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    A. J. AyerLos problemas centrales

    de la filosofaAlianza Universidad

    | | m "

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    A.J. AYER, uno de los ms destacados representantes de la filosofa

    anglosajona y de la corriente analtica, ha logrado escribir un libro

    de introduccin filosfica que interesar tanto a los especialistas en

    ese rea del conocimiento como a quienes se enfrenten por primera

    vez con este tipo de cuestiones. LOS PROBLEMAS CENTRALES

    DE LA FILOSOFIA reproduce las Conferencias Gifford de 1972-73,

    ciclo destinado por sus organizadores a investigar y difundir el estu

    dio de la Teologa Natural. A fin de fundamentar convenientemente

    su idea escptica de que no hay razones vlidas para creer que haya

    un Dios, el autor comienza por explicar su concepcin de la filosofa

    y del conocimiento humano no de un modo programtico sino prc

    tico: ejerciendo el anlisis filosfico sobre problemas fundamentalesy ofreciendo algunos ejemplos de carcter especial de los argumentos

    metafsicos. A continuacin examina diferentes teoras del entendi

    miento y da cuenta tanto del tipo de problemas que puede abordar

    adecuadamente el anlisis filosfico como de los diferentes mtodos

    empleados para tratarlos. Al ocuparse luego de cuestiones relacio

    nadas con la teora del conocimiento, indica la conveniencia de co

    menzar con cualidades sensoriales para proceder a la construccin de

    una teora realista del mundo fsico. Tras abordar el problema de

    la mente y el cuerpo, as como el de las otras mentes, examina el

    problema del razonamiento inductivo, el carcter de las leyes cient

    ficas, los enunciados condicionales, la teora de la probabilidad, la

    naturaleza de la causalidad, el concepto de necesidad lgica, la condi

    cin de las entidades abstractas (como clases, proposiciones universales, etc.), la naturaleza de los juicios morales y el libre albedro.

    Alianza Editorial

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    A. J. Ayer

    Los problemas centrales

    de la filosofa

    Versin espaola de

    Rodolfo Fernndez Gonzlez

    AlianzaEditorial

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    Titulo original

    The Central Qitestions of Philosophy

    t Publicado en ingls por Weidenteld & N'icolson Ltd.. 11

    St lohn's Hill. Londres'

    ci A. J. Ayer, 1973,(p Ed. Casi.: Alian/a Ediiorial, S. A. Madrid, I**"7**

    Calle Miln. 38: ST 2(X>(X>45.

    I.S.B.N.: K4-20-2247-8.Depsito legal. M. 31.119-1979.Compuesto en Vcmndez Ciudad. S. 1..Pasaje de la Fundacin. 15. Madrid-28

    Hijos de Vi. Minucsa. S. V..Ronda de Toledo. 24. Madi'id-5.

    Impreso en Esparta.Printed in Spain.

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    INDICE

    Prefacio ....................................................... .................................. 11

    1. Las pretensiones de la m eta fsica..................................... 15

    2 Significado y sentido com n............................................... 3-13. El anlisis filos fico.............................................................. 37

    4. El problema de la percepcin ........................................... 82

    3. La construccin del mundo fs ic o ..................................... 104

    6. El cuerpo y la m ente.......................................................... 127

    7. Hechos y explicaciones........................................................ 152

    8. Orden y probabilidad........................................................... 175

    9. Lgica y ex istencia ............................................................... 200

    10. Las pretensiones de la teologa ........................................ 228

    Indice de nombres y materias 255

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    PREFACIO

    Este libro reproduce las conferencias Gifford que tuve ocasin deofrecer en la Universidad de St. Andrews durante el curso 1972-1973.Slo marginalmente se cumple aqu con los requisitos del legado deLord Gifford. que dej un depsito, en 1885, para financiar cursosen las Universidades de Glasgow, Edinburgo, Aberdeen y St. Andrews,que cumplieran con el propsito de promover, investigar, ensear ydifundir el estudio de la Teologa Natural, en el sentido ms amplio de este termino. No obstante, qued establecido que los profesores no tienen por qu pertenecer a una religin, o pueden ser de

    los llamados escpticos, agnsticos o librepensadores, con tal de quelos 'patrocinadores' tengan en cuenta que sean hombres reverentes,pensadores autnticos, amantes sinceros de la verdad y serios investigadores de ella. En esta ocasin, el patronato de St. Andrews, conel que estoy en deuda no slo por su invitacin, sino tambin porsu amable hospitalidad , me permiti dedicar slo una de las diezconferencias a temas teolgicos. Dicha conferencia es escptica, porcuanto muestra que no tenemos ninguna razn valedera para creer

    que exista un Dios, aunque de todas formas supone una honrada bsqueda de la verdad.

    Como su ttulo indica, el resto del libro tiene un carcter msestrictamente filosfico. Comienza intentando explicar lo que es lafilosofa y, despus de algunos comentarios histricos, ofrece algunosejemplos cine ilustran el carcter especial de los argumentos metafsi-cos. Se examinan diversas teoras del entendimiento v se da atenta

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    del tipo de problemas con los que puede verse enfrentado el anlisisfilosfico, as como de los diferentes mtodos utilizados para tratar-los. Penetrando en la teora del conocimiento, pongo de manifiesto

    la posibilidad de comenzar con cualidades sensoriales, y de construira partir de stas una teora realista del mundo fsico. A continuacin,se estudia la relacin entre mente y cuerpo, el anlisis de la identidadpersonal, los fundamentos para atribuir conciencia a las dems per-sonas, el problema del razonamiento inductivo, el carcter de las leyescientficas, el anlisis de los enunciados condicionales, la teora de pro-babilidades, la naturaleza de la causalidad, el concepto de necesidadlgica, la condicin de entidades abstractas tales como clases, proposi-ciones y universales, la naturaleza de los juicios morales y el librealbedro. Mi enfoque de la teora del conocimiento sigue una lneacuya fundamentacin ya qued establecida en mi libro The Probletnof Knowledge (El problema del conocimiento) *, y en los dos captu-los que se ocupan del problema del razonamiento inductivo, he re-producido ideas que pueden encontrarse ya en mi libro Probability andEvidence. Debo dar las gracias a los editores MacMillan y PenguinBooks, en el primer caso, y a MacMillan y a Columbia UniversityPress, en el segundo caso, por haberme permitido esta reproduccin.

    Al escribir este libro he intentado no slo interesar a los ya fami-liarizados con los problemas que aqu se exponen, sino tambin pro-porcionar una introduccin general al tema para todo tipo de lectores.No es fcil conciliar estos dos propsitos, pero he hecho todo lo po-sible para conseguirlo.

    A. J. AyerNew College

    Oxford6 de febrero de 1973

    * Existe traduccin castellana: El problema del conocimiento, Buenos Aires,Eudcba, 1968. 2.* ed.. 172 pp., rrad. de A R. Raggio (N. del T.; en lo suce-sivo, NT).

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    Captulo 1

    LAS PRETENSIONES DE LA METAFISICA

    A. Filosofa y ciencia

    Qu es la filosofa? Incluso para un filsofo profesional, es muydifcil responder a esta pregunta, y esta dificultad es, en s misma,reveladora, puesto que hace que los filsofos adviertan lo peculiar desu objeto. En primer lugar, la filosofa aspira a producir conocimien-to; o, si pareciera que esto es una aspiracin desmesurada, por lomenos consta de unas proposiciones que sus autores quieren que acep-temos como verdaderas. A pesar de todo, parece que la filosofa noposee ningn objeto especfico. Cmo podra definirse qu es lo queestudia un filsofo, igual que se dice que el qumico estudia la com-posicin de los cuerpos, o que un botnico estudia la variedad de lasplantas?

    Una posible respuesta es que al tratarse de un objeto que poseemuchas ramificaciones, la filosofa no tiene uno, sino varios, objetosde estudio. De esta forma, puede decirse que la metafsica estudia laestructura de la realidad; la tica, las reglas de la conducta humana,

    la lgica, los cnones del razonamiento vlido; y la teora del cono-cimiento descubre qu es lo que podemos conocer. Esta respuesta noes incorrecta, pero podra ser engaosa. Efectivamente, la tica tratade la conducta humana, pero no se trata de una ciencia descriptiva dela conducta humana, al estilo de la psicologa y la sociologa. La ticapuede ser prescriptiva, pero se interesa preferentemente por lo quese encuentra ms all de las prescripciones; no se ocupa tanto de

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    formular reglas de conducta como de considerar los fundamentos so-bre los que estas reglas puedan apoyarse. Si la teora del conocimientodescubre qu es lo que somos capaces de conocer, no debemos en-

    tender esto en el sentido en el cual puede decirse que una enciclope-dia ofrece un panorama general de nuestro conocimiento. Ms bienintenta establecer criterios de conocimiento; unos criterios capaces,quiz, de limitar lo que puede ser conocido. Ms adelante veremosque la teora del conocimiento es, sobre todo, un ejercicio de escep-ticismo; argumentos y refutaciones que tratan de demostrar que noconocemos lo que creemos conocer. La lgica, en cambio, es un casoespecial. Como ciencia formal, tiene su puesto junto a la matem-tica, de la que apenas se diferencia hoy da. Pero en la medida enque se asimila a la matemtica, se separa de la filosofa. Pueden sus-citarse problemas filosficos acerca de la lgica, de igual manera quepueden suscitarse acerca de la matemtica. Sin embargo, dentro deun sistema lgico no existen problemas, excepto los que se planteansobre la condicin de las proposiciones lgicas, el carcter de los con-ceptos lgicos v la legitimidad de ciertos tipos de demostracin.

    El hilo conductor que se est manifestando en esta visin de lafilosofa guarda relacin con el tema de los criterios. Se ocupa de las

    pautas que gobiernan nuestro uso de los conceptos, de nuestras eva-luaciones de la conducta, de nuestros mtodos de razonamiento y denuestras evaluaciones de los elementos de juicio. Una de las cosasque puede hacer es revelar los criterios que de hecho empleamos; otra,determinar si son conflictivos; y una tercera, tal vez. criticarlos y sus-tituirlos por otros criterios mejores. Pero estamos vendo muy deprisa. Podramos plantear la siguiente pregunta: En uu forma estascuestiones son caractersticas de la filosofa? Seguramente, cada disci-plina tiene sus propios criterios. Un matemtico no necesita que sehaya explicitado qu es una demostracin vlida, ni un fsico que sehaya dicho en qu consiste una teora convincente, o qu importanciahay que atribuir a un experimento. Los abogados son expertos enevaluar los elementos de juicio. Al historiador le corresponde deter-minar el valor de sus fuentes. Cul debe ser la contribucin del fil-sofo? Y con qu autoridad?

    La respuesta ms sencilla a esta pregunta ser mostrar cmo ope-ra la filosofa en una de sus ramas, y para ello comenzar por la

    metafsica. En su uso original, el trmino metafsica slo significalo que est ms all de la tsica. Aristteles escribi un libro sobre

    fsica, y sus comentaristas dieron el ttulo de metafsica a los librosque seguan a la fsica en el catlogo de sus obras. Sin embargo,exista tambin la idea de que la metafsica, que se desenvolva en lamisma rea que la fsica, intentaba ocuparse de problemas que sta

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    dejaba sin respuesta. Cules podran ser esos problemas? Imaginoque, ante todo, alguien dira que la metafsica investiga la estructurade la realidad. Pero no es precisamente esto lo que hacen las cien-

    cias naturales, salvo que ordinariamente no describiramos lo que es-tas ciencias hacen de manera tan rimbombante? En qu sentido pue-de sobrepasarlas la metafsica?

    Decir que cada ciencia especial se ocupa slo de un fragmento delmundo es responder superficialmente. La metafsica va ms lejos queellas al considerar la realidad como un todo. Esto es verdad, en elsentido negativo de que el radio de accin de la metafsica, cualquieraque sea, no est delimitado en la misma forma que el de una ciencia

    especial. Pero si se sugiere que el metafsico hace el mismo trabajoque un cientfico, slo que a mayor escala, esta afirmacin no slo esinexacta, como descripcin de lo que normalmente se considera me-tafsica, sino tambin poco atractiva como orientacin a adoptar porun filsofo. GSmo establecera ste una representacin de la totali-dad de la realidad si no es mediante la representacin de sus partes?El mximo resultado que podra esperar sera reunir una enciclopediacon todas las teoras e hiptesis aceptadas actualmente en las diversas

    ramas de la ciencia. Sera muy difcil que un hombre llevara a caboesta labor, y en el momento en que diera fin a su tarea es casi seguroque gran parte de su trabajo ya no estara al da. Por ello, sera mejoremprenderlo como una empresa cooperativa. Si se hiciera bien, ser-vira para un propsito til. Pero, incluso as, seguramente la meta-fsica contendra algo ms que la compilacin de las obras cientficasde referencia.

    Puede objetrseme que estoy siendo injusto. Lo que se espera de

    nuestro metafsico no es precisamente que rena todas las teorascientficas de su tiempo, sino que las integre dentro de una represen-tacin del mundo. Debe realizar el ideal hegeliano de unificacin delos diferentes fragmentos de conocimiento en una sntesis superior.Pero la dificultad reside en que no est nada claro en qu debe con-sistir tal representacin del mundo. Es posible que debiera procedersede la siguiente forma. Alguien podra lograr la realizacin del desig-nio einsteniano de unificar la fsica mediante la construccin de una

    teora general que incorporara la fsica cuntica y la teora de la rela-tividad. Entonces podra mostrarse que todas las dems ciencias pue-den reducirse a la fsica. Hasta cierto punto, efectivamente, esto yase ha conseguido. Existen razones poderosas para creer que las leyesqumicas pueden deducirse de las de la fsica, y que las leyes biol-gicas son dcducibles de las leyes qumicas. Si pudiera demostrarse quelas leyes psicolgicas y sociolgicas son deducibles de las leyes bio-lgicas, se habra completado el programa. Si pudiera completarse,

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    podra considerarse a la teora fsica fundamental, en funcin de lacual se ha explicado todo lo dems, como fuente de una representa-cin general del mundo. Puesto que esta teora tendra que ser muy

    abstracta, slo podra ofrecer una representacin muy esquemtica,pero esto es inevitable. Para conocer detalles concretos, necesitara-mos volver a la enciclopedia.

    Debemos preguntar ahora por la forma en que hay que determi-nar si tal programa puede llevarse a cabo. Realmente, podra haberobjeciones de principio a la reduccin de lo mental a lo fsico, o de loorgnico a lo inorgnico, y podra constituir una empresa filosficael determinar si esta reduccin es vlida. Pero a partir de este mo-mento los problemas seran cientficos. Si se estableciera que no seinterpona ninguna objecin vlida de principio, en el sentido quehemos mencionado, el trabajo de proyectar una teora que se ocuparade los estados y procesos mentales en funcin de operaciones del sis-tema nervioso correspondera al fisilogo, y tocara al qumico en-contrar el puente entre las entidades orgnicas y las inorgnicas. Elmetafsico, cuyas teoras no son, como las otras, comprobables me-diante observacin, no podra contribuir con nada.

    Una concepcin ms ambiciosa de la metafsica es la que la hace

    competir con las ciencias naturales. Existe L creencia de que las cien-cias slo se ocupan de las apariencias, en tanto que el metafsicopenetra en la realidad subyacente. Esta idea ha dominado ms en lafilosofa oriental que en la occidental, pero sigue atrayendo a los quequieren considerar a la filosofa como una ciencia de grado superior,y a los que asocian las ciencias naturales con un materialismo que losofende. La dificultad fundamental de esta postura es la de hacerlainteligible. Efectivamente, estamos acostumbrados a que las aparien-cias pueden ser engaosas, pero si se analiza este hecho, se encon-trar que no se trata de un conflicto entre las apariencias y algo de di-ferente orden, sino de un conflicto entre las apariencias mismas.Interpretamos algunas observaciones de una manera no corroboradapor observaciones posteriores. Por ello, parece que el descubrimientode que las cosas no siempre son lo que aparentan es incompadblecon la conclusin de que la realidad est oculta a nuestros ojos. Quexperiencia podra autorizarnos a hacer una distincin entre la tota-lidad de las apariencias y una realidad completamente distinta?

    B. Evaluacin de la experiencia mstica

    Algunos responderan a esta pregunta diciendo: La experienciamstica. El mstico desarrolla una facultad especial que lo capacitapara ver todo lo que despus nos comunica, sin duda alguna de ma-

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    era inadecuada, diciendo, por ejemplo, que la realidad es espiritual,o que el espacio y el tiempo no son, en ltima instancia, reales, o quetodas las cosas son una. Pero qu hacemos con todo esto? El pro-

    blema no est en si las experiencias msticas valen la pena. Quieneslas han tenido dicen decididamente que s. El problema est en siproporcionan conocimiento; y si es as, qu es lo que establecen. Si loque dicen establecer carece de sentido o, en cualquier interpretacinliteral, es de una falsedad evidente, entonces, en el mejor de los ca-sos, no se ha descubierto su razn de ser cognitiva. Si se desea, sepuede decir que la informacin que proporcionan no es comunicablea los que no estn preparados para recibirla, pero esto pone punto

    final a la discusin. En la medida en que no hay ante nosotros nin-guna proposicin inteligible, no hay nada de que hablar.E s algo tan sencillo? H. G. Well escribi un cuento titulado

    El Pas de los Ciegos en el que un hombre llega hasta un puebloapartado cuyos habitantes no slo son ciegos, sino que ignoran la po-sibilidad de la visin. Recordando el adagio de que en el pas de losciegos el tuerto es el rey, el hroe del cuento espera hacerse conel poder, pero en vez de eso se ve puesto en ridculo porque no poseela sensibilidad auditiva y tctil de los pobladores del lugar. Cuandointenta convencerlos del poder de su facultad de visin, piensan queest fantaseando. No podra suceder que el mstico se encuentre,respecto a nosotros, en la posicin del nico hombre capaz de ver enel pas de los ciegos?

    La analoga es convincente, pero tiene un fallo. El ciego podrahaber comprobado hasta cierto punto las pretensiones del vidente.Este podra haber descrito las posiciones, formas y dimensiones deobjetos distantes, y de esta forma su auditorio podra haber descu-

    bierto mediante el tacto que tales descripciones eran verdaderas.Efectivamente, no hubiera podido explicarles el aspecto de los colores,pero con recursos suficientes hubiera podido ensearles a clasificarlos colores de la misma forma que l lo haca; por ejemplo, usandouna mquina, con lectura tctil o auditiva, que registrara diferenciasde longitudes de onda. En nuestro cuento, el vidente no fue sufi-cientemente hbil en la elaboracin de tales pruebas, y se vio obstacu-lizado por la incredulidad de su auditorio y por el conocimiento tan

    profundo que ste tena de su limitado medio, por lo que haba muypoca informacin nueva que pudiera impresionarlos. No obstante, esfcil imaginar nuevos acontecimientos que l hubiera sido el primeroen detectar. Por otra parte, no es fcil ver qu cambios podran tenerlugar en nuestro mundo que fueran ms fcilmente detectables porla experiencia mstica. No est claro qu hubiera tenido que sucederpara que sus afirmaciones fueran comprobables en general. Realmen-

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    te, esto no es ni siquiera una exigencia que podamos hacerle, si supretensin no es la de tener un conocimiento ms extenso de lo quenosotros consideramos el mundo, sino, ms bien, una visin de al

    guna realidad ulterior.Pero acaso no es lgicamente posible que los datos de la visin

    y del tacto estuviesen tan disociados que no pudiramos dar ningnsentido til a nuestro discurso acerca de los mismos objetos, al no serstos, a la vez, visibles y tangibles? Y si fuera as, no se mantendrala analoga? El vidente tendra acceso a un mundo autnomo, decuya naturaleza no podra dar al ciego ningn indicio. Todo lo quepodra informar inteligiblemente sera que ese mundo existe. Casicon seguridad no le creeran, o llegaran a afirmar que estaba diciendoinsensateces. Pero se equivocaran.

    Creo que puede aceptarse la premisa de este argumento. Porejemplo, creo concebible que nuestra vista operase de tal forma quetodos los objetos visibles se encontraran fuera de nuestro alcance, opudiera ser que todos ellos tuvieran las propiedades que se atribuyena los fantasmas; o, dicho de una manera ms prosaica, que todosellos fueran como una imagen accidental. Incluso se puede imaginarque habitamos durante las horas de vigilia en un mundo predomi

    nantemente tctil no-visual, y durante el sueo en un mundo visual;si ambos fueran igualmente coherentes, someteran a una dura pruebanuestro concepto de realidad. Sin embargo, no es necesario entrar entales fantasas. Puede obtenerse el mismo resultado con ms facilidad suponiendo que descubrimos criaturas que se diferencian de nosotros en que poseen un sentido adicional cuyos informes son internamente sistemticos, pero no de tal forma que nos permitanponerlos en correlacin con todo lo que somos capaces de percibir.

    Habiendo admitido la creencia de que esas criaturas hayan tenidorealmente tales experiencias, tendramos alguna razn valedera paradudar que son cognitivas?

    La respuesta a esa pregunta dependera de la forma en que senos describan esas experiencias. Ex bypothe, no se nos podra decirnada significativo acerca de su contenido, pero podramos ser informados de aquellos que se han mostrado de acuerdo en sus relatos, yde las interpretaciones que de stos dieron. Podramos investigar silos clasificaron como estados meramente subjetivos, o como estados

    que revelan lo que para nosotros eran propiedades desconocidas deobjetos que hubiramos podido identificar de otra manera, o comoexperiencias de objetos, no perceptibles de otra forma, pero con unalocalizacin espacio-temporal. En los dos ltimos casos, hubiramospodido admitir tranquilamente la pretensin de que se trat de experiencias cognoscitivas. La cuestin no difiere mucho de la que surgi

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    con los informes de apariciones que pueden encontrarse en los Analesde la Sociedad de Investigacin Psquica. En muchos casos, apenasqueda duda de que las experiencias ocurrieron realmente, aunque

    por alguna razn fueron mucho ms frecuentes en el siglo xix queahora. Sin embargo, mucha gente las descartara como alucinaciones,en parte porque sta es la hiptesis que mejor concuerda con nuestra representacin general del mundo, y en parte porque no se hadicho que las apariciones fueran regularmente visibles incluso paraaquellos que se han adjudicado la capacidad de verlas. En el caso deque hubiera evidencia de que los que poseyeran esos poderes especiales pudieran detectarlas de manera constante, aproximadamente en

    los mismos lugares, podramos llegar razonablemente a creer en surealidad.Pero ahora se hace evidente que el tema que discutimos es el de

    si hemos infravalorado o no la variedad de cosas que han de encontrarse en el mundo. Es razonable pensar que la posesin de un sentido extraordinario, de un poder especial de visin, podra revelarla existencia de objetos, o de propiedades de objetos, que de otraforma hubieran escapado a nuestro conocimiento. Sin embargo, nose seguira de ello que nuestra anterior concepcin del mundo seadesechable por alguna otra razn ms profunda que no sea la de sucarcter incompleto. No se sigue de ello que nos hayamos equivocadoal atribuir realidad a los tems que ya hemos identificado, o inclusoque fueran, en algn grado, menos reales que los que podemos aadir ahora. En consecuencia, esas analogas ms o menos caprichosasno son de utilidad para el mstico que desea rebajar el mundo material, comparndolo, digmoslo as, con el mundo espiritual que supone que le revelan sus experiencias. Y, efectivamente, quiz sea

    obvio que ninguna experiencia, aunque sea intensa, pueda establecerproposiciones tales como esa realidad es espiritual, o este espaciov este tiempo son irreales, o esas cosas que parecen distintas sonde alguna forma idnticas. Para obtener tales resultados habra queformular un criterio adecuado de realidad, v mostrar con fundamento que las cosas que de ordinario se tomaron por reales no satisfacen tal criterio

    C. Apariencia y realidad: algunas posturas metafsicas

    Para hacerles justicia, hav que afirmar que as es como han procedido normalmente los metafsicos que han pretendido convencernosde que el mundo es en realidad muy diferente de como parece ser.De esta forma, en la teora platnica de las Ideas, que Platn segti-

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    ramente lleg a abandonar en algn momento, se establece un contraste entre el mundo que se nos aparece mediante nuestros sentidosy un mundo aprehensible de Ideas o Formas *. En el mundo sensible,

    las cosas surgen y desaparecen, poseen propiedades diferentes en momentos diferentes, tienen a la vez propiedades, como ser grande opequeo, que varan con las cosas a las cuales las referimos. Por elcontrario, las formas, que pueden identificarse con las propiedades comunes, a las que los filsofos posteriores llamaron universales, existeneternamente y son inmutables. As, la cualidad de bondad perdura,en esta teora, independientemente de su incidencia en el mundosensible; lo mismo sucede con la cualidad de ser rojo, sin repararen la manera en que las cosas cambien de color; e igual pasa con laforma de una mesa, sin importar qu mesas existen realmente. Las formas determinan el carcter de cosas perceptibles, y estas cosas tienenalgo de realidad en la medida en que participan de las formas. ParaPlatn, la superioridad de las formas consista en su inmutabilidady tambin, segn parece, en el hecho de que constituyen objetos delintelecto ms bien que de los sentidos. Otro problema distinto es,naturalmente, el de si esto le dio derecho a erigirlos en la piedra detoque de la realidad.

    Aunque sus concepciones del mundo fueran muy diferentes entres, y tambin respecto de la platnica, los filsofos racionalistas delsiglo xvn, Descartes, Spinoza y Leibniz, compartieron la idea de queun conocimiento de las cosas que realmente nos rodean hay que obtenerlo mediante el ejercicio de la razn pura, y no mediante la-percepcin sensorial. De los tres, Descartes es, en trminos modernos, elltimo metafsico, puesto que la representacin del mundo a la quelo llev su razonamiento pudiera haber sido muy bien el productodel estudio de la fsica contempornea. Su peculiaridad reside ensuponer que podra alcanzar esas conclusiones cientficas medianteuna deduccin puramente lgica a partir de premisas autoevidentes.Por otro lado, Spinoza, aunque influido por Descartes, construy unsistema que difcilmente hubiera podido presentarse como teora cientfica. Reflexionando sobre el concepto de sustancia, pretendi sercapaz de deducir en primer lugar que podra existir solamente unasustancia, a la que llam Dios o Naturaleza, la idea popular de unDios que era la causa trascendente de la naturaleza, determinndola

    a ser autocntradictoria; en segundo lugar, que los atributos de pensamiento y extensin, que Descartes, en su dualismo, consider queeran caractersticas, respectivamente, de la mente y de la materia, eranatributos perfectamente correspondientes de esta sustancia nica; y,1

    1 Ver especialmente sus obras Fed y Repblica, libros V a VII.

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    por ltimo, que en la naturaleza cada cosa estaba rigurosamente determinada. Leibniz tambin reflexion sobre el concepto de sustancia,pero, en su caso, sus reflexiones le llevaron a concluir que deba

    existir no una sustancia, sino una infinidad de ellas2. Sobre el fundamento lgico de que en cada proposicin verdadera de la forma sujeto-predicado, el predicado dene que estar contenido en el sujeto, defendi que cada una de estas sustancias, a las que denomin mnadas,era internamente autosuficiente, en el sentido de que su naturalezadeterminaba todas sus propiedades. De ello se sigui que las mnadasno podan actuar unas sobre otras, sino mediante una armona preestablecida, reflejando cada una de ellas el mismo universo a partir

    de su propio punto de vista. Esta fue la obra de Dios, el creadordel sistema: ya que Leibniz, en vez de estar de acuerdo con Spinozaen que la proposicin que estableca la existencia de un creador deese tipo era autocontradictoria, se crey capaz de demostrar que talproposicin era necesariamente verdadera.

    Igual que Platn, Descartes y Leibniz fueron matemticos, y Spinoza comparti con ellos la creencia de que un sistema metafsicodebera mostrar el razonamiento deductivo y la necesidad lgica quecaracterizan a la matemtica; la obra principal de este ltimo autor,con el ttulo inadecuado de Etica, fue compuesta, segn su propsito, de una forma geomtrica: estableci sus proposiciones metafsicas como definiciones, axiomas y teoremas. Un siglo ms tarde, deforma muy distinta, la preocupacin por la matemtica tambin desempea un importante papel en la filosofa de Kant. La Critica de laRazn Pura, de Kant, no est concebida como un tratado geomtrico,y tampoco crey Kant que las proposiciones metafsicas fueran comparables a las de la matemtica. Por el contrario, una de sus aseve

    raciones ms importantes fue la de que los racionalistas se habanequivocado completamente al suponer que podran descubrir la naturaleza de las cosas por el solo ejercicio de'la razn: y pretendidemostrar que la razn se perda irremedablemenre en contradicciones si se aventuraba ms all de los lmites de la experiencia posible.Al mismo tiempo, tom como punto de partida el supuesto de quelas proposiciones de la matemtica, igual que algunas otras, como laley de causacin universal, eran sintticas y a priori; de esta forma

    quera decir que eran necesariamente verdaderas y podan conocersecomo tales, sin el apoyo de la experiencia y sin ser demostrables solamente por la ley de no-contradiccin; y su principal designio fuemostrar cmo esto era posible. Su respuesta fue que nosotros sabemos que tales proposiciones son verdaderas porque su verdad es

    J Consultar su Manadologfa.

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    necesaria para que el mundo se convierta en objeto de nuestra experiencia. De esta forma, pens que la matemtica est garantizada pornuestras intuiciones de espacio y tiempo; y sostuvo que el mundo,

    tal como lo conocemos, debe satisfacer esas intuiciones porque se lasimponemos como condicin primaria de todas las percepciones quetenemos de l. Por la misma razn, sostuvo que el mundo debe satisfacer los conceptos ms generales, a los que Kant llam categoras: son conceptos que impusimos al mundo como condicin primariade su accesibilidad a nuestro entendimiento. As, para Kant, el mundo que conocemos es, en parte, creacin nuestra. Podemos inferirque existe un material bruto sobre el que operamos. Pero nuncapodremos saber lo que las cosas son en s mismas, independientemente de las operaciones a las que las sometamos.

    La distincin entre cosas tal y como se nos aparecen y cosas talcomo son realmente no ocupa un lugar muy importante en el sistemakantiano, precisamente porque Kant no tiene nada que decir sobrela naturaleza de las cosas tal y como son realmente. Por eso, quiz,sus seguidores tendieron a abandonar la nocin de cosa en s, a pensar la realidad en cuanto que participa del pensamiento. De esta forma, Hegel represent la historia mundial como un progreso espiri-

    ritual; como la necesaria ascensin de lo que l oscuramente habadenominado la Idea Absoluta. A diferencia de KarI Marx, que siguicreyendo en un desarrollo histrico necesario, pero sustituyendo elespritu hegeliano por las fuerzas materiales, los discpulos inglesesde Hegel, que dominaban el panorama britnico a finales del siglo xtx.siguieron creyendo que la realidad es espiritual, pero rechazaron laidea de progreso temporal. De esta manera, Bradlev y McTaggart,los dos representantes ms destacados de estos neohegelianos, defendieron que ni el espacio, ni el tiempo, ni la materia, podan ser realesen ltima instancia, puesto que la concepcin que de ellos tenemosimplica contradicciones insuperables. McTaggart se sum a la curiosaopinin de que lo que nosotros percibimos equivocadamente comoobjetos fsicos que se encuentran en una relacin espacio-temporal sonrealmente inmateriales, que durante toda la eternidad se contemplanentre s con un amor espiritual3. Para Bradlev, la realidad consistaen lo Absoluto, en un todo indiferenciado de experiencia, que podradescribirse positivamente slo mediante los trminos ms vagos y ge

    nerales, puesto que cualquier descripcin limitada, que abstrayeraslo una parte, podra falsear su naturaleza 4

    3 Consultar su libro The Nature of Existente (La naturaleza de la existencia).4 Consultar especialmente su obra Appearance and Realtly (Apariencia y rea

    lidad)

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    No me propongo discutir detalladamente estos sistemas metaf-sicos, aunque ms adelante tendr que decir algo sobre la realidadde las entidades abstractas56, en su concepcin platnica, y tambinalgo acerca del problema, planteado por Kant, de si tiene sentido hablar de las cosas en s mismas, sin tener en cuenta su relacin connuestra forma de concebirlas 4. Quisiera decir algo ahora sobre la posibilidad de iniciativas metafsicas ms ambiciosas. Cmo podradeterminarse vlidamente, slo mediante la razn, que el mundo estan enormemente distinto de lo que nos parece ser?

    En principio, ser algo evidente con toda certeza que existe algndespropsito en el intento de incorporar el mundo en un sistema de

    ductivo, en el que todo se sigue lgicamente a partir de un conjuntode primeros principios autoevidentes. Cul habra de ser la funcinde tales premisas? Si se pretenden autoevidentes, hay que suponerque deben ser principios abstractos, como los principios de la matemtica o de la lgica formal; al menos, deben establecer relacionesentre conceptos; y entonces, cmo pueden dar lugar a la informacinque nosotros extraemos de la experiencia, o proporcionar una alternativa aceptable? Esto no supone negar que una teora cientfica pue

    da presentarse bajo la forma de sistema deductivo: si el sistema esriguroso lgicamente, podemos estar seguros de que cualquier objetoque satisface sus premisas, satisface tambin sus conclusiones; perono podemos saber a priori si existen objetos que satisfagan las premisas: esto es algo que, en definitiva, hay que descubrir medianteobservacin. Cuanto ms contenido factual parece tener un sistemadeductivo, mayor es la probabilidad de que los supuestos factuales seencuentren ocultos en los axiomas o en las definiciones. Por ejemplo,

    el argumento de Spinoza depende en gran medida de una definicinde la sustancia como algo que contiene en s mismo la razn de supropia existencia, y depende tambin del axioma que afirma que sialgo no contiene en s mismo la razn de su propia existencia, la razn de su existencia debe encontrarse en algo distinto. Pero si fueraposible que algo distinto de una entidad puramente abstracta pudieracontener en s mismo la razn de su propia existencia, si hubiera algoque se comportara as, se tratara de un problema factual que debe

    ramos determinar mediante evidencia emprica; e, igualmente, seraun problema factual si la razn de su existencia residiera en algo distinto, o si, acaso, no tuviera absolutamente ninguna razn discerniblepara existir.

    5 Ver ms adelante, pp 220-7.6 Ver ms adelante, pp. 25, 63, 125-6.

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    Pero, de alguna forma, ste no es un ejemplo adecuado, puestoque la condicin que Spinoza establece acerca de las sustancias posiblemente no podra satisfacerse. Lo que l quera significar por ra

    zn era un fundamento lgico, y nada de lo que existe concretamente puede contener un fundamento lgico de su existencia, en elsentido de que basta deducir el hecho de su existencia de la descripcin de su carcter. Se ha argumentado que Dios es una excepcin aesta regla, pero mostrar ms adelante que no es as7. Ms difciles saber si algo puede incluso proporcionar un fundamento lgicopara la existencia de otra cosa, puesto que depende de la forma enque se describan los trminos implicados. Por ejemplo, no es lgi

    camente necesario que ningn hombre haya de ser un deudor, pero sise lo describe fielmente como deudor, se establece lgicamente la existencia de un acreedor. Creo que puede decirse que si dos cosas sondistintas en el aspecto espacio-temporal, debe ser posible describirlas caractersticas de una de ellas de forma que no encierre ningunareferencia a la otra. Lo cual no quiere decir que no exista una causapor la que ambas cosas existan. Se trata ms bien de aquello que estableci Hume: la causalidad, en cuanto conexin entre acontecimientos distintos, no es una relacin lgica.

    Entonces, la objecin al intento spinoziano de caracterizacin delmundo antes de tener una experiencia de l, ser que inventa un armazn en el que el mundo no slo no debera, sino que tampoco podra, encajar. Sin embargo, no podemos suponer que pueda decirse lomismo de cualquier intento de este tipo. No podemos decir que nose pueda determinar nada a priori. Es intil tratar de disociar el mundo tal y como lo concebimos. Es posible que se den sistemas conceptuales alternativos, pero slo podemos criticar uno de ellos partiendo

    del punto de vista de otro sistema conceptual distinto. No podemosdistanciarnos de todos ellos, y compararlos con un mundo que contemplamos desde una perspectiva que no sea, de ninguna manera,conceptual. Segn esto, hay que limitar de antemano la libertad delmundo para sorprendernos, mediante las caractersticas generales delaparato que utilizamos para describirlo. Lo que ya habra que discutires hasta qu punto tales caractersticas generales desbordan las leyesde la lgica. Hay que mantener, incluso, que eso que consideramosleyes de la lgica no es algo sagrado, puesto que podran existir siste

    mas alternativos de lgica, igual que existen sistemas alternativos degeometra. An as, parecera necesario, por lo menos, que un sistemade ese tipo encerrara o, que en todo caso, estuviera gobernado poralgn principio de consistencia. Habramos de tener un sistema en el

    7 Consultar ms adelante pp. 229-233.

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    que la verdad y la falsedad no se trataran como alternativas absolutamente excluyentes: en algunos casos podramos incluso optar porhablar de una proposicin como verdadera y falsa a la vez. Este podra

    ser un ejemplo de un modo de representar procesos de cambio: enlo que se llama lgica hegeliana existen sugerencias de ello. Pero, apesar de la multitud de divisiones de nuestra escala de verdad y delos nombres que les asignamos, nos encontraremos todava con el casoen que, si una proposicin puede adscribirse a una parte, no se puedeadscribir a otra. Igual que en el juego, se pueden escoger tantos movimientos distintos como se quiera, pero si se ha hecho uno de ellos,entonces se ha hecho precisamente ese movimiento, y no otro dife

    rente. Si los movimientos no se distinguieran as, no se podra jugar.De la misma forma, la razn por la que el mundo no puede contravenir las leyes de la lgica, cualesquiera que sean, es que stas determinan lo que puede suceder, por el hecho de determinar lo que puededescribirse. Como Wittgenstein dice en su Tractatus. Se ha dichoalguna vez que Dios pudo crear todo salvo lo que fuera contrarioa las leyes de la lgica la verdad es que nosotros no somos capaces de decir qu aspecto tendra un mundo ilgico *.

    La conclusin a la que hemos llegado es que los conceptos queaplicamos al mundo, puesto que tienen que conformarse a las leyesde la lgica, deben ser por lo menos autoconsistentes: no deben incurrir en contradicciones. Este parece un requisito de poca importancia,pero los neohegelianos sostuvieron que casi ninguno de nuestros conceptos logra cumplir esa condicin. Como ya hemos visto, para sostener que espacio, tiempo y materia eran igualmente irreales, se basabanen que las nociones que de ellos tenamos eran autocontradictorias.I .n el caso de Bradley, puede mantenerse de forma especial esta acu

    sacin, a causa de su creencia de que haba algo imperfecto desdeel punto de vista lgico en la idea de la existencia de relaciones entrelrminos diferentes. Si la relacin entraba en el ser de los trminos,los unificaba en un todo del que ellos no podan abstraerse independientemente; si la relacin no entraba en su esencia, constitua sloun trmino adicional que no guardaba conexin inteligible alguna conlos trminos a los que supuestamente haca relacin. Bradley hizo alguna concesin a la ciencia y al sentido comn, en la medida en que

    admiti que las cosas que nos parece percibir como relacionadas dei i i i i i manera espacio-temporal tenan el grado de realidad que, en ltimo trmino, les corresponda como apariencias. Sin embargo, insistirii que no eran reales en ltima instancia.

    I.. Wittgenstein. Tractatus Log,ico-Pbilosophicus, 3.031. (Existe traduccin Mniilnla de E. Tierno Galvn, Madrid. Alianza Editorial. NT.)

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    Por desgracia, no es fcil ver el valor de esta concesin. En primer lugar, no est claro en absoluto lo que pueda significarse al hablarde grados de realidad. Seguramente, cualquiera que sea la cosa de la

    que se trate, sta es real o no: no existe ningn proceso mediante elcual pueda transformarse en una persona real. Tampoco est claro ques lo que se quiere decir al afirmar que algo es real como aparienciaSi lo que hay que entender es que la cosa aparece realmente, entonceshay que inferir que es real sin cualilicacin. aunque tenemos que admitir la posibilidad de que aparezca bajo algn disfraz. Si lo que hayque entender es que la cosa slo parece ser real, entonces se sigue laconclusin de que no es real. La nica posibilidad distinta es que lapalabra real se use aqu con algn sentido especial. |k t o en este

    caso hay que dar una explicacin.La conclusin de que aquello a lo que Bradlcy llama apariencias

    es algo irreal sin cualilicacin alguna, parecera desprenderse en todocaso de su acusacin de que los conceptos bajo los cuales se comprenden son auiocontradictorios; puesto que si un concepto es autocon-tradictorio. necesariamente no tiene ninguna aplicacin, y ningunaapariencia puede comprenderse mediante l. A lo ms que se podrallegar sera a que algo apareciera, en el sentido de pensar que estaba

    comprendido en l. en la medida en que no se hubiera descubierto lacontradiccin. Lo que no se puede sostener es la opinin deque las cosas se perciben errneamente cuando se las considera en relacionesespaciales y tem|xmtles, puesto que si los conceptos de espacio y tiempo fueran auiocontradiciorios no habra nada que constituyera la percepcin errnea: no tendra ningn contenido inteligible Tericamente, el mundo de las apariencias es una forma disfrazada de una realidadms profunda; pero a menos que A y B respondan a descripcionescoherentes, no tiene sentido la idea de que A se disfraza de B.

    Si esto es as, estos metafsicos no consiguen salvar las apariencias. Lo que necesitamos preguntar es, ms bien, cmo se creerancapaces de destruirlas. Acaso no es del todo absurdo afirmar que espacio, tiempo \ materia son irreales? Si se tomara esto al pie de laletra, se seguira, como seal (. E. Moorc". que nunca sucede nadaantes o despus de otra cosa distinta; que. por ejemplo, el nacimientode un hombre no precede a su muerte, que nada se mueve: que noexiste distancia entre la cabeza de un hombre y sus pies. Como tam

    bin hizo notar Moore. si esta opinin fuera verdadera, se seguiratambin que ningn filsofo podra haberla propuesto; los filsofos, siexisten, son seres humanos con cuerpos materiales, y proponen sus

    Kn su trabajo A Defcnce of Common Scnsc (Una defensa del semillocomn), en Pbtloiopbioil Papcrs (Notas liloxticasl

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    los problema* centrales de la filosofa 27

    teoras en momentos y lugares determinados. De la misma orma, siXenn hubiera tenido razn al afirmar que el concepto de movimientova autocomradictorio ,n. no podra haberlo afirmado: y si habl o escribi. tuvo que mover alguna parte de su cuerpo.

    liste tipo de refutaciones parece demasiado fcil. Habra que evitar cualquier interpretacin que presente a los metasicos que lanzanestas proclamas, aparentemente atroces, en actitud de negar hechosevidentes. Pero entonces, cmo hay que entenderlos? La mejor forma ile intentar responder a esta pregunta ser examinar algunos de susargumentos

    I) Tiempo y movimiento: algunos argumentos metafsicos

    Comenzaremos examinando el argumento con el que McTaggartnato de demostrar la irrealidad del tiempo". McTaggart empieza sealando que tenemos dos modos de ordenar acontecimientos en eltiempo. Hablamos de ellos como pasados, presentes o futuros, y tambin hablamos de ellos como anteriores, posteriores o simultneos res

    pecto a otros. A continuacin afirma que la primera forma de hablarno puede reducirse a la segunda, puesto que sta no prev el pase,del tiempo. Mientras que el mismo acontecimiento es, sucesivamente,futuro, presente y pasado, sus relaciones temporales con otros aconte.imicntos no experimentan cambios. El hecho de que un acontecimiento particular preceda a otro, es igualmente un hecho en cualquiermomento. Para hacer justicia a nuestro concepto de tiempo, tenemosque usar los predicados de pasado, presente y futuro. Pero entonces,

    .ifirnia McTaggart. incurrimos en contradiccin, puesto que esos predicados son mutuamente incompatibles, y sin embargo se supone quenulos son verdaderos respecto de cada acontecimiento.

    La respuesta evidente a este argumento es que habra contradic-iin si supusiramos que esos predicados son verdaderos simultneamente respecto al mismo acontecimiento, pero esto no es, en absoluto,lo que suponemos. En realidad, los aplicamos al mismo acontecimientosucesivamente. McTaggart tiene en cuenta esta respuesta, y su rplicavi que slo se evita la contradiccin a costa de precipitarnos en uncirculo vicioso. Decimos que un acontecimiento contemporneo es presente. ha sido futuro y ser pasado; segn McTaggart, esto significaque el acontecimiento es presente en el momento presente, futuro enmi momento pasado, y pasado en un momento futuro Pero as surge

    1,1 Consultar ms adelante, pp. 30-3.11 Consultar Tbe Siilttir ni lixitteirrr. vol fl pp 32*J-33.

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    la misma dificultad respecto a esos momentos. Se asigna a cada unode ellos los predicados incompatibles ser pasado, ser presente y serfuturo. Podemos tratar de escapar otra vez a la contradiccin hablan-

    do de los momentos que, a su vez, son presente en momentos presen-tes, pasado en momentos presentes y futuros, y futuro en momentospresentes y pasados; pero as nos encontramos con la misma dificultadrespecto a esta segunda serie de momentos, y de esta forma ad n-finitum.

    Aunque el argumento parece sofstico, plantea un problema. Yoslo le veo dos vas de solucin. La que prefiero es negar el argumen-to de que los predicados de ser pasado, presente y futuro no puedenreducirse a los predicados de orden temporal. Si seguimos este m-todo, tendremos que defender que lo que se quiere decir cuando seafirma de un acontecimiento que es pasado, presente o futuro, es pre-cisamente que es anterior, simultneo o posterior respecto a algnacontecimiento arbitrariamente elegido, y que es contemporneo delas palabras del que habla. Desde esta perspectiva, el paso del tiempoconsiste simplemente en el hecho, atemporal en s mismo, de que losacontecimientos se ordenan en series segn la relacin de ser anteriora. El paso de un acontecimiento del futuro al presente, y de ste al

    pasado, representa solamente una diferencia en el punto de vista tem-poral desde el cual se describe. Este anlisis asimila el tiempo al es-pacio, y por ello algunos filsofos no se muestran de acuerdo con l,puesto que temen que el ro del tiempo se haya convertido de algunaforma en una laguna estancada.

    El otro camino es el de afirmar que el ser presente no es unapropiedad descriptiva de un acontecimiento, que lo asigna a un mo-mento que puede describirse como presente, pasado o futuro, sino lapropiedad demostrativa de que est ocurriendo ahora. Una vez esta-

    blecido esto, podrn definirse con seguridad el pasado y el futuro porsu relacin con el presente. Se evita el regreso por el hecho de queel ahora est vinculado a un contexto actual. No nos hace falta decircundo es ahora; eso es algo que nuestro uso de la palabra muestrapor s mismo. El inconveniente de este procedimiento, en cuantoopuesto al anterior, es que introduce un elemento irreductible de sub-jetividad en nuestra visin del mundo, que hace que un observadorque se encontrara fuera del devenir temporal, si eso fuera posible, no

    sera capaz de dar completa cuenta de los hechos temporales IJ. Parahacerlo, en esta perspectiva, tendra que integrarse en el paisaje, comoun observador sometido al paso del tiempo.

    ,J Cf. McTaggart on Time (McTaggart acerca del Tiempo), de MichaelDummet, en The Philosophical Review, octubre de 1960.

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    As pues, como vemos, aunque McTaggart no prob que el tiempofuera irreal, en el sentido de mostrar que todos nuestros juicios temporales sean falsos, su argumento arroja alguna luz sobre el concepto

    de tiempo. Nos enfrenta con la alternatiya de asimilar el tiempo al espacio, con la amenaza de que, en ese caso, no habremos conseguidohacer justicia al paso del tiempo, o de dar cuenta de los hechos temporales de una forma irremediablemente subjetiva. Su argumento esdestructivo hasta el punto de negamos el privilegio de disponer solamente del mejor de estos dos mtodos. Tambin nos ensea que elanlisis de los hechos temporales no es tan directo como podramoshaber esperado.

    Usar como segundo ejemplo las paradojas de Zenn. Zenn deIdea, que vivi en el siglo v a. de C., fue un discpulo de Parmnides,el primer filsofo, segn sabemos, que sostuvo que la realidad es elUno. Parmnides describi el mundo, que para l era material y fini-lo, como la masa de una esfera perfectamente redonda, y defendi,sobre base lgica, que no podra darse diferenciacin alguna dentrole l. Una de las consecuencias de esta afirmacin habra de ser quenada se mova realmente, y sa fue la conclusin que Zenn intent

    establecer mediante sus paradojas.Como ya hemos visto, podemos mostrar fcilmente que esta conclusin es absurda. Pero, una vez ms, el problema se complica siconsideramos no precisamente la conclusin misma, sino los pasos mediante los cuales se llega a ella. Como nos informa Aristteles, a cuyaI'fsica 13 debemos nuestro conocimiento de la obra de Zenn, steInrmul cuatro argumentos estrechamente vinculados entre s. El mslamoso de ellos es la paradoja de Aquiles y la tortuga, que a primeravista est destinado a mostrar no que el movimiento es imposible,sino que estamos equivocados cuando aceptamos lo que parece ser elhecho obvio de que un corredor ms rpido puede alcanzar a otroms lento. El argumento consiste en que, para atrapar a la tortuga,

    la que ya se ha dado la salida, Aquiles tiene que alcanzar, en primerlugar, el punto desde el que sali la tortuga; pero, en el tiempo queInula en llegar all, la tortuga habr avanzado a otro punto, y en eltiempo en que Aquiles tarda en llegar a este segundo punto, la tortuga habr avanzado un poco ms todava, y as ad infinitum.

    Kn la paradoja que se conoce por el nombre de paradoja de laDicotoma, Zenn desarrolla esencialmente el mismo razonamiento.I'n esta paradoja, Zenn arguye que, en un momento dado, no esposible recorrer distancia alguna, puesto que, para recorrer la distanciammpleta, es necesario antes recorrer la mitad de ella, y para recorrer 11

    11 Libro 2, seccin 9

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    esta mitad, primero es necesario atravesar la cuarta parte y, antes an,la octava parte, y as sucesivamente ad infinitum.

    La tercera paradoja es la de la Hecha. En ella Zenn mantiene,

    a favor de la aparente contradiccin, que una flecha en el aire debequedarse en l para siempre. Este argumento depende de la correla-cin entre momentos y posiciones. El supuesto que se maneja es quesi un objeto ocupa varias posiciones durante un perodo de tiempo,existen perodos ms cortos de tiempo durante los cuales ocupa cadaposicin. Pero, entonces, en cada uno de esos momentos se encontraren la posicin correspondiente. Y, en consecuencia, se quedara siem-pre parada.

    La paradoja de la flecha se repite en la del Estadio, la ms difcil

    de seguir en el relato aristotlico, que pretende mostrar que la mitadde un tiempo dado puede ser igual al doble de tal tiempo M. Tendre-mos que imaginar un estadio que contiene tres hileras iguales de ob-

    jetos. De las tres hileras, una est parada, y las otras dos se muevencon velocidad uniforme en direcciones opuestas. Las hileras mvilespasan al lado de la fija al mismo tiempo, de modo que hay un mo-mento en el que las tres hileras coinciden. Se comprender esto mejorcon el siguiente diagrama t5:

    JO A. J . Ayer

    Posicin 1 Posicin 2

    A, A2 A, a 2 A?

    * B, b 2 b 1 Bi b 2 b 3

    C, C2 c, G C2 c,

    Estudiemos ahora el paso de la primera figura a la segunda. Para que

    pueda realizarse este cambio, Bi y B2, y Ci y Cj, los miembros quemarchan en cabeza de las hileras que se mueven tienen que pasar,en cada caso, a un miembro de la hilera que est parada (A). Sin em-bargo, al mismo tiempo, Bi y B2 habrn pasado a dos miembros de C,y Ci y Cj habrn pasado a dos miembros de B. Pensemos que cadaobjeto ocupa un punto en un instante dado cualquiera. Entonces, pues-to que su movimiento es uniforme, podemos suponer que los B ylos C tardan el mismo tiempo en pasar ante un objeto dado. Perocaemos ahora en la contradiccin de decir que ellos pasan ante dosobjetos en el mismo tiempo que el que tardan en pasar ante uno solo. 1415

    14 Es decir, todo el tiempo. Aristteles, Fsica, z. 9.239, b. 33.15 Tomado de la exposicin de la paradoja que hace Bertrand Russell en

    Our Knowledge o the External World (Nuestro conocimiento del mundo ex-terno), cap. V.

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    Este argumento es el ms dbil de los cuatro, puesto que parecebasarse en el inconsistente procedimiento de considerar a los B y alos C como si estuvieran en movimiento cuando pasan a los miembros

    de otras hileras, y como si estuvieran parados cuando otros los pasan a ellos. Ni siquiera hay apariencia de contradiccin en el hecho deque la velocidad relativa de movimiento de los B y de los C, medidamediante la velocidad de disminucin de la distancia que los separa,es dos veces mayor que la de su movimiento respecto a los que estnparados (A). No obstante, el argumento encierra un complicado rompecabezas. Supongamos que nuestras figuras representan la posicinde las hileras en dos momentos sucesivos. Hay que considerar legti

    mo este supuesto, ya que podemos colocar las A tan juntas como queramos, y postular que slo se tarda un momento en pasar a cada A.En el primer momento, Ci se encuentra junto a Bi, y en el segundo,lunto a B). Cundo pas junto a B2? No queda sitio para colocarningn momento en el que tal cosa pudiera haber sucedido.

    La solucin de este rompecabezas no es trivial en absoluto. Tenemos que negar el supuesto de que existen cosas tales como instantes sucesivos. Los momentos del tiempo forman una serie continua, en el sentido de que entre dos cualesquiera interviene otro

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    dicho que la flecha siempre permanecera en reposo si lo que se quie-re decir con ello es que existe una correlacin uno a uno entre lasposiciones que ocupa y los momentos en los que lo hace. Zenn slo

    se equivoc al suponer que su estado en reposo, en este sentido de-terminado, era incompatible con su estado en vuelo.Las otras dos paradojas plantean un problema diferente, aunque

    tambin se trata de un problema que guarda relacin con las dificul-tades que plantea la infinitud. La cuestin, en este caso, es la de laforma en que puede empezar o acabar una serie infinita, puesto queel resultado del argumento de la paradoja de Aquiles es que la ca-rrera no puede terminar nunca, y el del argumento de la paradojade la dicotoma es que no puede empezar nunca.

    Se ha intentado refutar la paradoja de Aquiles afirmando queZenn simplemente no se dio cuenta de que la suma de una serieinfinita puede ser finita. Para atrapar a la tortuga, Aquiles tuvo quecubrir realmente la distancia que desde el principio lo separaba deella, adems de la distancia que la tortuga recorri en el tiempo in-termedio, y la distancia que recorri mientras se realizaba el primeravance, y as ad infinitum. Pero, puesto que la suma de una serieinfinita puede ser finita, como sucede en el caso de la suma de la

    serie 1 / 2 + 1/4 + 1/8 , etc., que es igual a 1, su tarea no ofreceninguna dificultad lgica.Esta solucin me parece insuficiente. Puede usarse para probar

    que Aquiles hubiera cogido de hecho a la tortuga, pero esto no sepone en duda. Normalmente, los corredores ms rpidos alcanzan alos ms lentos. El problema es el de cmo es posible que lo hagan,a la vista del argumento de Zenn, y esto no se resuelve medianteuna simple apelacin a las matemticas. Por muy poco resuelto queest, se vuelve claro si regresamos a la paradoja de la dicotoma. No

    constituye ninguna ventaja saber que la suma de una serie infinitapuede ser finita si somos incapaces de explicar en qu forma puedeempezar a existir la serie.

    Intentemos abordar directamente el problema en vez de dar vuel-tas a su alrededor. El punto crucial, tal y como yo lo veo, es que losestadios de una serie continua no pueden alcanzarse sucesivamente.Si Aquiles, o el corredor en la paradoja dicotmica, tuvo que atrave-sar uno por uno el nmero infinito de puntos del recorrido, ninguno

    de los dos hubiera podido realmente empezar ni acabar. No hubieranpodido empezar porque no existe ningn punto siguiente al punto departida, que hubiera de ser la primera de sus metas, y tampoco hu-bieran podido acabar porque no existe ningn punto anterior al puntofinal, despus del cual hubieran podido completar el recorrido. Loscorredores dieron, realmente, un primer paso y un ltimo paso, pero

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    Lo* problemas centrales de la filosofa 33

    til dar el primer paso ya haban cubierto un nmero infinito de distancias ms pequeas, y al dar el ltimo paso haban cubierto ya ladistancia infinitamente divisible que separa la posicin desde la cual

    se dio el paso anterior a la lnea de meta. Es tentador suponer que(ira recorrer cierto nmero de yardas sea necesario correr antesuna yarda, y antes media yarda, y antes la cuarta parte, y as ad infi-mlurn, pero este supuesto es falso. La verdad es que en el intervaloque transcurre desde que el atleta comienza a correr hasta que dejaatrs una distancia finita, habr ocupado ciertas posiciones intermedias en ciertos momentos intermedios; pero es falso que esto sea unaprogresin. Existen un primer y un ltimo paso que el corredor da,

    l>cro en el curso de la carrera no existe ningn primer o ltimo puni que el corredor ocupe. Si la accin de alcanzar cada punto del recorrido se representa como una tarea, entonces, al dar cualquier paso,aunque sea corto, el corredor ha cumplido un nmero infinito delarcas, que le hubiera sido imposible realizar sucesivamente.

    Repito que esta conclusin no es, ni mucho menos, trivial. Entodo caso, va en contra de nuestra intuicin ingenua. Si aadimosrito a todo lo anterior, veremos que las paradojas de Zenn no son

    precisamente ingeniosas construcciones sofsticas. Tomndolas en seno, obtenemos visiones inesperadas del comportamiento de nuestrosconceptos de espacio, tiempo y movimiento. Nuestro examen del argumento de McTaggart nos proporcion, de igual manera, la clarificacin de un concepto fundamental. Sin embargo, hay que sealarque en ambos casos se trat de compensaciones por no haber esta-hlrcido una posicin metafsica. La cuestin es si debe ser siempreal Hemos visto que un argumento filosfico puede iluminar nuestraImagen del mundo. Puede tambin cambiarla? O debe limitarse la

    filosofa a la prctica del anlisis?

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    Captulo 2

    SIGNIFICADO Y SENTIDO COMUN

    A El principio de verificacin

    Alrededor de 1920, Wittgenstein defendi la opinin de que lafilosofa no es un cuerpo doctrinal, sino una actividad, que aspiraa la aclaracin lgica de los pensamientos opinin que ha conse-guido desde entonces gran difusin. En la dcada siguiente, los posi-tivistas lgicos le dispensaron una gran acogida, y se fue transfor-mando gradualmente en el movimiento lingstico de los aos cincuen-ta. momento ste en el que se nteiprci de una manera ms restrictivala aclaracin de los pensamientos como una explicacin de la formaen que se usan ordinariamente las expresiones de un lenguaje natu-ral Realmente, no hay ninguna novedad en la idea de que las pretensiones de la filosofa incluyan la aclaracin de los pensamientos. Seremonta por lo menos hasta Scrates, quien, s podemos confiar enlo que Platn nos cuenta de l, se mostr interesado ante todo porresponder a preguntas tales como Qu es la justicia?, o Que> el conocimiento? Ll problema que suscita polmica es el de siste es el nico objetivo que la filosola puede proponerse legtima-

    mente. Por qu tendra que ser tan restringido? La razn es quese considera que todas las dems vas del conocimiento ya han sidoacotadas. Y los filsofos, al no tener derecho a invadir dominios

    1 I. Wiitgenstein. Traciaiui l.ogico-Philmophtcus, 4.112

    34

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    Lo* problemas centrales de la filosofa 35

    a|cnos, se han dedicado al anlisis conceptual o lingstico como nicocampo que pueden explorar con aprovechamiento.

    Esta conclusin tampoco es nueva, aunque slo ha sido ampliamente aceptada estos ltimos aos. Por ejemplo, va est implcitaen el famoso pasaje con el que Hume concluye su libro An EnqutryC.oncerning Human Understanding (Una Investigacin sobre el Enrendimiento Humano). Despus de dividir todas las formas legtimasde estudio en la ciencia abstracta, cuyos nicos objetos son la cantidad y el nmero, considerando en su investigacin cuestiones dehecho y de existencia, que slo pueden fundarse en la experiencia,contina: Si corremos a las bibliotecas, convencidos de estos principios, qu estragos no tendramos que hacer? Cogemos una obracualquiera, por ejemplo, sobre la divinidad o la metafsica escolstica, preguntmonos: Contiene un razonamiento abstracto sobre lacantidad o el nmero? No. Contiene un razonamiento experimentaluthre una cuestin de hecho y de existencia? No. Entonces, arrojmosla a las llamas, puesto que no contiene sino sofistera e ilusin : .

    Y qu pasa con la propia obra de Hume, de la que l no pensque sirviera para la hoguera? No fue tan heroico como Wittgenstein.

    quien dijo de las proposiciones del Tractatus que cualquiera queme emienda, las reconoce como carentes de sentido cuando las hautilizado como escalones para ir ms all de ellas Ni tan heroico, ni tan sincero, puesto que si las proposiciones del Tractatuscarecieran de sentido, no deberamos esperar que se creyera en ellas.I lome no aplica su criterio a su propia filosofa, pero con toda probabilidad consider que estaba dentro del rea del razonamiento ex-perimental. La distincin entre filosofa y ciencia no se haba trazadotle una manera explcita en el siglo xvni; verdaderamente, la mismapalabra cientfico fue acuada en el siglo xix. para sustituir afilsofo natural. En consecuencia, no hay por qu suponer queI lome hubiera tenido que distinguir el contenido de su Treatise ofHuman Nalure (Tratado de la Naturaleza Humana) o su Enc/uiry('.onccrning Human Understanding de aquello que nosotros denominaramos actualmente como psicologa. No obstante, en estas obras,v especialmente cuando escribe sobre temas morales, slo en una pequea medida ofrece generalizaciones empricas que podran compro-lause mediante experimentos. Hume se ocupa principalmente de conceptos, no slo para analizarlos, sino tambin para hacerlos trabajar n beneficio de su escepticismo. Veremos ms adelante cmo se en-1*

    1 Ducal Hume. An Enqutry Concermng Human Understanding, seccin XII.1 Tractatus Logico-Philosophicus, 6.54

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    laza la prctica del anlisis con el intento de facilitar, y ms a me-nudo de contrarrestar, el reto que formula el escptico.

    Vamos a ocuparnos ahora del ataque de Hume a la metafsicade escuela, del que puede inferirse la restriccin de a filosofa alanlisis. Los positivistas lgicos tomaron los supuestos sobre los quese basaba Hume y los formularon en lo que lleg a conocerse comoprincipio de verificabilidad o, de forma menos exacta pero msresumida, principio de verificacin. Tal como lo formul MoritzSchlick, cabeza visible del grupo de filsofos y matemticos que seautodenomin Crculo de Viena, organizador del movimiento l-gico positivista de los aos veinte, el principio consista en afirmar

    que el significado de una proposicin consiste en su mtodo de veri-ficacin. Mi propia versin, como dije en mi obra Language, Truthand Logic (Lenguaje, Verdad y Lgica), era que un enunciado essignificativo para una persona dada si, y slo si, sabe cmo verificarla proposicin que dicho enunciado pretende expresar esto es, sisabe qu observaciones lo llevaran, en determinadas condiciones, aaceptar esa proposicin como verdadera o a rechazarla como falsa4.Tambin se concedi el carcter de significativos a aquellos enuncia-dos que expresan proposiciones como las de la lgica o de la mate-

    mtica pura, que son verdaderas o falsas solamente en virtud de suforma; pero, con esta excepcin, todo lo que poseyera un supuesto icarcter indicativo y que no consiga satisfacer el principio de verifi-cacin, se desechaba como literalmente falto de sentido.

    Las dos versiones del principio que acabo de resear no son equi-valentes. Como ya he establecido, el principio proporciona un crite-rio slo para determinar si un enunciado tiene sentido. En la versinde Schlick ofrece, adems, un procedimiento para determinar el sig-

    nificado de un enunciado. A menudo se ha entendido que los resul-tados son los mismos, cualquiera que sea la forma del principio que sehaya adoptado, pero no tiene por qu ser necesariamente as. Porejemplo, podemos exigir que una teora cientfica pueda comprobarsemediante observacin, sin defender que su contenido sea reductibleal de las proposiciones en las que estn registradas esas observacio-nes. Si adoptamos el principio de verificabilidad en cualquiera de susformas, nos sentiremos inclinados a establecer una relacin de igual-dad entre lo que William James llamaba el valor contable de las

    teoras cientficas, por un lado, y el rango de las situaciones obser-vables que sirven para establecer correlaciones y predicciones, por

    36 A. J . Ayer

    4 Language, Truth and Logic (1.* ed., 1936), p. 35 (2 * ed.). Hay traduccinespaola: Lenguaje, verdad y lgica, trad. de Mxico, Fondo de Cultura Eco-nmica.

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    otro; pero esto no quiere decir que la variedad de situaciones en lasque puede hacerse la comprobacin, o la misma diversidad de mto-

    dos de comprobacin, est fijada de una vez por todas en la formu-lacin de una teora, y menos todava equivale a afirmar que su con-tenido se limite a una descripcin de las pruebas favorables que sehan realizado actualmente. Siguiendo con la analoga de james, yaexiste ms papel emitido del que se puede cambiar por oro.

    Podemos ver an ms claramente esta distincin en el ejemplo delas proposiciones histricas. Una cosa es exigir a un historiador quealgunas posibles observaciones sean relevantes para la verdad o fal-

    sedad de sus afirmaciones, y otra muy distinta el identificar el signi-ficado de las proposiciones sobre el pasado con la evidencia actual ofutura a la que se hubiera podido recurrir para apoyarlas. Esto hubie-ra supuesto, por ejemplo, que lo ms que podra significar ahora laafirmacin de que Csar cruz el Rubicn sera que, si hubiramosmirado en tales o cuales libros de historia, hubiramos descubiertoque sus autores lo afirmaban. Realmente, sta fue la posicin queadoptaron C. S Peirce y otros pragmatistas americanos, y tambin elautor de estas lneas en Language, Truth and Logic, pero ya no meparece una postura defendible. Hay que admitir que si alguien lleg.1 dudar de que haya ocurrido realmente tal o cual acontecimiento, lanica forma posible de resolver la cuestin habra de ser el descubri-miento de la evidencia correspondiente. En la prctica, las especu-laciones sobre el pasado, para no ser completamente ociosas, debenhacer referencia a las huellas que el pasado ha dejado. Sin embargo,sigue existiendo la cuestin lgica de que esas huellas son falibles.Por muy poca razn que pueda haber para desconfiar de las fuentesde alguien, el que ste haya dicho que tuvo lugar tal o cual sucesono establece lgicamente que dicho suceso hubiera ocurrido realmente.Y creo que hay que respetar esta cuestin formai, aunque no tenganinguna aplicacin prctica.

    En verdad, podramos intentar construir la frase su mtodo deverificacin de forma que diera lugar a un criterio que no tuvieraesta consecuencia inverosmil. As, podra dejarse sin determinar quintendra que realizar el acto de verificacin; entonces, se podra hacercoincidir el significado de un enunciado indicativo con el de los enun-ciados que contenan las observaciones de aquellos que ocupaban unaposicin ms adecuada para comprobar la verdad de la proposicinexpresada. En el caso de los enunciados que expresan proposicioneshistricas, podra tratarse de las personas que estuvieran, o que hu-bieran podido estar, presentes en tal ocasin. Podra argumentarse,

    incluso, que, en principio, podra haber estado all uno mismo, pero

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    esto es discutible. Mientras que parece tener sentido el que digamosque podramos haber sido un poco ms jvenes o ms viejos de loque somos, aunque no ms sea basndonos en que podemos equivo

    carnos sobre nuestra edad sin caer en autocontradiccin, es dudosoque la idea de haber vivido en una poca muy diferente sea compatible con nuestra propia identidad personal. En cualquier caso, no estclaro por qu tendramos que pensar que el significado de un enunciado como Csar cruz el Rubicn contenga alguna referencia anosotros mismos, a no ser que lo que significa para m no se construya como lo que yo entiendo por eso, sino como la diferenciaque surgira entre mis creencias y mis expectativas de experienciasfuturas, y as podra hacerse referencia a las experiencias que unopodra tener realmente, en vez de referirse a las experiencias quetendra si estuviera situado de otra forma en el espacio y en el tiempo. Por otra parte, si hay que tomar mpcrsonamente el discursode verificacin, en cuanto que hace referencia simplemente a situaciones observables, se pasa a una teora que expondr a continuaciny que resulta bastante diferente, en la cual se hace coincidir el significado de un enunciado con las condiciones de verdad de la proposicin que tal enunciado sirve para expresar.

    El principio de verificacin, aun en su forma ms atenuada, laque est destinada a separar el sentido literal y la falta de sentido,tropieza con dificultades. En primer lugar, todava no ha sido formulado adecuadamente. La idea de que un enunciado es factualmcntcsignificativo para una persona dada si, y slo si, sabe qu observaciones la llevaran a aceptar o rechazar la proposicin que consideraexpresada por tal enunciado, no es satisfactoria porque no tiene encuenta el hecho de que la gente puede comportarse irracionalmente.Puede haber alguien dispuesto a aceptar una proposicin sobre la basede observaciones que, en realidad, no la sustenten. Por ejemplo, unoque rece para que llueva y que vea inmediatamente despus que sepone a llover, puede considerar su observacin de la lluvia como unarazn para aceptar la proposicin de que Dios existe. Un verifica-cionista autntico podra argumentar que lo que un hombre quieredecir en realidad al afirmar que Dios existe es precisamente que.cuando reza, obtiene algunas veces lo que desea; pero esto no resultara muy plausible.

    As pues, en la primera edicin de Language, Truth and Logicintent ofrecer una formulacin mejor del principio delimitando unaclase de enunciados de observacin que llam proposiciones expe-rienciales v considerando despus como distintivo de una proposicin factual autntica el que puedan deducirse de ella, unto conalgunas otras premisas, algunas proposiciones experienciales que no

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    sean deducibles de aquellas otras premisas aisladas 5. Una razn paradesarrollar este planteamiento fue la de prevenir proposiciones hipotticas y generalizaciones de leyes que no pudieran equipararse simplemente a cualquier conjunto finito de enunciados declarativos dehechos particulares. Dije que este criterio pareca bastante liberal,pero de esta forma no se deca todo, puesto que en realidad el criterio dotaba de significado a una afirmacin cualquiera. Esto se seguadel hecho simple, destacado en primer lugar por Isaiah Berlin *, deque si O es un enunciado de observacin, entonces, cualquiera quesea el enunciado declarativo S, O se sigue de la conjuncinde S con Si S, entonces O , sin seguirse slo de Si S, enton

    ces O. En la segunda edicin de mi libro intent enfrentarme aesta dificultad con una nueva formulacin del principio: as, digo quehay que considerar que un enunciado declarativo es directamente ve-rificahle si el mismo es un enunciado de observacin o si es tal que,lunto con uno o ms enunciados de observacin, da lugar al menosa un enunciado de observacin no deducible a partir de aquellas otraspremisas aisladas. Dije que haba que considerar que un enunciadodeclarativo era indirectamente verificable si suceda primero, que,

    pinto con algunas otras premisas, da lugar a uno o ms enunciadosdeclarativos directamente verificables, y segundo, que esas otras premisas no incluyen ningn enunciado declarativo que no sea analtico,o directamente verificable, o susceptible de ser establecido independientemente como indirectamente verificable7. Me hizo falta despus un enunciado declarativo, literalmente significativo, que no fueraiimiltico, en el sentido de ser formalmente verdadero, y que habrade ser verificable, directa o indirectamente, en la forma previamente

    definida.Cre que esta frmula estaba ya lo suficientemente elaborada como

    para evitar que siguiera la suerte de su predecesora; pero prontodej de creerlo. El profesor Alonzo Church hizo notar rpidamente *que, incluso en su forma corregida, mi criterio todava daba un significado a un enunciado cualquiera. Lo mostr con el ejemplo dela frmula compleja (no O y Oj) o (O j y no S) , en donde O t,O , y O j* son enunciados de observacin lgicamente indepen

    dientes unos de otros, y S es un enunciado declarativo cualquiera.

    Op cil., p. 39.* En un artculo titulado Vcrilication and Experience (Verificacin y ex-

    I M ' i i r n c i a ). Proceedings of the Aristotelian Society, vol. XXVII.1 Ijtnguage, Truth and lu>gic, p. 13.' En una recensin de mi libro en el Journal of Svmbolic Logic. 1949, pni-

    .... V M

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    Puesto que esta frmula da lugar a Os cuando est en conjuncincon O, que ex hypothesi no origina por s misma a Ch, satisfacemis condiciones para ser directamente verificable. Pero entonces se

    seguir que S es indirectamente verificable, puesto que, en conjuncin con la frmula, da lugar a O 2 sin que O 2 se siga solamentede la frmula. Desde entonces se ha intentado corregir an ms elcriterio hasta eludir el ejemplo de Church, pero ningn intento halogrado tal propsito.

    B. El criterio de falsabilidad

    Es evidente que slo es preciso modificar ligeramente la frmulade Church para ejercer la misma amenaza contra el principio de falsabilidad, que fue propuesto por Sir Karl Popper9, no precisamentecomo un criterio de significado, sino como un mtodo para separarlos enunciados de tipo cientfico de aquellos que l denominabametafsicos. Popper crea que un enunciado declarativo era falsa-ble si era lgicamente incompatible con alguna clase de lo que lllam enunciados bsicos, esto es, enunciados que afirmaban la exis

    tencia de una situacin observable en un lugar y en un momento determinados. Puesto que no todas las hiptesis cientficas se han expresado en trminos de lo que es directamente observable, este criterioser demasiado riguroso, a menos que hayamos previsto la verificacin indirecta. Pero entonces slo tenemos que sustituir en la frmula de Church no O3 por O3 para obtener la indeseable consecuencia de que un enunciado declarativo cualquiera es falsable.

    Si pudiera hacerse lgicamente inobjetable el criterio de falsabi

    lidad, ste tendra sobre el principio de verificacin la ventaja delcarcter ms preciso de la nocin de falsacin, al menos al aplicarla alas teoras cientficas. La razn de ello es que un simple ejemplo encontra basta para refutar una generalizacin, mientras que ningn nmero finito de casos favorables puede establecerla definitivamente, amenos que agoten su alcance, lo que no suceder normalmente si nosestamos ocupando de leyes cientficas. Adems, no siempre est claroqu es lo que hay que considerar como caso favorable. Si suponemosque una generalizacin se confirma mediante algo que satisface su

    antecedente y su consecuente, y si tambin suponemos que hiptesisequivalentes se confirman ambas mediante los mismos datos, lo cual

    9 En su libro Logik ier Torscbung (Lgica de la investigacin). Hay traduccin espaola: La lgica de la investigacin cientfica, trad. de Vctor Snchezde Zavala, Madrid, Tecnos, 1962.

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    parece natural, entonces, como ha mostrado el profesor Hem pel10**13,llegamos a la inadmisible conclusin de que una cosa que es compatible con una generalizacin, la confirma, puesto que la proposicin

    Todo A es B es equivalente a la proposicin Todo no B es no A,as como a la proposicin todo es no A o B, con el resultado deque cualquier cosa llevara a cabo la confirmacin excepto una Aque no fuese B 11. En verdad, los partidarios de la falsabilidad tampoco se libran de este problema si defienden, como hacen, que elprocedimiento cientfico consiste en establecer hiptesis y en intentarfalsarias. Para ello tienen que explicar por qu el resultado de unaobservacin que es compatible lgicamente con las hiptesis, a pesar

    de ser aparentemente irrelevante, no la garantiza de igual manera u.El criterio de falsabilidad tiene sus propias desventajas. Unos

    enunciados existenciales abiertos, que slo afirman que existe algo detal o cual tipo, sin decir dnde y cundo existen, no son falsables, amenos que se hayan introducido de contrabando, mediante un dispositivo como la frmula de Church, en cuyo caso entra tambin conellos todo gnero de sinsentidos. La proposicin de que existe un abominable hombre de las nieves probablemente sea falsa, pero no puede

    ser falsada estrictamente, puesto que no podemos explorar todo elespacio en cada momento de su existencia. Por eso mismo, la proposicin que afirma que existen elefantes, aunque se ha establecidomediante observacin, no logra satisfacer el criterio, y tiene que serconsiderada como metafsica, en el peculiar sentido popperiano deltrmino. Lo mismo se aplica a los enunciados indefinidos, como laproposicin que dice que algn da el mar invadir esta tierra, puestoque por mucho que falle en su propsito, siempre existe la posibilidad de que tal cosa suceda en el futuro. Por otra parte, las contra

    dictorias de estas proposiciones son falsables. Esas anomalas no sontan molestas como lo seran en el caso de que el criterio de falsabilidad se propusiera como criterio de significado, pero podra pensarse que hace que la clase de enunciados empricos sea indebidamente estrecha. Ms seria es la objecin de que los enunciados proba-bilsticos que se dan en la ciencia no son falsables, al menos si seinterpretan, como es usual, como predicciones de que la distribucinde alguna propiedad entre los miembros de lo que puede ser una

    clase infinita alcanzar y mantendr una frecuencia determinada. Larazn de ello es que, por mucho que las estadsticas registradas se

    10 C. G . Hempel, Studies in the Logic of the Confirmation (Estudios sobrela lgica de la confirmacin), Mind, LIV, 213 y 214. El lector interesado en eltema puede consultar mi obra Probability and Evidence, I, 3.

    u M is adelante, en las pginas 191-192 me ocupo de este problema.13 Consultar las pp. 172-3 m is adelante.

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    desven de la frecuencia predicha, siempre existe la posibilidad deque sta se alcance en algn estadio posterior Realmente, se puedeestablecer una regla que diga que hay que considerar falsado el enun-

    ciado probabi lis tico si la desviacin traspasa un cierto limite, peroesto supone adoptar un principio diferente, y abandonar el cuidadosocriterio lgico que se present al principio de esta discusin.

    C. Significado y uso

    Frente a estas dificultades, la tendencia general ha sido la deabandonar todo intento de crear un criterio general de significado, oincluso una regla formal de demarcacin. Esta tendencia se ha vistofortalecida por la opinin, ms ampliamente aceptada hoy dia, deque las proposiciones de una teora cientfica no se cotejan con nues-tra experiencia de una en una, sino en su conjunto. Esto lo ejem-plifica el hecho de que si la teora se malogra, podemos tener ciertomargen para decidir qu partes de esa teora es necesario revisar. Lateora, considerada como un todo, debe ser comprobable emprica-mente de otra forma no podramos hacer nada con ella , pero

    puede existir ms de una respuesta al problema de averiguar culesde estas proposiciones son puramente formales y cules tienen uncontenido fctico. Y quiz no haya ningn mtodo claro para distin-guir las que tienen un contenido emprico de las que podran consi-derarse metafsicas. Lo nico que queda del criterio de falsabiIidad esel requisito de que la teora, como un todo, sea vulnerable a la ex-periencia. Si se la interpreta de forma que ninguna experiencia po-sible podra invalidarla, no es una teora cientfica, y puede ser acu-

    sada de carecer de contenido fctico.El principio de verificacin tambin sobrevive en la igualdad, quesuelen establecer muchos filsofos, entre el significado de un enun-ciado indicativo y las condiciones de verdad de la proposicin queaquel enunciado sirve para expresar. La nica objecin que puedohacer a esta perspectiva es que no resulta muy esclarecedora. Nose pueden identificar las condiciones de verdad de una proposicinindependientemente de la comprensin del enunciado que sirve paraexpresarla. Indudablemente, si no se est seguro del significado de

    lo que se ha dicho, puede ser til preguntarse en qu circunstanciassera aceptado como verdadero, pero as se obtiene una respuestaque slo satisface aquellos casos en los que la prooosicin de que setrata se refiere directamente a algn estado de cosas observable con

    ,} Consultar ms adelante la p. 183.

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    el que uno puede toparse. Esto no se aplicar a las proposicionesacerca del pasado, ni a las proposiciones que versan sobre las expe-riencias de otras personas a menos que se adopte la inverosmil

    medida de identificar sus experiencias con su conducta manifiesta ,ni tampoco a las hiptesis cientficas que contienen trminos tericosque no representan nada que pueda observarse directamente. Escierto que estas hiptesis no son completamente comprensibles sinsaber qu tipo de experimentos podran dar pie a tales hiptesis, olas teoras en las que stas figuran; pero, como hemos visto, existeuna base para defender que la descripcin de esos experimentos noagota el significado de las hiptesis o teoras que dichos experimen-

    tos pueden comprobar.Los mismos comentarios se aplican a la frase, puesta de moda por

    Wittgenstein l4, que dice que el significado de las palabras consisteen la forma en que se usan. El mrito de esta frase reside en quecontribuy a desengaar a los filsofos de la idea de que los signi-ficados son objetos platnicos, que ya existen antes de que encontre-mos las palabras para designarlos. Tambin corrigi la errnea ten-dencia a construir cada palabra como si fuera un nombre. Sustituy

    la equvoca metfora de las palabras como imgenes por la de laspalabras como herramientas. Uno de los efectos que ha conseguido hasido el de atraer nuestra atencin hacia la variedad de usos a los quese aplica el lenguaje. No slo para establecer hechos y formular teo-ras, sino para prometer, provocar acciones, demandar, narrar cuentosfantsticos, contar chistes, proferir obscenidades, jurar, jugar y mu-chos otros. No obstante, la funcin primaria del lenguaje consiste enestablecer qu es verdadero o falso, y en este caso la identificacin

    del significado con el uso es menos exacta que su identificacin conlas condiciones de verdad. Y es menos exacta precisamente en aque-llos casos, de los que ya he puesto diversos ejemplos, en los cualeslas condiciones en las que encontramos que est justificado afirmaruna proposicin no son las mismas que la hacen verdadera. Por ejem-plo, aprendemos a emplear un verbo en tiempo pasado cuando loutilizamos para hablar de sucesos que recordamos. Pero mientras queel hecho de recordar claramente un s