BIEN VISTO Autorretrato Bonaerense

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Mini catálogo de la obra: BIEN VISTO, 2009 Performance por delegación Artista: Paula Massarutti Editorial: Tres Palitos

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Paula Massarutti

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Bonaerense: adj. Perteneciente o relativo a esta provincia de la Argentina.

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Nunca me interesó el hecho de mirarme en el espejo estético. Mi intención siempre fue alejarme de mí mismo, aunque sabía perfectamente que me estaba utilizando. Llámelo un pequeño juego entre “yo” y “mí”.

Marcel Duchamp

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En 2009, pocos meses después de volver a la ciudad de La Plata, donde nací en 1976, me invitaron a exponer en la sala Microespacio del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti, situado en una de de las calles laterales del edificio de la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires: epicentro del reclamo cotidiano de centenares de manifes-tantes, trabajadores, dirigentes gremiales, piqueteros desocu-pados, políticos, etcétera.

El ideario utópico de la generación del 80, en 1882 construyó esta ciudad luz, como me gusta llamar a La Plata, ésta fue totalmente planificada y articulada en una cuadrícula a unos 60 Km. de la Capital Nacional. Su actividad principal es ser la sede administrativa de la provincia más importante de la República, por lo que alberga a miles de empleados públi-cos en sus dependencias ministeriales. Un gran porcentaje de la población trabaja en estos cargos públicos-políticos, a los cuales se accede mediante un requisito sine qua non: tener algún “amigo en el poder”. Y como casi no existen concursos abiertos, gracias al clientelismo político que es parte de la corrupción existente, se genera una sobrepoblación de em-pleados públicos que sostiene un gran aparato del estado en continua ebullición.

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La primera acción de mi proyecto fue visitar el Museo, in-stitución que había estado cerrada durante 2 años para su res-tauración, aunque aún hoy persisten problemas de filtraciones en las salas y el depósito. En estas condiciones sin embargo se intenta preservar unas 3600 obras, del patrimonio cultural de la provincia.

Una vez dentro de la sala Microespacio, me sentí como en una pecera. Esta sala es un pequeño cubículo con una pared vidriera que se ve desde la calle. Luego me enteré que en la oficinas públicas, llaman “pecera” a lugares como esto, con paredes construidas con paneles de vidrio y que, por lo general, es allí donde funciona “la oficina del “jefe”, quién mantiene bajo llave todos aquellos insumos necesarios para el trabajo y toda aquella documentación que no quiere sea de libre acceso para el resto de los empleados.

Conviví varios días en la oficina, las salas, casi como si fuera parte del personal. Conocí de esta manera el escaso espacio para la gran cantidad de trabajadores, la falta de recursos mate-riales, de organización en las realizaciones de las tareas especí-ficas del museo, tanto administrativas como técnicas y, a su vez, un estado de negociación laboral muy particular, naturalizada por todos.

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Reconocido el territorio propuse la realización de una oficina ficcional y funcional dentro de la sala Microespa-cio. Allí los empleados del Museo cumplieron su trabajo cotidiano en su propio espacio (El Museo), pero con una única variante: lo realizaron dentro del espacio expositivo, (vidriera conectada con el exterior del edificio) y dentro de mi obra BIEN VISTO; poniéndose en juego los planteos: hacer de uno mismo y fare finta (hacer como sí).

A partir de entonces, mi presencia en la institución generó inquietudes, preguntas y cierta incomodidad. Los emplea-dos del Museo son un conjunto heterogéneo en sus for-maciones, funciones y jerarquías; que no siempre se cor-responden, por ejemplo algunos de ellos egresados de la universidad de arte cumplen funciones administrativas. A las tensiones propias de tal diversidad se sumó un nuevo conflicto: decidir si serían parte o no de BIEN VISTO.

De un total de 50 finalmente 14 empleados de todo el Museo confirmaron su participación. Uno de ellos dijo: “después de todo el debate que tuvimos entre nosotros, ya no somos los mismos.” Estaba claro que la toma de posición implicó conocer qué pensaba el otro, saber quién era el otro y a partir de esto las relaciones entre ellos se redefinieron.

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Días antes de la inauguración en pleno montaje, el Jefe de Departamento del área técnica me pidió una expli-cación acerca de mi trabajo, entre otras argumentaciones poco sólidas expuso que los objetos que estaba colocando en la sala dañaban la imagen del Museo. Se refería explíci-tamente a: una bicicleta fija, un cuadro de la provincia de Buenos Aires dado vuelta, una virgencita (que había apare-cido en la ventana de la oficina del 1er piso) y, en general, a la precariedad de los materiales utilizados.

Alguna vez aprendí que la obra no está en el objeto, sino en el deseo de cada uno de considerarla como tal. Luego como si estuviera en mi propia sitcom bonaerense, me lla-maron a la “oficina del jefe” y tuve mi última reunión con el triunvirato conformado por el Director del Museo, el Jefe de Departamento del área técnica y el coordinador de la sala. Tuve que fundamentar una vez más BIEN VISTO, y después de un rato llegaron al inteligente veredicto: “en ningún caso sería conveniente censurar la obra” (sic).

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BIEN VISTO promovió por un lado lo funcional: la articulación del Museo Pettoruti con el resto de las oficinas del Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, por medio de la red informática y, por otro lado, lo ficcional. Cada protagonista tuvo la libertad de elegir en qué plano actuar y así los objetos allí dispuestos fueron cobrando sen-tido y funciones en el transcurso de los 15 días que duró la obra. Los participantes fueron redefiniendo los sectores, las disposiciones de los objetos y las comodidades de la nueva oficina. Adentro estaban ellos, los empleados/protagonis-tas, afuera el espectador/fiscal de su labor.

No se tenía el control sobre los actos dentro de la obra y por ende la autenticidad fue cuestionada y enfatizada.

BIEN VISTO mostró mediante la ficcionalización, la crisis en las relaciones entre los sujetos, el juego y las relaciones de poder. Propuso a un grupo de personas tomarse a sí mis-mas como objeto de una operación reflexiva; saber cómo, habilita a redefinir las condiciones de representatividad. Hacer de sí mismos y como sí, los acercó a un autorretrato, no como la autocomplacencia de “estar en la vidriera”, sino como la vivencia de una experiencia artística y la vi-sualización de los conflictos existentes en el ámbito laboral.

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Paula Massarutti

Esta publicación se realizó dentro del marco de la exposiciónSótanos y Depósitos de la Oficina del Patrimonio Intangiblehttp://oficinapatrimoniointangible.blogspot.comEL PARQUEADERO19 de octubre–3 de noviembre, 2011Bogotá - Colombia

Foto de tapa: Paula MassaruttiCorrección de estilo: Estela Gómez CzornomazDiseño: Tres Palitos – www.trespalitos.com

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