Ascensión al monte casio david

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5-. Transforma el fragmento de Marguerite Yourecenar en dos jornadas de un diario personal. Utiliza, para ello un procesador de textos e inserta imágenes. Ascensión al monte Casio -Día 1 El invierno transcurrió en aquel palacio de Antioquia donde antaño había perdido a los hechiceros que me iluminaran el porvenir. Pero el porvenir ya no podía darme nada, o por lo menos nada que pasara por un don. Mis vendimias estaban hechas; el mosto de la vida llenaba la cuba. […] -Día 2 Pocos días antes de partir de Antioquia, fui como antaño a sacrificar a la cima del monte Casio. La ascensión se cumplió de noche; como en el Etna, solo lleve a un reducido número de amigos capaces de subir a pie firme. Mi objetivo era tan solo cumplir un rito propiciatorio en aquel santuario más sagrado que otros; quería ver otra vez desdelo alto el fenómeno de la aurora, prodigio cotidiano que jamás he podido contemplar sin un secreto grito de alegría. Ya en la cumbre el sol hace brillar los ornamentos de cobre del templo, y los rostros iluminados sonríen, cuando las llanuras asiáticas y el mar están todavía sumidos en la sombra; durante unos instantes, el hombre que ruega en el pináculo es el único beneficiario de la mañana. Marguerite Yourecenar Memorias de Adriano, Salvat

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5-. Transforma el fragmento de Marguerite Yourecenar en dos jornadas de un diario personal. Utiliza, para ello un procesador de textos e inserta imágenes.

Ascensión al monte Casio

-Día 1

El invierno transcurrió en aquel palacio de Antioquia donde antaño había perdido a los hechiceros que me iluminaran el porvenir. Pero el porvenir ya no podía darme nada, o por lo menos nada que pasara por un don. Mis vendimias estaban hechas; el mosto de la vida llenaba la cuba. […]

-Día 2

Pocos días antes de partir de Antioquia, fui como antaño a sacrificar a la cima del monte Casio. La ascensión se cumplió de noche; como en el Etna, solo lleve a un reducido número de amigos capaces de subir a pie firme. Mi objetivo era tan solo cumplir un rito propiciatorio en aquel santuario más sagrado que otros; quería ver otra vez desdelo alto el fenómeno de la aurora, prodigio cotidiano que jamás he podido contemplar sin un secreto grito de alegría. Ya en la cumbre el sol hace brillar los ornamentos de cobre del templo, y los rostros iluminados sonríen, cuando las llanuras asiáticas y el mar están todavía sumidos en la sombra; durante unos instantes, el hombre que ruega en el pináculo es el único beneficiario de la mañana.

Marguerite Yourecenar

Memorias de Adriano, Salvat