asesinato de moseñor Romero

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    Hace poco ms de 30 aos el obispo salvadoreoscar Arnul o Romero ue asesinado de un tiro en el

    corazn mientras ofciaba misa. Blanco de los ataques degrupos ultraconservadores, la vspera haba hecho unllamado a militares y paramilitares para que dejaran de

    cometer asesinatos y violaciones a los derechoshumanos de pobres y campesinos.

    El mayor Roberto DAubuisson ue parte de laconspiracin para asesinar al obispo, aunque el tirador lo

    puso un hijo del ex presidente Arturo Armando Molina, dice

    el capitn lvaro Saravia. Treinta aos despus, l y otrosde los involucrados reconstruyen aquellos das detrfco de armas, de cocana y de secuestros.

    Cado en desgracia, Saravia ha sido repartidor de pizzas,vendedor de carros usados y lavador de narcodinero.Ahora arde en el inferno que ayud a prender aquellosdas cuando matar comunistas era un deporte en

    muchos pases de Amrica Latina.

    ;

    Por Carlos Dada*Fotografas: Reuters

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    C omienza a leer despacio, en voz alta: Algunosaos despus de asesinar a monseor Rome-ro, el capitn lvaro Ra ael Saravia se quitel rango militar, abandon a su amilia y se mud aCali ornia. En la mano sostiene varias pginas conla impresin de una nota periodstica publicada hacecinco aos. Se reacomoda los lentes dos grandes vi-drios sostenidos por un alambre. Tiene las uas ro-tas y sucias, y los ojos muy abiertos y agitados. Aler-tas. Vuelve a leer el primer prra o. Algunos aosdespus de asesinar a monseor Romero, el capitnlvaro Ra ael Saravia. Hace una pausa y repite esenombre, que no ha dicho en mucho tiempo: El capi-tn lvaro Ra ael Saravia.

    Levanta la cabeza y me mira jamente.Usted escribi esto, verdad?S.Pues est mal.Por qu?Aqu dice Algunos aos despus de asesinar a

    monseor Romero. Y yo no lo mat.Y quin lo mat?Un ulano.Un extranjero?No. Un indio, de los de nosotros. Por ah anda

    se.Usted no dispar, pero particip.Treinta aos y me voy a morir perseguido por eso.

    S, claro que particip. Por eso estamos hablando.Tiene las manos gastadas por la miseria y el tra-

    bajo del campo. Unas manos que nada tienen que vercon las de aquel piloto de la Fuerza Area convertidoen lugarteniente del lder anticomunista salvadoreoRoberto DAubuisson, y despus en repartidor de pi-zzas, lavador de dinero para la ma a colombiana y -nalmente en vendedor de autos usados en Cali ornia.Ahora ya no es nada de eso. Perdi un juicio al que noasisti, en el que ue encontrado culpable del asesina-to de monseor Romero.

    Cunteme cmo ue.Se lo voy a contar todo, pero despacio. Esto es

    largo.* * *

    En 1979, Saravia, un indisciplinado capitn de avia-cin, querido por todos sus compaeros pero dema-siado inclinado por el alcohol y las reyertas, terminconvencido por el mayor Roberto DAubuisson de tra-bajar con l en la ormacin de un rente anticomu-nista. Lo convenci en las visitas que DAubuisson, un

    mayor del ejrcito experto en inteligencia contrain-surgente, haca a los cuarteles de la Guardia Nacionalpara reclutar a los o ciales para su lucha.

    El mayor DAubuisson und un par de aos mstarde el partido Arena y se convirti en el mximo l -der de la derecha poltica salvadorea. Fue tambinel presidente de la Asamblea Constituyente de 1983y prominente miembro de la Liga AnticomunistaMundial.

    El capitn Saravia an recuerda cmo, sentadosen la arena de una playa salvadorea y con una botellade ron entre ambos, DAubuisson lo termin incor-porando a su movimiento. Se perdi 15 das con l, se

    ueron a Guatemala, y le pusieron sueldo, un carro y lodems que necesitara para cumplir el encargo del ma-yor: Me vas a llevar unas cosas a m, particulares.

    DAubuisson muri en 1992 de cncer en la lengua,tras haber llevado a su partido a la presidencia de ElSalvador y poco despus de la rma de los Acuerdosde Paz que pusieron n a la guerra civil. Para enton-ces, el capitn Saravia ya viva en Estados Unidos, sehaba librado de un juicio en El Salvador por el asesi-nato de monseor Romero y de otro en Estados Unidospor lavado de dinero. Se mud a Modesto, una peque-a ciudad en el centro de Cali ornia, y ah vendi ca-rros usados hasta 2004.

    En octubre de ese ao comenz a huir de s mis-mo, cuando el Centro para la Justicia y la Rendicinde Cuentas (CJA), una organizacin no gubernamen-tal con sede en San Francisco, Cali ornia, le meti unjuicio civil que lo encontr culpable del asesinato demonseor Romero y lo conden a pagar 10 millones dedlares a los amiliares. Saravia desapareci poco an-tes del juicio y ahora vive oculto. Ha vuelto a un pasen el que se habla espaol.

    De l me dijo alguna vez un viejo arenero con amade duro: Saravia estaba loco. Te vea con un dolor demuelas y te preguntaba qu te pas. Le decas que undentista te jodi y al siguiente da el dentista estabamuerto.

    El capitn lvaro Ra ael Saravia ue un activomiembro de un grupo sealado como responsablede asesinatos y torturas, un escuadrn de la muerte.Un sicpata, lo llama Ricardo Valdivieso, uno de losundadores de Arena.

    El Archivo Nacional de Seguridad de Estados Uni-dos consigna in ormacin de la embajada de ese pasen San Salvador, noti cando a Washington el secues-tro y asesinato de Carlos Humberto Guerra Camposen 1985. Su amilia pag el rescate, pero l nunca apa-reci. Segn la embajada estadunidense, los secues-tradores ueron el capitn lvaro Saravia y TitoRegalado, el hombre que posteriormente sera je e deseguridad de la Asamblea cuando DAubuisson asu-mi la presidencia del rgano legislativo.

    Saravia vivi rodeado de secuestradores y asesi-nos, pero niega su participacin en ste u otro asesi-nato. Yo no dirig nunca una operacin para ir a ma-tar a nadie. Se lo digo rancamente. Se le olvida queestamos sentados aqu precisamente porque partici-p en el asesinato ms trascendente de la historia deEl Salvador.

    No niega la participacin de su je e, el mayor Ro-

    berto DAubuisson, en operativos clandestinos paramatar a seres humanos, pero alega que esto lo hacamediante contactos en otros cuerpos de seguridad.

    * Este texto se public originalmente en el peridico digitalEl Faro(wwwel aro.net) el 22 de marzo de 2010. Con este trabajo, su autor recibi los pmeros das de septiembre pasado el segundo lugar en el Premio Latinoamricano de Periodismo de Investigacin 2011, otorgado por el IPYS y Transrencia Internacional.

    El autor, periodista salvadoreo, quien radic en Mxico durante mde 10 aos, tambin ue reconocido en das pasados con el premio Ma Moors Cabot 2011 a la excelencia periodstica en Amrica Latina y el Carotorgado por la Universidad de Columbia, Nueva York.

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    En su agenda, que le ue capturada en la nca SanLuis pocos das despus del asesinato de monseorRomero, estn consignadas varias listas de armas yel tel ono de un hombre llamado Andy. Andy del Ca-ribe. Un tra cante de armas estadunidense que traadesde su pas, por tierra, camionetas llenas de arma-mento que dis razaba bajo revistas Playboyque rega-laba gustosamente a los agentes de aduanas en todaslas ronteras. Esas armas, dice Saravia, eran para suuso personal y para armar a los miembros del FrenteAmplio Nacional, el FAN, que lideraba DAubuissonantes de undar Arena.

    De su rompimiento con el mayor al que serva haydos versiones. Una es la suya, segn la cual se can-s de esa vida agitada y no senta ya la con anza deDAubuisson, por lo que parti a Estados Unidos. Otraes de Ricardo Valdivieso, undador de Arena y ahoradirector del Instituto Roberto DAubuisson: un da,durante las largas temporadas que pasaban en Gua-temala conspirando, les llamaron de una cantina enIzabal para decirles que el capitn lvaro Ra ael Sara-via estaba pelendose con varios hombres. Cuando loueron a traer, Saravia golpe tambin a DAubuisson,y ah acab la relacin.Del asesinato de monseor Romero, Saravia alegaque l no particip en la plani cacin, y pretende pro-barlo asegurando que el da del crimen l no llevaba msarmas que las dos que portaba siempre. Si usted mata esporque va a tener anda con un machete aunque sea enla mano, un cuchillo, una gillette, un tenedor, cualquiercosa, lo que le vaya a meter, un lapicero, pero usted nome viene a m a decir jate que necesito un carro .

    No hay rdenes de captura en contra del capitnSaravia, salvo en Estados Unidos, donde lo buscanpara deportarlo. Pero no importa porque no est ah.Hace algunos aos habl con el peridico estadu-nidense The Miami Heraldpara adelantar que habapedido perdn a la Iglesia y que contara todo en unlibro. No dijo que donde vive ni siquiera hay papel yque el vecino ms cercano que sabe leer y escribir vivea 20 minutos de su casa. A alta de libro, quiere contartodo en una entrevista.

    Nos citamos la primera vez en un pequeo hotel,de un pequeo pueblo, al que lleg despus de cincohoras en las que combin la caminata a campo travie-sa, el aventn en pick upsy dos buses. Yo lo recordabacomo aquel hombre gordo, con relieves en la papada, elbigote y el cabello rubio que aparece en el cartel de SeBusca, que public el Departamento de Migracin yAduanas de Estados Unidos en 2004, por sospechas

    de violaciones de derechos humanos. Esa oto, en laque el cuello y el torso se con unden adentro de unacamisa hawaiana, adorn mi re rigerador durantems de un ao, mientras lo buscaba en Cali ornia. Asesperaba encontrar a uno de los asesinos de monseorRomero. Gordo, bronceado y con una camisa hawaia-na. Me topo en cambio con un anciano demacrado,faco, con la piel marchita y lacerada; el rostro ocultodetrs de una barba canosa y silvestre, y con un pro-undo olor a rancio. Qu pequeo se ve.

    Y por qu quiere hablar ahora?Por mis hijos. Es que hasta ellos me ven como

    Hitler.

    Por primera vez desde que empezamos a conver-sar, Saravia agacha la cabeza. Aprieta la boca. Estsolo en esta mesa en la que tambin estoy yo. Y soy yoquien rompe el silencio.

    Hace cunto no habla con ellos?U ! U ! Diez aos! Me recuerdo de ellos

    todos los das. Aunque hasta miedo tengo de hablar-les yo.

    Durante las siguientes jornadas el capitn Sara-via con esar tambin otros motivos para hablar: detodos los involucrados, es el nico juzgado y el nicoque vive escondido. Amado Garay, el cho er, tambinvive oculto, aunque en condicin de testigo protegidode Estados Unidos. Pero es preciso subrayar algo: laprimera condicin para vivir escondido es estar vivo.Otras cinco personas involucradas en este crimen, o ensu ocultamiento, no pudieron esconderse. Una muridecapitada, otra se suicid, otra desapareci, a otra lamataron en un retn en la carretera. Otra termin enpedacitos. En Guatemala. Eso dicen. Pero de esta l-tima no hay nombre ni certi cado de de uncin.

    Es cierto, Saravia es el nico que vive escondido.Ha intentado, en reiteradas ocasiones, comunicarsecon algunos de sus antiguos compaeros de lucha;nadie le ha respondido. Treinta aos han pasado ysigue la misma mierda. Ya no tengo nada que ocultar.Para qu? Ya ms hecho mierda de lo que estoy, cmovoy a estar. Nada! A m se me hace que hay una cons-piracin de que no quieren saber quin putas mat aRomero.

    l mismo ha sido parte de esa conspiracin, peroahora est solo. Su nico amigo es un hombre quetiene una vieja pick upy una pequea propiedad ru-ral. Ah hay una cabaita de madera, parecida a la delUnabomber, compuesta por cuatro paredes con unaventana que protegen un piso de tierra y nada ms.Ah vivi Saravia ms de un ao, hasta que se metie-ron los ladrones y le robaron un cincho y una camisetay un machete, que era lo nico que tena.

    La segunda vez que nos vemos, en el mismo hotel,baja de su cuarto 15 minutos despus de la hora conve-nida. Viene plido.

    Qu le pasa, capitn?Acabo de verme en el espejo. Tena cinco meses

    de no verme en un espejo.Ahora comienza a hablar. Me deja sacar una gra-

    badora y dice: Dle, Carlitos, que esto se va a ponerbueno. Quiere mencionar nombres. Slo hace unasolicitud: Que los capturen. Que les peguen unaapretada de huevos como hacan antes, a ver si no

    cantan!.El juicio en su contra se bas principalmente endos elementos: uno, el testimonio de Amado Garay, elcho er que condujo al asesino hasta la iglesia en la quemonseor Romero daba misa el 24 de marzo de 1980;y dos, la agenda que el ejrcito le captur en marzo deese mismo ao, en la que se consignaba un operativollamado Operacin Pia, cuyas caractersticas coin-ciden con las del asesinato. No he visto esa agendadesde que me la quitaron, admite Saravia.

    Yo no poda andar en la cabeza todas mis cosas,as que las anotaba en una agendita, era natural quelas anotara. Ah estaba la Operacin Pia, que la ha-

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    bamos llevado desde haca tiempo, que recogamosunas granadas en la rontera con Guatemala.

    Le enseo una otocopia de su agenda y el capitnrecibe un golpe del pasado. La observa detenidamen-te. La Operacin Pia incluye un tirador. Extrao,porque no se necesita un tirador para ir a recoger gra-nadas a la rontera. S, eso es cierto, admite. Sigueobservando esa paginita, con el ttulo Operacin Piay, de pronto, el capitn lvaro Ra ael Saravia tieneuna epi ana. Esa no es mi letra. Esa es la letra de Ro-berto.

    La letra, e ectivamente, es distinta a la que apare-ce en las dems pginas de la agenda. Por qu habraconsignado Roberto DAubuisson la Operacin Piaen la agenda de su lugarteniente? Saravia no lo sabe,pero hay alguien que s.

    En 1980 el coronel Adol o Arnoldo Majano era

    miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno yuno de los ltimos militares que an crean en una sa-lida negociada al conficto. Fue l quien orden la cap-tura de DAubuisson y sus seguidores en la nca SanLuis, de Santa Tecla, y quien primero tuvo acceso a laagenda Saravia y a su contenido.

    La Operacin Pia coincide con los datos de loque pas, dice Majano, pero no estaba en la agendade Saravia. Eso es un papel capturado a DAubuisson.El o cial del Estado Mayor que me ayud a sacar lasotocopias lo junt con las pginas de la agenda paraque no se perdiera.

    La Operacin Pia aparece escrita en un papel en

    blanco, sin impresiones de la agenda, y con un sello alborde de la pgina que corresponde a Mariscos Tazu-mal, una empresa pesquera undada por DAubuissony Fernando El NegroSagrera.

    Fue DAubuisson, y no Saravia, el autor de esa lis-ta que, de acuerdo con la Comisin de la Verdad y laComisin Interamericana de Derechos Humanos, co-rresponde al homicidio de monseor Romero. Esta esla lista:

    Operacin Pia1. Starlight1. 257 Robert*s4. Automticos

    Granadas ______________1. Motorista1. Tirador

    4. Seguridad

    El Starlight es una mira telescpica para rifes deprecisin, necesarios para una operacin de este tipo.De la calle al altar de la Iglesia de la Divina Providen-cia hay unos 35 metros, y el tirador necesitaba unamira telescpica.

    El 257 Roberts es un rife calibre 25 abricado porla casa Remington, muy utilizado para tiro de preci-sin con mira telescpica. Es dudoso que haya sidoel rife con el que ue asesinado monseor Romero.La autopsia revel que recibi un proyectil calibre 22en el corazn. Pero el tirador no sali del equipo de

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    El capitn Saravia es el nico juzga-do y el nico que vive escondido.Amado Garay, el chofer, tambin

    vive oculto, aunque como testigo protegi-do de EU. Otras cinco personas involucra-das en este crimen, o en su ocultamiento,no pudieron esconderse. Una muri deca-pitada, otra se suicid, otra desapareci, a

    otra la mataron en un retn en la carretera.Otra termin en pedacitos. En Guatemala.Eso dicen.

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    DAubuisson, sino del otro conspirador: Mario Mo-lina, hijo del ex presidente Arturo Armando Molina.Mario Molina aport el asesino, el arma y el equipo deseguridad.

    Los cuatro automticos y granadas estaban en lalista como parte del armamento de los cuatro elemen-tos de seguridad que acompaaran el operativo.

    El motorista sali del equipo de DAubuisson, bajola supervisin de Saravia. Amado Garay, un ex soldadooriundo de Quezaltepeque, condujo al asesino rente ala puerta de la iglesia y despus lo llev a un lugar se-guro. Garay hasta hoy el nico de los participantesen la operacin que haba dado su testimonio viveen Estados Unidos bajo el programa de proteccin detestigos.

    El tirador es salvadoreo, ex guardia nacional y eramiembro del equipo de seguridad de Mario Molina. El24 de marzo, de un disparo certero, acab con la vidadel arzobispo de San Salvador.

    Saravia solicita que los capturen. Hace una se-gunda solicitud al da siguiente. Me pide que lo llevea la ciudad ms cercana que tenga un Burger King.Cuando viva en Modesto, Cali ornia, cerraba la ven-ta de autos y camino de su casa pasaba todos los das acomprar una Whopper doble. Esta vez, aqu, me pideun avor especial:

    Me podra comprar dos?Tiene usted hambre, capitn.La otra es para maana. Me la quiero llevar a la

    montaa.Pero de aqu a maana se le va a podrir.Si yo todo lo que como est podrido, no se preo-

    cupe.* * *

    Para encontrar a Saravia hay que bajar al in erno.Hace varios kilmetros que se termin el mundo y eneste paraje slo habita gente con deseos de despeda-zarse a machetazos y emborracharse para engrosar elnmero de viudas o al menos mitigar el dolor de lasgusaneras. La hombra, aqu, se mide por muertos.All va Danilo, que ya mat a tres; Toms acaba de re-gresar, andaba huyendo porque mat a su hermano.

    El paisaje parece copiado de un cuadro naturalistadel siglo XIX. Bosques de pino, apenas interrumpidospor pequeos pramos en los que se alzan aldeas, ver-des y hermosas si no uera porque han sido levantadaspor la miseria y el garrote. Los nios deambulan des-nudos y las mujeres a los 30 aos parecen ancianas,sin dientes, con las manos curtidas y los pechos ca-

    dos de tanto amamantar criaturas.Una nia de cinco aos se acurruca para de ecaren el monte. El microcosmos que se apoder hacetiempo de su sistema digestivo desecha los alimentosen orma de una diarrea verde, apestosa. No ha termi-nado cuando ya algunas moscas comienzan a invadirla escena. Al acecho, un perro espera a que la nia ter-mine para alimentarse de esa plasta verde. Esta es lacadena alimenticia de la miseria. Aqu no se desper-dicia nada.

    Slo las moscas tienen la nutricin adecuada.Enormes y ruidosas, se aparean para despus desovaren la espalda de las vacas, de los perros, de los nios.

    A los pocos das, la picadita se va abultando y adquie-re vida propia. Es un trsalo que comienza a mover-se solo en la espalda de la vaca, del perro, del nio. Ypica, pica, pica con desesperacin hasta que duele detanto rasparse la espalda. Son gusanos que slo salena pedazos, exprimindolos como una espinilla gigan-te, morada.

    En esta tierra de morenos curtidos por el sol y dis-minuidos por el hambre y el trabajo del campo, vive El Gringo, un hombre blanco curtido por el sol y dis-minuido por el hambre y el trabajo del campo. Cuandolleg aqu, hace tres aos, pesaba 282 libras (unos 140kilos). Ahora pesa 165 (unos 82 kilos), come de lo quele regala una vecina y aprovecha las pocas monedasque gana cuando le sale trabajo para comprar alcoholtrasegado que le permita recordar su nombre y olvidarde dnde viene y por qu est aqu. La nica personaque le ha tendido la mano en este Macondo recuerdacuando apareci por aqu: Cuando vino ni siquierasaba usar el machete, dice, burlndose.

    El Gringovive en una pequea casa de bahareque,con ventanas de madera sin vidrio y con apenas tresprendas de vestir colgadas de una pita que atraviesa elcuarto. Una colchoneta roda y sucia le sirve de cama.Vive aqu de prestado. La duea de la vivienda ba-rre, mientras le cuenta que alguien le quiere quemarla casa. Le estuvieron tirando piedras pero ningunacay en la ventana, yo pens que se la iban a destruir,dice. Los atacantes son algunos de los 10 hijos que ellatrajo al mundo y que amamant y cri hasta cuandotuvieron edad su ciente para asesinar a su propio pa-dre. De los 10, cinco me salieron buenos, cuenta.Una noche, hace tres meses, dos de los otros cinco sesentaron a beber en amilia con su padre. La conversatermin en reyerta, hubo gritos y amenazas. Lo sa-lieron a perseguir y le pegaron con un palo. Ay, no!,les dije, ya me lo mataron. Pero no me hicieron caso.Ah qued el viejo. Muerto. Ella misma los ue a de-nunciar a la polica, que los captur das despus perolos dej libres hace dos semanas. Han jurado volverpara matar a su mam.

    Tenga cuidado, le dice la anciana a El Gringo.Una de mis hijas le va a quemar la casa para quitr-mela. Esta mujer no sabe que El Gringoes salvadore-o. Ni que se llama lvaro Ra ael Saravia. Tampocosabe que es piloto de aviones. Ella nunca ha visto unavin. Tampoco sabe que El Gringoparticip en elasesinato de un arzobispo. Pegada a su alda caminasu nieta, hur ana de padre, que tiene una hermosasonrisa y una in eccin en un ojo.

    Treinta aos despus de asesinar a monseor Ro-mero, el capitn lvaro Ra ael Saravia est en el in-erno.

    Claro, es un castigo. Todo donde estaba metidoyo era una podredumbre, todos andaban detrs deldinero como sea. Los medios no importaban, peroqueran dinero. Enriquecerse.

    Usted tambin.Yo tambin. Claro! Vaya a verme ahora. He

    aprendido a vivir con lo que tengo. He vivido con lagente que realmente su re. Pero su re una calamidadespantosa. La peor desgracia del mundo! La pobre-za! Cmo no iba a ser guerrillero el hombre si estaba

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    viendo que sus hijos se estaban muriendo de hambre?Y cuando iban a cagar, cagaban lombrices. Yo agarromi usil y me voy a la verga. No lo espero dos veces. Nitres. Ni necesitan convencerme mucho.

    Hoy la est viviendo.La estoy viviendo. En carne propia. Si algn da

    yo pudiera hacer algo por esa gente, lo hago. Aun to-mar las armas.

    Cmo da vueltas la vida.Ha dado vuelta mi vida. Terriblemente. Y he su-

    rido a la par de esa gente: que no hay maz. Vayan acortar guineos, pues. En veces hay maz y no hay conqu. Entonces a la tortilla hay que echarle sal. Enton-ces se come con sal. Y en veces no hay. Yo tengo unaamilia en rente. A veces me dejan unas cuatro tor-tillas. Y si eso es ser comunista Es comunista. Enaquel tiempo para todos los que estaban es comunis-ta. Que lo saca, lo trompea de la casa y decirle hijue-puta, vos ands con la guerrilla. Cambia la vida. Estono es vida.

    * * *

    Debajo de la cama de lex El ooCceres hay dosbotellas de whisky y tres de champn. Las escondecada vez que se va de viaje, pero sus inquilinos sabenper ectamente dnde encontrarlas. En esta casa dela colonia San Benito, los hombres que con orman elequipo de seguridad de Roberto DAubuisson pasanalgunas noches aprovechando que el propietario viveen Miami.

    Fernando El NegroSagrera y el capitn Saraviadestapan una botella de whisky y comienzan su pro-pia esta. Su je e se ha ido a San Miguel todo el n desemana, a la casa de unos amigos.

    An no ha vuelto.A uera, en el parqueo y la caseta de seguridad de

    la casa, hay al menos 12 hombres esperando instruc-ciones. Es domingo, un da tranquilo para la estapero agitado para la poltica porque es el da en queel arzobispo de San Salvador, scar Arnul o Romero,celebra misa en catedral y aprovecha la homila parahablar sobre la situacin del pas. Se hablaba de quela homila de Romero, que era un hombre que estabaalebrestando a la gente Eso era comidilla del da entodos lados, la homila de Romero, recordar des-pus el capitn Saravia.

    Este domingo, 23 de marzo de 1980, monseor Ro-mero ha dicho unas cosas tremendas. Le habl a lossoldados, a los guardias nacionales, a los policas atodos los cuerpos de seguridad, para decirles que no

    deben matar a sus hermanos campesinos. Les dijo quela ley de Dios prohbe matar y que esa ley prevalecesobre cualquier otra. Que no deben obedecer ningunaorden de matar a nadie. En nombre de Dios, pues, yen nombre de este su rido pueblo cuyos lamentos su-ben hasta el cielo cada da ms tumultuosos, les su-plico, les ruego, les ordeno, en nombre de Dios: cesela represin!.

    Para el grupo al que pertenecen los dos que aho-ra beben whisky escocs, estas palabras slo puedenprovenir de un comunista. Y el comunista es el ene-migo. Es hora de matarlo. Pronto. Todava hay whiskypara rato, cortesa de lex Cceres.

    * * *

    Temprano en la maana del 24 de marzo de 1980, elcapitn Eduardo vila vila entra a la casa de lex El ooCceres y despierta a Fernando Sagrera y alcapitn Saravia. Lleva en la mano un ejemplar de La Prensa Grfca , abierto en la pgina 20, como pruebade que hoy es un buen da para matar al arzobispo. Esapgina repite varias veces los dos apellidos del capitnvila vila. El peridico anuncia una misa conmemo-rando el primer aniversario de la muerte de la seoraSara Meardi de Pinto. Su hijo, Jorge Pinto; sus nietosy las amilias Krietevila, Quinezvila, Gon-zlezvila, vilaMeardi, Aguilarvila y vilavila, entre otras, invitan a la santa misa que o ciarel Arzobispo de San Salvador, en la Iglesia del Hospitalde la Divina Providencia, a las 18 horas de este da.

    El capitn Eduardo vila vila les in orma el plan:en esa misa ser asesinado monseor scar Arnul oRomero Galdmez. Ya todo ha sido coordinado conMario Molina y Roberto DAubuisson.

    DAubuisson no est en esa casa. Se ha ido el n desemana para San Miguel, a descansar a la casa de laamilia Garca Prieto. Les dar las rdenes por tel o-no. vila les noti ca primero que ya tiene al tirador:un miembro del equipo de seguridad de Mario Molina;slo necesita un vehculo. Eso les toca a ellos. MarioMolina nos mandaba a pedir un carro que haba quecontactar a Roberto (DAubuisson). El NegroSagrerase puso a hacer unas llamadas y averigu dnde seencontraba. Le hablamos por tel ono. El NegroSa-grera me dijo: Quiere hablar contigo. Le dije: Mire,mayor, y de qu se trata esto? A m me parece raroque nos vengan a pedir un carro. Las palabras de lueron: Hacete cargo!. Bueno, est bien, mayor, lovamos a hacer. Pah. S, ah te lo voy a llevar, a quhoras nos podemos juntar para darte el carro, pues?,le dije (a vila). Mir me dijo, si con seguridad nosvemos unos... pongmosle una hora antes de la muer-te de Romero. A las cinco de la tarde, en el estacio-namiento del hotel Camino Real.

    * * *

    Mario Ernesto Molina Contreras naci en cuna deoro. As se re eren a l y su amilia o ciales activosy retirados del ejrcito. Hijo del coronel Arturo Ar-mando Molina, uno de los militares ms poderosos enEl Salvador del siglo XX y que presidi el pas entre1972 y 1977, Mario Molina creci con las comodida-des con las que crece el hijo de un presidente militar

    salvadoreo del siglo XX: con seguridad, impunidad ydinero asegurado; con el sello de nobleza mil itar; conviajes al extranjero; con los bene cios de ser la partems alta de la escala social de los uni ormados.

    Hijo del coronel Molina y hermano del general Jor-ge Molina Contreras, que ue ministro de De ensa delpresidente Antonio Saca, Mario llev una vida priva-da y apartada de la disciplina militar.

    En la Casa Presidencial de su pap conoci a doshombres con los que pocos aos despus coincidi enlos movimientos ultraderechistas y que terminarontambin involucrados en el asesinato de monseorRomero: Roberto DAubuisson revisaba y ordenaba

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    los archivos de inteligencia, y lvaro Ra ael Saraviaormaba parte del equipo de seguridad de avanzadadel presidente Molina.

    En esa Casa Presidencial, segn Saravia, se reuniun grupo de guardias nacionales que posteriormentecon ormaron el equipo de seguridad privado de MarioMolina y de donde sali el hombre que termin con lavida de monseor Romero. Eran miembros numera-rios de la Guardia Nacional que le daba proteccin alpresidente de la Repblica. Ah estaba gente civil. Noandaban uni ormados. Acompaaban al presidenteen las giras. Entonces Mario Molina era el hijo menorde ellos. Ya le quedaron espec camente a l de segu-ridad porque ya los conoca.

    Molina, mencionado en el in orme de la Comisinde la Verdad y en el de la Comisin Interamericanade Derechos Humanos, ha logrado mantener un bajoper l durante todos estos aos, alejado de la vida p-blica.

    Su hermano Jorge, el ex ministro de De ensa, ni si-quiera est seguro de que el hombre mencionado en elin orme de la Comisin de la Verdad sea su hermano:No ser otro Mario Molina? Hay muchos que se lla-man as. El general in orma que su hermano Mario seencuentra uera del pas.

    Pocos de los involucrados han dado alguna vez suversin de los hechos. El capitn vila vila se pegun balazo pocos aos despus; el mayor DAubuissonmuri de cncer y Mario Molina nunca ha contado suhistoria. Ahora habla Saravia, el lugarteniente de Ro-berto DAubuisson, quien con esa su participacin enel crimen y el involucramiento de su je e.

    * * *

    La casa del empresario Roberto Daglio es, como va-rias de las casas de seguridad, un centro de diversinpara algunos de los hombres que rodean al mayorDAubuisson. Aqu se realizan entregas de drogas, porlas noches llegan camionetas con prostitutas y correnel alcohol y la cocana. La seguridad hecha esta paratreintaeros casados, armados y en plena ebre anti-comunista.

    El dueo casi nunca est. Roberto BobbyDaglio,un hombre de negocios y piloto aviador, pasa la ma-yor parte del tiempo en Miami, Florida. Abrir su casaa los grupos ultraderechistas es slo una de sus mu-chas maneras de apoyar la lucha anticomunista desdela distancia.

    Segn documentos desclasi cados del Departa-mento de Estado de Estados Unidos, Daglio pas los

    primeros aos de la dcada de los ochenta reunindoseen Miami con otros empresarios ultraderechistas enun grupo denominado Miami Six, que nanciabaoperaciones ilegales del grupo de DAubuisson. Esegrupo se dedicaba al terrorismo: ordenaba asesinatos,secuestros y la colocacin de arte actos explosivos, -nanciaba a los escuadrones de la muerte y tena comoobjetivo destruir cualquier intento de re orma en ElSalvador y acabar con todos los comunistas.

    Los otros integrantes de este grupo eran, segn losdocumentos del Departamento de Estado que datan de1981, el propietario de El Diario de Hoy(al que identi -ca en algunos documentos como Viera Altamirano,

    en otros como Enrique Viera Altamirano y en otrosms simplemente como Enrique Altamirano, quienan es director de El Diario de Hoy, el peridico de laextrema derecha salvadorea); Luis Escalante; Artu-ro Muyshondt (en el caso de Muyshondt, el embajadorestadunidense en el pas, Robert White, admiti enuna entrevista con El Faroque se haba equivocado denombre. Estoy seguro de que se re era a su hermano,Roberto Muyshondt, dijo), y los hermanos Salaverra(Julio y Juan Ricardo).

    En Miami, Daglio und con Enrique Altamiranola Freedom Foundation, o Fundacin para la Libertad.Contrataron a la consultora Fraser para hacerlobbyen Washington. Fraser se comprometi a cambiar lapercepcin estadunidense sobre El Salvador, infuen-ciada por periodistas amarillistas que titulaban susnotas sobre El Salvador con el asesinato de monjasestadunidenses y otos de militares salvadoreos co-metiendo excesos, y no por el signi cante es uerzodel sector privado por responder a las legtimas aspi-raciones y deseos del pueblo salvadoreo.

    El 24 de marzo de 1980, en la casa de Daglio, enSan Salvador, Saravia coordina la entrega del auto-mvil desde el cual se disparar contra el arzobispo.Es un Volkswagen Passat, rojo, cuatro puertas, do-nado a DAubuisson meses atrs por Roberto MathiesRegalado, propietario de la agencia Volkswagen, comoun apoyo a la lucha anticomunista. Nadie recuerdaa nombre de quin estaba matriculado ese vehculo.Saravia tambin tiene que localizar a Amado Garay,su cho er, para que conduzca el carro.

    Tena que localizar a Garay, tena que localizaren qu carro iba a ir Y desgraciadamente ue en esecarro rojo. O el carro que hubiera sido se hubiera sabi-do. No sabamos la plani cacin. bamos a entregarun carro. Claro, sabamos para qu se iba a ocupar elcarro, recuerda Saravia.

    A las 4:30 de la tarde, en el estacionamiento de lacasa de Daglio, Amado Garay espera paciente indica-ciones de su je e. Una empleada domstica se asomapor una puerta de servicio para o recerle un pan y unre resco. Saravia y Sagrera estn adentro de la casa.

    Pocos minutos despus, Saravia le ordena queconduzca el Passat hasta el estacionamiento del hotelCamino Real. Pero antes de que Garay se suba al carro,entra a la casa un hombre ornido, bajo y con voz ron-ca. Es amigo de Sagrera, pero ha llegado a recoger unencargo. Este es, probablemente, el momento ms es-tpido en la vida de Gabriel Montenegro. El momentoms equivocado, en el lugar ms equivocado y con el

    vicio ms equivocado. Una torpeza que va a lamentarel resto de su vida.Aqu interviene, entonces, su amigo Fernando

    Sagrera. Le pide que los lleve a entregar el carro. Y sevan, los tres, detrs de Garay, al estacionamiento delCamino Real.

    No hay mucha vigilancia en el estacionamientodel Camino Real. Es un lugar movido, pero en el quea nadie le extraa ver a hombres armados en marzo de1980. No hay restricciones de ingreso y est bien ubi-cado. A veces, algunos desconocidos pasan arrojandocadveres a la entrada del hotel, pero los tiran a uera,en la calle. No entran.

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    Ambos carros se estacionan. Garay se queda en elPassat rojo y Montenegro en la Dodge Lancer blanca.El capitn Saravia y El NegroSagrera se bajan a en-contrarse con cinco hombres que ya estn ah, en unacamioneta blanca. Un hombre alto, delgado, barbado,se sube en el asiento trasero del Passat rojo. Lleva unusil.

    Lo metieron al carro y ah les dije: Bueno, sca-te al motorista porque el motorista lo voy a llevar yo.No, pero es que no tenemos, que tiene que manejar,porque el carro lo pidieron ustedes, no, que no s qu.Entonces se meti El NegroSagrera, como siempre, enesa mierda Mir, hombre, dale, que no s qu, queya estn en esto, que no puede allar este asunto. Porltimo, otra vez vuelvo a meter las patas yo! Al verque iba a allar todo Andate, pues! Entonces vieneGaray y se va. Se van para la iglesia.

    Y usted se queda ah?No. Nosotros nos vamos a buscar la iglesia. Por-

    que no conocan ni El Negroni El Bibi, ni yo, dndequedaba.

    Quines van a buscar la iglesia?Los tres que estbamos en el carro. Encontramos

    la iglesia despus de un rato y nos parqueamos en-rente. No en rente, aqu (a un costado de la entrada).Y no lo haban matado todava.No. Ah estbamos parqueados nosotros, no ha-

    bamos pasado ni cinco minutos cuando se oy el dis-paro. Si es que esos ueron llegando y matndolo.

    O sea que usted estaba en rente de la iglesiacuando lo mataron!

    S, estbamos nosotros. Ah estaba El NegroSa-grera, BibiMontenegro y yo, en la parte de atrs delasiento del carro.

    Y vea?No, no, no. Slo la entrada se miraba. Y el carro

    estaba parqueado, ese Volkswagen. El carro sali paraabajo y dobl a donde estbamos nosotros. De ah seperdi y nosotros dijimos vmonos.

    Y por qu decidieron ir?Bueno, nosotros uimos hasta imbcil parece

    ser tal vez Por saber, por curiosidad, por ir a ver. Ri-dculo, verdad? Ridculo.

    * * *

    Se presenta como un ascista. Lleva una gorra que diceKGB. We are still watching you, jeansy una camisade leador. Porta un bigote blanco y tupido, cuyos ex-tremos rozan la barbilla, en un estilo que los expertosllaman camionero o trailero.

    Gabriel Montenegro, un hombre que lleva casi 30aos viviendo en Norteamrica, acude a la entrevistasin saber exactamente de qu vamos a hablar. No soynazi, soy ascista, que es distinto, dice, para abrir elencuentro. Creo en las organizaciones de los gre-mios y controladas desde arriba. Como en los tiemposde mi general Maximiliano Hernndez, que no ha-ba mareros. A los ladrones, la primera vez el primerdedo. La segunda vez el otro, y as hasta la mano. A losvioladores los castraban y a los asesinos les aplicabanla ley uga.

    Cuando le digo que s dnde estuvo l el 24 de mar-zo de 1980, su primera reaccin es negarlo. Eso es al-

    so, dice. Despus pide acogerse a la Quinta Enmien-da, una provisin estadunidense que da derecho aguardar silencio para no autoincriminarse. Comienzaa ver nerviosamente a su alrededor. Con una paranoiaque se contagia. Yo tambin comienzo a ver alrededor,buscando entre las mesas de esta ca etera una mira-da torva ocultndose detrs de un peridico o alguienhablando solo, con la boca torcida y un alambre dis-creto alrededor de su oreja. No encuentro nada. Sigola mirada de Montenegro, como quien busca algo en elcielo slo porque la persona de al lado dirige su miradahacia arriba. En una mesa contigua hay dos chicas querecin estrenan la mayora de edad. Una lleva alda es-cocesa a cuadros y una camisa de manga corta, blanca.La otra parece recin baada, lleva jeansy una cami-seta amarilla. Toman ca y conversan como conver-san todas las chicas de esa edad, con una seguridadadulta, madura para sostener el cigarillo y darle unabocanada, pero con la sonrisana que devela que anno han terminado de desarrollarse. Montenegro les jael reojo. Las observa, intentando que ellas no vean quel las est viendo. A m no me parecen agentes de nada,pero l sabe ms que yo de estas cosas. Las colegialasse han convertido ya en sospechosas.Montenegro enciende su tercer cigarro en 15 mi-nutos, y yo comienzo a leerle el testimonio de Saravia.Da un trago a su botella de agua, observa con durezaa las agentes de la mesa contigua y uma con intensi-dad. Le tiembla la quijada. Cuando termino, la sangrese le ha subido a la cabeza y parece que va a estallar encualquier momento.

    Llevo 30 aos huyendo de ese da, dice. En eso separece al capitn Saravia. Ni siquiera mi amilia sabeque yo estuve ah. Pero no le voy a dar declaraciones.Nos despedimos con su con esin sin narracin. Alsiguiente da, BibiMontenegro llega al mismo ca ,pero dispuesto a contarme su 24 de marzo de 1980.

    Yo llegu a esa casa a recoger ciertas cosas queeran para mi consumo, ellos me pidieron unride y yose los di. Les dije hay que esperar a esta persona, medijeron no te preocups, aqu tenemos nosotros unpoco, vente, danos elride.

    Bibi Montenegro conduce su camioneta DodgeLancer blanca hasta el estacionamiento del CaminoReal. Anda armado con una Colt 45 y cargado con sumedicina. A su lado, Fernando Sagrera. Ha trado unarma automtica, una subametralladora Hechler &Koch MP 5. Atrs, un hombre del que BibiMontenegrohaba escuchado muchas historias, pero al que mirapor primera vez: lvaro El CheleSaravia. ste lleva las

    dos pistolas que siempre carga: una en la cintura, 45Gold K, y otra en el tobillo, la 380. Cuando llegan alestacionamiento del hotel, Montenegro estaciona sucamioneta muy cerca del Volkswagen Passat que con-duce Amado Garay, y sus dos acompaantes se bajana discutir con otros hombres. Bibise queda en el ca-rro, inspeccionando su medicina. Alcanza a ver a unhombre alto y barbado, con un rife, meterse al Passat,y cuando Saravia y Sagrera regresan, el Passat arran-ca y se va. Montenegro y sus acompaantes deciden irtambin a la Divina Providencia.

    Yo cre que se iban a dar verga con algn militaro algn hijueputa que lo cuidaba. Yo andaba preocu-2

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    pado por mi asunto que ui a traer y nada ms diceMontenegro.

    Partieron a la colonia Miramonte y se detuvierondos veces en el camino para preguntar dnde quedabala iglesia. Cuando la encontraron, se estacionaron aunos 50 metros de la entrada, sobre la calle.

    Me miraban a m bastante nervioso y yo les de-ca: Puta, miren, aqu nos puede agarrar la policacon estas cosas y va a ser un problema!

    Saravia y Sagrera volvieron a bajarse del carro. Nollegaron hasta la puerta de la iglesia. A casi una cua-dra de distancia, esperaron apenas unos segundoshasta que se escuch el disparo que mat a monse-or Romero. Uno solo. Un estruendo que algunos delos presentes en la misa recuerdan como un bombazo.Una explosin potente, sin silenciador. Un estallidoque BibiMontenegro no alcanz a escuchar. l seguaadentro del carro, concentrado en su medicina.

    Saravia y Sagrera se subieron y la Dodge Lancerblanca, con Gabriel Montenegro al timn, parti deregreso a la casa de Roberto Daglio. El conductor norecuerda la conversacin en el carro. Yo iba tan ue-ra de m, porque yo haba estado tomando mi medi-cina, que yo no iba ponindole atencin a eso. Yo ibaponindole atencin a que no hubiera un retn. Y yotodava pregunt: Qu pas?. No, nada, dale. Anda dejarnos. Y ah va a estar la persona?. S, hombre,no te preocups, quedate con lo que te dimos. Ah,vaya, vergn pues.

    Tres dcadas y ocho operaciones de corazn des-pus, Gabriel Montenegro enciende otro cigarillo.Suspira y los ojos se le humedecen. Le tiemblan la qui-jada y el bigote. Aprieta los dientes. El cigarro parecesostenido por una mano con Parkinson. Tiene clera,dice, contra los que le cambiaron la vida ese da. Siyo hubiera sabido a qu bamos, quizs no hubierapasado. Hubieran sido otros los dos muertos. Otrosdos, en un carro en el que iban tres. Hubiera hecho loimposible por evitarlo. Sin embargo, como me tuvie-ron a m de pendejo ah, a un pobre adicto dndole sudroga. Pero ahora tengo 27 aos de estar limpio, gra-cias a Dios y a los amigos que estn all arriba.

    Segn l, hasta el siguiente da se enter de dn-de haba estado la tarde anterior. Supo que haba idoa matar a monseor Romero y se alej para siempre deaquel crculo de salvadores de la patria, de drogas yprostitutas.

    Le pregunto si alguna vez le reclam a DAubuissony a su gente por el crimen. S. Se los reclam. Y merecordaron que todos los das apareca gente en las

    calles. Despus en las noticias sali lo de un carroblanco. Entonces yo le habl a una amistad y le dijePuta, mi carro es blanco, cabrn! Deshacete deese carro y te damos otro, me dijo. Y ah cambi mivida, pues.

    * * *

    Fernando Sagrera y lvaro Ra ael Saravia eran inse-parables. As los recuerda Marissa DAubuisson, her-mana de Roberto y creadora de la Fundacin Romero.A todos lados iban juntos, siempre los vea con Ro-berto, dice. Saravia en el asiento de adelante, junto almayor. Sagrera en el de atrs.

    Una vez, coincidi con su hermano en la casa desu mam. A uera, en una camioneta Cherokee, Sa-ravia vigilaba. Marissa se acerc a hablar con l. Ledije que si estaba blindada y me dijo que s, pero que lamayor proteccin era la pintura. Por qu?, le pregun-t. Es antibalas? No, me dijo. Pero tiene tantas capasde pintura que ya resiste todo. Un da es gris y al otroda negra.

    Otro da, su hermano insisti en llevarla a su casa.Ella se neg, porque no crey muy conveniente parasu seguridad personal que los vecinos se enteraran delparentesco con el mayor. Pero ante la insistencia desu hermano, se subi a la camioneta. No se podanponer bien los pies, porque vena orrada de armas,dice.

    Estacionaron el carro a varias cuadras. Sagreray Saravia se bajaron, y caminaron con ella hasta sucasa. En esos das los dos estaban gordos. El Chele y El Negro. Es que Roberto no poda dar un paso sinque anduvieran estos dos atrs. Para todos lados ibanjuntos.

    * * *

    Fernando Sagrera siempre ha sido hombre de llegartemprano a casa. A las siete u ocho de la noche. Nosabe qu hacan sus amigos despus de esa hora, perol, dice, jams se meti en nada. Por eso le extraaque tres personas distintas Amado Garay, el capitnSaravia y BibiMontenegro lo involucren con los he-chos. Yo no tengo nada que ver.

    Le extraa ms an el hecho de que estas tres per-sonas no tienen comunicacin entre s, y que dos deellas coincidan en su versin di amatoria justo 30aos despus. Le extraa tanto, dice, como cuandolo interrogaron de la Comisin de la Verdad por estemismo crimen, y l les aclar que no haba tenido nadaque ver, y an as lo mencionaron en su in orme. O en-terarse, justo ahora, de que tambin es sealado en elin orme de la Comisin Interamericana de DerechosHumanos. Pero todas estas acusaciones son alsas.Dnde estaba, entonces, Fernando Sagrera, el 24 demarzo de 1980? No me acuerdo. Si para m es un dacomn y corriente. Cmo me voy a estar jando qupas?

    De Saravia nunca ue amigo, porque estaba loco.Ese es un alcohlico demente. Fue, eso s, amigo deRoberto DAubuisson. Muy amigo. Ese es mi pecado.A Saravia slo lo vea cuando me dabanride a algnlado.

    Tampoco ha matado a nadie, ni particip en ope-

    raciones clandestinas. Fui borracho y pendenciero,eso s. Pendenciero de esos de darse verga. Pero nadams.

    Sagrera tiene un rostro que no debi haber pare-cido inocente ni siquiera cuando era un beb. El ceoruncido, dos bolsas oscuras debajo de los ojos y unbigote cano componen la achada de un hombre quedurante toda su vida ue conocido como rudo, malen-carado y poco so sticado. Siempre ue rstico, diceun amigo suyo.

    En 1979, cuando abrieron la pista de carreras deEl Jabal, Fernando Sagrera se asoci con Elas Has-bn y juntos ormaron un equipo deautoracing que

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    competa con un Aston Martin propiedad del terrate-niente Juan Wright. El carro era ligero, y para llevarloa la meta de salida Sagrera lo jalaba con una cuerda yse paseaba rente a los pits de los dems corredores,amedrentndolos con el Aston Martin a cuestas. A suequipo de carreras, los dems competidores lo bau-tizaron como los Really Rotten, los verdaderamentepodridos.

    Tiene el cuerpo marcado por las huellas de unaquemada. Cuando Napolen Duarte gan la Presi-dencia sobre el candidato de Arena, que era RobertoDAubuisson, en 1984, Sagrera intent hacer una bar-bacoa de documentos de la campaa, y el uego se levino encima. Tuvieron que llevarlo a Estados Unidos,a un hospital militar, a curarlo, a pesar de que l noera estadunidense y de que ni siquiera tena visa de esepas. Lo metieron por el sistema militar.

    Mientras estaba postrado, recuperndose, lo vi-nieron a interrogar hombres que, piensa l, eran de laCIA. Ms que todo andaban detrs de las armas queentraban aqu a El Salvador, (crean) que yo las traa yyo las nanciaba. Ante la presin de los interrogato-rios, dice, se ug del hospital. Para salirme del hos-pital me hicecherode un gringo, me ui a las nueve dela maana y l me tuvo en su casa. Y me obligaron avenirme clandestinamente.

    Sagrera ue, segn el capitn Saravia, la nicabaja que tuvimos durante toda la guerra. Adems dela quemadura, Sagrera recibi un balazo que l mismose peg, sentado en una camioneta.

    Sobre el asesinato de monseor, Sagrera no re-cuerda mucho. A pesar de que antes ya ha dicho quele extraa haber visto su nombre en el in orme de laComisin de la Verdad, ahora dice que ni siquiera sa-ba que su nombre aparece en l. Porque no lo ha visto.A usted no le sucede que cuando usted no tiene enalgo que ver, usted no ocupa la palabra a m me valeverga porque yo no tengo nada que ver en eso?.

    De BibiMontenegro tampoco ue amigo. Le digoque yo s que el 24 de marzo l iba en una DodgeLancer blanca, rumbo a la iglesia de la Divina Provi-dencia.

    Fjese que no me cuadra. No me acuerdo, no ten-go... no s.

    Haba una tercera persona en ese carro, un amigosuyo. Lo recuerda?

    No. BibiMontenegro.Este Montenegro de cules Montenegros? BibiMontenegro, su amigo.

    Vaya, le negara que no... hoy ya me hizo clic,vea? S lo conozco, pero no somos ni amigos ni nada.Yo lo he visto cinco veces en mi vida... tal vez, cuatro.

    Elas Hasbn recuerda con mucho entusiasmo losdas de los Really Rottenen El Jabal. l y Sagrera co-rriendo juntos, y el tercer amigo en el apoyo: Gabriel BibiMontenegro. Siempre llegaba, como ramos muyamigos, llegaba con su esposa a todas las carreras. El Bibiera como el an del equipo, despus nos bamosjuntos todos.

    Hasbn, conocido comoUrly en el mundo de losautomviles, todava corre y todava, tambin, man-tiene un tallercito especializado en autos de carreras.

    En 1980 el taller Voglione ocupaba un local alquiladoen la colonia La Rbida de San Salvador, a una cuadrade la embotelladora Canada Dry. Ah varios talleresoperaban en el mismo espacio, abierto. Hoy ese edi -cio es la ampliacin de la brica de plsticos Mondi-ni. Ah, asegura el capitn Saravia, llevaron el Passatrojo cuatro puertas desde el que ue asesinado monse-or Romero: Se le dio la misin a El NegroSagrera dedecirle mir que ese carro hijueputa que no que sebote, que se queme. Detrs de la Canada Dry hay unacalle. En esa calle hay un taller. El NegroSagrera diceque a ese se lo llev. Que a esta persona de aqu se lollev para que lo destruyera.

    Hasbn dice que no recuerda quin llev ese carro.S me acuerdo que lo vi ah, un Passat rojo. Nuevito.Un da lleg y despus me enter que estaba metido enlo de monseor Romero, pero ya no pregunt ms por-que en esos das era peligroso andar averiguando. Mequed calladito. El carro, dice Hasbn, permanecicasi un mes en ese taller, hasta que un da desapareciy no supo nada ms.

    * * *

    Dos o tres das despus del asesinato de monseor Ro-mero, el grupo de DAubuisson sostiene una reuninen la casa de Eduardo Lemus Obyrne. Saravia conocede esta reunin porque l mismo, saliendo de ah, uea pagarle al hombre que dispar contra monseor Ro-mero. Fue a pagarle por sus servicios.

    Yo no conoca al tirador. Ese da lo vi yo en elcarro, meterse al carro, de barba. Y despus le ui aentregar yo personalmente los mil colones que le en-treg, que los pidi prestados DAubuisson a EduardoLemus Obyrne. En la casa de l estbamos nosotroscuando llegaron a decirle que a cobrar! Y RobertoDAubuisson jams manejaba dinero. Le prest milcolones a ste para entregrselos.

    Eduardo Lemus Obyrne es un conocido empresa-rio salvadoreo. Ha sido presidente de la AsociacinNacional de la Empresa Privada, propietario de gran-jas avcolas y un hombre muy conocido en los crculosempresariales centroamericanos.

    Fue un acrrimo enemigo de la re orma agraria,desde los tiempos del coronel Molina, y se acerc, caside manera natural, al grupo de DAubuisson.

    De Saravia y Sagrera dice: Esos eran unos mata-ri es. Yo con ellos nunca tuve nada que ver. Yo de en-do principios, pero stos se haban vuelto guerreros yma osos. Asegura que nunca, nunca le dio dineroa DAubuisson y que si le hubiera pedido mil colones

    para drselos al asesino de Romero, sin duda lo recor-dara. Y no, no recuerdo esa reunin. Esa reuninnunca pas.

    Lemus Obyrne se separ de DAubuisson y losundadores de Arena poco despus. El 14 de septiem-bre de 1982, su cuado, Julio Vega, piloto aviador,desapareci en una pista area en Guatemala. Creoque lo eliminaron porque andaba tra cando armaspara el FAN, dice Lemus. El FAN era el Frente AmplioNacional, un movimiento paramilitar dirigido porDAubuisson que sent las bases de Arena.

    La viuda de Vega se cas poco despus conDAubuisson, y Eduardo Lemus Obyrne an no des-

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    carta que haya alguna relacin entre el homicidio y larelacin amorosa. Slo eso explica que, cuando unode sus amigos comenz a investigar el crimen, prontoue amenazada su vida: Lo trat de matar el grupo deDAubuisson, Sagrera y Saravia. Entonces yo le dije aRoberto: Conmigo no ests jodiendo, que yo s te voya quebrar el culo.

    El capitn Saravia insiste en que el dinero lo pusoLemus Obyrne. Dio los mil pesitos. Yo mismo se losui a entregar. Llegu donde l y le dije mir, dice Ro-berto DAubuisson que no quiere saber ni mierda devos, que te arregls con tu je e .

    El dinero se lo ue a entregar al estacionamiento deun pequeo centro comercial en el oeste de San Salva-dor, llamado Balam Quitz. Ah lo esperaba el ti rador,ya sin barba, acompaado de Walter Musalvarez, unextrao hombre que muri asesinado poco despus.

    Dio el pisto. Dio los mil pesitos, se los ui a de-jar yo y le dije lo siguiente. De ah yo jams! De ah loempec a ver a este, a cmo se llama, al, al llegabaa las o cinas de Daglio, as pasaba. Y (Jorge) El Chivo Velado ya era un hombre de edad, andaba con l exhi-bindose. El tipo en la calle y l manejando. Y no slolo vi yo, pues. Y le ha de haber dicho a la gente steue el que lo mat. l sabe los movimientos correctosde l.

    Jorge Velado es ya un hombre mayor. Fue unda-dor de Arena y trabaj al lado de DAubuisson durantemuchos aos. Pero eso, dice Velado, nada tiene quever con el asesinato de monseor Romero. Slo des-pus de varias semanas de intentos de hablar con l,Velado acepta hacerlo brevemente y por tel ono. Yono conoc a ese Saravia, y no me anduve paseando connadie nunca. Yo de eso no tengo nada que decir.

    * * *

    Marissa DAubuisson recuerda otra escena: pocosdas despus de la muerte de monseor Romero, co-menzaron a circular los rumores de que RobertoDAubuisson haba ordenado el asesinato.

    Su hermana mayor decidi averiguarlo y con ron-t al hermano paramilitar. Roberto, dicen por ahque vos tuviste algo que ver con la muerte de Rome-ro. El mayor DAubuisson respondi: Mir, mejorcallate si no sabs, porque al que mat a ese hijueputale van a hacer un monumento.

    El asesinato, y los rumores del involucramiento deDAubuisson en los escuadrones de la muerte, ayuda-ron a consolidar su liderazgo entre las las de la ex-trema derecha salvadorea y lo convirtieron en cono

    de la lucha anticomunista.Algunos aos despus de participar en el asesi-nato del arzobispo scar Arnul o Romero y Gald-mez, el mayor Roberto DAubuisson se convirti encandidato presidencial, presidente de la AsambleaConstituyente de 1985 y gura mtica, padre y guade la derecha salvadorea. El partido que und, Are-na, gobern El Salvador durante 20 aos, hasta queen marzo de 2009 ue derrotado en las urnas por laex guerril la, el Frente Farabundo Mart de LiberacinNacinal (FMLN).

    Saravia, trastornado por el giro que ha dado su viday su contacto directo con la pobreza y la marginalidad

    ha cambiado ya tambin su manera de ver el mundo.Ahora quisiera usilar al mismo hombre al que l le en-treg los mil colones. Que lo usilen! Porque no haypena de muerte en El Salvador, pero merece la muerte.Quisiera creerlo as y quisiera con rontarlo. Porque lsabe. Y si est vivo, qu mejor que agarrarlo?.

    Sobre la participacin de Roberto DAubuisson:Me dijo: Hacete cargo. Hacete cargo de entregar elcarro pues, verdad? Ahora, que a la larga, sabe qupens yo? Esa ue una orden de matar, pues. Ver-dad? Yo lo pens. Yo lo pens. Yo no s ciertamente siDAubuisson se meti en ese asunto y el pendejo uiyo, que en todo estoy yo, sabiendo lo que s y lo quele estoy contando, quiero saberlo tambin, y si no mecago en la madre de DAubuisson yo. Ah? Por lo me-nos tengo ms.

    El padre Jess Delgado, bigra o de monseorRomero y quien desde hace aos promete que algnda, en un libro, revelar quines ordenaron el ase-sinato del arzobispo, asegura que el mayor RobertoDAubuisson ue slo una pieza operativa, no el autorintelectual del asesinato. A Duarte se le hizo muy -cil descargar toda la responsabilidad en una sola per-sona. DAubuisson s particip, pero no lo orden,dice.

    Con el capitn Saravia pactamos un nuevo encuen-tro en una ca etera de pueblo. Cuando l lleg, me en-contr sentado a una mesa justo debajo de un cuadroque representaba la ltima cena. Se detuvo a verla.

    Por qu se vino a sentar aqu?Era la nica mesa que quedaba libre, capitn.Ya vio? Se vino a sentar debajo de la ltima cena.

    Eso tiene que ser una seal.Me dijo que quera una oto bajo la ltima cena, y

    se la tom con un celular. Abus y le ped que posa-ra rente al cartel de Se Busca en el que apareca suoto, y acept. Ya en esas, le dije que la prxima vezvendra con un otgra o, y acept tambin.

    La ltima vez que nos reunimos, recin haba ter-minado una labor agrcola que le dej unos cuantosreales machete en mano. Lo encontramos rasurado,con el cabello recin cortado y unas ga as nuevas.Ahora s, tmenme las otos que quieran.

    Aprovecho para ponerle la grabacin de la ltimamisa de monseor Romero. El capitn runce el ceo,y escucha atento. Monseor dice sus ltimas pala-bras:

    Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacri -cada por los hombres nos alimente tambin para darnuestro cuerpo y nuestra sangre al su rimiento y al

    dolor, como Cristo, no para s, sino para dar concep-tos de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unmonospues, ntimamente en e y esperanza, a este momentode oracin por doa Sarita y por nosotros.

    Se escucha una explosin y el capitn Saravia seestremece. Da un pequeo brinco en la silla. Una co-rriente elctrica recorre su cuerpo y se detiene en susojos, que ahora s se abren completamente detrs desus ga as nuevas y se humedecen. Me mira jamentesin decir nada por un par de segundos. Respira pro-undamente.

    Ese es el disparo?S capitn Ese es el disparo