¡Cambia tu mente, cambia tu vida!

Principio # 2: La administraciónGénesis 1:24-31Pasaje clave: Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructi�cad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.Texto de apoyo: Mateo 25:14-30

ESTE ES EL CONTEXTO DEL RELATOImagina esto: Dios forma a Adán y a Eva, y luego sostiene una conversación trascendental con ellos en la que los bendice con las siguientes palabras: “Fructi�cad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread...” La palabra “señoread” se puede traducir como liderar o administrar. Por tanto, el rol que Dios les asignó a Adán y a Eva fue el de administradores. Luego dijo Dios: “he aquí os he dado…” Este fue el primer inventario hecho por Dios con el �n de entregarle de manera o�cial a la primera pareja de la historia, lo que había creado para sus necesidades y placer. Aquí se generó el primer encargo de responsabilidad.

La pregunta clave es: ¿Qué quería enseñarle Dios a Adán y a Eva y a nosotros? “No somos dueños, somos administradores, no somos esclavos, somos mayordomos”. Eso fue lo que Dios quiso que entendiéramos desde el principio. Miles de años después, nuestro estilo de vida revela claramente una gran contradicción: somos prisioneros del trabajo, perdemos los mejores años de la vida tratando de conseguir un poco de riqueza, parecemos siervos de nuestras mascotas, etc. Lo cierto es que no pensamos y tampoco vivimos como administradores o mayordomos, sino como esclavos, y ese no fue el plan de Dios.

ASÍ SE RELACIONA EL RELATO CON NOSOTROSLos roles se invirtieron. Quien entiende el grado de privilegio que Dios le dio cuando dijo: “señoread” comprenderá también que Dios le dio la capacidad de ser un administrador propositivo, visionario y productivo. La administración es importante para Dios. Lo que hagas con lo que Él te dio es muy valioso. De algo debes estar seguro: Dios, siempre pide cuentas de lo que entrega. Si Dios te dio una familia, el pedirá cuentas por ella, si te dio un rebaño el pedirá cuentas por aquel rebaño, si te dio una capacidad especial, el querrá saber qué hiciste con ella.

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Señorear sugiere dos tareas fundamentales. La primera es la responsabilidad. La segunda es la productividad. Ser responsable no necesariamente implica ser productivo, pero ambas tareas son igualmente importantes para Dios. Soy responsable cuando cuido lo que me fue dado y uso correctamente lo que tengo en las manos. Pero, soy productivo cuando multiplico lo que tengo en las manos y con ello bendigo a otros. Dios no está conforme con la responsabilidad, el desea que seamos productivos. Ahora bien, aquella productividad no debe anular el principio del bienestar. Algunos viven para producir dinero y piensan que hacen algo sabio, pero a cambio, sacri�can la educación de sus hijos, el tiempo con su familia e incluso, su propia salud.

ESTE ES EL PUNTO¿Eres un buen administrador? El buen administrador no solo cuida, sino que además produce mucho más con lo que recibió. Dios busca buenos administradores para darles más de lo que tienen. Entonces, quiero preguntarte: ¿cuidas tu cuerpo? ¿Cuidas tu familia? ¿Cuidas tus �nanzas? ¿Cuidas de la casa de Dios? Ahora piensa en algo más: ¿qué has hecho con lo que Dios te dio? ¿En qué has invertido aquello que Dios puso en tus manos? No es descabellado hacernos estas preguntas frecuentemente porque ciertamente Jesús lo hará en su segunda venida delante de muchos testigos.

Ahora bien, el principio de la buena administración y la mayordomía ha de aplicarse en todas las áreas en las que el cristiano tiene responsabilidad. Estas son algunas de carácter transcendental:

1. Administrar tu familia: tanto el hombre como la mujer son responsables del bienestar de la casa. Dios hace una parte, pero a nosotros nos corresponde el resto. El padre y la madre son los encargados de �jar, según la sabiduría de la palabra de Dios, las normas necesarias para la sana convivencia y a su vez, deben velar por su cumplimiento. Quien administra sabiamente su casa, debe entender también que su buen testimonio es fundamental. Si no hay un buen ejemplo en casa, en vano esperamos que nuestros hijos desarrollen un buen carácter.

La administración también sugiere “defensa”. Pensar que los problemas de nuestros familiares no son los nuestros o sentir que estamos fuera de ellos, es un grave error. Dios te dio una familia, muy seguramente no es perfecta, pero es la tuya y debes defenderla. Un día Dios te preguntará por tus hijos, por el método que usaste para infundir en ellos temor a Dios y debes estar en la condición de dar cuenta de eso. Administrar tu familia implica proveerle lo que necesite en todas la dimensiones (moral, afectiva, educativa, económica, etc.). De igual manera, demanda tomar el tiempo necesario para hablar de temas importantes como la sexualidad, la vocación profesional, preguntar por el tipo de amistades que tienen tus hijos o escuchar sus frustraciones. 2. Administrar tus �nanzas: ¿cómo y en qué inviertes tu dinero? Existe una ley que muy seguramente conoces pero no identi�cas por su nombre: “la ley de la gotera”. La mayoría de las familias tienen una o varias goteras �nancieras. Hay un rubro que no calculan o un gasto del cual no son conscientes que se

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ha convertido en el hoyo por el cual se van los recursos. Aparentemente no hace la diferencia, pero en realidad no es menos que una maldición. Aquel “hoyo” puede ser un pasatiempo, una a�ción, un gusto o una adicción como el cigarrillo, licor, pornografía o apuestas.

Cuando trabajamos y ganamos cierta cantidad de dinero, debemos ser muy cuidadosos al usarlo. No se trata de que alcance o rinda durante los quince o treinta días del mes, se trata incluso, de agradar a Dios con la forma como lo usamos. La forma más sencilla de saber que en una familia hay heridas en el corazón de los padres o hijos, es observándolos como se complacen mutuamente mediante gastos exagerados e innecesarios de dinero. ¿Por qué? Porque buscan suplir un vacío afectivo y esto seguirá siendo un ciclo interminable, hasta que se enfrente la verdadera razón del problema.

3. Administrar tus talentos: Dios es Señor de toda creatividad, don o capacidad. En ti hay virtudes únicas que probablemente no has sabido usar. Por temor o inseguridad, has evitado a toda costa usar tu don o talento para glori�car a Dios y servir a tus hermanos. La Biblia está repleta de historias de hombres y mujeres que pensaron que jamás podrían hacer algo por ellos mismos o por el pueblo de Dios, pero al vencer su temor, se dieron cuenta que estaban limitados, no por las circunstancias, sino por su propia mentalidad.

La peor decisión que podemos tomar en torno a esta realidad, es esconder nuestras capacidades. Jesús contó una parábola que explica este fenómeno a la perfección: hubo un hombre que llamó a sus siervos y les entregó sus bienes (Mateo 25:14). Nosotros somos como aquellos siervos. Dios nos ha entregado sus más valiosos bienes. No solo nos ha dado una medida de riqueza material, sino que también nos da cosas mucho más valiosas. Realmente nos ha entregado tesoros y espera que los usemos y los repartamos con aquellos que los necesitan. En de�nitiva, siempre podemos usar nuestros talentos para ayudar a otros. Si consideras que no tienes opción, debes preguntarte primero ¿qué sé hacer? Y luego, debes preguntarle a Dios: Señor ¿Cómo puedo glori�car tu nombre con lo que sé hacer?

TU DESAFÍO R12.2Debes ocuparte de tu familia, guiarla con carácter �rme y con el buen ejemplo. Toda actitud o comportamiento que despierte rebeldía o indignación en tus hijos, debes corregirla. Usa bien tu dinero. No lo uses en cosas vanas y bajo ninguna circunstancia arriesgues la economía de la casa por un antojo egoísta o simplemente para mostrar su�ciencia ante los demás. Sirve a Dios. Él te ha dado grandes talentos para que hagas famoso su nombre en la tierra.

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