Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

download Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

of 113

Transcript of Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    1/113

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    2/113

    2

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    3/113

    3

    JOSEPH BRODSKY

    MENOS QUE UNO

    EplogoAntoni Munn

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    4/113

    4

    Ttulo de la edicin original:Less than One Selected EnsaysTraduccin del ingles: Roser Berdagu Costa (Menos que uno, El hijo de la

    civilizacin, Nadeyda Mandelstam, En una habitacin y media) y Esteban Riambau Sauri (Gua parauna cuidad rebautizada, Cumplazer a una sombra,

    Fuga de Bizancio)Diseo de la sobrecubierta: Emil Troger

    Circulo de Lectores, S.A,

    Valencia 344, 08009 Barcelona13 57988038642

    Licencia editorial para Circulo de Lectorespor cortesa de Ediciones Versal, S.A.

    Est prohibida la venia de este libro a personas que nopertenezcan a Circulo de Lectores.

    1986, Joseph BrodskvDepsilo legal: B. 2521-1988

    Fotocomposicin: TECFA

    Barcelona, 1988. Printed in Spain

    ISBN 84-226-2461-3

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    5/113

    5

    En memoria de mi madre y mi padre

    En memoria de Cari Ray Proffer

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    6/113

    6

    Y el corazn no muere cuando uno cree que debera.Czeslaw Milosz,Elega para N.N.

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    7/113

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    8/113

    8

    MENOS QUE UNO

    1

    PUESTOS a hablar de fracasos, querer rememorar el pasado es como tratar de entender elsignificado de la existencia. Ambas cosas le hacen sentir a uno como el nio que quiere agarrar una

    pelota de baloncesto y se le escapa una y otra vez de las manos.Recuerdo poco de mi vida y lo que recuerdo tiene escasa importancia. La mayora de las ideas

    que me interesaron y que conservo en la memoria deben su significacin a la poca en quesurgieron. Las que no recuerdo, sin duda han sido expresadas mucho mejor por otro. La biografa deun escritor radica en la tergiversacin del lenguaje que emplea. Recuerdo, por ejemplo, que cuandoyo tena unos diez u once aos se me ocurri que la mxima de Marx que afirma que la existenciacondiciona la conciencia slo era verdad durante el tiempo que la conciencia tarda en dominar elarte del extraamiento; a partir de entonces, la conciencia es independiente y tanto puede

    condicionar como ignorar la existencia. A esa edad, seguramente se trat de un descubrimiento,pero apenas digno de ser registrado, aparte de que es probable que hubiera sido mejor expresado porotros. Importa realmente saber quin fue el primero en descifrar este cuneiforme jeroglfico mentaldel que la mxima la existencia condiciona la conciencia constituye un ejemplo perfecto?

    De modo que, si escribo todo esto, no es para que conste en acta y que quede bien sentado (estaclase de actas precisas no existe y, de existir, son insignificantes y, por lo tanto, nadie se molestan en alterarlas), sino principalmente por la razn habitual que impulsa a un escritor a escribir:

    para dar un impulso a la lengua o para obtenerlo de ella, en la ocasin presente una lenguaextranjera. Lo poco que recuerdo todava se reduce ms al evocarlo en ingls.

    Por lo que se refiere al principio de mi existencia, debo confiar en mi partida de nacimiento, quedeclara que nac el 24 de mayo de 1940, en Leningrado, Rusia, por ms que aborrezco ese nombredado a la ciudad que hace mucho tiempo el pueblo llano apodaba simplemente Peter, dePetersburgo, o Petrogrado. Hay un antiguo pareado que dice:

    Rasca el viejo Pedro

    los costados del pueblo.

    En el marco de la experiencia nacional, la ciudad es definitivamente Leningrado; en el marco dela creciente vulgaridad de su contenido, cada da es ms Leningrado. Por otra parte, como palabra,Leningrado suena tan neutra para el odo ruso como la palabra construccin o la palabra

    salchicha. Yo prefiero llamarla Peter, porque recuerdo esta ciudad en unos tiempos en los queno pareca Leningrado, justo despus de la guerra: fachadas grises o verde plido, con huecos debalas y metralla; calles desiertas e interminables, con escasos transentes y poco trfico; casi unsemblante hambriento y, por ello, de rasgos ms definidos y, si se quiere, ms nobles; un semblantedescarnado y duro con el abstracto resplandor de su ro reflejado en los ojos de sus ventanas huecas.A un superviviente no se le puede dar el nombre de Lenin.

    Aquellas magnficas fachadas picadas de viruela detrs de las cuales, entre viejos pianos,gastadas alfombras, polvorientas pinturas con gruesos marcos de bronce, restos de mobiliario (lassillas eran lo ms escaso) consumido por las estufas de hierro durante el asedio..., la vida empezabaa vislumbrarse dbilmente. Y me acuerdo de que, pasando ante aquellas fachadas camino de laescuela, me senta completamente absorto al imaginar lo que pudo haber ocurrido en aquellas

    habitaciones en las que el papel de las paredes, avejentado, se caa a tiras. Debo decir que de esasfachadas y prticos, clsicos, modernos, eclcticos, con sus columnas, sus pilastras y sus cabezas de

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    9/113

    9

    yeso que representaban seres humanos o animales mticos, de sus ornamentos y de sus caritidesque sostenan los balcones, de los torsos de las hornacinas en sus entradas, aprend ms sobre lahistoria del mundo que ms tarde en cualquier libro. Grecia, Roma, Egipto..., todos estaban all,todos fueron desportillados por la artillera durante los bombardeos. Y del ro gris, de aguasreverberantes, que discurra hacia el Bltico, con algn que otro remolcador que, en medio de l,

    luchaba contra la corriente, aprend ms sobre el infinito y sobre el estoicismo que en lasmatemticas y en Zenn.

    Todo eso tena muy poco que ver con Lenin, al que supongo empec a despreciar cuando yocursaba el primer grado, no tanto por su filosofa o su prctica poltica, acerca de las cuales a laedad de siete aos saba bien poco, sino por sus omnipresentes imgenes, que infestaban casi todoslos libros de texto, todas las paredes de las aulas, los sellos de correos, los billetes y tantas otrascosas, reproduciendo a ese hombre en diferentes edades y estadios de su vida. Haba el Lenin nio,querubn de dorados rizos; haba el Lenin con veintitantos y treinta y tantos aos, calvo y hermtico,con aquella expresin vaca en su rostro, que poda tomarse por cualquier cosa, preferiblemente poruna actitud de determinacin. Es el rostro que de algn modo persigue a todo ruso y le sugiere una

    especie de patrn para el aspecto humano porque denota una manifiesta ausencia de carcter. (Talvez porque en ese rostro no hay nada que sea especfico, sugiera tantas posibilidades.) Habadespus un Lenin ms viejo, ms calvo, con su barba en forma de cua, su traje oscuro de tres

    piezas, a veces sonriendo, pero ms a menudo arengando a las masas desde lo alto de un carroblindado o desde el podio en algn congreso del partido, con una mano extendida en el aire.

    Haba tambin variantes: Lenin con gorra de obrero y clavel en la solapa; con chaleco y sentadoen su despacho, escribiendo o leyendo; sentado en un tronco, a orillas de un lago, garrapateando susTesis de Abril o algn otro dislate, al fresco. Finalmente, Lenin vestido con una chaqueta

    paramilitar, en un banco de jardn junto a Stalin, el nico en sobrepasar a Lenin en cuanto aubicuidad de imgenes impresas. Pero Stalin entonces estaba vivo, mientras que Lenin estabamuerto y, aunque slo fuera por esto, era bueno porque perteneca al pasado, es decir, estabaauspiciado por la historia y por la naturaleza, mientras que Stalin slo estaba auspiciado por lanaturaleza, o al revs.

    Me parece que llegar a ignorar aquellas fotografas fue mi primera leccin de desconexin, miprimer intento de extraamiento. Habra ms; de hecho, cabe considerar el resto de mi vida comouna constante evitacin de sus aspectos ms importunos. Debo admitir que llegu muy lejos por estecamino; tal vez demasiado: todo aquello que sugiriese reiteracin quedaba condenado o sujeto aeliminacin. Y ello inclua frases, rboles, ciertos tipos de personas, a veces incluso el dolor fsico...y afect a muchas de mis relaciones. En cierto modo, estoy en deuda con Lenin. Todo lo que se me

    presentara con profusin, lo vea yo como una especie de propaganda. Esta actitud, supongo, contri-buy a una terrible aceleracin a travs de la selva de los hechos, acompaada por la

    superficialidad.No creo ni por un momento que todas las claves de la personalidad deban encontrarse en lainfancia. Durante tres generaciones, aproximadamente, los rusos han vivido en apartamentoscomunitarios y habitaciones estrechas. Nuestros padres hacan el amor mientras nosotrossimulbamos dormir. Despus hubo una guerra, hambre, padres ausentes o lisiados, madres que

    perdan su pudor, mentiras oficiales en la escuela y no oficiales en casa, inviernos rigurosos,indumentarias horribles, exhibicin pblica de nuestras sbanas mojadas en campamentos de veranoy comentarios sobre estas cuestiones delante de extraos. Despus, la bandera roja ondeara en elmstil del campamento. Y qu? Toda esa militarizacin de la infancia, toda esa amenazadoramajadera, la tensin ertica (a los diez aos todos desebamos a nuestras maestras) no habanafectado mucho a nuestra tica ni a nuestra esttica, como tampoco nuestra capacidad para amar y

    sufrir. Recuerdo esas cosas no porque piense que son las claves del subconsciente ni tampoco,desde Luego, por nostalgia de mi infancia, las recuerdo porque nunca lo he hecho antes, porque

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    10/113

    10

    quiero que algunas permanezcan..., por lo menos en el papel. Y tambin porque mirar hacia atrs esms remunerador que lo contrario. Maana es mucho menos atractivo que ayer. Por alguna razn, el

    pasado no irradia la inmensa monotona del futuro. Debido a su profusin, el futuro es propaganda.Lo mismo que la hierba.

    La verdadera historia de la conciencia se inicia con la primera mentira. Resulta que yo recuerdola ma. Fue en la biblioteca de la escuela, al llenar la solicitud de lector. El quinto espacio en blancohaca referencia, como es lgico, a la nacionalidad. Yo tena siete aos y saba muy bien que era

    judo, pero dije a la empleada que no lo saba. Con un turbio regocijo me aconsej que me fuera acasa y se lo preguntara a mis padres. No volv nunca ms a aquella biblioteca, pese a lo cual mehice socio de muchas otras en las que haba que rellenar la misma solicitud. Ni estaba avergonzadode ser judo ni tena miedo de admitirlo. En el libro de la clase estaban registrados con todo detallenuestros nombres, los nombres de nuestros padres, las seas de los hogares y la nacionalidad. Devez en cuando un maestro olvidaba el libro sobre la mesa durante el recreo y entonces, como

    buitres, nos lanzbamos sobre sus pginas. Todos los de la clase saban que yo era judo, pero losnios de siete aos no son buenos antisemitas. Adems, yo era muy fuerte para mi edad y lo que

    ms contaba entonces eran los puos. Lo que a m me avergonzaba era la palabra judo en s enruso yevrei, cualesquiera que fuesen sus connotaciones.

    El destino de una palabra depende de la variedad de sus contextos, de la frecuencia de su uso. Enel ruso impreso, yevrei aparece tan raramente como, por ejemplo, mediastino o dondequieraen castellano. En realidad, tiene tambin algo de la condicin de un sonoro taco o del nombre quesirve para designar una enfermedad venrea. Cuando uno tiene siete aos, su vocabulario demuestraser suficiente para detectar la rareza de esta palabra y es sumamente desagradable identificarse conella; en cierto modo, va contra el sentido que uno tiene de la prosodia. Recuerdo que siempre mesenta ms a gusto con un equivalente ruso de kike (judo), yid (pronunciado como AndrGide): era claramente ofensivo y, por ello, carente de sentido, exento de alusiones. Las palabras deuna sola slaba no pesan mucho en ruso, pero en cuanto se les aplican sufijos, terminaciones o

    prefijos, entonces se arma la de San Quintn. Esto no quiere decir que sufr como judo en aquellatierna edad, sino simplemente que mi primera mentira tuvo que ver con mi identidad.

    No fue un mal comienzo. En cuanto al antisemitismo como tal, no me preocupaba demasiado,puesto que proceda en gran medida de los maestros: pareca innato en su participacin negativa ennuestras vidas y deba ser aceptado con resignacin, al igual que las malas notas. De haber sidocatlico, habra deseado verlos a todos en el infierno. A decir verdad, algunos maestros eranmejores que otros, pero, supuesto que todos eran dueos de nuestras vidas inmediatas, no nos mo-lestbamos en hacer distinciones. Tampoco ellos trataban de hacerlas entre sus pequeos esclavos yhasta las observaciones antisemticas ms ardientes llevaban el sello de una inercia impersonal. Encualquier caso, yo nunca me tom en serio la agresin verbal, especialmente si proceda de un grupo

    con una edad tan diferente de la ma. Supongo que las diatribas que mis padres solan pronunciarcontra m me curtieron perfectamente. Adems, haba maestros que tambin eran judos, y no lestema menos que a los rusos de pura sangre.

    Esto es tan slo un ejemplo del recorte de la personalidad que junto con el lenguaje en s,donde verbos y nombres intercambian sus puestos con tanta libertad como uno osa concederles,engendr en nosotros una sensacin de ambivalencia tan abrumadora que, al cabo de diez aos,terminamos con una fuerza de voluntad en nada superior a la de un alga marina. Cuatro aos en elejrcito (donde los hombres eran reclutados a los diecinueve aos), coronaban el proceso derendicin total al estado. La obediencia se converta en primera y segunda naturaleza.

    Si uno tena cerebro, no hay duda de que trataba de burlar el sistema ideando todo tipo desubterfugios, haciendo oscuros tratos con sus superiores, acumulando mentiras y tirando de las

    cuerdas de las conexiones seminepticas de cada uno. Esto se converta en un trabajo de dedicacintotal, pese a lo cual uno tena plena conciencia de que la red que haba tejido era una red de

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    11/113

    11

    mentiras y, pese al grado de xito o al sentido del humor de cada uno, acababa desprecindose. Esees el triunfo definitivo del sistema: tanto si lo burlas como si te unes a l, te sientes igualmenteculpable. La creencia nacional es como bien dice el proverbio que no hay mal que por bien novenga, y posiblemente viceversa.

    La ambivalencia, creo yo, es la principal caracterstica de mi nacin. No hay en Rusia verdugo

    que no tema convertirse en vctima un da, ni hay vctima, por desgraciada que sea su situacin, queno se reconozca (aunque slo sea en su fuero interno) capacidad mental para convertirse enverdugo. Nuestra historia reciente ha abonado ambas posturas. En todo esto hay una ciertasabidura, y cabra pensar incluso que esta ambivalencia es sabidura, que la propia vida no es ni

    buena ni mala, sino arbitraria. Quiz nuestra literatura hace tanto hincapi en la causa del bienporque esa causa se ha visto desafiada demasiado a menudo. Si ese hincapi fuera simplementeresultado de una duplicidad de pensamiento, la cosa estara muy bien, pero exacerba los instintos.Este tipo de ambivalencia, creo yo, corresponde precisamente a esas buenas noticias que el Este,que tiene poco ms que ofrecer, se dispone a imponer al resto del mundo. Y el mundo parece estarmaduro para recibir.

    Dejando aparte el destino del mundo, el nico medio que tena un nio para luchar contra lo que

    se le vena encima era salirse del camino trazado, cosa difcil debido a los padres y debido a que elpropio nio senta miedo ante lo desconocido. Sobre todo, porque le diferenciaba de la mayora, yuno haba mamado, junto con la leche materna, la creencia de que la mayora tiene razn. Serequiere una cierta falta de inters y yo era una persona despreocupada. Que yo recuerde, el hechode que dejara la escuela a la edad de quince aos no obedeci tanto a una eleccin consciente comoa una reaccin visceral.

    Simplemente, no poda soportar determinados rostros de la clase: los de algunos de miscompaeros, pero principalmente de mis profesores. As es que una maana de invierno, sin raznaparente, me levant en plena clase y protagonic una melodramtica salida por la puerta de laescuela, sabiendo positivamente que nunca ms volvera a entrar por ella. De las emociones que meinvadieron en aquel momento, la nica que recuerdo es el disgusto generalizado que me producami persona por el hecho de ser excesivamente joven y dejar que me dominaran tantas cosas a mialrededor. Por otra parte, subsista tambin una sensacin de huida difusa, pero feliz, como unacalle llena de sol que no tuviera final.

    Creo que lo ms importante fue el cambio de exteriores. En un estado centralizado todas lashabitaciones tienen el mismo aspecto: el despacho del director de la escuela era una rplica exactade las cmaras para interrogatorios que empec a frecuentar al cabo de cinco aos: los mismos

    paneles de madera, las mismas mesas, las mismas sillas..., un paraso para los carpinteros. Tambinlos mismos retratos de nuestros fundadores: Lenin, Stalin, miembros del Politbur y Maksim Gorki(el fundador de la literatura sovitica), en caso de tratarse de una escuela, o Flix Dzerzinski (elfundador de la polica secreta sovitica), si el lugar era una cmara para interrogatorios.

    Con todo, era frecuente que Dzerzinski Flix de hierro o el Caballero de la Revolucin,como lo llamaba la propaganda decorase tambin las paredes del despacho del director, debido aque el hombre se haba deslizado en el sistema educativo desde las alturas de la KGB, al igual queaquellas paredes estucadas de las clases, con su raya horizontal azul a la altura de los ojos que corraindefectiblemente a travs del pas entero, como la raya de un comn denominador infinito: enayuntamientos, hospitales, fbricas, crceles y corredores de los apartamentos comunitarios. Elnico sitio donde no la encontr fue en las barracas de madera de los campesinos.

    Esa decoracin era tan exasperante como omnipresente y en mltiples ocasiones de mi vida mequed absorto con la mirada clavada en aquella franja azul de cinco centmetros de anchura,confundida a veces con un horizonte marino y otras como la representacin de la misma nada. Erademasiado abstracta para representar nada: desde el suelo hasta el nivel de los ojos, una pared

    cubierta de pintura color gris rata o verdoso y esa franja azul como remate; por encima de ella,estuco de un blanco virginal. Nadie se haba preguntado en la vida qu haca all aquella raya, y

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    12/113

    12

    nadie habra podido contestar, pero all estaba: una lnea fronteriza, una divisoria entre el gris y elblanco, abajo y arriba. No se trataba de colores sino de sugerencias de colores, que slo podan estarinterrumpidos por manchas alternativas de color marrn: las puertas. Cerradas o entornadas. Atravs de las puertas entornadas poda verse otra habitacin con la misma distribucin de gris y

    blanco separados por la raya azul. Aparte de un retrato de Lenin y de un mapamundi.

    Fue hermoso abandonar aquel cosmos kafkiano, aunque ya entonces o as lo parece yosaba, de alguna manera, que cambiaba seis por media docena. Saba que cualquiera que fuese eledificio donde entrase, tendra el mismo aspecto, puesto que es dentro de edificios donde estamoscondenados a hacer todo lo que queramos hacer. Sin embargo, me daba cuenta de que deba irme.La situacin financiera de nuestra familia era deplorable: subsistamos gracias, principalmente, alsalario de mi madre, puesto que mi padre, despus de haber sido dado de baja en la armada envirtud de alguna norma serfica segn la cual los judos no podan desempear cargos militaresrelevantes, pas muy malos momentos buscando trabajo. Por supuesto, mis padres podanarreglrselas sin mi contribucin, y habran preferido que terminase la escuela. Yo lo saba, perosegua dicindome que tena el deber de ayudar a mi familia. Era casi una mentira, pero de esamanera la cosa tena mejor aspecto, aparte de que por aquel entonces ya haba aprendido a saborear

    las mentiras precisamente por ese casi que afina el perfil de la verdad: despus de todo, la verdadtermina all donde empieza la mentira. Eso es lo que aprende un chico en la escuela y a la postreresulta ms til que el lgebra.

    2

    Fuese lo que fuese una mentira, la verdad o, ms probablemente, su combinacin lo que meempuj a tomar esa decisin, le estoy inmensamente agradecido por lo que al parecer fue mi primeracto libre. Fue un acto instintivo, una salida, y en l tuvo muy poco que ver la razn. Lo s porque,desde entonces, y con frecuencia creciente, he hecho otras salidas. Y no necesariamente poraburrimiento o por haber advertido el hueco de la trampa, ya que he salido de situaciones perfectascon no menor frecuencia que de situaciones temibles. Por modesto que sea el lugar que uno ocupe,si tiene el ms mnimo sello de decencia, puedes estar seguro de que un da aparecer alguien que loreclamar para l o, lo que es peor, te insinuar que debes compartirlo con l. En casos como ste,uno lucha por el puesto o lo abandona. Yo estoy por lo ltimo, y no porque no pueda luchar, sinoms bien por una absoluta aversin contra m, pues arreglrselas para quedarse con algo que atrae alos dems denota una cierta vulgaridad en la eleccin. Poco importa que uno haya llegado antes,

    porque esto todava empeora las cosas, puesto que los que sigan tendrn siempre un apetito msfuerte que el tuyo, en parte satisfecho.

    Posteriormente, a menudo lament la decisin, sobre todo cuando vi que mis antiguoscompaeros se situaban tan bien dentro del sistema. Sin embargo, yo saba algo que ellos des-

    conocan. En realidad, tambin yo me haba situado bien, aunque en direccin opuesta, a lo largo dela cual haba recorrido un tramo ms largo. Una cosa de la que estoy especialmente complacido esde que logr atrapar a la clase trabajadora en su estadio autnticamente proletario, antes de queiniciara su conversin a la clase media a finales de los aos cincuenta. Era un verdaderoproletariat aquel que yo conoc en la fbrica donde, a los quince aos, comenc a trabajar comofresador. Marx lo habra reconocido al instante. Ellos o, mejor dicho, nosotros vivan enapartamentos comunitarios, cuatro o ms personas en una misma habitacin, a menudo pertenecien-tes a tres generaciones distintas, durmiendo por turnos, bebiendo como tiburones, armando camorraentre ellos o con los vecinos en la cocina comunitaria, o en la cola matinal delante del retreteigualmente comunitario, pegando a sus mujeres con agnica determinacin, llorando sin recatocuando Stalin cay muerto, o en el cine, y jurando con tanta frecuencia que hasta una palabra

    normal como aeroplano le sonaba a un viandante casual como algo elaboradamente obsceno...,transformndose en un ocano gris e indiferente de cabezas o en un bosque de manos alzadas en las

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    13/113

    13

    asambleas pblicas en favor de este o aquel Egipto.

    La fbrica era toda de ladrillo, enorme, salida directamente de la revolucin industrial. Habasido construida a finales del siglo diecinueve y la poblacin de Peter se refera a ella con elnombre de el Arsenal, pues la fbrica produca caones. En la poca en que trabaj en ella

    tambin produca maquinaria agrcola y compresores de aire. Sin embargo, de acuerdo con los sietevelos del secreto que cubre en Rusia casi todas las cosas que tienen que ver con la industria pesada,la fbrica tena su nombre cifrado: Apartado de Correos 671. Pienso, de todos modos, que el secretohaba sido impuesto no tanto para burlar algn servicio secreto extranjero como para mantener uncierto tipo de disciplina paramilitar, nico procedimiento para garantizar una estabilidad en la

    produccin. En cualquiera de los dos casos, el fracaso era evidente.La maquinaria era obsoleta: el noventa por ciento de la misma haba sido retirada de Alemania

    en concepto de reparaciones despus de la segunda guerra mundial. Recuerdo aquel zoo de hierrofundido, poblado de criaturas exticas que llevaban los nombres de Cincinnati, Karlton, FritzWerner y Siemens & Schuckert. La planificacin era odiosa; de vez en cuando, un pedido urgente,que impona la produccin de algo determinado, trastocaba los vacilantes intentos de uno para res-

    tablecer un ritmo de trabajo cualquiera, un procedimiento. Hacia el final del trimestre (es decir, cadatres meses), cuando el plan se haba quedado en agua de borrajas, la administracin dejaba or elgrito de guerra que movilizaba todas las manos en un solo trabajo y el plan quedaba sometido a unataque masivo. Cuando algo se estropeaba, como no haba piezas de repuesto, se llamaba a unacuadrilla de chapuceros, generalmente medio borrachos, para que ejercitaran sus dotes mgicas. Elmetal llegara lleno de crteres, y prcticamente todos tendran resaca el lunes, ello sin hablar de lasmaanas despus del da de la paga.

    La produccin declinaba verticalmente el da despus de una derrota del equipo de ftbol de laciudad o de la nacin. Nadie trabajaba y todos se dedicaban a discutir las incidencias del partido olas relativas a los jugadores, puesto que adems de los complejos de una nacin superior a lasdems, Rusia posee el gran complejo de inferioridad de un pas pequeo, resultado en parte de lacentralizacin de la vida nacional. De aqu la bobera de signo positivo y vital de los peridicosoficiales y de la radio incluso cuando tienen que dar la noticia de un terremoto: nunca se informaacerca de las vctimas, sino que nicamente se entonan alabanzas a las dems ciudades y repblicas,que han dispensado sus fraternales cuidados proporcionando tiendas y sacos de dormir a la zonaafectada. O bien, en el caso de una epidemia de clera, es muy posible que uno slo se entere deella a travs de los ltimos xitos de nuestra maravillosa medicina, confirmados con la invencin deuna nueva vacuna.

    Todo habra sido absurdo a no ser por aquellas maanas a primersima hora cuando, despus deengullir el desayuno a base de t solo, sala corriendo para atrapar el tranva y, sumndome ungrano de uva ms al montn gris oscuro de racimos humanos que colgaban del estribo, navegaba

    a travs de la ciudad entre rosada y azul, como una acuarela, hasta la perrera de madera que hacalas veces de entrada de la fbrica. Haba all dos guardias que revisaban nuestras credenciales y lafachada estaba decorada con pilastras clsicas revestidas. He tenido ocasin de observar que lasentradas de las crceles, manicomios y campos de concentracin estn construidas en ese mismoestilo: todas tienen su toque de clasicismo o sus prticos barrocos. Cual si fueran un eco. Ya en eltaller, se entremezclaban bajo el techo matices de gris y las mangueras neumticas silbabansuavemente en el suelo entre charcos de fuel que centelleaban con todos los colores del arco iris. Alas diez, aquella jungla de metal estaba en todo su apogeo, gritando y rugiendo, mientras el cande acero de una supuesta ametralladora antiarea se cerna en el aire como el cuello descoyuntadode una jirafa.

    Siempre he envidiado a aquellos personajes del siglo diecinueve que eran capaces de volver lavista atrs y distinguir los hitos que marcaban sus vidas, su desarrollo. Haba hechos que marcaban

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    14/113

    14

    un punto de transicin, un estadio diferente. Estoy hablando de escritores, pero en lo que realmenteestoy pensando es en la capacidad de ciertas personas para racionalizar sus vidas, para ver las cosas

    por separado, si no con claridad. Y entiendo que este fenmeno no debera quedar limitado al siglodiecinueve, pese a que en mi vida haya sido representado principalmente por la literatura. Ya sea

    por algn defecto bsico de mi mente, ya sea por la naturaleza fluida y amorfa de la vida misma,

    nunca he sido capaz de distinguir ningn hito, mucho menos una boya. Si hay algo que se parezca aun hito, este algo no sabr reconocerlo; me estoy refiriendo a la muerte. En cierto aspecto, en lainfancia no hubo nada que se pareciera a esto. A m esas categoras infancia, edad adulta,madurez me parecen muy extraas y si a veces las empleo en la conversacin, las miro siempremudo cuando se refieren a m, y las veo como si fueran prestadas.

    Supongo que siempre hubo alguna parte de mi yo dentro de aquel caparazn, pequeo primeroy ms grande despus, alrededor del cual ocurra todo. Dentro de ese caparazn, la entidad a laque se da el nombre de yo no cambi nunca, ni tampoco dej de observar lo que ocurra fuera.

    No quiero dar a entender con estas palabras que dentro encerrara perlas, sino que lo que pretendodecir es que el paso del tiempo no afecta mucho la entidad a la que he hecho referencia. Obteneruna calificacin baja, hacer funcionar una fresadora, ser derrotado en un interrogatorio o dar una

    conferencia sobre Calimaco ante una clase son cosas que esencialmente vienen a ser lo mismo. Estoes lo que hace que uno se sienta un tanto asombrado cuando crece y se encuentra haciendo aquellascosas que se supone deben hacer las personas adultas. La contrariedad que siente un nio ante elcontrol que ejercen sobre l sus padres y el pnico de un adulto que se enfrenta a una responsa-

    bilidad son de la misma naturaleza. Uno no es ninguna de esas cifras; tal vez uno sea menos queuno.

    No hay duda de que se trata de una consecuencia de la profesin que uno ejerce. Si trabaja en unbanco o pilota un avin sabe que, cuando haya adquirido una buena experiencia, tiene ms o menosgarantizado un beneficio o un aterrizaje seguro. En cambio, en el negocio de escribir, no seacumulan experiencias, sino incertidumbres, que no es sino un sinnimo de pericia. En ese campodonde la experiencia invita a la condena, los conceptos de adolescencia y madurez se entremezclany el pnico pasa a ser el estado ms frecuente de la mente. En consecuencia, mentira si recurriese ala cronologa o a cualquier cosa que sugiera un proceso lineal. Una escuela es una fbrica es un

    poema es una crcel es una academia es aburrimiento, con destellos de pnico.Excepto que la fbrica estaba junto a un hospital y el hospital estaba junto a la crcel ms famosa

    de toda Rusia, llamada Las Cruces. Y el depsito de aquel hospital era el lugar donde iba a trabajarcuando sala del Arsenal, porque tena en la cabeza la idea de ser mdico. Las Cruces me abri las

    puertas de su celda cuando cambi mis planes y me puse a escribir poemas. Cuando trabajaba en lafbrica, por encima del muro vea el hospital y, cuando cortaba y cosa cadveres en el hospital,vea a los prisioneros que se paseaban por el patio de Las Cruces; a veces se las arreglaban paraarrojarme cartas por encima de la tapia. Yo las recoga y las enviaba. Debido a lo apretado de su

    topografa y a lo cerrado del caparazn, todos esos lugares, trabajos, presidiarios, obreros,guardianes y mdicos se han mezclado entre s y ya no s si recuerdo a una persona por haberlavisto pasendose por aquel patio en forma de tabla de planchar en la crcel de Las Cruces o si soyyo quien se pasea por l. Por otra parte, la fbrica y la crcel haban sido construidasaproximadamente en la misma poca y exteriormente no se distinguan una de otra; pareca como sifuera un ala de ampliacin de la otra.

    As es que estara fuera de lugar que tratara de ser consecutivo al explicarme. La vida nunca meha parecido constituida por un conjunto de transiciones claramente delimitadas, sino que ms bienva creciendo a la manera de una bola de nieve y, cuanto ms crece, ms se parece un lugar a otro ouna poca a otra. Recuerdo, por ejemplo, que en 1945 mi madre y yo estbamos esperando un tren

    en una estacin cercana a Leningrado. La guerra acababa de terminar, veinte millones de rusosestaban pudrindose en sepulturas provisionales en todo el continente, mientras el resto, dispersados

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    15/113

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    16/113

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    17/113

    17

    odiar a un distante y potencial enemigo. El enemigo que tienes en la crcel no es ningunaabstraccin, sino que es concreto y palpable. Mejor dicho, t eres siempre palpable para tu enemigo.Tal vez enemigo sea una palabra demasiado fuerte. En la crcel se enfrenta uno a un conceptosumamente domesticado de lo que es un enemigo, lo que convierte todo el asunto en algo terrenal ymortal. Despus de todo, mis guardianes o mis vecinos no se diferenciaban en nada de mis maestros

    ni de aquellos trabajadores que me humillaron durante mi aprendizaje en la fbrica.Mi odio era centro de gravedad; dicho en otras palabras, no se dispersaba en capitalismosextranjeros de parte alguna. No era odio siquiera. El maldito rasgo de comprensin que me haca

    perdonar a todo el mundo, y que haba nacido cuando yo estaba en la escuela, haba florecidoplenamente en la crcel. No creo que odiara siquiera a los agentes de la KGB encargados deinterrogarme: generalmente los absolva (es un intil, tiene una familia que alimentar, etc.). A losnicos que no justificaba en absoluto era a los que llevaban el pas, posiblemente porque no habatenido nunca contacto con ellos. En lo que se refiere a enemigos, el ms inmediato en una celda esla falta de espacio. La frmula de toda crcel es una falta de espacio equilibrada con un exceso detiempo. Esto es lo que te inquieta realmente, lo que te sientes incapaz de superar. La crcel es unaausencia de alternativas y la predictibilidad telescpica del futuro es lo que enloquece a quien la

    sufre. Pese a todo, sigue siendo infinitamente mejor que la solemnidad con que el ejrcito ataca a lagente situada al otro extremo del globo, o ms cerca.

    El servicio en el ejrcito sovitico dura de tres a cuatro aos y nunca me he encontrado a nadiecuya psique no hubiera quedado mutilada como resultado de la camisa de fuerza mental impuesta

    por la obediencia, a excepcin, quiz, de los msicos que tocan en las bandas militares y de dosconocidos lejanos que se pegaron un tiro en 1956, en Hungra, donde desempeaban la funcin de

    jefes de tanque. Es el ejrcito el que acaba haciendo de ti un ciudadano; sin l todava te queda laposibilidad, por remota que sea, de seguir siendo un ser humano. Si hay razones para que meenorgullezca de mi pasado se basan en que me convert en presidiario, no en soldado. Si me perd la

    jerga militar que era lo que ms me preocupaba, fui generosamente reembolsado con el argotcriminal.

    Con todo, los barcos de guerra y los aviones eran bellos y cada ao su nmero iba en aumento.En 1945, las calles se llenaron de camiones y jeeps Studebekker con una estrella blanca en las

    puertas y en el cap: material americano que habamos obtenido en prstamo y arriendo. En 1972vendamos urbi et orbi este tipo de cosas. Si durante este perodo el nivel de vida aument de un 15a un 20 por ciento, el aumento en la produccin de armas podra expresarse en decenas de millares

    por ciento, aumento que seguir creciendo, puesto que es la nica cosa real que tenemos en ese pas,el nico campo tangible para avanzar, y tambin porque la extorsin militar, es decir, el aumentoconstante en la produccin de armamento, perfectamente tolerable dentro del marco totalitario,

    puede debilitar la economa de cualquier adversario democrtico que trate de mantener unequilibrio. La acumulacin militar no es ninguna locura, sino que es la mejor arma de que uno

    dispone para condicionar la economa del adversario, cosa de la que se han dado perfecta cuenta enel Kremlin. Cualquiera que tuviera como objetivo el dominio del mundo hara lo mismo. Las al-ternativas son impracticables (competicin de tipo econmico) o demasiado alarmantes (el uso realde dispositivos militares).

    Por otra parte, el ejrcito corresponde a la idea que un campesino se hace del orden. No hay nadatan tranquilizador para un hombre medio como la imagen de los soldados desfilando ante losmiembros del Politbur, de pie en lo alto del Mausoleo. Supongo que nunca le ha pasado por lacabeza a nadie que hay un cierto matiz de blasfemia en eso de permanecer de pie sobre la tumba deuna reliquia sagrada. La idea, supongo, es la de un continuum, y lo triste de esas figuras que estnen lo alto del Mausoleo es que realmente se unen a la momia en el desafo del tiempo. O se las veen vivo por televisin o en fotografas de mala calidad, reproducidas por millones, en los peridicos

    oficiales. Como los antiguos romanos, que se relacionaban con el centro del Imperio haciendo quela va principal de sus colonias discurriera siempre de norte a sur, los rusos mantienen la estabilidad

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    18/113

    18

    y el carcter previsible de su existencia a travs de estas fotografas.

    Cuando trabajaba en la fbrica, almorzbamos en el patio; unos se sentaban y desenvolvan losbocadillos, otros fumaban o jugaban a voleibol. Haba all un pequeo parterre de flores, rodeadopor una valla de madera de tipo corriente: una hilera de palos de medio metro de altura, separados

    por espacios de cinco centmetros y unidos por un listn del mismo material, todo pintado de verde.La valla estaba cubierta de polvo y holln, al igual que las flores encogidas y marchitas del parterrecuadrado. Dondequiera que uno fuera dentro de aquel imperio, encontrara siempre aquella mismavalla. Est prefabricada, pero, aun en el caso de que la gente tuviera que construirla con sus manos,tambin seguira el modelo prescrito. Cierta vez fui al Asia Central, a Samarcanda, donde me sentenardecido por las cpulas turquesa y los enigmticos ornamentos de las madrasas y los minaretes.Todo estaba all, pero de pronto vi aquella valla, con su ritmo idiota, y sent que mi corazn seencoga y que el Oriente se desvaneca. La reiteracin a pequea escala, como si de un peine setratara, de aquellos finos palitos aniquil inmediatamente el espacio al igual que el tiempoexistente entre el patio de la fbrica y la antigua sede de Kubilai Jan.

    No hay nada ms alejado de esos palos que la naturaleza, cuyo verdor imitan estpidamente con

    su pintura. Esos palitos, el hierro gubernamental de las barandillas, el caqui inevitable de losuniformes militares en todas las multitudes que pasan por todas las calles de todas las ciudades, laseternas fotografas de las fundiciones de acero en todos los peridicos de la maana y el eternoChaikovski por la radio son cosas que enloqueceran a cualquiera si no aprendiera los mecanismosde desconexin. En la televisin sovitica no hay publicidad, hay fotografas de Lenin o lasllamadas foto-estudio de la primavera, el otoo, etc., en los intervalos entre programas, apartedel burbujeo de una msica ligera que no tiene compositor y que es producto del propioamplificador.

    En aquel tiempo no saba todava que todo esto era fruto de la edad de la razn y del progreso, dela era de la produccin masiva, y lo atribua al estado y en parte a la propia nacin, tenidos por algoque no exige imaginacin. De todos modos, creo que no estaba del todo equivocado. No deberaser ms fcil ejercer y distribuir la cultura en un estado centralizado? Tericamente, un gobernantetiene ms acceso a la perfeccin (que en cualquier caso reclama) que un diputado. Rousseau de-fenda ese punto de vista. Lstima que no hubiera trabajado en Rusia! Ese pas, con su lenguamagnficamente declinada, capaz de expresar los matices ms sutiles de la psique humana, con unaincreble sensibilidad tica (fruto positivo de su historia, por otra parte trgica), tena todos losingredientes de un paraso cultural y espiritual, un autntico receptculo de civilizacin. En lugar deello, se ha convertido en un infierno de monotona, con un dogma materialista y ruin y de patticosaspirantes a consumidores.

    Sin embargo, mi generacin se libr en cierto modo de ese tipo de cosas. Nosotros salimos de

    debajo de los escombros de la posguerra cuando el estado estaba demasiado atareado, ponindoseparches en la piel, para ocuparse de nosotros. Ingresamos en la escuela y, por muy excelsa quequisiera ser la basura que all se nos enseaba, el sufrimiento y la pobreza eran visibles a nuestroalrededor. No se puede tapar la ruina con una pgina de Pravda. Las ventanas vacas nos miraban,atnitas, como rbitas de crneos y, pese a ser unos nios, palpbamos la tragedia. Ciertamente queno podamos establecer una relacin entre nosotros y las ruinas, pero no era necesario: eran lo

    bastante evidentes como para cortarnos la risa. Despus reanudaramos las risas, de maneraabsolutamente estpida..., y todava habra otra reanudacin. En aquellos aos de posguerrasentamos una extraa intensidad en el aire, algo inmaterial, casi fantasmal. ramos jvenes, ramosnios. Disponamos de muy pocas cosas, pero como no habamos conocido nada ms, no nosimportaba. Las bicicletas eran viejas, databan de antes de la guerra, y si alguno tena una pelota de

    ftbol era considerado un burgus. Las chaquetas y la ropa interior que llevbamos haban sidoconfeccionadas por nuestras madres con los uniformes y los calzoncillos remendados de nuestros

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    19/113

    19

    padres: mutis de Sigmund Freud. Debido a esto, no conocamos el sentido de la posesin. Y lascosas que posemos despus estaban mal hechas y eran feas. En cierto modo, preferamos las ideasde las cosas a las cosas mismas, pese a que no nos gustaba lo que veamos en el espejo cuando nosmirbamos en l.

    No tuvimos nunca una habitacin propia para atraer hasta ella a las chicas, y las chicas con las

    que bamos tampoco tenan habitacin propia. Nuestras relaciones amorosas se reducanprincipalmente a pasear o a hablar; tendramos que pagar una suma astronmica si nos cobraran loskilmetros recorridos. Viejos almacenes, terraplenes junto al ro en los barrios industriales, bancosdesapacibles en hmedos parques, fras entradas de edificios oficiales... ste fue el teln de fondohabitual de nuestros primeros arrobamientos neumticos. No tuvimos nunca lo que se ha dado enllamar estmulos materiales. En cuanto a los ideolgicos, habran sido cosa de risa hasta paranios de parvulario. Si alguien se venda, no era para comprar cosas o comodidades, puesto que nolas haba, sino que se venda obedeciendo a un deseo ntimo y esto era algo que saba. No habamercancas y la demanda era total.

    Si tombamos opciones ticas, no estaban basadas tanto en la realidad inmediata como en unasnormas morales derivadas de la literatura. ramos vidos lectores y establecamos una dependencia

    con lo que leamos. Los libros, tal vez por su elemento formal de irrevocabilidad, ejercan sobrenosotros un poder absoluto. Dickens era ms real que Stalin o que Beria. Ms que ninguna otracosa, las novelas afectaban nuestras formas de conducta y nuestras conversaciones, aparte de que elnoventa por ciento de nuestras conversaciones giraban alrededor de novelas. Haba acabado porconvertirse en un crculo vicioso, pero no queramos salir de l.

    En lo tocante a su tica, esta generacin se cuenta entre las ms librescas de la historia de Rusiay hay que dar gracias a Dios por ello. Poda romperse una relacin para siempre como resultado deunas preferencias por Hemingway sobre Faulkner. La jerarqua de ese panten era nuestroverdadero Comit Central. Empez como una acumulacin corriente de conocimientos, pero muy

    pronto pas a convertirse en nuestra ocupacin ms importante, a la que poda sacrificarse cualquiercosa. Los libros se convirtieron en la primera y nica realidad, en tanto que la realidad era vistacomo una necedad o como un fastidio. Comparados con otros, estbamos malgastando o torciendonuestras vidas de manera ostensible, pero habamos llegado a la conclusin de que la existencia queignora las normas planteadas en la literatura es inferior e indigna del esfuerzo de vivirla. As es quenosotros pensbamos y yo pienso que estbamos en lo cierto.

    La preferencia instintiva era leer antes que actuar. No es de extraar que nuestras vidas realesfueran ms o menos un lo. Incluso aquellos de entre nosotros que supieron abrirse paso a travs delespeso bosque de la educacin superior, con toda su inevitable coba verbal y de otro tipo alsistema, finalmente cayeron vctimas de escrpulos impuestos por la literatura y no pudieron seguiradelante. Todos terminamos haciendo trabajos rarsimos, rastreros o editoriales o... cosas estpidas,como grabar inscripciones en lpidas funerarias, hacer copias de planos, traducir textos tcnicos,

    llevar contabilidades, encuadernar libros, revelar placas de rayos X. De vez en cuando aparecamosinesperadamente en la puerta de la casa de un compaero, con una botella en una mano y pasteles oflores o comida en la otra, y pasbamos la velada charlando, cotilleando, quejndonos de laimbecilidad de los funcionarios que vivan ms arriba, haciendo cbalas sobre quin de nosotrosmorira primero. Y al llegar aqu tengo que abandonar ya el pronombre nosotros.

    Nadie conoca la literatura y la historia mejor que esas gentes, nadie escriba en ruso mejor queellos, nadie despreciaba ms profundamente nuestra poca. Para esas personas la civilizacin eraalgo ms que el pan de cada da y un abrazo por la noche. No era sta, como pudiera parecer, otrageneracin perdida, sino la nica generacin de rusos que se haba encontrado a s misma, y paraella Giotto y Mandelstam eran ms imperativos que los destinos de sus individuos. Pobremente

    vestidos pero en cierto modo elegantes, revueltos por las manos silenciosas de sus amos msinmediatos, huyendo como conejos de los ubicuos galgos del estado y de sus zorros, ms ubicuos

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    20/113

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    21/113

    21

    transmiten el sentido del pasado, pero por lo menos la elega crea una nueva realidad. Poco importalo elaborada que pueda ser la estructura que uno pueda concebir para agarrarse a su propio rabo,

    puesto que acabar con la red llena de pescado, pero sin agua. Ello har que se balancee la barca yle causar mareo, o lo forzar a recurrir al tono elegiaco. O bien a arrojar el pescado por la borda.

    rase una vez un nio que viva en el pas ms injusto de la tierra, gobernado por criaturas que,juzgadas de acuerdo con los cnones humanos, deban ser consideradas como seres degenerados.Pero no fueron tenidas por tales.

    Y haba una ciudad, la ciudad ms hermosa de la tierra, con un ro gris inmenso que discurrahacia distantes llanuras, como el inmenso cielo gris que cubra aquel ro. A orillas de aquel ro habamagnficos palacios con fachadas tan bellamente elaboradas que, si el nio se quedaba en la orilladerecha, la izquierda se le antojaba la estampa de un gigantesco molusco llamado civilizacin. Queya no existe.

    Por la maana muy temprano, cuando el cielo todava estaba tachonado de estrellas, el nio selevantaba y, despus de tomarse una taza de t y un huevo, acompaados por la voz de la radio queanunciaba un nuevo avance en la fundicin de acero, a lo que segua la voz del coro del ejrcito

    cantando un himno al Jefe cuyo retrato estaba clavado en la pared, sobre la cabecera de la cama delnio, todava caliente, echaba a correr por el malecn de granito, cubierto de nieve, camino de la es-cuela.

    El amplio ro, blanco y helado, era como una lengua de tierra a la que se hubiera impuestosilencio, mientras el gran puente se arqueaba sobre el cielo azul como un paladar de hierro. Si elnio dispona de dos minutos sobrantes, se deslizaba sobre el hielo y daba veinte o treinta pasoshasta el centro mientras iba pensando qu hacan los peces bajo aquella gruesa capa de hielo.Despus se paraba, daba una vuelta de 180 grados y echaba a correr, sin volver a detenerse, hasta laentrada de la escuela. Irrumpa en el vestbulo, arrojaba la chaqueta y el gorro en la percha y volaba

    por las escaleras hasta la clase.La clase es grande, con tres hileras de pupitres, un retrato del Jefe en la pared detrs de la silla

    del maestro y un mapa con dos hemisferios, de los que slo uno es legal. El nio toma asiento, abrela cartera, deja la pluma y la libreta sobre el pupitre, levanta los ojos y se dispone a escuchar

    bobadas.(1976)

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    22/113

    22

    GUIA PARA UNA CIUDAD REBAUTIZADA

    Poseer el mundo en forma de imgenes es,

    precisamente, reexperimentar la irrealidad

    y la lejana de lo real.

    Susan Sontag, Sobre la fotografa

    DELANTE de la estacin de Finlandia, una de las cinco terminales ferroviarias a travs de lascuales puede el viajero entrar en esta ciudad o salir de ella, en la misma orilla del ro Neva, se alza

    un monumento a un hombre cuyo nombre ostenta actualmente la ciudad. En realidad, toda estacinde Leningrado tiene un monumento a este hombre, ya se trate de una estatua de tamao naturalfrente al edificio o de un busto imponente dentro de l. Pero el monumento ante la estacin deFinlandia es nico. No es la estatua en s lo que aqu importa, puesto que el camarada Lenin ha sidoreproducido al modo usual, casi romntico, con la mano alzada y supuestamente dirigindose a lasmasas; lo que importa es el pedestal, pues el camarada Lenin pronuncia su discurso de pie sobre unvehculo blindado. Pertenece al estilo del constructivismo primerizo, tan popular hoy en Occidente,y en general la misma idea de tallar en piedra un coche blindado denota una cierta aceleracin

    psicolgica, un escultor un tanto adelantado respecto a su tiempo. Que yo sepa, ste es el nicomonumento existente en el mundo dedicado a un hombre sobre un coche blindado. Slo por esteaspecto, es un smbolo de una nueva sociedad. A la antigua sociedad se la sola representar a travsde hombres montados a caballo.

    Y muy apropiadamente, unos tres kilmetros ro abajo, en la orilla opuesta, hay un monumento aun hombre cuyo nombre ostent esta ciudad desde el da de su fundacin: un monumento a Pedro elGrande. Se le conoce universalmente como el Jinete de Bronce y su inmovilidad slo puede

    parangonarse con la frecuencia con la que ha sido fotografiado. Es un monumento impresionante,de unos seis metros de altura, la mejor obra de tienne-Maurice Falconnet, el cual fue recomendadoa la vez por Diderot y Voltaire a Catalina la Grande, su patrocinadora. Sobre la enorme rocagrantica arrastrada hasta aqu desde el Istmo de Carelia, Pedro el Grande se cierne en lo alto,refrenando con la mano izquierda el caballo que se encabrita y que simboliza a Rusia, yextendiendo la diestra hacia el norte.

    Puesto que ambos hombres son responsables del nombre del lugar, resulta tentador comparar, nosus monumentos por s solos, sino tambin su entorno inmediato. A su izquierda, el hombre sobre elvehculo blindado posee la estructura casi clasicista del Comit del Partido local y de las tristementeclebres Cruces, la mayor penitenciara de Rusia. A su derecha se encuentra la Academia deArtillera, y, si uno sigue la direccin que seala su mano, el edificio posrevolucionario ms alto enla orilla izquierda del ro: la sede de la KGB de Leningrado. En cuanto al Jinete de Bronce, tambinste tiene una institucin militar a su derecha: el Almirantazgo; a su izquierda, sin embargo, seencuentra el Senado, hoy Archivo Histrico del Estado, y su mano apunta, a travs del ro, hacia laUniversidad que l construy y donde ms tarde el hombre del coche blindado recibi parte de sueducacin.

    Por lo tanto, esta ciudad, con sus doscientos setenta y cinco aos a cuestas, tiene dos nombres, el

    de soltera y un apodo, y en general sus habitantes tienden a no utilizar ninguno de ellos. Cuando setrata de su correspondencia o de sus documentos de identidad, escriben, desde luego, Leningrado,

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    23/113

    23

    pero en una conversacin normal prefieren llamarla simplemente Peter. Esta preferencia por unnombre muy poco tiene que ver con la poltica; lo cierto es que tanto Leningrado comoPetersburgo resultan un tanto farragosos fonticamente, y, por otra parte, a la gente le agradaadjudicar un apodo a sus hbitats... es un grado ms avanzado de domesticacin. Desde luego,Lenin no le va, aunque slo sea porque se trataba del apellido del hombre (adems de un apodo),

    en tanto que Peter parece ser la opcin ms natural. Por una parte, a la ciudad ya se la ha llamadoas durante un par de siglos y, por otra, la presencia del espritu de Pedro I es en ella todava muchoms palpable que el sabor de la nueva poca. Adems, puesto que el verdadero nombre delemperador en ruso es Piotr, Petera sugiere un cierto matiz extranjero y suena bien, ya que en laatmsfera de la ciudad existe un algo claramente extranjero y alienante: sus edificios de aspectoeuropeo, tal vez su misma ubicacin, en el delta de ese ro norteo que desemboca en un marabierto y hostil. En otras palabras, en el borde de un mundo tan familiar.

    Rusia es un pas muy continental; su masa terrestre constituye una sexta parte del firmamentomundial. La idea de construir una ciudad al borde de la tierra, y para colmo proclamarla comocapital de la nacin, fue considerada por los contemporneos de Pedro I como desdichada, por decirlo mnimo. El mundo uterino y claustrofbico, y tradicional en lo idiosincrtico, de la Rusia

    propiamente dicha tiritaba bajo el viento fro y penetrante del Bltico. La oposicin a las reformasde Pedro fue formidable, sobre todo porque las tierras del delta del Neva eran verdaderamenteadversas. Eran tierras bajas y marismas, y para construir sobre ellas era necesario reforzar el suelo.Haba abundancia de madera en los alrededores, pero no voluntarios para cortarla, y mucho menos

    para clavar los pilares en el suelo.Pero Pedro I tena una visin de la ciudad, y de algo ms que la ciudad, pues l vea a Rusia con

    su rostro vuelto hacia el mundo. En el contexto de su poca, esto quera decir hacia Occidente, y laciudad estaba destinada a convertirse como dijo un escritor europeo que visit entonces Rusiaen una ventana hacia Europa. En realidad, Pedro quera una puerta, y la quera entreabierta. Adiferencia de sus antecesores y tambin de sus sucesores en el trono de Rusia, ese monarca, con suestatura de un metro noventa y cinco, no padeca la tradicional dolencia rusa: un complejo deinferioridad respecto a Europa. l no quera imitar a Europa: quera que Rusia fuese Europa, talcomo l era, al menos en parte, un europeo. Desde su infancia, muchos de sus ntimos amigos ycompaeros, as como los principales enemigos con los que guerreaba, eran europeos, y haba

    pasado ms de un ao trabajando, viajando y literalmente viviendo en Europa, a la que despusvisitara con frecuencia. Para l, Occidente no era tierra incgnita. Hombre de mente sobria, aunquetremendamente inclinado a la bebida, contemplaba cada pas en el que haba puesto el pie incluido el suyo como una mera continuacin del espacio. En cierto modo, la geografa era paral mucho ms real que la historia, y sus direcciones predilectas eran el norte y el oeste.

    En general, estaba enamorado del espacio, y del mar en particular. Quera que Rusia poseyerauna marina de guerra, y con sus propias manos ese zar carpintero, como le llamaban sus

    contemporneos, construy su primera embarcacin (que hoy se exhibe en el Museo de la Marina),empleando los conocimientos que haba adquirido mientras trabajaba en los astilleros holandeses ybritnicos. Por consiguiente, su visin de esta ciudad era bastante particular. El quera que fuese unpuerto para la marina rusa, una fortaleza contra los suecos, que durante siglos haban asediado esascostas, y el baluarte septentrional de su nacin. Al propio tiempo, pensaba en que esta ciudadllegara a convertirse en el centro espiritual de la nueva Rusia: el centro de la razn, de las ciencias,de la educacin y de los conocimientos. Para l, stos eran los elementos de la visin y los objetivosconscientes, no los productos secundarios del impulso militar de las pocas subsiguientes.

    Cuando un visionario es al mismo tiempo emperador, acta de una manera implacable. Losmtodos a los que recurri Pedro I, para llevar a cabo su proyecto, podran definirse, en el mejor delos casos, como un reclutamiento obligatorio. Aplic impuestos a todo y a todos con tal de obligar a

    sus sbditos a luchar con la tierra. Durante el reinado de Pedro, un sbdito de la corona rusa tenauna opcin ms que limitada entre incorporarse al ejrcito o ser enviado a construir San

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    24/113

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    25/113

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    26/113

    26

    de la ciudad, de su impacto en las gentes y en su mundo interno, se convirti en el tema principal dela literatura rusa casi desde el da de la fundacin de esta urbe. Tcnicamente hablando, la literaturarusa naci en ella, a orillas del Neva. Si, como suele decirse, todos los escritores rusos salieron de

    El capote de Gogol, vale la pena recordar que este capote fue arrebatado de los hombros de aquelpobre funcionario nada menos que en San Petersburgo, muy al principio del siglo XIX. El tono, sin

    embargo, fue fijado porEl jinete de bronce de Pushkin, cuyo protagonista, un escribiente decualquier departamento, despus de perder a su amada en una inundacin, acusa a la estatuaecuestre del emperador de negligencia (no hay diques) y enloquece cuando ve al enfurecido Pedro,

    jinete en su caballo, saltar del pedestal y lanzarse en su persecucin para aplastarlo bajo sus cascos,por insolente. (Esto podra ser, desde luego, un simple cuento sobre la rebelin de un hombrecillocontra el poder arbitrario, o acerca de la mana persecutoria, subconsciente contra superego, y assucesivamente, de no ser por la magnificencia de los versos, los mejores nunca escritos en alabanzade esta ciudad, con la excepcin de los de Osip Mandelstam, que fue literalmente estigmatizado enel territorio del imperio un siglo despus de que Pushkin muriera en un duelo.)

    Sea como fuere, a principios del siglo XIX San Petersburgo era ya la capital de las letras rusas,hecho que bien poco tena que ver con la presencia all de la corte. Al fin y al cabo, la corte se aloj

    en Mosc durante siglos y, a pesar de ello, casi nada sali de all. El motivo de esta sbita explosinde poder creativo fue, tambin, y sobre todo, geogrfico. En el contexto de la vida rusa en aquellostiempos, la aparicin de San Petersburgo fue similar al descubrimiento del Nuevo Mundo, puesofreci a los pensadores de la poca una oportunidad para mirarse a s mismos y a la nacin como silo hicieran desde el exterior. En otras palabras, esta ciudad les brind la posibilidad de objetivar el

    pas. La nocin de que la crtica es ms vlida cuando es efectuada desde fuera todava hoy goza deconsiderable popularidad. Entonces, realzada por el carcter utpico alternativo al menosvisualmente de la ciudad, instil en aquellos que eran los primeros en tomar la pluma elsentimiento de la casi incuestionable autoridad de sus manifestaciones. Si es cierto que cada escritordebe distanciarse de su experiencia para ser capaz de comentarla, entonces la ciudad, al prestar esteservicio alienante, les ahorr el viaje.

    Procedentes de la nobleza, de familias terratenientes o del clero, todos estos escritorespertenecan, utilizando una estratificacin econmica, a la clase media, la clase que es casi la nicaresponsable de la existencia de literatura en cualquier parte. Con dos o tres excepciones, todos ellosvivan de la pluma, es decir, con la suficiente estrechez para comprender, sin exgesis ni

    perplejidad, el malestar de los peor dotados, as como el esplendor de los que ocupaban la cima.Estos ltimos no atraan su atencin de una manera tan importante, aunque slo fuera porque las

    posibilidades de ascender eran mucho ms reducidas. Por consiguiente, disponemos de un retratomuy completo, casi estereoscpico, del San Petersburgo interior, real, ya que es el pobre el queconstituye la parte principal de la realidad; el hombrecillo es casi universal. Adems, cuanto ms

    perfecto su entorno inmediato, ms discordante e incongruente resulta l. Nada tiene de extrao que

    todos ellos los oficiales retirados, las viudas empobrecidas, los funcionarios esquilmados, losperiodistas hambrientos, los oficinistas humillados, los estudiantes tuberculosos y tantos otros,vistos ante el impecable y utpico teln de fondo de los prticos clasicistas, excitaran laimaginacin de los escritores e inundaran los primersimos captulos de la prosa rusa.

    Tal era la frecuencia con la que estos personajes aparecan sobre el papel y tal era el nmero depersonas que los situaban all, tal era su dominio sobre su material y tal era el propio material palabras, que al poco tiempo algo extrao empez a ocurrir en la ciudad. El proceso de reconocerestas reflexiones incurablemente semnticas, llenas de juicios morales, convirtise en un proceso deidentificacin con ellas. Tal como a menudo le ocurre a un hombre frente al espejo, la ciudadempez a caer en la dependencia respecto a la imagen tridimensional proporcionada por laliteratura. No se trataba de que los ajustes que sta introduca no fueran suficientes que no lo

    eran sino de que, con la inseguridad innata de todo narcisista, la ciudad comenzaba a mirar conuna intensidad cada vez mayor a ese espejo que los escritores rusos transportaban parafraseando a

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    27/113

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    28/113

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    29/113

    29

    se detuvo en seco, as como la vida econmica de todo el pas. Esta ciudad se congel como sumidaen un aturdimiento mudo y total ante la era inminente, negndose a asistir a ella. Por lo menos, elcamarada Lenin merece sus monumentos aqu por haberle ahorrado a San Petersburgo tanto lainnoble pertenencia a la aldea global como la vergenza de convertirse en la sede de su gobierno, yaque en 1918 l volvi a trasladar la capital de Rusia a Mosc.

    El significado de este gesto, por s solo, podra igualar a Lenin con Pedro. Sin embargo, el propioLenin difcilmente aprobara el hecho de dar su nombre a la ciudad, aunque slo fuera porque todoel tiempo que pas en ella sum unos dos aos. De haber dependido de l, habra preferido Mosc ocualquier otro lugar en la Rusia propiamente dicha, pues l era hombre de tierra firme, y adems unhabitante de ciudad. Y si en Petrogrado se senta incmodo, debase en parte al mar, aunque no eranlas inundaciones lo que le preocupaba, sino la flota britnica.

    Tal vez haba slo dos cosas que tuviera en comn con Pedro I: conocimiento de Europa einhumanidad, pero en tanto que Pedro, con su variedad de intereses, su tumultuosa energa y sutorpeza de aficionado en los grandes designios, era una versin, en unos aspectos al da y en otrosdesfasada, de un hombre del Renacimiento, Lenin era de pies a cabeza un producto de su tiempo: unrevolucionario de miras estrechas, con un tpico deseo petit bourgeois, monomanaco, de poder, lo

    que es en s un concepto extremadamente burgus.Por tanto, Lenin fue a Petersburgo porque all era donde crea que se encontraba el poder, como

    hubiera ido a cualquier otro lugar de haber pensado que se encontraba all (y de hecho as lo hizo,pues mientras viva en Suiza intent lo mismo en Zurich). Era, en resumen, uno de los primeroshombres para los que la geografa es una ciencia poltica. Pero lo cierto es que Petersburgo nuncafue, ni siquiera durante su perodo ms reaccionario bajo Nicols I, un centro de poder. Todamonarqua se asienta sobre el tradicional principio feudal de la complaciente sumisin o resignacinal gobierno de uno solo, respaldado por la Iglesia. Despus de todo, cualquiera de las dos sumisin o resignacin es un acto voluntario, tanto como el de depositar un voto. En cambio, laidea principal de Lenin era la manipulacin de la propia voluntad, el control de las mentes, y estoera nuevo para Petersburgo, ya que Petersburgo era meramente la sede del mando imperial, y no ellocus mental o poltico de la nacin, toda vez que la voluntad nacional no puede localizarse pordefinicin. Como entidad orgnica, la sociedad genera las formas de su organizacin tal como losrboles generan sus distancias entre s, y el que pasa por all llama a esto bosque. El concepto del

    poder, alias control estatal sobre el tejido social, es una contradiccin de trminos y revela unleador. La propia mezcla, en la ciudad, de grandeza arquitectnica con una tradicin burocrticasemejante a una telaraa, burlaba la idea de poder. Lo cierto acerca de los palacios, en especial losde invierno, es que no todas sus habitaciones estn ocupadas. De haberse quedado Lenin mstiempo en esta ciudad, sus ideas como estadista tal vez hubieran sido un poco ms humildes, perodesde la edad de treinta aos vivi casi diecisis aos en el extranjero, sobre todo en Alemania ySuiza, nutriendo sus teoras polticas. Slo una vez, en 1905, regres a Petersburgo, donde se qued

    tres meses intentando organizar a los trabajadores contra el gobierno zarista, pero pronto se vioobligado a volver al extranjero, para reanudar sus politiqueos de caf, sus partidas de ajedrez y suslecturas de Marx. Esto no poda ayudarle a ser menos idiosincrtico, pues el fracaso rara vez amplalas perspectivas.

    En 1917, al enterarse en Suiza, a travs de un transente, de la abdicacin del zar, Lenin, juntocon un grupo de sus seguidores, abord un tren que, con los vagones sellados, haba facilitado elEstado Mayor alemn, que confiaba en ellos para que organizaran tareas de quinta columna detrsde las lneas rusas, y se dirigi a Petersburgo. El hombre que se ape del tren en 1917, en laestacin de Finlandia, contaba cuarenta y siete aos, y sta era, presumiblemente, su ltima jugada:tena que ganar o hacer frente a la acusacin de traicin. Aparte de 12 millones de marcos alemanes,su nico equipaje era el sueo de la revolucin socialista mundial, que, una vez iniciada en Rusia,

    haba de producir una reaccin en cadena, y otro sueo que era el de convertirse en jefe del estadoruso a fin de ejecutar el primero. En aquel largo y traqueteante viaje de diecisis aos hasta la

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    30/113

    30

    estacin de Finlandia, ambos sueos se haban fusionado en un concepto de poder un tantosemejante a una pesadilla, pero, al trepar a aquel vehculo blindado, l no saba que slo una deestas cosas estaba destinada a convertirse en realidad.

    Por consiguiente, no era tanto su ida a Petersburgo para hacerse con el poder como la idea depoder que se haba adueado de l mucho tiempo antes, lo que llevaba ahora a Lenin a Petersburgo.

    Lo que se describe en los libros de historia como la gran revolucin socialista de Octubre fue, dehecho, un mero golpe de estado, y adems incruento. Obedeciendo a la seal un disparo de salvadel can de proa del crucero Aurora, un destacamento de la recientemente formada GuardiaRoja entr en el Palacio de Invierno y arrest a un puado de ministros del Gobierno Provisionalque mataban all el tiempo, tratando en vano de ocuparse de Rusia despus de la abdicacin del zar.Los Guardias Rojos no encontraron ninguna resistencia, violaron a la mitad de las componentes dela unidad femenina que custodiaban el palacio, y saquearon los aposentos del mismo. En estaoperacin, dos Guardias Rojos fueron alcanzados por disparos y uno se ahog en las bodegas dondese guardaba el vino. El nico tiroteo que tuvo lugar en la Plaza del Palacio, con cuerposdesplomndose y el haz de un reflector surcando el cielo, fue el de Sergei Eisenstein.

    Tal vez como referencia a la modestia de los hechos en aquella noche del 25 de octubre, la

    ciudad ha sido denominada en la propaganda oficial como la cuna de la Revolucin. Y cunasigui siendo, una cuna vaca, y bien que le agrad ese status. Hasta cierto punto, la ciudad escap ala carnicera revolucionaria. No permita Dios dijo Pushkin que veamos el desastre ruso,insensato e inmisericorde, y Petersburgo no lo vio. La guerra civil ardi a su alrededor y en todo el

    pas, y una grieta horrible traspas la nacin, escindindola en dos campos mutuamente hostiles,pero aqu, a orillas del Neva, por primera vez en dos siglos rein la calma y la hierba empez abrotar entre los adoquines de las plazas vacas y las losas de pizarra de las aceras. El hambre secobr su factura y tambin la Cheka (el nombre de soltera de la KGB), pero, esto aparte, la ciudadse sumi en s misma y en sus reflexiones.

    Mientras el pas, con su capital de nuevo en Mosc, se replegaba a su condicin uterina,claustrofbica y xenofbica, Petersburgo, sin ningn lugar al que retirarse, hizo una pausa... como sila hubieran fotografiado en su postura del siglo XIX. Las dcadas que siguieron a la guerra civil en

    poco la cambiaron: haba nuevos edificios pero situados en su mayora en los suburbios industriales.Adems, la poltica general respecto a la vivienda era la de la llamada condensacin, es decir, la de

    juntar a los desposedos con los bienestantes. As, cuando una familia tena para s todo unapartamento de tres habitaciones, 182 tena que apiarse en una de ellas para permitir que otrasfamilias se acomodaran en las dems. Con ello, los interiores de la ciudad adquirieron un aspectoms a lo Dostoievski que nunca, mientras las fachadas se desconchaban y absorban el polvo, ese

    bronceado de las pocas.Quieta, inmovilizada, la ciudad segua contemplando el paso de las estaciones. En Petersburgo,

    todo puede cambiar excepto su tiempo meteorolgico. Y su luz. Es la luz septentrional, plida y

    difusa, una luz en la que tanto la memoria como el ojo actan con inusual nitidez. Bajo esta luz, ygracias a la rectitud y longitud de las calles, los pensamientos del caminante viajan ms all de sudestino, y un hombre con visin normal puede distinguir a ms de un kilmetro de distancia elnmero del autobs que se acerca o la edad del individuo que le viene siguiendo los pasos. En su

    juventud al menos, el hombre nacido en esta ciudad pasa tanto tiempo caminando como cualquierbuen beduino. Y ello no se debe a la escasez o el precio de los vehculos (hay un excelente sistemade transporte pblico), ni a las colas de un kilmetro ante las tiendas de comestibles. Se debe a queandar bajo este cielo, a lo largo de los terraplenes de granito pardo de ese inmenso ro gris, es en suna prolongacin de la vida y una escuela de visin lejana. Hay algo en la textura granular del

    pavimento de granito junto al curso constante de las aguas que se alejan, que instila en las suelas decualquiera un deseo casi sensual de caminar. El viento procedente del mar, con su olor a algas, ha

    curado aqu muchos corazones sobresaturados de mentiras, desesperacin e impotencia. Si esto eslo que conspira para esclavizar, el esclavo puede tener excusa.

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    31/113

    31

    Esta es la ciudad donde resulta algo ms fcil soportar la soledad en comparacin con cualquierotro lugar, porque la misma ciudad est solitaria. Proporciona un extrao consuelo la nocin de queestas piedras nada tienen que ver con el presente y todava menos con el futuro. Cuanto ms seadentran las fachadas en el siglo XX, ms desdeosas parecen, ignorantes de estos nuevos tiemposy sus preocupaciones. La nica cosa que las aviene con el presente es el clima, y se sienten ms a

    sus anchas con el mal tiempo de finales de octubre o de una primavera prematura con suschaparrones mezclados con nieve y sus aguaceros impetuosos y desorientados. O bien... en lo msmuerto del invierno, cuando palacios y mansiones se ciernen sobre el ro helado, con sus gruesosflecos y bufandas de nieve, como antiguos dignatarios imperiales envueltos hasta las cejas en sussuntuosos abrigos de pieles. Cuando la bola carmes del sol poniente de enero pinta sus altasventanas venecianas con oro lquido, el hombre aterido que cruza el puente a pie ve de pronto loque Pedro vea en su mente cuando erigi esos muros: un espejo gigantesco para un planetasolitario. Y, mientras exhala vapor, casi se compadece de esas columnas desnudas con sus peinadosdricos, capturadas como si las hubieran plantado en ese fro implacable, en esa nieve que llegahasta las rodillas.

    Cuanto ms baja el termmetro, ms abstracto es el aspecto de la ciudad. Veinticinco grados bajo

    cero ya es lo bastante fra, pero la temperatura sigue bajando como si, prescindiendo ya de gentes,ro y edificios, buscara ideas, conceptos abstractos. Con el humo blanco flotando sobre los tejados,los edificios a lo largo de los terraplenes se parecen cada vez ms a un tren parado que tuviera comodestino la eternidad. En los parques y jardines pblicos, los rboles parecen diagramas escolares delos pulmones humanos, con las negras cavernas de los nidos de cuervos. Y siempre a lo lejos, ladorada aguja de la cspide del Almirantazgo trata, como una raya invertida, de anestesiar elcontenido de las nubes. Y no hay manera de decir qu parece ms incongruente ante semejanteteln de fondo: si los hombrecillos de hoy o sus poderosos amos que circulan en negras limusinasatiborradas de guardaespaldas. Lo menos que puede decirse es que unos y otros se sienten bastanteincmodos.

    Ni siquiera a fines de los aos treinta, cuando las industrias locales empezaron a alcanzar el nivelde produccin anterior a la revolucin, la poblacin se haba incrementado suficientemente, yestaba fluctuando ms o menos cerca de la cifra de los dos millones. De hecho, el porcentaje defamilias de antigua residencia (las que haban vivido en Petersburgo durante dos generaciones ms)descenda constantemente a causa de la guerra civil, la emigracin en los aos veinte, y laspurgas en los treinta. Vino despus la segunda guerra mundial con los novecientos das de asedio,que se cobraron casi un milln de vidas, tanto por los bombardeos como por el hambre. El asedio esla pgina ms trgica en la historia de la ciudad, y pienso que fue entonces cuando el nombre deLeningrado fue aceptado finalmente por los habitantes que sobrevivieron, casi como un tributo alos muertos; es difcil discutir con inscripciones en las lpidas de las tumbas. Sbitamente, la ciudad

    pareci mucho ms vieja; era como si la Historia hubiese reconocido finalmente su existencia y

    decidido ponerse al da con este lugar a su morbosa manera: amontonando cadveres. Hoy, treinta ytres aos ms tarde, pese a haber sido repintados y estucados, los techos y las fachadas de estaciudad inconquistada todava parecen conservar, semejantes a manchas, las huellas de los ltimos

    jadeos y las ltimas miradas de sus habitantes. O tal vez se trate, simplemente, de mala pintura ymal estuco.

    Hoy, la poblacin de esta ciudad linda en los cinco millones, y a las ocho de la maana losabarrotados tranvas, autobuses y trolebuses cruzan con estrpito los numerosos puentes,trasladando sus percebes humanos a sus fbricas y oficinas. La poltica de la vivienda ha pasado dela condensacin a la construccin de nuevas estructuras en las afueras, cuyo estilo se parece atodo lo dems que se encuentra en el mundo y es conocido popularmente como barrackko. Es ungran mrito de los padres de la ciudad actual el haber conservado virtualmente intacto el ncleo

    principal de la misma. No hay aqu rascacielos ni bucles de autopistas. Rusia tiene un motivoarquitectnico para agradecer la existencia del Teln de Acero, ya que ste la ayud a retener una

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    32/113

    32

    identidad visual. Hoy en da, cuando uno recibe una tarjeta postal, necesita un buen rato paraaveriguar si ha sido enviada desde Caracas, en Venezuela, o desde Varsovia, en Polonia.

    No es que a los padres de la ciudad no les agradara inmortalizarse a s mismos en vidrio yhormign, pero en cierto modo no se atreven. Cualquiera que sea su vala, tambin ellos caen bajoel hechizo de la ciudad, y slo osan, como mximo, erigir aqu o all un hotel moderno donde todo

    es obra de constructores extranjeros (finlandeses)..., con la excepcin, claro est, de la instalacintelefnica y la elctrica, ya que stas slo obedecen al know-how ruso. En general, estos hotelesestn destinados a atender tan slo a turistas extranjeros, a menudo los propios finlandeses, debido ala proximidad de su pas con Leningrado.

    La poblacin se divierte en casi un centenar de cines y una docena de teatros de comedia, pera yballet; hay tambin dos enormes estadios de ftbol y la ciudad sostiene dos equipos profesionales deftbol y uno de hockey sobre hielo. En general, los deportes cuentan con un importante apoyooficial, y aqu se sabe que el ms entusiasta de los forofos del hockey sobre hielo vive en elKremlin. Sin embargo, en Leningrado, como en toda Rusia, el pasatiempo principal es la botella.En lo que se refiere a consumo de alcohol, esta ciudad es ciertamente la ventana sobre Rusia, y a feque est abierta de par en par. A las nueve de la maana, es ms frecuente ver un borracho que un

    taxi. En la seccin de vinos de las tiendas de comestibles, siempre cabe encontrar un par dehombres con la misma expresin vacua pero inquisidora en sus caras: estn buscando un tercerocon el que compartir el precio y el contenido de una botella. El precio se comparte ante la cajera yel contenido... en el umbral ms cercano. En la semioscuridad de esas entradas reina, en su ms altamanifestacin, el arte de dividir medio litro de vodka en tres partes iguales sin que sobre ni unagota. All se originan amistades extraas e inesperadas, pero a veces imperecederas, as como loscrmenes ms srdidos. Y aunque la propaganda condena el alcoholismo, verbalmente y en letraimpresa, el estado contina vendiendo vodka e incrementando los precios, porque la botella es lafuente de los mayores ingresos del estado: su costo es de cinco kopecks y se vende a la poblacin

    por cinco rublos, lo que equivale a un beneficio del 9.900 por ciento.Pero el hbito de la bebida no es una rareza entre los que viven junto al mar. Los rasgos ms

    caractersticos de los leningradenses son: mala dentadura (debido a la falta de vitaminas durante elasedio), claridad en la pronunciacin de las sibilantes, aptitud para rerse de s mismos, y un ciertogrado de altivez respecto al resto del pas. Mentalmente, esta ciudad es todava la capital, y es aMosc lo que Florencia es a Roma o lo que Boston es a Washington. Como algunos de los perso-najes de Dostoievski, Leningrado siente orgullo y un placer casi sensual al verse inidentificado,rechazado, y sin embargo sabe perfectamente que, para todo aqul cuya lengua materna sea el ruso,la ciudad es ms real que cualquier otro lugar en el mundo donde se oiga este idioma.

    Y es que existe el segundo Petersburgo, el que est hecho de versos y de prosa rusa. Esa prosa esleda y releda y los versos se aprenden de memoria, aunque slo sea porque en las escuelassoviticas se obliga a los nios a memorizarlos si quieren aprobar sus cursos. Y es esta

    memorizacin lo que asegura el status de la ciudad y su lugar en el futuro mientras exista estelenguaje, y transforma a los escolares soviticos en el pueblo ruso.El ao escolar suele concluir a fines de mayo, cuando llegan a esta ciudad las Noches Blancas,

    para quedarse durante todo el mes de junio. Una noche blanca es una noche en la que el solabandona el cielo apenas un par de horas, un fenmeno muy familiar en las latitudesseptentrionales. Es la poca ms mgica en la ciudad, cuando se puede escribir o leer sin lmpara alas dos de la madrugada, y cuando los edificios, exentos de sombras y con sus tejados perfilados enoro, parecen piezas de frgil porcelana. Hay tanto silencio en derredor que casi puede orse eltintineo de una cuchara que se caiga en Finlandia. El matiz rosado y transparente del cielo es tantenue que el azul plido de acuarela del ro casi no logra reflejarlo. Y los puentes estn alzados,como si las islas del delta se hubieran soltado las manos y empezado lentamente a derivar, dando

    vueltas en la corriente principal, hacia el Bltico. En estas noches, cuesta dormirse, porque haydemasiada luz y porque cualquier sueo ser inferior a su realidad. All donde un hombre no

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    33/113

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    34/113

    34

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    35/113

    35

    EL HIJO DE LA CIVILIZACIN

    PORalguna extraa razn, la expresin muerte de un poeta suena siempre de manera algo msconcreta que vida de un poeta, quiz porque vida y poeta, como palabras, son casi sinnimasen su positiva vaguedad, en tanto que muerte incluso como palabra es aproximadamente tandefinida como la propia produccin de un poeta, es decir, un poema, el rasgo principal del cual essu ltimo verso. Sea lo que fuere una obra de arte, propende a su final, que contribuye a su forma yniega la resurreccin. Despus del ltimo verso de un poema no hay nada, salvo la crtica literaria.As pues, cuando leemos a un poeta, participamos en su muerte o en la muerte de sus obras. En elcaso de Mandelstam, participamos en ambas cosas.

    Una obra de arte est destinada siempre a sobrevivir a su creador. Parafraseando al filsofo, sepodra decir que escribir poesa es tambin ejercitarse en morir. Pero dejando aparte la puranecesidad lingstica, lo que le hace escribir a uno no es tanto una preocupacin por la condicin

    perecedera de la propia carne como la urgencia imperiosa de preservar ciertas cosas del mundo deuno, de la civilizacin personal de uno, de la propia continuidad no semntica de uno. El arte no esuna existencia mejor, sino alternativa; no es un intento de escapar a la realidad, sino lo contrario, unintento de animarla. Es un espritu que busca carne, pero que encuentra palabras. En el caso deMandelstam, resulta ser que las palabras pertenecen a la lengua rusa.

    Posiblemente, para un espritu, la solucin no poda ser mejor: el ruso es una lengua sujeta amltiples inflexiones, lo que quiere decir que puede ocurrir muy bien que el nombre vaya al final dela frase y que la terminacin de ese nombre (o adjetivo o verbo) vare segn el gnero, el nmero yel caso. Todo esto aporta a una verbalizacin dada la calidad estereoscpica de la percepcin en s y(a veces) agudiza y desarrolla esta ltima. Lo que mejor ilustra este aspecto es el manejo que haceMandelstam de uno de los temas principales de su poesa: el tema del tiempo.

    Nada hay ms extrao que aplicar un dispositivo analtico a un fenmeno sinttico: por ejemplo,escribir en ingls sobre un poeta ruso. Sin embargo, en el caso de Mandelstam, tampoco seramucho ms fcil aplicar el dispositivo mencionado en ruso. La poesa es el resultado supremo detoda la lengua y analizarlo no es otra cosa que hacer difuso el foco. Esto es tanto ms verdad en elcaso de Mandelstam, figura extremadamente solitaria en el contexto de la poesa rusa, y lo queexplica su aislamiento es precisamente la densidad de su foco. La crtica literaria es sensatanicamente cuando el crtico opera en el mismo plano tanto de la referencia lingstica como

    psicolgica. Dada su actual situacin, Mandelstam est destinado a una crtica que vengaestrictamente de abajo en cualquiera de las dos lenguas.La inferioridad del anlisis parte de la misma nocin del tema, ya sea el tema el tiempo, el amor

    o la muerte. La poesa es, antes que nada, un arte de referencias, alusiones, paralelos lingsticos yfigurativos. Existe una inmensa sima entre elHomo sapiens y elHomo scribens,puesto que, para elescritor, el concepto de tema aparece como resultado de combinar las tcnicas y dispositivos antesmencionados, en el supuesto de que aparezca. Escribir es literalmente un proceso existencial: sesirve del pensamiento para sus propios fines y consume nociones, temas y cosas parecidas, no locontrario. La que dicta un poema es la lengua, y la voz de la lengua es lo que conocemos con losapodos de Musa o de Inspiracin. Mejor ser, pues, que no hablemos del tema del tiempo en la

    poesa de Mandelstam, sino de la presencia del tiempo en s, como entidad y como tema, aunque

    slo sea porque el tiempo tiene su puesto dentro de un poema y es una cesura.Porque sabemos perfectamente bien que Mandelstam, a diferencia de Goethe, en ningn

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    36/113

    36

    momento exclama: Oh, momento, detente! Eres tan hermoso!, sino que trata simplemente deampliar su cesura. Y lo que es ms, no lo hace tanto por la particular belleza o ausencia de bellezade ese momento; su preocupacin (y posteriormente su tcnica) es totalmente diferente. Lo que el

    joven Mandelstam estaba tratando de transmitir en sus dos primeras recopilaciones era la sensacinde una existencia sobresaturada, para lo cual escogi como medio la representacin de un tiempo

    sobrecargado. Sirvindose de todo el poder fontico y alusivo de las palabras, la poesa de Man-delstam expresa en este perodo la dilacin, la sensacin viscosa del paso del tiempo. Y puesto quelo consigue (como siempre), el efecto es que el lector se da cuenta de que las palabras, las letrasincluso y de manera especial las vocales, son casi palpables vasijas de tiempo.

    Por otra parte, su actitud no es la de bsqueda de los das pasados, con su escudriamientoobsesivo para recuperar y reconsiderar el pasado. Mandelstam rara vez vuelve la vista atrs en un

    poema; l est totalmente en el presente, en ese mismo momento, que hace continuo y que dilatams all de su lmite natural. El pasado, ya sea personal o histrico, est en la misma etimologa delas palabras. Pero, por muy antiproustiano que sea su tratamiento del tiempo, la densidad de su

    poesa tiene afinidades con la gran prosa del francs. En cierto modo, es la misma guerra total, elmismo ataque frontal pero, en este caso, un ataque al presente y con recursos de diferente

    naturaleza. Tiene una extrema importancia observar, por ejemplo, que en casi todos los casos,cuando Mandelstam trata este tema del tiempo, recurre a un verso fuertemente cesurado, que tieneresonancias del hexmetro tanto en su ritmo como en su contenido. Se trata generalmente de un

    pentmetro ymbico, que se desliza en el verso alejandrino, y siempre hay una parfrasis o unareferencia directa a alguna produccin pica de Hornero. Este tipo de poema se desarrolla, pornorma, en algn sitio prximo al mar, lo que directa o indirectamente evoca el ambiente de laGrecia antigua. Esto es as, en parte, por la consideracin tradicional de la poesa rusa de queCrimea y el Mar Negro constituyen la nica aproximacin a mano del mundo griego, del queaquellos lugares Turida y Ponto Euxino eran los arrabales. Tmense, por ejemplo, poemascomoEl ro de miel dorada flua tan lento..., Insomnio. Hornero. Velas hinchadasy tensas... y Hayoropndolas en bosques y duradera longitud de vocales, donde aparecen estos versos:

    ...Pero la naturaleza una vez al aose baa en la amplitud como en los metros homricos,igual que una cesura, bostezo del da.

    La importancia de esta resonancia griega es mltiple. Podra tratarse de un problema puramentetcnico, pero el hecho es que el verso alejandrino es extremadamente afn al hexmetro, la madre detodas las Musas fue Mnemosina, la Musa de la Memoria, y para que un poema (ya se trate de una

    poesa breve o de un poema pico) pueda sobrevivir, tiene que ser memorizado. El hexmetroconstitua un excelente procedimiento mnemotcnico, aunque slo fuera porque era tan pesado y tan

    diferente del habla coloquial de cualquier pblico, incluida la de Hornero. As es que, haciendoreferencia a este vehculo de la memoria dentro de otro es decir, dentro del verso alejandrino,Mandelstam, al mismo tiempo que produce una sensacin casi fsica de tnel del tiempo, crea elefecto de un movimiento dentro de otro, de una cesura dentro de una cesura, de una pausa dentro deuna pausa, lo que, despus de todo, es una forma de tiempo, por no decir su significado: si esto noconsigue detener el tiempo, por lo menos lo enfoca.

    No es que Mandelstam haga esto de una manera consciente, deliberada, ni que ste sea supropsito bsico al escribir un poema, sino que lo hace de una forma espontnea, en las oracionessubordinadas, mientras escribe (a menudo acerca de otra cosa), nunca escribiendo para sentar este

    principio. La suya no es una poesa tpica. La poesa rusa no es, en conjunto, excesivamente tpica.Su tcnica bsica consiste en dar un rodeo, en enfocar el tema partiendo de diferentes ngulos. El

    tratamiento escueto del tema, tan caracterstico de la poesa en ingls, por lo general se ejercita enuno u otro verso, despus de lo cual un poeta pasa a ocuparse de otra cosa; rara vez persiste en todo

  • 8/11/2019 Brodsky, Joseph - Menos Que Uno

    37/113

    37

    un poema. Los tpicos y conceptos, prescindiendo de La importancia que puedan tener, no son sinomaterial, como palabras, y estn siempre presentes. La lengua tiene nombres para todos ellos y el

    poeta, ya se sabe, domina la lengua. Grecia estuvo siempre presente, al igual que Roma, la Ju-deabblica y la Cristiandad. Las piedras angulares de nuestra civilizacin son vistas en la poesa deMandelstam aproximadamente de la misma manera que las ha tratado el tiempo: como una unidad y

    dentro de su unidad. De