Asaltados o asaltantes: municipalismo y movimientos sociales en la coyuntura electoral

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I Resulta imposible otear el panorama político actual sin seguirle el rastro a la crisis económica que desde 2007 sacude la economía mundial. En el Estado espa- ñol, su correlato de reformas y ajustes estructurales ha dado forma a una profunda revisión del marco político, social y laboral en el que viven millones de personas, profundizando las diferencias de clase y acabando, aunque no de cuajo, con los sueños de progreso permanente y bienestarismo a ultranza so- cializados por los ingenieros del consenso a través de sus medios de desinformación durante el ciclo eco- nómico del boom del ladrillo. En el terreno, mucho más prosaico, de la política parlamentaria, el gobierno en mayoría absoluta del Partido Popular ha permitido la puesta en marcha de todo un programa de reformas de carácter neoliberal que contaron con la oposición a pie de calle de im- portantes sectores de la sociedad (asambleas de base, colectivos profesionales, mareas ciudadanas, etc.), principiando con ello un interesante ciclo de movili- zaciones a través de las cuales se han ido implemen- tando nuevas formas, y no tan nuevas, de interven- ción política en las que el modelo organizativo de ca- rácter asambleario ha recuperado el protagonismo que ya tuvo en otros momentos de mucha mayor efervescencia social (pensamos, por ejemplo, en el ci- clo movilizatorio de finales de los años 70). Sea como fuere, la multiplicación de los colectivos y asambleas de base, la consolidación de los espacios de convergencia política, la proliferación de centros sociales y la paulatina, aunque también dificultosa, federación política de algunas de estas iniciativas (pensamos, por ejemplo, en la vertebración del movi- miento por la vivienda en su amplio espectro), no de- ja de percibirse como un guiño insurgente, como un conato de resistencia al pareciera que irrefrenable avance del capitalismo postindustrial, fortalecido por su enésima transfiguración y bien dispuesto para, acaso una vez más, digerir de un solo bocado el no- vísimo menú de contradicciones que se alumbran en su seno. Fuera de ahí, y sacudido diariamente por el torbe- llino de noticias que dan cuenta de la decrepitud del régimen, el ciudadano medio ―educado socialmen- te en la cultura del individualismo de consumo y el delegacionismo político― pareciera desconfiar de cualquier fórmula organizativa que implique una impugnación del sistema de gobernanza actual, lo que, a nuestro modo de ver, se evidencia en el con- traste entre la percepción social de los políticos y los amplios porcentajes de participación en los procesos electorales que, a cada tanto, evidencian los tácitos consensos imprescindibles para el normal funciona- miento del sistema parlamentario actual 1 . En este contexto, el análisis estratégico de la situa- ción presente elaborado por algunos sectores de los movimientos sociales que han formado parte del ci- clo de movilizaciones al que hacíamos referencia an- teriormente, ha favorecido que, en consecuencia con las tradiciones electoralistas de las que bebe buena parte de su militancia, se halla fermentado un discur- so que, si bien legitima la labor de intervención polí- ISBN: 1885-477X YOUKALI, 17 página 17 MUNICIPALISMO ASALTADOS O ASALTANTES: MUNICIPALISMO Y MOVI- MIENTOS SOCIALES EN LA COYUNTURA ELECTORAL por Juan Cruz López 1.- CRUZ LÓPEZ, JUAN: «Crisis y fracturas: brechas para la acción política constructiva del anarquismo», en Estudios, nº 2; 2012, pp. 27-33.

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En el #17 de la revista YOUKALI: http://www.youkali.net/ (Fe de erratas: página 1, donde pone "halla fermentado" debe poner "haya fermentado").

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I

Resulta imposible otear el panorama político actualsin seguirle el rastro a la crisis económica que desde2007 sacude la economía mundial. En el Estado espa-ñol, su correlato de reformas y ajustes estructuralesha dado forma a una profunda revisión del marcopolítico, social y laboral en el que viven millones depersonas, profundizando las diferencias de clase yacabando, aunque no de cuajo, con los sueños deprogreso permanente y bienestarismo a ultranza so-cializados por los ingenieros del consenso a través desus medios de desinformación durante el ciclo eco-nómico del boom del ladrillo.

En el terreno, mucho más prosaico, de la políticaparlamentaria, el gobierno en mayoría absoluta delPartido Popular ha permitido la puesta en marcha detodo un programa de reformas de carácter neoliberalque contaron con la oposición a pie de calle de im-portantes sectores de la sociedad (asambleas de base,colectivos profesionales, mareas ciudadanas, etc.),principiando con ello un interesante ciclo de movili-zaciones a través de las cuales se han ido implemen-tando nuevas formas, y no tan nuevas, de interven-ción política en las que el modelo organizativo de ca-rácter asambleario ha recuperado el protagonismoque ya tuvo en otros momentos de mucha mayorefervescencia social (pensamos, por ejemplo, en el ci-clo movilizatorio de finales de los años 70).

Sea como fuere, la multiplicación de los colectivosy asambleas de base, la consolidación de los espaciosde convergencia política, la proliferación de centrossociales y la paulatina, aunque también dificultosa,federación política de algunas de estas iniciativas(pensamos, por ejemplo, en la vertebración del movi-miento por la vivienda en su amplio espectro), no de-ja de percibirse como un guiño insurgente, como unconato de resistencia al pareciera que irrefrenableavance del capitalismo postindustrial, fortalecido por

su enésima transfiguración y bien dispuesto para,acaso una vez más, digerir de un solo bocado el no-vísimo menú de contradicciones que se alumbran ensu seno.

Fuera de ahí, y sacudido diariamente por el torbe-llino de noticias que dan cuenta de la decrepitud delrégimen, el ciudadano medio ―educado socialmen-te en la cultura del individualismo de consumo y eldelegacionismo político― pareciera desconfiar decualquier fórmula organizativa que implique unaimpugnación del sistema de gobernanza actual, loque, a nuestro modo de ver, se evidencia en el con-traste entre la percepción social de los políticos y losamplios porcentajes de participación en los procesoselectorales que, a cada tanto, evidencian los tácitosconsensos imprescindibles para el normal funciona-miento del sistema parlamentario actual1.

En este contexto, el análisis estratégico de la situa-ción presente elaborado por algunos sectores de losmovimientos sociales que han formado parte del ci-clo de movilizaciones al que hacíamos referencia an-teriormente, ha favorecido que, en consecuencia conlas tradiciones electoralistas de las que bebe buenaparte de su militancia, se halla fermentado un discur-so que, si bien legitima la labor de intervención polí-

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MOASALTADOS O ASALTANTES: MUNICIPALISMO Y MOVI-

MIENTOS SOCIALES EN LA COYUNTURA ELECTORAL

por Juan Cruz López

1.- CRUZ LÓPEZ, JUAN: «Crisis y fracturas: brechas para la acción política constructiva del anarquismo», en Estudios, nº 2; 2012, pp. 27-33.

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tica de los movimientos sociales, aspira a multiplicarla capacidad de transformación de los mismos asal-tando las instituciones y, por tanto, poniendo en piedisímiles herramientas de participación electoralque, a corto plazo, ensayarán su puesta a punto en laselecciones municipales que en el Estado español secelebrarán en 20152.

Según como se mire, podría ser harto difícil o, porel contrario, muy sencillo, hacer una puesta en co-mún de las características fundamentales de los dis-tintos ingenios electorales puestos en pie por los ac-tores políticos comprometidos con la estrategia delasalto a las instituciones. En un principio, se nos antojaque su compromiso con las reglas del juego demo-crático parte del convencimiento ético de que el siste-ma de gobernanza parlamentario, y sus institucio-nes, es apropiado para dirimir los asuntos del co-mún, de la res publica. Así, y a falta de un cuestiona-miento integral de la normatividad vigente, se aspiraa poner pie en las instituciones con dos finalidadesprioritarias: 1) adecentar la casa (menos corrupción,más transparencia y participación), 2) trasvasar po-der a los movimientos sociales y, en ese sentido, em-poderarlos desde arriba, facilitándoles recursos, legiti-mando sus discursos y, quizá en última instancia,otorgándoles parcelas de autoridad para, llegado elcaso, autogestionar políticamente determinados espa-cios para los que se reclamen competentes.

Teniendo en cuenta las limitaciones de este esbo-zo y asumiendo las inesperadas derivas del procesopuesto en marcha, sería injusto obviar que esta estra-tegia ha conseguido movilizar, aun en los pueblosmás pequeños, a un gran número de personas quehasta ahora habían permanecido al margen de la par-ticipación activa en la arena política. Por otro lado, lasopciones que se reclaman del municipalismo han lo-grado acumular fuerzas recogiendo la experienciamilitante de cientos de personas formados política-mente al calor del 15M y sabiendo utilizar el capital

simbólico de un buen puñado de personalidades3 delos movimientos sociales que, al amor de la queren-cia ajena y quizá intoxicados por el resultadismo, handado el paso de fortalecer las candidaturas electora-les que reclaman ganar la ciudad para los de abajo.

A lo que se aspira ―digámoslo claro y con per-dón de la expresión― es a estar donde se parte el ba-calao, tomando el poder desde lo más cercano y re-vertiendo la composición de fuerzas en el terreno ins-titucional para, desde el diálogo permanente con losmovimientos sociales, acelerar los cambios necesa-rios para dar la vuelta a la tortilla y, de una vez, arre-batar la gobernanza al capital, poniendo la estructu-ra política al servicio del pueblo, es decir, al serviciodel interés general de la ciudadanía.

Todo esto, dicho tal que así, pareciera actualizar elcatecismo político de cualquier opción de izquierdasque bebiera del marxismo. ¿Pero es que no es así?Bajo nuestro punto de vista, causa sorpresa, cuandono estupor, que determinadas lecturas estrechas de laecología social o el municipalismo libertario4, se es-tén utilizando como base teórica para dar forma a laenésima versión actualizada de la estrategia electoralde organizaciones y partidos de izquierda que en sureciente devenir político poco deben a los postuladosde autonomía y federalismo que se hallan en la basede las tesis municipalistas5. Que Murray Bookchinno reniegue de la participación en los procesos elec-torales de carácter local, no lo justifica, y que la estra-tegia de asalto a las instituciones sea secundada porun sector importante de los movimientos sociales,tampoco.

II

En este caso, no se trata de patrimonializar6 ningúnconcepto teórico ni de limitar las posibles lecturas (yrelecturas) de unos textos cuya permeabilidad se an-toja clave para dar frutos como los que están dando7;

2.- Nos referimos con ello a las candidaturas agrupadas bajo la marca Ganemos y, a pesar de que no concurran finalmente a las eleccionesmunicipales del siguiente año, a las candidaturas de la marca Podemos (cuyo estreno en la arena política española es inminente).

3.- Quizá sería injusto recurrir a la palabra líderes.

4.- Resulta imprescindible acercarse a la obra del anarquista norteamericano Murray Bookchin para tener una visión más detallada delos postulados de la ecología social o el municipalismo libertario. Algunos títulos a tener en cuenta serían Historia, civilización y pro-greso, La ecología de la libertad o Seis tesis sobre municipalismo libertario.

5.- No es un secreto los estrechos vínculos que guarda la marca Ganemos con Izquierda Unida. Al igual que tampoco se ignora el im-portante papel jugado por Izquierda Anticapitalista en la puesta en marcha de Podemos.

6.- Entiéndase este concepto como el intento de hacer suya cualquier idea o teoría por parte de una corriente política determinada.

7.- El Confederalismo Democrático, por ejemplo, como modelo de organización aplicado en la región kurda de la Rojava (Kurdistán si-rio), es buen ejemplo de las aplicaciones prácticas de las teorías de Bookchin. Aquí para saber más: http://www.todoporhacer.org/el-confederalismo-democratico-un-acercamiento-al-conflicto-kurdoIS

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según nuestra opinión, se trata, más bien, de haceruna lectura completa de las tesis municipalistas que,por un lado, rehúya de los planteamientos cortopla-cistas tan al gusto de los profesionales de la política y,por otro, permita analizar en profundidad la solidezde algunos planteamientos que parecieran adolecerde una obsolescencia inevitable.

Nos explicamos. Resulta difícil entender que dis-cursos en apariencia superadores, de carácter radicaly que se reclaman, incluso, revolucionarios, convivany den fuste a una estrategia electoral cuyo análisis delpoder nos parece desfasado y algo obtuso. Defendera día de hoy que el poder, tal que así, reside en lasinstituciones, implica no haber tomado en cuenta lomejor del análisis político y social vinculado a las te-orías críticas de la modernidad8. Ampararse en unavisión estática del poder (el poder reside en las institu-ciones) impide negar la base relacional de toda rela-ción de poder. Según lo dicho, deberíamos tener cla-ro que si, a día de hoy, las instituciones tienen poderes porque en el proceso de construcción social de lasmismas, alguien se lo ha otorgado. Continuando coneste razonamiento, parece improbable que, haciendocaso al discurso público de alguno de los líderes delas candidaturas municipalistas, se pretenda vaciarde poder a las instituciones participando en ellas y,por tanto, legitimándolas. No es una frase hecha. Anuestro modo de ver, y según un análisis del poderque toma de base su carácter relacional, la única ma-nera de vaciar de poder a las instituciones es fortale-ciendo los movimientos sociales autónomos a lasmismas.

Además, la lectura descontextualizada de los pos-tulados del municipalismo libertario emprendidapor estos nuevos actores políticos, obvia en gran me-dida la interpretación clásica de la estructura delEstado defendida por los anarquistas. En ese sentido,una lectura de las tesis municipalistas ajustada a sumarco teórico, tendría en cuenta el carácter social, noneutral, de toda institución política. Por eso mismo,no se puede plantear que las instituciones, en este ca-so, los ayuntamientos, sean tecnologías de gestión po-lítica neutrales. Los cabildos municipales, como insti-tución, forman parte de un sistema de gobernanzacon inercias propias, que delimita sus competencias,

impone sus intereses y obliga a transigir con sus de-mandas. Precisamente por ello, planteamos que todoproyecto de transformación que tome como referen-te la capacidad de intervención política de los movi-mientos sociales, debe aspirar a construir un sistemade gobernanza, ya no solo paralelo al institucional, si-no enfrentado al mismo y, por tanto, que asuma des-de primera hora la necesidad de deslegitimar las es-tructuras de participación de las que, históricamente,se ha dotado el enemigo para hacer valer sus bazas.

No obstante, sabemos que hay una brecha evi-dente entre las formas de acción política que devie-nen del parlamentarismo y aquellas otras que, fueradel foco, transforman la realidad de otra manera (deespaldas a las instituciones y, a veces, en contra deellas). Por otro lado, tampoco es inusual que se esta-blezcan puentes de unión entre ambas formas de en-tender el juego del qué hacer. De hecho, esta interco-nexión ayuda en ocasiones a que haya un trasvase defuerzas de un lado a otro de ―si se nos permite el sí-mil musical― ambas escenas, lo que al cabo suponeuna hibridación de los discursos y las estrategiasmuy connatural a nuestro tiempo, en el que las for-mas tradicionales de encuadramiento político de lossectores populares, la forma partido y la forma sindi-cato, arrastran una crisis de legitimidad que pareceinsuperable9 y que, en cierta forma, es extensible atodas las estructuras organizativas (como las asocia-ciones de vecinos) a través de las cuales a vehiculiza-do sus demandas la clase trabajadora en los últimoscuarenta años.

III

Hibridación, decimos, que en el terreno de la praxisacaba por esbozar dos amenazas para los movimien-tos sociales que se han de enfrentar de forma ineludi-ble10: la ruptura de la unidad de acción y la institu-cionalización de sus propuestas.

En el primer caso, y volviendo a la situación ac-tual, pensamos que la aparición de las candidaturaselectorales de carácter municipalista está restandofuerzas a la lucha política, social y laboral de base. Nocabe duda de que la puesta en marcha de una herra-mienta electoral que plantea disputar la hegemonía

8.- Pensamos, como no podía ser de otra manera, en el análisis del poder realizado por Michel Foucault. En ese sentido, se nos antojaimprescindible la lectura del clásico contemporáneo Vigilar y castigar.

9.- De hecho, los partidos políticos y los sindicatos se sitúan entre las instituciones peor valoradas por la ciudadanía en los barómetrosdel CIS. Ver: http://www.cis.es/

10.- Para el caso, resulta interesante la lectura del artículo «Los movimientos sociales frente al ascenso de Syriza y la izquierda parla-mentaria» publicado en Diagonal: https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/24233-movimientos-sociales-frente-al-ascenso-syriza-y-la-izquierda-parlamentaria.html IS

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política en el ámbito municipal a los llamados parti-dos de la Troika (PP y PSOE fundamentalmente), exigeuna inversión de esfuerzo militante que, no quedaotra, se acabará restando de la confrontación de base.De hecho, la misma articulación de la estrategia elec-toral, con todo su correlato de elaboración de listas,designación de candidatos y planificación de campa-ñas, ya supone un distanciamiento insuperable entrela militancia a pie de calle de los movimientos socia-les y aquellos que han decidido tirarse al barro de laarena electoral. En ese sentido, entendemos que esteproceso propicia la generación de fracturas, debilitael potencial de movilización y, se quiera o no, acabapor adormecer las luchas11.

En el segundo caso, la institucionalización de losmovimientos sociales, la amenaza se plantea sobre to-do para aquellos que conservan una visión impugna-dora del conjunto del sistema político y que, por tan-to, no conciben la toma de posiciones de los movi-mientos sociales como un fin en sí mismo, sino comoun paso ineludible para, por un lado, socavar el poderde las instituciones hegemónicas y, por otro, articulardesde la base un modelo organizativo que ponga enpie nuevos sistemas de gobernanza política, antagó-nicos al régimen, sin duda, pero dotados del necesa-rio potencial de cambio para enfrentar el reto de la au-togestión en tiempos de un previsible colapso12.

A partir de aquí, y teniendo en cuenta todo lo di-cho anteriormente, creemos se evidencia una, no porsabida, menos interesante realidad que permea laexistencia de todos los espacios de confluencia políti-ca, de los cuales, los movimientos sociales no dejande ser un ejemplo más. Nos referimos a la diferencia-ción, con toda su escala de grises de por medio, entrelos actores políticos que asumen las reglas del juegoparlamentario y aquellos otros que, no transigiendoa las mismas, las impugnan desde fuera, apostandopor un modelo no predeterminado de autoorganiza-ción que desborda el marco institucional.

Unos y otros, según cómo se mire, pueden asumirsin mayor riesgo algunos postulados del municipalis-mo libertario esbozado por Bookchin y que en elEstado español cuenta con precursores de la talla deFelipe Alaiz13. Decíamos que pueden asumir algunos

postulados, pero no todos, ya que, al menos para nos-otros, las tesis del municipalismo libertario solo pue-den entenderse en su conjunto y en toda su profundi-dad, si su lectura se realiza tomando como referenciael marco teórico en el que se inscriben, el del anar-quismo social, y teniendo en cuenta la pluralidad dereferencias históricas que ilustran la teoría y de lasque, por ejemplo, ya tomó nota el mismo Kropotkinen El apoyo mutuo o El Estado y su papel histórico.

IV

Dicho esto, ahora cabe preguntarse hasta qué puntolos sectores de los movimientos sociales no transi-gentes con la estrategia electoralista pueden servirsede una propuesta política, el municipalismo, cuya in-terpretación se haya tan mixtificada en el contextopolítico actual y que, al mismo tiempo, no ha conta-do históricamente con demasiadas simpatías en elmovimiento anarquista organizado en el Estado es-pañol.

Bajo nuestro punto de vista, antes que eso, se ne-cesita apostar con convicción por la plena autonomíade los movimientos sociales. Y junto a ello, construiruna cultura política que genere identidades nuevas yen la que, le pese a quien le pese, la política de orga-nizaciones no merme la capacidad de intervenciónpolítica de las asambleas y colectivos que, desde labase, sirvan de apoyo a la lucha social de los de aba-jo y, como decíamos con anterioridad, permitan cons-truir un sistema de gobernanza nuevo, no solo almargen de las instituciones democráticas sino social-mente construido contra ellas14.

A partir de ahí, cualquier sueño emancipatoriodefinido, puesto en negro sobre blanco sobre el pa-pel, debe confrontarse con la crudeza de la experien-cia práctica. Es precisamente ahí donde, bien leído,aporta el municipalismo algunas claves que no dejande resultar interesantes para el planeamiento a me-dio plazo de una estrategia de intervención políticatendente a contrabalancear el poder de las institucio-nes del capitalismo.

En ese sentido, y renunciando de antemano a de-jarse arrastrar por cualquiera de las supuestas direc-

11.- Llegados a este punto, consideramos oportuna la lectura de la «Postura de CNT ante la Asamblea Ciudadana de Córdoba y la po-sibilidad de una candidatura a las próximas municipales» que se puede leer en http://www.cnt.es/noticias/c%C3%B3rdoba-postu-ra-de-cnt-ante-la-asamblea-ciudadana-de-c%C3%B3rdoba-y-la-posibilidad-de-una

12.- El siglo de la gran prueba, de Jorge Riechamnn, publicado por Baile del Sol, se nos antoja una lectura interesante para vislumbrar elpanorama que se nos abre en las próximas décadas.

13.- De Felipe Alaiz podemos destacar su obra Hacia una Federación de Autonomías Ibéricas.

14.- Aquí recomendamos la visualización de la charla ofrecida por Carlos Taibo bajo el título: ¿Tomar el poder o construir la sociedad des-de abajo? , en https://www.youtube.com/watch?v=mYSRIyZr5VA

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ciones revolucionarias que, estructuradas en comitéso grupos de afinidad libérrimos, pretendan dirigir alas masas por el camino de la Revolución, las clasespopulares pueden echar mano del acervo experien-cial heredado de anteriores periodos de conflictivi-dad para, en esta situación de espera, poder empezara pergeñar lo que Luis Andrés Edo llamó elMunicipio Paralelo15.

Desde luego, la del anarquista de Calpe no ha deser una proposición menor. Para empezar, permitiríalanzar un debate a propósito de la posible federaciónde colectivos y asambleas dispuestas a romper con elsistema de gobernanza cimentado en el parlamenta-rismo. Por otro lado, promovería una toma de con-ciencia relacionada con los asuntos cercanos que, yaen primera instancia, facilitaría la politización debuena parte de la ciudadanía no movilizada. Sin du-da alguna, este redimensionamiento del campo deacción política de la gente de a pie, favorecería la ar-ticulación de un programa de objetivos cuyo progre-sivo cumplimiento reforzaría la confianza en la capa-cidad de autoorganización política de los de abajo. Apartir de ahí, no se antoja descabellado intuir la pau-latina consolidación de una cultura política de indivi-dualidades bregadas en la pelea por lo común, sincuya base resultaría implanteable la reaparición deuna conciencia colectiva nueva (menos egoísta, me-nos delegacionista, más proclive a soñar).

Siguiendo con este planteamiento, no cabe dudade que una de las tareas prioritarias de los movi-mientos sociales antagonistas al estado de las cosasactual, ha de ser, antes que nada, trabajar por la emer-gencia de una ética política distinta, menos sectaria,menos politizada, más apegada a lo comunitario, a losvalores de apoyo mutuo y solidaridad incondicional.Una ética insurgente que, bajo nuestro punto de vista,fermenta poco a poco en todas las luchas de base yque, podemos sospechar, crecerá conforme se vayanmultiplicando los espacios de autogestión política,los colectivos de acción directa, las asambleas de ba-rrio, los grupos de apoyo mutuo, los centros sociales,las redes informales de solidaridad, etc16.

En ese aspecto, la deseable revitalización de las lu-chas vecinales puede jugar un papel importante en ladinamización de los movimientos sociales cuya ac-ción se desenvuelve en el marco de la ciudad.Experiencias de lucha como las del barrio de

Gamonal, en Burgos, hablan muy positivamente de lacapacidad de autodefensa de una asamblea de barrioque, en un momento clave, sabe adoptar las medidasoportunas para hacer valer sus intereses. No solo eso,a día de hoy, experiencias de este tipo ponen el focoen la necesidad de entrar de lleno en una pelea que, almenos por nuestra parte, se nos antoja perentoria porsu especial complejidad: disputarle a las administra-ciones su legitimidad para hacer o deshacer en todo loconcerniente a la planificación urbanística.

Efectivamente, la toma de conciencia colectiva ennuestros barrios pasa, de forma ineludible, por en-frentar los problemas derivados de la planificaciónurbana. No se trata, por tanto, de entrar en el juegode la micropolítica presupuestaria, sino de hacer va-ler los intereses de la gente en la pelea por el espaciopúblico. En ese sentido, la lucha por el territorio em-pieza dentro de la ciudad. Asumimos buena parte dela crítica antiurbana de las corrientes antidesarrollis-tas, pero no podemos obviar que detrás de las tramasespeculativas y los procesos gentrificadores hay unsinnúmero de víctimas cuyo coste vital en muchoscasos es inasumible. Por eso mismo, sería interesantefomentar análisis críticos de los procesos de urbani-zación que nazcan de los propios afectados; análisisque, a su vez, sirvan de base para la movilización eintervención política de los centros sociales, las asam-bleas vecinales y los colectivos de vivienda que ope-ran en cada barrio.

V

Finalmente, y apuntados ya algunos aspectos queconsideramos relevantes a la hora de entrever posi-bles cauces de acción política autónoma y transfor-madora para los movimientos sociales, no queremosobviar un hecho diferencial que, a nuestro modo de ver,dificulta la divulgación y puesta en práctica de las te-sis del municipalismo libertario en el Estado español,esto es, la inveterada inexistencia de organizacionesde carácter anarco-comunista en suelo peninsular.

Efectivamente, serían las organizaciones que se re-claman del anarquismo social y organizado, aquellasque beben del anarco-comunismo clásico, las que, enlíneas generales, tendrían planteamientos más cerca-nos al municipalismo (o, más concretamente, al mu-nicipalismo de base17, es decir, aquel que renuncia ex-

15.- Ver De la autodeterminación al municipio libre, en http://www.nodo50.org/fella/pub/b5/b5autodeter.php

16.- En este punto, y como posible ejemplo, recomendamos la visualización de la charla ofrecida en el local de CNT-Aranjuez por KostasJasanis y Mario Tursunidis y que llevó el título de Movimientos alternativos en la actual crisis griega http://www.cnt.es/noticias/aranjuez-cr%C3%B3nica-v%C3%ADdeo-y-fotos-acto-informativo-griegos?page=3

17.- Sobre comunalismo o municipalismo de base, ver http://lahaine.org/pensamiento/comunalismo_base.htm ISBN

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plícitamente al recurso electoralista). En el Estado es-pañol, la organización que históricamente mejor hapodido representar dicha tendencia fue el grupoAskatasuna, ligado a la revista del mismo nombre, yque durante su primera época (hablamos de media-dos de los años 70) se planteó como embrión de unaorganización anarco-comunista vasca cuyo proyectopolítico tomaba como referente, entre otros muchos,el municipalismo libertario18. Actual mente, y salvan-do las distancias entre épocas y actores, ha sido la or-ganización Procès Embat, de reciente creación, la queha tomado el relevo en el intento por poner en pie unaorganización de carácter anarco-comunista cuyos ob-jetivos son: 1) la construcción del poder popular a tra-vés de la consolidación de organizaciones socialesfuertes y estables, 2) la socialización del poder políti-co a través de la consecución de un modelo de orga-nización cercano a la democracia directa, y 3) la supe-ración del capitalismo a través de la implantación deun modelo de socialismo plural19.

Más allá de lo anterior, sea por la debilidad de es-te tipo de organizaciones, sea por la falta de aplicabi-lidad de los postulados del municipalismo libertarioen las circunstancias actuales (desconocimiento de lateoría, disenso en la interpretación de sus conceptos,etc.), no parece muy cercana la asimilación por partede los movimientos sociales de un programa de in-tervención política cercano al municipalismo de ba-se, es decir, aquel que renuncia a cualquier vía departicipación electoral.

Eso no quita que, bajo nuestro punto de vista, seanecesario establecer un debate serio a propósito de latensión siempre presente entre las posibilidades deinstitucionalización de los movimientos sociales y el

peligro del aislamiento de los mismos. Un debate decarácter transversal que sirva para dirimir objetivos,establecer lazos de unión entre sectores afines a lasopciones superadoras y permita alumbrar una nuevaconciencia política que posibilite imaginar alternati-vas de gobernanza nuevas. Bajo ese prisma, revisitarlas tesis del municipalismo libertario, actualizandosus propuestas y contextualizando debidamente suteoría, se nos antoja útil en el camino a recorrer, te-niendo en cuenta que no hay soluciones fáciles nitampoco programas políticos que nazcan con certifi-cado de excelencia práctica. Sea como fuere, y ya aca-bamos, el tiempo dirá hasta qué punto ha servido pa-ra algo el pretendido asalto a las instituciones. Pornuestra parte, nos resulta complicado entender quéde bueno tiene para los movimientos sociales esaapuesta electoral. Lo dicho, ya lo veremos pues.

18.- CARMONA PACUAL, Pablo César: Transiciones. De la Asamblea Obrera al proceso de Pacto Social (Fundación Anselmo Lorenzo.Madrid: 2004).

19.- Ver https://procesembat.wordpress.com

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