Benjamin Sobre Kafka

15
WALTERBENJAMIN PARA UNA CRÍTICA DE IA VIOLENCIA Y OTROS ENSAYOS Ilumin aciones IV lntroducción y selección de Eduardo Subirats Traducción de Robeno Blacr taurus T

description

Kafka

Transcript of Benjamin Sobre Kafka

  • WALTERBENJAMIN

    PARA UNA CRTICA DE IA VIOLENCIA

    Y OTROS ENSAYOS

    Iluminaciones IV

    lntroduccin y seleccin de Eduardo Subirats

    Traduccin de Robeno Blacr

    taurus

    T

  • Titulo onginal: l:.ssayauswalrl (1/umlntlriones n') '"' I!Ci~ Bond 1 und 3

    1972. t9n, Suhrknmp Vcrlag. fronltfurt nm Main C 1991 1998. Grupo S:lnul13n.3 de FAicione:., S. A.

    TorreJ.gum. 60 21>43 Madrid Telc:for.o 9 1 744 90 60 Tclefu 9 1 744 92 24 v. ~ ~ .llut\b "J..lt.illa.na es

    A;wlu. Altea. Taurus. Alfa81J.lra. S A lkule). 3860. 1437 Bueno-. Aut:s Agu1lar. Altea. Taurus, Alfasuam. S A de C. V. Avda. Uruvenidad, 767, Col del Valle, MXICO. D.F c. p 03100 D1~tnbu1dora y Editora Aguilar, Ahe3, Taurus, Alfaguara, S. A. Calle RO. n.0 1023 Telfono: 635 12 00 SAillnf de 13ogoll, Colombia

    rrimol'tl cdiciu: octubre de 1998 Segunda edicin: muyo do 1 999 Tercero edicin: uctubrc de 200 1

    ~ De lo truducc6n. Robcno J. Ohm Wcinstein. 1991 r. De la introducCin. Eduardo Submus, 1991 D1scno de cub1erta: TAU Discoo Fotognia: Co\cr

    ISB~ 84--l~JH!-2 Dc:p L~gal \1-39.993-:!tlOI Pnrucd m SpG:n- lmrreso en 1 ~ll.l"-'

    TodOlo los derechos rcscf\1l

  • voz. En el autntico narrar, la mano, con sus gestos aprendidos en el trabajo, influye mucho ms, apoyando de mltiples formas lo pronunciado.) Esa.vieja coordinacin de alma, ojo y mano que emerge de las palabras de Valry, es la coordinacin artesanal con que nos topamos siempre que el a1te de narrar est en su ele-mento. Podemos ir ms lejos y preguntarnos si la relacin del na-rrador con su, material, la vida humana, no es de por s una re-lacin attesanal. Si su tarea no consiste, precisamente, en elaborar las materias primas de la experiencia, la propia y la ajen, de frma slida, l y nica. Se trata de una elaboracin de la cUa.l el proverbio ofrece una primera nocin, en la medida en que lo entendamos como ideograma de una narracin. Podra decirse que los proverbios son ruinas que estn en el lugar de viejas his-torias, y donde, como la hiedra en la muralla, una moraleja trepa sobre un gesto.

    As consi.derado, el narrador es admitido junto al maestro y al sabio. Sabe consejos, pero no para algunos casos como el pro-verbio, sino para muchos, como el sabio. Y ello porque le est dado recurrir a toda una vida. (Por lo dems, una vida que no slo incorpora la propia experiencia, sino, en no pequea me-dida, tambin la ajena. En el narrador, lo sabido de odas se aco-moda junto a lo ms suyo.) Su talento es de poder narrar su vida y su dignidad; la totalidad de su vida. El narrador es el hombre que permite que las suaves llamas de su narracin consuman por completo la mecha de su vida. En ello radica la incomparable at-msfera que rodea al narrador, tanto en Lesskow como en Hauff, en Poe como en Stevenson. El narrador es la figura en la que el justo se encuentra consigo mismo.

    134

    Franz Kafka *

    POTEMKJN

    Se cuenta que Potemkin sufra de depresiones que se repetan de forma ms o menos regular, y durante las cuales nadie poda acercrsele; el acceso a su habitacin estaba rigurosamente ve-dado. En la Corte esta afeccin jams se mencionaba, sabido comQ era, que toda alusin al tema acarreaba la prdida del fa-vor de la emperatriz Catalina. Una de estas depresiones del can-ciller tuvo una duracin particularmente prolongada y caus gra-ves inconvenientes. Las actas se apilaban en los registros y la resolucin de estos asuntos, imposible sin la firma de Potemkin, exigieron la atencin de la Zarina misma. Los altos funcionarios no vean remedio a la situacin. Fue entonces que Shuwalkin, un pequeo e insignificante asistente, coincidi en la antesala del palacio de la cancillera con los consejeros de estado que, como ya era habitual, intercambiaban gemidos y quejas. Qu acon-tece? Qu puedo hacer para asistiros, Excelencias? pregunt el servicial Shuwalkin. Se le explic lo sucedido y se lamentaron por no estar en condiciones de requerir sus servicios. Si es as, Se-oras, respondi Sbuwalkin, conliadmc las actas, os lo ruego. Los consejeros de estado, que no 1.enfan nada que perder, se de-jaron convencer y Shuwalkin, el paquete de actas bajo el brazo, se lanz a lo largo de corredores y galeras hasta llegar ante los aposentos de Potemkin. Sin golpear y sin dudarlo siquiera, ac-cion el pestillo y descubri que la puerta no estaba cerrada con llave. Al penetrar vio a Potemkin sentado sobre la cama entre ti-nieblas, envuelto en una rada bata de cama y comindose las

    * Franz Kafka, publicacin parcial en: Jdische Rundschau, 12-12-1934.

    135

  • sobre aqul cual enorme parsito. No slo le roe las fuerzas sino tambin sus derechos. El padre sancionador es asimismo el acu-sador, y el pecado del que acusa al hijo vendra a ser una especie de pecado hereditario. Porque a nadie atae la precisin que de ~t ese pecado hiciera Kafka tanto como al hijo: El pecado heredi-

    tario, la antigua injusticia que el hombre cometiera, radica en el reproche que el hombre hace y al que no renuncia, y segn el cual es vctima de una injusticia por haberse cometido el pecado he-reditario en su persona. Pero a quin se le adscribe este pecado hereditario -el pecado de haber creado un heredero- si no al padre a travs del hijo? Por lo que el pecador sera en realidad el hijo. No obstante, sera errneo concluir a partir de la cita de Kafka que la acusacin es pecaminosa. De ningn lugar del texto se desprende que se haya cometido por ello una injusticia. El pro-ceso pendiente aqui es perpetuo, y nada parecer ms reprobable que aquello por lo c ual el padre reclama la solidaridad de los mencionados funcionarios y cancilleras de tnounal. Pero lo peor de stos no es su corruptibilidad ilimitada. Es ms, la venalidad que les caracteriza es la nica esperanza que los hombres pueden alimentar a su respecto. los tribunales disponen de cdigos, pero no deben ser vistos. . .. es propio de esta manera de ser de los tri-bunales el que se juzgue a inocentes en plena ignorancia, sos-pecha K Las leyes y normas circunscritas quedan en la antesala del mundo de las leyes no escritas. El hombre puede transgredir-las inadvertidamente y caer por eUo en Ja expiacin. Pero Ul apli-cacin de estas leyes, por ms desgraciado que sea su efecto sobre los inadvertidos, no indica, desde el punto de vista del derecho, un ~zar, sino el destino que se manifiesta en su ambigedad. Hermano Cohcn ya lo haba llamado, en una acotacin al mar-gen sobre la antigua nocin de destino, una nocin que se hace inevitable, y cuyos propios ordenamientos son los que parecen

    provocar y dar lugar a osa extralimitacin, a esa cada. Lo mismo puede decirse dul enjuiciamiento cuyos procedimientos se diri-gen contra K. Nos devuelve a un tiempo muy anterior a la en-trega de las doce Tubl

  • humor de Dios, u no de esos malos das." "Existe entonces es-peranza fuera de esta manifestacin del mundo que conoce-mos?" El sonri. "Oh, bastante esperanza, infinita esperanza, slo

    , que no para nosostros." Estas palabras conectan con esas excep-cionales figuras kafkianas que se evaden del seno familiar y para las cuales haya tal vez esperanza. No para los animales, ni si-quiera esos hbridos o seres eocapullados como el cordero felino o el Odradek. Todos ellos viven ms bien en el anatema de la fa-milia. No en balde Gregario Samsa se despierta convertido en bi-cho precisamente en la habitacin familiar; no en balde el. ex-trao animal, medio gatito y medi.o cordero, es un legado de la propiedad paternal; no en balde es Odradek la preocupacin del jefe de familia . En cambio, los asistentes caen de hecho fuera de este crculo.

    Los asistentes pertenecen a un crculo de personajes que atra-viesa toda la obra de Kafk.a. De la misma estirpe son tanto el ti-mador salido de la . el estudiante que de noche aparece en el balcn como vecino de Karl Rossmann, as como tambin los bufones o tontos que moran en esa ciudad del sur y que no se cansan. La ambigedad sobre su forma de ser recuerda la iluminacin intermitente con que hacen su aparicin las figuras de la pequea pieza de Robert Walser, autor de la no-vela El Asistente. Las sagas hindes incluyen Gandarwas, cria-

    -:- turas incompletas, seres en estado nebulosos. De este tipo son los asistentes kafkianos; no son ajenos a los dems crculos de per-sonajes aunque no pertenecen a ninguno; de un c(rculo a otro ajetrean en calidad de enviados u ordenanzas. El mismo Katka dice que se parecen a Bernab, y ste es un mensajero. :--.lo han sido an excluidos completamente del seno de la naturaleza y por ello

  • UN CUADRO DE INFANCIA

    Hay un cuadro de infancia de Kafka y rara vez la pobre corta infancia exhibir una imagen ms conmovedora. Tiene su ori-gen en uno de esos talleres del siglo XTX que, con sos colgaduras, cortinajes y palmeras, sus gobelinos y caballetes, hacen pensar en algo intermedio entre una sala real y una cmara de torturas. Con su estrecho y a la vez humillante traje infantil cubierto de artcu-los de pasamanera, se sita el chico de unos seis aos en medio de una especie de paisaje constituido por un jardn invernal. Pal-mas absortas se insinan en el fondo. Como si fuera posible, para hacer an ms trridos y pegajosos a esos trpicos almohadona-dos, volcado hacia su izquierda, el modelo porta un desmesurado sombrero a la usanza espaola. Ojos inconmensurablemente tris-tes dominan el paisaje predeterminado, y a la escucha, la concha de una gran oreja.

    El ntimo deseo de convertirse en un indio, pudo haber traspasado esa gran pena: si fuese un indio, siempre alerta sobre el corcel galopante, suspendido de lado y estremecido por la cer-cana tierra trepidante, largadas las espuelas porque ya no haba espuelas, abandonadas las riendas que tampoco existian; La tierra ante s vista como una pradera segada y ya no hay ni cuello ni cabeza de caballo. Este deseo contiene muchas cosas. Su satis-faccin pone precio a su secreto y se encuentra en Amrica. El nombre del hroe nos indica ya la singular particularidad de . Mientras que en las otras novelas el autor slo se re-fera a una apenas murmurada inicial, aqu el autor experimenta su renacimiento en la nueva tierra con tm nombre completot Y

    11 Lo experimenta en el teatro natural de Oklahoma. En una es-quina callejera, Karl vio un afiche con la siguiente leyenda: Hoy, en la pista de carreras de Clayton se admite personal para el tea-tro de Oklahoma, de las seis de la maana basta medianoche! El gran teatro de Oldaboma os Uama! Slo hoy! nica ocasin! El que deje pasar esta oportunidad la pierde para siempre! El que piensa en su futuro merece estar con nosotros! Todos sern bienvenidos! El que quiera ser un artista que se presente! Somos el teatro que a todos necesita! Cada uno en su lugar! Felicita-mos ya a aquellos que se hayan decidido por nosotros! !Pero daos prisa para ser admitidos antes de medianoche! A las doce todo se cierra y ya nada se reabrir! Maldito el que no nos crea! Va-mos! A Clayton! El lector de este anuncio es K.arl Rossman, la tercera y ms afortunada encarnacin de K., el hroe de las no-

    142

    velas de Kafka. La felicidad le espera en el teatro natural de Ok-Laboma, una verdadera pista de carreras, como el estrecho tapiz de su habitacin en que la desventura>> otrora se abatiera sobre su persona y sobre el cual a ella se abandonara como en una pista de carreras. Esta imagen es familiar para Kafka desde la escritura de sus observaciones sobre la reflexin de los jinetes caballeros, desde que hizo que el nuevo abogado escalara los peldat1os del tribunal con altas zancadas y sonoro paso sobre el mrmol, y que lanzara a sus nios en la carretera al campo con grandes brincos y brazos en cruz. Por lo tanto tambin a Karl Rossman puede ocurrirle que distrado en su sopOD> se dedique a efectuar grandes saltos, consumidores de tiempo e intileS>>. Por ello, slo podr alcanzar la meta de sus deseos sobre una pista de carreras.

    Esta pista es a la vez un teatro, lo que plantea un enigma. Pero el enigmtico lugar y la figura totalmente libre de enigmas, trans-parente y ntida de Karl Rossman estn unidos. Karl Rossman es transparente, ntido y prcticamente sin carcter slo en el sentido en que Franz Rosenzweig habla de la interioridad del hombre en China como siendo en su Estrella de la Redencin.

  • puede comenzar, y es efectivamente anunciada por un toque de timbre. El toque ocurre con la mayor naturalidad al coincidir con Weise que deja a continuacin su casa en la que tiene su oficina. Pero este timbrazo, y as se especifica expresamente. es "dema-siado fuerte como para corresponder a un timbre de puerta". Re-suena el campanazo .. en toda la ciudad y se eleva al cielo". As como el toque de campana que se eleva al cielo es demasiado ~ noro como para ser un mero timbre de entrada. tambin los ges-tos de las figuras kafuanas son demasiado contundentes para el entorno habitual, por lo que irrumpen en una dimensin ms es-paciosa. Cuanto ms c;e incrementa la maesta de Kaf'ka. tanto ms renuncia a adaptar estos ademanes a situaciones habituales, a explicarlos. En la >. El lector que se encuentra con ella en El mdico rurab>, se habr probablemente percatado del carc-ter nebuloso que reside en su interioridad. Hubiera provocado KaJka esa interminable serie de consideraciones surgidas de la alegor[a, tambin al emprender su interpretacin'! En El Pro-coso esto ocurre a travs del religioso, y en un lugar tan notuble que podra suponerse que la totalidad de la novela no es ms que el despliegue de la parbola. Pero la palabra desplegar tiene un doble sentido. El capullo se despliega en flor, as como el barco de papel, cuyo armado enseamos a los nios, se despliega hasta volver a ser una hoja lisa. Este segundo sentido de despliegue es apto para las parbolas. con~ideradas desde el punto de vista de la satisfaccin del lector que las alisa parJ que puedan posarse sobre la mano desplegada. Pcrt) hl., parbola~ de Kafl..a se des--pliegan de acuerdo al primer S~.:n t itlo: como el capullo se trnns-forrna en flor. Por eUo el rc~uh ttlu se 1o;cmcja a la crcCt'lo a la llalaj. No son ale-ganas, pero tampoco textos rmlcpcndtt.ntcs. autocontenidos. Es-tan concebidos para ser ciladus, para ser contados a modo de aclaracin. Pero poseemos acac,n l'sa doctrina, o mejor dicho. esa enset'i.anza que acompaa a las alc.!gorias de Kafka y que se ilustra

    * La hagad (leyenda) tiene on tll Tt1lmud un papel de ilustracin potica de las consideraciones lugnlcs cstublecidas por la Halt\i (pres-cri pcin). No se trata de meras alcgorlas mecnicos sino ele referencias significativas que enriquecen la perspectiva puntual del legislador (N. dC!I T.)

    145

  • en los gestos de K. y en los ademanes de sus animaJes? No La te-nemos. A lo sumo podemos decir que esto o aqueUo la insinan. Quiz para K.afka lo que se conserva son sus reliquias. Nosotros podramos decir que sus figuras son sus precursoras. Sea como fuere, se uata de la organizacin de la vida y del trabajo en la comunidad humana. Esta cuestin lo ocup en creciente me-dida, mientras se le iba haciendo a la vez menos inteligible. En ocasin de la clebre conversacin de Erfurt en tre Napolen y Goetbe, aqul sustiLU y el hado por la poltica Cambiando de palabra, Kafka hubiera podido definir la organizacin como des-

    1 tino. Eso se lo plante no slo en relacin a las hinchadas jerar-quas de funcionarios de El Proceso y de El Castillo. sino de forma ms palpable en las complicadas e inabarcables empresas de construccin, cuyo digno modelo trat en La Conslruccin de la Mllral/a China.

  • otra manera: a los aspirantes no se les exige ninguna otra cosa ms que de actuarse. Que en ltima instancia puedan ser efecti-vamente lo que declaran, es algo que escapa a la dimensin de lo posible. Por med io de sus roles, las personas buscan un asilo en el teatro natural que se asemeja a La bsqueda de autor de los seis personajes pirandellianos. En ambos casos este sitio es el ltimo

    refugio~ lo que no quita que pueda ser el de la redencin. La re-dencin no es un premio a la existencia sino el ltimo recurso de un ser humano para el que, en Jas palabras de Kafka, la propia frente ... hace que el camino se le extrave. Y la ley de este teatro est en la recndita frase contenida en El informe para una Auz-demia: .. .imitaba porque buscaba una salida. no exista otra ra-ziD>. En vsperas del fin de su procesO, en ~ parece iluminarse una nocin de estas cosas. Repentinamente se vuelve hacia los dos hombres con sombrero de chistera que lo vienen a recoger y les pregunta: "En qu teatro actuis?" "Teatro?", pregunta uno de ellos al otro con un rictus espasmdico de la boca, como re-quiriendo consejo. El otro adopta una actitud parecida a la de un mudo en lucha con un organismo monstruoso. No contestaron a La pregunta, no obstante, todo indica que sta Ueg a afectarles.

    Todos los que de aJlora en adelante pertenecen aJ teatro na-tural son agasajados; par.t eUo se ha dispuesto un largo banco cu-bierto por un pao blanco. Todos estaban contentos y excita-dos. Los extras traen ngeles para el festejo. Cubiertos de ondeantes atavros, estn posados sobre altos pedestales con una escalera en su interior. Son aprestos de una verbena ruraL o quiz de una fiesta infantil en la que eJ chico del que hablramos al co-mienzo, acicalado y ahogado por moos y cordones, hubiera perdido su mirada triste. Incluso los ngeles podran ser verda-deros de no tener unas aJas atadas aJ cuerpo. Tienen precursores en la misma obra de Kafka. Uno de ellos es el empresario que se arrima a la red de salvataje en la que ha cado el trapecista en su primer desgracia>>, para acariciarlo, acercando su cara tanto a la de l, que las lgrimas del artista llegan a empapar su propio rostro. Otro, un ngel guardin o guardaespaldas se le aparece en El fractrictdio al asesino Schmar, y ste, la boca apretada contra el hombro del guardin se deja conducir, ligero, por l. En las ceremonias rurales de Oklahoma resuena la ltima novela de Kafka. Soma Morgcnstern afirm que como sucede con to-dos los grandes fundadores de religiones, un aire pueblerino do-mina la atmsfera kaflciana Este punto puede evocar especial-mente la religiosidad de un Lao-Ts, al dedicarle Kafka en el

    148

    prximo pueblo La ms completa descripcin: los paises veci-nos estaran a una distancia visible,/ Se oiran los llamados con-trastados de gallos y perros:/ Aun asl, las gentes deber(an alcan-zar la muerte a la edad ms alta,/ Sin haberlos hecho viajar de un lado a otro. Igual que Lao-Ts, Kafk.a tambin fue un para-batista. pero no fue un fundador de religiones. 1

    Consideremos el pueblo plantado al pie del Monte del Casti-llo desde el cual se nos informa tan extraa e imprevisiblemente sobre la presunta contratacin de K. en calidad de agrimensor. En e) eplogo a esta novela, Brod sugiri que Kafka tena en mente una poblacin precisa, Zrau en las monta11as del Erz, aJ refe-rirse al pueblo en las laderas del Monte del Castillo. Sin embargo, en l puede reconocerse an otro. Se trata de ese pueblo de la le-yenda talmdica, trado a colacin por un rabi no como res-puesta a la preguma de por qu el judo organi1.a u na cena festiva el viernes de noche, es decir, una vez entrado el Shabat. La le- ~ yenda cuenta de una princesa qu e en el destierro, lejos de sus compatriotas, languidece eiJ un pueblo cuyo idioma no com-prende. Un da le llega una carta; su prometido no la ha olvi-dado, la ha ubicado y ya est en c-amino para venir a buscarla. El prometido es eJ Mesas, dice el rabino. la princesa es el alma. y el pueblo en que est desterrada es el cuerpo. Y para expresar su alegria al cuerpo. del que no conoce la lengua, no tiene ms re-curso que organizar una comida. Este pueblo talmdico nos transporta al centro del mundo kafkiano. Tal como K. habita en el pueblo del Monte del Castillo, habita hoy el hombre contem-porneo en su propio cuerpo~ se le escurre y le es ho!;til. Puede Uegar a ocurrir que aJ despertarse una maana se haya metamor-foseado en un bkho. Lo ajeno, la propia otrcdad. se ha conver-tido en amo. El aire de este pueblo sopla en la obra de Kafka y por ello evit la tentacin de convertirse en fundador de una re-ligin. A este pueblo pertenece tambin la pocilga de donde pro-vienen los caballos para el mdico rural, el sofocante cuarto tra-sero en donde Klamm, un puro en lu boca, est sentado frente a una jarra de cerveza, y asimismo la puerta de palacio, que, al gol-perla, trae aparejada la ruina. El aire de este pueblo no est Lim-pio de todo aquello que no termin de cuajar. o bien est des-componindose, y mezclados se echan a perder. Este es el aire que Kafka debi respirar en su da. El no produjo Mantas ni fund religiones. Cmo pudo soportarlo?

    149

  • EL JOROBAD! ro

    Desde hace mucho se sabe que Knut Hamsun tiene la deli-cadeza de en riquecer con sus opiniones, una y otra vez, la sec-cin de cartas del peridico local de la pequea ciudad cerca de la cual vive. 1 lace aos tuvo lugar en esa ciudad un juicio jurado contra una criada que mat a su hijo recin nacido y fue conde-nada a una pena de prisin. En las pginas del perictico locaJ no tard en aparecer La poSJcin de Hamsun al respecto. Afirm que iba a ofrecerle La espalda a una ciudad que no castiga a la madre que mata a su rectn nacido con una pena q ue no sea ]a mxima; si no el patbulo, por lo menos una condena perpetua. Transcu-rrieron algunos aos. Se public Bendicin de la tierra. y en l se refiere la histona de una sJrvienta que comete el mismo crimen, recibe la misma pena y, como el lector puede apreciar, tampoco merece casttgo ms duro.

    Las reflexiones que Kafka nos dej, tal como aparecen en La construccin de la muralla china, constituyen una buena oca-sin para recordar esta serie de acontecimientos. Apenas publi-cada esta obra pstuma, apareci, basada en Las reflexiones all contenidas, una forma de interpretacin de Kafka, centrada en esos planteamientos y que se aleja de las circunstancias del cuerpo

    principal de su obro. Existen dos vas para malinterpretar radi-calmente los textos kafkianos. Una es la explicacin naturalista, y la otra, la sobrcnatuml. B.sicamente ambas, tanto la psicoa-nallica como la teolgica, equivocan el camino de la misma ma-nera. La primera est representada por Hellmut Kaiser; la se-gunda por lo que son ya numerosos autores, como H. J. Schoeps. Bemhard Rang, Grocthu)'sen. Entre ellos tambin hay que con-tar a Willy Haas, que no obstante, en otros contextos sus asocia-ciones con las que nos toparemos ms adelante, facilitaron ob-servaciones clarificadoras. Sin embargo, ello no le impidi concebir la obra completa de Kafka segn un patrn teolgico. El poder supcriom, as escribe sobre K~ el reino de la gra-cia, fue descrito en su gran novela El Castillo; el poder inferior, o sea, el m hito del juicio y de la condena, lo fue en su igual-mente gn1n novcln m l'roceso. El mundo entre ambos ... , el des-ti no tctrcslro y sus dif'ci los exigencias fueron acometidos, seve-ramente cstilir.u(los, on la tercera novela, Amrica. El pr.imcr tercio de esta i n tcrprc~twin se ha convertido desde Brod en pa-trimonio pblico. En la misma lnea escribe, para citar un ejem-plo, Bcm hard Rang: Mientras pueda concebirse al castillo como

    150

    asiento de la gracia, esos int iles intentos y esfuerzos significan, en trminos teolgicos, que La gracia de Dios no puede ser for-tada o conjurada por el hombre a su voluntad y arbitrariamente. La inquietud y la impaciencia no hacen ms que impedir y con-fundir la excelsa quietud de lo ctivino. Esta interpretacin es tan cmoda como insostenible; esto ltimo se hace cada veL ms evi-dente a medida que avanzamos con ella. Y quiz se haga aun ms meridiana en Willy Haas cuando declara: Kafka se nutre ... tanto de Kierkegaard como de Pascal; podramos nombrarlo nico nieto legitimo de Kierlcegaard y Pascal. Los tres tienen el mismo duro leitmotiv religioso. de dureza brutal, a saber, que el hombre es stempre injusto en los ojos de Dios. Para Kafka, el mundo superior. el as llamado castillo, con sus funcionanos Imprevisi-bles, insignificantes, complicados y francamente lascivos y su cu-rioso cielo, j uega un j uego espantoso con los seres humanos ... ; y aun asi, aun frente a un Dios como ste; el hombre est~ profun-damente instalado del lado de la injusticia. Esta teologa, am-pliamente atrasada en comparacin con la doctrina de la justifi-cacin de Anselmo de Canterbury, recae en especulaciones brbaras que adems no parecen concordar con el espritu del texto kaflciano. "Puede acaso un funcionario individual per-donar?"', es. precisamen te, un planteamiento de t.:! Cnsrlllo. "Eso podra a lo sumo atn'buirse a la autoridad general, aunque ella misma no es probablemente capaz de perdonar sino slo de juzgar." El camino emprendido se agota pronto. Dcnis de Rou-gemont ctice: Todo esto no consiste en el miserable estado del ser humano sin Dios. corresponde ms bten al estado miserable del ser humano arraigado en un Dios que no conoce, porque no conoce a Cristo.>>

    Es ms fcil derivar conclusiones csx't.ulntivas a partir de la coleccin de notas pstuma de Kufl.;a, que lundumcntar si-quiera uno de los motivos que usoman en sus relatos y novelas. No obstante, slo estas notas echan alguna lut sobre las fuerzas del mundo primitivo requeridn~o por d tmbajo creativo de Kafl

  • legal en castigo? Kafka no dio respuesta. Quiz esperaba mucho de ella, o le fue mucho ms importante demorarla. En sus rel.a-

    tos, la pica recupera el sentido que tenia en boca de Shehera-zade: postergar lo venidero. El aplazamiento es la esperanza del acusado en El Proceso, con tal que el procedimiento no alcance la eventua1 sentencia. Al mismo patriarca le favorece el aplaza-miento, por lo que debe renunciar a su lugar en la tradicin. Po-da imaginarme otro Abraham -aunque no era necesario remi-tirse hasta el patriarca, ni siquiera .hasta el vendedor de ropa vieja- que inmediatamente aceptara la exigencia del sacrificio como el camarero un encargo, y que aun as no logre consumar el sacrificio porque no puede dejar la casa, por ser insustituible, porque lo requieren Jos quehaceres econmicos, siempre queda algo por organizar, la casa no est lista, y antes de completar la casa, sin ese apoyo, no puede ausentarse. La propia Biblia lo re-conoce cuando dice: "l encarg su casa".

    Este Abraham se nos aparece solicito como un camarero. Para Kafka, siempre hay algo que slo se deja aprehender en el gesto. Y este gesto que no comprende constituye el espacio ne-buloso de la parbola. De all prute la poesa de Kafka, y es bien sabido lo comedido que fue con ella. Su testamento orden su destruccin. Este testamento que ningn tratamiento sobre Kafka puede ignorar, habla de la insatisfaccin del autor con sus textos, de lo que considera como esfuC/OS fallidos, de que se cuenta en-tre aquellos condenados al fracaso. Y en fracaso se sa1d su ex-traordinario intento de transcribir la poesa en doctrina, en en-seanza, y de devolverle inalterabilidad y sencillez como parbol~ segn l la nica forma conveniente desde la perspectiva de la ra-zn. Ningn escritor fue tan fiel como l al cmo te fabricars im-genes.

    Era como si la vergenza tuviera que sobrevivirle. Estas palabras cierran El Proceso. El ademn ms poderoso en Kafka es la verguen1a que se desprende de su pureza elemental del

    , sentimiento. Tiene, empero, dos caras. La vergenza, esa n-tima rcacci

  • de la mayor sorpresa- lo hacen casualmente, como si en reali-dad ste debiera ya saberlo desde hace mucho. Es como si no hu-biera nada nuevo, como si apenas, inadvertida, se le plantease al hroe la exigencia de recordar lo que olvidara. Willy .Haas acierta en este contexto, cuando desde su comprensin de la evolucin

    de El Proceso afirma que el objeto de este proceso, el verdadero hroe de este libro increble es el olvido ... cuyo ... principal atri-buto es de olvidarse a s mismo ... Aqu se ha convertido en per-sonaje mudo encarnado en la figura del acusado, pero aun as es un personaje de inmensa intensidad. No puede descartarse con ligereza que este centro recndito derive de la religin juda. La memoria como religiosidad tiene aqu un papel totalmente misterioso. No es ... uno ms sino el attibuto ms profundo, in-cluso de Jehov, el de pensar que garantiza una memoria infali-ble "hasta la tercera y cuatta generacin, o la centsima"; el acto ... ms sagrado ... del ritual es el borrado de Jos pecados del Libro de la Memoria.

    Lo olvidado no es nunca algo exclusivamente individual. Es-te reconocimiento nos permite franquear un nuevo umbral de la

    t. obra de Katka. Cada olvido se incorpora a lo olvidado del mundo precedente, y le acompaa a lo largo de, incontables, inciertas y cambiantes relaciones que son origen siempre de nuevos engen-dros. Y olvido es el recipiente de donde surge el inagotable mundo intermedio de las historias de Kafka. Para l, slo la plenitud del mundo vale como mica realidad. Todo espritu tiene que ser una cosa especificable para obtener aqu un lugar y un derecho al ser ... En la med ida en que lo espiritual cumpla an algn pa-pel, ser bajo gu isa d

  • tn deformadas. Deformada est la . Pero estos personajes katkianos estn relacionados, junto a una larga serie de figuras, con la imagen primordial de la deformacin: la del jorobado. Ningn gesto se repite ms a me-nudo en las narraciones de Kafka que aquel del hombre con la cabeza profundamente inclinada sobre su pecho. Describe la fa-tiga de los seores del tribunal, el rujdo que soporta el portero del hotel, el techo demasiado bajo con que se encuentran los vi-sitantes a la galera. Sin embargo, en
  • Entre las criaturas kafkianas encontramos un gnero que na-t uralmente toma en consideracin La brevedad de la vida. Pro-viene de la ciudad del Sur ... , de la que se ... dice: "Esa es gente! Imaginaos, no duermen!" "Y por qu no?" "Porque no se can-san nunca" "Y por qu no?'' '"'Porque son tontos" "Pero, no se cansan los tontos?" "Cmo van a cansarse los tontos!" Se apre-cia que los tontos estn emparentados con los incansables asis-tentes, aunque su gnero los trasciende. A menudo sola orse a los asistentes afirmar de los tontos que "hacen pensar en adul-tos, o casi en estudiantes". Y en efecto, los estudiantes, q ue Kalka hace aparecer en Jos sitios ms ncreibles, son los regentes y portavoces de ese gnero. "Pero, cundo duerme usted?", pregunt Karl mirando asombrado al estudiante, " Ah, dormir!" respondi ste. " Voy a dormir cuando termine mis estudios." Esto hace pensar en los nios, con qu pocas ganas se van a la cama. Es que durante el sueo podra suceder algo q ue les con-cierne. Una observacin reza: No olvides lo mejor! Cosa habi-t ual en multitud de viejas historias, aunque no ocurra en nin-gu na. Es que el olvido concierne siempre lo mejor, ya que se refiere a la posibilidad de redencin. "La mera nocin de querer ayudarme", exclama irnico el espritu irnico y desasosegado del cazador Gracchus, "es una enfermedad que obliga a guardar cama.'' Los estudiantes velan a causa de sus estudios, y quiz es

    la mayor virtud de los estudios, el tenerlos en vela El a rtista del hambre ayuna, el guardin de la puerta calla y el estudiante se desvela As de recnditas son en KaOca las reglas del ascetismo.

    El estudio es su corona. Kafka lo recupera con devocin de los ensimismados das de mocedad.

  • 1

    viento. As cabalga el mendigo sobre el banco junto a la chime-nea al encuentro de su pasado, para hacerse accesible a s mismo en la figura del rey huido. La vida, demasiado breve para una ca-balgata, hace alusin a esta cabalgata que es, sin duda, lo bas-tante larga como para durar una vida, .. .largadas las espuelas porque no haba espuelas, abandonadas las riendas que tampoco existan; la tierra ante su vista como una pradera segada, y ya no hay ni cuello ni cabeza de caballo. As se consuma la fantasa del jinete bienaventurado que zumba feliz y vacante al encuentro del pasado sin ser una carga para su corcel. Desventurado, em-pero, el jinete encadenado a su jumento por haberse propuesto una meta futura, aunque no est ms l~jos que el vecino depsito de carbn. Y desventurado tambin su caballo; ambos son des-venturados: el cubo y el jinete. Jinete de cubo, la mano arriba cogiendo el agarradero que es el ms simple arns, bajando tra-bajosamente las escaleras. Pero una vez abajo, mi cubo se yergue, esplndido, esplndido; camellos tendidos sobre el suelo que se incorporan sacudindose a instancias del palo del amo no lo ha-cen ms bonito. Ninguna regin se nos descubre ms desespe-ranzadora que la regin de las Montaas de Hielo.>>, donde el jinete del cubo se pierde para no volver a ser visto. El viento que le es favorable proviene de los ms hondos pramos de la muerte, ese mismo viento que en la obra de Katka tan frecuen-temente sopla desde el mundo antediluviano, y que asimismo impulsa la barca del cazador Gracchus. Plutarco dice que por doquier, tanto entre griegos como entre brbaros, se ensea con misterios y sacrificios, ... que seguramente existen dos seres pri-mordiales y, conespondientemente, dos fuerzas opuestas; una que gua hacia la derecha para luego conducimos recto, y otra que desva y arrastra hacia atrs. El retorno es la direccin del estu-dio al transformar presencia en escritura. Su m,aestro es ese Bu-cfalo, el nuevo abogado, que sin el viol,cnto Alejandro -es decir, libre del conquistador que irrumpe hacia adelante- opta por el camino del retorno. Lee, hojeando nuestros libros anti-guos, libre, los costados sin la presin de los muslos del jinete, la lmpara sorda, lejano el fragor de la batalla de Alejandro. Esta historia fue hace poco objeto de interpretacin por parte de Wer-ner K.raft. Una vez terminado de ocuparse el exegeta de cada de-talle del texto, observa: En ningn otro lugar de la literatura se encontrar una crtica tan violenta y contundente del mito en toda su extensin como aqu. Katka no requiere la palabra