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Dante Alighieri (Florencia, 1265 - Rávena, 1321) Poeta italiano. Si bien sus padres, Alighiero de Bellincione y Gabriella (Bella), pertenecían a la burguesía güelfa florentina, Dante aseguró siempre que procedía de familia noble, y así lo hizo constar en el Paraíso (cantos XV y XVI), en donde trazó un vínculo familiar con su supuesto antepasado Cacciaguida, quien habría sido armado caballero por el emperador Conrado II de Suabia. Durante sus años de estudio Dante Alighieri coincidió con el poeta Guido Cavalcanti, representante deldolce stil nuovo, unos quince años mayor que él, con quien intimó y de quien se convirtió en discípulo. Según explica en su autobiografía más o menos recreada poéticamente Vida nueva, en 1274 vio por primera vez a Beatriz Portinari, cuando ella contaba ocho años y él tan sólo uno más; el apasionado y platónico enamoramiento de Dante tendría lugar al coincidir de nuevo con ella nueve años más tarde. En 1285 Dante tomó parte en el asedio de Poggio di Santa Cecilia, defendido por los aretinos, y dos años más tarde se trasladó a Bolonia, quizás a estudiar, si bien se tienen dudas en lo referente a su paso por la universidad de dicha ciudad. Sí hay pruebas, en cambio, de su participación, en calidad de «feritore» de a caballo, en la batalla de Campaldino, en la cual se enfrentó a los gibelinos de Arezzo. En 1290 murió Beatriz, y un año más tarde Dante contrajo matrimonio con Gemma di Manetto, con quien tuvo cuatro hijos. En 1295 se inscribió en el gremio de médicos y boticarios, y a partir del mes de noviembre empezó a interesarse por la política municipal florentina; entre mayo y septiembre del año siguiente fue miembro del Consejo de los Ciento, y en 1298 participó en la firma del tratado de paz con Arezzo. En 1300, y en calidad de embajador, se trasladó a San Gimignano para negociar la visita de representantes de la Liga Güelfa a Florencia, y entre el 15 de junio y el 14 de agosto ocupó el cargo de prior, máxima magistratura florentina.

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Biografía de autores para Historia del Derecho

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Dante Alighieri

(Florencia, 1265 - Rávena, 1321) Poeta italiano. Si bien sus padres, Alighiero de Bellincione y Gabriella (Bella), pertenecían a la burguesía güelfa florentina, Dante aseguró siempre que procedía de familia noble, y así lo hizo constar en el Paraíso (cantos XV y XVI), en donde trazó un vínculo familiar con su supuesto antepasado Cacciaguida, quien habría sido armado caballero por el emperador Conrado II de Suabia.

Durante sus años de estudio Dante Alighieri coincidió con el poeta Guido Cavalcanti, representante deldolce stil nuovo, unos quince años mayor que él, con quien intimó y de quien se convirtió en discípulo. Según explica en su autobiografía más o menos recreada poéticamente Vida nueva, en 1274 vio por primera vez a Beatriz Portinari, cuando ella contaba ocho años y él tan sólo uno más; el apasionado y platónico enamoramiento de Dante tendría lugar al coincidir de nuevo con ella nueve años más tarde.

En 1285 Dante tomó parte en el asedio de Poggio di Santa Cecilia, defendido por los aretinos, y dos años más tarde se trasladó a Bolonia, quizás a estudiar, si bien se tienen dudas en lo referente a su paso por la universidad de dicha ciudad. Sí hay pruebas, en cambio, de su participación, en calidad de «feritore» de a caballo, en la batalla de Campaldino, en la cual se enfrentó a los gibelinos de Arezzo.

En 1290 murió Beatriz, y un año más tarde Dante contrajo matrimonio con Gemma di Manetto, con quien tuvo cuatro hijos. En 1295 se inscribió en el gremio de médicos y boticarios, y a partir del mes de noviembre empezó a interesarse por la política municipal florentina; entre mayo y septiembre del año siguiente fue miembro del Consejo de los Ciento, y en 1298 participó en la firma del tratado de paz con Arezzo. En 1300, y en calidad de embajador, se trasladó a San Gimignano para negociar la visita de representantes de la Liga Güelfa a Florencia, y entre el 15 de junio y el 14 de agosto ocupó el cargo de prior, máxima magistratura florentina.

En octubre de 1301, y tras oponerse al envío de tropas para ayudar al papa Bonifacio VIII, Dante fue designado embajador ante el pontífice, a quien ofreció un tratado de paz. El Papa, sin embargo, lo retuvo en Roma en contra de su voluntad, con la intención de ayudar en Florencia a la facción güelfa opuesta a la de Dante, sector que a la postre se hizo con el control de la ciudad y desterró a sus oponentes. Acusado de malversación de fondos, Dante fue condenado a multa, expropiación y exilio, y más tarde a muerte en caso de que regresara a Florencia.

A partir de esta fecha Dante inició un largo exilio que iba a durar el resto de su vida: residió en Verona, Padua, Rímini, Lucca y, finalmente, Ravena, ciudad en la cual fue huésped de Guido Novello de Polenta y donde permaneció hasta su muerte.

Obras de Dante Alighieri

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La influencia de la poesía trovadoresca y estilnovista sobre Dante Alighieri queda reflejada en su Vida nueva, conjunto de poemas y prosas dirigidos a Beatriz, razón de la vida del poeta y también de sus tormentos, y sus Rime Petrose, dirigidas a una amada supuesta, a la que escribe sólo para disimular ante los demás su verdadero amor. El juego poético-amoroso oscila entre la pasión imposible y la espiritualizada idealización de la figura de su amada, aunque las rígidas formas del estilnovismo adquieren una fuerza y sinceridad nuevas en manos de Dante.

El experimentalismo de los poemas de Dante Alighieri y la búsqueda consciente de un estilo propio culminarán finalmente en La Divina Comedia, una de las cumbres de la literatura universal. Escrita en tercetos, se resume en ella toda la cosmología medieval mediante la presentación del recorrido del alma de Dante, guiada primero por Virgilio y más adelante por Beatriz, en la expiación de sus pecados en tres cantos: el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Con un lenguaje vívido y de gran riqueza expresiva, el poeta mezcla los elementos simbólicos con referencias a personajes históricos y mitológicos, hasta construir una equilibrada y grandiosa síntesis del saber acumulado por el hombre desde la Antigüedad clásica hasta la Edad Media.

Alejandro Magno

(Alejandro III) Rey de Macedonia (Pella, Macedonia, 356 - Babilonia, 323 a. C.). Sucedió muy joven a su padre, Filipo II, asesinado en el 336 a. C. Éste le había preparado para reinar,

proporcionándole una experiencia militar y encomendando a  Aristótelessu formación intelectual.

Alejandro Magno dedicó los primeros años de su reinado a imponer su autoridad sobre los pueblos sometidos a Macedonia, que habían aprovechado la muerte de Filipo para rebelarse. Y enseguida -en el 334- lanzó a su ejército contra el poderoso y extenso Imperio Persa, continuando así la empresa que su padre había iniciado poco antes de morir: una guerra de venganza de los griegos -bajo el liderazgo de Macedonia- contra los persas.

Con un ejército pequeño (unos 30.000 infantes y 5.000 jinetes), Alejandro Magno se impuso invariablemente sobre sus enemigos, merced a su excelente organización y adiestramiento, así como al valor y al genio estratégico que demostró; las innovaciones militares introducidas por Filipo (como la táctica de la línea oblicua) suministraban ventajas adicionales.

Alejandro recorrió victorioso el Asia Menor (batalla de Gránico, 334), Siria (Issos, 333), Fenicia (asedio de Tiro, 332), Egipto y Mesopotamia (Gaugamela, 331), hasta tomar las capitales persas de Susa (331) y Persépolis (330). Asesinado Darío III, el último emperador Aqueménida, por uno de sus sátrapas (Bessos) para evitar que se rindiera, éste continuó la resistencia contra Alejandro en el Irán oriental.

Una vez conquistada la capital de los persas, Alejandro licenció a las tropas griegas que le habían acompañado durante la campaña y se hizo proclamar emperador ocupando el puesto de los Aqueménidas. Enseguida lanzó nuevas campañas de conquista hacia el este: derrotó y dio muerte a Bessos y sometió Partia, Aria, Drangiana, Aracosia, Bactriana y Sogdiana. Dueño del Asia central y del actual Afganistán, se lanzó a conquistar la India (327-325), albergando ya un proyecto de dominación mundial. Aunque incorporó la parte occidental de la India (vasallaje del rey Poros), hubo de renunciar a continuar avanzando hacia el este por el amotinamiento de sus tropas, agotadas por tan larga sucesión de conquistas y batallas.

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Con la conquista del Imperio Persa, Alejandro descubrió el grado de civilización de los orientales, a los que antes había tenido por bárbaros. Concibió entonces la idea de unificar a los griegos con los persas en un único imperio en el que convivieran bajo una cultura de síntesis (año 324). Para ello integró un gran contingente de soldados persas en su ejército, organizó en Susa la «boda de Oriente con Occidente» (matrimonio simultáneo de miles de macedonios con mujeres persas) y él mismo se casó con dos princesas orientales: una princesa de Sogdiana y la hija de Darío III.

La reorganización de aquel gran Imperio se inició con la unificación monetaria, que abrió las puertas a la creación de un mercado inmenso; se impulsó el desarrollo comercial con expediciones geográficas como la mandada por Nearcos, cuya flota descendió por el Indo y remontó la costa persa del Índico y del golfo Pérsico hasta la desembocadura del Tigris y el Éufrates. También se construyeron carreteras y canales de riego. La fusión cultural se hizo en torno a la imposición del griego como lengua común (koiné). Y se fundaron unas 70 ciudades nuevas, la mayor parte de ellas con el nombre de Alejandría (la principal en Egipto y otras en Siria, Mesopotamia, Sogdiana, Bactriana, India y Carmania).

La temprana muerte de Alejandro a los 33 años, víctima del paludismo, le impidió consolidar el imperio que había creado y relanzar sus conquistas. El imperio no sobrevivió a la muerte de su creador. Se desencadenaron luchas sucesorias en las que murieron las esposas e hijos de Alejandro, hasta que el imperio quedó repartido entre sus generales (losdiádocos): Seleuco, Ptolomeo, Antígono, Lisímaco y Casandro. Los Estados resultantes fueron los llamados reinos helenísticos, que mantuvieron durante los siglos siguientes el ideal de Alejandro de trasladar la cultura griega a Oriente, al tiempo que insensiblemente dejaban penetrar las culturas orientales en el Mediterráneo.

Boecio

(Ancio Manlio Torcuato Severino; Roma, h. 480-id., 524) Político, filósofo y poeta latino, autor de De la consolación de la filosofía. Representante del neoplatonismo, se inclinó por el estoicismo y las ciencias exactas, y se erigió en uno de los fundadores de la filosofía cristiana de Occidente.

El propio Boecio nos dejó un breve resumen de su vida en el primer libro de su obra más célebre, De la consolación de la filosofía. Boecio pertenecía a la gens Anicia, cristiana desde hacía ya más de un siglo y que había prestado al Imperio importantes servicios. Fallecido muy pronto su padre, que fue cónsul en 487, halló un maestro y un amigo en Quinto Aurelio Símmaco, con cuya hija Rusticiana se casó más tarde y al cual se sintió atraído a lo largo de toda su vida por una profunda veneración.

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Poseedor de una amplia cultura, de la que formaba parte el perfecto conocimiento del griego, se entregó en un primer período al estudio y concibió el vasto proyecto (sólo llevado a cabo en una mínima proporción) de traducir al latín todas las obras dePlatón y Aristóteles, para demostrar la mera apariencia de las supuestas disparidades existentes entre sus respectivos sistemas filosóficos.

Llegado luego a la vida política, obtuvo en ella un éxito rápido y singular: fue primeramente cuestor y después cónsul a los treinta años (510); y en 522 pudo ver a sus dos jóvenes hijos elevados a este último cargo. Según él mismo confiesa, hasta este momento vivió plenamente feliz: muy bien considerado por Teodorico, apreciado y amado por los hombres más ilustres de la época (entre los cuales figuraban Casiodoro y Ennodio), poseedor del afecto de una familia ideal y envidiado por su cultura y su poder, parecía ver colmados todos sus deseos.

No obstante, en breve espacio de tiempo su fortuna cambió por completo y lo llevó a conocer una caída más rápida aún que el ascenso. Tras haber defendido en Verona, y ante el mismo Teodorico, al senador Albino, quien había sido acusado de traición en favor del emperador de Bizancio, Justino I, el propio Boecio se vio envuelto en la acusación, y fue encarcelado en Pavía, condenado a muerte y cruelmente ajusticiado en 524.

Se trató, con toda seguridad, de un proceso político; sin embargo, muy pronto se le dio un carácter religioso que procuró al reo el nombre, la fama y los honores del martirio y la santidad. Como personaje político, Boecio destaca en la historia de Italia por sus tenaces intentos de establecer el acuerdo y la unidad entre romanos y godos; sólo una violenta resurrección de la barbarie en el espíritu de Teodorico hizo fracasar sus generosos planes, que Boecio pagó con la vida.

No obstante, es todavía más elevado el nivel que ocupa en la historia de la cultura y de la civilización europeas: en la primera, por haber hecho asequibles al mundo occidental las fuentes griegas del saber mediante las traducciones de algunos de los principales tratados filosóficos (las Categorías, el De interpretatione y otros textos lógicos de Aristóteles, y la Isagoge de Porfirio) y las artes del cuadrivio, lo cual facilitó a las escuelas los instrumentos indispensables para la investigación; y, en la otra, por la meditación ofrecida a los siglos en la obra De la consolación de la filosofía, escrita en la cárcel, y que, junto a la Bibliay la Regla de los monasterios de San Benito, fue uno de los libros más leídos de toda la Edad Media.

Aun despojada de los elementos legendarios que pronto se le superpusieron, la figura de Boecio resulta ser una de las más significativas de los siglos medievales; y, precisamente, ha sido adoptada como símbolo del paso de una etapa cultural a otra era nueva: la que había de dar lugar, en una laboriosa y fecunda fusión de principios antiguos y recientes, a la civilización moderna.

Luis XIV

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(Luis XIV, llamado el Rey Sol; Saint-Germaine-en-Laye, Francia, 1638 - Versalles, id., 1715) Rey de Francia (1643-1715). Primogénito de Luis XIII y Ana de Austria, quien influyó decisivamente en su carácter y fue, al parecer, la responsable de su mediocre instrucción («Ni siquiera le enseñaron a leer y escribir correctamente», afirmaba el duque de Saint-Simon en sus memorias), subió al trono cuando tenía cinco años y durante su infancia reinó bajo la tutela de su madre y el gobierno de Mazarino.

Al morir éste, en 1661, asumió por completo sus funciones regias; de su padre había heredado el prurito de su grandeza y la idea del carácter divino de su poder. Un año antes, en 1660 había contraído matrimonio con la infanta española María Teresa, lo cual no le impidió tener varias amantes, entre ellas La Vallière, Montespan y Madame de Maintenon, con quien, tras enviudar, casó en secreto en 1680.

Instalado primero en Saint-Germain y más tarde en el imponente marco del palacio de Versalles, se rodeó de dóciles cortesanos, redujo a la nobleza, restó poder al Parlamento y el clero y centralizó la Administración pública mediante un complejo aparato burocrático.

Su ministro de Finanzas, Colbert, fue el artífice de la organización administrativa del Estado monárquico. Para hacer frente a los ingentes gastos de la corte, el rey controló la producción agraria y manufacturera y el comercio exterior, y aplicó una dura política impositiva. Todas las fuentes de recursos fueron orientadas hacia la hacienda pública. Al mismo tiempo, sus ministros Louvois y Le Tellier se ocuparon de reorganizar el ejército en un cuerpo regular, y Vauban, de construir un sistema defensivo basado en nuevas fortificaciones.

En el interior, la política del monarca se basó en la consolidación del absolutismo, identificando a la monarquía con el Estado. En el exterior, su máxima preocupación fue mantener el prestigio de Francia, por lo cual entró en la guerra de Devolución (1667-1668), sobre la base de los derechos que le correspondían a su esposa sobre Flandes, obteniendo Lille, y en la guerra de los Países Bajos (1672-1679), que afianzó la hegemonía francesa en Europa.

Su sueño de crear un bloque francoespañol bajo el dominio borbónico que terminara con el poder de los Habsburgo, principales rivales de Francia en Europa, desembocó en la guerra de Sucesión española (1700-1714), con motivo de la instauración de Felipe V, nieto de Luis XIV, en el trono español. Frente a sus aspiraciones se formó la Gran Alianza, integrada por Gran Bretaña, los Países Bajos y el Imperio Austríaco, que apoyaban las pretensiones del candidato Carlos de Austria al trono español.

Tras un desarrollo incierto, el conflicto se resolvió con la aceptación de Felipe V por las demás potencias en los tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714), aunque buena parte de los territorios españoles en Europa pasaron en compensación a su oponente, convertido en el emperador Carlos VI. Además, en dichos tratados se preveía la unificación de los reinos de España y Francia bajo la misma Corona.

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Las ambiciones hegemónicas de Luis lo llevaron también a defender la autonomía de la Iglesia francesa frente al Vaticano y a afirmar su autoridad en el terreno religioso. Sus choques con el Papado no fueron obstáculo para que protegiera a los católicos y reprimiera a sus enemigos, quietistas, jansenistas y hugonotes. El enorme despliegue militar realizado ocasionó unos gastos exorbitantes que, sumados a los derivados del boato de la corte, fueron una de las causas que llevaron a una aguda crisis económica.

El final de su reinado estuvo marcado por los primeros síntomas de decadencia del régimen y de la corte, el declive de la hegemonía francesa en el continente, el fracaso de su política colonial y el inquietante malestar social surgido de las hambrunas que padecía el pueblo bajo. Sin embargo, el monarca, llamado vicediós por el obispo Godeau, siguió fiel a sí mismo y confiado hasta el día de su muerte en su voluntad como único motor de la vida del reino y de sus súbditos.

Giacomo Puccini

(Lucca, actual Italia, 1858-Bruselas, 1924) Compositor italiano. Heredero de la gran tradición lírica italiana, pero al mismo tiempo abierto a otras corrientes y estilos propios del cambio de siglo, Puccini se convirtió en el gran dominador de la escena lírica internacional durante los primeros decenios del siglo XX. No fue un creador prolífico: sin contar algunas escasas piezas instrumentales y algunas religiosas compuestas en su juventud, doce óperas conforman el grueso de su producción, cifra insignificante en comparación con las de sus predecesores, pero suficiente para hacer de él un autor clave del repertorio operístico y uno de los más apreciados y aplaudidos por el público.

Giacomo Puccini nació en el seno de una familia alguno de cuyos miembros desde el siglo XVIII había ocupado el puesto de maestro de capilla de la catedral de Lucca. A la muerte de su padre, Michele, en 1863, el pequeño Giacomo, pese a no haber demostrado un especial talento músico, fue destinado a seguir la tradición familiar, por lo que empezó a recibir lecciones de su tío Fortunato Magi, con resultados poco esperanzadores.

Fue a la edad de quince años cuando el director del Instituto de Música Pacini de Lucca, Carlo Angeloni, consiguió despertar su interés por el mundo de los sonidos. Puccini se reveló entonces como un buen pianista y organista cuya presencia se disputaban los principales salones e iglesias de la ciudad.

En 1876, la audición en Pisa de la Aida verdiana constituyó una auténtica revelación para él; bajo su influencia, decidió dedicar todos sus esfuerzos a la composición operística, aunque ello implicara abandonar la tradición familiar. Sus años de estudio en el Conservatorio de Milán le confirmaron en esta decisión. Amilcare Ponchielli, su maestro, lo animó a componer su primera obra para la escena: Le villi, ópera en un acto estrenada en 1884 con un éxito más que apreciable.

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Con su tercera ópera, Manon Lescaut, Puccini encontró ya su propia voz. El estreno de la obra supuso su consagración, confirmada por su posterior trabajo, La bohème, una de sus realizaciones más aclamadas. En 1900 vio la luz la ópera más dramática de su catálogo, Tosca, y cuatro años más tarde la exótica Madama Butterfly.

Su estilo, caracterizado por combinar con habilidad elementos estilísticos de diferentes procedencias, ya estaba plenamente configurado. En él la tradición vocal italiana se integraba en un discurso musical fluido y continuo en el que se diluían las diferencias entre los distintos números de la partitura, al mismo tiempo que se hacía un uso discreto de algunos temas recurrentes a la manera wagneriana. A ello hay que añadir el personal e inconfundible sentido melódico de su autor, una de las claves de la gran aceptación que siempre ha tenido entre el público.

Sin embargo, a pesar de su éxito, tras Madama Butterfly Puccini se vio impelido a renovar un lenguaje que amenazaba con convertirse en una mera fórmula. Con La fanciulla del West inició esta nueva etapa, caracterizada por conceder mayor importancia a la orquesta y por abrirse a armonías nuevas, en ocasiones en los límites de la tonalidad, que revelaban el interés del compositor por la música de Debussy y Schönberg. En la misma senda, el músico de Lucca promovió la renovación de los argumentos de sus óperas, se distanció de los temas convencionales tratados por otros compositores y abogó por un mayor realismo.

Todas estas novedades contribuyeron a que sus nuevas óperas, entre ellas las que integran Il trittico, no alcanzaran, pese a su calidad, el mismo grado de popularidad que sus obras anteriores. Su última ópera, la más moderna y arriesgada de cuantas escribió, Turandot, quedó inconclusa a su muerte. La tarea de darle cima, a partir de los esbozos dejados por el maestro, correspondió a Franco Alfano.

Johann Wolfgang Goethe

(Frankfurt, 1749-Weimar, id., 1832) Escritor alemán. Nacido en el seno de una familia patricia burguesa, su padre se encargó personalmente de su educación. En 1765 inició los estudios de derecho en Leipzig, aunque una enfermedad le obligó a regresar a Frankfurt. Una vez recuperada la salud, se trasladó a Estrasburgo para proseguir sus estudios. Fue éste un período decisivo, ya que en él se produjo un cambio radical en su orientación poética. Frecuentó los círculos literarios y artísticos del Sturm und Drang, germen del primer Romanticismo y conoció a Herder, quien lo invitó a descubrir a Homero, Ossian, Shakespeare y la poesía popular.

Fruto de estas influencias, abandonó definitivamente el estilo rococó de sus comienzos y escribió varias obras que iniciaban una nueva poética, entre ellasCanciones de Sesenheim, poesías líricas de tono sencillo y espontáneo, y Sobre la arquitectura alemana(1773),

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himno en prosa dedicado al arquitecto de la catedral de Estrasburgo, y que inaugura el culto al genio.

En 1772 se trasladó a Wetzlar, sede del Tribunal Imperial, donde conoció a Charlotte Buff, prometida de su amigo Kestner, de la cual se prendó. Esta pasión frustrada inspiró su primera novela, Los sufrimientos del joven Werther, obra que causó furor en toda Europa y que constituyó la novela paradigmática del nuevo movimiento que estaba naciendo en Alemania, el Romanticismo.

De vuelta en Frankfurt, escribió algunos dramas teatrales menores e inició la composición de su obra más ambiciosa, Fausto, en la que trabajaría hasta su muerte; en ella, la recreación del mito literario del pacto del sabio con el diablo sirve a una amplia alegoría de la humanidad, en la cual se refleja la transición del autor desde el Romanticismo hasta el personal clasicismo de su última etapa. En 1774, aún en Frankfurt, anunció su compromiso matrimonial con Lili Schönemann, aunque rompió el noviazgo dos años más tarde; tras aceptar el puesto de consejero del duque Carlos Augusto, se trasladó a Weimar, donde estableció definitivamente su residencia.

Empezó entonces una brillante carrera política (llegó a ser ministro de Finanzas en 1782), al tiempo que se interesaba también por la investigación científica. La actividad política y su amistad con una dama de la corte, Charlotte von Stein, influyeron en una nueva evolución literaria que le llevó a escribir obras más clásicas y serenas, abandonando los postulados individualistas y románticos del Sturm und Drang. En esa época empezó a escribir Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1795), novela de formación que influiría notablemente en la literatura alemana posterior.

En 1786 abandonó Weimar y la corte para realizar su sueño de juventud, viajar a Italia, el país donde mejor podía explorar su fascinación por el mundo clásico. De nuevo en Weimar, tras pasar dos años en Roma, siguió al duque en las batallas prusianas contra Francia, experiencia que recogió en Campaña de Francia (1822). Poco después, en 1794, entabló una fecunda amistad con Schiller, con años de rica colaboración entre ambos. Sus obligaciones con el duque cesaron (tan sólo quedó a cargo de la dirección del teatro de Weimar), y se dedicó casi por entero a la literatura y a la redacción de obras científicas.

La muerte de Schiller, en 1805, y una grave enfermedad, hicieron de Goethe un personaje cada vez más encerrado en sí mismo y atento únicamente a su obra. En 1806 se casó con Christiane Vulpius, con la que ya había tenido cinco hijos. En 1808 se publicó Fausto y un año más tarde apareció Las afinidades electivas, novela psicológica sobre la vida conyugal y que se dice inspirada por su amor a Minna Herzlieb. Movido por sus recuerdos, inició su obra más autobiográfica, Poesía y verdad (1811-1831), a la que dedicó los últimos años de su vida, junto con la segunda parte de Fausto.

San Gregorio I Magno

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(Roma, c. 540 - id., 604) Papa (590-604). Miembro de una familia de patricios romanos, fue praefectus urbisde Justino II (572-574). Convirtió su palacio del monte Celio en el monasterio de San Andrés y abrazó la regla de San Benito. Nuncio en Constantinopla (579-586), fue nombrado papa a la muerte de Pelayo II (590). Negoció una tregua con los lombardos (592), afirmó la primacía de la iglesia de Roma y envió al monje Agustín a evangelizar Inglaterra. Autorizó el culto de los hebreos y superó el cisma del norte de Italia originado por la supresión de los Tres Capítulos. Adoptó el título Servus servorum Dei(servidor de los siervos de Dios), que se convirtió en oficial de los futuros pontífices. Soberano temporal de la ciudad de Roma, hizo de ella la capital espiritual del mundo latino y puso las bases del poder territorial del papado.

De noble familia senatorial, estaba destinado a la carrera política, y todavía joven (en 573) desempeñó el cargo de praefectus urbis (prefecto de Roma); pero, conmovido por el espectáculo de las miserias de Roma y de Italia entera, que agudizaron en él el sentimiento de la inanidad de las cosas terrenas, entregó, a la muerte de su padre, su inmenso patrimonio a los pobres y a la Iglesia, fundando seis monasterios en sus tierras de Sicilia y otro en su palacio del Celio, que dedicó a San Andrés y donde él mismo vistió el hábito benedictino.

Su fuerte personalidad y su práctica en la política, preciosa en aquellos tiempos de adversidades excepcionales, movieron, sin embargo, a Benedicto I a sacarlo de su soledad nombrándolo diaconus regionarius en 577, y a Pelagio II, el año siguiente, a servirse de él como legado en Constantinopla, donde tuvo ocasión en su larga estancia (579-585) de formarse una rica experiencia política y humana.

Abad de San Andrés, fue elegido papa a la muerte de Pelagio con el asentimiento general y consagrado el 3 de septiembre de 590. Le esperaban la peste, la expansión lombarda y el sitio de Roma (593), el empeoramiento del cisma de los Tres Capítulos y los pleitos con Bizancio. En los catorce años de su pontificado hubo de medirse con estos problemas objetivos y con otros que él mismo se planteó libremente: pacificación de la península, unificación católica de Occidente mediante una vasta obra de evangelización y una vasta toma de contactos más operantes con los pueblos convertidos.

Así, mientras socorría con ayudas materiales y con su alto magisterio a las poblaciones más próximas, organizaba, reemplazando la impotente autoridad imperial, la defensa de Italia central, de Roma y del mismo Nápoles; favoreció la instauración de mejores relaciones con los invasores; apoyó la conversión de Teodolinda; promovió la misión de Agustín en Inglaterra (596); organizó una más estrecha colaboración con el episcopado y con los reyes francos y animó en España la acción del neófito Recaredo.

Obras de San Gregorio Magno

Dotado de viva sensibilidad y de excepcional equilibrio para conllevar las exigencias místicas del monje con el respeto y la simpatía hacia la humanidad doliente, su obra literaria, de estilo sencillo, a veces humilde, a menudo elocuente, constituye el más luminoso comentario a su obra de pontífice que no vacila en enfrentarse con los desidiosos y con los potentados, como puede apreciarse en sus Epístolas. Dirigidas a los más diversos destinatarios, las cartas de San Gregorio tratan de variadas cuestiones y son un testimonio fundamental para el conocimiento de su actividad y de su personalidad. Sobresalen las epístolas dirigidas contra los herejes y los cismáticos, como los maniqueos de Sicilia o los donatistas en África, y las que se refieren a los judíos, a los que San Gregorio concedió libertad de culto y tratamiento benévolo (I, 1, 47), porque "sólo con la mansedumbre, la bondad, las sabias y persuasivas admoniciones, se puede obtener la unidad de la fe".

Gregorio Magno mostró su preocupación por la formación de los pastores de almas en obras comoRegla pastoral (591), en que expuso los objetivos y reglas de la vida sacerdotal. Dedicada a Juan de Constantinopla, con quien se justifica de haber dudado en asumir el cargo de obispo de Roma, San Gregorio muestra en este libro lo arduo que es el oficio de pastor y las reglas de vida que debe seguir; describe el tipo ideal del obispo, que ha de ser siempre un médico de las almas y encontrar el tono justo para dirigirse a los hombres de las diversas clases sociales, ejerciendo sobre sus almas el máximo ascendente posible y teniendo siempre presente su propia debilidad

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para no caer en una excesiva confianza en sí mismo. Esta breve obra ejerció gran influencia y fue durante largo tiempo considerada como el texto de las reglas episcopales.

De su tarea de consolador y maestro de espiritualidad hallamos una excelente ilustración en las Homilías sobre el Evangelio o sobre Ezequiel, pronunciadas en Roma en 590-593, cuando todo parecía derrumbarse. En Moralia llevó a cabo una exégesis del libro bíblico de Job. Presenta a Job como figura del Redentor; en su mujer ve simbolizada la vida carnal, y en sus amigos, a los herejes, orientando siempre la interpretación hacia las lecciones morales y teológicas.

Los Diálogos, escritos entre los años 593 y 594, fueron probablemente su obra más difundida. Habiéndose retirado por algún tiempo, cansado de las preocupaciones y responsabilidades de su cargo, a un lugar apartado, Gregorio expresa al diácono Pedro su disgusto por no haber podido dedicarse a la vida ascética, con la que tantos hombres pudieron alcanzar la perfección. Accediendo a los ruegos de Pedro, pasa luego a mostrar con ejemplos concretos la verdad de tal aserto, describiendo la vida y enumerando los milagros de santos italianos, tal como los aprendió de testimonios seguros o de su personal experiencia. La forma dialogada, usada ya desde antiguo en obras de este género, por ejemplo por Sulpicio Severo, constituye para el autor un simple medio para dar vivacidad a la narración y facilitar las transiciones; la forma intencionadamente simple y clara favoreció la grandísima difusión de la obra, pronto traducida a diversas lenguas y celebrada por escritores contemporáneos y posteriores.

Si la actividad política del papa Gregorio Magno tuvo una importancia excepcional para el equilibrio político-religioso de la Europa medieval, su obra literaria constituyó hasta el siglo XII una incomparable fuente de meditación y de luz espiritual para todo el Occidente. A él se le atribuye también la compilación del Antifonario gregoriano, gran colección de cantos de la Iglesia romana.

Teodorico I el Grande

(?, h. 454 - Ravena, actual Italia, 526) Rey de los ostrogodos (474-526). Hijo y sucesor del caudillo ostrogodo Teodomiro, del linaje de los Amalos, fue enviado por su padre como rehén a la ciudad de Constantinopla (actual Estambul), cuando no era más que un niño (462). En la capital del Imperio Bizantino, Teodorico entró en contacto con la cultura grecolatina y adquirió cierta experiencia política. En el 474 sucedió a su padre al frente de los ostrogodos e instaló a su pueblo en Dacia, antigua provincia romana que hoy forma parte de Rumania.

Fue nombrado patricio y magister militum por el emperador Zenón, quien, en el 488, le prometió el gobierno de Italia como recompensa si vencía a Odoacro, rey de los hérulos que había depuesto a Rómulo Augústulo, último emperador romano de Occidente (476). A mediados del año siguiente, Teodorico penetró en la península Italiana al frente de su pueblo, cuyo número se estima en unas cien mil personas; tras librar diversas batallas de desenlace incierto, consiguió ocupar Ravena, acción en la que pereció Odoacro (493). Se proclamó rey de Italia (494) en esta ciudad adriática, en la cual fijó su corte, y fue reconocido como tal por el emperador bizantino Anastasio (497), a quien debía una teórica sumisión.

Pese a que mantuvo las diferencias entre los ostrogodos, de religión arriana, en cuyas manos dejó el poder militar, y los romanos, católicos, a quienes confió el poder civil dentro de un difícil equilibrio, Teodorico se sintió siempre depositario de las tradiciones e instituciones imperiales, por lo que se rodeó de consejeros latinos, como los pensadores Boecio y Casiodoro, e intentó armonizar las relaciones entre godos y romanos, para lo cual sometió a ambas comunidades a las mismas leyes.

De hecho, su gran ambición era crear un imperio germánico de Occidente, heredero del romano, que englobara a francos, vándalos, visigodos y ostrogodos. Con este objetivo, instauró una hábil política de alianzas matrimoniales entre su familia y los reyes de otros pueblos germánicos, que,

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si bien no llegaría a materializar su sueño, lo convirtió en el principal soberano occidental de su época.

En el año 511 intervino de forma decisiva en la resolución de la crisis de la monarquía visigoda, abierta a raíz de la muerte de Alarico II en la batalla de Vouillé (507); tras deponer al usurpador Gesaleico, coronó a su nieto Amalarico, hijo de Alarico y de su hija Tindigota. Teodorico asumió el gobierno del reino visigodo como tutor de su nieto, a quien colocó bajo la protección de Teudis, uno de sus generales. La regencia se mantuvo hasta la muerte del monarca ostrogodo (526), momento en que Amalarico pudo hacerse con el poder efectivo sobre su pueblo.

Hombre de gran inteligencia, prudente pero decidido, Teodorico favoreció el desarrollo de la agricultura y del comercio y fomentó el cultivo de las artes y las letras, hasta el punto de hacer de Ravena, su capital, un destacado centro artístico y cultural. En materia religiosa, permitió la coexistencia del catolicismo y del arrianismo durante la mayor parte de su reinado, tolerancia que se truncó en los últimos años de su vida, debido a sus enfrentamientos con el Papado y con el Imperio Bizantino, que lo llevaron a ordenar el ajusticiamiento de su antiguo amigo Boecio (524) y la encarcelación del papa Juan I.

A su muerte, acaecida el 30 de agosto del 526, el estallido de un grave conflicto entre godos y romanos provocó el rápido declive del reino ostrogodo, circunstancia que aprovechó el emperador Justinianopara convertir Italia en una nueva provincia bizantina y dispersar a los ostrogodos, que desaparecieron como pueblo (555).

Marco Aurelio

(Marcus Annius Verus; Roma, 121-Viena, 181) Emperador y filósofo romano. Perteneciente a una gens española de Roma, ya de niño llamó la atención del emperador Adriano, quien quedó admirado por su ingenua franqueza y su inteligencia, y ordenó a Antonino Pío que lo adoptara (138), quedándole destinado el imperio.

Estudió retórica griega y latina con Herodes Ático y Marco Cornelio Frontón, el cual desde entonces habría de ser su amigo y consejero espiritual. Seducido por el estoicismo, vistió muy pronto el manto de filósofo (133). César en 139 y cónsul en 140 y 145, este último año casó con su prima Faustina la Joven, hija de Antonino Pío.

Los veintitrés años que duró el reinado de Antonino Pío se cuentan entre los más prósperos del imperio, pero cuando, tras su muerte (161), Marco Aurelio fue nombrado emperador, se abrió un período enormemente conflictivo para el imperio, que se vio sacudido por los ataques de los bárbaros, revueltas populares y varias epidemias. A la serie ininterrumpida de guerras y calamidades que tuvo que soportar, el emperador opuso su serenidad y su fuerza moral.

En su relación con los cristianos, adoptó la misma actitud que Trajano, que evitaba la persecución pero reprimía las manifestaciones públicas de su fe y castigaba a los fieles que, tras ser denunciados, se negaban a celebrar el culto de la religión ancestral. Sin embargo, esa actitud obedecía menos a una voluntad erradicadora que a la opinión extremadamente severa que le merecían su proselitismo y sus prácticas rituales. De hecho, los cristianos nunca lo incluyeron en su lista de perseguidores.

Como emperador, a pesar de su temperamento pacífico y su preocupación por la economía, se vio obligado a concertar empréstitos forzosos y a desprenderse de parte del patrimonio imperial ante la urgente necesidad de constituir un ejército de esclavos, gladiadores, extranjeros y fugitivos, con el que hacer frente a la presión de los bárbaros; así, rechazó a los germanos hasta más allá del Danubio en el 168, venció a los partos y les arrebató parte de Mesopotamia (161) y sometió a marcomanos (172), cuadros (174) y sármatas (175).

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Tras la paz general de 175 y la ocupación de una franja de seguridad al norte del Danubio, admitió en el imperio, por primera vez, a bárbaros como colonos y soldados. Sin embargo, una revuelta en el norte de Italia determinó que proscribiera por un tiempo esa práctica. Quebrantada la paz por los bárbaros en el 177, Marco Aurelio emprendió una nueva campaña, en el curso de la cual sucumbió a la peste que desde el 166 asolaba el imperio, que pasó a regir su hijo Cómodo.

Antes de acceder al gobierno del imperio, Marco Aurelio había adquirido el hábito de escribir durante sus viajes cartas diarias a su maestro Marco Cornelio Frontón, a quien comentaba cuestiones de estilo y retórica e informaba sobre el curso de sus estudios y acerca de su delicada salud, castigada por el rígido ascetismo que se imponía; después, pasó escribir para sí mismo, y en griego, cuando antes lo había hecho sólo en latín.

Su estilo, influido sin duda por los maestros estoicos, carece, sin embargo, de la dureza dogmática de Epícteto, de quien adoptó el elogio de la libertad humana, o del tono docto y académico de Séneca. Por el contrario, sus textos denotan un tono muy personal, ya que parten de una reflexión íntima y crítica, y acusan una tendencia a transformar la doctrina en un constante examen de conciencia.

Su gran legado, los Pensamientos, es el resultado de las meditaciones morales que, ya al final de su vida, fue dejando por escrito, sin seguir un plan estricto o preestablecido. Dividida en doce libros y redactada en griego, la obra se basa en una serie de reflexiones inspiradas por su experiencia cotidiana y deja traslucir la influencia estoica, en particular la de Epicteto. Su visión del hombre es pesimista, pues considera que sus pasiones son el factor principal de la corrupción del mundo, por lo que aconseja perseguir tan sólo aquellos fines que dependan de uno mismo. Es ilustrativo el hecho de que se inspirara tanto en un esclavo como había sido Epicteto y que detestara el poder despótico al que él mismo denominó, irónicamente, «cesarizar».

SENECA Nació el 4 a.C. en Corduba hoy Córdoba, España. Su padre fue el retórico romano Marco (Lucio) Anneo, más conocido como Séneca el Viejo. 

Se educó en Roma donde recibe amplia educación, ejercerá como abogado y después de ser nombradoCuestor ingresa en el Senado Romano. Se casó dos veces, la segunda con Pompeya Paulina. 

Sus dotes oratorias atrajeron las envidias del emperador Calígula  que se consideraba el mejor orador del Imperio, y sólo se libró de morir por la tisis que padecía que hicieron pensar que viviría poco. 

Después de cursar estudios de Retórica y Filosofía en Roma, Séneca, esta profundamente influido por las enseñanzas de los estoicos, cuya doctrina desarrollaría en lo sucesivo. En el año 49 d.C. Séneca se convirtió en pretor y es designado tutor de Nerón, hijo adoptivo del emperador Claudio. Cuando muere Claudio, en el 54, Nerón es el nuevo emperador. La moderación de los cinco primeros años de su mandato fueron en gran medida resultado de la influencia de Séneca y Sexto Afranio Burro (muerto en el año 62), jefe de la guardia pretoriana. 

Hacia el año 62, Séneca pierde su influencia sobre el emperador. Después de la muerte de Agripina, Nerón se entregó a toda clase de excesos y pronto mostró despego hacia su maestro. La gran fortuna que Séneca había logrado acumular despertó los celos de Nerón, que intentó infructuosamente envenenarlo. Apartado de la vida pública, Séneca se dedicó plenamente a escribir y a estudiar filosofía. 

En el año 65 se vio involucrado en una conspiración para asesinar a Nerón, liderada por

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el plebeyo Cayo Calpurnio Pisón. Por orden del emperador, se suicidó el 65 d.C. en Roma después de un banquete conversando tranquilamente con algunas personas mientras salía sangre de sus venas. Su esposa Paulina quiso imitar su ejemplo y suicidarse también, pero el emperador no lo permitió y ordenó que se le restañasen las heridas. 

Benito de Nursia

(Nursia, Italia, h. 480 - Montecassino, id., 547) Patriarca de los monjes de Occidente y fundador de la orden de los benedictinos. Nacido en el seno de una familia patricia, estudió retórica, filosofía y derecho en Roma. Los datos disponibles sobre su vida, relatada por San Gregorio Magno en el segundo libro de sus Diálogos, son de escasa fiabilidad. Se cuenta que a los veinte años huyó al desierto de Subiaco, donde el monje Román le impuso el hábito monástico. En poco tiempo fundó doce monasterios. La fama de su santidad le valió la enemistad de otros sacerdotes vecinos, por lo que abandonó Subiaco y se instaló en Montecassino, donde hizo construir un monasterio sobre las ruinas de un antiguo templo pagano. Allí redactó, hacia el año 540, su célebreRegla, que establece la humildad, la abnegación y la obediencia como ejes fundamentales de la vida del monje. El convento es definido como una comunidad aislada del mundo por la clausura y vinculada a él por la hospitalidad. Adoptados por San Benito de Aniano, los preceptos de San Benito de Nursia fueron ampliamente difundidos durante la época carolingia y siguen rigiendo en la actualidad la orden benedictina.

Conocemos la vida de San Benito de Nursia gracias a los Diálogos de San Gregorio Magno, fuente digna de atención desde el punto de vista histórico, aun cuando la figura del patriarca del monacato occidental hubiera entrado ya, en la época de su redacción, en la leyenda. Todavía muy joven, Benito fue enviado a Roma, de donde procedía su familia, para estudiar allí las letras y las artes, cosa que hizo con un provecho mayor de lo que generalmente suele creerse. No obstante, hacia los veinte años, hastiado por la corrupción y la vida muelle que le era dado contemplar, resolvió abandonar el mundo para dedicarse mejor a su formación interna y a la oración.

Salió de la ciudad ocultamente, y tras una breve permanencia en Enfida se retiró a la soledad de una gruta cercana a Subiaco; allí vivió por espacio de tres años, en el secreto más absoluto y en medio de numerosas privaciones, hasta la Pascua de 503. Descubierto por la indiscreción de un sacerdote, se dejó elegir abad por un grupo de monjes que residían cerca de Vicovaro, los cuales, posteriormente, al no lograr adaptarse a la disciplina por él establecida, trataron de envenenarle.

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Superada la asechanza, Benito de Nursia reunió a cuantos habían acudido a él de todas partes en busca de sus consejos y fundó en la región doce monasterios que muy pronto se poblaron de monjes, a los cuales dio como norma de vida la regla de San Basilio; de Roma llegaron también los patricios Tertulo y Equicio para confiar al patriarca sus jóvenes hijos Plácido y Mauro, que luego habrían de convertirse en dos de sus más ardientes discípulos y colaboradores.

Sin embargo, la paz y la tranquilidad no duraron demasiado. El envidioso sacerdote Florencio pretendió eliminarle; fracasado otro intento de envenenamiento llevado a cabo mediante un pan, trató de perjudicarle de la manera más infame, y no directamente en su persona, sino en sus jóvenes novicios, a los que sometió a la más dura de las tentaciones. El castigo no tardó en llegar, y el presbítero murió en el súbito derrumbamiento de su propia casa.

Benito, con unos cuantos compañeros, se alejó de aquel lugar y se dirigió a Campania, hacia el punto que habría de hacer para siempre famoso: Cassino, la antigua y bella colonia romana, entonces arruinada por las devastaciones de los bárbaros y la desolación de la guerra. En la Pascua del año 529 Benito destruyó el altar de Apolo que los moradores, vueltos al paganismo, habían levantado en la colina que dominaba el país, lleno de bosques sagrados, y lo reemplazó por los oratorios de San Juan y San Martín; con ello inició, mediante un acto de firmeza cristiana y romana, el futuro monasterio de Montecassino, el "Archicoenobium Casinense", donde el santo vivió durante el resto de su vida.

Fruto de este periodo fue la Regla de los monasterios, obra que ha hecho de Benito de Nursia una de las grandes figuras del cristianismo. En ella adaptó genialmente a las tendencias, a la naturaleza, a las necesidades y a las condiciones de los pueblos de Occidente las normas de vida monástica que entre los orientales habían producido grandes frutos de santidad en el seno de la Iglesia católica. San Gregorio Magno alabó sobre todo la "discreción", o sea el equilibrio, de esta regla; a tal característica se debe, indudablemente, la inmensa fortuna que conocería en el transcurso de los siglos dicho monumento de la sabiduría cristiana, al cual se halla vinculada una parte tan importante de la vida religiosa medieval.

La Regla de los monasterios (Regula monasteriorum), más conocida como Regla de San Benito, es una obra de importancia capital y decisiva para el desarrollo del monacato en Occidente; ejerció una vasta influencia sobre la producción literaria medieval y suscitó un vivo interés por la tradición de su texto y por la peculiaridad de su lengua. La elaboración de este libro tomó largos años a San Benito de Nursia. Recogiendo ampliamente la materia de escritos concernientes a los preceptos de la vida monástica, la obra viene a constituir, por decirlo así, la redacción y codificación oficial, la coordinación eficacísima, por parte de la Iglesia, de la actividad independiente cenobítica, para salvaguardia del patrimonio de la fe en una época de turbulencia y transición.

La Regla se inicia con un prólogo en el que claramente se expone el altísimo programa ascético del santo, y comprende, con una acabada concisión, setenta y tres capítulos, escritos en un tono evangélicamente solemne, autoritario, reformador y, a la vez, benévolo, suave y humano; algunos de los capítulos, más exquisitamente espirituales, alcanzan a veces la sublimidad de la mística. La suave gravedad romana de la Regla de San Benito estaba destinada a dominar sobre todas las demás instituciones monásticas del mundo latino, así como sobre la rígida disciplina irlandesa; a convertirse, en suma, según el explícito deseo del santo y el título que le puso el papa Pelagio I, en "Regla de los monasterios", en la norma universal de todo cenobio. La armonía de la discreción, peculiar en San Benito, y su adaptación vigilante a las necesidades de aquel tiempo lograron adaptar el severo y contemplativo monacato oriental al espíritu activo y conquistador del Occidente romano.

Federico I Barbarroja

(?, h. 1125-Cilicia, actual Turquía, 1190) Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1155-1190), rey de Alemania (1152-1190) y duque de Suabia (Federico III) (1147-1190). Hijo del duque Federico II de Suabia y de Judit de Baviera, sucedió a su padre en el gobierno del ducado suabo en 1147, año en que participó en la Segunda Cruzada junto a su tío, el emperador Conrado III, quien lo nombró heredero.

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A la muerte de éste, en 1152, Federico Barbarroja fue designado rey de Alemania por aclamación de la Asamblea de príncipes, que vieron en él un monarca enérgico y valeroso, capaz de acabar con los enfrentamientos que, desde 1125, mantenían en todo el reino los gibelinos, partidarios de los Hohenstaufen, procedentes de Suabia, y los güelfos, seguidores de los Welf de Baviera. A fin de alcanzar la paz, Federico I, miembro de la familia Hohenstaufen, cedió a su primo Enrique el León, duque de Baviera y el más poderoso de los jefes güelfos, el ducado de Sajonia y le confió la dirección de la expansión alemana hacia el este.

La ambición del monarca, sin embargo, iba mucho más allá de las fronteras de Alemania, pues, considerándose continuador de la obra de Carlomagno y Otón I, Federico Barbarroja tenía el firme propósito de crear un imperio universal que restaurase la grandeza del Imperio Romano, para lo cual era preciso someter al Papado y a las ciudades italianas.

Con este propósito, en 1153, durante la dieta de Constanza, prometió ayudar al papa Eugenio III a sofocar la rebelión de los romanos, que, con Arnaldo de Brescia al frente, se habían constituido en municipio libre y expulsado al pontífice. Federico I entró con su ejército en Italia en 1154, y al año siguiente fue coronado en Roma emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por el papa Adriano IV, tras haber derrotado y apresado a Arnaldo de Brescia, quien murió en la hoguera como hereje.

De nuevo en Alemania, extendió sus dominios hasta los territorios de Polonia y Escandinavia y contrajo matrimonio con Beatriz, hija y heredera de Reinaldo III de Borgoña. Otra vez en suelo italiano, tomó Milán en 1158, y ese mismo año, en la dieta de Roncaglia, asumió todos los derechos de los antiguos emperadores romanos, entre ellos el de designar personalmente los cónsules de las ciudades italianas, si bien muchos municipios declararon su oposición frontal a la política imperial y el Papado le privó de ejercer estas prerrogativas en los Estados Pontificios.

Un año más tarde, la elección como papa de Alejandro III, firme defensor de la teocracia pontificia y, por tanto, de la sumisión del emperador a la autoridad papal, agravó el conflicto e impulsó a Federico I a apoyar el nombramiento, sucesivamente, de los antipapas Víctor IV (1159) y Pascual III (1164). En 1167, las ciudades del norte de Italia constituyeron la poderosa Liga Lombarda, que, tras años de lucha, logró una victoria decisiva sobre las tropas imperiales en Legnano (1176).

A raíz de esta derrota, Federico Barbarroja se vio obligado a firmar, en 1177, la paz de Venecia, por la que reconoció al papa Alejandro III –a quien hubo de someterse– y, en 1183, la paz de Constanza, en la que aceptó las libertades comunales, aunque conservó sus dominios de Toscana, Spoleto y Ancona. En la dieta de Maguncia (1188), el emperador, decidido a liberar Jerusalén, a la sazón en poder del sultán Saladino, se comprometió a encabezar la Tercera Cruzada, y así, en el año 1189 partió con tal propósito hacia Cilicia, donde murió, el 10 de junio de 1190, mientras se bañaba en el río Salef (Cydnos).

Francesco Petrarca

(Arezzo, actual Italia, 1304-Arqua, id., 1374) Poeta y humanista italiano. Durante su niñez y su primera adolescencia residió en distintas ciudades italianas y francesas, debido a las persecuciones políticas de que fue objeto su padre, adherido al partido negro güelfo. Cursó estudios de leyes en Carpentras, Montpellier, Bolonia y Aviñón, si bien nunca consiguió graduarse.

Según relata en su autobiografía y en el Cancionero, el 6 de abril de 1327 vio en la iglesia de Santa Clara de Aviñón a Laura, de quien se enamoró profundamente. Se han hecho numerosos intentos por establecer la identidad de Laura, e incluso sus contemporáneos llegaron a poner en duda su existencia, considerándola una creación para el juego literario. Petrarca defendió siempre, sin embargo, su existencia real, aunque sin revelar su identidad, lo que ha inducido a pensar que quizá se tratara de una mujer casada. Sí está comprobado, en cambio, que mantuvo relaciones con otras mujeres y que dos de ellas, cuyos nombres se desconocen, le dieron dos hijos: Giovanni y Francesca.

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La lectura de las Confesiones de san Agustín en 1333 lo sumió en la primera de las crisis religiosas que le habrían de acompañar toda la vida, y que a menudo se reflejan en su obra, al enfrentarse su apego por lo terreno a sus aspiraciones espirituales. Durante su estancia en Aviñón coincidió con Giacomo Colonna, amistad que le permitió entrar al servicio del cardenal Giovanni Colonna. Para este último realizó varios viajes por países europeos, que aprovechó para rescatar antiguos códices latinos de varias bibliotecas, como el Pro archia de Cicerón, obra de la que se tenían referencias pero que se consideraba perdida.

Con el fin de poder dedicarse en mayor medida a la literatura, intentó reducir sus misiones diplomáticas, y para ello consiguió una canonjía en Parma (1348) que le permitió disfrutar de beneficios eclesiásticos. Posteriormente se trasladó a Milán, donde estuvo al servicio de los Visconti (1353-1361), a Venecia (1362-1368) y a Padua, donde los Carrara le regalaron una villa en la cercana población de Arqua, en la cual transcurrieron sus últimos años.

Su producción puede dividirse en dos grupos: obras en latín y obras en lengua vulgar. Las primeras fueron las que le reportaron mayor éxito en vida, y en ellas cifraba Petrarca sus aspiraciones a la fama. Cabe destacar en este apartado el poema en hexámetros África, que dejó inacabado y en el que rescata el estilo de Tito Livio, las doce églogas que componen el Bucolicum carmen y la serie de biografías de personajes clásicos titulada De viris illustribus. Reflejo de sus inquietudes espirituales son los diálogos ficticios con san Agustín recogidos en elSecretum.

Petrarca logró en vida una importante fama como autor latino y humanista, tal como prueba su coronación en Roma como poeta, en 1341. Sin embargo, sus poemas en lengua vulgar recogidos en el Cancionero fueron los que le dieron fama inmortal. Aunque él los llamaba nugae (pasatiempos), lo cierto es que nunca dejó de retocarlos, y preocuparse por su articulación en una obra conjunta, lo cual denota una voluntad de estilo que por otra parte resulta evidente en cada una de las composiciones, de técnica perfecta y que contribuyeron grandemente a revalorizar la lengua vulgar como lengua poética.

En la primera parte del Cancionero, las poesías reflejan la sensualidad y el tormento apasionado del poeta, mientras que tras la muerte de Laura, acontecida según declara el poeta en 1348, su amor resulta sublimado en una adoración espiritual. Petrarca supo escapar a la retórica cortés del amor, transmitiendo un aliento más sincero a sus versos, sobre todo gracias a sus imágenes, de gran fuerza y originalidad. Su influencia se tradujo en la vasta corriente del petrarquismo.