BORGES ENAMORADO-ensayos críticos

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1. CECILIA HERNNDEZ DE MENDOZA, El poeta en la sombra:

Alberto

ngel

Montoya.

1973.

2. AURELIO MARTNEZ M U T I S , Julio Flrez: su vida y suobra. Introduccin de CARLOS VALDERRAMA ANDRADE. 1973.

3. Los rboles en la poesa castellana. Antologa. Seleccinv estudio preliminar de NSTOR MADRID-MALO. 1973.

4. HORACIO, Arte potica y 5. RAFAEL MAYA, El tiempo

otros poemas. Traduccin y1974.

notas de SCAR GERARDO RAMOS.

recobrado. Poemas,

1974.

6. Baladas y romances de ayer y de hoy. Seleccin, introduccin y notas de CARLOS GARCA PRADA. 1974.

7. EDUARDO SANTA, El mundo 1975.

mgico

del libro.

1974.

8. DARO ACHURY VALENZUELA, Palabras con azar. Glosas.

9. RAFAEL MAYA, Letras y letrados.

1975.

10. ALBERTO MIRAMN, Pombo. 1975.

La

angustia

creadora

en

Nez

y

11. EDUARDO G U Z M N ESPONDA,

Crnicas efmeras.

1976.

12. JOAQUN PIEROS CORPAS, LOS

das siempre iguales: co-

loquios del orbe nuevo. 13. JORCE ROJAS,

1976. 1967-1976. 1976.

Crcel de amor:

14. HCTOR H. ORJUELA, D e sobremesa y otros estudios sobre Jos Asuncin Silva. 1976.15. JOS A N T O N I O L E N . R E Y , Guayacundo. 1976.

16. GUSTAVO A. ALFARO, La estructura de la novela picaresca. 1977. 17. ALIRIO G M E Z PICON, Francisco Javier Caro: tronco hispano de los Caros en Colombia. 1977.18. JOS ASUNCIN SILVA, Intimidades. Introduccin d e GER-

MN ARCINIEGAS. Edicin, prlogo y estudio preliminarde HCTOR H. ORJUELA. 1977.

19

LVARO

LECOMPTE L U N A , Castillo y Rada, el grancolom-

biano. Prlogo de Lucio PABN N E Z . 1977. 20. Amis y Amiles: cantar de gesta francs del siglo XIII. Traduccin, introduccin y notas de CARLOS ALVAR. 1978.21. GLORIA SERPA DE DE FRANCISCO, Gran reportaje a Eduar-

do

Carranza. 1978.

22. FERNANDO LORENZANA, Recuerdos de su vida. Diario de su viaje a Bogot en 1832 y su correspondencia con el primer representante de Colombia en Roma. Los publica por primera vez GERMN ARCINIEGAS. 1978. 23. JOS ENRIQUE GAVIRIA, Caminos en la niebla* y otras

piezas teatrales.

1978.Crnicas ligeras. 1979. Clsicos colombianos. 1980.

24. EDUARDO G U Z M N ESPONDA, 25. CARLOS ARTURO CAPARROSO,

26. SCAR ECHEVERRI M E J A , Las cuatro estaciones. Poemas:

1963-1964. 1980.27. JOS ANTONIO L E N R E Y , El pueblo relata... 1980.

28. Antologa de poesa latina. Traducciones y notas deSCAR GERARDO RAMOS. 1981.

29.

FERNANDO DE LA VEGA,

Evolucin de la lrica en Colombia en el siglo XIX. Edicin, prembulo y notas de GUILLERMO HERNNDEZ PEALOSA. Prlogo de NICOLSDEL CASTILLO MATHIEU. 1981.

30. Jos ANTONIO LEN REY, Juegos infantiles del oriente cundinamarqus. 1982. 31. ABEL CRUZ SANTOS, Cinco hombres en la historia de Colombia. 1982. 32. 33.RAFAEL ORTIZ GONZLEZ, JOAQUN PIEROS CORPAS,

El divino sonmbulo. 1982. Pasos con el pueblo. 1983.

34. JOS ANTONIO LEN REY, Nidito de plata y otros cuen-

tos. 1983. 35. CARLOS MARTN, Epitafio de Piedra y Cielo ... y otros poemas. Presentacin de EDUARDO CARRANZA. 1984. 36.MARCO VILA.

A. DAZ GUEVARA, La vida de Don Miguel Antonio Caro. Presentacin de MIGUEL SANTAMARA D1984. EDUARDO GUZMN ESPONDA,

37.

Variedades literarias y lin-

gsticas. 1984.38. CARLOS E. MESA, C. M. F., Cervantismos y quijoteras.

1985. 39. Jos ANTONIO LEN REY, Del saber del pueblo: adivinanzas, supersticiones y refranes. 1985. 40.GIOVANNI QUESSEP, Muerte de NANDO CHARRY LARA. 1985.

Merln. Prlogo de

FER-

41. JAIME GARCA MAFFLA, Las voces del viga. 1986.

42. Federico Garca Lorca bajo el cielo de Nueva Granada. Compilacin, presentacin y notas de VICENTE PREZSILVA. 1986.

43. HCTOR H. ORJUELA, de Yurupary. 1987.

Mitopoemas:

cantares1987.

y

fbulas

44. JORGE ELICER R U I Z , Sociedad y cultura.

45. JOS A N T O N I O L E N R E Y , Paisajes y vivencias. 1987.

46. JENNIE FIGUEROA LORZA,

Huellas del camino: Ancdotas

de las encuestas para el " A L E C " . 1988. 47. Ancdotas y poesas satricas de Miguel Antonio Caro. - Edicin, introduccin y notas de GUILLERMO HERNNDEZ PEALOSA. 1988.

48. Jos Eustasio49. NSTOR50

Rivera, polemista.

Compilacin,1989.

introduc-

cin y notas de VICENTE PREZ SILVA. 1989.

MADRID-MALO,

Sonetos reunidos.

FERNANDO LLERAS DE LA FUENTE, El corazn suspenso.Prlogo de JORGE ELICER R U I Z . 1989.

5 1 . ALFONSO LPEZ MICHELSEN, El quehacer literario.

1989.

52. LUIS MARA SOBRN, Poemas de la vida y la palabra.Prlogo de CNDIDO ARUS. 1990.

53. EDUARDO LEMAITRE, Contra viento y marea. La lucha de Rafael Nez por el poder. 1990. 54. Una visin de Amrica. La obra de Germn Arciniegas desde la perspectiva de sus contemporneos. Compilacin y prlogo de JUAN GUSTAVO COBO BORDA. 1990.

55. Toms

Carrasquilla,

autobiogrfico

y

polmico.

Compi-

lacin, presentacin y notas de VICENTE PREZ SILVA. 1991. 56. JOS A N T O N I O L E N R E Y , "Cuando se muere el agua"

y otros cuentos. Prlogo de MANUEL SECO. 1991.

57. EDUARDO SANTA, Porfirio Barba-Jacob y su lamento potico (Estudio crtico). 1991. 58. OTTO MORALES BENTEZ, Momentos de la literatura colombiana. 1991.59 JORGE ROJAS, El libro de las Tredcimas. 1991.

60. NICOLS GMEZ DVILA, Sucesivos escolios a un texto implcito. 1992. 61. ALEJANDRO VALENCIA VILLA, El pensamiento constitucional de Miguel Antonio Caro. 1992. 62. Amrica. De lo real maravilloso. Seleccin de MARIOGERMN ROMERO. 1992.

63. GIOVANNI QUESSEP, Antologa potica. Prlogo de HERNN REYES PEARANDA. 1993.

64. CARLOS DUPUY, Recuento de imgenes. 1993.

65. CECILIA HERNNDEZ DE MENDOZA, El poeta Jorge Rojas: estudio y antologa. 1993. 66. ROBERTO URIBE PINTO, Corrientes interiores y otros poemas. 1993. 67. Leyendo a Silva. Tomo I. Compilacin y prlogo deJUAN GUSTAVO COBO BORDA. 1994.

68. Leyendo a Silva. Tomo II. Compilacin y prlogo deJUAN GUSTAVO COBO BORDA. 1994.

69. ALBERTO PARRA HIGUERA, El pozo de las imgenes (Poemas de ausencia). 1994. 70. MARTHA L. CANFIELD, Caza de altura. Poemas, 1968-1993. 1994. 71. GUSTAVO PEZ ESCOBAR, Biografa de una angustia. 1994.

72. Parnaso colombiano. Seleccin de poesas de los lricos contemporneos, coleccionadas por EDUARDO DE ORY. Prlogo del DR. ANTONIO GMEZ RESTREPO. Reimpresin facsimilar de la edicin de 1914, con Nota Preliminarde JUAN GUSTAVO COBO BORDA. 1994.

73. ROGELIO ECHAVARRA, Mil y una notas (De "Cartulas . y Solapas"). Tomo I. Seleccin y prlogo de DAROJARAMILLO AGUDELO. 1995.

74. ROGELIO ECHAVARRA, Mil y una notas (De "Cartulas y Solapas").Tomo II. Seleccin y prlogo de DAROJARAMILLO AGUDELO. 1995.

75. Antologa de Pedro Gmez Valderrama. Prosa y poesa.Prlogo y seleccin por JORGE ELIECER RUIZ, 1995.

76. CARLOS MARTN, Vida en amor y poesa. 1995. 77. Repertorio crtico sobre Gabriel Garca Mrquez. Tomo I. Compilacin y prlogo de JUAN GUSTAVO COBOBORDA. 1995.

78. Repertorio crtico sobre Gabriel Garca Mrquez. Tomo II. Compilacin y prlogo de JUAN GUSTAVO COBOBORDA. 1996.

79. CECILIA HERNNDEZ DE MENDOZA, La poesa de Gerardo Valencia. 1996. 80. JORGE RESTREPO, Creencias de un escptico. 1996. 81. DANIEL ARANGO, La ciudad de Is. Ensayos y notas de juventud. Docencia y poltica educativa. 1996. 82. Leyendo a Silva. Tomo III. Compilacin y prlogo deJUAN GUSTAVO COBO BORDA. 1997.

83. LUIS PASTORI, Sonetos intemporales (99 Sonetos de Amor).1997. 84. CARLOS GERMN BELLI, Trechos del itinerario (19581997). 1998.

85. Faunica. Antologa potica zoolgica panamericana y europea. Acopio, ordenamiento, introduccin, traducciones y notas de VCTOR MANUEL PATIO. 1999. 86. 87.CARLOS RINCN, Garca Mrquez, Hawthorne, Shakespeare, De la Vega & Co. Unltd. 1999.

JUAN GUSTAVO COBO BORDA, Borges enamorado. Ensayos crticos. Dilogos con Borges. Rescate y glosa de textos de Borges y sobre Borges. Bibliografa. 1999.

BORGES ENAMORADOENSAYOS CRTICOS DILOGOS CON BORGES RESCATE Y GLOSA DE TEXTOS DE BORGES Y SOBRE BORGES BIBLIOGRAFA

JUAN GUSTAVO COBO BORDA

BORGES ENAMORADOENSAYOS CRTICOS DILOGOS CON BORGES RESCATE Y GLOSA DE TEXTOS DE BORGES Y SOBRE BORGES BIBLIOGRAFA

SERIE LA GRANADA ENTREABIERTA, 8 7 I N S T I T U T O CARO Y C U E R V O SANTAF DE BOGOT / 199 9

Los derechos de autor de todos los textos de Borges analizados en este libro, corresponden a Mara Kodama

ES PROPIEDAD

IMPRENTA PATRITICA DEL INSTITUTO CARO Y CUERVO, YERBABUENA.

LOS

AMIGOS:

RAZN

DE

ESTE LIBRO

En 1978, en Bogot, Emir Rodrguez Monegal me regal su biografa literaria de Borges en ingls con una dedicatoria que dice: "A Juan Gustavo, por el entusiasmo compartido y el humor inagotable, su amigo Emir". Quisiera fechar en este lugar y ese momento mi simblico ingreso a la secta de Borges para lo cual ya me haba preparado en un largo noviciado, durante aos. Pude as recibir a Jorge Luis Borges en la Biblioteca Nacional de Colombia en ese mismo ao, en una noche feliz en que los jvenes impacientes rompieron las grandes puertas de madera que dan a la calle 24 y detuvieron mudos su atropellado tropel ante la airosa figura del poeta ciego. Del hacedor por excelencia. Esa noche se dialog con fervoroso entusiasmo sobre los temas recurrentes que su obra ha propuesto y ante la pregunta que lo regocij, por darse en Bogot, sobre la figura de Enrique Banchs nos dijo que la fortuna de Banchs resida en haber sido abandonado por una mujer. Gracias a ello pudo compensar esa prdida imaginando poemas perdurables. Recit entonces el poema de Banchs sobre el espejo que concluye con premonitorios versos del sabor borgesiano: Si hace doble el dolor, tambin repite las cosas que me son jardn del alma y acaso espera que algn da habite en la ilusin de su azulada calma,

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el Husped que le deje reflejadas frentes juntas y manos enlazadas. El libro de Banchs La urna data de 1911. Estamp entonces el diminuto garabato de su rbrica de ciego en un ejemplar de la Antologa potica argentina que haba perpetrado con Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares en 1941. All, por cierto, se halla seleccionado otro soneto asaz revelador del mismo Banchs por el cual se pasea un animal de msculo alevoso: tornasolando el flanco a su sinuoso paso va el tigre suave como un verso y la ferocidad pule cual terso topacio el ojo ciego y vigoroso. Soneto ferocidad: que concluye con este terceto, de relampagueante

Espa mientras bebe con nerviosa cola el haz de las frulas vecinas, en reprimido acecho... as es mi odio. Volv a ver a Borges en Munich y de 1983 a 1990 viv en Buenos Aires, gracias a la generosidad del presidente Belisario Betancur y del ya fallecido y siempre recordado Hernando Pastrana Borrero. fos Bianco, el mtico secretario de redaccin de Sur, el traductor de La cartuja de Parma, el novelista de La prdida del reino, fue el ms carioso y gentil de mis amigos argentinos. Gracias a su afecto pude compartir horas inolvidables en cercana intimidad con Borges, hasta su viaje para morir en paz, solitario y discreto, en la Ginebra de su adolescencia.

LOS AMIGOS: RAZN DE ESTE LIBRO

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En julio de 1987, con la complicidad de Daro Jaramillo Agudelo, prepar para la Biblioteca Luis ngel Arango de Bogot una muy amplia exposicin bibliogrfica sobre Borges cuyo catlogo de 145 pginas, titulado El Aleph borgiano, es ya una curiosidad bibliogrfica saturada de pginas perdidas de Borges. Con su proverbial discrecin Mara Kodama alent mi culto por Borges y mis detectivescas peripecias en pos de sus pginas dispersas. Sin su estmulo y autorizacin muchos de los rescates de este libro no hubieran sido posibles. Tres grandes libreros de Buenos Aires, el oriental Washington Pereyra, fos Gilardoni y Alberto Casares fomentaron sospechosamente mi pasin por Borges hasta convertirla en un vicio nefasto. Compruebo, no sin asombro, que tengo ahora 770 libros de y sobre Borges. Que un lector meramente colombiano haya alcanzado esa cifra demuestra, no hay duda, la proliferacin maligna de la industria borgesiana 1 y el excesivo nmero de las demasiadas universidades. Pero Ignacio Chaves, director del Instituto Caro y Cuervo, flamante y justo premio Prncipe de Asturias en Humanidades, por el cual todos luchamos y todos nos regocijamos, pens que vala la pena compartir esas pesquisas y esas indagaciones con los muchos amigos que el Instituto tiene, literalmente, en todo el mundo. El libro, por supuesto, ser inferior a sus deseos, pero s refleja el constante inters sostenido por tantos aos y la felicidad inexhausta que las pginas de Borges nos han dado. cin Curiosamente los libros que he escrito sobre fos AsunSilva, Germn Arciniegas, Alvaro Mutis y Gabriel Gar-

1 Aunque en la literatura anterior se ha empleado con frecuencia la expresin "borgiano", es natural que lo propio es hablar de "borgesiano".

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JUAN GUSTAVO COBO BORDA

ca Mrquez me han permitido sentir que en alguna forma conozco su obra y puedo sintetizar sus figuras. Con Borges no. Tantos asedios, por tantos aos, a partir de un texto cuyo ttulo ya sugiere mi mtodo crtico, "Borges en pantuflas", de 1971, aparecido en la legendaria revista ECO, de Bogot, me dan la paradjica certeza de cmo este libro que no quiero terminar apenas si comienza. De que, en definitiva, no s nada de Borges. Part del rescate de algunos de sus textos perdidos y glos algunas de esas sagradas escrituras. Me aproxim luego a algunos de sus mejores amigos, tambin escritores: su padre, Adolfo Bioy Casares, Alfonso Reyes. Circund algunos cuentos como El Sur y la repercusin de su obra en diversas latitudes. Agrup los dilogos que sostuvimos en compaa de Jos Blanco. Y me fij, ms de cerca en su figura. En su bellamente contradictoria figura: el ultrasta y el acadmico, el seductor y el solitario, el que padeci la poltica y reafirm el individualismo. El argentino universal ledo en Colombia y querido en el mundo. Por ello cuando Carlos jos Reyes y lvaro Rodrguez me invitaron a coordinar la nueva exposicin sobre Borges que se ha inaugurado en la Biblioteca Nacional de Colombia el 1 de julio de 1999 para recibir de nuevo a Borges, cien aos despus de su nacimiento, en el mismo lugar donde lo vi por primera vez, en 1978, me estremec con la certeza irrefutable de sus versos:Lo supieron los arduos alumnos de Pitgoras: los astros y los hombres vuelven cclicamente; los tomos fatales repetirn la urgente Afrodita de oro, los tebanos, las goras.

Esa noche cclica abarcaba el ao que acababa de pasar en Atenas, gracias a la simpata del presidente Ernesto Samper, leyendo aquellos cantos iniciales de La I liada que

LOS AMIGOS: RAZN DE ESTE LIBRO

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un gran amigo de Borges, Alfonso Reyes, haba trasladado a nuestra lengua. As que volver a Bogot y retornar a Borges era apenas inevitable. De ah han surgido los nuevos intentos por leer a Borges. Pero aqu no termina el catlogo inabarcable de mis gratitudes: a los seis aos mi hija Paloma Cobo Daz fue la auxiliar indispensable para actualizar las referencias bibliogrficas sobre Borges. Apilando, en orden alfabtico, las montaas de libros y recitando en voz alta la secuencia que va de la "a" a la "z" descubrimos alborozados lo que ya Borges haba constatado: que todo orden es fundamentalmente arbitrario. Naturalmente su madre Griselda intent poner un orden ms razonable en el feliz desorden que fuimos creando. Desde ya hace varias dcadas mi otra casa han sido las "Lecturas Dominicales" del peridico El Tiempo, de Bogot, donde se han adelantado varios de estos trabajos. Roberto Posada ha sido siempre el ms liberal, hospitalario y gastronmico de los editores. Por su parte Daniel Alberto Dessein, director de La Gaceta de Tucumn, cuyo suplemento literario alcanza el ms fructfero medio siglo de vida, me ha permitido sentirme partcipe de la vida intelectual en la patria de Borges, al publicar all muchas de estas tentativas y aproximaciones. Peter T. Johnson, de la biblioteca de la Universidad de Princeton, conserva de la mejor forma, y sin razn aparente, los borradores de ste y todos mis libros. Por su parte, y con el tpico candor posmoderno de quienes consideran que la Red tiene algo que ver con la realidad, Marcela Anzola busc en vano en su computador el Emanuel Swedenborg, la Clave de Baruch Spinoza, la Historia del infinito, La mscara de oro, Los amigos e incluso Los naipes del tahur de Jorge Luis Borges. Olvid que los libros apenas soados no pueden venderse como novedades

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de librera. De todos modos, y en contra de su formacin acadmica, aprob algunos prrafos de este libro. Finalmente, Jos Eduardo Jimnez, el minucioso e incomparable director de la Imprenta Patritica de Yerbabuena mejor, como siempre, estas pginas y les dio la dignidad tipogrfica que ojal justifique, indirectamente, su precario contenido. Slo resta repetir las palabras de Borges en uno de sus poemas, escrito por cierto en ingls. Al intentar seducir de nuevo a su fugitiva lectora Borges trata de sobornarla "con la incertidumbre, con el peligro, con la derrota". La esplndida derrota de Borges admirable incluso a travs de este torpe exegeta de su magia que no tendr fin.JUAN GUSTAVO COBO BORDA. Santaf de Bogot, 24 de agosto de 1999.

Borges a los veinte aos.LAMINA I

I ENSAYOS CRTICOS DILOGOS CON BORGESPOR

JUAN GUSTAVO COBO BORDA

LOS MIL Y UN ROSTROS DE BORGES Su rostro irradiaba la luminosa intensidad que sus ojos ciegos parecan negarle. Pero al final de sus aos haba adquirido la libertad inquietante de quien era capaz de dirigir sus sueos y lograr que encarnasen creando otros seres. Ya no se trataba solo de El Golem ni de remotos sacerdotes mayas o magos de Babilonia. Borges se soaba a s mismo y de all emanaba el nio nacido en Buenos Aires, que descubra en la biblioteca de libros ingleses de su padre el mundo mismo y caminaba los arrabales de su ciudad, donde las calles se volvan campo, y el coraje marginal de los orilleros daba razn de ser a los cuchillos que llevaban bajo el brazo. All escuch tambin, por primera vez, el laborioso rasgueo de una guitarra. De su sueo surga tambin adolescente, al cual, en Ginebra, lo marcaban los versos de Walt Whitman, la metafsica de Arturo Schopenhauer y la revelacin fulgurante del sexo. El joven vanguardista que en Espaa jugaba con las metforas y disfrutaba, hasta el amanecer, los fuegos artificiales de las tertulias literarias. El taciturno enamorado que, al regresar a su patria, intentaba decir con pudor criollo lo vasto de su pasin y el asombro ante un tiempo que se eternizaba en almacenes y tapias, patios y zaguanes.

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Tambin Borges soaba al desdichado bibliotecario que padeci nueve aos como auxiliar en una biblioteca municipal y en tal infierno teji laberintos, hexgonos, crculos y esferas que resuman el mundo y sus hechos en un Aleph incandescente. El amigo que traduca, con Adolfo Bioy Casares, esotricos textos fantsticos y anotaba, minucioso y puntual, a Cervantes y a Quevedo, a Chesterton y a rigurosas novelas policiales. El paradjico director ciego de la Biblioteca Nacional, cuyo edificio, como en un cuento suyo, haba sido edificado como sede de la Lotera Nacional. El hombre, tan valiente en ocasiones como arbitrario en otras, que se opuso al comunismo, al nazismo y al peronismo y que declar tambin que las opiniones polticas eran lo ms insustancial de cualquier obra literaria. El viajero incansable que, de Texas a Creta y de Japn a Irlanda, desconcertaba con. sus paradojas y otorgaba a sus auditorios la irrefutable sensacin fsica de haber vislumbrado a un heraldo insomne de las lunares comarcas de la poesa. Finalmente, Borges soaba al cansado anciano de bastn tanteante que volva a recobrar su juventud y su memoria en una Ginebra calvinista, donde morira dictando un ltimo texto sobre Venecia. All est enterrado bajo una runa vikinga colocada por su ltimo amor, una mujer japonesa tambin nacida en Buenos Aires y llamada Mara Kodama. Por este sueo llamado Borges el mayor escritor en lengua castellana del siglo xx , y por el amor que su obra de poeta, ensayista y cuentista ha suscitado en todo el mundo, en infinidad de traducciones y en influjo directo sobre tantos

LOS MIL Y UN ROSTROS DE BORGES

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otros autores, es por lo que volvemos a mirar sus pginas, sabiendo de antemano que son inagotables. Borges ha dejado sus sueos para que otros los sigan soando.

BORGES, BORGES, BORGES*7. Feliz el que no insiste en tener razn, porque nadie la tiene o todos la tienen. 14. Nadie es la sal de la tierra, nadie, en algn momento de su vida, no lo es. 50. Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor. 51. Felices los felices.

Este evangelio apcrifo de Borges me lo devuelve con la imagen suya que conservo: vestido de azul, gentil y pulcro, dispuesto siempre al dilogo; generoso con su saber inagotable, pero tambin arbitrariamente dulce en la libertad de pensamiento. Dueo de su ciudad, que son todas las ciudades, y dueo del mundo, que era su vereda. Lo veo siempre sonriente. Lo veo siempre travieso detrs de las palabras. Y lo veo dndoles a ellas el sentido que haban perdido. Borges era, adems de esa finura, de esa esbeltez mental un hombre valiente, erguido y tico ante los jvenes y ante la obtusa estupidez. Era la leccin que siempre en Amrica aorbamos sobre la independencia mental que vino mucho* Palabras pronunciadas en la sesin inaugural del Ciclo Borges, el 18 de octubre de 1995, en Casa de Amrica, Madrid.

BORGES, BORGES, BORGES

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ms tarde de la independencia fsica o militar y que, en muchos casos, se ha perdido en otras tristes dependencias. En ese sentido, Borges fue la mente ms hospitalaria y, por ello, por su dilogo con todas las literaturas, es quien nos dio, por fin, una patria: la patria real que va ms all de las fronteras, esa patria en la cual l habitaba y moraba: la literatura. Para todos los que la hemos ledo, la obra de Borges es central. Es central porque nunca pretendi ser ejemplar en el sentido de trazarnos un camino, sino simplemente sugerirnos una lectura. Por eso, Borges resulta felizmente inagotable y cada vez lo redescubrimos, lo reinventamos, lo volvemos ms nuestro y encontramos en esas pginas perdidas, dispersas, en esos prlogos inverosmiles a escritores inexistentes, unas lecciones de tal profundidad, de tal magia sinttica, que esa obra no se agota. Crece sin pausa. Borges es, adems, el que nos otorg la capacidad de que la lengua, que pareca envarada y enftica, se convirtiera en esa armona que poda ir desde lo pico hasta la ms delicada ternura. Hay un Borges amoroso, hay un Borges ertico, hay un Borges sentimental y sensible que vuelve a impregnar sus pginas ms all de los tigres, de los laberintos y de la espada. Al final del duelo de cuchilleros aguarda la mujer ansiada. Ms all de la humillacin y el escarnio, hay otro Borges, generoso en su corazn abierto; y un Borges que volvi habitable una ciudad que al parecer existe y que se llama Buenos Aires. Sin l, esa ciudad no existira. Sin l, muchos de nosotros slo seramos esos fantasmas que en uno de sus ms preciosos cuentos, Ulrica , nos dio sentido y razn de ser.

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All, hablando con Javier Otlora, un profesor de la Universidad de los Andes, de Bogot, el personaje pregunta: "Qu es ser colombiano?"; Borges - Javier Otlora contesta: "Es un acto de fe". Vengo de Colombia. Soy un acto de fe y, por lo tanto, debo desaparecer ante ustedes, agradecindoles esta feliz cita en torno a Borges.Publicado en Conjurados, Anuario Borgiano I, 1996, Centro de Estudios Jorge Luis Borges, Universidad de Alcal, Franco Mara Ricci Editor, Miln, 1996.

OMAR

KHAYYAM:

PUENTE ENTRE BORGES PADRE Y BORGES HIJO I El sheikh Ghiathuddin Abdul Fath Ornar ibn Ibrahim al Khayyam al Ghag, nacido en Nishapur en el ao 1015, provendra de una comunidad suf de Balkh, y su familia, ni plebeya ni pobre, estuvo sometida a los avatares de la historia persa en tal periodo, que bien pudiera arrancar del ao, 652, cuando los rabes comienzan a ser dueos de la totalidad del pas, en un dominio que durara por lo menos doscientos aos bajo el rgimen de los califas abasidas, surcado, todo ese comienzo, por matanzas y guerras civiles. En el 872 se establece la dinasta safrida sobre la mayor parte de Persia y el resto es sometido por los califas hasta la aparicin de la dinasta buyida (933-1055), destruida por los turcos selycidas de Togrul Bej. Vendra luego, entre 1218 y 1224, el mongol Gengis Khan, quien arrasa sin piedad y extiende su conquista hasta el Indo, y para terminar, 13801393, la tambin impiadosa conquista de Tamerln. Un periodo, como se ve, de incertidumbre y agitacin constante. En este mundo donde los pequeos reinos se sucedan unos a otros, y las dinastas caan, casi siempre de modo cruento, ante ms vigorosos invasores, o golpes palaciegos, el poeta, que dependa del mecenazgo arbitrario de los prn-

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JUAN GUSTAVO COBO BORDA

cipes, se vea obligado a peregrinar de una corte a otra, esmaltando sus cantos con los elogios desmesurados de las hazaas de su protector, que bien poda llenarle la boca de oro, en pago de sus versos, o resultar tacao como le sucedi a Firdusi ( 932 ?- 1020 ?), otro de los grandes poetas del periodo, quien slo recibira la anhelada recompensa en el momento de ser enterrado. Tal era el clima profesional en que de alguna forma Ornar, astrlogo y matemtico protegido por Nizam, el gran visir, vivi. Si a esto aadimos las disputas religiosas y el carcter fantico de cada faccin, poseedora nica de la verdad, comprendemos mejor el relativismo de todo conocimiento, que permea la obra de Khayyam, y nos admiramos an ms de la clara valenta expresiva con que descorri el velo de las apariencias y dibuj, con intensidad, una verdad propia, situada ms all del abanico ilusorio de tantas verdades particulares. Como si tantos cultos y tantos dioses se fundieran ante el sol implacable de la condensacin potica:Hall una Puerta que no tiene Llave, Un Velo que no pude penetrar; Hoy hablarn un poco de nosotros Y, luego, no hablarn.

Situados ante esa ltima puerta comprendemos mejor a un Ornar Khayyam lejano del blasfemo borracho que pinta la leyenda. Se trata en realidad del poeta suf que en lenguaje cifrado hizo parte de su tradicin propia, enriquecindola, como dice Robert Graves, con "los elevados tormentos metafsicos de una mente apasionada". Esto sin olvidar lo que Idries Shah menciona en su libro sobre Los sufs (1964): Ornar no se representa a s mismo sino a una escuela filosfica suf.

OMAR KHAYYAM: PUENTE ENTRE PADRE E HIJO

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Comprendemos as mejor el ambiente de donde surge la poesa de Ornar Khayyam, ese protegido de prncipes que logr reformar el calendario, con un clculo anual tan exacto que slo adolece de un exceso de 19,45 segundos en el ao. Ese acadmico, autor de un tratado de lgebra, que resuelve ya problemas indeterminados de primero y segundo grado, como lo recuerda Juan Vernet en La cultura hispanorabe en Oriente y Occidente (1978). Y esa figura que, como lo ha recreado la novela histrica de Harold Lamb que lleva su nombre, anunciaba triunfos y derrotas con la inconsciencia de quien conoce demasiado bien a los astros, y donde la leyenda es casi tan fidedigna como el documento, en el tro de amigos que jura protegerse mutuamente, de los cuales uno de ellos, Nizam, llegar al poder y nombrar a Ornar su astrlogo, y el otro, Hassam, se rebelar dando origen, por su nombre, a la secta de los asesinos, consumidores de haxix, alucingeno que tambin les permita acceder a la otra realidad. Toda una existencia llamativa y pintoresca, donde el amor se mezcla con las ecuaciones de tercer grado y la filosofa de Avicena con las flechas sarcsticas de quien, al paladear la gloria, slo tiene luego el consuelo de sus amargos epigramas. El desdn cido de lo que bien pudiramos llamar tambin, por lo lacnico de su eficacia, sus "gotas amargas": "Llenad la copa para ahogar en ella el recuerdo de tanta necedad". Un matemtico que desconfiaba del conocimiento, un apasionado que admita el creciente poder del escepticismo, un sensualista que no ignoraba la presencia de la muerte, cada da, y, en definitiva, un poeta que no vacilaba en concretar todo ello en cuatro versos: tal la primera imagen de este hombre singular.

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II El rabe fluye en integracin con el fluir del mundo en que haca su vida. Algo as como un ro que sintiera estarse realizando en el mar adonde va a parar y en el cauce por donde corre, existiendo integral y simultneamente como ro y como mar. Se comprende que el musulmn se interesara en la alquimia, o transmutacin de los metales, en el correrse de las virtudes de los astros hacia las vidas de las personas, en la procesin de las ideas neoplatnicas, en la fluencia de los abiertos y reiterantes dibujos de los arabescos. No sentira mera complacencia utilitaria cuando haca discurrir las aguas huidizas por la lnea de las acequias y almatriches, o al laborar en el continuo ir y venir de la simiente al fruto y del fruto a la simiente. (AMRICO CASTRO, La realidad histrica de Espaa, pgs. 235-236).

Lo que Amrico Castro anota sobre el mundo rabe, se complementa con lo que Ralph Turner seala como rasgo ms caracterstico de la cultura iran: "el trazado de jardines y huertas, ocupacin que atendieron por igual nobles y campesinos, y que conjugaba elementos artsticos y constructivos de la cultura urbana con el medio ambiente". El jardn como espacio privilegiado para el erotismo y la contemplacin. Para la duda incesante y el abandono febril. Para aislarse y participar, en dilogo con el mundo a travs de una naturaleza ya sojuzgada al tamao humano. Resulta interesante, en todo caso, pensar cmo esos hombres del desierto, cuyo hogar era el viaje y el ritmo de los camellos en las caravanas, y que sirvieron de puente entre un Oriente remoto y un Occidente que Alejandro Magno haba llevado hasta la India, se marginarn del camino y se sentarn, entre cojines, en un jardn, a medir el paso del

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tiempo y los remolinos fantasmales que suscita, gracias a meditadas copas de vino. Cant el vino para diluir en l la geomtrica rueda de la fortuna. Y se fij, con deleite, en la fluida sensualidad indistinta que envolva a figuras de ambos sexos, tan prximas como inconseguibles, tan concretas como evanescentes. Congelar esa fascinacin que luego slo subsiste en la msica de unos versos. Slo que los traductores ms recientes como el poeta ingls Robert Graves, han aclarado el carcter de esas copas de vino. No es ms que una metfora empleada por los msticos musulmanes, los sufs, y el girar de seres y sentimientos, el vrtigo incontrolable en que se hundan los derviches, entregados a su danza ritual.Aulle afuera el Derviche sus Plegarias, De la cerrada puerta en el Umbral; No encontrar la llave de las Llaves Que el rojo vino a sus devotos da.

Los sufs, cuyo origen persa, zoroastriano e hind, entre otros, tiene su autntica base en el Corn. Una nueva visin del Corn, basada en la experiencia mstica, y que utilizan, como dice Luce Lpez Baralt, en su libro San Juan de la Cruz y el Islam (1985), "el vino o la via como arquetipo de sabidura espiritual", al aadir: "En la literatura mstica musulmana, tras numerosos siglos de uso, se lexicaliza la equivalencia del vino, entendida invariablemente como xtasis mstico" (pg. 231). Una embriaguez exttica desde la cual se advierte el indetenible fluir del mundo, dentro de esa suerte de "borrachera espiritual" a la cual no eran ajenas derivaciones como las que sealan otros tratadistas orientales, en defensa del amor platnico, y (para acelerar el xtasis mstico) "la

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legitimidad de observar con placer hermosos rostros de adolescentes. Esto, se sabe, lleg a ser prctica comn entre algunos grupos de derviches sufs" (pg. 212). Los derviches, palabra de origen persa referida a esos monjes mendicantes que se entregan a una danza febril hasta perder el sentido o que aullan hasta el delirio, en un trance comunicativo en pos de lo numinoso de la divinidad. De este modo la figura, escptica y epicrea, de aquel Anacreonte persa en que lleg a convertirse Ornar Khayyam por culpa de comentaristas occidentales el da es efmero y los placeres deben atraparse, al momento, ante la incgnita de un maana oscuro cae a tierra y retorna a su autntico cosmos rabe. Sin embargo, los sueos que so este astrnomo persa cerca del ao 1100 de nuestra era han seguido su curso a travs del tiempo, y siete siglos despus, un ingls taciturno, Edward FitzGerald (1809-1883), logr el milagro de consustanciarse de tal forma con esas composiciones que venci distancias y lenguas para lograr una recreacin personal, que si bien parte de Ornar Khayyam, pues de l se trata, crea, a su vez, algo nuevo y distinto, sin perder por ello la punzante conmocin vital del texto original. Esas lneas que lograron conciliar una lnguida y, por ello mismo, ms abierta disponibilidad hacia los goces de esta tierra con la dureza inconmovible de todas las postrimeras. Pero los poemas incorporaron a sus lneas tanto el roco del goce como el polvo de las ruinas, y de este modo Edward FitzGerald, en una Inglaterra an imperial, previ su futura y placentera decadencia tejiendo sus telaraas con "alas de liblula". As recuerda este proceso el ensayista italiano Mario Praz en su libro La literatura inglesa (1976):

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La versin inglesa de las cuartetas (Rubaiyat) de este poeta persa, que vivi entre los siglos XI y XII, realizada por ese caracterstico tipo de refinado "virtuoso" (tipo bastante frecuente en Inglaterra) que fue Edward FitzGerald se public en 1859, sin xito. Rossetti la descubri en 1860 entre libros de lance y Swinburne se entusiasm al extremo de modelar sobre el ritmo de esas cuartetas uno de sus ms significativos poemitas, "Laus Veneris". Estos prerrafaelistas sintieron, en esa mezcla elegante de hedonismo y sereno escepticismo, expresada en sabrosos aforismos e imgenes, una estrecha afinidad con su concepcin de la vida. Ornar Khayyam, a travs de la librrima versin de FitzGerald, fue como el Lucrecio de los Victorianos. Su forma mtrica cuartetas cuyos dos primeros versos riman con el cuarto mientras el tercero permanece libre contribuy, indudablemente, a su xito, ya que el ltimo verso, que prolonga y ampla con su rima la vibracin de la meloda, da la impresin de solemne fluidez de eco nostlgico. Esta cadencia, y su atmsfera extica, constituyeron un anticipo del decadentismo. (pg. 159). Del dejarse ir, sin atenuantes: Como se cansa el Viento y corre el Agua As la Vida viene, as se va. O, ms adelante: Como el Agua y el Viento, que no saben Por qu corren y soplan y se van. La metfora arquetpica del agua que fluye y del hombre que se sumerge en ella, nico y plural, se entona en la brevedad d estas cuartetas endecaslabas, con rima asonante del segundo y cuarto versos, segn la versin espaola. Resultan as pequeos rectngulos de tensin potica de los cuales brotan los interrogantes de la duda y la inquietud. Son tambin ellas pequeos jardines verbales en contra de la aridez que nos circunda.

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Recrean una zozobra existencial que en las copas rotas o en las piezas de ajedrez, guardadas despus del juego, reiteran la perplejidad sobre lo vano de los esfuerzos y lo efmero de cualquier accin. Jugadores que un Jugador an mayor mueve a su capricho. Un lgebra, un nuevo calendario, un comentario a Euclides: la bibliografa de los otros trabajos de Ornar no parece compatible con el poeta que ve las rosas deshojarse y celebra la eternidad del instante, pero esa mente geomtrica sigui su curso y en el sur del mundo, en una ciudad, Buenos Aires, que siempre se ha considerado ms europea que americana, un hombre que amaba las paradojas lgicas, como las de Zenn de Elea, entre ellas la de Aquiles y la tortuga, busc tambin volcar al castellano las hechiceras advertencias de aquel persa transmutado ya al ingls. Quien emprendi tal tarea se llamaba Jorge Guillermo Borges (1874-1938), profesor de psicologa, en ingls, un hombre desdeoso del nacionalismo, que cultivaba tanto la tica como el ajedrez, y quien las verti hacia 1914, en Pars y en Ginebra, durante su primer viaje a Europa, en compaa de sus hijos Jorge Luis, el futuro cuentista, y Norah, la pintora. Las razones de tal traduccin las dio Jorge Luis Borges en las "Acotaciones" con que acompaa su primera publicacin:Dos motivos hubo en mi padre, cuya es la traduccin, que lo instaron a troquelar, en generosos versos castellanos, la labor de FitzGerald. Uno es el entusiasmo que sta produjo siempre en l, por la soltura de su hazaa verbal, por la luz fuerte y convincente de sus apretadas metforas; otro la coincidencia de su incredulidad antigua con la serena inesperanza que late en cuantas pginas ha ejecutado su diestra y que proclama su novela El caudillo (1921) con estremecida verdad. Inquisiciones, Buenos Aires, Editorial Proa, 1925, pgs. 129-130.

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Y las ampli ms tarde en estos trminos:De la fortuita conjuncin de un astrnomo persa que condescendi a la poesa y de un ingls excntrico que recorre, tal vez sin entenderlos del todo, libros orientales e hispnicos, surge un extraordinario poeta que no se parece a los dos. [... ] Algunos entienden que el Ornar de FitzGerald es, de hecho, un poema ingls con alusiones persas; FitzGerald interpol, afin e invent, pero sus Rubaiyat parecen exigir de nosotros que las leamos como persas y antiguas. Otras inquisiciones, 1952.

As, el leve y a la vez profundo ro de la poesa ha excavado su surco, enriquecindose con todas las miradas que en l se posan y reflejando, en cada ocasin, el rostro de quien lo mira y busca detenerlo en vano. La poesa sigue su camino, secreta y poderosa, murmurando las bellezas del mundo y aterrndose de que ellas subsistan cuando t, lector, ya no ests aqu para compartirlas. Ornar Khayyam se vuelve nuestro contemporneo y nos recuerda que la edad de la poesa es la edad de quien la lee, en ese momento preciso de su existencia. El autor de un Tratado de metafsica que hoy nadie consulta sinti, de seguro, que el incontenible fuego de la poesa lo quemaba por dentro, con sus acuciantes preguntas, y se rindi a sus exigencias. Por haber cado ante ellas an perdura su nombre y se reeditan sus versos. Detrs de tantos y tan loables esfuerzos por captar la infinitesimal agudeza de sus sentimientos subsiste, como en toda poesa vlida, la amorosa perplejidad de quien va ms all de lo estatuido para ofrecernos su desnuda verdad, siempre vieja y siempre renovada, la verdad humana que todo lo envuelve, en su lograda concrecin verbal:

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Los Santos y los Sabios que charlaban de esto y de aquello en tono doctoral como falsos Profetas se eclipsaron. Tierra es su boca, Tierra es su verdad.

Quedaba, apenas, la tierra enardecida por el fuego del amor, y las ancdotas que acompaan a todo ser humano y que son an ms reveladoras sobre su destino que la historia o la psicologa. Por ello, Ornar, hijo de un fabricante de tiendas, y quien escribi en persa, profetiz que su tumba estara situada en un lugar donde los rboles, dos veces al ao, dejaran caer sus flores. Su tumba, en Nishapur, y gracias a perales y melocotoneros, cumple con tal promesa. Tal la verdad rigurosa de los poetas. La misma verdad que el hijo de quien tradujo, por primera vez, a Ornar al espaol dej consignada en su poema sobre las Rubaiyat. Jorge Luis Borges, como Ornar Khayyam, como todo gran poeta, nos insina que la primera y ltima causa es siempre la poesa. Que la luna del persa y los inciertos Oros de los crepsculos desiertos Vuelvan. Hoy es ayer. Eres los otrosCuyo rostro es el polvo. Eres los muertos. "Rubaiyat", en Elogio de la sombra (1969). Critica, Universidad Autnoma de Puebla, Mxico nm. 66, mayo-junio 1997, pgs. 21-28. Es tan copiosa y abundante la bibliografa sobre Ornar Khayyam y sus celebrrimas Rubaiyat, que ella justificara por s sola un libro para rastrear su fortuna en lengua espaola y sus innumerables versiones, prologadas algunas por figuras como Rubn Daro, Jos Juan Tablada o Alvaro Melian Lafinur. Puede consultarse al respecto la versin de Joaqun V. Gonzlez (Buenos Aires, Hachette, 1951, pgs. 25-48), que incluye un detallado recuento hasta esa fecha.

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La anterior nota, gracias a una generosa iniciativa de Carmen Barvo, apenas buscaba acompaar las versiones del padre de Borges para una edicin colombiana que no pudo llevarse a cabo. Doy, en todo caso, algunas referencias recientes, para actualizar el estado de la cuestin. OMAR KHAYYAM, Rubaiyat, Edicin e introduccin de Sadeq Hedayat Versin espaola de Zara Behnam y Jess Munarriz, Madrid, Hiperin, 1993.ADOLFO CASTAN, JOS GOROSTIZA, JOS JUAN TABLADA, ROBERT GRA-

VES, Cuatro ensayos sobre Khayyam incluidos en La Gaceta del Fondo de Cultura Econmica, Mxico, Nueva poca, nm. 165, septiembre 1984, pgs. 39-56. OMAR KHAYYAM, Rubaiyyat, Introduccin y versin de Carlos Aren, Madrid, Visor, 1981. OMAR KHAYYAM, Rubaiyat, Prlogo, traduccin del rabe y notas de Jos Gibert, Barcelona, Plaza & Jans, 1961. OMAR KHAYYAM, Rubaiyat, Versin parafrstica del llamado Manuscrito de Cambridge, por Ramn Rivero Caso, Mxico, Libros de Mxico, 1962. OMAR KHAYYAM, Rubaiyat, Versin de Enrique Uribe White, Bogota, Minerva, 1936. Las Rubaiyat, Versin de Luis Aurelio Vergara incluida en su libro Obra potica, Santa Marta, Instituto de Cultura del Magdalena, 1993, pgs. 149-174. Esta segunda versin anula, segn el autor, la primera, premiada y publicada en Costa Rica, en 1936. Conoc Adrogu, el lugar donde la familia de Borges pasaba sus vacaciones, y el Ateneo donde dict alguna conferencia, gracias a la generosidad admirable de Roy Bartholomew, un fiel discpulo de Pedro Henrquez Urea. Al compilar esta bibliografa me entero de que fue Bartholomew el nico traductor al espaol de las Rubaiyat, quien las verti directamente del original farsi. Con razn ayud a Borges a preparar un admirable Libro de sueos (1976). Las versiones de Jorge Guillermo Borges aparecieron en la revista Proa, Buenos Aires, 1924-1925. En su nmero 6, correspondiente a enero de 1925, se publica la continuacin de las mismas acompaada por la nota de Jorge Luis Borges titulada "Omar Jaiyam y Fitz-Gerald", pgs. 61-70.

LA NOVELA DE PADREA Carmen Fosadas

Jorge Guillermo Borges (1874-1938), el padre de Borges, es autor de una novela singular. Titulada El caudillo y aparecida en Mallorca, en limitada edicin, en 1921, se deja leer con agrado y sus pginas finales poseen una sorpresiva intensidad narrativa 1 . Ese caudillo, Andrs Tavares, maneja su feudo en la provincia de Entre Ros con los ademanes de un antiguo seor rural. Busca afiliarse a las ventajas del Progreso, la Educacin y la Cultura, pero conserva muy razonables dudas sobre la adhesin a la mejor causa. Centralismo o federalismo. La autonoma de la provincia, al terminar siguiendo las tropas de Lpez Jordn, "rumbo al sacrificio estril, a la causa perdida", como dicen las lneas finales. O apoyando al Gringo, un personaje casi conradiano, en su frustrada lgica de construir un puente que diera pie a la brillante modernidad de una urbe slo imaginaria. De todos modos la historia romntica que vivifica este marco de adhesiones polticas, de empresas cientficas que la naturaleza sepulta, y de la crueldad machista con que el caudillo disuelve el nudo de la intriga, posee una originali1 La novela de Jorge G. Borges, El caudillo fue reeditada en 1989 por la Academia Argentina de Letras, con un prlogo de Alicia Jurado. 155 pginas.

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dad que la salva del estereotipo. Todos los personajes terminan por ser ms complejos, dentro de su lgica interna, de lo que sospechbamos. Empezando, como es obvio, por el supuesto antagonista del Caudillo, Carlos Dubois, hijo de un francs residente en Buenos Aires, "una aldea, chata y desgarbada". Sensible, dbil de carcter, y fracasado en sus estudios, regresa al campo paterno, colindante con el del Caudillo. All padecer, literalmente, el desborde torrencial de sentimientos, que experimenta la hija del caudillo, Marisabel, revelndole su amor. Y obligndolo, en definitiva, a cancelar su retorno a Buenos Aires, a su novia y a su padre. Vislumbrar as esas fuerzas primitivas con que la mujer tuerce destinos y termina por hundir al amable lector de Montaigne y Voltaire en una tragedia absoluta: la misma muerte a manos de una cuadrilla enviada por el padre. Todo ello paralelo a la creciente fuerza de una tormenta invernal que inunda el campo y altera a los personajes. La involuntaria noche que han pasado juntos, por la creciente de las aguas y su ulterior unin, casi forzada, es vengada as, arrasando la casa y matando a Dubois, inerme ante la violencia que su propia pasividad desconcertada alcanz a desatar en esa muchacha reprimida y ese padre autoritario. El Caudillo terminar entonces por darles la espalda, con el fro desprecio de quien cumple con su deber, a ese cadver y esa hija que reza a su lado, arruinada para siempre su existencia. Importa destacar adems cmo la novela que Jorge Luis Borges ayud a corregir en 1919, se constituye, indirectamente, en un premonitorio borrador de sus obsesiones temticas y de su estilstica. Antes de fijarnos en ellas, veamos lo que el propio Borges cuenta acerca de esta colaboracin con su

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padre. El mismo padre que siempre lo quiso escritor y que termin por depositar en el hijo el cumplimiento de su vocacin frustrada: Fuimos a Mallorca porque era barata, hermosa y escasa de turistas. Vivimos all casi un ao, en Palma y Valldemosa (una aldea en lo alto de las colinas). . . . Mi padre estaba escribiendo su novela que recordaba tiempos viejos de las guerras civiles de su Entre Ros nativa. Yo le ofrec mi ayuda en la forma de algunas metforas bastante malas copiadas de los expresionistas alemanes y que acept por pura resignacin. Hizo imprimir unos quinientos ejemplares y los trajo consigo a Buenos Aires, donde los regal a sus amigos. Cada vez que la palabra "Paran" (su ciudad natal) apareca en el manuscrito, los impresores, creyendo corregir un error, la cambiaron por "Panam". Para no molestarlos, y pensando que as era ms divertido, mi padre dej pasar la "enmienda". Ahora me arrepiento de las juveniles intrusiones en su libro. Diecisiete aos ms tarde, antes de morir, me dijo que le gustara mucho que yo volviera a escribir la novela en un estilo directo y suprimiendo toda la literatura "fina" y los pasajes retricos2. En la novela se hallan, entonces, su inters por el tema del eterno retorno, la figura del intelectual que vacila y pierde la partida, arrollado por los hombres de accin, el saludable hlito de anarquista consecuente que distingui a su padre y que l comparte. Buen ejemplo de ello es la diatriba contra los abogados: La abogaca es propia de arribistas. Se basa en lo convencional y muerto. Protege los intereses mezquinos de la sociedad, su afn de lucro y las pequeas preocupaciones de familia, nacionalidad, estado... Es ms noble soar en los caminos ! (pg. 48).2

JORGE LUIS BORGES, NORMAN THOMAS DI GIOVANNI, Notas auto-

biogrficas, en Casa del Tiempo, Mxico, nm. 96, julio-agosto 1990, pgs. 15-27. La versin original en ingls de esta autobiografa apareci en 1970 en The New Yorker. Traduccin de Sebastin Lameiras.

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En la novela, como en una nuez, se halla el futuro Jorge Luis Borges, quien jams escribira una novela. Hay all la eficacia reveladora de sus enumeraciones: "Fue crupier en Montecarlo y minero en California. Estuvo preso por deudas en Londres y estableci una agencia de cambio en la Puerta del Sol en Madrid. Lo conocieron las ciudades de Oriente, fue amigo del Khedive en El Cairo" (pg. 31). Y la capacidad sinttica para reducir toda una vida a tres o cuatro escenas que bien pueden tener la impactante fuerza visual de una secuencia cinematogrfica. Y hay tambin la poderosa fuerza con que el crescendo de la pasin inunda y estremece a los protagonistas, en esa suerte de vrtigo inmvil donde el orgasmo, como el Aleph, termina por revelar la multiplicidad infinita del universo. La sensacin ya fija y perdurable de la eternidad atisbada, por fin, en la sucesin congelada de la escritura. El "Motivo liminar" del libro alude a esa fbula milenaria del yacar y el diluvio universal, conectada, sin lugar a dudas, con esos mitos ancestrales del inconsciente colectivo, donde "los dioses no mueren, ni olvidan, ni perdonan, son inmortales, rencorosos y crueles" (pg. 26). Otro dato ms para corroborar cmo Padre e Hijo comparten un terrer no comn de singulares motivos afines. Ese terreno que va desde la violencia del degello y el hombre estaqueado en mitad de la pampa hasta los versos de Espronceda. Historia argentina y literatura universal anuncian ya aqu al futuro autor de Ficciones y La muerte y la brjula, creador de mitos perdurables que tocan a todos los hombres. Pero sus races naturales e intelectuales bien pueden rastrearse en esta nica novela de Padre, como acostumbraba a llamarla eljoven Georgie.

BORGES EN PANTUFLAS Jean de Milleret es un historiador francs ya no muy joven que vive en Buenos Aires en un pequeo apartamento entre Chacarita y Colegiales, 2 piso, sin ascensor, segn se encarga de precisar, con una puerta-ventana sobre un balcn donde se mezclan flores azules y rosadas. Es adems otro de los contribuyentes a una de las ms copiosas bibliografas de la historia de la literatura, nuevo gnero que obviamente no inaugura, pero al cual confiere caractersticas propias y ciertamente inslitas: las entrevistas con Jorge Luis Borges. Si existen infinitos Borges, esta proliferacin se debe no tanto a la corts elusividad, a la marrullera socarronera del ya casi diariamente entrevistado, sino a la multiplicidad y variedad de quienes se le acercan. Hay un Borges ms o menos argentino en Victoria Ocampo y otro completamente distinto en Csar Fernndez Moreno; uno francs en Charbonnier y Napolen Murat, y uno norteamericano o ingls en Irby o en Life, y no tengo que leerlas para reconocer que ese alguien que habla largamente en alemn acerca de Schopenhauer, o que cita a Vico y a Dante en italiano, es el mismo o nadie. Borges es ya impersonal: forma parte de todos nosotros. Incluso los colombianos podemos enorgullecemos, no por quien lo interrog, sino por lo que dijo: "Pero se lee an la Mara?". Pues bien, ahora este inslito personaje, demasiado francs para mi gusto (hay una rotunda nota en la cual dice: "Jean Paulhan [1884]: no re-

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quiere presentacin". Y por qu no?), amparado en una cierta amistad que le honra y sobre todo en el afecto que a menudo le testimonia doa Leonor Acevedo de Borges, son palabras textuales, agrega uno de los ms divertidos y pintorescos captulos a esta ya larga serie. Excelente traductor, como se autocalifica celebrando reiteradamente sus propios hallazgos, al criticar a Nstor Ibarra o pescar gazapos en Roger Caillois, ofrece una visin ms bien sui gneris de la literatura latinoamericana y un amor desaforado y enternecedor por su propia patria: califica a Pars de ciudad luz, sitio donde alienta el espritu. Y aqu comienzan las delicias. El texto original de las cinco largas entrevistas est en francs y supongo que destinado a un pblico de esa lengua, aun cuando no se dice nada al respecto; la versin castellana de Gabriel Rodrguez para Monte vila Editores, Caracas, 1971, respeta escrupulosamente tales pormenores, y as podemos leer un libro acompaado de 103 detalladas notas en las cuales Jean de Milleret ofrece un repertorio bastante extenso de sus opiniones sobre todos los temas, lo cual l seguramente consider indispensable para complementar la informacin relacionada con Borges y su mundo. O sea que el desocupado podr aprender que la hermana de Borges, pintora muy dotada, sacrific su talento real a cierto conformismo social, que Gerardo Diego es un escritor espaol apreciable, que Quiroga, jefe de un grupo "federal" clebre por su ferocidad, es el tipo definido del brbaro que cierto revisionismo histrico de moda pretende hacer hroe de la hagiografa nacionalista actual, que la mam de Borges es una gran dama y un personaje fuera de serie, que lucha con constancia para preservar a su hijo de las mujeres que tratan de subyugarlo (no sobra advertir que la mam de Borges tiene hoy da 95 aos y que su hijo naci en 1899), que Aniceto el Gallo es Anicet Le Coq, que

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Eduardo Mallea es un escritor argentino que abord todos los gneros pero se dedic sobre todo a definir la argentinidad, que las misiones jesutas del Paraguay son la obra de colonizacin espiritual y material ms extraordinaria, que es evidente que la Academia (se refiere a la francesa), por la lentitud y la insuficiencia de su diccionario, falta a su misin rectora del idioma, y que Pern... Bueno, basta. Supongo que lo anterior es suficiente como diagnstico. De quien se trata es de Borges. Y aun cuando uno razonablemente puede deducir, a juzgar por el cmulo de trabajos y reportajes, que quiz resulte posible formarse una idea ms o menos exacta de lo que ha sido su vida, o su obra, Borges, siempre imprevisto, nos sorprende una vez ms. Aun cuando repite siempre las mismas ancdotas; a pesar de que ya ha hablado varias veces de su pobreza esencial, de lo limitado de sus temas, de esa monotona que lleva su nombre y a la cual ya se acostumbr, comprendemos que ste es otro truco, la coquetera irnica que lo lleva a ser, simultneamente, alguien agudo, sarcstico, de prodigiosa memoria y polemista terrible, y a la vez un ser dulce, desamparado y frgil, que escribe conmovedoras cartas a un muchacho enfermo de los ojos, como l; lleno de recnditas ternuras y habitualmente acompaado de encantadoras mujeres. "La invisible ayuda", como las califica Rodrguez Monegal: seoras amanuenses a las cules dicta o con las que redacta eruditos trabajos sobre las viejas literaturas germnicas o asuntos an ms exticos. Por algo Bioy Casares, que lo conoce muy bien, lo llama "el eterno enamoradizo". Pero todo esto es innecesario o tonto; quien de verdad nos aterra es Jean de Milleret y su nuevo mtodo crtico. Vemoslo. La nota 79 dice as: .

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No invent la luna. Segn la costumbre de los historiadores, que hacen cuadros de conjunto, a fin de precisar grficamente sus ideas generales con mayor claridad, hice un cuadro de la obra borgesiana, agregando una columna donde las combinaciones de maysculas (C: cuento, E: ensayo, K: crtica, F: filosofa... etc.) van acompaadas por ndices que expresan los porcentajes respectivos de cada caracterstica analoga con los ndices utilizados en psicotcnica para establecer el coeficiente de inteligencia y cuociente intelectual. Por ejemplo, "El zahir" aparecer con la siguiente anotacin: C/E-20/80, estimando que el veinte por ciento del inters de un lector medio (hiptesis personal) proviene de la curiosidad suscitada por la naturaleza de "El zahir" (intriga-cuento) y el ochenta por ciento se relaciona con el pensamiento filosfico del ensayo... Quizs detrs de la moneda est Dios.

Borges se limita a decir: "Estoy de acuerdo con esta clasificacin... y con cualquier otra, adems". Y esto es lo reconfortante y, en ltimas, casi exaltante; a pesar de los asedios, de las tesis, de los premios internacionales, Borges sigue siendo Borges, o sea, una inteligencia de primer orden, vida y curiosa. Est esplndidamente vivo, y si su ya vasta leccin comprende muchos aportes, quizs el ms entraable, el que le da ese tono de confidencia a toda su obra, el que hace de ella un dilogo ntimo y felizmente renovado con el lector, sea su magnfico humor, Borges ya no requiere de glosas u homenajes, aun cuando su mundo resulta inagotable; es mejor orlo renegar de ValleIncln como poeta: "Es un farsante y no muy maligno, no?"; de Ortega como prosista: "Era muy inteligente, tendra que haberse dado cuenta de que necesitaba un negro que le redactara los libros"; de Victoria Ocampo: "Piensa y escribe todo en francs"; de sus colegas: "Sbato, me han dicho, es un escritor respetable cuyas obras pueden estar en manos de todos sin ningn peligro", etc. O sea que a pesar de los descubrimientos crticos de Milleret, el aporte de este

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libro es innegable; no slo por el reiterado placer de volver a or hablar a Borges, sino quizs por la imagen coloquial, casi ntima, que nos depara. Se trata de un Borges en pantuflas que dice tranquilamente: "Quisiera mostrar mis lagunas, mis insuficiencias, a fin de ser tal cual soy, simplemente, con sinceridad, y no como un personaje fabricado por la publicidad o deformado por la crtica amistosa". Y ste es el tono general que predomina a lo largo de las cinco charlas. Si bien aparecen nuevos datos: la primera versin del "Hombre de la esquina rosada" se public en una revista bajo el ttulo de "Noticia policial"; tambin se habla de los salarios que ganaba en 1938 (comenz con 180 pesos al mes, que luego fueron 240, de los cuales, an se acuerda, slo le daban 220) trabajando ms bien poco en esa biblioteca pblica de la cual era director Francisco Luis Bernrdez, que si bien "fue muy bueno conmigo... no iba muy seguido". Si aparecen las bromas: esos versos que exhum Guillermo de Torre de su renegada poca ultrasta, manteniendo en el olvido los suyos; o los chistes de amigos: Alfonso Reyes, que un da, ante un intelectual ibrico, afirmaba que debera transformarse el nombre de Bernard Shaw en Bernardo Sabio y el de Jean Cocteau en Juan Coqueto; igualmente anota, por intermedio de Milleret, cmo Emec no le envi ni siquiera un ejemplar de la reciente edicin de su Obra potica 1923-1966 y se vio obligado a comprarla en una librera. O cmo su madre, proveniente de una familia, los Acevedo, "de ignorancia inconcebible", le reprocha el escribir sobre temas subalternos: sus milongas. Si brinda consejos editoriales: "la nica manera de hacer una revista es contar con un grupo de personas que compartan las mismas convicciones, los mismos odios"; si rememora, con lcida irona, "la tentativa ridicula de empezar a leer en alemn con La crtica de la razn pura, que no puede leerse en ninguna lengua,

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creo"; si lanza sus paradojas graves y honestas, ya como l mismo advierte: "digo mi verdad": "los galicismos son la nica contribucin seria de Espaa a la cultura occidental", o sus definiciones tajantes: "los cocteles, esa organizacin de la incomodidad", "la hiprbole, que no es sino una forma de la indiferencia", asimismo asoma, sentimental y pudoroso, apasionado e incorregible, el hombre que casi se mata, al golpearse en 1938 contra una ventana, por no llegar tarde a una comida con "una hermosa joven chilena". De ah "Pierre Mnard, autor del Quijote", de ah "El Sur". El mismo hombre que dice: "Pero yo estaba muy enamorado y era demasiado joven; en consecuencia era romntico". La tentacin de citarlo todo, justificada por el mismo Borges, resulta irresistible. Detengmonos sabindolo, pues l lo ha dicho: "Las pruebas de que somos mortales son de carcter estadstico; entonces puede ocurrir que con nosotros se inaugure una generacin de inmortales". Las tcitas complicidades, las adhesiones fervientes y solitarias que suscitaba, y que seguramente prefera, son hoy generalizadas y mundiales. Cuando su imagen parece diluirse en tantos rostros, el cauto y reticente, el sabio y arbitrario, el hombre que conquist la libertad y la audacia imaginativa para la literatura latinoamericana, vuelve a su lugar, a sus clases de anglosajn ante un grupo de hermosas y aleladas nias en la Biblioteca Nacional, al bar St. James donde apura todos los das su vaso de leche en dos rpidos sorbos, al cementerio de La Recoleta, "el lugar en que han de enterrarme", segn sus propias palabras, y a Maip 994, sexto piso; su casa, su hogar: Buenos Aires, que es como decir todas las cosas, que es, como en El Aleph, "el inconcebible universo". Eco, Bogot, nms. 138-139, octubre-noviembre 1971, pgs. 747-752.

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BORGES EN MUNICH Silba un viento fro por las calles de Munich, pero algunas muchachas todava lo combaten con el rojo de sus minifaldas. Los hombres, en cambio, prefieren el calor de las tabernas, con sus altos vasos de cerveza. Pero ni unas ni otros dan el tono de la ciudad bvara. ste lo marcan las diminutas viejas de abrigo verde y sombrero pizpireto, que en los tranvas se la pasan parloteando con sus amigas, tambin embufandadas en seda, tambin llevando un perrito faldero. Ellas son las reinas. Mucho ms abajo, en la pirmide social de los que carecen de automvil, estn los hombres de plumita en la cinta del sombrero, que reclaman con voz de caonazo y ademanes de soldados las sillas asignadas para los invlidos en trenes y autobuses. Pero ni ellos ni los punks ni los estudiantes ni los anodinos ejecutivos de siempre, cuentan mucho. Slo las viejitas, a quienes los galanes encorvados ayudan a descender en la parada. Ellas son las dueas. Entre las quinientas personas que en la noche del 29 de octubre de 1982 se apretujaban en el nico ascensor o corran, escaleras arriba, por los anchos mrmoles de los cuatro pisos de la Academia Bvara de Bellas Artes, para ver a Borges, el ciego, haba varias de ellas, adems de dos docenas de latinoamericanos, ms ruidosos que el resto de los asistentes. Con traje claro y corbata marrn lleg Borges, con media

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hora de retraso, al gran saln de paredes azules y ventanas blancas, ya totalmente colmado, del brazo de su lazarillo, Mara Kodama, una joven argentino-japonesa de largo pelo grisceo. Viejo cuento oriental, acerca de la joven anciana que gua al ciego. La gente se puso de pie para aplaudir mientras Borges, recin cortado el cabello, bambolea agradecido su cabeza, y trastabillando se sienta, las largas manos recubriendo por fin la empuadura del bastn. Luego comienza por negar, con cabeceante gentileza, la cascada de elogios que el presidente del Pen-Club vierte sobre su figura, tan erguida y a la vez tan desamparada. Tan elegante, siempre, y siempre tan inerme. La mano tantea sobre la mesa buscando en vano el vaso con agua. Se topa, en cambio, con el micrfono, que grazna como un pjaro de mal agero. Los porteros, que ostentan en sus gorras la palabra Kontrolle, no logran, a pesar de tan evidentes signos de autoridad germnica, regular el caudal humano que invade los pasillos y se acomoda satisfecho en el quicio de las ventanas. Y son estos jvenes, con toda razn, quienes primero se aburren del pesado seor que contina hablando de Wagner y de la forma como Borges previ el nacionalsocialismo. Algunos aplausos, a destiempo, contribuyen a acelerar su montona pgina sobre el inventor mtico de Buenos Aires. ste, al lado de un intrprete mediocre (se cree ms importante que el propio Borges y casi no deja escucharlo), y de dos traductores suyos al alemn (Curt Meyer Clason y Peter Hamm), escucha luego contento la lectura en alemn de "Borges y yo", casi paladeando cada una de las recnditas ironas de este texto abismal, en una lengua que si bien no habla, s es la de sus amados Heine y Hlderlin, como no deja de sealarlo, con sincera cortesa, ledos varias veces. Luego, con garganta resquebrajada, reza algunas de las estrofas de su poema so-

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bre sus ancestros portugueses, derramando por toda la sala esa conmovedora ceniza, an ardiente, que es su voz. Voz de sacerdote y orculo, de viejo vate que mantiene intacto el rescoldo de la fe potica. As lo entiende el pblico, que aplaude con ganas. As lo acepta Borges, acostumbrado ya a estos ritos. Los que lo rodean en la mesa y cerca de ella parecen en cambio tan nerviosos como monaguillos inexpertos. La atmsfera se ha vuelto religiosa y por encima del idioma la comunin se da, plena. Borges ha sentido esto y, quiz para rebajar un tanto la tensin, acepta dialogar con sus traductores y el pblico en general. Reina al comienzo el desorden, pero luego se afinan las preguntas y Borges, que mezcla nostalgia y precisin, conocimiento de s y entereza acerca de ciertas convicciones que le vienen de toda la vida, vuelve a repetir el catecismo de verdades nicas que sus lectores nos hemos acostumbrado a leer en libros, revistas, e incluso a or en encuentros similares. Slo que ahora suenan mucho ms conmovedoras y antiguas, escuchadas lejos de su Buenos Aires natal o de la dilatada patria que es su idioma. Su Buenos Aires que "como es natural comenc a querer cuando estaba lejos de l, en Ginebra, y que ahora no es ms que una suma de nostalgias". "Me siento un buen europeo que ha modificado, con respetuosa timidez, los muchos libros que he ledo. Como dice Manuel Mujica Linez, los latinoamericanos somos mejores europeos que los propios habitantes de estas tierras: queremos ms a Europa". As inicia sus respuestas, ganndose al auditorio, y despejando desde el inicio el terreno. Ante la lerda pregunta por el "compromiso", aclara con firmeza: "Pocas cosas me interesan menos que la biografa poltica, y la que menos me interesa de sta, es la propia poltica. El solo nombre de Pern me parece algo obsceno".

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Nadie puede llamarse a engao. Con dignidad de argentino viejo, agrega: "Sin embargo, he logrado, por ejemplo, que varios jvenes, en mi pas, me perdonen mi vejez y vengan a conversar conmigo. Mientras estamos vivos, todos somos contemporneos". A partir de all ya puede internarse en su ocano literario. Reafirmar, por ejemplo, su conviccin, sesenta aos despus, acerca del expresionismo como el ms importante de los "ismos", "el ms vasto y humano", y pese a que no conoce bien a Gottfried Benn s admira, y mucho, a ngelus Silesius, de quien acaba de traducir varios textos para la Editorial Universitaria de Chile. ngelus Silesius, superior a cualquiera, y Ernst Junger "sent una gran emocin al leerlo, antes de quedar ciego" conforman parte de la guirnalda de autores alemanes con que retribuye a este pblico su entusiasmo. A ellos, cmo no, aade el tantas veces citado Schopenhauer, y la conocida ancdota sobre su lectura de El mundo como voluntad y representacin. La delicia de escuchar a Borges es volverle a or lo mismo. Como en todo gran libro, lo importante son las relecturas. Canceladas las interrupciones tcnicas, y suprimidos los camargrafos, Borges se siente ms a sus anchas, y enriquece cada pregunta con sus respuestas. En ellas mezcla el nombre de Walt Whitman "ese periodista de Brooklyn, luego el mito, y como tercera persona de esa Trinidad, cada uno de nosotros, cuando lo leemos", con sus opiniones acerca del hecho potico: "Indudablemente un don, pero vago. Uno siempre debe buscar las palabras que lo expresen: y cuando las descubre, uno encuentra que en verdad es un don", aadiendo: "El acto esttico es anterior al acto intelectual. Antes de entender un poema, uno siente si es bue-

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no. En poesa no hay un tema general. Un poema son ritmos, entonaciones, imgenes muy concretas". Responde como escribe: dictando. Cuida cada palabra, acenta un matiz, goza con el juego infinito que de all nace, borra cualquier nfasis: "Adems, siempre me contradigo. Empec siendo barroco, por timidez; ahora, cuando los aos me han dado confianza, me atrevo a ser simple". Pero no hay solo irona; una seriedad, ms grave, ahonda el eco de sus frases: "La ceguera me parece algo noble. Claro est que hubiera sido ms interesante cantar las cosas sin haberlas visto...". Autor de un manual de budismo que, como dice con sorna, ha sido traducido al japons, "lo cual no garantiza que sea bueno", s certifica su inters por otras tierras. El hecho de desplazarse todava por el mundo, con el alma abierta, mientras su cuerpo, en andas casi, parece zarandeado sin compasin por quienes lo llevan de un sitio a otro. Pero no es el cuerpo el que cuenta, sino el alma: "He tenido dos experiencias msticas, en el sentido de estar fuera del tiempo, pero ellas slo puedo comunicarlas por medio de metforas". l, que seguramente so cuando joven, como sus mayores, con ser guerrero, ahora acepta que slo le han quedado las palabras: "Las guerras, con el tiempo, pueden ser La litada o la Cancin de Rolando; cuando suceden, son terribles". Elogiando a Alfonso Reyes "su espaol era el mejor de ste y del otro lado del Ocano", dando consejos "todo esquema ayuda a escribir, pero lo ms difcil es el verso libre", alabando Cien aos de soledad y el reciente Nobel a Garca Mrquez; resignado a ser Borges y no Quevedo; comentando, con malicia, que quiz en el Brasil todava haya gauchos, pero no en Buenos Aires, Borges emociona a la audiencia con su elogio del individualismo: "El Estado

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es el mayor enemigo del individuo; como propona Spencer hay que hablar del individuo contra el Estado", finalizando la sesin con la lista de sus actuales trabajos: "Un libro de poemas cuyo ttulo an no me ha sido revelado; uno de cuentos llamado La memoria de Shakespeare; un prlogo a una antologa del cuento argentino; y una versin de la Edda Menor, hecha en compaa de-Mara Kodama". Infatigable, el hombre fsicamente desgastado se despide diciendo: "Y quizs, muy seguramente, este viaje por Alemania ser el motivo de un nuevo libro".(Octubre de 1982)Incluido en J. G. COBO BORDA, Visiones de Amrica La-

tina, Bogot, Tercer Mundo, 1987, pgs. 95-99.

DE SARMIENTO A BORGES I El siglo XIX en Latinoamrica es una larga secuencia de anarqua, guerras civiles y conflictos internacionales. Separarse de Espaa no garantizaba la felicidad. Por el contrario, los caudillos locales se repartan el martirizado cuerpo que, en vano, los libertadores haban querido mantener unido. La realidad catica de ese momento se intensificaba por la rapaz presencia de pases como Inglaterra y Francia que sacaban partido de la derrota espaola, bien en la cuenca del Plata o en Mxico; y por la emergencia, tambin pugnaz y vida, de unos Estados Unidos que, de Mxico a Panam, buscaban ya controlar el Caribe. Hacerlo suyo, en lo que luego sera la socorrida metfora del "patio interno". Fue, como puede verse, un siglo confuso y lleno de tentaciones que inciden en la creacin literaria, y dentro del cual se modifican las fronteras, sea hacia fuera, al salir del canal excluyente de comunicacin que regulaba la corona espaola; sea hacia dentro, buscando recomponer un mapa erizado de roces y dilatados pleitos, que llegan hasta hoy. Dentro de tal escenario se sita un libro como Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento, donde toda esta dialctica entre iconoclastas y reformistas, entre quienes rompen fronteras y entre quienes las recomponen para enmarcar espacios vitales, se da con la nitidez analtica que es proverbial desde los pri-

Jorge Luis Borges dialoga con Juan Gustavo Cobo Borda, autor de este libro en la Biblioteca Nacional de Colombia. Bogot, 1978.LAMINA II

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meros captulos del libro. All, donde el campo argentino es visto a travs de figuras tan propias como legendarias. El rastreador, el baquiano, el gaucho malo, el cantor, y la descripcin, luego, de la figura de Facundo, con esa fascinacin indudable con que alguien diagnostica el monstruo que lo aterra. Las hazaas de Facundo, si es lcito emplear tal trmino, son las referidas a sus excesos, a sus crueldades, a sus intuiciones primitivas y a sus desmesuras salvajes. Pero a medida que Sarmiento se interna en esa sicologa, por campesina compleja, por elemental tortuosa, va surgiendo el elemento en realidad incomprensible y que representa el mal sin subterfugios. se no es otro que Juan Manuel de Rosas, el estanciero-dictador que desde la capital supera en malignidad a la figura inclemente y cruda que era Facundo. El mismo Facundo que al final enfrentndose solo e inerme a la muerte que todos le presagian, parece adquirir el aire de quien se arroja sobre su destino, cumplindolo de modo consciente, pero haciendo de esa muerte merecida una srdida injusticia que a l, tan cruel, semeja redimirlo y manchar a quien la decret desde la sombra: el ubicuo Rosas. Hay all, en ese final, un crescendo dramtico, no por sabido menos inquietante, que nos revela la verdadera razn de ser de esta biografa que es tambin panfleto poltico, historia, o tratado sociolgico, borrando en el interior compartimentado de los gneros las mismas fronteras oscilantes que existen entre campo y ciudad, civilizacin y barbarie, o la frontera del desierto, en el paulatino exterminio indgena, las cuales pautan con toda su ambivalencia este perodo.

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Sarmiento se haba preocupado tanto por su figura, haba convivido tanto con ella, rastreado documentos, conversado en torno a la animalidad elctrica de su magnetismo, que su inters por esa vbora que baila delante suyo y le atrae, por ese enemigo que ha llegado a diagnosticar y casi comprender, convierte la pgina en el duelo fascinante con que una inteligencia busca vencer, en palabras, a quien le es ajeno del todo, pero con quien se halla sin remedio identificado. Como lo dijo Carl Schmitt en Ex captivitate salus (1950): "Solamente puede conquistar quien conozca mejor a su presa que sta a s misma". Sarmiento conoca mejor a Facundo y a Rosas que stos a s mismos y por ello su prosa terminara por derrotar, en otro nivel, a aqul sobre quien recaen todos los dicterios y quien conjuga, en su accin u omisin, los terribles peligros que amenazan a la patria con males sin cuento. Rosas, vuelto ya una obsesin, llev a Argentina a la desgracia, pero antes de que eso sucediera, tambin convendra preguntarse por qu orden asesinar a Facundo y elabor esa farsa final de rendirle todos los honores, dignos de un hroe asesinado con vileza y a traicin. Ese maquiavelismo es el que, a mi modo de ver, mejor pinta Sarmiento con toda su carga trgica. Las delimitaciones se han borrado, porque ya no es posible la inocencia. No es lcito lo blanco o lo negro sin atenuantes. Ahora slo es posible esa novela que otros imprecisos llaman historia. La explicacin es sencilla y la dio, hace algunos aos, Emir Rodrguez Monegal. Recurro a sus palabras: Inspirado en la historiografa romntica y con algunos toques de la narrativa de la frontera en USA, Sarmiento levanta los distintos

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tipos de gauchos y los sita en su vasto y desolado habitat El panfleto poltico se dobla de biografa y de vasto panorama sociogeogrfico. Hay ms, sin embargo: es tan vivida la capacidad narrativa de Sarmiento al evocar personajes y contar ancdotas, que Facundo adquiere caractersticas de novela. No es insensato, hoy, leerla como una novela histrica, la ms brillante y viva de todas las que se han intentado en la Amrica hispnica 1 .

A la afirmacin de Rodrguez Monegal conviene aadir que, como novela resulta muy irnica, ya que su empecinamiento crtico con la figura de Rosas, tan polmica, tan controvertida, tan usada y tan puesta en duda por tirios y troyanos hoy, por rosistas y unitarios ayer, no encuentra en la realidad referente al cual remitirse: los hitos se han borrado. Nuevos historiadores, ecunimes e informados, como David Bushnell y Neill Macaulay en ese libro tan recomendable sobre nuestro siglo XIX que se titula El nacimiento de los pases latinoamericanos (1988), terminan su matizado balance de Rosas en estos trminos:Aunque pas algn tiempo desde su derrocamiento hasta convertirse en objeto de un culto nostlgico al hroe desaparecido, debe destacarse, como resumen de su mandato, que sus realizaciones son considerablemente ms importantes que el simple hecho de haberse enfrentado con xito a los franceses y a los ingleses. Despus de todo, fue el primer poltico postindependentista que gobern realmente sobre toda la Argentina. Se le puede considerar, mucho ms que a ningn otro, el arquitecto de la unidad nacional argentina, incluso aunque no llegase a crear formalmente instituciones nacionales. Ms an, la relativa estabilidad que proporcion su rgimen, independientemente de los mtodos que emple para conseguirla,

1

EMIR

RODRGUEZ

MONEGAL,

"Hispanoamrica:

El

nacimiento

de un mundo ", en Historia Universal de la literatura. Fascculo 12. Bogot. La Oveja Negra, 1982.

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favoreci la expansin econmica continuada de la provincia de Buenos Aires, as como el progreso, pero no tan pronunciado, y ms desigual, en las provincias del interior. Sus vencedores, por consiguiente, tuvieron una tarea mucho ms fcil: tenan que reorganizar, simplemente, una nacin que l haba tenido que crear (pg. 144). Qu profunda irona; el padre de la patria resulta ser la inquietante figura flagelada y desenmascarada, aos atrs, por cada uno de los certeros prrafos de Sarmiento. El odio no lo ceg del todo, le permiti ver, en la importancia desmesurada que cobr el objeto de sus desvelos, el papel que adquirira en la posteridad, slo que con el signo contrario. La literatura borra as las fronteras temporales y traspasa los lmites del presente. Algo de Rosas ha de haber en Sarmiento, del mismo modo que El otoo del patriarca es la autobiografa de Gabriel Garca Mrquez. Y as subsisten, disociadas y mezcladas, como siempre, novela e historia, refutndose, ponindose en duda, manteniendo una tensin crtica. Por un lado la (aparente) ceguera de quien desmonta, en las falacias de la prctica, un mito que semeja actuar de modo negativo; y la perspicacia visionaria de ese propio crtico, vuelto creador, que nutre, con el calor perdurable de su ira, el otro mito, el contra-mito vivo y fluctuante que es su novela-ensayo. La irona no conoce fronteras, ya que ella surge de inteligencias libremente oscilantes que concillan y discrepan, unen y trazan rayas en la fluyente superficie de esa agua verbal que se crea y recrea a s misma, en su perpetuo flujo de imgenes. No la carencia de valores sino el valor que encarna y se transforma en una palabra abierta a todos los hipotticos e hipcritas lectores.

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Son muchos los sucesivos espejismos que tantos lectores, desde 1845 hasta siglo y medio despus, construimos a partir de Facundo. Rosas no existe o apenas si existe en la historia para comprender an mejor un presente que, cmo no, tambin se nos escapa. Pero la sordidez del didactismo y las lecciones para la posteridad se ven contrarrestadas por el rayo inmisericorde de la mirada literaria al atisbar las dos, tres, cuatro, cinco caras del asunto. No civilizacin o barbarie, sino civilizacin y barbarie. Facundo es ahora el hroe atroz que un Rosas ms atroz an orden matar y que sirvi, con ste, para que Borges escribiera un poema y los trascendiera a todos. C o m o lo vi muy bien G e r m n Arciniegas al iniciar una certera semblanza de Sarmiento en su libro Amrica mgica (1959): "Era Sarmiento un brbaro que crea en la civilizacin". Un hombre originario de esas provincias desunidas, donde imperaban los caudillos rurales, y desde las cuales pareca imposible pensar la unidad de un pas. Pero al apostar por los libros, por la pedagoga y por la inmigracin europea, como antdoto contra esc vaco que lo oprima, Sarmiento no estaba haciendo nada distinto a superar las limitaciones de su origen, esfuerzo explicado en prosa magnfica: He nacido en una provincia ignorante y atrasada. .. He nacido de una familia que ha vivido largos aos en una mediocridad muy vecina a la indigencia... Cada familia es un poema, ha dicho Lamartine, y el de la ma es triste, luminoso y til, como aquellos faroles de papel de las aldeas que con su apagada luz ensean el camino a los que vagan por los campos.

Por ello en Facundo, su mejor obra, l sera fiel a esos campos, y no p u d o negarse a asumir, de frente, esa violencia

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inmisericorde que resurge, cada cierto tiempo, en nuestras historias, y q u e aflora, cada tanto, como el borbotn incontenible del degello, para recordarnos que el hombre no est hecho an, y que quizs slo mediante la cultura, en el afn positivo (y positivista) con que Sarmiento apost a la educacin y al progreso como antdotos, era posible encauzar ese ro de sangre y ponerlo al servicio de una sociedad an incipiente, que buscaba esclarecerse a s misma en el complejo y especular mbito de esas pginas que se dejan leer como si an no concluyeran, del todo, las realidades que les dieron origen. Un poema de Borges titulado "Sarmiento" resume e) activo papel de esta figura. Es l. Es el testigo de la patria, El que ve nuestra infamia y nuestra gloria, La luz de mayo y el horror de Rosas Y el otro horror y los secretos das Del minucioso porvenir. Es alguien Que sigue odiando, amando y combatiendo. Para concluirSarmiento el soador sigue sondonos. El otro, el mismo, 1964.

Pero la contracara de esa figura, su lado oscuro, tambin sigue viva. II En su primer libro, Fervor de Buenos Aires, fechado en 1928, Borges incluye un escueto poema titulado "Rosas".

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Y lo cierra con estos versos, d o n d e conviven, an indsociables, las sangres concretas y el tiempo, "esa inmortalidad infatigable", como lo llama, que las alivia y trasciende. Concluye el poema, en consecuencia, con esta apelacin a un olvido fructfero: No s si Rosas fue slo un vido pual como los abuelos decan: creo que fue como t y yo, un hecho entre los hechos que vivi en la zozobra cotidiana y dirigi para exaltaciones y penas la incertidumbre de otros. Ahora el mar es una larga separacin entre la ceniza y la patria. Ya toda vida, por humilde que sea, puede pisar su nada y su noche. Ya Dios lo habr olvidado y es menos una injuria que una piedad demorar su infinita disolucin con limosnas de odio. Dios quiz lo haya olvidado. Borges no. En una nota que acompa la reedicin del libro, en el ao 1969, dej consignado lo siguiente: Al escribir este poema, yo no ignoraba que un abuelo de mis abuelos era antepasado de Rosas. El hecho nada tiene de singular, si consideramos la escasez de la poblacin y el carcter casi incestuoso de nuestra historia. Hacia 1922 nadie presenta el revisionismo. Este pasatiempo consiste en "revisar" la historia argentina, no para indagar la verdad sino para arribar a una conclusin de antemano resuelta: la justifi-

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cacin de Rosas o de cualquier otro dspota disponible. Sigo siendo, como se ve, un salvaje unitario. La historia como asunto de familia. La pica como paso previo a la irona. La fragilidad de los hechos contrarrestada por la caparazn protectora de la poesa, que los conserva y esencializa, pero tambin los deforma y modifica. Y la apelacin directa al lector, involucrando ese yo que habla con ese t que escucha, y que sin ser argentino ni conocer bien a fondo, como es mi caso, lo que Rosas signific, bien puede extraer de all lecciones de universal validez; presos como estamos entre la zozobra cotidiana y la incertidumbre de los otros, tan comn como la nuestra. Tal el destino del poeta, como bien lo ha sealado el filsofo colombiano Danilo C r u z Vlez: Apoyndose en el formidable poder expresivo del lenguaje metafrico y la msica de las palabras, y operando con smbolos y mitos, la poesa tambin es capaz de producir pautas para interpretar el mundo y la vida humana, anlogas a los conceptos y categoras de la filosofa y la ciencia. Claro est que stas ltimas poseen el rigor y la exactitud que le falta a la poesa. Pero el lenguaje potico puede, a su manera, sacar a la luz de la palabra estructuras, figuras y procesos de la realidad y situaciones y estados, acciones y formas de comportamiento de la existencia humana individual y colectiva inaccesibles al pensamiento filosfico y a la investigacin cientfica. Por otra parte, el poeta posee el poder de captar el relumbrar instantneo de lo individual y de fijar en el verso su presencia efmera y fugaz, lo que no logran el filsofo y el cientfico, que van siempre en pos de lo universal y lo abstracto propios de la idea platnica y de la ley, vlidas para una pluralidad (El misterio del lenguaje, Bogot, Planeta, 1995, pg. 93).

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Slo que la literatura de Borges posee el rigor y la exactitud que les faltan a la filosofa y la ciencia. Tiene el rigor de la duda y la exactitud del matiz. Habla de realidades inaprensibles ya una sensacin, un sentimiento, un fervor colectivo, la conclusa peripecia de un muerto y nos las reabre frescas para cada lector, en la edificacin paulatina de un mito. Ese mito llamado Buenos Aires y esa ficcin conocida con el nombre de Borges. Que cant a su patria, construyndola con palabras, y logr con dicha afirmacin borrarse, poco a poco, hasta ser slo una escritura, plural e inagotable, que an no hemos descifrado del todo. El Borges que habl de Rosas, y que recre su figura, en polmica siempre abierta, manifest, en alguna ocasin, la posibilidad de prever la literatura futura mediante la entonacin con que se leer cualquiera de las hipotticas pginas del porvenir. Las modulaciones de una voz nos anunciarn el tiempo que vendr, y ese tiempo, ese futuro, ahora lo pienso, ser Borges. Estar compuesto por una voz que modula con lentitud las estrofas, consciente del inexorable peso de una tradicin la tradicin espaola con sus pompas y oropeles, con su fnebre retrica, pero tambin con la limpidez mgica de Garcilaso y San Juan de la Cruz. As este poema, por ejemplo: EWIQKEIT Torne en mi boca el verso castellano a decir lo que siempre est diciendo desde el latn de Sneca: el horrendo dictamen de que todo es del gusano. Torne a cantar la plida ceniza, los fastos de la muerte y la victoria de sta reina retrica que pisa los estandartes de la vanagloria.

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No as. Lo que mi barro ha bendecido no lo voy a negar como un cobarde. S que una cosa no hay. Es el olvido; s que en la eternidad perdura y arde lo mucho y lo precioso que he perdido: esa fragua, esa luna y esa tarde. El otro, el mismo, 1964.

En estos 14 versos hay un descenso admirable: pasamos del latn de Sneca a un arrabal de Buenos Aires. Disfrutamos de la magnfica crtica de la retrica, hecha con una an mejor retrica, y en medio de la estructura formal, compuesta por alguien impregnado hasta los huesos de mucha (y muchas) literaturas, brota ese latido conmovedor de quien ha amado, no claudica y pretende mantener intacto ese fuego que an arde: el de una tarde, a diferencia de otras tardes, bendecida por la revelacin, tan comn como ntima, del amor y la belleza. De ese milagro, como los versos, que vuelve al formularlo unos nuevos labios. Borges es, entonces, el que percibe la, belleza en lo cotidiano y en lo inesperado. En Jo trivial de cada da y en el asombro ms sutil. As, por ejemplo, en un texto del ao 1931 "Una vindicacin del falso Basilides", un heresiarca, nacido cien aos despus de Cristo, en Alejandra, y cuya doctrina gnstica predica una creacin casual y fatigada, un mundo edificado por demonios inferiores. Al llegar al punto central de su explicacin, jalonada por Padres de la Iglesia y libros en alemn, hay como un llamado ancestral, que lleva a Borges a tornarse difano y a explicar lo impensable con una metfora slo concebible en un argentino. Dice as este prrafo: Falta considerar el otro sentido de esas invenciones oscuras. La vertiginosa torre de cielos de la hereja basilidiana, la proliferacin

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de sus ngeles, la sombra planetaria de los demiurgos trastornando la tierra, la maquinacin de los crculos inferiores contra el pleroma, la densa poblacin, siquiera inconcebible o nominal, de esa vasta mitologa, miran tambin a la disminucin de este mundo. No nuestro mal, sino nuestra central insignificancia, es predicada en ellas. Como en los caudalosos ponientes de la llanura, el cielo es apasionado y monumental y la tierra es pobre (Discusin, pg. 243). En medio de ese melodrama csmico slo un argentino poda encontrar la metfora de la pampa para esclarecer un intrincado misterio teolgico. Slo un hombre de los mrgenes y las orillas, de ese extremo occidental del mundo, poda acceder al centro, desde una periferia mucho ms enriquecedora que el infinito provincianismo de los pases fatuamente autodenominados centrales. Cioran, en una pgina memorable de 1976, declaraba al respecto: Para qu celebrarlo cuando hasta las universidades lo hacen? La desgracia de ser conocido se ha abatido sobre l. Mereca algo mejor, mereca haber permanecido en la sombra, en lo imperceptible, haber continuado siendo tan inasequible e impopular como lo es el matiz. se era su terreno. La consagracin es el peor de los castigos para el escritor en general y muy especialmente para un escritor de su gnero. A partir del momento en que todo el mundo lo cita, ya no podemos citarle o, si lo hacemos, tenemos la impresin de aumentar la masa de sus "admiradores", de sus "enemigos". Para concluir: Es la nada suramericana lo que hace a los escritores de aquel continente ms abiertos, ms vivos y ms diversos qu los europeos del Oeste, paralizados por sus tradiciones e incapaces de salir de su prestigiosa esclerosis2.2 E. M. CIORAN: "El ltimo delicado", en Ensayos sobre el pensamiento reaccionario y otros textos, Barcelona, Montesinos, 1985, pgs. 137, 139-140.

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