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boletín ASOCIACIÓN URUGUAYA de HISTORIA ECONÓMICA de HISTORIA ECONÓMICA AÑO I - Nº 2 LOS ESTUDIOS EMPRESARIALES EN AMÉRICA LATINA ¿El debate interminable? - Mario Cerutti INNOVACIÓN Y (SUB)DESARROLLO El caso de la energía eléctrica en Uruguay - Reto Bertoni ¿A DÓNDE HA IDO LA HISTORIOGRAFÍA ECONÓMICA LATINOAMERICANA - Luis Bértola LA MALDICIÓN DE MAUÁ Crisis bancarias en Uruguay (1868-2002) - Jaime Yaffé

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boletínASOCIACIÓN

URUGUAYA deHISTORIA

ECONÓMICA

deHISTORIAECONÓMICA

AÑO I - Nº 2

LOS ESTUDIOS EMPRESARIALES EN AMÉRICA LATINA¿El debate interminable? - Mario Cerutti

INNOVACIÓN Y (SUB)DESARROLLOEl caso de la energía eléctrica en Uruguay - Reto Bertoni

¿A DÓNDE HA IDO LA HISTORIOGRAFÍA ECONÓMICA LATINOAMERICANA - Luis Bértola

LA MALDICIÓN DE MAUÁCrisis bancarias en Uruguay (1868-2002) - Jaime Yaffé

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órgano de comunicación entre la comunidad de

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Redactor ResponsableAlcides Beretta Curi

Durazno 1826 – CP 11200

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Año I - Número 2 - Montevideo, junio de 2003

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1Boletín de Historia Económica - Año I - Nº 2 / Junio de 2003

CIRCULAR 1/03○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Circular 1/03Normas para el envío de originales ....................1

ARTÍCULOS

Los estudios empresarialesen América Latina.¿El debate interminable? ...............................3Mario Cerutti

Innovación y (Sub)DesarrolloEl caso de la energía eléctricaen Uruguay ...................................................10Reto Bertoni

NOTAS Y DEBATES

La maldición de MauáCrisis bancarias en Uruguay(1868-2002) ...................................................21Jaime Yaffé

¿A dónde ha ido la historiografíaeconómica latinoamericana? .......................27Luis Bértola

ÍNDICE○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Normas para el envío de originales para el Boletínde la Asociación Uruguaya de Historia Económica

El Boletín de AUDHE publicará artículos origi-

nales, resultados de investigación, que se enmarquen

dentro de la Historia Económica, entendida en un sen-

tido muy amplio, dando prioridad a las colaboracio-

nes enviadas por los socios. Además de los artículos,

el Boletín de Historia Económica contará con una

sección “Notas y Debates” y otra para “Reseñas Bi-

bliográficas”.

Los trabajos con pedido de publicación deberán

ser enviados al Redactor Responsable (Dr. Alcides

Beretta, Durazno 1826, Montevideo, Uruguay). De-

berán ser inéditos y no estar aprobados para su publi-

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El Boletín tendrá una periodicidad semestral y se

editará en los meses de mayo y octubre. Las colabo-

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del 30 de noviembre para la edición del primer se-

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El Redactor responsable acusará recibo del traba-

jo en el plazo de quince (15) días de su recepción y el

Consejo Consultivo resolverá sobre su publicación en

un plazo no superior a los noventa (90) días. Esta re-

solución podrá estar condicionada a la introducción

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páginas, tamaño carta con tipo de letra Times New

Roman 12 puntos a espacio simple (incluidos cua-

dros, gráficos, mapas, notas y bibliografía). Las

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colaboraciones destinadas a las secciones “No-tas y Debates” y “Reseñas bibliográficas”, nodeberán exceder de dos páginas.

4) Las notas se ubicarán al final del artículo y pre-cediendo a la Bibliografía.

5) Las referencias bibliográficas irán al final del tra-bajo bajo el epígrafe Bibliografía, ordenadasalfabéticamente por autores y siguiendo siempreel siguiente orden: apellido (en mayúscula), nom-bre (en minúscula) del autor, año de publicación,(entre paréntesis y distinguiendo a, b, c en casode que el mismo autor tenga más de una obra ci-tada en el mismo año), título del artículo (entrecomillas) o del libro (en cursiva), lugar de la pu-blicación y editorial (en caso de libro), volumeny número de la revista. Sólo se incluirán en labibliografía obras y autores citados en el texto.

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8) Las citas textuales, si exceden de tres líneas iráncon sangría a ambos lados. En dichas citas losintercalados que introduzca el autor del trabajodeberán ir entre corchetes, para distinguirlos cla-ramente del texto citado.

9) Los cuadros, gráficos y mapas incluidos en el tra-bajo deberán ir numerados correlativamente, te-ner un breve título que los identifique e indica-ción clara de sus fuentes.

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3Boletín de Historia Económica - Año I - Nº 2 / Junio de 2003

* Universidad Autónoma de Nuevo León (Monterrey, México).

1. Los años 70

Los años 70 del siglo XX abrieron una etapa cri-tica para las economías avanzadas y, de paso, golpea-ron de manera inusitada a las sociedades latinoameri-canas. El período de crecimiento y bienestar inaugu-rado tras la Segunda Guerra --agotado en vísperas dela crisis del petróleo—terminó de estallar en 1973: apartir de entonces, una no menos prolongada fase deincertidumbre y dificultades habrían de lastimar alsistema capitalista en general y a su espacio atlánticoen particular.

El Estado de Bienestar construido de manera fir-me desde 1945 en muchas economías avanzadas co-menzó a ser objeto de críticas sistemáticas, mientrasel llamado neoliberalismo ganaba posiciones con cier-ta rapidez tanto en el diseño de las políticas publicascomo en el plano académico. Augusto Pinochet enChile, Margaret Thatcher en la Gran Bretaña y RonaldReagan en Estados Unidos serían, entre 1976 y 1982,los abanderados gubernamentales de este nuevo en-foque traducido a políticas económicas.

Entre las respuestas que se brindaron a tan críti-ca coyuntura conviene destacar dos: a) la incorpora-ción al mundo de la producción y de los servicios delas innovaciones que una acelerada transformacióntecnológica ponían al alcance de las empresas y losempresarios; b) la integración de bloques económi-cos multinacionales que, basados en el éxito de laComunidad Europea, procuraban rebasar la estrechezy limitaciones de los mercados nacionales: el Merca-do Común del Sur (Mercosur), construído desde 1985,y el Tratado de Libre Comercio para la América delNorte (TLCAN, puesto en marcha a fines de 1993)fueron ejemplos visibles de este fenómeno.

En las sociedades latinoamericanas másindustrializadas los años 70 terminaron de dejar enevidencia los problemas derivados del modelo susti-tutivo de importaciones. La propuesta de crecimientosustentada en el mercado nacional, en un desarrolloindustrial con escasos contactos con el mercado in-ternacional y en una intensa intervención del Estadoen la economía se mostraba agotada. La crisis de 1982,desatada por la enorme deuda externa y detonada pre-cisamente en México, significó la ruptura con y delmodelo sustitutivo, y arrastró hacia la apertura co-mercial tras décadas de insistente protección.

LOS ESTUDIOS EMPRESARIALES EN AMÉRICA LATINA¿El debate interminable?○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Mario Cerutti *

2. Controversias

La amarga coyuntura de 1973-1982 incentivó doslíneas de controversia en el mundo atlántico y en lamisma América Latina: a) cuales debían ser las fun-ciones y el tamaño del Estado; b) cuantas y cuales desus estructuras era necesario reorganizar, desregulary privatizar.

Lo primero se relacionaba con el nivel de inter-vención que el Estado podía asumir con cierta efica-cia. En este sentido no sólo se aludía al plano econó-mico: también se demandaban respuestas sobre suingerencia en materias social, laboral, educativa ysociopolítica. Lo segundo estaba más directamentevinculado a las empresas paraestatales, a todas aque-llas actividades que el Estado había ido controlandoo copando desde los años 20 en los ámbitos de la pro-ducción, los servicios, el comercio, los recursos natu-rales, las comunicaciones y la infraestructura.

Junto con ello estalló en Latinoamérica una dis-cusión que mucho tiene que ver con lo que aquí seanalizará: cuanto, qué y como se debía privatizar deesas actividades (productivas o no). Qué iba a suce-der, además, con las consideradas estratégicas (trans-porte, comunicaciones, energía, petroquímica, carre-teras, petróleo, compañías de aviación, siderurgia).

En una América Latina con experiencias muy pro-fundas de intervencionismo estatal, con movimientossociopolíticos que habían sustentado sus proyectos dereforma social y desenvolvimiento económico en unavigorosa expansión del Estado, dichos temas no po-dían sino provocar agrias discusiones. A la vez, todoello suponía ubicar como uno de los ejes del debate aun par de actores frecuentemente marginados en lasCiencias Sociales latinoamericanas: la empresa pri-vada y el empresariado. Por lo tanto una consecuen-cia adicional fue incorporar a la controversia:a) el papel que debían jugar el empresariado autóc-

tono y la empresa privada tanto en el nuevo or-den a construir como –y sobre todo-- en el desa-rrollo económico;

b) cuánto habría que reformar en materia institucio-nal (con aspectos tan sensibles como el laboral olas inversiones extranjeras) para que empresa pri-vada y empresariado asumieran con eficacia sunueva y preponderante responsabilidad;

c) y cual sería, en ese contexto, el peso de la inver-sión extranjera, de la asociación mixta de capita-

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les, de las alianzas estratégicas y de la transfe-rencia tecnológica.

3. Los estudios empresariales

En ciertos escenarios académicos latinoamerica-nos, mientras tanto, los estudios empresariales se ha-bían tornado más frecuentes desde mediados de losaños 70. En realidad, eran más aceptables y acepta-dos, aunque muy “en los márgenes” de algunas Cien-cias Sociales (Historia y Sociología, sobre todo). Den-tro de la disciplina histórica, los estudios empresaria-les tomaron cierto auge desde principios de los 80como una rama de lo que podríamos llamar historiasocioeconómica, que muchas veces se confundía conla aún incipiente historia económica.

Ello explica que desde mediados de los 80 (esdecir: no hace más de veinte años) se observara unascenso en la cantidad y en la calidad en las investi-gaciones emprendidas y en sus resultados, aunque concomponente diferenciados según cada situación na-cional. Lo que sí podía comprobarse era que con talesfuerzo: a) se abordaron y explotaron nuevas fuen-tes, públicas y privadas; b) se manifestaba una másexpresiva preocupación por lo teórico y lo compara-tivo; c) se generaron espacios más amplios para losestudios empresariales en universidades, institutos deinvestigación, congresos y publicaciones; d) se insis-tía en forma más notoria en los empresarios (más queen la empresa), en su evolución como figura burgue-sa y en el mundo del capital, en sus actividades y susmecanismos de acumulación, en sus entrelazamientosfamiliares y sus vínculos con el poder político en tan-to agente económico.

Este devenir académico, ligado estrictamente aldesenvolvimiento de la investigación y a lo que losarchivos y otras fuentes comenzaban a mostrar y de-mostrar, fue paralelo y simultáneo a la creciente pér-dida de centralidad de la Historia Económica en losestudios históricos, a la centralidad que se brindaba alos fenómenos económicos en la explicaciones másgenerales, en las interpretaciones de tipo estructural.Fue un desplazamiento que liberó a la Historia Eco-nómica (y a la Socioeconómica) de su obligación deser una herramienta explicatoria global, de toda lahistoria acontecida, de toda la realidad estudiada.

Esa pérdida de centralidad, con sus claros efectosliberadores, brindó a la Historia Económica una po-sibilidad menos pretenciosa y más efectiva: la de es-pecializarse dentro de las disciplinas históricas y den-tro del generoso universo de las Ciencias Sociales.La Historia Económica se convirtió entonces en unaventana más, una herramienta más para la produc-ción de conocimientos, con sus reconocidas yreconocibles virtudes y limitaciones.

Y fue en tal contexto que poco a poco, entre lasventanas conexas, asomaron la historia empresarial ylos estudios empresariales. Hay que apuntar que,como ya se detallará, sobresalieron al comienzo losestudios sobre las personas, los agentes individuales,los empresarios. De ellos se pasó en forma casi lógi-ca, ya en los 90, a la empresa, cuya especificidad esmenester remarcar desde el punto de vista de la in-vestigación. México y Colombia pueden resultar dosvigorosos ejemplos en este sentido. La otra vía, la deentrar directamente al mundo de la empresa, se utili-zó menos (en Argentina disfrutó de cierta relevancia),aunque observando con demasiada frecuencia a estetipo de organizaciones como una construcción muyligada al capital extranjero, como expresión casi ex-clusiva de la inversión y el ingenio provenientes delas sociedades avanzadas.

Existía cierta contradicción inicial entre ambosenfoques. Los estudios sobre empresarios reconocíanla existencia histórica de estos agentes económicosen no pocas regiones del continente. ¿Por qué? Sim-plemente porque habían indagado y seguido, a vecescon minuciosidad, la configuración de ágiles burgue-sías regionales en el siempre incierto contexto latino-americano del siglo XIX. Se trataba casi siempre deburguesías de origen comercial, vinculadas casi na-turalmente al préstamo y muy dispuestas a quedarsecon la tierra rural y urbana si las circunstancias lopermitían. Esas investigaciones habían detectado –yde nuevo Colombia y México resultaron arquetípicosen tal punto- que el surgimiento de empresariadosindustriales, de burguesías dedicadas a la producciónurbano-fabril, se había manifestado como prolonga-ción o como diversificación de la actividad comer-cial-financiera.

Quienes, por el contrario, entraron en forma di-recta al mundo de la empresa (fabril, de transportes,minera) parecían encerrados en la más prejuiciososuposición que vinculaba capacidad empresarial ainversión extranjera (y, por ello, a apellidosanglosajones o franceses). No poco contribuyeron aesta distorsión muchos laboriosos colegas estadouni-denses y euroanglosajones quienes, en su intento nadaacadémico por reivindicar a los expoliados latinoa-mericanos, sugerían que toda empresa digna de lla-marse así no podía ser sino fruto de la expansión im-perialista.

Es importante señalar que esta ascendente signi-ficación de los estudios empresariales coincidió conel paralelo auge de la Historia Económica y de esosmismos estudios en otras latitudes. España, por sucercanía cultural, por su obvia vinculación lingüísti-ca y por el impresionante avance que vivió en estoscampos a partir de 1975, ejerció una influencia muyparticular. Influencia que se acrecentaba por la tra-

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ducción al castellano –desde Barcelona o Madrid--de obras que consideraban de manera más académicaal empresariado y a la empresa.

Simultáneamente los estudios empresariales cu-brían espacios más generosos en congresos generaleso más dirigidos al tema (las conferencias internacio-nales sobre historia de empresas en Brasil son un buenejemplo) y en reuniones especializadas. La fundaciónde tres nuevas asociaciones de historia económicadurante los 90 (la uruguaya, la del norte de México yla brasileña), y su incorporación a la Asociación In-ternacional en 1994 , en Milán, incentivaron el inte-rés en este tipo de investigaciones, en su desarrolloteórico y en la necesidad de interrelacionarse con losgrandes centros académicos de Estados Unidos, Eu-ropa y Asia. Los libros colectivos, las publicacionesperiódicas, los seminarios, dejaron de ser desde prin-cipios de los 90 algo tolerado y se convirtieron enforos relativamente respetables en las universidadespública y privada.

4. El debate que no acaba

Sin embargo, en pleno 2003, aún encontramos queempresarios, empresas y temas conexos prosiguensituados como eje de agrios debates en Latinoamérica.

Fuera del ámbito académico parece evidente quese trata de una controversia sociopolítica con cargasideológicas no demasiado alejadas a las de los años60 y 70: en no pocas ocasiones está conectado condiscusiones partidarias y casi inevitablemente enre-dados en y con la ligereza periodística. Las posicio-nes planteadas durante los recientes 90 en torno a lasprivatizaciones y al papel del Estado, así como lasescaramuzas sobre manejo del presupuesto, del défi-cit fiscal, el tipo de cambio, la independencia o no delas autoridades monetarias o la supuesta prioridad deciertos “gastos sociales” han enmarcado e incentivadoaquellas controversias.

Lo alarmante es que estas posturas suelen prolon-garse al intercambio académico. La antigua proclivi-dad latinoamericana de mezclar discrepancia acadé-mica con contienda ideológica y hasta con militanciapolítico/partidista sigue viva en algunos ámbitos.Como ello hace dudar que en tales casos se opere enprocura de conocimientos nuevos, encauzados por lainvestigación, el método y la teoría, conviene a estaaltura de la exposición y del problema plantearse lassiguientes preguntas:

I. ¿Por qué continúan vivas tales manifestacionesen no pocos medios del escenario académico latino-americano?

II. ¿Se justifica la animadversión a la empresa, alos empresarios o los grupos empresariales desde quie-

nes deberían dedicarse a la investigación científica, ala generación sistemática de conocimiento nuevo yconfiable (es decir: a la producción de conocimientointercambiable y universal, controlable metodológi-camente, contrastable, comparable, distinguible deldebate ideologizado)?

III. ¿Realmente se puede producir conocimientoconfiable en semejantes contextos socio-político-aca-démicos?

IV. ¿Influyó o modificó algo el desenvolvimientode los estudios empresariales durante un cuarto desiglo, de tantos años de investigación relativamente res-ponsable en países como Colombia, Brasil, México,Argentina, Uruguay, Costa Rica, Chile o Venezuela?

VII. Finalmente: ¿estamos ante un clásico debateque lleva a la producción de conocimientos o se tratade una incurable propensión latinoamericana?

Quizá resulte necesario esbozar antecedentes deesta historia. Y un dato útil para recordar lo constitu-yen aquellos estudios de los años 60 y 70 del sigloXX, con sus prolongadas polémicas sobre las burgue-sías latinoamericanas y sobre la existencia, o no, deun auténtico empresariado autóctono. Entre sus ca-racterísticas más llamativas destacaban:

I. Una excesiva inserción y dependencia del de-bate ideológico, típico de una época que se autodefiníacomo revolucionaria, como transformadora del mun-do (en especial tras el triunfo de la revolución cuba-na). El “nacionalismo burgués”, el “reformismo po-pulista”, la crítica sistemática al sistema capitalista, alas inversiones externas y al “estado burgués”, la de-nodada y frustrada búsqueda de burguesías naciona-les y la preocupación por la revolución guiaban conextrema asiduidad el intercambio de idea y la investi-gación.

II. La confusión entre lo que se consideraba una“auténtica” burguesía y el empresariado industrial. LaCEPAL y las corrientes dependentistas contribuye-ron con énfasis a difundir la concepción de que sóloel empresario fabril y urbano era realmente un em-presario. La banca, las finanzas, el comercio, la agri-cultura, la ganadería, los servicios, la minería, lasexplotaciones forestales, la pesca y el turismo, porcitar sólo diez actividades que requieren indudabledestreza empresarial, no resultaban evidencia suficien-tes para probar la existencia de empresarios en Amé-rica Latina (o de las burguesías nacionales).

III. De allí la censura explicita o implícita a todopropietario de tierra o a todo comerciante. Los pri-meros eran categorizados inevitablemente como atra-sados, retardatarios, oligarcas, no racionales y hastafeudales. Los segundos, además, habían funcionadocomo parásitos y agentes que desangraban todo siste-ma productivo.

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IV. De la crítica sistemática a los grupos propieta-rios de la tierra, los bienes y el capital se pasaba coninsistencia a la censura/condena. De la condena aldesprecio. Del desprecio a la aseveración de inexis-tencia. Ni empresarios ni, mucho menos, auténticasburguesías. El término lumpenburguesía, diseñado porel célebre Andre Gunder Frank, no sólo recorría conéxito los laberintos académicos: expresaba además elcirculo que se extendía del debate ideológico a la su-puesta producción de conocimiento en el ámbito delas Ciencias Sociales.

V. Una excesiva, casi monopólica concentraciónhistoriográfica en las ciudades capitales, cuyos estu-diosos operaban como portadores de la historiografíanacional. Era una atribución que también se asigna-ban, a veces con énfasis aún mayor, los sociólogos ylos miembros de disciplinas conexas. Que socieda-des como la venezolana, la brasileña, la argentina, lamexicana o la colombiana manifestaran todavía se-rias desigualdades regionales, diferencias profundasen los mapas de la cultura, lo étnico o la lengua, noparecía significativo para estos homogeneizadores dela historia, del devenir socioeconómico, del discurrirpolítico/institucional. Vale la pena advertir, en estesentido, que no se modificaba demasiado el enfoquesi el estudioso era “de izquierda” o “de derecha”.

VI. Una escasa aproximación a las labores de in-dagación empírica, un indisimulable disgusto fren-te a los archivos, una aversión más que notoria a laorganización de materiales útiles para describir, resu-mir, cuantificar o mostrar situaciones específicas. Enlos grandes debates de los años 60 y principios de los70 brillaba una gran estrella: el marco teórico. Tanluminosa que, al menos en los temas que aquí consi-deramos, solía enceguecer a la mayoría de los queparticipaban en la controversia.

5. Otros senderos

El mundo académico, por suerte, poco tiene dehomogéneo. Ni siquiera en esta Latinoamérica tanfecunda en discusiones y tan menesterosa en serie-dad institucional. Y podrían probarlo los senderosparalelos que se fueron abriendo desde fines de los70 y durante los 80 en los entrecruzados planos de laHistoria Económica y de lo que hoy definimos comohistoria empresarial.

Creo que será de utilidad aludir a las experienciasde investigación que tanto en Colombia como enMéxico, en forma bastante simultanea, se comenza-ron a manifestar desde mediados de los 70. Era unavía casi similar (lo que hoy facilita el cotejo), condos elementos que es pertinente remarcar de entrada:a) la gran importancia que se asigno al siglo XIX; b)y –como no podía ser de otra manera, dada la época

indagada- la regionalización del objeto de estudio.Si en Colombia, dada la extrema y aceptada dife-

renciación regional del país, esta combinación pare-cía normal, en México (donde la diferenciación re-gional también era evidente pero su aceptación eramenos asimilable) supuso una paulatina construcción,estimulada por la fundación y desarrollo de nuevoscentros académicos en numerosas ciudades de su com-pleja geografía.

Podríamos sintetizar en pocos apartados lo que fuedestilando la investigación regional dedicada a la his-toria económica y socioeconómica en Colombia yMéxico entre mediados de los 70 y fines de los 80:

I. Se ocupó de detectar con bastante minuciosi-dad los mecanismos que permitieron: a) la construc-ción histórica del empresariado; b) el concomitanteproceso de formación de capitales. Si en México que-dó en evidencia que esos orígenes podían remontarsea los años 40 y 50 del siglo XIX, en Colombia –sinnegar lo anterior- casos como el de Antioquia obliga-ron a revisar porciones del siglo XVIII.

II. El seguimiento detallado de estos actores eco-nómicos, a veces día a día o mes por mes, demostrócon amplitud que el comercio, la actividad comer-cial, no sólo se confundía con esos orígenes y con lafase de consolidación de estas burguesías. La docu-mentación dejaba en claro que, por las característicasde la actividad y por las circunstancias en que se des-envolvía, el comercio significaba un inestimable es-cuela de experiencia empresarial. Experiencia quepoco a poco, por cierto, iría envolviendo –según lasregiones y momentos- otras actividades: las finanzas,el control y explotación de tierras rurales y urbanas,la minería, la agricultura, la ganadería, la banca y hastala industria fabril.

III. Por lo tanto, las empresas que surgían y la or-ganización que las regía resultaban expresión de lamisma experiencia acumulada, fruto de la dinámicaemprendida por estos núcleos y familias de comer-ciantes/propietarios. Esa dinámica producida históri-camente --y escudriñada gracias a la indagación em-pírica en fuentes poco utilizadas hasta entonces-- de-rivaba de:

a) las características del desarrollo regional, que condemasiado frecuencia poco tenía que ver con el aveces inexistente desarrollo nacional (algo quese explica porque a mediados del XIX, y aun ensus años 80, pocos Estados-nación estaban real-mente integrados a escala latinoamericana, y losque los estaban presentaban aún agudas diferen-cias regionales);

b) el tipo de mercados (o la combinación de merca-dos) para los que se operaba, a los que se procu-raba satisfacer o usufructuar;

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c) las coyunturas históricas y los cambiantes esce-narios institucionales (operar en tiempos de gue-rra interior o exterior, actuar en momentos de es-tabilidad);

d) la prosperidad/habilidad de los mismos agentesestudiados, su capacidad para establecer nexosintra e interregionales e internacionales;

f) el entrelazamiento y promoción simultánea dediversas actividades económicas (comercio, agri-cultura, servicios, banca, industria);

g) la secundariedad de las actividades fabril/urba-nas, a las que se llegará a fines del XIX en algu-nos casos como una posibilidad más del desen-volvimiento empresarial (en lugar de ser la ex-presión empresarial, como hubiesen preferidocepalinos y dependentistas);

h) la vital instrumentación de las redes familiarescomo componente estratégico de desenvolvimien-to empresarial, válida para todas las actividadesemprendidas;

i) el impacto de las demandas internacionales con-citadas por la revolución industrial, en especialen su segunda fase.

IV. Estos resultados, por lo tanto, asignaban al si-glo XIX –tanto en Colombia como en México (aun-que también en Argentina, Brasil o Uruguay)-- unpapel decisivo como espacio histórico en el que senutrieron los primeros grupos empresariales de im-portancia tras la separación de España y Portugal, yen el que se efectuó la primera fase de acumulación.Las fuentes comprobaban que habían existido empre-sarios y empresas (e industria fabril, sociedades anó-nimas y hasta industria pesada) mucho antes de lostiempos venturosos del Estado-creador-de-empresa-rios y de la no menos renombrada sustitución de im-portaciones.

Era notoria, por otro lado, la disidencia existenteentre la perspectiva regional y regionalizada de estosEstados-nación en construcción y los épicos enfoquesnacionales de una historiografía que parecía siemprepresta a contribuir con proyectos afines al poder cen-tral . Al menos lo era en el plano de la historia econó-mica y de su flamante ventana, la historia empresarial.

6. Lista de tareas

El libro Empresa e historia en América Latina. Unbalance historiográfico, coordinado por el tambiéncolombiano Carlos Dávila y publicado en Bogotá en1996, ayudó a confirmar que, pese a todo, la historiaempresarial había logrado cierto desenvolvimiento enIberoamérica, aunque con altibajos, a partir de los años80. Había un camino trazado, pese al empecinamien-to ideológico y a la disputa politizada.

Las tareas del investigador, empero, tiendenacrecentarse en lugar de aproximarse a la conclusiónde sus quehaceres. El flujo teórico que acostumbrallegar de Europa o los Estados Unidos y corrientestan renovadoras como las que cimbraron lahistoriografía española estimulan y, a la vez, generanmás investigación.

Es pertinente recordar aquí ensayos como el deEugenio Torres Villanueva quien, en 1997, colaboróen el volumen colectivo que editaron precisamenteen España los también jóvenes Santiago López Garcíay Jesús María Valdaliso. Titulado “Funciones empre-sariales y desarrollo económico”, el capítulo de To-rres Villanueva sitúa los análisis sobre el empresarioen un contexto histórico y teórico útil para quienesintentan trabajar esta materia con la genuina idea degenerar conocimiento nuevo.

Tras invitar a reflexionar “sobre el papel del em-presario en la actividad económica” y sobre “larelación existente entre las funciones desempeñadaspor los empresarios y el desarrollo económico”, To-rres enumera tres resultados posibles de la actividadde estos agentes sociales: a) que la función empresa-rial brinde frutos productivos y contribuya al desa-rrollo económico; b) que resulte improductiva; c) quese manifieste como algo destructivo, que puede lasti-mar el tejido socioeconómico.

Lo interesante de este planteamiento –visible enlo que describen, asimismo, numerosas investigacio-nes recientes- es que toma distancia tanto de quienessostienen que el empresario es por naturaleza unhéroe del desarrollo como de quienes --con tantosprejuicios como los anteriores-- le imputan diversase intrínsecas maldades. Torres insiste además en undato que pocas veces ha estado presente en los deba-tes latinoamericanos: que el marco institucional –esdecir, el entorno creado por el propio Estado y por lamisma sociedad civil—suele condicionar o incentivara la función empresarial, y derivarla hacia “lo pro-ductivo”, “lo improductivo” o “lo destructivo”.

Si en torno al empresario y al empresariados haytodavía mucho por hacer, más extensa parece la seriede tareas a efectuar en derredor de la empresa, su fun-cionamiento y su historia. La lista se presenta tan abru-madora que su sola enumeración indica la relativapobreza de nuestra producción. Al menos habría queacentuar la preocupación por estudiar la empresa como:

a) organización (tanto en su estructura como en suevolución y sus dinámicas internas);

b) como producto histórico e institucional;c) como fruto de específicos y distintos comporta-

mientos empresariales;e) como célula de un grupo industrial o de un grupo

económico;

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8 Asociación Uruguaya de Historia Económica

NOTAS

f) como parte de un sector económico;g) como respuesta a mercados específicos;h) como expresión familiar o gerencial;i) como escenario de auténticas burocracias de ges-

tión;j) como espacio donde se manifiestan la transferen-

cia y la reconversión tecnológicas;k) como componente de una red regional, interregio-

nal, nacional o internacional;l) como jugadora de la globalización;m) como impulsora, o no, de capital humano y de

centros educativos especializados,

7. Conclusiones

¿Cuales conclusiones podríamos extraer tras estebreve repaso? Al menos contamos con tres:

I. La Latinoamérica política continúa sumida yabsorbida por su interminable debate sobre los em-presarios y sobre la empresa privada.. Esta “ira” con-tra empresarios y empresas, que suele manifestarsemuchas veces en acciones de gobierno, ¿no tendrárelación con el también persistente atraso de nuestraseconomías?

II. La controversia no deja de repercutir en elmundo académico, que por su lado prosigue bastante

propenso a contaminarse con discusiones reñidas conla investigación. Lo más sano desde el mundo de lainvestigación sería poner distancia de tan sinuosodebate, y procurar que nuestras indagaciones esténguiadas por el método, sustentadas en fuentesconfiables y apoyadas por herramientas teóricas quehayan demostrado su eficacia en otras latitudes.

III. La historia y los estudios empresariales se tor-narán una disciplina más sólida en América Latinacuando menos ideologizados sean sus planteamien-tos; cuando menos dependiente se manifieste, comodisciplina, de las interminables coyunturas de la polí-tica vernácula; cuando más atenta esté a la produc-ción de conocimiento universal, de conocimientointercambiable con colegas que indagan en otros ám-bitos regionales y nacionales; cuando más propensase muestre al uso de nuevas fuentes, cualquiera seasu procedencia; cuando más lúcida sea para recono-cer los rasgos diferenciales que han gestado tanto lasexperiencias regionales como los rasgos básicos delas sociedades periféricas; cuanto más consciente seade la diversidad histórica y organizacional del mundoempresarial y de la empresa; y cuando más capaz ydesprejuiciada se muestre para entablar un intercam-bio responsable con el empresariado y con sus orga-nizaciones económicas.

1) Wee, 1986; Oszlac, 1994.

2) Ominani, 1986; Valdaliso y López, 2000.

3) Entre los más reconocidos y estudiados pueden citarse el varguismo,el peronismo y los tiempos de Lázaro Cárdenas en México. Fueron casosprecedidos tanto por la temprana experiencia uruguaya como por las me-didas que en los años 20 adoptó el Estado derivado de la revolución mexi-cana.

4) No eran objeto de discusión exclusivamente latinoamericanos. Fran-cia, Inglaterra, Italia y España, por ejemplo, enfrentaron debates similares.

5) Un fenómeno que también se observaba en España y Portugal, aun-que con un desenvolvimiento mucho más marcado en el primer caso.

6) Dos antecedentes durante la segunda mitad de los años 70, en estesentido, fueron las tareas, seminarios y publicaciones de la FundaciónAntioqueña para los Estudios Sociales (FAES), en Medellín (Colombia), y laaparición, en 1978 y en México, del libro colectivo “Formación y desarrollode la burguesía en México. Siglo XIX” coordinado por Ciro Cardoso (1978)y auspiciado previamente por el Instituto Nacional de Antropología e His-toria (INAH). En Brasil, en tanto, ya se conocían los trabajos de FernandoEnrique Cardoso y se difundían los de Warren Dean.

7) Poco a poco los adoradores del marco teórico (verdadera especie den-tro del mundo académico latinoamericano entre 1965 y 1975) dejabande censurar a quienes visitaban en forma sistemática los archivos, a quie-nes realizaban encuestas o concretaban entrevistas, imputados hasta en-tonces de empiristas, positivistas y adjetivos parecidos.

8) Carlos Marichal resumía años más tarde que “la tendencia a la espe-cialización constituye desde hace algún tiempo una de las característicasmás importantes en la evolución de las Ciencias Sociales, pudiendo afir-marse que en el caso de la investigación en historia el fenómeno ha llega-do a ser particularmente notorio. Incluso dentro de disciplinas históricascon un perfil ya bien diferenciado, como es la Historia Económica, se está

intensificando esta misma tendencia...La historia empresarial y la historiade empresas constituyen precisamente uno de estos nuevos campos deinvestigación y docencia”. Marichal, 1997, p.9.

9) Los estudios empresariales agruparon, además de las históricas, in-vestigaciones realizadas desde otras disciplinas de las Ciencias Sociales.

10) A principios d e los años 80 se podían encontrar en hemerotecas comola de la Universidad Autónoma de Barcelona decenas de excelentes artí-culos sobre los espacios regionales que configuraron la economía espa-ñola de los siglos XVIII y XIX.

11) Y que comenzaron a llamar la atención sobre aspectos menos aten-didos en Latinoamérica: los distritos industriales, tan indagados por lositalianos desde la primera mitad de los 80, caben en esta referencia.

12) Como escuchamos cierta vez en un comentario inicial a una ponen-cia sobre empresarios mexicanos: “Es que es impresionante la voracidadde estos señores”. Si así comenzaba el “análisis” de la ponencia, bien puedesuponerse lo que vino después. ¿Hasta donde es realmente diferente talpunto de vista (recordando que se trata de una reflexión científica) con loque plantea la frase que leímos en un muro del interior asturiano: “Losobreros al sillón, el patrón al paredón”?.

13) En realidad, búsqueda de datos para “explicar” (justificar?) un resulta-do que se conocía antes de iniciar la indagación.

14) La investigación posterior, por el contrario, habría de mostrar cuantacapacidad empresarial se manifestaba en los ámbitos rurales y del comer-cio latinoamericanos ya en pleno siglo XIX. Marco Palacios, que ya a finesde los 70 mostraba un tono y una perspectiva completamente diferentes,señalaría en su historia del café colombiano: “Desde la segunda mitad delsiglo pasado se demostró que la iniciativa y capacidad para establecerempresas agrícolas de exportación provenían casi exclusivamente de lasoligarquías regionales y dentro de éstas, el grupo más dinámico y quemayores aptitudes demostraba para asimilar normas y valores de la prác-tica capitalista era el de los comerciantes. El hacendado-exportador consi-

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gue echar a andar un engranaje de instrumentos crediticios y comercialesmuy ligados a las estructuras de parentesco, las relaciones políticas y lapertenencia o representación de intereses provinciales bien delimitados(...) Además, el tabaco había sido una verdadera escuela de enseñanzascomerciales. Puso en contacto a los comerciantes antioqueños y bogota-nos con el resto del mundo. Comprendieron la importancia que tiene lainformación básica sobre mercados, precios, costos de transporte, rutas,competidores e idiosincrasia de los compradores”. Palacios, 1983, pp.67-68.

15) Tanto en México como en Colombia, en general, se llegó a los estu-dios de empresa tras profundizar en el mundo de los empresarios. No po-día, así, haber sorpresas. Tampoco podía asumirse que el desarrollo em-presarial –y de sus organizaciones, incluidas fabriles, bancarias y mineras-había sido ocasionado por la inversión extranjera. ¿Quien podía dudar queun empresario del norte mexicano en 1902, tras haber participado en unasociedad anónima que invirtió cinco millones de dólares en una planta desiderurgia integrada, no era capaz, al mismo tiempo, de ser accionista in-fluyente en decenas de compañías mineras?. Sobre Monterrey y el nortede México, Cerutti, 1992 y 2000.

16) Conclusión que se puede ampliar, claro está, a la historia sociopolítica.

17) Hay versión en inglés coeditada con Rory Miller y publicada porLiverpool University Press en 1999.

18) López y Valdaliso, 1997.

19) La discusión sobre cada posibilidad en Torres Villanueva, 1997, a par-tir de p.63.

20) Torres Villanueva concluye su ensayo (p.82) apuntando: a) “el análisisde la actividad empresarial no puede prescindir de la consideración delmarco institucional en el que se inserta” ; b) “el Estado y sus miembros concapacidad de decisión política” , en tanto tienen “la responsabilidad deproducir una parte notable de las reglas de juego” (y de hacerlas cumplir),“deben orientar su actividad a configurar un entramado que favorezca laasignación de funciones empresariales hacia actividades productivas”, endetrimento de las improductivas o destructivas.

21) Entre otros grandes temas: a) empresariado y desarrollo regional; b)empresariado y beneficio burgués; c) empresariado y Estado; d) tipos deempresariados e instituciones; e) empresariado y redes familiares y/oétnicas.

22) Dos libros que apuntan con firmeza en este sentido son los de Peres(1998, sobre grandes empresas y grupos latinoamericanos), y Kosacoff yotros (2001, que alude a un caso específico en Argentina).

• CARDOSO, Ciro (coord., 1978), Formación y desarrollo de la burguesíaen México. Siglo XIX, México, Siglo XXI Editores.

• CERUTTI, Mario (1992), Burguesía, capitales e industria en el norte deMéxico. Monterrey y su ámbito regional (1850-1910), México, Alianza Edi-torial/Universidad Autónoma de Nuevo León.

• ----- (2000), Propietarios, empresarios y empresa en el norte de México,México. Siglo XXI Editores.

• DAVILA L. DE GUEVARA, Carlos (comp.. 1996), Empresa e historia en Amé-rica Latina. Un balance historiográfico, Bogotá, Tercer Mundo Editores/ColCiencias.

• ---- y RORY MILLER (1999), Business History in Latin America: theExperiencie of Seven Countries, Liverpool, Liverpool University Press.

• KOSACOFF, Bernardo, y otros (2001), Globalizar desde Latinoamérica. Elcaso Arcor, Bogotá, McGraw Hill/Booz.Allen&Hamilton.

• LOPEZ GARCIA, Santiago y VALDIVISO, Jesús Maria (1997), ¿Qué inven-ten ellos? Tecnología, empresa y cambio económico en la España contem-poránea, Madrid, Alianza Universidad.

• MARICHAL, Carlos (1997), “Avances recientes en la historia de las gran-des empresas y su importancia para la historia económica de México”. En:

BIBLIOGRAFÍA

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• OMINAMI, Carlos (ed. 1986), La tercera revolución industrial. Impactosinternacionales del actual viraje tecnológico, Buenos Aires, Grupo EditorLatinoamericano.

• OSZLAK, Oscar (1996), “Estado y sociedad: las nuevas fronteras”. En: Ber-nardo Kliksberg (comp.) El rediseño del Estado. Una perspectiva interna-cional, México, INAP/FCE.

• PALACIOS, Marco (1983), El café en Colombia, 1850-1970. Una historiaeconómica, social y política, México, El Colegio de México.

• PERES, Wilson (coord.,1986), Grandes empresas y grupos industrialeslatinoamericanos, México, Siglo XXI Editores.

• TORRES VILLANUEVA, Eugenio (1997), “Funciones empresariales y de-sarrollo económico”. En: López García y Valdaliso, citado.

• VALDALISO, Jesús Maria y Santiago (2000), Historia económica de la em-presa, Barcelona, Crítica.

• WEE, Herman van der (1986), Prosperidad y crisis. Reconstrucción, cre-cimiento y cambio, 1945-1980, Barcelona, Crítica.

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En un trabajo más extenso me he aproximado alos ritmos y las características con que tuvo lugar laadopción y difusión de la energía eléctrica en el Uru-guay (Bertoni, 2002). Allí, el manejo de algunas va-riables vinculadas al fenómeno permitió el análisiscomparativo a nivel internacional; a través de ese ejer-cicio se pudo constatar un retraso relativo de Uru-guay en cuanto a la dinámica de la electrificacióndesde sus orígenes, a pesar que el contacto con la fron-tera tecnológica fue fluido. Así mismo, quedó de ma-nifiesto la imposibilidad de “acortar distancia”, no sólocon respecto a los líderes, sino también respecto aotras economías estructuralmente más parecidas.

Esta aparente paradoja se convirtió en motivo dereflexión de uno de los capítulos de aquel trabajo, einspira –a su vez- este artículo. La intención es discu-tir los problemas asociados a la transferencia interna-cional de tecnología y, especialmente, los fenómenosque pueden retrasar la adopción y difusión de todaslas potencialidades de un sistema técnico, en el paísreceptor.

La estructura del trabajo que se presenta es la si-guiente. En una primera sección la estrategia es ubi-car el fenómeno de la electrificación en el marco delcrecimiento económico moderno, para ello se explicitalas relaciones que hubo entre la difusión de la energíaeléctrica y el desarrollo.

La sección II constituye una aproximación al des-empeño relativo de una muestra de países, a través dela utilización de la variable “consumo de energía eléc-trica por habitante”. Los resultados obtenidos ilus-tran acerca del retraso relativo de Uruguay en lo querespecta a la intensidad con que fue adoptada estanueva forma de energía.

La sección III presenta de manera muy esquemá-tica las posibles explicaciones de aquella performan-ce a partir de conceptos vinculados a la oferta y de-manda energética en función de los recursos natura-les disponibles y la estructura económica predomi-nante.

En la sección IV se discute, con herramientas teó-ricas provenientes de corrientes neoschumpeterianasy evolucionistas, los fenómenos asociados a la diná-mica de la transferencia tecnológica en un “pequeñopaís periférico” como lo es Uruguay. Este abordaje

permite incursionar en el análisis de los canales detransmisión de la tecnología generada fuera de fron-teras y en las características del sustrato cultural queopera como vehículo de la difusión en la sociedadreceptora.

Finalmente, en la sección V, se realiza una sínte-sis de los resultados de la investigación y se presen-tan sumariamente algunas conclusiones.

I. El sistema técnico de la energía eléctrica y el de-sarrollo

Los primeros años del siglo XX coinciden connovedades sustanciales en la tecnología energéticadisponible. La electricidad y los derivados del petró-leo configuraron un nuevo escenario energético queofreció la posibilidad de incrementar notablemente laproductividad de la industria, el desarrollo de los trans-portes y el nivel de vida de gran parte de la pobla-ción. Estas transformaciones tuvieron lugar en lospaíses capitalistas avanzados, pero se difundieron rá-pidamente a las demás regiones del mundo, aunquecon grados de penetración muy dispares.

La electricidad se convirtió en una realidad co-mercial en la década de 1880, provocando cambiosfundamentales en el uso de la energía moderna. Des-de entonces, la electricidad desafió al paradigma do-minado por el carbón y la máquina de vapor, en aque-llos países en que se procesaba el crecimiento econó-mico moderno. La máquina de vapor era un converti-dor eficiente sólo en potencias relativamente eleva-das y resultaba muy inflexible: en las fábricas habíaun centro generador de energía que luego era distri-buida a diversas máquinas mediante un engorroso sis-tema de barras, poleas y correas. Un considerablenúmero de actividades industriales no podían acce-der a la mecanización bajo este sistema.

La electricidad era una energía secundaria que paraproducirse necesitaba de un generador: máquina devapor o turbina hidráulica. Esta transformación deenergía implicaba inevitablemente pérdidas, pero suventaja estribaba en la flexibilidad. Podía utilizarsepara generar luz, calor o fuerza y se transportaba confacilidad a domicilios y fábricas.

Por sobre todas las importantes cuestiones referi-das, la electricidad ofreció la posibilidad de que laproducción de energía se separara de la producciónde bienes, liberándola de las rigideces de dimensión

INNOVACIÓN Y (SUB)DESARROLLO.EL CASO DE LA ENERGÍA ELÉCTRICA EN URUGUAY 1○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Reto Bertoni *

* Magíster en Historia Económica. Investigador de la Universidad de la Re-pública, Programa de Historia Económica y Social (Facultad de CienciasSociales) y Área de Historia Económica del Instituto de Economía (Facul-tad de Ciencias Económicas y de Administración) [email protected]

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y localización impuestas por la máquina de vapor o laturbina. Su aplicación, primero limitada a la genera-ción de luz, se amplió en los primeros años del sigloXX con el desarrollo del motor eléctrico y de los avan-ces tecnológicos que permitieron su transmisión agrandes distancias y con ello la explotación a granescala de la energía hidráulica para su generación. Lamecanización pudo extenderse, de esa manera, a mu-chos procesos productivos hasta entonces manuales;pero además, permitió el desarrollo de otros absolu-tamente nuevos como la electrólisis del aluminio yun nuevo tipo de bienes: los electrodomésticos.

En síntesis, la difusión de la energía eléctrica su-puso la incorporación de la energía moderna en grancantidad de actividades en las que hasta ese momentoprimaban la fuerza del hombre y de los animales. Fueun factor determinante del incremento de la producti-vidad, resultó decisiva en los cambios producidos enla iluminación pública y privada, así como en los bie-nes de consumo puestos a disposición de la pobla-ción y jugó un papel destacado en la modernizaciónde los transportes. La posibilidad de apropiarse de latecnología asociada a la misma se constituyó en unfactor decisivo del sendero de crecimiento de las eco-nomías.

II. El rezago uruguayo

El Cuadro 1 permite apreciar el consumo de ener-gía eléctrica por habitante en Uruguay, en los paíseslíderes de la economía mundial y también en dos eco-nomías mediterráneas, que forman parte de lo que seha caracterizado como periferia europea.

Hacia 1900 claramente pueden definirse, en tér-minos relativos, tres situaciones distintas: Estados

Gráfico 1.

Fuente: Cuadro 1.

1900 10 8 32 3 5 65 21913 25 45 119 55 54 273 171929 105 378 473 243 371 959 621935 129 495 807 350 711 1.092 761941 104 284 902 399 622 1.362 1311945 170 463 387 273 786 1.939 1461950 249 790 891 497 1.201 2.554 2191955 414 1.144 1.464 746 1.837 3.862 3251960 614 1.582 2.098 1.075 2.619 4.674 4011965 994 2.079 2.941 1.549 3.619 5.958 4961970 1.681 2.772 4.006 2.140 4.479 7.999 6151975 2.323 3.394 4.884 2.610 4.840 9.277 6861980 2.946 4.580 5.996 3.293 5.061 10.340 9291983 3.030 5.142 6.058 3.171 4.895 10.088 1.011

Fuente: Sudrià, C. y Antolin, F. (1994); Bertoni (2002).

Cuadro 1. Consumo de Electricidad por habitante (kwh)

Año España Francia Alemania Italia ReinoUnido

U.S.A. Uruguay

Unidos que ostenta un nivel de consumo per capitamuy alto, Alemania que lo sigue pero con un nivel deconsumo que se ubica en la mitad del mismo y final-mente un grupo de países con una consumo menor ala sexta parte del de Estados Unidos. Uruguay integraese grupo aunque en el último lugar, muy cerca deItalia.

Hasta 1929, con excepción de Uruguay y España,los países del tercer grupo muestran tasas de creci-miento del consumo muy altas que les permiten acor-tar distancia con Alemania y Estados Unidos. Estefenómeno es particularmente intenso en Francia y elReino Unido. En el caso de Uruguay, después de unshock positivo hasta 1913 se vuelve a perder posicio-nes hacia el final de la tercera década del siglo. Elcomportamiento más parecido es el de España, tantoen niveles de consumo como en el ritmo de creci-

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miento, pero aún en ese caso Uruguay, que en 1913había alcanzado un consumo equivalente al 68% delespañol, en 1930 sólo llegaba al 59% del mismo.

Al iniciarse la década de 1980, el escenario inter-nacional (representado en la muestra) parece poderdefinirse nuevamente apelando a tres categorías depaíses: los Estados Unidos con un consumo que su-pera los 10.000 Kwh. por habitante; los países euro-peos cuyo nivel de consumo se ubica en un rango queva de 3.000 a 6.000 Kwh.; y un tercer nivel de consu-mo que apenas se aproxima a los 1.000 Kwh.: allí seubica Uruguay. El Gráfico I permite observar la evo-lución referida.

El manejo de algunas cifras puede ayudar avisualizar mejor las características de este rezago re-lativo del país. Para alcanzar el nivel de consumo deEstados Unidos en 1900, Uruguay demoró treintaaños, para llegar a un consumo similar al de aquelpaís en 1913 algo así como cuarenta y para acercarseal consumo de 1929, cincuenta años (Cuadro 2).

En definitiva, hacia 1980, Uruguay alcanzaba unnivel de consumo de energía eléctrica por habitantesimilar al de Estados Unidos en 1930 y en ningúnmomento pudo estar por encima del diez por cientodel consumo de energía eléctrica por habitante de esepaís. Con respecto al promedio de los líderes euro-peos, el nivel crítico parecería haber sido el veintepor ciento. En momentos de importante crecimientodel consumo en Uruguay y/o de problemas en aque-llos países del viejo continente, se logró quebrar esamarca pero, visto en el largo plazo parecerían habersido situaciones episódicas. Finalmente, la relacióncon la periferia europea parece mostrar más variantespero con un denominador común: un importante pro-ceso de divergencia después de 1950.

¿Cómo la Historia Económica puede contribuir adesentrañar la dinámica del cambio técnico en un paísde escaso desarrollo relativo? ¿Qué problemas del(sub)desarrollo pueden visualizarse a través de losfenómenos de adopción-difusión de tecnología? ¿Quéfuerzas económicas y sociales están presentes en laactividad innovativa?

III. A la búsqueda de una explicación

Intentaremos responder –al menos parcialmente-algunas de estas interrogantes a partir del análisis delos factores que estuvieron presentes en el proceso deadopción y difusión de la energía eléctrica en el Uru-guay.

La estructura productiva del país puede dar unaprimera respuesta por el lado de la demanda. Algunostrabajos, a nivel internacional, insisten en la existen-cia de evidencia que permite asociar los diferentesniveles de consumo de energía eléctrica por habitantecon el grado de industrialización y, especialmente, conla participación en ese sector de aquellas ramas quedemandan intensivamente energía.

En Uruguay los modestos niveles de industriali-zación a fines del siglo XIX y el lento ritmo de creci-miento del producto industrial hasta la década de 1920,contrastan con el acelerado proceso de industrializa-ción que vive contemporáneamente el “centro” y tam-bién algunos países de la “periferia europea”. Segu-ramente parte del retraso relativo encuentra explica-ción en este fenómeno:

“Si la aceleración en el desempeño económi-co en este período estuvo principalmente re-lacionada a la introducción de nuevas tecno-logía en el sector manufacturero, entonces eltamaño relativo de este sector estaría deter-minando el impacto de la introducción de es-tas tecnologías en la economía. Esto indicaque los beneficios de la difusión de la electri-cidad fueron mayores donde ya había un altogrado de industrialización. De ello se despren-de que la difusión de la electricidad produce unaumento de la divergencia económica entre lospaíses industrializados y en vías de industriali-zación”.2 (Ristuccia & Solomou, 2002: 21)Una segunda vertiente explicativa deriva del lado

de la oferta. En este sentido, la escasez de ciertos re-cursos naturales puede ser considerada como unalimitante al desarrollo de la electrificación. La pre-sencia o no de caídas de agua u otras formas de ener-gía hidráulica accesibles o, subsidiariamente, com-bustibles para la generación de electricidad ofrecenescenarios muy diferentes para adoptar y difundir elsistema técnico de la energía eléctrica. Uruguay cuentacon una red hidrográfica amplia pero cuyahidraulicidad es muy irregular y carece totalmente decombustibles minerales en su territorio. A pesar deuna estructura productiva similar, la respectiva dota-ción de recursos hidráulicos podría explicar las dife-rencias en los ritmos de electrificación entre nuestropaís y Nueva Zelanda, en las primeras décadas delsiglo XX. Según Myllyntaus,

Cuadro 2. Dimensión del rezago de Uruguay

65 1900 1929/30273 1913 1950/55959 1929 1980/83

Fuente: Cuadro 1.

Nivel de consumo de Energía Eléctricapor habitante (Kwh/hab)

U.S.A.(año)

Uruguay(año)

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“En los comienzos del siglo XX, los contem-poráneos ya habían observado que los paísescon considerable dotación de energía hidráu-lica tendían a gozar de más electricidad paraconsumir que otros países”.3 (Myllyntaus,1990: 94)Habría una tercera y complementaria explicación

que apuntaría a conjugar las fuerzas de oferta y de-manda en la comprensión de ciertas rigideces en loque respecta a la implantación en el país de la energíaeléctrica. Se trata de la potencial restricción que pue-de representar la escala óptima que exige la industriaeléctrica para el aprovechamiento de todo su poten-cial y el carácter de “monopolio natural” que se aso-cia generalmente a su desarrollo. Es posible aplicarestos conceptos para aproximarse a las dificultadesde la adopción y la difusión en un “pequeño país pe-riférico”, deformado por una acentuada macrocefaliacapitalina y en el que dominan –desde comienzos delsiglo XX- ciertas concepciones respecto al monopo-lio de los servicios públicos.

IV. La internación del sistema técnico y sus proble-mas

Un nuevo ángulo de abordaje complementa losanteriores y amplía los posibles factores explicativosdel retraso relativo de Uruguay en la adopción y difu-sión de la energía eléctrica. Los fenómenos asocia-dos a la dinámica de la transferencia tecnológica ofre-cen importante evidencia que enriquece el estudio delproceso de electrificación. Se trata de incorporar alanálisis de un país como Uruguay, que no pertenece ala frontera tecnológica, la forma en que se comportanciertos canales de transmisión de la tecnología gene-rada fuera de fronteras y las características del sustratocultural que opera como vehículo para la difusión deaquella en el seno de la sociedad receptora.

En lo que sigue se indaga en los problemas quetuvo la transferencia de la tecnología asociada a laenergía eléctrica en los primeros años de su implan-tación. Con ello se busca dar respuesta al retraso rela-tivo de Uruguay en el desarrollo de la electrificación,fenómeno que la evidencia manejada ha constatado.

IV.i. Canales de transmisión

Timo Myllyntaus identifica, para el caso finlandés,“siete diferentes canales a través de los cuales fueadoptado el conocimiento extranjero” (Myllyntaus,1990: 64). Estos canales serían: el bajo costo de difu-sión de una tecnología fácilmente accesible, por ejem-plo a través de la prensa u otro tipo de publicaciones;el estudio de nacionales en instituciones técnicas ex-tranjeras; viajes al exterior por parte de empresarios e

ingenieros con fines de aprendizaje; el reclutamientode especialistas extranjeros; la adquisición de licen-cias y patentes, para la producción doméstica de arte-factos electrotécnicos; la importación de equipamientoeléctrico, que implicaba la necesidad de aprender sumanejo; y las inversiones extranjeras directas.

Los conocimientos necesarios para el desarrollodel sistema técnico asociado a la energía eléctricahabrían penetrado en Finlandia a través de dichos ca-nales. Los mismos se constituyeron, de esa manera,en sendos factores explicativos de la dinámica de laelectrificación en aquel país.

El sugerente enfoque de Myllyntaus inspira unposible abordaje de los problemas de la adopción ydifusión de la electricidad en Uruguay. Debido a lasdimensiones y los objetivos de este trabajo sólo sebusca una primera aproximación al tema. Se trata dediscutir los canales de transmisión para el caso uru-guayo e indagar sobre su comportamiento. Por ciertoque deben tenerse en cuenta las especificidades decada país, pero la metodología parecería justificarse.Al fin y al cabo, como dice Myllyntaus, Finlandia erahacia fines del siglo XIX –al igual que Uruguay- “unpobre país periférico”.

Se presentan a continuación posibles canales a tra-vés de los cuales habría llegado al Uruguay la tecno-logía asociada a la energía eléctrica, se estudia algu-no de ellos y se sugiere el estudio de otros que no hasido posible abordar en esta instancia.

La importación de equipamiento eléctrico consti-tuye un canal privilegiado para tomar contacto conlas innovaciones de la frontera tecnológica. Unrelevamiento parcial de esa información consultandolos “Anuarios Estadísticos” permite observar que laintroducción de equipamiento y artículos eléctricosen volúmenes considerables, recién tuvo lugar enUruguay, en la segunda y tercera década del siglo XX.

Queda planteado para una futura investigaciónindagar sobre el desafío que implicó para los técnicosla llegada de tecnología nueva y la necesidad de ha-cer posible su aplicación. Cierto que muchas vecescorrespondió a técnicos contratados en el exterior elmontaje y la “puesta en marcha” de los equipos, perotambién es cierto que los técnicos nacionales tuvie-ron la oportunidad de aprender interactuando con lamáquina, accediendo a folletos e instructivos e inclu-so discutiendo con los técnicos foráneos. Hacia 1920se llevó a cabo, por primera vez bajo la dirección deun técnico nacional, el montaje de un grupo turbo-generador de 10.000 Kw. (turbina importada “CurtisGeneral Electric”) en la usina térmica de Montevi-deo, “tareas éstas que anteriormente eran realizadasúnicamente por técnicos especialistas de fábricasconstructoras...” (Coppetti, 1949: 23).

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Estrechamente ligados al comercio de importaciónencontramos a los representantes de firmas extranje-ras en el ramo de la electrotécnica. Algunos de elloscumplieron un rol muy importante como agentesdifusores del progreso técnico.

La empresa FIAT-LUX, establecida hacia 1908,era representante exclusiva en Uruguay de los esta-blecimientos “GAIFFE – GALLOT & PILON” deParís, una de las casas más fuertes y acreditadas en elmundo en la construcción de aparatos electro-medicales y radiológicos. Según testimonio de la épo-ca esta firma se preocupaba por contar con “todos losprogresos que en materia de electricidad se anotandiariamente en el mundo entero”. Pero, además, po-tenciaba su rol difusor realizando “importantes ins-talaciones eléctricas, particulares para simple alum-brado e industriales para calefacción, teléfonos, tim-bres, fuerza motriz y aparatos médicos” (El Libro delCentenario, 1925: 973).

La firma Eugenio Barth y Cía, instalada en 1897,tenía la representación exclusiva de “Siemens” enUruguay y en tal función estuvo íntimamente ligadaal desarrollo de la Usina Eléctrica de Montevideo,proveyéndola de gran parte de materiales y maquina-ria (cables, sub-estaciones, etc.). Pero el papel juga-do parece haber sido todavía mayor:

“...no hay organización electrotécnica de al-gún vuelo en el interior que no haya sido laobra de sus oficinas, de sus talleres y de sustécnicos. Barth y Cía llevó a cabo la reformade la Usina de Salto (concesión privada) ypoco después la firma compraba esta Usina...Y luego, a la Usina de Salto siguieron las deRivera, Durazno, Florida, Colonia, Trinidad yRocha; todas ellas instaladas íntegramente porla empresa Eugenio Barth y Cía. Y las de SanJosé, Paysandú, Mercedes y Minas que fueronprovistas de maquinarias e instalaciones mo-dernas poniéndolas a la altura de sus necesi-dades” (El Libro del Centenario, 1925: 973).La casa de artículos para electricidad que giraba

con el nombre comercial de OSCAR PINTOS fue re-presentante exclusivo para el país de las lamparillas“PHILLIPS” hasta que la transnacional holandesainstaló su sucursal en el país en el año 1927. La firmaofrecía maquinarias completas para montar usinas eincluso contratos para la entrega de usinas con redcompleta de distribución (El Libro del Centenario,1925: 974).

SERRATOSA & CASTELLS -firma instalada en1917- consiguió, al promediar la década siguiente, ladistribución exclusiva para el Uruguay de la podero-sa firma americana “WESTINGHOUSE ELECTRICINTERNATIONAL”. Esta representación abarcaba

desde los más poderosos dínamos y turbinas a laslamparillas (El Libro del Centenario, 1925: 758).

La firma RAYMON JANSSEN, fundada en el año1906 representaba en cables y material eléctrico a la“HACKETHAL DRAHT & KABEL WERKE” deHannover, fábrica universalmente conocida que su-ministró gran cantidad de material a la Usina Eléctri-ca de Montevideo (El Libro del Centenario, 1925:942).

ENERGÍA Y LUZ inició sus actividades el 1º demarzo de 1909. Aunque no contó con la representa-ción exclusiva de ninguna firma internacional, su re-levante actividad de difusión de las innovaciones vin-culadas a la electricidad hace que merezca nuestraconsideración ya que la preocupación por generar unmercado para el desarrollo de sus negocios, se com-binó con una interesante labor de promoción de lautilidad de la energía eléctrica:

“Desarrollando un plan de popularizaciónpara la fuerza motriz eléctrica, llegó a insta-lar en su propio local variadas exposicionesde motores eléctricos y material ad-hoc, crean-do asimismo, cursos destinados a la demos-tración científica y sencilla a la vez, de lapracticabilidad y de las singulares ventajasque entrañaba la electricidad como factor defuerza motriz de las industrias. Del mismomodo, con sus cursos y sus exposiciones de-mostraba públicamente las diversas aplicacio-nes que, fuera del alumbrado, podía tener enla vida doméstica, la electricidad, con prefe-rencia en lo relativo a la calefacción, exhibien-do y practicando coram-populi, estufas, coci-nas, hornos, planchas, etc., llevando así alánimo de gran parte de la población el con-vencimiento de las ventajas que aquellas ofre-cían, tanto por la limpieza como por la econo-mía y rapidez de funcionamiento” (El Librodel Centenario, 1925: 756). La política comercial de muchas de las empresas

mencionadas coincidía con una necesidad de inducirla demanda promoviendo el conocimiento de las bon-dades de la nueva forma de energía y especialmentesus aplicaciones domésticas e industriales. En ese sen-tido es que debe rescatarse su papel como transmiso-ras del sistema técnico asociado a la electricidad.

El capital extranjero y, particularmente las empre-sas transnacionales, acudieron tarde y sólo parcial-mente a participar del mercado eléctrico en Uruguay.De preferencia se buscaron distribuidores o represen-tantes que exploraran las condiciones existentes ybregaran por la imposición de sus productos en elmercado local. Ninguna de las grandes empresas (Ge-neral Electric, Siemens, etc.) se interesaron por obte-

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ner concesiones para el establecimiento de usinasgeneradoras y el respectivo monopolio para la distri-bución. Seguramente las dimensiones del mercadoexplican esta omisión, en un contexto mundial de fuer-te competencia entre aquellas firmas. Antes de 1930se establecieron filiales de General Electric (1916) yPhillips (1927) sólo para incursionar en la comercia-lización de materiales eléctricos y algunos electrodo-mésticos. Recién durante el proceso de industrializa-ción sustitutiva de importaciones aprovecharon lascondiciones de mercado cautivo, que ofreció el mo-delo, para incursionar en las actividades manufactu-reras.

Un caso distinto lo constituyen las Empresas deTranvías. “La Comercial” (capitales británicos) y “LaTransatlántica” (capitales españoles) cumplieron unarol fundamental en la electrificación del transportede Montevideo. El despliegue tecnológico utilizadopara llevar a cabo esa labor no sólo ofreció a la pobla-ción capitalina la posibilidad de contar con esta inno-vación, sino que permitió a técnicos uruguayos tenersu primera experiencia en la materia, trabajando en larealización de la obra.4

Aún resta por realizar la revisión de materialesque permitan un acercamiento al fenómeno de difu-sión de la nueva tecnología a través de la prensa uotro tipo de publicaciones periódicas. Este es un cam-po que puede ofrecer interesante información sobrela fluidez con que el país participó de las novedades dela frontera tecnológica y el nivel de conocimiento sobrelas mismas que circulaba en el ámbito doméstico.

Otra interesante vía a través de la cual podría ha-berse canalizado la transferencia de tecnología seríala realización de exposiciones y ferias. Los materia-les preparados por los expositores, así como los catá-logos que frecuentemente promocionaban la realiza-ción de estos eventos constituyen fuentes a consultarpara avanzar en la evidencia vinculada a la difusióntecnológica. Como en el caso anterior, en esta opor-tunidad no se llevó a cabo una búsqueda rigurosa, sinembargo merece una mención el hallazgo relativamen-te fortuito de material vinculado a la que posiblemen-te pueda considerarse primera exposición de materia-les y artefactos eléctricos en el país.

En el año 1909, la Usina Eléctrica de Montevideohabía culminado “la gran transformación” y, para in-formar al público del desarrollo adquirido por la mis-ma, los servicios que brindaba y las ventajas que ofre-cía el consumo de la corriente eléctrica, se organizóuna “Exposición de Aplicaciones Eléctricas Moder-nas”. El folleto con el cual se promocionó el eventoconstituye un ejemplo de la riqueza que puede en-contrarse en materiales similares (Usina Eléctrica deMontevideo, 1909).

La importancia de la inmigración, como vehículode la difusión de conocimientos y técnicas, parece un

tema fuera de discusión. El importante caudal de eu-ropeos que llegaron al Río de la Plata y al Uruguay enlas últimas décadas del siglo XIX y primeras del si-glo XX, ofrecieron un privilegiado canal a través delcual pudieron llegar al país los saberes y/o las expe-riencias, en relación a la nueva forma de energía queconquistaba el mundo. Revisar resultados de impor-tantes trabajos sobre la inmigración y su relación conla “industria temprana” podría ofrecer material va-lioso para avanzar en este campo.5

Finalmente, los materiales consultados son muysugerente respecto a la importancia que pudo tener lacontratación de técnicos extranjeros y los estudiosrealizados por nacionales en instituciones técnicasdel exterior. la impresión es que las fuentes existen-tes permitirían tener una idea bastante clara de la par-ticipación de los primeros en la Administración y enempresas del ramo así como de los saberes con queregresaban de su formación fuera de fronteras los se-gundos.

IV.ii. El sustrato cultural y los recursos humanos

La llegada al país de los saberes asociados a laproducción y utilización de la energía eléctrica escondición necesaria pero no suficiente para que seconcrete exitosamente la transferencia tecnológica.Además de la viabilidad económica de la innovación,se requiere un ambiente propicio para la adopción ydifusión. En este sentido las características culturalesde la sociedad receptora, junto a recursos humanoscapaces de ser portadores y potenciadores del proce-so innovativo aparecen como factores importantes.

Una aclaración se impone al iniciar este apartado.Las mentalidades y la oferta educativa prevalecientesen un momento histórico dado están en gran medidadeterminadas por la realidad material. En ese senti-do, el Uruguay de fines del siglo XIX y comienzosdel XX que se caracteriza por el predominio de unmodelo pecuario exportador y de servicios, no es na-tural demandante de una especial formación de re-cursos humanos en las “nuevas tecnologías”. No obs-tante, la postulada “autonomía relativa” del Estadouruguayo y los avances del estatismo desde la décadade 1890 y especialmente con la llegada de José Batlley Ordóñez al gobierno, podrían haber generado con-diciones para una oferta educativa distinta.

Hasta 1887 el país no contó con una carrera de

Cuadro 3. Ingenieros egresados

1892 - 1917 121 51918 - 1938 128 121939 - 1948 209 21

Fuente: Coppetti, M. Nuestros Ingenieros... pp.299 y ss.

Total PromedioAnual

Período

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ingeniería y, aún entonces, el perfil de los egresadosfue el de “Ingeniero de puentes, caminos y calzadas”.El plan de estudios omitía cualquier referencia a laelectrotécnica. En 1906, un nuevo plan de estudiosincorporó cursos de Ingeniería Sanitaria e HidráulicaAgrícola pero deberá esperarse al año 1924 para que,al crearse la carrera de “Ingeniero Industrial”, se de-fina un perfil del egresado más acorde con el desarro-llo de la tecnología asociada a la electricidad. Segúnpublicación de la Asociación de Ingenieros del Uru-guay, esta nueva carrera “susceptible de división es-pecializada futura puede decirse que corresponde aelectromecánico e industrial” (Asociación de Inge-nieros del Uruguay, 1949: 318).

La formación de ingenieros puede considerarseun indicador indirecto de la actitud hacia la ciencia yla tecnología en una sociedad. En el Cuadro 3 se pre-senta el número de ingenieros egresados entre 1892(primera generación) y 1948. Los períodos seleccio-nados se corresponden con una significativa varia-ción del promedio anual de egresos.

Las preferencias intelectuales de la sociedad Uru-guaya corrían por otros carriles. Entre 1892 y 1917 elpromedio de egresos en la Facultad de Derecho fuede 12 y en la Facultad de Medicina de 16 esto es, dosabogados y tres médicos por cada ingeniero. En elperíodo siguiente (1918-1938) egresan 25 abogadosy 46 médicos por año.

Si se suma los egresados de la Universidad de laRepública y las reválidas otorgadas por la misma, elnúmero de profesionales que actuaron en el país vin-culados -directa o indirectamente- a la Ingeniería Eléc-trica, en los cincuenta años considerados, se llega a lacifra de 77. De ellos, catorce son extranjeros que re-validaron su título y sesenta y tres son egresados dela Facultad en la Carrera de Ingeniero Industrial querecién se creó en 1924.

Dejando de lado la enseñanza superior, otro ám-bito en que la electrotécnica podría haberse desarro-llado era la enseñanza industrial. En Uruguay a finesdel siglo XIX y comienzos del siglo XX, esta funciónfue cumplida por la “Escuela de Artes y Oficios” yluego por las “Escuelas Industriales” (dependientesde la Dirección de Enseñanza Industrial desde 1916).En este terreno, recién en 1922, se inauguró la “Es-cuela de Mecánica y Electrotecnia”.

La ausencia de ámbitos de formación de recursoshumanos capaces de contribuir al desarrollo de las“nuevas tecnologías”, en los albores de la electrifica-ción, queda de manifiesto en las palabras del Inge-niero Monteverde –Decano de la Facultad de Mate-máticas- en un folleto que circuló en 1899

“... las aplicaciones de las máquinas se hanmultiplicado extraordinariamente en el país,sin embargo sólo por excepción se encontrará

un capataz de taller, un director técnico defábrica, un mecánico, un conductor de máqui-nas de locomotoras que sea del país; los telé-grafos, los teléfonos y el alumbrado público,tienden sus hilos por todo el país y la traccióneléctrica impone ya como una necesidad ennuestra capital sin que tengamos personal na-cional apto para atender a tantos servicios comorequieren esos adelantos modernos” (MartinezMontero & Villegas Suarez, 1967: 82).Este testimonio parece fortalecer la idea de que,

al comenzar el siglo XX, el país tenía contacto con lafrontera tecnológica, pero las condiciones locales parala adopción y difusión daban cuenta de una impor-tante restricción en cuanto a recursos humanos na-cionales capaces de conducir y potenciar el proceso.La permanencia de este factor limitante constituye unode los motivos inspiradores del proyecto de Ley de crea-ción de la Enseñanza Industrial, que eleva el Poder Eje-cutivo al Parlamento en febrero de 1915. En el mismo,Don José Batlle y Ordóñez describe la situación

“A una doble necesidad, cultural y económi-ca, responde el adjunto proyecto de ley. A lainsuficiencia de nuestra vida industrial, queno ha logrado tonificar un régimen de dere-chos protectores, se une, para acentuar la de-ficiencia de nuestra producción fabril, la ca-rencia de instituciones adecuadas para la for-mación de personal técnicamente capaz, conla instrucción científica que la explotaciónindustrial moderna exige... La solución a dar-se al segundo problema, el de la cultura in-dustrial, contribuirá también al acrecenta-miento de la riqueza pública, pues llevará alaprovechamiento total de las energías produc-toras neutralizadas hoy en parte por insufi-ciencia técnica, por falta de adaptaciones in-teligentes, y hasta por la imposibilidad de or-ganizar formas económicas y modernas deexplotación que, aunque necesarias para ase-gurar el éxito de la industria, resultan supe-riores a la capacidad profesional de nuestrosobreros” (Martinez Montero & VillegasSuarez, 1967: 104)La extensión de la cita se justifica por la riqueza

de la misma en cuanto a la descripción de la situa-ción. La debilidad de la “cultura industrial” aparececomo un diagnóstico muy preciso de los problemasque estarían afectando a la difusión de la nueva tec-nología. Uruguay no habría logrado, al menos hastapromediar la segunda década del siglo XX, formarlos recursos humanos suficientes para concretar –parafraseando a Batlle- “adaptaciones inteligentes”de las nuevas tecnologías. Esta realidad puede expli-

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car la preferencia por los técnicos extranjeros en losorígenes de la electrificación del país.

En una fecha tan avanzada como 1930, el inge-niero alemán Adolfo Ludín fue el artífice del ante-proyecto de construcción de las obras hidroeléctricasen Rincón del Bonete. Es de destacar, sin embargo,que para entonces, los ingenieros uruguayos ya con-centraban un caudal de “saberes” que permitió su ac-tiva participación en el debate sobre la pertinenciatécnica y económica del “proyecto Ludín” (Ruiz etal, 1997).

Hasta la década de 1920 habría prevalecido unacarencia en cuanto a cuadros técnicos formados quepudieran explotar las potencialidades del sistema téc-nico de la electricidad. Generalmente se apeló a es-pecialistas extranjeros para cubrir esas falencias, aun-que se hicieron esfuerzos, de parte de los particularesy desde el Estado, para completar la formación en elexterior de técnicos nacionales.

IV.iii. El “aprendizaje en obra”

Aunque Uruguay no contó hasta la década de 1920con instituciones que formaran técnicos con un perfilde egreso acorde al desarrollo de una tecnología aso-ciada a la electricidad, esto no significa que no hubie-ran surgido esfuerzos muy importantes tendientes acaptar todas las potencialidades que se derivaban dela aplicación de las nuevas tecnologías emergentesen la frontera del conocimiento.

La reparación de las propias máquinas e instala-ciones de las usinas se convirtió en un desafío desdeel comienzo. Así, cuando aún se hallaba en manosprivadas la Usina de Montevideo, en la Memoria co-rrespondiente al año 1894 se expresa:

“Existe la idea de establecer en la Usina delArroyo Seco, en condiciones modestas, algu-nos talleres, los cuales, a la par de represen-tar serias economías para la Empresa en lostrabajos que se practiquen, darán ocupacióncon preferencia a muchos obreros nacionales,y tendrán ocasión de hacer su aprendizaje al-gunos compatriotas que quieran iniciarse enlos diversos ramos que abarca unaUsina”(Medina Vidal, 1952: 189-190).El dato más antiguo ubicado, en relación a la pre-

ocupación por formar cuadros técnicos para viabilizarel desarrollo de las instalaciones eléctricas desde elinterior de la industria, corresponde al hecho siguien-te: “[hacia 1900] don Carlos Ricci y Toribio [jefe deinstalaciones] se ofreció para dar clases de electrici-dad gratuitamente al personal, siendo luego desig-nado en el Presupuesto como Profesor con $30”(Medina Vidal, 1952: 94). Esta referencia estaría in-dicando la necesidad de la propia empresa de formar

in situ a los operarios ante la ausencia de cursoscurriculares y/o la posibilidad de contratar personalidóneo.

Estas “clases para electricistas” fueron institucio-nalizándose y dieron lugar a que, ya constituida laAdministración de las Usinas Eléctricas del Estado,se hablara de la “Escuela de Electrotécnica fundadapor aquella institución” (Coppetti, 1949: 110). Uninteresante fenómeno de interacción entre la esferaproductiva y el sistema educativo tuvo lugar enton-ces. Con la decisiva participación del Directorio delente energético y de la Dirección de Enseñanza In-dustrial se constituyó una “Comisión Mixta de Ense-ñanza Industrial – Usina Eléctrica” cuya labor culmi-nó con la creación de la “Escuela de Mecánica y Elec-trotecnia” que quedó inaugurada el 8 de mayo de 1922.La importancia de este instituto y la seriedad del em-prendimiento queda de manifiesto al designarse al expresidente de las Usinas Eléctricas del Estado, el In-geniero Bautista Lasgoity como Director de dichaEscuela.6

El papel jugado por las Usinas Eléctricas del Es-tado, en lo relativo a los esfuerzos domésticos deaprendizaje, no se limitó a lo expresado. Un númeroconsiderable de estudiantes de ingeniería encontra-ron en aquella empresa estatal un campo de aprendi-zaje muy fértil en la tecnología asociada a la electri-cidad. La contratación de estudiantes como “Ayudantede Ingeniero” se constata desde 1914 y para muchosfue el comienzo de una carrera profesional en el cam-po de la tecnología eléctrica (Coppetti, 1949). Es ne-cesario resaltar este rol cumplido por el ente energé-tico por la oportunidad de aprendizaje que ofreció asu personal, en una rama con muy escaso desarrolloen el medio.

Finalmente, cabe reconocer la labor de la Asocia-ción de Ingenieros del Uruguay, entidad que promo-vió la discusión de la temática referida a las fuentesenergéticas y participó activamente, en las décadasde 1920 y 1930, en todo lo relativo al aprovechamientohidroeléctrico del Río Negro. A partir de los años vein-te habría madurado la comunidad de los ingenieros yconseguido un nivel de formación tal que le permitióacercarse a la problemática de la electrificación ydesplegó en ese, como en otros campos, un “naciona-lismo tecnológico” acusadamente crítico de los pro-yectos foráneos (Ruiz, 1999).

IV.vi. Adopción y conflicto

Los procesos de innovación tecnológica general-mente encuentran diversos grados de resistencia so-cial propios de la inseguridad que acompaña al cam-bio. Estos fenómenos, muchas veces expresan el le-gítimo derecho de las sociedades a integrar las nove-

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dades al esquema de valores vigentes, un ejemplo biencercano lo representan los debates en curso respectoa los efectos provocados (buscados o no) por las tec-nologías de la información y la biotecnología. Desdeel temor hasta los cuestionamientos éticos se puedeapreciar un abanico de actitudes frente al cambio ylas mismas reflejan el conflicto subyacente a toda in-novación. Pero también el freno al cambio puede pro-venir de intereses particulares o corporativos. En cual-quier caso lo nuevo genera conflicto y, del carácterdel mismo y de la manera que se resuelva, dependeen gran medida la viabilidad del cambio.

La adopción de la energía eléctrica en Uruguaygeneró ciertos conflictos. Alguno de ellos porque laintroducción de este tipo de energía lesionaba intere-ses económicos, otras veces pudo estar en juego eltemor a la innovación o el sentimiento de inseguridadindividual o colectiva que acompaña a todo cambio,en otros, finalmente, se puso en el tapete un problemade fueros sobre la competencia institucional. En todocaso, corresponde señalar que la dinámica de la inno-vación estuvo condicionada en parte por este tipo defenómenos.

El primer conflicto tuvo lugar cuando se concretóla primera concesión para el alumbrado eléctrico deMontevideo (1886). La Compañía del Gas considerólesionados sus derechos pues, aunque estaba cadu-cando su concesión para el alumbrado de la capital,entendía que la nueva técnica de iluminación se con-vertía en una competencia muy peligrosa. Se suce-dieron acciones judiciales y presiones políticas va-rias pero, finalmente, predominó la decisión guber-namental de otorgar a la Compañía de Luz Eléctricala concesión respectiva.

Otra situación conflictiva tuvo lugar una décadadespués, cuando la empresa responsable del serviciopúblico de electricidad en Montevideo no pudo ga-rantizar el normal suministro. Esta vez el problemase generó entre la Junta Económico-Administrativade Montevideo y el Gobierno Central por una cues-tión de fueros: ¿a quién correspondía la administra-ción (y/o propiedad) del servicio público de energíaeléctrica en la ciudad capital? Este entredicho ocupócasi diez años y se resolvió compulsivamente bajo elgobierno de José Batlle y Ordóñez a favor del gobier-no central: por ley de 1906 se abrió el camino al futu-ro monopolio estatal que se concretaría en 1912.

Con respecto al ambiente socio-cultural, en unsentido más amplio, puede señalarse como un hechointeresante la conflictividad desatada a raíz del inten-to electrificación del transporte tranviario en Monte-video. Las empresas concesionarias de este serviciopúblico solicitaron la autorización correspondientepara operar el tránsito de la tracción a sangre a la trac-ción eléctrica en 1898. Esto generó un importante

debate en la sociedad montevideana debido a los te-mores que provocaba en muchas personas el tendidode hilos con electricidad por las calles. Seguramentehubo otros intereses que también incidieron en aquelentredicho pero lo cierto es que la electrificación seaprobó cinco años después y los primeros tranvíaseléctricos recién circularon a fines del año 1906.

Seguramente un seguimiento más prolijo permiti-ría detectar más conflictos generados en torno al pro-ceso de adopción. Aunque en los casos traídos a cola-ción no se trata de grandes disputas, alguno de estoshechos o las actitudes sociales que ellos expresan demanera particular, podría ayudar a explicar algunasinconsecuencias en la dinámica innovativa.

Para terminar esta parcial recorrida por los posi-bles conflictos asociados al proceso de adopción ydifusión de la energía eléctrica se sintetiza los avata-res de la relación entre dos agentes claves para enten-der la dinámica de la implantación: el gobierno y losingenieros. En general podría decirse que, desde tien-das gubernamentales y de la academia, hubo consen-so en cuanto a la necesidad de arbitrar las mejoressoluciones para asegurar el avance de la electrifica-ción y no aparecen, al menos de manera explícita,discrepancias en cuanto a las fuentes primarias capa-ces de resolver el problema del lado de la oferta. Entodo momento parece haberse concebido la genera-ción térmica como una necesidad y el aprovechamien-to de la fuerza hidráulica como un objetivo deseableal principio y una imposición de las fuerzas económi-cas, después.

Las diferencias entre gobierno e ingenieros sur-gieron fundamentalmente en lo relativo a quién debíaasumir la responsabilidad de proyectar el aprovecha-miento hidroeléctrico de los ríos. En este punto, latradicional preferencia por las consultorías extranje-ras –cuestión imbricada en la sociedad uruguaya comoun fenómeno de larga duración- chocó con un gremiode ingenieros que en la década de 1920 mostraba yasignos de madurez y que defendía los principios deun verdadero “nacionalismo tecnológico”.

En definitiva, el conflicto inherente a la adopciónde una nueva tecnología estuvo presente en los oríge-nes de la electrificación en el país. No tuvo ribetesespectaculares, pero generó algunos “cuellos de bo-tella” que pueden ayudar a explicar algunas de lasdebilidades que mostró la sociedad receptora en cuantoa la capacidad de innovación.

IV. Reflexiones Finales

Estas páginas ofrecen evidencia, testimonios yargumentos que sustentan la idea de que en Uruguay,el retraso relativo en la difusión del sistema técnicovinculado a la energía eléctrica, encuentra parte de su

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explicación en un ambiente poco propicio a la adap-tación innovativa.

A pesar de una fluida relación con la frontera tec-nológica, que ofreció la oportunidad de conocer lascaracterística y las bondades de la nueva forma deenergía que conquistaba el mundo, el país tuvo mu-chas dificultades para internalizar la tecnología aso-ciada. Sólo al promediar la segunda década del sigloXX hubo conciencia plena del problema y se comen-zaron a instrumentar medidas tendientes a subsanarel mismo y, en este proceso, el Estado batllista jugóun rol fundamental. Los años veinte fueron una déca-da decisiva en la maduración de los recursos huma-nos capaces de potenciar el desarrollo de las nuevastecnologías.

Lamentablemente, el ritmo con que se consumóeste fenómeno, no permitió revertir sustancialmentela brecha tecnológica. Los esfuerzos domésticos, queal menos parcialmente han quedado presentados, cons-tituyeron un extraordinario emprendimiento para con-seguir avanzar en la capacidad tecnológica nacional,pero no lo suficientemente intensos como para supe-rar el retraso relativo. La brecha inicial parece conde-nar al país en el largo plazo.

Existe, indudablemente, una dimensión materialque determina limitaciones importantes para la adop-ción del nuevo sistema técnico. La estructura produc-tiva de fines del siglo XIX y los recursos naturalescon que contaba el país, no ofrecían un escenario es-pecialmente propicio para estimular un acelerado pro-ceso de electrificación. Pero a ello se sumaron otrotipo de restricciones.

En el fracaso relativo o más precisamente, el re-traso con que Uruguay incorpora las innovaciones del“cambio de siglo”, debe reconocerse –al decir de JoséBatlle y Ordóñez- un problema de “cultura industrial”.La sociedad uruguaya de comienzos del siglo XX,“el Uruguay del novecientos”, no ofreció condicio-nes propicias para la difusión del sistema técnico aso-

ciado a la energía eléctrica. En el proceso de adop-ción y difusión, implícito en la transferencia tecnoló-gica, habría fracasado el vehículo.

Hubo aislados esfuerzos de algunos pocos “em-presarios schumpeterianos” que sacudieron la “sies-ta” oriental, apelando a estrategias innovadoras en elplano de la aplicación y difusión de la nueva formade energía. Pero lo predominante fue la anémica par-ticipación del capital local y la tardía y parcial inter-vención en el mercado uruguayo de las empresastransnacionales.

El Estado desplegó importantes programas parafomentar cambios en el terreno educativo pero en-contró fuertes restricciones económicas y políticas ala hora de poner en marcha las reformas. No obstan-te, la acción estatal que se expandió al terreno empre-sarial, creó un interesante circuito innovativo, en elmarco de la Administración de las Usinas Eléctricas.

Por su parte los ingenieros representaron el ter-cer vértice del “triángulo de Sábato”. La maduraciónde una ideología comprometida con un proyecto de“nacionalismo tecnológico” encontró manifestaciónconcreta a través de la acción de la Asociación de In-genieros del Uruguay, especialmente a partir de ladécada del veinte.

Debemos aceptar que los protagonistas capacesde sustentar la dinámica del proceso innovativo y apro-vechar las potencialidades del sistema técnico de laelectricidad, estaban presentes; pero no pudieron re-vertir una mentalidad dominante poco receptiva aldesarrollo científico-tecnológico. Hubo logros parcia-les, pero fallaron los vínculos que interrelacionaranlos vértices del “triángulo”.

Parece ineludible tener presente, al reflexionar enestos términos, que la historia es pródiga en ejemplosde los tiempos necesarios para que una sociedad arti-cule un andamiaje institucional y un sistema educati-vo capaces de viabilizar y potenciar el desarrollo delcambio técnico.

NOTAS

1) Este trabajo presenta algunos resultados de la investigación que culminó con la redacción de la Tesis para aspirar al título de Magíster en HistoriaEconómica en la Facultad de Ciencias Sociales bajo el título “Economía y Cambio Técnico. Adopción y difusión de la Energía Eléctrica en Uruguay (1880-1980)”. Dicha investigación contó con el apoyo de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) a través del Proyecto de Iniciación a la Investi-gación (1999) “El sistema de innovación industrial en Uruguay. Una perspectiva histórica. 1930-1974”.

2) Traducción libre del autor.

3) Traducción libre del autor.

4) Sólo para mencionar algunos nombres: Víctor Sudriers fue ingeniero de la firma J.G. White en la electrificación de los tranvías de “La Comercial”;Alfredo De Santiago formó parte, entre 1905 y 1907 del personal técnico de la misma firma; Bautista Lasgoity fue gerente de “La Transatlántica”.

5) Los trabajos de Alcides Beretta son un claro referente al respecto.

6) El Ing. Lasgoity era considerado una verdadera autoridad en asuntos de electricidad. Egresado en 1905 de la Facultad de Ingeniería, desde 1905 a1909 viajó por Europa y USA, donde cursó estudios de Mecánica y Electricidad habiendo sido laureado como “Ingeniero Electricista” en el renombradoInstituto de Montefiori (Lieja), con la especial mención de haberse distinguido brillantemente en los estudios. Durante cinco años desempeñó la Presi-dencia de las Usinas Eléctricas del Estado. Fue Gerente de “La Transatlántica”. En la Facultad de Ingeniería dictó durante 20 años la Cátedra de Electrotéc-nica.

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LA MALDICIÓN DE MAUÁCRISIS BANCARIAS EN URUGUAY (1868-2002)1○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Jaime Yaffe *

Hay distintas interpretaciones acerca de la natu-raleza y los orígenes de la crisis bancaria que el Uru-guay afrontó a mediados de 2002. Si fue el punto cul-minante de la crisis económica iniciada en 1998 o aúnpodemos caer más profundo también es materia deespeculación. Hacia fines del 2001 e inicios del 2002casi nadie, ni entre los defensores ni entre los críticosdel modelo económico impulsado por los últimosgobiernos, esperaba que la situación se deterioraratanto como para hacer trastabillar, hasta el borde dela debacle, a la niña mimada de la economía urugua-ya de las últimas tres décadas: la “plaza financiera”.

Hoy, levantando la mirada apenas unos años másatrás comenzamos a incorporar análisis y diagnósti-cos que señalan hasta qué punto este fue un resultadoampliamente comprensible dadas las tendencias de laeconomía y la sociedad uruguayas en los noventa. Seargumenta en forma convincente que los sucesos demediados del 2002 terminaron de correr el velo quenos impedía ver los problemas estructurales que aho-ra se revelan en toda su magnitud, mostrando el “otropaís” en el que ya vivíamos desde hace tiempo 3 . Pero,en su momento, los alcances de la crisis económicay, sobre todo, la magnitud de la crisis bancaria, nossorprendieron aún a los más críticos y/o pesimistas.

Cuando en enero de 2002 los depósitos de no re-sidentes aumentaban el nivel de las reservas urugua-yas en perjuicio de las argentinas, parecía confirmar-se el papel de la banca uruguaya como refugio de losahorros que huían asustados por la inestabilidad deotras plazas regionales. Pero la relativa ilusión queesto pudo haber despertado en una opinión públicatemerosa de la posibilidad del contagio de la crisisargentina y su manifestación más temida -“elcorralito”- no llegó a hacer un verano. En febrero laintervención del Banco de Galicia y, más importanteaún, la pérdida del “Grado de Inversión” y los subsi-guientes informes de calificadoras de riesgo interna-cionales dando cuenta de la vulnerabilidad de la ban-ca uruguaya frente a la crisis argentina, marcaron elinicio del camino que acabó configurando la crisisbancaria hasta llegar al decreto que estableció el fe-

* Profesor de Historia y Licenciado en Ciencia Política. Investigador del Ins-tituto de Ciencia Política (Facultad de Ciencias Sociales) y del Instituto deEconomía (Facultad de Ciencias Económicas y de Administración) de laUniversidad de la República.

riado bancario del 30 de julio de 2002, levantado el 4de agosto una vez que se aprobó la Ley de Estabili-dad del Sistema Financiero.

Pues bien. Partiendo de la convicción de que loshistoriadores no deben renunciar al análisis de la co-yuntura, sino que por el contrario deben contribuir almismo desde su ángulo específico, “historizandola”para mejor comprenderla, nos proponemos en estebreve artículo ubicar la última crisis bancaria en pers-pectiva histórica, reseñando brevemente cuáles hansido las crisis del pasado, cuáles fueron sus caracte-rísticas más relevantes, y, finalmente, qué leccionesnos dejan la que acabamos de sortear y sus anteceso-ras. 4

Para rehacer esa historia de las crisis bancarias enel Uruguay debemos remontarnos a 1868 cuando que-brara, entre otros, el Banco Mauá. Había sido el pri-mer banco del Uruguay. Fundado en 1856 por IrineoEvangelista de Souza -quien ostentaba el título deBarón de Mauá- obtuvo autorización para funcionara partir de 1857. Eran tiempos del “bimetalismo” yde la convertibilidad del papel moneda. Los bancosprivados autorizados por el gobierno, emitían sus pro-pios billetes de acuerdo al nivel de sus reservas enoro y/o plata según una proporción legalmente esti-pulada. Luego de un período de recuperación y pros-peridad que sucedió al fin de la Guerra Grande enterritorio uruguayo (1851) y hasta de un auge comer-cial y financiero en el contexto de la Guerra del Para-guay (1865-1870), dos factores convergieron paraprovocar a fines de la década del sesenta la primeracrisis bancaria que registra la historia uruguaya. Porun lado, un persistente déficit comercial se inició en1867, producto del crecimiento de las importacionesy de la caída del valor de las exportaciones, erosionndola base metálica que respaldaba la emisión circulan-te. Por otra parte, el crónico déficit fiscal del Estadose venía enjugando con la perversa práctica de solici-tar préstamos a los bancos de plaza, entregando a cam-bio títulos de deuda pública. Para efectivizar estospréstamos los bancos que accedían al pedido sobre-emitían, es decir emitían papel moneda aún cuandosus reservas en oro no aumentasen o, como sucediódesde 1867, bajasen. Precisamente el Banco Mauá fueel más comprometido en esta práctica.

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Cuando la crisis económica se hizo evidente, ladesconfianza acerca del verdadero respaldo del papelmoneda cundió. Los tenedores de billetes acudierona las ventanillas de los bancos que, en su mayoría, nopudieron responder al reclamo de conversión. Luegode frustrados intentos de rescate que incluyeron de-cretos de inconversión y curso forzoso de los billetescirculantes, en mayo de 1868 el Banco Mauá dio quie-bra y tras él siguieron el Montevideano, el Italiano yel Navia. En el contexto de la prolongación del défi-cit comercial externo lo mismo que del déficit fiscal,se desató entonces la conocida pugna entre “cursistas”(partidarios del curso forzoso del papel moneda) ylos “oristas” (los partidarios del restablecimiento dela convertibilidad en oro de los billetes). Finalmente,el Estado restableció la convertibilidad garantizándolacon sus propios fondos cuando los bancos emisoresno pudiesen responder con sus reservas. Para que elEstado, que acusaba un marcado déficit, pudiese hon-rar tal garantía debió conseguir un préstamo de oroen la plaza londinense. Así, una crisis bancaria origi-nada en el déficit comercial externo del país y en elde las cuentas públicas, acabó con una solución queimplicó que el Estado, incrementando el endeuda-miento externo, se hizo cargo de los compromisos quelos bancos privados no podían afrontar.

En 1887, treinta años después de la inaugura-ción del Mauá, inició sus operaciones el Banco Na-cional. Desde los tiempos del militarismo de Latorreel “patrón oro” había sucedido al bimetalismo comobase del sistema monetario. La emisión funcionaba yse regulaba de la misma forma pero el respaldo de lamoneda, y su convertibilidad, pasó a ser únicamenteen oro. El personaje central de esta historia fue otrofinancista, Emilio Reus, quien logró reunir un grupode inversores argentinos que lo acompañaron en elemprendimiento. Contó además con el apoyo del go-bierno de la época que, deseoso de librarse de las du-ras condiciones impuestas por el “círculo orista”, vioen esta empresa la posibilidad de tener una vía de es-cape para sus apremios financieros. El país venía dediez años consecutivos de superávit comercial inicia-do en la época del militarismo. Esto determinó unaimportante acumulación de reservas auríferas que fue-ron la base de dos procesos: el auge especulativo (fi-nanciero e inmobiliario) y el crecimiento de las im-portaciones. Nacido en ese contexto de expansión, elNacional se estructuró en dos secciones: Comercial,para atender al financiamiento de la producción y elcomercio, e Hipotecaria, para financiar la compraventa de terrenos y la construcción. Desarrolló unared de sucursales a lo largo del país, extendiendo asípor primera vez la red física del sistema financierofuera de las fronteras de la capital.

Desde fines de los ochenta, el comercio exportadorentró en declive. Sin embargo la especulación, enparticular la inmobiliaria, y el crecimiento de las im-portaciones persistieron. Esto último provocó un dé-ficit comercial que, acumulado años tras año, fue re-duciendo el nivel de reservas que respaldaban la emi-sión monetaria de los bancos de plaza, lo mismo quesus créditos. Cuando a ello se sumó una fuerte crisisfinanciera europea -de la que la quiebra de la BaringBrothers es el episodio más sonado y conocido- lasplazas locales se vieron sacudidas. En Montevideo,se produjo una corrida a la que el Banco Nacional,con sus reservas disminuidas y muy comprometidoen la especulación inmobiliaria -que era uno de losnegocios fuertes de Reus-, no pudo responder debien-do cancelar la conversión a oro de sus billetes. A ellose sumó la deliberada campaña de los bancos oristas(el Banco Comercial y el Banco de Londres) que acu-dieron a la conversión masiva del papel moneda delNacional para hacerlo caer. El gobierno intentó sal-varlo decretando el curso forzoso de los billetes porseis meses y mientras gestionaba en Europa la obten-ción de un crédito para capitalizarlo. Pero en ambasmedidas fracasó. Los grandes comerciantes y los dosbancos mencionados proclamaron que no aceptaríanbilletes del Nacional invalidando de hecho el cursoforzoso. Por otra parte, el gobierno no obtuvo el prés-tamo que procuraba. En 1891 el Banco Nacional que-bró, procediéndose a la liquidación de su sección co-mercial y preservándose la sección hipotecaria que,transferida a sus accionistas, dio lugar años más tardea la fundación del Banco Hipotecario. Otra vez eldesequilibrio del comercio exterior había llevado a lacrisis financiera provocando una crisis bancaria.

En 1912, el Estado adquirió el Banco Hipote-cario5 . Para ello había colocado una deuda de cortoplazo a través de sus agentes en Londres. A su venci-miento en julio de 1913, Uruguay enfrentaba, otra vez,una fuerte restricción comercial y financiera6 . Entre1905 y 1912 el país había vivido una etapa de creci-miento impulsado por un auge exportador acompa-ñado por un moderado crecimiento de la industriamanufacturera orientada al consumo interno y de laconstrucción. Abruptamente en 1913 culminó esa faseexpansiva dando lugar a una fuerte caída del produc-to que se profundizaría con la guerra. En ese año seprodujo un nuevo descalabro financiero en Europa,también en Estados Unidos, que restringió fuertementela disponibilidad del crédito externo. Cuando el Esta-do uruguayo debió hacer frente al vencimiento de ladeuda antes mencionada, tenía dificultades para ha-cer efectiva su amortización. Buscó entonces unarefinanciación, pero la misma sólo le fue concedidaparcialmente a cambio de un depósito en garantía por

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el 50% del monto de la deuda. El Banco de la Repú-blica debía constituir esta garantía en la sucursal delBanco de Londres en Montevideo. Ello afectó seria-mente el nivel de las reservas del República que eranel respaldo de su emisión monetaria7 . Los viejos ban-cos “oristas”, los mismos que habían acicateado lacrisis del Nacional 23 años antes, aprovecharon ladebilidad del República para someterlo a una duraprueba: realizaron conversiones masivas de billetes aoro, provocando una notoria caída de sus ya dismi-nuidas reservas. Cuando estos hechos (depósito engarantía de la deuda y grandes conversiones de losbancos Comercial y de Londres) ganaron la calle,impactaron sobre una opinión pública ya afectada porlas noticias de la crisis financiera europeo-norteame-ricana y sus repercusiones en la vecina Buenos Aires.Se desató una fuerte corrida contra el República re-clamando la conversión de sus billetes. Las reservasllegaron a un límite peligroso para la sobrevivenciadel banco. Se salvó de la bancarrota porque los dosgrandes bancos privados visualizaron que la caída delRepública generaría un estado de desconfianza ge-neralizada y una cadena de quiebras que podrían arras-trar tras de sí al resto de la banca. Entonces, luego dedos semanas alentando la corrida que el BROU ape-nas soportara, estos bancos cesaron la conversión ehicieron un llamado público declarando su confianzaen la reputación del República y en el papel monedapor el emitido. Maltrecho, el Banco estatal sorteabaasí la primera crisis de su historia la cual lo puso alborde de la quiebra en el momento previo a la finali-zación de hecho del patrón oro del sistema monetario. 8

En Uruguay, la crisis de los años treinta, la másprofunda de la historia del capitalismo, no derivó encrisis de la banca. De hecho, en los años treinta, enparticular en la segunda mitad de la década cuandoaparecen los primeros síntomas de recuperación, elnúmero de instituciones bancarias y la envergadurade los negocios manejados por el sistema bancariocreció. Esta no ocurrencia de una crisis bancaria nodeja de ser un hecho llamativo. Sin embargo, no lo estanto si se presta atención a dos hechos fundamenta-les. En primer lugar, el BROU, además de consolidarsu papel como banco comercial, agregó a su funciónde autoridad monetaria, crecientes atribuciones en lasupervisión del sistema financiero. En segundo lugar,el Estado uruguayo estipuló una serie de medidas (con-trol de cambios, contralor del comercio exterior y hastala suspensión provisoria del pago de la deuda exter-na) que impidieron que el déficit comercial y la pará-lisis del financiamiento externo, provocasen una cri-sis financiera que arrastrase a la banca. Con estasmedidas, el Estado aseguró hasta cierto punto, la re-tención de un nivel de reservas que hizo posible so-

brellevar lo peor de la crisis en la primera mitad delos treinta. La correa de trasmisión que iba de la crisiscomercial y financiera internacional a la crisis banca-ria doméstica fue cortada mediante la decidida inter-vención del Estado en la retención de las divisas ge-neradas por el disminuido comercio exportador.

Recién en los años sesenta se produjo una nuevacrisis bancaria. En un contexto de persistente estan-camiento agropecuario y de crisis de la industriasustitutiva de importaciones -que tuvo su auge en losaños cuarenta y primeros cincuenta- el Uruguay seenfrentó nuevamente a la crisis financiera. Con unproducto estancado se desató una fuerte luchadistributiva entre sectores sociales y grupos econó-micos, una de cuyas expresiones fue el proceso infla-cionario que se verificó por esos años. De igual for-ma, floreció una creciente actividad especulativa quedio lugar a la proliferación de instituciones bancariasy para-bancarias, muchas de las cuales incumplíanabiertamente con las disposiciones reguladores de laintermediación financiera. La capacidad de supervi-sión del BROU sobre la banca privada era, con crite-rios actuales, limitada. Ello resultaba altamenteriesgoso, dado que el sistema que debía contralorearse había vuelto más amplio y complejo. Se abrió unamplio margen para la ocurrencia de operaciones al-tamente especulativas y riesgosas sin que mediarancontroles efectivos. Los propios bancos participabande las mismas mediante empresas financieras “cola-terales” que, por no ser bancos propiamente dichos,no estaban sometidas a la supervisión y las regulacio-nes estipuladas.

Como en 1868 y en 1890, el auge especulativo yla dura competencia entre grupos económicos se pro-ducía con el telón de fondo de una economía produc-tivamente estancada y comercialmente desequilibra-da. Con el agregado de una importante salida de capi-tales hacia otras plazas (en particular hacia la bancanorteamericana), el resultado fue, una vez más, la cri-sis financiera. Después de 52 años sin crisis banca-rias, la quiebra del Banco Transatlántico en 1965 pro-vocó una nueva ruptura de la confianza en el sistemafinanciero uruguayo9 . Aunque en los años inmedia-tamente anteriores habían quebrado algunos bancosmenores10 y en 1964 había sido intervenido el BancoRegional, fue la bancarrota e intervención del Tran-satlántico -que era el segundo banco de la plaza- laque expandió el temor de los depositantes y generali-zó la corrida contra los bancos. Para detenerla, AEBUse declaró en huelga. Los bancos permanecieron ce-rrados durante varias semanas hasta que las medidastomadas por el gobierno11 permitieron restablecer unclima adecuado para retomar la actividad con cierta

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normalidad. Pero ni la crisis económico-financiera niel proceso especulativo se detuvieron. Hubo aún tiem-po y espacio para otro sacudón en la banca12 antes deque la economía uruguaya ingresase en una nuevaépoca de reajuste y crecimiento.13

El sistema financiero contaba desde 1967 con unanueva autoridad monetaria: el Banco Central del Uru-guay. Como resultado de la nueva orientación de po-lítica económica aplicada por la dictadura desde 1974,la economía se había abierto y desregulado (en parti-cular se había operado una liberalización del merca-do financiero) apostando a un nuevo impulsoexportador basado en ramas “no tradicionales” quesuponían un desarrollo de algunos sectores manufac-tureros, pero bajando al mismo tiempo el nivel de pro-tección de la producción local y eliminando las limi-taciones a los movimientos de capitales. Hasta 1981la economía mostró una evolución positiva con tasascrecientes del producto, un buen desempeñoexportador, un cierto desarrollo de las actividadesmanufactereras vinculadas al mismo y una acrecidaentrada de capitales recepcionado por un sistema fi-nanciero en crecimiento, al tiempo que se produjo unnotable incremento del comercio importador y delendeudamiento externo.

Desde 1980 el panorama de la economía urugua-ya comenzó a mostrar algunos síntomas negativos:las importaciones siguieron creciendo pero el ritmoexportador comenzó a decaer, la actividad manufac-turera mostró desde 1981 una caída en el nivel de pro-ducción, en el sector financiero se revertió el sentidode los flujos de capital: se redujo la recepción de de-pósitos e incrementó la salida hacia otras plazas, conlo cual el nivel de reservas se redujo notoriamente.Otra vez la crisis comercial coincidió con la financie-ra. La cesación de pagos y la insolvencia crecientesde los deudores se hicieron evidentes en 1982. Algu-nos bancos extranjeros hicieron saber al gobierno queles sería difícil sortear la situación. Una nueva crisisbancaria asomaba. El episodio terminó con una ope-ración de salvataje conocida como “compra de carte-ras”, concretada entre 1982 y 198314 . El Estado sehizo cargo de las carteras de deudores incobrables dela banca privada según listados que los propios ban-cos presentaron al BCU, salvando así a la banca pri-vada (nacional y extranjera) a costa de un incrementodel ya abultado endeudamiento externo.

Hecho el raconto histórico, resulta que lo peculiarde esta última crisis bancaria15 , la del 2002, no es suprofundidad sino su impacto potencial y efectivo so-bre el resto de la economía, dado el nuevo y preemi-nente lugar que la banca y el sistema financiero ocu-

pan. Una cosa es una crisis bancaria en una economíade base agro-exportadora o en una economía cuya basecombina la agro-exportación y la manufacturaciónmercado-internista, cuando en ambos casos la bancacumple su tradicional rol de intermediación financie-ra sin ser el eje central de la estructura económica, yotra cosa muy distinta es el impacto de una crisis delsistema financiero en una economía altamentebancarizada.

Más allá de esta peculiaridad, hay una reiteracióntan frecuente cuando se mira la secuencia históricade las crisis bancarias en Uruguay que no registrarlaes perder la oportunidad para aprender de ellas y to-mar nota en la perspectiva de futuro. La salud y laliquidez del sistema financiero del Uruguay siemprehan dependido del flujo de divisas provenientes delsector externo, ya fuera por la vía del comercio exte-rior ya por la del endeudamiento. La secuencia queva del desequilibrio externo en cuenta corriente a lacorrida bancaria, el salvataje (de bancos privados ypúblicos) y el endeudamiento externo, pasando porlas insuficiencias en el control de la operativa finan-ciera y por las expectativas retractivas y la generali-zación de la desconfianza de los agentes, es una cons-tante que aparece en todos los casos revisados.

La cuestión bancaria es bastante más que un pro-blema económico-financiero. el Estado como agente,como fijador y/o formalizador de las reglas del juegoy como supervisor del sistema, es un decisor eminen-temente político. Elegir entre: incrementar la ya pe-sada deuda externa que debemos pagar los uruguayosde esta y la siguiente generación en U$S 1500 millo-nes adicionales para salvar al sistema financiero yevitar así los males de su ruptura; o no asistir a labanca dejando que buena parte del sistema se enfren-tase a su hundimiento con el previsible efecto que ellohubiera tenido sobre el conjunto de la ya maltrechaeconomía, pero evitando de esa forma elsobreendeudamiento y la restricción de la soberaníaen materia de legislación y orientación económica;es una cuestión eminentemente política. La políticaes el ámbito de las decisiones públicas, el lugar don-de se ventilan los asuntos colectivos y se toman lasdecisiones atinentes a ellos. Y vaya si este de la crisisbancaria -y más en general de la cuestión financieraen una economía para la que el desarrollo económicoy social es una perspectiva estratégica aún pendiente-lo es y lo será.

Y en materia de Desarrollo y del papel que el sis-tema financiero debe ocupar en la necesaria agendadel desarrollo para el Uruguay de la que desde hacealgún tiempo se viene hablando sin demasiadas con-

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creciones por el momento16 , la última crisis banca-ria, como sus antecesoras, vuelve a ponernos por de-lante varios asuntos que no deberían quedar fuera detal agenda, ni de las medidas de corto y mediano plazo.

En primer lugar, está el tema del control efectivodel sistema financiero por parte de los poderes públi-cos. El Estado, deberá tener un fuerte poder de con-trol y supervisión sobre el sistema financiero priva-do. Los detalles que dan cuenta de la forma en quefueron “vaciados” algunos de los bancos interveni-dos, muestran la total libertad con que esto pudo ha-cerse sin que el BCU, reaccionara más que tardía einútilmente cuando los hechos estaban consumados.No habrá sistema financiero estable, ni ahorristas tran-quilos, mientras el Estado no tenga las potestades ylos instrumentos necesarios para supervisar perma-nentemente el cumplimiento de las reglamentacionesy tomar, con la debida antelación, las medidas nece-sarias para evitar situaciones como las que se produ-jeron en el Banco Comercial y en el Banco de Monte-video. Este no es el único problema, pero resulta cla-ve ya que en las crisis anteriores la confianza en labanca se había roto porque el público percibió situa-ciones de insolvencia. En cambio -como lo ha señala-do Luis Porto en su libro- en la última crisis parecehaber, hasta cierto punto, una inversión de estos tér-minos, ya que una buena parte de las instituciones -esto es particularmente evidente para el caso del BancoRepública y de las filiales de bancos transnacionales-no se encontraron en situación de insolvencia. Sinembargo, fueron fuertemente afectados por la corri-da. En estos casos fue la crisis de confianza la queterminó generando la crisis de solvencia. Para resta-blecer la confianza, no bastará con asegurar la sol-vencia. En este sentido, el refuerzo de los sistemas desupervisión jugará un papel clave junto con el esta-blecimiento de sistemas de garantía y seguro de de-pósitos que reduzcan los riesgos, y con ellos los mie-dos, de los depositantes.

En segundo lugar, hay que discutir el tema de lascondiciones en que se produce la afluencia y salidadel capital financiero internacional a la plaza local yarbitrar las medidas necesarias para evitar la perni-ciosa vulnerabilidad a que la actual liberalidad nossomete. Dado que el papel de ese capital es y seráclave para el funcionamiento de la economía y parael financiamiento del desarrollo en el largo plazo esentonces imperioso establecer algún tipo decondicionamiento a los movimientos de los depósi-tos de no residentes en la plaza local. Si cualquiervariable del contexto internacional o regional -que pordefinición están fuera del control nacional- puedehacer que se evaporen nuestras reservas, sin que me-

die ningún mecanismo de defensa, entonces no habrásolución a la inestabilidad. En este sentido, hay unasola forma de reducir la vulnerabilidad y poder con-tar con un necesario margen de estabilidad ypredictibilidad: el establecimiento de regulaciones quedesincentiven las salidas, minimicen los depósitos acorto plazo y prioricen los depósitos a mediano y lar-go plazo.

En tercer lugar, deben redefinirse los respectivospapeles del aparato productivo y del sistema finan-ciero, así como del ahorro nacional y del endeuda-miento externo, en la estructura económica y en lasperspectivas de su desarrollo. En el largo plazo, nin-guna economía puede funcionar permanentemente enbase al endeudamiento externo. En la economía in-ternacional la disponibilidad de capitales, se producepor la sencilla razón de que a unas economías les so-bra ahorro y a otras les falta. Lo que determina estasdiferentes situaciones es que unos países son supera-vitarios en cuenta corriente17 lo que les genera exce-dentes de ahorro volviéndose potenciales acreedores.Otros países son deficitarios por lo que necesitan equi-librarse con el ingreso del ahorro disponible en laseconomías acreedoras. Así, la cuenta capital18 debe,mediante el ingreso de capitales procedentes delospaíses superavitarios, equilibrar el balance de pagosdel país deficitario. Cuando estos capitales no ingre-san en forma de inversiones directas, los paísesdeficitarios deben endeudarse, ya sea captando depó-sitos de no residentes, ya sea emitiendo deuda. Elendeudamiento externo es pues la manifestación deun desequilibrio estructural de la economía. Mientrasese desajuste no se resuelve, el endeudamiento siguesiendo una necesidad para sobrevivir. Pero el endeu-damiento tiene un límite, y ese límite está dado por lacapacidad de pago, la cual sólo puede apoyarse en elfuncionamiento de la otra parte de la economía, aque-lla que se registra en la cuenta corriente. En definiti-va, no hay perspectiva de desarrollo en el largo plazosi esa parte de la economía no se vuelve el motor delfuncionamiento.

Uruguay, como otros países latinoamericanos, vie-ne de experimentar los resultados de la apuesta al cre-cimiento basado en el endeudamiento externo. Eseendeudamiento ya llegó a un nivel tan elevado que elgobierno ha debido buscar su “reperfilamiento”. Pa-rece ser una buena y necesaria oportunidad para re-pensar cuál es la estrategia de desarrollo para el paísy qué lugar le caben en ella al aparato productivo (elgenerador de la riqueza y el ahorro nacional) y al sis-tema financiero (el captador y oferente del ahorronacional y extranjero). La crisis bancaria no es un fe-nómeno que se explique por sí mismo, es el resultado

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de factores estructurales que involucran a la especia-lización productiva del país, su inserción internacio-nal, sus apuestas energéticas y tecnológicas, sus al-ternativas de endeudamiento externo. En todos estosfactores residen algunas de las bases fundamentalesde nuestra actual vulnerabilidad. Si no se quiere se-

1) Agradezco los comentarios que a una versión anterior de este artícu-lo realizaran Fernando Antía, Magdalena Bertino, Reto Bertoni, GabrielBucheli, Raúl Jacob, Benjamín Nahum, Luis Porto y Héctor Tajam. No obs-tante ello, como es de rigor, lo aquí dicho corre por mi exclusiva cuenta yresponsabilidad.

2) Profesor de Historia y Licenciado en Ciencia Política. Investigador delInstituto de Ciencia Política (Facultad de Ciencias Sociales) y del Institutode Economía (Facultad de Ciencias Económicas y de Administración) de laUniversidad de la República.

3) En este sentido, varias de las contribuciones que figuran en el últimoInforme de Coyuntura del Observatorio Político del Instituto de CienciaPolítica (Otro país, Informe de Coyuntura N° 3, ICP-Trilce, 2002), apuntanen esta dirección. Véanse en particular los artículos de Gerardo Caetano,Fernando Filgueira y Luis Bértola. De igual forma, el libro de Luis Portodedicado al análisis de esta crisis bancaria (Para entender la crisis banca-ria, FCEyA-EBO, 2002) la ubica en el contexto de la crisis del patrón de cre-cimiento uruguayo de los años 90.

4) El mismo ejercicio de historización de la coyuntura se ha realizado enanterior oportunidad en referencia más general a la crisis económica quevive el Uruguay desde 1998. Véanse en este sentido los artículos de LuisBértola (2002) “La crisis actual y la historia” y Jaime Yaffé (2001) “Las crisisuruguayas en la historia” publicados en el Informe de Coyuntura del Insti-tuto de Ciencia Política, Nos. 3 y 2 respectivamente (ICP-Trilce, 2002 y 2001).

5) Tras la crisis de 1890 y el fracaso del Nacional, el Estado uruguayo norenunció al proyecto de contar con un banco nacional asociado a las cuen-tas públicas. En 1896 se concretó la creación del BROU como una expe-riencia de banca nacional de capital mixto público-privado. En 1911 aca-bó siendo 100% estatal. Para entonces ya se había transformado en la prin-cipal institución bancaria del país como parte del conglomerado de labanca pública que se terminó de configurar en 1912 con la creación delBSE y la estatización del BHU.

6) La más completa descripción y análisis de la crisis de 1913 se encuen-tra en el libro de José Pedro Barrán y Benjamín Nahum: “Crisis yradicalización, 1913-1916”, tomo 6 de la serie Batlle, los estancieros y elimperio británico (EBO, 1985).

7) Desde 1907 el BROU era el único banco emisor del peso uruguayopor lo que no circulaban otros billetes que los suyos con el respaldo desus reservas en oro.

8) Una vez que el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 blo-queó los traslados de oro entre países, la convertibilidad de las monedas

nacionales fue suspendida por sus respectivos gobiernos. En el caso deUruguay la inconversión entonces decretada nunca fuea levantada.

9) El único estudio específico que existe sobre esta crisis es la ponenciade Daniel Vaz titulada La crisis bancaria uruguaya de 1965 presentara enlas I Jornadas de Historia Económica (AUDHE, Montevideo, 1995).

10) El Banco de Comercio Minorista y Agrario en 1962 y el Banco Indus-trial en 1963 según se detalla en la ponencia de Daniel Vaz antes mencio-nada.

11) Entre ellas la intervención de varias instituciones muy comprometi-das y la garantía parcial (hasta $50.000) del BROU sobre los depósitos enla banca privada.

12) En 1971 quebraron otras 5 instituciones, entre las que destacaba elBanco Mercantil, segundo de la plaza.

13) En el contexto político de la dictadura militar (1973-1985) seimplementó, a partir de 1974, un plan de reajuste económico de conteni-do liberal, aperturista y desregulador, que tuvo en la “plaza financiera”, li-beralizada, un eje central.

14) Un amplio y documentado estudio de este episodio puede leerse enel libro de Olesker, Pomi, Porto, Rodríguez y Stolovich titulado Compra decarteras. Crisis del sistema bancario uruguayo. Estudio y documentos, (EBO,1986).

15) Sobre esta última crisis bancaria puede consultarse, además del librode Luis Porto antes mencionaldo, un breve artículo de Fernando Antía ti-tulado “La crisis bancaria de 2002 y las perspectivas de corto plazo de laeconomía uruguaya” publicado en el 2002 en el Botelín técnico del Cole-gio de Contadores, Economistas y Administradores del Uruguay.

16) La Comisión para el Desarrollo, la Inversión y la Competitividad(CODEICO), creada en el ámbito del Ministerio de Industrias en agosto de2002 a instancias del entonces Ministro Sergio Abreu, se insinuó como unabuena señal frustrada rápidamente y ya completamente olvidada.

17) El registro contable de las transacciones comerciales con el resto delmundo.

18) El registro contable nacional de los movimientos de capital.

19) Expresión que Barrán y Nahum utilizaran en el tomo 5 de la HistoriaRural del Uruguay moderno para referirse a los claroscuros del desempe-ño económico del país en el XIX y la época batllista, que bien viene parailustrar el caso que nos convoca.

guir apostando a la “prosperidad frágil”19 , como mo-deradamente acabó siendo la de los noventa, cualquieragenda para el desarrollo del Uruguay deberá consi-derar estos asuntos. Tal vez de esa forma, algún díapodamos librarnos de esta persistente “maldición deMauá”.

NOTAS

NOTAS Y DEBATES LA MALDICIÓN DE MAUÁ - CRISIS BANCARIAS EN URUGUAY (1868 - 2002)

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27Boletín de Historia Económica - Año I - Nº 2 / Junio de 2003

La preocupación de este comentario es el estadoen que se encuentra la producción de trabajos históri-co-económicos sobre América Latina, no en el senti-do de una sumatoria de estudios nacionales, sino pro-piamente, en el sentido de estudios agregados y com-parativos sobre el conjunto o, al menos, partes im-portantes de la región.

Ya es mucho lo que se ha escrito sobre la tensiónde la Historia Económica, cabalgando entre la cultu-ra de la Economía y la de la Historia. Se seguirá es-cribiendo sobre el tema, más ahora que la Economíaestá dando lugar a herejías institucionalistas que laponen de amores con la Ciencia Política y la jurispru-dencia, cuando los ataques teóricos a la racionalidadsustantiva nos llevan a planos sociológicos para en-tender el comportamiento de los agentes y cuando, afuerza de crisis y corcoveos, se comprende que el cam-bio tecnológico no es una externalidad y que lahistoricidad de este componente es insoslayable. Seseguirá hablando porque la Historia no podrá dar laespalda al innegable hecho de que las civilizacionesse sustentan en la vida material y porque nos seguire-mos dejando tentar por la posibilidad de explicar lasdeterminantes del cambio histórico y los caminos albienestar. Probablemente, pronto ya no estaremosenfatizando tanto estos gruesos aspectos, pero siguesiendo necesaria una tarea de crítica y de de-cons-trucción, porque el Estado del Arte no nos satisface,porque la Historia Económica que tenemos todavíaes hija de un desencuentro.

La Economía actualmente predominante postulala existencia de leyes universales y en el mejor de loscasos tiende a creer que su validación requiere unamayor cantidad de estudios aplicados. El de la teoríaeconómica ha sido un proceso centrípeto y ascenden-te en términos de abstracción. El problema de lahistoricidad de la teoría es un campo de reflexión cul-tivado de manera marginal, aunque creciente. La His-toria ha tendido a tener el problema opuesto, lo queha sido exacerbado por el derrumbe de las macroteo-rías, tales como los enfoques de los Annales, el mar-xismo, las teorías de la modernización y otras. Anteestas crisis, la Historia ha experimentado un procesocentrífugo y decreciente en términos de concreción,de pérdida de capacidad generalizadora y teorizadoray de crecientes particularismos.

La Historia Económica latinoamericana y sobreLatinoamérica ha padecido ambos procesos. A su vez,

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Luis Bértola

estos movimientos académicos no han podido esca-par a procesos más amplios, de carácter político e ideo-lógico, que bien podrían de manera estilizada carac-terizarse como el resultado de la globalización y elpredominio de los movimientos políticos pro-globalización en la América Latina de las últimas tresdécadas.

En esta breve reflexión pretendo ilustrar cómo esacombinación de procesos académicos y político-ideo-lógicos afectaron la producción de obras sobre la his-toria económica latinoamericana en las últimas tresdécadas. El artículo apunta a señalar simplemente al-gunos cambios muy marcados en la producción aca-démica y de ello saca algunas conclusiones para deli-near estrategias de investigación.

Dos grandes quiebres

La Historia Económica de América Latina de lasúltimas tres décadas (reitero, las obras de amplia co-bertura) ha experimentado dos grandes cambios. Elprimero de ellos es el peso decreciente de historiado-res económicos latinoamericanos en dichos trabajosy un papel creciente y determinante de autores y edi-tores de origen anglosajón en las nuevas contribucio-nes. El segundo cambio es un doble proceso. Por unlado implicó el creciente abandono de teoríasdependentistas y desarrollistas. Este movimiento seorientó muchas veces en favor de enfoques de tiponeoclásico, de acuerdo al predominio de la NuevaHistoria Económica, recientemente matizados conenfoques de tipo neo-institucionalista (la llamadaNueva Economía Institucional) y de nueva economíapolítica, ambos igualmente de inspiración neoclásicaen sus versiones más difundidas. El revisionismo his-tórico tendió a rescatar los logros de América Latinaen la primer globalización y demonizar la sustituciónde importaciones y la intromisión del Estado. Por otrolado, se ha producido una diáspora temática y meto-dológica, una verdadera pulverización de enfoques yobjetos de estudio, con una muy fuerte de-teorizacióncomo compañero de viaje y un verdadero efecto cen-trífugo hacia las particularidades. Entre esas dos po-laridades dominantes han perseverado diversos inten-tos de mantener una investigación con una importan-te vocación de combinar teoría y generalización conuna sólida investigación empírica y cuantitativa. Pormomentos la investigación ha mantenido paradigmas

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teóricos más tradicionales; en otros casos la renova-ción teórica ha sido importante y ha buscadocomplemementar determinantes internacionales conel estudio de procesos domésticos, capaces de darcuenta de dispares desempeños económicos a nivelcomparativo.

El primer quiebre

La publicación de la Cambridge History of LatinAmerica a mediados de la década de 1980 puede serconsiderado un hito que da comienzo a un nuevo pe-ríodo con respecto a cómo se escribe la Historia Eco-nómica de América Latina. Antes de ello, lo trabajosmás interesantes fueron escritos predominantementepor académicos latinoamericanos, solos o a dúo, enespañol o portugués; entre otros: Celso Furtado, LaEconomía Latinoamericana desde la Conquista Ibé-rica hasta la Revolución Cubana (México, 1974);Tulio Halperin Donghi, Historia Contemporanea deAmérica Latina (Madrid, 1969), Fernando HenriqueCardoso y Enzo Faletto, Dependencia y Desarrolloen América Latina (Siglo XXI, 1967); Osvaldo Sunkely Pedro Paz, El Subdesarrollo Latinoamericano y laTeoría del Desarrollo (México, 1970); Ciro FlamarionCardoso y Héctor Perez Brignoli, Historia Económi-ca de América Latina I-II (Barcelona, 1979); AgustínCueva, El Desarrollo del Capitalismo en AméricaLatina (México, 1978). Esta literatura estuvo domi-nada por el pensamiento estructuralista y desarrollista;por el marxismo y los Annales, y los estudios genera-les estuvieron sólidamente apoyados en, y estimula-ron, una serie de estudios nacionales que seguían si-milares líneas interpretativas: Caio Prados Jr., Histo-ria Econômica do Brasil (1945); Celso Furtado,Formaçao Econômica do Brasil (Río de Janeiro,1959); Werner Baer, The Brazilian Economy: ItsGrowth and Development (Columbus Grit, 1979);Nathaniel Leff, Brazilian Economic Development(Cambridge, 1961); los trabajos del equipo de de laTorre, Lucía Sala y Julio Rodríguez; José Pedro Barrány Benjamín Nahum, Historia Rural del UruguayModerno, I–VII (Montevideo, 1967–1978, y Batlle,los Estancieros y el Imperio Británico. I–VII, Monte-video, 1979–1985); Henry Finch, Historia Económi-ca del Uruguay Contemporáneo (Montevideo, 1980);Aldo Ferrer, La Economía Argentina: las etapas desu desarrollo y los problemas actuales (México,1963); Guido Di Tella y Manuel Zymelman, Las Eta-pas del Desarrollo Económico Argentino (BuenosAires, 1967) y Los Ciclos Económicos Argentinos(Buenos Aires, 1973); Anibal Pinto, Chile: una eco-nomía difícil (Ciudad de México, 1964); FedericoBrito Figueroa, Historia Económica y Social de Ve-nezuela (Caracas, 1966); Marco Palacio, El Café en

Colombia 1850-1970. Una historia económica, so-cial y política (Bogotá, 1979); José Antonio Ocampo,“Desarrollo exportador y desarrollo capitalista colom-biano en el Siglo XIX: una hipótesis” (Desarrollo ySociedad 1/79); Mario Arango, El Proceso del Capi-talismo en Colombia 1-IV (Medellín, 1977-78);Heraclio Bonilla, Burguesía y Guano en Perú (Lima,1974); Francisco López Cámara, La Estructura Eco-nómica y Social en México en la Época de la Refor-ma (México, 1967); David A. Brading, Los Orígenesdel Nacionalismo Mexicano (México, 1973).

Por el contrario, desde mediados de los años ’80los principales trabajos sobre la historia económicade América Latina han sido escritos primero en in-glés y en la mayoría de los casos por autores de ori-gen anglosajón. Tomemos por ejemplo The CambridgeHistory of Latin America: Volume IV: c 1870 to 1930,editado por Leslie Bethell (Cambridge, 1986). Con-tiene excelentes artículos sumamente generalizadoresa la vez que eruditos y bien escritos: Arnold Bauer,“Rural Spanish America, 1870-1930,” que resumeextraordinariamente décadas de discusión sobre latransición agraria al capitalismo en las regionesandinas y las alturas centroamericanas y de México;William Glade, “Latin America and the InternationalEconomy, 1870-1914,” que analiza la formación delos diferentes mercados de factores cuidando de laenorme variación regional, sin renunciar a la voca-ción generalizadora y comparativa; y RosemaryThorp, “Latin America and the International Economyfrom the First World War to the World Depression,”que mapea sutilmente las fortalezas y debilidades delcrecimiento hacia fuera y el inicio de los procesoshoy llamados de-globalizadores ya desde la décadade 1910.

The Cambridge History of Latin America Vol VI:Latin America since 1930: Economy, Society andPolitics editado también por Leslie Bethell(Cambridge, 1994), contiene dos capítulos muy rele-vantes, escritos por Rosemary Thorp y Victor Bulmer-Thomas, respectivamente. Estos dos autores habríande ser los responsables de los dos libros más impor-tantes de los que hoy disponemos sobre la historiaeconómica de América latina, escritos en los añosnoventa. The Economic History of Latin America sinceIndependence de Victor Bulmer-Thomas (Cambridge,1994) es analíticamente penetrante a partir de un en-foque dualista, a la vez que respetuoso de la impor-tante diversidad de trayectorias. El libro de RosemaryThorp Progress, Poverty and Exclusion: an EconomicHistory of Latin America in the 20th Century (Inter-American Development Bank, 1998), es el resultadode un proyecto financiado por el BID, a iniciativa desu Presidente, Enrique Iglesias, para conmemorar los50 años de la institución, y participó en él un numero-

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so equipo de académicos. Las contribuciones de es-tos investigadores fueron publicadas en tres volúme-nes complementarios, editados por Enrique Cárdenas,José Antonio Ocampo y Rosemary Thorp(Basingstoke, 2001).

En síntesis, parece que los historiadores econó-micos latinoamericanos ya no están produciendo tra-bajos de tipo general sobre América Latina (tampocoparece ser el caso de la Historia en general). Este tipode trabajos parece estar requiriendo de la iniciativade poderosos editores que pueden coordinar el traba-jo de varios investigadores. Los trabajos individualesde escritores de habla inglesa parecen haberse apoya-do directa (Thorp) o indirectamente (Bulmer-Thomas)en la iniciativa de editores que promueven trabajoscolectivos. Actualmente se está editando la CambridgeEconomic History of Latin America en dos volúmnesy 28 artículos, todos ellos abordando temáticas quecruzan y abarcan a toda América Latina. La tenden-cia parece reforzarse, más allá de que en estos esfuer-zos la presencia de autores latinoamericanos no seadespreciable.

El segundo quiebre

El segundo quiebre es más difícil de seguir en elpoco espacio de que disponemos. Además, yafortundamente, creo ver muchos caminos de salidaa la polaridad descripta anteriormente. Se trata de pro-fundizarlos. Empecemos por los estereotipos.

La versión más economicista de la historia eco-nómica ha tendido a abrazar los enfoques de inspira-ción neoclásica. Se han hecho contribuciones suma-mente importantes, a la vez que se ha revolucionadola elaboración y manejo de evidencia cuantitativa. Sedan situaciones fuertemente provocativas y paradóji-cas: se han realizado importantes trabajos de compi-lación estadística y de interpretación comparativa pro-movidos por historiadores económicos que ni siquie-ra son latinoamericanistas. Mientras tanto, los lati-noamericanos ni siquiera nos hacemos esas pregun-tas. Puede sostenerse que, más allá de las opinionesque nos merezcan unas u otras teorías, la reflexiónteórica ha puesto en marcha y estimulado una seriede trabajos comparativos de nuestra región, que esta-rían my lejos de abordarse, de quedarnos librados anuestras propias cavilaciones. A título de ejemplopuedo poner el trabajo de Coatsworth y Williamson,“The Roots of Latin American Protectionism”, en elque la experiencia tarifaria latinoamericana en 1870-1940 es puesta en perspectiva histórica eintercontinental, o el del propio Williamson “RealWages, Inequality, and Globalization in Latin Americabefore 1940” (Revista de Historia Económica, 17,número especial: 101-42), en el que se estudia la con-

vergencia de precios de factores en la primerglobalización y su impacto sobre la equidad. Pormomentos, estas versiones se presentan como arro-lladoras y apriorísticas, pasando fácilmente por arri-ba de matices, circunstancias y evidencia desfavora-ble. Consecuentes con el mainstream, parten de su-puestos duros. En estos casos que hemos citado hayuna fuerte idea de que el proteccionismo es dañino yque redujo la capacidad de desarrollo en los tiemposde la primer globalización y el enfoque está clara-mente centrado en la asignación de recursos sin darmayor crédito a las determinantes últimas del creci-miento económico. A la vez, se ve en los efectos nodeseados de la globalización sobre la distribución delingreso, algunas de las fuentes de la reacciónantiglobalizadora que tanto daño le habría hecho alas economías latinoamericanas. Más allá de las limi-taciones de las teorías en las que se inspiran, es real-mente muy potente la capacidad propositiva y analí-tica de este tipo de trabajos y su contribución a laidentificación y formulación de problemas, redundan-do en la proliferación de programas de investigación.

Por otra parte, hemos visto florecer una enromecantidad de estudios empíricos de empresas, de loca-lidades, de regiones, de grupos sociales, de políticase instituciones, a la vez que reconstrucciones estadís-ticas de diversa índole, que constituyen una muy am-plia base para estudios generalizadores y comparati-vos, de forma que fácilmente pueden encontrase laslimitaciones y exageraciones de las teorías generalesextremadamente simplificadoras. Sin embargo, mu-chas de estas valiosas contribuciones pierden granparte de su potencial al desarrollarse en ámbitos muycerrados, con estrategias y perspectivas teóricas deinvestigación muy acotadas, sin enmarcarse en pers-pectivas comparativas serias ni reflexiones teóricasfundadas. De esta manera, el colectivo de historiado-res económicos latinoamericano ha ido acumulandouna enrome cantidad de información y discusionesparciales, pero le ha estado faltando constituirse enuna comunidad académica que sea capaz de regular yconformar una reflexión profunda y crítica, que guíey articule la acción colectiva.

Las buenas sendas

Empecemos por la soberanía. Es necesario volvera pensar Latinoamerica “desde adentro”, para para-frasear a Sunkel. Esto no es un problema de chauvi-nismo, ni provincianismo, ni de autarquía. Hay quehistorizar la teoría para el desarrollo latinoamericanoy hay que teorizar la, y a partir de la, experiencia lati-noamericana. No importa quién lo haga, no se tratade echar a los gringos. Al contrario. Resulta funda-mental, empero, sustentar la reflexión teórica y

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generalizadora latinoamericana en la integración deuna comunidad académica latinoamericana. Al igualque en la primer globalización nuestros mercados es-taban más conectados con el centro que entre sí, enesta nueva ola globalizadora nuestras comunidadesacadémicas se comunican entre sí a través de la aca-demia anglosajona y crecientemenete en inglés. Esode por sí está muy bien, si estuviera acompañado deuna potente vida académica latinoamericana. No escasual que la visión latinoamericana de la historia la-tinoamericana haya sido el resultado de los procesosde desarrollo hacia adentro. Estamos aprendiendo, dea poco, a integrarnos; no debemos repetir los erroresdel pasado, debemos aceptar el desafío de integrar-nos de manera abierta, también en la academia.

Los avances de los últimos años en el Cono Surhan sido llamativos y son halagüeños. Primero empe-zamos participando en las Jornadas de nuestros veci-nos. De manera creciente organizamos simposios con-juntos. Vamos tejiendo redes temáticas, circuitos deintercambio supranacional. Hemos logrado, al mis-mo tiempo, un muy fluido intercambio con la comu-

nidad internacional y organizado un congreso mun-dial en Buenos Aires con involucramiento de tres paí-ses en la organización.

Parece llegado el tiempo de plantearse desafíosmás ambiciosos aún:- Crear una red electrónica de Historia Económica

de América Latina, en la que divulguemos resú-menes y artículos, en la que reseñemos trabajos,en la que desarrollemos debates, en la que pre-sentemos nuestras bases de datos, en las que pre-sentemos nuestras ofertas educativas y progra-mas de estudio.

- Editar una revista electrónica estrictamentereferada y que nos sirva de nexo con la comuni-dad internacional.

- Fomentar proyectos de investigación supranacio-nal y esfuerzos de elaboración conjunta, queinvolucren colectivos de investigadores.

Estas tareas son de rendimiento en el largo plazo,pero pueden dar resultados antes de que estemosmuertos...en varios sentidos.

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33Boletín de Historia Económica - Año I - Nº 2 / Junio de 2003

3as Jornadas deHistoria Económica

Montevideo 9 al 11 de Julio de 2003

Comité AcadémicoRodrigo Arocena, Celia Barbato, Luis

Bértola, Mario Bucheli, Julio de Brun,

Ramón Díaz, Raúl Jacob, Julio Millot,

Benjamín Nahum,

Juan Oddone, José Pedro Rilla, Lucía Sala,

José Claudio Williman

Comité OrganizadorLuis Bértola, Reto Bertoni, Ana Frega,

Juan Pablo Martí, Silvana Maubrigades,

María Inés Moraes,

Rodolfo Porrini, Ana María Rodríguez

Ayçaguer

AuspicianBanco Central del Uruguay,

Escuela Municipal de Arte Dramático,

Escuela Técnica de Turismo y Hotelería,

Fundación Bank Boston,

Intendencia Municipal de Montevideo,

PLUNA,

Rumbos Turismo,

y

Universidad de la República Oriental del

Uruguay:

- Comisión Sectorial de Investigación

Científica,

- Escuela Universitaria de Música,

- Instituto Escuela Nacional de Bellas

Artes,

- Facultad de Ciencias,

- Facultad de Ciencias Económicas y

Administración,

- Facultad de Ciencias Sociales,

- Facultad de Humanidades y Ciencias de

la Educación.

PROGRAMA

Miércoles 9 de julio

10:00 a 12:00

Salón Azul de la Intendencia Municipal

de Montevideo

Apertura: Presidente de la Asociación

Uruguaya de Historia Económica

(AUDHE), Profesor Luis Bértola

Conferencia: Presidente de la Asociación

Internacional de Historia Económica

(IEHA), Profesor Richard Sutch:

“Toward a Unified Approach to the

Economic History of Settler

Economies”.

14:00 a 18:00

Sesiones en la Facultad de Ciencias

Sociales

18:30 a 20:20

Mesa Redonda 1: “La Enseñanza de la

Historia Económica”

Jueves 10 de julio

9:00 a 18:30

Sesiones en la Facultad de Ciencias

Sociales

11:10 a13:00

Mesa Redonda 2: “Objeto y Método de

la Historia Económica”

14:00 a 18:30

Sesiones en la Facultad de Ciencias

Sociales

19:00 a 20:50

Sala Maggiolo de la Universidad de la

República Mesa Redonda 3:

“Preservación de Archivos de

Empresas”

Viernes 11 de julio

9:00 a 16:50

Sesiones en la Facultad de Ciencias

Sociales

17:10 a 19:00

Mesa Redonda 4: “El Mercosur en los

’90"

20:00

Cabildo de Montevideo Brindis de

Clausura

Page 36: boletín HISTORIA AÑO I - Nº 2 de ASOCIACIÓN ECONÓMICA · Depósito Legal Nº 1232345/03 Comisión del papel. Edición amparada al Decreto 218/96. Boletín de Historia Económica

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