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    Cmo hacersociologa

    del conocimiento*

    Barry Barnes

    (Traduccin: J. Rubn Blanco)

    E n la sociologa del conocimiento yano se discuten los mritos del cons-tructivismo. La disciplina al comple-

    to, y especialmente la sociologa del conoci-miento cientfico, est dominada por este enfo-que. Hay unanimidad en torno a que las asercio-nes cognitivas de la ciencia son invencioneshumanas cuyo origen y validez se establece enprocesos sociales contingentes que deben inves-tigarse como fenmenos empricos. Todas lasdisputas y controversias se producen entrevarie-dades de constructivismo. Incluso el presenteautor es una especie de constructivista, aunqueel constructivismo de la llamada Escuela de

    Edimburgo se ha guiado por intereses y objeti-vos muy diferentes a los de las variedades hoyms populares.

    En lo que respecta a nuestra comprensin delconocimiento cientfico, el paso al constructivis-mo se considera a menudo como una reorienta-cion cognitiva de gran envergadura, de una im-portancia amplia y fundamental tanto para Jasociologa de la ciencia como para la sociologaen general. Merece la pena preguntarse hastaqu punto esto es as. La perspectiva instrumen-talista

    en lafilosofa

    de laciencia por no

    men-cionar las posiciones pragmatistas e idealistas enla corriente principal de la filosofa acadmicahan defendido de antiguo muchos temas delconstructivismo, al igual que los estudios de casode muchos historiadores de la ciencia y de latecnologa. Y en las mismas ciencias sociales al-gunas ideas claves pueden ser remontadas al tra-bajo del terico social Alfred Schutz, y a otras fi-guras precursoras en la sociologa del conoci-miento, en la tradicin del interaccionismo sim-blico y en la antropologa socia!.

    Es difcil encontrar algo nuevo en la aproxi-macin constructivista quejustifique la atencinque ahora recibe. La calidad y alcance de lasaportaciones de muchos estudios constructivis-tas recientes estn fuera de duda y no arrojansombra de duda sobre la correccin de estaperspectiva; pero la calidad y la intuicin nuncabastan para asegurar audiencia. Lo que atrajouna audiencia a la explicacin constructivista ascomo, de hecho, el trabajo acadmico que la(re)construy y la aplic en primer lugar, es que

    el constructivismo ofreca un desafo fundamen-tal a las conclusiones de la epistemologa tradi-cional, que hasta ese momento haba provisto ladescripcin dominante de la naturaleza del co-

    Harry Barnes. Universidad de Exeter.Polticay sociedad14/1S(1993-1994). Madrid (pp. 9-19)

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    nocimiento cientfico, la explicacin de su pecu-liar eficacia y la justificacin de su autoridad y suhegemona institucional. La relacin exacta en-tre la filosofa y la sociologa en este contexto es,sm embargo, bastante ms compleja de lo quesugiere esta formulacin inicial ~.

    ConstructiVismoy epistemologa tradicional

    La epistemologa tradicional se carac-terizaba por su individualismo, su re-alismo y su racionalismo. Estas ca-

    ractersticas se incorporaron a las descripcionesde la evaluacin del conocimiento cientfico quesirvieron para generar confianza en la ciencia yen su s practicantes. El constructivismo social seha utilizado como base para lanzar un desafioglobal e incondicional a estas descripciones: loque supuestamente es individual observacin,descubrimiento, descripcin se describe comoun logro colectivo, el resultado de procesos so-ciales; lo real los tipos naturales, las esencias,las conexiones afirmadas por las leyes funda-mentales deviene artifactual, no real, simple-mente reificado; lo que es obligado racionalmen-te e implicado lgicamente prueba, demostra-cin deductiva resulta ser slo contingente-mente aceptable y sujeto al consenso local. Eneste contexto, el constructivismo sirve como unarefutacin punto por punto de la perspectiva tra-dicional del conocimiento cientfico, pues fuediseliado para serlo. Sin embargo, cuando unaposicin establecida se cuestiona en detalle,punto por punto, de esta forma, existe siempre elpeligro de que la perspectiva alternativa emer-gente llege a impregnarse del modelo generalque reemplaza, que lo viejo acte como moldepara lo nuevo, que la misma tarea de oposicin alo anterior condicione profundamente la estruc-tura de lo que sigue. Conviene examinar s i estoes lo que ha ocurrido aqu.

    La descripcin de la ciencia ofrecida por laepistemologa tradicional y sistemticamente

    contestada por el constructivismo acenta el roldel individuo independiente como observadorde una realidad externa dada, y como proveedorde informes observacionales fidedignos a partir

    de los cuales puede construirse el conocimientocientfico por procedimientos de inferencia se-gura y de razonamiento lgico. Pero la epistemo-loga tradicional supone ms que una simpledescripcin de la ciencia. Es un elaborado es-quema evaluativa El individualismo, el realismoy el racionalismo son los polos positivos detres conjuntos de oposiciones. En la epistemolo-ga tradicional, el individuo se coloca por enci-ma de lo social o lo colectivo, lo real sobre loconvencional o artifactual, y lo racional sobre locontingente. Y si bien no hay duda de que elconstructivismo rechaza la visin tradicional, entanto que describe la ciencia como colectiva,convencional y contingente, no est claro que re-chace el patrn de oposiciones caractersticas dela posicin anterior o, de hecho, la forma en quetradicionalmente se han realizado evaluacionessobre la base de estas oposiciones.

    Ciertamente, los socilogos de la cienciaconstructivistas no se distinguen por conferir ungran valor al conocimiento cientfico n i porconceder crdito a sus practicantes porque seaconvencional, contingente y producido colecti-vamente. Ocasionalmente, quiz algunas vocesindividuales hayan tomado esta postura. Puedesostenerse plausiblemente que esta era la visinde Thomas 5 . Kuhn (1977), cuyo trabajo ha sidode inestimable importancia en el desarrollo de lasociologa del conocimiento cientfico, pero lagran mayora de los socilogos constructivistasdel conocimiento rechazaran sin duda este tipode posiciones morales y evaluadoras, y sta esquiz una razn importante por la cual la contri-bucin pionera de Kuhn nunca gener entre lossocilogos el grado de reconocimiento y deemulacin que mereca de acuerdo con su s me-ritos tcnicos. De otra parte, slo una minora desocilogos parece haber rechazado por comple-to los intereses evaluadores y haber descartadoel dualismo de la epistemologa tradicionalcomo irrelevante para su proyecto 2 Dado que n ise oponen al mareo evaluativo de la epistemolo-ga tradicional n i renuncian completamente a uninters en la evaluacin, puede afirmarse quemuchos socilogos constructivistas del conoci-miento deben compartir la perspectiva evaluativade la epistemologa tradicional que tan vida-mente rechazan, Y, de hecho, esta improbable

    conclusin llega a ser ms plausible cuando la si-tuacin se examina en mayor detalle.Son los socilogos las nicas personas inmu-

    nes a los mritos de la accin colectiva y sensi-

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    bIes, en cambio, al entusiasmo por la idiosincra-sia individual? Aparentemente s. Al compren-der la ciencia como un logro colectivo, su objeti-vo es, en muchos casos, minar su posicin,menguar su honor y debilitar su autoridad. Talcomo los epistemlogos racionalistas, empleanla referencia a los procesos sociales colectivospara producir evaluaciones negativas. Comoellos, expresan su concepcin de lo mejor en laforma de un individuo exento de constriccionessociales, mas no precisamente el individuo racio-nal de la epistemologa tradicional, sino un pri-mo cercano, un individuo libre creativo, de ima-ginacin irrestricta, una fuente de diferencia y dediversidad.De igual forma, hay muchos socilogos cons-

    tructivistas para quienes el realismo es el enemi-go, pero que, sin embargo, estn completamentede acuerdo con los epistemlogos realistas en eluso evaluativo de la oposicin real/convencio-nal. Al dibujar la concepcin de lo real comouna reificacin buscan devaluar la descripcin:la fuga de lo real sirve para modificar el valor dela descripcin tal como hara la epistemologatradicional. La nica diferencia entre ambas es-cuelas de pensamiento es incidental: los episte-mlogos realistas son por lo general entusiastasde la ciencia nada inclinados a poner su autori-dad en cuestin, mientras que los socilogosconstructivistas no lo son.Por ltimo, est la oposicin racional/contin-

    gente que es el ncleo mismo del dualismo de laepistemologa tradicional. La racionalidad sepa-ra a los seres humanos del mundo material ina-nimado. Los seres humanos se mueven por razo-nes, los objetos materiales por causas. Cualquierintento de explicar la conducta humana reducti-vamente, por referencia a causas, genera una

    gran ansiedad, pues amenaza con asimilar el va-lioso mbito de la accin humana autnoma almbito sin valor intrnseco de lo no-humano.Muchos constructivistas tambin comparten estapreocupacin. Por ejemplo, aparece claramenteen la obra de Harry Collins (1990), un crtico in-condicional de la epistemologa tradicional que,sin embargo, ha trabajado durante muchos aospara sostener precisamente esa concepcin de laaccin libre contra las pretensiones del movi-miento de la inteligencia artificial. Y Collins noes en absoluto una excepcin: muchas de las co-rrientes actualmente favorecidas en la sociologaconstructivista de la ciencia evitan tenazmentetodo desdibujamiento de la oposicin clave hu-

    mano/no-humano del modo ms significativo,al reconocer un tab sobre el discurso causal enel estudio sociolgico y al negar que la sociolo-ga sea inteligible como ciencia.

    En suma, no slo puede sostenerse que mu-chos socilogos constructivistas de la cienciahan sido asimilados por el proyecto de la episte-mologa tradicional sino tambin que han acep-tado el marco de trabajo dentro del cual ha sidollevado adelante ese proyecto y que, adems, lohan aplicado con propsitos evaluativos justo almodo tradicional. Slo algunas pequeas dife-rencias relativas a como se debera distribuir laautoridad cognitiva en la sociedad separan a lossocilogos de los filsofos: formalmente, sus po-siciones estn muy cercanas. (De hecho, se haobservado que, en sus formulaciones extremas,las posiciones superficialmente opuestas resul-tan realmente idnticas, que el nihilismo bienpuede ser descrito como sper-racionalismo,que los seguidores de ambos comparten en lti-mo trmino la conviccin de que donde no hayrazon no hay nada).

    Qu hacer?

    E n detrimento de su campo, y por in-tereses morales extrnsecos, los so-cilogos del conocimiento han sido

    arrastrados a modos de pensamiento dualistas, ausar el mismo marco de oposiciones evaluativasde la epistemologa tradicional que con frecuen-cia pretenden haber transcendido. Mejor haranen volver a un enfoque incondicionalmente mo-

    nista y rechazar, no necesariamente los concep-tos o incluso losjuicios de valor especficos de laepistemologa tradicional, sino su forma. Porsu-puesto, hacer esta afirmacin es avanzar la con-cepcin general de un proyecto sociolgico queno puede justificarse adecuadamente aqu. Sim-plemente proceder conforme al supuesto deque la moralizacin es accidental al proyecto so-ciolgico, no intrnseca a l, y defender unaaproximacin estrictamente monista sobre estabase

    3.

    Quaporta

    en la prctica un enfoque monis-ta? Cmo deberamos manejar, por ejemplo, ladistincin entre fenmenos individuales y colec-tivos, dado que hemos renunciado a los objeti-

    PO!~I3Wk

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    vos evaluativos de la epistemologa? No hace fal-ta decir que como socilogos del conocimientonuestro inters debe permanecer centrado en laactividad colectiva aquellos procesos socialesque crean, evalan y sustentan el conocimientocomo una posesin compartida. Sin embargo,deberamos evitar con mucho cuidado falsoscontrastes entre lo que se produce individual ocolectivamente. En concreto, no deberamos ha-blar de construccin social por un lado y deobservacin individual o de inferencia indivi-dual por otra. Aunque resulte obvio, debera-mos enfatizar siempre que los productos de lapercepcin y de la inferencia individuales sonconstructos de la misma forma que lo son losproductos de la interaccin y de la negociacin

    sociales.El nio que aprende a leer en su cartilla no

    percibe pasivamente. La imagen de un ala en laprimera pgina, y de hecho el pie A de ALAdebe ser analizada. Slo cuando la lente del ojose comprime en la medida correcta, cuando losmsculos orbiculares ejercen la tensin precisa,aparecen el ala y el texto en el campo visual delnio. Con cualquier otra tensin hay una nube,un borrn que, por lo que el nio sabe, bienpodra aceptarse como el mundo real. El prvulo

    ajusta activamente los msculos relevantesque, despus de todo, estn bajo control volun-tario y no automtico como el corazn o los in-testinos, y construye la versin del campo vi-sual que busca. En ningn sentido es esto unaconstruccin social: no es algo que se ensena,sino algo que el nionecesita ser capaz de hacersi ha de aprender. En consecuencia, dondequie-ra que los epistemlogos intenten hacer distin-ciones entre lo individual y lo social, los so-cilogos y otros cientficos humanos no

    deberan reconocer sino variedades de fenme-nos empricos estrechamente anlogos. Al igualque la sociologa constructivista hace visible laactividad constructiva colectiva, generalmentedada por sentada e ignorada, la psicologa y la fi-siologa hacen visible la actividad constructivaindividual. Para la sociologa, y en general paralas ciencia humanas, cualquier clasificacin delos fenmenos en colectivos e individuales tienesentido slo como un conveniente arreglo prag-mtico dada la existencia de la especializacin

    acadmica y la divisin del trabajo intelectual.Veamos ahora la distincin entre lo real y loconvencional, antes que nada en relacin con elproceso de reificacin. Por lo comn, los cient-

    ficos aceptan las creencias sobre electrones, ele-mentos, especies, etc. como creencias sobre larealidad. Pero los estudios constructivistas reco-nocen que la credibilidad de tales creencias nopuede establecerse slo por referencia a la reali-dad misma, sino que debe comprendersecomo restultado de procesos sociales de nego-ciacin y de formacin del consenso. En estesentido, los electrones, los elementos, etc. sonreificaciones: su existencia como componentesde un mundo real se establece por convencion.

    Este paso de la realidad a la convencin comobase de la credibilidad de las creencias cientfi-cas transforma radicalmente su posicin y su au-toridad en lo que atae a la epistemologa tradi-cional. Y es justo esta transformacin de las

    evaluaciones lo que persiguen muchos socilo-gos constructivistas. Pero ese cambio evaluativoslo se sigue bajo criterios epistemolgicos quelos constructivistas rechazan de plano, y es entodo caso irrelevante por lo que se refiere al an-lisis sociolgico. Las cuestiones aquimplicadaspueden tratarse brevemente, pues estn bien re-sueltas en la literatura. El tratamiento que deellas hace Thomason (1982), aunque vinculadoa Schutz y la realidad social ms que a los soci-logos del conocimiento y la realidad material,

    cubre perfectamente este terreno. No es precisoreajustar los argumentos de este trabajo extraa-mente ignorado para aplicarlos en el contextopresente. En primer lugar, siguiendo a Schutz,Ihomason seala que los argumentos constructi-vistas carecen de significacin ontolgica; pue-den sugerir agnosticismo pero nunca un rechazototal de los realismos especficos. En segundo lu-gar, no slo el uso de reificaciones es inevitableen la prctica, sino que lo es igualmente su trata-miento como representaciones vlidas de los

    contenidos reales del mundo. Todo discurso, seade sentido comn, cientfico o cientfico socialha de construir reificaciones y tratarlas as. Y da-do que esto es necesario y ubicuo, resulta difcilbasar en la reificacin un contraste evaluativoque implica la existencia de algn modo alterna-tivo superior de discurso. Por supuesto, siguesiendo posible expresar esa forma de desespe-ranza sper-racionalista que no concede valor anada, pero en sus propios trminos esa reafirma-cin de compromiso con el mareo normativo de

    la epistemologa tradicional es intil.Como, por lo general, los socilogos cons-tructivistas reconocen todo esto, las condenasingenuas contra el uso de la reificacin son hoy

    PPLI!ICS

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    da infrecuentes. Sin embargo, an perviven tra-zas del viejo marco evaluativo, como en la difun-dida opinin de que los socilogos tiene eldeber bien por los mtodos tradicionales de

    estudio de caso, procedimientos especiales ynuevas formas literarias, o el mero diverti-miento de aumentar la conciencia del carcterreificado del discurso (cientfico) y, por tanto, deproteger a los sujetos ordinarios del riesgo deparlisis mental o manipulacin ideolgica.Quienes sobre esta base ameritan la deconstruc-cion merecen ser criticados no slo por ofrecer

    justificaciones dbiles y superficiales de sus eva-luaciones sino tambin por ser incapaces de esti-mar hasta qu punto los supuestos sustantivos

    asociados a ellas son vlidos. La idea de que losactores ordinarios son vctimas propicias de lareificacin ofrece una linda racionalizacin de lasociologa constructivista como un tipo til deactividad de lite, pero es cuestionable cuntossujetos corrientes pueden ser considerados plau-siblemente como vctimas fciles. Por lo general,estos sujetos aparecen en los estudios constructi-vistas como hbiles manipuladores de reificacio-nes, crendolas, modificndolas, desmatelndo-las y recrendolas activamente segn lo dictan

    las consideraciones prcticas, y buscando fijarlasy sacralizaras slo cuando la necesidad lo exige(Smith and Wynne 1989). De hecho, una de lasvirtudes del programa constructivista es quemuestra cmo los agentes controlan las ideas yno al revs, cmo las personas son agentes acti-vos en sentido genuino. En la medida en queesto es as, resulta cuestionable la necesidad deuna intervencin deconstructiva para aumentarla conciencia.

    Tras avanzar un trecho en la direccin seala-

    da por Thomason, podemos ahora estudiar lareificacin no-evaluativamente. Hemos sealadoen cierta medida que, en realidad, la crticaconstructivista de la reificacin preserva el mis-mo marco evaluativo de la filosofa. Ahoradebemos seguir adelante y abarcar las actitudesrespecto al idiolecto realista en general. Muchosconstructivistas rechazan todo intento de em-plearo comprender el habla como una actividadreferente Predomina una ontologa idealista % Laatraccin por el idealismo, por supuesto, derivadel dualismo de la epistemologa tradicional: sihay algo ah fuera a lo que referirse, entonceshay algo que quizs podra conferir autoridady/o legitimidad al discurso que lo refiere. Negadal habla el carcter de actividad referente y ya no

    podr reclamar autoridad sobre esa base; unagrave prdida, como admitira cualquier buenrealista.

    La sociologa constructivista no debera com-

    prometerse con una ontologa anti-realista nidebera cerrar de ningn otro modo la posibili-dad de comprender el habla como un actividadreferente. Lo ms probable es que nuestrascreencias previas sobre los mritos del realismoy sobre las posibles caractersticas referencialesde los actos de habla, en particular, obstaculicenel proyecto sociolgico de comprensin empri-ca. Lo mejor que podemos hacer es considerarcomo asuntos completamente contingentes lascuestiones sobre cmo emplea realmente la gen-

    te el modo realista de habla y por qu es ubicuo.Estas preguntas sociolgicas clave emergen denuestra tradicin con bastante facilidad una vezque nos olvidamos del marco de trabajo dualista:conciernen a cmo se emplea realmente el mo-do realista, qu hace la gente con l y por qu lonecesitan en su prctica.

    Veamos algunas Cormas de uso corriente delmodo de habla realista:

    1. Primero, usamos el contraste entre lo real

    y lo aparente para coordinarla cognicin y la ac-cin sobre la base de una descripcin nica al-macenada de las caractersticas del mundo en elcual vivimos. Este es el contexto familiar en elque los estudios sociolgicos (y filosficos) han

    5producido tantas aportaciones

    2. Sin embargo, tambin usamos el modo re-alista de habla para ensear a los nuevos miem-bros cul es la descripcin colectivamente acor-dada y cmo hacer uso de ella como unmiembro competente. Y aqu, donde no puede

    presuponerse el conocimiento existente sino quees el modo de su adquisicin inicial lo que esten cuestin, es contumaz insistir en compromi-sos anti-realistas extremos previos a la investiga-cin real y negar a priori que la adquisicin decultura puede ser asistida por la actividad refe-rente. De hecho, los estudios del aprendizaje in-fantil apuntan claramente en la direccin opues-ta.

    3. De igual modo, empleamos rutinariamenteel modo realista de habla para asimilar nueva ex-periencia, esto es, para orientarnos hacia cosasque no podemos identificar con clases existentesde cosas, bien porque tienen caractersticas an-malas o porque nuestro aparato sensorial escapaz de reconocer que algo est ah sin ser

    POL!TIC4~g

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    capaz de reconocer quhay ah. As, la actividadreferente puede ser asociada crucialmente conlocuciones tales como mira, cgelo, aquhay un problema!, etc, antes de que se asignen

    etiquetas y clasificaciones especficas.4. Tambin deberamos reconocer que el mo-do realista de habla no se emplea slo construc-tivamente, sino tambin para el desmantela-miento de las realidades construidas. Los sujetoscorrientes emplean ubicua y rutinariamente elmodo de habla realista para fines de deconstruc-cin. Y no se trata de que utilicen sus propiasteoras-de-sentido-comn para definir la reali-dad y con ello desafen las realidades alternati-vas ofrecidas por los expertos, los extraos u

    otros. Los actores ordinarios ejercen su podersobre y contra las versiones ajenas de la realidadempleando la forma realista de habla en su for-ma ms bsica. Asumen que el mundo est sepa-rado de cualquier descripcin verbal que lo re-fiera (este es el ncleo mismo del realismo) y,consecuentemente, pueden poner en cuestincualquier descripcin en cualquier momento yrechazarla, dispongan o no de una descripcinalternativa 6

    5. En los modos precedentes de uso, los suje-tos reconocen y admiten ese uso generalmente yexplicitan su contraste entre lo real y lo aparenteo lo convencional. Pero hay otros importantesmodos de habla en la vida cotidiana que aunqueno suelen ser reconocidos de esta forma sloson inteligibles como variedades de realismo.Consideremos el anlisis de Saul Kripke sobre elempleo de nombres propios como los nombresde las personas o los trminos de tipos naturalesusados en las ciencias fsicas y biolgicas. Kripke(1972) seala que no aplicamos los nombres deun modo determinado por las caractersticas opropiedades empricas de las personas. Puedeque el viejo Juan Prez y el joven Juan Prez di-fieran en algn aspecto emprico, pero siguensiendo Juan Prez. Nuestra actividad de nom-brar se sustenta sobre nuestro sentido de la con-tinuidad de una persona en el espacio y el tiem-po, nuestro sentido de que algo sigue estandorealmente ah aunque el tiempo pase y cambiela apariencia.

    Cuando se bautiza a alguien como Juan P-rez, todo lo que sea continuo con Juan Prez

    conforme pase el tiempo es ipsofaco Juan Preztambin. Kripke llama a esto designacin rgida;afirma que la gente reconoce generalmente tr-minos como Juan Prez como designadores rgi-

    dos, y esto es evidente en su modo de uso: JuanPrez se emplea como si se refiriese a un alma oesencia, a algn elemento perenne e invariableque permanece intacto pese a todos los cambios

    y desarrollos manifiestos en el cuerpo de JuanPrez. La gente usa este modo metafsico dehablar para reducir la importancia de un conjun-to de informacin emprica (concerniente a apa-riencias y propiedades) en relacin a otra (con-cerniente a la continuidad espacio-temporal). Ladiferencia importante entre ambas clases de in-formacin emprica es que la primera se presen-ta rutinariamente en el habla como descripcin,mientras que la segunda se obvia generalmenteen el habla y se manifiesta directamente en el

    curso de la actividadreferenteEl importante trabajo de Kripke ha sido igno-rado por los socilogos del conocimiento por te-ner un significado filsofo realista. Y, de hecho,el modo como lo han empleado filsofos y lgi-cos durante las dos ltimas dcadas podra indi-car que sus implicaciones son ajenas a nuestrosintereses. Pero an as merece nuestra atencin.Los designadores rgidos discutidos por Kripkeson justo los indexicales tan extensamente estu-diados por los etnometodlogos, cuyas propie-dades han sido tan importantes para los argu-mentos constructivistas en la sociologa delconocimiento. Adems, la descripcin de Krip-ke del nombrar es un estudio de acciones colec-tivas, no de acciones individuales y, por tanto,tiene un profundo inters sociolgico. Nadiepuede vigilar a otra persona y lograr, a travs deuna conciencia ininterrumpida de su continui-dad, el conocimiento seguro de quin es real-mente>. Pero un colectivo puede, y lo logra. Uncolectivo puede hacer continuas referencias aJuan Prez sobre la base de su continuidad espa-cio-temporal. Un miembro individual puede en-trar y salir de la actividad lingstica colectiva, yemplear el habla de sus semejantes para relocali-zar a Juan, y puede as continuar relacionndosecon l como un objeto continuo en el espacio-tiempo. Juan deviene, por as decirlo, marcadocon su nombre: el nombre, en el habla de aqu-los que le rodean, indica que l es Juan al modocomo una etiqueta unida a una rosa pueda indi-car que es trepadora o arbustiva. Los individuosque vuelven junto a Juan pueden emplear el ha-bla de sus semejantes para re-identificar a Juan yhablar de o a l: al hacerlo as su habla se con-vertir en parte de la etiqueta usada por otros in-dividuos. Juan resulta identificado y re-identi-

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    ficado por las caractersticas empricas del con-texto externo a l, el contexto social en el queexiste y perdura. Juan no es identificado por al-guna correspondencia entre l o sus rasgos y el

    contenido de una descripcin verbal, ni porqueun individuo pueda reconocerlo como lo que eltrmino Juan Prez realmente refiere, sino gra-cias a las actividades referentes de quienes lo ro-dean, actividades referentes que no son suscepti-bIes de ulterior elucidacin verbal, sino quebastan para hacer lo que hacen.

    * * *

    Una vez que se reconoce el amplio abanico de

    funciones del modo realista de habla es difciluna evaluacin negativa de l. Pero enumerarsus funciones puede distorsionar seriamentenuestra aprehensin de su verdadera importan-cia. El modo realista, en el sentido que aqu sediscute, no es una opcin til apropiada slopara fines concretos, es una caracterstica ubicuay esencial del uso del lenguaje en general, inclu-yendo el uso del lenguaje en la deconstruccinde productos previos de este uso. Incluso el em-pleo deconstructivo del lenguaje es una activi-

    dad referente, y en ella se hacen distincionescruciales anlogas al contraste estndar de lo re-al y lo aparente.

    A algunos autores les gusta reducir el signifi-cado del realismo a esencialismo o a compro-misos concretos de tipo ontolgico. El realismoen sentido amplio puede as ser tratado en otrostrminos usando, por ejemplo, el concepto delpragmatismo americano de

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    por ejemplo, al valor percibido del dinero, ladistribucin del poder, la estabilidad de las insti-tuciones e incluso el carcter mismo de la es-tructura social, slo pueden responderse si se re-

    conocen e indagan las caractersticas auto-refe-rentes de nuestro conocimiento de la sociedad.Ahora bien, la nocin de auto-referencia es uncaso particular de la nocin de referencia, y alemplearla se adopta una orientacin realista delconocimiento (Barnes, 1988, 1989). El idealis-mo extremo, tan notorio hoy da en la sociologaconstructivista del conocimiento, no es en nin-gun caso, como a menudo se piensa, una conse-cuencia necesaria de su relativismo (Barnes,1991b). De hecho, ese idealismo puede hacernaufragar el enfoque relativista, como cuandoinsiste, vgr., en que ser mujer no es sino ser des-crito como mujer e, igualmente, que ser hidrge-no no es ni ms ni menos que ser descrito comohidrgeno. Si las designaciones de este tipo serefieren slo a las designaciones de otros (y noes ya esto una asercin realista?), entonces quiendesee designar tendra que esperar a las designa-ciones de los dems y nunca se lograra designar.Intentar comprender sobre esta base el uso delconocimiento sera como intentar entender labolsa bajo el supuesto previo de que todo elmundo es corredor de bolsa. Sera una empresayana.

    La gente usa su conocimiento de manera re-alista y ese uso debe comprenderse como unaactividad referente. En vez de negar o minimi-zar el significado de esto, o de criticarlo, debe-riamos reconocer que el uso del modo realistade habla es ineludible y llegar a apreciar el ex-traordinario abanico de tareas que la gente re-aliza por su medio. Deberamos aceptar tam-bin la implicacin de que nuestro propio

    proyecto ser inevitablemente una variedad derealismo, que cualquier conocimiento que gene-remos ser un conocimiento de algo, es decir,una actividad referente, y que una auto-concep-cin realista es por consiguiente completamen-te adecuada para la sociologa constructivistadel conocimiento. Si esta conclusin genera al-guna inquietud a causa de alguno de los usosexistentes de la filosofa realista, quiz puedasermitigada por el pensamiento de que, graciasa nuestro propio esfuerzo, todos los realismos

    sin excepcin se consideran hoy susceptibles dedeconstruccion.

    Veamos ahora la ltima de las oposicionescentrales al dualismo de la epistemologa tradi-

    cional, quiz la ms importante de todas, quecontrasta lo racional con lo emprico o contin-gente. De nuevo encontramos aqu la descrip-cin constructivista desplazando nuestra com-

    prensin de la ciencia del poo positivo alnegativo. Despus de todo, la inferencia cientfi-ca no es lgicamente segura ni racional en algnsentido universal sino que es una construccincontingente til en el contexto emprico concre-to de su creacin. Y hallamos de nuevo que elmarco evaluativo de la epistemologa tradicionalsigue siendo aceptado. En tanto es ms contin-gente que racional, la inferencia cientfica esmenos digna de crdito. Adems, en este casoparticular la identificacin con la epistemologatradicional es an ms profunda. Habiendo re-cortado la autoridad del cientfico al revelar susinferencias como logros contingentes, el cons-tructivismo le ayuda presto a recuperar parte desu relevancia mediante otra aplicacin del dua-lismo. Despus de todo es un ser humano comonosotros y no puede permitirse que caiga com-pletamente dentro del mbito de lo contingentey lo emprico. La separacin estricta de lo huma-no y lo no-humano debe mantenerse: al menosen esto el constructivismo concuerda con laepistemologa tradicional. As pues, por muycontingentes y situadas que sean las referencias ylas aserciones cognitivas de los cientficos, sernempero incausadas esto es, a menos que siga-mos la posicin minoritaria de la Escuela deEdimburgo.Una vez ms, necesitamos escapar del mareo

    dualista de la epistemologa tradicional y del en-foque evaluativo que alienta. El constructivismorevela el carcter de las inferencias cientficas yde las pretensiones del conocimiento como fe-nomenos empricos contingentes. Debera re-

    chazar el supuesto dualista de que por ser con-tingentes son necesariamente irracionales ono-racionales. Y de igual manera, debera recha-zar el dualismo que pretende que, como crea-ciones humanas, no deberan ser descritas en elidioma causal adecuado a otros fenmenos em-pricos contingentes. En cambio, debera ceirsea un innegociable enfoque monista que no im-pone restricciones al mbito de la explicacincausal. Y debera cuidarse de reconocer que laimputacin de causacin slo tiene una signifi-

    cacin evaluativa en el contexto de la mismaepistemologa que busca transcender.

    Queda alguna acusacin contra el uso irres-tricto del lenguaje causal? Una amplia literatura,

    P9~LI Mt,

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    demasiado extensa para considerarla aqu, insis-te en que la hay. Permitaseme decir, sin embar-go, que la mayora de los argumentos que los so-cilogos oponen actualmente a la causacionirrestricta son muy dbiles y revelan la continuainfluencia adversa de la epistemologa tradicio-nal y el fracaso en adoptar un enfoque empricoy apropiadamente sociolgico sobre el lenguajede la causacin, sus usos y sus funciones.

    En la literatura sociolgica, cuando se requie-re una descripcin bsica de la causacin, se re-curre normalmente a la nocin humeana y a latradicin de l heredada. Sin embargo, la des-cripcin de relaciones causales como si implica-sen conjunciones constantes es descriptivamenteinsatisfactoria; por ejemplo, no logra transmitirlo que comporta el discurso causal de las cien-cias naturales, donde una nocin de causa comocondicin necesaria relevante es ms iluminado-ra. Consideremos de nuevo las descripciones es-tndar de la explicacin causal en el contexto dela sociologa: se basan en versiones filosficas dela explicacin como reduccin y favorecen elcargo de que la explicacin causal en sociologaes reduccionista (ver Pickering, 1991). Ignorarel problema de por qu el epteto reduccionis-ta se admite automticamente como una crticay me limitar a sealar que toda descripcin dela explicacin como reduccin es inadecuadapara comprender lo que comporta la explicacincausal, particularmente en las ciencias naturales.Una descripcin mucho ms satisfactoria trata laexplicacin como re-descripcin metafrica. Estaversin ampliamente ejemplificada de la explica-cin causal, lejos de implicar reduccionismo,procurar realmente un recurso valioso a quie-nes deseen evitarlo. En esta versin, la expli-cacin causal se revela como una reconstruc-

    cion abierta, creativa e imaginativa del dominiodel explanandum, esencialmente incompleto ensu subsuncin en el lenguaje de observacinpreexistente en ese dominio (Hesse, 1980). Porltimo, existen muchos argumentos, tambinreminiscentes de temas de la epistemologatradicional, que asumen que la causacin debereferirse a una determinacin externa al ser hu-mano y que, por ende, niega su agencia y lo per-cibe como una hueca marioneta que no acta li-bremente, sino slo en respuesta a estmulos

    externos. Este supuesto es falso: las explicacio-nes causales no se limitan slo a citar las influen-cias externas; pueden referirse a estados internosal igual que, por ejemplo, el funcionamiento in-

    terno de un motor se explica en trminos causa-les 8

    Las descripciones de lo que la causacin debeimplicar encajan mal en el contexto de la socio-

    logia constructivista, que baria mejor en colabo-rar en la eliminacin de las nociones hipostasia-das de la causacin y mostrar el discurso causalcomo un discurso construido que no debe ame-drentarnos.

    Sin duda existen importantes argumentos quese dirigen contra una extension irrestricta delconcepto de causacin, pero los ms citados ac-tualmente en las ciencias sociales no figuran en-tre ellos. Los argumentos actualmente promi-nentes derivan de la misma concepcin de laciencia que los estudios constructivistas nos ayu-daron a transcender. Tenemos aqu la visin pa-ttica de los constructivistas sociales apresurn-dose a retomar las armas de su enemigo vencidopara defenderse de una idea que, segn su pro-pia versin de la naturaleza de las ideas, deberaser impotente contra ellos. Quienes siguen usan-do explicaciones causales estn plenamente jus-tificados en requerir una replica ms contunden-te antes de considerar si deberan o no desistirde su postura.

    Conclusin

    A modo de conclusin, permitasemeresumir el hilo global de mi argu-mento. El mrito de la sociologa

    constructivista es haber depuesto la descripcinde la ciencia implcita en la epistemologa tradi-cional, haber mostrado que el individualismo, elrealismo y el racionalismo son bases inadecua-das para caracterizar el conocimiento cientfico,y haberlo redescrito en referencia a la accion co-lectiva, la convencin y la justificacin contin-gente. Sin embargo, al tiempo ha permitido queperviva el marco dualista de la epistemologatradicional y, de hecho, en algunos casos lo haimportado a la sociologa; tampoco ha cuestio-nado las evaluaciones de los epistemlogos; dehecho, en algunos casos las ha suscrito. An esti-

    man lo colectivo inferior a lo individual, lo con-vencional inferior a lo real, lo emprico inferiora lo racional.

    No basta con cuestionar estos supuestos eva-

    POLPTICAp

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    luativos, ni siquiera con poner en cuestin lastres oposiciones que los estructuran. Hay quetrascender la misma aproximacin dualista queha sido central para la epistemologa tradicional.

    Para que progrese un proyecto sociolgico se re-quiere un enfoque incondicionalmente monista~El ncleo de este articulo es mi propuesta de co-mo lograrlo.

    Una vez nos hemos liberado del legado de laepistemologa tradicional, una vez hemos recha-zado el contenido de su descripcin implcita dela ciencia junto con su mareo dualista, debera-mos hallarnos en disposicin de adoptar una ac-titud ms relajada y elaborada hacia la prcticade los mismos cientficos naturales. Deberamosser capaces, por ejemplo, de llegar a ser msapreciadores del uso que hacen los cientficos delmodo realista de habla y del concepto de causali-dad.De hecho, deberamos ser capaces de ver laoportunidad de usar nosotros mismos estos re-cursos en el contexto de la sociologa del conoci-miento. Las actitudes negativas hacia el uso deestos recursos derivan en gran medida de cmolos ha caracterizado la epistemologa tradicionalque debemos transcender. Temerlos significa se-guir rindiendo pleitesa a esa epistemologa. Eluso creativo de ellos reflejara la confianzagenui-na en la aproximacin constructivista misma. Elconstructivismo, despus de todo, insiste en laagencia, en el poder de la gente sobre el conoci-miento que crea y los argumentos que propone.Si la perspectiva constructivista es correcta nohace falta ser tan circunspectos respecto al usode los recursos culturales lingiisticos de las cien-cas.

    NOTAS

    * La versin inglesa de este artculo ha aparecido en Da-

    nish YearbookofPhilosophy(1993)

    Para una descripcin iniciai de esta relacin que eom-piementa tilmente lo que aqu s e dice, vase Barnes

    (1991a). Para ejemplos de constructivismo en socioioga dela ciencia vease Knorr (i9Si), Pickering (1991), Colijas

    (1985).2 Esta posicin est, sin embargo, iejos de ser insignifi-

    cante. Vase, porejemplo, Knorr (1981).Mientras el rol de los compromisos dc valor y de la ar-

    gumentacin morai en el contexto de la ciencia s(,cial e s una

    cuestin genuinamente abierta que seguir generando inten-

    sos debates, la calidad uniformemente lamentable de la mo-ralizacin que hoyse encuentra en las discusiones sociolgi-cas sobre la ciencia hace menos urgente la bsqueda de una

    respuesta en este contexto particular.De hecho, el idealismo ha llegado a ser tan predomi-

    nante que los investigadores tropiezan ocasionalmente conla existencia de un mundo material con extensin espacio-

    temporal y lo prociaman como un descubrimiento de granimportancia sociolgica.

    Pickering (1980) sobre la reaiidad de las panculas

    charmed y Hacking (1983, cap. 11) sobre la realidad delas entidades observadas microscpicamente son estudios

    de un inters sobresaliente. Vase tambin Barnes, Bloor y

    Henry (1993. cap. 4).6 Se trata dei mismo tipo de compromiso realista que

    Karl Popper propuso a los cientficos naturales como un

    medio de retener una actitud escptica hacia todas y cadauna de las teoras cientficas. Popper (1962> identific el re-

    alismo como lo opuesto al compromisO con un repertoriodado de reificaciones.

    La ubicuidad de la grabadora est empezando a dar pa-so ai vdeo como el principal medio de reunir datos en lamicro-sociologa>. Quiz este cambio en el mtodo condu-

    etr eventualmente a un cambio en la onroioga.

    Las crticas a las explicaciones causales realizadas porla ~ Escuela de Edimburgo de la sociologa dci conocimien-to habituain,ene substituyen las descripciones estereotipa-

    das de ia expiicacin causal por descripciones avanzadas

    por los propios miembros de la escuela. Es ciertamentehace su tarea mucho ms fcii. Para quienes estn interesa-

    dos en volver a las descripciones originales, vanse Barnes(1974, cap. 4) y Bioor(1976).

    BIBLIOGRAFA

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    Cmo hacer sociologade l conocimiento

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    MacMillan.

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    LIBROS RECIBIDOS:

    AMALRIC, Jean P. y AUBERT, Paul (eds.): Maa et son temps, Madrid, Gasade Velzquez, 1993.

    DAZ AGUADO, M. J. y BARAJA, A: Interaccin educativa y desventaja socio-cultural: un modelo de intervencin para favorecerla adaptacin escolar

    en contextos intertnicos, Madrid, CIDE-Ministerio de Educacin yCiencia, 1993.

    GARCA, M. C.; ROSA, A., y otros: Instruccin y progreso escolaren nios con

    parlisis cerebral de preescolary ciclo inicial Un estudio de seguimiento,

    Madrid, CIDE-Ministerio de Educacin y Ciencia, 1993.

    GORDILLO, M. V. y DEL BARRIO, J.: Programa de diagnstico y correccin de

    necesidades de orientacin en alumnos de EGB yJ3 U P , Madrid, GIDE-Ministerio de Educacin y Ciencia, 1993.

    MCCLINTOCK, R; STREIBEL, M., y VZQUEZ, G.: Comunicacin, tecnologa y

    diseos de instruccin: la reconstruccin del conocimiento escolary el uso

    de los ordenadores, Madrid, GIDE-Ministerio de Educacin y Ciencia,1993.

    PAGE, Alvaro y otros: Evolucin de los mdulos profesionales: estudio de la

    reforma experimental de la enseanza tcnico-profesional, Madrid, CI-

    DE-Ministerio de Educacin y Ciencia, 1993.ROSA, A.; MONTERO, 1 . y GARCA, M. C .: El nio con parlisis cerebraL encul-

    turacin, desarrollo e intervencin, Madrid, GIDE-Ministerio de Educa-cin y Ciencia, 1993.

    VARELA, P; FAVIEREs, A.; MANRIQUE, M. J. y P. DE LANDAZABAL, M. G.: Ini-ciacin a lafsica en el marco de la teora constructivista, Madrid, GIDE-Ministerio de Educacin y Ciencia, 1993.