ASV Los Trabajos y Los Dias 1995

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  • ADOLFO SNCHEZ VZQUEZ:LOS TRABAJOS Y LOS DIAS

    (SEMBLANZAS Y ENTREVISTAS)

  • FEDERICO LVAREZE D I T O R

    ADOLFO SNCHEZ VZQUEZ:LOS TRABAJOS Y LOS DAS

    (SEMBLANZAS Y ENTREVISTAS)

    FACULTAD DE FILOSOFA Y LETRASUNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO

  • Cuidado de la edicin: Miguel Barragn Vargas,Ral Gutirrez Moreno, Juan Carlos H. VeraDiseo de la cubierta: Gustavo Amzaga Heiras

    Primera edicin: 1995DR Facultad de Filosofa y Letras, UNAMCiudad Universitaria, 04510, Mxico, D. F.Impreso y hecho en MxicoISBN 968-36-4603-4

  • PRESENTACIN

    Para el doctor Adolfo Snchez Vzquez, como para todos los profe-sores y alumnos que acaban interiorizando ese raro espritu inter-subjetivo que se vive en el mbito universitario, el trabajo acad-mico acaba confundindose con la vida. Y no porque se haga de lavida un claustro privilegiado (cerrado) de cultura y sensibilidad, sinoporque se hace del trabajo acadmico un privilegio que se vuelca enla vida cotidiana. La docencia es ya una demostracin de esa s-mosis peculiar; quien haya asistido a las clases del doctor SnchezVzquez lo sabe. Pero acaso su ms palpable y directa demostracin,al menos en el campo de las humanidades est en esa salida al exte-rior, en esos "discursos en campo abierto", como deca Max Aub,que son los artculos en revistas, los libros publicados, las charlas yconferencias dictadas fuera de la Universidad y, particularmente, laaparicin en la prensa diaria.

    Pocos acadmicos habrn hecho uso tan frecuente y ejemplar dela prensa como el doctor Snchez Vzquez. En un homenaje tan me-recido como el que se celebra en su honor al cumplir sus ochentaaos, este aspecto de su extensa labor adquiri ante nuestros ojosuna significacin singular que ya queda dicha, y que este volumenpone de relieve. Entre los seis "retratos escritos" que se le han he-cho en los ltimos aos y los "fotogrficos" que aparecen al finaldel volumen, aparecen aqu casi una treintena de entrevistas quedan cuenta de esa relacin entre "los trabajos" y "los das" de AdolfoSnchez Vzquez. A lo largo de ellas se va enhebrando una biogra-fa ideolgica del maestro, que muestra, a un mismo tiempo, las vi-cisitudes del marxismo en los ltimos treinta aos (la primera en-trevista que aqu publicamos es precisamente de 1965), sus relacio-nes con una teorizacin cada vez ms coherente de la esttica, y, en

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    el terreno personal, la honradez intachable de un pensador nobi-lsimo.

    Adolfo Snchez Vzquez pertenece a una generacin de intelec-tuales espaoles que, en ms de una ocasin, ha recibido el nombrede "generacin perdida". La generacin anterior, la del 27 (la de losnacidos poco antes del siglo o muy pocos aos despus), haba grana-do esplndidamente antes de que empezara la Guerra civil en 1936(El cohete y la estrella es de 1923, Marinero en tierra de 1925, Las islasinvitadas de 1926, Canciones del farero de 1927, la primera edicin deCntico y el primer Romancero gitano de 1928, Seguro azar y Sobre losngeles de 1929, Poeta en Nueva York de 1930, Cazador en el alba de1931, Espadas como labios de 1932, La voz a ti debida de 1933, Luislvarez Petrea de 1934, La destruccin o el amor, Donde habite el olvidoy Mster Witt en el Cantn de 1935, La realidad y el deseo de 1936). Si esverdad que el gozne de las generaciones gira cada quince aos comoquera Ortega y Gasset, la generacin siguiente a la del 27 recibi suestafeta en plena guerra, en la derrota o en el exilio. Son, para nohablar de los muertos o fusilados, los Herrera Petere, Snchez Bar-budo, Lorenzo Varela, Joaqun Dez-Canedo, Francisco Giner de losRos, Serrano Poncela, jvenes combatientes en la Guerra civil, es-tudiantes con las carreras truncadas y las vocaciones dispersas, poe-tas inevitablemente "comprometidos", intelectuales hechos y des-hechos en el destierro con el afn puesto en un regreso que se iba aposponer durante media vida.

    A esa generacin pertenece Adolfo Snchez Vzquez. Su desaznsobre la tardanza en escribir y en publicar, es la de todos los que aca-bo de mencionar. Pero, a la postre, l llega a los ochenta aos conuna obra consistente de ms de veinte volmenes, con un prestigio in-ternacional como pensador marxista y como terico del arte, y conuna larga cauda de discpulos que le deben no poco de su capacidadde reflexin y de crtica.

    Yo me encuentro entre ellos. Y no slo dentro de la Universidad,en cuyas aulas segu sus lecciones con admirada asiduidad, sinotambin fuera, en no pocas lides partidarias y como compaero enms de un crculo de estudios marxistas. Cuando l habla, por ejem-plo, en una de las entrevistas aqu publicadas del Boletn de la Uninde Intelectuales Espaoles en Mxico, que presida Len Felipe, no

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    puedo menos de recordar que era yo quien haca aquel Boletn si-guiendo el diseo apretado de Jos Renau. Nos vimos luego variasveces en Cuba y en la Espaa de la transicin, y ha sido una dicha, alcabo de ese dilatado periplo, regresar a Mxico y volver a ser su dis-cpulo y su colega en nuestra UNAM, en nuestra Facultad, para vivirjuntos, con ese peculiar distanciamiento con respecto a Europa que,desde esta Amrica nuestra, creo que compartimos, la gran crisiscultural y poltica en que estamos sumidos.

    Y llegamos as al que es probablemente el tema central de este libro.Como filsofo, y como filsofo marxista, Snchez Vzquez ha desa-rrollado toda su labor creadora en las condiciones ms difciles y, almismo tiempo, ms frtiles, imaginables: condiciones en las queel marxismo se abra y se diversificaba, tanto en la teora como en laprctica, en mltiples marxismos o neomarxismos, y cuando, al mis-mo tiempo, se produca sordamente un proceso de resquebrajamientoen los pases del llamado "socialismo real" que iba a desembocar en suderrumbe casi repentino.

    En este aspecto, todos los tericos marxistas que haban estable-cido sus distancias con respecto al marxismo dogmtico sovitico ohaban roto con l, se dispusieron y la tarea est apenas comenzan-do a reivindicar sus relecturas de Marx y a reconstruir las nuevasperspectivas. Snchez Vzquez se encuentra, por supuesto, entre ellos.

    Esta dramtica experiencia poltica y terica del marxismo obli-ga a un doble ejercicio en el que, al mismo tiempo, se reconstituye pordecirlo as, la acumulacin terica originaria, y se la niega (aufhebund)no para ir "en contra", sino para salvarla, es decir, para ir "ms allde Marx". No creo que haya actitud ms marxista que sta. CuandoSnchez Vzquez repite una y otra vez la famosa frase de Marx: "Yoslo s que no soy marxista", lo que nos indica es, en mi opinin,precisamente eso: la ruptura marxista con la tradicin marxista, esdecir, con la escolstica, con los cnones establecidos (sos s, encontra de Marx); y, a partir de esa ruptura, el desarrollo, con elmismo afn cientfico y revolucionario que Marx, de una va no ex-perimentada, de una tercera va "no-marxista" del marxismo, entreel dogmatismo y el reformismo, de manera semejante a la de losfsicos contemporneos que han creado en nuestro siglo, ms allde Newton una fsica no-newtoniana. El propio Snchez Vzquez

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    apunta algunos problemas (feminismo, ecologa, fundamentalismosreligiosos, nacionalismos, minoras sociales, nueva moral sexual, etc-tera) que obligan a ir, repito, "ms all de Marx".

    En nuestra lengua es seguramente el doctor Snchez Vzquez unode quienes con ms claridad indican esa lnea de reflexin y de vida.Ante un mundo que redobla sus injusticias y convierte la vida demillones de hombres y mujeres en un infierno, los trabajos y los dasde Snchez Vzquez nos dan una vez ms una estupenda leccin desencillez laborante ante sus alumnos y de dignidad moral.

    Federico AlvarezAgosto de 1995

  • SEMBLANZAS

  • ELOGIO DEL DOCTORANDO*

    MARIANO PEALVER SIM6

    Me cabe el honor de pronunciar lo que en el ceremonial de in-vestidura del grado de doctor Honoris causa se denomina el Elogiodel Doctorando.

    Un honor que es tambin para m una inmensa satisfaccin, por-que nada es ms gratificador que poder de nuevo proclamar la altacalidad cientfica que la comunidad universitaria internacional hareconocido ya desde tiempo en la obra del profesor Adolfo SnchezVzquez.

    Un elogio no es una apologa porque, como nuestro doctorandosupo ensear en su vida y en sus libros, toda actitud apologtica delpensar, que hegelianamente no sera sino "un dar razn de lo quees", al imponerse como nica tarea la de reconciliar a la razn conla realidad dada, no es sino un modo de cancelacin del pensamien-to que, como dira el mismo Snchez Vzquez, renunciara as apensar nuevas aperturas de lo real.

    El elogio es un modo de la admiracin que no solicita ni abrumaal elogiado porque no implica, como la apologa, ningn principiode dominacin, de sometimiento. No puede ser otro el tipo de dis-curso que aqu debe ser pronunciado ante un pensador que durantetoda su vida no ha cesado de defender la crtica, el rigor y la inde-pendencia del pensamiento.

    La admiracin que contiene todo elogio, apunta adems a lo quedesde sus orgenes la misma filosofa reconoca como punto de par-tida de todo pensar; porque no hay pensar sin distancia, es decir, no

    * Discurso del doctor Pealver Sim en la Universidad de Cdiz, Espaa, el 15 demayo de 1987, en el acto de investidura del profesor Snchez Vzquez como doctorHonoris causa.

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  • 14 ELOGIO DEL DOCTORANDO

    hay pensar riguroso desde la ingenuidad, no hay pensar estrictodesde la credulidad; pero la distancia crtica respecto a lo pensadocontiene siempre necesariamente un grado de pasin hacia el obje-to; quiero decir que un pensar que admira y piensa crticamente larealidad no es jams ni desinteresado ni indiferente.

    Este es justamente uno de los rasgos que mejor caracterizan laactividad filosfica del Adolfo Snchez Vzquez y en torno al cualquiero componer mi elogio.

    Pasin y distancia ante lo existente significan la doble actitud anteun mundo en el que el hombre reconoce aquello que es a un tiem-po su exterioridad y su producto. El mundo es aquello que se meopone, pero ese obstculo es tambin mi obra. Porque esa resisten-cia a mi poder y libertad es tambin el fruto de mi poder y de milibertad.

    Esta tensin, que ejemplarmente ilustra la vida y la obra de Sn-chez Vzquez, atraviesa ese modo de vivir la condicin humana queconsiste en plantearse ante la realidad crticamente, movido por la con-dicin de que la miseria social humana no es jams inevitable yespoleado por la seguridad en el poder creador y transformador delhombre.

    Esta insatisfaccin ante lo que hay, como nos recordaba estos dasel filsofo Snchez Vzquez, recubre un verdadero principio tico elcual suscita el conocimiento riguroso y estricto de la realidad al quese vincula un proyecto de transformacin del mundo as como elcompromiso personal de contribuir a su realizacin.

    Un proyecto emancipatorio como el que ha movido y sigue mo-viendo la vida y la obra de quien ahora nos ocupa, no aparece ascomo un mero querer iluso y ciego que se exaspera ante el obstcu-lo o que se impacienta ante el tiempo pausado de la maduracin delas cosas. Y no es querer iluso y ciego porque est ntimamente uni-do a la crtica y al conocimiento. Como escribe nuestro filsofo: "Laaccin transformadora de la realidad tiene un carcter teolgico, perolos fines que se aspira a materializar se hallan, a su vez, condiciona-dos, y tienen por base el conocimiento de la realidad que se quieretransformar".

    Ese proyecto emancipatorio, que Snchez Vzquez defina comoel proyecto de "transformar el mundo natural y social para hacer de

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    l un mundo humano", es aquel en torno al cual girar toda suactividad terico-prctica, as es como el concepto de praxis devienela categora central de todo su pensamiento filosfico. Todas lasfunciones que nuestro autor atribuye a la filosofa concibiendo asta como "crtica de la realidad existente y de las ideolgicas; comocompromiso con las fuerzas sociales que ejercen la crtica real; comolaboratorio de los conceptos y categoras indispensables para trazary aplicar una lnea de accin; como conciencia de s misma paraelevar la racionalidad de la praxis y, finalmente, como autocrticaque le impida alejarse de la accin real, paralizarse o arrojarse en lautopa o la aventura", todas estas funciones no son sino determina-ciones de una funcin central y fundamental: "la funcin prcticade la filosofa que, como teora, se inserta necesariamente en lapraxis.".

    La praxis aparece as, indisolublemente, como el objeto del pen-sar y como aquello que lo determina. Aludiendo a la "Tesis XI" deMarx sobre Feuerbach, escribe nuestro filsofo: "Se opta por la filo-sofa de la praxis como nueva prctica de la filosofa porque de loque se trata es de transformar el mundo".

    Una opcin tica y un compromiso prctico mueven a un pensa-miento que, como actividad terica, tiene como fin principal el de"elevar nuestra conciencia de la praxis" y con ello consolidar unaconcepcin antropolgica en la que el hombre es pensado como"un ser prctico", es decir, transformador y creador, que "producecon su trabajo una naturaleza humanizada y crea asimismo, en esteproceso, su propia naturaleza social, humana".

    El inters de Snchez Vzquez por la reflexin esttica est en elcentro de esta concepcin del hombre como ser creador. De aqu sudefinicin del arte como "una actividad humana prctica creadoramediante la cual se produce un objeto material, sensible que, gra-cias a la forma que recibe una materia dada, expresa el contenidoespiritual objetivado y plasmado en dicho producto u obra de arte,contenido que pone de manifiesto cierta relacin con la realidad".

    La obra de arte no es, pues, reflejo sino creacin de realidad. Gra-cias a ella "el hombre extiende, enriquece la realidad humanizadapor el trabajo y eleva la conciencia de su dimensin creadora".

    He aqu, pues, cmo una de las figuras ms preclaras de la filoso-

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    fa espaola y americana, que nace en nuestra cultura y se abrecrticamente al proyecto emancipador marxista surgido en la segundamitad del siglo XiX, puede definir al ser del hombre desde su dobledimensin transformadora y creadora, es decir, desde su praxis.

    La reflexin filosfica, forma ella misma de actividad prctica,no tiene otro objeto que la praxis misma en todos sus modos huma-nos de realizacin: prctica poltica, social, econmica, artstica, cien-tfica, etctera.

    Slo as tiene sentido la propuesta enunciada en la "Tesis II sobreFeuerbach": El problema de la verdad no es un problema tericosino un problema prctico. Porque, como sostiene Marx, "es en laprctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la rea-lidad y el poder, esto es, la terrenalidad de su pensamiento".

    La verdad no es pues la cualidad atribuida a un pensar por suadecuacin con la cosa pensada. Dicho de otro modo: la verdad nosera la mediacin conciliadora entre dos mundos, el espritu y lamateria. En la concepcin marxiana de la verdad cuya lectura einterpretacin es uno de los logros ms admirables del pensamien-to de Adolfo Snchez Vzquez, la verdad de un pensamiento se midepor su realidad, es decir, por su poder prctico de cumplir el fin detoda actividad humana: la transformacin y la creacin del mundonatural y social.

    Es as como se nos propone la renuncia y disolucin de esa anti-gua concepcin dualista de lo humano en la que lo humano todavahoy se debate y se desgarra. La verdad del pensar, la bondad de laaccin, la belleza de la obra, no son sino manifestaciones y determi-naciones de una sola realidad que es esa prctica gracias a la cual elhombre se transforma y se crea a s mismo a travs de la transforma-cin y la creacin del mundo al que pertenece.

    Un pensamiento abierto, riguroso y paciente, fiel a s mismo y ala verdad, es decir, capaz de autocriticarse aunque sea a costa de supropia negacin, es un pensar que suscita la admiracin y justificanuestro elogio.

    El profesor Snchez Vzquez es un ejemplo ilustre de este modode ejercer la tarea reflexiva del pensamiento. Su incorporacin anuestro Claustro como doctor Honoris causa es un honor y una satis-faccin para cada uno de nosotros y para toda nuestra Universidad.

  • ADOLFO SNCHEZ VZQUEZ, EXILIADO EJEMPLAR*

    PEDRO BERMEJO MARN**

    Nos hemos reunido aqu esta noche para imponer a don AdolfoSnchez Vzquez la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sa-bio, que es la ms alta condecoracin que tiene el Estado espaolpara premiar los mritos adquiridos en el mbito de la cultura.

    Quien concede la condecoracin es el rey de Espaa, a propuestadel ministro de Educacin y Ciencia y previa deliberacin del Con-sejo de Ministros.

    Quien hoy la recibe es un espaol de origen, llegado a estas tie-rras hace casi exactamente cincuenta aos. Su biografa es rica ensucesos y realizaciones de varia ndole. A los efectos de este acto, am me interesa destacar y subrayar dos aspectos de su quehacer y desu personalidad que son, a mi entender, aquellos que ms tienenque ver con la concesin de la condecoracin: don Adolfo SnchezVzquez es un gran filsofo del marxismo; don Adolfo Snchez Vz-quez es un exiliado ejemplar.

    Para filosofar, el profesor Snchez Vzquez parti de su expe-riencia potica de juventud y de su prctica poltico-militar durantela Guerra civil espaola. Fue aqulla una prctica espontnea im-puesta por las circunstancias y por la necesidad de defender idealesy valores atacados. Aos ms tarde, en los ambientes recoletos de laUNAM, al socaire de ctedras y de seminarios, aquella prctica gene-

    * "Revista Mexicana de Cultura", nm. 338, supl. de El Nacional. Mxico, 13 deagosto de 1989.

    ** Palabras pronunciadas por el seor embajador de Espaa en Mxico, donPedro Bermejo Marn, durante el acto de imposicin de la Gran Cruz de Alfonso Xel Sabio, al doctor Adolfo Snchez Vzquez, el da 25 de julio de 1989.

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  • 18 ADOLFO SNCHEZ VZQUEZ, EXILIADO EJEMPLAR

    r, en el pensamiento de don Adolfo Snchez Vzquez, toda unafilosofa de la praxis en cuanto "actividad material y objetiva delhombre que transforma el mundo natural y social para convertirloen un mundo humano". La praxis as concebida es el gozne en quela articula el marxismo en su triple dimensin de proyecto de trans-formacin de la realidad, de crtica radical de lo existente y de co-nocimiento de la realidad que se pretende transformar.

    Los que saben y entienden de estas cosas no yo, lego en filoso-fa como en tantas otras materias valoran altamente las aportacionesconceptuales del doctor Snchez Vzquez: la filosofa de la praxis aligual que sus concepciones de la tica y de la esttica. Partiendo deellas y reflexionando en torno a ellas, don Adolfo Snchez Vzquezha renovado las ideas sobre el marxismo, lo ha reconciliado consigomismo, le ha devuelto la fidelidad a sus orgenes, lo ha convertidoen doctrina abierta, autocrtica y nada dogmtica, lo ha liberado delos que se apropiaron de l para convertirlo en ideologa justificantede determinadas estructuras de poder. Su obra es tanto ms merito-ria cuanto que ha debido realizarla casi ex-novo, casi de la nada. En laFacultad de Filosofa y Letras de Madrid, donde Adolfo SnchezVzquez hizo sus primeros pinitos filosficos, all por los aos trein-tas, privaban otras corrientes de pensamiento. El marxismo brilla-ba por su ausencia. En la Universidad Nacional Autnoma de Mxi-co, donde Snchez Vzquez prosigui sus estudios de filosofa, enla segunda mitad de los cuarentas y en la primera de los cincuentas,tampoco el marxismo, salvo muy raras excepciones, contaba concultivadores.

    Fiel a su teora de la praxis reflexiva y sobre la base de su expe-riencia personal, el maestro Adolfo Snchez Vzquez ha meditadotambin sobre la esencia de exilio, y el producto de sus meditacio-nes est recogido en ese bello texto que lleva por ttulo Fin del exilioy exilio sin fin y que el Ateneo, en feliz iniciativa, acaba de reimprimir.

    Objetivamente, en efecto, como afirma Snchez Vazquez, el exilioha terminado. Las razones de vida o muerte que impulsaron a exi-liarse a miles le espaoles, han desaparecido. La Espaa de hoy esuna Espaa de libertades, de tolerancia, de respeto a las ideas aje-nas y de vigencia de los derechos humanos; una Espaa en la quecaben por igual todos los espaoles, aun aquellos que en discordan-

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    cia con la inmensa mayora del pueblo espaol y por fidelidad apasados y respetables ideales, rechazan la monarqua como formade gobierno y la constitucin de 1978. Una Espaa, pienso yo, que,no desagradara a los mejores hombres de la Repblica y cuyo jefede Estado, un rey de la Casa de Borbn, tiene a bien distinguir, conaltsima condecoracin, a un antiguo miembro de las juventudes co-munistas de Espaa, convertido, con el correr de los aos, en insignefilsofo del marxismo.

    A esa Espaa, claro que se puede volver y la ausencia de ella slopuede justificarse por razones que nada tienen que ver con la pol-tica ni con la represin, pero, sean de la clase que sean, tales razo-nes existen y son ellas las que dan justificacin subjetiva ya que noobjetiva al exilio sin fin y sin trmino, al exilio de por vida.

    La Espaa de hoy, en efecto, por ms que sea democrtica y aco-gedora, no es, no puede ser la Espaa de los aos treintas que el exi-liado dej y que tiene grabada en su memoria. El exilio ha sido de-masiado largo: dnde estn ya los familiares ms queridos del exi-liado, sus viejos amigos, sus tertulias, su casa, los paisajes de los quean conserva el recuerdo? Demasiada agua ha pasado bajo los puen-tes de la historia, de la geografa y de la sociedad espaolas desdeaquel lejano ao de 1939.

    Por otra parte, cmo y por qu cortar en sazn las races echa-das en Mxico? Cmo prescindir de todo un mundo de vivenciasque constituyen lo mejor de vuestro ser actual tanto en cuanto indivi-duos como en cuanto grupo social? Cmo y por qu desligarse de latupida red de afectos y vinculaciones creados gracias a la solidaridaddel pueblo mexicano? Por qu preferir como patria la tierra de vues-tros padres (Vaterland) a la tierra de vuestros hijos (Kinderland)? Aban-donar Mxico para volver definitivamente a Espaa significara a es-tas alturas un nuevo y penoso desgarramiento que no tiene razn deser ni verdadera justificacin, y que no podra verse compensadopor un florecimiento de las races de antao, ya secas y marchitas.

    En verdad como ha escrito Adolfo Snchez Vzquez en el her-moso texto al que antes me he referido, "al cabo del largo periplodel exilio, el exiliado se ve condenado a serlo para siempre". Sobreel contenido de tal afirmacin, no cabe, me parece, discrepancia al-guna; en lo nico en lo que yo, con todo respeto, me permitira dis-

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    crepar de don Adolfo, es en el uso del vocablo "condenado". Quizssu empleo sea justo, si se refiere al exilio bajo otros cielos y en otraslatitudes, pero no creo que, para el viejo republicano espaol, elexilio en Mxico haya sido una condena. Habr sido otra cosa. Nos; algo como un destino, trgico y terrible por sus orgenes, perosuavizado y dulcificado por la visin histrica del presidente Crde-nas y por la generosidad del pueblo mexicano. Yo me pregunto, y pien-so que la pregunta es legtima: hubiera alcanzado don Adolfo las altascotas a las que ha llegado en el filosofar, de haber vivido su exilioen cualquier otro pas del mundo? Que cada cual aporte su perso-nal respuesta; la ma es ms bien negativa.

    Sguese de todo esto un entramado de gratitudes y reconocimien-tos que por afn de estricta justicia, me esforzar por desentraar.Gratitud de todos ustedes hacia Mxico en general y hacia el presi-dente Crdenas en particular; gratitud nunca regateada, mil vecesexpresada y que ustedes actualizan y concretan, hora a hora, da ada, con su conducta y con su trabajo en beneficio del pas que losacogi. Gratitud de Espaa hacia Mxico de la que se ha hecho ecoinnumerables veces los ms altos representantes de mi pas y que,ms all de la pura retrica verbal, debera traducirse en actos y ges-tos de solidaridad con Mxico en cuantas ocasiones ste los puedaprecisar. Gratitud tambin de la Espaa de hoy hacia el exilio pordos razones al menos: por haber ste mantenido enhiestos los prin-cipios y valores de libertad, justicia social y democracia, hasta quelos espaoles de all pudieron rescatarlos, y por haber sido los exi-liados lo continuadores de la cultura espaola, cuando en la viejapiel de toro quedaba interrumpida por la ausencia o la represinde los mejores. La primera y ms directa manifestacin de estagratitud debera ser un afn de los espaoles de la pennsula porconocer mejor el exilio de Mxico en sus hombres y en sus realiza-ciones. Ignorarlo es desconocer una parte importante de nuestrams reciente historia. Mucho podrn hacer en este campo los me-dios de comunicacin espaoles. Yo me permito alentarlos e inci-tarlos a que, sin demora, pongan manos a la obra.

    Termino ya: la concesin de la Gran Cruz de la Orden Civil deAlfonso X el Sabio a don Adolfo Snchez Vzquez es, ante todo, unreconocimiento a su obra y a sus aportaciones en el ancho mundo

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    de la filosofa; pero es tambin un homenaje a la labor cultural delos exiliados espaoles, en este ao de 1989 en que se cumple elcincuenta aniversario de su llegada a Mxico. No en vano es donAdolfo Snchez Vzquez, como dije al principio, un gran filsofoy un exiliado ejemplar.

  • ENTRE EL ROCK PESADO Y EL REY ALFONSO X*

    Jos RAMN ENRQUEZ

    A muchos de nosotros el 68 nos agarr desprevenidos. Otros, mspolitizados, ya haban consumido las profecas marcusianas o transpor-tado del Libro rojo en la bolsa trasera del pantaln de pana. Noso-tros, seguramente la mayora, llegamos en nuestro yellow submarinea estrellarnos, like a rollingstone, contra el autoritarismo y la mentirade una gran familia nacional, nudosa y contundente, cuyo discursose deshaca a la sola mencin del aire puro que bamos por esosrumbos convocando.

    Como hoy, que los chavos hacen la revolucin con sus tocadas yse estrellan contra el rictus soez de la sempiterna tira, tampoco no-sotros le hacamos mucho caso a lo que no rimara con los himnosde nuestra interminable voluntad celebratoria, necesariamente des-tinada al sacrificio. Estbamos haciendo algo tan serio como la re-volucin, pero no la tombamos demasiado en cuenta: por entonces,danzbamos, leamos a Rimbaud y a William Blake, dejbamos queNietzsche explicara nuestra estructura dionisiaca y apenas nos pre-ocupaba encontrar algn terico apolneo que denostara al Estadoy hablara de la utopa en trminos sociales. Ms o menos como hoybrincan los chavos en sus tocadas, descubramos nosotros cosas nue-vas, cuando, como a ellos, llegaron a apaarnos.

    De tal modo que muchos de nosotros, sin saber bien a bien lo queocurra, despertamos en medio de la guerra. El aparato terico denuestra revolucin no rebasaba lmites intuitivos, aunque la cancinde protesta dirigiera nuestros ndices contra el monstruo imperialistay el rostro mesinico del Che guardara nuestras paredes y ondeara

    * La Jornada Semanal, nm. 11, supl. de La Jornada. Mxico, 27 de agosto de1989, pp. 20-23.

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  • 24 ENTRE EL ROCK PESADO Y EL REY ALFONSO X

    en nuestros sueos. Pero nuestro ludismo celebratorio apenas po-da analizar la hipersolemne presencia del ejrcito. Tal vez por esosalamos en brigada, un chavo y dos chavas, a catequizar soldados, aecharles flores, a convencerlos de que tambin ellos eran pueblo ytenan derecho a celebrar la vida, seguramente de que seran inca-paces de disparar. Ello, por supuesto, antes del 2 de octubre.

    La contundencia de Tlatelolco no slo nos despert, sino que nosoblig a modificar los trminos: de la voluntad celebratoria deba-mos pasar a la lucha eficaz para ganarnos el derecho a celebrar unmundo transformado. Empezamos, pues, a leer lo que ya otros ha-ban ledo, en busca de una estructuracin terica que nos permi-tiera no sobrevivir sino vencer, un esqueleto apolneo para nuestraespecie de coitus interruptus.

    Creo que el boom editorial del marxismo en los sesentas se con-tinu en los setentas gracias a esta nueva ola de lricos que, des-de luego, nada tenamos que ver con el socialismo real adems deaburrido y super serio, represor a su vez en Checoslovaquia y nadacon el verticalismo antidemocrtico de partidos que nos mostrabanlderes canonizados un poquito menos feos que Daz Ordaz peroigualmente autoritarios. Mientras, por la otra parte, ya era impres-cindible la eficacia, porque a ese mundo que no poda gustarnos nose le transformara con canciones.

    Necesitbamos un marxismo como ese que vena a proponernosSnchez Vzquez, en el rigor de su ctedra, y que aos despus lmismo definiera en la presentacin a su libro Ensayos marxistas sobrehistoria y poltica: "Un marxismo abierto y crtico, es decir, vivo comola realidad que lo inspira. Se trata de una pretensin que hoy msque nunca consideramos necesario subrayar, ya que con ella hace-mos patente lo que nos separa tanto de los dogmticos de ayer comode los iconoclastas de hoy que al enfrentarse a cierto marxismo quedebe ser justamente criticado, acaban por renunciar al socialismo ycon ello al proyecto al que ningn marxista puede renunciar sinnegarse a s mismo de contribuir a la transformacin radical de lasociedad que hoy como ayer slo ofrece, como alternativa, laexplotacin, la opresin y la guerra".

    Pero, no resulta paradjico y hasta irrespetuoso abordar desdeel rock 'n roll a un catedrtico universitario, doctor en Filosofa y de-

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    cidido militante comunista? O, desde el otro extremo, no es forzardemasiado, es decir, echarle demasiada crema a los tacos, proponerun cruce entre la praxis invertebrada de la chaviza y la voluntadterica de Snchez Vzquez? Pues s, a primera vista. Como tam-bin resulta paradjico el que ahora premie un gobierno monrqui-co a un marxista republicano, con una presea que lleva el nombrede Alfonso X el Sabio.

    Todas esas paradojas y contradicciones aparentes, hablan de losalcances de Snchez Vzquez, de la apertura de su visin marxista y deesa leccin suya de verticalidad y de congruencia. Para esos chavosde hace veinte aos signific la posibilidad de un marxismo abierto,pero capaz de transformar la realidad hacia un horizonte comple-tamente distinto al pramo desolado que nos presentaba el socialismoreal. Para el actual gobierno espaol, con una testa coronada en lapirmide de su poder, significa el reconocimiento urgente de un exi-lio que se desprendi hace cincuenta aos y de la calidad de su pen-samiento. En cuanto a la crema de los tacos: no pretendo hablar portodos, pero s por una buena parte de aquellos sesentaiocheros queencontramos en Snchez Vzquez a un maestro, ms all de las limi-taciones acadmicas del trmino, y lo hemos seguido sintiendo com-paero de luchas abandonadas, a lo largo de dos dcadas, por otrosguas espirituales; y mucho creo que podrn encontrar en l, en conse-cuencia, los chavos de ahora, cuyo potencial revolucionario est exi-giendo la transformacin incluso de los partidos de "nuevo tipo",que se muestran incapaces de abarcarlos.

    De donde se concluye que, si lo premia una monarqua, por quno convocar a aquellos coribantes de hace dos dcadas, e incluirloen un ritual celebrador que muchos, ya cuarentones, no hemos de-jado de tener como la meta (y si el tipgrafo transcribe neta, resp-tese la errata)...?

    Queramos, por ejemplo, hacer la revolucin y conectar con el sujetorevolucionario, pero no aguantbamos el realismo socialista est-tica, por otra parte, del prismo y, en consecuencia, su propuestaescenogrfica? Pues ah estaba Snchez Vzquez defendiendoa Kafka del propio Lukcs y exponiendo, en Las ideas estticas deMarx, que "ciertamente el arte tiene un contenido ideolgico, pero

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    slo lo tiene en la medida en que la ideologa pierde su sustantividadpara integrarse en esa nueva realidad que es la obra de arte. Es de-cir, los problemas ideolgicos que el artista se plantee tienen queser resueltos artsticamente. El arte, a su vez, puede cumplir una fun-cin cognoscitiva, la de reflejar la esencia de lo real; pero esta funcinslo puede cumplirla creando una nueva realidad, no copiandoo imitando la ya existente. O sea, los problemas cognoscitivos que elartista se plantee ha de resolverlo artsticamente. Olvidar eso esdecir, reducir el arte a ideologa o mera forma de conocimientoes olvidar que la obra artstica es, ante todo, creacin, manifesta-cin del poder creador del hombre".

    Y eso lo escriba en 1965, as como dos aos despus, en el prlo-go a su traduccin de la Dialctica de lo concreto de Karel Kosik, afir-maba que la "posicin de Kosik, que se mueve entre el Scila y Caribdisde las interpretaciones subjetivistas y objetivistas del marxismo, esla que le permite en la presente obra abordar nuevas cuestiones,tratar otras, tantas veces tocadas, con el sesgo nuevo que cobran alacercarnos a su raz y, finalmente, es lo que le permite dar al trata-miento de ellas ese aire fresco y juvenil de quien deja a un lado loscaminos trillados para buscar en las cuestiones fundamentales elcamino real".

    Y ese aire fresco y juvenil del autntico marxismo el que Sn-chez Vzquez promova y nosotros desebamos conocer llev aKarel Kosik a jugar un papel importante en la Primavera de Praga,trgico preludio de nuestro propio 68.

    Sobre ello tambin habl Snchez Vzquez en el prlogo a laedicin segunda de la Dialctica de lo concreto: "Kosik ha pagado du-ramente su contribucin a esa experiencia (la Primavera de Praga),no slo con las medidas persecutorias dictadas contra l sino, sobretodo, con el silencio y el aislamiento forzosos impuestos a su pluma ysu palabra, es decir, a su labor terica marxista como trabajador do-cente y como investigador [...] Por defender y enriquecer ese pensa-miento como hasta ahora lo ha hecho y por no haber renegadonunca de sus convicciones socialistas, tiene derecho a que se le trateen su patria no slo como eminente filsofo marxista sino comosencillo miembro de la comunidad socialista, condicin que nadiepuede negarle".

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    Si quiero utilizar a Kosik como ejemplo de vctima marxista delsocialismo real es para subrayar la posicin de Snchez Vzquez aeste respecto, habida cuenta de que la crtica a la Unin Sovitica yal socialismo real por parte de un militante comunista que vienedesde los aos treintas, significa no slo honestidad intelectual, sinoautenticidad revolucionaria y mucho valor.

    Sobre la Unin Sovitica escribi Snchez Vzquez en una po-nencia a un simposio venezolano, publicada en Nexos, de Mxico,en Teora, de Espaa, y en Kulturni Radnik, de Yugoslavia. "El pro-ductivismo predomina sobre los valores humanistas proclamados;una densa red de privilegios aleja cada vez ms la igualdad social;las libertades proclamadas se han vuelto formales cerrando el pasoa las libertades reales; la inexistencia de una democracia efectiva,socialista, bloquea el paso de la administracin estatal a la autogestinsocial; el Estado, al reforzarse y autonomizarse cada vez ms, lejosde iniciar el proceso de su autodestruccin, usurpa cada vez ms lasfunciones de la sociedad civil hasta hacerla casi inexistente; el Parti-do, como partido nico, fundido con el Estado, sigue ostentndosecomo vanguardia sin una verdadera legitimacin popular".

    Texto de 1981, va mucho ms all de la posterior perestroikagorbachoviana, porque, para Snchez Vzquez, la crtica al socialis-mo real no es tan slo un deslinde ms o menos oportuno frente alos nuevos tiempos esa especie de gatopardismo de izquierda quefundamenta muchos de los pragmatismos hoy en boga, sino unanecesidad: "mientras exista la necesidad objetiva y subjetiva de trans-formar el mundo, el socialismo como objetivo el ideal socialistasubsistir [...] Como en tiempos de Marx, de lo que se trata es detransformar el mundo y para ello necesitamos no slo elevar la lu-cha contra el capitalismo y el imperialismo sino tambin la luchacon la parte que nos toca para que el socialismo sea verdadera-mente real".

    La medida para su crtica del socialismo real no es distinta, porlo tanto, del eje que estructura su concepcin del marxismo, el queparte de su lectura constante de la "Tesis XI sobre Feuerbach" y alque dedic una de sus obras capitales, Filosofa de la praxis: "El pro-ponerse semejante prctica de la filosofa representa una opcinideolgica, claramente expresada en la segunda parte de la "Tesis xi

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    sobre Feuerbach". Se opta por la filosofa de la praxis, como nuevaprctica de la filosofa, justamente porque de lo que se trata es detransformar el mundo [...], la transformacin a la que se vincula lafilosofa de la praxis es una transformacin radical".

    Es precisamente la radicalidad del marxismo de Snchez Vazquezlo que garantiza su apertura. No basta un pensamiento transforma-dor sin una praxis revolucionaria, ni basta una prctica revoluciona-ria sin una teora que la estructure. Es decir, ni la utopa ni el dog-matismo pragmtico: ni el sueo potico de nuestros himnos, de es-paldas al mundo concreto, ni las consignas de los comisarios que seinventan un mundo para maquillar su incapacidad de anlisis de loconcreto, o para ocultar su voluntad de poder que excluye cual-quier aliento revolucionario.

    Sobre la utopa, afirmaba Snchez Vzquez en Del socialismo cien-tfico al socialismo utpico: "La empresa de Marx y Engels de poner elsocialismo sobre una base cientfica y no utpica, sigue siendo leg-tima en cuanto que el utopismo refleja una prdida de contacto conlo real y, como consecuencia, una crisis de la organizacin y de lalucha al faltar ese suelo nuestro. Sin embargo, si la revolucin esuna praxis creadora y, por tanto, implica siempre una incursin enlo inesperado, en lo incierto y, en parte, en lo imprevisible, ciertaanticipacin imaginativa ah donde el conocimiento y la previsincientfica basada en l se detienen, es inevitable e incluso necesaria.Lo utpico apunta entonces a un posible, irrealizable hoy, y tal vezrealizable maana, pero a condicin de que lo posible tenga ciertoarraigo en lo real".

    Creo que esta concepcin, fundamental a principios de los seten-tas para muchos y presente de varias maneras en los ltimos aosdel Partido Comunista Mexicano, sigue siendo legible para la situa-cin contempornea.

    Entonces se volva de mltiples fracasos y se alimentaban muchasesperanzas. Snchez Vzquez intervena en un debate fundamentalde la izquierda, el mismo que enfil al PCM hacia el XIX Congreso yhacia su posterior fusin en el PSUM. El sentido mismo del partidoy de la vigencia del socialismo cientfico frente a la modernidad sejugaba en ese debate, como sigue jugndose hoy en da. La unidadde las izquierdas, ms all de sus propios perfiles an la palabra

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    fusin no se volva sinnimo de unidad, frente a la realidad con-creta de un pas como el nuestro, y la llegada de esos coribantes quepedamos otra cosa pero queramos ser radicalmente revoluciona-rios y para quienes la utopa del mundo ansiado continuaba siendomotor; todo ello se jugaba en aquel debate en el que Snchez Vz-quez intervino puntualizando en la misma lnea de otros comunis-tas que entendieron la necesidad de abrirse a lo inesperado, a lo in-cierto, a lo imprevisible, y de optar por la anticipacin imaginativa.

    Entonces llegamos al PCM algunos inveterados coleccionistas decontradicciones, para airearlas junto con los militantes de toda lavida, en la bsqueda de una sntesis que nos injertara en la realidadconcreta, para transformarla. En esos momentos se oan voces comola de Snchez Vzquez, que proponan, por encima de los dogmasdescascarados, la transformacin del mundo aun como un impera-tivo moral: "Si de lo que se trata es de transformar el mundo [...] esaopcin suprema, radical, es no slo poltica sino moral. El mundoeste mundo de hombre debe ser transformado y contribuir a elloes una exigencia moral".

  • SNCHEZ VZQUEZ: DOS RACES,DOS TIERRAS, DOS ESPERANZAS*

    SILVIA DURN PAYN

    Los caminos se poblaron de caminantes y hom-bres fugitivos que marchaban al destierro con eldolor a cuestas.

    Pablo Neruda

    Fue en 1939, hace cincuenta aos, cuando los barcos zarparon rum-bo a Mxico. "Como en otro tiempo por la mar salada/ te va un roespaol de sangre roja,/ de generosa sangre desbordada.../ Peroeres t, esta vez, quien nos conquista/ y para siempre, oh vieja ynueva Espaa!"'

    En 1939, comenta Snchez Vzquez, "la trgica experiencia civilhaba terminado para m. A lo largo de ella y, sobre todo, en los lti-mos meses, haba adquirido propiamente una tonalidad trgica. Comoen las grandes tragedias se luchaba de un modo insobornable porunos principios, por una causa, aunque ello significara la marcha ine-xorable a un desenlace infeliz: el fracaso, la derrota, la muerte.. "2

    Con la conciencia de la derrota el joven Adolfo Snchez Vzquezlleg a Pars en un ltimo viaje de esperanza, de terquedad. En eltrayecto escucharon la noticia, no queran creerla: el coronel Casa-do, a la cabeza de su Junta, se sublevaba contra el gobierno legtimo

    Publicado por primera vez en Cincuenta aos de exilio espaol en Mxico. Mxico,Universidad Autnoma de Tlaxcala, 1991, pp. 125-137.

    ' Ultima estrofa de un poema de Pedro Garfias. Snchez Vzquez y Juan Rejanofueron los primeros en escucharlo a bordo del Sinaia en 1939, en la primera expe-dicin colectiva.

    2 Vid. infra, Ana Lucas, "Cronologa. Adolfo Snchez Vzquez: vida y obra", pp.231.

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  • 32 DOS RACES, DOS TIERRAS, DOS ESPERANZAS

    de Negrn. Las esperanzas se haban muerto; los campos de concen-tracin y el exilio eran los caminos inmediatos a seguir.

    "Tuve suerte verdadera lotera de contarme entre los que po-dan iniciar, gracias a Crdenas, una nueva vida", dice Snchez Vz-quez. Una nueva vida, otra esperanza, la posibilidad del regreso yalgn da el triunfo. Sali rumbo a Mxico a bordo del Sinaia conotros espaoles, compaeros de lucha, muchos de ellos destacadosintelectuales.

    El 13 de junio de ese ao los refugiados espaoles llegaron aVeracruz. Miles de jarochos los recibieron entre aplausos y vtores.Mxico era el camino de la esperanza y el principio de la incerti-dumbre. El destierro comenzaba.

    Al principio me coment un da Snchez Vzquez, vivamoscon lo indispensable, no comprbamos nada. Cuando alguien lohaca, los dems lo vean con malos ojos, porque empezar a amue-blar una casa indicaba permanencia, pocas ganas de regresar. Ve-namos por un corto tiempo, al menos eso creamos. "Cortadas susraces no puede arriesgarse a vivir aqu; prendido del pasado, arras-trado por el futuro [el exiliado] no vive el presente ".3

    Sin embargo, ese corto tiempo se prolong y transcurrieron va-rias dcadas antes de que los refugiados espaoles pudieran regre-sar a su pas. "Y es entonces cuando la contradiccin, el desgarramien-to que ha marcado su vida aos y aos, llega a su exasperacin [...]En verdad, las races han crecido tanto, las penas y las alegras, tantolos sueos y las esperanzas, tanto el amor y el odio, que ya no puedenser arrancados de la tierra en que fueron sembrados ".4

    El da tan esperado por estos hombres lleg al fin. Una mezcla dealegra y dolor se apoder de ellos. El regreso significaba otro des-garrn, de alguna manera otro exilio. Sobre todo para aquellos,como el doctor Snchez Vzquez, que llegaron a Mxico muy jve-nes. Aqu se ttulo, se cas con Aurora, el amor de su vida, como lmismo ha declarado; tuvo a sus tres hijos: Adolfo, Enrique y Aurora,y se convirti en abuelo. En este pas public por primera vez y seconvirti en el importante intelectual que es hoy.

    ' Adolfo Snchez Vzquez, "Cuando el exilio permanece y dura", ibid., p. 55." Ibid., p. 56.

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    En alguna de las tantas plticas que hemos tenido, con una copade vino en la mano para brindar por la muerte de Franco, Aurora yel doctor me comentaron: "es muy difcil regresar. Aqu estn nues-tros amigos. Nuestros hijos son mexicanos, aqu estn nuestro traba-jo y nuestros intereses. Irnos significara perder todo esto que he-mos construido con tanto esfuerzo y en tanto tiempo". Lo que fueuna esperanza se converta, ahora, en una amenaza.

    Cuando el maestro Gabriel Vargas Lozano me invit a participaren este coloquio, acept de inmediato. Dos motivos fundamentalesme llevaron a tomar con tal seguridad esa decisin. El primero, y talvez el ms importante para m, es el poder hablar sobre el doctorSnchez Vzquez, a quien he seguido en sus ctedras y a quien meune un lazo de amistad y un cario que han sido fundamentales enmi vida, tanto acadmica como personal. Poder hablar sobre l ysobre su obra a cincuenta aos de su llegada me pareca la ms ten-tadora de las invitaciones. El segundo motivo es hablar sobre el exi-lio y valorar la aportacin cultural de los exiliados espaoles a nues-tro pas.

    Para m el exilio no es solamente una palabra, un ao o un hechoterico. El exilio espaol tiene para m un rostro concreto y cruel.Es el rostro de la injusticia humana, de la ferocidad de la guerra, dela derrota. Y es tambin el rostro de la esperanza, de la lucha revolu-cionaria de unos hombres que estuvieron dispuestos a perderlo todo,con tal de realizar sus ideales.

    El exilio espaol, chileno, argentino o de la nacionalidad quesea tiene el mismo rostro, significa lo mismo. Estar aqu reunidos pa-ra conmemorar el exilio espaol es estar reunidos para volver a protes-tar, para declarar en contra de todos aquellos gobiernos que repri-men, que se instauran en medio de la ilegitimidad, que prohiben lalibertad y que van en contra de la historia, del futuro, del proceso quela humanidad sigue y seguir, pese a todos los Franco o los Pinochetque existan. De ese futuro que perseguimos con legtima necesidad,de ese hombre nuevo que reclama el marxismo y de esa sociedadigualitaria y justa que queremos todos los hombres.

    Todos los exilios significan lo mismo, pero el espaol es para no-sotros ms importante. Con los espaoles tenemos una relacin his-trica que fue y sigue siendo fundamental. Una relacin, diramos

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    de parentesco, que se inici hace casi quinientos aos, cuando susangre y la nuestra se hicieron una en los campos de batalla, por losheridos de los arcabuces y los filos de la obsidiana. Cuando su san-gre y la nuestra se hicieron una en los hijos, en el amor. En 1519 lle-garon a Mxico por primera vez a un mundo que les era desconoci-do y, a veces, incomprensible. A pesar de lo acontecido en esos tiem-pos, y pese a lo que ocurri, los espaoles fundieron su cultura conla nuestra y una nacin distinta surgi.

    En 1939 volvieron a llegar por mar a nuestras tierras, pero ahoraeran otros espaoles y otra su actitud.

    De Espaa salieron intelectuales, revolucionarios, una buena par-te de los mejores hombres de ese pas, para venir a Mxico en buscade la vida, de una nueva vida. El llamado "Nuevo Mundo" era ex-traamente cercano a ellos, a pesar del desconocimiento que tenande nuestra cultura y de nuestra historia.

    Mxico era un pas con personalidad propia, contaba entoncescon intelectuales y artistas destacados como Siqueiros, Juan de laCabada o Vasconcelos. Sin embargo, la llegada de los espaoles fuede vital importancia, para incrementar nuestra cultura. Los espao-les empezaron a trabajar en Mxico y pronto se vieron los frutos desu trabajo. En el campo de la docencia, su estilo fuerte de catedrti-co-conferencista y la slida preparacin de sus clases obligaron aque los alumnos los siguieran desde el principio. Nuestra universi-dad, por diversos motivos, padeca de profesores negligentes y reac-cionarios. El contraste con estos catedrticos permiti que una nue-va visin, que un nuevo espritu se fuera colando en las clases. Apo-yaban sus ctedras con textos escritos en otros idiomas y, con esto,abran las puertas de la Europa que ellos representaban, incrementan-do y actualizando el pensamiento que se haba desarrollado en nues-tro pas. Para poder completar su labor docente, los profesores es-paoles empezaron a traducir con gran calidad textos de trascen-dencia para el pensamiento universal.

    Pero si su labor en la docencia fue importante y fundamental enla traduccin, sus proposiciones tericas e ideolgicas fueron indis-pensables para que el pensamiento idealista y reaccionario que per-meaba nuestra universidad fuera puesto en crisis y paulatinamentedesechado.

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    El largo exilio que vivieron los espaoles en nuestro pas permi-ti que produjeran sus teoras y sus trabajos ms importantes aqu;o bien que reafirmaran sus proposiciones en un campo crtico dife-rente y, por lo mismo, enriquecedor de sus teoras. Este exilio, tanlargo y productivo, repiti el fenmeno que ocurriera hace casi qui-nientos aos.

    Despus de cincuenta aos, a qu pas pertenecen los refugiadosespaoles? A Mxico? A Espaa? Permtanme contarles una anc-dota para responder esta pregunta. La biblioteca de mi casa la orde-naba por materia, autor y pas. Fue siempre un conflicto acomodarlos textos del doctor Snchez Vzquez, conflicto que no pude resol-ver hasta que decid ordenar los libros solamente por materia y au-tor; as pude colocar sus publicaciones en filosofa, porque inde-pendientemente de donde haya nacido o donde haya escrito, Sn-chez Vzquez es un filsofo, y la teora, la verdadera teora que ha-bla con objetividad y que contempla, por lo mismo, hacia el futuro,no reconoce fronteras estrechas. As, el exiliado es "la suma de dosraces, de dos tierras, de dos esperanzas. Lo decisivo es ser "fielaqu o all a aquello por lo que un da se fue arrojado al exilio. Lodecisivo no es estar ac o all, sino cmo se est". 5

    El doctorSnchez Vzquez fue y es fiel a sus principios revolucionarios, aesos principios y a esa coherencia que lo llevaron al exilio. Su activi-dad poltica le permiti sincronizar su reloj con el presente y noperderse (grave peligro para los exiliados) en la idealizacin del pa-sado, en el recuerdo.

    Cuando lleg, y l mismo lo ha comentado, sus conocimientossobre filosofa no eran tan slidos como l lo hubiera querido. Lascircunstancias polticas por las que atravesaba Espaa y la relacinde Franco con los Estados Unidos, lo llevaron a entender que eranecesario contar con un marco terico ms fuerte para poder guiarde mejor manera su actividad poltica. As empez a estudiar, demanera formal, filosofa, y logr convertirse en doctor con men-cin honorfica.

    Empez a publicar relativamente tarde o, segn l mismo dice,afortunadamente tarde, porque si hubiera escrito antes, hoy tendra

    5 Ibid., p. 57

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    que negar lo dicho. Se refera obviamente al stalinismo que permeabade una manera u otra los escritos de los marxistas en esa poca.Nosotros conocimos ya en sus proposiciones y en sus publicacionesuna filosofa marxista antidogmtica, basada en la nocin de Praxis.

    Las ideas estticas de Marx es su primer libro importante, porqueabre las posibilidades de construir la esttica marxista a travs delas ideas que Marx aport sobre el arte en diversos textos. Es impor-tante tambin porque inaugura una perspectiva marxista, una lec-tura de Marx, que a mi manera de entender es correcta. Un marxis-mo vivo que parte de Marx para desarrollar y enriquecer sus tesis,de acuerdo con la realidad social que se estudie. Para quienes vivie-ron la primera edicin de este libro, fue una luz reveladora. En al-guna ocasin uno de ellos me coment que haber ledo esa obra, enese momento, le permiti empezar a combatir sus proposiciones ce-rradas y dogmticas. Sus tesis sociolgicas o gnoseologistas eran,segn Juan Bauelos y Jos Revueltas, un texto que los sacudi yque les permiti volver a Marx y al arte desde una perspectiva dife-rente. Romper con los resabios todava idealistas que tenan, enfren-tar el problema de la produccin artstica como una praxis, revalo-rar los escritos que produjo Marx en su juventud y, desde luego,tomar una posicin crtica frente al stalinismo.

    Lo ms importante de este texto es que en l se encuentra unaproposicin que parte de Marx, pero que es una proposicin original,una construccin filosfica propia: se trata de la filosofa de SnchezVzquez.

    Despus de este escrito siguieron muchos ms. Filosofa de la praxis,un libro central para la comprensin de la filosofa marxista y des-de luego de la filosofa de Snchez Vzquez. tica, otros anlisis sobreesttica, o sobre las ideas polticas de Marx, Lenin y Engels; estudiossobre economa en los textos de Marx, su polmica con Althusser,etctera. Su produccin ha sido fecunda tanto en calidad como encantidad. Este breve espacio para hablar sobre l no alcanza parahacer un anlisis sobre todos sus trabajos, por esto voy a referirmesolamente a unas cuantas ideas sobre esttica.

    Elijo la esttica de Snchez Vzquez por dos motivos: el primero,porque como l mismo me dijo un da en mi casa, cuando conocia la primera de mis hijas, "se ve que en esta casa se estudia esttica";

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    y segundo, porque es lo que ustedes esperaban. No hay ms moti-vos, ya que toda su produccin es igual de importante.

    Snchez Vzquez produce una esttica original. Para l "la activi-dad artstica tiene que fundarse en una praxis originaria de la que ellamisma surge como una expresin superior. La prctica es una dimen-sin del hombre como ser activo, creador, y, por ello, el fundamentomismo de la praxis artstica hay que buscarlo en la praxis originariay profunda que funda la conciencia y la existencia del hombre".6Esta accin, la transformacin de la naturaleza, es la que permite alhombre afirmarse como ser humano, constituirse y enriquecerse. Lanueva realidad que surge de esta prctica es, entonces, tanto internacomo externa. El hombre, dice Marx, "se apropia su ser omnilateralde un modo omnilateral y, por tanto, como hombre total".' As, loshombres se enriquecen ms y ms en la medida en que se apropiendel mundo de diferentes maneras. Cada una de ellas satisface nece-sidades distintas.

    A partir de esa praxis originaria surgen otras praxis como expresio-nes superiores. La praxis artstica y la esencia del hombre son semejan-tes; su denominador comn es el trabajo creador. Por este motivo elarte es, para Snchez Vzquez y para Marx, un peldao superior "enel proceso de humanizacin de la naturaleza y del hombre mismo" .8

    El arte reproduce un trozo de la realidad social, parte de la mismarealidad que la ciencia, pero para el arte se trata de una realidad huma-na. Para Snchez Vzquez el arte se "justifica si tiene un objeto propioy especfico [...], que condiciona, a su vez, la forma especfica del refle-jo artstico. Este objeto especfico es el hombre, la vida humana ".9

    Con estas tesis Snchez Vzquez se enfrenta y rompe con las estti-cas gnoseologistas y sociologistas que dominaban en el terreno de laesttica marxista. El problema no es que el arte proporcione conoci-miento; para Snchez Vzquez el arte es una manera de apropia-cin de la realidad, es un medio especfico de conocimiento, pero,

    6 A. Snchez Vzquez, Las ideas estticas de Marx. Mxico, Era, 1967, p. 49.Carlos Marx, "Manuscritos econmicos-filosficos", en Escritos econmicos va-

    rios. Mxico, Grijalbo, 1966, p. 85.e A. Snchez Vzquez, Las ideas estticas de Marx, p. 34.9 1bid. p. 52.

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    y aqu est la diferencia, tanto por su forma como por su objeto. Mevoy a permitir recordar algunos de los argumentos del ms fino y pro-fundo representante de la teora del realismo socialista, Lukcs, paramarcar ms claramente las diferencias de Snchez Vzquez con to-das estas ideas. Para Lukcs, el reflejo artstico de la realidad parte delmismo objeto que el reflejo cientfico; la diferencia entre estos dos esque en el primero se supera tanto lo singular como lo universal atravs de la categora central de la esttica: la particularidad. Mientrasque en Snchez Vzquez el arte refleja un objeto distinto al objeto dela ciencia, el objeto del arte es la realidad humana, no la objetiva."En la creacin artstica, o relacin esttica creadora del hombrecon la realidad, lo subjetivo se vuelve objetivo, y el objeto se vuelvesujeto, pero un sujeto cuya expresin ya objetivada no slo rebasa elmarco de la subjetividad [...] sino que ya fijada en el objeto puedeser compartida por otros sujetos ".10

    Para Lukcs el arte realista es el arte por excelencia. Para l, comopara muchos otros autores, en tanto que el arte es un reflejo objeti-vo y fiel que nos muestra de manera esencial la realidad, la formaverdaderamente artstica es el realismo. Snchez Vzquez discrepacon toda esta corriente que pretende afirmar, en nombre de Marx,que el realismo es la nica y verdadera forma del gran arte. Por elcontrario, para Snchez Vzquez el arte "presenta hombres concretos,vivos, en la unidad y riqueza de sus determinaciones, en los que sefunde de un modo peculiar lo general y lo singular. La realidad huma-na slo le revela sus secretos en la medida en que, partiendo de loinmediato, de lo individual, se eleva a lo universal, para retornar denuevo a lo concreto. Pero este nuevo individual o concreto artsticoes el fruto de un proceso de creacin, no de imitacin" .11 El arte debe-r de ser cambiante en tanto que es una de las formas de aproximacinde la realidad humana, y sta es cambiante, lo mismo que las formas deexpresin de esa realidad que el hombre construye. As, SnchezVzquez niega que el arte realista sea la forma idnea de expresinesttica. De acuerdo con su posicin abierta y antidogmtica que yahemos sealado, aos despus propone, incluso, que las llamadas

    10 Ibid. p. 35." Ibid. p. 30.

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    "obras abiertas" por Umberto Eco, son la posibilidad de socializarel acto creador. Es en estas obras abiertas, que no tienen nada quever con las formas cerradas que implica el arte realista, donde Sn-chez Vzquez ve la posibilidad de un acto creador como procesocolectivo e ininterrumpido.

    Snchez Vzquez tambin se enfrenta crticamente a las posicio-nes sociologistas al afirmar que la obra de arte rebasa el humus histri-co-social que la hizo nacer. Los anlisis simplificadores que pretendenreducir el arte a sus condiciones sociales ignoran las peculiaridades ylos eslabones intermediarios que hay entre lo social y el arte. Recor-dar aquella famosa frase de Marx es indispensable para romper conel sociologismo. El problema no radica en entender que el arte grie-go surge de determinadas condiciones histrico-sociales; el proble-ma es saber por qu una vez superadas esas condiciones el arte grie-go nos sigue proporcionando placer.

    Los sociologistas, en esta simplificacin, llegan a negar el arteproducido en las sociedades llamadas "decadentes", porque para ellosese arte es necesariamente decadente. La frmula para ellos sera: so-ciedad decadente arte decadente. Snchez Vzquez afirma que elarte es un producto social, elaborado por un hombre social, en unadeterminada sociedad y, en este sentido, de alguna manera el produc-to refleja, muestra esa sociedad de la cual surgi. Sin embargo, setrata de un objeto especfico con cierta autonoma y reglas propias."El concepto de decadencia no es un concepto inmutable que pue-da aplicarse indistintamente [...] a un periodo artstico determinadoo a un periodo social. Arte decadente no es igual que arte de una so-ciedad decadente". 12 El arte, el verdadero arte, al ser una actividadcreadora del hombre, no puede ser decadente.

    La proposicin de Snchez Vzquez se desliga de las estticas quereducen el arte a ideologa, de la misma manera que se aleja de lasproposiciones que afirman que el arte no contiene ideologa, que elarte es neutral. Estos argumentos los podemos encontrar en diver-sos textos, como por ejemplo los estudios que realiza sobre las con-cepciones artsticas de Lenin, donde reconoce que Tolstoi recreaalgunos aspectos esenciales de la Revolucin rusa a pesar de que

    12 Ibid., pp. 29-30.

  • 40 DOS RACES, DOS TIERRAS, DOS ESPERANZAS

    su ideologa sea contraria a ella. Con esto demuestra cmo el propioLenin no reduce la obra artstica a la ideologa del autor, ni a la ideo-loga social de la cual surge dicha obra, en la medida en que mues-tra esa revolucin como un espejo complejo y contradictorio. ParaSnchez Vzquez es errneo afirmar que el arte se reduce a la ideo-loga, como afirmar que el arte es neutral. Para l, el arte no es neutral,la ideologa es punto de partida, impone su marca en el contenido ar-tstico y condiciona el modo de las posibles lecturas que la sociedad ha-r. Ningn arte es autnomo respecto a la ideologa y por ello no hayni puede haber arte ideolgicamente neutral; pero el arte es autno-mo en cierto grado e irreductible a esa ideologa. El arte es una formade conocimiento y, por lo tanto, irreductible a la ideologa.

    De la misma manera Snchez Vzquez afirma que el arte no se re-duce a sus condiciones sociales, en tanto que es un objeto distinto,pero que tampoco podemos estudiarlo si dejamos de lado esas condi-ciones. Por este motivo, Snchez Vzquez estudia tambin las con-tradicciones entre arte y capitalismo afirmando que en los sistemascapitalistas el arte se vuelve una rama de la actividad econmica, esuna mercanca y como tal se rige por las leyes de mercado: "la con-tradiccin entre arte y capitalismo no es casual, sino esencial (yaque) la produccin capitalista entra en contradiccin con su princi-pio creador, y el trabajo adquiere la forma de un trabajo enajenado(as) la verdadera produccin artstica se convierte en la anttesis dela produccin material capitalista que niega lo que es esencial en elarte: su creatividad ".13

    En el capitalismo el arte y la sociedad tienden a separarse, losintereses de los hombres no son los intereses del mercado, de lasnecesidades de produccin. En el capitalismo el criterio comercialha logrado, segn Snchez Vzquez, una sensibilidad deformadaque se genera a travs de los medios masivos de comunicacin cu-yos contenidos estn guiados por criterios comerciales, de ningunamanera por un criterio verdaderamente esttico. Con esta sensibili-dad deformada el pblico, la poblacin, se divorcia cada vez ms

    '8 A. Snchez Vzquez, "Socializacin de la creacin o muerte del arte", en Ensa-

    yos sobre arte y marxismo. Mxico, Grijalbo, 1984, p. 123.

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    del arte interrumpiendo el proceso de comunicacin propio delmaterial artstico.

    No es posible, por el tiempo, seguir ms all sus proposiciones est-ticas; baste por ahora este pequeo recorrido para constatar la afir-macin de que el doctor Snchez Vzquez es un filsofo que produceuna filosofa original, un marxista crtico (no slo del capitalismo sinotambin del socialismo "real"), que su proposicin es antidogmticay est dispuesto a retomar desde su concepcin todas aquellas ideasque le parezcan adecuadas de otras estticas, aunque no sean mar-xistas.

    El profesor Gabriel Vargas Lozano afirma que su posicinantidogmtica surge cuando "Snchez Vzquez toma conciencia deuna crisis que empieza a salir a la superficie y que gradualmentevendr a marcar su pensamiento [...] la crisis terica y poltica delmarxismo (que ocurri en 1956 con el Informe Secreto de Jrushov,la transformacin de Cuba al socialismo y la intervencin de lastropas del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia), es decir, por lagradual toma de conciencia de la bancarrota de toda concepcinfilosfica y poltica derivada del stalinismo y de la crisis del movi-miento comunista internacional"."

    Estoy de acuerdo con Vargas Lozano; solo aadira que SnchezVzquez encuentra en la esttica que el objeto del arte es el hombre,la vida humana, porque parte tambin de su experiencia, porque les tambin poeta.

    Si sus ideas fueron importantes en 1965, hoy vuelven a ser impor-tantes; sus estudios y anlisis filosficos no han perdido vigencia.Su humanismo, es decir, sus anlisis tericos del hombre concreto yreal, as como la fundamentacin de un nuevo concepto de hombrea partir de los anlisis de las relaciones de los hombres sociales, sonindispensables para combatir la esttica y la filosofa que algunosautores producen hoy y que, por pretensiones de "cientificidad" u ob-jetividad, vuelven a caer en proposiciones parciales, formales o simplifi-cadoras al olvidar que el objeto del arte es el hombre mismo.

    14 Gabriel Vargas Lozano, "La obra filosfica de Adolfo Snchez Vzquez", enEscritos de poltica y filosofa, p. 189.

  • 42 DOS RACES, DOS TIERRAS, DOS ESPERANZAS

    Yo lo conoc hace veinte aos. Durante este tiempo he sido su alum-na, su lectora, su crtica, su seguidora. Yo, como muchos desde laprimera vez que asist a sus cursos, qued invitada a ser asidua asis-tente; su claridad, su rigor, su actualidad, su integridad terica, suresponsabilidad y su honestidad son las caractersticas constantesde su trabajo, tanto docente como terico. En su calidad de profe-sor que integr siempre la docencia con la investigacin, SnchezVzquez nos mostr, tal vez antes que nadie, los errores y los acier-tos de Althusser, Eco, Lotman, Jakobson, Chomsky, etctera.

    Su carcter renovador y su profundo conocimiento de otros idio-mas lo han hecho trabar contacto con pensadores en muchos casosinditos en nuestro idioma, a los cuales tradujo y nos permiti co-nocer en sus clases.

    Snchez Vzquez es uno de los profesores ms importantes delMxico contemporneo. De entre sus alumnos hay quienes son yasignificativos para la filosofa contempornea, otros nos hemos de-dicado al ejercicio de la filosofa con la misma actitud que l supoinculcarnos. No importa cuntas discrepancias o diferencias pode-mos tener con sus tesis, Snchez Vzquez est siempre dispuesto aescuchar nuestras objeciones y a establecer polmica con sus alum-nos desde sus planteamientos que son fruto de una meditacin yuna conviccin profunda. Su carcter abierto y crtico ha posibilita-do que sus alumnos no sean unos seguidores (repetidores) de susistema; por el contrario, Snchez Vzquez nos ensea a desconfiarde nosotros mismos, de las verdades establecidas, de sus propiosargumentos, para que crticamente, con rigor y sistema, seamos ca-paces de afirmar con nuestros propios juicios. A sus alumnos nosexige lo que exige de s: lo mejor de cada uno en la docencia, lainvestigacin y en la vida. "No nos hemos constituido, no podra-mos constituirnos, en discpulos suyos. En el mejor de los casos, talvez alguno de nosotros pudiera aspirar a los ttulos de honradezintelectual, de disciplina acadmica, de vocacin cientfica y revolu-cionaria, que caracterizan la actividad de Snchez Vzquez")1

    15 Jaime Labastida, "La capacidad de dudar", en Anthropos, nm. 52. Barcelona,agosto, 1985, p. 33.

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    Del doctor Snchez Vzquez podramos decir lo mismo que ldice sobre Revueltas: "Sus reflexiones (en estos campos: la estticay la filosofa) no son casuales o incidentales sino que se hallan determi-nadas por problemas que le plantea la vida real tanto en el terrenopoltico como literario. En verdad, se trata de reflexiones sobre supropia prctica [...] " 16 Y con ellas Snchez Vzquez permanece fiel auna de las exigencias medulares del pensamiento de Marx: la racio-nalidad de la praxis.

    16 A. Snchez Vzquez, "La esttica terrenal de Jos Revueltas", en Ensayos sobrearte y marxismo. Mxico, Grijalbo, 1984, p. 175.

  • NUESTRO MAESTRO*

    MARA TERESA YURN C.

    Adolfo Snchez Vzquez, uno de los ms conspicuos filsofos marxis-tas de habla hispana, naci en Algeciras, Cdiz, en 1915 y ha residi-do en Mxico desde 1939, ao en el que, obligado por la feroz em-bestida del franquismo en Espaa, se exili en nuestro pas. Realizsus estudios de bachillerato y magisterio (profesional) en Mlagaciudad de una intensa vida cultural y, en 1935, inici estudiosuniversitarios en la Facultad de Filosofa y Letras de la UniversidadCentral de Madrid, en donde tuvo oportunidad de asistir a ctedrasde connotados maestros como: F. Montesinos, J. Zubiri y Ortega yGasset, cuyo pensamiento marc la pauta de ese mundo acadmico.

    Su formacin no es, sin embargo, resultado exclusivo de su vidaescolar. En efecto, una precoz actividad poltica le llev a la conclu-sin de que la audacia y la combatividad del movimiento que sehaba gestado en Espaa, deba ser enriquecido por la teora. Com-prendiendo que las corrientes de pensamiento imperantes en launiversidad (raciovitalismo, historicismo y neokantismo) no cum-plan ese objetivo, se dedic de manera autodidacta al estudio delmarxismo. A su inters poltico se sum el gusto por la literatura, loque le llev a procurar el contacto con los intelectuales de su tiem-po y a buscar en la poesa una forma de expresin a la altura de susideales y de la fuerza de sus convicciones. El pulso ardiendo recoge laobra potica de ese periodo.

    En 1936, el doctor Snchez Vzquez se incorpor a la lucha arma-da para combatir al franquismo; durante cerca de tres aos desple-g una actividad intensa en la que combin las tareas propias delcombatiente y del dirigente poltico con el trabajo editorial; las pu-

    * Mara Teresa Yurn et al., Nuestros maestros, t. 1. Mxico, UNAM, 1992.

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  • 46 NUESTRO MAESTRO

    blicaciones Octubre, Ahora, Acero y Pasaremos! cuyos nombres resu-men momentos de la lucha, son producto de ese esfuerzo, al queagreg su propia produccin literaria que refleja el dolor y la pa-sin que le acompaaron en esos aciagos das.

    Obligado por las circunstancias, se refugi en Francia durantealgunos meses, hasta que lleg el momento ineludible del exilio(ese que el propio Snchez Vzquez califica como "exilio sin fin" paraexpresar el desgarramiento que le provoca el ansia de volver a la patriay el no querer arrancar las races que lo atan a la tierra que lo acogi).

    En Mxico, su vocacin literaria y su trabajo editorial le vincula-ron a otros intelectuales espaoles de la talla de Jos Gaos, EugenioImaz, Joaqun Xirau y Len Felipe y a la plyade de intelectuales me-xicanos, como Xavier Villaurrutia, Alfonso Reyes y Samuel Ramos.

    En esta tierra, que habra de conquistarle, inici una fecunda ca-rrera acadmica. Durante los primeros aos de su residencia eneste pas fungi como profesor en el Colegio de San Nicols de Hi-dalgo de la Universidad Michoacana y en la Escuela Normal de Morelia.Ms tarde, en la ciudad de Mxico, fue maestro en la Escuela Nor-mal Superior y realiz una importante labor de traductor, al tiempoque cursaba en la Universidad, en el edificio de Mascarones, laMaestra en Letras Espaolas. Al iniciarse la dcada de los cincuen-tas, la necesidad de elevar la racionalidad de su actividad poltica leimpuls a estudiar filosofa. Para entonces, Mascarones albergabaun ambiente acadmico que era un verdadero semillero de talento.La fuerte presencia terica de Gaos, el ardor polmico de GarcaBacca y J. Xirau y los intentos renovadores de los jvenes filsofosdel grupo "Hyperion", dominaban el panorama, sin menoscabo delas recias figuras de W. Roces y de Eh i de Gortari, que descubrannuevas vetas en el marxismo. A la riqueza de los cursos que ah se leofrecieron y de la polmica generada por las diferentes posicionestericas, se aadi la del dilogo acadmico que sostuvo con suscondiscpulos, entre los que se contaban Fernando Salmern, Ale-jandro Rossi y Ramn Xirau.

    En 1955 Adolfo Snchez Vzquez obtuvo el grado de maestrocon la tesis Conciencia y realidad en la obra de arte y, en 1967, se doc-tor con el trabajo Sobre la praxis, el cual habra de constituir laparte sustancial de su obra fundamental: Filosofa de la praxis. sta

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    signific la ruptura definitiva con el marxismo de corte sovitico,en aras de un marxismo crtico.

    Fue en la UNAM donde su marxismo crtico y abierto, "vivo como larealidad que lo inspira", penetr en las aulas universitarias. En estacasa de estudios se inici como ayudante de Eh i de Gortari en 1952,continu como profesor de asignatura a partir de 1955, y desde 1959que obtuvo nombramiento de profesor de carera, ha desempean-do una incansable labor como docente e investigador.

    Adems de los numerosos cursos que ha impartido, como son:Esttica, Filosofa de la historia, Historia de la filosofa, tica, Filo-sofa de la educacin, Filosofa poltica, entre los que se destacan losde Filosofa marxista, su trabajo acadmico ha dado como frutocerca de veinte libros y numerosos ensayos, muchos de los cualeshan sido traducidos a otros idiomas.

    En el conjunto de su obra se revela la intencin de hacer de lafilosofa de la praxis "una nueva prctica de la filosofa", por cuantoesta ltima se constituye a partir de la unidad de tres momentos: elconocimiento de la realidad a transformar, la crtica de lo existente,y el proyecto de emancipacin, articulados por el concepto de praxis.

    La elaboracin terica en torno a la praxis y a la filosofa de lapraxis constituye su mayor aportacin, pero no es la nica. En efec-to, sus tesis tambin abarcan el arte y la esttica, la moral y la tica,la ideologa, la poltica y la historia, con lo cual abren una perspecti-va terica de enormes alcances y de gran fecundidad. A ello hayque agregar los acuciosos estudios sobre la obra de Marx y el desa-rrollo del marxismo, as como sus reflexiones en torno al "socialis-mo real", al ideal socialista y al nexo indisoluble entre democracia ysocialismo.

    Por la calidad, amplitud y originalidad de su obra, Snchez Vz-quez ha sido galardonado y homenajeado muchas veces. Entre otrasdistinciones, cabe mencionar la Gran Cruz de Alfonso X que le otor-g el gobierno espaol, el Premio Universidad Nacional que recibipor su destacada labor como investigador en el rea de Humanidades,la designacin como Investigador Nacional, el nombramiento deProfesor emrito en la Universidad y el reconocimiento como doc-tor Honoris causa por las universidades de Puebla y Cdiz (Espaa).

    Por su trabajo docente ha sabido ganarse el respeto, el afecto y la

  • 48 NUESTRO MAESTRO

    admiracin de sus colegas y discpulos, muchos de los cuales sedestacan hoy en la docencia o en la investigacin filosfica. Maestrorigurosamente puntual, siempre atento a despertar el inters de losestudiantes y a estimular la reflexin, la problematizacin y la crti-ca, Adolfo Snchez Vzquez constituye un ejemplo de seriedad yresponsabilidad acadmicas. Cada programa, cada curso, cada cla-se que toma a su cargo son cuidadosamente preparados y desarro-llados para obtener los mejores frutos; su experiencia y conocimien-tos, que han costado aos de trabajo, de esfuerzos y desvelos, songenerosamente volcados en el aula universitaria. Por eso, quienesnos hemos beneficiado de su vocacin docente nos sabemos pro-fundamente agradecidos.

  • ADOLFO SNCHEZ VZQUEZ*

    GABRIEL VARGAS LOZANO

    Adolfo Snchez Vzquez naci en Algeciras, Cdiz, en 1915. En 1935inici sus estudios de filosofa en la Universidad Central de Madrid.Desde temprana edad se incorpor a la Juventud Socialista Unifica-da y particip activamente en la lucha republicana. Cuando comenzla Guerra civil, se enlist en el ejrcito, formando parte del comisa-n do de prensa y propaganda. En 1939 sobrevino la derrota; "loscaminos se poblaron de caminantes y hombres fugitivos que mar-chaban al destierro con el dolor a cuestas", deca Pablo Neruda.Sale hacia Francia en febrero de 1939 y viaja a Mxico en el buqueSinaia con sus "compaeros de bodega", Juan Rejano y Pedro Garfias.Arrib a Veracruz el 13 de junio de 1939 junto con otras oleadas dealgunos de los ms valiosos intelectuales de Espaa, que se acoganal refugio generoso que les otorg el gobierno del general LzaroCrdenas. Ya en Mxico, participa en la fundacin de las revistas:Romance, Espaa Peregrina y Ultramar. Los primeros aos del exiliofueron los de la esperanza del retorno junto con una intensa activi-dad poltica y literaria. En su texto autobiogrfico "Mi obra filosfi-ca", dice: "Una truncada prctica literaria y, ms precisamente, po-tica, me llev a problematizar cuestiones estticas, y una prcticapoltica me condujo a la necesidad de esclarecerme cuestiones fun-damentales de ella y, de esta manera, casi sin proponrmelo, meencontr en el terreno de la filosofa". En 1941 se traslada a Morelia;en 1942 publica su libro de poesa El pulso ardiendo, y en 1943 regre-sa a la ciudad de Mxico en donde prosigue sus estudios de filosofa

    * Setenta aos de la Facultad de Filosofa y Letras. Mxico, UNAM, 1994.

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  • 50 ADOLFO SNCHEZ VZQUEZ

    en la Facultad de Filosofa y Letras de la UNAM. En 1959 es nombra-do profesor de tiempo completo de la misma.

    La obra de Adolfo Snchez Vzquez se ha desplegado principal-mente en direcciones como la tica, la esttica, la filosofa poltica yla filosofa contempornea, aunque no ha dejado de abordar otrasproblemticas. En el caso de la tica, frente al apriorismo, utopismoy moralismo, intenta fundar una tica desde el punto de vista cien-tfico. En el terreno de la esttica su reflexin se inicia con el libroLas ideas estticas de Marx (1965) y se contina en la antologa sobreEsttica y marxismo (1970), as como en otras obras en donde se des-pliega un abanico de opciones frente a las tesis cerradas o normati-vas. Sostiene una concepcin abierta de la relacin esttica entre elhombre y la realidad, concibiendo al arte como una forma de praxis.

    En su obra Filosofa de la praxis (1967), que fue originalmente sutesis doctoral, rastrea filolgicamente el concepto "praxis" en la fi-losofa y propone sus diversas dimensiones. Ms tarde, en su ensayo"La filosofa de la praxis como nueva prctica de la filosofa", inclui-do en Ensayos marxistas sobre filosofa e ideologa (1983), concluye que"el marxismo representa una innovacin radical en la filosofa. Sunovedad estriba en ser una nueva prctica de la filosofa pero lo esjustamente por ser una filosofa de la prctica". Para Adolfo Sn-chez Vzquez la filosofa marxista es una filosofa de la praxis, inse-parable de sus funciones ideolgica, crtica, poltica, gnoseolgica yautocrtica.

    Finalmente, Snchez Vzquez ha hecho una honda reflexin so-bre el legado de Marx y sus consecuencias en la filosofa, la socie-dad, la poltica y la historia. Esta reflexin ha sido profundamentecrtica y autocrtica. Por un lado, ha buscado destacar y enriquecerlas concepciones originales del marxismo pero, por otro, ha sidoun opositor implacable de las falsificaciones y dogmatizaciones quese han hecho en su nombre. En ese sentido, ya desde la dcada delos ochentas, al mismo tiempo que haca una crtica al llamado "so-cialismo real", fundamentaba la tesis de un socialismo democrtico.

    Pensamiento dialctico, en movimiento, en crtica y autocrtica,con una voluntad creativa, reflexionado desde la ptica de una re-lacin entre teora y praxis y, por tanto, en sintona con los proble-mas ms acuciantes del mundo contemporneo. Su aportacin ha

  • GABRIEL VARGAS LOZANO 51

    enriquecido a la cultura mexicana en general y a la universitaria enparticular.

    El doctor Adolfo Snchez Vzquez ha sido honrado con el docto-rado Honoris causa por la Universidad Autnoma de Puebla, la Uni-versidad de Cdiz y la Universidad Nacional de Estudios a Distanciade Espaa. Ha recibido la distincin "Alfonso X el Sabio", otorgadapor el rey de Espaa, el Premio Universidad Nacional en el rea deInvestigacin en Humanidades, y es profesor emrito de la Facultadde Filosofa y Letras de la UNAM. Sus obras han sido traducidas a va-rios idiomas.

  • ADOLFO SNCHEZ VZQUEZ, HOMBRECON DOS TIERRAS Y DOS ESPERANZAS*

    ESTELA ALCNTARA MERCADO

    Filsofo, poeta, espaol y exiliado poltico, el doctor Adolfo Sn-chez Vzquez es tambin un reconocido terico marxista. Sus traba-jos sobre esttica lo han colocado en un sitio especial dentro de lascorrientes del pensamiento contemporneo, a tal grado que su antolo-ga del tema es la ms completa en cualquier lengua. Ha hecho anlisiscrticos y aportes a la filosofa de la praxis. El exilio vivido en Mxico,tras participar en la lucha contra el franquismo, trajo a la cultura mexi-cana y a la filosofa el pensamiento de un hombre enriquecido condos patrias.

    La desesperanza no puede invadir el corazn de la humanidad, aun-que ciertas ideologas pregonen el fin de otras y vuelva a campear laintolerancia, mientras haya obras como la del filsofo Adolfo Sn-chez Vzquez.

    Espaol, poeta, y exiliado poltico, el doctor Snchez Vzquezluch primero con las armas en una guerra que no deseaba; ahora lohace con las ideas. El objetivo es el mismo: la conquista de un sistemasocial ms humano a travs de un proyecto sustentado en la crtica y enel conocimiento de la realidad. La firmeza de sus principios marxistaslo ha distinguido como un slido terico. Para confirmarlo estn suslibros: una esttica con base en el pensamiento de Karl Marx, quehace de ella la mejor antologa del tema en cualquier lengua; sus apor-taciones a la filosofa de la praxis, acaso el ms original de sus traba-jos, y sus anlisis crticos de determinadas corrientes marxistas, hoydel pasado.

    * UNAM Hoy, nm. 15. Mxico, UNAM, noviembre-diciembre, 1994.

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  • 54 HOMBRE CON DOS TIERRAS Y DOS ESPERANZAS

    No cabe duda de que el exilio del doctor Snchez Vzquez enMxico, luego de participar en la lucha del pueblo espaol contra elfranquismo, trajo para la cultura nacional y para la historia de lafilosofa mundial, el pensamiento de un hombre enriquecido condos tierras, dos races, dos esperanzas.

    Signos de juventud

    Snchez Vzquez fue tambin un poltico precoz. La vida familiary el contexto histrico le trazaron esa ruta. Naci en Algeciras, el 17de septiembre de 1915, pero vivi la mayor parte de su infancia yjuventud en Mlaga. Hijo de Mara Remedios Vzquez Rodrguezy Benedicto Snchez Caldern, un teniente del cuerpo de carabine-ros que vio su carrera militar arruinada con la Guerra civil, al serencarcelado durante la ocupacin de Mlaga.

    No pudo sustraerse al clima de entusiasmo y esperanza que susci-t entre la juventud el nacimiento de la Segunda Repblica y alconcluir su bachillerato se incorpor a la Juventud Socialista Unifi-cada, organizacin en la que, entre otras tareas, dirigi el diarioAhora, su rgano de expresin.

    Antes de tomar las armas para enfrentar al fascismo, SnchezVzquez tuvo otra vocacin igualmente liberadora: poeta de "pa-sin infinita por el hondo sentido de la tierra, donde el hombreaprende a vivir y a morir..."

    La poesa y la poltica, tal vez los dos ejes principales de su vidaintelectual, se volvieron manifestaciones creadoras inseparables por-que dice: "tan revolucionario es el poeta que transforma el lengua-je, como el poltico que aspira a crear una nueva sociedad".

    El pulso ardiendo

    De Mlaga se traslad a Madrid para iniciar sus estudios de filoso-fa y literatura en la Universidad Central. Ah no slo vivi la acade-mia, tambin frecuent las tertulias al lado de jvenes literatos comoMiguel Hernndez, Rafael Alberti, Ramn J. Sender y Pablo Neruda.

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    Transcurran los aos que precedieron a la guerra. Tiempos deagrias polmicas, de golpes y contragolpes militares, de agitacin yde secesin. Eran los aos de Azaa, de Largo Caballero, del coro-nel Rojo y de Negrn, pero tambin los de Garca Lorca, Len Feli-pe y Pedro Garfias.

    A pesar de la actividad de Madrid, en Snchez Vzquez persista lacarencia acadmica del pensamiento marxista. La Universidad Cen-tral se hallaba bajo la gida de Ortega y Gasset, los filsofos estudia-dos eran Scheler, Heidegger y Husserl y las luminarias eran hombrescomo Jos Gaos.

    Tuvo que conformarse con el marxismo aprendido en el activismopoltico. Es ms, la sublevacin franquista del 18 de julio de 1936 lesorprendi en Mlaga y sus cursos de filosofa se interrumpieron conla Guerra civil.

    En "vigilante y dramtica espera de la tragedia colectiva", co-menz a escribir a caballo, entre Madrid y Mlaga, su primer librode poemas El pulso ardiendo publicado en Morelia, Michoacn, en1942, ao de exilio. En esta primera obra, apunta Ramn MartnezOcaranza, hay un continuo dilogo o desdoblamiento del alma delpoeta: angustia y esperanza.

    La guerra

    El fascismo haba cometido otra de sus atrocidades en Mlaga. Deah Snchez Vzquez se traslad a Madrid. Ms tarde se incorporal frente del Este con la Once Divisin, "una unidad de nuestro ejr-cito evoca famosa en la defensa de Madrid".

    Posteriormente ingres al comisariado poltico del Quinto Cuer-po de Ejrcito para elevar la conciencia poltica de los soldados ytambin la propaganda en el campo enemigo. Recuerda: "con elgrado de comisario de batalln, que equivala al grado militar de ma-yor, estuve en el ejrcito hasta el ltimo da en que pas la fronterafrancesa".

    La experiencia de la guerra haba terminado para el joven Adolfo."Como en las grandes tragedias dice luchaba de un modo insobor-nable por unos principios, por una causa, aunque ello significara la

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    marcha inexorable de un desenlace infeliz: el fracaso, la derrota, lamuerte".

    La Guerra civil, considera el filsofo, fue una experiencia vital,importantsima, pero muy poco propicia para enriquecer el men-guado bagaje terico filosfico. Enfrascado en la lucha, y deslum-brado todava por el mito de la "patria del proletariado", no podaver claro a travs del velo que entonces teja y desteja el stalinismo.

    Exilio sin fin

    La derrota hizo inaplazable el exilio. "Los caminos se poblaron decaminantes y hombres fugitivos que marchaban al destierro con eldolor a cuestas", deca Neruda. Snchez Vzquez fue uno de esos hom-bres. Haba cruzado la frontera francesa logrando escapar a la jaurafranquista, pero en suelo francs slo tena una alternativa: el cam-po de concentracin que anunciaba la inminente guerra mundial.

    En medio de la incertidumbre lleg el mensaje del general LzaroCrdenas. En Ste, puerto francs, se embarcaron cerca de dos milhombres, mujeres y nios procedentes de diversos refugios y cam-pos de concentracin. Entre ellos Snchez Vzquez y su amigo JuanRejano.

    En su espera, la gente daba forma a la ilusin de llegar a un pasdesconocido. "Por lo que a m toca apunta en su texto Recordandoel Sinaia- lo que yo saba de Mxico era muy poco, si excluimos lavisin triunfalista que de su conquista me haban dado los textos dehistoria del bachillerato."

    Lo que conoca del Mxico presente lo deba a conversaciones conamigos y algunos de los escritores y artistas mexicanos como AndrsIduarte, Octavio Paz, Juan de la Cabada y David Alfaro Siqueirosquienes estuvieron en Valencia y Madrid durante la guerra.

    Lo cierto, dice, es que para muchos de los que se embarcaron aque-lla maana, Mxico era un pas desconocido, vagamente asociado ados nombres: Hernn Corts y Pancho Villa.

    La travesa dur dieciocho das y no fue precisamente un viaje deplacer. Eran notables las incomodidades y carencias. A Snchez Vz-quez, como a todos los solteros o a los que viajaban solos, le toc alo-

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    jarse en la bodega del barco. Tuvo como compaero, entre otros, alpoeta Pedro Garfias que cada maana se desesperaba al asomarse ala ventanilla y no ver ms que agua y agua.

    El viaje se convirti en esperanza. Al desembarcar, el medioda del13 de junio de 1939 en el puerto de Veracruz, en medio de las excla-maciones de veinte mil obreros que los saludaban en el muelle, estre-naban nueva vida: el exilio. Snchez Vzquez no sospechaba que novolvera fugazmente a su patria hasta treinta y seis aos despus.

    El Mxico al que lleg era el del ltimo ao del periodo cardenistaque haba dado un sentido ms radical a los principios de la Revolu-cin mexicana. Sin embargo, no todo era revolucin, asegura; "la dere-cha tradicional y parte de la prensa concentraron en nosotros los epte-tos ms ofensivos para ofender as al gobierno de Crdenas".

    En las calles, en los centros de estudio y trabajo, esto era ms bien laexcepcin que la regla. Las autoridades, el movimiento obrero y losintelectuales tendan generosamente la mano a los exiliados. En estepas, reconoce, "encontramos un clima de libertad de expresin ypensamiento que permiti a cada uno desarrollar su labor."

    Los primeros aos fueron los de la expectativa del regreso, acom-paados de una intensa actividad poltica y literaria. Junto a Rejano,Snchez Barbudo, Herrera Petere, Lorenzo Varela y Miguel Prieto fundla revista Romance, y estableci contacto con Alfonso Reyes, MartnLuis Guzmn, Enrique Gonzlez Martnez, Xavier Villaurrutia, ascomo con la nueva generacin literaria mexicana de Octavio Paz,Jos Revueltas, Efran Huerta, Juan de la Cabada, Jos Alvarado yFernando Bentez, por citar algunos.

    En 1941 Snchez Vzquez inici una nueva vida en Mxico. Setraslad a Morelia para impartir clases de filosofa en el bachilleratodel colegio de San Nicols de Hidalgo. Durante su estancia de tresaos se cas con Aurora Rebolledo y naci su hijo mayor, Adolfo. Des-pus, en la ciudad de Mxico nacieron Juan Enrique y Mara Aurora.

    Snchez Vzquez se form acadmicamente en Mxico. Cuandolleg al pas no era sino un estudiante de filosofa con fuertes incli-naciones hacia la literatura. De modo que la pasin por la poltica te-na que encontrar su sustento terico. As, al dejar la provincia mi-choacana vino a la capital para cursar la maestra en Letras Espao-las en la Facultad de Filosofa y Letras de la UNAM.

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    Julio Torri, Francisco Monterde y Julio Jimnez Rueda fueron susmaestros. Su tesis sobre "El sentido del tiempo en la poesa deMachado" nunca pudo concluirla po