Así Son Las Cárceles Para Migrantes Que No Quieren Que Veas

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ASÍ SON LAS CÁRCELES PARA MIGRANTES QUE NO QUIEREN QUE VEAS. http://www.playgroundmag.net/articulos/columnas/carceles-migrantes-quieren- veas_5_1218528136.html Policías que realizan redadas racistas para cumplir su cupo de detenciones, africanos que huyen de la guerra y se topan con la esclavitud sexual, individuos que acaban en hospitales psiquiátricos de Sao Paulo… Las historias que rodean las cárceles para inmigrantes dan muy mal rollo. Héctor Juanatey te explica en qué consisten estos centros de internamiento. La persona que me acompaña a sacar fotografías para este reportaje observa por primera vez el edificio. “¿Hay un circo plantado justo al lado?”, pregunta con sorpresa.  “No, pertenece al propio centro”, resuelvo.  cámaras de vigilancia y coches patrulla de la Policía Nacional y Local, costaría imaginar lo que ocultan esas paredes amarillas que se corresponden con la búsqueda de las cárceles fantasma, si acaso existiera dicha corriente arquitectónica. Así aparece reflejado en el libro “Voces desde y contra los Centros de Internamiento de Extranjeros”: “Hace ya mucho tiempo que gobiernos de diferentes partes del mundo procuran buscar en la construcción de sus nuevas cárceles un estilo arquitectónico que intente disimular la finalidad última de esas instalaciones. Y en esa búsqueda de naturalizarlas, de modo que no generen un

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ASÍ SON LAS CÁRCELES PARAMIGRANTES QUE NO QUIEREN QUE

VEAS. http://www.playgroundmag.net/articulos/columnas/carceles-migrantes-quieren-

veas_5_1218528136.html

Policías que realizan redadas racistaspara cumplir su cupo de detenciones,africanos que huyen de la guerra y setopan con la esclavitud sexual,individuos que acaban en hospitales

psiquiátricos de Sao Paulo… Lashistorias que rodean las cárceles parainmigrantes dan muy mal rollo. HéctorJuanatey te explica en qué consistenestos centros de internamiento.

La persona que me acompaña a sacarfotografías para este reportaje observa

por primera vez el edificio.

“¿Hay un circo plantado justo al lado?”, pregunta con sorpresa. 

“No, pertenece al propio centro”, resuelvo. 

cámaras de vigilancia y coches patrulla de la Policía Nacional yLocal, costaría imaginar lo que ocultan esas paredes amarillasque se corresponden con la búsqueda de las cárceles fantasma,si acaso existiera dicha corriente arquitectónica. Así aparecereflejado en el libro “Voces desde y contra los Centros deInternamiento de Extranjeros”: “Hace ya mucho tiempo que

gobiernos de diferentes partes del mundo procuran buscar en laconstrucción de sus nuevas cárceles un estilo arquitectónico queintente disimular la finalidad última de esas instalaciones. Y en

esa búsqueda de naturalizarlas, de modo que no generen un

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rechazo en el entorno, el CIE de Aluche parece cumplir la premisacon creces”. 

Igual que con la vestimenta sucede con el nombre. UbaldoMartínez Veiga habló justamente de la cantidad desobrenombres que se le aplica a los CIE solo por no llamarlos“campos”. En su artículo “La acogida a los inmigrantes: los

campos de internamiento”, escribe: “España es el país más

prolífico con seis términos distintos. También es curiosoconstatar que ninguno utiliza la palabra campo. A pesar de ellocreemos que la palabra campo debe ser usada porque tiene un

carácter interpelativo y acusatorio que no hay porqué suprimirpor una falsa idea de la neutralidad científica. Si yo dijera queGuantánamo no es un campo sino un Centro Tropical deRedistribución de Migrantes Asiáticos todo el mundo se reiría,pero a veces los eufemismos utilizados son parecidos a éste”. El

Gobierno español, de hecho, quiere que con el primerreglamento que se apruebe sobre los CIE, estos pasen a llamarseCentros de Estancia Controlada de Extranjeros.

Así son las cárceles para migrantes que NO quieren que veasAsíson las cárceles para migrantes que NO quieren que veasPoco importa la literatura, los colores vivos, las cúpulas circenseso las planchas metálicas azules que ocultan los barrotes de lasventanas de las celdas. La estética y la prosa no borran uninterior en el que hay personas que pueden llegar a pasar

retenidas —presas, si queremos evitar el eufemismo—  unmáximo de 60 días por el único motivo de no poseer papeles. ElCIE de Aluche es uno de los siete Centros de Internamiento deExtranjeros que actualmente existen en España. Hay otros enTenerife (Hoya Fría), Barcelona (Zona Franca), Algeciras (LaPiñera), Gran Canaria (Barranco Seco), Tarifa (Isla Las Palomas,dependiente del de Algeciras), Valencia (Zapadores) y Murcia(Sangonera la Verde).

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Nacieron al amparo de la primera Ley de Extranjería, la LO/1985.El artículo 26.2 establecía la “posibilidad de acordar

 judicialmente, con carácter preventivo o cautelar, el ingreso encentros que no tengan carácter penitenciario de extranjerosincursos en determinadas causas de expulsión mientras sesustancia el expediente”. Los CIE son, por tanto, el lugar en el

que los inmigrantes esperan a ser expulsados.

Carentes de reglamento, con apenas unas normas defuncionamiento y régimen interior recogidas en distintospreceptos, los CIE dependen del Ministerio del Interior y están

gestionados por la Dirección General de la Policía. De hecho, laspersonas que se encargan de los centros son miembros delCuerpo Nacional de Policía. Pese a carecer, siempre por escrito,de carácter penitenciario, lo cierto es que las personas que hanpasado por ellos, asociaciones y organizaciones de derechoshumanos, juzgados e incluso la Defensora del Pueblo handestacado una y otra vez esta realidad: no importa cómo se lesnombre: los CIE son cárceles. Y de unas condiciones deplorables,

como ya se ha documentado en un gran número de informes. Elúltimo de la Defensora acerca de estos centros resaltaba su“carácter penitenciario” y recordaba que el Tribunal

Constitucional estableció que el internamiento solo puedeaplicarse por motivos de seguridad u orden pública, no porquese haya decretado la expulsión. Añadía: “Se ha identificado una

acusada tendencia a priorizar las medidas de seguridad y control

policial de los centros en detrimento de las condiciones de vidade los internos y del mantenimiento de sus derechos noafectados por la privación de libertad deambulatoria”. 

Tampoco hace falta subrayar que la Ley de Extranjería entiendeque estar en España sin autorización de trabajo y/o residencia,sin papeles, es una infracción grave cuya sanción es una multa.La expulsión solo debería aplicarse para casos de extrema

gravedad.

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 Dicen que no son prisiones, y sin embargo varios de estos centrosocupan el espacio de lo que antes fue una prisión. Es el caso delCIE de Algeciras, que está en una antigua cárcel; el de Aluche,que ocupa, junto a otras dependencias policiales, un total de9.949 metros cuadrados que correspondían al antiguo hospitalpenitenciario de la cárcel de Carabanchel; o el de Gran Canaria,situado en la antigua cárcel provincial.

"Si bien los CIE son planteados como lugares para elinternamiento cautelar hasta que se lleve a cabo la expulsión, en

realidad son una especie de pena de cárcel"

Para conocer mejor acerca de la realidad tras los muros de losCIE fijo un encuentro con Pablo Adrián Rodríguez, Pampa, en unaterraza de Lavapiés.

Él es, como escribió la periodista Olga Rodríguez, una de esaspersonas “que va por la vida sin escudos ni cinismos, con los

brazos abiertos”. También es, sin duda, uno de los que mejor

conoce los Centros de Internamiento de Extranjeros. Desde quellegó de Trenel (Argentina) a Madrid, ha trabajado asesorando yayudando a inmigrantes sin papeles. Conoce bien, después demuchas visitas a inmigrantes presos en él, el CIE de Aluche.

Hablo con él de su experiencia con personas que han pasado por

los CIE. Pampa ha alojado en su casa a muchas de las personasque no fueron expulsadas tras pasar el máximo de días en el CIEde Aluche. No las conocía pero les ha ofrecido su vivienda,comida e incluso les ha pagado de su bolsillo el viaje al lugar enel que vivían. Les entrega todo ello a fondo riesgo, esperandoque luego sus familias puedan devolvérselo.

“Recuerdo que una vez me llamó una persona que habían dejado

fuera del CIE. No sabía dónde estaba. Le dije que me pasara con

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alguien que tuviera al lado para que yo pudiera indicarle midirección. Vino a casa y estuvo durmiendo durante horas. Vivíaen Suiza. Le habían detenido allí, pero lo mandaron a España yaque este fue el primer país que pisó tras atravesar África. Lepagué un billete hasta Alicante y otro pasaje para un barco quele acercaría de vuelta a Suiza. Un amigo suyo le prestaría luegoel dinero para que me lo devolviese”. 

Pampa no ha podido (porque no le han dejado) acceder alinterior del CIE en Aluche. Sí ha entrado, en varias ocasiones, ala zona de visitas para hablar con las personas que permanecen

internas en el centro. A este respecto, describe el parecido casiidéntico al de las prisiones. Hasta hace nada, en el CIE de Aluchelas visitas se hacían con una mampara de cristal de por medio, lacual se abría sólo 20 segundos para que los familiares pudiesenabrazar y tocar a los suyos.

“Abrían la mampara, y si alguien iba a visitar a su pareja, la

besaba durante 20 segundos. Luego cerraban la mampara y un

policía obligaba a la persona interna a abrir la boca para ver si lehabían metido algo. Era la deshumanización total”. 

Pampa reniega del reglamento que prepara el Gobierno pararegular los CIE. Si en un principio valoró, siempre de formanegativa, y leyó el borrador que escribió el Ejecutivo; ahora creeque cualquier respuesta a dicho escrito significaría “legitimar la

existencia de los centros”. “Tienen que desaparecer”, concluye. 

Ahora mismo, el trabajo dentro de los CIE se centra en lasituación de las mujeres presas. En estos centros, explica Pampa,hay muchas mujeres que son víctimas de violencia de género yde trata de personas, y el Estado permite no sólo que seanprivadas de libertad, sino también que sean expulsadas, encontra del Protocolo Marco de Protección de Víctimas de Trata

de Seres Humanos.

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 En el CIE de Aluche, por ejemplo, estuvo Lucy, cuya historia secuenta en el informe de Women’s Link Mujeres en los Centros de

Internamiento para Extranjeros (CIE). Realidades entre rejas.Lucy fue llevada directamente al CIE madrileño desde el puertode Motril, lugar al que llegó en patera. Con lesiones físicasnotables por el trayecto, fue interceptada por la Policía, que leobligó a firmar unos papeles que no entendía. Ni siquiera tuvotraductor. Lucy salió del África subsahariana para huir de laguerra. Durante su huida, atravesó Marruecos y Argelia, dondefue esclavizada sexualmente. En España, y en el CIE, nadie

informó a Lucy de que podía pedir asilo. Sí lo hizo Women’s Linky finalmente pudo conseguirlo y salir del campo.

Así son las cárceles para migrantes que NO quieren que veasAsíson las cárceles para migrantes que NO quieren que veasEn el libro “Mujeres en el CIE. Género, inmigración e

internamiento” se recoge una investigación dirigida por

Margarita Martínez Escamilla que recoge varias entrevistas a

mujeres que han pasado por este tipo de campos deinternamiento. Varias de estas personas refirieron algún tipo demaltrato. Una de ellas fue trasladada al CIE después de acudir auna comisaría en un pueblo de Badajoz —donde ejercía laprostitución— a denunciar una agresión por parte de su pareja.En las dependencias policiales, los agentes comprobaron quetenía una orden de expulsión y solicitaron internarla.

La historia de Bianca, una mujer que llegó a España desde Brasil,también aparece recogida en el estudio. Bianca es víctima detrata de seres humanos. Textualmente:

“Bianca no tenía miedo a la expulsión ya que después de onceaños en España había conseguido pagar la deuda que contrajocon quienes la habían trasladado a nuestro país, e incluso

construir una pequeña casa donde podría vivir con su hija, y no

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precisaba de demasiado dinero para salir adelante ambas. Loque a Bianca le producía auténtico pavor era la citación que se lehabía practicado para declarar como testigo en un juicio que seiba a celebrar en breve. Aunque parezca increíble, a pesar de sertestigo —quizá fundamental— en un proceso penal por trata deseres humanos, Bianca se encontraba ingresada en un Centro deInternamiento, pendiente de una expulsión que en cualquiermomento podía ejecutarse. Nos relató atropelladamente unrosario de malos tratos y desgracias en muchos de los cualeshabía intervenido la Policía, hasta el punto de afirmar que laprimera vez que la habían tratado bien había sido en el CIE de

Madrid. En la actualidad trabaja como stripper. Le preguntamospor lo sucedido en la vista judicial para resolver su internamientoy se quejaba del trato poco respetuoso del juez, que ni la escuchóen ningún momento, ni siquiera cuando le mencionó sucondición de testigo en un proceso. Bianca entró en contacto conProyecto Esperanza, lo que le supuso un gran apoyo.Posteriormente supimos que Bianca llegó a testificar y regresó aBrasil acogiéndose al retorno asistido”. 

Así son las cárceles para migrantes que NO quieren que veasAsíson las cárceles para migrantes que NO quieren que veasPor el CIE de Aluche pasó también Olga, una mujer rusa de 53años, cuya historia aparece en el reciente informe “ Violadas y

expulsadas ”: 

“En marzo de 2013 sufrió una violación por parte de dosencapuchados que la agredieron a punta de pistola en Galicia.Fue recogida por una ambulancia y trasladada al hospital dondedos agentes de la Guardia Civil le tomaron declaración. En lassemanas que siguieron a la agresión, Olga no fue citada por el juez, pero sí volvieron a interrogarla los agentes de la GuardiaCivil, que concluyeron que había sido ella quien había inventadola violación para regularizar su situación de extranjería. Un mes

después de la agresión sexual, Olga fue imputada por un delito

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de ‘simulación de delito’ y detenida por la Policía Nacional por

estancia irregular. Por orden del juez, fue ingresada en el Centrode Internamiento de Extranjeros/as de Madrid en el quepermaneció 48 días. No fue expulsada por carecer de pasaporteen vigor”. 

Si bien los CIE son planteados como lugares para elinternamiento cautelar hasta que se lleve a cabo la expulsión, enrealidad son una especie de pena de cárcel. “Jurídicamente, el

internamiento es una medida cautelar. Esto significa que nopuede ser adoptado cuando resulte improbable que la expulsión

pueda llevarse a cabo”. Es una afirmación publicada en el librode Martínez Escamilla. Si la expulsión no es viable, el paso por elCIE carece de todo sentido. Y las cifras demuestran el sinsentido.En 2011, tan solo el 48% de las personas que pasaron por estoscampos fueron expulsadas, lo que remarca la ineficacia de losmismos, si su objetivo fuera el que se publicita.

Charlo con Pampa sobre ello. Él quiere hacer hincapié en elhecho de que la estancia en el CIE “quiebra la vida”. Al contrario

de lo que se pueda pensar, en los CIE no entran únicamentepersonas que acaban de llegar en España. Así aparece reflejado,por ejemplo, en el estudio Mujeres en el CIE. Para suinvestigación entrevistaron, entre otras personas, a unahondureña que llevaba trece años en España, a una colombianaque llevaba diecisiete, a una boliviana que llevaba quince o a una

rusa que llevaba doce. Son personas que ya tenían arraigo enEspaña. “Llevo toda mi vida en España y este es mi país, es donde

he dado mi primer cumpleaños, mi primer beso, donde he vistopor primera vez el mar”. Así habla Mónica, que llegó a España

con solo 5 años y fue ingresada en el CIE de Aluche con 18.

El trauma es indiscutible. Y se incrementa cuando hay personasque son detenidas por ejemplo en La Coruña, guiadas al CIE de

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Aluche y abandonadas en Madrid una vez que ha pasado eltiempo máximo de 60 días.

Si tenían trabajo, lo han perdido.

Y así con todos los aspectos de sus vidas.

Pampa me cuenta la historia de una mujer brasileña que estuvoen Aluche: “Fue expulsada y lo último que supieron de ella esque acabó en un hospital psiquiátrico en Sao Paulo. No superó laestancia”. O del caso de un boliviano: “Tomaba antidepresivos y

en el CIE de Malaga no se los facilitaron. Lo expulsaron y se dejómorir en la calle. De tristeza”. 

Al final, concluye Pampa, todo se reduce al “entramado de la

política de extranjería”. 

Así son las cárceles para migrantes que NO quieren que veasAsíson las cárceles para migrantes que NO quieren que veasAsí lo explica en el libro “Qué Hacemos con las Fronteras”: “Las

redadas racistas son, por otra parte, una condición necesariapara llenar los CIE. No es extraño que, mientras estos existan, lascomisarías establezcan objetivos en forma de cupos dedetenciones a alcanzar. Los CIE son, por tanto, el eslabónintermedio de la cadena que liga las redadas y las expulsiones,aunque a veces ese paso intermedio se salta mediante

expulsiones inmediatas de personas detenidas en la calle, omediante deportaciones realizadas a personas que acaban decumplir su condena en la cárcel. En cualquier caso, estosdispositivos forman parte del complejo entramado de la políticade extranjería”. 

Mi acompañante y yo nos alejamos del CIE y llegamos, a pocosmetros, al intercambiador de Aluche, donde se mezclan trenes

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de cercanías, subterráneos y autobuses que van a todas y aninguna parte. Nos sentamos a tomar un café.

En ese mismo intercambiador la Policía abandona a su suerte alas personas que no ha logrado expulsar después de su paso porel CIE. Sin nada. Con lo mismo que llevaban encima el mismo díaque las detuvieron, hace, posiblemente, dos meses.