Articulo Luis Martínez Falero (1)

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NEORRETÓRICA Y EPISTEMOLOGÍA DE LA TEORÍA Y LA CRÍTICA LITERARIAS Luis Martínez-Falero Universidad Complutense de Madrid 1. LA NEORRETÓRICA EN EL CONTEXTO DE LOS ESTUDIOS LITERARIOS A nadie, familiarizado en mayor o menor medida con los avances teóricos y críticos del siglo XX, escapa ya el papel esencial que desem- peña la retórica en la teoría de la expresión, sea en el terreno de la lin- güística, sea en la teoría y la crítica literarias. Muchas han sido las propuestas a este respecto, desde que en 1958 Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca publicaron su Traité de l’argumentation. La nouvelle rhétorique, que supuso un retorno a la argu- mentación considerada fuera de la lógica formal, deshaciendo el para- digma cartesiano que otorga al criterio de verdad, a partir de pruebas apodícticas, el fundamento del método científico (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1989: 30-31). Es decir, se trata del empleo de la retó- rica en ámbitos como la argumentación judicial, la negociación, la publicidad o la literatura, donde la lógica informal, lo verosímil, es cri- terio suficiente, pues es ahí donde la retórica alcanza su punto adecuado de aplicación. En tal sentido, la vía de trabajo abierta por esta nueva retórica ha servido para formular un método interdisciplinar en torno a la argumentación, como el desarrollado en la Universidad de Lyon, donde se han buscado los necesarios nexos metateóricos entre las dife- rencias ciencias (lógica, matemáticas, teoría de la literatura, filosofía del 01. LENGUA Y DISCURSO_lingüística 25/06/15 08:54 Página 233

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Neoorretórica y hermenéutica. Capítulo de libro ("Lengua y Discurso", Visor, 2015). Pruebas de imprenta.

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NEORRETÓRICA Y EPISTEMOLOGÍADE LA TEORÍA Y LA CRÍTICA

LITERARIAS

Luis Martínez-FaleroUniversidad Complutense de Madrid

1. LA NEORRETÓRICA EN EL CONTEXTO DE LOS ESTUDIOS LITERARIOS

A nadie, familiarizado en mayor o menor medida con los avancesteóricos y críticos del siglo XX, escapa ya el papel esencial que desem-peña la retórica en la teoría de la expresión, sea en el terreno de la lin-güística, sea en la teoría y la crítica literarias.

Muchas han sido las propuestas a este respecto, desde que en 1958Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca publicaron su Traité del’argumentation. La nouvelle rhétorique, que supuso un retorno a la argu-mentación considerada fuera de la lógica formal, deshaciendo el para-digma cartesiano que otorga al criterio de verdad, a partir de pruebasapodícticas, el fundamento del método científico (Perelman yOlbrechts-Tyteca, 1989: 30-31). Es decir, se trata del empleo de la retó-rica en ámbitos como la argumentación judicial, la negociación, lapublicidad o la literatura, donde la lógica informal, lo verosímil, es cri-terio suficiente, pues es ahí donde la retórica alcanza su punto adecuadode aplicación. En tal sentido, la vía de trabajo abierta por esta nuevaretórica ha servido para formular un método interdisciplinar en tornoa la argumentación, como el desarrollado en la Universidad de Lyon,donde se han buscado los necesarios nexos metateóricos entre las dife-rencias ciencias (lógica, matemáticas, teoría de la literatura, filosofía del

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lenguaje, filosofía de la ciencia...) o las propuestas efectuadas en el Colo-quio de Cerisy-la-Salle en 1987 (Ducrot, 1981; Lempereur, 1991).

Por otra parte, C. J. Classen, en su trabajo «The role of rhetorictoday», considera necesario este retorno a la retórica, no sólo en losaspectos argumentativos destinados a la persuasión, sino también enlos imprescindibles conceptos metateóricos destinados tanto a una teo-ría de la escritura y la recepción del texto, como a la didáctica que con-duzca a una competencia creadora y lectora en literatura, partiendo, enlas cuestiones didácticas, de la tradición que alcanza su cumbre en elRenacimiento europeo, principalmente a través de las propuestas dePhilip Melanchton (De rhetorica libri tres, 1525, y Elementorum rhe-torices libri duo, 1532).

Frente a esta postura centrada en una visión tradicional de la retó-rica literaria, ha habido —desde la perspectiva filológica— varias apro-ximaciones a un método interdisciplinar para el análisis del discurso,en el que deben inscribirse los respectivos trabajos de Luigi Heilmanny de Paolo Valesio, quienes abogan por el estudio de las estructuras dela argumentación dentro del marco de trabajo de diferentes ciencias,así como (Heilmann) por la consideración de las estructuras retóricasy su relación con otras estructuras del sistema lingüístico y de la poé-tica y la literatura, a partir del nivel morfológico como núcleo del sis-tema lingüístico (Heilmann, 1978; Valesio, 1980). Por su parte, Anto-nio García Berrio postula una Retórica General Textual, de la que laRetórica General Literaria (o Poética General, asumiendo el rótulo acu-ñado por Van Dijk en 1972, en Some Aspects of Text Grammars) seríauna parte surgida de la combinación con las teorías poéticas. El crite-rio epistemológico esencial de esta Retórica General Literaria consisteen la relación de la retórica no sólo con la dialéctica (como llevaron acabo Perelman y Olbrechts-Tyteca), sino también con la lingüística yla lingüística del texto, para alcanzar progresivamente una integracióninterdisciplinar que pueda dar cuenta del texto artístico en sus dife-rentes niveles y propiedades, asumiendo asimismo otras técnicas extraí -das de la teoría literaria contemporánea: la poética del imaginario, laestética de la recepción, la pragmática, la semiótica, la lingüística deltexto y la sociolingüística, lo que viene a configurar la retórica comola ciencia que se encarga del estudio de la comunicación en interac-ción, es decir, en un contexto dado, en el que se integra la emisión yla recepción del texto (García Berrio, 1983), lo que redunda en elcarácter pragmático de la retórica, por su misma razón de ser desdesus orígenes, aunque actualmente enriquecida con las aportaciones de

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la teoría lingüística. Esta propuesta consiste esencialmente en el esta-blecimiento de una ‘retórica’ sobre las bases de una ‘semiótica’, pues lascuestiones suscitadas por Antonio García Berrio coinciden con unplanteamiento claramente semiótico. Sin embargo, para desarrollaresta propuesta teórica (de marcado carácter crítico) sería necesario arti-cular un sistema coherente que diera validez tanto al sistema propuestocomo a sus resultados, al ser aplicada a los textos literarios, partiendodel carácter científico de los instrumentos proporcionados por cadauna de estas teorías que se pretende relacionar.

En este sentido, Magdalena Cueto plantea un estudio científicode la literatura en acción desde la semiótica, lo que abre el campo de lainterpretación textual desde una semiosis ilimitada, siguiendo a Peirce;es decir, qué elementos significativos contiene el texto y qué elemen-tos deduce el lector, considerando el texto como representamen queabre una multiplicidad de lecturas, lo que, por otra parte, configura elconcepto de obra abierta en Umberto Eco (Cueto, 1990; Eco, 1990a).Sin embargo, en una línea similar a la sostenida por Robert Scholes(1997: 7 y ss.), Magdalena Cueto fija el campo de estudio de la semió-tica literaria en los elementos que conforman el proceso de comuni-cación, establecidos por Jakobson (1988: 32-33) —emisor, mensaje,receptor, código y contexto—, centrando más la cuestión en los agen-tes comunicativos (emisión y recepción) que en el mensaje mismo,que, aun así, es también objeto de estudio, siguiendo la tríada pro-puesta por Charles W. Morris (sintaxis-semántica-pragmática)1:

El modelo semiótico incluye, junto a esta visión del signo de forma másdinámica y comprometida que la ofrecida por el estructuralismo lin-güístico, una consideración global del proceso de producción, transmi-sión y recepción de los signos sin privilegiar las características internas delmensaje y las relaciones intrasistémicas, favoreciendo así una nueva aten-ción a los problemas genéticos y de interpretación que, en el caso de losestudios literarios, habían quedado marginados durante los años devigencia del paradigma estructuralista […]. La semiótica, a partir de larevisión efectuada por Ch. Morris, ha generalizado la división del análi-sis de los procesos en tres ámbitos o niveles […]. A la relación entre lossignos y los objetos a los que se aplican la llama “dimensión semántica”,debiendo existir para cada sistema semiótico reglas que establecen las

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1 «A language is the full semiotical sense of the term is any intersubjective set of signvehicles whose usage is determined by sintactical, semantical and pragmatical rules» (Mor-ris, 1938: 35).

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condiciones de designación. A la relación entre el signo y sus usuarios ladenomina “dimensión pragmática”, y las reglas correspondientes esta-blecerán las condiciones bajo las cuales algo es tomado como un signo.Finalmente, la relación de los signos entre sí, tanto en el sistema semió-tico como en las combinaciones y enunciados: en este caso se precisanreglas de transformación (que regulan qué enunciados pueden obtenersea partir de otros enunciados) (Cueto, 1998: 148).

De este modo, la teoría de la literatura debería determinar qué ins-trumentos críticos corresponden a cada uno de esos actantes que inter-vienen en el proceso de la comunicación, de acuerdo con el objeto deestudio de cada una de las teorías particulares que se integran en estemarco general. Así, podemos establecer, con relación al emisor, la psi-cocrítica, la poética del imaginario o la poética generativa; en relacióncon el mensaje: el formalismo, la estilística, el estructuralismo, la neo-rretórica del Grupo o la lingüística del texto; la estética de la recepcióno la hermenéutica (literaria), respecto del receptor; y las teorías marxis-tas o la sociocrítica en cuanto al contexto. También podemos conside-rar otras teorías que se ocupan del proceso completo: la teoría de lospolisistemas, la teoría empírica de Siegfried J. Schmidt o la teoría cog-nitiva de la literatura, aplicada tanto a los procesos creativos como a losinterpretativos2. De todas ellas, habrá qué dilucidar qué instrumentoscríticos pertenecen al ámbito científico, eliminando algunos procedi-mientos intuitivos o que buscan la empatía del crítico con relación altexto, siguiendo la doctrina del Einfühlung, procedente de J. G. Her-der o de Theodor Lipps, y mantenida por la crítica idealista del sigloXX. Esta selección y categorización de instrumentos críticos nos debeproporcionar un repertorio que siente las bases de la teoría de la lite-ratura como ciencia de la literatura.

Ahora bien, si la teoría literaria (definida como «retórica» o «poé-tica») es una ciencia, cabría preguntarse por su epistemología, encuanto a métodos analíticos se refiere; y a su teleología, en cuanto a lafinalidad del conocimiento obtenido. Pero antes de afrontar cualquierotra cuestión, debemos dilucidar, en primer lugar, en qué contextocientífico se encuadra.

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2 Estos aspectos de la teoría cognitiva fueron tratados monográficamente en larevista Poetics Today en los volúmenes 23 (1), de 2002 y 24 (2) de 2003, participandoen ambos números los principales teóricos de una u otra línea de investigación.

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2. EL ESTATUTO CIENTÍFICO DE LA TEORÍA Y DE LA CRÍTICA DE LA LITERATURA

En el debate ya tradicional entre ciencias humanas y ciencias de lanaturaleza (entre otros, Gadamer, 2001: 277-304), Thomas S. Kuhnhabía distinguido las ciencias humanas de las naturales, al regirse lasprimeras por la hermenéutica, ya que se han de interpretar los datosque son objeto de su estudio, por lo que integran un valor subjetivo-ideológico en su metodología, lo que no sucede con las ciencias natu-rales (Kuhn, 2001: 13). Esta separación entre ambos campos de cono-cimiento posee su origen tanto en el neokantismo como en W. Dilthey,si bien fue adoptada por Heidegger en forma de diferencia ontológica,identificando así Heidegger en el modo hermenéutico (en tanto quecomprensión) con que operan estas ciencias del espíritu un rasgo esen-cial de la existencia misma (Heidegger, 2008: 27 y ss.). Pero, comoseñala Habermas, a partir de Wittgenstein (y su Tractatus) y de R.Brandom el mundo ha de ser considerado como una totalidad dehechos que pueden enunciarse mediante oraciones verdaderas; es decir,los hechos sólo pueden enunciarse lingüísticamente, lo que incide enun entrelazamiento entre el mundo de la vida intersubjetivo y el mundoobjetivo, por cuanto ha de producirse una estructuración conceptual(Habermas, 2002: 164-165). En el contexto de esta estructuraciónconceptual, como interpretación de unos productos de naturaleza sub-jetiva (los textos literarios) considerados bajo instrumentos objetivos(los instrumentos críticos) planteamos nuestra propuesta, basada enla retórica como ciencia (ars, techné).

El valor veritativo del enunciado derivado del arte (y en él, la retó-rica en su vertiente literaria) como forma de conocimiento no es unaverdad única, sino bimodal o plurimodal, pues, como señalan RenéWellek y Austin Warren desde el positivismo, «hay diversos “modos deconocer”, o bien hay dos tipos fundamentales de conocimiento, cadauno de los cuales utiliza un sistema lingüístico de signos: las ciencias,que utilizan el modo “discursivo”, y las artes, que utilizan el “repre-sentativo”» (Wellek y Warren, 1993: 42). Sin embargo, ello se refieresólo al conocimiento que aporta la literatura a través del símbolo. Enlos aspectos lógicos (en su más amplio sentido) de la retórica, el cono-cimiento es racional, punto de coincidencia con las ciencias de la natu-raleza; si bien aquélla pretende alcanzar el conocimiento mediante unaaproximación a la verdad a través de la deliberación, lo que marca elterreno de lo verosímil como complemento de la demostración dia-

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léctica (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1989: 32-35), tal como fijó Aris-tóteles en la correspondencia entre sus Tópicos y su Retórica. Ello, ade-más, nos proporciona una validez formal en el proceso argumentativo(Toulmin, 1999: 118-122), que validaría los resultados de la inter-pretación del texto literario, como criterio fundamental de una meto-dología crítica de carácter científico.

No es extraño hallar la aceptación de la falsación como método cien-tífico empírico en lingüística, y que, en ocasiones, ha sido trasladado tam-bién al terreno de la teoría literaria (entre otros, Hernadi, 1978: 13; Villa-nueva, 1991: 21), pues, frente a otras propuestas (como elverificacionismo), este planteamiento popperiano resuelve problemas epis-temológicos de primer orden, por cuanto supone la subordinación a unosenunciados básicos regidos por la lógica, en donde la contrastación pre-supone un grado de cientifismo necesario tanto para la lingüística gene-ral como para la creación de reglas aplicables a una gramática en parti-cular. De este modo, sólo si una teoría es falsable, «podrá ser consideradauna teoría científica de pleno derecho» (Bernárdez, 1995: 26). Es posi-ble que la falsación sea un método adecuado para la lingüística, porcuanto la estabilidad de las leyes y proposiciones derivadas de éstas posi-bilite, por una parte, un alto grado de predictibilidad, así como la con-currencia de un número reducido de contraejemplos que sirvan comoexcepción a las reglas generales establecidas por los lingüistas. Paul Her-nadi emplea la falsación al establecer las reglas pertenecientes a los géne-ros (es decir, el plano superestructural del sistema literario), lo que le per-mite situar ese sistema en un paralelo respecto del funcionamiento delsistema lingüístico, pero creo que estos criterios llevados al terreno de lacreación literaria, sobre todo al de la poesía, plantean serios problemas,desde el momento en que el avance del sistema literario está regido porla creatividad individual, que modifica o combina leyes de composición,haciendo inviable de esta manera su posible predictibilidad, al tiempoque, una vez analizado un amplio corpus textual, es probable que aparezcaun número más amplio todavía de contraejemplos, por lo que no cabríahablar de excepciones, sino de diferentes adaptaciones de las reglas querigen el sistema literario, aceptándose incluso proposiciones ajenas a lanorma lingüística (agramaticales) en virtud de su valor estético.

Por otra parte, desde la filosofía de la ciencia, Imre Lakatos señala quela falsación ha de considerarse un «meta-criterio cuasi-empírico» queimplica la salvación de una teoría mediante unas «alteraciones adecuadasy afortunadas de algunos rincones remotos y oscuros de la periferia dellaberinto teórico», supuesto que un método científico «duro» ha de con-

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figurarse mediante un método histórico «para evaluar metodologías riva-les» (Lakatos, 2002: 144-148) a través de reconstrucciones racionales, quemarquen los límites de cada nueva línea de investigación, siempre dentrodel ámbito inductivo, lo que también difiere de la doctrina de Popper,desde el momento en que éste defiende un marco de discusión adecuadodesde posiciones antagónicas para llegar a conclusiones más ajustadas auna posible verdad científica, a través de hipótesis empíricamente demos-trables o no. A partir de las no demostrables, de los problemas planteadospara esa no-demostración, se producirán nuevas hipótesis científicas (Pop-per, 2001: 78-88). Habermas también critica el método de Popper, peroaboga por una justificación basada en la argumentación, a través de lo quedenomina el giro lingüístico, de honda raigambre pragmática (Wittgens-tein, Rorty, Peirce, Heidegger), pero exenta en cierto modo de los ele-mentos antimentalistas de Rorty, en aras de aumentar la importancia teó-rica de la intersubjetividad como medio de conexión entre concepto yrealidad en torno al lenguaje, buscando, por tanto, una verdad justificadamediante proposiciones lógicas argumentativas marcadas por su validezpragmática (Habermas, 2002: 228-231). El límite de esta verdad prag-mática se halla en la aceptabilidad racional como prueba suficiente de ver-dad, alcanzando una naturalización de la razón mediante unos criterioslingüísticos estrictos, más allá de los propios límites pragmáticos, pues nosólo debe constar de «un vocabulario dado y de unos criterios existentesen el contexto dado, sino que abarca el vocabulario y los criterios mis-mos» (Habermas, 2002: 256). Esta interpretación desde el punto de vistapragmático resuelve así, mediante la justificación, el problema epistemo-lógico planteado por Popper en La lógica de la investigación científica, ycrea una nueva forma de verificación al considerar «como empíricamenteverdaderas [...] todas las hipótesis que puedan guiar una acción controladapor el éxito, sin haberse visto problematizadas hasta ahora por fracasosinsistentemente buscados experimentalmente» (Habermas, 2001: 54).Estas hipótesis deben ser legaliformes, es decir, deben estar sujetas a un sis-tema de leyes, de tal manera que los fracasos que descalifiquen experi-mentalmente este tipo de hipótesis actuarán como refutaciones desde estaperspectiva pragmatista, que no rebate por completo el método raciona-lista popperiano, sino que pretende corregir los puntos más débiles o dis-cutibles detectados en la teoría de la falsación.

Como hemos dicho, la verdad aparece relacionada con la aceptabi-lidad racional en la teoría de Habermas, aunque es necesario distinguircon claridad ambos conceptos, pues un enunciado verdadero sería aquelque puede ser racionalmente aceptado como verdadero bajo condicio-

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nes epistémicas ideales (Habermas: 2002: 246), por lo que cabría hablarde aceptabilidad racional, pero no de verdad, pues la verdad sólo es alcan-zable mediante el consenso (Habermas, 2003: 22-24), lo que entroncacon la teoría de Peirce. No obstante, K. O. Apel considera que si la com-prensión se produce de un modo intersubjetivo, se comprende de mododiferente, lo que vulnera los principios de una hermenéutica trascen-dente, pues comprender ha de considerarse como un comprender que pro-gresa reflexivamente, mediante unas ideas regulativas que normen esacomprensión, por lo que esa validez intersubjetiva alcanzada mediantenormas intersubjetivamente válidas corresponde a la verdad en las cien-cias del espíritu, a través de la correlación comprender/explicar, donde elprimer elemento pertenece a las ciencias del espíritu y el segundo a lasciencias de la naturaleza (Apel, 2002: 137-163).

Frente a esta idea del consenso, llevada al terreno de la hermenéu-tica, hallamos la verdad dialógica defendida por Gadamer en Verdad yMétodo, como forma de llegar a una interpretación válida. Así, la inter-pretación de los textos, en cualquier modalidad discursiva, se inscribe enel problema general de la interpretación. Si para Gadamer (siguiendo aHeidegger) la verdad se revela como desocultación (aletheia), la posibili-dad de la existencia de la falsedad o el engaño nos conduce hacia la cer-teza antes que a la verdad, como generadoras de conocimiento. Sólo lapregunta, como método interhumano, nos puede proporcionar la verdadde un enunciado en un contexto dado (Gadamer, 2001: 547-567, y2002: 51-62). Sin embargo, Gadamer se opuso a que su teoría herme-néutica se materializara en un método concreto:

Contemplar la tarea de interpretación de los textos con el prejuicio de la teo-ría de la ciencia moderna y con el criterio de la cientificidad constituye enrealidad una perspectiva miope. La misión del intérprete nunca es en con-creto una mera detección lógico-técnica del sentido de un discurso pres-cindiendo de la verdad de lo enunciado. El esfuerzo por entender el sentidode un texto supone siempre la aceptación de un reto que nos lanza ese texto.Su pretensión de poseer la verdad es la premisa de todo el esfuerzo, inclusocuando al final un mejor conocimiento nos lleva a criticarlo y a declararerróneo el enunciado (Gadamer, 2002: 275).

Quizá haya que establecer la diferencia entre el marco general quedetermina la hermenéutica filosófica, con esta concepción ontológicagadameriana (que parte de Heidegger), que se formula más allá de laciencia («En este sentido, intento pensar más allá del concepto de métodode la ciencia moderna […] y pensar por principio de una manera gene-

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ral lo que ocurre siempre» [Gadamer, 2001: 607]), y la interpretaciónplanteada sobre textos concretos, cuyo sentido no sea inmediato, y quees necesario dilucidar a través de la mediación del hermeneuta3.

Cuando el filósofo alemán se enfrenta a la interpretación de poemas,como sucede cuando se ocupa de los textos de Paul Celan (Gadamer,1999), trata de establecer las conexiones lógicas entre enunciados a par-tir de los significados parciales de las palabras que los conforman, olvi-dando los procesos de resemantización que determinan el carácter sim-bólico de la obra de Celan, o, como sucede con su comentario sobre«Tenebrae», traza un paralelismo entre las imágenes de la Pasión de Cristoy las imágenes del poema (cuyo referente se halla en los campos de exter-minio), sin llegar al fondo de los referentes de los elementos enunciadospor el poeta franco-rumano. Todos estos procesos sí tienen cabida en lasinterpretaciones de Peter Szondi o Jean Bollack (Szondi, 2005b; Bollack,2003 y 2005), quienes, además, introducen elementos biográficos deCelan para dar pleno sentido a su interpretación, al situar en su contextohistórico al sujeto creador, cuya experiencia queda simbolizada en los tex-tos a través de una serie de imágenes transformadas en secuencias lin-güísticas. En este sentido, cabe destacar que el método de Szondi paradesarrollar una hermenéutica literaria se basa en el análisis lingüístico(que incluye los análisis de secuencias metafóricas), la determinación delcontexto histórico, la intentio auctoris y la designación y la jerarquía desentidos potenciales del texto (Szondi, 2006). Ahora bien, aunque elresultado de las interpretaciones de Gadamer resulte insatisfactorio, esabúsqueda de la lógica de la enunciación poética parece suponer el empleode un método concreto, más allá de la vertiente ontológica defendida enVerdad y método, aun cuando sólo se tratara de ese tipo de crítica neta-mente filológica (gramatical), basada en el lenguaje y su análisis lógico,postulada por Emilio Betti (1955: 350-363), o las relaciones lógicas decorrespondencia entre palabras (con un importante papel de los soni-dos), y palabras y cosas, defendidas por Hans Lipps (1938), incluso pos-tulando un desarrollo lógico de la interpretación para alcanzar unos resul-tados válidos y verificables (Göttner, 1973: 131 y ss.).

Ciertamente, el conocimiento racional, tanto para la creación dehipótesis fundamentadas en un conocimiento no estrictamente empí-

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3 «Es un error creer que no hay nada que entender en un poema por el hechode que las relaciones de sentido carezcan de claridad. Y es también un error creer quefalta la unidad de intención del discurso, pues sólo esta unidad es la que funda el po-ema» (Gadamer, 2004: 118).

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rico, como en la relación conceptual establecida en torno a la translacióncomo instrumento cognitivo de estructuración del conocimiento adqui-rido y generación del nuevo, puede suponer la aceptación de una ver-tiente apriorística (Husserl, 1985: 225-231), de tipo intuitivo, que noslleve a conocer, en el seno de los mundos pensables, qué es o cómo puedeser el objeto, en este caso el texto, pues se trata de especular en la vía delas esencias. Es éste un planteamiento fenomenológico que prescinde delos principios de realidad de los que sí requiere la epistemología de lasciencias de la naturaleza. Sin embargo, ello no supone un abandono totaldel método empírico, necesario para la práctica crítica o para las conclu-siones teóricas que nos conduzcan a la deducción de las leyes que funda-mentan los textos, pero sí presupone una doble vía de análisis, pues losjuicios apriorísticos derivados de la intuición deben ser analizados por lareflexión, en un proceso dialéctico previo a la observación empírica. Lavalidez de las conclusiones de ambos tipos de análisis (de raíz intuitiva yde raíz empírica) obtienen su validez en las ciencias humanas, no así en lasde la naturaleza, donde el único criterio válido es el hipotético-deductivo(a posteriori) (Hempel, 2003: 34), mientras que nuestra intención es la detrazar una segunda vía hipotética-deductiva apriorística, tanto de la argu-mentación como de su extensión como método científico, ya presente enlos textos clásicos de preceptiva retórica. Esta consideración del métodohipotético-deductivo, tras haber sido aplicado a las ciencias de la natura-leza, pasa así a ser aplicado a las ciencias humanas.

Desde el punto de vista teórico, al aplicar la retórica a la teoría lite-raria (Eden, 1997), nos hallamos ante una teoría axiomática, al estarregida la retórica por reglas invariables que determinan los usos textualesen el terreno literario, según la convención de cada tradición, y que se hanido añadiendo y articulando de acuerdo con la necesidad del artifex (entoda la extensión del término), y que abarcan desde la argumentaciónhasta los estilos (y el empleo de determinadas figuras o tropos), descen-diendo del estilo general correspondiente a una tipología textual deter-minada hasta los estilos individuales, como se puede apreciar, por ejem-plo, en el sistema de las siete ideas sobre el estilo trazadas por Hermógenesde Tarso, de acuerdo con los distintos tipos de discurso expuestos en Elbanquete de Platón.

La conexión de la ciencia literaria con las ciencias de la naturaleza nosviene dada por la existencia de leyes implícitas que determinan la creaciónde textos en las diferentes situaciones comunicativas. Como marco cien-tífico que engloba estas leyes, y su puesta en práctica en todos esos con-textos, se encuentra la pragmática lingüística; mientras que, en un ámbito

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más restringido, la creación de textos literarios viene fijada ya por la con-vencionalidad del sistema creado en torno a la conexión entre retórica ypoética. La creación artística de textos debe regirse, al menos, por lossiguientes axiomas (Martínez-Falero, 2006: 161-179):

1.º) Existe un mismo impulso ético comunicativo como genera-dor de textos literarios.

2.º) Se mantiene la correlación ingenium/ars, establecida porHoracio en su teoría poética (vv. 408 y ss.), aunque actualizando elconcepto de ingenium, entendido no en el sentido de inspiración ofuror poético, sino como capacidad creadora, de base únicamente psi-cológica (cognitiva). Es decir, la creación supone la puesta en prácticadel talento o ingenio y de la técnica, como conjunto de reglas a tener encuenta para la generación del texto, sea para ser mantenidas o trans-gredidas, transgresiones que —de ser aceptadas por los receptores—entran a formar parte del sistema.

3.º) Si las leyes son universales, no varían. Por tanto, la variaciónque supone la evolución histórica del texto artístico se producirá en laforma y en los argumentos desarrollados en los textos de ficción, poruna simple evolución histórico-social y literaria. De la existencia deesas leyes universales se deduce una justificación previa a la génesis yproceso creadores, entendidos como contexto de descubrimiento. Estajustificación está determinada por un marco racional, que supone laposibilidad de creación. Al formar parte el referente del aparato cog-nitivo, al igual que la ley, se produce la universalidad de la ley por launiversalidad de los referentes.

El resto de leyes posibles sobre la creación textual se seguirían comoconsecuencia de estos tres axiomas enunciados. Precisamente la crea-ción (la puesta en práctica de leyes compositivas) supone la coinci-dencia de los contextos de descubrimiento y justificación, lo que separala ciencia literaria de las ciencias naturales, desde el punto de vista epis-temológico, como parte de las ciencias humanas.

Si, como hemos considerado anteriormente, la intuición resulta unfactor subjetivo de juicio, así también lo será la interpretación de un textodado, a partir de su contexto de recepción (por ejemplo, por la concu-rrencia de aspectos ideológicos), lo que nos marca la necesidad de reha-cer y/o adaptar las lecturas textuales (y la teoría y crítica correspondien-tes) a cada época, atendiendo a unos condicionantes concretospertenecientes a cada contexto de recepción (Jauss, 2000: 137-193).

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Ahora bien, el que un texto haya sido creado de manera subjetiva no sig-nifica en modo alguno que su interpretación (al menos en el marco cien-tífico) deba seguir también la vía marcada por la subjetividad del intér-prete. Frente a la postura que defiende la evocación, la lectura personalo, incluso, la aportación de materiales propios (experiencias personales olecturas que justifican el texto, interpretándolo desde ahí), se pueden esta-blecer unos cauces racionales que desoculten el texto, que nos den a cono-cer su contenido no inmediato. En la primera postura podemos situar laspropuestas tanto de la Deconstrucción de Derrida (cuya adaptación nor-teamericana ha dado como resultado el método crítico de Paul de Mano el de Harold Bloom), como las de la «Crítica temática» (o «Crítica dela conciencia», defendida por Jean Pierre Richard, Jean Starobinski oGeorges Poulet), o las propuestas de Vattimo desde el pensamiento débil,entre otras posibles perspectivas nihilistas o de un relativismo extremoque siguen esta línea. En la segunda línea crítica se sitúa la crítica her-menéutica o la semiótica literaria, que son las bases teóricas de nuestrapropuesta, siguiendo los presupuestos teóricos (total o parcialmente) deBetti (1955), Gadamer (2001), Mailloux (1985) o Eco (1990b y 1992).

3. LA NEORRETÓRICA COMO FUNDAMENTO EPISTEMOLÓGICO DE LA TEORÍA Y DE LA CRÍTICADE LA LITERATURA

A la hora de hablar de una dialéctica de la interpretación, que hagacongruentes sus resultados de acuerdo con el texto4, parto de la retórica ysu reelaboración de la preceptiva clásica durante el Renacimiento respectode las partes artis. Frente a la tradición que seguía considerando la retóricacomo antístrofa de la dialéctica (Aristóteles, Retórica, 1354ª), algunoshumanistas se decantaron por la separación de la retórica y la dialéctica, apartir del tratado De inventione dialectica libri tres (1479) de Rodolfo Agrí-cola, tomando la inventio (o repertorio de argumentos) como base de lareforma de la retórica clásica. Así, Juan Luis Vives (De ratione dicendi,1532) y, sobre todo, Petrus Ramus (por ejemplo, en sus Dialecticae libriduo, 1556), quien influyó decisivamente en la preceptiva teórica del Bro-cense, distinguieron entre una inventio in genere (perteneciente a la dia-

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4 «Por teoría literaria, poética o estética de la poesía (tres modos de nombrar lamisma cosa) entiendo la elaboración que explica y hace congruente las críticas indi-viduales de obras literarias» (Krieger, 1992: 21).

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léctica), a la que correspondía una dispositio particular, el iudicium, enten-dido como methodus, dejando fuera la elocutio (o repertorio de estilos,junto a las figuras y los tropos, cuya única finalidad era embellecer el dis-curso). Vives, además, suprimió la memoria y la pronuntiatio, al conside-rarlas ajenas a las técnicas de la dialéctica y de la retórica. Por otra parte,habría una inventio in specie, a la que correspondería una dispositio tradi-cional (orden en el desarrollo de los argumentos oratorios o del argumentoliterario), manteniendo la elocutio. De este modo, la inventio in genere (conel iudicium) resultaba específica para la dialéctica, entendida como lógica,mientras que la retórica se literaturizaba hasta el punto de acabar fun-diéndose con la poética (Martínez-Falero, 2009: 27-51). Si actualizamosestos presupuestos, podemos considerar la inventio in genere actual comola argumentación lógica, que corresponde a la teoría de la literatura, altener que aportar instrumentos objetivos y de marcado carácter científicopara la crítica o análisis textual. Por otra parte, la inventio in specie se corres-ponde con la creación literaria, aportando argumentos marcados por suficcionalidad y combinando las reglas de composición, que se estructuranen los textos literarios a partir de la subjetividad del autor, quien, asimismo,se sirve de los elementos elocutivos, bajo un estilo particular, es decir, comouna variación, en mayor o menor grado formalizada, sobre un contenidoque posee una cierta estabilidad y que permite reconocer a un autor, comomarca identificativa de su escritura (Compagnon, 1998: 208). El esquemadel sistema que proponemos sería el siguiente:

Dialéctica Inventio Retórica

R. Agrícola Inventio in genere Inventio in specie

Dispositio (Indicium) Dispositio

Lógica Elocutio

Ch. Perelman Formal Informal Poética

Teoría Crítica Creación

Inventio in genere Inventio in specie

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De este modo, los instrumentos críticos desempeñan el papel deargumentos, formando un arsenal estructurado de acuerdo con su fina-lidad científica (descripción de la forma, establecimiento del contextode emisión y recepción, pragmática del texto…), de tal manera que,en virtud de las necesidades suscitadas por las peculiaridades de cadatexto (genéricas, formales…), se puedan elegir los argumentos críti-cos adecuados.

Ahora bien, ¿cómo llevar a cabo la interpretación, cuando el crí-tico se halla situado entre unos instrumentos objetivos y un materialde índole subjetiva (los textos) y cuando él mismo posee unos pre-juicios de naturaleza ideológica que lo conducen también hacia lasubjetividad? En este sentido, la actividad crítica se debe regir poruna lógica informal (modal), de acuerdo con lo establecido por Perel-man, de tal modo que ésta sirva de cauce para la necesaria justifica-ción. Para evitar los problemas derivados de la intersubjetividad apli-cada a la hermenéutica, se propone una justificación racional comola expuesta por Habermas, aunque reforzada tanto por estos argu-mentos que acabamos de considerar como por la vía propuesta porMichel Meyer para alcanzar el sentido (de lo literal a lo «literario»)en su De la problématologie (1986: 235-257). Es aquí, entonces,donde adquiere su valor la función del crítico como lector especia-lizado que posee la capacidad de deducir un sentido oculto, más alládel literal, con la conocida diferencia entre «lector semántico» y «lec-tor crítico», establecida por Umberto Eco, donde el segundo incluyeal primero (Eco, 1992: 36-38). También evitamos la dificultad quesupone, en el terreno de la hermenéutica literaria, considerar comointerpretación correcta aquélla que pretende obtener la intenciónprimigenia del autor al escribir su obra, es decir, la consecución delautor implícito5, que, además, nos conduce a una aporía crítica, alconsiderar como únicamente válida la interpretación en la que coin-cidan el horizonte creativo con el horizonte crítico, meta pretendidapor la hermenéutica idealista del Romanticismo. Como señalaUmberto Eco, la interpretación de un texto literario reside en suforma y en su valor estético (Eco, 1992: 115-235), es decir, tambiénen esa tarea que recae sobre la forma para la construcción de la esté-tica de un texto (Trabant, 1975: 97-101). La tarea del crítico, por

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5 El concepto de autor implícito lo acuñó W. Booth en su The Rhetoric of Fic-tion (1961) y lo aplicaron a la hermenéutica literaria Hirsch o Juhl (Hirsch, 1967:1-23; Juhl, 1986: 114-195).

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tanto, es la de inferir6 los sentidos del texto, si bien entendiéndolosno como una multiplicidad de sentidos, sino como una posibilidad desentidos, por cuanto la multiplicidad incluye sentidos muy alejadosdel texto, alcanzando lo que Eco denomina sobreinterpretación (Eco,1995: 48-71), al considerar como simbólico un texto que no lo es enmodo alguno. Esta posibilidad de interpretación puede considerarasimismo, mediante esa dialéctica crítica de justificación racional,estas interpretaciones anómalas como contraejemplos, refutándolas,para ajustar las interpretaciones posibles verosímiles, fruto de esalógica informal o modal7.

Para ello hemos propuesto un método interdisciplinar que, hastaahora, había tenido en cuenta de manera exclusiva las cienciashumanas. Pero este método interdisciplinar no puede quedar limi-tado ahí, sino que ha de abrir su campo de acción a otras cienciasconexas o necesarias para explicar hechos relevantes en la teoría deltexto, haya sido adscrito su campo de actuación a las ciencias huma-nas o a las ciencias de la naturaleza (Zaccaï-Reyners, 2003) o a larelación del mensaje y de las condiciones de emisión y recepcióncon el momentos histórico e ideológico en que todo ello se produce.Se trata, por tanto, de analizar el texto desde un punto de vistasemiótico, con la lógica abductiva como instancia cognitiva para lainterpretación de signos (artísticos o no) por parte del receptor (Eco,1990b: 59-74; López: 1998), desde el momento que se plantea elestudio de los signos tanto desde un contexto cultural dado, comodesde la consideración de su sentido y su estructura (Van Dijk,1997: 15-20), no sólo en la relación semántica entre signo y signifi-cado, sino principalmente en la relación signo / significado pragmá-tico, instituida por la función multívoca que se establece entre sig-nificado gramatical, de un lado, y el emisor, el destinatario y lasituación en que tiene lugar el intercambio comunicativo, del otro.Ello debe de abrir el camino hacia un diálogo metodológico queproporcione respuestas complementarias desde diferentes perspecti-

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6 Utilizo aquí inferencia en el sentido acuñado por la pragmática lingüística, esdecir, como la deducción justificada del sentido o sentidos probables de un texto (Gri-ce, 1975; Brandom, 2005: 405-419). Debemos tomar como punto de partida paraello la deducción contextual del sentido determinada por Wittgenstein en Investigacionesfilosóficas (§117) (Wittgenstein, 2004: 125).

7 Nos hallamos, por tanto, en una propuesta paralela a la hermenéutica analó-gica de Mauricio Beuchot, quien parte también de la retórica y su tradición (Beuchot,2000 y 2004).

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vas a idénticos problemas planteados, y a resituar y valorar cadaaportación individual o de escuela en las coordenadas ideológicasapropiadas, en tanto que hemos de considerar el texto como un pro-ducto ideológico que se debe contextualizar en un momento histó-rico dado, como una respuesta netamente filosófica integrable en lahistoria general de las ideas (Wellek y Warren: 1993: 132-148). Porello, es también necesario integrar el problema de la hermenéuticaen la cuestión de la historia, compartiendo los problemas derivadosde la Histórica (Historik) (Bravo, 1988; Szondi, 1992 y 2005; Kose-lleck y Gadamer, 1997). Ello sitúa el sujeto cultural (sujeto histó-rico) en el centro de la actividad crítica (en tanto que hermenéu-tica), que debe solventar desde la individualidad la dialéctica entrela objetividad de los instrumentos críticos y la subjetividad de losobjetos estudiados, así como la reconstrucción de los contextos deemisión y recepción de la obra literaria, por cuanto es necesario con-siderar el contexto como nexo necesario para establecer la valora-ción del texto, tanto en su contexto histórico como en el del crítico(actualización del contenido), por lo que asimismo se produce unasuperación del error crítico introducido por la Postmodernidad, alconsiderar en una sola operación crítica la interpretación y la valo-ración de la obra (Ferraris, 2006: 210-214). Con todo ello se esta-blecería una jerarquía de sentidos (Todorov, 1982: 56-57), deacuerdo con el siguiente sistema:

Descriptores formalesProceso de Delimitación de sentidos Jerarquización de sentidos

objetivizaciónContexto histórico,

social y estético

Valoración en elcontexto de producción

Proceso de Valor del textovaloración

Valoración en elcontexto de recepción

Con esta propuesta se asegura tanto la dialéctica establecida entreemisor y receptor en la comunicación literaria como la adecuada inter-pretación del texto (dentro de un eje de probabilidades restringido por

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los instrumentos críticos y la contextualización), requerido por PaulRicœur8.

4. CONCLUSIÓN

A lo largo de las páginas anteriores hemos trazado una doble líneateórica: por una parte, el sistema de la retórica, que puede servir demodelo para articular un método crítico interdisciplinar, con esa doblevía de la inventio nacida en la dialéctica de Agrícola, y que nos permiteconsiderar tanto los instrumentos críticos aportados por la teoría de laliteratura y otras ciencias del discurso, formando un arsenal de argu-mentos (según el modelo de la oratoria clásica), y, por otra, la argu-mentación informal (o modal), procedente de Perelman, cuya conse-cuencia es un método de argumentación abierto, aunque sólo en loslímites determinados por la racionalidad, de acuerdo también con lateoría de Stephen Toulmin. En este sentido, la justificación racional deHabermas, unida a la argumentación modal aplicada a la ciencia porMichel Meyer, nos permite un método de justificación suficiente, quenos abre la posibilidad de interpretar dentro de unos márgenes de cer-teza cuya consecuencia es la interpretación verosímil. Frente a las pos-turas nihilistas o las que descargan sobre la subjetividad del crítico ohermeneuta el peso de la interpretación, nosotros afirmamos no sólola posibilidad de sentido dentro de los márgenes de la racionalidad,sino la posibilidad de establecer un método y unos instrumentos ade-cuados a ello. Los efectos perlocutivos del texto sobre el crítico comolector, sean por medio de la identificación (Jauss, 1992: 243-291), seana través de una interiorización de los contenidos textuales, quedan asíatenuados en la práctica crítica, en aras de un mayor grado de certezainterpretativa. No obstante, frente a la mera interpretación (como ele-

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8 «Lo que me interesa es que la polisemia de las palabras exige como contrapar-tida el papel selectivo de los contextos para poder determinar el valor actual que to-man las palabras en un mensaje determinado, dirigido por un hablante preciso, a unoyente ubicado en una situación particular. La dependencia del contexto es el complementonecesario y la contrapartida ineluctable de la polisemia. Pero el manejo de los contex-tos, a su vez, pone en juego una actividad de discernimiento que se ejerce en un inter-cambio concreto de mensajes entre los interlocutores y cuyo modelo es el juego de pre-guntas y respuestas. Esta actividad de discernimiento es precisamente la interpretación,que consiste en reconocer qué mensaje relativamente unívoco ha construido el hablantesobre la base polisémica del léxico común» (Ricœur, 2002: 72-73).

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mento esencial de la literatura), la exégesis bíblica supone un grado deinteriorización de los contenidos textuales, ya que su objeto de estu-dio (los textos sagrados) poseen un valor espiritual (Ricœur, 1994:263-366), lo que, sin embargo, no sucede en el objeto de estudio dela hermenéutica literaria, pues el objeto es de naturaleza estética y, portanto, participa de la autonomía del arte, sin pretender otra utilidadpara el espectador que el deleite mediante las (posibles) emociones quepueda suscitar, a partir de la tríada establecida por Jauss: poiesis, aist-hesis, katharsis (Jauss, 1992: 93-237).

La lección no es nueva. Es más bien una lección clásica leída conojos nuevos, ajustada a los instrumentos que nos han puesto al alcancetanto la teoría y la crítica de la literatura, como la lingüística, la her-menéutica (filosófica y literaria), la filosofía de la ciencia o la cienciacognitiva aplicada a la producción y recepción de textos. No es una lec-ción cerrada, pues no lo fue nunca, sino más bien un punto de partidapara nuevas discusiones y nuevas lecturas. He aquí también la dialéc-tica y la evolución de una ciencia del texto.

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