Cadaques

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Muchos viajeros afirman que en este pequeño pueblo español suceden cosas mágicas: los paisajes se transforman y lo inanimado cobra vida. Descubre el mundo surrealista que inspiró a este artista de todos los tiempos Son las seis de la mañana y ya estoy caminando por las estrechas y blancas calles de la ciudad. No estoy despierto por decisión propia, sino por la fiesta que dos gatos decidieron hacer frente a mi ventana. Mientras recorro las antiguas calles, que dejan asomarse al Mediterráneo en cada callejón, me cruzo con muchos perros empapados de mar. Regresan a casa después de nadar a temprana hora, quizá preparándose para el calor que se aproxima. El pueblo, uno de esos típicos de fotografía de la Costa Brava española, se va llenando de vida conforme el sol ilumina todo. Los franceses son aquí los turistas más asiduos y los que se encargan de llenar los cafés de todos los rincones de Cadaqués, aunque desde temprano también hacen presencia unas escandalosas motos que llevan por las callejuelas a sus habitantes. Toda la mañana la dedico a perderme por el lugar, cuyas calles, con sabor a pueblo pesquero, tienen más de 800 años –sólo la iglesia es del siglo XII. No tengo un rumbo claro y eso me permite ir descubriendo todas esas cosas maravillosas que las guías de viaje siempre tratan de no decir. Y qué bueno. Así siempre le quedan a los curiosos esos espacios casi intocables. Al mediodía, cuando el hambre llama, me encuentro con un pequeño restaurante conocido como La Casa de Anita. Entro también a hacer tiempo, ya que a media tarde tengo una cita en la que fuera la casa de Salvador Dalí, ese artista que pintó y vivió el surrealismo. Juan, hijo de la mujer que iniciara este espacio de buen comer, se dedica a sonreírme y servirme todo con la mejor disposición, pero con una capacidad impresionante, cada vez que se voltea para otro sitio se enfrasca en una prendida discusión con su cocinera. No me asusto, sé que por aquí los humores se viven así; además, eso me hace sentir como en casa. DALÍ DE EL LIENZO DALÍ DE EL LIENZO Texto y fotos: Carlos Sánchez Pereyra 78 RUTA 79 Virgen

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Articulo con texto y fotos mias que publique en la desaparecida revista de viajes, Azul, de Mexico.

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Muchos viajeros afi rman que en este pequeño pueblo español suceden

cosas mágicas: los paisajes se transforman y lo inanimado cobra vida.

Descubre el mundo surrealista que inspiró a este artista de todos los

tiempos

Son las seis de la mañana y ya estoy caminando por las estrechas y blancas calles de la ciudad. No estoy despierto por decisión propia, sino por la fi esta que dos gatos decidieron hacer frente a mi ventana.

Mientras recorro las antiguas calles, que dejan asomarse al Mediterráneo en cada callejón, me cruzo con muchos perros empapados de mar. Regresan a casa después de nadar a temprana hora, quizá preparándose para el calor que se aproxima.

El pueblo, uno de esos típicos de fotografía de la Costa Brava española, se va llenando de vida conforme el sol ilumina todo.

Los franceses son aquí los turistas más asiduos y los que se encargan de llenar los cafés de todos los rincones de Cadaqués, aunque desde temprano también hacen presencia unas escandalosas motos que llevan por las callejuelas a sus habitantes.

Toda la mañana la dedico a perderme por el lugar, cuyas calles, con sabor a pueblo pesquero, tienen más de 800 años –sólo la

iglesia es del siglo XII. No tengo un rumbo claro y eso me permite ir descubriendo todas esas cosas maravillosas que las guías de viaje siempre tratan de no decir. Y qué bueno. Así siempre le quedan a los curiosos esos espacios casi intocables.

Al mediodía, cuando el hambre llama, me encuentro con un pequeño restaurante conocido como La Casa de Anita. Entro también a hacer tiempo, ya que a media tarde tengo una cita en la que fuera la casa de Salvador Dalí, ese artista que pintó y vivió el surrealismo.

Juan, hijo de la mujer que iniciara este espacio de buen comer, se dedica a sonreírme y servirme todo con la mejor disposición, pero con una capacidad impresionante, cada vez que se voltea para otro sitio se enfrasca en una prendida discusión con su cocinera. No me asusto, sé que por aquí los humores se viven así; además, eso me hace sentir como en casa.

DALÍDE EL LIENZO

DALÍDE EL LIENZO

Texto y fotos: Carlos Sánchez Pereyra

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RUTA

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Virgen

Cuando la botella de vino que Juan colocó junto a mis mejillones está a punto de desfallecer, escapo del local para irme con Dalí. El camino se mueve. Creo que fue mucho vino.

HOGAR DE LA LOCURA

Para llegar a Port Lligat, una pequeña bahía donde Dalí conformó su hogar en lo que fueran unas bodegas de pescadores, primero hay que dejar atrás Cadaqués. Lo hago caminando entre calles y casas más modernas, muchas de ellas de franceses y alemanes que saben que este lugar es para vivir con la paz.

Cuando el pequeño cerro que camino llega a lo más alto, comienza la bajada, que me lleva directamente al mundo de Dalí. Al entrar, lo primero que me encuentro es un gigante oso polar disecado deteniendo una lámpara, y entonces entiendo que ya llegué a la casa de este hombre que siempre supo vivir con la libertad de la creación.

Pero además de estos objetos se pueden ver algunos espacios como el baño, la sala, la cocina, todo muy normal, seguramente perteneciente a Gala, su mujer. Aunque también se puede conocer el estudio de Dalí, donde pasó la mayor parte de su vida.

Cada rincón de la casa hace recordar muchos de los cuadros del artista. Sobre todo tengo metida en los ojos esa pintura donde Gala le da la espalda al espectador y observa el mar por una ventana, que es una de las de casa, que da hacia el Mar Mediterráneo, que vive enfrente.

De ahí me despide un hombre de llantas blancas, el Michelín, a un lado de la alberca, llena de fresco justo cuando el sol español está haciéndome sufrir.

Regreso a mi hotel y subo al auto en que llegué y no me sirvió en absoluto en este Cadaqués caminable. Pero ahora voy a Cap de Creus, algo así como el corazón del Parque Nacional en que el pueblo se encuentra inmerso.

El camino está hecho de curvas. Es una carretera que se retuerce en la sequedad del paisaje, entre árboles de aceitunas y muchas rocas. Conforme comienzo a llegar a Cap de Creus, veo que se trata de un punto alto dominado por un viejo faro y un viento que no se detiene. Dicen que viene desde los Pirineos. No veo por qué se va a detener por verme a mí.

Dejo el auto y me dedico a caminar. Poco a poco me siento en el mundo de Dalí, como si transitara dentro de un lienzo surrealista donde me acompañan rocas que en momentos se comportan como lo que son y en otros cobran vida y se convierten en fi guras que se transforman en otras distintas. La noche llega cuando el viento aún no se ha ido, y yo me quedo jugando a ver el mundo de Dalí en esas piedras llenas de sueños.

LO BÁSICO

Cadaqués se encuentra a dos horas de la ciudad de Barcelona. El primer tramo por carretera es a través de una autopista, y en Figueres hay que desviarse el este, por una carretera estrecha y con curvas.

Para visitar la Casa-Museo de Dalí es necesario concertar una cita.Tel. (34) 972 251 015e-mail: [email protected]

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