo, su señor, acude a su lado y realiza tales hazañas que llega a ser confundido con el mismo Guillermo. Girard forma pareja con Vivién, a quien sólo abandona cuando ha de ir en busca de ayuda70.

En la segunda batalla, el héroe Guillermo parte al frente de treinta mil hombres que ha reunido Guiburc. Tampoco va solo, sino con el pequeño Gui, el hermano de Vivién, que ha convencido a Guiburc para que le deje acompañar a Guiller­mo. Ambos luchan bravamente y los paganos creen que Vi­vién ha resucitado. La juventud de Gui potencia la importan-

70 Es muy interesante el tratamiento formal que se da en el cantar a Guichard, otro de los compañeros jóvenes de Guillermo. Guichard es un protegido de Guiburc que acabará confesando antes de morir su fe en Mahoma. La suerte literaria de Girard y de Guichard corre en tiradas paralelas.

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cia del tema de los héroes infantes en el poema71 y le dife­rencia de Girard. Pero su valor es el mismo y llega a salvar la vida de Guillermo antes de ser hecho prisionero. En la bata­lla definitiva contra los sarracenos se forma una nueva pareja: Guillermo y el gigante Renuard. Al igual que sus predeceso­res, no se integra bien en la sociedad guerrera y posee un valor que le hará llegar más lejos que ellos. Estos rasgos son llevados a un nivel extremo, pues Renuard no forma parte del linaje y no es cristiano: es un sarraceno recogido por el rey Luis y lleva una dura vida como criado en la cocina.

Se percibe, pues, como ha demostrado Suard, que más allá de la diversidad evidente en la concepción de los héroes, hay un motivo característico de la épica —la pareja heroica— que ayuda a dar una coherencia profunda a la obra. El CG no es solamente la pasión y muerte de Vivién y las hazañas de Girard, Guiot y Renuard: ellos no intervienen indepen­dientemente, sino dentro de una lógica narrativa perceptible.

4.3. Renuard

Dante coloca en el quinto cielo del Paraíso, el de Marte, a una serie de Spirites militanti que combatieron por la fe cris­tiana. Se trata de una visión en forma de cruz luminosa ex­presada por Cacciaguida:

lo vidi per la croce un lume trattoDal nomar Giosué, com’el si feo;Né mi fu noto il dir prima che il fatto.Ed al nome dell’alto MaccabeoVidi moversi un altro roteando;E letizia era ferza del paleo.

71 El más característico héroe-infante es el pequeño Gui, Guiot o Guiotun. Tiene quince años, lo que en teoría le impide combatir, pero el peligro en el que se encuentra su hermano le lleva a tomar la deci­sión de luchar. El contraste entre la edad del joven y la tarea que le es­pera se pone de relieve en varias escenas. En cualquier caso, no es el carácter violento lo que le caracteriza: es más la sabiduría asociada a la astucia. Es el tópico del puer senex como ya explicó Frappier.

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Cosí per Cario Magno e per Orlando Due ne seguí lo mió attento sguardo,Com’occhio segue suo falcon volando.Poseía trasse Guiglielmo, e Rinoardo,E il duca Gottifredi la mia vistaPer quella croce, e Ruberto Guiscardo 72.

La presencia de Renuard en el Paradiso de la Commedia de Dante parece sorprendente. Frappier señaló, para empe­zar, un olvido notable de Dante: Vivién, que sufre martirio para cumplir su promesa a Dios, no tiene sitio en los cielos. Conviene, pues, reflexionar sobre los nombres que sí están73. Rita Lejeune ha destacado el orden en el que Dante evoca a estos grandes soldados. En primer lugar, dos grandes guerre­ros del Antiguo Testamento: Josué y Judas Macabeo. Después los soldados de Cristo: Carlomagno y Roldán, a continuación Guillermo y Renuard y finalmente Godofredo de Bouillón y Robert Guiscard. «El poeta, dice R. Lejeune, no ha querido enumerar simplemente los héroes, los ha hecho surgir crono­lógicamente en parejas épicas, indisolublemente unidos por el tiempo y por el género de los combates»74.

Es sintomático que no aparezca la pareja Guillermo-Vi- vién, sino Guillermo-Renuard y este hecho (y otros más) mo­vió a Rita Lejeune a investigar sobre el origen histórico del héroe. La profesora belga dejó al margen el personaje litera­rio tan desarrollado en Aliscans y otros cantares, y realizó una investigación que le llevó a descubrir en documentos un Renuard histórico y a probar la vinculación entre ambos

72 Paradiso, XVIII, 37-48.73 Sigo aquí algunas consideraciones de Rita Lejeune en: «La nais-

sance du couple littéraire ‘Guillaume d’Orange et Rainouard au Tinel’», en Marche Romane 20 (1970), 39-60. Su extraordinario artículo supone una crítica implícita a las ideas de Bédier, al tiempo que reafirma el ori­gen histórico de algunos personajes épicos. No puedo dejar constancia en este prólogo de la mucha erudición que despliega en su estudio.

74 R. Lejeune, art. cit., pág. 41.

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nombres75 (lo que podría ayudar a justificar la razón por la que Dante los unió en su Commedia).

Aunque en cantares posteriores se tiñó a este personaje de rasgos ridículos, no parece que cargara con ellos en sus orígenes76. Originalmente, Renuard no fue esa especie de Hércules de cocina, protagonista de grotescas aventuras, glo­tón, violento y colérico. La «materia Renuard» sufrió una nota­ble evolución a lo largo del siglo XIII, a partir de Aliscans y de Moniage Guillaume. En el CG, Renuard muestra inteligen­cia (como cuando discurre un procedimiento para mover unas naves) y de destreza (al aprender el movimiento para arrojar la lanza77). En Aliscans se minimizan o eliminan los episodios en los que pudiera brillar su inteligencia y se le convierte en un gigantón de enorme fuerza y escasas luces y se destaca su belleza, rasgo que no asoma en G2, la cual despierta el sentimiento amoroso en Aelís, la futura esposa del héroe. Por lo demás, mientras que en G2 Renuard es un personaje que vive aislado (solamente Guiburc intuirá el pa­rentesco que le une a él), en Aliscans se le integra dentro de la aristocracia pagana y se intenta unir su destino con el de los narboneses. Aunque de origen pagano, está relacionado con la realeza, de donde parece provenirle su afán por el combate, su valentía, etc.

No es extraño que este sorprendente personaje despistara a los estudiosos que veían en él una excrecencia tardía, una

75 El antropónimo Rainouardus (Rainoardus / Raynoardus es un nombre que aparece frecuentemente en crónicas medievales provenza- les) proviene de la región del Ródano y se menciona en muchos textos, tal y como demuestran los estudios de Monica Barnett, Jeanne Wathelet- Willem o Rita Lejeune. «Ce qui importe, aprés tout, c’est d’avoir repéré et isolé le phénoméne du couplage historique des noms Guillaume et Rainouard, non loin d Arles, á partir de Tan mil». Lejeune, art. cit., pág. 58. Lejeune llega a postular también la existencia de una Chanson de Rainouard arcaica escrita en langue d ’oc.

76 J. Wathelet-Willem, «Rainouart et son cycle», Mittelalterstudien. Erich Kóhler zum Gedenken, Heidelberg, 1984, 288-300.

77 D. J. A. Ross, «L’originalité de Turoldus: le maniement de la lan­ce», Cahiers de civilisation médiévale 6 (1963), 127-138.

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deturpación de las líneas ideales de la epopeya. Renuard hunde sus raíces en distintas fuentes: es un héroe épico y folklórico, a quien se da un origen sarraceno, y es también un personaje cómico, mucho menos implicado que el noble Guillermo en problemas políticos y militares. Todo ello dio a este héroe una vitalidad extraordinaria que le permitió tras­pasar el universo carolingio y convertirlo en protagonista de un subciclo. Renuard aparece en cuatro cantares: el CG, Alis­cans (desarrolla las aventuras que ya habían aparecido en CG), Bataille Loquifer (organizado en torno a tres grandes aventuras: el duelo de Renuard contra el sarraceno Loquifer, el de Guillermo contra Deramé y el viaje de Renuard a Ava- lón) y finalmente Moniage Renuard en el que se nos narra cómo el héroe entra en religión en el convento de San Julián de Brioude. Este nuevo héroe eclipsa al mismísimo Guiller­mo, asegura la victoria de los cristianos y venga la muerte de Vivién78.

Si el sufrimiento de Vivién es intenso y terrible, las haza­ñas de Renuard tienen mucho de cómico-burlesco, pero la mezcla de tonos no es algo que repugnara a la estética me­dieval. El humor surge del contraste entre su aspecto y la imagen tradicional del caballero. ¿Cómo va a tener aire de héroe este criado de cocina? De hecho, una vez admitido en el ejército de Guillermo regresa a sus orígenes: prefiere dor­mir entre pucheros antes que en palacio y pasa la noche jun­to al fuego y no en la cama que le prepara Guiburc. El vín­culo de Renuard con la comida tiene que ver con la cocina, es decir, con un universo inferior79. Renuard es un criado que lleva cubos en la cocina, que va descalzo y viste unos calzo­nes harapientos. Por lo demás, es innegable la evolución que

78 Sobre las peripecias de Renuard en otros cantares , véase J. Wat- helet-Willem, «Rainouart et son cycle», cit., 288-300.

79 M. de Combarieu du Grés, «Image et réprésentation du vilain dans les chansons de geste (et dans quelques autres textes médiévaux)», en Exclus et systémes d ’exclusion dans la littérature et la civilisation me­dievales, Aix-en-Provence, CUERMA (Sénéfiance, 5), 7-26. Para Wathelet- Willem, los continuos regresos de Renuard a la cocina constituyen un leit motiv destinado a insistir en la condición social del personaje. Véase

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experimenta (y hablo sólo ahora en un sentido material) a lo largo de los cantares: Guillermo le da vestidos, Guiburc le entrega una espada y en Aliscans se le viste con una loriga, y poco a poco aprende a arrojar la lanza como lo hace un ca­ballero entrenado.

Otro elemento que caracteriza a Renuard es la fortaleza fí­sica y su enorme maza, a la que venera tanto como Carlo- magno a su espada Joyosa y Roldán a Durandarte. Su fuerza es monstruosa (al golpear de arriba a abajo, aplasta a la vez caballero y caballo, lo que irrita a algún personaje, que con­fía en que le entregue un animal vivo). La desmesura ha he­cho que se le compare con personajes diversos: Hércules ar­mado con una maza (una especie de parodia mitológica); Chernuble de Munigre, aquel personaje del Cantar de Rol­dán que cuando estaba de buen humor podía cargar varios mulos; Gargantúa, que derriba un castillo armado con un ár­bol arrancado y no sería disparatado (por esa facultad de traspasar tiempo y espacio que tiene la literatura según expli­caba T. S. Eliot) pensar en algún personaje de García Már­quez. Renuard sale de las cocinas, vestido con harapos y con su tinel, un enorme palo o maza80 que le sirve para cargar cubos, con la aspiración de pasar a formar parte del ejército de Guillermo. Tras una batalla contra su propio tío, el paga­no Aíldré, rompe su tinel en trozos y se ve obligado a com­batir con la espada que Guiburc le había ceñido en un costa­do; gracias a ella llegará a ser un caballero. Sin embargo, no es el dominio de la espada, sino el de la maza, el que dio fa­ma a Renuard. El autor de Aliscans dedicó unos cuantos ver­sos a narrar la construcción de una nueva cachiporra, pasaje que despertó el interés en muchos cantares, tal y como de­mostró Madeleine Tyssens81.

«Quelle est Torígine du tinel de Rainouart?», BRABLB 31 (1965-1966), 355-364.

80 Véase la nota al texto n.° 165.81 M. Tyssens, La Geste de Guillaume d ’Orange dans les manuscrits

cycliques, París, 1967, págs. 247-264.

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Que Renuard haya recordado a los críticos a Gargantúa es inevitable. Al leer el relato de las hazañas del héroe y, en ge­neral, al leer el cantar completo, el lector no dejará de recor­dar una y otra vez el estudio de Mijail Bajtin sobre la obra de Rabelais 82. Son muchos los puntos comunes entre Renuard y Gargantúa. El apetito 83, la sed, las necesidades físicas, tienen mucho que ver con el «inferior absoluto» del que hablaba Bajtin y con las parodias medievales de las ideas sublimes. No es extraño dentro de la literatura estudiada por el maestro ruso que «el combate se convierta en cocina y banquete, las armas y los cascos en utensilios de cocina 84». Es lógico, den­tro de la concepción del mundo y las imágenes carnavales­cas 85, que un héroe como Renuard salga de la cocina para convertirse en guerrero y que blanda un enorme palo con el que cause terror entre sus enemigos. Jean Pierre Martin86 ha recordado los rasgos que según Bajtin caracterizan a Gargan­túa y que iluminan también la figura de Renuard: el apetito desaforado (glotonería y excesos con el alcohol), el dominio de lo material y corporal, la pelea (grescas en la cocina y

82 La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, Barcelo­na, Barral, 1971. La huella de Bajtin en los estudios literarios es hondísi­ma. Recuérdense en este punto: J. Céard, «Rabelais et la matiére épique», La Chanson de geste et le mythe carolingien, cit.; L. R. Perfetti, «Dialogue of Laughter: Bakhtin’s Theory of Carnival and the Charroi de Nimes», Olifant 17 (1993), 177-195.

83 La imagen del caballero, del héroe que bebe y come de manera desaforada está presente en toda la literatura. Recuérdese, y es un sim­ple botón, a uno de los personajes valleinclanescos: «El Caballero bebe con largura, y muestra aquel apetito animoso, rústico y fuerte de los vie­jos héroes en los banquetes de la vieja Ilíada», leemos en Águila de bla­són.

84 M. Bajtin, op. cit., pág. 27.85 J. P. Martin, «Le personnage de Rainouart, entre épopée et carna­

val», en W . AA., Comprendre et aimer la chanson de geste (A propos d ’«Aliscans»), Feuillets de l’E.N.S. Fontenay-St. Cloud, 1994, 63 y sigs. Véase además A. Labbé, «De la cuisine á la salle: la topographie d’Alis- cans et Pévolution du personnage de Rainouart», en Mourir aux Alis- cans. Aliscans et la légende de Guillaume d ’Orange, études recueillies par J. Dufournet, París, Champion, 1993, 209-225.

86 J. P. Martin, art. cit., págs. 76 y sigs.

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bromas macabras como emborrachar a alguien y quemarle el pelo mientras duerme), las imágenes grotescas del cuerpo y el mundo al revés.

La afinidad de Renuard con un cierto tipo de héroe fre­cuente en los cuentos populares es también palpable: el jo­ven despreciado por todos que acaba por obtener la estima universal y la mano de una princesa. Y junto a este origen habría que añadir una influencia de naturaleza clerical, según demostró Curtius: desde el siglo VI la literatura culta no des­preciaba la comicidad de las gentes y las cosas de la cocina. Se trata del tipo literario conocido como coquus miles insig- n is87. Y es que la epopeya de tono severo y trágico no prohibía la caricatura ni la ironía.

No es disparatado señalar la vecindad entre Renuard y Guiot pues pueden establecerse algunos paralelismos entre ambos personajes. Aunque existan diferencias, hay similitu­des. Guiot se levanta del rincón de la chimenea para ofrecer sus servicios a su tío y el primer movimiento de éste es re­chazarlo. Renuard sale de la cocina y a primera vista Guiller­mo prefiere no incorporarlo a sus tropas. Ambos salvan a Guillermo y ambos se sienten atormentados por el hambre en el desarrollo de la batalla.

IVSOBRE LA TRADUCCIÓN Y LAS NOTAS

«Editar un texto, escribió don Américo Castro, significa comprenderlo e interpretarlo; por eso no basta saber paleo­grafía ni copiar atentamente, sino que hay que ir viendo a cada paso, si es posible, la lección del manuscrito o de impre­so. Esta labor aumenta en dificultades a medida que el texto es más antiguo o la lengua más singular. Concebida así, la ta­

87 Curtius, op. cit., Excurso IV, en particular los apartados «Comici­dad épica» y «El humor culinario y otros temas cómicos».

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rea del editor científico es resultado de una larga elaboración técnica, y la publicación de un texto viene a ser el corona­miento de la labor filológica... La filología es una ciencia esencialmente histórica; su problema consiste en prestar el mayor sentido que sea dable a los monumentos escritos, re­construyendo los estados de civilización que yacen inertes en las páginas de los textos... Dos son, esencialmente, los mo­mentos de la investigación: primero, retrotraer los textos des­de la forma en que se nos aparezcan hasta aquella que tuvie­ran al salir de manos del autor; después, proyectar sobre dicho texto la mayor luminosidad cultural para que su reali­dad se aproxime cuanto sea posible a la que tuvo en la men­te del autor y en las de los más comprensivos de sus contem­poráneos».

El único reparo que pondría a esta página de don Améri- co es que debería haber incluido tras la primera palabra al­guna más: «y traducir un texto...». El cuidado con el que ha de ir el traductor que se enfrenta con una obra tan compleja como el CG no está muy lejos de las preocupaciones del edi­tor. Debo reconocer, sin embargo, que el trabajo realizado por los grandes editores y estudiosos de esta obra es de una calidad filológica excepcional y de una ayuda extraordinaria para quien emprende el trabajo de traducir. Sigo la versión del CG según la edición de Duncan MacMillan, pero he teni­do en cuenta las precisiones textuales que ha hecho Frangois Suard, y en algún caso he seguido las observaciones de Wa­thelet-Willem, según indico en nota.

Conviene no olvidar que he traducido a prosa castellana del siglo XX una obra en verso que nació y se difundió en una cultura oral y que se copió en un manuscrito con defi­ciencias e incongruencias de todo tipo (métricas, lingüísticas y literarias, tal y como se ha explicado en el prólogo). Así las cosas, ya no se trata de una traducción sino de un cambio de galaxia.

He intentado mantener en mi traducción una punta de ar­caísmo, como quería Cunqueiro, y he respetado escrupulosa­mente las repeticiones de versos y estructuras sintácticas pa- ralelísticas sin usar sinónimos y sin pretender acercar

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innecesariamente al lector pasajes que traicionarían comple­tamente la técnica a partir de la cual se compuso el cantar. No he olvidado, sin embargo, que un exceso de fidelidad al texto sería una rémora inútil y un estorbo para la lectura. Violentar la sintaxis del castellano no habría hecho ningún favor a la suerte de la Chanson de Guillaume entre lectores contemporáneos. Me he permitido alguna libertad en la tra­ducción y no siempre he respetado el tiempo de las formas verbales — cuya coherencia en el manuscrito deja también que desear debido a errores y enmiendas y no sólo debido a una particular manera de narrar—.

He arropado el texto con algunas notas y espero que no supongan un lastre para la lectura. Anotar un texto como el CG es una tarea que no tiene fin. No parece lógico ni viable volcar la masa de información contenida en los dos tomos de la edición de Jeanne Wathelet-Willem. Llegaría el punto en el que cada verso requeriría páginas y páginas de notas y el re­lato quedaría sepultado. Aclaro el significado de personajes importantes en el ciclo o importantes en el cantar, me deten­go en la trascendencia de algunos momentos de la trama, así como en aquellos lugares que permitan la relación con otros cantares como el Cantar de Roldán o Aliscans (entre otros). Conviene recordar que leer el CG es estar leyendo también otros cantares y a veces asalta la duda de por qué publicar uno solo si se están leyendo varios a la vez. Si suenan varias voces, los mismos episodios, a veces incluso los mismos ver­sos, resulta difícil no caer en la tentación de reproducir en nota los pasajes de otros cantares. Hoy leemos un solo libro, aunque el texto nos recuerde una y otra vez que se abre a otros textos, a otros significados.

Explico también en las notas algunas de las armas, de ele­mentos de la cultura y la vida medievales y sólo en casos ais­lados me refiero a aspectos textuales y a dificultades de tra­ducción. Al no ser esta una edición bilingüe, me ha parecido que debía prescindir, salvo en casos muy excepcionales, de aquellas notas que el lector no puede cotejar por sí mismo. Mi deuda con las ediciones de McMillan, Wathelet-Willem, Suard y Fasso es muy grande. Sin ellas no dispondríamos de

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un texto legible y, desde luego, no habría sido posible la tra­ducción que el lector tiene en sus manos. La categoría de los trabajos de McMillan y de Wathelet-Willem es, sin duda, bien conocida por los medievalistas españoles. Quisiera llamar la atención sobre la excelente edición de Suard, que ha puesto en nuestras manos un texto asequible y riguroso del cantar francés. Mi deuda con su trabajo y con el de Fassó debe ser consignada.

Joaquín Rubio Tovar Universidad de Alcalá

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BIBLIOGRAFÍA

He recogido algunos estudios cuya consulta me ha resultado provechosa. En cualquier caso, no es una bibliografía completa y basta hojear las páginas de títulos que recogió Wathelet-Willem para comprobarlo. Creo que la lectura detenida del cantar y la posterior consulta de los trabajos que se recuerdan en las notas y en la pre­sente bibliografía permitirán al lector hacerse una idea de cuál es el rumbo de las investigaciones sobre el CG1.

Ediciones

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La Changun de Willame, ed. by Elizabeth Stearns Tyler, Heath, Nue­va York, 1919.

La Chanson de Guillaume, publiée par Duncan McMillan, 2 vols., París, Picard, 1949-1950.

La Changun de Willame, ed. by Nancy V. Iseley, with an Etymologi- cal Glossary by Guérard Piffard, Univ. of North Carolina Press, Chapel Hill, 1961.

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Chanson de Guillaume, übersetzt, eingeleitet und mit Anmerkungen versehen von Beate Schmolke-Hasselman, Wilhelm Fink Verlag, Múnich, 1983.

1 Remito al lector al Bulletin bibliographique de la Société Rences- vals, donde encontrará recogidos todos los estudios sobre el CG o que aludan a esta obra de manera tangencial. Por lo demás, convendría in­vestigar la huella, más bien escasa, que dejó el CG en la literatura espa­ñolad

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60 Cantar de Guillermo

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M. Wilmotte, «La Chanson de Roland et la Chanson de Willame% Ro­manía 44 (1915-1917), 54-86. 2

2 Cuando ya estaban en prensa estas páginas, me llegó la noticia de la celebración de un coloquio sobre «La Chanson de geste e il ciclo di Guglielmo d’Orange». El encuentro tuvo lugar en Bolonia entre los días7 y 9 de octubre de 1996 y fue organizado por la Société Rencesvals. La categoría de los ponentes invita a pensar en interesantes aportaciones a la materia que se trata en este prólogo.

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CANTAR DE GUILLERMO

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I

¿Os gustaría oír el relato de grandes batallas y de fuertes combates y de Deramé un rey sarraceno, y de cómo em­prendió la guerra contra Luis, nuestro emperador? Pero mi señor Guillermo combatió contra él con más fuerza y llegó incluso a matarlo en Larchamp2 y alcanzó gran honor. Com­batió a menudo contra los paganos y perdió a los mejores de sus hombres, incluso a su sobrino, Vivién el valiente, por quien sintió siempre gran dolor en el corazón.

Lunes al anochecer3.Comienza ahora el Cantar de Guillermo4.

1 Deramé. Deramé es un personaje importante en varios cantares de gesta, como Aliscans o Chevalerie Vivien y aparece citado en otros como en Charroi de Nimes o Narbonnais. En el presente cantar es quien dirige la invasión y quien capitanea las tropas y es uno de los po­cos personajes paganos individualizados. Sin embargo sólo veremos có­mo interviene de manera personal hacia el final del poema, en el mo­mento de morir. Bajo el nombre de este caudillo sarraceno se esconde el de ’Abd Al Rahman, antropónimo muy corriente entre los musulma­nes desde el siglo VIII al XI. Un Abderramán fue derrotado por Carlos Martel en la batalla de Poitiers (732), otro Abderramán se independizó de los califas abasidas (756) y un tercero (podrían recordarse más) diri­gió una incursión de los musulmanes en Marsella (842). El nombre de Abderramán sustituye al de Hixem I, quien en el año 793 capitaneó una expedición militar que llegó hasta Narbona y Carcasona. A Hixem se enfrentó Guillermo de Tolosa super flumen Oliveio, pero el nombre de Abderramán era por excelencia para los troveros franceses el de caudi­llo musulmán.

2 Sobre Larchamp, véase la introducción, pág. 39.3 Sobre los estribillos en el cantar, véase la introducción, pág. 29.4 Muchos cantares de gesta comienzan con unos versos en los que

el juglar anuncia la recitación pública de la obra. Referencias al audito­rio pueden encontrarse en Couronnement Louis, Charroi de Ntmes, Prise d ’Orange, Moniage Guillaume, etc.GUILLERMO. - 3

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66 Cantar de Guillermo

El rey Deramé ha salido de Córdoba, ha llevado su flota hasta alta mar y ha penetrado violentamente por la Gironda5; ha llegado a tierra y la ha saqueado. Devasta las marcas y co­mienza a apoderarse de las tierras libres6 y se lleva por la fuerza las santas reliquias del reino y encadena a los valerosos caballeros. Tales son los daños que asolan hoy a Larchamp.

5 Girunde. No está nada claro el significado de este topónimo que nos lleva a otros dos: la ciudad de Gerona o al estuario del río Gironda, formado por los ríos Garona y Dordoña. Es un pasaje difícil de interpre­tar. En los versos 14 y 15 leemos: «amund Gironde en est venu par forcé/ entred que si mal descunorted>. Ya Rita Lejeune señaló que tras entred se había perdido u ocultado un topónimo («Le camouflage de détails es- sentiels dans la Chanson de Guillaume*, Cahiers de civilisation médiéva- le 3 (1960), 42-58). R. Lafont (que cree probable la existencia de una versión occitana del CG) sostiene que según el valor gramatical otorga­do a amund y a entred, podría incluirse perfectamente Narbonne. «Gi­runde puede ser Gerona y el lugar en blanco tras entred es un lugar es­tratégico tan importante al menos como aquella, que fue embate principal de conquista franca y de construcción de la Marca Hispánica?. (págs. 165-166) Narbonne conviene entonces tanto desde el punto de vista de significado como del cómputo silábico, según Lafont. Por lo de­más, hay pasajes, como los versos 933 y 935, que pueden referirse tanto a uno como a otro lugar. Guillermo regresa de una expedición a Burde­os CBurdele sur Girunde.), pero está en Barcelona (Barzelune) a pocas leguas del campo de batalla según leemos en el verso 705 («Le mystére de Larchamp», MR 13 (1988), 161-180).

6 Les marches gaste, les alues comence a prendre. comentando estos versos, Lafont (art. cit., nota 16, pág. 169) dice que marches no significa marches, es decir, mercados, sino que se refiere a la Marca Hispanica mientras que alues quiere decir «biens seigneuriaux». Duncan McMillan (II, pág. 134) señala que en el cantar se diferencia entre alués en el sen­tido de alleu, «terre frontaliére», (pero situada fuera del dominio real o imperial) y marche (último bastión del dominio real). Según Rita Lejeu­ne, marches serían aquí mercados que estarían dentro de la ciudad o en sus proximidades, pero también tierras que dependerían de un señor feudal. Recordemos por lo demás el testimonio del verso 190 de la CR. «chrestíens ert, de mei tendrat ses marches» (será cristiano y de mí ten­drá sus marcas). Para Martín de Riquer «la marca (del germánico marka, frontera) era un territorio militar situado en los confines del imperio ca- rolingio y que por lo tanto precisaba de una sólida organización guerre-

II

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Cantar de Guillermo 67

Un caballero se ha escapado de estos hombres paganos y anuncia lo sucedido a Teobaldo de Bourges1. En aquel mo­mento estaba allí Teobaldo y el mensajero lo encuentra en efecto en Bourges junto a Esturmí8, su sobrino, y Vivién, el conde. Junto a él hay setecientos jóvenes caballeros. No hay ninguno que no lleve loriga o coraza9. Aquí está el mensaje­ro que trae la noticia10.

ra para evitar invasiones de los pueblos vecinos, y que era gobernado por un ‘marqués’». Creo que el término debe traducirse por «marca», es decir, territorio fronterizo ( Cantar de Roldán y el Roncesvalles navarro, texto original, traducción, introducción y notas por Martín de Riquer, Barcelona, Quaderns Crema, Sirmio, 1994, nota al verso 190. Todos los versos citados y las traducciones provienen de esta edición).

7 Bajo el término Bourges cree ver Lafont el occitano Burcs, que designaba en la Edad Media el burgo de Narbona. Larchamp no estaría pues lejos de esos dominios. Recuérdese además que Vivién dice de Te­obaldo que es uno de los hombres más honrados de la orilla del mar (Narbona fue un puerto muy importante en la Edad Media). Los Bourgs comprendían el burgo y la ciudad o cité.

8 Esturmí: Es posible que bajo este nombre se esconda Sturbius o Sturminus, personaje de muy mala reputación, que fue nombrado con­de de Bourges por Carlomagno en el año 778.

9 La loriga es una armadura hecha de láminas pequeñas de metal. Hasta el siglo XI se usó en Francia la brunie o brunia ( broigne en nues­tro texto), una armadura de cuero con anillos de metal cosidos encima. A partir del siglo XI comenzaron a usarse cotas de mallas tejidas (quizá a imitación de los sarracenos) que se llamaron halberc o haubert. Como veremos más adelante, algunos guerreros usaban lorigas dobles y tri­ples. Otros testimonios aparecen en el Cantar de Roldán (995) o en el Cantar de Mío Cid (3634). Según Greimas, Dictionnaire de l’ancien frangais, broigne significa: «cuirasse garnie d’écailles de métal, de tetes de clous». Martín de Riquer señala que era defensa muy antigua pues documentos capitulares de la época de Carlomagno citan ya la brunia. Broigne y osberc (loriga) no son, pues, lo mismo, aunque como señala Riquer, la diferencia sería muy pequeña. El término halberc está muy extendido y llega a entrar incluso en textos latinos. En Itinerarium de Guillermo de Rubruck puede leerse «Habebant haubergeons». Traduzco broigne por cota y osberc por loriga, siguiendo la iniciativa del romanis­ta español {Cantar de Roldán, nota al verso 384).

10 Tres rimas aparecen en esta tirada. Se trata de un fenómeno fre­cuente en el CG. A veces las rimas se disponen en la estrofa según el contenido que traten. Si éste varía puede suceder que cambie al tiempo la asonancia, como en este caso.

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68 Cantar de Guillermo

III

El conde Teobaldo regresa de vísperas y a su derecha está su sobrino Esturmí y también Vivién, el buen sobrino de Gui­llermo, y junto a él, setecientos caballeros de su tierra. Teo­baldo está tan borracho que más no podría estarlo y lo mis­mo Esturmí, su sobrino, que está a su diestra y lo sostiene con la mano. Aquí está el mensajero que trae la noticia: «Dios salve a Teobaldo al volver de las vísperas. Malas nuevas he de daros sobre Deramé: una batalla terrible tiene lugar en Larchamp.

IV

El rey Deramé ha salido de Córdoba, ha llevado su flota hasta alta mar, ha penetrado violentamente por la Gironda y la ha saqueado. En vuestras tierras está y las ha asolado com­pletamente. Devasta las marcas y comienza a apoderarse de las tierras libres, y se lleva por la fuerza las santas reliquias del reino y encadena a los valerosos caballeros. Piensa, Teo­baldo, en cómo impedir que no te los arrebaten los paganos».

V

«Nobles mesnadas, exclama Teobaldo, ¿qué haremos?».El mensajero responde: «Vayamos de inmediato a comba­

tirlos».Teobaldo pregunta: «¿Qué haremos, Vivién?».Responde el valiente: «No haremos sino lo que sea bueno».«Señor Teobaldo, dice Vivién el valiente, eres conde y los

mejores hombres de la costa te rinden homenaje. Si me cre­es, jamás serás criticado. Reúne a tus mensajeros, convoca a tus amigos y no olvides a Guillermo, el de la nariz corva11.

11 Guillermo el de la nariz corva: es uno de los rasgos físicos que diferencian y caracterizan a Guillermo en el CG y es un epíteto épico muy antiguo (recuérdese el término alcorbitanas de la Nota Emilianense, Curbinaso del diploma de Saint-Yriex de la Perche). Es más corriente,

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Cantar de Guillermo 69

Es hombre muy experto en batalla campal, sabe bien cómo dirigirla y ganarla; si viene, venceremos a Deramé».

VI

"No hagas caso, Teobaldo, dice Esturmí. En esta tierra, cuando llegan paganos o árabes se hace llamar a Guillermo el marqués. Tú puedes reunir a veinte mil de tus hombres y Guillermo acudir con cinco guerreros o con tres o cuatro, con una pequeña tropa. Si tú luchas con los árabes y los ven­ces, todos dirán que es Guillermo quien lo ha hecho; venza quien venza, suya será la gloria. Combatamos, señor, les ven­ceremos, te lo prometo 12. Puedes medirte con la fama de Guillermo».

«Nobles mesnadas, dice Vivién, os suplico, con un peque­ño ejército no venceremos a los árabes13. Llamemos, señores, a Guillermo el marqués. Es un hombre experto en dirigir una batalla: si viene, venceremos a los árabes».

Pero Esturmí dice: «Es un consejo mezquino. La gente ex­tranjera no cesa de alabarlo y nuestros hombres se sienten despreciados».

sin embargo otro apelativo: Guillermo el de la nariz corta. En Charroi de Nímes (w. 133-148), Guillermo explica que el gigante Corsolt le ases­tó un golpe con la espada y le cortó parte de la nariz. Los médicos no le curaron bien la herida en la que se formó una protuberáncia. En el lai Blisclavret de María de Francia se viene a indicar que la mutilación de la nariz era una grave afrenta, reservada en algún caso como castigo para malhechores (María de Francia, Lais, ed., notas y trad. de C. Alvar, Madrid, Alianza, 1994, pág. 79, n. 9). En Le Couronnement de Louis (w. 1158-1164) Guillermo explica a Guielin que su nombre se alargará siem­pre por haberse acortado la nariz tras el combate con un sarraceno.

12 Para Fassó, esta escena recuerda a la que se narra en los versos 1058-1072 del Cantar de Roldan en los que se relata cómo Oliveros pi­de a Roldán por primera vez que haga sonar el cuerno. «Sis veintrun, jo te plevis», dice Teobaldo, que recuerda a las palabras de Roldán: «Jo vos plevis, tuz sunt jugez a mort / jo vos plevis, tuz sunt a mort livrez», a lo que responde Oliveros: «Jo vos plevis, ja returnerunt, jo vos franc, ja re- turnerunt» (w. 1058, 1069 y 1072).

13 Cantar de Roldán, v. 1087: «Ñus i avum mult petite cumpaigne» (Nosotros tenemos un ejército muy pequeño).

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70 Cantar de Guillermo

Teobaldo responde: «Así habla Vivién, pero no se atreve a ir al combate».

VII

«Habéis mentido, dice Vivién, pues no ha nacido ni salido del vientre de su madre, ni de este lado del mar ni más allá del Rin14, ni en la cristiandad ni entre los árabes, aquel que se atreva a sostener una gran batalla mejor que yo, excepto Guillermo, el marqués, el de la nariz corva. Es mi tío, no puedo competir con él».

Lunes al anochecer.No puedo comparar mi fama con la de Guillermo.

VIII

Entonces dice Teobaldo: «Traedme vino y dádmelo: bebe­ré con Esturmí. Mañana, al alba, atacaremos a los árabes. Desde siete leguas a la redonda oiremos su griterío, el ruido de las lanzas que se astillan y de los fuertes escudos que se rompen».

El copero les trajo el vino. Bebió Teobaldo, después le dio a Esturmí, y Vivién fue a dormir a su alojamiento.

IX

Los hombres de su tierra se reúnen. Al alba son diez mil con el yelmo en la cabeza. Por la mañana se levanta Teobal­do y va hasta una tronera 15. Del lado del viento abre una

14 La rin: McMillan entendía esta palabra como el nombre común, río. Fasso traduce fiume. Otros editores como Suard o Wathelet-Willem creen que se refiere al Rin. En el verso 1599 se lee: «Dega la rin ne de déla la mer». Tanto si se trata del río Rin, del canal de la Mancha, como se ha propuesto también, o de ríos en general, se trata de una frontera simbólica: en ninguna parte del mundo hay un guerrero tan valiente co­mo Guillermo.

15 Estamos ante un motivo frecuente de la épica: la movilización de las tropas. Volveremos a encontrarlo en la tirada XCVI.

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Cantar de Guillermo 71

ventana, mira el cielo, pero no puede ver la tierra pues la ve cubierta de cotas y de yelmos. «¡Dios!, exclama Teobaldo, ¿qué es todo esto?»l6.

X

«¡Señores, nobles guerreros, piedad, por el amor de Dios! Han pasado ya dieciocho años desde que comencé a gober­nar este condado y nunca vi tantos caballeros armados, tan numerosos que no sabrían a dónde moverse. Si asaltáis un castillo o una plaza fuerte, aquellos a quienes hayáis desafia­do pueden prepararse a sufrir, y desdichados los feudos que debéis devastar».

Dice Vivién: «Conozco de sobra esta historia: ayer Teobal­do se emborrachó después de beber su vino claro 17; he aquí lo sabio que se ha vuelto después de haber dormido. Espere­mos ahora a Guillermo, el de la nariz corva».

Entonces aquel que había hablado por la tarde sintió ver­güenza y más todavía aquellos que se habían vanagloriado.

XI

Habla Vivién, el caballero honrado: «Conozco esta histo­ria. Ayer por la tarde, lo juro por mi cabeza, Teobaldo estaba

16 Wathelet-Willem señala oportunamente (I, pág. 287, n. 34) que este pasaje, según figura en el manuscrito, es incomprensible. No parece lógico incluir el verso: «E de sarrazins la pute gent adverse», como hace Suchier, que creía ver aquí una laguna y la suplía con un verso adicio­nal. Coincido con la interpretación de Suard: Teobaldo no comprende por qué hay tanta gente reunida, pues no se acuerda de los sucesos de la víspera, tal y como dice Esturmí en el verso 125.

17 No es casual que se hable de vino claro, de vino blanco. Los vi­nos se conservaban mal y el vino de este color permitía comprobar su pureza. En los fabliaux; se menciona también el vino blanco, en parti­cular el de Auxerre, «transparente como una lágrima». Véase R. Dion, Histoire de la vigne et du vin en France, des origines au XIX? siécle, Pa­rís, 1959- Fabliaux, edición y traducción de Felicia de Casas, Madrid, Cátedra, 1994.

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72 Cantar de Guillermo

borracho al volver de vísperas. Ahora ha dormido bien; espe­raremos a Guillermo».

Aquí llega Esturmí abriéndose paso entre el gentío de ca­balleros. Se acerca a Teobaldo y lo toma por la mano dere­cha: «Señor, ¿no te acuerdas de cuando regresamos de víspe­ras, de Deramé y de la terrible noticia?».

Teobaldo responde:«¿He mandado llamar a Guillermo?».«No, buen señor, pues no puede llegar a tiempo».

XII

«Ayer por la noche invocaste la maldición sobre tu cuello en el caso de haber convocado a Guillermo el de la nariz corva».

Responde Teobaldo: «Dejemos las cosas como están».Pide sus armas, van a traérselas. Lo revisten con una cora­

za muy bella y le atan a la cabeza un yelmo verde 18. Des­pués le ciñen su espada, cuya lama brillante apunta hacia la tierra. Sostiene por la embrazadura un ancho escudo y blan- de en su mano derecha un afilado venablo, en el que atan un estandarte blanco que cuelga hasta la tierra. Le traen un caballo de Castilla sobre el que se monta Teobaldo por el es­tribo izquierdo. Después se marcha por una de las poternas. Tras él van diez mil hombres con los yelmos a atacar al rey Deramé en Larchamp.

Sale entonces Teobaldo de su buena ciudad; diez mil hombres armados le siguen. Van a atacar en Larchamp al rey pagano Deramé. Vil señor tienen por guía.

Lunes al anochecer.Llegan a Larchamp. El mar está a su derecha.

18 Un vert healme. véase M. Plouzeau, «Veri healme, approche d’un syntagme», en Les couleurs au Moyen Age, Sénéfiance 24, CUERMA,1988, 591-650.

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Cantar de Guillermo 73

XIII

Teobaldo mira hacia alta mar y avista las proas de veinte mil navios. Teobaldo dice: «Veo su campamento».

Responde Vivién:«No son ellos, no pueden ser. Es la flota que se aproxima

a tierra. Si desembarcan instalarán el campamento».Continúa avanzando y contempla la cima de quinientas

tiendas, los estandartes y los alojamientos. Entonces dice Vivién: «Bien podrían ser ellos». Dice Teobaldo, el señor de Berry:

«Vivién, noble caballero, subid a esa colina y vigilad al enemigo. ¿Cuántos hombres hay en el mar y en tierra?».

Vivién responde: «No me debéis pedir tal cosa. Debo ir con el yelmo inclinado hasta el campo de batalla donde gol­pearé con el puño diestro, pues así me ha enseñado mi se­ñor Guillermo. Jamás, si Dios lo quiere, seré centinela de un campamento».

XIV

«Señor Teobaldo, responde Vivién el valeroso, tú eres conde y mucho te honran los mejores hombres de la costa. Sube a esa colina y mira bien cuántos hombres hay en el mar y la tierra. Si tienes tantos guerreros como para sentirte segu­ro, cabalga contra ellos y ve a combatirlos. ¡Bien les vencere­mos con la ayuda de Dios! Pero si tienes pocos hombres pa­ra la batalla campal, he aquí un valle. Haz que se reúnan los tuyos, llama a tus mensajeros y convoca a tus amigos y no olvides a Guillermo, el de la nariz corva. Es hombre muy ex­perto en la batalla campal, sabe bien cómo dirigirla y ganar­la. Si viene él, venceremos a Deramé».

Teobaldo responde: «Precioso consejo me has dado».Pica espuelas a su caballo, sube a la colina y dirige la mira­

da hacia la orilla del mar y la ve cubierta de embarcaciones19

19 Barges: Se trataba de barcos de transporte fluvial, aunque algu­nas veces se aventuraban en la mar. Eran de fondo plano y usaban una

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74 Cantar de Guillermo

y de naves, chalanas20, y grandes navios recubiertos de hie­rro. Contempla el cielo, no puede ver la tierra. El miedo le ha hecho perder la cabeza21. Baja de la colina a la que había subido, va al encuentro de los franceses y les revela todo:

XV

«Nobles mesnadas: ¿qué será de nosotros? Por uno de los nuestros, bien hay mil de ellos. Quien no huya ahora, podrá yacer muerto pronto. Vayámonos enseguida para salvar nues­tras vidas».

XVI

«Vivién, valiente caballero, quédate junto a esa roca y guía nuestro ejército por medio de ese valle, para que la flota de los sarracenos no te vea. Enviaré a por Guillermo, que com­batirá, si se atreve».

Lunes al anochecer.Jamás combatiré sin Guillermo.

gran vela de abanico muy aguda por la parte superior y otra muy pe­queña sujeta a un palo fijo en el timón.

20 La chalana, salandra o salandria (variantes de la voz latina che- landrid) era un navio largo y muy rápido de la familia de las galeras, con dos pisos de remos que llegaron a ocupar hasta ciento cincuenta remeros. El cronista Ditmar (siglo X) cita en su Chronica (lib. 3, 33): «haec est (...) navis mirae longitudinis et claritatis (sic) et utroque latere dúos tenens remorum ordines, ac centum et quinquagenta nautas». Es muy posible que claritatis sea un error de transripción por celeritatis. Du Cange cita un testimonio de Ugotius: «Celendria vel Celandria dicitur navis quae cito currit, vel velociter in ydro». En el Cantar de Roldan en­contramos caland: «il n’en i ad barge, ne drodmund ne caland» (en él no hay barca, galeaza ni chalana) (v. 2467).

21 Literalmente sería «A causa del miedo ha olvidado todo». Sigo aquí la traducción de Fassó.

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Cantar de Guillermo 75

Vivién responde: «Mal consejo es ese. Tú les has visto a ellos y ellos a ti. Si te retiras significará que huyes. La cris­tiandad estará envilecida para siempre y los paganos se ale­grarán mucho. Lucha contra ellos, varón esforzado, y te ase­guro que los venceremos23. Debes medirte con la fama de Guillermo, puesto que desde ayer por la tarde has rivalizado con el conde».

Lunes al anochecer.Debes medirte con la fama de Guillermo.

XVII22

XVIII

Cien mil eran los guerreros de Deramé, montados en ber­gantines 24 y galeazas25, quienes vieron a Teobaldo en la coli­

22 La relación entre el Cantar de Roldán y el CG es compleja. Vi­vién actúa aquí como el prudente Oliveros y recomienda a Teobaldo que llame a Guillermo, pero el conde sigue el consejo de Esturmí. No será difícil establecer alguna relación entre la escena que nos pinta a Oliveros contemplando el ejército de los sarracenos (LXXX Y LXXXI) con ésta en la que Teobaldo ve Larchamp cubierto por el ejército ene­migo. Sin embargo, Vivién no es una simple réplica de Oliveros. Su conducta revela también la huella de Roldán.

23 Desde las primeras tiradas aparece destacada la idea de que se lucha contra los paganos porque un príncipe musulmán ataca territorios y propiedades y porque se han profanado reliquias. El poder temporal y la institución espiritual forman una unidad. Estas palabras de Vivién no están muy lejos de los ideales expresados por los predicadores de la primera cruzada.

24 El esneke es el nombre de un barco que en los siglos XII y XIII continuaba la tradición de los antiguos drakkares. Éstos eran unos bar­cos normandos o escandinavos que según las descripciones de varios autores, podían compararse con las galeras, pues eran largos, estrechos, y con treinta o cuarenta remos. Sus extremos eran redondeados y levan­tados, y simulaban la forma de una serpiente de la que tomó su nom­bre: esnake o esnek. Traduzco este término por bergantín.

25 Dromunz: puede traducirse por galeaza. Era un barco de la clase de las galeras que ya en los primeros tiempos de la era cristiana se usa­ba para el combate. Armaba una sola fila de remos debajo de una cu-

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76 Cantar de Guillermo

na. Le reconocieron por el gran escudo con bloca26. Enton­ces supieron con certeza que en el valle se habrían quedado muchos de sus hombres y de sus amigos.

XIX

Lunes al anochecer.Los sarracenos del país de Zaragoza, esa chusma detesta­

ble, son cien mil. Ninguno hay entre ellos que no vista blan­ca loriga ni lleve sobre su cabeza verdes yelmos de Zarago­za 27. Los frontales, los adornos de flores y los ornamentos son de oro. Las lamas brillantes de las espadas apuntan hacia tierra y sostienen por las embrazaduras los buenos escudos. En sus diestras agarran afilados venablos y dardos; bajo sus sillas, rápidos caballos árabes. Desembarcan en la arena y la

bierta que protegía a los remeros. Sabemos sin embargo que en el siglo IX estaban dotados de dos filas, a pesar de lo cual tenían también dos o tres palos en los que largaban velas al tercio a la moda romana. Estaba guarnecido con reonctos o castillos a popa y proa y llevaba en el palo mayor una gran plataforma o cofa circular en el que se colocaban quin­ce o veinte hombres con armas arrojadizas. Su capacidad le permitía lle­var hasta trescientos hombres. Está documentado el uso de dromones por los sarracenos entre los siglos IX a XII. En la Edad Media el dromón fue un nombre genérico aplicado a buques de muy diversas característi­cas. Encontramos el término en el Cantar de Roldám «sire est par mer de IIII C- drodmunz» (es señor en la mar de cuatrocientas galeazas) (v. 1521).

26 El blocal, brocal o la bloca era un saliente metálico, una pieza redonda y abultada situada en el centro del escudo, que servía para que el arma tuviera mayor resistencia. Según E. Viollet Le Duc, Dictionnaire raisonée du mobilierfrangais, la bloca servía originariamente para cla­var las correas. Esta pieza desapareció en el siglo XIII, cuando surgieron los escudos triangulares. Véase M. de Riquer, «Las armas en el ‘Amadís de Gaula’», BRAE LX, 221 (1980), 409. Para herir al contricante, los caba­lleros golpeaban en medio del escudo, tal y como leemos en el Cantar de Mío Cid: «por medio de la bloca el escudo crebrantó» (v. 3680). A ve­ces se adornaba la bloca con oro y piedras preciosas según leemos en el Cantar de Roldan-, w. 2538, 3150.

27 Los yelmos de Zaragoza eran muy apreciados. Recuérdese el ver­so 996 del Cantar de Roldám «Lacent lor elmes mult bons sarraguzeis»: «enlazan sus muy buenos yelmos zaragozanos».

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Cantar de Guillermo 77

grava y ganan la tierra firme. Van a emprender una guerra te­rrible contra el conde Teobaldo. Oiréis por ello noticias muy tristes.

XX

El día es claro y hermosa la mañana, brilla el sol y el día empieza a clarear28. Los paganos descienden por un antiguo bosque29 y a su paso la tierra tiembla. Sus fuertes yelmos en­gastados con piedras de oro hacen brillar el bosque a sus es­paldas. Quien les hubiera visto galopar y avanzar, habría pensado en duros guerreros. Vivién se los muestra a Esturmí.

XXI

«Esturmí, hermano30, veo a los paganos acercarse. Sus ca­ballos son tan rápidos que al ser espoleados pueden recorrer quince millas y no les temblarán los costados por un recorri­do mayor. Hoy morirán los cobardes en Larchamp. Ya se

28 Verso inicial: es frecuente que versos descriptivos estén al princi­pio de las tiradas, como en el Cantar de Roldan (11, 66, 136, 191, 239). Véase Rychner, op. cit., pág. 72. Por lo demás, el verso introductorio que abre e ilumina el escenario es muy abundante en la épica francesa: «Clers est li jurz e li soleiz luisant» (Cantar de Roldan, v. 2647), «Beau fut le jour et le soulail levé» (.Aquin o La conqueste de la Bretaigne, v. 1466). Véase F. Aramburu, El héroe y el cosmos, Universidad de Murcia,1989.

29 anden fóret: el bosque no cumple una función importante en es­te cantar, pero estas dos palabras, bosque antiguo, tienen unas resonan­cias míticas indiscutibles. Son muy frecuentes los adjetivos que hacen referencia a la antigüedad del bosque, que existe antes que los hom­bres: «antes que los hombres los habitaran, dice Bachelard, los bosques eran sagrados». En Virgilio leemos «silva antiqua» (Eneida, VI, 179) y el mismo verso encontraremos en Siége de Barbastre, v. 7098; Berthe aux grandspieds, v. 1447, 1725, 2623, 3154; Enfances Renier, v. 526; Gale- ran de Bretagne, v. 784, 590/91 y en Tristán e Iseo, versión de Béroul. Véase la traducción de Roberto Ruiz Capellán, Madrid, Cátedra, 1985, pág. 46.

30 Es frecuente que la palabra hermano o hermana no designe pa­rentesco carnal. El uso se extiende a la conversación entre esposos co­mo Guillermo o Guiburc.

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78 Cantar de Guillermo

aproximan las vanguardias. El pequeño no se salvará con la ayuda del grande y el padre no podrá salvar a su hijo. Con­fiemos en Dios todopoderoso, pues es más fuerte que todos los infieles. ¡Combatamos y venceremos la batalla!».

XXII

Entonces habla Teobaldo: «¿Qué nos aconsejáis, señor Vi­vién?».

«Demos la batalla, pues de ella ha de venirnos algo bue­no» 31.

Después pregunta: «¿Qué nos aconsejáis, Esturmí?».«Que cada uno piense en salvar su vida, pues quien no

huya inmediatamente, puede yacer muerto enseguida. Vayá­monos para salvar nuestra vida»32.

Vivién dice: «He oído hablar a un perro».Responde Teobaldo: «Por el contrario, es alguien próximo

a mi linaje y no quiere que yo sea deshonrado ni que me al­cancen la desgracia y el infortunio».

31 Sigo en este punto la interpretación y reconstrucción del diálogo propuesta por Wathelet-Willem y que siguen Suard y Fassó frente a Mc- Millan, que considera que estas palabras las pronuncia Teobaldo y que Vivién no respondería a la pregunta.

32 La cobardía de Teobaldo y Esturmí recuerda a algunos episodios protagonizados por los infantes de Carrión en el Cantar de Mío Cid. Pa­rece que en ambos poemas se intuyen algunas de las leyes formuladas por Axel Olrik en su estudio «Epische Gesetze der Volksdichtung», Zeitschrift fü r deutsches Altertum 51 (1909), 1-12, recogido y traducido en A. Dundes, The Study of Folklore, Englewood Cliffs, N.J., Prentice Hall, 1965. Una es la ley de los gemelos (Gesetz der Zwillingé)-. Teobal­do y Esturmí actúan siempre juntos y de acuerdo y lo mismo sucede con los infantes en el cantar castellano. La otra ley es la del contraste (Gesetz des Gegensatzes): estos personajes son un ejemplo de antihéroe. Teobaldo y Esturmí son lo opuesto a Vivién como los infantes al Cid. Véase J. Fernández Jiménez, «Cowardice in two romance Epic Poems: Changun de Willame and Poema de Mío Cid», en P. Cummins, P. W. Conner, C. W. Conner (eds.), Literary and historical Perspectives ofthe Middle Ages, Morgantown, West Virginia University Press, 1982.

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Cantar de Guillermo 79

XXIII

«Esturmí, sobrino, arranca el gonfalón33 para que no nos reconozcan en la huida, pues los felones paganos se dirigirán a la enseña». Esturmí exclama: «¡Que Dios nos bendiga!». El infame levanta el mango de la lanza y lo apoya ante él sobre el arzón. Con su dos manos arranca la blanca enseña y la pi­sotea después en el fango34.

XXIV

El conde Teobaldo sostiene un gran venablo. Dirige su empuñadura hacia el cielo y apoya el hierro sobre el arzón trasero. Arranca la enseña del mango hecho de madera de manzano y después la pisotea en el fango: «Prefiero, enseña, que te consuma el fuego del cielo antes que me reconozcan los paganos en la batalla».

«Pésimas noticias, exclama el conde Vivién. Los gonfalo­neros nos abandonan en el campo de batalla».

XXV

«¡Nobles mesnadas! ¿Qué será de nosotros? Los gonfalone­ros nos abandonan en el campo de batalla; Teobaldo y Estur­mí nos han dejado. Ved a los paganos que están tan cerca de nosotros: por cinco o diez de los nuestros vienen cien o mil de los paganos. Nadie habrá que nos pueda dirigir ni enseña en torno a la cual podamos congregarnos. Tropa sin señor está condenada al desastre. Partid, nobles y valientes caballe­

33 Gonfalón: «insignia del tipo de las banderas, rectangular y que acaba en dos o tres colas triangulares llamadas farpas (...) y que se lleva fijada en el extremo superior de la lanza». M. de Riquer (ed.): Cantar de Roldan, nota al verso 857.

34 El arma tiene tres partes: el astil, que es el palo o mango, la langa, que era la parte de hierro y estaba muy afilada según leemos en el CMC («astas de los fierros taiadores», v. 3585) y el pendón, enseña o banderola que adornaba la lanza.

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80 Cantar de Guillermo

ros, pues no puedo sufrir ni tolerar ver a tantos hombres no­bles condenados a la desgracia. Yo afrontaré tan terrible peli­gro, no retrocederé, pues he prometido a Dios que jamás me hará huir el miedo a la muerte». Responden los franceses; es­cuchad lo que le han dicho.

XXVI

«Vivién, puesto que eres de tan noble linaje, deberías guiarnos en la gran batalla. Eres hijo de Beuve Cornebut el marqués35, y de la hija del buen conde Aimerí, eres sobrino de Guillermo el de la nariz corva, el marqués. Tú puedes guiarnos bien en una gran batalla».

«En verdad, señores, quinientas veces sean dadas gracias a Dios. Pero veo en ello algo que lo impide: vosotros no sois mis soldados, jamás fui vuestro señor, podríais abandonarme sin cometer perjurio». Todos juntos responden a una sola voz:

«Callad, valiente, no habléis así; os prometemos por la ley que Dios estableció a sus apóstoles en la tierra cuando bajó entre ellos, que no te abandonaremos mientras vivas»36.

35 Beuve Cornebut aparece en los versos 297 y 1437. Es el padre de Vivién, personaje, por lo demás, desconocido en la gesta.

36 Según Elisabeth Schulze-Busacker la fe y la piedad en los canta­res de gesta podían expresarse de distintas maneras. Un grupo puede hablar como tal pero también los superiores pueden expresar los senti­mientos de todos y en algún caso será un individuo (y no necesaria­mente un superior) quien manifieste ejemplarmente la actitud deseada por todos. En el CG se da un papel muy importante (aunque no exclusi­vo) a todo un grupo, a la franche meisné, reunida alrededor de su se­ñor. Los soldados hablan y actúan «tuit ensemble a un cri». Los soldados consideran modélico el comportamiento del héroe y se reconocen en él, lo que otorga al texto épico una dimensión extraordinaria. Sin épica no hay sociedad posible, decía Octavio Paz, porque no existe sociedad sin héroes en que reconocerse (E. Schulze-Busacker, «L’expression de la foi dans les chansons de geste», Charlemagne in the North, Proceedings of the Twelfth International Conference of the Société Rencesvals, Edim­burgo, 1993, 103-123). Obsérvese que, sin embargo, los guerreros se proclaman unidos por un vínculo más poderoso que el vasallático, al que sustituyen por una unión espiritual con su señor y parecen sentirse

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Cantar de Guillermo 81

«Y yo os juro ante Dios, el Rey fuerte, y por aquel espíritu que llevaba en su cuerpo cuando sufrió la muerte por los pe­cadores, que no os abandonaré ni siquiera cuando mi cuerpo esté en grave peligro».

Tras estas palabras muestra su enseña. Hunde sus manos en sus calzas bermejas y saca una de seda. La ha fijado en su lanza con tres clavos de oro. Con su brazo derecho blande el asta y los flecos cuelgan hasta el puño. Espolea su caballo que brinca hacia adelante y golpea a un pagano en su doble escudo que hiende de un extremo a otro. Corta el brazo que estaba unido a la empuñadura, le abre el pecho y atraviesa las visceras. Hunde su gran espada en la espalda, lo derriba y cae muerto al suelo cuan largo era. Después exclama: «¡Mon- joie!», el grito de combate de Carlos37.

como los apóstoles alrededor de Cristo. Frappier señala que esta escena recuerda la bajada del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Vivién asegura a sus nuevos súbditos que no les abandonará nunca. La compa­ración entre Cristo y Vivién, que sufre una verdadera pasión antes de morir, ha sido señalada numerosas veces por la crítica. J. Frappier, op. cit., pág. 192.

37 Monjoie es el grito de guerra de las tropas de Carlomagno. El ori­gen de esta palabra es muy controvertido. En francés antiguo podía sig­nificar elevación o colina. Albert Dauzat lo hacía derivar del germánico: *mund-gawi, que quiere decir «protección del país». Pero Monjoie se ha relacionado también con Mons Gaudii, monte de la alegría, que recuer­da el nombre de la colina en donde sufrió martirio San Dionisio (el grito completo era Monjoie-Saint Dénis y está atestiguado desde principios del siglo XI). Para Gastón Paris, el nombre Monjoie, «fut allongé en Monjoie Saint Denis quand les rois de France, en qualité de comtes du Vexim, devinrent fictivement les vassaux de l’abbaye de Saint-Danis». Orderico Vital en su Historia ecclesiastica, relaciona esta expresión con meum gaudium. J. Bédier consideraba, por su parte, que estamos ante el grito de alegría del peregrino al contemplar desde la última colina del viaje, el santuario al que peregrinaba: «mont de la joie». (Légendes, I págs. 249 y sigs.). En los versos 2503 y sigs. del Cantar de Roldan lee­mos: «Mucho podríamos hablar de la lanza con la que Nuestro Señor fue herido en la cruz. Carlos, por la gracia de Dios, posee un hierro y lo hi­zo engastar en la dorada empuñadura. Por este honor y por esta bon­dad la espada recibió el nombre de Joyosa. Los barones franceses no lo

XXVII

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82 Cantar de Guillermo

Así como el oro se separa de la plata38, así destacan los buenos: los cobardes se marchan, huyen con Teobaldo y to­dos los caballeros valerosos permanecen con Vivién. Juntos combaten en primera línea.

Así como el oro se separa de la plata, así destacan todos los hombres nobles. En primera línea combaten juntos y uni­dos los valientes. No se podría distinguir al más arrojado en­tre ellos.

A los primeros golpes el conde Teobaldo se vuelve hacia Bourges sin detenerse. En un ancho camino en el que se cru­zan cuatro vías, allí había colgados cuatro ladrones, boca contra boca. Baja estaba la viga y cortos eran los largueros. El caballo avanza y le hace pasar bajo el cadalso. Uno de los colgados lo golpea en la boca. Cuando Teobaldo lo ve siente dolor y vergüenza. La repugnancia le hace ensuciar su silla y cuando se da cuenta de que está sucia, levanta el muslo y la tira. Llama después a Girard que le seguía en el camino:

deben olvidar: por ella tienen por enseña gritar Monjoya». Fassó duda de la intención piadosa de los caballeros francos y prefiere entender joie como un grito de ánimo del soldado ante la batalla tal y cómo aparece por ejemplo en el primer verso de Raoul de Cambrai: «Oieg changon de joie e de baudor». Interesa ver en este punto el trabajo de E. Pezzi, «Gioia d’amore e gioia di guerra. II lessico della ‘gioia’ fra épica, lirica e romanzo», Le forme e la storia, 5 (1993), 93-154.

Es oportuno recordar que entre los motivos de los cantares de ges­ta, aquellos que ayudan a la descripción de la batalla y pintan los com­bates singulares con lanza, con espada o con armas arrojadizas son, sin duda, los más abundantes y aparecen con profusión en este cantar. No hay espacio para señalar, a pie de página y en cada ocasión, la apari­ción de estos motivos. J. Rychner, op. cit., indica el lugar en el que los encontramos y explica su sentido.

38 w. 328 y sigs., los analiza Rychner en págs. 101 y sigs. Curtius se refiere a este pasaje (Gesammelte Aufsátze zur romanischen Philologie, Berna, Francke, 1960). La plata es un metal noble y sin embargo aquí se compara con las personas viles. Fassó ha encontrado un caso en Pira- mus et Tisbé (w. 63-66) en el que el oro aparece también como inferior a la plata.

XXVIII

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Cantar de Guillermo 83

«Amigo Girard, coged esta gualdrapa. Está guarnecida con buen oro y piedras preciosas. Podréis sacar por ella en Bour- ges cien libras».

Y Girard le replica enfadado:«¿Qué voy a hacer con ella si está llena de mierda?».

XXIX

Dice Girard el joven valeroso:«Teobaldo, escúchame un momento. En el reino de Berry

podrás decir que yo me quedé y que tú huiste. No creo que vuelvas a verme vivo. Quiero prestar ayuda a Vivién el atre­vido. Es mi pariente, ¡poco honor me hará ganar! He escon­dido bajo tierra un tesoro y os diré dónde puede ser encon­trado para que a mi muerte no surja conflicto alguno».

XXX

Entonces Teobaldo comete una locura insensata cuando al escuchar a Girard tira de las dos riendas. En cuanto éste lo alcanza, lo coge con el puño por el cuello y lo hace caer de la silla al otro lado, de suerte que el yelmo va a clavarse en tierra hasta los lazos. Alarga su mano hasta la garganta de Te­obaldo y le coge su gran escudo doble, que estaba profusa­mente ribeteado con oro y tenía también oro de Arabia en medio de la bloca39. Vivién se lo había arrebatado a un hún­garo, en la batalla junto a los prados de Gerona, cuando ma­tó al pagano Alderufe y decapitó a los doce hijos de Borel40.

39 En días de gala o en ocasiones especiales podían lucirse «escu­dos boclados con oro e con plata» (Cantar de Mío Cid, v. 1970: episodio en el que la corte se prepara para las vistas). Lo mismo en Cantar de Roldan: «d’or est la bucle e de cristal listet» (de oro es la bloca y listado de cristal) (v. 3150).

40 as prez de Girunde-. según Suard se puede dudar en este caso entre el nombre del río Gironde y el de la ciudad Gironde. Por lo que a los hijos de Borel respecta, recuérdese que ya aparecen citados en el Fragmento de la Haya. En el cantar Aymeri de Narbonne se alude a un hermano de Guillermo, Hernaut, asediado en la ciudad de Gerona por los doce hijos de Borel.

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84 Cantar de Guillermo

Él quitó al rey ese gran escudo doble y se lo dio a Guillermo, su tío, y él se lo dio a Teobaldo, el conde cobarde. Todavía hoy un hombre valiente lo llevará colgado de su cuello. Le quita la loriga, que era doble y fuerte y la buena espada, afi­lada hasta la punta.

XXXI

En el camino Girard se reviste con las armas, deja su ro­cín y cabalga sobre buen caballo. Teobaldo se endereza, completamente aturdido, mira ante sí y descubre el rocín, agarra el estribo y se sienta entre los arzones. En cuanto está sentado, vuelve a pensar en huir. Mira ante sí y ve una gran empalizada. Sus tablas son tan sólidas que no puede arrancar ni una estaca y es tan alta que no la puede saltar. Teobaldo no se atreve a regresar por el valle debido a los sarracenos, pues ha oído sus gritos. Sobre la colina ve un rebaño de ove­jas y piensa que puede huir metiéndose en medio, pero un carnero gris se enreda en su estribo.

XXXII

Un carnero gris se enreda en su estribo y Teobaldo lo arrastra tanto tiempo por montes y valles que cuando llega al puente de Bourges no queda en el estribo más que la cabeza del carnero. Jamás hombre noble trajo consigo trofeo igual.

Lunes al anochecer.¡El pobre jamás habría perdido tanto!

XXXIII

Os daré noticia ahora del joven Girard, de cómo hizo el camino de vuelta. Mira ante sí y ve a Esturmí, que había arruinado su buen caballo pues no quería que nadie le cap­turase 41 y le exige la mayor rapidez. Girard le ve y le habla así:

41 «La legón du manuscrit doit étre tenue pour corrompue», dice Mc­Millan en la nota correspondiente a este verso 409 (II, págs, 136-7).

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Cantar de Guillermo 85

«¿Qué sucede, caballero Esturmí?».Éste responde: «Trato de huir».«Regresad y volved a combatir. Si no volvéis ahora, podéis

yacer muerto enseguida».«No lo haré», responde Esturmí.Entonces Girard exclama: «¡No huiréis de este modo!». Es­

polea su caballo y le acomete vigorosamente. Destroza su es­cudo, rompe la loriga42 y le quiebra tres costillas de su cuerpo. Con un golpe de su lanza43 le tira de su caballo y cuando es­tá en tierra, le habla con palabras corteses:

«Bellaco, has alcanzado al fin una deshonra mortal. No podrás presumir junto a Teobaldo, tu tío, de que cuando tú huyes no queda detrás de ti ningún hombre valiente. Jamás podrás competir con el conde Guillermo ni con Vivién, su sobrino, ni con cualquier otro hombre valiente!».

Suard no sigue la reconstrucción de Wathelet-Willem, pues considera el pasaje locus desperatus'. £7o ne volt giens que unques home n ’i mist. Sch- molke-Hasselman y Fassó traducen este verso, que yo incluyo también.

42 Encontraremos expresiones parecidas en toda la épica románica. Recuérdese en Coronnement de Louis: «le blanc halberc li desront et desmaille» (913). En el Cantar de Mío Cid leemos: «tras el escudo falso- gele la guarnición» (v. 3679). En poemas de clerecía como el Libro de Alexandre encontramos: «non le prestó migaja toda su guarnición» (507 b). Lo mismo en la Crónica de Desclot: «no li valgueren cuyrasses ne sberch, ne nengun guarniment que portás».

43 Martín de Riquer señaló ya la dificultad para traducir Pleine sa hanste. «Para unos significa que el atacante, después de atravesar el cuerpo del enemigo y desarzonarlo, lo derriba al suelo a la distancia de ‘una lanza entera’ (a lo largo de una lanza) de su caballo» (D. A. Ross, «Pleine sa hanste*, Médium Aevum 20 (1951), 1-10); o bien que expresa la distancia recorrida por el cuerpo inerte del caballero derribado (Ch. Frangois, «Pleine sa hanste: remises en question», Marche Romane 15 (1975), 11-29). Para otros se trata de una sacudida brusca para extraer la lanza hundida en el cuerpo del adversario y recuperarla. Según Riquer, se trata de un golpe lateral con el asta de la lanza para que el cuerpo del adversario, ya mortalmente herido, caiga al suelo. Véase M. de Ri­quer, Cantar de Roldan..., nota a los versos 1203-1204. D. J. A. Ross considera que se trata de una fórmula fija característica de primer he­mistiquio, aduce ejemplos del CG y los traduce como by afull lance length.

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86 Cantar de Guillermo

Lunes al anochecer.No rivalizarás ni con Vivién ni con Guillermo.

XXXIV

Girard se marcha lo más rápido que puede. Muy hermoso es su escudo, tanto por dentro como por fuera. La correa es­taba toda ella guarnecida con oro, así como las embrazadu­ras y todo el borde externo. Jamás puso Jesús en el ejército a un guerrero más elegante que Girard cuando dejó a Teobaldo.

Se acerca al combate lo antes que puede, golpea a un pa­gano en la cota que protege su espalda, con enorme fuerza le atraviesa con la espada por medio del espinazo, aprieta bien y le hace caer muerto 44. Exclama: «¡Monjoie!». Es el grito de los nuestros. Después golpea a otro en el doble escudo, lo hiende de un extremo al otro y le corta el brazo que está agarrado en la empuñadura, abre el pecho y atraviesa las en­trañas y hace salir su gran espada por detrás del espinazo y

44 La imagen del caballero atravesado por la lanza o la espada que asoma por la espalda es corriente en la épica, «par mi le cors li va l’es- pieu passant» (Raoul de Cambrai, v. 2755), «par mi le cors l’espie li mist» (Gormont et Isembart, v. 458). Hay ejemplos también en la épica espa­ñola, como en el Cantar de los Siete Infantes de Lara donde leemos «pe­ro non dexo la langa de salir de la otra parte» (v. 458). La fórmula apare­ce también en poemas de clerecía, como en el Libro de Alexandre. «por medio las espaldas echóle el pendón» (v. 183 d).

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Cantar de Guillermo 87

lo hace caer muerto al suelo cuan largo era 45. Exclama: «¡Monjoie!», el grito de Fierabrás46.

Lunes al anochecer.Los otros le contemplan en el cruel combate.

XXXV

El bravo Vivién se dirige a sus compañeros:«¡Golpead, señores, con vuestras hermosas espadas! ¡He­

rid, franceses, dispersad a esa multitud apretada. He escucha­do llegar a Luis o a Guillermo. Si llegan, no durara mucho la batalla». Ltfs franceses golpean con sus bellas espadas. Han avanzado tanto por el cruel combate que reconocen a Girard y le llaman con alegría.

XXXVI

Vivién, el valeroso, le pregunta:«Primo Girard, ¿desde cuándo eres caballero?».«Señor, dice, es cosa reciente y no antigua».«Girard, ¿sabes qué ha sido de Teobaldo?».

45 Esta hiperbólica espadada, como decía Menéndez Pidal, aparece a menudo en los cantares de gesta. La espada hiende el yelmo, parte el cráneo, raja la loriga, las entrañas se esparcen y llega hasta la horcajadu- ra. En el Cantar de Roldan leemos que se llega incluso a partir el espi­nazo del caballo (w. 1374, 1333, 1545, 1606). La fórmula aparece tam­bién en el Fragmento de la Haya al narrarse la muerte de un pagano a manos de Beltrán. Según Menéndez Pidal, la hipérbole fue atenuándose desde el siglo X hasta el siglo XII. En Aliscans (v. 348), la espada de Vi­vién se detiene en los arzones y no llega al caballo y lo mismo en el Cantar de Mío Cid (v. 2424). Todavía en el romancero hispánico (ro­mance del Infante vengador) puede escucharse cómo el acero se hunde en los ladrillos. Véase «Lo irreal y lo maravilloso en la Chanson de Ro­lando en La technique littéraire des chansons de geste. Actes du Colloque de Liége, Société d’Édition “Les Belles Lettres”, 1959, 197-217.

46 Fierabrás: es uno de los apelativos que recibe Guillermo en el ci­clo épico y que se refiere a la fortaleza de sus brazos.

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88 Cantar de Guillermo

Y éste le relata cómo le ha tratado. El conde le dice: «¡Ca­lla, Girard, buen amigo! Tu lengua no debe deshonrar a un hombre noble» 47.

XXXVII

«Ven a mi diestra, Girard, cabalguemos juntos y alza tu gonfalón. Si te tengo a mi lado, no temo ningún mal golpe».

Se unieron y ese día mostraron su valor, y fueron en la batalla dos reales compañeros. En grave aprieto les puso la gente pagana48.

Lunes al anochecer.Dolorosa es la batalla sin el conde Guillermo.

XXXVIII

Vivién mira hacia la llanura. Ve ante sus ojos a los bravos compañeros: entre los franceses eran los mejores para la ba­talla. A muchos de ellos los ve yacer muertos en el suelo. En­tonces retuerce sus manos, mesa sus cabellos y su barba, sus ojos vierten lágrimas que mojan su rostro. Echa de menos con amargura a Guillermo Fierabrás:

«¡Ay, valeroso marqués, que no estás en la batalla, hoy nos falta tu gentil persona; estos hombres valerosos han su­frido gran daño!».

XXXIX

«¡Nobles mesnadas, por el poder de Nuestro Señor, no perdáis el ánimo, hermanos, valientes barones! Y esperemos

47 Cantar de Roldan, w. 1026-7: «Tais Oliver! —li quens Rollant res- punt— /Mis parrastre est, ne voeill que mot en suns». («¡Calla Oliveros! —responde el conde Roldán—; es mi padrastro, y no quiero que lo menciones»).

48 Sigo la interpretación de Suard en este verso. Los dos caudillos franceses no son los que producen terror, sino que son ellos las víctimas de los sarracenos. Interpreto de igual modo este verso cuando aparece en la tirada CXIII.

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Cantar de Guillermo 89

aquí a mi señor Guillermo: si viene, alcanzaremos la victo­ria».

Lunes al anochecer.¡Por desgracia la batalla ha comenzado sin Guillermo!

XLTreinta cuernos sobre la colina tocan llamada y setecien­

tos hombres han subido para vigilar. No hay ninguno de ellos que no lleve la espada ensangrentada pues en el campo de batalla han dado fuertes golpes y antes de irse habrán de dar otros tales.

Vivién recorre la cima de una colina y ve a trescientos hombres de su tierra. Ninguno hay que no lleve riendas en­sangrentadas ni roja la silla entre sus piernas. Con los brazos sostienen sus intestinos para que no los pisoteen los caballos en el suelo. En cuanto los ve se dirige a todos:

"¡Hermanos, barones! ¿Qué podría hacer por vosotros? Nadie en este mundo podría procuraros un médico."

XLI

«Señores barones, por el amor de Dios, piedad. ¿Por qué ir a morir en vuestros lechos? ¿Cómo podrían vengaros vues­tros amigos? Nadie que os hubiera tratado tan mal en el reino de Luis podría conseguir paz ni tregua con vuestros hijos. Ni rocas ni empalizadas, castillos, fortalezas o fosos muy anti­guos les protegerían de morir a golpes de sus espadas. Ven­guémonos mientras estemos vivos».

Y ellos responden: «Sea como queráis, marqués valeroso». Empuñan sus armas, saltan a sus caballos, descienden y se lanzan contra sus enemigos a los que con gran fuerza vuel­ven a atacar.

XLII

Los franceses han descendido de la altura en que estuvie­ron y han bajado hasta la hierba de la pradera y ven enton­ces a todos los muertos y heridos que hay entre los suyos.

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90 Cantar de Guillermo

Allí veríais cómo los jóvenes nobles curaban sus heridas y vendaban sus costados. El que está herido en un brazo corta su lanza y se la ata para poderla llevar. Otro bebe el vino que ha encontrado en el campo de batalla y quien no lo tie­ne bebe del arroyo turbio. Los hombres que están sanos se lo dan a los heridos, quien no tiene señor se lo da a su com­pañero. Después dejan a los vivos y se acercan a los muer­tos.

XLIII

Encuentran a setecientos hombres de su país, que arras­tran sus intestinos entre los pies. Por las bocas salen sus ce­rebros que luego escurren por sus escudos hasta la hierba. Turbia es su mirada, pálidas sus mejillas; los ojos, desencaja­dos, se les salen de la cabeza. Gritan y gimen aquellos que van a perder la vida. Cuando sus compañeros les ven, les ha­blan con gran congoja49:

«¡Valientes caballeros! ¿Qué será de vosotros? ¡Nadie en el mundo podría procuraros un médico!».

XLIV

«¡Adelante, señores, por el amor de Dios, escuchadme! Veis ahí a los felones árabes que han matado a vuestros her­manos y a vuestros hijos, a vuestros sobrinos y a vuestros pa­rientes más cercanos50. No buscan la paz, ni para ellos tiene valor la tregua. Venguemos a los muertos mientras estemos vivos pues ni San Esteban ni los otros mártires fueron mejo­res que todos estos que en el nombre de Dios morirán en Larchamp».

Y ellos responden: «¡Adelante, marqués valeroso!». Toman sus caballos y saltan sobre ellos. Regresan al campo de bata-

49 Estoy de acuerdo con la interpretación de Suard. Son los compa­ñeros (y no Vivién) quienes se dirigen a los moribundos.

90 Fassó traduce «amigos carnales». Ami puede significar hombres que pertenecen a la misma mesnada y que están unidos por vínculos de fidelidad.

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Cantar de Guillermo 91

lia y reanudan el ataque. Comienzan a golpear con gran ím­petu y matan a quince mil sarracenos.

XLV

Terribles pérdidas causaron los paganos. De diez mil hombres no le dejaron más que cien. Muy afligido puede es­tar el valeroso caballero que ha combatido junto a diez mil hombres y que de los diez mil no le quedan más que cien, y de ellos la mitad están heridos. Lleno de dolor debe de estar Vivién el guerrero.

XLVI

«Señor Vivién, por Dios, ¿qué haremos?».Él les responde: «¡Les venceremos del todo! Imploremos a

Dios para que nos socorra, para que me envíe a Guillermo, mi señor, o que venga Luis, el emperador». Y ellos contestan: «¡Dios nos guarde!». Vivién lucha en vanguardia, delante de ellos, y mata a mil sarracenos en el combate. Los paganos le causan terrible aflicción, pues de los cien barones no dejan más que a veinte y éstos se han retirado a la ladera de una colina.

XLVII

«Señor Vivién, por Dios, ¿qué haremos?».«¡Combatir, nada más puedo deciros, con la gracia de Dios

les venceremos del todo!».Y ellos contestan: «¡Nos ha olvidado completamente!»51.Y la mayoría dice que Vivién ha perdido el juicio si quie­

re entrar en combate con veinte hombres contra quinientos mil paganos bien armados:

«Incluso si fueran puercos, verracos o jabalíes no los ma­taríamos de hoy en un mes».

51 Esta expresión puede ser un recuerdo del lama sabachtani del Evangelio: Mateo, 27, v. 46 o Marcos, 15, v. 34.

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92 Cantar de Guillermo

Entonces dice Vivién: «Esa historia me resulta conocida. Os acordáis ahora de las viñas y de los prados, de los casti­llos y las ricas ciudades y de vuestras mujeres en vuestras ca­sas. Quien se acuerde de todo ello, jamás llevará a cabo ha­zañas. Idos, señores, con mi consentimiento. Yo me quedaré aquí en el campo de batalla hasta el final y no retrocederé, pues he prometido a Dios52 que jamás huiré de un campo de batalla. Les derrotaré si es la voluntad de Dios».

XLVIII

«¡Ah, señores, por el amor de Dios, escuchadme! ¿Por qué queréis morir en vuestros lechos? Mirad a esos nobles caba­lleros destrozados. Mientras estuvieron vivos, sanos y salvos, estuvieron combatiendo junto a nosotros. Bien sabéis lo que les habéis prometido: no se debe engañar a un hombre muerto. ¡Ea, pues, idos! Yo no iré pues he prometido a Dios que no huiré por miedo a la muerte»53.

A estas palabras todos los franceses lo han abandonado, excepto Girard, que ha permanecido junto a él. Ambos per­manecen en terrible peligro, al soportar con dos escudos la batalla.

Lunes al anochecer.Sólo con dos escudos permanece en el campo de batalla 54.

52 Sobre este juramento o voto de Vivién, véase más adelante, nota72.

53 Los soldados le abandonan pero luego regresan. E. Hoepffner (Studi medievali 4 (1931), 257-258) recordaba la relación entre este epi­sodio y la huida de Gautier de l’Hulm en el Cantar de Roldán (w. 2035- 2055 y 2066-2076), pero Frappier, (op. cit., pág. 193) mencionaba en es­te punto las negaciones de San Pedro, que traicionó a Jesús al cantar el gallo (Mateo, 26, w. 31-35, 69-75) y luego se arrepintió enseguida.

54 Se entiende que el sujeto es Vivién.

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Cantar de Guillermo 93

XLEX

Los franceses se retiran55 bordeando una colina y contem­plan las bellas llanuras que se extienden ante ellos, pero en ningún lugar pueden distinguir el suelo, pues está cubierto por la odiosa raza enemiga. Brilla por todas partes el resplan­dor de espadas y yelmos. Cuando comprenden que nada puede hacerse y que no saldrán de la dura batalla, vuelven enseguida sus riendas hacia Vivién, llegan hasta el conde y le hablan con el corazón:

«Vivién, señor, ¿sabes lo que haremos por ti?».Replica el conde: «Escucharé vuestras propuestas».«Si tú abandonas, nosotros abandonaremos; si combates,

también combatiremos nosotros. Aquello que tú hagas lo ha­remos juntos contigo»56.

Responde Vivién: «¡Mucho os lo agradezco, barones!». Mira después a Girard, su compañero, y le habla en su lengua57.

L

«Girard, amigo mío, ¿estás sano y salvo?»58.«Sí, responde, por fuera y por dentro».

55 «Los guerreros de Carlomagno en la Cbanson de Roland, o los de cualquier otra epopeya, escribía Paul Zumthor, se desplazan en grupo, como grupo, (...) con función idéntica. Con ellos se llevan el espacio original que los une y fundamenta su similitud, Francia, a la que remi­ten sus discursos. No puede haber rivalidad entre ellos, salvo en el caso de un renegado o un traidor». P. Zumthor, La medida del mundo, Ma­drid, Cátedra, 1994, pág. 202.

56 Se ha señalado cierto parecido entre estos versos y unos pasajes del Libro de Rut (cap. 1).

57 En sun romanz\ se trata de una fórmula destinada a llamar la atención sobre los pasajes que vienen a continuación. Esta fórmula no aparece nunca en G2. Según Schmolke-Hasselman, pudiera tratarse de la lengua que hablan los héroes (nota 29 de su edición).

58 Los versos 623 y sigs. han sido analizados magistralmente por Jean Rychner, op. c i t págs. 92 y sigs.: «Les fameux passages du Guillaume que Ton a comparés á la ballade populaire sont construits sur le méme balancement, la méme ritournelle (...)».

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94 Cantar de Guillermo

«Dime, Girard ¿cómo están tus armas?».«A fe mía, señor, en buen estado y a punto, como las de

un guerrero que ha librado duros combates y que, si es ne­cesario, librará otros».

LI

«Dime, Girard, ¿te sientes todavía con fuerzas?».Y él responde que jamás se ha sentido más fuerte.«Dime, Girard, ¿cómo está tu caballo?».«Corre veloz y se sostiene derecho».«Amigo Girard, ¿y si yo osara pedirte que con la claridad

de la luna fueras junto a Guillermo? Ve y dile a Guillermo, mi tío, que se acuerde de la batalla de Zaragoza59, cuando luchó contra el pagano Alderufe. Bien sabe él que los húngaros le habían derrotado cuando llegué al terreno con trescientos de mis hombres y grité «¡Monjoie!» para dispersar a la multitud. Conseguí que mi tío ganara esa batalla. Allí maté al pagano Alderufe y corté la cabeza a los doce hijos de Borel y arreba­té al rey aquel gran escudo doble. Aquel día se lo arrebaté a un húngaro y se lo envié a Guillermo, mi tío, que se lo entre­gó a Teobaldo, el conde cobarde. Quien lo lleva atado hoy a su cuello es un hombre muy valeroso. Recuérdale estas prue­bas60 para que venga a socorrerme».

59 Zaragoza: Esta corrección del lugar donde se celebró la batalla se realiza a partir del verso 222, pero la alusión a Zaragoza no deja de ser extraña. En el verso 375 se nos dice que la misma batalla tuvo lugar as prez de Girunde. Suchier y Rechnitz creen que se trata del champ de- suz Gimndey mientras que Tyler y Wathelet-Willame sugieren el champ de Munt Gironde.

60 enseigne: significa grito de guerra, de acuerdo con el verso 327 y así lo entiende McMillan. Otros, como Suchier o Fasso interpretan el verso de otra manera y sostienen que debe traducirse como prueba o razón. Para Fassó, «La fórmula es tradicionalmente propia del motivo ‘busca de ayuda’», (nota al verso 649 de su edición) y aduce como testi­monio los versos 3167 y sigs. de Siége de Barbastre. En cuatro tiradas sucesivas (97-100) Beuve encarga a cuatro mensajeros que vayan a bus­car socorro a Aymeri y a sus hermanos y pide que se les recuerde los momentos en los que él les ayudó: «a Íceles ensengne me viengne ci se- corre» (que al recordar estas pruebas vengan en mi ayuda).

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Cantar de Guillermo 95

LII

Primo Girard, dile, no se lo ocultes, que recuerde la ciu­dad de Limenes y el gran puerto junto a la orilla del mar, y Fluri, que yo conquisté con gran valor. ¡Que me ayude en es­ta batalla campal!

LUI

¿Sabes lo que le dirás a Guillermo el fiel? Que recuerde la batalla contra el rey Turlen61, en la que llevé a cabo treinta y tres asaltos y le permití capturar al menos a ciento cincuenta de entre los más poderosos de los sarracenos. Mientras Luis se daba a la fuga, llegué a la colina con doscientos de mis fieles y exclamé «¡Monjoie!» y le hice alcanzar la victoria. Ese día perdí a Raher, uno de mis fieles. Cuando lo recuerdo, no hay un instante en que no deje de lamentarlo. ¡Que venga a ayudarme en esta grave congoja!

LIV

¿Sabes lo que le dirás a Guillermo, el buen franco? Que recuerde la terrible batalla bajo los muros de Orange 62 contra Teobaldo el timonel63. En esta batalla en la que vencieron

61 En el Cantar de Roldan (w. 3204 y 3216) aparece Torleu, rey de Persia, muerto por el conde Rabel. El nombre recuerda también a un rey de Irlanda Turlough (1072-1086).

62 La mención de la toma de Orange ha llamado la atención de mu­chos críticos. Wathelet-Willem considera que esta alusión permitiría pen­sar en la existencia de un cantar perdido, la Prise d ’Orange, que pudo servir de base al cantar tardío conservado en los manuscritos cíclicos. No se menciona sin embargo en esta tirada a Guiburc-Orable, tan im­portante para que la hazaña se realizara.

63 Tedbalt Vesturman: Ya Bédier (I, pág. 315) señaló lo soprendente de este apelativo para un sarraceno. Según Wathelet-Willem (I, pág. 591) esturman es un nombre común que proviene del holandés y que significa ‘timonel o piloto’. En Chevalerie Vivién, Foucon de Candie y en las Storie Nerbonesi de Andrea de Berberino se da el mismo apelativo a Beltrán, sobrino de Guillermo. En cualquier caso, se trata de un epíteto

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los francos, llegué a la colina con Bernardo de Bruban, que era mi tío y un guerrero muy valiente. Me acompañaba tam­bién el conde Beltrán, uno de los mejores entre nuestra ex­tensa parentela. Al grito de los normandos «Dios nos ayude»64, le hice conseguir la victoria en el campo de batalla y allí ma­té a Teobaldo el timonel. ¡Que venga Guillermo a ayudarme a los campos65 de Larchamp y me ayude en este doloroso trance!

LV

¿Sabes lo que le dirás a Guiot, mi pequeño hermano? Has­ta que no tenga quince años no debería ceñir espada, pero la ceñirá ahora para socorrer al hijo de su madre. ¡Que venga a ayudarme a un país extranjero!

LVT

¿Sabes lo que dirás a mi querida Guiburc, amigo mío?66. Que se acuerde de los atentos cuidados67 que me ha procu­rado durante más de quince años. En el nombre de Dios, ha-

extraño y sin aclarar. Wathelet-Willem sugiere que podría considerarse a los personajes que llevan este apodo como guías, pilotos que conducen a los hombres. En el verso 2312 se llama a Teobaldo Escler y en el 2362 Esclavun, que según Guiburc fue quien infligió a Guillermo la herida en la nariz (v. 2310).

64 Deus ate era el grito de guerra de los normandos. Hay un testi­monio en Román de Rou (II, 3925) de Wace.

65 En el manuscrito leemos al saluz y parece obligado entender alués, tal y como propusieron Suchier y Wathelet-Willem.

66 Sobre el personaje de Guiburc, véase la introducción, p. 43 y ss.67 nurreture. se trata de un tecnicismo que significa «criar un joven

en la propia mesnada con la finalidad de hacer de él un caballero». Gui­burc y Guillermo son una pareja sin descendencia en el cantar, pero no por ello abandona Guiburc su tarea de educar, de criar a una prole, a la camada de donceles y pequeños parientes de Guillermo. La encomien­da del hijo a un rey o un gran señor para que fuera instruido no era in­frecuente. Dhouda, mujer de Bernardo, duque de Septimania (siglo IX) escribió un manual para su hijo Guillermo, que había sido encomenda­do al rey Carlos el Calvo.

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Cantar de Guillermo 97

ced que todo esto no sea en vano y envíe a su señor en mi ayuda. Si no envía al conde, no quiero a ningún otro.

LVII

«¡Ay, dice Girard, con cuánto pesar habré de abandonar­te!».

«¡Calla, valiente caballero, no hables así, pues es para sal­varme!" Entonces los dos amigos carnales se separan. Sienten un inmenso dolor: no ríen ni bromean. Tiernas lágrimas les corren a ambos de los ojos del rostro».

Lunes al anochecer.¡Dios! ¿Por qué se separan en el cruel combate?

LVIII

Girard se marchó bordeando una colina. Durante cinco leguas encontró una muchedumbre tan espesa que no pudo avanzar un solo arpende de tierra sin tirar a un sarraceno de su silla, sin cortar pie, mano o cabeza. Cuando salió del cruel combate, su buen caballo se desplomó bajo su silla.

LIX

Cuando Girard se alejó del cruel campo de batalla68, su caballo cayó muerto bajo sus arzones. En quince leguas a la redonda la tierra estaba desierta. No encontró hombre a quien pudiera hablar ni caballo que pudiera montar. Se alejó a pie del cruel campo de batalla.

Grande era el calor, como en el veraniego69, y largos los días y él había ayunado durante tres días y tenía tal sed que

68 El final de la tirada anterior y el principio de ésta ilustran uno de los procedimientos de los que se servía el juglar para relacionar tiradas. La unión o encadenamiento entre ambas se establece a través de una palabra clave. Es una técnica común a los cantares de gesta.

69 En mai en esté, se emplea en francés medieval con el significado de estación cálida (primavera y verano).GUILLERMO. - 4

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no la podía soportar. En quince leguas a la redonda no había arroyo ni vado, nada excepto el agua salada que estaba de­trás de él, en el mar. Entonces comenzaron a pesarle sus ar­mas y Girard comenzó a quejarse amargamente de ellas.

LX

«¡Oh gruesa lanza, cuán pesada eres para mi brazo! Conti­go no ayudaré a Vivién en Larchamp, donde combate con grave afán».

Entonces Girard la arroja en mitad del campo70.

LXI

«¡Oh gran rodela, cuán pesada eres para mi cuello! Conti­go no ayudaré a Vivién que está en peligro de muerte».

Entonces se la quita de la espalda y la arroja a tierra.

LXII

«¡Oh, buen yelmo, cuánto me aturdes la cabeza! Contigo no ayudaré a Vivién en el combate que se libra en la hierba de Larchamp».

Lo lanza y arroja a tierra.

LXIII

«¡Oh gran cota, cómo me vas pesando. Contigo no ayuda­ré a Vivién en Larchamp donde combate con grave afán!».

70 Estamos ante la escena contraria del adoubement o acción de ar­mar al caballero, como señala Suard en la nota al verso 716. Girard se despoja de sus armas, lo que no significa cobardía, como en el caso de Teobaldo, cuando tira sus armas al suelo (tiradas XXIII-XXIV). Según Suard este pasaje es un verdadero planctus que «por la figura metoními- ca de las armas significa la ruptura dolorosa del compañerismo de Vi­vién y Girard». La palabra hanste se utiliza como sinónimo de lanza, pe­ro se refiere más precisamente al palo en cuyo extremo se colocaba algún instrumento punzante. Véase M. de Riquer, L’arnes del caualler. Armes y armadures catalanes medievals, Barcelona, Ariel, 1968.

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Entonces se la quita de su espalda y la arroja al campo71.El franco se ha desembarazado de todas sus armas salvo

de su espada cuya lama era de acero. Toda ella está roja des­de el puño y la funda está llena de hígado y de sangre. Gi- rard lleva la espada desnuda y se sostiene en ella cuando ca­mina, apoyando la punta en la tierra. Durante todo el día yerra por la llanura, recorre velozmente los grandes valles, sube resuelto a las elevadas colinas. Lleva su espada desnuda en la mano derecha y se sostiene en ella apoyando la punta en tierra.

Es él quien anuncia a Guillermo las nuevas de Larchamp, donde Vivién lucha con grave afán. Combate en primera fila solamente con veinte hombres y ha matado a mil sarracenos en el campo.

LXIV

El conde Vivién ha perdido a diez de sus veinte compa­ñeros y los otros le preguntan: «¿Qué vamos a hacer, amigo?».

«Demos la batalla, señores, en nombre de Dios. Ya veis que he enviado a Girard. Hoy mismo llegarán Guillermo o Luis. Con uno o con el otro, venceremos a los árabes». Y los otros responden: «¡Vayamos a ellos, valiente marqués!».

Entonces vuelve al combate con sus diez hombres, pero los paganos le ponen en terrible peligro, pues de sus diez hombres no dejan a uno vivo. Queda él solo con su escudo para mantener la batalla.

Lunes al anochecer.Él solo con su escudo permanece en el combate.

71 Rychner señala que el procedimiento de tomar una y otra vez el mismo tema es un procedimiento lírico, de origen claramente musical. La narración no avanza en estas tiradas sino de manera imperceptible: se trata de ligeras variaciones de una misma acción. Véase op. cit., págs. 92-93. Por lo demás, la imagen de Girard agotado y apoyado sobre su espada se retoma más adelante también a propósito de Vivién. Para Suard es un nuevo ejemplo de los parentescos que se establecen en el texto entre los dos héroes.

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LXV

Después de quedarse solo con su escudo, lanza contra ellos una y otra vez cortos ataques. Él sólo con su lanza ha abatido a cien. Dicen los paganos: «Jamás le veremos vencido mientras dejemos vivo el caballo que está debajo de él. Ja­más venceremos al noble vasallo si dejamos vivo a su caballo debajo de él». Entonces le persiguen por montañas y valles como se acecha a una bestia salvaje. Un grupo de soldados lo atacó en una llanura y tantas jabalinas y afiladas lanzas le arrojaron y tantas alcanzaron el cuerpo de su caballo que só­lo con las lanzas habrían podido llenar un carro.

Un berebere llegó por un valle, entre sus muslos llevaba un corcel rápido y blandía en su diestra una afilada lanza. Tres veces la balanceó antes de lanzarla y a la cuarta la arro­jó y alcanzó en el lado izquierdo de la cota y treinta de las mallas cayeron al suelo. Con la lanza le hizo una gran herida en el cuerpo. La blanca enseña cae de su diestro brazo. No llegará el día en el que la pueda recoger.

Lunes al anochecer.No llegará el día en que pueda recogerla del suelo.

LXVT

Busca con su mano detrás en su espalda y encuentra el mango de la lanza, arranca el dardo de su cuerpo, golpea al pagano en la cota que cubre su espalda. Con toda su fuerza le mete el hierro por mitad de la espalda y tras este golpe le arroja muerto al suelo:

«¡Infame, canalla, maldito bereber!», ha exclamado Vivién, el joven caballero. «No regresarás al país de donde viniste y jamás podrás jactarte ante nadie de haber matado al guerrero de Luis!».

Después saca su espada y comienza a atacar. A quien al­canza su golpe en la cota de malla o en el yelmo, ya no se detiene hasta llegar a la tierra. «¡Santa María, virgen doncella, enviadme, señora, a Luis o a Guillermo!».

Tal es la oración de Vivién en medio del combate:

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«Dios, Rey de la gloria, que me habéis dado la vida; señor, que nacisteis de la Virgen Santa, Dios en tres personas, que por los pecadores sufristeis tormento en la santa Cruz, que cielo y tierra creasteis, tierra y mar, sol y luna, y que habéis creado a Adán y Eva para poblar el mundo; en verdad, se­ñor, puesto que sois el verdadero Dios, defendedme por vuestra santa bondad, y que jamás entre en mi corazón el de­seo de huir siquiera un pie, incluso cuando me corten la ca­beza. Concededme mantener mi promesa hasta la muerte, que no reniegue de ella, Dios, por vuestra santa bondad»72.

LXVIII

«¡Santa María, madre de Dios, tan verdad como que llevas­te a Dios en tu seno, protégeme por tu gracia santa para que no me maten los viles sarracenos!».

En cuanto lo hubo dicho se arrepintió el valiente: «He pensado como un loco y un cobarde miserable, pues he pre­tendido proteger mi cuerpo de la muerte, cuando el señor Dios mismo no lo hizo, pues sufrió por nosotros la muerte en la santa cruz para redimirnos de nuestros mortales enemi­gos. No debo pedirte, señor, que retrases mi muerte, pues a ti mismo no quisiste evitártela 73. Envíame, señor, a Guillermo

72 La invocación a la Trinidad al principio de esta plegaria desespe­rada no es extraña en las literaturas románicas, y aparece lo mismo ante oraciones como ante poemas narrativos más extensos. Recuérdese la in­vocación —con algunos cambios, pues no siempre se exalta a la Trini­dad completa— que aparece al comienzo del Poema de Santa Oria o Vida de Santo Domingo de Silos, El Sacrificio de la Misa o El Martirio de San Lorenzo de Berceo y en otras obras de la clerecía, como el Libro de Apolonio, el Rimado de Palacio, la cuaderna 11 del Libro de Buen Amor, etc. Véase la nota a la tirada LXXII.

73 Estas expresiones recuerdan a algunos pasajes del Evangelio. En San Mateo (26, 39) leemos: «Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero, sino como quieres tu»; y también en 26, 42: «Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo be­ba, hágase tu voluntad».

LXVTI

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el de la nariz corva, o bien, a Luis, que gobierna Francia. Gracias a ellos venceremos la batalla campal. ;Dios, de tantas maneras puede un hombre parecerse a otro! No lo digo por Guillermo el de la nariz corva. Soy muy fuerte y osado y bien puedo compararme a él en arrojo, pero él ha demostra­do su valor desde mucho tiempo atrás. Si hubiera estado en Larchamp sobre el mar, ya habría vencido. — ¡Ah, desgracia­do de mí, no puedo más!».

Lunes al anochecer.¡La batalla que me impone esta raza maldita!74.

LXIX

Grande era el calor como en el veraniego mayo, largos los días y él no había comido en los últimos tres. El hambre le atormenta, es muy duro soportarla y la sed es tan terrible que no puede aguantarla. Por la boca y por la herida de su costado izquierdo le mana clara sangre. Lejos estaba el agua, no la sabía encontrar. En quince leguas no había fuente ni vado, sólo el agua salada de las olas del mar. Pero en medio del campo de batalla manaba un turbio arroyo de una roca cercana al mar. Los sarracenos lo habían enfangado con sus caballos y estaba muy sucio de sangre y de visceras.

Por allí llega corriendo el glorioso Vivién, que se inclina- sobre el agua salada del vado y bebe más de lo que hubiera deseado 75. Algunos paganos le lanzan sus afilados venablos

74 Según McMillan, este verso es incomprensible: «Sans doute de-vons-nous nous résigner au locus desperatus» (II, pág. 141). Wathelet-Willem intentó una reconstrucción no completa del segundo hemisti­quio y convirtió este verso en una exclamación de Vivién. Otros edito­res del cantar prefieren darle un sentido interrogativo.

79 Al igual que Jesucristo bebe en la cruz vinagre, Vivién bebe un líquido repugnante. Frappier ha recordado una serie de pasajes del Evangelio que ayudan a entender la muerte de Vivién como un trasunto de la de Cristo. Recuérdese el cáliz de amargura que Jesús apuró hasta la última gota (Mt. 26, v. 39-42), la esponja empapada en vinagre (Mt. 27, v. 48), etc. Por lo demás, en esta escena se funden ejemplaridad ha- giográfíca y heroísmo. Como dice A. Várvaro: «La relación entre el sacri­ficio de Cristo y el de Vivién constituye una especie de vínculo figural

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Cantar de Guillermo 103

y le asestan fuertes golpes mientras se encuentra en el are­nal. Su loriga, que le protege completamente los costados, es tan dura que no pueden atravesarla. Pero en las piernas, los brazos y otros lugares han herido al conde en más de veinte lugares. Se incorpora como un jabalí salvaje76, desenvaina la espada que lleva en el lado izquierdo y se defiende como un hombre valeroso. Ellos lo acosan como los perros a un fuerte jabalí.

El agua que ha bebido en el mar es salada y la vomita, pues el cuerpo no puede retenerla y le sale por la boca y la nariz. Grande es su angustia y sus ojos se enturbian, de ma­nera que no puede seguir su camino ni tan siquiera verlo. Los paganos comienzan a golpearlo duramente; los guerreros le atacan por todas partes, lanzándole venablos y agudos dardos de acero. Tanto golpean en el escudo cuartelado 77 que el conde no lo puede levantar hasta su cabeza y lo deja caer a tierra, a sus pies. Entonces los paganos comienzan a golpearlo sin compasión y debilitan sus fuerzas terriblemente.

LXX

Le lanzan flechas y agudos dardos y despedazan por to­das partes la loriga del conde. El duro acero corta el fino hie­rro y todo el pecho está cubierto de cadenas de malla. Las entrañas caen hasta la tierra y ya no confía en que pueda vi­vir más tiempo. Entonces implora a Dios y le pide que tenga piedad de él.

invertido, en el sentido de que la figura es posterior en el tiempo a su cumplimiento, en lugar de precederle. Gracias a esta relación figural el héroe se transforma en mártir, en víctima de un sacrificio llevado a cabo con un rito heroico en el que se materializa una fe divina y humana, en Cristo y en Francia». Cf. Literatura románica de la Edad Media, Barcelo­na, Ariel, 1983, pág. 254.

76 Senglier; jabalí, proviene del latín singulare y en francés antiguo mantenía su relación con sengle (porcus singularis). Véase Várvaro, op. cit., pág. 253-

77 Se trata de las cuatro partes o cuadrantes en que estaba dividido el escudo.

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104 Cantar de Guillermo

Vivién vaga a pie por el campo, su yelmo cae sobre el na­sal y entre sus pies va arrastrando sus intestinos, que sujeta con el brazo izquierdo. En su mano derecha lleva una espa­da de acero completamente roja desde el arriaz, y con la vai­na llena de hígado y de sangre. Al caminar se apoya en la punta. La muerte le está oprimiendo, y se mantiene de pie gracias a la espada. Intensamente implora a Jesús el todopo­deroso que le envíe a Guillermo, el buen franco, o a Luis, el fuerte rey luchador:

LXXII

«Dios verdadero de la gloria, que vives en trinidad y na­ciste de la Virgen y que tu cuerpo fue ordenado en tres per­sonas y te dejaste atormentar en la santa cruz, protégeme, Padre, por tu gracia santa78. No permitas que, por ninguna razón, pueda entrarme en el corazón el deseo de huir siquie­

78 En numerosos cantares de gesta encontramos una serie de plega­rias que conocemos con el nombre de «credos épicos», cuya estructura es parecida. En estas oraciones suelen enumerarse los misterios del An­tiguo y Nuevo Testamento y, tras la enumeración, el orante reclama la protección divina. La oración suele pronunciarse en situaciones muy di­fíciles, como en el campo de batalla, de ahí que Frappier las llame «prié- re du plus grand péril». Esta plegaria de Vivién (se ha relacionado con la de Isembart moribunda en Gormont et Isembart, w . 634 y sigs.) y su contenido recuerda, en efecto, al Credo y es diferente a la que pronun­cia Vivién cuando va a recibir la comunión de manos de Guillermo. En­contramos esta clase de plegaria en el Cantar de Roldan, w. 2384-2388 y 3100-3107 o en la oración de doña Jimena en el Cantar de Mío Cid, w. 352-356. Véase: E. R. Labande, «Le credo épique: á propos des prié- res dans les chansons de geste», en Recueil de travaux offert á Clovis Brunel, II, París, 1955, 62-80; A. Saly, «Le théme de la descente aux en- fers dans le ‘credo’ épique», Travaux de Linguistique et de Littérature 7 (1969), 47-63. Sobre el modo en que evoluciona el juramento de Vivién en el CG, Aliscansy Chevalerie Vivien, véase S. Scinicariello, «The evolu- tion of Vivien’s vow», Romance Notes 18 (1977-78), 388-393, y La priére au Moyen-Áge (Littérature et civilisation), Sénéfiance n.° 10 (1981).

LXX3

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Cantar de Guillermo 105

ra un pie en la batalla campal. Haz que me mantenga fiel a mi promesa hasta la muerte. ¡Dios!, que no la rompa nunca, por tu santa bondad! Envíame, señor, a Guillermo, el de la nariz curva! Es un hombre experto en dirigir la batalla cam­pal, él sabe cómo guiarla y vencer.

LXXIII

Señor Dios, padre poderoso y glorioso, haz que nada ex­terno pueda hacer entrar en mí la idea de huir ni un solo pie por miedo a la muerte».

Un bereber se aproxima a todo galope a través de un va­lle sobre un ligerísimo caballo; golpea en la cabeza al noble vasallo, de suerte que su cerebro se desparrama en la tierra. El bereber llega a galope, entre sus piernas corre un gran destrero y blande en su mano derecha un afilado dardo. Gol­pea en la cabeza al valiente, de suerte que el cerebro se des­parrama sobre la hierba y le hace caer de rodillas: ¡Qué des­gracia cuando cae un guerrero tan notable! Por todas partes los paganos se precipitan sobre él y lo destrozan en la areno­sa orilla. Después se lo llevan, pues no lo quieren abando­nar. Lo depositan bajo un árbol, junto a un sendero, pues no querrían que fuera encontrado por los cristianos.

Hablaré ahora de Girard el escudero y diré como llevó el mensaje a Guillermo.

Lunes al anochecer.En Barcelona, allí le dará noticia al conde Guillermo.

LXXIV

El conde Guillermo estaba en Barcelona. Había regresado de una larga batalla que había librado en Burdeos junto al Gironda. Había perdido a muchos de sus hombres. Mirad, aquí llega Girard, que le trae noticias.

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106 Cantar de Guillermo

LXXV

El valiente Guillermo ha regresado de vísperas 79. Está jun- toa una ventana, en una cámara alta del castillo y Guiburc está a su derecha. Mira la pendiente de una colina y ve a Gi­rard que regresa de Larchamp. Trae una espada ensangrenta­da en su diestra y con la punta se apoya en el suelo.

LXXVI

«¡Hermana, dulce amiga, dice Guillermo el de la nariz cor­va, feliz fue la hora en que te tomé como compañera, pero mejor todavía fue aquella en la que te hiciste cristiana!

Por aquel cerro veo bajar a un hombre. Lleva en su mano una espada ensangrentada. Te diré en verdad que este hom­bre ha tomado parte en una batalla campal y viene a mí para pedirme ayuda. Vayamos a su encuentro para escuchar qué noticias trae». Guiburc y Guillermo el de la nariz corva bajan las escaleras y cuando llegan abajo han encontrado a Girard. En cuanto Guillermo lo ve, lo reconoce enseguida. Entonces le dirige la palabra y comienza a preguntarle:

LXXVII

«Adelante, Girard, decid vuestras nuevas».Girard dice80: «Bien conozco las más terribles. El rey De-

ramé ha salido de Córdoba, ha llevado su flota por alta mar y ahora está en Francia y la devasta cruelmente. Destruye las

79 En el CG encontraremos escenas parecidas en las que intervie­nen personajes diferentes. El paralelismo —por contraste— entre la es­cena inicial del cantar en el que se nos cuenta que Teobaldo y Esturmí regresan borrachos de vísperas y la presente es muy claro.

80 Se trata de un episodio interesante desde el punto de vista narra­tivo, pues un personaje toma el lugar del narrador y cuenta cómo se produjo la invasión de las sarracenos y recuerda las noticias que llevó el mensajero a Teobaldo. Relata después los deseos de Vivién, aunque el orden sea diferente y falten algunas informaciones.

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Cantar de Guillermo 107

marcas y se apodera de las tierras libres. Toda la tierra está sometida a su voluntad. Allí donde encuentra a tus caballeros los captura y llenos de dolor y aflicción los lleva a sus em­barcaciones. ¡Piensa, Guillermo, en socorrer a tu gente!».

LXXVTII

«El rey Deramé ha venido de su país y está en nuestra tie­rra y la devasta. Teobaldo y Esturmí fueron contra él. Junto con ellos iba Vivién el audaz: uno combate, los otros dos hu­yen».

«¡Dios mío, exclama Guillermo, es Vivién el audaz!».Responde Girard: «Has dicho verdad. Él te pide, y soy yo

quien te lo dice, que le socorras en tan terrible peligro».

LXXIX

¿Sabes lo que te manda decir Vivién tu fiel vasallo? Que te acuerdes de la batalla contra el rey Turleis en la que realizó treinta y tres embates y te ayudó a capturar a más de ciento cincuenta de entre los más poderosos de la ley sarracena 81. Cuando todos —y también Luis— habían emprendido la fu­ga, subió a la colina con doscientos francos y exclamó: «¡Monjoie!» y te hizo ganar la batalla. Aquel día perdió a Ra- hel, uno de sus fieles. Cuando lo recuerda, no hay un instan­te en que deje de lamentarlo. Ayúdale en este momento de terrible dolor.

LXXX

¿Sabes lo que manda decir Vivién el valiente? Que te acuerdes de la ciudad de Limenes y de Breher, el gran puerto

81 De entre los más poderosos de la ley sarracena: Es un verso aña­dido (de acuerdo con lo que leemos en el verso 659, tirada LUI) para comprender el sentido de este pasaje.

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108 Cantar de Guillermo

sobre la mar, y de Fluri82, que él conquistó con gran fuerza. ¡Ven a ayudarlo a Larchamp sobre el mar!

LXXXI

¿Sabes lo que manda decir a su querida Guiburc, su ami­ga? Que se acuerde de los grandes cuidados que ella le pro­curó durante más de quince años. ¡Mira, por Dios, que todo esto no sea en vano! Que envíe a su señor en su ayuda. Si no se lo envía, a otro no necesita.

LXXXII

¿Sabes lo que le manda decir a Guiot, su pequeño herma­no? Que no debería ceñir espada hasta que no tuviera quince años pero que ha de tomarla ahora para defender al hijo de su madre y venir en su ayuda a un país extranjero.

LXXXIII

«Dios mío, dice Guillermo, lo encontraré vivo?».Responde Guiburc: «De nada sirve hablar. Socórrelo, se­

ñor, auxíliale, no hagas preguntas. Si lo pierdes allí, no ten­drás otro amigo que Dios».

En cuanto Guillermo oye esto, sacude la cabeza, y manan de sus ojos lágrimas de piedad y ternura. Las lágrimas corren, calientes, a lo largo de la nariz y mojan la blanca barba hasta el cinturón. Llama a Guiburc y comienza a hablar con ella. El valiente quiere probar su corazón y saber cuánto le ama a él y a su linaje. Cuando habla lo hace sutilmente: «Hermana, dulce amiga, por el amor de Dios. No han transcurrido toda­vía tres días desde que he regresado de la batalla campal que he librado en Burdeos junto al mar y he perdido a todos mis

82 Fluri: Suchier identificaba esta ciudad con Fleury-sur-Loire. En cuanto a Limenes, es posible que se trate de Nímes. Para Lot (Études, pág. 245, nota 3) quizá se trate de uno de los puertos de la Inglaterra meridional.

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Cantar de Guillermo 109

nobles barones. Lejos están las marcas en las que yo gobier­no, lejos están los hombres que debería reunir. Pero, sobre todo, no podría cumplir esta tarea, en la que se malgastarían hierro y acero. Bien combate el glorioso Vivién. En esta oca­sión no puedo preocuparme por él. Esta batalla podrá él lle­varla a buen término sin mí».

Entonces Guiburc comienza a llorar con enorme pena, se agacha y besa el zapato de Guillermo. Se dirige a su esposo y empieza a hablarle: «¡Ayúdale, señor, no te demores más. Te confiaré a mi sobrino Guischard: tú, por tu gracia, lo has armado caballero».

LXXX3V

«Guillermo, te confiaré a Guichard, que es mi sobrino, de parentesco muy cercano a mí. Tú, por tu gracia, lo has nom­brado antes de ayer caballero. Pero si no me lo devuelves, no volverás a yacer entre mis brazos».

Él promete — se arrepentirá amargamente— devolverle a su sobrino vivo o muerto. Guichard renegó de Dios en la ba­talla.

Lunes al anochecer.En medio de la batalla renegó del Dios del cielo.

LXXXV

Guiburc misma sirve el agua a Girard y le presenta un pa­ño para las manos. Después le hace sentarse ante una mesa alta y le trae una paletilla de jabalí. El conde la coge y se la come rápidamente. Le trae un pan grande hecho de fina hari­na y después de esto su gran copa de vino. Girard come el gran asado de cerdo y vacía la copa en dos tragos y no ofre­ce a Guiburc ni siquiera un poco, sin levantar el rostro ni la mirada. Al ver esto, Guiburc dice a Guillermo:

«¡Por Dios, señor amado, pertenece a vuestro linaje! Ha comido un gran asado de cerdo y en dos tragos se ha bebido un sestario de vino, terrible adversario será en una guerra contra su vecino y no huirá cobardemente de la batalla».

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110 Cantar de Guillermo

Guillermo responde: «¡Por Dios, Guiburc, te lo suplico! Lo que ha comido, lo ha hecho con gusto, pues hace tres días que no comía».

La cama estuvo preparada enseguida e hicieron dormir a Girard.

Lunes al anochecer.La cama estuvo preparada enseguida e hicieron dormir a

Girard.

LXXXVI

Girard se levanta y se retira de la mesa. La cama está pre­parada enseguida y ha ido a acostarse. La noble Guiburc le sirve con agrado y permanece a su lado hasta que se queda dormido. Entonces lo encomienda al Dios altísimo.

Girard duerme hasta que se hace de noche. Después salta de la cama como hombre de noble corazón y exclama: «¡Monjoie!, montad caballeros!». Pide las armas y se las traen.Y Girard fue al fin nombrado caballero.

LXXXVII

Le revisten con una cota de malla muy hermosa y le lazan en la cabeza un yelmo verde. Guillermo le ciñe la espada al lado izquierdo y Girard ase por la empuñadura un gran escu­do. El caballo era bueno, uno de los mejores de la tierra. Monta por el estribo izquierdo mientras que la señora Gui­burc le sostiene el derecho y encomienda a Girard a Dios, el gran padre83.

LXXXVIII

Cuando anocheció en la hermosa ciudad, partió Guiller­mo el de la corva nariz con treinta mil caballeros armados.

83 La escena de vestir y equipar al caballero para la batalla constitu­ye un motivo corriente en los cantares de gesta. La misma escena, casi con idénticas palabras, se repetirá en las tiradas CV y CVI.

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Cantar de Guillermo 111

Iban a Larchamp, a atacar al pagano Deramé. Cabalgaron du­rante toda la noche, sintiendo el frío, hasta la mañana si­guiente, cuando el día apareció claro. Al llegar a Larchamp del mar, Deramé había ganado la batalla, había reunido el botín y desarmado a los muertos. Los sarracenos habían en­trado en sus naves, en las chalanas y los navios recubiertos de hierro, pero faltaba el viento y no pudieron regresar.

Sin embargo, los adalides, los señores y los pares fueron a explorar la tierra firme hasta recorrer más de una legua de la orilla del mar. He aquí que Guillermo se lanza de improviso en medio del consejo con treinta mil caballeros armados. Quince mil estaban preparados para combatir en batalla cam­pal. «¡Monjoie!», exclaman y se lanzan contra ellos. Los paga­nos no pueden resistir, pues no tienen armas para proteger sus cuerpos y emprenden la huida hacia el vasto mar, saltan a las chalanas, a las galeazas y a las naves, donde toman sus armas y se equipan.

LXXXEX

Cien mil eran estos sarracenos de la tierra de Zaragoza y preparados todos para el combate. A ninguno le falta loriga ni yelmo, los frontales y los adornos son de oro, ceñidas las espadas, la lama brillante apunta al suelo. Sujetan los escu­dos por la empuñadura, blande su diestra una afilada azcona y bajo su silla, veloces caballos árabes. Estos son quienes de­sembarcan en el arenal de la orilla y ganan la tierra firme. Por ellos escucharéis tristes noticias, pues van a lanzar contra Guillermo un terrible ataque.

Esta batalla duró un lunes entero, después el día siguiente hasta el miércoles, sin interrumpirse ni detenerse hasta el jue­ves, un poco antes de la hora de prima. Los franceses no de­jaron de luchar ni los árabes de golpear. No quedó vivo ni uno solo de los hombres de Guillermo,

Jueves al anochecer, excepto tres escudos para mantener la batalla.

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112 Cantar de Guillermo

XC

Con tres escudos se queda solo en el campo de batalla. Uno era Girard, el valeroso combatiente, el otro Guischard, sobrino de Guiburc. ¿Os gustaría escuchar cómo estos nobles barones se separaron de su regio compañero?

XCI

¿Os gustaría escuchar cómo estos caballeros se separaron del regio caballero?84. Girard se ha dirigido hacia la izquierda pero su caballo ha caído en la arena y su loriga se escurre sobre sus hombros. Treinta paganos descienden al valle. En treinta lugares hieren al vasallo en mitad del cuerpo con ve­nablos y azconas.

Cuando la muerte se aproxima, grita y da alaridos. Gui­llermo aparece por ese lado. Mata a diez de ellos, los otros veinte huyen del valle. Se aproxima a Girard y le habla dul­cemente.

XCII

«Amigo Girard, si te pudiéramos sacar de aquí y curar las graves heridas de tu cuerpo, dime, amigo querido, valiente, ¿podrías curarte? ¿O piensas que vas a entrar ya en el cielo?».

Girard responde:«¡Dejadme, señor! No quiero que me lleven ni que me cu­

ren las graves heridas de mi cuerpo, pues ningún hombre mortal podrá curarme. Pero si fuera posible montarme a ca-

84 Las muertes de Girard y de Guichard son un ejemplo de lo que Rychner ha llamado «forma bifurcada». El conjunto de las seis tiradas se reparte en dos series de tres tiradas cada una. El autor de CG ha «verti­do» la muerte de Guichard en el molde que le había servido para la muerte de Girard. El paralelismo acusa la divergencia final. Estamos an­te una muestra clarísima de estilo oral, pues, en efecto «la réprise d’un théme menant á des variations sur ce théme est un des traits fondamen- taux» (Rychner, op. cit., pág. 85).

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Cantar de Guillermo U 3

bailo, atarme mi verde yelmo, colgarme del cuello mi gran escudo de bloca, poner en mi mano mi afilada azcona y dar­me después un solo trago de vino claro y si no hay vino, agua de ese turbio arroyo, entonces no me detendré, por la fe que a Dios debo, en hacerles pagar caras las heridas de mis costados por las que sale la sangre a borbotones».

Guillermo responde: «No te abandonaré».Jueves al anochecer.El conde Guillermo descendió del caballo, tendió hacia él

su mano y le tomó la suya diestra y después lo incorporó en la hierba. Turbia tenía la mirada, pálidas las mejillas, los ojos de la cabeza en blanco y la cabeza hundida hacia la izquier­da. Su yelmo fue a apoyarse en el mentón. Cuando exhaló el último suspiro, no pudo sostener la cabeza. Entonces dice Guillermo: «Girard, no puede ser de otra manera».

¡Dios! ¡Qué dolor cuando tales barones han de separarse! Guillermo no pudo evitar llorarlo.

XCIII

¿Os gustaría escuchar cómo el sobrino de Guiburc se des­pidió aquel día de Guillermo? Cae con su caballo en un are­nal y su loriga se desliza completamente entre sus hombros. Treinta paganos descienden del monte y hieren al barón en treinta lugares. A gritos pide y suplica la ayuda del valiente. Llega entre tanto Guillermo el barón. Mata a diez de ellos y los otros veinte huyen al monte. Se acerca entonces a Gui- chard y le habla:

XCIV

«Amigo Guichard, si te pudiéramos sacar de aquí y curar las profundas heridas de tu cuerpo, ¿crees que entrarías en el cielo?».

Guichard responde:«Señor, dejad que me quede; no quisiera que me llevaran

de aquí ni que se curaran las heridas de mi cuerpo. Pero si fuera posible montarme a caballo, jamás querría volver a lie-

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114 Cantar de Guillermo

var vuestras armas. Dadme un solo trago de vino claro y si no hay otra cosa, agua del arroyo turbio. Después volveré a Córdoba, donde nací. No creeré más en vuestro Dios, pues lo que no veo no puedo adorarlo. Si hubiera invocado a Ma- homa no vería yo en mis costados heridas por donde la san­gre se escapa a borbotones».

Guillermo responde: «¡Canalla: maldita sea la hora en que naciste! Mientras tuviste fe y valor, fuiste fiel a la santa cris­tiandad. Ahora estás destruido, postrado por la muerte: no puedes moverte, estás tan agotado que no podría sacarte de este campo de batalla».

Jueves al anochecer.El conde Guillermo se inclinó, tendió la mano, lo tomó

por el brazo derecho y lo montó detrás de él, sobre la silla.

XCV

Galopando llega un berebere por el valle. Entre sus mus­los lleva un rápido caballo y en su mano derecha blande un afilado dardo. Tres veces lo balancea y lo arroja a la cuarta. Lo alcanza en los riñones, en la parte izquierda y penetra en su cuerpo más de medio pie. Ha matado a Guichard, que iba detrás del conde.

El cuerpo pesa y se vence hacia un lado, pero Guillermo lo incorpora con su brazo izquierdo y lo coloca delante de él, encima del cuello de su caballo. Con la diestra arranca el dardo del cuerpo y golpea al pagano en el escudo con bloca. Aprieta a fondo la lanza y lo derriba.

Guillermo no huye, tan solo se marcha. Lleva delante a Guichard muerto.

Jueves al anochecer.El buen conde Guillermo no huye 85.

85 La representación del miedo en textos medievales ha merecido el interés de historiadores y filólogos. La idea del héroe épico —al modo de Roldán— que nunca tiene miedo parece consustancial a la épica, pe­ro no es así. Duby ha recordado que a principios del siglo XII el valor no figuraba entre las virtudes centrales de la moral de los guerreros aunque tres generaciones después, a finales de la centuria, los valores

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Cantar de Guillermo 115

Guiburc no se había olvidado y sabía que Guillermo el de la nariz corva estaba en Larchamp, en la batalla contra el pa­gano Deramé. Llamó a sus mensajeros, convocó a sus hom­bres hasta que reunió a treinta mil, de los que quince mil es­taban preparados para librar una batalla campal.

Guiburc ha llamado aparte a los adalides y arriba, en el palacio, les acomoda para comer. Delante de ellos hace can­tar y recitar cantares e historias 86. La propia Guiburc se ocu­pa de servirles vino.

XCVI

cambiaron y el coraje se convirtió en un elemento esencial del caballe­ro. En el CG veremos que hay distintos tipos de miedo. Por un lado Teobaldo, que lo representa hasta el punto de que la comicidad puede impedirnos comprobar cómo el miedo del cobarde conduce a la dege­neración moral y la ignominia. En Teobaldo el miedo es innoble y fruto del egoísmo. El emperador Luis se muestra más que cobarde, pusilámi- ne: no siente la necesidad de ayudar a aquellos de sus súbditos que su­fren grave peligro. El miedo de Vivién es noble y natural (incluso su miedo a tener miedo) y siente el mismo temor que Jesucristo en el Monte de los Olivos. Otro caso es el miedo prudente de Guillermo (co­mo en esta tirada), que huye porque no quiere morir y su huida benefi­cia a los suyos (en Aliscans podemos leer una verdadera apología de la huida). Su retirada no es la de un cobarde —y lo demostrará en la prue­ba que le pone Guiburc cuando ella le pide que libere a unos cristianos encadenados—. Véase J. Flori, «Le héros épique et sa peur (du ‘Couron- nement de Louis’ á ‘Aliscans’», PRISMA (Bulletin de liaison de l’équipe de recherche sur la littérature d’imagination du Moyen Age). Le heros épique, II, t. X. n.° 1 (1994), 27-44 y G. Duby, «Guerre et société dans l’Europe feodale: la morale des guerriers», en V. Branca (ed.), Concetto, Storia, Miti e immagini del Medio Evo, Sansoni, 1973, 473-482.

Puede traerse a colación el episodio del Cantar de Mío Cid en el que se narra una hazaña de Pero Vermúdez (w. 707 y sigs.), estudiada por Antonio Gargano («Tra difetto ed acceso di prodezza: A proposito deir episodio di Pero Vermúdez nel Cantar de Mió Cid?, Studia Riquer, vol. I (1986), 311-337).

86 Conservamos muchos testimonios de juglares en las cortes y du­rante la comida de los nobles. Véase R. Menéndez Pidal, Poesía jugla­resca y juglares, Madrid, IEP, 1957, págs. 68 y sigs. y Cantar de Mío Cid, vol. II, s.v. cantar.

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116 Cantar de Guillermo

Después se apoya en un pilar de mármol y comienza a mirar por la ventana y ve a Guillermo bajar por una colina. Delante lleva un hombre muerto. Se acuerda entonces de Vi­vién el glorioso y la dama, tan feliz como estaba antes, co­mienza a llorar:

«Por Dios, señores, tengo motivo para hacerlo. Por aquella colina veo descender a mi señor que trae delante un hombre muerto tendido sobre su arzón: es Vivién, estoy segura»87.

«Callad, señora, no penséis en él». Esto le dicen los baro­nes del reino.

XCVII

«Por la gracia de Dios, señores, ¿quién podría ser aquel a quien Guillermo trae del combate, si no es Luis, su señor, o Vivién, el intrépido, su sobrino?».

«Callad, señora, no pensemos en ellos. Mi señor Guillermo lleva consigo un juglar 88; en toda Francia no hay tan buen cantor ni más ardiente luchador en la batalla que pueda can­tarle canciones de su linaje 89: la de Clodoveo, el primer em­

87 Wathelet-Willem introduce dos versos entre el 1245 y el 1246: «Veient li home, pristrent a demanden / Dame Guiburc, que avez a plo- rer?», según el modelo de los versos 1514-1515: «viéndola los hombres le preguntaron: Guiburc, ¿por qué lloráis?».

88 Wace en su Román de Rou recuerda cómo el juglar Taillefer can­tó ante el duque de Normandía, antes de la batalla de Hastings, hazañas de Roldán, Oliveros y Carlomagno. Entre los versos 1253 y 1274 se re­cuerda su condición de guerrero. Menéndez Pidal ha recogido en Poesía juglaresca... algunos ejemplos: «El juglar provenzal, sobre todo en los primeros tiempos, asociaba frecuentemente su oficio al de soldadier o mercenario en las huestes» (...), pág. 74. Véase además E. Faral, Les jon- gleurs en France au Moyen Age, págs. 55-60.

89 Algunos autores han invocado pasajes como el que sigue como argumento para probar la existencia de cantares de gesta anteriores al recogido en el manuscrito de Londres. En cuanto a la palabra geste, dice Wathelet-Willem, que: «no significa solamente familia, sino también ac- tion d ’éclat e historia de estas acciones». (I, pág. 330, n. 247) Para McMi­llan, en cambio, «el sentido de geste en los versos 220, 2101, 3167, no parece dudoso: es ‘linaje’ [race] o ‘familia'» (II, 142). El término aparece muchas veces en la épica francesa con este significado de ‘linaje’ o ‘fa-

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Cantar de Guillermo 117

perador que en la dulce Francia90 creyó en Dios, nuestro se­ñor, las de su hijo Flovent91, el guerrero, que abandonó la heredad de la dulce Francia, y de todos los reyes valerosos hasta Pipino92, el pequeño guerrero, y las de Carlomagno y Roldán su sobrino, de Girard de Viane93 y de Oliver, tan va­leroso: ellos fueron sus parientes y sus antecesores. Este ju­glar es muy valiente y por ello le ama mi señor, porque es un gran cantor y un esforzado vasallo en el combate; mi se­ñor lo trae del campo de batalla».

XCVIII

«Señores, nobles vasallos, quisiera pediros, por el amor de Dios, que me deis permiso para salir. Es mi esposo, he de ir a atenderlo».

Baja las escaleras, llega hasta la puerta, descorre el cerro­jo, la abre y deja entrar al conde. Él la mira y comienza a preguntarle:

«Guiburc, ¿desde cuándo vigilas mi puerta?A fe mía, señor, lo hago desde hace poco. Señor, conde

Guillermo, traes muy reducida tropa.

milia cuyas hazañas son famosas’, como en el Cantar de Roldán, v. 788. Geste es un término con muchos significados y puede llegar a significar nación o pueblo. La geste Francor pasa a significar los franceses y la sa- rrazine geste, la paienne geste o la geste Mahom significa los sarracenos (a quienes se les otorgan otros significados insultantes: lapute gesté).

90 En la epopeya, señala Zumthor, «se hace referencia constante a lugares cuyo nombre subsiste en la memoria como huella espacial de la historia o de la presencia de lo sagrado: Aix o Saint Gilíes en el Rolland. (...) La mayor parte de los héroes, ficticios o históricos, llevan al nombre de su origen geográfico, su hábitat o el lugar de su conquista. Cada poe­ma incluye un pequeño número de topónimos marcados como un cli­ché: Douce France (...)». Cf. La medida del mundo, págs. 366 y 367.

91 No se conservan cantares sobre Clodoveo (que fue rey de los francos entre los años 465 y 511) pero sí sobre Flovent (hijo de Clodo­veo), Girartde Vienne, Berthe aux grandspieds (esposa de Pipino).

92 Hijo de Carlos Martel y rey de los francos entre los años 741-751.93 Girard de Viane. héroe de un cantar de gesta, Girard de Vienne

es también el padre de Olivier y tío abuelo de Guillermo.

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118 Cantar de Guillermo

Hermana, mi dulce amiga, ¿desde cuándo eres mi portera?A fe mía, señor, desde hace poco, no hace mucho tiempo.

Pocos caballeros, Guillermo, traes contigo.

XCIX

Toma, Guiburc, a tu sobrino Guichard. Nunca más verás con vida al conde Vivién»94.

La noble mujer le tendió sus brazos y él depositó encima al vasallo muerto. El cuerpo pesaba y le fallaron los brazos, —era una mujer y débil tenía la carne— el cadáver cayó vio­lentamente a tierra y la lengua entera le salió por un lado de la boca.

Jueves al anochecer.Guiburc mira el cuerpo extendido en tierra. Apagado está

el rostro y pálidas las mejillas y tiene los ojos de la cabeza en blanco. La lengua entera le cuelga del lado izquierdo, el yel­mo se le ha escurrido hacia su mentón. Llora Guiburc, Gui­llermo la consuela.

C

«Por Dios, Guiburc, tienes razón para llorar, pues se decía en la corte de mi señor que eras la mujer de Guillermo, un rico vasallo, un conde osado, un valeroso guerrero. Pero hoy eres la mujer de un miserable que huye, un conde cobarde, un hombre vil que vuelve la espalda, que no trae de la bata­lla ni un solo hombre.

De ahora en adelante seré vuestro cocinero y vuestro pa­nadero y no perteneceré más al fiero linaje. No volverás a

94 Este diálogo ha merecido la atención de la crítica por su extraño carácter, pues en él parecen mezclarse lo grandioso del momento, como es la entrega del cadáver de Guichard, con la extrañeza de ver a Gui­burc como portera. Arriba se cantan relatos de héroes y se come alegre­mente. Abajo, Guillermo se lamenta y se sienta en un escabel, como tes­timonio de su pena.

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Cantar de Guillermo 119

ver a mi sobrino Vivién. Aunque me pese, mi alegría ha ter­minado. Jamás alcanzaré en la tierra mortal honor!».

Llora Guillermo, Guiburc derrama lágrimas. La dama oye el lamento de su señor y olvida una parte de su pena. Cuan­do vuelve a hablar, lo hace con gran ternura:

CI

«Marqués Guillermo, piedad, por el amor de Dios. Es muy doloroso que un hombre deba llorar y gran desgracia que deba lamentarse. Fue costumbre de tu poderoso linaje, cuan­do fue a conquistar tierras extrañas, morir siempre en la bata­lla campal. Prefiero que mueras en Larchamp del mar a que deshonres tu linaje y seas reprobado por tus herederos des­pués de tu muerte».

Cuando Guillermo escucha estas palabras, comienza a mover la cabeza. Dulce y tiernamente corren lágrimas de su ojos. Llama a Guiburc, su esposa y su amiga, le habla en su lengua y le dice:

«Hermana, mi dulce amiga, piedad, por el amor de Dios. Aunque me duela, mucho he de llorar. Han pasado trescien­tos cincuenta años desde que mi madre me trajo al mundo95 y soy viejo y débil, incapaz de llevar armas. Me falta el don que Dios me había dado: la fogosa juventud que no puede regresar. Los paganos me desprecian de tal manera que no se dignan retirarse y emprender la huida ante mí. Deramé ha ganado la batalla, ha reunido el botín y ha desarmado a los muertos y luego los paganos han regresado a sus naves. Le­jos están las marcas en las que yo gobierno y lejos los hom­bres que debería reunir. Cuando llegase a Larchamp del mar, los sarracenos ya se habrían marchado. Aunque me pese, soy

95 La edad de algunos héroes épicos es bíblica. Guillermo es, en concreto, mayor que Carlomagno en el Cantar de Roldán (v. 539), quien, según Marsilio tiene más de doscientos años: «dous cenz anz ad e mielz». La cifra de trescientos cincuenta años es exagerada incluso pa­ra la épica, pero téngase además en cuenta que Aymeri, el padre, vive todavía.

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120 Cantar de Guillermo

el único que ha sobrevivido. Jamás alcanzaré en la tierra mortal honor»96. Llora Guillermo y Guiburc le reconforta.

«Vamos, marqués, mi señor, piedad, por el amor de Dios! Dejadme mentir, con vuestro permiso, y reuniré enseguida a treinta mil guerreros de los que quince mil estarán prepara­dos para combatir en una batalla campal».

«¿Dónde están Guiburc? No debes ocultármelo. Hermana, dulce amiga, dime la verdad».

«Arriba, en el palacio, están sentados a la mesa».Se ríe el conde y deja el llanto:«Id Guiburc, mentid cuanto queráis. Tenéis mi permiso».Entonces sube las escaleras. Antes lloraba, pero ahora se

ha puesto a cantar. Algunos la miran y le preguntan:«Señora Guiburc, ¿qué habéis encontrado ahí fuera?».«Por Dios, señores, nada que no sea de mi gusto. Guiller­

mo el de la nariz curva ha regresado sano y salvo con la ayu­da de Dios. Ha vencido en la batalla y ha matado al pagano Deramé. Sólo en una cosa le acompañó la desgracia: ha per­dido a sus nobles guerreros, la flor y la belleza de la dulce Francia. Le han matado a Vivién, el glorioso. Ni entre los pa­ganos ni entre los cristianos pudo haber nacido mejor vasallo para exaltar la santa cristiandad, defenderla y guardarla97. Os

96 Según Frappier (págs. 181 y 182), se reconocen en este pasaje los lamentos de Carlomagno en la última tirada del Cantar de Roldán en la que se confiesa viejo para emprender nuevas gestas.

97 El deber del héroe cristiano es claro y no trae consigo ningún debate de conciencia como bien recordaba Frappier. En este verso se resume el sentido religioso del combate: «exaltar la fe cristiana». En el CG aparecen también en los versos 1489, 1602, pero esta fórmula está presente en otros versos del ciclo: Les Narbonnais, v. 3264: «la loi Deu essaucier et monter» y en Charroi de Ntmes, v. 648: «Se les país m’ ai- dent a conquester / Et la loi Dieu essaucier et monter» «Si me ayudan a conquistar el país, / si me ayudan a hacer triunfar la ley de Dios y exal­tarla». Expresiones de la misma clase podrán encontrarse en el Cantar de Roldán. Para Zumthor hay en esta expresión una especie de ambi­güedad: «Se refiere indistintamente a una comunidad de creencias, a la colectividad de los creyentes y a la unidad de un espacio perteneciente en propiedad a la segunda en virtud de la primera. La zona geográfica que abarca está determinada por la naturaleza de los itinerarios que ga­rantizan las comunicaciones internas. (...) Se trata de la extensión terres-

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Cantar de Guillermo 121

pido por Dios que vayáis a Larchamp. Todas sus naves y em­barcaciones han sido destruidas. Falta el viento y no pueden regresar. Cerca de una roca, en una ensenada del mar, allí se han reagrupado diez mil sarracenos. Han tomado consigo el oro y la plata, han tomado el botín y han desarmado a los muertos. Mi señor estaba solo y no pudo permanecer más tiempo. Quien emprenda viaje ahora a Larchamp del mar, conseguirá todo aquello de lo que os he hablado. Y mi espo­so, que posee grandes tierras os entregará de buen grado una parte.

CU

Y aquel que no quiera ganar una tierra sin tener una es­posa, todavía tengo a mi lado ciento sesenta jóvenes. No hay bajo el cielo hijas de reyes que sean más hermosas. Las he educado bajo la autoridad de Guillermo. Bordan mis broca­dos de oro y las telas de seda con flores y rosas. Que venga a mí y que elija la más bella. Yo le daré esposa y mi señor le procurará una tierra; si se bate valientemente, bien podrá al­canzar honor».

Quien se apresuró en elegir a la más hermosa, perdió después la cabeza en Larchamp.

Jueves al anochecer.La propia Guiburc sirve a su señor el agua.

CIII

Le ha pedido después que se siente ante una mesa baja —no pudo sentarse en la más alta debido a su profundo do­lor— 98 y le lleva una paletilla de jabalí. El valiente la toma y

tre que se ofrece a la bendición divina, el fragmento de espacio destina­do por Dios a crecer hasta los límites del mundo creado». Cf. P. Zumt- hor, La medida del mundo, pág. 145.

98 En el mundo medieval, la cultura de gestos como el de sentarse ante una mesa alta o baja tiene hondos significados. La mesa baja pare­ce estar de acuerdo con la amargura que sufre Guillermo. Frappier, op. cit., pág. 218.

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se la come rápidamente, haciendo como si estuviera tierna. Le lleva un gran pan de harina fina y después dos grandes pasteles bien cocidos, un gran pavón asado y una gran copa de vino: muchas cosas tenía que sostener con sus dos bra­zos. Guillermo comió el gran pan de fina harina y después los dos pasteles cocidos y comió el gran trozo de cerdo asa­do, y en dos tragos bebió un sextario de vino y se comió los dos pasteles cocidos sin ofrecer nada a Guiburc y sin erguir la cabeza ni levantar la mirada.

Al verlo Guiburc, sacude la cabeza y sonríe al tiempo que caen lágrimas de sus dos ojos del rostro. Se dirige a Guiller­mo y le dice en su lengua:

«¡Por el Dios de gloria, que me hizo convertirme y a quien entregaré esta alma de pecadora, cuando llegue el día del gran juicio! Aquel que come una gran pan de harina fina y no deja nada de dos grandes pasteles cocidos, quien devora un gran trozo de cerdo asado y después un gran pavón y se bebe en dos tragos un sextario de vino, será un terrible ad­versario en una guerra contra su vecino y no huirá como un cobarde de la batalla ni deshonrará su linaje».

«Hermana, dulce amiga, dice Guillermo, ¡piedad! Si yo muriera ¿quién gobernará mi tierra? No tengo heredero que pueda sostenerla».

Entonces se levanta Gui, uno de sus sobrinos, que estaba junto al fuego. Era hijo de Bovo Comebut el marqués, nacido de la hija del valeroso conde Aimeri y sobrino de Guillermo el de la nariz corva " , el marqués, y hermano del esforzado Vivién. No había cumplido los quince años y era de baja es­tatura. No le había crecido barba ni pelo en el cuerpo salvo el de la cabeza con el que había nacido. Se levanta, se dirige ante su tío y le habla como oiréis:

«Por mi fe, tío, dice el joven Gui, si murieras sería yo quien gobernaría tu tierra y serviría bien a mi señora Gui-

99 v. 1439: sigo aquí la corrección propuesta por Suchier y seguida también por Suard. Conte, tal y como aparece en el manuscrito, es repe­tición por influencia del verso anterior y me parece más lógico leer al curb niés.

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burc. No sufrirá ningún mal si la puedo proteger, pues con tanta dulzura me ha educado».

Cuando Guillermo escuchó estas palabras se enfadó con el joven y le respondió con palabras insultantes:

«Bribón, estarías mejor entre las cenizas del fuego, antes que gobernando mi condado.

CIV

Estarías mejor, bribón, descansando en las cenizas antes que gobernando mi condado. Jamás tendrás que proteger a Guiburc, mi esposa».

Cuando Gui le oyó, le respondió con sabiduría:«A fe mía, mi señor tío, jamás escuché palabras tales».Guillermo respondió: «Bribón, ¿qué tienes que reprochar­

me?».«Os lo diré cuando haya reflexionado: ¡Qué fácilmente se

deja llevar por el arrebato aquel que no es en verdad sabio! ¿Me criticáis por mi baja estatura? No hay nadie grande que no haya nacido pequeño. Y por la cruz del Dios altísimo, aseguro que no hay ningún hombre en la cristiandad ni entre los paganos, a quien no sea capaz de matar en batalla cam­pal —una vez que Vivién el afamado ha muerto— , si des­pués de tu muerte fuera a apoderarse de tus tierras. Después ocuparía todas vuestras posesiones y haría que mi señora Guiburc estuviera muy bien protegida».

Cuando Guillermo oye estas palabras, sacude la cabeza y sus ojos comienzan a llorar tierna y dulcemente. Llama al jo­ven y lo abraza. Tres veces le besa y después le dice:

«A fe mía, sobrino, has hablado sabiamente. Tienes el cuerpo de un joven, pero el juicio de un hombre valiente10°. Que todo mi feudo te sea entregado después de mi muerte. Tómalo, Guiburc, llévalo a tus aposentos».

100 En estos versos, que se retoman dos veces (w. 1637 y 1977), el autor recurre al tópico del puer senex que opone la juventud del perso­naje a la madurez de su comportamiento. Véase E. R. Curtius, op. cit., I, págs. 149 y sigs.

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Jueves al anochecer.No tiene más que quince años y él le ha dado un vasto

dominio.

CV

El conde Guillermo se levanta de la mesa. Su cama está preparada y va a acostarse. La noble Guiburc le acaricia con ternura. No hubo ninguna mujer en toda la cristiandad que sirviera y honrara igual a su esposo, ni en exaltar la santa cristiandad ni en observar y defender la ley. Permanece a su lado hasta que se queda dulcemente dormido y después en­comienda su cuerpo al Dios que está en lo alto y regresa a la sala para hablar con los caballeros.

Guillermo duerme hasta que cae la tarde y entonces salta de la cama como un jabalí furioso y exclama: «¡Monjoie! No­bles caballeros, montad». Pide las armas y se las traen.

CVT

Le revisten con una armadura muy bella y le lazan en la cabeza un yelmo verde. Lleva la espada ceñida y la brillante lama apunta a la tierra. Sostiene por la empuñadura una gran tarja y lleva en la diestra una afilada azcona101. [...] Después Guiburc le besa el pie, se inclina ante él hasta tierra y enco­mienda a Guillermo al glorioso rey de los cielos.

CVTI

Cuando fue de noche en la hermosa ciudad salió Guiller­mo, el de la nariz corva, y con él treinta mil caballeros arma­dos. Iban a atacar en Larchamp al pagano Deramé.

101 Hay una laguna en el manuscrito que Wathelet-Willem comple­ta, inspirándose en los versos 1079-1081: «Llevaban un buen caballo, uno de los mejores del mundo. Guillermo monta por su estribo izquier­do, la señora Guiburc le sostiene el derecho».

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Guiburc se queda sola en la hermosa ciudad. Ha conduci­do a Gui a una cámara alta. Mientras Guiburc y el joven al­canzan a ver a Guillermo, el de la nariz corva, lo encomien­dan a Dios. Cuando no lo vieron más, entonces el joven Gui comenzó a llorar. Al verlo, Guiburc le pregunta:

«Guiot, amigo mío, ¿por qué lloras?».«A fe mía, señora, tengo motivos para hacerlo. No tengo

más que quince años y se me estima tan poco que se me aparta de la batalla campal. ¿Quién me concederá feudo ni dominio si no puedo ganarlos con la espada que llevo en mi costado? Por esa colina veo marchar a mi señor. Con un po­bre bagaje cabalga hacia la batalla. Ningún amigo ni pariente le acompaña excepto el Dios de la gloria que salvará el mun­do».

Guiburc responde:«¡Piedad, Guiot, por Dios! Eres demasiado joven102 y de

poca edad. No podrías soportar penas ni fatigas, velar duran­te la noche, ayunar durante el día, sufrir y soportar la gran batalla. Por ello el conde te ha confiado a mí. Ninguna treta me convencerá para dejarte marchar, pues temo perder su amistad y su afecto».

El joven Guiot replica: «Jamás escuché palabras tales! Sé mentir y le contaré que he escapado por la fuerza. Y te ase­guro por Dios y por mi honor qué si no voy a Larchamp del mar, jamás volverás a ver a Guillermo el de la nariz curva, pero si voy te lo traeré».

Guiburc responde: «Entonces te dejaré partir».

CVIII

Entonces le revisten con una pequeña cota de malla y le lazan un pequeño yelmo; le ciñen una espada pequeña, pero que era muy buena, y le cuelgan del cuello una pequeña tar­

102 Traduzco en este caso enfes por joven pero en otros casos es posible traducirlo por infante. Recuérdese el Cantar de Roldám «de ba- chelers que Caries cleimet enfanz» (3197) (donceles francos que Carlos llama infantes).

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ja doble. Le llevan después una pequeña lanza. Fuerte era el hierro y sólida el asta. La enseña blanca le roza el puño103. Guiburc le trae a Balzán104, su palafrén. Buena es la silla, pe­ro cortos los estribos. Ella jamás lo prestó a ningún caballero. Monta Guiot, Guiburc le sostiene el estribo. Después lo en­comienda al creador del cielo.

CIX

Gui es pequeño y el caballo es grande; no sobresale más de un pie y medio de los arzones y pica espuelas a tres de­dos del fieltro. Lleva sus armas mejor que un hombre de treinta años.

Guiot espolea a Balzan y afloja las riendas. Su cuerpo no se levanta más que un pie y medio por encima de la silla y pica espuelas a tres dedos por encima del fieltro. Guiburc lo encomienda a Dios, Padre Todopoderoso, y Guiot se pierde entre la espesa tropa de escuderos.

CX

Toda la noche ha cabalgado con los escuderos hasta el día siguiente cuando apareció la clara luz. Cuando llegan a

103 Cantar de Roldan, v. 158: «Les renges li batent josqu’as mains» («Las forpas le rozan las manos»).

104 Baugan, explica Martín de Riquer, es el nombre de varios caba­llos que montaron héroes legendarios, y el más famoso de todos es el de Guillermo de Orange. Además de nombre de caballo, a veces es también usado como adjetivo o para referirse al nombre genérico de ca­ballo. Aunque en francés moderno balzan significa caballo de color tor­do o tordillo, en francés antiguo el color no debió de estar tan definido. Según Gérard Gouiran, balzan es el término que designa a los caballos con los pies tachonados de blanco. Balzán, tal y como se especifica aquí, pertenece a Guiburc. Guiburc es de origen sarraceno y en la épi­ca, los sarracenos sienten un afecto especial hacia los caballos. Sobre el nombre de Balzán, véase M. de Riquer, «Bavieca, caballo del Cid Cam­peador, y Baugan, caballo de Guillaume d’Orange», en La leyenda del Graal y temas épicos medievales, pág. 235. Véase además McMillan, II, n. al verso 1933, el glosario y la nota 60 de la edición de Schmolke-Has- selman.

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Larchamp del mar, Guillermo fue a hablar con los caballeros. Llamó a los barones aparte y los reunió en consejo. En su lengua les dice y explica:

«Señores barones, debéis ayudarme. Jamás os he quitado perros ni lebreles y si queréis os daré los míos; tampoco quiero cogeros azor ni gavilán y jamás he hecho ademán de intentarlo. Cuando un padre moría, el hijo me era tan queri­do, que la madre jamás hubo de preocuparse por él. Jamás he expulsado a un sirviente105 ni a su hijo de sus posesiones, sino que he educado a sus hijos con alegría y los he tenido a mi lado hasta hacerlos caballeros. Sin exigir ningún derecho les he devuelto toda la tierra y si era pequeña la he hecho mayor tomando de lo mío. ¡Maldito sea Guillermo si de todo ello sacó algún dinero! ¡Socorred hoy a vuestro gonfalonero!».

Ellos responden: «¡Señor, lo haremos con alegría. No te abandonaremos mientras estemos de pie!*».

Lunes al anochecer.¡De tal señor debe uno tener tierra y si es necesario morir

por él en el combate!106.

105 Sergent: es un guerrero de rango inferior al del caballero. Gui­llermo deja constancia de la generosidad con que trata a sus súbditos. Al morir un vasallo, el feudo debía volver a su señor quien, a su vez, se lo daba al heredero del difunto una vez que recibía el homenaje. Si éste se quedaba huérfano siendo menor de edad, podía verse desheredado. Estos problemas aparecen a menudo en la sociedad feudal y suminis­tran materia abundante para cantares de gesta como Raoul de Cambrai (Véase la nota al verso 1576 de la edición de Fassó.)

106 Se han ofrecido diferentes interpretaciones de estos versos que aparecen tras el refrán. Suchier consideraba que era un comentario de los barones. Otros críticos, como McMillan, Wathelet-Willem o Suard en­tienden que se trata de una conclusión que extrae el autor del cantar. Encontraremos comentarios de este tipo tras el refrán en los versos 404, 472, 488, 695. Ejemplos de esta clase aparecen también en el Cantar de Mío Cid.

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Guillermo abandona a los señores cuando le han prometi­do fidelidad y va después a hablar con los valvasores; los ha convocado a consejo y en su lengua les ha dicho y explicado:

«Señores caballeros, honrados valvasores: Deramé nos ata­ca en esta tierra. Su orgullo no debe durar mucho pues nadie debe soportarlo ni aceptarlo. Os digo esto, nobles caballeros probados, porque ellos me han matado a un hombre cuya muerte me aflige hondamente, pues han matado a Vivién el glorioso. Ni de este lado del Rin ni del otro lado del mar ni entre los paganos ni cristianos podría encontrarse un vasallo mejor para exaltar la santa cristiandad ni para sostener y de­fender la fe. Os digo esto, nobles caballeros dignos de me­moria, porque ningún hombre en toda la cristiandad podría reunir tantos valvasores excepto Luis, noble rey honrado, que como señor legítimo gobierna Francia. No debo vanaglo­riarme ante él».

CXII«Escuchadme, nobles caballeros probados. Jamás llegará a

buen término una gran batalla campal si no sostienen su pe­so los valvasores y la conducen los jóvenes guerreros 107,

107 Bacheler. término de difícil traducción. Se ha interpretado a me­nudo como joven noble, candidato a caballero, pero a veces bacheler es sinónimo de caballero. No ha faltado quien vea en ellos a los milites castri de los textos latinos y quienes han visto en esta palabra una clase económica y social. Jean Flori ha demostrado tras estudiar quince canta­res de gesta del siglo XII que bacheler muestra acepciones muy diver­sas. Bacheler no tiene ningún significado jurídico o social ni un signifi­cado económico específico. La mayoría de ellos eran guerreros, pero sin el sentido profesional que sí tenía el nombre de caballero. Encontrare­mos bacheler —rey y bacheler— caballero e incluso aparecerán en los patios, las cocinas y entre los juglares o los obispos. En Aliscans, Re­nuard es un bacheler de cocina, lo mismo que en el CG (2648-2649). Pero lo que sí son siempre los bachelers es jóvenes. Puede decirse que es sinónimo de joven e incluso según Fleuri, de adolescente: «La moder­na palabra gargon nos parece la más apropiada para traducir bacheler

CXI

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ellos, que son valientes, vigorosos, osados, dignos de memo­ria!».

Mira entre ellos y ve a Guiot y les pregunta: «¿Quién es ese pequeño que va armado sobre ese caballo y que está en­tre vosotros? Lo que se necesita son hombres. ¿Quién lo ha traído hasta aquí?».

Ellos responden: «¿Por qué nos lo preguntáis? Deberíais conocer de sobra a Guiot, vuestro sobrino».

Al oírlo, Guillermo sacude la cabeza y de sus ojos corren lágrimas dulces y tiernas y comienza a censurar gravemente a Guiburc: «¡Que Dios castigue hoy a mi esposa! Bien se ve, so­brino, que no estáis bajo su custodia».

Cuando Gui lo escucha responde sabiamente: «¡A fe mía, señor, muy gravemente la acusáis. Encargaste a una mujer que me cuidara y he escapado de ella por la fuerza».

«Bribón, contesta el conde, ¿de qué me culpáis?».«Os lo diré, pero escuchadme un momento. Mirad a los

paganos junto a las embarcaciones y los navios. ¡Han matado a un hombre cuya muerte debéis lamentar profundamente, han matado a Vivién el afamado! Contra ellos debemos diri­gir vuestra cólera».

«A fe mía, sobrino, has hablado sabiamente. Tienes cuer­po de muchacho pero tu pensamiento es el de un valiente. Que te sea entregado mi feudo cuando muera. Pero una cosa me produce hondo pesar: eres demasiado joven y de corta edad. No podrías soportar penas ni fatigas, la noche sin dor­

en francés antiguo. Acumula, en efecto, las connotaciones de juventud (...), sexo (...) servicio, aprendizaje, celibato. Todas estas connotaciones están incluidas en bacbelen.

Esta palabra se emplea a menudo flanqueada por términos laudato­rios. Se trata en definitiva de jóvenes ardorosos, ansiosos de entrar en la guerra. Por eso no deja de resultar extraño el caso del v. 2475: los ba- chelers dan la espalda a Guillermo cuando él les pide que le ayuden mi­litarmente; no se sabe bien si es un caso de cobardía o de desinterés por la causa. Encontramos también el término en el CR, v. 3197: «de ba- cheler que Caries cleimet enfanz» «donceles que Carlos llama infantes». Véase J. Flori, «Qu’est-ce qu’un bachelet? Étude historique de vocabulai- re dans les chansons de geste du XII siécle», Romanía 96 (1975), 289- 314. La cita está en la pág. 313, n. 1.GUILLERMO. - 5

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mir, ayunar durante el día, sufrir y soportar la gran batalla. Te haré llevar a ese monte y haré que veinte de mis hombres te vigilen. Pierdo con ello y nada gano, pues me ayudarían en la batalla campal».

Guiot responde: «Jamás he escuchado palabras tales!».«Sobrino, dice Guillermo, ¿qué me reprocháis?».«Os lo diré puesto que me habéis preguntado. ¿Creéis que

Dios es tan distraído, él que puede proteger y salvar a hom­bres de gran estatura, como para no hacer lo mismo con los pequeños? No hay nadie grande que no haya nacido peque­ño. Todavía hoy golpearé con la espada que llevo a un cos­tado y daré prueba de mi valentía. Gracias a mí, el honor y la heredad serán salvados».

Guillermo responde: «Has hablado sabiamente. Espolea tu caballo y hazlo andar; quiero ver cómo llevas las armas».

Entonces Gui espolea a Balzán y afloja las bridas. No le­vanta más que un pie y medio de la silla y pica espuelas a tres dedos por encima del fieltro. Blande la lanza por encima del brazo izquierdo y hace que toda la enseña llegue hasta tierra; entonces la endereza y el viento la hace ondear. En cuatro pies de tierra frena la carrera de Balzán, de suerte que arrastra la cola por la hierba. Después dirige la rienda hacia su señor. Guillermo dice: «Mereces ser caballero, como lo fueron tu padre y tus otros antepasados».

CXIII

«Ven a mi diestra, sobrino Gui, y coloca tu gonfalón junto al mío. Si estás a mi lado no temo ningún mal golpe».

Se unieron y aquel día mostraron su valor y fueron en la batalla dos reales compañeros. La gente pagana les puso en un grave aprieto108.

Lunes al anochecer.Si no hubiera ido Gui, Guillermo no habría regresado.

108 Véase la nota a la tirada XXXVII.

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CXIV

Deramé había vencido aquella otra batalla en la que estu­vo Guillermo el de la nariz corva. Había tomado el botín y desarmado a los muertos. Los sarracenos entraron después en sus barcos, pero se calmó el viento y no pudieron partir. Los príncipes de los paganos y los pares, al menos hasta veinte mil hombres del ejército de Deramé, fueron a explorar la tierra firme hasta recorrer más de una legua de la orilla del mar. Trajeron consigo su comida y según su rango se senta­ron a comen

He aquí que Guillermo se lanza de improviso en medio de la comida con treinta mil caballeros armados y les sirve un plato frío. Gritan: «¡Monjoie!» y se lanzan al ataque. Los paganos exclaman: «¡Nobles caballeros, montad!». Saltan de las mesas y se lanzan al combate. Sólo se queda lo que no podía moverse: el pan, el vino y la carne en abundancia, así como la vajilla de oro, alfombras y almohadones. Pero los paganos no pueden repeler el ataque y emprenden la huida hacia alta mar, entran en sus galeazas y sus navios, toman sus armas para proteger sus cuerpos y Guillermo les va a dar la batalla en tierra firme109.

CXV

El conde Guillermo estaba por alcanzar lo mejor —Dios le habría concedido un gran honor—, cuando Deramé le ten­dió una emboscada con quince reyes que os voy a nombrar: Eneas de Egipto y el rey Ostromai, Butifer el valiente y el es­forzado Garmais, Turlen de Dosturges y su sobrino Alfais, Nubles de India y Ander el persa, Aristragot, Cabuel y Mo- rant, Clamador, Salvain y Varians, el rey de Nubia y el belico­so Fornas no. Cada uno de ellos trae consigo a mil hombres,

109 El manuscrito no recoge el momento en el que los sarracenos regresan a tierra.

110 Wathelet-Willem señala el brusco cambio de tono de esta tirada en relación con la anterior. El combate —del que nada se nos ha conta­do— se interrumpe y se pasa a una larga enumeración de nombres de

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que devoran al adversario a la manera del dragón y el leo­pardo. En la batalla golpean sin miramiento. Uno les persi­gue, otro les derriba: hoy sufrirán los franceses grave que­branto. Allí fue preso Beltrán, el sobrino de Guillermo, así como Guielin y el valeroso conde Guichard, Gualterio de Termes y Reiner el guerrero. Persas y sarracenos los han aco­rralado y ante la mirada del conde los conducen a las chala­nas, sin que pueda hacer nada por ellos. Todos los franceses son capturados o mueren en el campo excepto Guillermo, que combate fieramente, y Guiot, su sobrino, que va a su diestra.

CXVI

El día es claro y bella la mañana. El sol lanza sus rayos que hacen brillar las armas y golpean en el escudo de Gui. Tiernamente corren lágrimas de los ojos de su rostro. Al ver­lo, Guillermo le pregunta:

«¿Qué sucede, Gui, sobrino querido?».El muchacho responde: «Os lo diré. Para mi desgracia

Guiburc me educó dulcemente y me hacía desayunar muy temprano por la mañana. Esta es la hora en la que ella me solía servir y ahora tengo tanta hambre que me verás morir. No puedo sostener ni manejar mis armas, blandir mi lanza ni guiar a Balzán. No puedo ayudarme ni hacer daño a otro. Hoy moriré. ¡Qué desgracia! ¡Qué dolor! ¡Dios! ¡Qué pérdida para mis amigos! Tengo tal hambre que perderé el juicio. Me gustaría estar ahora junto a mi señora y servirla. Mi corazón desfallece, el coraje me falta. No puedo ayudarme ni hacer daño a otro, no puedo sostener ni manejar mis armas. ¡Voy a morir! ¡Qué desgracia! ¡Qué dolor!».

reyes. Es la primera vez que los adversarios de los cristianos aparecen tan individualizados. Tampoco parece tener mucho sentido la enumera­ción de los héroes cristianos, de uno de los cuales se nos ha contado su muerte. Quizá se trate de una interpolación —una especie de laña— de quien uniera G1 y G2 pues Guillermo liberará más adelante a estos per­sonajes (w. 3050-3056) (Wathelet-Willem, I, págs. 339-340).

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Cantar de Guillermo 133

«Se me nublan, oh tío, los ojos de mi cara. Mis brazos no tienen fuerza, no me valga para nada, tengo tal hambre que perderé la razón. Para mi desgracia, Guiburc, vuestra noble mujer, me hacía comer temprano por la mañana. Voy a morir con dolor y aflicción. ¡Dios! ¡Qué pérdida para los caballeros! Pero viviría si tuviera algo que comer».

«¡Dios! ¿Dónde podría encontrarlo?», le responde Guillermo.Lunes al anochecer.¡Dios! ¡Qué desgracia que Guillermo no tenga pan ni vino!«¡Tío Guillermo!, ¿qué será de mí? Mi corazón falla, por mi

fe os lo juro; no puedo sostener ni manejar mis armas, ni es­polear ni detener a mi caballo. Si muero, ¡qué tristeza! ¡qué pena! Nada quedará de mi linaje».

«Sobrino, responde Guillermo, estoy abrumado. ¿Serías ca­paz de llegar hasta esa granja donde encontramos el lunes 111 a los sarracenos sentados para comer? Allí se quedó lo que no puede huir».

«¿Y qué era eso, tío?».«Pan, carne y vino. Ve, sobrino, le dice el marqués. Come

pan, bebe un poco de vino y después socórreme en el terri­ble peligro, no me olvides: tengo gran confianza en tí».

Allí se separan Guillermo y Gui.

CXVIII

Entonces era miércoles112.

CXVII

111 Según Frappier, no es causal que Guillermo recuerde que un lu­nes, precisamente, los sarracenos no pudieron acabar de comer y deja­ron sobre la tierra viandas y bebida. Para Frappier, los refranes sí pue­den servir, en algunos pasajes como éste, como recuerdo de su papel estructurador del relato. Desarrolla esta tesis en op. cit., págs. 167 y sigs.

112 Entre los versos 1781-1784 hay una laguna que los filólogos han intentado llenar. Sigo aquí la convincente reconstrucción propuesta por Suard, que ha aprovechado y en parte enmendado las de McMillan, Wathelet-Willem y Suchier.

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134 Cantar de Guillermo

Cuando el joven Gui se aleja por la colina hacia la finca para buscar la comida, los paganos le persiguen con sus ca­ballos de Castilla, pero él había tomado una buena ventaja al dejar la colina. Cuando los paganos ven que no lo alcanzarían, lo dejan ir y lo maldicen en el nombre de Mahoma: «Este irá en busca de lo que Girard nos trajo, cuando condujo a Gui­llermo hasta aquí. Irá a Francia junto al rey Luis. ¡Volvamos al grave peligro: quien se quede aquí no saldrá vivo!».

Entonces se lanzan contra Guillermo el marqués mientras Guiot se va directamente a la granja. Desciende del caballo que monta, come pan, pero sólo un trozo pequeño, bebe de­prisa un gran sestero de vino, monta de nuevo y continúa su camino. Llegan los paganos, turcos y sarracenos, y atacan a Guillermo el marqués. Cuando el conde Guillermo les ve ve­nir exclama: «¡Monjoie!» y se lanza contra todos. Solamente con su espada ha matado a sesenta.

Los paganos le atacan por todas partes y lanzan contra él sus jabalinas y dardos, sus saetas y sus afiladas azconas. Han matado a Iiard, a quien montaba entre sus piernas. Ahora va el noble guerrero a pie, saca su espada y lucha con coraje.

cxrxLos paganos le atacan y le arrojan sus lanzas y sus afila­

das azconas. Tanto golpean en su escudo cuartelado que no puede levantarlo hasta su cabeza. Arrojan a tierra al caballero y la forma de su cuerpo se imprime en la arena. Le propinan grandes golpes con lanzas y azconas, pero fuerte es la loriga y no pueden desmallarla. Hacen correr la sangre por el cue­llo. Entonces comienza a gritar y a llamar: «¡Ven, Gui, sobrino querido! ¡Socórreme si eres verdadero caballero!».

Regresaba entonces el joven después de haber comido. Cuando descendía escuchó con claridad el grito que venía desde abajo.

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Cantar de Guillermo 135

CXX

Cuando el joven Gui baja por la colina, escucha gritar a Guillermo en el combate. Golpea a un pagano en su tarja nueva de doble espesor. La hiende del todo, la rompe y la hace pedazos, desgarra y deshace su sólida loriga, lo arroja muerto del caballo a tierra y exclama: «¡Monjoie!» y pregunta: «¿Estás vivo tío Guillermo?». Golpea después sobre otro escu­do nuevo. Lo hiende del todo, lo rompe y lo despedaza; des­malla y rompe la loriga, atraviesa el pecho bajo la amplia co­ta y lo abate muerto desde los arzones de la silla. Después exclama: «jMonjoie! ¿Estás vivo tío Guillermo?». Golpea a un tercero en su tarja doble y lo hiende completamente hasta la bloca. Las astillas le hieren bajo el cuello. Hunde su gran es­pada hasta que llega a la tierra, le rompe el hueso del cuello y le vacía la médula. Ha hecho pasar la enseña por la mitad de sus hombros. Cuando el bribón cae, la lanza se ha roto. Tras este golpe, Gui muestra la buena espada.

CXXI

Gui saca su espada y se comporta como caballero. Levan­ta hacia lo alto la punta y golpea a un pagano en el yelmo de su cabeza y le corta y raja hasta el nasal, de suerte que destroza el hueso principal de la cabeza. Grande fue el golpe pues Guiot está encolerizado: raja a su enemigo hasta el tala­barte, corta la silla y la espalda del destrero y los arroja a tie­rra en cuatro mitades113.

Ante un golpe así los paganos están espantados y uno di­ce al otro: «¡Es el rayo que cae! ¡Vivién el guerrero ha resuci­tado!». Los sarracenos huyen y abandonan el campo. Enton­ces el conde Guillermo se incorpora: de nuevo es soldado de a pie.

113 Sobre la maravillosa espadada, véase nota 45.

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136 Cantar de Guillermo

Nuestro señor hace un gran milagro: por un solo hombre huyen veinte mil. Los sarracenos se retiran hacia el mar. En­tonces Guillermo el marqués se levanta y acompañado de Gui les persiguen con espadas de acero.

CXXIII

Mientras los paganos huyen hacia el mar, el valiente con­de Guillermo se ha puesto de pie y él y Gui les persiguen con las espadas que llevan ceñidas en un costado. Gui ve a su tío ir a pie por el campo de batalla. Espolea su caballo y va a su encuentro.

«Señor, dice, montad este caballo. Guiburc, mi señora, me lo ha prestado de buen grado».

Gui desciende y Guillermo monta. Cuando está encima comienza a hablar:

«A fe mía, sobrino, me has tomado por necio. Hace poco me decías que te habías escapado y ahora me dices que te ha prestado su caballo. ¿Quién te permite acusar a mi espo­sa?».

Gui contesta: «¡Jamás escuché palabras tales! ¡Hincad las espuelas y dirigios al mar! Los sarracenos se irán pronto».

Tras estas palabras muestra su buena espada.

CXXIV

El noble Guillermo cabalga por el campo de batalla, de­senvainada la espada e inclinado su yelmo, los pies le cuel­gan bajo los estribos, preparados a la medida del muchacho, y el hierro le golpea las corvas. Agarra su espada entre el po­mo y la hoja, y la lleva apoyada sobre el arzón delantero. Balzán ambla sosegadamente114. Gui, su sobrino, le sigue a

114 Ambladura: Paso de las caballerías en el cual mueven a un tiem­po la mano y el pie del mismo lado (DRAE.) Es más corriente la forma

CXXII

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Cantar de Guillermo 137

pie. Poco a poco se va hundiendo en la sangre hasta las ro­dillas.

El rey Deramé yace en mitad del campo, cubierto de tie­rra y sangre. Cuando ve a Guillermo, lo reconoce por su as­pecto. El rey piensa que había recibido tal castigo con las fle­chas que jamás podría defenderse contra ningún hombre. Entonces se le ocurre una gran audacia; se pone en pie y va hasta su corcel, retira la brida de la pata derecha delantera, toma su lanza que era sólida y afilada y salta de la tierra pla­na encima de su corcel y va derecho hacia los cristianos es­poleando su caballo.

CXXV

El noble Guillermo ve acercarse al pagano, que balancea el cuerpo y blande la enorme lanza y él sostiene la espada delante del rostro. Entonces lo ve el rey sarraceno, frena la carrera y comienza a ir al paso.

«¡Tío Guillermo!, le dice su pequeño sobrino Gui, os pido que me devolváis mi destrero árabe para que vaya a justar contra el infame sarraceno».

CXXVI

«¡Oh tío, señor! Concededme este favor, devolvedme, por vuestra gracia, mi caballo, para que vaya a batirme contra el pagano de ultramar».

«Sobrino, dice Guillermo, has hablado como un insensato, pues te atreves a pedirme combatir antes que yo. Ningún hombre nacido de madre lo ha hecho jamás desde la hora en que supe llevar armas, ni siquiera lo haría mi señor, Luis el valeroso. Si con mi espada pudiera golpearlo, me vengaría del pagano de ultramar».

verbal que el sustantivo, pero en cualquier caso esta palabra y sus deri­vados están en desuso.

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138 Cantar de Guillermo

Entonces era miércoles115. Deramé lleva su caballo al pa­so. Guillermo golpea al pagano en el yelmo, y una mitad cae a la derecha. El duro golpe le hace inclinarse hacia el suelo, y debe agarrarse al cuello y a las riendas del caballo. Una vez que lo adelanta, el buen conde Guillermo le corta la pierna a ras de la silla y el tronco cae a tierra hacia el otro la­do. Entonces el buen conde Guillermo extiende la mano, agarra por las riendas al rápido destrero, va en busca de Guiot, su sobrino, y le hablall6.

CXXVII

El sarraceno yace en medio del prado y ve a Guillermo llevarse su buen caballo y comienza a lamentarse amarga­mente:

«¡Ay, Balzán, cuánto te he apreciado! Fui yo quien te trajo desde la orilla del mar y quien ahora te lleva no te sabe go­bernar ni cuidar y no sabe sangrarte ni herrarte».

«¡Estúpido!, dice Guillermo, deja de hablar así y preocúpa­te de curar tu pierna y ya me encargaré yo de cuidar del buen caballo».

Va a buscar a Gui y se lo muestra.

CXXVIII

El sarraceno siente gran amargura en el corazón:«¡Ay, Balzán! ¡Buen caballo! ¡En mala hora naciste! ¡Tu no­

ble cuerpo y tu amblar elegante! Tú me has traído a donde he perdido mi pierna. ¡Cuántas batallas he ganado montado

115 Es el único caso en el que el estribillo aparece dentro del verso («le refrain fait corps avec le vers», dice McMillan, II, pág. 144, nota al verso 1919). Quizá el copista no lo reconoció y lo unió al verso siguiente.

116 El lector espera leer las palabras de Guillermo tras esta introduc­ción, pero la expectativa queda frustrada pues no aparece en las tiradas sucesivas, lo que hizo sospechar a McMillan que estamos ante un pasaje lacunoso (II, 144-146). Este crítico recuerda además que no se narra en ningún momento que Guillermo se haga con armas musulmanas, que sí viste sin embargo más adelante, tal como señala el portero de Orange.

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Cantar de Guillermo 139

en ti! ¡No existe mejor caballo bajo el cielo! El pueblo pagano sentirá una honda pena».

«¡Estúpido, dice Guillermo, no me preocupan tus pala­bras!».

CXXIX

El esforzado Guillermo va a través de la pradera y conduce con la mano derecha el buen caballo. Se dirige a Gui y se lo muestra: «Sobrino querido, montad en este caballo y prestadme el vuestro, si os place, y vos tomad este que pertenecía a De- ramé, pues voy montado sobre uno que me satisface mucho».

«Señor, tío querido, concededme un favor: devolvedme, si os place, mi silla y tomad la del caballo de Deramé».

Responde Guillermo: «Lo haré con gusto».Entonces baja a tierra para cambiar las sillas.

CXXX

Mientras Guillermo cambia las sillas, Gui ve cómo el rey se mueve en la hierba. Desenvaina su espada y le corta la ca­beza. Guillermo se indigna por ello:

«Ah, infame, canalla! ¡Qué audacia la tuya! ¡Te atreves a emprenderla con un hombre herido! Serás reprobado por ello ante la más alta corte!».

Guiot le responde: «Jamás escuché palabras tales! Si no tenía pies para poder andar, le quedaban ojos con los que podía ver y testículos para engendrar hijos. Podría hacerse trasladar a su país y que naciera un heredero de Deramé que vendría a esta tierra para traernos desgracia. Sin dudarlo de­bíamos librarnos de él completamente».

«Sobrino, dice Guillermo, has hablado con sabiduría. Tie­nes cuerpo de niño, pero el juicio de un valiente. Después de mi muerte tendrás toda mi herencia».

Entonces era miércoles.Guillermo había ganado su batalla117.

117 Aquí termina Gl. Cf. Introducción, pág. 24.

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140 Cantar de Guillermo

El conde Guillermo cabalga por el campo. Está lleno de ira y de cólera. Ha roto los cordones de su reluciente yelmo que está muy inclinado hacia el suelo. Su buena enseña está teñida de roja sangre. Se ha producido una gran matanza en­tre sus hombres. Guiot le sigue de lejos.

Guillermo encuentra a Vivién junto a un estanque, en una fuente cuyas aguas murmuran, bajo el follaje de un olivo muy grande118. Sus blancas manos están cruzadas a un lado

118 Frente a las atrocidades narradas en Gl, la segunda muerte de Vivién en este locus amoenus es de naturaleza muy distinta y está próxi­ma a lo maravilloso cristiano, a la imagen y al olor de la santidad. Vi­vién aparece con las manos blancas cruzadas en un costado y su muerte se asocia además con el frescor apacible del paisaje. En algún sentido nos recuerda a la actitud ritual del arzobispo Turpín cuando se narra su muerte en el Cantar de Roldan. En los versos 2249 y 2250, Roldán ve al arzobispo Turpín herido, se acerca a él: «en medio de su pecho, entre las dos clavículas, le ha cruzado las manos, tan blancas y tan bellas».

Obsérvese, sin embargo, que no aparece en la escena del CG nin­gún ángel que se lleve el alma de Vivién al paraíso, lo que sí sucede en el Cantar de Roldán.

Gerard Brault ha destacado el interés que ofrece la muerte de Vivién junto a la fuente y el olivo. El olivo está asociado a los sarracenos y es posible que tenga el mismo significado que las ramas de este árbol que llevan los sarracenos en el Cantar de Roldán y que podían significar paz. Véase G. J. Brault, «La Chanson de Roland et la Chanson de Gui- llaume. á propos de l’aspect littéraire de deux chansons de geste», VIII Congrés de la Société Rencesvals, Pamplona, 1981.

Conviene recordar los significados del árbol en la cultura medieval y las muchas asociaciones que se producen entre el árbol y la vida, el ár­bol y la cruz, etc.: «En la epopeya, en muchos de los romans de los si­glos XII y XIII, el consejo real, la manifestación de una orden, tal o cual acción heroica o amorosa se desarrollan a la sombra de un árbol. El cantar de la antigua Chanson de Sainte Foy pirenaica (hacia 1050), para acrecentar la autoridad de su relato, dice haberlo escuchado él mismo sotz eis un pin, 'precisamente debajo de un pino...». Cf. P. Zumthor, La medida del mundo, Madrid, Cátedra, 1985, pág. 23. Para el valor simbó­lico de este árbol véase A. de Vries, Dictionary ofSymbols and Imagery, s.v. olive. Interesa, además, I. Uría Maqua, «El árbol y su significación en las visiones medievales del otro mundo», Revista de literatura medieval 1 (1989), 104-119.

CXXXI

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Cantar de Guillermo 141

y huele mejor que especie alguna o que la pimienta119. Quin­ce grandes heridas tenía por todo el cuerpo: la menor de ellas habría matado a un emir, a un rey o a un conde por muy fuertes que fueran. Entonces Guillermo se lamenta por él dolorosamente:

«¡Señor Vivién, ¡qué desgracia perder tu valor, tu audacia, tu arrojo, tu prudencia!120. Ahora que has muerto no me que­da ningún pariente valeroso y no encontraré uno igual en to­da mi vida».

CXXXII

«Señor Vivién, ¡qué desgracia tu bella juventud perdida, tu cuerpo noble, tus tiernas mejillas! Yo te armé caballero en mi palacio de Termes. Por amor a ti, regalé cien yelmos, cien es­padas y cien escudos nuevos121. Y he aquí que te encuentro en Larchamp, muerto en la batalla. Heridos están tu cuerpo y tu blanco pecho y junto a ti yacen los otros que murieron en el combate. Que Dios, padre verdadero que reina en lo alto y nos gobierna aquí abajo, tenga piedad de ellos».

Por lo demás, la fuente de esta escena es distinta a la de G1 y pare­ce que Aliscans (w. 770 y sigs.) siguió la misma que G2.

119 Vivién ha muerto en olor de santidad. Existen muchos testimo­nios en la literatura medieval en la que al abrir la fosa o al morir un santo se percibe un aroma maravilloso (mezcla de rosa y membrillo, se­gún la sabiduría de Alvaro Cunqueiro): «Et ellos abriendo la fuessa por mandado del rey Habet Almutamiz salió un olor de los huessos tan sa­broso a manera de balssamo que a todos los que y estauan presto mu­cho». Primera Crónica General, ed. de Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Gredos, pág. 491. El profesor B. L. Silver sostiene que existen muchos puntos en común entre hechos milagrosos de santos y el descubrimien­to del cuerpo de Vivién. Véase, B. L. Silver, «The Death of Vivien in La Changun de Willame\ Neupbilologische Mitteilungen 71 (1990), 306-311. El aprecio que se sentía en la Edad Media hacia las especias es bien co­nocido, según nos revelan, por ejemplo, los relatos de viajeros.

120 Quizá pudieran entenderse estos versos de otra manera: «para tu desgracia poseiste tanto valor, audacia, intrepidez...» etc.

121 En la investidura de Vivién, Guillermo armó también a cien caba­lleros, a los que regaló las armas: serían hermanos de armas de Vivién.

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142 Cantar de Guillermo

En la fuente de aguas puras, bajo el follaje de un gran oli­vo, el esforzado Guillermo ha encontrado a Vivién. Quince heridas tenía en el cuerpo, la menor de ellas habría matado a un emir. Guillermo lo llora con palabras dulces y tiernas:

«¡Vivién! ¡Qué desgracia la pérdida de tu valor, de la va­lentía que Dios te había dado! Hace todavía muy poco que fuiste armado caballero, que por Dios juraste y prometiste que no huirías de la batalla campal. No quisiste romper esta promesa ante Dios y por ello estás muerto, aniquilado122. Di- me, señor querido, ¿puedes hablar y reconocer el cuerpo santo del Altísimo? Si crees que sufrió en la cruz, tengo en mi limosnera pan consagrado de aquel que ha bendecido Dios con su mano. Si este pan pasara por tu garganta, no tendrías que temer los ataques del maligno»123.

122 En esta tirada de G2 sabemos que el voto del héroe si era cono­cido por Guillermo. En Chevalerie Vivien (w. 15-24) puede leerse el episodio en el que Vivién hace voto para no retroceder ante el enemi­go. En Aliscans (984-994) Vivién moribundo recuerda también haber he­cho voto de no retroceder en el combate más allá de unos pasos.

123 El episodio en el que Guillermo lleva la comunión a Vivién ha interesado a filólogos e historiadores. Urwin ha interpretado este pasaje para atacar la teoría de Bédier pues considera improbable que la iglesia aceptara incluir en el cantar una escena que iba contra la doctrina y ha­ce difícil creer que el texto naciera bajo la inspiración de ningún monas­terio. Es interesante destacar la preocupación de Guillermo de que no podría dar la comunión a Vivién si éste estuviera ya muerto. En Aliscans leemos que lleva consigo la forma consagrada desde hace quince días pero en el CG no se especifica durante cuánto tiempo lo ha hecho. Aunque laico, Guillermo le da la comunión a Vivién sin dudarlo y se la­va las manos antes de tocar la hostia consagrada, cosa que no hace en Aliscans. Urwin ha traido a colación algunos textos de los concilios me­dievales que arrojan alguna luz sobre este pasaje. Desde los siglos IV a al VIII se intentó desterrar cierta costumbre de dar la comunión a los muertos y ya el concilio de Hipona declaraba (año 393) que no debía hacerse, pero todavía los sínodos de Cartago (525) y el concilio de Au- xerre (578) debían volver a prohibir estos actos. En época de las perse­cuciones no estaba mal visto que los laicos llevaran consigo la comu­nión, pero esta costumbre se abolió después y sólo tras el permiso de

CXXXIII

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Cantar de Guillermo 143

El conde recobró el entendimiento y la voluntad, abrió los ojos, vio a su tío y comenzó a decir con hermosa voz:

«¡Ay señor querido, dijo Vivién el esforzado, creo firme­mente que Dios es verdadero y está vivo, que vino a la tierra para salvar a su pueblo, que nació de la Virgen en Belén, se dejó atormentar en la santa Cruz, fue atravesado por la lanza de Longinos, y que de su costado brotaron sangre y agua. Frotó sus ojos y recibió la luz. ‘¡Perdón!’, exclamó y Dios le perdonó 124. ¡Oh Dios, mea culpa, perdonadme por el mal

una alta autoridad eclesiástica se permitía a un laico tan significado en­cargo. Es interesante recordar que en tiempos de las cruzadas, San Luis transportaba en su vaisseau la hostia, pero sabemos que no era esta una costumbre muy extendida porque si no, no se explica por qué tantos héroes de nuestros cantares de gesta mueren sin comunión, cuando se nos cuenta con tanto detalle su muerte cristiana. Por lo demás, hay tex­tos de diferentes concilios (Rouen, 1072), (Westminster, 1138), (sínodo de York, 1195), (París, 1198), que prohibían que una persona pudiera llevar la forma consagrada más de ocho días y no quince como leemos en Aliscans. En definitiva, la iglesia no permitía desde hacía dos o tres siglos que un laico llevara consigo el santo sacramento a menos que es­tuviera autorizado previamente por una alta autoridad. Los monjes ja­más habrían sugerido el episodio al juglar. Puede pensarse, dejando ahora al margen el proceso por el que los cantares de gesta alcanzaron su forma definitiva, que, según Urwin: «este episodio de la muerte de Vivién viene de una época más lejana y contiene un eco de costumbres que, en tiempos de Guillermo subsistían todavía: este episodio habría sido recogido por un juglar, poco preocupado por su alcance litúrgico». Véase: K. Urwin, «La mort de Vivien et la genése des chansons de ges­te», Romania 78 (1957), 392-404.

Fasso recuerda por su parte (nota a los versos 2026-2030) que toda­vía en la época en la que se escribió el cantar sobrevivían prácticas po­co ortodoxas y que hay textos medievales en los que la comunión po­día darse con tierra y con hierba (J. D. M. Ford, «To bite the dust and symbolycal lay communion», Publications oftheModern Language Asso- ciation of America 2 (1905), 197-230; G. L. Hamilton, «The sources of the symbolical lay communion», The Romanic Review 4 (1913), 221-240; L. Gauthier, La chevalerie, París, Delhomme et Briguet, 1884. Véase ade­más J. Frappier, op. cit., págs. 213 y sigs., n. 4.

124 El tema de Longinos y la lanza que sangra en un tópico frecuen­te en la oración o el credo que aparece en los cantares de gesta. Apare­ce en Amis et Amiles (w. 1290-1321), Laprise d ’Orange (w. 502-505), Chanson de Roland (en el texto franco-italiano), Fierabras (w. 1207-

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144 Cantar de Guillermo

que haya hecho, por mis pecados y debilidades desde el día en que nací! Tío Guillermo, dadme un poco de pan».

«¡Ah, exclama el conde, en buena hora nací, pues quien esto crea jamás recibirá daño!»125.

Corre hasta el agua para lavar sus blancas manos y saca de su limosnera el pan consagrado y pone un poco en su boca y se esfuerza para que pase por la garganta. El alma se va y el cuerpo se queda. Al verlo, Guillermo comienza a llo­rar; carga el cuerpo encima del cuello de Balzán, pues quería llevarlo a Orange126, pero sarracenos y eslavos se precipitan contra él. Quince son los reyes que os voy a nombrar: el rey Mathamar y un rey de los Avaros, Basumet y el rey Defamé, Sultán de Africa y el esforzado Eaduel, Aelrán y su hijo Ael- red, el rey Sacealme, Aufamé y Destourbé, Golías, Andafle y Wanibled. Todos ellos le golpean en su escudo con bloca y por poco no lo han abatido.

Cuando Guillermo comprende que no podrá resistir, tien­de a Vivién en el suelo y lo encomienda a Dios. Después se enfrenta a ellos con gran coraje. Pero los quince le han abru­mado con sus golpes. A la fuerza han conseguido separar al tío del sobrino a quien tanto amaba. Después los sarracenos han rodeado a Guiot, han matado a su caballo que estaba debajo de él y al joven lo arrojan al suelo. ¡Dios, qué desgra­cia cuando cae varón tan notable! Trescientos hombres arma-

1210) e incluso en el Cantar de Mío Cid, w. 352-356. La lanza que san­gra es uno de los temas básicos de Perceval de Chrétien de Troyes (w. 3191-3201). Véase M. de Riquer, La leyenda del Graaly temas épicos me­dievales, Madrid, Prensa Española, 1968 y E. R. Labande, «Le ‘Credo’ épi- que: á propos des priéres dans les chansons de geste», en Recueil de travaux offerts á M. Clovis Brunel, II, París, 1955.

125 Coincido con Suard en que estos versos se refieren a Vivién: él es el afortunado, pues es quien recibirá la comunión. En el manuscrito leemos fui nez, lo que nos permitiría pensar en una traducción como «en buena hora nací yo, Guillermo, pues voy a verte morir como cristia­no».

126 La sede de Guillermo ha sido hasta ahora Barcelona pero desde este momento será Orange. La mayoría de los cantares del ciclo tienen como sede esta ciudad.

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Cantar de Guillermo 145

dos con azconas se lanzan contra él, lo cogen y lo atan fuer­temente ante Guillermo, que lo lamenta amargamente:

«¡Ay Dios, dice, que vives en trinidad y gobiernas la tierra y el cielo estrellado! ¡Cómo va declinando mi alta nobleza y se destruye toda mi noble parentela! Gui, amigo mío, ahora estás preso. Aquel que sufrió martirio un viernes para salvar a los cristianos, él te liberará».

Delante del conde lo han llevado hasta las naves. Guiller­mo está desesperado. Lleno de ira se vuelve contra los sarra­cenos. Ha matado a quince, a sesenta deja heridos, de modo que ninguno puede mantenerse en pie.

CXXXTV

Lunes al anochecer.Los franceses han muerto o han sido hechos prisioneros y

sus pérdidas son enormes. No queda en pie ningún caballo ni caballero en su silla. Guillermo se ha quedado solo en Lar- champ — sólo Dios está con él— , ninguno de los hombres de su país le acompaña cuando llega por la derecha Alderufe espoleando el caballo. Se planta ante él y le mira desafiante a la cara:

«Vos no sois ni Beltrán, ni Guillermo, ni Guielin ni Gualte­rio de Termes, ni Guichard ni Girard, que los guía127. No pa­rece que pertenezcáis a ese fiero linaje».

«A fe mía, dice el conde, yo debería ser uno de ellos».Y Alderufe responde:«¡Poco me importa, por mi diestra! Quienquiera que seas,

hoy perderás la cabeza. No te protegerá ni todo el oro de Pa- lermo».

«Eso Dios lo decide», dice Guillermo el Marqués.

127 Sobre la presencia de estos nombres véase la nota 139.

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146 Cantar de Guillermo

cxxxv«Sarraceno, hermano, puesto que quieres combatir, dime

antes qué me reprochas. Si te he causado daño, estoy presto a repararlo. Si así lo aceptas, he aquí mi señal».

Alderufe contesta: «¿Sabes de qué te acuso, Guillermo? Ningún hombre ni mujer debe ser cristiano. No debe haber bautismo sobre esta tierra y quien lo recibe sobre la cabeza comete un pecado: un bautismo así no vale un níspero128. Dios está en el cielo y Mahoma en la tierra. Cuando Dios ha­ce el calor, Mahoma trae el invierno y si Dios hace que llue­va, Mahoma hace crecer la hierba. Quien quiera vivir debe pedirnos permiso, así como a Mahoma, que gobierna el mundo».

«No sabes lo que dices pagano canalla, contesta el conde Guillermo, has dicho una gran blasfemia. Niego que las cosas sean así. Dios es superior a cualquier cosa sobre la tierra».

Alderufe espolea su caballo, pica espuelas Guillermo, se golpean en las tarjas nuevas, las hienden de un extremo al otro y las hacen pedazos, rompen y desmallan sus lorigas. Guillermo el marqués cae con las piernas levantadas y Alde­rufe rueda por la hierba. Ni las correas ni la silla lo sostienen y no impiden que su nasal golpee en tierra y las plantas de los pies se vuelven hacia la corte celestial.

CXXXVI

El sarraceno Alderufe es audaz y valiente y es un buen caballero de fuerza descomunal, pero no cree en Dios y por ello está completamente perdido. Cree en el infame Pilatos y en Belzebú, en el Anticristo, en Bagot y Tartarin y en el viejo Astarot que está en el infierno129.

128 En la literatura medieval es frecuente el uso de nombres que se refieren a objetos de escaso valor con idea de reforzar la negación. Véa­se R. Menéndez Pidal, Cid, II, págs. 376.

129 Versos 2137/9, 2282/3 (tirada CXL) y 3253/4 (tirada CLXXVIII): los conocimientos de la religión musulmana que muestran los autores

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Cantar de Guillermo 147

El conde Guillermo es el primero que está sobre sus pies y se lanza contra Alderufe tras desenvainar a Joyosa, que fue de Carlomagno 13°. El sarraceno es grande y corpulento y su cabeza está muy alta, pues su tronco es muy largo. Guillermo no puede alcanzar arriba, le golpea abajo y le separa la pier­na del tronco. El pie ha caído encima de la hierba y el tronco rueda hacia el otro lado.

«Amigo, dice Guillermo, ¿qué más debo hacer? Eres un in­válido, ya no podrás disfrutar de tu valor».

Se acerca al estribo de Florescele, agarra el arzón, monta y espolea al caballo con las agudas espuelas y éste salta con

de los cantares de gesta son muy deficientes. Si se adoraba a Mahoma y además a Tervagan y a Apolin, la confusión estaba servida: «Como Apo- lin recuerda a Apolo, después de él entraron en turbamulta, en el pante­ón musulmán, todos los dioses de la mitología griega», señala J. Vernet. («El Islam y los cantares de gesta», BABLB 31 (1965-1966), 345-350).

Mahoma aparece citado solamente dos veces a lo largo del cantar, pero se recuerdan otros diez nombres más de ídolos. Apolo y Tervagant forman un binomio en los cantares de gesta y los encontramos en la primera tirada del Cantar de Roldan. La presencia de Judas Macabeo pueda quizá explicarse (Fassó) por un cruce con Judas Iscariote, el ma­yor símbolo de la traición en la Edad Media. Bagog podría hacernos pensar en Gog y Magog. Astarot proviene de la diosa asiría Ishtar, la fe­nicia Astarte. Pilato se transforma aquí en un demonio, Tartarín alude al tártaro del fondo de los infiernos y Anticristo y Belzebú no necesitan mayor comentario. Véase Wathelet-Willem, op. cit., I, págs. 594-596. Véa­se además, H. Gregoire, «L’éthimologie de Tervagant (Trivagant)», Mé- langes Gustave Cohén, París, 1950, 67-74 y del mismo autor, «Des dieux Cahu, Baratron, Tervagant et de maints autres dieux non moins extrava- gants», Annuaire dephilologie et d ’histoire orientale et slave 7 (1939-40), 451-472.

130 En el ciclo de Garin de Monglane vemos que el heredero de Car­lomagno es débil y pusilámine y resulta incapaz de proseguir los traba­jos de rey y de sostener la causa de la cristiandad. Guillermo y sus pa­rientes asegurarán el relevo del gran rey que confió esta misión a Guillermo dándole su espada. Bédier destacó que no se trataba sola­mente de la espada de Carlomagno sino de la de los antiguos reyes de Francia y se la entrega a un poco conocido Guillermo, como si Carlo­magno intuyera el futuro y supiera de las debilidades de Luis y de la le­altad del noble franco. Deja su corona a Luis, pero la espada es para Guillermo. De la familia real, la espada pasa a los Narboneses.

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148 Cantar de Guillermo

brío y vigor. «¡Ah!, exclama Guillermo, Dios ha dirigido hacia mi su mirada. Quien por él combate debe ser protegido, quien cree firmemente en él no se perderá. Este caballo, creo, no será devuelto jamás».

Lunes al anochecer.«Dios me ha mirado con bondad, dice Guillermo. Este ca­

ballo vale todo el oro del señor de Palermo»131.Entonces se acercó a Balzán y le cortó la cabeza. Después

de haberlo matado, se lamentó con ternura.

CXXXVII

«¡Ah, Balzán! ¡Cuán equivocado ha sido matarte! ¡Que Dios me ayude! Tú jamás hiciste mal, ni de noche ni de día. Pero si he actuado así es para que ningún sarraceno te monte ni para que puedas causar daño a ningún noble caballero».

Varió su camino, cambió su lengua y habló hebreo, fla­menco y berebere, griego, alemán, armenio y todas las len­guas que el esforzado caballero había aprendido antaño132. «¡Malditos paganos, que Mahoma os abandone!». El esforzado Guillermo ha matado a muchos. Antes de dejarlos ha matado a ciento cuarenta.

131 Palermo se relaciona varias veces con los paganos: Alderufe (v. 2278) y Gloriant (v. 3157).

132 En los cantares de gesta, Alemans e tieis aparecen a menudo uni­dos y son prácticamente sinónimos. A veces alemans parece designar a los alemanes del sur y tedeschi a los del norte. Schmolke Hasselman tra­duce tieis por deutsch y alemans por alemannisch. Aléis ha sido traduci­do a veces por gállese o bretone. Schmolke Hasselman se inventa ales- chisch que cuadra bien con el nombre de esta lengua que también parece inventada. Fassó recuerda cómo este motivo de las muchas len­guas habladas por el héroe llega hasta Orlando de Ariosto: XXIII, 10.

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Cantar de Guillermo 149

El conde Guillermo cabalga arrogante, como un procer y noble conde. Alderufe yacía en el campo y se lamentaba por su caballo133:

»¡Ay, Florescele, buen caballo glorioso, jamás podré en­contrar alguno mejor. Vos pertenecisteis al poderoso rey De- ramé. Yo os conduje hasta Larchamp del mar para propinar fuertes golpes y acrecentar mi honra. Guillermo, quien ahora os lleva, ha humillado mi corazón. ¡Lo encomiendo a todos los demonios! ¡Ah, Guillermo, qué caballo montas! ¡Si al me­nos fueras hombre capaz de cuidarlo! No hay corcel mejor en la cristiandad, ni tampoco podrías encontrarlo entre los paganos. ¡Devuélmelo, por tu bondad! Cuatro veces te daré su peso en oro, del más fino y más brillante de Arabia»134.

Cuando Guillermo lo escuchó, se rió bajo su nasal: «Pien­sa, rey necio, en curar tu pierna y en hacerte una de madera para poder caminar y una armadura de hierro y un gancho. Yo me encargaré de cuidar el caballo, pues sé cómo ha de hacerse. Gracias a Dios he tenido muchos caballos buenos».

CXXXEX

«¡Ay Florescel, buen caballo de raza! Jamás vi destrero se­mejante! El viento no corre tan rápido como tú cuando am­blas y ningún pájaro vuela tan veloz. Tú me has llevado al lugar en el que he perdido mi pierna. Guillermo te lleva con­sigo y sobre mi cae la vergüenza».

CXXXVIII

133 La palabra balgan no significa aquí nombre propio sino que es sinónimo de caballo.

134 Sobre el afecto de los sarracenos hacia el caballo y en general sobre el tema del caballo en la literatura medieval véase: Gérard Goui- ran, «Entre sarrasins et chrétiens, ou le cheval decapité», en Le cheval dans le monde médiévale, Sénéfiance 10 (1991), 239-255.

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150 Cantar de Guillermo

Lunes al anochecer.Al oír estas palabras, Guillermo se ha dado la vuelta. Lle­

ga hasta donde está el pagano y le corta la cabeza135. Enton­ces le persiguen los paganos de Palermo, de Nicodema, de África y de Superba136. Los paganos de la tierra van persi­guiendo al buen marqués Guillermo hacia Orange.

Guillermo llega hasta la puerta pero no la encuentra abierta. A toda prisa llama al portero:

«¡Eh, amigo portero, déjame entrar!¿Quién sois?Soy Guillermo el de la nariz corva».El portero responde: «No entraréis si antes no se lo digo a

mi señora».«Id pues, amigo y no os retraséis».El guardián sube por los escalones de mármol.«Oh noble Guiburc, por la fe que debo a Dios, hay ante

aquella puerta un caballero muy alto, corpulento y robusto. Tiene un aspecto tan fiero, que no me atrevo a mirarlo. Dice que es Guillermo el de la nariz corva, pero no quiero abrirle

135 El pasaje que viene a continuación es uno de los que aporta Rychner para demostrar que un trovero habría decidido continuar cierto relato sobre Guillermo, tomando noticias de otra fuente, sin darse cuen­ta de las contradicciones que existían entre uno y otra. Llama a esta continuación Rainoart y considera que pueden encontrarse en su pri­mera parte restos mutilados de un texto semejante a Aliscans. Además del pasaje en el que Guillermo varía su ruta, Rychner recuerda el que puede leerse en este punto. En efecto, la aparición brusca de sarracenos corta la serie lógica de los acontecimientos, que se respeta en Aliscans. En este cantar nos enteramos de que Guillermo se reviste con las armas de Aerofle e intenta escapar de los sarracenos hablando su lengua. El pagano Baudus le interpela y el caudillo cristiano confiesa que ha mata­do a Guillermo y que se dirige a Orange para prender a Guiburc. Estos y otros desajustes en el manuscrito de Londres son reflejo para Rychner de un assemblage oral que no tiene nada de libresco (Véase Rychner, op. cit., págs. 161-162).

136 Los nombres de Nichodeme y Superbe no aparecen en otros can­tares de gesta.

CXL

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Cantar de Guillermo 151

la puerta pues está solo, ningún hombre le acompaña. Cabal­ga sobre un corcel tan hermoso como no encontrarás en la cristiandad, ni nadie podría encontrar uno semejante en tierra de paganos. Armas paganas le cuelgan a un costado».

Entonces responde la dama: «Yo lo reconoceré; si es él, lo dejaremos entrar».

Baja por las escaleras, llega hasta el conde y le habla:«¿Quién sois, que llamáis a la puerta?137.Señora, responde, de sobra me conocéis, soy Guillermo,

el marqués, el de la nariz corva».Guiburc contesta:«¡Mentís! ¡Maldito pagano, sois hábil para urdir mentiras!

No entraréis aquí con tales falsedades pues no hay ningún hombre conmigo. Si fuérais Guillermo el de la nariz corva, vendrían con vos siete mil hombres armados, francos de Francia, nobles de nacimiento. Cantarían juglares alrededor de vos y se escucharía el sonido de rotas y arpas»138.

«jOh, qué desgracia!», exclama Guillermo el de la nariz corva, ¡Con tales alegrías me solazaba antaño! Señora, dice, bien lo sabéis vos. Hasta que Dios lo quiere, el hombre es ri­co; si no es su voluntad, vuelve a ser pobre. Regreso de Lar- champ del mar donde he perdido a Vivién el glorioso. Mi so­brino Beltrán ha sido hecho prisionero, es hijo de Bernardo, de la ciudad de Brusban, así como Guielin y Guichard el glo­rioso» 139.

137 Este diálogo entre los esposos, que también aparece en Aliscans (v. 2004 y sigs.), ha sido estudiado con todo detalle por Wathelet-Willa- me (I, págs. 485-491). La sabia belga ha demostrado que G2 es anterior a Aliscans. Sobre el reconocimiento de las personas por su manera de hablar, véase U. Moelk, «Reconoistre al parler; á propos d’un motif litté- raire dans les chansons de geste et les premiers romans courtois», BABLB 31 (1965-1966), 227-231 y «Das Motiv des Wiedererkennens an der Stimme im Epos und hófischen Román der franzóschischen Mittelal- ters», RJb 15 (1964).

138 Sobre la presencia de juglares en la corte y en el ejército, véase la nota 88.

139 Entre los versos 1721 y 1723 se ofrece una relación de prisione­ros que volvemos a encontrar aquí. No se recuerda al pequeño Gui. Guillermo lo menciona en la tirada CXLIV, pero este personaje no figura

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152 Cantar de Guillermo

Guiburc mira hacia un camino empedrado y ve acercarse a siete mil paganos armados. Vienen de saquear la dulce Francia140. Han arrasado San Martín de Tours, cuya cúpula más importante han derribado y traen consigo a cien cauti­vos encadenados a quienes golpean a menudo con palos y mazas, con látigos y correas. Al verlo, Guiburc comienza a llorar:

«Si fuérais Guillermo el de la nariz corva, ya habría sido li­berada la santa cristiandad y recuperado el botín que llevan esos bandidos».

«¡Ah!, dice el conde, jamás escuché palabras tales! En ver­dad quiere probarme. Tanto si muero como si sobrevivo, de­bo ir allí».

Entonces espolea al veloz destrero que corre más rápido que el pájaro en su vuelo. Los paganos le ven y le toman por alguien muy querido141. Dicen entre ellos:

«Veo a nuestro defensor, al rey Alderufe de Palermo junto al mar, que ha ido a asaltar Orange. Bueno es el dios que lo ha guiado: no lo ha matado Guillermo el de la nariz corva. Debemos adorar por ello a Mahoma y a Apolo, a Bagot y a Macabeo»142.

Mientras están adorándolos, el conde Guillermo no espe­ra. Mata al primero que se encuentra, hace volar la cabeza de un tercero y el cuarto no corrió una suerte diferente143. Gui­llermo ha matado a quince en un solo asalto. Uno dice al otro: «¡Es el diablo en persona!».

entre aquellos que rescata Renuard más adelante (en la tirada CLXX). Este olvido parece probar que el manuscrito de Londres habría seguido dos modelos. G2 no tiene en cuenta a Gui.

140 Es un tópico poético evocar tristemente el doux pays en contex­tos en los que se deplora su pérdida, su lejanía o su devastación como en este caso.

141 Ya he explicado más arriba que en el manuscrito no se nos ha relatado que Guillermo se reviste con las armas del sarraceno, lo que aclararía que sus enemigos lo reciban cordialmente.

142 Sobre estos nombres véase la nota 129.143 Según Suard (nota al v. 2286) hay que suponer que falta un ver­

so en el que se relataría la muerte de uno de los adversarios de Guiller­mo.

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Cantar de Guillermo 153

Y el otro responde: «Os equivocáis completamente. Mi se­ñor está muy irritado contra vosotros pues no hemos estado a su lado en la batalla de Larchamp del mar».

Entonces los sarracenos y los eslavos emprenden la huida y dejan todo su botín. Cuando Guillermo lo ve, da gracias a Dios y entrega todo a los cautivos del reino.

CXLI

El conde Guillermo galopa por el lado derecho y va a golpear a Corberán de Oliferne144, le rompe el escudo y hace saltar las mallas de la loriga. Con un golpe de su lanza lo arroja muerto a tierra. Guiburc le mira desde una de las ven­tanas, vuelve a hablarle y así le dice con palabra verdadera: «Por un golpe así os parecéis a Guillermo. Entrad, la puerta se os abrirá».

CXLII

El noble conde llega hasta la ciudad:«¡Guiburc! ¿Me dejaréis entrar?».«No, dice ella, por la fe que debo a Dios, si no me mos­

tráis el bulto de la nariz que tenía Guillermo, el marqués de la nariz corva, después de la batalla contra el rey Teobaldo el Eslavo. Muchos hombres se parecen por el valor y la noble­za, pero yo estoy sola, ningún hombre hay a mi lado excepto el portero que aquí veis».

Entonces el conde dice: «Jamás escuché palabras tales! Es­te adversario me ha hecho sufrir hoy mucho»145. Desata los lazos de su yelmo engastado con piedras preciosas y lo deja deslizar sobre sus hombros y toda la cara queda al descubier­

144 Corberan d ’Oliferne. Un Corberan de Oliferne desempeña un pa­pel importante en los cantares del ciclo de la cruzada. Oliferne ha sido identificada con la ciudad siria de Alepo (Wathelet-Willem, I, págs. 588 y 623).

145 Aversiers: este adversario puede ser el sarraceno pero también puede que se trate de una ironía con la que Guillermo quiera referirse a Guiburc.

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154 Cantar de Guillermo

to. La dama lo mira y lo reconoce perfectamente; lanza un profundo suspiro y comienza a llorar de los ojosl46:

«Amigo, hermano querido, abridle, pues es Guillermo, mi señor legítimo».

Lunes al anochecer.Abren la puerta y reciben a Guillermo. Hace mucho tiem­

po que deseaba estar dentro.

CXLIII

El conde Guillermo desciende en el poyo. Guiburc toma su destrero y lo hace bajar a un sótano y le retira primero la brida y la silla, le da forraje y avena para que coma y lo cu­bre después con una hermosa tela doblada. Va luego a abra­zar y besar al conde y le habla con palabras corteses y bellas:

«Señor, dice ella, ¿qué has hecho de tu gente, de los cua­tro mil setecientos hombres que guiaste?

A fe mía señora, los paganos les han vencido y yacen con las bocas ensangrentadas en Larchamp.

Señor, dice ella, ¿qué has hecho de Vivién?A fe mía, señora, está muerto y cubierto de sangre».Al oírlo, Guiburc siente un profundo dolor en su corazón:«Señor, dice ella, ¿qué has hecho de Beltrán, el hijo de

Bernardo de la ciudad de Brusban?Hermana, dulce amiga, luchó muy bien. Combatió con vi­

gor durante quince embates en el campo de batalla, pero le golpearon tanto en el siguiente que mataron a su fogoso des­trero que iba debajo. Sacó la espada, se protegió con el escu­do y les despedazó los costados. Entonces la despreciable ra­za enemiga le capturó, le ataron pies y manos y ante mis

146 Llorar de los ojos: es un llanto en silencio, sin aspavientos, sin rasgarse las vestiduras, expresiones que también conocía el autor. Colin Smith y J. Morris han llamado a este tipo de expresiones «frases físicas» pues el juglar destacaría su significado señalando una parte del cuerpo. Se trata de una fórmula difundidísima en la épica. Véase Cantar de Mío Cid, ed. de Alberto Montaner, estudio preliminar de Francisco Rico, Bar­celona, Crítica, 1993, nota al verso 1, págs. 386-387.

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Cantar de Guillermo 155

ojos le condujeron a una chalana. No pude darle protección ni ayuda».

«¡Dios!, dice la dama, ¡cuánto dolor por Beltrán! ¡Qué pena tan honda, pues le quería tanto!».

CXLIV

«Señor, dice ella, ¿qué has hecho de Guiot, el hermoso jo­ven de bello porte? Yo le confié la enseña del rey Mabón y el destrero de Oliveros el gascón, la loriga y el yelmo de Teo- baldo el eslavo».

«A fe mía, señora, se comportó como un valiente. Llevó el gonfalón en la batalla y resistió hasta dieciséis embates. Des­pués le capturaron los felones sarracenos y le ataron los pies y las manos y ante mis ojos lo arrastraron a una galeaza. No pude darle protección ni ayuda».

«¡Dios!, dice la dama, ¡qué dolor, qué tristeza! ¡Me apena profundamente pues le quería mucho!».

CXLV

«Señor, ¿qué has hecho de Gualterio, de Guielin y del conde Reiner?».

«A fe mía señora, los paganos les han vencido y los tienen encadenados en sus chalanas».

<;Dios!, dice la dama, ¡qué dolor, qué desgracia?, si como tú dices ninguno de ellos ha regresado. Lávate las manos, se­ñor, y ven a comer. He mandado que te preparen la comida desde esta mañana y puedes invitar a cuatro mil caballeros con sus hombres de armas y todos los escuderos».

«¡Ay, desgraciado de mí!, dice el esforzado Guillermo. No hace todavía dos días enteros que yo reunía cerca de quince mil y ahora no somos aquí más que tres. ¡Grandes daños he sufrido en pocas horas!».

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156 Cantar de Guillermo

Entonces toma a su amiga por las mangas de seda y jun­tos suben por los escalones de mármol y no encuentran a nadie que les sirva. Guiburc se apresura a llevarle el agua y después le alcanza un paño para las manos y luego se sien­tan ante la mesa más baja, pues el dolor les impide sentarse ante una más alta. Guillermo mira los bancos, las sillas y me­sas donde solía sentarse su tropa de barones. No ve a nadie tocar en esta sala, nadie juega al ajedrez ni a otros juegos de mesa147. Entonces se lamenta por ellos, como conviene a un hombre noble.

CXLVII«¡Oh noble sala, cuán larga y ancha eres! Por todas partes

te veo adornada: Bendita sea la mujer que así os ha dispues­to. ¡Ay altas mesas que bien aparejadas estáis! Veo que sobre vosotras se han extendido manteles de lino y escudillas lle­nas hasta los bordes de piernas de cordero, codillos, pasteles y barquillos. No comerán los hijos de nobles madres que ya­cen en Larchamp con las cabezas cortadas»148.

Guillermo llora y Guiburc se desvanece. Él la levanta y la reconforta:

147 La imagen de la corte en paz y armonía debería incluir a los ca­balleros jóvenes solazándose con el juego de las tablas (parecido al jue­go de damas) o el ajedrez, según se nos pinta en el Cantar de Roldan (w. 110 y sigs.). Por lo demás, la descripción de la sala vacía y la inter­pelación que le dedica Guillermo, como si de un personaje se tratara, es una escena que ejemplifica claramente el lirismo del CG frente al carác­ter más narrativo de Aliscans, que busca la intensidad expresiva en el planctus o en los diálogos.

148 La mesa llena de manjares (aunque con intención distinta a la que aquí encontramos) es también lugar común en la narrativa caballe­resca. Recuérdese, por ejemplo, el episodio del castillo de Mélior en La Historia de la linda Melosina o el del castillo de Cabezadoyre en Libro del conde Partinuplés. Véase Melusina o la noble historia de Lusignan, trad. e introd. de Carlos Alvar, apéndice de Jacobo F. J. Stuart, Madrid, Siruela, 1982, pág. 227; Historias caballerescas del siglo XVI, ed. de Nie­ves Baranda, Madrid, Turner, 1995, II, págs. 325 y sigs.

CXLVI

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Cantar de Guillermo 157

«¡Ah, Guiburc, señora, no debéis llorar pues no habéis perdido a ninguno de vuestros parientes cercanos. Soy yo, en cambio, quien debe abandonarse al duelo y la tristeza, pues he perdido a mis nobles parientes. Huiré a tierra extran­jera, a San Miguel au Péril de la Mer 149 o a San Pedro, el buen apóstol de Dios, o a un desierto en el que jamás seré encontrado. Allí seguiré la regla eremita 15°; tu serás monja y llevarás velo sobre tu cabeza».

«Señor, dice ella, haremos esto cuando hayamos cumplido nuestra tarea en este mundo».

CXLIX

«¡Guillermo, por la gracia de Dios! Mañana al alba monta tu destrero y cabalga derecho hasta Laon y ve en busca del emperador que tanto nos ama y que venga aquí a prestarnos su ayuda. Si no lo hace, devuélvele su feudo, pues será para ti una desgracia conservar medio pie ni siquiera un día. Píde­le para ti y para tu mujer una prebenda o, si no, que, por Dios, nos permita comer en su mesa dos trozos de su pan cada día».

Guillermo responde: «Lo haré muy a disgusto, pero debo tener por bueno tu consejo pues en muchas ocasiones me ha sido muy útil».

Tras estas palabras Guillermo fue a acostarse y a la maña­na siguiente, al alba, montó en el valeroso destrero.

CXLVIII

149 Es la abadía de Saint Michel en Normandía. Rita Léjeune señala que la denominación Mont-saint-Michel-au-Péril-de-la-Mer es descono­cida en los cantares de gesta y en los romans medievales. Solo aparece en el manuscrito del CG. Esta abadía fue muy visitada.

150 Literalmente: «seré ordenado eremita». Por lo demás, este pasaje ha sido considerado como un anuncio de Moniage Guillaume que qui­zá conocieran autor y público. Guillermo entró en religión en este mo­nasterio tras la muerte de Guiburc.

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158 Cantar de Guillermo

CL

«Hermana, bella amiga, he escuchado tu consejo. Iré al encuentro del emperador, a su sala, para que nos preste ayu­da. Pero si los paganos se dan cuenta, almorávides, pechene- gos y turcos me arrebatarán enseguida este hermoso palacio151. ¿Quién me defenderá el foso y los muros?».

«Señor, responde ella, Jesús y su poder y más de setecien­tas damas que están aquí conmigo. Vestirán su cuerpo con blancas lorigas y en sus cabezas agudos yelmos verdes. Esta­rán arriba, en las almenas, arrojarán lanzas, piedras y afilados palos. Todo pasará en poco tiempo. Si Dios lo quiere, habrá llegado la ayuda».

«¡Ay, dice Guillermo, que el señor, que mora allá arriba y muestra aquí abajo su poder te ayude!».

CU

Guillermo se marcha, Guiburc se queda llorando152. Tan sólo lleva un escudero que todavía es un niño. Es tan joven que aún no tiene quince años. El mango de la lanza es grue­so y muy pesado para él, y el escudo, que cuelga continua­mente fuera de los arzones, lo arrastra por el suelo. Guiller­mo siente profunda lástima al verlo y coge todas las armas del muchacho. Pero cuando encuentra a un romero o a un mercader o cuando llega a una plaza fuerte o a un castillo, se

151 Almorávides, pechenegos y turcos y los nombres que aparecen en los versos 2656 y ss representan para la cristiandad medieval un ejemplo de pueblos paganos. De las correrías de los almorávides en la España cristiana da buena cuenta la Estoria de España alfonsí. Los pe­chenegos fueron un pueblo nómada de raza mongol que se estableció en el siglo IX en la orilla septentrional del Mar Negro. Lucharon contra la Rusia de Kiev y contra el imperio bizantino, y fueron exterminados casi totalmente en los siglos XI y XII.

152 La escena de la separación de los esposos es más larga en Alis- cans (w . 2384-2405). Guillermo jura que no cambiará sus ropas y no beberá más que agua ni comerá más que pan hasta que no regrese jun­to a su esposa.

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Cantar de Guillermo 159

las devuelve al joven. Después, cuando se han alejado, vuel­ve a colgarlas de su cuello.

Llora durante todo el día por su sobrino Beltrán, por Guielin y por el conde Vivién. Así va lamentándose hasta que llega a Laón donde desciende al poyo155. Él solía traer gran cantidad de oro de España. Por esta absurda razón, una multitud corre hacia él, pero inútilmente, pues ni los treinta primeros ni los otros sesenta consiguen entre todos algo de más valor que un guante.

CLII

Cuando Guillermo ve a los jóvenes y ágiles caballeros ve­nir a preguntarle por el oro de España, pues él solía darles anillos, les dice:

«Señores, no debéis censurarme. Tengo todavía oro y pla­ta suficiente en Orange, mi ciudad admirable. Pero, que Dios me ayude, no he podido traerlo, pues vengo de Larchamp del mar donde he perdido a Vivién el afamado. Mi sobrino Beltrán ha sido capturado y también Gautier de Termes y Regnier el prudente, Guielin y Guichard de claro rostro. Gui- burc se ha quedado sola en la hermosa ciudad, jpor Dios os pido que la socorráis!».

Cuando oyen hablar de esta desgracia, sueltan la brida del impetuoso destrero, lo dejan solo en medio de la plaza, vuel­ven al palacio y se sientan para comer. Hoy sabrá Guillermo el de la nariz corva cómo habla el pobre al rico y cómo se preocupa de venir a ayudarlo.

CUII

El rey pregunta: «¿A dónde ha ido Guillermo?».

153 Según Wathelet-Willem es probable que hubiera una laguna de almenos un verso tras este 2469 y que se mencionara en él a los bacbe-lers que acogerían a Guillermo a su llegada.

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160 Cantar de Guillermo

Y ellos le responden: «Se ha quedado en el poyo. Los mismos demonios nos lo han traído pues, según dice, la des­gracia se ha adueñado de él».

«[Dejadle en paz! ¡No debéis burlaros del noble conde. Id enseguida y conducidlo aquí!», dice el rey.

«Lo haremos de buen grado, señor, si así lo ordenáis».Guillermo sube por los escalones de mármol. El rey le

abraza y le hace sentarse a la mesa para comer.Cuando ha terminado, comienza a interpelarlo:«Guillermo, ¿qué ha sido de vos? Hace más de siete años

que no os veo y sé que no vendríais a buscarme si no fuera por un motivo grave».

«Señor, dice, bien lo sabéis; he pacificado tan bien España que no debería temer a ningún hombre nacido de mujer. Pe­ro Vivién el afamado me pidió que acudiera con todos los barones de Orange. Era mi sobrino y no podía negarme. Éra­mos siete mil caballeros armados y de todos ellos no me quedó uno solo. He perdido a Vivién el afamado; han apre­sado a mi sobrino Beltrán, hijo de Bernardo de la ciudad de Brusban, así como a Guielin y a Guichard de claro rostro. Guiburc está sola en la hermosa ciudad. ¡Por Dios os pido que la socorráis!».

El rey no se dignó mirarlo, pero comenzó a llorar por Bel­trán.

CLIV

«Luis, señor, mucho he sufrido y me he esforzado en nu­merosos combates. Guiburc está sola en la sede de Orange. ¡Por Dios os pido que la socorráis!».

Entonces dice el rey: «No me es posible; esta vez no lleva­ré mis pies hasta allí».

Guillermo dice: «¡Quinientas veces sea maldito quien falta a su palabra!».

Después se quita su guante incrustado con oro y lo arroja a los pies del emperador.

«¡Luis, señor, os devuelvo vuestro feudo. No conservaré de él ni siquiera medio pie. Entregádselo a quien os plazca!».

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Cantar de Guillermo 161

En la sala había quince caballeros, hermanos o tíos, pa­dres, primos o sobrinos que no abandonarán a Guillermo aun a riesgo de perder las cabezas. Enfrente estaba Reinaldo de Poitiers154, su sobrino, primogénito de su hermana, quien en voz alta comenzó a gritar:

«¡Tío, no lo hagáis, por el poder de los cielos! ¡Hijo de ba­rón, guarda para ti tu feudo! Que Dios, que guía a los pue­blos, me ayude. Ningún hombre bajo la capa del cielo me impedirá que te haga llegar cuatro mil caballeros con armas brillantes y fogosos destreros».

«¡Dios!, exclama Guillermo, ¡Vos sí me queréis ayudar! ¡Maldito sea el tío que no ama a buen sobrino!».

CLV

Entre ellos155 estaban también Hernaut de Gerona y Nai- meri de Narbona, su padre, y Garin, conde de la ciudad de Ansune. Entre ellos decían: «Cometeríamos una gran infamia si dejáramos que nuestro pariente fuera derrotado».

154 Rainald de Paeiter. Es la única vez que aparece este personaje en toda la gesta.

155 El espíritu cíclico se consigue de varias maneras en los cantares, pero uno de los procedimientos más corrientes es exaltar el parentesco de tipo genealógico, como hace Guillermo en este pasaje o en Couron- nement Louis: «J’ ai nom Guillelmes li marchis, a nom Dé / Filz Aimeri, le vieil chenu barbé, / Et Hermenjart, ma mere o le vis cler, / Frere Ber- nart de Brubant la cité / Et frere Ernalt de Gironde sor mer, / Frere Gua- rin, qui tant fait a loer, / De Commarchis Bovon le redoté, / Frere Gui- bert d’Andernas le meinsné, / Si est mes frere li gentilz Aimers» (ed. de E. Langlois, París, (SATF) 1888, 818-826.

Aparecen aquí citados personajes importantísimos del ciclo. A la vi­da y hazañas de Aymeri, padre de Guillermo (del germánico Haimricus y que aparece escrito con la partícula honorífica N’), está dedicado el cantar Aymeri de Narbonne, pero es también personaje principal de un grupo de cantares («Ciclo de Aymeri») y aparece citado en todas las obras de la gesta, en crónicas y en la lírica de los trovadores. Su nombre aparece en los Annales regni Francorum (810). Hernaut es uno de los hermanos de Guillermo, que encontramos en el Fragmento de la Haya (Ernaldus) y en diversos cantares. Garin es el tercer hijo de Aymeri.GUILLERMO. - 6

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162 Cantar de Guillermo

Aimeri de Narbona, su padre, dice: «Ni rey ni conde impe­dirán que te envíe siete mil de mis hombres».

«Y yo cuatro mil», dice Garin de Anseune.

CLVI

Entonces dice Beuves, conde de Camarchis156:«Soy su hermano y no puedo abandonarlo. Ningún hom­

bre vivo impedirá que le haga llegar cuatro mil caballeros».«Y yo tres mil», dice Hernaut Flori157.«Y yo dos mil», dice el joven Guibelin.«Señores, exclama Balduino de Flandes 158, el conde Gui­

llermo es noble y hombre de bien. Ha amado a sus compa­ñeros y vecinos, les ha ayudado cuando les ha visto en peli­gro. Ningún hombre vivo impedirá que le haga llegar mil caballeros. ¡Vayamos al encuentro del rey y supliquémosle que nos ayude a socorrer a Guillermo!».

CLVII

Todos estos barones se presentaron ante el rey y Baldui­no tomó la palabra:

«¡Emperador poderoso, por Dios, hijo de María! Ved cómo se lamenta y llora Guillermo. Pálida está la piel bajo la túnica de Siria y no se debe a cobardía alguna. Guiburc permanece sola en la ciudad de Orange y la atacan los paganos de Siria, de Palermo y de Tiberíades. Si conquistan Orange, de ellos

156 Beuve de Comarchis: es el nombre de otro hermano de Guiller­mo, casado con la hija de Yon, rey de Gascoña, con el que tendrá dos hijos: Guielin y Girart le vaillant. Es el protagonista del cantar Siége de Balbastre. Participa con sus hermanos en los sucesos que se narran en MortAymeri, en Enfanees Vivien, etc.

157 Hernaut de Gironde. llamado le flori (v. 2565) y H barbez (2987) es el cuarto hijo de Aymerí en el cantar de Aymeri de Narbonne.

158 Baldewin de Flandres: es el único personaje que no pertenece al linaje de Guillermo y su intervención sirve para reforzar el argumento del héroe franco. Es la única vez que lo encontraremos en el cantar. El nombre de Balduino aparece a menudo en los cantares de la cruzada.

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Cantar de Guillermo 163

será España y pasarán después por los puertos de San Gil. Si toman Paris, entonces tendrán San Denís. ¡Maldito sea el hombre que entonces permanezca a tu servicio!».

El rey responde: «Iré yo mismo y me acompañarán treinta mil caballeros».

«No lo haréis, señor, responde la reina159. Guiburc nació pagana. Conoce muchas tretas y malas artes, conoce las hier­bas y sabe preparar bebedizos. Enseguida os haría envenenar o que muriérais. Entonces Guillermo sería rey y Guiburc rei­na y caería sobre mí gran infortunio y desgracia» l6°.

Cuando Guillermo lo escucha, por poco no enloquece de cólera.

«¿Qué has dicho? ¡Que Dios te maldiga! Reina inmunda, sin duda os habéis emborrachado esta noche. Bien sabe el rey, pues jamás le he engañado, cuán ciertas son las terribles desgracias que habéis oído contar sobre Larchamp».

CLVIII

«Reina inmunda, lengua de víbora. Teobaldo, el miserable canalla, fornica contigo y también Esturmí de cara siniestra. Ambos deberían haber defendido Larchamp frente a los pa­ganos. Ellos huyeron pero Vivién se quedó allí. Más de cien prestes os han poseído y vigorosamente han golpeado el yunque161 y nunca quisisteis entonces llamar a una ayuda de

159 Se trata de Blanchefleur, hija de Aymeri, casada con el rey Luis.160 En algunos pasajes del cantar se percibe la doble condición del

personaje de Orable-Guiburc: princesa musulmana y maga por un lado y señora feudal por otro. En una de las redacciones de La Prise d ’Oran- ge, Guillermo se dirige durante el banquete de bodas a Guiburc y le pregunta por unos magos: «Enchanteors aviez d’ outre mer, / D’ estran- ges jeus soloient faire assé (...), faites nos mostrer» (w. 1582 y sigs.). En Enfances Guillaume aparece caracterizada como mujer muy experta en artes ocultas. Véase S. Luongo, «La femme magicienne: Orable tra epo- pea e folclore», Cbarlemagne in tbe Nortb, cit., págs. 345-359. Véase la nota 63 de la introducción.

161 Clume, literalmente significa yunque, pero es una metáfora del sexo de la mujer.

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164 Cantar de Guillermo

cámara. ¡Reina inmunda, lengua de víbora! Mejor hubiera si­do que el rey te decapitara, pues toda Francia está deshonra­da por ti. Cuando estás en tu habitación bien caliente y co­mes tu pescado con salsa de pimienta y bebes tu vino en copas tapadas, cuando estás acostada, bien cubierta y te de­jas joder con las piernas levantadas, esos bellacos te dan buenos empujones y somos nosotros quienes pasamos maña­nas terribles y recibimos en Larchamp golpes y heridas que nos ensangrientan la cabeza. Si desenvaino esta espada te cortaré la cabeza»162.

La ha sacado un pie y medio de la funda cuando Aimeri de Narbona, su padre, le ha dirigido palabras sensatas:

«¡Guillermo, dejad esta disputa. Es vuestra hermana, en mala hora nació!».

Y el rey dice:«Tiene razón, por Dios nuestro padre, pues ha hablado

como mujer insensata. Si yo no acudo, enviaré mi ejército. Mañana al alba confiaré veinte mil caballeros con la espada desenvainada»163.

«Emperador, os lo agradezco», dice Guillermo.

CLIX

Nuestro emperador convoca a sus barones, hace sellar sus cartas y misivas y las envía por todo su reino. En ocho días hubo veinte mil hombres armados, además de las fuerzas que proporcionaron a Guillermo, el de la nariz corva, sus pa­rientes del reino. El emperador llama a Guillermo:

162 Todos los estudiosos del cantar han destacado la virulencia de la invectiva que lanza Guillermo contra la reina. A la casta Guiburc se opone esta reina lujuriosa, como frente al noble Guillermo se oponen los rijosos Teobaldo y Esturmí. J. Grisward señala puntos de contacto entre esta escena y algunos pasajes de mitos germánicos.

163 Como se observa en este pasaje, el rey Luis no es un hombre fir­me en sus convicciones. Primero dice que no irá al combate, sin embar­go, tras la intervención de Balduino de Flandes parece que decide com­prometerse y finalmente acaba por hacer caso a la reina y no irá en ayuda de Guillermo.

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Cantar de Guillermo 165

«Guillermo, dice Luis el valeroso, por vos he mandado reunir todas estas fuerzas».

Guillermo responde: «Señor, Dios os lo premie. Empera­dor, dadme permiso para partir».

Al pie del monte Laón ha levantado su tienda 164. De la cocina real sale un joven sin calcetines ni zapatos que viste un traje de lana. Sus pies son enormes y sus calzones están desgarrados. Lleva una gruesa maza apoyada en el cuello165. Ningún hombre sería capaz de cargar con ella. Se dirige a Guillermo y le dice:

«Guillermo, deseo ir con vos a la batalla de Larchamp del mar para matar sarracenos y eslavos»166.

Guillermo responde: «¡Sería buena cosa! Pero parecéis

164 Laon es un lugar nombrado frecuentemente en los cantares de gesta como residencia de Carlomagno o del rey Luis.

165 Tinel El tinel es un palo largo y grueso que servía para llevar cu­bos de agua, pero no está del todo clara la forma que pudo tener. Se­gún Rita Lejeune: «J’y verrais une palanche, instrument de portage en balance sur l’épaule, fort ancien (attestations en Egypte et chez les Ro- mains): il fallait, en effet, une piéce de bois assez longue pour que Rai- nouard cessant de le manier un jour comme une massue dans les com- bats contre les sarrasins, s’en serve finalement comme d’un épieu ou d’une lance». Cf. R. Lejeune, «La naissance du couple littéraire ‘Guillau- me d’Orange et Rainouard au Tinel’», Marche Romane 20 (1970), p. 39, n. 1. Jeanne Wathelet-Willem realizó un estudio exhaustivo apoyado en repertorios léxicos y encontró en el Dictionnaire liégeois de Jean Haust [Liége, Vaillant-Carmanne, 1933, v.s. hark& una definición que cuadra con el significado de tinel tal y como lo leemos en el cantar: «un utensi- le servant á porter des seaux d’eau, fait de trois parties: une piéce de bois allongée, dont le milieu, plus large que les extremités qui reposent sur les épaules, s’évide de maniére á s’emboítersur la nuque (...)»; «Que- lle est l’origine du tinel de Rainouard?», Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona 31 (1965/6), 355-364. Traduzco este término por maza y en alguna ocasión por garrote. La expresión Rainoaurd du tinel es un epíteto que encontraremos también en otros cantares de ges­ta como Aliscans.

166 No debe buscarse en los cantares de gesta exactitud histórica a la hora de nombrar pueblos infieles. Paganos, sarracenos, húngaros, tur­cos, berberiscos, etc. viene a ser sinónimos y entre los enemigos llega a mencionarse a veces a los bizantinos, por su condición de cismáticos.

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166 Cantar de Guillermo

persona a quien le gusta comer deprisa y a quien por la ma­ñana no apetece levantarse temprano».

Renuard contesta: «¡Decís necedades! Llevadme a Lar- champ del mar. Allí valdré más que quince de vuestros pares, los mejores de aquellos que hayáis reunido».

Entonces dice Guillermo: «Habéis hablado como un va­liente. Si queréis armas os equiparé con ellas».

Renuard contesta: «No consienta Dios nunca que lleve yo otra arma que mi maza y no quiero montar en un caballo!».

Entonces va a pedir a su maestro de cocina permiso para partir:

«¡Maestro, le dice, he vivido a vuestro lado, pero ha llega­do el momento en el que quiero prosperar. El conde Guiller­mo desea llevarme con él a la batalla de Larchamp del mar».

Su maestro responde: «¡No lo hagas, bribón! No podrás soportar el hambre terrible ni las fatigas ni los trabajos que allí pasarás. Echarás en falta los vinos y los licores, el pan y la carne y las comodidades. Morirás de pena y de indigencia. He tenido compasión de vos y os he cuidado con cariño».

Renuart replica:«¡Qué necedades decís! Todo cuanto poseéis no hará que

me quede y renuncie a ir al duro campo de batalla».Entonces el maestro se acerca a él pues quería retenerlo

por la fuerza, pero Renuart le propina tal golpe con la maza que lo deja tirado cuan largo es sobre el fuego. Antes de le­vantarse se le han quemado los bigotes. Después le dice:

«Maestro, quedáos aquí tumbado. De ahora en adelante vos guardaréis la casa y si alguna cosa se pierde, os será re­clamada a vos».

Después se lanza corriendo hacia las prados al pie del monte Laon hasta la tienda de Guillermo el de la nariz corva. Tanto pregunta por ella que finalmente le han mostrado dón­de está. Renuart entra en la cocina, comienza a encender fue­go y a llevar agua. Es recibido con alegría pues se maneja con soltura. Le ofrecen bebida aromática 167, vino y licor y

167 Piment bebida a base de especias, miel y vino. Claret: es un vi­no aromatizado. Los términos vin, piment et clarté aparecen reunidos a menudo en el mismo pasaje (w. 2677, 2698, 2857).

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Cantar de Guillermo 167

tanto le dan que lo emborrachan completamente y los ladro­nes le roban su maza. Al despertarse no la encuentra y en­tonces se lamenta de su suerte miserable:

«¡Ay desgraciado, en mala hora nací!».Los ladrones comienzan a burlarse de él. Renuard les mira: «Hijos de puta, ¿me la habéis robado vosotros?».A los dos primeros que atrapa los golpea tan violenta­

mente con sus dos manos, que hace que los cuatro ojos les vuelen de la cabeza. Entonces el tercero dice: «Te devolveré la maza». Renuard contesta: «No creas que te estoy agradeci­do». Le han llevado hasta un henil. Entre dos no pueden mo­ver la maza, entonces Renuard va a cogerla y con una sola mano la pone sobre su hombro y amenaza con ella a sarra­cenos y eslavos: «¡Tengo la maza, ni uno solo saldrá vivo!».

CLX

Guillermo se levanta por la mañana al despuntar el alba y hace sonar vigorosamente una trompeta y más de sesenta la responden en el prado. Renuard escucha el resonar de las trompas y sale aturdido de su alojamiento. En la cocina olvi­da su maza y no se acuerda de ella hasta que llega a un va­do. Delante de los franceses comprueba su profundidad, lava su rostro con el agua fría y comienza a pasársele la borrache­ra. Sólo entonces se acuerda de la maza y con pasos rápidos comienza a regresar.

El conde Guillermo le ha interpelado:«Renuard, hermano, ¿quieres regresar a la cocina para vi­

gilar tus espetones? Antes de que partieras te lo dije bien cla­ro: no lo podrías sufrir ni soportar».

«No, señor amado, no estoy pensando en eso, sino que he olvidado mi maza en el alojamiento».

«Vamos, atontado, deja en paz ese bastón. En este bosque te haré cortar uno a tu medida, muy largo y grueso».

«No lo quiera, Dios, contesta Renuard. Bajo el cielo no hay bosque en el que pudiera encontrar una maza parecida. Hace siete años que la conseguí en la cocina de la ciudad de Laón y jamás la he visto rajarse o astillarse».

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168 Cantar de Guillermo

Entonces dice Guillermo: «¡Haré que la traigan!».«Habéis hablado como barón», dice Renuard.Mira ante sí y ve a un flamenco, noble de cuerpo, esbelto,

de bella constitución, que monta un destrero fogoso y le or­dena que vaya a buscar la maza: «Con gusto, señor, si vos lo mandáis».

Espolea el caballo y galopa hasta que llega al prado, pone pie a tierra e intenta levantar la maza y la encomienda a los mismísimos demonios. Vuelve a montar a caballo y regresa a todo galope y no quiere detenerse hasta que encuentra a Guillermo.

«Decidme, apreciado amigo, ¿tenéis la maza?».«En verdad no la tengo, señor, ni siquiera he podido mo­

verla. Maldita sea la barba que la ha olvidado allí y maldita sea su madre, si jamás pude moverla!».

Renuard dice: «Debo ir yo. Ningún hombre la traerá si mis brazos no la traen».

Guillermo dice: «No quiero detenerme. ¿Qué me importa si vais? Pero estad en vuestro alojamiento antes de que sea de noche».

Dando pequeños saltos comienza a regresar. Un caballo gascón bien descansado no habría llegado más rápido. Cuan­do ve la maza ríe de alegría. Con una sola mano la levanta hasta su cuello. Por mucho que se apresuraron los franceses, antes de que hubieran franqueado el vado ya estaba Renuard en la pradera. El conde Guillermo le ha preguntado:

«Decidme, hermano, ¿tenéis la maza?».«Sí, señor querido, ¡gracias al Dios verdadero la tengo!La Virgen María me la ha traído. Sarracenos y eslavos lo

pagarán caro. ¡Ninguno sobrevivirá puesto que la he recobra­do!».

Lunes al anochecer.«¡Ea pues, cabalguemos, vayamos al combate! Cuando lle­

guemos a Larchamp, al campo de batalla, los paganos de Pa- lermo, de Nicodemo, de África y de Superba habrán huido».

Los franceses dicen: «¡Este pobre desgraciado está loco, pues desea la batalla y Dios debería procurarle la peor de to­das!».

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Cantar de Guillermo 169

A los cobardes les tiemblan las entrañas y los valientes, montados sobre los fogosos destreros de Castilla, se aseguran en las sillas.

CLX3

Guillermo cabalgó por colinas, valles y montañas sin re­trasarse. Llegó a Orange, lo que tanto deseaba. Descendió de su caballo a un poyo. Guiburc bajó las escaleras, besó el ros­tro con una gran ternura y después le preguntó:

«¿Qué has hecho en Francia?».«Sólo cosas buenas, señora, que os agradarán. Guío veinte

mil hombres e incluso más, que me ha confiado el empera­dor de Francia, además de las tropas de mis fieles parientes: cuarenta mil hombres por la gracia de Dios».

«¿Y el rey no viene?».«No, señora».«Eso no me gusta».«Yace enfermo en Aquisgrán»168.Guiburc dice:«Vos habéis inventado ese cuento!l69. ¡Si está acostado,

que no se levante más!».«¡No lo quiera Dios, que ha creado todas las cosas!».Guillermo sube a su palacio de mármol. Detrás de él va

Renuard con su maza. Quienes le miran le tienen por tonto, pero algunos temen que no vaya a matarlos a todos.

168 Aquisgrán es la residencia habitual de Carlomagno y de su hijo Luis. Obsérvese, sin embargo, que en el episodio anterior el rey Luis se encontraba en Laón, en Picardía. Véase McMillan, II, pág. 150.

169 Se trata de un pasaje muy vivo que ha despertado el interés de muchos críticos. El rey no acude por consejo de la reina y Guillermo si­lencia este hecho pero no logra convencer a la astuta Guiburc. McMillan destaca la oscuridad del verso 2804 y en particular del término ver. «On peut se démander si la legón primitive ne comportait pas ver au sens de ‘verrat’, comme au v. 578, mot qui aurait pu induire en erreur un copis- te» (cf. II, pág. 150). Traduzco vers por «cuento» en el sentido de relato inventado, sin embargo otros traductores se inclinan por un adverbio: «verdaderamente». Véase Y. Lefévre, «Les vers 2802-2806 de la Chanson de Guillaume et le sens du mot vers», Romanía 76 (1955), 499-502.

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170 Cantar de Guillermo

Guillermo sube por los escalones de mármol, Renuard le sigue con su maza. Guiburc le observa, se dirige a Guillermo y le habla discretamente:

«Señor, dice, ¿quién es este joven que lleva sobre su cue­llo ese tronco cuadrado?».

«Señora, contesta él, es un muchacho, un joven que Dios me ha enviado».

«Señor, dice ella, ¿debemos temerlo?».«No, señora, en verdad, podéis hablar con él».Ella le llama y le habla aparte:«Amigo, dice ella, ¿en qué tierra has nacido, en qué reino

y quiénes son tus parientes?».«Señora, dice él, en el reino de España. Soy hijo del pode­

roso rey Deramé y mi madre es Oriabel 17°, del otro lado del mar».

«¿Cómo te llamas?».«Llamadme Renuard».Bien lo reconoce Guiburc #1 escucharlo. Desde lo más

hondo del corazón suspira, comienza a llorar de los ojos y dice:

«Este nombre me resulta muy familiar. Tengo un hermano que se llama así. Por su amor te entregaré pertrechos de ca­ballero y te daré caballo y armas».

Renuard dice: «Jamás quiera Dios que lleve otras armas que mi maza y no deseo montar en un caballo».

CLXIII

«Amigo, hermano querido, yo te daré pertrechos de caba­llero y mañana te daré caballo y armas».

170 Oriabel: Renuard evoca en tres ocasiones a su rica parentela (2825/6, 2874/5 y 3356/7). El nombre de Oriable no vuelve a aparecer en el cantar. Wathelet-Willem señala la vecindad entre el nombre de Orable (Guiburc) y el de Oriabel (I, pág. 567).

CLX3I

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Cantar de Guillermo 171

«No lo quiera Dios, señora, dice Renuard, no hay nada ba­jo el cielo que odie más que un caballo».

«Amigo, dice ella, llevaréis una espada, pues si algo le su­cede a vuestra maza, si se rompe o se raja, podréis agarrar enseguida la espada en vuestro costado».

«Señora, responde él, ¡dadme mi espada!».

CDOV

Guiburc le lleva la espada. La empuñadura era de oro, nielada con plata171. Ella se la ciñe y él la mira atentamente. Él ignora que son hermano y hermana y no lo sabrá hasta que el ejército sea derrotado, la batalla vencida y destruido el enemigo.

CLXV

El conde Guillermo pide la cena y desea que su mesnada sea bien servida. Renuard ha entrado en la cocina, y con la espada a un lado va a dar vuelta a los espetones. Allí todos se alegran mucho pues se maneja con soltura. Le dan bebida aromática y licor y tanto le dan que se emborracha completa­mente.

Guiburc no se olvida de él y en medio de la sala le hace preparar su lecho, como si fuera para Guillermo el de la na­riz corva. Se ha dirigido cariñosamente a su hermano Re­nuard: «Amigo, hermano, vais a acostaros en este lecho». Des­pués Guiburc se va a descansar junto Guillermo y Renuard se queda mirando el lecho y no lo aprecia más que un denario y va a acostarse a la cocina. Allí, los bribones han prendido fuego a su cabeza y quemado todos sus vestidos. Cuando se despierta y siente el fuego en el costado, salta como un hom­bre loco y se pone a gritar en voz alta:

«¡Ay de mí, qué desgraciado soy! ¿Quién me ha escaldado? ¡Para mi desgracia soy hijo del poderoso rey Deramé y de

171 Niel. «Labor en hueco sobre metales preciosos, rellena con un es­malte negro hecho de plata y plomo fundidos con azufre» (.DRAÉ).

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172 Cantar de Guillermo

Oriabel, mi madre, de allende los mares! En mala hora me encontré con Guillermo el de la nariz corva que me trajo de la ciudad de Laón, de la cocina del glorioso Luis. Sus bribo­nes me desprecian y han quemado mi barba y mis bigotes!».

Los truhanes se burlan de él y Renuard les mira:«¡Hijos de puta! ¿Sois vosotros quienes me habéis quema­

do? ¡Peor para vosotros, por la fe que debo a Dios! ¡Si puedo no escaparéis vivos!».

Con su garrote ha matado a cuatro. A uno lo atrapa a la salida de la casa y le asesta tal golpe en los ríñones que le cor­ta el cuerpo en dos mitades, le golpea con el pie y le aplasta el corazón. Después ha ido a acostarse a la cocina y ha cerra­do detrás de sí las dos puertas. Ha puesto a uno de los muertos bajo su cabeza y ha colocado su maza a los costados. Quien yace sobre un colchón de plumas no dormiría tan bien.

CLXVI

Renuard se levanta antes de que despunte el alba. De la cocina se dirige al palacio y exclama:

«¡Monjoie! Nobles caballeros, a caballo, pues si no, cuan­do lleguemos a Larchamp del mar habrán huido sarracenos y eslavos y ya no podremos alcanzarlos!».

Los franceses contestan: «¡Déjanos en paz, truhán! ¡Maldita sea la hora en que naciste! El gallo sólo ha cantado dos ve­ces».

Renuard responde: «¡Os lo ordeno! Soy hijo de rey y debo hacerme temer. Por la gran fe que a Dios he jurado, si esta vez no os levantáis de inmediato, os lo haré pagar caro a to­dos!». Levanta la estaca, golpea un pilar y parte en dos una viga. Hace temblar toda la sala que está sobre sus cabezas y por poco no hace que se venga abajo. El miedo hace que se levanten los franceses. Mil pierden sus zapatos y no pueden encontrar sus pertrechos. Montan en impetuosos destreros y durante la noche recorren más de quince leguas. La noche es oscura y la luz del día no aparece y todos maldicen a Re­nuard el de la maza:

«¡Maldito sea, por los santos milagros de Dios, ese bribón,

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Cantar de Guillermo 173

ese infame bellaco que nos ha hecho cabalgar a esta hora! ¡Una buena tunda de golpes habría que darle!».

Guillermo dice: «¡Dejadle tranquilo! Aunque esté loco no debéis burlaros de él. No hay hombre por valiente y osado que sea, que con tocarle un dedo, no sea destruido».

CLXVII

Guillermo ha guiado el ejército de Francia hasta el prado de Larchamp. Entonces el conde Beuves de Commarchis, su hermano, y Aimeri de Narbona, su padre, dicen:

«Nobles caballeros de nuestra tierra! Buena es la guerra que pronto acaba!».

Los franceses responden: «¡Por el alma de nuestros padres! ¡Tantos golpearemos con lanza y espada que después de nuestra muerte Francia será temida».

Tras estas palabras exclamaron: «¡Monjoie!», el grito de combate de Carlos, el emperador de Francia. Bajan las lan­zas 172 y van a enfrentarse con los paganos.

CLXVIII

Guillermo ha guiado el ejército de Francia hasta Larchamp del mar donde ven las naves y las chalanas.

«Señores barones, dice Guillermo el de la nariz corva, tan­to hemos cabalgado y nos hemos apresurado que podemos avistar a los sarracenos y eslavos. ¡Vayamos a desafiarlos y a mostrarles que ofenden sin motivo a la santa cristiandad! Quien quiera hacerme traición en la batalla de Larchamp del mar, le doy mi permiso y el de Dios para que pueda regresar a la dulce Francia».

Cuando lo escuchan, dan gracias a Dios. Todos los cobar­des se retiran a un lado. Esto ha hecho crecer el coraje y la

172 Huelga decir que se trata de una de las fórmulas más repetidas (y estudiadas) en la descripción de combates. Aparece en toda clase de tex­tos medievales y no sólo en los franceses. «Abaxaron las langas», Libro de Alexandre, 140a; «abaxan las langas», Cantar de Mío Cid, 716 a, etc.

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174 Cantar de Guillermo

fuerza de la tropa de Guillermo. Quieren regresar a la dulce Francia y van a buscar a Guillermo para pedirle permiso y él se lo concede, no se lo deniega173. Pero no creo que se vaya de este modo, pues Renuard los encuentra en un vado, en un pasaje estrecho que no pueden evitar. Lleva su gran maza en el cuello.

«Señores, dice, ¿a dónde vais?».«El conde Guillermo nos ha dado permiso. Vuélvete tam­

bién con nosotros, Renuard el de la maza: mira, hay tantos sarracenos y eslavos que ni uno solo de nosotros podrá esca­par».

Renuard dice: «Canallas, estáis mintiendo! ¡En mala hora vinisteis, por la fe que a Dios debo!».

Entonces los persigue loco de cólera. A más de catorce ha matado con su bastón y a los otros les hace volver por la fuerza. Después se acerca hasta Guillermo y así le habla:

«¡Señor Guillermo, escuchadme un instante! Estos cobar­des que aquí veis son mi tropa, mi pueblo, mi ejército. A mí y a ellos, ponednos en primera línea contra las afiladas lan­zas de los eslavos».

«Así lo haré, dice Guillermo el valeroso. Si Dios me ayuda, no será de otra manera».

Estos cobardes de quienes os estoy hablando se compor­taron después en Larchamp como valientes y fueron de gran ayuda para Guillermo el de la nariz corva.

CLXIX

Muy bien se batió Guillermo, el de la nariz corva, cuando el Dios de la gloria iluminó a los barones y al esforzado con­de Beuves de Comarchis y a Aimeri y a Ernaut el barbudo y

173 Éste es uno de los muchos lugares del CG en el que puede esta­blecerse una correspondencia entre episodios. Recuérdese el momento en el que Vivién es abandonado por sus hombres. Hay una diferencia: mientras que en el caso de Vivién se ven obligados a volver pues están cercados por los sarracenos, en esta ocasión es Renuard el que los hace regresar por la fuerza.

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Cantar de Guillermo 175

a Renuard que llevaba la maza: en el primer asalto mató a trescientos.

Todo el día duró la mortal batalla y continuó durante toda la noche hasta la mañana siguiente al despertar el claro día. Tal arroyo de sangre corría en Larchamp, que bien habría po­dido hacer girar una gran rueda de molino. Renuard mira ha­cia el sur y ve el sol ya muy alto:

«¿Qué demonios es esto? ¿No vamos a hacer otra cosa más que atacar y matar sarracenos? Son muchos pero parece que son tres veces más. Si ahora estuviese en la ciudad de Laón, en la cocina, donde solía estar, ya habría cenado a esta hora y me habría saciado de buen vino claro y me habría ido a dormir dulcemente junto al fuego. ¡Sarracenos y eslavos lo pagarán!».

CLXX

«Señor Guillermo, os pido que me escuchéis, pues voy a ir allí abajo, hacia el mar, allí donde veo las galeazas ancla­das. Iré a romper y a destrozar esas naves, pues cuando ha­yamos ganado la batalla campal, sarracenos y eslavos subirán a las naves y huirán sobre las olas hacia alta mar. ¡Por el Dios del cielo, después no podremos alcanzarlos!».

Los franceses dicen: «¡Renuard es muy valiente! ¡Bendita sea la hora en que nació!».

Un paso detrás de otro comienza a descender. Mira delan­te de si y ve cabalgar a un rey nacido en Córdoba, llamado Ailré, que monta un fogoso destrero. Renuard le golpea con la maza. Hecho pedazos le hace caer muerto y corta el caba­llo por la mitad.

Dentro de la nave del poderoso rey Ailré ha encontrado a setecientos paganos armados. A todos ha matado, aplastado y aniquilado.

El conde Beltrán está preso. Cuando ve a Renuard lo mira con atención:

«Señor caballero, dice Beltrán el valiente, hijo de barón que lleváis esa maza, bendita sea la hora en que nacisteis. ¿Sois pagano o cristiano?».

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176 Cantar de Guillermo

Renuard responde:«Creo sinceramente en Dios. ¿Cuál es tu nombre? ;No in­

tentes escondérmelo!».«Soy Beltrán, sobrino de Guillermo el de la nariz corva».Renuard dice:«Lo conozco muy bien. Él me ha traído de la ciudad de

Laón, de la cocina donde vivía».«Renuard, señor, liberadme. El conde Guillermo os lo

agradecerá».Renuard dice: «Esperadme un poco. En el fondo de esas

naves veo paganos que se esconden bajo cañizos de mimbre por temor a mi maza. Con ella voy a atacarlos».

Un paso detrás de otro comienza a bajar y los alcanza en un extremo de la nave y de un solo golpe les rompe a todos los riñones. Después regresa junto al conde y lo libera. Le quita del cuello las grandes cadenas y lo lleva a la fresca hierba del prado. El conde Beltrán le dice:

«Renuard, señor querido, tú me has liberado de la prisión, pero por Dios te pido que pienses en los otros».

«Pero, ¿hay más todavía?», pregunta Renuard el esforzado.«Sí, en verdad, cuatro a quienes mucho debéis amar: Gau-

tier de Termes, Regnier el sabio, Guielin y Guischard el del rostro claro»174.

«Beltrán, señor, ¿sabes llevar el timón?».«Sí, amigo, antaño lo sabía hacer muy bien. Pero este bar­

co pesa y no podremos moverlo, así lo creo, ni aunque se hubieran reunido setecientos».

Renuard dice:«¡Escúchame un momento! Nada bueno se dirá de un

hombre demasiado lento ni de la cobardía se cantarán ala­banzas».

174 El responsable del texto de Londres debía tener en cuenta a cin­co prisioneros. Girard ha muerto y lo sustituye por Reiner le cumbatant o le señé, pero se olvida enseguida y poco después veremos a aquel hé­roe, vivo y feliz, junto a Guillermo. Se trata de una de las incoherencias en que cayó el formador del texto copiado en el manuscrito. Véase Wat- helet-Willem, I, págs. 532-533.

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Cantar de Guillermo 177

Planta su bastón en la arena y saca la nave del lugar y la hace temblar toda y poco falta para que se rompa el bordo en trozos 175. Beltrán ha cogido el timón. A los paganos no les gusta nada verlos y les arrojan lanzas, piedras y agudas estacas. Renuard se acerca a ellos, junta los pies y salta des­pués a su nave. Entonces les ataca con su maza; ha matado y aplastado a todos. Tres mil saltan atemorizados al mar.

Renuard dice: «¡Os ha ido mal! Más os habría valido morir bajo mi maza que ahogaros de esta manera en las olas de la mar profunda. ¡Hijos de puta, mal martirio sufriréis!».

Va después a donde están los condes y los libera. Enton­ces el conde Beltrán le dirige la palabra:

«¡Renuard, señor, me has liberado de la prisión y a todos estos otros. ¡Dios te lo premie! Te pido ahora que pienses en los caballos y en buenas armas con que podamos equipar­nos. Verás entonces qué bien sabemos luchar!».

Renuard dice: «Tendréis sin duda suficiente, pues veo que hay muchos sarracenos».

Mira delante de él y ve avanzar a un rey que cabalga so­bre un impetuoso destrero. Le golpea en la frente con su ma­za, lo destroza completamente y lo hace caer muerto y corta al caballo por la mitad. Beltrán dice: «Este golpe ha sido un fracaso. Jamás podré servirme ya de ese caballo».

Renuard responde: «¡Esperad un momento!».Mira hacia otro lado y ve al rey Overter y lo golpea tan

fuerte con su maza que lo aplasta y lo hace caer muerto y corta el caballo por la mitad.

«Si continuáis así, no llegaré a armarme hoy. Así podréis matar a cuatro mil».

Renuard responde: «¡Qué tonterías decís! Este garrote es pesado y no puedo gobernarlo. Los brazos que están en mi costado son gruesos y cuando levanto la maza, no puedo do­minarla: de ningún modo podría dar un golpe flojo».

Entonces dice Beltrán:

175 bordo: lado o costado exterior de la nave.

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178 Cantar de Guillermo

«Intentadlo de otra manera».«Señor querido, en buena hora nacisteis»176.

CLXXI

Entonces dice Beltrán: «¿no veis a uno a quien podríais matar empujándolo?».

Renuard contesta: «Habéis dicho verdad. Por mi fe, no lo había pensado».

Mira delante de si y ve al rey Corduel, que cabalga en un veloz destrero. Rápidamente Renuard el de la maza se lanza sobre él, le golpea en el pecho y lo hace pedazos. La sangre le corre por la nariz y por la boca. Todavía no ha caído a tie­rra el pagano cuando Beltrán se ha montado ya sobre el ca­ballo. Enseguida equipa bien a los otros condes y les da bue­nas armas e impetuosos destreros.

Así le habla el conde Beltrán:«Renuard, señor, tú nos has sacado de la prisión. Te supli­

co por Dios que nos digas dónde está Guillermo».Renuard responde: «Bien os sabré guiar. Señor Beltrán,

permaneced a mi lado».Entonces comienza a propinar tales golpes, que ninguno

puede salvarse de sus manos. En la batalla de la que me ha­béis oído hablar, Renuard abría un espacio tan grande con su maza que fácilmente podrían haberse cruzado cuatro carros.

CLXXII

Beltrán lanza velozmente su corcel. Jamás fue cobarde ni flojo. Va a golpear a un pagano llamado Malagant. Le rompe el escudo y atraviesa la loriga. Con un golpe de su lanza177 lo hace caer de su caballo. Entonces dice Beltrán:

176 Los editores del texto no se han puesto de acuerdo a la hora de atribuir estas frases a un personaje o a otro. McMillan atribuye el último verso de Renaurd. Según Fassó es más lógico que sea Beltrán quien ha­ble, de acuerdo con el comienzo de la tirada siguiente.

177 Sobre la expresión «Pleine sa hanste» véase la nota 43.

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Cantar de Guillermo 179

«Ya me habéis visto. He reconocido vuestro rostro y vues­tros vestidos. Mucho me maltratásteis en la nave».

CLXXIII

En la cima de una montaña han encontrado a Guillermo y Beltrán le ha besado y abrazado. Entonces le pregunta Gui­llermo el de la nariz corva:

«Querido sobrino Beltrán, ¿quién os ha sacado de la pri­sión?

«En nombre de Dios, tío, responde él, un caballero fuerte, aguerrido, joven, afamado: ¡bendita sea la hora en que nació! Ha matado a más de tres mil y ha destrozado sus galeazas y sus naves».

«¡Dios!, dice Guillermo, sería muy querido para mí si pu­diera descubrir en él algo de juicio».

Lunes al anochecer.Entonces se abrazan Beltrán y Guillermo, Guielin y Gual­

terio de Termes, Guichard y Girard que los conduce. Grande es la alegría entre los parientes de Guillermo.

CDOOV

Mirad cómo avanza Glorián de Palermo, un sarraceno fe­lón de vil estirpe: ha traído dolor y ruina a los cristianos. Tan fuerte le golpea Renuard en el yelmo, que le ha roto la cabe­za en cuatro trozos y el cerebro se le desparrama por quince partes. Entonces dice Guillermo:

«¡Caballero debes ser! Un felón sería si no te diera una tie­rra y una gentil mujer de nobles antepasados»178.

¡Todavía veremos hoy el valor del linaje de Aimeri de Narbona en todos sus extremos!179. Nadie los ha visto jamás

178 La mujer y la tierra son elementos imprescindibles para que un caballero pueda convertirse en señor de un territorio y cabeza de fami­lia. Es sintomático que en Prise d ’Orange, Guillermo exprese varias ve­ces su deseo de recuperar la dame et la cité.

179 Literalmente: de la cabeza a la cola.

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180 Cantar de Guillermo

reposar en tierra o en cripta, sino que todos han muerto en terribles batallas.

CLXXV

Mirad cómo avanza Tabur de Canalonia180, un sarraceno a quien Dios todopoderoso confunda! Grueso es su cuerpo y curvo el espinazo, largos los dientes y es velludo como un oso. No lleva armas salvo el pico y las uñas. Ve a Guielin y se lanza contra él con las fauces abiertas y quiere tragárselo como una manzana madura. Pero éste le golpea con la lanza en los riñones. Le habría matado pero el astil se le rompe. Guillermo, el valiente conde, acude en su ayuda y le golpea violentamente con su lanza pero el astil se rompe en tres tro­zos. La piel era dura y no le puede herir. Guielin saca su es­pada y Guillermo la suya: golpean y vuelven a golpear,

180 Canalonia: quizá la tierra de los cananeos. En el Cantar de Rol­dan leemos: «el primero es el de los feos canelios» [cananeos] (3238) y: «Diez canelios cabalgan a su alrededor». (3269) Los cananeos de la Bi­blia son muy citados en los cantares de gesta. Por lo demás, es evidente que estamos ante un monstruo en toda regla. La relación entre los gue­rreros y las formas animales ha sido estudiada por el sabio Georges Du- mézil. El dios Véréqragna, «le dieue avestique de la Victoire offensive», tiene la particularidad de presentarse bajo diez apariencias, siete de las cuales son animales: jabalí, carnero, pájaro de presa... pero también de joven guerrero de quince años o de guerrero armado para el combate. El guerrero eminente posee una naturaleza animal. Véase «Guerriers et formes animales», en Heur et malheur du guerrier; París, Collection Hier, PUF, 1969. Al tema del gigantismo y las diversas formas de hipertrofia fí­sica y la mezcla de formas humanas y animales le dedica unas páginas J. P. Martin, «La personnage de Rainouart, entre épopée et carnaval», op. cit., págs. 78 y sigs.

No está de más recordar que el monstruo es un pagano. La maldad moral y la fealdad física de este verdadero diablo (véase nota siguiente) van unidos, de acuerdo con la idea de que a la fealdad física le corres­ponde el mal moral. P. Zumthor lo recuerda oportunamente en uno de los capítulos de su libro La medida del mundo: «Los cantares de gesta franceses mezclan a menudo al pueblo sarraceno con hombres con pi­co, o con cabeza de perro, con piel impenetrable o con la boca en el ombligo», La medida del mundo, Madrid, Cátedra, 1995, pág. 258. En Aliscans encontraremos varios sarracenos con forma de monstruo.

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Cantar de Guillermo 181

mientras Tabur abre las fauces. Roe y devora las lamas de acero con sus grandes dientes que Dios confunda. Cree que va a aniquilar a Guillermo: su piel es más dura que yelmo ni cota de mallas. Ningún hombre podrá matarlo con un arma a menos que Renuard el de la maza le haga frente.

Renuard viene corriendo por un valle. Cuando ve al paga­no se lanza contra él y Tabur hace lo mismo, pues bien lo re­conoce. Abre las fauces pues cree que va a engullirlo, y Re­nuard le golpea con la maza en la cabeza. Nueve veces le golpea y a la décima lo deja. Tabur aúlla y grita y desde cua­tro leguas largas se sienten sus gritos. Cuando los paganos y los húngaros lo escuchan, se sienten muy pesarosos al saber que Tabur ha sido abatido.

CLXXVT

Cuando Guillermo ve caer al adversario181, eleva sus ma­nos hacia el cielo y dice: «¡Renuard, bendita sea tu cabeza! Que Dios te proteja de la muerte y la desgracia. De nada sir­ven lanza ni espada: más vale este garrote que ninguna otra arma bajo el cielo».

CLXXVII

Tras este golpe los paganos habrían sido vencidos, si no llega a aparecer el emir de Balán. No lleva más armas que un mangual de madera 182 todo revestido con cuatro pieles de ciervo que sujetan unos clavos y una correa. El mangual esta­ba tallado en un gran trozo de roble y produce una terrible carnicería entre nuestros franceses: no habría causado más

181 Fassó recuerda oportunamente que en el francés antiguo adver- ser o adversier son términos eufemísticos para referirse al diablo. Aquí es adversario, enemigo, contrincante, en cuanto que se trata de un infiel y una criatura diabólica.

182 mangual. «Arma ofensiva usada en la Edad Media, compuesta de unas cadenillas de hierro terminadas por un extremo con bolas del mis­mo metal, y sujetas por el otro a un anillo fijo en un mango de madera como de jnedio metro de longitud: heríase con ella usándola como un látigo», DRAE.

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182 Cantar de Guillermo

daño un maganel de madera183. Siete pedreros no habrían causado mayor mortandad.

Cuando Hugo lo ve, jamás sintió pesar igual. Espolea su caballo de rápido trote y le golpea con su azcona en el pe­cho. ¡Habría conseguido más golpeando a una roca gris! El otro levanta su mangual contra él y parte su escudo de una parte a otra y mata a su caballo que estaba debajo de él. Hu­go no puede soportarlo, abandona el combate y huye.

«¡Ay, exclama, en mala hora soy hijo de Beltrán, primo de Guillermo, el esforzado guerrero de Monte Laón, pues un pa­gano me ha vencido en el combate!»184.

Los franceses gritan: «¡El fin del mundo ha llegado, o el Anticristo, Bagot o Tartaron o el viejo Belzebú de los infier­nos! 185. Renuard el de la maza, ¿dónde estás? ¡Si no vienes enseguida los cristianos están perdidos!».

Justo en ese momento Renuard baja de un monte en el que ha librado batalla contra dos reyes muy esforzados, Mat- hanar y Ferragut186, pero a Dios gracias, bien los ha vencido y su robusta maza está completamente ensangrentada. Nunca estuvo Guillermo más contento de verlo:

«Señor amado, creía que os había perdido. ¡Mirad la bata­lla, jamás hubo otra igual! Un verdadero demonio posee un mangual de madera con el que a todos mata, derrota y des­truye».

Renuard dice: «¡Dadme siete escudos!». Se reviste con siete lorigas en su espalda y se coloca siete agudos yelmos en la cabeza187. Toma su maza y va a encontrarse con él.

183 maganel: «máquina militar que servía para batir murallas», DRAE.184 Se trata de un personaje desconocido en el resto del ciclo. El pa­

rentesco que proclama al huir no se ajusta al que conocemos en este y otros cantares (Wathelet-Willem, I, pág. 542).

185 Sobre estos personajes véase la nota 129.186 Aparece dos veces en el cantar. En el v. 2058 es uno de los reyes

paganos que atacan a Guillermo y en el 3235 es un rey pagano golpea­do por Renuard. En cuanto a Ferragut, es el nombre del gigante al que mata Roldán en Pseudo-Turpin. Wathelet-Willem, I, págs. 590 y 588.

187 En el Cantar de Roldán (w. 711, 995, 1284) encontramos varios versos en los que se hace referencia a lorigas de doble y triple espesor. En el Cantar de Mío Cid leemos que uno de los infantes de Carrión usa

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Cantar de Guillermo 183

Cuando el pagano le ve aproximarse de este modo, co­mienza a hablarle en su lengua:

«¿Cómo demonio eres cristiano, llevando en tu cuello un garrote semejante? ¡Nadie bajo el cielo llevó jamás uno pare­cido!».

Renuard responde: «Sí, estoy bautizado. Si no quieres re­negar de Mahoma, Apolo y Tervagant el viejo188, verás hoy quien es nuestro Dios».

Se lanza sobre él como un verdadero caballero y le asesta un golpe en la cabeza con su buena maza, en medio de la frente, encima del entrecejo, y le hunde el cráneo más de medio pie. ¡Maldito adversario que no ha sentido nada!189. Su enorme fuerza no se debilita y no quiere renunciar a su fero­cidad. Al contrario, vuelve su mangual contra él y le rompe, de un extremo al otro, seis escudos. De los siete que lleva no le deja sino uno. Renuard retrocede vigorosamente quince pies ; si el enemigo lo hubiese alcanzado en la carne lo ha­bría destruido.

CLXXIX

Renuard fue muy valeroso y sensato. Se da la vuelta al modo francés190 y asesta tal golpe a su enemigo en la nuca que hace volar ambos ojos de la cabeza y le hace caer muer­to ante la mirada de todos los barones.

Mirad, aquí viene picando espuelas un rey poderoso, Ad­ré, tío de Renuard. Apoyado en su cuello lleva un mazo de hierro con el que ha atacado a cuatrocientos franceses. Ni

«tres dobles de loriga» (v. 3634). Las siete capas con las que quiere pro­tegerse Renuard son una exageración que se corresponde con la desme­sura del personaje.

188 Sobre estos personajes véase la nota n. 129.189 Sigo la interpretación de Suard. Quien resulta maldito es el emir

Balán por no resentirse del golpe recibido.190 Esta astucia francesa para el combate consiste en fingir la fuga

para tomar después impulso y golpear más fuerte al contrincante.

CLXXVIII

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184 Cantar de Guillermo

uno solo puede escapar de sus manos. Va buscando a Gui­llermo el de la nariz corva, pero Renuard se ha acercado a él.

«Señor, dice, luchad conmigo».«¡Vamos, rufián, déjame en paz! ¡No me paro a hablar con

un bribón como tú! Antes bien muéstrame a Guillermo el de la nariz curva y enseguida lo mataré con este mazo».

Renuard responde: «¡Habláis como un loco! Los paganos le han matado esta mañana. Mirad allá, donde yace en aquel prado, con su yelmo verde y su escudo de bloca».

«Hijo de puta! ¿Me estás diciendo la verdad? Por el amor hacia él te mataré a ti»191.

Renuard se dirige a él, levanta en alto la maza, mientras que el emir levanta su mazo. Renuard le golpea en la cabeza. El yelmo en el que brilla el acero bruñido es resistente y la maza rebota.

Entonces Renuard dice:«He sido avergonzado, si no da mejores golpes, he perdi­

do mi valor»192.Renuard el de la maza se enfurece; con todo su vigor le

asesta tal golpe que lo destroza y lo hace caer muerto, corta el caballo por la mitad y el bastón se hunde en el prado más de una toesa193 y se rompe en tres partes. Si a los paganos se les hubiera dado la cristiandad entera y toda la tierra de pa­ganos cuan ancha y larga era, sabed que no habrían sido tan felices. Se lanzan contra él como perros hambrientos. Todos quieren matarlo y despedazarlo. Entonces Renuard, como un valiente, se remanga. No dispone de lanza ni de azcona y se prepara a hacerles frente con sus grandes puños. A quien

191 Parece más lógico atribuir estas dos últimas frases al emir y no a Renuard. El emir decide combatir con Renuard y cae en la provocación, en la trampa que le ha tendido el héroe francés para que así combata con él. Sigo la interpretación de Suard y Fassó.

192 Se sobreentiende que el sujeto es la maza. Ella es la que ha de propinar mejores golpes.

193 toesa: «Antigua medida francesa de longitud, equivalente a un metro y 946 milímetros», DRAE.

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Cantar de Guillermo 185

golpea en la espalda le rompe el espinazo, a quien golpea en el pecho le revienta el corazón, a quien golpea en la ca­beza, hace que sus ojos salgan volando. Los paganos dicen: «¡Es el diablo en persona! Es todavía peor que cuando tenía la maza. A los mismos demonios podíamos encomendarlo. Nadie en el mundo podrá vencerlo».

Renuard afloja el nudo de su talabarte y encuentra el po­mo de la espada que Guiburc, la del rostro luminoso, le ha­bía confiado. La desenvaina y le place mucho. Levanta la mi­rada y ve al rey Foré. Tal golpe le asesta en el yelmo que lo parte en dos mitades hasta el nudo del talabarte y corta el ca­ballo por la mitad y la espada se hunde hasta la cruz en el prado.

Entonces dice Renuard:«Por Dios que es maravilla que un arma tan pequeña cor­

te tan bien. Bendita sea el alma de quien me la ciñó a un costado. Cada hombre noble debería llevar cuatro, pues si se le rompiera una, dispondría de otra».

CLXXX

Los paganos dicen: «Cometeríamos una gran locura si nos dejáramos matar por este diablo. Huyamos hacia el mar pro­fundo, allí donde nuestras galeazas están alineadas y dis­puestas».

Pero Renuard las han dejado tan destruidas, que ni una sola ha quedado intacta. Los paganos huyen pero él no deja de matarlos. Antes de que se retiren ha acabado con dos mil. Los otros huyen: ni uno solo ha regresado.

CLXXXI

Ahora los franceses han vencido la batalla: no encuentran sarracenos ni eslavos. Grande es el botín que han conquista­do y ya no serán pobres en toda la vida. Suenan las trompe­tas y regresan a Orange, la admirable ciudad. Se anuncia que se sirve el agua y se sientan para cenar y confían a los escu­deros la custodia del botín. Por una insensatez Renuard fue

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186 Cantar de Guillermo

olvidado y alguien deberá pagar por ello 194. Mientras ellos reparten el botín, Renuard se lamenta y se llama miserable y desgraciado:

«¡Ay, pobre de mí! ¡Cuán desgraciado he nacido! Para mi desgracia soy hijo del poderoso rey Deramé y mi madre es Oriabel de allende los mares. Jamás fui bautizado ni sacado de la pila bautismal. Jamás entré en una iglesia para rezar a Dios. He vencido en una dura batalla campal pero el conde Guiller­mo me desprecia tanto que no quiere invitarme a su mesa. Me iré al reino de España e iré a servir y a adorar a Mahoma. Si lo deseo seré coronado rey, mía será la tierra hasta Durester195, desde Babilonia a Durazzo 196 junto al mar. Sobre mi cuello llevaré una gran maza; las otras armas no las estimo ni un denario. Vendré a este país y vendré a esta ciudad y haré con los cristianos lo mismo que he hecho ahora con los paganos de allende los mares».

CLXXXII

«Señores, dice, escuderos y jóvenes, a Dios todopoderoso quiero encomendaros. Me iré a un reino extranjero y voso­

194 En Aliscans (v. 7536-7537) se señala que el culpable del olvido es Guillermo.

195 Babilonia y Durazzo delimitan una línea horizontal, base de un triángulo, cuya punta es Durester, según explica Wathelet-Willem (I, pág. 622). En el Cantar de Roldan se evocan vastos territorios mediante el mismo procedimiento. Se mencionan localidades que están en los án­gulos de un polígono imaginario (v. 870: «desde los desfiladeros de As- pre hasta Durestant»). Durestant se cita en varios cantares de gesta y ro- mans y se corresponde con Dorestatum, la que hoy es Wijk te Duurstede, cerca de Utrecht. Véase A. Roncaglia, «Durestant», en Actes du XI Congrés International de la Société Rencesvals, Barcelona, 1988, II (.Memorias de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 22 (1990), 191-205).

196 Babilonia puede referirse a El Cairo, pero también a la región de Babilonia. En este punto no se puede precisar más: el autor del cantar quiere que se entienda un territorio muy extenso. El nombre en cues­tión se cita en numerosos cantares. (Cantar de Roldan (2613-2614), por ejemplo). Durazzo era un lugar en Albania y formaba parte del imperio bizantino, pero aquí se incorpora al mundo pagano.

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Cantar de Guillermo 187

tros iréis a la hermosa ciudad. Desafiad197 en mi nombre a Guillermo el de la nariz corva, pero por Dios os suplico que saludéis a Guiburc. No hay criatura bajo el cielo a quien tan­to deba amar».

Ellos responden: «¡Como ordenéis!».Los escuderos han ido a Orange.«Señor Guillermo, marqués de la nariz corva. El hombre

fuerte, aquel que golpea con la maza, se marcha».«Vamos, canallas, responde Guillermo, ¡os estáis burlando

de mí!».«De ningún modo, señor, antes bien os decimos la verdad.

Hasta que no esté en España no regresará. Jamás fue bautiza­do ni sacado de la pila bautismal ni ha entrado jamás en una iglesia para rezar a Dios. Si lo desea será coronado rey y po­seerá la tierra hasta Durester, desde Babilonia a Durazzo jun­to al mar. Volverá después ante esta ciudad con cien mil hombres que él quiere reunir y llevará sobre su cuello una gran maza y hará con los cristianos lo mismo que hizo con los paganos de allende los mares».

Guillermo dice: «¡Motivo hay para tener miedo! Quien va­ya a llamarlo y buscarlo, con generosidad le daré de mis bie­nes y quien consiga hacer que vuelva a mi lado le daré una gran parte de mi herencia. Señores, nobles barones, id».

«De grado, señor, pues lo ordenáis».Cuatro mil se apresuran a equiparse con lorigas y yelmos

y montan a caballo. Encuentran a Renuard en un prado, se­gún iba a entrar en una alquería. Cuando los ve avanzar de este modo, no sabe qué hacer, ni sabe qué pensar. Mira ante sí y ve una cabaña, se aproxima y arranca las estacas y derri­ba todo el armazón. Pone sobre su cuello la viga maestra y se vuelve hacia los franceses:

«Señores, dice, ¿a dónde pensáis ir?».«Guillermo manda que regreséis. De la equivocación que

ha cometido seréis resarcido y de la comida de la que fuisteis olvidado».

197 Fassó indica oportunamente que desfier no tenía en el francés antiguo solamente el significado de desafiar sino también el de romper el vínculo de fidelidad.

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188 Cantar de Guillermo

Renuard responde:«¡Caiga la maldición sobre el cuello de aquel que acepte

el desagravio hasta que vea morir o caer a los suyos!».

CLXXXIII

Estaba entre ellos un caballero traidor. Se llamaba Guiñe- bald y era el hermano de Alealme de Clermont. Comenzó a hablar como un insensato:

«¡Por Dios, canalla, os haremos volver y os entregaremos en la torre al conde Guillermo. Vos me matásteis a Guine- bold198, mi sobrino, que el otro día os quemó en la cocina. Pero por la fe que debo a San Simeón, si no fuera por mi se­ñora Guiburc, os hundiría en el pulmón mi lanza».

Renuard responde: «Oigo hablar a un bribón. Habéis ha­blado en mala hora, si Dios me da ánimo».

Levanta el garrote, se precipita contra él y le golpea en la cabeza. El otro aúlla como un lobo, los ojos le vuelan, el ce­rebro se desparrama.

CLXXXIV

Lunes al anochecer.Renuard dice: «¡Estáis un poco magullados. No sé qué ha

sucedido a los demás, pero a vosotros os ha mordido la vi­ga». Los franceses se vuelven por la pendiente de una colina, mueren los caballos y pierden las lanzas.

CLXXXV

Renuard sostiene la gran viga de la cabaña. La lleva en al­to y después la baja. A quien alcanza le rompe la cabeza. El conde Guillermo estaba junto a una puerta. Él y Guiburc se besan y abrazan. Esto dice Guillermo: «Veo venir a los nues­tros. Renuard, me parece, los está apaleando».

198 El parecido entre los dos nombres sirve para indicar que ambos son hermanos. Lo mismo aparece en el verso 208 del Cantar de Roldán (Basan y Basile) y en el 107 (Gerin y Gerers).

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Cantar de Guillermo 189

CLXXXVI

Lunes al anochecer.Los franceses dicen: «Mal hemos hecho, ciertamente, en ir

contra este verdadero diablo que lleva una viga. A cien ha matado sin recibir confesión de un sacerdote».

«Iré yo mismo», dice el conde Guillermo. Con él lleva a la reina convertida y a Guielin, a Gualterio de Termes, a Gui- chard y a Girard que les conduce y trescientos franceses sin loriga ni yelmo. Encuentran a Renuard en una colina y Gui­burc le llama la primera:

«Señor Renuard, por los ojos de tu cabeza, acepta la repa­ración de mi señor Guillermo».

«Con gusto, señora, por mi diestra. Si no fuera por Gui­burc la bella, golpearía a Guillermo en la cabeza con esta vi­ga y su cerebro caería a los dos lados. Os perdono la grave afrenta que me habéis hecho al olvidaros de mí para la co­mida».

Los franceses dicen: «¡Arrojad esa viga!».Renuard responde: «Con gusto, por mi cabeza».Entonces él lanza la viga a catorce arpendes de distancia,

por encima de la cabeza de trescientos franceses. Cuando se deshace de ella se sienten contentos. Al menos cien han pa­decido fiebre199.

CLXXXVII

Juntos están ahora Guillermo y Renuard. Con gran amor se han reconciliado y se dirigen a la ciudad de Orange. Sa­

199 Qui la fevre en porterent: Algunos críticos han entendido que fev- re o feure podría referirse al arma que improvisa Renuard, pero no se entiende bien para qué hacía falta llevarla (porterent) a ningún lado, a no ser que se llevara al lugar donde el gigante la tomó. No tiene sentido entender que se refiera a la paja del techo (véase Wathelet-Willem, I, págs. 123-124.) Suard interpreta el término como fiévre, (fiebre), una re­acción orgánica derivada del terror que han sufrido los franceses al sen­tirse amenazados por la viga.

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190 Cantar de Guillermo

bed que enseguida les sirvieron de comer. Beltrán el palati­no 200 le sirvió el agua. Guiburc le llevó la toalla. Gualterio de Termes le sirve a su gusto.

CLXXXVIII

Cuando Renuard ha comido abundantemente, Guiburc comienza a hablarle:

«Renuard, señor, por santa caridad: ¿has sido bautizado y sacado de la pila bautismal?».

«No, responde él, por la fe que debo a Dios. Jamás he en­trado en una iglesia para rezar a Dios».

Guillermo dice:«Te haré bautizar y te daré la santa fe cristiana».Renuard contesta: «Muchas gracias, en el nombre de

Dios».Le conducen al monasterio de San Homero201 y hacen lle­

var una gran cuba en la que bien podrían bañarse cuatro campesinos 202. Guillermo y Guiburc lo acompañan en el bautismo junto con el conde Beltrán, flor y élite de la dulce Francia. Sabed que los regalos fueron de enorme valor. Le dieron mil libras de denarios y con las mil libras cien mulos y cien destreros. Siete castillos le dio Guillermo como feudo y

200 Li paleins Bertrans: Beltrán el palatino. Es un personaje que apa­rece también en los versos 672 y 2484 y en El fragmento de la Haya. El sobrenombre de palatino indica que formaba parte del séquito del so­berano.

201 San Homero (Audemer) es un santo del noroeste de Francia, que fue obispo de Thérouanne en el siglo VII. Hay otro ejemplo de iglesia con el mismo nombre en Beuves de Commarchis.

202 Las acciones heroicas llevadas a cabo por Renuard, en las que hace olvidar sus trabajos de criado, culminan en la ceremonia del bau­tismo por inmersión que supone también ser armado caballero. Guiburc le ha ceñido la espada y Guillermo confirma que es verdadero caballero en los versos 3163-3165 y la presencia de ambos en la escena hace pen­sar que se ha dado el paso definitivo. Hasta este pasaje no se había he­cho referencia al tamaño de Renuard. Sabíamos desde el principio de su fuerza y apetito descomunales, pero no de su altura gigantesca, de la que ahora queda constancia.

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Cantar de Guillermo 191

le otorga a Ermentrud 203 como esposa y toda la tierra de Vi- vién el valeroso. Guiburc le habla en primer lugar.

CLXXXEX

Guiburc le habla en primer lugar:«Renuard, señor, por santa caridad, ¿cómo has hecho para

salir de tu reino?».«Señora, dice, ahora escucharéis la verdad y os hablaré

sinceramente. Mi padre se fue a Meliant, acompañado del emir de Durazzo y me confió a mi maestro Apolicant204. Este se marchó al despuntar el alba, prohibiéndome que me mo­viera hasta que él no regresara de adorar a Tervagant. Pero yo no quise obedecerlo en absoluto y enseguida me alejé, haciendo correr mi pelota a lo largo de la orilla, donde en­contré barcos y chalanas. Sin temor alguno me metí en un bergantín. Se levantó un viento impetuoso y terrible que me impulsó hacia alta mar. Allí encontré una multitud de mer­cantes y mi bergantín se estrelló contra sus navios y se rom­pió en más de cien pedazos. Me habría ahogado si no me hubiesen socorrido; entre cuatro me alzaron por las manos a una galeaza. Me condujeron a un enorme país y me pusieron en la cabeza un ramo y me declararon cautivo, joven para ser vendido. Pero no hubo flamenco, ni latino, ni alemán, ni bretón, ni normando que me pudiera comprar a su precio,

203 A Renuard se le da, en el momento del bautismo, un feudo y una esposa, con lo que se le integra en un contexto cristiano y social muy concretos. En varios manuscritos de Aliscans se sustituye a Ermen­trud por Aélis, hija del rey Luis y de Blancaflor. Los estudios de Wathe- let-Willem (I, págs. 567-568) le han llevado a concluir que en una ver­sión primitiva, el nombre de la esposa dada a Renuard era Ermentrud. Sobre Ermentrud véase J. Wathelet-Willem, «La Femme de Rainouart», en Mélanges Jean Frappier, 1970, 1105-1148.

204 L ’almagur de Durant-. almagor o amagor aparecen en los canta­res de gesta como nombre común y significan algo parecido a emir. Pa­rece que se trata de un nombre que proviene de Almanzor, el caudillo musulmán que devastó la península ibérica a finales del siglo X. En cuanto a Apolicant, procede de una secta maniquea de Armenia y está relacionada con literatura de la primera cruzada.

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192 Cantar de Guillermo

cuando por la feria llegó el rey cabalgando. Me miró, me vio buen muchacho y me compró por mil libras de besantes2()5; me hizo montar en un mulo que amblaba y me llevó a París. Me preguntó si era de noble estirpe y yo le dije, sin ocultarle nada, que era hijo de Deramé y que Oriabel era mi madre. Cuando escuchó que yo era de noble estirpe, tuvo tal miedo de mi padre y de mis parientes, que me confió a su cocinero Jaceram y juró a Dios padre omnipotente que jamás en mi vi­da tendría un oficio mejor. He pasado siete años en la coci­na. He sentido frío pero jamás pasé hambre, hasta que Gui­llermo me condujo a Larchamp. Allí he matado a treinta mil de mis parientes».

Cuando Guiburc lo escuchó se puso delante de él:«Bésame, hermano, soy tu hermana de nacimiento».Lunes al anochecer.«¿Eres tú mi cuñado, Guillermo? Si lo hubiese sabido en

Larchamp, os habría sido muy útil, pero os habría ayudado todavía más» 206.

205 Se trata de monedas de oro bizantinas que en la Edad Media te­nían un gran valor.

206 El final del manuscrito ha merecido, como es lógico, la atención de los críticos. ¿Es el verso 3554, el final del cantar? Para McMillan la obra termina en este punto (II, pág. 128, n. 2). Lo mismo sostiene Wat- helet-Willem (I, pág. 715, n. 217). La victoria final contra los sarracenos es un hecho y Renuard se convierte en caballero cristiano. No tiene sen­tido, en este cantar, comenzar de nuevo con la serie de batallas en Lar­champ. Para Suard, «una concisión tal se opone a los anuncios que, en Aliscans, muestran el carácter cíclico del texto: nacimiento de Taillefer, que causa la muerte de su madre, batalla de Renuard y de Loquifer, rap­to de Maillefer (...)», nota al verso 3554.

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ÍNDICE DE AUTORES ANTIGUOS Y MODERNOS, OBRAS, TEMAS Y MOTIVOS, QUE APARECEN EN LAS NOTAS AL TEXTO

Abderramán, 1Adoubement (acción de armar

al caballero), 70, 83 Aliscans, 45, 78, 85, 107, 118,

122, 123, 137, 147, 165, 180,194, 203, 206

Almorávides, 151 Alvar, C., 11, 148,Ambladura (manera de andar

los caballos), 114 Antis et Amiles, 124 Aramburu, F., 28 Aymeri de Narbonne, 40, 155,

157

Babilonia, 195, 196 Bacheler; 107 Baldewin de Flandres, 158 Baranda, N., 148 Bédier, J , 37, 63, 130 Berceo y obras de clerecía, 72 Berthe auxgrandspieds, 29, 91 Beuve le Commarchis, 156 Brault, G.J., 118

El caballo en la literatura medie­val, 134

Cantar de Mío Cid, 26, 32, 34, 39, 42, 45, 78, 85, 86, 106, 124, 146, 172, 187.

Cantar de Roldan, 11, 12, 13, 20, 25, 26, 27, 28, 33, 37, 39, 45, 47, 53, 55, 61, 78, 89, 95,

96, 97, 102, 103, 118, 129, 147, 180, 187, 195, 196, 198

- relación con el Cantar de Gui­llermo, 22, 118

Casas, F. de, 17 chalana, 20Charroi de Nímes, 11, 97 Chevalerie Vivien, 63, 78, 122 Ciclos de cantares, 155 Couronnement de Louis, 11, 42,

155Corberan d’Olifeme, 144 Correspondencia entre episo­

dios dentro del CG, 173 Credo épico, 78, 124 Curtius, E. R., 38, 100

Deramé, 1Dromunz (galeaza), 25 Duc, V. le, 26 Dumézil, G., 180

Encadenamiento entre tiradas, 68

Eneida, 29 Enfanees Renier, 29 Esneke (bergantín), 24 Estoria de España (Alfonso X),

151Evangelios, Mateo 51, 53, 73,

75; Marcos 51

Fabliau, 17GUILLERMO. - 7

Page 190: Cantar de Guillermo (Trad. Joaquín Rubio)

194 Cantar de Guillermo

Faral, E., 88Fassó, A.: 12, 14, 21, 31, 38, 41,

49, 60, 105, 123, 132, 176, 181, 191, 197

Ferragut, 186 Fierabrás, 45 Flori, J., 85, 107Fragmento de la Haya, 40, 45,

155, 200 Francia, María de, 11 Frappier, J., 53, 75, 78, 96, 97,

98, 111, 123

Galeran de Bretagne, 29 Gargano, A., 85 Garin de Monglane, 130 Gauthier, L., 123 Geste (significado de este térmi­

no), 89 Giran de Vienne, 91 Girunde (Gerona, La Gironda),

5, 40, 59 Gog y Magog, 129 Gonfalón, 33Gormont et Isembart, 44, 78 Grisward, J., 165 Guillermo alcorbitanas, el de

nariz curva, 11 Guillermo de Tolosa, 1

Héroe épico, 36, 85 Historia ecclesiastica, 37 Hoepffner, E., 53

Invocación a la Santísima Trini­dad, 72

Juego de Tablas, 147

Labande, E. R., 124 Lafont, 5 Lais, 11

Lefévre, Y., 169 Lejeune, R., 149, 165 Libro de Alexandre, 42, 44, 172 Libro de Ruth, 56 Longinos y la lanza que sangra,

124 Loriga, 9 Lot, F., 82 Luongo, S., 160

Mahoma, 129 Marca Hispánica, 5, 6 McMillan, 41, 60, 74, 89, 104,

106, 112, 115, 116, 168, 169, 176, 206

Melusina o la noble historia de Lusignan, 148

Menéndez Pidal, R., 45, 86, 88, 119, 128

Miedo: el tema del miedo en textos medievales, 85

Moelk, U., 137 Moniage Guillaume, 150 Monjoie, 37 Montaner, A., 146

Nota Emilianense, 11

Olrik, A., 32 Orlando (Ariosto), 132

Paralelismo entre escenas, 79,84

París, G., 37 Paz, O , 36Perceval ( román de C. de Tro-

yes), 124 Pezzi, E., 37 Ptramo y Tisbe, 38 Pleine sa hanste, 43, 177 Primera Crónica General (Al­

fonso X), 119

Page 191: Cantar de Guillermo (Trad. Joaquín Rubio)

índice de autores antiguos y modernos, obras, temas y motivos 195

Prise d ’Orange, 62, 160, 178 Punto de vista del narrador, 80

Raoul de Cambrai, 37, 44, 105 Reliquias, 23 Rico, F., 146Riquer, M. de, 9, 26, 33, 43, 70,

104, 124 Rimas, 10Román de Rou, 64, 88 Roncaglia, A., 195 Rychner, J., 38, 58, 135 Ross, D. A., 43 Ruiz Capellán, 29

Schmolke-Hasselman, B., 41, 57, 104, 132

Schulze-Busacker, E., 36 Siége de Barbastre, 29, 60 Silver, B. L, 119Suard, F., 16, 31, 40, 48, 49, 70,

99, 106, 125, 143, 191, 198, 206

Suchier, 16, 59, 60, 82, 99, 106, 112

Teruagant (ídolos adorados por los sarracenos, según los can­tares de gesta), 129, 188, 204

Tinel (palo o maza), 165 Tiradas (forma bifurcada), 84 Tristán e Iseo, 29

Uría Maqua, I., 118 Urwin, K., 123

Várvaro, A., 75 Vernet,J., 129

Wathelet-Willem, J., 16, 31, 41, 62, 63, 65, 74, 87, 89, 101, 106, 110, 112, 129, 137, 144, 153, 165, 170, 174, 184, 186,195, 198, 203, 206

Zumthor, P., 55, 90, 97, 118, 180.

Page 192: Cantar de Guillermo (Trad. Joaquín Rubio)

ÍNDICE GENERAL

Págs.

Introducción............................................................................. 9I. Consideraciones generales....................................... 9

II. El CG y el ciclo de Guillermo................................ 12III. El Cantar de Guillermo........................................... 17

A. La historia y el cantar de gesta........................ 17B. La historia y los textos....................................... 20C. La formación del manuscrito de Londres...... 24D. La oralidad............................................................ 28E. El Cantar de Guillermo..................................... 36

1. Estructura......................................................... 362. El Cantar de Guillermo y el Cantar de Rol-

d a n .................................................................... 383. El espacio......................................................... 404. Personajes......................................................... 42

4.1. Guillermo y Guiburc..................... , . . . 434.2. Vivién y los héroes infantes: Gui, Gi-

rald y Renuard......................................... 464.2.1. Vivién, 46. — 4.2.2. Vivién, los héroes in­fantes y las parejas épicas, 47.

4.3. Renuard................................................... 49IV. Sobre la traducción y las notas............................... 55

Bibliografía............................................................................... 59Ediciones............................................................................ 59Estudios............................................................................... 60

Cantar de Guillermo.............................................................. 63

índice de autores antiguos y modernos, obras, temas y motivos que aparecen en las notas al texto ............... 193

Page 193: Cantar de Guillermo (Trad. Joaquín Rubio)

El Cantar de Guillermo es uno de los cantares de gesta más antiguos de la épi­ca francesa y en él se dan ci­ta todos los problemas de los que se ha ocupado la crítica desde el romanticismo hasta hoy. Parece que en la gesta se funden elementos proce­dentes de tradiciones muy distintas: vidas de santos, re­latos históricos, mitos indo­europeos... Los personajes que dan vida al Cantar, des­de el santo Vivién al gigante Renuard, desde la enérgica Guiburc a los valerosos in­fantes, son un friso muy vivo de la épica medieval.

Jo a q u ín R u b io T o v a r , profe­sor de filología románica en la Universidad de Alcalá, es autor de varios estudios so­bre las traducciones y sobre los libros de viajes medieva­les. Ha traducido Cligés de Chrétien de Troyes y ha edi­tado San Manuel Bueno, mártir de Unamuno. Es autor de un ensayo sobre la rela­ción entre música y literatura.

<$>U R E D O S

L Á S I C O S M E D I E V \ L E