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    La ausencia del libroNietzsche y la escriturafragmentaria

    Maurice Blanchot

    Ediciones Caldn, Buenos Aires, 1973

    Coleccin El hombre y su mundo, 12dirigida por Oscar del Barco

    Labsence du livreapareci en la revistaLEphmre, N10, Pars, y fue traducido

    por Alberto Drazul

    Nietzsche y la escritura fragmentariafue tomado de la revista Eco, de Bogot.

    La paginacin se corresponde

    con la edicin impresa. Se haneliminado las pginas en blanco.

    http://letrae.iespana.es/
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    LEER BLANCHOT

    La lectura de estos dos textos presupone, por lo menos, lalectura de El espacio literario y de El libro que vendr, amboseditados en espaol. Blanchot no abandona sus temas sino quevuelve a ellos desde otro crculo. Su pensamiento rechaza la lnearecta. El crculo presupone estar en lo mismo pero de maneradistinta, presupone volver al punto de partida pero sabiendo queno hay un punto de partida, que todo comienza a cada instante; la

    lnea recta presupone un origen y un fin, una superacin del pa-sado hacia un futuro pleno; en tanto que el crculo avanza, cadapunto es una plenitud, por lo tanto un olvido, una supresin,cada punto contempla todo, pero a su vez, en el vrtice de la paradoja,nunca se cierra: en un lenguaje aproximado al de Blanchot podra-mos decir que se trata de una ausencia de crculo. Y no es unaimagen. Tambin la recta es una ausencia, pues jams puede alcan-

    zarse, pero se la alcanza mediante lo propiamente ideolgico: elorigen y el fin no existen, se los inventa; la crtica apunta a lossoportes de una concepcin lineal; tampoco el crculo puede al-canzarse, cerrarse, pero la concepcin circular corrompe, destruyela metafsica de la linearidad. La obra de Blanchot es una repe-ticin constante de lo mismo. Sus novelas, sus trabajos de cr-tica, su filosofa, no tienen diferencia: el Espacio literario es otra

    forma de Lattente loubli, y Lattente loubli es una forma de El

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    libro que vendr o de Thomas lobscur o de Larrt de mort o deSade y Lautramont... Podramos decir que se trata de una me-ditacin acerca del lenguaje, o, para ser ms exacto, de un cues-tionamiento del lenguaje sobre s mismo: es el lenguaje y a este

    nivel de generalidad podremos hablar de escritura quien se inte-rroga. Esta aseveracin es oscura, pero no podemos dejar de ate-nernos a ella. Presupone las condiciones que la hacen posibles. Nohay otra forma de acercarse a Blanchot sino mediante el pensa-miento del lenguaje escritura (lo cual no slo significa que nosencontramos frente a una obra de lenguaje, sino toda la crtica aldiscurso occidental implcito en el reconocimiento del lengua-

    jeescritura). Michel Foucault, en su ensayo sobre Blanchot (ti-tulado: El pensamiento del afuera, lo que equivale a marcar eldescentramiento del sujeto o muerte del hombre [recin ahorasabemos que la muerte de Dios hegeliana es la muerte del hom-bre, porque Dios era el hombre]: crtica de todo humanismo),dice que el Yo hablo pone en peligro toda la ficcin moder-na. Leamos: Si bien la posicin formal del yo hablo no plantea

    ningn problema que le sea propio, su sentido, pese a su aparenteclaridad, obra sobre un dominio de problemas que tal vez seailimitado. En efecto, yo hablo se refiere a un discurso que ofre-cindole un objeto le servira de soporte. Ahora bien, este discursofalta; el yo hablo slo encuentra su soberana en la ausencia detodo otro lenguaje, el discurso del cual hablo no preexiste a ladesnudez enunciada en el momento cuando digo yo hablo; y

    desaparece en el mismo instante en que callo. Toda posibilidad delenguaje est, aqu, agostada por la transitividad donde se cumple.La rodea el desierto. En qu extrema delicadeza, en qu cimasingular y sostenida se recoger un lenguaje que ha de quererrecobrarse en la forma despojada del yo hablo? A menos, preci-samente, que el vaco donde se manifiesta la fineza sin contenidodel yo hablo slo sea una abertura absoluta por donde el lenguaje

    puede expandirse hasta el infinito, mientras el sujeto el yo quehabla se destroza, se dispersa y se expande hasta desaparecer enese espacio desnudo. Si el lenguaje slo tiene su sitio en la sobe-rana solitaria del yo hablo, entonces nada puede limitarlo dederecho, ni aqul a quien se dirige, ni la verdad de lo que dice,ni los valores, ni los sistemas representativos que utiliza; en resu-men: ya no es discurso o comunicacin de un sentido, sino des-

    pliegue del lenguaje en su ser bruto, pura exterioridad desplegada;

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    y el sujeto que habla ya no es el responsable del discurso (quien lotiene, quien afirma y juzga en l, a veces se representa en el mismomediante una forma gramatical dispuesta a tal fin) sino la inexis-tencia, en el vaco de la cual se prosigue sin descanso el derra-

    mamiento indefinido del lenguaje. En resumen: la experiencia dellenguaje horroriza a la reflexin occidental porque pone en peligrola evidencia del yo soy y, en el yo soy, lo que est en peligroes occidente en la multiplicidad de sus creaciones, la cultura occi-dental (decimos occidental en el sentido de sociedad capitalista).Esta experiencia del lenguaje es, precisamente, la que fascina aBlanchot. El lenguaje no es presencia, nos dice, sino ausencia

    (hablando de Mallarm, dice: Las lenguas no tienen la realidadque expresan, siendo extraas a la realidad de las cosas, a la oscuraprofundidad natural, pertenecen a esa realidad ficticia que es elmundo humano, desprendido del ser, til para los seres. Ellenguaje adquiere entonces toda su importancia: se convierte en loesencial; el lenguaje habla como esencial y por eso la palabra con-fiada al poeta puede ser llamada esencial. Esto significa, en primer

    trmino, que las palabras, al tener la iniciativa, no deben servirpara designar algo ni para expresar a nadie, sino que tienen su finen s mismas. En lo sucesivo, no es Mallarm quien habla, sino queel lenguaje se habla, el lenguaje como obra y como obra del len-guaje), signo con un correlato ausente, diferencia donde uno delos trminos est irremisiblemente ausente. Fascinacin, nostalgiade la cosa plena. Signo derruido como signo, por cuanto todo

    signo es signo de algo. S, todo signo es signo de algo, pero esealgo se difiere, es pero no es, al menos nunca lo tenemos, sonhuellas que nos remiten a otras huellas pero nunca a una presencia,la presencia de una piedra, de un animal o de un dios, que lahayan marcado sobre la arena, huellas que se borran y surgen desu propia borradura, fugaces e inalterables, huellas, como diceDerrida, que instauran el juego de las diferencias y de la diferencia,

    donde la palabra instaurar no tiene sentido de origen, porque elorigen, la temporalidad, es, tal vez, la consistencia de la huella,quiero decir que la posibilidad del tiempo implica otra posibilidad,no decible, esa posibilidad no anterior pero que se abre, se sub-sume en su manifestacin de temporalidad: Escribir es entregarsea la fascinacin de la ausencia de tiempo. El lenguaje nos cons-tituye, es decir ese flujo sin origen, esa repeticin inmvil como una

    piedra. La tente loubli (novela? ensayo? filosofa? prosa?t

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    poesa?... es un discurso sobre el lenguaje. En la primera pginaya surge la pregunta por el quin? del habla: quin habla?pregunta aparentemente inocente, pero que anuda todo, en primerlugar el sujeto del habla, ese sujeto fantasmal, fruto de toda la

    metafsica: como si hubiera alguien (quin? un alma?) queestuviese fuera del lenguaje y lo hablara...; luego: Es la voz loque se te ha confiado, y no lo que ella dice..., pero este es unpensamiento que no debe conocerse: conocer es destruir todo, esun pensamiento terrible (y tan terrible es que cuestiona todonuestro mundo desnudando para siempre la dicotoma sig-nificante/significadoreferente). Entonces no eres t quien habla

    cuando hablas, Las voces sonaban en el inmenso vaco, el vacode las voces y el vaco de ese lugar vaco.

    Tenemos que pensar en un espacio de pensamiento /detextos, de palabras, de actos/. Pero todo acto de pensamientoautntico implica un esfuerzo supremo por pensar en la ausenciade pensamiento. Cmo pensar fuera de ese texto tejido por Sade,por Marx, por Nietzsche, Freud, Lautramont, Mallarm, Artaud, y

    tantos otros que han superpuesto su escritura sobre otras escri-turas, ocultndolas y por el mismo movimiento hacindolas vivircon una nueva vida? Esta red textual est entrelazada a otra redque pasa con una fuerza cada vez mayor a medida que el nuevotexto, al retorcerla y transformarla, la proyecta hacia nosotros:Hegel, Spinoza, Platn, Herclito, y luego, en la otra proyeccin,Husserl, Heidegger, Bataille... Todos ellos son nuestros porque

    toda escritura es escritura de ellos, aunque tenga otros nombres. Y,en la desposesin, ellos son mscaras que ocultan ese texto quetodo lo unifica en una hoja sin lmites, una hoja cuyo escrito seborra pero permanece, siempre vivo y activo, siempre disimulado,presenteausente. Cmo pensar al margen de los movimientospopulares, de las mareas revolucionarias? Qu somos sino eso y laferoz necesidad de empezar nuevamente, de ignorar todo y co-

    menzar a partir de cero, el momento cuando la primer letra seinsina sobre la pgina blanca? No hay pgina blanca, pero laprimer letra siempre se graba sobre la pgina blanca, porque unavoluntad quiere que la pgina escrita sea infinita y, para eso, esnecesaria la pgina blanca. Empezar una escritura que viene escri-bindose. All donde el inmenso texto muestra su ltima palabra,esa que nunca est cerrada, inmovilizada por un signo, surge de

    pronto la otra palabra, la indita que contina el movimiento an-

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    terior, pero que tambin lo inicia, para tambin morir y hacer deesa muerte otro renacimiento de otra palabra que seguir desen-volviendo este discurso que somos, sin identidad, annimo, abrin-dose y cerrndose en su propio movimiento, dispersndose en una

    constelacin ilimitada, no en una lnea sino en una explosin, enun juego donde slo hay aperturas, variantes, sin reglas y sin al-ternativas, sin comienzo y sin final. Pero el texto no afirma lahomogeneidad. Al contrario, la rompe. Un texto, una red, sincentro: llena de cortes, de hilos que se arrastran hasta desaparecerhundidos en la noche, que giran y se unen a otros hilos y formanun tejido maravilloso pero que de pronto cuelga en hilachas, como

    si sobre ellos hubiera pasado una garra. Redes superpuestas a otrasredes, pero conservndose, terminando siempre en una piedra,rompindose, continuando, y todo eso como una especie de gala-xia que agoniza saltando en pedazos por el espacio; y una en lainmovilidad, otra en la contraccin y expansin terrible del cos-mos, son simples puntadas de otro tejido an mayor... Crispo lamano y me siento hundir hasta convertirme en un animal que

    desesperado de hambre devora a sus cras... No pensamos, a decirverdad, sino que somos pensados por el pensamiento. No haynadie que piense, nadie que emita signos, nadie que arroje losdados: somos pensamientos sin nadie que los piense, somos signos,somos esos dados que nunca derrotarn el azar, que nunca en-contrarn una Ley, un Legislador, el orden de una partida que losrena, ms all de lo arbitrario, en un final, ya sea que se gane o

    se pierda. No hay comienzo ni final, no hay Ley, no hay ningunamanera de ganar o perder. Lo sabemos. Es nuestra historia. Lascausas no son necesarias a los efectos deca Sade al iniciar eldiscurso del materialismo absoluto, el cual es pensamiento yaccin, bajo pena de no ser sino un idealismo disfrazado.

    Sabemos, hoy, que nuestro suelo no es algo sino ausencia:ausencia de Idea, ausencia de Obra, ausencia de Libro, o, en otras

    palabras, ausencia de Dios (Dios ha muerto pero no como recon-ciliacin de lo finito y lo infinito /Hegel/, ni como hipostacin delos atributos divinos en el hombre /Feuerbach/, sino en la muertedel hombre.). El materialismo absoluto, lo que podra tal vez de-nominarse el fin (si esta palabra no fuese, por tantas razones, tansospechosa) de la poca del Logos, slo puede enunciarse a partirde la prctica materialista (en primer trmino: Sade/Marx) que ha

    desplazado violentamente (cmo podra haberlo hecho sin vio-

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    lencia si la suplantacin es la violencia? ) aquello que hasta ayerera lo natural, esa substancia cruzada de eternidad donde lafigura del hombre pareca dibujarse para siempre. Estamos cerca einfinitamente lejos del crculo (clausurado) hegeliano del Saber:

    cerca porque an no hemos muerto, porque an la violencia no hasuprimido el encierro en la totalidad de su espacio; lejos, porqueya sabemos que hemos muerto. El Sistema, que an sin saberlo eranuestro sistema, est roto: su contenido se derrama como lasangre de un cuerpo abierto. Una prctica sin freno lo ha roto. Eldesenfreno de la violencia /la revolucin/ ha hecho de la mate-rialidad la tierra donde penetra el hombre abandonndose a s

    mismo, borrando sus propias huellas, desbaratando los milenios deesa paciente construccin de su propia presencia, desconstruyendola inmovilidad de una presencia consigo en la idealidad del yo, delhombre. Espacio sin centro, ausencia de sentido, juego,noremisin, norepresentacin. La desposesin del sentido esdefinitiva, lo que se pierde es el hombre (el hombre paradigmtico:espritu, doble), lo que se gana sobre su muerte es la ausencia, el

    afuera. El afuera quiere decir lo desconocido, la ruptura del crcu-lo sistemtico del Saber, el crculo inclausurable de la materia.

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    Empresa sin fin, sin inicio, porque es la patria de aquelloque como tal no tiene comienzo /origen/ ni fin, ni fin ni finalidad/telos/. No una empresa preexistente que se desencadena, sino eldesencadenamiento puro. La metafsica de la presencia /en algnlugar est presente el sentido/ implica el desdoblamiento, la com-

    plementariedad, la representacin, la mimesis, y, siguiendo hastael fin la cadena de significantes que se engendran unos a otrosnecesariamente en la violencia disfrazada de lo natural, Dios:dios como fuente originaria del sentido, del sentido trascendente.Dios valga la imagen sera el Escritor que tiene en su concienciacomo presencia el mensaje la suma de signos: gestos, pensa-mientos, palabras, acciones y lo transmite a sus criaturas en la

    soledad del alma, como un murmullo casi inaudible pero ms im-placable que el universo. Este esquematismo es la esencia delSistema occidental. Los trminos pueden permutarse, pero mien-tras se mantenga el funcionamiento de su esquematismo (en sen-tido kantiano) el Sistema subsistir (temo que jams logremosdeshacernos de Dios, pues creemos todava en la gramtica decaNietzsche refirindose a este esquematismo al que llamaba gram-

    tica). La astucia de la razn consiste en resguardar /y conservar/

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    mismo punto como el ms elevado en la evolucin de la humanidad,cae presa del afuera, de la violencia. Ruptura de su etnocentrismo.Ruptura interna, producido por la violencia material del prole-tariado; y ruptura externa, producida por la presencia de otras

    culturas. Ruptura de su historia y de su concepcin de la historia.La muerte de su Logos, de su mundo de categoras que de prontomueren, se muestra como la muerte, abren a un exterior donde yala muerte (una de sus categoras predilectas) carece de sentidoporque desaparece el quin de la muerte. Es claro que debemosrepetirlo, lo que llamamos el Logos no es un mundo ideal sepa-rado de un mundo material. El Logos es el funcionamiento del

    todo social. No una Idea sino la materia. La desconstruccin es unacto material revolucionario. Voz sin nombre, pero que ms ac,donde an necesitamos del discurso del Logos para la destruccindel Logos, es nombrada. Nombrada ahora como una seal, unaindicacin, y no como apropiacin ontolgica. Sus nombres: Sade Marx Lautramont Nietzsche Freud Bataille Artaud...Blanchot. Lugares que no se pueden situar, textos a los que nadie

    posee: pirmides sin arquitectos, porque el rostro de los arqui-tectos negara no slo la masa autnoma de la pirmide sino elentretejido infinito del suelo. Decimos: la obra (de) Blanchot, y elparntesis indica la desaparicin del autor; indica, por sobre todo,la irrupcin de una fuerza neutra, la violencia del afuera, a la queslo por debilidad nominamos. El parntesis no es una epoj tem-poraria encaminada a resucitar un paso ms adelante la presencia

    de Blanchot, sino una ausencia irremediable y definitiva: la deBlanchot. Esta es la experiencia fundamental: la desaparicin delsujeto.

    Para Blanchot, sostiene Poulet, el cogito cartesiano (pienso,luego existo) tendra que ser reemplazado por un cogito radical-mente distinto: pienso, luego no existo. Pensar, pero quinpiensa? Si se responde: piensa el sujeto (un sujeto que piensa

    desde fuera del pensamiento, y que, por otra parte, acta desdefuera del acto, habla fuera del lenguaje), entonces ese sujeto nopuede dejar de ser una substancia y su nombre propio ms co-rrecto es alma, pero con el alma se encadena Dios /sumo sujeto/. Este deslizamiento es inevitable: si el sujeto existe. Diosexiste. Pero si nunca podemos aprehender el sujeto, entonces elquin? y el dnde? del quin? es el lenguaje. El lenguaje /o

    la escritura, en la medida en que todo lenguaje es ya una ins-

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    cripcin, una huella, una escritura/ piensa, o, dicho de otramanera, eso que llamamos pienso, pensar, pensamiento, esel lenguajeescritura: el yo, el m, el posesivo, es una palabra quequiere someter al lenguaje investida de poderes fusticos. Toda

    nuestra cultura ha sido el proceso de este investir al yo con elsentido.: el yo ha sido la transparencia y la presencia del sentido,fuertemente sometido a su origen, seguro de s mismo, cerrado alafuera, dependiente del espacio divino: puro espritu condenado aerrar por la materia, pero con una garanta trascendente, alma.Blanchot dice lo contrario: Cuando hablo niego la existencia delo que digo, pero tambin niego la existencia de quien lo dice: mi

    habla, si bien revela al ser en su inexistencia, afirma de estarevelacin que ella se hace a partir de la inexistencia de quien lahace.... La inexistencia de quien lo dice.: cuando desgarramos elyo nos encontramos con palabras, lo que es igual a decir conausencia /el habla est cavada por un corte que escapa al origen, ymanejada por una accin siempre ya dicha y vuelta a decir:sedimento de sentidos, perspectivismo que tambin escapa al

    origen/. En la clsica expresin de la fenomenologa (toda con-ciencia es conciencia de algo) hay una fisura insuperable, la cuales la fisura del Sistema, platnica, cartesiana, hegeliana, fenome-nolgica, entre conciencia y algo (la frase podra descomponerseas: conciencia y algo, conciencia/algo, donde al y, la barra, ins-taura en profundidad la metafsica /res cogitansres extensa/ delLogos occidental: por una parte una especie de espejo conciencia,

    yo, alma donde se reflejara, por otra, las cosas /algo/). Ins-tauracin de la dualidad fundamental de las substancias. Perocmo ir ms all de esta diferencia si la hemos reconocido legis-ladora, Ley, constituyente, Lgica, si nosotros somos a partir deella? Sealmoslo. Slo la experiencia de los lmites/revolucin,pero entendida no como presencia a s de un Sentido que a partirdel orden poltico sera representada por las distintas capas del

    todo social, sino como espacio donde la violencia, la destruccin,la desconstruccin, trabajan en una discontinuidad esencial: no hayun centro, un Sentido del acto revolucionario, sino la dispersinautnoma y a la vez noautnoma del acto destructivo) nos per-mite avisorar el afuera de la clausura de este sistema (aunquenecesariamente el lenguaje est dominado y los textos pululen detantos y como un cadver pulula de gusanos). Foucault ha ex-

    presado esto muy bien: el yo pienso, en efecto, conducira a la

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    certeza indubitable del yo y de su existencia; mientras que el yohablo rechaza, dispersa, borra esta existencia y slo deja surgir suemplazamiento vaco... El habla del habla nos lleva, mediante laliteratura, pero tambin puede ser que por otros caminos, a ese

    afuera donde desaparece el sujeto del habla... Y agrega: Aqunos encontramos frente a un hueco que durante mucho tiempo fueinvisible: el ser del lenguaje no aparece por s mismo sino en ladesaparicin del sujeto. Pero cmo decirlo? Para Foucaultmediante una forma de pensamiento del cual la cultura occidentalha esbozado en sus mrgenes la posibilidad todava incierta, loque llama pensamiento del afuera, el cual aparece por primera

    vez en el monlogo de Sade. Durante la poca de Kant y Hegel,cuando la conciencia occidental interioriza al mximo la Ley de lahistoria y del mundo, Sade slo deja hablar, como ley sin ley delmundo, la desnudez del deseo, mientras Hlderlin manifiesta ensu poesa la ausencia de dioses y anuncia como una ley nueva laobligacin de esperar, sin duda hasta el infinito, la ayuda enig-mtica que proviene de la ausencia de Dios.. Ambos nos dieron

    la experiencia del afuera. La experiencia del afuera exige unafisura, un hueco por donde ese cogulo, la perversin de lo dado,irrumpa como un cuerpo extrao, como lo nodicho, lo nodecible:el mal.: el no de este Sistema que durante miles de aos sepresent como eterno, como querido por Dios, como natural.Concluye Foucault: Es esta experiencia /la del afuera/ la quereaparece en la segunda mitad del siglo XIX en el corazn mismo

    del lenguaje, convertido, aun cuando nuestra cultura busca siemprereflejarse en l como si detentara el secreto de su interioridad, enel resplandor del afuera: en Nietzsche, cuando descubre que todala metafsica del occidente est ligada no slo a su gramtica...sino a aquellos que poseyendo el discurso tienen el derecho alhabla; en Mallarm, donde el lenguaje aparece como la exclusinde lo que nombra, y an ms desde el Igitur hasta la teatralidad

    autnoma y aleatoria del Libro como el movimiento en el cualdesaparece el habla; en Artaud, cuando todo lenguaje discursivo esinstado a desatarse en la violencia del cuerpo y el grito, y elpensamiento, abandonando la interioridad charlatana de la con-ciencia, se convierte en energa material, sufrimiento de la carne,persecudin y desgarramiento del sujeto; en Bataille, donde elpensamiento, en lugar de ser discurso de la contradiccin o del

    inconsciente, es el pensamiento del lmite, de la subjetividad rota

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    de la transgresin; en Klossowski, con su experiencia del doble, dela exterioridad de los simulacros, de la multiplicacin teatral ydemente del Yo. Si /somos/ giros, repliegues, torbellinos de unlenguaje hecho de vacos, de vacos lanzados sobre otro vaco

    impenetrable; si somos la ausencia, la nopresencia, la falta decentro, de sentido que nos otorgue sentido desde afuera, porque elafuera es, precisamente, el nosentido, lo inencerrable; entoncespodemos recoger pacientemente los hilos de un escrito en el cual/somos/ puntos, comas, esparcimiento, diseminacin. Nom-brarlo es apoderarse de aquello que escapa por esencia, que no se dejaapresar por esencia, que es lo impensable, lo nodominable: cuando

    lo apresamos o lo tenemos ya no es, ha dado un paso atrs y elalgo que queda es otro lmite a vencer: la presencia del afuera esausencia, es lo posible y, a la vez, lo imposible. El texto, ellenguaje, es un mar sin fin, y el sujeto, el Nombre, el Autor, esuna gota de ese mar, lo que podra llamarse una gota, esa inexis-tencia, esa masa que nunca, que siempre desaparece para volver aarmarse idntica y distinta: su consistencia siempre est ms ac

    del sentido, es neutra, annima, y as debe ser para que la fuerza/la escritura/ sea.

    Puntuemos el texto de Blanchot. Escribir dice Es pasardel Yo al l, de modo que lo que me ocurre no le ocurre a nadie,es annimo porque me concierne, se repite en una dispersininfinita. Escribir es disponer del lenguaje bajo la fascinacin, ypor l, en l, permanecer en contacto con el medio absoluto, all

    donde la cosa vuelve a ser imagen, donde la imagen, de alusin auna figura, se convierte en alusin a lo que es sin figura, y de formadibujada sobre la ausencia, se convierte en la informe presencia deesa ausencia, la apertura opaca y vaca sobre lo que es, cuando ycuando ya no hay mundo, cuando todava no hay mundo. Al aban-donar el yo por el l se abandona para siempre el soporte ontolgicode la escritura; experiencia comn de los poetas (si yo soy otro,

    yo soy otro, a lo mejor, soy otro), marca, no obstante, toda laescritura: all donde la mano abandona la copia de un texto yaescrito (en la mente del escritor, en una sociedad, en dios) y seentrega a un ritmo ajeno, extrao, all la escritura es absoluta-mente annima, como el mar o como la hoja de un rbol. Laescritura debemos pensar ahora en el terreno circunscripto porBlanchot es la prctica de una ausencia, pues la palabra, el

    lenguaje, la escritura, nunca pueden inscribirse del lado de la pre-

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    sencia: la serie de sonidos que constituyen la palabra rbol esarbitraria, est escindida, a un nivel, del concepto /significado/ yen otro de la cosa /referente/; el decir de la escritura, del lenguaje,es doblemente ausente: primero como palabra bruta, la palabra

    que sirve para informar, la palabra cotidiana con la cual losseres... se otorgan la certeza de lo inmutable, es ya ausencia, loque se intercambian son signos que remiten a otra cosa (vale decirausencia de las cosas), e, incluso, signos usados, modelados por eluso que se sedimenta en ellos cubrindolos hasta convertirlos enmonumentos (las lenguas no tienen la realidad que expresan,siendo extraas a la realidad de las cosas, a la oscura profundidad

    natural, pertenecen a esa realidad ficticia que es el mundo hu-mano, desprendido del ser y til para los seres); segundo, comopalabra potica escrituraria; lo potico abre en el lenguaje unhueco sobre otro hueco, se despoja hasta el martirio, la locura, yse asume como soberanamente irreal, como realizacin total deesa irrealidad. Podramos decir: el lenguaje habla de s mismo ydice su materialidad, no es un intermediario sino un constituyente,

    /somos/ sus figuras. No nos sorprenda, entonces, que la obra seaimpersonal, annima (La obra implica la desaparicin elocutoriadel poeta, que cede la iniciativa a las palabras Mallarm). Elpoeta desaparece bajo la presin de la obra por el mismo movi-miento que hace desaparecer a la realidad natural. Siempre lasobras dicen lo mismo: no se refieren a nada que est ms all de smismo, dicen el lenguaje, la materia, el es, y por eso, por perte-

    necer a un mismo espacio, el tema le es ajeno, puede tratarse deuna batalla o de una iglesia vista de noche, de un campo degirasoles o de lneas... Si el sujeto desaparece como substancia,como hemos visto, su cada arrastra toda la constelacin deldominio logocntrico: no se trata slo de la cada del sujeto (yo oalma) sino de la cada de la presencia como tal: en ltima ins-tancia Dios, y, aqu, de ese dios a quien se llama autor. Un

    sujeto que fuera el origen absoluto de su propio discurso y loconstruyera en todas sus piezas sera el creador del verbo, el verbomismo (Derrida), Todo texto, lejos de vincularse con unaverdad eterna o con una subjetividad creadora, remite a su situa-cin histrica con relacin a otros textos (P. Sollers), El sujetode la escritura no existe, si por l entendemos cierta soledadsoberana del escritor. El sujeto de la escritura es un sistema de

    relaciones entre las capas... (Derrida). Al sealar la desaparicin

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    del autor se niega la presencia de la obra, originariamente, en unsujetoautor que la habra representado /comunicado/ en un texto,siendo este texto segundo en relacin al originalmental dondeexistira como presencia. Pero si no hay un pretexto, un texto

    presente en una mente y luego su degradacin en el papel...entonces qu sentido tiene hablar de autor, salvo como un pu-ado de msculos? Cuando se habla de autor se habla, en rea-lidad, de un dueo originario del sentido de la obra. Pero la obrarechaza su apropiacin, su autor, como un rayo o un trozo dehierro.

    Blanchot dice la ausencia de libro. Debemos recordar la

    importancia que le atribuye al reemplazo del Saber absoluto =Libro de Hegel, por la idea de Obra en Mallarm (producida estaltima a partir de la crisis religiosa y su consecuente afirmacin deatesmo radical).

    Segn Hegel El ser verdadero del Hombre es su Accin.Al comentar esta afirmacin Kojeve aade que el hombre es elresultado objetivo de su Accin. Ahora bien, el resultado de laAccin del Sabio, vale decir del Hombre integral y perfecto, quienes la culminacin del devenir de la realidad humana, es la Ciencia.Pero la existencia emprica de la Ciencia no es el Hombre, es elLibro. No es el Hombre ni el Sabio en carne y hueso, es el Librola aparicin de la Ciencia en el Mundo, siendo esta aparicin elSaber absoluto. Aclaremos que el Sabio es igual a Hegel, que laCiencia es igual a la Filosofa (la filosofa de Hegel) y que el Libro

    es la Fenomenologa del Espritu y la Lgica (o la Biblia). El frutode la accin del hombre es imperfecto, se realiza en el tiempo, esel tiempo, mientras que la accin del Sabio es perfecta, no tieneporvenir, no es un acontecimiento histrico, de all que la exis-tenciaemprica de la Ciencia en el Mundo sea el Libro y no elHombre. El Libro, incluso cambiando, es idntico a s mismo.El Tiempo donde dura es, as, natural o csmico, pero no es

    histrico o humano, y agrega Kojeve: realizar el Saber absolutobajo la forma de Libro, vale decir, hacer coincidir el Conceptointegral con lo Real comprendido en su totalidad, vale decir anularla diferencia entre lo Real y el Tiempo, y as suprimir incluso laexterioridad del Tiempo en relacin al Hombre, es sup imir elrTiempo, y es, por consiguiente, suprimir al Hombre en tanto queindividuo libre y temporal. El Espritu, no tomado en su devenir

    sino acabado y perfecto, vale decir que se deve a a s en tanto que

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    Ciencia absoluta, es el Libro. Pero el Libro es el resultado de laactividad del Sabio, quien en tanto que Hombre y ciudadano delEstado perfecto, integra toda la evolucin histrica de lahumanidad. As esta historia no es sino la historia del Libro, o,

    ms exactamente, de la evolucin del Saber que lleva al Libro;La Accin del Sabio, vale decir de la Ciencia, se separa delhombre y pasa al Libro. El soporte material del movimientoperpetuo del Concepto es en adelante el Libro que se llamaLgica: este Libro (Biblia) es el Logos eterno encarnado. Paraconfirmar toda su interpretacin, Kojeve concluye: al ser necesarioque la palabra del Sabio se reconozca universalmente, es evidente

    que este reconocimiento slo puede obtenerse mediante lapublicacin de un libro. Pero al existir bajo la forma de libro laCiencia se separa efectivamente de su autor, vale decir del Sabio o.del Hombre.

    La Obra mallarmeana es la suplantacin de dios: nunca esla totalidad pero presupone la totalidad, de all la ausencia. Derridaha sealado, respecto a Mallarm (a todo libro? ) que el texto, el

    libro, el Mimo, no representa nada, no imita nada, no tiene queadecuarse a un referente anterior en un proyecto de adecuacin overosimilitud, lo que instaura el libro en un corte radical con elplatonismo es una diferencia sin referencia, o, ms bien, unareferencia sin referente, sin unidad primera o ltima, fantasma queno es el fantasma de ninguna carne, errante, sin pasado, sinmuerte, sin nacimiento, sin presencia. El Libro como presencia,

    como suma o Saber absoluto (Biblia), es de esencia teolgica(podramos denominarlo Dios). La ausencia de Libro (o de Obra)sera el otro extremo. Mallarm, al designar la obra como annima,al suprimir el nombre propio, abre un nuevo espacio en la consi-deracin de la Obra y del Libro: la Obra ya no se vincula a surealizacin sino a su desastre (la destruccin fue mi Beatriz),pero, aade Blanchot, el desastre an es, sin embargo, afirmacin

    del absoluto. Se trata, en resumen, de una deteriorizacin progre-siva de la presencia: presencia plena /el Libro hegeliano/, presenciainalcanzable /la Obra mallarmeana/, ausencia de Libro/ ruptura dela teologa, de la totalidad/.

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    Tambin el Libro, de la ausencia de libro presupone unLibro, pero este Libro est vaco, es ausencia absoluta, invencible,de all que el libro ste, concreto siempre vaya hacia la ausen-

    cia de Libro /de Obra, de Idea, de Dios, de Totalidad/ en direc-

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    cin a lo desconocido. Como seala R. Laporte: Es imposibleno buscar el Libro, pero quien lo busca aprende que el Libro esimposible, y, sin embargo, este fracaso, aunque renovado sin cesar,no destruye el proyecto inicial sino que ms bien lo fortifica, y de

    tal modo el fracaso y el triunfo son igualmente imposibles. Cadalibro presupone un Libro total, pero ese Libro /total/ est vaco,es absolutamente ausencia. El libro implica el Libro y laausencia, la imposibilidad absoluta, del Libro; as la obraimplica la ausencia de Obra, el hombre la ausencia de Hombre: todoello actualizado, ya, la ausencia de Libro devora el libro: todos los li-bros presuponen el Libro, ese Libro escrito, esa escritura que desde el

    /comienzo/ al /fin/ es el hombre, pero este Libro (que se autoescribeen cada palabra, en cada gesto) es siempre la ausencia de Libro, porms perfecto e inmenso que sea siempre est limitado, tocado, por elafuera, y el afuera, eternamenteinfinito, no es el Libro, pero haciaall (el desastre) marchan todos los libros, incluso si todos loslibros pudieran llamarse el Libro. Cerrarlo, cerrar la Obra o elLibro, sera cerrar el crculo y aceptar el fin, sera aceptar el Saber

    absoluto, Dios. No cerrarlo, no darlo por concluso, es aceptar laausencia: siempre estamos intercalados, ni un origen ni un fin.Pero cmo puede nuestro Sistema ser desposedo de sujeto, deobra, de Dios, de origen, de telos? cmo puede aceptar el afuera,la neutralidad poderosa, nonombrable por el Logos pero que sinembargo est destruyndolo, anonadando sus figuras, sus meca-nismos, si el Sistema se ha erigido como la muralla contra el afuera

    y para eso ha construido al hombre, el espritu, la interioridad,como una substancia distinta al objeto, a la materia? Estamospervertidos por la posesin /la propiedad/; por eso el esfuerzo dela desposesin, que exige la muerte, el gesto soberano del riesgo, lalocura del instalarse en los lmites, es rechazado por la clausura deeste Logos petrificado. El Logos, all, inmvil, superficie borrosapero limitada, devora todo gesto, todo murmullo, toda palabra.

    Los manicomios reciben los restos del Logos, esos restos queflotan en las mrgenes como cuerpos extraos. Otros son llevadosal suicidio, al silencio. Otros a las crceles. El Logos se cuida, diceque es todo, pero a su vez sabe que no es todo, que el afuera golpeacada vez con mayor fuerza: hay otros lenguajes, otras escrituras,una gramtica sin voz que asedia el nico ojo (el de la razn, unarazn, su razn) de este cclope en agona. Un arma tambin

    puede ser el trazo de una nueva escritura cuando no se inscribe

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    dentro de la dialctica del Logos sino en su afuera, cuando no esel arma de su lucha intestina, la cual siempre, an en lo mshorroroso, la ha confirmado, sino un arma que apunta a su ser. Unfusil, un poema, un grito, cuerpos repetidamente iniciados en la

    escritura de otro texto sin gramtica, sin esa gramtica cano-nizada, centrada, un lenguaje espacial, descentrado. Es la locurapara el Logos el afuera del Logos, no su negacin sino su otro.Cmo resistir el Logos afuera si en ese afuera estn man-comunadas todas las revoluciones, si ese afuera es la materialidad,la extincin del hombre, de ese hombre doble, espritu, alma,sostenido por Dios, por un autor, por los propietarios?

    Ausencia de Libro es ausencia de fin, de ese momento donde todose cierra, total, concluido, fnebre. Blanchot nos ensea el pen-samiento de lo fragmentario, la imposibilidad del Absoluto, delTodo; lo fragmentario, la dispersin, la diseminacin, esa es el hablaque comienza a orse, sin dueo, sin posesor, en nuestro tiempo,en este tiempo que se ausenta en el escribir, en el obrar. Laausencia de libro es la ausencia de lo cerrado.; el Libro como

    presencia sera lo cerrado, la clausura del acto soberano de laescritura: de nuevo, a travs del Saber absoluto, afirmara sudominio el Sistema. Dice Blanchot: la ausencia de libro anulatoda continuidad de presencia, escribir es producir la ausenciade obra /si nunca se hubiera escrito no existira la ausencia deobra, de libro, por eso el Libro es la astucia mediante la cual laescritura va hacia la ausencia de libro, o El libro, astucia

    mediante la cual la energa de escribir... trabajo mediante el cualla escritura /al modificar los datos de la cultura, de la expe-riencia, del saber, vale decir del discurso/ procura otro productoque constituir una nueva modalidad del discurso y se integrar al pretendiendo, al mismo tiempo, desintegrarlo. Mediante ellibro la inquietud de escribir la energa busca descansar en lacomplacencia de la obra (ergon)., pero opuesto al libro est el

    libro como ausencia o la ausencia de libro, la cual es una dete-riorizacin anterior al libro... el morir previo del libro (sabemosque somos mortales, por lo tanto la muerte no est despus sinoantes, la destruccin se levanta ya en la precaria existencia dellibro ausentando, matando, lo que es exigencia propia del libro: ellibro va hacia la ausencia de Libro, pero cree ir hacia el Libro totalque lo signar con un sentido). Escribir: la relacin con lo otro

    de todo libro, con aquello que en el libro sera exigencia escri-

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    turara fuera del discurso, del lenguaje. Escribir en el lmite dellibro, fuera del libro, creyendo alcanzar el Libro pero entrandoen contacto, mediante el libro que se escribe, con la nadadelLibro.

    Ms all del Libro, de la Obra, como formas de lo Absoluto,est la ausencia de libro. A partir del pargrafo n 14 se desarrollael tema de la escritura Blanchot se remite a la tradicin caba-lstica segn la cual mediante una enigmtica proposicin, loescrito precede a lo hablado: habra una escrituraoriginaria, unhabla que sera una forma de esa escritura, y una versin redac-tada escrita de esta habla: Libro. Nada precede a la escritura

    dice Blanchot. Habra, por consiguiente, una primera escritura yuna segunda escritura, qu sera la que usualmente se denominaescritura. Una escritura blanca y otra negra /entre ambas seencontrara la oralidad, la cual sera una forma de escritura, unaforma de huella: Derrida ha dedicado su libro fundamental a estetema, y conviene recordar que esta escritura blanca, como la llamaBlanchot, tiene semejanza con lo que Derrida llama archiescritura

    ver De la Gramatologa/. El habla es, por lo tanto, una escritura:al no haber sujeto, alma, espritu, tenemos que apelar a la mate-rialidad de una huella y a la diferencia. La primera escritura ha deconsiderarse como fuera del habla, orientada hacia el afuera..Pienso que esto debe interpretarse como si el habla, que sirve parala comunicacin, estuviera en el adentro (en lo cultural, en lohumano) mientras que la primera escritura fuese, al pertenecer

    al afuera, un acto de pura materialidad. Esta escritura blanca,/originaria/, est ausente del Libro pero en relacin con l/relacin de alteridad/. Esta escritura no puede ser encerrada en elLibro, puede decirse que permanece extraa a la legibilidad,ilegible en tanto que leer es penetrar mediante la mirada enrelacin de sentido o de nosentido con una presencia, por cuantoesta escritura es pura exterioridad, extraa a toda relacin de

    presencia, as como a toda legalidad. El Libro habla como la Leymanda, expresa; en este sentido el Libro es un desfallecimiento dela escritura, es la escritura que ha renunciado a la exterioridad,en tanto que la escritura es la subversin del Libro, del Sabersiempre es ilegtima, insumisa en relacin con la Ley. (Nohabr un nuevo tipo de lectura se pregunta Blanchot que nospermita dejar de leer el libro como enunciacin de preceptos, y en

    este caso no se acercar el momento de leer la ausencia de libro.?

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    y agrega Qu sucedera si /la exterioridad/ dejara de estarprotegida por el sistema de defensas y de limitaciones?). Laescritura es la destruccin. Es una fuerza que nos invita a irsiempre ms all, rompiendo todos los crculos el crculo de

    todos los crculos: la totalidad de los conceptos que funda lahistoria, se funda en ella y del cual ella es el desarrollo. Laescritura supone un cambio radical de poca por eso se con-vierte en una responsabilidad terrible, porque ejerce la mayorviolencia, aquella que transgrede la Ley, toda ley y su propialey. Si Dios /el hombre/ la Gramtica/ la Idea/ la Obra/ el Libro/han muerto, si el afuera, la ausencia de Libro, han roto la clausura

    de nuestro Sistema, entonces todo est permitido, todo es po-sible, la escritura sin libro, sin autor, sin posesor, despliega su trazo/la revolucin/ borrando para siempre este Sistema espectral de lapropiedad.

    Oscar Del Barco

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    LA AUSENCIA DE LIBRO

    Tratemos de interrogarnos, vale decir plantearnos como pre-gunta aquello que no puede llegar hasta el cuestionamiento.

    1. Este juego insensato de escribir. Mediante estas palabras,simples, Mallarm abre la escritura a la escritura. Palabras muy sim-ples, pero tambin palabras que exigirn mucho tiempo diver-sas experiencias, el trabajo del mundo, innumerables malentendi-

    dos, obras perdidas y dispersas, el movimiento del saber, el giro,finalmente, de una crisis infinita para que se comience a compren-der la decisin que se prepara a partir de este fin de la escrituraque anuncia su advenimiento.

    2. Leemos, en apariencia, porque el escrito est all, ordenndosebajo nuestra mirada. Slo en apariencia. Pero quien escribi porprimera vez, grabando bajo los antiguos cielos la piedra y la

    madera, lejos de responder a la exigencia de una visin quereclamase un punto de referencia y le diese un sentido, cambitodas las relaciones entre ver y visible. Lo que dejaba detrs no eraalgo ms agregndose a las cosas; tampoco era algo menos unasubstraccin de materia, un hueco en relacin a un relieve. Quera entonces? Un vaco de universo: nada visible, nada invisible.Supongo que en esta ausencia no ausente el primer lector zozobr,

    pero sin saberlo, y no hubo segundo lector, porque la lectura,

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    entendida a partir de entonces como la visin de una presenciainmediatamente visible, vale decir inteligible, fue afirmada precisa-mente para hacer imposible esta desaparicin en la ausencia delibro.

    3. La cultura est ligada al libro. El libro, como depsito yreceptculo del saber, se identifica con el saber. El libro no es sloel libro de las bibliotecas, ese laberinto donde se enrollan envolmenes todas las combinaciones de las formas, de las palabras ylas letras. El libro es el Libro. Para leer, para escribir, siempre yaescrito, siempre ya transitado por la lectura, el libro constituye lacondicin para toda posibilidad de lectura y de escritura.

    El libro soporta tres interrogantes distintos. Existe el libroemprico; el libro vehculo del saber; tal libro determinado acoge yrecoge tal forma determinada del saber. Pero el libro como libronunca es solamente emprico. El libro es el apriori del saber. Nose sabra nada si no existiese siempre de antemano la memoriaimpersonal del libro y, esencialmente, la actitud previa al escribir yleer que detenta todo libro y que slo se afirma en l. Lo absoluto

    del libro es as el aislamiento de una posibilidad que pretende notener origen en ninguna otra anterioridad. Absoluto que despustender, con los romnticos (Novalis), luego ms rigurosamente enHegel y despus, ms radicalmente, pero de distinta manera, enMallarm, a afirmarse como la totalidad de las relaciones (el saberabsoluto o la Obra), donde se realizara tanto, la conciencia, lacual se capta a s misma y vuelve a s misma despus de haberse

    exteriorizado en todas sus figuras dialcticamente ligadas, como ellenguaje, cerrado sobre su propia afirmacin y desde ese instantedisperso.

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    Recapitulemos: el libro emprico; el libro condicin de todalectura y toda escritura; el libro como totalidad u Obra. Perodichas formas, cada vez con ms refinamiento y verdad, presupo-nen todas que el libro incluye el saber como la presencia de

    algo virtualmente presente y siempre inmediatamente accesible,aunque fuere con la ayuda de mediaciones y substituciones. Algoexiste all, algo que el libro presenta al presentarse y a lo cual lalectura anima, restablece, mediante su animacin, en la vida deuna presencia. Algo que, en su nivel inferior, es la presencia de uncontenido o de un significado, despus, ms arriba, es la presenciade una forma, de un significante o de una operacin, y ms arriba

    an, el devenir de un sistema de relaciones que desde el comienzo

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    estn all aunque ms no sea como una posibilidad que vendr. Ellibro envuelve, desenvuelve el tiempo y conserva ese desenvolversecomo la continuidad de una Presencia donde se actualizan presen-te, pasado y futuro.

    4. La ausencia de libro anula toda continuidad de presencia, es-capa a la interrogacin que contiene el libro. No es la interioridaddel libro ni su Sentido siempre eludido. Siempre est fuera de l ysin embargo contenida en l, es menos su exterior que la referenciaa un afuera que no le concierne.

    A medida que la obra adquiere ms sentido y ambicin,conservando en ella no slo todas las obras sino todas las formas y

    todas las posibilidades del discurso, ms prxima a proponerseparece estar la ausencia de obra, sin que nunca, por otra parte, sedeje designar. As sucede con Mallarm. Con Mallarm la Obraadquiere conciencia de s misma y se capta como aquello quecoincidira con la ausencia de obra, desvindola sta de maneraque nunca pueda coincidir consigo misma y destinndola a laimposibilidad. Movimiento de desvo en el cual la obra desaparece

    en la ausencia de obra, pero donde la ausencia de obra escapasiempre ms, reducindose a no ser sino la Obra desaparecidadesde el comienzo.

    5. Escribir se relaciona con la ausencia de obra, pero se inviste enla Obra bajo la forma de libro. La locura de escribir el juegoinsensato es la relacin de escritura, relacin que no se estableceentre la escritura y la produccin del libro, sino, mediante la

    produccin del libro, entre escribir y la ausencia de obra.Escribir es producir la ausencia de obra (la desconstruccin

    de la obra). Puede tambin decirse que escribir es la ausencia deobra tal como ella se produce a travs de la obra y atravesndola.Escribir como desconstruccin de la obra (en el sentido activo deesta palabra) es el juego insensato, el azar entre razn y sinrazn.

    Qu sucede con el libro en ese juego dnde la descons-

    truccin de la obra se libera en la operacin de escribir? El libro:pasaje de un movimiento infinito que va desde la escritura comooperacin a la escritura como desconstruccin de la obra; pasaje queinmediatamente prohbe. A travs del libro pasa la escritura, peroel libro no es aquello a lo cual se destina (su destino). A travs dellibro pasa la escritura que se realiza en l y al mismo tiempodesaparece en l; sin embargo no se escribe para el libro. El libro:

    astucia mediante la cual la escritura va hacia la ausencia de libro.

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    6. Tratemos de comprender mejor la relacin del libro con laausencia de libro.

    a) El libro desempea un papel dialctico. En cierta medidaexiste para que se realice no slo la dialctica del discurso sino el

    discurso como dialctica. El libro es el trabajo del lenguaje sobre smismo: como si fuese necesario el libro para que el lenguajeadquiera conciencia del lenguaje, se capte y acabe mediante suinacabamiento.

    b) No obstante, el libro que se ha convertido en obra todoel proceso literario, ya sea que se afirme en la larga cadena delibros o que se manifieste en un libro nico o en el espacio que en

    l tiene lugar es simultneamente ms libro que los otros y estya fuera del libro, fuera de su categora y fuera de su dialctica.Ms libro: un libro de ciencia casi no existe como libro, volumendesarrollado; la obra, al contrario exige una singularidad: nica,irremplazable, es casi una persona; de all la peligrosa tendencia dela obra a promoverse en obra maestra, a esencializarse tambin, valedecir a designarse mediante una firma (no slo firmada por

    el autor, sino, lo que es ms grave, en cierta medida firmada por smisma). Y, sin embargo, fuera ya del proceso libresco: como si laobra no sealase sino la abertura la irrupcin por donde pasa laneutralidad de escribir y oscilara, en suspenso, entre ella misma(totalidad del lenguaje) y una afirmacin an no producida.

    Adems, en la obra el lenguaje cambia de direccin o delugar: lugar de direccin al no ser ya el logos quien dialectiza y

    quien se conoce, sino al estar comprometido en una relacindistinta. Puede decirse que la obra vacila entre el libro, medio delsaber y momento evanescente del lenguaje, y el Libro, levantadohasta la Mayscula, la Idea y el Absoluto del libro despus entrela Obra como presencia y la ausencia de obra que siempre escapa ydonde el tiempo como tiempo se descompone.

    7. Escribir no tiene su fin en el libro o en la obra. Al escribir la

    obra estamos en la atraccin de la ausencia de obra. Al faltarnecesariamente la obra no estamos, por lo mismo, por ese defecto,bajo la necesidad de la ausencia de obra.

    8. El libro, astucia por medio de la cual la energa de escribir quese apoya sobre el discurso y se deja llevar por su inmensa continui-dad para separarse de l, en el lmite, es tambin la astucia deldiscurso que restituye a la cultura esta mutacin que la amenaza, y

    la obra a la ausencia de libro. O an, trabajo mediante el cual la

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    escritura, al modificar los datos de la cultura, de la experiencia,del saber, es decir del discurso procura otro producto que consti-tuir una nueva modalidad del discurso en su conjunto y seintegrar a l pretendiendo, al mismo tiempo, desintegrarlo.

    Ausencia de libro: lector, querras ser su autor, sin embargoslo eres el lector plural de la Obra.

    Cunto tiempo durar esta falta que sostiene al libro y qulo expulsa de s mismo como libro? Produce pues el libro, para queel libro se separe, se desprenda en su dispersin: sin embargo nohabrs producido la ausencia de libro.

    9. El libro (la civilizacin del libro) afirma: hay una memoria que

    trasmite, hay un sistema de relaciones que ordena; el tiempo seanuda en el libro, donde, an el vaco, pertenece a una estructura.Pero la ausencia de libro no se funda sobre la escritura que deja unahuella y determina un movimiento orientado, ya sea que esemovimiento se desenvuelva linealmente a partir de un origen haciaun fin, o se despliegue a partir de un centro hacia la superficie deuna esfera. La ausencia de libro recurre a la escritura que no se

    deposita, que no testimonia, que no se contenta con negarse ni,tampoco, con volver sobre la huella para borrarla.

    Qu es aquello qu invita a escribir cuando el tiempo dellibro, determinado por la relacin comienzofin y el espacio dellibro, determinado por el despliegue a partir de un centro, dejan deimponerse? La atraccin de la (pura) exterioridad.

    El tiempo del libro, determinado por la relacin comien-

    zofin (pasado porvenir) a partir de una presencia. El espacio dellibro, determinado por el despliegue a partir de un centro, conce-bido como bsqueda de un origen.

    En todas partes donde hay un sistema de relaciones queordena, donde hay una memoria que trasmite, donde la escriturase concentra en la substancia de una huella que la lectura mira a laluz de un sentido (vinculndola a un origen del cual la huella sera

    el signo), cuando incluso el vaco pertenece a una estructura y sedeja adaptar a ella existe el libro: la leydel libro.

    Al escribir siempre escribimos en nombre de la exterioridadde la escritura contra la exterioridad de la ley, y siempre la leyextrae recursos de lo que se escribe.

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    La atraccin de la (pura) exterioridad all donde, al prece-der el afuera todo interior, la escritura no se deposita como una pre-

    sencia espiritual o ideal, inscribindose luego y dando lugar a una

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    huella, huella o depsito sedimentario que permitira seguirla median-te la huella, vale decir restituirla, a partir de esta marca como falta,en su presencia ideal o en su idealidad, su plenitud, su integridad depresencia.

    La escritura marca, pero no deja huella, y no autoriza elascenso, a partir de cierto vestigio o signo, a nada distinto a smisma como (pura) exterioridad y como tal nunca dada, ya seaconstituyndose o vinculndose en relacin de unificacin con unapresencia (para ver, para or) o con la totalidad de presencia o conlo nico, presenteausente.

    Cuando comenzamos a escribir, o no comenzamos o no

    escribimos: escribir no va junto con comienzo.10. Mediante el libro la inquietud de escribir la energa buscadescansar en la complacencia de la obra (ergon), pero desde elcomienzo la ausencia de obra siempre la llama a responder, alregreso del afuera, all donde lo que se afirma no encuentra sumedida en una relacin de unidad.

    No tenemos ninguna idea de la ausencia de obra, ni como

    presencia ni como destruccin de aquello que la impedira, an attulo de ausencia. Destruir la obra, la cual no existe, destruir almenos la afirmacin y el sueo de la obra, destruir lo indestruc-tible, no destruir nada, para que no se imponga la idea, aqudesplazada, de que sera suficiente con destruir. Lo negativo nopuede actuar all donde ha tenido lugar la afirmacin que afirma laobra. Lo negativo jams podr conducir a la ausencia de obra.

    Leer consistira en leer en el libro la ausencia de libro, enconsecuencia producira, all donde el problema no consiste en queel libro est ausente o presente (definido por una ausencia o unapresencia).

    La ausencia de libro nunca es contempornea del libro, noporque se anunciara a partir de otro tiempo sino porque de elladeriva la nocontemporaneidad de donde tambin ella deriva. La

    ausencia de libro, siempre en divergencia, siempre sin relacin depresencia consigo, de manera tal que nunca es recibida en supluralidad fragmentaria por un nico lector en su presente delectura, salvo si, en el lmite, el presente desgarrado, disuadido.

    La atraccin de la (pura) exterioridad o el vrtigo del espaciocomo distancia, fragmentacin que slo remite a lo fragmentario.

    La ausencia de libro: la deteriorizacin anterior del libro, su

    juego de disidencia en relacin al espacio donde se escribe; el

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    morir previo del libro. Escribir, la relacin con lo otro de todolibro, con aquello que en el libro sera exigencia escrituraria fueradel discurso, fuera del lenguaje. Escribir con el lmite del libro,fuera del libro.

    La escritura fuera del lenguaje, escritura que sera comooriginariamente lenguaje que hace imposible todo objeto (presenteo ausente) de lenguaje. Por consiguiente la escritura jams seraescritura de hombre, de la misma manera jams sera escritura deDios, a lo ms escritura del otro, incluso del morir.

    11. El libro comienza mediante la Biblia, donde el logos se inscri-be en ley. El libro alcanza aqu su sentido insuperable, incluyendoaquello que lo desborda por todas partes y que no podra sersuperado. La Biblia vincula el lenguaje con el origen: siempre, yasea escrito o hablado, es la era teolgica quien a partir de eselenguaje, se abre y permanece tanto tiempo como dura el espacioy el tiempo bblico. La Biblia no slo nos ofrece el ms alto modelodel libro, el ejemplo para siempre insustituible; la Biblia detenta to-dos los libros, incluso los ms extraos a la revelacin, al saber, a la

    profeca, a los proverbios bblicos, porque ella detenta el espritu dellibro; los libros que le siguen son siempre contemporneos de la Bi-blia, sta crece, sin duda, se acrecienta con un crecimiento infinitoque la deja idntica, siempre est consagrada mediante la relacin deUnidad, as como las diez Leyes expresan y conservan los monlogos,la nica Ley, la de la Unidad que jams podr ser transgredida y ne-gada solamente por medio de la negacin.

    La Biblia, libro testamentario, donde se declara la alianza,vale decir el destino de un habla ligada con quien otorga el lenguaje,y donde l acepta permanecer mediante ese don que es el don desu nombre, vale decir, tambin, el destino de esa relacin, delhabla con el lenguaje, que es la dialctica. No es a causa de que laBiblia sea un libro, que los libros que derivan de ella todo elproceso literario estn marcados por el signo teolgico. Todo lo

    contrario, a causa de que el testamento la alianza del habla seenrolla en libro, adquiere forma y estructura de libro, lo sagrado(lo separado de la escritura) encuentra su lugar en la teologa. Ellibro es de esencia teolgica. Por esta razn la primera manifes-tacin (tambin la nica que no deja de desplegarse) de lo teolgicono poda realizarse sino bajo la forma de libro. De alguna formaDios sigue siendo Dios (no deviene divino) slo al hablar a tra-

    vs del libro.

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    Mallarm, frente a la Biblia donde Dios es Dios, eleva laobra, donde el juego insensato de escribir acta y se niega, encon-trando lo imprevisible en su doble juego: necesidad, azar. La Obra,absoluto de la voz y de la escritura, se desconstruye como obra

    incluso antes de que se realice, antes de arruinar, al cumplirse, laposibilidad de la realizacin. La Obra pertenece an al libro y, as,contribuye a mantener el rasgo bblico de toda Obra, no obstantedesigna la disyuncin de un tiempo y un espacio distinto (oneutro), aquello que ya no se afirma en relacin de unidad. LaObra como libro conduce a Mallarm fuera de su nombre. La Obradonde gobierna la ausencia de obra conduce a aqul que ya no se

    llama Mallarm, hasta la locura: si es posible debemos entender esehasta la como el lmite que, franqueado, sera la locura declarada;por lo tanto sera necesario concluir que el lmite el borde de lalocura es, considerado como indecisin que no se decide, o entanto que nolocura, ms esencialmente loco: sera abismo, no elabismo sino el borde del abismo.

    12. Lo annimo del libro es tal que para sostenerlo solicita la

    dignidad de su nombre. El nombre es el de una particularidadmomentnea que soporta la razn y que la razn autoriza elevn-dolo hasta s misma. La relacin del libro y del nombre estsiempre contenida en la relacin histrica que liga el saber absolu-to del sistema al nombre de Hegel; esta relacin del Libro y deHegel, identificando a ste con el libro, arrastrndolo en su desen-volvimiento, hizo de Hegel el postHegel, HegelMarx, despus Marx,

    radicalmente extrao a Hegel, quien contina escribiendo rectifi-cando, conociendo, afirmando la ley absoluta del discurso escrito.

    As como el libro recibe el nombre de Hegel, la obra, en suanonimato ms esencial (ms incierto), recibe el nombre de Ma-llarm, con esta diferencia, que Mallarm no slo conoce elanonimato de la Obra como su rasgo y la indicacin de su lugar,no slo se retira en esta manera de ser annima, sino que no se dice

    autor de la Obra, proponindose, a lo sumo, hiperblicamente,como el poder poder que nunca es nico, nunca unificable deleer la Obra no presente, es decir el poder de responder, por su ausen-cia, a la obra siempre an ausente (la obra ausente no es la ausenciade obra, incluso est separada de ella por un corte radical).

    En este sentido ya hay una distancia radical entre el libro deHegel y la obra de Mallarm, diferencia afirmada por la manera

    diferente de ser annimo en la nominacin o firma de la obra.

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    Hegel no muere, incluso si se niega en el desplazamiento o latransformacin del Sistema: todo sistema an lo nombra, Hegelnunca carece totalmente de nombre. Mallarm y la obra no tienenrelacin, y esta falta de relacin se encarna en la Obra, estable-

    ciendo la obra como aquello que estara prohibido tanto a eseMallarm determinado, como a cualquier otro que tuviera unnombre; y prohibido por ltimo, a la obra considerada en el poderde realizarse ella misma y por s misma. La Obra no est liberadadel nombre porque podra producirse sin alguien que la produzca(a la manera del Libro de Hegel, y esto sea dicho no sin losnecesarios ajustes de concepto) sino porque lo annimo la afirma

    siempre fuera de aquello que podra nombrarla. El libro es el todo,sea cual fuere la forma de esta totalidad, sea o no totalmentedistinta la estructura de la totalidad que una lectura rezagadaatribuye a Hegel. La Obra no es el todo, est ya fuera del todo,pero, en su designacin, se designa todava como absoluto. LaObra no se liga, como el libro, al xito (al acabamiento) sino aldesastre: el desastre an es, sin embargo, una afirmacin delabsoluto.

    Agreguemos brevemente que el libro siempre puede estarsignado, pero permanece indiferente a quien lo firma; la obra laFiesta como desastre exige la resignacin, exige que quien preten-da escribirla renuncie a s y deje de designarse.

    Por qu, entonces, firmamos los libros? Por modestia, paradecir: estos no son an sino libros, indiferentes a la firma.

    13. La ausencia del libro; quien lo escribe provoca algo ascomo el advenir que nunca adviene de la escritura, no constituyeun concepto, as como tampoco la palabra afuera o la palabrafragmento o la palabra neutro, pero ayuda a conceptualizar lapalabra libro. No es un intrprete contemporneo quien devol-vindole su coherencia a la filosofa de Hegel la concibe comolibro y, as, concibe el libro como la finalidad del Saber absoluto;

    es Mallarm, desde el fin del siglo XIX. Pero Mallarm prontoatraviesa el libro, por la fuerza propia de su experiencia, paradesignar (peligrosamente) la Obra, cuyo centro de atraccin elcentro siempre decentrado sera la escritura. Escribir, el juegoinsensato, Pero escribir guarda relacin, relacin de alteridad, conla ausencia de Obra y a causa de que tiene el presentimiento deesta radical mutacin que le sucede a la escritura mediante la

    escritura con la ausencia de Obra, Mallarm puede nombrar el

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    Libro, nombrndolo como lo que da sentido al porvenir, pro-ponindole un lugar y un tiempo: concepto primero y ltimo.Slo que Mallarm an no nombra la ausencia de libro o noreconoce en ella sino una manera de pensar la Obra, la Obra como

    fracaso o imposibilidad.14. La ausencia de libro no es el libro que se deshace, inclusosi deshacerse est, en cierta medida, en el origen y es la contraleydel libro. El hecho de que el libro siempre se deshaga (se desor-dene) no conduce an sino a otro libro o a otra posibilidaddistinta al libro, pero no a la ausencia del libro. Admitamos que loque obsesiona al libro (lo que lo asedia, sera esta ausencia del

    libro que siempre le falta, contentndose con contenerla (mante-nindola a distancia) sin contenerla (transformndola en conteni-do). Admitamos an, diciendo lo contrario, que el libro encierra laausencia de libro que lo excluye, pero que nunca la ausencia delibro se concibe slo a partir del libro y como su nica negacin.Admitamos que si libro tiene sentido, la ausencia de libro es hastatal punto extraa a este sentido que incluso el sinsentido no le

    concierne.Es sorprendente que segn una cierta tradicin del libro (tal

    como nos la ofrece la formulacin de los cabalistas, incluso si setrata de esta manera de acreditar la significacin mstica de lapresencia literal) lo que se llama la Tora escrita haya precedidoa la Tora oral, dando sta lugar luego a la versin redactada queconstituye el libro. Hay aqu una enigmtica proposicin hecha al

    pensamiento. Nada precede a la escritura. Sin embargo la escriturade las primeras tablas slo deviene legible despus y mediante laruptura despus y mediante la reanudacin de la decisin oral, lacual remite a la segunda escritura, la que nosotros conocemos ricade sentidos, capaz de mandamientos, siempre igual a la ley quetrasmite.

    Tratemos de cuestionar esta sorprendente proposicin vincu-

    lndola a lo que podra ser una experiencia de la escritura quevendr. Hay dos escrituras, una blanca y otra negra, una quevuelve invisible la invisibilidad de una llama sin color, otra a quienla potencia del fuego negro vuelve accesible bajo la forma deletras, de caracteres y articulaciones. Entre ambas, la oralidad, quesin embargo no es independiente, est siempre mezclada a lasegunda, pues ella es el fuego negro, la oscuridad mesurada que

    limita, delimita, hace visible toda claridad. De esta manera, lo que

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    se llama oral, es la designacin en un presente de tiempo y en unapresencia de espacio, pero tambin, ante todo, el desarrollo o lamediacin tal como la asegura el discurso que explica, acoge ydetermina la neutralidad de la inarticulacin inicial. De esta mane-

    ra la Tora oral no est menos escrita, pero se la llama oral en elsentido de que, discurso, slo ella permite la comunicacin, dichode otra forma, el comentario el habla que a la vez ensea ydeclara, autoriza y justifica: como si fuera necesario el lenguaje (eldiscurso) para que la escritura de lugar a la legibilidad comn y talvez tambin a la Ley entendida como defensa y lmite; como sipor otra parte la primera escritura, en su configuracin de invisibi-

    lidad, debiera ser considerada como fuera del habla y orientadaslo hacia afuera, ausencia o fractura tan originaria que sernecesario romperla para escapar a la ferocidad de lo que Hlderlinllama lo argico.

    15. La escritura est ausente del Libro, siendo la ausencia noausente a partir de la cual, habindose ausentado de ella, el Libro(en sus dos niveles: el oral y el escrito, la Ley y su exgesis, la

    prohibicin y el pensamiento de la prohibicin) se vuelve visible yse comenta encerrando en s la historia: clausura del libro, severi-dad de la letra, autoridad del conocimiento. De esta escrituraausente del libro y sin embargo en relacin de alteridad con l,puede decirse que permanece extraa a la legibilidad, ilegible entanto que leer es necesariamente penetrar mediante la mirada enrelacin de sentido o de nosentido con una presencia. Habra

    entonces una escritura exterior al saber que se obtiene mediante lalectura, exterior tambin a la forma o a la exigencia de la Ley. Laescritura, (pura) exterioridad, extraa a toda relacin de presencia,as como a toda legalidad.

    Desde que la exterioridad de la escritura se debilita, valedecir accede, respondiendo al llamado de la potencia oral, confor-marse como lenguaje dando lugar al libro discurso escrito, esta

    exterioridad tiende a aparecer, en su nivel ms alto, exterioridadde la Ley, en su nivel ms bajo, interioridad de sentido. La Ley esla escritura que ha renunciado a la exterioridad del entredecir paradesignar el lugar de la prohibicin. La ilegitimidad de la escritura,siempre insumisa en relacin con la Ley, oculta la ilegitimidad nosimtrica de la Ley en relacin con la escritura.

    La escritura: exterioridad. Tal vez haya una pura exteriori-

    dad de la escritura, pero este slo es un postulado, ya infiel a la

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    neutralidad de escribir. En el libro que signa nuestra alianza contodo Libro, la exterioridad no tiene xito en autorizarse a smisma, y, al inscribirse, se inscribe bajo el espacio de la Ley. Laexterioridad de la escritura, desplegndose y estratificndose en

    libro, deviene la exterioridad como ley. El libro habla como Ley.Al leerlo, leemos que todo aquello que es, est prohibido opermitido. Pero esta estructura de permiso y de prohibicin, noser el resultado de nuestro nivel de lectura? No habr unalectura distinta del Libro, dnde lo otro del libro dejar deanunciarse mediante preceptos? Y, al leer as, leeremos an unlibro? No estaremos cerca, entonces, de leer la ausencia de

    libro.?La exterioridad inicial quiz debemos suponerla de tal mane-

    ra que no podramos soportarla sino bajo la sancin de la Ley.Qu sucedera si dejara de estar protegida por el sistema dedefensas y de limitaciones? O estar all, en el lmite de laposibilidad, precisamente para hacer posible el lmite? No seconcibe el lmite a s mismo mediante una delimitacin que sera

    necesaria para la aproximacin de lo limitado y desaparecerasi nunca fuese franqueado, infranqueable por esta razn, siemprefranqueado sin embargo porque es infranqueable?

    16. La escritura detenta la exterioridad. La exterioridad que sehace Ley cae en adelante bajo la custodia de la Ley: la cual esescrita a su vez, vale decir que de nuevo se encuentra bajo elcuidado de la escritura. Es preciso suponer que esta duplicacin de

    la escritura que desde el principio la seala como diferencia, nohace sino afirmar, mediante esta duplicidad, el rasgo de la exterio-ridad misma, siempre en devenir, siempre exterior a s misma enuna relacin de discontinuidad. Hay una primera escritura, peroesta escritura, en tanto que es primera, es ya distinta de s misma,separada en aquello que la marca, no siendo, simultneamente,sino esta marca y sin embargo distinta a ella si ella se marca en

    ella, hasta ese punto rota, distanciada, denunciada en ese afuera dedisyuncin donde ella se anuncia que ser necesaria una nuevaruptura, la destruccin violenta pero humana (y, en este sentido,definida y delimitada) para que, convertida en fruto de un estalli-do, y la fragmentacin inicial habiendo dejado lugar a un actodeterminado de ruptura, la ley pueda, bajo el velo de la prohibi-cin, desgajar una promesa de unidad.

    Dicho de otra manera, la ruptura de las primeras tablas no es

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    ruptura de un pretendido primer estado de armona unitaria; porel contrario, lo que ella inaugura es la substitucin de una exterio-ridad limitada (donde se anuncia la posibilidad de un lmite) poruna exterioridad sin limitacin, la substitucin de un defecto por

    una ausencia, de una fractura por una abertura, de una infraccinpor la puraimpura fraccin de lo fragmentario, lo cual se junta,ms ac de la separacin sagrada, en la escisin de lo neutro (quees lo neutro). Dicho de otra manera an, es necesario romper conla primera exterioridad para que con la segunda, donde el logos esley y la ley es logos, el lenguaje, en adelante dividido regular-mente, en correlacin de dominio consigo, gramaticalmente

    construido, nos compromete en las relaciones de mediacin y deinmediacin que aseguren el discurso y despus la dialctica donde,a su vez, la ley va a disolverse.

    La primera escritura, en lugar de ser ms inmediata que lasegunda, es extraa a todas estas categoras. Ella no comunicagraciosamente mediante una participacin esttica donde la ley queprotege lo Uno se confundira en l y asegurara la confusin con

    l. Ella es la alteridad misma, la severidad y la austeridad quenunca permiten, la quemadura del aliento que agosta, infinita-mente ms rigurosa que toda ley. Es la ley quien nos salva de laescritura al mediatizarla mediante la ruptura lo transitivo delhabla. Salvacin que nos introduce en el saber y, mediante eldeseo del saber, hasta en el Libro donde el saber mantiene el deseodisimulndolo en s mismo.

    17. Lo propio de la Ley: ser violada, incluso cuando an no hasido enunciada; es cierto que desde ese momento, promulgada enla altura, a lo lejos y en nombre de lo lejano, no tiene relacin deconocimiento directo con aquellos a quien se destina. De donde sepodra concluir que la Ley tal como, transmitida, soportando latransmisin, deviene ley de transmisin, no se constituye en ley sinomediante la decisin de faltarle: no habr lmite sino si el lmite es

    franqueado, mostrado como infranqueable al ser franqueado.Sin embargo no precede la ley a todo conocimiento (com-

    prendido el conocimiento de la ley), al cual slo ella abre, prepa-rndolo a sus condiciones mediante un es necesario previo,aunque ms no fuese a partir del libro donde ella misma se afirmamediante el orden la estructura que domina al establecerla?

    Siempre anterior a la ley, no teniendo su fundamento ni su

    determinacin en la necesidad de ser llevada al conocimiento,

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    nunca amenazada por quien la desconoce, siempre afirmada esen-cialmente por la infraccin que presupone una referencia a ella,atrayendo en su prctica la autoridad que se substrae a ella, y noobstante ms firme mientras ms se ofrece a la transgresin fcil:

    la ley.El es necesario de la ley an no es un tu debes. Es

    necesario no se aplica a nadie, o, ms resueltamente, no se aplicasino a nadie. La noaplicabilidad de la ley no slo es el signo de sufuerza abstracta, de su inagotable autoridad, de la reserva en quese mantiene. Incapaz de tuteo, la ley nunca apunta a alguien enparticular: no porque sera universal, sino porque ella separa en

    nombre de la unidad, siendo la separacin misma que prescribecon miras a lo nico. Tal vez este sea el engao augusto de la ley:habiendo ella misma legalizado el afuera para hacerlo posible (oreal), se libera de toda determinacin y de todo contenido a fin depreservarse como pura forma inaplicable, pura exigencia a la cualninguna presencia podra corresponder, sin embargo particularizadade inmediato en normas mltiples y, mediante el cdigo de alian-

    za, en formas rituales, a fin de permitir la interioridad discreta deun regreso a s donde se afirmar la intimidad infrangibie del Tdebes.

    18. Las diez leyes son leyes por su referencia a la Unidad. Dioseste nombre que no podra ser pronunciado sino en vano porqueningn lenguaje podra contenerlo slo es Dios por llevar laUnidad y en ella designar el fin soberano. Nadie atentar contra lo

    Uno. Y el Otro testimonia an de antemano en favor de lo nico,referencia que une todo pensamiento a lo que no es pensado, elahora orientado hacia lo Uno como hacia lo que el pensamientono podra transgredir. Por lo tanto es consecuente decir: no elnico Dios, sino la Unidad es en rigor Dios, la trascendenciamisma.

    La exterioridad de la ley encuentra su medida en la res-

    ponsabilidad ante la mirada de lo Uno, alianza de lo Uno y de lomltiple que separa como impa la primordialidad de la diferencia.Sin embargo, en la ley misma queda una clusula que conserva unrecuerdo de la exterioridad de la escritura, cuando dice: no harsimagen, no representars, te negars la presencia como semejanza,signo o huella. Qu significa esto? Ante todo, y casi demasiadoclaramente, la prohibicin del signo como modo de la presencia.

    Escribir, si escribir es vincularse con la imagen y llamar al dolo,

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    escribir se inscribe fuera de la exterioridad que le es propia,exterioridad que la escritura rechaza entonces esforzndose porcolmarla, tanto mediante el vaco de las palabras como mediante lapura significacin del signo. No te hars un dolo es as, bajo la

    forma de la ley, no una indicacin sobre la ley, sino sobre laexigencia de la escritura que precede a toda ley.

    19. Admitamos que la exterioridad es la obsesin de la ley, aque-llo que la asedia y de quien se separa, mediante la separacin quela instituye como forma, en el movimiento donde se formula comoley. Admitamos que la exterioridad como escritura, relacin siem-pre sin relacin, puede decirse exterioridad que se debilita en ley,

    precisamente cuando ella es ms tensa, la tensin de una formaque unifica. Es necesario saber que desde que la ley tiene lugar (haencontrado su lugar) todo cambia, y es la exterioridad llamadainicial quien, en nombre de la ley en adelante imposible dedenunciar, se ofrece como la debilidad misma, la neutralidad queno exige, as como la escritura fuera de la ley, fuera del libro, noparece otra cosa que el regreso a una espontaneidad sin reglas, un

    automatismo de ignorancia, un movimiento de irresponsabilidad,un juego inmoral. Dicho de otra manera: no se puede ascenderdesde la exterioridad como ley a la exterioridad como escritura;ascender, aqu, sera descender. Es decir: no se puede ascendersino aceptando, incapaz de consentir en ello, la cada, cadaesencialmente azarosa en el azar inesencial (al que la ley denominadesdeosamente juego el juego donde cada vez todo es arriesga-

    do, todo es perdido: la necesidad de la ley, el azar de la escritura).La ley es la cima, no hay otra. La escritura permanece fuera delarbitraje entre alto y bajo.

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    NIETZSCHEY LA ESCRITURA FRAGMENTARIA

    Es relativamente fcil poner en orden los pensamientos deNietzsche de acuerdo con una coherencia en que sus contradic-ciones se justifican, ya sea jerarquizndose o ya sea dialectizn-dose. Hay un sistema virtual, en donde la obra abandona suforma dispersa y da lugar a una lectura continua. Discurso til,

    necesario. Entonces lo comprendemos todo, sin quebrantos nifatigas. Es tranquilizador que un pensamiento tal, ligado al movi-miento de una bsqueda que es tambin bsqueda del devenir,pueda prestarse a una interpretacin de conjunto. Adems, es unanecesidad. Inclusive en su misma oposicin a la dialctica, esmenester que ese pensamiento tenga sus fuentes en ella. Aunquedesprendido de un sistema unitario y entregado a una pluralidad

    esencial, ese pensamiento debe designar todava un centro a partirdel cual Voluntad de Poder, Superhombre, Eterno Retorno, nihilis-mo, perspectivismo, pensamiento trgico y tantos otros temasseparados, confluyan y se comprendan de acuerdo con unainterpretacin nica: aunque sea slo como los diversos momentosde una filosofa de la interpretacin.

    Existen dos hablas en Nietzsche. La una pertenece al discur-

    so filosfico, a ese discurso coherente que a veces Nietzsche desea

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    llevar a su culminacin al componer una obra de envergadura,anloga a las grandes obras de la tradicin. Los comentaristas loreconstruyen. Sus textos fragmentarios pueden considerarse comoelementos de este conjunto. El conjunto conserva su originalidad y

    su poder. Es esa gran filosofa en donde vuelven a encontrarse,llevadas a un altsimo grado de incandescencia, las afirmaciones deun pensamiento concluyente. Es posible entonces preguntarse siesta filosofa mejora a Kant, si lo refuta, lo que le debe a Hegel, loque no acepta de l, si concluye la metafsica, si la reemplaza, siprolonga una forma de pensamiento existencial o es esencialmenteuna crtica. Todo ello, en cierta forma, le pertenece a Nietzsche.

    Admitmoslo. Admitamos que ese discurso continuo es eltrasfondo de sus fragmentadas obras. Pero queda el hecho claro deque Nietzsche no se contenta con ello. E inclusive, si una parte desus fragmentos puede ser relacionada con esa especie de discursointegral, es patente que ste el cual constituye la filosofa mis-ma, es superado siempre por Nietzsche, quien ms bien lo suponeen lugar de exponerlo, a fin de poder discurrir ms all, de

    acuerdo con un lenguaje completamente distinto, no el lenguaje deltodo, sino el del fragmento, el de la pluralidad y la separacin.

    Esta habla del fragmento es difcil de captar sin que sealtere. Inclusive lo que Nietzsche nos ha dicho sobre ella la dejaintencionalmente recubierta. No cabe duda de que una forma taldel habla seala su rechazo del sistema, su pasin por la ausenciade acabamiento, su pertenencia a un pensamiento que sera el de

    la Versuch y el del Versucher, que est ligada a la movilidad de labsqueda, al pensamiento viajero (el de un hombre que piensa alcaminar y de acuerdo con la verdad de la marcha). Tambin esverdad que resulta prxima al aforismo, pues es un hecho conveni-do que es en la forma aforstica en la que l sobresale: Elaforismo, en el que soy el primero de los maestros alemanes, es

    una forma de e ernidad; mi ambicin es decir en diez frases lo quet

    otro dice y no dice en un libro. Pero es realmente esa suambicin, y el trmino aforismo corresponde a la medida de loque Nietzsche busca? Yo no soy lo bastante limitado como parapoder caber en un sistema, ni siquiera en el mo propio. Elaforismo es poder que limita, que encierra. Forma que en formade horizonte es su propio horizonte. Con ello se ve lo que tienetambin de atractivo, siempre alejada en s misma, forma con algo

    de sombra, de concentrado, de oscuramente violento que la hace

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    parecerse al crimen de Sade, completamente opuesta a la mxima,sentencia sta destinada al uso del bello mundo y pulida hastahacerse lapidaria, mientras que el aforismo es tan insociable comopuede serlo un guijarro (Georges Perros). Pero este guijarro es una

    piedra de origen misterioso, un grave meteoro que al caer querravolatilizarse. Habla nica, solitaria, fragmentada pero a ttulo defragmento ya completa, entera, en esa reparticin, y de unresplandor que no remite a nada estallado. De este modo, esahabla revela la exigencia de lo fragmentario, y lo especficode esa exigencia hace que la forma aforstica no pueda con-venirle.

    El habla del fragmento ignora la suficiencia, no basta, no sedice en miras s misma, no tiene por sentido su contenido. Perotampoco entra a componerse con otros fragmentos para formar unpensamiento ms completo, un conocimiento de conjunto. Lofragmentario no precede al todo sino que se dice fuera del todo ydespus de l. Cuando Nietzsche afirma: Nada existe por fueradel todo, aunque pretenda aligerarnos de nuestra particularidad

    culpable y al mismo tiempo recusar el juicio, la medida, la nega-cin (pues no se puede juzgar al todo, ni medirlo, ni compararlo,ni sobre todo negarlo), el hecho es que tambin afirma a lacuestin del todo como la nica dotada de validez, y restaura laidea de totalidad. La dialctica, el sistema, el pensamiento comopensamiento del conjunto vuelven a hallar sus derechos y funda-mentan la filosofa como discurso acabado. Pero cuando dice: Me

    parece importante desembarazarse del todo, de la Unidad,... esnecesario desmigajar el Universo, perder el respeto del todo,ingresa entonces en el espacio de lo fragmentario, asume el riesgode un pensamiento que no garantiza ya la unidad.

    El habla en donde se revela la exigencia de lo fragmentario,habla no suficiente pero no por insuficiencia, no acabada (por serextraa a la categora de la realizacin), no contradice el todo. Por

    una parte, es necesario respetar el todo y si no se lo dice por lomenos se lo debe realizar. Somos seres del Universo y por ellovueltos hacia la unidad todava ausente. Nuestra vocacin, diceNietzsche, es la de someter el Universo. Pero hay otro pensa-miento y una vocacin completamente diferentes. Lo cual quieredecir que la primera, en verdad, no es una verdadera vocacin.Todo est ahora ya cumplido, el Universo nos toc en suerte, el

    tiempo ha concluido, hemos salido de la historia por la historia

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    misma. Entonces, qu queda todava por decir, qu queda toda-va por hacer?

    El habla fragmentaria, la de Nietzsche, ignora la contradic-cin. He aqu algo que es extrao. Hemos notado, siguiendo aJaspers, que no se comprende bien a Nietzsche, que no se le hacejusticia a su pensamiento si cada vez que ste afirma con certezano se busca la afirmacin opuesta con la que esta certeza est enrelacin. Y, en efecto, este pensamiento no deja de oponerse, sincontentarse jams consigo mismo, sin contentarse tampoco jamscon esta oposicin. Pero en este punto es necesario de nuevodistinguir. Existe el trabajo crtico: la crtica de la metafsica, que

    est representada principalmente por el idealismo cristiano peroque est tambin en toda filosofa especulativa. Las afirmacionescontradictorias son un momento del trabajo crtico: Nietzscheataca al adversario desde muchos puntos de vista a la vez, pues lapluralidad de puntos de vista es precisamente el principio quedesconoce el pensamiento incriminado. Sin embargo, Nietzsche noignora que all en donde est situado se encuentra obligado a

    pensar, est obligado a hablar a partir del discurso que recusa:pertenece todava a ese discurso tal como todos nosotros le perte-necemos; las contradicciones dejan entonces de ser polmicas oinclusive solamente crticas; lo conciernen en su pensamiento mis-mo, son expresin de su enrgico pensamiento, el cual no puedecontentarse con sus propias verdades sin tentarlas, sin ponerlas aprueba, sin rebasarlas, y volver despus sobre ellas. En esta forma

    la Voluntad de Poder puede ser tanto un principio de explicacinontolgica, que expresa la esencia, el fondo de las cosas, comotambin la exigencia de todo rebasamiento que se rebasa a smisma como exigencia. El Eterno Retorno es tanto una verdadcosmolgica, como la expresin de una decisin tica, como elpensamiento del ser comprendido como devenir, etc. Esas oposicio-nes nombran una determinada verdad mltiple y la necesidad de

    pensar lo mltiple cuando se quiere decir la verdad de acuerdo conel valor; pero multiplicidad que es todava relacin con el Uno. Elpensamiento de Nietzsche, en ese estado, se unifica en el pensa-miento del todo como multiplicidad infinita cuya expresin irreba-sable es el Eterno Retorno.

    El habla del fragmento ignora las contradicciones inclusivecuando ella contradice. Dos textos fragmentarios pueden oponerse,

    se colocan en realidad uno despus de otro, el uno sin relacin con

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    el otro, el uno relacionado con el otro por ese blanco indetermi-nado que no los separa ni los junta, que los lleva hasta el lmiteque designan y que sera su sentido, si no escaparan precisamenteall, en una forma hiperblica, a toda habla significativa. El hecho

    de estar planteado siempre de ese modo en el lmite, le da alfragmento dos caractersticas diferentes: es habla de afirmacin, yque no afirma nada ms que ese ms y ese exceso de unaafirmacin extraa a la posibilidad y, sin embargo, adems, no esen manera alguna categrica, ni est fija en una certeza, ni plan-teada en una positividad relativa o absoluta, ni mucho menos diceel ser de una manera privilegiada o se dice a partir del ser, sino

    que ms bien va ya borrndose, deslizndose fuera de s misma,deslizamiento que la reconduce hacia s, en el murmullo neutro dela oposicin.

    All en donde la oposicin no opone sino que yuxtapone,all en donde la yuxtaposicin da en conjunto lo que se sustrae atoda simultaneidad, sin sucederse sin embargo, en ese punto preci-so se le propone a Nietzsche una experiencia no dialctica del

    habla. No una manera de decir y de pensar que pretendera refutarla dialctica o expresarse contra ella (Nietzsche no deja, cada vezque tiene oportunidad de hacerlo, de saludar a Hegel o inclusive dereconocerse en l, como tambin de denunciar el idealismo cristia-no que lo impulsa), sino de un