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BARROCO SICILIANO. (II). GIACOMO SERPOTTA. LA ESCULTURA SICILIANA Retrato de Giacomo Serpotta 1

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BARROCO SICILIANO. (II).

GIACOMO SERPOTTA. LA ESCULTURA SICILIANA

Retrato de Giacomo Serpotta

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El fervor religioso desatado en todas partes por la predicación del nuevo orden militante

de la Contrarreforma, en Palermo, encontró fuerte expresión en la fundación de

Confraternidades, Compañías y Congregaciones. Organizaciones similares ya existían

en el Medioevo, pero en el cinquecento, en respuesta a los flagelos de la carestía y

pestilencia, un gran número de ciudadanos, desde príncipes a los más humildes

artesanos, sentían la exigencia de reunirse en grupos que respetaran la Regla de las

diferentes Congregaciones y ser guiados por un consejero espiritual. El virrey fue un

activo promotor de este impulso, sobre todo entre la nobleza. En el inicio del siglo XIX,

Gaspare Palermo, emitía este juicio, sobre los motivos de la política social que alentaba

estas creaciones: “El siglo XVI fue aquel en el que en Palermo fue instituido el mayor

número de reuniones provenientes de Compañías y Confraternidades, que gozaban de la

protección del virreinato de aquel tiempo. En ellas se asistía a la sagrada función y

oficios que con solemnidad se practicaban en fechas precisas del año, a las cuales, los

cofrades concurrían y colaboraban con la ordinaria contribución a la Compañía. No es

posible sostener, que sólo el interés religioso y el devoto impulso de hacer progresar la

religión mantuvieran estas prácticas. Por tanto podemos suponer que tal sistema tendía a

desplegar el plano de la secreta instrucción política, que del Gabinete de la Corte de

España emanaba para este Reino”. Fue San Francisco de Paula, quien fundó la primera

Compañía de nobles en Palermo. Instituida en 1533, para dar ayuda duradera a los

enfermos. De esta reunión de nobles surge la Noble Compañía de la Caridad de San

Bartolomeo de los incurables, cuya misión era servir alimentos a los enfermos del

hospital homónimo. Sólo los nobles, el virrey y el arzobispo eran admitidos. En el 1541

el virrey y el Senado de Palermo fundaron la Compañía del Santísimo Crucifijo para

asistir a los condenados a la horca. El conjunto de compañías creadas, compuestas por

personas de “rango civil”, tales como comerciantes ricos, artistas, abogados, miembros

del clero, etc, se dedicaban a obras de caridad, a prácticas devocionales, recolectar

limosnas para la celebración de misas para ánimas purgantes o para la participación en

grandes procesiones y en particular en la del Santísimo Rosario, en el mes de octubre de

cada año, recordando la batalla de Lepanto. Hay que señalar además el elemento

práctico de estas compañías, el mutuo socorro de los cofrades en una sociedad privada

de asistencia pública.

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Santa Cita, conmemoración de la batalla de Lepanto.

El desarrollo de esta actividad no se dio siempre en un clima sereno, dada la turbulencia

de los tiempos y también del carácter palermitano. La devoción y el humano deseo de

premiar a los cofrades, sobre todo del mismo rango civil, llevó a un notable

enriquecimiento del patrimonio artístico palermitano. Es importante subrayar este rol de

colocación social porque para los componentes, la suntuosidad del interno de la propia

sede tenía la misma función de representación que el palacio para la familia

aristocrática. El elenco de obras de arte que allí se situaron es notable: Caravaggio en el

Oratorio de San Lorenzo, Van Dick en el del Santísimo Rosario y en Santo Domingo;

Guercino y Maratta en Santa Cita y el Rosario. Siendo pocas las iglesias palermitanas

que puedan tener semejante patrimonio artístico.

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Pietro Novelli, Santa Cita. Oratorio de Santa Cita

Palermo, como todas las ciudades de antigua fundación, tiene un pasado complejo y

muy variado. Cuya sustancia todavía hoy es claramente visible y es fácilmente

perceptible sólo el ápice o la reliquia de una multiforme sumatoria. Los oratorios para

su análisis, se colocan bajo la óptica de reatribuir el justo sentido a episodios

arquitectónicos y eventos históricos seculares, aparentemente marginales y de los cuales

hoy se ha turbado el significado correcto. La propia denominación, no es casual o

genérica, salvo raras excepciones ella reconoce a la Compañía y las Congregaciones su

sentido laico. Tal como decimos en páginas anteriores las asociaciones laicas con fines

espirituales y asistenciales tienen origen remoto en Palermo. Hoy se conoce la primera

Confraternidad fundada en el siglo XIV; existiendo además otro tipo de agregaciones

bajo el nombre de Congregaciones y Compañías. Organismos asociativos que en su

origen mantenían diferencias, hoy perdidas, por su uso verbal simplificado. Los

oratorios eran lugares privilegiados, exclusivos y tipológicamente caracterizados en

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razón de su función de aula asamblearia y de lugar de culto. Los diferenciaba una

precisa tipología arquitectónico-funcional. No siendo sólo por los elementos exteriores

que se podían distinguir y catalogar estas “iglesias particulares con título de oratorios”,

suntuosamente decoradas.

Estucos de Giacomo Serpotta en Santa Cita

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Con Giacomo Serpotta, llamado al final del octavo decenio del Seiscientos a renovar el

interior del oratorio palermitano, entra con prepotencia en la gran historia del arte

europeo, si así se puede decir de un artista cuya obra se caracteriza por ser suave y

elegante, el estuco. La relativa ausencia de vínculos litúrgicos en el oratorio hacía

posible un tipo de decoración hecha de movimiento plástico continuo, en el cual se

intercalaban pausas narrativas. Los estucos del oratorio de Serpotta creaban un

espectáculo dramático e íntimo. Hubo de tener cuidado hasta los más mínimos detalles.

Giacomo Serpotta (Palermo, 1656 -1732, hijo de escultores llevó al refinamiento más

extremo la técnica del estuco (mezcla de yeso y polvo de mármol con el que se modela

el bulto para, una vez seca, poderse esculpir con facilidad y ser objeto de pulido que le

da una apariencia de marfil), siendo a menudo más considerado como decorador que

como un verdadero escultor.

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Oratorio de Santa Cita

Empezó con el Oratorio de San Fidelio (1678) su larga carrera como decorador al estuco

interior de los edificios sagrados en la ciudad de Palermo, que vivió bajo los Borbones

un florecimiento de las artes, gracias a su mecenazgo. Entre sus obras de decoración hay

que clasificar a los oratorios de Santa Cita, en el Rosario del San Domenico, el de San

Lorenzo en la iglesia de San Francisco de Asís. Serpotta trabajó mucho en Alcamo

donde se pueden admirar numerosas y magníficas obras repartidas entre la Iglesia del

Santo Crucifijo (llamado Badia Nuova) y la Iglesia de los Santos Cosme y Damián

(conocido como el monasterio de las Clarisas).

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Relieves del Oratorio de Santa Cita

Como buen barroco su obra se une íntimamente a la arquitectura y alcanza su

culminación en los oratorios, una curiosa fórmula arquitectónica que se ajustaba

perfectamente a su estilo. La personalidad de Serpotta muy por encima de los, si bien

importantes, artistas sicilianos de su tiempo, destaca sus relieves que se expanden en las

paredes de los edificios como ramas sinuosas y sensuales, que refleja en parte los

motivos de la escultura barroca, pero interpretándose de una manera muy personal y con

un gusto inusual, que era claramente un preludio al estilo rococó. Sus famosos

«teatrini», los nichos reales de gran profundidad y alta complejidad, representan un

genio innovador que cambió la faz de la decoración del estuco en el período barroco.

Son un ejemplo las del Oratorio del Santo Rosario en Santa Cita, donde los misterios se

volvieron alegres y tristes, igual que la extraordinaria aunque mutilada por el robo y el

vandalismo, del Oratorio de San Lorenzo, la concentración de la bóveda en la vida de

los santos Francisco y Lorenzo.

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Oratorio del Santísimo Rosario

Dichos oratorios eran estructuras adyacentes a iglesias mecenados por la nobleza y alta

burguesía para sus reuniones para el rezo del rosario sin la interferencia de los párrocos.

Más salones de baile que iglesias, se basaban en una nave salón en donde se reunían

dichas cofradías que tenían en el rezo de dicho Rosario una verdadera excusa para

verse, hacerse ver y diferenciarse del resto de la sociedad.

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Oratorio del Rosario

Sobre lo dicho parece evidente que sobre cualquier tipo de dramatismo, estos

eran escenarios de elegancia, refinamiento y exquisitez, siendo su perfecto intérprete

Serpotta, un autor que está anunciando claramente el espíritu rococó tanto en la

interpretación de los temas como en sus formas compositivas. Hecho que le ha valido el

apelativo del Watteau palermitano.

Oratorio de Santa Cita. Palermo

Fundamentalmente tres serán los temas tratados: en forma de relieve adosado a los

muros los oratorios solían dividir ambas paredes para los misterios gozosos y dolorosos

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del Rosario. Escenas de gran complejidad compositiva y pequeñas figuras se encajan en

teatrini que nos recuerdan (al menos en su origen visual) a los famosos escaparates que

hicieron furor en el barroco.

El recorrido iconográfico en los oratorios generalmente procede con el punto de vista de

quien entra en un aula, o si se prefiere con óptica del Gestor de la Asociación. El fresco

de la bóveda con el Santo titular y casi siempre orientado, como la figura del pavimento

mayolicado, y como la historia del Santo destinatario o como el Misterio del Rosario,

que sale hacia el presbiterio, donde se acoge el icono principal, la pala o estatua que sea,

o eventuales otras imágenes correspondientes.

Hacia la época de la primera intervención de la mano Serpottiana el estuco no era poseedor de la

dignidad suficiente como para ser considerado un sujeto decorativo del todo autónomo. Esto ocurre al

menos en Palermo, donde Serpotta es definido como el principal artista del estuco en Europa y uno de

los maestros escultores italianos de setecientos. Giacomo realiza una verdadera revolución estilística y

cultural tal que en un espacio corto de tiempo eclipsa a muchas generaciones precedentes de escultores

de los cuales fue deudor y reelaborador .

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Oratorio de santa Cita

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Dentro de estos ambientes un tanto frívolos no nos puede sorprender que, incluso, en

los pies de los sobre relieves nos puedan aparecer bajo este modelo formas (en

principio) tan poco religiosas como la propia batalla de Lepanto, por supuesto que

interpretada en clave optimista y exquisita, con pequeños apliques de pan de oro que

hacen de la escena algo casi de orfebre, de tallista de marfiles.

Otro segundo tema serán las series de las virtudes, elegantes damas que parecen a punto

de ponerse a danzar con suavidad, elegantemente ataviadas y con una carnalidad y

sensualidad que recuerda tanto a los rococós franceses de los que fue coetáneos.

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Las Virtudes

Por último, y acaso sus realizaciones más conocidas, todo el ambiente se encuentra

lleno de ángeles cantores y tañedores de música (con sus postizos en madera

sobredorada) y putti que juegan despreocupados en las paredes que se vuelven sutiles

entre luz y cortinajes fingidos.

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