Berger. La Ginebra de Borges

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John Berger: La Ginebra de Borges Una visita a la tumba de Borges, relatada con maestría por John Berger, le sirve al escritor británico para ahondar en el alma del argentino y descubrir sus vínculos con la ciudad donde tuvo su primera experiencia sexual y eligió morir. Ginebra es tan enigmática y contradictoria como un ser vivo. Yo podría rellenar su documento de identidad. Nacionalidad: Neutral. Sexo: Femenino. Edad: (seamos discretos) parece más joven de lo que es. Estado civil: Separada. Rasgo físico: Ligeramente cargada de espaldas debido a su miopía. Observaciones generales: Sexy y reservada. No encontrarán confirmación de estas cosas en guía turística alguna, pero sí en ciertos escritos de Conrad, Graham Greene y Jorge Luis Borges. Durante siglos, los viajeros de paso han dejado cartas, instrucciones, mapas, listas y mensajes, para que Ginebra los entregue a otros viajeros que llegarán después. A comienzos del siglo XX, Ginebra era un lugar habitual de reunión para los revolucionarios y conspiradores europeos, del mismo modo que ahora es uno de los puntos de encuentro de los mafiosos del nuevo orden económico mundial. Y, de forma más permanente, alberga a la Cruz Roja Internacional, a Naciones Unidas, a la Organización Internacional del Trabajo, a la Organización Mundial de la Salud y al Concilio Ecuménico de Iglesias. El 40% de la población es extranjera. Veinticinco mil personas viven y trabajan allí sin papeles. En la ONU, unos 24 hombres trabajan a jornada completa simplemente para llevar archivos y cartas de un departamento a otro. Aunque es descendiente directa de Calvino, nada de lo que oye o ve la sorprende. Nada le tienta tampoco, o por lo menos nada que sea obvio. Su pasión secreta (porque naturalmente tiene una) está bien oculta y sólo unos pocos la han percibido, entre ellos Jorge Luis Borges que, en 1955, cuando estaba casi ciego, fue nombrado director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. 1

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LITERATURA: IMPRESIONES EN SUIZA

John Berger: La Ginebra de Borges Una visita a la tumba de Borges, relatada con maestra por John Berger, le sirve al escritor britnico para ahondar en el alma del argentino y descubrir sus vnculos con la ciudad donde tuvo su primera experiencia sexual y eligi morir.

Ginebra es tan enigmtica y contradictoria como un ser vivo. Yo podra rellenar su documento de identidad. Nacionalidad: Neutral. Sexo: Femenino. Edad: (seamos discretos) parece ms joven de lo que es. Estado civil: Separada. Rasgo fsico: Ligeramente cargada de espaldas debido a su miopa. Observaciones generales: Sexy y reservada. No encontrarn confirmacin de estas cosas en gua turstica alguna, pero s en ciertos escritos de Conrad, Graham Greene y Jorge Luis Borges.

Durante siglos, los viajeros de paso han dejado cartas, instrucciones, mapas, listas y mensajes, para que Ginebra los entregue a otros viajeros que llegarn despus.

A comienzos del siglo XX, Ginebra era un lugar habitual de reunin para los revolucionarios y conspiradores europeos, del mismo modo que ahora es uno de los puntos de encuentro de los mafiosos del nuevo orden econmico mundial. Y, de forma ms permanente, alberga a la Cruz Roja Internacional, a Naciones Unidas, a la Organizacin Internacional del Trabajo, a la Organizacin Mundial de la Salud y al Concilio Ecumnico de Iglesias. El 40% de la poblacin es extranjera. Veinticinco mil personas viven y trabajan all sin papeles. En la ONU, unos 24 hombres trabajan a jornada completa simplemente para llevar archivos y cartas de un departamento a otro.

Aunque es descendiente directa de Calvino, nada de lo que oye o ve la sorprende. Nada le tienta tampoco, o por lo menos nada que sea obvio. Su pasin secreta (porque naturalmente tiene una) est bien oculta y slo unos pocos la han percibido, entre ellos Jorge Luis Borges que, en 1955, cuando estaba casi ciego, fue nombrado director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.

En el extremo sur de Ginebra, muy cerca del Rdano en su flujo de salida del lago, hay unas cuantas calles rectas, ms bien cortas y estrechas, con edificios de cuatro pisos, construidos originalmente en el siglo XIX como apartamentos residenciales. Algunos se convirtieron ms tarde en oficinas, otros siguen siendo utilizados como viviendas.

Calles archivo

Estas calles parecen pasillos que corrieran entre gigantescas estanteras de libros en una especie de biblioteca. Cada fila de ventanas cerradas, vista desde la calle, es la puerta de cristal a otra balda de una estantera. Las cerradas puertas delanteras de madera barnizada son los cajones cerrados de catlogos de la biblioteca. Tras las paredes de estas calles todo aguarda a ser ledo. Yo las llamo las calles archivo.

No tienen nada que ver con los inmensos archivos reales de la ciudad de informes de comits, memorandos olvidados, resoluciones aprobadas, actas de un milln de reuniones, descubrimientos de investigadores desconocidos, peticiones pblicas desesperadas, expedientes de alto secreto, primeros borradores de discursos con garabatos amorosos en el margen, profecas tan acertadas que tuvieron que ser enterradas, quejas sobre los intrpretes, e innumerables presupuestos anuales; todo esto est almacenado en otro sitio, en las oficinas de las organizaciones internacionales. Lo que aguarda a ser ledo en las estanteras de las calles archivo es privado, sin precedentes y casi ingrvido.

La Rue de la Matresse es una de esas calles. Borges vivi all en un hotel durante los ltimos seis meses de su vida. Haba decidido que no quera morir en Buenos Aires, sino en Ginebra, la ciudad que, como le gustaba decir, era una de sus patrias chicas.

Setenta aos antes, en el verano de 1914, cuando Borges tena 15 aos, su familia, que haba venido de visita desde la Argentina, se vio atrapada en Ginebra por el estallido de la guerra, y l fue a la escuela en el Instituto Calvino. La familia vivi durante cinco aos en la Rue Ferdinand Hodler, que es otra calle archivo, no muy distante de la antigua sinagoga. Si pasean por la calle, observarn sus puertas y ventanas que se envan seales unas a otras, percibirn los secretos metdicamente dispuestos que aguardan discretamente a ser develados algn da.

La pasin de Ginebra es descubrir, catalogar y comprobar lo que se ha dejado de lado. No es de extraar que sea corta de vista. Y qu le aporta su pasin secreta? Qu es lo que mitiga? Satisface su curiosidad insaciable.

Ante cualquier situacin, por muy escandalosa que sea, es capaz de murmurar "lo s" y aadir despus con gentileza: Sintese ah, ver qu puedo traerle.

Tuve un encuentro en Ginebra con mi hija Katya. Tena que recogerla en las oficinas del peridico donde trabajaba y luego bamos a ir a dar una vuelta en coche por los viedos que bordean el Rdano. Era junio y haca calor.

Tomemos antes un caf en la cafetera italiana de la esquina, dijo ella.

Encontr un lugar en pleno sol. Yo me sent a la sombra. Charlamos mientras tombamos el caf, y luego ella dijo: Mira esos rboles, ah es donde est enterrado Borges. Vamos. Hemos hablado de ello a menudo, pero nunca lo hemos hecho.

El cementerio tiene amplias praderas y rboles altos. A primera vista apenas se notan las tumbas. Un cementerio muy exclusivo llamado La Cimitire des Rois.

Los pjaros cantaban obedientemente entre el ramaje. Las tumbas son principalmente de eminentes artistas locales o de catedrticos universitarios. Emanan un cierto aire de suficiencia. Sus fantasmas, supongo, llevarn toga. Un zorzal pisaba melindroso la hierba recin cortada. Pedimos a un jardinero, que result ser bosnio, que nos indicase la direccin.

Por fin encontramos la tumba en un rincn alejado. Ningn adorno. Una lpida sencilla y un rectngulo de grava en el que estaba posado un cesto de mimbre que contena tierra y un arbusto de hojas verdes pequeas y muy oscuras que tena bayas. Tengo que encontrar su nombre porque Borges amaba la exactitud de las listas; cuando escriba le daban la posibilidad de posarse, como un zorzal, en el lugar exacto que haba elegido. Toda su vida estuvo penosa o escandalosamente perdido en poltica, pero jams en la pgina que estaba escribiendo.

Tengo que justificar lo que me hiereMi fortuna o desdicha no importanSoy un poeta.

El muri, proclamaba la lpida, el 14 de junio de 1986.

Los dos nos quedamos ah de pie en silencio. Katya llevaba puesto un veraniego vestido estampado gris marengo y blanco. Afligido por su ceguera, l slo habra visto un desdibujado borrn gris. Yo estaba sujetando mi casco negro en el que haba metido los guantes.

El arbusto, segn el jardinero bosnio, era un Buxus sempervirens. Deb haberlo reconocido! En los pueblos de la Alta Saboya uno moja un ramillete de esta planta en agua bendita para rociar de bendiciones por ltima vez el cuerpo de un ser querido tendido en su lecho de muerte.

Cuando tena 17 aos, Borges vivi una experiencia en Ginebra que lo marc profundamente. Slo habl de ello mucho despus con uno o dos amigos. Su padre haba decidido que ya iba siendo hora de que su hijo perdiera la virginidad. En consecuencia organiz una cita para l con una prostituta. Un dormitorio en un segundo piso. Una tarde de primavera tarda. Cerca de donde viva la familia. Quizs en la Place Bourg du Four, quizs en la Rue General Dufour. Borges pudo haber confundido los dos nombres. Yo optara por la Rue General Dufour porque es una calle archivo. Y todas las calles archivo discurren ms o menos perpendiculares al Rdano, y por ello son paralelas.

Cara a cara con la prostituta, el Borges de diecisiete aos estaba paralizado por la timidez, la vergenza y la sospecha de que su padre era cliente de la misma mujer. Su cuerpo le angusti a lo largo de su vida. Slo se desnudaba en poemas, que, al mismo tiempo, eran sus ropas.

Sintate ah. Ver qu puedo traerte, dijo ella suavemente.

Quiz lo que Ginebra fue a llevarle, aquella tarde en la Rue General Dufour, cuando se percat del desasosiego de aquel hombrecito y despus de haberse puesto un salto de cama sobre sus blancos hombros el bronceado todava no se haba puesto de moda era media pgina arrancada de un archivo.

Katya y yo nos acuclillamos junto a su tumba. Haba un grabado en bajorrelieve de unos hombres en lo que pareca ser una especie de embarcacin medieval, o quizs estaban en tierra firme y era su frrea disciplina de guerreros la que les haca permanecer tan cerca e inmutablemente juntos? Parecan muy antiguos. En la parte de atrs haba otros guerreros sujetando lanzas o remos, confiados, dispuestos a cruzar cualquier terreno o aguas que tuvieran que cruzar.

Cuando Borges vino a Ginebra a morir, lo hizo acompaado de Mara Kodama. A principios de los aos sesenta haba sido una de sus alumnas que estudiaba literatura anglosajona y nrdica. Tena la mitad de aos que l. Cuando se casaron, ocho semanas antes de que l muriera, se mudaron del hotel de la Rue de la Matresse a un apartamento.

Un guante olvidado

Este libro es tuyo, Mara Kodama. Debo decirte que esta inscripcin incluye los crepsculos, el ciervo de Nara, la noche que est sola y las pobladas maanas, las islas compartidas, mares, desiertos, y jardines, lo que pierde el olvido y lo que la memoria transforma, la aguda voz del muecn, la muerte de Hawkwood, algunos libros y grabados?

Slo podemos dar lo que nos ha sido dado. Slo podemos dar lo que ya es de otro...

Un hombre joven con su hijo en un cochecito pas a nuestro lado mientras Katya y yo tratbamos de ponernos de acuerdo sobre el idioma en que estaban inscritas las palabras de la estela. El nio seal con el dedo al zorzal que estaba en la hierba y el pjaro se adelant pavonendose; el nio se parta de risa, seguro de que haba sido l el que haba hecho moverse al pjaro. Le seal otra vez. Y otra. El pjaro vol.

Las cuatro palabras en la parte frontal resultaron estar en anglosajn. And Ne Forhtedan Na. No hay que tener miedo.

Ahora se acercaba una pareja a un banco vaco que haba un poco ms lejos. Titubearon un poco y despus decidieron sentarse. La mujer se sent en las rodillas del hombre, de cara a l.

Es una pena, pens, que no trajramos ningunas flores para dejar a los pies de la tumba. Entonces, tuve una idea: en vez de flores, le dejara uno de los guantes de piel que tena metidos en mi casco.

El recuerdo de una maana.Lneas de Virgilio y Frost.La voz de Macedonio Fernndez.El amor o la conversacin de unos pocos.Ciertamente son talismanes, pero intiles contrala oscuridad que no puedo nombrar,la oscuridad que no debo nombrar.

Comenc a dudar. Simplemente parecera que se le haba cado a alguien! Un ajado guante negro, cado. No significara nada. Olvdalo. Mejor vuelve otro da con un ramo de flores.

Katya me mir interrogativamente. Asent. Era hora de irse. Volvimos paseando lentamente hacia la entrada, sin hablar ninguno de los dos.

Cuando llegamos a la moto, desenganch el segundo casco que haba trado para ella. A punto de ponerme el mo, saqu los guantes. Faltaba uno.

Volveremos, debe habrsete cado, dijo Katya, slo nos llevar un minuto.

Le cont lo que haba pasado por mi cabeza mientras estbamos de pie junto a su tumba.

Le infravaloraste!, replic ella, le infravaloraste!

Met el guante que me quedaba en el bolsillo y nos fuimos en la moto. Katya se abri la visera y, apoyando su barbilla en mi hombro, pregunt: Era el de la mano derecha?

No lo s, grit.No me sorprendera, dijo ella.

No me cerr la visera. A veces oyes hablar en las rfagas de aire si llevas la visera levantada. Las voces de las propias palabras, o varias palabras fundindose en una sola voz. Cuando dejbamos atrs el pueblo, o a Ginebra decir con su voz habitual, evasiva, sexy: Espera un momento. Ver qu puedo traerte...

En: Revista , Clarn, Buenos Aires, sbado 21 de febrero de 2004.PAGE 1