Bellido-Examen_hipnotismo

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/ DI ^ _ HIPNOTTSTVIO A LA LUZ DE LA FILOSOFÍA, DE LAS CIENCIAS NATURALES Y DE LA MORAL CRISTIANA X>OE E L I)R. D. JUAN MANUEL BELLIDO CARBAYO rrofosui- de l<"'isica,,(.Juiinica, Ilistoiia Natural, Fisiología 6 Higiene y Agricultura del Seminario Conciliar Central do San Carlos Borromeo y del Ateneo Salmantino. SALAMANCA JACINTO HIDALGO, EDITOR CALLE DE LA RÚA, 12 i88S

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examen hipnosis

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    DI ^ _

    HIPNOTTSTVIO A LA LUZ DE LA

    FILOSOFA, D E LAS CIENCIAS NATURALES Y DE LA MORAL CRISTIANA

    X>OE E L

    I)R. D. JUAN MANUEL BELLIDO

    C A R B A Y O

    rrofosui- de l

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO

  • EXAMEN DEL

    HIPNOTISMO A LA LUZ DE LA

    F I L O S O F A , D E LAS CIENCIAS NATUHALES Y DE LA MORAL CRISTIANA / :

    IOB E L

    DR. D. JUAN MANUEL BELLIDO

    CARBAYO

    Profesor de Fsica, Qumica, Historia Natural, Fisiologa Higiene

    y. Agricultura del Seminario Conciliar Central

    lie San Carlos Borromeo y del

    Ateneo Salmantino.

    y

  • Es propiedad. Queda hecho el depsito que marca la ley.

    Salamanca.Imprenta de Jicinto Hidalgo, Ra, 12.

  • Suplica eme al Kxemo. * Ilino. Kr. Ol>isi)o tic fialaiuunci ua m obra del hipuotiwiao. / . ' " 7 \N

    ^'.\

    ExcMo. iLMo. SEOR: %

    El Presbtero que suscribe, doctor en Sagrada Teoloia, i.icenciado en Ciencias Fisico-Quimicas y Catedrtico del Se-minario Conciliar Central de esta ciudad, tiene el honor de suplicar a V. E I. el competente permiso para publicar en la prensa el fol.eto, que le remite adjunto, intitulado xa. mpt del Hipnotismo d la luz de la Filosofa, de las Cien->'as nntnrales y de la Moral cristiana.

    Al efecto, se atreve rogar V. E. que se lUgnc desii--P = n ? ? ' ' 1""'*,^^ e" 1 caso de ser favorable el juicio

    su nXlt ' ' " ' * ^^'^ " ^ " ' " mencionada, pueda autorizarse su lH.Wicacion con la censura previa que fuese acreedora, de V F T ''"^ " " l"'^-'' ^''^^mr del brndadoso corazn de In 'ni"- .y'' ''"'' "'"-Je Dios muchos anos para bien ,1^ \ f^^^^ '!"*= ^'" 'l'gnamentc gobierna.Sal amanea xo CarlaT ' 8 " ^ E l autor, / Manuel Vellido

    D e c r e t o d e l E x c j n o . I h n o . X'i-eatlo d e Ja D i o c e e i denitmaindo c e n s o r .

    Hay un sello ijuc dice:Obispado de Salamanca, 9 de Septiembre de 1888.

    Por recibida la anterior instancia y los cuatro cuadernos que la son adjuntf)s, en los cuales se contiene el original de la obra que se refiere aquella.

  • VI CENSURA ECLESISTICA

    Al efecto (le dccielar lo cnie mejor ))roce(la rcsjiecto de sil publicacin, )i.isen al examen y censura del muy ilustre Sr. Maj;istral de esta Santa lylcsia, Dr. I). Francisco Jarrn Moro, de quien esperamos no solamente que lo lea con el celo que le es propio, sino (pie consulte los |)imtos que juz-jase tienen mayor importancia con Doctores Profesores (pie hayan hecho especiales estudios acerca de estas delica-das materias, y, terminado que hubiera este cometido, d Nos por escrito su informe.

    Lo decret y firma S. E. I. el Obispo mi Seor, de que certifico.FR. TOMS, Obispo de Salamanca.Por man-ilato de S. E. I. el Obispo, mi Seor, Dr. Pedro Garca Repila, Secretario.

    tTiiinio ci'iticH y

  • CENSURA ECLESISTICA V i l

    ' ^" - muchos anos.Siilanianca 30 de Spptipnibrc r 1S88./),-. Francisco fnrriit. KNcmo. llmo. Sr. Obisi)o 'le Salamanca.

    3>o

  • PRLOGO

    /: 'Vi

    i o pocas personas ilustradas y de conciencia recta han tratado con el

    i humilde escritor de este folleto la m cuestin del Hipnotismo. Nosotros

    procuramos responder todas ellas de la ma-nera que exponemos y ver el lector, cuan-do pase su vista sobre las pginas que siguen. Amigos muy estimados, nos invitaron es-cribir algn artculo en la prensa, para saber con brevedad la doctrina que podra susten-tarse en el asunto. La venida del Dr. Das Salamanca acrecent la curiosidad de cer-ciorarse sobre la farsa realidad de los fen-menos hipnticos, y muchos de sus cultos habitantes nos dirigieron preguntas acerca de si era lcito ilcito presenciar los espec-tculos de la humana hipnosis. Entonces fu cuando resueltamente nos decidimos tratar esta cuestin con el Excmo. limo. Prelado

  • PROLOGO

    de la Dicesis, Rmo. Dr. Fr. Toms Cmara y Castro, quien nos dio palabras de aliento para emprender el trabajo que hoy tenemos el honor de presentar al pblico.

    Nuestras aspiraciones se hallaran satis-fechas, si con este folleto logrsemos calmar las ansiedades del corazn salmantino: nues-tra alma rebosar de alegra cuando sepamos que los hombres de criterio en la materia no desechan por completamente intil este pe-queo libro, para cuya lectura les suplicamos una crtica benvola y desapasionada.

    EL AUTOR,

    Suan SttaHH c6i?o (Baiaxjo.

    Seminario Central de Salamanca y Junio 27 de t888.

  • ('APTULO PRIMKRO

    Hi|>"lsino: Su evolucin y .lesMiollo cu U diversos licui-pos ele la Historia. Iniportancia del estudio de la hip-nosis en la poca iiresentc. Omdiciones ])recisas para la

    ipnotizacii')]).]-"ases diferentes que se notan en el sueno piovocado. -Procedimientos para dcsliipnolizar un so-nd)ulo.

    j ^ ^ ^ S IPNOTISNO. La voz hipnotismo do-I H ) ^ ^ j rivacleUiriejjfa /iypiios,

  • tXAAEN DEL HIPNOTISMO

    nosis era, una neurosis experimental, y que los fenmenos hipnticos eran la manifesta-cin morbosa de los que el fisilogo examina en el sueo y sonambulismo natural.

    Tal es el concepto de hipnotismo, segn los sectarios ms competentes y famosos en el arte.

    Resumamos ahora las vicisitudes por las cuales ha pasado el hipnotismo en los diver-sos tiempos de la humana historia.

    Corra el ao 1778, cuando un ilustre m-dico alemn, el Dr. Antonio Mesmer, anima-do de nobilsimos deseos, quiso aprovechar la benfica influencia del magnetismo sobre el organismo enfermo de sus pobres clientes. Al efecto se vala de una varilla imanada, que tomaba con su mano derecha y pasaba despus sobre la persona enferma muchas veces, logrando que sta entrara, al fin de ms menos tiempo, en un sueo profundo.

    En Pars dej Mesmer fama de hipnoti-zador excelente, y tuvo discpulos entusias-tas imitadores fervorosos en el Marqus de Puysegur y en el Dr. Ptetin, obteniendo ste ltimo en Lyn fenmenos sorprendentes por medio de la transposicin de los sentidos; puesto que los catalpsicos de Ptetin oan con el epigastrio y lean con el occipucio.

    En 1815 el desgraciado abate Faria quiso dar lecciones de hipnotismo, y sus procedi-mientos mgicos imprimieron un nuevo ca-rcter al magnetismo Mesmeriano.

    Faria, con efecto, abandon el imn y

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    fcho^ mano del imperio de su voz para dor-mir ;i sus clientes. Dormid, deca l-'aria los enternios, y stos, como hechizados, al punto realizaban el mandato recibido: los prpados cubran el brillo de la crnea de sus ojos, l-vido apareca el color de la epidermis, desen-cajado el semblante y rgidos los brazos y aemas miembros del cuerpo: la respiracin se_ hacia ms lenta, se trastornaba la circula-cin sangunea y todo el sistema nervioso so colocaba en estado violento. Faria extendi tambin sus observaciones los individuos sa-nos y pocos momentos le bastaban para ha-cerles sumir en un letargo profundo, en el que presentaban aqullos el aspecto repugnante de un cadver, aunque antes do la hipnotiza-cin hubieran gozado de la salud ms robusta y vigorosa.

    .^" ^} mismo ao que Faria haca sus ex-Hr, "f.'^ *^ ' ^"^ia- permiti que en su territo-

    o se dieran pblicas sesiones de hipnotismo. ' uecia, i^rusia y Dinamarca en 1817 siguie-ron el mal ejemplo de la Rusia.

    J-a curiosidad por una parte, y el deseo por otra de averiguar la causa de los hechos raros que los hombres observaban en la hip-nosis, arrastr, desde fines del pasado siglo hasta el primer tercio del presente, sabios tan ilustres y versados en las ciencias natu-rales como Laplace, Cuvier, Arago, Berze-lius, Hussn, Recamier y otros muchos, y todos ellos, despus de minucioso examen, afirmaron de consuno, que son ciertos los fe-

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    nmenos del sonambulismo provocado, aun-que la causa de su produccin fuera por ellos ignorada. El carcter francs, vido siempre de nuevas impresiones, y curiosos investiga-dores nuestros convecinos septentrionales, cual ningn pueblo de la tierra, repitieron con furor los espectculos hipnticos, y en 1831 la Academia de Medicina de Pars encarg diez Doctores de su confianza para que, diri-gidos por llussn, informaran sobre la vera-cidad de los hechos, llamados de clara visin, intuicin Y previsin ivierno, que decan ob-servarse en el sueo producido por artificios y manejos de los hombres.

    El astuto Dr. Hussn, ardiente magnet-filo, deseaba todo trance difundir el hipno-tismo por la Francia; faltbale la sombra pro-tectora de una autoridad competente, como era la Academia de Medicina de Pars, y ella acudi para que decidiera la cuestin planteada sobre la realidad de una multitud de fenmenos, que no pocos sospechaban y hasta calificaron de fabulosos y quimricos.

    La comisin nombrada fall, sin embar-go, el litigio pendiente en favor de los secua-ces del Mesmerismo hipntico; se dio cuenta la citada Academia de los hechos por el Dr. Hussn, ponente de la causa, y sin dis-cusin ni examen cientfico, qued sentada la verdad de aqullos, por ms sorprendentes y admirables que parecan haber sido las cir-cunstancias de su verificacin.

    Pesarosa, sin disputa, la clebre Acade-

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO S

    ma de Pars, de haber sido tan crdula en negocio de trascendencia gravsima, declaro solemnemente en 1840, que desde entonces se abstena por completo de examinar los fe-nmenos magnticos, porque en su concepto el hipnotismo no mereca la atencin y el es-tudio de los hombres dedicados la ciencia.

    Semejante determinacin fu leda y co-mentada en todos los pases, y produjo, como era de esperar, honda divisin en el nimo de los que se jactaban de seguir los proce-dimientos curativos de Mesmer. Unos, con efecto, negaron la realidad de los fenmenos magnticos, admitidos hasta entonces sin dis-cutirse apenas; otros los admitieron, pero pro-curaban explicarlos acudiendo la destreza del operador y pactos convencionales que suponan existir entre las personas que des-empeaban algn papel importante en el jue-go hipntico, merecedor de apellidarse ni-camente bufonada de prestidigitacin.

    Despreciado ignominiosamente el hipno-tismo por los mdicos de algn valer en Fran-cia, sus prcticas ridiculas y sus hechos fabu-losos quedaron merced de saltimbanquis de teatro y hechiceros de tertulia, que tra-bajaron con ardor por sostener el prestigio Mesmerista costa del bolsillo de los necios, de la salud de los tontos y del aplauso po-pular.

    No sucedi lo mismo en la poderosa Al-bin. Efectivamente, en Manchester, ciudad de Inglaterra, el Dr. James Braid trat de

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    restaurar el hipnotismo antiguo, y en 1843 public un tratado de Neuripnologa, en que habla con seriedad aquel mdico ilustre y re-ligioso sobre los fenmenos que se realizan en el sonambulismo provocado.

    El impulso dado en Inglaterra por Braid los estudios hipnticos, ha tenido eco en muchos puntos de la culta Europa. Las revis-tas, los peridicos, los libros y la trompeta de la fama, hacen de consuno recordar los hechos admirables obtenidos en Italia por Donato y Zanardelli, y en Aleminia por Hansen, y en la misma Inglaterra por Hach-Tuke,y en Es-paa por Das, y en Francia por Charcot, Ch. Richet, Ligeois, Libeault y Bcrnheim, K. Beaunis y Dumontpallier, etc., los cuales, en unin de otros muchos bufones de saln y de teatro, no han cejado en la empresa de difundir en nuestros das las prcticas hipn-ticas, pesar de que tal uso es harto peli-groso y detestable.

    Importancia del estudio de la hipnosis en la poca presente. El simple hecho de haber tomado hoy los fenmenos hipnticos un vue-lo colosal en las naciones ms cultas de la tierra, y la consideracin de que la neurosis, producida en el individuo quien se duerme de un modo artificial, aumenta de da en da los padecimientos que aquejan la sociedad humana, son motivo suficiente para que los hombres religiosos y de ciencia procuren di-rigir sus estudios semejantes pruccdimicn-

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    tos de curacin mdica moderna y de distrac-cin popular, con el fin noble y desinteresa-do de advertir los peligros y accidentes ane-jos su uso, y de apartar las inteligencias, extraviadas con el oropel de los descubri-mientos, de las torcidas sendas en que se apaga el brillo encantador de la verdad, y se ponen mansalva asechanzas insidiosas la conciencia y al honor.

    Somos, ciertamente, amigos entusiastas de inquirir la verdad entraada en los fen-menos, que se realizan de un modo natural artificioso la vista del simple observador; sabemos que los problemas fisiolgicos son hoy el tema obligado de las conversaciones, y que los estudios de antropologa tienen in-ters especialsimo en la poca presente; pero tambin comprendemos que sobre todos los descubrimientos de la ciencia, se halla la vida moral y fsica del hombre. Importa muy po-co hacer experiencias sobre la excitabilidad nerviosa, y sobre la delicadeza y perfeccin con que funciona el organismo de un sujeto en estado de sonmbulo, cuando no es esta su condicin ordinaria de vivir. Estamos con-vencidos de que el mdico fisilogo puede observar perfectamente en el silencio de los gabinetes y hospitales clnicos los paroxis-mos de catalepsia y epilepsia, que de ordina-rio presentan los enfermos de neuralgia.

    En los asilos del dolor encuentran menu-do los Doctores suficiente nmero de histricos en quienes pueden estudiar los momentos de

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    delirio, y los eectos que en aqullos produce el simple recuerdo de pasiones violentas, y to-dos los gneros de locuacidad, de alucinacin mental y de quimricas imaginaciones, sin que haya precisin de aadir nuevas iictro-ss la doliente especie humana para satis-facer las exigencias de la ciencia de los se-ores mdicos.

    De las reflexiones que anteceden se de-duce, en nuestro concepto humilde, que la cuestin del hipnotismo merece la atencin de los hombres de vala y competencia, para que, aunando svis razonamientos, se resuelva pronto la conveniencia perjuicio que la sociedad resulta de las prcticas hipnticas.

    Coiidicionrs precisas para la htfnotizaciihi. Pocos aos hace que era comn opinin en-tre los mdicos juzgar incapaces de sonam-bulismo artificial todas las personas que no estuvieran afectadas de histerismo. Los tra-bajos concienzudos llevados cabo, con xito feliz, por el Dr. Libeault, desde el mes de Agosto de 1884 hasta fin de Julio de 1885, demuestran que de cien personas influidas por aqul, entraron i8'7 en el perodo de so-nmbulas, y en sueo profundo j s 'g ; y que hecho un clculo medio de los individuos in-capaces de ser hipnotizados por el Doctor re-ferido, resultaba que aqullos ascendan so-lamente al si(

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO

    mo, hizo aletargar profundamente el 45'3 por IDO, siendo todos los dems influenciados por aqul, con excepcin del 2'6 por 100. As resulta de la estadstica que el profesor cita-do public en 1880.

    Se haba credo, tambin errneamente, que las mujeres eran mucho ms hipnotiza-bles que los hombres; pero la experiencia ha demostrado al Dr. Libeault, que la desigual-dad de sexo influye poqusimo en los resulta-dos medios; porque mientras de cien mujeres las i9'4 llegan sonlmbulas, la proporcin relativa de los hombres se eleva al i8'8 por ciento.

    La curiosidad de Libeault, le condujo inquirir la influencia que la edad poda ejer-cer en los resultados de la hipnotizacin, y id efecto se colocan en el siguiente cuadro las proporciones centesimales halladas por aqul.

  • lO EXAMEN DEL HIPNOTISMO

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  • EXAMKN DEL HIPNOTISMO

    Consultada la estadstica anterior, apare-ce que con un poco de constancia y operando Libeault en gabinetes donde reinaba la cal-ma y el silencio, pudo hipnotizar, aunque en diverso grado, todos los nios y jvenes hasta los catorce aos, y que los periodos ms aptos de la vida del hombre para hacer en-trar ste en estado de sonmbulo, son los comprendidos por la edad de 42 49 aos, 28 35, 14 2 1, o 7 y 7 14, en que toca su lmite mximo (i). Es asimismo digno de advertirse, que los resmenes consignados en el cuadro son aplicables hombres y mu-jeres, sin distincin ni diferencias notables, y que los sujetos sometidos las experiencias del Dr. Libeault proceden de poblaciones diversas, siendo los unos de constitucin en-deble y otros de robusta, pudiendo, de consi-guiente, tenerse en adelante por seguro, que la inmensa mayora de los individuos de la especie humana es capaz de sufrir los efec-tos de la hipnosis, con tal de que se presten aqullos voluntariamente ser influidos por el hipnotizador durante un tiempo ms me-nos largo, que depender en gran parte de la habilidad, destreza y dems circunstancias que debe reunir un buen operador.

    Ahora bien; los procedimientos para conseguir la hipnotizacin de un individuo

    (l) Puede consuUarse El sonamhulLtmo provocado dt i- Beaicnis, traihicidn al cs]iafol por Enrique Simancas y Lars, Madrid, J 8 S 8 , py. 9 . - 14.

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    son muy variados, juzgar por lo que dicen en sus obras y folletos los experimentadores.

    Hay quien, siguiendo al ingls James Brait, causa en pocos minutos la hipnosis, haciendo que el sujeto hipnotizando fije la vista en una llama en un objeto brillante.

    El belga Alfredo Donato duerme las personas comprimiendo stas fuertemente las muecas y dirigindolas un tiempo mis-mo una mirada selvtica.

    El italiano Zanardelli aprieta con ener-ga los pulgares de las manos, mira con fije-za al individuo sometido su experiencia, y le deja sonmbulo al comps de melodiosa msica.

    El Dr. Das, italiano de nacin, hipnotiz en Salamanca el 18 de Junio del ao corrien-te su seora esposa, sin ms operaciones que la de clavar en aqulla la vista de un modo sostenido durante dos minutos.

    Un joven Doctor ilustrado mdico hip-notiz tambin en la corte madrilea el 2 2 de Junio de este mismo ao, varios vendedores de peridicos, mirndoles de una manera sal-vaje y fija, y apoyando los pulgares sobre las rbitas de los ojos de aquellos muchachuelos.

    El profesor H. Beaunis, fisilogo de Nan-cy, acostumbra mandar con imperio que le miren con fijeza sus clientes, y al poco tiem-po suelen quedar en estado de sonmbulos.

    En una palabra, el elemento principal de que hay precisin de servirse es la vista del hipnotizando, debiendo procurarse que aqu-

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    Ha se fije toda costa en un objeto cualquie-ra, brillante ser posible, y de esta suerte se consiguen efectos admirables en la persona hipnotizada, que pueden clasificarse de la si-guiente manera:

    Fases diferentes que se notan en el sueo hipntico. A fines del pasado siglo el ale-mn Mesmer obtena por los pases de su vari-lla imanada sobre los enfermos, los fenmenos que contiimacin presentamos resumidos: i,^ Convulsin nerviosa; 2. atraccin miste-riosa irresistible del magnetizante respecto del magnetizado; 3. parlisis total parcial de los miembros del magnetizado por el tiempo que determinare el magnetizador; 4. priva-cin de la sensibilidad, y aumento, en ocasiones muy exagerado, de aqulla en ciertos puntos del organismo influido; 5. sueo magntico, en el cual la persona magnetizada conserva nica y exclusivaniente comunicacin ntima con el magnetizante, con las personas que por intermedio de aqul toquen mediata inmediatamente al sujeto hipnotizado; 6. so-nambulismo lcido, en cuyo estado se obser-va que el individuo, dormido profundamente, lee con los ojos cerrados, con el codo y al travs del occipucio, penetra los pensamien-tos ajenos, ve el interior'del organismo hu-mano y diserta con brillantez sobre los medios curativos de una enfermedad determinada.

    El Dr, libeult admite cinco grados en la hipnosis provocada: i. somnolencia, acom-

  • 14 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

    panada de pesadez de cabeza y embotamien-to de la sensibilidad; 2." sueo ligero, en el cual oyen las personas la conversacin de los que hablan en sitio prximo; 3. sueo pro-fundo, durante el cual sigue el hipnotizado en relacin con las personas que le rodean, ejecu-ta maquina] mente lo que aqullas el hipno-tizador le sugieren, responde sus preguntas y no se acuerda al despertar de lo que hizo, dijo oy durante su letargo; 4. sueo muy profundo en el cual la persona hipnotizada se aisla por completo del mundo que le ro-dea, conservando solamente relacin con el que la hubo dormido; 5." sonambulismo en el cual los miembros del hipntico conservan la posicin que les da el operador, y los mo-vimientos que ste les imprime se continan voluntad suya d un modo mecnico; el su-jeto paciente no oye masque al hipnotiza-dor, ni responde otras preguntas que las sugeridas por aqul, pudiendo recibir de ste rdenes y mandatos, que sern realizados con puntual exactitud y de un modo inconsciente en el da y hora que al hipnotizador pluguie-ra determinar, en la confianza de que al des-pertar olvidar completamente el hipnotizado todo cuanto ha sucedido durante el sueo provocado. -El estado del sonmbulo es tan especial, que en l recuerda perfectamente todo lo que realizara en estado de vigilia du-rante los aos de su vida entera, se aumenta en l la sensibilidad auditiva, la del gusto, olfato y tacto de una manera prodigiosa, y

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 15

    en tales circunstancias, es capaz el hombre de padecer alucinaciones horribles y ejecutar ac-tos de criminalidad estupenda (i).

    Ya el abate Faria conoci perfectamente los caracteres del sonambulismo artificial principios de este siglo, puesto que bajo el im-perio de su voz transportaba en un momen-to sus hipnticos amensimos jardines, y por sugestin les haca gozar el perfume de-leitoso que despiden las flores del limonero y naranjo.

    Si en estado de hiperestesia semejante y de trastorno nervioso era invitado el sonm-bulo olfatear la delicada esencia del jazmn y de la rosa, al punto se operaba en aqul una transformacin rarsima, en cuya virtud, pasando la imaginacin del infeliz paciente por una serie de alucinaciones estrambticas, vena mostrar con sus gestos, ademanes y palabras, que respiraba el aroma embriaga-dor de un vergel, poblado de rosales y jaz-mines, en plena floracin.

    M. Du-Potet sobrepuj al abate Fara en las prcticas hipnticas, y jugando con sus adormecidos catalpsicos, haca que stos cambiaran el estado de anestesia insensibi-lidad, por el de hiperestesia, sensibilidad delicadsima, logrando que sus clientes, en circunstancias de sonmbulos, percibieran los sonidos ms dbiles, cual si fueran ruidos de

    (I) Vase Beaunis.El Sonambulismo, obra citada p4g. 19198.

  • 16 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

    intensidad colosal, y que, soando, se creye-ran los bordes de precipicios espantables, y en luchas gigantescas que primorosamente fingan entablar contra una plebe sedienta de sangre y ansiosa de tumulto y alboroto.

    Resumiendo, pues, los hechos observa-dos en la hipnosis provocada, y teniendo en cuenta la descripcin que de ella hacen los hipnotizadores modernos, nos ha parecido conveniente distinguir en el sujeto hipntico, las siguientes fases:

    I." Fascinacin. En esta fase el hipnoti-zador comienza por fijar la vista de la perso-na, que voluntariamente y sin reserva se le entregara para los efectos de la hipnotizacin. Durante el tiempo que transcurre hasta ce-rrar los prpados el hipnotizando, siente ste una como atraccin irresistible y afecto miste-rioso y carnal hacia su hipnotizador. 2?- Sucr o artificial. En esta fase embarga las per-sonas un letargo ms menos profundoy en el cual los miembros quedan paralizados total parcialmente, y aislados los individuos por completo de cuanto les rodea, con excepcih del hipnotista, respecto del cual siguen en Q-tima comunicacin, obedeciendo sus Hidiea-ciones de un modo indeclinable. Es perodo de la hipnosis verdaderamente fatal, puesto que el hipnotizado realiza como un instru-mento de mecnica los actos sugeridos por el hipnotizador, entiende lo que ste quiere que entienda, ama lo que le permite el mag-netlogo, siente y se imagina todo cuanto

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    ste pluguiera fingir en su chirumen: la vo-luntad, en fin, el sentimiento y la imaginacin del infeliz hipnotizado se hallan merced del hipnotista, sin lmite ni restriccin alguna.

    En la 3.'' fase se presentan los fenmenos del sonambulismo lcido, y en ella el hipno-tizado adquiere facultades verdaderamente raras, puesto que penetra el interior del orga-nismo de un hombre, le observa minuciosa-mente indica su padecimiento ausencia de lesiones viscerales, lee y habla en idiomas que nunca conoci, entabla discusiones filo-sficas, descubre mil secretos ofensivos, y adivina los sucesos que pasan distancia del sitio donde la hipnosis se realiza.

    Como nosotros no hemos presenciado nunca sesiones de hipnotismo, nuestros lec-tores habrn de permitimos que les citemos autoridades hipnotistas, fin -de comprobar que en la hipnosis provocada se verifican ac-tualmente los hechos conglobados hasta aqu.

    Efectivamente, apoyado Campili en el tes-timonio de Richer afirma que en el sueo mag-ntico se manifiestan los caracteres siguien-tes: i. Letargo, sueo profundo, acompa-ado de catalepsia, en que el paciente se des-poja parcial totalmente del movimiento y de la sensibilidad: 2. Estado sugestivo, en el cual ejecuta el catalpsico multitud de opera-ciones que el hipnotizador le ordena, sin que pueda aquel sustraerse los mandatos su-gestiones recibidas; 3. Sonambulismo esta-do en que adquiere el hipntico en su inteli-

  • i8 EX:AMEN DEL HIPNOTISMO

    gencia y sentidos energa rara y vigor pro-digioso, obrando, empero, siempre como un simple autmata dirigido por el magnetiza-dor (I).

    El hipnotizador Donato, durante los me-ses de Mayo y Junio de 1886, hizo dormir una multitud de jvenes honrados, distingui-dos caballeros y oficiales del ejrcito de Ita-lia ante una turba numerosa de todas las cla-ses sociales que, vida de impresiones, acu-da en tropel al teatro Scribc de Turn. El operador fascinaba con su mirada penetrante los sujetos, los apretaba fuertemente las mu-ecas, y despus de unos instantes, los pacien-tes se dorman y realizaban mil extraos mo-vimientos de gozo, de miedo, de plegaria, et-ctera, y jugando unas veces, y gesticulando otras de un modo ridculo, marchaban con fijeza hacia los puntos del espacio, que por mera sugestin les determinara el charlatn hipnotista. Una mirada simple de Donato era suficiente para que el sonmbulo entendiera lo que haba de ejecutar; el hipntico lea en el magn del magnetlogo, al modo que un despierto habra podido hacer, dirigiendo su vista un pergamino en que las rdenes de aquel se hubieran estampado previamente.

    En una palabra; la ciudad de Turn y tambin la de Miln, fueron testigos, en la primavera, indicada, de que los hipnotizados

    (I) Vase Campili, Yl grande Hipnotismo, pag. 2. Tu-rn, 1886.

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    pierden, por influjo del hipnotizador, la con-ciencia de su personalidad, y dominados por el delirio y alucinados de un modo extrava-gante, se ven privados del uso natural de la razn,, de la memoria y los sentidos, adqui-riendo, en cambio, facultades raras, cuyo ejer-cicio se realiza mecnica y pasivamente discreccin y voluntad del hipnotizador (i).

    Es tan cierto lo acabado de decir, que se-gn refiere el peridico Z ' Italia, en uno do los nmeros del mes de Mayo de 1886, ocu-rri en Turn el siguiente caso. Estando de visita Donato en cierta casa, hipnotiz una joven, apoyando una mano sobre la nuca de aquella y mirndola fijamente. Luego que la hubo dormido, coloc en su mano diestra un pual y la mand con imperio que asesinara con l su madre propia. Anegada en lgri-nias la desdichada joven, se dispuso cum-plir una orden tan horrible, y la hubiera eje-cutado irresistiblemente si Donato- mismo no la hubiese detenido en su paso fatal.

    El peridico La Unin Catlica refiere que el 22 de Junio del actual ao de 1888, un Doctor hipnotista durmi en Madrid profun-damente una seora, y al sugerirla despus sensaciones de fro y de calor, se vio que la paciente haca gestos de persona que se hie-la que se asfixia.

    (') Vase el capitulo V . Hipnotismo del clebre je-suta P . Franco, traducido al castellano por el Dr. D. Joa -quin Font y Bnfer.Barcelona, 1888.

  • 20 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

    Tambin indica el peridico citado que el hipnotista mdico sugiri durante el sueo otra seora, y la impuso que una hora fija y despus de despertar, disparase dos tiros de pistola sobre un espectador, y asesinara con un pual otro. La seora, con efecto, despert de su letargo al recibir la orden del hipnotizador, y al llegar la hora sealada, Se levant furiosa, tom- el pual, que de inten-to era de cartn, y le hundi sobre el pecho de la persona indicada para ser vctima suya. Lo mismo ejecut con la pistola, disparndo-la dos veces, segn la sugestin, para con-sumar un homicidio, que sin remedio hubiera realizado, si el instrumento de que se valiera tuviese proyectiles.

    Entre las experiencias de Donato, verifi-cadas en Miln dos aos hace, cuenta el Pa-dre Franco la siguiente en la pgina 47 de su obra/ Hipnotismo. Hipnotiz Donato, segn costumbre, al estudiante Furia y le imper suicidarse durante el sueo profundo: al efec-to le entreg un pual de papel, y el incons-ciente Furia se lo asest en el pecho, cayendo en el suelo redondo, como si en realidad se hubiera asesinado.

    El Dr. A. Voisin hipnotiz una joven de vida relajada y costumbres vergonzosas. Tan aletargada qued la desgraciada pacien-te, que su fisonoma tena aspecto contrado y cadavico, las manos quedaron plidas y desdeosamente colocadas sobre los brazos

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 2 !

    de una modesta silla, catalpsico, en fin, todo su cuerpo y en anestesia completa.

    El Doctor punz entonces con un alfiler la joven varias veces, y sta permaneci in-sensible los pinchazos: la sugiri despus que descubriera los secretos de su vida pa-sada, y al punto aquella hizo una revelacin minuciosa de todos los percances de su con-ducta lasciva y deshonesta (i).

    M. Demarquay y M. Giraud-Teulon citan asimismo el caso de una seora que, sumida en el sueo hipntico, les hizo confidencias tan sumamente graves para su honor, que se apresuraron despertarla, fin de no expo-nerse que revelase aquella mil secretos, que importaba conservar ocultos por derecho na-tural.

    El Dr. Libeault afirma que una joven hipntica le hizo una confesin acabada de sus culpas (2).

    M. Pitres, en la pgina 60 de su libro Suggestions hypnotiques, citada por el pro-fesor H. Beaunis en el folio 223 de su obra El Sonambulismo provocado, asegura que ha-biendo hipnotizado una mujer, hizo come-ter sta un asesinato por sugestin durante 6l sueo, y que hubo precisin de volverla dormir para que confesara su delito.

    (1) Vase Magnetme hifnofisme par Cullerre, pagi-na 338.Pars, 1886.

    (2) Vase El Sonambulismo de H. Beaunis, versin cas-tellana de Enrique Simancas.Madrid, 1888, pg. 213.

  • 2 2 EXA.MEN DEL HIPNOTISMO

    Cierfo da el profesor fisilogo de Nancy, M. H. Beaunis, hipnotiz la joven A. E., di-cindola con imperio solamente, dormi'd.T)e&-pus la sugiri que al despertar bajase al co-medor, y tomando del cajn de los cubiertos una cucharilla de plata, la escondiese en el bolsillo de su amiga la seora H. A., sin que sta lo notase. Hecha una vez la sugestin, impuso su hipntica Beaunis la obligacin de no acordarse de la persona que la orden ejecutar el indicado robo. Inmediatamente despert A. E., obedeciendo el mandato que la intim Beaunis, y al cabo de un instante, la fisonoma de la joven sugerida se turb, y mirando cuantos presenciaban el hecho, con aire extrao, y como agitada de ansiedad, se levant del asiento y se dirigi resueltamen-te al comedor, tom la cucharilla de plata y volvi la habitacin con el rostro encendi-do y sofocado de vergenza. Entonces su amiga la seora H. A. la pregunt: Qu ha-cais ah? sealando al lugar de donde haba venido. La joven A. E. respondi en seguida. Yo? Nada.... Y continu hablando tranquila, y como si nada en realidad hubiera hecho.

    Viendo el Sr. Beaunis que la joven A. E. no realizaba la segunda parte de la suges-tin, la convid dar un paseo por el jardn de la casa en compaa de la seora H. A., y como pasaba tiempo y la A. E. no meta la cucharilla do plata en el bolsillo de H. A., el hipnotizador la volvi dormir de nuevo, y paseando, la dijo: Qu habis hecho antes?

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 23

    He robado una cucharilla de plata, respondi la joven con acento tranquilo. Y por qu? replic el hipnotista. No lo s, contest con desenfado la A. E. Sabais que tal hecho era un delito? Entonces la joven contest Beau-nis: no poda hacer otra cosa; no es culpa ma, estaba impulsada. Interrogada lueg-o so-bre cul era la causa de no haber escondido la. cucharilla de plata en el bolsillo de su ami-ga, replic con llaneza y sencillez que no que-ra que la culpa recayera sobre otra persona ajena en el asunto del robo.

    Entonces Beaunis la volvi preguntar. Y qu ibais hacer de esa cucharilla? Dn-de la ibais poner? En vuestro cuarto? No la hubiera guardado, nunca me hubiera ser-vido de una cucharilla robada; la hubiese tirado, replic con energa la joven. Un mo-mento despus fu mandada despertar, pero al indicarla que si tena conocimiento alguno del ocurrido suceso y de la conversacin con ella sostenida acerca del asunto, afirm con franqueza que no saba de qu negocio se trataba, ni recordaba que con ella se hubiera hecho conversacin ninguna en momentos anteriores. La joven A. E. haba obrado en todo de una manera mecnica y puramente pasiva; no tuvo conciencia de sus actos, y he-cha abstraccin de que el robo fu volunta-ro en ella por haberse sometido y entregado con entera libertad en manos de un hipnotis-ta, que para fines malvolos poda abusar de su condicin inconsciente, habra que deca-

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO

    rarla absuelta de su crimen ante Dios y ante los hombres (i).

    El Dr. Libeault dice terminantemente que el sonmbulo, bajo el imperio de la su-gestin hipntica, ejecuta operaciones con la fatalidad de una piedra que desciende hacia el centro de la tierra. Si un hipnotizado du-rante el sueo se le dice: dentro de diez das haris tal cosa una hora determinada, escri-biris, por ejemplo, sobre un papel, lo cerra-ris luego y lacraris, sin acordaros despus de cuanto hubierais hecho, se observa que, en el da marcado y la hora prefijada, el acto se verifica, y el sujeto realiza exactamente cuanto se le hubo sugerido, sin acordarse de lo que hizo, ni darse cuenta de lo que obr, siendo necesario hipnotizar de nuevo al indi-viduo para que en el sueo revele las circuns-tancias todas de sus operaciones, y en la in-teligencia de que se disculpar diciendo siem-pre que no estuvo en su mano obrar de otra manera (2).

    En comprobacin do las aserciones pre-cedentes, sentadas por el Dr. Libeault, de conformidad con el comn sentir de los pe-ritos en el arte de dormir, el lector dispen-sar que le contemos el siguiente caso. En la tarde del 14 de Julio del ao 1884, hipno-tiz el profesor Beaunis la joven A. E. y la

    ( I ) Beaunis.El Sonambtil/smo provocado, \y^s, 199-iOi.MadrUl, 1888.

    (2) Vase Beaunis, obra citada, pgs. 188-190.

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 25

    sugiri de esta manera: El i." de Enero de 1885 me veris las diez de la maana; ir felicitaros la entrada de ao y despus de esto desaparecer.

    Ahora bien; el indicado da i. de Enero de 1885 la joven A. E. estaba et\ Nancy y Beaunis en Pars, y, sin embargo, por refe-rencia de la citada A. E. otra amiga suya, hecha en el mismo referido da, y repetida ms tarde al Dr. Libeault, Beaunis y otras personas de importancia, las diez de la ma-ana en punto sinti la joven que llamaban la puerta de su cuarto, y con gran sorpre-sa suya vio entrar en l Beaunis, y que ste la felicitaba el ao nuevo, desapareciendo despus, segn fu la sugestin (i).

    M. Richer afirma en la pgina 7 48 de su obra La Grande Hysterte, que al hipnotizar la seora Witt la sugiri, durante el sueo, que en despertando, su mano sera incapaz de escribir una palabra sola, por ms que se la dejaba expedita para ejecutar las operacio-nes de costura, lavado, prensin, etc., que de-be hacer muchas veces una mujer, dedicada al rgimen y aseo de una casa. Richer man-d luego despertar la seora Witt, y, al pretender escribir sta, no pudo conseguirlo, pues los dedos se levantaban rgidos, el pu-o se abra y era imposible tomar la pluma con la mano. La escena fu triste y lamenta-

    (l) Vase Beaunis .^El Sonambulismo provocado, p-gina 243-44.Madrid, i888.

  • 26 E X A M E N DEL HIPNOTISMO

    ble para una seora, que de repente vea in-utilizarse para un oficio de gran estima y con-veniencia suya.

    Compadecido el hipnotista de la situacin de su sonmbula, no quiso por mas tiempo prolongar la diversin; hipnotizla de repen-te y la sugiri de nuevo, que al despertar habra recobrado la facultad de escribir. La prediccin sugerida tuvo acabado cumpli-miento y resultado feliz.

    M. CuUere asegura que una joven fu violada, con gravsimo detrimento de su ho-nor, mientras estuvo profundamente dormida por haberse permitido hipnotizar; y el mismo autor afirma que una seora se volvi loca de vergenza, al informarse de que un mdi-co hipnotista pretendi ultrajarla en la hip-nosis, con un atentado que la pluma se re-siste describir (i).

    El clebre hipnotista Dr. D. Abdn Sn-chez Herrero, consigue en Valladolid de sus clientes catalpsicos fenmenos raros de so-nambulismo lcido.

    Sabemos, con efecto, que en Enero de este ao 1888, hizo que su hipnotizado, An-tonio Garca Lagar, leyera correctamente eti-quetas farmacuticas y artculos de la prensa periodista, teniendo los ojos cerrados por

    ( I ) Vase El hipnotismo por e'. P . Franco, versin cas-tellana del Dr. D. Joaqun Font y Botar.Barcelona, i88H, pg. 74; 2.* edicin.

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 27

    completo y hallndose sumido en un sueo profundo.

    El aludido joven segua con toda preci-sin y exactitud la sinsinuaciones de su mag-netizador: padeca accidentes epilpsicos y reumatismo articular, no poda manejar los brazos para ponerse la ropa que vesta, y bastaba, sin embargo, las imple sugestin del Dr. Herrero, para que el organismo de An-tonio no sufriera dolores en el sueo, y se volviera capaz de llevar cabo toda clase de actitudes con maravillosa expedicin.

    El profesor Csar Lombroso, en su obra Studi sull hipnotismo, pginas i y 11, asegu-ra terminantemente, que ha obtenido de sus hipnotizados el sorprendente fenmeno de la escritura alemana pesar de que les era des-conocida la lengua por completo.

    El famoso catedrtico de Italia Zanarde-lli, y el insigne clnico C. Richet afirman de consuno ser testigos en sus naciones respec-tivas de que los hipnotizados por ellos leen con facilidad en varias ocasiones al travs de los cuerpos ms opacos, y que refieren con prodigiosa maestra los sucesos que durante su catalepsia pasan en pases muy distan-tes (I).

    El clebre filsofo y jurisconsulto emi-nente de Inglaterra, M. S. Cox, de acuerdo Con el sabio naturalista M. R. Wallace, dicen

    () Vase El hipnotismo del P. Flanco, pg. 230-31.

  • 28 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

    haber observado ellos mismos en un joven, dependiente de una casa comercial, ignoran-te, y sin estudios literarios ni cientficos, que en el estado de la misteriosa accin hipntica discuta de un modo admirable, y con lengua-je escogido, estilo elegante y frases apropia-das, las difciles cuestiones sobre la prescien-cia de Dios, el fatalismo y la libertad del hombre, respondiendo siempre con sensatez y energa las preguntas ms intrincadas que en la Psicologa se ventilan por los ge-nios filosficos.

    Cuando -el sonmbulo recuperaba su esta-do natural, perda por completo la ciencia elo-cuente que un cuarto de hora antes poseyera con asombro de los espectadores ms sa-bios; puesto que no era capaz de responder el aludido joven la cuestin ms rudimen-taria de Filosofa y hasta no encontraba vo-ces ni modismos en el idioma ingls para ex-presar las ideas ms comunes y vulgares (i).

    La narracin de hechos hipnticos podra continuarse indefinidamente; pero los referi-dos son bastantes para que el lector se for-me idea clara de los fenmenos ms salien-tes, que se notan en las distintas fases de la hipnosis.

    Resta, pues, que satisfagamos su curiosi-dad legtima, resumindole en pocas lneas

    (I) Vase Le Spirithme par le Dr. Paul Gibier, pgi-nas 173-74.Pars, 1887.

  • EXAMEN DEL HIFKOTISMO 2^

    los diversos mtodos que en la prctica se usan para deshipnotizar.

    Procedimientos para deshipnotizar d un sonmbulo. El fisilog-o hipnotista Beaunis afirma, en la pgina 34 de su tratado sobre el sonambulismo, que para despertar un sujeto hipntico basta mover un abanico de-lante de la cara, soplar ligeramente sobro los ojos de aquel, consiguindose tambin el mismo resultado, si el operador manda con imperio que su adormecido despierte. El mis-mo autor afirma, que basta determinar por sugestin un sonmbulo el tiempo que de-ber dormir, para que despierte aquel exacta-mente en el momento fijado. En muchas oca-siones suele decirse un hipntico, os des-pertaris cuando sintis que la mano del hip-notizador toca vuestro brazo vuestra fren-te, bien en el instante mismo que oigis tal cual palabra, siendo de advertir, que de ordinario el sonmbulo responde las in-dicaciones hechas con la precisin de un cro-nmetro.

    El profesor Zanardelli suele quitar sus clientes el sueo catalpsico frotando con un pauelo empapado en agua fra, los mscu-los rgidos de aquellos, y cuando stos re-sisten su mtodo, les toca los brazos con Una varilla de cobre y al punto recobran su estado natural.

    El magnetizador Donato despierta sus hipnticos, dirigindoles al rostro una co-

  • EJtAM BEL HiPNOriSMU

    rriente de aire fro. As lo confirma la pren-sa de Italia al dar cuenta de las sesiones p-blicas que dicho seor tuvo en varias ciuda-des de aquel reino durante la primavera del ao i886.

  • CAPTULO II

    El liipnotismo es un juego diablico que envilece la dignidad, degrada la conciencia y de ordinario pone en peligro la salud del hombre.Los Gobiernos deben fijar su mirada en las prcticas hipnticas, fin de evitar, con leyes sabias y prudentes, los males que amenazan A sus administrados por el ejercicio indiscreto de la hipnosis.

    NTES de comenzar el desarn^Uo de la doctrina envuelta en los enuncia-dos de este captulo, conviene que por va de prembulo hagamos al

    lector algunas advertencias y consideracio-nes que importa sobremanera conocer.

    A nadie extraa, ciertamente, que en vir-tud del podero otorgado por el Creador al hombre sobre el reino animal y vegetal, y tambin sobre los seres inorgnicos, procure aquel con todo empeo aprovechar el don preclaro de su inteligencia para realizar en 6l mundo fsico mil transformaciones tiles,

  • i EXAMEN DEL HIPNOTISMO

    con ventaja de las artes industriosas y pro-greso de las ciencias.

    Comprendemos, en verdad, que se afane el hombre por combinar de innumerables mo-dos los elementos inorgnicos y orgnicos, fin de que asi avancen los conocimientos de la Qumica. til es cambiar el color de la ma-teria por medio de sencillas reacciones que la experiencia ha ido enseando poco poco, y en fuerza de prcticas asiduas y enojosas.

    Importa mucho en circunstancias dadas hacer de ciertos elementos naturales un ju-guete de distraccin popular; porque as el espritu del hombre se ensancha y se recrea, y las fatigas ordinarias del vivir desaparecen y se ennoblecen al propio tiempo las almas con la contemplacin de espectculos que los hombres ingeniosos pueden solamente dis-currir.

    Quin jams hubo dudado que la com-bustin del fsforo, del hierro y del magne-sio, en un frasco de cristal, que contenga en estado de pureza al gaseoso oxgeno, son ex-periencias que entusiasman los expectado-res, porque en un momento observan la des-aparicin de aquellos cuerpos en medio de un foco vivsimo que por doquier centellea chispas de irresistible claridad?

    Quin no se deleita al presenciar la luz purprea que emite un hilo delgadsimo de plomo, la verde con que se matiza la plata y el cobre, la azulada que despide el oro y el estao, la blanca, en fin, con que arde y

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 33

    se volatiliza una espiral de hierro de plati-no, al ser atravesada por el flujo elctrico que uejan escapar cuarenta elementos de Bunsen bajo la, forma de emanacin sutilsima?

    Todo el mundo aplaude al repetidor de las experiencias de Geissler, cuando en tubos apropiados de cristal observa bellsimas es-tras que se tornasolan de verde, rojizo y amarillo naranjado, segn que la chispa de un buen carrete de Ruhmkorff los pase, con-teniendo aquellos cido carbnico, hidrge-no nitrgeno, respectivamente.

    Nadie ha vacilado nunca en acoger con aplauso la invencin de los nitruros de mer-curio, plat^ y oro, de los nitro-picratos de sosa y de potasa y de todas las dems sus-tancias explosivas, cuando manejadas stas con prudente discreccin sirven para conte-ner los alborotos sociales, encauzar los re-beldes, poner coto la ambicin de los mal-vados, taladrar montaas y desmontar terre-nos, haciendo que stos se transformen por divisin mecnica, de incultos en feraces.

    Quin jams culp la destreza de volati-neros famosos, cuando tomadas las debidas precauciones en el orden fsico y moral ha-cen la diversin del pueblo con mil contor-siones ridiculas y atrevidos movimientos de equilibrio, que arrancan del corazn de todos aplausos espontneos y vtores unnimes?

    Todos se complacen, sin disputa, en cele-brar las magnficas experiencias de M. Fil-nol, por las cuales se patentiza al hombre de

  • 34 EXAMEN DEE HIPNOTISMO

    un mudo visible instantneo, que, mezcla-dos doscientos centmetros cbicos de ter sulfrico con veinte de amoniaco, s obtiene un lquido de mgico poder, capaz de tornar en verde hermossimo de yerba de pradera al color rojo que matiza la corola del geranio y de la rosa, y al violado de la lila, y al azu-lado de algunas flores campanudas; sin que deje de admirar un espectador curioso, que en su mano se halla devolver el cromatismo perdido con sumergir simplemente los pta-los de las flores indicadas en el cido clorh-drico, diluido en cien veces su volumen de agua.

    Las experiencias y fenmeaos citados, unidos otros muchos, que sera prolijo refe-rir, cautivan siempre la atencin de los sen-cillos y se llevan las miradas y el examen de los hombres ingeniosos; porque sin peligro inmediato de la salud pblica y de la hones-tidad y pureza de las costumbres sociales, proporcionan al nimo solaz, y esparcimiento inocente al corazn humano.

    No sucede as, desgraciadamente, con los hechos admirables que todas horas se halla produciendo en nuestros das el hipnotismo. Por nuestra parte, no dudamos en apellidar juego diablico las prcticas hipnticas, porque estamos convencidos de que ellas son el mejor lazo que en la poca presente ha po-dido colocarse la especie humana para es-clavizarla dentro del ambiente mismoqueres-pira, pronunciando la palabra libertad. Hoy

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 35

    que los hombres tratan de descubrir, por cuan-tos medios se hallan su alcance, los medios de prolong-ar su eh'mera existencia sobre el planeta miserable que habitamos; hoy que la sed de oro y plata ha secado los nobles sen-timientos de los hombres; hoy que apenas pueden contarse unos pocos amantes del sa-crificio y de la mortificacin, mientras que Son innumerables los que marchan por las sendas escabrosas de la corrupcin y del li-bertinaje, parece lgico y hasta natural, que el demonio haya inspirado maneras solapa-das de aherrojar con cadenas insufribles insoportables hierros, los que se pregonan libres sin tregua ni descanso; y que aquel ngel de tinieblas procure con empeo oscu-recer las inteligencias de los hombres, fin de que stos beban impunes las copas nau-seabundas del placer inmundo, sin gasto ni dispendio de los metales preciosos, que no se hallan muchas veces disposicin de sus ma-nos insensatas; y que Luzbel, por fin, se afa-ne en consumir por momentos las breves existencias" de cuantos se adormecen en el fangoso letargo de los vicios, para que as, despus de una vida borrascosa y llena de azares y dolor, comiencen otra interminable de angustia infinita y de tormento sin lmite.

    Las consideraciones acabadas de apuntar podran continuarse, pero es ya conveniente pasemos probar que el hipnotismo envilece ^^ dignidad, degrada la conciencia y pone en peligro de ordinario la salud del hombre.

  • 36 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

    El sentido ntimo testifica de un modo evidente que el hombre es un ser dotado or-gnica, sensitiva intelectualmente de una actividad prodigiosa, por cuya virtud realiza cada instante operaciones, no solamente materiales, sino tambin abstractas y de un orden superior lo que se toca con las ma-nos y se percibe con la vista y los dems sen-tidos.

    Es el hombre una inteligencia nobilsima, que se vale de rganos corpreos mientras peregrina por este valle de aflicciones y do-lor, para ejecutar los actos relativos la co-municacin con los seres que por doquier le rodean.

    El espritu qiie el hombre siente vivir en s, lleva el sello de la universalidad en todas las concepciones que realiza. De aqu proce-de que si bien el hombre se impresiona por medio de objetos circunscritos y particulares, sin embargo, al traducir sus impresiones en hechos de conciencia y pensamiento, de tal modo prescinde de las condiciones individua-lizadoras, que formula siempre algn razona-miento general, trasunto fiel de que su mente no se halla regida simplemente por leyes de mecnica. La dote apreciadsima de la liber-tad, que adorna al hombre en todos sus actos conscientes, es una consecuencia palmaria inmediata de su misma racional constitucin. Despojado, efectivamente, el hombre de su racionalidad, obrara guiado de un modo in-declinable por todos los afectos que se des-

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 37

    envolvieran en el fondo de su ser al ser impresionado por los objetos exteriores: nin-gn ideal infinito sera capaz de concebir; ninguna belleza sin lmites podra formar el objeto de su amor; el placer del cuerpo y el goce de los sentidos llenaran sus aspiracio-nes cuotidianas, y su vida entera no sera otra cosa que una copia exacta del necio que de-lirando afirmara: las leyes de la fatalidad son mi norte inevitable, hndame yo, pues, en el inmundo lodazal de la materia, viva como los ms sucios y asquerosos animales, no haya ley que no se infrinja ni pasin cri-minal que no sea con hartura satisfecha.

    En cambio, sentada la base de que el hom-bre por su naturaleza es racional, queda su dignidad enaltecida de tal suerte, que todas horas se halla en manos de su propio consejo y tiene la potestad electiva en sus acciones. Perfectamente lo declara as el inmortal Pon-tfice Len XIII cuando en su Encclica so-bre La libertad humana, dada en Roma 20 de Junio de 1888, se expresa de la siguiente manera: los animales se dejan llevar slo de sus sentidos, y slo por el impulso de la na-turaleza buscan diligentsimamente lo que les aprovecha y huyen de sus contrarios; el hom-bre tiene por gua la razn en cada una de las acciones de su vida. Pero la razn juzga que de cuantos bienes hay sobre la tierra, todos y cada uno pueden ser, y pueden igual-mente no ser, y discerniendo, por lo mismo, que ninguno de ellos se ha de tomar recesa-

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO

    riamervte, da poder y opcin la voluntad para elegir lo que quiera. Ahora bien: el hom-bre puede juzgar de la contingencia, como la llaman, de estos bienes que decamos, causa de tener un alma por naturaleza sim-ple, espiritual, capaz de pensar, la cual, por ser de tal naturaleza, no trae su origen de las cosas corpreas ni depende de ellas en su conservacin, antes creada por Dios sin in-termedio alguno, y traspasando larga dis-tancia la condicin comn de los cuerpos, tiene un modo de vivir propio suyo y modo no menos propio de obrar, con lo cual, abar-cando con el juicio las razones inmutables y necesarias de lo bueno y lo verdadero, co-noce con evidencia no ser, en manera algu-na, necesarios aquellos bienes particulares. La libertad, contina el Pontfice, es pro-pia de los que participan de inteligencia razn, y mirada en s misma no es otra cosa sino la facultad de elegir lo conveniente i nuestro propsito, ya que slo es seor de sus actos el que tiene facultad de elegir una cosa entre muchas. Ahora bien: como todo lo que se adopta con el fin de alcanzar algu-na cosa tiene razn del bien que llamamos til, y ste es por naturaleza acomodado pa-ra mover propiamente el apetito, por eso el libre albedro es propio de la voluntad, me-jor, es la voluntad misma en cuanto tiene al obrar la facultad de eleccin. Pero de ningn modo se mueve la voluntad si no va delante iluminando, manera de antorcha, el conoci-

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 3Q

    miento intelectual; es decir, que el bien ape-tecido por la voluntad es el bien precisamente en cuanto conocido por la razn. Tanto ms, cuanto en todos los actos de nuestra volun-tad siempre antecede la eleccin el juicio acerca de la verdad de los bienes propuestos y cul ha de anteponerse los otros, y nin-gn hombre juicioso duda que el juzgar es propio de la razn y no de la voluntad. Y aade el sabio Papa: Si la libertad reside en la voluntad, que es por naturaleza un apetito obediente la razn, sigese que la libertad misma ha de versar, lo mismo que la volun-tad, acerca del bien conforme con la razn. Con todo, puesto que una y otra facultad distan de ser perfectas, puede suceder, y su-cede en efecto muchas veces, que el enten-dimiento propone la voluntad lo que en realidad no es bueno, pero tiene vanas apa-riencias de bien, y ello se aplica la volun-tad. Pero as como el poder errar y el errar de hecho es vicio que arguye un entendi-miento no del todo perfecto, as el abrazar un bien engaoso y fingido, por ms que sea indicio de libre albedro, como la enfermedad indicio de vida, es, sin embargo, un defecto de la libertad. As tambin la voluntad, por lo mismo que depende de la razn, siempre que apetece algo que de la recta razn se aparta, mficiona en sus fundamentos viciosamente la libertad y usa de ella perversamente.

    Y ciertamente que si el hombre no fuera dueo de sus actos, si no estuviera decorado

  • 40 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

    con el don inestimable y precioso de la libertad, seria necesario borrar los cdigos y legisla-cin de todas las naciones de la tierra, por-que las operaciones humanas llevaran el sello de la espontaneidad y de la verificacin indeclinables, y no podran, por lo tanto, diri-girse aquellas ningn fin determinado, que no se hallara contenido expresamente en la naturaleza misma de los impulsos, que for-zosamente habran de realizar los hombres en el tiempo y el espacio, al verse estimulados por los apetitos interiores y por las aprensio-nes externas, que de continuo les someten un estado de pena y sufrimiento.

    Si el hombre no fuese libre, tampoco ha-bra en el mundo ni pecado ni virtud: la Ju-risprudencia, la Etica, la Teologa moral y los tratados bellsimos de perfeccin asctica serian un mito y vana logomaquia, que era necesario destruir toda costa para que no ejercieran en los entendimientos esa influen-cia tan saludable y bienhechora, por la cual han descollado en los siglos de la historia personajes de valor heroico, y de celo abra-sador, y de pureza angelical y desprendi-miento generoso, que venciendo en las terri-bles luchas que el organismo propio entabla y la ambicin de los perversos, han sabido sacrificar su hacienda y vida en provecho de la patria, y en socorro del indigente futuro y alivio eficaz del menestproso y desvalido.

    Si el hombre no fuera libre, habra que identificarle con los brutos de las selvas,

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 41

    puesto que la libertad es facultad propia de los seres racionales, siendo aquel don precla-rsimo tanto ms perfecto, cuanto ms domi-ne la inteligencia en el ser que se examina. Por eso es, como dice muy bien el sabio Pon-tfice Len Xn i , en la citada encclica, que por el hecho mismo de ser Dios sumamente inteligente, es por esencia tambin sumamen-te libre, y los ngeles y santos, moradores del encumbrado empreo, gozan del sacra-tsimo derecho que les otorga su libre albe-dro, cuando, arrobados en delicioso xtasis, contemplan la divina Esencia, sin que pue-dan separarse de su inefable amor y cono-cimiento clarsimo en la inmensurable dura-cin de las eternas edades.

    Si el hombre no fuese libre, todas horas tendra que verse envuelto por una red mons-truosa, que le incapacitara para seguir otro derrotero distinto del que su vista se des-cubre, al observar los halagos con que el bien til le brinda, y el placer voluptuoso le seduce; porque siervo fiel de mil apetitos bes-tiales, no tendra otro remedio que hundirse en el fangoso cieno, donde se agitan en albo-rotado torbellino la sed de oro y la ambicin de mandar, con todas las dems concupiscen-cias.

    La libertad humana es un axioma indis-cutible, cantado por el acento melodioso del poeta en todas las edades, proclamado por boca del legislador en todas las naciones de la tierra, defendido por los filsofos de todos

  • 42 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

    los tiempos y altamente esculpido en el fon-do mismo de nuestro corazn.

    Negar una verdad tan palmaria es dar alientos al ms grosero excepticismo; es des-oir la voz de noble independencia, que bulle en el seno de la conciencia del hombre; es ahogar con nube de asqueroso polvo los in-cesantes gritos de la razn, que se impone con lgicos asertos; es empearse locamente en mostrarse sordo los ecos sublimes, que se lanzan de continuo del interior de nuestro ser, para anunciar al mundo entero la digni-dad majestuosa, que plugo levantarnos al Hacedor supremo.

    Pues bien, los modernos hipnotistas su antojo pretenden esclavizar al hombre, va-lindose de la influencia que una mirada suya tiene sobre el organismo de un sujeto, su voluntad sometido sin restriccin ni reserva-das ficciones.

    La mirada de un hipnotizador es cierta-mente parecida la de una serpiente, que en-roscada un rbol frondossimo, ocultada con amao entre la fresca yerba y los arbus-tos de un vergel, clava sus ojos chispeantes en la inocente avecilla, que en torno suyo cierne las alas voladoras. Asustado el pajari-11o por la fijeza que nota en la vista de su enemigo cruel, aleteando se dirige en dere-chura de ste para ser vctima al fin de sus apetitos sanguinarios. En la avecilla se tras-tornan las funciones nerviosas, ningn otro punto del espacio la parece hbil para enea-

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 43

    minar su rumbo, que el marcado por la recta

  • 44 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

    ve necesitado de ejecutar acciones indecen-tes y livianas, que por decoro es imposible describir; teniendo un alma ansiosa de hon-radez y sedienta de saciarse con la prctica saludable de las virtudes cristianas, se cam-bia de repente en vana y mundanal, que ape-tece nicamente lo que la empina sobre la pendiente resbaladiza de todas las insensate-ces y locos devaneos; en una palabra, el in-dividuo que llega hipnotizarse pierde por completo la conciencia de su personalidad, su memoria, entendimiento y voluntad se ha-llan bajo el imperio absoluto del hipnotiza-dor, no habiendo crimen, que ste plazca sugerir su hipntico, sin esperanza de ve-rificarse impunemente y de un modo fatal en el plazo que al sonmbulo se hubiera sea-lado con frases imperiosas y precisas.

    Considere, pues, el lector de este breve escrito, si el hipnotismo le dignifica y encum-bra sobre su esfera ordinaria de vivir, al contrario le degrada y envilece, ponindole en la humillante condicin de una bestia de una simple mquina, despus de haber for-zado de un modo violento su naturaleza, para conseguir de l una serie de actos incons-cientes, anmalos insulsos.

    Recorra de nuevo el lector las pginas que comprende la leccin . captulo primero, y observar, sin disputa, que en el breve re-sumen de los fenmenos hipnticos all cita-dos para su instruccin, encuentra pruebas suficientes para demostrar al mundo entero,

  • EXAMEN I>EL HIPNOTISMO 45

    que las prcticas de hipnosis dejan al sonm-bulo en un estado miserable de abyeccin y de vergenza. En estado semejante no hay que exigir del hombre, que ejecute ac-ciones en virtud de un juicio prctico, funda-do n motivos racionales de algn valor ob-jetivo, capaz de impulsarle obrar; porque desconoce por completo la bondad malicia de sus actos, y la finalidad que stos tien-den, ignora de un modo absoluto el alcance y trascendencia de sus operaciones fatales.

    Ahora bien, si el atento examen de un loco rematado inspira tanta compasin por el simple hecho de no ser aquel dueo de sus actos; si cada cual procura no ser vctima de la enrgica potencia de su brazo; si todos porfa se interesan en aislar los dementes, porque su comercio con el resto de los hom-bres acarrea perturbacin y desconcierto la humana sociedad, haciendo que la vida y la fortuna de los ciudadanos de sta, se halle todas horas en peligro permanente; cul ser la diligencia que habremos de poner para que la hipnosis provocada no tome incremento, puesto que una experiencia dolorosa y triste ha venido enseando todas las naciones de la tierra, que los sonmbulos realizan incons-cientes y de un modo automtico impune las acciones ms horrendas y penadas por los cdigos?

    Todos sabemos la grande influencia que los escndalos tienen en la direccin de la Conciencia del pueblo. Cuando en una nacin

  • 46 EXAMEN DEL HlPNOTlSMl)

    se cometen mansalva grandes crmenes, desaparece el horror poco poco de todo aquello que no va encaminado segn la nor-ma y leyes de la severa justicia. El hurto so consuma sin remordimiento; el homicidio se perpetra sin angustias de conciencia, y el suicidio mismo es mirado como un acto de herosmo y de valor. Pues bien; que el hipno-tismo progrese, y la sociedad quedar al poco tiempo convertida en verdadera jaula de lo-cos, y en recipiente vastsimo de perturbado-res funestos de cuanto se apellida honradez, limpieza de costumbres y rectitud moral.

    Pngase en manos de un hipnotista la hermosura inocencia de una joven recatada, y el amor voluptuoso, que entre aquel y sta se engendra, pondr en peligro cuando rne-nos la ms angelical pureza de ambos. As se comprende que, pesar de mil precaucio-nes y protestas de no mancillar el pudor con las prcticas hipnticas, una experiencia do-lorosa haya venido confirmar que en seme-jante materia, las precauciones y protestas son intiles, puesto que la voluntad de la persona sonmbula queda subyugada de un modo indeclinable los deseos de su hipno-tizador. Ahora bien; quin es capaz de res-ponder que en tal estado de docilidad extre-ma no se fomentan jams los incentivos luju-riosos en el sujeto que hipnotiza? Quin ser capaz de responder de la constancia de una joven en resistir las sugestiones de su hipno-tizador en punto violaciones de su pureza

  • KXAMEN DEL HIPNOTISMO 47

    virginal, cuando sabe por confesin termi-nante de los mismos hipnotistas que han ocu-rrido mil percances en semejante materia? Recuerde el lector los hechos vergonzosos que le hemos resumido en los timos prra-fos del capitulo primero, y se convencer de que nuestras aseveraciones no son quimri-cas ficciones de una fantasa exaltada, sino realidades histricas confesadas francamente por los partidarios y secuaces de la hipnosis.

    Ni sirve replicar que estos peligros se ale-jan con slo prohibir, que el hipnotismo so ejerza en persona alguna sin la presencia de testigos circunspectos y prudentes, interesa-dos de un modo formal en que no se hagan su-gestiones ofensivas la pblica decencia y la moral cristiana; porque habiendo en la hip-nosis provocada una comunicacin ntima y completa entre el alma del sonmbulo y la del hipnotizador, fcilmente puede comunicar ste sus afectos desordenados y lascivos la doncella hipnotizada con la expresa condicin de que sta olvide las ideas sugeridas, y sola-mente las recuerde en el momento mismo en que ella ha de prestarse ser instrumento inconsciente de criminales pasiones, obede-ciendo las insinuaciones internas y ocul-tsimas del magnetlogo impo, que fija aquella un plazo fatal y conveniente para llevar cabo sus malvolos deseos con la plena seguridad de no ser visto por los hom-bres, ni penado por la ley.

    Quiz no falte quien diga ser remotsimo

  • 48 KXAMEN DEL HIPNOTlSMl)

    el peligro que la persona hipnotizada corre en manos del hipnotizador, puesto que la co-municacin mental de alma alma no tiene lugar en este mundo sin palabras signos exteriores, y que, pudiendo stos conocerse por los interesados en evitar con diligente celo cualquier infraccin referente los prin-cipios severos, que en todos los momentos impone la hidalgua, y la educacin, y la pu-reza de la moral catlica, se halla la doncella sonmbula cubierto de todo ataque crimi-nal su honestidad y pudor.

    La evasiva, ciertamente, no deja de ser especiosa, y al parecer, fundada en motivos y razones suficientes cohonestar las prcticas hipnticas; pero examinada fondo, se ad-vertir que es un sofisma sin base firme en que apoyarse.

    Efectivamente, la sana filosofa ensea que, aunque el entendimiento humano es por su naturaleza intrnseca una facultad inorg-nica independiente de suyo de todo con-curso inmediato de organismo corporal; sin embargo, en el actual estado de unin ntima del alma con el cuerpo depende extrnseca-mente de los sentidos corpreos y de la ima-ginacin, como de ministros que le propor-cionan la materia sobre que ha de ejercer aquella facultad sus actos nobilsimos. Los sentidos se encargan, ciertamente, de poner en la esfera de la inteligencia los objetos limitados y concretos, pero aquella facultad de nuestra alma prescinde en seguida de las

  • KXAMKN DKL HII'NOTISMO 4g

    condiciones particulares con que aparece in-dividualizado cada ser y unlversaliza sus con-ceptos, siempre que obra de un modo cons-ciente, y razona y emite juicios con abstrac-cin completa de los caracteres peculiares, que el orgfanismo y la imaginacin la hubie-ron trasmitido.

    La universalidad misma, que consigo lleva la aprehensin de los objetos finitos por nues-tra inteligencia, hace imposible que aquellos puedan arrastrarnos, sin previa determina-cin de nuestra voluntad racional. Libre es el amor que profesamos los objetos finitos, y nuestra libertad, atestiguada por el sentido mtimo, es una prueba irrecusable de la espi-ritualidad del alma nobilsima, que informa nuestro cuerpo; porque el espritu solamente se eleva y encumbra por encima de las leyes de la fatalidad, y campea libre en sus resolu-ciones eminentemente prcticas.

    Ahora bien; si nuestra inteligencia es una facultad servida de rganos corpreos, mien-tras peregrinamos por este valle triste de amarguras y dolor, forzoso es confesar que repugna la natural constitucin de nuestro ^^T formar conceptos ideales sin previa per-cepcin de las impresiones materiales, que los objetos externos nos hubieran trasmitido.

    No penetra nuestra mente por intuicin inmediata en la naturaleza de las cosas, ni tampoco fondea, como Dios, los ntimos se-cf etos del alma, ni escudria los afectos y mo-vimientos ocultos de la voluntad ajena, sin

    V ( y

  • KAMKN DEL HIPNOTISMO

    que haya seales externas, que fundadamen-te la conduzcan un juicio prudente sobre los objetos sometidos su investigacin. Ne-cesitamos, pues, de especies sensibles, de mo-vimientos materiales para darnos cuenta de lo que una persona exige de nosotros; preci-samos oir su voz, ver sus gestos palpar sus actitudes para conocer los pensamientos que la agitan y las ideas que bullen en el fondo de su ser.

    Conste, sin embargo, que esta miserable condicin de nuestra naturaleza, de ningn modo supone que el respeto nuestra fama nos har impecables, y que la consideracin los dems contendr nuestros apetitos ver-gonzosos en la lnea inquebrantable del de-ber, y que la educacin ms esmerada no se olvide en un instante la vista de un bien aparente y engaoso, como por desgracia tes-tifica una experiencia diaria.

    Las consideraciones precedentes se re-fuerzan al observar que los hipnotizados puede sugerirse una idea con palabras tan pausadas y suaves, que sean imperceptibles al hombre ms nervioso, en tanto que aque-llos, por su delicada sensibilidad auditiva, re-cogen las vibraciones de mnima amplitud con prodigiosa rapidez y exacta precisin.

    As lo ha hecho constar el profesor fisi-logo H. Beaunis, valindose del audimetro de Du Bois-Reymond, deduciendo de sus de-licadas experiencias, realizadas en el ao 1885, que en los sonmbulos perfectos se aumen-

  • KXAMEN DEL Hll\Mt)TISiVIO ril

    ta extraordinariamonto la finura del odo, pu-diondo, por lo tanto hacerse sugestiones du-rante el sueo hipntico que no sean percibi-das por los espectadores, y, sin embargo, cau-sen ana impresin eficacsima en el nimo del que se encuentra, pesar de su letargo pro-fundo, en un estado particular de hipereste-sia 6 exaltacin nervio-auditiva rara y mis-teriosa.

    En comprobacin de las apreciaciones de H. Beaunis, podemos citar algunos hechos ocurridos en la ciudad de Salamanca durante el primer tercio de la quincena segunda del mes de Junio prximo pasado.

    En la citada capital dio, con efecto, sesio-nes de hipnotismo el famoso doctor Das, ita-liano de nacin y propagandista en Espaa de los conocimientos que dicho seor asegu-raba poseer en la materia. Una noche quiso hacer alarde de que hipnotizando su esposa quedara sta convertida en mgica vidente; porque con los ojos cerrados, en estado cata-lpsico, y sumida en un sueo profundo, ha-bra de leer el ao que el cuo imprimiera en una moneda de plata.

    El doctor D. Luciano Navarro, profesor de Matemticas de este Instituto y Universi-dad, cediendo las invitaciones reiteradas del hipnotista, se prest ocultar en su mano la moneda que haba de ser objeto de experi-mentacin. Al intento, el Sr. Gobernador ci-vil de la provincia, que se hallaba presente *a sesin, sac do su bolsillo un duro, lo en-

  • EXAMEN DKL HIPNOTISMO

    treg al doctor Navarro y ste lo ense con ligereza al doctor Das, que as se lo indic; pues, de otro modo, la sonmbula se vera incapacitada para dar respuesta acorde lo que se pretenda exigirla.

    Entonces fu cuando el doctor Das hizo que el doctor Navarro se pusiera en ntima comunicacin con la sonmbula, tocando sta en una de las manos y en la frente, y, sugiriendo aquella un tiempo mismo, que contestara varias preguntas que iba ha-cerla. De repente la imper que dijera el ao impreso en el duro que el doctor Navarro te-na oculto en el puo de su mano. Al instante la sonmbula fu pronunciando en alta voz los nmeros mil ochocientos setenta y seis con gran sorpresa de la multitud de curiosos que de hito en hito la miraban. El doctor Na-varro replic en seguida que la sonmbula haba padecido una equivocacin lamenta-ble, puesto que la fecha grabada por el cuo en la moneda, era del ao 1878. Sorprendido el doctor Das, volvi decir su esposa que se fijase bien en la lectura de los nmeros y respondiese otra vez la pregunta suge-rida.

    La desgraciada seora, obediente la voz de su marido, repiti con insistencia que el sello del duro llevaba la fecha misma que al principio haba indicado, es decir, la del ao 1876. No hubo otro remedio entonces que vi-sar de nuevo la moneda, aun costa de que-dar burlada la sonmbula y su hipnotizador,

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 53

    porque efectivamente el ao 1878 era el acu-ado en el metal.

    Si el pueblo entendiera, me dijo una tar-de el doctor Navarro, hablando de este asun-to con la confianza de un profesor su anti-guo discpulo; si el pueblo entendiera que el hipnotizador se divierte costa suya, burln-dose de su estupidez y candida ignorancia la mayor parte de las veces, no aplaudira he-chos en apariencia prodigiosos y en realidad muy vulgares. Yo, me afirmaba el profesor Navarro, estaba un metro de distancia de la seora sonmbula, y el esposo de sta, el doctor Das, unos treinta centmetros de aquella: una vez hecha la sugestin de que la hipntica haba de leer el ao grabado en el duro, que imperfectamente hubo visto el doctor Das, ste con voz delicadsima y sua-ve, iba diciendo al odo de su esposa los n-meros mismos que ella repeta al momento con sencillez y sin vacilacin. La sonmbula no ley nada al travs de los dedos del doc-tor Navarro; pero s oy perfectamente lo que haba de decir al comps de su marido Das, el hipnotizador.

    En otra de las sesiones salmantinas quiso el doctor Das que su esposa anunciase en alta voz la hora precisa, marcada por el reloj de uno de los espectadores, con la rara cir-cunstancia, de que dormida profundamente aquella, habra de leer con el occipitcil los signos que en la esfera sealaran las agujas. Efectivamente, Das pidi un reloj, le coloc

  • 54 EXAMEN DEL HIl'NOTtSMC)

    en la regin posterior del crneo de su espo-sa, la hizo la sugestin correspondiente, y al punto aquella anunci los curiosos la hora, los minutos y segundos que contaban las agu-jas del referido reloj. Esta mgica lectura, rea-lizada, al parecer, porua trasposicin de sen-tidos, no fu en Salamanca otra cosa que uno de tantos juegos de prestidigitacin. El doc-tor Navarro, aficionado al hipnotismo y ope-rador en pequeo de la hipnosis, me confes tambin ingenuamente que l mismo oy al doctor Das pronunciar unos veinte centme-tros de su esposa las frases mismas que sta repiti al anunciar la hora que se la exigi por respuesta, y el pueblo mismo debi com-prender la trama con slo dirigir atentamen-te la vista los labios del hipnotizador, pues con precaucin semejante hubiera presagia-do, que el artificio consista en indicar de tal suerte el hipnotista la hora del reloj, que pu-diera ser percibida muy bien por la sonm-bula, sin llegar los odos de cuantos estu-vieran dos y tres metros de distancia, que es precisamente lo que en la sesin aludida aconteci.

    Otros casos hubo en las sesiones hipnti-cas celebradas en la culta Salamanca, y por los cuales alguno pudo creer que la sonm-bula penetraba el interior del pensamiento y descubra los secretos ms ocultos y escon-didos; pero, si hemos de dar crdito al doctor Navarro, que hizo de medio principal en esta clase de investigaciones, nada puede con-

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 55

    cluirse con certeza, porque las adivinaciones por l mismo sugeridas, no pasaron los lmi-tes de una simple presuncin, aug-urable por una persona lista que perfectamente enten-diera el modo y el sentido de formular las preguntas.

    En general suelen exigir los hipnotistas que el pensamiento adivinable se manifieste al magnetlogo para que, poniendo ste en comunicacin la hipnotizada con el sujeto cuyas ideas va penetrar y revelar despus, aquella las manifieste con palmaria precisin y sencillez. Como se ve, en estos asuntos pue-de haber, y de hecho hay, grandsimos enga-os; porque el magnetlogo, valido de la hi-perestesia auditiva de su sonmbula, revela sta de un modo, no inteligible los dems, los secretos ms recnditos que precedente-mente se le hubieren confiado por la perso-na misma sometida la experimentacin di-vinatoria.

    De los hechos precedentes y de otros mu-chos que sera enojoso referir, se deduce de un modo incuestionable que la persona hip-notizada es capaz, por su especial estado de exaltacin nerviosa, de recibir por audicin impresiones malvolas, que despus ella se-cunda al abrigo de la impunidad impelida por una fuerza irresistible que la obliga obe-decer.

    Importa, pues, sobremanera la morali-dad y pureza de costumbres sociales, que se considere al hipnotismo como un peligro

  • S6 KXAMEN DEL HIl'NOTtSMO ,T

    verdadero para conservar los individuos la libertad santa de obrar el bien honesto en armona con los principios que deben siem-pre regular la rectitud de las conciencias.

    Ni la educacin, ni la hidalgua, ni el res-poto humano bastan para impedir una suges-tin, que puede fcilmente hacerse la per-sona hipnotizada, sin ese fingido temor de ser maana lanzados la pblica vergenza los que no temieron abusar de la docilidad absoluta con que sus insinuaciones respon-dieran los infelices hipnticos.

    No haya padre de familia que entregue en manos de un hipnotizador el pudor y ho-nestidad de sus amadas hijas, porque aunque aquel fuese honrado y hasta piadoso, puede alimentar en un instante su pecho con pasio-nes indecentes, y concebir proyectos crimi-nales, y maquinar venganzas insidiosas, y valerse de la hipnosis para sugerir ideas avie-sas sin ser advertido de ninguno.

    No haya hombre que en tan poco estime la libertad de su concieacia y la racionalidad de su propio existir, que desee ligarse un hipnotista con tan estrechos vnculos que no pueda moverse sino dentro del apretado cr-culo de operaciones sealadas en un momen-to cruel de letargo catalpsico.

    Pensar de otra manera arguye insensatez y locura; porque la dignidad humana se re-siente, el orden social peligra, y la concien-cia individual sufre perturbaciones horribles y espantables.

  • E X A M E N DEL HIPNOTISMO ,57

    Veamos ahora si el hipnotismo es tambin de ordinario un peligro para la salud del hombre.

    Suelen citar algunos hipnotistas curacio-nes obtenidas por el sueo provocado. Cuen-ta H. Beaunis de una joven, llamada Victo-rina L., que hallndose de resultas de un susto atacada de corea desde los cuatro aos 3^ medio de su edad, tena dolores agudsimos en las articulaciones huesosas y sufra horri-blemente en sus accesos. Victorina atormen-taba mucho su madre cariosa con el pa-decimiento que sufra, vulgarmente conocido por el nombre de Baile de San Vito, y can-sada aquella de ensayar planes curativos y probar medicamentos, la puso en manos del Dr. Libeault los doce y medio aos de su edad. El Doctor durmi varas veces Victo-rna, y logr al cabo de unos das que los desordenados movimientos se calmaran has-ta desaparecer completamente. De manera que la joven Victorna, inutilizada para coser y escribir, consigui por el tratamiento hip-noterpico la facultad de dedicarse las fae-nas ordinarias de una mujer hacendosa (1).

    Al Dr. Navarro hemos odo referir una uracin de corea tambin por l mismo ob-tenida en un pobre aldeano, que se hallaba desahuciado por los mdicos en el ao de la

    (1) Vase El Sonambulismo por H. Beaunis, versin espaola de Enrique Simancas. -Madrid, S88, pgina 24^-50.

  • 58 EXAMEN DEL HIPNOTISMO

    fecha de este escrito. El enfermo se hallaba en estado deplorable, todos los miembros de su cuerpo se agitaban convulsivamente de un modo espantoso. Para dormirle hubo ne-cesidad de sajetarle con cuerdas una silla, y para fijarle los ojos en un punto fu preciso alzar y comprimir los prpados contra los huesos orbitarios, hacindole despus la su-gestin del sueo colocndole una mano so-bre la regin frontal.

    Por nuestra parte, debemos consignar aqu que por ms que admitamos de buen grado los hechos que preceden, y aun otros que po-dran citarse relativos curaciones consegui-das en maniticos por los procedimientos de la hipnosis; es muy justo, sin embargo, que refiramos continuacin el juicio competen-te de insignes hipnotistas, autoridades mdi-cas y gubernamentales, acerca de los males fsicos que predisponen y que de hecho cau-san la mayor parte de las veces las prcticas hipnticas.

    As, tal vez, conseguiremos que el lector se forme verdadera idea en un asunto de tan vital inters, y un tiempo procuraremos, con la divina ayuda, hacerle comprender que de-be huir del hipnotismo por amor siquiera la salud de su cuerpo y al bienestar material.

    Efectivamente, el Dr. Grasset, clnico in-signe en Francia de la Universidad de Mont-peller, emitiendo con franqueza su opinin acerca del sueo provocado, dice: que si un hombre de constitucin nerviosa se le ador-

  • EXAMEN DEL HIPNOTISMO 59

    mece muchas veces, comienza aquel por ha-cerse neuroptico, histrico despus, y no es raro que concluya por demente. El Dr. Vi-zioli afirma que l mismo haba tenido entre sus clientes un joven alocado por el_ s\ico, que en l hubo provocado el hipnotizador Verbek ( I ) .

    El profesor Zanardelli, en la pgina 28 de su obra La vrritd sull' ipnottsmo, publicada Pn Roma el ao 1886, se ve en la precisin de confesar, que el hipnotismo origina con-gestiones sanguneas en la cabeza y en el corazn, y que produce sncopes con ataques convulsivos epilpsicos, y extingue con fre-cuencia la voz en los sonmbulos, y trastor-na la funcin respiratoria, y pone en peligro, finalmente, las personas de padecer sofo-caciones ms menos lentas. En la pgina 36 de la citada obra asegura el mismo pro-fesor, que estando en Madrid fu llamado una noche casa del General Echevarra para despertar una seorita, que se hallaba r-gida inmvil y con aspecto cadavrico por las maniobras de un magnetizador, que en aquella provoc la hipnosis catalpsica.

    El mdico alemn Drosdow afirma que ^na maestra joven tuvo que renunciar su profesin, porque las fuertes emociones que sufriera de resultas de presenciar espectcu-

    (') Vase El Hi/iiiotisiiw por el V. ].]. Franco, versi'm castellana lor el Dr. D. Joaqun Konl.-Barcelona, 1888. pgina 182.

  • 6 o E X A M E N DEL HIPNOTISMO

    los hipnticos, causaban en ella ataques con-vulsivos, que degeneraban en un sueo letr-gico y tenaz.

    El mismo H. Beaunis dice en la pgina 35 de su Sonambulismo provocado, que los hipnticos se quejan ordinariamente de cefa-lalgia dolores de cabeza ms menos vivos al despertar de su letargo; y en la pgina 51 de la citada obra afirma, que se pueden re-tardar acelerar los latidos del corazn por sugestin hipntica, debiendo ser muy reser-vado el hipnotista en esta clase de experi-mentos, porque compromete con facilidad la vida del paciente (i).

    Nada extrao es, por consiguiente, que al pretender el dinamarqus Hanssen dar se-siones pblicas de hipnotismo el ao 1880 en la ciudad de Viena, se reuniera la Facultad de Medicina y nombrase esta una comisin para que informara sobre la conveniencia perjuicio, que en la salud pblica podan cau-sar semejantes bufonadas.

    La referida comisin fu presidida por el distinguido profesor Dr. Hoffmann, y de co-mn acuerdo resolvi la prohibicin, en \ ir-tud que el hipnotismo no solamente priva-ba al hombre de su conciencia personal, sino que tambin expona los individuos padeci-mientos cardiacos, exacerbando estos de un modo alarmante en cuantos padecan le-

    " " ' ;

    ( I ) Vase El Sonambulismo pur H. Beaunis.^-^faiJrid, 1888, pg. 67.

  • ^ lJAMKN DP.L HlHNoTlSiMo 61

    siones de semejante viscera; y que la misma rigidez y tensin convulsiva de los msculos, sometidos la voluntad absoluta del hipno-tizador, era capaz de producir graves acci-dentes en la salud de los individuos y tras-tornos de consideracin en personas propen-sas desrdenes nerviosos, pudiendo, en con-secuencia, dada la irritabilidad mujeril y lo susceptibles que son los jvenes de ambos sexos de padecer neurosis, serlas prcticas hipnticas un foco nocivo de verdaderas epi-demias y enagenaciones mentales, que era preciso matar en su origen por inters alta-mente humanitario y patritico.

    El ejemplo de Austria lo han seguido los Gobiernos de Dinamarca y Holanda, prohi-biendo el hipnotismo como contrario la pblica salud (i).

    El mismo Gobierno alemn, pesar de su Constitucin protestante y de hallarse hoy

    ' en la cumbre del honor mundano y del pres-tigio ante los ojos de la Europa por las gue-rras victoriosas que sostuvo en 1866 contra Austria y en 1870 contra Francia, no ha va-cilado ocuparse detenidamente acerca de la cuestin hipntica y tomar serias medidas para contener los progresos do tan desastro-sa plaga.

    Efectivamente; tenemos el gusto de con-signar aqu noticia tan importante, extrac-

    (I) Vase j57 Hipnotismo, jior el P. J. J. Franco, obra

  • KX.AMKN DEL HM'NOTlSMo

    tndola del nmero 11. i ,5 S de IM Corres-pondencia de ^.i7i;7c',quolemos casualmente el da 17 del actual mes de Octubre al tiempo de corregir las cuartillas que la imprenta de este folleto nos mandara.

    Dice as el aludido peridico: En Alema-nia, el Tribunal de Carlsruhe ha condenado un hipnotizador como reo de ataques la libertad individual. Al mismo tiempo la Ad-ministracin superior ha hecho saber las autoridades prusianas que en los ensayos de hipnotismo hay probabilidad de perder la sa-lud los llamados mdiums, y que deben pro-hibir las representaciones pblicas de hipno-tismo.

    Nosotros hubiramos aadido algo ms si tuvisemos facultades para ello; la mi-sin, sin embargo, de sacerdote catlico nos obliga hacer constar el deseo vivo de que, interesadas los gobiernos en promover la prosperidad terrena y el bien moral de sus administrados, procuren con esmero evitar todo trance los males horribles que les ame-nazan por el ejercicio pblico y privado de la humana hipnosis.

    Si una experiencia amarga y dolorosa en-sea que es justa la prohibicin del hipnotis-mo, porque atenta ste contra la conciencia del hombre, viola su libertad legtima y po-ne en peligro su fsica existencia, no com-prendemos que ningn Estado sea tan parco en extender la accin bienhechora de sus le-yes, que solamente quiera aplicarlas al caso

  • EKAMEN DEL HIPNOTISMO

    en que el mismo pundonor y el respeto los dems son motivo para evitar en muchas ocasiones los grandes escndalos, que en lu-gares retirados y escondidos se consuman mansalva y se toleran con facilidad mayor.

    Si las pblicas sesiones de hipnotismo se consideran como un crimen social, preciso es tambin mirar aquellas como un insulto gro-sero la civilizacin cuando se practiquen en la casa de un magnate en la choza humil-de de algn pobre aldeano.

    Que lo entienda as Alemania, y su con-ducta merecer el aplauso de los hombres imparciales y cientficos: sepa Berln que los gobiernos europeos fijan mucho la mirada en sus determinaciones; cuide el joven Empera-dor Guillermo de aplicar remedios eficaces y absolutos la supersticin hipntica, y no dude un instante que sus resoluciones acer-tadas tendrn eco fabuloso y altamente hu-manitario en la mayora de las naciones cul-tas-, entretanto, nosotros celebramos con jbilo, los acuerdos que el Imperio alemn ha toma-do ltimamente, porque indican un gran pa-so en las autoridades civiles para aceptar por completo las doctrinas que nosotros defen-demos en este breve libro.

    El 14 de Febrero de este ao 1888, deca La Correspondencia de Espaa, diario ma-drileo: El hipnotismo est fijando la aten-cin en Francia. Por su parte, Mr. Delacroix, "magistrado de Besanqn, ha publicado un folleto pidiendo que se promulgue cuanto

  • 04 KXAMKN DEL "ftlPNUTtSMo

    antes una ley, que impida su vulgarizacin y explotacin; y entre otros peridicos france-ses, La Verdadera Francia y La Repblica Francesa, dicen que, adems de ser el hipno-tismo atentatorio contra la libertad y la dig-nidad humanas, sus prcticas constituyen un verdadero peligro bajo el punto de vista de la salud, y aun bajo otros puntos de vista, puesto que produce una neurosis, sea el trnsito de la salud una enfermedad men-tal, que sobreexcita grandemente al sistema nervioso.

    El Dr. Mr. Richer, profesor clnico en el hospital de Salpetrire, pesar de ser admi-rador entusiasta y discpulo del clebre hip-notista el Dr. A. Charcot, no duda de afirmar, en la pgina 726 de su obra Z Grande Hysteric, que el hipnotismo causa la amne-sia desmemoramiento en los individuos so-metidos aquel procedimiento fatal, y aade despus en la pgina 742, que desconfa de las llamadas curaciones hipnticas, y que la experiencia mdica le ha ido enseando poco poco cuan nociva sea la salud la hipnosis provocada. La sugestin hipntica torna, con efecto, las personas en maniticas, y las vuelve medio lelas, haciendo que experimen-ten aquellas en estado de vigilia alucinacio-nes horribles y espantables.

    La prensa catlica, y en especial La Ci-vilt Cattlica, de Roma, no ha cesado un punto desde 1856 hasta el presente de ad-vertir al mundo entero el gran peligro social

  • EXAMEN DEl. HIl^NOTISMO 65

    que de las prcticas hipnticas resulta no so-lamente para la marcha ordenada de las p-blicas costumbres, sino tambin para 1A con-servacin de la salud en medio de los pue-blos; porque es triste y desconsolador que unos cuantos saltimbanquis de teatro y un reducido nmero de mdicos tengan conmo-vida la sociedad entera, y con sus prcticas ridiculas vengan convertirla en una jaula de furiosos mentecatos, y en lupanar inmun-do donde se sacien todas las concupiscencias por los medios bochornosos de una sugestin infamante y criminal.