Cantamos: Ven con nosotros a caminar, Santa María … 2.pdf · de la propia evangelización y del...

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16 4. ORACIÓN Nuestra lectura orante ha sido nuestra oración de hoy. Terminamos invocando a aquella que reconocemos como Virgen a la escucha, Oyente fiel de la Palabra”, Madre de la Palabra En- carnada, Madre de la Fe y Madre de la Alegría. Cantamos: Ven con nosotros a caminar, Santa María del Amén o aquella canción mariana que nos gusta más. Nota: Recordar de enviar lo antes posible las propuestas a la parroquia y una copia a la Secretaria del Sínodo o al Obispado o al e-mail: [email protected] 1 Cristo, El Misterio de Dios CUADERNILLO SINODAL 2 Jesucristo, Palabra del Padre La Palabra se hizo carne. (Jn 1,14)

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4. ORACIÓN

Nuestra lectura orante ha sido nuestra oración de hoy.

Terminamos invocando a aquella que reconocemos como Virgen

a la escucha, Oyente fiel de la Palabra”, Madre de la Palabra En-

carnada, Madre de la Fe y Madre de la Alegría.

Cantamos: Ven con nosotros a caminar, Santa María del Amén o

aquella canción mariana que nos gusta más.

Nota: Recordar de enviar lo antes posible las propuestas a la parroquia y una copia a la Secretaria del Sínodo o al Obispado o al e-mail: [email protected]

1

Cristo,

El Misterio de Dios

CUADERNILLO

SINODAL

2

Jesucristo,

Palabra del Padre

La Palabra se hizo carne.

(Jn 1,14)

2

PRESENTACIÓN

Hemos reconocido cómo el misterio de amor y comunión que es Dios se nos ha hecho presente en la entrega de su Hijo. El documen-

to de Aparecida nos recuerda que:

Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leída en la

Iglesia. La Sagrada Escritura, “Palabra de Dios escrita por

inspiración del Espíritu Santo”, es, con la Tradición, fuente

de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora. DA 247.

Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios como don del Padre para el encuentro con Jesucristo

vivo, camino de “auténtica conversión y de renovada comu-

nión y solidaridad”… Los discípulos de Jesús anhelan nu-trirse con el Pan de la Palabra: quieren acceder a la inter-

pretación adecuada de los textos bíblicos, a emplearlos co-

mo mediación de diálogo con Jesucristo, y a que sean alma

de la propia evangelización y del anuncio de Jesús a todos. DA 248.

Queremos reflexionar sobre esta invitación del Documento de Apa-recida para desde nuestra realidad diocesana hacer propuestas que

permitan a todos encontrar a Jesús en la Sagrada Escritura. Lo hace-

mos siguiendo el mismo esquema que en el tema anterior y en los

siguientes. Recogemos ejemplos de caminos diversos que se trans-forman en una encrucijada. Nos dejamos orientar por la reflexión

que nos sirve de mapa, y en medio de esa reflexión hacemos un ejer-

cicio de lectura orante que nos llevará a hacer propuestas para que en la Asamblea Sinodal decidamos camino.

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3. EN CAMINO

(Actuar: Nuestras Propuestas)

Cooperar en la alegría 2 Cor 1, 24

No somos señores de la fe sino cooperadores de la alegría. Como

Pablo no queremos imponer lo nuestro sino dar motivo de alegría a

los que caminamos en Cortés en seguimiento de Jesús. Por eso hace-

mos las propuestas que serán estudiadas en la Asamblea Sinodal. No es necesario hacer muchas pero sí conviene que hagamos varias.

Las propuestas han de centrarse en algunos de estos aspectos o en algún otro siempre en relación con la acogida de a palabra de Dios.

Cómo hacer que la Escritura sea fuente de vida para todos. Cómo difundir la Biblia en medio de un pueblo que lee

poco.

Cómo mejorar su enseñanza.

Cómo cuidar su proclamación. Cómo preparar a los responsables de las lecturas.

Cómo mejorar la formación bíblica de los delegados y de

todos los agentes de pastoral, también la de los presbíteros. Cómo hacer para que mejore la escucha de cada uno y en

las diversas edades.

Cómo han de ser las homilías. Cómo iniciar a los niños en la escucha de la Palabra de

Dios…

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9.3 Para orar

Orar es el tercer paso. Todos los pasos son oración

pero ponemos ese nombre a este momento en que nos preguntamos: ¿Qué le digo a Dios? ¿Qué digo a quien

sabemos nos ama? ¿Qué digo como súplica, alabanza,

acción de gracias, arrepentimiento, reflexión, confianza? ¿Qué digo con los labios, con la música, con el cuerpo, con el silencio? ¿Qué

digo, qué decimos en la fraternidad y en la solidaridad?

Hacemos un momento de silencio y quien quiera invita al grupo:

Demos gracias por…

Oremos por…

Pidamos perdón por…

9.4 Y contemplar

El último paso son muchos pasos. Mejor: es saberse en camino de-jando que arda el corazón en el caminar porque junto a nosotros el

crucificado que vive nos sigue abriendo las Escrituras. Saboreamos

en el silencio. Saboreamos mientras “volvemos” y mientras compar-timos con los hermanos. En la acción contemplamos a quien nos

hace capaces de hacer su Reino y caminamos en alegría.

Tarareamos con la boca cerrada tres veces suavecito

el estribillo de la canción: Cristo nos da la libertad

Hacemos silencio

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1. ENCRUCIJADA (Mirar la realidad)

1.- En casa de los Martínez hay un montón de imágenes sobre todo de la Virgen. No hay Biblia.

Los abuelos apenas saben leer pero les gusta mirar

los santos y saben de memoria sus rezos. Hay tele-visión encendida todo el día y radio con predica-

dores. Llegan unos misioneros y dicen que esas

imágenes son idolatría y que así lo dice la Biblia. Surge el desconcierto. ¿Hay que quitar las imáge-

nes y comprar una Biblia?

2.- Luis tiene una Biblia y le gusta leerla porque sabe que es Palabra de Dios. Pero esa Biblia tiene muchas páginas y Luis no tiene mu-

cho tiempo ni pudo dedicar tiempo a la escuela. Hay palabras que no

entiende, historias a las que no encuentra sentido. Cuando oye a un predicador se queda muy admirado, aprende lo que escucha y luego

lo repite cuando habla con sus hijos.

3.- Ángela es joven. Ha podido ir a la escuela y está sacando bachi-

llerato con el Maestro en Casa. Hizo la catequesis de primera comu-

nión en su parroquia y tiene una Biblia. Es creyente y piadosa. Lee

su Biblia pero le resulta difícil de aceptar las historias sobre la crea-ción o le parece que hay muchas páginas violentas en el Antiguo

Testamento. Le gusta más leer los evangelios y siente en ellos la

presencia de Jesús. No lee todos los días, sólo de vez en cuando y tampoco va todos los domingos a la eucaristía. Algunas veces entra

al culto en los templos que están más cerca de su casa. Le gusta,

sobre todo, la alabanza aunque le molestan los gritos y la mucha

palabrería del pastor.

4.- Ana y Juan son matrimonio. Su hija mayor está empezando su

catequesis y ellos participan en una comunidad familiar. Con sus hijos leen escenas de la Biblia seleccionadas para los niños y hacen

juntos oración. Se preguntan qué dice Dios en la página leída; qué

les dice a ellos ese día como familia y después, cada uno, hace peti-ciones o da gracias. En la comunidad hacen algo semejante y experi-

mentan que el Señor acompaña su camino, sobre todo, cuando en la

Eucaristía acogen la Palabra junto a toda la comunidad parroquial y

reconocen al Señor Resucitado presente en medio de ellos.

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5.- María fue bautizada y se siente católica. Está en unión libre y tiene cuatro hijos aunque el primero no es de este compañero. Ha

pensado en bautizarlos pero no sabe qué hay que hacer ni si se los

van a bautizar. A su casa llegan Testigos de Jehová y otros “misioneros”. Ella no tiene mucho tiempo para escuchar y además

cada uno con su Biblia la llenan de dudas y confusión. Alguna vez

va a un culto o a la católica pero no entiende mucho ni le interesan

tantas historias de los libros. Espera que diosito le ayude y cuide de sus hijos.

6.- Mirna está muy preocupada porque no sabe si asistir o no a un taller vocacional. Abre la Biblia para ver qué dice Dios y se encuen-

tra con el comienzo del salmo 84: ¡Qué amable es tu morada, Señor

del universo! Ahora ya lo tiene claro: Dios quiere que vaya al taller.

Para el diálogo:

¿Cuál de estas situaciones es más frecuente en

nuestro entorno?

¿Se dan otras situaciones semejantes entre noso-

tros?

Comentamos brevemente.

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Lo hacemos ahora como parte de nuestra oración:

Buscamos y leemos las notas de nuestra Biblia.

Si tenemos varias traducciones, nos fijamos en las di-

ferencias.

9.2 Meditamos este texto

Meditar es el nombre que damos al segundo paso de la lectura oran-

te. En él nos damos cuenta que cada texto está en relación con otros,

que hay unidad en toda la Escritura y que toda se cumple y se en-tiende en Jesús. En un Jesús que vive ahora y que nos habla ahora.

¿Cómo es este ahora mío, cómo es esta realidad nuestra? Al leer

busco conocer qué dice Dios. Al meditar me pregunto qué me dice Dios: a mí, a nosotros que caminamos en Cortés en este mediado

2012. ¿Qué me inquieta, qué me preocupa, que me condiciona? Es-

cuchamos al Dios que nos escucha primero, que conoce nuestra

opresión, qué oye nuestro grito. Ex 3, 7. Dejamos que la palabra resuene en nosotros.

Sin darnos cuenta de cómo nos sentimos, de qué tememos y desea-mos no hay posibilidad de que Dios se nos diga como amigo. Sin

escuchar como Dios lo hace: bajando y vaciándose (Ex 3, 8; Filp 2,

6-11) no entenderemos a Dios. Meditar no es huir de la realidad, aislarse de su injusticia, de su dolor, de su pecado. Meditar es apren-

der a mirar como lo hace el Señor. Y mirar ahora no en “aquel tiem-

po” sino como en cada tiempo mira compasivo el Señor. Mt 14,14.

Ahora también compartimos con brevedad:

Los que lo deseen repiten una frase breve de las leídas

en Lucas Los que quieran dicen en voz alta. “Hoy el Señor nos

libera de: (miedo, corrupción…)

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¿Qué significa eso del “fundamentalismo”? Es el modo de utilizar la Biblia de quien, con buena voluntad, toma la Biblia y:

a- Reconoce que es Palabra de Dios, pero se le olvida que sólo

a través de los hombres nos habla Dios.

b- Insiste en que Dios habla, pero olvida que lo hace a través de

muchos hombres y de muchos tiempos y no quiere prestar atención a los modos propios de hablar de esos tiempos y de

eso hombres diversos.

c- Sabe que Dios nos habla a cada uno, pero olvida que nos

reúne como pueblo y que nos invita a escuchar lo que los

otros entienden para que no con fundamos la voz de Dios

con los ruidos de nuestro oído.

d- Se olvida que Dios es misterio y que para acercarnos a Él

necesitamos “descalzarnos”, y no pretender que lo que noso-tros entendemos sin más es lo que dice Dios.

Tenemos en cuenta esta tentación “fundamentalista” que puede ser

más fuerte en los que leen el Corán o en algunos cristianos de tipo

pentecostal, de los que hay tantos entre nosotros, pero es una tenta-ción que nos afecta a todos y que encuentra en la pereza una podero-

sa aliada. Por eso hay que cuidar mucho, mucho, este paso: leer.

Leer con la ayuda de una traducción ac-tual; leer recordando lo que dicen las

introducciones; leer consultando las no-

tas de nuestra Biblia; leer y buscar el sig-

nificado que las palabras tienen en la Biblia que puede ser distinto del nuestro

y distinto en un autor u otro de la Escri-

tura.

Leer así no es perder el tiempo. Leer así

es orar. Es prestar atención cariñosa, hu-milde, sencilla al Dios que nos habla co-

mo “amigos”, que condesciende a usar nuestro lenguaje limitado y

pasajero. Leer así es reconocer que Jesús es Dios y Hombre, Hijo de

Dios nacido de María Virgen. Leer así es tomar la cruz, esforzándo-nos por acoger la Palabra como Dios la ha querido decir.

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2. BRÚJULA Y MAPA

(Juzgar: Conocer la enseñanza de

la Iglesia)

1. Un poco de historia

Hace 50 años, cuando comenzó el Concilio Vaticano II, los obispos

reunidos hicieron discernimiento de los caminos a recorrer por la

Iglesia en ese avanzado siglo XX. Estudiaron propuestas para que la liturgia fuera más viva y cercana al pueblo. Elaboraron la primera

Constitución conciliar: la “Sacrosantum Concilium” que fue aproba-

da al comienzo de la segunda sesión y, en seguida, abordaron cómo la Iglesia entiende y propone la Revelación de Dios, cómo acoge y

entiende su Palabra, cómo encuentra la verdad en la Biblia, cómo la

Biblia se hace presente en la vida de la Iglesia. El tema era, y es, importante, y en él había muchas encrucijadas. Por una parte, la tra-

dición de las Iglesias de Oriente y, sobre todo, las de las Comunida-

des de la Reforma Protestante ponían acentos distintos de los que la

Iglesia Católica Romana había puesto en los tres siglos anteriores. Además, el avance de las ciencias y el conocimiento de la historia

antigua creaba nuevos retos y preguntas a las que entre los católicos

se daban respuestas diversas: unos más a la defensiva, otros más abiertos a la modernidad.

El Papa Juan XXIII había propuesto como objetivo al Concilio el abrir caminos de diálogo para la unidad entre los cristianos y facili-

tar el anuncio del evangelio de una manera actualizada a los rápidos

cambios del mundo. Por eso, los retos eran importantes y, de hecho,

la Constitución Conciliar sobre la Revelación (Dei Verbum), que iba a ser la segunda en aprobarse no lo fue hasta noviembre de 1965 en

la última sesión del Concilio. Mereció la pena el trabajo y merece la

pena que releamos esa Constitución.

Con un nombre parecido al de la Constitución Conciliar el Papa nos

ha entregado el fruto del último Sínodo de obispos sobre la Palabra

de Dios en la Vida de la Iglesia: Verbum Domini. También, el Cate-cismo de la Iglesia Católica se refiere a este tema en los números 50

-133. En el Compendio de ese Catecismo lo encontramos en los nú-

meros 6 al 24.

6

De todos esos documentos tomamos ahora un texto del Concilio que ilumina especialmente nuestro camino:

Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a

conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen ac-

ceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de

la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido

por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la co-

municación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínse-

camente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas

por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confir-

man la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclare-

cen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima

acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos ma-nifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo me-

diador y plenitud de toda la revelación. DV 2.

2. La Biblia, testimonio de un camino Dios se manifiesta a sí mismo. Habla a los hombres como amigos.

Invita a la comunicación consigo y nos recibe en su compañía. La

Biblia no es una colección de enseñanzas. Es el testimonio, los testi-monios, de cómo Dios hace camino con los hombres. Las obras en

la Historia de la Salvación manifiestan y confirman la doctrina, y las

palabras proclaman las obras y aclaran su significado. La “obra”

plena de Dios, en la que se nos dice totalmente, es su entrega en el Hijo.

La palabra “Biblia” es griega. Está en plural y significa: “los libros”, la “colección de libros”. Para referirse a esos libros Jesús y la comu-

nidad antigua decían: las “Escrituras”, así en plural; o señalaban los

tres grandes grupos en que están reunidos sus libros. La Biblia es

una colección de libros, escritos en épocas diversas y por autores distintos. Las comunidades cristianas acogieron con gozo la Buena

Noticia de que esas Escrituras habían alcanzado su cumplimiento en

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gemos a Jesús como el sentido de nuestro caminar, y reconocemos su presencia en medio de nosotros. Con Él y como Él abrimos las

Escrituras porque si las desconocemos, ignoramos a Cristo.

9. Y en el camino nos sale al encuentro Jesús Maestro, Me-

sías, Hijo de Dios, Señor del Universo

Animados por Aparecida, 249, por el mensaje al Pueblo de Dios del

Sínodo de los Obispos, y por la Verbum Domini hacemos un ejerci-

cio de “lectura orante” que nos sirve además para recordar los pasos de la misma y señalar algunos aspectos a tener en cuenta:

9.1 Leemos el texto de Lc 4, 14-21

Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sába-

do entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta

Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escri-

to:

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción.

Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres,

a anunciar la liberación a los cautivos

y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos

y proclamar un año de gracia del Señor.

Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. To-

dos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces co-menzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la

Escritura que acaban de oír».

Lo primero que se nos propone en esta forma privilegiada de acer-

carnos a la escritura es “leer”. No es fácil leer bien. No podemos dar

este paso primero con prisa. De leer mal surgen las lecturas funda-

mentalistas.

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7. Un Espíritu que nos hace ser un solo cuerpo

Dios nos habla y su Palabra nos convoca, nos hace ser su Pueblo. No podemos entender esa Palabra aislados de los demás, encerrados

en nuestro libro. Al pie del Sinaí no repartió el Señor unas fotoco-

pias para que cada uno leyera en privado. Llamó y reunió a un pue-

blo: “ustedes son mi pueblo”. La Palabra tiene su casa: la Iglesia. Ahí es donde compartimos y comprobamos nuestra comprensión, y

donde evitamos los malos entendidos. Ahí es donde Dios se nos

acerca a cada uno y nos habla también a través del hermano, a través de los dones diversos de cada hermano. Ahí es donde el don de los

que cuidan la unidad y ordenan la fraternidad, los obispos, realiza

una función importante para acoger y comprender la Palabra de Dios.

8. Una Palabra que nos pone en camino

Acogemos a Dios. Recibimos su Palabra definitiva en Cristo y ter-

minamos nuestra lectura diciendo: ¡Ven, Señor, Jesús! La Biblia no es lo último sino que nos pone en camino hacia la meta. El Libro ha

ido naciendo y creciendo en el camino del Pueblo de Dios. Este Li-

bro solo se entiende haciendo camino y compartiendo camino. En Jesús recono-

cemos el Camino, la Verdad, la Vida. El

modo de caminar de Jesús, que nos testi-

monian los evangelios, ilumina nuestro camino. Sólo entendemos viviendo al

modo de Jesús. Sólo emprendiendo su

camino comprenderemos su Palabra.

La Biblia ha nacido en el camino del

Pueblo de Dios y sólo se entiende hacien-do camino. Nosotros somos Pueblo de

Dios, que hoy camina en Cortés, que

quiere hacer el camino de Jesús y servir

de camino como Jesús, para que todos tengan vida en Él. Aquí, en este siglo XXI, el Señor Jesús nos reúne en su Espíritu y nos da vi-

da. Nos ha encontrado en nuestro caminar y nos ha abierto el sentido

de la vida que Dios propone a su pueblo, a todos los pueblos. Aco-

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Jesús, y , además, reci-bieron de los testigos de

la Resurrección unos

pocos textos escritos,

también, por autores distintos y con variedad

de géneros, especial-

mente cartas y narracio-nes, en los que se pro-

clama la Alianza Nueva

y Definitiva, es decir, el Nuevo Testamento.

Es importante tener en cuenta todo esto para leer bien la Biblia. Para

un musulmán El Corán es un libro dictado al profeta por el ángel

Gabriel en árabe. Para nosotros la Biblia son muchos libros escritos

en muchos momentos; que no han sido dictados en una lengua sa-grada sino escritos por hombres que utilizaban todas sus habilidades

y talentos; y en los que, de diversas maneras, Dios se nos hace Pala-

bra, se nos da, se dice a sí mismo, dice su amistad por el hombre y hace camino con su pueblo.

Los autores de la Biblia dan testimonio, levantan acta, de la Salva-

ción que Dios hace presente en la historia. Cada autor lo hace a su

modo, en su momento histórico, con su estilo. Si queremos escuchar a Dios tenemos que prestar atención a lo que dicen estos hombres, y

entender sus palabras que se traducen del mejor modo posible a la

lengua viva en la que nos entendemos. Por eso hay traducción de la Biblia en muchas lenguas y diversas traducciones en cada una.

3. La Palabra de Dios no es un libro, tiene rostro, es Dios

en la carne Muchas veces y de muchas maneras ha hablado Dios por los profe-

tas, ahora, en este tiempo final, nos ha hablado por el Hijo. El Hijo

de Dios, Jesús, es la Palabra del Padre. Jesús es la Palabra de Dios. No sólo ni tanto “las palabras” de Jesús son palabra de Dios sino Él

mismo en su ser hombre entre los hombres; nacido de María; criado

y crecido en Nazaret: en la sencillez de su familia, de sus juegos, en

el silencio del trabajo junto a José, proclamando el Reino, haciendo

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el bien, liberando, acogiendo, entregándose, muriendo y resucitan-do, entregando el espíritu.

Los libros anteriores de la Biblia hablan de Jesús, lo anuncian y

desean. Lc 24, 25-27; 24, 45-47; Jn 5, 39-40. Nosotros somos dicho-

sos porque vemos y oímos cómo Dios se nos da en Jesús y nos da su

Espíritu. Es muy importante que recordemos esto para que entenda-mos las Escrituras: sólo las podemos entender en el Espíritu de Je-

sús.

4. Es Palabra inspirada y viva. 2 Tm 3, 16

Tenemos la Biblia, los libros, pero es el

Espíritu quien la hace Palabra viva y no

letra muerta. Por eso somos “cristianos” y no “biblianos”. El Espíritu inspira a los

profetas, los pone en pie. Ez 2, 2. El Espí-

ritu se hace presente en el libro pero des-borda el libro. Lo desborda antes del libro:

desde el comienzo del universo resuena el

eco de la Palabra; lo desborda conduciendo la Salvación en la histo-ria; lo desborda, sobre todo, en Jesús; lo desborda uniéndonos a Él,

transformándonos en Él.

Entendemos la Biblia en el Espíritu de Jesús. Todos recibimos ese Espíritu, pero ninguno somos su “propietario”. Ninguno puede de-

cir: esto que yo entiendo ahora es lo que “Dios dice”. Adueñarse del

sentido de la Palabra de Dios es lo propio de los “fundamentalismos” que generan fanatismo y violencia. Necesito

aprender a dudar de “mi” interpretación y reconocer que Dios es

siempre mayor. Lo que yo entiendo de Dios es “mi comprensión”, no es Dios.

5. Leer un libro, escuchar la Palabra de Dios

Al P. Alonso Schöckel, el jesuita profesor del Instituto Bíblico de

Roma, espléndido conocedor y traductor del hebreo bíblico, espe-cialmente de la poesía hebrea, le preguntaron en una ocasión: ¿Es

difícil leer el Antiguo Testamento? Y respondió: “mire, lo difícil es

leer”.

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Necesitamos mejorar nuestros modos de leer. De leer cualquier tex-

to escrito: de este que ahora tengo delante, de lo que encuentro en la prensa. Necesitamos leer más para leer mejor.

-¿El que no sabe leer no puede escuchar a Dios?

- Evidentemente sí, pero no lo puede escuchar “leyendo” el libro.

-¿El que lee mal no puede entender a Dios? -Claro que sí, pero no lo entenderá bien leyendo mal. Entenderá

escuchando una buena lectura pero no mal leyendo. El libro no

hace presente inmediatamente la Palabra de Dios sino por

“medio” de la lectura.

Además, al leer la Biblia tenemos delante un libro que son muchos

libros, escritos en muchos momentos, en ambientes culturales muy

distintos y muy lejanos de nosotros. Esto exige no solo saber leer bien sino tener en cuenta esas diferencias. ¿Cómo hacerlo? En pri-

mer lugar dándonos cuenta de esa diferencia de tiempo, de cultura

de formas de expresión y buscando conocer cómo está escrito cada libro. Para eso están las introducciones a cada libro en las ediciones

de la Biblia y las notas que acompañan el texto. Leer supone una

tarea que nos pide tiempo y atención. No basta la buena intención ni

el sentirse a gusto con lo primero que me parece entender. Si creo que Dios me habla debo prestar una atención cuidadosa a lo que di-

cen los autores a través de los que Él me habla.

6. Muchas palabras, un solo Espíritu

Dios se dice a través de hombres y en muchos tiempos, Hb 1,1, y se

nos dice plenamente en Jesús. Escuchar una frase suelta de alguien

sin conocerlo y sin haberle escuchado otras veces nos lleva a entenderle mal. El Espíritu

da unidad a toda la Escritura y sólo recono-

ciendo esa unidad del plan de Dios, que cul-mina en Cristo, podemos entender cada frase

y cada página de la Biblia. Y como la Sagra-

da Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió

para sacar el sentido exacto de los textos

sagrados, hay que atender no menos diligen-

temente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura. DV 13