Blavatsky, Helena - Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

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  • NARRACIONES OCULTISTAS

    Y CUENTOS MACABROS

  • 2La cueva de los ecos

    Un Matusaln rtico

    El campo luminoso

    Una vida encantada

    La hazaa de un Gossain hind

    Demonologa y magia eclesistica

    Asesinato a distancia

    La mano misteriosa

    El alma de un violn

    Los espritus vampiros

    La resurreccin de los muertos

    La imaginacin, la magia y el ocultismo

  • 3LA CUEVA DE LOS ECOSUNA HISTORIA EXTRAA, PERO VERDADERA1

    n una de la provincias ms distantes del Imperio ruso y en una pequea ciudadfronteriza a la Siberia, ocurri hace ms de treinta aos una tragedia misteriosa. Acosa de seis verstas de la ciudad de P, clebre por la hermosura salvaje de sus

    campias y por la riqueza de sus habitantes, en general propietarios de minas y defundiciones de hierro, exista una mansin aristocrtica. La familia que la habitaba secompona del dueo, soltern viejo y rico, y de su hermano, viudo con dos hijos y treshijas. Se saba que el propietario, seor Izvertzoff, haba adoptado a los hijos de suhermano, y habiendo tomado un cario especial por el mayor de sus sobrinos, llamadoNicols, le instituy nico heredero de sus numerosos Estados.

    Pas el tiempo. El to envejeca y el sobrino se acercaba a su mayor edad. Los das y losaos haban pasado en una serenidad montona, cuando en el hasta entonces clarohorizonte de la familia se form una nube. En un da desgraciado se le ocurri a una delas sobrinas aprender a tocar la ctara. Como el instrumento es de origen puramenteteutn, y como no poda encontrarse maestro alguno en los alrededores, elcomplaciente to envi a buscar uno y otro a San Petersburgo. Despus de unainvestigacin minuciosa, slo pudo darse con un profesor que no tuviera inconvenienteen aventurarse a ir tan cerca de la Siberia. Era un artista alemn, anciano, quecompartiendo su cario igualmente entre su instrumento y su hija, rubia y bonita, noquera separarse de ninguno de los dos. Y as sucedi que en una hermosa maana llegel profesor a la mansin, con su caja de msica debajo del brazo y su linda Minchenapoyndose en el otro.

    Desde aquel da la pequea nube empez a crecer rpidamente, pues cada vibracindel melodioso instrumento encontraba un eco en el corazn del viejo soltern. Lamsica despierta el amor, se dice, y la obra comenzada por la ctara fue completada porlos hermosos ojos azules de Minchen. Al cabo de seis meses, la sobrina se haba hechouna hbil tocadora de ctara y el to estaba locamente enamorado.

    Una maana reuni a su familia adoptiva, abraz a todos muy cariosamente,prometi recordarlos en su testamento y, por ltimo, se desahog declarando suresolucin inquebrantable de casarse con la Minchen de ojos azules. Despus se lesech al cuello y llor en silencioso arrobamiento. La familia, comprendiendo que. la

    1 Esta historia est sacada del relato de un testigo presencial, un seor ruso muy piadoso y digno decrdito. Adems, los hechos estn copiados de los registros de la Polica de P El testigo en cuestin losatribuye, por supuesto, parte a la intervencin divina y parte al diablo. H. P. B.

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    herencia se le escapaba, llor tambin, aunque por causa muy distinta. Despus dehaber llorado se consolaron y trataron de alegrarse, pues el anciano caballero eraamado sinceramente de todos. Sin embargo, no todos se alegraron. Nicols, quetambin se haba sentido herido en el corazn por la linda alemana, y que de un golpese vea privado de ella y del dinero de su to, ni se consol ni se alegr, sino quedesapareci durante todo un da.

    Mientras tanto el seor Izvertzoff haba ordenado que preparasen su coche de viajepara el da siguiente, y se susurr que iba a la capital del distrito, a alguna distancia desu casa, con la intencin de variar su testamento. Aunque era muy rico, no tena ningnadministrador de sus Estados y l mismo llevaba sus libros de contabilidad. Aquellamisma tarde, despus de cenar, se le oy en su habitacin reprendiendo agriamente aun criado que haca ms de treinta aos estaba a su servicio. Este hombre, llamado Ivn,era natural del Asia del Norte, de Kanischatka; haba sido educado por la familia en lareligin cristiana, y se le crea muy adicto a su amo. Unos cuantos das despus, cuandola primera de las trgicas circunstancias que voy a relatar haba trado a aquel sitio atoda la fuerza de la Polica, se record que Ivn estaba borracho aquella noche; que suamo, que tena horror a este vicio, le haba apaleado paternalmente y le haba echadofuera de la habitacin, y aun se le vio dando traspis fuera de la puerta y se le oyeronproferir amenazas.

    En el vasto dominio del seor Izvertzoff haba una extraa caverna que excitaba lacuriosidad de todo el que la visitaba. Existe hoy todava, y es muy conocida de todos loshabitantes de P Un bosque de pinos comienza a corta distancia de la puerta del jardny sube en escarpadas laderas a lo largo de cerros rocosos, a los que cie con el anchocinturn de su vegetacin impenetrable. La galera que conduce al interior de lacaverna, conocida por la Cueva de los Ecos, est situada a media milla de la mansin,desde la cual aparece corno una pequea excavacin de la ladera, oculta por la maleza,aunque no tan completamente que impida ver cualquier persona que entre en elladesde la terraza de la casa. Al penetrar en la gruta, el explorador ve en el fondo de lamisma una estrecha abertura, pasada la cual se encuentra una elevadsima caverna,dbilmente iluminada por hendiduras en el abovedado techo a cincuenta pies de altura.La caverna es inmensa, y podra contener holgadamente de dos a tres mil personas. Enel tiempo del seor Izvertzoff una parte de ella estaba embaldosada, y en el verano seusaba a menudo como saln de baile en las jiras campestres. Es de forma oval irregular,y se va estrechando gradualmente hasta convertirse en un ancho corredor que seextiende varias millas, ensanchndose a trechos y formando otras estancias tan grandesy elevadas como la primera, pero con la diferencia de que no pueden cruzarse sino enbotes, por estar siempre llenas de agua. Estos receptculos naturales tienen lareputacin de ser insondables.

    En la orilla del primero d estos canales existe una pequea plataforma con algunosasientos rsticos, cubiertos de musgo, convenientemente colocados, y en este sitio esdonde se oye en toda su intensidad el fenmeno de los ecos que dan nombre a la gruta.Una palabra susurrada, y hasta un suspiro, es recogido por infinidad de voces burlonas, y

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    en lugar de disminuir de volumen, como hacen los ecos honrados, el sonido se hace msy ms intenso a cada sucesiva repeticin, hasta que al fin estalla como la repercusin deun tiro de pistola y retrocede en forma de gemido lastimero a lo largo del corredor.

    En el da en cuestin, el seor Izvertzoff haba indicado su intencin de dar un baile enesta cueva al celebrar su boda, que haba fijado para una fecha cercana. Al da siguientepor la maana, mientras haca sus preparativos para el viaje,. su familia le vio entrar enla gruta acompaado solamente por su criado siberiano. Media hora despus Ivnvolvi a la mansin por una tabaquera que su amo haba dejado olvidada, y regres conella a la gruta. Una hora ms tarde la casa entera se puso en conmocin por sus grandesgritos. Plido y chorreando agua, Ivn se precipit dentro como un loco, y declar que elseor Izvertzoff haba desaparecido, pues que no se le encontraba en ninguna parte dela caverna. Creyendo que se habla cado en el lago, se haba sumergido en el primerreceptculo en su busca, con peligro inminente de su propia vida.

    El da pas sin que diesen resultado las pesquisas en busca del anciano. La Policainvadi la casa, y el ms desesperado pareca ser Nicols, el sobrino, que a su llegada sehaba encontrado con la triste noticia.

    Una negra sospecha recay sobre Ivn el siberiano. Haba sido castigado por su amo lanoche anterior y se le haba odo jurar que tomara venganza. Le haba acompaadosolo a la cueva, y cuando registraron su habitacin se encontr debajo de la cama unacaja llena de riqusimas joyas de familia. En vano fue que el siervo pusiese a Dios portestigo de que la caja le haba sido confiada por su amo precisamente antes de que sedirigieran a la cueva; que la intencin de su amo era hacer remontar las joyas quedestinaba a la novia como regalo, y que l, Ivn, dara gustoso su propia vida paradevolvrsela a su amo, si supiese que ste estaba muerto. No se le hizo ningn caso, sinembargo, y fue arrestado y metido en la crcel bajo acusacin de asesinato. All se leencerr, pues segn la legislacin rusa, no poda, al menos por aquellos tiempos, sercondenado criminal alguno a muerte, por demostrado que estuviese su delito, siempreque no se hubiese confesado culpable.

    Despus de una semana de intiles investigaciones, la familia se visti de rigurosoluto, y como el testamento primitivo no haba sido modificado, toda la propiedad pasa manos del sobrino. El viejo profesor y su hija soportaron este repentino revs de lafortuna con flema verdaderamente germnica, y se prepararon a partir. El anciano cogisu ctara debajo del brazo y se dispuso a marchar con su Minchen, cuando el sobrino ledetuvo, ofrecindose, en lugar de su difunto to, como esposo de la linda damisela.Encontraron muy agradable el cambio, y, sin causar gran ruido, fueron casados los dosjvenes.

    Transcurrieron diez aos, y nos encontramos nuevamente a la feliz familia al principiode 1859. La linda Minchen se haba puesto gruesa y se haba hecho vulgar. Desde el dade la desaparicin del anciano, Nicols se haba vuelto spero y retrado en suscostumbres, admirndose muchos de tal cambio, pues nunca se le vea sonrer. Pareca

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    que el nico objeto de su vida era el encontrar al asesino de su to o, ms bien, hacerque Ivn confesase su crimen. Pero este hombre persista an en que era inocente.

    Slo un hijo haba tenido la joven pareja, y por cierto que era un nio extrao.Pequeo, delicado y siempre enfermo, pareca que su frgil vida penda de un hilo.Cuando sus facciones estaban en reposo era tal su parecido con el to, que losindividuos de la familia a menudo se alejaban de l con terror. Tena la cara plida yarrugada de un viejo de sesenta aos sobre los hombros de un nio de nueve. Nunca sele vio rer ni jugar. Encaramado en su silla alta, permaneca sentado gravemente,cruzando los brazos de una manera que era peculiar al difunto seor Izvertzoff, y as sepasaba horas y horas inmvil y adormecido. A sus nodrizas se les vea a menudosantiguarse furtivamente al acercarse a l por la noche, y ninguna de ellas hubieraconsentido en dormir a solas con l en su cuarto. La conducta del padre para con su hijoera an ms extraa. Pareca quererlo apasionadamente y al mismo tiempo odiarlo enextremo. Muy rara vez le besaba o acariciaba, sino que, con semblante lvido y ojosespantados, pasaba largas horas mirndole, mientras que el nio estaba tranquilamentesentado en su rincn, con sus maneras de viejo propias de un duende. El nio no habasalido nunca de la hacienda, y pocos de la familia conocan su existencia.

    A mediados de julio, un viajero hngaro, de elevada estatura, precedido de una granreputacin de excentricidad, fortuna y poderes misteriosos, lleg a la ciudad de Pdesde el Norte, donde haba residido muchos aos. Se estableci en la pequea ciudaden compaa de un shamano, o mago de la Siberia del Sur, con quien se deca queverificaba experimentos de magnetismo. Daba comidas y reuniones, e invariablementeexhiba a su shamano, de quien estaba muy orgulloso, para divertir a sus huspedes. Unda los notables de P invadieron repentinamente los dominios de Nicols Izvertzoffsolicitando les prestase su cueva para pasar una velada. Nicols consinti con granrepugnancia, y slo despus de una vacilacin an mayor se dej persuadir para unirse ala partida.

    La primera caverna y la plataforma al lado del insondable lago estaban refulgentes deluz. Centenares de velas y de antorchas de vacilantes llamas, metidas en las hendidurasde las rocas, iluminaban aquel sitio, y ahuyentaban las sombras de ngulos y rincones endonde haban estado agazapadas, sin ser molestadas, durante muchos aos. Lasestalactitas de las paredes chispeaban brillantemente, y los dormidos ecos fueronrepentinamente despertados por alegre confusin de risas y conversaciones.

    El shamano, a quien su amigo y patrn no haba perdido de vista un momento, estabasentado en un rincn, y, como de costumbre, hipnotizado, encaramado en una rocasaliente a la mitad del camino entre la entrada y el agua. Con su rostro de amarillolimn, lleno de arrugas, su nariz chata y barba rala, pareca ms bien un horrible dolo depiedra que un ser humano. Muchos de la partida se apretaban a su alrededor recibiendoatinadas contestaciones a las preguntas que le dirigan, pues el hngaro sometagustoso su sujeto magnetizado a los interrogatorios.

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    De pronto una seora hizo la observacin de que en aquella misma cueva habadesaparecido el seor Izvertzoff haca diez aos. El extranjero pareci interesarse en elcaso, mostrando deseos de saber lo acaecido. En su consecuencia, buscaron a Nicolsentre la multitud y le condujeron delante del grupo de curiosos. Era el husped, y le fueimposible el negarse a hacer la deseada narracin. Repiti, pues, el triste relato con voztemblorosa, plido semblante y vindosele brillar las lgrimas en sus ojos febriles. Losasistentes se afectaron mucho, murmurando grandes elogios sobre la conducta delamante sobrino, que tan bien honraba la memoria de su to y bienhechor. Cuando, derepente, la voz de Nicols se ahog en su garganta, sus ojos parecieron salir de susrbitas y, con un gemido ronco, retrocedi tambalendose. Todos los ojos siguieron concuriosidad su aterrada vista, que se fij y permaneci clavada sobre una diminuta carade bruja que se asomaba por detrs del hngaro.

    De dnde vienes? Quin te trajo aqu, nio? balbuce Nicols, plido como lamuerte.

    Yo estaba acostado, pap; este hombre vino por mi y me trajo aqu en sus brazoscontest con sencillez el muchacho, sealando al shamano, a lado de quien se hallabaen la roca, y el cual segua con los ojos cerrados, movindose de un lado a otro como unpndulo viviente.

    Esto es muy extrao observ uno de los huspedes , pues este hombre no se hamovido de su sitio.

    Gran Dios! Qu parecido tan extraordinario! murmur un antiguo vecino de laciudad, amigo de la persona desaparecida.

    Mientes, nio!exclam con fiereza el padre Vete a la cama, ste no es sitio para ti.

    Vamos, vamos dijo el hngaro, interponindose con una expresin extraa en sucara, y rodeando con sus brazos la delicada figura del nio; el pequeo ha visto eldoble de mi shamano que a menudo vaga a gran distancia de su cuerpo, y ha tomado alfantasma por el hombre mismo. Dejadlo permanecer un rato con nosotros.

    A estas extraas palabras los asistentes se miraron con muda sorpresa, mientras quealgunos hicieron piadosamente el signo de la cruz, presumiendo, indudablemente, quese trataba del diablo y de sus obras.

    Y por otro ladosigui diciendo el hngaro con un acento de firmeza peculiar,dirigindose a la generalidad de los concurrentes ms bien que a algunos en particularpor qu no habramos de tratar, con ayuda de mis shamano de descubrir el misterioque encierra esta tragedia? Est todava en la crcel la persona de quien se sospecha.Cmo no ha confesado su delito todava? Esto es seguramente muy extrao; perovamos a saber la verdad dentro de algunos minutos. Que todo el mundo guardesilencio!

    Se aproxim entonces al tehuktchen, e inmediatamente dio principio a susmanipulaciones, sin siquiera pedir permiso al dueo del lugar. Este ltimo permanecaen su sitio como petrificado de horror y sin poder articular una palabra. La idea

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    encontr una aprobacin general, a excepcin de l, y especialmente aprob elpensamiento el inspector de Polica, coronel S.

    Seoras y caballeros dijo el magnetizador con voz suave: permitidme que en estaocasin proceda de una manera distinta de lo que generalmente acostumbro a hacerlo.Voy a emplear el mtodo de la magia nativa. Es ms apropiado a este agreste lugar y demucho ms efecto, corno ustedes vern, que nuestro mtodo europeo demagnetizacin.

    Sin esperar contestacin, sac de un saco que siempre llevaba consigo, primeramente,un pequeo tambor, y despus dos redomas pequeas, una llena de un lquido y la otravaca. Con el contenido de la primera roci al shamano, quien empez a temblar y abalancearse ms violentamente que nunca. El aire se llen de un perfume de especias, yla misma atmsfera pareci hacerse ms clara. Luego, con horror de los presentes, seacerc al tibetano, y sacando de un bolsillo un pual en miniatura, le hundi la aceradahoja en el antebrazo y sac sangre, que recogi en la redoma vaca. Cuando estuvomedio llena oprimi el orificio de la herida con el dedo pulgar, y detuvo la salida de lasangre con la misma facilidad que si hubiera puesto el tapn a una botella, despus delo cual roci la sangre sobre la cabeza del nio. Luego se colg el tambor al cuello y, condos palillos de marfil cubiertos de signos y letras mgicas, empez a tocar una especiede diana para atraer los espritus, segn l deca.

    Los circunstantes, medio sorprendidos, medio aterrorizados por este extraordinarioprocedimiento, se apiaban ansiosamente a su alrededor, y durante algunos momentosrein un silencio de muerte en toda la inmensa caverna. Nicols, con semblante lvidocomo el de un cadver, permaneca sin articular palabra. El magnetizador se habacolocado entre el shamano y la plataforma, cuando principi a tocar lentamente eltambor. Las primeras notas eran como sordas, y vibraban tan suavemente en el aire, queno despertaron eco alguno; pero el shamano apresur su movimiento de vaivn y elnio se mostr intranquilo. Entonces el que tocaba el tambor principi un canto lento,bajo, solemne e impresionante.

    A medida que aquellas palabras desconocidas salan de sus labios, las llamas de lasvelas y de las antorchas ondulaban y fluctuaban, hasta que principiaran a bailar alcomps del canto. Un viento fro vino silbando de los obscuros corredores, ms all delagua, dejando en pos de s un eco quejumbroso. Luego una especie de neblina quepareca brotar del suelo y paredes rocosas se condens en torno del shamano y delmuchacho. Alrededor de este ltimo el aura era plateada y transparente, pero la nubeque envolva al primero era roja y siniestra. Aproximndose ms a la plataforma, elmago dio un redoble ms fuerte en el tambor; redoble que esta vez fue recogido por eleco con un efecto terrorfico. Retumbaba cerca y lejos con estruendo incesante; unclamor ms y ms ruidoso suceda a otro, hasta que el estrpito formidable pareci elcoro de mil voces de demonios que se levantaban de las insondables profundidades dellago. El agua misma, cuya superficie, iluminada por las muchas luces, haba estado hastaentonces tan llana como un cristal, se puso repentinamente agitada, como si unapoderosa rfaga de viento hubiese recorrido su inmvil superficie.

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    Otro canto, otro redoble del tambor, y la montaa entera se estremeci hasta suscimientos, con estruendos parecidos a los de formidables caonazos disparados en losinacabables y obscuros corredores. El cuerpo del shamano se levant dos yardas en elaire y, moviendo la cabeza de un lado a otro y balancendose, apareci sentado ysuspendido como una aparicin. Pero la transformacin que se oper entonces en elmuchacho hel de terror a cuantos presenciaban la escena. La nube plateada querodeaba al nio pareci que le levantaba tambin en el aire; mas, al contrario delshamano, sus pies no abandonaron el suelo. El muchacho principi a crecer como si laobra de los aos se verificase milagrosamente en algunos segundos. Se torn alto ygrande, y sus seniles facciones se hicieron ms y ms viejas, a la par que su cuerpo. Unoscuantos segundos ms, y la forma juvenil desapareci completamente, absorbida en sutotalidad por otra individualidad diferente y con horror de los circunstantes, queconocan su apariencia, esta individualidad era la del viejo Sr. Izvertzoff, quien tena enla sien una gran herida abierta, de la que caan gruesas gotas de sangre.

    El fantasma se movi hacia Nicols, hasta que se puso directamente enfrente de l,mientras que ste, con el pelo erizado y con los ojos de un loco, miraba a su propio hijotransformado inesperadamente en su to mismo. El silencio sepulcral fue interrumpidopor el hngaro, quien, dirigindose al niofantasma, le pregunt con voz solemne:

    En nombre del gran Maestro, de Aquel que todo lo puede, contstanos la verdad ynada ms que la verdad. Espritu intranquilo, te perdiste por accidente, o fuistecobardemente asesinado?

    Los labios del espectro se movieron, pero fue el eco el que contest en su lugar,diciendo con lgubres resonancias:

    Asesinado! Asesinado! Asesinado!...

    Dnde? Cmo? Por quin? pregunt el conjurador.

    La aparicin seal con el dedo a Nicols, y sin apartar la vista ni bajar el brazo seretir, andando lentamente de espaldas y hacia el lago. A cada paso que daba elfantasma, Izvertzoff el joven, como obligado por una fascinacin irresistible, avanzabaun paso hacia l, hasta que el espectro lleg al lago, vindosele en seguida deslizarsesobre su superficie. Era una escena de fantasmagora verdaderamente horrible!

    Cuando lleg a dos pasos del borde del abismo de agua, una violenta convulsin agitel cuerpo del culpable. Arrojndose de rodillas se agarr desesperadamente a uno delos asientos rsticos y, dilatndose sus ojos de una manera salvaje, dio un grande ypenetrante grito de agona. El fantasma entonces permaneci inmvil sobre el agua y,doblando lentamente su dedo extendido, le orden acercarse. Agazapado, presa de unterror abyecto, el miserable gritaba hasta que la caverna reson una y otra vez:

    No fui yo, no; yo no os asesin!

    Entonces se oy una cada; era el muchacho que apareci sobre las obscuras aguasluchando por su vida en medio del lago, vindose a la inmvil y terrible aparicininclinada sobre l.

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    Pap, pap, slvame que me ahogo!exclam una dbil voz lastimera en mediodel ruido de los burlones ecos.

    Mi hijo!grit Nicols con el acento de un loco y ponindose en pie de un salto . Mihijo! Salvadlo! Oh! Salvadlo! S, confieso. Yo soy el asesino! Yo fui quien lemat!

    Otra cada en el agua, y el fantasma desapareci. Dando un grito de horror loscircunstantes se precipitaron hacia la plataforma; pero sus pies se clavaronrepentinamente en el suelo al ver, en medio de los remolinos, una masa blanquecina einforme enlazando al asesino y al nio en un estrecho abrazo y hundindoselentamente en el insondable lago.

    A la maana siguiente, cuando, despus de una noche de insomnio, algunos de lapartida visitaron la residencia del hngaro, la encontraron cerrada y desierta. l y elshamano haban desaparecido. Muchos son los habitantes de P que recuerdan el casotodava. El Inspector de Polica, Coronel S., muri algunos aos despus en la completaseguridad de que el noble viajero era el diablo. La consternacin general creci depunto al ver convertida en llamas la mansin Izvertzoff aquella misma noche. ElArzobispo ejecut la ceremonia del exorcismo; pero aquel lugar se considera malditohasta el presente. En cuanto al Gobierno, investig los hechos y orden el silencio.

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    UN MATUSALN RTICOHISTORIETA DE NAVIDAD

    l antiguo castillo de un rico propietario de Finlandia se vea muy favorecido degentes en aquella fra noche de Navidad, gentes reunidas al amor del fuego delclsico hogar, todo recuerdos de la santa tradicin hospitalaria de sus nobles

    antepasados, por la que se conservaban an vivas las prcticas y supersticiones de laEdad Media, en parte rusas, llevadas de las orillas del Neva por los ltimos dueos.

    No faltaban, no, en aquella noche augusta consagrada por los siglos, ni el rbol deNoel, de o Navidad, ni los dems preparativos de fiesta que son de rigor all como entoda la tierra.

    El castillo estaba lleno de tesoros arcaicos: los ceudos retratos de los antecesores enviejos y carcomidos marcos; toda clase de armas de caballeros en las panoplias, y deantiguos vestuarios seoriles en los armarios. Extenso, misterioso, el tal castillo, comotodos los edificios de su clase, no faltaban en l tampoco antiguos torreonesdesportillados y desiertos; baluartes almenados; gticos ventanales; sus stanosmohosos, obscuros e interminables, no visitados desde haca quiz docenas degeneraciones, y enlazados con cuevas y escapes subterrneos, donde ms de un presohaba quiz padecido las torturas de alguna vieja venganza, para retornar su espectro,despus de muerto aqul de angustia, a pedir justicia contra los vivos. Era, en fin, el talcastillopalacio, un resto imponente de un pasado feudal no menos imponente que lmismo y el ms apto, por tanto, para la reproduccin de toda clase de horroresromnticos. Tranquilcese, sin embargo, el lector, que semejante marco de antiguoshorrores no va a jugar papel alguno, como poda esperarse, en esta mi verdicanarracin.

    El hroe principal de ella es, por el contrario, un hombre vulgarsimo a quienllamaremos Erkler, o mejor el Dr. Erkler, profesor de medicina, alemn por lnea paternay completamente ruso por su educacin, como por su madre2.

    El Dr. Erkler era un consumado viajero, por haber acompaado en todas sus empresasa uno de los ms famosos exploradores en sus viajes alrededor del mundo. Uno y otro,el doctor y el explorador, haban tenido ocasiones varias de ver cara a cara la muerte ydesafiarla intrpidos, ora bajo las nieves polares, ora bajo los trridos calores deltrpico. 2 Estas mismas condiciones de ascendencia prusiana y rusa nobiliarias reuna, como es sabido, H. P. B.,cosa que nos hace sospechar si, bajo el velo de esta ficcin, no se oculta alguno de tantos sucedidos de laautora.

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    Entre el cmulo de sus tan numerosos como emocionantes recuerdos, el doctorpareca mostrar una no disimulada preferencia entusiasta hacia sus inviernos pasadosen Groenlandia y Nueva Zembla, ms que hacia aquellos otros, por ejemplo, de laAustralia, donde, entre otras peripecias graves, estuvieron a punto de morir de sed l ylos suyos durante una travesa de catorce horas sin sombra ni agua.

    S sola decir el doctor en medio de sus pintorescas y vivas narraciones. Lo heexperimentado todo... Todo, excepto eso que, en su ignorancia, llaman lo sobrenaturallas gentes supersticiosas! Sin embargo aadi, con trmula y baja voz , hay en mi yalarga vida un suceso sumamente extraordinario. He tropezado una vez con un extraohombre, rodeado de circunstancias completamente inexplicables, capaces de confundiral ms escptico

    Todos los circunstantes sintieron, al or aquello, el aletazo de la curiosidad, unacuriosidad terrorfica, bien adecuada al momento aquel en que el viento silbaba conestrpito y caa la nieve en abundancia, haciendo ms inestimable el beneficio de lascomodidades de cuantos le escuchaban al doctor en torno del hogar. El sabio continude esta manera:

    En el ao de mil ochocientos setenta y ocho nos fue forzoso invernar en la costanoroeste de Spizberg, en nuestra exploracin del fugaz verano anterior hacia el polo.Como de costumbre, el propsito de abrirnos un camino hacia el polo rtico, fracaspor causa de los iceberg, y tras vanos esfuerzos tuvimos que rendirnos a la durafatalidad. De all a pocos das, la terrible noche polar tendi sobre nosotros su mantocruel, y nuestras naves quedaron aprisionadas por los hielos en el golfo del Mussel3,donde habamos de pasar ociosos y separados de todo trato humano durante ocholargos meses del invierno polar.

    Sent que mi fuerte voluntad me flaqueaba ante tan negra perspectiva, y ms an encierta espantosa noche de tempestad en que los , torbellinos de ventisca destruyeronnuestros depsitos de provisiones, entre ellas catorce ciervos, con cuya carnecontbamos como arma contra la vida rtica que exige, segn nadie ignora, un aumentoconsiderable en la cantidad y la calidad de los alimentos. Nos resignamos, no obstante,lo mejor que pudimos por nuestra prdida cruel y hasta llegamos a acostumbrarnos alms nutritivo alimento del pas, consistente en la carne de foca y en su grasa.

    Para prevenirnos contra los rigores de la invernada, los hombres de nuestra tripulacinhaban construido con los restos salvados del anterior desastre, una casita bastanteaceptable y dividida en dos departamentos, uno para m y los otros tres jefes, y elsegundo para ellos. Agotando, adems, todas nuestras previsiones meteorolgicas ymagnticas, aadimos al edificio un tercer cuerpo o establo protector para los escasosciervos que se haban salvado de la catstrofe.

    3 Curiosa coincidencia onomstica con el clebre puerto asturiano del mismo nombre: una prueba msdel carcter protosemita de todo el Occidente europeo en sus pocas prehistricas.

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    Se iniciaron al punto la inacabable serie de montonos das y noches, que eran unaeterna noche sin aurora ni crepsculo. Como, adems, nos habamos trazado el plan deque dos de nuestros barcos regresasen en Septiembre antes de que los cortasen laretirada los hielos, y este plan se habla frustrado por haberse anticipado la estacin, latripulacin era triple o cudruple de la calculada para la invernada y para los elementoscon que contbamos para afrontarla, as que no slo tenamos que economizar lasprovisiones, sino tambin el combustible y la luz. Las lmparas se encendan slo paraobjetos de urgencia o cientficos.

    Tenamos que contentarnos, pues, con slo la luz que quisiese darnos la Providenciaen aquella noche sin da: es a saber, la luz de la luna y la de las auroras boreales, pero,cmo describir la gloria de aquellos incomparables fenmenos celestes? Cmoponderar las cambiantes luces y colores de sus irradiaciones tan fantsticas cornogigantescas de variedad infinita? En cuanto a las noches de luna de Noviembre, eransencillamente maravillosas, con los siempre cambiantes espectculos de sus rayos entrehielos y nieve. El encanto de tales momentos no se apartar jams de mi imaginacin.

    Una de estas ltimas noches, o por mejor decir, un da de estos, acaso, pues que desdefines de Noviembre hasta mediados de Febrero no tuvimos crepsculo alguno que nospermitiese establecer diferencia entre la noche y el da, acertamos a columbrar entre lasirisaciones de la luna una como mancha obscura que se mova hacia nosotros,remedando ms que a un rebao, que por fuerza tena que ser blanco en aquellaslatitudes, a un grupo compacto de hombres trotando hacia el lugar donde noshallbamos, sobre la planicie nevada. Qu seres humanos podan, sin embargo, seraqullos?

    S, era ya indudable: aunque nos resistisemos a dar crdito a nuestros ojos, unpelotn como de cincuenta hombres, se aproximaba rpidamente a nuestra vivienda.Eran cincuenta cazadores de focas guiados por Matilin, el ms famoso veterano de talesempresas peligrosas, y que, como nosotros, haban sido cortados por los hielos en suretirada.

    Los hicimos entrar, atendindolos y obsequindolos lo mejor que pudimos. Despusinterrogamos a Matilin:

    Cmo supisteis que estbamos aqu?

    Nos lo dijo y nos ense el camino hasta vuestro albergue el viejo Johancontestaron varios, sealando a uno de sus compaeros: un anciano venerable con elcabello ms blanco que la misma nieve.

    Verdaderamente que es asombroso el que un anciano como ste se dedique an acazar focas en compaa de hombres jvenes como vosotros, en lugar de aguardar en elrincn de su hogar, al amor de la lumbre, la llegada del ltimo de sus das. Adems,cmo acert a saber nuestra presencia en la solitaria regin del oso blanco? dijimos auna.

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    Tanto el buen Matilin, como los dems de su grupo sonrieron compasivos ante nuestraignorancia. Segn ellos nos aseguraron, el viejo Johan lo sabia todo, aadiendo:

    Bien novicios debis de ser en estas tierras polares cuando ignoris la existencia deeste prodigioso Johan y ahora tanto os asombris de su presencia dijo otro.

    Vengo cazando focas en estos mares desde hace cuarenta y cinco aos, da tras daaadi el primero y siempre le he conocido igual al buen Johan, a quien todosveneramos con su cabellera blanca y su aspecto majestuoso. Es ms: recuerdoperfectamente que cuando yo era nio y acostumbraba a salir a la mar con mi padre,ste y mi abuelo me contaban lo mismo, punto por punto, respecto de Johan, aadiendoque igual contaron a mi abuelo, su padre y el padre de su padres Todos le habanconocido igualmente anciano e imponente de grandeza con sus ojos de fuego y sucabellera toda nieve!

    Segn tal cuenta, el buen viejo tiene ya ms de doscientos aos! opuse festivo eincrdulo.

    Para sacarme de mi escepticismo, varios marineros rodearon al patriarca de la barba ycabellera blanca importunndole:

    Abuelo querido, tendris la bondad de decirnos vuestra verdadera edad?

    Realmente, hijos mos, yo mismo no lo s replic con la ms serfica de las sonrisas.Nunca cont mis aos y vivo as el tiempo que Dios me ha decretado en su sabidurainescrutable

    Pero, cmo supisteis que invernbamos aqu? le interrogu a mi vez.

    l me gui repuso simplemente . Slo saba lo que saba

    No me atrev a indagar ms, termin el doctor coronando su narracin con estaspalabras, dichas en voz muy baja y como hablando ya consigo mismo:

    Inexplicable! Absolutamente inexplicable!...

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    EL CAMPO LUMINOSO

    rocedentes de Grecia habamos llegado a Constantinopla un alegre y escogidogrupo de turistas. Doce o ms horas al da habamos dedicado a subir y bajar porlas escarpadas alturas de Pera, visitando lugares, encaramndonos en lo alto de

    los minaretes y abrindonos camino entre jauras hambrientas: los perros vagabundos,tradicionales dueos de las calles de Estambul. Se dice que la vida bohemia escontagiosa, y que ninguna civilizacin ha alcanzado a destruir el encanto de la libertadomnmoda una vez que se han gustado sus dulzuras. El gitano no puede vivir sin sutienda porttil, que es su carro, ya veces el viaje a pie es para l una segunda naturaleza,una fascinacin irresistible de su nmada y precaria existencia. Mi principal cuidado,por tanto, desde que entr en Constantinopla, fue el de evitar que mi perdiguero Ralphcayese tambin vctima de tamao contagio viniendo en ganas de unirse alegremente alos beduinos de su canina raza que infestaban las calles de la ciudad.

    Aquel hermoso camarada de mi perro era mi ms fiel y constante amigo, y temerosode perderle, le vigilaba en sus menores impulsos; pero el pobre animal se port durantelos tres primeros das como un cuadrpedo medianamente educado. A las imprudentesacometidas de sus congneres mahometanos, su nica respuesta era la de meter el raboentre piernas, bajar humildemente las orejas y buscar acobardado la proteccin decualquiera de nosotros. Vindole, pues, tan refractario a las malas compaas empec aconfiarme en su discrecin y disminuyendo mi vigilancia, pero de all a poco tuve quelamentar el haber puesto una excesiva confianza en mala parte. En un momento dedescuido, unas sirenas de cuatro patas le sedujeron traidoras, y lo nico que de l vi fuela punta de su gallardo rabo desapareciendo en sucia y tortuosa callejuela.

    Intiles resultaron despus las pesquisas practicadas para dar con el paradero final demi mudo compaero. Ofrec veinte, treinta, cuarenta francos a quien le hallase y me tetrajese. En un momento se puso en su busca una legin de malteses ms vagabundosque los mismos perros, y que asaltaron nuestro hotel trayendo sendos perros sarnososen sus brazos, perros que pretendan hacer pasar por mi fiel amigo. Mientras ms meresista yo a semejante matute, ms porfiaban ellos, y uno de aquellos miserables,cayendo de rodillas y sacando del pecho una antigua y corroda medalla de la Virgen,lleg hasta a jurarme que la misma Reina del Cielo se le haba aparecido para indicarlecul era el verdadero animal. Un momento hasta me tem que la sbita desaparicin deRalph determinase un curioso motn, como acaso habra ocurrido si nuestro patrn nohiciese venir a una pareja de kavasses o policas que se encargaron de aventar corteses aaquella turba de bpedos y de cuadrpedos.

    P

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    Sospech entonces que ya no volvera a ver ms a mi perrito, y aun acab por perdertoda esperanza, cuando el conserje del hotel un honorable ex salteador de caminos,hombre que no habra pasado menos de media docena de aos como penado en lasgaleras me asegur solemnemente que todas mis pesquisas seran intiles, pues miperdiguero habra sido muerto y devorado por sus congneres, dado que los perrosturcos vagabundos encuentran muy de su gusto las carnes de sus sabrosos hermanos losperritos de Inglaterra.

    La anterior escena haba ocurrido en plena calle, a la puerta del hotel, y ya iba aretornar a mis habitaciones, cuando una anciana griega, que me haba estado oyendodesde el umbral de una casa cerrada, dijo a mi acompaante Miss H que, siqueramos, poda interrogarse sobre el caso a los derviches.

    Y qu pueden saber esas gentes acerca del paradero de mi can? Les respond conirona.

    Los hombres santos lo saben todo, para ellos no hay secretos objetmisteriosamente la anciana. La semana pasada me robaron un abrigo nuevo que mihijo me trajo de Brusa y, como veis, lo recobr y lo tengo puesto.

    Pero, entonces, los santos hombres os le han transformado tambin de nuevo enviejo aadi uno de los de la partida sealando a un gran jirn preso con alfileres quemostraba el abrigo en la espalda.

    Esta es, precisamente, la parte ms grave de mi historia contest la vieja conaplomo; porque, habis de saber que ellos me mostraron en el espejo mgico el barrio,la casa y hasta la habitacin donde el judo que me le robase estaba en aquel instantehacindole pedazos. Mi hijo y yo volamos al punto al barrio de Kalindijkulosek dondeatrapamos al ladrn en plena faena, al mismo ladrn que habamos visto en el espejo yque, convicto y confeso, pronto fue metido en la crcel.

    Aunque ninguno de los de la partida sabamos qu podra ser aquello del espejomgico de los derviches, resolvimos ir a ver a uno de stos al otro da. En efecto, apenaslos muecines, con montono vocear, haban cantado desde los altos minaretes la horadel medioda, descendimos desde la colina de Pera hasta el puerto de Glata,abrindonos paso a codazos por entre los abigarrados concurrentes al mercado. AquellaBabel de cien lenguas; aquella ensordecedora algaraba nos levantaba dolor de cabeza.Por otra parte, all no hay medio de orientarse ni de buscar las calles por sus nombres nilas casas por su nmero, y hay que confiar en Alab y en su profeta, cuando no en lasvagas indicaciones de la proximidad del punto que se busca a tal edificio o mezquita.

    A costa, pues, de mil rodeos y pesquisas, acabamos por encontrar el barrio donde sevendan cosas inglesas, detrs del cual se encontraba el sitio al que nos dirigamos.Aunque el gua de nuestro hotel no saba tampoco el retiro de los santos hombres, unchicuelo griego, en toda la sencillez del desnudo ms nativo, consinti, mediante unamoneducha de cobre, en llevarnos a la presencia de uno de aquellos adivinos.

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    Penetramos en un sombro saln, que ms bien pareca establo abandonado. El piso,largo y estrecho, estaba cubierto de arena, y slo reciba luz por pequeas ventanas allarriba. Los derviches, terminados sus ritos matinales, descansaban, sin duda, unostendidos cuan largos eran, otros recostados, y en pie, con extraviada mirada meditando,nos dijeron, acerca de la Deidad invisible. Todos ellos parecan de inerte mrmol, sinresponder a nuestras preguntas. Nuestra perplejidad acab pronto, sin embargo,cuando uno de ellos, seco y alto, con una puntiaguda gorra que le haca parecer muchoms alto an, surgi no s de dnde, dicindonos que l era el superior de aquellacomunidad de santos, aadiendo que no nos haban respondido porque cuando,mediante la oracin, se ponen en comunicacin con Alah, no se les puede interrumpirpor motivo alguno.

    Nuestro intrprete explic al viejo que nuestra visita slo a l se diriga, puesto que lera el depositario de la varilla adivinatoria. Al punto nos extendi la mano en demandade la previa limosna. Luego que se hubo guardado sta, se neg a practicar ceremoniaalguna para la averiguacin del paradero del perro ms que ante dos miembrossolamente de nuestra comitiva, que fueron Miss H y mi persona.

    Ambos penetramos seguidamente tras el derviche a lo largo de un corredorsemisubterrneo; subimos por una escalera porttil a una pieza artesonada, y de ellahasta un miserable desvn, lleno de polvo y de telaraas. All vimos en un rincn unbulto, que yo cre era un montn corno de trapos viejos y que se movi ponindose enpie. Era la criatura ms deforme y astrosa que en mi vida he visto. Una mujernia; unaenana hidrocfala e imponente, con unos hombros de granadero, y por piernas dospatitas de araa, piernas arqueadas que apenas si podan soportar la desproporcin dela fesima mole de su cuerpo. Su cara, burlona y agresiva como la de un stiro, mostrabauna media luna roja pintada sobre su frente; su cabeza se esconda bajo un mugrientoturbante; sus piernas ostentaban grandes bombachos turcos; una sucia muselinaenvolva su cuerpo, alcanzando apenas a cubrir las deformidades de sus carnes, llenas detatuajes, signos y letras rabes.

    La espantosa criatura se desplom ms que se sent en medio de la pieza, levantandouna molesta nube de polvo; era la famosa Tatmos, el orculo de Damasco, al decir delas gentes!

    Al punto el derviche traz con tiza en torno de la muchacha un crculo de unos trespies de radio; sac, no s de dnde, doce lamparitas de cobre, que llen del contenidonegruzco de una botella que ocultaba en su pecho y las coloc sin simetra en torno dela vctima; de un entrepao de la desvencijada puerta arranc una astilla y, cogindolaentre el pulgar y el ndice, empez a soplarla a intervalos regulares, mascullando al paroraciones, frmulas como de encantamiento, hasta que de pronto, y sin causaostensible, brot una chispa de la astilla que comenz a arder corno una seca pajuela.Con aquel fuego, tan extraamente obtenido, comenz a encender las doce lmparasdel crculo.

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    Tatmos la adivina, que hasta entonces haba yacido inerte, se quit rpidamente losbombachos y los arroj al rincn, dejndonos al descubierto con sus monstruosos pies,la belleza adicional de un sexto dedo. El derviche, por su parte, entr en el crculo, y,cogindola por los tobillos, la alz cual un saco de patatas, ponindola bonitamentecabeza abajo, balancendola en esta posicin como un pndulo, y acabando por hacerlagirar en el aire del ms extrao modo.

    Mi compaera, Miss H, aterrada ante el estupendo caso que tenla a la vista, huy arefugiarse en el ngulo ms apartado, mientras que la enana, bajo el impulso delderviche, acab por adquirir un movimiento rotatorio, como el de una peonza, durantedos minutos, hasta que fue disminuyendo y ces por completo.

    La infeliz enana, as mesmerizada, pareca sumida en un estado como de catalepsia,con su barba sobre el pecho, y espantosa sobre toda ponderacin. El derviche luegocerr cuidadosamente la nica ventana del recinto y habramos quedado a obscuras ano ser por un agujero de la misma, por donde penetraba un rayo de sol, que venia a caerexactamente sobre la muchacha. Nos impuso silencio con ademn solemne, cruz losbrazos sobre el pecho, y, fijando su mirada en el punto brillante que caa sobre la cabezade Tatmos, qued tan inmvil como ella, mientras yo me deshaca en cbalaspretendiendo averiguar qu relacin podran tener tamaas extravagancias con laaveriguacin del paradero de mi Ralph.

    El disco brillante que demarcaba el rayo de sol se fue convirtiendo, no s cmo, en unaestrella brillante. Por inexplicable fenmeno de ptica, la estancia que antes habaestado pobremente iluminada por aquel rayito de luz, se fue obscureciendo ms y ms amedida que aumentaba en brillantez la estrella, hasta que nos vimos envueltos en unaobscuridad verdaderamente cimeriana, mientras que la estrella titilaba y girabalentamente al principio; luego, con vertiginosa rapidez, creciendo hasta envolver a laenana como en un ocano luminoso. Finalmente, la estrella decreci en su giro, al parque se iba apagando con los suaves destellos de la luna en el agua, iluminando sinpenumbras el crculo y dejando el resto en absoluta obscuridad.

    Llegado as el supremo momento, el derviche, sin pronunciar palabra, alarg la mano,con la que me cogi la ma, sealndome el crculo luminoso. Por todo su mbito vimoscomo formarse y condensarse flculos blanquecinos de plateado brillo lunar, los cualesconstituyeron bien pronto informes figuras cambiantes, al modo de reflexiones astralesen un espejo. Pronto, con asombro por mi parte, y con la consternacin de mi amiga, senos present, en el panorama as formado, el puente principal, que une a la antigua conla nueva ciudad, atravesando el Cuerno de Oro desde Glata a Estambul. Vimosdeslizarse por el Bsforo los alegres caiques; el hormiguear de la ciudad; las quintas; lospalacios y dems edificios encarnados, reflejndose fantsticos en las aguas iluminadaspor el sol del medioda y desfilando mgicamente, hasta el punto de que no podamosdiscernir si era todo aquello lo que se mova o nos movamos simplemente nosotros. Loms extrao del caso era que, no obstante toda aquella agitada vida que se mostraba anuestra vista, no se escuchaba el menor ruido, sino que se desarrollaba en el silencioangustioso de un ensueo singular Las calles iban sucedindose unas a otras en raudo

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    desfilar nuestro o suyo. Ora pasaba una tienda de estrecha callejuela; ora un caf turcolleno de fumadores de opio en el momento en que uno de stos verta inadvertido elcaf y el narghil sobre su vecino, recibiendo de l una sarta de injurias. De visin envisin llegamos as ante un gran edificio, en el que reconoc el palacio del Ministerio deHacienda, y all, oh, dolor! en los fosos traseros del mismo, moribundo y lleno de fangosu sedoso pelo, yaca mi pobre perro Ralph, rodeado de otros perros de psimacatadura, que se entretenan en cazar moscas a la sombra

    Saba ya, pues, cuanto deseaba, aunque no haba dicho ni una palabra acerca del perroal derviche. impaciente por comprobar lo de mi perro trat de salir, pero, desaparecidaya la escena, Miss H se coloc a su vez al lado del derviche, murmurando en su odono s qu palabras con ese tono ardiente y apasionado con que suelen las jvenesenamoradas hablar del adorado l.

    Pensar en l dijo.

    No bien formulado casi mentalmente el deseo que tales palabras entraaban, cuandose nos present una gran planicie de arena, en cuyo fondo se vea el azulado mar bajolos rayos del sol y un gran vapor surcando las aguas a lo largo de la costa, seguido deblanca estela. La cubierta hormigueaba de pasajeros, y entre ellos resaltaba, apoyadocontra la barandilla de popa, un apuesto joven Era l!

    Miss H suspir, se sonri y sonroj alternativamente con la natural emocin.Despus concentr de nuevo su pensamiento, y he aqu ya que al par el barco se aleja ydesaparece. El espejo mgico queda unos momentos sin panorama. Mas bien prontootras manchas luminosas aparecen en su faz, que componen al fin el mbito de unabiblioteca con alfombra y cortinones verdes. Ante un montn de libros y sentado en unafrailera, est escribiendo un anciano a la luz de la lmpara. Su cabello es gris y estpeinado hacia atrs; su cara toda afeitada y respirando benevolencia

    El derviche hizo entonces un pequeo movimiento con la mano, imponindonossilencio. La luz del mgico campo palideci y de nuevo que damos sin ver imagenninguna. De all a poco torn a mostrrsenos Constantinopla, y con ella nuestrahabitacin del hotel con sus libros y peridicos sobre la mesa; el sombrero de viaje demi amiga colgado en la percha, y sobre su cama el vestido que se haba quitado aquellamaana para venir. Los detalles ms reales completaban el cuadro, y para mayormaravilla vimos sobre la mesa dos cartas sin abrir, recin tradas por el correo y cuyaletra de los sobres al punto fue reconocida por mi amiga. Eran ambas de un parientesuyo muy querido, por cuyo silencio se senta inquieta haca das.

    Nuevo cambio de la mgica escena, y henos ya como en el cuarto ocupado por elhermano de Miss H , quien yaca echado hacia atrs en un silln, mientras que uncriado le pona paos en la cabeza, de la que con horror vimos que sala sangre. Noacertbamos a explicarnos aquello, habindole dejado haca una hora y en perfectasalud. Miss H lanz un grito, y cogindome presurosa por la mano se lanz hacia lapuerta. Llegamos presurosos a casa, pudiendo comprobar, en efecto, que el jovenhermano de Miss H acababa de caerse por la escalera, producindose una herida de

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    escasa importancia; que sobre la mesa de nuestro gabinete esperaban, recin tradas,dos cartas dirigidas a Miss H por un pariente desde Atenas. No me falt ms paracomprobar en un todo nuestras visiones de el campo luminoso del espejo mgico delderviche, sino tomar un carruaje, dirigirnos hacia el Ministerio de Hacienda, en cuyofoso, tal y como tuviese la desdicha de verle en aquel espejo, estropeado, famlico, peroan con vida, yaca mi hermoso perdiguero, rodeado de otros perros de mal aspecto quecazaban moscas

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    UNA VIDA ENCANTADA(TAL COMO LA REFIRI UNA PLUMA)

    INTRODUCCIN

    as tortuosas calles de A, pequea ciudad rhenana, se vean sepultadas bajo undenssimo manto de niebla en una fra noche del otoo de 1884. Los moradores sehaban ya retirado horas haca, buscando en el sueo el descanso para sus

    laboriosas tareas del da. Todo era reposo, silencio, soledad y tristeza en aquellosmbitos vacos

    Tambin yo me hallaba en mi lecho; pero, ay!, de bien diferente manera por el dolor yla enfermedad que en l me retenan desde haca varios das. El silencio en torno mo enaquella noche de misterio era tal que, segn la paradjica frase de Longfelow, hasta seoa el silencio mismo. Perciba claramente hasta el latido de mi propia sangre al circularviolenta por mis miembros doloridos, y mi sobreexcitada imaginacin me llevaba comoa escuchar el susurro de una voz humana musitando no s qu misteriosas cosas en miodo. No pareca sino que era un eco transmitido desde largas distancias en una de esasgargantas de montaa tan solitarias como maravillosamente resonantes, que puedentransmitir una palabra a media milla cual por un tubo acstico. Era, s, la voz tan familiarpara m desde hace tantos aos: la voz de uno de esos grandes seres a quienes no se lespuede conocer sin sentirse en el acto presa de la ms viva veneracin, y a quien, en lostrances ms crueles del paroxismo de mis dolores mentales y fsicos siempre he debidola luz de un rayo de consuelo y de esperanza

    Olvida tus propios dolores me deca aquella suavsima e inefable voz apartando tuimaginacin de ellos Piensa en das felices y pretritos;

    en las lecciones que tantas veces has recibido acerca de los grandes misterios de laNaturaleza, verdades que los hombres, ciegos a toda luz espiritual, tanto se obstinan enno querer ver. Quiero hoy aadirte a tales enseanzas otra relativa a una vida extraade ese ser que tienes ah delante, precisamente tras las vidrieras de esa casa tristona deenfrente.

    Y diciendo esto, la voz pareca querer revelarme algo muy raro: el misterio de un almatras las paredes de la casa frontera. Los densos jirones de niebla que laman la fachadacomo fantasmas, fueron desapareciendo, y una claridad brillante y suave cual la de laluna, pareca tender, por decirlo as, un puente encantado entre mis ojos y la casaaquella, cuyas paredes acabaron como por hacerse transparentes a mi mirada,dejndome ver con toda limpidez el interior de una habitacin pequea, como de un

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    chalet suizo, con negruzcas paredes llenas de estantes con libros, manuscritos y arcaicosdecorados. De pechos sobre una obscura mesa de nogal se vea un viejo mal encarado,un espectro casi, segn lo amarillo y extenuado que se hallaba, con sus ojillospenetrantes y sus manos de marfil, escribiendo a la luz de la fnebre lmpara, queapenas si serva para hacer ms densas las tristezas y obscuridades de aquel pobrerecinto.

    Un instante despus, al ir a hacer un movimiento involuntario como para ver mejoraquel cuadro, dira que todo l por entero, es decir, habitacin, libros, espectro, etc.,atravesando el puente de argentina luz astral que cruzaba la calle, se haba trasladadofrente a frente de m hacia los pies de mi cama.

    Presta atento odo al rumor de esa pluma al rasgar el papel. continu dicindome lavoz misteriosa, tan distante y, sin embargo, tan cercana. As alcanzars a saber por lapluma misma la ms espeluznante y real de las historias de dolor que imaginartepuedes, olvidndote de tus propios sufrimientos y acortando las terribles horas de estanoche de insomnio. Ensaya, pues! aadi, repitiendo la tan conocida frmula decabalistas y rosacruces.

    Ensay, al punto, como se me ordenaba, concentrando toda m atencin en laimponente figura del anciano, quien pareca no darse ni cuenta de mi presencia. Alprincipio, el rasgueo de la pluma de ave de ste, me resultaba casi imperceptible, peropoco a poco fue hacindose ms claro y comprensible para m, cual si aquel personajede misterio estuviese relatando en alta voz aquello mismo que escriba. Pero no; loslabios de aquel espectro viviente no se desplegaban ni un instante para pronunciar lapalabra ms nfima. La voz, por otra parte, era vaga, vaca, cual acentos de seres del otromundo, y a cada letra y palabra un fulgor lvido y fosfrico pareca brotar bajo lospuntos de la pluma, a la manera de un fuego fatuo, no obstante hallarse, quiz, el serque delante tena, a muchos miles de millas de Alemania, cosa nada infrecuente en elencantado misterio de la noche, cuando, en alas de nuestra mgica imaginacinaprendemos bajo los destellas de sidrea sombra el sublime lenguaje del otro mundo,que lord Byron dira. Los clichs astrales de mis ojos y odos internos se impresionaronde un modo indeleble con las frases aquellas, as que hoy no tengo sino copiarlas paratransmitirlas como las recib, con riesgo de que las tornis por una novela forjada depropsito, acerca de un personaje fantstico, cuyo verdadero nombre averiguar nopude.

    Ora la aceptis como realidad, ora la consideris como cuento, espero, sin embargo,que ha de resultaros del ms vivo inters.

    Empiezo.

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    I

    EL DESCONOCIDO

    Nac en una aldeta suiza; un grupo de mseras cabaas enclavado entre dos glaciaresimponentes, bajo una cumbre de nieves perpetuas, y a ella, viejo de cuerpo y enfermode espritu, me he retirado desde hace treinta aos, para esperar tranquilo, con mimuerte, el da de mi liberacin Pero an vivo, acaso slo para dar testimonio dehechos pasmosos sepultados en el fondo de mi corazn: todo un mundo de horroresque mejor quisiera callar que revelar!

    Soy un perfecto ablico, porque, debido a mi prematura instruccin, adquir falsasideas, a las que hechos posteriores se han encargado de dar el ments ms rotundo.Muchos, al or el relato de mis cuitas, las considerarn como absolutamenteprovidenciales, y yo mismo, que no creo en Providencia alguna, tampoco puedoatribuirlos a la mera casualidad, sino al eterno juego de causas y efectos queconstituyen la vida del mundo. Aunque enfermo y decrpito, mi mente ha conservadotoda la frescura de los primeros das, y recuerdo hasta los detalles ms nimios deaquella terrible causa de todos mis males ulteriores. Ello me demuestra, bien a pesarmo, la existencia de una entidad excelsa, causa de todos mis males, entidad real, que yodeseara fuese tan slo mera creacin de mi loca fantasa Oh, ser maldito, tanterrible como bondadoso! Oh, santo y respetado seor, todo perdn: t, modelo detodas las virtudes, fuiste, no obstante, quien amarg para siempre toda mi existencia,arrojndome violentamente fuera de la gida montona, pero segura y tranquila, de loque llamamos vida vulgar; t, el poderoso que, tan a pesar mo, me evidenciaste larealidad de una vida futura y de mundos por encima del que vemos, aadiendo ashorrores tras horrores a mi msero vivir!

    Para mostrar bien mi estado actual, tengo que interrumpir y detener la vorgine deestos recuerdos, hablando de mi persona. Cunto no dara, sin embargo, por borrar demi conciencia ese odioso y maldito Yo, causa de todos nuestros males terrenos!

    Nac en Suiza, de padres franceses, para quienes toda la sabidura del mundo seencerraba en esa trinidad literaria del barn de Hoibach, Rousseau y Voltaire. Educadoen las aulas alemanas, fui ateo de cabeza a pies, y empedernido materialista para quienno poda existir nada fuera del mundo visible que nos rodea, y menos un ser quepudiese estar encima de este mundo y como fuera de l. En cuanto al alma, aada, anen el supuesto de que exista, tiene que ser material. Para el mismo Orgenes, el eptetode incorporeus dado a Dios, slo significa una causa ms sutil, pero siempre fsica, de laque ninguna idea clara podemos formar en definitiva. Cmo, pues, va ella a producirefectos tangibles? As, no hay por qu aadir que mir siempre al nacienteespiritualismo con desdn y asco, y casi con ira tambin las insinuaciones religiosas deciertos sacerdotes, sentimientos que, a pesar de todas mis tristes experiencias, conservoan.

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    Pascal, en la parte octava de sus Pensamientos, se muestra indeciso acerca de la mismaexistencia de Dios. Examinando, en efecto, por doquiera si semejante Ser Supremo hadejado por el mundo alguna huella de si mismo, no veo doquiera sino obscuridad,inquietud y duda completa Pero si bien en semejante Dios extracsmico jams hecredo, ya no puedo rerme, no, de las potencialidades maravillosas de ciertos hombresde Oriente, que les convierten virtualmente en unos dioses. Creo firmemente en susfenmenos, porque los he visto. Es ms, los detesto y maldigo cualquiera que sea quienlos produzca, y mi vida entera, despedazada y estril, es una protesta contra talnegacin.

    Por consecuencia de unos pleitos desgraciados, al morir mis padres perd casi toda mifortuna, por lo cual resolv, ms por los que amaba que por m mismo, labrarme unafortuna nueva, y aceptando la propuesta: de unos ricos comerciantes hamburgueses, meembarqu para el Japn, en calidad de representante de la Casa aquella. Mi hermana, aquien idolatraba, haba casado con uno de modesta condicin.

    El xito ms franco secund a mis empresas. Merced a la confianza en m depositadapor amigos ricos del pas, pude negociar fcilmente en comarcas poco o nada abiertasentonces a los extranjeros. Aunque indiferente por igual a todas las religiones, meinteres de un modo especial el buddhismo por su elevada filosofa, y en mis ratos desolaz visit los ms curiosos templos japoneses, entre ellos parte de los treinta y seismonasterios buddhistas de Kioto: DayBootzoo, con su gigantesca campana;Enarinolassero, Tzeonene, HigadziHongVonsi, KieMisoo y muchos otros. Nunca,sin embargo, cur de mi escepticismo, y me burlaba de los bonzos y ascetas del Japn,no menos que antes lo hiciera de los sacerdotes cristianos y de los espiritistas, sinadmitir la posibilidad ms nimia de que pudiesen aqullos poseer poderes extraos inestudiados por nuestra ciencia positiva. Ridculos en el ms alto grado, adems, meresultaban los supersticiosos buddhistas, buscando el hacerse tan indiferentes para eldolor como para el placer, por el dominio de las pasiones.

    Un da fatal y memorable, entabl amistad con un anciano bonzo denominadoTamoora Hideyeri. Con l visit el dorado KwonOn, y de su gran saber aprend nopoco. No obstante la devocin y afecto que por l senta, no perdonaba nunca laocasin propicia de burlarme de sus sentimientos religiosos; pero era de tan dulcecondicin como ilustrada, y a fuerza de buen buddhista, jams se me mostr ofendidolo ms mnimo por mis sarcasmos, limitndose a responder imperturbable: Esperad, yveris algn da. Su privilegiada mentalidad no poda creer que fuese sincero miescptico atesmo, tan por encima de la creencia ridcula en un mundo invisiblerechazado por la Ciencia y lleno de deidades y de espritus malos y buenos. El apaciblesacerdote me deca nicamente: El hombre es un ser espiritual que es recompensado ycastigado, alternativamente, por sus mritos y por sus culpas, teniendo por ello quevolver, reencarnado, mltiples veces a la Tierra. Contra aquellas clebres frases deJeremy Collier de que somos meras mquinas ambulantes, simples cabezas parlantes ysin alma ni ms leyes que las de la materia, arga que si nuestras acciones estuviesen deantemano previstas y decretadas, sin que tuvisemos ms libertad en ellas que la que

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    tienen de detenerse las aguas de un ro, la sabia doctrina del Karma, o de que cada cualrecoge aquello que sembr, sera absurda. As, pues, toda la metafsica de mi amigo sebasaba en esta imaginaria ley, junta con la de la metempscosis y otros delirios de estejaez.

    Despus de esta vida material no podemos dijo absurdamente mi amigo cierto davivir en el completo uso de nuestra conciencia sin habernos construido, por decirlo as,un vehculo, una slida base de espiritualidad. Quien durante esta vida fsica, conscientey responsable, no ha aprendido a vivir en espritu, no puede aspirar luego a una plenaconciencia espiritual, cuando, privado de su cuerpo, tenga que vivir como mero espritu.

    Pues, qu entiende usted por vida como espritu? le pregunt.

    La vida es un plano puramente espiritual, el Jushitz Devaloka, o paraso buddhista,por cuanto el hombre, mediante su cerebro animal y todas las facultades que desarrollaaqu en la Tierra, se labra ese elevadsimo estado celeste entre dos sucesivasexistencias, transportando a ese plano de superior felicidad cuanto aqu abajo labr,mediante. el estudio y la contemplacin.

    Qu le sucede al hombre que rehsa la contemplacin, es decir, que se niega a fijarsu vista en la punta de su nariz, despus de la muerte de su cuerpo? le pregunt burln.

    Que ser tratado al tenor de aquel estado mental que en su conciencia prevaleci. Enel caso mejor, tendr un renacimiento inmediato, y en el peor un Avitchi o infiernomental. No es preciso, sin embargo, hacerse un completo asceta: basta con esforzarseen aproximarse al Espritu viviendo una vida espiritual; abriendo, aunque slo sea porun momento, la puerta de nuestro Templo Interior.

    Sois siempre potico, aun en vuestras paradojas!, amigo mo le respond Querisexplicarme un poco semejante misterio?

    No es ningn misterio, replic pero gustoso os responder. Suponed que el planoespiritual de que os hablo sea cual un templo en el que jams pisasteis y cuyaexistencia, por tanto, creis tener fundamento para negar, pero que alguien, compasivo,os toma por la mano, y conducindoos hacia la entrada, os hace mirar dentro uninstante tan slo. Por este mero hecho habris establecido un lazo imperecedero con eltemplo. No podris, desde aquel da, negar su existencia, ni el hecho de haber entradoen l, y segn haya sido vuestro trabajo en l breve o largo, as viviris en l despus dela muerte.

    Pues qu tiene que ver mi conciencia postmortem con semejante templo, aun en elfalso caso de que la otra vida exista?

    Mucho! Despus de la muerte termin diciendo el sabio anciano no puede haberconciencia alguna fuera del Templo del Espritu. Lo ejecutado en sus mbitos es lo nicoque a vuestra muerte sobrevivir, porque todo lo dems, como vano e ilusorio, estllamado a disolverse en el Ocano de Maya o de la ilusin.

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    Como me chocaba, a fuerza de simple curioso, la peregrina y absurda idea de vivirfuera de mi cuerpo, disfrac mi escepticismo, y fingiendo interesarme por todo aquello,obligu a mi amigo a que continuase, engaado por completo respecto de misintenciones.

    Tamoora Hideyeri serva en TriOnene, templo buddhista famoso no slo en el Japn,sino en toda China y en el Tibet; no hay en Kioto otro tan venerado, y sus monjes,secuaces de Dzenodoo, son tenidos por los mejores y los ms sabios, entre aquellasfraternidades meritsimas, relacionadas a su vez con los ascetas o eremitas llamadosJamabooshi, discpulos de Laotse. As se explican los altos vuelos metafsicos que, connimo de curarme mi ceguera mental, diese siempre mi amigo a nuestra conversacin,llevndome hacia sus enmaraadas doctrinas con sus peroratas, disparatadas a mi juicio,y sus ideas de espiritualidad, cuya prctica parece una verdadera gimnasia del planoespiritual.

    Tamoora haba dedicado ms de las dos terceras partes de su vida a la yoga ocontemplacin prctica, que le haba dado las pruebas de que,. una vez despojados loshombres de su cuerpo material con la muerte, vivan con plena conciencia en el mundoespiritual recogiendo el fruto centuplicado de sus acciones nobles y altos sentimientos,salario proporcionado, deca el asceta, al trabajo que se esforzaba aqu abajo en realizar.

    Pero, y si uno no hace ms que asomarse al templo de la espiritualidad y retroceder,qu le acontecer despus? objet con mi eterno escepticismo.

    Pues que en la otra vida no tendrais nada bueno que recordar, salvo aquel felizinstante, porque en dicha vida espiritual slo se registran y viven las impresionesespirituales respondi el monje.

    Entonces, antes de reencarnar aqu abajo, qu me sucedera? aad burlonamente.

    Entonces dijo, lento y solemne el sacerdote, con un aplomo severo que daba frodurante un perodo, que parecera una eternidad a vuestra angustia, no harais sinorepetir una y mil veces la accin de abrir y cerrar el templo con esa desesperanterepeticin de los temas de la calentura.

    Semejante tarea que el buen hombre me asignaba postmortem, me hizo soltar unacarcajada. Aquello era el colmo del absurdo! Pero mi amigo se limit a suspirar,compasivo, aadiendo, as que yo le ped perdones por mi sinceridad:

    No. Dicho estado espiritual despus de la muerte no consiste en una repeticinmmica y automtica de lo realizado en la vida, sino el llenar y completar los vacos deella. Yo me he limitado a poneros un ejemplo, incomprensible para vos, por lo que veo,de los misterios relativos a la Visin del Alma. Siendo entonces nuestro estado deconciencia el goce final de cuantos actos espirituales hemos ejecutado en vida, cuandouno de stos ha resultado fallido, no podemos esperar otra cosa que la repeticin delacto mismo.

    Y saludndome cortsmente, como buen japons, el noble sacerdote se despidi dem.

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    Ah, si me hubiera sido entonces posible el saber lo que despus aprend por dolorosaexperiencia..., cun poco me hubiera burlado de aquella enseanza sapientsima!... Masno, yo no poda creer a ojos cerrados en tamaos absurdos, y muy especialmente en queciertos hombres elevados pudiesen adquirir poderes como sobrenaturales.Experimentaba una repulsin instintiva hacia aquellos eremitas o yamabooshi,protectores de todas las sectas buddhistas del Japn, porque sus pretensionesmilagreras me parecan el colmo de la necedad. Quines podrn ser estos presuntosmagos, de ojos bajos y manos cruzadas, esos santos mendigos, moradores extraos demontaas apartadas y escabrosas, inaccesibles hasta el punto de que a los simplescuriosos acerca de su naturaleza les era imposible de todo punto llegar hasta ellas?No podan ellos ser sino unos adivinos sin vergenza, unos gitanos vendedores dehechizos, talismanes y brujeras.

    Como se ve, mis insultos y mis odios alcanzaban por igual a maestros y a discpulos,porque conviene no olvidar que los yamabooshi, aunque no aceptan a los profanoscerca de ellos, a algunos, tras duras pruebas, los reciben como discpulos, quienes danperfecto testimonio acerca de la sabidura y de la pureza de su vida.

    Mis desprecios no se detuvieron ni en los mismos sintos, es decir, en aquellos otrosreligiosos del SinSyu, o Sintosmo, cuya divisa es la de fe en los dioses y en el caminode los dioses, porque practican un culto absurdo a los llamados espritus de laNaturaleza. As me capt no pocos enemigos, porque los Sinlokanusi, o maestrosespirituales de este culto, pertenecen a la aristocracia japonesa, con el propio Mikado asu cabeza, y los secuaces del mismo constituyen el elemento ms sabio de todo elJapn. No olvidemos que los kanusi, o maestros del Sintosmo, no proceden deordenacin regular alguna conocida, ni forman casta aparte. Como jams alardean deposeer poderes ni privilegios que les eleven sobre los dems, y visten como los seglarespasando como meros estudiantes de las ocultas ciencias del espritu, ms de una veztuve contacto con ellos sin sospechar siquiera su elevada categora.

    II

    EL VISITANTE MISTERIOSO

    Con el transcurso de los aos, en lugar de mejorar, se agrav mi lamentableescepticismo. Mi hermana, que era toda mi familia en el mundo, se haba casado, vivaen Nuremberg y sus hijos me eran queridos como si hijos mos fuesen. Oh, y cmoamaba a aquella hermana mrtir que antao se sacrific a s misma y al hombre que seprest a ayudar a mi padre en su vejez y darme a m la educacin debida! Los quesostienen que ningn ateo puede ser ni sbdito leal, ni fiel pariente, ni amigo carioso,profieren la mayor de las calumnias. Es falso, s, que el materialista se endurezca decorazn con los aos, incapaz de amar, como dicen amar los creyentes. Puede que ello

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    sea verdad en algn caso, y que el positivista propenda a la vulgaridad y al egosmo,pero el hombre bondadoso que se hace lo que suele llamarse ateo, no por motivosegostas, sino por amor a la verdad, no hace sino fortalecer sus afectos hacia loshombres todos. Cuntas aspiraciones hacia lo desconocido dejan de sentir; cuntasesperanzas se rechazan respecto de un cielo con su Dios correspondiente, seconcentran, centuplicadas sin duda, en los seres amados y aun se extienden a lahumanidad entera

    Un amor as fue el que me impuls a sacrificar mi dicha para asegurar la de aquellasanta hermana que haba sido una madre para m. Casi nio, part para Hamburgo,donde luch con el ardor de quien trata de ayudar a sus seres queridos. Mi primer placerefectivo fue el de ver casada a mi hermana con el hombre a quien por m habasacrificado, y ayudarles. Tan desinteresado era mi cario hacia ellos y luego hacia sushijos, que jams quise constituirme por mi parte un hogar nuevo, pues el hogar de mihermana, compuesto pronto de once personas, era mi iglesia nica y el objeto de misidolatras. Por dos veces, en nueve aos, cruc el mar con el solo fin de estrechar contrami corazn a seres tan caros a mi amor, tornando en seguida al extremo Oriente aseguir trabajando para ellos.

    Desde el Japn mantuve siempre correspondencia con mi familia, hasta que un da lacorrespondencia qued cortada por sta, sin que pudiese Yo adivinar la causa. Durantetodo un ao estuve sin noticia alguna, esperando en vano da tras da y temindomealguna desgracia. Cuantos esfuerzos hice por saber de ella fueron intiles.

    Mi buen amigo me dijo un da mi nico confidente Tamoora por qu no buscis elremedio a vuestras ansiedades consultando a un santo yamabooshi?

    No hay por qu decir con qu desprecio rechac la propuesta. Pero a medida que loscorreos de Europa se sucedan en vano, mi ansiedad se iba trocando en desesperacinirresistible, que degener en una especie de locura. Era ya intil toda lucha, y yo,pesimista a estilo Holbach, creyente en el aforismo de que la necesidad era el acicatepara la dicha filosfica y el factor que ms vigoriza a la humana flaqueza, me sentavencido Olvidando, pues, mi fatalismo frente a los ciegos decretos del destino, nopoda resignarme. Mi conducta, mi temperamento eran ya muy otros que los de antao,y, cual joven histrico, mil veces trataba mi mirada de sondear a travs de los mares laverdadera causa de aquel enigma que me pona ya al borde de la locura. S; undespreciable y supersticioso anhelo, me mova, bien a pesar mo, a desear conocer lopasado y lo futuro

    Cierto da, al. declinar el sol, mi amigo, el bonzo venerable, se present en mi barraca.Como haca das que no nos veamos, vena a informarse sobre mi salud.

    Por qu os molestis en ello? le dije sarcstico, aunque arrepintindome al puntode mi imprudencia Tenais ms sino consultar a un yamabooshi, que a distanciapueden verlo. y saberlo todo?

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    Ante tamao ex abrupto, pareci un tanto ofendido el bonzo; pero, al contemplar miabatido aspecto, replic bondadoso que debera yo seguir su consejo de siempre,consultando acerca de mis torturas mentales a un miembro de aquella santa Orden.

    Desafo a cuantos se jactan de poseer poderes mgicos le repliqu, presa de retadordesprecio a que me adivinen en quin estaba yo pensando ahora y qu es lo que estapersona realiza en estos momentos.

    A lo cual el imperturbable bonzo respondi:

    Nada ms fcil: dos puertas por cima de mi casa se halla un santo yamabooshivisitando a un sinto que yace enfermo. Con slo que pronunciis una palabra afirmativa,os puedo conducir a su presencia augusta

    Y la palabra fue pronunciada, con lo cual qued ya dictada mi sentencia cruel paramientras viva. Cmo describir, en efecto, la escena que vino despus? Baste decir queno haban transcurrido apenas quince minutos desde que acept la propuesta delbonzo, cuando me vi frente por frente de un anciano alto, noble y extraordinariamentemajestuoso, para ser de esa raza japonesa tan delgada, macilenta y minscula. Alldonde pens hallar una obsequiosidad servil, tropec con ese tranquilo y dignocontinente caracterstico del hombre que conoce su superioridad moral y mira conbenevolencia la equivocacin de aquellos que no alcanzan a reconocerla debidamente.A las preguntas irreverentes y burlonas que, necio, le hice, guard silencio, mirndomede hito en hito cual mirarla un mdico a un enfermo en su delirio, y yo, desde el instantemismo en que l fij su escrutadora mirada en mis ojos, sent, o vi ms bien, un comodelgado, y argentino hilo de luz, que, brotando de sus intensos ojos, penetraba buido enlo ms recndito de mi ser, sacando de mi corazn y de mi cerebro, bien a pesar mo, elsecreto de mis ms ntimos sentimientos y pensamientos. No caba duda, aquel hombreimponente se adueaba de todo mi ser, hasta el punto de serme aquelloangustiosamente intolerable.

    Esforzndome cuanto pude en romper la fascinacin aquella, le incit a que me dijesequ era lo que haba podido leer en mi pensamiento.

    Una ansiedad extremada por saber qu puede haberle ocurrido a su lejana hermana,a su esposo y a sus hijos fue la respuesta exacta que me di con toda tranquilidadaquel hombreprodigio, aadiendo detalles completos acerca de la morada de aqullos.

    Escptico incurable, dirig una mirada acusadora al bonzo, sospechando de suindiscrecin; mas al punto me avergonc de mi sospecha sabiendo por un lado que losjaponeses son esencialmente veraces y caballeros, y por otro, que Tamoora no podasaber nada acerca de la disposicin interior de la casa de mi hermana, cuya descripcinexacta, sin embargo, acababa de darme el yamabooshi.

    El extranjero respondi ste, al interrogarle de nuevo acerca del actual estado de miinolvidable hermana no se fa de palabras de nadie, ni de nada que l no pueda percibirpor s mismo. La impresin que en l pudiesen causar las palabras del yamabooshiacerca de aqulla, apenas durara breves horas, dejndole luego tanto o ms

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    desgraciado que antes, por lo cual slo cabe un remedio, y es el de que el extranjero veay conozca la verdad por s mismo. Est, pues, dispuesto a dejarse poner en el estadorequerido a todo ymabooshi, estado para l desconocido?

    Al or aquello, mi primera impresin fue, como siempre, la de la son risa escptica.Aunque sin fe jams en ellos, yo haba odo en Europa hablar de pretendidosclarividentes, de sonmbulos magnetizados y otras cosas anlogas, por lo que,desconfiado, prest, no obstante, mi silencioso consentimiento.

    III

    MAGIA PSQUICA

    Desde aquel instante procedi a operar el anciano yamabooshi. Alz la vista al sol y alexcelso Espritu de Tendziodaidzio que al sol preside, y hallndole propicio, sac debajo su manto una cajita de laca con un papel de corteza de morera y una pluma de ave,con la que dibuj6 sobre el papiro unos cuantos mantrams en caracteres naiden, escriturasagrada que slo entienden ciertos msticos iniciados. Luego extrajo tambin unespejito redondo de bruido acero, cuyo brillo era extraordinario, y colocndoselo antelos ojos, me orden que mirase en l.

    Yo haba odo hablar de semejantes espejos de los templos y hasta los haba vistovarias veces, siendo opinin corriente en el pas que en ellos, y bajo la direccin desacerdotes iniciados, pueden verse aparecer los grandes espritus reveladores denuestro destino, o sean los daijdzins, Por ello me supuse que el anciano iba a evocarcon el espejo la aparicin de una de tales entidades para que contestase a mispreguntas, pero lo que me aconteci fue harto diferente.

    En efecto, tan pronto como tom en mis manos el espejo abrumado por la angustia demi absurda posicin, not como paralizados mis brazos y hasta mi mente, con aqueltemor quiz con que tantos otros sienten en su frente el invisible aletazo de la intrusa.Qu era aquella sensacin tan nueva y tan contraria a mi eterno escepticismo, aquelhielo que paralizaba de horror todos mis nervios y aun la conciencia y la razn en mipropio cerebro? Cual si una serpiente venenosa me hubiese mordido el corazn, dejcaer el me avergenzo de usar el adjetivo! el espejo mgico, sin atreverme arecogerle del sof sobre el que me haba reclinado. Se entabl un momento en mi seruna lucha terrible entre mi indomable orgullo, mi ingnito escepticismo y el ansiainexplicable que me impulsaba a pesar mo a sumergir mi mirada en el fondo delespejo Venc mi debilidad un instante, y mis ojos pudieron leer en un librito abierto alazar sobre el sof esta extraa sentencia: El velo de lo futuro, le descorre a veces lamano de la misericordia. Entonces, como quien reta al Destino, recog el fatdico ybrillante disco metlico, y me dispuse a mirar en l. El anciano cambi breves palabrascon mi amigo el bonzo, y ste, acallando mis constantes suspicacias, me dijo:

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    Este santo anciano le advierte previamente que si os decids a ver mgicamente, porfin, en el espejo, tendris que someteros luego a un procedimiento adecuado depurificacin, sin lo cual aadi recalcando solemnemente las palabras lo que vais aver lo veris una, mil, cien mil veces y siempre contra toda vuestra voluntad y deseo.

    Cmo? le dije con insolencia.

    S, una purificacin muy necesaria para vuestra futura tranquilidad; una purificacinindispensable, si no queris sufrir constantemente la mayor de las torturas; unapurificacin, en fin, sin la cual os transformarais para lo sucesivo en un videnteirresponsable y desgraciado, y tamaa responsabilidad gravitara sobre mi conciencia, sino os lo advirtiese as, del modo ms terminante.

    Tiempo habr luego de pensarlo! respond imprudentemente.

    Ya estis al menos, advertido exclam el bonzo, con desconsuelo y toda laresponsabilidad de lo que os ocurra caer nicamente sobre vos mismo, por vuestraterquedad absurda!

    No pude ya reprimir mi impaciencia, y mir el reloj con gesto que no pas inadvertidoal yamabooshi: eran, precisamente, las cinco y siete minutos!

    Concentrad cuanto podis en vuestra mente sobre cuanto deseis ver o saber dijo elexorcista ponindome el espejo mgico en mis manos, con ms impaciencia eincredulidad que gratitud por mi parte. Tras un ltimo momento de vacilacin, exclam,mirando ya en el espejo:

    Slo deseo saber el por qu mi hermana ha dejado de escribirme tan repentinamentedesde

    Pronunci yo, en realidad, tales palabras, o las pens tan slo? Nunca he podidosaberlo slo s tengo bien presente que, mientras abismaba mi mirada en el espejomisterioso, el yamabooshi tena extraamente fija en m su vista de acero sin que jamsme haya sido dable poner en claro si aquella escena dur tres horas, o tres merossegundos. Recuerdo, s, los detalles ms nimios de la escena, desde que cog el espejocon mi izquierda, mientras mantena entre el pulgar y el ndice de mi derecha un papirocuajado de rnicos caracteres. Recuerdo que, en aquel mismo punto, perd la nocincabal de cuanto me rodeaba, y fue tan rpida la transicin desde mi estado de vigilia aaquel nuevo e indefinible estado, que, aunque haban desaparecido de in vista el bonzo,el yamabooshi y el recinto todo, me vea claramente desdoblado, cual si fuesen de otroy no mas mi cabeza y mi espalda, reclinadas sobre el divn y con el espejo y el papiroentre las manos

    Sbito, experiment una necesidad invencible como de marchar hacia adelante,lanzado, disparado como un proyectil, fuera de mi sitio, iba a decir, necio, fuera de micuerpo! Al par que mis otros sentidos se paralizaban, mis ojos, a lo que cre, adquirieronuna clarividencia. tal como jams lo hubiese credoMe vi, al parecer, en la nueva casade Nuremberg habitada por mi hermana, casa que slo conoca por dibujos, frente apanoramas familiares de la gran ciudad, y al mismo tiempo, cual luz que se apaga o

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    destello vital, que se extingue, cual algo, en fin, de lo que deben experimentar losmoribundos, mi pensamiento pareca anonadarse en la nocin de un ridculo muyridculo, sentimiento que fue interrumpido en seguida por la clara visin mental de mmismo, de lo que yo consideraba mi cuerpo, mi todo no puedo expresarlo de otramanera recostado en el sof, inerte, fro, los ojos vidriosos, con la palidez de la muertetoda en el semblante, mientras que, inclinado amorosamente sobre aquel mi cadver ycortando el aire en todas direcciones con sus huesosas y amarillentas manos, se hallabala gallarda silueta del yamabooshi, hacia quien, en aquel momento, senta el odio msrabioso e insaciable As, cuando iba en pensamiento a saltar sobre el infamecharlatn, mi cadver, los dos ancianos, el recinto entero, pareci vibrar y vacilarflotante, alejndose prontamente de m en medio de un resplandor rojizo. Luego merodearon unas formas grotescas, vagas, repugnantes. Al hacer, en fin, un supremoesfuerzo para darme cuenta de quin era yo realmente en aquel instante pues que asme vea separado brutalmente de mi cadver, un denso velo de informe obscuridadcay sobre mi ser, extinguiendo mi mente bajo negro pao funerario

    IV

    VISIN DE HORRORES

    Dnde estoy? Qu me acontece?, me pregunt ansiosamente tan pronto como, alcabo de un tiempo cuya duracin me sera imposible de precisar, torn a hallarme enposesin de mis sentidos, advirtiendo, con sorpresa, que me mova rapidsimo haciaadelante, a la vez que experimentaba una rara y extraa sensacin como de nadar en elseno de un agua tranquila, sin esfuerzo ni molestia alguna y rodeado por todas partesde la obscuridad ms completa. Se dira que bogaba a lo largo de una inacabable galerasubmarina y llena de agua; de una tierra denssima, al par que perfectamentepenetrable, o de un aire no menos sofocante y denso que la tierra misma, aunqueninguno de aquellos elementos me molestase lo ms mnimo en mi desenfrenadamarcha de humano proyectil lanzado hacia lo desconocido, mientras que aun sonabael eco de aquella mi ltima frase: deseo saber las razones por las que mi hermanaquerida guarda tan prolongado silencio para conmigo que Pero de cuantas palabrasconstaba aquella frase, slo una, la de saber, perduraba angustiosa en mi odo,viniendo a m cual una criatura viviente que con ello me obsesionase.

    Otro movimiento ms rpido e involuntario, otra nueva zambullida en aquel taninforme como angustioso elemento, y hme aqu ya, de pie, efectivamente de pie,dentro del suelo, amacizado, por todos lados en una tierra compacta, y, que resultaba,sin embargo, de perfecta transparencia para mis perturbadsimos sentidos. Cunabsurda, cun inexplicable situacin! Un nuevo instante de suprema angustia, y hmeahora horror de horrores! con un negro atad tendido bajo mis pies; una sencilla caja depino, lecho postrero de un desdichado que ya no era un hombre de carne, sino un

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    repugnante esqueleto, dislocado y mutilado, cual vctima de nueva Inquisicin, mientrasla voz aquella, ma y no ma a la vez, repeta el eterno sonsonete postrero de saberlas razones por las que sonando junto a m, pero como proviniendo, no obstante, dela ms apartada lejana y despertando en mi mente la idea de que en todas aquellasintolerables angustias no llevaba empleado tiempo alguno, pues que estabapronunciando, todava las palabras mismas con las que en Kioto, al lado delyamabooshi, empezaba a formular mi anhelo de saber lo que a mi pobre hermanaaconteca a la sazn.

    Sbito, aquellos informes y repugnantes restos principiaron a revestirse de carne ycomo a recomponerse en el ms extrao de los retornos retrospectivos, hasta reintegrarel aspecto normal de un hombre cuya fisonoma ay! me era harto conocida, pues queresultaba nada menos que el marido de mi pobre hermana, a quien tanto haba amadotambin; pero a quien, en medio de la mayor indiferencia, vea ahora destrozado comosi acabase de ser vctima de un accidente cruel. Qu te ha ocurrido, desdichado?trat de preguntarle.

    En el inexplicable estado en que yo me hallaba, no bien me formulaba mentalmenteuna pregunta cualquiera, la contestacin se me presentaba instantnea cual en unpanorama retrospectivo. Vi, pues, as, en el acto y detalle tras detalle, todas lascircunstancias que rodearon a la muerte de mi desdichado Karl, a saber: que el principalde la fbrica, en la que, lleno de robustez y de vida, l trabajaba, haba trado deAmrica y montado una monstruosa mquina de aserrar maderas; que ste, para apretaruna tuerca o examinar el motor, haba tenido un momento de descuido, y que habasido cogido por el juego del volante, precipitado, hecho trizas, antes de que loscompaeros pudieran correr en su auxilio Muerto, triturado, transformado enhorrible hacinamiento de carne y de sangre, que, sin embargo, no me causaba laemocin ms nfima, cual si de fro mrmol fuese!

    En mi macabra, aunque indiferente pesadilla, acompa al cortejo funerario. Nosdetuvimos en la casa de la familia y, como si se tratase de otro que no fuera yo,presenci impasible la escena de la llegada a ella de la espantosa noticia con susmenores detalles; escuch el grito de agona de mi enloquecida hermana; percib elsordo golpe de su cuerpo, cayendo pesadamente sobre los restos de su esposo, y hastao pronunciar mi nombre. Pero no se crea que lo perciba como de ordinario, sino muchoms intensamente, pues que poda seguir con la ms impasible de las curiosidadesindiscretas, el sacudimiento y la perturbacin instantnea de aquel cerebro al estallar laescena; el movimiento vermiforme y agigantado de las fibras tubulares; el cambiofulgurante de coloracin en el encfalo y el paso de la materia nerviosa toda desde elblanco al escarlata, al rojo sombro y al azul: un como relmpago lvido y fosfricoseguido de completa obscuridad en los mbitos de la memoria, cual si aquellafulguracin surgida de la tapa del crneo, se ensanchase dibujando un contornohumano, duplicado, desprendido del inerte cuerpo de mi hermana, que se ibaextendiendo y esfumando, mientras que yo me deca a m mismo: Esto es la locura, laincurable locura de por vida, pues que el principio inteligente, no slo no est

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    extinguido temporalmente, sino que acaba de abandonar para siempre el tabernculocraneano, arrojado de l por la fuerza terrible de la repentina emocin El lazo entrela esencia animal y la divina se acaba de romper, me dije, mientras que al or el trminodivino tan poco familiar en m, mi Pensamiento se ech como a rer al par queseguan resonando como en el primer momento el final de mi inacabable frase saberlas razones por las que mi hermana querida guarda tan

    Al conjuro de mi inacabable pregunta, la escena reveladora continu. Vi a la madre, ami propia hermana, convertida en una infeliz idiota en el manicomio de la ciudad, y asus siete hijos menores en un asilo, mientras que mis predilectos, el chico, de quinceaos, y la chica mayor, de catorce, se ponan a servir como criados. El capitn de unbuque mercante se llevaba a mi sobrino, y una vieja hebrea adoptaba a la pobre nia.

    Yo segua anotando en mi mente todos aquellos horripilantes