AYOTZINAPA: FUE EL ESTADO.
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El pasado 26 de septiembre de 2014, en al menos cuatro eventos violentos relacionados entre sí, en las
inmediaciones de la ciudad de Iguala, en el estado de Guerrero, México, fueron asesinadas 7 personas, entre éstas
cuatro estudiantes de la normal rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, 25
más resultaron heridas y 43 estudiantes
fueron “desaparecidos”. En dichos actos participaron policías municipales de
Iguala, Guerrero, en coordinación con personas pertenecientes al cartel
“Guerreros Unidos”, ante la total
pasividad y tolerancia ¿complicidad?, de las fuerzas estatales y federales, la gendarmería y el ejército, cuya presencia es notoria en el estado de Guerrero
debido al operativo federal “Guerrero Seguro”.
Poco después el Estado detuvo a 22 policías municipales y con base en las declaraciones de algunos de ellos, se han realizado operativos para hallar a los
normalistas desaparecidos. Hasta ahora se han encontrado más de 40 restos de cuerpos en 11 fosas comunes
clandestinas, sin que se haya
comprobado que son de los compañeros normalistas.
A más de un mes de desaparecidos, no
se tiene claridad de lo sucedido y sigue sin haber una respuesta clara de donde están. Además se sigue esperando la
entrega de los resultados de ADN y sólo circula información errática por parte de instancias oficiales y medios de difusión.
Esta reacción caótica y tardía favorece la impunidad y extrema el ambiente de
terror e inseguridad que ya existe en el país desde hace casi una década debido al desborde de la necropolítica operada
por distintos actores incluyendo el Estado y las empresas -ligadas o no al narcotráfico-. Las cifras siempre son
imprecisas y frías pero a veces resultan necesarias para dimensionar: se calcula que dentro de este conflicto interno
iniciado en 2007 han muerto 140 mil personas, además se estiman unos 24
mil desaparecidxs y alrededor de 160
mil desplazadxs.
En este marco el asesinato y
desaparición de los 43 compañeros normalistas aparece como un acto planificado que muestra la complicidad
tanto de las fuerzas policiacas
estatales, federales y de las fuerzas armadas a cargo de esa zona, de la
misma manera, los órganos institucionales que dicen velar por la
seguridad nacional, quedaron pasivos ante los hechos. Ellos sabían perfectamente de la movilización que los
jóvenes estudiantes habían planeado para participar en la marcha del 2 de octubre en la capital del país,
extrañamente les dejaron solos y a merced de los agresores.
Nosotrxs, al igual que los padres de
familia de los compañeros, activistas, centros de derechos humanos, organizaciones sociales y un largo
etcétera, responsabilizamos a los tres niveles de gobierno por complicidad y negligencia criminal, además señalamos
específicamente al presidente Enrique Peña Nieto, al exgobernador del Estado
Ángel Aguirre Rivero y al presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca
Velázquez, a su esposa y al gabinete
que le acompaña como corresponsables. Muestra de esta negligencia son las declaraciones del presidente Peña Nieto
al delegar, en un principio, toda la responsabilidad de las investigaciones al gobierno estatal, además de ordenar a
los medios de comunicación oficiales minimizar los hechos y acallar a la opinión pública; inclusive llegando a
suponer que los estudiantes se habían escondido o ligarlos a un conflicto con narcotraficantes.
Ante la insensibilidad del estado mexicano y su complicidad con las fuerzas criminales, los padres de familia, compañeros normalistas y
organizaciones populares del estado de guerrero, como las CETEG y las Policías Comunitarias, se han dado a la
tarea de realizar las investigaciones y pesquisas que el propio gobierno no ha
podido/querido realizar. A la par de estas acciones, se han organizado en una Asamblea Nacional Popular, que tiene
por objetivo resistir a los embates del narco-estado mexicano y forjar, desde la
unidad, un escenario de lucha social1.
¿
La demanda general es la aparición con
vida de los compañeros, pero también es momento de hacer visible la fusión actual entre el crimen organizado, el Estado,
muchas empresas legales y el sistema de partidos, incluidos los de “izquierda” como el PRD. Por otro lado
consideramos que ya es necesario desmitificar a la “sociedad civil” como la reserva moral del país pues una parte de ella está corrompida y forma parte de la
1 Aquí los resolutivos de dicha Asamblea redactó el 24
de octubre del 2014, en la escuela normal rural de Ayotzinapa: http://goo.gl/UmH2S6
descomposición; el narcotráfico, el
Estado y el sistema de partidos no son entes abstractos sino que forman parte de la sociedad y funcionan en buena
medida gracias a la complicidad de quienes se benefician o la pasividad de quienes fingen no ver la debacle.
La guerra que vive México no es sólo
contra-entre-para el narcotráfico, sino que está tejida por numerosas fibras como son el extractivismo voraz, la
violencia patriarcal feminicida y el pensamiento de consumo capitalista: consumo de mercancías, consumo de
imaginarios, consumo de cuerpos. Sus víctimas son en su mayoría gente pobre y joven, pero también todxs aquellxs que
desafíen el orden establecido por el terror y el consumo; lxs activistas, lxs periodistas críticxs, lxs estudiantes que
se oponen a las reformas, lxs defensorxs de la naturaleza, las mujeres indóciles, los pueblos indígenas que resisten, lxs
no heteronormadxs. Es por eso que no basta con la destitución de algunos responsables o la detención de los perpetradores; lo que nos urge es que se
sepa dónde están los compañeros, su ausencia nos quiebra, y sabemos que para reencontrarlos, para salvarlos
verdaderamente (vivos o muertos) es necesaria una transformación radical de las cosas, una demolición que provenga
desde abajo y para comenzar –ya ha comenzado- no es menester la “toma de consciencia” sino, simplemente, la
empatía, la afectación.
¿
El asesinato y la desaparición de
los estudiantes es parte de una larga historia de ataques sistemáticos en contra de las Normales Rurales
mexicanas pues el gobierno federal tiene la intensión de destruir este modelo educativo utilizando todos los recursos a su alcance: el recorte presupuestal, el
cierre de dichos centros educativos, las modificaciones de sus planes de estudio,
la imposición de autoridades en los
planteles; las campañas de calumnias y descalificación de sus egresados; la pérdida del derecho a las plazas
laborales para sus egresados; la criminalización y represión sistemáticas, ejecuciones extrajudiciales, tortura, desaparición forzada, detenciones
arbitrarias, entre otras formas de terror. Todo esto amparado tras la puesta en marcha de las llamadas “reformas
estructurales”, concretamente la educativa, que trata de acabar con este modelo de formación.
¿De qué modelo se trata? la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa es un modelo de educación popular,
autogestionada, horizontal y consciente que es digno de admirar. Sus orígenes se remontan a los años 20 del siglo
pasado cuando el gobierno de Lázaro Cárdenas impulsó la masificación de la educación mediante la creación de
escuelas campesinas para formar a profesores rurales. En 1926 se fundó la Normal de Ayotzinapa, desde hace décadas esta escuela ha sido
constantemente atacada por el carácter combativo de sus estudiantes y profesores quienes fomentan una
formación crítica y revolucionaria. De esta escuela egresó Lucio Cabañas,
fundador del “Partido de los Pobres” (1967), una heterodoxa guerrilla que hizo frente al gobierno en la Sierra de
Guerrero y cuyos militantes fueron arrasados. Otro egresado fue Genaro
Vázquez, un maestro disidente que luego formó la Asociación Cívica
Nacional Revolucionaria, guerrilla que operó en Guerrero y también fue arrasada durante los años de la llamada
“Guerra Sucia”. Ambos murieron violentamente, dos de los estudiantes actualmente desaparecidos son
descendientes de Lucio.
En los últimos años esta escuela, al igual que el resto de las Normales Rurales, ha
sufrido los embates de una política estatal que busca desaparecerlas,
reduciendo a lo mínimo los apoyos
económicos, por ello estudiantes y maestros han desarrollado formas de trabajo y sustento autogestionarias, de
modo que este modelo que en un comienzo fue política de Estado se ha radicalizado y ha logrado sobrevivir al margen de los apoyos institucionales.
Actualmente el proyecto de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa es una propuesta educativa con un enfoque
político de emancipación, que no se limita a lo teórico sino que se pone en práctica cada día fomentando valores
como la fraternidad y horizontalidad. En dicho plantel se busca formar docentes con una práctica de compromiso social y
que tengan las herramientas pedagógicas para contribuir a la transformación del entorno en el que
viven. Para este modelo la pedagogía no está separada de la política; se contribuye a forjar profesores que se
asuman como agentes de cambio en su espacio cotidiano: la escuela. Es por ello que la educación que se da en la Normal confronta al poder institucional y al
modelo económico y social dominante. Tanto para el Estado como para los poderes fácticos estos espacios
insubordinados son un enemigo, por eso han atacado a la escuela con intentos de desalojo, represión y amenazas de
desaparición de la Normal Rural. Antes del 26 de septiembre del 2014, la represión más fuerte que sufrieron los
normalistas de Ayotzinapa ocurrió el 12 de diciembre del 2011, cuando los
estudiantes se movilizaron por sus demandas cortando la Autopista del Sol,
siendo atacados tanto por la policía estatal como federal, quienes asesinaron a tres normalistas y dejaron a varios
heridos.
En suma, lo ocurrido recientemente es parte de un historia de represión y
violencia contra un proyecto transformador y emancipador que amenaza al poder establecido, puesto que presenta una alternativa de
organizar la sociedad, una ética distinta
que no privilegia el individualismo o el éxito personal, y que no está dispuesta a someterse a nadie, puesto que todo lo
han ido construyendo con sus propias manos.
*
Esperamos que estas breves notas
ayuden a la reflexión crítica y libertaria. Sabemos que lo que les contamos no es nada nuevo para el Perú, pues nos han
llegado hasta acá rumores de su historia: no olvidamos Los Cabitos, ni Barrios Altos, ni Raccaya, ni La Cantuta, también
recordamos la labor incansable de las madres de ANFASEP, su voz de resonancia quechua que pregunta
¿dónde están? hace eco hasta acá. Sabemos que la violencia allá continúa ahora de la mano de intereses
extractivistas: lo vimos en Bagua, lo vemos en Cajamarca.
Desde acá les enviamos un saludo y
abrazos fraternos, su lucha es nuestra lucha, su memoria y la nuestra se encuentran.
¡Fue el Estado!
¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!
Círculo Errante de Estudio y
Discusión Anarquista.
(Imagen: Taller de Serigrafía Instantánea-$hile)