Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

84
00102220 El presente texto intenta mostrar, centrándose en el concepto de explicación, (a importancia que tiene la filosofía para la ciencia natural. Vertebrado en un estilo dialéctico y con un len- guaje accesible a lectores no-filósofos, desbro- za un camino inédito por el que explorar los grandes temas de la filosofía de la ciencia. Co- mienza por distinguir entre ciencia y pseudo- ciencia, como modo de comprender los míni- mos que requiere una explicación para ser considerada científica, y qué es lo que hace que una explicación científica sea mejoro más adecuada que otra. A continuación, se da un repaso a la visión aristotélica y cartesiana; las críticas de Hume a la causalidad y la induc- ción, y las réplicas kantiana y racionalista; la tradición positivista; la obra de Hempel, Scri- | ven y, a través de ésta, la de Wittgenstein. Ade- J más, temas tales como la realidad de los uní- | versales, libertad humana y determinismo, £ relación entre religión y ciencia, o la relación | de la explicación científica con otras formas de f explicación, como la que se da en la historia o en la ética, son también algunos de los asuntos | tratados en este libro. * 13 T3 c 2 O u < u * o t s U o¿ LU < 501 B166c 1994 c.K

Transcript of Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

Page 1: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

00102220

El presente texto intenta mostrar, centrándose en el concepto de explicación, (a importancia que tiene la filosofía para la ciencia natural. Vertebrado en un estilo dialéctico y con un len­guaje accesible a lectores no-filósofos, desbro­za un camino inédito por el que explorar los grandes temas de la filosofía de la ciencia. Co­mienza por distinguir entre ciencia y pseudo- ciencia, como modo de comprender los míni­mos que requiere una explicación para ser considerada científica, y qué es lo que hace que una explicación científica sea mejoro más adecuada que otra. A continuación, se da un repaso a la visión aristotélica y cartesiana; las críticas de Hume a la causalidad y la induc­ción, y las réplicas kantiana y racionalista; la j¡ tradición positivista; la obra de Hempel, Scri- | ven y, a través de ésta, la de Wittgenstein. Ade- J más, temas tales como la realidad de los uní- | versales, libertad humana y determinismo, £ relación entre religión y ciencia, o la relación | de la explicación científica con otras formas de f explicación, como la que se da en la historia o en la ética, son también algunos de los asuntos | tratados en este libro. *

13T3c

2Ou<u

* o t

sU

o ¿LU

<

501B 1 6 6 c

1994c .K

Page 2: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

GERALD BAKKER y LEN CLARK

LA EXPLICACIÓNUNA INTRODUCCIÓN A LA

FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

Page 3: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

46 LA EXPLICACIÓN

grado de seguridad cuando hayamos explorado las diferentes teorías sobre la índole de la explicación científica en las que dicho juicio podía basarse.

Hemos planteado en este capítulo cuestiones acerca de la importancia de la comunidad científica, la índole de la prueba y la relación entre la predicción y la explicación. En el capítulo III exploraremos estas cuestio­nes más a fondo examinando el concepto de causalidad, un concepto fundamental en la ciencia. En la comunidad científica existe desacuerdo sobre la naturaleza de la causalidad y su papel en la explicación científica. Del mismo modo que hemos hecho con la polémica entre ciencia y pseudociencia, intentaremos exponer distintas posturas pero no dejare­mos resuelta la disputa. Esta tarea queda para el lector.

Lecturas complementarias

G o ld sm ith , D o n a ld , ed.: Scientists confront Velikovski. Ithaca, N.Y.: Cornell University Press, 1977

En este libro se incluyen algunas de las ponencias presentadas en el simposio sobre las opiniones de Velikovski, durante la reunión de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia de 1974.

T h agard , P a u l : «Why Astrology Is a Pseudoscience». Incluido en In- troductory Readings in the Philosophy of Science, editado por E.D. Klemke, R.

Hollinger, y A. D. Kline. BufFalo. N.Y.: Prometheus Books, 1980, pp. 66-75.Es un punto de vista serio de cómo distinguir entre ciencia y

pseudociencia. Es de destacar la importancia que Thagard da al papel que desempeña la comunidad científica.

K itc h e r , P h il ip : Abusing Science: The Case Against Creationism. Cambridge, Mass.: M IT Press, 1982.

Kitcher ha hecho un buen trabajo sobre el debate creación-evolución y la forma en que debemos reconocer la pseudociencia.

H aven , M arsha P., O sler, M argaret J. y W e yant , R obert G., eds.: Science, Pseudo-Science and Society. Waterloo, Ontario: Wilfred Laurier U.P., 1980.

Esta obra comprende las ponencias imparddas en la Universidad de Calgary. El tratamiento que se da al tema es sustancial y cubre la gama de opiniones de los que creen que la demarcación entre ciencia y pseudociencia está lo suficientemente clara para aquellos que mantienen que la dis­tinción entre ambas ya no es posible.

G ardn f.r, M a r t in : Fads and Fallacies. 2* ed . Nueva York: Dover Publications, 1959.

Discusión sobre la pseudociencia de fácil W l i u »

Page 4: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

III. CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN

Propuesta: la explicación más adecuada es la que identifica las causas

Estudiar ciencias es bastante diferente a hacer ciencia. Cuando estudiamos una ciencia, suele aparecer ante nosotros como un edificio de esmerada construcción, en el que los ladrillos se han ido colocando uno sobre otro, y en el que la aparición de cada nuevo conjunto de datos nos lleva a generalizaciones y explicaciones de esos datos sobre las que reina acuerdo. Sin embargo, en un estudio de la historia de la ciencia, en el que inten­temos revivir el pensamiento de los más grandes pioneros científicos, apenas percibiremos señales de semejante pulcritud. Los científicos con­temporáneos aceptan a menudo explicaciones de un mismo fenómeno que son radicalmente diferentes. Tras el descubrimiento del oxígeno por Priestley, una generación de químicos lo estuvo aplicando dentro del marco de la explicación que dio Lavoisier sobre la combustión, pero el mismo Priestley se adhería de manera inquebrantable a la explicación que implicaba la referencia al flogisto La astronomía de Ptolomeo, antes de ser abandonada, mantuvo una activa competencia con la nueva astronomía de Copérnico. Fácilmente podrían multiplicarse los ejemplos que nos demostrarían que, en el seno de la comunidad científica, puede haber un considerable grado de controversia respecto a la relativa adecuación de dos explicaciones que compiten entre sí.

En el capítulo II buscamos criterios que pudiéramos usar para diferen-< lar las explicaciones científicas de las pseudocientíficas. No obstante, aunque hubiésemos dejado resuelto este tema, todavía necesitaríamos seguir unas pautas que nos ayudasen a encontrar la mejor explicación posible de entre aquellas que, aun a pesar de estar reconocidas todas como ticntíficas, no son sin embargo adecuadas por igual. Nadie parece haber i «‘chazado a Priestley por chiflado, a la manera en que algunos científicos

1 (Exposiciones d e esta controversia las o frecen J. B. Conant, Harvard Case Histories in

h'jtprrimmlal Seimee (C am bridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1950) e I. Freund,

the Study o f Chtmical Composition (N ueva York: Dover, Thom as Kuhn ha rechazado

til ve i ■»imi dem asiado sim plificada de que Priestley estaba equ ivocado y Lavois ier en lo cierto.

17

Page 5: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

48 IA f.XPI.K .ACIÓN

han reaccionado contra Velikovski (aunque se sabe de científicos que tratan de tercos a otros colegas). Un estudio del concepto de explicación, dentro de la ciencia, deberá tener en cuenta la variedad de explicaciones que aceptan, y con las que trabajan los científicos reconocidos. Semejante estudio deberá demostrar cómo se elige la explicación más adecuada de entre aquellas que son igualmente legítimas o científicas.

Aunque en los tiempos modernos la cuestión de cómo saber si una explicación es más adecuada o mejor que otra se ha hecho cada vez más compleja, es interesante observar que, durante muchos siglos, fue una cuestión francamente sencilla. Desde los primeros testimonios escritos de la historia, y en muchos textos procedentes de la Grecia clásica, hay pruebas de que en la Antigüedad predominaba una única forma de entender lo que era la explicación. Explicar era identificar la causa de un fenómeno o de un acontecimiento. Un comentarista moderno de la historia del concepto de causalidad ha hecho hincapié en la importancia que este concepto tenía en sociedades muy tempranas:

Según creencia muy extendida, la causalidad tipifica la ciencia

m oderna desde sus com ienzos hasta el nacim iento de la mecánica

cuántica, es decir, aproximadamente desde la mitad del siglo xvi hasta

nuestros días. Pero la mayoría de los filósofos, y algunos científicos, saben

que el principio de causalidad ha sobrevivido al nacim iento de la teoría

cuántica, y que el pensamiento causal es mucho más antiguo que la

ciencia moderna. La explicación mediante las causas es, desde luego, tan

antigua com o la descripción fenom enológica de meras secuencias en el

tiempo. Es más: la reducción de la determ inación a la causalidad se halla

en estadios bastante atrasados del conocim iento... Parece de hecho

característico de la mentalidad primitiva, al menos en una determ inada

etapa de su evolución, asignar una causa a todo lo que existe, com ienza

a existir o deja de existir y, en especial, inventar mitos para explicar

causalmente el origen de lo que ahora consideramos existente por sí

mismo, no engendrado, no causado, a saber: el universo com o un todo.

Así, muchas cosmogonías, tengan o no carácter religioso, además de

cumplir una función social, satisfacen la necesidad de explicaciones

causales. Una segunda característica típica de la mentalidad primitiva es

la ignorancia del azar, la negativa a creer en meras conjunciones de

coincidencias fortuitas, y la creencia com plem entaria de que todos los

acontecimientos están causalmente relacionados, ya sea de un m odo

patente o de form a oculta (m ágica). Esta creencia en la interconexión

causal universal — creencia que probablem ente nació rn tiem po» pie-

históricos— la adoptaron en la antigüeda'l lo» e»iol< n» y la »iguen

Page 6: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 49

m anteniendo hoy en día los continuadores del pensamiento prehistó­

rico 2.

Sigue existiendo en nosotros la necesidad de hallar explicaciones <misales. Seguimos utilizando la palabra causa, y el estilo de indagación que sugiere, en nuestra existencia cotidiana. Y muchos pensadores modernos continúan haciendo hincapié en la importancia y legitimidad de la búsque­da de causas como quehacer científico. El gran filósofo decimonónico de la ciencia John Stuart Mili todavía encontraría hoy considerable apoyo para su opinión de que el principio de la causalidad es «un pilar principal de las ciencias inductivas»3. Sin embargo, la popularidad de que goza la explicación causal es engañosa, porque enmascara algunos desacuerdos históricos sobre el significado mismo de la causalidad.

¿Cuál es exactamente el «principio causal»? ¿Qué quiere decir uno ( liando afirma que «explicar un acontecimiento es identificar su causa»? Sin duda estaremos casi todos de acuerdo en que la causa es algo que precede invariablemente a su efecto, ya sea de manera inmediata o a través de una cadena de causas y efectos interpuestos. Pero hay algo más en el significado habitual de causa. Obsérvese que en el curso de nuestra expe- i iencia con nuevos fenómenos, quizá no queramos afirmar inmediatamen- li* que un acontecimiento dado va siempre e invariablemente precedido <lr otro acontecimiento determinado. El hecho de que una y otra vez veamos a la profesora entrar en el aula inmediatamente después de sonar el timbre, no nos lleva a pensar que siempre vaya a hacerlo o que el timbre time que sonar antes de que aparezca. Sabemos lo suficiente como para tío atribuir necesidad a la secuencia. Las causas, tal como normalmente apelamos a ellas, se distinguen porque parecen poseer este rasgo añadido:l.t necesidad de que una causa vaya seguida de un efecto. Es una carac- leiística que se refleja en nuestra creencia de que una causa contiene el fHHla de producir un efecto. Así, no queremos decir únicamente que una > ¡tuna es algo que siempre precede a su efecto y va siempre seguida de él, nÍIIO que también queremos explicar estas relaciones atribuyendo a la causa alguna cualidad generadora: algún poder 4. El día sigue a la noche, y un

' M ario llu iige , Causality (C am bridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1959),

i>. m1 |olili S luarl M ili, A System o f ÍMgir, en Selerled Works o f M ili, vol. 7 (T o ro n to : University

<>l T o ro n to Press, 1973), p. 327.

1 < >lisérvese que son éstas dos cuestiones diferentes. D ecir que una causa siem pre

p l i i r d e a n i e fec to significa que es ntcesaria. D ecir que va siem pre seguida de su e fec to

quiere decir que es mjtrienle.

Page 7: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

50 LA EXPLICACIÓN

movimiento de tierra sigue al impacto de la pala del bulldozer. Sin embargo, la pala causa el movimiento de tierra, mientras que la noche no es causa del día en ningún sentido ordinario. La confianza que tenemos en la pala de la máquina explanadora como causa se ve reforzada por nuestra per­cepción de su impulso y aceleración: de la fuerza que posee y que la califica como causa. La necesaria relación entre causa y efecto parece explicarse por las cualidades que la causa posee.

El principio causal mantiene que los acontecimientos han de verse como efectos de causas que han de ser necesarias y suficientes, y al sistema de causas y efectos interconectados se le denomina nexo causal. Si se contempla el universo en su totalidad como un nexo causal de este tipo, los acontecimientos que en él se dan puede decirse que están determina­dos causalmente. También podemos mantener que un acontecimiento dado está determinado causalmente, o que un sistema dado constituye un nexo causal, sin afirmar que el universo en su totalidad esté determinado. El que el universo en su conjunto esté determinado o que puedan consi­derarse determinados sistemas aislados, forma parte de un problema sobre el que volveremos en el Capítulo X.

¿Por qué identificar la explicación con la presentación de las causas? Para muchos, la respuesta reside en los conceptos de poder y de fuerza generadora que hemos mencionado antes. Parecería que localizar la fuerza que se esconde tras la aparición de los fenómenos fuera «revelar los secretos de la naturaleza», «hallar lo que hace que las cosas funcionen»o «ser capaz de controlar a la naturaleza manipulando las causas de las cosas», empresa que nos atrae a la mayoría de nosotros.

Tipos de explicaciones causales

Vamos a desarrollar, así pues, en este capítulo, la idea de que explicar un acontecimiento es dar sus causas, y que una buena explicación científica, sea lo que fuere además, es al menos una explicación que intenta con rigor, mejor que obtener explicaciones previas, localizar las causas de los acon­tecimientos que nos interesan. Para cumplir este propósito, tendremos que examinar el concepto de causa, que es a su vez complejo. Un poco de reflexión nos convencerá de que, al interesarnos por las causas, podríamos estarnos refiriendo a muy distintas clases de explicación. A lo largo del capítulo examinaremos los ataques que se han dirigido al principio fie causalidad como base de la explicación científica, y las respuestas que se han dado a tales ataques.

Page 8: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 51

Una forma de convencernos de la diversidad de las preguntas causales os considerar las preguntas que hacen los niños. Suponte que tu hermano pequeño está mirando cómo juegas al billar americano. Mides el golpe, le das a la bola blanca y ésta golpea a la bola número cinco, la cual va rodando lentamente con un ángulo de 45 grados y se mete por la tronera de la esquina. Tu hermanito pregunta: «¿Por qué ha pasado eso?». Pues bien: ¿en qué consiste la pregunta? Quizá piensas que tu hermano es un joven geómetra lleno de curiosidad, y procedes a explicarle que las direcciones (|iie han adoptado la bola blanca y la cinco, a partir del impacto, son ejemplos de un conjunto complejo de relaciones geométricas que explican por qué la bola número cinco ha seguido derecha.

Pero, supongamos que ofreces esta respuesta perfectamente razonable y tu hermano sigue mostrándose perplejo. Probablemente intentarás en­tonces explorar otras formas de aclarar lo ocurrido, sobre todo dado que te sientes lleno de paciencia, toda vez que el disparo te ha salido bien. Ylo intentas de nuevo: «¿Quieres decir que por qué la bola número cincolio se ha roto en pedazos en vez de ir rodando y meterse en la tronera?». Al hacer esta pregunta tienes la sospecha de que tu hermano no quiere formular aquí una pregunta de geometría, sino que está haciendo una pregunta «material». Te dispones a ofrecer una contestación relativa a los materiales con los que se fabrican las bolas de billar, materiales que las dotan de un poco de elasticidad a la vez que de una considerable resis­tencia, pero observas que este tipo de respuesta causal tampoco ha con­seguido que desaparezca la perplejidad de la cara de tu hermano.

Llegado a este punto, puede que se te ocurra una tercera clase de explicación causal. Quizá tu hermano no estaba atento al juego y no vio que pegabas a la bola blanca y que ésta hacía impacto en la cinco. Al pensarlo así, dirías: «Esta bola, la blanca, ha pegado en la otra, y por eso ne ha movido». En este caso, has apelado, no a la configuración del acontecimiento, ni a los materiales, sino a aquello que, con su movimiento, lia originado un movimiento en otro sitio.

Pero imagínate que tienes un día malísimo, sin ganas de dar expli-< aciones, y que tu hermano sigue perplejo respecto al curso de los acon­tecimientos. Observarás que hay otro sentido «causal» más de la pre­gunta «¿Por qué ha ocurrido eso de la manera en que ha ocurrido?». Un neniido del que todavía no nos hemos ocupado. Quizá tu hermano esté Inquiriendo acerca de la intención o la finalidad que hay detrás de la caída ilc* la bola en la tronera. ¿Por qué querías tú que la bola vaya a parar allí, hí es que lo querías? Así, tu respuesta será: «Ha ido a parar a la tronera porque la lie empujado en esa dirección, y lo he hecho para ganar la

Page 9: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

52 LA EXPLICACIÓN

partida. Y si no dejas de hacer preguntas te voy a meter a tí también por ella».

Uno de los primeros pensadores que se ocupó de manera sistemática de las preguntas causales fue Aristóteles. Como parte de su análisis, Aristóteles reconoció los cuatro sentidos anteriores en los que cabría hacer preguntas causales, e insistió en que, antes de que podamos estar seguros de haber alcanzado un conocimiento científico de un hecho, deberemos, como mínimo, contestar a esas cuatro preguntas. Esos sentidos los deno­minó y definió de la manera siguiente5:

1. La causa formal es la «esencia» o estructura, la configuración o forma del acontecimiento o del objeto. Al recurrir a los ángulos de impacto estaríamos sin duda refiriéndonos a la causa formal.

2. La causa material es la materia que interviene y que, en virtud de sus cualidades (de dureza y elasticidad, en el ejemplo anterior) puede hacer que un acontecimiento se produzca de una manera determi­nada.

3. La causa eficiente es aquello que inicia el movimiento en cuestión («la causa primaria del cambio de estado, del paso al movimiento o al reposo»). En este caso hay toda una cadena de causas eficientes, empezando por la bola blanca y remontándose hasta el taco, tu brazo, etcétera.

4. La causa final (o causa teleológica) es «aquélla en razón de la cual se hace algo» que, en este caso, dando por supuesto que querías hacer el disparo que has hecho, sería el triunfo en el juego.

Es evidente que las cuatro preguntas causales no son siempre adecua­das. No se pregunta por una causa material para explicar las propiedades de un triángulo. Ni nadie, salvo un fiscal suspicaz en exceso, insiste siempre en dar por supuesta una intención, o una causa final, detrás de cada accidente de tráfico. Estas categorías de preguntas causales no se excluyen por lo demás mutuamente. Podríamos exponer ejemplos difíciles en los que no se tendría clara la clase de causa implicada. Pero Aristóteles pensó que esta lista era exhaustiva. Lo valioso de tener una lista exhaustiva reside en que de esa manera se conocen todos los tipos de pregunta que hay que hacer si se pretende buscar el conocimiento científico. Las respuestas

* Aristóteles, Physirs, en The Basic Works o f Aristotlé, traducción d r It Mi Krnn (N ueva

York: Random House, 1941), pp. 240-241, la s palabriu d r A ilm ó ii-ln , en l.t t im ln n ltm de

Mi K i’on , van entrecom illadas.

Page 10: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 53

completas a las cuatro preguntas causales deberían satisfacer el deseo de un científico (o de un hermano menor) de entender por qué sucede algo.

La clasificación de las causas que hiciera Aristóteles ha seguido siendo un importante marco para pensar sobre la explicación. De hecho, pode­mos utilizar su clasificación para comprender mejor algunas de las prin- i ipales discusiones que han mantenido científicos y filósofos de la ciencia. Imi la mayor parte de estas discusiones han concurrido intentos de poner tic relieve un tipo de explicación causal que hace que ésta sea especialmen­te iluminadora, o de eliminar uno o más tipos por anticientíficos, o de reducir unos tipos a otros. Vamos a examinar algunos de estos intentos.

La insistencia en la causa formal. Para René Descartes, las matemáticas proporcionaban el método ideal para las ciencias. Convencido por sus trabajos de geometría analítica que el mejor modo de abordar la física era <1 enfoque matemático, argumentaba que la insistencia en la estructura de los acontecimientos debería sustituir a la preocupación por la finalidad que persiguen. Esta recomendación suponía en realidad un respaldo de las i ansas formales con preferencia a las causas finales. Descartes estaba con­vencido de que la «finalidad de la naturaleza», el «designio de los acon- in imientos», los «propósitos de Dios» no eran de todos modos cognosci­bles cuando se referían a las cosas físicas, y que las especulaciones en tomo it los mismos eran por tanto una pérdida de tiempo.

...la especie de causa a la que se denomina final no halla útil empleo en las cosas físicas [o naturales]; pues no se me antoja que yo pueda, sin in­currir en temeridad, tratar de investigar los fines [inexcrutables] de Dios6.

El punto de vista de Descartes constituyó una parte importante de la moderna revolución científica. Con la creciente importancia de las mate- uii'tlicas se ha prestado una constante atención a la estructura, o forma, en la explicación científica.

Im continuada defensa de la causa final. La forma en que Aristóteles tratara la causa final proporcionó a los pensadores científicos medievales una útil herramienta para mezclar ciencia y teología. Si el uso de conceptos lides como el «designio de Natura» y la finalidad de un acontecimiento o de una regularidad se aceptaban como partes legítimas de la explicacióni Irntílica, eran también la clave para el conocimiento de las intenciones

* René Henearte». Meditations on First Philosophy, vo l. 4, The Philosophical Works o f Descartes,

linducclrtn ile l‘. S, Haldane y (1. K. T . K im (Londres: Cam bridge University Press, 1911).

Page 11: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

54 1A EXPLICACIÓN

divinas y del carácter razonable de la creación de Dios. En consecuencia, cabía pensar que los argumentos cartesianos pidiendo que se mantuvieran diferenciadas la teología y la física habían asestado un duro golpe al uso de las causas finales en la ciencia natural. Sin embargo, las causas finales siguieron siendo defendidas, no precisamente por su utilidad para mezclar ciencia y teología, sino por su poder para orientar los descubrimientos científicos. Antes de Descartes, Kepler había considerado que sus investi­gaciones conducían a explicaciones en términos de causas finales. Creía Kepler haber «alcanzado una nueva concepción de la causalidad, a saber: la idea de que la armonía matemática que podía descubrirse como algo subyacente en los hechos observados era la causa de éstos, la razón, como él solía expresarse, de por qué los hechos son como son»7.

Siguiendo a Descartes, incluso los pensadores que estaban de acuerdo con él respecto a la importancia de las explicaciones basadas en la causa formal — la estructura matemática de los acontecimientos como clave para comprenderlos— seguían muchas veces exigiendo el reconocimiento de las causas finales. Leibniz, el gran filósofo alemán del siglo xvtt, afirmaba que no hemos de tener escrúpulos en apelar a las razones en el reino de la naturaleza, y citaba a Snell como alguien que fecundamente había recurrido a las explicaciones según la causa final:

Paréceme que Snell, que fue el prim ero en descubrir las leyes de la

refracción, habría tenido que esperar largo tiem po antes de hallarlas de

haber querido averiguar prim eramente cóm o está formada la luz. Pero

al parecer siguió aquel m étodo que los antiguos emplearan para la

catóptrica, es decir, el m étodo de las causas finales. Pues, mientras

buscaban el m odo más sencillo para hacer llegar un rayo de luz desde

un punto dado hasta otro punto dado, mediante la reflexión desde un

plano dado (suponiendo que tal fuese el designio de la naturaleza)

descubrieron la igualdad de los ángulos de incidencia y reflexión, com o

puede apreciarse en un pequeño tratado de H e liodoro de Larissa y

también en otros sitios... La demostración de este mismo teorema que

ha ofrecido Descartes, sirviéndose de las causas eficientes, es mucho

menos satisfactoria. Tenem os cuando menos motivos para pensar que

éste [Descartes] nunca habría hallado el principio por ese m edio de no

haber tenido noticia en H olanda del descubrimiento de Snell ®.

’ Edwin A. Bartt, The Metaphysical Foundations o f Modem Physical Science (Nueva York:

Doubleday. 1932), p. J)3, citado en Bunge, ('.ausality, p. UÜH,

* Leibn iz, Discourse on Metaphysics, en Isihniz, Selections (N ueva York; .Nrrlbner'n, 1951),

p. 983.

Page 12: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 55

En tiempos más recientes, la referencia a las causas finales, a los fines y propósitos de la naturaleza, se ha vuelto cada vez menos aceptable para la mayoría de los miembros de la comunidad científica. ¿Por qué? La razón más convincente es que los científicos han llegado a considerar inútiles las explicaciones para las que no existe ninguna prueba adecuada. Esta caren- ( la de ensayabilidad parece caracterizar al menos a esas amplias referencias .1 los designios de la naturaleza que no tienen como resultado ningún tipo de predicción.

Hay no obstante dos maneras en las que las explicaciones referidas a las causas finales pueden resultar útiles todavía. En primer lugar, desde Newton, la física pasó a apoyarse mucho en el concepto de fuerza. Sin embargo, Descartes recomendaba que la noción de fuerza no desempeñase papel alguno en la física, ya que la consideraba una subrepticia apelación a la causalidad final. Utilizar las fuerzas, pensaba, es atribuir un designio a la naturaleza. Las partículas, por ejemplo, «tienden naturalmente» hacia un polo del imán. Términos tales como atracción o repulsión se le habrían antojado involuntarias revelaciones de que se hacía referencia a intencio­nes allí donde no había lugar para ellas. Naturalmente que los físicos ron temporáneos negarían estarse refiriendo a los propósitos de la natu- lalc/.a o a las intenciones del imán, cuando utilizan palabras tales como atracción. Pero, antes de que rechacemos la apelación a la causa final como modo legítimo de explicación científica, habrá que considerar deteni­damente, al menos, si conceptos tales como «fuerza» necesitan verse liberados de alusiones o sobreentendidos finalistas, o si ello es siquiera posible.

La causa final o la explicación teleológica puede también tener im­portancia en el campo de la biología. Aunque los científicos se resisten a atribuir intenciones a la naturaleza inanimada o a los átomos, se sigueii veces haciendo referencia a las intenciones de los organismos e in- i luso de las especies. ¿Por qué teje una araña su tela? Sin duda la res­puesta más directa, si tu insistente hermanito hace la pregunta, es: «para razar insectos». La expresión que se utiliza en esta respuesta parece i latamente teleológica o finalista. Hacemos referencia, aunque quizá lo llagamos como metáfora, a la intención de la araña. ¿Por qué el pavo real lia desarrollado tan elaborado plumaje? ¿Para atraer a las pavas? Obsérvese que, aunque entendamos esta supuesta explicación perfectamente, su ulmplicidad es engañosa. Un pavo real, en cuanto individuo, no elige en ningún sentido su plumaje. Se trata de una característica de la especie Kc lié ticamente determinada. Pero y la especie, ¿elige, aunque sea metafó- iK ámente?

Page 13: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

56 LA EXPLICACIÓN

Entre los biólogos que están de acuerdo en rechazar una atribución literal de intenciones reales a las especies y a los organismos individualmen­te considerados, se ha discutido sobre si incluso la metáfora es necesariao útil. Al fin y al cabo, parece existir un designio que adapta el compor­tamiento del animal a los mejores intereses de la especie. Un biólogo contemporáneo que goza de gran respeto, Ernst Mayr, ha intentado mostrar en qué casos puede utilizarse la intencionalidad en ciencia de manera adecuada:

¿Dónde es legítim o, así pues, hablar de intenciones e intencionalidad

en la naturaleza y dónde no lo es? En la actualidad podem os dar una

respuesta firm e y nada ambigua a esta pregunta. Un individuo que

— por usar el lenguaje de los ordenadores— ha sido «program ado»

puede actuar intencionalmente. Sin embargo, los procesos históricos no

pueden actuar movidos de un propósito. Un ave que inicia su migración,

un insecto que elige la planta de la que va a ser comensal, un animal

que evita a un predador, un macho que se pavonea ante una hembra

actúan todos ellos intencionalmente porque están programados para

actuar así. Cuando hablo del «ind ividuo» program ado lo hago en un

sentido amplio. Un ordenador program ado es un «ind ividuo» en este

sentido, pero otro tanto ocurre, durante la reproducción, con una pareja

de aves cuyos actos y cuya interacción, instintivos y aprendidos, obede­

cen, por así decirlo, a un sólo programa.

El cód igo del A D N de cada cigoto (célu la ovárica fertilizada), total­

mente individual, y sin em bargo específico de la especie, que controla

el desarrollo de los sistemas nerviosos central y periférico, de los órganos

sensoriales, de las hormonas, de la fisiología y la m orfo logía, es el

programa para el ordenador del com portam iento de ese individuo

concreto.

La selección natural hace todo lo que puede para favorecer la

reproducción de los códigos que garanticen un com portam iento que

aumente la aptitud. Un program a de com portam iento que garantice la

reacción instantánea correcta ante una potencial fuente de alimento,

ante un enem igo potencial ó ante una potencial pareja, ofrecerá sin

duda una mayor aptitud en el sentido darwiniano que un programa que

carezca de tales propiedades. Y una vez más, un program a de com por­

tamiento que perm ita un aprendizaje adecuado y la mejora de las

reacciones conductuales mediante diversos tipos de retroalimentación

proporciona una mayor probabilidad de supervivencia que un programa

al que falten (ales propiedades.

El acto intencional de un individuo, en la m edida cu que se base en propiedades de su código genético, no *erá pni luntn nías ni me­

Page 14: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 57

nos intencionado que las respuestas de un ordenador al que se ha

program ado para reaccionar adecuadamente a diversas entradas de

datos9.

La ciencia mecanicista: la referencia a las cansas eficientes. En la ciencia moderna se insiste constantemente en explicaciones basadas en la causa formal, especialmente en la aplicación de las matemáticas a la ciencia, y nc prosigue sin cesar el debate sobre el papel que pueda o no desempeñar la causa final. Pero la principal característica de la ciencia moderna consiste en su apelación a las explicaciones que se basan en las causas c licientes. La insistencia en los modelos mecánicos sobre la causalidad, modelos de impeler-atraer se iniciaron ya con Kepler, Galileo y Hobbes. Newlon se mostró descontento con la excesiva confianza que se había puesto en la recomendación cartesiana de los sistemas formales como clave de la explicación científica. El triunfo de la mecánica clásica durante los kihIos xviii y xix dio la sensación, durante un cierto tiempo, de que las explicaciones de tipo mecánico eran el ideal para todas las ciencias. Aun i liando la física comtemporánea también recurre a modelos equiparables >il modelo mecánico l0, las explicaciones que se basan en las causas eficien­tes siguen siendo un importante ideal en varias ramas científicas. Un i Oinentarista, Mario Bunge, ve en el intento de reducir las clases de explicación a principios causales eficientes, mecánicos, una característica decisiva de la ciencia moderna

Ataques contra el concepto de cansa

I lentos visto que, para mucha gente a lo largo de los siglos, explicar un lenóincno científicamente consistía en identificar sus causas. Las grandes i iiesliones se referían, y hasta cierto punto se refieren aún, únicamente >il lipo de causa que constituye el objeto más apropiado de la investigacióni lentífica. Sin embargo, uno de los procesos más sorprendentes que se han (Ir»arrollado en la filosofía de la ciencia durante las pasadas centurias ha

“ Krnsi Mayr, «Cause and E ffect in B io logy », Science 134 (1961): 1503-1504. U na útil

i'H|)OKÍci6n de la te leo log ía y el m ecanicism o pu ede leerse en Ian Barbour, Issues in Science

mui Htligion (Nueva York: H arper & Row, 1971), p. 337.

I.» teoría cuántica, po r e jem p lo , no se lim ita en estos m om entos a la insistencia en

<|ue <ii» unidades últimas sean panículas de tam año fin ito y de localización espacial discreta.

11 llunge, O tm nlily, p. 220.

Page 15: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

58 IA EXPLICACIÓN

sido la ofensiva llevada a cabo contra el concepto de causalidad en sí. Más precisamente: muchos pensadores han llegado a dudar de nuestra capa­cidad para conocer las causas reales de los fenómenos y han mantenido, en consecuencia, que los científicos deben reducir al mínimo el uso del concepto de causa o abandonarlo por completo.

l a crítica más contundente del conocimiento causal se encuentra en la obra del empirista británico David Hume. Su filosofía representa la culminación del desarrollo del pensamiento empirista en Gran Bretaña durante los siglos xvn y xviii. La afirmación básica de la escuela empirista la había bosquejado previamente John Locke, en 1690, en su Ensayo relativo al conocimiento humano (Essay Concerning Human Understanding. Los empiristas empezaban por insistir en que reduzcamos nuestras afirmaciones refe­rentes a la realidad a afirmaciones que estamos en condiciones de hacer. Locke denominaba a esta premisa un paso hacia la filosofía crítica, con­cepto con el que quería decir que deberíamos explorar los límites de nuestras posibilidades de entender antes de hacer afirmaciones excesivas cuya verificación es imposible.

¿Cuál era, así pues, para los empiristas, el límite del conocimiento? Su respuesta rezaba que, para encontrar ese límite, tendríamos que remontarnos hasta las fuentes de nuestro conocimiento, y que, de hacerlo así, hallaríamos que todo nuestro conocimiento procede de la experiencia. De lo cual se sigue que, si no somos capaces de ofrecer el pedigree de una afirmación que dice contener una verdad citando las pruebas de la expe­riencia que la confirma, más vale que no hagamos tal afirmación en absoluto.

En la época en la que Hume escribía, esta doctrina empirista había llegado a ser bastante específica. El programa general de Hume consistía en buscar las fuentes de todas nuestras ideas en las impresiones de las que esas ideas son simplemente copia y no permitir luego que se haga afirmación alguna sobre la realidad que no pueda obtenerse a partir de esas impre­siones originales. Hume quería localizar en nuestra experiencia la fuente de la idea de causa. La selección que sigue está tomada de An Inquiry Concerning Human Understanding (Indagación en tomo al entendimiento huma­no) que publicara Hume en 174812.

12 David H um e, An Inquiry Concerning H um an Understanding, en D.ivhl I lu m r, 1‘htlnsnfihirnl

Works, vol. 3, eds. T . H . G reen y T . H . Gross, Londres, 1 HHli. In « 11111.1* ilr |i!r d r |mkIiu w

him om itido.

Page 16: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 59

D E IA ID E A D E L N E X O NE C E SARIO »

PARTE I

No hay ninguna otra idea presente en la metafísica más oscura e incierta que aquellas de poder, fuerza, energía, o conexión necesaria, con las que constan­temente hemos de tratar en todas nuestras disquisiciones. Intentaremos en consecuen­cia, en esta sección, fijar, si ello fuere posible, el preciso significado de estos térm inos, Himinando con ello alguna parte de la oscuridad que tanto aqueja a esta raza de filosofía.

Pareemos proposiáón que no admitiría gran disputa que todas nuestras ideas no so?i sino copias de nuestras impresiones o, en otras palabras: que nos es imposible pensar en cosa alguna que previamente no hayamos sentido, ya sea rilo por medio de tiuestros sentidos externos o internos. He puesto mi empeño en explicar 31 probar esta proposición y expresado mis esperanzas de que, mediante la debida aplicación de la misma, puedan alcanzar los hombres una más grandeV clara precisión en los razonamientos filosóficos de lo que hasta aquí les fue dado...

Así pues, para familiarizamos por completo con la idea del poder o la conexión necesaria, empecemos por examinar su impresión; y a fin de hallar dicha impresión ton mayor certeza, busquémosla en todas las fuentes de las que posiblemente pudiera dmvarse.

Cuando miramos en derredor nuestro a los objetos externos y consideramos cómo operan sus causas, no somos nunca capaces, ni siquiera en un solo caso, de descu­brir ningún poder ni necesaria conexión, ninguna cualidad que ciña el efecto a la musa )' haga al uno infalible consecuencia de la otra. Todo cuanto de hecho hallamos es que, efectivamente, la una precede al otro. E l impulso de una bola de billar va acompañado de movimiento en la segunda. Esto es cuanto aparece a los mUidos exteriores. La mente no experimenta sintimiento alguno ni impresión Interna de esta sucesión de objetos: no hay, en consecuencia, caso alguno, parti-111 lar, de causa y efecto, ni cosa alguna que pueda sugerir la idea de poder o de conexión necesaria.

De la primera aparición de un objeto no podemos conjeturar nunca qué efecto tendrá como consecuencia. Mas si le fuere dado a la mente descubrir el poder o energía de una causa, podríamos prever su efecto, aun sin experiencia, y podríamos, desde el primer momento, pronunciamos con certeza a su respecto, por la mera fuerza del pensamiento y la razón.

En realidad, no hay parte alguna de la materia que, por sus cualidades sensibles, ponga de manifiesto poder o energía alguna, o nos dé pie para imaginar que pudiera producir alguna cosa o ir seguida de algún otro objeto al que

Page 17: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

60 LA EXPLICACIÓN

pudiéramos denominar su efecto. Solidez, extensión, movimiento: estas cualidades son en sí mismas perfectamente compktas, y nunca señalan a otro conocimiento que de ellas pudiera derivarse. El universo cambia constantemente de escena, y un objeto sigue a otro en ininterrumpida sucesión; pero el poder o la fuerza con que actúa la entera maquinaria permanece por entero oculta a nuestros ojos, y nunca se revela en ninguna de las cualidades sensibles de los cuerpos. Sabemos de hecho que el calor es constante acompañante de la llama; pero respecto a cuál sea la conexión entre ambos, no nos cabe sino conjeturar o imaginarla. Es imposible, así pues, que la idea de poder pueda derivarse de la contemplación de los cuerpos, en casos singulares de su funcionamiento, puesto que ningún cuerpo revela jamás poder alguno que pueda constituir el original de esta idea.

Dado por tanto que los objetos externos, tal como aparecen ante los sentidos, no nos proporcionan idea alguna de poder o de conexión necesaria por el modo en que operan en los concretos casos, veamos si tal idea pudiera derivarse de la reflexión sobre las operaciones de nuestra mente, y pueda ser copia de impresiones internas. Podría decirse que somos en todo momento conscientes de un poder interno, ya que sentimos que, por el simple mandato de nuestra voluntad, podemos mover los órganos de nuestro cuerpo o dirigir las facultades de nuestra mente. Un acto de volición produce movimiento en nuestros miembros o suscita una nueva idea en nuestra imaginación. Esta influencia de la voluntad conocérnosla por la consciencia. De aquí adquirimos la idea de poder o energía y estamos ciertos de que nosotros mismos y todos los demás seres inteligentes están poseídos de poder. Esta idea, así pues, es una idea de la reflexión, puesto que surge de reflexionar acerca de las operaciones de nuestra mente y del mando que ejercita la voluntad, tanto sobre los órganos del cuerpo como sobre las facultades del alma.

Procederemos a examinar esta pretensión, y en primer lugar en relación con la influencia de la volición sobre los órganos corporales. Esta influenáa, podemos observar, es un hecho que, como todo otro humano suceso, sólo puede conocerse por experiencia y jamás puede preverse partiendo de ninguna aparente energía ni poder en la causa que conecte a ésta con el efecto y haga que el uno sea infalible consecuencia de la otra. El movimiento de nuestro cuerpo sigue a la orden de nuestra voluntad. De esto somos conscientes en todo momento. Pero los medios por los que esto se efectúa, la energía mediante la cual (jecuta la voluntad tan extraordinaria operación, de esto distamos tanto de ser inmediatamente conscientes que debe por siempre escapar a nuestra más diligente indagación.

En primer lugar: ¿hay en toda la naturaleza un principio más misterioso que el de la unión del alma con el cue?po, por el que una substancia supuestamente espiritual adquiere tal influencia sobre otra material que el más refinado pensamien­to es capaz de poner en movimiento la más grosera matlriaf Si estuviéramos facultados para, mediante secreto deseo, mover montañas o nnilrolm lu\ planetas

Page 18: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 61

ni sus órbitas, tan vasta autoridad no sería más extraordinaria y caería más allá ilr nuestra comprensión. Pero si, por medio de la conscienda percibiéramos algún poder o energía en la voluntad, habríamos de conocer este poder; habríamos de conocer sus conexiones con el efecto; habríamos de conocer la secreta unión de almaV cuerpo, la naturaleza de ambas substancias, que hace que la una pueda operar, ni tantos casos, sobre la otra.

En segundo lugar: no somos capaces de mover todos los órganos del cuerpo ion igual autoridad, aun cuando no podamos asignar razón alguna a tan notable d\¡rienda entre éste y aquél. ¿Por qué tiene la voluntad influencia sobre la lenguaV los dedos, y no sobre el corazón o el hígado'? Esta cuestión nunca habría de turbarnos si fuéramos conscientes de un poder en el primer caso y no en el segundo. I "m i Inri amos entonces, con independenda de la experienda, por qué la autoridad ilr la voluntad sobre los órganos del cuerpo se drcunscribe dentro de tan particulares limites. Conoríendo en tal caso plenamente el poder o la fuerza por los que la voluntad opera, sabríamos también por qué su influenáa alcanza preásamente a luli \ fronteras y no va más allá.

Un hombre que sufre un súbito ataque de parálisis en la pierna y el brazo, o que hubiera perdido redentemente esos miembros, tratará a veces con frecuenda de moverlos y emplearlos en sus habituales menesteres. Será tan consdente del poder de inundar sobre tales miembros como un hombre que gozase de perfecta salud lo estaría ilf poder acdonar cualquier miembro que conserve su natural estado y condidón. /Vi» la conscienda nunca engaña. En consecuenda, ni en un caso ni en el otro ti irnos consdentes de poder alguno. Aprendemos el influjo de nuestra voluntad de In wla experienda. Y tan sólo la experiencia nos enseña cómo un acontedmiento sigue con constancia a otro, sin instruimos en el secreto nexo que junto los ata y /nt vuelve inseparables.

En tercer lugar: sabemos por la anatomía que el objeto inmediato del poder ni la modón voluntaria no es el miembro mismo que es movido, sino determinados inusados, y nervios, y energías animales, y tal vez algo más sutil y desconoddo a llaves de lo cual el movimiento se propaga sucesivamente antes de que alcance al miembro mismo cuya modón es objeto inmediato de la volidón. ¿Puede haber una jmtrba más certera de que el poder por el que la operación toda se ejecuta, tan lejos ilr \er directa y plenamente conoddo por un interior sentimiento o conscienda es, ni rl mayor de los grados, misterioso e ininteligible'? Quiere aquí la mente un determinado suceso, e inmediatamente acaece otro, desconoddo para nosotros mismosV Malmente distinto del que intentábamos. Este suceso produce a su vez uno nuevo, desconocido igualmente. Hasta que finalmente, tras larga sucesión, prodúcese el iii ontf amiento deseado. Pero si el poder original fuere sentido, habría de ser conoddo: ti /une conoddo, también halnia de serlo su efecto, ya que todo poder es relativoo \u efecto. Y viceversa: si el efecto no fuere conoddo, no podrá el poder conocerse

Page 19: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

62 LA EXPLICACIÓN

ni sentirse. ¿ Cómo podremos en verdad ser conscientes de un poder para mover nuestros miembros cuando carecemos de tal poder, sino tan sólo aquel de mover ciertas energías animales, las cuales, aunque finalmente producen la moción de nuestros miembros, operan no obstante en tal manera que hállanse totalmente más allá de nuestra comprensión ?

Podemos en consecuencia concluir de todo ello, espero, sin temeridad pero con confianza, que nuestra idea del poder no es copiada de ningún sentimiento ni consüenda de poder dentro de nosotros cuando suscitamos el movimiento animalo aplicamos nuestros miembros a su propio uso y menester. Que su moción sigue el mandato de la voluntad es cuestión de común experienáa, al igual que otros naturales acontecimientos. Pero el poder o enegía por la que esto se ejecuta, como en otros naturales sucesos, es desconocido e inconcebible...

La generalidad del género humano no halla dificultad alguna en dar cuenta de las más comunes y familiares operaciones de la naturaleza, tales como el descenso de cuerpos celestes, el crecimiento de las plantas, la generación de los animales o la nutrición de los cuerpos por el alimento. Supongamos empero que en todos estos casos perciben los hombres la fuerza misma o energía de la causa, por la cual se halla conectada a su efecto y es por siempre infalible en su operación. En virtud de la prolongada constumbre, adquieren tal hábito de la mente que, al aparecer la causa, esperan de inmediato y con confianza su usual acompañante, y apenas conciben como posible que otro cualquier acontecimiento pudiera derivarse de ella. Es sólo al presentarse fenómenos extraordinarios, tales como terremotos, pestilencias y prodigios de cualquier índole, cuando se encuentran perdidos para asignarles una debida causa y para explicar el modo en que el efecto es producido por ella. Es habitual que los hombres que se ven en tamañas dificultades recurran a algún principio inteligente e invisible como causa inmediata de ese suceso que les ha sorprendido y que creen que no puede explicarse por los comunes poderes de la naturaleza. Pero los filósofos, que llevan su escrutinio un poco más lejos, perciben de inmediato que incluso en los más familiares hechos, la energía de la causa es tan ininteligible como en los más inhabituales, y que sólo por experienáa aprendemos la frecuente con­junción de los objetos, sin que seamos nunca capaces de comprender nada semejante a una conexión entre ellos...

P A R T E I I

Pero, para apresuramos a una conclusión de esta argumentación, que se ha extendido ya en exceso: hemos buscado en vano una idea de poder o conexión necesaria en todas las fuentes de donde podríamos suponerla derivada. Parece ser que, en ningún caso singular de la operación de nuestros cuerfios piulemos nunca,

Page 20: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 63

futr nuestro máximo escrutinio, descubrir nada sino la sucesión de un acontecimiento fior otro, sin ser capaces de comprender ninguna fuerza ni poder por los que la causa nfiere, ni conexión alguna entre ésta y su supuesto efecto. Igual dificultad ocurre ni contemplar las operaciones de la mente sobre el cuerpo, allí donde observamos los movimientos 4el último seguir a la volición de la primera, pero no somos capaces ilr observar ni concebir el vinculo que une movimiento y volición, ni la energía por la que la mente produce su efecto. La autoridad de la voluntad sobre sus propias facultades e ideas no es un ápice más comprensible, de modo tal que, considerando i'l todo, no aparece por parte alguna en la naturaleza ningún caso de conexión que nos sea dado concebir. Todos los acontecimientos parecen por entero libres y sepa­rados. Un acontecimiento sigue a otro; mas no podemos nunca observar ningún vinculo entre ellos. Parecen conjuntados, pero nunca conectados. Y como no tenemos la menor idea de algo que nunca se ha presentado a nuestro sentir exterior ni a nuestro interior sentimiento, la conclusión necesaria parece ser que no tenemos nica ninguna de ningún poder ni conexión, y que estas palabras carecen en absoluto ilr sentido cuando se emplean ya sea en los razonamientos filosóficos o en la vida común.

Subsiste empero un método que permite evitar esta conclusión, y una fuente que aún no hemos examinado. Cuando se nos presenta algún objeto natural o algún acontecimiento, nos es imposible, en virtud de sagacidad o penetración algunas, ilesmbrir, o hasta conjeturar, sin experiencia, qué acontecimiento derivará del mismo, o llevar nuestra previsión más allá del objeto que hállase inmediatamente presente a la memoria y los sentidos. Incluso tras un ejemplo o experimento en que hayamos observado un particular acontecimiento seguir a otro, no estamos autori­zados para formar una regla general o predecir lo que acontecerá en semejantes casos, raimándose con justicia imperdobable temeridad juzgar el total curso de la natu-i nina por un singular experimento, por exacto o cierto que éste fuere. Mas cuando una particular espede de acontedmientos ha estado siempre conjuntada en todos los rasos con otra, no ponemos escrúpulo en prededr la una ante la aparidón de la otra, ni en emplear aquel radodnio que únicamente puede aseguramos de alguna cuestión de hecho o de existencia. Llamamos luego a un objeto Causa; al otro, r.fccto. Suponemos que existe alguna suerte de conexión entre ambos: algún poder ni el uno por el que infaliblemente precede al otro, y opera con la mayor certeza y la más fuerte necesidad.

Parece pues que. esta idea de la conexión necesaria entre acontedmientos surja ilr una serie de semejantes casos que ocurren en la conjunríón constante de estos acontedmientos, y no podría sugerir nunca esa idea ninguno de esos casos estudia­dos Itajo todas las posibles luces y posidones. No hay nada, sin embargo, en un numero de rasos que difiera de cada caso singular que ha de suponerse exactamen­te semejante, sino únicamente que tras la repetición de casos semejantes, la mente

Page 21: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

64 LA EXPLICACIÓN

es llevada por hábito, ante la aparición de un aconteámiento, a esperar el que habitualmente le acompaña, y a creer que existirá. Y es esta conexión por tanto, que sentimos en la mente, este acostumbrado tránsito de la imaginación desde un ob­jeto hasta su habitual acompañante, el sentimiento o impresión de donde forma­mos la idea de la conexión necesaria. Ninguna otra cosa interviene. Contémplese el asunto desde todos su lados; no se hallará nunca ningún otro origen para aquella idea. Esta es la sola diferencia entre un caso, del que no podemos nunca recibir la idea de conexión, y un número de casos semejantes por los que la misma se nos sugiere. La primera vez que un hombre viera la comunicación del movi­miento mediante impulso, como en el golpe de dos bolas de billar, no podría pronunciarse diáendo que un acontecimiento estaba conectado con el otro, sino tan sólo que estaba conjuntado con él. Pero tras haber observado varios casos de esta naturaleza, se pronunciará diciendo que están conectados. ¿Qué altera­ción se ha producido para que surja esta nueva idea de la conexión ? Ningu­na, salvo que ahora siente que estos acontecimientos están conectados en su imaginación y puede predecir con prontitud la existencia de uno a partir de la aparición del otro. Así pues, cuando decimos que un objeto está conectado con otro, tan sólo queremos decir que ambos han adquirido una conexión en nuestro pen­samiento y suscitamos la inferencia mediante la cual se convierten en pruebas de su recíproca existencia, conclusión ésta que resulta un tanto extraordinaria, pero que parece fundarse sobre suficiente evidencia. Dicha evidencia no se verá debili­tada por desconfianza general del entendimiento, ni por ninguna escéptica sos­pecha respecto a toda conclusión que sea nueva y extraordinaria. Ninguna con­clusión puede ser más grata al escepticismo que aquella que hace descubrimien­tos relativos a la debilidad y los estrechos límites de la razón y la capacidad humanas.

¿ Y qué más poderosos ejemplos que éste pueden presentarse de la sorprendente ignorancia y debilidad del entendimiento? Pues a buen seguro que si hay una relación entre los objetos que nos importa conocer perfectamente, es ella la de la causa y el efecto. En ella fúndanse nuestros razonamientos relativos a las cuestiones de hecho o existencia. Por su solo medio, alcanzamos alguna seguridad relativa a los objetos que se hallan apartados del presente testimonio de nuestra memoria y sentidos. La única utilidad inmediata de las áenáas es enseñamos el modo de controlar y regular futuros acontecimientos por medio de sus causas. De ahí que empleemos constantemente nuestros pensamientos e indagaciones sobre esta relación. Sin embar­go, tan imperfectas son las ideas que nos formamos respecto a ella, que resulta imposible dar una justa definición de la causa, excepto que se extrae de algo que le es extraño y ajeno. Los objetos semejantes siempre se conjuntan con lo semejante. De esto tenemos experiencia, y de acuerdo con esta experimcia podemos definir una causa como objeto, seguido de otro, y donde todo» lo» ot)|rioN »rnu j.mU'*

Page 22: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 65

il pr im ero van segu idos de ob je to s sem ejan tes al segu n d o . En otras palabras: don de , d e n o h a ber ex is tid o el p r im e r o b je to , n u nca se h a b ría d a d o e l

«'Xtindo. La aparición de una causa siempre arrastra a la mente, por acostum- lintda transición, a la idea del efecto. También de esto tenemos experiencia. Podemos, ni consecuencia, de manera acorde con esta experiencia, formar otra definición de musa y denominarla un o b je to segu id o d e o tro , cuya ap a r ic ión s iem pre

i'ii.istra e l p en sam ien to a ese o tro . Pero, aun cuando estas dos definiciones se extraigan de circunstancias ajenas a ta causa, no podemos evitar este inconveniente ni alcanzar más perfecta definición que indique aquella circunstancia en. la causa i/in' Ir proporciona una conexión con su efecto. De esta conexión no tenemos ideaiii ngil na, ni tan sólo una noción distinta de lo que deseamos conocer cuando infiramos a una concepdón de la misma. Decimos, por ejemplo, que la vibración i Ir rsta cuerda es la causa de su particular sonido. ¿Pero qué queremos decir con luí afirmación? Bien, queremos indicar que esta v ib ra c ió n va segu ida d e este

Tímido, y qu e todas las v ib rac ion es sem ejan tes han id o segu idas d e son idos

irm ejan tes; b ien qu e esta v ib rac ión va segu ida d e este son id o y qu e, al

jtlrNcntarse la una, la m en te se an tic ipa a los sen tidos y fo rm a d e in m ed ia to

tina id ea d e l segu n do. Hemos de considerar la relación de causa y efecto en i unlipliera de estas dos luces. Pero, más allá de esta consideración, no tenemos de illa la menor idea.

Hrcapitulando, así pues, los razonamientos de esta sección: toda idea es copiadai Ir alguna impresión o sentimiento precedente, y donde no hallemos impresión alguna, estaremos ciertos de que no hay ninguna idea. En todos los casos singulares ilrl /uncionamiento de los cuerpos y de las mentes, no existe nada que produzca ninguna impresión de poder ni de conexión necesaria, ni que, por consecuencia, lHlfila sugerir la idea de ellos. Pero cuando se presentan muchos casos uniformes,\ mando el mismo objeto va siempre seguido del mismo acontecimiento, empezamosii ratender la noción de causa y conexión. Sentimos entonces un nuevo sentimientoii impresión, a saber: una acostumbrada conexión en el pensamiento o la imagina­ban entre un objeto y su habitual acompañante, y este sentimiento es el original de nrt idea que buscamos. Pues, dado que esta idea surge de un cierto número de casos irmrjuntes, y no de un solo caso, debe de surgir de aquella circunstancia en la quelo serie de casos difiere de cada uno de ellos. Pero esa acostumbrada conexión o luinxición de la imaginación es la única circunstancia en la que difieren. En todos lux demás particulares, son semejantes. El primer caso que vimos del movimiento mmunicado por el choque de dos bolas de billar (por retomar a este obvio ejemplo)

exactamente igual a todo caso que, en el presente, pueda ocurrimos, salvo que Hit podríamos, al principio, in fe r ir un acontecimiento del otro, lo que actualmente puliríamos m condiciones de hacer, tras tan largo recorrido de uniforme expe-I ir n cia...

Page 23: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

Análisis de la argumentación de Hume

6 6 IA EXPLICACIÓN

La fuerza de la argumentación. Hume tenía razones para quejarse de que sus contemporáneos prestaban escasa atención a su análisis de la causalidad y al escepticismo, respecto a la posibilidad del conocimiento, que en él había implícito. Pero el paso del tiempo ha visto ir en aumento la atención a la fuerza del análisis de Hume. Su argumentación es tanto más sorpren­dente por cuanto que no se limita a afirmar que nuestro conocimiento de la causa y el efecto sea limitado; lo que afirma es, antes bien, que no tenemos conocimiento alguno de las causas que se dan en el mundo. El grave carácter de su exposición se nos aparecerá con mayor claridad si sacamos algunas de sus implicaciones Is. Hume creía que todo nuestro conocimiento procede de impresiones recibidas por nuestros sentidos o que surgen internamente en nosotros en forma de sentimientos. Qué sealo que causa estas impresiones o de dónde vengan es algo imposible de conocer para nosotros, porque no podemos pasar «al otro lado» de ellas. En cuanto a las conexiones que establecemos entre las impresiones, todolo que percibimos conscientemente en la experiencia es la secuencia ya pasada en la que un objeto a ha ido seguido de un objeto b. Con inde­pendencia de cuántas veces se haya producido la secuencia de idéntico modo, no podemos hallar en nuestra experiencia en sí de la misma ningún «agente» ni «poder» que esté actuando en el primer objeto y que nos garantice que seguirá actuando de igual modo en el futuro. No tenemos, en consecuencia, conocimiento alguno de la causalidad, y nuestra creencia de que el futuro será como el pasado es la mayor de las presunciones.

Sería craso error sacar de la argumentación de Hume la conclusión de que, aunque no podamos tener jamás ceñeza de que el futuro será como el pasado, o de que un objeto dado es efectivamente la causa de otro objeto, podemos sin embargo, dado el peso de nuestra pasada experiencia, anticipar el efecto con un cierto grado de probabilidad razonable. Se ha interpretado a veces a Hume de esta manera, pero al interpretarlo así no se aprecia toda la fuerza de sus argumentos. Lo razonable de la probabi­lidad es precisamente aquello contra lo que Hume dirigía sus ataques. No tenemos ninguna razón, ninguna justificación racional, ni para creer que el futuro será como el pasado en general, ni que ese objeto que hemos identificado como causa seguirá produciendo su particular efecto.

15 1;,1 p rop io H u m e explica <le una manera más com p leta las impllc ai lon r» tlr mi análisis

en una obra anterior: A T n a tú * o f Human Naturr (LÓQclrei, 17¡VI),

Page 24: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 67

Coherencia y correspondencia. Hume proclamó nuestra imposibilidad de i onocer las causas de las cosas. ¿Por qué no recomendó, en consecuencia, t'l abandono del concepto de causalidad? ¿Por qué nos asegura que él Mllunio seguirá formulando juicios causales?

Para entender la postura de Hume tendremos que reconocer dos (mrías de la verdad contrapuestas, una de las cuales fue rechazada porI lume, mientras que aceptaba la otra.

( ¡onsideremos las siguientes proposiciones:

I. A veces nieva en Canadá.'*!. En ajedrez, el peón sólo puede atacar en diagonal.

Pues bien, aunque tendríamos por verdaderas las dos proposiciones, obsérvese que, normalmente, las justificaríamos apelando a diferentesII lin ios. ¿No es verdad la primera de ellas simplemente porque responde i lo <|iie realmente ocurre en el mundo? Es de suponer que nevaría a veces• II < lanadá aun cuando ningún ser humano hubiera estado jamás allí, o lin luso si jamás hubiera existido ningún ser humano. La verdad de la |Hoposición consiste, sencillamente, en que se corresponde con los hechos. I n cambio, la verdad de la proposición 2 depende exclusivamente del pensamiento humano. Ello se debe a que está de acuerdo o es «coherente» i mi el sistema denominado «reglas del ajedrez». No necesita corresponderse Hit) nada en el mundo, puesto que, incluso si se destruyeran todos los l.llilcros y todas las piezas de ajedrez, no cambiarían con ello las reglas de illi lio juego.

Los filósofos señalan que, para ciertas proposiciones, tales como la numero 2 , la coherencia con otras proposiciones es el criterio de su verdad u falsedad. Es éste el criterio al que apelamos cuando decimos que un i liento de hadas mal escrito «no tiene sentido». No queremos decir con i lln que no responda a la realidad. ¿Quién ha dicho que los cuentos de liadas tengan que ajustarse a la realidad? Lo que queremos decir, más bien, i i que hay partes del cuento que «no son coherentes» con el resto de la lilMoria que se está contando.

No obstante, ha existido bastante desacuerdo respecto a si existen (imposiciones que son verdad porque responden a una realidad indepen­díenle de la percepción humana. La teoría de que existen proposiciones *eincjantcs se denomina teoría de la verdad basada en la correspondencia. Quienes proponen este punto de vista insisten en que, si nuestras afirma- i Iones no fueran capaces de reflejar una realidad que vaya más allá del pensamiento y la experiencia humanos, no podríamos proclamar que pupeemos conocimiento real ninguno. Quienes se oponen a la visión de

Page 25: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

68 IA EXPLICACIÓN

la verdad basada en la correspondencia se han adscrito, generalmente, a la teoría basada en la coherencia. Esta teoría niega que las proposiciones sean verdaderas porque responden a una situación real más allá de la per­cepción humana, y argumentan que las proposiciones son verdaderas sólo si son coherentes con otras proposiciones relativas a nuestra experiencia.

Está perfectamente claro que pioneros de la ciencia moderna tales como Descartes y Kepler creían que su recurso a las explicaciones causales estaba justificado desde el punto de vista científico, porque existen en el mundo causas reales y son cognoscibles para la mente humana. Creían, cada uno de ellos haciendo hincapié en determinados aspectos y con sus propias modificaciones, en la teoría de la verdad basada en la correspon­dencia. El ideal consiste en que la relación existente entre las ideas de nuestra mente refleje o sirva de espejo a los objetos y acontecimientos reales que existen con independencia de que sepamos de ellos.

Lo que Hume nos pide es que reflexionemos detenidamente sobre la justificación de mantener que nuestras ideas son imágenes reflejas de una realidad que es independiente de la percepción humana. Creía que po­demos remontar nuestras ideas sólo hasta el punto de esas impresiones sensoriales de las que las ideas son copia. Pero entonces resulta que, en seguimiento de las propias impresiones, no podemos ir más lejos. Podemos conocer la relación de esas impresiones en nuestra mente, y podemos organizar sistemas coherentes mediante los que podemos comunicarnos acerca de la relación de las ideas, pero no hay modo humano de que podamos demostrar que existe una clase determinada de realidad «ahí fuera, en algún sitio» de la que nuestras impresiones son reflejo, o que podamos siquiera alegar pruebas al respecto. Nuestro intento de adquirir conocimiento ha de ser, así pues, una empresa consistente en relacionar las ideas unas con otras, en vez de un intento de acoplar nuestras ideas a las cosas reales. La causalidad, para Hume, pasó a ser una simple relación de ideas sin correspondencia cognoscible con una realidad que fuera más allá de nuestras impresiones.

Entendemos ahora por qué Hume se muestra tan deseoso de evaluar las fuentes de nuestra creencia en las causas. Si preguntamos que cómo sabe alguien que un acontecimiento u objeto dado es la causa de otro acontecimiento u objeto, y la persona en cuestión sólo puede responder que ambos se han presentado juntos en nuestra experiencia anterior, seguiremos seguramente estando dispuestos a etiquetar como causa al primero de los dos acontecimientos asociados entre sí. Pero I lume nos pide que no convirtamos esa decisión de etiquetarlo, o convención, en una afirmación, insostenible, sobre lo que realmente ocurre en lu naturaleza.

Page 26: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 69

Antes de Hume, los filósofos se habían debatido con esta dificultad y ,ti cimentaron, algunas veces, que somos directamente conscientes del Iiiik ionamiento de la naturaleza en nuestra conciencia de la realidad del poder. Si no podemos vere 1 poder causal en los objetos externos, al menos Minios conscientes de tal poder en nuestra voluntad, cuando decidimos levantar el brazo y a continuación lo levantamos. Obsérvese que Hume se lomó mucho trabajo en la exposición de esta argumentación porque se i Hiere al núcleo de su tesis. Tomando uno por uno los supuestos accesos ■i la realidad que se han ofrecido, arguye que no tenemos realmente lllngún acceso en absoluto 14.

I lume considera, en consecuencia, que el empleo que hace el hombre i|i la noción de causa es perfectamente natural. En rigor, es parte de la intlmaleza del pensar humano. No recomienda que abandonemos tal tutu epto, pero llega a la conclusión escéptica de que no tenemos prueba iilglitia, ni podemos tenerla en principio, de que lo que presumimos imperto a la realidad tenga sus raíces en una realidad que hay detrás de Itlirxtras impresiones.

Al comienzo del presente capítulo hemos expuesto que gran parte de I,« I lint (tria de la ciencia occidental, comprendidas las opiniones de algunos■ li los grandes fundadores de la ciencia moderna sobre lo que estaban liii< leudo, puede verse como un intento de explicar localizando las causas0 definiendo de nuevo qué clase de causas debería buscar la ciencia como1 *pli( aciones. Pero ahora nos encontramos ante un crítico que proclama t|llf los científicos pueden hacer afirmaciones causales, pero que no deben i llamarse creyendo que, al hacerlo así, han tenido acceso al mundo más lili« (Ir las percepciones humanas. La ciencia puede continuar sistematizando su* afirmaciones sobre el modo en que los seres humanos perciben y inflexionan. Pero eso es todo lo que es capaz de hacer 15.

({«'«puestas a la argumentación de Hume

l .iiino deberíamos responder a la postura de Hume? ¿Debemos abando- 4i,ii rl ideal de la explicación como la localización de las causas reales en

11 K rs iill» irón ico que los empiristas, con el h incapié que hacen en la observación

p llljillli ,i. »<■ encuentren aislados d e la realidad ex lerna, según la argum entación d e H um e.

11 Alevinos comentaristas de ta obra de H u m e creen que no se atuvo de m anera

iH h tM U r ,i es lr escepticism o. Véase, po r e jem p lo . R. F. Anderson , Hume's First Frinrípks

il lllm lli: Unlvnrslty <>f Nebraska Press, 1966).

Page 27: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

70 LA. EXPLICACIÓN

la naturaleza? ¿O puede ser que Hume cometiera un error, en sus supues­tos previos o en su razonamiento, por lo que podemos rechazar su postura y mantener nuestra confianza en la explicación como identificación de las causas?

Desde los tiempos de Hume, la mayoría de los filósofos de la ciencia han visto que su postura era lo suficientemente importante como para exigir una respuesta. Sin embargo, no ha surgido ninguna posición sobre la que reine acuerdo, ni en defensa de Hume ni como refutación de sus teorías. Para simplificar nuestra exposición, agruparemos las respuestas modernas en torno a cuatro posiciones básicas.

Rechazo de la postura de Hume. Durante más de un siglo después de aparecer la obra de Hume, la actitud hacia la misma que gozó de mayor predicamento entre los filósofos profesionales consistió en afirmar que el escepticismo al que nos lleva es prueba de que toda la tradición empirista iba encaminada en dirección equivocada. Quienes se oponían a los empiristas, a los que en la historia de la filosofía suele llamarse racionalistas, señalaban los rápidos éxitos que cosechaba la nueva ciencia. Hacían constar que, a través del uso de la razón, hemos desvelado muchos de los secretos de la estructura de la naturaleza. En consecuencia, difícilmente puede justificarse el escepticismo respecto a nuestra capacidad para cono­cer el mundo tal como es.

Aun cuando la aversión hacia el escepticismo hace comprensible la oposición a Hume, por sí misma no puede decirse que constituya un argumento filosófico. Los puntos sobre los que los oponentes de Hume han dirigido sus ataques se circunscriben a dos cuestiones principales. Son, en primer lugar, el desacuerdo sobre si poseemos o no ideas que no es posible que procedan de la experiencia (y que por tanto la teoría del conocimiento de Hume no puede explicar) y, en segundo lugar, la discu­sión en torno a si recibimos las impresiones de los sentidos en partículas y trozos, tal como Hume parecía creer. Respecto a la primera de estas cuestiones, los racionalistas (desde el profesor Thomas Reid, contemporá­neo de Hume en Edimburgo, hasta pensadores.tales como Brand Blanshard en nuestro siglo) han afirmado que el origen de muchas de nuestras ideas no puede hallarse en la experiencia sensorial, tal como proclamara Hume. Los racionalistas suelen citar ejemplos tales como los conceptos de infini­tud, materia, número o igualdad. Aseveran que estas ideas, vengan de donde vengan, no pueden derivarse de nuestra experiencia, ni siquiera mediante un proceso de abstracción. En consecuencia, no cu justo que descalifiquemos a ninguna clase de conocimiento cMaltln iendo simple-

Page 28: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 71

mmle el aserto de que no podemos justificarla sobre la base de nuestra experiencia sensorial. La disputa en torno a este tema se remonta hasta Platón y Aristóteles, en la antigua Grecia y, con algunos refinamientos,

le estando presente entre nosotros.I’or muy bonito que pudiera resultar concluir en este punto, de un

mudo u otro, la exposición que venimos haciendo de la validez de la jioHlura de Hume o de la postura antiempirista, para hacerlo tendríamos i|ne pasar por alto la continuada división de opiniones sobre el asunto. Drlx-rá quedar claro, no obstante, que mucho depende de la postura que adoptemos en el debate. El análisis de Hume parece depender sin duda de la premisa fundamental de que todo conocimiento ha de proceder de la experiencia. Si esa premisa es falsa, no necesitamos seguirnos preocu­pando de las críticas que Hume dirige a las afirmaciones causales sobre i’l inundo real (aun cuando pueda haber otras razones para seguirnos |IIeoeupando por tales afirmaciones).

Una segunda crítica que tradicionalmente se hace de Hume es la irlerente a su teoría de la percepción. Su argumentación llega a la iiilttlusión de que la conexión necesaria entre dos acontecimientos (uno lie los cuales se alega que es causa del otro) tiene que ser sólo una «i| ii isic ión, dado que, en nuestra experiencia, estos acontecimientos, objetos0 fenómenos fugaces, se dan como algo separado y distinto. Dicho de otro modo: al abrir los ojos vemos una serie de colores y formas, ninguno de luí i nales tiene necesariamente (lógicamente) por qué estar conectado1 olí ningún otro. Cuando vemos las diferentes partes de un sillón, estamos Uendo diferentes matices de color, conforme el sol da en el respaldo, el atlnilo y los brazos. Hume tenía la convicción de que lo que realmente Venios es una serie de impresiones distintas que, por la conexión entre sí i|iie habitualmente presentan en nuestra experiencia, acostumbramos a ii i upar en un conjunto. Luego pretendemos que son sólo diferentes piules de un objeto: el sillón. Hume creía que el objeto es el resultado de un arlo de nuestra imaginación, en vez de ser algo que realmente vemos.Peni qué ocurre si el caso es que no «vemos», en ningún sentido que tenga

«i'Hlido, esas impresiones separadas? ¿Y si lo que ocurre es que, desde nlnoH, aprendemos qué es lo que tenemos que buscar con la vista según Ion nombres de los objetos que nuestros padres nos han enseñado? ¿Vemos ti .díñente aquellas cosas a las que no prestamos atención, para las que no Icnrmos palabras y que no entendemos? Los oponentes de Hume argu­mentan a veces que* ya que «vemos» un c ampo conectado, en vez de trozosV ti oí itos de realidad, impresiones discretas, Hume se equivocaba bastante al Insistir eti que no podemos afirmar que percibimos conexiones. Y si

Page 29: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

72 LA EXPLICACIÓN

Hume estaba equivocado en este punto, es posible asegurar que percibi­mos directamente las conexiones causales. Al menos ya no es necesario negar que tengamos alguna evidencia de las mismas debido al carácter discreto, a la separabilidad, de nuestras distintas percepciones sensoria­les I6.

La respuesta kantiana a Hume. Mientras que hay quienes dicen que Hume no debe preocupar a los filósofos de la ciencia, puesto que su doctrina es fundamentalmente errónea, otros pensadores han creído quelo fundado de algunos de sus puntos de vista, cuando menos, reclama importantes modificaciones en nuestra visión de la explicación científica. Algunos de estos pensadores, siguiendo a Immanuel Kant, han aceptado la posición de Hume de que la causalidad no es un área adecuada para las afirmaciones ontológicas (es decir, afirmaciones relativas a cómo es el mundo en sí y con independencia de la percepción que los humanos tengan de él), pero luego prosiguen y argumentan que esto no conduce a las escépticas conclusiones que Hume sacara. Kant, en la Crítica de la Razón Pura '1, afirma que, para adaptar la verdad al análisis de Hume, tendríamos que definir de nuevo lo que queremos decir por experiencia y por «el mundo». Aun admitiendo voluntariamente que las afirmaciones que hacemos respecto al mundo, si han de mantenerse dentro de lo razonable, deben reducirse a nuestra experiencia, Kant señala que la mente humana no experimenta unidades discretas y separadas de percep­ción y luego manipula la experienciencia para formar relaciones entre las percepciones. Antes bien, arguye, para cuando tenemos una experiencia, la mente ha influido ya en la multiplicidad de las impresiones sensoriales, de modo que nuestro «mundo» es un mundo que está ya afectado, de manera inherente, por categorías de organización humana. Tiene sentido, en consecuencia, que digamos que «el mundo está conectado causalmente», aun cuando admitamos que el mundo del que hablamos es el mundo de la experiencia humana, y no un mundo tal como pueda existir en sí mismo y con independencia de la experiencia humana. Kant siguió luego su

16 A lgu nos estudiosos de H u m e rechazan que H u m e creyera verdaderam ente en los

«á tom os» de la percepción . H. H . Price, Hume's Theory o f the External World (O x fo rd :

C larendon Press, 1963) hace una exposición de la teoría de la p ercepción de H u m e que

resalta su atom ism o; C. W . H en del, Studies in the Philosophy o f David Hume (Indianapolis:

Bobbs-M errill, 1963) argum enta en contra de la op in ión de que H u m e (llene un «atom ista

de la percepción -.

17 Im m anuel Kant, Critique o f h ire Reason. 1789, traducción de N orm an K rm p Smirh

(N ueva York: St. M artin '» Pren», 19(11).

Page 30: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 73

•ti aumentación afirmando que existen modos identificables y absoluta-li mi te universales en los que los seres humanos experimentamos ese mundo, y que por tanto podemos conservar la característica más impor-l.mle del conocimiento científico, a saber: su intersubjetibidad y su no dependencia de las opiniones o los «sentimientos» de ningún grupo determinado. Dicho de otro modo: Kant se muestra dispuesto a abandonarl.i vastedad de las afirmaciones ontológicas de la causalidad, pero concluye dii leudo que, en realidad, no necesitamos hacer afirmaciones de esa clase:1 1 i onocimiento del mundo con independencia de la percepción humanalio es necesario para librarnos de una relatividad y subjetividad a ultranza que liaría imposible la ciencia tal como la conocemos.

Ilacer menos hincapié en la causalidad. Tanto a Kant como a los i ,n lonalistas les preocupaba preservar la integridad de las referencias a las i itiiNiis. Aun cuando el concepto de racionalismo abarca a un grupo de [iniHadores diversos entre sí, la mayoría de ellos estarían de acuerdo en iiieplar que la explicación causal es un tipo de explicación científica Importante, aunque no sea el único. Sin embargo, muchos filósofos de la i truc u no están de acuerdo con esto. En términos generales, quienes han ■ti rpiado la posición empirista de que todo nuestro conocimiento procede di l.i experiencia tienden, bien a hacer menos hincapié en la búsqueda di las causas como el modelo adecuado de la explicación o a rechazarla |n completo. Algunos filósofos de la ciencia, de los que es un caso típico Htephen Toulmin la, ven en la creencia en un sistema de causas la confian- m en un mito. Toulmin comparte la insatisfacción de Hume con lali lerenda a las causas como adecuado paso ontològico. Sin embargo, impela el uso> del concepto de causa en la ciencia, en especial en las llénelas aplicadas, como herramienta de diagnóstico, y no como afirma- i lun láctica acerca de la estructura del mundo. Cree que esta herramienta di «pliega su máxima eficacia cuando queremos manipular el resultado de Iii* acontecimientos, y por tanto ve primordialmente la causalidad como Hiilii orientadora de nuestra investigación, como prescripción (en vez de■ lew lipción), o como supuesto previo metodológico superestructural, del que no pretendemos tener pruebas ni poder falsificar. La postura de Toul­min es moderada. Al igual que Hume, critica las pretensiones ontológicas di quienes quieren explicar mediante la identificación de las causas, pero

de acuerdo con que se siga usando el concepto de todos modos.

Nlcphen Tou lm in , Thr Philosophy o f Science (Londres: Hutchinson University Library,

|t»M), p. I f l l ,

Page 31: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

74 1A EXPLICACIÓN

Hay otros que proponen que abandonemos sin más el concepto de causalidad en la ciencia. Recuérdese que Ernst Mayr intentó desterrar los usos indeseables de la teleología, pero considerando que seguía siendo valioso para la ciencia conservar un remanente de su significado. Con una actitud semejante, pero más radical, los filósofos de la ciencia tratan de suprimir el concepto de ca u s a del vocabulario científico, pero conservando todo lo que resultaba útil en el significado de tal término. Un ejemplo típico de este modo de pensar lo ofrece Bertrand Russell:

La ley de la causalidad, creo yo, com o otras muchas cosas que los

filósofos aceptan, es una reliquia de pasadas épocas que, cual la monar­

quía, sólo sobrevive porque erróneam ente se supone que no hace

ningún daño l9.

Russell estaba dispuesto a reconocer que la ciencia acepta, «sobre bases inductivas» algo a lo que se denomina la «uniformidad de la naturaleza». En su opinión, esta aceptación de la uniformidad de la naturaleza salvalo que se necesita de la vieja «ley de la causalidad». Habrá que recalcar que Russell da por buena la legitimidad del principio de inducción, es decir, el principio de que podemos asignar una probabilidad a un aconteci­miento futuro sobre la base de nuestra experiencia en el pasado. Hume aceptaría este principio sólo como presunción, y Russell no lo ha definido en su obra como algo más que una presunción. Cabía esperar, naturalmen­te, que los racionalistas que rechazan el escepticismo de Hume enseguida polemizarían con la postura de Russell. Insistirían en que la única razón por la que puede justificarse la fe en la uniformidad de la naturaleza es que previamente se hayan recibido garantías de la fiabilidad de las causas y del poder de su acción ao.

El positivismo y el rechazo de la explicación. Todas las respuestas a la argumentación de Hume que hemos expuesto tienen un elemento en común. Todos los puntos de vista que hemos citado repiten la noción de que la ciencia, supuestamente, ha de explicar nuestra experiencia. Los

19 Bertrand Russell, Mysticism and Logic (N ueva York: W . W . N orton , 1929), p. 180.

20 N o deberíam os dejar esta breve descripción de la postura no causalista sin hacer la

observación de que m uchos ejem plos de Explicación parecen ser n o causales. O tro im por­

tante argum ento d e este grupo de gen te es que pueden desarro llar p roced im ien tos de

traducción m ediante los que son capaces de fo rm u lar de nuevo, en térm ino* no causales,

cualqu ier cosa que algu ien piense que hay que dec ir en térm inos de causalidad M ario Runge

hace una exposición más amplia d e esta cuestión en Causnlity nuil M m lm i fir ím rt (N ueva

York: Dover, 1969), pp, 198#».

Page 32: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

CAUSALIDAD Y EXPLICACIÓN 75

racionalistas, por lo general, siguen identificando esa explicación con la loralización de las causas. También los kantianos siguen respetando el | k >der de los juicios causales como componentes de la explicación. Toulmin, Knssell y otros que tratan de hacer menos hincapié en el conceptoli adicional de causalidad, lo separarían de la explicación sin abandonar el |>ropio concepto de explicación. Pero, si los juicios causales acerca del miiiido no pueden en principio disponer de evidencia a su favor, tal como (»opusiera Hume, ¿no será posible que esta debilidad la compartan todos lo s demás tipos de pretendida explicación, causal o no? Quizá deberíamos (ornarnos más en serio la proposición general de que todo lo que cono- i cilios lo hemos aprendido a través de la experiencia, y unirla a la apreciación de que la experiencia siempre nos dice que los hechos son i io s , en vez de decirnos cómo o por qué son esos los hechos. Este punto 11*- partida nos lleva a la fascinante posibilidad de que quizá la explicación lin debería ser más que una descripción. Semejante propuesta dene la ventaja de prometernos evitar los laberintos en los que nos ha metido la i onsideración de la causalidad. En el capítulo IV examinaremos la pro­puesta de la escuela positivista en la filosofía de la ciencia, que nos pide i'l íibandono del intento de definir la explicación como causal o de i llulquier otro modo que lleve a la ciencia más allá de la empresa de limitarse a describir lo que ocurre en nuestra experiencia.

lecturas complementarias

I’ irsig, R obert : Zen and the Art of Motorcyele Maintenance. Nueva York: Murrow, 1974, pp. 123-130.

I Ina versión muy legible de la argumentación de Hume y la respuesta ilc Kant, ofrecida en el contexto de una novela.

I.OSKK, Jo h n : A Historical Intruduction to the Philosophy of Science. Londres:< Wlord University Press, 1972.

Una buena fuente para tratar de la obra de los antiguos griegos, de liatón y de algunos filósofos de la ciencia decimonónicos a los que no ilcilicamos mucho espacio. La lectura de Losee proporcionará una cierta |m i Hpc< (iva de los criterios de selección que hemos adoptado en el pre- « 'iilr libro.

Oi.imoYi), D a v id : The Arch of Knowledge. Nueva York: Methuen, 1986.Aun cuando casi la mitad de esta obra se dedica a la filosofía de la

i IriH ia del siglo xx, que constituye el tema de capítulos posteriores,

Page 33: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

76 LA EXPLICACIÓN

sugerimos que se intente leer el libro de Oldroyd como exposición alter- naüva que acompañe el desarrollo temático que nosotros ofrecemos. En las páginas 373-383 ofrece una buena bibliografía.

C o ple sto n , Frederick: A History of Philosophy, Tomo 6. Londres: Burns, Oates and Washbourne Limited, 1964, pp. 235-276.

Se trata de una obra general de gran valor para quienes quieran tener una buena perspectiva de las ideas de los filósofos y de su lugar en la historia. La importancia de Kant se subraya por el hecho de que se le dedica la mitad del tomo 6, de una obra que comprende ocho.

I

Page 34: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

IV. E X PL IC A C IÓ N Y D ESCR IPC IÓ N

IVofmesta: la explicación científica más adecuada i'N simplemente la mejor descripción

( cando explicamos un fenómeno, lo que hacemos es, sencillamente, des- i rlliirlo de un modo determinado. ¿O hacemos algo más que eso? En el i «pitillo III dábamos por supuesto que la explicación era algo más que la luna descripción. Para hacerlo nos apoyábamos en la distinción que ( nmiinmente se establece entre decir que algo es así y decir por qué es iui Se nos antojaba natural ver en la explicación la respuesta a la preguntas Milite «el porqué».

Sin embargo, hemos podido ver que los intentos de caracterizar las Hiniestas sobre «el porqué» haciendo referencia a la causalidad están Urnas de dificultades. Los empiristas nos previenen que hagamos afirma- i Iones sólo sobre aquello de lo que tenemos conocimiento: nuestra propia i nprriencia. Hume asevera que en ninguna parte experimentamos la i nubilidad más que en forma de sensación. Las respuestas a sus argumen- ii», < omo mínimo, o nos envuelven en complejas disputas filosóficas o nos iilillgan a adoptar las desagradables consecuencias de la postura de Hume.

F.stas dificultades podrían por sí solas convencernos de que busquemos iilm modo de caracterizar la explicación científica. ¿Está tan alejada la lilmtilicación de la explicación con la descripción del modo en que de nnlinario utilizamos estos términos? Sin duda nos gustaría afirmar que la i Inicia «nos dice cómo es el mundo». Lo que suena a empeño descriptivo. \ lo que es más: los científicos parecen estar de acuerdo entre sí en otras muilius cosas. Lo cual quizá se deba a que simplemente se ocupan de Inlitrinar de los hechos y de organizarlos. Si insistimos en que la explica- i lóu es una clase de descripción, podemos cumplir mejor nuestro come­tido Adhiriéndonos a la principal tarea de la ciencia: revelarnos el mundo i n t|iir vivimos. Sería mejor que soslayásemos las marañas especulativas sin | unible respuesta en las que nos metemos al afirmar que la explicación es iilxo más que la descripción.

I ,.is ventajas que acabamos de señalar sugieren el enfoque descriptivista di la explicación que ha sido el tema central de un grupo de filósofos ilemitninados positivistas. El positivismo deriva su nombre, y halla sus

77

Page 35: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

78 IA EXPLICACIÓN

raíces, en la publicación de la Filosofía positivista de Auguste Comte, en 1830 La influencia de este filósofo francés pronto se extendió a muchos otros pensadores de diversos campos. Uno de los más importantes positi­vistas tardíos fue el físico y filósofo de la ciencia Ernst Mach, quien a su vez fue el guía espiritual del grupo de científicos y filósofos que constituyó el famoso Círculo de Viena a comienzos del presente siglo. Ha sido la obra de este grupo de pensadores la que, siguiendo a Mach, ha dado al positivismo su formulación hoy clásica. Pueden hallarse resúmenes del punto de vista positivista en la obra de muchos autores contemporáneos. Pero, para mayor claridad y precisión, recurriremos a las palabras del propio Mach. Su perdurable calidad justifica su inclusión aquí. El siguiente ensayo, que hemos adaptado para que sirva a nuestros propósitos, lo hemos extraído de un capítulo sobre los principios formales de La ciencia de la mecánica de Mach (1883). Al leer el análisis machiano deben tenerse presentes los males que su autor trataba de evitar. ¿Cómo podemos evitar las especulaciones místicas en la labor científica? ¿A qué base clara de la observación podemos remitir las disputas? 2

«L A E C O N O M ÍA D E LA C IE N C IA »

1. Es objetivo de la ciencia sustituir, o ahorrar, experiencias mediante la reproducción y anticipación de hechos en el pensamiento. La memoria es más manejable y está más a mano que la experiencia, y a menudo responde a la misma finalidad. La función económica de la ciencia, que llena toda su vida, se nos aparece a primera vista, y con su pleno reconocimiento desaparece en la ciencia todo misticismo. La ciencia se comunica a través de la instrucción, con el fin de que una persona pueda aprovechar la experiencia de otra y se le ahorre tener que acumularla por sí misma, y de ese modo, para que la posteridad no tenga que repetirlas, las experiencias de generaciones enteras se almacenan en las bibliotecas...

2. Al reproducir los hechos con el pensamiento, no los reproducimos en su totalidad, sino que tomamos solamente aquel lado de los mismos que es importante para nosotros, movidos, directa o indirectamente, por un interés práctico. Las reproducciones que de los hechos hacemos son, de invariable manera, abstracciones. También en esto volvemos a observar una tendencia a la economía.

1 Auguste Com te, The Essential Comte: Selections from Couri de Philosof>hir Positive, ed. S.

Andreski, traducción de M. C larke (N u eva York: Barnes Sc N ob le , 1974).

2 Ernst Mach, The Science o f Mechanics, 6* ed. en inglés, traducción de i |. M cCorm ack

(LaSalle, III: O pen C ou rt Publishing Co., 1960), pp. 577-MO, Se him om lildo l.n notua ile

p ie de página.

Page 36: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN 79

Los elementos de que se compone la naturaleza son las sensaciones. Ahora bien, el hombre primitivo empieza por seleccionar determinados compuestos de estos elemen­tos, a saber: aquellos que son relativamente permanentes y que tienen mayor importancia para él. Las primeras y más antiguas palabras son nombres de «cosas». Incluso aquí hay un proceso de abstracción, una abstracción de lo que rodea a esas tosas, y de los pequeños y continuos cambios que experimentan estas sensaciones compuestas que, al carecer prácticamente de importancia, pasan inadvertidos. No existe nada inalterable. Im cosa es una abstracción, el nombre un símbolo, que ir/iresenta a un compuesto de elementos de cuyos cambios hacemos abstracción. La linón por la que asignamos una sola palabra a todo un compuesto es porque necesitamos indicar a la vez todas las sensaciones constitutivas. Cuando, posterior­mente, llegamos a observar la mutabilidad, no podemos al mismo tiempo aferramos a la idea de la permanencia de la cosa, a menos que recurramos a la concepción ilr una cosa en sí, o a cualquier otro absurdo semejante. Las sensaciones no son \ignos de las cosas, sino que, por el contrario, una cosa es un símbolo pensado que irfiresenta una sensación compuesta relativamente fija. Hablando con propiedad, rl mundo no se compone de « cosas» como elementos, sino de colores, sonidos, jni'úones, espacios, tiempos, en resumen: lo que de ordinario llamamos sensaciones individuales.

Toda la operación descrita es un mero asunto de economía. En la reproducción ilr los hechos, comenzamos por los compuestos de mayor duración y que nos son más a maridos, y los complementamos posteriormente con los menos habituales, introdu- i irado correcciones. Hablamos así de un cilindro perforado, de un cubo con bordes tu luiflanados: expresiones que envuelven contradicciones, a menos que aceptemos el /'imlo de vista que aquí se adopta. Todos los juicios constituyen amplificaciones y minri i iones semejantes de ideas que ya están admitidas.

Ü, Al hablar de causa y efecto, darnos arbitrariamente relieve a aquellos rtemm tos a cuya conexión tenemos que atender en la reproducción de un hecho en rl aspecto en que tiene importancia para nosotros. En la naturaleza no existen ni /ri causa ni el efecto. No tiene ésta sino un existencia singular: natura simplex i 'I Las repeticiones de casos iguales en los que A siempre está conectado con B, i i decir, de iguales resultados bajo iguales circunstancias; esto es, nuevamente, la rwncia del nexo de la causa y el efecto: existen, pero existen en la abstracción i/ur Uníamos a cabo con la finalidad de reproducir mentalmente los hechos. De- l?mn\ t/ue un hecho se nos vuelva familiar y ya no exigiremos esta puesta en re­lieve de sus características nexales, nuestra atención deja de sentirse atraída hmia lo nuevo y lo sorprendente, y dejamos de hablar de causa y efecto. Se dice i/iii1 rl calor es la causa de la presión del vapor. Pero cuando ese fenómeno se imm vuelve familiar, pensamos inmediatamente en el vapor con la jrresión que es /•*!»/«« de \u temperatura. Se dice que el ácido es la causa del enrojecimiento de

Page 37: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

80 |j\ EXPLICACIÓN

la tintura de tornasol, pero luego pensamos en el enrojecimiento como propiedad del ácido.

Hume fue el primero que propuso la pregunta: ¿cómo puede una cosa A actuar sobre otra cosa B ? Hume, de hecho, rechaza la causalidad y sólo reconoce una acostumbrada sucesión en el tiempo. Kant observa, correctamente, que el necesario nexo entre A y B no podría desvelarse por la simple observación. Supone una ideao categoría de la mente, innata, un Verstandesbegriff dentro del cual se clasifican los casos de la experiencia. Schopenhauer, que adopta fundamentalmente la misma posición, distingue cuatro formas del «principio de la razón suficiente»: la forma lógica, la física y la matemática, a la que se añade la ley de la motivación. Pero estas formas difieren únicamente en relación con la materia a la que se aplican, que puede pertenecer a la experiencia externa o a la experiencia interior.

La explicación natural y de sentido común parece ser ésta. Las ideas de causa y efecto surgieron originalmente del esfuerzo por reproducir los hechos en el pensa­miento. Inicialmente, el nexo entre A y B, entre C y D, entre F, y F, etc. se considera algo sobradamente conocido. Pero, tras adquirir una experiencia mucho más amplia ■y observar un nexo entre M y N, resulta a veces que reconocemos que M está constituido por A., C y E, y N por R, D F, cuyo nexo era anteriormente un hecho familiar y, en consecuencia, posee una autoridad mayor para nosotros. Esto explica por qué una persona de experiencia considera un acontecimiento nuevo con ojos distintos de los del novicio. La nueva experiencia la ilumina la masa acumulada de la antigua experiencia. Es un hecho, en esas circunstancias, que realmente existe en la mente una «idea» dentro de la cual se incluyen las nuevas experiencias; pero esa idea, a su vez, se ha desarrollado a partir de la experiencia. La idea de la necesidad del nexo causal se crea probablemente gracias a nuestros movimientos voluntarios en el mundo y a los cambios que éstos producen indirectamente, tal como supusiera Hume, aunque Schopenhauer se opusiera a su punto de vista. En gran parte, la autoridad de que gozan las ideas de causa y efecto se debe a que se desarrollan de manera instintiva e involuntaria, y a que somos claramente cons­cientes de no haber contribuido en nada a su formación. Podemos decir, en efecto, que el sentido de la causalidad que poseemos no lo hemos adquirido como individuos, sino que se ha perfeccionado en el curso del desarrollo de la especie. Causa y efecto son, en consecuencia, cosas del pensamiento que tienen una función económica. No puede decirse que surjan. Porque es precisamente mediante la abstracción de las uniformidades como conocemos la pregunta «¿por qué?».

4. En los detalles de la ciencia se pone todavía más de manifiesto su carácter económico. Las ciencias llamadas descriptivas deben darse principalmente por contentas con reconstruir los hechos singulares. Siempre que ello sea posible, las características comunes de muchos hechos se ponen en relieve de una vn flor todas. Pero en las ciencias que están más desarrolladas, las reglas partí til i f construcción

Page 38: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN 81

ilr pan número de hechos pueden concretarse en u n a sola expresión. Así, en vez de observar casos concretos de refracción de la luz, podemos reconstruir mentalmente Unios los casos presentes y futuros, si sabemos que el rayo incidente, el rayo refractadoV la /lerpendicular están situados en el mismo plano y que sen a/ sen B = n. Aquí, ru vez de los numerosos casos de refracción en diferentes combinaciones de materia y bu jo todos los distintos ángulos de incidencia, tenemos que anotar simplemente la ir/fla antes expuesta y los valores den, lo que resulta mucho más fácil. La finalidad nonómica resulta inconfundible en este caso. En la naturaleza no se da ninguna ley de la refracción, sino que se dan únicamente diferentes casos de refracción. La Iry de la refracción es una concisa regla que sirve de compendio y que hemos ideado Imiu la reconstrucción mental de un hecho, reconstrucción que sólo es pardal, es lUcir, que se limita a su aspecto geométrico.

!>. Las ciendas más desarrolladas desde un punto de vista de su economía tu» aquellas cuyos hechos pueden redudrse a unos cuantos elementos enumerables ilr igual índole. Tal la ciencia de la mecánica, en la que nos las habernos cví tusivamente con espados, tiempos y masas. Toda la economía de las matemáticas, furviamente estableada, se pone al servido de estas ciendas. Las matemáticas punten definirse como la economía del cálculo (la economía en el contar). Los n ii wnos son signos de ordenadón que, por mor de claridad y economía, se ordenan ni mi sistema simple. Las operadones numéricas, encontramos, no dependen del tipo i Ir objetos con los que se esté operando y, en consecuenda, se dominan de una vez l<m todas. La primera vez que tengo la ocasión de sumar cinco objetos con otros siete i unito todo el conjunto para conocer la suma. Pero cuando posteriormente descubro (hi* puedo comenzar a contar a partir de 5, me ahorro parte del trabajo y, más mirlante, al guardaren la memoria que 5 y 7 siempre hacen 12, presando totalmente iU contarlos...

Al matemático que sigue sus estudios sin una clara visión de esta cuestión le i milla a veces la incómoda sensadón de que el papel y el lápiz son más inteligentes i/ur rt. Las matemáticas que se siguen como objeto de instrucción de esa manera difícilmente tendrán un valor educativo mayor que el que tendría ocuparse de la I líbala. Por el contrario: inducen una tendencia al misterio que con toda seguridad itniil sus frutos.

(>. También la denda física propordona estos ejemplos de economía de pen- Mimitnto, aunque sean similares a los que acabamos de examinar. Bástenos una hipve rtferenda al efecto. El momento de inerda nos ahorra considerar por separado r iiilti una de las partículas de una masa. Respecto a la fundón de las fuerzas fni\mnos por alto la investigadón, uno por uno, de los distintos componentes de las /Urnas, l,a sencillez del razonamiento que interviene en las fundones de las fuerzas ftiiwlme del hecho de que hubo que llevar a cabo una gran cantidad de trabajo mpittal antes de que fuera posible el descutnimiento de las propiedades de las

Page 39: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

82 I.A EXPLICACIÓN

funciones de la fuerza. La dióptrica de Gauss nos dispensa de tener que considerar por separado las distintas superficies de refracción de un sistema dióptrico y lo sustituye por los puntos principal y modal, ¡ ’ero el descubrimiento de los puntos principal y modal tuvo que ir precedido de una cuidadosa consideración de las distintas superficies. La dióptrica de Gauss simplemente nos ahorra la necesidad de repetir muchas veces esta consideración.

Hemos de admitir, por tanto, que no hay ningún resultado de la ciencia al que, como cuestión de principio, no se hubiera llegado sin ayuda de método alguno. Pero es evidente que, en el breve período de una vida humana y con las limitadas capacidades de memoria, no sería posible conseguir ningún cúmulo de conocimientos digno de tal nombre más que gracias a la mayor economía mental. Así pues, la propia ciencia debe considerarse como un problema mínimo, que consta de la presentación de los hechos más completa posible con el menor gasto posible de pensamiento.

7. La función de la ciencia, tomada en este sentido, es sustituir a la experien­cia. Así, por una parte, la ciencia tiene que mantenerse dentro del ámbito de la experiencia, pero, por otra parte, debe esforzarse por salir cuanto antes de él, en constante espera de confirmación, esperando constantemente la refutación. Y cuando no son posibles ni una ni otra, no es asunto de la ciencia. La ciencia actúa, y lo hace únicamente en el dominio de la experiencia incompleta. Ejemplos de ramas de la ciencia en las que esto ocurre son las teorías de la elasticidad y de la conducción del calor, ambas se adscriben a las partículas de materia más pequeñas y algunas propiedades que la observación aporta en el estudio de porciones mayores. La comparación de la teoría con la experiencia puede extenderse cada vez más, conforme nuestros medios de observación ganan en refinamiento.

La experiencia por sí sola, sin las ideas que se asocian a ella, nos resultaría eternamente extraña. Las ideas que mantienen su validez a través de los más amplios terrenos de la investigación y que complementan la mayor cantidad de experiencia, son las más científicas. El principio de la continuidad, la utilización del cual impregna en todas partes la indagación moderna, se limita a prescribir un modo de concepción que conduce, en el más alto grado, a la economía de pensamiento.

8. Si se sujeta una varilla elástica a un tomo, puede hacerse que la varilla ejecute vibraciones lentas. Estas pueden observarse directamente, pueden verse, tocarse y registrarse gráficamente. Si se acorta la varilla, las vibraciones aumentarán su rapidez y no pueden verse directamente: la varilla presentará a la vista una imagen borrosa. Es un fenómeno nuevo. Pero la sensación del tacto es todavía como en el caso anterior; todavía podemos hacer que la varilla registre sus movimientos, y si conservamos mentalmente la concepción de las vibraciones, todavía podemos anticipar los resultados de los experimentos. Al acortar la varilla toilaxna más, se altera la sensación del tacto: comienza a sonar, con lo'que vuelve a presentarse un

Page 40: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN 83

Itu tímen o nuevo. Pero estos fenómenos no cambian todos al mismo tiempo: sólo i timliia este fenómeno o aquel. Por tanto, la noción de vibración que los acompaña,V que no se limita a ninguno de ellos en concreto, sigue pudiendo aplicarse, sigue \irntlo económica. Aun cuando el sonido haya alcanzado un tono muy alto y las vibraciones se hayan hecho tan pequeñas que los medios de observación anteriores vn no sirven, seguimos pudiendo imaginar con ventaja que la varilla que suena llfiir vil/raciones, y podemos predeár las vibraciones de las líneas oscuras en el nprctro de luz polarizada de una varilla de vidrio. Con la varilla todavía más ni ni tuda, todos los fenómenos pasarán de repente a convertirse en fenómenos nueve is, la concepción de la vibración ya no podría aplicarse, puesto que ya no nos f» «funcionaría un medio de complementar las nuevas experiencias con las anteriores.

Cuando añadimos mentalmente a los actos de un ser humano que podemos l„, i ibir sensaciones e ideas como las nuestras propias, que no podemos percibir, el iibftlo tle la idea que formamos de ese modo es económico. La idea hace que la• s/imnicia nos resulte inteligible; complementa y sustituye a la experiencia. Esta idea mi w considera un gran descubrimiento científico porque su formaáón es tan natural i/ttr todo niño la concibe. Ahora bien, eso es exactamente lo que hacemos cuando imaginamos un cuerpo en movimiento que acaba de desaparecer detrás de una nilnmna, o un cometa, invisible en este momento, que prosigue su desplazamientoV conserva sus propiedades observadas. Lo hacemos así de forma que no nos mprmda su reaparición. Llenamos los huecos de la experiencia con las ideas que ln experiencia sugiere.

'I. Sin embargo, no todas las teorías científicas prevalecientes se han originado ili> modo tan natural y carente de artificio. Los fenómenos químicos, eléctricos y iifiticos se explican mediante los átomos. Pero el artifido mental llamado átomo no ti» formó gracias al principio de continuidad. Por el contrario, es un producto ideado r^ifcinlmente para la finalidad perseguida. Los átomos no pueden perábirlos los

tirios; como todas las demás substancias son cosas producidas por el pensamiento.I lo que es más, a los átomos se les atribuyen propiedades que contradicen los nlnbutos que hasta ahora se han observado en los cuerpos. Por muy bien dotadas i/ur estén las teorías sobre el átomo para reproducir determinados grupos de hechos, W indagador de la física que se haya tomado a pecho las reglas de Newton sólo nHmitirá esas teorías como ayudas provisionales, y tratará de hallar, de un modo mil i natural, algo que las sustituya satisfactoriamente.

l.a teoría atómica desempeña en física un papel semejante al de determinados mnirf/tos auxiliares de las matemáticas: es un modelo matemático para facilitar ln irpmducción mental de los hechos. Aun cuando representamos las vibraciones limitante la fórmula armónica, el fenómeno del enfriamiento por exponenciales, las millas por aladrados de los tiempos, etc., nadie imaginará que las vibraciones en «I miimaft timen nada que ver con funciones circulares; o el movimiento de los

Page 41: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

84 1.A EXPUCACIÓN

cuerpos en caída, con cuadrados. Sencillamente se ha observado que las relaciones entre las cantidades investigadas son semejantes a determinadas relaciones que se dan entre fundones matemáticas conoddas, y esas ideas más familiares se utilizan como medio fádl de complementar la experienría. Los fenómenos naturales cuyas reladones no sean semejantes a las de fundones con las que estemos familiarizados son en la actualidad muy difíáles de reconstruir. Pero el progreso de las matemáticas puede fadlitar la cuestión.

Como ayudas matemáticas de este tipo pueden usarse espades de más de tres dimensiones, como he mostrado en otro lugar. Pero no es necesario considerar a éstos, en vista de ello, nada más que como artifidos mentales.

Otro tanto ocurre con todas las hipótesis que se forman para explicar los fenómenos nuevos. Nuestra forma de concebir la electriddad encaja enseguida con los fenómenos eléctricos, y adopta un curso que nos es familiar, desde el momento en que observamos que las cosas se producen como si fluidos que ejercen atraedón y repulsión se desplazasen sobre la superfide de los conductores. Pero estos recursos mentales no tienen nada que ver con el fenómeno mismo.

Tal como muestra la selección que antecede, muchos de los supues­tos fundamentales de Mach son sorprendentemente semejantes a los de Hume.

En primer lugar, para Mach el material con el que se forma todo conocimiento humano lo constituyen nuestras sensaciones: colores, tonos, olores, etc. La adscripción a este principio le sitúa firmemente en la tradición del empirismo de Locke y Hume. La fórmula para evitar tanto el error como las disputas carentes de sentido sobre las cosas que nunca podemos llegar a conocer, consiste en seguir la huella a nuestras afir­maciones sobre la naturaleza hasta llegar a las sensaciones que hemos tenido.

En segundo lugar, los objetos físicos son simplemente cúmulos de sensaciones y, por tanto, son creación nuestra (ya que somos nosotros quienes «formamos los cúmulos») o, en expresión de Mach, «cosas del pensamiento». Los números son también simples instrumentos organizativos humanos, que hemos extraído inicialmente de determinadas configuracio­nes de sensaciones o cúmulos de sensaciones.

En tercer lugar, la causalidad, lejos de ser una relación real de poder entre los objetos, es meramente la forma abreviada que nos sirve para recordar que determinadas sensaciones, o grupos de sensaciones, han ocurrido en nuestra experiencia pasada antes o después de otros.

En cuarto lugar, el motivo que hay detrás de la ciencia es la economía de pensamiento que hace más fácil la predicción. El proceso de abstracción

Page 42: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN 85

nos permite resumir nuestra experiencia (es decir, nuestras sensacio­nes inmediatas) es útil porque la generalización que implica nos ahorra llrtnpo en la anticipación de lo que va a venir a continuación.

¿Hemos de abandonar la imaginación científica y la teorización espe-• nl.it iva para mantenemos fieles a nuestra experiencia? Mach no ve la menor necesidad de hacerlo si limitamos el uso de la imaginación a lo que1.1 experiencia sugiere. Las leyes son simples resúmenes de las observacio­nes < Id pasado unidas a extensiones plausibles de estas observaciones ai itios que no hemos podido observar. Una vez más, la generalizacióni < onómica es aquí el medio para mejorar la predicción. Obsérvese en losi |emplos que pone el propio Mach las llamadas a la prudencia que éste Im< e en cuanto al uso de teorías, modelos, y de la imaginación científica rn k< neral (tal como el de sus diferentes reacciones respecto al papel de1.1 Imaginación en relación con la vibración por una parte y los átomos por lili >0.

11na explicación adecuada, según Mach, será, así pues, una descripción generalizada y una mejora sobre la descripción de las propias sensaciones individuales, ya que ahorra tiempo. Explicar es recordarnos nuestras ex­cedencias pasadas describiéndolas y permitiéndonos anticipar, o predecir,1.1 experiencia futura.

I I núcleo de la posición de Mach es éste: nuestras teorías, nuestros Ulndclos imaginativos, no tienen por sí mismos ninguna pretensión de< i id,id, de correspondencia con la realidad. Nuestros pensamientos deri- Villi la verdad que puedan contener únicamente de su representación de linesii.i experiencia. No recibimos ni desarrollamos una intuición intelec- liliil, .il margen de la experiencia, que nos revele la realidad. Pensar noi »o lio modo de ver. Meramente sirve, en el mejor de los casos, como modo ile (generalizar lo que de verdad hemos visto con nuestros ojos y aprehen­dido con nuestros demás sentidos. Sin embargo, para algunos positivistas,lii exigencia de que la teorización encuentre sólo su validez en su capacidad de predicción dejaba alguna libertad más a los teóricos. Si una teoría no liei esilaba ser verdad por sí misma, si no necesitaba responder a lai iMÜdad, excepto al predecir, podíamos permitirnos toda clase de teorías,V Indas las entidades que tuviéramos a bien inventar, con tal que nosi lipiria la esperanza de que estuvieran justificadas por su capacidad de piedlcrión y su economicidad. Estaban permitidos los vuelos de la imagi- n.n ión, siempre y cuando recordáramos no tomarlos en serio al margen de mi éxito en la predicción.

I'lcrrc Duhem resume de la manera siguiente el punto de vista de las leí ii las positivistas y su relación con la experiencia:

Page 43: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

86 1A EXP1.K ACIÓN

Así, una teoría verdadera no es una leoría que ofrezca una explica­

ción de una apariencia física de acuerdo con la realidad; es una teoría

que representa, de m odo satisfactorio, un grupo de leyes experimentales.

Una teoría falsa no es un intento de explicación basado en supuestos

contrarios a la realidad; es un grupo de proposiciones que no están de

acuerdo con las leyes experimentales. El acuerdo con el experim ento es

el único criterio de la verdad para una leoría física 5.

Hay que hacer explícita otra implicación más de la visión positivista, a saber: que la explicación, la descripción y la predicción no se relacionan meramente en el significado. Antes bien, la explicación y la predicción se definen ambas en términos de descripción. La explicación es una descrip­ción generalizada: descripción de toda una clase de acontecimientos, y la predicción es, simplemente, la descripción de un acontecimiento futuro. A veces nos sentimos tentados de pensar que una explicación nos lleva a hacer predicciones. Obsérvese, sin embargo, que en opinión de Mach una explicación constará de predicciones. Será la descripción de una clase de hechos, algunos de los cuales todavía no han ocurrido. Las predicciones no son, en ese caso, las pruebas de la adecuación de una explicación, como una parte de la propia explicación. Decir que el agua hierve a 100 grados centígrados es un resumen de la experiencia pasada y una predicción respecto a hechos futuros. Se explica por la teoría molecular cinética sólo hasta el punto en que dicha teoría aporta unas descripciones más generales de una clase de fenómenos entre los que se cuenta el de la cocción del agua. El punto de vista positivista nos recomienda al efecto que modifi­quemos el uso que hacemos de algunos de estos términos clave de la ciencia. El positivista afirma que, sea cual fuere el significado que asigne­mos al término explicación, más allá del de «descripción generalizada», no hará sino confundirnos, tentarnos a ir más allá de lo que podemos justi­ficar, e inducirnos a- pervertir e interpretar mal los propios métodos de la ciencia.

5 P ierre Duhem , TheA im and Slruclure o f Physical Theoiy, 2a ed., 1914, traducción d e Ph ilip

W ien er (Princeton , Nueva Jersey: P rinceton U niversity Press, 1954), pp. 20-21. Esta obra, al

igual que la de Mach, es un h ito en la literatura de la filoso fía de la ciencia. D uhem expone,

de m anera clara y persuasiva, la esperanza, que com parte con los positivistas, (le que las

teorías científicas hallen aceptación o rechazo universal liberándolas de la dependencia de

determ inadas posiciones on to lóg iras. (S in em bargo, en m uchos aspectos Duhem no fue un

positivista. Su posición es com p leja y llena de fuerza, y merece atención por derech o p rop io ,

resistiéndose sin duda a toda fácil clasificación .)

Page 44: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN 87

l'.l fenomenalismo: respuesta positivista «iule el escepticismo

I I escepticismo de Hume. Hume creía que sus argumentos (véase el capítulo III) conducen al escepticismo. No nos recomienda que dejemos de pensar, peí o estaba convencido de que nuestro pensamiento resulta ser una especie de sentimiento» más que una fuente de conocimiento. ¿Ypor qué

iicia tal cosa? Vamos a utilizar el siguiente diagrama para clarificar la punición a la que Hume dirigía sus ataques y para introducir algunos leí minos nuevos y útiles. Cuando experimentamos algo — como por ejem­plo que está nevando en el exterior— podríamos describir lo que sucede lie este modo:

(Nosotros----- tenemos----- -percepciones-----(nuestra (blancura y movimientosmente) hacia abajo de

blancura, etc.)

ii, de manera más general:

La mente----- tiene----- percepciones------ de----- la realidad

l os argumentos más convincentes en favor de la exactitud de este dlngtama son que: 1 ) normalmente consideraríamos que la nieve es una ti nlldad independiente de las percepciones que tenemos de ella, es decir: ijiie de hecho estaría nevando aunque nosotros no lo percibiéramos, y 2 ) lu que realmente vemos, o percibimos, son cosas tales como motas de liliincura, movimiento descendente, etc., que son cualidades que atribui- imn a la nieve, pero que, al fin y al cabo, son simples sensaciones que (encinos.

Ahora bien, ¿qué podemos contestar cuando alguien nos pregunta ionio es la nieve en sí y al margen de las percepciones que tenemos de i lliir' Ya no podríamos decir: «pues bien: es blanca y desciende», ya que i iM* son referencias a nuestras percepciones. Nuestro interrogador desea mIici cómo es la nieve con independencia de estas percepciones. Obsérvese que cuta pregunta puede formularse de acuerdo con las teorías de la i nircHpondencia y la coherencia de la verdad, que hemos expuesto en el i iiplluln III. Podríamos preguntar cómo sabemos que nuestras percepcio- m n responden a la realidad.

l a i espuesta tradicional de los oponentes de Hume, los racionalistas, i i.i que Habernos de la existencia de esas realidades por medio de nuestra

- -de-----nieve(la cosa real

que hay detrás de nuestras percepciones)

Page 45: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

88 LA EXPLICACIÓN

razón y no por medio de nuestros sentidos mudables. Existía amplio acuerdo entre racionalistas y empiristas en cuanto a que las sensaciones tales como la rojez son subjetivas y no están en el objeto mismo, pero muchos racionalistas pensaban que algunas cualidades (como por ejemplo las cualidades universales tales como ocupar un lugar en el espacio y desplazarse en éste) eran propiedades reales independientes de los obje­tos, y que esto podía conocerse mediante la razón.

Hume no tenía interés en discutir sobre la clase de entidades que existían «realmente ahí afuera». A los argumentos de este tipo se los denomina ontológicos, porque se refieren al «ente, o ser tal como es en sí» (del griego ontos = ente, ser). Pensó que este tipo de polémicas eran inútiles, puesto que ni la razón ni los sentidos podían tener acceso a esas realidades. Si todo lo que nos es conocido son nuestras propias percepcio­nes, ninguna cantidad de percepciones podrá decirnos lo que hay detrás de ellas. Y tampoco puede servirnos aquí de nada la razón, que es un mero manipulador de la percepción.

La argumentación de Hume concierne a la epistemología, o a la teoría del conocimiento. A la pregunta «¿qué podemos conocer?» contesta di­ciendo: «tan sólo nuestras percepciones». Pero una respuesta así parece llevarnos a afirmar que no es posible ningún conocimiento ontológico. Podríamos decir que nunca podríamos ir más allá de una percepción delo blanco y llegar a un conocimiento de la nieve misma4. Y asimismo podríamos concluir que nunca podemos pasar al otro lado de nuestras percepciones, o de nuestras experiencias, y alcanzar ningún tipo de cono­cimiento de lo que hay detrás de ellas. Hemos visto un ejemplo de esta conclusión escéptica en la exposición que hace Hume de la causalidad. Según él, por muchas repeticiones de una secuencia de percepciones que tengamos, éstas nunca justificarán que hagamos afirmaciones ontológicas sobre causas existentes en la naturaleza.

Positivismo y escepticismo. Hemos descrito el positivismo como escuela de pensamiento que se ocupa del conocimiento científico descriptivo. Mach tenía el empeño de liberar a la ciencia de las especulaciones meta-

1 Podem os sentir la tentación de salir de este d ilem a a firm ando: «Sabem os que ia nieve

es agua helada que re fle ja la lu í, lo que exp lica la percep c ión d e su blancura, y a la vez es

una realidad que está detrás de nuestras percepcion es». P e ro H u m e nos recordaría que un

térm ino tal com o helada se d e fin e a su vez co m o m era co lecc ión d e p e rcep c ion es Habríam os

hecho en consecuencia que la discusión se desplazase a ntrat percepciones, pero iln duda

no habríamos ido más allá do las percepcion es en gencm l.

Page 46: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN 89

II tli a.s. Mientras que originalmente metafísica significaba el estudio del ser5, |< it a Mach y los restantes positivistas se había convertido en un término

expresaba rechazo y que aludía a especulaciones carentes de toda base rii l.i experiencia. Quería liberar a la ciencia, no con el fin de destruir la posibilidad del conocimiento, sino para permitir que siguiera adelante con ni 111 nción de adquirir conocimientos. Pero aquí nos encontramos con un ptohleina primordial. ¿No obligaba a Mach su acuerdo general con Hume a las »ntmri.v escépticas conclusiones que éste se vio impelido a adoptar? Si, como dice Mm li. el fundamento de la ciencia son las sensaciones, ¿cómo podemos llc^ir a desarrollar un conocimiento ontológico, es decir, un conocimiento iti las realidades que explican el hecho de que tengamos determinadas snmuc iones? La posición que Hume y Mach adoptan en relación con lo ijiir podemos saber parece haber negado la posibilidad de que tengamos tu leso al mundo real.

Ixi doctrina del fenomenalismo. Mach y otros muchos positivistas estaban |f|im de aceptar el escepticismo de Hume. Hallaron un modo de evitar tal nthilusión modificando el diagrama que hemos considerado antes, en »i'Kiiimiento de la teoría del filósofo británico George Berkeley.

1 ,a teoría de Berkeley, a la que se denomina fenomenalismo, está de límenlo en que de lo único de lo que somos conscientes son las percep- i limes. Pero Berkeley argumenta que no necesitamos hacer afirmaciones mitológicas respecto a la supuesta fuente de nuestras percepciones6. Supongamos que, en vez de ver las relaciones que intervienen en el nmocimiento como

La mente----- tiene-----percepciones-------de----- la realidad

H'li.n cirios nuestra imagen del conocimiento de la manera siguiente:

La mente----- time----- percepciones

Realidad

' Metafísica es e l nom bre que un tem prano recop ilador, A n drón ico d e Rodas, d io a la

ntiiii ilc Aristóteles sobre «p rim era filo so fía ” . Véase R ichard M cK eon , The Basic Works o f

t i iihitlr (N n rva York: Raiu lom Ilou se , 1941). p. xviu.

" Si se i|iiiere leer una defensa sistemática de esla postura, consúltese cualquiera de las «Iii-i ulnas dr (leor^c Berkeley siguientes: A Trm tisr Conceming Ihe Principies o f Human

A iioWnfjp, 1710 (liuliaiiiipolis: HiihbvMtnill, lí).r>7), o 77|rer Dialogues Between Hylas and

l'hihiHim, 171Ü (IndlunApolis: Hnblis-Mrrrill, 1ÜB4).

Page 47: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

90 LA EXPLICACIÓN

Dentro de esta forma de ver las cosas, ya no hay que pretender que nuestras percepciones representan la realidad o las produce una realidad que existe detrás de ellas. En vez de ello, las percepciones, junto con la mente que las tiene, son la realidad. La fuerza del fenomenalismo consiste en que interpreta el mundo como cognoscible por el hecho de que tengamos acceso directo a nuestras percepciones. Ya no hay una realidad respecto a la que meramente esperamos que esté representada por nues­tras percepciones, pero a la que no podemos observar directamente. ¿Cómo es realmente la silla en la que estamos sentados? Bien, es marrón, quizá, dura, hecha de madera. Ah, pero esas son sólo las percepciones que tenemos de ella. Con una luz distinta dejaría de ser marrón. Para una hormiga será sin duda menos lisa de lo que nos parece a nosotros. Así, al margen de cómo nos parezca que es, ¿cómo es? Berkeley propone que esta serie de preguntas, que parece razonable, no lo es. Carece de sentido. La silla es un conjunto de sensaciones, a la que ponemos una denominación por conveniencia y economía, y eso es todo lo que es. Existir significa percibir o ser percibido.

A quienes objetan que de esta manera no hemos localizado la causa de las percepciones, Mach les contestaría que el concepto de causa es una mera abstracción humana que se extrae de las secuencias de nuestra percepción. Lo único que pasa es que el diagrama incorrecto que trazamos antes nos induce a forjar la creencia de que seguir buscando las causas que hay detrás de nuestras percepciones tiene sentido o vale la pena.

El relativismo, amenaza para el fenomenalismo

La doctrina fenomenalista, según la cual nuestras percepciones son la realidad, trata de desterrar la distinción que hemos hecho entre cuestiones ontológicas y cuestiones epistemológicas. Las preguntas sobre «qué pode­mos saber» y «qué es lo real» tienen la misma respuesta: nuestras percep­ciones. Si esa visión no encierra ningún error grave, proporciona, para el positivista, una sólida alternativa al escepticismo. Pero, desgraciadamente, hay un obstáculo importante del que tratar antes de que el fenomenalismo pueda servir de gran cosa para el positivista. Recordemos que Mach y otros positivistas temen las intrusiones de la especulación metafísica en la inda­gación científica. ¿Por qué? Una razón principal es que los positivistas creen que las discusiones metafísicas no pueden decidirse mediante públi­co debate. Todos parecemos tener nuestras propias opiniones metafísicas, y no existe método para llegar al acuerdo con todos Ion demás. Ksto

Page 48: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN 91

i < indure al relativismo, aquella situación en laque la verdad parece relativa i Im supuestos previos de cada persona, sin que haya medio de llegar a i inmenso. Es una ironía que la doctrina fenomenalista, que podría servir it luí* positivistas para evitar el escepticismo, parezca ella misma sumamente |i|<i|H<nsa a convertirse en relativista. No necesito ser escéptico en relación mu mis propias percepciones: carece de sentido decir que me equivoco i Mundo veo el cielo teñido de color salmón hacia el oeste, pero es bastante

que otra persona no vea ese mismo color salmón.V n i no estamos de acuerdo, no hay forma humana de resolver la

dhpuia. De hecho, ¿tiene siquiera sentido resolverla? Si recurrimos a una Ii-ii et.t persona que haga de árbitro en nuestra disputa, quizá mi oponente " ' plr su afirmación de que realmente no ve el tono rosa que cree que i *M viendo, pero yo estoy totalmente seguro de que veo exactamente el tono■ ilmnn que he dicho.

it lomo podemos interpretar que la ciencia, que exige la respetabilidad ili Ion experimentos y, como mínimo, un amplio acuerdo entre los par- 11« l|iiiuies, se base en una norma tan efímera y subjetiva como las percep-> lunes sensoriales de los individuos? Semejante punto de vista parece ser i tino, en cuanto descripción de cómo se llega al acuerdo en la ciencia, a Irt Vr/ que peligroso si se considera que ésa es la manera en que la ciencia ililit llegar al acuerdo. Los fenomenalistas han intentado explicar de dltruM* formas la universalidad y uniformidad de los fenómenos (soslayan* iln ile ese modo la amenaza del relativismo), sin recurrir al supuesto mito til' luí objetos «reales» que hay detrás de los fenómenos. El propio Berkeley liivn ijiie recurrir a una concepción de Dios como perceptor racional que, rtl 'lucrar que exista un conjunto de percepciones bien ordenado, hace )iiiillile que todos nosotros veamos ese mismo orden. En el capítulo III VllliiiN que Kant era del parecer de que la estructura de nuestras mentes |il'i|H»i< iona constancia e intersubjetividad en relación con algunas de las i Iiw 'h de percepción más necesarias7.

11 positivista que abraza el fenomenalismo ha de resolver dos proble­m a diferentes, ambos relacionados con la cuestión del relativismo. Tene- niui. en primer lugar, el problema de la uniformidad de nuestras percep-i lunes o de cómo podemos estar seguros de que la naturaleza es uniforme. I'udrmos saber si nuestras percepciones se repetirán en el futuro con

' l*iu una serie tic razones, Kant n o fue un fenom enalista. Por ejem plo, creía que, para

•I* I' im lliu ilo i Unes, necesitamos postular la existencia de realidades más allá d e la expe-

• *•■111 ln N i) (ilisia iltr, debta a lle ik r ley muchas ideas relativas a la índo le de nuestra

«»jii ilriK i» l'niomínlca

Page 49: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

92 LA EXPLICACIÓN

pautas fiables? De no ser así, ¿cómo podremos justificar nunca hacer predicciones basadas en la experiencia pasada? En segundo lugar, tenemos que asegurarnos de la universalidad de nuestras percepciones, es decir, de nuestra capacidad para estar de acuerdo unos con otros sobre lo que percibimos, aun cuando las sensaciones parezcan variar considerablemen­te de una persona a otra.

El problema de la uniformidad. Cuando se intenta dar cuenta de la uniformidad de la naturaleza se llega a apreciar de nuevo la importancia del principio de la causalidad al* que Hume dirige sus ataques. Un cono­cimiento de las causas en la naturaleza podría proporcionar conocimiento de fuerzas uniformes en curso que producen efectos naturales. Esto podría infundirnos confianza en que el futuro, en líneas generales, sea igual que el pasado. Pero los fenomenalistas, siguiendo la crítica de Hume, no creen que poseamos ese conocimiento. ¿Cómo puede aceptarse, en consecuen­cia, la uniformidad de la naturaleza? Implícitamente hemos visto la varie­dad de respuestas que se da a esta pregunta en las respuestas a Hume que consideramos en el capítulo III. Cabe mantener, como hiciera Hume, que la creencia en la uniformidad de la naturaleza es un sentimiento, más que una conclusión que se sostiene racionalmente. Según esta opinión no necesitamos buscar razones para creer en la uniformidad, puesto que creemos en ella con independencia de la razón. No necesitamos justificar tal creencia como no necesitamos justificar que nos gustan los helados de chocolate. Ambas aficiones son, en última instancia, cuestión de natural sensibilidad. Pero, aunque este enfoque parece eliminar la necesidad de justificación de la creencia en la uniformidad, coloca tan gran losa de no- racionalidad en la fundamentación de la explicación científica que a pocos científicos les resultará cómodo adoptarlo.

La alternativa kantiana consiste en ver la uniformidad de la naturaleza (es decir, la predecibilidad de determinados tipos de percepción persisten­tes) como reflejo de la estructura ordenadora de la mente. Para nosotros, el mundo siempre será causal, dice Kant, porque nuestra mente no puede literalmente pensar en nuestras percepciones de ningún otro modo. Aun cuando este enfoque distingue el pensamiento del sentimiento, en vez de mezclarlos, como hiciera Hume, su plausabilidad depende de la idoneidad de la argumentación kantiana, según la cual existen realmente esas estruc­turas mentales.

La teoría de Kant es atractiva como punto de partida para quienes quieren evitar, tanto el subjetivismo de la teoría de Hume de la «creencia como sentimiento» como, en el polo opuesto, la aliiinm lói) del conocí*

Page 50: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN 93

mirtilo <le la realidad que pudiera existir detrás de la percepción humanai Independiente de ésta.

Mach, en la sección 3 de la selección que hemos citado antes en el |in n-Tite capítulo, se mostraba de acuerdo con Hume y con Kant sobre la |iiuprnsión humana a afirmar la uniformidad de las relaciones causales sin ittlnpiar explícitamente ninguna de las alternativas que representan los dos (•rimadores citados:

Podemos decir, en efecto, que el sentido de la causalidad que

poseemos no lo hemos adquirido com o individuos, sino que se ha

perfeccionado en el curso del desarrollo de la especie. Causa y efecto

son, en consecuencia, cosas del pensamiento que tienen una función

económica. N o puede decirse por qué surgen. Po iqu e es precisamente

mediante la abstracción de las uniform idades com o conocem os la pre­

gunta «¿por qué?».

(«Jui/á el científico en ejercicio sólo necesite llegar hasta este punto en *>i Indagación relativa a la uniformidad. Cabría que dijera: «Busco unifor- mldiidcs en la naturaleza (tanto si la naturaleza la constituyen mis percep- ilititm como si son las “realidades” que pueda haber detrás de esas per- >• pilones) aceptando tal indagación como la propensión normal de la mi me i ientífica indagadora. Dejo para los filósofos de la ciencia la labor ili • laborar una justificación para semejantes supuestos».

|)e hecho, identificando el uso del principio causal al que nos hemosii leudo como el supuesto de la uniformidad de la naturaleza, ErnestNagel ili r que los científicos en ejercicio van adelante y, con justificación o sini llii, establecen el supuesto:

No obstante, la búsqueda real de la ciencia teórica en los tiempos

modernos se d irige hacia determ inados objetivos, uno de los cuales los

formula el principio de la causalidad... es difícil entender cóm o sería

posible para la ciencia teórica m oderna abandonar la idea general que

expresa ese principio sin transformarse eo ipso en algo d iferente, sin

comparación, con lo que esa empresa realmente es 8.

H problema de la uniformidad parece representar un cruel dilema l<<uu quienes intentan que la explicación científica tenga sentido. Si cree- iiiik i oii Mach que todos los conocimientos que podamos tener en relación mu la naturaleza proceden de la experiencia, pareceremos en este punto

iMuml NilRrI, T h t Structurt o f Stirncr (N ueva York: H arcourt, Brare and W orld , 1961),

(i WH

Page 51: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

94 LA EXPLICACIÓN

incapaces de proporcionar justificación ninguna de las causas naturales, ni de ninguna otra característica de la naturaleza que nos haga confiar en la continuidad de ningún tipo de uniformidad. Si, por otra parte, seguimos buscando la justificación para esperar que sigan existiendo las uniformi­dades en la naturaleza, tendremos que hacerlo defendiendo nuestro co­nocimiento de ella frente al escepticismo de Hume, y ello puede requerir el abandono de la confianza exclusiva en la experiencia como fuente de conocimiento.

El problema de la universalidad v la doctrina de lo dado. La experiencia sensorial parecía a los positivistas sumamente adecuada para proporcionar las bases objetivas, imparciales, a una ciencia liberada de especulaciones metafísicas y subjetivas. El ideal es responsabilidad directa para los hechos de la experiencia sensorial. Estos datos de los sentidos deben ser los mismos para todos nosotros, y no verse afectados por la teoría. Mach concede que, en nuestra investigación de la experiencia, seleccionamos aquello que más nos interesa, con lo que afectamos a los resultados. Insiste, sin embargo, en que, en la buena práctica científica, no deben verse nuestras hipótesis como algo que afecta a la realidad de nuestra experiencia. Son los hechos los que tienen que determinar la verdad científica.

¿Tiene sentido decir que existe en nuestra experiencia sensorial algo «dado», no teórico y universal (es decir, suficientemente intersubjetivo)? ¿Existen hechos irreductibles, primarios, simples e indiscutibles? Los crí­ticos del positivismo dicen que no existen y que cuando los positivistas dan por supuesto que podemos confiar sin más en los hechos a este ni­vel básico, se muestran ciegos ante la interacción real entre teorías y hechos y ante la importancia de las teorías en general. La cuestión, para exponerla con sencillez, está de la manera siguiente. Los positivistas, con el fin de encontrar una base para el amplio acuerdo que la ciencia necesita, tienen que afirmar que algunas sensaciones se dan en todos nosotros de manera semejante. Lo cual significa que necesitamos hechos duros y fríos. Pero si no disponemos de esos hechos dados universales, si la visión que tenemos de los hechos se encuentra siempre vinculada a algún supuesto previo o interviene en ella alguna teoría, parece vano apelar a «los hechos»o a «las sensaciones» tan sólo por mor de la universalidad que la ciencia necesita. Y si el positivismo no puede justificar universalidad ninguna en la explicación científica, quedará condenado al relativismo que tanto temía.

¿Cómo podemos decidir si existen o no hechos dados r indiscutibles —observaciones innegables— en relación con nuestras sensaciones capa*

Page 52: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN 95

i t u de resolver las disputas científicas? Se ha propuesto que si ese algo dadoi ulule, tendríamos que poder decidir entre dos teorías contrapuestas ii|iel,mdo a los hechos. Esto es: si se comprueban las teorías exclusivamente ni función de que representen o no leyes experimentales, y si esas leyes

Mi meros resúmenes de la experiencia pasada y futura, los experimentos i|!ir ponen de manifiesto esas experiencias nos permitirán decidir entre lii* distintas teorías, razón por la cual esos experimentos, si es que existen, (Hi ed en llamarse experimentos cruciales.

Kn la selección que incluimos a continuación, Irving Copi examina la iiientión de los experimentos cruciales“.

Pudiera, parecer que, dado un problema determinado, todo lo que hay que hacer1 1 establecer todas las hipótesis pertinentes y llevar a cabo una serie de experimentos unciales para eliminar todas menos una. La hipótesis superviviente será entonces In respuesta», y estamos ya en condiciones de pasar al problema siguiente. Pero

ninguna opinión podría resultar más errónea.Va hemos hecho la observación de que formular y descubrir las hipótesis

fMtlnrntes no es un proceso mecánico, sino un proceso creativo: hay hipótesis que nn eslían del genio para ser descubiertas. Se ha observado que los experimentos> mi tules quizá no siempre son posibles, ya sea porque no pueden deducirse de las hl/iiUrus alternativas consecuencias diferentes observables o porque carecemos de la iDl'iititlad para organizar las circunstancias experimentales en las que habrían de manipularse las diferentes consecuencias. En este momento deseamos señalar una illpi ii liad teórica que cala más a fondo en el programa con el que queremos decidir mhr hipótesis contrapuestas mediante experimentos cruciales. Puede sernos útil lllishar nuestra exposición mediante un ejemplo bastante sencillo. Un ejemplo de hnhn conocido es el de la forma de la Tierra.

I n ¡a Grecia antigua, los filósofos Anaxímenes y Empédocles mantenían que Iti l ima es plana, opinión próxima al sentido común que todavía tenía sus adeptos tu In Edad Media y en el Renacimiento. Cristóbal Colón insistía, sin embargo en yin In Tierra es redonda o, por mejor decirlo: esférica.

I !iin de los argumentos de Colón era que, cuando un barco se aleja de la orilla, ni pinte superior sigue siendo visible a un observador situado en tierra mucho ibspues de que su parte inferior haya desapareado de la vista. Nicolás Copémico mi /»vi» una versión algo diferente de esta misma argumentación en su tratado Deii inltiliotiibiis orbium caelestium, que hizo época. En la Sección I I del Libro I ile dicha obra, que lleva por título « Que la Tierra también es esférica» presenta

* Iiv Imh Ckipl, In trm lurtif»! In l/ ig ir, S* <■<!. (N ueva York: Marm illan, 1968), pp. 400-406;

M' mullen la» lió la « ilr p ir de página

Page 53: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

96 LA EXPLICACIÓN

una serie de argumentos que tienen por finalidad establecer la verdad de tal opinión. De entre los muchos que allí se exponen citamos el siguiente:

Qtie los mares adoptan forma esférica perdbenlo los navegantes. Pues cuando aún no puede divisarse tiara desde la cubierta de un navio, es en cambio visible desde lo alto del mástil. Y si, al alejarse un barco, átase una antorcha en su tope, parecerá a los observadores situados en tierra que su luz desciende paulatinamente hasta desaparecer por entero, cual celeste cuerpo en su ocaso.

Para derídir de entre estas dos hipótesis contrapuestas sobre la forma de la Tierra, podríamos considerar lo que antecede como la descripción de un experimento crucial. El esquema general es claro. De la hipótesis según la cual la Tierra es plana, Hp, se sigue que el barco habría de perderse gradualmente de vista, pues ni su mástil ni su cubierta seguirían siendo visibles tras haberse desvanecido la otra parte. De la hipótesis de la esfericidad terrestre, se sigue en cambio que, si un barco va desapareciendo gradualmente de la vista, su espiga seguirá siendo visible cuando la cubierta ya haya desaparecido. El fundamento racional que aquí interviene puede muy bien representarse con los siguientes dibujos:

» 1 * *

a

La figura a representa la situación que se daría si fuese verdad Hp. Está claro que si la Tierra fuese plana, no habría razón alguna para que una parte del barco desapareciese de la vista antes que otra. La figura b representa la situación correspondiente a 11,. Al alejarse el barco, la curvatura de la tierra se interpone entre éste y el observador, impidiendo la visión de la cubierta mientras que sigue siendo visible el mástil. En ambos casos, los rayos de luz que van desde la embarcarían hasta el observador se representan por líneas punteadas. Se ha realizado el experi­mento, se observa atentamente el barco que se aleja y se comprueba que el tope del mástil sigue en efecto siendo visible una vez que la cubierta ha desapareado. Puede que nuestro experimento no haya demostrado la verdad de H,., cabe admitirlo, pero sin duda habrá establecido la falsedad de H p. T enemas con él un ejemplo tan claro de experimento crucial como es posible obtener.

Sin embargo, el experimento que hemos descrito no es crucial. Es por completo posible aceptar los hechos observados y seguir manteniendo que la Tima es plana. El experimento time un valor considerable corno prueba, prm no r\ decisivo. No r\

Page 54: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN 97

iiii nal porque las diversas predicciones comprobables no se deducían únicamente de ln\ hipótesis expuestas H p y I I e, sino de ellas y además de la hipótesis adicional ¡Ir que la luz se propaga en línea recta. Los dibujos muestran claramente que híc Mi/iuesto previo adicional es esencial para la argumentación. El hecho de que hi i ubierta desaparezca antes de que lo haga el mástil no puede deducirse únicamente tlt 11 ,. sino que requiere la premisa añadida de que los rayos luminosos siguen un i uno rectilíneo (H r) . Y que la cubierta no desaparezca antes de que lo haga el mástil un puede deducirse únicamente de Hp, sino que requiere la misma premisa añadida: que los rayos luminosos siguen un curso rectilíneo (H r). Esta última argumentación fiunle formularse de la manera siguiente:

La Tierra es plana (H p).

Los rayos luminosos siguen un curso rectilíneo (H r).

Luego la cubierta del barco que se aleja no desaparecerá de la vista antes

de que lo haga el mástil.

He aquí una argumentación perfectamente buena cuya conclusión se observa i/ur c\ falsa. Sus premisas no pueden ser ambas verdaderas; al menos una tiene que ¡a plisa. ¿Pero cuál de ellas? Podemos mantener la verdad de la primera premisaII,,, w deseamos rechazar la segunda: I I r. La segunda premisa, al fin y al cabo, ni» r\ una verdad lógica, sino una afirmación contingente que fácilmente puede nmirbirse como falsa. Si adoptamos la hipótesis contraria de que los rayos luminosos iiffiini una trayectoria curva, cóncava hacia arriba (H c), ¿qué se seguirá de ello i orno conclusión? Podemos inferir aquí la negación de la conclusión de la anterior m Alimentación. De Hp y Hc se sigue que la cubierta de un barco que se aleja iltuifiarecerá antes de que desaparezca el tope de su mástil. Las siguientes figuras limitan el razonamiento aquí implicado:

l'.n esta figura, a representa la situación que se produce cuando un barco está u n a ile la orilla, mientras que b muestra al barco alejándose. La tierra (a pesar ile \n plana) impide la vista de la cubierta, mientras que el mástil sigue estando vhihlr. También los rayos de luz de este diagrama se representan por medio de líneas (milIradas, pero en este caso son cunias, en vez de rectilíneas. Se realiza el mismo fs/iriimmto: la cubierta desaparece antes que el mástil, y el hecho observado es

Page 55: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

98 IA EXPLICACIÓN

perfectamente compatible, con este grupo de hipótesis en el que se incluye la hipótesis Hp, la que afirma que la Tierra es plana. El experimento, en consecuencia no es crucial en relación con Hp, puesto que esa hipótesis puede mantenerse como verdadera con independencia del resultado del experimento. (Esta ilustración me la sugirió inicialmente mi colega el profesor C. /.. Stevenson.)

La cuestión es que cuando intervienen hipótesis de un nivel bastante alto de abstracción o de generalidad, no es posible deducir ninguna predicción observableo comprobable directamente a partir de una sola de ellas. Han de utilizarse como premisas todo un grupo de hipótesis, y si los hechos observados son distintos de los predichos, al menos una de las hipótesis del grupo es falsa, pero no hemos estableado cuál de ellas incurre en error. Un experimento puede ser crucial al mostrarlo insostenible de un grupo de hipótesis. Pero el grupo en cuestión contendrá por lo general un número considerable de hipótesis, y la verdad de cualquiera de ellas puede mantenerse ante cualquier resultado experimental, por «desfavorable» que sea, mediante el simple expediente de rechazar cualquier otra hipótesis del grupo. Una conclusión que a menudo se extrae de estas consideraciones es que ninguna hipótesis singular puede someterse nunca a un experimento crucial.

... incluso si limitamos nuestra atención a hipótesis teóricamente significativas, y no invocamos nunca ninguna hipótesis ad hoc, ningún experimento resulta nunca cruáal para una sola hipótesis, ya que las hipótesis sólo son comprobables en grupos. La limitación que aquí establecemos sirve para arrojar luz, una vez más, sobre el carácter sistemático de la ciencia. El progreso científico consiste en cons­truir teorías cada vez más adecuadas para explicar los hechos de la experiencia. Es sin duda cierto que resulta valioso reunir o verificar hechos concretos aislados, puesto que la base última de la ciencia es fáctica. Pero la estructura teórica de la ciencia se desarrolla de una manera más orgánica. En el reino de la teoría, son posibles el progreso poco a poco, los avances consistentes en dar un solo paso a la vez., pero únicamente dentro del marco de un cuerpo de teoría científica que goce de aceptación general. El concepto de que las hipótesis científicas, las teorías o las leyes, tienen un carácter totalmente discreto e independiente, es una visión ingenua y atrasada.

Sin embargo, el término « experimento crucial» no es inútil. Dentro del marco de la teoría científica aceptada que no tenemos interés por cuestionar, se puede someter una hipótesis a un experimento crucial. Si se obtiene un resultado negativo, es decir, si deja de produárse algún fenómeno que quepa predecir sobre la base de una hipótesis singular dudosa, junto con partes aceptadas de la teoría científica, el experimento es crucial y la hipótesis es rechazada. Pero este procedimiento no tiene nada de absoluto, pues incluso las teorías científicas que gozan de buena aceptación pueden cambiarse ante el hallazgo de pruebas nuevas que las contradicen. l,a ciencia no es monolítica, ni en su práctica ni en sus fines.

Page 56: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN 99

Quizá la lección más importante que hemos aprendido de la discusión que precede sea la importanáa para el progreso científico de sacar a la luz del día los

\upuestos previos ocultos». La propagación de la luz en línea recta se daba por \upuesta en la argumentaáón de Colón y en la de Copémico, pero era un supuesto nnilto. Dado su carácter oculto, no hay ninguna posibilidad de examinar esos supuestos de manera crítica ni de decidir de modo inteligente si son verdaderos o fabos. El progreso se consigue muchas veces formulando explícitamente un supuesto que se mantenía oculto y rechazándolo después de examinarlo. Un importante y espectacular ejemplo de esto se produjo cuando Einstein puso en tela de juicio el supuesto, aceptado universalmente, de que siempre tiene sentido decir que dos monte cimientos pueden ocurrir al mismo tiempo. Al considerar cómo podía un observador descubrir si dos acontedmientos distantes se habían producido «a l mismo tiempo-', Einstein llegó a la conclusión de que dos acontecimientos podían ser simultáneos para algunos observadores mientras que no lo eran para otros, según el jm nto en el que se encontraran y la veloádad con la que se desplazaran en relación ion los acontecimientos en cuestión. E l rechazo del mencionado supuesto condujo0 lu 'l eona Especial de la Relatividad, que constituyó un formidable paso hacia ln explicación de fenómenos tales como los que revelaba el experimento de Michelson- Morley. Es evidente que un supuesto tiene que ser reconocido antes de que pueda fume/se en tela de juicio. Tiene por tanto una tremenda importanáa en la ciencia formular explícitamente todos los supuestos pertinentes de cualquier hipótesis y no permitir que ninguno de ellos se mantenga oculto.

Si se acepta la argumentación de Copi, el ideal de un conjunto de aplicaciones basadas en la pura observación, no teóricas, tendrá que ser .tli.mdnnado. Si estamos de acuerdo con él, la naturaleza ha de describirse tínicamente dentro del contexto de un conjunto de compromisos al que, Maniendo el uso aceptado, podríamos denominar marco conceptual. Lo1 Miil significa que el acuerdo sobre qué explicaciones científicas han de im plarse dependerá en parte de los supuestos previos y las teorías que tu • piemos. Pero esto parece llevarnos en diferente dirección de la seguida pin Mach, quien mantiene que, excepto por economía, puede prescindirse d> las teorías en favor de la pura observación.

Kincsi Nagel, filósofo de la ciencia contemporáneo al que hemos i Iludo anteriormente, resume así las críticas que se dirigen a la exclusiva iiprlm lón del positivismo a los hechos:

C om o cuestión de hecho psicológica, los datos sensibles elementales

no son la materia prim a de la experiencia, a partir de la cual se

coiiNtruyen nuestras ideas com o se construyen las casas a partir de

Page 57: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

100 IA EXPLICACIÓN

ladrillos inicialmente aislados. Por el contrario, la experiencia sensorial

es norm alm ente una respuesta a configuraciones de cualidades y rela­

ciones complejas, aunque no analizadas, y esa respuesta suele implicar

el ejercicio de hábitos de interpretación y de reconocim iento que se

basan en creencias e inferencias tácitas, que una sola experiencia m o­

mentánea no puede garantizar. De acuerdo con esto, el lenguaje que

■ . norm alm ente utilizamos, incluso para describir nuestras experiencias

inmediatas es el lenguaje común de la comunicación social, en el que

se hallan incorporados supuestos y distinciones que tienen su cimenta­

ción en una amplia experiencia colectiva, y no un lenguaje cuyos

significados supuestamente se fijan por referencia a átomos de la sen­

sación sin interpretación conceptual.

A veces, en condiciones esmeradamente controladas, es posible en

efecto identificar cualidades simples que nuestros órganos sensoriales

aprehenden de manera directa. Pero esa identificación suele ser el

punto de llegada de un proceso deliberado de aislamiento y abstracción,

a m enudo difícil, que se em prende con fines analíticos, y no hay pruebas

que demuestren que las cualidades sensoriales se perciban com o símbo­

los atómicos, excepto com o resultado final de un proceso com o el

expuesto. Y lo que es más: aun cuando bauticemos esos productos

llamándolos datos sensibles, y aun cuando pongam os distintas etiquetas

a distintas clases de datos semejantes, el uso y el significado de esos

nombres no puede establecerse excepto por m edio de instrucciones

para instaurar procesos en los que manifiestamente intervienen activi­

dades corporales. En consecuencia, los significados de los términos que

atribuimos a los datos sensoriales sólo pueden entenderse si damos por

sentadas las distinciones y los supuestos previos que utilizamos en nues­

tro com ercio con los objetos de la experiencia en bruto. Así pues, en

efecto, esos términos sólo pueden utilizarse y aplicarse com o parte del

vocabulario del sentido común. En resumen: el «lengua je» de los datos

sensibles no es un lenguaje autónomo, y nadie hasta ahora ha consegui­

do construir un lenguaje t a l10.

Está claro, por lo que antecede, que hay filósofos de la ciencia que van a polemizar con la tesis positivista de que la explicación es simplemente la descripción general. Si la descripción de los hechos no puede hacerse sin asumir compromisos teóricos, los esquemas y hábitos explicativos que estas teorías proporcionan difieren, en importantes sentidos, de la descrip­ción, y son previos a la misma. Puede que queramos seguir insistiendo en que la explicación lleva implícita la descripción, pero también trataremos

10 N agcl, The Stmcture o f Science, pp. 121-122.

Page 58: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EXPLICACIÓN Y DESCRIPCIÓN 101

ilc- hallar qué más implica. Por ejemplo, los esquemas explicativos o marcos< niLceptuales pueden incluir una estructura lógica que añadir a la simple descripción machana. Estas nuevas preguntas sobre la estructura lógica de l.t explicación científica, y cuanto en ellas se contiene que no cabe deno­minar mera descripción, pueden interesar, tanto al teórico que rechaza el positivismo como incorrecto cuanto al positivista al que preocupan, y en mnsecuencia interesan, las características añadidas que distinguen la ex­piración de una descripción de experiencias sensoriales. Los no positivistas lindarán buscando nuevas fuentes de conocimiento aparte de los resúme­nes y observaciones. Los positivistas tratarán de demostrar que todo cuanto lii explicación contenga además de la descripción atañe sólo a la estructura llrl conocimiento y no a su contenido. Seguirán insistiendo en que el inntenido se deriva exclusivamente de las observaciones.

1.a posibilidad de que la estructura lógica de las explicaciones cientí- 11« .is concurrentes sea de crucial importancia en la elección de la mejor ilr ellas ha llevado a prolongados debates entre los filósofos de la ciencia. I n estos últimos años, una visión particular de la estructura de las expli- i tic iones ha sido objeto de muchas polémicas. En el capítulo V conside-l litem o s esta propuesta, a la que en cierto modo puede considerarse un enriquecimiento de los conceptos de explicación que ya hemos contem­plado y, en otros sentidos, quizá sea una alternativa a estos conceptos.

I redirás complementarías

E dw ards, P a u l, ed.: The Encyclopedia of Philosophy. Nueva York: Collier M.u millan Publishers, 1967.

K1 artículo dedicado a Mach (vol. 5, pp. 115-119), cuyo autor es Peter Alrxander, es un ejemplo de lo que puede hallarse en esta importante ulna. Ofrece una buena descripción de Mach como científico y como filosofo, aporta una exposición clara de sus opiniones y, al igual que enl.i mayoría de los artículos, incluye una bibliografía.

M ises, R ic h a rd v o n : Positivism: A Study in Human Understanding. Nueva York: (ieorge Braziller, 1956.

liste libro constituye un excelente planteamiento del positivismo ma­duro. Su introducción ofrece una clara exposición de la argumentación tlrl libro en su conjunto. Se resume con claridad cada una de las secciones numeradas de la obra.

Page 59: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

104 I A KXI'1.11 A C IÓ N

objeciones a las teorías, que hemos expuesto, constituyen para algunos de ellos una importante razón para intentar una vía diferente.

Hasta ahora hemos expuesto teorías que sitúan las explicaciones en relación con aquello a lo que se refieren (causas de fenómenos). En resumen: por su contenido. Una alternativa prometedora y que ha gozado de gran predicamento, sobre todo en estos últimos decenios, ha consistido en centrarse en la estructura lógica de las teorías. Una de las razones para mirar en esta dirección la sugería la conclusión del capítulo IV: si nuestras observaciones dependen siempre en parte de la previa aceptación de muchos supuestos y si estos supuestos encajan en redes a las que llamamos teorías, la explicación de las observaciones tendrá que depender de la fiabilidad de estas redes. Una característica importante de estas redes es el modo en que sus elementos se relacionan lógicamente entre sí y cómo se relacionan lógicamente con las leyes experimentales y con las observa­ciones. Es probable, en consecuencia, que la estructura lógica de una red teórica nos diga algo sobre su idoneidad.

La estructura lógica de las explicaciones parece también importante cuando consideramos aquello para lo que nos gustaría que nos sirviesen éstas. Cuando se da explicación a un fenómeno solemos contar con que aprenderemos algo que antes no sabíamos respecto a la relación que existe entre el fenómeno en cuestión y cualquier otra cosa: leyes, otros fenóme­nos. Supongamos, por ejemplo, que queremos una explicación de la aparición de un arco iris. Es de suponer que decir que se trata de un arco multicolor que aparece en el cielo no equivale a explicarlo. En ese sentido, puede decirse que ya sabemos todos de qué se trata. Lo que esperaríamos aprender es qué clase de cosa es, y también querríamos llegar a saber lo bastante sobre la manera en que esa clase de ente se comporta, de manera que fuéramos capaces de predecir cuándo va a aparecer de nuevo, o al menos cuándo es probable que aparezca. Esperaríamos aprender (lo que nos recuerda lo expuesto sobre la causalidad) qué es lo que hace que se produzca el arco iris. Pues bien: ¿qué clase de información nos sería útil al respecto? Supongamos que nos dicen que el arco iris es un espectro de refracción que se produce cuando los rayos luminosos procedentes del sol se reflejan y se separan por la presencia de gotitas de agua en la atmósfera. Esta explicación nos ofrece, al parecer, tres trozos de información: 1) nos dice lo que es el arco iris (un fenómeno de refracción); 2 ) señala una serie de condiciones que deben darse para que se produzca el fenómeno en cuestión (gotitas de agua, rayos de luz), y 3) parece remitirnos implícita­mente a una ley (las gotitas influyen en la luz. en una serie de maneras generales). Además, todos estos elementos parecen innecesarios si han de

Page 60: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 105

i miiplirse nuestras esperanzas. Sin la identificación del arco iris como lt nnmeno de refracción no sabemos a qué ley remitirnos. Sin condiciones iiillrt edentes, la ley no encuentra aplicación ninguna. Sin la ley no puede itl entenderse el arco iris como ejemplo de un fenómeno general, ni hay M/ón alguna para esperar que se vuelva a presentar en un momento hit uro.

¿Qué relación lógica existe entre la constatación de que se observa el ni o iris, y otros elementos de la explicación? Que esa relación tiene i iHitder deductivo parece claro Si contamos con las condiciones antece­dentes adecuadas (gotitas de agua y rayos de sol en una determinada M'l.tnón de unas con otros), la ley «garantiza» la aparición del arco iris.

t ,.i idoneidad de la explicación que antecede (al contestar las preguntas< liamos pidiendo una explicación) indica que: 1 ) el carácter lógico de una i aplicación es la clave de su idoneidad y 2 ) la característica crucial de este< >n M ler lógico es una relación deductiva entre las leyes y las condiciones illllrt rdenles, como premisas, y el fenómeno que debe explicarse, como mui limón. Esta teoría de la explicación se denomina modelo deductivo- iiiiinológico (nomológico significa «referente a las leyes») o modelo de la ley 11* i'obertura

1 I ..i deducción y su com p lem en to opuesto, la inducción , son las dos form as alternativas

>li< ln* que nos servimos en nuestra argum entación para pasar de las premisas a las conclu-

■Imiii * I ,.i inducción p roced e desde lo particular a lo más general, o desde lo que se conoce

|ml experiencia previa al presen te o al futuro. P o r ejem plo: un zapato cae al suelo; la tierra

i l.t lim.i se atraen rec íprocam ente, y dos grandes masas en libre suspensión muestran la

|<i ■ tr it i'b de una fuerza de atracción; debem os pensar, en consecuencia, que todas las masas

........II»lilas hacia todas las demás masas. La deducción procede en el sentido contrario: de

I" KCnrlal a lo más particular. Por e jem p lo : la prim era ley d e la term odinám ica afirm a que

1 1 i iilm k propaga d e un ob jeto más ca lien te a o tro más fr ío . Si tenem os un d ía fr ío de

liivli i no y una casa caldeada, podem os sacar la conclusión de que la tem peratura de la casa

......... . y que el espacio que la rodea se calentará de acuerdo con e l ca lor p e rd ido po r

Iri 1 iltuI 4A inducciones im plican un salto que se salva con la fe , ya que no han p od ido observarse

11Hlim li is detalles. P o d e m o s inducir que todos los cisnes son blancos po rqu e lo son todos

■4i111411le3n que hem os ten ido ocasión d e ver. P ero esa inducción en particular, que se utilizó

lililí luí t iem po en los m anuales d e lógica, resultó falsa cuando se descubrió una variedad

il f i lunes negros. l.as deducciones, por otra parte son necesarias desde el punto de vista

lo^li i> Su único punto débil en potencia es que las premisas de las que se parte sean falsas.

Illtii ■ In flicc ión no ex ige que lus premisas sean verdaderas, sino sólo que la conclusión se

n#n ilc l.ii premisas (si éstas son verdaderas, tam bién lo es la conclusión ).

‘ liiillb léri te Ir llama m od e lo h lpotético-deductivo, cuando se qu iere hacer hincapié

i i i une Lid pirmlmts *<m liipó lrs is sugeridas por la experiencia .

Page 61: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

106 Ij\ EXPLICACIÓN

Aun cuando el modelo de la ley de cobertura lo han propuesto muchos pensadores, entre los que se cuenta John Stuart Mili en su System of Logic (1843), su exposición más sucinta está contenida en un ensayo muy leído de Cari Hempel y Paul Oppenheim. Incluimos aquí únicamente la primera parte de dicho ensayo tal como se publicó originalmente 3.

«E S T U D IO S SOBRE LA LÓ G IC A D E LA E X PLIC A C IÓ N »

1. Introducción. Explicar los fenómenos que se producen en el mundo de nuestra experiencia, responder a la pregunta «¿por qué?», en vez de hacerlo sólo a la pregunta «¿qué?» es uno de los objetivos primordiales de toda indagación racional, y la investigación científica en sus diversas ramas, especialmente, trata de ir más allá de la mera descripción de su materia, al proporcionar una explicación de los fenómenos que investiga. Mientras que reina un acuerdo bastante general sobre el principal objetivo de la ciencia, existen considerables diferencias de opinión en cuanto a la fundón y las características esenciales de la explicación científica. En el presente ensayo haremos un intento de arrojar alguna luz sobre estas cuestiones mediante un estudio elemental del esquema básico de la explicación científica, al que seguirá un análisis más riguroso del concepto de ley y de la estructura lógica de los argumentos explicativos...

E S TU D IO E L E M E N T A L D E I A E X P L IC A C IÓ N CIEN TÍF ICA

2. Algunos ejemplos. Se sumerge rápidamente un termómetro de mercurio en agua caliente, y se produce un momentáneo descenso de la columna de mercurio al que sigue un inmediato ascenso. ¿Cómo puede explicarse este fenómenof El aumento de la temperatura afecta sólo, en primer lugar, al tubo de vidrio del termómetro, que se dilata y deja mayor espado al mercurio que hay en su interior, con lo que desdende la superficie que presenta. Pero, tan pronto como la conducáón del calor hace que el aumento de temperatura llegue hasta el mercurio, éste se dilata, y dado que su coeficiente de dilatación es considerablemente mayor al del vidrio, se produce una subida del nivel del mercurio. Esta exposidón consta de afirmaciones de dos clases. Las.de la prime)a clase indican determinadas condidones que se dan con anterioridad al fenómeno que ha de explicarse o simultáneamen te con él. Las denominaremos, para resumir, condiciones antecedentes. En el ejemplo que estamos considerando, entre las condiciones antecedentes tenemos, el hecho de que el termó-

3 Carl G. H em p el y Paul O pp en h eim , «Studies in the Ix ig ic o f Explanation », Philouifthy

of Science 15 (1948 ): pp. 135ss. La parte 3" d e este ensayo, que n o se incluye «q u (, presenta

un in ten to m ucho más deta llado de elaborar las con d ic ion e» form ule* di' la explicación.

Q u ienes estén fam iliarizados con la lógica sim bólica podrán sai ai provecho de su lectura

Page 62: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 107

influí consta de un tubo de vidrio parcialmente lleno de mercurio, y que dicho tubo ic \umerge en agua caliente. La segunda clase de afirmaciones expresa determinadas Iryes generales. En nuestro caso, se cuentan entre ellas las leyes de la expansión latinen del mercurio y del vidrio y la constatación de que la conductividad térmica ilil vidrio es reducida. Los dos conjuntos de afirmaciones, si se formulan de manera intratada y completa, explican el fenómeno a considerar: implican las consecuencias •Ir (fue el mercurio primero descenderá y luego subirá. Así pues, el acontecimiento tlrl que estamos tratando se explica al incluirlo dentro de leyes generales, es decir, mostrando que se ha producido de acuerdo con dichas leyes, en virtud de darse ilrtrrminadas condiciones antecedentes específicas.

Vamos a considerar otro ejemplo. Para un observador que va en una barca de . irmn\, la parte del remo que está debajo del agua parece doblarse hacia arriba. El fruómmo se explica por medio de leyes generales —principalmente por la ley de la Hpilición y aquella que establece que el agua es un medio más denso, desde el punto •Ir tlista óptico, que el aire— y haciendo referencia a determinadas condiciones HHlnrdmtes: en especial los hechos de que parte del remo está en el aire y otra parte ilrnlro del agua, y que el remo es prácticamente un trozo de madera recto. En miímemenda, una vez más, se interpreta que la pregunta «¿por qué ocurre este fitulmeno?» significa: «¿según qué leyes generales y en virtud de qué condiciones HUlnrdmtes se produce el fenómeno en cuestión?».

Hasta ahora nos hemos limitado a considerar exclusivamente acontecimientos [Insulares que se producen en un tiempo y lugar determinados. Pero la pregunta /¡(mi qué?» puede hacerse asimismo en relación con las leyes generales. Así, en

irliiciiin con el último ejemplo, cabría que preguntáramos: ¿por qué la propagación •Ir tu luz obedece a la ley de la refracción ? La respuesta de la física clásica recurre h In leona ondulatoria de la luz, es decir, afirmando que la propagación de la luz n un fenómeno ondulatorio de un determinado tipo general, y que todos los (miUnrnos ondulatorios de ese tipo siguen la ley de la refraedón. Es dedr, que la• 'libración de una regularidad general consiste en incluirla dentro de otra regula-• nliiil más amplia, que obedece a una ley más general. De modo semejante, la validez •Ir la Iry de la caída libre de los cuerpos cerca de la superfiáe terrestre, fonnulada finí llalileo, puede explicarse dedudéndola de un conjunto de leyes más amplias,<i \nhri: las leyes de Nmiton referentes al movimiento y su ley de la gravitación, junto• i ni algunas constataciones sobre determinados hechos, como el de la masa v el radioi Ir Iii lim a.

' I I esquema básico de la explicación científica. Vamos a extraer ahora ultfii mis características generales de la explicación dmtífica a partir de los casos que ¡o aliamos de utilizar como ejemplos. Dividimos una explicación en dos elementos nin\litulivos principales: el cxplanandum y el explanans. Entendemos por rs/ilaiiantlum la oración que describe el fenómeno que ha de explicarse (no el

Page 63: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

108 LA EXPLICACIÓN

fenómeno mismo), y por expíanans la dase de las oradones que se aducen para dar cuenta del fenómeno. Tal como hemos observado anteriormente, el explanans cae dentro de dos subclases: una de ellas contiene determinadas oradones C¡,Ck que expresan determinadas condiciones antecedentes; la otra es un conjunto de oraciones Lj, L2,..., L* que representan leyes generales.

Para que una explicadón propuesta sea sólida, sus elementos constituyentes han de satisfacer determinadas condidones de adecuación, que cabe dividir en condicio­nes lógicas y empíricas. Para la exposidón que sigue, bastará con formular estos requisitos de una manera ligeramente más vaga; en la parte I I I presentaremos un análisis más riguroso y una reformuladón más precisa de estos criterios.

I. Condiciones lógicas de la adecuación

(R l) El explanandum ha de ser consecuencia lógica del explanans. Dicho de otra manera: el explanandum debe dedudrse lógicamente de la información que contiene el explanans, pues de otro modo el explanans no constituiría base adecuada para el explanandum.

(R2) El explanans ha de contener leyes generales, y éstas deben ser realmente necesarias para derivar de ellas el explanandum. No haremos sin embargo condidón necesaria de una explicadón sólida que el explanans contenga al menos una afirmadón que no sea una ley; pues, por mencionar una sola razón, querríamos seguramente considerar como explicación la derivadón de las regularidades generales que rigen el movimiento de las estrellas dobles a partir de las leyes de la mecánica celestial, aun cuando todas las afirmaciones que contiene el explanans sean leyes generales.

(R3) El explanans tiene contenido empírico, es decir, debe ser capaz, al menos en principio, de comprobación mediante experimentación u observación. Esta condición está implícita en. (R l), puesto que si se da por supuesto que el explanandum describe un fenómeno empírico, de (R l) se sigue que el explanans entraña al menos una consecuencia de carácter empírico, y este hecho le confiere comprobabilidad y contenido empírico. Pero este punto merece mención especial dado que... determinados argumentos que se han ofrecido como explicaciones en las ciencias naturales y en las sociales violan tal requisito.

II. Condición empírica de la adecuación

(R4) Las oraciones que constituyen el explanans deben ser verdad. Es evidente que, en una explicadón sólida, las afirmaciones que constituyen el explanan* han de satisfacer una serie de condidones de corrección fáctica. Pero podría resultar más adecuado estipular que explanan* debe vn\r fon firmado en

Page 64: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 109

sumo grado mediante todas las pruebas pertinentes de que se disponga, más que ser verdadero. Pero esta condición nos lleva, sin embargo, a consecuen­cias embarazosas. Supongamos que un determinado fenómeno se hubiera explicado en una etapa anterior de la ciencia por medio de un explanans que se hallara firmemente sustentado por las pruebas de las que se dispusiera a la sazón, pero cuya confirmación se hubiera visto negada en sumo grado por hallazgos empíricos más recientes. En tal caso, habríamos de decir que, originalmente, la forma en que se daba cuenta del fenómeno era una explicación correcta, pero que dejó de serlo más tarde, al descubrirse pruebas en contrario. Esto no parece estar de acuerdo con el sano uso común, que nos lleva a decir que, sobre la base de la limitada evidencia inicial, la verdad del explanans y, en consecuencia, la solidez de la explicación, habían resultado bastante probables, pero que las pruebas de mayor amplitud de las que en la actualidad se dispone hacen altamente probable que el explanans no fuese cierto, y que, por tanto, la forma en que se daba cuenta del fenómeno en cuestión no era una explicación correcta, ni nunca lo había sido. (Deberá llamarse la atención sobre un punto, y ponerse un ejemplo al respecto, en relación con los requisitos de la verdad de las leyes...)

Algunas de las características de una explicación que se han indicado hasta il Hora pueden resumirse en el siguiente esquema:

Observemos al respecto que este mismo análisis formal, incluidas sus cuatro tundiciones necesarias, se aplica a la predicción científica tanto como a la explica- tutu l.tt diferencia entre una y otra es de carácter pragmático. Si se da E, es decir,ii itihemus que se ha producido el fenómeno que E describe y se nos proporciona a nmtinuación un ademado conjunto de afirmaciones C,, Ck, L,, L2,..., I,„luihltimtis de una explicación del fenómeno. Si se dan estas últimas afirmaciones, t w deriva E con anterioridad a que se produzca el fenómeno que describe, hablamos i le predicción, ¡'odiemos decir, en consecuencia, que una explicación no es totalmente

C,, C2,..., Ck Exposiciones de condiciones antecedentes

l v V - -> I ', Leyes Generales

Explanans

I)eflucción lógica

^E Descripción delfenómeno empírico Explanandum a explicar j

Page 65: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

110 IA EXPLICACIÓN

adecuada a menos que su explanans, si se tiene en cuenta a tiempo, habría podido servir de base para predecir el fenómeno que estamos considerando. Por tanto, cuanto se diga en este artículo, en relación con las características lógicas de la explicacióno de la predicción, será de aplicaüón para ambas, aun cuando sólo se imndone una de ellas.

Es esta fuerza de predicción en potencia lo que da su importancia a la explicación científica. Sólo en la medida en que seamos capaces de explicar los hechos empíricos podemos alcanzar el principal objetivo de la investigación científica, esto es: no limitamos a registrar los fenómenos de nuestra experiencia, sino aprender de ellos, al basar en los mismos generalizaciones teóricas que nos permitan anticipar sus nuevas apariciones, y controlar, al menos en alguna medida, los cambios que se producen en nuestro entorno.

Sin embargo, muchas explicaciones que se ofrecen habitualmente, sobre todo en el discurso precientífico, carecen de este carácter profético. Así, podemos explicar que un coche volcó en la carretera «porque» reventó uno de sus neumáticos cuando el coche marchaba a gran velocidad. Está,claro que, sólo con la base de esta infor­mación, no podía haberse predicho el acédente, puesto que el explanans no proporciona leyes generales explícitas que permitan realizar la predicción, ni tampoco expone adecuadamente las condiciones antecedentes que habrían sido necesarias para la misma. Puede ilustrarse este mismo punto haciendo referencia a la opinión de W. S. Jevon de que toda explicación consiste en señalar una semejanza entre hechos, y que en algunos casos este proceso puede no requerir que se haga referencia a ley ninguna y «quizá no implique más que una simple identidad, como cuando explicamos la aparición de estrellas fugaces mostrando que son idénticas a porciones de un cometa». Pero es evidente que esta identidad no proporciona una explicación del fenómeno de las estrellas fugaces, a menos que demos por supuestas las leyes que rigen el desarrollo del calor y la luz como efecto de la fricción. La observación de semejanzas sólo tiene valor- explicativo cuando implica al menos una referencia tácita a leyes generales.

En algunos casos, argumentaciones explicativas incompletas, tales como las que aquí ponemos de ejemplo, suprimen parte del explanans por la sencilla razón de su «obidedad». En otros casos, parece existir implícito el supuesto de que, aun cuando las partes que falten sean obvias, el explanans incompleto podría cuando menos, realizando el esfuerzo adecuado, complementarse hasta hacer posible la derivación estricta del explanandum. Este supuesto puede justificarse en algunos casos, como cuando decimos que el terrón de azúcar ha desaparecido <■porque« se ha metido en el té caliente, pero no se cumple en muchos otros casos. Así, cuando determinadas peculiaridades de la obra de un artista se explican romo consecuencias de un determinado tipo de neurosis, esta observación puede contener claves signi­ficativas, pero por lo general no proporciona una liase sufii lente pata 11 na potencial

Page 66: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 111

fnnlimón de esas peculiaridades. En este tipo de casos, puede considerarse una nfdnadón incompleta como indicadora de una correlación positiva entre las ton iliciones antecedentes que se alegan y el tipo de fenómeno que quiere explicarse,* ivmo indicadora de la dirección en la que podría proseguirse la investigaüón con fl /ni (le completar la exposición explicativa.

Al tipo de explicación que hasta aquí hemos venido considerando suele lUmmtinársele explicación causal. Si E describe un acontecimiento determinado, /•urde decirse que las circunstancias antecedentes que se describen en las oraciones• i, ( ¡y.....Cv « causan» conjuntamente el acontecimiento, en el sentido de que se'l‘in determinadas regularidades empíricas, que se expresan por medio de las leyesI i, l.y..... I que implican que, cuando se dan condidones del tipo que indicanI i, ( Ck, tendrá lugar un acontecimiento del tipo que se describe en E. A las »limaciones tales como L,, L2, I que establecen relaciones generales y sin nirfinón entre características especificadas de determinados acontecimientos, suele ilmuini liárselas leyes causales o deterministas. Se las distingue de las llamadas leyes ulmlisticas, las cuales establecen el aserto de que, a largo plazo, un porcentaje 'hiei un nado de todas los casos en los que cumplen un conjunto de condiciones dado, i ¡i acompañado de un acontecimiento de una clase determinada que se especifica.I tritus casos de explicación áentífica conllevan la « inclusión» del explanandum ilmhii de un conjunto de leyes algunas de las cuales, al menos, son de carácterII indi\tieo. El análisis de la estructura lógica peculiar de ese tipo de inclusión implica /iiiiMemas especiales y difíciles. En el presente ensayo nos limitaremos a examinar rl h/ni de explicación causal, que ha conservado su importando en grandes sectores i Ir lll unida contemporánea, e incluso en algunas áreas en las que una exposición niifi adecuada requiere remitirse a leyes estadísticas.

¿Nos ha obligado el uso del modelo de la ley de cobertura simplemente t \ nlvci a la tesis del capítulo III? ¿Es otro modo de volver a adoptar el Hihirpto de causa como núcleo del significado de la explicación? En un «■■millo, sí. I Iempel y Oppenheim afirman que el procedimiento deductivo |i|iipin < iona una explicación causal. Ahora bien, obsérvese con atención lu i|iie quieren decir por «causa» en su análisis. Estamos autorizados a decir i|iie un acontecimiento lo causa una condición antecedente cuando las li vía afirman que dicho acontecimiento se producirá siempre que la i niidiriún esté presente. En comparación con la serie de formulaciones del |H Iik Ipio de causalidad que hemos considerado en el capítulo III, esta ilrlltilción es relativamente débil. Una condición antecedente no necesita li lil í ningún «poder» para producir el acontecimiento, o al menos no m i eultamos saber de un poder semejante para identificarla como causa. I'iiiii que la consideremos c ausa, la condición antecedente sólo necesita

Page 67: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

1 1 2 LA EXPLICACIÓN

preceder con regularidad al acontecimiento, y la ley que se aplica es la afirmación de la regularidad de la relación.

Si queremos insistir en una idea fuerte del nexo causal — una idea que identifique el poder de la causa que produce el efecto— deberemos optar por saber más, por «ver con más profundidad las cosas» de lo que afirma el modelo de la ley de cobertura. Es ésta una de las razones por las que los positivistas se han mostrado a menudo a favor de dicho modelo. Afirmarán que es la estructura de la explicación, mientras insisten en que las leyes de cobertura mismas son meras generalizaciones de la expe­riencia.

El atractivo del modelo de la ley de cobertura es grande porque puede hacerse que sea coherente con una postura positivista o con una visión de la explicación basada en la causa formal. El positivista puede aducir que, aun cuando el modelo se haga extensivo al significado de la explicación más allá de la descripción, las leyes de cobertura en sí siguen siendo resultado de las descripciones. Sin embargo, quienes abogan por el punto de vista de la causa formal interpretan que las leyes de cobertura tienen más fuerza que los resúmenes descriptivos y que, en consecuencia, propor­cionan la espina dorsal para un sistema de explicaciones estricto desde el punto de vista lógico.

Hempel y Oppenheim defienden dos tesis que, cuando se combinan, conducen a un resultado interesante. La primera de ellas es que la con­clusión ha de ser una consecuencia lógica de un conjunto de afirmaciones verdaderas, lo que significa que tiene que haber un nexo necesario entre las condiciones antecedentes y la conclusión, tal como afirma la ley que se cita en la explicación. ¿Pero llegamos a saber de la existencia de ese nexo necesario? Según la segunda tesis, no. Esta segunda tesis es que nuestro conocimiento lo es únicamente de regularidades de observación. De­fenderíamos esta tesis mostrándonos de acuerdo con los empiristas en que todo nuestro conocimiento procede de la experiencia, y con Hume cuando dice que la experiencia nunca proporciona pruebas de un nexo necesario.

Cuando se combinan la tesis primera y la segunda, el resultado es que no puede saberse en realidad que ninguna de las explicaciones propuestas sea una explicación. Puede sonar extraño, pero no es más que otro modo de decir que la ciencia no puede estar nunca segura de haber alcanzado la verdad. Puede hacer aún progresos hacia explicaciones, reuniendo más y más fenómenos bajo el paraguas de las leyes posibles con aplicaciones cada vez más amplias.

En cierto modo, el modelo de la explicación científica qur se basa en

Page 68: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 113

l.i ley de cobertura halla sus orígenes en Euclides y Descartes. La geometría eticlidiana es un modelo basado en la deducción rigurosa, que comienza por unos pocos axiomas (comparables a las leyes de cobertura) y pasa de uhí a ampliar estos axiomas conviertiéndolos en múltiples teoremas de geometría plana, con el solo auxilio de las leyes de la lógica. En un sentido, Indos los teoremas están «contenidos» en los axiomas desde el principio,luí vez de añadir información, el sistema deductivo se limita a hacer

\explícitas, mediante definiciones y cadenas de argumentos, las consecuen- i i;is que se siguen del contenido de los propios axiomas. Los lógicos llaman .i tales argumentos analíticos, lo que significa que la sucesión de teoremas procede, no de la adición de nuevos axiomas ni de la realización de experimentos, sino de analizar el contenido de los axiomas originales. En i uanto modelo para la ciencia, este ideal del sistema deductivo no exige i|iie se abandone la experimentación. Exigiría que los resultados experi­mentales no se conviertan en parte de una ciencia hasta que se establezca el nexo con un sistema de axiomas explicativos.

Descartes, tal como observamos en el capítulo III, hacía hincapié en el carácter formal (matemático/lógico) de la explicación y soñaba con una fínica — en rigor con toda una ciencia natural— que fuese tan rigurosamen­te deductiva como la geometría de Euclides. Cabe interpretar la ley de co- hertura como expresión moderna de ese sueño. De hecho el modelo ha itd(|iiirido tan amplio reconocimiento en los últimos años que muchos de *ns comentadores se refieren a él simplemente como «exposición standard» de la explicación científica, e incluso para quienes lo encuentran inade- i nado, ha proporcionado el punto inicial del debate durante cuatro de- i enios.

Los positivistas creían que su análisis de la explicación tenía gran Importancia práctica inmediata para los científicos. Ante todo, evitaría que eiios buscasen respuestas a cuestiones inexistentes y que tolerasen respues­ta «pie exigiesen adscribirse a un sistema metafísico u otro. También los i ¡msalistas recomiendan su posición porque dicen que ayudan al científico práctico mostrándole dónde buscarlas explicaciones (matemáticas, entida­des mecánicas, o lo que quiera que sugiera el hincapié que se haga en una de las cuatro causas aristotélicas). ¿Existe una importancia práctica que i oí responda al modelo de la ley de cobertura? Sus proponentes contesta- i.m sin duda afirmativamente. Entenderla nos aporta un «cuadro» lógico ipie refleja a toda una ciencia y el grado de progreso que hasta el momento h.i alcanzado. Las cadenas deductivas aportan una visión de diversos niveles de leyes, que van desde las leyes «fundamentales», de carácter universal, plisando por las leyes experimentales, hasta los fenómenos de los que la

Page 69: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

114 IA EXPLICACIÓN

ciencia afirma ofrecer una última explicación. La atención a sus demandas nos conducirá a buscar nexos deductivos entre las leyes y nos incitará a buscar relaciones entre las leyes de una ciencia y los fenómenos de otra. A buen seguro, podría argüirse, es importante mostrar la ciencia como sistema hipotético-deductivo, ya que el sistema presenta la clara relación lógica que existe entre diversos niveles de leyes y entre leyes y aconte­cimientos. Puede demostrarse por ejemplo, que las leyes experimenta­les de un campo científico estudiado a fondo son las consecuencias deductivas de leyes más generales. Hacer que una ley experimental encaje en un marco mayor, mostrando el lugar lógico que ocupa en el mismo, es algo a lo que se llama justificación de la ley. El practicante de la cien­cia siempre está buscando este tipo de marcos lógicos para las leyes científicas.

Crítica del modelo de la ley de cobertura

La justificación y el descubrimiento en ciencia. El modelo de la ley de cobertura ofrece una clara explicación de cómo se justifican las leyes. Las justificamos deduciéndolas de leyes de cobertura. Al concluir la sección anterior ob­servábamos que los defensores de este modelo confieren gran importancia práctica a este punto fuerte. Sin embargo, sus críticos señalan que necesi­tamos saber más sobre la explicación que el mero hecho de que sirva de justificación para las leyes experimentales. La nítida y ordenada disposición en que se nos presentan las leyes experimentales y teóricas tal como las presenta la teoría de la ley de cobertura difícilmente refleja la práctica real de la investigación. En un primer curso de ciencia de laboratorio, los experimentos pueden presentarse con claridad, con la importancia de los resultados que se anticipan ya establecida (como confirmación de un conjunto de leyes experimentales dentro de ún contexto de supuestos previos). Pero cuando se lleva a cabo una investigación original, las cosas presentan un aspecto mucho menos ordenado, como comprenderemos claramente si somos conscientes de que los avances trascendentales de la investigación suelen suscitar interrogantes acerca de qué supuestos son válidos y cómo han de interpretarse los resultados.

Para dar cuenta de esta diferencia entre aprender e\ corpus de la ciencia y hacer ésta, muchos filósofos de la ciencia contemporáneos han estableci­do la distinción entre la lógica de la justificación y una posible lógica (o forma) de los descubrimientos. No está claro que exisla un procedimiento lógico que sea el mejor para descubrir leyes y teorías aceptables, aun

Page 70: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 115

< iitmrlo son muchos los pensadores que han tratado de formularlo 4. Lo i|ltr sí está claro es que no se puede demostrar que los científicos, y eni i|ic( ial los que han llevado a cabo los descubrimientos más sensacionales, *1 ,111 un modelo deductivo determinado. La teoría de la ley de cobertura m> aborda cuestiones tales como «¿de dónde proceden las hipótesis?». O Mrn: «¿Son necesarios modelos imaginativos de las relaciones que expresa lina teoría?». Presentar un cuerpo de conocimiento científico como con­guito de deducciones en el que todo cuanto se considere verdad se sigue meramente de axiomas se nos antoja demasiado simple, o algo incompleto. I ,i i iencia, en la práctica, tiene un carácter más empírico, más abierto, quel.i geometría plana, que es asunto deductivo, analítico, tautológico. Mario IWliigc resume esta unilateralidad del modelo de la ley de cobertura ni,indo proclama ser todo lo que hay en cuanto a la explicación.

Desgraciadamente o no, !a lógica no nos cuenta todo lo que hay

respecto al conocim iento. La explicación, com o la deducción en general,

no añade conocim iento, puesto que, en realidad, el ob jeto que ha de

explicarse no se hallaba previamente contenido dentro de su clase (o en

su form ulación de una ley) desde el principio, sino que hemos sido

nosotros los que lo hemos introducido allí a posterimi. La operación

explicativa no consiste m eramente en extraer un elem ento de una

colección dada. Desde un punto de vista epistem ológico, la explicación

no consiste en la mera identificación de un elem ento de una clase que

manifiestamente expone sus características ante nosotros. La explicación

consiste, antes bien, en la inclusión de un ob jeto dado (hecho o idea)

en su clase correspondiente. Y esta es una operación constructiva, sinté-

lica, que requiere la previa esquematización del ob jeto dado, su com pa­

ración con otros objetos, etc. Ahora bien, al nivel de la lógica formal,

no interviene el cambio, por lo que los procesos, com o el proceso

ep istem ológico que interviene en la explicación, no tienen sitio dentro

de la lógica deductiva, que prescinde del concepto de tiempo y trata el

proceso del pensamiento en cuanto tal com o si existiera en un presente

eterno, con el único fin de evitar contradicciones entre mom entos o

hechos sucesivos. D icho en otras palabras: lo que desde un punto de vista

ep istem ológico es una transición real desde la ignorancia al conocim ien­

to, aparece en la lógica form al com o pura relación analítica. La deduc­

ción, y en especial la explicación, entraña siempre una novedad en el

conocim iento, y esa es la razón por la que nos molestamos en llevarla

1 Nurwoud KiimcII l la m ó n sugiero lan com plejidades y posible fu tilidad de una tarea

....... | ,mI , n i nu liliro P nltm is n f th srm m t (Cultlbrldlfc, Inglaterra: Cambridge UniversityIV w , lllfVM).

Page 71: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

116 IA EXPLICACIÓN

a cabo. Dejar de lado los aspectos no lógicos de la explicación, centrán­dose exclusivamente en su estructura lógica —tal como suelen hacer los empiristas contemporáneos— resulta, a mi entender, una prueba de unilateralidad r'.

Hemos de hacer notar que las observaciones de Bunge no constituyen razón suficiente para rechazar el modelo de la ley de cobertura en cuanto tal. Se ha limitado éste a argumentar que no debe tomársela como respues­ta a todas las preguntas que los científicos deben formular sobre la índole y la adecuación de las explicaciones.

Un teórico de la ley de cobertura podría discutir las críticas que anteceden y afirmar que su modelo dice todo lo que necesita decirse sobre la adecuación de las explicaciones. Existe, sin embargo, otra opción posi­ble. El teórico de la ley de cobertura podría, en vez de esto, mostrarse de acuerdo con Bunge en que el modelo se limita a proporcionar la estructura lógica de la justificación. Pero aun así, podría argüir, esta característica de la explicación es lo bastante importante como para que la ley de cobertura sea una parte esencial de la respuesta a nuestra pregunta primordial: ¿qué hace que una explicación científica sea más adecuada que otra?

Las críticas de Scriven al modelo de la ley de cobertura. Las críticas que anteceden podrían hacerlas incluso quienes creen que el modelo de la ley de cobertura, debidamente limitado en su alcance, es correcto. Pero hay otros críticos que formulan la acusación de que el problema es más profundo: que el modelo es fundamentalmente erróneo.

En su artículo «Explanations, Predictions, and Laws» presenta Michael Scriven argumentos que cabría resumir de la manera siguiente: el modelo deductivo puede antojarse razonable, pero no es así como realmente se explican las cosas en la ciencia: el modelo nos presenta un ideal que no sólo es inalcanzable, sino que es también limitativo, desorientador y que, en consecuencia, no es de desear.

En los extractos que siguen B, presenta Scriven algunas de las princi­pales áreas de desacuerdo que mantiene con Hempel y Oppenheim.

5 M ario Bunge, Causality (N ueva York: W orld Publishing Co., 1963), p. 289.

6 M ichael Scriven, «Explanations, Predictions, and Laws», en Scientific Explanation, Sjitiit,

and Time, vo l. 3, Minnesota Studies in the Philosophy o f Science, ed. H erbert Feigl y G rover

M axwell (M inneapolis: University o f M innesota Press, 1962). M em os om itido las notas dr

p ie de página y las referencias del texto d e Scriven y hem os num erado los párrafos paru

mayor facilidad cuando nos referim os a ellos retrospectivam ente en el texto, l.os núm ero»

de las páginas sc dan al final de cada extracto.

Page 72: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 117

IA S E XPLIC A C IO N E S C O M O « A L G O M Á S Q U E » DESC RIPC IO NES

111 Otra observación común en la literatura es que las explicaciones son algo más ipti' descripciones. Hempel y Oppenheim la formulan de la siguiente manera: «... subir todo, la investigación científica en sus distintas ramas se esfuerza por ir más iilln de una mera descripción de su objeto de estudio aportando una explicación de lo\ fenómenos que investiga». Pero si pasamos a examinar los ejemplos de explicari tunes que ellos mismos ponen, nos encontramos con lo que parecen ser, simplemente, ilruripriones complejas. De ese modo, nos ofrecen una explicación del hecho de que mundo «un termómetro de mercurio se sumerge rápidamente en agua caliente, se fnxxluce un descenso momentáneo de la columna de mercurio, seguido de un rápido intruso». Y la explicación consiste en la siguiente exposición: «El aumento de temperatura sólo afecta al principio al tubo de vidrio del termómetro: se dilata y limporciona así un espacio mayor para el mercurio que hay en su interior, cuya \upnjicie desciende en consecuencia. Pero, tan pronto como, debido a la conducción ih l atlor, el aumento de temperatura llega hasta el mercurio, este último se dilata, y iludo que su coeficiente de dilatación es considerablemente mayor que el del vidrio, k' produce un ascenso del nivel del mercurio».

NI Sin duda ésta trata de ser una descripción narrativa de lo que ocurre r •¡netamente. La única característica que podría sugerir una diferencia respecto ai mu ■mera descripción» es el uso de palabras tales como «así», «pero», «dado que». I \ln\ si ni reminiscencias de una argumentación o demostración, explican en parte,ii mi entender, el análisis que proponen Hempel, Oppenheim y otros. Pero no forman ImiIr de un argumento o demostración aquí, simplemente de una explicación, y esas ¡inhibías, o sus equivalentes, se dan en, algunas de las descripciones más simples.

I n\ cortinas tiraron el jarrón» es una descripción que contiene una cadena causal y estilo aparte, muy bien podría expresarse así: «Las cortinas rozaron el jarrón, hnnén/lolo así caer» (o «... teniendo como consecuencia que cayera»). El hecho de (/lie v trata de una exposición explicativa no constituye así pues, en modo alguno, inutn para decir que no es una exposición descriptiva (es decir: una « narración liMónca»). Dehecho, si no fuera descriptiva de lo que ha pasado, difícilmente podría i>< explicativa. La cuestión a la que tenemos que responder es cómo y cuándo tltlriminadas descripciones se consideran explicaciones. La explicación de cómo los fntuesos de fusión permiten al sol mantener su producción de calor consiste exac­tamente en describir esos procesos y sus productos. Explicar consiste por tanto, ultimas veces, simplemente en ofrecer la descripción correcta. ¿Ya qué se considera lil descripción conecta? A título provisional consideraremos la vaga hipótesis de ¡luí' lo descripción conecta es aquella que cubre una determinada laguna en In minprensión de la persona o personas a las que se dirige la explicación ( I f 174-179),

Page 73: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

118 IA EXPLICACIÓN

LA S E XPLIC A C IO N E S C O M O «E SE N C IA L M E N TE SEMEJANTES» A LA S PRED ICC IO N ES

[3] Im próxima sugerencia a considerar va mucho más a fondo y, aunque no puede considerarse satisfactoria, las razones para ello son más complejas. Una vez más citamos a Hempel y Oppenheim: «E l mismo análisis formal... se aplica a la predicción científica y a la explicación. La diferencia entre ambas es de carácter pragmático... Puede decirse, en consecuencia, que una explicación no es del todo adecuada a menos que... si se hubiera tenido en cuenta a tiempo, podría haber predicho el fenómeno que se está considerando».

[4] El tratamiento completo de este punto de vista exigirá algunas observaciones que sólo podrán exponerse más adelante en este artículo, pero podemos comenzar por varias objeciones de bastante peso. En primer lugar, parece haber ocasiones en las que podemos predecir un fenómeno con el mayor acierto, pero sin que podamos ofrecer ninguna explicación del mismo. Por ejemplo: descubrimos que cuando las vacas se tumban en medio del campo en pleno día, siempre llueve al cabo de pocas horas. Estamos en inmejorable situación para predecir algo que va a ocurrir, pero difícil­mente podremos ofrecer el primero de los dos hechos como explicación del segundo. La explicación, al parecer, requiere algo más que predicción, y lo que yo sugeriría es que, mientras que la comprensión de un fenómeno suele permitimos pro no sticarlo, la capacidad de pronosticarlo no supone comprensión del mismo (pp. 17&177).

[5] Así pues, en el uso primario de la explicación, sabemos algo cuando se recurre a nosotros para una explicación que no sabemos cuando se recurre a nosotros para una predicción, a saber: que el acontecimiento al que se hace referencia ha ocurrido. Esta es a veces una información de valor inapreciable, ya que puede demostrar la existencia o ausencia de una fuerza hasta ese momento desconocida de una deter­minada potencia. Así, por tomar un ejemplo más simple que el del caso del puente: un operario que está a cargo de un homo de reverbero puede estar observando con desconfianza un enturbiamiento en la superficie del acero líquido, preguntándose si es signo un «cocimiento» (reacción destructiva que puede ser grave) en el revestimiento del homo por debajo, o si se trata simplemente de una oxidación normal de los aditivos de la mezcla. De repente sobreviene la catástrofe: toda la carga cae a través del revestimiento al basamento. Está absolutamente claro que se luí producido un cocimiento que ha atravesado el revestimiento: aparte del sabotaje (qui se desecha fácilmente mediante examen) no existe ninguna otra posibilidad. Pero no es posible la predicción del hecho, utilizando los datos de los que se disponía. Esto casi vacía de sentido la conclusión a la que llegan Hempel y Opfrenheim (e incluso Scheffler) de que las explicaciones proporcionan una base para las predicciones. Pue\ resulta vacía la afirmación de que «si hubiéramos sabido lo que iba a pasar, lo habríamos predicho». Cabria expresar en forma de lamento: «Si el homo volviera a estar otra vez en el mismo estado, podríamos predecir que se vertería la carga»,

Page 74: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 119

/Vlri ya he señalado que ésta es una observación virtualmente vacía, ya que no tnlrmos poder identificar «exactamente el mismo estado». Se trata simplemente de 11« dudoso lema determinista, y ni siquiera de una predicción condicional auténtica.I a que técnicamente es por completo imposible reconstruir el homo hasta el punto mi rl t/ue resulte idéntico, incluso en la distribución de la temperatura existente en lu mnda (factor crucial) y la forma de las irregularidades del suelo (también imnuil), aun cuando conociéramos estas especificaciones, sería pura casualidad que lti\ tundiciones volvieran aproduárse, y en caso de hacerlo no podrían identificarse. (H futes, las razones que tenemos para pensar que el lema determinista es cierto —ii n que pensamos tal cosa— son totalmente indirectas, y la explicación no se basa (id titula en la inclusión dentro de un lema, ya que ni siquiera podemos decir cuándo• ¡ir n tle aplicación, mientras que podemos estar seguros de que la explicación es miurda (pp. 188-189).

M S /M U C A C IO N E S C O M O CO NJUNTOS D E A FIR M A C IO N E S VERDADERAS

II (| No es posible afirmar que sólo pueden ofrecerse explicaciones de acontecimientos i/iir tu unen o han ocurrido realmente. Es posible ofrecerlas también para hechos que a fnoducirán en el futuro (Scheffler), para acontecimientos de ficción, para aconte- Hnitratos que se sabe que no ocurren, y también para acontecimientos de los que ititinrtimente se cree que ocurren, así como para algunas leyes, estados y relaciones .itemporales. Dando por supuesto que el análisis de Hempel y Oppenheim sea co- Urt tu nt olios aspectos, se sigue de lo expuesto que, en tales casos, algunas de las (miflosi ritmes que componen la explicación misma no pueden ser verdaderas, al m*i tumo de lo que ocurre con una de sus condiciones explícitas. Sin embargo, la M id i« que dan para esta condición es muy plausible, y resulta de interés ver si puede ii/iMfMc una explicación más general en la que pueda contenerse su postura. Los ithulo\ autores afirman que «podría resultar más adecuado estipular que la h \/iluittmuI se ha visto confirmada en sumo grado por todas las pruebas perti-iii ulr\, que estipular que debería ser cierta. Sin embargo, esta estipulación conduceii inmanencias embarazosas. Supongamos que un determinado fenómeno se hu- l»iin explicado en una etapa anterior de la ciencia por medio de una [ explicación] ym w hallara firmemente sustentada por las pruebas de las que se dispusiera a la mui», fiero cuya confirmación se hubiera visto negada en sumo grado por hallazgos tmfuricos más recientes. En tal caso, habríamos de decir que, originalmente, la fin mu cu que se dalia menta del fenómeno era una explicación correcta, pero que

ilr \rrto más tarde, al descubrirse pruebas en contrario. Esto no parece estar de ni tirulo ton rl sano uso común, que nos lleva a decir... la firrma en que se dabai urutii tlrl fenómeno en cuestión no era una txfilicaaón correcta, ni nunca lo había *Mi>»,

Page 75: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

120 LA EXPLICACIÓN

[7] ...la manera adecuada de eludir el poderoso argu mentó de Hempel y Opperiheim es, a mi entender, muy senálla: los usos secundarios de la «explicación» son legítimos, pero no existen usos secundarios de la « explicación correcta», término que introducen a medio camino de la argumentación. Quítese el adjetivo « correcta» y se comprobará que el argumento ya no resulta persuasivo. Por mor de coherencia, este término debe y puede añadirse en aquellos casos en los que aparece la « expli­cación» en las premisas. Las abrumadoras pruebas en contrario no nos llevan necesariamente a abandonar el concepto de « explicación», o tan siquiera a ponerlo entre comillas, pero tal como correctamente se afirma en la argumentación, sí que nos lleva a abandonar la aplicaáón del término «explicación correcta» (o la «explicación» que se utiliza a menudo como equivalente). Así pues, deberemos considerar el análisis de Hempel y Oppenheim como un análisis de la «explicaáón correcta» más que de la «explicación», o de «una explicación», y esto es sin dudalo que más les interesaba a ellos. Las «explicaciones», o «una explicación», o «su explicación», o «una posible explicación» no tienen por qué ser siempre verdaderas (o del tipo apropiado, o adecuadas). Lo único que necesitan es un alto grado de confirmación, en una determinada etapa.[8] ¿Interviene en absoluto la noción de confirmación en el análisis de la «explicación correcta» f No es parte del análisis, que implica únicamente verdad. Pero es el único medio de que disponemos para acceder a la verdad. No poseemos la explicación correcta a menos que contenga únicamente afirmaciones verdaderas. Pero si queremos saber qué explicación es más probable que cumpla esa condición, habremos de elegir aquella que tenga el más alto grado de confirmación. Las buenas pruebas no garantizan las conclusiones verdaderas, pero son su mejor indicador. No necesitamos, así pues, pedir disculpas por apelar al grado de confirmación. Además, no tenemos ninguna necesidad de adoptar la postura del escéptico según la cual todas las posibilidades que tenemos de saber cuándo poseemos una explica­ción correcta se hallan a estas alturas más allá de la duda razonable, y reducir el «conocer» a los casos de absoluta necesidad lógica es confundir el vacío brillo de la verdad definitoria con la llama falible del conocimiento (pp. 190-192).

LA S D IS T IN C IO N E S E N T R E L A S E X P IJC A C IO N E S Y IA S RAZO NES

D E IA S E X PLIC A C IO N E S

[9] No es cierto en. absoluto que las razones que tenemos para pensar que una simple afirmación descriptiva es cierta formen parte de la propia afirmación. Nadir piensa que un análisis más completo de «Gandhi murió a manos de un asesino en 1953» debería incluir: «He leído sobre la muerte de Gandhi en un periódico qui no es del todo digno de crédito», o «estaba allí en aquel momento y vi cómo sucedía, Era la única vez que estuve allá, y era mi último permiso sabático, así que no fumín

Page 76: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 121

mu fundirme respecto a la fecha», etc. ¿Por qué, entonces, hemos de supone) que las ni untes que tenemos para [creemos justificados al proponer] una explicación >lelenninada del hundimiento de un puente, tales como los resultados de los ensayos ¡i que hemos sometido muestras del metal, o nuestro conocimiento sobre el comporta- mii tiln de los metales y lo que cuentan los testigos oculares, son parte de la expli-< tu itnt? Podrían de hecho haberse presentado como parte de una justificación de [la H/limarión de que lo que se ha presentado es] la explicación. Pero seguramente una> \ jiln /táón no tiene por qué contener las pruebas en las que se basa. Sin embargo, el modelo deductivo de la explicación exige que en una explicación se incluyan lo i/uc <i menudo no son más que las razones de la explicación (pp. 196-197).

1101 Cuando decimos que una explicación perfecta de un acontecimiento, como fu» ejemplo, del hundimiento de un puente, puede limitarse a ser una afirmación irtntiva a otro acontecimiento, p. ej. la explosión de una bomba, ¿no sería plausible ilnn que la explicación sólo puede serlo si damos por supuesta la verdad de algunas leyes que establecen el nexo entre los dos hechos? Después de todo, uno de los imniteiimientos es explicación del otro, no porque se haya producido con anterio- liilud, sino porque ha sido su causa. En tal caso, una exposición completa de lai '/'Inación haría explícitas esas leyes esenciales que se dan por supuestas.

111 [ El principal punto débil de esta argumentación es la última oración. 1'wlemos crear de nuevo la dificultad diciendo que, si la integridad requiere, no la iiirm existencia de todas las razones necesarias, sino su cita, no existen en absoluto hi\ explicaciones completas. Pues, de la misma manera en que la afirmación acerca ib lu bomba no podía ser una explicación del hundimiento del puente, a menos que ivisitera alguna relación entre los dos acontecimientos, no podría ser tampoco una explicación a menos que fuese verdad. Así, si hemos de incluir una exposición de ht\ leyes pertinentes para justificar nuestra creencia en el nexo, es decir, en la solidez ilf la explicación, tendremos que incluir también una exposición de los datos fieilinrntes para justificar nuestra creencia en la afirmación de que había estallado mui bomba, afirmación de la que también depende la solidez de la explicación (pp.IV7 198).

Il'.'l {¿uizá la razón más importante que tengan Hempel y Oppenheim para ni mfrí en que se incluyan las leyes en la explicación es lo que yo considero su creencia Ii-íi el momento en que escribieron el artículo en cuestión) de que sólo si se tenían mu leyes in mente podían tenerse fundamentos racionales para proponer una> splu aáún. Esto es sencillamente fabo, como puede verse inmediatamente conside-i mullí el ejemplo de una simple explicación física de la que podemos tener total iftlnii. Si quiere usted alcanzar un cigarrillo y al hacerlo vuelca el tintero que se >leniima cayendo la Unta al suelo, estará usted en inmejorable posición para explicarii tu mujer cómo ha aparecido la mancha de tinta en la alfombra, es decir, cómo

Page 77: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

122 LA EXPLICACIÓN

se ha manchado la alfombra (si es que no puede usted limpiarla a tiempo). Ha sido usted quien ha volcado el tintero. Esta es la explicación del estado del asunto en cuestión, y no caben tonterías sobre dudas al respecto porque no sea usted capaz de citar las leyes que intervienen en el suceso: las de Nexuton y todas las demás. De hecho, parece que no se pueden hacer aquí afirmaciones generales verdaderas y libres de ambigüedad como las que harían falta para cumplir las exigencias del modelo deductivo.

[13] El hecho de que no puedan citarse no demuestra que no intervengan de algún modo, pero la pega está en el término « intervenir». Tiene que existir algún tipo de relación, y si afirmamos que esto significa que intervienen determinadas leyes, se ha resuelto la cuestión. La propuesta es discutible, pero aun cuando sea verdad, no se sigue de ello que seamos capaces de formular una ley que garantice el nexo. La explicación requiere que exista un nexo, pero no uno determinado, sino tan sola uno de entre una amplia serie de alternativas. A buen seguro no sería la explicación si el mundo se rigiera por una ley de la antigravedad. Pero en ese caso, no habría explicación, ya que no se habría volcado el tintero, y usted tiene razones tan buenas para creer que lo volcó como para creer que el hecho de volcarlo condujo a (causó) la mancha. Tener razones para formular afirmaciones causales no significa siempre que se sea capaz de citar las leyes que intervienen en el hecho (pp. 198-199).

[14] Podemos generalizar nuestras observaciones en los siguientes términos. A veces se dice de una explicación que es incorrecta, incompleta o inadecuada. Propongo que fijemos estos términos algo generales, junto con otros semejantes, algo más específicos, de la manera siguiente. Si una explicación contiene explícitamente proposiciones falsas, podemos llamarla incorrecta o inexacta. Si no consigue explicarlo que se supone que explica, porque no puede «establecerse la relación» con ello, porque no existe, por ejemplo, ningún nexo causal entre el fenómeno tal como se ha especificado hasta ese momento y el efecto que se alega, podemos denominarla incompleta o inadecuada. Si resulta satisfactoria en los dos aspectos anteriores pero está claro que no es la explicación requerida en ese contexto determinado, bien por su dificultad o por su campo de referencia, podemos decir de ella que no es pertinente, que es impropia o inapropiada.

[15] En correspondencia con estos posibles fallos hay formas de defensa que pueden venir al caso. Frente a la acusación de inexactitud, tenemos lo que llamaré fundamentos justificativos de la verdad. Frente a la acusación de inadecuación, tenemos fundamentos justificativos del papel desempeñado, y frente a la queja de falta de propiedad, invocamos fundamentos justificativos del tipo de explicación, Proponer una explicación es comprometerse en relación con la verdad, el papel que desempeña y el tipo al que corresponde, aun cuando sin duda no signifique que se ha considerado explícitamente esta clase de razones por anticipado, tlrl mismo modo

Page 78: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 123

i/n/' hablar inglés en Inglaterra no implica una consideración relativa al tipo de imgua para un inglés residente en el país durante toda su vida aunque poli- hnnii*.

11 tí | Naturalmente que el mero hecho de presentar, por ejemplo, fundamentos de /mil/¡ración a la verdad no garantiza su aceptación. Pueden ponerse en tela de Inicio, y puede seguirse defendiéndolos apelando a nuevas pruebas. Defendemos nuestra afirmación de que una bomba ha dañado el puente presentando testigos o \mluso fotografías tomadas con ocasión de jrroducirse el daño, y podemos defender hi ruictitud de estas últimas presentando los negativos sin retocar, etc. En la segunda llura de defensa intervienen fundamentos de segundo nivel, y pueden ser, a su vez, ile las mismas tres clases mencionadas. El hecho de que puedan pertenecer a estas f loses es en parte fortuito (ya que no son explicaciones de ninguna cosa), y se debe a i/ue la relación de ser prueba de algo es semejante, en algunos sentidos, desde el /a, uto de vista lógico, a ser explicación de algo. En todos los casos, la verdad, el fnlprl que desempeña la explicaáón y el tipo de explicación se pueden poner en duda. I >/• hecho, esta coincidencia de carácter lógico es sobremanera importante. Hemos de nhsñvar, no obstante, que no existe semejanza importante entre estos dos aspectos> el de ser predicción de algo, caso en el que la verdad no es pertinente del mismo tuthlti. el papel lo determinan totalmente el momento de la elocución y su sintaxis, \ Milu se puede poner objeciones — en algún sentido— al tipo de explicación (pp. J<H> 201).

1171 Está claro asimismo que poner en cuestión una explicación no es lo mismo que inhalarla porque a su vez no ha sido explicada, aunque incluya tal rechazo. I n justificación de su tipo implica algo más que mostrar la pertinencia del asunto iIrl que trata, es decir, pertinencia temática y ontològica: implica demostrar la miiveniencia del nivel intelectual y lógico de su contenido. Una explicación propues­to puede resultar inafrropiada porque interviene en ella un tipo de informaciones vei ¡latieras procedentes del campo correcto, tales como generalizaciones triviales del ll/ni ile acontecimiento que quiere explicarse, que cumplen los requisitos del modelo iMu clivo fiero no consiguen otra cosa que generalizar la perplejidad. No podemos• s/ilntii por qué se ha hundido este puente concreto con esta tormenta apelando aii i ni ley segiín la cual, todos los puentes de ese mismo diseño y situados en puntos >i mr/iuilrs se hunden con tormentas de esa fuerza (no se cita que sólo ha habido '/«» aisos semejantes pero que han constituido pruebas independientes de la ley). Esto /nidria tener el efecto deseable de hacer que el jefe de mantenimiento se sienta irs/wiisable, pero no explica por qué este puente (o cualquiera, de los otros puentes •Irl mismo diseño) fallan con tales tormentas, ¡hiede deberse al excesivo viento iiiiinnersal, a que el oleaje afecta a la cimentación o a la parte inferior de las vigas, a In mmancia, etc.

Page 79: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

124 LA EXPLICACIÓN

[18] Así, la simple deducción a partir de formulaciones generales se ve nueva­mente como algo menos que una condición suficiente para la explicación. Pero lo que aquí nos interesa es que las razones que tenemos para rechazar tal explicación no son sospechas acerca de su verdad o su adecuación, que son las razones habituales para dudar de una explicación, sino únicamente el hecho de que no explica. Ciertamente no consigue explicar si es incorrecta o inadecuada, pero se tiene la sensación de que falla en un intento genuino, que la explicación se escapa por un pelo. La cuestión de si se trata de una explicación sólida, nunca se suscita siquiera. Es posible reaccionar ante esta situación declarando, con Hempel y Oppenheim, que los únicos criterios lógicos para juzgar una explicación son su corrección y su adecuación, mientras que la cuestión del tipo de explicación es psicológica. O, como resulta a mi entender preferible, diciendo que el concepto de explicación está en lógica dependencia con respecto al concepto de comprensión, del mismo modo que el concepto de descubrimiento depende en sentido lógico del concepto de conocimiento en un momento determinado. No puede descubrirse lo que ya se conoce, ni lo que nunca se conoce, y tampoco puede explicarse lo que todo el mundo entiende ni lo que no entiende nadie. Estas tautologías de análisis lógico (espero) difíálmente constituirán razones para decir que estamos confundiendo la lógica con la psicología.

[19] Habiendo distinguido los tipos de dificultad con los que puede encontrarse una explicación, puede verse con mayor facilidad la razón para insistir que ésta es completa solamente si está armada contra ellos por anticipado, ya que: (i) desplegar por anticipado las armas de que se dispone contra todas las posibles objeciones es imposible, y (ii) el valor de semejante requisito se conserva adecuada­mente al exigir que las explicaciones científicas sean tales que dispongan de defensas sólidas de los distintos tipos indicados, aun cuando dichas defensas no se hallen incorporadas en las mismas. Ya que no hay ninguna razón especial para pensar que los supuestos verdaderos de primer nivel, justificativos del papel que desempeña la explicación, son más necesarios para ésta que los demás supuestos, parece bastante arbitrario que deban incluirse en una explicación completa y, aparte de esto, es un error suponer que han de adoptar la forma de leyes (pp. 203-204).

E L A N Á L IS IS A L T E R N A T IV O

[20] ¿Qué es una explicación científica? Es una comunicación temáticamente uni­ficada cuyo contenido imparte comprensión de algún fenómeno científico. Y cuanto mejor sea la explicaáón con tanta mayor eficacia y confianza cumple esta función, es decir, con tanta menor redundancia y con un grado más alto de probabilidad general. ¿ Qué es la comprensión? La comprensión, grosso modo, es conocimiento tnganizado, es decir, conocimiento de las relaciones entre diversos hechos y/o leyes. Estas nlaciones son de muchas clases: deductivas, inductivas, analógicas, etc. ( la nnnfnmsión es más

Page 80: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 125

fnvftmda, más minuciosa, cuanto mayor sea la envergadura de este conocimiento iptmvmal.) Es en su mayor parte una cuestión perfectamente objetiva comprobar la i mifrrmsión, así como lo es comprobar el conocimiento, y resulta absurdo identificar esa . imfmrbación con un sentimiento subjetivo, como hacen algunos críticos de este tipo de iHuón. Mientras sigamos sometiendo a exámenes a nuestros alumnos, pensamos que ¡Huinnos comprobar la comprensión de manera objetiva. (Por otra parte, es de esperar y ilrhr contarse con que el sentimiento subjetivo de comprender presente una correlación /Itltuamente buena con la comprensión real, como consecuencia de la enseñanza.) (pp. Í2 i 225).

Los argumentos y ejemplos específicos de Scriven hablan por sí mis­il ms, pero puede valer la pena resumir los principales puntos de su análisis.

Kn primer lugar, es incorrecto decir, como hacen Hempel y< Ippennheim, que las explicaciones son siempre más que descripciones. Muy veces en que es eso exactamente lo que son (párrafos 1, 2).

1,11 segundo lugar, es incorrecto identificar explicaciones con predic- i lunes. Las predicciones suelen hacerse cuando no se dispone de ninguna• >»|»lit ación, y a veces podemos explicar pero no somos capaces de predecir IjtAirafos 3, 4, 5).

Mu tercer lugar, La deducción no puede caracterizar a la explicación mi general porque: 1) las «explicaciones» deductivas no suelen explicar mui lio, y de hecho, a veces, son triviales (párrafos 16, 17), y 2) la forma ilfiliii tiva, con frecuencia, no es necesaria (párrafos 1, 2, 12).

F.n cuarto lugar, lejos de tener que deducir los fenómenos a partir de It Vi'H, puede incluso que tengamos que citar casos en los que no es norsario en absoluto remitirse a ninguna ley (párrafos 12, 15).

I'.n quinto lugar, la exigencia de que todas las explicaciones tengan que •i i verdaderas induce a confusión. A menudo preguntamos si una expli-i >ii IAn.cs verdadera del mismo modo en que preguntamos si es apropiadaii «I üiiTe de algo. En consecuencia, la hemos reconocido como explicación .nilot de que busquemos las razones para decir si es verdadera. Pedir una■ aplicación y pedir las razones de una explicación son actividades distintas.I >t exigencia de que se incluyan en la explicación sus propias razones o limil,tinentos (las pruebas de la misma, etc.) coloca una restricción anuladora «nliir el mismo hecho de ofrecer explicaciones.

¡4i alternativa de Scriven. Scriven está claramente convencido de que son |mmii* las cosas correctas en la teoría de la ley de cobertura. Puede *mpr< liarse, en esos casos de críticas dirigidas sobre determinados puntosi UIK retos, pero que se extienden a toda la teoría, que el crítico cree que

Page 81: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

126 LA EXPLICACIÓN

ésta ha errado desde el primer momento y sobre puntos muy fundamen­tales. Scriven no cree que el modelo de la ley de cobertura sea una elección errónea, como la forma universal de la explicación. Tiene antes bien el convencimiento de que toda teoría que decida exactamente cómo tiene que ser la explicación, en todos los contextos, será desorientadora. Las raíces de esta opinión suya se encuentran, en nuestra época, en la obra de Ludwig Wittgenstein.

Wittgenstein, en su temprana colaboración con Bertrand Russell, tenía interés en desarrollar un lenguaje artificial (creado conscientemente) libre de ambigüedad, en el que el significado de todos los términos fuera simpleo pudiera definirse con claridad en términos de significados simples 7. Pero Russell estaba convencido de que todo intento semejante estaba condena­do al fracaso en cuanto tratara de capturar la riqueza de significado de nuestro lenguaje ordinario. Algunos de los conceptos más importantes, se persuadió, son significados de útil vaguedad y poseen toda una familia de significados que se les asemejan, pero que no pueden exponerse de manera sistemática. Cuando le decimos a un niño que está jugando «quédate por ahí», con el fin de sacarle una fotografía, no tenemos en la mente un círculo claramente definible. Si el niño se empeña en provocar­nos y «se sale» un poco de donde queríamos que estuviese, hasta que nos cansamos y trazamos un círculo en el suelo, ese círculo no se ajusta exactamente a la localización en la que habíamos pensado cuando le dimos las primeras instrucciones: no teníamos in mente ningún límite claro. El niño (y esto es crucial) no se ha limitado a obligarnos a clarificar lo que queríamos; nos ha obligado a cambiarlo. El punto de vista que adopta Wittgenstein es que hacemos un mal servicio a nuestro lenguaje, a nuestro conocimiento y a nuestra capacidad para investigar el mundo al tratar de sustituir la vaguedad de nuestro lenguaje ordinario, llena de ricos matices, por la nitidez impuesta de un lenguaje de artificial claridad. Wittgenstein dedicó un considerable esfuerzo a términos básicos tales como los de ver, leer y entender para ilustrar este punto 8.

La propuesta que hace el propio Scriven (párrafos 2, 19) es que la ex­plicación es lo que cubre las lagunas de la comprensión. No se limita a proponer una definición alternativa, sino que propone un modo diferente de contemplar la explicación en general. El significado del concepto de explicaáón depende en gran manera del contexto, del estado de los cono-

7 Cf. su Tractatus Logico-Philosnphicus ( la n d res : R ou tledge and Kegan Paul, 1961).

" Cf. su» Philosophical Investigations, traducción de G.E. M , Anncom br (N urva York:

M acinillan, l'lfi.H).

Page 82: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 127

i límenlos del indagador y de los múltiples supuestos previos no expresos (y quizá inexpresables) que afectan a la situación indagador-explicador.

¿Propone Scriven el tipo de relativismo que mantiene que la explica- i m u i científica es lo que cualquiera quiere que sea? Aun cuando Hempel hit 11 iticado la postura de Scriven a este respecto, éste no cree que una temía así nos lleve fatalmente a una subjetividad destructiva (relativismo Individualista, cf. el capítulo IV). Su respuesta consiste en preguntar si los |H<>lesores piensan que las pruebas a las que someten a sus alumnos, y que « supone que sirven para comprobar su grado de comprensión, son niñamente subjetivas. La cuestión no reside en que no sepamos lo que1 1 l.i comprensión y, por tanto, la explicaáón. Se trata más bien de que quizá H'Mr jemos una conciencia de lo que significan comprensión y explicación, por lii lumia en que hacemos las preguntas y las respondemos, sin que seamos i itp.it es de definir estos términos de manera sistemática (como deduccio-iii i de leyes de cobertura o de algún otro modo).

Defensa del modelo de la ley de cobertura

( limo el lector podría esperar, los proponentes del modelo de la ley dei ulieitura no se han retirado de la palestra ante las críticas que acabamos• I* exponer. Una cuestión que está concretamente en juego en esta l tillü tivei sia es si deberíamos buscar cambiar las normas de la explicacióni|ltr.....ninmente se aceptan (tales como la deducción de leyes y condi-ilime* .miecedentes), cuando no se ajustan al modelo que creemos más |ti'lllu ¡»lo. Quizá nuestra tarea debería limitarse a comprender, sin refor- niiU l.i.i, las clases de explicaciones que los científicos ofrecen y aceptan. Losii iiilios de la ley de cobertura abogan porque quienes aceptan como• h | .1 ii .ii iones adecuadas exposiciones no deductivas de fenómenos, debe-• i.in i iimhiar sus normas. Aducen que la ciencia sólo tiene éxito cuando m i lar» y de una lógica rigurosa. La ventaja que ofrece la ciencia sobre ln que exponemos de la naturaleza en el lenguaje cotidiano es su carácter tUlemAtirn, gracias al cual sus criterios lógicos y empíricos definen el iiititexto apropiado para la explicación. A los proponentes de la ley de i .iln i iiii ,i les preocupa muy poco la acusación de que su teoría implica que mi ■ iluten verdaderas explicaciones. Incluso un ideal de la explicación que »i ,t liiMistenible, contestan, puede servir de guía a la indagación científica i KUMtdaila de apoyar la confusión, la vaguedad y la contradicción.

I ,in exp os ic ion es q u e h em os ven id o con s id eran d o , causalista, positivista,

■li lii ley d e cobertura y e l len gu a je o rd in a r io , t ien en todas sus pun tos

Page 83: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

128 1A EXPLICACIÓN

fuertes. Los proponentes de cada una de ellas presentan ejemplos de explicación comunes que parecen dar plausibilidad a cada una de sus posiciones. ¿Qué hemos de hacer: elegir una de ellas o desarrollar una mezcla aceptable de todas ellas? Quizá sirva de ayuda detenernos durante un cierto tiempo en lo que tienen en común. ¿Tratan todas estas formas de exposición de responder a la misma pregunta? En un sentido, sí, y la exploración de esta cuestión será la tarea del capítulo VI.

Lecturas complementarias

H osp ers , J oh n : «What Is Explanation?», en Introductory Readings in the Philosophy of Science, editado por E. D. Klemke, Robert Hollinger y A. David Kline. Buffalo, N.Y.: Prometheus Books, 1980, pp. 87-103.

Ofrece una versión legible del modelo de la ley de cobertura, y hace una consideración, aunque no especialmente amable, de las objeciones que se hacen a la misma. Vale la pena leer también la introducción que precede al artículo de Hospers.

Suppe, F re d e r ic k : The Structure of Scientific Theories, 2a ed. Urbana: Uní- versity o f Illinois Press, 1977.

Lo que se antojara incontestable en los años cincuenta — los puntos de vista de Hempel sobre la explicación— pasó en los setenta a conocerse como la «visión recibida», lo que significa que se había colocado en la misma categoría de las admoniciones paternas. ¿Quién dice que la filosofía no cambia? Suppe nos ofrece una amplia introducción a una serie de artículos que se presentaron en 1969 en un simposio que llevaba el mismo título de este libro. No resulta fácil de leer, pero es una obra importante.

P ea rs , D av id : Ludwig Wittgenstein. Cambridge, Massaschusetts: Harvard University Press, 1986.

Es una concienzuda introducción a las ideas de Wittgenstein, que goza del suficiente aprecio como para haberse vuelto a publicar, después de quince años con una nueva introducción. Entender a Wittgenstein no es fácil, pero vale la pena intentarlo, pues ningún filósofo niega la importan­cia de sus ideas para la filosofía del siglo xx.

Page 84: Bakker. La Explicacion. Una Introduccion a La Filosofia de La Ciencia.

V I. C I E N C I A Y R E A L ID A D

I ii realidad como objeto de indagación científica

IA n to i.os d esa cu e rd os como la base común de las formas alternativas de i « i »lit ación alcanzan mayor profundidad de la que, hasta ahora, ha pene- tiwlo nuestra exploración. La posibilidad de la existencia de un mundo ti.it mal más allá de la percepción humana ha constituido una importante liienle de controversia, hecho que nos recuerda que están en juego fun­damentales opiniones respecto a qué sea la realidad y a la forma en que |n* mes humanos, en cuanto seres cognoscentes, se relacionan con ella.

No obstante, allí donde existe desacuerdo en torno a cuestiones im- |ini tantos, ¿no existirán también algunas zonas de consenso que propor-< Innrn el contexto común dentro del que se desarrolla la discusión? ¿Y ilñmlr puede situarse ese común terreno para las posiciones que hemos i «-iiinlnado? Hume, Mach y Kant niegan todos ellos que la realidad seai 'inmiscible más allá de la humana percepción. ¿Sobre qué base común | ii i i li 1,111 estos pensadores estar de acuerdo con aquéllos otros que, cual Mi si unes, han afirmado esa realidad?

l'.ii lo que estas exposiciones están de acuerdo es en que la realidad u rn< neutra frente a los seres humanos con independencia de las deci- »liiiirs, los deseos o los valores de éstos. Aun cuando podamos decidir no iliili los ojos, cuando los abrimos descubrimos aquello que vemos; no lo hkihiih inconscientemente. No es nuestra voluntad la que hace del mundo ln que el mundo es, aun cuando pueda influir en nuestro modo de n «pimdci ante él. En resumen: poseemos valores, pero aprendemos hechos,l n>i Indagación científica que merezca el nombre de tal procederá sepa-i indo lo que queremos ver del procedimiento de investigación y explica-i Irui que llevamos a cabo.

I ,i mayoría de nosotros nos mostraremos favorables a esta distinción Hllii' un mundo de hechos, por una parte, y los juicios humanos de Imliiliiil o (Ir maldad por otra. Nos preguntamos de hecho qué exposición ilti i nativa tendría sentido hacer. En el capítulo VII vamos a exponer una tliiiiMlIva al caso. Por ahora, debemos tener claro el sentido en el que l<i» i »posiciones que hemos considerado hasta aquí comparten esta comúnn|illilAli.

1JÍS)