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María Clara Lucchetti Bingemer Laicos Artículos http://www.cpalsj.org/colaboracion/ Jesuitas y Laicos: hacia una colaboración en misión. Estar no mundo sem ser do mundo * (vida no espírito, santidade e protagonismo dos leigos após santo domingo) Riqueza dos carismas: futuro da igreja do novo milênio* Da teologia do laicato à teologia do batismo A mulher leiga na Igreja hoje Sillas vacías Jesuitas y Laicos: hacia una colaboración en misión. La pregunta que nos guía al principio de esta reflexión es: ¿Qué entendemos por colaboración entre jesuitas y laicos, a la luz de los más recientes documentos de la Iglesia y de la Compañía de Jesús? Y aún más: que tendencias detectamos que refuerzan la pertinencia de esa colaboración? Para que nuestro diálogo aquí y ahora pueda ser realmente de compañeros y amigos en el Señor que se reúnen con la finalidad de percibir cómo pueden trabajar juntos para mejor servir al proyecto del Reino y a la mayor gloria de Dios, creo que se impone una comunión de entendimiento sobre aquello que vamos hablar. Por lo tanto, primeramente trataremos de enmarcar bien sobre qué estaremos conversando; enseguida, veremos las condiciones concretas que tenemos de que eso que pretendemos sea en verdad realizable; por último, mirando más lejos, intentaremos detectar tendencias y señales que hoy nos muestran que nuestro sueño es pertinente y que tiene posibilidades humanas y reales de implementación. Clarificando términos El diccionario nos dice que colaboración es una acción: acción de colaborar. Una obra en colaboración es, por lo tanto, una obra en la cual participan varios en su concepción, planeamiento y ejecución. En

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María Clara Lucchetti BingemerLaicos

Artículos

http://www.cpalsj.org/colaboracion/

Jesuitas y Laicos: hacia una colaboración en misión.Estar no mundo sem ser do mundo *

(vida no espírito, santidade e protagonismo dos leigos após santo domingo)Riqueza dos carismas: futuro da igreja do novo milênio*Da teologia do laicato à teologia do batismo A mulher leiga na Igreja hojeSillas vacías

Jesuitas y Laicos: hacia una colaboración en misión.

La pregunta que nos guía al principio de esta reflexión es: ¿Qué entendemos por colaboración entre jesuitas y laicos, a la luz de los más recientes documentos de la Iglesia y de la Compañía de Jesús? Y aún más: que tendencias detectamos que refuerzan la pertinencia de esa colaboración? Para que nuestro diálogo aquí y ahora pueda ser realmente de compañeros y amigos en el Señor que se reúnen con la finalidad de percibir cómo pueden trabajar juntos para mejor servir al proyecto del Reino y a la mayor gloria de Dios, creo que se impone una comunión de entendimiento sobre aquello que vamos hablar.Por lo tanto, primeramente trataremos de enmarcar bien sobre qué estaremos conversando; enseguida, veremos las condiciones concretas que tenemos de que eso que pretendemos sea en verdad realizable; por último, mirando más lejos, intentaremos detectar tendencias y señales que hoy nos muestran que nuestro sueño es pertinente y que tiene posibilidades humanas y reales de implementación.

Clarificando términosEl diccionario nos dice que colaboración es una acción: acción de colaborar. Una obra en colaboración es, por lo tanto, una obra en la cual participan varios en su concepción, planeamiento y ejecución. En consecuencia, un colaborador será una persona ( o personas) que trabaja con otra (u otras) en el mismo proyecto, la misma cosa o con el mismo fin. Colaborar tendría entonces el sentido de coadyuvar, cooperar, o sea, contribuir con el propio trabajo a la consecución o ejecución de cierta cosa que se expresa con un nombre de acción: una obra, una organización, un proyecto.Por otro lado, misión viene del latín missio y tiene el significado de enviar. Pero no se trata de enviar a cualquiera o de cualquier manera o a cualquier sitio. Una misión es un encargo que alguien recibe de otro con vistas a hacer o decir cierta cosa a otra persona o en cierto sitio. Es ( y seguimos ayudándonos del diccionario) una obra o función trascendental que una persona o colectividad se siente obligada a realizar en bien de alguien, o que le está asignada por la Providencia.

Por la misma definición ya nos aparece la grandeza de lo que es la misión. Una colaboración para esta misión, algo tan importante y tan sublime, por lo tanto, tiene que ser igualmente tomado muy en serio. No se trata, ya vimos, de cualquier colaboración. Pero significa antes un involucrarse con toda su persona, de manera a asumir como suyo el colaborar en un proyecto que aunque no era de uno al principio, pasa a serlo por el envío y el encargo que se recibe. No solo el proyecto pasa a ser común de ambas partes, como ninguna de las dos es dueña del proyecto, sino que ambas colaboran par que resulte y se realice. Si estamos aquí es porque somos gente que tiene la manía de soñar. Y soñar grande. Y en este momento soñamos – y porque soñamos creemos – en que si jesuitas y laicos pueden compartir una misma experiencia de Dios, una misma espiritualidad, pueden igualmente colaborar en una misma misión. Parece, sin embargo, que felizmente no estamos solos en ese sueño. La Iglesia sueña con nosotros y nos viene demostrando por todo su caminar de los últimos decenios, que apuesta por esa colaboración y espera vivamente que la misma tenga lugar.Pero – y aquí está el último interrogante a nuestro sueño –como podrán colaborar y trabajar juntos categorías de cristianos que viven diferentes estados de vida y que siempre han estado separados en sus quehaceres, estilos de vida y entendimiento de lo que sea su misión? Creo que es útil, por lo tanto, también aquí clarificar términos.De nuevo el diccionario nos ayuda: laico, con sus sinónimos de civil, secular, seglar, es el no eclesiástico. Y eclesiástico es definido como clérigo, o sea, un hombre que ha realizado ciertos estudios y recibido órdenes sagradas. Está igualmente por detrás de esas primeras definiciones la concepción coloquial del vulgo que el laico (o lego) es el inculto, el que no sabe, el que no está informado de un tema, mientras que el clérigo es sinónimo de hombre letrado, culto, que recibió una buena y sólida formación. Ese fue el entendimiento que predominó acerca de laicos y clérigos, esos dos segmentos del Pueblo de Dios, bautizados y asimilados a Jesucristo, y por lo tanto llamados a trabajar en comunión para la implantación de su Reino, hasta que, en los años 60, un Papa de corazón bueno y mente abierta, interpretando un deseo que el Espíritu ya soplaba hace tiempo en el subsuelo de la Iglesia, ha convocado un concilio.

El marco del Concilio Vaticano IIPara comprender mejor la “novedad” que hoy significa esa colaboración entre cristianos “diferentes” en la misión, ayudará recordar todo el proceso de valorización de la vocación laical y el gradual acceso de los cristianos laicos al proscenio de la vida eclesial, ocurridos en esos cuatro últimos decenios. El Concilio Vaticano II fue un marco en ese sentido, cuando reconoció, en varios de sus documentos (Lumen Gentium, Apostolicam Actuositatem, Gaudium et Spes) la importancia del papel de los laicos en la labor de evangelización de toda la sociedad. Era evidente que ahí empezaba un cambio radical del modelo eclesial vigente. Era un pasaje bien evidente de un modelo de Iglesia jerárquica y vertical para una Iglesia que se auto comprendía en cuanto Pueblo de Dios. El centro de ese modelo eclesial no reposaba más sobre uno o algunos de sus segmentos, sino que estaba en el mismo pueblo. Y los cristianos laicos, cuya misma denominación en griego (laós) quiere decir pueblo encontraban un nuevo estatuto adentro de aquella comunidad que siempre fue la suya, llamada Iglesia.El proceso iniciado con el Concilio no se detuvo por ahí. En el año 1987, el Sínodo sobre los laicos y el documento que a él siguió, la Exhortación pos-sinodal Christifideles Laici, reiteran las afirmaciones del Concilio y dan algunos pasos más, reafirmando la importancia del llamado a la santidad hecho a todos los cristianos por el Bautismo. Retomando el pensamiento del Concilio Vaticano II, habla del ser del laico cristiano y de su llamada a la santidad. Discurre igualmente sobre los ministerios y servicios confiados a estos mismos laicos. Menciona algunas áreas donde la presencia del laico es constitutiva y fundamental como: la familia, la sociedad civil, la Iglesia, la Parroquia. Resalta la importancia del compromiso sociopolítico, del mundo de los jóvenes, de la presencia de la mujer en el mundo y la Iglesia etc. Para tanto, encarece la importancia

prioritaria de la formación y reafirma la centralidad de la llamada de Dios y del mundo de hoy en la vocación laical.En América Latina, en los últimos decenios, con el fortalecimiento de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, que ha marcado presencia en el mundo, también se puede percibir el proceso de desarrollo y crecimiento de la conciencia del lugar del laico dentro de la sociedad y de la Iglesia. En el documento con las conclusiones de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín, en el año de 1968, se puede encontrar, en el n.10, todo lo que se refiere a los Movimientos de Laicos. Lo típicamente laical se indica en el n.10, 9; la autonomía de los movimientos laicales en el n.5, 17; y la valoración creciente del papel del laico en el n.11, 9. Los capítulos 11 y 12 hablan de laicos en la comunidad, (11,16) y de laicos llamados a la santidad (12,1).En la Conferencia de Puebla, en el año 1979, el documento conclusivo se refiere a los laicos en forma específica en la Tercera Parte, Cap. II, n.3, con el título: "Participación del laico en la vida de la Iglesia y en la misión de ésta en el mundo" (nn. 777-849). El documento revela una conciencia creciente de la necesidad de la presencia del laico en la misión evangelizadora, pero para eso también reconoce que ese mismo laico necesita de una sólida formación y tiene derecho a recibirla (nn. 794,832). En él ya se menciona explícitamente la fuerza de los nuevos ministerios no ordenados confiados a laicos (nn. 804- 805,833), con sus criterios (nn. 811-814) y peligros (n. 817). También subraya la importancia del laicado organizado que busca sus propios caminos, aunque siempre en comunión con sus pastores (nn. 800-803). La Conferencia de Santo Domingo, de 1992, coloca en sus conclusiones, como una prioridad, el “protagonismo de los laicos”, sin el cual no habrá la “nueva evangelización” de la sociedad que hoy se revela como necesaria (n. 107). Esos laicos, llamados a ser protagonistas de la “Nueva Evangelización” (nn. 97,103,293,302) deben recibir adecuada formación para que puedan llevar a buen término la misión a ellos confiada, en el mundo y en la Iglesia de hoy.Además de todos estos documentos del Magisterio que subrayan la importancia dada por la Iglesia a la cuestión de los laicos, hay textos más recientes, tanto de la Iglesia como de la Compañía de Jesús, que pueden iluminar nuestra reflexión sobre el tema que aquí más directamente nos interesa, es decir, la relación y colaboración de jesuitas y laicos con vistas a la misión.La Exhortación Apostólica Vita Consecrata de Juan Pablo II, publicada en 1996, después del Sínodo sobre la vida consagrada, trata de las relaciones entre laicos y religiosos en general. En el párrafo 54 de este documento, se afirma que algunos institutos religiosos han comprendido que el Señor los llamaba a compartir su carisma con los laicos. Y constata que con esto se estará iniciando un nuevo capítulo, rico de esperanzas, en la historia de las relaciones entre los religiosos y el laicado. Y aún agrega que “no son raras las veces en que la participación de los laicos trae inesperadas y fecundas profundizaciones de algunos aspectos del carisma, reavivando una interpretación más espiritual del mismo y llevando a sacar de ahí indicaciones para nuevos dinamismos apostólicos”. (n. 55)Lo que empezaba a pasar en toda la Iglesia no podía dejar de pasar igualmente en la Compañía de Jesús. Después del Concilio se empezó a sentir en la Compañía como cuerpo, y muy particularmente en los pronunciamientos de sus superiores generales, una nueva mirada hacia ese hecho eclesiológico que son los cristianos laicos.

Un nuevo soplo del Espíritu en la Congregación General 34 de la Compañía de JesúsNo ha empezado en 1995, en la CG 34, la preocupación de la Compañía de Jesús con la colaboración entre jesuitas y laicos. Ya La Congregación General 31ª (1965-1966) publicó decretos referentes a los laicos, como el 33, sobre La Compañía y el laicado, y el 34, sobre la Vinculación más estrecha de algunos laicos. Además de esto, está el discurso que el P. General, Pedro Arrupe, hizo en la misma Congregación General, desarrollando este mismo tema. En el decreto 33, se hace referencia a lo que el

Concilio Vaticano II dice sobre el laicado y la reacción que debería haber por parte de la Compañía: tomar conciencia de la importancia de la vocación laical; diálogo y participación con los laicos; darles testimonio de fe; diversidad de servicios que les podemos ofrecer: especialmente formación y colaboración apostólica. El Decreto 34, confía al P. General el estudio de la vinculación de laicos a la Compañía. En su discurso, el P. Arrupe, después de una introducción, habla del deber de la Compañía con el laicado, de la relación o conexión de los seglares con la Compañía, y finalmente de su integración más estrecha en el cuerpo de la Compañía. La Congregación General 32ª no menciona explícitamente a los laicos, pero la 33ª, en el año 1983, lo hace de manera consistente e importante. En su principal decreto intitulado Compañeros de Jesús, enviados al mundo de hoy, enfatiza la necesidad de “desarrollar una relación más estrecha con los laicos, fomentando y respetando su propia vocación, para que asuman plenamente su responsabilidad en la Iglesia y en el mundo.” Reconociendo que, a partir de la experiencia reciente, se siente que puede contribuir validamente para la formación de verdaderos apóstoles laicos, al mismo tiempo que recibir mucho de ellos para el fortalecimiento de la propia vocación y misión, la CG 32 menciona algunos instrumentos de la espiritualidad ignaciana - los Ejercicios Espirituales, las Comunidades de Vida Cristiana y otros – que traen consigo la esperanza de que laicos y jesuitas puedan “profundizar esa mutua colaboración” (n.47). Pero es en la Congregación General 34ª que se da el paso decisivo hacia adelante. El decreto n. 13 de esta Congregación, sobre Colaboración con los laicos en la misión, empieza con la afirmación que “la Iglesia del siguiente milenio será la Iglesia del laicado” (n.1). Termina diciendo: “La colaboración con el laicado es a la vez un elemento constitutivo de nuestro modo de proceder y una gracia que pide una renovación personal, comunitaria e institucional. Nos invita al servicio del ministerio de los laicos, a compartir con ellos la misión, a crear formas de cooperación.” (n. 26) Ese decreto propone fundamentalmente una colaboración entre jesuitas y laicos basada sobre:a) El compartir con ellos una herencia, especialmente de carácter espiritual, como son los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.b) Una colaboración de “doble mano”. Es decir, no solamente los laicos son llamados a trabajar en obras de la Compañía, sino que los jesuitas también son llamados a colaborar en obras comunes a jesuitas y laicos o en obras dirigidas y administradas por laicos.c) Afirma también que, además de la formación que los jesuitas pueden ofrecer a los laicos, los mismos jesuitas también necesitan, a su vez, de una formación que les prepare para trabajar y colaborar con laicos. d) Una colaboración que se da a través de diversos tipos de asociaciones laicas promovidas por la Compañía y de otras formas de vinculación que describiremos más adelante, al hablar de las relaciones de los laicos con la Compañía de Jesús.Los documentos de la Compañía citados hasta aquí claramente revelan que su preocupación con las relaciones y la colaboración en la misión de jesuitas y laicos no es algo reciente o accidental en la vida de la Compañía, sino que constituye, como lo subraya la CG 34ª, un elemento de fondo y de mucha relevancia para ella, desafiándola, en la frontera del Nuevo Milenio, a dar pasos decisivos, en dirección a una novedad fecunda e iluminadora en ese campo. El actual Superior General de la Compañía de Jesús, P. Peter-Hans Kolvenbach, también ha hecho importantes declaraciones sobre el tema de los laicos, especialmente en sus discursos a los Antiguos Alumnos y a miembros de las CVX. En ellos el P. General valoriza la vocación y misión propias del laico y su importancia para la Iglesia y la Compañía de Jesús en particular, dado el gran número de laicos que trabajan dedicadamente en obras de la Compañía. Hay en esos documentos directrices valiosas referentes a las relaciones de los jesuitas con los laicos que aún no han sido suficientemente explotadas. La asociación con los laicos en obras de la Compañía y la colaboración con ellos en la misión, dentro y fuera de ellas, constituye para los jesuitas un gran desafío.

La principal contribución de la Compañía, para valorizar y reforzar todavía más la vocación laical y la colaboración de jesuitas con laicos en la misión, es para el P. Kolvenbach, como fue para la CG 34ª, la espiritualidad ignaciana. Eso aparece en la carta que dirigió "A las personas relacionadas con la Compañía de Jesús", el 27 de septiembre de 1991, cuando, bajo el título de “Palabras de Ignacio a los laicos”, el P. General hace ver la importancia que tiene el hecho de que los laicos que hoy se proponen vivir espiritualidad estén imbuidos y animados por el MAGIS ignaciano.Me permito citar de nuevo, corroborando lo ya dicho, las palabras del P. General que ya aparecen en el folleto sobre "Colaboración con los laicos en la misión " [3] originarias del discurso en el cual habla a laicos colaboradores de la Compañía (pronunciamiento del 3 de diciembre de 1999, en el Colegio de Chamartín, Madrid). [4] En ese discurso el Pe. General cita el párrafo 16 del decreto 26 de la CG 34ª diciendo con gran énfasis:Sinceramente, el deseo y la invitación a colaborar juntos en la misión, no es una estrategia pragmáticamotivada por una disminución de efectivos, sino una nueva conciencia de que la preparación de nuestromundo, complejo y dividido, para la venida del Reino, requiere una pluralidad de dones, perspectivas yexperiencias (CG 34ª, d.26, n.16). No os ofrecemos una participación y colaboración para que nos ayudéisa salvar las Obras e Instituciones de la Compañía, sino para ser juntos colaboradores de la misión de Cristo,según la gracia de la vocación que cada uno ha recibido del Espíritu”. “No es pues, una simple invitación acolaborar en tal o cual Obra particular de la Compañía, a asumir la dirección de un Centro o laresponsabilidad de una Administración. Os invitamos a que desarrolléis vuestra vocación laical en la Iglesiacolaborando, al modo ignaciano y según esta espiritualidad, en la misión de Cristo”.Es a la luz de todas estas declaraciones y documentos que se deben situar e interpretar las numerosasexperiencias de colaboración que hoy se están realizando entre laicos y jesuitas, tanto jóvenes comoadultos, en diferentes Provincias de la Compañía de Jesús. Por ellas se constata que muchos e importantespasos ya han sido dados, por parte de la Compañía y de los laicos, en el sentido de valorar la vocaciónlaical y convertir en realidad un protagonismo de los laicos que se exprese en la Compañía de Jesúsmediante una colaboración más estrecha con ellos y un verdadero compañerismo apostólico. Aunque esosesfuerzos todavía son dispersos y aislados, su alcance apostólico para el futuro es muy prometedor.En otros discursos más recientes ( a los ex alumnos reunidos en asamblea el 2001 y el 2003; a laComunidad de Vida Cristiana reunida en Nairobi para su asamblea mundial, etc.) el mismo Padre Generalreitera su deseo de que esa colaboración se convierta de sueño en realidad. Muy especialmente en laalocución que dirige a los colaboradores laicos de Santa Cruz, en Bolivia, en noviembre del 2001 hablaclaramente de la importancia de ese “ estar juntos” junto a Jesucristo que llama a “ estar con Él” (Cf.EE.EE. nn. 91-98) para “trabajar juntos” sirviendo a la única misión, que es la del mismo Jesucristo.

Recuerda el Pe. Kolvenbach que “ esta emergencia del laicado en la Iglesia fue reconocida por los jesuitasen la Congregación General 34ª. Como una verdadera gracia y, consecuentemente, surgió allí una claratoma de posición, que se expresa en estos términos: Deseamos responder a esta gracia poniéndonos alservicio de la plena realización de la misión de los laicos y nos comprometemos a llevarla a buentérmino cooperando con ellos en su misión”. [5]No se trata – dice todavía el General – de una colaboración meramente laboral, como un contrato entre dospartes que se comprometen a trabajar juntas para llegar a un determinado resultado. “ San Ignacio no seconforma con un seguimiento de Cristo en el que meramente se ofrece la persona al trabajo. Dice que losque más se querrán afectar y distinguir ofrecerán su vida misma, libres de todo apego desordenado. En esoconsiste el “magis”, el MÁS ignaciano, característico de su espiritualidad, que impulsa a entregarse “más”,a buscar cada vez más la mayor gloria de Dios, sin medias tintas, sin respuestas mediocres, pues lamediocridad no tiene lugar en la cosmovisión ignaciana“.A partir de ahí, sigue haciendo una fina análisis del verdadero sentido que deben tomar los distintos estadosde vida en la Iglesia. “ Se elige ser sacerdote o ser laico para servir más, para servir mejor a Dios nuestroSeñor y llevar adelante la misión de Cristo. Ser laico es una elección en respuesta a una vocación. Ser laicono es un simple estado que resulta de no elegir, sino que es la posibilidad concreta escogida por mí paracumplir mejor la voluntad de Dios sobre mi vida y comprometerme en la construcción de su reino.”Una nueva mirada hacia el futuro a partir de la recíproca colaboraciónCreo ser importante, a esta altura, subrayar que nuestra concepción de colaboración entre jesuitas y laicostiene que ser muy dinámica y flexible, como lo es igualmente la misión en términos ignacianos. Nocolaboramos o deseamos colaborar porque tenemos que “completar” lo que falta a unos y a otros. En lasciencias humanas hoy, al analizar las relaciones entre diferentes (diferencias de género, raza, etnia) sereemplaza la noción de “complementariedad” por la de “reciprocidad”.En la complementariedad están frente a frente, o lado a lado, dos sujetos incompletos, que esperan que elotro complemente lo que les falta. En la reciprocidad están frente a frente o lado a lado dos sujetos enteros,dándose igualmente por entero al compartir mutuo, a la vivencia espiritual, al discernimiento apostólico yal trabajo misionero. La colaboración entre jesuitas y laicos, por lo tanto, es llamada a ser una vivencia dereciprocidad en el amor fraternal y en el trabajo apostólico.Laicos y jesuitas, por lo tanto, están llamados no tanto a cumplir juntos algunas tareas apostólicas, pero elcambio que son llamados a vivir es mucho más radical y visceral, llegando hasta las entrañas de su mismo

ser. En recíproca colaboración, son llamados a constituir un “ nuevo sujeto apostólico”, un “ nuevo cuerpo“.En diciembre del 2002, el presidente de la CPAL convocaba a toda la familia ignaciana en América Latinaa constituir ese nuevo sujeto apostólico “ formado por jesuitas, laicos/as, religiosos/as” que inspirados yanimados por un mismo espíritu (Principio y Horizonte, n. 21) comparten y llevan adelante una comúnmisión.” Y al hacerlo, daba igualmente un testimonio vivencial muy rico y estimulante:Acompañé con preocupación la disminución gradual de nuestros efectivos durante los últimos decenios,pero también acompañé, y con alegría, la progresiva valorización de la vocación y del papel del laicado enla Iglesia y en la sociedad, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II. Al mismo tiempo que diminuía elnúmero de jesuitas, aumentaba el de laicos y laicas en nuestras obras, y podíamos constatar que éstos,acompañando la tendencia pos-conciliar, estaban cada vez más conscientes de su vocación apostólica y, aveces, gracias en parte a nosotros, también mejor preparados para responder a sus exigencias. Casisimultáneamente, crecía cada día el número de laicos y laicas que, formados en la escuela de losEjercicios ignacianos, compartían nuestro carisma y espiritualidad, se identificaban con nuestra misión ydeseaban colaborar más activamente con nosotros para llevarla a cabo. Por otro lado, un númerocreciente de laicos y laicas iba ocupando posiciones de responsabilidad y cargos directivos en nuestrasinstituciones, algo muy raro cuando estudiaba en el colegio de los jesuitas y durante los primeros años demi vida religiosa.Al hacerlo, llama la atención para algo muy importante. La auto comprensión de jesuitas y laicos como unnuevo sujeto apostólico no amenaza la identidad de unos o de otros, ya que no es ella, sino laresponsabilidad para definir y ejecutar algo en común, - la misión - la materia que comparten jesuitas ylaicos que trabajan juntos. Si hay limitaciones por ambos lados, ellas serán superadas por el deseo puesto enel corazón de unos y otros por el mismo Señor de todos que llama a trabajar en colaboración y comunión ensu única misión.

Algunos desafíos que se presentan al nuevo sujeto apostólico ignacianoComo todo lo que es nuevo, el nuevo sujeto apostólico formado por jesuitas y no jesuitas para unacomunión en una misma espiritualidad y una colaboración en la misión deberá enfrentar no pocos desafíos.El Padre General apunta algunos en su alocución citada supra por nosotros a los laicos de La Paz, Bolivia.1. Superar prejuicios mutuos: durante todo este tiempo en que vivieron como dos partes separadas yestanques de una misma Iglesia, contraponiéndose muchas veces unos a otros, jesuitas y laicos crearon

modelos, patrones y estereotipes que ahora son llamados a superar con todas las fuerzas y dando lo mejorde sí mismos. El Padre General cita como uno de los más graves y más difíciles de superar ladiscriminación de la mujer. En este sentido puede valernos la inspiración y el ejemplo del fundador. Apesar de nunca haber deseado una rama femenina en la orden por él fundada, Ignacio de Loyola tuvo ungran número de grandes amigas, que mucho le ayudaron en su labor apostólica. La C.G. 34ª, de manerasorprendente para todos, fue la primera orden religiosa a dedicar un decreto especial en favor de lapromoción de la mujer y de su situación en la Iglesia y en la sociedad.2. Mirarse y quererse como compañeros: una tal colaboración solo podrá resultar en algo positivo si laspersonas involucradas, tanto laicos como jesuitas, pueden llegar a mirarse y quererse como compañeros.Compañeros de Jesús y compañeros unos de otros, no considerándose ni tratándose mutuamente comosubalternos, empleados o inferiores. Ni tampoco como patrones, tiranos o temibles amenazas a la libertad ya la creatividad. Para eso, hay todo un itinerario pedagógico a recurrir, que consistirá en respetar el otro ensu diferencia y en su lugar específico, ponerse a su lado , abrirle el corazón y con él o ella compartir suexperiencia de Dios y las mociones de Su Espíritu adentro suyo.Abrir unos para otros nuevos caminos y perspectivas de futuro: a partir de su especificidad vocacional,los laicos podrán abrir a los jesuitas grandes e importantes caminos en el compromiso social y la acciónciudadana adonde están ubicadas las grandes urgencias apostólicas en nuestro continente. Y los jesuitaspodrán y deberán ayudarlos a formarse espiritualmente, de manera que vivan una militancia anclada en lafe y la vida en el Espíritu, alejándose de las tentaciones tan frecuentes del activismo devorador y de ciertastendencias y expresiones político-partidarias, adonde falta el soplo espiritual que caracteriza la vocacióncristiana.

Prospectivas: ser compañeros en el servicio de la misión de CristoAsí el futuro que se presenta delante del sueño de una efectiva colaboración entre jesuitas y laicos esrisueño y promisor. Pero con la condición de que ambos acepten ponerse en la escuela del aprendizajefraternal de la misión común. Por el camino habrá consolación y desolación, confirmación o sensación defracaso, dificultades de convivencia, de afectividad, de competición y todos los pecados que existen encualquier grupo humano.Pero estará sobretodo el Espíritu que no es de timidez sino de audacia, y que sopla sin cesar sobre jesuitas ylaicos convocándolos a poner fuerzas en común y caminar juntos. Las palabras del presidente de la CPAL ,

Pe. Francisco Ivern , en su mensaje del 1 de diciembre del 2002 son seguramente llenas de inspiración paratodos nosotros que nos disponemos a trillar ese camino.Si es verdad que hay jesuitas que no están preparados para ejercer su apostolado en ese nuevo contexto, lomismo se podría decir de los laicos. A veces no es sólo la experiencia espiritual que les falta, sino quemuchos de ellos no han tenido la oportunidad de recibir una formación religiosa adecuada que les permitadar razón de su fe en el mundo en que vivimos. Debemos reconocer que ni la Iglesia ni la Compañía deJesús se han preocupado suficientemente en “invertir” en los laicos y así prepararlos para eseprotagonismo apostólico que ahora se espera de ellos.Ciertamente que, para los que amamos la Compañía de Jesús como nuestra madre, es motivo de tristezaconstatar su radical disminución en varias partes del mundo. Por otro lado, debemos alegrarnos y dargracias a Dios por ayudarnos a salir del individualismo y aislamiento corporativo en que con frecuenciavivíamos. Es un don y un gran privilegio poder hoy compartir la misión con tantos hombres y mujeres quetambién se sienten llamados a la santidad y al apostolado, se identifican con nuestra espiritualidad ycarisma, y desean trabajar con nosotros, lado a lado. Al mismo tiempo que contribuimos para dar mayorvalor y sentido a sus vidas, ellos y ellas nos sustentan y enriquecen con su presencia, amistad ycompañerismo, y nos ayudan a descubrir juntos nuevas respuestas a los desafíos de nuestro tiempo. Nosdeberíamos sentir orgullosos de ser parte de ese nuevo sujeto apostólico.--------------------------------------------------------------------------------[1] El diccionario pone una enorme variedad de sinónimos para ese término en castellano. Recordamos apenas algunos que identifican el clérigo con el hombre culto e instruido: maestrescuela, magistral, rector. Religión». × (ant.). «Clérigo». Hombre *instruido. (escrito con mayúscula).Aquí seguimos básicamente la reflexión ya hecha por nosotros mismos hace algunos años sobre la evolución del concepto y del rol del laico en la Iglesia. Cfr. F. IVERN e M.C.BINGEMER, Colaboración con los laicos en la misión, RJ/SP, CPAL/Loyola, 2001, sobretodo el n. 3, pp 3-6Cfr. Op. cit., pp 25-26.[4] Esta misma cita la hace el Pe. F. IVERN en su ponencia para este seminario, El Principio Horizonte de la Colaboración entre Laicos y Jesuitas en la pg 6. Por parecernos muy importante, la tomamos de nuevo.[5] El subrayado es nuestro.

ESTAR NO MUNDO SEM SER DO MUNDO *(Vida no Espírito, santidade e protagonismo dos leigos após Santo Domingo)O documento de conclusões da tão esperada quanto controvertida IV Assembléiado Episcopado Latino-americano em Santo Domingo trouxe,juntamente com algumas decepções epoucos entusiasmos, outras tantas surpresas. São estas - com sabor do novo que surge em meio aoque se temeu carregar conotação de recuo ou estagnação- as que levam o Povo de Deus que está nocontinente latino-americano a alegrar-se e encontrar forças e energias para seguir adiante na busca dodesejo de Deus para seu aqui e seu agora. Assim também como - provocadoras que são deesperança - lhe dão horizonte e futuro para o que pode e deve suceder em seu meio enquantoacontecimento de nova evangelização que abre caminho ao projeto de Jesus chamado Reino deDeus.1Neste texto, procuraremos refletir sobre a primeira das prioridades pastoraisconsignada no documento de conclusões da Assembléia de Santo Domingo, que se expressa emtermos de um protagonismo dos leigos. Sendo o protagonista a personagem principal de uma peçadramática, a pessoa que desempenha ou ocupa o primeiro lugar num acontecimento, importa refletirem que implica para os cristãos leigos, batizados e membros do povo de Deus que estão em nossocontinente , ver e sentir estas expectativas colocadas sobre seus ombros.Primeiramente, procuraremos seguir o percurso que essa opção prioritária pelosleigos veio tomando já desde antes da Assembléia, por ocasião da redação do documento de trabalho.Em seguida, veremos como se configura no documento de conclusões propriamente dito.A partir daí, constatada a afirmação colocada no documento de conclusões: a deque é parte integrante do desenvolvimento de um protagonismo dos leigos o incentivo e crescimentode uma espiritualidade laical, começaremos a perguntar-nos sobre a pertinência dessa expressão e aprocurar ir até as raízes de sua fundamentação bíblica e histórica.Em seguida, refletiremos sobre o conteúdo propriamente nodular da espiritualidadecristã como tal, destacando alguns elementos recorrentes que a configuram e a tornam identificávelhoje como ontem. Finalmente, levantaremos algumas pistas espirituais e pastorais que, a nosso ver,poderiam ser de alguma ajuda para os cristãos batizados que, neste momento da história e da vidaeclesial de seu continente, ousam aceitar o convite ao seguimento de Jesus Cristo e à aventura dasantidade. Algumas conclusões em aberto pretenderão conduzir-nos, então, a retomar o sentido deum protagonismo dos leigos hoje, em nosso aqui e agora, tentando perceber suas possíveis

dimensões.Protagonismo dos leigos: o percurso de uma opçãoJá o documento de trabalho para a conferência colocava como a primeira das novasopções que se delineavam no cenário das expectativas para Santo Domingo a opção pelosleigos,considerando-os "tecido vital do Corpo de Cristo Ressuscitado".2 E o documento deconclusões parece seguir na esteira do referido documento de trabalho, ao afirmar claramente no seun. 97 que : "As urgências do momento presente na América Latina e no Caribe reclamam: que* Este texto foi publicado originalmente em : J.E.PINHEIRO (coord.) O protagonismo dos leigos naevangelização atual, São Paulo, Paulinas, 1994, Col. Perspectivas Pastorais, pp 55-90.1V. as reflexões que expressam a ansiedade e a esperança que cercaram o acontecimento eclesial de SantoDomingo e que estão expressas em algumas publicações recentes latino-americanas ,por ex. AA.VV.Vida,clamor e esperança, São Paulo,Loyola,1992 (trad. esp.). V. tb. as colocações de M. CAMURÇA, R.AZZI e M.C. BINGEMER, em "O que muda com Santo Domingo?",Cadernos Atualidade em Debate n. 17,Rio de Janeiro,Centro João XXIII, 1992.2 Cf. Documento de trabalho (DT 642-655)30todos os leigos sejam protagonistas da nova evangelização,da promoção humana e da culturacristã."3Mais adiante, é ainda o documento de conclusões que proclama, ao definir osleigos como linha pastoral prioritária: "...uma linha prioritária de nossa pastoral ,fruto desta IVConferência,há de ser a de uma Igreja na qual os fiéis cristãos leigos sejam protagonistas. " 4 Ocompromisso que toda a Igreja da América Latina toma no sentido de uma nova evangelização noentender do documento,só poderá ser levado a bom termo com a formação de um laicato bemestruturado com uma formação permanente,maduro e comprometido . 5 A nova evangelização,segundo os bispos reunidos em Santo Domingo,só poderá ser levada efetiva e seriamente a cabo "seos leigos,conscientes de seu batismo,responderem ao chamado de Cristo a que se convertam emprotagonistas da nova evangelização". 6Parece claro portanto que a Igreja da América Latina não deseja mais centrar suasforças formadoras e pastorais apenas ou mesmo principalmente sobre o clero e os religiosos mas,pelo contrário, tenciona investir com entusiasmo e força na formação deste laicato,que constitui agrande maioria de seus membros. E para que isso aconteça está disposta a colocar os meios,assumindo-os como linha pastoral prioritária,confiando-lhes ministérios e serviços dentro do corpoeclesial e promovendo-os constantemente.7

Além disso,está disposta a reconhecer as lacunas e falhas que possam ter havido naformação destes mesmos leigos ao longo dos tempos. Fala-se claramente no documento em "leigosnem sempre adequadamente acompanhados pelos Pastores" ,"deficiente formação", etc. 8 Aomesmo tempo se afirma que "os fiéis leigos comprometidos manifestam uma sentida necessidadede formação e de espiritualidade"; " os pastores procurarão os meios adequados que favoreçamaos leigos uma autêntica experiência de Deus" . Coloca-se como linha pastoral principal"incentivar uma formação integral,gradual e permanente dos leigos".9Todas estas constatações não se originam, no entanto, do oportunismo de umainstituição que se assusta com a queda de nível da formação de seus quadros nem com a possíveldiminuição quantitativa de seus efetivos. Originam-se, sim, ao invés, de uma constatação de base quenão provém da lógica humana,mas é apenas assimilada por revelação do próprio Deus: a de que todoo povo de Deus recebe do Senhor mesmo o chamado à santidade. Afirmada enfaticamente não sópela Sagrada Escritura, como também, mais recentemente, pelo Concílio Vaticano II, especialmentena Constituição Lumen Gentium, essa constatação permite ver e conceber a Igreja, na suatotalidade, segundo aquilo que é comum a todos os fiéis.10 A intenção do Concílio é, aí, "mostrar oque é comum a todos os membros do povo de Deus, antes de qualquer distinção de ofício e de estadoparticular, considerado o plano da dignidade da existência cristã." 11Mais ainda. Toda esta eclesiologia nova e total inaugura uma diferente convicçãoprofunda: a de que este chamado maior e primordial a todo um povo é inseparável da possibilidadede assumir e fazer acontecer o desafio eclesial imenso de uma nova evangelização e que nele estãoincluídos também os fiéis leigos. Em relação a estes, os pastores se sentem responsáveis, no sentidode ajudá-los a desenvolver sua vida de fé até o desabrochar pleno de uma autêntica santidade cristã.3 O grifo é nosso4 n. 1035 ibid6 n. 97. Grifo nosso.7 cf. nn. 42,97,101,103 etc8 cf. nn. 96-979 cf. nn. 95, 9910 Cf. B. FORTE, A Igreja ícone da Trindade. Breve eclesiologia, SP, Loyola, 1987, pg 3011 Y. CONGAR, La chiesa come popolo di Dio, in Concilium 1 (1965) pg 30, cit. in B. FORTE, op. cit., pg3131Ora, esta santidade não acontece sem uma profunda espiritualidade . Ao afirmar abusca da santidade como linha pastoral , o documento de Santo Domingo afirma que é preciso

"procurar que em todos os planos de pastoral a dimensão contemplativa e a santidade sejamprioridade,a fim de que a Igreja possa fazer-se presença de Deus no homem contemporâneo,quetem tanta sede dele".10 Ao se referir aos leigos, diz que " a santidade é um chamado a todos oscristãos" e que " os pastores procurarão os meios adequados que favoreçam aos leigos umaautêntica experiência de Deus." E diz ainda:" Favorecerão também publicações específicas deespiritualidade laical."11Tendo-se tornado, portanto, uma prioridade pastoral da Igreja latino-americana apartir de Santo Domingo, parece-nos importante refletir agora sobre a identidade desta assimchamada "espiritualidade laical" e sobre a pertinência mesma do termo que assim a qualifica. O queseria ou em que consistiria a "espiritualidade laical" e em que se distinguiria de outros tipos deespiritualidade, a saber a "clerical" ou a "religiosa"? Pode-se ou mesmo deve-se falar de umaespiritualidade direcionada especificamente para os leigos, diferente daquela da qual vivem outrossegmentos da Igreja? Será ela compatível com a concepção de Igreja re-visitada pelo Concílio, querestituiu à mesma Igreja o primado da ontologia da graça sobre toda articulação e delimitaçãoparticular e que ressalta a antropologia cristã, a vida segundo o Espírito como alternativa proposta atoda criatura humana? 14Todas estas perguntas poderão parecer um tanto supérfluas e suas respostas,óbvias. Porém, se nos empenharmos em voltar os olhos para algumas noções de base da identidadedo chamado "leigo" no seio da Igreja e sobre o sentido da vida no Espírito desde tempos mais antigosna história do Cristianismo, veremos que a questão é menos simples do que parece.Espiritualidade laical ou espiritualidade cristã?Se vamos pedir ao texto bíblico, - tanto vétero como neo testamentário, - umafundamentação para o que seria uma "espiritualidade laical" ou "dos leigos", nossa busca não serámuito frutífera. Não só na Sagrada Escritura não se faz referência a tal espiritualidade como nemsequer se fala de "leigos" enquanto tal.12 Já o AT, ao mesmo tempo em que afirma que só Deus ésanto (cf 1 Sam 2,2; 2 Rs 19,22; Sl 22,3; Sl 89,18; Is 6,3; Is 12, 6 etc.), declara também que todo opovo é santo, porque chamado à santidade (cf Dt 7,6; 14,2; 26,19; Sl 34, 9 etc.). E no NT, todos oscristãos são chamados a viver "em Cristo", ou seja ,a viver uma vida santa , na união e incorporaçãoa Jesus Cristo, Messias,Senhor e Santo de Deus ( Rom 6,1ss; 2 Cor 3,3ss etc.) possibilitada peloEspírito Santo. E o apóstolo Paulo chama sem hesitar a todos os cristãos de "santos", usando estedenominativo quase tão freqüentemente como outros (por exemplo,irmãos etc.) (cf Rom 1,7; 8,27;

12,13; 15,25; 16,2; 1 Cor 6,2; 7,14; 7,34; 16,1 etc.).A originalidade e o tipicamente cristão, portanto, é que todos estão consagrados aDeus,e que não há nenhum cristão que tenha uma vida "profana". O batizado, seja qual for o carisma10 n. 14411 n. 144,99. O grifo é nosso.14 Cf. B. FORTE, op. cit., pg 3112 Y. CONGAR, em Dictionnaire de Spiritualité ( DSp) t. IX, col. 79, verb. Laïc et laicat diz que a palavraexistia,anterior mesmo ao vocabulário religioso cristão e estranha ao emprego específico de "laós" no textogrego do AT. Podia ser encontrada desde o séc. III a.C. nos papiros e inscrições, no séc.II a.C. na línguacultual grega para designar os não iniciados e enfim nas traduções judaicas da Bíblia em grego,aplicada àscoisas para significar "profano",ordinário,não especialmente consagrado a Deus (1 Sam 21,5-6; Ez 22,16;48,15). Mas o termo não se encontra no NT.32recebido e o ministério que exerce, foi, mediante o Batismo, incorporado a Cristo e ungido peloEspírito e assim constituído membro pleno do povo de Deus.13 A Igreja da primeira hora, tal como édescrita no NT, não parece apresentar traços daquilo que hoje categorizamos e definimos como"leigo". Nem tampouco de uma realidade qualquer que se pudesse transpor e colocar emcorrespondência com o fato leigo contemporâneo.17O leigo é,pois,o cristão sem acréscimos,sem adjetivações outras que sua pertença aCristo pelo batismo. E não existiria, a partir desta fundamentação, espiritualidade própria dos"leigos", que são chamados simplesmente a viver a vida "em Cristo" e " no Espírito" como todos oscristãos. O termo "irmãos" designa uma condição comum a todos os que partilham a mesma fé epraticam o mesmo culto cristão. E se existe uma paternidade dos ministros do Evangelho,esta produznão filhos,mas irmãos. As primeiras gerações de cristãos se chamaram entre si de"discípulos","irmãos","santos"," comunidade de Deus".14Este estado de coisas permanece na época patrística. O sentimento dominante -que gera,portanto,uma espiritualidade condizente - é o de que todos os batizados são Igreja. Esta - aIgreja - é o "nós" do cristão,que lhe abre espaço para ter parte nos bens celestes,escatológicos. Aomesmo tempo, a Igreja existe em cada cristão,e assim é por ele vivida. E todos os cristãos sãoformados não em termos de devoções,mas numa mística e numa mistagogia que os introduz sempremais plenamente nos mistérios da fé e na celebração litúrgica. A "espiritualidade dos leigos" ( naverdade espiritualidade cristã tão somente) consistiria,então,em participar ativamente no mistério e navida da Igreja, exercendo cada qual seu carisma e tendo presença e voz inclusive a nível de decisões.

Os leigos, tais como os ministros ordenados, nesta concepção, são totalmente Igreja e constituem,naassembléia, o sujeito litúrgico total. 15Por outro lado,o estado monástico é exaltado e louvado, embora seja afirmadobem claramente que um leigo pode ir muito além de um monge em termos de santidade. Finalmenteo que conta é que,em qualquer estado de vida,seja plenamente vivido o amor a Deus e ao próximosegundo Deus.20 E a referência da vivência dessa espiritualidade cristã é sempre escatológica edivina.16Importa ressaltar que nos seus inícios,a vocação monástica não se erige emoposição à vocação batismal ou mesmo laical. O monge tenta viver plenamente a condiçãocristã,fugindo das dignidades eclesiásticas e dos ministérios e não se incorporando à hierarquiaministerial,mas sentindo-se herdeiro da tradição carismática dos profetas e mártires. No fundo,éexemplo e testemunho da vocação comum que todos os cristãos devem realizar.1713 Ibid. V. tb. J.A.ESTRADA DIAZ, La identidad de los laicos. Ensayo de eclesiologia, Madrid,Paulinas,1989,pg 117. V. tb. B. FORTE, op. cit., pg 31.17 V. sobre isto A. FAIVRE, Les laïcs aux origines de l'Eglise, Paris, Le Centurion, 1984 (trad. bras.Petrópolis, Vozes, 1989)14 Cf. Y.CONGAR, ibid, col 80 . Devido aos objetivos e às dimensões deste artigo,ao citarmos este autor noDSp, verb Laic et laicat não mencionaremos suas citações,mas nos referiremos apenas à síntese que elemesmo faz no referido dicionário.15 Ibid col. 8120 Cf. sobre isso o que dizemos em nosso artigo de l987, Da teologia do laicato à teologia do Batismo. Umareflexão em vista do sínodo de 1987, in Perspectiva Teológica 47 (1987) pg 39: "Nos primeiros séculos daexperiência cristã, a Igreja na sua totalidade era vista em relação de proposta e alternativa ao mundo. Adistinção que havia não era tanto entre 'especialistas do espírito'e 'cristãos dedicados aos assuntostemporais', como entre a novidade cristã comum a todos os batizados e a sociedade (o mundo) que deviaser evangelizado."16 Cf. Y. CONGAR, op. cit., col. 8217 Cf. J.A.ESTRADA DIAZ, op cit.,pg 142, citando São João Crisóstomo,que se destaca entre os padres daIgreja como o grande teólogo que sublinha a continuidade entre a vocação monacal e a dos leigos,já queambos têm as mesmas exigências e dignidade33É mais no período da Idade Média que começa a haver uma certa depreciação doleigo, identificado como iletrado, ao mesmo tempo que passa a vigorar uma certa imposição domonge como ideal de pessoa "espiritual",e "perfeita", baseando-se esta espiritualidade e perfeição no

desapego dos bens terrestres, inclusive o casamento e a vida conjugal.18 Nos meios monásticos, oleigo passa a ser visto não como um membro de pleno direito do povo de Deus,mas como alguém queé assimilado aos carnais,aos mundanos e os que se ocupam do século. Há que se ter em conta que aprópria sacerdotalização do monacato,muito clara nos séculos VIII e IX,contribui para esteprocesso.19A concepção de espiritualidade vivida pelos leigos é certamente afetada por esteestado de coisas. A tendência de equiparar o conceito bíblico de "carne" e "carnal" a "corpo","corporal" e "terreno",e portanto oposto a "espiritual" dá lugar a uma antropologia e também umaespiritualidade hostis ao corpo,com amplas repercussões na necessidade de uma negação da própriasexualidade como único caminho para viver a vida no Espírito e a união com Deus. Tudo istotem,evidentemente, uma séria repercussão sobre a maneira de conceber o matrimonio e viver umaespiritualidade dele decorrente. Assim também, leva a uma desvalorização do estado de vida leigoenquanto verdadeiro e pleno estado cristão ao mesmo tempo que a uma autonomização do clérigocom relação ao restante do povo de Deus.20A Alta Idade Média traz consigo o reconhecimento da possibilidade da santidadenão apenas no mundo,mas pelo exercício cristão das atividades seculares. 21 E a Idade Moderna, coma Reforma que trouxe de volta a espiritualidade leiga ao cristianismo puro e simples, assim como aconseqüente contra-reforma católica, vão dar lugar a uma divulgação maior das práticas espirituais eda doutrina cristã, com os catecismos, que colocam os elementos da doutrina e da espiritualidade aoalcance de todo o povo cristão.O ideal cristão proposto e vivido pelos leigos a partir daí é exigente elaborioso,feito de abnegação de si mesmo e de mortificação, ressaltando a prática continuada daoração e da direção espiritual como meios para se chegar à perfeição no estado de vida em que seesteja. A noção de estado de vida desempenhou papel importante na consideração sistemática davida espiritual. A tríplice subdivisão de corte mais jurídico que foi assumida pela espiritualidadecristã deste período, leva a supor que se possa falar de três espiritualidades diferentes: "aclerical,centrada na ação eclesial em vista da salvação; a religiosa,expressa no empenho na vida deperfeição; a leiga,polarizada pela animação da ordem temporal."22Em nossos dias, o Concílio Vaticano II apresenta uma visão eclesial marcada nãosó pela concepção da Igreja enquanto comunhão de relações entre pastores e fiéis (cf.. LG 32), peladiversidade de carismas e ministérios (LG 4,7,12,13; 18,33; AA 10,22; AG 15) como pela

valorização do terrestre e do temporal, onde seria, a rigor, o lugar do leigo.28 Além disso, procuraoferecer uma visão positiva deste, definindo-o não pelo negativo (aquele que não é clérigo nemreligioso), mas positivamente, como membro pleno e integrante do Povo de Deus. A re-descoberta doprimado da eclesiologia total facilita a superação do trinômio clérigos-religiosos-leigos e permite18 Cf.. Y. .CONGAR, op. cit., col.85. V. tb. B. FORTE, op. cit., pg 3719 Cf. J.A.ESTRADA DIAZ op. cit. ,pp 146-14720 Cf. Ibid,pp 147-148. V. tb. Y. CONGAR em seu verbete no DSp acima citado e v.. tb. o que sobre isso dizH. LEGRAND, La tendance à disqualifier religieusement les laics, in B. LAURET et F. REFOULÉ (coord.)Initiation à la pratique de la théologie vol III: Dogmatique 2, Paris, Cerf, 1983, pp 184-185.21 Cf. Y.CONGAR, op. cit., col. 9322 S. SPINSANTI, Os estados de vida: velhas e novas perspectivas, in T. GOFFI e B. SECONDINI (orgs.)Problemas e perspectivas de espiritualidade, São Paulo,Loyola,1992, pg 273.28 Cf. a constituição Gaudium et Spes e todo o otimismo secular que carrega e que tanto marcou a visãopastoral conciliar.34evidenciar a vocação comum de todos os batizados à santidade. Além disso, o Concílio descentra osclérigos de si mesmos e os centra sobre os fiéis. 29No entanto, ainda permanece, a nosso ver, uma contraposição entre o laicato e osministérios ordenados e a vida consagrada. Por exemplo, a constituição Lumen Gentium, um dosmais importantes documentos conciliares, afirma: " A vocação própria dos leigos consiste emprocurar o Reino de Deus precisamente através da gerência das coisas temporais,que elesordenam segundo Deus. Eles vivem no meio do século."23 E ainda: "A índole secular caracterizaespecialmente os leigos. Pois os que receberam a ordem sacra, embora algumas vezes possamocupar-se em assuntos seculares, exercendo até profissão secular, em razão de sua vocaçãoparticular, destinam-se, principalmente e ex professo, ao sagrado ministério. E os religiosos, porseu estado, dão brilhante e exímio testemunho de que não é possível transfigurar o mundo eoferecê-lo a Deus exercendo funções temporais e ordenando-as segundo Deus."31Embora reconhecendo todo o avanço que este documento, assim como todo oConcílio em geral, trazem para a Igreja e muito concretamente para os leigos cristãos, não se podedeixar de reconhecer que hoje, com a distancia histórica que do evento temos, nos é permitidoidentificar algumas limitações: o leigo ainda é definido juridicamente e pelo negativo: aquele quenão é clérigo, religioso ou a quem não foi dado, na Igreja, um carisma ou uma vocação ou ministério

especial e tem a seu favor "apenas" o Batismo. Essa definição de leigo estrutura a Igreja , quanto asua composição e formação, com base numa dicotomia e contraposição centrais: a contraposiçãoclero X laicato à qual se alia outra: a contraposição religiosos X não religiosos. Isto nos conduz àpercepção de que nos documentos conciliares e, em especial, na constituição dogmática LumenGentium, ainda coexistem duas eclesiologias: uma eclesiologia jurídica e uma eclesiologia decomunhão. 32Em termos de avanço possível para uma espiritualidade adequada aos leigos, aposição conciliar ainda traz, a nosso ver, uma sutil dificuldade e discriminação, confinando o leigo aocampo do secular e do profano e, conseqüentemente, declarando-o não apto a ocupar-se das coisaspropriamente "sagradas" ou "de Deus". Mais ainda: independente do problema específico dosleigos, esta otimista e entusiasta valorização do terrestre e do temporal pode trazer alguns riscossobre a própria concepção de espiritualidade: o risco de obscurecimento da especificidade doreligioso e o risco de desconhecer a realidade de um aspecto do "mundo" que não leva a Deus.Portanto, o risco de menosprezar a validade e a pertinência de toda uma tradição ascética cristã nabusca da união com Deus, que agora pareceria descartada como "démodée" ou fora de lugar.24 Eainda mais, o risco de ignorar que todas as condições de vida, inclusive no interior da Igreja, têm umadimensão mundana, sócio-política, implicando portanto uma resposta feita de ressonânciasigualmente mundanas, político-sociais, já que ninguém é neutro frente aos desafios históricos diantedos quais é posto. A pretensa neutralidade em relação ao real quando se trata das coisas do Espíritoestá bem próxima do mascaramento - voluntário ou involuntário - de ideologias e de interesses e é tãoperigosa para uma teologia e espiritualidade sadias como o entusiasmo desordenado e ingênuo pelasrealidades terrestres .34Em algumas tendências teológicas mais recentes, percebe-se a tentativa desuperação dessas contraposições. Questiona-se se não seriam empobrecedoras ou mesmo um tantoredutoras da amplidão do espírito da eclesiologia conciliar baseada sobre a categoria totalizante de29 Cf. B. FORTE, op. cit., pg 32. V. tb. o que sobre isso diz H. LEGRAND, op. cit., pg 193.23 Cf. LG cap. 431 Cf. LG 31. V. ainda o resumo histórico e o comentário que faz B. FORTE à artificialidade e esterilidadedessa distinção, in op. cit., pp 40-41.32 Cf. a esse respeito A. ACERBI, Due Ecclesiologie: Ecclesiologia giuridica ed Ecclesiologia dicomunione nella LG, Bologna, Dehoniane, 197524 Cf. Y. CONGAR ,op. cit., pg 102

34 Cf. o que sobre isso diz B. FORTE, op. cit., pg 4135Povo de Deus. Essas teologias propõem a superação das citadas contraposições por meio de umnovo eixo, desta vez não de contraposição, mas de tensão dialética: o eixo comunidade -----carismas, ministérios. Assim a Igreja redescobre sua vocação de comunidade batismal englobante,no interior da qual os carismas são recebidos e os ministérios exercidos como serviços em vistadaquilo que toda a Igreja deve ser e fazer. E a vida espiritual de todo o Povo de Deus pode beber domesmo Espírito que não discrimina suas maravilhas segundo as categorias jurídicas, derramando-ascom total prodigalidade e generosidade. E pode, sem riscos de "inadequação", encontrar pela via dainspiração as diferentes expressões deste Espírito no mundo e na história, na vida pessoal ecomunitária.É nesta encruzilhada resultante de dois mil anos de história que a espiritualidadecristã se encontra e, em meio a ela, os cristãos inadequadamente chamados "leigos" que buscam hámuito, trabalhosa e pacientemente, o perfil de sua identidade em meio ao povo de Deus. Essenúmero majoritário de cristãos batizados que há tantos anos são considerados e tratados comocidadãos de segunda categoria dentro da Igreja, mas que permanecem com grande sede espiritual eimenso desejo de santidade encontram-se insatisfeitos e perdidos, em busca de um caminho que lhesseja possibilitado a fim de viverem plenamente sua vocação e missão.Neste particular,a Igreja oriental pode talvez fornecer pistas valiosas, no sentido deque foi mais capaz de conservar e preservar os pontos nodulares da raiz da espiritualidade bíblica.Para a Igreja oriental, todo membro do povo - "laós" - de Deus, qualquer que seja seu lugar dentro doconjunto deste povo, é "pneumatóforo", ou seja "portador do Espírito", em virtude da dimensãovisceral e profundamente pneumática dos sacramentos da iniciação cristã: o batismo, a crisma e aeucaristia.25Carismático porque ungido pelo Espírito, todo batizado é rei,sacerdote e profetana unidade do povo de Deus ("laós théou"). E o povo de Deus, assim formado,não são os leigosopostos ao clero. Mas sim o pleroma do Corpo de Cristo, onde todos são leigos (porque povo) esacerdotes ( em virtude dos sacramentos) e onde o Espírito diferencia os carismas e os ministérios.26Se adotamos esta perspectiva, parece-nos impróprio continuar falando em termosde uma espiritualidade própria aos leigos ou mesmo "leiga" ou "laical". Não teria sentido nemcabida dentro de tal visão de Igreja. Na verdade, o leigo é o cristão "sem adjetivos". Suaespiritualidade, portanto, não pode ser outra senão a espiritualidade mesma da vida cristã. O

batizado, incorporado a Cristo e ungido pelo Espírito, é partícipe das riquezas e responsabilidadesque seu Batismo lhe dá. E por isso, não é menos "consagrado" que outros. O fundamento da vida detodo cristão continua a ser a consagração batismal e é desta que decorre sua vida espiritual.37O fato de que nesta única espiritualidade existam diferentes carismas e vocaçõesnão elimina a constatação de que ela encontra sua raiz num único chão: o do Evangelho de JesusCristo, do qual se depreende somente toda e qualquer experiência de vida no Espírito que reivindiquepara si o nome de cristã. Conforme esta espiritualidade for sendo vivida por diferentes categorias depessoas, em diferentes situações e caminhos, se poderá falar de multiplicidade de vocações -certamente bem mais numerosas que as três categorias jurídicas acima mencionadas - para viver ochamado do mesmo Deus. Enquanto é bom e rico que hajam ministérios múltiplos, nos quais serealiza o dom e o compromisso de cada batizado, fazer demasiada ênfase na categoria laicato,25 Cf. O. CLEMENT, L'Eglise, libre catholicité des consciences personnelles. Point de vue d'un théologien del'Eglise orthodoxe, in Le Supplément 155 (1985) PP 55-56.26 Ibid. Importa no entanto fazer a ressalva que já mesmo na teologia do Ocidente se encontram tendênciasnessa direção. V., por exemplo, a afirmação de B. FORTE, op cit., pg 31, no sentido de que a eclesiologiaque emerge de uma concepção não "compartimentada" do Povo de Deus é uma eclesiologia total e alaicidade passa a ser assumida como dimensão de toda a Igreja presente na história.37 Cf. B. FORTE, op. cit., pp 31. 3536contrapondo-a ao clero ou à vida religiosa só vai resultar em uma abstração negativa, queempobrecerá toda a vida eclesial.38O desafio de ser "de Deus" no meio "do mundo"Hoje não menos que ontem o cristão - seja ele clérigo, religioso ou leigo - échamado a viver sua fé em Deus e o seguimento de Jesus Cristo que ela inclui sempre mais no meiodo mundo. Mundo este que não é o mundo idílico,perfeito, completo e reconciliado que parecemdescrever muitos dos modernos discursos. Pensamos, em particular, naqueles marcados pelootimismo dos progressos e conquistas da modernidade, assim como nos que se encontramatravessados de lado a lado pela interpelação legítima mas nem sempre objetiva da questãoecológica. A inserção nas realidades temporais ou terrestres é específica para cada um e todos osbatizados, podendo acontecer sob variadas formas mais ligadas a carismas pessoais.39No entanto, é em meio a este mundo que o cristão, - leigo,religioso ou sacerdote, -é chamado a viver o que se chama experiência de Deus, a descobrir o fato grande e ao mesmo

tempo tão simples de que Deus é um Deus que se revela e,mais do que isso, que se deixaexperimentar. E essa experiência não é unilateral (o homem experimenta Deus) ,mas tem duasvertentes e duas vias (Deus mesmo se deixa experimentar pelo homem que o busca e o experimenta) .Assim, ao mesmo tempo em que propicia que o homem sinta o gosto e o sabor de Sua vida divina,Deus entra por dentro da realidade humana,mortal e contingente,na encarnação,vida,morte eressurreição de Jesus Cristo. Experimentando-a visceralmente,até o fim, "aprende" de sua criatura ojeito de ,pelo amor, "kenoticamente" despojado, viver cada vez mais seu modo próprio de existênciaque é o de ser o Deus Amor. A revelação de Deus em Jesus Cristo é, pois, o fundamento teológico darelação do homem com o mundo, pois concede dimensão crística a tudo que é criado e ressalta adimensão cósmica da encarnação.40A esta experiência de Deus, fruto do dom pleno e radical do mesmo Deus, só podesuceder,por parte do cristão, a oblação total e radical da vida, único e mais precioso bem, em cultoespiritual agradável a Deus . À entrega divina total só pode corresponder uma resposta e uma entregaigualmente totais por parte do ser humano. Quanto a esta exigência, não existe distinção decategorias,segmentos ou níveis de pertença dentro do povo de Deus. Oferecer-se inteira e totalmente,"oferecer seu corpo como hóstia viva ,santa , imaculada e agradável a Deus" (cf. Rom 12,1) é o cultoespiritual de todo e qualquer cristão, seja ele quem for e pertença ele a que estamento da organizaçãoeclesial pertença.27Há que ver, no entanto, como esse desejo e essa entrega feita de totalidade seconfigurará na vida de cada um. Segundo o gênero de vida ou espaço onde está situado, o cristãodeverá viver a oblação de sua vida com ênfases,destaques e tendências diferentes. No entanto, háalguns elementos comuns que estarão presentes sempre, desde que a espiritualidade vivida seja acristã.A oração: não há espiritualidade cristã possível sem uma vida densa e intensa deoração. Por trás dos "slogans" "Tudo é oração", "Oração que nos tira do trabalho e leva para uma38 Cf. B. FORTE, op. cit., pg 3739 Cf. ibid pg 4140 Ibid pg 3927 Há que ver, a esse respeito, a frase do célebre jesuíta brasileiro Pe. Leonel Franca SJ, cujo centenário oracelebramos e que resume bem o que acabamos de dizer: "Com o absoluto não se regateia. Quem não deu tudoainda não deu nada.Todo sacrifício tem que ser holocausto." V. tb. o que sobre isso diz B. FORTE, op. cit., pg31 comentando LG 10.37

casa de retiro corre o risco de transformar-se em alienação" , "A oração é importante para a luta sermais eficaz" e outros, esconde-se uma mal disfarçada superficialidade que banaliza o chamado deDeus e a experiência dos grandes santos. Esses sim, fizeram da vida inteira uma oração . Porém aíaportaram já na sua maturidade, após lutarem e sofrerem esperas,demoras,noites escuras e outrasprovas espirituais, buscando o encontro com o Senhor na oração explícita e gratuita , gozosa, sim,mas não menos laboriosa e padecida, sem imediatismos nem utilitarismos.28Sem esse tempo "perdido" diante do Senhor, buscando conhece-lo como se éconhecido, abrindo-se e entregando-se ao Seu mistério incompreensível e imanipulável,que não édiferente de Seu Amor que aquece o coração e consola o espírito; sem outro desejo mais imediatoque não seja louvá-Lo e extasiar-se diante da beleza e da maravilha de sua criação e da doaçãosuprema de sua redenção que se tornam santificação operada pelo Espírito; não há condições dehaver qualquer tipo de espiritualidade e muito menos a cristã. E isto para ninguém, não apenas parao leigo. E neste particular,como em outras áreas, há um importante elemento de ajuda que não podedeixar de estar presente: a direção ou acompanhamento espiritual.A direção espiritual: neste sentido, o documento de Santo Domingo emite umasábia observação em seu n. 42,ao dizer:" É notória a perda da prática da "direção espiritual",queseria muito necessária para a formação dos leigos mais comprometidos..." Infelizmente, nostempos mais recentes, esta é uma triste verdade. Enquanto em épocas mais antigas, a presença dealguém "mais velho" ou mais experiente, que acompanhava qual pedagogo paciente os avanços erecuos do cristão nos caminhos da oração e da vida no Espírito, que sofre com as provações e sealegra com as consolações era parte integrante da caminhada de fé, hoje isto se torna uma realidadecada vez mais rara.A assim chamada - própria ou impropriamente,pouco importa - direção espiritualfoi substituída pelas partilhas comunitárias,pelas revisões de vida e outras formas de compartilharcoletivo. Porém cada vez mais se constata que o diálogo a dois é insubstituível para que o cristãopossa abrir seu coração, na confiança e no desejo de crescer nos caminhos do Senhor, narrando ahistória de Deus em sua vida. Isso feito com alguém discreto que, mistagogo experimentado, ajude asuperar obstáculos e desfazer nós; alguém que, teógrafo refinado, auxilie a decifrar a escrita divinagravada "não com tinta, mas com o Espírito Santo nos corações"(cf. 2 Cor 3,3); alguém que, diáconohumilde, saiba não se interpor entre a pessoa e Deus, mas alegrar-se como o amigo do Esposo ao

ouvir a voz d'Este (cf. Jo 2,29-30) e retirar-se quando "o Criador está agindo diretamente com acriatura e a criatura com seu Criador e Senhor."29A antropologia subjacente ao exercício da direção espiritual é uma antropologiaintersubjetiva, que coloca a experiência de Deus no terreno das mediações humanas. O diálogo como outro ou outra - no caso, do diretor (a) ou orientador (a) espiritual garante a dimensão comunitáriae social tão característica da experiência espiritual cristã. Abrindo ao outro os caminhos da Palavrade Deus e da vida eclesial e ajudando-o a interpretar seus desejos e impulsos, medos e fugas, oorientador (a) desempenha na Igreja um verdadeiro serviço, um importante (embora humilde ediscreto) ministério.44 O crescimento de uma espiritualidade cristã total e não setorizada poderá28 Cf. por exemplo as experiências de uma Santa Teresa de Jesus ou de um Santo Inácio de Loyola. Umachega ao chamado matrimônio espiritual após passar por muitos caminhos e moradas. Outro, ao ditar suasconfissões para o Pe. Luis Gonçalves da Camara no final de sua vida, admite que nesta época "toda vez quequeria encontrar Deus,o encontrava" (cf. Autobiografia n. 99 )29 Cf. Exercícios Espirituais de Santo Inácio de Loyola <15> V. sobre isso, o excelente trabalho de U.VAZQUEZ MORO SJ, A orientação espiritual e seu processo, Belo Horizonte, mimeo, 1987, a sairbrevemente pelas Ed. Loyola,SP.44 V. sobre isso M.C.BINGEMER, Em tudo amar e servir, SP, Loyola, 1990, pg 26938certamente, com a ajuda de Deus, permitir que este ministério seja sempre mais desempenhado porleigos e leigas. Já há sinais animadores neste sentido acontecendo na Igreja em todo o mundo.45A oração assim vivida e guiada será, então, verdadeiro discipulado já que colocao orante na escuta de Deus e de sua vontade e se transforma em verdadeiro aprendizado de seguir eservir o Senhor no meio do mundo, onde tantas diferentes solicitações, provenientes não sempre domesmo Espírito, se cruzam e muitas vezes dividem, confundem, enganam.Já desde o Novo Testamento aparece claro que para o cristão, qualquer que seja asituação em que se encontre, é necessário um certo desprendimento e indiferença em relação àscoisas,no sentido de que nada é absoluto ou indispensável. Tudo é meio, e portanto relativo paraatingir o fim que se pretende, que é sempre a maior glória de Deus. Realizar isso na própria vida, noentanto, não se faz sem tensões e conflitos. Embora a Bíblia seja pródiga em valorizações daquiloque é histórico, real, concreto, palpável e humano 30, o que mais fica patente em sua mensagem é umatensão sempre presente e sensível entre o absoluto escatológico e o pleno engajamento nas tarefas domundo.E a grande pergunta do discípulo, daquele que quer seguir Jesus Cristo e viver

segundo seu Espírito continua a ser, hoje como sempre: "Como estar no mundo sem ser domundo?" "Como usar das coisas do mundo como se delas não fizesse uso?" Como seguir Jesus talcomo ele exige ser seguido, com todas as radicais exigências que coloca aos seus discípulos, e aomesmo tempo viver humanamente a vida desta terra?31Trata-se, afinal, de usar do mundo ou de transformá-lo? Fugir dele ou construí-lo?Aqui, na América Latina, neste momento pós Santo Domingo, é inevitável que, olhando para osúltimos trinta anos, a pergunta se coloque: a busca apaixonada pela libertação e a transformação darealidade implicou numa diminuição ou mesmo num resfriamento da vida de oração, da liturgia, doculto, do louvor propriamente dito? E se isto aconteceu, foram os leigos os mais afetados por esteestado de coisas, militantes atirados na voragem de um ativismo sem quartel, perdendo nesseprocesso referencial eclesial, litúrgico,comunitário,etc.?Ora, já desde os tempos neo-testamentários o cristão é uma pessoa que vive acavaleiro entre tempo e eternidade; ou melhor, é alguém que experimenta em sua carne e em sua vidaa eternidade que atravessa o tempo histórico e por dentro o trabalha e configura. É ele portanto, um"vivente escatológico", ao mesmo tempo cidadão de um futuro absoluto e da cidade celeste e, porisso, estrangeiro neste mundo, dentro do qual sempre se encontra como que exilado e "fora" de lugar.E no entanto, experimenta assim o belo paradoxo de que esta terra, que não é sua pátria definitiva,lhe é dada por Deus como dom e missão: como domínio a gerir, como obra a acabar, como plenitudea consumar.32Neste sentido, todo cristão batizado, pela consagração mesma do seu Batismo, éum "posto à parte", um "separado" de dentro do mundo. O NT não poupa expressões fortes eradicais para significar a entrada na vida cristã: selo do Espírito (cf. Heb 1,13-14); imersão na mortede Jesus (Rom 6,1ss) etc. Não é de admirar que a Igreja tenha, em sua doutrina,declarado que o45 V. a esse respeito M. C. BINGEMER, CVX. Leigos vivendo o carisma inaciano, SP, Loyola, 1992, ondese podem encontrar testemunhos de leigos que exercem esse ministério. Trata-se, porém, de leigos ligados àespiritualidade inaciana. Gostaríamos de frisar que não é o único caso de leigos que se ocupam da direçãoespiritual dentro do conjunto da Igreja.30, Cf. Y. CONGAR, op. cit., col 103-104: "O próprio AT carrega outros valores aos quais se gosta hoje defazer referência: vocação histórica e mensagem social dos profetas, plano de salvação se realizando nahistória humana, antropologia não dualista do homem inserido no mundo,existindo com ele,construindo-secom ele."31Ibid col 104

32 Ibid39batismo é um sacramento que "imprime caráter", ou seja, marca indelevelmente aquele ou aquela queo recebe de uma marca que permanece para sempre.49Assim sendo, o batizado é chamado a oferecerconstantemente o sacrifício espiritual da vida consagrada a Deus, não se conformando com estemundo mas discernindo dentro dele o que é melhor, o que é perfeito,o que é de Deus (Cf. Rom 12,1-2). O cristão leigo, cristão 'sem adjetivos nem acréscimos' , que por muito tempo foi definido comoaquele que não celebra o sacrifício ritual, é no entanto protagonista indiscutível deste sacrifícioexistencial que consiste na oblação da própria vida a Deus para o serviço do mundo e dos irmãos.A espiritualidade que cabe portanto - hoje mais que nunca - a todo cristão, é umaespiritualidade de discernimento, ou seja, de busca da vontade de Deus dentro do horizonte de Seuplano de amor. Em meio a essa busca, cada um e cada uma vai se encontrar com as tentações e asilusões próprias das situações diferentes e variadas em meio às quais se vir colocado. Mas a todos,leigos, religiosos ou clérigos, será pedido vislumbrar e sentir, através de toda a floresta de diferentes"espíritos" que sopram, convidam e solicitam em todas as direções, o Sopro do verdadeiro Espíritodivino, Espírito Santo único que santifica e conduz ao seguimento de Jesus Cristo e à vontade doPai, desmascarando o mundo e suas falácias e mostrando a verdadeira face do verdadeiro Deus.Em decorrência disto, todo cristão está engajado e comprometido na missão daIgreja, forma histórica da vontade de salvação de Deus: como testemunha da fé e da caridade deCristo e portanto como enviado em missão apostólica, fazendo brilhar no meio do mundo Deus e oEvangelho. Todo batizado é enviado,e carrega consigo, seja qual for sua situação ou estatutocanônico, a responsabilidade da Boa Nova do Evangelho de Jesus. A vida de qualquer cristão élevada a testemunhar que, a partir de Jesus Cristo, só é profano o que é profanado pelo pecado etudo pode ser consagrado porque o Espírito santifica o uso que das coisas se faz. 33Enviado no meio do mundo, impulsionado pela força do Espírito, o cristão vivesua própria identidade não dividida em termos de contraposições como clero X laicato, mas na chavede uma antropologia ela mesma comunitária e, por conseguinte, eclesial e trinitária. Aespiritualidade cristã é uma espiritualidade do eu em comunhão,portanto, do nós opondo-se assim atodos os individualismos e isolamentos. Ser "pneumatórofo" (portador do Espírito) portanto, para ocristão, significa ser ao mesmo tempo "eclesiofânico" (manifestador da Igreja) e, mais ainda, "teomorfo"(que tem a forma de Deus) e "teóforo" (portador de Deus), irradiando no meio do mundo a

semelhança entre seu próprio ser (pessoa-Igreja) e o Deus Trindade.34Sendo a Igreja, no dizer da teologia oriental, "a humanidade em vias de'trinitarização', e o universo em vias de transfiguração 35 , a eclesiologia é inseparável dos mistériosque estão no coração da revelação cristã e,portanto, inseparável da espiritualidade cristã em simesma. A espiritualidade cristã é para ser vivida nessa comunidade chamada Igreja, onde osdiferentes carismas e ministérios, suscitados pelo mesmo Espírito, não se opõem ou contrapõem entresi; mas, ao contrário, se complementam na liberdade, tendendo todos , juntos e cada um com suaoriginalidade própria, para aquele que é o fim último do projeto cristão : a santidade.

Radicalidade evangélica e santidadeUma das originalidades e peculiaridades do Cristianismo é que, nele, a qualidadede discípulo e de servidor coincidem. Pois o discípulo não escuta apenas o mestre. Ele procuraimitar suas atitudes e assimilar seus critérios, segui-lo onde quer que vá e partilhar sua vida e seu49 V. a bela reflexão que a esse respeito faz J. M. R. TILLARD, Le "caractère" baptismal, in Initiation à lapratique de la théologie vol III, pg 42533 Cf. Y. CONGAR, op. cit., col 10534 Cf. O. CLÉMENT, op. cit., pg 59, n. 835 Ibid pg 6340destino. Assim fazendo, no entanto, o discípulo sabe que jamais será como o mestre, que é um só (cfMt 23, 7-8; Lc 6,40 ) e que não lhe cabe outro lugar senão aquele que seu mestre sempre quis ocupar.Ora, Jesus de Nazaré foi reconhecido e identificado pelos seus contemporâneos como o Servidor.Ele o foi assumindo em sua vida a solidariedade com os males do mundo e com os homens mesmosque desejava servir.36A espiritualidade, portanto, para o cristão, é não apenas uma maneira decomportar-se diante de Deus, um estilo de rezar, mas uma maneira de conceber a própria existênciaenquanto serviço oferecido ao outro. O serviço do cristão, derivado de sua oração e de suaintimidade com o Senhor, se deseja ao mesmo tempo fiel ao Deus Santo e Transcendente e àsrealidades humanas. E essas realidades humanas têm alcance maior do que simplesmente as relaçõesinterpessoais ou micro-comunitárias. Mas alcançam as próprias estruturas que condicionam a vidados homens e podem favorecer ou contrariar o reino de Deus.Se o destino de todo cristão, pertença ele a que segmento eclesial pertencer, é asantidade, essa santidade tem sua pedra de toque encontrada no exercício da caridade até o fim, demaneira total, plena e sem busca de si mesmo. Ora, a caridade não encontra sua fonte no homem,masem Deus. Se a vivência da espiritualidade hoje é percebida como tendo tal importância, poderia ser,

sem sombra de dúvida, porque se faz mais aguda a consciência de que o cristão não tem acesso aosfrutos do Espírito por sua própria iniciativa, mas deve dispôr-se a recebê-los humildemente das mãosde Deus. E isso só poderá faze-lo exercitando-se em criar dentro de si uma atitude de abertura,escuta e entrega de amor oblativo.É assim que o serviço de caridade que for prestado no mundo pelo cristão batizadose distinguirá de outros serviços porque será efetivamente um serviço cristão, na esteira e na imitaçãodo Servidor de Javé, o Santo de Deus, que se entregou a si mesmo,obediente até a morte de Cruz. Ocristão que deseja caminhar numa espiritualidade movida pelo Espírito Santo, no seguimento deJesus, ao encontro da vontade do Pai manifestada hoje no mundo e na história deverá sempre estarem tensão entre o desejo de plenitude que o habita e uma certa tentação que o "arrasta" de encontro aum temporal que pode acabar por ser demasiado carnal ou puramente humano. Para lutar contraesta e outras tentações, há algumas coisas às quais todo cristão que se quer "pneumatórofo", pessoade Deus e portador do Espírito, deverá estar sobremaneira atento:37- a necessidade de atividades religiosas específicas e explícitas,e de uma vidateologal em exercício permanente. Se "tudo é oração", há o risco, real e sério,de acabar nada sendoo.Não se encontra a Deus imediatamente e por encanto no meio do mundo, apesar de que o mesmoDeus é soberanamente livre para fazer acontecer o milagre da experiência de seu amor e da uniãomística com sua pessoa a qualquer momento e em qualquer tempo e lugar. A ordem da redenção nãoacha perfeita correspondência ou justaposição à ordem da criação. Ou seja, tudo que é humano não éautomaticamente nem se torna magicamente santo ou divino. E o mundo visto desde uma perspectivacristã não suporta uma visão idílica, romântica ou idealizada, como se já estivesse plenamentereconciliado. A dimensão teologal da vida é nutrida e se exprime na leitura orante da Palavra deDeus,na oração em momentos selecionados apenas para isso; na atividade litúrgica, celebrativa e delouvor, assim como na vida sacramental, fundamentalmente a comunhão eucarística. Estes sãoelementos indispensáveis e de primeira importância para que aconteça a unidade entre contemplaçãoe ação. E ainda para que esta seja transformada em união e participação no mistério de Cristo.Quem contempla recebe do Senhor mesmo que é o objeto de sua contemplação a ação que deverárealizar. E,consequentemente, essa ação será para ele não menos contemplação, já que estará prenhee grávida do mesmo Senhor que a suscitou, a moveu e a fez acontecer.3836 Y.CONGAR, op. cit.,col 105

37 Na enumeração destes marcos de atenção necessários, seguimos basicamente Y. CONGAR, art. cit.,col106-10738 V. sobre a contemplação e ação M. FRANÇA MIRANDA, Espiritualidade inaciana e sociedadesecularizada, in M.C.BINGEMER (org.) As "letras" e o espírito (Espiritualidade inaciana e culturamoderna), SP, Loyola, 1993, pp 105-12341O lugar e a dimensão da cruz é fundamental aí como em tudo que reivindica onome de cristão. Seja para purificar a utilização que se faz de meios relativos no serviço do absoluto;seja sob a forma de provações que purificam e levam o cristão a assemelhar-se mais a seu Senhor;seja para reestabelecer no fio da vida a verdadeira relação entre fins intermediários e fim superior.Na economia cristã, importa não esquecer que o sacrifício é expressão de liberdade, que o fracasso épreciosa pedagogia da provisoriedade de nossa contingência e que não há jamais tradução adequadaou completa do Evangelho num programa de realizações terrestres. Quando mais não fosse, a cruz,iluminada pela luz da Páscoa, é a condição da plena e verdadeira comunhão do cristão a seu SenhorJesus Cristo. Por aí deve passar, necessariamente, todo desejo e toda tentativa de construir e viveruma espiritualidade.56- a santidade cristã não se dá na tranqüilidade e no repouso. Optar por Jesussignifica aventurar-se por uma estrada onde está de atalaia não a paz, mas a espada (Mt 10,34-36). Odiscípulo deve saber que a palavra de Jesus é um fogo e que caminhar no seu encalço provocaconflitos e divisões.57Há na espiritualidade cristã algo de dramático. O que é pedido supera as forçashumanas. E no entanto, o ser humano se vê inexplicavelmente capacitado por esse Outro mesmo queo chama a dar a esse chamado uma resposta que ele mesmo sozinho não teria forças para dar. Aexigência é precedida pelo dom e pela graça, não tirando nada, porém, da gravidade do seuradicalismo. O que está em jogo quando se fala de vida espiritual e santidade é a vida ou a morte, asalvação ou a perdição. E dessa alternativa radical nenhuma categoria de cristão está excluída. Emuito menos os leigos, vivendo, como vivem, expostos a todas as solicitações mais diversasdiariamente; e devendo, desde aí, desde dentro, dar testemunho de Jesus Cristo, o Cordeiro de Deus.- essa santidade, como tudo que diz respeito à vida cristã, não pode ser vividasolitariamente. O cristão é necessariamente um solidário. E se por um lado experimenta que o malpor ele produzido com o pecado é difusivo e deslancha um processo de espiral que vai atingir aoutros além dele, por outro, sente também e não menos que os outros seus irmão são não só seus

companheiros de jornada, como também sua condição mesma de possibilidade de viver o idealproposto pelo Evangelho. Dogma de fé hoje um tanto esquecido, a comunhão dos santos é acondição mesma de que ainda possa haver santidade no mundo. Assim como só se peca porque se éprecedido no mal, assim também a santidade é como um útero que recebe sempre mais e mais filhos,nutrindo-os da seiva vital que faz a própria vida da Igreja de Cristo. Onde um falha, o outro persiste;onde um desanima, o outro permanece na entrega; onde muitos desistem, um só é fiel e carrega emsua cansada mas vitoriosa fidelidade a fadiga dos irmãos que por sua vez o carregarão mais na frente,com sua oração, seu sacrifício, seu amor. A santidade exige a comunhão. E, em se tratando dacomunidade eclesial, a santidade do clérigo supõe a do leigo; a santidade do bispo exige a entregahumilde e anônima da mãe de família; a santidade do profissional jogado nas fronteiras datecnologia de ponta é devedora a não sei que obscura carmelita perdida no fundo de algum mosteiro;a santidade do religioso necessita da militância apostólica daqueles que, desde sua condição leiga,escolheram a política ou a luta sindical como lugar de expressão de vivência plena do Evangelho.Nesta perspectiva, não há vida cristã que não seja consagrada. Mais ainda: falar de uma vidaconsagrada que seja melhor ou mais excelente que outras; que seriam, portanto, menores e menosexigentes, é desconhecer o dinamismo espiritual cristão que não se radica nas respostas humanas,mas no dom de Deus e na economia da redenção que transforma tudo em graça e em ação de graçase tece como precioso cipoal o que existe de santidade em cada humilde e obscura vida para formar afigura do Reino que deseja ver realizado neste mundo.Conclusão: Espiritualidade de batizados: o sentido do protagonismo56 Cf. Y. CONGAR, op. cit., col. 10757 Cf. T. MATURA, Dos conselhos de perfeição ao radicalismo evangélico, in T. GOFFI e B. SECONDINI,Problemas e perspectivas de espiritualidade, SP, Loyola, 1992, pg 26642Neste momento da história da Igreja que se está gestando no continente latinoamericano, o protagonismo a que são chamados os cristãos leigos se reveste de especial significado.E este significado é, parece-nos, sobretudo de cunho espiritual.A Igreja da América Latina emerge com olhos ainda ofuscados dos duros embatesdas últimas três décadas. Foram anos de muita luta, luminosas conquistas e grandes descobertas. Oeixo exigente e verdadeiro da opção preferencial pelos pobres, gestado como linha-força desdeMedellin e explicitado com força profética na Conferência de Puebla forjou nesta Igreja homens e

mulheres de todos os perfis e procedências, que brilharam e brilham ainda como testemunhosluminosos ou como heroísmos anônimos, cuja entrega e testemunho de vida são, hoje como ontem,força no caminho de tantos.Não se pode negar, porém, que esta mesma Igreja emerge golpeada por durasprovas e difíceis obscuridades. O caminho em direção à margem, ao encontro das lutas dosoprimidos, implicou em conflitos, tensões, necessidade de alianças não isentas de ambigüidades.Além disso, o vento da secularização faz sentir mais fortemente seus efeitos por sobre o povo docontinente, antes definido mais homogeneamente como "pobre e crente".É hora, portanto, de lucidez e coragem no enxergar as lacunas e as alternativas quese descortinam à frente. Hora de empenhar-se por ser fiel e atento às inspirações do Espírito que nãocessa de soprar e gestar futuro por entre as experiências do passado e as esperanças do presente. Éhora de abrir espaço e fazer lugar para os protagonistas de um novo momento eclesial.O documento de conclusões da IV Conferência de Santo Domingo mencionaexpressamente os leigos como os primeiros destes protagonistas. Menciona e coloca na linha defrente aqueles que são chamados a ser personagens principais do que está se passando daqui pordiante no continente.Se tal é a palavra e a expectativa dos pastores que expressam, no documento deSanto Domingo, as expectativas de toda a Igreja latino-americana, esse protagonismo não pode,porém, acontecer sem um empenho de toda a comunidade eclesial. Pastores e fiéis, todo o povo deDeus, enfim, é chamado a colocar o melhor de si mesmo para que aconteça uma real emergência doscristãos batizados na construção de um novo momento para a Igreja da América Latina.Como já dissemos aqui e procuramos demonstrar ao longo deste texto, esseprotagonismo deverá estar solida e profundamente ancorado numa espiritualidade que dê razão dosfundamentos mesmos da fé cristã. Uma espiritualidade que não setorize os diversos segmentos dopovo de Deus, diminuindo força e mordência, ousadia e arrojo àquilo que pode resultar daexperiência que os cristãos latinoamericanos fazem hoje de Deus e Seu Espírito. Uma espiritualidadeque redescubra suas raízes no conteúdo sacramental e teologal do Batismo, permitindo originar edesenvolver, a partir daí, novas formas de vida consagrada e novas modalidades de entrega e serviçoa Deus e a Seu povo. Uma espiritualidade que seja inseparável da missão. Mais ainda: que seja, elamesma, missionária em sua essência, incompreensível sem o conteúdo de envio evangelizador eanunciador de Boa Nova, que é o da missão do próprio Jesus e, por conseguinte, da missão de toda aIgreja.Uma espiritualidade, enfim, que ajude os batizados de todo o continente a fazer

acontecer por toda parte o milagre de uma nova evangelização: nova em suas expressões, em seusmétodos, sim. Mas, sobretudo, nova em seu ardor. Ardor que não pode ser controlado e programadopelas categorias que, juridicamente, classificam os fiéis dentro do povo de Deus. Mas que queima eenvolve em seu fogo todos aqueles e aquelas que se abrem e se colocam, atentos e disponíveis, diantedo Mistério que desde a experiência mais primordial do povo de Israel, foi identificado como umfogo que" arde e não se consome" (cf. Ex 3).43É apenas este Mistério maior, ao qual Jesus Cristo ensinou a dar o nome de Pai,que poderá fazer com que a nova evangelização seja personagem não somente de documentos ediscursos, mas realidade vital inspirando e animando a vida do povo de Deus. Neste processo devida, onde a santidade é desejo real e realidade possível, possa o protagonismo dos batizados,daqueles que foram incorporados a Cristo e que vivem a dolorosa e alegre vocação de "estar nomundo sem ser do mundo" ser, mais que nunca, o protagonismo do Espírito que os habita, os inspirae os conduz.

RIQUEZA DOS CARISMAS:FUTURO DA IGREJA DO NOVO MILÊNIO*

A complexidade do tema sobre a vocação e a missão do cristão leigo e suaextensão representam um enorme desafio, que a reflexão teológica está longe de cobrirsatisfatoriamente. Neste momento em que florescem por todos os lados os movimentosleigos, - antigos e novos – e onde o futuro da Igreja depende em boa parte de como seconfigurará a participação dos leigos nesta mesma Igreja, importa retomar a história docatolicismo brasileiro que sempre foi marcado por uma forte presença laical.A história da Igreja do Brasil é, desde os seus primórdios, marcada por umapresença forte dos cristãos leigos. Desde os tempos da colônia pode-se constatar noBrasil a presença de um catolicismo popular, surgido dentro do amplo quadro docatolicismo tradicional, mas dotado de uma certa autonomia quanto à dimensãodevocional. Essa forma de vivência da fé católica no Brasil colônia traz comointeressante característica o fato de ser administrada "de modo especial pelos leigos, quetrazem de Portugal seus santos e práticas devotas e continuam na colônia as devoções datradição familiar"1.Nesse tipo de catolicismo, o povo católico leigo se organiza paraexpressar sua devoção, centrada principalmente no culto aos santos, nas procissões, nasromarias, promessas e ex-votos. As casas, as capelas e os santuários eram os templosdesse tipo de catolicismo que uma quadrinha popular assim descreve:"Muito santoPouco padreMuita rezaPouca missa".Ao lado desses leigos das camadas populares e mesmo, às vezes confundidos ejustapostos, estão também outros leigos do catolicismo tradicional, organizados emconfrarias e irmandades - instituições que, embora enfraquecidas, persistem até hoje.A organização do catolicismo brasileiro nos primeiros tempos de sua história é,portanto, marcadamente laical, sendo o protagonismo mais clerical situado em épocamais recente, datada da época da "Questão Religiosa" e do início da Primeira República.A partir daí somente, é que o rosto da Igreja brasileira passa a se identificar maciçamente,na vivência de sua fé e expressões religiosas, com o clero e a hierarquia.A organização laical brasileira no nosso século é, portanto, herdeira de toda estalonga tradição. Por um lado, a tradição remota de muitos séculos de um catolicismomarcadamente leigo. Por outro lado, a tradição mais recente , na qual os leigos foram,progressivamente, passando para uma posição mais dirigida e menos visível. Pararesponder a este desafio, a partir da década de 40, surgem no Brasil os primeirosmovimentos visando permitir maior participação do laicato na vida da Igreja. Merecemdestaque, entre estes, o movimento litúrgico e, sobretudo, a Ação Católica.* Este texto foi originalmente composto às vésperas do Sínodo sobre os leigos, em 1987 e apresentado àAssembléia Nacional da SOTER (Sociedade Brasileira de Teologia e Ciências da Religião). Foi publicadooriginalmente em Perspectiva Teológica 19 (1987) pp 29-48. Encontra-se aqui ligeiramente modificado.

1 R. AZZI, Evangelização e presença junto ao povo, aspectos da História do Brasil, em: AA.VV. , Religiãoe Catolicismo do povo, op. cit. ,p.452Este último, consolidado e referendado mais efetivamente nos anos 60, com acelebração do VaticanoII, é um dos principais responsáveis pela renovação da Igreja noBrasil, identificada com as necessidades e anseios da população brasileira, assumindouma posição crítica diante do governo militar autoritário e disposta a defender os direitosdos pobres e marginalizados2.Não é possível, portanto, hoje, falar de leigos na Igreja do Brasil sem darsignificativo destaque à Ação Católica. Esse movimento, com sua rigorosa e eficazformação de quadros, sua "garra" apostólica, dificilmente encontra substitutivoequivalente em qualidade e importância nas três últimas décadas. Recebendo mandato dahierarquia, os leigos da Ação Católica3 na sua maioria do meio estudantil, operário eprofissional eram no mundo seu "braço estendido". Isso propiciava, para a atuação eposicionamento desses leigos, um reconhecimento oficial. Quando falava o leigo, falava aIgreja.A questão do tipo de leigo que a experiência da AC traz ao proscênio eclesial étambém importante. No Brasil de hoje após quase quarenta anos de ditadura militar e oconseqüente esvaziamento de lideranças dela decorrente, ainda se pode pretender umaorganização de laicato como a da AC? Por outro lado, em que a militância leiga atualpode aprender desta importante e dolorosa experiência em termos de organização, erros eacertos?4O momento pós-conciliar no Brasil, juntamente com a ascensão e queda da ACtraz, ainda, um outro componente importante com relação à reflexão sobre o leigo: ogrande florescimento dos movimentos leigos de classe média. Nascidos e formados emcontexto outro que o brasileiro ou mesmo latino-americano, com sua estrutura eespiritualidade centralizada nos leigos, apresentam esse movimentos uma filiação,vinculação e identidade a nível que se poderia chamar "transnacional"5.Os leigos que compõem esses movimentos não têm uma formação militante eacurada intelectualmente como os da AC. São leigos porque não pertencem ao clero eprocuram os movimentos acima mencionados como um "lugar eclesial" que os façasentir-se bem e com direito de cidadania e inserção dentro da Igreja.Para o clero, os religiosos e os bispos, os movimentos, por sua vez, vierampreencher algumas lacunas: o vazio de quadros deixado pelo esboroamento e a dispersãodas lideranças da AC começou a ser preenchido pelos membros dos movimentos, quecom sua alegre disponibilidade, começaram a assumir encargos nas paróquias e dioceses,e a coordenação das diversas pastorais. Além disso, para muitos padres e religiosos deambos os sexos que andavam como que perdidos no que respeita à sua identidade pessoale ao sentido de sua consagração, foi aberto um novo espaço de trabalho e sobretudo umclima afetivo que lhes forneceu novo vigor e redobrado fervor no que diz respeito àvivência de sua vocação. Apresentando alguns pontos positivos explícitos, além dos já2 Cf. ibid. ,P. 60.3 De agora em diante, nos referiremos à Ação Católica como AC.

4 Veja sobre esse problema dos cristãos na política as reflexões de C. BOFF, F. BETTO, P. RIBEIRO DEOLIVEIRA, L. E. WANDERLEY, R. A. CUNHA, em: Os cristãos e questão partidária, 1°e 2° cadernosdo Centro de Defesa dos Direitos Humanos de Petrópolis Cf. ainda a reflexão de L.A. GÓMEZ DESOUZA, em Tempo de Presença, CEDI, outubro de 1986.5 Cf. J. COMBLIN, Os "Movimentos"e a Pastoral latino-americana, em:REB 43(1983) 246-247. Referimonosaqui mais aos movimentos surgidos com grande força no imediato pós-concílio, como os Cursilhos deCristandade, os Encontros de casais com Cristo, etc.3citados (por exemplo, o fato de serem a única porta de entrada do catolicismo na nova edesevangelizada classe média urbana, a nível de juventude e de adultos; ou ainda, o fatode darem aos leigos as rédeas da organização e coordenação num espaço onde podemfalar sua linguagem sem se sentirem inferiorizados em relação ao clero), a presençacrescente desses movimentos levanta, no entanto, algumas questões cruciais para areflexão da Igreja brasileira hoje.O cristão leigo em busca do resgate de sua identidadeAs já quase quatro décadas que nos separam do Concílio com aconseqüente e revitalizadora abertura que este trouxe para dentro da Igreja foramfazendo acontecer a nível pastoral a superação, em alguma medida, do “ocultamento”e da“não visibilidade”do cristão leigo na Igreja. Surgiram com força as vocações laicais paraexercer serviços e ministérios dentro da Igreja. Multiplicaram-se os leigos, homens emulheres que buscaram os cursos de teologia, chegando a obter graus acadêmicos erecebendo da hierarquia a missão canônica para o magistério e a inteligência da fé, queantes parecia estar restrito ao clero e aos religiosos.No campo da espiritualidade a entrada dos leigos se fez de maneiravigorosa e surpreendente. É cada vez maior o número de leigos e leigas que orientamespiritualmente pessoas, pregam retiros, organizam celebrações e liturgias e sãoreferência obrigatória quando se trata da vida espiritual da comunidade. Neste campo noqual foram sempre receptores às vezes um tanto passivos, cada vez mais os leigossuperam "impossibilidades"e dão demonstrações qualificadas de que, sem negar a imensaimportância que pode chegar a ter sua atuação na esfera temporal, transformando einfluindo sobre a realidade injusta, podem ser chamados e convocados pelo Senhor aatuar no nível mais propriamente eclesial, ajudando a caminhada dos irmãos noaprofundamento de sua experiência espiritual. Neste particular, merece especial destaquea questão da mulher.Após a grande lufada de ar puro trazida pelo Concílio Vaticano II,começou a se fazer ouvir sempre mais dentro da Igreja a voz da mulher, reivindicando aocupação de espaços dentro da comunidade e realizando-a efetivamente: pelo assumir dacoordenação da comunidade a distintos níveis, pelo exercício de um verdadeiromagistério espiritual, pela produção de uma reflexão teórica sobre a experiência religiosa

e os conteúdos doutrinários da fé cristã desde sua própria perspectiva de mulher.6 Odesenrolar da história recente das religiões e Igrejas cristãs na América Latina e, muitoespecialmente, no Brasil, tem mostrado que o campo religioso cristão brasileiro temcomo atrizes, na sua grande maioria, mulheres. E estas, as mulheres teólogas, com seu"dizer "diferente e novo das coisas de sempre, têm renovado a face da Igreja e mesmo -por que não? - da face da terra.76 Cf. a já numerosa e qualificada produção teológica e exegética feminista, sobretudo nos países doPrimeiro Mundo. Na América Latina e no Brasil, esta produção, embora se encontre em estágio aindaincipiente, começa a crescer consideravelmente nos últimos sete anos.7 V. sobre isso nosso texto A mulher teóloga, vocação e ministério, in M. FABRI DOS ANJOS (ORG)Teologia: profissão, SP, Loyola, 1996, pp 73-864Os documentos da Igreja pós-conciliar dão continuidade às intuições doVaticano II. Embora bastante fiel ao espírito conciliar e à "divisão de tarefas"que neleparece predominar, o documento Christifidelis Laici, do Sínodo de 1987 já acena com aobrigatória participação dos fiéis leigos na missão universal de evangelização dada peloSenhor a Sua Igreja. Sendo evangelizador, o leigo pode ser - e efetivamente o é -chamado a exercer ministérios de índole espiritual, ocupando-se das "coisas do Espírito"que antes pareciam apenas adstritas aos ministros ordenados ou aos religiososconsagrados pelos votos.Na América Latina, a recente Conferência de Santo Domingo, acontecidaem 1992, assume a questão dos leigos como linha pastoral prioritária, reconhecendo-oscomo protagonistas da nova evangelização.8 E a Conferência Nacional dos Bispos doBrasil lança em 1998 um documento emergente de sua Assembléia Geral inteiramentesobre a importância do laicato na Igreja brasileira. Certamente está em curso um novoprotagonismo dos leigos e uma vez mais a Igreja do Brasil faz ouvir sua voz nesteparticular, tendo a grande oportunidade de resgatar toda uma antiga tradição assim comoinovar e ousar num caminho no qual está empenhado todo o corpo da Igreja. É o futurodo Reino de Deus que se encontra em jogo quando se dão passos criativos e fecundos nadireção da construção de uma Igreja onde sacerdotes, religiosos e leigos unem forças epartilham sonhos e realizações.

Os Desafios Que A Pastoral ColocaA pastoral e a vida e vida concreta da comunidade eclesial sempre foram o terrenoonde as diferentes instâncias do Povo de Deus se moveram e organizaram; onde as novastendências e as formas de ser eclesialmente diferentes se fizeram concretas antes deserem oficialmente assumidas; e onde apareceu, realmente, nas diversas épocas, overdadeiro rosto da Igreja. Com os leigos e o laicato não acontece diferente. Para poderentender um pouco mais o tecido plural e multiforme que constitui o laicato brasileiro emsua história mais recente, é preciso procurar perceber quais os tipos de organização eestruturas eclesiais que por ele foram criados ou que lhes foram apresentados pelosoutros segmentos da Igreja, tipos de organização e estruturas estas à quais aderiram ounas quais se inseriram.

a) A Ação CatólicaNão é possível, hoje, falar de leigos na Igreja do brasil sem dar significativodestaque à Ação Católica. Esse movimento, com sua rigorosa e eficaz formação dequadros, sua "garra" apostólica, ainda não encontrou substitutivo equivalente emqualidade e importância nas duas últimas décadas. Recebendo mandato da hierarquia, osleigos da Ação Católica na sua maioria do meio estudantil, operário e profissional eram no mundo seu "braço estendido".Isso propiciava, para a atuação e posicionamentodesses leigos, um reconhecimento oficial. Quando falava o leigo, falava a Igreja . Omelancólico e desagregador esboroamento que o movimento conheceu no final da décadade 60, com desbaratamento das lideranças, a formação da Ação Popular (AP) e a8 Cf. n. 97, 103, etc.5conseqüente retirada do apoio por parte da hierarquia trazem grandes questões para areflexão teológica e pastoral sobre o laicato hoje.Por outro lado, o perigo saudosista de querer reeditar a experiência da AC não émenos real. Sobretudo porque a configuração desta experiência traz não poucosproblemas eclesiológicos reais que se colocam para a reflexão teológica. O tempo passoue as circunstâncias também. A resposta aos desafios da sociedade e do mundo pedemcriatividade, tornando sempre problemático reeditar uma experiência em moldesidênticos a tentativas anteriores. A questão do tipo de leigo que a experiência da AC trazao proscênio eclesial é de suma importância. No Brasil de hoje após várias décadas deditadura militar e o conseqüente esvaziamento de lideranças dela decorrente, ainda sepode pretender uma organização de laicato como a da AC? Por outro lado, em que amilitância leiga atual pode aprender desta importante e dolorosa experiência em termosde organização, erros e acertos? 9b) Os movimentos de classe médiaO momento pós-conciliar no Brasil, juntamente com a ascensão e queda da ACtraz, ainda, um outro componente importante com relação à reflexão sobre o leigo: ogrande florescimento dos movimentos leigos de classe média. Nascidos e formados emcontexto outro que o brasileiro ou mesmo latino-americano, com sua estrutura eespiritualidade centralizada nos leigos, apresentam esse movimentos uma filiação,vinculação e identidade a nível que se poderia chamar "transnacional"10.Os leigos que compõem esses movimentos não têm uma formação militante eacurada intelectualmente como os da AC. São leigos que procuram os movimentos acimamencionados como um "lugar eclesial” onde possam descobrir sua via de inserção ecidadania dentro da Igreja.Eclesialmente falando, esses movimentos vieram preencher algumas lacunas: ovazio de quadros deixado pelo esboroamento e a dispersão das lideranças da ACcomeçou a ser preenchido pelos membros dos movimentos, que com sua alegredisponibilidade, seu bem-humorado entusiasmo, começaram a assumir encargos dasparóquias e dioceses, a coordenação das diversas pastorais. Além disso, para muitospadres e religiosos de ambos os sexos que andavam como que perdidos no que respeita àsua identidade pessoal e ao sentido de sua consagração, foi aberto um novo espaço detrabalho e sobretudo um clima afetivo que lhes forneceu novo vigor e redobrado fervorno que diz respeito à vivência de sua vocação. É compreensível, portanto, que esse dado

novo na face da Igreja, que cresce sob diferentes denominações, seja olhado com extremabenevolência por parte de pastores que neles descobriram um novo modelo de9 Veja sobre esse problema dos cristãos na política as reflexões de C. BOFF, F. BETTO, P. RIBEIRO DEOLIVEIRA, L. E. WANDERLEY, R. A. CUNHA, em: Os cristãos e questão partidária, 1°e 2° cadernosdo Centro de Defesa dos Direitos Humanos de Petrópolis; cf. ainda a reflexão de L.A. GÓMEZ DESOUZA, em Tempo de Presença, CEDI, outubro de 1986.10 Cf. J. COMBLIM. Os "Movimentos"e a Pastoral latino-americana, em:REB 43(1983) 246-247.6configuração para a motivação pastoral da parcela do povo de Deus que se encontra sobsua responsabilidade.Apresentando alguns pontos positivos explícitos, além dos já citados (por exemplo,o fato de serem a única porta de entrada do catolicismo na nova e desevangelizada classemédia urbana, a nível de juventude e de adultos; ou ainda, o fato de darem aos leigos asrédeas da organização e coordenação num espaço onde podem falar sua linguagem semse sentirem inferiorizados em relação ao clero), a presença crescente desses movimentoslevanta, no entanto, algumas questões cruciais para a reflexão da Igreja, hoje.Por outro lado, esses novos movimentos parecem fazer despontar um outro ângulopelo qual o cristianismo estaria buscando e encontrando uma via de presença na vida dopovo brasileiro, sobretudo pela tentativa não apenas de dialogar com os filhos damodernidade, que marcados pelas desilusões revolucionárias pós-marxistas, voltam-separa a via da espiritualidade e da experiência religiosa, como também pelo esforço deresponder à demanda por espaços e experiências mais profundas e gratuitas do mistério edo divino, demanda que grassa mesmo entre os militantes cristãos mais comprometidoscom a secularização e a transformação política.11O grande desenvolvimento de movimentos como a Renovação CarismáticaCatólica; o enorme sucesso que os padres cantores têm obtido nos MCS com umaproposta onde a oração e a espiritualidade são de importância central, com todo umrevestimento feito pela música e até a dança; a procura por retiros espirituais e jornadasde recolhimento ali onde antes apenas as análises de conjuntura encontravam êxito erepercussão lançam interpelações de fundo ao catolicismo brasileiro neste momento emque o país reflete sobre seus quinhentos anos de existência conhecida pelo públicoocidental letrado.

Uma tipologia do laicato brasileiro hojeNa tipologia que tentamos descrever acima, podemos portanto identificaralgumas classificações que estão longe de ser exaustivas no nosso intento decompreender melhor os novos movimentos. São apenas tendências que nos ajudam acompreender o fenômeno em questão: (1. católica progressista <TdL, CEBs, e maisoutros movimentos como os herdeiros do modelo da Ação Católica etc.>; 2. católica

conservadora <movimentos com marcada ênfase intra-eclesiástica, que oferecem acuradaformação a seus quadros, voltando-os sobretudo para o trabalho dentro da Igreja>, 3.católica neo-conservadora < novos movimentos, RCC, Neo-Catecumenado, Comunhão eLibertação, que apresenta igualmente sobretudo um compromisso intra-eclesial, porémcom traços mais modernos e uma comunicação mais adequada sobretudo para o públicode classe média, jovem e adulto etc.> ; 4. religiosidade popular evangélico-pentecostal,que é a vivência da espiritualidade mais propriamente carismática organizada nos setorespopulares. Ao lado disso, se pode ainda identificar a presença da chamada New Age, oNova Era e seus derivados que penetram também dentro da Igreja, seduzindo vários11 Cf. sobre isso P. SANCHIS, na introdução ao livro Catolicismo no Brasil atual, SP, Loyola, ISER,1992; v. tb. J. HORTAL, O que fazer diante da expansão dos grupos religiosos não católicos? , col.Estudos da CNBB7segmentos do povo católico e propondo alguns dos elementos de sua proposta comointegrantes da vivência da fé eclesial.12Esse olhar para a história recente do laicato no Brasil e essa tipologia queprocuramos descrever ajudam a delinear alguns traços do perfil do leigo no Brasil dehoje. E lançam um desafio para a pastoral e a reflexão teológica que se vêem, noumbral do Novo Milênio, chamadas a dizer alguma palavra nova sobre a questão.No fundo desta explosão religiosa complexa e plural, escondem-se várias questões deextrema importância, parece-nos, não só para a Teologia católica, como para toda a vidada Igreja, assim também como para as ciências sociais e humanas que se propõem lidarseriamente com este problema mais que humano da experiência religiosa ou experiênciado Sagrado.Por um lado, nesta eclosão plurireligiosa - vai uma velada crítica às Igrejashistóricas tradicionais, entre as quais se inclui a nossa, a Igreja católica - que teriamperdido boa parte de seu caráter indicativo, mistérico, permanecendo quase que somentecaracterizadas por seu aspecto institucional - articulador da comunidade, ou éticotransformadorda realidade. Neste sentido, a força que vem tomando no seio do próprioCristianismo institucionalizado o uso de técnicas das tradições orientais, terapias de autoajuda,ou busca de recursos identificados nitidamente com a Nova Era como ajuda navivência da espiritualidade, se traz preocupação por um lado, por outro pode ser encaradacomo uma sintoma de que está em curso uma nova maneira ou tentativa de recuperar oCristianismo iniciático e mistagógico .A ressacralização do mesmo mundo do qual a razão moderna apressou-se emproclamar o desencantamento e a secularidade complexifica as perguntas acimalevantadas. O reaparecimento, o reemergir, - mais do que volta - do religioso, dosagrado, a sede pelo mistério e pela mística em distintas formas aparecendo após o“banimento”ensaiado pela secularização denota uma volta ( ou uma permanência) danecessidade contemplativa, um aparentemente novo emergir de valores como a

gratuidade, o desejo, o sentimento e a re-descoberta, em nova dimensão, da natureza e darelação do homem com o planeta.A questão que nos fica após estas reflexões , é, no entanto, que não é nada claroque essa busca quase feroz de nossos contemporâneos por experiências místicascorresponda a uma real busca por um encontro em profundidade, por um dispor-se a serafetado pela alteridade do outro. A busca por sensações mais ou menos religiosas ou“espirituais”não necessariamente implica desejo de abrir-se à experiência da alteridade, epode não deixar brechas ou espaços para que a alteridade e a diferença do outro,epifânicamente, se manifestem em toda a sua liberdade, inventando a relação a cadasuspiro e a cada passo.Por outro lado, é fato igualmente que uma excessiva horizontalização das coisaspode reduzir a experiência da fé cristã a uma preocupação ex clusivamente social, a umamilitância político-partidária, que não necessita ser inspirada nem motivada pela fé paraexistir e/ou para ser real.Em todo caso, parece ser que a riqueza dos carismas que florescem na Igreja hojenão conseguem dar todo o fruto que poderiam e atingir toda a sua medida em termos defecundidade em boa parte devido a radicalismos e polarizações que dividem o corpo12 Ibid p 13. Cf. para apoiar o que dizemos a grande procura que têm os retiros e livros do dominicano JeanYves Leloup, etc.8eclesial e se fazem sentir como predatórios em meio a um laicato que precisa mais do quenunca unir forças, investir nos pontos que podem ajudar sua integração e união, a fim defazer presença visível e transformadora dentro do tecido eclesial.Este parece ser o grande desafio que a teologia hojeenfrenta: o de encontrar umfio condutor que ajude os cristãos leigos a encontrarem e resgatarem sua identidade semdividir-se inutilmente em discussões estéreis que dividem em lugar de unir e fragmentamem vez de solidificar e integrar.Tendo em vista isto, apresentamos a seguir algumas pistas que cremos poderemajudar a pensar caminhos que ajudem a superar estes impasses de maneira criativa eeficaz.

Por uma teologia do existir cristãoNo que tange ao objetivo do Conselho - e, futuramente, da Conferência dos Leigosdo Brasil – que é articular as associações e movimentos existentes a fim de dar mais forçaà atuação do laicato brasileiro, há uma divisão de papéis dentro do corpo eclesial que setorna um problema de fundo e dificulta a realização deste objetivo: a contraposiçãosagrado X temporal ou sagrado X profano. Esta divide a comunidade eclesial em doisblocos de identificação: um primeiro que situa os leigos na esfera temporal, nasestruturas sociais, na política, no mundo do trabalho e na família. Esse é seu campo. Já oclero e os religiosos se ocupam das coisas do espírito, do sagrado. Têm por função

realizar, administrar e distribuir os sacramentos e os diversos "bens" simbólicos dos quaisse vive e se alimenta a comunidade. E dar testemunho, no mundo, do espírito das bemaventuranças13.Por outro lado, parece claro que a Igreja do Brasil e da América Latina não desejamais centrar suas forças formadoras e pastorais apenas ou mesmo principalmente sobre oclero e os religiosos mas, pelo contrário, tenciona investir com entusiasmo e força naformação deste laicato,que constitui a grande maioria de seus membros. E para que issoaconteça está disposta a colocar os meios, assumindo-os como linha pastoralprioritária,confiando-lhes ministérios e serviços dentro do corpo eclesial - e não só nomundo secular - e promovendo-os constantemente.14Além disso, está disposta a reconhecer as lacunas e falhas que possam terhavido na formação destes mesmos leigos ao longo dos tempos. Fala-se claramente no13 Diz expressamente a LG no seu n°31: "Pois os que receberam a ordem sacra, embora algumas vezespossam ocupar-se de assuntos seculares, exercendo até profissão secular, em razão de sua vocaçãoparticular destinam-se principalmente e ex-professo ao sagrado magistério. E os religiosos por seu estadodão brilhante e exímio testemunho de que não é possível transfigurar o mundo e oferecê-lo a Deus sem oespírito das bem-aventuranças. É porém específico dos leigos, por sua própria vocação, procurar o Reino deDeus exercendo funções temporais e ordenando-as segundo Deus. Vivem no século, i.é, em todos e emcada um dos ofícios e trabalhos do mundo. Vivem nas condições ordinárias da vida familiar e social, pelasquais sua existência é como que tecida. Lá são chamados por Deus para que, exercendo seu próprio ofícioguiados pelo espírito evangélico, a modo de fermento, de dentro, contribuam para a santificação do mundo.E assim manifestam Cristo aos outros, especialmente pelo testemunho de sua vida, resplandecente em fé,esperança e caridade. A eles, portanto, cabe de maneira especial iluminar e ordenar de tal modo todas ascoisas temporais, às quais estão intimamente unidos, que elas continuamente se façam e cresçam segundoCristo, para louvor do Criador e Redentor."14 cf. nn. 42,97,101,103 etc9documento de conclusões de Santo Domingo em "leigos nem sempre adequadamenteacompanhados pelos Pastores" ,"deficiente formação", etc. 15 Ao mesmo tempo seafirma que "os fiéis leigos comprometidos manifestam uma sentida necessidade deformação e de espiritualidade"; " os pastores procurarão os meios adequados quefavoreçam aos leigos uma autêntica experiência de Deus" . Coloca-se como linhapastoral principal "incentivar uma formação integral,gradual e permanente dosleigos".16Todas estas constatações não se originam, no entanto, do oportunismo de

uma instituição que se assusta com a queda de nível da formação de seus quadros nemcom a possível diminuição quantitativa de seus efetivos. Originam-se, sim, ao invés, deuma constatação de base que não provém da lógica humana,mas é apenas assimilada porrevelação do próprio Deus: a de que todo o povo de Deus recebe do Senhor mesmo ochamado à santidade. Afirmada enfaticamente não só pela Sagrada Escritura, comotambém, mais recentemente, pelo Concílio Vaticano II, especialmente na ConstituiçãoLumen Gentium, essa constatação permite ver e conceber a Igreja, na sua totalidade,segundo aquilo que é comum a todos os fiéis.10 A intenção do Concílio é, aí, "mostrar oque é comum a todos os membros do povo de Deus, antes de qualquer distinção de ofícioe de estado particular, considerado o plano da dignidade da existência cristã." 11Mais ainda. Toda esta eclesiologia nova e total inaugura uma diferenteconvicção profunda: a de que este chamado maior e primordial a todo um povo éinseparável da possibilidade de assumir e fazer acontecer o desafio eclesial imenso deuma nova evangelização e que nele estão incluídos também os fiéis leigos. Em relação aestes, os pastores se sentem responsáveis, no sentido de ajudá-los a desenvolver sua vidade fé até o desabrochar pleno de uma autêntica santidade cristã.Ora, esta santidade não acontece sem uma profunda espiritualidade. Aoafirmar a busca da santidade como linha pastoral , o documento de Santo Domingoafirma que é preciso "procurar que em todos os planos de pastoral a dimensãocontemplativa e a santidade sejam prioridade,a fim de que a Igreja possa fazer-sepresença de Deus no homem contemporâneo,que tem tanta sede dele".17 Ao se referiraos leigos, diz que " a santidade é um chamado a todos os cristãos" e que " os pastoresprocurarão os meios adequados que favoreçam aos leigos uma autêntica experiênciade Deus." E diz ainda:" Favorecerão também publicações específicas deespiritualidade laical."18Tendo-se tornado, portanto, uma prioridade pastoral da Igreja latinoamericanaa partir de Santo Domingo, parece-nos importante refletir agora sobre aidentidade desta assim chamada "espiritualidade laical" e sobre a pertinência mesma dotermo que assim a qualifica. O que seria ou em que consistiria a "espiritualidade laical"e em que se distinguiria de outros tipos de espiritualidade, a saber a "clerical" ou a"religiosa"? Pode-se ou mesmo deve-se falar de uma espiritualidade direcionada15 cf. nn. 96-9716 cf. nn. 95, 9910 Cf. B. FORTE, A Igreja ícone da Trindade. Breve eclesiologia, SP, Loyola, 1987, pg 3011 Y. CONGAR, La chiesa come popolo di Dio, in Concilium 1 (1965) pg 30, cit. in B. FORTE, op. cit., pg3117 n. 14418 n. 144,99. O grifo é nosso.10especificamente para os leigos, diferente daquela da qual vivem outros segmentos daIgreja? Será ela compatível com a concepção de Igreja re-visitada pelo Concílio, querestituiu à mesma Igreja o primado da ontologia da graça sobre toda articulação e

delimitação particular e que ressalta a antropologia cristã, a vida segundo o Espírito comoalternativa proposta a toda criatura humana? 14Todas estas perguntas poderão parecer um tanto supérfluas e suasrespostas, óbvias. Porém, se nos empenharmos em voltar os olhos para algumas noçõesde base da identidade do chamado "leigo" no seio da Igreja e sobre o sentido da vida noEspírito desde tempos mais antigos na história do Cristianismo, veremos que a questão émenos simples do que parece.Nos primeiro séculos da experiência cristã, a igreja na sua totalidade era vista emrelação de proposta e alternativa ao mundo. A distinção que havia não era tanto entre"especialistas do espírito" e "cristãos dedicados aos assuntos temporais", como entre anovidade cristã comum a todos o batizados e a sociedade (o mundo) que devia serevangelizado. A Igreja da primeira hora, tal como é descrita no N.T., não pareceapresentar tampouco, traços daquilo que hoje categorizamos e definimos como leigo.Nem tampouco de uma realidade qualquer que se pudesse transpor e colocar emcorrespondência com o fato leigo contemporâneo19. Existia a comunidade, aqueles eaquelas que, a partir da experiência do Espírito Santo que lhes era dado fazer, lançavamseinteiramente, de corpo e alma, no seguimento de Jesus Cristo, tendo por únicapreocupação a realização da vontade do Pai e a construção de Seu Reino.A originalidade e o tipicamente cristão, portanto, é que todos estão consagrados aDeus,e que não há nenhum cristão que tenha uma vida "profana". O batizado, seja qualfor o carisma recebido e o ministério que exerce, foi, mediante o Batismo, incorporado aCristo e ungido pelo Espírito e assim constituído membro pleno do povo de Deus.20O leigo é,pois,o cristão sem acréscimos,sem adjetivações outras que sua pertença aCristo pelo batismo. E não existiria, a partir desta fundamentação, espiritualidade própriados "leigos", que são chamados simplesmente a viver a vida "em Cristo" e " no Espírito"como todos os cristãos. O termo "irmãos" designa uma condição comum a todos os quepartilham a mesma fé e praticam o mesmo culto cristão. E se existe uma paternidade dosministros do Evangelho,esta produz não filhos,mas irmãos. Esta fraternidade é o bemmais precioso que os cristãos recebem de Seu Senhor, e aquilo que deve ser protegido edefendido a qualquer preço. 21O sentimento dominante - que gera,portanto,uma espiritualidade condizente - é o de quetodos os batizados são Igreja. Esta - a Igreja - é o "nós" do cristão,que lhe abre espaçopara ter parte nos bens celestes,escatológicos. Ao mesmo tempo, a Igreja existe em cadacristão,e assim é por ele vivida. E todos os cristãos são formados não em termos dedevoções,mas numa mística e numa mistagogia que os introduz sempre mais plenamentenos mistérios da fé e na celebração litúrgica. A "espiritualidade dos leigos" ( na verdade14 Cf. B. FORTE, op. cit., pg 3119 Veja sobre isto. A FAIVRE, Les laïcs aux origines de I'Eglise, Le Centurion, Paris, 1984 (trad. port.

Petrópolis, Vozes, 1993)20 Ibid. V. tb. J.A.ESTRADA DIAZ, La identidad de los laicos. Ensayo de eclesiologia, Madrid,Paulinas,1989,pg 117. V. tb. B. FORTE, op. cit., pg 31.21 Cf. neste sentido as graves advertências que Paulo faz à Comunidade de Corinto, nos capítulos 12,13 e14 da primeira carta que escreve a esta comunidade.11espiritualidade cristã tão somente) consistiria,então,em participar ativamente no mistérioe na vida da Igreja, exercendo cada qual seu carisma e tendo presença e voz inclusive anível de decisões. Os leigos, tais como os ministros ordenados, nesta concepção, sãototalmente Igreja e constituem,na assembléia, o sujeito litúrgico total. 22Assim a Igreja redescobre sua vocação de comunidade batismal englobante, nointerior da qual os carismas são recebidos e os ministérios exercidos como serviços emvista daquilo que toda a Igreja deve ser e fazer. E a vida espiritual de todo o Povo deDeus pode beber do mesmo Espírito que não discrimina suas maravilhas segundo ascategorias jurídicas, derramando-as com total prodigalidade e generosidade. E pode, semriscos de "inadequação", encontrar pela via da inspiração as diferentes expressões desteEspírito no mundo e na história, na vida pessoal e comunitária.Carismático porque ungido pelo Espírito, todo batizado é rei,sacerdote e profeta naunidade do povo de Deus ("laós théou"). E o povo de Deus, assim formado,não são osleigos opostos ao clero. Mas sim o pleroma do Corpo de Cristo, onde todos são leigos(porque povo) e sacerdotes ( em virtude dos sacramentos) e onde o Espírito diferencia oscarismas e os ministérios.23Se adotamos esta perspectiva, parece-nos impróprio continuar falando emtermos de uma espiritualidade própria aos leigos ou mesmo "leiga" ou "laical". Não teriasentido nem cabida dentro de tal visão de Igreja. Na verdade, o leigo é o cristão "semadjetivos". Sua espiritualidade, portanto, não pode ser outra senão a espiritualidademesma da vida cristã. O batizado, incorporado a Cristo e ungido pelo Espírito, épartícipe das riquezas e responsabilidades que seu Batismo lhe dá. E por isso, não émenos "consagrado" que outros. O fundamento da vida de todo cristão continua a ser aconsagração batismal e é desta que decorre sua vida espiritual.37O fato de que nesta única espiritualidade existam diferentes carismas evocações não elimina a constatação de que ela encontra sua raiz num único chão: o doEvangelho de Jesus Cristo, do qual se depreende somente toda e qualquer experiência devida no Espírito que reivindique para si o nome de cristã. Conforme esta espiritualidadefor sendo vivida por diferentes categorias de pessoas, em diferentes situações e caminhos,se poderá falar de multiplicidade de vocações - certamente bem mais numerosas que astrês categorias jurídicas acima mencionadas - para viver o chamado do mesmo Deus.Buscar e encontrar a Deus em todas as coisas: o desafio de ser de Deus no meio domundoHoje não menos que ontem o cristão - seja ele clérigo, religioso ou leigo - échamado a viver sua fé em Deus e o seguimento de Jesus Cristo que ela inclui sempremais no meio do mundo. Mundo este que não é o mundo idílico,perfeito, completo ereconciliado que parecem descrever muitos dos modernos discursos. Pensamos, em

particular, naqueles marcados pelo otimismo dos progressos e conquistas da22 Ibid col. 8123 Ibid. Importa no entanto fazer a ressalva que já mesmo na teologia do Ocidente se encontram tendênciasnessa direção. V., por exemplo, a afirmação de B. FORTE, op cit., pg 31, no sentido de que a eclesiologiaque emerge de uma concepção não "compartimentada" do Povo de Deus é uma eclesiologia total e alaicidade passa a ser assumida como dimensão de toda a Igreja presente na história.37 Cf. B. FORTE, op. cit., pp 31. 3512modernidade, assim como nos que se encontram atravessados de lado a lado pelainterpelação legítima mas nem sempre objetiva da questão ecológica. A inserção nasrealidades temporais ou terrestres é específica para cada um e todos os batizados,podendo acontecer sob variadas formas mais ligadas a carismas pessoais.39No entanto, é em meio a este mundo que o cristão, - leigo,religioso ousacerdote, - é chamado a viver o que se chama experiência de Deus, a descobrir o fatogrande e ao mesmo tempo tão simples de que Deus é um Deus que se revela e,mais doque isso, que se deixa experimentar. E essa experiência não é unilateral (o homemexperimenta Deus) ,mas tem duas vertentes e duas vias (Deus mesmo se deixaexperimentar pelo homem que o busca e o experimenta) . Assim, ao mesmo tempo emque propicia que o homem sinta o gosto e o sabor de Sua vida divina, Deus entra pordentro da realidade humana,mortal e contingente,na encarnação,vida,morte e ressurreiçãode Jesus Cristo. Experimentando-a visceralmente,até o fim, "aprende" de sua criatura ojeito de ,pelo amor, "kenoticamente" despojado, viver cada vez mais seu modo própriode existência que é o de ser o Deus Amor. A revelação de Deus em Jesus Cristo é, pois, ofundamento teológico da relação do homem com o mundo, pois concede dimensãocrística a tudo que é criado e ressalta a dimensão cósmica da encarnação.40A esta experiência de Deus, fruto do dom pleno e radical do mesmo Deus,só pode suceder,por parte do cristão, a oblação total e radical da vida, único e maisprecioso bem, em culto espiritual agradável a Deus . À entrega divina total só podecorresponder uma resposta e uma entrega igualmente totais por parte do ser humano.Quanto a esta exigência, não existe distinção de categorias,segmentos ou níveis depertença dentro do povo de Deus. Oferecer-se inteira e totalmente, "oferecer seu corpocomo hóstia viva ,santa , imaculada e agradável a Deus" (cf. Rom 12,1) é o cultoespiritual de todo e qualquer cristão, seja ele quem for e pertença ele a que estamento daorganização eclesial pertença.24Há que ver, no entanto, como esse desejo e essa entrega feita de totalidadese configurará na vida de cada um. Segundo o gênero de vida ou espaço onde estásituado, o cristão deverá viver a oblação de sua vida com ênfases,destaques e tendênciasdiferentes. No entanto, há alguns elementos comuns que estarão presentes sempre, desdeque a espiritualidade vivida seja a cristã.A oração: não há espiritualidade cristã possível sem uma vida densa e intensa deoração. Por trás dos "slogans" "Tudo é oração", "Oração que nos tira do trabalho e levapara uma casa de retiro corre o risco de transformar-se em alienação" , "A oração éimportante para a luta ser mais eficaz" e outros, esconde-se uma mal disfarçadasuperficialidade que banaliza o chamado de Deus e a experiência dos grandes santos.Esses sim, fizeram da vida inteira uma oração . Porém aí aportaram já na sua

maturidade, após lutarem e sofrerem esperas,demoras,noites escuras e outras provas39 Cf. ibid pg 4140 Ibid pg 3924 Há que ver, a esse respeito, a frase do célebre jesuíta brasileiro Pe. Leonel Franca SJ, cujo centenário oracelebramos e que resume bem o que acabamos de dizer: "Com o absoluto não se regateia. Quem não deutudo ainda não deu nada.Todo sacrifício tem que ser holocausto." V. tb. o que sobre isso diz B. FORTE, op.cit., pg 31 comentando LG 10.13espirituais, buscando o encontro com o Senhor na oração explícita e gratuita , gozosa,sim, mas não menos laboriosa e padecida, sem imediatismos nem utilitarismos.25Sem esse tempo "perdido" diante do Senhor, buscando conhece-lo como seé conhecido, abrindo-se e entregando-se ao Seu mistério incompreensível eimanipulável,que não é diferente de Seu Amor que aquece o coração e consola o espírito;sem outro desejo mais imediato que não seja louvá-Lo e extasiar-se diante da beleza e damaravilha de sua criação e da doação suprema de sua redenção que se tornamsantificação operada pelo Espírito; não há condições de haver qualquer tipo deespiritualidade e muito menos a cristã. E isto para ninguém, não apenas para o leigo. Eneste particular,como em outras áreas, há um importante elemento de ajuda que não podedeixar de estar presente: a direção ou acompanhamento espiritual.A direção espiritual: neste sentido, o documento de Santo Domingoemite uma sábia observação em seu n. 42,ao dizer:" É notória a perda da prática da"direção espiritual",que seria muito necessária para a formação dos leigos maiscomprometidos..." Infelizmente, nos tempos mais recentes, esta é uma triste verdade.Enquanto em épocas mais antigas, a presença de alguém "mais velho" ou maisexperiente, que acompanhava qual pedagogo paciente os avanços e recuos do cristão noscaminhos da oração e da vida no Espírito, que sofre com as provações e se alegra com asconsolações era parte integrante da caminhada de fé, hoje isto se torna uma realidadecada vez mais rara.A assim chamada - própria ou impropriamente,pouco importa - direçãoespiritual foi substituída pelas partilhas comunitárias,pelas revisões de vida e outrasformas de compartilhar coletivo. Porém cada vez mais se constata que o diálogo a dois éinsubstituível para que o cristão possa abrir seu coração, na confiança e no desejo decrescer nos caminhos do Senhor, narrando a história de Deus em sua vida. Isso feito comalguém discreto que, mistagogo experimentado, ajude a superar obstáculos e desfazernós; alguém que, teógrafo refinado, auxilie a decifrar a escrita divina gravada "não comtinta, mas com o Espírito Santo nos corações"(cf. 2 Cor 3,3); alguém que, diáconohumilde, saiba não se interpor entre a pessoa e Deus, mas alegrar-se como o amigo doEsposo ao ouvir a voz d'Este (cf. Jo 2,29-30) e retirar-se quando "o Criador está agindodiretamente com a criatura e a criatura com seu Criador e Senhor."26A antropologia subjacente ao exercício da direção espiritual é uma

antropologia intersubjetiva, que coloca a experiência de Deus no terreno das mediaçõeshumanas. O diálogo com o outro ou outra - no caso, do diretor (a) ou orientador (a)espiritual garante a dimensão comunitária e social tão característica da experiênciaespiritual cristã. Abrindo ao outro os caminhos da Palavra de Deus e da vida eclesial e25 Cf. por exemplo as experiências de uma Santa Teresa de Jesus ou de um Santo Inácio de Loyola. Umachega ao chamado matrimônio espiritual após passar por muitos caminhos e moradas. Outro, ao ditar suasconfissões para o Pe. Luis Gonçalves da Camara no final de sua vida, admite que nesta época "toda vez quequeria encontrar Deus,o encontrava" (cf. Autobiografia n. 99 )26 Cf. Exercícios Espirituais de Santo Inácio de Loyola <15> V. sobre isso, o excelente trabalho de U.VAZQUEZ MORO SJ, A orientação espiritual e seu processo, Belo Horizonte, mimeo, 1987, a sairbrevemente pelas Ed. Loyola,SP.14ajudando-o a interpretar seus desejos e impulsos, medos e fugas, o orientador (a)desempenha na Igreja um verdadeiro serviço, um importante (embora humilde e discreto)ministério.44 O crescimento de uma espiritualidade cristã total e não setorizada poderácertamente, com a ajuda de Deus, permitir que este ministério seja sempre maisdesempenhado por leigos e leigas. Já há sinais animadores neste sentido acontecendo naIgreja em todo o mundo.45A oração assim vivida e guiada será, então, verdadeiro discipulado jáque coloca o orante na escuta de Deus e de sua vontade e se transforma em verdadeiroaprendizado de seguir e servir o Senhor no meio do mundo, onde tantas diferentessolicitações, provenientes não sempre do mesmo Espírito, se cruzam e muitas vezesdividem, confundem, enganam.Já desde o Novo Testamento aparece claro que para o cristão, qualquerque seja a situação em que se encontre, é necessário um certo desprendimento eindiferença em relação às coisas,no sentido de que nada é absoluto ou indispensável.Tudo é meio, e portanto relativo para atingir o fim que se pretende, que é sempre a maiorglória de Deus. Realizar isso na própria vida, no entanto, não se faz sem tensões econflitos. Embora a Bíblia seja pródiga em valorizações daquilo que é histórico, real,concreto, palpável e humano 27, o que mais fica patente em sua mensagem é uma tensãosempre presente e sensível entre o absoluto escatológico e o pleno engajamento nastarefas do mundo.E a grande pergunta do discípulo, daquele que quer seguir Jesus Cristo eviver segundo seu Espírito continua a ser, hoje como sempre: "Como estar no mundosem ser do mundo?" "Como usar das coisas do mundo como se delas não fizesse uso?"Como seguir Jesus tal como ele exige ser seguido, com todas as radicais exigências quecoloca aos seus discípulos, e ao mesmo tempo viver humanamente a vida desta terra?28Trata-se, afinal, de usar do mundo ou de transformá-lo? Fugir dele ouconstruí-lo? Aqui, na América Latina, neste momento pós Santo Domingo, é inevitávelque, olhando para os últimos trinta anos, a pergunta se coloque: a busca apaixonada pela

libertação e a transformação da realidade implicou numa diminuição ou mesmo numresfriamento da vida de oração, da liturgia, do culto, do louvor propriamente dito? E seisto aconteceu, foram os leigos os mais afetados por este estado de coisas, militantesatirados na voragem de um ativismo sem quartel, perdendo nesse processo referencialeclesial, litúrgico,comunitário,etc.?44 V. sobre isso M.C.BINGEMER, Em tudo amar e servir, SP, Loyola, 1990, pg 26945 V. a esse respeito M. C. BINGEMER, CVX. Leigos vivendo o carisma inaciano, SP, Loyola, 1992,onde se podem encontrar testemunhos de leigos que exercem esse ministério. Trata-se, porém, de leigosligados à espiritualidade inaciana. Gostaríamos de frisar que não é o único caso de leigos que se ocupamda direção espiritual dentro do conjunto da Igreja.27, Cf. Y. CONGAR, op. cit., col 103-104: "O próprio AT carrega outros valores aos quais se gosta hoje defazer referência: vocação histórica e mensagem social dos profetas, plano de salvação se realizando nahistória humana, antropologia não dualista do homem inserido no mundo,existindo com ele,construindo-secom ele."28Ibid col 10415Ora, já desde os tempos neo-testamentários o cristão é uma pessoa quevive a cavaleiro entre tempo e eternidade; ou melhor, é alguém que experimenta em suacarne e em sua vida a eternidade que atravessa o tempo histórico e por dentro o trabalha econfigura. É ele portanto, um "vivente escatológico", ao mesmo tempo cidadão de umfuturo absoluto e da cidade celeste e, por isso, estrangeiro neste mundo, dentro do qualsempre se encontra como que exilado e "fora" de lugar. E no entanto, experimenta assimo belo paradoxo de que esta terra, que não é sua pátria definitiva, lhe é dada por Deuscomo dom e missão: como domínio a gerir, como obra a acabar, como plenitude aconsumar.29Neste sentido, todo cristão batizado, pela consagração mesma do seuBatismo, é um "posto à parte", um "separado" de dentro do mundo. O NT não poupaexpressões fortes e radicais para significar a entrada na vida cristã: selo do Espírito (cf.Heb 1,13-14); imersão na morte de Jesus (Rom 6,1ss) etc. Não é de admirar que a Igrejatenha, em sua doutrina,declarado que o batismo é um sacramento que "imprime caráter",ou seja, marca indelevelmente aquele ou aquela que o recebe de uma marca quepermanece para sempre.49Assim sendo, o batizado é chamado a oferecer constantementeo sacrifício espiritual da vida consagrada a Deus, não se conformando com este mundomas discernindo dentro dele o que é melhor, o que é perfeito,o que é de Deus (Cf. Rom12,1-2). O cristão leigo, cristão 'sem adjetivos nem acréscimos' , que por muito tempo foidefinido como aquele que não celebra o sacrifício ritual, é no entanto protagonistaindiscutível deste sacrifício existencial que consiste na oblação da própria vida a Deuspara o serviço do mundo e dos irmãos.A espiritualidade que cabe portanto - hoje mais que nunca - a todo

cristão, é uma espiritualidade de discernimento, ou seja, de busca da vontade de Deusdentro do horizonte de Seu plano de amor. Em meio a essa busca, cada um e cada umavai se encontrar com as tentações e as ilusões próprias das situações diferentes e variadasem meio às quais se vir colocado. Mas a todos, leigos, religiosos ou clérigos, será pedidovislumbrar e sentir, através de toda a floresta de diferentes "espíritos" que sopram,convidam e solicitam em todas as direções, o Sopro do verdadeiro Espírito divino,Espírito Santo único que santifica e conduz ao seguimento de Jesus Cristo e à vontadedo Pai, desmascarando o mundo e suas falácias e mostrando a verdadeira face doverdadeiro Deus.Em decorrência disto, todo cristão está engajado e comprometido namissão da Igreja, forma histórica da vontade de salvação de Deus: como testemunha dafé e da caridade de Cristo e portanto como enviado em missão apostólica, fazendobrilhar no meio do mundo Deus e o Evangelho. Todo batizado é enviado,e carregaconsigo, seja qual for sua situação ou estatuto canônico, a responsabilidade da Boa Novado Evangelho de Jesus. A vida de qualquer cristão é levada a testemunhar que, a partir29 Ibid49 V. a bela reflexão que a esse respeito faz J. M. R. TILLARD, Le "caractère" baptismal, in Initiation à lapratique de la théologie vol III, pg 42516de Jesus Cristo, só é profano o que é profanado pelo pecado e tudo pode ser consagradoporque o Espírito santifica o uso que das coisas se faz. 30Enviado no meio do mundo, impulsionado pela força do Espírito, o cristãovive sua própria identidade não dividida em termos de contraposições como clero Xlaicato, mas na chave de uma antropologia ela mesma comunitária e, por conseguinte,eclesial e trinitária. A espiritualidade cristã é uma espiritualidade do eu emcomunhão,portanto, do nós opondo-se assim a todos os individualismos e isolamentos.Ser "pneumatórofo" (portador do Espírito) portanto, para o cristão, significa ser aomesmo tempo "eclesiofânico" (manifestador da Igreja) e, mais ainda, "teo-morfo" (quetem a forma de Deus) e "teóforo" (portador de Deus), irradiando no meio do mundo asemelhança entre seu próprio ser (pessoa-Igreja) e o Deus Trindade.31Sendo a Igreja, no dizer da teologia oriental, "a humanidade em vias de'trinitarização', e o universo em vias de transfiguração 32 , a eclesiologia é inseparável dosmistérios que estão no coração da revelação cristã e,portanto, inseparável daespiritualidade cristã em si mesma. A espiritualidade cristã é para ser vivida nessacomunidade chamada Igreja, onde os diferentes carismas e ministérios, suscitados pelomesmo Espírito, não se opõem ou contrapõem entre si; mas, ao contrário, secomplementam na liberdade, tendendo todos , juntos e cada um com sua originalidadeprópria, para aquele que é o fim último do projeto cristão : a santidade.Radicalidade evangélica e santidadeUma das originalidades e peculiaridades do Cristianismo é que, nele, aqualidade de discípulo e de servidor coincidem. Pois o discípulo não escuta apenas omestre. Ele procura imitar suas atitudes e assimilar seus critérios, segui-lo onde quer quevá e partilhar sua vida e seu destino. Assim fazendo, no entanto, o discípulo sabe que

jamais será como o mestre, que é um só (cf Mt 23, 7-8; Lc 6,40 ) e que não lhe cabe outrolugar senão aquele que seu mestre sempre quis ocupar. Ora, Jesus de Nazaré foireconhecido e identificado pelos seus contemporâneos como o Servidor. Ele o foiassumindo em sua vida a solidariedade com os males do mundo e com os homensmesmos que desejava servir.33A espiritualidade, portanto, para o cristão, é não apenas uma maneira decomportar-se diante de Deus, um estilo de rezar, mas uma maneira de conceber a própriaexistência enquanto serviço oferecido ao outro. O serviço do cristão, derivado de suaoração e de sua intimidade com o Senhor, se deseja ao mesmo tempo fiel ao Deus Santo eTranscendente e às realidades humanas. E essas realidades humanas têm alcance maiordo que simplesmente as relações interpessoais ou micro-comunitárias. Mas alcançam as30 Cf. Y. CONGAR, op. cit., col 10531 Cf. O. CLÉMENT, op. cit., pg 59, n. 832 Ibid pg 6333 Y.CONGAR, op. cit.,col 10517próprias estruturas que condicionam a vida dos homens e podem favorecer ou contrariaro reino de Deus.Se o destino de todo cristão, pertença ele a que segmento eclesialpertencer, é a santidade, essa santidade tem sua pedra de toque encontrada no exercícioda caridade até o fim, de maneira total, plena e sem busca de si mesmo. Ora, a caridadenão encontra sua fonte no homem,mas em Deus. Se a vivência da espiritualidade hoje épercebida como tendo tal importância, poderia ser, sem sombra de dúvida, porque se fazmais aguda a consciência de que o cristão não tem acesso aos frutos do Espírito por suaprópria iniciativa, mas deve dispôr-se a recebê-los humildemente das mãos de Deus. Eisso só poderá faze-lo exercitando-se em criar dentro de si uma atitude de abertura, escutae entrega de amor oblativo.É assim que o serviço de caridade que for prestado no mundo pelo cristãobatizado se distinguirá de outros serviços porque será efetivamente um serviço cristão, naesteira e na imitação do Servidor de Javé, o Santo de Deus, que se entregou a simesmo,obediente até a morte de Cruz. O cristão que deseja caminhar numaespiritualidade movida pelo Espírito Santo, no seguimento de Jesus, ao encontro davontade do Pai manifestada hoje no mundo e na história deverá sempre estar em tensãoentre o desejo de plenitude que o habita e uma certa tentação que o "arrasta" de encontroa um temporal que pode acabar por ser demasiado carnal ou puramente humano. Paralutar contra esta e outras tentações, há algumas coisas às quais todo cristão que se quer"pneumatórofo", pessoa de Deus e portador do Espírito, deverá estar sobremaneiraatento:34- a necessidade de atividades religiosas específicas e explícitas,e de uma

vida teologal em exercício permanente. Se "tudo é oração", há o risco, real e sério,deacabar nada sendo-o. Não se encontra a Deus imediatamente e por encanto no meio domundo, apesar de que o mesmo Deus é soberanamente livre para fazer acontecer omilagre da experiência de seu amor e da união mística com sua pessoa a qualquermomento e em qualquer tempo e lugar. A ordem da redenção não acha perfeitacorrespondência ou justaposição à ordem da criação. Ou seja, tudo que é humano não éautomaticamente nem se torna magicamente santo ou divino. E o mundo visto desdeuma perspectiva cristã não suporta uma visão idílica, romântica ou idealizada, como se jáestivesse plenamente reconciliado. A dimensão teologal da vida é nutrida e se exprimena leitura orante da Palavra de Deus,na oração em momentos selecionados apenas paraisso; na atividade litúrgica, celebrativa e de louvor, assim como na vida sacramental,fundamentalmente a comunhão eucarística. Estes são elementos indispensáveis e deprimeira importância para que aconteça a unidade entre contemplação e ação. E aindapara que esta seja transformada em união e participação no mistério de Cristo. Quemcontempla recebe do Senhor mesmo que é o objeto de sua contemplação a ação quedeverá realizar. E,consequentemente, essa ação será para ele não menos contemplação, já34 Na enumeração destes marcos de atenção necessários, seguimos basicamente Y. CONGAR, art. cit.,col106-10718que estará prenhe e grávida do mesmo Senhor que a suscitou, a moveu e a fezacontecer.35O lugar e a dimensão da cruz é fundamental aí como em tudo quereivindica o nome de cristão. Seja para purificar a utilização que se faz de meiosrelativos no serviço do absoluto; seja sob a forma de provações que purificam e levam ocristão a assemelhar-se mais a seu Senhor; seja para reestabelecer no fio da vida averdadeira relação entre fins intermediários e fim superior. Na economia cristã, importanão esquecer que o sacrifício é expressão de liberdade, que o fracasso é preciosapedagogia da provisoriedade de nossa contingência e que não há jamais traduçãoadequada ou completa do Evangelho num programa de realizações terrestres. Quandomais não fosse, a cruz, iluminada pela luz da Páscoa, é a condição da plena e verdadeiracomunhão do cristão a seu Senhor Jesus Cristo. Por aí deve passar, necessariamente,todo desejo e toda tentativa de construir e viver uma espiritualidade.56- a santidade cristã não se dá na tranqüilidade e no repouso. Optar porJesus significa aventurar-se por uma estrada onde está de atalaia não a paz, mas a espada(Mt 10,34-36). O discípulo deve saber que a palavra de Jesus é um fogo e que caminharno seu encalço provoca conflitos e divisões.57Há na espiritualidade cristã algo dedramático. O que é pedido supera as forças humanas. E no entanto, o ser humano se vêinexplicavelmente capacitado por esse Outro mesmo que o chama a dar a esse chamadouma resposta que ele mesmo sozinho não teria forças para dar. A exigência é precedidapelo dom e pela graça, não tirando nada, porém, da gravidade do seu radicalismo. O que

está em jogo quando se fala de vida espiritual e santidade é a vida ou a morte, a salvaçãoou a perdição. E dessa alternativa radical nenhuma categoria de cristão está excluída. Emuito menos os leigos, vivendo, como vivem, expostos a todas as solicitações maisdiversas diariamente; e devendo, desde aí, desde dentro, dar testemunho de Jesus Cristo,o Cordeiro de Deus.- essa santidade, como tudo que diz respeito à vida cristã, não pode servivida solitariamente. O cristão é necessariamente um solidário. E se por um ladoexperimenta que o mal por ele produzido com o pecado é difusivo e deslancha umprocesso de espiral que vai atingir a outros além dele, por outro, sente também e nãomenos que os outros seus irmão são não só seus companheiros de jornada, como tambémsua condição mesma de possibilidade de viver o ideal proposto pelo Evangelho. Dogmade fé hoje um tanto esquecido, a comunhão dos santos é a condição mesma de que aindapossa haver santidade no mundo. Assim como só se peca porque se é precedido no mal,assim também a santidade é como um útero que recebe sempre mais e mais filhos,nutrindo-os da seiva vital que faz a própria vida da Igreja de Cristo. Onde um falha, ooutro persiste; onde um desanima, o outro permanece na entrega; onde muitos desistem,um só é fiel e carrega em sua cansada mas vitoriosa fidelidade a fadiga dos irmãos que35 V. sobre a contemplação e ação M. FRANÇA MIRANDA, Espiritualidade inaciana e sociedadesecularizada, in M.C.BINGEMER (org.) As "letras" e o espírito (Espiritualidade inaciana e culturamoderna), SP, Loyola, 1993, pp 105-12356 Cf. Y. CONGAR, op. cit., col. 10757 Cf. T. MATURA, Dos conselhos de perfeição ao radicalismo evangélico, in T. GOFFI e B.SECONDINI, Problemas e perspectivas de espiritualidade, SP, Loyola, 1992, pg 26619por sua vez o carregarão mais na frente, com sua oração, seu sacrifício, seu amor. Asantidade exige a comunhão. E, em se tratando da comunidade eclesial, a santidade doclérigo supõe a do leigo; a santidade do bispo exige a entrega humilde e anônima da mãede família; a santidade do profissional jogado nas fronteiras da tecnologia de ponta édevedora a não sei que obscura carmelita perdida no fundo de algum mosteiro; asantidade do religioso necessita da militância apostólica daqueles que, desde suacondição leiga, escolheram a política ou a luta sindical como lugar de expressão devivência plena do Evangelho. Nesta perspectiva, não há vida cristã que não sejaconsagrada. Mais ainda: falar de uma vida consagrada que seja melhor ou maisexcelente que outras; que seriam, portanto, menores e menos exigentes, é desconhecer odinamismo espiritual cristão que não se radica nas respostas humanas, mas no dom deDeus e na economia da redenção que transforma tudo em graça e em ação de graças etece como precioso cipoal o que existe de santidade em cada humilde e obscura vida paraformar a figura do Reino que deseja ver realizado neste mundo.

Conclusão: nem “engajados” nem “alienados” mas concidadãos do mesmo Reino eservidores da mesma missãoNeste momento da história da Igreja que se está gestando no continentelatino-americano , o protagonismo a que são chamados os cristãos leigos se reveste deespecial significado. E este significado é, parece-nos, sobretudo de cunho espiritual.A Igreja da América Latina emerge com olhos ainda ofuscados dos durosembates das últimas três décadas. Foram anos de muita luta, luminosas conquistas egrandes descobertas. O eixo exigente e verdadeiro da opção preferencial pelos pobres,gestado como linha-força desde Medellin e explicitado com força profética naConferência de Puebla forjou nesta Igreja homens e mulheres de todos os perfis eprocedências, que brilharam e brilham ainda como testemunhos luminosos ou comoheroísmos anônimos, cuja entrega e testemunho de vida são, hoje como ontem, força nocaminho de tantos.Não se pode negar, porém, que esta mesma Igreja emerge golpeada porduras provas e difíceis obscuridades. O caminho em direção à margem, ao encontro daslutas dos oprimidos, implicou em conflitos, tensões, necessidade de alianças não isentasde ambigüidades. Além disso, o vento da secularização faz sentir mais fortemente seusefeitos por sobre o povo do continente, antes definido mais homogeneamente como"pobre e crente".É hora, portanto, de lucidez e coragem no enxergar as lacunas e asalternativas que se descortinam à frente. Hora de empenhar-se por ser fiel e atento àsinspirações do Espírito que não cessa de soprar e gestar futuro por entre as experiênciasdo passado e as esperanças do presente. É hora de abrir espaço e fazer lugar para osprotagonistas de um novo momento eclesial.O documento de conclusões da IV Conferência de Santo Domingomenciona expressamente os leigos como os primeiros destes protagonistas. Menciona ecoloca na linha de frente aqueles que são chamados a ser personagens principais do queestá se passando daqui por diante no continente.20Se tal é a palavra e a expectativa dos pastores que expressam, nodocumento de Santo Domingo, as expectativas de toda a Igreja latino-americana, esseprotagonismo não pode, porém, acontecer sem um empenho de toda a comunidadeeclesial. Pastores e fiéis, todo o povo de Deus, enfim, é chamado a colocar o melhor de simesmo para que aconteça uma real emergência dos cristãos batizados na construção deum novo momento para a Igreja da América Latina.Como já dissemos aqui e procuramos demonstrar ao longo deste texto,esse protagonismo deverá estar solida e profundamente ancorado numa espiritualidadeque dê razão dos fundamentos mesmos da fé cristã. Uma espiritualidade que não setorizeos diversos segmentos do povo de Deus, diminuindo força e mordência, ousadia e arrojoàquilo que pode resultar da experiência que os cristãos latinoamericanos fazem hoje deDeus e Seu Espírito. Uma espiritualidade que redescubra suas raízes no conteúdo

sacramental e teologal do Batismo, permitindo originar e desenvolver, a partir daí, novasformas de vida consagrada e novas modalidades de entrega e serviço a Deus e a Seupovo. Uma espiritualidade que seja inseparável da missão. Mais ainda: que seja, elamesma, missionária em sua essência, incompreensível sem o conteúdo de envioevangelizador e anunciador de Boa Nova, que é o da missão do próprio Jesus e, porconseguinte, da missão de toda a Igreja.Uma espiritualidade, enfim, que ajude os batizados de todo o continente afazer acontecer por toda parte o milagre de uma nova evangelização: nova em suasexpressões, em seus métodos, sim. Mas, sobretudo, nova em seu ardor. Ardor que nãopode ser controlado e programado pelas categorias que, juridicamente, classificam osfiéis dentro do povo de Deus. Mas que queima e envolve em seu fogo todos aqueles eaquelas que se abrem e se colocam, atentos e disponíveis, diante do Mistério que desde aexperiência mais primordial do povo de Israel, foi identificado como um fogo que" arde enão se consome" (cf. Ex 3).É apenas este Mistério maior, ao qual Jesus Cristo ensinou a dar o nome dePai, que poderá fazer com que a nova evangelização seja personagem não somente dedocumentos e discursos, mas realidade vital inspirando e animando a vida do povo deDeus. Neste processo de vida, onde a santidade é desejo real e realidade possível, possao protagonismo dos batizados, daqueles que foram incorporados a Cristo e que vivem adolorosa e alegre vocação de "estar no mundo sem ser do mundo" ser, mais que nunca, oprotagonismo do Espírito que os habita, os inspira e os conduz.21* * *A todas essas questões, problemas e desafios que a pastoral e a teologia colocam,não temos a pretensão de responder e propor soluções nos limites deste texto. Apenasdesejamos tentar, a seguir, colocar algumas pistas abertas para que a reflexão possaprosseguir e trazer novas luzes ao tema.4. POR UMA TEOLOGIA DO EXISTIR DO CRISTÃO36O que há em comum entre leigos, clérigos e religiosos é o fato eclesiológico deserem todos batizados. Ou seja, o de serem todos, pelo Batismo, introduzidos num novomodo de existir: o existir cristão. O Batismo é, pois, o compromisso primeiro, a primeirae radical exigência que se coloca na vida de uma pessoa diante do Mistério da Revelaçãode Deus em Jesus Cristo. A opção por um ou outro estado de vida, por este ou aqueleministério ou serviço na Igreja é posterior, vem depois. Antes de mais nada, primeiro quetudo, está o fato de "sermos todos batizados em Cristo Jesus . . . sepultados com ele nasua morte para que, como Cristo foi ressuscitado dentre os mortos pela Glória do Pai,assim também nós vivamos vida nova" (Rm 6, 3-4).Aí está o sentido da existência não só do leigo mas de todo cristão. Primeiro, umaruptura radical com o passado e suas velhas alianças, seus secretos compromissos com ainiqüidade. Essa ruptura se dá - no dizer de São Paulo, colocando em paralelo o cristão eJesus Cristo - “por uma morte semelhante à sua . . . a fim de, por uma ressurreiçãotambém semelhante à sua, possamos não mais servir ao pecado, mas viver para Deus" (Rm 6, 5-11). Viver para Deus significa começar a comportar-se no mundo como Jesus se

comportou. Existir não mais para si, mas para "fora de si" — para Deus e para os outros (cf. 2 Co 5,15).36 A expressão teologia do existir cristão é tomada emprestada — com a devida licença — do mestre eamigo C. PALACIO. O contexto e o sentido em que ele a usa e emprega difere fundamentalmente do nossoaqui ( cf. Pers.Teol. 16 [1984] 167-214). Como nos parece, no entanto, de extrema felicidade e grandeadequação ao que aqui desejamos dizer, insistimos em usá-la.22Esse novo modo de existir não acontece, no entanto , sem conflitos. Para Jesus, oconflito desembocou na Cruz. Para os batizados que seguem a Jesus, isso implica assumirum destino semelhante ao seu. Implica estar disposto a dar a vida, a sofrer e morrer pelopovo, como Jesus o fez. Implica, ainda, deixar para trás apoios e seguranças outras paracompartilhar com Jesus as situações humanas-limite, que pontilharam seu existir:incompreensão, solidão, sofrimento, fracasso, incerteza, perseguição, tortura, morte. Mastambém — e não menos — amizade, amor, comunhão, solidariedade, paz, alegria,ressurreição e exaltação.É deste pascal mistério do batismo e do novo modo de existir que ele inaugura quedeve brotar, hoje, a nosso ver, qualquer reflexão sobre o leigo, o laicato, a laicidade eoutros temas teológicos conexos. Porque é essa a única perspectiva que tem condição epossibilidade de iluminar e integrar, a um tempo, os desafios que a pastoral coloca e asquestões que a teologia reflete. É também, além disso, o único ponto de arranqueadequado para que a reflexão prossiga sobre as pistas abertas que tentamos levantar naterceira parte deste artigo.Uma teologia do Batismo séria e solidamente fundamentada pode não apenasajudar diretamente a esclarecer os problemas que a pastoral do Batismo enfrenta nasparóquias e comunidades. Pode, também e sobretudo, para que a teologia do laicato, dosministérios, dos estados de vida, etc. se torne cada vez mais uma teologia do existircristão que integre, sem suprimi-las, mas também sem hierarquizá-las, asenriquecedoras diferenças dos carismas e ministérios com que o Espírito Santo agraciasem cessar o Povo de

DA TEOLOGIA DO LAICATO À TEOLOGIA DO BATISMO *María Clara Lucchetti BingemerA complexidade do tema sobre a vocação e a missão do cristão leigo e suaextensão representam um enorme desafio, que a reflexão teológica está longe de cobrirsatisfatoriamente.Este texto desejaria ser uma modesta contribuição a todo o esforço conjunto dereflexão realizado nos diversos níveis e segmentos da comunidade eclesial a esterespeito1.Não pretendemos solucionar questões espinhosas nem fazer afirmaçõesdefinitivas, procuraremos mais que nada, tentar chegar a algumas constatações e abriralguns caminhos.Assim é que , primeiramente, após lançarmos um rápido olhar sobre a história daorganização laical no catolicismo brasileiro, procuramos levantar alguns problemas quenos parecem mais mordentes e inquietantes do ponto de vista da pastoral da Igreja noBrasil: o processo de ascensão e queda da Ação Católica nos anos 60 e o vazio daíresultante, o florescimento dos movimentos de classe média, e o novo tipo de leigo e delaicato que surge a partir da experiência das CEBs.Em seguida, procuramos deter-nos brevemente sobre as principais tendências dateologia hoje em relação aos temas do leigo e do laicato. O principal foco destastendências situa-se, a nosso ver, na tentativa de superação do duplo eixo de contraposiçãoainda presente na teologia conciliar: clero X laicato, religiosos X não religiosos, emdireção a uma eclesiologia mais integradora e totalizante que privilegie o eixocomunidade ministérios.Sobre essa tendência refletimos, procurando verseus pontos positivos mas também o que nos parecem ser seus pontos vulneráveis.Finalmente, procuramos destacar algumas novas pistas que se abrem, hoje, para avida e a reflexão teológico-eclesial. Essas pistas não pretendem recolher e solucionar osproblemas, questões e desafios antes levantados, mas simplesmente abrir brechas emterrenos ainda pouco explorados pela teologia no que se refere a este tema .São eles: aredescoberta da centralidade do conceito eclesiológico de Povo de Deus a partir do fatohistórico-salvífico da eleição; a urgência da redefinição do lugar da espiritualidade no quetange à vida dos assim chamados leigos; o novo fenômeno do surgimento crescente deteólogos(as) leigos(as) que vão dando nova face à reflexão e à comunidade teológica; e o* Este texto foi originalmente composto às vésperas do Sínodo sobre os leigos, em 1987 e apresentado àAssembléia Nacional da SOTER (Sociedade Brasileira de Teologia e Ciências da Religião). Foi publicadooriginalmente em Perspectiva Teológica 19 (1987) pp 29-48. Encontra-se aqui ligeiramente modificado.1 Não posso deixar de mencionar, no começo deste artigo, a todos aqueles que colaboraram diretamentepara que ele pudesse ser escrito. Destaco de maneira especial os professores Ana Maria Tepedino,Margarida Luiza Brandão, Faustino do Couto Teixeira e Maria da Conceição Correa Pinto. Gostaria demencionar ainda os professores de tempo contínuo do Departamento de Teologia da PUC-RJ e os

participantes da Assembléia da SOTER (Sociedade Brasileira de Teologia e ciências da Religião), ondeeste trabalho foi apresentado pela primeira vez, sob forma de questões provocativas.2evento de proporções universais e de central importância da emersão e da afirmação damulher como sujeito eclesiológico ativo.Após esse descontínuo e - temos consciência - fragmentado percurso, procuramoscolocar, a modo de conclusão, uma perspectiva e um ponto de partida que tanto maisserviço prestará quanto mais for real a abertura de um caminho por onde possam outrose outras - leigos e leigas como nós, batizados como tantos, humanos como todos -caminhar em busca de sua identidade, vocação e missão no mundo e na Igreja.

1. OS DESAFIOS QUE A PASTORAL COLOCAA pastoral e a vida e vida concreta da comunidade eclesial sempre foram o terrenoonde as diferentes instâncias do Povo de Deus se moveram e organizaram; onde as novastendências e as formas de ser eclesialmente diferentes se fizeram concretas antes de seremoficialmente assumidas; e onde apareceu, realmente, nas diversas épocas, o verdadeirorosto da Igreja. Com os leigos e o laicato não acontece diferente.Se quisermos ter umaidéia do perfil do laicato no Brasil, é preciso voltar os olhos para os diversos tipos deorganização que estes leigos foram criando e formando ao longo de nossos poucos ejovens quatro séculos de história. É preciso, ainda, procurar perceber quais os tipos deorganização e estruturas eclesiais que eles criaram ou que lhes foram apresentados pelosoutros segmentos da Igreja, tipos de organização e estruturas estas à quais aderiram ounas quais se inseriram.Os primeiros três séculos de história do Brasil, marcados pela dependência colonialde Portugal, caracterizaram-se pela implantação de uma Igreja que se poderia enquadrardentro dos padrões medievais de uma Igreja de Cristandade, com uma estreita união entreo poder político e o eclesiástico2. Como resultado desta implantação, no entanto,formaram-se duas vertentes no catolicismo brasileiro:O catolicismo tradicional, cujo verdadeiro líder era o rei de Portugal, sendo oclero em geral (com exceção da Companhia de Jesus) uma espécie de corpo defuncionários públicos que se ocupavam da burocracia eclesiástica a serviço da Coroa eeram pagos pela Fazenda real3;o catolicismo popular, surgido dentro do amplo quadro do catolicismotradicional, mas dotado de uma certa autonomia quanto à dimensão devocional. Essaforma de vivência da fé católica no Brasil colônia nos interessa mais de perto nestetrabalho pelo fato de ser administrada "de modo especial pelos leigos, que trazem dePortugal seus santos e práticas devotas e continuam na colônia as devoções da tradiçãofamiliar"4.Nesse tipo de catolicismo, o povo católico leigo se organiza para expressar suadevoção, centrada principalmente no culto aos santos, nas procissões, nas romarias,2 Cf. a respeito: AA. VV. ,Religião e Catolicismo do povo, Cadernos Studium Theologicum, Curitiba,1977, pp. 41ss; E. HOORNAERT, Formação do Catolicismo Brasileiro, Vozes, Petrópolis, 1978,

especialmente caps. 2 e 3.3 Cf. E. HOORNAERT, op. cit. , p. 78.4 R. AZZI, Evangelização e presença junto ao povo, aspectos da História do Brasil, em: AA.VV. , Religiãoe Catolicismo do povo, op. cit. ,p.453promessas e ex-votos. As casas, as capelas e os santuários eram os templos desse tipo decatolicismo que uma quadrinha popular assim descreve:"Muito santoPouco padreMuita rezaPouca missa".Ao lado desses leigos das camadas populares e mesmo, às vezes confundidos ejustapostos, estão também outros leigos do catolicismo tradicional, organizados emconfrarias e irmandades - instituições que, embora enfraquecidas, persistem até hoje.A organização do catolicismo brasileiro nos primeiros tempos de sua história é,portanto, marcadamente laical, sendo marca mais clerical coisa mais recente, datada daépoca da "Questão Religiosa" e do início da Primeira República. A partir daí somente, éque os leigos passam a na sua grande maioria viver sua fé e expressões religiosassob a direção e formação do clero e da hierarquia. O catolicismo popular passa a serincorporado ao modelo de Igreja tridentina que começa a implantar-se.A partir da época imperial, no entanto, a significativa fatia da classe médiabrasileira que se vai formando, sempre mais empolada pela cultura européia e maisafastada da Igreja, se organiza, como conseqüência, em dois modelos eclesiológicos:a) um primeiro modelo que assume em relação mundo uma função apologética dechamado à conversão e indicação dos caminhos da salvação, modelo este que predominouna consciência do católico médio até o século XX e o Concílio Vaticano II ;b) um segundo modelo que se foi constituindo em termos de reconciliação com asrealidades terrestres que desemboca no Concílio e notadamente encontra sua expressãoprivilegiada na constituição "Gaudium et Spes".A organização laical brasileira no nosso século é, portanto, herdeira de toda estatradição. Por um lado, a tradição remota de muitos séculos de um catolicismomarcadamente leigo. Por outro lado, a tradição recente de um processo de romanizaçãosempre mais clerical onde os leigos foram, progressivamente, passando para uma posiçãomais dirigida e mais apagada. Assim é que, a partir da década de 40, surgem no Brasil osprimeiros movimentos visando permitir maior participação do laicato na vida da Igreja.Merecem destaque, entre estes, o movimento litúrgico e, sobretudo, a Ação Católica.Este último, consolidado e referendado mais efetivamente nos anos 60, com acelebração do VaticanoII, é um dos principais responsáveis pela renovação da Igreja noBrasil, identificada com as necessidades e anseios da população brasileira, assumindouma posição crítica diante da situação do governo e disposta a defender os direitos dospobres e marginalizados5.a) A Ação CatólicaNão é possível, portanto, hoje, falar de leigos na Igreja do brasil sem darsignificativo destaque à Ação Católica. Esse movimento, com sua rigorosa e eficazformação de quadros, sua "garra" apostólica, ainda não encontrou substitutivo equivalente5 Cf. ibid. ,P. 60.

4em qualidade e importância nas duas últimas décadas. Recebendo mandato da hierarquia,os leigos da Ação Católica na sua maioria do meio estudantil, operário e profissionaleram no mundo seu "braço estendido".Isso propiciava, para a atuação eposicionamento desses leigos, um reconhecimento oficial.Quando falava o leigo, falava aIgreja.O melancólico e desagregador esboroamento que o movimento conheceu no finalda década de 60, com desbaratamento das lideranças, a formação da Ação Popular (AP) ea conseqüente retirada do apoio por parte da hierarquia trazem grandes questões para areflexão teológica e pastoral sobre o laicato hoje.Parece que a recuperação da memória histórica da Ação Católica ainda não foiseriamente feita6. A Igreja ainda não se debruçou sobre o passado do movimento com adevida preocupação e disposição de fazer uma retomada e avaliação sérias a respeito doalcance que teve para a vida eclesial brasileira.Seria isso o sintoma do temor deressuscitar um cadáver que parece dar ainda sinais de vida? Teme-se acaso, a repetição doconflito que explodiu nos anos 60, quando a Ação Católica se decidiu a enquantolaicato organizado dar um passo que comprometia a Igreja em opções sérias eirreversíveis?Por outro lado, o perigo saudosista de querer reeditar a experiência da AC não émenos real. Sobretudo porque a configuração desta experiência traz não poucosproblemas eclesiológicos reais que se colocam para a reflexão teológica. A questão domandato é um deles. Se, por um lado, o mandato foi importante no sentido de legitimarações e torná-las aceitáveis, conferindo credibilidade à atuação do laicato, não pode serconsiderado, por outro lado, como um mecanismo à disposição da hierarquia, emmomentos críticos, no sentido de controlar e limitar o alargamento das fronteiras deatuação do laicato?A questão do tipo de leigo que a experiência da AC traz ao proscênio eclesial étambém importante. No Brasil de hoje após 20 anos de ditadura militar e o conseqüenteesvaziamento de lideranças dela decorrente, ainda se pode pretender uma organização delaicato como a da AC? Por outro lado, em que a militância leiga atual pode aprenderdesta importante e dolorosa experiência em termos de organização, erros e acertos? Atéque ponto os leigos militantes de hoje muitos deles com um explícito engajamentopolítico-partidário , têm o direito de reivindicar para si e para sua atuação o apoioaberto da Igreja hierárquica?7b) Os movimentos de classe médiaO momento pós-conciliar no Brasil, juntamente com a ascensão e queda da AC traz,ainda, um outro componente importante com relação à reflexão sobre o leigo: o grandeflorescimento dos movimentos leigos de classe média. Nascidos e formados em contextooutro que o brasileiro ou mesmo latino-americano, com sua estrutura e espiritualidade6 Cf. , no entanto, as importantes obras de L.A. GÓMEZ DE SOUZA, JUC: os estudantes e a política,

Vozes, Petrópolis, 1984; J.O. BEOZZO, Cristãos na universidade e na política, Vozes, Petrópolis, 1984;H.J. SOUZA, Padre Vaz: a filosofia da nossa práxis, em: Cristianismo e História, Loyola, São Paulo, 1982.7 Veja sobre esse problema dos cristãos na política as reflexões de C. BOFF, F. BETTO, P. RIBEIRO DEOLIVEIRA, L. E. WANDERLEY, R. A. CUNHA, em: Os cristãos e questão partidária, 1°e 2° cadernosdo Centro de Defesa dos Direitos Humanos de Petrópolis; cf. ainda a reflexão de L.A. GÓMEZ DESOUZA, em Tempo de Presença, CEDI, outubro de 1986.5centralizada nos leigos, apresentam esse movimentos uma filiação, vinculação eidentidade a nível que se poderia chamar "transnacional"8.Os leigos que compõem esses movimentos não têm uma formação militante eacurada intelectualmente como os da AC. São leigos — simples e passivamente —,porque não pertencem ao clero. Procuram os movimentos acima mencionados como um"lugar eclesial" que lhes tranqüilize a consciência e os faça sentir-se bem e com direito decidadania dentro da Igreja.Para o clero, os religiosos e os bispos, os movimentos, por sua vez, vierampreencher algumas lacunas: o vazio de quadros deixado pelo esboroamento e a dispersãodas lideranças da AC começou a ser preenchido pelos membros dos movimentos, quecom sua alegre disponibilidade, seu bem-humorado entusiasmo, começaram a assumirencargos das paróquias e dioceses, a coordenação das diversas pastorais. Além disso, paramuitos padres e religiosos de ambos os sexos que andavam como que perdidos no querespeita à sua identidade pessoal e ao sentido de sua consagração, foi aberto um novoespaço de trabalho e sobretudo um clima afetivo que lhes forneceu novo vigor eredobrado fervor no que diz respeito à vivência de sua vocação. É compreensível,portanto, que esse dado novo na face da Igreja, que cresce sob diferentes denominações,seja olhado com extrema benevolência e venha a ser mesmo objeto de especiaisprivilégios e favores por parte da mais alta hierarquia da Igreja9.Apresentando alguns pontos positivos explícitos, além dos já citados (por exemplo,o fato de serem a única porta de entrada do catolicismo na nova e desevangelizada classemédia urbana, a nível de juventude e de adultos; ou ainda, o fato de darem aos leigos asrédeas da organização e coordenação num espaço onde podem falar sua linguagem sem sesentirem inferiorizados em relação ao clero), a presença crescente desses movimentoslevanta, no entanto, algumas questões cruciais para a reflexão da Igreja, hoje. E a maioriadessas questões diz respeito à opção preferencial que a própria Igreja latino-americanaassumiu em Medellín e Puebla: a opção pelos pobres.Que podem esse movimentos oferecer em termos de resposta e compromissopastoral efetivo e real aos 80% de brasileiros e latino-americanos que constituem omundo dos pobres?10.No entanto, essa enorme e terrível questão tem outro aspecto e outraface: deveria a Igreja então, essa Igreja que quer caminhar na linha da opção pelos pobres,

abandonar e colocar de lado inteiramente esses movimentos, demitir-se de trabalhar coma classe média por eles atingida, deixando assim todo esse imenso contingente à margemde um anúncio e uma proposta libertadores? Voltar as costas ao problema é resolvê-lo?Deixar de lado o laicato da classe média não é impedir ou pelo menos dificultar que aopção pelos pobres penetre em outros e em cada vez mais espaços nos quais, sem essaclasse, não penetraria: o mundo intelectual, o mundo profissional etc.? Se esses8 Cf. J. COMBLIM. Os "Movimentos"e a Pastoral latino-americana, em:REB 43(1983) 246-247.9 Referimo-nos aqui, por exemplo, à concessão — por parte do Papa — do estatuto de prelazia pessoal doOpus Dei. Sobre isto, cf. J. COMBLIN, art. cit., p. 229.Ver ainda a nota — comentário de J. HORTAL,Novo Código de Direito Canônico, Loyola, São Paulo, 1983, cân. 29410 Veja as reflexões que sobre esse assunto faz J. COMBLIN, no art. já citado.6movimentos de classe média acima mencionados ganharem cada vez mais os leigos daclasse média urbana, estarão esses leigos perdidos para a causa da libertação dos pobres eo compromisso da luta pela justiça? E, ainda que a real transformação da realidade tenhaque emergir das classes populares, poderá essa transformação acontecer sem o concursoda classe média?c) As CEBsHá, ainda, um terceiro grupo de questões levantadas pelo novo fato pastoral eeclesiológico das CEBs. A realidade das CEBs é, hoje, essencialmente constitutiva para aIgreja latino-americana. Chamadas por Puebla de fato eclesial relevante e "esperança daIgreja"(P 629), as CEBs têm por outro lado, uma natureza toda particular. Não se trata deum movimento como os que descrevemos antes ou mesmo como a AC e as antigasirmandades, confrarias, etc. Trata-se de algo mais fundamental: um novo modo de serIgreja, a própria Igreja na base do povo11 .O modelo de Igreja que as CEBs trazem à luz acarreta também um novo tipo deorganização eclesial. Nele, bispos, padres, religiosos e leigos entram juntos nacaminhada, fazendo-se irmãos no seguimento de Jesus e buscando, ombro a ombro, avontade do Pai e a força do Espírito para a luta comum.Já agora vivendo o momento imediato após seu Nono Encontro Intereclesial,realizado no passado mês de julho em Trindade, Goiás, as CEBs, realidade que surgiu, nasua grande maioria, a partir de leigos de classes populares, que se reuniram em torno doEvangelho para viver sua fé e lutar sua luta, são também apontados pelo documento dePuebla como "ambientes propícios para o surgimento de novos serviços leigos" (P 98,261-263, 630, 641, 648). Por toda parte —sobretudo lá onde escasseavam os ministériosordenados12 — começaram a surgir ministros da Palavra, evangelizadores e cantadores doEvangelho, visitadores de doentes e consoladores de aflitos, enfim toda uma gama deserviços que o amor e a caridade criativa do Espírito inventam e fazem desabrochar.

Essa novidade irradiante de promessas traz, porém, também, por seu lado, algumassérias e importantes questões: o modelo de leigo que desponta no fato das CEBs é novo eoriginal, completamente diferente do que se encontra nos movimentos e nas paróquiastradicionais. É um modelo leigo, também, que questiona profundamente o leigo daconcepção conciliar expressa nas grandes constituições e documentos (LG, AA, etc.) enas grandes sistematizações européias ( Congar, Schillebeeckx, etc.). Reclama, por isso,uma nova sistematização teológica, feita a partir de novas balizas e pressupostos.Reclama, além disso, novas perspectivas de reflexão para a questão tão crucial dosministérios leigos e mesmo dos novos ministérios em geral.* * *11 Cf. L. BOFF, E a Igreja se fez povo, Vozes, Petrópolis, 1986, p.72 Veja ainda, do mesmo autor:Eclesiogênese, Vozes, Petrópolis, 1976; Igreja, carisma e poder, Vozes, Petrópolis, 1981.12 Cf. L.BOFF., op. cit. (E a Igreja se fez povo) , p.58ss.7Essas questões e problemas, ao lado das outras já anteriormente por nós levantadasno decorrer deste trabalho delineiam alguns traços do perfil do leigo no Brasil de hoje. Elançam um desafio para a reflexão teológica que se vê, às portas do Sínodo de 1987,chamada a dizer alguma palavra nova sobre a questão. Existem, porém, ao lado dessasquestões propriamente práticas e pastorais, outras questões especificamente teológicosistemáticasque se colocam. Dizem elas respeito ao conceito mesmo de leigo e suacidadania no espaço teológico de hoje. Dizem também respeito à categoria de laicidade,recentemente pensada e desenvolvida por algumas correntes teológicas européias comocategoria totalizante, apta para se pensar a globalidade da teologia. Sobre essas questõesnos debruçamos a seguir, antes de nos aventurarmos a anunciar o que nos parece serempistas novas e abertas para uma teologia do leigo no tempo e no espaço em que vivemos.

2. AS QUESTÕES QUE A TEOLOGIA REFLETECom o Concílio Vaticano II se dá o "boom" oficial da emergência do laicato e oassumir por parte do Magistério da Igreja de uma teologia do laicato que já vinha sendosistematizada por grandes teólogos europeus13. Os documentos conciliares são pródigosem reflexões sobre os leigos e em tomadas de posição com respeito a sua importânciapara a Igreja hoje14. A distância de vinte anos em que nos encontramos em relação aoevento conciliar leva a que algumas questões, no entanto, se imponham, com respeito àvisão do leigo e à interpelações que lança à teologia.Nos documentos conciliares — de modo especial na constituição dogmática LumenGentium — coexistem duas eclesiologias: uma eclesiologia jurídica e outra eclesiologiade comunhão15. Embora a segunda se tenha imposto sobre a primeira, no sentido dacategoria do Povo de Deus como categoria central, da qual todos os cristãos participamem igualdade e comunhão, o fato de coexistirem ambas tem marcada influência sobre os

outros temas eclesiológicos conexos. O tema do laicato e da definição e função dos leigosna Igreja é um deles.No cap. IV da LG, n°31, o Santo Sínodo compreende pelo nome de leigos "todos oscristãos, exceto os membros da ordem sacra e do estado religioso aprovado pela Igreja."Ou seja, o leigo ainda é definido juridicamente e pelo negativo: o que não é clérigo, o quenão é religioso, aquele a quem não foi dado, na Igreja , um carisma ou vocação ou umministério especial e tem a seu favor "apenas" o Batismo. Essa definição de leigoestrutura a Igreja, quanto à sua composição e formação, com base numa dicotomia enuma contraposição central: a contraposição clero X laicato, à qual se alia outra: a13 O maior destes teólogos é, sem dúvida, o dominicano francês Y. CONGAR, com sua monumental obraJalons pour une théologie du laicat, Du Cerf, Paris, 1954. Ver também a tese doutoral escrita a partir daobra de CONGAR por E. COSTA BRITTO, O leigo cristão no mundo e na Igreja, Loyola, São Paulo,1980.14 Refirimo-nos especialmente ao cap. iv da Constituição Dogmática Lumen Gentium e ao decretoApostolicam Actuositatem15 Cf. a respeito: A. ACERBI, Due Ecclesiologie: Ecclesilogia giuridica ed Ecclesiologia di comunionenella LG, Dehoniane, Bologna, 1975.8contraposição religiosos X não religiosos. A primeira contraposição se refere à diferençade essência (não de grau) entre sacerdócio comum dos fiéis e sacerdócio hierárquico. Asegunda contraposição refere-se à estrutura na Igreja e se fundamenta sobre um estado devida diferente, em vista do fim comum da santidade universal dos fiéis.Desta dupla contraposição resulta uma terceira, mais relativa à divisão de papéisdentro do corpo eclesial: a contraposição sagrado X temporal ou sagrado X profano. Estaúltima divide a primeira em dois blocos "funcionais": aos leigos cabe cuidar da esferatemporal, das estruturas sociais, da política. Esse é seu campo. Já o clero e os religiososse ocupam das coisas do espírito, do sagrado. Têm por função realizar, administrar edistribuir os sacramentos e os diversos "bens" simbólicos dos quais se vive e se alimentaa comunidade. E dar testemunho, no mundo, do espírito das bem aventuranças16.Hoje percebe-se cada vez mais, sobretudo em algumas tendências teológicasrecentes17, a tentativa de superação dessas contraposições. Questiona-se se não seriamempobrecedoras ou mesmo um tanto redutoras da amplidão do espírito da eclesiologiaconciliar baseada sobre a categoria totalizante do Povo de Deus. Essas teologias propõema superação das citadas contraposições por meio de um novo eixo, desta vez não decontraposição, mas de tensão dialética: o eixo comunidade carismasministérios.Assim a Igreja redescobre sua vocação de uma comunidade batismalenglobante, no interior da qual os carismas são recebidos e os ministérios exercidos como

serviços em vista daquilo que toda a Igreja deve ser e fazer18.A luz dessas novas tecnologias — que tencionam resgatar o verdadeiro espírito doConcílio, para além mesmo da letra de seus documentos —, é levado às últimasconseqüências o primado dado à ontologia da graça sobre qualquer outra ulteriordistinção possível de acontecer no seu interior. A dimensão pneumatológica da Igreja écolocada em primeiro plano, com o Espírito Santo agindo sobre toda comunidade esuscitando os diferentes carismas para edificar o Corpo de Cristo, e a ministerialidade éestatuto de toda Igreja e não somente de algum de seus segmentos. Nessa perspectiva16 Diz expressamente a LG no seu n°31: "Pois os que receberam a ordem sacra, embora algumas vezespossam ocupar-se de assuntos seculares, exercendo até profissão secular, em razão de sua vocaçãoparticular destinam-se principalmente e ex-professo ao sagrado magistério. E os religiosos por seu estadodão brilhante e exímio testemunho de que não é possível transfigurar o mundo e oferecê-lo a Deus sem oespírito das bem-aventuranças. É porém específico dos leigos, por sua própria vocação, procurar o Reino deDeus exercendo funções temporais e ordenando-as segundo Deus. Vivem no século, i.é, em todos e em cadaum dos ofícios e trabalhos do mundo. Vivem nas condições ordinárias da vida familiar e social, pelas quaissua existência é como que tecida. Lá são chamados por Deus para que, exercendo seu próprio ofícioguiados pelo espírito evangélico, a modo de fermento, de dentro, contribuam para a santificação do mundo.E assim manifestam Cristo aos outros, especialmente pelo testemunho de sua vida, resplandecente em fé,esperança e caridade. A eles, portanto, cabe de maneira especial iluminar e ordenar de tal modo todas ascoisas temporais, às quais estão intimamente unidos, que elas continuamente se façam e cresçam segundoCristo, para louvor do Criador e Redentor."17 Cf. sobretudo B. FORTE, La chiesa, icona della Trinitá: breve ecclesiologia, Querinina, Brescia, 1984.E também os trabalhos de S. DIANICH, E. SCHILLEBECKX, etc. Entretanto, o esforço de superação dadicotomia por nós acima apontada vem de mais longe, do próprio CONGAR, que supera em Ministeri ecomunitá ecclesiale, Dehoniane, Bologna, 1973, suas próprias colocações em Jalons pour une théologie dulaicat.18 Cf. B. FORTE, op. cit., p. 32-339também, as próprias categorias leigo e laicato são superadas, passando a não existir senãocomo abstração negativa que empobrece o dinamismo da vida eclesial.A eclesiologia que daí emerge é uma eclesiologia total19 e a laicidade passa a serassumida como dimensão de toda a Igreja presente na história. As palavras leigo e laicatoiriam, pois, — de acordo com essa teologia — paulatinamente e a médio prazo, perdendoa razão de ser e de existir.Todo este itinerário de reflexão teológica sobre o tema do leigo a partir do VaticanoII nestes vinte anos que a ele se seguem colocam, hoje, para a teologia, algumas

mordentes questões:— Nos primeiro séculos da experiência cristã, a igreja na sua totalidade era vistaem relação de proposta e alternativa ao mundo. A distinção que havia não era tanto entre"especialistas do espírito" e "cristãos dedicados aos assuntos temporais", como entre anovidade cristã comum a todos o batizados e a sociedade (o mundo) que devia serevangelizado. A Igreja da primeira hora, tal como é descrita no N.T., não pareceapresentar tampouco, traços daquilo que hoje categorizamos e definimos como leigo.Nem tampouco de uma realidade qualquer que se pudesse transpor e colocar emcorrespondência com o fato leigo contemporâneo20. Podemos, então, afirmar que existepara nós uma urgência de realizar uma "volta às fontes" para redescobrir as raízes do quehoje chamamos de leigo e laicato? A teologia hoje, quando se debruça sobre a realidadedo leigo, não teria ainda algo de fundamental a aprender da Igreja das origens?— As novas tendências teológicas que têm se dedicado a pensar sobre o tema doleigo parece sugerir a progressiva eliminação dessa palavra e categoria em favor de umanova eclesiologia mais totalizante e global, toda ela suscitada pelo Espírito Santo, todaela ministerial, sem dicotomias e contraposições. Por trás de toda sedução e positividadeque traz esta teoria, no entanto, cabe uma suspeita : abolir a palavra não é iludir oproblema ? Não estaria , por trás desta tendência , o perigo de um novo tipo declericalização, onde o diluir do específico laical pode significar a tentativa de camuflar edeixar intocada a espinhosa e delicada questão do poder da Igreja ? Em suma , nãosignificará querer chegar à síntese sem ter sofrido e assimilado a antítese que representaa incômoda situação de fato representada pela ainda existente divisão entre Igrejadocente e Igreja discente?* * *A todas essas questões, problemas e desafios que a pastoral e a teologia colocam,não temos a pretensão de responder e propor soluções nos limites deste texto. Apenasdesejamos tentar, a seguir, colocar algumas pistas abertas para que a reflexão possaprosseguir e trazer novas luzes ao tema.19 O termo de B. FORTE, op. cit.20 Veja sobre isto. A FAIVRE, Les laïcs aux origines de I'Eglise, Le Centurion, Paris, 1984 (trad. port.Petrópolis, Vozes, 1993)

3. ALGUMAS PISTAS ABERTASa) O leigo é o centro da IgrejaUma primeira pista de reflexão com vistas a uma nova teologia do laicato seriauma redescoberta radical daquilo que constituiu o centro da Igreja. Não se trata dereinventar algo de diferente simplesmente pelo gosto ou paixão por novidade. Trata-se,sim, de voltar, humilde e fielmente, às fontes, às heranças mais antigas e primitivas, e veronde se situam as linhas-mestras daquilo que a comunidade eclesial é chamada a ser.Fazendo isso, recuando na tradição e no tempo até o AT, vamos reencontrar-nossempre de novo com o conceito-chave de Povo de Deus. Conceito que perpassa o AT,ganha nova face e nova força com o N.T., assumido pela comunidade e agora,recentemente, é redescoberto pela Igreja do Vaticano II. A reunião daqueles que crêem noDeus verdadeiro, que o AT identifica como o "Qahal Iahweh"reunido ao pé do Sinai e o

N.T. denomina "Ekklesia", é esse povo de convocados e eleitos que se une em torno deuma fé comum e um projeto histórico-escatológico.Nessa constituição do Povo de Deus, a eleição é elemento de absoluta centralidade.A convocação do povo é a espinha dorsal da história salvífica em razão da eleição divinaque o escolhe, chama, forma e com ele faz Aliança. este povo é, pois, eleito na suatotalidade, sem a distinção e hierarquia de cargos e papéis que aconteceráposteriormente, devido às necessidades organizacionais. E o termo grego com que o N.T.o designa — laós — dá bem sua nota característica: a secularidade, o fato simplesmentehumano de ser composto de pessoas que receberam uma convocação e foram objeto deuma eleição e a ela responderam de todo coração21.O povo é eleito na sua totalidade e, nele, a soberania é só de Deus, não dando lugara nenhum tipo de fixismo institucional ou endurecimento hierárquico. Ainda mais: olugar desse povo eleito é no mundo, procurando fazer acontecer aí o projeto de Deus e aíenfrentando as oposições existentes contra esse projeto, suportando perseguições echegando até o dom da vida e o derramamento do sangue.O centro da Igreja, portanto está no povo, nesse laós eleito e amado por Deus que échamado a estar — todo ele — à escuta do Espírito para organiza-se, para agir, para falare para decidir, de tal ou qual chefe,mas é palavra do próprio Espírito, apaixonadamentebuscada no diálogo e no discernimento. Assim também, não deveria haver, numa Igrejade tal maneira concebida, uma parte da comunidade subordinada a outra, passivamenteexecutando ordens e aprendendo lições, mas todos seriam ativos e co-responsáveisedificadores de um mesmo projeto comum. Todos seriam plenos participantes de umacomunidade toda ela ministerial, onde os diferentes serviços e ministérios são assumidosem vista da utilidade, do bem e do crescimento comuns.Há que reconhecer que o Concílio intuiu isso com audácia e criatividadeadmiráveis, mas nós — Igreja como um todo — não levamos até as últimasconseqüências o aprofundamento dessa grande iluminação.Ainda permanecem, no texto21 É de notar que o termo laikós não existe como tal no NT. Aparece pela primeira vez numa carta deClemente de Roma no ano 95. O termo laós, no entanto, aparece mais de uma vez, significando o povo.Sobre isso, Y. CONGAR, Leigo, em: Dicionário de Teologia, vol. 3, Loyola, São Paulo, 1970.11conciliar e na organização eclesial pós-conciliar, os binômios hierarquia X laicato ereligiosos X não religiosos. Portanto, a teologia do Povo de Deus, com as conseqüênciasdiretas que poderia ter para o conceito e a categoria de leigo e laicato, ainda está por serfeita e posta em prática. E nesse fazer e nesse praticar, o cuidado para não queimar etapase abolir apressadamente as palavras e conceitos pensando assim superar problemas é deextrema necessidade. O desenvolvimento da reflexão pós-conciliar mostra como a

fidelidade à "virada copernicana"operada pelo Concílio exige hoje uma superação dopróprio Concílio22b) Uma espiritualidade para os leigosA segunda pista que se impõe neste tempo de graça e reflexão que antecede oSínodo é aquela que deseja e busca as balizas mais precisas de uma espiritualidadeadequada aos leigos de nosso tempo.O conceito de espiritualidade dentro da Igreja quase sempre teve contornosmonacais. O monge — como aquele que se retirava do "golfo do século", "especialista doespírito",— detinha-lhe o monopólio. A modernidade e as reforma das ordens religiosasintroduziram algumas modificações neste conceito, sobretudo no que diz respeito àproposta espiritual da Companhia de Jesus, no século XVI, feita de uma síntese entrecontemplação e ação, unindo a comunhão mais profunda com o Mistério com asatividades realizadas em meio à vida corrente.No entanto, em relação aos assim chamados leigos, a questão permanece: pode-selegitimamente falar de uma espiritualidade leiga ou laical? Seria essa uma espiritualidadevivida por leigos ou uma maneira leiga de viver a espiritualidade? Ou pelo contrário,deve-se simplesmente falar de uma espiritualidade cristã , sem mais distinções, deixandoà liberdade do espírito santo, que sopra onde quer, o cuidado e a criatividade de ircolocando suas inscrições como melhor Lhe pareça nas tábuas de carne que são oscorações humanos?Por outro lado, no Brasil e na América Latina de hoje, onde a luta pela justiça e oengajamento sócio-político ocupam lugar de central importância na vida cristã e naspreocupações eclesiais, essa questão cresce e se complexifica ainda mais . A Igreja vêcom doloroso pesar muitos de seus mais dedicados militantes se afastarem de suascomunidades e abandonarem a caminhada eclesial a partir do momento em que ingressamde corpo e alma na militância sindical ou na luta partidária. Muitos desses cristãos,sempre mais exigidos pela atividade política, não parecem mais encontrar tempo nem vercomo prioridade a reflexão em torno da Palavra de Deus, a celebração litúrgica, a oração.Carregando sobre os ombros o peso do compromisso e o desafio da eficácia, esses leigosmilitantes parecem desaprendido a gratuidade de relação pessoal e amorosa com Deus epor isso se angustiam, sentindo-se ameaçados e mesmo devorados por uma práxis que vêaos poucos esvair-se sua motivação mais transcendente. Essa preocupante constataçãoconstitui um dos grandes focos de convergência da teologia e da pastoral latino-americanahoje. Os maiores teólogos do continente se põem, no momento, a pensar e escrever sobreo tema, vendo nele uma questão decisiva23. Evidentemente, não temos nem pretendemos22 Cf. B. FORTE, op. cit p. 3012ter a resposta e a solução, para um problema como tão complexo e delicado como este.Não impede, porém, que a questão se coloque e seja mordente. Porque, se bem que de umlado seja verdade que, sem a experiência do transcendente e da relação imediata com

Deus em Jesus Cristo, o fato cristão se reduz a mais uma curta e empobrecedoraideologia, por outra parte, sem compromisso social e político a todos os níveis, aespiritualidade corre o risco de transformar-se na anestesia que os críticos da religiãodenunciaram como o "ópio do povo".A espiritualidade de qualquer cristão — leigo ou não — deve ser algoprofundamente integrador. Algo que não o aliene de nenhuma dimensão de seu serhumano, mas ao mesmo tempo não o manipule na direção de nenhuma determinadaideologia. Deve ser algo que —na acepção mais profunda da palavra — liberta para servirmelhor e mais concretamente aos outros, para assumir mais plenamente sua realidadecotidiana e ali encontrar o Mistério e viver o desafio da santidade.No que tange aos leigos, porém, existe um problema a mais: o fato de que o cristãoleigo desaprendeu a acreditar na sua vocação à santidade. Não obstante todas as reiteradasafirmações da LG no seu capítulo V de que a vocação à santidade é universal e comum atodo Povo de Deus; de que o chamado à perfeição — e, portanto, a exigência de vivênciaprofunda do Espírito — não se restringe às pessoas que optaram pelo estado de vidasacerdotal e religioso, o leigo em geral — com algumas e honrosas exceções — habituousea pensar e crer que isto não era para ele. Por muito engajado que fosse, por tanto e maiscomprometido, não se atrevia a crer na possibilidade de "ser Santo como Deus é santo" (cf. Lv 11,44; 1 Pd 1,16 ). Isto estava reservado àqueles e àquelas chamados à especialvocação que os retirava das preocupações do comum dos mortais e podiam dedicar-seem tempo integral às coisas do Espírito.Sem querer ignorar o fato de que há diferentes carismas na Igreja, de que asvocações diferem entre si e que isto constitui a riqueza do Povo de Deus, parece-nos quemais uma vez, aí, a dicotomia sagrado X profano desempenhou um importante e nefastopapel. E para que o leigo reencontre o caminho da vida no Espírito será preciso —urgentemente — superá-la. Pretender confinar a plenitude de vida no Espírito, o gozoinefável da experiência imediata, direta , inebriante de Deus a um só grupo dentro daIgreja eqüivale — a nosso ver — a aprisionar e manipular esse mesmo Espírito Santo,que sopra onde e como quer. Todo cristão que — incorporado pelo seu Batismo aoMistério da morte e ressurreição de Jesus — é chamado a seguir de perto esse mesmoJesus, é um santo em potencial, uma pessoa "espiritual" porque penetrada do Espírito emtodas as dimensões de sua corporeidade, de sua mente, de sua vida enfim como Jesus ofoi.E o campo onde essa vida no espírito pode dar-se não é outro senão o mundo, ahistória, com seus conflitos e contradições, com seus apelos e exigências, com suasmaravilhas e injustiças, com suas promessas e frustrações. A opacidade e o jogo de luz esombras de que é feita a história humana passa a ser para todo aquele ou aquela quecaminha segundo o Espírito no seguimento de Jesus buscando fazer a vontade do Pai,uma permanente epifania, uma constante redescoberta de que tudo — a dor e a alegria, a23 Cf. G. GUTIERREZ, Beber do próprio poço, Vozes, Petrópolis, 1982; J. SOBRINO, Libertación con

espíritu, Sal Terrae, Santander, 1986; V. CODINA, De la ascetica y mística a la vida según el Espíritu deJesús, em: El Vaticano II viente años después, Cristiandad, Madrid, 1985, p. 271-291.13angústia e a esperança — tudo é de graça. E que, portanto, tudo também só pode ser açãode graças, Eucaristia.Assim, a espiritualidade cristã não estaria mais reduzida a ser o privilégio de unspoucos eleitos, mas uma exigência de vida de todo batizado, de todo Povo de Deus, queao mesmo tempo que cresce na comunhão íntima com o Senhor, avança também na lutapor uma sociedade e um mundo mais justos e mais fraternos. Uma espiritualidade assimdeveria redescobrir constantemente suas fontes bíblicas, eclesiais e sacramentais. Etambém — por que não? — suas fontes "leigas": aquilo que o Espírito anda soprando nodeslumbramento apaixonado dos namorados, nas brincadeiras das crianças, na vida durada fábrica, no idealismo e nas nuvens de giz das salas de aula , no sonho dos artistas e naboca dos poetas, no canto dos cantadores que cantam a vida, a morte e o amor.Redescobrir — também e sobretudo — as maravilhas que o Espírito faz no meio dospobres, em sua sede inesgotável de oração e na criativa espontaneidade com que vivemseus momentos litúrgicos mais fortes, em suas festas e romarias, em seus santuários eprocissões, em sua imensa devoção aos mistérios da vida, paixão e morte do senhor, aoSantíssimo Sacramento e tantos outros. Na pista aberta em busca da espiritualidade"perdida", todo Povo de Deus é chamado a ter mais uma vez, "nos pobres seus mestres,nos humildes seus doutores"24.c) Teólogos (as) leigos (as)Ainda uma terceira pista aberta neste momento em que toda a Igreja se debruçasobre o tema do leigo é o surgimento, em proporções cada vez mais consideráveis — doponto de vista quantitativo e qualitativo — de teólogo (as) leigo (as). O (A) teólogo(a) éuma figura que começa a aparecer com cada vez maior freqüência na Igreja, buscando oscursos e faculdades de teologia, pleiteando e obtendo graus acadêmicos, produzindotextos, assessorando dioceses, participando de congressos a nível nacional einternacional, fazendo enfim, sentir sua presença em diferentes segmentos e níveis dacomunidade eclesial.Essa presença traz, então, profundos questionamentos. Em primeiro lugar, interpelaa toda Igreja e à comunidade teológica especificamente no sentido da "divisão de papéis"que ainda perpassa a eclesiologia conciliar e que destina aos leigos o campo do temporale das realidades terrestres, e ao clero e aos religiosos o campo do sagrado.O teólogo (a) leigo (a) traz ainda , para seus companheiros sacerdotes e religiosos,um profundo questionamento sobre a secular afirmação da opção pelo estado de vidasacerdotal ou religioso como opção de maior dedicação e serviço ao Reino. Sabemos ,todos aqueles e aquelas a quem foi dado o carisma da teologia e que a ele respondemos

empenhando o melhor de nossas energias, tempo e esforços, que fizemos — muito maisque uma opção profissional — uma opção de vida. Ser teólogo (a) leigo (a) hoje é serconcretamente alguém que, sem o respaldo direto institucional de uma congregaçãoreligiosa ou de uma diocese — enfrenta diariamente o desafio de manter-se a si próprio eà família que por ventura houver constituído. É viver e compartilhar, portanto, muitasvezes, com os pobres a insegurança do amanhã. É estar sujeito — embora menosdiretamente que o clero e os religiosos — a eventuais sanções canônicas que cortem danoite para o dia não só o meio de vida, mas também e sobretudo a possibilidade de24 Palavras de São Gregório Nazianeno citadas em V. CODINA, op. cit. , p. 29014exercer o ministério para o qual foi investido pelo Espírito em favor do Povo de Deus ecom o qual quer estar em dinâmica e criativa comunhão.Por tudo isso e mais ainda, a figura do teólogo (a) leigo (a) hoje é peça fundamentalna reflexão da Igreja às portas do Sínodo. A teologia não pode deixar de levar emconsideração essa nova presença, essa palavra outra de leigos e leigas que, a partir dediferentes experiências de vida, à luz de cotidianas e sempre surpreendentes situações,começa a descobrir e desvelar ângulos insuspeitos do Mistério sobre o qual reflete ediscorre.d) A mulher na IgrejaFaltaria, ainda, uma outra e última pista aberta. Que não por ser última, é menosimportante, mas que constitui, pelo contrário, algo de extrema relevância para o qualcertamente está voltada a atenção da comunidade eclesial neste momento privilegiado dereflexão sobre o fato leigo cristão. Trata-se da emergência da mulher enquanto sujeitoeclesiológico.Pertencendo — necessariamente — ao laicato pelo fato de estar "a priori" excluídado ministério ordenado, a mulher carrega, no entanto, sobre seus ombros, boa parte dopeso do trabalho concreto e efetivo na Igreja. Na comunidade de base e na paróquia, naescola, nos movimentos e nas pastorais, aí está ela: coordenadora, catequista, agente,religiosa ou leiga, dando o melhor de si mesma, seu tempo, seu carinho, suas forças, suasentranhas, sua vida, e mesmo seu sangue, como Margarida, Adelaide Molinaro e tantasoutras.Na Igreja e na sociedade, vai conquistando, duramente, seu espaço, afirmando a sualiderança incontestável nas CEBs, marcando presença no movimento popular, levandoavante a quase totalidade do importante trabalho catequético, entrando, enfim,recentemente, no campo da produção teológica e da espiritualidade ( pregação de retirosetc.) .Sua emergência traz de volta ao seio da Igreja uma palavra que pertence às raízesmesmas do Evangelho: a palavra da Samaritana que descobre o Messias (Jo 4), dacananéia que força o desencadear o anúncio da Boa Nova aos gentios (Mt 15, 21-28), dadona-de-casa Marta, em cujos lábios é posta confissão de fé idêntica à de Pedro (Jo 11),da discípula que ouve seu nome no jardim e se transforma em primeiríssima testemunhada ressurreição (Jo 20). Palavra essa, no entanto, que foi paulatinamente e secularmentesilenciada, abafada e quase banida da esfera visível da Igreja. Que se manteve viva, noentanto, nos seus subterrâneos, para agora, cada vez mais, fazer-se de novo ouvir por

cima dos telhados.Ouvindo a mulher, reconhecendo na mulher — ao lado do homem — legítimaporta-voz sua, a Igreja redescobre hoje uma dimensão quase perdida e olvidada de suavocação: a de ser sinal do Reino, dessa comunidade de homens e mulheres que se amamde uma nova maneira, que fazem acontecer juntos o sonho de Deus que Jesus de Nazarépossibilitou para dentro da história.Um Sínodo sobre os leigos não pode deixar em segundo plano esse eclodir damulher, que acontece nos campos e nas cidades, nas casas e templos, nos mercados eruas. Todo passo que for dado no sentido de uma maior igualdade e respeito para com a15mulher redundará certamente em benefício de todo Povo de Deus, no qual, em Cristo,"não há homem nem mulher" ( GI 3,28). Uma Igreja que incorpore e integre o femininoem todos os seus encantos e dimensões terá certamente, mais chances de ser universal,dentro do espírito dos documentos conciliares e, concretamente, na América Latina, dasConferências de Medellín e Puebla25.* * *Após trazer à luz estas pistas abertas, perguntamo-nos, finalmente, se haveria, paratoda essa complexa problemática, um ponto de unificação. Existirá algum novo ângulo,alguma nova e bastante abrangente perspectiva que seja capaz de integrar todos essesdesafios, questões e novas pistas. A seguir tentaremos colocar, então, aquilo que nosparece "locus theologicus" fecundo e adequado.

4. POR UMA TEOLOGIA DO EXISTIR DO CRISTÃO 26O que há em comum entre leigos, clérigos e religiosos é o fato eclesiológico deserem todos batizados. Ou seja, o de serem todos, pelo Batismo, introduzidos num novomodo de existir: o existir cristão. O Batismo é, pois, o compromisso primeiro, a primeirae radical exigência que se coloca na vida de uma pessoa diante do Mistério da Revelaçãode Deus em Jesus Cristo. A opção por um ou outro estado de vida, por este ou aqueleministério ou serviço na Igreja é posterior, vem depois. Antes de mais nada, primeiro quetudo, está o fato de "sermos todos batizados em Cristo Jesus . . . sepultados com ele nasua morte para que, como Cristo foi ressuscitado dentre os mortos pela Glória do Pai,assim também nós vivamos vida nova" (Rm 6, 3-4).Aí está o sentido da existência não só do leigo mas de todo cristão. Primeiro, umaruptura radical com o passado e suas velhas alianças, seus secretos compromissos com ainiqüidade. Essa ruptura se dá - no dizer de São Paulo, colocando em paralelo o cristão eJesus Cristo - “por uma morte semelhante à sua . . . a fim de, por uma ressurreiçãotambém semelhante à sua, possamos não mais servir ao pecado, mas viver para Deus" (Rm 6, 5-11). Viver para Deus significa começar a comportar-se no mundo como Jesus secomportou. Existir não mais para si, mas para "fora de si" — para Deus e para os outros (cf. 2 Co 5,15).Esse novo modo de existir não acontece, no entanto , sem conflitos. Para Jesus, o

conflito desembocou na Cruz. Para os batizados que seguem a Jesus, isso implica assumirum destino semelhante ao seu. Implica estar disposto a dar a vida, a sofrer e morrer pelopovo, como Jesus o fez. Implica, ainda, deixar para trás apoios e seguranças outras para25 Cf. GS 49, 60, AA 9; medellín 1, 1; Puebla 317, 841-847, 443, 1134.26 A expressão teologia do existir cristão é tomada emprestada — com a devida licença — do mestre eamigo C. PALACIO. O contexto e o sentido em que ele a usa e emprega difere fundamentalmente do nossoaqui ( cf. Pers.Teol. 16 [1984] 167-214). Como nos parece, no entanto, de extrema felicidade e grandeadequação ao que aqui desejamos dizer, insistimos em usá-la.16compartilhar com Jesus as situações humanas-limite, que pontilharam seu existir:incompreensão, solidão, sofrimento, fracasso, incerteza, perseguição, tortura, morte. Mastambém — e não menos — amizade, amor, comunhão, solidariedade, paz, alegria,ressurreição e exaltação.É deste pascal mistério do batismo e do novo modo de existir que ele inaugura quedeve brotar, hoje, a nosso ver, qualquer reflexão sobre o leigo, o laicato, a laicidade eoutros temas teológicos conexos. Porque é essa a única perspectiva que tem condição epossibilidade de iluminar e integrar, a um tempo, os desafios que a pastoral coloca e asquestões que a teologia reflete. É também, além disso, o único ponto de arranqueadequado para que a reflexão prossiga sobre as pistas abertas que tentamos levantar naterceira parte deste artigo.Uma teologia do Batismo séria e solidamente fundamentada pode não apenas ajudardiretamente a esclarecer os problemas que a pastoral do Batismo enfrenta nas paróquias ecomunidades. Pode, também e sobretudo, para que a teologia do laicato, dos ministérios,dos estados de vida, etc. se torne cada vez mais uma teologia do existir cristão queintegre, sem suprimi-las, mas também sem hierarquizá-las, as enriquecedoras diferençasdos carismas e ministérios com que o Espírito Santo agracia sem cessar o Povo de Deus.

A mulher leiga na Igreja hojeMaría Clara BingemerA questão dos ministérios é uma questão crucial para os cristãos comprometidos de hoje. Dentreestes, particularmente a mulher – sempre e necessariamente leiga, já que não tem acesso aos ministériosordenados – se sente interpelada e no epicentro de um conflito que a confina apenas a um certo número deserviços na Igreja. Todas as mulheres envolvidas a fundo e de maneira radical num serviço eclesial sentemcotidianamente como aguilhão em sua própria carne o fato de pertencerem a uma Igreja que não ordenamulheres e que não pretende faze-lo. O fato desse impedimento por um lado e as enormes necessidades dascomunidades, apaixonadamente sentidas, por outro, vai mostrando a essas mulheres como é premente umareflexão e uma prática que responda aos desejos do povo de Deus neste particular.A recente Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis, promulgada em maio de 1994, reafirma, pormeio da palavra do próprio Papa João Paulo II, que a Igreja não tem autoridade para ordenar mulheres aosacerdócio. Afirma, além disso, que esta doutrina se funda na tradição contínua da Igreja. A 18 denovembro de 1995, a Congregação para a doutrina da fé publicou uma resposta à questão suscitada em muitosmeios eclesiais sobre se essa questão pertenceria ao depósito da fé. A resposta da comissão não dá àdec;aração do pontífice o cunho de definição ex-cathedra, mas afirma que é doutrina “fundada na palavraescrita de Deus”e que foi “desde o começo continuamente preservada e colocada em prática na tradição daIgreja”, além de ser apresentada infalivelmente pelo Magistério ordinário e universal”. 1O novo paradigma eclesial, mais comunitário, que substitui uma Igreja centrada sobre acontraposição clero-laicato por uma comunidade constantemente reinventada e redimensionada peloscarismas e ministérios abundantemente suscitados pelo Espírito em seu meio vai permitir às mulheres de hojeencontrarem espaço para caminhar no desejo e na efetivação de um real e maior serviço ao povo de Deus.A ocupação por parte da mulher de um espaço que se encontrava aberto e vazio foi altamentepositiva e muito bem aceita pelo povo. A tal ponto que, em relatos diversos de comunidades situadas emdiversos contextos sócio-religiosos e eclesiais, era possível ouvir observações tão sábias quanto saborosas decristãos que comentavam: “Aqui a gente prefere a missa da irmã do que a missa do padre. É mais alegre, agente se sente mais à vontade para participar”. À explicação de que a referida celebração não se tratava deuma missa, já que não contava com a presença do sacerdote, mas apenas uma celebração da palavra, os olhos

abertos e espantados e os lábios silenciosos demonstravam um não entendimento muito profundo destas sutisdistinções. O importante é que o desejo profundo de celebrar a festa do Senhor e louvar ao Deus Criador eRedentor podia acontecer porque havia a presença feminina atenta e solícita que tornava possível a liturgia,coordenando e animando aquela comunidade.Cada vez mais se vêem mulheres à frente das comunidades, agentes de pastoral comprometidas erespondendo por todo um grupo de pessoas, organizando seus desejos e procurando articular da melhormaneira possível seu acesso aos bens eclesiológicos.No campo da espiritualidade, a presença de mulheres igualmente cresceu de maneira notável. Leigasou religiosas, são incontáveis hoje as mulheres que se dedicam à pregação de retiros, acompanhamentoespiritual de pessoas, e produção de material que ajude a organizar positivamente a oração e a liturgia em seusmais diversos níveis. É notável o fruto que produzem essas mestras espirituais, que ajudam a tantos homens emulheres, segundo o seu próprio sentir feminino de Deus e sua experiência do Espírito marcada pelo seu jeitofeminino de ser.Finalmente, as mulheres teólogas, após a passagem pelos momentos que citamos acima, que são dedescoberta de si mesmas e de seu papel dentro da comunidade teológica, enveredam cada vez mais pela1 Cf. sobre esta questão todo o número da revista CONCILIUM 281 (1999/3), sobretudo o editorial de E. S.FIORENZA E H. HÄRING (pp 5-8)e o artigo do mesmo H. HÄRING, intitulado: Jesus não autorizou?Uma análise do documento de Roma, pp 9-27.produção teológica que não se centra mais apenas ou principalmente sobre o tema da mulher, mas sobre todosos temas da teologia, olhados e trabalhados desde sua perspectiva e sua ótica de mulheres. Professoras eescritoras, pesquisadoras e intelectuais de peso e profundidade, as mulheres teólogas hoje já permitem dizerque a teologia cristã católica seria impensável e infinitamente mais pobre sem sua contribuição. Se faltassemelas, faltaria uma parte importante da reflexão teológica, uma abordagem fundamental dos problemas arefletir, um sopro único que só elas podem dar aos temas tão antigos mas sempre novos do mistério cristão.

“LLEGAR A la PERFECCIÓN EN CUALQUIER ESTADO DE VIDA “<EE.135>La espiritualidad ignaciana al alcance de los laicosMaría Clara Lucchetti BingemerReunidos en ese Centro de formación de laicos que no por acaso se llama a Loyola y quetiene como sello y marca registrada los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, somos llamados enesta noche a reflexionar juntos sobre hasta que punto esos Ejercicios pueden y deben ser propuestos en suintegralidad y en toda su radicalidad a los laicos y laicas que tienen adentro de sí el deseo ardiente de laexperiencia que ellos significan.Si los Ejercicios de San Ignacio proponen un camino “para llegar a la perfección “, y sitradicionalmente en la Iglesia, los que escogen un estado de vida que puede llevarlos hacia esa perfección,por el seguimiento de los consejos evangélicos, son los religiosos, veamos cual era la intención de SanIgnacio al proponer sus Ejercicios como proceso pedagógico-espiritual que podría “ayudar las almas”. Peroantes de más nada, veamos lo que entendemos por “perfección”y, más aún, qué San Ignacio entiende por eso.El diccionario ayuda nuestra investigación y nuestra ponderación para poder entender enqué consiste - al menos en la comprensión moderna que tenemos hoy - la palabra perfección. El Verbeteperfección[Del lat. perfectione.], según él, tiene varios significados, cuales sean:1. El conjunto de todas las calidades; la ausencia de cualesquiera defectos:2. El máximo de excelencia a que una cosa puede llegar; primor, corrección:3. El mayor grado de bondad o virtud a que puede alguien llegar; pureza:4. El más alto grado de belleza a que puede llegar alguien o algo:5. Ejecución sin fallos, perfecta:6. Precisión (5).7. Requinte, aprieto, esmero:8. Maestría, pericia:Por otro lado, el adjetivo que corresponde al sustantivo perfección, cual sea, perfecto,[Dellat. perfectu, 'hecho hasta el fin', 'acabado, terminado'.]recibe las siguientes definiciones y significados:1. Que reúne todas las calidades concebibles:2. Que alcanzó el más alto grado en una escala de valores; incomparable, único, sin-par:3. Que corresponde precisamente a un concepto o calidad ideal:4. Óptimo, excelente, intachable:5. Ejecutado o fabricado de la mejor manera posible; sin defecto; primoroso, impecable:6. Que no deja margen a dudas; cabal, riguroso:7. Completo, total, acabado, rematado, perficiente:8. Gram. se dice de tiempo verbal que exprime acción o estado ya pasado con relación la cierta época.Si vamos a buscar en la vida y obra de San Ignacio, vamos a ver que la perfección y suvivencia es uno de sus más intensos y constantes deseos. No solo él la anhela ávidamente para sí propiodesde el inicio del itinerario de su conversión a Dios, como también, una vez fundada la Compañía, la pone

como objetivo mayor que debe perseguir todo jesuita.Dice mismo Ignacio que el fin de la Compañía es la “perfección de las almas” propias yajenas y que el itinerario del jesuita deberá ser siempre buscar la perfección para sí y para los otros,exhortando para tal constantemente en las Constituciones, al amor de la perfección , al deseo y empeño en lapráctica de las virtudes perfectas aconsejando a todos los que están en la Compañía a que busquenconstantemente exhortarse mutuamente a la perfección, orientando los Rectores o Prepósitos locales, oProvinciales a que, tratando con los candidatos a la Compañía, que anhelan disponer de sus candidatos alentrar, “le aconsejen o le representen lo más perfecto”.No es apenas, sin embargo, a los jesuitas que Ignacio aconseja la busca constante eincansable de la perfección en su relación con Dios y con los hermanos. Él también la recomienda, reiterada yrepetidamente en sus cartas, escritas no apenas a jesuitas, pero también a clérigos, religiosos y laicos deambos los sexos de su tiempo.Eso ya nos indica que la vida de perfección, para Ignacio, no es apenas algo a ser buscado yfruido para sí propio y para configurar la propia relación con Dios, pero algo a ser dado apostólicamente a losdemás. Así como, también, no es un ideal a ser perseguido apenas por sacerdotes y religiosos, pero por todaslas personas que anhelan crecer en la unión con Dios y en el servicio de los hermanos. No se trata solamente,para él, de buscar vivir esta perfección y tener animo para en su vía caminar pero también de atraer otros a lavida de perfección. Otros que pueden ser provenientes de todos los tipos y estados de vida.Los Ejercicios Espirituales sin duda son la escuela donde San Ignacio forma las personasque le cruzan el camino. Compuestos por él mismo a partir de su experiencia personal, se trata de uninstrumento pedagógico que el Santo utiliza incesantemente en su vida de apóstol para “ayudar las almas”.Vamos a ver a continuación como San Ignacio concibe estos mismos Ejercicios en términos de una propuestaconcreta de camino para “llegar a la perfección”.Los Ejercicios Espirituales: ¿camino de perfección?Es sabido en cuán alta cuenta San Ignacio tenía los Ejercicios Espirituales quiénes le habíansido enseñados por el propio Señor, “como un maestro-escuela a un niño.” En la conocida carta a ManuelMiona, son famosas sus palabras, diciendo que se trata “de todo aquello que de mejor yo en esta vida puedopensar, sentir y entender, así para el hombre poder aprovecharse a sí mismo como para poder fructificar,ayudar y aprovechar a otros muchos; que cuando para el primero no sintieseis necesidad, veréis sinproporción y estima cuanto os aprovechará para lo segundo”.Aunque no esté presente ahí la palabra “perfección” creemos que se puede, sin forzar el

texto, sobrentenderla, pues de algo tan excelente, San Ignacio no puede menos que considerar un camino deperfección.Hay otra carta, al Pe. Juan Pelletier, que nos dilucida sobre la conexión entre los Ejercicios yla perfección cristiana tal como la entiende San Ignacio. Y aquí entramos más hondamente en nuestra temaespecífico, que sería la ponderación sobre hasta donde podemos deducir, desde el pensamiento y de lapráctica de San Ignacio, si los Ejercicios completos en cuanto camino de perfección son esencialmente o porlo menos sobretodo para aquéllos que anhelan tomar estado de vida sacerdotal o religioso o si se destinanigualmente a los laicos.San Ignacio, escribiendo al Pe. Juan Pelletier, superior de la Compañía en Ferrara, daorientaciones necesarias y completas sobre el modo de proceder de los jesuitas con relación a los ministerioscon los próximos. Aunque enviada a Ferrara, esta carta sirvió igualmente para las casas de Florencia, Nápoles, Módena, con algunos pequeños cambios.Recomienda San Ignacio que se “debe buscar atraer a otros a la vida de perfección”, dandoenseguida instrucciones de como realizar la “atracción” a éste estado de vida configurado como de unión conDios y servicio de los otros. Oigamos lo que dice el propio Santo sobre las personas “idóneas”y capacitadas ahacer la experiencia de los Ejercicios:”los ejercicios de la primera semana se pueden dar a muchos; pero losdemás solamente a aquellos que se encuentran idóneos para el estado de la perfección y se disponen aayudarse muy verdaderamente.”¿Cómo se debería interpretar, ahí, éste “estado de perfección” mencionado por San Ignaciocómo condición para hacer los Ejercicios llamados de “elección”, o sea, los Ejercicios completos, que visanno solamente llevar la persona a la conversión que la Primera Semana proporciona y facilita, pero ayudarla aentregarse enteramente a Dios, ofreciéndose a Él en una “oblación de mayor estima y momento”,disponiéndose para el seguimiento de Jesús Cristo pobre y humilde, en la vida en la cuál Dios Nuestro Señorde ella si quiera servir? ¿Habría ahí alguna determinación y/o restricción o mismo recomendación de “estadode vida”tomado o a ser tomado para personas que fuesen aptas para la experiencia de los Ejercicios en todo surigor y autenticidad?Hay varios pasajes de los Ejercicios adonde parece que San Ignacio quiere referirse más,quizás, a la vida religiosa o al estado de vida sacerdotal, pudiendo dar la impresión de que los Ejercicios sonpreferencialmente destinados a este tipo de público. Así, por ejemplo, en las Reglas para Sentir con la Iglesia,cuando en la 4a. y en la 5a. reglas, dice: ”Alabar mucho la vida religiosa, la virginidad y la continencia; y el

matrimonio no tanto como cualquiera de esas”. O entonces: “Alabar los votos religiosos de obediencia,pobreza, castidad y de otras perfecciones de supererogación. Es de notar que, como el voto se refiere a cosasque se aproximan a la perfección evangélica, no se debe hacer voto de cosas que de ella se alejan, como de sercomerciante, de casarse, etc.”Por otro lado, en las Anotaciones, por ejemplo, aunque exalte la excelencia de la vidareligiosa, hace algunas resalvas de prudencia que ya nos abren otro tipo de perspectiva: “...aunque puedaalguien legítimamente inducir otro a ingresar en el estado religioso, entendiéndose hacer en él voto deobediencia, pobreza y castidad y aunque sea más meritoria la buena acción practicada con voto de lo que lapracticada sin él, es sin embargo necesario atender mucho a la peculiar condición y persona y a cuantoauxilio u obstáculo podrá encontrar en cumplir lo que quisiese prometer.” O ésta otra: “...aunque, fuerade los Ejercicios, podamos lícita y meritoriamente inducir todas las personas que presenten probable aptitud aescoger continencia, virginidad, vida religiosa y todas las formas de perfección evangélica, en tales Ejerciciosespirituales, sin embargo, es más conveniente y mucho mejor que...el mismo Creador y Señor secomunique...”Ya ahí encontramos la proverbial sabiduría del Santo no queriendo presuponer ni indicarninguna preferencia por ninguno estado de vida que pueda interferir entre aquello que es lo principal. Que es,sobretodo, la única cosa que realmente puede acarrear el ser humano a lo que se pueda entender por estado deperfección.Sin embargo, es el número 135 especialmente, destacándose entre otros tantos (cf. 15,189,344, etc.)qué nos deja percibir una apertura que nos muestra con buen margen de seguridad que Ignaciomismo cree en la posibilidad de personas laicas, seculares, hacer con fruto los Ejercicios completos.Llegar a la perfección en cualquier vida o estado...Leamos con atención este párrafo, situado en momento crucial del proceso de los Ejercicios.se trata del umbral de la elección. Es el momento donde el ejercitante, ya habiendo pasado por el cedazo de laPrimera Semana, hecho la oblación del Reino y contemplado los misterios de la Encarnación y de la Infanciade Jesús, se dispone a hacer el llamado “Día Ignaciano”. En este “Día”, él o ella si defrontará con las tanexigentes meditaciones de las Dos Banderas y de las Tres Clases de Hombres que abren las contemplacionesde la Vida Pública. Por su vez, los misterios de la Vida Pública deberán ser contemplados bajo la iluminaciónde la consideración radical de los Tres Grados de Humildad, que no dejan duda sobre cuales deben ser laspreferencias del ejercitante llegado a este punto de su aventura espiritual.

¡El momento es grave! se trata nada más nada menos que delinear una orientación que va aacompañar el ejercitante en todo el proceso de elección y reforma de vida. San Ignacio da señales de estarbien consciente de esta solemnidad, por el lenguaje y estilo que utiliza y por la materia que propone en este“Preámbulo” curiosamente denominado “para considerar estados de vida”.Vamos a detenernos por un momento en la lectura de este párrafo tan primordial en elproceso de los Ejercicios:Considerado ya el ejemplo que Cristo Nuestro Señor nos dio para el primero estado, quees el de la observancia de los mandamientos, viviendo él en la obediencia a sus padres, como también elejemplo para lo según estado, que es el de la perfección evangélica, cuando permaneció en el templo,dejando su padre adoptivo y su madre según la naturaleza, para dedicarse al puro servicio de su Padreeterno, comenzaremos, al mismo tiempo que contemplamos su vida, a indagar y a pedir en que vida oestado quiere servirse de nosotros su divina Majestad. Y así, introduciéndonos en ese de algún modo,veremos, a continuación, en el primer ejercicio, la intención de Cristo Nuestro Señor y, al contrario, la delenemigo de la naturaleza humana y como nos debemos disponer para llegar a la perfección en cualquieraestado o vida que Dios Nuestro Señor nos dé a escoger.La primera parte del “Preámbulo” parece caminar en el sentido de valorar una opción devida consagrada o, por lo menos, de una vida según los consejos evangélicos. Al contraponer “primero”y“segundo” estados de vida, parece el Santo contraponer “observancia de los mandamientos”y “perfecciónevangélica”. O sea, “vida laica”, hecha de pertenencia familiar, obediencia a los padres, etc. y “vidaconsagrada”, hecha de dedicación al puro servicio de su Padre eterno o sea, de devotamento en tiempointegral al servicio de Dios.Enseguida, sin embargo, nuestro mirar se sorprende con el rumbo que toma en ponderacióndel Santo. El ejemplo que toma para describir tanto un como otro “estados”es Cristo Nuestro Señor. Alafirmar qué el mismo Cristo vive en los dos “estados”no deja San Ignacio apertura para considerar qué tantoun cómo otro sano cristificadores o crísticos, y, ¿por tanto, generadores de perfección?San Ignacio continúa: no si trata apenas de “considerar”uno u otro “estado”, pero de,contemplando la vida de Cristo - que pasa por los dos “estados”- empezar a investigar y pedir en que vida oestado de nosotros se quiere servir su divina Majestad. La indicación del Santo es abierta y no reductora. Nosi trata de pedir con un bies ya pre-determinado. se trata de pedir dejando a la libertad creadora del Espíritudeterminar en que dirección o “estado” se va a configurar nuestra vida de servicio a Dios y a los otros.Finalmente, en la última parte del párrafo, el Santo va a aludir a la meditación siguiente, de

las Dos Banderas, al mencionar la “intención” de Cristo y la “intención” del enemigo, para introducir laexhortación final de este preámbulo que es, sin duda, de todas, a más sorprendente : como nos debemosdisponer para llegar a la perfección en cualquiera estado o vida que Dios Nuestro Señor nos dé a escoger.Reciben ahí una definitiva finalización todo el elucubraciones sobre un estado mejor o másperfecto del que el otro, o de una vida más de acuerdo con la voluntad de Dios que la otra. se tratasimplemente de disponer el corazón en total indiferencia y libertad para que Dios pueda actuar con su Amorsiempre creativo y nuevo. Sin discriminar ése o aquél estado, sin valorar a uno más de lo que a otro, Ignaciodestaca apenas la libertad que se ofrece a la Libertad divina que actúa y acarrea, soberana y amorosa, a la vidao estado donde más será servida, donde el Reino más se hará realidad.Nada, por tanto, de juicios de valor. ¡Nada de restricciones empobrecedoras! Apenas lacomunicación inmediata del Creador con la criatura, único camino capaz de llevar cualquiera un o cualquierauna - religioso o laico - a la perfección de la comunión con Dios, del seguimiento de Cristo y del servicio a loshermanos.De estas constataciones que hicimos desde una lectura de algunos párrafos de los EE.EE.,comparados con otras afirmaciones de San Ignacio, podemos constatar la inmensa actualidad del texto de losEE.EE. como instrumento de formación del laico o de la laica hoy. Podemos igualmente verificar la extremaagudeza y flexibilidad de San Ignacio en la propuesta que hace en sus EE.EE.Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio permiten que el cristiano laico de hoy haga conplenitud y radicalidad esa experiencia que va a transformar su vida y mostrarle el camino de la perfección, osea, de la santidad.Posibilidades y dificultades para que los laicos hagan la experiencia de los EjercicioscompletosLas dificultades reales para que los laicos pasen por la experiencia de los EE.EE. completosson bastantes evidentes: familia, compromisos profesionales, y otras. Se trata, sin embargo, de dificultadespropias de la configuración misma del estado de vida laical. Y aun éstas, la experiencia ha demostrado quecuando hay deseo, hay creatividad, fuerza de voluntad y capacidad para arreglar las cosas a fin de que laexperiencia pueda ser posible.Los numerosos laicos y laicas en todo el mundo y mismo aquí en América Latina que yapasaron por esa experiencia, jóvenes y adultos, padres de familia o no, confirman lo que acabo de decir. Esnecesario perder el miedo y superar el prejuicio que toma varias connotaciones y matices: “que es unaexperiencia muy fuerte para un laico”, “que un laico no aguanta pasar tanto tiempo lejos de su casa y trabajo”,

“que un laico está muy ocupado y por tanto esto no es para él.” ¿Para quién será, entonces? Si San Ignaciovivió sus Ejercicios, enseñado por el Señor, “¿cómo un maestro escuela a un niño” siendo aún laico? ¿Y silos primeros a quién les dio fueron laicos?No puede haber en nuestras cabezas y corazones la barrera de las imposibilidades que dicenque las experiencias más exigentes de la Iglesia no son para los laicos. Las experiencias bien sucedidas yllenas de frutos de muchos laicos y laicas que por el mundo afuera hicieron los Ejercicios de 30 días nos dicenexactamente lo contrario. Y para ser fieles al Espíritu mismo de San Ignacio y adecuados a los tiempos quecorren, debemos superar nuestros obstáculos interiores para creer que es así y no temer ser insolentes y osadosen proponer esta experiencia a los laicos y laicas que percibimos llenos de deseo y aptos para “llegar a laperfección”, o sea, que no se satisfarán con menos que la santidad en su itinerario espiritual.Más animoso que el propio Derecho Canónico, el Espíritu Santo continúa suscitando, en losdías de hoy, en muchos bautizados, hombres y mujeres, la disposición de seguir a Jesús Cristo pobre yhumilde, y asumir todas las consecuencias que ese seguimiento implica.La espiritualidad que cabe por lo tanto - hoy más que nunca - a todo cristiano, es unaespiritualidad de discernimiento, o sea, de búsqueda de la voluntad de Dios adentro del horizonte de Su plande amor. En medio a esa busca, cada uno y cada una va a encontrarse con las tentaciones y las ilusionespropias de las situaciones diferentes y variadas en medio a las cuales venga a ser colocado. Pero a todos,laicos, religiosos o clérigos, será pedido vislumbrar y sentir, a través de toda la floresta de diferentes"espíritus" que soplan, convidan y piden en todas las direcciones, el Soplo del verdadero Espíritu divino,Espíritu Santo único que santifica y arrastra al seguimiento de Jesucristo y a la voluntad del Padre,desenmascarando el mundo y sus falacias y mostrando la verdadera faz del verdadero Dios.Los Ejercicios de San Ignacio que tienen como dinámica propia el discernimiento de losespíritus, colocan el cristiano en contemplación delante de la vida de Jesucristo, como horizonte epigenéticoque le permitirá releer su vida a la luz de lo que el Espíritu Santo le va a dar a escoger sobre el telón de la vidade su Salvador.Llegar a la perfección en pleno mundoEn medio a la enorme riqueza de escuelas y tendencias que forman el tejido espiritual cristiano, laespiritualidad ignaciana, consecuente de los Ejercicios Espirituales, se revela especialmente adecuada paraaquéllos y aquéllas que son llamados a vivir la consagración de su Bautismo en pleno mundo.Alumbrado por las contemplaciones de la vida de Jesús Cristo, el laico va a sentirse

interpelado a la medida en la que avanza en el trayecto de los Ejercicios Espirituales en todos los sectores dela vida: familiar, profesional, financiero, etc. etc. Que nos confirmen los textos de la Reforma de Vida, N.189 de los Ejercicios, que invita el ejercitante a detenerse sobre detalles sobremanera prácticos de la vidadiaria, tales como: ¿en qué tipo de casa debe morar? ¿cuántos empleados debe tener? ¿cómo les debe regir ygobernar?; ¿cuánto dinero debe guardar para sí y cuánto debe distribuir a los pobres? etc. etc.Genuinamente cristianos e inspirados en el Evangelio, los Ejercicios proponen a loshombres y mujeres que los experimentan un camino de extrema radicalidad, que se realiza en una concretudindisfrazable. Si el destino de todo cristiano, pertenezca él a que segmento eclesial pertenezca, es la santidad,esa santidad tiene su piedra de toque en el ejercicio de la caridad hasta el fin, de manera total, plena y sinbúsqueda de sí mismo. Ora, la caridad no encuentra su fuente en el hombre, sino en Dios. Si la vivencia de laespiritualidad hoy es percibida cómo teniendo tal importancia, podría ser, sin sombra de duda, porque se hacemás aguda la conciencia de que el cristiano no tiene acceso a los frutos del Espíritu por su propia iniciativa,pero debe disponerse a recibirlos humildemente de las manos de Dios. Y eso solo podrá hacerloejercitándose en crear adentro de sí una actitud de apertura, escucha y entrega de amor oblativo.Es así que el servicio de caridad que sea prestado en el mundo por el cristiano bautizado sedistinguirá de otros servicios porque será efectivamente un servicio cristiano, en el seguimiento y en laimitación del Servidor de Javé, el Santo de Dios, que se entregó a sí mismo, obediente hasta la muerte deCruz. El cristiano que desea caminar en la espiritualidad ignaciana, que es movida por el Espíritu Santo, enel seguimiento de Jesús, al encuentro de la voluntad del Padre manifestada hoy en el mundo y en la historiadeberá siempre estar en tensión entre el deseo de plenitud que lo habita y una cierta tentación que lo "arrastra"de encuentro a un dominio temporal que puede acabar por ser demasiado carnal o puramente humano.Lo que está en juego cuando se habla de vida espiritual y santidad es la vida o la muerte, lasalvación o la perdición. Y de esa alternativa radical ninguna categoría de cristiano está excluida. Y muchomenos los laicos, viviendo, como viven, expuestos a todas las solicitaciones más diversas diariamente; ydebiendo, desde ahí, desde adentro de esta conflictividad, dar testimonio de Jesucristo, el Cordero de Dios.Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, que proponen “llegar a la perfecciónen cualquier vida o estado que nos dé a escoger Su Divina Majestad” son camino adecuado y precioso paraayudarnos a alcanzar ésta meta tan ambiciosa y al mismo tiempo tan exigente. Así haciendo, estarán

ayudándonos a nosotros, laicos de hoy, a contestar al llamado que nos hace la Madre Iglesia, de serprotagonistas de la nueva evangelización, que, según Ella, no se hará sin nuestro concurso.

Sillas vacías

Maria Clara L. Bingemer

Sao Paulo Noticias recientes de los grandes medios escritos declaran que el Papa Benedicto XVI tiene una motivación principal y mayor para visitar el Santuario de la Aparecida, en São Paulo en 2007.Además de participar en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en mayo del próximo año, el Pontífice estaría bastante preocupado con la evasión de fieles que sufre la Iglesia Católica en éste que es el país católico más grande del mundo.Los Obispos brasileros reunidos en una Asamblea en Itaici, también reflexionaron sobre este tema.El tema central de la Asamblea fue la Evangelización de la Juventud. Es fácil adivinar la preocupación que ocupa la cabeza y el corazón de los pastores de la Iglesia Católica al ver la poca presencia de nuestros jóvenes en la Iglesia.Sin contar las muchas -gracias a Dios-, y honrosas excepciones, no es necesario ser un observador agudo para constatar que la distancia entre la Iglesia y los jóvenes se profundiza y esto pone en riesgo todo el trabajo de evangelización y el futuro mismo de la Iglesia. Si las nuevas generaciones no abrazan el Evangelio y no enriquecen la comunidad eclesial con su entusiasmo, sus ideas nuevas, sus desafíos, ¿para dónde va esa Iglesia? ¿Cómo podrá responder a las interpelaciones del mundo actual, del cual esos jóvenes serán los protagonistas?En tanto, según la declaración de algunos obispos que estuvieron personalmente con el Papa en la visita anual, se aprecia que la preocupación de Benedicto XVI es más amplia y abarca más que simplemente el sector más joven de la población brasilera. Verdaderamente, su mirada de Pastor de la Iglesia Universal ve más lejos. Y su preocupación es con el fenómeno de evasión de los fieles católicos que ocurre en todo el país.En 1991, el 78% de los brasileros eran o se declaraban católicos. Hoy ese número cayó al 68%.Según los obispos, el Papa quedó bastante impresionado con esa cifra y esto lo habría motivado con fuerza a decidirse a venir a Aparecida para la V Conferencia del Episcopado latinoamericano. ¿Si el país católico más grande del mundo tiene esa baja en su número de fieles, adónde está la causa para que esto suceda?El año pasado, en 2005, el CERIS (Centro de Estadísticas Religiosas e Investigación Social) finalizó una investigación sobre las nuevas formas de creer. El objetivo principal era hacer un mapa de los motivos y las características del cambio de religión en la población brasilera. Se constató que ha habido una disminución relativa de personas que se declaran católicas y un crecimiento de evangélicos de sello pentecostal y neopentecostal.En 1991 había 83,3% de católicos y 9% de evangélicos en la sociedad brasilera. En el censo del año 2000, la proporción de católicos cayó a 73,9% y los evangélicos totalizaron 15,6%. Con todo, en el campo protestante, los que más crecen son los evangélicos pentecostales. El

último Censo, en 2000, identificó además un proceso de desinstitucionalización, al constatar que los que se declaran sin religión saltaron de 4,7% en 1991 a 7,4%.Además de esto, hay que reconocer que existe igualmente una “indefinición” que lleva a una cierta confusión entre los propios fieles católicos, haciendo su sentimiento de pertenencia algo difuso. La creciente presencia de instituciones evangélicas en el campo religioso brasilero, así como de nuevos movimientos religiosos que conjugan prácticas esotéricas con otras de tradición cristiana, produce un efecto de contaminación o simbiosis en las Iglesias históricas. Estas se ven muchas veces forzadas a adaptarse a las nuevas demandas espirituales de los individuos, lo que se expresa frecuentemente por medio de la adhesión a ofertas religiosas emergentes en el campo religioso brasilero, tales como “New Age”, sacralización de técnicas de relajación o de terapias de salud, etc.De todas maneras, el cambio de religión en Brasil hoy en día constituye una práctica del 24% de la población, lo que no es un número inexpresivo. El sentimiento de bienestar en un determinado grupo religioso y además la aproximación con Dios fueron las principales motivaciones de los entrevistados para cambiar de religión. Se evidencia que cada vez más las personas procuran la religión para atender las necesidades de orden subjetivo y espiritual. Y los compromisos éticos, aunque aparezcan como consecuencia de la adhesión espiritual, la secundan más de lo que la anteceden. La gran sed de los brasileros es por Dios, su persona y su amor.Este es el pueblo que Benedicto XVI va a encontrar cuando venga a Aparecida. Un pueblo con gran sed de Dios y con profunda alma religiosa, pero algo desorientado en su búsqueda espiritual. Esperemos que la presencia del Papa pueda ayudar a fortalecer los espíritus abatidos y consolar los corazones afligidos que desean a Dios más de lo que la tierra seca y árida desea la lluvia que la moja y fecunda.__________________Maria Clara Bingemer Teóloga, profesora y decana del Centro de Teología y Ciencias Humanas de la PUC-Rio, es autora de Violencia y Religión (Editora PUC-Rio/Edições Loyola), entre otros libros (wwwusers.rdc.puc-rio.br/agape) .