CALDERÓN La vida es sueño

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Guías de lectura La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca Centro Asociado de la UNED La Seu d’Urgell

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Guías de lectura

La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca

Centro Asociado de la UNED

La Seu d’Urgell

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ÍNDICE 1. Aparición, asunto y fuentes.............................................................................................................2

2. El argumento de La vida es sueño..................................................................................................3

3. La composición del drama: Acción, tiempo y espacio ...................................................................6

4. Los temas. El significado de La vida es sueño...............................................................................8

5. Los símbolos .................................................................................................................................15

6. Los personajes...............................................................................................................................17

7. Lengua y estilo de la obra..............................................................................................................22

BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................................29

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1. Aparición, asunto y fuentes El drama de La vida es sueño fue compuesto hacia 1634, cuando el autor estaba en plena

madurez creativa (Calderón había nacido en 1600). Fue estrenado en 1635, y su primera edición apareció al año siguiente, en la Primera parte de las comedias de don Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1636).

El asunto de la obra –los esfuerzos de un rey o gran señor para mantener a su hijo alejado de la vida y evitar así el cumplimiento de una profecía– procede de fuentes diversas, que el autor combina de manera original.

Entre esas fuentes destaca la Leyenda de Buda, fundador de la religión que lleva su nombre, y que se supone vivió hacia el siglo V a. J. Cuenta esta leyenda que al nacer el príncipe Buda, una profecía anunció que sería desgraciado, y con el fin de evitarlo, su padre el rey decidió mantenerlo apartado del mundo para que el niño no conociera el mal, el dolor, la enfermedad y la muerte, y no sufriera así experiencias desagradables. Sin embargo, un día encontró en los jardines del palacio a un hombre anciano y encorvado, y descubrió finalmente que todos los seres envejecen y mueren, por lo cual, tras haber dialogado con un monje, decidió dedicarse a la meditación y a la vida religiosa.

La historia de Buda fue recogida en un poema hindú compuesto hacia el año 100 d. de J., llegó a Europa a través de traducciones griegas, latinas y árabes, y dio lugar a diferentes versiones en lengua vernácula. Una de estas versiones es el Libro de Barlaam y Josafat, escrito en castellano a finales del siglo XIII , durante el reinado de Sancho IV . En él se narra cómo un poderoso rey de la India, Avenir, sabe por un astrólogo que su hijo Josafat se convertirá a la religión cristiana. Con la esperanza de impedirlo, hace construir para él un maravilloso palacio, en el cual el joven ha de pasar toda su vida rodeado de lujo y placeres, ignorante de las miserias de la vida y alejado de todo peligro. No obstante, y por casualidad, Josafat ve un día a un enfermo y a un viejo, más tarde a un muerto, lo que le abre los ojos a la dolorosa realidad de la vida, cosa que el padre había intentado ocultarle. Finalmente encuentra al asceta Barlaam, que le revela su vocación y le conduce a la religión cristiana. Para impedir su conversión, el padre cede a Josafat la mitad de su reino, y le obliga a superar una serie de pruebas, consistentes en disputas teológicas y tentaciones, de las que saldrá victorioso, convirtiendo incluso a sus oponentes. Finalmente Barlaam renuncia a la corona y se retira del mundo para llevar hasta su muerte una vida de piedad y ascetismo. Otra versión de la misma leyenda se encuentra en el Libro de los estados de don Juan Manuel, compuesto hacia 1330.

El precedente más directo de La vida es sueño es el drama de Lope de Vega titulado Barlán y Josafat (1611), en que, sobre la base de la leyenda tradicional, Lope introduce importantes novedades, e insiste en la idea del desengaño del mundo con versos que recuerdan a los de Calderón.

El drama de Calderón también podría estar emparentado con la leyenda de Edipo, personaje mítico de la antigua Grecia, cuya historia fue recogida entre otros por Esquilo (525-456 a. de J.), y sobre todo por Sófocles (496-406 a. de J.) en las tragedias tituladas Edipo rey y Edipo en Colona. La leyenda cuenta que el oráculo de Delfos había advertido que Edipo mataría a su padre, Layo, y se casaría con Yocasta, su madre, por lo cual Layo decide abandonar a su hijo recién nacido en la ladera de un monte para que muera. Un pastor lo encuentra y lo entrega a Polibo, rey de Corinto, que lo adopta como hijo. Cuando Edipo es joven, de viaje hacia Delfos, tiene un encuentro con un viajero al que mata: era su padre, Layo. Después va a Tebas, se casa con Yocasta y gobierna prósperamente durante muchos años. Al final, una peste asola el país y el oráculo de Delfos declara que, para librar al pueblo de la epidemia, debe ser expulsado el matador de Layo. Edipo se entera por el profeta Tiresias de que es a él a quien se refiere el oráculo. Al oír esto, se ciega a sí mismo y busca refugio en el Ática, donde muere en Colona, cerca de Atenas.

Otra fuente en que Calderón se inspira para componer su obra es un cuento de Las mil y una noches, ampliamente difundido en la Europa medieval y renacentista. Lo recogen Luis Vives en una carta al duque de Béjar, Agustín de Rojas Villandrando en El viaje entretenido (1603), y el mismo autor en su comedia El natural desdichado. El argumento de este cuento es el siguiente: Un

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mendigo que dormía en la calle es recogido y llevado al palacio para que durante un día actúe como rey. Le visten con ricos trajes, participa en actos públicos y diversiones, como si fuera el mismo monarca, y a la noche, mientras duerme, vuelven a vestirlo con sus ropas humildes y a dejarlo donde estaba. La anécdota, explicaba Luis Vives, venía a demostrar que “nuestra vida es sueño”.

Finalmente, la metáfora central, la idea de que la vida es un sueño, que da título a la obra, está presente en la filosofía estoica y en la Biblia, y fue ampliamente difundida por la literatura del Barroco, tanto profana como religiosa, según veremos al estudiar los símbolos de la obra.

2. El argumento de La vida es sueño JORNADA I: Rosaura, vestida de hombre, ha viajado desde el ducado de Moscovia hasta Polonia

acompañada por su criado Clarín, que ejercerá el papel de gracioso en el drama. Según se explica al final de la primera jornada, el motivo de su viaje es recuperar el honor, que perdió por culpa de Astolfo, infante de Polonia y duque de Moscovia, el cual la sedujo para abandonarla después. Astolfo se ha trasladado a la corte de Polonia porque planea desposarse con su prima Estrella para heredar la corona de este reino, cosa que Rosaura piensa impedir haciendo que Astolfo se case con ella, o matándole si no está dispuesto a cumplir con su obligación.

La obra empieza cuando, en el momento en que anochece, el caballo de Rosaura cae despeñado desde lo alto de un monte. A continuación, Rosaura y Clarín descubren a Segismundo, que lamenta su suerte, ya que lleva toda su vida preso en una torre, como si fuera una fiera. Cuando Segismundo descubre que los dos extraños han oído sus lamentos, su primera reacción es querer matarlos. Sin embargo, la presencia de Rosaura causa admiración en él, y logra por un momento suspender su rabia.

Clotaldo, que es el noble encargado de vigilar a Segismundo, descubre a los dos viajeros, les amenaza con una pistola y los manda prender, ya que nadie puede ver aquella prisión. Segismundo, prendado de Rosaura, se rebela y trata de defenderla, aunque es en vano, ya que se encuentra encadenado. Clotaldo descubre que Rosaura es hija suya al ver la espada que ella le entrega, que es la misma que Clotaldo dio a la madre de la joven, Violante, a la que sedujo y abandonó, como ahora ha ocurrido a su hija. Rosaura explica que ha venido a Polonia para vengar un agravio, y Clotaldo duda entre ayudar a su hijo a tomar venganza –recordemos que Rosaura se hace pasar por un hombre–, o entregarlo al rey.

En la siguiente escena aparecen los infantes de Polonia Estrella y Astolfo, el cual, a su vez, es duque de Moscovia. Ambos son primos entre sí, y como los dos aspiran a suceder al rey Basilio, padre de Segismundo y tío de ambos, han planeado casarse y heredar el trono juntos para evitar las disputas. Estrella se muestra celosa porque Astolfo lleva colgado en el cuello el retrato de otra dama. El parentesco entre estos personajes es el siguiente:

EUSTORGIO III Rey de Polonia

BASILIO CLORILENE RECISUNDA Rey de Polonia

SEGISMUNDO ESTRELLA ASTOLFO Príncipe heredero Infanta Duque de Moscovia

Aparece el rey Basilio, famoso por su sabiduría y su conocimiento de la astrología, y delante de

sus sobrinos, y ante toda la corte, explica un secreto que ha guardado durante años y que constituye el asunto central del drama. Al nacer su heredero, el príncipe Segismundo, hubo un terrible eclipse,

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la madre murió en el parto, y, tras concluir que con ello los astros anunciaban que Segismundo humillaría a su padre y sería un tirano con su pueblo, decidió encerrar a su hijo en una torre construida a tal efecto, y publicar que el infante había nacido muerto. Sin embargo, Basilio quiere asegurarse de que la profecía es acertada, por lo cual ha decidido llevar a Segismundo a palacio y dejarle que actúe como rey para probarlo. Según la argumentación de Basilio, tras poner en práctica la prueba podrá ocurrir que Segismundo sea un buen rey, y sus súbditos sean gobernados por su señor natural, o bien que se comporte como un tirano cruel, en cuyo caso Basilio cumplirá con su obligación devolviéndolo a la cárcel, y le sucederán en el trono sus dos sobrinos, Estrella y Astolfo.

En la última escena, Clotaldo se dirige a Basilio para pedirle que sea clemente con sus prisioneros. Rosaura y Clarín. Como el secreto de la prisión del príncipe ya es público, el rey los perdona, con lo cual Clotaldo no considera necesario revelar a Rosaura que es su padre. Rosaura por su parte, agradece a Clotaldo el haberle devuelto la libertad y la vida, y él responde que si carece de honor es igual que si no tuviera vida. Ante la insistencia de Clotaldo, que no entiende por qué ha perdido el honor, Rosaura descubre a su padre su condición de mujer y el motivo de su agravio: Astolfo la ha abandonado para casarse con Estrella, y ella ha venido a Polonia para restaurar su honra.

JORNADA II: Cumpliendo las ordenes de Basilio, Clotaldo explica que a Segismundo le han

suministrado un somnífero y lo han trasladado al palacio, donde se le dará el trato propio de un príncipe. Clotaldo no entiende qué pretende Basilio con todo esto, y el rey le explica que ha ordenado que lo trasladen dormido para que, en el caso de que la conducta de Segismundo sea impropia, se le pueda conducir de nuevo a la torre de la misma manera, con lo cual se le podrá hacer creer que su experiencia como rey sólo fue un sueño.

En la escena segunda Clarín explica que, aconsejada por su padre, Rosaura ha entrado en palacio con el nombre de Astrea, como servidora de Estrella y sobrina de Clotaldo, sin que Astolfo, de momento, la haya descubierto. Al mismo tiempo Clarín insinúa a Clotaldo que conoce su secreto –que Rosaura es hija suya–, y que podría contárselo al rey, a Astolfo y a Estrella. Para que calle, Clotaldo decide tomar a Clarín como criado.

Una vez despierto, y tras explicarle Clotaldo su verdadera condición y por qué se encuentra en palacio, Segismundo se muestra airado y soberbio con todos, y sólo piensa en vengarse de los agravios que ha sufrido desde que nació. Sólo el adulador Clarín consigue ganarse su simpatía. En las escenas siguientes el príncipe ofende a Clotaldo, al que acusa de traidor por haberle tenido en prisión, y a Astolfo, por no tratarle con más respeto. A continuación muestra una actitud poco cortés con Estrella, arroja por el balcón a un criado que ha tratado de aconsejarle, y se muestra soberbio con su padre. Finalmente quiere abusar de Rosaura, intenta matar a Clotaldo, que ha salido en defensa de su hija, y se enfrenta a Astolfo, que se ha interpuesto con la espada en la mano. Basilio interviene y decide que duerman a Segismundo y que sea conducido otra vez a la prisión.

A continuación hablan Astolfo y Estrella. Ella se muestra descontenta porque Astolfo lleva en el cuello el retrato de otra mujer (el de Rosaura). Él promete entregárselo, y Estrella encarga a la propia Rosaura –que ahora es su doncella Astrea– que sea ella quien lo reciba de manos de Astolfo. Con ello Rosaura está en un aprieto, ya que ha prometido a Clotaldo no descubrir quién es realmente –así será más fácil que recupere su honor–, pero tampoco se considera capaz de disimular ante Astolfo. Aparece el infante y reconoce a Rosaura inmediatamente. Ella trata de disimular y afirma que realmente es Astrea, pero no convence al infante. Rosaura trata de arrebatar a Astolfo el retrato, para que no llegue a manos de otra mujer, y en ese momento aparece Estrella. Rosaura afirma que se le ha caído de la manga un retrato suyo, que Astolfo lo ha tomado y que no se lo quiere devolver. Estrella comprueba que el retrato es de Rosaura y pide a Astolfo que se lo devuelva. Quedan Astolfo y Estrella solos. Ella le pide el retrato, y como Astolfo no puede devolvérselo, ya que acaba de dárselo a Rosaura, la infanta sale de la escena airada.

Segismundo es devuelto a la prisión dormido. Junto a él, Clotaldo ordena que encierren a Clarín, para que no revele lo que sabe –en el acto anterior Clarín había insinuado conocer el parentesco que une a Clotaldo y Rosaura–. Basilio, embozado, movido por “la necia curiosidad”, ha ido a ver a su hijo. Cuando despierta, y tras narrar lo que él cree que ha sido un sueño, Segismundo sigue

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amenazando a Basilio y a Clotaldo, que están presentes, y, aunque acepta que todo ha sido un sueño, sabe con certeza que amó de verdad a una mujer, Rosaura. Clotaldo le explica que aun en sueños es preciso hacer el bien, y Segismundo responde que, en efecto, es preciso reprimir “esta fiera condición, / esta furia, esta ambición, / por si alguna vez soñamos”, tras lo cual recita el famoso monólogo en que afirma que toda la vida es sueño.

JORNADA III : Comienza con un monólogo de Clarín, que, como hemos visto, ha sido encerrado

en la torre para que guarde silencio. Se ha producido una sublevación a favor de Segismundo y en contra de la ascensión de Astolfo al trono, y en la torre irrumpen unos soldados que creen que Clarín es el príncipe heredero. Deshecho el error, los soldados anuncian al verdadero Segismundo que en el exterior de la torre le aguardan sus partidarios armados, dispuestos a derrocar a Basilio y proclamarlo rey. Teniendo en cuenta la experiencia pasada y su convencimiento de que todo es sueño, Segismundo duda en un principio, pero al final decide probar suerte y soñar de nuevo, pero ahora llevando consigo el desengaño y la lección aprendida durante su estancia en el palacio, sabiendo “que hemos de despertar / deste gusto al mejor tiempo”.

Aparece Clotaldo para ponerse a los pies de Segismundo con la idea de que lo va a matar, como ya intentó en palacio, pero, contra lo que esperaba, Segismundo lo abraza y afirma que desde aquel momento quiere fiarse de sus consejos y hacer el bien, “pues no se pierde / obrar bien, aun entre sueños”. Clotaldo le ruega que no luche contra su propio padre, le pide disculpas por no apoyarle, ya que debe ser leal al rey, y se despide para ir a comunicar a Basilio la liberación de Segismundo y ponerse de su parte.

Cuando Clotaldo llega al palacio, Basilio, Astolfo y Estrella comentan el tumulto que sacude la ciudad, dividida entre los partidarios de Astolfo y los de Segismundo. En el momento en que los partidarios del rey se preparan para la batalla, aparece Rosaura, que ha conseguido una llave del jardín en el que suelen verse Astolfo y Estrella, y pretende dársela a Clotaldo para que éste pueda penetrar en aquel lugar y matar al infante, con lo cual su honor quedará lavado. Pero Clotaldo se resiste, ya que, si por un lado ha prometido restaurar el honor de Rosaura, la cual a su vez le debe la vida –Clotaldo no cumplió con la obligación de matarla tras descubrir la prisión de Segismundo–, por otro debe mostrarse agradecido con Astolfo, que le salvó la vida a él cuando Segismundo quiso matarlo en el palacio. Tras deliberar y argumentar con Rosaura, Clotaldo propone ceder a su hija toda su herencia y que se retire a un convento, con lo cual se evitarán mayores males en aquel momento de guerra civil, y, además, Clotaldo habrá sido leal con el reino, liberal con Rosaura y agradecido con Astolfo. Rosaura se desespera y piensa en matar a Astolfo o perder la vida, pese a las advertencias de su padre.

Sobre un caballo, pero ahora controlado, Rosaura llega al encuentro de Segismundo armada y en traje de hombre, y, tras narrarle su historia, pide que la ampare y le ofrece su ayuda en la batalla que se avecina, ya que ambos persiguen el mismo fin: impedir la boda entre Astolfo y Estrella. La aparición de Rosaura, a la que Segismundo vio antes en la torre y en el palacio, sirve para que el príncipe recapacite y acabe de convencerse de que no hay diferencia entre la realidad y el sueño, que todo es pasajero, y, si bien en un principio Segismundo piensa aprovechar la ocasión que le ofrece la presencia de Rosaura, a la que ya pretendió en el palacio, al fin logra dominar sus inclinaciones, recuerda que es preciso acudir a lo eterno, a los valores supremos del honor y el bien, y decide recuperar el honor de Rosaura antes incluso que su corona. Si antes logró dominar su ira y perdonar a Clotaldo, la lujuria es la pasión que Segismundo ha sabido dominar en presencia de Rosaura. De ahí que Segismundo no quiera mirarla, porque “es fuerza / en pena tan rigurosa, / que no mire tu hermosura / quien ha de mirar tu honra”.

Rosaura encuentra a Clarín, que acaba de salir de la cárcel en que lo encerraron por saber –dice a Rosaura– “el secreto de quien eres”. Se inicia la batalla, los insurrectos triunfan y, víctima de una bala perdida, muere Clarín, que se había escondido para huir de una muerte que al final se ha revelado inevitable. Lo encuentran Basilio, Clotaldo y Astolfo, que vienen huyendo. El rey ve en la muerte de Clarín un ejemplo más de lo inevitable de los hados, y aunque Astolfo le recomienda que huya, Basilio prefiere esperar cara a cara, aunque le aguarde la muerte.

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Cuando al fin Basilio y sus acompañantes se hallan en manos de los insurrectos, Segismundo explica a los presentes su historia, y cómo, al final, los hados que profetizaron su futuro en gran parte se han cumplido, y todo ello por culpa de Basilio, que quiso conocerlos y torcerlos. Pero, en lugar de matar a su padre, Segismundo se pone a sus pies para pedirle que le castigue por haberse rebelado contra él. Finalmente, Segismundo perdona a Clotaldo y le ofrece toda clase de mercedes; manda castigar al soldado que inició la revuelta –“que el traidor no es menester / siendo la traición pasada”–; y, contraviniendo su verdadera inclinación, con el fin de restaurar el honor de la joven, pide a Astolfo que se case con Rosaura. El infante se resiste, alegando que Rosaura no es persona de su misma condición social, pero el obstáculo desaparece cuando Clotaldo revela que es hija suya, con lo cual el matrimonio será una boda entre iguales. Finalmente, para que Estrella no quede desconsolada al perder a un príncipe, Segismundo la toma como esposa.

3. La composición del drama: Acción, tiempo y espacio La vida es sueño se ajusta de manera muy precisa al modelo de drama barroco iniciado por Lope

de Vega, por lo que en la obra pueden comprobarse muchos de los aspectos característicos del teatro de la época.

La obra consta de tres jornadas o actos, que se corresponden con el planteamiento de la historia –Segismundo en prisión, causas de su encierro; Rosaura deshonrada–, el nudo –la prueba a la que se somete a Segismundo y su fracaso– y el desenlace –Segismundo vence a los hados y a sí mismo, mientras Rosaura recupera su honor–. La intriga se mantiene hasta el último momento, en que se produce el desenlace.

Al iniciarse la obra nos encontramos ante dos acciones teóricamente independientes: la que protagoniza Segismundo, al que se ha privado injustamente del trono, y la centrada en Rosaura, empeñada en recuperar su honor. Algunos críticos, especialmente Menéndez y Pelayo, vieron en la historia de Rosaura un añadido innecesario, que restaba grandeza y unidad al drama. Sin embargo, durante el desarrollo de la acción se establecen tal cantidad de relaciones entre una y otra historia, y el influjo de Rosaura sobre la conducta de Segismundo es tan determinante, que ambas acciones acaban fundiéndose en una sola. Entre los elementos que sirven para relacionar ambas historias pueden destacarse los siguientes:

– Varios personajes participan en las dos tramas y sirven de elemento de unión entre ambas.

Así, Clotaldo es padre de Rosaura y carcelero de Segismundo. Astolfo, seductor de Rosaura, primo de Segismundo y heredero, junto a Estrella, de trono de Polonia.

– Al principio, Rosaura y Segismundo carecen de honor y ambos tienen sólidas razones para

buscar venganza. A Rosaura le han robado su honor sexual, y ha sido rechazada como mujer, sin explicación alguna. Segismundo ha sido privado de su libertad y su honor de hombre, y desde su nacimiento ha sido abandonado en una torre-prisión por culpa del delirio de su padre.

– Los padres de ambos llevan a cabo acciones encaminadas a restaurar la honra de sus

respectivos vástagos, pero en ambos casos la tentativa fracasa. Basilio, deseoso de mantener su reino en orden, hace que su hijo vuelva a la torre; Clotaldo, movido por el mismo temor, propone enviar a Rosaura a un convento. Segismundo y Rosaura habrán de buscar justicia más tarde, a su manera, y para lograrlo unirán sus fuerzas. Al final ambos serán reconocidos públicamente por sus padres y lograrán la consideración social que les pertenecía. Casi pudiéramos decir que la semejanza en sus situaciones es tan estrecha que se acerca a la identidad. Esto es importante, pues, como veremos, el problema de la identidad de Rosaura es esencial para que Segismundo pueda descubrir su identidad y conocer su yo.

– La suerte de Segismundo y la de Rosaura se hallan muy unidas, ya que ambos, auque por

motivos diferentes, persiguen un mismo fin, que es impedir la boda entre Estrella y Astolfo: “a

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los dos juntos importa / impedir y deshacer / estas concertadas bodas” (II, vv. 2892-94), explica Rosaura en la última jornada.

– La presencia de Rosaura es esencial en la transformación que Segismundo experimenta a lo

largo de la obra, para que el príncipe conozca su identidad y logre la victoria sobre sí mismo y sobre el destino. Ya en el primer acto, Segismundo reprime sus instintos de fiera cuando admira la belleza de Rosaura (I, vv. 219-226). En el segundo acto, Rosaura, a la que Segismundo trata con violencia, es testigo del fracaso momentáneo del príncipe frente a la fuerza de los hados. En el último, Rosaura aparece de nuevo ante Segismundo, que recuerda sus dos apariciones anteriores, y comprueba que lo vivido en palacio no fue un sueño y que, en definitiva, la diferencia entre lo real y lo soñado apenas es perceptible (III, vv. 2929 y ss.). Y es en ese momento cuando Segismundo se convierte definitivamente, decide hacer el bien, y la primera decisión que adopta es recuperar el honor de Rosaura antes incluso que el trono (III, vv. 2985). Aunque Calderón no respeta de forma escrupulosa la unidad de tiempo de la preceptiva

clasicista –según ella la historia representada no debía exceder las veinticuatro horas–, en La vida es sueño no nos encontramos ante sucesos dilatados en el tiempo, como ocurre en muchos dramas barrocos. Podría afirmarse incluso que Calderón, especialmente si comparamos su drama con la obra de sus coetáneos, se acerca bastante al precepto clasicista que exigía una correspondencia lo más exacta posible entre la duración de la historia y la de la representación, según veremos en los párrafos siguientes.

Los dos sucesos que acontecen en la primera jornada ocurren en poco tiempo, sin omisiones y de forma paralela, durante el anochecer del primer día1. Rosaura y Clarín descubren a Segismundo, a continuación son apresados, y su llegada al palacio como prisioneros (escena 7) coincide con el final de la reunión en que Basilio ha revelado a la corte la suerte de Segismundo y su deseo de probar si eran ciertas las profecías sobre su conducta. Los acontecimientos que ocurren en el palacio y en torno a la torre son, por tanto, simultáneos, y tienen lugar en un espacio de tiempo relativamente corto.

Entre la primera y la segunda jornada ha trascurrido una noche2, durante la cual han dormido a Segismundo y lo han instalado en el palacio vestido de príncipe, mientras que Rosaura, vestida ya de mujer, ha entrado al servicio de Estrella. Estos hechos no se representan en la escena sino que se nos dan a conocer a través de las palabras de Clotaldo y de Clarín (escenas 1 y 2). Los acontecimientos que tienen lugar a continuación, desde la llegada de Segismundo a la corte hasta su regreso a la prisión, se desarrollan sin interrupciones durante la mañana del segundo día.

En el lapso de tiempo que va desde el momento en que Basilio decide que duerman otra vez a Segismundo (final de la escena 10), hasta que éste despierta en la prisión (escena 17), asistimos a la disputa de Estrella, Astolfo y Rosaura en torno al retrato de ésta, que tiene lugar durante el traslado de Segismundo desde el palacio a la torre.

Entre la segunda y la última jornada han transcurrido algunos días, según se deduce del parlamento inicial del Clarín –“En una encantada torre, / por lo que sé vivo preso” (III, vv. 2188-89). En ese tiempo Basilio ha nombrado a Astolfo heredero al trono y, al saberse la noticia, se ha puesto en marcha una insurrección para liberar a Segismundo. La acción de esta última jornada tiene lugar durante el día, y en ella sólo se producen dos breves saltos en el tiempo, imprescindibles para trasladar a algún personaje de un espacio a otro.

– Al finalizar la escena 4, Clotaldo se despide de Segismundo junto a la torre, y tras el breve

diálogo que mantienen el rey, Astolfo y Estrella en las escenas 5 y 6, Clotaldo llega al palacio para anunciar a Basilio la liberación de su hijo.

1 “Mas ¿qué haremos, señora, / a pie, solos, perdidos y a esta hora / en un desierto monte, / cuando se parte el sol a

otro horizonte” (I, vv. 44-47). 2 En la escena 6 del acto I, Basilio había explicado: “Yo he de ponerle mañana, / sin que él sepa que es mi hijo / [...]

/ en mi dosel, en mi silla, / y, en fin, en el lugar mío” (I, vv. 796-799).

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– Al final de la escena 8 Rosaura se despide de Clotaldo para ir a reunirse con Segismundo, y

casi a continuación, al comenzar la escena 9, Clarín anuncia al príncipe su llegada. Podemos concluir, por tanto, que, si bien entre una jornada y otra se produce un hiato temporal,

de una noche entre la primera y la segunda, y de algunos días entre ésta y la tercera, en el interior de cada una de las jornadas se ha respetado la unidad de tiempo de manera muy exacta, de tal forma que los acontecimientos que ocurren en cada una de ellas tienen lugar simultáneamente, o se suceden sin solución de continuidad, en el espacio de unas pocas horas y durante la misma “jornada”.

Respecto al espacio, tampoco en La vida es sueño hallamos la variedad de lugares típica de algunos dramas barrocos. Aunque en la última jornada se produce una batalla en campo abierto, podemos afirmar que lo fundamental de la historia acontece en dos lugares característicos, que son la torre-prisión en que vive encerrado Segismundo, con sus inmediaciones, y el palacio de Basilio.

Como veremos al tratar sobre los símbolos, la torre-prisión y el monte que la rodea se relacionan con la sombra, el desorden, las fuerzas primarias y la barbarie, mientras que el palacio es el lugar donde, pese a los errores de Basilio, imperan la civilización, el orden y la luz. Estos dos espacios funcionan a lo largo de toda la obra como ambientes antagónicos, enfrentados de manera permanente. El campo de batalla en que tiene lugar la confrontación final, a medio camino entre la torre y el palacio, es el lugar en que la oposición entre los espacios anteriores, irreconciliables y en permanente conflicto, se supera y queda por fin resuelta.

De forma esquemática, la estructura de La vida es sueño puede representarse mediante el esquema que adjuntamos en la página siguiente3:

4. Los temas. El significado de La vida es sueño Tradicionalmente se ha venido aludiendo a la complejidad temática de La vida es sueño, y se ha

señalado la existencia de cuatro temas fundamentales que se entrecruzan en la obra. Sin embargo, de la misma manera que el drama presenta una unidad de acción casi perfecta, también los temas aparecen entrelazados, conectados entre sí mediante un proceso de argumentación construido de manera minuciosa.

En las primeras escenas, Segismundo aparece encerrado en una torre, encadenado, privado de libertad. Todo ello no sólo es una imagen de la falta de libertad física de Segismundo –en claro contraste con su libre albedrío, mayor que el de los seres que le rodean, que, sin embargo pueden moverse libremente–, sino también de la condición animal del hombre, sujeto a unos instintos que lo sojuzgan, y de la incapacidad del personaje para torcer su destino, eludiendo la profecía que pesa sobre su vida, que le impide actuar con libertad, según las creencias de Basilio.

Tanto en el segundo acto como en el tercero, el balance parece negativo. Basilio ha intentado comprobar si es verdad que los hados “sólo el albedrío inclinan, no fuerzan el albedrío” (I, vv. 790-791); pero, una vez en palacio, Segismundo actúa como un tirano, y con su comportamiento demuestra que no es capaz de ser libre, de sobreponerse a su destino, ni de reprimir sus impulsos animales, especialmente la ira y la lujuria.

Tras la breve experiencia del palacio, Segismundo ha vuelto a su antigua prisión, y es entonces cuando comprueba que los bienes mundanos son pasajeros, que todo pasa brevemente, que la vida es algo fugaz, que no hay diferencia entre las glorias reales y las soñadas, y que, en definitiva, “toda la vida es sueño / y los sueños sueños son” (II, vv. 2186-87).

3 Las acciones simultáneas se representan en el esquema de forma paralela, en el mismo nivel. Los acontecimientos

que no se representan en el escenario figuran entre corchetes.

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TIEMPO ESPACIOS Y ACCIONES

Torre y sus inmediaciones Palacio

Anochecer del

primer día (Jornada I)

Tras despeñarse su caballo por el monte, Rosaura y Clarín descubren a Segismundo en su prisión (escenas 1 y 2).

Clotaldo reconoce a Rosaura por su espada,

pero ordena que la detengan a ella y a Clarín y los lleven al palacio (escenas 3 y 4).

Basilio revela ante sus sobrinos, Astolfo y Estrella, y a toda la corte, la prisión de Segismundo, y su intención de llevar al príncipe a palacio, para que actúe como rey, y comprobar así la veracidad de las profecías que anunciaban enormes males para el reino en caso de que el príncipe accediera al trono (escenas 5 y 6).

Cuando concluye la reunión de la corte,

Clotaldo llega al palacio con Rosaura y Clarín, a los que Basilio perdona, puesto que el secreto de la prisión del príncipe ya se ha divulgado (escena 7).

Rosaura descubre a Clotaldo su condición de

mujer y el motivo de su agravio (escena 8).

[Transcurre una noche]

[Traslado de Segismundo al palacio para que actúe como príncipe] [Rosaura, en traje de mujer, entra al servicio de Estrella]

Mañana del segundo día (Jornada II)

[Traslado de Segismundo a la torre]

Segismundo, de nuevo en la prisión, descubre que la vida es sueño (escenas 17-19).

Segismundo inicia su “reinado” y se comporta de manera despótica y cruel. Basilio decide que duerman de nuevo a Segismundo y lo devuelvan a la prisión (escenas 1-10).

Astolfo y Estrella disputan por el retrato de

Rosaura, que ella finalmente recupera (escenas 11-16).

[Transcurren algunos días]

[Segismundo y Clarín, presos en la torre] [Basilio nombra heredero a Astolfo]

Los soldados irrumpen en la torre y liberan a Segismundo, al que al principio confunden con Clarín. Clotaldo, perdonado por el príncipe, marcha en busca de Basilio (escenas 1-4).

Basilio, Astolfo y Estrella observan y

comentan la revuelta a favor de Segismundo (escenas 5 y 6).

[Clotaldo se traslada desde la torre al palacio]

Clotaldo anuncia al rey la liberación de Segismundo. Preparativos para la batalla. Rosaura solicita el amparo de su padre, pero éste se lo niega, para no ser desagradecido con Astolfo (escenas 7 y 8).

[Rosaura, a caballo, marcha al encuentro de Segismundo]

Campo de batalla

Último día (Jornada III)

Rosaura se encuentra con Segismundo. Triunfo de la insurrección. Muerte de Clarín. Segismundo perdona a Basilio y a Clotaldo y condena al soldado rebelde. Astolfo se casará con Rosaura, Segismundo con Estrella (escenas 9-14).

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Si la vida no es más que un sueño, debemos olvidarnos de sus engaños fugaces y prepararnos para la existencia verdadera que nos aguarda tras la muerte, que es el despertar a la vida auténtica, eterna y definitiva. A partir de esta consideración, tras la experiencia del palacio y su vuelta a la prisión, Segismundo descubre que nuestra vida no es un fin en sí misma, y que él, como los demás, está sometido a las leyes morales que la gobiernan, tras lo cual decide mirar a la vida eterna, hacer el bien, ayudar a Rosaura, perdonar a quienes le tuvieron encerrado, y afirmar que, si la vida es sueño, si “es vanagloria”

¿quién por vanagloria humana pierde una divina gloria? ¿Qué pasado bien no es sueño? ¿Quién tuvo dichas heroicas que entre sí no diga, cuando las revuelve en su memoria: “sin duda que fue soñado cuanto vi”? Pues si esto toca mi desengaño, si sé que es el gusto llama hermosa que le convierte en cenizas cualquiera viento que sopla, acudamos a lo eterno; que es la fama vividora, donde ni duermen las dichas, ni las grandezas reposan.

(III, vv. 2969-85) En el último acto, tras el triunfo de la rebelión a favor de Segismundo, Basilio se encuentra

postrado a los pies de su hijo, tal como los hados anunciaron. Sin embargo, en ese mismo momento, el férreo círculo de la fatalidad queda roto cuando el príncipe, aleccionado por su experiencia pasada, dice a su padre: “Señor, levanta”, tras lo cual se muestra dispuesto a recibir el castigo que merece por su rebeldía y a hacer el bien por encima de cualquier otra consideración.

Después de haber comprobado en carne propia la brevedad de la vida, Segismundo, al que las profecías pintaron como un tirano cruel, ha vencido a los hados y se ha vencido a sí mismo, dominado sus instintos, alcanzando así el pleno ejercicio del libre albedrío, con lo que Calderón viene a afirmar la libertad esencial del ser humano a la hora de dirigir su destino, su capacidad para convertirse y demostrar que la razón humana puede triunfar sobre los impulsos animales y llegar a dominarlos. Con ello queda patente la gran equivocación de Basilio, empeñado en controlar el curso de los acontecimientos, que está en las propias manos del hombre, y, por encima de él, en la mente y providencia divinas.

Pues yo, por librar de muertes y sediciones mi patria, vine a entregarla a los mismos de quien pretendí librarla.

Se lamenta Basilio, tras contemplar el desastroso resultado de sus acciones, a lo que Clotaldo le

responde:

Aunque el hado, señor, sabe todos los caminos, y halla a quien busca entre lo espeso de dos penas, no es cristiana determinación decir que no hay reparo a su saña. Sí hay, que el prudente varón vitoria del hado alcanza; y si no estás reservado de la pena y la desgracia,

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haz por donde te reserves. (III, vv. 3108-22)

O, con palabras de Segismundo:

Lo que está determinado del cielo, y en azul tabla Dios con el dedo escribió, de quien son cifras y estampas tantos papeles azules que adornan letras doradas, nunca miente, nunca engaña, porque quien miente y engaña es quien, para usar mal dellas, las penetra y las alcanza. (III, vv. 3162-71)

Tal como se plantea en el teatro del Siglo de Oro –en la vida real las cosas no eran tan simples–,

el honor, que se equipara a la vida4, era la dignidad del individuo otorgada por el superior (rey o noble), respetada y reconocida por los iguales e inferiores, y una cualidad que, como patrimonio, poseen únicamente los nobles, algo inherente al linaje heredado de los antepasados5. El personaje de categoría superior, especialmente el rey, de quien dependía fundamentalmente el reconocimiento de la honra, es quien da el honor al súbdito concediéndole mercedes y títulos, o mostrándole su confianza y aprecio, o bien le priva de él negándole su consideración y respeto.

El honor no es sólo la manifestación externa de la dignidad o el reconocimiento de que goza el individuo, sino que su posesión también exige cumplir una serie de obligaciones. Entre las obligaciones impuestas por el honor se incluyen el deber de ser recto, justo y generoso –la avaricia era un defecto impropio del caballero y la magnanimidad su mayor virtud6–; mostrarse agradecido con aquel de quien se reciben bienes o favores; exhibir en todo momento la propia categoría social en el vestido, la casa, las armas, el acompañamiento y la servidumbre –el trabajo manual o la pobreza suponían la pérdida del honor, ya que impedían mantener el “rango”–; demostrar la propia valentía en cualquier circunstancia, especialmente cuando se trataba de responder a las ofensas y defender el propio honor con la espada; mantener la palabra dada y la verdad; mostrar lealtad al rey y a los superiores, así como fidelidad y buen trato con los iguales; guardar respeto a las damas y salir en su defensa; no admitir ofensas ni menosprecios de ningún tipo, especialmente de los que son inferiores socialmente –una fórmula de tratamiento inadecuada era un ultraje muy grave7–; preservar la castidad de la esposa y castigar sus posibles infidelidades.

El honor, por consiguiente, se perdía por acciones deshonrosas, como la traición, la mentira, el robo o la cobardía, o por las ofensas recibidas, si no eran satisfechas debidamente, a veces con la muerte violenta del ofensor. No obstante –aunque en el teatro del Siglo de Oro frecuentemente se contraviene esta norma–, cuando el causante del agravio era un superior de alta categoría –el rey, el

4 “No ha sido / vida la que yo te he dado, / porque un hombre bien nacido, / si está agraviado, no / vive; / y supuesto

que has venido / a vengarte de un agravio, / según tú propio me has dicho, / no te he dado vida yo, / porque tú no la has traído; / que vida infame no es vida” (I, vv. 901-910), dice Clotaldo a Rosaura en la primera jornada.

5 Como explica Clotaldo, “hombre / que está agraviado es infame. / No es mi hijo, no es mi hijo, / no tiene mi noble sangre” (I, vv. 443-444).

6 Con palabras de Clotaldo, “No tengo que prevenir / que en un varón singular, / cuanto es noble acción el dar / es bajeza el recibir” (III, 2560-2563).

7 Muy significativa es la escena en que Segismundo recibe a Astolfo en palacio, y éste, como le ocurría al escudero de Lazarillo, se siente ofendido cuando el príncipe le saluda con un “Dios os guarde”, y no con un “besoos, señor, las manos”, o una fórmula similar: “SEGISMUNDO: Dios os guarde. / ASTOLFO: El no haberme conocido / sólo por disculpa os doy / de no honrarme más. Yo soy / Astolfo, duque he nacido / de Moscovia, y primo vuestro; / haya igualdad en los dos. / SEGISMUNDO: Si digo que os guarde Dios, / ¿bastante agrado no os muestro? / Pero ya que, haciendo alarde / de quien sois, desto os quejáis, / otra vez que me veáis / le diré a Dios que no os guarde (II, 1351-1363).

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señor, el príncipe–, no era lícito recurrir a la venganza, porque se supone que el señor, de quien se recibe el honor, no puede agraviar, y la lealtad hacia él se halla por encima de la propia honra8.

El honor de la mujer noble era, en teoría, equivalente al del hombre, le imponía las mismas obligaciones, y se ganaba o perdía por idénticos motivos, aunque con importantes salvedades. En primer lugar, como el manejo de las armas era algo privativo de los hombres, cuando la mujer era ofendida y su honor quedaba en entredicho, generalmente correspondía al varón (esposo, padre, hermano, amigo) salir en su defensa y restaurarlo, castigando al ofensor. La mujer vestida de hombre, dispuesta a vengar su honor, como ocurre con Rosaura, suponía una novedad original, que, sin embargo, acabó estando muy presente en la literatura de la época.

En segundo lugar, mientras que la conducta sexual del hombre se regía por normas de una extraordinaria tolerancia, para ser honrada, y no atentar contra el propio honor y el de los miembros masculinos de la familia, especialmente el marido, la mujer debía guardar una castidad estricta antes de su matrimonio y una fidelidad absoluta después de éste. Si llegaba a producirse, el adulterio debía ser vengado mediante la muerte de la esposa, del amante, o de ambos; y cuando la mujer era soltera y había sido seducida por un hombre y abandonada después, la única solución para que la joven recuperase el honor era el matrimonio con el ofensor, o la muerte violenta de este, cosa que quedaba en manos del padre, hermanos o parientes cercanos de la muchacha, que en cierta manera eran partícipes de su deshonra.

Debido a la complicada casuística que rodea a las cuestiones de honra, y la facilidad con que ésta se perdía, al honor se le suele comparar en el teatro del Siglo de Oro con materias volátiles o quebradizas, como la caña o el vidrio9. De otro lado, la frase “soy quien soy”, frecuente en los dramas de la época, resume con exactitud el funcionamiento del código del honor, la idea de que el individuo debe exigir que éste sea respetado, y actuar en todo momento de acuerdo con lo que su situación social y su dignidad exigen de él.

En La vida es sueño, igual que en otros dramas del Siglo de Oro, se nos plantea un conflicto de difícil solución entre lealtades y obligaciones contrapuestas exigidas por el código del honor, un conflicto cuyos principales protagonistas son Clotaldo y Rosaura.

Ya en la primera jornada, Rosaura se nos muestra decidida a recuperar su honor, que ha perdido al ser engañada por Astolfo, mediante el matrimonio o mediante la muerte de éste10. Clotaldo, por su parte, al saber que ha hecho prisionero a un hijo suyo que está deshonrado, duda entre el deber de ayudarle a vengar la afrenta o ser leal con el rey y entregárselo, ya que, según afirma él mismo, la lealtad al rey es antes que la vida y que el honor (I, vv. 436-437).

Cuando Clotaldo sabe que Rosaura, además de hija suya, es mujer, y que su ofensor es el infante Astolfo, su congoja aumenta, al verse obligado a elegir entre la lealtad a su señor natural, el rey Basilio, y a su posible heredero, o lavar una afrenta que también es suya, ya que, como padre, Clotaldo participa de la deshonra de Rosaura –“tratante de desdichas / pasó a Polonia mi afrenta” (II, vv. 1180-81)–, y como tal está obligado a recuperar su honor:

Mi honor es el agraviado, poderoso el enemigo, yo vasallo, ella mujer. Descubra el cielo camino.

(I, vv. 978-981) En la segunda jornada parece que Clotaldo al fin ha decidido hacerse cargo de la honra de

Rosaura –“Es bien que de una vez / tome su honor por mi cuenta” (II, vv. 1194-1195)–, que vuelve

8 “¿La lealtad al rey no es antes / que la vida y que el honor? / Pues ella viva y él falte” (I, vv. 436-437), exclama

Clotaldo en la primera Jornada; y cuando sabe que Astolfo es el ofensor de su hijo: “Si moscovita has nacido, / el que es natural señor / mal agraviarte ha podido. / Vuélvete a tu patria, pues, / y deja el ardiente brío / que te despeña” (I, vv. 949-953).

9 “porque el honor / es de materia tan fácil / que con una acción se quiebra / o se mancha con un aire (I, vv. 447-450), según explica Clotaldo.

10 “pero yo con la venganza / dejaré mi honor tan limpio, / que pueda mi vida luego, / atropellando peligros, / parecer dádiva tuya” (I, vv. 914-916).

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a estar en peligro, y con ella el honor del propio Clotaldo, cuando Segismundo la acosa en el palacio:

Qué he de hacer, cielos, cuando tras un loco deseo mi honor segunda vez a riesgo veo? (II, vv. 1647-8)

Desde el momento en que Astolfo se interpone cuando Segismundo trata de matarlo, Clotaldo se

encuentra ante un nuevo dilema, obligado a volver por el honor de su hija, a la que también él salvó de morir, o mostrarse agradecido, como hombre noble y honrado, con la persona a la que debe la vida. De ahí que, cuando en la tercera jornada Rosaura le entrega la llave que le permitirá llegar hasta Astolfo y matarle con sigilo –“Aquí altivo, osado y fuerte, / volver por mi honor podrás, / pues que ya resuelto estás / a vengarme con su muerte” (III, vv. 2512-15)–, él se desdice de su palabra y saca a relucir la lealtad y agradecimiento que ahora le unen al infante, y que le impiden matarle.

Finalmente, como sabemos, será Segismundo quien se hará cargo de la honra de Rosaura y obligará a Astolfo a tomarla en matrimonio, para lo cual primero será preciso demostrar que, como hija de un noble como Clotaldo, Rosaura posee la alcurnia y honor suficientes para desposarse con un príncipe, pues de lo contrario, sería Astolfo el que quedaría deshonrado.

Igual que en otros dramas del Siglo de Oro, La vida es sueño plantea ante todo un conflicto entre el honor y el amor. Segismundo se enamora de Rosaura ya en las primeras escenas, la atracción aumenta en la segunda jornada, e incluso cuando va a dar comienzo la batalla y Rosaura se presenta ante Segismundo, el príncipe piensa aprovechar aquella ocasión sin pensar en las consecuencias –“Gocemos, pues, la ocasión; / el amor las leyes rompa...” (III, vv.2960-61)–, hasta que recapacita y proclama:

Rosaura está sin honor; más a un príncipe le toca el dar honor que quitarle. ¡Vive Dios! que de su honra he de ser conquistador antes que de mi corona. (Huyamos de la ocasión, que es muy fuerte). ¡Al arma toca, que hoy he de dar la batalla, antes que las negras sombras sepulten los rayos de oro entre verdinegras ondas!

(III, vv. 2986-2997) El enlace final de Rosaura con Astolfo viene a reforzar la idea de que el honor, como bien

superior, ahora restaurado con el matrimonio, se halla por encima del amor de las apetencias terrenales, contingentes. En este sentido, las cuestiones de honor que en el drama se plantean quedan íntimamente unidas a su tema principal, ya que, en efecto, cuando Segismundo logra reprimir su “fiera condición” y hacer el bien, lo primero que decide olvidar es el amor terrenal que le despierta Rosaura y tomar en sus manos la defensa de su honra, que es un bien superior, eterno en cierta manera, dentro de la escala propia de un ser que piensa en el más allá. De esta manera, frente al tradicional carpe diem, que nos incita a aprovechar la ocasión sin pensar en las consecuencias posteriores, Segismundo prefiere los valores duraderos de la fama y el honor, y afirma:

Si es sueño, si es vanagloria, ¿quién por vanagloria humana pierde una divina gloria?

(III, vv. 2969-71)

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El personaje de Basilio desempeña un papel fundamental tanto en el argumento de la obra como en su entramado doctrinal. Recordemos que Basilio, con el fin de evitar un mal mayor a su pueblo – la tiranía de Segismundo, anunciada por los hados–, ha preferido mantener encerrado a su hijo, privando a Polonia de su legítimo heredero. De esta manera Basilio defiende dos posturas que, para Calderón, resultan igualmente condenables: de un lado la creencia en los hados, las profecías y los vaticinios de los astros, contraria a la religión cristiana; de otro, la doctrina política, una de cuyas formulaciones más conocidas se encuentra en la obra de Maquiavelo, según la cual la razón de estado puede justificar el uso de métodos inmorales, contrarios a la ética cristiana o a la simple ley natural. Frente a ella, el autor de La vida es sueño defiende la postura según la cual los bienes morales, que corresponden al ámbito de lo eterno e inmutable, deben quedar por encima de los intereses políticos, que, de acuerdo con la argumentación que en el drama se propone, pertenecen a la esfera del sueño, de lo contingente, pasajero y terrenal.

TEMAS DE LA VIDA ES SUEÑO

La necesidad de hacer el bien, pensando en la eternidad

La fugacidad de la vida,

comparable con un sueño

La victoria de la libertad y la razón humanas...

...sobre.. ...la esclavitud de los impulsos primarios

y la idea de la predestinación

La supremacía del honor y el orden social...

...frente.. ...al instinto, el egoísmo y el amor desordenado

La superioridad de los principios morales ...

...frente... ...al valor contingente de las necesidades políticas y las razones de estado

Desde el punto de vista político, y aunque Calderón defienda el derecho del pueblo a sublevarse

contra el tirano, La vida es sueño, igual que otros dramas de la época en que se plantean problemas similares –recuérdese el caso de Fuenteovejuna–, es una obra eminentemente conservadora, en primer lugar porque la idea de que nuestra vida es un sueño sin entidad ni valor, incita a la resignación, a la aceptación pasiva de las desgracias o las injusticias, que tienden a considerarse como algo pasajero y carente de importancia. Pero además, el derecho a la insurrección, e incluso al tiranicidio, que Calderón parece defender, se matiza hasta tal punto, que su puesta en práctica resulta hasta condenable.

En este sentido cabe recordar que quien encabeza la sublevación contra Basilio es su propio hijo, el heredero legítimo al trono, que había sido privado de sus derechos, pero que, consciente de que su acción es condenable, se postra ante su padre para que éste castigue su insumisión (III, vv. 3245-46). Además, el pueblo que se subleva contra la injusticia –“vulgo soberbio y atrevido”, “monstruo despeñado y ciego”–, más que desempeñar un papel protagonista, es el instrumento que la

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providencia emplea para poner orden en las cosas terrenales. La prueba es que, tras el triunfo de la insurrección, Segismundo ordena que el soldado que la encabezó sea encerrado en la torre, porque ya no es necesario el traidor una vez la traición está cumplida (III, vv. 3297-3301). Desde el momento en que Segismundo toma dicha decisión, parece adaptarse a las reglas del poder constituido, demostrando ante la corte que el nuevo monarca ha asimilado las enseñanzas y es capaz de mantener el orden establecido.

5. Los símbolos El conjunto de temas que Calderón presenta en La vida es sueño, además de manifestarse de

forma directa o mediante el desarrollo argumental, se despliegan ante nuestros ojos mediante un conjunto de símbolos que, en su mayor parte, tienen una significación universal.

La idea de la fugacidad de la vida, muy presente en la filosofía y la literatura de la época, se representó mediante imágenes muy diversas –sombra, humo, agua que fluye, flor que se marchita–, aunque la comparación de la vida con el sueño, y el despertar con la muerte, ha sido una de las construcciones simbólicas que mayor fortuna ha alcanzado en la literatura de todas las épocas, ya desde la Biblia, si bien fue durante el siglo XVII cuando esa imagen llegó a hacerse tópica11. Su significación está además muy ligada al sentimiento barroco del desengaño, a la idea de que es necesario desenmascarar las apariencias con el fin de desvelar la realidad auténtica de las cosas y alcanzar la vida auténtica. En Calderón, tal símbolo aparece muy unido al de la vida como teatro o representación.

El traje de fiera que viste Segismundo en la primera jornada –el príncipe se describe a sí mismo como “un hombre de las fieras / y una fiera de los hombres” (I, vv. 211-12)–, y el monte en que habita, representan el ámbito de lo bárbaro, el lugar de las fuerzas primarias, el lado instintivo del hombre, su condición animal, frente al palacio, lugar en que imperan el orden civilizado, la libertad, la luz y la razón, y ello pese a los errores de Basilio. De ahí que Astolfo advierta a su primo:

Pues medid con más espacio vuestras acciones severas; que lo que hay de hombres a fieras hay desde un monte a palacio.

(II, vv. 1432-35) Los símbolos de la torre y de la cárcel son imágenes representativas de la condición humana en

un doble sentido, ya que por un lado simbolizan la ausencia de libertad, la sujeción al destino, y, por otro, la tiranía del instinto y el pecado, todo lo cual se acentúa con el simbolismo de las cadenas con que Segismundo está cargado.

La imagen de Segismundo como “un esqueleto vivo”, como “un animado muerto” (I, vv. 201-2) encerrado en una cárcel, ha llevado a Edward M. Wilson a considerar la torre-prisión de Segismundo como un símbolo de la muerte, el temor a la cual supone para Calderón el principio de una nueva vida. Tras su paso por palacio, donde no ha sido capaz de evitar la tentación y el pecado, Segismundo vuelve a la torre-sepulcro, lo cual trae a su espíritu la idea de la muerte, que la torre

11 En el Libro de Job (20, 7), por ejemplo, se dice que la vida del hombre “volará como un sueño inaprensible, se

esfumará como visión nocturna”. En las Coplas a la muerte de su padre, Manrique recordaba que los bienes terrenales son tentadores, pero “por eso no nos engañen, / pues se va la vida apriesa / como sueño; / y los deleites de acá / son, en que nos deleitamos, / temporales, / y los tormentos de allá, / que por ellos esperamos, / eternales”. Uno de los sonetos más conocidos de Quevedo empieza con los versos: “Fue sueño ayer; mañana será tierra! / ¡Poco antes, nada; y poco después, humo! / ¡Y destino ambiciones, y presumo / apenas punto al cerco que me cierra!” En el auto sacramental de El villano en su rincón (1622), José de Valdivieso escribe: “Pues me dices que despierte, / sin duda alguna que duermo, / porque es un sueño la vida / que se pasa como sueño”. Y Cervantes se hace eco de este tópico en el Quijote (II, 22), cuando el caballero recuerda que, en efecto, “todos los contentos desta vida pasan como sombra y sueño o se marchitan como la flor del campo”.

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simboliza, y le lleva a comprender el error en que estaba y a recitar el famoso monólogo en que la vida se compara con un sueño.

Alexander A. Parker, por su parte, ha señalado que la torre de Segismundo expresa un concepto de encarcelamiento que va más allá del mero castigo por haber infringido una ley social ordinaria. Comunica la idea y la emoción de la culpa de una forma mucho más profunda de la habitual. Las imágenes poéticas en que se la denomina “cuna y sepulcro” (I, vv. 195-196) nos acercan al misterio de la vida y de la muerte, del sino y el destino humanos, símbolo de la sumisión de la humanidad a la muerte, de manera que cada ser humano se halla prisionero en su propia torre.

La torre está además oscura, y tanto su oscuridad como la noche que rodea a Segismundo en la primera jornada, son símbolos de la ignorancia en la que en un principio se halla sumido. La torre-prisión, como la caverna de Platón, es, por consiguiente, el ámbito humano dominado por la sombra, la ignorancia y el desorden.

Frente a tales símbolos encontramos las imágenes del sol, el día y la luz, que representan la verdad, el conocimiento, la gracia, la posibilidad que el hombre tiene de redimirse y obrar bien. Esta idea aparece resaltada en el pasaje en que Rosaura saluda al príncipe con estos versos:

Generoso Segismundo, cuya majestad heroica sale al día de los hechos de la noche de sus sombras.

(III, vv. 2690-93) La presencia de Rosaura representa, precisamente, la llegada de la luz a la conciencia de

Segismundo. Su aparición a caballo, en la última jornada, le deslumbra: “su luz me ciega” (III, v. 2687).

En el primer acto Rosaura monta un caballo que el autor retrata como un hipogrifo, animal fabuloso, mezcla de caballo y ave, compuesto por los cuatro elementos, que, de acuerdo con una imagen que ya se encuentra en Platón, representa el lado animal, instintivo, del ser humano12. Rosaura no ha podido controlar al animal que montaba –la vertiente animal, instintiva de su existencia–, y ello la ha conducido al precipicio del error y la ignorancia –la pérdida del honor y el pecado–, por el que el animal se despeña en la primera escena del drama. En este sentido debe recordarse que la caída ha sido un símbolo del pecado en la literatura tradicional.

Tras su paso por el palacio, Rosaura ha sido capaz de rectificar, como Segismundo, y en la última jornada la encontramos cabalgando de nuevo, pero ahora sobre un caballo que, aunque compuesto de materia terrenal –los cuatro elementos que Clarín enumera en su descripción (III, vv. 2672-87)–, ella es capaz de controlar.

12 El caballo, ha señalado Ángel Valbuena, representa los instintos pasionales que agitan el pensamiento,

primordialmente el apetito carnal y el orgullo. El jinete es la facultad razonadora que puede dirigir y frenar esas tendencias. La caída o la estampida significan la pérdida del gobierno de la pasión. El emblema en conjunto indica un mal agüero, puesto que los instintos van a arrastrar a la destrucción o a la confusión.

En cuanto a La vida es sueño, añade Ángel Valbuena, el problema dramático que Calderón plantea en este drama es la lucha entre la razón y los instintos. El comienzo con la caída del caballo arrastrando al jinete anuncia el estado de turbación en que los protagonistas se encuentran y en el que las pasiones desatadas no obedecen al gobierno. Rosaura, el jinete del caballo desbocado, ha perdido el honor y sirve de imán a los instintos de Segismundo. El emblema es un mal agüero, proclama las calamidades que van a suceder, debido a este estado de turbación, y también puede referirse a la peripecia de la fortuna. El caballo posee en los casos más elaborados como es éste una doble valencia interpretativa: una de amor carnal, y otra de la ira que la soberbia engendra. Rosaura ha perdido su virginidad en sus anteriores relaciones con Astolfo, pasiones de amor y de venganza enturbian su alma. Por otro lado, Segismundo, a quien ella encuentra como resultado del episodio, siente la atracción corpórea paralela al deseo de venganza que agita su pensamiento. En el conflicto interior que la caída del caballo simboliza se dan los contrarios de compasión hacia Rosaura y de ira rebelde contra el que le ha sometido a su desdichada situación.

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6. Los personajes Los personajes de La vida es sueño se adaptan al modelo esquemático del drama barroco en

cuando a la distribución de los tipos básicos. De un lado encontramos a la pareja protagonista, formada por Segismundo y Rosaura, y a la pareja rival, en cierto modo complementaria de la principal, constituida Astolfo y Estrella. La figura del padre, que representa el principio de autoridad, se halla desdobla en las figuras de Basilio y de Clotaldo; mientras que el papel del gracioso, imprescindible en los dramas de la época, está encarnado en Clarín.

Aunque no carecen de una personalidad diferenciada, los personajes de La vida es sueño, más que representar a individuos con rasgos individuales, son tipos en los que Calderón ha tratado de encarnar algunos de los principios doctrinales a los que el drama sirve de vehículo. En este sentido los personajes guardan una relación estrecha con los temas y símbolos que acabamos de estudiar.

La historia de Segismundo quiere ser una alegoría de la existencia humana, del ser humano a lo largo de su carrera vital, cuyos problemas y sentimientos universaliza el autor. Su conflicto interno es el de un individuo concreto, pero también el de todos los hombres enfrentados a la incertidumbre de su existencia y de la trascendencia.

Examinado como individuo particular, Segismundo se nos presenta como un personaje trágico que se debate entre la percepción de su libre albedrío y su situación de encarcelamiento, su amor por Rosaura y la obligación de defender valores más elevados, el deseo de venganza por las privaciones que ha sufrido y el deseo de sobreponerse y perdonar.

En su vertiente simbólica, y según vimos en los apartados anteriores, en Segismundo se enfrentan el instinto y las inclinaciones naturales, de un lado, y, de otro, la responsabilidad y la razón. Al mismo tiempo el personaje simboliza el enfrentamiento entre una concepción mecanicista del mundo –la que sostiene Basilio–, según la cual nuestro destino sigue su curso de manera inexorable, regido por fuerzas ciegas, y la doctrina cristiana, que finalmente se impone, según la cual el libre albedrío, la capacidad para decidir nuestras acciones, es una cualidad inherente al ser humano.

Como consecuencia de lo dicho, Segismundo es un personaje contradictorio, en cuya personalidad conviven los instintos de una fiera y la reflexión del hombre civilizado, la libertad y la prisión, los impulsos primarios y los ideales elevados. En este sentido, desde el punto de vista teológico, Segismundo representa la posibilidad del hombre para salvarse, enfrentándose a la predestinación y a la propia naturaleza animal, el esfuerzo para alcanzar, mediante el conocimiento de sí mismo, la compresión de lo efímero de nuestra existencia, y la victoria sobre las propias pasiones gracias a las cuatro virtudes cardinales del cristianismo: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Para alcanzar ese triunfo, Segismundo ha tenido que darse cuenta cabal de quién y qué es, mediante una serie de actos entre los cuales se encuentra un asesinato, varias intentonas de asesinato, así como amenazas de parricidio y violación. Ha tenido que aprender a amar, y luego a renunciar a su amor, a sobreponerse a sí mismo y a conquistar a su padre. No es una fórmula nada fácil. Su carrera es el paradigma de varios milenios de historia humana, o, con palabras de Francisco Ayala:

En Segismundo vamos a presenciar –tal es el sentido capital de la obra– el proceso de elevación desde el

hombre selvático, aquel que se ha declarado un hombre de las fieras y una fiera de los hombres, hasta el caballero cristiano cuya conducta se orienta hacia los valores más altos del espíritu. Como es obvio, su figura representa al primer hombre, Adán, y a todos los hombres. Es más un símbolo universal que un hombre particular.

Rosaura es una figura tópica en el teatro del Siglo de Oro, la mujer que se viste de hombre para

restaurar su honor; aunque Calderón nos la presenta a lo largo del drama en tres facetas distintas: transformada en hombre en la primera jornada, como mujer en la segunda, como una síntesis de sus dos apariencias anteriores en las últimas escenas. Al mismo tiempo, y de acuerdo con esa doble apariencia, en la conducta de Rosaura se combinan el ímpetu y el arrojo, que tradicionalmente se han considerado propios del hombre, y la sutileza y la astucia “femeninas” de las que el personaje hace gala en la segunda jornada, cuando recupera el retrato que Astolfo tiene en su poder. La misma

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dicotomía se observa entre la capacidad de actuar con independencia que muestra Rosaura en muchos momentos, y la protección que pide a Clotaldo y a Segismundo.

En unas u otras circunstancias, el rasgo fundamental de Rosaura es su determinación. Desde el principio la joven se dirige a su meta con decisión, sin que nada ni nadie pueda desviarla del propósito, establecido con toda claridad en la primera jornada:

pero yo con la venganza dejaré mi honor tan limpio, que pueda mi vida luego, atropellando peligros, parecer dádiva tuya. (I, vv. 914-916).

No hay otra cosa que le interese y a nada que no sea la venganza se atendrá. Su voluntad es una

flecha disparada; y ese carácter acerado y rectilíneo entra en dinámico contraste con los sinuosos repliegues, desviaciones y elusiones de Clotaldo, según veremos después.

De otro lado, de la misma manera que Segismundo vive trágicamente escindido entre pulsiones opuestas, en el espíritu de Rosaura se enfrentan el amor que siente por Astolfo y el ansia de venganza, el deseo de proclamar su dolor y manifestar su verdadera inclinación, y la necesidad de guardar silencio y disimular, tendencias contrarias que se manifiestan de manera muy patente en la escena 13 de la jornada II (vv. 1815 y ss.).

En el personaje de Basilio –cuyo nombre en griego significa rey– Calderón ha fundido las figuras del padre y el monarca, en que de forma arquetípica está encarnado el principio de autoridad en el teatro barroco, aunque en este caso se trata de una autoridad que, al ser ejercida contra la ley natural, pierde cualquier legitimidad.

Basilio es, ante todo, un rey científico y vanidoso –sus súbditos lo consideran un “sabio Tales” y un “Euclides”, y por su ciencia ha recibido “el sobrenombre de docto” (I, v. 606)–, que cree poder alterar el destino y cuya soberbia le hace olvidar que todo el universo se subordina al poder del creador. Como ha señalado Francisco Ayala, el personaje corresponde al tipo psicológico del intelectual que, movido por consideraciones racionales de radicalidad y generalidad excesivas, es capaz de producir las mayores catástrofes cuando, con una lógica implacable, trata de aplicar a la realidad, que es siempre fluctuante y enormemente compleja, aquellos criterios simples, tajantes, que su mente lúcida le dicta, con lo que, de buena fe, desencadena un desorden en el que él mismo acaba por sucumbir.

El intelectualismo exagerado de Basilio queda bien patente en el discurso que pronuncia ante la corte, construido de acuerdo con las reglas más impecables de la retórica (I, vv. 589 y ss.). También, como buen intelectual, pese a su seguridad aparente, el rey Basilio siete enormes dudas y llega a describirse a sí mismo como un ser “vacilante y discursivo” (I, v. 793). Sin embargo, la prueba que ha dispuesto para su hijo no es tanto una consecuencia de sus posibles vacilaciones, sino un intento de encerrar y controlar la realidad dentro del rígido armazón de su pensamiento, porque lo que espera el sabio rey es llegar a ver confirmados mediante pruebas los presagios que su ciencia le ha revelado. De ahí que afirme ante Clotaldo, al comienzo de la jornada segunda:

Quiero examinar si el cielo (que no es posible que mienta, y más habiéndonos dado de su rigor tantas muestras en su crüel condición) o se mitiga o se templa por lo menos, y vencido con valor y con prudencia se desdice; porque el hombre predomina en las estrellas. (II, vv. 1112)

A lo que Clotaldo, siempre leal y evasivo, replica:

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Razones no me faltaran para probar que no aciertas; mas ya no tiene remedio.

(II, vv. 1150-52) La “necia curiosidad” lleva al rey a acercarse a la torre donde acaban de encerrar por segunda

vez a Segismundo, al final de la segunda jornada (vv. 2048 y ss.); y con la misma lógica implacable que guía todos sus actos, tras la muerte de Clarín, Basilio acaba dándose cuenta de sus errores, reconociéndolos y aceptando sus consecuencias con una actitud de intelectual consecuente:

¡Qué bien, ay cielos, persuade nuestro error, nuestra ignorancia, a mayor conocimiento este cadáver que habla por la boca de una herida, siendo el humor que desata sangrienta lengua que enseña que son diligencias vanas del hombre cuantas dispone contra mayor fuerza y causa! Pues yo, por librar de muertes y sediciones mi patria, vine a entregarla a los mismos de quien pretendí librarla.

(III, vv. 3098-3111) Lo que está en juego, en definitiva, según la perspectiva de Calderón, es la superioridad de la

omnisciencia y providencia divinas frente al conocimiento limitado y erróneo del ser humano. Basilio se equivoca cuando trata de evitar algo que no depende de él; yerra al querer conculcar la libertad de otro ser humano y oponerse a los planes de la providencia, y al negar a su hijo el acceso a un trono que, según las creencias de la época, le viene directamente de Dios.

Como conclusión puede afirmarse que en la figura del rey Basilio, Calderón ha concentrado todos los errores que, a su juicio, debe evitar el buen rey: el intelectualismo y espíritu analítico exacerbados; la creencia en los hados; la decisión precipitada de encerrar a su hijo sin dejarle que muestre sus cualidades; su arrepentimiento repentino, cuando el príncipe es adulto y resulta difícil rectificar; la anteposición de las razones de estado, que le aconsejan apartar a su hijo del poder, por encima de los principios morales, según los cuales Segismundo tiene derecho a reinar.

Con su actitud, Basilio acaba provocando todos aquellos males que trataba de evitar: la división del reino, la rebelión del príncipe contra su padre, y el destronamiento del propio rey. Pensando que podía vencer al destino, provocó el cumplimento del destino, lo propició y ayudo a realizarse. Sólo al final Basilio aprende la lección, experimenta su propio desengaño y se da cuenta de que ha sido su arrogancia la que le ha llevado a equivocarse.

Clotaldo cumple con Segismundo las funciones del ayo y consejero, personaje cuya presencia en nuestra literatura se remonta al Patronio de El Conde Lucanor, mientras que con Rosaura desempeña el papel tradicional del padre del drama barroco, responsable de la honra de su hija y partícipe de su deshonra. Además, desde el punto de vista de la construcción del drama, el papel de Clotaldo es fundamental, ya que actúa como intermediario entre los dos ámbitos contrapuestos del palacio y la torre, entre Rosaura y Segismundo, y entre ambos y el rey Basilio.

Según vimos al tratar sobre el honor, constantemente escindido entre obligaciones opuestas, Clotaldo tal vez es el personaje con más fuerza dramática de los que aparecen en La vida es sueño. Ya en la primera jornada Clotaldo se debate entre sus deberes con el rey, que le obligarían a quitar la vida a Rosaura y a Clarín, testigos involuntarios de la prisión de Segismundo, y la voz de la sangre, que le animan a velar por su hija y ayudarla a recuperar su honor. Al saber que el ofensor de Rosaura es el infante Astolfo, esas dudas se acrecientan; en la segunda jornada, Clotaldo parece decidido a quitar la vida al ofensor de su hija; pero sus dudas reaparecen en las últimas escenas,

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cuando Clotaldo ha de optar entre la obligación que tiene de socorrer a Rosaura y matar a Astolfo, y la deuda que ha contraído con éste cuando le salvó la vida.

Clotaldo es el personaje prudente, y el consejero por excelencia, porque, a diferencia de Basilio, que todo lo resuelve mediante los rígidos esquemas de la ciencia y de la lógica, Clotaldo vacila, duda, sopesa en todo momento los pros y los contras de cada uno de sus actos, e incluso se muestra débil, timorato e indeciso, retrocediendo frente a los problemas y postergándolos para buscar soluciones de compromiso. En el conflicto de deberes que va a atenazarlo en la primera jornada, evitará la decisión endosándosela al rey. Y si éste, acaso, manda que su hijo muera, Clotaldo se consuela pensando que “morirá / sin saber que soy su padre” (I, vv. 467-68). Por suerte, las nuevas circunstancias han eliminado el conflicto, por lo que Clotaldo concluye: “Ya no diré que es mi hijo / pues que lo puedo excusar” (I, vv. 891-92). Y cuando en la última jornada ha de optar entre recuperar el honor de Rosaura o ser fiel a Astolfo, que le ha salvado la vida, sus vacilaciones vuelven a hacerse patentes.

Clarín , como personaje más o menos prototípico, responde al esquema característico del gracioso en el teatro barroco: un antihéroe que ironiza, parodia y rompe la escena propiciando el distanciamiento, y que sirve como contrapunto cómico tanto de Rosaura –en la última jornada (III, vv. 2672 y ss.) parodia la descripción del caballo con que Rosaura entra en escena al iniciarse el drama–, como de Segismundo, con quien comparte la prisión y con quien, en cierto momento, lo confunden los soldados (III, vv. 2228 y ss.). Charlatán y glotón13, entrometido y adulador14, cobarde y egoísta –precisamente la cobardía le conducirá a la muerte–, sus notas características son la locuacidad y el desenfado.

Pero, además de dar alguna que otra una nota cómica, Clarín nos proporciona ciertas enseñanzas, con lo que su papel dentro del drama excede al de los graciosos tradicionales. En el primer momento, cuando le vemos llegar a la torre junto con Rosaura, parece un tipo convencional, pero poco a poco nos va revelando otras facetas. Venciendo la resistencia de los alabarderos, logra entrar en palacio confiado en su desvergüenza y desenvoltura; encuentra a Clotaldo y logra que éste le reciba como criado, haciéndole ver que sabe el parentesco que le une a Rosaura. Pero el servir a Clotaldo no le basta, e inmediatamente trata de alcanzar el favor de Segismundo, cuya grandeza cree permanente. La escena en que afirma ser un “grande agradador de todos los Segismundos”, es, en este sentido, una verdadera declaración de principios.

La conducta de Clarín en el palacio nos enseña que el adulador sólo triunfa por breve tiempo. Inmediatamente le vemos caer en desgracia por haberse pasado de listo, confiando en la agudeza de su entendimiento. Antes había amenazado a Clotaldo y ahora éste le quita de en medio y lo encierra en la torre junto al príncipe, porque un Clarín que sabe secretos es un instrumento muy peligroso. Para Segismundo la vuelta a la torre es una lección; pero Clarín, aunque ha tenido sueños que podrían haberle servido de advertencia15, se explica su desgracia con ligereza:

aunque está bien merecido el castigo que padezco, pues callé, siendo criado,

13 “Y hay que, viviendo con ella, / estoy yo muriendo de hambre, / y naide de mí se acuerda, / sin mirar que soy

Clarín, / y que si el tal clarín suena, / podrá decir cuanto pasa / al Rey, a Astolfo y a Estrella; / porque clarín y crïado / son dos cosas que se llevan / con el secreto muy mal” (II, vv. 1205-14). “En una encantada torre, / por lo que sé, vivo preso. / ¿Qué me harán por lo que ignoro, / si por lo que sé me han muerto? / ¡Que un hombre con tanta hambre / viniese a morir viviendo! / [...] / Mas yo, la verdad diciendo, / de no comer me desmayo; / que en esta prisión me veo, / donde ya todos los días / en el filósofo leo / Nicomedes, y las noches / en el concilio Niceno. / Si llaman santo al callar, / como en calendario nuevo, / San Secreto es para mí, / pues le ayuno y no le huelgo; / aunque está bien merecido / el castigo que padezco, / pues callé, siendo criado, / que es el mayor sacrilegio” (III, 2189-2227).

14 “CRIADO 1: ¿Quién os dio licencia igual? / CLARÍN: Yo me la he tomado. SEGISMUNDO: ¿Quién / eres tú?, di. / CLARÍN: Entremetido, / y deste oficio soy jefe, / porque soy el mequetrefe / mayor que se ha conocido. / SEGISMUNDO: Tú solo en tan nuevos mundos / me has agradado. CLARÍN: Señor, / soy un grande agradador / de todos los Segismundos” (II, vv. 1330-39).

15 “De los sueños desta noche / la triste cabeza tengo / llena de mil chirimías, / de trompetas y embelecos, / de procesiones, de cruces, / de disciplinantes; y éstos, / unos suben, otros bajan, / unos se desmayan viendo / la sangre que llevan otros” (III, vv. 2204-12).

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que es el mayor sacrilegio. (III, vv. 2224-27)

En ese momento es interrumpido por los soldados, que le confunden con Segismundo, cosa que

el acepta con la primera explicación que su ingenio le ofrece:

Fuerza es hacer mi papel... ¿Segismundo dicen? Bueno: Segismundo llaman todos los príncipes contrahechos.

(III, vv. 2262-65) Una vez que nos hemos dado cuenta de su absoluta falta de prudencia, no nos sorprende que

Clarín muera precisamente por haber querido evitar la muerte. Esta escena es una de las más intensas del drama y de las que más certeramente apuntan a su desenlace. En ella Clarín aparece en su doble papel de gracioso y de prototipo de la imprudencia. Las palabras con que declara su propósito de ocultarse hasta que la batalla haya terminado, están llenas de fuerza cómica, pero también expresan un egoísmo y un exceso de confianza dignos de castigo:

Vivan muy enhorabuena; que a mí nada me da pena, como en cuenta me reciban; que yo, apartado este día en tan grande confusión, haga el papel de Nerón, que de nada se dolía. Si bien me quiere doler de algo, y ha de ser de mí. Escondido, desde aquí, toda la fiesta he de ver; el sitio es oculto y fuerte entre estas peñas. Pues ya la muerte no me hallará, dos higas para la muerte.

(III, vv. 3045-59) Sólo cuando una bala perdida le quita la vida, Clarín, que se consideraba un dechado de astucia y

de inteligencia, se da cuenta de su error y accede a la verdadera sabiduría. Sus reflexiones finales, que enlazan con las de Basilio, contribuyen a redondear el significado de la obra:

Soy un hombre desdichado, que por quererme guardar de la muerte, la busqué. Huyendo della, topé con ella, pues no hay lugar para la muerte secreto. De donde claro se arguye de quien más su efeto huye es quien se llega a su efeto. Por eso tornad, tornad a la lid sangrienta luego; que entre las armas y el fuego hay mayor seguridad que en el monte más guardado; que no hay seguro camino a la fuerza del destino y a la inclemencia del hado. Y así, aunque a libraros vais de la muerte con hüir, mirad que vais a morir,

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si está de Dios que muráis. (III, vv. 3075-95)

Igual que el padre de Segismundo, Clarín ha tratado de forzar el curso de los acontecimientos,

contravenir el designio de los cielos, y ha pagado por su error un alto precio. Clarín muere por querer evitar su muerte; Basilio fracasa precisamente por haber querido evitar su fracaso. Ambos confiaban demasiado en sus propias fuerzas, pero Basilio se aprovecha de una lección que Clarín recibe demasiado tarde.

7. Lengua y estilo de la obra Si por algo sobresale el drama calderoniano frente a la relativa sencillez del teatro lopesco, y de

las comedias de capa y espada del propio autor, es por la profusión de recursos y la exuberancia de su estilo, en el que abundan los procedimientos de carácter conceptista, y especialmente los de tipo culterano, puestos en circulación por Luis de Góngora y plenamente incorporados al lenguaje literario en la época en que escribe Calderón.

Entre tales recursos destaca el uso constante de la metáfora, empleada de manera recurrente para transformar y embellecer incluso las realidades más vulgares. Así, el caballo (hipogrifo) que monta Rosaura, es “rayo sin llama, / pájaro sin matiz, pez sin escama” (I, vv. 3-5); la luz que alumbra la prisión de Segismundo es una “caduca exhalación, pálida estrella” (I, v. 86); el pájaro, “flor de pluma / o ramillete con alas” (I, vv. 125-126); el bruto de piel manchada “signo es de estrellas / gracias al docto pincel” (I, vv. 135-36); el pez, “bajel de escamas” (I, v. 145); “el arroyo, / culebra que entre flores se desata / y apenas, sierpe de plata, / entre la flores se quiebra” (I, vv. 153-56). Metáforas similares se suceden a lo largo de todo el drama:

¡Rendid las armas y vidas, o aquesta pistola, áspid de metal, escupirá el veneno penetrante de dos balas, cuyo fuego será escándalo del aire! (I, vv. 303-308) las cajas y las trompetas, los pájaros y las fuentes; siendo con música igual, y con maravilla suma, a tu vista celestial, unos, clarines de pluma, y otras, aves de metal. (I, vv. 478-84)

de un águila caudalosa que, despreciando la esfera del viento, pasaba a ser, en las regiones supremas del fuego, rayo de pluma, o desasido cometa. (II, vv. 1038-43) Si a mí buscándome vas, ya estoy, príncipe, a tus plantas; sea dellas blanca alfombra esta nieve de mis canas. (III, vv. 3146-49)

¡Al arma toca,

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que hoy he de dar la batalla, antes que las negras sombras sepulten los rayos de oro entre verdinegras ondas! (III, vv. 2993-7)

Frecuentemente las metáforas se encadenan, o se desdoblan y desarrollan, para construir

complejas alegorías, entre las que destaca la que da título al drama y algunas otras:

Fantásticas ilusiones que al soplo menos ligero del aura han de deshacerse bien como el florido almendro, que por madrugar sus flores, sin aviso y sin consejo, al primer soplo se apagan, marchitando y desluciendo de sus rosados capillos belleza, luz y ornamento, ya os conozco, ya os conozco, y sé que os pasa lo mesmo con cualquiera que se duerme. Para mí no hay fingimientos; que, desengañado ya, sé bien que la vida es sueño. (III, vv. 2382-97)

Generoso Segismundo, cuya majestad heroica sale al día de sus hechos de la noche de sus sombras; y como el mayor planeta que en los brazos de la aurora se restituye luciente a las flores y a las rosas, y sobre mares y montes, cuando coronado asoma, luz esparce, rayos brilla, cumbres baña, espumas borda; así amanezcas al mundo, luciente sol de Polonia. (III, vv. 2690-703)

Es frecuente la personificación de la naturaleza mediante imágenes, a menudo metafóricas, muy

acordes con el gusto y tradición del Barroco:

bajaré la cabeza enmarañada deste monte eminente que arruga el sol el ceño de la frente. (I, vv. 14-16)

La puerta (mejor diré funesta boca) abierta está, y desde su centro nace la noche, pues la engendra dentro. (I, vv. 69-72)

Abundan las expresiones de carácter hiperbólico:

En llegando a esta pasión un volcán, un Etna hecho,

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quisiera sacar del pecho pedazos del corazón. (I, vv. 163-66)

Primero, tirano dueño, que los ofendas y agravies, será mi vida despojo destos lazos miserables; pues en ellos, vive Dios, tengo de despedazarme con las manos, con los dientes, entre aquestas peñas, antes que su desdicha consienta y que llore sus ultrajes. (I, vv. 309-18)

Junto al símbolo, que ya ha sido comentado en otro apartado, Calderón emplea los juegos de

palabras –destacan los construidos a propósito del nombre de Clarín–, el calambur – “apenas llega, cuando llega a penas” (I, v. 20)–, o el oxímoron –“es de un vivo cadáver sepultura” (I, v. 94).

En el plano sintáctico son corrientes las enumeraciones:

escándalos tan fuertes de delitos, traiciones, iras, muertes. Mas ¿qué ha de hacer un hombre, que de humano no tiene más que el nombre atrevido, inhumano, crüel, soberbio, bárbaro y tirano. (II, vv. 1652-57)

Destacan, sobre todo, las construcciones de tipo paralelístico, –combinadas con otros

procedimientos como la epanadiplosis, la anáfora, o el quiasmo–, destinadas a reforzar las enumeraciones, o a pormenorizar y desarrollar, mediante la amplificación o la acumulación de sinónimos, los distintos componentes de una descripción o de una idea:

Tu voz pudo enternecerme, tu presencia suspenderme, y tu respeto turbarme. (I, vv. 190-92) entre asombros y quimeras, soy un hombre de las fieras, y una fiera de los hombres. (I, vv. 210-12) tú sólo, tú, has suspendido la pasión a mis enojos, la suspensión a mis ojos, la admiración al oído. (I, vv. 219-21) Con asombro de mirarte, con admiración de oírte, ni sé qué pueda decirte, ni qué pueda preguntarte. (I, vv. 243-46) Los cielos se escurecieron, temblaron los edificios, llovieron piedras las nubes, corrieron sangre los ríos. (I, vv. 696-99)

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porque el hado más esquivo, la inclinación más violenta, el planeta más impío, sólo el albedrío inclinan, no fuerzan el albedrío. (I, vv. 787-91) Esto como rey os mando, esto como padre os pido, esto como sabio os ruego, esto como anciano os digo. (I, vv. 836-39)

¡Válgame el cielo, qué veo! ¡Válgame el cielo, qué miro! Con poco espanto lo admiro, con mucha duda lo creo. ¿Yo en palacios suntuosos? ¿Yo entre telas y brocados? ¿Yo cercado de criados tan lucidos y briosos? ¿Yo despertar de dormir en lecho tan excelente? ¿Yo en medio de tanta gente que me sirva de vestir? (II, vv. 1224-35)

Sueña el rico en su riqueza que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende; y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son. (II, vv. 2168-76)

¿Quién, Astolfo, podrá parar prudente la furia de un caballo desbocado? ¿Quién detener de un río la corriente que corre al mar, soberbio y despeñado? ¿Quién un peñasco suspender, valiente, de la cima de un monte, desgajado? Pues todo fácil de parar ha sido, y un vulgo no, soberbio y atrevido. (III, 2428-35)

El sol se turba y se embaraza el viento; cada piedra una pirámide levanta y cada flor construye un monumento; cada edificio es un sepulcro altivo, cada soldado un esqueleto vivo. (III, vv. 2472-76) Yo ofendida, yo burlada, quedé triste, quedé loca, quedé muerta, quedé yo, que es decir que quedó toda la confusión del infierno cifrada en mi Babilonia.

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(III, vv. 2798-803) Tales construcciones suelen emplearse para reforzar la antítesis entre nociones opuestas:

Pues medid con más espacio vuestras acciones severas; que lo que hay de hombres a fieras hay desde un monte a palacio. (II, vv. 1432-35) No acabes de despertar, Segismundo, para verte perder, trocada la suerte, siendo tu gloria fingida una sombra de la vida y una llama de la muerte. (II, vv. 3674-79)

y no es mucho que rendido, pues veo estando dormido que sueñe estando despierto. (II, vv. 2105-7) Mujer, vengo a persuadirte el remedio de mi honra, y varón, vengo a alentarte a que cobres tu corona. Mujer, vengo a enternecerte cuando a tus plantas me ponga, y varón, vengo a servirte cuando a tus gentes socorra. Mujer, vengo a que me valgas en mi agravio y mi congoja, y varón, vengo a valerte con mi acero y mi persona. (III, vv. 2902-13)

En batallas tales los que vencen son leales, los vencidos los traidores. (III, vv. 3065-67)

Para redondear mediante recursos reiterativos las construcciones de carácter metafórico:

Esos círculos de nieve, esos doseles de vidrio, que el sol ilumina a rayos, que parte la luna a giros, esos orbes de diamantes, esos globos cristalinos, que las estrellas adornan y que campean los signos, son el estudio mayor de mis años, son los libros donde en papel de diamante, en cuadernos de zafiros, escribe con líneas de oro, en caracteres distintos, el cielo nuestros sucesos, ya adversos o ya benignos. (I, vv. 624-639)

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Para acrecentar los efectos de la hipérbole:

que Segismundo sería el hombre más atrevido, el príncipe más crüel y el monarca más impío, por quien su reino vendría a ser parcial y diviso, escuela de las traiciones y academia de los vicios. (I, vv. 710-17)

O para reforzar las expresiones paradójicas:

Ojos hidrópicos creo que mis ojos deben ser; pues cuando es muerte el beber, beben más, y desta suerte, viendo que el ver me da muerte, estoy muriendo por ver. ......................... desta suerte su rigor he ponderado, pues dar vida a un desdichado es dar a un dichoso muerte. (I, vv. 227-242)

Un recurso fundamental del estilo calderoniano es la correlación, o correlación paralelística,

procedimiento literario que consiste en la correspondencia sintáctica o conceptual entre los miembros de dos o más conjuntos estructurados de manera similar, como en los versos de Góngora: “Ni en este monte, este aire, ni este río / corre fiera, vuela ave, pece nada”. En Calderón, sin embargo, este recurso suele presentar una estructura más compleja, mediante la recopilación o recolección final de los elementos diseminados a lo largo de un pasaje, a veces en dos series contrapuestas:

Nace el ave, y con las galas que le dan belleza suma, apenas es flor de pluma, o ramillete con alas ................... Nace el bruto, y con la piel que dibujan manchas bellas, apenas signo es de estrellas, gracias al docto pincel, ................... Nace el pez, que no respira, aborto de ovas y lamas, y apenas bajel de escamas sobre las ondas se mira ..................... Nace el arroyo, culebra que entre flores se desata, y apenas, sierpe de plata, entre las flores se quiebra ............... ¿Qué ley, justicia o razón negar a los hombres sabe privilegio tan süave, excepción tan principal,

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que Dios le ha dado a un cristal, a un pez, a un bruto y a un ave? (I, vv. 123-172)

Yo vi en reino de olores que presidía entre comunes flores la deidad de la rosa; y era su emperatriz por más hermosa. Yo vi entre piedras finas de la docta academia de sus minas preferir el diamante, y ser su emperador por más brillante. Yo en esas cortes bellas de la inquieta república de estrellas vi en el lugar primero por rey de las estrellas el lucero. Yo en esferas perfectas, llamando el sol a cortes los planetas, le vi que presidía como mayor oráculo del día. Pues ¿cómo, si entre flores, entre estrellas, piedras, signos, planetas, las más bellas prefieren, tú has servido la de menos beldad, habiendo sido por más bella y hermosa, sol, lucero, diamante, estrella y rosa? (II, vv. 1596-617)

En un veloz caballo (perdóname, que fuerza es el pintallo en viniéndome a cuento), en quien un mapa se dibuja atento, pues el cuerpo es la tierra, el fuego el alma que en el pecho encierra, la espuma el mar, el aire su suspiro, en cuya confusión un caos admiro, pues en el alma, espuma, cuerpo, aliento, monstruo es de fuego, tierra, mar y viento. (III, vv. 2672-81)

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8. La métrica Para terminar, incluimos un esquema de las formas métricas que Calderón emplea en La vida es

sueño.

Estrofas Rima Versos

Silvas pareadas 1-102 Décimas abbaaccddc 103-272 Romance (a-e) 273-474 Quintillas abbab y ababa 475-599 Romance (i-o) 600-985 Romance (e-a) 986-1223 Redondillas abba 1224-1547 Silvas pareadas 1548-1723 Romance (e-e) 1724-2017 Décimas abbaaccddc 2018-2187 Romance (e-o) 2188-2427 Octavas reales abababcc 2428-2491 Redondillas abba 2492-2655 Silvas pareadas 2656-2689 Romance (o-a) 2690-3015 Redondillas abba 3016-3097 Romance (a-a) 3098-3319

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