Ayotzinapa Somos Todos

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Ayotzinapa. Ayer, hoy y siempre. (Parte I) Hoy, la Escuela Normal Rural "Raúl Isidro Burgos", mejor conocida como Ayotzinapa, está en boca de todos. La solidaridad (sobre todo la moral) está cayendo a raudales. Lo cual es bueno. Inmensamente positivo. Pero ¿qué tanto sabemos de esta escuela rural? ¿Qué tanto sabemos del normalismo? ¿Alguno de nosotros se ha interesado en conocer, en convivir con estos jóvenes por lo que son y no sólo porque son el trending topic? Mi primer acercamiento a esta escuela fue el 12 de diciembre de 2011, cuando nos enteramos del ataque que habían recibido por parte de policías ministeriales y federales en la autopista del sol, en el llamado Parador del Marqués. Esa vez, salimos de noche del Distrito Federal, una brigada de compañeros del FPDT, llegamos la madrugada del 14 de diciembre a un local de los compañeros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Guerrero, en Chilpancingo. Esa noche, medio inquietos, medio cansados, logramos dormirnos, acurrucados en el piso junto a un tropical árbol de navidad. Al salir el sol, comenzaron a llegar compañeros campesinos, que un par de horas antes venían bajando la sierra. Al filo del mediodía nos trasladamos hacia la normal, por la carretera Chilpancingo-Tixtla. Justo al entrar a Tixtla, recordé que en ese lugar fue donde nació el general Vicente Guerrero, líder insurgente, guerrillero consumado y primer presidente negro de México. A un lado de la carretera se encuentra un arco rojo, el cual da la bienvenida a todo aquel que busca la Normal. A un costado se encuentra el busto de Raúl Isidro Burgos Alanís, fundador de la Normal. A mi regreso al DF, investigué un poco, y si bien es cierto que la Normal de Tixtla, se fundó bajo la dirección de Rodolfo A. Bonilla, fue bajo el liderazgo de Burgos Alanís que se consiguieron los terrenos de la ex-hacienda de Ayotzinapa, y que entre estudiantes, padres y madres de familia, pueblo en general, y con el profesor Raúl Isidro Burgos a la cabeza, fue que se prepararon los terrenos y se construyeron las actuales instalaciones de la Normal de Ayotzinapa, en 1933. Por eso, y pese a muchos y muy destacados egresados, la escuela mantiene con orgullo y con cariño, el nombre de su fundador y primer director. El camino de acceso se convierte rápidamente en una pendiente algo pronunciada, el cual va a dar a un pequeño valle donde se yerguen, como si brotaran de la tierra, los múltiples edificios que componen la Normal y su internado. Junto con nuestra brigada, llegaron muchos compañeros más, la mayoría familiares de estudiantes o egresados de la Normal. Porque esto es importante: la escuela está en un completo abandono, y si sigue de pie, es gracias a la manutención que los habitantes de Tixtla realizan año con año. La Normal es de Ayotzinapa, y Ayotzinapa es de Tixtla. Eso lo tiene bien claro cualquier tixtleco. Ayotzinapa. Ayer, hoy y siempre.

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Ayotzinapa. Ayer, hoy y siempre.

(Parte I)

Hoy, la Escuela Normal Rural "Raúl Isidro Burgos", mejor conocida como Ayotzinapa, está en boca de todos. La solidaridad (sobre todo la moral) está cayendo a raudales. Lo cual es bueno. Inmensamente positivo.

Pero ¿qué tanto sabemos de esta escuela rural? ¿Qué tanto sabemos del normalismo? ¿Alguno de nosotros se ha interesado en conocer, en convivir con estos jóvenes por lo que son y no sólo porque son el trending topic?

Mi primer acercamiento a esta escuela fue el 12 de diciembre de 2011, cuando nos enteramos del ataque que habían recibido por parte de policías ministeriales y federales en la autopista del sol, en el llamado Parador del Marqués.

Esa vez, salimos de noche del Distrito Federal, una brigada de compañeros del FPDT, llegamos la madrugada del 14 de diciembre a un local de los compañeros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Guerrero, en Chilpancingo. Esa noche, medio inquietos, medio cansados, logramos dormirnos, acurrucados en el piso junto a un tropical árbol de navidad.

Al salir el sol, comenzaron a llegar compañeros campesinos, que un par de horas antes venían bajando la sierra. Al filo del mediodía nos trasladamos hacia la normal, por la carretera Chilpancingo-Tixtla. Justo al entrar a Tixtla, recordé que en ese lugar fue donde nació el general Vicente Guerrero, líder insurgente, guerrillero consumado y primer presidente negro de México.

A un lado de la carretera se encuentra un arco rojo, el cual da la bienvenida a todo aquel que busca la Normal. A un costado se encuentra el busto de Raúl Isidro Burgos Alanís, fundador de la Normal. A mi regreso al DF, investigué un poco, y si bien es cierto que la Normal de Tixtla, se fundó bajo la dirección de Rodolfo A. Bonilla, fue bajo el liderazgo de Burgos Alanís que se consiguieron los terrenos de la ex-hacienda de Ayotzinapa, y que entre estudiantes, padres y madres de familia, pueblo en general, y con el profesor Raúl Isidro Burgos a la cabeza, fue que se prepararon los terrenos y se construyeron las actuales instalaciones de la Normal de Ayotzinapa, en 1933. Por eso, y pese a muchos y muy destacados egresados, la escuela mantiene con orgullo y con cariño, el nombre de su fundador y primer director.

El camino de acceso se convierte rápidamente en una pendiente algo pronunciada, el cual va a dar a un pequeño valle donde se yerguen, como si brotaran de la tierra, los múltiples edificios que componen la Normal y su internado.

Junto con nuestra brigada, llegaron muchos compañeros más, la mayoría familiares de estudiantes o egresados de la Normal. Porque esto es importante: la escuela está en un completo abandono, y si sigue de pie, es gracias a la manutención que los habitantes de Tixtla realizan año con año. La Normal es de Ayotzinapa, y Ayotzinapa es de Tixtla. Eso lo tiene bien claro cualquier tixtleco.

Ayotzinapa. Ayer, hoy y siempre.

(Parte II)

La Normal de Ayotzinapa se compone de una veintena de edificios de dos plantas, muy parecidos a las escuelas primarias donde, los egresados de esta normal no enseñarán. Porque aquí se imparten 3 carreras: Educación primaria, Educación primaria bilingüe y Educación física. Los egresados de estas carreras darán clases (si es que el gobierno otorga las plazas) en comunidades altamente marginadas (muy parecidas a aquellas de donde son originarios), donde la "escuela" consiste en un jacal (la mayoría de las veces de palos, cartón, y cuando hay lujos, de adobe), sin pizarrón, donde no hay baños, ni electricidad, mucho menos wi-fi, ni tabletas, ni piso de cemento; donde cada alumno debe llevar un cajón, una piedra, algo que le sirva de asiento; donde los 6 grados de primaria son atendidos por un mismo profesor. A ese futuro aspiran estos muchachos.

El primer edificio, que se alza imponente sobre los demás, es el edificio de gobierno, donde se alojan las

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oficinas administrativas, la biblioteca y el auditorio. Su construcción hace recordar su pasado hacendado. Bajando las escaleras llega uno a la cancha principal de basquetbol y volibol, los deportes más populares en estas tierras. Cancha techada, que lo mismo alberga partidos que reuniones estudiantiles; lo mismo se pintan mantas ahí, que el funeral del compañero Julio César. Enfrente se encuentra la novel cancha de tenis; todo un lujo, pero que costó años de sacrificios.

Del lado derecho se encuentra el comedor, un amplio galerón donde cada mañana y tarde los estudiantes se organizan para mal desayunar y peor comer. En Ayotzinapa no existe la cena. Atrás del comedor se extienden, como mudos testigos y compañeros eternos, los campos de cultivo, donde, bajo el duro y aplastante sol de Guerrero, los normalistas intentan arrancarle con horas de sudor y de cayos, con machetes oxidados y arados de madera, algunas semillas a la madre tierra. Esa madre que los pone a prueba. Ahí también deambulan, algunas vacas raquíticas y unos cuantos burros y mulas flacas, que ayudan en las labores del campo.

A un lado de las tierras de labranza, están las canchas deportivas, la alberca, la cancha de fútbol y la pista de atletismo (la cuál consiste en un simple óvalo de pura tierra suelta). A pesar del duro trabajo, tanto en las aulas, como en los campos, los jóvenes normalistas buscan el tiempo y la energía para practicar su deporte favorito y representar al equipo de la escuela: los tortugos.

Porque Ayotzinapa, en náhuatl quiere decir: "lugar del río de las pequeñas tortugas", ("Ayótl", tortuga; el sufijo "-tzin", diminutivo; "atl", agua; el sufijo "-pan", lugar de). Por eso, la mascota, el símbolo de la Normal, es una tortuga (incluso en el escudo de la esucuela, bajo el nombre "Ayotzinapa", se ve una tortuga).

Por eso, en cada dormitorio hay una tortuga pintada, herencia de generaciones pasadas. Pero no son las únicas pintas. Por toda la escuela (a exepción del edificio de gobierno), se alzan todo tipo de murales: algunos monumentales, de más de 5 metros de altura, otros más pequeños. Hechos en distintas épocas, todos cuentan la historia de la normal: aquí y allá se ven los rostros de Genaro Vázquez y de Lucio Cabañas; por allá se alza en toda la fachada de un edificio la silueta del Sub Comandante Insurgente Marcos (hoy, SCI Galeano) del EZLN, junto a la frase "Somos la dignidad rebelde". Hay murales contra el FMI, el BM y contra el capitalismo. No falta el rostro de Emiliano Zapata, y cómo no, una referencia a Atenco y al FPDT.

El resto de la Normal, son 9 edificios que sirven como dormitorios. Los menos deteriorados, que se consideran de lujo, son para los de grados más avanzados. El dormitorio en peores condiciones es para los novatos, a los que les tocan las tareas más duras y difíciles, porque dicen los más experimentados: "a Ayotzinapa no se viene a jugar, si no aguantan trabajar de sol a sol, comiendo 3 tortillas al día, no sirven para ser maestros. No aguantarían un movimiento político."

Y tal parece que la historia les da la razón

Ayotzinapa. Ayer, hoy y siempre.

(Parte III)

Llegados a la Normal, saludamos a los compañeros miembros del Comité Estudiantil "Ricardo Flores Magón", quienes son los que se encargan de coordinar las actividades políticas, a los compañeros representantes de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, la FECSM, provenientes de las otras 16 normales rurales que aún existen (y resisten) en el país, quienes se habían trasladado hasta la zona para coordinar las acciones a realizarse, y a familiares y vecinos solidarios de la zona de TIxtla.

En ese momento se realizó una junta informal en el auditorio, los presentes daban cuenta de su condición social: huaraches llenos de barro, camisetas blancas que dejan al descubierto la piel tostada bajo el sol, pantalones de mezclilla más rotos que remendados, el pelo chino, crespo y negro azabache. Cualquiera de ellos bien podría ser descendiente del general Vicente Guerrero. Hablar con ellos, es como transportarse al tiempo de la independencia, donde gente como ellos (sus tatarabuelos, seguramente), dijeron basta y se rebelaron contra el trato inhumano de los encomenderos y hacendados gachupines.

Acabada la reunión nos tocó dormir en el dormitorio de nuevo ingreso. Como algunos estudiantes habían

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desertado, había algunos cuartos vacíos. Y como fuimos de los primeros en llegar, nos tocó el lujo de tener unos colchones viejos, de esos donde los resortes brotan entre la tela y se te incrustan en la espalda. Antes de dormir nos ofrecieron la cena: una cucharada de frijoles y una taza de café. Aceptamos gustosos. A la mañana siguiente nos enteramos de que habían abierto el comedor, exclusivamente por nosotros (los 6 de Atenco), a lo que nos enojamos mucho. No íbamos en viaje de placer. Si las reglas de la Normal eran 2 comidas al día, las aceptábamos sin rechistar.

Con disciplina casi militar, nos depertamos a las 7 de la mañana a desayunar. Nos formamos afuera del comedor, mientras observábamos que no hay normalistas gordos. El desayuno consistió en una cucharada de un intento de chilaquiles sin salsa, que se hace con las tortillas que sobran del día anterior, y un vaso de café. Eso es todo. Y de ahí hasta la hora de la comida a las 3 de la tarde, la cual consiste en una cucharada de frijoles, 3 tortillas y un vaso de agua. Con razón nadie se puede dar el lujo de tener sobrepeso.

Un normalista nos comenta: "estábamos bloqueando la carretera para exigir una audiencia con Aguirre; audiencia que él mismo prometió y a la hora de la hora canceló." Dicha reunión era para aumentar los recursos a la normal. En ese tiempo, diciembre de 2011, a la Normal le asignaban 10 pesos diarios por alumno para gastos de alimentación. 10 pesos que tenían que dividir en desayuno y comida, porque (por obvias razones) para cena no alcanza.

Y por exigir que a los futuros profesores se les alimente igual o mejor que a los caballos de la policía montada, los ministeriales de Aguirre asesinaron a 2 compañeros, Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús. Hasta hoy, esos asesinatos siguen impunes. Al igual que el asesinato, el 7 de enero de este año, de Freddy Vázquez Crispín y Eugenio Tamari Huerta, atropellados en Atoyac de Álvarez, mientras realizaban un boteo. Junto a Daniel Solís Gallardo, Julio César Mondragón Fontes y Julio César Nava Ramírez, asesinados el pasado 26 de septiembre en Iguala, Guerrero, suman 7 normalistas asesinados en menos de 3 años.

Cuando fui a la Normal de Ayotzinapa, sus estudiantes me dijeron que Aguirre (como los Figueroa, o los Ruiz Massieu) quiere desaparecer la Normal por ser "semillero de guerrilleros". Tal parece que eligió desaparecerla alumno por alumno.

Ayotzinapa. Ayer, hoy y siempre.

(Parte IV y última)

Ayotzinapa ¿Quién es, o mejor dicho, quiénes son Ayotzinapa? ¿Son sus normalistas? ¿Son los fantasmas de Genaro Vázquez, de Lucio Cabañas, de Othón Salazar, que siguen rondando por sus aulas y dormitorios? ¿Es la mala fama de rijosos y vándalos que tienen sus alumnos?

Ayotzinapa es Tixtla, Chilapa, Atoyac, Chilpo, Arcelia, Olinalá, San Luis Acatlán. Es la Sierra, la Costa Chica, la Costa Grande, la Tierra Caliente. Es Aguas Blancas, El Charco; es la matanza del 30 de diciembre de 1960, la del 18 de mayo de 1967; es el Partido de los Pobres, es la Brigada Campesina de Ajusticiamiento.

Ayotzi, como le dicen los lugareños, es el pueblo campesino de Guerrero. Ese pueblo, que cuando los normalistas visitan en brigadas, literalmente se quitan la tortilla de la boca y se la dan a los muchachos. Porque saben que esa escuela ha velado desde hace 86 años por los hijos de los campesinos, y por eso, los campesinos velan por esa escuela. Simbiosis le llaman los biólogos a este proceso. Solidaridad, le dicen los compas.

Ese pueblo, que desde hace 20 días ha llorado por sus hijos, pero que también se ha organizado y sigue organizando la digna rabia. Son miles de campesinos que no les importa tener que bajar la sierra y buscar la justicia hasta debajo de las piedras. Saben que no están solos. Saben que gente como yo, que en diciembre de 2011 viví 5 días la vida de un normalista cualquiera, siempre apoyará a Ayotzi, porque Ayotzi significa una luz de esperanza entre el negro porvenir para la juventud guerrerense: o sicario o migrante.

Esos 43 jóvenes que hoy nos faltan, están desaparecidos porque eligieron luchar por su pueblo en vez de desangrarlo. Eligieron el camino digno y hoy sus familias están en zozobra. No sabían que para el PRI, el PAN,

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el PRD y toda la partidocracia, ser pobre y estudioso, es un acto de sedición; y que ser pobre, estudioso y luchador es el crimen máximo que se paga con la vida.

Yo me fui de Ayotzinapa. Regresé un par de veces más. Pero un fragmento de esa Normal se incrustó en mi alma. Desde Atenco, yo, junto con mis hermanos del FPDT nos solidarizamos y nos solidarizaremos con cualquier normalista. Pero si se trata de Ayotzinapa, dejaremos la casa y el sillón, quemaremos el cielo si es preciso para encontrar a nuestros 43 hermanos, nuestros 43 hijos, nuestros 43 primos. Porque hoy somos Ayotzi, hacemos Ayotzi y estamos con Ayotzi.

Porque Ayotzinapa... #AyotzinapaSomosTodos