Asháninkas Rechazan Un Proyecto Que Los Inunda 2

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El Comercio ___ domingo 13 de noviembre del 2011 ___ País l a19 Porque no es el subsuelo lo que se va a llenar de agua, son casas con gente, son niños con escuelas o sin ellas nos consultadas sobre los peligro- sos alcances de un acuerdo para el cual parece que hubiera dos cate- gorías de seres humanos: los que se sientan a negociar con mapas y los que, a pesar de que viven en esas tierras y son dueños de ellas, son tratados como ganado, pues no les avisan, deciden que van a desplazarlosy–comoelganado–si se resisten, tendrán que ahogarse. ACUéRDATE DE TU GENTE Luego de tres horas surcando el río Ene nos recibe Javier Estrada Kai- sanawa, del anexo Pichiquía de la comunidad nativa asháninka de Miteni. Los padres y madres de las 32 familias que viven en Pi- chiquía se reunirán con nosotros al día siguiente (miércoles 9 de noviembre) a las 6 de la mañana. Hemosllegadohastaaquídespués de atravesar Ticlio, Satipo y Puer- to Ocopa, en la región Junín, en la selva central, invitados por Ruth Buendía Mestoquiari, mujer in- dígena que representa a unos 10 mil asháninkas, y que trabaja en la Central Asháninka del Río Ene (CARE), organización financia- da con capitales europeos para promover el desarrollo de esos pueblos. Los valles de la cuenca del río Ene han sido refugio para miles de familias asháninkas que fueron desplazadas por la violen- cia política de los años ochenta y noventa. Se calcula que durante el proceso de guerra interna, de 55 milasháninkascercade10milfue- ron desplazados forzosamente en los valles del Ene, Tambo y Perené; 6 mil personas murieron; cerca de 5 mil estuvieron secuestradas por Sendero Luminoso; y que durante esos años desaparecieron entre 30 y 40 comunidades. Gente que fue primero violen- tada por los terroristas y luego es- clavizada por el Ejército, que los obligaba a marchar, izar la bande- ra, vivir en guardia días y noches, y les prohibía tomar masato. Ungrupodesobrevivientesque ha vuelto a su tierra a empezar de nuevo levanta la voz el miércoles por la mañana para decirnos, en un contundente asháninka, que ahoraunacuerdoenergéticoentre Perú y Brasil amenaza con inun- darlos y desplazarlos. No hablan castellano, caminan todos los días a sus chacras de plátano, yuca o ca- cao y llevan siempre una escopeta al hombro. Les hemos preguntado si al- guien les avisó de las centrales hi- droeléctricasPakitzapangoyTam- bo 40, que afectan directamente a sus territorios. Ahora lo saben gra- cias a las gestiones de Ruth Buen- día, pero nadie les avisó, ni a ellos ni a Ruth ni a CARE. Se enteraron nomás, por un funcionario de la Municipalidad de Satipo. Preguntamos,entonces,siellos estarían dispuestos a negociar su desplazamiento, vender sus tie- rras a la empresa, renunciar a ellas a cambio de una suma interesante de dinero, por ejemplo... La respuesta es unánime y contundente, el único profesor de la pequeña escuela multigra- do nos la traduce: ¿adónde nos vamos a ir? A estas comunidades el Gobierno no llega. Solo cuan- do hay campaña. Si ya estamos olvidados, ¿cómo vamos a estar después? Esos proyectos siem- pre dicen que van a dar trabajo, ¿en qué vamos a trabajar si ni si- quiera tenemos secundarias pa- ra estar preparados? Queremos vivir tranquilos, este es nuestro territorio, acá vivieron nuestros abuelos. Con esas políticas que no servían para nada han matado a nuestra gente. Ahora queremos ser libres, nosotros no usamos casi dinero, nuestra casa está en el monte, nuestra comida. No sa- bemos cómo vivir en otro lado. ¿Vamos a ir a las partes altas? Ahí la tierra es pura roca y no crece na- da. Queremos vivir junto al río co- mo siempre hemos vivido, que se vayan a hacer sus hidroeléctricas en sus casas. ¿Acaso nosotros los hemos molestado? No queremos su plata, no queremos nada. π ASHáNINKAS. Mujeres de las comunidades directa- mente afectadas por el proyecto insisten en que no quieren que sus hijos se queden sin tierras. El Perú no ha hecho un estudio que le permita estar seguro de que puede destinar porcentajes tan altos a Brasil PAKITZAPANGO. Nativos de la comunidad de Chiqueni rompen el hito colocado por Odebrecht en el pongo como señal de protesta.

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El Comercio___ domingo 13 de noviembre del 2011___ País l a19

Porque no es el subsuelo lo que se va a llenar de agua, son casas con gente, son niños con escuelas o sin ellas

nos consultadas sobre los peligro-sos alcances de un acuerdo para el cual parece que hubiera dos cate-gorías de seres humanos: los que se sientan a negociar con mapas y los que, a pesar de que viven en esas tierras y son dueños de ellas, son tratados como ganado, pues no les avisan, deciden que van a desplazarlos y –como el ganado– si se resisten, tendrán que ahogarse.

AcuérdAte de tu genteLuego de tres horas surcando el río Ene nos recibe Javier Estrada Kai-sanawa, del anexo Pichiquía de la comunidad nativa asháninka de Miteni. Los padres y madres de las 32 familias que viven en Pi-chiquía se reunirán con nosotros al día siguiente (miércoles 9 de noviembre) a las 6 de la mañana. Hemos llegado hasta aquí después de atravesar Ticlio, Satipo y Puer-to Ocopa, en la región Junín, en la selva central, invitados por Ruth Buendía Mestoquiari, mujer in-dígena que representa a unos 10 mil asháninkas, y que trabaja en la Central Asháninka del Río Ene (CARE), organización financia-da con capitales europeos para promover el desarrollo de esos pueblos. Los valles de la cuenca del río Ene han sido refugio para miles de familias asháninkas que fueron desplazadas por la violen-cia política de los años ochenta y noventa. Se calcula que durante el proceso de guerra interna, de 55 mil asháninkas cerca de 10 mil fue-ron desplazados forzosamente en los valles del Ene, Tambo y Perené; 6 mil personas murieron; cerca de 5 mil estuvieron secuestradas por Sendero Luminoso; y que durante esos años desaparecieron entre 30 y 40 comunidades.

Gente que fue primero violen-tada por los terroristas y luego es-clavizada por el Ejército, que los obligaba a marchar, izar la bande-ra, vivir en guardia días y noches, y les prohibía tomar masato.

Un grupo de sobrevivientes que ha vuelto a su tierra a empezar de nuevo levanta la voz el miércoles por la mañana para decirnos, en un contundente asháninka, que ahora un acuerdo energético entre Perú y Brasil amenaza con inun-darlos y desplazarlos. No hablan castellano, caminan todos los días a sus chacras de plátano, yuca o ca-cao y llevan siempre una escopeta al hombro.

Les hemos preguntado si al-guien les avisó de las centrales hi-droeléctricas Pakitzapango y Tam-bo 40, que afectan directamente a sus territorios. Ahora lo saben gra-cias a las gestiones de Ruth Buen-día, pero nadie les avisó, ni a ellos ni a Ruth ni a CARE. Se enteraron nomás, por un funcionario de la Municipalidad de Satipo.

Preguntamos, entonces, si ellos estarían dispuestos a negociar su desplazamiento, vender sus tie-

rras a la empresa, renunciar a ellas a cambio de una suma interesante de dinero, por ejemplo...

La respuesta es unánime y contundente, el único profesor de la pequeña escuela multigra-do nos la traduce: ¿adónde nos vamos a ir? A estas comunidades el Gobierno no llega. Solo cuan-do hay campaña. Si ya estamos olvidados, ¿cómo vamos a estar después? Esos proyectos siem-pre dicen que van a dar trabajo, ¿en qué vamos a trabajar si ni si-quiera tenemos secundarias pa-ra estar preparados? Queremos vivir tranquilos, este es nuestro territorio, acá vivieron nuestros abuelos. Con esas políticas que no servían para nada han matado a nuestra gente. Ahora queremos ser libres, nosotros no usamos casi dinero, nuestra casa está en el monte, nuestra comida. No sa-bemos cómo vivir en otro lado. ¿Vamos a ir a las partes altas? Ahí la tierra es pura roca y no crece na-da. Queremos vivir junto al río co-mo siempre hemos vivido, que se vayan a hacer sus hidroeléctricas en sus casas. ¿Acaso nosotros los hemos molestado? No queremos su plata, no queremos nada. π

AsháninkAs. Mujeres de las comunidades directa-mente afectadas por el proyecto insisten en que no quieren que sus hijos se queden sin tierras.

El Perú no ha hecho un estudio que le permita estar seguro de que puede destinar porcentajes tan altos a Brasil pAkitzApAngo. Nativos de la comunidad de Chiqueni rompen el hito colocado por Odebrecht en el pongo como señal de protesta.