Avignon # 09 agosto 2014

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ARTE Avignon un puente hacia otra forma de ver # 09 AGOSTO 2014 Publicación mensual de distribución gratuita producida por: Taller de Artes Plásticas EL PORTÓN VERDE Cartas desde la linea de fuego* Queridos padres: Mi existencia se desarrolla más o menos de la siguiente manera: 2 días en la línea de fuego. Cada 4 horas, 2 de servicio, y el resto del tiempo tiritando de frío bajo tierra. Se dispara muy poco, apenas si le tiré a un chasis. Silba un poco, pero es completamente en vano. De comer no hay mucho. Nadie creería el aspecto que tenemos. Me volví casi insensible al frío. Cuando entramos a un lugar con calor, las rodillas duelen. Mis primeras impresiones de la guerra fueron un poco decepcio- nantes. Cuando cayeron las primeras balas y obuses, casi todos nos reímos. También pude percibir tranquilamente y por largo rato los gritos de los heridos, la sangre y los sesos del guardia en el portal del castillo. Los obuses mataron a 12 hombres hasta ahora, todavía hay 3 tirados. En Hannover creo que me hubiera desmayado de verlos, pero me alegro de que mis nervios sean tan fuertes. Hoy a las 10.30 de la mañana disparé un tiro realmente magistral. Sobre una elevación a por lo menos 600 metros de nuestra trinchera corría, como una miniatura color caqui, un inglés. Justo me había parado junto a un observador de artillería, que tenía un telescopio de tijeras dirigido a la zona neutra. Le señalé al inglés, apunté, dejé 1 cm. de distancia de tiro (nunca había tenido a una persona tan clara en el punto de mira) y disparé. Me pareció como que se había puesto a cubierto, pero el observador vio nítidamente con sus lentes que el hombre dio dos pasos más, cayó de espaldas, bamboleó dos veces el brazo y luego cayó dentro del agujero de una bomba, salvo por un pedazo de la manga marrón. No volvió a pararse. Es la primera vez en mis 2 años y cuarto de guerra que pude comprobar por completo que di en el blanco. En realidad es poco bonito, pero igual me alegro. ------- Querido Fritz: Así que pronto volverás al campo de batalla. Espero que ahora ten- gas una buena noción del oficio. No tenemos un sistema de trincheras fijo, sino guardias de campo bien adelantados, que están escondidos en hondonadas, detrás de despeñaderos y áreas forestales. Estos apostamientos son una piedra en el zapato para los ingleses, y en los últimos tiempos casi no pasó un día en el que no intentaran invadirlos. En esas circunstancias tuve la oportunidad de librar junto a 24 hombres una larga batalla noc- turna contra dos divisiones de indios, lideradas por oficiales ingleses, y contra una compañía de reserva inglesa. En el momento crítico, su jefe, un teniente inglés, armado con maza y revólver, se acercó a pocos pasos. Un tiro a través del ojo y la sien alcanzó a enviarlo justo a tiempo a mejor vida. De botín nos trajimos tres indios heridos a nuestra trinchera. Al teniente inglés lo encontramos recién a la tarde siguiente en los altos pastizales. En su Cold (sic) había sólo dos balas cargadas, junto a cuatro cartuchos disparados. Agarré un casco de acero al que un tiro le había arrancado un pedazo del borde. También encontramos junto a él una botella chata de metal llena de whisky escocés. Para- dos a su lado en la oscuridad, hicimos una libación por el muerto que nos lo había servido. En breve voy a hacer que envíen mis nuevos trofeos a casa. Ahora poseo: una magnífica carabina inglesa, exquisitamente apropiada para próximas tareas de caza, acompañada de un cinto con car- tuchos, el casco baleado del teniente inglés, su maza salpicada de sangre y su estuche para cigarrillos, que me dio Kius. Las praderas silvestres de por acá están ahora magníficamente co- loridas. * Cartas publicadas en diversos medios alemanes durante este año. V ivimos la época de la violencia extrema. Se rompieron todos los códigos, se quebró la inocencia. El individualis- mo se multiplicó en sí mis- mo. Cien años de la mayor violencia desatada por el hombre contra el hombre. Cien años de un insulto a la inteligencia. Agosto 1914, comienzo de la primer gue- rra mundial. Y el arte se revolucio- nó. El siglo XX se trans- formó en un hallazgo. Se fracturó, se expandió, se puso más negro que nun- ca y también se iluminó. Los límites se volvieron di- fusos. Y se avanzó aunque por momentos el hombre pareciera retroceder. Nos hicimos cubistas, expresio- nistas, surrealistas, fauvistas que se adelantaron en una época de paz ficticia e inquietante al abismo y la decadencia absoluta de la sociedad que se avecinaba. Comprometidos con el hombre, el arte pudo mostrar todo su dolor en carne viva. Soutine, Otto Dix, Kirchner, Picasso, Munch, Dalí entre tantos otros. Con el tiempo la guerra se fue enfriando y todo se hizo más Pop. Más de todo pero muy poco de lo esencial. Todo muy expli- cado, muy instalado como si el hombre no pudiera pensar por sí mismo. Como si el hombre hubiera dejado de serlo. Las guerras continúan y cada vez más sofisticadas. Las vemos por televisión. Ya no hay soldados que la pinten, que la dibujen o graben sobre metal. Ahora son sólo grandes actores de un cine para la di- versión. La guerra paso a ser entretenida, un juego de video. El dolor está anestesiado. Los muertos, irreales. Por nuestros pagos, nunca hubo un equivalente Guer- nica al bombardeo a la Plaza de Mayo del ´55, ni hay una pintura del genocidio atroz o nuestros soldados de Malvinas. Quizá, todo esto pretenda ser un llamado de atención ante tanta banalidad y frivo- lidad. Cien años de guerras y violencia indiscriminada. El dinero como único objetivo. Y que todo siga como si nada. Repitiéndose, aquí o allá. La humanidad necesita una vez más de sus artistas. Compro- metidos, jugados con una causa, que es la paz. Necesita de sus colores, de sus formas, de sus sombras y luces, líneas y planos para poner verdad sobre un tiempo de grandes mentiras. Recordar la primer guerra mundial de la que huyó mi abuelo y tantos miles más por hambre y desesperación, para que no se repitan, para no olvidar. Un NUNCA MÁS mundial plasmado sobre lienzo o piedra. por Walter Pugliese Por Ernst Junger .. A 100 anos que el hombre dejo de serlo Dibujo con carbonilla sobre papel madera - 2014 Miguel Maestripierim, alumno del taller de dibujo EL PORTON VERDE Agosto 1914 por John Berger Fama y soledad de Picasso En 1914 el grupo se dispersó. Braque, Derain, Léger, Apolli- naire, se fueron a combatir. Kahnweiler, el marchante de Picasso, tuvo que huir del país por ser alemán. Picasso no se preocupaba de la guerra. No era suya. Sin em- bargo, sufrió al quedar solo. No fue sólo dispersión. Después de la guerra, la mayoría de los cubistas volvieron a París. Sin embargo, fue imposible por completo para ellos encontrar o volver a crear el espíritu y la at- mósfera de 1910. No sólo la desilusión había ocupado el lugar de la esperanza, sino que su posición misma, en relación con ese mundo, había cambiado. Hasta 1914 se habían adelantado a los acontecimientos en su trabajo profético. Después de la guerra fue- ron los acontecimientos quienes se adelantaron. Ya no sentían –ni aún de forma intuitiva- el empuje de lo que estaba ocurriendo.

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ARTE

Avignonun puente hacia otra forma de ver

#09AGOSTO 2014

Publicación mensual de distribución gratuita

producida por: Taller de Artes Plásticas

El Portón VErdE

Cartas desde la linea de fuego*

Queridos padres:

Mi existencia se desarrolla más o menos de la siguiente manera: 2 días en la línea de fuego. Cada 4 horas, 2 de servicio, y el resto del tiempo tiritando de frío bajo tierra. Se dispara muy poco, apenas si le tiré a un chasis. Silba un poco, pero es completamente en vano.

De comer no hay mucho. Nadie creería el aspecto que tenemos. Me volví casi insensible al frío. Cuando entramos a un lugar con calor, las rodillas duelen.

Mis primeras impresiones de la guerra fueron un poco decepcio-nantes. Cuando cayeron las primeras balas y obuses, casi todos nos reímos. También pude percibir tranquilamente y por largo rato los gritos de los heridos, la sangre y los sesos del guardia en el portal del castillo. Los obuses mataron a 12 hombres hasta ahora, todavía hay 3 tirados. En Hannover creo que me hubiera desmayado de verlos, pero me alegro de que mis nervios sean tan fuertes.

Hoy a las 10.30 de la mañana disparé un tiro realmente magistral. Sobre una elevación a por lo menos 600 metros de nuestra trinchera corría, como una miniatura color caqui, un inglés. Justo me había parado junto a un observador de artillería, que tenía un telescopio de tijeras dirigido a la zona neutra. Le señalé al inglés, apunté, dejé 1 cm. de distancia de tiro (nunca había tenido a una persona tan clara en el punto de mira) y disparé. Me pareció como que se había puesto a cubierto, pero el observador vio nítidamente con sus lentes que el hombre dio dos pasos más, cayó de espaldas, bamboleó dos veces el brazo y luego cayó dentro del agujero de una bomba, salvo por un pedazo de la manga marrón. No volvió a pararse. Es la primera vez en mis 2 años y cuarto de guerra que pude comprobar por completo que di en el blanco.

En realidad es poco bonito, pero igual me alegro.

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Querido Fritz:

Así que pronto volverás al campo de batalla. Espero que ahora ten-gas una buena noción del oficio.

No tenemos un sistema de trincheras fijo, sino guardias de campo bien adelantados, que están escondidos en hondonadas, detrás de despeñaderos y áreas forestales. Estos apostamientos son una piedra en el zapato para los ingleses, y en los últimos tiempos casi no pasó un día en el que no intentaran invadirlos. En esas circunstancias tuve la oportunidad de librar junto a 24 hombres una larga batalla noc-turna contra dos divisiones de indios, lideradas por oficiales ingleses, y contra una compañía de reserva inglesa. En el momento crítico, su jefe, un teniente inglés, armado con maza y revólver, se acercó a pocos pasos. Un tiro a través del ojo y la sien alcanzó a enviarlo justo a tiempo a mejor vida. De botín nos trajimos tres indios heridos a nuestra trinchera.

Al teniente inglés lo encontramos recién a la tarde siguiente en los altos pastizales. En su Cold (sic) había sólo dos balas cargadas, junto a cuatro cartuchos disparados. Agarré un casco de acero al que un tiro le había arrancado un pedazo del borde. También encontramos junto a él una botella chata de metal llena de whisky escocés. Para-dos a su lado en la oscuridad, hicimos una libación por el muerto que nos lo había servido.

En breve voy a hacer que envíen mis nuevos trofeos a casa. Ahora poseo: una magnífica carabina inglesa, exquisitamente apropiada para próximas tareas de caza, acompañada de un cinto con car-tuchos, el casco baleado del teniente inglés, su maza salpicada de sangre y su estuche para cigarrillos, que me dio Kius.

Las praderas silvestres de por acá están ahora magníficamente co-loridas.

* Cartas publicadas en diversos medios alemanes durante este año.

Vivimos la época de la violencia extrema. Se rompieron todos

los códigos, se quebró la inocencia. El individualis-mo se multiplicó en sí mis-mo. Cien años de la mayor violencia desatada por el hombre contra el hombre. Cien años de un insulto a la inteligencia. Agosto 1914, comienzo de la primer gue-rra mundial.

Y el arte se revolucio-nó. El siglo XX se trans-formó en un hallazgo. Se fracturó, se expandió, se puso más negro que nun-ca y también se iluminó. Los límites se volvieron di-fusos. Y se avanzó aunque por momentos el hombre pareciera retroceder. Nos hicimos cubistas, expresio-nistas, surrealistas, fauvistas que se adelantaron en una época de paz ficticia e inquietante al abismo y la decadencia absoluta de la sociedad que se avecinaba.

Comprometidos con el hombre, el arte pudo mostrar todo su dolor en carne viva. Soutine, Otto Dix, Kirchner, Picasso, Munch, Dalí entre tantos otros.

Con el tiempo la guerra se fue enfriando y todo se hizo más Pop. Más de todo pero muy poco de lo esencial. Todo muy expli-cado, muy instalado como si el hombre no pudiera pensar por sí mismo. Como si el hombre hubiera dejado de serlo.

Las guerras continúan y cada vez más sofisticadas. Las vemos por televisión. Ya no hay soldados que la pinten, que la dibujen o graben sobre metal. Ahora son sólo grandes actores de un cine para la di-versión. La guerra paso a ser entretenida, un juego de video. El dolor está anestesiado. Los muertos, irreales.

Por nuestros pagos, nunca hubo un equivalente Guer-nica al bombardeo a la Plaza de Mayo del ´55, ni hay una pintura del genocidio atroz o nuestros soldados de Malvinas.

Quizá, todo esto pretenda ser un llamado de atención ante tanta banalidad y frivo-lidad. Cien años de guerras y violencia indiscriminada. El dinero como único objetivo. Y

que todo siga como si nada. Repitiéndose, aquí o allá.

La humanidad necesita una vez más de sus artistas. Compro-metidos, jugados con una causa, que es la paz. Necesita de sus colores, de sus formas, de sus sombras y luces, líneas y planos para poner verdad sobre un tiempo de grandes mentiras.

Recordar la primer guerra mundial de la que huyó mi abuelo y tantos miles más por hambre y desesperación, para que no se repitan, para no olvidar.

Un NUNCA MÁS mundial plasmado sobre lienzo o piedra.

por Walter Pugliese

Por Ernst Junger..

A 100 anos que el hombre dejo de serlo

Dibujo con carbonilla sobre papel madera - 2014Miguel Maestripierim, alumno del taller de dibujo EL PORTON VERDE

Agosto 1914

por John Berger

Fama y soledad de Picasso

En 1914 el grupo se dispersó. Braque, Derain, Léger, Apolli-naire, se fueron a combatir. Kahnweiler, el marchante de Picasso, tuvo que huir del país por ser alemán.

Picasso no se preocupaba de la guerra. No era suya. Sin em-bargo, sufrió al quedar solo.

No fue sólo dispersión. Después de la guerra, la mayoría de

los cubistas volvieron a París. Sin embargo, fue imposible por completo para ellos encontrar o volver a crear el espíritu y la at-mósfera de 1910. No sólo la desilusión había ocupado el lugar de la esperanza, sino que su posición misma, en relación con ese mundo, había cambiado. Hasta 1914 se habían adelantado a los acontecimientos en su trabajo profético. Después de la guerra fue-ron los acontecimientos quienes se adelantaron. Ya no sentían –ni aún de forma intuitiva- el empuje de lo que estaba ocurriendo.

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Soldado herido. Aguafuerte.Tropas de asalto bajo el gas. 1924. Aguafuerte.

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Vincent Van GoGhCartas a Théo

Demetrio Urruchua

Otto Dix

Nació en Pehuajó, Provin-cia de Buenos Aires, el 19 de abril de 1902. Fue un pintor autodidacta. Junto a esta vo-cación, tuvo otra también muy destacada, la de “conducir” a sus numerosos discípulos que frecuentaron su famoso taller de la calle Carlos Calvo 1770.Fue un verdadero maestro, enemigo de la enseñanza aca-démica de la pintura, solía manifestar “...que no se puede enseñar a sentir”.

Creía en la libertad del ar-tista, de su libro MEMORIAS

DE UN PINTOR dice el maes-tro: “...el arte es libertad y amor, ya que debe prevalecer el ins-tinto. Pienso que únicamente el artista es el ser privilegiado que posee la virtud o el poder de ha-cernos vivir un hecho descono-cido imponiéndole su sello para que viva eternamente”. Fue un pintor social, su fuerza y su carácter los plasmó en su vasta obra, a través de un lenguaje franco, valiente, sin temores de ninguna naturaleza. Contradi-ce su firme carácter, con la hu-mildad que siempre caracterizó sus actos.

Al igual que la mayoría de sus contemporáneos, Dix se alisto como voluntariado en 1914. Para casi la totalidad de la joven generación europea, la guerra era un símbolo de renovación

en una nueva era. Se la veía como gesto de despedida de una época amordazada por la estrechez de ideas y la mojigatería burguesas.

Dix paso la guerra en el frente, acepto el desafío de los aconte-cimientos. Dix, ni belicista ni pacifista, se enfrenta a la guerra con sobriedad: “sentí miedo, como joven que era. Cuando se va avan-zando en el frente, y se está en el infierno del fuego de la artillería, uno se caga en los pantalones, aunque ahora dé risa decirlo. Pero a medida que te acercas cada vez más, va desapareciendo el miedo. Y en primera línea, el miedo no existe. Son fenómenos que yo te-nía que experimentar. Tuve que ver como uno cae justo a mi lado, con una bala certera en el pecho. Todo eso tuve que vivirlo, quería vivirlo. No soy un pacifista. O tal vez haya sido un hombre curioso. Tenía que ver todo aquello. Soy asi de realista, tengo que verlo todo con mis propios ojos para poder confirmarlo”.

“Piojos, ratas, alambras, chinches, granadas, bombas, cuevas, cadáveres, sangre, agua ardiente, ratones, gatos, gases, cañones, suciedad, balas, morteros, fuego, acero, eso es la guerra ¡Una obra del diablo!”.

“Era divertido poder dibujar allí, aburrido y encogido como un topo” (…) “Lo rígido, lo inhumano, hay que haberlo visto”.

Dix nos legó una anatomía de la guerra.

La serie de aguafuertes La guerra, surgida en 1924, comple-menta los dibujos mediante una dimensión adicional. “Lo que quería era deshacerme de ellos” […] “Asi ocurre, que uno no nota,

Las viñas que acabo de pintar son verdes, purpuras, amarillas, con raci-mos violetas y sarmientos negros y anaranjados.

En el horizonte, algunos sauces gris-azules y el lagar muy, muy lejos, con el techo rojo y la silueta de la lejana ciudad, lila.

En la viña, figuritas de mujer con sombrillas rojas y otras figuritas de obreros vendimiadores con su carreta.

Arriba, en un cielo azul y un primer plano de arena gris. Esto hace juego con el jardín del macizo en bola y los laureles rosas.

Me parece que preferirías estas diez telas al conjunto del último envío; y me atrevo esperar que las duplicaré durante el otoño.

Esto se vuelve más rico aún día a día. Y cuando la caída de las hojas, no sé si esto tiene lugar aquí en los primeros días de noviembre como noso-tros, cuando todo el follaje de los árboles este amarillo, será contra el azul algo maravilloso. Zien nos ha mostrado ya muchas veces esos esplendores. Después un corto invierno y luego volveremos a estar una vez más en los vergeles en flor.

Arlés, septiembre 1888

The Red Vineyard, 1888. Óleo sobre lienzo.

Grabado de Demetrio Urruchúa para el libro Tumulto del poeta José Portogalo.

como joven que es, el sufrimiento interior. Durante años, al menos durante 10 años, soñaba siempre lo mismo, me veía gateando entre las ruinas, por pasadizos en los que apenas podía moverme. La pre-sencia de las ruinas se acrecentaba en mis sueños. El pintar no era precisamente una liberación”. No era liberación, pero si rechazo. No en vano se relaciona el dicho de Dix “todo arte es repulsión”.

Dix utilizo la técnica del aguafuerte desde 1920. Para el ar-tista era importante buscar los medios técnicos adecuados a sus intenciones artísticas. “Después de haber probado con Herber-holz todas las técnicas posibles, la del aguafuerte fue la que me cautivo. Tenía mucho que contar, tenía un tema, lavar los ácidos, poner aguatinta… una técnica maravillosa, con la cual se puede trabajar los matices a capricho. La apariencia se vuelve de repen-te algo de interés colosal, cuando se graba, uno se convierte en puro alquimista”.

Preguntado sobre el tríptico de la guerra que pinto en Dresde entre 1929 y 1932, Dix observaba en 1964: “El cuadro lo hice hace 10 años, después de la primera guerra mundial. Durante aquellos años me había preparado a fondo para convertir en arte las experiencias de la guerra. En 1928 me sentía maduro para acometer el asunto, cuya resolución formal me había llevado lar-gos años. En aquel tiempo, por cierto, muchos libros propagaban sin problemas en la República de Weimar un concepto de héroe cuya reducción al absurdo tuvo lugar en las trincheras de la pri-mera guerra mundial. La gente comenzaba a olvidar los sufri-mientos que había acarreado la guerra. En esta situación surgió el tríptico”. Un año después de concluida la obra, es nombrado canciller Adolf Hitler.

Dix, Eva Karcher, TASCHEN (2002)