Belsasar. Aprendamos a Ser Humildes Para No Acabar Mal.

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Belsasar. Aprendamos a ser humildes para no acabar mal. “EN LO que respecta a Belsasar el rey — escribió el profeta Daniel—, él hizo un gran festín para mil de sus grandes, y enfrente de los mil estuvo bebiendo vino.” Pero durante el banquete, la “misma [expresión del rey] se cambió en él, y sus propios pensamientos empezaron a asustarlo, y las coyunturas de sus caderas estuvieron aflojándose, y sus rodillas mismas daban una contra otra”. Antes de acabar la noche, “Belsasar el rey caldeo fue muerto, y Darío el medo mismo recibió el reino” (Daniel 5:1, 6, 30, 31). Un regente orgulloso y demasiado confiado Los sucesos finales del reinado de Belsasar indican que el príncipe era demasiado confiado y orgulloso. El último día de su gobierno, el 5 de octubre de 539 a.E.C., Nabonido se había refugiado en Borsipa tras haber sido derrotado por las fuerzas medopersas. La misma Babilonia se hallaba sitiada. Pese a ello, Belsasar se sentía tan seguro en la ciudad, rodeada de enormes murallas, que esa misma noche celebró “un gran festín para mil de sus grandes”. El historiador griego del siglo V a.E.C. Heródoto dice que dentro de la ciudad “se hallaban bailando y se encontraban en pleno jolgorio”.

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Belsasar. Aprendamos a ser humildes para no acabar mal.

“EN LO que respecta a Belsasar el rey —escribió el profeta Daniel—, él hizo un gran festín para mil de sus grandes, y enfrente de los mil estuvo bebiendo vino.” Pero durante el banquete, la “misma [expresión del rey] se cambió en él, y sus propios pensamientos empezaron a asustarlo, y las coyunturas de sus caderas estuvieron aflojándose, y sus rodillas mismas daban una contra otra”. Antes de acabar la noche, “Belsasar el rey caldeo fue muerto, y Darío el medo mismo recibió el reino” (Daniel 5:1, 6, 30, 31).

Un regente orgulloso y demasiado confiado

Los sucesos finales del reinado de Belsasar indican que el príncipe era demasiado confiado y orgulloso. El último día de su gobierno, el 5 de octubre de 539 a.E.C., Nabonido se había refugiado en Borsipa tras haber sido derrotado por las fuerzas medopersas. La misma Babilonia se hallaba sitiada. Pese a ello, Belsasar se sentía tan seguro en la ciudad, rodeada de enormes murallas, que esa misma noche celebró “un gran festín para mil de sus grandes”. El historiador griego del siglo V a.E.C. Heródoto dice que dentro de la ciudad “se hallaban bailando y se encontraban en pleno jolgorio”.

Al otro lado de las murallas de Babilonia, el ejército medopersa estaba a la expectativa. Dirigido por Ciro, había desviado las aguas del río Éufrates, que atravesaban el centro de la ciudad. Los soldados estaban listos para cruzar el lecho del río en cuanto el nivel de las aguas bajara lo suficiente. Luego subirían la pendiente y entrarían en la ciudad por las puertas de cobre de la muralla a lo largo del río, que estaban abiertas.

De haber prestado atención a lo que sucedía fuera de la ciudad, Belsasar hubiese cerrado las puertas de cobre, habría apostado a sus hombres poderosos en las murallas a lo largo de las márgenes del río y habría atrapado al enemigo. Pero en vez de eso, el arrogante Belsasar, ya borracho, pidió que le llevaran los vasos del templo de Jehová. Luego, él, sus invitados, sus

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esposas y sus concubinas bebieron desafiadoramente de ellos mientras alababan a los dioses babilonios. De repente, una mano apareció milagrosamente y se puso a escribir sobre la pared del palacio. Aterrorizado, Belsasar convocó a sus sabios para que interpretaran el mensaje, pero “no fueron lo suficientemente competentes como para leer la escritura misma ni hacer saber al rey la interpretación”. Por fin, “trajeron a Daniel mismo delante del rey”. Por inspiración divina, el valiente profeta de Jehová reveló el significado del milagroso mensaje, que predecía la caída de Babilonia ante los medos y los persas (Daniel 5:2-28).

Los medos y los persas se apoderaron de la ciudad fácilmente, y Belsasar no sobrevivió a aquella noche. Con su muerte y la obvia rendición de Nabonido a Ciro, el Imperio neobabilónico llegó a su fin.

¿Qué aprendemos de este personaje bíblico? Qué no seamos orgullosos y no nos confiemos demasiado, pues Jehová odia a los orgullosos. No olvidemos, pues, el mal fruto que ha producido la altivez. Dado que “Dios se opone a los altivos”, resolvámonos a rechazar el orgullo impropio. Si seguimos luchando por ser cristianos humildes, podemos esperar con anhelo sobrevivir al gran día de Dios, en el que se eliminará de la Tierra a los altivos juntamente con su fruto. En ese día, “la altivez del hombre terrestre tiene que inclinarse, y la altanería de los hombres tiene que ser rebajada; y solo Jehová tiene que ser puesto en alto” (Isaías 2:17). Todo el que quiera tener el favor divino debe obedecer estas palabras: “Cíñanse con humildad mental los unos para con los otros, porque Dios se opone a los altivos, pero da bondad inmerecida a los humildes” (1 Pedro 5:5).Así es hermanos orgullo puede hacernos enemigos de Jehová Dios.

Ser humilde

La humildad es lo contrario del orgullo y la soberbia. Pues bien, para desarrollar la humildad, debemos ser realistas y reconocer no solo nuestras virtudes y habilidades, sino también nuestros defectos y equivocaciones. Pablo dio un consejo muy acertado al respecto: “Digo a cada uno que está allí entre ustedes que

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no piense más de sí mismo de lo que sea necesario pensar; sino que piense de tal modo que tenga juicio sano” (Romanos 12:3). Todo el que pone esto en práctica se está comportando con humildad.

Demostramos que somos humildes cuando pensamos en los demás antes que en nosotros. El apóstol Pablo recomendó por inspiración divina a los cristianos: “No [hagan] nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino considerando con humildad mental que los demás son superiores a ustedes” (Filipenses 2:3).

Así es, Dios tiene en gran estima a los humildes. La falta de humildad es la causa de muchos problemas y conflictos entre todo tipo de personas. En cambio, ser humilde siempre produce buenos resultados. En primer lugar, podemos contar con la aprobación de Dios (Miqueas 6:8). También podemos disfrutar de una vida tranquila, pues la persona humilde suele vivir más feliz y satisfecha que la persona soberbia (Salmo 101:5). Además, forjamos mejores relaciones con la familia, los amigos, los compañeros de trabajo y el resto de las personas. Por último, el humilde también se evita las consecuencias de ser desagradable o demasiado exigente: peleas, rencores, distanciamiento y amargura (Santiago 3:14-16).

No hay duda: la humildad es un excelente medio para llevarnos bien con los demás y enfrentarnos a este mundo tan egoísta y competitivo. Sin embargo, nosotros debemos controlar cualquier tendencia a volvernos vanidosos o creernos mejores que los demás, pues la Biblia advierte: “El orgullo está antes de un ruidoso estrellarse; y un espíritu altivo, antes del tropiezo” (Proverbios 16:18). Si seguimos el ejemplo y los consejos de Pablo, descubriremos lo sabio que es cultivar “la humildad mental. Por eso hermanos si todavía no hemos cultivado esta hermosa cualidad aprendamos a ser humildes desde ahora para no acabar mal como Belsasar y no perder la aprobación de Jehová.