Bernardo Jobson y Su Propia Parte de Atrás

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Bernardo Jobson y su propia parte de atrás

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Bernardo Jobson y su propia parte de atrs"No es lo mismo una conducta recta que un recto conducto." (Apocalipsis 14;5)Bernardo Jobson es una especie de oso de casi dos metros, ms de cien kilos y un humor que puede llegar a desarticular a un autor de necrolgicas. Cuando lo entrevistamos en el caf La Paz no imaginbamos que podra relatarnos una ancdota tan descojonante, tan llena de desparpajo porteo, tan absurda y real como la que narr con lujo de gestos y ademanes.Todo comenz con un dolor tremendo en el culo, un terrible dolor en el culo que hizo que tuviese que pedir el correspondiente permiso para la atencin mdica. Cuando me diriga a la oficina del jefe pensaba ms o menos lo siguiente: ...El problema es que el jefe no me va a creer ni una sola palabra de todo lo que le diga. Le he hecho tragar ya tantas milanesas, tantas albndigas sper condimentadas que sta no me la va a creer. Pienso en alguna excusa potable, pero me da un poco de bronca: una vez que tengo una razn valedera para ausentarme de la oficina voy a tener que apelar a una mentira? Tan mal anda el mundo?... Pensaba en toda esa filosofa pero saba que la dialctica no me absolva del dolor que tena desde la maana y que amenazaba con la posibilidad de que la gente me creyese un deforme, al margen de haberme transformado en la mxima atraccin del da en el subte, al proferir unos chillidos austeros pero evidentes. Trato de sentarme pero en ese momento vuelvo a sentir como si una tachuela me hubiese penetrado hasta la garganta. Por supuesto, las tachuelas se supone que pinchan en el culo y la ma era una tachuela totalmente ortodoxa. No me poda sentar, no me poda quedar parado, no poda quedarme un minuto ms en ninguna posicin. Y le gustase o no al jefe, all fui. Con la verdad no temo ni ofendo y me paro frente al escritorio del salomnico. Plata no hay me ataja, y si necesits plata porque se te muri algn pariente, antes me tras el certificado de defuncin. Mir, ni siquiera con el certificado. nicamente contra presentacin del cadver. Jefe no quiero plata... le digo, y agrego por ahora. Porque en ese momento pienso que en una de esas voy a tener que comprar un remedio y ante la presentacin de la receta no podr decirme que no. Mir vos me digo cmo no se me ocurri antes ese yeite? Ni ahora ni nunca, ni siquiera a fin de mes... Sabs que sos el nico en la historia de esta empresa que cobra por adelantado? Ya tens un mes de sueldo en vales... Jefe, perdneme, pero no estoy de humor hoy. Todo lo que quiero es permiso para ir al hospital. Hay que ver el conflicto que esto le produce. (Quin ser : un pariente, un amigo, algn amor lejano?) Pero reacciona. Sangre diste la semana pasada. Te fuiste a las 9 y no apareciste en todo el da. Jefe, usted se confunde. Que yo mida 1,95 y pese 102, no quiere decir que si me sacan medio litro del vital elemento, no quede medio dopado. Bueno, no s, pero parientes vivos ya no te quedan, segn me consta. Quin es el moribundo ahora Nadie. Soy yo el que quiere ir al hospital, ahora mismo. Qu te pasa? esto lo dice enojndose consigo mismo, porque ya est entrando por la variante. Jefe, no me lo va a creer. No me lo va a creer!! No s qu cara pongo, pero s la que pone l. Se asusta: Corazn, hgado, pulmn?, al mismo tiempo busca el trmino ese, difcil, ese trmino que cuanto mejor lo dice la gente, ms se piensa en el gran mdico que perdi la sociedad. Algn trastorno cardiovascular? Niego con la cabeza. Visceral? Tampoco digo. Y como ya est a punto de agotar su diagnstico precoz, apela a lo increble, a lo que no puede ser en esta poca. Me imagino que no tendr nada que ver con el sistema gnito-urinario, no? Y, ms o menos le contesto, tengo un grano en el culo.

Diez minutos despus estoy parado en el hall del hospital Pirovano mirando la gua de consultorios externos. Parezco un tailands recin llegado buscando la temperatura media de Jujuy en la gua de telfonos. No s qu especialidad elegir: "enfermedades secretas", "culologa", "anologa", "ojetologa"? No figura ninguna, y a esa enfermera de la mesa de entradas no le pienso preguntar ni aunque me muera. Si fuera vieja todava, pero no tiene ms de 25 y hay que ver lo bien que est. El portero, o algo as, acude en mi ayuda. Y como todos los porteros tienen obligacin de ser mdicos frustrados, cancheros viejos, empricos de la medicina, que lo ven a uno y ya saben lo que tiene, me pregunta: Algn problema, seor? Busca a alguien? S, la verdad que s. Pero no s exactamente a quin. Juro que mi respuesta fue totalmente natural, pero l ya sospechaba algo turbio. Alguno de los doctores? S, pero no s cul puede ser... Los puntos suspensivos fueron benvolamente acogidos por el portero. Algn problema... y mientras se apoya en una sonrisa comprensiva y paternal, agrega Me parece que usted busca dermatologa: primer piso, consultorio 23. Dgale al doctor que lo mando yo. Perdn, dermatologa? Y... qu atienden all? Quiero decir, si uno tiene... Eh, por favor! Yo tambin tuve que ir cuando era joven... y luego de asegurarse de que nadie lo ve, agrega: tres veces. Claro, eran otros tiempos, no? S, no va a comparar le ratifico, mientras pienso que dermatologa no puede ser. Que la piel del culo me duele, que de eso no hay duda, pero que no hay relacin. Adems, me duele cada vez ms y antes de tener que relatar, por segunda vez, la cruda verdad, me tiro un lance y digo: Creo que es ortopedia. Como a cualquier personaje orillero, lo tumba el asombro. Ortopedia? Pero si usted camina lo ms bien. No vaya a creer, hay momentos en que no puedo... Comienza a decepcionarse, todo un caso social que l crea tener como primicia absoluta, ahora se le va diluyendo. Ortopedia le insisto. No es donde curan las enfermedades del ort*, o algo as? Dgame, seor me pregunta ya totalmente ofendido. A usted qu le duele? Bueno, para serle franco... me duele el culo, qu quiere que le haga? No tiene ninguna ancdota al respecto y no s si me la hubiera contado en el caso contrario. Lo miro fijo. Ya me odia. Dice entonces secamente: Vaya a la guardia. Ah lo van a atender. Parece mentira. Cuando me dispongo a irme, la vocacin lo traiciona y me dice: Tmese un Geniol... o dos. Le agradezco la inslita receta y enfilo para la guardia. El continente americano se ha enfermado hoy, y me pongo en la cola. Las proporciones de la fila hacen dudar si llegar vivo a que me atiendan, pero, a la vez, pienso que me da el tiempo suficiente, para ver qu le digo a la mina que est sentada en un escritorio y distribuyendo el juego como un hbil mediocampista: Usted all, usted ac... hoy est prohibido enfermarse del hgado, el reumatlogo tiene hepatitis... Pienso en lo que voy a decirle. Me duele el recto (y todo el mundo pensando qu lstima, un muchacho con ese fsico y maricn). Quiero que me revisen el recto (y la misma conclusin, ahora ya sin ninguna duda sobre mi desviacin sexual). Busco al rectlogo (y lo mismo; ste quiere disimular que es maricn, lo cual no deja de ser peor. Por lo menos, que afronte su desgracia con altivez, caramba). La cola se acorta, faltan dos tipos y no s todava qu voy a decirle, entonces pienso que el punto que est delante mo me puede salvar. Quisiera ver cmo le explica l, que tiene bichitos juguetones, as aprovecho la bolada. l entonces crea un antecedente y lo mo se hace menos grave. Cuando le llega el turno, la enfermera le pregunta nombre, apellido, edad, domicilio y por poco hincha de quin. Con soberbia cara de otario me acerco a escuchar el crucial dilogo. Qu problema tiene? pregunta elle, y l, a punto de carsele la cara de vergenza por lo frgil ser humano que es, responde: Tengo una ua encarnada. Pienso en la famosa clnica de diagnstico que podramos fundar el portero y yo y luego de dar mi filiacin, la enfermera me mira y me pregunta con la mirada: qu problema tiene? Yo, mudo. Finalmente accede al ritual. Qu problema tiene, seor? Bueno... tengo un dolor. Apoya la cabeza en la palma y me vuelve a mirar. Est esperando que le diga dnde. S? me pregunta, dejando en el aire: "qu me dice?" S le contesto. El agitadsimo dilogo no deja de constituir una escena pintoresca que matiza la espera de todos los pacientes. Todos miran, detrs mo, no hay nadie. Esto puede durar todo el da. Pienso: "Aydame, miss Nightingale. Vos sabs de estas cosas". Dolores durante la miccin? me pregunta sutilmente. Dolores durante la miccin parece el nombre de una mina de la sociedad colombiana, pienso. No le contesto. Y con un gesto le indico que siga intentando. Dolores gnito-urinarios? me pregunta ahora un poco enojada, y antes de que se le ocurra la prxima posibilidad dolorosa, un sifillogo frustrado opina en voz baja para que lo oigan todos: Debe ser para dermatologa, seorita! Seor, por favor, no podemos estar todo el da con esto! Si usted no me dice que le pasa Problemas gnito-urinarios? Insiste. Seorita le digo con tono lastimero no son gnito-urinarios, pero... alguna relacin tienen, no s. El recto, tiene algo que ver con el sistema? Claro, la palabra es un cheque al portador. La noticia entonces recorre el hospital, pero el epicentro del fenmeno se centra en la guardia. El tipo de la ua encarnada me mira dicindome con los ojos: "no te da vergenza, si yo fuera tu padre te volva a romper el culo, pero a patadas", y una madre le dice a su hijo: "vos ven para ac", y lo protege instintivamente del deleznable sujeto. Tiene mucho dolor? me pregunta. S. Por momentos es insoportable. Un mdico pasa por all en ese momento y la enfermera lo detiene. Noto que habla de m, el tipo me mira, como diciendo "s, enseguida vuelvo", y sale. Como pese a todo la enfermera me ama, me informa que en seguida me van a atender. La decisin provoca la tradicional reaccin popular. Hay murmullos contra la aborrecible enfermera, pero en medio de la indignacin general surge la voz de la madre del nio que, dirigindose a nadie, es decir, a todos, dice: Claro, y encima los atienden primero.

La configuracin edilicia de la guardia propiamente dicha es un monumento a la discrecin. Con un grabador y una filmadora uno podra, en diez minutos, escribir los diez tomos del Testud. El mdico llena una ficha y me pregunta qu me pasa. Debe tener 22 aos a lo sumo. Me pregunto: "En qu ao estars? Ya rendiste culo, vos?" Mire le explico, desde ayer tengo un dolor brbaro en el ano. Y ahora ya no puedo ms. No me puedo sentar, no puedo estar parado, me duele si hablo. Bueno, vamos a ver. Venga por aqu. A medida que recorremos el pasillo, va descorriendo las cortinas de los boxes, no sin provocar frecuentes chillidos, indignados, por favores y actitudes insensatas de quienes se ven sorprendidos con paos menores a media asta. Encontramos uno vaco, me ordena que me desnude y lo espere. En el box de al lado, el de la ua encarnada pega un grito y se traga una puteada que hubiera involucrado hasta al ms remoto antecesor de la enfermera. Pienso: "la verdad, esto es mejor tomrselo en joda y cagarme de risa". A la sola mencin del verbo defectivo, reflejo condicionado, dira mi psiclogo de cabecera, me entran ganas de ir al bao, va recto. "Lo nico que me faltaba, me digo, que me agarren ganas de cagar". El grito del de la ua encarnada va a parecer un susurro de amor comparado con el mo. Qu frgil y espiritual que es uno. Trato de engaarme y me digo que ya cagu. Mentira, me grita mi inconsciente, mientras pienso que algn da debo escribir un ensayo sobre la vida y la caca: dos cosas difciles de aguantar. Como la temperatura ambiente no es la ms propicia para quedarse totalmente en pelotas, me dejo la camisa y los zapatos, bien a lo grasa de balneario de Quilmes. Me siento en la camilla y me observo el aparato gnito-urinario, como dira el portero. Da lstima. Replegado sobre s mismo, parece el experimento de un jbaro que ha reducido un bandonen. Cuando el de la ua encarnada opina que prefiere que le corten el pie antes de que se atrevan a tocarle la ua otra vez, entra el futuro mdico, orgullo de la familia. Pngase en cuclillas me ordena. Me pongo en cuclillas y pienso que lo nico que falta es que me suene un disparo para que yo salga en busca de la meta. Abra un poco ms las nalgas. Las abro. Un poco ms insiste. Doctor, no crea que no quiero colaborar con la ciencia, pero mido 1,95. El tipo se re y me dice que est bien. Para distraerme un poco, bajo la cabeza y miro hacia atrs. Me pregunto cmo no manda todo a la mierda y se manda a mudar tambin l. El espectculo es deplorable, pero siento las manos fras en ambos glteos y dos pulgares acercndose sugestivamente por ambos flancos. Instintivamente me hago el estrecho. No, por favor, qudese tranquilo. As no puedo hacer nada. Le pido perdn y rindo la ciudadela. Los pulgares se asumen y se acercan a las puertas del palacio ya. "Vos tocame noms, tocame apenas y te cago encima", pienso. Ostensiblemente acuciadas por la posicin decbito panzal, las ganas de cagar se acentan y ahora s, me niego rotundamente. El tipo se enoja y como ya ha entrado en confianza (despus de todo ya me ha tocado el culo) me dice: "che djese de embromar, parece mentira". (Lo que pasa es que no puedo abrirlo, qu carajo, llamalo como quieras, pero me cago, qu quers que le haga?). Como sospecha algo, me pregunta: Qu le pasa? Doctor, perdneme, pero usted quiere creer que justo ahora? Se agarra la cabeza y vuelve a rerse . Est bien, pero aguntese. No hay otra solucin. Yo necesito slo unos segundos para palparlo. Tengo ganas de contestarle que yo tambin, pero para cagarme. No creo que el chiste le caiga bien. Como soy un gil, me pregunta cosas a medida que empieza otra vez la invasin. Es la primera vez que le pasa? Y la ltima, tngalo por seguro. (Aunque tenga que cagar por la oreja el resto de mi vida). En ese momento, siento un alambre de pas recorriendo con libre albedro las paredes iniciales de mi culo. Y pienso lo que debe estar gozando el de la ua encarnada. Pego un grito. Qudese como est me ordena el galeno. Relaje los msculos. Enseguida vuelvo. Escucho que en el pasillo le pregunta a la enfermera dnde hay vaselina. La mera enunciacin del noble lubricante para usos varios y aberrantes, me incita a salir corriendo despavorido, cuando advierto que la cortina se corre, entra alguien, doctora ella, y recorre con la mirada los hermosos y lascivos glteos; luego va hacia el aparato gnito-urinario propiamente dicho, me mira inquisitivamente, se va hacia atrs y vuelve a investigar la decoracin en general, tuerce la cabeza convencida de que no hay nada que hacer (todo sera intil), pide perdn y sale. En cualquier momento, deciden dejarme all toda la maana y cobrar entrada, pienso. Se vuelve a correr la cortina y entra mi anlogo de cabecera con un frasco de vaselina como para revisar a un mamut. Lo deja sobre una mesita y procede a colocarse unos guantes de goma. Es para evitar el embarazo? le digo hacindome el gracioso. No me contesta porque los guantes son ms viejos que el tobillo y no sabe por dnde empezar. Cuando logra ponrselos, le asoman dos dedos, lnguidos y desnudos. Un momentito me ruega. Doctor lo paro. Tengo que quedarme as obligatoriamente? Me duelen los brazos, sin contar con que cualquiera puede entrar como recin. El show, es maravilloso, espectacular, francamente un asco. No, qudese as. Y abra las nalgas todo lo que pueda. Sale y vuelve al rato. Esta vez acompaado de un colega, futuro anlogo. Fstula? No s. Todava no pude palpar. Dolor? S. No se ve inflamacin dice el recin llegado desde la frontera con Bolivia. Qu te parece? No s. Palp a ver qu pasa. Yo Ano V todava no di. El colega desaparece. De pronto, la situacin se hace tensa. Me vuelve a abrir sin ms trmite, se acerca todo lo que puede y, jugando, decide auscultar de zurda. Le miro el tamao del dedo, manos de pianista ms bien no tiene. Doctor, perdn, pero usted piensa meterme eso adentro? le pregunto con pnico. Por supuesto me responde mientras cubre de vaselina el dedo. Pero dgame, no tiene algo ms... finito? Bueno, esccheme bien. Ahora va en serio. O se deja palpar o se va a su mdico. Me dejo palpar. Cuando las galaxias explotaron en el ncleo central del universo, todo fue durante un instante un rojo que nunca se volver a repetir, una explosin en el seno ms ntimo de cada una de las estrellas que se expandieron por el espacio buscando con sus puntas el lugar cosmolgico, horadando el infinito como floretes incomparables, mientras el sol, vagabundo desde la eternidad, buscaba exactamente el centro de todo el sistema, calcinando todo lo que encontraba a su paso en una carrera devastadora que super continentes, desequilibr el nivel de la superficie de los planetas, emergieron montaas y los volcanes, que durante millones de siglos se haban aburrido en las entraas mismas de la tierra, emergiendo tambin como bestias, como una estampida de bfalos inconmensurable vomitando el rojo inicial, hasta que Dios dijo: basta, paremos aqu si queremos formar un planeta". Bernardo Jobson sala del quirfano ad hoc, horadado y profanado en lo ms ntimo, con la orden de volver al otro da para ser observado por el especialista en el asunto, sujeto que le aplicara un aparato "que se llamar todo lo rectoscopio que quieran deca Bernardo pero no deja de ser un fierro en el culo, hablando inteligentemente". En el momento de salir, el tipo de la ua encarnada apoyndose lastimosamente en uno de sus talones, va tambin hacia la salida. Jobson no sabe por qu, pero el tipo le sonre y le dice: "Qu da, no?" al tiempo que camina junto a l. Jobson siente una de las famosas puntadas y se agarra del desuado para no caerse, gesto civil y sin implicancias, que el tipo de acuerdo a lo visto, interpreta como un signo de amor a primera vista. Bernardo esboza otra sonrisa y entonces las cosas empeoran, porque el tipo de la ua, con cara de mufa, impotencia, asco y dolor a la vez, levanta instintivamente el pie de Aquiles y como Bernab Ferreira en su tarde ms gloriosa, le encaja una patada en el centro del culo. Por un segundo los dos se miran, sorprendidos. Despus, al unsono pegan el grito inicial, el llamado de amor indio, pero de indio alzado, Tarzn navegando de liana en liana y llamando a todo el continente africano con voz tomada por un intempestivo resfro e inmediatamente dan comienzo al primer festival mundial del cante jondo, no sin matizarlo, asiduamente con pasos de baile cal y danza rabiosamente moderna, todo por buleras, claro est". No fuimos testigos de nada de esto, pero lo imaginamos tan patticamente, tan en carne propia, que an varios das despus de nuestra conversacin con Bernardo Jobson, titubebamos tmidamente antes de sentarnos en una silla.