C Zapata Identidad, Nacion y territorio

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D. R. © 2006. Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales. Revista Mexicana de Sociología 68, núm. 3 (julio-septiembre, 2006): 467-509. México, D. F. ISSN: 0188-2503/06/06803-03. Identidad, nación y territorio en la escritura de los intelectuales mapuches CLAUDIA ZAPATA SILVA * Palabras clave: intelectual indígena; identidad; nación; texto. Keywords: Indigenous intellectual; identity; nation; text. INTRODUCCIÓN L OS INTELECTUALES INDÍGENAS surgen de la modernización latinoamericana, principalmente de aquellos proyectos que se pusieron en marcha durante las primeras décadas del siglo XX, y cuyo propósito fue la integración social y simbólica de la nación. Fue el momento en que se produjo la ampliación del Estado, de sus bases ciudadanas y el acceso paulatino a la educación de los sectores subor- dinados (los pobres, las mujeres y los indígenas). Este tipo de moder- Resumen: Este artículo tiene por objeto dar cuenta de un nuevo sujeto indígena, surgido en la segunda mitad del siglo XX: el intelectual indígena contemporáneo, formado en institu- ciones de educación superior, y que construye discursos y representaciones desde una disci- plina del conocimiento (Historia, Sociología, Literatura, Antropología, etcétera). Se aborda- rá el caso particular de los intelectuales mapuches en la década 1990, desde una pers- pectiva de análisis que los considera en tanto autores y como actores de contornos propios en lo que en la actualidad se conoce como movimiento mapuche. Abstract: The aim of this article is to describe a new indigenous subject, emerged in the second half of the 20 th century: the contemporary indigenous intellectual, understood as a person trained at higher education institutes who constructs discourses and representations from a discipline of knowledge (History, Sociology, Literature and Anthropology, among others). This article examines the particular case of Mapuche intellectuals in the 1990s, from an analytical perspective that considers them as both authors and actors within what is now known as the Mapuche movement. * Doctora en Historia, Universidad de Chile; becaria de Conacyt y académica del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Este artículo se enmarca en el proyecto DI SOS 05/05-02 “Raza, etnia y nación. Los intelectuales indígenas del Cono Sur andino”. Correo electrónico:[email protected].

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  • D. R. 2006. Universidad Nacional Autnoma de Mxico-Instituto de Investigaciones Sociales. Revista Mexicana de Sociologa 68,nm. 3 (julio-septiembre, 2006): 467-509. Mxico, D. F. ISSN: 0188-2503/06/06803-03.

    Identidad, nacin y territorioen la escritura de los intelectuales mapuches

    CLAUDIA ZAPATA SILVA*

    Palabras clave: intelectual indgena; identidad; nacin; texto.Keywords: Indigenous intellectual; identity; nation; text.

    INTRODUCCIN

    L OS INTELECTUALES INDGENAS surgen de la modernizacinlatinoamericana, principalmente de aquellos proyectos que sepusieron en marcha durante las primeras dcadas del siglo XX,y cuyo propsito fue la integracin social y simblica de la nacin. Fueel momento en que se produjo la ampliacin del Estado, de sus basesciudadanas y el acceso paulatino a la educacin de los sectores subor-dinados (los pobres, las mujeres y los indgenas). Este tipo de moder-

    Resumen: Este artculo tiene por objeto darcuenta de un nuevo sujeto indgena, surgidoen la segunda mitad del siglo XX: el intelectualindgena contemporneo, formado en institu-ciones de educacin superior, y que construyediscursos y representaciones desde una disci-plina del conocimiento (Historia, Sociologa,Literatura, Antropologa, etctera). Se aborda-r el caso particular de los intelectualesmapuches en la dcada 1990, desde una pers-pectiva de anlisis que los considera en tantoautores y como actores de contornos propiosen lo que en la actualidad se conoce comomovimiento mapuche.

    Abstract: The aim of this article is to describe anew indigenous subject, emerged in the secondhalf of the 20th century: the contemporaryindigenous intellectual, understood as a persontrained at higher education institutes whoconstructs discourses and representations froma discipline of knowledge (History, Sociology,Literature and Anthropology, among others).This article examines the particular case ofMapuche intellectuals in the 1990s, froman analytical perspective that considers them asboth authors and actors within what is nowknown as the Mapuche movement.

    * Doctora en Historia, Universidad de Chile; becaria de Conacyt y acadmicadel Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Este artculose enmarca en el proyecto DI SOS 05/05-02 Raza, etnia y nacin. Los intelectualesindgenas del Cono Sur andino. Correo electrnico:[email protected].

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    nizacin trajo consigo cambios de gran envergadura para los gruposindgenas, entre ellos la migracin, la diversificacin social y el acceso aniveles superiores de educacin que, aunque tardo y todava excluyente,permiti la configuracin de un segmento nuevo integrado por profe-sionales e intelectuales (Gutirrez Chong, 2001:36). Este proceso permiterastrear el surgimiento de un actor reciente: los intelectuales indgenas,definidos por el compromiso poltico que sostienen con sus culturas deorigen, pero cuyo trabajo intelectual es desarrollado dentro de la sociedadmoderna.1 El reconocimiento que hacen estos intelectuales de su tra-yectoria social y de su extraccin indgena configura un lugar de enun-ciacin en el que su produccin queda unida a un proyecto poltico dereivindicacin tnica. Esto es lo que distingue a dichos intelectualesde indgenas que, en dcadas anteriores o incluso en el presente, hanaccedido a la educacin superior, pero cuya opcin de vida no seencuentra determinada por este compromiso.

    En el caso mapuche, si bien la existencia de profesionales e intelec-tuales de este tipo no constituye un fenmeno nuevo, hoy resulta muchoms visible. En el caso especfico de los intelectuales, varios son los mo-tivos de este mayor perfilamiento pblico, entre ellos, una produccinescrita abundante y sistemtica, su circulacin por medios electrnicosy, sobre todo, por el momento crtico que atraviesa hoy la relacin entrelos mapuches y Estado chileno. El propsito de este artculo es realizarun acercamiento al pensamiento de dichos intelectuales a travs de suproduccin escrita, sosteniendo que constituye una parte importante delo que actualmente se denomina conflicto mapuche o, de manera msamplia, movimiento mapuche.

    Con el fin de encuadrar histricamente la escritura de estos inte-lectuales, es necesario detenerse en la etapa ms contempornea delmovimiento mapuche,2 es decir, la que se inicia en 1978 con la oposicin

    1 Este trabajo no pasa por alto el hecho de que los grupos indgenas poseen,desde mucho antes, otro tipo de intelectuales, cuya accin transcurre en el interior dela comunidad. Me refiero a aquellos que son especialistas en distintos tipos de co-nocimiento (medicinal, ritual, histrico, etctera), cuyo soporte principal es la oralidad.Debo esta distincin fundamental al peruano Stefano Varese quien, en 1979, advirtilcidamente la diferencia entre intelectuales que actan dentro de sus grupos y quienesactan de cara a la sociedad nacional como parte de una nueva dirigencia o liteindgena. Varese (1979:357-372).

    2 Hablo de etapa ms contempornea porque en el caso mapuche prctica-mente siempre ha existido movimiento social, desde su anexin forzosa al Estado

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    de algunos sectores de la sociedad mapuche a la dictadura militar. Eseao, el gobierno de facto promulg un decreto que negaba la existen-cia de poblacin indgena en Chile (D.L. 2.568), el que fue calificado deetnocida por las organizaciones de entonces. Desde ese hito se han su-cedido distintos ciclos: el del retorno a la democracia, donde se alcanzun relativo consenso sobre la necesidad de reconocer la existencia de ladiversidad cultural en Chile, el proceso que concluy con la aproba-cin unnime de la Ley Indgena en 1993, y el ciclo actual, que corres-ponde al quiebre de ese consenso, por lo menos en lo que respecta a losmapuches.3

    Las lites dirigenciales e intelectuales cumplen un papel fundamen-tal en los movimientos tnicos (Stavenhagen, 1991), y el caso que presentono es una excepcin, pues en este nivel se articulan las demandas, sedesarrollan los argumentos para respaldarlas y las representaciones co-lectivas que cohesionan o que pueden llegar a cohesionar a un grupo.Su importancia en la elaboracin de una discursividad propia es entoncesneurlgica;4 sin embargo, en el caso de los movimientos indgenas latino-americanos se ha privilegiado el estudio de las organizaciones y de losdocumentos que ellas emiten, presumiblemente ms representativos,mientras que los elaborados por los intelectuales suelen ser subordinadosa la dinmica general de estos movimientos, analizando los vnculos constos en detrimento de su especificidad como autores.

    En el caso mapuche existe una intelectualidad potente de altaformacin acadmica, cuya produccin permite problematizar el vnculoentre intelectuales y movimientos sociales, pues aunque la relacin conlas organizaciones existe (sin ser necesariamente una militancia), lo quesobresale es la distancia que se establece con ellas, determinando una re-lacin en la que el individuo no se disuelve en el colectivo, a pesar deque el nosotros mapuche predomina como forma de enunciacin. Esta

    chileno, en distintas formas y contextos, pero que indican algn tipo de respuesta a laspolticas del Estado (aunque stas no hayan involucrado a la totalidad de la poblacinmapuche). As lo demuestran los estudios de Bengoa (1985), Montecino y Foerster(1988) y Jorge Pinto (2000), entre otros. Desde luego, estoy usando un concepto ampliode movimiento social que no lo restringe a las organizaciones ni a la existencia de unproyecto poltico articulado.

    3 Jos Marimn (enero de 1994) identifica estos ciclos. Tambin Javier Lavanchyen Conflicto y propuestas de autonoma mapuche (1999a).

    4 Aqu lo propio refiere a la construccin de un lugar de enunciacin en el espaciopblico, no al reflejo de culturas radicalmente distintas del mundo occidental, comola mayora de estos discursos asumen.

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    distancia es crtica, pero tambin geogrfica, pues muchos de estosintelectuales se asumen parte de la dispora mapuche en Chile o enel extranjero, situacin que amerita un tratamiento especfico.5

    Frente a esta presencia cada vez ms visible, han surgido, a partirde los aos noventa, algunas aproximaciones a la cuestin de los inte-lectuales mapuches, particularmente con referencia a aquellos queposeen formacin universitaria y desarrollan distintos tipos de escritura(ensayos, artculos, poesa). Sin embargo, son pocos los investigadoresque han seguido esta lnea hasta ahora: Jorge Ivn Vergara, RitaKotov, Rolf Foerster y lvaro Bello. Los dos primeros presentaron unaponencia en el Segundo Congreso de Antropologa en Chile (1995),cuyas actas fueron publicadas en 1997. Lo ms interesante de este trabajoes que sus autores ambos antroplogos denuncian la invisibilizacinde los mapuches urbanos y de las identidades tnicas que se construyeno reelaboran en la ciudad, lo que ha dejado en la sombra a los intelectua-les mapuches urbanos y su produccin escrita.6 Segn Kotov y Vergara(1997), esto se debe a que los antroplogos chilenos han concentradosus investigaciones en la comunidad reduccional y en la cultura tradi-

    5 La situacin de dispora es relevante en la escritura de los intelectuales queasumen la pertenencia a un grupo social o cultural subordinado, como lo ha sealadoEdward Said en numerosos trabajos. En el caso de los intelectuales mapuches quesalieron al exilio durante la dictadura militar (1973-1990), o que se fueron volunta-riamente del pas, este desplazamiento es un factor que se debe considerar en laconstruccin de una nueva subjetividad (la identidad tnica y la lucha poltica asociadaa ella), pues implic una resignificacin de la experiencia y de la militancia poltica enespacios distintos a aquellos en los que transcurri la infancia y la adolescencia. Lamayora de los exiliados migr a pases desarrollados, algunos de ellos organizados bajola frmula del multiculturalismo poltico, experiencia que estos intelectuales contras-tan con la historia de un Estado centralista y unitario como el chileno. Uno de los casosms connotados es el de Jorge Calbucura, quien reside actualmente en Suecia, donde sedesempea como acadmico (socilogo). En este artculo se incluyen los trabajos devarios de ellos: Jos Marimn (Estados Unidos), Arauco Chihuailaf (Francia) y R.Marhikewun (Inglaterra).

    6 Este ocultamiento, como producto de enfoques tericos que destacan lapermanencia cultural en los colectivos indgenas, es una apreciacin vlida para elconjunto de Latinoamrica, pues no es frecuente encontrar estudios que analicen losprocesos de cambio y de ruptura como parte de la historicidad de estas sociedades, loque no necesariamente implica su aculturacin (entendida como prdida irremediable).Quien ha tratado este tema de manera especfica para el caso de Mxico y desde estaltima perspectiva es Natividad Gutirrez Chong (1999).

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    cional, privilegiando el estudio de campo y las entrevistas.7 Con todo,aunque estas opiniones demandan una mayor amplitud para el campode la investigacin antropolgica, en el artculo no se define con claridadlo que se va a entender por intelectual indgena, tampoco se separa alintelectual nuevo del tipo tradicional, cuyo mbito de accin es lacomunidad mapuche reduccional. Tampoco se resuelve la distin-cin inicial que se hace entre dirigentes e intelectuales (pareciera que sedeja a los dirigentes fuera de la condicin de intelectual, pero no est deltodo claro). Unos aos ms tarde, en 2001, en un trabajo de Foerster yVergara, la posibilidad de una reflexin ms precisa se pierde todava ms,pues el trabajo de los intelectuales es sealado como una nueva formade hacer poltica en la sociedad mapuche contempornea, de maneraque se termina privilegiando el vnculo con el movimiento, dejando delado su especificidad como autores y como un sujeto mapuche distinto.Por su parte, lvaro Bello, en un trabajo que tambin es cercano (2003),es quien se aproxima ms al tipo de anlisis que se propone en esteartculo. Sin que esto signifique que compartimos todas sus premisas,el trabajo de Bello nos interesa porque distingue ntidamente entre inte-lectuales mapuches tradicionales y contemporneos, y porque intentauna definicin de estos ltimos. Logra as visualizar posiciones inte-lectuales ms autnomas desarrolladas en el espacio de la escritura.

    Lo que aqu interesa es calibrar la importancia de dichos intelectualesmapuches en la articulacin de discursos crticos, representacionesy memorias que traspasan los lmites comunitarios y parentales, de loscuales se desprenden, a su vez, reivindicaciones y demandas (de ah elnfasis en la nacin mapuche como uno de los pilares sobre los cualesse sostiene tal discursividad). La organicidad de dichos intelectualesencuentra en este ejercicio discursivo una expresin mejor que en sumilitancia (la que tambin existe por cierto). El punto de partida es unadefinicin de intelectual indgena que est determinada por su funcinpoltica, por asumirse indio, por representarse como tal, y por apropiarsu historia personal y familiar con el propsito de construir un lugar deenunciacin desde el cual se hace poltica, se construye conocimientoy se elaboran lecturas indias con el objetivo de cancelar la situacin de

    7 En un trabajo posterior, Vergara cuestiona a sus colegas y a los cientistas socialesen general la idealizacin de esta metodologa, de ah el ttulo provocador del artculo:La voz de los sin voz? Anlisis crtico de la produccin e interpretacin de testimoniosen las ciencias sociales (1999:7-23).

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    dominio que continan experimentando los indgenas. Se trata enton-ces de una opcin, ideolgica si se quiere, que se coloca por encimade la ubicacin cultural problemtica de estos intelectuales (la que puedeser denominada como mestiza desde ciertos conceptos de cultura)(Gruzinski, 1999).8

    El tipo de anlisis que se presenta en las siguientes pginas buscadar cuenta de una corriente de pensamiento intelectual que se vieneconfigurando desde finales de los aos ochenta en este segmentopequeo pero creciente de la sociedad mapuche, sin pasar por alto la he-terogeneidad de posiciones, los debates y las tensiones que la cruzan.Por razones de espacio, y por la etapa en que se encuentra esta inves-tigacin, no profundizo en las variables histricas que permitieron elsurgimiento de este sujeto mapuche, aunque s enuncio hiptesis quefueron desarrolladas en un trabajo anterior (Zapata, 2005); tampoco medetendr demasiado en la recepcin de esta corriente en otros mbitosdel pas o en otros sectores de la sociedad mapuche. El objetivo de esteartculo es ms especfico, pues me propongo dar cuenta de los conte-nidos de esta escritura y de situar a los intelectuales mapuches en sulugar de autores, dignos de ser escuchados y debatidos en la medida quesus postulados involucran el destino de un pas en su conjunto. Alrespecto, es oportuno acotar que lo que aqu se denomina corriente depensamiento no alcanza todava plena legitimidad en el campo intelec-tual (tampoco en un mbito ms restringido de este campo, como loes el de la academia), aun cuando forma parte de l.9 Esto tiene quever, en mi opinin, con la recepcin que se hace con frecuencia de laescritura que proviene de los sectores subordinados, en el mejor de loscasos valorada por la experiencia de exclusin de sus autores/as ms quepor la calidad de sus argumentos o por su pretensin esttica, ello sinmencionar a quienes piensan, para este caso especfico, que la condicin

    8 He fundamentado esta definicin en la bibliografa ms general y terica sobreel tema de los intelectuales, especialmente los textos de ngel Rama, Antonio Gramsci,Edward Said y Pierre Bourdieu. Trato este punto con mayor precisin en mi artculoOrigen y funcin de los intelectuales indgenas (2005: 65-87).

    9 Un slo ejemplo, Eduardo Devs, historiador de las ideas, omite a los intelectualesindgenas en su recorrido genealgico por las corrientes intelectuales y los pensadoresde Amrica Latina, a pesar de que estos grupos tienen presencia poltica, editorial eincluso acadmica desde principios de los aos setenta en las experiencias mstempranas (estoy pensando en la nutrida camada de intelectuales aymaras en Bolivia).Devs (2000, 2003 y 2004).

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    de intelectual, la escritura y las disciplinas del conocimiento son in-compatibles con los sujetos indgenas, a menos que hayan dejado de serlo.Este hecho, unido a su emergencia reciente (por supuesto con excep-ciones, que el caso mapuche se remontan a principios del siglo XX, conalgunos profesores normalistas que publicaban en la prensa y en revistasespecializadas), determina su posicin perifrica en el campo intelectualchileno, donde aparecen como los recin llegados en palabras deBourdieu (2000). Esta constatacin es lo que me motiva a realizar el anli-sis sealado, con el fin de relevar el tipo de representacin cultural quelos autores mapuches de este periodo realizan a travs de la escritura,detenindome en sus argumentos y estrategias narrativas, as como enel tipo de intervencin poltica que realizan.

    En cuanto a lugares e instalaciones, tales intelectuales desarrollan sulabor investigativa en distintas instituciones, muchas veces de maneraparalela, algo que no es propio de los intelectuales mapuches, pues tienecomo causa mayor un sistema de educacin superior interferido por elmercado, lo que implica flexibilizacin laboral y financiamiento parcialde las investigaciones, generalmente va proyectos concursables. A vecesforman parte de este tipo de proyectos en calidad de investigadoresasociados o de ayudantes, pero sin formar parte de la institucin, ONGo universidad que ejecuta el proyecto. Tambin hay casos en que existencontratos formales, parciales o totales (por ejemplo, el Instituto de Estu-dios Indgenas de la Universidad de la Frontera, que ha contado entresus filas con varios intelectuales mapuches), un vnculo que, sin embargo,no les impide formar parte, ser gestores o creadores de espacios msautnomos para la investigacin y la difusin. Es el caso de los centrosde documentacin mapuche, como Liwen (Temuco, 1989), donde estasactividades quedan expresamente subordinadas al proyecto etnopoltico(Zapata, 2005).10

    Los intelectuales mapuches a los que se dedic este estudio, producentextos posibles de ser clasificados en distintos campos disciplinarios, pre-dominando la literatura (poesa), la historia y las ciencias sociales. Me

    10 En cuanto al financiamiento de estos espacios propios, puede provenir de distin-tas fuentes, por lo general va proyectos, desde aportes estatales a travs del FondoNacional de Desarrollo Cientfico y Tecnolgico (Fondecyt) (proyectos de corte msacadmico), hasta ONG y agencias de cooperacin internacional. Al igual que las ONG,un centro de documentacin puede tener vigente, en un mismo periodo, varios aportesde este tipo y que, por tratarse de proyectos, no son permanentes.

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    propongo trabajar las dos ltimas categoras a partir de un acercamientocrtico que considere los problemas tericos que representa estaproduccin.

    LOS INTELECTUALES MAPUCHES:UNA APROXIMACIN A SU ESCRITURA

    Las identidades indgenas contemporneas, especficamente aquellas queaniman los movimientos indgenas en Amrica Latina, tienen comocentro la cuestin de la cultura, plataforma de su accin poltica. Esteentrelazamiento entre cultura y poltica se hace patente en una de susprincipales reivindicaciones: la que postula la diferencia cultural comoderecho inalienable de colectivos que se autodenominan pueblos. Elloexplica el nfasis de los movimientos y organizaciones en el tema de ladiferencia, en torno al cual se articula su produccin discursiva. Uno delos desafos principales consiste en fundamentar esta diferencia tantoen el pasado como en el presente y colocarla en el centro de su relacincon el otro, esfuerzo que cruza la totalidad de los documentos que seproducen en distintas instancias de estos movimientos (comunicadosoficiales de organizaciones y comunidades en conflicto, textos de in-telectuales indgenas), los que transitan por un circuito que, en el casode Chile, es restringido si se compara con otros pases del continente,pero que de todas formas tiene en Internet y en las publicacionesindependientes un espacio interesante.

    En esta dinmica adquiere importancia la figura del intelectualindgena, por la calidad de sus argumentaciones y por la relacin queestablece entre stas y las reivindicaciones polticas. Desde el punto devista del intelectual, no se trata slo de constatar la existencia de esadiferencia cultural, sino de fundamentarla en un relato verosmil y apro-piarla en una construccin identitaria que sea funcional a tales luchasen una poca histrica que parece ms receptiva a este tipo de demandas.Es importante hacer la distincin entre cultura e identidad,11 pues la

    11 Sostener la correspondencia entre identidad y cultura es ms problemticohoy, tras dos siglos de vida republicana y proyectos modernizadores de distinto tipo,a los que la poblacin indgena no ha sido ajena.

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    diferencia no explica por s sola el surgimiento de una identidad positivaen torno a la categora de indio. Esto actualiza un viejo problema plan-teado por el marxismo y que trajo de vuelta Gayatri Spivak en su ensayode 1988 Puede hablar el sujeto subalterno?, donde sostiene que eltrnsito del en s (en este caso la sociedad indgena y su situacin desubordinacin) al para s (la apropiacin de ella y la posibilidad de teo-rizarla para revertirla en la lucha poltica), no es espontneo y que, porel contrario, la figura del intelectual es fundamental para realizarlo.12

    Lo interesante, desde mi perspectiva, es que ese esfuerzo de diferen-ciacin cultural con la sociedad mayor proviene de quienes participanmenos de la base objetiva que sera la cultura tradicional, pues habla-mos de sujetos cuya experiencia de vida no es necesariamente la que seretrata en su escritura (la comunidad rural, la dimensin ritual, etctera),sino lo que en ella misma se llega a calificar como su opuesto: la ciudad,la educacin universitaria, la vida acadmica, los viajes dentro y fuera delpas, en fin, un trnsito por lugares otros desde los que construyen unaforma particular de identidad indgena. En qu fundamentan entoncesla diferencia y, sobre todo, su propia diferencia? Es una pregunta que guala lectura de estos textos.

    Se trata de una problemtica pertinente para quienes se autorre-conocen y sitan pblicamente como intelectuales mapuches. Laprecisin es necesaria si consideramos que dichos intelectuales formanparte de un segmento mayor que son los profesionales mapuches,quienes no necesariamente han desarrollado este nivel de compromiso,un tema que tambin recorre los textos analizados, donde asume la formade resentimiento contra aquellos que se burocratizaron.13 Por enci-

    12 Sobre este punto discrepo con Stavenhagen (1991), quien sostiene que lafrmula marxista, que en este caso sera etnia en s, etnia para s queda inserta en unenfoque primordialista. Creo que desde otras opciones tericas, la constructivista en estecaso, el problema que reactualiza Spivak sigue siendo pertinente, pues el para s norefiere al rescate de identidades preexistentes sino a su formulacin a partir de unejercicio de reflexin en torno a la situacin de conflicto, encontrando causas polticase histricas a la subordinacin que experimenta la poblacin indgena al interior delos Estados nacionales.

    13 Tal polmica se presenta en trminos bastante duros, como se puede constatar enel uso de un vocabulario que habla de burcratas y yanakonas para referirse a losprofesionales mapuches que trabajan para el Estado, el que es compartido por varios delos intelectuales que aqu se mencionan, los que recurren a un ensayo ya clebre de PabloMarimn que lleva por ttulo Burcratas, yanakonas y profesionales mapuche (entre elcolonialismo y la autonoma).

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    ma de tales conflictos, este segmento creciente de profesionales e inte-lectuales es tal vez el mejor indicador de la complejidad alcanzadapor la poblacin mapuche durante los ltimos treinta aos. Ello se reflejaen la diferenciacin econmica y en la diversidad de espacios que habi-tan (de las zonas de refugio parafraseando a Aguirre Beltrn a laexpansin social y geogrfica), lo cual no significa que la comunidad, elespacio reduccional, la economa campesina y la pobreza hayan desa-parecido, como se constat dramticamente con el estallido del conflictomapuche en 1997, pero esta sociedad mapuche, ms compleja y abruma-doramente urbana, hace difcil continuar representndolos con la imagende la ruralidad, el espaol difcil y la oralidad. La repeticin de tal estereo-tipo es hoy un reduccionismo impresentable, de ah la necesidad deexplorar en el momento histrico donde irrumpe el actual movimientomapuche.

    IDENTIDADES INDGENAS Y GLOBALIZACIN

    El proceso de globalizacin (en sus expresiones latinoamericanas)introduce varios elementos de ruptura en relacin con otros ciclos demovilizacin mapuche, entre ellos el que tuvo lugar durante el periododesarrollista, detalladamente trabajado por Sonia Montecino y RolfFoerster (1988). En trabajos ms recientes sobre el actual conflicto, Foerster(2001) repara en este cambio de escenario histrico como un factor quedebe ser considerado en el anlisis, una sugerencia que considero opor-tuna, puesto que el nuevo orden mundial, su correlacin de fuerzas y lasrelaciones que se establecen entre las piezas fundamentales de la socie-dad contempornea (el mercado, el Estado y la sociedad civil) son de-masiado distintas a las del periodo anterior, situacin que genera otrasdinmicas de accin social, y as como de otro tipo de conflictos, asocia-dos a lo que parece imponerse como el nudo problemtico de nuestraera, me refiero a la friccin que se produce entre democracia, moder-nizacin y reivindicaciones identitarias.

    Para precisar, hablo aqu de la etapa ms contempornea de unaglobalizacin cuyo origen se remonta por lo menos a cinco siglos antes,y que hoy se caracteriza por procesos culturales, polticos, econmicos ycomunicacionales particulares que no pueden ser confundidos con el

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    modelo neoliberal, el cual, por supuesto, tambin es producto de estetipo de globalizacin. Aunque no comparto la totalidad de sus propuestas,coincido con Garca Canclini (2001) en esta distincin necesaria entreneoliberalismo y globalizacin, pues los actuales movimientos indgenassurgen de esta ltima, y aunque no poseen una connotacin revolu-cionaria, de una u otra forma cuestionan las polticas neoliberales y laaccin pro-mercado que desarrollan los Estados latinoamericanos.

    No es un misterio que en Chile ese predominio radical del mercadofue realizado en un contexto autoritario y (paradjicamente) desde elEstado, ocupado violentamente por los sectores conservadores en 1973.Sin mayores cambios en la economa, durante los aos noventa configurun sistema poltico que restableci los vnculos del pas con la comunidadinternacional (occidental), reinsercin que permite entender la incor-poracin del tema de las minoras a la agenda poltica. As sea porconviccin, o por el anhelo de estar a tono con un nuevo tipo de moder-nizacin, los gobiernos democrticos identificaron dos sectores hacialos que han dirigido polticas especficas desde entonces: las mujeresy los indgenas.

    Ello ha disparado procesos de distinto tipo, no todos previstos porla lgica poltica oficial, entre ellos un tipo de movilizacin socialrealizado desde posiciones identitarias que ya no son las clsicas (lo queen su momento se denomin nuevos movimientos sociales), con deman-das que entrelazan los mbitos de la poltica y la cultura, muchas vecescon predominio de esta ltima. Esto no hace ms que dar cuenta de loproblemtico de tal globalizacin, ya que no es posible reducir la din-mica social al fro clculo de los poderes mundiales, ni siquiera en un pascomo Chile, donde el control sobre la sociedad civil parece ser mseficiente.14

    Acerca del tema especfico de las diferencias (culturales, sexuales y degnero) suele aparecer con recurrencia una mirada optimista de la glo-balizacin, porque estara permitiendo su expresin pblica. Sin embar-go, esta visin que no es completamente errada debe ser contrastadacon un hecho igualmente ineludible: que las diferencias culturales son

    14 La cuestin indgena, y especialmente la mapuche, ha sido uno de los temasms controvertidos para los gobiernos de la Concertacin de Partidos por la Democra-cia. No son pocas las opiniones (conservadoras) que sealan la responsabilidad de lospartidos oficialistas por haber incorporado a su lenguaje poltico la cuestin de ladiversidad cultural y los derechos indgenas.

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    objeto de un ordenamiento jerrquico planetario, utilizado en provechode poderes hegemnicos, tanto polticos como empresariales. Ello obligaa relativizar la idea de que la globalizacin favorece el desarrollo de lademocracia debido a las condiciones que estara ofreciendo, en este casola libre expresin de la diferencia. Todo este entramado tiene conse-cuencias en la cuestin de la identidad, por factores estructurales (lainnegable decadencia de los Estados nacionales), polticos (cada delbloque socialista y desgaste de los discursos antisistmicos) y otros deorden ms subjetivo, que se relacionan con los anteriores por cuantoallanan el camino para la expresin de otras opciones identitarias.

    Con respecto a las identidades indgenas, se habla de etnognesis paraconceptualizar sus procesos de construccin, lo que en el caso mapuchese torna problemtico, porque no es posible totalizar al conjunto de supoblacin en un concepto que refiere a una invencin a partir de ex-periencias recientes, pues la continuidad de la resistencia (no en susformas, como se aclar anteriormente), de la movilizacin, y sobre todode la percepcin de la diferencia (Montecino y Foerster, 1988) no es unfenmeno reciente. A su vez, tampoco se puede desechar un conceptoque en otras experiencias puede resultar til, como el de los hijos demapuches nacidos en Santiago. Tomando en consideracin esta com-plejidad, es posible encontrar aquellos signos de poca sealados alcomienzo de este apartado, y que marcan fuertemente la escritura deestos intelectuales, entre ellos uno que es de gran importancia: me refieroa una autoadscripcin cada vez ms pblica de la identidad mapuche enun contexto que, por motivos distintos y contradictorios, resulta msfavorable para que ello ocurra. Esta identidad mapuche puede variar ensus contenidos, pero tales condiciones hacen que de todas formas laafirmacin de un yo mapuche pueda ser algo mucho ms visible. Unejemplo lo encontramos en la obra de Elicura Chihuailaf, quien narra unaexperiencia de vida donde este cambio no es minimizado frente a lacontinuidad de la identidad mapuche que paralelamente afirma:

    A m me parece que ha habido un proceso de maduracin, de cuestio-namiento producto de todos los cambios que ha habido a nivel mundial. Yocreo, dice Francisco Caquilpan Lincuante (Kakvlpagi: Len atravesado;Linkvantv: Puerta de sol), que hoy da es ms fcil asumir la identidad; esono era fcil hace unos quince aos. Por ejemplo, lo que viv en mi comunidadfue mi condicin de ser mapuche, pero aqu en la ciudad me di cuenta deque ser mapuche era ser discriminado. Sin embargo, hoy los nios reconocen

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    su identidad en el colegio y lo asumen sin grandes traumas y lo defienden ylo fundamentan (E. Chihuailaf, 1999:179).

    TEXTOS, DISCURSOS Y ESCRITURA

    La produccin intelectual de este periodo tiene como principal soportela escritura, lo cual confirma, nuevamente, la importancia de una tec-nologa cuya funcionalidad poltica fue advertida desde temprano porlos mapuches (Montecino y Foerster, 1988). En la actualidad, ello no sereduce a un uso instrumental, pues ya forma parte de la experiencia devida de estos intelectuales. Sin embargo, tal predominio de la escriturapor sobre la oralidad provoca en ellos tensiones derivadas de la identi-dad y del sujeto mapuche que se construye en estos textos, donde seasume que la oralidad es lo propio de la cultura mapuche. Nuevamenterecurro a Elicura Chihuailaf, quien resuelve esta tensin estableciendovnculos entre la oralidad y la escritura lo que l denomina oralitura,animado por la conviccin de que la palabra escrita es importante pararetratar parte de la historia mapuche, pero insuficiente para dar cuentade la inmensidad de esa memoria (1999:25).

    Seguramente por eso pienso hoy a fuerza de muchas preguntas vi ellibro como algo de los otros. De all tal vez mi profundo inters en abor-dar como lector motivado en saber algo ms de esa otredad. Es decir, corrijo,siempre lo vi como algo que solamente podan hacer los otros. Mas, enfren-tado a la realidad de ese texto que pretende acometer la tarea de hablar deaspectos del pensamiento y de la lucha de mi gente, cmo hacerlo?: es-cuchando me dicen, para que usted escuche, la Palabra de los ms sabios(E. Chihuailaf, 1999:23-24).

    Para otros intelectuales, ms radicales en sus posturas de diferenciacincultural, esta tensin adquiere ribetes dramticos. Es el caso de MarcosValds (Wekull) y Eduardo Curn, quienes tratan de superarla con la ideade que la escritura y la formacin acadmica puede (y debe) derivar enun quehacer terico capaz de independizarlos de la racionalidadoccidental, lo que a su juicio viene a instalar otra dimensin en la lucha

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    por la autonoma. Hablando de los intelectuales indgenas en general,el socilogo sostiene:

    Se debe reconocer que, en realidad, se viene gestando una emergente capade intelectuales indgenas que en muchos casos, o en la gran mayora, ha sidoformado por una racionalidad no indgena o bajo la influencia de su pro-duccin, pero paradjicamente son reactivos y contrarios a sus premisastericas fundamentales (Valds y Curn, 2000:173).

    Otros, en cambio, omiten este problema e insisten en la asociacin tajanteentre oralidad y cultura mapuche, opuesta a la de escritura y cultura occi-dental.15 Tensiones de este tipo proliferan en la produccin de estos inte-lectuales por la construccin identitaria que se trata de comunicar conella, la que coloca el acento en la diferencia cultural con el winka. Aqudesempean un papel importante conceptos como los de cosmovisin,universo cultural, matriz cultural, entre otros, provistos por las cienciassociales. Son conceptos que engarzan con esta lgica de argumentacin,lo que no quiere decir que se trate slo de operaciones discursivas o detextos que busquen un efecto de verdad, pues en el caso mapuche esoselementos distintivos existen, desde luego transformados en el procesode contacto y subordinacin.

    Se puede decir que, en general, sa es la intencionalidad que articulalos textos. Al hablar de ella me refiero al acto consciente y a la funcio-nalidad poltica de los argumentos que desarrollan y que tienen comopunto de partida sus propias historias de vida. Ello subraya la dimensinms instrumental de la identidad tnica, pero no excluye aquella subje-tiva y emotiva que toda identidad posee y que en estos textos aparece conmucha fuerza. Los ejemplos abundan, entre ellos el peso de una memoriafamiliar y comunitaria, los recuerdos de la infancia antes de la migracina la ciudad, los retornos espordicos al territorio mapuche y las pasionesque despierta el conflicto en el que se encuentran involucradas algunascomunidades de la IX regin. La escritura de Elicura Chihuailaf est

    15 Por ejemplo, Carlos Contreras Painemal en La oralidad y la escritura en lasociedad mapuche (2003), no reflexiona sobre el hecho ineludible de que la escrituraes hoy el soporte principal de la produccin intelectual mapuche. Para este autor, suapropiacin, uso e importancia en la vida misma de los intelectuales no son temasque merezcan ser abordados, pues la escritura sera ajena a la identidad mapuche,y parte de la integracin forzosa emprendida por el Estado a finales del siglo XIX.

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    plagada de bellos ejemplos que por sobre su valor esttico son indicadoresde que no estamos hablando de un espacio geocultural perdido en eltiempo, o solamente reconstruido con fines estratgicos.

    Una forma de abordar esta escritura es introduciendo la distincinterica y metodolgica entre texto y discurso. Como seala Grnor Rojo(2001), texto es un concepto amplio que puede tener distintos soportes,siendo la escritura una de sus posibilidades, de ah que no sea redundantehablar de texto escrito para distinguirlo del texto oral, musical, ico-nogrfico o plstico. A su vez, y en esto Rojo sigue el trabajo pionero deBajtn, el texto no es equivalente a discurso, sino una totalidad compues-ta por varios discursos que establecen un tipo de relacin entre ellos, laque puede ser de colaboracin o conflicto. Dichos aportes de la teoracrtica son pertinentes a este anlisis pues permiten un tratamiento msproductivo de una escritura en la que habitan discursos de distinta pro-cedencia que colaboran en el objetivo de fundamentar la diferenciacultural y los derechos polticos asociados a ella. Me refiero a la histo-riografa, las ciencias sociales, el ecologismo, el derecho, el multicultu-ralismo y el feminismo, entre otros, en los cuales se realiza una seleccinde acuerdo con los objetivos trazados por cada uno de los autores. Perotambin aparecen relaciones conflictivas entre estos discursos, a vecesevidentes en una primera lectura y en otras ocultos tras la fuerza de lareivindicacin poltica, como aquella que se da entre el discurso de loparticular (la cultura mapuche) y los argumentos que respaldan susdemandas, sostenidos sobre la base de un lenguaje moderno que lespermite hablar, entre otras cosas, de derechos, un tema relevante queabordar en la parte final de este artculo.

    En trminos de enunciacin estos textos se caracterizan porqueaparece un yo mapuche el del autor, al que se impone un nosotrosmapuche, que seala un deseo de representatividad con respecto a esecolectivo mayor que puede ser la sociedad mapuche, el pueblo ma-puche o la nacin mapuche, con un claro predominio de esta ltimadenominacin.16 Se trata de un nosotros problemtico frente a la diver-

    16 En el libro de Elicura Chihuailaf, Recado confidencial a los chilenos, de 1999, estenosotros transita por varios niveles: primero es el nosotros familiar, luego el de lacomunidad reduccional, que pasa al de ese colectivo mayor que es la nacin mapuchepara desbordarla luego hacia un nosotros indgenas latinoamericanos (nuestra genteen el continente, o los nuestros en Chiapas), y finalizar con un nosotros mundial,que integra a todos los pueblos indgenas del planeta (nuestra gente en Himalaya).

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    sidad actual de la poblacin mapuche y a su histrico faccionalismopoltico, a los que se impone como un esfuerzo de integracin simblica.Tambin son textos que exploran en la historia para abordar cuestionescontingentes, fijando una posicin mapuche y respaldando a las orga-nizaciones y comunidades en conflicto. De ah la coexistencia de tiemposhistricos en la narracin; por ejemplo, el de la larga duracin con el dela coyuntura poltica. La mayora son ensayos y artculos que siguen lasnormas disciplinarias (citas de autoridad y el respaldo de la informacin),base desde la que intentan desplazamientos para elaborar este lugarpropio. Ello se advierte de manera muy clara en el campo de la historia,donde abundan los intentos por construir una periodizacin mapuche,esfuerzo que cruza los trabajos del historiador Pablo Marimn.17

    En una mirada al conjunto de los textos reunidos, encontramos unprimer nivel de coincidencias donde se comparten premisas fundamen-tales, como la existencia de la nacin mapuche, de un modo de vidapropio y el derecho a la autonoma. Pero ello no significa que constitu-yan un campo de argumentacin coherente; de hecho, en temas comola nacin, la identidad, la historia y la relacin con el Estado chilenoencontramos un segundo nivel de disidencias, representadas en una gamade posiciones polticas que inicialmente se podran clasificar entre inte-gristas y otras ms dialogantes. En varias ocasiones esto es sealado direc-tamente por los autores, quienes polemizan desde sus trabajos con otrosintelectuales mapuches. El corpus desde el cual formulo estas hiptesisse encuentra conformado por textos producidos entre los aos 1993 y2003, la mayora de ellos con fecha posterior a los sucesos de Lumaco,comunidad de la IX regin, donde se inici el actual conflicto en octubrede 1997. Un total de 33 textos correspondientes a 18 autores, los que seencuentran en pginas web o en publicaciones impresas.18 Su lectura

    17 El sesgo disciplinario es la caracterstica ms sobresaliente de la produccinintelectual mapuche de este periodo, como lo constatan los investigadores mapuchesAriel Antillanca, Clorinda Cuminao y Csar Loncn en su genealoga de la escrituramapuche entre 1910 y 1999. Ello, a pesar de la relacin conflictiva que se da con lastradiciones de estas disciplinas (historia, etnohistoria, antropologa, arqueologa,sociologa, pedagoga, etctera). Un tema que abordo en Los intelectuales indgenasy la representacin. Una aproximacin a la escritura de Jos Ancn Jara y Silvia RiveraCusicanqui, en prensa.

    18 Varios de estos trabajos han sido publicados ms de una vez, a ellos hemosindicado la fecha ms reciente. Otro factor que complejiza un trabajo de este tipo,adems de la reedicin de los trabajos, es su constante produccin; por este motivo he

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    impone varias categoras de anlisis pero este trabajo se centrar en tresque me parecen fundamentales: identidad, nacin y territorio.

    1. El mundo mapuche

    El concepto de mundo mapuche es el ms utilizado por estos inte-lectuales para representar una cultura distinta que persiste dentro delEstado chileno. Partiendo de esta diferencia, se hace el retrato de unacultura compacta, de lmites definidos y visibles. Se la caracteriza por unejercicio de diferenciacin y oposicin, que puede ser con la culturachilena o ms ampliamente con la cultura occidental, antagonistas quetambin son claramente distinguibles y armnicos entre s, especialmenteen su afn de dominio sobre ese mundo mapuche.

    Estos textos se sostienen sobre una estructura de narracin en la quese distingue el par nosotros/ellos, en torno al cual giran argumentos querefuerzan una frontera cultural y geogrfica cuyo smbolo es el ro Bo-Bo. Esto configura relatos en los que se reproduce un tipo de divisinque ha marcado la historia de este pueblo, dejando su impronta en lamemoria; una frontera que contiene en s misma la tentacin deesencializar lo mapuche. Igual suerte corren sus antagonistas, tambindescritos a partir de rasgos culturales fijos que no permiten abordar ladiversidad que existe en su interior. Es lo que ocurre con la asociacinchileno-occidental, pues por lo general se habla de Estado chileno sindistingos (J. Marimn 1994), con la excepcin de Arauco Chihuailaf(2000a), quien trata de establecer la diferencia entre un Estado de tinte

    optado por hablar de corpus documental, concepto que asume el corte respecto deuna totalidad, pero que a la vez da cuenta de ella y que, en este caso, se hace indis-pensable por tratarse de un proceso histrico abierto, que implica un dinamismo enrelacin con la coyuntura poltica y con los autores, quienes pueden modificar susargumentos. Este corpus incluye documentos representativos de dos momentos quees necesario distinguir: el primero va desde la fundacin del Centro de Estudios yDocumentacin Mapuche Liwen (1989) hasta el ao anterior al inicio del actual conflictomapuche (1996). El segundo comprende desde ese estallido (1997) hasta el ao 2003,coyuntura en la cual se radicalizaron los argumentos en torno a la nacin mapuche ylas propuestas de liberacin de este pueblo, determinando un discurso ms confron-tacional en las organizaciones y en este tipo de intelectuales. No se incluyen losdocumentos producidos al calor de la Comisin de Verdad Histrica y Nuevo Trato,convocada por el presidente de la Repblica en 2001 como una forma de contenerel conflicto y reencauzar la discusin sobre los pueblos indgenas.

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    oligarca y la sociedad civil sobre la que ha gobernado.19 En la escriturade Marhiquewun esta frontera es la marca principal de una memoriaque se articula en torno al dolor de la derrota:

    [...] no quiero decir u oponerme a que los chilenos conmemoren a sushroes, ellos, al igual que nosotros, tienen todo el derecho del mundo dehacerlo, lo que s me molesta es que durante sus conmemoraciones nos in-volucren a nosotros, los mapuches, y nos exijan celebrar junto a ellos nuestraderrota, que nos recuerda el genocidio cometido durante la Pacificacinde la Araucana, que adems con ellos nos recuerdan nuestra condicin depueblo subyugado (Marhiquewun, 1998a).

    La tradicin es el tema que primero aparece cuando estos intelectualesdesarrollan el concepto de mundo mapuche, pues contendra en su es-tado ms genuino aquellas prcticas y lgicas culturales que justificanel trazado de esta lnea demarcatoria en el presente. Se habla as delidioma, los ritos, las creencias, la oralidad y de otra lgica poltica. Laescritura de los intelectuales mapuches trata de conectarse con esatradicin y de reflejarla; con esta finalidad se incorporan palabras enmapudungn y se rescatan conceptos y elementos que permitenestablecer oposiciones del tipo oralidad/escritura, horizontalidad/verticalidad, diversidad/homogeneidad, entre otras. Un ejemplo, entrevarios, es un trabajo de Marcos Valds (Wekull) y Eduardo Curn, dondeesta oposicin alcanza su cenit.

    En la cultura mapuche no existe la separacin entre el hombre y la natu-raleza, como existe en la modernidad, por mencionar de una manera simpleel problema. A los mapuche no slo nos distinguen los temas de fronterasinstitucionales, sino otros igualmente complejos, pero en el mbito de lacotidianeidad, por eso es tan difcil en el inconsciente colectivo mapucheentregar nacionalidad mapuche a un no mapuche, el tema no es institucio-nal, es en definitiva el carcter de mundos distintos, por lo mismo es unaeterna paradoja el ser mapuche y chileno al mismo tiempo (Valdsy Curn, 2000:171).

    19 Este autor subraya en el proceso de construccin del Estado chileno, el cualidentifica como un proyecto de sectores sociales especficos (la oligarqua prime-ramente), del que fueron excluidos no slo los mapuches, sino tambin los sectorespopulares. En otro artculo publicado en ese mismo ao retoma dichos argumentospara hacer un llamado al movimiento mapuche a debatir perspectivas factibles ydejar de lado las condenas globales.

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    La historia juega un papel central en este propsito de diferenciacin,pues permite la articulacin de una memoria profunda (aquella quetrasciende la memoria generacional) y de una identidad positiva en tornoa ella. El historiador Pablo Marimn es uno de los autores que establececon mayor lucidez esta relacin entre historia, identidad y presente. Enuna reflexin que logra articular la disciplina en que fue formado con sucompromiso poltico, sostiene que la historia provee identidad, y quepensar en el pasado es un ejercicio productivo (P. Marimn, 2003). Coneste fin se recurre al pasado, pero no a cualquier periodo, sino a aquelque permita enorgullecerse de pertenecer a ese mundo mapuche y proveadignidad a un pueblo cuyos miembros deben adquirir la conciencia deque no siempre fueron dominados.20 As, para Marimn el pasado es [...]como una gran ola marina que deja sus elementos para que con ellossigamos reinventando nuestro mundo (P. Marimn, 2003:25).

    En el ejercicio de su disciplina, Pablo Marimn propone la ela-boracin de una historia mapuche que tenga como consecuencia unareescritura de la historia (oficial) chilena. En Elementos de historia ma-puche (1996) ensaya esta reescritura a partir de dos ejes principales:el primero de ellos es un tipo de narracin desarrollada en primera per-sona, que permite al autor asumirse como parte involucrada, lo que alejaa Marimn y a la mayora de los intelectuales que estamos utilizando eseestilo objetivista (en tercera persona) considerado el ms apropiado paraesta disciplina y las dems ciencias sociales; el segundo es una propuestade periodizacin, que es la siguiente: I. Independencia poltica (desa-rrollo econmico y expansin territorial; poca de cambios; ocaso de lavida independiente), y II. Dominacin y dependencia (la historiacontempornea mapuche; movimiento mapuche y relaciones con elEstado; un nuevo componente social: el mapuche urbano). Con esta pe-riodizacin Marimn se instala en una posicin que le permite revertiraquella relacin que histricamente ha situado a los mapuches como unsujeto narrado por otros.

    20 Es interesante la coincidencia de esta reflexin con la de algunos pensadoresanticolonialistas del tercer mundo desarrollada entre los aos cincuenta y sesenta,para quienes la exploracin en el pasado de la no-opresin es un ejercicio que proveedignidad a los colonizados, al mismo tiempo que constituye la forma ms eficiente denegar la inferioridad inculcada por los colonizadores. Estoy pensando en intelectualescomo el poeta Aim Cesaire (Discurso sobre el colonialismo, 1950) y el psiquiatra FrantzFanon (Los condenados de la tierra, 1961), ambos de Martinica, colonia francesa en elCaribe.

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    En trminos de temporalidad, miradas como sta suelen esquivarel presente o desvalorizarlo polticamente por ser sinnimo de dominioy subyugacin. As, a la valoracin de aquel pasado en que la cultura eralibre y autntica se opone la inconformidad con un presente de relacinobligada con el Estado chileno. Dicha percepcin los lleva a tomar dis-tancia del movimiento mapuche que se desarroll a partir de 1910, y amirar con recelo las distintas estrategias de integracin que se plan-tearon las organizaciones de ese periodo. Un ejemplo de esta crticala encontramos en un artculo de Jos Marimn.

    Ser chileno represent, y an representa para algunos mapuche, insertarseen un marco civilizatorio visualizado como superior. Es por esta razn quelas primeras dcadas del presente siglo vieron emerger un discurso aduladorde las virtudes de la cultura dominante, as como de menosprecio de la cul-tura propia. Algunas organizaciones mapuche harn fervorosos llamados aluchar contra la poligamia, el alcoholismo, la ignorancia, la desventaja tc-nica, y a favor de la propiedad privada. Dios (cristiano), patria (Chile), yprogreso (paradigma capitalista), ser el lema de la Unin Araucana en1916 y de sus militantes deseosos de asimilarse (J. Marimn 1997).

    Desde esta perspectiva, toda relacin, todo cruce con la sociedadchilena forma parte de la historia de usurpacin que se abri a finalesdel siglo XIX, cuyo costo ms alto fue la prdida de su autonoma. Elcuestionamiento de Jos Marimn a las organizaciones de ese periodose repite para las actuales, que tienen en comn el haber surgido de larelacin con los partidos polticos que l denomina estado-nacionales,categora que no distingue entre izquierdas y derechas (J. Marimn,1995).21 En este argumento se sostiene la crtica que dirige al Consejode Todas las Tierras y a su lder Aucn Huilcamn, poniendo en dudala representatividad cultural de este ltimo por su origen ajeno al mun-do mapuche, en alusin a la pugna partidaria que lo erigi como lder.

    En esta memoria, el presente hablamos del siglo XX slo repre-senta usurpacin, una imagen que se retiene para identificar una relacin

    21 Una opinin que tambin recorre el trabajo de otros intelectuales mapuches,es la de Jorge Calbucura, uno de los intelectuales ms prestigiosos de la dis-pora, quien toma distancia de su participacin en la Unidad Popular a partir de ungiro poltico-culturalista que le da hoy la conviccin de que la nacin mapuche esun proyecto en s, que no se articula con otros (entrevista a Rocinante, ao III, nm. 15,enero de 2000).

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    final que completa el panorama, me refiero a aquella que establece lacontinuidad entre la historia y las reivindicaciones actuales. En esto radicala molestia despertada por las declaraciones del historiador SergioVillalobos a la prensa en mayo del 2000, pues ms que el racismo into-lerable de sus declaraciones, lo que hace la tesis de la desaparicin de losmapuches (va mestizaje) es romper esta relacin entre historia, derechosancestrales y los mapuches de hoy.

    En otro aspecto, la oposicin de mundos tiene consecuencia directaen el sujeto mapuche que se configura en estos textos, vinculado estre-chamente al conjunto de prcticas que componen la tradicin y a carac-tersticas que se consideran propias de los mapuches y de los pueblosindgenas en general. Esto redunda en descripciones esencialistas demapuches que, determinados por su cultura, se opondran al racismo,a la intolerancia, que seran protectores del medio ambiente, portado-res de un sistema de vida sustentable con ese entorno natural y respe-tuosos de la diversidad cultural. Aunque no todos los autores compartendescripciones tan idealizadas como la que hace Marhiquewun (1998b),estos elementos se encuentran presentes en todos los trabajos revisados,incluyendo a quienes se alejan ms de este tipo de posiciones, comoElicura Chihuailaf (1999), quien llega a sostener que los indgenas sonlos guardianes ms legtimos de la naturaleza.22

    Este sujeto mapuche y su cultura adquieren sentido y una real ma-terializacin en el territorio mapuche (actuales regiones VIII, IX y X). Estohace que fenmenos contemporneos como la migracin a las ciudadesno se articule de la mejor manera con una construccin identitaria quetiene a dicho territorio como uno de sus pilares, porque en sta se excluyeel espacio de la ciudad, especialmente si se trata de Santiago, que se ubicafuera del territorio histrico y simboliza el poder del Estado chileno. As,la migracin es interpretada como una consecuencia de la dominaciny como parte de la derrota, un desplazamiento que es sinnimo de pr-dida y de aculturacin, incluso en autores que postulan el carcterdinmico de las identidades. Una excepcin interesante es un trabajo deRamn Curivil, quien habla del mapuche urbano como otra forma de sermapuche, un estilo de vida distinto que para l es una opcin vlida, y

    22 Veo el extremo de este argumento en la respuesta de Marcos Valds (Wekull)(2000a) a Sergio Villalobos, una rplica tan lamentable como los juicios de valor a loscuales se opone, pues busca demostrar con cifras que los chilenos son ms alco-hlicos y homosexuales que los mapuches.

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    ms todava, que ser mapuche en la actualidad implica la modificacinde esa imagen tradicional y no pocas contradicciones.

    [...] ya no somos lo que fueron nuestros antepasados, sin embargo, no hemosroto con el pasado. Somos el presente. En nosotros se conjuga lo moderno ylo tradicional. Lo nuevo y lo antiguo. Somos un mapuche moderno: un pocoms secular pero creyente, un poco ms tradicional pero moderno, chilenoo argentino pero mapuche (Curivil, 2000:115).

    Acercamientos de este tipo son ms bien una excepcin, pues la regla esel predominio del sujeto que se indic anteriormente y que conspiracontra la percepcin de una sociedad mapuche diversa. Pocos autoresavanzan en este sentido, entre ellos el citado Ramn Curivil, a quien sedeben agregar Jos Ancn y Margarita Calfio con sus investigacionessobre los mapuches en Santiago. El trabajo de Ancn y Calfio (1999) esnotable pues llega a hablar de identidades mapuches, reconociendo enel mapuche urbano un componente distinto, lo que lleva a pluralizaraquello que en otros textos aparece como una identidad totalizadora. Otroejemplo lo encontramos nuevamente en Elicura Chihuailaf, quien se co-loca a s mismo como representante de esa diversidad, sin renunciar a laexistencia de una totalidad mapuche de la que se siente parte.

    Por eso, tengo la permanente impresin de que nunca me he alejado de mimundo, porque siempre estoy dialogando con l, con su memoria, aun en laa veces rara sensacin de nostalgia. Es aqu donde yo pertenezco. Pertenezcoal pueblo mapuche: soy una expresin de su diversidad (E. Chihuailaf,1999:25).

    Hay quienes declaran oponerse a las descripciones caricaturescas quedefinen desde afuera lo que es y no es mapuche. Es el reclamo de JosMarimn, quien critica el fundamentalismo de organizaciones como elConsejo de Todas las Tierras y de todos aquellos discursos que se sos-tienen sobre la distincin de cosmovisiones y la construccin de un sujetomapuche esencialmente ecolgico y comunitario. Sin embargo, no es unaposicin homologable a Chihuailaf, Curivil, Ancn y Calfio, porque sesustenta en argumentos que no se desplazan de quienes critica, sino alcontrario, profundizan todava ms en la construccin de un sujeto ma-puche ntegro y no interferido por la modernidad. As, para JosMarimn (1995), ese mapuche ecolgico y comunitario es una construc-

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    cin que responde a las demandas que hace la sociedad moderna a losgrupos indgenas, por lo tanto, es una imagen ajena a los mapuchesy su historia.23 En esto radicara, segn este autor, el gran equvoco delas organizaciones actuales, pues estaran demandando institucionesanlogas a las de la cultura dominante, convencidas de que tienen susreferentes en la cultura mapuche, como sera el caso de la educacin yla justicia (J. Marimn, 1995).

    Diferencias de este tipo son indicadoras de un nivel importante dedebate entre los intelectuales mapuches contemporneos. En este casose trata de una disputa en torno al sujeto mapuche, librada dentro deuna estructura narrativa comn que se sostiene sobre la diferenciacinde dos mundos, ejercicio que es llevado al extremo en algunos textos yque aparece ms flexible en otros.

    2. La nacin mapuche

    Los movimientos indgenas se autodenominan haciendo uso de unanomenclatura distinta a la de disciplinas como la antropologa o laetnohistoria, pues en lugar de etnias y grupos indgenas, ellos hablan depueblos o naciones para identificarse como colectivos histricos anterio-res a la conformacin de los Estados nacionales, pero que a la vez son con-temporneos a ellos. La palabra pueblo es actualmente la ms recurridapor los movimientos y organizaciones indgenas, a la que otorgan elsignificado poltico que le asigna el derecho internacional, donde se laasocia con territorio, autodeterminacin y soberana. ste es el sentidoque persiguen las organizaciones y lderes de la regin y es tambin elmeollo de la discusin en organismos internacionales como la ONU,que avanza tmidamente hacia este tipo de reconocimiento.

    Sin embargo, esta coincidencia en el nivel de las lites indgenas nosignifica que los conceptos de pueblo y nacin remitan a formas deautorrepresentacin similares o a estrategias polticas idnticas. Por elcontrario, la diversidad que existe tras la apropiacin de estas palabrasenriquece el fenmeno de la emergencia indgena (Bengoa, 2002). As,

    23 Refuta estas afirmaciones con citas de trabajos clsicos como los de Stuchliky Prez Rosales. Sobre la comunidad, la desestima por ser el centro de un sistemade dominacin que comenz con la anexin al Estado chileno.

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    se puede constatar con algunos ejemplos como el de Ecuador, pas enel que se habla de nacionalidades indgenas desde finales de los aossetenta, las que coexistiran dentro del Estado ecuatoriano, definidoentonces como un Estado multinacional (Barrera, 2001). El movimientoindgena mexicano representa otra variante donde predomina el con-cepto de pueblo (pueblo zapoteca, pueblo tzeltal, huave, tarahumara,etctera), pero sin renunciar al marco histrico y conceptual de la nacinmexicana, desde luego entendida como un espacio de convivencia entrelos pueblos que la componen (Zapata, 2003). En ambas situacionesse trastoca la definicin clsica de la nacin moderna.24

    En este contexto latinoamericano, el movimiento mapuche adquiererelevancia, pues pienso que constituye otra tendencia, cuya peculiari-dad se encuentra determinada por un contexto histrico particular: elproceso de construccin de la nacin chilena (oligarca, excluyente y deconsolidacin temprana) y la incorporacin tarda de los mapuches enella. Lo que predomina en los discursos de las organizaciones actuales(ms radicales que las primeras, como lo desarrollar posteriormente) yen la reflexin de los intelectuales, es la identificacin y autoafirmacinde una nacin mapuche diametralmente distinta a la nacin chilena,cuyo presente compartido sera una situacin anmala que debe serrevertida.

    Los textos que integran nuestro corpus son tajantes en esta repre-sentacin de la nacin mapuche, cuya existencia no es cuestionada enninguno de ellos. Tambin coinciden en que se trata de una continui-dad histrica independiente de la identidad nacional mapuche que hoycomienza a tener presencia pblica.25 En este ejercicio de autoafir-macin, la discusin se centra en los fundamentos histricos que per-miten hablar de una nacin mapuche y en su posible reconstruccin,dejando de lado la totalidad en la que se inserta: el Estado chileno (nose avanza ms all de las acusaciones). Me refiero con esto a que el debate

    24 Aquella que canoniz Ernest Renan en Qu es una nacin? (1882), ensayodonde reconoce que la nacin se funda sobre la heterogeneidad, pero que a la vezrepresenta su superacin.

    25 Marcos Valds (Wekull) polemiza con los trabajos de Rolf Foerster y Jorge IvnVergara, porque estos autores cuestionan esa continuidad con la tesis de que la iden-tidad nacional mapuche (que ellos llaman etnonacional para identificar su fundamen-to) es un fenmeno contemporneo, y que se articula principalmente en las lites di-rigenciales, pero que coexiste con una demanda tnica y otra campesina. La respuestade Valds (2000) consiste en afirmar la coexistencia en el tiempo de tales variantes.

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    en torno a la forma y destino del Estado-nacin chileno no es un temarelevante, desinters que se deriva del concepto de nacin que manejanestos autores y del que Pablo Marimn arroja algunas luces.

    Qu fue lo que destruyeron los emergentes Estados de Chile y Argentina?Descontinuaron la historia de una nacin libre e independiente. Para algu-nos, especialmente comprometidos con las responsabilidades y los destinosdel Estado-nacin, el trmino nacin es un concepto que no nos corres-ponde, pues asocian (y as ensearon a mi generacin en las escuelas bajo ladictadura militar) que nacin y Estado son sinnimos, aspectos indisolublesde una misma materia. Pero ser nacin es contar con creencias particulares,sistemas comunicacionales y simblicos, historias comunes, territorios, orga-nizacin sociopoltica, por ltimo, sentirse parte de algo comn que daidentidad propia frente a otros grupos humanos (P. Marimn, 2003:14).

    Siguiendo a Marimn, los fundamentos que permiten a los mapucheshablar de una nacin distinta a la que se han visto obligados a vivir seranla existencia de una comunidad histrica anterior al Estado chileno, cuyadinmica cultural la ha llevado a prescindir de este marco de organizacinpoltica. Una comunidad que posee un territorio, una lengua, una sim-blica y una identidad propia, lazos primordiales que la definen y que loslleva a volcar la mirada hacia aquel pasado donde exista la nacin librepara tratar de reconstituir sus condiciones de existencia.

    Lo que tenemos aqu es un concepto de nacin fundamentado enlazos de cohesin premodernos, que se sostiene sobre el particularismoy la esencia de la cultura, derivando finalmente en una concepcin uni-taria (un pueblo, una cultura, un territorio, una nacin).26 Esto determina

    26 Grnor Rojo habla de tres modalidades histricas de nacin: premoderna,moderna y postmoderna, lo que no significa necesariamente una secuencia cronol-gica. La primera estara dada por lazos naturales que fijan su permanencia mientrasestos lazos existan (lengua, parentesco, religin, costumbres); por lo tanto, una nacinimposible de ser modificada. En la segunda predominara una relacin contractual, elcontrato moderno (idealmente voluntario) y la tercera, basada en el cuestionamientode toda nocin de identidad, y por ende de la identidad nacional, sin distinguir entreuna esencial u otra pactada (Grnor Rojo, Globalizacin e identidades nacionales: precisandoconceptos, 2004, indito). A esta descripcin quisiera acotar una relacin que no me parecemenor, pues la crtica postmoderna, en su condena a la modernidad y a la identidadnacional (insisto, sin importar qu tipo de identidad nacional) celebran la expresin de ladiferencia, nuevamente sin distingos entre una diferencia absolutizada e integrista(la que puede derivar en limpiezas tnicas como la que se practic en la ex Yugoslavia),

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    esa conexin dbil con la nacin chilena, distancia que no es caprichosasino el producto de una historia en la que el Estado chileno oper conprcticas de invasin y polticas excluyentes que tienen pocos similaresen Amrica. Esta historia de separacin se refleja en la construccin deuna identidad chilena de espaldas a la poblacin indgena y en la creacinde una ideologa para justificarla (Pinto, 2000).

    La produccin escrita de los intelectuales mapuche explora en estadistancia y la profundiza, no hay en ella lamentaciones por su exclusinde la nacin chilena sino por tener que formar parte de ella.27 As se des-cribe en la incipiente historia nacional mapuche, que aparece a retazosen estos textos, en la que se habla de conquista, invasin, colonizaciny ocupacin (el territorio mapuche, o wall mapu, sera en la actualidadun territorio ocupado). Ello se asume como una situacin transitoria, quealimentan un proyecto de reconstruccin que en sus adherentes ms en-tusiastas aparece como liberacin nacional, deseo que se expresa en unanarrativa pica, que ensalza las particularidades de la patria, que hablade gestas militares, hroes e incluso de ejrcito nacional mapuche, comoocurre con la escritura de Marhiquewun, en una narracin muy prximaa las versiones militares de la identidad nacional.

    El pueblo mapuche tiene sus propios hroes y heronas, sus banderas y supropia fecha de independencia que celebrar, anterior a la creacin de losestados de Chile y Argentina. En efecto, Espaa reconoci la independenciade la nacin Mapuche el 6 de enero de 1641 en el tratado de Killin oQuillin, fijndose como frontera, entre las dos naciones, el ro Bo-Bo.

    [...]

    Sin embargo, tenemos que reconocer que nuestra independencia no fue unregalo cado del cielo, ni un mero accidente histrico, sino el esfuerzo y ladeterminacin de nuestro glorioso pueblo Mapuche y sus fuerzas armadas ano aceptar la esclavitud y servidumbre que le ofrecan los colonialistaseuropeos y ms tarde sus descendientes.

    o aquella que contribuye a fomentar espacios pblicos ms democrticos. As, laposmodernidad aparece asociada a la premodernidad, favoreciendo particularismosque se sostienen sobre un concepto excluyente de la diferencia.

    27 Al revs de lo que ocurre con los documentos que producen las organizacionesindgenas en Mxico, donde la conexin emotiva con la nacin mexicana es uno desus rasgos ms sobresalientes (Zapata, 2003a y b; 2004).

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    [...]

    A pesar del genocidio de fines del siglo XIX, el lavado cerebral para borrarla memoria colectiva, y la manipulacin de nuestros hechos histricos, nopudieron ni podrn empaar la memoria y la gesta de nuestros hroes y hoy,no obstante de nuestra situacin de pueblo oprimido, miramos con orgulloy alteza nuestro pasado glorioso de epopeyas y victorias, nica en la historiauniversal, gracias a este pueblo de hroes, podemos reclamar el puesto quenos corresponde dentro de las naciones libres del mundo y notificarles confirmeza y modestia, que fuimos la primera nacin independiente del conti-nente Americano y la ltima en ser conquistada militarmente (Marhikewun,2000b).

    No es frecuente encontrar este nivel de patriotismo en el abanico de po-siciones que aparece representado en este corpus, pero s se puede afirmarque predominan las definiciones integristas. Por ejemplo, Jos Marimnsostiene que la nacin mapuche pertenece slo a los mapuches, afirma-cin que condiciona el debate de la cuestin indgena en Chile y el tipode respaldo que puedan recibir de la sociedad civil. En referencia aalgunas manifestaciones de apoyo al movimiento por parte de algunosintelectuales no indgenas, sostiene:

    En rigor, la nacin mapuche no es nuestra en el sentido de pertenencia alos chilenos. La nacin mapuche pertenece a s misma y se encuentraoprimida y colonizada al interior de Chile. De esto los amigos del pueblomapuche deben tomar clara conciencia, para transformar su solidaridad enuna ayuda cierta al proceso de liberacin nacional de un pueblo oprimido ycolonizado. Proceso que parece estar tomando la forma de una demanda porautonoma o autodeterminacin interna en el caso mapuche (J. Marimn,2000).

    Esta demanda por autonoma es central en el proyecto de liberacinnacional, y tal vez la principal contribucin de los intelectuales mapuchessea fundamentarla desde las distintas reas del conocimiento donde hoyse desempean, pero a pesar de esta necesidad, es uno de los temas msnebulosos de esta produccin escrita.28 Las definiciones son vagas y se

    28 Los autores reconocen la falta de consenso acerca del tema de la autonomay la necesidad de aunar criterios. Las discrepancias se concentran, sobre todo, en elterritorio que los mapuches deben reivindicar y en la relacin que se debe establecercon el Estado chileno.

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    avanza muy poco en propuestas de instrumentacin. Sin embargo, el tintenacionalista de esta escritura hace pensar que la frmula general de unsistema de autonoma como ciertas prerrogativas dentro del Estado chile-no no sera suficiente. Un nudo problemtico, a nuestro juicio, es que seaprecian desajustes entre tales planteamientos de autonoma y el conceptode nacin mapuche que paralelamente se afirma. Es as como encon-tramos textos en los que la narrativa nacionalista ms encendida parecemoderarse y seguir tendencias internacionales sobre la materia; de hecho,se est pensando en modelos polticos de multiculturalismo, tales comoEspaa, Canad, Australia, Inglaterra, Nueva Zelandia, e incluso EstadosUnidos (Jos Marimn y R. Marhiquewun, entre otros), tipos de orga-nizacin que, desde luego, son distintos al Estado unitario que predominaen Amrica Latina, pero que estn lejos del lenguaje radical que mane-jan estos intelectuales cuando se pronuncian sobre la distancia que separaa la nacin mapuche de la nacin chilena. De otro lado tenemos unaposicin que se refiere a la autonoma en trminos de soberana, desesti-mando el papel del Estado, pues se tratara de un problema mapucheque no debe ser sometido a negociacin. As lo piensa Marcos Valds(Wekull), para quien la autonoma no puede ser reducida a una demandadirigida al Estado, sino que debe ser planteada como una construccinde poder (empoderamiento lo llama) capaz de enfrentar a las nuevasestrategias asimilacionistas (Valds, 2000b).

    Este sentimiento nacionalista es el marco que permite entender laeleccin y el uso recurrente de la palabra dispora, utilizada para inter-pretar la migracin hacia los centros urbanos. As, dispora conceptoacuado por Pedro Marimn a principios de los aos noventa refierea un momento doloroso en la historia de la nacin mapuche: la salidadel territorio histrico, por mltiples factores econmicos y sociales pro-ducto de su posicin subordinada en la nacin chilena. Pero ms que eso,es una palabra con la fuerza necesaria para representar a un pueblo dis-gregado, que deambula por territorio ajeno, de ah que algunos se atrevana establecer el paralelo con Israel, smbolo de los pueblos errantes (Ancny Calfio, 1999). Los mltiples fenmenos sociales y culturales que re-presenta un movimiento migratorio de esta envergadura son relegadosa un segundo plano frente al significado que tiene para la nacin ma-puche: un desgajamiento poblacional, en palabras de Pablo Marimn(1996).

    A pesar de compartir los rasgos centrales de esta identidad nacionalmapuche, Arauco Chihuailaf parece plantearse otros problemas,

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    empujando su reflexin hacia esa totalidad en que la nacin mapuchese encuentra inserta: el Estado chileno.

    La idea de pas unitario, sostenido por las lites, ha omitido ms quesecularmente la pluralidad de culturas y de identidades. Hoy cabra inte-rrogarse seriamente acerca de la viabilidad de tal concepcin de la nacin,no como cuestionamiento de la integridad del pas sino como bsqueda deun proyecto colectivo que asentndose en la diversidad de realidades, permi-ta al Chile que viene fundarse en la participacin de todos sus compo-nentes a partir de lo que le es propio. Tanto ms cuanto se reconoce queuna sociedad pluricultural y pluritnica no atenta contra la unidad nacio-nal, ni en sus aspectos polticos, ni sociales (A. Chihuailaf, 2002).

    Esta crtica de Arauco Chihuailaf al carcter unitario del Estado chilenotiene como trasfondo un concepto de nacin que no est fundado en elparticularismo como razn de ser y de destino, perspectiva que representaun desafo tanto para quienes postulan definiciones integristas de lanacin chilena como para los intelectuales y organizaciones mapuches,cuyas posiciones nacionalistas se sostienen sobre la absolutizacin dela diferencia. Pero ms all de estas excepciones, lo que predomina es ladistincin tajante entre nacin mapuche y nacin chilena. Adelan-tndome a las conclusiones de este trabajo, lo que considero problemticoes que no slo se identifica un pasado distinto sino un futuro igualmenteseparado, pues no se avizora en estas reflexiones un horizonte compar-tido, y no estoy hablando de una integracin de viejo cuo, sino de algoms complejo: de un espacio de convergencia. Sin embargo, entiendo laformulacin de planteamientos nacionalistas entre estos intelectuales yalgunas organizaciones como el eslabn ms contemporneo de unconflicto que hunde sus races en la conquista espaola, el que recrudecien la dcada de 1880 con la campaa militar que emprendi el Estadochileno en la Araucana, recordada como la etapa ms violenta de estarelacin desigual, de acuerdo con los textos que aqu se han analizado.As, la imaginacin o recomposicin de la comunidad y la reivindicacinde aquel pasado negado por el Estado nacional a travs de institucionescomo la escuela y el cuartel, aparece como una etapa relevante en laresistencia hacia una hegemona que tiene su gnesis en el hecho colo-nial, como lo record el crtico palestino Edward W. Said, reconocimien-to que no le impidi advertir acerca de los riesgos del nativismo y sunegacin de la pluralidad humana. Como se ver en el prximo

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    apartado, el proyecto de reconstruccin nacional mapuche, en la voz deestos intelectuales, tiene que ver con la recuperacin de dos componentesfundamentales: poblacin y territorio.29

    3. Territorio: el pas mapuche

    La cuestin de la tierra y la memoria del despojo son una continuidaden el movimiento mapuche a lo largo del siglo XX, pero en la actualidad,la formulacin de este problema se ha desplazado junto con los discursosde las organizaciones. Su relacin con el concepto de nacin lo ha po-litizado ms all de posibles recuperaciones, siendo la palabra territorioel centro neurlgico de un nacionalismo mapuche que alcanza su puntoms alto en la escritura de sus intelectuales. En palabras de Marcos Valds(Wekull), la memoria y la identidad mapuche slo tienen sentido en estaterritorialidad, la cual se erige como uno de los principales lazos de cohe-sin para una nacin segmentada en lo poltico: Los mapuche compar-timos una memoria histrica comn y tambin una identidad culturalcomn, pero estos elementos tienen sentido si y slo si son interpretadosterritorialmente [...] (Valds, 2000a).

    El desplazamiento de la demanda de tierras a territorio es indi-cador de este cambio conceptual y poltico, pues el territorio arrebatadoconstituye para estos intelectuales la base material sobre la cual se recreala nacin mapuche: su cultura, ritualidad, organizacin social, ademsde la dimensin econmica que posee. Es un discurso que se ha radica-lizado durante el transcurso de los aos noventa, ampliando la distanciacon el tipo de reconocimiento que contempla la Ley Indgena (1993)y que en algn momento respaldaron, pues se trata de un instrumentolegal que al hablar de tierras indgenas reduce el tema a la cuestineconmica y la organizacin mapuche a los lmites de la comunidad, muylejos del pueblo y la nacin que los lderes, las organizaciones, y sobre todolos intelectuales, reivindican.

    29 Said postula que la nacin es un paso necesario, pero al mismo tiempo insuficien-te, para la concrecin de un proyecto que busca construir un nuevo universalismoy un nuevo humanismo, capaz de reconocer la heterogeneidad y las diferencias,utopa que rescat de Fanon en su ltima etapa (el de Los condenados de la tierra), y queanim su proyecto de buscar formas de pensar la diferencia que se alejen de la otre-dad reduccionista y caricaturesca. Said (1996:captulo III Resistencia y oposicin,pp. 299-434).

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    Para estos ltimos, el territorio es el pilar de un proyecto de recons-truccin nacional con el que alcanzan un grado de radicalidad mayoral de las organizaciones.30 A stas se las acusa de una lectura equivocadadel tema, cuya consecuencia sera el diseo de estrategias igualmenteerradas. Para los intelectuales, el anlisis restringido de las organizacioneshabra redundado en una demanda insuficiente, limitada slo a las tierrasreduccionales, aquellas que distribuy el Estado chileno entre 1884 y 1927con su poltica de radicacin (Pinto, 2000).

    [...] es bastante notable hacer ver un dato frecuentemente soslayado porgran parte de los activistas Mapuche contemporneos, integrantes del mo-vimiento formal que mencionbamos: las actuales comunidades Mapu-che (o ms bien lo que queda de ellas) en sus lmites geogrficos, talcual afirmamos ms atrs, no son otra cosa que los residuos del antiguo PasMapuche. Entonces, las actuales demandas, en su plena legitimidad, sonslo inaugurales a la hora de empezar siquiera a interrogarnos acerca de laidea de un Territorio Mapuche posible (Ancn y Calfio, 1999).

    En la perspectiva de estos intelectuales, el manejo de una visin histricaque considere aquella poca en que la nacin mapuche era libre, condu-ce inevitablemente a la identificacin de un territorio ms amplio y con-tinuo que ellos denominan territorio histrico. Por lo tanto, reclamarnicamente las tierras reduccionales significara legitimar un sistema dedominio y aceptar el cercenamiento de la nacin mapuche.

    Este territorio histrico tambin es sealado con otro conceptorecurrente: el pas mapuche, cuyos lmites geogrficos no estn bienprecisados. Jos Ancn y Margarita Calfio son los autores que ms pro-fundizan en el problema de su superficie, respaldando sus afirmacionescon las crnicas de viajeros del siglo XIX, en las que se haca mencin aun vasto territorio indgena:

    Sin perjuicio de que se pudiera entrar en una amplia, y por lo demsnecesaria polmica acerca de las delimitaciones y configuracin ms o menos

    30 Me refiero a aquellas que manejan una posicin confrontacional con el Estadochileno, como el Consejo de Todas las Tierras, Identidad Lafquenche y la Coordi-nadora Arauco Malleco, cuyos discursos tambin giran en torno a la nacin mapuchey la autonoma.

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    exacta del antiguo territorio Mapuche, de los textos citados, podemos porahora, extraer un par de observaciones importantes a nuestros fines espe-cficos. Haciendo abstraccin del dato clave del carcter binacional de aquelespacio; en lo que respecta a la Araucana actualmente chilena, al momentode ser ocupada militarmente, a grandes rasgos comprenda de norte a sur,las tierras situadas entre las actuales provincias de Bo-Bo y Llanquihue.31

    El problema actual para el movimiento mapuche consiste en que esteterritorio no slo ha sido reducido y enajenado, sino ocupado; un pasinvadido, en palabras de Marhiquewun, interpretacin que contiene laposibilidad de su recuperacin. Ancn y Calfio van ms all: el pasmapuche tiene fundamento histrico y debe estar en el horizonte inme-diato de las movilizaciones.

    La asociacin entre nacin y pas mapuche, es decir, entre la comu-nidad histrica y su territorio, es indisoluble. En el caso especfico de JosAncn, Margarita Calfio, Jos Marimn y R. Marhiquewun, esta aso-ciacin se propone como un tema que debe ser debatido por las orga-nizaciones, cuya obligacin es hacerse cargo del problema nacional queinvolucra. A partir de este anlisis, se estima que la reivindicacin de las500 000 ha de los Ttulos de Merced slo pueden constituir un puntode partida en la lucha por el territorio.

    La migracin es uno de los mayores obstculos para la concrecin deeste proyecto. Aqu es donde el concepto de dispora adquiere mayorsignificado, pues no slo refiere al hecho de la fuga obligada sino a la po-sibilidad del retorno. Esto demuestra la conciencia que existe en tornoa la variable demogrfica como el eje fundamental de cualquier sistemade autonoma, por tmido que sea su planteamiento, y ms todava si seatiende al sentido nacional con que aparece en estos textos. Se hablaentonces de repoblar el pas mapuche.

    Quienes se pronuncian ms abiertamente acerca de este retorno sonnuevamente Ancn y Calfio, en cuyo trabajo quedan ms claros losalcances de este proyecto. Para ellos, el problema no es la vida urbana ens, sino el hecho de tener que vivir fuera de los lmites del pas mapuche,entendido como el lugar natural de pertenencia. Un anlisis que otorgadistinto estatus a la migracin urbana, pues no sera lo mismo vivir enTemuco que vivir en Santiago (de hecho, se postula a Temuco como la

    31 A esta descripcin habra que agregar territorios que actualmente pertenecena Argentina.

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    capital del pas mapuche), de ah lo problemtico que resulta la migracinhacia Santiago y el peso que ha tenido este destino en el movimientomigratorio.

    Pero pas mapuche tambin es un espacio oscuro en estos textos (notodos lo reflexionan con la profundidad de Ancn y Calfio), pues no serepara en las posibles consecuencias o en cmo visualizan la instru-mentacin de este proyecto: se est hablando de un territorio habitadoslo por mapuches? Si no es as, se est pensando en algn tipo de con-vivencia?, de qu tipo?, qu ocurrira con la organizacin municipal?Jos Marimn se pronuncia en lo tocante a aprehensiones de este tipo,advirtiendo que, en ningn caso se est pretendiendo la limpieza tnicasino un nuevo pluralismo (Marimn, 2002), intencin que no resuelvetodas las dudas que despierta un planteamiento de este tipo y que sonde orden tanto prctico como poltico.

    REFLEXIONES FINALES:PARTICULARISMO VERSUS UNIVERSALISMO?

    Los textos analizados a partir de los ejes temticos de identidad, naciny territorio constituyen un conjunto en el que ha sido posible encontrarun nivel importante de coincidencias. A su vez, existen tensiones msprofundas entre los discursos que los habitan, cuya consideracinenriquece el acercamiento al corpus delimitado para los fines de estetrabajo. Me centrar principalmente en las de tipo terico que se da entreel discurso de lo particular (la cultura mapuche) y el discurso de los valo-res universales que aparece en menor medida. Me refiero a un nudoproblemtico que en ocasiones se muestra sin conflicto aparente, lle-gndose a establecer incluso una continuidad poltica (no as terica) entreambos tipos de discursos. Un ejemplo es el que proporciona Jos Mari-mn, quien en uno de sus ensayos ms recientes desarrolla un argumen-to en el que relaciona a la nacin mapuche y su demanda de autonomacon principios universales tales como la justicia y los derechos humanos:las ideas de autonoma, que representan un patrimonio universal detolerancia y de respeto a los derechos humanos (Marimn, 2002).

    Al identificar este conflicto, no quiero decir que estemos frente a temasirreconciliables, sino que el problema de su compatibilidad aparece

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    cuando el discurso de la diferencia se ha radicalizado de manera talque se termina excluyendo, velada o abiertamente, esta dimensin uni-versal. Ello se hace patente cuando algunos de dichos autores entran enconfrontacin directa con lo que denominan modernidad, occidentecristiano y eurocentrismo. Por ejemplo, Marcos Valds, en su objetivo deapartarse de la cultura occidental, llega a calificar de eufemismos losprincipios invocados por Marimn (justicia, tolerancia y derechos hu-manos), asumiendo su quehacer intelectual y el de los intelectualesmapuches en general como una forma de superacin de este en-tramado ideolgico. Una forma de ilustrar esta tensin es que en esemismo texto de Valds se recurre al concepto moderno de derechos pararespaldar los reclamos de territorio y autonoma (Valds, 2000a).

    Esto tambin se manifiesta en el plano de la identidad, entre aquellaparticular como mapuche y otra general en tanto ser humano. Deah el reto poltico que representa la lnea de Elicura Chihuailaf, quienbusca articular ambas dimensiones al defender la importancia de losderechos individuales (cvicos), otorgndoles un valor similar al delos derechos colectivos (culturales) que los intelectuales indgenas recla-man con mayor fuerza (Chihuailaf, 1999:207). Desafos de este tipo sonel reflejo de una poca que en su crtica a la modernidad clsica nologra encontrar el equilibrio al ubicarse en el extremo del particularismo.

    En relacin con lo anterior, esta escritura tambin est marcada porotro signo de poca: la reduccin de la modernidad a su dimensineconmico-instrumental, concebida como un aparato coherente en susprincipios ideolgicos y en sus prcticas de dominio; una crtica en la quese termina por identificar fenmenos que aunque se encuentran rela-cionados no tienen por qu ser lo mismo, como ocurre con la asociacinque se establece entre modernidad y eurocentrismo. Operaciones concep-tuales de este tipo estn presentes sobre todo en aquellos trabajos queabordan directamente estos temas, como los ya citados de Marcos