Balaguer, Un Espacio en La Historia - La Tribuna de Toledo
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martes, 15 de marzo de 2016
LOCALCasco Histórico
J. Monroy - lunes, 14 de marzo de 2016
Cuando las pasadas navidades cerraba la librería anticuaria Balaguer, se desprendía una hoja del libro de historia de Toledo, que desde el siglo XX se extendía
muchos siglos atrás. Hablar de Balaguer en Toledo es hablar de antigüedades; es un apellido íntimamente ligado con la profesión que ya ha quedado grabado no
sólo en los álbumes de historia, sino incluso en su callejero.
Curiosamente, la familia había perdido el apellido varias generaciones atrás. Esta es una historia de mujeres. Porque Balaguer era una anticuaria que montó su
negocio en el pasadizo situado junto al Ayuntamiento, por finales del siglo XIX y principios del XX. Un negocio que heredó su hija, que se casó en segundas
nupcias con un concejal republicano. Uno de sus hijos, Manuel, se quedó con el callejón, y el otro, Mariano Pedraza, decidió independizarse en 1942, y abrir la
librería anticuaria en Cardenal Cisneros, frente a la puerta de los Leones.
Allí Mariano estuvo trabajando veinte años, hasta que murió en 1962. En aquel momento, se quedó con la librería su mujer Primitiva Poveda, a la que entonces
en Toledo comenzó a conocerse como «la viuda de Balaguer». Primitiva estaba sola en la ciudad, con cuatro hijas pequeñas -la más pequeña, Paloma, con dos
años- y sin conocer prácticamente el negocio. Le echó valor, y entre los libreros y los familiares consiguió sacar adelante a las niñas y a la librería. Tuvo siempre,
recuerda, grandes amigos que la ayudaron.
Hoy Primitiva, a sus noventa años, se acuerda sobre todo de los cantorales de pergamino, algunos enormes. Además toda clase de libros, tenía también cerámicaantigua, postales y obras de arte. Luego también había libros más pequeños, todo de segunda mano. Hasta su tienda acudían muchos turistas. «Tuve una época
muy buena, en la que venían a Madrid muchos extranjeros, y yo les vendía cosas de Toledo y de Madrid; venía cada cochazo tremendo», explica. Balaguer tenía
mucho renombre en Madrid, y venía gente adrede a Toledo tan sólo a visitarla. A los americanos les encantaba la librería.
Primitiva recuerda que tuvo en su tienda libros incluso desde el siglo XV. Algunos eran manuscritos, y muchos, incunables. El pintor Guerrero Malagón,
recuerda, colaboraba con ella. Había hojas de pergamino que quizás tenían mucho espacio vacío, y él las decoraba con frailes en los márgenes. Aquello, recuerda
Paloma, la hija de Primitiva, encantaba a los americanos. Hasta sus manos llegaban muchos cantorales de pergamino; había centros religiosos que querían hacer
limpieza, por ejemplo los franciscanos de San Juan de los Reyes, y le ofrecían lo que no les servía. También llegó a comprar y a vender a la Catedral. Cuando los
cantorales estaban en mal estado, Primitiva los deshojaba y los vendía por separado. Si estaban bien, lo hacía con el tomo completo. También acudía a Madrid,
por ejemplo a la calle Huertas, a comprar pergaminos que tenían más salida en Toledo; incluso, en el rastro. Viajaba mucho, recuerda, y a veces «he comprado
camiones de libros que me han ofrecido».
Entre los libros que pasaron por Balaguer, Paloma y Primitiva recuerdan un libro de 1420. Tuvieron Las Siete Partidas, un atlas Ortelius publicado en Bélgica en
1548, Quijotes antiguos, o libros de medicina o botánica históricos, que guardaba a clientes que se los tenía encargados. Ella muchas veces compraba sabiendoque se los iba a vender a ciertos clientes. A los toledanos les encantaban los libros antiguos de la ciudad, y algunos incluso se comprometían a pagarlos a plazos.
Otros tomos eran simplemente para quien viniera de Madrid. «Los clientes de mi madre eran grandes bibliófilos, que muchas veces venían de Madrid, una
clientela culta a la que le gustaba leer y encontrar ediciones agotadas o gravados», explica Paloma. Los domingos por la mañana, la familia siempre abría. Era
cuando venían los bibliófilos de Madrid, que a veces se quedaban toda la mañana en la librería, y si eran amigos, se quedaban a comer.
Hoy todavía conservan en su libro de firmas recuerdos de Victorio Macho, gran cliente; Giscard d’Estaing, presidente de Francia; el grupo americano Viva la
Gente; la madre de Juan Carlos I o la mujer de Franco y la de Adolfo Suárez, quizás más habituales en la tienda del pasadizo que en la librería.
Fotografías. La librería al principio tenía dos puertas, dos locales. En la parte de abajo estaban los azulejos, cantorales y pergaminos, y arriba los libros.
Primitiva tenía los más importantes más a mano, en el mostrador. La tienda era grande, e incluso había libros guardados en el sótano.
Recientemente, ha salido a la luz una fotografía de Francesc Català Roca, que ha recuperado el blog Toledoolvidado. En ella, aparece la librería durante los años
cincuenta. En el suelo y las pareces están colgados los cantorales, y sobre un serijo hay más pergaminos. En la puerta, mira curioso un sacerdote. Primitiva
todavía se acuerda de él: «era amigo, era vecino, y cuando salía de la Catedral, le gustaba pararse siempre a hablar con mi marido o conmigo». Él fue quien una
vez detectó un robo en la librería, denunció a los ladrones, y Primitiva recuperó lo sustraído. Su familia guarda con orgullo la foto, y muestra en un antiguo
catálogo de la región otra versión con los mismos protagonistas. Los pergaminos están en idéntica posición, por lo que ambas tomas debieron de ser sucesivas.
En la página de facebook de la librería, la familia también ha colgado varias fotografías de Balaguer. Allí aparece Primitiva de joven, orgullosa, mostrando el
negocio. También están sus hijos y nietos. Son ya también retazos de historia de la ciudad, tras el cierre de Balaguer, que hoy se ha transformado en una tienda de
bolsos.