Best Stories 01

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Aceite de perro Ambrose Bierce Me llamo Boffer Bings. Nací de padres honestos en uno de los más humildes caminos de la vida: mi padre era fabricante de aceite de perro y mí madre poseía un pequeño estudio, a la sombra de la iglesia del pueblo, donde se ocupaba de los no deseados. En la infancia me inculcaron hábitos industriosos; no solamente ayudaba a mi padre a procurar perros para sus cubas, sino que con frecuencia era empleado por mi madre para eliminar los restos de su trabajo en el estudio. Para cumplir este deber necesitaba a veces toda mi natural inteligencia, porque todos los agentes de ley de los alrededores se oponían al negocio de mi madre. No eran elegidos con el mandato de oposición, ni el asunto había sido debatido nunca políticamente: simplemente era así. La ocupación de mi padre -hacer aceite de perro- era naturalmente menos impopular, aunque los dueños de perros desaparecidos lo miraban a veces con sospechas que se reflejaban, hasta cierto punto, en mí. Mi padre tenía, como socios silenciosos, a dos de los médicos del pueblo, que rara vez escribían una receta sin agregar lo que les gustaba designar Lata de Óleo. Es realmente la medicina más valiosa que se conoce; pero la mayoría de las personas es reacia a realizar sacrificios personales para los que sufren, y era evidente que muchos de los perros más gordos del pueblo tenían prohibido jugar conmigo, hecho que afligió mi joven sensibilidad y en una ocasión estuvo a punto de hacer de mí un pirata. A veces, al evocar aquellos días, no puedo sino lamentar que, al conducir indirectamente a mis queridos padres a su muerte, fui el autor de desgracias que afectaron profundamente mi futuro. Una noche, al pasar por la fábrica de aceite de mi padre con el cuerpo de un niño rumbo al estudio de mi madre, vi a un policía que parecía vigilar atentamente mis movimientos. Joven como era, yo había aprendido que los actos de un policía, cualquiera sea su carácter aparente, son provocados por los motivos más reprensibles, y lo eludí metiéndome en la aceitería por una puerta lateral casualmente entreabierta. Cerré en seguida y quedé a solas con mi muerto. Mi padre ya se había retirado. La única luz del lugar venía de la hornalla, que ardía con un rojo rico y profundo bajo uno de los calderos, arrojando rubicundos reflejos sobre las paredes. Dentro del caldero el aceite giraba todavía en indolente ebullición y empujaba ocasionalmente a la superficie un trozo de perro. Me senté a esperar que el policía se fuera, el cuerpo desnudo del niño en mis rodillas, y le acaricié tiernamente el pelo corto y sedoso. ¡Ah, qué guapo era! Ya a esa temprana edad me gustaban apasionadamente los niños, y mientras miraba al querubín, casi deseaba en mi corazón que la pequeña herida roja de su pecho -la obra de mi querida madre- no hubiese sido mortal. Era mi costumbre arrojar los niños al río que la naturaleza había provisto sabiamente para ese fin, pero esa noche no me atreví a salir de la aceitería por temor al agente. "Después de todo", me dije, "no

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Los cien mejores cuentos de la historia (VV. AA.)

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Aceite de perro

Ambrose Bierce

Me llamo Boffer Bings. Nac de padres honestos en uno de los ms humildes caminos de la vida: mi padre era fabricante de aceite de perro y m madre posea un pequeo estudio, a la sombra de la iglesia del pueblo, donde se ocupaba de los no deseados. En la infancia me inculcaron hbitos industriosos; no solamente ayudaba a mi padre a procurar perros para sus cubas, sino que con frecuencia era empleado por mi madre para eliminar los restos de su trabajo en el estudio. Para cumplir este deber necesitaba a veces toda mi natural inteligencia, porque todos los agentes de ley de los alrededores se oponan al negocio de mi madre. No eran elegidos con el mandato de oposicin, ni el asunto haba sido debatido nunca polticamente: simplemente era as. La ocupacin de mi padre -hacer aceite de perro- era naturalmente menos impopular, aunque los dueos de perros desaparecidos lo miraban a veces con sospechas que se reflejaban, hasta cierto punto, en m. Mi padre tena, como socios silenciosos, a dos de los mdicos del pueblo, que rara vez escriban una receta sin agregar lo que les gustaba designar Lata de leo. Es realmente la medicina ms valiosa que se conoce; pero la mayora de las personas es reacia a realizar sacrificios personales para los que sufren, y era evidente que muchos de los perros ms gordos del pueblo tenan prohibido jugar conmigo, hecho que afligi mi joven sensibilidad y en una ocasin estuvo a punto de hacer de m un pirata.A veces, al evocar aquellos das, no puedo sino lamentar que, al conducir indirectamente a mis queridos padres a su muerte, fui el autor de desgracias que afectaron profundamente mi futuro.

Una noche, al pasar por la fbrica de aceite de mi padre con el cuerpo de un nio rumbo al estudio de mi madre, vi a un polica que pareca vigilar atentamente mis movimientos. Joven como era, yo haba aprendido que los actos de un polica, cualquiera sea su carcter aparente, son provocados por los motivos ms reprensibles, y lo elud metindome en la aceitera por una puerta lateral casualmente entreabierta. Cerr en seguida y qued a solas con mi muerto. Mi padre ya se haba retirado. La nica luz del lugar vena de la hornalla, que arda con un rojo rico y profundo bajo uno de los calderos, arrojando rubicundos reflejos sobre las paredes. Dentro del caldero el aceite giraba todava en indolente ebullicin y empujaba ocasionalmente a la superficie un trozo de perro. Me sent a esperar que el polica se fuera, el cuerpo desnudo del nio en mis rodillas, y le acarici tiernamente el pelo corto y sedoso. Ah, qu guapo era! Ya a esa temprana edad me gustaban apasionadamente los nios, y mientras miraba al querubn, casi deseaba en mi corazn que la pequea herida roja de su pecho -la obra de mi querida madre- no hubiese sido mortal.

Era mi costumbre arrojar los nios al ro que la naturaleza haba provisto sabiamente para ese fin, pero esa noche no me atrev a salir de la aceitera por temor al agente. "Despus de todo", me dije, "no puede importar mucho que lo ponga en el caldero. Mi padre nunca distinguira sus huesos de los de un cachorro, y las pocas muertes que pudiera causar el reemplazo de la incomparable Lata de leo por otra especie de aceite no tendrn mayor incidencia en una poblacin que crece tan rpidamente". En resumen, di el primer paso en el crimen y atraje sobre m indecibles penurias arrojando el nio al caldero.

Al da siguiente, un poco para mi sorpresa, mi padre, frotndose las manos con satisfaccin, nos inform a m y a mi madre que haba obtenido un aceite de una calidad nunca vista por los mdicos a quienes haba llevado muestras. Agreg que no tena conocimiento de cmo se haba logrado ese resultado: los perros haban sido tratados en forma absolutamente usual, y eran de razas ordinarias. Consider mi obligacin explicarlo, y lo hice, aunque mi lengua se habra paralizado si hubiera previsto las consecuencias. Lamentando su antigua ignorancia sobre las ventaja de una fusin de sus industrias, mis padres tomaron de inmediato medidas para reparar el error. Mi madre traslad su estudio a un ala del edificio de la fbrica y cesaron mis deberes en relacin con sus negocios: ya no me necesitaban para eliminar los cuerpos de los pequeos superfluos, ni haba por qu conducir perros a su destino: mi padre los desech por completo, aunque conservaron un lugar destacado en el nombre del aceite. Tan bruscamente impulsado al ocio, se podra haber esperado naturalmente que me volviera ocioso y disoluto, pero no fue as. La sagrada influencia de mi querida madre siempre me protegi de las tentaciones que acechan a la juventud, y mi padre era dicono de la iglesia. Ay, que personas tan estimables llegaran por mi culpa a tan desgraciado fin!

Al encontrar un doble provecho para su negocio, mi madre se dedic a l con renovada asiduidad. No se limit a suprimir a pedido nios inoportunos: sala a las calles y a los caminos a recoger nios ms crecidos y hasta aquellos adultos que poda atraer a la aceitera. Mi padre, enamorado tambin de la calidad superior del producto, llenaba sus cubas con celo y diligencia. En pocas palabras, la conversin de sus vecinos en aceite de perro lleg a convertirse en la nica pasin de sus vidas. Una ambicin absorbente y arrolladora se apoder de sus almas y reemplaz en parte la esperanza en el Cielo que tambin los inspiraba.

Tan emprendedores eran ahora, que se realiz una asamblea pblica en la que se aprobaron resoluciones que los censuraban severamente. Su presidente manifest que todo nuevo ataque contra la poblacin sera enfrentado con espritu hostil. Mis pobres padres salieron de la reunin desanimados, con el corazn destrozado y creo que no del todo cuerdos. De cualquier manera, consider prudente no ir con ellos a la aceitera esa noche y me fui a dormir al establo.

A eso de la medianoche, algn impulso misterioso me hizo levantar y atisbar por una ventana de la habitacin del horno, donde saba que mi padre pasaba la noche. El fuego arda tan vivamente como si se esperara una abundante cosecha para maana. Uno de los enormes calderos burbujeaba lentamente, con un misterioso aire contenido, como tomndose su tiempo para dejar suelta toda su energa. Mi padre no estaba acostado: se haba levantado en ropas de dormir y estaba haciendo un nudo en una fuerte soga. Por las miradas que echaba a la puerta del dormitorio de mi madre, deduje con sobrado acierto sus propsitos. Inmvil y sin habla por el terror, nada pude hacer para evitar o advertir. De pronto se abri la puerta del cuarto de mi madre, silenciosamente, y los dos, aparentemente sorprendidos, se enfrentaron. Tambin ella estaba en ropas de noche, y tena en la mano derecha la herramienta de su oficio, una aguja de hoja alargada.

Tampoco ella haba sido capaz de negarse el ltimo lucro que le permitan la poca amistosa actitud de los vecinos y mi ausencia. Por un instante se miraron con furia a los ojos y luego saltaron juntos con ira indescriptible. Luchaban alrededor de la habitacin, maldiciendo el hombre, la mujer chillando, ambos peleando como demonios, ella para herirlo con la aguja, l para ahorcarla con sus grandes manos desnudas. No s cunto tiempo tuve la desgracia de observar ese desagradable ejemplo de infelicidad domstica, pero por fin, despus de un forcejeo particularmente vigoroso, los combatientes se separaron repentinamente.

El pecho de mi padre y el arma de mi madre mostraban pruebas de contacto. Por un momento se contemplaron con hostilidad, luego, mi pobre padre, malherido, sintiendo la mano de la muerte, avanz, tom a mi querida madre en los brazos desdeando su resistencia, la arrastr junto al caldero hirviente, reuni todas sus ltimas energas y salt adentro con ella! En un instante ambos desaparecieron, sumando su aceite al de la comisin de ciudadanos que haba trado el da anterior la invitacin para la asamblea pblica.

Convencido de que estos infortunados acontecimientos me cerraban todas las vas hacia una carrera honorable en ese pueblo, me traslad a la famosa ciudad de Otumwee, donde se han escrito estas memorias, con el corazn lleno de remordimiento por el acto de insensatez que provoc un desastre comercial tan terrible.

Algunas peculiaridades de los ojos

Philip K. Dick

Descubr por puro accidente que la Tierra haba sido invadida por una forma de vida procedente de otro planeta. Sin embargo, an no he hecho nada al respecto; no se me ocurre qu. Escrib al gobierno, y en respuesta me enviaron un folleto sobre la reparacin y mantenimiento de las casas de madera. En cualquier caso, es de conocimiento general; no soy el primero que lo ha descubierto. Hasta es posible que la situacin est controlada.

Estaba sentado en mi butaca, pasando las pginas de un libro de bolsillo que alguien haba olvidado en el autobs, cuando top con la referencia que me puso en la pista. Por un momento, no reaccion. Tard un rato en comprender su importancia. Cuando la asimil, me pareci extrao que no hubiera reparado en ella de inmediato.

Era una clara referencia a una especie no humana, extraterrestre, de increbles caractersticas. Una especie, me apresuro a sealar, que adopta el aspecto de seres humanos normales. Sin embargo, las siguientes observaciones del autor no tardaron en desenmascarar su autntica naturaleza. Comprend en seguida que el autor lo saba todo. Lo saba todo, pero se lo tomaba con extraordinaria tranquilidad. La frase (an tiemblo al recordarla) deca:

sus ojos pasearon lentamente por la habitacin.

Vagos escalofros me asaltaron. Intent imaginarme los ojos. Rodaban como monedas? El fragmento indicaba que no; daba la impresin que se movan por el aire, no sobre la superficie. En apariencia, con cierta rapidez. Ningn personaje del relato se mostraba sorprendido. Eso es lo que ms me intrig. Ni la menor seal de estupor ante algo tan atroz. Despus, los detalles se ampliaban.

sus ojos se movieron de una persona a otra.

Lacnico, pero definitivo. Los ojos se haban separado del cuerpo y tenan autonoma propia. Mi corazn lati con violencia y me qued sin aliento. Haba descubierto por casualidad la mencin a una raza desconocida. Extraterrestre, desde luego. No obstante, todo resultaba perfectamente natural a los personajes del libro, lo cual sugera que pertenecan a la misma especie.

Y el autor? Una sospecha empez a formarse en mi mente. El autor se lo tomaba con demasiada tranquilidad. Era evidente que lo consideraba de lo ms normal. En ningn momento intentaba ocultar lo que saba. El relato prosegua:

a continuacin, sus ojos acariciaron a Julia.

Julia, por ser una dama, tuvo el mnimo decoro de experimentar indignacin. La descripcin

revelaba que enrojeca y arqueaba las cejas en seal de irritacin. Suspir aliviado. No todos eran extraterrestres. La narracin continuaba:

sus ojos, con toda parsimonia, examinaron cada centmetro de la joven.

Santo Dios! En este punto, por suerte, la chica daba media vuelta y se largaba, poniendo fin a la situacin. Me reclin en la butaca, horrorizado. Mi esposa y mi familia me miraron, asombrados.

_Qu pasa, querido? _pregunt mi mujer.

No poda decrselo. Revelaciones como sta seran demasiado para una persona corriente. Deba guardar el secreto.

_Nada _respond, con voz estrangulada.

Me levant, cerr el libro de golpe y sal de la sala a toda prisa.

Segu leyendo en el garaje. Haba ms. Le el siguiente prrafo, temblando de pies a cabeza:

su brazo rode a Julia. Al instante, ella pidi que se lo quitara, cosa a la que l accedi de inmediato, sonriente.

No consta qu fue del brazo despus que el tipo se lo quitara. Quiz se qued apoyado en la pared, o lo tir a la basura. Da igual en cualquier caso, el significado era difano.

Era una raza de seres capaces de quitarse partes de su anatoma a voluntad. Ojos, brazos, y tal vez ms. Sin pestaear. En este punto, mis conocimientos de biologa me resultaron muy tiles. Era obvio que se trataba de seres simples, unicelulares, una especie de seres primitivos compuestos por una sola clula. Seres no ms desarrollados que una estrella de mar. Estos animalitos pueden hacer lo mismo.

Segu con mi lectura. Y entonces top con esta increble revelacin, expuesta con toda frialdad por el autor, sin que su mano temblara lo ms mnimo:

nos dividimos ante el cine. Una parte entr, y la otra se dirigi al restaurante para cenar.

Fisin binaria, sin duda. Se dividan por la mitad y formaban dos entidades. Exista la posibilidad que las partes inferiores fueran al restaurante, pues estaba ms lejos, y las superiores al cine. Continu leyendo, con manos temblorosas. Haba descubierto algo importante. Mi mente vacil cuando le este prrafo:

temo que no hay duda. El pobre Bibney ha vuelto a perder la cabeza.

Al cual segua:

y Bob dice que no tiene entraas.

Pero Bibney se las ingeniaba tan bien como el siguiente personaje. ste, no obstante, era igual de extrao. No tarda en ser descrito como:

carente por completo de cerebro.

El siguiente prrafo despejaba toda duda. Julia, que hasta el momento me haba parecido una persona normal se revela tambin como una forma de vida extraterrestre, similar al resto:

con toda deliberacin, Julia haba entregado su corazn al joven.

No descubr a qu fin haba sido destinado el rgano, pero daba igual. Resultaba evidente que Julia se haba decidido a vivir a su manera habitual, como los dems personajes del libro. Sin corazn, brazos, ojos, cerebro, vsceras, dividindose en dos cuando la situacin lo requera. Sin escrpulos.

a continuacin le dio la mano.

Me horroric. El muy canalla no se conformaba con su corazn, tambin se quedaba con su mano. Me estremezco al pensar en lo que habr hecho con ambos, a estas alturas.

tom su brazo.

Sin reparo ni consideracin, haba pasado a la accin y proceda a desmembrarla sin ms. Rojo como un tomate, cerr el libro y me levant, pero no a tiempo de soslayar la ltima referencia a esos fragmentos de anatoma tan despreocupados, cuyos viajes me haban puesto en la pista desde un principio:

sus ojos le siguieron por la carretera y mientras cruzaba el prado.

Sal como un rayo del garaje y me met en la bien caldeada casa, como si aquellas detestables cosas me persiguieran. Mi mujer y mis hijos jugaban al monopolio en la cocina. Me un a la partida y jugu con frentico entusiasmo. Me senta febril y los dientes me castaeteaban.

Ya haba tenido bastante. No quiero saber nada ms de eso. Que vengan. Que invadan la Tierra. No quiero mezclarme en ese asunto.

No tengo estmago para esas cosas.

Corazones solitariosRubem Fonseca

Yo trabajaba en un diario popular como reprter de casos policiacos. Hace mucho tiempo que no ocurra en la ciudad un crimen interesante, que envolviera a una rica y linda joven de la sociedad, muertes, desapariciones, corrupcin, mentiras, sexo, ambicin, dinero, violencia, escndalo.Crimen as ni en Roma, Pars, Nueva York, deca el editor del diario, estamos en un mal momento. Pero dentro de poco cambiar. La cosa es cclica, cuando menos lo esperamos estalla uno de aquellos escndalos que da materia para un ao. Todo est podrido, a punto, es cosa de esperar.Antes de que estallara me corrieron.Solamente hay pequeo comerciante matando socio, pequeo bandido matando a pequeo comerciante, polica matando a pequeo bandido. Cosas pequeas, le dije a Oswaldo Peanha, editor-jefe y propietario del diario Mujer.Hay tambin meningitis, esquistosomosis, mal de Chagas, dijo Peanha.Pero fuera de mi rea, dije.Ya leste Mujer?, Peanha pregunt.Admit que no. Me gusta ms leer libros.Peanha sac una caja de puros del cajn y me ofreci uno. Encendimos los puros. Al poco tiempo el ambiente era irrespirable. Los puros eran corrientes, estbamos en verano, las ventanas cerradas, y el aparato de aire acondicionado no funcionaba bien.Mujer no es una de esas publicaciones en color para burguesas que hacen rgimen. Est hecha para la mujer de la clase C, que come arroz con frijoles y si engorda es cosa suya. Echa una ojeada.Peanha tir frente a m un ejemplar del diario. Formato tabloide, encabezados en azul, algunas fotos desenfocadas. Fotonovela, horscopo, entrevistas con artistas de televisin, corte y costura.Crees que podras hacer la seccin De mujer a mujer, nuestro consultorio sentimental? El tipo que lo haca se despidi.De mujer a mujer estaba firmado por una tal Elisa Gabriela. Querida Elisa Gabriela, mi marido llega todas las noches borracho yCreo que puedo, dije.Estupendo. Comienza hoy. Qu nombre quieres usar?Pens un poco.Nathanael Lessa.Nathanael Lessa?, dijo Peanha, sorprendido y molesto, como si hubiera dicho un nombre feo, u ofendido a su madre.Qu tiene? Es un nombre como otro cualquiera. Y estoy rindiendo dos homenajes.Peanha dio unas chupadas al puro, irritado.Primero, no es un nombre como cualquier otro. Segundo, no es un nombre de la clase C. Aqu slo usamos nombres que agraden a la clase C, nombres bonitos. Tercero, el diario rinde homenajes slo a quien yo quiero y no conozco a ningn Nathanael Lessa y, finalmente la irritacin de Peanha aumentaba gradualmente, como si estuviera sacando algn provecho de ella aqu, nadie, ni siquiera yo mismo, usa seudnimos masculinos. Mi nombre es Mara de Lourdes!Di otra ojeada al diario, inclusive en el directorio. Slo haba nombres de mujer.No te parece que un nombre masculino da ms crdito a las respuestas? Padre, marido, mdico, sacerdote, patrn, slo hay hombres diciendo lo que ellas tienen que hacer. Nathanael Lessa pega mejor que Elisa Gabriela.Es eso justamente lo que no quiero. Aqu se sienten dueas de su nariz, confan en nosotros, como si furamos comadres. Llevo veinticinco aos en este negocio. No me vengas con teoras no comprobadas. Mujer est revolucionando la prensa brasilea, es un diario diferente que no da noticias viejas de la televisin de ayer.Estaba tan irritado que no pregunt lo que Mujer se propona. Tarde o temprano me lo dira. Yo slo quera el empleo.Mi primo, Machado Figueiredo, que tambin tiene veinticinco aos de experiencia, en el Banco del Brasil, suele decir que est siempre abierto a teoras no comprobadas. Yo saba que Mujer deba dinero al banco. Y sobre de la mesa de Peanha haba una carta de recomendacin de mi primo.Al or el nombre de mi primo, Peanha palideci. Dio un mordisco al puro para controlarse, despus cerr la boca, pareciendo que iba a silbar, y sus gruesos labios temblaron como si tuviera un grano de pimienta en la lengua. En seguida abri la boca y golpe con la ua del pulgar sus dientes sucios de nicotina, mientras me miraba de manera que l deba considerar llena de significados.Poda aadir Dr. a mi nombre: Dr. Nathanael Lessa.Rayos! Est bien, est bien, rezong Peanha entre dientes, empiezas hoy.Fue as como pas a formar parte del equipo de Mujer.Mi mesa quedaba cerca de la mesa de Sandra Marina, que firmaba el horscopo. Sandra era conocida tambin como Marlene Katia, al hacer entrevistas. Era un muchacho plido, de largos y ralos bigotes, tambin conocido como Joo Albergaria Duval. Haba salido haca poco tiempo de la escuela de comunicaciones y viva lamentndose, por qu no estudi odontologa?, por qu?Le pregunt si alguien traa las cartas de los lectores a mi mesa. Me dijo que hablara con Jacqueline, en expedicin. Jacqueline era un negro grande de dientes muy blancos.Queda mal que sea yo el nico aqu dentro que no tiene nombre de mujer, van a pensar que soy maricn. Las cartas? No hay ninguna carta. Crees que la mujer de la clase C escribe cartas? Elisa inventaba todas.Apreciado Dr. Nathanael Lessa. Consegu una beca de estudios para mi hija de diez aos, en una escuela elegante de la zona sur. Todas sus compaeritas van al peluquero, por lo menos una vez a la semana. Nosotros no tenemos dinero para eso, mi marido es conductor de autobs de la lnea Jacar-Caj, pero dice que va a trabajar horas extras para mandar a Tania Sandra, nuestra hijita, al peluquero. No cree usted que los hijos se merecen todos los sacrificios? Madre Dedicada. Villa Kennedy.Respuesta: Lave la cabeza de su hija con jabn de coco y colquele papillotes. Queda igual que en el peluquero. De cualquier manera, su hija no naci para ser muequita. Ni tampoco la hija de nadie. Coge el dinero de las horas extras y compra otra cosa ms til. Comida, por ejemplo.Apreciado Dr. Nathanael Lessa. Soy bajita, gordita y tmida. Siempre que voy al mercado, al almacn, a la abacera me dejan en la cola. Me engaan en el peso, en el cambio, los frijoles tienen bichos, la harina de maz est mohosa, cosas as. Acostumbraba sufrir mucho, pero ahora estoy resignada. Dios los est mirando y en el Juicio Final van a pagarlo. Domstica Resignada. Penha.Respuesta: Dios no est mirando a nadie. Quien tiene que defenderte eres t misma. Sugiero que grites, vocees a todo el mundo, que hagas escndalo. No tienes ningn pariente en la polica? Bandido tambin sirve. Arrglate, gordita.Apreciado Dr. Nathanael Lessa: Tengo veinticinco aos, soy mecangrafa y virgen. Encontr a ese muchacho que dice que me ama mucho. Trabaja en el Ministerio de Transportes y dice que quiere casarse conmigo, pero que primero quiere probar. Qu te parece? Virgen Loca. Parada de Lucas.Respuesta: Escucha esto, Virgen Loca, pregntale al tipo lo que va a hacer si no le gusta la experiencia. Si dice que te planta, dselo, porque es un hombre sincero. No eres grosella ni caldo de jilo para ser probada, pero hombres sinceros hay pocos, vale la pena intentar. Fe y adelante, firme.Fui a almorzar.A la vuelta Peanha mand llamarme. Tena mi trabajo en la mano.Hay algo aqu que no me gusta, dijo.Qu?, pregunt.Ah! Dios mo!, qu idea la gente se hace de la clase C, exclam Peanha, balanceando la cabeza pensativamente, mientras miraba para el techo y pona boca de silbido. Quienes gustan ser tratadas con palabrotas y puntapis son las mujeres de la clase A. Acurdate de aquel lord ingls que dijo que su xito con las mujeres era porque trataba a las damas como putas y a las putas como damas.Est bien. Entonces cmo debo tratar a nuestras lectoras?No me vengas con dialcticas. No quiero que las trates como putas. Olvida al lord ingls. Pon alegra, esperanza, tranquilidad y confianza en las cartas, eso es lo que quiero.Dr. Nathanael Lessa. Mi marido muri y me dej una pensin muy pequea, pero lo que me preocupa es estar sola, a los cincuenta y cinco aos de edad. Pobre, fea, vieja y viviendo lejos, tengo miedo de lo que me espera. Solitaria de Santa Cruz.Respuesta: Graba esto en tu corazn, Solitaria de Santa Cruz: ni dinero, ni belleza, ni juventud, ni una buena direccin dan felicidad. Cuntos jvenes ricos y hermosos se matan o se pierden en los horrores del vicio? La felicidad est dentro de nosotros, en nuestros corazones. Si somos justos y buenos, encontraremos la felicidad. S buena, s justa, ama al prjimo como a ti misma, sonre al tesorero del INPS * cuando vayas a recibir tu pensin.Al da siguiente Peanha me llam y me pregunt si poda tambin escribir la fotonovela. Producamos nuestras propias fotonovelas, no es fumeti italiano traducido. Elige un nombre.Eleg Clarice Simone, eran otros dos homenajes, pero no le dije eso a Peanha.El fotgrafo de las novelas vino a hablar conmigo.Mi nombre es Mnica Tutsi, dijo, pero puedes llamarme Agnaldo. Tienes la papa lista?Papa era la novela. Le expliqu que acababa de recibir el encargo de Peanha y que necesitaba por lo menos dos das para escribir.Das? Ja, ja, carcaje, haciendo el ruido de un perro grande, ronco y domesticado, ladrndole al dueo.Dnde est la gracia?, pregunt.Norma Virginia escriba la novela en quince minutos. Tena una frmulaYo tambin tengo una frmula. Ve a dar una vuelta y te apareces por aqu en quince minutos, que tendrs tu novela lista.Qu pensaba de m ese fotgrafo idiota? Slo porque yo haba sido reprter policial no significaba que fuera una bestia. Si Norma Virginia, o como fuera su nombre, escriba una novela en quince minutos, yo tambin la escribira. A fin de cuentas le todos los trgicos griegos, los ibsens, los oneals, los beckets, los chejovs, los shakespeares, las four hundred best television plays. Era slo chupar una idea de aqu, otra de all, y listo.Un nio rico es robado por los gitanos y dado por muerto. El nio crece pensando que es un gitano autntico. Un da encuentra una moza riqusima y los dos se enamoran. Ella vive en una rica mansin y tiene muchos automviles. El gitanillo vive en un carromato. Las dos familias no quieren que ellos se casen. Surgen conflictos. Los millonarios mandan a la polica prender a los gitanos. Uno de los gitanos es muerto por la polica. Un primo rico de la muchacha es asesinado por los gitanos. Pero el amor de los dos jvenes enamorados es superior a todas esas vicisitudes. Resuelven huir, romper con las familias. En la fuga encuentran un monje piadoso y sabio que sacramenta la unin de los dos en un antiguo, pintoresco y romntico convento en medio de un bosque florido. Los dos jvenes se retiran a la cmara nupcial. Son hermosos, esbeltos, rubios de ojos azules. Se quitan la ropa. Oh, dice la muchacha, qu es ese cordn de oro con medalla claveteada de brillantes que tienes en el pecho? Ella tiene una medalla igual! Son hermanos! T eres mi hermano desaparecido!, grita la muchacha. Los dos se abrazan. (Atencin, Mnica Tutsi: qu tal un final ambiguo?, haciendo aparecer en la cara de los dos un xtasis no fraternal, eh? Puedo tambin cambiar el final y hacerlo ms sofocliano: los dos descubren que son hermanos slo despus del hecho consumado; desesperada, la moza salta de la ventana del convento reventndose all abajo.)Me gust tu historia, dijo Mnica Tutsi.Un pellizco de Romeo y Julieta, una cucharadita de Edipo Rey, dije modestamente.Pero no sirve para que yo la fotografe. Tengo que hacer todo en dos horas. Dnde voy a encontrar la rica mansin? Los automviles? El convento pintoresco? El bosque florido?se es t problema.Dnde voy a encontrar, continu Mnica Tutsi, como si no me hubiera odo, los dos jvenes rubios, esbeltos, de ojos azules? Nuestros artistas son todos medio tirando a mulatos. Dnde voy a encontrar el carromato? Haz otra, muchacho. Vuelvo dentro de quince minutos. Y qu es sofocliano?Roberto y Betty son novios y van a casarse. Roberto, que es muy trabajador, economiza dinero para comprar un departamento y amueblarlo, con televisin a color, equipo musical, refrigerador, lavadora, enceradora, licuadora, batidora, lavaplatos, tostador, plancha elctrica y secador de pelo. Betty tambin trabaja. Ambos son castos. El casamiento est fijado. Un amigo de Roberto, Tiago, le pregunta, te vas a casar virgen?, necesitas ser iniciado en los misterios del sexo. Tiago, entonces, lleva a Roberto a casa de la Superputa Betatrn. (Atencin, Mnica Tutsi, el nombre es un toque de ficcin cientfica.) Cuando Roberto llega all descubre que la Superputa es Betty, su noviecita. Oh! Cielos! Sorpresa terrible! Alguien dir, tal vez un portero, Crecer es sufrir! Fin de la novela.Una palabra vale mil fotografas, dijo Mnica Tutsi, estoy siempre en la parte podrida. De aqu a poco vuelvo.Dr. Nathanael. Me gusta cocinar. Me gusta mucho tambin bordar y hacer crochet. Y ms que nada me gusta ponerme un vestido largo de baile, pintar mis labios de carmes, darme bastante colorete, ponerme rmel en los ojos. Ah, qu sensacin! Es una pena que tenga que quedarme encerrado en mi cuarto. Nadie sabe que me gusta hacer esas cosas. Estoy equivocado? Pedro Redgrave. Tijuca.Respuesta: Equivocado, por qu? Ests haciendo dao a alguien con eso? Ya tuve otro consultante que, como a ti, tambin le gustaba vestirse de mujer. Llevaba una vida normal, productiva y til a la sociedad, tanto que lleg a ser obrero-supervisor. Viste tus vestidos largos, pinta tu boca de escarlata, pon color en tu vida.Todas las cartas deben ser de mujeres, advirti Peanha.Pero esa es verdadera, dije.No creo.Entregu la carta a Peanha. La mir poniendo cara de polica examinando un billete groseramente falsificado.Crees que es una broma?, pregunt Peanha.Puede ser, dije. Y puede no ser.Peanha puso su cara reflexiva. Despus:Aade a tu carta una frase animadora, como por ejemplo, escribe siempre.Me sent a la mquina.Escribe siempre. Pedro, s que ste no es tu nombre, pero no importa, escribe siempre, cuenta conmigo. Nathanael Lessa.Coo, dijo Mnica Tutsi, fui a hacer tu dramn y me dijeron que est calcado de una pelcula italiana.Canallas, atajo de babosos, slo porque fui reprter policial me estn llamando plagiario.Calma, Virginia.Virginia? Mi nombre es Clarice Simone, dije. Qu cosa ms idiota es esa de pensar que slo las novias de los italianos son putas? Pues mira, ya conoc una novia de aqullas realmente serias, era hasta hermana de la caridad, y fueron a ver, tambin era puta.Est bien, muchacho, voy a fotografiar esa historia. La Betatrn puede ser mulata? Qu es Betatrn?Tiene que ser rubia, pecosa. Betatrn es un aparato para la produccin de electrones, dotado de gran potencial energtico y alta velocidad, impulsado por la accin de un campo magntico que vara rpidamente, dije.Coo! Eso s que es nombre de Puta, dijo Mnica Tutsi, con admiracin, retirndose.Comprensivo Nathanael Lessa. He usado gloriosamente mis vestidos largos. Y mi boca ha sido tan roja como la sangre de un tigre y el romper de la aurora. Estoy pensando en ponerme un vestido de satn e ir al Teatro Municipal. Qu te parece? Y ahora voy a contarte una gran y maravillosa confidencia, pero quiero que guardes el mayor secreto de mi confesin. Lo juras? Ah, no s si decirlo o no decirlo. Toda mi vida he sufrido las mayores desilusiones por creer en los dems, Soy bsicamente una persona que no perdi su inocencia. La perfidia, la estupidez, la falta de pudor, la bribonera, me dejaron muy impresionada. Oh, cmo me gustara vivir aislada en un mundo utpico hecho de amor y bondad. Mi sensible Nathanael, djame pensar. Dame tiempo. En la prxima carta contar ms, tal vez todo. Pedro Redgrave.Respuesta: Pedro. Espero tu carta, con tus secretos, que prometo guardar en los arcanos inviolables de mi recndita conciencia. Contina as, enfrentando altanero la envidia y la insidiosa alevosa de los pobres de espritu. Adorna tu cuerpo sediento de sensualidad, ejerciendo los desafos de tu mente valerosa.Peanha pregunt:Esas cartas tambin son verdaderas?Las de Pedro Redgrave s.Extrao, muy extrao, dijo Peanha golpeando con las uas en los dientes, qu te parece?No me parece nada, dije.Pareca preocupado por algo. Hizo preguntas sobre la fotonovela, sin interesarse, sin embargo, por las respuestas.Qu tal la carta de la cieguita?, pregunt.Peanha cogi la carta de la cieguita y mi respuesta y ley en voz alta: Querido Nathanael. No puedo leer lo que escribes. Mi abuelita adorada me lo lee. Pero no pienses que soy analfabeta. Lo que soy es cieguita. Mi querida abuelita me est escribiendo la carta, pero las palabras son mas. Quiero enviar unas palabras de consuelo a tus lectores, para que ellos, que sufren tanto con pequeas desgracias, se miren en mi espejo. Soy ciega pero soy feliz, estoy en paz, con Dios y con mis semejantes. Felicidades para todos. Viva el Brasil y su pueblo. Cieguita Feliz. Carretera del Unicornio, Nova Iguacu. P. S. Olvid decir que tambin soy paraltica.Peanha encendi un puro. Conmovedor, pero Carretera del Unicornio suena falso. Me parece mejor que pongas Carretera de Catavento, o algo as. Veamos ahora tu respuesta. Cieguita Feliz, enhorabuena por tu fuerza moral, por tu fe inquebrantable en la felicidad, en el bien, en el pueblo y en el Brasil. Las almas de aqullos que desesperan en la adversidad deberan nutrirse con tu edificante ejemplo, un haz de luz en las noches de tormenta.Peanha me devolvi los papeles. Tienes futuro en la literatura. Esta es una gran escuela. Aprende, aprende, s aplicado, no te desanimes, suda la camisa.Me sent a la mquina.Tesio, banquero, vecino de la Boca do Mato, en Lins de Vasconcelos, casado en segundas nupcias con Frederica, tiene un hijo, Hiplito, del primer matrimonio. Frederica se enamora de Hiplito. Tesio descubre el amor pecaminoso entre los dos. Frederica se ahorca en el mango del patio de la casa. Hiplito pide perdn al padre, huye de casa y vagabundea desesperado por las calles de la ciudad cruel hasta ser atropellado y muerto en la Avenida Brasil.Cul es la salsa aqu?, pregunt Mnica Tutsi.Eurpides, pecado y muerte. Voy a contarte una cosa: Yo conozco el alma humana y no necesito de ningn griego viejo para inspirarme. Para un hombre de mi inteligencia y sensibilidad basta slo mirar en torno. Mrame bien a los ojos. Has visto una persona ms alerta, ms despierta?Mnica Tutsi me mir fijo a los ojos y dijo:Creo que ests loco.Continu:Cito los clsicos slo para mostrar mis conocimientos. Como fui reprter policial, si no lo hiciera no me respetaran los cretinos. Le miles de libros. Cuntos libros crees que ha ledo Peanha?Ninguno. La Frederica puede ser negra?Buena idea. Pero Tesio e Hiplito tienen que ser blancos.Nathanael. Yo amo, un amor prohibido, un amor vedad. Amo a otro hombre. Y l tambin me ama. Pero no podemos andar por la calle de la mano, como los dems, besarnos en los jardines y en los cines, como los dems, tumbarnos abrazados en la arena de las playas, como los dems, bailar en las boites, como los dems. No podemos casarnos, como los dems, y juntos enfrentar la vejez, la enfermedad y la muerte, como los dems. No tengo fuerzas para resistir y luchar. Es mejor morir. Adis. sta es mi ltima carta. Manda decir una misa por m. Pedro Redgrave.Respuesta: Qu es eso, Pedro? Vas a desistir ahora que encontraste tu amor? Osear Wilde sufri el demonio, fue desmoralizado, ridiculizado, humillado, procesado, condenado, pero aguant la embestida. Si no puedes casarte, arrmate. Hagan testamento, uno a favor del otro. Defindanse. Usen la ley y el sistema en su beneficio. Sean, como los dems, egostas, encubridores, implacables, intolerantes e hipcritas. Exploten. Expolien. Es legtima defensa. Pero, por favor, no hagan ninguna locura.Mand la carta y la respuesta a Peanha. Las cartas slo eran publicadas con su visto bueno.Mnica Tutsi apareci con una muchacha.sta es Mnica, dijo Mnica Tutsi.Qu coincidencia, dije.Qu coincidencia, qu?, pregunt la muchacha Mnica.Que tengan el mismo nombre, dije.Se llama Mnica?, pregunt Mnica apuntando al fotgrafo.Mnica Tutsi. T tambin eres Tutsi?No. Mnica Amelia.Mnica Amelia se qued royendo una ua y mirando a Mnica Tutsi.T me dijiste que tu nombre era Agnaldo, dijo ella.All afuera soy Agnaldo. Aqu dentro soy Mnica Tutsi.Mi nombre es Clarice Simone, dije.Mnica Amelia nos observ atentamente, sin entender nada. Vea dos personas circunspectas, demasiado cansadas para bromas, desinteresadas del propio nombre.Cuando me case mi hijo, o mi hija, va a llamarse Hei Psiu, dije.Es un nombre chino?, pregunt Mnica.O bien Fiu Fiu, silb.Te ests volviendo nihilista, dijo Mnica Tutsi, retirndose con la otra Mnica.Nathanael. Sabes lo que es dos personas que se gustan? ramos nosotros dos, Mara y yo. Sabes lo que es dos personas perfectamente sincronizadas? ramos nosotros dos, Mara y yo. Mi plato predilecto es arroz, frijoles, col a la mineira, farofa y chorizo frito. Imaginas cul era el de Mara? Arroz, frijoles, col a la mineira, farofa y chorizo frito. Mi piedra preciosa preferida es el Rub. La de Mara, vers, era tambin el Rub. Nmero de la suerte, el 7; color, el Azul; da, el Lunes; pelcula, del Oeste; libro, El Principito; bebida, Cerveza; colchn, el Anatn; equipo, el Vasco da Gama; msica, la Samba; pasatiempo, el Amor; todo igualito entre ella y yo, una maravilla. Lo que hacamos en la cama, muchacho, no es para presumir, pero si fuera en el circo y cobrramos la entrada nos hacamos ricos. En la cama ninguna pareja jams fue alcanzada por tanta locura resplandeciente, fue capaz de performance tan hbil, imaginativa, original, pertinaz, esplendorosa y gratificante como la nuestra. Y repetamos varias veces por da. Pero no era slo eso lo que nos una. Si te faltara una pierna continuara amndote, me deca. Si t fueras jorobada no dejara de amarte, responda yo. Si fueras sordomudo continuara amndote, deca ella. Si t fueras bizca no dejara de amarte, yo responda. Si estuvieras barrign y feo continuara amndote, deca ella. Si estuvieras toda marcada de viruela no dejara de amarte, yo responda. Si fueras viejo e impotente continuara amndote, deca ella. Y estbamos intercambiando estos juramentos cuando un deseo de ser verdadero me golpe, hondo como una pualada, y le pregunt, y si no tuviera dientes, me amaras?, y ella respondi, si no tuvieras dientes continuara amndote. Entonces me saqu la dentadura y la puse encima de la cama, con un gesto grave, religioso y metafsico. Quedamos los dos mirando la dentadura sobre la sbana, hasta que Mara se levant, se puso un vestido y dijo, voy a comprar cigarros. Hasta hoy no ha vuelto. Nathanael, explcame qu fue lo que sucedi. El amor acaba de repente? Algunos dientes, miserables pedacitos de marfil, valen tanto? Odontos Silva.Cuando iba a responder apareci Jacqueline y dijo que Peanha me estaba llamando.En la oficina de Peanha haba un hombre con gafas y patillas.ste es el Dr. Pontecorvo, que es, qu es usted realmente?, pregunt Peanha.Investigador motivacional, dijo Pontecorvo. Como iba diciendo, hacemos primero un acopio de las caractersticas del universo que estamos investigando. Por ejemplo: quines son los lectores de Mujer? Vamos a suponer que es mujer y de la clase C. En nuestras investigaciones anteriores ya estudiamos todo sobre la mujer de la clase C, dnde compra sus alimentos, cuntas bragas tiene, a qu hora hace el amor, a qu horas ve la televisin, los programas de televisin que ve, en suma, un perfil completo.Cuntas bragas tiene?, pregunt Peanha.Tres, respondi Pontecorvo, sin vacilar.A qu hora hace el amor?A las veintiuna treinta, respondi Pontecorvo con prontitud.Y cmo descubren ustedes todo eso? Llaman a la puerta de doa Aurora, en el conjunto residencial del INPS, abre la puerta y ustedes le dicen a qu hora se echa su acostn? Escucha, amigo mo, estoy en este negocio hace veinticinco aos y no necesito a nadie para que me diga cul es el perfil de la mujer de la clase C. Lo s por experiencia propia. Ellas compran mi diario, entendiste? Tres bragas Ja!Usamos mtodos cientficos de investigacin. Tenemos socilogos, psiclogos, antroplogos, especialistas en estadsticas y matemticos en nuestro staff, dijo Pontecorvo, imperturbable.Todo para sacar dinero a los ingenuos, dijo Peanha con no disimulado desprecio.Adems, antes de venir para ac, recog algunas informaciones sobre su diario, que creo pueden ser de su inters, dijo Pontecorvo.Y cunto cuesta?, pregunt Peanha con sarcasmo.Se la doy gratis, dijo Pontecorvo. El hombre pareca de hielo. Hicimos una miniinvestigacin sobre sus lectores y, a pesar del tamao reducido de la muestra, puedo asegurarle, sin sombra de duda, que la gran mayora, la casi totalidad de sus lectores, est compuesta por hombres, de la clase B.Qu?, grit Peanha.Eso mismo, hombres, de la clase B.Primero, Peanha se puso plido. Despus se fue poniendo rojo, y despus violceo, como si lo estuvieran estrangulando, la boca abierta, los ojos desorbitados, y se levant de su silla y camin tambaleante, los brazos abiertos, como un gorila loco en direccin a Pontecorvo. Una imagen impactante, incluso para un hombre de acero como Pontecorvo, incluso para un ex-reprter policial. Pontecorvo retrocedi ante el avance de Peanha hasta que, con la espalda en la pared, dijo, intentando mantener la calma y compostura: Tal vez nuestros tcnicos se hayan equivocado.Peanha, que estaba a un centmetro de Pontecorvo, tuvo un violento temblor y, al contrario de lo que yo esperaba, no se tir sobre el otro como un perro rabioso. Agarr sus propios cabellos y comenz a arrancrselos, mientras gritaba: farsantes, estafadores, ladrones, aprovechados, mentirosos, canallas. Pontecorvo, gilmente, se escabull en direccin a la puerta, mientras Peanha corra tras l arrojndole los mechones de pelo que haba arrancado de su propia cabeza. Hombres! Hombres! Clase B!, graznaba Peanha, con aire alocado.Despus, ya totalmente sereno creo que Pontecorvo huy por las escaleras, Peanha, nuevamente sentado detrs de su escritorio, me dijo: Es a ese tipo de gente a la que el Brasil est entregado, manipuladores de estadsticas, falsificadores de informaciones, patraeros con sus computadoras creando todos la Gran Mentira. Pero conmigo no podrn. Puse al hipcrita en su sitio, o no?Dije cualquier cosa, concordando. Peanha sac la caja de mata-ratas del cajn y me ofreci uno. Permanecimos fumando y conversando sobre la Gran Mentira. Despus me dio la carta de Pedro Redgrave y mi respuesta, con su visto bueno, para que la llevara a composicin.En mitad del camino verifiqu que la carta de Pedro Redgrave no era la que yo le haba enviado. El texto era otro:Apreciado Nathanael, tu carta fue un blsamo para mi corazn afligido. Me dio fuerzas para resistir. No har ninguna locura, prometo queLa carta terminaba ah. Haba sido interrumpida en la mitad. Extrao. No entend. Haba algo equivocado.Fui a mi mesa, me sent y comenc a escribir la respuesta al Odontos Silva:Quien no tiene dientes tampoco tiene dolor de dientes. Y como dijo el hroe de la conocida pieza Mucho ruido y pocas nueces, nunca hubo un filsofo que pudiera aguantar con paciencia un dolor de dientes. Adems de eso, los dientes son tambin instrumentos de venganza, como dice el Deuteronomio: ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie. Los dientes son despreciados por los dictadores. Recuerdas lo que dijo Hitler a Mussolini sobre un nuevo encuentro con Franco?: Prefiero arrancarme cuatro dientes. Temes estar en la situacin del hroe de aquella obra Todo est bien si al final nadie se equivoca, sin dientes, sin gusto, sin todo. Consejo: ponte los dientes nuevamente y muerde. Si la dentellada no fuera buena, da puetazos y puntapis.Estaba en la mitad de la carta del Odontos Silva cuando comprend todo. Peanha era Pedro Redgrave. En vez de devolverme la carta en que Pedro me peda que mandara rezar una misa y que yo le haba entregado junto con mi respuesta hablando sobre Oscar Wilde, Peanha me entreg una nueva carta, inacabada, ciertamente por equivocacin, y que deba de llegar a mis manos por correo.Cog la carta de Pedro Redgrave y fui a la oficina de Peanha.Puedo entrar?, pregunt.Qu hay? Entra, dijo Peanha.Le entregu la carta de Pedro Redgrave. Peanha ley la carta y advirtiendo el equvoco que haba cometido, palideci, como era su natural. Nervioso, revolvi los papeles de su mesa.Todo era una broma, dijo despus, intentando encender un puro. Ests disgustado?En serio o en broma, me da lo mismo, dije.Mi vida da para una novela, dijo Peanha. Esto queda entre nosotros, de acuerdo?Yo no saba bien lo que l quera que quedara entre nosotros, que su vida daba para una novela o que l era Pedro Redgrave. Pero respond:Claro, slo entre nosotros.Gracias, dijo Peanha. Y dio un suspiro que cortara el corazn de cualquiera que no fuera un ex-reprter policial.

Dejar a Matilde

Alberto Moravia

Un amigo mo camionero ha escrito en el cristal del parabrisas: Mujeres y motores, alegras y dolores. No digo yo que no tenga sus buenas razones para decir que los dolores y las alegras que le procuran las mujeres tengan ms o menos el mismo peso en la balanza de su vida. Digo que, al menos por lo que se refiere a Matilde y a m, esa balanza andaba muy desequilibrada: por un lado, muy alto, el platillo de las alegras; por el otro, muy bajo, el platazo de los dolores. De modo que, al final, tras un ao de noviazgo de puras peleas, incumplimientos de palabra, bribonadas y traiciones, decid dejarla a la primera oportunidad.La oportunidad lleg pronto, una noche que la haba citado en la plaza Campitelli, cerca de su casa: Esa noche Matilde, simplemente, no vino. Advert entonces, tras una horita de espera, que senta ms alivio que disgusto, y comprend que haba llegado el momento de la separacin. Incierto entre un dolor amargo y una satisfaccin agraz, medio contento y medio desesperado, me fui a casa y me acost en seguida. Pero antes de apagar la luz me santig, solemne, y dije en voz alta:

-Esta vez se acab, vaya si se acab.

Este juramento hay que decir que me calm, porque dorm de corrido nueve horas y slo me despert por la maana cuando mam vino a avisarme que preguntaban por m al telfono.

Fui al telfono, al apartamento de enfrente, de una modista amiga. De inmediato, la vocecita dulce de Matilde:

-Cmo ests?

-Estoy bien -contest, duro.

-Perdname por anoche..., pero no pude, de verdad.

-No importa -le dije-, as que adis... Nos veremos maana... Te dir una cosa...

-Qu cosa?

-Una importante.

-Una cosa buena?

-Segn... Para m s.

-Y para m?

Dije tras un momento de reflexin:

-Claro, tambin para ti.

-Y qu cosa es?

-Te la dir maana.

-No, dmela hoy.

-No me mates...

-Est bien... Sabes por qu te he telefoneado hoy? Porque hace un da precioso, es fiesta, y podramos ir en moto al mar. Qu te parece?

Me qued incmodo porque no me esperaba esa propuesta tan cariosa, hecha con una voz tan dulce. Despus pens que, en el fondo, tanto daba hoy como maana: iramos a la playa y yo, en lo mejor, le dira que la dejaba y as me vengara tambin un poco. Dije:

-Est bien, dentro de media hora paso a buscarte.

Fui a recoger el ciclomotor y luego, a la hora fijada, me present en casa de Matilde y le silb para llamarla, como de costumbre. Se precipit en seguida abajo, lo not; normalmente me haca esperar Dios sabe cunto. Mientras corra hacia m atravesando la plaza, la mir y me di cuenta una vez ms de que me gustaba: bajita, dura, morensima, con la cara ancha por abajo como un gato, la boca sombreada de pelusilla, los ojos negros, astutos y vivos, el pelo muy cortito, tan espeso y tan bajo sobre la frente que evocaba el pelamen de un animal salvaje. Pero pens: Desde luego que me gusta, me gusta mucho, pero la dejo, y advert con alivio que la idea no me turbaba en absoluto. Cuando la tuve delante, todava jadeando por la carrera, me pregunt en seguida con voz tierna:

-Qu? An ests enfadado por lo de ayer?

Contest hurao:

-Vamos, monta.

Y ella, sin ms, subi al silln de la moto agarrndose a m con las dos manos. Salimos.

Una vez en la va Cristoforo Colombo, entre los muchos automviles y motos del da festivo, con el sol que ya quemaba, empec a pensar saudamente en lo que deba hacer. Cundo tena que decirle que la dejaba? Al principio pens que se lo dira en cuanto llegsemos a la playa, para estropearle la excursin y a lo mejor traerla inmediatamente despus a Roma: una idea vengativa. Pero despus, pensndolo mejor, me dije que, a fin de cuentas, tambin me estropeara la excursin a m mismo. Mejor, pens, disfrutar de la vida y -por qu no?- de Matilde hasta cierto momento, digamos que hasta las dos, despus de comer. O bien, incluso, esperar al final de la excursin y decrselo mientras regresbamos, por esta misma va Cristoforo Colombo, sin volverme, as, como por azar. O incluso tambin esperar a llegar a Roma y decrselo en la puerta de su casa: Adis, Matilde. Te digo adis porque hoy ha sido la ltima vez que hemos estado juntos. Entre tantas ideas no saba cul escoger; al final me dije que no deba hacer planes; en el momento oportuno, no saba cul, se lo dira. Entre tanto Matilde, como si hubiera adivinado mis reflexiones, se apretaba fuerte a m, e incluso me haba cogido con la mano la piel del brazo, como pellizcndome, con ese pellizco que se llama mordisco del asno, y que en ella era una demostracin de afecto. La o, despus, decirme al odo con una voz alegre y tierna:

-Eh! Sabes que tienes que ir al peluquero? Con tanto pelo ni hay sitio para un beso.

Digo la verdad, esas palabras y el pellizco me hicieron cierto efecto. Pero de todas formas pens: Sigue, sigue... Ya es demasiado tarde.

Una vez en Castelfusano cog hacia Torvaianica, donde saba que no haba balnearios, que slo agradan a quienes van al mar a ponerse morenos, sino nada ms que matorrales y la playa desierta. Al llegar a un sitio muy solitario, con un monte bajo que pululaba, verde e intrincado, por el declive hasta la tira blanca de la playa, dej la moto en el borde del camino; y despus corrimos juntos a ms no poder por los senderos, rodeando los gruesos arbustos batidos por el viento, hasta el mar. La llevaba de la mano, pero este gesto carioso lo haba impuesto ella; y yo la dej hacer; as me sent de nuevo enternecido, como en los buenos tiempos en que la quera. Pero me di cuenta de que segua decidido a dejarla, y esto me devolvi la confianza.

-Voy a desnudarme detrs de aquella mata -dijo ella-. No mires.

Y yo me pregunt si no sera cosa de decrselo ahora; recibira la ducha fra justo en el momento en que estaba desnuda, llena de la felicidad que le daba aquel sitio tan bonito y la excursin al mar. Pero cuando me volv hacia ella y vi asomar por la mata sus hombros delicados, con los brazos levantados, y quitarse la falda por la cabeza, se me fueron las ganas. Tanto ms cuanto que ella deca, siempre con su voz cariosa:

-Giulio, no te creas que no me doy cuenta; me ests mirando.

As fuimos a tumbarnos en la arena, yo boca abajo y ella hacia arriba, con la cabeza en mi espalda como en un cojn. El sol quemaba mi espalda, la arena me quemaba el pecho y su cabeza me pesaba en la espalda, pero era un dulce peso. Ella dijo, tras un largo silencio:

-Por qu ests tan callado? En qu piensas?

Y yo contest espontneamente:

-Pienso en lo que tengo que decirte.

-Pues dilo.

Estaba a punto de decirlo de veras cuando ella, voluble como las mariposas que vuelan de una flor a otra y nunca se dejan coger, dijo de pronto:

-Mira, mientras tanto ntame los hombros, que no quiero quemarme.

Renunci una vez ms a hablar y, cogiendo el frasquito de aceite, le unt la espalda desde el cuello a la cintura. Al final ella anunci:

-Me duermo. No me molestes!

Y me qued turulato de nuevo, pensando que, en el fondo, no le importaba nada saber lo que quera decirle.

Matilde durmi quizs una hora; despus se despert y propuso:

Caminemos a lo largo del mar. Es pronto para baarse, pero al menos quiero mojarme los pies en el agua.

Volvi a cogerme de la mano y juntos corrimos a travs de la playa hacia la orilla. Las olas eran grandes y ella, siempre de mi mano, empez a dar carreritas hacia adelante y hacia atrs, segn las olas avanzaran o refluyeran, entre un viento que soplaba con fuerza, gritando de alegra cada vez que una ola, ms rpida que ella, la embesta y le suba hasta media pierna. No s por qu, al verla tan feliz, me dieron unas ganas crueles de estropearle la felicidad y grit fuerte, para superar con la voz el estruendo de mar: Ahora te digo esa cosa. Pero ella, de forma imprevista, me abraz repentinamente con fuerza, dicindome: Cgeme en brazos y llvame al medio del agua, intntalo, pero no me dejes caer. De modo que la cog en brazos, que pesaba mucho aunque era pequea, y avanc un poco entre toda aquella confusin de olas que se cruzaban, montaban unas sobre otras y refluan. Mientras tanto me preguntaba por qu ella haba hecho este gesto; y conclu dicindome que, con su intuicin femenina, haba adivinado que lo que quera decirle no le iba a gustar. Ahora, desvanecido el peligro de orme decir aquella cosa, me invitaba a volver a la orilla. Volv y la dej con delicadeza en la arena; me dio un beso en la mejilla, diciendo:

-Y ahora comemos.

Abrimos el paquete del almuerzo y comimos los bocadillos de ternera que mi madre me haba preparado. Despus, durante dos horas, siempre la misma cancin. Yo tena en la punta de la lengua lo que quera decirle, pensaba decrselo porque el momento me pareca favorable, estaba a punto de decirlo cuando ella, de pronto, me hablaba de forma cariosa o haca un gesto imprevisto, o incluso me quitaba la palabra de la boca. Varias veces me volvi la idea de una de esas mariposas blancas de la col, que en primavera son las primeras y las ms inasibles, feliz de quien consigue echarles mano. Despus, cuando ya desesperaba de llegar a mi declaracin, me propuso de golpe y porrazo:

-Bueno, dime ahora esa cosa.

Estaba a punto de abrir la boca cuando ella grit:

-No, no me la digas, espera, djamela adivinar. Veamos: quieres decirme que me quieres mucho?

-No -respond.

-Entonces quieres decirme que soy muy mona y te gusto?

-No.

-Entonces, que nos casaremos pronto?

-No.

-Estas son las tres nicas cosas que me interesan -dijo ella sacudiendo la cabeza-. Basta, no quiero saber nada.

-No, tengo que decirte que...

Pero ella, tapndome la boca con la mano:

-Chitn, si quieres que te d un beso.

Qu poda hacer yo? Me qued callado; y ella quit la mano y puso sus labios, en un beso largo que me pareci sincero.

Al final habamos hecho de todo: tomado el sol, dormido, un semibao, habamos hablado; pero no le haba dicho aquella cosa y ya slo nos quedaba irnos. De modo que nos vestimos cada uno detrs de su mata y yo una vez ms, mientras me meta los pantalones, pens que ese era el momento adecuado. Me levant y dije con voz natural:

-Lo que quera decirte, Matilde, es esto: he decidido dejarte.

Pronunciadas estas palabras mir hacia la mata tras la que ella se ocultaba, pero no vi nada. El viento ahora soplaba ms fuerte que nunca y slo se oan, en aquel lugar desierto, la voz del viento, baja y modulada, y el estruendo del mar. Matilde pareca que no estaba, como si mis palabras la hubieran hecho desvanecerse en el aire, como los torbellinos de arena que el viento levantaba sin tregua de las dunas blancas y empujaba hacia arriba, hacia el monte bajo. Dije: Matilde, pero no obtuve respuesta. Grit entonces: Matilde!, y tampoco contest. Inquieto, incluso un poco asustado, pensando que, quin sabe, estuviera llorando de dolor, o quiz se hubiera desmayado, me puse a toda prisa la camisa y corr hacia la mata detrs de la cual debera estar. No estaba: en la arena no vi ms que su bolso y sus zapatitos rojos. Pero justo en el momento en que me volva llamndola, la sent que se me echaba encima, con violencia hasta el punto de que no pude aguantar en pie y ca boca arriba, con ella. Matilde ahora se sentaba a horcajadas en mi pecho y me deca:

-Repite lo que has dicho. Vamos, reptelo.

La arena me soplaba en la cara, punzante; ella rea sin parar y yo por fin contest flojo:

-Bueno, no lo repito, pero djame en paz.

Pero ella no se levant en seguida y dijo:

-Y eso era todo? Te digo la verdad, crea que era algo ms importante.

Despus me solt; me levant yo tambin y, de repente, advert que estaba contento de habrselo dicho y de que no lo hubiera tomado en serio y se lo tomara como una de las muchas bobadas que se pueden decir entre enamorados. En resumen, volvimos a subir la pendiente cogidos de la cintura. Y yo le dije que la quera mucho; y ella me contest ya un poco reservada, porque no se tema que la dejara: Tambin yo. Poco despus corramos de nuevo por la va Cristoforo Colombo.

Pero al llegar a su casa me dijo, cogindome la mano:

-Giulio, ahora es mejor que no nos veamos unos das.

Me sent casi desfallecer y consternado, exclam:

-Pero, por qu?

Y ella, con una buena carcajada:

-He querido hacer una prueba. Queras dejarme, eh? Y luego, slo ante la idea de no verme unos das, pones una cara as de triste. Est bien, nos vemos maana.

Corri hacia arriba y yo me qued como un bobo, mirndola alejarse.

Edgar Allan Poe(Boston, 1809 - Baltimore, 1849)

El Barril de Amontillado

Lo mejor que pude haba soportado las mil injurias de Fortunato. Pero cuando lleg el insulto, jur vengarme. Vosotros, que conocis tan bien la naturaleza de mi carcter, no llegaris a suponer, no obstante, que pronunciara la menor palabra con respecto a mi propsito. A la larga, yo sera vengado. Este era ya un punto establecido definitivamente. Pero la misma decisin con que lo haba resuelto exclua toda idea de peligro por mi parte. No solamente tena que castigar, sino castigar impunemente. Una injuria queda sin reparar cuando su justo castigo perjudica al vengador. Igualmente queda sin reparacin cuando sta deja de dar a entender a quien le ha agraviado que es l quien se venga. Es preciso entender bien que ni de palabra, ni de obra, di a Fortunato motivo para que sospechara de mi buena voluntad hacia l. Continu, como de costumbre, sonriendo en su presencia, y l no poda advertir que mi sonrisa, entonces, tena como origen en m la de arrebatarle la vida. Aquel Fortunato tena un punto dbil, aunque, en otros aspectos, era un hombre digno de toda consideracin, y aun de ser temido. Se enorgulleca siempre de ser un entendido en vinos. Pocos italianos tienen el verdadero talento de los catadores. En la mayora, su entusiasmo se adapta con frecuencia a lo que el tiempo y la ocasin requieren, con objeto de dedicarse a engaar a los millionaires ingleses y austracos. En pintura y piedras preciosas, Fortunato, como todos sus compatriotas, era un verdadero charlatn; pero en cuanto a vinos aejos, era sincero. Con respecto a esto, yo no difera extraordinariamente de l. Tambin yo era muy experto en lo que se refiere a vinos italianos, y siempre que se me presentaba ocasin compraba gran cantidad de estos. Una tarde, casi al anochecer, en plena locura del Carnaval, encontr a mi amigo. Me acogi con excesiva cordialidad, porque haba bebido mucho. El buen hombre estaba disfrazado de payaso. Llevaba un traje muy ceido, un vestido con listas de colores, y coronaba su cabeza con un sombrerillo cnico adornado con cascabeles. Me alegr tanto de verle, que cre no haber estrechado jams su mano como en aquel momento. Querido Fortunato le dije en tono jovial, ste es un encuentro afortunado. Pero qu buen aspecto tiene usted hoy! El caso es que he recibido un barril de algo que llaman amontillado, y tengo mis dudas. Cmo? dijo l. Amontillado? Un barril? Imposible! Y en pleno Carnaval! Por eso mismo le digo que tengo mis dudas contest, e iba a cometer la tontera de pagarlo como si se tratara de un exquisito amontillado, sin consultarle. No haba modo de encontrarle a usted, y tema perder la ocasin. Amontillado! Tengo mis dudas. Amontillado! Y he de pagarlo. Amontillado! Pero como supuse que estaba usted muy ocupado, iba ahora a buscar a Luchesi. El es un buen entendido. El me dir... Luchesi es incapaz de distinguir el amontillado del jerez. Y, no obstante, hay imbciles que creen que su paladar puede competir con el de usted. Vamos, vamos all. Adnde? A sus bodegas. No mi querido amigo. No quiero abusar de su amabilidad. Preveo que tiene usted algn compromiso. Luchesi... No tengo ningn compromiso. Vamos. No, amigo mo. Aunque usted no tenga compromiso alguno, veo que tiene usted mucho fro. Las bodegas son terriblemente hmedas; estn materialmente cubiertas de salitre. A pesar de todo, vamos. No importa el fro. Amontillado! Le han engaado a usted, y Luchesi no sabe distinguir el jerez del amontillado. Diciendo esto, Fortunato me cogi del brazo. Me puse un antifaz de seda negra y, cindome bien al cuerpo mi roquelaire, me dej conducir por l hasta mi palazzo. Los criados no estaban en la casa. Haban escapado para celebrar la festividad del Carnaval. Ya antes les haba dicho que yo no volvera hasta la maana siguiente, dndoles rdenes concretas para que no estorbaran por la casa. Estas rdenes eran suficientes, de sobra lo saba yo, para asegurarme la inmediata desaparicin de ellos en cuanto volviera las espaldas. Cog dos antorchas de sus hacheros, entregu a Fortunato una de ellas y le gui, hacindole encorvarse a travs de distintos aposentos por el abovedado pasaje que conduca a la bodega. Baj delante de l una larga y tortuosa escalera, recomendndole que adoptara precauciones al seguirme. Llegamos, por fin, a los ltimos peldaos, y nos encontramos, uno frente a otro, sobre el suelo hmedo de las catacumbas de los Montresors. El andar de mi amigo era vacilante, y los cascabeles de su gorro cnico resonaban a cada una de sus zancadas. Y el barril? pregunt. Est ms all le contest. Pero observe usted esos blancos festones que brillan en las paredes de la cueva. Se volvi hacia m y me mir con sus nubladas pupilas, que destilaban las lgrimas de la embriaguez. Salitre? me pregunt, por fin. Salitre le contest. Hace mucho tiempo que tiene usted esa tos? Ejem! Ejem! Ejem! Ejem! Ejem! Ejem! Ejem! Ejem!...! A mi pobre amigo le fue imposible contestar hasta pasados unos minutos. No es nada dijo por ltimo. Venga le dije enrgicamente. Volvmonos. Su salud es preciosa, amigo mo. Es usted rico, respetado, admirado, querido. Es usted feliz, como yo lo he sido en otro tiempo. No debe usted malograrse. Por lo que m respecta, es distinto. Volvmonos. Podra usted enfermarse y no quiero cargar con esa responsabilidad. Adems, cerca de aqu vive Luchesi... Basta me dijo. Esta tos carece de importancia. No me matar. No me morir de tos. Verdad, verdad le contest. Realmente, no era mi intencin alarmarle sin motivo, pero debe tomar precauciones. Un trago de este medoc le defender de la humedad. Y diciendo esto, romp el cuello de una botella que se hallaba en una larga fila de otras anlogas, tumbadas en el hmedo suelo. Beba le dije, ofrecindole el vino. Llevse la botella a los labios, mirndome de soslayo. Hizo una pausa y me salud con familiaridad. Los cascabeles sonaron. Bebo dijo a la salud de los enterrados que descansan en torno nuestro. Y yo, por la larga vida de usted. De nuevo me cogi de mi brazo y continuamos nuestro camino. Esas cuevas me dijo son muy vastas. Los Montresors le contest era una grande y numerosa familia. He olvidado cules eran sus armas. Un gran pie de oro en campo de azur. El pie aplasta a una serpiente rampante, cuyos dientes se clavan en el taln. Muy bien! dijo. Brillaba el vino en sus ojos y retian los cascabeles. Tambin se calde mi fantasa a causa del medoc. Por entre las murallas formadas por montones de esqueletos, mezclados con barriles y toneles, llegamos a los ms profundos recintos de las catacumbas. Me detuve de nuevo, esta vez me atrev a coger a Fortunato de un brazo, ms arriba del codo. El salitre le dije. Vea usted cmo va aumentando. Como si fuera musgo, cuelga de las bvedas. Ahora estamos bajo el lecho del ro. Las gotas de humedad se filtran por entre los huesos. Venga usted. Volvamos antes de que sea muy tarde. Esa tos... No es nada dijo. Continuemos. Pero primero echemos otro traguito de medoc. Romp un frasco de vino de De Grave y se lo ofrec. Lo vaci de un trago. Sus ojos llamearon con ardiente fuego. Se ech a rer y tir la botella al aire con un ademn que no pude comprender. Le mir sorprendido. El repiti el movimiento, un movimiento grotesco. No comprende usted? pregunt. No le contest. Entonces, no es usted de la hermandad? Cmo? No pertenece usted a la masonera? S, s dije; s, s. Usted? Imposible! Un masn? Un masn repliqu. A ver, un signo dijo. ste le contest, sacando de debajo de mi roquelaire una paleta de albail. Usted bromea dijo, retrocedindo unos pasos. Pero, en fin, vamos por el amontillado. Bien dije, guardando la herramienta bajo la capa y ofrecindole de nuevo mi brazo. Apoyse pesadamente en l y seguimos nuestro camino en busca del amontillado. Pasamos por debajo de una serie de bajsimas bvedas, bajamos, avanzamos luego, descendimos despus y llegamos a una profunda cripta, donde la impureza del aire haca enrojecer ms que brillar nuestras antorchas. En lo ms apartado de la cripta descubrase otra menos espaciosa. En sus paredes haban sido alineados restos humanos de los que se amontonaban en la cueva de encima de nosotros, tal como en las grandes catacumbas de Pars. Tres lados de aquella cripta interior estaban tambin adornados del mismo modo. Del cuarto haban sido retirados los huesos y yacan esparcidos por el suelo, formando en un rincn un montn de cierta altura. Dentro de la pared, que haba quedado as descubierta por el desprendimiento de los huesos, vease todava otro recinto interior, de unos cuatro pies de profundidad y tres de anchura, y con una altura de seis o siete. No pareca haber sido construido para un uso determinado, sino que formaba sencillamente un hueco entre dos de los enormes pilares que servan de apoyo a la bveda de las catacumbas, y se apoyaba en una de las paredes de granito macizo que las circundaban. En vano, Fortunato, levantando su antorcha casi consumida, trataba de penetrar la profundidad de aquel recinto. La dbil luz nos impeda distinguir el fondo. Adelntese le dije. Ah est el amontillado. Si aqu estuviera Luchesi... Es un ignorante interrumpi mi amigo, avanzando con inseguro paso y seguido inmediatamente por m. En un momento lleg al fondo del nicho, y, al hallar interrumpido su paso por la roca, se detuvo atnito y perplejo. Un momento despus haba yo conseguido encadenarlo al granito. Haba en su superficie dos argollas de hierro, separadas horizontalmente una de otra por unos dos pies. Rodear su cintura con los eslabones, para sujetarlo, fue cuestin de pocos segundos. Estaba demasiado aturdido para ofrecerme resistencia. Saqu la llave y retroced, saliendo del recinto. Pase usted la mano por la pared le dije, y no podr menos que sentir el salitre. Est, en efecto, muy hmeda. Permtame que le ruegue que regrese. No? Entonces, no me queda ms remedio que abandonarlo; pero debo antes prestarle algunos cuidados que estn en mi mano. El amontillado! exclam mi amigo, que no haba salido an de su asombro. Cierto repliqu, el amontillado. Y diciendo estas palabras, me atare en aquel montn de huesos a que antes he aludido. Apartndolos a un lado no tarde en dejar al descubierto cierta cantidad de piedra de construccin y mortero. Con estos materiales y la ayuda de mi paleta, empec activamente a tapar la entrada del nicho. Apenas haba colocado al primer trozo de mi obra de albailera, cuando me di cuenta de que la embriaguez de Fortunato se haba disipado en gran parte. El primer indicio que tuve de ello fue un gemido apagado que sali de la profundidad del recinto. No era ya el grito de un hombre embriagado. Se produjo luego un largo y obstinado silencio. Encima de la primera hilada coloqu la segunda, la tercera y la cuarta. Y o entonces las furiosas sacudidas de la cadena. El ruido se prolong unos minutos, durante los cuales, para deleitarme con l, interrump mi tarea y me sent en cuclillas sobre los huesos. Cuando se apacigu, por fin, aquel rechinamiento, cog de nuevo la paleta y acab sin interrupcin las quinta, sexta y sptima hiladas. La pared se hallaba entonces a la altura de mi pecho. De nuevo me detuve, y, levantando la antorcha por encima de la obra que haba ejecutado, dirig la luz sobre la figura que se hallaba en el interior. Una serie de fuertes y agudos gritos sali de repente de la garganta del hombre encadenado, como si quisiera rechazarme con violencia hacia atrs. Durante un momento vacil y me estremec. Saqu mi espada y empec a tirar estocadas por el interior del nicho. Pero un momento de reflexin bast para tranquilizarme. Puse la mano sobre la maciza pared de piedra y respir satisfecho. Volv a acercarme a la pared, y contest entonces a los gritos de quien clamaba. Los repet, los acompa y los venc en extensin y fuerza. As lo hice, y el que gritaba acab por callarse. Ya era medianoche, y llegaba a su trmino mi trabajo. Haba dado fin a las octava, novena y dcima hiladas. Haba terminado casi la totalidad de la oncena, y quedaba tan slo una piedra que colocar y revocar. Tena que luchar con su peso. Slo parcialmente se colocaba en la posicin necesaria. Pero entonces sali del nicho una risa ahogada, que me puso los pelos de punta. Se emita con una voz tan triste, que con dificultad la identifiqu con la del noble Fortunato. La voz deca: Ja, ja, ja! Je, je, je! Buena broma, amigo, buena broma! Lo que nos reiremos luego en el palazzo, je, je, je!, a propsito de nuestro vino! Je, je, je! El amontillado dije. Je, je, je! S, el amontillado. Pero, no se nos hace tarde? No estarn esperndonos en el palazzo Lady Fortunato y los dems? Vmonos. S dije; vmonos ya. Por el amor de Dios, Montresor! S dije; por el amor de Dios. En vano me esforc en obtener respuesta a aquellas palabras. Me impacient y llam en alta voz: Fortunato! No hubo respuesta, y volv a llamar. Fortunato! Tampoco me contestaron. Introduje una antorcha por el orificio que quedaba y la dej caer en el interior. Me contest slo un cascabeleo. Senta una presin en el corazn, sin duda causada por la humedad de las catacumbas. Me apresur a terminar mi trabajo. Con muchos esfuerzos coloqu en su sitio la ltima piedra y la cubr con argamasa. Volv a levantar la antigua muralla de huesos contra la nueva pared. Durante medio siglo, nadie los ha tocado. In pace requiescat!

El color que cay del cielo

H.P. Lovecraft

Al Oeste de Arkham las colinas se yerguen selvticas, y hay valles con profundos bosques en los cuales no ha resonado nunca el ruido de un hacha. Hay angostas y oscuras caadas donde los rboles se inclinan fantsticamente, y donde discurren estrechos arroyuelos que nunca han captado el reflejo de la luz del sol. En las laderas menos agrestes hay casas de labor, antiguas y rocosas, con edificaciones cubiertas de musgo, rumiando eternamente en los misterios de la Nueva Inglaterra; pero todas ellas estn ahora vacas, con las amplias chimeneas desmoronndose y las paredes pandendose debajo de los techos a la holandesa.Sus antiguos moradores se marcharon, y a los extranjeros no les gusta vivir all. Los francocanadienses lo han intentado, los italianos lo han intentado, y los polacos llegaron y se marcharon. Y ello no es debido a nada que pueda ser odo, o visto, o tocado, sino a causa de algo puramente imaginario. El lugar no es bueno para la imaginacin, y no aporta sueos tranquilizadores por la noche. Esto debe ser lo que mantiene a los extranjeros lejos del lugar, ya que el viejo Ammi Pierce no les ha contado nunca lo que l recuerda de los extraos das. Ammi, cuya cabeza ha estado un poco desequilibrada durante aos, es el nico que sigue all, y el nico que habla de los extraos das; y se atreve a hacerlo, porque su casa est muy prxima al campo abierto y a los caminos que rodean a Arkham.

En otra poca haba un camino sobre las colinas y a travs de los valles, que corra en mi recta donde ahora hay un marchito erial1; pero la gente dej de utilizarlo y se abri un nuevo camino que daba un rodeo hacia el sur. Entre la selvatiquez del erial pueden encontrarse an huellas del antiguo camino, a pesar de que la maleza lo ha invadido todo. Luego, los oscuros bosques se aclaran y el erial muere a orillas de unas aguas azules cuya superficie refleja el cielo y reluce al sol. Y los secretos de los extraos das se funden con los secretos de las profundidades; se funden con la oculta erudicin del viejo ocano, y con todo el misterio de la primitiva tierra.

Cuando llegu a las colinas y valles para acotar los terrenos destinados a la nueva alberca, me dijeron que el lugar estaba embrujado. Esto me dijeron en Arkham, y como se trata de un pueblo muy antiguo lleno de leyendas de brujas, pens que lo de embrujado deba ser algo que las abuelas haban susurrado a los chiquillos a travs de los siglos. El nombre de "marchito erial" me pareci muy raro y teatral, y me pregunt cmo habra llegado a formar parte de las tradiciones de un pueblo puritano. Luego vi con mis propios ojos aquellas caadas y laderas, y ya no me extra que estuvieran rodeadas de una leyenda de misterio. Las vi por la maana, pero a pesar de ello estaban sumidas en la sombra. Los rboles crecan demasiado juntos, y sus troncos eran demasiado grandes tratndose de rboles de Nueva Inglaterra. En las oscuras avenidas del bosque haba demasiado silencio, y el suelo estaba demasiado blando con el hmedo musgo y los restos de infinitos aos de descomposicin.

En los espacios abiertos, principalmente a lo largo de la lnea del antiguo camino, haba pequeas casas de labor; a veces, con todas sus edificaciones en pie, y a veces con slo un par de ellas, y a veces con una solitaria chimenea o una derruida bodega. La maleza reinaba por todas partes, y seres furtivos susurraban en el subsuelo. Sobre todas las cosas pesaba una rara opresin; un toque grotesco de irrealidad, como si fallara algn elemento vital de perspectiva o de claroscuro. No me estuvo raro que los extranjeros no quisieran permanecer all, ya que aqulla no era una regin que invitara a dormir en ella. Su aspecto recordaba demasiado el de una regin extrada de un cuento de terror.

Pero nada de lo que haba visto poda compararse, en lo que a desolacin respecta, con el marchito erial. Se encontraba en el fondo de un espacioso valle; ningn otro nombre hubiera podido aplicrsele con ms propiedad, ni ninguna otra cosa se adaptaba tan perfectamente a un nombre. Era como si un poeta hubiese acuado la frase despus de haber visto aquella regin. Mientras la contemplaba, pens que era la consecuencia de un incendio; pero, por qu no haba crecido nunca nada sobre aquellos cinco acres de gris desolacin, que se extenda bajo el cielo como una gran mancha corroda por el cido entre bosques y campos? Discurre en gran parte hacia el norte de la lnea del antiguo camino, pero invade un poco el otro lado. Mientras me acercaba experiment una extraa sensacin de repugnancia, y slo me decid a hacerlo porque mi tarea me obligaba a ello. En aquella amplia extensin no haba vegetacin de ninguna clase; no haba ms que una capa de fino polvo o ceniza gris, que ningn viento pareca ser capaz de arrastrar. Los rboles ms cercanos tenan un aspecto raqutico y enfermizo, y muchos de ellos aparecan agostados o con los troncos podridos. Mientras andaba apresuradamente vi a mi derecha los derruidos restos de una casa de labor, y la negra boca de un pozo abandonado cuyos estancados vapores adquiran un extrao matiz al ser baados por la luz del sol. El desolado espectculo hizo que no me maravillara ya de los asustados susurros de los moradores de Arkham. En los alrededores no haba edificaciones ni ruinas de ninguna clase; incluso en los antiguos tiempos, el lugar dej de ser solitario y apartado. Y a la hora del crepsculo, temeroso de pasar de nuevo por aquel ominoso lugar, tom el camino del sur, a pesar de que significaba dar un gran rodeo.

Por la noche interrogu a algunos habitantes de Arkham acerca del marchito erial, y pregunt qu significado tena la frase "los extraos das" que haba odo murmurar evasivamente. Sin embargo, no pude obtener ninguna respuesta concreta, y lo nico que saqu en claro era que el misterio se remontaba a una fecha mucho ms reciente de lo que haba imaginado. No se trataba de una vieja leyenda, ni mucho menos, sino de algo que haba ocurrido en vida de los que hablaban conmigo. Haba sucedido en los aos ochenta, y una familia desapareci o fue asesinada. Los detalles eran algo confusos; y como todos aquellos con quienes habl me dijeron que no prestara crdito a las fantsticas historias del viejo Ammi Pierce, decid ir a visitarlo a la maana siguiente, despus de enterarme de que viva solo en una ruinosa casa que se alzaba en el lugar donde los rboles empiezan a espesarse. Era un lugar muy viejo, y haba empezado a exudar el leve olor mismico que se desprende de las casas que han permanecido en pie demasiado tiempo. Tuve que llamar insistentemente para que el anciano se levantara, y cuando se asom tmidamente a la puerta me di cuenta de que no se alegraba de verme. No estaba tan dbil como yo haba esperado; sin embargo, sus ojos parecan desprovistos de vida, y sus andrajosas ropas y su barba blanca le daban un aspecto gastado y decado.

No sabiendo cmo enfocar la conversacin para que me hablara de sus "fantsticas historias", fing que me haba llevado hasta all la tarea a que estaba entregado; le habl de ella al viejo Ammi, formulndole algunas vagas preguntas acerca del distrito. Ammi Pierce era un hombre ms culto y ms educado de lo que me haban dado a entender, y se mostr ms comprensivo que cualquiera de los hombres con los cuales haba hablado en Arkham. No era como otros rsticos que haba conocido en las zonas donde iban a construirse las albercas. Ni protest por las millas de antiguo bosque y de tierras de labor que iban a desaparecer bajo las aguas, aunque quiz su actitud hubiera sido distinta de no haber tenido su hogar fuera de los lmites del futuro lago. Lo nico que mostr fue alivio; alivio ante la idea de que los valles por los cuales haba vagabundeado toda su vida iban a desaparecer. Estaran mejor debajo del agua..., mejor debajo del agua desde los extraos das. Y, al decir esto, su ronca voz se hizo ms apagada, mientras su cuerpo se inclinaba hacia delante y el dedo ndice de su mano derecha empezaba a sealar de un modo tembloroso e impresionante.

Fue entonces cuando o la historia, y mientras la ronca voz avanzaba en su relato, en una especie de misterioso susurro, me estremec una y otra vez a pesar de que estbamos en pleno verano. Tuve que interrumpir al narrador con frecuencia, para poner en claro puntos cientficos que l slo conoca a travs de lo que haba dicho un profesor, cuyas palabras repeta como un papagayo, aunque su memoria haba empezado ya a flaquear; o para tender un puente entre dato y dato, cuando fallaba su sentido de la lgica y de la continuidad. Cuando hubo terminado, no me extra que su mente estuviera algo desequilibrada, ni que a la gente de Arkham no le gustara hablar del marchito erial. Me apresur a regresar a mi hotel antes de la puesta del sol, ya que no quera tener las estrellas sobre mi cabeza encontrndome al aire libre. Al da siguiente regres a Boston para dar mi informe. No poda ir de nuevo a aquel oscuro caos de antiguos bosques y laderas, ni enfrentarme otra vez con aquel gris erial donde el negro pozo abra sus fauces al lado de los derruidos restos de una casa de labor. La alberca iba a ser construida inmediatamente, y todos aquellos antiguos secretos quedaran enterrados para siempre bajo las profundas aguas. Pero creo que ni cuando esto sea una realidad, me gustar visitar aquella regin por la noche..., al menos, no cuando brillan en el cielo las siniestras estrellas.

Todo empez, dijo el viejo Ammi, con el meteorito. Antes no se haban odo leyendas de ninguna clase, e incluso en la remota poca de las brujas aquellos bosques occidentales no fueron ni la mitad de temidos que la pequea isla del Miskatonic, donde el diablo conceda audiencias al lado de un extrao altar de piedra, ms antiguo que los indios. Aqullos no eran bosques hechizados, y su fantstica oscuridad no fue nunca terrible hasta los extraos das. Luego haba llegado aquella blanca nube meridional, se haba producido aquella cadena de explosiones en el aire y aquella columna de humo en el valle. Y, por la noche, todo Arkham se haba enterado de que una gran piedra haba cado del cielo y se haba incrustado en la tierra, junto al pozo de la casa de Nahum Gardner. La casa que se haba alzado en el lugar que ahora ocupaba el marchito erial.

Nahum haba ido al pueblo para contar lo de la piedra, y al pasar ante la casa de Ammi Pierce se lo haba contado tambin. En aquella poca Ammi tena cuarenta aos, y todos los extraos acontecimientos estaban profundamente grabados en su cerebro. Ammi y su esposa haban acompaado a los tres profesores de la Universidad de Miskatonic que se presentaron a la maana siguiente para ver al fantstico visitante que proceda del desconocido espacio estelar, y haban preguntado cmo era que Nahum haba dicho, el da antes, que era muy grande. Nahum, sealando la pardusca mole que estaba junto a su pozo, dijo que se haba encogido. Pero los sabios replicaron que las piedras no se encogen. Su calor irradiaba persistentemente, y Nahum declar que haba brillado dbilmente toda la noche. Los profesores golpearon la piedra con un martillo de gelogo y descubrieron que era sorprendentemente blanda. En realidad, era tan blanda como si fuera artificial, y arrancaron, ms bien que escoplearon, una muestra para llevrsela a la Universidad a fin de comprobar su naturaleza. Tuvieron que meterla en un cubo que le pidieron prestado a Nahum, ya que el pequeo fragmento no perda calor. En su viaje de regreso se detuvieron a descansar en la casa de Ammi, y parecieron quedarse pensativos cuando la seora Pierce observ que el fragmento estaba hacindose ms pequeo y haba empezado a quemar el fondo del cubo. Realmente no era muy grande, pero quizs haban cogido un trozo menor de lo que haban supuesto.

Al da siguiente -todo esto ocurra en el mes de junio de 1882-, los profesores se presentaron de nuevo, muy excitados. Al pasar por la casa de Ammi le contaron lo que haba sucedido con la muestra, diciendo que haba desaparecido por completo cuando la introdujeron en un recipiente de cristal. El recipiente tambin haba desaparecido, y los profesores hablaron de la extraa afinidad de la piedra con el silicn. Haba reaccionado de un modo increble en aquel laboratorio perfectamente ordenado; sin sufrir ninguna modificacin ni expeler ningn gas al ser calentada al carbn, mostrndose completamente negativa al ser tratada con brax y revelndose absolutamente no voltil a cualquier temperatura, incluyendo la del soplete de oxihidrgeno. En el yunque apareci como muy maleable, y en la oscuridad su luminosidad era muy notable. Negndose obstinadamente a enfriarse, provoc una gran excitacin entre los profesores; y cuando al ser calentada ante el espectroscopio mostr unas brillantes bandas distintas a las de cualquier color conocido del espectro normal, se habl de nuevos elementos, de raras propiedades pticas, y de todas aquellas cosas que los intrigados hombres de ciencia suelen decir cuando se enfrentan con lo desconocido.

Caliente como estaba, fue comprobada en un crisol con todos los reactivos adecuados. El agua no hizo nada. Ni el cido clorhdrico. El cido ntrico e incluso el agua regia se limitaron a resbalar sobre su trrida invulnerabilidad. Ammi se encontr con algunas dificultades para recordar todas aquellas cosas, pero reconoci algunos disolventes a medida que se los mencionaba en el habitual orden de utilizacin: amoniaco y sosa custica, alcohol y ter, bisulfito de carbono y una docena ms; pero, a pesar de que el peso iba disminuyendo con el paso del tiempo, y de que el fragmento pareca enfriarse ligeramente, los disolventes no experimentaron ningn cambio que demostrara que haban atacado a la sustancia. Desde luego, se trataba de un metal. Era magntico, en grado extremo; y despus de su inmersin en los disolventes cidos parecan existir leves huellas de la presencia de hierro meterico, de acuerdo con los datos de Widmanstalten. Cuando el enfriamiento era ya considerable colocaron el fragmento en un recipiente de cristal para continuar las pruebas Y a la maana siguiente, fragmento y recipiente haban desaparecido sin dejar rastro, y nicamente una chamuscada seal en el estante de madera donde los haban dejado probaba que haba estado realmente all.

Esto fue lo que los profesores le contaron a Ammi mientras descansaban en su casa, y una vez ms fue con ellos a ver el ptreo mensajero de las estrellas, aunque en esta ocasin su esposa no lo acompa. Comprobaron que la piedra se haba encogido realmente, y ni siquiera los ms escpticos de los profesores pudieron dudar de lo que estaban viendo. Alrededor de la masa pardusca situada junto al pozo haba un espacio vaco, un espacio que eran dos pies menos que el da anterior. Estaba an caliente, y los sabios estudiaron su superficie con curiosidad mientras separaban otro fragmento mucho mayor que el que se haban llevado. Esta vez ahondaron ms en la masa de piedra, y de este modo pudieron darse cuenta de que el ncleo central no era completamente homogneo.

Haban dejado al descubierto lo que pareca ser la cara exterior de un glbulo empotrado en la sustancia. El color, parecido al de las bandas del extrao espectro del meteoro, era casi imposible de describir; y slo por analoga se atrevieron a llamarlo color. Su contextura era lustrosa, y pareca quebradiza y hueca. Uno de los profesores golpe ligeramente el glbulo con un martillo, y estall con un leve chasquido. De su interior no sali nada, y el glbulo se desvaneci como por arte de magia, dejando un espacio esfrico de unas tres pulgadas de dimetro, Los profesores pensaron que era probable que encontraran otros glbulos a medida que la sustancia envolvente se fuera fundiendo.

La conjetura era equivocada, ya que los investigadores no consiguieron encontrar otro glbulo, a pesar de que taladraron la masa por diversos lugares. En consecuencia, decidieron llevarse la nueva muestra que haban recogido... y cuya conducta en el laboratorio fue tan desconcertante como la de su predecesora. Aparte de ser casi plstica, de tener calor, magnetismo y ligera luminosidad, de enfriarse levemente en poderosos cidos, de perder peso y volumen en el aire y de atacar a los compuestos de silicn con el resultado de una mutua destruccin. La piedra no presentaba caractersticas de identificacin; y al fin de las pruebas, los cientficos de la Universidad se vieron obligados a reconocer que no podan clasificarla. No era nada de este planeta, sino un trozo del espacio exterior; y, como tal, estaba dotado de propiedades exteriores y desconocidas y obedeca a leyes exteriores y desconocidas.

Aquella noche hubo una tormenta, y cuando los profesores acudieron a casa de Nahum al da siguiente, se encontraron con una desagradable sorpresa. La piedra, magntica como era, debi poseer alguna peculiar propiedad elctrica ya que haba "atrado al rayo", como dijo Nahum, con una singular persistencia. En el espacio de una hora el granjero vio cmo el rayo hera seis veces la masa que se encontraba junto al pozo, y al cesar la tormenta descubri que la piedra haba desaparecido. Los cientficos, profundamente decepcionados, tras comprobar el hecho de la total desaparicin, decidieron que lo nico que podan hacer era regresar al laboratorio y continuar analizando el fragmento que se haban llevado el da anterior y que como medida de precaucin hablan encerrado en una caja de plomo. El fragmento dur una semana transcurrida la cual no se haba llegado a ningn resultado positivo. La piedra desapareci, sin dejar ningn residuo, y con el tiempo los profesores apenas crean que haban visto realmente aquel misterioso vestigio de los insondables abismos exteriores; aquel nico, fantstico mensaje de otros universos y otros reinos de materia, energa y entidad.

Como era lgico, los peridicos de Arkham hablaron mucho del incidente y enviaron a sus reporteros a entrevistar a Nahum y a su familia. Un rotativo de Boston envo tambin un periodista, y Nahum se convirti rpidamente en una especie de celebridad local. Era un hombre delgado, de unos cincuenta aos, que viva con su esposa y sus tres hijos del producto de lo que cultivaba en el valle. l y Ammi se hacan frecuentes visitas, lo mismo que sus esposas; y Ammi slo tena frases de elogio para l despus de todos aquellos aos. Pareca estar orgulloso de la atencin que haba despertado el lugar, y en las semanas que siguieron a su aparicin y desaparicin habl con frecuencia del meteorito. Los meses de julio y agosto fueron clidos; y Nahum trabaj de firme en sus campos, y las faenas agrcolas lo cansaron ms de lo que lo haban cansado otros aos, por lo que lleg a la conclusin de que los aos haban empezado a pesarle.

Luego lleg la poca de la recoleccin. Las peras v manzanas maduraban lentamente, y Nahum aseguraba que sus huertos tenan un aspecto ms floreciente que nunca. La fruta creca hasta alcanzar un tamao fenomenal y un brillo musitado, y su abundancia era tal que Nahum tuvo que comprar unos cuantos barriles ms a fin de poder embalar la futura cosecha. Pero con la maduracin lleg una desagradable sorpresa, ya que toda aquella fruta de opulenta presencia result incomible. En vez del delicado sabor de las peras y manzanas, la fruta tena un amargor insoportable. Lo mismo ocurri con los melones y los tomates, y Nahum vio con tristeza cmo se perda toda su cosecha. Buscando una explicacin a aquel hecho, no tard en declarar que el meteorito haba envenenado el suelo, y dio gracias al cielo porque la mayor parte de las otras cosechas se encontraban en las tierras altas a lo largo del camino.

El invierno se present muy pronto y fue muy fro. Ammi vea a Nahum con menos frecuencia que de costumbre, y observ que empezaba a tener un aspecto preocupado. Tambin el resto de la familia haba asumido un aire taciturno; y fueron espaciando sus visitas a la iglesia y su asistencia a los diversos acontecimientos sociales de la comarca. No pudo encontrarse ningn motivo para aquella reserva o melancola, aunque todos los habitantes de la casa daban muestras de cuando en cuando de un empeoramiento en su estado de salud fsica y mental. Esto se hizo ms evidente cuando el propio Nahum declar que estaba preocupado por ciertas huellas de pasos que haba visto en la nieve. Se trataba de las habituales huellas invernales de las ardillas rojas, de los conejos blancos y de los zorros, pero el caviloso granjero afirm que encontraba algo raro en la naturaleza y disposicin de aquellas huellas. No fue ms explcito, pero pareca creer que no era caracterstica de la anatoma y las costumbres de ardillas y conejos y zorros. Ammi no hizo mucho caso de todo aquello hasta una noche que pas por delante de la casa de Nahum en su trineo, en su camino de regreso de Clark's Corners. En el cielo brillaba la luna, y un conejo cruz corriendo el camino, y los saltos de