calles Sor Juana Inés de la Cruz, Cuauhté-

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Fotografía del Archivo de la Crónica Municipal uestro Río N Cuautitlán IX La siguiente parte del río nos llevará al nacimiento del mismo, y como parábola del origen, nos dará un recorrido por algu- nos de los ejidos que aún conservan una dinámica de vida más cercana a sus raíces. Comenzamos en el Puente de Santa Teresa, catalogado por el INAH (Institu- to Nacional de Antropología e Historia) como un bien inmueble histórico y cultu- ral de en la categoría de “Ingeniería Civil”. El puente data del siglo XIX y formaba parte del tránsito cotidiano entre las co- munidades asentadas en ambos lados del río. Hoy su fragilidad sólo permite el paso a peatones, ciclistas y motociclistas. La res- tricción para automóviles y transporte de carga la proporciona una también frágil guarnición de cemento. Dos placas coloca- das cada una a sus costados nos proporcio- nan algunos de estos detalles, si tuvieran el mantenimiento adecuado, desde luego. A partir de este punto entramos en la parte menos transitada del río, pero no por ellos menos interesante o llena de vida. Siempre del lado derecho, primero tenemos una base de taxis “La piedad”, así nombrada pues la Avenida San Antonio nos lleva directamente a este pueblo y a la Laguna que hay en él. Siguiendo el río, también podemos encontrar con un cam- po de entrenamiento y juegos de football americano. El camino continúa en línea recta aproximadamente unos 800 metros, recta en donde este cronista aventura in- dicar como el punto desde el cual comen- zó la desviación del río a manos de los ori- ginarios de Culhuacán. Superadas las primeras dos curvas (que se recomienda tomar con extrema precaución), encontraremos unos de los proyectos más importantes para el futu- ro de nuestro municipio una vez que en- tré en funciones: una planta tratadora de agua de aproximadamente 80 mil m2. Me- tro más adelante llegaremos al final del ca- mino pavimentado y tendremos el prime- ro de los pozos operado por OPERAGUA. Aquí el camino se transforma, no sólo por la ausencia de pavimento sino porque el río toma un camino sinuoso. Para dar- nos una idea, la distancia entre este pun- to y la presa de Guadalupe es de unos 2.5 km a vuelo de pájaro, pero siguiendo el río son aproximadamente cuatro kilómetros. Muchos corredores también aprovechan esta parte para realizar su entrenamien- to, pero sólo en un espacio limitado, pues el hombro del río, de tener unos 15 m de ancho en promedio, se ve reducido a unos menos por donde sólo es posible transitar a pie o en bici y con muchísimo cuidado. Con todo, siempre es bueno aventurarse pues el paisaje es bellísimo; en parte por 1

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Fotografía del Archivo de la Crónica Municipal

uestro RíoNCuautitlán IX

La siguiente parte del río nos llevará al nacimiento del mismo, y como parábola del origen, nos dará un recorrido por algu-nos de los ejidos que aún conservan una dinámica de vida más cercana a sus raíces.

Comenzamos en el Puente de Santa Teresa, catalogado por el INAH (Institu-to Nacional de Antropología e Historia) como un bien inmueble histórico y cultu-ral de en la categoría de “Ingeniería Civil”. El puente data del siglo XIX y formaba parte del tránsito cotidiano entre las co-munidades asentadas en ambos lados del río. Hoy su fragilidad sólo permite el paso a peatones, ciclistas y motociclistas. La res-tricción para automóviles y transporte de carga la proporciona una también frágil guarnición de cemento. Dos placas coloca-das cada una a sus costados nos proporcio-nan algunos de estos detalles, si tuvieran el mantenimiento adecuado, desde luego.

A partir de este punto entramos en la parte menos transitada del río, pero no por ellos menos interesante o llena de vida. Siempre del lado derecho, primero tenemos una base de taxis “La piedad”, así nombrada pues la Avenida San Antonio nos lleva directamente a este pueblo y a la Laguna que hay en él. Siguiendo el río, también podemos encontrar con un cam-po de entrenamiento y juegos de football americano. El camino continúa en línea recta aproximadamente unos 800 metros, recta en donde este cronista aventura in-dicar como el punto desde el cual comen-zó la desviación del río a manos de los ori-ginarios de Culhuacán.

Superadas las primeras dos curvas (que se recomienda tomar con extrema precaución), encontraremos unos de los proyectos más importantes para el futu-ro de nuestro municipio una vez que en-

tré en funciones: una planta tratadora de agua de aproximadamente 80 mil m2. Me-tro más adelante llegaremos al final del ca-mino pavimentado y tendremos el prime-ro de los pozos operado por OPERAGUA.

Aquí el camino se transforma, no sólo por la ausencia de pavimento sino porque el río toma un camino sinuoso. Para dar-nos una idea, la distancia entre este pun-to y la presa de Guadalupe es de unos 2.5 km a vuelo de pájaro, pero siguiendo el río son aproximadamente cuatro kilómetros. Muchos corredores también aprovechan esta parte para realizar su entrenamien-to, pero sólo en un espacio limitado, pues el hombro del río, de tener unos 15 m de ancho en promedio, se ve reducido a unos menos por donde sólo es posible transitar a pie o en bici y con muchísimo cuidado. Con todo, siempre es bueno aventurarse pues el paisaje es bellísimo; en parte por

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las vueltas y claro que tiene el río y en parte por los ejidos de la Piedad, Huilango y Tepojaco que se encuentran a un lado aún conservan casi intactas sus tierras, algunas de ellas para siembra, la mayoría adaptadas para canchas de fútbol. Sólo un par de terrenos, cercanos estos a la aveni-da principal, el terreno fue acondicionado para albergar transporte de pasajeros.

Desde aquí y hasta el nacimiento del río podemos encontrar tres vialidades que nos llevarían al pueblo de Tepojaco, las calles Sor Juana Inés de la Cruz, Cuauhté-moc y Miguel Hidalgo, que entronca con la Avenida Fernando Márquez (que nos lleva a la también polémica colonia Lomas de Cuautitlán).

Fotografía del Archivo de la Crónica Municipal

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Y llegamos al final del río, de nuestro

Río Cuautitlán, marcado por los imponen-tes Arcos de Tepojaco, o también conoci-dos como los Arcos de Escontria. Éste es otro inmueble catalogado por el INAH y data del siglo XVIII.

Después de los arcos aún podemos avanzar un poco en bici, pero deberemos dejarla a un lado cuando subamos una pequeña pendiente que nos permite ver un camino de concreto que llega a la pre-sa, pero cuyo recorrido supone más de un riesgo y es mejor terminar aquí el viaje, siendo posible visitar de lejos el nacimien-to desde la presa misma.