C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

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JUAN CALVINO

SU VIDA Y SU OBRA

Por. G. H. IRWIN

Casa Unida de Publicaciones, S.A.

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Primera Edición en Inglés, 1909.

Primera edición mexicana, 1947.

Segunda edición mexicana, 1981

Versión castellana de

CARLOS ARAUJO GARCÍA

1947 CASA UNIDA DE PUBLICACIONES, S.A.

Todos los Derechos Reservados.

Queda hecho el depósito que marca la Ley.

Reproducciones de este libro solamente

con permiso autorizado.

Publicado por Casa Unida de Publicaciones, S. A.

Apartado Postal 97 Bis

Mélico 1, D. F. ISBN 968-7011-00-9

HECHO EN MÉXICO

Casa Unida de Publicaciones, S.A.

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JUAN CALVINO

por un autor desconocido, tal cual era

antes de su llegada a Ginebra.

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CAPÍTULO I

EL MUNDO EN QUE NACIÓ CALVINO

Al final del siglo XV se abren muchas páginas nuevas en la

historia del progreso del mundo. El mundo mismo se había

ensanchado repetidamente. El descubrimiento de América por

Cristóbal Colón, en 1492, no sólo había dado nuevas visiones

de aventuras y descubrimientos. El año de 1497 fue señalado

por los nuevos descubrimientos de Cabot en la América del

Norte y por el viaje de Vasco de Gama, que dobló por

primera vez el Cabo de Buena Esperanza, poniendo a Europa

en contacto con todo el misterio y la riqueza de la India.

La imprenta, inventada por Gutenberg en Alemania, había

sido introducida en Inglaterra en 1476 por William Caxton, y

establecida en la Sorbona de París por Luis XI. Viniendo así,

después de la toma de Constantinopla por los turcos y de la

caída del Imperio Bizantino, ayudó a la difusión de la

literatura griega y latina por toda Europa y contribuyó al gran

despertamiento del pensamiento europeo.

El poder político se trasladaba también de las naciones

orientales de Europa a las occidentales. Venecia, Florencia,

Genova, veían desvanecerse gradualmente su vasta influencia.

España, Francia e Inglaterra se habían hecho grandes naciones.

Por aquella época al menos, los Estados republicanos, tanto

del Norte como del Sur, cedían el paso a los monárquicos.

Sólo un poder parecía permanecer inconmovible en medio

de los cambios que se realizaban a su alrededor. Alta sobre

todas las monarquías, dirigiéndolas y dominándolas a todas,

estaba "la cátedra de San Pedro". Pero empezaba ya a

manifestar síntomas de serio quebranto. En los comienzos del

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siglo XIV el mundo había presenciado el extraño espectáculo

de dos Papas rivales, uno con residencia en Avig-non y otro

en Roma, y un poco más tarde hubo un tercero, el aragonés

Pedro de Luna, con el nombre de Benedicto XIII. En 1489 un

Concilio de la Iglesia celebrado en Florencia anuló las actas

del Concilio reunido en Basilea dos años antes, y anatematizó

a los Padres que habian tomado parte en él. Al terminar el

siglo, la silla papal estaba ocupada por Alejandro VI, más

conocido por su nombre de Rodrigo Borgia, cuya infame vida

llevó al Papado a su más profundo abismo de degradación.

Contra las corrupciones de la Iglesia se habian hecho ya

muchas protestas. La cruzada en favor de una fe más pura y de

una vida más sencilla, comenzada por Wycliffe en Inglaterra,

había sido continuada en el Continente europeo

principalmente por dos hombres: Juan Hns y Jerónimo Sa-

vonarola. Hus, profesor de la Universidad de Praga, era

también predicador de una de las iglesias de la capital.

Denunció los vicios en que vivía gran pane del clero y

recomendó las enseñanzas de Wycliffe. En 1415 fue citado

para presentarse ante el Concilio de Constanza. Confiado en

el salvoconducto que le había dado d emperador Segismundo,

compareció en Constanza para defender su docnina. Pero el

salvoconducto fue violado. Hus fue echado en una prisión, y

poco después condenado como hereje y quemado vivo, siendo

arrojadas sus cenizas al Rin.

Savonarola, monje dominico, llegó a ser d predicador más

elocuente de Florencia. Alcanzó la rarísima distinción, una

distinción que también Calvino obtuvo, de producir con su

predicación una completa reforma de las costumbres de la

ciudad que fue escena de sus trabajos. Su influencia en el arte y

en la literatura ha sido permanente. Cuando Miguel Ángel

pintaba en la Capilla Sixtina del Vaticano su famoso cuadro

del Juicio Final, se inspiró, en gran parte, en la lectura de los

sermones de Savonarola.

Savonarola, tuvo la misma suerte que Juan Hus. El

también atacó sin vacilaciones ni reticencias las corrupciones

de la Iglesia. El 23 de Mayo de 1498 fue ahorcado y quemado,

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y sus cenizas, arrojadas al Amo. Una losa en la acera que da

frente al Palazzo Vecchio, de Florencia, señala el sitio en que

sufrió el martirio, y todos los años, en la fecha del aniversario,

los florentinos cubren de flores la losa en homenaje a su

memoria. Acerca de él y de su relación con la Iglesia de Roma

dice Potter, escritor belga, católico romano: "He aquí un

monje, condenado como hereje por la Inquisición, quemado

por orden de uno de los Papas más infames que han ocupado

la cátedra de San Pedro, tácitamente canonizado por otro

Papa (Benedicto XVI) adorado por una santa (Santa Catalina

de Ricci), y por un virtuoso obispo (Scipio de Ricci) y

vilipendiado por otros monjes?. (Vie de Scipion de Ricci, II

página 257).

De este modo habían sido ahogadas, ai parecer, en llamas

las protestas de reformadores como Hus y Savonarola. La

Iglesia de Roma había usado la espada y el fuego para acabar

en todas partes con el pensamiento independiente y la acción

libre. Bohemia, cuyo pueblo había simpatizado en su mayor

parte con Hus, fue empapada en sangre. En Inglaterra, los

discípulos de Wycliffe sufrieron, durante el reinado de

Enrique IV, prisiones y muerte.

Al comenzar el siglo XVI murió el Papa Alejandro VI. Su

sucesor, Pío III, no vivió más que un mes después de su

elevación al Pontificado, y fue seguido por Julio II. Este Papa

fue un guerrero. Atacó sucesivamente a los venecianos y a los

franceses. Victorioso sobre los venecianos, no fue tan

afortunado con Luis XII, de Francia, el cual llevó la guerra a

Italia. El Rey de Francia, no sólo obtuvo allí victorias en el

campo de batalla, sino que ganó para su causa a varios de los

Cardenales romanos. Bajo los auspicios de éstos se celebró en

1511, un Concilio, que declaró en suspenso la autoridad del

Papa y se pronunció a favor de una reforma de los abusos

introducidos en la Iglesia. Luis XII este Decreto por toda

Francia. Todo ello ayudó a todavía más el poder de la Santa

Sede.

Poco después murió Julio II, sucediéndole el Papa León X.

de la familia de los Mediéis. Uno de sus primeros esfuerzos se

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encaminó a restablecer la quebrantada influencia del Papado

en Francia. En 1516 concluyó, con Francisco I, de Francia, un

concordato, por el cual quedó abolida la Pragmática sanción.

Esto significaba la demolición de uno de los más fuertes

baluartes de la Iglesia francesa contra las agresiones y tiranía

de Roma, las famosas libertades galicanas. La Pragmática

sanción había proclamado las libertades de la Iglesia francesa,

fundándolas en les decretos del Concilio de Basilea (1433-

14371. que habían sido incorporados por Carlos VII a las leyes

del Estado, a pesar dr que la Corte de Roma había siempre

protestado contra ellos. Pero el nuevo Concordato declaró la

superioridad de los Papas sobre los Concilios y restauró al

Papado los annates, o sea las rentas del primer año de los

beneficios eclesiásticos vacantes. Debe recordarse, en honor

del Parlamento y de la Universidad de París, que ambas

corporaciones protestaron contra tal violación de las

libertades del pueblo francés, con eran indignación del Rey.

Tal era el estado de las cosas en Francia cuando Calvino era

muchacho. No tenía más que ocho años cuando Luitero, a la

sazón un hombre de treinta y cuatro años, clavaba sus famosas

tesis en la puerta de la Iglesia del Castillo de Wittenberg.

Cuando Calvino tenía diecisiete años, se publicaba por

primera vez la versión inglesa del Nuevo Testamento de

Tyndale, en Amberes.

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CAPÍTULO II

INFANCIA Y JUVENTUD DE CALVINO

Juan Galvino nació el 10 de julio de 1509, en la ciudad de

Noyon, Picardía, ahora departamento del Oise. Sus

ascendientes, los Calvino, habían sido una familia de

barqueros en el río Oise, en Pont l' Eveque, cerca de Noyon.

Su padre fue a vivir a Noyon, y allí en una casa, parte de la

cual es ahora el Hotel Francia, nació Calvino.

Su padre, Gerardo Calvino, era notario apostólico,

procurador fiscal del condado, escribano del tribunal

eclesiástico y secretario diocesano. Era consejero del clero y

de la nobleza. Admitido como burgués en 1497, se casó con

Jeanne le Franc, hija de un burgués de la ciudad. Eran, pues,

gentes de posición acomodada.

Gerardo Galvino era hombre de espíritu independiente y

anticlerical. El 5 de agosto de 1524 lo encontramos presen-

tándose ante el Cabildo y demandando de los canónigos la

razón de un encarcelamiento que consideraba ilegal.

De muchacho, Juan Calvino demostró poseer una

memoria retentiva y una inteligencia despierta. Beza nos dice

que aprendió las primeras letras con los hijos de la familia

Montmor, una de las primeras en el condado por su alcurnia e

influencia. Esta familia puede decirse que adoptó a Calvino,

aunque el padre del muchacho pagaba por su mantenimiento.

Calvino dedicó más tarde su primera obra, el Comentario

Séneca, a la abadesa Hangest (Montmor), de Saint-Eloi. con

quien había estudiado. "Educado —dice— cuando era

muchacho, en vuestra casa; consagrado a los mismos estudios

que vos, la primera instrucción que recibí la obtuve de la vida

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y trato de vuestra nobilísima familia." "Este acontecimiento —

dice Doumergue— tuvo una gran importancia en la vida de

Calvino. Dios lo estaba preparando así para desempeñar

dignamente su papel en la sociedad de los grandes, de los

príncipes y de los reyes".

En 1521, Juan Calvino, que tenía a la sazón doce años,

recibió un beneficio o beca del Cabildo de la Catedral.

En 1523 fue con los jóvenes de la familia Montmor a París

para terminar sus estudios. Allí, en el Colegio de la Marche,

estuvo bajo la influencia de uno de los "regentes" del mismo,

Mathurin Cordier, de quien dice Doumergue que "era, no

sólo el primer pedagogo de su tiempo, sino el fundador de la

pedagogía moderna". Era a la vez un hombre de espíritu

profundamente evangélico. Pensaba que el maestro debía

tener por ideal inculcar en sus alumnos la afición a la Palabra

de Dios y el amor a Cristo. Pero fue más tarde, por el año

1528, cuando Cordier aceptó definitivamente las doctrinas

evangélicas.

A Cordier debió mucho Calvino también en cuanto al

estilo. La gran obra lingüística de Cordier fue purificar el

francés híbrido de su tiempo, medio latín medio francés, y

separar el francés del latín.

Calvino dedicó a Cordier su Comentario a la Primera

Epístola a los Tesalonicenses (1550), y cuando fundó su

colegio en Ginebra, lo llamó para que fuera uno de sus

primeros profesores. Cordier murió en Ginebra a la edad de

ochenta y cinco años en 1564, cuatro meses antes que

Calvino.

Del Colegio de la Marche, Calvino pasó al Colegio Mon-

taigu, también en París. Allí la disciplina era severa, la

alimentación, escasa, y la instrucción, anticuada. La suciedad

que reinaba era indescriptible. Abundaban los parásitos de

todas clases; pero se educaron allí muy buenos escolares.

Erasmo y Rabelais fueron discípulos de aquella escuela.

Lejos de ser un joven austero y taciturno, como algunos

escritores lo han pintado en aquellos sus años estudiantiles,

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Lefranc1

dice que "todo lo que sabemos de este período de su

vida nos muestra que no era tan triste ni tan adusto como se le

ha representado. Rodeado de amigos afectuosos y simpáticos,

sabía divertirse y reír". (La Jeunesse de Calvin, pág. 70, nota a

la página 71.)

Antes de los días de estudiante de Calvino, había ya em-

pezado en París una obra de reforma bajo Le Févre (nacido en

1435), de quien dice Doumergue que sus numerosas y eruditas

publicaciones lo colocan al lado de Reuchlin y Erasmo. Beza

dice de Le Févre que "arrojó el barbarismo fuera de la

Universidad más famosa del mundo" y que "restauró en la

Universidad de París la verdadera lógica de Aristóteles y las

Matemáticas, en lugar de la sofistería que había reinado antes".

En 1507, Le Févre se trasladó a Saint-Germain des Prés,

donde enseñó y escribió hasta 1520.

En 1520 apareció el Comentario latino de Le Févre sobre

las Epístolas de San Pablo. Doumergue dice: "Este libro puede

llamarse, en un sentido, el primer libro protestante". En él

recalcaba la suprema autoridad de la Palabra de Dios. "No

sigamos —dice con energía— preceptos y dogmas de hombres

que no se fundan en la luz que nos ha resplandecido del cielo".

Establece claramente la doctrina de la justificación por la fe.

Niega la virtud mágica de los sacramentos, y dice que "los

símbolos sensibles son señales de cosas y de infusiones

divinas". Ataca el celibato del clero, el uso del latín en la

liturgia, etc. Es cierto que retiene la invocación de los santos y

el Purgatorio, pero niega el sacrificio de la misa.

Farel que en 1523 (año en que Calvino fue a París) había

fundado una iglesia secreta en aquella ciudad, fue discípulo de

Le Févre.

En 1516 público Le Févre su segunda edición del

Comentario sobre las Epístolas de San Pablo, en el cual contra

1 Lefranc fue Secretario del Colegio de Francia y descendiente por línea

materna de la familia Calvino. Escribió La Jeunesse de Calvin (1888),

L'historie du College de Frunce y Les Derniéres Poé-sies de Marguerite de

Nauarre.

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lo afirmado en la liturgia de la Iglesia, demostraba que Maria

Magdalena, Maria la Herman de Lazaro y la mujer pecadora

que ungió los pies de Jesús en casa del fariseo, no eran una

misma persona, como se creía traidcionalemente, sino tres

Marías. Esto levanto una gran polvareda. Los sorbonistas,

franciscanos, dominicos y cramelitas atacaron todos a Le

Févre.

En esta controverisa intervino Fisher, el obispo inglés de

Rochester, a quien había apelado el abismo de París,

escribiendo dos folletos contra Le Févre y contra su

mantenedor Clichtove. Ellos replicaron y Fisher volvió a la

carga con dos folletos más.

Le Févre fua acusado de herejía ante el Parlamento, pero

Francisco I intervino para suspender el proceso. Le Févre se

retiro a Meaux por los años 1520 a 1521.

Le Févre fue el primer traductor de la Biblia completa al

francés. Publicó su traducción del Nuevo Testamento en

1523, y la del Antiguo Testamento en 1528. Existía una

traducción anterior, hecha por Rely, que había sido

nombrado obispo de Angers en 1491; pero era una traducción

muy abreviada, y contenía por otra parte, muchas adiciones y

glosas. Le Févre reconoció, sin embargo, el auxilio que aquella

versión le prestó, y la utilizó considerablemente.

En 1525, huyo de Meaux a Estrasburgo.

El mismo año se estableció en parís, por la bula del Papa, la

Inquisición. Uno de sus primeros actos fue condenar a las

llamas la versión de la Biblia. En 1526 se quemaron “herejes”

en París y en otras ciudades de Francia.

En 1527 se ofreció a Calvino la parroquia de SainMartín de

Martheville (cercade Vermand, en Aisne). Pero su padre, que

había entre tanto reñido con el Cabildo de Noyon, tenía otras

ideas acerca de su porvenir y deseaba que estudiara leyes. Por

este tiempo Calvino también estaba cambiando de ideas. La

persona que mayor parte tuvo en su conversión a la verdad

evangélica fue Pierre Robert (llamado también Olivétan),

primo segundo suyo. Olivétan llegó a ser después un heroico

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misionero en los Alpes Valdenses. Publicó en 1535 una

traducción francesa de la Biblia, fechada en "Los Alpes".

El mismo año en que Calvino salía de París (1528), llegaba

allí como estudiante Ignacio de Loyola, también al Colegio

Montaigu. Calvino tenía entonces dieciocho años, Loyola,

treinta y seis.

Desde París, Calvino fue a Orleans, donde permaneció

desde primeros de 1528 hasta mayo de 1529. Allí estudió en la

Universidad, a la sazón mucho más ilustrada y progresiva que

la de París. Se distinguió de tal modo en sus estudios de leyes,

que deseaban hacerlo doctor sin los acostumbrados gastos,

pero declinó y se fue a Bourges.

Una de las amistades que hizo en Orleans fue la de

Francois Daniel. Resultó ser una amistad para toda la vida. La

Correspondencia entre Calvino y Daniel, especialmente

cuando Calvino intercede con él en favor del hijo de Daniel,

con motivo de un rompimiento que se había producido en las

relaciones del padre con el hijo, demuestra una gran ternura y

amabilidad, acompañada de buen humor. Una vez más nos

encontramos aquí con una pintura del verdadero Calvino,

muy diferente de la que sus enemigos han trazado.

En Bourges continuó sus estudios de leyes. Su principal

amigo allí fue un tal Melchior Wolmar, suizo de nacionalidad

y luterano. Wolmar le ayudó en el estudio del griego. Calvino

le dedicó su Comentario al Evangelio de San Juan (1553).

En 1531, murió el padre de Calvino. Este acontecimiento

cambió una vez más sus planes, ya que si se había dedicado al

estudio del Derecho había sido por dar gusto a su padre.

Regresó a París para seguir el estudio de la literatura.

Esta era una nueva e importante fase de su variada

educación. Vivió en el Colegio de Fortet, y estudió griego y

hebreo; especialmente el primero, bajo la dirección de

Da¬nés, eminente erudito. "Tal vez —dice Lefranc— Calvino

se sentó más de una vez en el mismo banco que Ignacio de

Loyola, su antiguo condiscípulo en Montaigu, como Pedro Le

Févre y Francisco Javier, de ambos de los cuales sabemos de

buena autoridad que siguieron el curso de griego por este

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mismo tiempo." Rebeláis, sin duda, estaba también entre los

estudiantes.

En 1532 apareció la primera obra de Calvino, su

Comentario al libro De clementia, de Séneca. En esta obra

combate las ideas de los estoicos, y hace detenidas

consideraciones acerca de la virtud de la simpatía y de la

misericordia. "Ser incapaz de llorar es un defecto", dice. Sus

comentarios sobre las exhortaciones dirigidas por Séneca a

Nerón para que practicara la clamencia y se granjeara el amor

del pueblo, tenían por objeto, seguramente, influir en el

mismo sentido sobre el ánimo de Francisco I.

Muchos hombres notables vivían en París por aquel

tiempo. Clemente Marot, por ejemplo, vivió en la que es

ahora calle de Conde, y allí escribió su versión métrica de ¡os

Salmos. En la calle de Béthisy, ahora de Saint-Germain Auxe-

rrois, estaba la casa del almirante Coligny, que pereció

cuarenta años más tarde en la matanza de San Bartolomé. En

el pedestal de la estatua de Coligny, levantada junto al templo

protestante del Oratoire, cerca del Louvre, se leen es¬tas

palabras: Il fut assassiné n'ayant dans le coeur que la gloire de

l'Etat. (Fue asesinado, no teniendo en su corazón otro

propósito que la gloria de su patria.) Fue en el campa¬nario

de la Iglesia de Saint-Germain Auxerrois, frente al Louvre,

donde las campanas tocaron alarma, dando la señal para la

sangrienta matanza.

Bernardo Palissy, el gran alfarero hugonote, vivió en el

Fauburg Saint-Honoré, y murió en la prisión de la Bastilla,

siendo su cadáver arrojado a los perros.

En la rué des Marais, donde más tarde vivió Racine,

residían muchos principales hugonotes. Tenían pasillos

secretos de comunicación entre sus casas, de modo que podían

pasar de una a otra sin ser vistos, y reunirse así para celebrar

sus cultos en tiempos de persecución.

Desde el verano de 1532 hasta el de 1533, Galvino, según

documentos recientemente descubiertos por M. Doinel, en

Orleans, actuó como suplente (substituí annuel) del

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procurador de la "nación" de Picardía en la Universidad de

Orleans. Esta fue su segunda estancia en aquella ciudad.

Ruidosos acontecimientos tuvieron lugar en París después

del regreso de Calvino a aquella ciudad en 1533. La lucha

entre los teólogos católico-romanos y los del partido

reformista continuaba. Los primeros se atrevieron a censurar

una obra de Margarita, reina de Navarra, titulada Espejo del

alma pecadora. El rey, Enrique de Navarra, pidió a la

Universidad las razones de tal censura. Era por este tiempo

rector un amigo de Calvino, Nicolás Cop, bachiller en

Medicina y profesor en el Colegio de St-Barbe. Reunió las

cuatro Facultades, y en un largo discurso condenó la conducta

de los que habían atacado a la reina. La facultad de Medicina

adoptó un acuerdo en que se exigía que, en materias referentes

a la fe, la Facultad de Teología hablara en su propio nombre y

no en el de la Universidad. Y se enviaron cartas al rey de

Navarra, desaprobando lo que se había hecho.

Después, el 19 de noviembre, día de Todos los Santos, tocó

a Cop, como rector, pronunciar un solemne discurso delante

de la Universidad reunida en la iglesia de los Mathurinos;

discurso que, según Beza, Cop pidió a Calvino que lo

escribiera.2

La primera página del manuscrito ha sido

descubierta en Ginebra, escrita de puño y letra de Calvino; el

sermón completo aparece en la colección de sus Obras. Es un

sermón completamente evangélico y muestra cuan protestante

había llegado a ser Calvino ya en este tiempo.

Tal borrasca levantó el discurso de Cop, que el Parlamento

dio un decreto para que el rector fuera preso. Cop huyó a

Basilea. Su cabeza fue puesta a precio en trescientas libras.

Muchos luteranos fueron encarcelados. Galvino huyó

también. La policía registró el Colegio Portee buscándolo,

pero en vano. La reina Margarita intercedió en favor suyo y se

2 El profesor Williston Walker, uno de los más modernos y eruditos

biógrafos de Calvino, opina que la balanza de las pruebas se inclina contra la

idea de que esta obra sea de Calvino, y que el Ms., de su puño y letra, puede

ser una copia que él hiciera.

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suspendieron los procesos. Volvió a París, pero salió de allí

pronto. Por algún tiempo residió en Angulema. Allí empezó a

escribir la Institución.

En mayo de 1534 fue a Noyon y presentó la dimisión de

sus beneficios. En 26 de mayo, el registro del Cabildo

consigna que fue encarcelado "por un tumulto producido en

la iglesia la víspera del Domingo de la Santísima Trinidad". Se

ignora la causa de tal tumulto. Doumergue piensa que fue un

simple pretexto de que se aprovecharon para prender al

hereje. Fue puesto en libertad el 3 de junio, encarcelado de

nuevo dos días después, y por último lo soltaron.

Hacia el fin del año 1534, Calvino fue a Poitiers. Allí se

encontró con varios protestantes y tuvo con ellos reuniones

en una caverna o gruta, donde celebró la Cena del Señor.

En los comienzos del año 1535, él y su amigo Tíllet

llegaron a Basilea, Allí vivió Erasmo por muchos años en

Baumlein-Gasse, allí estaba cuando Calvino llegó, y allí murió

al año siguiente. En la Prensa de Froben, de Brasilea, se

imprimió su Nuevo Testamento griego.

Calvino se hospedó en el Fauburg Saint-Alban, en casa de

una honorable matrona, Catherina Klein (o Petit). Allí

escribió su Institución, que fue impresa por Platter. Parte de la

imprenta de Platter se conserva todavía en el barrio de Saint

Pierre, la casa de "l'Ours noir", frente al "hotel d'Andlow".

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CAPÍTULO III

LA INSTITUCIÓN DE LA RELIGIÓN CRISTIANA:

SU ORIGEN Y OBJETO

Calvino nos dice expresamente en el prefacio de su comen-

tario a los Salmos cómo llegó a escribir la Institución. Acu-

mulábanse contra los hugonotes toda clase de acusaciones, en

que los representaban como gente perversa y sediciosa, y mu-

chos protestantes habían sido ya quemados en Francia por de-

creto de Francisco I. "Y ésta —dice Calvino— fue la razón que

me indujo a publicar mi Institución de la Religión Cristiana;

en primer lugar, para contestar a las calumniosas acusaciones

propaladas por los otros y defender a mis hermanos, cuya

muerte era preciosa en los ojos del Señor: y después, para que,

cuando las mismas crueldades volvieran a ser practicadas

contra muchos pobres, las naciones extranjeras pudieran al

menos ser tocadas de alguna compasión y solicitud por ellos".

La Institución fue dedicada al rey Francisco I.

Doumergue describe así la posición de Calvino en este

tiempo: "¡Francisco I y Calvino! El uno, tras largas

vacilaciones, se ha puesto a la cabeza de los perseguidores; el

otro, tras larga preparación, acaba de ponerse a la cabeza de

los perseguidos.

"La preparación ha sido larga... ¡pero cuánto más

maravillosa que larga!

"Ahuyentado de Noyon por la plaga, casi un niño, el hijo

de Gérard Calvin se encontró con el mejor maestro latino de

su tiempo, Mathurin Cordier, que parecía destinado a

esperarle en París, antes de dejar la ciudad, para enseñar al

muchacho. Luego, en Orleans, se encuentra con el mejor

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maestro de griego de la época, Melchior Wolmar, que no

parece sino haber venido expresamente de Alemania, a la cual

regresó pronto para enseñarle su método; dos maestros

incomparables que resultaron ser incomparables pedagogos.

No contentos con enseñarle las lenguas clásicas, le hablaron

del Evangelio y de Cristo".

Guizot, en su encantador volumen Grandes Cristianos de

Francia, dice de la Institución: "Para comprender la idea fun-

damental y verdadero objeto de Calvino, tenemos que trans-

portarnos al preciso período en que la ideó y la escribió. Lu-

tero, nacido en 1483, veintiséis años antes que Calvino, había

realizado, entre los años de 1517 a 1532, su obra de lucha y

ruptura con la Iglesia de Roma; se había publicado la

Confesión de Augsburgo (1530); los príncipes protestantes

habían formado la Liga de Smalcalda (1530); la paz religiosa de

Nuremberg había sido ajustada y ratificada por la Dieta de

Ratisbona (1530); en una palabra, cuando Calvino abandonó

Francia para buscar un refugio en Basilea en 1534, la Reforma

alemana estaba ya establecida en la Europa central y en

Escandinavia. Pero la nueva obra no se hallaba tan avanzada

en la Europa occidental, especialmente en Francia y en las

naciones vecinas que hablaban francés. En ellas había también

comenzado con vigor la guerra contra la Iglesia de Roma; se

había proseguido con ardor la demolición del viejo edificio,

pero la obra había encontrado oposición y obstáculos por

parte del pueblo, y la construcción de la nueva Iglesia no

había ni aun comenzado. La Iglesia Reformada aparecía acá y

allá, pero sin ningún lazo de unión y sin organización,

expuesta a ser presa ya en su cuna, de la inseguridad, la

confusión y la anarquía.

“Calvino estaba tan fuertemente impresionado por este

hecho, que tal estado de cosas vino a ser para él un motivo de

constante ansiedad... y se propuso hacer todo lo posible para

remediarlo...

"Su posición en esta gran empresa estaba erizada de difi-

cultades; era la época de Rabelais, Erasmo y Montaigne, por

una parte; y la de los Papas Julio II, León X, el cardenal

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Cayetano y el dominico Tetzel, por otra. . . Tenía que pro-

lestar, al misino tiempo, contra la licencia intelectual y contra

a infalibilidad eclesiástica." (Guizot, páginas 178-180.)

Kampschulte, renombrado autor viejo-católico, dice que

puede llamarse, con buen fundamento, al autor de la

Institución, "el Aristóteles de la Reforma?', y añade que el

libro contiene pasajes dignos de ser puestos al lado de los

mejores escritos de Pascal o de Bossuet

¿Se escribió la Institución originalmente en latín o en

francés? Antiguamente, eruditos como Haag, Henry y Luis

Bonnet respondían que en francés. Guizot, en su obra arriba

citada, adopta la misma opinión, la cual ha sido sostenida

también por M. Vielles, director del Seminario de Montau-

ban, en la Revue de théologie, Mayo, 1895. Pero

investigadores más recientes han llegado a la conclusión de

que se escribió originalmente en latín. Esta es la opinión de

críticos tan sagaces como Jules Bonnet, Rilliet y Kampschulte,

y es también el fallo muy decidido de Doumergue, el cual ha

pesado todos los argumentos en pro y en contra, y ha sido

seguido en este punto por el profesor Williston Walker, de la

Universidad de Yale. Doumergue basa especialmente su

conclusión sobre las propias palabras de Calvino en el "argu-

ment" de su edición francesa de 1541: A cette fin j ay composé

ce présant lime. Et premiérement l'ay mis en latín. .. puis aprés

désirant de comuniquér ce qui en pouvtaí venir de fruict á nostre

nation francaise, Fay aussi transíate en nostre langue.

Doumergue dice: "Llegamos a la conclusión de que, no

solamente es la edición de 1536 la primera edición de la

Institución, sino que es material y moralmente imposible que

no lo sea".

En el prefacio de la cuarta edición inglesa (1581) el

traductor inglés, Thomas Norton, dice: "En los comienzos

mismos del muy bienaventurado reinado de Su Majestad la

Reina, la traduje del latín al inglés, para el servicio de la Iglesia

de Cristo, a petición especial de mis queridos amigos, de digna

memoria, Reginald Wolfe y Edward Whitchurch, el uno

impresor de Su Majestad para las lenguas hebreas, griega y

Page 21: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

21

latina, y el otro impresor de Su Majestad para los libros de

Oración Común". El nombre de Reginald Wolfe aparece

como uno de los impresores de la primera edición inglesa de

1561.3

Vengamos ahora a la obra misma, de la cual puede con

toda seguridad decirse que jamás se escribió libro semejante

por un joven de veintisiete años de edad. La erudición del

autor aparece en las citas de autores clásicos y cristianos, que

incluyen a Aristóteles, Platón, Cicerón, Virgilio, Lucrecio,

Diágoras, Suetonio, Séneca, Plutarco, Jenofonte, Ovidio, Ju-

venal, Horacio, Hornero, Plauto, Laclando, Galeno, Eusebio,

Josefo, Justino Mártir, Agustín, Tertuliano.

La dedicatoria está fechada en Basilea en 1º de agosto de

1536: "Al Cristianísimo Rey de Francia, Francisco Primero de

este nombre, su Príncipe y supremo Señor, Juan Calvino, paz

y salud en Jesu-Cristo".

En esta dedicatoria dice Calvino que, al emprender esta

obra, su primera intención fue "enseñar algunos principios,

con los cuales los que son tocados de algún celo de religión,

fuesen instruidos en verdadera piedad. Este trabajo tomaba yo

—añade— por nuestros franceses principalmente; de los cuales

yo veía muchos tener hambre y sed de Jesucristo, y veía muy

pocos de ellos ser bien enseñados.

"Pero viendo yo que el furor y rabia de ciertos hombres

impíos ha crecido de tanta manera en vuestro reino, que no

han dejado lugar ninguno a la verdadera doctrina, parecióme

que yo haría muy bien si hiciese un libro, el cual, juntamente,

sirviese de instrucción para aquellos que están deseosos de

religión y de confesión de fe delante de Vuestra Majestad, por

la cual entendieseis cuál sea la doctrina contra quien aquellos

furiosos se enfurecen con tanta rabia metiendo vuestro reino

el día de hoy a fuego y a sangre. Porque no dudaré de confesar

que en este libro yo no haya casi recopilado la suma de aquella

3 Acerca de la versión española de Cipriano de Valeía, de la cual están

tomadas las citas que en la presente obra se hacen de la Institución,, véase el

Apéndice B.

Page 22: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

22

misma doctrina que ellos, a voces, dicen debe ser castigada con

cárceles, destierros, confiscación y fuego, y que debe ser

echada del mundo."

Respondiendo a la acusación de que él y sus amigos se opo-

nían a los Padres y traspasaban los límites antiguos que ellos

pusieron, hace las siguientes observaciones:

"Del número de los Padres eran aquellos de los cuales el

uno dijo:4

Que nuestro Dios no comía ni bebía, y que, por lo

tanto, no había menester de cálices ni platos; y el otro,5

que

los oficios divinos de los cristianos no requerían oro ni plata,

y que no agradaban con oro las cosas que no se compran por

otro. Así que ellos pasan los límites cuando en sus oficios

divinos en tanta manera se deleitan con oro, plata, marfil,

mármol, piedras preciosas y sedas; y no piensan que Dios sea

honrado, como debe, si no hay grande aparato externo y

pompa superfina.

"Padre también era el que dijo:6

que él libremente osaba

comer carne, cuando los otros se abstenían, por cuanto él era

cristiano. Así que pasaron los términos cuando

descomulgaron a toda cualquier persona que en tiempo de

Cuaresma gustase carne.

"Padres eran aquellos de los cuales el uno dijo:7

que el

monje (o fraile) que no trabaja de sus manos, debe ser te¬nido

por un ladrón y salteador; y el otro:8

no ser lícito a los monjes

(o frailes) vivir de mogollón, aunque sean muy diligentes en

sus contemplaciones, oraciones y estudios. Tambien, pues,

pasaron este límite, cuando pusieron los vientres ociosos y

panzudos de los frailes en burdeles, quiero decir, en sus

monasterios, para que se engordasen del sudor de los otros.

4 Acatius in lib. XI, cap. XVI. Trip. Hist.

5 Ambrosio, lib. II, De Officis, cap. XXVIII.

6 Spiridion, Trip. Hist., lib. I, cap. X.

7 Trip. Hist., lib. VIII, cap. I.

8 Agustín, De Opere Monach, cap. VIL

Page 23: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

23

"Padre era el que dijo:9

que era una horrenda abominación

ver una imagen, o de Cristo o de algún santo en los templos

de los cristianos; y esto no lo dijo un hombre solo sino un

Concilio antiguo:10

determinó que lo que es adorado no sea

pintado por las paredes. Muy mucho falta para que ellos se

detengan dentro de estos límites; pues que no han dejado

rincón que no hayan henchido de imágenes.

"Otro de los Padres:11

aconsejó que, después de haber ejer-

citado la caridad que se debe con los muertos, que es

sepultarlos, los dejásemos reposar. Aquestos límites han

traspasado haciendo tener una perpetua solicitud por los

muertos.

"También era uno de los Padres12

el que afirma que la

sustancia y ser del pan y del vino, de tal manera permanece en

la Eucaristía y no deja de ser, como permanece en Cristo

Nuestro Señor, la naturaleza humana junta con la divina.

Pasan, pues, este limite los que hacen creer que. luego, al

momento que las palabras de la consagración son dichas, la

sustancia del pan y del vino deja de ser para que se convierta,

o transustancie (como ellos llaman) en el cuerpo y sangre de

Jesucristo.

"Padres eran13

los que de tal manera distribuían a toda la

Iglesia solamente una suerte de Eucaristía; y como de ella

ahuyentaban a los perversos y malvados así gravísivamente

condenaban a todos aquellos que, siendo presentes, no comul-

gasen. ¡Oh, cuánto han traspasado estos límites! Pues que no

solamente hinchen de misas los templos, más aún las casas par-

ticulares; admiten a oír sus misas a todos, y con tanta mayor

alegría admiten a la persona, cuanto más desembolsa, por más

mala y abominable que sea: a ninguno convidan a la fe en

9 Epiph., Epist, ob Hieran, versa.

10 Conc. Eliber., can XXXVI.

11 Ambrosio, de Abraham, lib. I, cap. VII

12 Gelasio, Papa. In Conc. Rom.

13 Chrisost, Epist. ad Eph., cap. I.

Page 24: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

24

Cristo, ni al verdadero uso de los Sacramentos, antes venden

su obra por gracia y mérito de Cristo.

"Padres eran aquellos de los cuales uno14

ordenó que fuesen

del todo apartados de la Cena todos aquellos que se

contentasen con una sola especie del Sacramento y se

abstuviesen de la otra; el otro,15

fuertemente contiende que no

se debe negar al pueblo cristiano la sangre de su Señor, por

confesión del cual es mandado derramar su propia sangre.

También quitaron estos límites cuando rigurosamente

mandaron la misa, cosa que el uno de estos dos castigaba con

descomunión, v el otro con bastantísima razón condenaba.

"Padre era el que afirmó16

ser temeridad determinar alguna

cosa oscura, o por una parte o por otra, sin claros y evidentes

testimonios de la Escritura. Olvidáronse de este lí¬mite

cuando sin ninguna palabra de Dios constituyeron tantas

constituciones, tantos cánones, tantas magistrales

determinaciones.

"Padre era17

el que prohibió que el matrimonio fuese vedado a

los ministros de la Iglesia; y testificó la unión con su legítima

mujer ser castidad. Y padres fueron los que se conformaron

con él. Ellos han traspasado este límite cuando con tanto rigor

prohibieron el matrimonio a los eclesiásticos.

"Padre era el que dijo18

que sólo Cristo debía ser oído, del cual

está escrito: A EL oíd; y que no se debía hacer caso de lo que

otros antes de nosotros han dicho o hecho, sino de lo que

Cristo (que es el más antiguo de todos) haya mandado.

Tampoco se entretuvieron dentro de estos límites, ni

permiten que otros se detengan, constituyéndose para sí y

para los demás otros ensoñadores que Cristo...

"Pero ¿cuánto se prolongaría mi oración si yo quisiese

contar con cuánto atrevimiento éstos sacuden el yugo de los

14

Gelasio. Comperirnus, De Consec., dist. II. 15

Cipriano, Epist., II, lib. I, De Lapsis. 16

Agustiín, lib. II, De peccat. merit., capítulo último. 17

Hist. Trip., lib. II. cap. XIV. 18

Cipriano, Epist., II, lib. II.

Page 25: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

25

Padres, de los cuales quieren ser tenidos por hijos muy

obedientes? Por cierto, faltárame tiempo y vida para contarlo.

Y con todo esto, son tan desvergonzados, que se atreven a

darnos en cara que hemos traspasado los límites antiguos".

Al final de la misma dedicatoria al rey, se refiere Calvino a

los "vanos rumores" con que los adversarios acusaban a este

nuevo Evangelio (porque así lo llaman ellos), de no pretender

ni buscar otra cosa que ocasión de sediciones y licencia para

que los vicios no sean castigados. "Sí, por cierto; nosotros

emprendemos la disipación de los reinos: nosotros, de quienes

jamás se ha oído una palabra que huela o vaya a sedición, y

cuya vida ha sido conocida por quieta y apacible todo el

tiempo que vivimos en vuestro reino; y que aun ahora, siendo

ahuyentados de nuestras propias casas, no dejamos de orar a

Dios por toda prosperidad y buen suceso de Vuestra Majestad

y de vuestro reino."

Acerca del método y disposición de ia Institución, se dice

en un Epítome de esta obra, por Gaspar Olevian:

"El asunto tratado por el autor es doble: en primer lugar, el

conocimiento de Dios, que lleva a una bendita inmortalidad; y

en segundo lugar, (subordinado al primero), el conocimiento

de nosotros mismos. Con esta mira el autor adopta el orden

del Credo de los Apóstoles, como el más familiarmente

conocido de todos los cristianos. Y así como el Credo consta

de cuatro partes, la primera referente a Dios Padre, la segunda

al Hijo, la tercera al Espíritu Santo y la cuarta a la Iglesia, el

autor, para llevar a cabo su tarea, divide su Institución en

cuatro partes, que corresponden a las cuatro del Credo."

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26

CAPÍTULO IV

CALVINO LLEGA A GINEBRA

Calvino fue a Ferrara, en Italia, en febrero de 1336.

Durante su estancia allí fue huésped de Renée de Francia,

esposa de Hércules d'Este, y duquesa de Ferrara. Allí trabó

también conocimiento con Clemente Marot, a la sazón

secretario de la duquesa. La atmósfera de la ciudad era por

entonces favorable a la libertad religiosa. Las cátedras de su

Universidad estaban a cargo de maestros de tendencia liberal.

Desde Ferrara escribió Calvino muchas cartas atacando

vigorosamente los errores de la Iglesia de Roma. Pero el

duque estaba menos inclinado hacia la Reforma que la

duquesa. La Inquisición, bajo sus auspicios, comenzó a

prender protestantes y someterlos a tormento. Calvino creyó

más prudente partir; y así lo hizo a fines de abril.

En su viaje pasó a través del valle de Aosta. Una cruz

erigida en la ciudad de Aosta conmemora esta fuga. En julio

llegó a Ginebra.

La condición de Ginebra antes de su llegada era de

escandalosa inmoralidad, sin exceptuar a los obispos y los

clérigos. En 1513, el Papa León X había nombrado obispo,

contra los deseos del Cabildo, al "bastardo" Juan de Saboya,

hijo del obispo Francois y de una cortesana ordinaria. Hasta

un historiador como Kampschulte, profesor viejo-católico en

Bonn, nada favorable a Calvino, reconoce la corrupción en

que habían caído los eclesiásticos. Doumergue ha demostrado

de una manera concluyeme, por los registros del Concejo de

Ginebra, especiahnente los del año 1512, que los sacerdotes de

Page 27: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

27

la Madeleine sostenían casas de prostitución y otros muchos

las frecuentaban.

La fe reformada había sido ya predicada en Ginebra,

primero por Lambert de Avignon, en 1522. La primera

celebración de la Cena del Señor a la manera protestante fue

dirigida por Guérin Muéte en 1533.

No tardaron en ocurrir acontecimientos ruidosos. La fe re-

formada hacía tales progresos, merced a los trabajos de Fro-

ment, Canus y otros, que el Concejo trató de poner un obs-

táculo a su avance. Invitaron a un dominico, Guy Furbity,

doctor de la Sorbona, a que predicara durante el Adviento de

1533. El predicador empleó un lenguaje violentísimo. Acusó a

los luteranos de bestiales, ambiciosos, sensuales, homicidas y

ladrones. En un sermón pronunciado el 2 de diciembre dijo al

terminar: "¿Dónde están nuestros predicadores de chimeneas

(préscheurs de chéminées), que predican lo contrario? ¡Ah, ha!

Tienen buen cuidado de no presentarse ahora, a no ser en las

cocinas, para engañar a las pobres mujeres y a los que no

saben nada".

Froment estaba entre el auditorio, y cuando el sermón

acabó, exclamó: "¡Caballeros, caballeros! ¡Escuchad lo que voy

a deciros!" El pueblo guardó silencio, y él prosiguió:

"Caballeros, doy mi vida, y estoy dispuesto a darla en la

hoguera, para demostrar que todo lo que este hombre ha

dicho no es más que mentira y palabras del anticristo". Tal

declaración levantó un tumulto. Oyéronse voces de: "¡A las

llamas! ¡A las llamas!" Froment pudo escapar. El Concejo se

apresuró a desterrarlo a él y a Canus. Pero ordenaron a

Furbity que no predicara sino de conformidad con el

Evangelio.

El Concejo de Berna (ya protestante) intervino. Escribió

cartas al Concejo de Ginebra diciendo que consideraba como

ofensivos para él mismo los insultos que Furbity habían

lanzado contra los alemanes, y que entablarían un proceso

criminal contra él. Exigían que fuera preso. Cuatro

embajadores vinieron de Berna a Ginebra para que el caso se

resolviera.

Page 28: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

28

Furbity fue preso y compareció ante el Concejo. Le dieron

la oportunidad para que defendiera su conducta con

argumentos tomados de las Sagradas Escrituras. Al principio

se negó a reconocer que tuvieran derecho para juzgarle, pero

después cedió. Siguió entonces una discusión entre él y los

predicadores reformados que duró varios días.

Por último, declaró que estaba dispuesto a hacer lo que el

Concejo tuviera a bien ordenarle. Sólo pidió permiso para

ocupar el pulpito una vez más. Proponía retractar lo que

había dicho y salir de Ginebra para no volver.

En vista de estas declaraciones se le consintió que predicara

una vez más, el 15 de febrero de 1534. Cuando comenzó su

sermón, se alzó un clamor general para exigirle que cumpliera

la sentencia que se le había impuesto; pero éi no hizo nada

parecido. Fue puesto en prisión, o más bien custodiado y bien

tratado en una buena casa, aunque vigilado.

La causa protestante se hacía más fuerte de día en día. El

domingo 19 de marzo de 1534, apenas había terminado su

sermón el franciscano Coutelier, cuando el pueblo invadió,

con Baudichon, Perrin y Farel a la cabeza, el convento de

Rive. Repicaron las campanas, y con aplauso de todos Farel

predicó por primera vez en Ginebra, en la gran sala del

convento, donde podían reunirse de cuatro a cinco mil

personas.

Sacerdotes y frailes empezaron a abandonar la Iglesia. Al-

gunos de ellos se casaron. Sobre este punto dice Froment: "Las

mujeres y algunos hombres encontraron muy extraño al prin-

cipio que sacerdotes, frailes y monjas contrajeran matrimonio

y tuvieran sus legítimos maridos y mujeres. Pero no se habían

maravillado antes, cuando en Ginebra mantenían queridas;

tan antigua y general era la costumbre".

En el veráno de 1534, el obispo Fierre de la Baume, aliado

con el duque de Saboya, emprendió la guerra contra su

antigua ciudad. Esto no sirvió sino para decidir más

fuertemente al Concejo en favor de la causa protestante. Farel

y sus compañeros trabajaron en las fortificaciones e

inflamaron el valor de los ciudadanos.

Page 29: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

29

A fines de 1534 la situación era la siguiente: El Concejo de

Ginebra reconocía todavía la autoridad episcopal. Sólo una

tercera parte de la población se había decidido por el

Protestantismo. Pero los ataques de las tropas del duque y del

obispo no conseguían otra cosa que aliar más al Concejo con

los de Berna.

Los católico-romanos intentaron, valiéndose de una

cocinera, envenenar a los predicadores protestantes. Ella

preparó una sopa para Farel, Viret y Froment. Farel no comió

por falta de apetito, Froment tuvo que salir por haber

recibido un llamamiento urgente cuando estaba ya a la mesa.

Viret, que fue el único que comió de ella, cayó gravemente

enfermo. La mujer, que se había escondido en la bodega de un

canónigo, fue presa, juzgada y ejecutada.

Celebróse una discusión pública entre Farel y dos

dominicos, Chappuis y Caroli, que duró del 30 de mayo al 24

de junio de 1535. Fue convocada por el Concejo, el cual

nombró ocho comisarios, la mitad de ellos católicos-romanos,

y cuatro secretarios para que redactaran actas de las sesiones.

La discusión tuvo lugar en la gran sala del Convento de Rive.

El 8 de agosto, el pueblo llevó a Farel a la catedral de San

Pedro, y pidió que predicara desde el pulpito. Era la primera

vez que lo hacía en aquel lugar. El mismo día y el día

siguiente, el pueblo derribó las imágenes en la catedral y en las

iglesias de San Gervasio, de los dominicos y de los agustinos.

El 10 de agosto Farel predicó delante del Concejo.

Pocos días después se prohibía a los sacerdotes que dijeran

misa en Ginebra hasta nueva orden. Así se abolió la misa en

Ginebra.

"Los católico-romanos —dice Doumergue— hablan de las

profanaciones y actos de vandalismo que acompañaron la caí-

da del catolicismo en Ginebra. Tienen razón. Pero se olvidan

de mencionar los descubrimientos hechos en aquel

derrocamiento, los trucos para hacer que los cuerpos de los

santos cantaran de noche en Navidad, por medio de tubos

ingeniosamente colocados. Un supuesto cerebro de San Pedro,

venerado por siglos, resultó ser un pedazo de piedra pómez."

Page 30: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

30

El 4 de diciembre de 1535, el Concejo de los Doscientos

decretó que las monedas llevaran, en adelante, el nuevo lema:

Post tenebras lucem (spero). que poco después se cambió en:

Post tenebras lux. No era ya sólo una esperanza, sino una

realidad.

Mientras tanto, Ginebra estaba amenazada y sufría un ata-

que tras otro por parte de la soldadesca del duque y del

obispo.

El domingo, 21 de mayo de 1536, el pueblo, reunido en

Concilio general, adoptó oficialmente la Reforma. El Concejo

de los Doscientos hizo a la Asamblea la pregunta de si alguien

deseaba decir algo "contra la palabra y doctrina que se nos ha

predicado en esta ciudad"', y sí estaban todos de acuerdo con

vivir en conformidad con el Evangelio y la Palabra de Dios.

Sin una sola voz en contra, asi se aprobó, y todos juraron con

las manos levantadas que, con la ayuda de Dios, vivirían con

arreglo a esta ¡ey evangélica, "abandonando todas las misas y

demás ceremonias y engaños, ídolos e imágenes de la religión

papal".

El mismo día se estableció la instrucción elemental gratuita

y obligatoria.

En julio de 1536 llegó, como hemos dicho, Calvino a

Ginebra. Iba camino de Estrasburgo. Pero Farel, oyendo que

estaba en Ginebra, se apresuró a visitarle, y le rogó que se

quedara y le ayudara en la organización de la Iglesia. Calvino

se resistió al principio, alegando que sus planes, deseos e

inclinaciones eran diferentes. Entonces Farel le dijo con

severidad. "Alegáis vuestros estudios como una excusa; pero si

rehusáis entregaros con nosotros a esta obra del Señor, Dios

os maldecirá por buscar vuestros propios intereses antes que

los de Cristo".

Ante tales amonestaciones, Calvino cedió. Empezó por dar

conferencias de explicación de las Sagradas Escrituras en la

iglesia de San Pedro. El Concejo, poco después, aprobó su

nombramiento.

En octubre de 1536 tuvo lugar, en la catedral de Lausana,

una famosa discusión pública entre Farel, Viret y Calvino,

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31

por una parte, y representantes de la Iglesia de Roma, por la

otra, que dio por resultado la abolición de la misa y de las

imágenes en aquella ciudad por voto del Concejo.

Pero el primer ministerio de Calvino en Ginebra fue de

cona duración. No llegó a dos años. En tan breve período, sin

embargo, puso los cimientos de mucho de lo que después

edificó. Fue el período de la organización de la Iglesia, de los

Artículos, del Catecismo y de la Confesión de fe.

Page 32: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

32

CAPÍTULO V

DESTERRADO DE ESTRASBURGO

Al hablar de Calvino como desterrado, nuestro

pensamiento se vuelve instintivamente hacia otros ilustres

desterrados de la historia.

Pensamos en el Dante, desterrado de la ciudad a cuya gran-

deza y fama tanto había contribuido, vagando de provincia en

provincia, de Corte en Corte, "agitado —para usar sus mismas

palabras— como un barco sin velas ni timón, arro¬jado sobre

todos los puertos, golfos y orillas, por el duro viento de la

cruel pobreza". Dichoso él, que en su desgracia podía

encontrar refugio dentro de su propia conciencia,

"Sotto l'usbergo del sentirsi puro".

En aquel destierro escribió la mayor parte de la Divina

Comedia. Pero Dante no volvió nunca a Florencia, y aunque

tiene ahora un monumento en su ciudad, en Santa Croce, su

sepulcro está en Rávena.

Pensamos también en Knox, otro desterrado bajo cielos

más grises que los de Italia. "Hace muchos años —dice

Froude—, estudiando la historia de la Reforma en Escocia, me

encontré con la figura de un cautivo en una galera francesa,

inclinado una mañana sobre el remo. Alboreaba y surgía ante

la vista, elevándose sobre las oscuras aguas, una línea de

arrecifes, y las casas blancas de una ciudad y la torre de una

iglesia. El remero era un hombre no acostumbrado a tal

trabajo, rendido de cansancio y de sueño, y, según todas las

probabilidades, destinado a una muerte próxima." Aquella

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33

ciudad era San Andrés, en Escocia, y el cautivo de galera, Juan

Knox. No había sido desterrado como el Dante por sus

paisanos, sino por los franceses que sitiaban la fortaleza

escocesa. Pero Knox, durante los diez y nueve meses que pasó

en las galeras, bebió, aún más abundantemente que el Dante,

la copa del sufrimiento. "El tormento que soporté en las

galeras —dice en una ocasión— y los gemidos de mi corazón,

no tengo tiempo para contarlos". Knox regresó del destierro.

En los tiempos más recientes se alza ante nosotros la

solitaria figura de Napoleón en Santa Elena, comiéndose el

corazón en aquella remota isla. En su caso, la tragedia era

mayor que en los dos ya mencionados, y más vasto el

contraste entre su antiguo poder, esplendor y ambición, y la

estrecha jaula contra cuyos barrotes se destrozaban en vano

las alas de su altivo espíritu.

El patriota húngaro Kossuth lúe también un desterrado;

pero su destierro fue una marcha triunfal a través de

Inglaterra, donde encontró la bienvenida mas entusiasta.

Dante fue desterrado porque quería libertar a Florencia de

la tiranía de una facción: Knox, porque su libertad era una

amenaza para la independencia de las naciones; Kossuth,

porque intentó emancipar a su país del yugo de Austria.

El destierro de Calvino fuera de Ginebra, menos trágico

que el de Napoleón, fue tan patético en sus circunstancias

como cualquiera de los mencionados, y fue un destierro por la

causa de la independencia espiritual y de la reforma moral.

Ocurrió de esta manera:

Poco después de su llegada a Ginebra, en 1536, comenzó

Calvino la obra de organización eclesiástica y de reforma

moral y social, de la cual haremos más adelante un relato

detallado. Tales reformas, aceptadas y puestas en vigor por las

autoridades civiles, empezaron bien pronto a provocar

oposición. Esta oposición fue creciendo gradualmente, y al

cabo de algún tiempo se extendió al Concejo mismo. En 1538,

el Concejo tomó dos acuerdos, que herían el corazón mismo

de la enseñanza y reformas de Calvino. Resolvió que "no se

rehusara a nadie la Cena del Señor". Esto acababa de una vez

Page 34: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

34

con toda disciplina eclesiástica. Y decretó además, contra el

parecer de los pastores de Ginebra, que el modo de cele¬brar

la Cena del Señor fuera el adoptado en Berna. Esto era

atrepellar toda independencia espiritual

La referencia a Berna requiere una pequeña explicación.

Como ha sido plenamente demostrado por Heiz, en la Protes-

kantische Kirchenzeitung, 1886 (páginas 1,173-1,184), en un

artículo acerca del destierro de Calvino, había considerables

diferencias de detalle entre las Iglesias reformadas de Berna y

Ginebra. Dos de estas diferencias eran que en Berna usaban la

pila para el bautismo y pan sin levadura para la Santa

Comunión.

No era Calvino hombre que promoviera contiendas por

modos de observar la Cena del Señor, siempre que no se

violara ningún principio esencial. En el prefacio a su

Catecismo Latino, publicado en el mismo año, denuncia la

pedantería de los que insisten sobre una "exacta conformidad

en las ceremonias", y declara que "sería indigno de nosotros

introducir una conformidad servil y no edificante en materias

que el Señor ha dejado a nuestra libertad para obtener la

mayor ventaja de la edificación." Y en una carta posterior

escrita desde Estrasburgo a la ciudad de Ginebra, les aconseja

admitir el empleo del pan no leudado.

Pero era diferente caso cuando este uso se le imponía por

una autoridad externa. Entonces tenía él la convicción de que

debía mantener su libertad cristiana y la libertad de la iglesia.

Calvino, sostenido por sus colegas, rehusó someterse al

decreto de los Doscientos. Había de administrarse la

Comunión el Domingo de Pascua. Conocida la repulsa de

Calvino, se le prohibió a él y a sus colegas que predicaran.

Pero, a pesar de tal prohibición, Calvino y Farel predicaron

en las iglesias de San Pedro y San Gervasio, respectivamente.

Declararon públicamente que tenían que declinar el

administrar la Cena del Señor, no por la cuestión del pan no

leudado, que era "cuestión indiferente", sino porque "sería

profanar un misterio tan santo administrarlo antes de que el

Page 35: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

35

pueblo estuviera mejor dispuesto", y después se referían a los

desórdenes y abominaciones que prevalecían en la ciudad.

El Concejo de los Doscientos se reunió al día siguiente.

Calvino y Farel acudieron para defenderse, pero no se les

permitió la entrada, y el día 23 de abril fueron condenados a

salir de la ciudad en el término de tres días (según las curiosas

palabras del Libro de Actas del Concejo: q'il doyjen vuyder laz

ville dans troys jour prochain).

Las Actas recuerdan también la respuesta memorable de

los reformadores: "¡Muy bien! Si hubiéramos sido siervos de

los hombres, nos consideraríamos muy mal recompensados;

pero servimos a un gran Maestro, el cual nos recompensará".

Salieron de la ciudad inmediatamente.

Una indicación muy notable del juicio que merecía a los

extraños la conducta de Calvino durante las luchas que pre-

cedieron a su destierro, la encontramos en una, carta escrita al

reformador por dos viajeros ingleses, Juan Butler y Bartolomé

Trehern, citada por Doumergue. Estos dos hombres, después

de haber residido durante cuatro meses en Ginebra y haber

estado bajo la influencia de Calvina, le escriben para

expresarle la estimación en que le tenían por la dulzura de su

carácter (tanta ingenii suavizas) y el encanto de su

conversación (tanta colloquiorum dulcedo). Se dirigen a él

llamándole suavissime doctissimeque Cálvine (amabiiísimo y

doctísimo). Y le expresan la simpatía que tienten haría él con

motivo del trato que ha recibido de parte de hombres malos.

Por cuatro meses anduvo Calvino moviéndose de un lugar

a otro de la Suiza. Sus sentimientos por este tiempo pueden

apreciarse leyendo la carta que escribió a su amigo Luis de

Tillet, con fecha 10 de julio de 1533. Experimenta, por un

lado, una sensación de bienestar al verse libre de los cuidados

y ansiedades que acompañaban su trabajo en Ginebra, y, sin

embargo, desea ser guiado por la voluntad divina. "Al volver

la vista atrás —dice— y considerar las perplejidades que me

rodearon desde el día que fui allá, no hay nada que tema más

que el volver al cargo del cual he sido librado. Porque, si bien

cuando entré en él podía discernir la vocación de Dios, que

Page 36: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

36

me tenía sujeto, con lo cual me consolaba a mí mismo, temo

que sería ahora tentarle el tomar de nuevo sobre mí una carga

que he experimentado serme insoportable. .. Sin embargo, sé

de cierto que el Señor me guiará en tan dudosa deliberación,

tanto más cuanto que atenderé más bien a lo que El señale que

a mi propio juicio, del cual debo sospechar, si me atrae

exclusivamente en sentido contrario".

Gomo el Dante, tenía el consuelo de su conciencia,

l`usbergo del sentirsi puro. Escribiendo a la Iglesia de Ginebra,

en 1º de octubre de 1538, decía: "Dios me es testigo, y

vuestras conciencias lo serán también ante su tribunal, de que

mientras conversé entre vosotros, todo mi estudio se

encaminó a mantenernos juntos en feliz unión y concordia"'.

Asi indica lo que había sido su vida entre ellos. En la misma

carta muestra cuan opuesto era a todo espíritu de venganza

por daños personales.

"Si nos proponemos luchar con los hombres —dice— pen-

sando sólo en vengarnos de ellos y en obten» asi satisfacción

por los daños que nos han hecho, será muy dudoso de que

venzamos alguna vez, en tanto que aboguemos tales ideas. Al

contrario, es cosa cierta que por semejante camino nosotros

seremos los vencidos por el diablo. Por otra parte, si evitando

toda lucha con los hombres, excepto solamente en aquello en

que nos veamos obligados a oponernos a ellos por ser ellos

adversarios de Jesucristo, resistimos las maquinaciones de

nues-tro enemigo espiritual, provistos de la armadura con la

cual quiere el Señor que su pueblo sea guiado y fortalecido, no

hay que temer en cuanto a la victoria. Por lo tanto, hermanos

míos, si buscáis la verdadera victoria, no opongáis al mal otro

mal y de la miaña clase, sino dejad a un lado todo mal afecto y

dejaos guiar solamente por vuestro celo en el servicio de Dios,

moderado por su Espíritu, según la regla de su Palabra". Esta

carta respira el espíritu de la prudencia y moderación

cristianas a la vez que la fidelidad al deber.

Bucero, un ex-dominico amigo de Lutero, era a la sazón el

caudillo del partido reformista en Estrasburgo. En aquella

ciudad alemana había una pequeña colonia francesa de

Page 37: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

37

protestantes refugiados, que había empezado a reunirse allá

por el año 1524, pero que no tenía todavía pastor estable.

Habiendo oído la noticia del destierro de Calvino, Bucero se

propuso obtener sus servicios para la congregación francesa.

Le escribió rogándole con urgencia que fuera. Tendría, le

decía, una grey muy pequeña, pero podía esperar un

ministerio muy fructífero.

Pero Calvino vacilaba. En agosto escribió a Farel:

"Sospecho que Bucero va a hacerme más fuerte presión para

que vaya a Estrasburgo. No accederé si no me siento

impulsado por una mayor necesidad". Pero la necesidad de

una voluntad todavía más fuerte que la de Bucero se le

impuso. En el Prefacio de su Comentario a los Salmos dice:

"Hallándome en libertad y relevado de mi oficio, había

pensado vivir en paz, sin tomar ningún cargo público, hasta

que Martín Bucero, usando una reprensión y protesta

semejantes a la que Farel había usado antes, me llamó a otro

lugar. Aterrado por el ejemplo de Jonás, que él puso delante

de mí, continué todavía en el oficio de maestro".

En septiembre de 1538 predicó su primer sermón en

Estrasburgo, y trabajó en aquella ciudad hasta 1541. Su

destierro no fue un destierro de forzada ociosidad y soledad,

sino de incesante actividad.

Desde el primer momento tomó una posición honrosa en

la ciudad alemana. (Hoy francesa. Nota de CUPSA). En

menos de un año había recibido la ciudadanía y era afiliado al

gremio de los Sastres, siendo los gremios corporaciones que, a

pesar de-llevar el nombre de oficios, no se limitaban, ni

mucho menos, a personas que los ejercieran.

Su cargo era el de pastor de la Iglesia Francesa, bajo los

auspicios del Concejo municipal. Su erudición fue tenida en

tanta estima, que se le nombró lector en Teología en la Aca-

demia, la Universidad de aquel tiempo, ya famosa por las

labores de hombres como Sturm. Fue entonces cuando

comenzó a dar aquellas explicaciones bíblicas que echaron

cimiento a sus Comentarios.

Page 38: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

38

Del trabajo de Calvino como comentador, tal vez el juicio

más completo es de Tholuck.

"Calvino —dice el gran profesor alemán— era, no sólo

acertado y feliz en su explicación del sentido gramatical, en

sus observaciones correctas sobre expresiones especiales y en

sus opiniones características, sino que penetran más allá del

sentido gramatical, en el sentido histórico, poético y profetice

de pasajes importantes...

"En su Comentario al Nuevo Testamento no podemos

menos de admirar su estilo sencillo y elegante, su libertad

dogmática, el tacto con que trata los asuntos, su multiforme

erudición y su profunda piedad cristiana. En consonancia con

la forma está la elegancia de la dicción: una pulcritud y

propiedad en la expresión, especialmente notable en los

prefacios. Pero esta elegancia no se manifiesta en una afectada

selección de palabras…

"Otra excelente cualidad de Calvino como comentador es

el cuidado que pone en no caer en digresiones. Los

comentaristas luteranos se ocupaban más bien en explicar

puntos especiales de doctrina (loci communes), que en escribir

comentarios ceñidos al texto. Así sucede que a menudo

echamos de menos, en Melanchton, por ejemplo, la

explicación de pasajes difíciles que tenemos a la vista, y en

cambio, se extiende excesivamente sobre otros que le ofrecen

una oportunidad de hacer exposiciones dogmáticas. Calvino

mismo no estaba libre de este hábito de su tiempo, y a

menudo prorrumpe en violentas declamaciones contra el Papa

y los frailes; pero lo hace con mucho menos frecuencia que

sus contemporáneos y tal clase de polémica en una época

como la suya no era condenable.

"Calvino estuvo muy lejos de seguir el error de Lutero, el

cual, descuidando la base del testimonio histórico, la sustituyó

por la mera opinión subjetiva, y de este modo hizo que llegara

a ponerse en disputa la autenticidad de la Escritura. Tampoco

estaba dispuesto, por otro lado, a simpatizar con aquellos que

defienden a todo trance el origen apostólico de escritos,

respecto de los cuales el testimonio de la historia es

Page 39: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

39

claramente adverso. Se guarda a sí mismo, sin embargo, con la

mayor moderación contra una oposición precipitada, cuando

el mayor número de autoridades históricas están del lado

contrario al suyo. Así dice en su argumento acerca de la

segunda Epístola de San Pedro: "Aunque en todas partes de la

Epístola puede discernirse la majestad del Espíritu de Cristo,

considero como asunto de religión rechazar completamente

toda frase que no puede ser reconocida, como genuina

expresión de Pedro". Sobre la Epístola a los Hebreos dice:

"No debe ser citada entre los que consideran a Pablo como

autor de esta Epístola". Añade sus razones con agudeza

filosófica y crítica".

Su trabajo como pastor y profesor no fue nunca lucrativo.

Gomo lo demuestran sus cartas a Farel, se veía tan estrechado

por la pobreza, que más de una vez tuvo que vender sus

libros. Su salario era un florín por semana (unos cinco francos

y medio). Se vio en la necesidad de tomar huéspedes. Pero

como sus pupilos eran estudiantes pobres, los ingresos de Cal-

vino no aumentaban mucho con las pensiones que pagaban.

Durante su residencia en Estrasburgo, a la edad de treinta

un años, se casó. Su esposa fue Idelette de Bure, natural de

Lieja, cuya familia había sido desterrada de Bélgica por su

adhesión a la fe protestante, y que era viuda de Juan Stordeur,

otro refugiado belga. La vida matrimonial de Galvino duró

menos de nueve años. Su único hijo vivió sólo unos días y su

esposa murió en marzo de 1549.

Bonnet (Récits du XVI siécle) habla de madame Galvino

como una verdadera ayudadora de su marido. Visitaba a los

pobres, consolaba a los afligidos, recibía a los numerosos

extranjeros que llamaban a la puerta del reformador y le

sostenía en horas de desaliento y tristeza. En una carta a Viret,

escrita después de la muerte de su esposa, Calvino mismo dice

de ella: "Mi aflicción no es una aflicción ordinaria. He perdido

la excelente compañera, de mi vida (optima socia vitae), que,

caso de haber venido sobre nosotros la desgracia, hubiera

compartido conmigo alegremente, no sólo el destierro y la

miseria, sino la misma muerte. Mientras vivió fue una fiel

Page 40: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

40

auxiliadora en mi ministerio. Jamás experimenté por parte de

ella el menor impedimento".

Fue durante este período, en Estrasburgo, cuando Calvino

conoció en Francfort a Melanchton, conocimiento que más

tarde maduró en una amistad íntima A veces diferían de

opinión, pero tenían el uno para el otro verdadero afecto. A

Melanchton dedicó Calvino su Comentario sobre Daniel.

Melanchton murió en 1560. Y Calvino, en un apostrofe que

hace en su Tratado sobre la Cena del Señor (1561); escribe:

“¡Oh Felipe Melanchton!, a ti me dirijo, a ti que ahora vives

en la presencia de Dios con Jesucristo y nos esperas allí hasta

que la muerte nos una en el goce de aquella paz divina. Cien

veces me has dicho cuando, cansado con tanto trabajo y

oprimido por tantas cargas, reposabas tu cabeza sobre mi

pecho: "¡Dios me diera, Dios me diera el morir ahora!" Pero

yo, por mi parte, había deseado mil veces que tuviéramos la

felicidad de vivir juntos".

En su correspondencia con Fard por este tiempo,

encontramos una agradable referencia a una, de las raras

ocasiones en que Lutero y Calvino cambiaron cortesías. En su

carta a Farel, 20 de Noviembre de 1539, dice Calvino: "Crato,

uno de nuestros grabadores, recientemente venido de

Wittenberg, trajo una carta de Lutero, en la cual dice:

"Saludad de mi parte a Sturm y a Calvino, cuyos libros he

leído con especial delicia". Considera ahora seriamente lo que

yo he dicho allí acerca de la Eucaristía; recuerda el ingenio que

Lutero tiene, y podrás comprender fácilmente cuan

irrazonables son los que tercamente disienten de él. Felipe

Melanchton), no obstante, escribió asi: "Lutero y Pemeranio

han enviado saludos a Calvino. ¡Calvino ha adquirido gran

favor a sus ojos!" Felipe me ha informado al mismo tiempo

por el mensajero de que ciertas personas, para imitar a Lutero,

le habían señalado un pasaje, en que yo le había criticado a él

y a su amigo; que él había examinado el pasaje en cuestión, y

comprendiendo que se refería claramente a él, había dicho al

fin: "Espero que Calvino pensará mejor de nosotros algún día;

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41

pero de todos modos, está bien que ahora le demos una

prueba de nuestros buenos sentimientos para con él".

Calvino era sensible a tales aproximaciones. Añade: "Ten-

dríamos que ser de piedra para que no nos afectara semejante

moderación. Por mi parte, estoy profundamente afectado por

ella, y he aprovechado la ocasión de decirlo así en el prefacio

que he puesto a mi Comentario a la Epístola a los Romanos",

Si calvinistas y luteranos se mantuvieron separados, la

culpa no fue de sus caudillos. Los grandes hombres se pueden

permitir el placer de estrecharse la mano por encima de sus

diferencias.

Pero Calvino no estaba llamado a permanecer en el

destierro. Ginebra no podía pasarse sin su hombre más

grande. Su destierro había sido seguido por nuevas

explosiones de desorden moral en la ciudad. Aumentaban las

facciones, tanto en los asuntos civiles como en los

eclesiásticos.

Más de una vez se hicieron esfuerzos para inducirle a

volver. Pero él rehuía la tarea. Por otro lado, deseaba el bien

de Ginebra. Hubiera ayudado con alegría a su Iglesia y a su

pueblo. Pero pensaba que la Iglesia de Estrasburgo tenía

fuertes derechos a su asistencia.

En una carta a los Síndicos y Concejo de Ginebra, fecha de

23 de octubre de 1540, en respuesta a las proposiciones que le

habían hecho, dice: "Estoy en singular perplejidad, porque

tengo el deseo de acceder a vuestras solicitaciones y de luchar

con toda la gracia que Dios me ha dado para restaurarla (a la

Iglesia) a una condición mejor; y por otra parte, no puedo

dejar ligeramente y poner a un lado, como cosa de poca

monta, el cargo al cual el Señor me ha llamado, sin ser

relevado de él por medios regulares y legítimos. Porque

siempre he creído y enseñado, y hasta ahora no he podido

persuadirme de lo contrario, que cuando nuestro Señor señala

a un hombre como pastor en una iglesia para predicar su

Palabra, debe el tal hombre considerarse a sí mismo como

obligado a tomar la dirección de la misma, de tal modo que no

puede retirarse de ella sin una firme seguridad en su corazón,

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42

y el testimonio de los fieles, de que el Señor le ha descargado

de su obligación".

Los sufrimientos y malos tratos del pasado habían también

dejado huellas sobre su alma. A Viret le escribía: "No pude

leer una parte de tu carta sin reír. Es aquella en la que expresas

tanta solicitud por mi prosperidad. ¿Y he de ir a Ginebra para

asegurar mi paz? ¿Por qué no someterme a ser crucificado?

Sería preferible perecer de una vez a ser atormentado hasta la

muerte en aquella cámara de tortura. Si deseas mi bien,

querido Viret, hazme el favor de no seguir dándome

semejantes consejos".

El mismo estremecimiento interior aparece en su carta a

Farel, fecha 21 de Octubre de 1540: "Siempre que pienso lo

desgraciado que fui en Ginebra, tiemblo en todo mi ser

interior cuando se me habla de mi regreso… Tengo que

rogarte me perdones si digo que temo aquel lugar como un

lugar donde es imposible la paz y la seguridad". Fue en una

carta posterior, en Octubre 24, donde empleó la famosa frase:

Cor meum velut mactatum Domino in sacrificium, offero.

(Ofrezco a Dios en sacrificio mi corazón como inmolado.

Después de meses de profunda consideración, de presiones

hechas desde Ginebra y de consultas con sus amigos más ex-

perimentados, se fue resignado con lo que !e parecía ser el

llamamiento de Dios.

El Concejo de Ginebra, por su parte, no dejó nada por

hacer para demostrar el sentimiento que tenía por lo pasado y

el deseo de que Calvino volviera. En 1º de mayo de 1541,

revocó la sentencia de destierro dictada en 1538 contra él y sus

amigos. Todos los miembros levantaron la mano como

declaración de que los consideraban como hombres de bien y

de Dios (pour gens de bien et de Dieu), y de que podían entrar y

salir por la ciudad con toda tranquilidad.

El 13 de septiembre de 1541 regresó Calvino a Ginebra. El

mismo día se presentó ante el Concejo y entregó las cartas de

recomendación que traía de la ciudad y de los predicadores de

Estrasburgo. Estrasburgo había demostrado el sentimiento

con que lo veía marchar, dándole una prueba palpable de la

Page 43: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

43

estimación en que lo tenía. Le concedió que mantuviera su

derecho de ciudadanía y votó la continuación del estipendio

que le había señalado, cosa esta última que Calvino declinó

aceptar.

El Concejo de Ginebra le proveyó al punto de una casa

con jardín y votó un estipendio de 500 florines al año, suma

equivalente a unas 3 000 a 3 500 pesetas. Probablemente sus

ingresos, aparte de la casa, no excedieron nunca de una suma

equivalente a 4,000 pesetas anuales.

Los rasgos más salientes de la vida y de la obra de Calvino

serán tratados en capítulos sucesivos. Hasta el presente año,19

aparte de una lápida en la catedral donde tan a menudo

predicó, poco se había hecho para perpetuar su memoria en

una ciudad que él, más que ningún otro hombre, ha hecho

ilustre. Murió el 27 de mayo de 1564, antes de cumplir los

cincuenta y cinco años. El sepulcro que se tiene por suyo en el

cementerio de Plain Palais, de Ginebra, lleva, como el de

Knox, en Edimburgo, solamente las iniciales de su nombre.

Pero "J- C." tiene otros monumentos, más duraderos que

mármoles y bronce, en las vidas sobre las cuales ejerció una

poderosa influencia y en los principios que enseñó.

19

El año 1909, en que se publicó la primera edición inglesa de la presente

obra, fue el año del cuarto centenario del nacimiento de Calvino. En

conmemoración de este centenario se levantó en Ginebra el monumento a

la Reforma, que se describe en el Apéndice D.

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44

CAPÍTULO VI

EL CARÁCTER DE CAL VINO

Calvino era un hombre de fe. Vivia bajo el poder de las

realidades invisibles. En época muy temprana de su vida tomó

por blasón una mano que presentaba un corazón ardiendo,

con este lema debajo: Cor meum velut mactutum Deo in

sacrificium offero. (Ofrezco a Dios mi corazón como inmolado

en sacrificio.)

No nos dice mucho acerca de sus propias experiencias es-

pirituales. Pero en el prefacio de su Comentario a los Salmos

levanta un poco el velo. Hablando de cómo había abandonado

el estudio de las leyes, dice: "Aunque traté de dedicarme

fielmente a él para dar gusto a mi padre, Dios volvió al fin mi

camino en otra dirección, por el secreto impulso (arcano

freno) de su providencia. Y en primer lugar, cuando estaba yo

demasiado adherido a las supersticiones del Papado, para

hacerme fácil la salida de tan profundo pantano, redujo a

docilidad, por una conversión repentina, mi mente,

demasiado endurecida por la edad". Cuándo y cómo tuvo

lugar este cambio repentino es difícil decirlo. El profesor

Lefranc, en su libro La jeunesse de Calvin, piensa que, aunque

la decisión puede haber sido repentina, al fin, la conversión

fue un proceso gradual. Pero es difícil seguir a Lefranc en su

idea de que el ambiente y las influencias familiares en Noyon

ayudaron a Calvino en su evolución hacia el protestantismo.

Lo importante es que, cualesquiera que fuesen los medios

usados y las circunstancias que ayudaron, Calvino atribuyó el

cambio a la obra del Espíritu divino en su conciencia. El que

no naciere de arriba, no puede ver el reino de Dios.

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45

A través de toda su vida vio la mano guiadora de Dios. Así,

por ejemplo, dice en el ya citado prefacio a los Salmos: Yo,

que por naturaleza soy de disposición rústica (subrusticus),

amaba el retiro y la tranquilidad, y procuraba el aislamiento,

cosa que nunca me fue concedida, porque todos mis retiros se

tornaron escuelas públicas. En fin, siendo éste mi único deseo,

cultivar una obscura tranquilidad, Dios me ha guiado por

varios rodeos, de tal modo que nunca me ha dejado descansar

en ningún lugar hasta no sacarme, contra mi natural

inclinación, a la luz pública".

Para establecerse en Ginebra fue guiado, es cierto, por la

exhortación de Farel. Pero por encima de la voz de Farel oía

otra voz que le hablaba. Esto también lo sabemos por su

prefacio a los Salmos. "Fui retenido en Ginebra, no tanto por

el consejo y la exhortación, como por la terrible adjuración de

Guillermo Farel, como si Dios hubiera echado mano de mí

violentamente desde el cielo".

En la Institución (Libro III. cap. II, párrafo 21) habla del

poder que tiene la fe para tranquilizar el ánimo y fortalecer el

carácter. "El ánima fiel, por muy mucho que sea afligida y

atormentada, mas con todo esto, al fin vence todas estas

dificultades y en ninguna manera jamás consiente que la

confianza que ella tiene en la misericordia de Dios le sea

quitada. Mas, antes al contrario, todas las dudas que la

atormentan y fatigan se convierten en mayor certificación de

esta confianza... Nunca jamás puede la raíz de la fe ser

arrancada de un corazón pío, sin que allá en lo bajo de tal

corazón no quede algo arraigado, no quede alguna partecita

pegada, por más que siendo movida, parezca que ha de dar

consigo de acá para allá: que la lumbre de ella nunca jamás

será de tal manera muerta ni apagada, sin que por lo menos no

quede alguna centellita escondida entre las cenizas... Se

cumple en ellos aquello que dice San Juan: Esta es la victoria

que vence al mundo: nuestra fe. Porque él no afirma que ella

será victoriosa solamente en una batalla, ni en tres ni en

cuatro; mas que saldrá victoriosa contra el mundo todas y

cuantas veces él la acometiere y se tomare a manos con ella".

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46

¡Cuan hermosas son sus palabras acerca de la oración!

(Institución, lib. III cap. XX, párrafos 1º y 2º): "Esta, cierto,

es una secreta y oculta filosofía, que no se puede entender por

silogismos, mas que solamente la aprenden y entienden

aquellos a quienes Dios ha abierto los ojos para que en su

lumbre vean la lumbre. Siendo, pues, nosotros enseñados por

la fe a conocer que todo bien que nos es necesario, y del cual

en nosotros mismos carecemos, es en Dios y en nuestro Señor

Jesucristo, en quien ha querido el Padre que toda la plenitud

de su liberalidad residiese, para que de El, como de una fuente

copiosísima, sacásemos todos: resta que nosotros busquemos

en El, y de El con oración donándonos io que hemos

aprendido haber en El... Así que por medio de la oración

nosotros alcanzamos que penetremos a aquellas riquezas que

Dios nos tiene depositadas en si mismo. Porque ella es una

cierta comunicación entre los hombres y Dios, por medio de

la cual, habiendo ellos entrado en el santuario ceiestial, le

avisan y traen a la memoria claramente sus promesas, para que

por la experiencia les muestre, cuando la necesidad lo

requiere, que lo que ellos han creído a su simple palabra ser

verdad, no es mentira ni falsedad... Cierto, no es sin causa que

nuestro Padre celestial testifica todo d refugio de nuestra salud

consistir en la invocación de su nombre: pues que por ella

adquirimos la presencia, así de su providencia, por la cual El

vela, teniendo cuenta y proveyendo todo cuanto nos es

necesario; como de su virtud y potencia, por la cual nos

sustenta a nosotros, flacos y sin fuerzas, y que casi no

podíamos tenernos en los pies; y también adquirimos la

presencia de su bondad, por la cual a nosotros que

miserablemente estábamos agobiados con pecados, nos recibe

en su gracia y favor; y por la cual, por decirlo en pocas

palabras, nos lo aplicamos todo entero, a fin que El se muestre

sernos favorable y que siempre está con nosotros. De aquí

procede un singular reposo a nuestras conciencias. Porque

habiendo nosotros declarado al Señor la necesidad que nos

acongojaba, de todo en todo nos reposamos en El,

entendiendo que todas nuestras miserias las conoce muy bien

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47

aquél de quien estamos ciertísimos que nos ama y que nos

puede bastantísimamente suplir todas nuestras necesidades".

La conciencia de la presencia de Dios era ciertamente la

influencia suprema y dominante en su vida. En su carta a

Melanchton, por ejemplo, apela "a Dios y a los santos ángeles

que nos ven". Y en otro lugar apela a Cristo como el Señor de

la vida, el testigo y el juez, bajo cuya mirada lidiamos.

Era un hombre de valor. Podía decirse de él, como se dijo

de su contemporáneo y amigo Juan Knox, que jamás temió ni

aduló a hombre alguno.

Hacía falta todo su valor para emprender las reformas

eclesiásticas y morales que propuso realizar en Ginebra. Uno

de los principios fundamentales que asentó fue la pureza de la

comunión de la Iglesia y la necesidad de disciplina. Na-

turalmente, esto ofendía a la gente de moralidad laxa y de vida

poco piadosa. El partido de los Libertinos invocó el auxilio

del Concejo y llegó a conseguir que adoptara un acuerdo por

el cual aquel cuerpo recababa el derecho de revisar las

decisiones del consistorio o gobierno eclesiástico en cuanto a

la admisión de personas a la Santa Comunión. Elevada una

apelación al Concejo de los Doscientos, que era la suprema

autoridad legislativa, éste decidió que el pequeño Concejo

tenía el derecho de intervenir en la disciplina eclesiástica y de

absolver a los ofensores. Los libertinos se creyeron

victoriosos. Calvino, pensaban ellos, no se atrevería ya más a

resistir al Concejo.

Pero conocían poco al hombre con quien tenían que ha-

bérselas. Determinaron asistir a la iglesia de San Pedro el

primer Domingo de septiembre de 1553, día en que había de

celebrarse la Cena del Señor y, si fuera necesario, tomar los

elementos a viva fuerza u obligar a Calvino a administrárselo.

Llegó el día señalado. La iglesia estaba llena. Muchos de los

presentes llevaban armas. Calvino subió al pulpito y predicó

sobre la naturaleza del sacramento y el peligro de tratarlo con

menosprecio. Concluyó declarando que no administraría el

sacramento a ninguno que hubiera sido excomulgado, y que si

alguien intentaba tomar el pan del Señor por la fuerza, lo

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48

haría con grave peligro para sí. Después de esto, bajó a la santa

mesa. Los libertinos se adelantaron decididos a participar.

Calvino, extendiendo sus manos sobre el pan y el vino dijo:

"Podéis romper estos brazos, podéis quitarme la vida; pero

jamás me forzaréis a contaminar la mesa del Señor o a dar lo

sagrado a los profanos". Un silencio reverente cayó sobre toda

la congregación. Los libertinos se retiraron confundidos. Y la

Santa Cena se celebró, según relata Beza, en el más profundo

silencio y con un santo respeto, como si Dios mismo estuviera

visiblemente presente en la asamblea. Calvino había triunfado

y la independencia espiritual de la Iglesia quedaba vindicada.

Tomemos otra escena memorable, aquella en que Calvino

afrontó, en 1547, el Concejo de los Doscientos. El apasiona-

miento acerca de las leyes reformadoras de la moral pública

era muy vivo. El Concejo mismo estaba hondamente

dividido. Calvino era, por supuesto, furiosamente injuriado

por los que se oponían a su criterio. El Concejo se reunió el

16 de diciembre. Llegó al reformador la noticia de que había

surgido una aguda contienda en la sesión y que se habían

lanzado amenazas de violencia. Las calles estaban llenas de

multitudes excitadas. El dijo que acudiría al Concejo. Sus

amigos trataron de disuadirle, pero en vano. Pasó por las

calles hasta la sala de Concejo, a cuyas puertas, como él

mismo escribió en su carta a Viret, se había congregado una

multitud tumultuosa. "Terrible era la escena —dice—. Me

arrojé en lo más espeso de la multitud. Fui arrastrado de un

lado a otro por los que querían salvarme de algún daño. Puse a

Dios por testigo de que había ido a ofrecer mi cuerpo a sus

espadas, si era que tenían sed de mi sangre." En su alocución

de despedida a los pastores de Ginebra, poco antes de su

muerte, se refiere a este incidente y dice que cuando entró en

el Concejo le dijeron: "Retiraos, señor; no es con vos con

quien tenemos que ver", y que él respondió: "No, no me

retiraré. Seguid adelante, perdidos; matadme y mi sangre

testificará contra vosotros y aun estos bancos la requerirán".

Con toda verdad podía decir: "El Señor es la fortaleza de mi

vida. ¿De quién he de atemorizarme?"

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49

En 1542 se declaró la peste en Ginebra. El hospital de

apestados estaba lleno. Hacía falta un capellán. El pastor

protestante Fierre Blanchet se ofreció, y fue aceptado por el

Concejo. Al poco tiempo cesó la peste y Blanchet salió del

hospital.

En 1543 hubo una nueva invasión de la peste. El I9 de

mayo, Calvino anunció al Concejo que el pastor Castellion

estaba pronto a servir como capellán en el hospital. El

Concejo aceptó el ofrecimiento, censurando al mismo tiempo

a algunos pastores que no habían querido ir al hospital. Esto

ocurrió el 2 de mayo; pero el día 11, Castellion fue dimitido y

Blanchet nombrado de nuevo. Blanchet murió y el Concejo

ordenó, en 19 de junio, que los pastores se reunieran y

eligieran un capellán, "excluyendo a monsieur Calvin, porque

era requerido para la Iglesia." A la semana siguiente se

nombró un capellán.

Podemos comprender que el Concejo no quisiera exponer

a Calvino al riesgo de infección en el hospital. Al general en

jefe no se le coloca en primera línea. Pero ¿qué hubiera hecho

Calvino si hubiera sido llamado? Seguramente hubiera

cumplido con su deber.

Doumergue cita una carta escrita por Calvino a Viret en

octubre de 1542 al principio de la peste. Si algo le ocurre (a

Blanchet), temo que, después de él, me tocará a mí correr el

riesgo... No podemos desamparar a los que necesitan nuestro

ministerio más que los otros. En tanto que estamos en este

cargo, no veo cómo podríamos excusarnos a nosotros

mismos, si por temor al peligro, priváramos de auxilio a los

que más lo necesitan.

Doumergue dedica bastante espacio a este incidente,

porque los autores católico-romanos han citado las frases de

Calvino en que expresa su temor, omitiendo las otras en que

manifiesta su sentido del deber. Hace notar que la carta de

Calvino, como escrita a un amigo, es completamente franca.

No pretende en ella despreciar el peligro. Pero si el deber lo

requiere, está pronto para afrontarlo.

Page 50: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

50

Era un hombre abnegado. Riquezas terrenas jamás las

buscó. En Estrasburgo, donde, como hemos visto, era lector

en la Academia, a la vez que pastor de la congregación

francesa, se vio a menudo en extrema pobreza. Tuvo hasta

que vender sus libros para procurarse el sustento. Durante su

ministerio en Ginebra, el Concejo, habiendo observado que

su gabán estaba muy raído, votó una cantidad de dinero para

comprarle una pieza de paño.

En su prefacio al libro de los Salmos dice: "Hay personas

que hacen correr rumores ridículos acerca de mis tesoros: de

mi gran poderío y de mi opulenta manera de vivir. De un

hombre que se contenta con tan sencilla alimentación y tan

ordinaria vestimenta y que no pide, aun de los más humildes,

más moderación de la que él mismo practica, ¿cómo puede

decirse que es un derrochador y amigo de la ostentación? Mi

muerte probará lo que no quieren creer durante mi vida". (Me

non esse peeuniorum. si vivus quibusdam non persuadero, mors

tandem stendet.)

Sus honorarios, cuando ocupaba el cargo eclesiástico más

elevado de Ginebra como predicador de la catedral y pastor de

su congregación, nunca excedieron de una cantidad

equivalente a 4,000 pesetas 4+ por 1 peso) anuales, aparte de

casa y jardín.

Era un hombre capaz de profunda simpatía. Severo podía

ser ciertamente al denunciar el mal o al condenar a los que

creía obraban en contra de la ley de Dios. Pero que tenía un

corazón tierno se deduce muy claramente de su

correspondencia. Se conserva una carta que escribió a

Richeburg, ciudadano de Estrasburgo, cuyo hijo había muerto

en la peste de 1541. En ella expresa su aflicción al ver un joven

en la flor de sus años, arrebatado por la muerte, "uno a quien

yo amaba como a un hijo, y él a mí no menos que a un

segundo padre. .. Desde las confusas e inciertas sombras de la

vida ha sido recibido en la inmortalidad. . . Pero tú dirás que

es difícil reprimir de tal modo los afectos paternales, que no se

experimente dolor por la muerte de un hijo. Ni yo deseo que

no te aflijas. No aprendemos en la escuela de Cristo una

Page 51: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

51

filosofía que se proponga suprimir todos esos sentimientos

que Dios nos ha dado y tornar a los hombres en piedras.

Todo lo que he dicho tiene solamente por objeto persuadirte a

poner límite a tu dolor y a calmarlo, para que, al derramar tu

corazón en lágrimas, como la naturaleza y el amor paternal lo

piden, no te entregues por completo al dolor". ¡Qué simpatía

tan real, qué consuelo tan sabio, alientan en estas palabras!

Sus cartas a Viret, su amigo y colaborador, muestran la

misma ternura. Hablando de la enfermedad de la esposa de

Viret: "Puedes estar seguro de que estoy tan inquieto por ella

como si fuera mi propia esposa o hija". Y cuando una carta

del mismo Viret vino a desmentir el rumor que había corrido

acerca de la muerte del miaño, Calvino escribe: "Tan pronto

como vi tu cana produjo tal tempestad de alegría que apenas

era dueño de mí mismo. Es bueno que no hayas tenido que

pasar por tal noche de dolor".

A un padre que, disgustado con su hijo, había rehusado

reci-birlo en su casa, Calvino escribió intercediendo por el

hijo. A la duquesa de Ferrara, profundamente afligida por la

muerte de su hijo político Francisco, duque de Guisa, y por la

afirmación de algunos de los reformadores, de que sería

condenado al castigo eterno, escribió una carta de sincera

simpatía. Le dice que debemos guardarnos contra toda

precipitada presunción al hablar del estado futuro de un

hombre, "porque no hay más que un Juez, ante el cual todos

debemos dar cuenta de nuestros actos". Guizot dice:

"Ciertamente, muy pocos hombres del siglo XVI eran lo

bastante liberales y magnánimos para usar semejante lenguaje

acerca de la muerte y estado futuro de su más formidable

enemigo". Las palabras que el arzobispo de Armagh escribió

con ocasión de la muerte del arzobispo Temple

pudieran aplicarse casi exactamente a Calvino:

De hierro el corazón toda su vida

no para otros, para sí guardó.

A sus hermanos, corazón de carne;

al cielo, corazón de fuego dio.

Page 52: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

52

Beza, que tuvo amplias oportunidades de conocer íntima-

mente a Calvino, nos ha dejado el siguiente juicio acerca de su

carácter: "Aunque la naturaleza —dice— había dotado a

Calvino con cierta seriedad digna, tanto de modales como de

carácter, nadie era más agradable que él en el conversación

ordinaria. Podía soportar de una manera admirable las faltas

de otros, cuando procedían de mera flaqueza; así, nunca

avergonzó a nadie por inoportunas represiones, ni desalentó a

ningún hermano flaco; pero, por otro lado, nunca pasó por

alto ni trató con lenidad el pecado voluntario... Su

temperamento era naturalmente colérico, y su activa vida

pública había tendido en mucho a desarrollar esta falta; pero

el Espíritu de Dios le había enseñado a moderar de tal modo

su ira, que nunca se le escapó una palabra indigna de un varón

justo. Mucho menos cometió nunca una injusticia hacia otros.

Era solamente cuando la cuestión concernía a la religión, y

cuando tenía que contender contra pecadores endurecidos,

cuando se permitía moverse y excitarse, traspasando los

límites de la moderación. .. Habiendo sido testigo durante

dieciséis años de sus trabajos, he trazado la historia de su vida

y de su muerte con toda fidelidad; y testifico ahora sin

vacilación que todo cristiano puede encontrar en este hombre

el noble modelo de una verdadera vida y muerte cristiana; un

modelo, sin embargo, tan fácil de falsificar como difícil de

imitar".

Era un trabajador infatigable. Aunque, en sus últimos años

especialmente, sufrió mucho de mala salud, siempre fue un

estudiante laborioso. Daba poco tiempo al sueño y estaba ge-

neralmente en su trabajo a las cinco o seis de la mañana.

Una carta a Farel desde Estrasburgo nos da una idea de su

trabajo: "No recuerdo día en todo este año en que me haya

visto tan cargado por tal variedad de ocupaciones. Guando el

mensajero estaba listo para llevar el principio de mi obra con

esta carta, tenía que repasar todavía más de veinte hojas. Tenía

después que dar una conferencia y predicar, escribir cuatro

cartas, poner paz entre algunas personas que habían reñido

Page 53: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

53

unos con otros y contestar a más de diez personas que acudían

a pedirme consejo".

Una semana de cada dos predicaba diariamente. Tres días

por semana explicaba Teología. Asistía con regularidad a las

sesiones del Consistorio y dedicaba mucho tiempo a otros de-

beres públicos.

Era un firme creyente en el valor de las visitas pastorales;

un deber descuidado a menudo por los ministros del

Evangelio. Bucero le escribió en 1547, alabándole por su

cumplimiento de "este deber de piedad y amor".

Sin embargo, con ser tan laboriosa su vida, encontraba

tiempo para sencillas distracciones. Al aire libre jugaba al tejo,

y dentro de casa, a un juego de mesa llamado clef.

Aquí es oportuno decir algo acerca de la actitud de Calvi-

no hacia el teatro. No era una actitud de ciega hostilidad. La

pasión por las representaciones dramáticas era tan fuerte entre

los antiguos ginebrinos como la pasión por el baile. En 8 de

abril de 1546, Monet y varios otros presentaron al Concejo

una pieza "moral", pidiendo autorización para representarla el

Domingo después de Pascua. El Concejo dio instrucciones a

los pastores para que presenciaran un ensayo de esta "moral"

y vieran si contribuía a la edificación; y habiendo informado

los pastores que la composición dramática era "para

edificación y confirmación de la Palabra de Dios", se concedió

la autorización.

Esta "moralidad" (probablemente un drama de Pasión)

tuvo tal éxito y popularidad, que el 24 de mayo se dirigió otra

petición al Concejo para representar los Hechos de los

Apóstoles, para edificación del pueblo. Resolvióse comunicar

dicha historia a Monsieur Calvin, y si él la encontraba sobria

y edificante, permitir su representación. La "historia" había

sido escrita por Abel Poupin, uno de los pastores de Ginebra

y colega de Calvino.

Calvino rehusó dar su opinión personal, prefiriendo

comunicar la decisión a que se llegara en una conferencia con

sus colegas. "Y digamos desde luego —dice Doumergue—, para

seguro asombro de nuestros lectores, que la opinión estrecha e

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54

intransigente no fue la de Calvino. El se unió a sus colegas

para moderarlos."

Las actas del Concejo del 31 de mayo nos informan de que

se concedió autorización para representar esta pieza en el

Domingo de Pentecostés, después de dirigidas comunicaciones

a monsieur Calvin y a monsieur Abel; que estos dos ministros

fueron de opinión de que no había nada impío (contre Dieu)

en ella; pero que los demás pastores objetaron por cuestiones

de principio. No les gustaba, buena o mala, y no querían que

se representasen piezas dramáticas.

Aparece claro que la objeción en principio, la oposición

formal a toda clase de, representaciones teatrales, procedió no

de Calvino, sino de sus colegas.

El Concejo solicitó una segunda opinión de Calvino y

Abel. Si aprobaban la representación y no encontraban nada

impío en ella, el Concejo señalaría la fecha para que se

representara.

Al día siguiente, 1º de junio. Calvino se presenta ante el

Concejo. Procura reconciliar las opiniones de los que objetan

a la representación ron las de los que la desean. La objeción

hecha por los colegas de Calvino, los pastores, era que algunas

personas desearían representar ciertos dramas y gastarían el

dinero en estas cosas en lugar de emplearlo en obras de

caridad. Calvino procuró demostrar que no era necesario

abandonar lo uno para hacer lo otro.

Las actas del Concejo no dicen cuál fue la decisión a que se

llegó.

Posteriormente se solicitó permiso para representar una

comedia titulada Los trabajos de Hércules. Pero como en este

caso se trataba de una pieza profana, y en ella habían de

emplearse actores profesionales, el Concejo no vaciló en

denegar el permiso.

Después propusieron otra vez Los Hechos de los

Apóstoles. Calvino informó en nombre de los pastores que el

drama era bueno (bien saingt et cellon Dieu), pero

consideraban más conveniente que no se representara. El

Page 55: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

55

Concejo, sin embargo, creyó mejor permitirlo y los pastores

no insistieron en su oposición.

Escribiendo a Farel el 3 de julio, la víspera de la función,

Calvino decía: "Hemos declarado que la representación de de

esta pieza no nos agrada nada. Pero no resistimos hasta el fin,

porque había peligro de que quebrantáramos nuestra

autoridad si nos oponíamos obstinadamente, y al fin pasaban

por encima de nuestra resistencia. Veo que no se puede

rehusar a los hombres toda diversión''. (Video non posse negari

omnia oblectamenta.)

Posteriormente, Cop (uno de los pastores; denunció enér-

gicamente el drama desde el pulpito, y especialmente, la pre-

sencia de mujeres en el escenario. El resultado fue una tu-

multuosa manifestación contra Cop. Calvino logró apaciguar

los ánimos. Viret asistió como espectador a la representación

del drama.

Es Ernesto Renán quien ha dicho: "Careciendo del ardor

vivo, profundo, simpático, que fue uno de los secretos del

éxito de Lutero; careciendo del encanto, de la ternura lánguida

y peligrosa de Francisco de Sales, Calvino triunfó en una

época y en un país que reclamaba una reacción hacia el

cristianismo, sencillamente porque era el hombre más

cristiano de su tiempo".

Page 56: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

56

CAPÍTULO VII

CALVINO COMO REFORMADOR

La primera obra de Calvino en la organización de la Iglesia

comenzó muy poco después de su llegada a Ginebra, en 1536.

Está representada por los Artículos, el Catecismo y la

Confesión, de 1537. Que la obra de CaKino era

eminente¬mente espiritual, estos Artículos lo demuestran

Comienzan por una declaración en favor de la frecuente y

respetuosa observancia de la Cena del Señor. Calvino había ya

abogado en la Institución por su celebración todos los

Domingos, pero como una concesión a la flaqueza del pueblo,

recomendó ahora su observancia, por lo pronto, una vez al

mes.

Intimamente relacionada con la celebración de la Santa

Comunión está la cuestión de la disciplina eclesiástica. Los

Artículos recomendaban al Gobierno que se nombraran

personas rectas, no fáciles de sobornar, que vigilaran la vida y

conducta de todo el pueblo por todas partes de la ciudad, y

que comunicaran a los pastores cualquier falta grave que

observaran, con objeto de que los ofensores pudieran ser amo-

nestados y corregidos. En caso de que estas medidas

fracasaran, debía seguir la excomunión.

Una recomendación de mayor alcance aún era la de que

todos los habitantes de la ciudad, empezando por los mismos

consejeros, estuvieron obligados a hacer una confesión de fe.

Y para que la fe cristiana fuera comprendida, se enseñaba a los

niños un breve y sencillo resumen de ella y había catequesis

pública por los pastores en ciertas épocas del año.

Page 57: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

57

Estas recomendaciones fueron aceptadas por las

autoridades civiles, el Concejo pequeño y el de los Doscientos,

excepto la referente a la Cena del Señor. Esta había de

celebrarse, como se había hecho hasta entonces, cuatro veces

al año. Es curioso cómo esta infrecuente Comunión, contra el

parecer de Calvino, se hizo regla establecida, no sólo en

Ginebra, sino también en Escocia, donde hasta hace poco

tiempo la Comunión se celebraba, generalmente, sólo dos

veces al año.

Sin embargo, en Estrasburgo, durante el tiempo que fue

pastor de la colonia francesa, Calvino consiguió introducir la

celebración de la Cena del Señor una vez al mes. Allí

estableció también la forma presbiteriana en el gobierno de la

Iglesia.

La admisión de los laicos a participar en el gobierno de la

Iglesia es, indudablemente, lo que distingue singularmente a

Calvino como reformador eclesiástico. Antes de su tiempo, la

Iglesia estaba gobernada únicamente por el Clero. Pero él

admitió a los ancianos gobernantes o '"ministrantes",

diferentes de los ancianos predicadores o clérigos, a tomar

parte en la dirección de la Iglesia, una vez que hubieran sido

debidamente elegidos por el pueblo y apartados para este

cargo.

Calvino, sin embareo, no rechazó el episcopado. En la Ins-

titución reconoce que en la Iglesia antigua, "para quitar toda.s

las ocasiones de disensión, los presbíteros de cada ciudad

elegían de entre ellos uno que los presidiese, a quien daban el

título de Obispo... El establecimiento de un arzobispo sobre

todos los obispos de la provincia, y el establecimiento de

Patriarcas, que se hizo en el Concilio de Nicea, con rango y

dignidad superior a los de los arzobispos, fueron regulaciones

encaminadas a la preservación de la disciplina".20

20 Sobre este mismo asuntó hay una importante declaraciJón de Calvino

en su carta al rey de Polonia, en 1555, citada por Henry, II, 343. Dice

Calvino: "Puede haber también obispos para las varias provincias o

ciudades, cuyo oficio sean mantener el orden en todo, según lo requieran las

Page 58: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

58

En Estrasburgo preparó Calvino una liturgia para el culto

público, sobre la cual basó más tarde Juan Knox su famoso

Libro de Servicio. Generalmente, se ha presentado a los re-

formadores escoceses y presbiterianos como hostiles al uso de

fórmulas litúrgicas en el culto. Es cierto que los presbiterianos

de Escocia se resistieron tenazmente a la introducción del

culto litúrgico en sus iglesias; pero lo que provocó su

oposición no fue el uso de una liturgia, sino el hecho de ser

una liturgia inglesa la que las autoridades de aquel tiempo

querían imponerles.

La liturgia de Calvino comprendía una confesión general

de pecados muy semejante a la usada por la Iglesia en

Inglaterra, el recitado o canto de los Diez Mandamientos y del

Credo de los Apóstoles, oraciones de suplicación e intercesión

y la Oración dominical. Más tarde, en el orden del culto

establecido en Ginebra, se dejó lugar para la oración

improvisada al lado de las oraciones prescrita.

Calvino dio también lugar importante a la música en el

culto de la Iglesia. En este punto su actitud fue diferente de la

de Zwinglio, que había abolido la música religiosa en Zurich.

En Estrasburgo publicó Calvino su primera colección

pequeña de Salmos, en forma métrica e himnos en francés,

ocho de los cuales eran de Clemente Marot y siete suyos. Más

tarde, en Ginebra, añadió cien salmos, traducidos al francés

por Beza. Henry, el biógrafo alemán de Calvino, dice: "Es

nota característica del espíritu de la época que los Salmos de

Marot se cantaban con éxito en la corte de Francisco I, y más

tarde, en la de Francisco II y la formidable Catalina de

Médicis. El rey Enrique II cantaba, cuando iba de caza, el

Salmo que empieza: "Como el ciervo brama… ", y el rey de

Navarra: "Oh, Dios, aboga mi causa..." La Sor-bona trató en

vano de persuadir a Francisco que prohibiera la traducción.

Kampschulte afirma (1,445, nota) haber quedado demostrada

circunstancias, y de cada asamblea de obispos puede escogerse uno al cual se

encomiende el cargo principal".

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59

por recientes investigaciones que varios de los Salmos

anteriormente atribuidos a Marot son obra de Calvino.

Las ideas de Calvino acerca del gobierno de la Iglesia se

hallan incorporadas en las Ordonnances Ecclesiastiques,

redactadas por él, en 1541, a su regreso de Estrasburgo a

Ginebra, a petición del Concejo pequeño. Aunque

modificadas por este organismo y por el de los Doscientos,

estos Ordonnances son, en general, una expresión fiel de sus

principios. El Dr. Fairbairn (en la Historia Moderna

publicada por la Universidad de Cambridge) dice: "Las

Ordonnances pueden describirse como el programa de la

reforma srinebrina de Calvino, o como su método para

aplicar a la iglesia externa y local el gobierno que Nuestro

Señor había instituido y los Apóstoles habían puesto en

práctica". En ellas, siguiendo el ejemplo de la Iglesia primitiva,

se distinguían cuatro clases de oficios: pastores o predicadores,

doctores o maestros, ancianos y diáconos. Los doctores o

maestros venían a ocupar en su sistema el lugar de nuestros

modernos profesores de teología. Determinaba que los

pastores o predicadores fueran nombrados por el clero: sus

nombres, presentados al Concejo de la ciudad para su

aprobación y confirmación, y finalmente, sometidos a la

congregación para que ella diera su consentimiento.

Los ancianos de la Iglesia debían vigilar la conducta moral

de todos. Eran elegidos cada año, pero podían continuar en su

cargo por más tiempo. Ellos, en unión con los pastores,

formaban el Consistorio. En Ginebra, los ancianos estaban en

mayoría dentro del Consistorio. A este cuerpo, que se reunía

todos los jueves, correspondía ia administración de la

disciplina eclesiástica, como a la que llaman session en las

iglesias presbiterianas de los países anglosajones. Los diáconos

tenían a su cargo el cuidado de los pobres y enfermos y las

ofrendas de la congregación. Se hacía provisión para el

socorro de los necesitados y estaba prohibida la mendicidad.

En el sistema de Calvino, la Iglesia y el Estado estaban

estrechamente entretejidos. Aunque mantenía, como hemos

visto, la independencia espiritual de la Iglesia en materias re-

Page 60: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

60

ferentes a la doctrina y al culto, daba un lugar importante al

Gobierno civil en asuntos de administración. Así, por

ejemplo, se disponía en las Ordonnances que la Iglesia tratara

con los ofensores hasta el punto de la excomunión: pero

después, "cuando fuere necesario imponer algún castigo u

obligar a las partes, los pastores, con el Consistorio, habiendo

oído a cada parte y hecho las amonestaciones y reprensiones

que sean convenientes, informarán al Concejo, el cual

deliberará sobre su informe y dispondrá y pronunciará juicio,

según los méritos del caso". Los ancianos tenían asiento en el

Tribunal civil y eran el lazo de unión entre la Iglesia y el

Estado.

Es cosa bien sabida que el ideal que Calvino acariciaba para

el Estado era el de una teocracia. El intentó hacer de Ginebra

una ciudad de Dios. Y en aquella ciudad, a pesar de grandes

oposiciones y de más de una derrota ocasional, llevó a cabo

una gran reforma social y moral. Acerca de ella diré Juan

Knox: "Reconozco que en otros lugares Cristo es fielmente

predicado; pero costumbres y religión tan sinceramente

reformadas no las he visto en ninguna otra parte”. (M. Crie:

Life of Knox, I, página 197).

Hemos visto ya en qué condiciones se hallaba la moralidad

ginebrina antes de que Calvino llegara a la ciudad. Con los

elevados ideales que él tenía de lo que la vida individual

nacional debía ser, se propuso resueltamente corregir las

costumbres públicas. Tenía que luchar con vicios propios de

nuestro tiempo como de aquéllos. La inmoralidad era abierta

y descarada. La embriaguez hacía estragos. El juego ejercía ya

entonces su mortal fascinación sobre muchos. Contra todos

estos males habló desde el pulpito. Para combatirlos

contribuyó también al establecimiento de un tribunal de

costumbres. Los adúlteros debían ser encarcelados, pagar una

multa y hacer penitencia pública. Se prohibió jugar por

dinero. Doumergue ha demostrado que Calvino, al influir

para que se estableciese una legislación de este carácter, no

hacía más que continuar ejercitando, dándole tal vez una

aplicación más extensa, un derecho que antes de la Reforma

Page 61: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

61

habían ejercitado ya la autoridad episcopal y los Concejos

municipales. Con esta explicación defiende el citado

historiador a Calvino de la acusación que tantas veces se le ha

hecho de entremeterse indebidamente en la conducta del

pueblo. El vio grandes males y quiso ponerles coto. (Véase el

Apéndice A.)

Antes de que Galvino fuera a Ginebra, las autoridades

civiles de algunas ciudades suizas se habían visto en la

necesidad de atajar los abusos que se cometían en las tabernas

y otros lugares de recreo público. El Concejo de Zurich, en

1530, y el de Berna, en 1534, suprimieron las hostelerías de

baja clase, autorizando solamente posadas decentes en las

ciudades y aldeas y al lado de las principales carreteras.

En 1529, según Bonivard, "el prisionero de Chillón", las

ventas y tabernas de Ginebra eran tan numerosas, que podían

alojar a todas las tropas enviadas por Berna y Friburgo contra

los saboyanos. Y hasta que Calvino intervino para remediarlo,

eran lugares de ilimitada licencia.

Había además varios clubes sociales, llamados abbayes, que

hacían la competencia a las tabernas. Existían antes del tiempo

de Calvino. Lo que él hizo fue insistir en que los reglamentos

que determinaban su buen funcionamiento se pusieran en

vigor.

Además, la necesidad de una legislación restrictiva se hizo

más urgente por motivo del gran influjo de extranjeros.

Ginebra era en el siglo XVI una ciudad de unos 13,000

habitantes. De todas partes, de Francia, de Inglaterra, de

España, de Italia, llegaban refugiados. En once años, de 1549 a

1559, la población de la ciudad se aumentó con una

inmigración extranjera de más de 5.000 residentes (Mallet:

Recherches historiques et statístiques sur la population de Géneve,

1837, pág. 41, núm. 2 ).

"No es de extrañar —dice Doumergue— que Ginebra

tomara precauciones respecto a estos recién llegados. Y como

debía su misma independencia y existencia a su fe, el punto

sobre el cual tomaba sus primeras y mayores precauciones era

el de la religión.

Page 62: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

62

"En primer lugar —dice el formulario de las cartas de em-

padronamiento publicadas en 1550— es necesario prestar

solemne juramento de "vivir según la santa Reforma y de ser

obedientes y sujetos a nosotros". Se exigía de todos que asis-

tieran a los sermones y culto público y que denunciaran a los

blasfemos, licenciosos y gente de mala conducta. Ningún cató-

licoromano podía ser admitido como "habitante", mucho me-

nos como "burgués". Cualquier burgués que se hiciera cató-

licoromano perdía por ello su ciudadanía. Hasta el siglo XVII

no se permitió a ningún católicoromano residir en la ciudad, y

aún entonces sólo en casos excepcionales y por tiempo li-

mitado."

Gomo ha demostrado el profesor II. D. Foster, en su

artículo sobre "Ginebra antes de Calvino'', en The American

Historical Review (1903), las leyes Azules, es decir, los

reglamentos que afectaban a la religión y a las costumbres, no

fueron invención de Calvino ni del Estado Puritano, sino más

bien secuelas de la Edad Media". La inculpación hecha a

Calvino por la existencia de una legislación inquisitorial y

fastidiosa se funda en gran parte en un conocimiento

imperfecto de la realidad. El encontró la fórmula ya existente.

El procuró infundir en ella sus propios ideales elevados, su

concepto de una vida piadosa, recta y sobria, tanto para el

individuo como para la nación.

Calvino creía firmemente en el valor de la instrucción.

Una de sus obras más grandes y permanentes en Ginebra fue

el establecimiento del Colegio, ahora Universidad de aquella

ciudad. Beza fue su primer rector, y con él estaban asociados

profesores de Griego, Hebreo, Filosofía, además de un cuerpo

cíe maestros o tutores subordinados para las clases de la

escuela de segunda enseñanza afiliada al Colegio, dedicándose

Beza y Calvino a las lecciones de Teología. El Colegio, que

empezó así con Humanidades y Teología, abarcó después

Medicina y Leyes. De todas partes de Europa acudían a él

estudiantes. A la muerte de Calvino, el departamento de

segunda enseñanza (scholía privata) tenía mil doscientos

alumnos, y la universidad, o scholia publica, trescientos. El día

Page 63: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

63

5 de junio de 1559, día que todavía se observa por el claustro

de la Universidad como dies academicus, se inauguró el

Colegio con un culto solemne en la iglesia de San Pedro, al

cual asistieron los magistrados y todos los hombres doctos de

la ciudad. Calvino pronunció un discurso en francés acerca de

la utilidad de los establecimientos docentes y Beza siguió con

otro discurso en latín.

Uno de los estudios más completos de la obra educativa de

Calvino, un estudio notable por su actitud de simpatía y de

justicia, es el de Kampschulte, el famoso profesor viejo-

católico de la Universidad de Bonn. Hace un análisis detallado

de los asuntos estudiados en el Colegio de Calvino y del

tiempo destinado a cada uno, después de lo cual observa: "La

Escuela Calvinista se proponía educar al hombre completo,

no meramente su inteligencia, sino también su carácter y su

voluntad; darle una base para la vida en su totalidad. Al lado

de la parte didáctica, da más énfasis que ninguna otra a la obra

pedagógica de la escuela. Tiene, por fin, como Beza anunció

en su discurso inaugural, no meramente la instrucción, sino

también la educación; más aún: da la preferencia a la segunda

y procura con espartana severidad, de acuerdo con el carácter

de su fundador, ser digna de esta tarea.” (II. Band, pág. 333.)

Reforma eclesiástica, reforma social, reforma educativa,

todo ello fue obra de la poderosa mente de Calvino.

Defectos había, naturalmente. Tal vez las palabras de M.

Guizot expresan de la manera más fuerte posible las

objeciones que pueden hacerse a su legislación civil: "Aunque

el sistema de Calvino fue concebido y aplicado con rectitud,

sus pensamientos y legislación estaban influidos por dos

nociones equivocadas, que pronto resultaron fatales... El

sistema religioso de Calvino para la Iglesia evangélica pasaba

por alto casi completamente la libertad individual. Deseaba él

regular la vida privada de acuerdo con las leyes morales y por

medio de los poderes del Estado; penetrar en toda la vida

familiar y social y-aún en el alma de cada hombre,

restringiendo la responsabilidad individual dentro de un

círculo cada vez más estrecho. En la relación de la Iglesia

Page 64: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

64

evangélica con el Estado, afirmó y llevó a la práctica el

principio adoptado por la iglesia católica, el derecho del poder

espiritual de llamar en su auxilio al brazo secular para

reprimir y castigar las ofensas contra la religión reconocida

por el Estado; es decir, la impiedad y la herejía. Calvino

negaba y violaba así los derechos de la conciencia y la libertad

personal en la vida privada y en materias de religión,

consecuencia deplorable, pero natural, de su negación del libre

albedrío del hombre en su sistema general de doctrina."

(Guizot. Grandes Cristianos de Francia, pág. 267.)

Pero enfrente de este juicio podemos poner el de otro dis-

tinguido historiador. Dice Michelet: "Este grupo selecto de

Francia, con un grupo selecto de Italia, fundaron la verdadera

Ginebra, aquel asombroso asilo entre tres naciones, que sin

apoyo material alguno (porque temía aún a Suiza) se mantuvo

firme por su propia fuerza moral. Sin territorio, sin ejército,

sin nada en cuanto a espacio, tiempo o materia; la ciudad de la

mente edificada por el estoicismo sobre la roca de la

predestinación…. A cada pueblo que se veía en peligro,

enviaba Esparta, en lugar de un ejército, un espartano. Lo

mismo sucedía con Ginebra. A Inglaterra le dio Pedro Martvr:

a Escocia, Knox; a los Países Bajos, Marnix: tres hombre^ v

tres evoluciones." (Michelet, Histoiré de france, 1885, X.

páginas 483 y 484.)

Page 65: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

65

CAPÍTULO VIII

INFLUENCIA DE CALVINO SOBRE LAS IGLESIAS

REFORMADAS

Calvino estuvo en constante correspondencia con los direc-

tores de la Reforma en Inglaterra. A la muerte de Enrique

VIII, en 1547, Hertford, duque de Somerset, ocupó la

Regencia durante la menor edad de Eduardo VI. Era un

ardiente reformador de la Iglesia. Por orden suya se quitaron

de los templos los crucifijos y otras imágenes. Galvino le

escribió cartas de simpatía y consejo. Reconociendo que había

en Inglaterra dos partidos extremos, el de "los fanáticos" que

so pretexto de celo por el Evangelio, querían subvertir todo el

orden social, y el de los que deseaban obstinadamente retener

todo el conjunto de supersticiones católicas, Calvino

aconsejaba a Somerset que se opusiera a ambos extremos. ''El

medio mejor —decía— de contrarrestar el mal es enseñar a los

hombres en la verdad de que somos creados a la imagen de

Dios y que el cristianismo es opuesto a todo desorden."

Al mismo Eduardo VI Calvino escribió más de una vez. Le

envió un ejemplar de su Comentario sobre Isaías. Le dedicó leí

Comentario sobre las Epístolas Universales, y más tarde, el

Comentario al Salmo Ochenta y siete.

Entre Calvino y Cranmer, arzobispo de Cantorbery,

se cruzaron muchas cartas amistosas. La correspondencia es

notable, principalmente porque muestra cómo se elevaban

estos dos grandes hombres por encima de las diferencias que

los separaban en asuntos referentes al gobierno eclesiástico. Se

ha acusado con tanta frecuencia a Calvino de estrechez e in-

tolerancia, que es interesante encontrarlo abogando por la

Page 66: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

66

unidad. A las sugestiones de Cranmer respondió que

"hombres piadosos y sensatos, educados en la escuela de Dios,

deberían unirse para formar una confesión común de la

doctrina cristiana", y expresó el deseo de que Cranmer

señalara un lugar en Inglaterra donde los caudillos de las

iglesias protestantes pudieran reunirse y llegar a un acuerdo

sobre ciertos artículos fundamentales de la fe como base para

una unión perma¬nente. "En cuanto a mí —dice—, estaría

dispuesto a cruzar diez mares para realizar el objeto que nos

proponemos." Su amistad hacia Inglaterra, así como su celo

por la unidad, se manifiestan en las siguientes frases: "Si se

tratara solamente del bienestar de Inglaterra, pienso que ésta

sería razón suficiente para obrar así. Pero al presente, cuando

nuestro propósito es unir los sentimientos de todos los

hombres buenos y doctos, y de este modo, siguiendo la regla

de la Escritura, reunir en una las iglesias separadas, no deben

escatimarse ni trabajos ni molestias de ninguna clase.”

Esta noble visión de una unidad más estrecha era

compartida por Melanchton, Bucero. Pedro Martyr y

Bullinger. Pero la muerte de Eduardo VI, y el martirio de

Cranmer más tarde, impidieron la celebración de la

conferencia y no se hizo nada más en el asunto.

La elevación de Eiizabeth al trono de Inglaterra, en 1559,

dio ocasión a que Calvino entrara una vez más en contacto

con la vida eclesiástica inglesa. Dedicó a aquella reina en dicho

año su Comentario sobre Isaías. Por el mismo tiempo entró

en correspondencia con el obispo de Londres, Grindal, acerca

de la Iglesia francesa en aquella capital, en cuya formación

Grindal había tomado una participación muy activa. Le envió

un pastor, que había sido educado en Ginebra, para ministrar

aquella congregación.

El asunto de las relaciones de Calvino y de su enseñanza

con la Iglesia de Inglaterra ha sido detalladamente tratado por

Toplady, el autor del renombrado himno: "Roca de los siglos,

por mi herida", vicario de Broad Hembury, en su libro:

Historical Proof of the Doctrinal Calvinism of the Church of

England (prueba histórica de calvinismo doctrinal de la Iglesia

Page 67: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

67

Anglicana), en el cual demuestra que los primeros

reformadores ingleses, Wicliffe y Tyndale, mantuvieron

sustan-rialmente las mismas ideas que Calvino.

El obispo Burnet, en su Historia de la Reforma en

Inglaterra, recuerda la carta de Calvino a Somerset, en 29 de

octubre de 1548, alentándole a seguir adelante con la Reforma.

En esa carta, Calvino aprueba cordiatmente el uso de fórmulas

establecidas de oración, por las cuales se manifiesta de una

manera más patente el acuerdo de todas las iglesias. Aconseja

una reforma más completa que incluya la abolición de las

oraciones por los muertos, el crisma y la extremaunción, que

la Escritura no recomienda en ninguna parte. Pero, sobre

todo, se lamenta de las grandes impiedades y vicios que eran

tan comunes entonces en Inglaterra, como la blasfemia, la

bebida y la inmoralidad; y ruega urgentemente al Lord

Protector que se atienda a tales cosas.

Calvino —dice Toplady— "no se lamentó en vano". El

oficio de Comunión sufrió una nueva reforma en 1550, así

como toda la liturgia en 1551, cuando entre otras alteraciones,

se suprimieron totalmente el crisma en el bautismo, la

extremaunción de los moribundos y las oraciones por los

muertos.

Hooker, el autor de Ecclesiastical Polity, en el prefacio a su

obra, dice que Calvino fue indiscutiblemente, el hombre más

sabio que la iglesia francesa había producido y un vaso digno

de la gloria de Dios.

Parker, Grindal y Whitgift, los tres arzobispos de Cantor-

bery durante el reinado de Elizabeth, todos sostuvieron ideas

calvinistas.

Fue Laúd quien asestó el primer golpe contra el calvinismo

en la Iglesia Anglicana. Fue consagrado obispo de Saint David

en 1621. "Este prelado —dice Toplady— no había usado las

vestimentas episcopales más de ocho meses cuando se hizo

instrumento para la redacción y promulgación de un

documento de la corte, titulado: "Direcciones para los

predicadores". El tercer artículo de estas direcciones mandaba

"que ningún predicador, cualquiera que sea su título, que no

Page 68: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

68

tenga por lo menos el grado de deán o de obispo, presuma

predicar ante un auditorio popular sobre los profundos

asuntos de la predestinación, elección, reprobación o de la

universalidad, eficacia, resistibilidad o irresistibilidad de la

gracia de Dios, sino que dejen tales temas para ser tratados por

los doctos" (en las dos universidades de Oxford y Cambridge).

Este documento, promulgado con autoridad real, fue fechado

en Windsor en 1622.

Después de la subida al trono de Carlos I, Laúd consiguió

de él, en 1626, que renovara las direcciones referentes a los

predicadores, de las cuales apareció una nueva edición en

forma de proclama, que extendía la prohibición, por lo que

Toplady llama una mal aconsejada extralimitación de la

supremacía regia, aun a los obispos y deanes, a quien se

mandaba abstenerse en adelante de tratar de la predestinación

en sus sermones y escritos.

Los artículos y las homilías de las Iglesias Anglicanas per-

manecieron como estaban, calvinistas: pero después de la Res-

tauración de la Monarquía en Inglaterra, como Hume ha

mostrado, la mayoría del clero anglicano había adoptado las

ideas arminianas.

Por aquel tiempo las ideas de Calvino habían tomado

cuerpo, fuera de la Iglesia Anglicana en la Confesión de Fe de

Westminster, adoptada por la Asamblea de teólogos reunida

bajo el llamado Parlamento Largo en 1643. Esta Confesión

expresa las ideas de los presbiterianos y de los independientes

de aquella época.

Es digna de notarse que la Confesión de Westminster es en

gran parte una reproducción de los Artículos de la Iglesia de

Irlanda, preparados treinta años antes por Usser, después

arzobispo. El profesor Mitchell, en su Introducción a las Actas

de las sesiones de la Asamblea de teólogos de Westminster (1874,

pág. XVII), dice: "En el orden y títulos de muchos de sus

capítulos, así como en el lenguaje de secciones o subdivisiones

de capítulos enteros, y en muchas frases sueltas y voces

signatae que ocurren en toda la Confesión, los teólogos de

Westminster han seguido muy de cerca las huellas de Usser y

Page 69: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

69

de sus hermanos irlandeses. Los encabezamientos de aquellos

capítulos, cuyo origen no puede encontrarse en tal fuente,

pueden hallarse generalmente en el Cuerpo de Teología,

publicado en nombre de Usser por el mismo tiempo en que la

Asamblea de Westminster estaba en sesión, una obra que

aunque Usser declinó sancionar como declaración de sus

propias opiniones, reconoció haberla cumplido en su

juventud de los escritos de otros autores."

Esto muestra cuan estrecha era la identidad doctrinal de las

iglesias evangélicas del siglo XVTI. Episcopales, presbiterianos

e independientes, que diferían en cuanto a formas de gobierno

eclesiástico, estaban de acuerdo en mantener en sus elementos

esenciales el credo de Calvino.

Por lo que toca a Escocia, la enseñanza de Cahine, tal

como fue aceptada por Knox, dominó su pensamiento

religioso y gobierno eclesiástico. Knox, que había estado en

Ginebra desde el año 1556 al 1559, tuvo la satisfacción de ver

establecida la forma presbiteriana en la Iglesia de Escocia en

1560. En este año la primera Confesión de Fe, redactada por

Knox, fue adoptada por el Parlamento escocés. Sus principales

proposiciones eran calvinistas. También lo fueron las regias de

gobierno del Libro de Disciplina escocés, adoptado por el

mismo tiempo.

En 1647, cuando hacía cuatro años que las dos naciones de

Inglaterra y Escocia se habían unido por la Solemne Liga y

Pacto, la Asamblea General de la Iglesia de Escocia adoptó la

Confesión de Westminster, confesión que todavía rige como

''norma subordinada" de las Iglesias presbiterianas en todo el

mundo, aunque la manera de suscribirla varía y la tendencia

general de nuestro tiempo es hacia credos más breves.

En Francia, durante la vida de Calvino, ocurrieron

cambios asombrosos. El, que había tenido que abandonar su

país natal a causa de sus opiniones religiosas, y que había oído

de compatriotas suyos que sufrían cárceles, confiscación,

destierro y muerte, vivió para saber que se celebraba el primer

Sínodo Protestante en París en 1559, y para ver el edicto de

enero de 1562, por el cual se concedía a la Iglesia Evangélica el

Page 70: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

70

libre ejercicio de su culto. Es cierto que después vinieron las

guerras de religión, pero terminaron, a lo menos por algún

tiempo, con la Paz de Amboise, 1563, antes de que él muriera.

A principios de 1539 había en Francia setenta y dos

congregaciones protestantes regularmente organizadas. Sus

pastores habían venido de Ginebra y eran hombres educados

bajo la influencia directa de Calvino e inspirados por su

espíritu.

Holanda experimentó la influencia de la enseñanza de Cal-

vino, tal vez más que ningún otro país. Tan profunda fue esta

influencia que, cuando cincuenta años después de la muerte de

Calvino, Arminio, profesor de Teología en Leyden, rechazó

las doctrinas de Ginebra, un Sínodo celebrado en Dort, en

1618, condenó las ideas arminianas, y los que las mantenían

fueron destituidos de sus cargos. La Iglesia Reformada

Holandesa de América, como su madre la Iglesia de Holanda,

conserva todavía el mismo credo calvinista.

En la Reforma que tuvo lugar en Polonia. Calvino tomó

un profundo interés. Dedicó su Corrur.Uirio sobre la

Epístola a los Hebreos, en 1549, al rey Segismundo Augusto,

y su Comentario sobre los Hechos de los Apóstoles, en latín,

al príncipe Radziwill, caudillo del partido reformista. Su

principal corresponsal en Polonia, sin embargo, fue Juan

Laski o Lasco, que también era amigo de Erasmo, Cranmer y

Zwinglio, y que llegó a ser ei primer superintendente de todas

las Iglesias Protestantes de la Baja Polonia. Bajo su dirección se

pusieron en práctica las ideas calvinistas acerca del gobierno

de la Iglesia, y se tradujo la Biblia al idioma polaco. Uno de

los últimos hechos de Calvino fue escribir una Admonición al

pueblo de Polonia.

El viajero que visita Budapest hoy encuentra en el centro

de la hermosa ciudad del Danubio una plaza llamada Plaza de

Calvino. Es ciertamente una sorpresa hallar el nombre del

reformador honrado en esta forma. La sorpresa aumenta

cuando encuentra la espaciosa Iglesia Reformada a un lado de

la plaza y llega a saber que no es más que uno de los varios

centros vigorosos que la Iglesia Reformada tiene por toda

Page 71: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

71

Hungría. La población protestante de Hungría asciende a

cuatro millones, de los cuales las dos terceras partes pertene-

con la Iglesia Reformada o Calvinista. Los cimientos de esta

Iglesia se echaron en el tiempo en que vivió Calvino. Por el

año 1563, un año antes de su muerte, sus doctrinas eran

generalmente aceptadas en las Iglesias protestantes y estaba en

uso la forma presbiteriana de gobierno eclesiástico.

Por lo que concierne a Alemania, la teología luterana, que

es la de la Confesión de Augsburgo, ha permanecido como

fuerza dominante. Pero aun allí ha tenido el calvinismo

capaces y fervientes adeptos.21

Sus doctrinas encontraron

adecuada exposición en el famoso Catecismo de Heidelberg df

1562.22

Para el mismo Lutero, aunque diferia de él en algunos

puntos doctrinales y de gobierno. Calvino sentía sincero

respeto. En una carta a Laski de Polonia, en 1556, dijo que no

había nada en la Confesión de Augsburgo que no estuviese de

acuerdo con su doctrina. La tendencia moderna en Alemania

es dar menos importancia a las diferencias que existen entre la

Iglesia Luterana y Calvinista (Reformada) y fusionarlas ambas

en una sola Iglesia Protestante o Evangélica.

Suecia y Dinamarca, como Alemania, experimentaron de

una manera decisiva la influencia de Lutero, siendo difícil, por

lo tanto, que las ideas de Calvino hicieran allí mucho camino.

Pero él estuvo interesado en la obra de la Reforma en ambos

países. Dedicó a Gustavo Vasa, rey de Suecia, su Comentario a

los doce Profetas menores, y al rey Christian de Dinamarca la

edición francesa del de los Hechos de los Apóstoles.

Hay pocos casos semejantes al de la influencia que Calvino

ejerció durante su corta vida de cincuenta y cuatro años. Débil

de salud, pero de actividad indomable, de fe sin vacilaciones y

de voluntad determinada, contribuyó poderosamente a la gran

revolución religiosa que separó de Roma a la mitad de

21

Véase el apéndice B. 22

Una traducción de este catecismo, hecha por el reformista español Juan

de Aventrot, ha sido publicada por la Librería Nacional y Extranjera, de

Madrid.

Page 72: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

72

Europa. Correspondió con reyes y gobernantes. Sus libros

vinieron a ser rica mina donde teólogos y predicadores

encontraron enseñanza e inspiración. Sobre las líneas que él

trazó se organizaron y desarrollaron iglesias nacionales. El

levantó delante del mundo los más altos ideales de vida cívica.

¿Y quién puede medir la influencia que sus doctrinas han

ejercido después de su muerte? La casa que ocupa actualmente

el sitio de aquella en que vivió Caivino en Ginebra tiene sobre

la puerta un rótulo que dice: Burean de Salubrié. Es la oficina

de salud pública. El título no deja de ser significativo. La vida

y la enseñanza de Carvino fueron un tónico moral para

Ginebra y para el mundo. Podrá haber sido auste¬ro, pero

vivió en un tiempo en que hacía falta la austeridad. Sus

doctrinas tendrán defectos, pero plasmaron hombres.

Elevaron el carácter. Purificaron la vida nacional.

Era algo para los hombres darse cuenta de la soberanía de

Dios, de un divino propósito en sus vidas y de altas normas de

vida que la profesión de cristianismo implica. Estas eran las

convicciones que inspiraron a los hugonotes de Francia, a los

vi riles holandeses, a los puritanos de Inglaterra, a los

Convenanters de Escocia y a los Padres Peregrinos que

echaron los anchos y profundos cimientos de la libertad

religiosa y civil al otro lado de los mares. Estén o no de

acuerdo con las ideas de Carvino, todos los hombres

imparciales tienen que reconocer su influencia en la historia

del mundo. Lord Morle dice: "El calvinismo salvó a la Europa

en el siglo XVI". Y Bancroft, historiador americano, escribe:

"Quien no honra la memoria y la influencia de Calvino,

descubre su ignorancia acerca del origen de la libertad

americana".

Page 73: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

73

CAPÍTULO IX

CALVINO Y SERVET

Sobre la muerte de Servet y la participación de Galvino en

ella se ha derramado mucha tinta. Controversistas católico-

romanos, olvidando la Inquisición y sus holocaustos o

deseando sacar el mayor partido posible de los aislados casos

de tiranía protestante, han estigmatizado a Calvino como a un

verdugo. Aun escritores protestantes, mal informados en

cuanto a la parte de Calvino en aquel incidente lamentable,

dicen con ligereza que Calvino quemó a Servet. Calvino ha

sido mirado como un monstruo de crueldad y de espíritu

vengativo.

Comencemos por decir que condenamos la quema de

Servet. Es contrario al genio del protestantismo dar muerte a

un hombre por sus opiniones religiosas. Pero este genio, que

es el genio del cristianismo del Nuevo Testamento, estaba

despertando muy lentamente en el siglo XVI. Los protestantes

de aquel tiempo tenían que desaprender la máxima católica-ro-

mana de que es lícito matar a un hombre para salvar su alma o

dar muerte a un hereje para preservar a la Iglesia.

Pero la condenación que se ha hecho de Calvino por causa

de la muerte de Servet ha sido excesiva y en gran parte injusta.

Se le inculpa porque obró de acuerdo con un principio

compartido por teólogos protestantes y católico –romanos de

aquel tiempo. Se le inculpa, en otras palabras, por no haberse

adelantado a su época.

Innecesario es repetir la historia completa de Servet. Pero

el conocimiento de algunos hechos relacionados con sus ense-

Page 74: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

74

ñanzas, proceso y muerte es esencial para formar un juicio

recto del caso.

El objeto principal de los ataques de Servet fue la doctrina

de la Trinidad, y por esta razón Calvino ha sido especialmente

recriminado por los que niegan aquella doctrina. El

antitrinitarismp fue ciertamente poco afortunado en el

campeón que tuvo. Melanchton, uno de los hombres más

justos y benévolos, y que dice en una de sus cartas haber leído

dete-nidamente a Servet, escribe a otro amico: "Me preguntas

qué pienso de Servet. Lo veo bastante agudo y sutil en la

disputa, pero no reconozco en él mucha profundidad. Está

poseído, me parece a mí, de imaginaciones confusas, y sus

pensamientos sobre los asuntos que discute no han alcanzado

la debida madurez". Oecolampadio, el teólogo de Basilea, que

había tratado a Servet y había procurado ganarlo a la fe

ortodoxa por medio de amistosas conferencias, escribió a

Zwinglio que "Servet es tan orgulloso, pretencioso y

pendenciero que es inútil querer convencerlo".

Que Servet era hombre de talento no puede disputarse.

Prestó a la ciencia médica señalados servicios y se adelantó a

Hervey por su teoría de la circulación pulmonar de la sangre.

Pero aun en su propia profesión se hizo muchos enemigos por

las acusaciones de ignorancia que lanzaba contra los hombres

médicos de su tiempo. Fue denunciado por la Facultad de

Medicina de París como impostor y charlatán por sus ideas

astrológicas y su práctica de buscar horóscopos de acuerdo

con ellas y se le prohibió actuar como profesor o practicante

de astrología judicial, llamada también adivinación.

En sus ataques a la doctrina de la Trinidad usó lenguaje que

era repulsivo para todo espíritu reverente. En una carta a

Calvino, por ejemplo, dice: "Falsos son todos los dioses

invisibles de los trinitarios, tan falsos como los dioses de los

babilonios". En otro lugar habla de la Trinidad como el can-

cerbero de tres cabezas, y usa lenguaje con el cual no

queremos manchar estas páginas. Baste decir que es lenguaje

considerado todavía como delictivo por las leyes inglesas, que

no son severas para delitos de palabra.

Page 75: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

75

Todo esto es de importancia para juzgar la actitud de los

reformadores respecto a Servet. Se le consideraba, más que

como hereje, como blasfemo.

Además, téngase en cuenta que antes de su proceso en Gi-

nebra, Servet había sido ya juzgado y condenado por las

autoridades católico-romanas en Vienne (Francia). Se ha

intentado echar sobre Calvino la culpa de que Servet fuera

denunciado a aquellas autoridades. El Dr. Willis lo sostiene

fuertemente, y aun un escritor imparcial, como el profesor

Walker, parece opinar que en las últimas etapas, por lo

menos. "Calvino debe ser tenido como el principal agente,

aunque indirecto, en la denuncia de Servet al tribunal

católico”.

A este cargo, la misma declaración terminante de Calvino

da respuesta suficiente. Dice en una de sus cartas: "Se me

atribuye la causa de que fuera prendido en Vienne. Pero

¿cómo había de haber tal familiaridad entre mí y los satélites

del Papa? ¿Puede creerse que se cruzaron cartas confidenciales

entre partes que tienen tan poco de común come Cristo y

Belial? Pero ¿a qué emplear muchas palabras en refutar lo que

una sencilla negación mía basta para contestar?"

El hecho es que la atención de las autoridades católico-

romanas fue atraída hacia Servet primeramente por una

correspondencia habida entre Arneys, caballero católico-

romano de Lyon, y su amigo Guillermo Trie, que se había

hecho protestante y se había refugiado en Ginebra. Arneys

había escrito a Trie, exhortándole a volver a la Iglesia de

Roma. En su respuesta defendía Trie a los protestantes de la

acusación de herejía y desorden y decía que jamás permitirían

que se blasfemara del nombre de Dios ni que se difundieran

errores sin oponerse a ello. Y entonces aludió a Servet, que, a

pesar de ser un blasfemo, era tenido en alta estima en Francia

y tratado como si nada malo hubiera hecho. Trie envió

también a Arneys una parte del libro de Servet, Christianismi

Restitutio.

De esta manera tan impremeditada se mencionó el nombre

de Servet. La correspondencia no empezó en Ginebra, del

Page 76: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

76

lado protestante, sino en Lyon y del lado católico-romano. Y

fue una correspondencia privada entre amigos.23

Arneys puso la carta de su amigo en las manos de las au-

toridades eclesiásticas católico-romanas. Servet fue citado ante

el tribunal de Vienne en marzo de 1553. Pendiente del

proceso, escapó de la prisión el 7 de abril. Pero el 17 de junio

fue condenado a morir quemado a fuego lento, y no

habiéndosele apresado, fue quemado en efigie.

Por muy efectivo que sea el argumento del tu quoque,

difícilmente quedan en buen lugar los controversistas católico-

romanos acusando a Calvino de haber quemado a Servet. Si lo

hizo, no hizo más que castigar a un hombre a quien las

mismas autoridades romanas habían juzgado merecedor de ser

quemado vivo.

23 Estando en prensa estas páginas (de la obra original en inglés), el

autor ha leído un artículo en el Boletín de la Société de l'Histoire du

Protestantisme francois, correspondiente a Septiembre de 1908, por M. N.

Weiss, secretario de la misma Sociedad. En este artículo se contesta de una

manera concluyeme a la acusación de que fue Calvino quien denunció a

Servet a la Inquisición de Vienne. Cita, por ejemplo, la segunda carta de

Trie, en respuesta a la petición que Arneys le había hecho del libro

completo de Servet. "Cuando os escribí --dice Trie— la carta que habéis

comunicado a aquellos a quienes yo acusaba de indiferencia, no pensé que la

cosa iría tan lejos. Mi intención era únicamente demostraros cuan hermoso

es el celo y devoción de los que se llaman columnas de la Iglesia, que

permiten tal desorden en medio de ellos, mientras persiguen a pobres

cristianos que desean seguir a Dios, en simplicidad". Trie dice que Arneys

había dadu publicidad a lo que '"escribí solamente para vos". Y lo que es

más importante de todo, por lo que toca a Calvino, añade que con gran

dificultad consiguió de éste el libro de Servet, y que Calvino accedió al fin a

sus importunidades por la razón de que Trie lo pedía para justificarle a sí

mismo.

M. Weiss indica, además, que la primera carta de Trie fue escrita cuando

todos en Ginebra lamentaban la desgracia de cinco jóvenes protestantes

franceses que se consumían en la prisión de Lyon desde mayo de 1552.

Habían apelado al Parlamento de París contra la sentencia del "tribunal

eclesiástico de Lyon, pero la apelación había sido denegada en febrero de

1523, pocos días antes de la fecha en que Trie escribió su primera carta, y

fueron quemados vivos en mayo del mismo año. — NOTA DEL AUTOR.

Page 77: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

77

Pasemos ahora a la parte que admitimos Calvino tomó en

el proceso y muerte de Servet. Por razones que nunca se han

explicado, Servet, después de vagar por algunas semanas de

una paite a otra, fue a Ginebra en agosto. Galvino, habiendo

tenido noticia de su presencia en la ciudad, informó al

Concejo. Servet fue prendido, y Calvino redactó los artículos

de acusación contra él. Después de varios días de proceso, el

Concejo pidió que se presentaran documentos escritos por

ambas partes. Estos documentos, que contenían las

acusaciones de Calvino, por un lado, y las respuestas de

Servet, por otro, se enviaron, juntamente con la obra de

Servet. Restitutio, a las Iglesias y Concejos de Zurich, Berna,

Basilea y Schafts-hausen. El Concejo de Ginebra solicitaba la

opinión de todos aquellos Cuerpos.

Las respuestas recibidas fueron en todos los casos hostiles a

Servet. No decían nada en cuanto a la forma del castigo que

había de imponerse, pero todas las Iglesias sostenían que debía

de hacerse en Servet un escarmiento. Los magistrados de las

diferentes ciudades apoyaron con igual energía a Calvino. Es

evidente que el lenguaje blasfemo de Servet era lo que había

levantado de una manera especial su indignación.

El 26 de octubre el Concejo condenó a Servet a morir en la

hoguera. Calvino aprobó la sentencia de muerte, pero

procuró mitigarla en cuanto a la forma de la ejecución. En

una carta a Farel decía: "Creo que debe ser condenado a

muerte; pero deseo que se le evite la parte más horrible a su

castigo". Después de la sentencia, escribió de nuevo a Farel:

"Hemos procurado hacer cambiar el modo de la ejecución,

pero no lo hemos conseguido".

Decir, pues, que "Calvino quemó a Servet" es decir una

cosa que, a lo más, no es sino media verdad. Calvino no fue el

único autor. Fue uno entre muchos. Como representante de

la opinión protestante, actuó de una manera pública. Que

Servet merecía la muerte era la opinión general de aquel

tiempo y en ninguna manera una idea peculiar de Calvino.

Goleridge dijo que la muerte de Servet era, no la culpa

exclusiva de Galvino, sino el oprobio de toda la cristiandad

Page 78: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

78

europea. En cuanto a la muerte en la hoguera, Galvino se

opuso a ella. Aconsejó la más rápida y, por lo tanto, más

misericordiosa muerte por degollación.

Las observaciones del gran predicador bautista Andrés

Fuller son, sobre este asunto, dignas de recordarse. Hablando

del trato que Servet encontró en Calvino, dice: "Lejos esté de

nosotros disculparle a él ni a hombre alguno en este asunto de

la persecución. Aborrecemos todo lo que parezca persecución

tanto como puedan aborrecerlo nuestros adversarios. Aunque

los principios por los cuales luchó él nos parecen, en general,

justos, las armas empleadas en esta ocasión fueron carnales. . .

Como bautista que soy, podría permitirme algún

resentimiento contra Cranmer, que hizo quemar a algunos de

esta denominación; pero me inclino a pensar, por todo lo que

he leído acerca de Cranmer, que, a pesar de su conducta en

estos casos, era, en general, hombre de amable disposición. . .

Fue la opinión de que los principios religiosos erróneos son

punibles por las autoridades civiless la que hizo el daño, fuera en

Ginebra, o en Transilvania o en Gran Bretaña; y a esa

opinión, más que al Trinitarismo o al Unitarianismo, hay que

imputárselo." (The Calvinistic and Socinian Systems examined

and compared. Por Andrés Fuller, 1802, páginas 159-162).

El protestantismo moderno ha expresado su opinión de

una manera inequívoca. Sobre el sitio donde Servet sufrió la

muerte en 27 de octubre de 1553, en Champel, cerca de

Ginebra, se levanta un monumento expiatorio, erigido en

noviembre de -1903. A un lado tiene una sencilla inscripción

con las fechas del nacimiento y la muerte de Miguel Servet. Al

otro lado se leen estas palabras:

FILS

RESPECTUEUX ET RECONNAISSANTS

DE CALVIN

NOTRE GRAN REFORMATEUR

MAIS CONDAMNANT UNE ERREUR

QUI FUT CELLE DE SON SIECLE

ET FERMEMMENT ATTACHES

A LA LIBERTE DE CONSCIENCE

Page 79: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

79

SELON LES VRAIS PRINCIPES

DE LA REFORMATION ET DE L'EVANGILE

NOUS AVONS ELEVE

CE MONUMENT EXPIATOIRE

LE XXVII OCTUBRE MCMIII

(Hijos respetuosos y reconocidos de Calvino, nuestro gran

reformador, pero condenando un error que fue el de su tiem-

po, y firmemente adheridos a la libertad de conciencia, según

los verdaderos principios de la Reforma y del Evangelio, he-

mos levantado este monumento expiatorio en 27 de octubre

de 1903).

Los fondos para la erección de este monumento fueron

contribuidos por miembros de las Iglesias Reformadas de

Suiza, Francia y Holanda y de las Iglesias Presbiterianas de

Inglaterra y América. Su erección fue iniciativa de la Sociedad

Histórica y Arqueológica de Ginebra.

En el acto de descubrir este monumento pronunció un dis-

curso el profesor Doumergue, de Montauban, cuya gran obra

sobre Calvino le daba títulos para hablar con autoridad.

"Suponed —dijo— que mañana los diarios publicaran la

siguiente noticia: "El Nuncio papal en París ha llegado a

Roma y Pío X le ha comunicado un proyecto que, según

parece, tiene hace tiempo sobre el corazón. El asunto se

relaciona con la erección de un monumento en expiación de la

matanza de San Bartolomé. Para proclamar que, en nombre

de la Iglesia, repudia la participación que ella tuvo en las

persecuciones e intolerancia de los pasados siglos, el Papa ha

decidido levantar enfrente del Louvre y bajo la sombra de

Saint Gennain l'Auxerrois, cuyas campanas dieron la "señal

para la horrible matanza, un bloque de granito con "esta

sencilla inscripción: En nombre de la Iglesia y de la

"cristiandad católica: PECCAVIMUS. El monumento se

inaugurará el 24 de agosto próximo."

"¡Qué estupefacción se produciría en el mundo político,

tanto como en el religioso! ¡Cómo arrebataría el público los

periódicos de las manos de los vendedores! Al principio nadie

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80

quería creer a sus propios ojos. ¡Y qué inmenso poder, qué

prestigio recobraría Roma en un momento! Sus más

peligrosos adversarios quedarían desarmados. El

librepensamiento no podría ya reprocharle por causa de la

Inquisición. Los protestantes se verían obligados a retirar sus

acusaciones en cuanto a las dragonadas y la revocación del

Edicto de Nantes. Desde la Reforma del siglo XVI no habría

habido revolución más profunda ni de mayor alcance."

Sin tomar muy al pie de la letra todos los resultados que el

doctor profesor prevé de la posible desautorización de la

persecución religiosa por parte de Roma, es indudable que

una, por lo menos, de las acusaciones que se hacen contra

aquella Iglesia no sería ya posible. Hasta ahora, sin embargo,

no hay señales de su enmienda en este sentido. Todavía

reclama el derecho de perseguir herejes. Sus obispos prestan

juramento de hacerlo así.

No hace muchos años tuvo lugar un debate en el Ateneo

de Madrid, durante el cuai uno de los oradores condenó la

intolerancia de la Iglesia Romana, siendo interrumpido por un

oyente con la pregunta: "¿Y la muerte de Servet?" El orador

tenía la respuesta a mano. Habló del monumento expiatorio

de Champel. Este monumento, dijo, expresa el espíritu del

protestantismo. Haga otro tanto la Iglesia de Roma.

Manifieste su pesar por los errores del pasado. Erija un

monumento expiatorio en el lugar ocupado en otro tiempo

por el Quemadero de la Cruz, donde perecieron entre las

llamas los mártires de la Inquisición. Esta sería la mejor

respuesta que podría dar a la acusación de intolerancia. Pero

los monumentos expiatorios de Roma están todavía por

levantar.

Page 81: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

81

CAPÍTULO X

LA DOCTRINA DE LA INSTITUCIÓN (I)

Comenzando con el primer artículo del Credo, la creencia

en Dios Padre, dice Calvino:

"Pues que todos los hombres son nacidos y viven con esta

condición, que conozcan a Dios, está claro que todos aquellos

que no dirigen cuanto piensan y hacen a este blanco,

degeneran y se apartan del fin para que fueron criados. Lo

cual los mismos filósofos no ignoraron. Porque no quiso decir

otra cosa Platón cuando tantas veces enseñó que el sumo bien

y felicidad del alma era ser semejante a Dios cuando después

de haberle conocido era toda transformada en él. Por tanto,

Plutarco nos presenta a un cierto Grilo, el cual muy a

propósito disputaba afirmando que los hombres, si no

tuviesen religión, no solamente no llevarían ventaja a las

bestias brutas, sino que serían muy mucho más desventurados

que ellas; puesto que, siendo sujetos a tantos géneros de

miserias, viven perpetuamente una vida tan llena de inquietud

y de embarazos. Concluye, pues, que no hay otra cosa que la

religión que nos haga más excelentes que ellas, viendo que por

ella solamente, y no por otro medio alguno, se nos abre el

camino para ser inmortales." (Lib. I, cap. III.)

Acerca del uso de las imágenes en el culto a Dios, dice:

"Ellos se defienden con decir que la honra que dan a las

imágenes es dulía y no latría. Quieren decir que es servicio y

no honra, y afirman que este servicio o dulía se puede dar a las

estatuas y pinturas sin ninguna ofensa para Dios. Así, que se

tienen por inocentes si solamente sirven a los ídolos y no los

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82

honran, como si servir no fuera cosa de más importancia que

honrar." (Lib. I, cap. XI, § II).

Y añade sobre el mismo asunto:

"No soy tan escrupuloso que sea de parecer que ningunas

imágenes se permitan. Mas por cuanto el arte de entallar y de

pintar son dones de Dios, yo demando el puro y legítimo uso

de entrambas artes, a fin de que lo que Dios han concedido a

los hombres para gloria suya y provecho nuestro no sea, no

solamente pervertido y manchado por el abuso, mas aún se

convierta en daño nuestro. Nosotros creemos ser grande

abominación representar a Dios en forma visible, y esto

porque Dios lo prohibió y porque no se puede hacer sin que

su gloria sea menoscabada. Y para que no piensen que

nosotros solos tenemos esta opinión, los que leyeren los libros

de los doctores antiguos hallarán que nosotros nos

conformamos con ellos, porque condenaron todas las figuras

que representaran a Dios. Si, pues, no es lícito figurar a Dios

en forma visible, mucho menos será lícito adorar la tal imagen

como si fuera Dios, o adorar a Dios en ella. Resta, pues, que

solamente se pinten y entallen las imágenes de aquellas cosas

que se pueden ver con los ojos. Por tanto, la majestad de Dios,

la cual el entendimiento humano no puede comprender, no

sea corrompida con sus mamarrachos24

desvariados." (Lib. I,

capítulo XI, § 12.)

"Por espacio de quinientos años, poco más o menos, en el

cual tiempo la religión cristiana florecía muy mucho más que

ahora, y la doctrina era mucho más pura, los templos de los

cristianos eran comúnmente limpios de tal suciedad de

imágenes." .(Lib. I, cap. XI, § 12.)

Acerca de libre albedrío.

Adam, dice Calvjno, pudo haber permanecido en la justicia

si hubiera escogido hacerlo así. Tenía la libre elección entre el

bien y el mal. "Pero los que hacen profesión de ser cristianos

y buscan en el hombre perdido y abismado en una muerte

24

"Hamarraches" es la palabra que Cipriano de Valera usa en su traducción;

sin duda es castellano viejo. El Diccionario de la Academia no la tiene.

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83

espiritual, libre albedrío, remendando su doctrina con lo que

enseñaron los filósofos y con lo que enseña la Palabra de Dios,

estos tales van errados, y no están ni en el cielo ni en la

tierra." (Lib. I, cap. XV, párrafo 8.)

La providencia de Dios, dice Calvino, "tiene cuenta,

sustenta y recrea todo cuanto crió, hasta el más pequeño paja-

rito del mundo." (Lib. I, capítulo XVI, § 1.)

"Esta Providencia de Dios, tal cual se nos pinta en la

Escritura, se opone a la Fortuna y a todos los casos fortuitos.

Y como esta opinión de que todas las cosas acontecen al acaso

ha sido en todos los tiempos comúnmente recibida, y aun en

el día de hoy casi todos la tienen, no solamente se ha

oscurecido el convencimiento de la Providencia de Dios, sino

que casi se ha desterrado del todo... Todos los sucesos, así

prósperos como adversos, el juicio de la carne los imputa a la

Fortuna. Pero cualquiera que fuere por la boca de Cristo

enseñado, que todos los cabellos de su cabeza están contados

(Mat. X, 30), buscará la causa muy más lejos y tendrá por

cierto que todo cuanto acontece es gobernado por secreto

consejo de Dios". (Cap. XVI, párrafo 2).

La omnipotencia de Dios implica esta Providencia. "Esto

es una consolación con que los fieles se consuelan en sus

adversidades: que ninguna cosa padecen que no sea por la

ordenación y mandamiento de Dios, puesto que todas están

debajo de su mano. Y si el gobierno de Dios se extiende de

esta manera a todas sus obras, pueril cavilación será encerrarla

y limitarla dentro de la influencia y curso de la Naturaleza. Y

cierto que todos cuantos estrechan la Providencia de Dios

dentro de tan pequeño espacio... se privan a sí mismos de una

doctrina que les sería muy útil, porque no habría cosa más

desventurada para el hombre, si fuese así, que él estuviese

sujeto a todos los movimientos del cielo, aire, tierra y agua."

En esta doctrina encuentra Calvino el remedio contra los

temores supersticiosos. "Yo digo que somos supersticiosamente

temerosos si cuando las criaturas nos amenazan o nos ponen

algún miedo, de tal manera temblamos como si ellos tuviesen

en sí mismas fuerza y poder para hacer mal, o por casualidad

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84

nos pudiesen dañar, o que Dios no fuese bastante para

ayudarnos a defendernos de ellas." (Ibid.)

"Los particulares acontecimientos son generalmente testi-

monios de la providencia que Dios tiene de cada cosa en par-

ticular. Levantó Dios en el desierto un viento del Mediodía, el

cual trajo para el pueblo de Israel una infinidad de codornices.

Cuando quiso que Jonás fuese arrojado al mar envió un viento

que levantó la tormenta. Dirán los que piensan que Dios no

tiene cuenta ni rige al mundo, que esto fue fuera de lo que

comúnmente se hace. Yo concluyo de aquí, por el contrario,

que ningún viento jamás se levanta sin especial mandamiento

de Dios. Porque de otra manera no podría ser verdad lo que

dice David: sus ministros..." (Ibid. § 7.)

"Los que pretenden hacer esta doctrina odiosa, la

calumnian diciendo ser doctrina de los estoicos, que

afirmaban que todas las cosas se hacen por necesidad, lo cual

también se echó en cara a San Agustín. Cuanto a nosotros, no

admitimos el vocablo Hado, del cual usaban los estoicos: en

parte, porque es del género de aquellos vocablos curas

profanas novedades manda el Apóstol que huyamos, y en

parte, porque nuestros adversarios procuran por ser este

vocablo odioso menoscabar la verdad de Dios... Nosotros no

nos imaginamos una necesidad que se halle en naturaleza por

la perpetua conjunción de las causas, como la imaginaban los

estoicos; mas constituimos a Dios por Señor y gobernador de

todo, el cual conforme a sabiduría, desde la misma eternidad

determinó lo que había de hacer, y ahora, con su potencia,

pone por obra lo que determinó. De donde afinnamos que no

solamente cielo, tierra y las criaturas inanimadas son con su

potencia gobernadas, más aún los consejos y voluntades de los

hombres, de tal manera que ellas vienen derecho a parar al

paradero que él les había señalado. ¿Qué, pues, dirá alguno,

ninguna cosa acontece acaso o a la ventura? Respondo que con

muy grande verdad dijo Basilio Magno que Fortuna y Acaso

son palabras de gentiles, cuya significación no debe entrar en

el entendi¬miento de los fieles." (Cap. XVI, § 8.)

Page 85: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

85

Los acontecimientos, aunque ordenados por la.

Providencia divina, tienen la apariencia de ser fortuitos, por

cuanto "el orden, razón, fin y necesidad de las cosas que

acontecen, por la mayor parte, están ocultos en el consejo de

Dios y no los puede aprender el entendimiento humano; ellos

son como fortuitos, aunque es cierto que proceden de la

voluntad de Dios. . . Pongamos, por ejemplo, el caso de un

mercader que, habiendo entrado en un bosque acompañado

de buena compañía, inconsideradamente perdiendo su

compañía, viniese a dar consigo en las manos de salteadores y

fuese degollado. La muerte de éste, no tan sólo fue vista antes

por Dios: más aún: fue determinada en su consejo. Porque no

se dice solamente que Dios ha visto antes cuánto haya de

durar la vida de cada cual, mas qiie él ha constituido y puesto

términos que no se pueden pasar" (Job. XIV 5). (Cap. XVI.

párrafo 9).

"Cuanto a las cosas que están por venir. Salomón

concuerda muy fácilmente las deliberaciones de los hombres

con la providencia de Dios. Porque se burla de la locura de

aquellos que sin Dios se atreven a tomar entre manos todo

cuanto se les antojare, como si Dios no rigiese todo con su

mano; también en otro lugar dice así: "El corazón del hombre

considera su camino, y el señor encaminará sus pasos." (Prov.,

XVI, 9). Por lo cual da a entender que el eterno decreto de

Dios no nos impide que nosotros miremos por nuestros

negocios. La razón de esto es manifiesta. Porque el que limitó

nuestra vida nos ha encargado también que tengamos gran

cuenta con ella y nos ha dado los medios para conservarla; El

nos ha avisado de los peligros para que no nos hallasen

desapercibidos, jáándonos los avisos y remedios necesarios

contra ellos. (Cap. XVII, § 4.)

Dependiendo de la providencia de Dios todo cuanto

acontece en el mundo, deducen algunos de aquí la

irresponsabilidad del hombre. "¿Por qué, pues —dicen—, es

castigado el ladrón que robó a aquel a quien Dios quiso afligir

con pobreza?" ¿Por qué será castigado el homicida que mató a

aquel a quien Dios quiso acabar la vida? Si todos éstos sirven a

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86

la voluntad de Dios, ¿por qué son castigados? Mas yo

respondo que ellos no sirven a la voluntad de Dios. Porque no

diremos que el que se mueve con mal ánimo sirve a Dios, que

le manda hacer esto o lo otro, pues que solamente obedece a

su mal deseo. Aquél obedece a Dios, que, sabiendo cuál sea su

voluntad, procura poner por obra lo que ella le manda. Y ¿de

dónde somos enseñados sino de su Palabra? Por tanto, en

nuestros negocios debemos poner el ojo en la voluntad de

Dios, que él nos ha revelado en su Palabra. Dios solamente

pide de nosotros lo que nos ha mandado. Si nosotros

cometemos algo que sea contra lo que nos está mandado, ésta

no es obediencia, sino contumacia y transgresión. Más

replican que no lo haríamos si El no quisiese. Yo lo confieso

así. Más pregunto yo si cometemos el mal con intento de

agradarle. Pero El no nos manda tal cosa; mas nosotros nos

vamos tras el mal, no considerando lo que Dios quiera, sino

de tal manera furiosos con la rabia de nuestro apetito, que,

con ánimo deliberado, nos esforzamos a ser contrarios a Dios.

Y por esta causa, cometiendo el mal, servimos a su justa

ordenación; por-que El sabe muy bien, conforme a su infinita

sabiduría, usar de malos instrumentos para hacer bien. Mas

consideremos cuan inepta y necia sea la razón de éstos.

Quieren que los que cometen los pecados no sean castigados,

por cuanto no los cometen sin que Dios lo ordene así. Yo aún

más digo: Que los ladrones, homicidas y otros malhechores,

son instrumentos de la providencia de Dios, de los cuales usa

el Señor para ejecutar los juicios que El consigo determinó.

Pero niego que con esto ellos tengan excusa alguna con que se

puedan disculpar. Porque, ¿cómo, por ventura, envolverán

ellos a Dios consigo en la misma maldad o cubrirán su pecado

con la justicia divina? Ni lo uno ni lo otro pueden. Y su

propia conciencia los convence de tal manera que no se

pueden purgar. Pues echar la culpa a Dios ellos no pueden,

visto que ellos hallan en sí mismos todo el mal, y en El no

hallan otra cosa sino una justa y legítima manera de usar de la

ma¬licia de ellos. "Pero con todo eso —dirá alguno— El obra

por medio de ellos." Y ¿de dónde, yo os demando, le viene el

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87

hedor al cuerpo muerto, después que ha sido con el calor del

sol podrido y abierto? Todos ven que esto viene de los rayos

del sol, pero ninguno dirá por eso que los rayos hieden. De la

misma manera, puesto que la materia del mal y la culpa reside

en el hombre malo, ¿por qué pensamos que se le pega a Dios

alguna suciedad, si El, conforme a su voluntad, usa del

servicio del hombre malo? Por tanto, no se oiga más esta

desvergüenza de perros, la cual puede ladrar de lejos a la

justicia de Dios, pero no la puede tocar." (Cap. XVII, § 5.)

"Cuando nosotros tenemos este conocimiento (de la Provi-

dencia divina), necesariamente se sigue un agradeciiniento de

corazón en la prosperidad y una paciencia en la adversi¬dad,

y además de esto, una singular seguridad para lo porvenir. . .

Si alguna adversidad nos aconteciere, luesro al momento

levantaremos nuestro corazón a Dios, cuya mano vale muy

mucho para hacernos tener paciencia y ánimo quieto.'" Cita a

continuación los casos de José, perdonando a sus her¬manos

y diciéndoles: "Vosotros pensasteis mal contra mí; más el

Señor convirtió aquel mal en bien." (Gen., XLV, 5: L, 20). El

de Job, resignándose en su desgracia con las pala¬bras: "El

Señor lo dio, el Señor lo ha quitado; sea bendito el nombre del

Señor." El de David, cuando maldecido e in¬juriado por

Semei, dice: "Dejadlo, que Dios le ha mandado que me

maldiga." (2º Sam., XVI, 10). (Cap. XVII, § 7 y 8.)

"Con todo esto, el hombre que teme a Dios no dejará de

tener cuenta con las causas inferiores. Porque, aunque

nosotros tengamos a aquellos de quien recibimos algún

beneficio o merced por ministros de la liberalidad de Dios, no

por eso los menospreciaremos como si ellos no hubiesen

merecido por su humanidad que se lo agradeciéramos; mas

antes reconoceremos de corazón que les somos deudores y en

obligación, y nos esforzaremos a hacer otro tanto por ellos,

conforme a la posibilidad y oportunidad que se nos ofreciere."

(Ibid., párrafo 9.)

"Vese en esta parte la inestimable felicidad de los fieles.

Innumerables son las miserias que de todas partes tienen

cercada esta vida presente, y cada una de ellas está

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88

amenazando con su género de muerte. Por no ir más lejos,

pues que nuestro cuerpo es un recogimiento de mil géneros de

enfermedades. Y aún más: que él mismo, dentro de sí, tiene

encerradas y sustenta las causas de las enfermedades;

dondequiera que vaya el hombre no puede ir sin que lleve

consigo muchos géneros de muerte. Porque. ¿y qué otra cosa

diremos sino que no podemos sudar ni tener frío sin peligro?

Asimismo, a cualquier parte que nos volvamos, todo cuanto

tenemos alrededor, no solamente nos es sospechoso; más aún:

casi abiertamente nos está amenazando... Entramos en un

navio: entre nosotros y la muerte no hay como se dice, un pie;

subimos a caballo: no es menester sino que tropiece de una

pata para poner nuestra vida en peligro: vamos por las calles:

tantas tejas hay en los tejados tantos son los peligros a que

estamos sujetos. . . (Y así continúa, en un elocuente párrafo,

acerca do los peligros que acechan a la vida humana.) Mas al

momento que la luz de la providencia de Dios se ve en el

creyente, ya no solamente está libre de aquel grandísimo

temor y horror que antes le atormentaba: más aún: de todo

cuidado. . . Finalmente, para no detenerte más en esta materia,

fácilmente (si ponemos atención) veremos ser la suma miseria

de las miserias ignorar la providencia de Dios, y, por el

contrario, ser suma felicidad conocerla.” (Capítulo XVII, § 10

y 11.)

Respondiendo a la objeción de que si Dios no solamente se

sirve de los impíos, mas aún, gobierna sus consejos y afectos,

El sería el autor de todos los pecados, y, por tanto, los

hombres serían injustamente castigados por ejecutar lo que

Dios ha determinado, dice:

"Aquí confunden el mandamiento de Dios con su oculta

voluntad; siendo claro por muchos testimonios haber

grandísima diferencia entre ambas cosas. Porque, aunque

cuando Absalón violó las mujeres de su padre, quiso Dios

vengar con esta afrenta el adulterio que David había

cometido; pero no por esto diremos que haya sido mandado a

aquel maldito hijo cometer adulterio, sino por respecto de

David, el cual lo había merecido, como él mismo lo confiesa

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89

de las injurias de Semei; porque cuando dice que Dios le había

mandado que maldijese, él no loa su obediencia, como si aquel

perro rabioso hubiese obedecido el mandamiento de Dios;

mas reconociendo ser su lengua un azote de Dios, sufre con

paciencia ser castigado. Esto debemos tener por averiguado:

que cuando Dios obra por medio de los impíos lo que El en su

secreto juicio ha determinado, ellos no son excusables como si

obedeciesen el mandamiento de Dios, el cual, de propósito y

cuanto en ellos está, por su perverso apetito traspasan." (Cap.

XVIII, § 4.)

'"A los hombres modestos siempre les bastará la respuesta

tir San Agustín. Siendo así —dice—- que el Padre Celestial

haya entregado a muerte a su Hijo, y Cristo se haya entregado

a sí mismo, y Judas haya entregado al Señor, ¿por qué en este

entregamiento Dios os justo y el hombre es culpado, sino

porque en una misma cosa que hicieron no es una misma la

causa por la cual la hicieron?" (August. Ep. 48, ad Vicentium).

Acerca del pecado original:

"El pecado original es una corrupción y perversidad

hereditaria de nuestra naturaleza, derramada por todas las

partes del alma, la cual, en primer lugar, nos hace culpables de

la ira de Dios, y tras esto produce en nosotros obras que la

Escritura llama obra de la carne. Y esto es lo que San Pablo

propiamente llama tantas veces pecado." (Lib. II. capítulo I, §

8.)

La enseñanza de los reformadores, y de Calvino muy espe-

cialmente, acerca del libre albedrio, ha sido y es tan combatida

por los teólogos-romanistas, que conviene recordar, cuanto es

posible en estas breves citas, su verdadero sentido y alcance.

Después de citar a Platón, Aristóteles, Cicerón y Séneca,

resume diciendo: "Veis aquí, pues, en suma, la opinión de los

filósofos: La razón, dicen (la cual tiene su morada en el

entendimiento), basta para gobernarnos bien y mostrarnos el

bien que debemos hacer; la voluntad (que tiene su asiento

después de ella) es solicitada al mal por la sensualidad; con

todo esto, ella tiene libre elección que no puede ser compe-

lida a dejar de seguir enteramente a la razón."

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90

"En cuanto a los doctores de la Iglesia cristiana, aunque

ninguno de ellos ha habido que no haya entendido estar la

razón en el hombre muy abatida a causa del pecado, y la

voluntad estar muy sujeta a muy muchas malas

concupiscencias, con todo esto, la mayor parte de ellos han

tenido la opinión de los filósofos muy mucho más de lo que

deberían. A mi parecer, dos razones hay por las cuales ellos

hicieron esto. La primera, temíanse que si ellos quitaban al

hombre toda libertad de bien hacer, los filósofos con quien

por entonces contendían se mofarían de su doctrina. La

segunda, que la carne, la cual de sí misma es asaz torpe para el

bien, tomase nueva ocasión de torpeza y así no se aplicase a la

virtud… San Crisóstomo dice en cierto lugar: Por cuanto Dios

ha puesto en nuestra potestad el bien y el mal, El nos ha dado

libre albedrío para escoger lo uno y dejar lo otro; El no nos

detiene forzados, mas nos recibe si voluntariamente vamos a

El. (Homil. de Prodií. Judae...) Con lo cual se conforma lo que

dice San Jerónimo: De nosotros es comenzar y de Dios

perfeccionar; nuestro es ofrecer lo que podemos y de El

cumplir lo que no podemos." (Dialog. III, Cont. Pelag.) (Lib.

II, cap. II, párrafos 3 y 4.)

"Aunque muchos han usado en sus escritos de este

vocablo, 'libre albedrío', con todo esto, muy pocos han

definido qué cosa sea. Parece que Orígenes puso una

definición, que fue comúnmente admitida, diciendo ser el

libre albedrío una fa-cultad de la razón para discernir el bien y

el mal, y de la voluntad para escoger lo uno o lo otro. Y no

discrepa de él San Agustín -al decir ser facultad de la razón y

de la voluntad, por la cual, asistiendo la gracia de Dios, se

escoge el bien, y faltando la gracia, el mal... El maestro de las

sentencias y los doctores escolásticos han preferido la

definición de San Agustín, por ser más clara y por no excluir

la gracia de Dios, sin la cual ellos sabían bien que la voluntad

del hombre ninguna cosa puede hacer. Con todo añadieron

algo de sí mismos, pensando decir algo que fuese mejor o, por

lo menos, pensando decir algo con que mejor se entendiese lo

que los otros habían dicho. Cuanto a lo primero, ellos

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91

convienen en esto: que el nombre albedrío más se debe referir

a la razón, cuyo oficio es discernir entre el bien y el mal, y el

vocablo libre, a la voluntad, la cual se puede aplicar a la una o

a la otra. Tomás de Aquino piensa que esta definición sería

muy buena: el libre albedrío es una facultad electiva, la cual,

siendo mezclada de entendimiento y voluntad, más se inclina

a la voluntad. Ya tenemos en qué consiste (conforme a su

doctrina) la fuerza del libre albedrío, a saber, en la razón y en

la voluntad. Ahora será menester brevemente saber cuánto se

haya de atribuir a la una parte y a la otra.

"Comúnmente, las cosas indiferentes, que son las que no

pertenecen al reino de Dios, se suelen poner debajo del

consejo y elección de los hombres; mas la verdadera justicia se

suele referir a la especial gracia de Dio» y a la regeneración...

"En las escuelas de Teología se ha admitido una distinción

de tres géneros de libertad. La primera es libertad de

necesidad; la segunda, de pecado; la tercera, de miseria. De la

primera dicen que está de tal manera arraigada en el hombre

por naturaleza, que en ninguna manera puede ser quitada; de

las otras dos, confiesan haberlas perdido el hombre por el

pecado. Yo admito de muy buena voluntad esta distinción,

sino que en ellas se confunde sin propósito la necesidad con la

compulsión; más adelante se verá cuánta diferencia haya entre

estas dos cosas." (Lib. II, cap. II § 3, 4 y 5.)

"Si esto se admite, será cosa resuelta que el hombre no

tiene libre albedrío para hacer bien si no fuere ayudado de la

gracia de Dios, y de especial gracia que sólo a los elegidos es

dada para ser regenerados... Por esta vía, pues, se dirá que el

hombre tiene libre albedrío, no porque sea libre para elegir lo

bueno o lo malo, sino porque el que mal hace, lo hace por

voluntad y no por compulsión. Es verdad esto; pero ¿a qué

propósito se ha de atribuir un título tan arrogante a una cosa

tan denonada? ¡Donosa libertad, ciertamente, decir que el

hombre no sea compelido a pesar, sino que de tal manera sea

voluntariamente siervo, que su voluntad está aherrojada con

las cadenas del pecado! Cierto; yo detesto todas las

contumacias que se hacen por solas palabras, con las cuales la

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92

Iglesia es sin propósito turbada. Y así siempre seré de este

parecer: que se eviten todos los vocablos en que hay algún

absurdo, y principalmente los que son ocasión de errar.

Pregunto yo ahora: ¿quién hay que, oyendo decir que el

hombre tiene libre albedrío, no conciba en sí luego ser el

hombre señor de su entendimiento y de su voluntad,

pudiéndose por su propia virtud inclinar a la una parte o a la

otra? Pero dirá alguno que este peligro se quitaría si el pueblo

fuese con diligencia advertido acerca de lo que deba entender

por este vocablo "libre albedrío". Yo digo al contrario: que,

pues sabemos la natural inclinación qur está en nosotros a la

mentira y falsedad, antes embeberemos el error por ocasión de

una sola palabra que no seremos instruidos en la verdad y por

la prolija declaración que se dará a la palabra... Y si nos mueve

la autoridad de los Padres, aunque es verdad que ellos usan

muy muchas veces de este vocablo, con todo, ellos declaran

qué caso haean del usarlo, principalmente San Agustin, el cual

no duda llamarlo SIERVO… En otro lugar confiesa que la

voluntad del hombre no es libre sin el Espíritu de Dios, pues

que es sujeta a sus concupiscencias, las cuales la tienen cautiva

y aherrojada, ítem, que después que la voluntad ha sido

vencida del pecado en que ella sr precipitó, nuestra naturaleza

ha perdido su libertad . . . ítem, el hombre, usando mal de su

libre albedrío, lo ha perdido y se ha perdido a sí mismo, ítem,

el albedrío ser cautivo y que ninguna cosa puede que sea

buena, ítem, no ser libre lo que la gracia de Dios no hubiere

librado. . . Así que, si hay; alguno que permita este vocablo

(con tal que lo entienda bien), cuanto a mí, yo no le seré

contrario; más por cuanto me parece que no se puede usar de

él sin gran peligro y, por el contrario, que sería un gran bien

para la Iglesia si fuese olvidado, yo no lo querría usar, y si

alguno me pidiese consejo, mi consejo sería que no lo usase."

(Lib. II, cap. II, párrafos 7 y 8.)

Después de citar a San Cipriano cuando dice que "de

ninguna cosa nos debemos gloriar, pues que ninguna cosa es

nuestra", y a San Juan Crisóstomo al afirmar que "todo

hombre naturalmente es, no solamente pecador, sino que

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93

todo él es pecado"; concluye diciendo de los Padres en general

que, "aunque ellos algunas veces pasan la mesura en ensalzar el

libre albedrío, con todo, ellos tienen los ojos puestos en esto:

en apartar al hombre de estribarse en su propia virtud y

enseñarle que toda su fuerza debe buscarla en Dios solo". (Lib.

II, capítulo II, § 9.)

Hablando de la inteligencia humana, que no se ha perdido

por la caída, aunque está envuelta en tnieblas, dice:

"Vemos que en la naturaleza humana hay un cabrio deseo

de inquirir la verdad, a la cual en ninguna manera él sería tan

inclinado si primero no tuviese algún gusto de ella. Esta es,

pues, ya una cierta centella de luz en el espíritu del hombre

que tenga un natural amor a la verdad: el menosprecio de la

cual en las bestias brutas muestra que son tontas y que no

tienen entendimiento ni razón. Aunque este deseo, tal cual es,

antes que comience a correr desfallezca, porque luego da

consigo en vanidad…

"Por tanto, cuando leyendo viéramos en los escritores pro-

fanos esta admirable luz de la verdad que reluce en sus

escritos, esto nos debe amonestar que el entendimiento

humano, por mucho que haya caído y degenerado de su

integridad y perfección, con todo eso no deja de estar aún

adornado y compuesto de excelentes dones de Dios. Si

nosotros reconoce-mos el Espíritu de Dios por única fuente y

manantial de la verdad, no desecharemos ni

menospreciaremos la verdad donde quiera que la halláramos."

(Lib. II. cap. II, § 12-15.;

"Resta declararqué sea lo que puede ver la razón humana

en lo que toca al reino de Dios y qué capacidad tenga para

comprender aquella sabiduría espiritual, la cual consiste prin-

cipalmente en tres cosas, a saber: en conocer a Dios, su

voluntad y favor paternal para con nosotros en lo que consiste

nuestra salud y cómo nos es menester reglar nuestra vida

conforme a la regla de su ley. Cuanto a los dos primeros

puntos, y principalmente cuanto al segundo, los que son más

ingeniosos de los hombres son más ciegos que topos. Y no

niego que muchas veces se hallen en los libros de los filósofos

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94

sentencias admirables y muy a propósito dichas acerca de

Dios; mas en ellas siempre se ven unas confusas

imaginaciones. Dióles, cierto, el Señor (como arriba dijimos)

un cierto gusto de su divinidad, a fin de que no pretendiesen

ignorancia para excusar su impiedad... mas de tal manera

vieron lo que vieron, que no fueron encaminados a la verdad,

mucho menos la pudieron alcanzar. Finalmente, aquella

certidumbre de la buena voluntad que la divina bondad nos

tiene, ni aun por pensamiento la gustaron jamás." (Lib. II, cap.

II, § 18.)

"Resta que tratemos del tercer miembro, que es conocer la

regla de bien instituir nuestra vida... En esto parece que el

entendimiento del hombre es más sutil que en las cosas arriba

tratadas. Porque el Apóstol testifica que los gentiles, los cuales

no tienen ley, son ley a á mismos, y muestran la obra de la ley

estar escrita en sus corazones, en que su conciencia les da

testimonio y sus pensamientos, que entre sí se acusan y

excusan delante del juicio de Dios… (Rom., II, 14.)

Considerando, empero, a qué propósito esta noticia de la ley

natural ha sido dada a los hombres; entonces se verá hasta

dónde los puede ella guiar para dar en el blanco y pa¬radero

de la razón y verdad. Esto también entenderemos por las

palabras de San Pablo si consideramos cómo procede en este

lugar. El había dicho un poco antes que los que bajo la ley

pecaron, por la ky serán juzgados, y los que, sin ley pecaron,

sin ky perecerán. Por cuanto esto último podría parecer

injusto que, sin que precediese ningún juicio, los gentiles

pereciesen; luego añade que su conciencia les servía de ley, y

que, por lo tanto, bastará justamente para condenarlos. Así

que el fin de la ley natural es hacer al hombre inexcusable."

(Lib. II, cap. II, § 22.)

En cuanto a la corrupción de la voluntad humana:

"La voluntad, según está ella ligada y detenida cautiva en la

sujeción del pecado, en ninguna manera se puedede mover al

bien, mucho menos aplicarse a él. Porque este tal movimiento

es principio de convertirnos a Dios, lo cual, en la Escritura,

totalmente se atribuye a la gracia de Dios. Como Jeremías ora

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95

al Señor que le convierta, si El quiere que sea convertido. Por

la cual razón el Profeta, en el mismo capítulo, pintando la

redención espiritual de los fieles, dice ser ellos rescatados de la

mano de uno más fuerte, denotando con estas palabras en

cuan estrechas prisiones sea detenido el pecador todo el

tiempo que, dejado de Dios, vive bajo la tiranía del Diablo.

Quédale, empero, la voluntad al hombre, la cual, de su misma

afición, es inclinadísima a pecar, y busca todas las ocasiones

que puede para pecar. Porque el hombre, cuando él se enredó

en esta necesidad, no fue despojado de la voluntad, sino de la

santa y buena voluntad. Y por eso San Bernardo no habla mal

cuando dice que en todos los hombres hay querer; mas querer

lo bueno es de aquellos que aprovechan, y querer lo malo, de

los que faltan. Así que, simplemente querer, es del hombre;

querer mal, es de nuestra corrompida naturaleza; querer bien,

es de la gracia. Y esto que digo ser la voluntad despojada de su

libertad, y necesariamente traída al mal, es de maravillar si

alguno toma por dura esta manera de hablar, la cual ningún

absurdo con-úene y ha sido usada de los doctores antiguos.

Podrá ofender a aquellos que no saben hacer diferencia entre

necesidad y compulsión. Pero si se pregunta a alguno de éstos

si Dios es necesariamente bueno y el diablo es necesariamente

malo, ¿qué responderá? Porque de tal manera esa unida la

bondad de Dios con su divinidad, que tan necesario es que sea

bueno como que sea Dios. Y el diablo, por su raída, está de tal

modo alejado del bien, que no puede hacer otra cosa que hacer

mal. Y si algún blasfemador murmura que Dios no merece

gran loor por su bondad, puesto que es constreñido a tenerla,

¿quién no tendrá la respuesta fácil respondiendo que de su

inmensa bondad viene que El no pueda hacer el mal, no de

compulsión forzada? Así que si el ser necesario que Dios haga

el bien no impide que su voluntad sea libre al hacerlo; y si el

diablo, que no puede hacer otra cosa que mal, peca

voluntariamente, ¿quién dirá que el hombre no peca volun-

tariamente porque está necesitado a pecar? Siendo así que San

Agustín siempre enseña esta necesidad, aun cuando Celestio le

calumniaba esta doctrina para hacerla odiosa, aun entonces no

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dejó de pronunciar estas palabras: "Por la liber"tad del

hombre ha acontecido que él pecase; mas ahora la

"corrupción, que se siguió en castigo del pecado, ha hecho "de

la libertad necesidad" (Augustinus, Lib. de Perfec. Just.) Y todas

cuantas veces toca este propósito con toda libertad, habla de la

necesaria sujeción que hay en nosotros a pecar. Así que

debemos tener cuenta con esta distinción: Que el hombre,

después de haber sido perdido por su caída, voluntariamente

peca, no forzado ni constreñido: con una afición cíe su

corazón, propensísima a pecar, y no por fuerza forzada; por

propio movimiento de su concupiscencia, no porque otro le

compela, y que, con todo eso, su naturaleza es tan perversa

que no puede ser inclinado ni encaminado sino al mal. Si esto

es verdad, es notorio que él será sujeto a que necesariamente

peque." (Lib. II, cap. II, § 5.)

Objeciones a la doctrina necfñtañana.

"Algunos argumentan de esta manera: "Si el pecado es de

"necesidad, ya no es pecado; si es voluntario, sigúese que se

"puede evitar.” De estas mismas armas y de este mismo

argumento usó Pelagio contra San Agustín, aunque no los

queremos cargar el nombre de pelagianos hasta tanto que los

hayamos confutado. Niego, pues, yo que el pecado deje de ser

imputado por pecado por ser de necesidad; niego también que

se siga lo que ellos infieren: Que siendo el pecado voluntario,

se puede evitar. Porque si alguno quisiere altercar con Dios, y

con este pretexto rehuir su juicio, diciendo que no lo pudo

«hacer de otra manera, tendrá bien a mano la respuesta;

conviene, a saber, la misma que antes hemos dado: Que no

procede cíe la creación, sino de la corrupción de naturaleza;

que los hombres no pueden querer otra cosa que el mal.

Porque, ¿de dónde viene la debilidad con que los impíos se

quieren cubrir, y que de tan buena gana alegan, sino de que

Adam, de su propia voluntad, se sujetó a la tiranía del diablo?"

(Lib. II, cap. III, § 1.)

Dicen asimismo que si las virtudes y los vicios no proceden

de elección libre, no es cosa conforme a la razón que el

hombre sea remunerado ni castigado. Aunque este argumento

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97

sea tomado de Aristóteles, reconozco que San Crisóstomo y

San Jerónimo han usado de él algunas veces. . . Cuanto a los

castigos con que Dios castiga los pecados, respondo que

justamente somos con ellos castigados, pues que la culpa del

pecado reside en nosotros. Porque, ¿qué hace al caso que

pequemos de un juicio libre o cautivo con tal que pequemos

de un apetito voluntario; mayormente, cuando que de aquí es

convencido el hombre ser pecador, puesto que está bajo la

servidumbre del pecado? Cuanto el galardón y premio que se

da por obrar bien, ¿qué absurdo hay en que confesemos que se

nos da, más por la benignidad de Dios que por nuestros

propios méritos? ¿Cuántas veces repite San Agustín esta

sentencia: "Dios no galardona nuestros méritos, sino sus

dones?..." Según que Dios es sobremanera magnífico y liberal,

El remunera las gracias que El mismo nos ha dado, como si

procediesen de nosotros mismos, por cuanto El dándolas las

ha hecho nuestras” (Lib. II, capitulo V, § 2.)

"Objetan también que en vano se harían las exhortaciones,

que las amonestaciones de nada servirían, que las rerensiones

serían ridiculas si el pecador no tuviera en sí mismo poder

para obedecer. San Agustín escribió un libro que tituló De la

corrección y de la gracia, porque se le objetaban cosas

semejantes a éstas; en el cual, aunque responde ampliamente a

todo lo que le objetaban, reduce la cuestión a esto en suma:

"¡Oh, hombre, entiende en el mandamiento "qué es lo que

debes hacer; cuando eres reprendido por no "haberlo hecho,

entiende que por tu culpa te falta la virtud "para hacerlo;

cuando invocas a Dios, entiende de dónde "tienes que recibir

lo que demandas!,…” ¿De qué, pues, sirven las exhortaciones?,

dirá alguno. Respondo que si los impíos de un corazón

obstinado las menosprecian, ellas les servirán de testimonio

para convencerlos cuando aparezcan delante del tribunal y

juicio de Dios; y más aún: que ya en esta vida presente su mala

conciencia es herida y batida de estas exhortaciones, porque

por más que se mofe aun el más descarado hombre del

mundo, no las puede condenar por malas. .. Pero la principal

utilidad de ellas se debe considerar en los fieles, en los cuales,

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98

como el Señor obre todas las cosas por su Espíritu, así

también no deja de usar del instrumento de su Palabra para

cumplir su obra en ellos, y usa de él con eficacia y no en vano.

(Lib. II, cap. V, § 4 y 5.)

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CAPÍTULO XI

LA DOCTRINA DE LA INSTITUCIÓN (I)

Tres razones, dice Calvino, hay para ei mandamiento re-

ferente al día de Reposo:

"La primera, que el celestial Legislador ha querido, debajo

del reposo del día séptimo, figurar al pueblo de Israel el

reposo espiritual, con el cual los fieles deben reposar de sus

propias obras para dejar a Dios obrar en ellos. La segunda es

que El quiso que hubiese un día determinado en el cual ellos

se juntasen para oír la Ley y usar de sus ceremonias, o el cual,

por lo menos, dedicasen para especialmente meditar sus obras,

para con tal memoria ser ejercitados en piedad o en cosas que

pertenecen a la gloria de Dios. La tercera es que quiso dar un

día de reposo a los siervos y a todos los que viven en sujeción

de otros, para que tuviesen alguna in¬termisión en sus

trabajos." (Lib. II, cap. VIII, § 28.)

"Con la venida de nuestro Señor Jesucristo se ha abrogado

lo que en este mandamiento hay de ceremonial. Porque El es

la verdad, con cuya presencia todas las figuras son deshechas;

El es el cuerpo, oon cuya vista las sombras son dejadas. El es

(digo) el verdadero cumplimiento del Sábado. Por el bautismo

somos sepultados juntamente con El, somos ingeridos en la

compañía de su muerte, para que siendo participantes de su

resurrección andemos en novedad de vida. Por esta causa el

apóstol dice en otro lugar que el Sábado ha sido una sombra

de lo que había de venir, y que el cuerpo es en Cristo; quiere

decir, la sólida sustancia de la verdad, la cual El declaró muy

bien en aquel lugar (Col., II, 16, 17). Ella, pues, no se contenta

con un solo día, mas quiere todo el curso de nuestra vida,

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100

hasta tanto que siendo enteramente muertos a nosotros

mismos, seamos llenos de la vida de Dios. Sigúese, pues, que

los cristianos deben estar muy lejos de la supersticiosa

observancia de los días."

Refiriéndose a los otros dos objetos del día de Reposo, o

sea, reunirse para dar culto a Dios y dar relajación de su

trabajo a los siervos y operarios, dice: "¿Quién negará que lo

uno y lo otro nos compete también a nosotros como a los

judíos? Las reuniones religiosas nos son mandadas por la

palabra de Dios; y la misma experiencia nos enseña cuan

necesarias sean. Si no hubiese días señalados ¿cuándo nos

podríamos reunir?" (Lib. II, Cap. VIII, § 31, 32).

Explicar la frase del Credo: “Descendió a los infiernos",

diciendo que equivale a "fue sepultado”, sería, piensa Calvino.

atribuir al símbolo de la fe una superflua tautología. La

explicación que él da es la siguiente:

"Todo era nada si Jesucristo tan solamente fuera muerto de

muerte corporal: mas juntamente fue necesario que él sintiese

en su alma el rigor del castigo de Dios, para oponerse a la ira

de Dios y satisfacer a su justo juicio. De donde también

convino que él combatiese con las fuerzas del infierno y que

luchase, como a brazos partidos, con el horror de la muerte

misma... Por tanto, no nos debemos maravillar si se dice que

Jesucristo descendió a los infiernos; pues que él padecía

aquella muerte con que Dios suele castigar a los perversos

cuando El está airado.

"Y cierto que la réplica que algunos hacen es muy frivola y

ridicula: "dicen que de esta manera se pervertiría el orden,

porque sería absurdo poner después de la sepultura aquello

que precedió. Porque después de haber contado las cosas que

Jesucristo padeció públicamente delante de los hombres, muy

a propósito se cuenta luego aquel invisible e incomprensible

juicio que él sufrió delante de Dios, para que sepamos que no

solamente el cuerpo de Jesucristo fue entregado por precio de

nuestra redención, mas que hubo un otro muy mayor y muy

más excelente precio, que fue sentir y padecer en su alma los

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101

horrendos tormentos que los hombres perdidos y condenados

suelen sufrir." (Lib. II, cap. XVI, § 10.)

Acerca de la libertad cristiana, dice Calvino:

"La tercera parte de la libertad cristiana es que delante de

Dios no hagamos cuestión de conciencia de cosas ningunas

exteriores, las cuales en sí mismas son indiferentes, de tal

manera, que ya las podemos hacer, ya las podemos

indiferentemente dejar. Y cierto que nos es muy necesario

conocer esta libertad, porque, mientras no la tuviéramos, no

tendremos nunca reposo en nuestras conciencias ni tendrán

fin las supersticiones. Muy muchos hay que nos tienen por

grandes necios porque defendemos sernos lícito comer

libremente carne, y decimos ser libre la observancia de los días

y el uso de vestirse, y otras cosas semejantes, las cuales (como

ellos piensan) son frivolas y de ninguna importancia; pero

cierto que hay mucho más que considerar en cuas de lo que el

vulgo generalmente piensa. Porque, una vez que las

conciencias se han dejado caer en el lazo, se meten en un largo

e intrincable laberinto, del cual luego no podrán fácilmente

salir. Si alguno comenzare a dudar si le sea lícito usar de lino

en sus pañetes, camisas, pañuelos y servilletas, después ni aun

del cáñamo estará seguro y acabará, finalmente, por dudar si le

sea lícito usar de estopa. Porque dentro de sí mismo resolverá

que podría cenar sin servilletas y que podría pasarse sin

pañuelos. Si alguno le pareciere no serle lícito comer de

vianda que sea algún tanto delicada, este tal, al fin, con poca

quietud de su conciencia delante de Dios, comerá pan, bazo y

las viandas comunes; porque le pasará por la memoria que

podría sustentar su cuerpo con viandas aún más viles. Si

hiciere escrúpulo de beber un vino algún tanto suave, después

ni aun heces beberá con quieta conciencia. Finalmente, este tal

no osará tocar para beber el agua que fuere más suave y más

clara que las otras. En conclusión, este tal vendrá a tanta

locura, que tendrá por muy grave pecado pasar sobre una paja

atravesada. Porque aquí no se comienza un ligero combate de

conciencia; mas ésta es la duda: si quiere Dios que usemos de

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102

estas cosas o de aquéllas, cuya voluntad debe proceder en todo

cuanto pensáremos e hiciéramos." (Lib. III, cap. XIX, § 7.)

La Predestinación.25

"Llamamos predestinación al eterno decreto de Dios con

que su majestad ha determinado lo que quiere hacer de cada

uno de los hombres; porque El no los cría a todos en una

misma condición o estado, mas ordena los unos a vida eterna

y los otros a perpetua condenación. Por tanto, según el fin a

que el hombre es criado, así decimos que es predestinado o a

vida o a muerte." Después cita en apoyo de esta doctrina

Deut. 32. 8 v 9: 4. 3': 10. 14 v 15: Salmo 33. 12; 1" Samuel. 22.

22. etc.: Sal. 28. 67 v 68: Nial.. 1. 2 y 3 (Lib. III, cap. XXI § 5. 6

y 7.

Más adelante cap. 12 § 7) " cita las palabras de Cristo en

Juan. 6. 37. 39. 44 y 45: 13. 18 v 17. 9.

Calvino ha dado a la doctrina de la predestinación su ex-

presión más radical y severa, como lo muestra la definición ya

citada y frases como las que siguen:

"Siendo, pues, así que la disposición de todas las cosas está

en las manos de Dios, y que El, como le plazca, puede dar

vida y matar. El dispensa y ordena por su consejo que

algunos, desde el vientre de sus madres, sean a certísima

muerte eterna destinados, los cuales, con su perdición,

glorifiquen su nombre.” (Lib. III, cap. XXIII, § 6.)

"Otra vez pregunto: ¿De dónde viene que tantas naciones,

juntamente con sus criaturas, hayan sido enredadas en muerte

eterna por la caída de Adam, y esto sin remedio, sino porque

así plugo a Dios? Aquí es menester que estas lenguas tan

parleras se enmudezcan. Yo confieso que ese decreto de Dios

nos debe poner grande espanto;26

pero con todo eso, ninguno

25

Véase la discusión de la enseñanza de Calvino sobre esta y otras

doctrinas en el último captíulo de esta obra. 26

Así traduce Cipriano de Valera la famosa frase horribüe de-cretum, cuyo

verdadero sentido se considera en el capítulo siguiente. NOTA DEL

TRADUCTOR.

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103

podrá negar que Dios ha sabido antes de criar al hombre qué

fin había de tener el hombre, y por eso lo supo, porque en su

consejo así lo había ordenado." (Lib. III, capítulo XXIII, § 7.)

Contestando a la objeción que se hace por algunos a la

doctrina de la predestinación, como “si ella echase por tierra

todas las exhortaciones para bien vivir", dice:

“Ya hemos visto cuan claro y manifiesto pregonero de la

gracia de Dios haya sido San Pablo. ¿Hase por eso resfriado en

sus amonestaciones y exhortaciones? Cotejen estos buenos

celadores el celo y vehemencia de San Pablo con el suyo;

cierto su celo de ellos no parecerá, en comparación del

increíble fervor de San Pablo, sino hielo." Y cita a

continuación í Tes., 4, 7; Ef., 2, 10. (Lib. III, capítulo XXIII, §

13.)

Uno de los pasajes más difíciles de conciliar, si es que es

posible conciliario de algún modo con la idea de la predes-

tinación que Calvino defendía, es el de la primera Epístola a

Timoteo, en que San Pablo dice que "Dios quiere que todos

los hombres sean salvos". Calvino trata aquel pasaje del modo

siguiente: "San Pablo había mandado a Timoteo que se

hiciesen solemnes oraciones y rogativas por los reyes y

príncipes. Y siendo así que parecía un gran desatino rogar a

Dios por una suerte de gente tan desesperada (porque, no

solamente estaban fuera de la compañía de los fieles, mas aun

empleaban todas sus fuerzas en oprimir el reino de Dios),

añade que esto es agradable a Dios, el cual quiere que todos los

hombres sean salvos. En lo cual ninguna otra cosa quiere decir

sino que el Señor no ha cerrado la puerta de salud a ningún

estado ni condición de hombres; mas, por el contrario, ha de

tal manera derramado su misericordia que quiere que todos

participen de ella. .. De tal manera, pues, se debe interpretar

este paso, que convenga con él otro que dice: Tendré

misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente con

el que seré clemente. El que escoge a quien haga misericordia,

no la hace con todos. Pero pues que se ve manifiestamente que

San Pablo no trata de cada hombre en particular, sino de

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104

estados y condiciones de hombres, no será menester tratar

esto más a la larga." (Lib. III. cap. XXIV, § 16.)

Acerca de la Iglesia:

"Cuando confesamos en el símbolo que creemos la Iglesia,

este artículo no se debe entender que solamente la Iglesia

visible, de la cual tratamos ahora, sino que se extiende a todos

los elegidos de Dios, en cual número se comprenden todos los

que han pasado de esta vida. Y esta es la causa por la cual se

usa en el Símbolo esta palabra: creer; porque muy muchas

veces no se puede ver ni hacer diferencia ninguna entre los

hijos de Dios y la gente profana, entre su manada y las bestias

feroces. En cuanto a la partícula en que algunos interponen,

no tienen razón probable para ello. Bien confieso ser esto lo

que más comúnmente se usa en el día de hoy, y que también

se usó antieuamentr: pues que el Símbolo Niceno (que se cita

en la Historia Eclesiástica) pone dicha partícula en. Mas

juntamente con esto se puede bien claramente ver, por lo que

los antiguos padres escribieron, que, sin hacer dificultad

ninguna, decían que creían la Iglesia, y no en la Iglesia. Porque

San Agustín y el autor del Tratado sobre el Símbolo, que

comúnmente se dice ser de San Cipriano, no solamente

hablan asi, sino que expresamente notan que esta manera de

hablar sería impropia si se pusiese la partícula en: y confirman

su opinión con una razón no frivola. Porque por eso

testificamos que creemos en Dios; porque nuestro corazón se

reposa sobre El como verdadero y nuestra conciencia se

aquieta sobre El. Lo cual no convendría a la Iglesia^ como

tampoco conviene a la remisión de los pecados ni a la

resurrección de la carne." (Lib. IV, cap. I, § 2.)

No debemos retirarnos de la Iglesia, dice Calvino, por

motivos ligeros. "Tengamos estos dos puntos por resueltos:

primero, que el que de su propio motivo se aparta de la

externa comunión de la Iglesia, en la cual se predica la Palabra

de Dios y los Sacramentos son administrados, no tiene excusa

ninguna. Segundo, que las faltas y pecados de otros, sean

pocos o muchos, no nos impide que podamos muy bien hacer

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105

profesión de nuestra religión usando de los Sacramentos y

ejercicios eclesiásticos juntamente con ellos; porque una buena

conciencia no puede ser dañada por la indignidad de otros, ni

del mismo pastor, ni de otro particular: ni los Sacramentos del

Señor dejan de ser por eso puros y santos al hombre puro y

santo por ser recibidos en compañía de los impuros y malos."

(Lib. IV, cap. I, § 19.)

Acerca de la Disciplina eclesiástica:

"Conviene que la Iglesia tenga tal severidad que sea

conjunta con un espíritu de mansedumbre. Porque siempre se

debe tener en cuenta (como el Apóstol lo manda) que el que

es corregido no se consuma de tristeza. Porque de esta

manera, de remedio se convertiría en ruina. Pero del fin se

tomará mucho mejor la regla de moderación que se debe

tener. Porque esto es lo que se pretende con la excomunión:

que el pecador se arrepienta, que los malos ejemplos se quiten

del medio, para que el nombre Cristo no sea blasfemado y que

otros no sean provocados a hacer otro tanto. Si

consideráramos estas cosas, fácilmente podremos juzgar hasta

qué punto deba nuestra severidad extenderse y dónde debe

acabar. Por tanto, cuando el pecador da muestra de penitencia

a la Iglesia y con este testimonio deshace, cuanto está de su

parte, el escándalo, no ha de ser más afligido; y si lo es, ya el

rigor pasó sus términos. En lo cual no puede ser en ninguna

manera excusada la severidad de los antiguos, la cual

totalmente se apartaba de lo que el Señor prescribió y era

sobremanera peligrosa. Porque poniéndole al pecador una

penitencia solemne y privación cíe la Cena, ya por siete años,

ya por cuatro, ya por tres, y algunas veces por toda la vida,

¿qué se pudo seguir de ahí sino o gran hipocresía o grandísima

desesperación?" (Lib. IV, cap. XII, § 8.)

Del Bautismo:

"Lo que tocante a esto se ha de tener es que, en cualquiera

tiempo que seamos bautizados, somos una vez lavados y

purificados para toda la vida. Por tanto, todas las veces que

hubiéramos caído, debemos refrescar de nuevo la memoria del

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106

bautismo, y con ésta se ha de armar el alma para que se

certifique y asegure del perdón de sus pecados. Porque aunque

por haber sido una vez administrado parece que ya haya

pasado, con todo eso, él no ha perdido su virtud con los

pecados que después de él hemos cometido. Porque en él se

nos presenta la limpieza de Cristo: esta limpieza siempre

queda, no hay mancha que la pueda manchar: mas quita y

deshace todas nuestras suciedades. Y con todo esto no

debemos por eso tomar licencia para pecar después pues

ciertamente no se nos da aquí ocasión ninguna para usar de tal

atrevimiento); mas dase esta doctrina solamente para que los

que, habiendo pecado, gimen fatigados y oprimidos por el

peso del pecado, tengan con qué se levanten v consuelen para

no caer en confusión ni en desesperación- Por esto dice San

Pablo sernos Cristo hecho propinación para remisión de los

pecados pasados (Rom., 3. 25). Con lo cual no niega que en él

se contenga una perpetua y continua remisión de pecados

hasta la muerte; mas quiere decir que Cristo ha sido dado del

Padre solamente para miserables pecadores, los cuales heridos

con el cautiverio de La conciencia, suspiran por el médico."

(Lib. IV, cap. XV, § 3.)

"Ya se ve claramente cuan falso sea lo que algunos, ya

mucho tiempo ha, han enseñado, en lo cual los otros

persisten, que por el bautismo somos librados y eximidos del

pecado original y de la corrupción que de Adam se ha

extendido a toda la posteridad y que somos restituidos en la

misma justicia y limpieza de naturaleza que Adam hubiera

tenido si hubiera permanecido en la integridad en que fue

creado. Porque tal género de enseñadores nunca ha entendido

qué sea pecado original, qué sea justicia original ni qué sea la

gracia del bautismo. Ya hemos mostrado que el pecado

original es una maldad y corrupción de nuestra naturaleza, la

cual primeramente nos hace culpados de la ira de Dios, y

ademas de esto produce obras en nosotros que la Escritura

llama obras de la carne… Por esta corrupción estamos

condenados y convictos delante de Dios, al cual ninguna cosa

agrada sino justicia, inocencia y limpieza… Los fieles son

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107

asegurados por el bautismo de que se les ha quitado y echado

de sí esta condenación, visto que el Señor (como hemos dicho)

promete con esta señal que se nos hará entera y sólida

remisión de del castigo que habíamos de padecer por la

culpa.'' (Lib. IV, cap. XV, § 10.)

"Hay algunos que con una palabra definen que comer la

carne de Cristo y beber su sangre no es otra cosa que creer en

El. Mas paréceme a mí que el mismo Cristo ha querido decir

en este notable sermón (Juan. IV), en que nos encomienda que

comamos su carne, una cosa mucho más alta y mucho más

sublime: conviene, a saber, que sernos vivificados por la

verdadera participación que El nos da de si. Lo cual se designa

por las palabras de comer y beber, a fin de qun ninguno

pensase que ella consistía en el simple conocimiento. Porque

como el comer el pan, y no el mirarlo, da sustento al cuerpo,

así también es menester que el alma sea verdaderamente

participante de Cristo para ser mantenida en vida eterna.

Entre tanto confesamos que esta manducación no se hace sino

por la fe, puesto que ninguna otra manera se puede imaginar;

mas la diferencia que hay entre nosotros y los que exponen

esta manducación, como ya se ha dicho, es que piensan que

comer no sea otra cosa que creer. Yo digo que nosotros,

creyendo, comemos la carne de Cristo, y digo que esta

manducación es un fruto y efecto de la fe. O para decirlo más

claramente: ellos entienden que la manducación es la fe

misma, mas yo digo que procede de la fe. En las palabras hay

muy poca diferencia, mas en la cosa, muy grande. Porque

aunque el Apóstol enseña que Jesucristo habita en nuestros

corazones por la fe (Ef. 3. 17), no habrá quien interprete que

esta habitación sea la fe misma; mas todos entienden que El

nos ha querido dar a entender un singular beneficio y efecto

de la fe, en cuanto por ella los fieles alcanzan que Cristo

habite en ellos. De esta misma manera, llamándose el Señor

Pan de vida, no solamente ha querido denotar que nuestra

salud consiste en la fe de su muerte y resurrección, sino que

por la verdadera comunicación que nosotros tenemos con él,

su .vida es transportada a nosotros y hecha nuestra; no de otro

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108

modo que el pan, cuando se toma para alimento, da vigor y

fuerza al cuerpo." (Lib. IV, cap. XVII, § 5.)

"La suma de todo esto es que nuestras almas son

apacentadas con la carne y la sangre de Cristo, tan realmente

como el pan y el vino mantienen la vida corporal. Porque de

otra manera, el símil de la señal no convendría, si nuestras

almas no hallasen en Cristo con qué satisfacerse. Lo cual en

ninguna manera podría ser, si no es que Cristo

verdaderamente se pega y hace uno con nosotros, y nos

mantiene y sustenta con la vianda de su carne y la bebida de

su sangre… Jesucristo nos testifica y sella en la Cena esta

participación de su carne y de su sangre, por la cual El hace

colar y pasar en nosotros su vida, ni más ni menos que si El

entrase en nuestros huesos y en nuestros tuétanos. Y no nos

presenta una señal vana y sin virtud, mas nos muestra la

eficacia de su Espíritu, con la cual cumple lo que promete. Y

cierto que El ofrece y da a todos los que se sientan en este

espiritual banquete la cosa en él significada, aunque solamente

la reciban con fruto los fieles, los cuales reciben una tan

grande liberalidad del Señor con verdadera fe y eran

agradecimiento." (Lib. IV, cap. XVII, § 10.)

"Cuanto al externo rito y ceremonia, que los fieles tomen

el pan con la mano, o que no lo tomen: que lo dividan entre

sí, o que cada uno coma lo que se le ha dado; que vuelvan la

copa al Ministro, o que la den al que inmediatamente está a su

lado; que el pan sea leudo o cenceño; que el vino sea rojo o

blanco, hace muy poco al caso. Porque estas cosas son

indiferentes, y quedan a la libertad y discreción de la Iglesia.

Aunque es ciertísimo que la costumbre y manera de la Iglesia

primitiva ha sido que todos lo tomasen en la mano, y

Jesucristo dijo: "Partidlo entre vosotros." (Lib. IV cap. XVII, §

43.)

Dejando, pues, aparte tanta infinidad de ceremonias y de

pompas, la Santa Cena podría ser muy decentemente admi-

nistrada con mucha frecuencia, y por lo menos una vez a la

semana…

Page 109: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

109

"Esto enteramente se había de guardar, que jamás se

juntase la congregación sin la palabra, ni sin limosna, ni sin

participación de la Cena ni sin oración.

"Ciertamente que la costumbre que manda comulgar una

vez al año es una invención del Diablo; sea quien fuere el que

la introdujo." (Lib. IV, capítulo XVII, § 43, 44, 45.)

El origen del nombre de la Misa:

"Cuanto al nombre de Misa jamás me he podido resolver

de dónde haya venido, sino que es verosímil conforme a mi

juicio, haberse tomado de las ofrendas que se hacían en la

Cena. Por lo cual los antiguos lo usan generalmente en

plural." (Libro IV, cap. XVII, § 8.

La verdadera piedra de toque de un Sacramento:

"No puede haber Sacramento sin promesa de salvación.

Todos cuantos hombres hay, juntados en uno, no nos pueden

por sí mismos prometer cosa alguna tocante a nuestra salud.

No pueden, pues, por sí mismos ordenar ni instituir

Sacramento alguno." (Lib. IV, cap. XVIII § 19.)

"Es menester que la Palabra de Dios preceda para hacer

que el Sacramento sea Sacramento, como lo ha dicho muy

bien San Agustín. (Hom. in Joan, 8)" (Lib. IV, cap. XIX, § 2.)

De la Confirmación:

"Era orden y costumbre que se tuvo antiguamente que los

hijos de los cristianos, cuando eran llegados a la edad de

discreción, los presentaban al obispo para que hiciesen

confesión de su fe, tal cual los paganos que se convertían a la

religión cristiana la hacían cuando eran bautizados. Porque

cuando una persona de edad quería ser bautizada, instruíanla

algún tiempo, hasta tanto que pudiese hacer confesión de su fe

delante del obispo y de todo el pueblo. Así también los que

habían sido bautizados siendo niños, a causa de que no habían

hecho esta confesión en su bautismo, en siendo de edad de

discreción los presentaban otra vez al obispo, para que él los

examinase conforme a la forma del Catecismo que entonces se

usaba. Y para que esta acción tuviese más autoridad y se

Page 110: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

110

hiciese con más solemnidad, usaban de la ceremonia de la

imposición de las manos. Habiendo de esta manera el mozo

hecho su confesión, y siendo aprobada, enviábanlo con una

solemne bendición. . . Cuanto a mí, yo estimo muy mucho

una tal imposición de manos, cuando se hiciese simplemente

por vía de oración; y querría muy mucho que se usase en el

día de hoy en su pureza y sin superstición.

"Los que después han venido, han trastornado y soterrado

esta antigua costumbre, y han levantado en su lugar una no sé

qué confirmación, que ellos se han forjado e inventado, la cual

ha hecho que se tenga por Sacramento de Dios." (Lib. IV, cap.

XIX, § 4,5).

Un notable elogio de la Institución apareció en la Revue

des deux Mondes, en 1900, debido a la pluma de M. Bru-

nettiére, el reputado autor y crítico francés, en un artículo

titulado La obra literaria de Calvino.

Este escritor católico-romano, miembro de la Academia

Francesa, dice: "Hay una Reforma puramente francesa, que

no debe nada, o debe muy poco en su oricen a la Reforma

alemana o inglesa... No fue política, como la inglesa, ni social,

como la alemana, sino religiosa, teológica y moral, y de hecho

aun precedió a aquellas dos. Fue en 1517 cuando Lulero,

como sabemos, fijó sus tesis en Wittenberg; pero el

Comentario latino a los Salmos, de nuestro Lefevre de Etaples,

data de 1512, y de Lefevre a Calvino —1512 a 1536— puede

seguirse en documentos franceses el progreso y evolución

lógica de un protestantismo exclusivamente francés.

Después de citar algunos párrafos de la Institución,

continúa: "Seguramente no tenemos en nuestra lengua otros

modelos de tal vivacidad de razonamiento, o más bien de

argumentación, ni de tal precisión y propiedad en los

términos, ni de tan sucinta y penetrante brevedad. Hemos

perdido este arte de "seguir" el propio pensamiento sin

perderlo de vista mientras se va explicando y parafraseando.

La paráfrasis del Decálogo es, en este punto, uno de los trozos

más hermosos en el idioma francés".

Page 111: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

111

Más adelante dice: "Como Lutero al traducir la Biblia, así

Calvino al traducir su Institución de la Religión Cristiana a su

lengua nacional, estableció una comunicación entre él y

nosotros y los que vengan detrás de nosotros, una

comunicación, si puedo decirlo así, y un contacto que sólo se

interrumpirá con la terminación del lenguaje mismo".

Y luego pronuncia este notable juicio: "La Institución de la

Religión Cristiana es el primero de nuestros libros que

podemos llamar clásico. Lo es tanto y aún más que el romance

o la poesía de Rabelais, por la severidad de su composición,

por la manera en que la concepción del conjunto determina la

naturaleza y elección de los detalles. . . Lo es, finalmente, por

aquella "liberalidad", si se me permite usar esta expresión, una

liberalidad entonces completamente nueva, con la cual

Galvino trajo hasta nuestra misma puerta materias que hasta

entonces sólo se habían discutido en las escuelas de los

teólogos. Lo es no menos a causa de la fama (retentissement)

que la prosa francesa recibió por él en todo el mundo".

Añade más tarde que nadie contribuyó más que Calvino a

contener el mundo en la pendiente en que se había

precipitado hacia el paganismo, y opina que si ha de haber

herejías, la de Galvino no ha sido del todo inútil, aun para la

misma Iglesia católico-romana.

Es cierto que M. Brunettiére piensa que la enseñanza y el

código moral de Galvino no armonizan con el genio del

pueblo francés, y le acusa, sin fundamento alguno, de

anatematizar la literatura y el arte. Pero la misma antipatía

que demuestra al reformador por estas razones, hace tanto

más notable el juicio que formula de su obra literaria.

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112

CAPÍTULO XII

CALVINO COMO MAESTRO DE RELIGIÓN

La teología de Calvino, como su autor, ha sufrido no poco

por falta de comprensión. Se ha dado a ciertas afirmaciones

aisladas y a proposiciones secundarias una importancia que él

no les dio nunca. Si se pregunta: ¿Cuál a la enseñanza

distintiva de Calvino? Habrá muchos que respondan: La

doctrina de la predestinación. Y sin embargo, la

predestinación ocupa un espacio relativamente pequeño en la

enseñanza de Calvino. El asunto está tratado en cuatro de los

ochenta capítulos de que consta la Institución, y su posición es

secundaria, no prominente. Viene al fin del tercer libro. y

después de la enseñanza acerca de la obra del Espíritu Santo,

de la fe, el arrepentimiento, la vida cristiana, la justificación y

la oración, que comprende su admirable explicación de la

oración dominical.

Ni puede decirse tampoco que la predestinación sea una

doctrina peculiar de Calvino. Había sido enseñada por San

Agustín. Calvino reconoce la deuda que tiene con aquel gran

Padre de la Iglesia. Cita su tratado sobre la Perseverancia de

loí fieles. "San Agustín confiesa —dice— que se le acusaba con

frecuencia de predicar demasiado sobre la predestinación",

asunto que muchos consideraban peligroso para las mentes

piadosas, porque conmovía la fe y turbaba el corazón; "pero él

—añade— refutó pronto y cumplidamente estas objeciones".

Aceptemos o rechacemos el concepto calvinista o agusti-

niano de la predestinación, tenemos que remontarnos mucho

más lejos que estos maestros para encontrar el origen de una

doctrina sobre el asunto. "A los que de antemano conoció,

Page 113: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

113

también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la

imagen de su Hijo", son palabras del apóstol Pablo en el

capítulo 8 de la Epístola a los Romanos; y en el capítulo 9 de

la misma Epístola, así como en el 1 de Efesios, se enseña muy

claramente la predestinación.

Que hay una predestinación, una elección, un divino esco-

gimiento de hombres para un objeto específico, no puede po-

nerse en duda. Abraham, Jacob, Moisés, Josué, fueron

hombres elegidos. Nuestro Señor dijo a sus apóstoles: "No me

elegisteis vosotros a mí, mas yo os elegí a vosotros".

Pero se puede creer en la predestinación y elección, sin

darles el sentido que Calvino les dio. Ha habido hombres

elegidos para deberes especiales, para privilegios especiales.

Esto no implica necesariamente que sólo ellos hayan sido

elegidos para la salvación con exclusión de los demás. Este fue

el error en que incurrió la nación judía al considerarse a sí

misma como el pueblo exclusivo de Dios.

Fue un error que los primeros apóstoles cristianos

tardaron mucho en desechar, y así San Pedro tuvo que ser

enseñado por la visión que tuvo en el terrado de la casa de

Simón el curtidor, que Dios se agrada "de cualquier nación

que le teme y obra justicia".

El profesor Orr del Colegio de la Iglesia Libre Unida de

Escocia en Glasgow, uno de los teólogos más capaces, a la vez

que de los más conservadores de nuestros días, ha expuesto

muy correctamente la idea evangélica moderna sobre el

asunto. Refiriéndose a la doctrina calvinista de la

predestinación, dice: "El concepto es que Dios quiere, como el

más alto de todos los fines, su propia gloria, es decir, la

manitestación de su carácter completo, ira al mismo tiempo

que amor, y el plan del mundo está dirigido con infinita

sabiduría a la consecución de este fin... Ahora bien; creo que

se puede decir sin vacilación alguna que tal concepto no es un

concepto en que el pensamiento cristiano puede encontrar

permanentemente descanso. Nuestra más profunda

penetración en la doctrina de Cristo acerca de Dios como un

Dios de amor, así como el testimonio expreso de las Escrituras

Page 114: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

114

acerca del carácter de Dios y de su amor al mundo, nos lo

impiden."

En su Bosquejo de Teología Cristiana, el profesor William

Newton Clarke expone del modo siguiente lo que él llama la

doctrina escrituraria de la elección: "Los elegidos del Nuevo

Testamento, como los elegidos del Antiguo, son elegidos y

llamados por Dios, a fin de ser usados por El para bien de los

demás hombres. Como Israel, el pueblo cristiano es el

escogido de Dios para el bien del mundo. En lugar de sostener

que los elegidos son los únicos que se salvan, es más conforme

con la Escritura sostener que los elegidos son elegidos por

amor de los no elegidos, es decir, son elegidos por Dios para

servir a la salvación de aquellos que no han sido traídos a Dios

como ellos lo fueron".

Así, nos parece, pueden reconciliarse el calvinismo y el

arminianismo. Son dos lados de la misma verdad. Como el

canónigo Liddon ha dicho (Passiontide Sermons, pág. 215) :

"Es, sin duda, difícil si no imposible, con el presente limitado

alcance de nuestros conocimientos, reconciliar la Soberanía

divina en el mundo moral con la libertad moral de cada

hombre individual. Algunas de las grandes equivocaciones de

la teología cristiana se deben al deseo de dominar esta

dificultad. Calvino sacrificaría la libertad humana a la

Soberanía divina; Arminio sacrificaría la Soberanía divina a la

afirmación de la libertad humana. No podemos esperar que se

descubra aquí la fórmula que combina estas dos líneas

paralelas de la verdad, que se encuentran en al-guna parte en el

Infinito, muy por encima del punto más lejano que nuestra

vista alcanza; pero debemos retener cada una de ellas

separadamente, a pesar de su aparente contradicción".

Hay un decreto divino. Hay una predestinación. Hay una

elección. Pero es una elección para privilegio y para servicio.

Y al mismo tiempo, la libre oferta del Evangelio, no en un

sentido meramente ilusorio o fictício3 ha de hacerse a todos.

"Todo lo que el Padre me da vendrá a Mí, y al que a Mí viene,

no le echo fuera".

Page 115: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

115

Por esta razón, la idea calvinista de la reprobación o

elección para condenación, muy pocos la sostienen hoy. Fue

la consecuencia lógica de su doctrina de La predestinación y

de la elección. Para él no había en esta doctrina nada de lo

repulsivo que hoy contiene para muchos. Sosteniendo, como

sostenía él, la teoría de Duns Scotus de que una cosa es recta

por el solo hecho de que Dios la quiera, nunca dudó de que un

proceder estuviera o no en armonía con el carácter divino,

una vez convencido de que era un proceder atribuido a Dios

en la Escritura.

Al mismo tiempo, es justo señalar el hecho de que Gal-

vino ha sido aquí mal comprendido. Su famosa descripción de

la reprobación, del decreto divino que condena a los impíos,

como horribile decretum, se ha citado una y otra vez como si

Calvino lo hubiera calificado de "horrible decreto". Toplady,

ya citado, critica a Juan VVesley por citar así a Calvino.

"Hemos asociado —dice— una idea secundaria a las palabras

"horror" y "horrible"', que las palabras latinas horror y

horribilá no siempre contenían… Cuando Cicerón dice:

Horrible est, aausan capitis dicere; horribilius, priora loco

dicere (Orat. pro Quinct.), ¿no quiere decir: "Es "una empresa

tremenda abogar una causa de la cual depende la vida o la

muerte, y más tremendo aún ser el que abra tal causa?"

Cuando Virgilio menciona las horribiles irae de Juno, ¿qué

entendemos sino el tremendo resentimiento de la diosa... ¿

Calvino, por lo tanto, pudo llamar el adorable e inescrutable

propósito divino que se refleja en la caída de los hombres

decretum horribile; es decir, no un decreto horrible, sino un

decreto imponente, tremendo, venerable."

Calvino, por otra parte, no era siempre consecuente con

sus doctrinas. Su predicación era, en ocasiones, mejor que su

teología. Por ejemplo, predicando sobre I Tim., 2. 4, dice:

"Decimos lo que todo el mundo ve. Es la voluntad de Dios

que todos se salven cuando El manda que su Evangelio se

predique… Debemos, pues, cuanto está en nuestro poder,

procurar la salvación de aquellos que son hoy extraños a la fe

y procurar traerlos a la bondad de Dios. Y ¿por qué? Porque

Page 116: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

116

Jesucristo no es el Salvador de tres o cuatro, sino que se ofrece

a Sí mismo a todos... Jesucristo no vino para ser el Mediador

de dos o tres hombres, sino entre Dios y los hombres; no para

reconciliar con Dios a un pequeño número de personas, sino

para extender su gracia a todo el mundo."

Intimamente relacionada con la doctrina calvinista de la

predestinación, está su negación de la libertad de la voluntad

humana. En este punto, Calvino estaba de acuerdo con

algunos que diferían mucho de él filosófica y teológicamente.

El expresó sus ideas, no solamente en los párrafos que hemos

citado de la Institución, sino en su respuesta a Pighius en

1543, en la cual muestra que su doctrina concuerda con la de

Orígenes, Tertuliano, San Jerónimo y San Agustín. Pero aun

teólogos conservadores como el difunto Dr. Carlos Hod-ge,

de la Universidad de Princeton, que aceptaba íntegramente las

ideas de Calvino acerca de la predestinación, creyó necesario

afirmar, en oposición a él, el libre albedrío de la voluntad

humana.

Hay que advertir, pensamos, que negar la libertad de la

voluntad es anular la responsabilidad, y, por lo tanto, la

culpabilidad del hombre. No puede haber rectitud o injusticia,

moralidad o inmoralidad, si la voluntad no es libre. No

tenemos derecho a castigar al criminal por sus actos, si no es

un agente libre, y, por lo tanto, responsable. Los extremos se

tocan, ciertamente. El difunto profesor Huxley, en un

discurso ante la Sociedad Británica, sugirió la idea de que tal

vez los animales sean meros autómatas, y después citó en su

apoyo la teología de Calvino y de Jonatán Edwards. Cotter

Morison, en su Service of Man, al negar todas las distinciones

entre moralidad e inmoralidad, lo hizo fundándose en que el

hombre no es un agente libre. Tal enseñanza es contraria a

toda ordinaria justicia humana, a toda Etica cristiana.

La mención del nombre de Huxley nos recuerda que más

de una vez la enseñanza de Calvino, tenida por anticientífica y

atrasada, ha encontrado notable confirmación o, por lo

menos, notables paralelismos, en las teorías científicas

modernas. Así, por ejemplo, la doctrina del pecado original

Page 117: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

117

encuentra curiosa confirmación en la doctrina científica de la

herencia. La evolución y la selección natural prestan, a lo

menos, cierta probabilidad a las doctrinas de la predestinación

y la elección.27

De las tres doctrinas más criticadas en la enseñanza de

Galvino, una de ellas, pues, la de la predestinación, sigue

manteniéndose en una forma modificada. Las otras dos, o sea

su doctrina de la reprobación y su negación del libre albedrío,

pocos las sostienen hoy. No son elementos esenciales del

calvinismo. Fue, a pesar de ellas y no por ellas, como la

enseñanza de Calvino ejerció la influencia que ha tenido en el

mundo.

¿Cuáles son, pues, los rasgos salientes de la enseñanza

religiosa de Calvino?

Mencionaremos, en primer lugar, la soberanía de Dios. La

Providencia, que todo lo domina, era el áncora de su propia

fe. En su Institución dedica mucho espacio a ella,

considerándola como el consuelo de ios fieles en la adversidad

y el remedio de los temores supersticiosos. "Este

conocimiento nos librará de toda temeridad y falsa confianza,

y nos inducirá a invocar constantemente a Dios; también

sostendrá nuestro ánimo con una buena esperanza, de tal

modo que podremos, sin vacilación, despreciar con magnani-

midad todos los peligros que nos rodean. En esto se descubre

la inestimable felicidad del ánimo piadoso."

Se ha dicho algunas veces que Calvino dio importancia a la

Soberanía divina con exclusión de la Paternidad divina. Pero

hay muchos pasajes en sus escritos en que se declara la

paternidad de Dios. Tómese, por ejemplo, el capítulo 20 del

Libro III de la Institución, en que trata de la oración. Todo el

capítulo es una explicación de la oración como "el ejercicio

principal de la fe y el medio por el cual recibimos diariamente

las bendiciones divinas". Los párrafos 35 a 47 se ocupan de la

27

Dice el profesor Kuyper: Nuestra generación no quiere oír nada de

Elección, pero se entusiasma locamente con la Selección. (Calvinism, pág.

169).

Page 118: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

118

Oración dominical. Comentando las palabras "Padre nuestro

que estás en los cielos", dice: "Se llama a Sí mismo nuestro

Padre, y así quiere que le llamemos nosotros, librándonos con

el dulzor que es comprendido en este nombre de toda

desconfianza, porque no se puede hallar en otra cosa ningún

mayor afecto dp amor que en el Padre" (pág. 36). Y más

adelante (pág. 37) : "Y para más certificar que nos es (si somos

cristianos) Padre, no solamente quiso ser llamado Padre, mas

aún expresamente, nuestro; como si le dijésemos: Padre, que

eres tan dulce para tus hijos y tan fácil y gentil en perdonarles

sus faltas, nosotros, tus hijos, te llamamos y hacemos a Ti

nuestras plegarias, seguros y de todo punto persuadidos que

no nos tienes otro afecto ni voluntad que de Padre, por muy

mucho que nosotros seamos indignos de tal Padre.''

Pero los que conozcan a Galvino sólo por la Institución

tendrán una idea muy imperfecta de la amplitud y

profundidad de su enseñanza, madurada por la experiencia

cristiana en años posteriores. Para conocerle en su verdadera

grandeza como maestro religioso necesitamos estudiar sus

comentarios.

Tal vez en su Comentario a los Salmos es donde con más

vigor explica la Soberanía divina y el consuelo que de ella se

obtiene. Esto puede apreciarse de una manera muy mar¬cada

en sus observaciones sobre el Salmo 46, donde cita los versos

de Horacio referentes al justo:

Si fractus illabatur orbis

impavidum ferient ruinae.

Hablando de los Salmos en conjunto, dice en su prefacio

(citamos de la edición latina de Tholuk de 1836): "Yo

acostumbro llamar este libro la anatomía de todas las partes

del alma, puesto que nadie hallará en sí mismo emoción

alguna que no esté reflejada en este espejo. Más aún: el

Espíritu Santo ha representado aquí de una manera viva todos

los sufrimientos, dolores, dudas, temores, esperanzas,

cuidados, ansiedades y pasiones tumultuosas que suelen agitar

el corazón humano".

Page 119: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

119

Si nos volvemos a sus sermones, encontramos las mismas

lecciones consoladoras deducidas de la providencia soberana

de Dios. ¡Cuan hermosas son, por ejemplo, sus palabras bre el

texto: "Acá abajo los brazos eternos!". (Opera, vol. XXIX,

páginas 198. 199.) "Si Dios - dice tiene su trono en el cielo,

¿cómo puede tener sus brazos aquí abajo? Es porque El lo

llena todo, porque no sólo es infinito en su ser, sino también

en su poder, y quiere que lo sepamos por experiencia. Si se

dijera que los brazos de Dios están en el cielo, eso sería para

sostener a los ángeles, pero no cesaríamos de temblar v dr

alarmarnos cuando nos viéramos amenazados de algún mal:

dirigiríamos la vista acá y allá y estaríamos irremediablemente

afligidos- Pero el Espíritu Santo provee para tales pruebas y

nos dice que los brazos de Dios están aquí abajo. . . Los bazos

de Dios nos rodean; estamos protegidos por ellos, y esto no

meramente por un día, porque así como Dios es inmutable y

así como su trono es eterno, sus brazos están siempre aquí, y

El no se cansará nunca de socorrernos."

La soberanía de Dios: éste era el gran pensamiento que

infundía aliento a los reformadores. Lutero cantaba su himno

Castillo 'fuerte es nuestro Dios, y reanimaba su propio

corazón, como ha reanimado millares de corazones desde

entonces. En medio de las luchas, persecuciones, destierros,

martirios, de los siglos XVI y XVII, los doloridos santos de

Dios encontraron su consuelo en la certidumbre de que "el

Señor reina". Y para nosotros también, en medio de los

inquietantes problemas de la vida, ¿qué pensamiento puede

haber más consolador? Aquí Calvino está de acuerdo con el

salmista y el poeta:

Hay una voluntad divina activa

que nuestras vidas pule y hermosea

por toscas que nosotros las hagamos.

Y Tennyson canta:

No dudo que a través de las edades

un plan divino corre,

Page 120: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

120

y que con el girar de las estrellas

se ensancha el pensamiento de los hombres.

El segundo gran rasgo de la enseñanza de Calvino era su

elevado ideal del carácter. Hemos visto cuan elevados eran los

ideales que acariciaba para la vida cívica y nacional. Estos no

eran sino la consecuencia de su ideal de lo que el carácter

individual cristiano debía ser.

Se ha argüido algunas veces contra los que mantienen las

ideas calvinistas de la predestinación y la elección, que tales

ideas tienden al antinomianismo (la anulación de la ley

moral). En otras palabras, se dice que los hombres que se

crean elegidos estarán propensos a considerarse seguros de

cualquier modo que vivan. Sea como quiera la teoría o la

consecuencia lógica, en la realidad no ha sucedido así. Los

reformadores, que negaron la justificación por las obras,

fueron los más celosos en insistir sobre las buenas obras como

fruto y prueba de la fe. El calvinista que recalcaba la elección,

recalcaba también el hecho de que era una elección para la

santidad. (Ef., 1, 4.)

Así, en los capítulos VI. VII v VIII del libro III de la

Institución, Calvino trata de la vida cristiana, y especialmente

de la abnegación y de llevar la cruz. Debe haber, dice, una

simetría y acuerdo entre la justicia de Dios y la obediencia del

creyente. El plan de la Escritura es: primero, que se infunda e

introduzca en nuestros corazones un amor a la rectitud, y

segundo, que se nos prescriba una regla para impedir que

demos pasos equivocados en la carrera de la rectitud. Cristo

nos es propuesto como dechado cuya imagen debemos

representar en nuestras vidas. ¿Qué cosa —pregunta— podía

ser más viva ni más eficaz que ésta?

Después, hablando del conocimiento de Cristo, dice: "El

Evangelio no es doctrina de lengua, sino de vida, y no se

aprende solamente con el entendimiento y con la memoria,

como las otras ciencias; mas debe enteramente poseer el

ánimo y tener su silla y asiento en lo profundo del corazón."

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121

El cristiano vivirá en una experiencia constante de la

presencia de Dios. 'Es menester que el hombre cristiano esté

de tal manera dispuesto y aparejado que entienda que tiene

que ver con Dios todo el tiempo que viviere en esta vida. Con

esta consideración, entendiendo que ha de dar cuenta a Dios

de todas sus obras, referirá a él con gran reverencia todos los

intentos de su corazón y los fijará en él."

El cristiano debe ser benévolo con todos. "El Señor, sin

hacer excepción ninguna, nos manda qoe hagamos bien a

todos, los cuales la mayor parte son indignísimos de que se les

haga beneficio alguno si fuesen estimados por su propio

mérito; mas aquí la Escritura acude con una muy buena

razón, enseñándonos que no cteoemos considerar qué

merezcan los hombres por sus propios méritos, sino que

debemos considerar en todos los hombres la imagen de Dios,

a la cual debemos toda honra y amor, y que singularmente la

debemos considerar en los domesticos de la fe con muy mayor

diligencia, en cuanto eüa es renovada y restaurada en ellos por

el Espíritu de Cristo". Poco más adelante aboga por el amor,

no ya a los que no lo merecen, sino aun a "los que nos han

provocado con injurias y con hacernos el mal que han

podido"; a lo cual "vendremos si tuviéramos en la memoria

que no debemos tener cuenta con la malicia de los hombres,

sino que debemos considerar en ellos la imagen de Dios, la

cual nos puede y nos debe atraer con su hermosura y dignidad

a que, deshaciendo y borrando todos sus vicios que nos

podrían estorbar para que los amásemos, los amemos y

hagamos mucho caso de ellos."

Los sermones de Calvino, como podíamos suponer, están

llenos de enseñanza moral. Aplican el Evangelio a todas las

relaciones sociales y de negocios de la manera más completa.

Aboga Calvino por la sencillez en la manera de vivir, sencillez

en el vestido y en las costumbres. Y, sin embargo, se guarda

contra el ascetismo o contra una indebida severidad. Cita, por

ejemplo, el Salmo 104, en el cual se dice que Dios ha dado a

los hombres, no solamente pan y agua para las necesidades de

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122

la vida, sino también vino para su placer y alegría. (Opera,

capítulo XXVIII. páginas 29-37.)

Tampoco pasa por alto la fraternidad humana En un

sermón (Opera, LIII, pág. 474. dice: "Sabemos que somos

creados a imagen de Dios, que sonós todos de una carne,

quiero decir, todo el género huma”. Y en airo pasaje (Opera,

XXVIII, páginas 9-16): “Aún respecto a los hombres que no

conocemos, Dios dice que debemos procurar que no sean

menoscabados sus derechos ni sus bienes.” Y cita el capítulo

23 del Éxodo del demostrar que aun nuestro enemigo el

llamado hombres del mundo -dice – son nuestros prójimos”.

Podríamos decir que las dos grandes lecciones de la

enseñanza de Clavino son: la soberanía de Dios y la

responsabilidad del ser hombre. Ambas ejercen una influencia

elevadora e inspiradora sobre la mente y el carácter. El gran

orador y estadista Daniel Webster fue interrogado en cierta

ocasión por un amigo acerca de cuál era el pensamiento más

importante que había ocupado su mente; después de un

momento de reflexión, respondió: "El pensamiento más

importante que na ocupado mi mente es el de mi

responsabilidad personal delante de Dios". O como dice el

poeta inglés Browning:

Pasa la tierra, pero Dios y el alma

por siempre permanecen.

Y aquí está la explicación del gran poder moral que la

enseñanza de Calvino ha ejercido. Citaremos una vez más al

profesor Williston Walker cuando dice: "Una relación

personal de cada hombre con Dios, un plan divino definido

para cada vida, un valor para el individuo más humilde en la

ordenación divinamente señalada del Universo, son

pensamientos que, por muy justamente que hoy se recalquen

los aspectos sociales del cristianismo sobre los aspectos

individuales, han demostrado su alta dignidad en la historia

cristiana. Pero tal vez la culminante significación histórica del

calvinismo esté en su valuación del carácter. Su concepto del

deber de conocer y hacer la voluntad de Dios, no

Page 123: C. H. Irwin- Juan Calvino Su Vida y Sus Obra

123

cierta¬mente como un medio de salvación, sino como aquello

para lo cual somos elegidos para vivir; y como el único

tributo adecuado al "honor de Dios", que estamos obligados a

mantener, ha hecho siempre del caKinista un representante de

la más estricta moralidad."

Mr. J. A. Froude, en su discurso rectoral en la Universidad

de St. Andrews, en 1871, rindió un testimonio parecido: "Yo

os pregunto —dijo— con», si es un credo de servidumbre

intelectual, ha sido capaz de inspirar y sostener los más

valerosos esfuerzos hechos por el hombre para romper el

yugo de la autoridad injusta. Cuando todo lo demás ha

fallado: cuando el patriotismo se ha cubierto el rostro y el

valor humano se ha deshecho: cuando la inteligencia ha

cedido "con una sonrisa o con un suspiro", como dice

Gibbon, contentándose con filosofar en el retiro y dar culto

en público con el vulgo: cuando la emoción y el sen¬timiento

y la tierna piedad imaginativa se ha tornado sier-vas de la

superstición y han soñado hasta olvidar que hay una

diferencia entre la mentira y la verdad, esta forma de creencia

llamada calvinismo y tenida por esclavizadora, en una u otra

de sus expresiones, ha mantenido una inflexible oposición a -

la ilusión y a la mendacidad, y ha preferido dejarse reducir a

polvo como pedernal antes que doblegarse ante la violencia o

derretirse bajo la tentación enervante."

Uno de los más notables y recientes tributos al poder

moral de Calvino, es el de "lord" Morley en su obra sobre

Oliverio Cromwell. Dice:

"Nada menos que crear en el hombre una nueva naturaleza

era el gran objetivo de Calvino; regenerar el carácter,

simplificar y consolidar la fe religiosa. Se forman un concepto

muy deficiente de Calvino los que lo miran solamente como

un predicador de la justificación por la fe y un enemigo de la

mediación sacerdotal. Su plan comprendía una doctrina que

iba a la raíz misma de las relaciones del hombre con el sistema

total de las realidades universales: un orden eclesiástico tan

estrechamente ligado como el de Roma; un sistema de

disciplina moral tan conciso e imperativo como el Código de

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124

Napoleón. Edificó sobre aquel plan una cierta teoría del

Universo, que por su acción ha ejercido una asombrosa

influencia en el mundo. Es una teoría de la cual podía haberse

esperado que hundiría a los hombres escogidos y paralizados

en ei más negro abismo de la desesperación, y que, en mhriari

ha sido responsable de mucha angustia en numeroso»

corazones humanos. Y. sin embargo, el calvinismo ha

demaondo ser un terreno apropiado para la producción de

canearles heroicos. .

"El calvinismo exaltó a sus adeptos hasta un punto de

energía moral heroica que no ha sido jamás sobrepujado: y

hombres que parecían obligados a creerse a sí mismos atados

por cadenas inexorablemente remachadas, y moviéndose en

un camino ordenado por una voluntad amable y despótica

antes de que el tiempo empezara, han manifestado, sin

embargo, un valor activo, una resistencia mocha, un alegre

dominio de sí mismos, un exaltado espíritu de sacrificio, que

los hombres estiman entre las más altas glorias de la

conciencia humana...

"¿Es, en otras palabras, el carácter lo que fija el credo, o el

credo lo que informa el carácter? O ¿hay un efecto elevador y

fortificante en la moralidad sin premios del calvinismo: en la

doctrina de que las buenas obras hechas con la mira de futuras

recompensas no tienen mérito; en aquella obediencia al deber

por el deber mismo, que en Calvino, como en Kant, ha sido

calificado como uno de los más nobles esfuerzos de la

conciencia humana hacia la virtud pura? O ¿será, por otra

parte, que hay algo que vigoriza e inspira en el pensamiento

de obrar en armonía con una ley eterna, por severa que sea; de

ser, no mero eslabón en la cadena de la causalidad mecánica,

sino instrumento escogido para ejecutar los sublimes decretos

del poder invencible y de la inteligencia infinita?

Allá lejos, detrás de Ginebra, eleva al cielo el Mont-Blanc

su cima nevada, que refleja deslumbrante la luz del sol. Las

profundas, tranquilas y azules aguas del Lago Leman reposan

junto a la histórica ciudad. Del Mont-Blanc, frío, pero

soleado, fluyen las aguas del Avre. Del lago Leman, azules

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125

como el mismo lago, fluyen las aguas del Ródano, que se han

purificado a su paso por él. Un poco más abajo de Ginebra se

unen los dos ríos, pudiendo distinguirse sus corrientes blanca

y azul, la una al lado de la otra por algún tiempo. Pero pronto

se mezclan y siguen su camino confundidas, a través de

gargantas montañosas, para ir a fértil izar y hermosear las

rientes llanuras de la Francia meridional. Así la enseñanza de

Calvino; un poco fría tal vez y severa en ú misma, se ha

fundido con un caluroso fervor espiritual, y ha traído a las

iglesias vida y poder, y a las naciones que han sido influidas

por ella el inapreciable beneficio de la libertad civil y religiosa.

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126

APÉNDICE A

CALVINO Y LAS DIVERSIONES

El profesor Kuyper, de Leyden, dice acerca de este asunto:

''El juego de naipes ha sido puesto bajo prohibición por el

calvinismo, no porque se consideraran ilícitos los juegos de

cualquier clase que fuesen, ni porque se creyera que en los

naipes mismos se escondiera algún maleficio diabólico, sino

porque fomenta en nuestros corazones la peligrosa tendencia a

separar nuestra mirada de Dios y a poner nuestra confianza en

la Fortuna o Suerte. Un juego cuyo resultado depende de la

viveza de percepción, la rapidez en la acción y el alcance de la

experiencia es ennoblecedor por su propio carácter; pero un

juego como el de naipes, que se decide principalmente por la

manera en que las cartas están colocadas en la baraja y son

ciegamente distribuidas entre los jugadores, nos induce a dar

cierto valor a ese fatal poder imaginario, fuera de Dios,

llamado Sudrte o Fortuna. A este género de incredulidad

todos estarnos inclinados. La fiebre de los juegos de bolsa

de¬muestra diariamente cuánto más fuertemente atrae a la

gente el favor de la Fortuna que la sólida aplicación al trabajo.

Por lo tanto, los calvinistas juzgaron que la generación

creciente debía ser protegida contra esta tendencia peligrosa

que el juego de naipes fomenta." — Calvinism, Conferencias

dadas en Princeton, 1898, pág. 93.

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APÉNDICE B

LA "INSTITUCIÓN DE LA RELIGIÓN CRISTIANA"

EN ESPAÑOL

Los trozos de la Institución que se reproducen en esta obra

se han tomado de la versión hecha en el siglo XVI por

Cipriano de Yalera, impresa en 1597, "en casa de Ricardo del

Campo:!. Asombra la fe y amor a la verdad con que aquel

"hereje español'', que, con Casiodoro de Reina, nos legó el

tesoro inapreciable de la versión española de la Biblia,

emprendió también la tarea de traducir y de publicar la

voluminosa obra de Cahino, un tomo en 4º, de más de mil

páginas de compacta lectura. Y no menos digno de

admiración es el trabajo y sacrificio con que Usoz y Río lo

reimprimió fielmente en 1858, diez años antes de que se

abrieran al Evangelio las puertas de España, en ?u colección de

Reformistas antiguos españoles, tomo número XIV. El libro

es rarísimo en una y otra edición, a pesar de que Usoz opina

que de la primera edición debió hacerse una larga tirada.

"Siendo, dice, abultada y costosa esta obra y, al parecer, hecha

principalmente para que la leyesen y estudiasen los

indivi¬duos del clero secular y regular de España, era natural

que se tirase un gran número de tomos."

"Si el Sr. P. C. Vander Elst, flamenco, está bien impuesto -

dice Usoz—, costeó la impresión primera de este libro un

comerciante español, avecindado en Amberes, llamado Marco

Pérez. Este, entonces, será uno de los que el mismo Valera

indica en la página 556 de los Dos tratados. La mujer de M.

Pérez era asimismo española y se llamaba Úrsula López. Y

parece también que residían en Amberes, al mismo tiempo,

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128

otros españoles amigos de la reforma religiosa, Fernando de

Bernuí y su mujer Ana Garrión, Jerónimo Daza, Martín

López, que tradujo varios libros de reformistas; Marcos de

Palma y otros. Tenían por agentes en España a un tal

Tilmenot, natural de Amberes, con tienda abierta en Sevilla, y

a otro en Medina del Campo. La duquesa de Parma, Dª.

Margarita, hija natural de Carlos V, gobernadora a la sazón en

los Países Bajos, avisaba a España que registrasen bien las

embarcaciones procedentes de Amberes; porque, según sus

espías, se remitían treinta mil rolúmenes de Biblias e Imtitu-

cioni i de Calvino. Esto se infiere de una carta del Sr. Vander

Elst a Benjamín B. Wiffeii. Pero, a mi ver, se cuenta el

nú¬mero de tomos con exorbitancia. Según M. Crie, Diodati,

en carta suya al Sínodo de Alezon, fechada el I9 de mayo del

año 1637, dice: "La nueva traducción española (de la Biblia)

por Cipriano de Valera, ha producido efectos increíbles en

España; en el mismo riñon de aquel reino se han introducido

no menos de tres mil ejemplares. Otros dirán cuáles han sido

los frutos de mi versión italiana, tanto en Italia como por

dondequiera"'. Si se introdujeron en España, entonces, tres

mil ejemplares de la Biblia por Valera y otros tantos de este

libro (Institución) fue harta diligencia.

Cipriano de Valera, natural de Sevilla, fraile del monasterio

de San Isidro del Campo, era uno de los miembros más

fervientes de la comunidad, habiendo abrazado las doctrinas

evangélicas bajo la influencia de Garci-Arias y Egidio. Con

dificultad salvó la vida, huyendo de España al comenzar la

persecución el año 1557. Refugiado en Ginebra, consagró su

pluma a la propagación de la verdad evangélica y vino a ser el

más fecundo de los reformistas españoles. Como la mayor

parte de ellos, sintió una profunda admiración por Calvino y

aceptó íntegra su enseñanza religiosa.

"Dios, por su infinita misericordia —dice en el prólogo de

su versión de la Institución—-, ha levantado… píos doctores

que, como fieles siervos de Cristo y verdaderos pastores,

apacentaron la manada de Cristo con la sana doctrina del

Evangelio y la divulgaron, no solamente de boca, sino

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129

también por sus libros y escritos, por los cuales comunicaron

el talento que habían recibido del Señor a muchos pueblos y

naciones del mundo. En este número ha sido el doctísimo

intérprete de la Sagrada Escritura Juan Calvino, autor de esta

Institución, en la cual trata muy pura y sinceramente los

puntos y artículos que tocan a la religión cristiana,

confirmando sólidamente todo lo que enseña con La

autoridad de la Sagrada Escritura y refuta con la Palabra de

Dios los errores y herejías, conforme al deber de un enseñador

cristiano".

Y más adelante añade: "Esto solamente rogaré al benévolo

y cristiano lector: que no sea apasionado y preocupado en su

juicio por las grandísimas calumnias e injurias, con las cuales

los adversarios se esfuerzan a hacer odiosísimos todos los

escritos y aun el mismo nombre de Calvino, como si fuese

engañador y sembrador de herejías. Mas que se acuerde de

usar de la regía que antes hemos puesto para hacer diferencia

entre los verdaderos enseñadores y los falsos y hallará

claramente que la doctrina contenida en esta Institución es

ortodoxa, católica y cristiana: y que los adversarios, siendo

oscurecidos y pervertidos en su juicio, llaman a la luz tinieblas

y a las tinieblas luz, en lo cual son imitadores de aquellos

contra quienes el Señor denuncia ay, por su profeta. Algunos

años ha que esta Institución ha sido trasladada en diversas

lenguas, con gran fruto de todos aquellos que aman la verdad

y que desean aprovechar en el conocimiento de Cristo para su

salud en lengua española, en la cual yo la he trasladado para

servir a mi nación y para adelantar el reino de Jesucristo en

nuestra España, tan miserablemente anegada en un abismo de

idolatría, ignorancia y supersticiones mantenidas por la tiranía

de los inquisidores contra la ley y Palabra de Dios, y con

grandísimo agravio de todos los fieles cris-tianos, los cuales,

siguiendo la doctrina de Cristo, desean como varones

prudentes edificar su casa y fundar su fe sobre la firme peña de

la verdad y no sobre arena, que son las doctrinas y tradiciones

inventadas por los hombres".

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Nota de la Redacción:

La Editorial La Aurora de Buenos Aires, Argentina, y Casa

Unida de Publicaciones. S. A., de México publicaron en 1936

una traducción enteramente nueva de la Institución de la

Rfligión Cristiana en base a la primera edición de la misma de

1536. Esta traducción fue hecha del latín al castellano por el

Sr. Jacinto Terán y tomada de Opera Calvini Selecta (Barth y

W. Niesel. 1926).

Asimismo, la Editorial La Aurora y Casa Unida de Pu-

blicaciones, S. A., publicaron en 1960 una Reproducción

Facsimilar de la Edición de Cipriano de Valera de 1597 de la

Institución Cristiana.

Posteriormente en 1968, la Fundación Editorial de

Literatura Reformada de los Países Bajos publicó en dos

tomos una edición revisada en 1967 de la Institución Cristiana

traducida por Cipriano de Valera en 1597 y reeditada por Luis

de Usoz y Río en 1858.

Otras obras en Castellano de Juan Calvin. y sobre Juan

Calvino: Los Comentarios de Juan Calvino. Espístola a los

Hebreos y Epístola a los Romanos, 1960. Publicaciones de la

Fuente, México; Respuesta, al Cardenal Sadohto. 1964,

Fundación de Literatura Reformada, Países Bajos: Catecismo

de la Iglesia de Ginebra, 1962. La Aurora. Buenos Aires,

Calvino, Antología, 1971, Producciones Editoriales del

Nordeste, Barcelona, España.

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131

APÉNDICE C

MONUMENTO A LA REFORMA EN GINEBRA

El monumento a la Reforma, erigido hace algunos años en

la ciudad de Ginebra, se encuentra en un parque y adosado a

un trozo de la antigua muralla En el muro del monumento

está grabada, en caracteres gigantescos, la frase Post Tenebras

Lux (Tras las tinieblas la luz), lema de la ciudad y de la

Reforma. En la parte medía, y delante de esta mole de granito,

se alza un grupo de cuatro figuras que representan a Calvino.

Farael, Beza y Knox, sobre un pedestal, en el cual se ha

esculpido la fecha 1559, en que estos cuatro hombres

trabajaban simultáneamente en la mayor armonía. En dicho

año, Farel organizó la Iglesia Reformada de Nassau Saarbruck;

Beza llegó a ser el primer rector de la Escuela de Calvino, y

Knox, pastor en Ginebra de la Primera Congrega¬ción

Puritana, marchó a Escocia y predicó la Reforma en

Edimburgo. A ambos lados de estas cuatro figuras hay

ins¬cripciones de acontecimientos memorables en la historia

de Ginebra. En la base que sostiene el grupo de los cuatro

refor-madores aparecen grabadas las letras I. H. S. (Iesus homi-

num Salvator); además, el sol de la Reforma tiende sus rayos

de fuego, como se halla en los escudos de la antigua República

ginebrina, de su Iglesia y Escuela y de las Universidades de

Oxford y Utrecht. Bajorrelieves, a derecha e izquierda de este

grupo central, recuerdan las primeras predicaciones de Fa-rel

en Ginebra, y de Knox en Edimburgo. Adosadas al muro, a

ambos lados del grupo principal, se levantan las estatuas de

hombres que han protegido y propagado la Reforma:

Coligny, Guillermo el Taciturno, Guillermo de Brandem-

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burgo, Oliverio Cromwell, Esteban Becksay. que estableció el

protestantismo en Hungría, y Rogerio Williams. Al lado de

cada una de estas figuras hay inscripciones referentes a los

países por ellas representados: Francia. Holanda. Alemania.

Hungría, Inglaterra y América del Norte. Dos grandes moles

de piedra, a un lado y otro de la pequeña escalinata que baja al

monumento, recuerdan la memoria de dos grandes

reformadores: Lutero y Zwinglio, y de los precursores de la

Reforma : Pedro Waldo, Juan Wicliffe, Juan Huss y Jerónimo

de Praga. Un pequeño estanque y una plantación de flore»

sirve cíe alfombra a este monumento, digno de la causa a la

cual fue levantado.

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ÍNDICE GENERAL

I. El mundo en que nació Calvino 5

II. Infancia y juventud de Calvino 9

III. La Institución de la Religión Cristiana;

su origen y objeto 17

IV. Calvino llega a Ginebra 25

V. Desterrado en Estrasburgo 31

VI. El carácter de Calvino 43

VIL Calvino como reformador 55

VIII. Influencia de Calvino sobre

las iglesias reformadas 65

IX. Calvino y Servet 73

X. La doctrina de la Institución (I) 81

XI. La doctrina de la Institución (II) 99

XII. Calvino como maestro de religión 113

Apéndice A. Calvino y las diversiones 127

Apéndice B. La "Institución de la religión Cristiana"

en español 128

Apéndice C. Monumento a la Reforma en Ginebra 132

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¿QUIEN FUE CALVINO? .

¿QUE PERTINENCIA TIENE EL PENSAMIENTO DE

CALVINO PARA EL DÍA DE HOY?

— La obra de C. H. Irwin sobre Juan Calvíno no ha sido

superada por ninguna otra obra al respecto publicada en

castellano. El contexto histórico en que presenta a Calvíno, la

descripción viva de sus relaciones con otras personas y su

anhelo profundo de servicio a la Palabra de Dios, hacen surgir

un hombre inteligente, pobre, cristiano y hondamente

comprometido con el Evangelio. Calvino, por ejemplo,

escribe su obra cumbre, La Institución de la Fe Cristiana, no

como un ejercicio puramente académico sino como una

defensa de los protestantes franceses quienes atravesaban por

una situación angustiosa de persecución, opresión y tortura

por parte de Francisco I, Rey de Francia, y sus consejeros. La

obra de Calvino es a la vez una defensa del Protestantismo en

general que. en aquel tiempo, contestaba a las acusaciones

calumniosas de los enemigos del Evangelio.

— La recuperación, pues, del pensamiento vigoroso de los

grandes Reformadores del Siglo XVI como Juan Calvino es el

redescubrimiento de las raíces latinas del Protestantismo

latinoamericano, elemento esencial en la formación de una

iglesia auténticamente protestante en América Latina.

— A la vez, los cristianos e iglesias de origen Reformado y

Presbiteriano encontrarán en la lectura de esta obra una

fuente de información e inspiración para sus propias vidas y

para el trabajo de sus iglesias y para la continuidad de una

Iglesia Reformada siempre reformándose.

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