Boletín Fal Conde 1986

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<R , 263r Boletín ''FAL CONDE'' Granada Enero, 198& Registro Nacional Asociación: 26782 Depósito Legal: GR. 21-1980 ¡Serás FELIZ el AÑO 198& s1 durante él eres «sostén y defensa del Ideal Tradicionalista-Carlista»! IEDITACIOnES Y SU6EREHCIAS A . PROPOSITO DE un AHIVERSARIO A DIEZ AÑ'OS VISTA Los medios de comunicación social se hacen eco, estas semanas, del décimo· aniversario del fallecimiento del anterior Jefe del Estado. Hay opiniones diversas, como es lógico, si bien priva un general con- senso a la hora de proclamar las exce!encias de la democracia impe- rante. No pretendo, ahora, un análisis global de aquel régimen y de quien lo personificó. Yo que nada le debo, antes por el contrario alguna con- trariedad me deparó, me creo en la obligación de la objetividad y, des- de la perspectiva de estos años. sigo pensando del general y de su sistema lo mismo que opinaba en los días de su vigencia: me disgus- taban su radical incapacidad para comprender el fenómeno, real e imperativo, de nuestras comunidades históricas diferenciadas (en es- pecial los casos de Cataluña y el País Vasco), los uniformes o~opele~, de sabor tota!itario, con que gustaba de envolverse todo, , la 1mprev,- sión de futuro que ocasionó la pertinaz demora en la planificación de un futuro monárquico, el estatismo encortesado que ahogaba toda ini- ciativa saludable. Reconocía los aciertos en materia de política exte- rior, las ventajas de , la paz civil que auspiciara el desarrollo econó~ico de los años sesenta y, sobre todo, me complacía el expreso acatamien- to a un Orden superior a todo lo humano que, amén de restaurar ta fórmula histórica «por la gracia · de Dios•, mantuvo la ·legislación ded régimen,· en sus líneas generales, dentro de las exigencias del decreto natural. Esto es, a mi juicio, lo que arrojaría un. aná:isis . gl~bal del fran- quismo. Lo había· dicho ya y lo repito hoy, ni quito ni anado y punto. Sin Jugar a dudas el peor cargo que puede f?rmul~r~ele al régim~n anterior es el haber desaprovechado la oportunidad, unica Y e~cep~10- na! , que en su momento se le brindó _Para enlazar con las ex1genc1as del ser natural e histórico de Las Espanas. constantemente atacado por la Revolución desde 1812. A Franco podrían aplicársele aquellas pala- bras que un monárquico francés no supo espetarle a Napoleón •e! menor•. Havard de la Montagne recoge la anécdota en su sabrosa «Historia de la Democracia Cristiana•: «Napoleón 111 dijo un día a Falloux, que fue su ministro en 1848: El desorden nos había acercado. lamento que el orden no nos haya unido. Falloux guardase. por educación, una frase que tenía en ,la punta de la lengua: Sire, es que esto no es el orden•. El régimen cuyo final se rememora estos días no fue, efectivamente, el verdadero orden, a la suino, como diría Havard de la Montagne, fue •una apariencia de or- den o, si se quiere, un alto en el desorden•. Un desorden en el que, hoy, estamos nuevamente sumidos. Haber desaprov~cha~o aquella opor· tunidad excepcional fue el gran pecado del anterior sistema, un pe- cado de omisión. LA TRANSICION POLITICA Cuando se planteó la ley de reforma política el carlismo sabía. que un replanteamiento «in radice• de la situación heredada del franqu1smo resultaba inevitable y sabía, también, que fo que se avecinaba (conse: cuencia inevitable de la gran oportunidad perdida) no iba a resultar de su gusto, ni en la forma ni en el fondo . Pese a ello tampoco se sospe- chaba que una constitución impregnada de u~ laicismo milita~t~ _abrie_se !as puertas a un sistema radicalmente hostil a nuestra trad1c1on cns, tiana: el nombre de Dios proscrito de la Vida pública, el divorcio y el aborto institucionalizados, una enseñanza primaria lo más desgajada posible de ·la inf.:uencia de la Iglesia, etc. Solapadamente, un poco a hurtadillas, el revanchismo· más descarado haría acto de presencia en 'la política española. Una vez más las discordias civiles, los odios partidistas, ,la nega- ción de nuestra alma colectiva, la subversión en las calles y la falta de autoridad carcomiendo fos entresijos de nuestra vida nacional. Mu- chos son los factores que parecen retrotraernos a los prolegómenos de las horas más bajas de nuestra historia. EL LIBERALISMO CATOLICO Frente a este estado de cosas, que en determinados aspectos com- partimos con todos· los países de la Europa libre, urge una reacción de la opinión católica del país, que sigue existiendo, que cuenta con men- tes preclaras y hombres decididos, pero que arrastra el lastre de una vieja polémica que la ha venido perjudicando desde los mismísimos días del conservadurismo isabe!ino: la escisión provocada en sus filas por el pensamiento liberal católico que cifra toda esperanza de regene- ración social y política en un consorcio católico-liberal que permita In- fluenciar al último desde su propio seno. No se trata de un fenómeno peculiar del cato!icismo español, es al- go común a todos los países de la antigua Cristiandad. Desde los días lejanos de los sacerdotes juramentados de 1789, en Francia, hasta el actual movimiento de !a democracia cristiana, pasando por nuestra •unión católica•, por el Modernismo condenado por Pío X, por Lamen- nais, por La cordaire, por •el surco• y toda suerte de mestizajes y componendas, se ha sucedido a lo largo de casi doscientos años una acción poderosa y pertinaz tendente a erradicar, desde una falsa pers- pectiva católica, los principios del derecho público cristiano. Es obvio que, en esta línea, los católicos liberales han encontrado siempre un escollo insalvable: !os principios enciclopedistas y rous- sonianos constituyen, por esencia, la negación de los cristianos. No podrá existir nunca transacción honorable entre ambas doctrinas. El socialista Jaurés lo expresó con rotunda claridad en 1895: •Si bajo una forma palpable se alzara ante las multitudes Dios mismo, el primer deber del hombre seria rehusar la obediencia y considerarle como el Igual con quien se discute, no como el señor a quien se soporta•. El eterno •non serviam• que viene resonando por todo el Universo desde la rebe!ión de los ángeles caídos ... Para superar esta inicial contradicción los católicos liberales se han visto precisados a hacer tal cantidad de concesiones a la Revolu- ción que han concluido por ser, en lo concerniente a doctrina política, más liberales que católicos. Partiendo de una visión •revolucionari.i• del Evangelio, su acto de fe democrática les ha conducido, a la postre, a conceder los mismos derechos a !a verdad que al error y a cohabitar, en estrecha unión de sentimientos e intereses, con quienes cifran todo bien en erradicar a Dios de la sociedad y de la civilización; no dudando,, al hacerlo. en apostrofar, con los peores epítetos, a cuantos seguimos fieles a los principios tradicionales. Es bien reciente, en este sentido, la actitud de la democracia cristiana italiana que prefirió consensuar la alcaldía romana para un comunista antes que ver instalada en ella a un po!ítico conservador, miembro de un determinado instituto secular que. pese a carecer de móviles políticos, suele contar con la cordial enemiga de todos los progresistas. Es todo un síntoma de alto valor indiciario. Durante casi doscientos años los cató! icos liberales se han auto- adjudicado la identidad de sus postulados con el mensaje evangélico, para lo cual no se detuvieron nunca ante las indicaciones del Magiste- rio ni dejaron que hicieran mella en ellos las encíclicas pontificias. Se deslizaron por una pendiente cada vez más peligrosa y sus actitudes se hallan. hoy, en la base de movimientos tales como el de •cristianos para el marxismo• o la •Teología de la Liberación•, que ni es auténtica teo!ogia ni puede aspirar a liberar a nadie partiendo de las premisas del error. Y así hoy en día los que se han pasado dos siglos acusándonos a nosotros, los tradicionalistas, de defender la comunidad de intereses entre el Altar y el Trono (afirmación que debería ser muy matizada y . para muestra repasemos !a •Unam Sanctam• de Bonifacio VIII, o las pá- ginas de nuestra historia protagonizadas por un Pedro 111 o un Carlos 1) no dudan en compatibilizar el mismo sacerdocio con la guerrilla mar- xista o la titularidad de una cartera en el gobierno de un país clara- mente dominado por el comunismo. UNA NUEVA AURORA Pero el pecado capital de estas corrientes heterodoxas ha sido el de haber minimizado a la verdadera opinión católica y disminuido tre- mendamente su capacidad de movilización y de reacción. ¿Dónde está aquella fortaleza, gallarda e incontestable, con que en otros tiempos sabia manifestarse? recordemos, para citar un ejemplo, la oposición suscitada a la famosa • Ley del candado• en .:Os días del gobierno Cana- lejas. Hoy la opinión católica española, que existe y sigue siendo ma- yoritaria (no olvidemos que, en las actuales circunstancias, lo de una mayoría natural y silenciosa es una gran novedad; como tampoco que, aún los católicos no practicantes, suelen seguir fieles a una ética y a una moral cristianas). se halla como asustada, desconcertada y, fre- cuentemente, fragmentada; es la consecuencia lógica de dos sigloS' de

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Boletín ''FAL CONDE'' Granada Enero, 198&

Registro Nacional Asociación: 26782 Depósito Legal: GR. 21-1980

¡Serás FELIZ el AÑO 198& s1 durante él eres

«sostén y defensa del Ideal Tradicionalista-Carlista»!

IEDITACIOnES Y SU6EREHCIAS A . PROPOSITO DE un AHIVERSARIO

A DIEZ AÑ'OS VISTA Los medios de comunicación social se hacen eco, estas semanas,

del décimo· aniversario del fallecimiento del anterior Jefe del Estado. Hay opiniones diversas, como es lógico, si bien priva un general con­senso a la hora de proclamar las exce!encias de la democracia impe­rante.

No pretendo, ahora, un análisis global de aquel régimen y de quien lo personificó. Yo que nada le debo, antes por el contrario alguna con­trariedad me deparó, me creo en la obligación de la objetividad y, des­de la perspectiva de estos años . sigo pensando del general y de su sistema lo mismo que opinaba en los días de su vigencia : me disgus­taban su radical incapacidad para comprender el fenómeno, real e imperativo, de nuestras comunidades históricas diferenciadas (en es­pecial los casos de Cataluña y el País Vasco), los uniformes o~opele~, de sabor tota!itario, con que gustaba de envolverse todo, ,la 1mprev,­sión de futuro que ocasionó la pertinaz demora en la planificación de un futuro monárquico, el estatismo encortesado que ahogaba toda ini­ciativa saludable. Reconocía los aciertos en materia de política exte­rior, las ventajas de ,la paz civil que auspiciara el desarrollo econó~ico de los años sesenta y, sobre todo, me complacía el expreso acatamien­to a un Orden superior a todo lo humano que, amén de restaurar ta fórmula histórica «por la gracia · de Dios•, mantuvo la ·legislación ded régimen,· en sus líneas generales, dentro de las exigencias del decreto natural.

Esto es, a mi juicio, lo que arrojaría un. aná:isis . gl~bal del fran­quismo. Lo había· dicho ya y lo repito hoy, ni quito ni anado y punto .

Sin Jugar a dudas el peor cargo que puede f?rmul~r~ele al régim~n anterior es el haber desaprovechado la oportunidad, unica Y e~cep~10-na! , que en su momento se le brindó _Para enlazar con las ex1genc1as del ser natural e histórico de Las Espanas. constantemente atacado por la Revolución desde 1812. A Franco podrían aplicársele aquellas pala­bras que un monárquico francés no supo espetarle a Napoleón •e! menor•. Havard de la Montagne recoge la anécdota en su sabrosa «Historia de la Democracia Cristiana•:

«Napoleón 111 dijo un día a Falloux, que fue su ministro en 1848: El desorden nos había acercado. lamento que el orden no nos haya unido. Falloux guardase. por educación, una frase que tenía en ,la punta de la lengua: Sire, es que esto no es el orden• . El régimen cuyo final se rememora estos días no fue, efectivamente, el verdadero orden, a la suino, como diría Havard de la Montagne, fue •una apariencia de or­den o, si se quiere, un alto en el desorden• . Un desorden en el que, hoy, estamos nuevamente sumidos. Haber desaprov~cha~o aquella opor· tunidad excepcional fue el gran pecado del anterior sistema, un pe­cado de omisión.

LA TRANSICION POLITICA Cuando se planteó la ley de reforma política el carlismo sabía. que

un replanteamiento «in radice• de la situación heredada del franqu1smo resultaba inevitable y sabía, también, que fo que se avecinaba (conse: cuencia inevitable de la gran oportunidad perdida) no iba a resultar de su gusto, ni en la forma ni en el fondo . Pese a ello tampoco se sospe­chaba que una constitución impregnada de u~ laicismo milita~t~ _abrie_se !as puertas a un sistema radicalmente hostil a nuestra trad1c1on cns, tiana: el nombre de Dios proscrito de la Vida pública, el divorcio y el aborto institucionalizados, una enseñanza primaria lo más desgajada posible de ·la inf.:uencia de la Iglesia, etc. Solapadamente, un poco a hurtadillas, el revanchismo· más descarado haría acto de presencia en 'la política española .

Una vez más las discordias civiles, los odios partidistas, ,la nega­ción de nuestra alma colectiva, la subversión en las calles y la falta de autoridad carcomiendo fos entresijos de nuestra vida nacional. Mu­chos son los factores que parecen retrotraernos a los prolegómenos de las horas más bajas de nuestra historia.

EL LIBERALISMO CATOLICO

Frente a este estado de cosas, que en determinados aspectos com­partimos con todos· los países de la Europa libre, urge una reacción de

la opinión católica del país, que sigue existiendo, que cuenta con men­tes preclaras y hombres decididos, pero que arrastra el lastre de una vieja polémica que la ha venido perjudicando desde los mismísimos días del conservadurismo isabe!ino: la escisión provocada en sus filas por el pensamiento liberal católico que cifra toda esperanza de regene­ración social y política en un consorcio católico-liberal que permita In­fluenciar al último desde su propio seno.

No se trata de un fenómeno peculiar del cato!icismo español, es al­go común a todos los países de la antigua Cristiandad. Desde los días lejanos de los sacerdotes juramentados de 1789, en Francia, hasta el actual movimiento de !a democracia cristiana, pasando por nuestra •unión católica•, por el Modernismo condenado por Pío X, por Lamen­nais, por La cordaire, por •el surco• y toda suerte de mestizajes y componendas, se ha sucedido a lo largo de casi doscientos años una acción poderosa y pertinaz tendente a erradicar, desde una falsa pers­pectiva católica, los principios del derecho público cristiano.

Es obvio que, en esta línea, los católicos liberales han encontrado siempre un escollo insalvable : !os principios enciclopedistas y rous­sonianos constituyen, por esencia, la negación de los cristianos. No podrá existir nunca transacción honorable entre ambas doctrinas. El socialista Jaurés lo expresó con rotunda claridad en 1895: •Si bajo una forma palpable se alzara ante las multitudes Dios mismo, el primer deber del hombre seria rehusar la obediencia y considerarle como el Igual con quien se discute, no como el señor a quien se soporta•. El eterno •non serviam• que viene resonando por todo el Universo desde la rebe!ión de los ángeles caídos ...

Para superar esta inicial contradicción los católicos liberales se han visto precisados a hacer tal cantidad de concesiones a la Revolu­ción que han concluido por ser, en lo concerniente a doctrina política, más liberales que católicos . Partiendo de una visión •revolucionari.i• del Evangelio, su acto de fe democrática les ha conducido, a la postre, a conceder los mismos derechos a !a verdad que al error y a cohabitar, en estrecha unión de sentimientos e intereses, con quienes cifran todo bien en erradicar a Dios de la sociedad y de la civilización ; no dudando,, al hacerlo. en apostrofar, con los peores epítetos, a cuantos seguimos fieles a los principios tradicionales . Es bien reciente, en este sentido, la actitud de la democracia cristiana italiana que prefirió consensuar la alcaldía romana para un comunista antes que ver instalada en ella a un po!ítico conservador, miembro de un determinado instituto secular que. pese a carecer de móviles políticos, suele contar con la cordial enemiga de todos los progresistas . Es todo un síntoma de alto valor indiciario.

Durante casi doscientos años los cató! icos liberales se han auto­adjudicado la identidad de sus postulados con el mensaje evangélico, para lo cual no se detuvieron nunca ante las indicaciones del Magiste­rio ni dejaron que hicieran mella en ellos las encíclicas pontificias. Se deslizaron por una pendiente cada vez más peligrosa y sus actitudes se hallan. hoy, en la base de movimientos tales como el de •cristianos para el marxismo• o la •Teología de la Liberación•, que ni es auténtica teo!ogia ni puede aspirar a liberar a nadie partiendo de las premisas del error.

Y así hoy en día los que se han pasado dos siglos acusándonos a nosotros, los tradicionalistas , de defender la comunidad de intereses entre el Altar y el Trono (afirmación que debería ser muy matizada y

. para muestra repasemos !a •Unam Sanctam• de Bonifacio VIII, o las pá­ginas de nuestra historia protagonizadas por un Pedro 111 o un Carlos 1) no dudan en compatibilizar el mismo sacerdocio con la guerrilla mar­xista o la titularidad de una cartera en el gobierno de un país clara­mente dominado por el comunismo.

UNA NUEVA AURORA Pero el pecado capital de estas corrientes heterodoxas ha sido el

de haber minimizado a la verdadera opinión católica y disminuido tre­mendamente su capacidad de movilización y de reacción . ¿Dónde está aquella fortaleza, gallarda e incontestable, con que en otros tiempos sabia manifestarse? recordemos, para citar un ejemplo, la oposición suscitada a la famosa • Ley del candado• en .:Os días del gobierno Cana­lejas . Hoy la opinión católica española, que existe y sigue siendo ma­yoritaria (no olvidemos que, en las actuales circunstancias, lo de una mayoría natural y silenciosa es una gran novedad; como tampoco que, aún los católicos no practicantes, suelen seguir fieles a una ética y a una moral cristianas). se halla como asustada, desconcertada y, fre­cuentemente, fragmentada; es la consecuencia lógica de dos sigloS' de

constante y metódica labor encaminada a eliminar toda influencia reli­giosa de la realidad social.

Pero el proceso de degradación ha llegado a tales extremos que se impone una reacción clara y terminante. El mismo Pontífice felizmente reinante, Juan Pablo 11, nos está hablando, ya, de la absoluta necesidad de que los católicos, como tales y en cuanto a tales, asumamos las responsabilidades que nos competen en el ámbito de la '.vida política . Movimientos como •Comunión y liberación•, surgido en lta:ia y en vías de rápida implantación en otros países apuntaban ya en la misma dirección, ellos son el primer fruto, la primera señal, de este proceso de santa y juiciosa reacció.n. que, tarde o temprano: había de surgir en el seno del Orbe cristiana; .. , P!;lse a actitudes caducas y desfasadas, cual la de un determir'i'ildo prelado español que, recientemente, nos ilustraba sobre los •graves• peligros de los partidos confesionales, se están cumpliendo hasta sus últimas consecuencias las proféticas pala­bras de Pío XI deplorando, ,fin su encíclica •Divini Redemptoris•, que muchos estadistas hubiesen deseado levantar • sobre las bases del liberalismo y del laicismo• algo destinado a la ruina, «como debe fatal­mente derrumbarse todo fo que no reposa sobre la única piedra angu ­lar, Jesucristo•.

LA ESPERANZA CIERTA Nadie puede permanecer apartado de estas realidades en las horas

especialmente graves y delicadas por las que atravesamos. Hay que levantar de nuevo, con fe y con gallardía, sin temores ni complejos., la Bandera donde se hallan inscritos los principios imperecederos del de· recho público cristiano . No es hora de desfallecimientos, sino de es­peranzas, porque no estamos sólos, por todo el orbe católico, por toda la antigua Cristiandad, las voluntades más recias y las mentes más prec:aras prestan, ya, su adhesión a esta Bandera, la misma que nos­otros, los carlistas, no hemos desamparado nunca.

NI los regímenes políticos imperantes, ni los partidos que los mue­ven, ni las ideologías que los engendraron han podido ofrecer a los hombres nada que realmente les ilusione, sólo han traído o el materia­lismo hedonista o la entronización de mitos y utopías divorciados da la realidad social o la que dicen servir. Los hombres de este último cuarto de siglo vuelven a sentir la necesidad de las verdades trascen­dentes, de ser gobernados por sistemas que se apoyen en una Fe Y en una realidad concreta, consustancial a la misma naturaleza de las cosas.

Es ahí donde está aguardando el futuro del carlismo, con su perma­nencia política y doctrinal de ciento cincuenta años, con sus lealtades jamás desmentidas, único bastión invicto a lo largo de quince déca?as de embates revolucionarios. Derrotado a veces, pero nunca vencido, traicionado y abandonado en ocasiones, pero habiendo conservado en todo momento su honor y su capacidad de lucha intactos.

Sí, pese a los diagnósticos de todos los agoreros, el carlismo pue­de estar llamado, si sabe pennanecer unido, a recoger muchísimas ad­hesiones. Las de todos aquellos que sienten en su alma la amargura infinita de dos siglos de Revolución demoledora y que siguen mante­niendo la esperanza en una forma natural y cristiana de organizar el gobierno de los pueblos.

Quiera Dios que quienes nos honramos con el nombre de carl-istas sepamos, hoy, estar a la altura que las circunstancias exigen de nos­otros.

Ramón María Rodón Guin/oán

OPllCH POllllCH CHIUSlH PH~H lOS HñOS l~-11 Por la Patria y el Rey luchamos, en Dios puesta la vista ... Dios, Patria, Fueros, Rey. Cualquiera de éstas cuatro partes de un

todo, que se omita en la acción política, hacen que éste, el todo, deje de ser Carlismo. Cualquier parecido con el ORIGINAL, será mera coin­cidencia. Claro que puede haber quien nos argumente ser SIMPLEMEN­TE Tradicionalista, lo que no le obliga a ser Carlista, aún cuando quie­nes profesamos este Credo político seamos SIEMPRE tradicionalistas, y sin que estos deban ser NECESARIAMENTE Carlistas en ningún mo­mento.

Naturalmente que esta condición específica que caracteriza el pro­blema tiene, como ventaja que ese Tradicionalista lleva en su condi­ción política, una diferente interpretación y una problemática distinta a partir de su punto principal de discrepancia, aquel que en definitiva hace que siendo Tradicionalista NO PUEDA ser Carlista, es decir, lo mismo podría ser monárquico usurpador, que republicano, cosas, am­bas, totalmente irreconclliables con nuestra condición de Carlistas.

Estas diferencias, a pesar de las mejores voluntades, constituyen ese campo de arenas movedizas en el que vienen fracasando los me­jores esfuerzos del Carlismo.

Hemos llegado, por tanto, a una altura de circunstancias que exigen dejar cada cosa en su sitio, en el que en justicia le corresponde, para que no se produzcan nuevos o distintos errores que puedan llevarnos a una más profunda discrepancia.

Comprendemos que «ciertos• Tradicionalistas, por supuesto anti­carlistas, consideran factible y por ello posible, constituir una •comi­sión• o •Junta coordinadora• que aglutine (?), dirija y ordene una su­puesta coalición suponiendo siempre, que tal «coalición• pueda resul­tar de Interés para ambas facciones políticas, con preferencia a aquello que conforme a ortodoxia de ejecutoria carlista-tradicionalista nos ve­mos OBLIGADOS a constituir como UNICO vehículo de AUTORIDAD, el CONSEJO DE REGENCIA, aquellos que dlscurrill'os y pensamos en Carlista.

Quede Sres. que así pensáis vuestra solución de •comisión• o • jun­ta• para cualquier coalición con el •carloshuguismo• por aquello de autogestionario, con AP, por aquello de la derecha-centrista, o con el PSOE, porque tradicionalistas que lo fueron en alguna manera, han alcanzado, con estos, puestos de gobierno como los Solchaga, los Ouadra Salcedo o los Barrionuevos, que a veces también hal>ian de •SU• tradición.

¿Es acaso este el problema actual entre ambas corrientes políticas? Porque en caso contrario no se explica el empecinamiento en conse­guir una unidad que de ninguna manera se produce.

De ser así. esto quedaría perfectamente explicado y hasta justifi­cado, diría yo.

En cualquier caso debiera centrarse la auténtica dimensión del pro­blema suscitado, en el interés (?) de coalición de dos corrientes polí­ticas DISTINTAS, con lo que, tradicionalistas por su lado, y carlistas por el suyo, debieran sentar las bases de esa supuestamente posible coalición, con total respeto de ambos grupos políticos entre sí, en el también supuesto de que tal coalición resultara interesante para am­bos, en un tratamiento de igual a igual, con TOTAL independencia de cada grupo, dado que en caso contrario los esfuerzos debieran reali­zarse en desarrollo interno, sin gastarnos para nada en empecina­mientos que a nada tampoco conducen .

Aceptada esta posibilidad de principio, para nosotros, los simple­mente requetés de fila del Carlismo, consideramos que seria prudente, dejarnos de zarandajas, olvidarnos TOTALMENTE de uniones que de momento al menos consideramos como inconvenientes, y ver de con­seguir que el CARLISMO se vea agrupado y organizado sin precisar de •andadores• más o menos Tradicionalistas .

Que :os Tradicionalistas no carlistas, caso de verse interesados en lo mismo, lo realicen con TOTAL INDEPENDENCIA y por su cuenta, y así, sin tantos •problemas• al menos, «el que más chifle, capador•.

Luego, más tarde, sería llegado el momento de estudiar colabora­ciones e incluso coa:iciones y hasta absorciones de un grupo por el otro, cuando cualquiera de ellos considerase necesario dejarse absor­ber para subsistir, caso éste que no es el del carlismo al menos en los momentos actuales, en cuyas UNiCAS circunstancias sería lógico el sometimiento del grupo a absorber a la disciplina del absorbente. Lo que explica, en alguna manera, ese afán absorbente de quienes inca­paces de salir adelante por sí solos, desean someter a quienes por ser Carlistas no entienden ni entendemos de sometimientos de ningún tipo ni a nadie.

De momento consideramos que lo importante estriba en recoger a los adeptos de nuestra Causa actualmnte diseminados y preparar, ac­tualizándo'.o, el Programa político que el Carlismo pueda ofrecer a las Españas como señuelo y atracción proselitista entre aquellos españo­les que en alguna manera siguen sintiendo a España y a lo español. principalmente, si entre estos se encuentran Tradicionalistas decep­cionados especialmente recalcitrantes hacia toma de posturas de acción política, quienes, perdidas sus ilusiones, dormitan en sus cuar­teles de invierno en espera de esa acción, que esperamos sea Carl-is­ta, que pueda servir de revulsivo para unos y otros.

No dudamos de que este comentario sin entidad de artículo ni pretensiones literarias ninguna, puede producir •ampollas• y hasta la enemiga de muchos que están, por encima de todo, contra viento y marea, por esa unión imposible.

Otros que me conocen y saben de mi lucha por la unión, pensarán •este no es mi Juan que me lo han cambiado•, ahora no sales con im­posibilidades de unión. ¿No se llama esto incoherencia?

No, no lo es . Sigo creyendo en una UNION POSIBLE y a ella no regatearé esfuerzos y sacrificios. Lo que ocurre es que la egolatría caciquil basada en imposiciones dictatoriales, hace unos años que quedó sobrepasada. Quienes la ejercieron son duros de roer. Por si fuera poco, hace unos años existía una editorial de discos fonográfi­cos que ejercía la hegemonía en el mercado que se llamaba •la Voz de su amo•, lo que hace que todo eso nos suene a disco.

Vosotros los responsables de esta situación sabéis a qué me refiero aún cuando os rebeléis a que se os vea el plumero.

Entre tanto no os felicitéis por haber hecho abortar esa reunión que pudiera haberlo sido TODO bajo el patrocinio del manto de nues­tra Pi:arica. Vuestra constante de egolatría dolosa pretenderá justifi­carse ante lo que no tiene justificación.

Una vez más, vengan fechas y pasen días. Con ello, este año, uno más, también estaremos con amistad sincera y nostalgias de honrados pareceres y esfuerzos sinceros, y, la decepción de fracasos reiterati­vos por aquello de que entre todos la mataron y ella sola se murió, en un Cerro de los Angeles al que puede llevaros vuestra hipocresía dan• do largas cambiadas a la unión frente a quienes hemos aportado desde siempre buena fe a pesar de aquellos que no podéis significar otro tanto.

JUAN ESPAfJOL

LIBROS (Novedades de actualidad). «Cómo se preparó el Alzamjento» (Sanjurjo-Mola-Fal Conde)

de Tomás Echeverría, 1 Tomo. «Apuntes y Docwnentos para la Historia del Tradicionalismo

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Boletín ''FAL CONDE'' Granada Febrero 198&

Registro Nacional Asociación: 26782 Depósito Legal: GR. 21-1980

LOS LECTORES NOS ESCRIBEN:

CARTA Y REPLICA Cercle Fal Conde.-Granada.-Sabadell 20-Xll-85. Senyors:.-S'els prega que no em molestin amb els seus fanatics,

arcalscs, 1 superblosos escrits castellans, tota vegada que una raca com la vostre, que amb el nom de Deu, Insulta Cflns un gos te dret al nom, cosa que vosaltres no em respecten), difama, vexa, roba y mata als catalans pel sol fet de valer unicament respecte al seu idioma i a la seva patria, no m'interesa nes d'ella.-Aden-slan.-flrmado y ru­brlcado.-(Sllenclamos el nombre por caridad cristiana.

Barcelona a 6 de enero de 1986 Sr. Don Juan Bertoi¡ Rulz GRANADA

Mi querido amigo y correligionario: Cumpliendo tu deseo y no sin pena adjunto reproduzco, traducida

al castellano, la carta que te remitió un señor de Sabadell, al parecer con antecedentes carlistas, familiares o personales:

•Señores: Les ruego que dejen de molestarme con sus fanáticos, arcaicos y altaneros escritos castellanos, dado que no me interesa nada de una raza como la suya que, en nombre de Dios, Insulta (hasta un perro tiene derecho al nombre, que Vds. no me respetan). difama, hace objeto de vejaciones, roba y mata a los catalanes, por el solo he­cho de desear respeto para su lengua y para su patria•.

Si me lo permites desearía seguir con algunos comentarios. El autor de tan lamentable texto plantea, en definitiva, dos cuestiones distin­tas : la contraposición Castilla-Cataluña (identificando, Implícitamente a la primera con España, en forma exclusiva y excluyente) y el tono arcaizante de los artículos de nuestro Boletín.

Contestar •in extensum• nos llevaría un espacio del que careca­mos, pero intentaré resumir de cara a nuestro vehemente sabadellense.

España (Las Españas . para usar de un mayor rigor terminológico) es la agrupación de Reinos, Principados y nacionalidades históricas que en el siglo XVI (1.516), con el reinado de Carlos 1, confluyeron por vía federativa en virtud de una coincidencia de titularidades dinásti­cas. En el seno de esta monarquía plural cada componente conservó su propia personalidad política, su ordenamiento jurídico peculiar (público y privado), su :engua, sus tradiciones.

El carlismo siempre ha hecho suya esta concepción de España. esencialmente vinculada al de la Monarquía Tradicional. Los •Fueros» por los que el carlismo viene luchando desde 1.833 (y aún el pre­carlismo lo hizo antes, en las Cortes de Cádiz, con el verbo encendido de los diputados realistas entre los que destacó el valenciano Bo· rrull) con ahínco singular, no significan sólo una libertad política tan­gible y concreta, frente a la abstracta -liberal de corte rousseauniano . sino que implican, también, un acatamiento incuestionable a las pe , culiaridades histórico-político-culturales de cada uno de los compo­nentes integrados en ,la común nacionalidad española, de raíz rena­centista. acrecentada y consolidada a lo largo de casi cinco centurias por una convivencia cotidiana, hecha historia día a día, asumidora de errores y aciertos, de quebrantos y de triunfos.

Es verdad que en esta andadura no todo han sido, desde un prisma objetivo, encomiables reconocimientos . Cataluña. al igual que otras nacionalidades históricas minoritarias , diferenciadas en el seño de nacionalidades modernas. lleva a sus espa!das agravios y humillacio­nes: el Conde-Duque, Felipe V, Primo de Rivera. el premeditado y pertinaz equívoco franquista entre lo catalán y lo «rojo-separatista• , a partir de 1939 etc . Son espinas de dolor en este vía crucis retazonal que el Principado ha soportado, en forma intermitente. Ello no obs­tante subsisten dos rea!idades incuestionables: la irreversibilidad y consolidación del proceso federativo a lo largo de cuatrocientos seten­ta años y el deseo profundamente sentido, en Cataluña, de seguir sien­do españoles sin dejar de ser catalanes.

Y así es, efectivamente, como yo me tengo por español. cabal­mente español, desde mi catalanidad irreductible e irrenunciable. Des­de esta catalanidad . núcleo primigenio de mi concepto patrio, parti­cipo libre y voluntariament3, gozosamente, de mi condición de miem­bro de la gran Patria española que en forma alguna puede reducirse a la entidad privativa de ninguno de sus componentes .

Así se entenderá mejor mi afirmación en el «aplec • de Poblet 1985: «Yo no me siento nacionalista, ni de Cataluña ni de España. Me basta con desear ser profundamente patriota. Porque en tanto el na­cionalismo supone la pasión unidimensional, insolidaria. que todo lo destruye y quema al llevar en su seno el germen totalitario; el patrio­tismo es abierto, acogedor e integrador, es como el agua mansa que

todo lo fecunda. El nacionalismo comporta Inevitables connotaciones paganas, el patriotismo, en cambio, conlleva fragancias de Cristiandad•.

* * * Respecto al supuesto arcaísmo de nuestros escritos «contra gus­

tos no hay nada escrito, . Los carlistas estamos en favor de los prin­cipios indeclinables del derecho público cristiano, de ,la subordina­ción (-Indirecta, pero subordinación al cabo) de lo temporal y mutable respecto a lo eterno e Inamovible. Estamos en contra de ,los prlnci• plos enciclopedistas que engendraron, en forma Inmediata la Revo­lución Francesa y, a partir de ella, toda suerte de anarquías y de to­talitarismos , rojos o negros.

Hablaba ya Carlos VII de ofrecer a España una Constitución que fuese. a la vez, definitiva y española. Y en eso estamos aún, sin te¡. merle (si no se manipula ni envenena) a la manlfstación d,e la genuina voluntad popular, sin apearnos de nuestra Monarquía Tradicional. en la que el Rey t iene unos poderes limitados pero efectivos y la Corona es depositaria de unos principios consustanciales al ser histórico de Las Españas ; sin ceder a nadie la defensa de -la Bandera donde se ha­llan inscritas las verdaderas libertades de tcdos y cada uno de los Pueblos que configuran la moderna nacionalidad española, sin renun­ciar tam~oco a un blcameralismo que recoja, en uno de sus cuerpos · cuanto menos, lo intereses reales (y no los puramente ldeocráticos) del País.

Y si ésto es ser arcaizante pues bien seguiremos siéndolo. Porque nos sabemos fieles a una trayectoria secular cuyas lealtades se han escrito con sacrificios y perseverancias . Opine lo que opine el señor a quien replico yo creo que tomarnos -la molestia de exponerle y razo­narle nuestra postura no es ningún alarde de hueca altanería. Es, por el contrario, un acto de fe en la capacidad de concordia entre los es­pañoles y en esa capacidad de diálogo que distingue a los hombres de los seres irracionales.

* * * No creo que nuestro iracundo comunicante piense que los here­

deros de Mistral , el gran poeta accitano, abjuraran de su «felibrlsmo • cuando. en 1914, se adherían entusiástica y sacrlflcadamente a la cau­sa de Francia .

Ni que los bravos soldados de Escocia perdiesen su ldentidád cuando luchaban por la causa estuardista o en defensa de La Gran Bretaña, encuadrados en sus famosos regimientos . Espero, cuanto menos, que me conceda a mí el derecho de hacer compatible mi con­dición de catalán con mi amor a España.

Y para concluir, querido Juan, te remito el texto de una carta que La Varguardia no publicó, en su día, por estimar que puede echar algo más de luz sobre el problema que hoy nos ha ocupado.

Recibe un fuerte abrazo de tu affmo. ·amigo y correligionario:

RAMON RODON GUINJOAN

CARTA DE BARCELONA Querido Juan :

La llegada del Boletín de Diciembre ha coincidido con que estaba ordenando y buceando en los archivos de los años 1957 y 58. ¡Hace ya veintisiete años que nos conocimos!

Fue el 13 de Julio de 1958, desayunando en la Puerta del Sol, en­tes de subir a Cruz 1, donde se iba a celebrar un Consejo Nacional de la Comunión.

llevaba un testimonio Notarial de la delegación del Jefe Regional de Canarias, para representarle en la defensa de una Ponencia que en las Islas habíamos redactado contraria a lo que llamábamos política de «colaboración• con el Partido Unico, entonces «Movimiento• .

Aparte todas las' razones de peso aportadas en la ponencia que ahora he releído, decíamos que si por •táctica•, en otras regiones -Valladolid o Madrid- convenía un hacer distinto del que proponía­mos, nos dejaran en Canarias actuar conforme creíamos era nuestro deber y sentir.

Los encargados de cerrarme el paso fueron don José María Valiente y Don Miguel Fagoaga, a quienes auxilió Codón. Es curioso que todos ellos. en un momento u otro , ostentaron cargos en el Movimiento a nivel nacional o provincial . siempre designados -nó elegidos- y no puedo por menos que recordar que Valiente había venido rebotado del partido de Gil Robles con motivo de haber Ido a visitar en París

a don Alfonso -llamado XIII- por encargo de su Jefe y al descubrir' se el pastel por una indiscreción de don José María Pemán al corres­ponsal de ABC, Gil Robles, ministro republicano, desautorizó a Va­liente y así pasó a la Comunión. Fagoaga, -el más vehemente- llegó a presidir el Círculo Cultural Vázquez de Mella y en Enero del 69 agradeció al anterior Jefe del Estado el que instaurase la presente monarquía que calificó de •tradicional, católica, social y representa­tiva• y en el número del Portavoz del Círculo Cultura citado, corres· pondiente a Agosto/Septiembre del mismo año, en el Editorial, se afirmaba que • la nueva monarquía responde a la mejor tradición es­pañola en s.u planteamiento; su proclamación se ha desarrollado con arreglo fiel a nuestras leyes institucionales• ... , •Y cuenta con la de­cisión del Caudillo de España artífice de la Victoria y de la .Paz que disfrutamos ahora los españoles•.

Fue un claro •amén•, una abdicación de deberes ante un hecho consumado, que habían contribuido a realizar, contra el sentir de ,los carlistas.

Aquel dejar pasar, dejar hacer, aquel •colaboracionismo•, nos ha traído la actual situación.

Esta monarquía en minúscula, liberal, democrática, y ahora socia­lista, continuadora de la de los •tristes destinos• ha refrendado la ley del divorcio, de la despenalización del aborto, la LODE, -que en ma­teria de Enseñanza está en oposición a lo que establece la Doctrina Católica- por lo que, en opinión de personalidades con criterio, que­dó ilegitimada de ejercicio.

El dejar hacer, el dejar pasar, el •colaborar•, el no ejercer la Autoridad, trae malas consecuencias para todos.

Y te escribo desde Barcelona donde estamos pasando por otra experiencia que no sé las trágicas consecuencias que puede acarrear­nos en el campo religioso.

Es público y notorio que la Diócesis de Barcelona ha sido tomada como •piloto• para determinados ensayos progresistas, que al menos por el momento, ha llegado a colocarla en la cabeza de Europa en cuanto a deserciones de sacerdotes y religiosos ordenados, y a lo que se ha dado en llamar • sacerdotes casados•.

Un párroco amigo, se preguntaba: ¿quién gobierna la Diócesis? Se ha proyectado la película blasfema •Je vous salue Marie• -con­

tra cuyos exhibidores, distribuidores e importadores, Unión Carlista interpuso querella criminal tanto en Barcelona como en Madrid- que en otros lugares como Roma, algunas diócesis alemanas, Bélgica e Inglaterra, por gestión de las jerarquías eclesiásticas, se prohibió la exhibición y por la misma vía S:3 ha logrado no se exhibiera, sin ir tan lejos, en San Sebastián, Zaragoza y Pamplona.

Hace unas pocas semanas, apareció una revista del Area de la Juventud, subvencionada por el ayuntamiento Socialista, en cuya por­tada aparecía la imagen de la Virgen de Montserrat, patrona de Ca­taluña, en la que se había sustituido el Niño Jesús, por una foto del mono albino del zoológico, llamado •copito de nieve•.

Ante las públicas protestas e indignación de muchos católicos, el Ayuntamiento se ha reservado para el futuro el derecho como subven­cionadora, de que se le presenten los próximos números antes de editarse, y no ha faltado la caterva de pendones de inteleptuales, có­micos y demás gentes de mal vivir, que han protestado contra lo que califican de •atentado contra la libertad de expresión•.

Por si ello te parece poco, en los primeros días de noviembre se montó una especie de •Circo• en los Hogares Mundet -que antes re­gían los PP. Salesianos, pero que las exigencias del Ayuntamiento socialista les obligaron fl dejar- organizado por feministas y lesbia­nas de todo el Estado, y como medida de •presión• y protesta contra ta insuficiente ley despenalizadora del abor.to, se practicaron públi­camente dos abortos •clandestinos• retransmitiendo uno de ellos gra· gado en video, y los embriones se exhibieron a la prensa, que los fotografió, dentro de dos botellas de Coca-Co'.a.

Los conservadores, ante el descaro y provocación de las feminis­tas, pidieron la acción judicial, -indudablemente, para nosotros, se cometieron dos crímenes y aparte el desacato a las leyes humanas, un desafío contra la Ley de Dios- y las organizaciones y asistentes, se han auto-inculpado, llegando a ser, según El País, tres mil mujeres a las que habría de procésar, y con esta estrategia, pretender atar de manos a la justicia de los hombres.

Los portavoces del Partido Socialista de Cataluña, sucursalistas del PSOE, han reconocido su solidaridad con la ~acción de las femi­nistas• y a reiterar su compromiso de luchar para conseguir que el aborto libre sea gratuito, por decisión de la mujer, de acuerdo con las Conclusiones del XXVII! Congreso del Partido Socialista.

Lo de-lirante de la situación es que coincidiendo con las fechas de la exhibición de la película blasfema, la aparición de la revista con la ofensa a la Virgen de Montserrat, y la práctica pública de los abortos ilrgales, las cartas semanales del Sr. Arzobispo, han tratado de los juguetes bélicos que algunos padres compran para sus hijos, de Mar­tín Lutero King, y del XX aniversario del Concilio Vaticano 11, y no diré que estos temas no sean interesantes y aleccionadores, pero los que nos preocupan y los que nos indignan, no los vemos tratados. ¿Es que el Pastor duerme, y deja hacer y deja pasar?

Si por falta de ejercer la Autoridad se desencadena este caos en el terreno religioso, lo propio ocurre en el campo social y politicO!.

Por ello, es necesario que el Carlismo la ejerza en todos los nive­les, para evitar que degenere más la situación heredada después del sacrificio que supuso .fa Cruzada. Es necesaria la firmeza, pues es táctica conocida de la Revolución que cuando detecta una reacción que puede perjudicar sus logros, procede a infiltrar elementos para, si

. no puede pararla, intentar desviarla, desbaratarla, controlarla, e inclu­so, si triunfase la oposición, ir desvirtuándola desde dentro.

Métodos similares, como los de •intoxicación• los utilizan también los servicios de información o de inteligencia y la intriga se teje a niveles nacional e internacional, desde el gobierno, y en muchas oca­siones, desde centros que están por encima de los gobiernos.

Existen pruebas irrebatibles que esto ocurrió en el -lado nacional. con motivo de la Cruzada de 1936. ·

Y fo propio ocurrió en el Carlismo. De no ser así,.¿cómo se habría podido llegar a la situación actual? Siendo el ·Carlismo el valladar más firme que se oponía al avance

revo'ucionario, sino se le podía combatir -y vencer- de frente, había que hacerlo por medio de ila infiltración y de la intriga, o utilizando aquellos elementos menos íntegros o más Inseguros que ya estaban dentro.

Ahora que .fa situación de España empeoraba en lo social y en lo económico paulatinamente, al deteriorarse a mayor ritmo en lo político, podía servir de catalizador y provocar el resurgimiento de un Carlismo unido y activo que ofreciese las soluciones que muchos españor.es esperaban.

Y en este momento es cuando se producen ·las maniobras que eran previsibles.

Unos quieren ingresar, y formar un grupo dentro del Carlismo -con determinada orientación colaboradoa-, otros, desde posiciones pree­minentes, nos aconsejan coaliciones y acuerdos con las fuerzas que califican de •nacionales• y, en definitiva, una especie de FET y de las JONS rediviva, pero aceptada por nuestra parte, en lugar de impuesta como nos lo fue.en 1937.

Al carecer de Ideales y de una filosofía política, intentan utilizar o hacerse con la parte que más les conviene d2 los del Carlismo.

Mientras tanto, desde otro frente, paren nuevas democracias más o menos cristianadas o movimientos católicos -pero no confesiona­les- para que, interviniendo en política, resten apoyos que, de no existir estos movimientos, podían prestarse al Carlismo.

Al anunciarse a mediados del mes pasado que en Unión Ca"lista se había elegido la Junta Local de Barcelona, no ha faltado persona que sabemos vinculada a don Jorge Pujo!, que me ha preguntado: ¿Os presentaréis en las próximas elecciones? ¿En las autonómicas? ¿En las municipales? ¿En las generales?

Y es que hay comarcas de raigambre carlista, en las que última­mente venció el partido que gobierna en la Generalidad, y de restarles los votos carlistas, no lo tendrían tan claro.

Contesté que esta decisión competía tomarla a la Junta Nacional que saldrá del Congreso que tenemos previsto se celebre D. m., en los primeros días del próximo mes de mayo, en el que también se aprobará un Programa de acción política para el Carlismo bajo una unidad de Doctrina y de Disciplina.

Y esto les preocupa. Y por ello, es deber de los carlistas mantener el Ideario íntegro,

sin adulteraciones, con todas las consecuencias legítimas que del mis­mo se desprenden.

Sin concesiones a tendencias interesadas en diluir la fuerza de nuestras convicciones.

En una palabra, sin aguarlo. No puedo por menos que preguntarme del juicio que podríamos

merecer de quienes pudieran votarnos si nos viesen del brazo de quienes durante cuarenta años utilizaron los símbolos externos del Carlismo pero en realidad, lo trituraron, incautándose de su prensa, cerrando sus círculos y conspirando para desacreditarlo.

La prudencia política aconseja ser muy precavidos en este campo. No sólo hay que ser buenos.

Si hay que ir a la lucha electoral, ya lo decidirá en su momento quien tenga autoridad para hacer-lo, teniendo presente las ventajas e inconvenientes que de esta decisión puedan derivarse.

Los responsables del Carlismo habrán de tener en cuenta de no embarcar a -los carlistas en una aventura en la que, los voluntarios, puedan ser utilizados en la defensa de intereses distintos a los del Ideal de Dios, Patria, Fueros y Rey Legítimo.

Recibe un fuerte abrazo de tu correligionario y amigo.

JOSE MARIA CUSELL MALLOL

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Boletín Granada

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10 DE MARZO

FIESTA DE LOS MARTIRES

Jesucristo, Hijo del Dios de las Españas. En esta hora de an­. gustias de las Españas rotas y vencidas venimos a tus plantas a rogarte, Rey de Reyes, la gracia que -la firmeza en la huella de los senderos que pisaron los muertos nuestros sin ceder, de los qué cumplieron en el anonimato de la historia grande que está escrita en el libro de los cielos con el deber de confesarte siem­pre con la espada y con la pluma, de los que acertaron en la gesta y en el martirio para perennizar la Cristiandad tuya por todos ,los linderos de la tierra.

Venimos a ·tus plantas a pedirte la gracia de seguir siendo · católicos a la española usanza, intransigentes hasta el fanatis­mo, violentos hasta la heroicidad, ·caritativos hasta la compren­sión, fieles a tu Nombre divino en la al~gría como en la tristeza..

Venimos a implorarte la. gracia de la fe que mueve las mon­tañas de la vida, el calor de la esperanza de que las España,s harán carne palpitante de historia la· realidad de tu reino, ed ar­dor de la caridad que abraza a los pecadores arrepentidos por­que en el inmenso odio al pecado no quede ocasión para abomi­nar de quienes -lo cometieron .

Venimos a suplicarte no nos dejes caer en la tentación de vender la ambición sagrada de las Españas tuyas, Cristiandad política, por el plato mezquino de las lentejas de las ambiciones personales; que no nos dejes marcharnos con el oportunismo que encubre la cobardía del desaliento, ni nos permitas comul-

ILTMO. SR. D. PASCUAL AGRAMUNT MATUTANO Requeté Carlista mutilado absoluto por Dios, La Patria, los Fueros

y el Rey. Fallecido el día de la Inmaculada Concepción, Patrona del Requeté,

de 1985.

Cuando estaba ya este Boletín dé los Mártires en imprenta, recibo el Recordatorio de su muerte en Valencia el 8 de Diciembre próximo­pasado, enviado cariñosamente por su familiá. Hacía pocos días le es­cribí una carta pidiéndole su colaboración literaria para el Boletín de Mayo próximo en los aniversarios de la muerte de D. Manuel y de .fa Cruzada Nacional.

Junto a D. Manuel, en los Cielos , habréis conocido esta carta, que llegó tarde a tí por la desgraciada omisión de los carlistas valencianos -hace tres días hablamos con ellos y nadie dijo nada- que han si-lenciado tu subida al Padre. ,

He suprimido en tus títulos los de Licenciado en Derecho, Filosofía y Letras, Caballero Mutilado Absoluto de Guerra : tu graduación de Coronel de Infantería: tu Laureada, tus medallas y distinciones, porque el mejor título tuyo, el que más te agradaba, era el de Requeté Carlista y por eso, porque por serlo diste vida y hacienda, todo, menos el ho­nor, nuestra Patrona del Requeté, la Inmaculada Concepción, te llevó en Su Día al disfrute eterno de Su Hijo.

Tú ya eres con Antonio Molle, Manuel · Fal Conde, José Mari Arriza• balaga y tantos otros, «guardianes de la ilusión- que no hemos tenido la dicha de. mirar con nuestros ojos de ·la carne• y escolta carlista de Honor de Dios Padre.

Ya no podremos abrazarte en los Montejurra , Montserrat. Quintillo o en tu casa de Morella: ya no podremos oir tu prudente palabra y tus sabios consejos sobre la Unidad o el buen quehacer Carlista: ya estás por encima de zancadillas y bajezas y no serás un incómodo testigo viviente con tu cuerpo hecho piltrafas por fa Causa de los que les m(?-

. lesta el Requeté: ya gozas de Dios y te has librado del dolor de tus cicatrices, amputaciones y .ceguera, de tus angustias de ver al Carlis­mo desunido, apasionadamente personalista e inoperante: ya tu dolor por • las Españas rotas y vencidas• está mitigado totalmente con e:I gozo de la presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

No podré tener, en un abrazo, tu carne rota por Dios y España, pero querido y jamás olvidado Requeté Pascual, Agramunt, con la humil_dad de saber que soy el último y más inútil Requeté del Carlismo, te pido angustiosamente que intercedas ante el Altísimo para que nos dé las gracias de la Fe, la Perseverancia, la Lealtad, el Sacrificio, el Trabajo y :la entrega total, que tú nos enseñastes, para seguir luchando por el Dios Unico, la Patria Madre, los Fueros y el Rey Legítimo.

Y a vosotros querida y ejemplar familia de tan digno Requeté sólo

(2 _ 7(;.s e .

''FAL CONDE'' MARZO, 198&

Depósito Legal: GR. 21-1980

L ANIVERSARIO DE

LA CRUZADA NACIONAL

gar por equívocos con el pan negro de la traición de los abrazos de Vergara .

Escúchanos , Señor, porque somos tus soldados y hoy te veneramos en la memoria sagrada de quienes nos precedieron siendo instrumentos tuyos en los afanes de tu gloria.

Concédenos. Señor, la gracia de la pureza de los ideales que ellos enarbolaron y la gracia de poder seguir sus ejemplos en la vida y en la muerte.

Regálanos , Señor, la certeza de que algún día, los que otras • 10 de Marzo• vengan a rezar, como hoy rezamos, no tengan que avergonzarse de nosotros.

Danos, Señor, el consuelo de que el día que ·las Españas tornen a edificar la Cristiandad política sobre la roca viva de tu Nombre, aquellos que merezcan contemplar las Españas re­divivas reciten esta plegaria sabiendo que vivimos y moriremos en la memoria de los que hoy están en tu Reino de los cielos, guardianes de la ilusión que no hemos tenido la dicha de mirar con nuestros ojos de la carne.

Por Dios, Padre tuyo: por la Patria de las Españas, ·brazo tuyo; por "los Fueros, verdad social tuya y por el Rey, primer servidor tuyo, vuelve a nos tus ojos, Jesucristo, Hijo del Dios de las Españas.

Oración. Francisco Ellas de Tejada

puedo deciros públicamente que os envidio por tener ya en los Cielos · el mejor valedor que se puede soñar: •Un Mártir del Requeté y a to­

dos los lectores de este humilde Boletín Fal-Conde que le pidan inter­ceda para que el Señor, Dios de Cielos y tierra, sepa perdonar nues­tras omisiones y cobardías.

Presidente del Círcu,lo Fal Conde Juan Bertas Ruiz

LA flUTA Df LOJ MARTIRU Df LA TRADl[IOft f nuntHA su BASE En varias ocasiones oí a Don Manuel Fal Conde explicar -la siguiente

cuestión, acerca de la Comunión Tradicionalista. De una parte ensal­zaba su vocación de acerada y afilada extrema vanguardia en los com­bates, no sólo militares sino también políticos, por Dios y por España; es una de sus grandes glorias. Advertía a la vez, por otro lado, que esto tenía el riesgo de recoger reflejos de sectarismo, de rigor exce­sivo en la exclusión de otros, de celo intempestivo, incluso de enfria­miento del calor humano, cordial y campechano que siempre. ha carac­terizado al hombre carlista. La conclusión era que había que estar abiertos y considerar miembros, o cuando menos, aliados, a todos los buenos españoles que son una gran cantera que explotamos poco.

ta Festividad de los Mártires de la Tradición ofrece ahora la po­sibilidad de realizar los consejos dichos de Don Manuel Fal Conde . Porque ·las circunstancias actuales empujan hacia nosotros a dos im­portantes grupos de españoles de altísima calidad: vienen a pedirnos un sitio en nuestra famosa Fiesta de los Mártires de la Tradición: una acogida que en otras partes más idóneas se les niega, y que nosotros debemos ofrecerles con los brazos y las puertas abiertas de par en par.

Uno de estos grupos es el de los Mártires de la Cruzada Española de 1936; muchos de ellos estuvieron desde el primer instante y con absoluta naturalidad en nuestra Fiesta del 10 de Marzo, por la sencilla razón de que eran carlistas. Otros, no tenían el carnet de la Comunión Tradicionalista y en sus martirios resplandeció con especial pureza una causa estrictamente religiosa. Inicialmente, y durante mucho tiempo después, todo el mundo pensó que tenían asegurado un lugar en el Martirologio Romano. Pues, no: la Santa Sede les ha · cerrado sus pá­ginas, y durante tanto tiempo, que aunque algún día se las abra, ya ello no les podrá librar de un ribete vergonzante con que quedará des­lucida inevitablemente y para siempre su canonización. ¡Vengan en buena hora a nuestra Fiesta! ¡Ofrezcamos a sus parientes y herederos espirituales lugares de honor en nuestras ceremonias! Que no queden ni un año más a la intemperie y huérfanos, porque son de ·los nues­tros: cuanto más católicos, más nuestros.

También son de los nuestros, carlistas honorarios, los que murie-

,

ron por España. aunque no cotizarán a la tesorería de la Comunión Tradicionalista. Cuanto más patriotas, más nuestros. Muchos héroes de este grupo se encuentran ahora Igualmente a la Intemperie, sin fiesta. ni lugar, ni monumento propio. Interpretan fielmente su herencia espi­ritual sus descendientes y amigos cuando se niegan a «europeizar• su memoria. A principios de enero de este año Don Juan Carlos de Bor­bón Inauguró en la Plaza de ·la Lealtad, de Madrid, un monumento ad­judicado a los Muertos por España, sin cr.uz y con una llama perma­nente homologada con las que utilizan los países apóstatas de Europa para recordar a sus soldados desconocidos. La des~cralización y la europeización se vieron reforzadas por la prese'ncla como invitados de honor de ex combatientes rojos. La Hermandad de Antiguos Comba­tientes de Tercios de Requetés se negó a asistir al acto y gracias a la energía de su presidente , el capitán de navío Don Camilo Menéndez Vives, su decisión hizo bascular en el mismo sentido a otros grupos de ex combatientes nacionales. ¡Vengan también en buena hora a nuestras Fiestas de los Mártires de la Tradición los descendientes es­pirituales de cuantos murieron verdaderamente por la auténtica España!

Manuel de Santa Cruz

NO IMPORTA «No Importa• fue la consigna -y aún el grito de guerra- de nues­

tros antepasados en la lucha contra Napoleón. Todas las condiciones eran adversas . El enemigo invasor no era menos que el ejército más poderoso (proporcionalmente a su tiempo) que ha conocido la histo­ria, el que dominó victorioso a toda Europa, el que no fue vencido por nadie, el que llegó hasta Moscú y sólo el frío y la propia desmorali­zación logró batir en retirada.

Pero además ese ejército estaba ya dentro de España. Había ocupa­do las plazas fuertes . . los nudos de comunicaciones. los arsenales , el propio gobierno de la nación; incluso tenía entre nosotros un poderoso partido «afrancesado• o •renegado• . ¿Quién podría enfrentarse a tal enemigo, quién afrontar tan tremendo naufragio? La prudencia más elemental aconsejaba aceptar los hechos, tratar de convivir con los nuevos dueños. Sin embargo ¡no importa!, nada de esto importó. Se luchó, se sufrió hasta lo Inaudito, se acosó a las tropas invasoras aun sin la menor esperanza de victoria cercana, exponiendo vidas, familias, haciendas. Y se llegó a formar ejércitos que ofrecieron al invasor batalla en campo abierto. Y se venció, y el enemigo mordió el pcilvo y acabó abandonando el campo. Desde el punto de vista de la prudencia humana, quizá ninguna lucha más temeraria y empecinada que nuestra Guerra de la Independencia.

Hoy, quien se siente católico, tradicionalista español y car:ista se encuentra en condiciones muy semejantes a la de aquellos hombres. pero en ámbito mundial. Su enemigo ocupa todos los gobiernos del mundo y sus resortes de poder. Dividido en dos bloques -el de Manhattan y el soviético- ambos coinciden en su enemiga a :a fe católica y a la sociedad cristiana. Los unos propugnan -e imponen­Estados laicos en los que el catolicismo debe verse reducido al ámbi­to de la privado; los otros tratan de erradicar la fe cristiana -y toda religión- de sus dominios. Ya no existen Estados católicos y nadie en el mundo parece reivindicarlos. Pero aún más: como en aquella guerra. el enemigo está dentro de nuestros ·reductos. Se ha tratado

. de crear, desde dentro, un carlismo socia·:ista, y la Iglesia progre· sista, postconclliar, parece a menudo alineada con el enemigo, empe­ñada en sus mismas batallas ; por supuesto sin plantarle cara Jamás. Un nuncio pontificio se empleó durante casi una década en cubrir ;!as sedes episcopales de nuestra patria con los clérigos más Izquierdis­tas, más enemigos de nuestra tradición patria.

Ante la suprema aberración del aborto sólo uno alzó su voz ha­blando de quienes automáticamente Incurrían en las más graves penas canónicas. -Pero como respuesta, la Nunciatura Apostólica Invita a un almuerzo de amigos -contra todo protocolo- a los máximos respon­sables de esas leyes, en unión del Primado y del arzobispo de Madrid, con lo que desautoriza tácitamente aquella enérgica protesta.

¿Habrá ante todo esto que amoldarse, aceptar la democracia lai­cista y los pactos de Roma, arriar bandera en definitiva?

Nuestros mayores nos dieron el ejemplo y la consigna: NO IM­PORTA. Lo que se nos exige no es vencer sino luchar. Los •sin Dios• parecen tenerlo hoy todo, e Incluso estar i nfiltrados en nuestros pro­pios bastiones. Y nosotros nos vemos en la Indigencia. Pero lo que

· ellos no tienen es a Dios; Dios no está de su parte. Y sea que nues, tro esfuerzo porfiado lo merezca o que El se canse de tanta seculari· zaclón y apostasía, la victoria final -estemos seguros- será suya.

RAFAEL GAMBRA

Piadosos y herejes en un mismo saco El Círculo «Fal Conde• tomó una iniciativa que los carlistas agra­

decimos y muchos nos sumamos, de protestar por la inclusión de poe­tas españoles, modernos y clásicos en la Oración oficial de la Iglesia y que algún comentarista más bien ligero, señaló como una muestra de «adaptación a los tiempos• por parte de la Iglesia en España esa Incorporación de poetas clásicos Junto a autores más modernos.

No tengo nada en contra de la mayoría de ellos, como Alfonso X el Sabio, San Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Calderón, Verdag'uer, pe· ro sí tengo algo que objetar. por ejemplo, de García Lorca. Leopoldo Panero, y muy especialmente de Unamuno, máx·imo cuando existe una Pastoral del Excmo. y Rvdmo. Señor Don Antonio Pildain y Zapialn, Obispo de Canarias, titulada : •D. Miguel de Unamuno hereje máximo y maestro de herejías•, publicada cuando se proyectó rendir.le un pú-

blico homenaje e ·inaugurar una Casa-Museo con motivo del VII Cen-tenario de la Universidad Pontificia de Salamanca. ·

En la Pastoral , el Obispo de Canarias citaba al P. González Caml· nero. S. J., que siendo objetivo, calificó a Unamuno de •EL MAYOR HEREJE ESPAÑOL DE LOS TIEMPOS MODERNOS•.

Nos parece una ligereza más que de mal gusto en la que ha lncl)­rrldo la Comisión Episcopal de Liturgia al Incluir obras de Unamuno en los Himnos de la Liturgia de las Horas, máxime cuando han de co­nocer que -según el que fue Obispo de Canarias- •Unamuno no se contenta con atacar tan sólo alguna que otra de las verdades de la Fe divina, sino que niega pertinazmente casi todos los dogmas más fun­damenta:es de la Religión Católica:

•niega el dogma de la Santísima Trinidad; niega el dogma de la Encarnación del Verbo; niega el dogma de la Creación del mundo; niega el dogma de la Divinidad de Jesucristo; niega el dogma de la Inmortalidad del alma; niega el dogma del pecado original ; niega el dogma de la gracia sobrenatural; niega el dogma de la inspiración de la Biblia; niega el dogma de la infalibilidad Papal ; niega el dogma de la transustanciación eucarística; niega el dogma de la eternidad de las penas del infierno; niega el dogma de la existencia del infierno mismo; niega el dogma del purgatorio ; y niega el dogma de la g:oria del cielo•.

El Obispo de Canarias, citaba en su Pastoral por lo menos otros 45 ataques a puntos capitales de la Doctrina Católica, sin más argumen­tos que las «boutades• del autor, que no lnc:uyo para no extenderme más, considerando que las catorce negaciones reproducidas ya son de por sí argumento suficiente para desautorizar a los miembros de la Comisión Episcopal de la Liturgia que seleccionaron a Unamuno para incluirlo en los Himnos de la Liturgia de las Horas.

Después de comentar el ejemplar Obispo diversos aspectos funes­tos que produjeron la reedición de las obras de Unamuno entre estu­diantes y sectores de la juventud española, citando juicios que mere­ció la obra de Unamuno a otros críticos; señala que se ·Je confirió la calificación de «EL MAS ACERRIMO ENEMIGO DE LA FE CATOLICA DE SUS COMPATRIOTAS•. para afirmar más adelante que el análisis científico, concienzudo y sereno de las Obras Completas de Unamuno. llevó al Insigne crítico jesuita más arriba citado a formular el siguien­te Juicio: •A pesar de su decantado cristianismo, sus libros están lle­nos de herejías , irreverentes blasfemias , Inmundas pr_ofanaclones• y

· que su autor fue «adversario declarado de la Iglesia Católica• y «e l más acérrimo enemigo de la Fe Católica de sus compatriotas, llegan­do a ser uno de los mayores calumniadores del Catolicismo•.•

Citando al que fue Cardenal Primado Pla y Deniel, cuando era, Obis­po de Salamanca. en ·:a Carta Pastoral titulada • Los delitos del Pensa­miento y los falsos ídolos intelectuales» transcribía : «La Santa Sede ha reprobado los elogios de conjunto de autores cuya producción sea heterodoxa o moralmente nociva• .

«No caigamos tampoco en la infanti"lidad de querer hacer pasar por partidarios de nuestra Ideología después de su muerte a los que con muchos textos de sus obras .la combatieron•.

Como broche, el Obispo Pildain , reproducía textualmente el De­creto del Arzobispo Preconicado de Toledo en el que se declaraba prohibido por las Reglas Generales del Derecho Canónico el libro «Del Sentimiento Trágico de la Vida• de D. Miguel de Unamuno, en virtud del cual , ningún católico podía editar dicho libro, ni sin espe­cial permiso de la Santa Sede, venderlo, leerlo o retenerlo.

·Por ello, me alegré de la iniciativa del Círculo «Fal Conde• de ele­var la queja a Roma y que en su día apoyó la Hermandad de Caballe­ros Voluntarios de la Cruz, el «Círculo Virgen del Camino• de Pam­plona, y a la que me uní como Secretario de «Unión Carlista• .

El desaguisado litúrgico, no era para menos.

JOSE MARIA CUSELL

NOTICIAS Y A VISOS

ACTO CARLISTA : El 18 de Mayo próximo, conmemorando el XI Aniversario de la muerte de D. Manuel Fal Conde y L de la Cruzada Nacional , se celebrará la Santa Misa ante la Generalísima del Requeté a :las 12 del día y después una comida de hermandad car-lista. Organiza el Círculo Fal Conde de Granada. rogando a nuestros amigos y sim­patizantes , -al invitarles a dichos actos-, nos indiquen cuanto antes el posible número de asistentes a efectos de aforo del comedor.

BOLSA DEL CARLISTA: Casilla 1.-Compraría cualquier recuerdo carlista, libros, calendarios, pegatinas, postales, octavillas, sellos, vi­ñetas, etc., etc .. -R. H. O. Tarragona.-Casí//a 2.-Compraría Obras de Vázquez Mella, completas o Tomos sueltos.-P. H. M. Granada.

Los interesados en estas ofertas o demandas pueden escribir a nuestra Secretaría, adjuntando 17 pts . en sellos.

CALENDARIOS 1986.-De bolsillo con los escudos de los Tercios de Begoña. Covadonga y el Pilar. 10 pts. unidad más gastos de envíl\.

LIBROS: de gran actualidad. •Apuntes y Documentos para 'la Histo­ria del Tradicionalismo Español. 1939-1966• de Manuel de Santa Cruz . Próximo a salir el de 1952.

«Como se preparó el Alzamiento• de Tomás Echevarría 1 tomo. Por su Interés no pueden faltar en ninguna Biblioteca sobre Car­

lismo. AYUDA a la Causa enviándonos una dirección y 100 pts. y le en­

viaremos todos los Boletines del año 1986 y el Calendario.

Todos los pedidos y correspondencia a: Secretaría del Círculo Fal-Conde - Gran Vía, 15-2.0 Dcha.

Teléfono 20 63 03 • 18001 Granada

Boletín ''FAL CONDE'' Granada

Registro Nacional Asociación : 26782

A PROPOSITO DE DON MANUEL: SUGERENCIAS PARA UNA PRAXIS PROSELITISTA

Deseo reflejar hoy algunos conceptos que pergueñé a propósito de un artículo para e·I último número extraordinario de nuestro Boletín que, por circunstancias ajenas a mi voluntad, no pude concluir ni re­mitir a la redacción en tiempo hábil. Me quedé con las ganas y ahora me permito un pequeño desquite pensando que. a la postre. para nos­otros los carlistas cualquier fecha es apta para recordar a Don Ma­nue·I -Fal Conde .

Y remitiéndonos a fa figura singular y prócer de Don Manuel en­tiendo que no importa tanto referirnos a sus trazos biográficos (plu­mas más autorizadas lo han hecho, ya, en forma harto satisfactoria) como el plantearnos cuáles serían la orientación y el sentido que po­dría imprimir, en estos momentos . a :a política de la Comunión, en el supuesto de haber sido los suyos estos tiempos .

Es evidente que lo esencial de su personalidad vino dado por la profundidad de sus convicciones católicas, patrióticas y legitimistas . Sobre tan seguro fundamento orientó su obra de gobierno dentro del r.arl ismo para, en su leal y abnegado cumplimiento, buscar siempre el camino más adecuado. dentro de los condicionamientos impuestos por la situación política nacional. Antes de convertirse en correspon­sable y cabeza .visible del a:zamiento de los requetés en julio de 1936 Don Manuel trató de agotar todas las posibilidades en orden a una salida política de la grave crisis que ahogaba el ser de España y, aún a:canzada la convicción de que ·la degradación del proceso había lle­gado a un punto Irreversible, adoptó encomiables medidas cautelares antes de alzar. en nombre del Rey, la bandera de la santa rebelión ; nos consta que, en tan duro trance, consultó el parecer de doctos mora·: istas y teólogos , despejando cualquier posible duda para su es­trictísima conciencia .

Ciertamente que hoy se ciernen sobre nosldtros males que ame­nazan acarrearnos un gravísimo quebranto social y político ; no obs­ta'nte lo cual resultan de un cariz distinto a -los del negro quinquenio republicano pues. a diferencia de entonces, el odio sembrado por :, Revolución y la exaltación mayoritaria de los ánimos no han alcan­zado las cotas que representaron aquellos años desdichados.

De ahí qtie creamos que la actitud odierna de Don Manuel pasaría . por un gran esfuerzo dentro de :a vía política, para intentar ender:1zar,

dentro de ella , la actual situación . Vía política en el sentido socioló­gico y profundo de la acepción, no en el superficial y frívolo de la po:itiquería al uso. Vía política como sinónimo de la escolástica •vía de convicc ión•, como concepto diferenciado de la •vía . de coacción• . Pero ¿cuáles son los parámetros , los resortes vitales, sobre los cualc:s cabria actualizar, al día de la fecha, esa •vía po:ítica o de con­vicción•?

* * * En primer lugar está la temática religiosa : es obvio que las mani­

pulaciones del Conci :io Vaticano II y su • interpretación • por el pro­gresismo más heterodoxo, han orig inado un proceso de secularización , ne mundanidad y de pseudo-ecumenismo filo -protestante en el seno de la Iglesia. Ello ha supuesto-, muy en primer término, una negación generalizada (a la que no son ajenos muchos miembros de la Jerar­quía) de ·:a esencia misma del Derecho Público Cristiano : la supedita­ción indirecta de lo temporal a lo espiritual y, por ende, la necesidad de que quienes rigen los destinos de los pueblos se atengan, en su obra de gobierno, a :as exigencias del derecho natural interpretado a la luz del pensamiento cristiano. Así pues resulta natural que el car­lismo, paladín indiscutib:e y prácticamente único (en España) de aquellos sagrados principios, ·haya perdido muchas adhesiones pues su militancia activa se nutría , muy en primer lugar, de la defensa valerosa e intransigente de aquella suprema verdad política. Efecti­vamente ¿podríamos prosperar en el seno de una sociedad católica cuando una parte de la propia Jerarquía se mostraba reticente y aún reacia a :a existencia de partidos meramente confesionales?

Afortunadamente en este pobre mundo todo pasa menos una cosa: las promesas del Señor y, entre ellas, la de asistir a su Iglesia hasta el final de los siglos , a fin de que las fuerzas del Mal no puedan pre­valecer contra ella . De ahí, naturalmente, que ya estamos empezando a experimentar los efectos bienhechores de los dos últimos pontifica­dos, el de Juan Pablo 1 (de feliz memoria) y el de Juan Pablo 11, el santo y sabio pontífice reinante. Voces esperanzadoras (cuales las de Restauración o nueva Contrarreforma) están sonando en ·:os medios eclesiásticos más autorizados y, al socaire de las mismas, la Santa Sede está extremando su rigor para la defensa de aque!los puntos cruciales que, por hallarse encabalgados en el gozne de conexión entre dos potestades, (la Temporal y fa Espiritual), han de conducir forzosamente -cual ocurre, por ejemplo, con los supuestos del di­vorcio, el aborto o la eutanasia -a la obligada reva·:orización de al­gunos de los postulados esenciales de la doctrina católica.

Abr11, · 1aa&

Depósito Legal: GR. 21-1980

La obligación que tenemos, como católicos, de asistir a la Iglesia y de sintonizar, activa y disciplinada-mente, con los deseos del Ro­mano Pontífice, ampliamente reiterados por el mismo a lo largo de su Magisterio ordinario y constante peregrinar por el mundo, se halla · muy por encima de cualquier consideración de índo·le social o política. Pero no es menos cierto que, en la medida en que lo hagamos, contri• buiremos, aún sin advertirlo, a la restauración de una mentalidad y de unas form3s de vida que son el •humus• natural sobre el cua-1 pue­de arraigar. poderosa. la planta remozada del Tradiciona'lismo político. Y de esta forma contribuiremos, pues, a poner las bases necesarias para que la Cristiandad pueda recobrar la conciencia de su propia identidad, de aquel • Sol del Papado y Luna de·I Imperio• de que ha­blaron, en su día, los grandes doctores del Tomismo y la Escolástica .

* * * No podemos contentarnos con cumplir 'lo mejor que sepamos con

las e~igencias de una espi:i~u.alidad cristiana firme y sostenida, hay que d1fund1r los textos pont1f1c1os, hay que documentarse debidamente para poder combatir aquellas tesis que, encerrando una parte de ver­dad (la predilección de la Iglesia por los pobres). tratan de forzar el argumento en favor de la infiltración ideológica del marxismo (Te11:o­gía de la Liberación). hay que apoyar abiertamente a aquellos prela­dos, congregaciones o institutos que, luchando denodadamente en favor de la ortodoxia y por la pureza de ::a Fe, siguen ofreciendo a la Iglesia el continuado fluir de vocaciones sacerdotales . Todo esto te­nemos que hacerlo individual y co:ectivamente, una labor eficaz y constante, con discreción a veces , con tacto, sin comprometer nada ni faltar . a la prudencia . Aportación de presencia, de oración , de tes­timonio , de ayuda económica .

Y con ello nuestro auxilio a la lucha que están desarrollando las Asociaciones de Defensa de la Familia, de los derechos de la ense­ñanza privada (cuyos intereses coinciden hoy con los de una educa­ción cristiana) ; hay que conectar con estos grupos, apoyarles a todos los niveles. para que crezcan y ganen en fuerza y peso específico . El progres ismo y el marxismo saben perfectamente que deben poner todo su empeño en • romper» y despanzurrar la institución familiar antes de que pueda operarse una sana reacción social susceptible de pasar a la «contraofensiva» : «odio a las familias• gritaba un político radical a principios de siglo. Pues bien, nosotros todo lo contrario, «por la familia cristiana y en la familia cristiana• debe ser, hoy más que nunca, nuestra divisa . Mientras ésta reste en pie ·la Revolución jamás podrá alcanzar sus ú'. timos y definitivos objetivos .

* * * Otro fenómeno que ha influído negativamente en nuestra pérdida

de militancia ha sido la despoblación del campo. Porque el caldo de cultivo primigenio y más importante del carlismo lo constituyó el patriarcalismo rural. Hoy el campo se halla en avanzado proceso de d~scompo~ición (o cuant~. menos erosión) socioeconómica y, lo que aun es mas grave, tamb1en de quiebra moral. Faltan elementos de vida, asistencia en bienes de equipo, hospitales, centros de enseñan­z~ y medios .de_ comunicación:. ta:ta en la medida precisa para poten­ciar el florec1m1ento de la agricultura y de la ganadería . Y faltan, so­bre todo, aquellos curas de ant;,ño , celosos en el cumplimiento de su sagrado ministerio, atentos a la menor alteración de la vida local, ver­daderos puntales del orden mo:·al a cuya sombra protectora anidaban la Fe y las santas costumbres .

Pero también en este terreno se está iniciando una sana reacción a la que es preciso prestar mucha atención. No se trata solamente de que, al socaire de la grave crisis económica que padecemos , haya empezado un proceso de retorno (de la ciudad al campo). sino de algo .mucho más profundo: existen lo que ahora se ha dado en llamar «colectivos• . grupos de personas que acuden a los organismos oficia­les (a leona, por ejemplo) solicitando que se les asignen habitáculos en antiguo~ pueblos abandonados y tierras para el cu·ltivo, hay grupos de •ecologistas• que tratan de reencontrar todo el sabor de una exis­tencia rural , a la vez apacible y profunda.

Toda ?Sta gente , movida m~s o menos conscientemente por un fuerte atan de retorno a las ra1ces, suele ser fácilmente manipulada por demagogos de la política, subvencionados presumiblemente y a menudo por los países del Este, que tratan de traducir todo este im­pulso regenerador en un mero instrumento para postular el desarme uni:ateral de Occidente. Pero estos grupos de ideologías frecuente­mente contradictorias deben merecer nuestra atención porque, po­tencialmente, reside en ellos una expectativa de restauración rural que, por su propia y natural inercia, puede conducir a formas de vida consonantes con las que precisa el tradicionalismo político para co­sechar adhesiones y remontar el vuelo. No olvidemos que el agro, en todas sus posibles manifestaciones socioeconómicas es conservador por naturaleza, con una fuerte inclinación al patriarcado y a las tradi­ciones religiosas y familiares. Quizás por ello los regímenes liberales, influenciados por el radicalismo y el materialismo, nunca han puesto su acento en una pol ítica sostenida y eficaz de protección agraria.

* * * Pues bien hay que acercarse a esa gente, ansiosa de rocío maña-

nero, de sudor en surco, de vida digna, a la gente que renuncia a los condicionamientos que nos impone nuestra decadente sociedad de consumo. Al Igual gue hay que buscar la proximidad de cuantos dis• crepan de los planteamiento_s de un clero progresista que ha arruinado las conciencias de tantos y tantos jóvenes ·y de cuantos están en contra de la actual legislación sobre .. el aborto y el divorcio, impuesta a :a España católica en detrimento de las más elementales normas del derecho de gentes. Porque todos llevan en su interior_ un ferm~nto activo de reacción. Puede que debamos acercarnos a todos ellos in­cluso antes que al carlista desilusionado que está en su casa, porque a éste ya le repescaremos •cuando volvamos a cabalgar•.

¿Que cómo _ iniciar el contacto? Pues folletos, boletines, hojas im­presas, actos de afirmación política organizados en los aledaños de sus lugares de preferente ubicación; en fin cua¡lquier medio legal es bueno y todo intento realizado en este sentido es simiente que pro­mete feliz cosecha. Hay que ir a por ellos, en el mejor sentido de la palabra, tenemos que lograr que sepan de nuestra existencia, de nuestra historia y de nuestros propósitos.

* * * Pienso que si Don Manuel estuviera, hoy, entre nosotros aprobaría estas sugerencias mal pergueñadas en una colaboración redactada con vi buen deseo de acertar pero falta de mayores méritos. Creo que nos aconsejaría remediar nuestra horfandad eligiendo sobre el pavés un principio de Autoridad Legítima que erradicara los peligros de unas disgregaciones dolorosas y esterilizantes. Que nos hablaría de una plataforma ideológica sólida y anchurosa, generosa e inteligente· mente trazada, sobre la cual cupiésemos todos; que trabajásemos para lograr un medio de difusión impresa lo más parecido posib:e a un rotativo diario y que dirigiéramos una labor de captación, preferente y selectiva, hacia quienes potencialmente se hallan, por propio y na­tural impulso, mejor dispuestos para entender y asumir nuestro men­saje.

La actuación, en suma, que pueda convertirnos en fermento de una masa, para recoger toda la fuerza creadora de la semilla del sico• moro. A superar :os caminos de un politiquerismo al uso para, con sen­tido de la realidad y visión de futuro, forzar •el cambio• por medios pacíficos, por la fuerza de la verdad y el convencimiento de la razón, presentados a cuantos compatriotas nuestros buscan una salida •glo­bal• a una situación que, sin acabar de entender el por qué, se les hace cada dia más hostil y despiadada.

* * * Y si con ello, _amén de haber rendido tardío pero entrañable home-

naje á la nobilísima figura de Don Manuel Fal Conde, he logrado alumbrar alguna idea aprovechab:e, susceptible de ser tomada en con­sideración por nuestros dirigentes, me tendré por sobradamente com­pensado y retribuido del pequeño esfuerzo realizado para poner algún orden en mis elucubraciones.

Ramón M.• Roción Guinjoán

DE NUESTRO LEMA: PATRIA El concepto de patria se define mal; todos la sentimos íntimamente,

pero quizá por eso mismo, no podemos dar su contenido en una fór­mula, que por ser abstracta se vue:ve frío y así resulta inexpresiva de lo que quisiéramos decir.

Para los carlistas el amor a la patria viene inmediatamente después del de Dios, incluso antes que el familiar, como decía Santo Tomás.

Pero si no podemos definir:a, sí podemos, en cambio, explicarla. La palabra patria viene de padres, continuidad de una tradición de sangre, de comportamiento, de historia. A veces usamos como sinó­nimo >la de nación, que quiere decir lugar del nacimiento, tierra que nos acoge y sobre la que se vive.

Del conjunto de estas dos ideas sale la verdadera de patria . Pero la Revolución francesa identificó la patria con los límites cerrados de un territorio y estableciendo el servicio militar obligatorio para defen­der aquella (•A les enfants de la patrie ... •) hizo primar el concepto material, físico, territorial de la patria, sobre el espiritual de la heren­cia recibida, dando ,lugar a la locura política de los nacionalismos y tarando el sentimiento de patria hasta nuestros días. Hoy sólo se concibe generalmente a la patria como el territorio comprendido den­tro de unas fronteras, abstracción hecha de que sean naturales, his­tóricas o artificiales. El absurdo de esta concepción se comprende con sólo pensar en los cambios de delimltaciones fronterizas seguidas en la Europa central desde la Revo:ución francesa hasta aquí, o en· las supuestas patries africanas actuales.

Pero la patri·a no es solo el territorio: eso es lo que vemos de ella físicamente, con los ojos del cuerpo. Es mucho, pero no es todo. Por e: contrario, esa visión del entorno (o del mapa) viene condicionada por el alma del que mira, por el elemento espiritual del sujeto. La patria no es un momento aislado en la vida de un pueblo; es funda• mentalmente una continuidad histórica de generaciones, de muchos siglos de creencias, costumbres, sentimientos, modos de ser, transmi­tidos por tradición hasta nosotrós (la tradición es la depuradora del acontecer diario, que rechaza lo inconveniente y mantiene lo fructífero, aunque acontecimientos de una y otra clase constituyan la historia] y que no somos libres de arrojar alegremente por la borda, sino que tenemos obligación de legar a nuestros hijos, a su vez mejorada y enriquecida por nuestro esfuerzo . Es lo que Vázquez Mella llamaba el sufragio universal de las generaciones, frente al capricho de una sola.

Ju:ián Marías, de tan declarada profesión liberal, escribe en . el prólogo de su reciente libro •España inteligible• (y en inconsecuencia con sus conclusiones): •Vale la pena intentar dar razón de España; y esa razón no puede ser más que razón histórica,.

Esta es uno de los elementos fundamentales de -la patria para los carlistas, la historia que hemos recibido y de ·la que somos protagonis­tas, y por eso somos tradicionalistas y defendemos, como algo de lo

que no podemos desprendernos, nuestro pasado. Admitimos que puede ser perfectible, como todo Jo humano sometido a la ley del progreso, pero no podemos renegar de él sin considerarnos mal nacidos y des­nucleizarnos de nosotros mismos. Seríamos otra cosa, pero no españo­les. Y da la casualidad precisamente que, los ideales que se postulan por algunos o por muchos de los nacidos en España (el libre examen religioso o el -liberalismo político, esquemáticamente) han sido los declarados enemigos exteriores de nuestra patria en el transcurso de su historia y no podemos consentir que se enseñoreen de ella, que sería tanto como eliminar su componente espiritual. He aquí una· ex­plicación muy abreviada del por qué, de -las guerras carlistas y de nuestra participación en el Alzamiento del 18 de Julio; aunque no en el Movimiento _que le siguió.

Naturalmente que este espíritu patrio se encierra en un territorio que, +a misma historia de España ha ido concretando muy definida• mente entre unas delimitaciones geográficas, que es irreversible y sobre el que no pueden admitirse mutilaciones. Si en el orden anímico el carlismo sostiene la tradición como elemento determinante de la continuidad histórica, en el orden territorial propugna el fuero como fórmula aplicable de la continuidad material y que se deriva de la primera.

España no se constituyó uniformemente, sino por agregación regio­nal en la que las partes, renunciando voluntariamente a un aislamiento que llegó a serles perjudicial en un momento dado, se incorporaron a una unidad superior, sentida y deseada, más ventajosa para su per­fe:ccionamiento: pero sin renunciar a su idiosincrasia y a su régimen propio (que seguía siendo bueno) y transfiriendo al conjunto solamen­te las facultades que debían ser comunes.

Así fue España hasta que el absolutismo primero y el liberalismo después, atropellando el fuero, introdujeron el centralismo foráneo. Por reacción mal conducida, surgió el separatismo que, como aquel, confunde lamentablemente uniformismo con unidad, disociándose de ésta al combatir aquél. Tanto uno como otro son históricos y aparecen cuando la patria se hace territorio solamente. El carlismo estuvo y está en el punto medio de la verdad.

Pero en este momento del discurrir sobre estos temas se me ocu­rre que los carlistas estamos acostumbrados de siempre, al tener que combatir al centralismo liberal antes y al centralismo autoritario d~s­pués, en esta campaña más que centenaria a insistir en el punto del fuero, que era el negado oficialmente, quizá pensando que la unidad territorial de España no podría peligrar nunca. Pero ahora resu:ta que el libera:ismo se nos ha vuelto autonomista y como ahistórico!. guiado por el odio y con el fervor del converso, se ha pasado, creando un llamado Estado de las Autonomías que pone en grave riesgo >la un1idad sagrada de España, la que sucumbirá a las desviaciones desatadas, sino se las pone pronto remedio.

Es~amos ante una experiencia de la que antes carecíamos, cuando luchábamos contra el centralismo: la desorbitación de los regionalis­mos convertidos en nacionalismos· de modo oficial. Ha de imponerse el buen sentido de la patria como aglutinante supremo de todos los españoles, en la que se comprende, con el propio concepto de España (la patria grande y la patria chica). el fuero. No olvidemos que el pri• mitivo lema del carlismo fue: •Por Dios, por la Patria y el Rey• del Oriamendi, en el que se comprendía todo. La necesaria, deseable y fecunda explicitación del Fuero, vino después, pero con posterioridad ordinal a ·la Patria. Es algo que ante los desvaríos presentes quiz'á. tengamos que recordar. . .

Madrid, festividad de la Monarquía Tradicional, 1986.

Raimundo de Miguel

ACTOS CARLISTAS

QUINTILLO 1986. Se celebrará el día 27 de Abril, en conmemoración del 18 de Julio, a la 1 de la tarde en el Monasterio de Ntra. Sra. de Loreto en Sevilla con la celebrnción de ·la Santa Misa y después al­mu~zo de Hermandad.

l l;JDE MAYO EN GRANADA. Conmemoración del L Aniversario de la Cru2!ada Nacional y XI del fallecimiento de D. Manuel Fal Conde. Des­pués de la Santa Misa, cantada en gregoriano por las AR . MM. Cister, cienses, a :as 12 en la Capilla de Ntra. Sra. de lo:1s Dolores, Generall­sima del Requeté, nos reuniremos en una cOmida donde se entregarán a los familiares del limo. D. Pascual Agramunt, fallecido el día de la Inmaculada de 1985, y a los del Requeté José Mari Arrizaba·laga, ase­sinado en 1978 en Ondárroa (Vizcaya), los nombramientos de SOCIOS DE HONOR del Círculo Fal Conde a título póstumo otorgados po;r eclamación de la Jµnta Directiva el día 10 de Marzo de 1986, Fiesta de los Mártires de la Tradición.

Rogamos a todos los amigos nos comuniquen cuanto antes el nú­mero aproximado de asistentes a efectos de ubicación del comedor donde se celebrará el almuerzo.

FIESTA DE LOS MARTJRES. El Círculo -la celebró en estricto sen­tido re:igioso aplicando una Misa diaria del 1 al 10 en S. Gregario Bél­tico y todas las del día 10 en el Convento de PP. Agustinos de ry1ona,. chil (Granada).

Durante 1985 el Círculo aplicó 270 Misas por la Unidad del Carlis­mo y España.

BOLSA DEL CARLISTA: Casilla 1.-Compraría cualquier recuerdo carlista, l·ibros, calendarios, pegatinas, postales, octavillas, sellos, vi-ñetas, etc., etc.,-R. H. O. Tarragona. .

Casilla 2.-Compraría Obras Completas de Vázquez Mella o Tomos sueltos.-P. H. M. Granada.

Los interesados en estas ofertas o demandas, pueden escribir a nuestra Secretaría adjuntando 17 pts. en sellos.

Secretarla: Pilar Bertos - Gran Vía, 15-2.0 Decha. Teléfono 20 63 03 • 18001 • GRANADA

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Boletín ''FAL CONDE'': Granada

Registro Nacional Asociación : 26782

NUESTROS ACTOS DEL 18 DE MAYO La emotividad y el intimismo Carlista caracterizó plenamente las

ce '. ebraciones que conmemorábamos . Se iniciaron con la celebración de la Santa Misa por el R. P. González Quevedo, S. J., ante la Generalísima del Requeté. cantada en gregoriano con la espiritualidad y perfección que caracteriza a las RR. MM . Cistercienses , ello nos hizo sentirnos más cerca de Dios.

El Padre centró su homi lía en el Reinado Social de Cristo, razón de la Cruzada Nacional, citando abrumadoras cifras de Mártires Reli­giosos de la Iglesia resaltando la entrega de Fal Conde, alma de la Cruzada , y sus colaboradores de entonces como Barrau , De Gregorio, su hermano González Quevedo (que entregó todo su patrimonio fami­liar para la Cruzada a D. Manuel a pesar de sus numerosos hijos, pa­trimonio que al morir poco después , D. Manuel devolvió íntegro a su Viudal justificando su obligada presencia en estos actos para rendir cumplido homenaje a los que, entregaron todo por el Reinado de Cris­to, al igua·I que, en los tiempos presentes ha ocurrido con la muerte violenta en Ondárroa del Requeté José Mari Arrizabalaga y la recien­te de Pascual Agramunt. Requeté mutilado total de guerra, mártir incruento, todos por el Reinado de Cristo.

Comulgó toda ,la Comunidad Cisterciense en su coro (que nos hi­cieron pensar en blancas palomas de este Domingo de Pente.costés que transportaban al Cielo nuestras plegarias y sus sacrificios deján­dolas a los pies del Altísimo en fervoroso ramillete de oraciones) y todos los asistentes cercanos al centenar. Terminó el acto religioso con el canto de la Salve ante la Generalísima Nuestra Señora de los Dolores .

Seguidamente se trasladaron los asistentes al Local del Círculo Fal Conde donde el Presidente , con palabras emocionadas , glosó las figuras irrepetibles del Titular del Círculo, de los Requetés , Pascual Agramunt y José Mari Arrizabalaga recordando también a Requetés como Barrau de Sevilla y carlistas ilustres de Granada (D .• Dolores Valero y D. Ramón Contreras). de Jaén (D . Antonio Garzón) de Alme­ría (Vivas Pérez) etc. todos ellos Requetés y Carlistas que dieron ejemplo de Ortodoxia entrega ;· unidad. virtudes a seguir por el Car­lismo actual unificado hoy día por nuestras oraciones y la Gracia de Dios en una sola Comunión Tradicionalista Carlista .

A continuación D. Camilo Menéndez. Presidente Nacional de la Hermandad de Antiguos Combatientes de Tercios de Requetés entregó a ·'.a señora viuda de Agramunt (Margarita ejemplo de silenciosa entre­ga y sacrificio) y a.l hermano de José Mari Arrizabalaga los pergaminos en los que. el Círculo Fal Conde nombra Socios de Honor a título pós­tumo a dichos Requetés fallecidos por Dios y por España. A continua­ción pronunció unas emotivas palabras de exaltación de'. Requeté, pa­labras que hicieron llorar a los asistentes entre .los que se encontraban Domingo Fal Conde. antiguos Combatientes de Granada, y otras dis­tinguidas personalidades del Carlismo como el matrimonio Casañas. de Cata'.uña. el matrimon io Llombart de Va.lencia , un grupo de jóvenes Requetés Valencianos con el Sr. Alcocer, carlistas jienenses con el Jefe Regional D. Gregorio Garzón. junto a bellas Margaritas de Gra­nada, Valencia , Navarra, Albacete y Cataluña . Terminó el acto con e' Oriamendi cantado por todos los asistentes . que seguidamente mar­charon a un típico restaurante granadino donde entre canciones del Requ eté se dio cumplida cuenta de un suculento menú.

A '. as 4 de la tarde. en los locales del Círculo se reunieron un gru­po de antiguos combatientes con el Presidente Nacional de la Her­mandad. el Presidente Provincial y también Jefe Provincial de la Co­munión Tradicionalista D. José Lizcano y D. Domingo Fal Conde miem­bro de la Junta Naciona·I de la Comunión Tradicionalista Carlista que dio cuenta de la Asamblea de la Unidad celebrada en Madrid con su característica, convincente y cálida palabra, a ello siguió un cariñoso coloquio en el que intervinieron D. Camilo Menéndez Presidente de la Hermandad y, el Presidente del Círculo y otros asistentes.

Emotividad, renovación de esfuerzos en esta nueva etapa de un carlismo único, alegría de .los jóvenes Requetés y c_ariñosísima her­mandad podrían ser el resumen de los actos promovidos por el Círcu­lo Fal Conde con motivo del L Aniversario de la Cruzada Nacional y XI de la muerte de su Titular.

Entre las adhesiones recibidas cabe destacar la de D. Migue-1 Ga­risoain en nombre de la Comunión Tradicionalista Carlista de Navarra: la de D. Carlos lbáñez en la del Señorío de Vizcaya; la de D. José M. Orts en '.a del Reino de Valencia; la de D. Francisco Asin en nombre de la Junta Nacional y del Reino de Aragón. la del Sr. Onrubia de Se­villa y Sr. Cusell de Cataluña.

La Junta Directiva del Círculo agradece a todos los que con su presencia hicieron rea'.idad la brillantez de los actos . y muy especial­mente al P. Gonzá'.ez Quevedo, S. J. ; a las RR . MM . Cisterciensesr,

Junio, 198&

Depósito legal: GR. 21-1980

al Presidente Nacional de la Hermandad: a la Sra. Viuda de Agramunt : a la familia Arrizaba'.aga: a Domingo Fal Conde y jóvenes Requetés Valencianos . su asistencia y colaboración con la que nos honraron.

EL PRESIDENTE

EL EJEMPLO DE DON MANUEL la figura de D. Manuel Fal Conde se acrecienta tanto cuanto pasan

los años. como cuanto se reflexiona sobre ella, a pesar de que no tenga, por la desgracia de los tiempos adversos que corremos. la re­sonancia de ejemplaridad colectiva que merece. Por eso es más nece­saria la evocación conmemorativa de su aniversario, para que perma­nezca vivo su recuerdo entre nosotros.

Para mí lo que siempre me sorprendió y cautivó de su conducta política fue el carácter claramente sobrenatural con que la afrontó: el servicio de Dios , e-1 cumplimiento de su deber. la respuesta a los ta­lentos recibidos. Este criterio rector es bien visible en su trayectoria pública y mucho más de admirar cuanto menos se encuentra en com­portamientos similares. dirigidos generalmente por otras motivaciones de más baja cota.

Pasa de la vida apostólica a la polít ica con la naturalidad de• fa con­tinuación de un mismo prop(,sito , al que las circunstancias coyunturales y decisivas por las que atravesaba España le conducen y obligan . El campo político que elige es ciertamente libre. pero la finalidad y el aliento con que le emprende, no se diferencian.

Jefe de Sevilla, de Andalucía. Secretario General. Jefe Delegado de la Comunión Tradicionalista, es un ascenso meteórico en pocos año~ . pero ascenso en dedicación. renunciamiento y sacrificio. Se impone como el hombre providencial, pero lo ha sido porque su respuesta desde el primer día fue generosa y total y ha producido unos frutos sorprendentes . Sin una plen¡¡ entrega no seria posible y nadie como é '. correspondió a lo que su deber le exigía.

Sabido es que D. Manuel aceptó esos cargos con plena conciencia del sacrificio que se le pedía y como una oblación a Dios en quien principalmente confiaba. Suponía renuncia a su fami·'.ia. a su profesión . sacrific io económico, pérdida de la tranquilidad y aceptación del riesgo ; pero lo hizo con la alegría transcendente del que se ofrece a la vo­luntad de Dios y por su causa .

No regateó ningún esfuerzo en su cump'.imlento. Rechazó siempre u~ acta de Diputado que le hubiera proporcionado un glacis de indem, n1dad , una mayor libertad de movimientos y de seguridad personal ·.· simplemente porque estaba convencido de que, a pesar de estas evi­dentes ventajas para su actuación política, no debía aceptarla .

Y afrontó con resolución sin igual el prob'.ema más difícil que se presentaba para la dirección política de la Comunión Tradicionalista ~ue se le había encomendado. Cabía el camino fácil de seguir fa lega­lidad republicana (otros católicos con especiosas razones le andaban si~ ~eligros y con prebendas) u optar por el duro y heróico de la re~ be .d1a arrebatando por la fuerza el poder a quienes lo ejercían en con­travección de las le¡,es divinas y humanas y estaban dispuestos a dejarlo en manos (de-liberadamente o por inepcia) de una dictadura marxista, como luego pasó.

El problema era no sólo arriesgado sino principalmente de delicada so'.ución en conciencia. Consciente de ello, con la asistencia de lo5 asesoramientos y consu,ltas morales autorizadas y necesarias, a la vista de la inutilidad de los procedimientos legales que el régimen ofrecía (el asesinato de Calvo Sotelo fue la mejor confirmación) y dé) la gravísiva situación y riesgo mayor aún que afectaba de manera in­minente a España, con conculcación de los derechos naturales más elementales de los ciudadanos, se decidió por el camino de la vio,'.en­cia honrosa. Esto es fácil comentar.lo ahora, lo difícil era su adopciór entonces. con la tremenda responsabi'.idad moral que suponía y que D. Manuel aceptó ante Dios. con serenidad de ánimo.

Pero esta decisión había que llevarla a práctica y comenzaro'n las dificultades, peligros y sinsabores sin cuento de la preparación de,I Alzamiento , de la conspiración , el reclutamiento, la financiación, los contactos, las colaboraciones, la estrategia .. .

Cuando hoy se habla de la guerra civi-1 que siguió se dicen muchaE insensateces. Nadie quería propiamente hablando una guerra civil. Fa'. Conde dejó dicho públicamente que la fuerza puede ser un medio lícito de alcanzar el poder cuando determinados momentos históricos lo justifican, pero que no comporta necesariamente una guerra, qu1 no se quería directamente. Lo que se buscaba era un golpe de Estado que desplazara del Gobierno a sus ocupantes , aunque ello fuera con inevitables sacrificios.

l

,seguirlo D. Manuel enlazó con el movimiento mi,litar de ¿s propósitos a través de los generales Varela y Sanjurjo y

¡"4_uél no llegara a producirse la Comunión Tradicionalista ini­,.su marcha sobre Madrid desde .:Os centros de Navarra y Maes­

¡ti, con las previas zonas de dispersión de las sierras de Aracena /ata, consciente de que esta decisión arrastraría a muchos milita­

&s dudosos y sobrevendría el éxito.

Aunque la guerra civil tampoco es rechazable de modo absoluto como quiere decírsenos, cuando no hay otro medio para eliminar la tiranía, como no fo es la defensiva para oponerse a un invasor. Porque peor es y mayores males comporta la perpetuidad del tirano, aunque sea de una multitud. Las guerras de los Macabeos o las guerras car­listas, son un ejemplo.

La prueba de que esto es cierto la tenemos del :ado inverso. El régimen comunista se ha instaurado en Rusia, en Yugoeslavia, en Chi­na, en Hungría, en Cuba y en tantos sitios más, después de una guerra civil, que la izquierda ha considerado legítima e irreversible.

Pero después de esta disgresión volvamos a la conducta de D. Ma­nuel. Hay otro momento decisivo en el que se pone a prueba el tem­ple de su ánimo, su visión política y la fortaleza de su espíritu, y que no sé si se ha valorado debidamente. Las fechas del Alzamiento se precipitan y las conversaciones con el Director, General Mola se es­tancan. La situación es crítica, tensa y parece que no tiene solución con riesgo de echarse todo a perder; pero Fal Conde se muestra firme porque la bandera nacional. roja y gualda, con cuya preterición no transige es todo el símbolo de lo que el Alzamiento va a ser y encie­rra en ella condensadas todas las demás condiciones que la Comu­nión Tradicionalista exige para su participación en él. La cuestión se resuelve definitivamente con la conocida carta de Sanjurjo y se llega así finalmente al 18 de Julio. Pero pocos quizá han pensado en la in­quietud de aquellos días, en ,:a responsabilidad que sobre sus hombros se echó Fal Conde y que si el Alzamiento tuvo la bandera de España y un sentido político determinado fue por la fortaleza de D. Manuel.

Preciso es registrar aquí el primer grave proceso de disidencia que seguramente produciría honda amargura a D. Manuel en aquellos crí­ticos momentos: La interferencia de quien había sido e: anterior Jefe de la Junta Suprema de la Comunión Tradicionalista, pretendiendo bur.!ar inútilmente en cortacircuito '.a «intrasigencia» de Fal. Esta sería el prólogo de otras que vendrian después hasta inundar su alma.

No quiero pasar más allá en el tiempo de estas consideraciones en voz alta; ocasión ha_brá, si Dios quiere. de seguir sacando frutos de .:a ejemplaridad de ,Ja vida de D. Manuel hasta su muerte.

Sólo añadir, porque la circunstancia política en la que estamos ac­tualmente los carlistas parece exigirlos, en estos momentos en que nos encontramos en vacancia de sucesión dinástica (la que él se es­forzó en proseguir para sa:var la continuidad del Carlismo. con tam­bién dolorosas discrepancias) acéfalos, divididos y confusos. en difícil proceso de reconstitución política; que una mirada a la trayectoria política de D. Manuel Fal Conde, rectilínea en toda su larga vida, debe ser '.a que nos marque el camino a seguir en adelante. Continuar don, de él lo dejó y ya es bastante. Para mí esa es la línea de la que pro­curo no apartarme un ápice .

Yo he aprendido a ser carlista de mi padre (asesinado por los ro­jos) y cuando éste me faltó, por la enseñanza de D. Manuel fa.: Cond'9 y no puedo ser de otra manera.

Madrid, 10 de Abril de 1986. RAIMUNDO DE MIGUEL

MENSAJE INTRASCENDENTE A LA JUVENTUD ¡Queridos .. chavales• de :a cruz de San Andrés!

¡•Majetes• del Carlismo!

¡«Mis chicos »de la boina amapola!

¿Por qué no poner dos gotas de humor, absenta y vitriolo, en tanta cosa •Seria• como tenéis que soportarnos a los «carrozas» del Dios, Patria , Fueros, Rey?

Una cosa que había de «divertiros• y posiblemente haceros •esta­llar» en carcajadas, podía ser el tener oportunidad de contemp:ar las •getas• (Geta, hocico o morro de los de la «vista baja•). que habian de quedarles a más de cuatro en cuanto citáramos media docena de nombres como causahabientes acreditados de tanta •tragedia» carlista de los últimos cincuenta años.

Pero conste que hoy no es éste nuestro ánimo. Ya llegará el día quizás no muy lejano.

¡ Entre tanto, ya véis que habrían de ser más de cuatro si habían de ser media docena!

Cosas de :a estadística y la cibernética. los «ordenadores», sus .. programadores» y los robots, y que no digan que no somos progres .

Claro que sin «ordenadores» (ésto suena a nuevos «tradicionalis­tas», cuando no hace tantos días que Guerras y Celipes invocaban la «tradición• socialista como escuela de su autocrítica). robots (algo en lo que desearían ver convertidos a '.os carlistas. sobre todo «dere­chas» APS y por qué no? algunos tradicionalistas. no digo de que cuño). cibernética. estadísticas y «programadores» (algo que por do· minarlo vienen «conformándose» algunos que se ,dicen tradicionalis­tas. ¿De qué). ¡Ya os lodiré!

Lo malo es que mis escas1s1mas condiciones de «chistoso• y hu­morista, :o que no quita el que caiga gracioso a pesar de mi poca gracia, hacen que «ésto• más que sainete de Arniches sea algo más parecido a una •tragicomedia• de Vizcaíno Casas, suponiendo que re­sulte tragicómico cuando nos habla de ciertas •resurrecciones•.

Total que para haceros reir debiera recurrir a haceros •cosquillas• en la planta de.l pié, pero estáis tan diseminados y lejanos que existe una imposibilidad física de conseguir,:o, aún cuando si de •cosquillas" se trata. tal vez el recurso de un «sucedáneo» valga.

Hoy no entra en mis cálculos hablaros de «cosquillosos•, ni de la «media docena• que parecen •docena y media» a los que aludo mliis arriba.

De cua'.quier manera os lo prometo hacer si demostráis ser gente de aguante con mis •rollos• y perdonad que me «enrolle».

Otros tienen menos suerte, que además de «gordos» son «peque­ños• y •feos».

Yo os lo «acreditaré», aún cuando para ello tenga que realizar un análisis tan exahustivo como para demostraros por qué nos hablan de tradición socialista Guerras, Celipes, Tiernos y menos Tiernos, Ba­rrionuevos, Ouadras Salcedos y Solchagas en ese maremagnum de an­tiguos tradicionalistas varios de ellos que conocéis como nosotros conocimos . Por qué nos hablan de tradición comunista (?) Carrillos y •paperas• . Por qué :o hacen de su •tradición» particular Galas y Gays para acreditar sus «derechos• torcidos a pesar de Sidas que cual plaga debiera terminar con todos ellos, y por qué, finalmente y no son los menos peligrosos. lo hacen esos pseudotradicionalistas •evolucio­nados• que una vez más mirándose en el espejo de la «progresista•· Francia han degenerado :o que pudo ser •SU• tradicionalismo. «Esos» a los que la Tradición les estorba. ¿Por qué será?

Un chusco acabaría ésta disgresión «filosófica» posiblemente eva­cuando sus más ,pesadas• necesidades fisiológicas, en tan ,caros• amigos como los aludidos en nuestro •mensaje intrascendente•, yo, me limito a despedirme de todos ellos con «vientos del sur» confian­do en que sus auras no hieran vuestras •sufridas• pituitarias.

Y como siempre, a Dios rogando pero con e: mazo dando ...

GARES

NECROLOGIAS

El pasado Jueves Santo falleció cristianamente en Madrid D.0 Ga­briela Percopo eficaz colaboradora del fallecido Profesor y gran pen­sador carlista D. Francisco Elías de Tejada continuadora e impulsora con entrega total hasta su muerte del Círculo Zuma:acarregui y ejem­plo de Margaritas, sintiéndonos unidos al dolor del íntegro carlista D. Joaquín García de la Concha.

El 13 de Abril falleció D. Miguel Arrizabalaga Zulaica. combatiente del Tercio navarro de S. Miguel, carlista integral y leal cuyo hijo, José Mari, fue asesinado en Ondárroa y que hasta su muerte en forzado destierro regional mantuvo su entrega al Carlismo.

Nuestro entrañab:e colaborador D. Ramón M.• Rodón Guinjoan su­frió la dolorosa y doble pérdida de su madre D.• María Luisa el 1 de Marzo. y de su padre, D. Antonio, el 17 del mismo próximo pasado mes. Familia carlista si las hay, que supieron formar a sus hijos en nuestra doctrina como continuamente lo viene demostrando con sus vivencias car:ista su hijo Ramón María.

A estas tres insignes familias carlistas, ejemplo de lealtades y sacrificadas entregas. nuestro más sentido pésame y el ruego a nues­tros lectores de que nos acompañen en el ofrecimiento de Comunio­nes, Misas y Rosarios por sus almas que desde el Cie'.o nos ayudarán a conseguir el Reinado de Cristo.

AVISOS Bolsa del Carlista: Casilla 1.-Compraría cualquier recuerdo car­

lista. libros, calendarios, pegatinas. posta·:es, octavillas, sellos, viñetas. etc. R. H. O. Tarragona. Casilla 3.-Jdeario de Mella. tomos 1, 11 y 111 (juego completo) que corresponde a los tomos 11, 111 y IV respectiva­mente de las obras completas de la edición de la Junta del Homenaje. de 1931. Precio 2.000 ptas. más emba'.ajes y sellos.-A. R. de G. Madrid.

Los interesados pueden escribir a nuestra Secretaria adjuntando 17 ptas en sellos. La casilla 2 ya consiguió su propósito de compra de las Obras Completas de Vázquez Malla.

CALENDARIOS: Aún nos quedan del año 1986 a 10 ptas. ejemplar más gastos de envío.

LIBROS CARLISTAS: Apuntes para la Historia del Tradicionalismo; El Capitán Aldama (novela car:ista). Los protocolos de los Sabios de Sión; Carlismo y Socialismo. etc. El mejor regalo para los amigos y familiares.

MISAS: Desde el 18 de Mayo :a Misa diaria del Círculo se aplicará pidiendo la ayuda de Dios a los mandos de la Comunión Tradicionalis­ta Carlista. una vez conseguida la Unidad.

Pedidos e información a Secretaría del Círculo Fal Conde Gran Vía, 15-2.0 Dcha. · 18001 Granada Teléfono (958) 20-63-03

Boletín ''FAL CONDE'': Granada Jullo 198&

Registro Nacional Asociación: 26782 Número Extraordinario Depósito Legal: GR. 21-1980

<!Cincuenta ant\lrrsarto bt la <!Cru~aba »actonal Era obligado un número extraordinario en este mes de Julio de 1986 que glosara el L Aniversario de la Cruzada Nacional y con este

fin, solicitamos de nuestros colaboradores literarios trabajos, que enviaron puntualmente y de elevado nivel como podrán comprobar nues­tros lectores cuando se publiquen en números venideros pasadas las obligadas vacaciones. Pero recapacitando muy mucho :

1.º En los estatutos del Círculo Fal Conde : «defensa de la Doctri.,a Tradicional de la Iglesia y de España• por todos los medios legales. 2.º En que los Requetés murieron en .:a Cruzada martirizados (Antonio Molle) o en la trinchera con el ¡Viva Cristo Rey! en los la­

bios y en sus corazones. 3.0 Que el Tradicionalismo Español empieza una nueva andadura como Comunión Tradicionalista Carlista. 4.º Que hoy día el ateísmo, agnosticismo, permisibilidad del error y atentados contra los Dogmas y Sacramentos del Catolicismo están

en cada minuto de nuestras vivencias diarias . 5.0 Que debemos dejar atrás nostalgias y triunfalismos de masas.

6.º Que sobre todo nuestro Primer Punto Doctrinal es luchar por el Reinado de Cristo y por El. el Bien Común y por eso fue el Carlismo a la guerra del 18 de Julio.

7.º Que esta defensa del Reinado de Cristo hay que hacerla aun ;ue •no sea política•. pues fas •cosas de Dios• en los materialistas tiempos que vivimos, por ser del Espíritu y del Alma •nunca son políticas, y

8.º Consultado con quien sabe y puede aconsejar en materia re·igiosa . hemos creido como mayor fruto para la Causa que este nú­mero extraordinario se componga solamente de una ACLARACION sobre la UNIDAD CATOLICA, profundamente argumentada, para que sea motivo del debido conocimiento e •intranquilidad de conciencia• a todos los Carlistas , a los Católicos, y sobre todo a la Comunión Tradicionalista Carlista que al inicio de su andar no debe olvidar. aunque •no sea político•, que nuestra UNICA RAZON DE SER ES DIOS y EL BIEN COMUN DE ESPAÑA y si -:uchamos por esto lo de más se nos dará por añadidura . ¡Conviene no olvidarlo!

El Presidente del Circulo

iLa ltbrrtab l\rltgiosa aprr p bop Un estudio comparativo, siquiera sea somero, entre la declaración •Dignitatis humanae • del Concilio Vaticano 11, y la doctrina del magis­

terio eclesiástico inmediatamente anterior sobre la libertad religiosa. creemos que puede ser sumamnte útil para comprender mejor el sentido y alcance de .Ja presente declaración.

TODO POR DIOS, NADA SIN DIOS

El subtítulo de la Declaración, •Dignitatis humanae•, nos ofrece ya en su mismo pórtico una interesante e importante precisión . Se trata -nos dice- de •el derecho de la persona y de las comunidades a la libertad social y civil en materia religiosa• . Un cambio de adjetivos que no puede menos de sorprendernos: libertad social y libertad civil en lugar de libertad religiosa. Cambio importante con el que se nos quiere definir y precisar la :ibertad objeto de la presente declaración. Al mismo tiempo nos está diciendo que esta palabra libertad y libertad religi(.sa puede ser suceptible de diversa interpretación y adjetivación. Como decía Salmes la palabra .:ibertad• es •una de aquellas palabras tan generalmente usadas, como poco entendidas•. Mal podrá, pues , entender lo que es libertad social o religiosa, quien previamente no se haya tomado la mo:estia de precisar de alguna manera lo que es la libertad. Concepto primitivo y original y por lo mismo de__difícil . for­mulación en su misma claridad: que habrá que fijarlo, en un primer tratamiento, por medio de la metáfora o el sími:. en tanto que una elaboración más profunda determina sus condicionamientos metafísi­cos . Esto sin perjuicio de la valoración crítica a que haya que some­terlo.

Fijada así la libertad en una primera y general precisión de su contenido, echamos de ver -nos dice Salmes- que siempre entraña en su significado de una manera o de otra :a ausencia de un vínculo, de una causa, que impida o por el contrario provoque irresistiblemente el ejercicio de una determinada actuación. Por consiguiente habrá tantas clases de libertad, cuantas sean las clases de trabas o ataduras de que uno puede estar inmune. Tratándose de un ser activo, pero racio,­nal y voluntario, cual es fa persona humana, las ataduras o trabas de que se puede ser inmune y que por lo tanto pueden definir las diver­sas acepciones de la palabra libertad referidas al hombre, pueden ser internas o externas, y tanto las unas como .:as otras lo pueden ser por vía cognoscitiva o precognoscitiva.

Una atadura externa con que se puede ligar a la persona humana .. ya sea por vía cognoscitiva, o precognoscitiva, es la llamada coacción, moral o física: que es toda presión que se hace desde fuera contra la inclinación natural de la persona y contra su querer. Es evidente que la coacción propiamente dicha só:o se puede ejercer contra los actos externos imperados de la persona, no contra los actos elícitos de la voluntad. Sería un contrasentido. La persona humana en cuanto caren­te e inmune de coacción, se dirá que es libre, pero habrá que añadir, libre de coacción.

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Otra atadura externa, con que se liga a la persona humana por vi~ cognoscitiva, es :a ley moral. Con ella se ligan los actos no sólo ex­ternos, sino también los internos de la voluntad. La ley no es coacción, pues a pesar de venir de un agente extrínseco, el legislador, no es contra la inclinación natural del hombre, sino todo lo contrario. Lo mismo se diga de la sanción, que acompaña a la ley, o de la gracia eficaz. o de la presión que ejercen y deben ejercer los padres en los hijos en orden a su educación, y en general el derecho que es por na• turaleza coactivo . No son coacciones o son coacciones legítimos. La persona humana, en cuanto inmune de este vínculo externo, que es la le,, moral, es también libre, pero para evitar confusiones es nece­sario añadir, libre moralmente.

Una atadura interna, con la que se :iga internamente al hombre, o por mejor decir, a la voluntad humana por vía cognoscitiva, es . el juicio de valor determinante, no ambivalente. La voluntad que sóló actúa y puede actuar a la luz de un juicio de va-:or, si este juicio, er. un momento dado, no es ambivalente, sino que se le presenta deter­minado en un sólo sentido, la voluntad actuará necesariamente en 1~ dirección que se le muestra. Es lo que sucede en ,:os impulsos prima­rios o movimientos primo-primi de nuestra voluntad , y siempre que actuamos sin reflexión o por rutina. Cuando la persona humana ca­rece de un juicio de valor determinante, que es el único vínculo que puede atarla interiormente, entonces es libre, pero libre psicológica­mente.

No hay otra manera de ligar intrínsecamente la voluntad human?, si no es así por vía cognoscitiva. Dada su naturaleza intencional y la amplitud de su campo de acción, es intrinsecamente pluriva:ente; pero actualizará o no actualizará esta plurivalencia en un mom'ento dado, según que el juicio valora! que se le presente sea a su vez ambiva,:ente o no lo sea . Es decir, que la naturaleza intencional de la voluntad hace que su libertad psicológica actual radique totalmente en el plano objetivo y consciente del juicio valora!, «E: juicio valora! in­diferente o ambivalente es -como decían los antiguos- la raíz de la libertad• .

Es importante este hecho de :a radicación de la libertad humana en el plano de la objetivación ,pues así la libertad psicológica está completamente a salvo de todos los determinismos preconscientes. que se quieran suponer. Tan a salvo que hay autores cató:icos que llegan a afirmar que ni siquiera la divina omnipotencia puede forzar la voluntad humana y atentar por decirlo así contra su libertad, una

vez que a esta se la supone radicada en el plano objetivo de un juicio de valor ambivalente. Esta libertad psicológica o ausencia de juicio de valor determinante, es lo que se llama también libre albedrío.

Por lo dicho se ve que, en lo concerniente al hombre, tres y nada más que tres, son los tipos fundamentales de ,libertad: libertad psico­lógica, libertad moral y libertad de coacción; según sea el vínculo in• trínseco o extrínseco, natural o antinatural.

La libertad psicológica es la fundamental. Es innata al hombre. Por ella el hombre es señor de sí mismo y de sus destinos. Caracteriza a la persona humana y la encumbra por encima del mundo de la materia pura. La libertad psico'.ógica, ausencia de todo determinismo, es la más alta expresión de lo espiritual. En esta libertad psicológica o libre albedrío -•praestantissimun naturae bonum•, en frase de León XIII­radica, como no podría ser menos, la dignidad de la persona humana. • '.a dignidad de estar en manos de su albedrío y ser dueño de sus acciones•.

Por esta libertad el hombre se real iza como hombre. Ella es con­dición •sine qua non• para que la conducta humana sea humana, es­pecíficamente humana. No hay ni puede haber conducta humana. mo­ral o religiosa. que no sea de alguna manera libre con libertad psico­lógica. Un acto de fe forzado es un contrasentido.

La libertad moral es la carencia de ley moral. El hombre será libre moralmente en tanto en cuanto no esté sometido, ligado, obligado por una ley moral. Ahora bien, es evidente que el hombre precisamente por serlo, por estar dotado de libertad psicológica, no puede ser libre mora:mente. La razón es clara. El hombre, como todo ser salido de las manos de Dios, está sometido a la ordenación de Dios, a la ley. Pero el hombre, por su calidad de ser libre, no puede estar sometido a una ley física; luego tiene que estarlo a una ley que respete su Jiberted psicológica: y esta ley es la ley moral, que por ser moral no :e ata menos, sino más, mucho más que lo puede hacer una ley físi­ca; pues en esta cabe la excepción del milagro, en la ley moral, no. León XIII en su encíclica Libertas resume así con frase lapidaria este pensamiento: •No hay afirmación más absurda y peligrosa que esta : que el hombre por ser natura:mente libre, debe estar desligado de toda ley ... siendo así que la afirmación verdadera es la contradicto­ria , o sea que el hombre precisamente por ser libre, ha de vivir some­tido a la ley•. La misma idea desarrolla profundamente Juan XXIII en la introducción a la •Pacem in terris•. al afirmar la existencia de un

orden universal al que están sometidos todos los seres y en especiai el hombre.

El hombre no es, no puede ser libre moralmente, precisamente por­que es psicológicamente libre. La necesidad moral y fa libertad psico­lógica mutuamente se condicionan y postulan en la persona humana. Solamente queda un sector de la conducta humana libre con libertad moral, a saber: el de la actividad virtuosa no necesaria a: cumplimien­to de los fines esenciales del hombre. Es aqul sector, objeto de la in­diferencia ignaciana en los Ejercicios Espirituales, •todo -:o que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío y no lo está prohibi­do• . Aun este sector puede ser reducido por una ley positiva.

La libertad de coacción es la ausencia de presiones externas, que impidan o determinen a la persona humana a actuar en contra de su inclinación natural y voluntad racional. Es evidente que, si el hombre en cuanto persona, está dotado de libre albedrío y de señorío sobre sus propias acciones; no puede, no debe ser coaccionado por nadie . Sería un contrasentido. El hombre en su calidad de ser libre -en lo que consiste su dignidad de persona humana- tiene derecho natural y primario a la libertad de coacción. Es un derecho. por decirlo así de cobertura, fundado en esta dignidad de la persona humana. con el que se protege y garantiza el cump'.imiento de sus obligaciones y derechos: es lo mismo que decir, con el que se garantiza su realización como persona humana. Así como antes decíamos que la libertad psicológica del hombre es incompatible con su libertad mora:; así ahora. por el contrario, hemos de afirmar que la misma libertad psicológica postu­la, exige como un derecho natural. la libertad de coacción .

La corre'.ación de estas tres libertades entre sí, que acabamos de indicar -gráficamente representables por los lados de un triángulo. cuya base sea la libertad psicológica- la expresa perfectamente la Declaración •Dignitatis humanae• en su número 2 cuando ¡!ice: •To­dos '.os hombres conforme a su dignidad, por ser personas, es decir, dotadas de razón y de voluntad libre (libertad psicológica). .. se ven impelidos por su propia naturaleza y constreñidos por la obligación moral (no libertad mora/) a ... Pero los hombres no pueden satisfacer esta obligación (no libertad mora'.), de una manera adecuada a su propia naturaleza, si no poseen la libertad psicológica. a: mismo t 'empo que la inmunidad de coacción externa (libertad de coacción)•. A las tres libertades se refiere pues expresamente la declaración y so-1,·rr:ente a las tres, relacionándolas mutuamente en la forma dicha en lo que respecta al orden religioso de que va a tratar.

EL CARLISMO LUCI-IO EL 18 DE JULIO SOLO POR DIOS

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Hecho este análisis, no más que elemental, del concepto de liber­tad y de los tres tipos fundamentales de :ibertad, que en la considera­ción ético-jurídica de la persona humana pueden tener lugar: estamos sin duda en disposición de comprender mejor el sentido y alcance con que se habla de la libertad religiosa en .:a Declaración del Vaticano 11.

Va desde ahora, aun antes de abrir la declaración, podemos presu­mir que la Iglesia no nos va a hablar en ella de la -:ibertad religiosa en un sentido psicológico. Quedan muy atrás los tiempos de los no­vadores en que la Iglesia tuvo que defender en Trento· bajo anatema la existencia, aun después del pecado original, del libre albedrío en el hombre; y con ello la dignidad de la persona humana. Es intere­sante y actual leer a este propósito el cap. 23 de la obra de Balmes . El Protestantismo comparado con e: Catolicismo, cuyo titulo es preci­samente • La dignidad de la persona humana realzada por el catoli­cismo • . La existencia de la libertad psicológica en el hombre es algo tan obvio, tan fundamenta: , que es un presupuesto indiscutible en toda la doctrina moral y religiosa de la Iglesia. Empezando porque el acto de fe es un . acto esencialmente libre. •por lo cual :a Iglesia suele tener buen cuidado de vigilar para que nadie sea forzado a abrazar la fe católica contra su voluntad , pues , como observa sabiamente San Agustín, el hombre no puede creer sino de propia voluntad• . La Li· bertad psicológica del acto de fe no hay poder ni humano ni divino que pueda forzar.

Tampoco sería acertado pensar que esta declaración sobre la li­bertad religiosa , se va a referir a una libertad en sentido moral. Nada más lejos de la enseñanza de la Iglesia. El hombre no es libre moral, mente, no puede serlo; y menos en materia religiosa. en la que está ligado por un fundamental y principalismo deber, no só '. o aislada, sino

t·mbién socialmente. Del Concilio no se podía esperar una declara­ción de libertad religiosa en sentido moral; sino todo :o contrario. V efectivamente . lo primero que hace en el n.0 1 y en e: 2 y en el 3 de la Declaración es afirmar reiteradamente • la ob'.igación moral de los · hombres y de las sociedades para con la religión verdadera e Iglesia única de Cristo •. Expresamente advierte que la libertad religiosa, por :a que el Conci lio se va a pronunciar, •deja íntegra la doctrina tradi­cional católica acerca de la obligación moral de los hombres y de las sociedades para con la religión verdadera e Iglesia única de Cristo •. Ahora bien , donde hay ob'.igación moral, no hay ni puede haber liber­tad moral. Por consiguiente, queda bien claro, por explícita y reiterada afirmación del Concilio Vaticano 11 , que en materia religiosa no existe ni se puede pensar en una libertad moral, no sólo para los individuos. p'l ro ni tampoco para fas sociedades, según la doctrina tradicional. católica , que deja íntegra a este respecto.

Si, pues, el Vaticano II al hablarnos de libertad religiosa, no no.~ iba a hablar de libertad en sentido psicológico. ni podía hacerlo en Eentido mora '. ; es obvio que la libertad religiosa. cuya formulación y defensa ha pronunciado el Concilio, tenía que entenderse de una li­bertad de coacción. V en efecto, con meridiana claridad nos lo afirma el Concilio en el n.0 2 de la presente declaración : •Este Concilio V¡¡­t icano declara que la persona humana tiene derecho a la librtad reli ­giosa. Esta -:ibertad religiosa consiste en que todos los hombres de­ben de estar inmunes de cualquier coacción ,tanto por parte de per­sonas particulares, como de grupos sociales y de cualquier potestad humana , y de tal forma por cierto que en materia religiosa nadie se vea obligado a obrar contra su conciencia, ni impedido de obrar según ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los '.imites debidos• .

ANTONIO MOLLE SOLO DECIA ¡VIVA CRISTO REY! VIVA ¡ESPAÑA! MIENTRAS CORTABAN SUS OREJAS Y LE SACABAN LOS OJOS

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¿Este concepto de libertad religiosa , tal como lo proclama el Vati­cano 11, es nuevo en la Iglesia? En otras palabras ¿ha habido algún cambio o evolución entre la libertad religiosa de ayer y la de hoy en el pensamiento y enseñanza de la Iglesia? Nos referimos natural­mente al ayer inmediato, pues nos es imposible otra cosa en tan breve espacio. Sin embargo creemos que, dada la importancia y vo­lumen doctrinal de ese ayer, es más que suficiente para contrastarle provechosamente con :a nueva declaración. y apreciar así la evolución que haya podido haber.

Una visión , global al menos, de la circunstancia histórica del ayer y del hoy nos es absolutamente necesaria para . precisar en su con-· texto natural la posición de la lg'.esia en esta materia de libertad re: ligiosa en uno y otro momento. La circunstancia histórica en que sE· desenvuelve la Iglesia y la siciedad en el siglo pasado viene marcada por el signo del racionalismo y del individualismo, que los doctrina, ríos de la Ilustración llevaron a sus últimas consecuencias en lo polí­tico y en lo social. El error fundamental. quintaesencia del liberalismo, era la proclamación del derecho del hombre a la ·libertad, pero a la

libertad moral. El hombre es· libre. «Renunciar a la libertad -escribía Rousseau- es renunciar a ser hombre, a las prerrogativas del ser racional, a los derechos y deberes humanos. Semejante renuncia es incompatible con -la naturaleza humana: dejar de ser libre equivale a dejar de ser moral•. Su propia dignidad exige que no esté sujeto a ninguna ley heteronoma. Seria una inmoralidad. El hombre no puede reconocer más ley que la de su propia razón (autonomía kantiana). Con esto se afirmaba la independencia del hombre frente a toda au­toridad divina y humana. En este •derecho nuevo•, como pomposa­mente se llamaba, era .:a proclamación solemne del ateísmo político y social, imperante hasta nuestros días. Ante tales errores, y errores tan funestos para la vida de los individuos y de los pueblos. uno de cuyos frutos más venenosos ha sido el engendro del capitalismo '.ibera!, la Iglesia no podía callar, y condenó el llamado derecho nuevo dr.l liberalismo, el derecho a la libertad moral; •deliram'3ntum•, más que libertad. como :a llamó Gregario XVI.

Los tiempos han cambiado. Hoy la circunstancia histórica amena­zante en lo social y en lo político es el totalitarismo, error de signo contrario, que se manifiesta en los fenómenos de· socia:ización incon­trolada y de dictadura política. El individuo queda absorbido en lo social, se desconoce la persona humana y sus inalienables derechos, y se diviniza al Estado. Así como el :iberalismo proclama el derecho del hombre a la libertad, el totalitarismo le niega toda libertad. El hombre no tiene más derechos ni más '.ibertad que la que le quiera conceder el Estado. fuente de todo derecho en cualquier orden huma-

no, individual, familiar o religioso, político o social. Lógicamente este totalitarismo. que diviniza al Estado como punto final u omega del proceso dialéctico de la historia, se tenia que dejar . sentir de modo especial en el terreno religioso. Por eso jamás ha conocido la Historia represión más brutal de la vida religiosa de individuos y co:ectivida­des. Pues bien, ante el peligro de hoy, tan diverso del de ayer, aun­que coincidente en el mismo ateísmo político-social. la Jg:esia tenia que salir de nuevo por los fueros de la verdad perenne, y proclamar contra el totalitarismo de hoy e: derecho de la persona humana a la libertad de coacción, especialmente en materia religiosa; así como frente al liberalismo de a,•er condenó el derecho de la persona huma­na a !a libertad moral.

He aquí desde el punto de vista de la circunstancia histórica las dos únicas posturas previsibles del Magisterio de la Iglesia; posturas, por otra parte. inconmovibles, que no dependen ni del ayer ni del hoy. sino só'.o en cuanto a la oportunidad de su declaración. Esta oportu­nidad podrá variar. pero la Iglesia tanto ayer. como hoy y como siem­pre tendrá que condenar la omnímoda libertad moral, propugnada por el liberalismo. y defender la libertad de coacción. conculcada por el totalitarismo. Ahora bien ¿responden en efecto a estas previsiones históricas los documentos del magisterio pontificio, correspondientes a ambos períodos? Veamos brevemente los textos que juzgamos más significativos a este respecto. En ellos podremos apreciar también cómo se ha ido matizando el p'3nsamiento de -:a Iglesia en esta mate­ria y lo que de nuevo nos ha traído el Vaticano 11.

St: INTRtPIDO IV JAMAS TIBIO GREGORIO XVI. Empecemos por un texto famoso de Gregorio XVI

en su encíclica Mirari vos (15 agosto 1832), importante porque a él se remiten con frecuencia los Papas posteriores al tratar de esta materia. Nos dice así:

De esta corrompida fuente del indiferentismo fluye aquella absurda y errónea sentencia, o más bien delirio, de que debe sostenerse y reivindicarse para todo hombre fa libertad de conciencia. A este pestilentisimo error con­duce aquella plena e ilimitada libertad de ooinión, que es­tá infestando tanto lo religioso como lo civil, llegando al­gunos a tener la osadía de decir que con esto puede ganar algo :a religión. Pero «¿qué peor muerte del alma que la libertad del error?• decía San Agustín (cp. 166). Pues qui­tada toda barrera, que contiene a los hombres en el sen­dero de la verdad, tendiendo ya hacia abajo su propia na­turaleza inclinada al mal. vemos abierto e: pozo del abis­mo, del cual vio Juan (Apoc. 9, 3) subir un· humo. con el que se obscureció el sol, del que sa:ieron langostas sobre la tierra ...

Condena el Papa como •absurda y errónea la sentencia o más bien delirio, de que debe sostenerse y reivindicarse para todos los hombres de libertad de conciencia•. ¿De qué libertad se trata? Por el contexto no cabe duda de que se trata de libertad moral, la que quiere quitar •toda barrera•, que contiene a los hombres en el sendero de la verdad•; barrera que no es otra que la ley mora:. Esta libertad de conciencia «fluye de la corrompida fuente del indiferentismo•, es decir, de «aquella nefanda opinión que afirma que con cualquier pro­fesión de fe se puede alcanzar la salvación de: alma, si las costum• bres se acomodan a la norma moral•, como si no existiera una ley moral que obligara a todos los hombres a profesar la única re'.igión verdadera. Una libertad así, que no reconoce ni acepta una ley mo­ral, sobre todo en lo religioso, es absurda y errónea; verdadero deli­rio, dice e: Papa.

PIO IX. Uno de los textos más significativos en esta materia, que merece nuestra atención lo encontramos en la encíclica Cuanta cura (8 dic. 1864) dice así:

De esta idea completamente falsa del régimen político pasan sin escrúpulo a defender aquella teoría errónea, so­bremanera perniciosa para la lg'.esia y la salvación de las almas, calificada de « locura• por nuestro predecesor de feliz memoria Gregorio XVI, esto es que la libertad de conciencia y de cultos es un derecho propio de cada hom· bre, que debe ser proclamado y garantizado legalmente en toda sociedad bien organizada; y que los ciudadanos tienen derecho a una omnímoda libertad, que no debe ser coartada por ninguna autoridad eclesiástica o civil, por el que pueden manifestar y declarar públicamente cuales. quiera conceptos suyc:s de pa'.abra o por escrito o de cualquier otra forma. Al afirmar temerariamente tal opi· nión. no piensan ni consideran que están proclamando una libertad de perdición.

De dos clases de libertad se habla claramente en este texto, de la libertad de conciencia y de cultos, derecho propio de cada hombre; y de una omnímoda libertad de coacción, a la que todo ciudadano tiene derecho y que no debe ser coartada por ninguna autoridad eclesiás­tica o civil. La primera evidentemente es la misma libertad moral. basada en el indiferentismo religioso, que con razón condenó Grego­rio XVI en la Mirari vos, a quien se cita. La otra parece, aún !itera!·· mente, un adelanto del texto del Vaticano 11. ¿Cómo es que aquí se reprueba? Recordemos que al escribir estas lineas la preocupación del Papa Pío IX era muy distinta de la de los Padres de! Vaticano 11. La dignidad de la persona humana y sus derechos a la libertad de coacción no habían sido conculcados entonces como lo fueron des­pués. Nada, pues, de extraño que el Papa Pío IX no hable de fos de­rechos a la libertad de coacción [de una manera positiva) y con la precisión y amplitud con que exactamente un siglo después habló la Iglesia. Pero contradicción no hay ninguna. Lo que reprueba PIO IX es el derecho a •una omnímoda libertad que no pueda ser limitada por

ninguna autoridad eclesiástica o civil• en lo que se refiere a la ma· nifestación pública de cualquier concepto propio. Ciertamente und libertad de coacción así entendida. sin limitación ninguna, la rechaza también el Vaticano 11, que taxativamente afirma que este derecho a :a libertad de coacción en materia religiosa está limitada en su ejer­cicio, como todo derecho y toda libertad «por la ley moral•. que obli­ga a tener en cuenta los derechos de los demás y las obligaciones para con ellos y el bien común de todos"·

A: hablar de Pío IX es obligad:i referirnos a las proposiciones del Sy/labus. que tocan esta materi.i. En todas ellas encontraremos la Misma raíz viciada del indiferentismo y naturalismo, que pretende independizar de una manera o de otra al hombr.:i de Dios en todas sus manifestaciones humanas. exaltando su libertad, su dignidad, su ra­zón. sus derechos, enfrente de los derechos de Dios. Fu'3ra la forma que revistió el ateísmo científica y filosófico de: siglo de la Ilustra­ción.

En la proposición 15, que se nos antoja la más coincidente con la mentalidad de ho:' . se dice así:

Todo hombre es libre para abrazar y profesar la reli­gión que cada uno, llevado por la ,:uz de la razón. pensara ser verdadera.

Es claro que esta proposición es tan falsa ayer. como hoy. En ella se vuelve a hablar de libertad moral. Y cierto es que el hombre no es libre moralmente para abrazar y profesar -la religión que cada uno. llevado por la luz de la razón, pensare ser la verdadera. Muy al con­trario. Está obligado a abrazarla; no libre; aunque se equivoque; con ta: que la juzgue verdadera. Bien claro nos lo dice el Vaticano II en los números 2 y 3 de la declaración •dÍgnitatis humanae•.

Dejando la proposición 77 que se refiere a la confesionalidad del Estado y veremos más adelante, en la 78 se dice:

Por esto loab:emente en algunas regiones de nombre católico se ha provisto por la le/ que a los inmigrantes les sea licito tener el público ejercicio de: propio culto.

En esta proposición ciertamente se habla de libertad de coacción. · Que sea loable o no lo sea conceder esta libertad a :as inmigrantes de · tener el público ejercicio del propio culto. en regiones de nombre cató­lico, así sin más precauciones jurídicas, es a'.go que aún hoy día a la luz de la declaración del Vaticano II se podría discutir. en el major de los casos; pero no en la circunstancia histórica en que fu'3 repro­bada. en la que el indiferentismo militante constituía un serio peligro para la justa libertad religiosa, sobre todo en países de unidad cató­lica, en donde por consiguiente una libertad de cultos sin precaucio­nes jurídicas no podía ser laudable.

De :a proposición 79 y última, que contiene también un juicio esti· mativo y prudencial acerca de las consecuencias que puede traer la . libertad civil en materia religiosa. se puede decir lo mismo que de la anterior. Dice así:

Es falso que la libertad civil de cualquier culto, así como la plena potestad concedida a todos de manifestar abierta y públicamente cualesquiera opiniones y pensa­mientos. conduzca a corromper más fácilmente las cos· tumbres y espíritu de los pueblos y a propagar .:a peste del indiferentismo. ·

Hoy con la madurez cívica que se aprecia en general en el mundo podrá estar más alejado este peligro; pero aun hoy día este peligro existe y está en -!a concincia de todos. ¿Acaso la pluralidad de cultos. e, igualdad jurídica de derechos. no conducirá más fácilmente, hoy como ayer, a propagar el indiferentismo religioso? Es un juicio com­parativo y prudencial, que nada tiene que ver con el contenido de la declaración • Dlgnitatis humanae•.

LEON XIII. A partir de León XIII se hace cada vez más clara y precisa -!a enseñanza de la Iglesia en esta materia; condenando, por una parte, cualquier conato de afirmación para el hombre de una li­bertad en sentido moral. y defendiendo, por otra, cada vez con más energía a medida que se avecinan las presiones totalitarias aun de los países liberales, una justa :ibertad de coacción, que corresp~mde

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en derecho a todo hombre. De esta libertad de coacc,on. distinguié¡:,­dola perfectamente de la libertad moral , nos habla c-:arísímamente León XIII en un pasaje luminoso de su encíclica Libertas que más tarde citará a la letra Juan XXIII en -la Pacen in terris en apoyo pre­cisamente de su famoso texto sobre la libertad religiosa. Dice así León XIII :

Mucho se habla también de la llamada libertad de con­ciencia. SI esta libertad se entiende en el setnido de que es licito a cada uno, según le plazca, dar o no dar culto a Dios. queda suficientemente refutada con los argumentos expuestos anteriormente.

Pero puede entenderse también en el sentido de que el hombre en el Estado tiene el derecho de seguir. según su conciencia, la voluntad de Dios y de cumplir sus man­damientos sin impedimento alguno. Esta libertad, la liber­tad verdadera, la libertad digna de los hijos de Dios, que protege tan gloriosamente la dignidad de la persona hu­mana, está por encima de toda vio:encia y de toda opre­sión, y ha sido siempre objeto de los deseos y del amor de la Iglesia . Esta es la libertad que reivindic.aron constan­temente para sí los apóstoles , esta es la libertad que confirmaron con sus escritos ,los apologistas, esta es l'l libertad que consagraron con su sangre los innumerables mártires cristianos . Y con razón, porque la suprema auto­ridad de Dios sobre los hombres , y el supremo deber del hombre para con Dios encuentran en esta libertad cristia­na un testimonio definitivo . Nada tiene de común esta libertad cristiana con el espíritu de sedición y de desobe­diencia.

PIO XI. Un notab:e texto de Pío XI en su encíclica Non abbiamo bisogno (29 de junio de 1931) merece ser citado a continuación , pues confirma la distinción que acabamos de leer en León XIII y nos pone expresamente alerta contra el pernicioso equívoco, que se encierra en esta palabra •libertad de conciencia•, si no se la distingue con­venientemente como vamos haciendo. Dice así Pío XI :

La consideración de este doble derecho de las almas es .:O que nos movía a decir, hace poco, que estábamos alegres y orgullosos de combatir la buena batalla por 13 libertad de las conciencias, no ya (como alguno tal vez sin advertirlo, nos ha hecho decir) por la libertad de concien, cia, frase equívoca y de .:a que se ha abusado demasiado para significar la absoluta independencia de la concien­cia, cosa absurda en el alma creada y redimida por Dios·.

El mismo Sumo Pontífice saliendo por esta libertad de las concien­cias, o libertad de coacción en materia re:igiosa, contra el totalitarismo nazista no se arredraba en afirmar en 1937 en su encíclica Mit brennen­der Sorge (14 de Marzo) lo siguiente :

El creyente tiene un derecho inalienable a profesar su fe y practicarla en la forma más conveniente a aquella . Las leyes que suprimen o dificultan .:a profesión y la prac­tica de esta fe , están en oposición con el derecho natural.

No creo que se haga de una manera más clara y contundente la defensa y proclamación del derecho a la libertad de coacción en materia re:igiosa, en la declaración del Vaticano 11.

PIO XII. En Pío XII no es difícil encontrar textos que nos hablen en el mismo sentido. En el radiomensaje de la Navidad de 1942, al refe­rirse a la dignidad y derechos de la persona humana nos dice :

El que quiera que la estrella de la paz despunte y se cierna sobre la sociedad , concurra de su parte para de­vo:ver a la persona humana la dignidad que Dios le con­cedió desde el principio .. . sostenga el respeto y la actua­ción práctica de los siguientes derechos fundamentales de la persona : el derecho .. . a! culto a Dios , privado y pú­blico, comprendida -la acción caritativa rel igiosa.

JUAN XXIII. El mejor resumen de lo que venimos diciendo lo te­nemos en el texto antes aludido de Juan XXIII en la Pacem in terris Dice así el Papa Juan:

Entre los derechos del hombre débese enumerar tam­bién el de poder venerar a Dios, según la recta norma de su conciencia, y profesar la religión en privado y en públi­co. Porque como bien enseña Lactancio para esto nacemos, para ofrecer a Dios -que nos crea- el justo y debido homenaje, para buscarle a El sólo, para seguirle. Este es el vínculo de piedad que a El nos somete y nos liga, y del cual deriva el nombre mismo de religión. A propósito de este punto, nuestro predecesor, de inmortal memoria , León XIII afirma : Esta :lbertad, la libertad verdadera , dig­na de los hijos de Dios , que protege tan gloriosamente la dignidad de la persona humana. está por encima de toda violencia y de toda opresión y ha sido siempre el objeto de los deseos y del amor de la Iglesia. Esta es ·:a libertad que reivindicaron constantemente para sí los apóstoles . los que confirmaron con sus escritos los apologistas, la que consagraron con su sangre los innumerables mártires cristianos .

Tres cosas afirma claramente Juan XXIII en este párrafo, que a nuestro parecer no contienen ninguna novedad: 1) El derecho a vene­rar a Dios , 2) la obligación de venerarle de la que se deriva ese dere­cho , y 3) el derecho a la libertad religiosa de coacción; todo ello aplicado en el derecho subjetivo según las normas generales de la moral , :,i través del dictamen recto de la propia conciencia. Los dos últimos puntos, nuestra obligación religiosa y nuestro derecho a la libertad en materia religiosa, los amp:ifica y demuestra con dos pre-ciosas citas de Lactancio y León XIII respectivamente . ·

PABLO VI. Por último Pablo VI en su radiomensaje de Navidad de 1964, antes de terminar el Concilio, nos habla así en favor de esta libertad de coacción en el terreno re:igioso :

No es su carácter (del cristianismo) el de luchar con­tra los hombres ; si acaso, en favor de los hombres, en la defensa de todo lo que hay en ellos de sagrado y de ine­ludib :e: la aspiración fundamental a Dios y el derecho a manifestar:a exteriormente en las debidas formas de cul­to. Por esta razón la Iglesia no puede por menos de ex,· presar públicamente su dolor cuando tan incoercible an­helo es obstacu :izado, impedido. limitado y hasta casti· gado con la fuerza del poder público, que en este propó­sito, que exige una respuesta mucho más amplia y ra:m­nada. Nosotros podemos , de todas maneras , repetir lo que la Igles ia hoy va proclamando: la justa y bien entendida libertad religiosa ; la prohibición de sacar argumentos de las creencias ajenas, cuando no son contrarias al bien común, para imponer una fe no libremente aceptada, o para · proceder a discriminaciones odiosas o a vejaciones individas; el respeto a todo cuanto de verdad y de honesto hay en todas las religiones y en toda humana opinión. es­pecialmente con la intención de promover la concordia ci­vi I y :a colaboración en toda clase de buenas actividades .

Hemos citado estos pasages los más representativos del magiste­rio eclesiástico . Hay en ellos una continuidad clara , tanto en lo que se refiere a reprobar la libertad moral, como a defender la libertad de coacción en materia religiosa. Como dice León XII en la lnmor­tale Dei, • la Iglesia no puede aprobar jamás una libertad. que lleva ñ' desorecio de las leyes santísimas de Dios . Esta libertad más que libertad es libertinaje . Y con razón la denomina San Agustín • Libertad ae perdición• y el Apóstol San Pedro •velo de malicia •. De esta libertad no trata el Vaticano 11 , sino de la otra, de la libertad de coacción, «la libertad verdadera, la libertad de los hijos de Dios , que ha sido siempre el objeto de los deseos y del amor de la Iglesia• . como lo acabamos de oír a León XIII y a Juan XXIII.

MADRE Y ¿QUE MAYOR FELICIDAD QUE MORIR POR CRISTO REY? DECIA ANTONIO MOLLE A UNA MONJA CUANDO LE DECIA QUE PODIA MORIR EN LA LUCl-tA

Llegados aquí brota espontánea la pregunta : si entre la enseñanza de la lglesi'! anterior al Concilio y la Declaración •Dignitatis huma­nae• del Vaticano II se observa una plena coincidencia "octrinal y de fondo, y sólo una diversidad de acento según la oportunidad histórica ¿qué avance supone la Dec:aración del Vaticano 11? ¿A qué tanta es­pectación? Sin duda ninguna algo nuevo nos trae . El mismo concilio nos lo dice en el n.0 1 de la declaración:

La intención del Sagrado Concilio, al tratar de la liber­tad religiosa, es además de reafirmar. como lo acaba de hacer en las líneas precedentes, la obligación que tienen los hombres y las sociedades de abrazar :a única religión verdadera, que es la de Cristo, dejando así íntegra :a doc­trina tradicional de la Iglesia a este respecto, desarrollar la doctrina de los Sumos Pontífices más recientes acerca de los derechos inviolables de la persona humana y de la ordenación jurídica de la sociedad.

Es decir, lo nuevo que vamos a encontrar en esta declaración es algo contenido ya virtualmente en la enseñanza anterior de los Sumos Pontífices más recientes ; enseñanza que el concilio sólo pretende desarrollar (evolvere intendit); y esto no saliéndose de • la sagrada

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tradición y de la doctrina de la Iglesia, de la que saca cosas nuevas conformes siempre con las antiguas• . Así que la novedad, ya a priori , podemos pensar que no puede ser mucha. Desde luegó no como al­gunos la imaginaban o la deseaban.

Tres puntos , en concreto , creemos advertir en esta Declaración donde se puede apreciar un cambio o un avance en la doctrina de la iglesia : el de la confesionalidad del Estado, el de -:a tolerancia, y por último el del derecho que se reconoce a las comunidades re:igiosas como ta:es . Propiamente más que tres puntos diversos, son tres as­pectos o momentos del mismo problema, el problema de fondo con que siempre se tropieza en esta cuestión .

La confesionalidad del Estado. En la Declaración colectiva, que el Episcopado español dirigió a los católicos españoles al finalizar el Concilio, con objeto de •ayudarnos en la comprensión de las enseñan­zas del mismo•, se afirma y con toda razón que •la libertad religiosa no se opone , ni a la confesionalidad del Estado, ni a la unidad religios,a de una nación•. Y razonan así: la misma. declaración del Vaticano 11 . al referirse al caso concreto, en que «consideradas las circunstancias peculiares de los pueblos, se conceda a una comunidad religiosa un

especial reconocimiento civil en la ordenación jurídica•, admite de hecho la confesionalidad a condición de que •al mismo tiempo se reconozca y respete a todos los ciudadanos y comunidades religiosas el derecho a la libertad en lo religioso•.

Cerno se vé por la expresión del Concilio. se habla de confesiona­lidad religiosa en general y de unidad religiosa, no restringida a la cató:ica. Está presuponiendo, al menos, la posibilidad de Estados con unidad religiosa no católica. Trata, por consiguiente, de dar normas de valor universal, que regulen esta unidad religiosa, y consiguiente confesionalidad, con la libertad debida a los otros grupos religiosos.

Adviértase que la razón que insinúa el Concilio de esta confesio­nalidad del Estado, así en general, se formu:a también con una ex­presión general, •circunstancias peculiares de los pueblos•. Así no interfier.e en nada lo que había dicho en el n.0 1 acerca de la obligar ción de las sociedades para con la única religión verdadera. que es la de Cristo. Esta confesionalidad católica constituye según la doctrina tradicional de la Iglesia, el ideal o meta a donde objetivamente debe llegar la confesionalidad de los Estados. De cumplirse esa obligación moral. que obliga a todos los hombres y sociedades, evidentemente se realizaría con carácter universal este ideal del Estado confesional católico; que no por ser ideal. deja de ser menos obligatorio objetiva­mente.

Tratando (en este trabajo) de comparar la enseñanza de la Iglesia de hoy y de ayer, hemos naturalmente de referirnos a la proposición 77 del Sy/labus, donde se dice:

No conviene ya en nuestra edad, que la religión católica se tenga como la única del Estado, excluidos cualesquiera otros cultos.

¿No hay aquí una diferencia de mentalidad entre esta afirmación, que se condena y la manera condicionada y precisiva como hab:a el Vaticano 11? En la declaración del Vaticano 11 parece que sólo se re­conoce la posibilidad, o si se quiere, la conveniencia de la confesio­nalidad, de una manera condicionada, •dadas :as circunstancias pecu­liares e históricas de un país•. Es decir, que según el Vaticano 11, la tesis -por hablar en los términos antiguos- sería la no confesiona­lidad, y la hipótesis, la confesiona:idad, y con mayor razón, la confe­sionalidad católica. Exactamente lo contrario de lo que se sostenía antes, que la tesis, el ideal era ·la confesionalidad, y por cierto, ca­tólica; y la hipótesis la no confesionalidad.

¿Es esto así? Pensamos que no, por lo que acabamos de decir. El Concilio, en efecto, en e: preámbulo de la Declaración bien claro nos lo significa. • La libertad religiosa, que exigen los hombres en el cum­plimiento de su obligación de adorar a Dios, como se refiere a la in­munidad de coacción en la sociedad civil, es evidente que deja inte­gra la doctrina tradicional católica acerca de la obligación moral de los hombres y de las sociedades para con la re:igión verdadera e Iglesia única de Cristo•. Ahora bien, la doctrina tradicional católica acerca de la obligación moral de ·los hombres y de las sociedades, afirmaba como tesis, y no sólo como tesis ideal, sino obligatoria, la confesionalidad católica del Estado. Unicamente en :a hipótesis de las circunstancias peculiares de un país y por razones de un bien supe­rior y más universal, se podía tolerar la no confesionalidad, o la con­fesionalidad no cató:ica, como mal menor.

Además, la razón que da el Concilio es evidente. El derecho a la libertad religiosa, que en esta declaración se reconoce como un dere­cho humano, es un derecho por decirlo así, de mera cobertura, de protección de la persona humana, para el digno cumplimiento de sus obligaciones y derechos religiosos. Nada dice ni tiene que decir acer­ca de la índole de esas obligaciones y derechos consiguientes.

La proposición condicionada del n.0 6 de la declaración, que veni­mos considerando, como toda proposición condicionada, nada afirma ni de la condición ni del condicionado; só:o establece y afirma la re­lación que debe existir entre la confesionalidad, en general,, del Esta· do, ya sea católica o no lo sea, y el derecho a la libertad religiosa, que ha\' que reconocer a individuos y comunidades religiosas.

Desde luego si se puede afirmar que carece de todo fundamento el pensar que con esta forma condicional y general de hablar de la confesiona:idad, se abría de alguna manera la puerta a una nueva concepción laicista del Estado. En la declaración •Dignitatis humanae• encontramos todo lo contrario. Parece como que previendo esta posi­ble interpretación, le sale al paso afirmando expresamente que la libertad religiosa de que aquí se trata •por referirse a la inmunidad de coacción en la sociedad civil, deja por lo mismo integra la doctrina tradicional católica acerca de la obligación moral de los hombres y de las sociedades para con la religión verdadera e Iglesia única de Cris­to•. Lo cual es evidente. La libertad de coacción y la confesionalided de ninguna manera se excluyen entre sí; más bien se complementan. Por consiguiente sigue tan reprobada como antes la proposición que condenaba Pío IX en su encíclica•. •Ouanta cura•, a saber:

la más perfecta forma de sociedad civil y el progreso de la sociedad exigen que la sociedad humana se consti­tuya y se gobierne sin tener en cuenta la religión, como si esta no existiera, o por lo menos, sin hacer diferencia al­guna entre la religión verdadera y la falsa.

La Tolerancia. Con esto tocamos el otro aspecto del problema, la posición del Estado católico con respecto a los otros cultos o confe­siones no católicas. Se ha dicho que con esta declaración se ha efectuado un cambio en la doctrina de la lg:esia, o mejor dicho, un avance, pasando del régimen de tolerancia, como se dl!cia antes, al régimen de libertad, como se declara hoy. De alguna maneqa esto es así. Ni una palabra, ni una alusión, en la declaración del Vaticano 11 acerca de la tolerancia; y sí, por el contrario, de reconocimiento, aún jurídico, del derecho a la libertad de cualquier confesión religiosa, aun en el caso de conceder a una comunidad, p. e. la católica, espe­cial reconocimiento en el ordenamiento jurídico del Estado.

Admitido esto ¿en qué sentido hay que entender este cambio?

¿En el sentido de que la Iglesia reconoce ahora y quiere que se re­conozca como un derecho, lo que antes sólo toleraba como un mal menor? ¿Un Estado cató:ico ha de reconocer hoy a esos cultos no católicos un derecho a la existencia, a la propaganda y a la acción, cosa que ayer solamente se podía tolerar por motivos de un bien superior y más universal? De ninguna manera. Hoy como ayer, siguen en pié tan válidos como siempre los dos principios enunciados por Pío XII, en que resumía a los juristas ita:ianos católicos (6 dic. 1953) la doctrina tradicional de la Iglesia acerca de la conducta del jurista. del hombre político y del Estado soberano cató:ico en materia tan delicada:

Primero: lo que no responde a la verdad y a la norma moral no tiene objetivamente derecho alguno ni a la existencia ni a :a propaganda ni a la acción. Segundo: el no impedirlo por medio de leyes estatales y de dis­posiciones coercitivas, puede, sin embargo, hallarse jus­tificado por el interés de un bien superior y más uni­versal.

En cambio no ha sido, ni podía ser en el sentido de reconocer al error un derecho que no tiene ni puede tener. El error y lo inmora,: no pueden fundamentar derecho alguno. El cambio, el avance, se ha verificado en el nuevo planteamiento y solución que se ha dado al problema. En efecto, antes del Vaticano II el problema se planteaba en el terreno de la verdad objetiva del credo religioso. En este terre­no es evidente que la primera praxis que se impone es la de la intolerancia. El error, todo error y más el religioso, no puede en sí mis­mo ser tolerado. De hecho nadie lo tolera. Se resiste nuestra mente. Por consiguiente una tolerancia o libertad religiosa que equivalga a un r,::onocimiento indiscriminado de las diversas confesiones religiosas, lo que ayer se llamaba •indiferentismo religioso•, no puede ser ad­mitido por nadie y menos por la Iglesia. En este sentido rechazaba Pío IX la tolerancia en carta al Primado de Toledo, con ocasión del artícu'.o 11 (sobre libertad de cultos) de la Constitución presentada por Cánovas del Castillo -15-2-1876- Dice así el Pontífice:

Declaramos que por el dicho artículo de la ley del reino que ha de darse en virtud del cual a :a tolerancia de cualquier cu'.to acatólico se le pretende dar fuerza y poder de derecho público, cualquiera que sea la forma de expresión con que sea propuesto, se lesionan del todo los derechos de la católica Verdad y Religión.

Así, en efecto, lo explica expresamente el Cardenal Secretario de Estado de Pío IX en un despacho de 28-10-1875 al Cardenal Simeoni, pronuncio en Madrid. Dice así el Cardenal Secretario: El Santo Pa­dre ... no puede admitir y no ha admitido jamás en principio la toleran­cia de los cultos; porque si la admitiese, como parece esperar el gobierno español, vendría a declarar, al menos indirectamente, que l;i Religión Católica, de la que es Cabeza, no es la única Religión verda­dera. Cuaiq~iera puede darse cuenta de cuán monstruoso y absurdo sea esto•. En este sentido ha hablado siempre la Iglesia, y de esta intolerancia del error religioso no puede desdecirse jamás.

Si e'. error religioso es en sí intolerable, no significa esto que de h<!r.ho debe ser siempre reprimido, intolerado. Junto a la intolerancia del error la Iglesia ha sabido siempre enseñar y practicar la tolerq1cia oel mismo, mejor dicho del errante, como de '.a cizaña entre el trigo. Tolerancia que no significa reconocimiento y aprobación del error, como de algo a lo que se puede tener derecho; significa sólo pe~ misión del mismo por razones -naturalmente accesorias a él- de un bien superior y más universa'.; y también -ya lo apunta Pío XII y lo recoge Juan XXIII en la Pacem in terris- por la razón de la misma persona errante de buena fe.

Pero hoy el problema de la convivencia de los diversos credos se plantea no e, el terreno de la verdad objetiva, sino en el de los derechos de la persona humana. El Vaticano II al afirmar y fundamentar e: derr.cho a la libertad religiosa prescinde, no tiene en cuenta ni la verdad o no verdad del credo religioso, ni siquiera la disposición sub­jetiva de :a persona; atiende a algo más radical, fundamento de todos los deberes y derechos de la persona humana, su naturaleza racional y libre, raiz de su dignidad humana. Cambio de perspectiva que colo­ca al problema en un plano objetivo más diáfano, en el que se evita e'. enfrentamiento de lo objetivo y subjetivo de la verdad religiosa.

Tal ha sido el avance y novedad del Vaticano 11, haber desarrollado la docrina de la Iglesia acerca del derecho de la persona humana, en cuanto tal, a la libertad de coacción en materia religiosa. De aqui lógicamente se tenía que seguir una nueva praxis con relación a 103 cultos no católicos. Sea verdadero o no el culto, estén de buena fe o no lo estén sus seguidores, :o que en todo caso hay que reconocer es ·el derecho tanto de :os individuos. como de hs comunidades, dentro de justos límites, a la libertad de coacción, a que no se les impida el ejercicio y profesión de su culto.

Eso es todo. Lo que no significa. ni mucho menos, que se :es reco­nozca el •derecho a la existencia, a la propaganda o a la acción•. Nada de esto. Respecto de ello queda en pié la doctrina de la tole­rancia. Una cosa es, en efecto, el derecho a la no coacción, dentro de los debidos límites; y otra, muy distinta, el derecho a la existe'ncia, 6

la propaganda y a la acción. De lo primero se habla en la dec'.aración •Dignitatis humanae•; de lo segundo, no. Lo primero hay que reco­nocerlo como un auténtico derecho de la persona humana; lo segundo só'.o se puede tolerar. En esto ha estado la novedad, en reconocer a cualquier culto el derecho a la libertad de coacción en materia re· ligiosa; del que no se sigue -ni mucho menos- el reconocimiento del derecho de esos mismos cultos a la existencia, a la propaganda o a la acción. En ninguna parte de la declaración del Vaticano II se afirma (ni se puede afirmar) el derecho a la profesión o a la propa­ganda del error. La propaganda de: error no es ni puede ser el ejer­cicio de un derecho, sino un abuso del mismo: que como todo abuso de derecho puede y debe s~r impedido, si se lesiona gravemente el

'

.orden público. Así que la doctrina de la tolerancia respecto a los cu:tos no católicos tiene hoy la misma aplicación que ayer, aunque por un nuevo motivo, que ya apuntaba Pío XII y ha desarrollado más el Concilio, el derecho de la persona humana a la libertad de coacción. Como de este derecho y sólo de este derecho trata la declaración -del que se sigue una nueva praxis. más universal, de convivencia· entre los diversos cultos- no había por qué mentar en ella la otra «praxis•, la tolerancia, que se la supone y no se la excluye.

El derecho· de las comunidades religiosas. Consideremos un último aspecto del problema, el derecho que acabamos de ver se reconoce a las comunidades religiosns en la presente declaración. En la ense­ñanza anterior de :a Iglesia se partía de una distinción obvia y fun­damental, que hoy mismo se puede tener presente. Se distinquia en­tre países de unidad religiosa. católica o no católica, y países plura­listas. Respecto a estos últimos. de pluralidad re'igiosa, se afirmaba lógicamente. la plena libertad, aún jurídica, para todas las confesiones, por razón del bien común y dentro del concepto de tolerancia de que hemos hablado. La unidad Nacional -máximo bien común- en una sociedad pluralista en religión exige evidentemente que se realice dejando fuera toda religión, sólo incluyendo :a libertad. La laicidad del Estado, es decir, su neutralidad con respecto a las diversas confesio­nes, se impondría en este caso como una exigencia del bien común.

En países de unidad catófica o de gran mayoría católica se afirma­ba también la p'.ena libertad, aun jurídica, para las confesiones no católicas en todo lo referente al régimen y culto privado; pero en lo referente a actividades externas de culto y propaganda, esta libertad quedaba limitada por razones de: bien común, y aun podía suprimirse, si repercutía en el bien común, con daño del orden público o del bien religioso; a no ser que razones de to'.era·ncia, es decir, un bien co­mún más universal y superior aconsejasen otra cosa, y esto previa consulta a :a Santa Sede, en lo que se refiere a la «quaestio factiu.

Por último, si el Estado goza de unidad religiosa, pero no católica, entonces la deducción es la misma. El bien común, por razones de derecho natural, exige de :a misma manera la limitación del derecho de libertad, de las otras confesiones, aún la católica, en todo lo que se refiere a actividades externas de culto y propaganda, que puedan repercutir en el bien común nacional. Por razones de derecho natu­ra'., decimos, pues por razones de un derecho sobrenatural, que com­pete a la Iglesia en virtud de una misión universal a ella confiada por Quien tiene todo poder en el cielo ;' en la tierra, esa exigencia de limitación, respecto de la Iglesia, queda en suspenso. Como se ve :a Iglesia no utiliza •dos medidas• en el plano del derecho natural, sino una sola, la razón del bien común. Pero al interpo'nerse un ordert sobre­natural, es lógico en ese supuesto que la medida sea diferente.

Tal ha sido la doctrina de la Iglesia hasta el Vaticano II en lo que respecta a fo que hay que reconocer o permitir a las diversas confe·­siones, en las dos hipótesis de unidad o pluralidad religiosa. ¿Qué añade pues, o modifica a este propósito la declaración del Vaticano 11?

Es evidente que respecto a la vida interior de las diversas comu­nidades religiosas y a su culto privado nada nuevo había que ~sn,m1r sino plena coincidencia. Tanta libertad de coacción se les reconoce hoy como ayer. Pero respecto a las actividades externas de culto y propaganda no parece que se pueda decir lo mismo. En la presente declaración no se distingue entre países de unidad y plura'.idad reli­giosa; se afirma simplemente el derecho de cualquier comunidad a la libertad de coacción, aun en la hipótesis de conceder a una comu­nidad religiosa un especial reconocimiento. Es decir, que un Estado Cató'.ico tendría que comportarse jurídicamente, en cuanto a la propa­ganda y actividades externas de las comunidades no católicas, como si fuera un Estado pluralista. ¿Es esto así?

No se olvide que el derecho a la libertad de coacción en materia religiosa es un derecho limitado. Ahora bien, si e: límite hasta el que se puede extender este derecho de las comunidades a la no coacción en la propaganda y manifestaciones externas, es el bien común; es evidente que en un país de unidad católica, es decir, donde hay un bien común religioso, las cosas quedarían como antes. Pero si este límite no es e: bien común, es decir, no se tiene en cuenta la unidad católica del país. sino sólo el orden público; entonces las cosas pa­rece que no qt.¡edan como antes.

El Dr. Jiménez Urresti, perito conciliar del Episcopado español en la comisión de libertad religiosa, plantea así claramente el problema: «E: problema -nos dice- se reduce a preguntar si el límite de la libertad religiosa en cuanto a la propaganda (que ha sido siempre el núcleo de la cuestión err todas las discusiones) es el orden moral y el bien común, como tiene 'a fórmula de Juan XXIII y el texto con­ciliar de la Constitución pastoral, o si es tan sólo el orden público, como tiene el texto conciliar de la Dec'.aración. De todas formas en todo este problema se trata tan sólo de la libertad de propaganda o de actividad hacia fuera de las comunidades religiosas, no de las demás :ibertades religiosas, es decir, de la libertad personal y de la libertad de las comunidades para su propia vida interna de grupo». Planteado así el problema y después de exponer suscintamente los argumentos en pro de una y otra interpretación, concluye así: •Con­sidero realmente que toda la cuestión debatida en el Conci'.io en torno a este punto substancial del bien común, como límite de la libertad de propaganda, sobre todo de las comunid2des religiosas, sigue en pié de discusión•.

Puesto que sigue en pié de discusi:"'1, 110s permitimos hacer -:as siguientes reflexiones. Primero: Creemos que sin sa1i1 del tE;\x!o mismo de la declaración hay fundamente para enrnntrar en él. como iímite en el uso del derecho de no coacción en materia religios'<!, tanto de -los individuos, como de las céímunidades no sólo el orden oúblico (lo cual es evidente y no · que mencionarlo, pues 11ale para cualquier derecho por s sea). sino también el bien común y el derecho de los dem otra ,cosa se dice en el párrafo 1.0 del n.0 7 de la declaració e número al establecer

los límites del derecho a la libertad religiosa de coacc1on se dice: •En el uso de toC:a clase de libertades hay que salvaguardar el prin­cipio moral de la responsabilidad personal y social: en el ejercicio de sus derechos cada uno de :os hombres y grupos sociales están obli­gados por la ley moral a tener en cuenta los derechos de los otros y sus obligaciones para con ellos y el bien común de todos•. Ahora bien, en un país de unidad religiosa el bien religioso pertenece por exce:encia al bien común; mucho más si se trata de un país de unidad católica, en el que el bien religioso católico no sólo pertene­ce al bien común, sino que además •es un tesoro que hemos de con­servar con amor, según recomendación de Juan XXIII y Pablo VI a los católicos españo:es. Si, pues hay esta obligación en todo Estado Ca­tólico (como consta por toda la doctrina tradicional católica, que permanece íntegra según la Declaración); le compete al mismo un derecho, que deben respetar las otras confesiones no cató:icas, como limite de su derecho a la libertad de no coacción.

Segundo.-Es necesario distinguir cuidadosamente, como hemos hecho antes, entre la profesión y propaganda del error, para lo que no hay ni puede haber derecho alguno; y la libertad de coacción en ma­teria re'.igiosa. para la cual existe un auténtico derecho natural, fun­dado en la dignidad de la persona humana. De este derecho y sólo de este derecho habla la declaración del Vaticano 11. Ahora bien. respecto de este derecho a la libertad de coacción es claro que el límite máximo, del cual no puede pasar, es la lesión grave del orden público. Esto va:e universalmente en cualquier tipo de sociedad, plu­ralista o no, y respecto de cualquier derecho por sagrado que sea.

Pero ¿y respecto del otro extremo, de la profesión y propaganda del error? Ya hemos dicho, que especto de la profesión y propaganda del error re:igioso, habida cuenta de situaciones de convivencia y por razones de un bien mayor, sólo cabe la tolerancia, no el reconocimien· to. Ahora bien; la tolerancia tiene también su límite, que es el bien común religioso; no el orden público. En consecuencia ,en un país católico, si el derecho a '.a libertad religiosa de los individuos y co­munidades se puede extender hasta el límite del orden público; sin embargo la tolerancia de la propaganda de esos cultos tiene como '.imite máximo el bien común católico.

Con esto se puede apreciar una notable diferencia práctica. Es verdad que a todos por igual hay que reconocer, según el Concilio, .el mismo derecho a la libertad de coacción en la propaganda religiosa, pues es un derecho que se funda en la dignidad de :a persona hu­mana, igual en todos; derecho que tiene como límite el orden público (si no es verdad la otra interpretación). Así el no católico, aunque no tiene derecho a la propaganda; pero sí tiene derecho, lo mismo que el católico a que no se le impida hacer la propaganda. ¿Quiere decir esto que entonces prácticamente están en las mismas condiciones? De ninguna manera; no sólo desde e: punto de vista jurídico, lo cua•l es evidente, sino también desde el punto de vista práctico, si se trata de un país de unidad católica. Pues aunque ambos, el católico y c.1 no cató'.ico, en cuanto al derecho a la libertad de coacción en la propaganda, que les concede el Vaticano 11, tengan el mismo margen; pero no es así en cuanto al hecho de la propaganda. La propaganda del error sólo se puede tolerar hasta el :imite del bien común religio­so, un tesoro que la sociedad y el Estado católico deben conservar con amor. •Al ser la tolerancia del mal un postulado propio de la prudencia política ,debe quedar estrictamente circunscrita a los li­mites requeridos por la razón de esa tolerancia, esto es, el bien pú· blico. Por este motivo, si la tolerancia daña al bien público o causa· al Estado mayores males. la consecuencia es su ilicitud, porque en tales circunstancias la tolerancia deja de ser un bien ...

Tercero.-Para terminar se nos ocurre preguntar: ¿Qué fundamento tiene el derecho .~ la :ibertad en la propaganda religiosa de las comu­nidades no católicas en cuanto tales? A la verdad no lo vemos. Por­que no vemos que pueda fundarse en el derecho a la propaganda, que sería un buen fundamento, como le sucede a la lg'.esia de Cristo, pues las comunidades no católicas no tienen tal derecho. Desde luego en ninguna parte de la Declaración del Vaticano II se reconoce este derecho. Tampoco vemos que ese fundamento pueda ser la natura:eza social del hombre. Esta natural socialidad fundamenta, sí, el derecho del hombre a todo lo que se refiere a la formación y gobierno de co­munidades religiosas. • Las comunidades re:igiosas son exigidas por la naturaleza social del hombre, como de la religión misma. Pero no se ve que fundamente el derecho de las comunidades en cuanto tales a su acción exterior. Se dirá que el fundamento de este derecho a la :li· bertad de propaganda está en la dignidad de la persona humana, que es donde la declaración fundamenta todo el derecho a la libertad de . coacción en materia religiosa. Pero una comunidad. como tal, no es uno persona humana, \' por consigui~nte en cuanto tal no se le puede re­conocer esa dignidad, consustancial a la naturaleza racional y libre. No creo que rechacen esta última afirmación los que tenían dificultad en reconocer al Estado, por ser persona moral y no física, su capa• cidad mora: para ser sujeto de deberes y derechos rel°igiosos.

Si, pues, no existe un derecho a la propaganda religiosa de las comunidades no católicas; y el derecho de las mismas a la libertad de coacción en la propaganda no se ve que esté bien fundado, Según la enseñanza del Vaticano 11 a este respecto; y en cuanto a los límites justos tanto de esa propaganda (que sólo puede ser tolerada). como de ese derecho a la libertad de propaganda, es algo no bien definido, que queda en pie de discusión; síguese lógicamente que en

· un estado de mayoría católica como España, y más dadas sus pecu­liares circunstancias históricas y que por otra parte e! fundamento conciliar, de donde había q!Je partir, es dudoso, como hemos visto. y por otra se puede poner en contingencia el gran tesoro de nuestra unidad católfca, «la más preciosa joya moral de nuestro pueblo• y tesoro que hemos de conservar con amor. A mayor Gloria de Dios.

B. P. A.-S. J.

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Boletín ''FAL CONDE'': Granada

Registro Nacional Asociación: 26782

DECIAMOS AYER ... Conseguida la Unidad del Carlismo la Misa diaria que ofrecía el Cír­culo, desde Mayo se aplica por España y los aciertos del Carlismo.

Creemos que es la hora de dar nuestras soluciones a las tragedias de las Españas y por eso nuestra nueva sección •OPINION Y DIALOGO• abierta a todas las opiniones ortodoxas y cuestionables y a sus ré­plicas, siempre no más de 6 folios a doble espacio, firmadas o con pseudónimo en este caso con identificación a nuestra Secretaria. Ni entramos ni salimos en estos artículos y réplicas. sólo queremos difundir nuestras soluciones a los problemas actuales. Vosotros te­néis la palabra .

El no haber servido el libro de Antonio Molle a los peticionarios es debido a las continuas demoras que la imprenta está teniendo con su impresión. Perdón a todos y se enviarán en cuanto nos envíen los ejemplares, los editores.

Damos las gracias a las múltiples cartas y elogios del Extra sobre la Unidad Católica, que trasladamos al autor. pues nosotros sólo so­mos el medio de propagar nuestros Ideales Carlistas . ¡Gracias!

Y finalmente pedir a todos mayor entrega y ayuda a la nueva an­dadura del Carlismo, pues desde el último Pelayo a la más alta Jerar­quía Dios va a pedirnos cuentas estrechas, no de las criticas -d_e flas que nos pasamos- sino de nuestro hacer o no hacer, P.Or el Reinado de Cristo en España, fin último y único del Carlismo a través y por el Bien Común.

La Junta Directiva

ENRIQUE BARRAU (25 Aniversario) El día 4 de Octubre, hace ya 25 años, que su corazón, más débil

que sus lealtades y entregas al Carlismo, arrojó la toalla y estalló, de grande que era, y desde entonces Enrique Barrau goza de la Presencia y Gloria de Dios.

Te recuerdo desde aquel inolvidables Quintillo del 34 en que te conocí por primera vez y desfilé a tus órdenes como Requeté.

¡Cuántos años ya y cuántas cosas en el Carlismo y en España! El Dios Unico de nuestro trilema premió la dedicación y constancia,

los sacrificios y amarguras de toda tu vida a la Causa con el goce de Su Presencia desde hace ya 25 humanos años . Los demás, los que no hemos sabido darlo todo -como tú- por nuestros ideales seguimos en esta angustiosa España de hoy añorándote y envidiándote por tu bien ganada suprema felicidad, sin saber seguir tu ejemplo, sin saber rectificar nuestras tibiezas y personalismos , sin saber aguantarnos nuestros miedos.

Sería absurdo escribir hoy sobre ti y tu quehacer Carlista cuando tantos y tantas cosas se han escrito sobre tu linea ejemplar de Re­queté Carlista; por eso, ino:vidable Enrique, hoy sólo te pido que Junto a D. Manuel -¿te acuerdas de aquellas Juntas en su casa en donde tantas veces nos tacharon de •intransigentes Requetés•?­intercedáis ante el Altísimo para que nos ilumine e infunda vuestro espíritu en las trágicas horas que viven nuestras Españas. y para que con nuestras entregas a la Causa seamos dignos de gozar un día de Su Presencia .

¡Mi querido Enrique, que bien sabes tú desde hace 25 años que •ANTE DIOS NO HAY HEROES ANONIMOS!

Juan Bertos Ruiz

CONGRESO DE EL ESCORIAL No obstante la total insuficiencia de medios de comunidación so­

cial -Prensa, Radio Te!evisión-, que sufre el Carlismo, va llegando al pueblo español la noticia gozosa de la celebración en San Lorenzo de El Escorial, de un Congreso para la Unidad del Carlismo, celebrado en los días 1 al 4 de Mayo último.

Las entidades convocantes eran •Comunión Católico Monárquica», «Comunión Tradicionalista» y •Unión Carlista», las que venían. ya hace meses, ce:ebrando reuniones en diversos puntos de España (Zaragoza, Barcelona, Valencia, Sevilla, Madrid), por medio de una Comisión or­ganizadora, la misma que presidió el inicio del Congreso hasta !a designación de la Mesa del mismo.

Me cupo el honor de ser designado Moderador de las sesiones de: Congreso, función que los Carlistas hicieron fácil de cumplir, porque la fusión de corazones se dió desde el inicio, y si hubo diferencias vinieron señaladas por como cumplir debidamente la si difícil misión

Octubre 198&

Depósito Legal: GR. 21-1980

de hacerse oír por una sociedad materializada, desvinculada desgra­ciadamente, como cuerp9 social, de la conciencia de ser ente vivo, sustrato necesario de su organización política.

No pretendo comentar en tan breves lineas, el desarrollo de las sesiones, ni estractar, por imposib!e, las ponencias estudiadas y apro­badas sobre doctrina, expresión, organización y tácticas a seguir.

Pero sí pretendo haceros llegar, en particular a los lectores de este querido Boletín, la inmensa satisfacción de cuantos participamos en el Congreso , de sabernos humildes instrumentos de la providencia divina en el andar de la sociedad, de España y del Carlismo.

Sirva de confianza a cuantos me lean, que no hubo en el Congreso afán alguno de protagonismo y si aceptación del servicio que a cada uno se le asignara.

No hubo pretensión de imponer el propio criterio, sino de libre exposición del prqpio, con sometimiento a cualquier otro más auto­rizado, sobre todo_, si de la doctrina de la Iglesia se refiere, en cuanto, al tema Dios. Rey y Señor de la sociedad política.

Otros irán explicando y dando cuenta de la composición de la nue­va Junta de Gobierno de la •Comunión Tradicionalista Carlista•, de !a que inmerecidamente he entrado a formar parte, con el encargo espe­cial de promocionar la organización de nuestras tierras del Sur.

Ahora nos queda hacer el camino día a día; con decidido afán de servicio, olvidando perezas, descansos y hasta dejando a un lado, si­quiera parcialmente , ganancias lícitas y reuniones familiares.

Sabemos que encontraremos nuevas dificultades y división de opiniones; pero no podremos, no deberemos, al menos, rechazarnos unos a otros con la ligereza de otros tiempos. El Congreso de El Es­corial nos ha enseñado que en el Carlismo se trabaja y se lucha co­razón con corazón; en verdad que las reuniones del Congreso han sido magnifica oportunidad de encuentro de corazones carlistas. Por lo que desde ahora, con renovado amor a la Causa -amor es com• P:ensión-, aunque sea también libertad de expresión y de corrección, s1 fuera menester de ella iniciemos la nueva etapa: andar en el ca­mino de servicio a España por servicio a Dios.

En aparentes coincidencias sabemos encontrar, como creyentes, la mano de 12 Providencia divina . Y así, en la noche del 3 de Mayo último, cuando finalizaba la fiesta de la Cruz, se alcanzó acuerdo en los puntos fundamentales del Congreso. Y en el domingo día 25 de este Mayo, a los pies de Ntra. Sra. de Montserrat será el primer acto oficial de la Comunión Tradicionalista Carlista en esta nueva etapa.

Nuestro servicio unido a la Cruz y a Maria. En Ellos nuestra fe y nuestro amor. Al tiempo que nuestra inte:igencia y nuestros pies se muevan en este mundo al que hemos de llevar la doctrina de la liber­tad, solo alcanzable en la realización integral del hombre como ser social, creatura de Dios, constituido para nacer y vivir en famili~. en su trabajo, en su pueblo, en las mil facetas que cada uno realiza.

Llevar al mundo la doctrina de que somos libres para servir. Y de que mientras servimos. mejor estamos realizando nuestra libertad.

Seguros de la ayuda divina. Firmes en nuestro amor a España. Sin ceder ni un ápice en nuestra lealtad a la legitimidad dinástica, vaya-mos adelante . . · .

Por mi parte. como el más humilde miembro de la Junta de Go­bierno, pido a cada uno vuestra colaboración en el servicio a la Causa y por eso libremente dadme vuestro apoyo, vuestra crítica, vuestra corrección .

Gracias al Señor y a nuestra Madre por sus bendiciones. Gracias a vosotros carlistas. pues bien sé que con la ayuda vuestra, cumpli­remos nuestro deber.

Domingo Fal-Conde

OPINION Y DIALOGO UN ARTICUl O DE OPINION

Un articulo de opinión es sencillamente ésto, la de alguien que a partir de algunos datos y de una reflexión paulatina sobre los mismos pasa a exponer sus puntos de vista bajo su exclusiva responsabilidad. Creo que es .bueno exponer la propia opinión, hacerlo en el seno del carlismo, donde frecuentemente hemos tendido a desautorizar cuantos criterios no sintonizaban exactamente con los de la Jefatura Delegada o la Junta Nacional.

Importa mucho tener una visión clara de la realidad, no podemos despacharnos con esquemas periclitados ni analizar la actual situación partiendo de enfoques que fueron válidos hace cincuenta años; porque si bien es cierto que lo esencial de nuestro credo permanece no lo es menos que esta tesis se proyecta sobre una praxis evolutiva y cam-

biante. Si lo desconocemos perjudicamos la efectivida~ de nuestros planteamientos que la gente confundirá con la imagen de una ex­posición deficiente.

La Legitimidad dinástica

La primera de las realidades a verificar es la propia: hemos perdl­do el elemento afectivo, reivindicativo y aglutinador que comportaba el legítimismo dinástico. Pese a todos los esfuerzos desplegados des• de la muerte de D. Alfonso Carlos el tema se nos ofrece . hoy, prác­ticamente agotado. Parece haber entrado en una mera dimensión his­tórica exenta de incidencia política, la experiencia ha acreditado que no conduce a nada empeñarse en relanzamientos forzados de legiti-midades obsoletas. ·

La extinción de una dinastía surge de una doble realidad: la bioló· gica y la política. Respecto a la primera poco cabe añadir, en lo con• cerniente a la segunda cabe una sucinta consideración adicional.

La le_gitimidad no es, incluso dentro de la relatividad de las cosas humanas, un valor absoluto. A lo largo de la Historia se han afianzado diversas ilegitimidades frente a legitimidades incuestionables: en Cas­tilla la de Sancho IV frente a Alfonso de la Cerda, la de Enrique 11 frente a Pedro 1; en Aragón la de Fernando I frente a Jaime de Urge!'; en España la de Felipe V frente al Archiduque Carlos; en Inglaterra la de los Hannover frente a los Estuardo, etc. La legitimidad no supone, tanto úna mera preferencia normativa en el orden sucesorio como la identificación en un determinado momento, de los intereses de una dinastía con los de todo un pueblo . Cuando esta identificación cuasi perfecta (a la que Mella denominó legitimidad de ejercicio) desaparece el ciclo histórico se cierra y el partido que la defendió prosigue su camino con el resto de su bagaje ideológico.

Si un día Dios dispusiera. en el momento oportuno, la aparición en escena de un príncipe apto e idóneo para abanderar el carlismo en­tonces . que no ahora, el tema volvería a merecer nuestra preferente atención . Pero en el interín son otras las cuestiones que han de ocu• parla .

Los limites naturales del Poder

Hoy existen tres cuestiones de apremiante actua:idad : los límites 11aturales del poder, el Estado de las autonomías y la representación política. · Hemos repetido amenudo (y no nos cansaremos de hacerlo) que existe una forma natural y cristiana de organizar el gobierno de los pueb:os , que el poder deviene ilegítimo cuando se conculcan los principios del derecho natural interpretado a la luz del pensamiento católico. Pero estas afirmaciones tienen una segunda lectura impor­tantísima en la que debemos hacer hincapié : la Iglesia y la Monarquía forjaron las nacionalidades históricas que subyacen a la actual espa­ñola . Desconocer o negar esta verdad resulta, de alguna forma. artifi­cioso y subversivo. Todo esfuerzo encaminado a una transacción po,'.i­tica para facilitar la gobernabilidad de España debe realizarse a partir del acatamiento de aquella realidad primigenia . El reconocimiento de lo que Mella denominó la solidaridad entre las generaciones pasadas v prE;sentes delimita el derecho de las diversas ideologías a la hora de peticionar la incorporación de una parte de sus postulados a :o que debería ser el gran pacto político para propiciar la viabilidad del Régi­men y la concordia nacional.

El Estado de fas autonomías

El Estado de las autonomías fue un malabarismo de la transiciór! cara intentar zanjar la vieja querella entre las antiguas nacionalidades históricas y el Estado centralista . Para salir del atasco se arbitró una solución simplona y expedita : se confirió a todas las regiones admi, nistrativas la categoría de nacionalidades históricas y se les otorgaron unos estatutos autonómicos que superaban en poco la mera descen­tralización burocrática; con lo cual se acallaban algunos recelos re­calcitrantes y se salia adelante aunque fuese al precio de duplicar las estructuras de la Administración .

Aún reconociendo que es preferible la actual situación a la del centralismo cerril que la precedió, el camino lóc¡ico parece ser otro : las regiones que albergan en su seno verdaderos hechos diferenciales (historia privativa . pecu:iaridad lingüística y específica tradición cul­tural) deberían recuperar (actualizado) el mismo derecho público de que gozaron hasta 1.714 en unos casos y hasta 1.812 en otros. Estas regiones (verdaderas nacionalidades históricas) recuperarían , así, la fisonomía política que les pertenece y que se les arrebatara un día contra toda razón y justicia. El resto del territorio español que, en el fondo , ni siente ni desea las actuales autonomías podría seguir exclu­sivamente adscrito a la Administración del Estado lo cual parece una solución mucho más sensata y acorde con la propia natura leza de las cosas .

Podrá objetarse que ello equivale a ereconizar la fórmula federal. Bien , si leemos los RR . DD. de restauración foral promulgados por Carlos VII y repasamos algunos manifiestos de D. Jaime [donde se propugna abiertamente a la Monarquía federal) veremos que tal plan­teamiento es perfectamente ortodoxo desde un prisma carlista .

El federalismo, inviable bajo la República, se nos aparece como algo perfect2mente congruente con la Monarquía que alumbró, no lo olvi­demos, la moderna nacionalidad española por el camino de una mera confluencia de titularidades dinásticas concernientes a pueblos hasta entonces políticamente separados y constitucionalmente diferenciados. Es, a mi modo de _ver, el mejor sistema para reparar graves injusticias históricas y relanzar. con absoluta garantía de éxito, el ideal de una España integradora y plural, con verdadera proyección de futuro y

vocación de solidaridad inquebrantable entre los diversos pueblos que la componen :

La representación política

En lo que concierne a la representación política no podemos pre­tender la desaparición de los partidos, sí la adecuación de sus prO/­grainas y actividades al ser histórico de España, sí el respeto a los iímites impuestos por la constitución natural de la misma, a tenor de lo que hemos apuntado al hablar de los limies del poder.

Aún condenando sin duda de clase alguna toda la filosofía política liberal de corte rousseauniano, en 1.986 no cabe desconocer el hecho evidente de que algunas de las instituciones propias del llamado De­recho Nuevo (como contrapuesto a las del Antiguo Régimen) no resultan tan deleznables como algunas veces nos hemos empeñado en afirmar. Y es que su raíz no se halla tanto en aquella filosofía como en la propia realidad de las cosas que amenudo se abre paso aún en medio de las más diversas condiciones .

Inglaterra, cu,,a decadencia moral y religiosa no se ha producido a causa de sus instituciones sino a pesar de las mismas, poseedora de un régimen político que a grandes trazos equivale a la plasmación práctica más aproximada de nuestro ideario, nos ofrece en este sen­tido un ejemplo magnifico: fiel a sus tradiciones y raíces, enemiga implacable , en su día, de la Francia Revolucionaria, supo incorporar, despaciosa y sabiamente, a su jamás escrita Constitución cuanto de positivo y aprovechable podía depararle aquel Derecho Nuevo al que antes aludíamos.

Pero junto a la representación ·que surje del sufragio resulta imt prescindib:e la existencia de otra representación, la orgánica, que ca­nalice sin ia interferencia de los partidos la voz de los intereses reales del País . Los sistemas meramente ideocráticos se hallan constantemen­te mediatizados por la utopía y las urdimbres de los intereses partidis­tas que, al no conocer contrapeso válido, derivan forzosamente hac ia la inestabilidad crónica y la corrupción administrativa. De ahí que aparezca e.orno solución apetecible la conversión del actual Senado en una cámara de representación estamental en la que se defiendan los intereses de las distintas clases y grupos que, natural y espontánea.­mente, integran nuestra actual sociedad .

El carlismo no debe inclinarse , de hecho nunca lo ha hecho. hacia ninguna solución de corte dictatorial que, a lo sumo, no representan más que un alto en el camino del desorden. Por el contrario, usandb de la via de convicción (para decirlo a la manera de los escolásticosl y partiendo de nuestra praxis actual , a:tamente deficitaria , debe pro­curar orientarla hacia fórmulas que casen con una tesis mínimamente satisfactoria. Logrado lo cual seria preciso seguir luchando para acce­der a cotas cada vez más altas de verdadero progreso sociopolítico .

Hacia una nueva Constitución

El procurar tener una visión clara de la realidad exige una exposi• ción comprensible de la misma. A mi juicio la que hoy he intentado esbozar cumple con este objetivo. Creo que con planteamientos de este tipo seria mucho más eficaz nuestro diálogo con la opinión públt­r:a (quizás inc:uso, aunque no exclusivamente , con ocasión de alguna campaña electoral) realizando un esfuerzo en profundidad para menta­lizar a nuestros conciudadanos ante la necesidad de reformar sustan·• cialmente el vigente texto constitucional, tarea de grandes alcances patrióticos que hoy resulta de todo punto inap:azable.

Trabajando en esta dirección obtendríamos, en cualquier caso. dos cosas siempre saludables: diferenciarnos claramente de una supuesta extrema derecha que sigue en un contexto parcialmente neofacista y tener una idea aproximada de hasta qué punto los españoles pueden· resultar sensibles a nuestro Ideario y a nuestras aspiraciones.

Ramón M. • Rodón Guin¡oán

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«Antonio Molle » Mártir de la, Boina Roja-650 ptas. (Se envia­rán en cuanto recibamos los ejemplares) .

Todos los pedidos a la Secretaría del Círculo. Gran Vía, 15.J2.o Dcha. · 18001 Granada - Teléfono 958-206303.

BOLSA DEL CARLISTA.-Casilla n.0 2. Ya fue atendida su pe­tición. Casilla n.0 l. Se compre cualquier recuerdo, libro, pegatina,, sello, etc. Carlistas. R. H. O. Tarragona. Casilla n .o 3. Tomos 7-10-9' 13-17-18 y 20 de las Ob. Completas de V. Mella a 700 ptas. Granada.

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Boletín ''FAL CONDE-'' Granada

Registro Nacional Asociación: 26782

CARLISMO tN ACCION Muy Sr. mío:

Permítanos, Sr. Director, hacer uso del derecho de réplica y salir al paso de, las ofensivas palabras con que el Sr. Arzallus Insultó a,I Carlismo y en él, por la participación mayoritaria de casi todo el pueblo en a9uel momento, a Navarra entera.

Mal podían haber perdido un solo instante esos jóvenes, cubie1r­tos con la boina roja y fusil en mano, en •limpiar• primero Navarra antes de tomar Guipúzcoa o Vizcaya si desde el día 19 de Julio def. 36, desde el primer momento en que comenzó la sublevación, no hicie1on otra cosa que seguir palmo a palmo la primera linea de los frentes, a pecho descubierto, dejando su sangre la mayoría y .muchos sus vidas hasta pasado el 39, sin otra mira ni recompensa que la de haber cumplido con absoluta generosidad con su dQber.

Si el oportunismo político ha empujado una vez más a echar mano de la calumnia y de la mentira, mal podremos construir las bases que permitan la organización de una sociedad en paz. Sólo en la ven­dad histórica y social podrán encontrarse los fundamentos que ase­guren el entendimiento de todos.

Bien sabel el Sr. Arzallus el amor que a Euskalerría, lo mismo que a todas las regiones , Viejos tleinos , Condados y Señoríos que confi• guran la España tradicional ha manifestado constantemente con obras el Carlismo. Por las mismas libertades y bajo la misma bandera sa~ liL\ ·on a luchar Vizcaya, Guipúzcoa, Alava y Navarra, en auténtica hermandad durante el siglo pasado. El viejo lema de Dios y Leyes Viejas, los fueros, aunó a nuestros pueblos durante más de un siglo contra quienes se empeñaron en destruir nuestro único y auténtico modo de ser.

Harto doloroso fue para Navarra y para el Carlismo tener que salir a combatir a quienes la ambigüedad y vacilación de sus dirigen-_ tes inclinaron al bando contrario. La espe"anza de una independencia utópica pesó más que el ser auténtico de las tierras de Euskalerria ; y Navarra, con la única esperanza de recuperar de~initivamente nues. tras viejas leyes y con las mismas ideas por las que juntos en tantas, ocasiones habían combatido, salló al frente. Con la ayuda de Alava y de; tantos vascos de la más recia raigambre guipuzcoana y vizcaína se •liberó • Guipúzcoa y Vizcaya.

De las represalias hora es que hablen los que todavía viven y pueden dar fe de cuál fue la actuación del Carlismo y de Navarra entera. Cuál fue . la consid!lración y el comportamiento con los nacio'­nalistas de la vieja estirpe sabiniana.

No es buena la mentira para nada. Si el Sr. Arzallus quiere recu­perar su pulso político perdido con el viejo truco del •difama y cS:­iumnia que algo queda • para manten61r una hegemonía en el partido que está en trance de perder, dedique mejor sus esfuerzos, por e-1 procedimiento del examen ignaciano que no dudamos debe conocer muy bien, al estudio de :a verdad. La trayectoria del P.N.V. desde que­se desgajó del tronco tradicional , fue poner en almoneda el alma de Euskalerría. En el 36 antepuso su independencia a sus esencias tra­dicionales , pactando con quienes tarde o temprano habían de ani­quilarlo . Hoy se encuentra con el fruto amargo de aquellos pactos:. Su maridaje ha engendrado la violencia, la ruína, la zozobra, la inse­guridad y la desconfianza aún entre los mismos hermanos. Pactar con el marxismo puede dar transitoriamente vigor al folklore y aún a la misma lengua pero a costa de haber abandonado el alma tradicional de Euskalerría.

Justo es reconocer que el Carlismo se sintió defraudado de su esfuerzo. Derrochó su sangre en los frentes; y en la retaguardia le desvirtuaron los motivos por los que luchó y aún ha estado a punto de perder su propia identidad, sin otro consuelo que el de habérsela jugado por el viejo lema de Dios, Patria , Fueros y Rey.

Sirvan nuestras palabras para iniciar las réplicas que el Sr. Arza­llus merece. No entenderíamos que por oportunismo político los par­tidos que heredan, aunque sólo sea por herencia de sangre, la his­toria de nuestros padres guarden silencio. Si Navarra olvida la verdad de su historia ¿en qué podrá apoyarse para defender su Identidad? .

Atentamente.

Comunión Tradicionalista Carlista

Noviembre 198&

Depósito Legal : GR. 21-1980

CANCIONtRO Dt AYER Por la Patria y el Rey luchamos, en Dios puesta 1a vista! La Juventud Carlista hoy viene a sustentar, el lema Sacrosanto! Este debiera ser nuestro acontecer actual, sustentar el Lema Sa-

crosanto. Resulta fácil, sobre todo si no hacemos NADA, mantenernos en la

entelequia de nostalgias sin más contenido que el recuerdo de quie­nes supieron ser mejores o simplemente tuvieron la FORTUNA de morir en un frente de batalla.

Además de haber •evitado• tener que enfrentarse con ésta otra guerra de postguerra, fueron mártires y en su heroicidad, allá arriba, tuvieron la gloria de no quedar en el anonimato.

Lo. peor resultó para quienes quedamos, que nos encontramos con la pescadilla que se come la cola .

A partir de abril del 39, es curioso, de una forma cierta qu3 nadie puede negar y ni tan siquiera ignorar, el caso es que España se des• arrolló económica e industrialmente llegando a ocupar lugares de relie­ve. en una, que más tarde resultó una falsa fmagen que se desvaneció a los primeros enfrentamientos con determinadas •realidades• macroe­conómicas de auténtica industrialización y crecimiento económico, frenados, ambos, a los primeros embates de una crisis artificiosa­mente creada .

Sus consecuencias, un fomento del hedonismo ante la posibilidad de vivir •mejor• (?). la •ocupación• de las veinticuatro horas del día para practicar incluso el •pluriempleo• y con ello hasta ·la •imposi­bilidad• de dedicar el cuarto de hora o los veinte minutos de la -visi­ta al Santísimo, que pasó a ser •olvidado• en la penumbra de nuestras Iglesias, cada día más tristes en su abandono.

El 600 pasó a ser más importante que la comunión y la misa diaria Hasta la propia Iglesia abandonó la práctica de las misas matutl·

nas de cinco, séis u ocho de la mañana como un prólogo de trabajo del día. ·

Era necesario trabajar las veinticuatro horas del día para sacar la familia •adelante•.

Visto ésta así, desde la óptica del Carlista, resultó f.ícil caer en el error de que •Sacando la familia adelante• cumplíamos substancial­mente con nuestra obligación de católicos. Y fuimos muchos los •equivocados•, hasta el punto que no disponíamos de tiempo para SUSTl:NTAR EL LEMA SACROSANTO. .

Esto supuso un abandono de responsabilidades para con Dios, la Patria, los Fueros y el Rey.

Sería necesario que aquellos que dispon~n de medios económicos POSIBLES, aportaran CAPITALES suficientes manteniendo su propie­dad incluso a ultranza, pero dedicando su usufructo en forma de ren­tas y pensiones, para •liberar• de esa pescadilla que se come, la cola, a aquellos Jóvenes e incluso menos Jóvenes dispuestos a tomar el re­levo de quienes por la Patria y el Rey lucharon en Dios puesta la vista, en otros días menos complicados en los que al menos no fal• taba el •calor• de nuestros Círculos .

Los partidos liberales, pseudo-demócratas, masones, separatistas y marxistas en una palabra, la •antiJEspaña•, así lo han entendido y hasta llegar a alcanzar cuando menos la •ubre• del Estado para •Chu­par• de la •teta•, sus congéneres de otros pagos, fueron •liberando• a aquellos que podían •servir• al Anticristo como objetivo final de sus programas , pero en uno y otro caso trabajando siempre con el •de· sinterés• de los fabulosos sueldos de Cámaras bajas y altas, simples ayuntamientos, consellerías autonómicas y diputaciones, hasta las •contribuciones• revolucionarias de una ETA al servicio de las Inter­nacionales socialistas con tonos rojo más o menos acusados o •abert­zales• .

Llevadas las cosas a estos extremos, es curioso observar como una parte •importante». (Concedámosles ésta supuesta •importancia• de banales vanidades) de •pontiflces• y •santones•, se atraviesan en el cuello de botella creado por las circunstancias, Impidiendo, con sus desatinos y •desviaciones• que nuestra Juventud •sometida a su dis­ciplina y obediencia porque el Tradicionalismo supone ambas cosas•. (?) sea incapaz de -tomar ese relevo tan necesario para luchar por la Patria, el Rey y los Fueros con su vista puesta en Dios siempre. Nada sin Dios, resultaría muy poco si ha d,e quedarse en simple letra Im-presa sin otro contenido. ~

¿No será que •algunos• se desvían •desinteresamente• creándonos problemas a quienes de una u otra forma hemos .acreditado más pa­ciencia que el Santo Job?

No olviden en dejarnos en paz, que precisamos de todos nuestra esfuerzos para que. por la Patria y el Rey luchando, en los Fueros y en Dios puesta la vista. nuestra juventud carlista, lo pueda sustentar como es obligado.

J. l. s.

OPINION Y DIALOGO «MOVIDA» FOTOGRAFICA (1)

A MODO DE PREFACIO O INTRODUCCION IMPORTANTE

•Movida, fotográfica no es lo mismo que fotografía movi_da, aún cuando signifique, la mayoría de las veces, en defi!'litiva, lo mismo. Desenfoque, distorsión de imagen.

Viene esto a cuento por aquello de que la historia la escriben los vencedores, produciendo, deliberadamente, en casi todas las ocasio­nes, esa distorsión de imagen difuminada, manchada, que muchas ve­ces o casi siempre, hacen desconocidos los hechos, diferentes las personas y cuando menos, irreconocibles las realidades.

¿Sabías tú obrero gallego, andaluz, castellano o extremeño. Sabías tú obrero español que posiblemente, en una inmensa mayoría, tu:; ascendientes, abuelos o tatarabuelos, aquellos mismos que tú recuer­das con añoranza por lo vivido en tu infancia o por las referencias y anécdotas referidas por tus padres en su evocación carismática, que casi todos ellos, sobre todo los que se significaron por su sencillez y hombría de bien, fueron CARLISTAS?

Y ... ¿ Qué era eso de ser Carlistas? No confundas esta afirmación con un insulto. ¡Yo soy Carlista! Conste que considero tal circunstancia con algo de lo que debe-

mos sentirnos orgullosos. ·carlista era y es, estar bien educado como se entiende la educa .

ción en su condición más empírica. Era ceder siempre la derecha en la calle a las personas mayores

y mujeres. sobre todo en ocaslons de lluvia. Era ceder los asientos en el transporte público y en los locales

de esparcimiento, a esas mismas personas mayores o mujeres pre­cisamente, así como a los inválidos o incapacitados fís icos, como algo de lo que tenemos actualmente •casi• olvidado.

Era ser noble y honrado. Era tener palabra con valor de documento público o acta notarial. Era ser artista en las manifestaciones artesanas: maestro en la

ma-estria de transmisión de ese mismo arte en tales manifestaciones, buscando completar la hombría de bien con la hombría laboral; dar solución de dignidad al trabajo, haciendo oficiales de los aprendices y maestros de los oficiales ; sentar principios de humanidad y de justi­cia en el trabajo sin necesidad de caer en luchas de clases int'astioas fraticidas. (No había nacido el maquinismo ni con él la Empresa des­humanizada, y estaba lejos aún la explotación del hombre-obrero por el hombre--capltal con el consiguiente abuso hasta la anulación de sus fueros y derechos).

Era hermanar, en lo rural, al hombre clel campo, nivelando, en la mPdida de lo posible, las dificultades de una economía sujeta a las veleidades ds la administración absolutista y liberal en una Europa que nunca olvidó, ni olvidará, que en España existió un momento en cuyas fronteras no se ponía el sol , con la explotación de los montes en mano común y de predios cerealistas de secano también comunes a aldeas y conc-ejos con la aparcería generosa de una Iglesia propiE:1

t:iria desinteresada, de unos campos y unas sembraduras, cuyas ren­tas permitieron rescatar inteligencias surgidas en nuestro agro, hasta las Universidades y seminarios. pronto, demasiado pronto. la •desa­mortización• de un Mendizabal como primer exponente de un ente surgido al amparo de la incipiente, en aquel entonces, masonería, ha­bría de dar al traste con una estructura tal vez deficiente en su des,­"rrollo productivo, pero evidentemente más justa que la que luego había de de,:,arar el abuso y la prebenda interesada, a cuenta del pro, nio Estado, de los encastillados liberaloides de la burguesía Isabelina, al saltarse. sin respeto alguno, el fuero de aldeas y comarcas con una propiedad usurpada al pueblo, en pago de traiciones calculadas y des­lealtades c!·a prlvigelio, convirtiéndose, de la noche a la mañana_, en latifundistas, de igual forma que la monarquía liberal usurpaba la Corona. Eran tales perros para tales bozales. Aquí también se esquil­maba al pequeño arrendatario y surgía la explotación del labrador aparcero con soldadas de miseria, en tanto que el campo descuidado y :,ermo, se convertía en eriales que daban satisfacción a esa bur­guesía •Cortesana• en sus cacerías de solaz y recreo, en las que el rebeco, la perdiz y la liebre tenían superiores derechos que los del propio hombre del campo, que además de ver pisoteado su fuero y sus comunes que deberían haber sido objeto de pacto con la realeza, según la Monarquía tradicional, quedaba atado a la más abyecta de las explotaciones .

Era , en la artesanía y el agro, estructurarse en la perfección de un sistema corporativo y cooperativo en el que la representación demo­crática venía de abajo hacia arriba con el reconocimiento y -la Impo­sición del mandato imperativo en la que los r,.~,,.,ios y las entidades menores constituían el vehículo Idóneo, el único válido, de una re­presentatividad y del ejercicio de unos fueros y derechos situados en los antípodas de unos partidos disociadores creados para substi­tuir a aquellos, permitiendo la manipulación y la explotación del hom­bre por el hombre.

Que ¿qué es eso de mandato imperativo? Preguntas ... Sencillamente, mandato imperativo es el Ingrediente de lo que debe

ser democracia y de lo que no lo es. Unas veces porque te lo sect·11s­tran como sucede ahora con los partidos políticos, otras porque de-­berá ser impuesto contra viento y marea como sucederá cuando el Carlismo alcance sus metas. Mandato Imperativo es el fuero o de­recho inalienable que obl_iga al elegido frente a sus electores. Estos,

cuando -proceden a su elección mediante el voto, lo hacen bajo el supuesto de que reprlfSentará con dignidad, respeto y honradez al cuerpo místico de sus electores, así como los intereses de estos, defendiéndolos siempre. Cuando se trata de actuar ejerciendo la con­dición de elegido ante el Congreso o el Senado, para· determinar so­bre una Ley, su proyecto y hasta un Decreto, el texto a discutir debe­rá ser conócido por el pueblo sobre -todo si afecta, de algún modo, positivo o negativo, al cuerpo colegiado de ·sus electores, bien en sus intereses de clase, bien en sus fundamentos religiosos o polltlcos, bien en sus tradiciones forales, que determinarán, siempre, la postura en que deberá moverse el elegido ante los superiores estamentos de la nación, obligándose a ser transmisor de los mismos; con lo que cumplirá con el mandato imperativo que le obliga. Un sector sea In­dustrial o agrícola, simplemente Incluso por su localización en nues­tra piel de toro muchas veces, bien sea ateo, agnóstico o creyente, sea de una comarca o de distinta reglón, tendrá siempre Intereses comunes según sea su condición específica y se encuadre o no en distintos grupos políticos o económicos, y sus elegidos, sean cuales sean estos, y militen o no en diferentes organizaciones políticas, es­tarán siempre obligados a defender esos Intereses comunes para cuya defensa fueron elegidos. El elector, según es-to, disfrutará SIEM­PRE de la prerrogativa de anular el fallo electoral que llevó a la representación al elegido y cambiar por otro que realice tal función con la responsabilidad, dignidad y respeto exigibles y exigidos. ¡Roma no paga traidores!

Sin embargo, esto mismo planteado desde la óptica de los parti­dos políticos actuales, cuyos Intereses de partido prevalecen sobre los de sus electores, resultan contrapuestos creando el cisma y ha­ciéndoles incluso inoperantes debido a posturas encontradas que se suscitarán siempre. De aquí que el mandato imperativo sea la condi­ción que define la verdadera democracia de la •supuesta• democracia. La primera lo es y la segunda, la de los partidos políticos dejará de serlo siempre. Como mucho será un sucedáneo de mal gusto y de peores resu!tados, que no satisfará a nadie.

Nosotros. en el Carlismo, lo exigiremos siempre y así sabremos que efectivamente estaremos BIEN representados. Luego, en la única realidad admisible, nosotros seremos los demócratas y no aquellos que no saben realizar otro esfuerzo que el· que constituye llenarse la boca con su nombre, y lo que resulta aún peor, estos últimos serán quienes en definitiva siguen practicando a su manera, sobradamente conocida por todos, algo sino tan malo e Imperfecto como pudo re­sultar la dictadura personal con la que ya resulta mil veces peor. repetimos, cual es la dictadura de los partidos, con la secuela de siempre de sus luchas internas e intestinas.

GARES

(Continuará)

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