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    Del 26 de junio al 29 de julio de 2015

    Sala Juan L. OrtizBiblioteca Nacional Mariano Moreno

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    Es la escritura adnica. La del nacimiento del da, antes que

    del mundo. El despertar es el fundamento de la realidad enMarechal, pues all comienzan a develarse, uno a uno, lossentidos del reconocimiento de lo fsico, lo animal, lo vegetal,lo anmico, lo mitolgico. Nunca deja de acompaarlo un airesarcstico, una intrincada armazn de situaciones que hacede la literatura un arte de conexin de diversos temas, suertede asociacin libre que deja pugnar en su interior una multitudde asuntos que tratan de levantar cabeza. Con la primerapercepcin del que despierta, nace el mundo domstico ytambin el mundo ms amplio, terrenal. Es el misterio de lacreacin que ocurre en una cama del barrio. Todo su textoes una lucha de asuntos por brotar o despertar. Marechal es

    el maestro del manejo simultneo de situaciones que slo esposible si todo suceso tiene envergadura mtica y a la vez dejaque lo toque lo irrisorio del cotidiano.El escritor, sabiamente, va mostrando todo lo que pugna porsalir, sin dejar de filtrar en esa vocacin exhibicionista, unaalegora del primer da de la creacin, pues narra como si todoacabara de nacer. Y, por supuesto, como si todo hubiera sidoinventado por l unos minutos antes de darle paso al flujonarrativo, que parece una planicie sin tiempo ni espacio, unrecinto onrico donde todo flota sin otra responsabilidad quela de pasar de objeto fsico a objeto viviente. Asombra que no

    haya nexos de pasaje entre lo egregio y lo popular, todo ocurreen la punta de una varita de prestidigitador. La vulgaridad llenade gracia chula convive con las finuras del glosario de losexquisitos dioses de la antigedad. No es fcil hora, al afirmarque no existen nexos corrientes para el pasaje de una situacina otra, definir qu nocin de mito invoca Marechal. Lo mnimoque puede observarse es que es un eco, que a cada reiteracinsuma una contenida carcajada, que surge de los momentosiniciticos de la literatura antigua ms excelsa. Cul sera lalgica que mantiene unidas tantas dimensiones del relato?Digamos: esa lgica es una suerte de ilacin casual, lo quefluye en el alma alegrica del escritor que prefigura a la Maga

    en su sustraccin de ligazones articulantes, y que se manejacomo irrupciones humorsticas en las que predomina el humor

    por contraste, el monumento antiguo ya inscripto en el dominio

    grandioso de la cultura y su rplica como un movimientotectnico en las afueras del sistema, donde los dioses y loshroes son poseedores de la gracia del esperpento proftico,vidente y redentor de una esquina portea. Veamos enAdnBuenosayres el caso del quimono chino de Samuel Tesler,tema proveniente del escudo de Aquiles, en versin pardicade La Ilada. El quimono de Tesler es descripto como en uncontrapunto con el escudo de Aquiles, salvadas las diferenciasentre el escudo y la ropa de dormir, lo que le permite aMarechal uno de los tantos gambitos de su humoresca.Repetimos entonces un fragmento deAdn Buenosayres quelector hallar significativo sobre el clebre quimono de Samuel

    Tesler:

    El quimono era de seda color amarillo huevo, y tena doscaras: la ventral o diurna y la dorsal o nocturna. En la caraventral y a la derecha del espectador se vean dragones neo-criollos que alzaban sus rampantes figuras y se mordanrabiosamente las colas; a la izquierda se mostraba un trigalen flor cuyas dbiles caas parecan ondular bajo el resuellode los dragones. Sentado en el trigal fumaba un campesinode bondadosa catadura: los bigotes chinescos del fumadorbajaban en dos guas hasta sus pies, de modo tal que la

    gua derecha se atase al dedo gordo del pie izquierdo y lagua izquierda al dedo gordo del pie derecho del fumador.En la frente del campesino se lea la empresa que sigue:El primer cuidao del hombre es defender el pellejo. Elrea pectoral exhiba a un elector en xtasis que depositabasu voto en un cofre de palo de rosa lustrado a mano: unngel gris le hablaba secretamente al odo, y el elector lucaen su pecho la siguiente leyenda: Superhomo sum!. Enla regin abdominal, y bordada con hebras de mil colores,una Repblica de gorro frigio, pelo azul, tetas ubrrimas ycachetes rosados volcaba sobre una multitud delirante losdones de una gran cornucopia que traa en sus brazos. A la

    altura del sexo era dado ver a las cuatro Virtudes cardinales,muertas y llevadas en sendos coches fnebres al cementerio

    El arquetipo que re:Leopoldo Marechal

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    de la Chacarita: los siete Pecados capitales, de monculo y

    fumando alegres cigarros de banquero, formaban la comitivadetrs de los coches fnebres. En otros lugares de la caraventral aparecan: el prembulo de nuestra Constitucinescrito en caracteres unciales del siglo VI; los doce signosdel Zodaco representados con la fauna y la flora del pas;una tabla de multiplicar y otra de sustraer, que resultabanidnticas; las noventa y ocho posiciones amatorias delKama Sutrapintadas muy a lo vivo, y un anuncio del DoctorX, especialista en los males de Venus; un programa decarreras, un libro de cocina y un elocuente prospecto delVentremoto, laxante de moda. La cara dorsal o nocturnadel quimono, la que Samuel Tesler exhiba cuando se daba

    vuelta, luca el siguiente dibujo: un rbol cuyas ramas,despus de orientarse a los cuatro puntos cardinales,volvan a unirse por los extremos en la frondosidad de lacopa. Alrededor del tronco dos serpientes se enroscaban enespiral: una serpiente descenda hasta esconder su cabezaen la raz; ascendente la otra, ocultaba la suya en la copadel rbol, donde se vean resplandecer doce soles comofrutas. Cuatro ros brotaban de un manantial abierto al piedel rbol y se dirigan al norte, al sur, al este y al oeste:inclinado sobre el manantial, Narciso contemplaba el agua eiba transformndose en flor. Digo, pues, que Samuel Tesler,

    no bien estuvo de pie, meti el pucho de su cigarrillo en uncenicero y lo revent con la ua de su pulgar. Luego fuehasta el pizarrn y borr con esmero las anotaciones del daveintisiete. Sali por fin a la ventana y sus ojos dominaron laciudad, que rea desnuda bajo el arponeo del sol. Entonces,como llevado por una idea fija, tendi un brazo elocuentey mostr los techos de zinc, las terrazas de color ladrillo,los campanarios distantes y las chimeneas que humeabanal viento. Ah est Buenos Aires! dijo. La perra que secome a sus cachorros para crecer.

    Aqu podramos hallar un aspecto delicado y profundo del

    mtodo marechaliano. En primer lugar, un remedo a sabiendasdel escudo de Aquiles, que contiene una celebrada descripcin

    de costumbres y paisajes de los tiempos arcdicos. Luego,

    una adaptacin tan hilarante como preocupada de lapercepcin intelectual de la Argentina, en tanto ente metafsicoy trastocado, con sus piezas sueltas que van de lo cmico yde la irona sexual a una gauchesca mordaz. Tambin, un arcoalusivo que va desde un laxante hasta el mito de Narciso. Yluego, el saludo proftico de Tesler con su nota en falsete,la declaracin de amor y de reserva sobre Buenos Aires, laciudad que alberga ciudades secretas e infernales, a la quehay que explorar, indagar, perdonar y vituperar. El quimonode Tesler, a la vez, remeda lo que seran las imgenes-grafos de Xul Solar (el astrlogo Schultze). El personaje de

    Adn Buenosayreses la ciudad diablica que en su nombre

    devora a la ciudad cotidiana, y la Ciudad le da su nombre a supropio homo sapiens creatus, que tambin debe alimentarsemetafsicamente de ella.Muchos vieron surrealismo y nusea en los personajesmarechalianos (Cortzar, que mucho le debe), otros lo enviaronobviamente a las experiencias con el lenguaje realizadas porJoyce, y no pocos se fijaron en los paralelismos con Rabelais.El quimono de Tesler posee motivos del astrlogo Schultze,y si asumiera formas de pictogrifos esotricos, podra serel remedo literario de una pintura de ste, siempre que seadeducida la falta de ingenuidad con que trata Marechal esa

    pieza, pues desea que el lector encuentre claves en ella y sera de su propio desasosiego al percibir que cada clave sedeshace en el aire y deja en pie los cimientos de una novelade ronda, acecho y exorciso. Buenos Ayres se conjura y esconjurada, todos ascienden y descienden a la belleza a travsde su encuentro y desencuentro equvoco con personajes delpasado literario nacional. Y en un rasgo que nada tiene queenvidiarle a los climas latinoamericanos de la novela de aqueltiempo, no descarta las latencias de una razn antropofgica nila oscura diversin del ocultismo y la astrologa que juega conlas claves de los nombres como en una rayuela.

    Horacio GonzlezDirector de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno

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    El viaje de la primavera,Buenos Aires, Emec, 1945. Antologa potica, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1950. La rosa en la balanza, Buenos Aires, Sudamericana, 1944. Heptamern,Buenos Aires, Sudamericana, 1966.

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    Laberinto de amor,Buenos Aires, Sur, 1935. Los Aguiluchos, Buenos Aires, Gleizer, 1922. Cinco poemas australes, Buenos Aires, Convivio, 1937. El centauro, Buenos Aires, Sol y Luna, 1940.

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    Cantata Sanmartiniana, Sexto Continente, n. 5, Buenos Aires, septiembre de 1950. Das como flechas, Buenos Aires, Gleizer, 1926. Poemas de Marechal,Buenos Aires, Eudeba, 1966. Antologa potica, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1969.

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    Odas para el hombre y la mujer, Buenos Aires, Gleizer, 1929.

    Santiago Montero Daz, La poesa de Leopoldo Marechal,Antologa. Revista Mensual de Literatura, Artes y Ciencias, Ao 1, n. 1, Buenos Aires, noviembre de 1944. Cuaderno de navegacin, s. d., 1966. Poemas, Testigo, n. 5, Buenos Aires, enero-marzo de 1970.

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    Descenso y ascenso del alma por la belleza, Buenos Aires, Sol y Luna, 1939. Primer Cancionero Elbitense, Testigo, n. 2, Buenos Aires,abril-mayo-junio de 1966. Sonetos a Sophia y otros poemas, Buenos Aires, Sol y Luna, 1940. Congreso Nacional de Historia del Libertador,1950. Canto de San Martn, Universidad Nacional de Cuyo. Tres temas sobre la pasin, Estudios, tomo 87, n. 462, Buenos Aires, mayo-juniode 1954. Pequea antologa, Buenos Aires, Ene, 1954. Libra, Ao 1, n. 1, Buenos Aires, Gleizer, 1929. Fundada por Leopoldo Marechal.

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    Julio FernndezAdn Buenosayres

    Mencin especial, Concurso fotogrfico Los lugares deAdn Buenosayres, 2000

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    Antonio SeguLos sueos de Aniceto (detalle), 1985

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    () Quines son esas mujeres lujosas? le pre-gunt a Schultze.Las Ultra me respondi l. Ultracortesanas,

    ultrapoetisas, ultraintelectuales: superhembrastempladas como lades.Cmo?Son las que a fuerza de suspiros arruinaron elbarniz de las horas; las que torcieron e hilaron elvelln de la melancola; las que se mamaron deinefables nostalgias todos los martes, de 18 a 19horas; las que frente a lujosos espejos parodiaronlas treinta y dos posturas del alma racional; las quecon sus falopiales bocinas intentaron dar el sonidopuro del intelecto; las que

    () En seguida y sin detener la marcha, SamuelTesler hizo brillar su encendedor ante cada uno delos rostros amigos; as fue como las cuatro figurastodava incgnitas salieron de su anonimato. Pororden riguroso de iluminacin eran las que siguen:Luis Pereda, criollista terico, llamado hasta pocoantes el hombre fortachn y bamboleante comoun jabal ciego; Arturo del Solar, criollista prctico,que a la sazn oficiaba de gua; Franky Amundsen,speaker y animador, conocido por el de la vozhumorstica; y el petiso Bernini; socilogo al que

    venamos llamando el hombre de la talla diminuta.

    () El seor Schultze, astrlogo; el seorAmundsen, globe trotter; el seor Tesler, filsofo;el seor Pereda, criollsofo y gramtico; el seorBernini, moralista, polgrafo y boxeador.

    () En la ciudad de Trinidad y puerto Santa Marade los Buenos Aires existe una regin fronterizadonde la urbe y el desierto se juntan en un abrazocombativo, tal dos gigantes empeados en singularbatalla. Saavedra es el nombre que los cartgrafos

    asignan a esa regin misteriosa, tal vez para eludirsu nombre verdadero, que no debe ser proferido:

    Adn

    En cierta maana de octubre de 192, casi amedioda, seis hombres nos internbamos en elCementerio del Oeste, llevando a pulso un atadde modesta factura (cuatro tablitas frgiles) cuyalevedad era tanta, que nos pareca llevar en su in-terior, no la vencida carne de un hombre muerto,sino la materia sutil de un poema concluido.() Arrodillado sobre la tierra gorda, Samuel Tes-ler or un instante con orgulloso impudor, mientrasque los enterradores aseguraban en la cabecera dela tumba una cruz de metal en cuyo negro coraznde hojalata se lea lo siguiente:

    ADN BUENOSAYRES

    R. I. P.

    () Desde la calle Monte Egmont no suba ya elaroma de los parasos, como en la brbara prima-vera de Irma (y Adn le haba dicho que sus ojoseran iguales a dos maanas juntas, o quiz labes), sino el aliento del otoo pesado de semilla yfragante de hojas muertas.

    () Y ahora las ninfas del zagun. Atencin! ()Lindas como demonios, y fuertes! Armadas para

    el combate: lnea de reducto, parbolas de forta-leza, curvas y ngulos de bastin. Hechas para laofensiva y la defensiva. Y graciosas como cacho-rros. Dan ganas de acariciarles la grupa como apotrancas, o de molerlas a palos.

    () Y qu decir ahora de Solveig Amundsen?Todo y nada. Solveig Amundsen era la materia pri-ma de toda construccin ideal o el barro con el quese amasan todos los ensueos, y era todava in-descriptible, como un agua que no ha tomado anninguna forma ni se ha vestido de ningn color.

    Silenciosa y prieta de misterio, Solveig enrollaba ydesenrollaba el Cuaderno de Tapas Azules.

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    el mundo se conserva por su secreto, afirma elZohar. Y no a todos es til conocer el verdaderonombre de las cosas.

    () Trenes orquestales entraban en la ciudad, osalan rumbo a las florestas del norte, a los vie-dos del oeste, a las gergicas del centro y a laspastorales del sur. Desde Avellaneda la fabril hastaBelgrano cease a la metrpoli un cinturn de chi-meneas humeantes que garabateaban en el cielo

    varonil del suburbio corajudas sentencias de Riva-davia o de Sarmiento. Rumores de pesas y medi-das, tintineos de cajas registradoras, voces y ade-manes encontrados como armas, talones fugitivosparecan batir el pulso de la ciudad tonante: aqulos banqueros de la calle Reconquista manejabanla rueda loca de la Fortuna; ms all ingenierosgraves como la Geometra meditaban los nuevospuentes y caminos del mundo. Buenos Aires enmarcha rea: Industria y Comercio la llevaban dela mano.

    () El uno a la vera del otro iniciaban ahora eltramo de la calle Warnes comprendido entreVrgenes y Monte Egmont; y desde aquel puntoAdn vea ya claramente la torre de San Bernardoy su reloj ardiendo en la noche como el ojo delcclope. Detrs de aquella torre adivinaba unafigura de piedra cuya mano rota se tenda en elgesto de la bendicin; y, como tantas veces, a lasola evocacin de aquella imagen, experimentabal un extrao desasosiego, como si desde aquellasalturas alguien lo estuviese llamando, como si

    densas cortinas de sombra se interpusieran entreAdn y la voz que lo llamaba.

    () Yo te conjuro, doa Logistila, por el Diosvivo l, Ehome, Etrha, Ejel Aser, Ejech Adonay IahTetragrammaton Saday Agios Odier Aga IschirosAthanatos, amn! Yo te conjuro a que te meaparezcas en figura grata, sin ruido ni mal olor, y aque respondas y obedezcas!

    Terminado el conjuro, Schultze y yo escuchamos,bien que sin or maldita la cosa. Pero, sbitamente,una rfaga de viento cay sobre el omb, que sepuso a chiflar por cada una de sus ramas. Dur uninstante, y omos en seguida un furioso torear deperros que se nos acercaban a la carrera.Ya va, ya va! grit alguien en la noche. Juera,Canelo! Juera, Diente! Juera, Pastor!Genas, hijitos nos salud con mucha poltica.Vea, doa le rezong Schultze. A ver si mehace callar esa perrada!() Entonces doa Tecla se restreg las manos,

    como si se las calentara en un fogn invisible, ybarbote, dirigindose a Schultze:Lindo fuego!, deca una vieja y se le quemabael rancho.S le contest el astrlogo. Pero no es mal aocuando las viejas paren.Tan refranudo y tan desnudo gru la bruja, sinocultar su despecho.Se acarici la barbilla, levant un ndice de momiay dijo:Con el piquito picotea, con el culito tironea.

    La aguja! respondi Schultze sin vacilar ni uninstante.Est bien. Pero el que diga tres veces borriquncrespn crespa la cola y crespa la crin, ganar tresborriquines crespines crespas las colas y crespaslas crines.Por mi parte retruc el astrlogo, tengo unacapa garlada, gallarda, garlipitajeada; y al que lagarlase, gallardease, garlipitajese, le pagara unagarlada, gallardura, garlipitajadura.

    () Y entonces perd el sentido, no como el que

    se desmaya, sino como quien se duerme. Y aqu ellector que, como yo, se ha metido jugando en esta

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    suerte de aventura, debe recapacitar un instantesobre si le conviene huir del omb y regresar ala Buenos Aires visible, que no est lejos, o si,confiando en sus riones, bajar con nosotros a laBuenos Aires inteligible. Porque no bien traspongala hendidura y se lance al tnel de los vrtigos, ya

    no podr volver sobre sus pasos y se hallar en losumbrales de Cacodelphia.

    () Buscaba yo el simbolismo de un sueo quetuve anoche. Me vea extraviado en una selva, ylleno de angustia buscaba la salida entre rbolesy enredaderas hostiles. De pronto, se me apareciun canguro australiano, el cual, sentado sobre susdos patas inferiores, se puso a mirarme largamentey con el aire de la ms negra melancola. Cerr losojos un instante y al reabrirlos vi que en el lugardel canguro se alzaba un ropero de tres cuerpos.

    Me dirig a l, en busca de una prenda ntima, y alacercarme vi cmo el ropero se disipaba en el airepara dar lugar al canguro australiano. Ech a correrentonces perseguido por el canguro; hasta que aldejar de or sus grandes zancadas, me detuve,gir sobre mis talones y volv a encontrarme conel ropero.Curioso admiti Samuel. Ha encontrado en elsueo se alguna significacin oculta?No todava respondi el Adonis. Pero esecanguro me tiene preocupado.

    Samuel Tesler manifest aqu una vislumbre desimpata humana.No se alarme le dijo en tono confidencial. Yotuve anoche un sueo peor, y sin embargo, aqume tiene.Qu so usted? le pregunt el Adonis.So que mi culo era una rosa y que usted la ola.El Adonis qued pensativo, tal como si aventuraseo repasara textos.Hum! dijo por fin. Esa rosa me da mala espina,y ese culo no me huele del todo bien. Yo que ustedme hara psicoanalizar.

    Ms feo que un susto amedianoche. Con ms agallas

    que un dorado. Serio comobragueta de fraile. Ms

    entrador que perro de rico.De punta, como cuchillo

    de viejo. Ms fruncido quetabaquera de inmigrante.Mierdoso, como alpargata

    de vasco tambero. Con msvueltas que caballo de noria.

    Ms fiero que costaladade chancho. Ms duro que

    garrn de vizcacha. Maerocomo petiso de lavandera.

    Solemne como pedo de ingls.

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    El Banquete de Severo Arcngelo

    () Algunas veces comenz a decir Faras hepensado que la concepcin del Banquete mons-truoso, tal como se dio en Severo Arcngelo, slopudo cuajar en Buenos Aires, porque Buenos Ai-

    res, en razn de su origen y de sus todava fres-cos aluviones, no es una sola ciudad sino treintaciudades adyacentes y distintas, cada una de lascuales aprieta su mazorca de hombres y destinosen interrogacin.

    () Todas las palabras han perdido ya su valororiginario, su tremenda eficacia de afirmar o negar;todos los gestos han perdido su energa ritual o sufuerza mgica. Lo perdieron en nosotros; en nues-tras bocas que hoy parecen duras cajas de ruidosy en nuestros pies de bailarines automticos. No

    obstante, las palabras de vida estn an en no-sotros, lo estn o no mi alma? S, lo estn, perocomo en instrumentos grabadores que las repitenmecnicamente sin entenderlas ya, sin morder suvieja pulpa ininteligible. Qu hars Severo Arcn-gelo? Qu hara l para resucitar las muertas ra-ces del jbilo? Crear otras palabras, que digan lomismo pero sin lastre de cansancio: inventar otrosgestos, que digan lo mismo pero con fuerza de li-turgia. Entre la espada y la pared, Severo Arcnge-lo medita su gran obra en laberinto.

    () Lo triste sucedi cuando el Burgus, alalcanzar el grado de su refinamiento posible(que no es mucho), se dio a imitar las orgas deBabilonia y los escandaletes romanos. El Capita-lismo Burgus, justo es reconocerlo, no inventla pornografa: le faltaba imaginacin para ello.Lo que realmente hizo fue democratizar la por-nografa, que siempre haba sido un lujo mino-ritario. De qu modo lo consigui el Burgus?Comunicndole su propia y grosera vulgaridad:primero divulg y universaliz la pornografa; y

    en ltima instancia la industrializ para servir asu numerosa clientela.

    () En resumen inquir brutalmente, qu sepropone Severo con esta organizacin? O mejor di-cho, qu diablos es, o ser el Banquete?Ante mis preguntas los clowns guardaron un silen-cio en el que se trasluca cierta desazn, malestaro asco indefinible.

    Para responderle tartamude Gog al fin, ten-dra que iniciarlo en la doctrina del hijodeputismoy de la frontera que separa lo legal de lo ilegal.Qu frontera? lo conmin al verlo acorralado.Magog, no menos confuso, intervino aqu en apoyode su adltere:La cintura balbuce. Es la lnea ecuatorial delhombre. Lo que ocurre al sur de la cintura es ilegal,y lo que ocurre al norte es legal.

    () He ah al hombre sublime y asqueroso, alhombre llamado S, al hombre llamado NO, al hom-

    bre llamado Quizs, al hombre llamado Aunque, alhombre que ignora todava la hondura exacta desus bajezas posibles y la altura exacta de sus posi-bles exaltaciones!

    () Quiere decir que volvemos al Hijodeputis-mo? inquir yo desolado.Naturalmente asinti Gog. El Hijodeputismo,como toda filosofa natural, no es un sistema ce-rrado, sino abierto y perfectible.Cmo perfectible?

    Se perfecciona en la medida en que los hombresvan hacindose ms hijodeputizantes.

    () Usted era un robot, y Cora Ferrari era un ro-bot. Y eran robots mecnicanos todos los que seagitaban con usted en la ratonera, seguros y unni-mes como si obedeciesen a un control electrnico.Ahora escuche; la Vida Ordinaria, en su aparenteseguridad, slo es una formidable ilusin colectiva.Un hecho libre, cualquier influjo no previsto quese filtrara en la ratonera destruira su organizacinilusoria, como un grano de arena paraliza todo un

    mecanismo perfecto. Dgame: cul fue su granode arena?

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    () Lisandro, usted ser el nico Desertor delBanquete.Intent protestar ante aquel vaticinio. Pero Inaudime detuvo con el gesto de un Hermes caviloso:Desertar usted me anunci nuevamente.Algn da tendr que llamarlo Padre de los Piojos

    y Abuelo de la Nada.Un arrabal sin color ni sonido aprob elSalmodiante: casitas y almas de techo bajo. Ases la Ciudadela visible. Pero a ciertas horas, enun reducto no ms grande que una nuez vaca,estallan voces e himnos que perforan el techo bajodel hombre y el techo bajo de su alma, y que abrenall escondidos tragaluces. Quines hablan as enla nuez vaca de la Ciudadela? Los que hallaron elNombre perdido y a l se agarran como a un barrilflotante. De dnde vienen ellos? De Avellaneda ysus fundiciones quemantes, del Riachuelo y sus

    Orillas grasosas, de los talleres en escarcha o enfuego, del hambre y del hambre y del sudor. Qulos anima? La promesa de una Ciudad Cuadrada,el pan y el vino de la exaltacin de los blancosmanteles del Reino.

    Megafn, o la guerra

    () A estas nias protesta mademoiselleHortensia no les falta ni les sobra un gramo.Eso est por discutirse objeta Samuel Tesler quenunca cedi en asuntos dogmticos.

    Y el filsofo, dirigindose a la Venus de Milo, palpael vientre desnudo con mano erudita:Nadie ignora dice magistralmente que laVenus de Milo autntica exhibe un tanto de grasaen su regin ventral. Seores, en la gordura est labelleza de los clsicos! Pero esta falsa Milo trae unvientre que se hunde como un plato, vctima quizsdel rgimen diettico riguroso que le impone esecanalla Tifoneades.()Seor cliente le ruega la diosa, favor de nomanosear la fruta!

    Sin embargo entre los que acaudilla Megafnexisten dos hombres cuyas almas, habiendofrenado por ahora sus bestias ntimas, estninclinndose a un mejor temperamento: son losmellizos Rmulo y Remo Domenicone. Uno yotro, en un despertar violento de sus concienciassociales, estudian a las mujeres con un ojo hmedode piedad, y el otro seco de indignacin. Tras ladenuncia que Samuel Tesler ha formulado sobrela dieta malsana que el establecimiento impone ala Venus de Milo, Rmulo Domenicone pregunta

    discretamente a la Afrodita y a la Mujer Etrusca elsueldo mensual que perciben de Tifoneades, losextras por trabajo insalubre, las vacaciones pagas,la jubilacin obligatoria, los nosocomios y laspompas fnebres a cargo del burgus empleador.

    Y al conocer la triste verdad, su alma de socilogoentra en rebelda:Ese Tifoneades es un negrero! exclamadirigindose a Megafn. Lo que tienen que hacerestas mujeres es organizar un Sindicato de Putasadherido a la C. G. T. y exigir los derechos que lesacuerdan las leyes laborales.

    Putas del mundo, unos! grita RemoDomenicone solidario.

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    () Al primero que ven es a Megafn, el cual,erguido ante la Novia Olvidada, muestra en loslabios la sonrisa de su xtasis. Los tres rufianesestudian a un enemigo que no se defiende ni sedefender, y una rabia incontenible despierta enellos al ver a aquella sonrisa ms desafiante que unacero. Uno de los gorilas cruza el rostro de Megafn

    con dos bofetadas, a la izquierda y a la derecha;pero no logra borrar su sonrisa que se mantienefirme como un reto. Entonces los rufianes alzansus cachiporras y las dejan caer sobre la cabeza deMegafn que no se inclina: brota la sangre y brotadesde su frente a los pmulos, la boca y el mentn;y la sonrisa del Oscuro sigue abierta como una floren un barro sangriento. Los golpes caen ahora ensus hombros, en sus espaldas y en sus flancos:Megafn cae primero de rodillas, y el hueso desus rtulas cruje al chocar con el parquet. Al finse derrumba largo a largo con la regin ventral

    en el suelo y al darlo vuelta con sus pies furiososlos matones descubren an la terrible sonrisa delcado.

    () Esos fantasmas reencarnados expuso lconstituyen ahora la exterioridad del pas. Juranhoy en la Casa Rosada, luego dibujan su pirueta enel aire bajo los reflectores, caen al fin reventadoscomo tteres en el suelo para ceder su lugar aotros fantasmas igualmente ilusorios que juegan aldestino del pas en un ajedrez tan espectral como

    ellos. Oiga, ese cascarn fsil es la peladuraexterna de la Vbora. Y quin es la Vbora?inquir en mi falso desconsuelo.La Patria dijo Megafn.Por qu una Vbora?La Vbora es una imagen del suceder: enroscasus anillos en un rbol o se desliza por el suelo;clava sus colmillos en una vctima, se la engulle yduerme luego su trabajosa digestin. Y la Patria oes un suceder o es un bodrio.

    () Prevista la necesidad de la guerra dijo el

    Oscuro, yo necesitaba descubrir si nuestro pueblomerece una guerra.

    Cmo si merece?La guerra me advirti l no es un deporte mso menos violento ni un sudor cido en las axilas.Entrar en una guerra es entrar en la Historia.Y nosotros la merecemos?Antes de iniciar las acciones, Patricia y yo hicimosel siguiente clculo. Nuestro pueblo libert a otros,

    no esclaviz ni rob a ninguno. Gan todas lasbatallas militares, que nunca fueron de conquista,y perdi territorios en la mesa de los leguleyos. Nocometi ningn genocidio ni oprimi a hombres deotro color en la piel o en el alma. Sus revolucionesfueron incruentas y sin gran importancia susdesequilibrios histricos. Es as o no?Exactamente admit.Por lo tanto concluy Megafn, nuestro pueblomerece una guerra.

    () Si todo ha muerto le dijo al fin el

    Autodidacto, qu har yo con mis Dos Batallas?()Habra que resucitar al hroe refunfu.S, pero, cmo?Yo en tu lugar, buscara en el pueblo la viejasustancia del hroe. Muchacho, el pueblo recogetodas las botellas que se tiran al agua conmensajes de naufragio. El pueblo es una granmemoria colectiva que recuerda todo lo que parecemuerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas yrefrescar esa memoria.

    () Desde 1955 les dije, con un puebloen derrota y su lder ausente, soy un desterradocorporal e intelectual.

    Y aad:En nuestra fauna sumergida existen hoy elGobernante Depuesto, el Militar Depuesto, el CuraDepuesto, el Juez Depuesto, el Profesor Depuesto.No aqu ningn hijo de madre sin deponer.Y usted qu lugar ocupa en esa fauna? mepregunt Megafn chisporroteante de malicia.Soy el Poeta Depuesto le confes modestamente.

    Ha pasado usted a mejor vida rio l.Vea le respond, las deposiciones de una

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    Xul SolarEl panjuego de Xul Solar, un acto de amor

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    contrarrevolucin idiota no suelen ir ms all delsignificado mdico fisiolgico que tambin llevala palabra. Y sus muertos civiles gozamos de unasalud excelente.Con algunas excepciones me corrigi elAutodidacto sbitamente dolorido.

    Los ametrallados de Jos Len Surez?Y el fusilamiento del General.Entend que la sombra de Juan Jos Valle acababade nublar la frente de Megafn y humedecer losojos verdelago de Patricia.

    () Segn el Autodidacto de Villa Crespo, fue alllegar a las interseccin de San Pedrito y Tandilcuando lleg a sus odos aquella msica fantasmalque brotaba de la misma esquina y en la que notard en reconocer el tango Nueve de Julio ()Ahora bien, teniendo en cuenta que slo exista un

    baldo en aquel ngulo, Megafn se dirigi a esaimposible fuente de msica. Y al entrar al baldocomprob dos hechos: el lugar pareca lleno decierta luz fosfrica muy tenue y el tango resonabaen l con mayor fuerza. De pronto la luz ganintensidad, y el Autodidacto vio en su mismo centrouna calesita de suburbio que giraba lentamenteal comps del tango y merced a la traccin de un

    bichoco alazn que volteaba el armatoste con susojos vendados y su lomo triste de mataduras.() No bien rein el silencio y fue lograda lainmovilidad, el demonio llamado Ben se dirigi alos jinetes en cuyos muslos ahora se distingua unbandonen acostado.

    Seores les dijo en son de triunfo es intil darlems vuelta a la calesita. El tango ha muerto! ()Oigan, tristes malevos! El ritmo de Buenos Aires yano est en el dos por cuatro.

    () Buenos Aires dijo entre rabioso y elegaco,en tu mano izquierda puse la derecha del ngel, y entu derecha el timn de un grandioso destino; en tulengua el sabor de una libertad sin declamaciones yen tu rin la pimienta de un orgullo sin alharacas.Y cmo te veo ahora? En la inercia de tu cada yen el cinismo de tu desesperacin, entre ladrones

    de adentro y asaltantes de afuera que se comen tuparrillada, se beben tu vino y gozan a tus mujeres!

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    () Seor, escuche bien este aforismo: Elmiedo nace de la ignorancia, y se teme slo a loque no se conoce. Ignorando al otro () el ToSam comenz a temer al otro y a toda criaturao incidente que le fueran exteriores y ajenos: olien cada uno a un enemigo potencial de guerra o

    a un contrincante de olimpada o a un competidorartero en sus transacciones. Ahora bien, hay unaprogresin creciente del miedo al terror y delterror al pnico. Y en su hora, el To dio marchasy contramarchas poco serias a sus trajinadosmariners, en cualquier latitud o longitud en quesospechaba o tema l la presencia de un enemigo.

    () el Autodidacto acarici la piel de Mandinga,oy su ronroneo de beatitud, sinti en el dorso desu mano la lengua rspida del animal y fue tomandoconciencia del mundo sensitivo a que tambin

    perteneca. Reintegrado a esos tres mundos quesintetizaba, Megafn recobr la conciencia de suindividualidad separativa. Soy Megafn se dijo:Megafn es un hombre, luego, soy el hombrey estoy ahora en el mundo del hombre. Y rascla nuca de Mandinga en un gesto de solidaridadontolgica.

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    Carlos Canepa, Historia argentina. Corregida, revisada y adaptada a los nuevos programas por el profesor Leopoldo Marechal, Buenos Aires,Librera del Colegio, 1941.Artistas de Amrica. Bustillo, presentacin de Marechal, Buenos Aires, Peuser, 1944. Historia de la calle Corrientes,Buenos Aires, Arrabal, 1967. Descenso y ascenso del alma por la belleza, Buenos Aires, Citerea, 1965.

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    Descenso y ascenso del alma por la belleza, Buenos Aires, Vrtice, 1994. Palabras al Che, Cuba por argentinos, Buenos Aires,Merln, 1968. Aplogo a Ezequiel sobre Leones y Ratones, Davar. Revista Literaria, n. 124, Buenos Aires, 1970.

    Athanor. Sainete alqumico, Cuadernos de Mr. Crusoe, Buenos Aires, ODonnell, Mazza y Asociados, 1967.

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    Historia de la calle Corrientes, Buenos A ires, Paids, 1967. Historia de la calle Corrientes, s. d., 1937. Calle Corrientes, siglos XVII y X VIII,De la fundacin a la angustia, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1967. Vida de Santa Rosa de Lima, Buenos Aires, Castaeda, 1977.

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    Discurso de don Leopoldo Marechal, Boletn de la Academia Argentina de Letras, Tomo XVIII, n. 67, Buenos Aires, enero-marzo de 1949.Vida deSanta Rosa de Lima, Buenos Aires, Emec, 1943. Una Revolucin,Argentina en Marcha, Comisin Nacional de Cooperacin Intelectual, Tomo I,Buenos Aires, 1947. Leopoldo Marechal y Elbia Rosbaco de Marechal,Antologa didctica de la prosa argentina, Buenos Aires, Kapelusz, 1954.

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    Antgona Vlez. Las tres caras de Venus, Buenos Aires, Sudamericana, 1970. Don Juan, Buenos Aires, Colihue, 1984. Athanor, Janus, n. 6, s. d. Las tres caras de Venus, Buenos Aires, Citera, 1966.

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    Hermenegildo SbatLeopoldo Marechal, 1975

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    Leopoldo Marechal, Jacobo Bajarla, Bernardo Kordon, Haroldo Conti, Adolfo Prez Zelaschi, Roger Pla, Gabriel Casaccia, Crnicas con espas,Buenos Aires, Jorge lvarez, 1966. El espa y otros relatos, Buenos Aires, Jorge Kiek, 1975. El beatle final y otras pginas, Buenos Aires,Captulo, 1970. El nio Dios, Buenos Aires, Emec, 1939. El nio Dios, Buenos Aires, Sudamericana, 1939.

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    Paul Claudel,A los mrtires espaoles(Traduccin de Leopoldo Marechal), Buenos Aires, Gladium, 1937.Juan-Jacobo Bajarla, Historias de monstruos, prlogo de Leopoldo Marechal, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1969. Honor de Balzac, La duquesa de Lanegeais(Traduccin de Leopoldo Marechal), Buenos Aires, Emec, 1943.

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    lida Otharn de Barcel (msica), Leopoldo Marechal (letra),Chacarera de los rboles nuevos, Buenos Aires, E. M. Y. C., 1949.

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    novela especialmente en la relacin entre el libroQuinto, El cuaderno de tapas azules y el Viajedonde se dar cuenta de la diferencia entre la frasepotica y los refranes o proverbios, consideradosaqu en su funcin de clich.Otra de las funciones que tienen los refranes en

    el libro es que, por su construccin arcaizante ypor estar intercalados en el discurso, reenvana un pasado no determinado, otorgndole elprestigio y la autoridad de un saber garantizadopor la tradicin. (Revista Iberoamericana, n. 125,octubrediciembre 1983.)

    Emir Rodrguez MonegalPara subrayar ms la universalidad de su espritu,as como para dar en toda plenitud la medida de suambicin, Leopoldo Marechal diagram su novelasegn el modelo tantas veces ilustre del Ulises

    joyceano. Y as como aquel ciudadano dublinstraslado a su fbula, con ejemplar discrecin, lossmbolos y motivos que encontr en la Odisea, esteporteo pretendi trasladar smbolos y motivosdel Ulises a su Adan Buenosayres. Esto resultams notorio si se advierte que Marechal no seconform con trasponer a un registro personallas incitaciones que su antecedente inmediato leofreciera, creando (como Joyce y como Homero)un cosmos propio. El autor quiso repetir las formasms visibles de la gran novela, y pretendi imitar

    lo inimitable: sus ilimitados recursos tcnicos, laaudacia de sus enfoques, su madurez. Marechalno advirti que lo que pareca estridencia en Ulisesno era mero juego narrativo, sino que obedeca alintento desesperado y profundo de cercar larealidad desde todos sus ngulos para agotar susignificado y su escandalosa riqueza. Y Marechalrepiti sin ningn sentido los riesgosos enfoquese hizo sonar a hueco la que, en Joyce, era formaplena de contenido. Una diferencia de calidadhumana y literaria, una inferior condicin para elmanejo de tan complejos materiales, convirtieron

    la copia o transcripcin en desdichada parodia.(Revista Marcha, 1949.)

    Eduardo Gonzlez LanuzaCierto folklorista freudiano sostena que era impos-tergable la necesidad de formar una antologa deCaballeros, en la que, debidamente catalogadospor vas ferroviarias, se reunieran todos los donai-res coprolgicos que adornan las letrinas de las

    estaciones. Afirmaba que como manifestacin delo reprimido en el inconsciente colectivo, resultarade un valor inestimable. Claro est que en estosmomentos de municipal pudibundez, la publicacinde una obra de esa ndole habra resultado algoproblemtica. Qu editorial responsable hubiesequerido hacerse cargo de ella?Ha llegado sin embargo el momento de tranquilizaral citado folklorista: el exquisito autor de Ascenso ydescenso del Alma por la Belleza ha hecho innece-saria tal antologa; desafiando todos los posibles ri-gores del lpiz rojo primero, de asesores literarios

    de las casas editoras, despus, de los encargadosde velar por la moral y las buenas costumbres,afront y resolvi denodadamente el problema de

    juntar en su libro, y salvar para la posteridad, elgracejo disperso en las rupestres inscripciones delos W.C. de las estaciones ferroviarias y de los co-legios secundarios, normales y especiales.Imaginad, si podis, el Ulisesescrito por el padreColoma y abundantemente salpimentado de estir-col, y tendris una idea bastante adecuada de estelibro. (Sur, noviembre de 1948.)

    Luis GusmanQu lugar ocupan los proverbios, los refranes ylos lugares comunes que aparecen en la novela?Un lugar que corresponde a la estructura de lastira caracterizado por la mezcla: esa prosamechada que conserva de su tradicin restosversificados injertados como coplas, canciones,vidalitas, refranes, sealando en el texto lapresencia de un lenguaje coloquial. Su presenciafunciona como equivalente al rase una vez delos cuentos de hadas, siendo los refranes la marca

    de que lo que se narra se origina en el lenguajepopular. Pero es en la estructura general de la

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    Jorge Luis BorgesResea a Das como flechasEste libro aade das y noches a la realidad. Nose surte de ellos en el recuerdo, los inventa; estan inventivo como los amaneceres y los ocasos.Es agrandador del mundo qu oficio incmodo!

    No en balde he situado ese adjetivo: la comodidad(anhelo de la inapetencia y de la sueera) esel ideal de esta hora penltima () La mismapotica se ha rebajado a sistema de inhibiciones:no rimar, no aludir a colores, no ser mitolgico,no ser porteo, no contar nunca nada, no alzar lavoz. Muerta seas, comodidad, aproximacin de lamuerte, discpula del no-ser y del caos! Este librode Marechal (digo) no existe solamente por lo quedeja de ser, por sus abstinencias y ausencias;existe en s, con su tanta especialidad, su clima,su luz.

    Es un repertorio de dichas. Destinos nobles secumplen en tierras imaginarias que los igualan enfirmeza y en intensidad y en donde el milagro escostumbre. Sus palabras han alcanzado la ms altacategora: el elogio. Han ascendido a felicitaciones.Su decir tarde es decir frescura, su decir casa esdecir hospitalidad, su decir rbol es decir buenavoluntad de dar sombra.Sentencias que nos obsequian mundos hermosos,tierra imaginada que puede volvrsenos patria yrecordarnos despus () como si hubisemos

    andado sus campos. Tierra que merecernostalgias y dudas: esa es la labor originalsimade Marechal. Sin el menor asomo de mundologa,quiero elogiarlo. Mis versos son un quedarmepara siempre en Buenos Aires, los suyos son uncontinuado partir.Das como flechasson el veinticinco de mayo msespontneo de nuestra poesa: libro embanderadoy fiestero, libro cuya grandilocuencia es cmplicede la felicidad, nunca del temor.Leopoldo: Alegra que en toda una maana nocabe, cabe en un regln de los que escribiste.

    (Revista Martn Fierrodel 12 de diciembre de 1926,ao III, n. 36.)

    Julio Cortzar() algo de cataclismo signa el entero decursode Adn Buenosayres; pocas veces se ha vistoun libro menos coherente, y la cura en salud queadelanta sagaz el prlogo no basta para anular sucontradiccin ms honda: la existencia entre las

    normas espirituales que rigen el universo potico

    Julio Cortzar, Un Adn en Buenos Aires, Realidad.Revista de Ideas, n. 14, Buenos Aires, marzo-abril de 1949.

    de Marechal y los caticos productos visibles queconstituyen la obra. Se tiene constantemente laimpresin de que el autor, apoyando un compsen la pgina en blanco, lo hace girar de maneratan desacompasada que el resultado es un renorupestre, un dibujo de paranoico, una guardagriega, un arco de fiesta florentina del cinquecento,o un ocho de tango canyengue. Y que Marechalse ha quedado mirando eso que tambin era suyo

    tan suyo como el comps, la rosa en la balanza yla regla urea y que contempla su obra con una

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    Nicols Casullo, Una filiacin en penumbras, Crisis, Buenos Aires, octubre de 1986.Leopoldo Marechal, El poema de robot, Crisis, BuenosAires, octubre de 1986. Algunas claves para Marechal, Adn. Entretenimiento para Gentilhombres, Ao I, n. 3, Buenos Aires, septiembrede 1966. Amelia Urrutibeheity, Leopoldo Marechal y Adn Redento, Esqui, n. 1465, Buenos Aires, 29 de mayo de 1988. Memorias porLeopoldo Marechal,Atlntida, n 1241, Buenos Aires, agosto de 1970. T. E. M., El Banquete de Severo Arcngelo, Primera Plana, Ao III, n.155, Buenos Aires, 26 de octubre de 1965. Ana Mara Barrenechea, Leopoldo Marechal. El escritor frente al lenguaje, Buenos Aires, NuevosAires, n. 8, agosto-septiembre de 1972.

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    la condena de Sacco y Vanzetti. Ellas son las detodo el mundo. Basta saber que yo, como todoel mundo, protesto enrgicamente contra estainjusticia inconcebible.Marechal no era entonces, desde luego,ni anarquista ni hombre de izquierda. Era

    sencillamente el ser humano y cristiano sensible alas injusticias que fue siempre.Vayamos ahora a diciembre del tan mentado ao1927 () Ha sido gratamente recibida en lasfilas yrigoyenistas la noticia de la constitucin deun centro de escritores, poetas y cuentistas de lanueva generacin, que en poltica actuarn en esatendencia.En la asamblea efectuada en la secretaraprovisoria, avenida Quintana 222, se acorddesignar esta entidad con el nombre de Comit

    Yrigoyenista de Intelectuales Jvenes y fue elegida

    la siguiente Comisin Directiva: Presidente, JorgeLuis Borges; vicepresidente, Leopoldo Marechal;secretario, Enrique Gonzlez Tun; secretariode actas, Nicols Olivari; tesorero, UlysesPetit de Murat; protesorero, Francisco LpezMarino; vocales: Macedonio Fernndez, CarlosMastronardi, Santiago Ganduglia, Ral GonzlezTun, Sixto Pondal Ros, Roberto Arlt, FranciscoLuis Bernrdez, Jos de Espaa, Surez Calimano,Antonio Ardisono y Gonzlez Trillo. (Boletn de la

    Asociacin de Amigos de Leopoldo Marechal, 26

    de junio de 1979.)

    Csar Tiempo() Marechal fue siempre joven y no tuvo necesidadde vender su alma al diablo como Fausto, quien nosensear desde las pginas de su poema inmortalque todo lo pasajero es slo un smbolo.Marechal fue joven, descaradamente joven cuandoapareci en la librera de Gleizer con los originalesde Los Aguiluchosbajo el brazo, fue joven en lasaulas de la Escuela Normal, junto al futuro EnriqueEspinoza, fue joven cuando obtuvo los importantes

    premios que obtuvo, fue joven despus de trabajarveinte aos como maestro en la escuela de la

    satisfecha tristeza algo malvada (muy preferible auna triste satisfaccin algo mediocre).()Estamos haciendo un idioma, mal que les pesea los necrfagos y a los profesores normales enletras que creen en su ttulo. Es un idioma turbio y

    caliente, torpe y sutil, pero de creciente propiedadpara nuestra expresin necesaria. Un idioma queno necesita del lunfardo (que lo usa, mejor), quepuede articularse perfectamente con la mejorprosa literaria y fusionar cada vez mejor con ellapero para irla liquidando secretamente y en buenahora. El idioma deAdn Buenosayresvacila todava,retrocede cauteloso y no siempre da el salto; a veceslas napas se escalonan visiblemente y malogranmuchos pasajes que requeran la unificacindecisiva. Pero lo que Marechal ha logrado en lospasajes citados es la aportacin idiomtica ms

    importante que conozcan nuestras letras desdelos experimentos (tan en otra dimensin y enotra ambicin!) de su tocayo cordobs. (RevistaRealidad, n. 14, marzo-abril de 1949.)

    Luis Soler CaasTres dones tuvo para m Marechal: el de la graciapotica, el del humor cristianamente optimista y elde la trascendencia metafsica.Fue el 6 de agosto del ao citado [1927].Era el momento en el que el gobernador de

    Massachusetts, Fuller, haba desechado el pedidode apelacin formulado por los abogados deSacco y Vanzetti, con lo cual quedaba muertala ltima esperanza para stos. Dijo entoncesMarechal: La condena de Sacco y Vanzetti es, enrealidad, monstruosa. Y digo en realidad porquelas protestas han sido siempre un campo propiciopara la exageracin. Esta vez, sin embargo, no seha exagerado absolutamente nada. El veredictode Fuller resulta inconcebible a estas alturas deltiempo, aunque de Norteamrica se puede esperarcualquier cosa, ya que se complace en batir

    todas las especies de rcords. No creo necesarioprecisar todas las razones por las cuales recrimino

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    calle Trelles, fue joven cuando desempe lasimportantes funciones que le confiaron, fue jovenfrente a los jvenes poetas que lo rodearon ycontinan su obra y fue joven enancado a su obracuya madurez desafa al tiempo sin tiempo de laposteridad ()

    El poeta atraviesa soledades y gndaras a fuerzade luz. Su edad es la de su alma. No s si Leopoldorecord en alguno de los infinitos reportajes quele hicieron, su aporte a la Exposicin de la actualpoesa argentina, que organizamos con PedroJuan Vignale, maestro de escuela como l y comol maestro de maestro, exposicin en la que figuransus poemas mejores. Yo los fui a buscar a su casade la calle Monte Egmont 280 (que hoy se llamaTres Arroyos), que algn da, cuando las aguas deltiempo vuelvan a su cauce, se llamar LeopoldoMarechal. (Boletn de la Asociacin de Amigos deLeopoldo Marechal, 26 de junio de 1979.)

    Bernardo VerbitskyMegafn() Megafn es por encima de todo unahistoria admirablemente narrada por Marechal,constantemente entretenida en la complejidadde su trama y que en algn sentido aparentetiene algo de policial, como parte de su atraccinexterior. Megafn, al margen de la clarsimaalegora, es una historia a la vez real y fantstica,

    en la cual un argumento concreto es parte de unaamenidad permanente. Es en s misma una novelaextraamente imbricada en una realidad de la quetodos somos parte, pero es una novela encerradaen s misma, y tal como corresponde, unaestructura completa, un mundo propio sustentadoen personajes de gran vitalidad, que se muevende acuerdo con las leyes internas de la novela deMarechal. Esto es lo que diferencia a Megafnde otros intentos de novelas alegricas que porlo comn se arman sobre personajes postizos yartificiosos, de escasa vida verdadera ()

    () Marechal muere el 26 de junio de 1970 y elcolofn del libro dice Se termin de imprimir el

    30 de julio de 1970. En ese mes y das de sudesaparicin, rumores insistentes aumentaron la

    expectativa sobre la novela. Pero esa expectativaiba acompaada por una especie de versin quepor esas semanas circul como, si aludiera a unhecho verdadero, se aseguraba que en Megafnestaba profetizado el asesinato del ex presidenteprovisional general Aramburu. Tenemos queubicarnos en la fecha, recordar quin gobernabaen ese momento, para comprender que estapremonicin que se daba como algo cierto, esdecir, que el libro, escrito por supuesto antesdel secuestro de Aramburu, anunciaba el hechodespus consumado, fuera acompaada de cierto

    temor, no por el novelista que ya estaba ms allde todo peligro personal, sino por la suerte misma

    Bernardo Verbitsky,Marechal, el escritor, Megafn, Leopoldo Buenosayres,Literatura y conciencia nacional, Buenos Aires, Paids, 1975.

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    AA. VV., Leopoldo Marechal. Homenaje,Buenos Aires, Corregidor, 1995.

    interes el producto Marechal. Tuvo sus frutos. Enpocos meses se agotaron dos ediciones de AdnBuenosayres, apareci El Banquete de Severo

    Arcngelo, se le otorg por esta novela el premioForti Glori. Claro que en nuestras tierras no se

    gratifica por que s: el sistema sabe hilar muy fino.Llueven los agasajos y las invitaciones; a veces lassorpresas: Leopoldo Marechal rechaza, cuando elCongreso Editor de Chile, la habitacin oficial quele asignara el gobierno de Frei, y va con la gente delMIR para hablar hasta la madrugada del Chile real,sin etiquetas. O recibe tarjetas para la recepcindel Prncipe de Lieja y las descubre, a muchascuadras del banquete, muy dobladitas en supoco ceremonioso saco sport a cuadros, mientrasconversa con un grupo de jvenes escritores.Este redescubierto no era idneo en relaciones

    pblicas. Acept, s, un viaje: fue jurado en Casade las Amricas. Al regreso intent difundir sus

    impresiones. El pblico de la autocensuradaPrimera Planano lleg a conocer La Isla de Fidel.(Leopoldo Marechal. Homenaje. Buenos Aires,Corregidor, 1995.)

    Abelardo Castillo

    Ya se sabe, Marechal era peronista y nunca lo neg(por qu, dira l); Marechal fue a Cuba y volvi deella convencido de que el destino de los puebloses el socialismo. La primera conviccin le valiser silenciado durante veinte aos; la segunda,le pudo costar que se lo silenciara quizs duranteotros veinte. Y, en este sentido, lo favoreci lamuerte. De los muertos no hay ms remedio quehablar. La Prensa, por ejemplo, le dedic quincereglones; La Nacin no pudo menos que notarsu ausencia. Fue (lemos en alguno de esos dosdiarios) una de las pocas personalidades con las

    que cont la dictadura. En su velorio (verificadoen la SADE, de la que en vida se lo expuls),haba diez o veinte personas; en su entierro, otrotanto: quizs las mismas. Matera estuvo, algnadolescente peronista estuvo. Tambin DavidVias. Y Bernardo Verbitsky, uno de los pocos quepudo llamarse su amigo. Berni estaba: aludiendoal infame laconismo de los diarios y a la ausenciade los muchos que deberan haber estado, nos dijoque esto daba lstima y tristeza. Se refera al pas.Haba otros, eran jvenes: no hace falta nombrarlos

    porque pareca que haberle hecho esa ltimajusticia (tan intil, al fin de cuentas) es una honra oun mrito. En un solo caso lo es: en la SADE estuvoBorges. A Marechal le gustara saber que alguienlo ha escrito.Nos cont una conversacin telefnica con EvaPern. Nos cont cmo era mano a mano FidelCastro. Tena una carta de Roberto Arlt. Su mujerla guarda. La carta dice algo as como: he ledosu novela, estoy deslumbrado. De Arlt contabaque una tarde iban por la calle y Arlt se agach arecoger una piedrita. Marechal deca: Era como

    un chico, le fascinaba el color de una piedrita.Por un rito que slo l conoca, cas a varios

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    escritores, el catastrfico fracaso de estos enlacesle hizo declarar solemnemente: lo que voy a haceres no casar ms a nadie. La imitaba a LuisaMercedes Levinson. De las teoras literarias nosdeca: Sentado en el umbral de su casa, el poetaver pasar el cadver de la ltima esttica. Del

    espiritismo, que es un buen sistema para corrermuebles sin changador. De Dios, que para estar encomunicacin con l no hace falta ir a la iglesia. Yde la Iglesia, que le revolva el estmago. (LeopoldoMarechal. Homenaje. Buenos Aires, Corregidor,1995.)

    Mara GranataLa tremenda carga telrica de Antgona Vlez esotra de las expresiones de esta consubstanciacindel hombre con la tierra. Y es acaso estearraigo lo que en mayor grado determina que

    l libre continuas batallas contra lo que ataca loesencialmente nacional, y consecuentemente,contra la deshumanizacin, la injusticia y todaclase de discriminacin que aherroje al hombre.Iracundo, con la ira de los justos, o rabelaisiano,convertido en un turbin, o infinitamente sereno, essiempre un combatiente. Vivi preocupado por elacaecer poltico de nuestra patria y en el sucedersede las distintas pocas tom posiciones ntidas,definidas. Fue como si sintiese que quien no librade una u otra manera una batalla en defensa de

    valores humanos, siempre enaltecidos en suobra, sea cual fuera el frente elegido, pierde todacoherencia, se desvanece. (Leopoldo Marechal.Homenaje. Buenos Aires, Corregidor, 1995.)

    Eduardo RomanoEn cuanto a las contradicciones entre la accin yel parnaso terico de ideas, testimonia la formacomo encar Marechal su participacin poltica,desde integrar el Comit Pro Candidatura delCoronel Pern y redactar unos veinte monlogoshumorsticos para la campaa radial previa a las

    elecciones de 1946, hasta su incorporacin comofuncionario del nuevo gobierno en la Direccin

    General de Cultura, primero, y en laDireccin deEnseanza Superior y Artstica, luego.Dentro de ese marco deben ubicarse lascolaboraciones, sobre todo poticas, de Marechalen La Prensa cegetista. Sin abandonar, porsupuesto, los fundamentos de su posicin religiosa

    y filosfica cristiano-medieval, supo adaptarlos alas circunstancias de asumirse como intelectualorgnico del peronismo y toda adaptacin integralsupone un ejercicio dialctico superador. Esesuplemento, en efecto, nada tena en comn conlas publicaciones peridicas en las que habaparticipado durante la dcada del 30: Sury Sol yLuna pero sobre todo la sectaria Ortodoxia, rganode los cursillistas (miembro de los Cursos deCultura Catlica). (Leopoldo Marechal. Homenaje.Buenos Aires, Corregidor, 1995.)

    Bernardo Ezequiel KoremblitEl da de octubre que lo fui a buscar para quefusemos juntos al entierro de nuestro comnamigo (nada comn) Horacio Rega Molina (el25, de 1957, como si dijramos ayer), en tantoviajbamos le dije que haba recibido una cartade Rafael Cansinos Assens, el maestro ultrastaal que ambamos sin declinaciones, en la queme deca que le gustaban ms los versos deRicardo Molinari que los de Rafael Alberti. Qucoincidencia acot Marechal, a Ricardo Molinari

    tambin. Por ltimo, que no es lo ltimo, puestratndose de las godibles pero a la vez atinadassalidas del ldico Leopoldo, plenas de acertado

    juicio crtico compart con l la actitud de notomarle el pelo a quien no fuese pelitomable() Le dije que entenda y aprobaba su amistady afecto por Bernardo Verbitsky, pero que tenala certidumbre de que no apreciaba su literaturaen la misma medida que estimaba su persona.El implacable Marechal fue esta vez impecablecomo un caballero: ponder las dotes personalesdel amigo nombrado pero nada dijo acerca de mi

    certidumbre Dej fuera de la conversacin y demis juicios literarios a Bernardo Verbitsky, de quien

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    Mara de los ngeles MarechalEl hogar de Marechal en Villa CrespoRecuerdo la vuelta de su viaje a Europa, de dondeme trajo, entre otras cosas un porroncito de ce-rmica que todava conservo; lo veo en el fondode la Iglesia de San Bernardo, la del Cristo de la

    mano rota, cuando junto con mi madre espera mipaso emocionado de comulgante primeriza; o en elprimer banco de la Iglesia de la Piedad el da de micasamiento, dando valor con su sonrisa a mis pier-nas temblorosas; vuelvo a estar en el mismo palcodel teatro donde le entregaron uno de sus premioso lo siento conversando con la vieja Chacharola,la autntica, a la que haca hablar contando una yotra vez la historia que figura en su libro.Aos ms tarde, sin desearlo, perd contactocon l. Supe, s, del tardo reconocimiento de sumaravilloso Adn, del xito del Banquete y de la

    repercusin americana e internacional de su obra.(Leopoldo Marechal. Homenaje. Buenos Aires,Corregidor, 1995.)

    Len BenarsSemblanza de Leopoldo MarechalEn muchos aspectos de la realidad nacional yde la literatura, Marechal tuvo una visin propiay distinta. Particularmente interesante es suinterpretacin de Martn Fierro.El personaje vive enun orden tradicional, armnico, del que lo desplaza

    cierta concepcin del Progreso que lo posterga ymargina.Marechal reflexiona: Martn Fierro esel hombre de la rebelda, porque es el hombrede la lealtad. Lealtad a quin? A la esencia desu pueblo, al estilo de su pueblo, al ser nacional,amenazado y confundido.Lo que podemos afirmar expresa Marechal esque al rescatar a la mujer cautiva, empieza ya elrescate de la Patria, y que la Patria misma es la quevuelve con l a la frontera, y que vuelve a la accindesde su destierro, y montado en un caballo queser eternamente un smbolo de la traslacin y el

    combate. (Leopoldo Marechal. Homenaje. BuenosAires, Corregidor, 1995.)

    detestaba sus estomagantes lugares comunes() y sus frases de confeccin, y nombr a otroscolegas del par e imparnaso nacional, que, nosiendo amigos de Marechal como en verdad lo eraVerbitsky, permiti que se animara a decir, con unaire distrado y como quien se expresa al desgaires

    mientras enciende un fsforo: En esos casos yante esos poetas y escritores, no soy LeopoldoMarechal que te quiere y admira sino slo yapenas Leopoldo Marechal, ya lo sabes, Leopoco.Comprend entonces cul era su opinin sobre laobra de Bernardo Verbitsky, pero al mismo tiempocolumbrando que la fidelidad debida al amigo nole permita manifestarla. (Leopoldo Marechal.Homenaje. Buenos Aires, Corregidor, 1995.)

    Marcelo IntiliYo conoca a Marechal como escritor, pero estaba

    en pleno juego del amor y la resistencia porqueel peronismo no haba podido ganar mi simpata.

    Y me preguntaba cmo este seor poda serperonista siendo tan inteligente. () Cuandotermin el trabajo del discurso y limpi las hojascon mi inseparable goma de borrar, volv con elmaterial ya bien prensado y prolijo al saln deactos, pero al abrir la puerta, me sorprendi vera Marechal estoy mirndolo como en un sueocaminando sobre la mesa y ante empleados dedistintas jerarquas, hacer la parodia de DArtagnan

    o del Len de Francia, porque se paseaba con airetriunfal enarbolando en su diestra la pipa y a la quesupuestamente debamos imaginar una espadao una lanza como fue en mi caso imaginar.Fueron unos minutos, porque mientras haca estaspantomimas recitaba, con ciertos arrebatos lricos,un poema pico que yo desconoca, aunque tenapara m que estaba improvisando. Luego, mordila boquilla de su pipa corva, apoy una mano enla mesa y salt al piso. Todo sin afectacin, muycordial, una escena casi cotidiana, no s, peroque ya haba quedado atrs. (Leopoldo Marechal.

    Homenaje. Buenos Aires, Corregidor, 1995.)

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    Leopoldo Marechal vio Cuba con los ojos de un viejo cristiano y justicialista, El Descamisado, Ao I, n. 7, Buenos Aires, 3 de julio de 1973(tapa e interior). Ela Marechal: a travs de las lgrimas, Extra, Ao VI, n. 61, Buenos Aires, agosto de 1970. Elbiamor reporteada, Gog yMagog, Ao I, n. 1, Buenos Aires, octubre de 1978. Marechal y su barrio, Todo es Historia, n. 275, mayo de 1990. Leopoldo Marechal: eldolor de la Patria, Dinamis, Ao V, n. 59, Buenos Aires, agosto de 1973. Juan Arabia, Leopoldo Marechal, Megafn. Revista, n. 1, BuenosAires, Septiembre-Octubre 2007. Una novela de Leopoldo Marechal. El Banquete de Severo Arcngelo, Ulises, Ao I, n. 11, Buenos Aires,segunda quincena de noviembre de 1965. Ernesto Goldar, A dos aos de su muerte. El orbe novelstico de Leopoldo Marechal, Primera Plana,Ao X, n. 491, Buenos Aires, 27 de junio de 1972.

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    insuficiencia que explica sus constantes pedidosde auxilio lanzados a las frmulas antiguas o losrecursos o las soluciones fciles. Pero sin ir arazones cuya demostracin exigira un puntualexamen estilstico fuera de lugar aqu, convendrhablar de otra fuente de distorsiones y equvocos:

    los prejuicios.No s cul de los prejuicios ha gravitado ms enla conciencia del autor. Reconozco, por mi parte,la presencia de tres especies que se han aliadobien para integrar un sistema que cuando actalimita su audacia y su libertad creadora. Las tresespecies son: los prejuicios catlicos, los prejuiciosnacionalistas y los prejuicios personales. (Contorno,n. 5-6, septiembre de 1955.)

    Toms Eloy MartnezDespus de Adn, slo Rayuelade Julio Cortzar

    alcanz a transformar esos supuestos injertosen material dramtico valioso. () Pero la claveest en el lenguaje, como se ha dicho, y es all,en ese territorio hasta hace poco tan arisco paralos argentinos, donde Marechal se revela comoun maestro. Su idioma es el que puede orse encualquier esquina de Buenos Aires: est teidode giros zumbones, de invenciones lunfardas,del barullo, la torpeza y la calidez que crecen enlas conversaciones cotidianas. Pero ese idiomaest elaborado tambin a partir de un hecho que

    no puede perderse de vista: quien lo recrea esun poeta, uno de los lricos ms formidables quehaya tenido la Argentina, y, adems, un humoristacon la suficiente humildad como para farsarsede s mismo. Esas dos napas estilsticas resaltanmuy claramente cuando Marechal quiebra undiscurso solemne y almidonado con un chiste, conun giro grotesco: El Monstruo Humano ensayaPapageorgiouen el Primer Concilio es un animalomnvoro que traga y asimila todo su mundo con elaparato digestivo de su cuerpo mortal y el aparatodigestivo de su alma inmortal. Cierto medioda se

    lo dije a Quinquela, y llor de ternura; se lo dije aFiliberto, y me llam colifato.

    Horacio SalasEl acopio erudito de la mtica y la historia le sirvipara mostrar que el destino del hombre (aparen-temente limitado) es similar al de los prestigiososdioses que tuvieron el Olimpo por domicilio ha-bitual. Con Leopoldo los parientes de Zeus vean

    reiteradas sus biografas, sus hazaas y tambinsus cadas, en el paisaje de Villa Crespo o Cole-giales. La vida argentina era una batalla, como lohaba sido desde el comienzo de la historia (l losupo en carne propia) pero entendi que ese com-bate tambin deba librarse en el plano celeste. Yla evolucin de ese enfrentamiento muestra comoen un espejo el desarrollo de su propia novelstica,pero adems encierra la metfora de la historia yel destino del pas cuya ltima proyeccin invitaa los argentinos a continuar la bsqueda del falodel Autodidacto, el Oscuro de Flores o ms senci-

    llamente Megafn, que anda escondido por ah yque como est visto todava no aparece, acasoporque, como propone Marechal en el Heptame-rn, no hay que hablar de la patria, sino pensar enella. (Leopoldo Marechal. Homenaje. Buenos Aires,Corregidor, 1995.)

    No JitrikMarechal ha descubierto que es preciso quitar elvelo que cubre la ordinariez del hombre para hacerestallar la gloria de su humanidad.

    () En otras partes [de Adn Buenosayres] ellenguaje se hace grandilocuente, enftico, da laimpresin que el propsito no ha sido gobernado() Pero no es esa la decepcin mayor. Frente aestas cadas uno puede preguntarse por qu. Hayvarias respuestas inmediatas. La ms generosaes que Marechal vendra a cumplir funcionessacrificadas y dolorosas de los casi precursores,es decir que, sabiendo o sintiendo qu es loque corresponda hacer no lo realiz por faltade madurez, extravindose en la maraa de lasintenciones. La menos generosa es que no le

    estaba reservada, por falta de tensin personal, lagloria de la inauguracin de una nueva literatura,

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    La gracia est en que las cadencias de la escrituracorresponden siempre a las cadencias del relato.Si se leen dos pginas sueltas, el estilo deja unamisma impresin de sincera insinceridad: losinsultos suenan a juegos retricos, los discursosa desplantes estadsticos. Es en el contexto

    donde cada frase encuentra su justificacin: laspalabras puestas en boca de Gog y Magog soninvariablemente exasperadas, casi irreales, peroa la vez apegadsimas al lenguaje lumpen deBuenos Aires, las de Severo, detrs de su hipcritamansedumbre, retumban con la histeria que seatribuye a las burguesas industriales en ascenso.(Primera Plana, n. 155. Buenos Aires, 26 deoctubre-1 de noviembre, 1965.)

    Ral MateraLeopoldo ha sido el ciudadano-novelista y el ciu-

    dadano-poeta, es decir, el ciudadano-artista porantonomasia, en el libro y en su propia vida. Aquvenimos a rendirle justo homenaje, puesto queninguno de sus amigos imaginamos un desagra-vio a su memoria. Nada de desagravios, seoras yseores, a quien nos contempla desde arriba, conla misma irona que gasta aqu, en la tierra, frentea los pedantes y a los posedos de omnipotencia.

    Graciela MaturoSuma y sntesis novedosa del itinerario biogrfico,

    formacin filosfica y convicciones tico polticasde su autor. Adn Buenosayres rescataba la tra-dicindel modo ms legtimo y profundo, es decirhacindola actual por una transformacin de laconciencia. Hablamos de tradicin como vectorde sentido y no, desde luego, como depsito deverdades estereotipadas. A partir de esta pers-pectiva, el proceso de la Modernidad, que tienesu arranque en el Renacimiento europeo aunquesus races se hallan en la mayutica griega, cum-ple una etapa audaz y prometeica que puede serconsiderada como fractura de la tradicin, o bien

    como su realizacin en una fase negativa, tambinincorporada a ella.

    En igual sentido se encamina la experimentacinmeramente formal de Macedonio Fernndez, ini-ciador de nuestra nueva novela.Con su especial manera de conjugar frenesdionisaco y la inteligencia ldica, Leopoldo queley a Joyce en la versin francesa habla de crear

    su propio Ulises, ms prximo al de Homero que alde Joyce. (Leopoldo Marechal, Julio Cortzar, AdolfoPrieto y Graciela de Sola Graciela Maturo, Claves de

    Adn Buenosayres. Mendoza, Azor, 1966.)

    Claves de Adn Buenosayres,

    Buenos Aires, Azor, 1966.

    Ernesto SabatoPasar a la historia de la lengua castellana comoinsigne hito de la potica y la narrativa. A esemonumento que le tiene reservado el tiempo nose le pueden arrojar bombas de alquitrn, y ha deser invulnerable al insulto, la irona, la envidia y elsilencio: esos premios que con harta frecuencia loshombres de letras de nuestro pas confieren a losque deberan honrar.Ansioso desde su juventud por la justicia social,

    Leopoldo Marechal fue desde la primera hora unperonista consecuente. No obsecuente, como

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    Marechal traz un ademn a contrapelo. Una. Ydos: cuando yo lo conoc en Cuba, all por 1966,pude verificar desde bastante cerca en qu consistelo concreto y lo cotidiano de un intelectual que seva definiendo dramticamente al descubrirsefuerade lugar en casi todas las madrugadas.

    En lugar del monumentalismo lugoniano queretumbaba en la primognita ilustre del Plata,Marechal fue prefiriendo el barrio fragmentado deEvaristo Carriego. Entre la grandeur y la confidenciaopt ms y ms por la saliva, la vecindad y loshornos de ladrillo encendidos al bajar la noche entrelos altares de Babilonia. Menos mal, aunque seinsinen discrepancias. Porque si alguna de susvertientes se haba exaltado un mircoles deceniza con Santa Rosa de Lima, las camisas azuleso con Bocngel y Unzueta, tambin fue penetradoal bies por la amistad exasperada de las pinturas

    de Spilimbergo. (Leopoldo Marechal. Homenaje.Buenos Aires, Corregidor, 1995.)

    jams lo son los espritus grandes, y bastararecordar que en 1951 fue separado del cargoque tena. En virtud de ese imperdurable defectode nuestra herencia hispnica, su militancia levali enemistad, rencor y silencio: un silenciopoderoso y siniestro, apenas quebrado por algunos

    intelectuales que, por encima de sus discrepanciaspolticas, reconocieron en l uno de los msgrandes escritores argentinos. Se le calific deresentido, de vanidoso que pretenda ser genio,de engredo y hasta de tomista; como si compartirideas de Santo Toms pudiese ser motivo dedesprecio. Un eminente hombre de letras localific, para colmar la horrenda medida, dedelincuente. (Palabras pronunciadas por ErnestoSabato en el Homenaje a Leopoldo Marechal,llevado a cabo en la Universidad de Belgrano el 20de julio de 1978.)

    Juan Carlos GhianoMarechal, el ms sabio en construcciones de lospoetas argentinos actuales, ha probado diversasimposiciones, salvando las ms incitantesfacilidades. Temticamente impuesto sobrelugares y hechos de tierra, ha impreso en ellosuna prestancia herldica que lo singulariza enlnea especial de la poesa americana. Es, sinduda, nuestro ms representante barroquismoamericano, en el cual luchan violencia y contencin,

    desenfreno y medida, mostracin potica de losmotivos en que parece satisfacerse su maestra.(En el prlogo a laAntologa potica, Buenos Aires,Espasa-Calpe, Coleccin Austral, 1950.)

    David ViasOcurre que si alguien ha zigzagueado con susandaduras en las zonas de la marginalidady la heterodoxia (aun en sus inflexiones mscuestionadas de funcionario) fue LeopoldoMarechal. Dos cosas para tratar de entendernos:en esta Argentina donde numerosos y vehementes

    escritores suben al caballo por la izquierda paradescender plcidamente por el lado opuesto,

    Carlos PanzaSan BernardoConcurso fotogrfico Los lugares deAdn Buenosayres, 2000

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    Guillermo SaccomannoAn cuando Marechal no dispone de la consagra-cin cannica, su literatura, como la de Arlt, siguerebelndose contra las lecturas prolijas, con rangouniversitario. Tanto Arlt como Marechal no fueronni solemnes ni serios. Este rasgo habla de una di-

    ferencia: la oposicin a las normativas del poder,la eleccin de una cierta solidaridad antes que elelitismo sobrador o el sufrimiento redencionista.(Suplemento Radar, diario Pgina/12, 27 de juliode 2008.)

    Graciela de SolaMarechal no se limita a mostrar la realidad del pas;mejor dicho, casi nunca muestra escuetamente, yaque su visin est en unos casos impregnada delirismo emotivo, y en otros, ms frecuentes, resbalapor la pendiente de la ms aguda stira. Esta stira

    abarca todos los aspectos de nuestra realidadhistrico-social.Marechal se muestra capaz de imponer circuns-tancias histricas reales, tanto desde la perspecti-va individual como social. Por encima de un nega-tivo quietismo, parcial en su denuncia de nuestraslimitaciones, ensaya este autor una actitud vital,condenatoria del fetichismo y de falsas angustiasbasadas en la soledad o la inferioridad del argenti-no. (La novela de Leopoldo Marechal:Adn Bue-nosayres, Revista de Literaturas Modernas, n. 2,

    1960.)

    Adolfo PrietoAdn Buenosayres impresiona, a primera vista,como una novela compleja, de intrincada trabazny propsito ambiciosos. No cuesta reconocer que,en conjunto, es una de las obras ms interesantes yvalederas de la literatura argentina contempornea.Puede afirmarse, sin escndalo, que algunoscaptulos son de una fuerza verbal estupendasin ejemplo desde el meteoro deslumbrante deQuevedo.

    (Boletn de literaturas hispnicas, n. 1. Rosario,Instituto de Letras, 1959.)

    Graciela de Sola,La novela de Leopoldo Marechal:Adn Buenosayres,

    Revista de Literaturas Modernas, n. 2, Buenos Aires, 1960.

    Adolfo Prieto,Los dos mundos deAdn Buenosayres,

    Boletn de literaturas hispnicas,Universidad Nacional del Litoral, n. 1, Buenos Aires, 1959.

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    (1) Elbia Rosbaco Marechal, Mi vida con Leopoldo Marechal,Buenos Aires, Paids, 1973. (2) Alfredo Andrs, Palabrascon Leopoldo Marechal, Buenos Aires, Carlos Prez Editor,1968. (3) Ernesto Sierra, La doble aventura de AdnBuenosayres, La Habana, Letras cubanas, 1996.(4) CarlosVelazco, La ciudad mstica. El hermano Pedro en la vida y enla obra de Leopoldo Marechal, Buenos Aires, Municipalidadde Tres de Febrero, 2010. (5) Gaspar Po del Corro,Marechal. Un dolor un viento una guerra, Buenos Aires,Ediciones del Copista, Biblioteca de Estudios Literarios, Vol.VII, 2006.(6) Eduardo Juan Gimil Ros, Marechal: cronista

    de dos batallas, Hechos e Ideas, Ao 2, n. 8, BuenosAires, enero-abril de 1975.(7) Javier de Navascus,AdnBuenosayres. Una novela total (Estudio Narratolgico),Pamplona, Universidad de Navarra, 1992. (8) ngelVilanova, Motivo clsico y novela latinoamericana, BuenosAires, Solar, 1993. (9) Valentn Cricco, Nora Fernndez,Nilda Paladino y Nidia Pieyro, Marechal el otro. La escrituratestada de Adn Buenosayres, Buenos Aires, Ediciones de laSerpiente, 1985.(10) Beatriz Lambruschini,Antgona Reviveen Antgona Vlez, Paran, Editorial de Entre Ros, 1995.(11) Mara Celia Vzquez, Intervenciones intelectuales en elcontexto del peronismo clsico, Buenos Aires, REUN, 2011.(12) Los cien aos de Leopoldo Marechal, Proa, BuenosAires, septiembre-octubre de 2000. (13) Graciela Maturo,Marechal, el camino de la belleza, Buenos Aires, Biblos,1998. (14) Rafael Squirru, Leopoldo Marechal, BuenosAires, Ediciones Culturales Argentinas, 1961. (15) DuttonPaperback, The Triquarterly Anthology of ContemporaryLatin American Literature, Nueva York, E. P. Dutton, 1969.(16) Roxana Ass, Pedro Baquero Lazcano, Jos CamaoLandaeta, Jos Ramn Prez, Daniel Teobaldi y JorgeTorres Roggero, Leopoldo Marechal. Entre smbolo y sentido,Crdoba, Del Copista, 2004. (17) Marisa E. MartnezPrsico, La Repblica de Leopoldo Marechal, Buenos Aires,Universidad de Lans, 2004. (18) Daniel Barros, Leopoldo

    Marechal. Poeta argentino, Buenos Aires, Guadalupe, 1971.(19) Guillermo Ara, Los argentinos y la literatura nacional,Buenos Aires, Huemul, 1966.(20) Judith Gociol, Marechalpor completo, La Maga, Ao 6, n. 321, Buenos Aires, 11de marzo de 1998.(21) Demorado suceso de una notablenovela argentina, Panorama, Buenos Aires, noviembrede 1966.(22) Nez y A. Prieto, La novela experimental:Marechal, Captulo. La Historia de la Literatura Argentina,n. 47.(23) Emir Rodrguez Monegal, El poeta y la ciudad,Narradores de esta Amrica, Buenos Aires, Alfa Argentina,1976. (24) Roberto Retamoso, Realismo y metafsica enRoberto Arlt, Macedonio Fernndez y Leopoldo Marechal,Buenos Aires, Fundacin Ross, 2013. (25) Graciela Coulson,Marechal. La pasin metafsica, Buenos Aires, GarcaCambeiro, 1974.

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    De Jorge Luis Borges a Leopoldo Marechal(Sin mencin de fecha. c. 1926)

    Querido Leopoldo:La felicitacin pblica por tus Das comoflechas la har (segn decisin de Evar)

    nuestro gran Don Ricardo; y no quiero dejarde felicitarte privadamente. Tu libro, tanhurao a mis preconceptos, teoras y otrasintentonas pretenciosas de mi criterio, meha entusiasmado. No te aado pormenoresde mi entusiasmo, para no plagiarte, puestodava estoy en el ambiente de tus versosledos y reledos. Sin embargo qu versosatropelladores y dichosos de atropellar, quaventura para la sentada poesa argentina!Vuelvo a felicitarte y me voy.

    Jorge Luis

    De Roberto Arlt a Leopoldo Marechal

    Buenos Aires, octubre 30 de 1939

    Querido Leopoldo:Te escribe Roberto Arlt.He ledo en La Nacin tu poema ElCentauro. Me produjo una impresinextraordinaria. La misma que recib en

    Europa al entrar por primera vez a unacatedral de piedra. Poticamente sos lo msgrande que tenemos en habla castellana.Desde los tiempos de Rubn Daro no seescribe nada semejante en dolida severidad.He recortado tu poema y lo he guardado enun cajn de mi mesa de noche. Lo leercada vez que mi deseo de producir en prosaalgo tan bello como lo tuyo se me debilite.Te envidio tu alegra y tu emocin.Que te vaya bien.

    R. Arlt.

    De Julio Cortzar a Graciela Maturo

    Pars, 16 de julio de 1964

    () Me alegro de que le haya gustado miresea de Adn Buenosayres. Hay una serie

    de ancdotas divertidas en torno a esa resea.La primera es la serie de insultos telefnicosque me toc escuchar cuando se public. Lasrazones polticas del momento cegaban a losmejor pensantes y an hoy no entiendo biencmo Realidadse anim a publicar esa nota;creo que la personalidad de Francisco Ayala seimpuso contra el escndalo y hasta la clerade otros miembros del comit de redaccin.Aunque yo haba cuidado de deslindar muybien los terrenos, tuve que or annimasinjurias, en que de nazi para arriba me dijeron

    todo lo que se les ocurra. En ese coro de ranasgrotescas haba tema para varios captulos msdeAdn Me acuerdo tambin de que en eseentonces me doli un poco que Marechal nome hiciera saber su opinin sobre mi crtica.Pero supongo que tambin l estaba un pococontaminado por los problemas del momento.

    (Claves de Adn Buenosayres, Mendoza, Azor,1966.)

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    De Mujica Lainez a Elbia Rosbaco

    La puerca poltica nos distanci un tiempo,cegndonos () ms no bien se aclar elhorizonte y comenzamos a ver de nuevo enla bruma, nos redescubrimos, intactos,

    y comprendimos cunto ms valan laconsideracin y el respeto mutuo que no habancesado de arder, como un rescoldo, que el azarde las circunstancias pasajeras, tan distantesen el fondo, de nuestras respectivas obras, lascuales sern al fin y al cabo, lo que quedar denosotros. Me duele su muerte, mucho mucho.Me haba acostumbrado a encontrarlo () y,ahora, cuando deba regresar pasajeramente aBuenos Aires () su ausencia me probar queya no es la misma nuestra ciudad.

    Manuel Mujica Lainez

    De Leopoldo Marechal a Elbia Rosbaco

    Madrid, 19 de noviembre de 1948

    () Espaa me ha recibido, lgicamente, mscomo poeta que como funcionario, de modoque abundan las crnicas periodsticas, losreportajes, las charlas radiotelefnicas, lascharlas, etc.

    () Flequillo mo, no te inquietes por m: migripe fue un trancazo muy frecuente en readel Guadarrama. Yo estoy macanudo, mejorque antes. Te recuerdo sin cesar: acaso tellam en mi delirio, no lo s, porque de nocheestaba solo.() Chocha, Chochn, Chochn, Sabes quete adoro? No lo sabes. Pues lo sabrs. A pesarde tantos halagos, estoy ardiendo porquellegue el 12 de diciembre. Qu hermosa esla patria, sobre todo si en ella tiene uno todossus amores!

    Leo

    De Julio Cortzar a Leopoldo Marechal

    Pars, 12 de julio de 1965

    Me divierte pensar que Horacio Oliveira seha juntado alguna noche con el grupo de

    porteos que vagan por los suburbios, y quelo han recibido como a un amigo. Me diviertey me conmueve imaginrmelo junto a ellosasistiendo al glorioso encuentro del Taita Florescon el malevo Di Pasquo, saboreando hasta laslgrimas el zapatillazo del pesado Rivera en lacabeza de Samuel Tesler. No cualquiera, creo,tiene entrada al velorio del pisador de barro.

    Yo agradezco por Horacio, y miro por sobre suhombro.Hasta siempre Marechal, con un gran abrazode su amigo.

    Julio Cortzar(Crisis, Buenos Aires, octubre de 1986)

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    Presidenta de la Nacin Cristina Fernndez de KirchnerMinistra de Cultura de la Nacin Teresa Parodi

    Biblioteca Nacional Mariano MorenoDirectorHoracio GonzlezSubdirectoraElsa Barber

    Directora del Museo del libro y de la lenguaMara Pia LpezDirectora Tcnico BibliotecolgicaElsa RapettiDirector de Administracin Roberto ArnoDirector de CulturaEzequiel Grimson

    Equipo de realizacin y produccinCuradura Guillermo David. Investigacin Mara Fernanda Olivera y Guillermo David. Diseo grficoValeria Gmez, Vronique Pestoni y Luisina Andrejerak. Montaje Christian Torres, Adriana Roisman,Alejandro Muzzupappa y Andrs Girola.

    Direccin de CulturaMargarita Ardengo, Daniel Campione, Brbara Maier, Vera Taborda, Alejandro Viru, Magdalena Calzetta, Martina

    Kaplan, Bruno Basile, Manuel Valverde.Coordinacin de Estudios e InvestigacionesRoberto Casazza, Luca Casasbellas, Gustavo Mguez, Toms Schuliaquer, Nicols Reyd, Eugenia Santana Goitia,Florencia Ubertalli, Mara Fernanda Olivera.

    rea de investigaciones biblio-hemerogrficasCecilia Larsen, Patricia Castro, Guillermo David, Evelyn Galiazo, Vernica Gallardo, Ana Luca Gonzlez, EmilianoRuiz Daz, Solana Schvartzman, Andrs Tronquoy.Departamento de ProduccinMartn Blanco, Valeria Nadra, Juliana Vegas, Pamela Miceli, Gabriela De Sa Souza, Carla Garca Buforn, Diana Rivas.

    rea de Diseo GrficoLuisina Andrejerak, Valeria Gmez, Santiago Fanego, Ximena Escudero, Daniela Carreira, Mximo Fiori, Samir Raed

    Ahumada, Vronique Pestoni, Juan Martn Serrovalle.Departamento de ComunicacinXimena Talento, Laura Romero, Natalia Bellotto, Martn Ponce, Diego Vega, Marcelo Huici, Isabel Larrosa, SilvinaColombo, Mariano Molina, Abelardo Cabrera, Ignacio Torres, Ana Da Costa, Osvaldo Gamba, Susana Szakvry,Luca Gmez Muoz, Gastn Francese.Departamento de Relaciones Pblicas e InstitucionalesCarlos Bernatek, Christian Torres, Susana Fitere, Adriana Roisman, Alejandro Muzzupappa, Andrs Girola, GonzaloGarabedian, Alejandro lvarez Rodrguez, Valeria Agero, Vanesa Sandoval, Mariela Gmez, Pablo Hounie, PabloCecchi, Jimena Maetta, Juan Argello, rsula Anbal, Solange Porto, Valeria Gilaberte.

    Prensa Amelia Sara Laferriere, Juan Martn Sigales, Maximiliano Canda, Nicols Martins.

    AgradecimientosA Mara de los ngeles Marechal y a Mara Magdalena Marechal. A Susana Arenz,

    directora del Archivo Documental del Instituto Nacional de Estudios de Teatro, y al Archivo Histrico delTeatro Nacional Cervantes.

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