Cambio de aires

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1 A lo lejos, en lo alto de una colina, una aldea se bañaba cada mañana con los primeros rayos del sol emergente. No era una aldea cualquiera, era la más bella, limpia y pura hasta donde la vista puede alcanzar. Rodeada de bosques frondosos donde los árboles entrelazan sus ramas creando laberintos de contraluces y sombras. Sus ríos sonoros derivaban hacia profundas gargantas engendrando inmensas nubes húmedas que cubrían las arboledas verdes. Morada de animales y plantas salvajes olvidados por la moderna civilización y sólo conocidos por algunos seres surgidos de las fábulas, los cuales viven en armonía en su entorno.

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Cuento creado el 31 de enero 2015 por el grupo de Meetup: http://www.meetup.com/Barcelona-Storytelling-and-Illustrations-Meetup/

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A lo lejos, en lo alto de una colina, una aldea se bañaba cada mañana con los

primeros rayos del sol emergente. No era una aldea cualquiera, era la más bella,

limpia y pura hasta donde la vista puede alcanzar. Rodeada de bosques frondosos donde los

árboles entrelazan sus ramas creando laberintos de contraluces y sombras. Sus ríos sonoros

derivaban hacia profundas gargantas engendrando inmensas nubes húmedas que cubrían las

arboledas verdes. Morada de animales y plantas salvajes olvidados por la moderna civilización

y sólo conocidos por algunos seres surgidos de las fábulas, los cuales viven en armonía en su

entorno.

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Los más poderosos son conocidos como los Gaia. Debajo de una frágil apariencia se

esconde una enorme fuerza que proviene de su interior, del ser más profundo. Le llaman la

conciencia universal.

Los Gaia tienen habilidades curativas sobre todos los seres vitales. Pueden modificar el

tiempo a su antojo, acelerar procesos naturales y hablar con los animales. No nacen como

Gaias, sino que se inician de niños, se les transmite este poder por parte de otros Gaias. Es un

cambio interior que hace que la vida fluya por sus venas como un río indómito.

Ellos deben de hacer lo mismo cuando sienten la llamada del Aura, fuente de donde emana

toda su energía y la del universo entero. En ese momento deben legar su poder y sabiduría a un

niño cuyo de corazón puro.

No mueren, se unen al cosmos formando parte de su entorno, de ese hábitat que tanto han

cuidado y protegido durante años.

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Como cada día, la aldea se levantó cubierta de una fina capa húmeda, de color azul

transparente y un ligero olor a hierba. Mini bajita y con manos de muñeca de

porcelana blanca que contrastan con las marcas del tiempo de su rostro. Su mirada traspasa el

alma de todo ser y su sonrisa parece escaparse al son de las palabras. Llevaba un vestido

coloreado por flores que le llegaba hasta los tobillos y calzaba unos botines blancos.

Saludó con una reverencia al sol que calentaba sus mejillas. Con desparpajo salió al

jardín bailando y cantando una canción tradicional, pasada de madres a hijas desde tiempos

ancestrales, aprendida de su madre y abuela. El soplo del viento del norte vino a saludarla con

delicadeza acariciando su pelo. Pareció susurrar noticias de cambios inminentes.

Sintió una sacudida en el corazón.

Se dirigió, como cada día, a sus tareas de guardiana protectora. Para esa labor, día tras

día, debía trepar a la copa del árbol más longevo situado en la parte más elevada de la aldea.

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Le apodaban el Padrino, por el hecho de arropar a la aldea en sus raíces. Su altura

permitía divisar todos sus alrededores hasta donde alcanzaba la vista. Por el camino entablaba

conversación con los vecinos que le rendían una amable sonrisa. Todos han tenido un

antepasado Gaia en la familia. Pero los tiempos han cambiado y cuesta seguir la tradición. La

moderna civilización se ha llevado a toda la juventud a las metrópolis y los pocos que

vuelven están bien entrados en la tercera edad.

- Buenos días Piper. ¿cómo anda hoy el reparto?

- Muy flojo Mini, pero mire por donde, tengo una carta para usted. Espero que sean

buenas noticias.

- Noticias de cambio diría yo. Los pájaros no paran de piar sin parar.

- ¡Ábrala! , ¡ábrala!. – le insistió el cartero Piper.

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La abuelita abrió la carta con sus pequeñas manos sin perder tiempo.

- ¡Por fin! – exclamó Mini. - La confirmación; una familia de la ciudad viene a alojarse

mañana durante unos días. – comentó la abuela satisfecha.

- ¡Enhorabuena! ¿Subirá al árbol a esperarlos?

- Claro, como siempre. – dijo rascándose la cabeza y enfilando calle arriba.

Mini había oído la llamada del Aura y sabía que su tiempo se acababa. Debía encontrar a

alguien merecedor del poder de los Gaia, en caso contrario, la Aldea y todo su entorno al que

tanto tiempo ha dedicado podía desaparecer bajo el yugo de la moderna civilización.

Desde hacía un tiempo Mini alquilaba su cabaña del bosque con el fin de atraer y encontrar a

un candidato digno. No era tarea fácil, en los tiempos modernos la brecha entre ser y tener se

había ensanchado demasiado. Incluso las almas y los corazones de los niños se corrompían a

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pronta edad debido a los malos ejemplos de la mayoría de sus mayores, arraigando el desdén y

el egoísmo en su interior.

Mini aprendió el arte de mirar en el interior del corazón de los niños y detectar donde brilla la

esperanza.

- No está todo perdido, tengo un buen presentimiento. – dijo mirando expectante la carretera.

A primera hora de la mañana, Mini ya se había subido al Padrino, a esperar los

nuevos inquilinos. Desde lo más alto divisaba, con su vista de águila, un auto

alejándose de la metrópolis en su dirección. El auto de color blanco contrastaba con una nube

de polución negra, sucia como el hollín, que le servía como telón de fondo. Con su olfato, digno

de un sabueso, percibió el hedor proveniente de las fábricas de la vieja ciudad Crouxerburg que

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arrastraban tras de si. Lo que antaño habían sido prados verdes y bosques impenetrables

protegidos por los Gaia, ahora se levantaban monstruos de hormigón y cemento.

Una lágrima recorrió su mejilla pensando en sus habitantes. ¿Podrán respirar aire puro?

¿Conocerán la magia de estar en comunión con todas las criaturas del bosque?

Mini sacó su varita de diente de león, y con un gesto ondulante sopló sobre él, haciendo

desaparecer el nubarrón negro que perseguía al auto.

Al cabo de un rato, el auto aparcó al final de la pista de tierra. Padre, madre e hija se

apearon y cubrieron el último tramo andando hasta el punto de encuentro. Mini los recibió y

les dió la bienvenida.

- Respira profundo Ada – dijo el padre a su hija. – ¿No notas algo?

- Esta frío y me despeja la nariz – contestó la niña. - ¿Qué más debería notar?

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El padre abriendo los brazos en forma de cruz, inhaló profundamente mientras subía y juntaba

las palmas de las manos sobre su cabeza.

- ¿No te pica la nariz? – insisto el padre.

- ¿Cuánto tiempo hace que no sale de la ciudad? – intervino Mini.

- Desde que tenía la edad de Ada.

- ¿Recuerda si le picó la nariz? – siguió Mini.

- No, que yo recuerde. - asintió.

- No se preocupe en un par de días ya se habrá acostumbrado, usted respire con normalidad

y deje que su cuerpo se acostumbre.

- Si usted lo dice, así lo haré – contestó el padre llenando de nuevo sus pulmones.

- Ahora cojan su equipaje y acompáñenme que les mostraré el camino.

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- ¿Está muy lejos? – preguntó Ada mirando a Mini con voz aburrida y monótona.

- No chiquilla, sólo necesitamos seguir esas huellas de zorro – dijo Mini señalando el suelo -

¿Me ayudas?

Ada empezó a seguir la pista hasta perderla en una espesa zona frondosa. La familia siguió

a la pequeña abuela con paso ligero mientras llamaban a Ada para que no se quedara

rezagada. Mini no sacaba ojo de encima de la pequeña que se entretenía con todo lo que se

encontraba por el camino. Ada imaginaba que junto a Mini eran las exploradoras que

llevarían a sus padres sanos y salvos hasta un lugar seguro. Al divisar la casita empezó a

saltar y mover los brazos como un ventilador. Cogió y estiró de la mano de Mini para

apresurar el paso.

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- Con cuidado hija, no ves que la señora es mayor – alertó la madre a su hija.

- No se preocupe señora, no se deje engañar por mi aspecto, estoy fuerte como un roble,

además en estos entornos naturales los niños emanan mucha más energía y alegría –

contestó Mini – déjela jugar mientras les acompañó dentro.

- ¿Puedo subirme a este árbol? – preguntó la niña a su madre.

- Esta no sabía que contestar y dirigió su mirada a Mini.

- Sólo si el árbol te da permiso – contestó Mini. – Habla con él y si ve que eres una buena

niña te dejará subir y jugar. – prosiguió Mini guiñando el ojo a la madre.

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Al cabo de unos minutos la abuelita salió y cogió el camino de retorno. Vio a la niña

aparecer tras saltar del árbol y aterrizar en el suelo. La pequeña se puso en pie y sacó un

caramelo del bolsillo que se llevó a la boca. Mini, ante sus ojos y con desagradable sorpresa,

vio como tiraba el envoltorio al suelo, después de haber estado jugado un rato con él.

Sin que la niña la viese, sacó su varita, hizo el movimiento ondulante y sopló sobre el

diente de león. Como si cobrara vida el papel del caramelo entró volando por la ventana de la

habitación de la pequeña. La noche cayó como un telón llenado el firmamento de estrellas. El

cielo mostraba un tupido velo de luces brillantes.

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El padre acompañó a la pequeña Ada a su habitación para arroparla. Cuando entraron,

la pequeña se sorprendió al ver el papel del caramelo con el que había estado jugando en su

almohada.

- Papá, ¿has puesto tú este papel en mi almohada?

- No hija, he estado todo el rato preparando la cena.

- ¿Y quién ha sido? Si lo había tirado fuera.

- Habrán sido los duendes del bosque que no quieren que les ensucies su morada. – dijo su

padre mientras le daba un beso en la frente.

- ¿Y son buenos?

- No lo sé, dicen que solo los niños pueden verlos.

- ¿Puedo jugar con el móvil?

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- No hija, ahora a dormir. Además hemos venido a este lugar a desconectar.

- Jolines, primero me traéis a un sitio sin columpios y ahora no puedo ni jugar con el

móvil. No sé que voy a hacer todo el día – refunfuñó dirigiéndose a su cama.

Al día siguiente, la niña salió a explorar el bosque asegurándose que la batería del

móvil estaba llena. Tenía una obsesión enfermiza con ese aparatito. Lo llevaba a todas

partes y siempre lo tenía a mano para resolver cualquier problema o duda.

- Ada, no te alejes mucho. – le aconsejó su padre.

- Tranquilo papá, llevo el móvil, con el GPS activado no puedo perderme - le gritó sin darse

la vuelta para despedirse.

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La niña se internó en el bosque siguiendo un sendero de piedras, custodiadas por flores

silvestres de mil colores a cada lado. Ada arrancó un puñado de margaritas silvestres y empezó

a quitar los pétalos uno a uno. Mientras desnudaba las flores, Mini la observaba a los lejos

y decidió seguirla sin que ella se diese cuenta.

Un extraño sonido captó su atención. Giró la cabeza hacia lo alto de un árbol y observó

a una ardilla marrón, la cual tras mirarla unos segundos salió huyendo bosque a dentro.

Hipnotizada por ese animal decidió seguirlo sin dudarlo, apartándose de la protección del

camino.

Observaba como la ardilla brincaba de un árbol a otro. Por unos instantes la ardilla se

detuvo en una rama para roer una piña sin percatarse de la presencia de la niña. Ada

aprovechó la oportunidad para sacar el móvil e intentar hacerle una foto pero ésta salió

corriendo en el último suspiro saltando a la rama del árbol más próximo.

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Empezó la persecución de la ardilla para conseguir la instantánea deseada. Distraída y

entretenida fue adentrándose más y más hasta perder la referencia del camino. Había perdido

también la noción del tiempo y no tenía la menor idea de donde se encontraba. Cansada, paró

un momento sobre una piedra fría y clavó la mirada sobre su móvil que sujetaba con ambas

manos, acusándole de su desilusión. Decidió abandonar la persecución de la ardilla y buscar

otra distracción.

Miró a su alrededor y observó a su lado un extraño lagarto del cual no se había

percatado hasta ese instante. Con un ojo la miraba a ella y con el otro la masa forestal que

los envolvía tal cual fuese bizco. Con sigilo se acercó, preparó el móvil y lo encuadro. Pero justo

en el instante de capturarlo, como por arte de magia, el bicho cambio de color. Ada se

sobresaltó y le resbaló el móvil de las manos, cayéndose al suelo y haciéndose añicos sobre la

superficie rocosa.

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La niña se abalanzó sobre él como si de un tesoro se tratara. Como un rompecabezas

intentó montar los trozos dispersos por el suelo, pero todo esfuerzo fue en vano, no iba a

funcionar por mucho que ella se empeñara.

Se puso en pie, ando unos pasos a la derecha, dudó, luego probó por la izquierda, hacia

delante para volver hacia atrás regresando a la posición de inicial. Miró al cielo que todavía

era azul buscando una señal. Regresó su atención a la parcela de bosque donde se encontraba.

Volteó sobre si misma rastreando un punto de referencia que no encontró.

Se arrodilló junto a lo que quedaba del móvil, pasó la mano por encima tocando los trocitos

con la punta de los dedos.

Desconsolada se echó a llorar, estaba perdida y la noche acechaba. Un suave pero frío

viento se levantó helándola hasta los huesos. Las sombras y la penumbra no tardarían en caer

camuflando los seres de la noche.

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Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Sobre ella el cielo cambiaba su tonalidad volviéndose

poco a poco más oscuro. En unos instantes el bosque se convertiría en un sombrío

laberinto.. El volumen se sus sollozos aumento retumbando a su alrededor. Sólo el canto del

búho se mezclaba entre ellos. Sin respuestas y con las manos tapándose el rostro, sus lamentos

y reproches se hicieron más visibles.

Agotada por el llanto se abrigó entre los arbustos al pie de un árbol. Sólo la luna, a la

cual no quitaba ojo, la consolaba.

Apunto de caer rendida sobre sus brazos le pareció oír una voz.

- ¿Quién anda ahí? - se inquietó.

- No obtuvo respuesta alguna. Al rato otra vez la misma voz.

- ¿Sois los duendes? - preguntó en voz alta - Yo no quería tirar el papel al suelo, fue sin

querer. ¡Perdón! - se lamentó - ¡De verdad! No volverá a suceder. - insistió entre sollozos.

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Ya no tenía sueño y dedicaba toda su atención a captar cualquier sonido a su alrededor. Oyó

otra vez la voz. Esta vez le pareció una voz familiar, que la llamaba por su nombre.

- ¿Eres tu Mini? ¿Dónde estás? Ayúdame por favor- gritó levantándose de un salto.

- La voz se hizo más clara e inteligible. Era Mini. Pero no la veía.

- Escúchame con atención Ada. - empezó Mini con voz tranquila - Deberás de encontrar tu

sola la salida del bosque. Pero no estás sola. Recuerda cuando hablaste con el árbol para

jugar.

- Si, lo recuerdo, pero no me contestó. ¿Qué debo hacer? - preguntó impaciente.

- A lo mejor no te contestó pero seguro que te escuchó. Ahora recuerda los animales que has

visto desde que llegaste aquí, intenta hablar con ellos, igual que hiciste con el árbol. Si ven

que eres una buena niña y te preocupas por ellos te ayudaran. - prosiguió Mini.

- ¿Cómo? Si no veo nada -

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- No mires con los ojos, mira con el corazón. Piensa cómo viven, cómo se preocupan, cómo

aman, abre tu corazón y háblales desde el interior- insistió Mini.

La niña se serenó y cerró los ojos, empezó recordando las huellas del zorro, luego la ardilla

brincadora y al final aquel lagarto de colores con esos ojos despegados de su cara. Intentó

recordar lo que sabía de esos animales y trato de imaginarse su día a día, su lucha por

sobrevivir y su absoluta adaptación al entorno.

La primera pregunta que se atrevió a formular la dirigió a la ardilla.

- ¿Por que huías de mi ardilla?

Ante su asombro, la ardilla apareció iluminada por la luna sobre su cabeza colgada de una

rama.

- No huía de ti, huía contigo. - dijo la ardilla royendo un fruto.

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- ¿Y de qué huíamos? - preguntó Ada extrañada.

- De tus pensamientos, de tu manera de ver las cosas, de esos objetos fríos y perecederos que

tanto valoras. - dijo la ardilla desapareciendo debajo el follaje.

- Ada se concentró en el lagarto que la sobresaltó y preguntó.

- ¿Qué estabas mirando con esos ojos saltones?

- Caminando poco a poco hacía ella, apareció el lagarto con sus ojos desorbitados

moviéndolos a destiempo. Enfocando el ojo derecho respondió.

- Con un ojo miraba una niña que observaba el bosque a través de una pequeña ventana

que llevaba en la mano, y con el otro miraba directamente el bosque.

- ¿Y por qué de repente cambiaste de color? - pregunto ella.

- ¿Y por qué te asustaste? ¿A caso te doy miedo? ¿Parezco dañino? - preguntó el lagarto.

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- - Ahora que hablo contigo ya no tengo miedo, eres muy divertido - concluyó Ada al ver

al lagarto otra vez cambiando el color de su piel mientras desaparecía detrás de unas

piedras.

Ada recordó las huellas del zorro. Quería hacer una pregunta pero dudaba. No sabía cómo

reaccionaría ante una criatura de la cual solo conocía sus marcas en el suelo. Pensó en la

ardilla, pensó en el lagarto y al final preguntó.

- ¿Eres bueno o eres malo zorro?

- Unos ojos aparecieron rasgando la oscuridad. Con sigilo se acercaban a la pequeña.

Cuando el morro empezó a vislumbrarse una voz ronca respondió.

- No soy ni bueno ni malo, hago lo que me impulsa mi corazón y mi estómago. Soy un ser

más del bosque. Intento mantener el equilibrio en este entorno. Si cazo es para comer. ¿y tu?

- No lo sé. Arrancar flores para quitarles luego sus pétalos ¿es malo? - pregunto Ada.

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- Depende del propósito que tengas - contestó el zorro mirándola a los ojos.

- Sólo quiero encontrar el camino de regreso. Prometo ser más buena con los animales y las

plantas a partir de ahora. - afirmó con los ojos llorosos.

- El zorro se acercó hasta la niña abriéndole las manos con su hocico. Con mucho cuidado

depositó sobre ellas una ninfa.

- Cierra las manos - le dijo mientras desaparecía en la oscuridad del bosque.

- Ada cerró las manos con atención y preguntó en voz alta.

- ¿Y ahora qué hago?

- La voz de Mini, la cual había estado presente y contemplando todo el rato el

comportamiento de Ada sin que esta la viese, regresó.

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- Respira hondo Ada, siente como el aire frío sale caliente de tu interior. Transmite ese calor

a tus manos y cuando sientes un cosquilleo, ábrelas.

Ada siguió los pasos al pie de la letra. Tras un rato inhalando y exhalando aire, notó un

hormigueo entre sus palmas. Las abrió y como una bailarina emprendió el vuelo una mariposa

real, cuyos destellos iluminaban el suelo del camino. Se levantó y se dispuso a seguir a ese

maravilloso animal que flotaba en el aire y se posaba en su dedo cada vez que intentaba

tocarlo. Ni en sus mejores sueños había imaginado las maravillas que se ocultaban en el bosque.

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Habían pasado unos días de su llegada y Ada parecía otra. Se hizo buena amiga de

Mini y no se separaban en todo el día, incluso a veces se quedaban dormidas juntas

viendo las estrellas.

Daban largos paseos por el bosque que Mini aprovechaba para explicarle todos sus

secretos y habilidades. Ada era buena alumna, aprendía rápido y cada vez tenía más destreza

con la varita de diente de león. Sus avances se notaban viendo el séquito de animales que las

seguían para observarlas que cada día aumentaba en número. Del móvil ni se acordaba, no lo

mencionaba para nada, su único temor era el hecho de tener que volver a la ciudad. No quería

hablar de ello, le entristecía partir de aquel lugar.

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Mini sabía que le quedaba poco tiempo y que debía de traspasar todos sus conocimientos a

Ada.

El día antes de marchar Mini llevó a Ada a lo alto de un barranco de paredes verticales

que partía la montaña en dos como si le hubieran dado un hachazo. Por su base corría un río

de aguas cristalinas que los salmones intentaban escalar. Contemplando el panorama Mini le

preguntó:

- ¿A que hora partís mañana para la ciudad?

- No quiero hablar del tema, no me quiero ir - contestó Ada con ojos tristes.

- ¿Y tu familia y tus amigos?

- A qui tengo mi familia y amigos, todo el bosque con sus plantas y animales lo son.-

afirmó echando una mirada al bosque desde lo alto.

- ¿Que son? - preguntó Mini con su mirada penetrante.

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- Son todo, soy yo, yo soy ellos. -explicó Ada,-Cuando cierro los ojos y pienso en un

animal o planta en concreto puedo sentir el pálpito de su corazón, la torbellino de sabia

fluyendo por las ramas de un árbol, el flotar de su vuelo en la corriente de aire, los rayos

de sol abrazando sus hojas...pero también siento su dolor si son heridos o su tristeza al

perder algún ser querido.

- Eso es porque ya eres un Gaia, te has convertido en mi legado.

- ¿Que quieres decir con eso? ¿Que legado?

- Debes de seguir el legado, el que se va transmitiendo de generación en generación, de Gaia a

Gaia, desde que el hombre es hombre y aprendió a amar. Podré ir en paz.- prosiguió Mini.

- ¿A donde vas? - preguntó Ada desconcertada.

- No chiquilla, ni voy, ni vengo, estoy y soy. Solo cambiara mi forma exterior, mi envoltorio.

Cuando pienses en mi lo descubrirás.

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- No vas desaparecer ¿verdad? No me vas a dejar ¿no? - preguntó con lágrimas en los

ojos.

- Yo ya formo parte de ti y muy pronto del entorno, siempre estaré contigo. No tengas

miedo, tiene una larga vida por delante. Estoy muy orgullosa de ti. Ahora dame las

manos y cierra los ojos.

Ada se situó delante de Mini alargando las manos, que le temblaban de la emoción. Mini

cogió por última vez su varita de diente de león, la meneo al aire y se la entregó a Ada. Una

lluvia fina empezó a caer con suavidad. Las gotas les recorrían poco a poco la frente oscilando

hasta la barbilla. Consciente con los ojos cerrados, Ada oyó dentro de las gotas de lluvia una

voz familiar, era la voz de Mini que le decía:

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- Felicidades Ada, lo has conseguido, eres la guardiana del bosque. Cuando me necesites,

habla desde tu interior, habla al árbol, al zorro, al lagarto, a la mariposa...Allí estaré.

La lluvia se diluyó en la tierra. Ada abrió los ojos poco a poco. Mini ya no se encontraba

a su lado aunque tenía la total certeza de que no andaba muy lejos y que seguiría en

su memoria mientras ella viviera.

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Al día siguiente Ada marchó de regreso a la ciudad con sus padres, dejando el bosque.

Las cosas con las que se fueron eran las mismas con las que vinieron a excepción de la vara

de diente de león que le dejó Mini, otra forma de ver el mundo y unos recuerdos inolvidables.

Ada no tardaría mucho envolver al bosque pero eso ya es otra historia...

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• Cuento elaborado el 31 de enero de 2015.

• Organizado por el Meetup de Narraciones y Cuentos Ilustrados:

http://www.meetup.com/Barcelona-Storytelling-and-Illustrations-Meetup/

• Equipo de narradores:

- JAVI [email protected]

- LLUIS [email protected]

- IRGE [email protected]

• Equipo de ilustradores:

- Ilustración pág. 4: Dibujo JOSE & Color ARIADNA [email protected]

- Ilustración pág. 13: VALENTIN [email protected]

- Ilustración pág. 16: MONICA [email protected]

- Ilustración pág. 20: Dibujo HANNAH & Color ARIADNA [email protected]

- Ilustración pág. 33: ARIADNA [email protected]

• Icono: timbiskup.com