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    Resumen

     El resentimiento tiene que ver con una ofensa

    ocurrida en la realidad que resta enquistada en el

    sujeto. Desde el psicoanálisis se ha visto este afecto

    como una defensa compleja frente a vivencias

     penosas; sólo excepcionalmente se le ha valorado

    como algo útil para el sujeto, por ejemplo, como

    angustia-señal frente a la pérdida de objeto.

     En este artículo me propongo relacionar el

    resentimiento —o al menos uno de sus tipos— con

    lo que Christopher Bollas ha llamado violenciainocente. En esta situación, el individuo sufre unaagresión que no es reconocida como tal por el

    agresor, de manera que tanto el trabajo de

    representación de lo ocurrido como la culpa

    quedan en manos del agredido. El resentimiento

    aparecería como una medida extrema frente a la

    desinvestidura que supone la violencia inocente,

    garantizando tanto la cohesión narcisista como elvínculo al objeto.

    …el hombre del resentimiento no es ni franco, niingenuo, ni honesto y derecho consigo mismo. Sualma mira de reojo; su espíritu ama los escondrijos,los caminos tortuosos y las puertas falsas, todo loencubierto lo atrae como su mundo, su seguridad,su alivio; entiende de callar, de no olvidar, deaguardar, de empequeñecerse y humillarsetransitoriamente. Una raza de tales hombres delresentimiento acabará necesariamente por ser más

    inteligente que cualquier raza noble, venerarátambién la inteligencia en una medida del tododistinta: a saber, como la más importante condiciónde existencia…

    Friedrich Nietzche La genealogía de la moral

    …ser no es otra cosa que ser percibido.

    S. Beckett

    (citado por Enrique Vila-Matas. Doctor Pasavento)

    El resentimiento —como el rencor, del que esdifícil diferenciarlo— forma parte de aquellosafectos que suscitan el rechazo unánime. No parecehaber en él nada útil. La rumiación interminable dela afrenta sufrida, la queja permanente, elempecinamiento en la rememoración del pasado,todo parece condenar al sujeto a una impotenteesterilidad.

    Desde el punto de vista psicoanalítico, elresentimiento ha sido visto comúnmente como unobstáculo, como una barrera defensiva erigida anteel reconocimiento de afectos o situaciones penosas;sólo excepcionalmente se le ha considerado comoun elemento al servicio del mantenimiento delvínculo objetal y, por tanto, de la vida.

    En este artículo se plantea la posibilidad de queel resentimiento pueda hallarse directamentevinculado a un tipo específico de traumatismonarcisista, aquel que Christopher Bollas (1994) ha

    llamado violencia inocente. En este caso elresentimiento tendría la función tanto de asegurar elmantenimiento del vínculo con el objeto como depreservar el capital narcisista del sujeto.

    El itinerario de nuestra reflexión comenzará porla fenomenología del resentimiento, tal y comoaparece en el diccionario, para luego pasar alcomentario de algunas posiciones psicoanalíticas.Las observaciones de Jean Améry —ensayista ysuperviviente de los campos nazis— introduciránalgunos elementos que nos parecen claves y quepermitirán enlazar con el concepto de violenciainocente antes mencionado.

    ¿Qué es el resentimiento?1

    Dicen los diccionarios que el resentimiento es«mantenimiento en la memoria de injurias y daños»,es la memoria de una agresión; el resentimiento fijauna ofensa que ocurrió realmente en el pasadoconvirtiéndola en algo siempre actual, que noenvejece ni cambia, y conservándola

    permanentemente viva. Se acompaña de amargura,una nota triste que tiene tendencia a expandirse e

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    El resentimiento y la violencia inocente

    Carlos Sánchez Rodríguez

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    impregnar la vida del sujeto. Como veremos másadelante, la afirmación de que la envidia es unacompañante intrínseco del resentimiento merece serdiscutida. De igual manera, también requierematización su relación con el deseo de venganza: sibien el deseo de llevar a cabo algún tipo de venganza

    sobre la persona o personas agentes de la ofensa esuna constante del resentimiento, no lo es menos elhecho capital de que ésta no puede ser culminada.La venganza que da cumplida cuenta de la ofensa, lavenganza que satisface al ofendido, no conduce alresentimiento. Max Scheller ya apuntó —comorecogen en su libro Marina y López Penas (1999)—que la razón del resentimiento es la impotencia paravengarse; estos mismos autores añaden —más enlínea con lo que intentaremos desarrollar después—que lo propio del resentimiento es la «incapacidadpara borrar el daño».

    Ofensa ocurrida en la realidad (y no sólo en lafantasía), sentimiento de injusticia, conciencia detener razón, deseo de venganza que, sin embargo, nopuede culminarse y conduce a la impotencia y a laindignación sellando un firme vínculo entre ofensory agraviado, éstas parecen ser las notas distintivasdel resentimiento. Este carácter vincular que ata,liga, al agraviado con su ofensor parece estarinscrito en el lenguaje: el resentimiento sólo sedirige a personas, no admite la posibilidad dedesplazamiento.

    ¿Se vincula el resentimiento a algún tipoespecífico de ofensa o, por el contrario, su relacióncon ella es contingente? Nada nos dice eldiccionario sobre este punto. Sin embargo, aunqueel resentimiento pueda ser visto desde unaperspectiva objetal, como veremos a continuación,existen elementos que nos hacen pensar que tambiénpuede desencadenarse ante la pérdida del capitalnarcisista del individuo. En esta situación, al darle larazón al sujeto, al colocarlo al lado de la justicia,el resentimiento se comportaría como un dique queintentaría frenar la hemorragia narcisista. Un diquefrágil porque nadie quiere sentirse un resentido yesta vivencia encuentra rápidamente una sanciónsuperyoica haciendo acompañar de culpa el deseode venganza. Quizá por eso el sujeto queexperimenta el resentimiento necesite cargarse derazones.

    La vivencia de resentimiento introduce así alsujeto en un doble círculo vicioso: de un lado el quelo vincula a su queja y la búsqueda de unasatisfacción que no puede ser alcanzada; de otro,repitiendo internamente la persecución externa,

    el que lo obliga a defenderse permanentemente de laacusación de su superyó.

    Algunas interpretacionespsicoanalíticas del resentimiento

    Ya que este artículo no pretende una revisiónexhaustiva de la literatura psicoanalítica conrespecto al resentimiento, me limitaré a mencionar

    tres posiciones que me parecen significativas.Se trata, desde luego, de una selección arbitrariaaunque espero que no del todo gratuita.

    Para Leticia Escario (1995) el resentimiento esalgo sustantivo y no meramente adjetivo; se trata deun funcionamiento afectivo que define un cuadropsicopatológico que podría ser equiparable aldel depresivo o al del obsesivo. Su objetivo es el de«mantener vivo un complejo movimiento defensivocontra el doloroso proceso de elaboración deansiedades depresivas, y perpetuar una relaciónde objeto en la cual predominan el controlomnipotente, la escisión, la identificaciónproyectiva, es decir, todas aquellas organizacionesdefensivas patológicas que caracterizan la posiciónesquizo-paranoide» (Escario, 1995).

    Según esta autora, para que el resentimientocumpla su función defensiva son necesarias algunascondiciones. Debe haber, en primer lugar, unapredisposición congénita del individuo a ladestructividad, es decir, a la psicosis, de manera queal predominar el instinto de muerte se produzca elfracaso de la integración de las cualidades buenas y

    malas del objeto primitivo por temor a sufriransiedades de tipo catastrófico. En esta situación, elindividuo aísla la experiencia dolorosa y laencapsula proyectando en ella sus propios impulsosdestructivos; en un segundo tiempo, la introyecta yla mantiene aislada, privada de la confrontación conexperiencias diversas y de la relación con otrosobjetos internos, evitando así el camino de laintegración.

    En segundo lugar, ha debido ocurrir unaexperiencia dolorosa real (y no exclusivamente en lafantasía) en la biografía del sujeto; esta experienciatiene sus raíces en la primera infancia —aunque elsujeto la relate como vivida en la edad adulta—e incidió decisivamente en las primeras relacionesde objeto.

    Finalmente, para que el movimiento defensivose ponga en marcha es necesaria una ansiedad quesea difícilmente soportable por su cualidad o por suintensidad o por ambas cosas. Y para que la culpapersecutoria se exprese como resentimiento y nomeramente como paranoia, el objeto persecutorio—es decir, la experiencia dolorosa vivida— ha de

    haber sido disociado de una manera particularmenteneta.

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    Aunque no expresamente desarrollado en supresentación teórica inicial, es interesantecomprobar en el material clínico que aporta estaautora cómo el resentimiento constituye unverdadero organizador de la relación transferencial:el resentimiento invade la escena clínica y obliga al

    analista a recibir la proyección masiva, loinmoviliza y lo coloca en una situación de deudapermanente con respecto al analizado; la disociacióndel paciente es tan eficaz que a veces hace dudar alanalista de sus propias percepciones y éste ya nosabe si la cualidad y la intensidad del ataque del queha sido objeto es tal y cómo lo recuerda; finalmente,la identificación proyectiva es tan masiva que existeun riesgo permanente de que el analista se conviertaél mismo en presa del resentimiento.

    La posición de José María Franco (1995) esradicalmente diferente y se centra mucho más en lacualidad de re-sentir, es decir, de volver a sentir denuevo, que tiene el resentimiento, que en aquello quehay en él de no-olvidar. Ya no se trata de consideraral resentimiento como algo puramente defensivo,enquistado y congelado, sino de verlo bajo un aspectopositivo y estructurante, organizador. Como muestraen su artículo, el resentimiento permitiría «adivinar,anticipar y prevenir que aquello que, en su momento,fue vivido como algo catastrófico e irreparable, no sevuelva a repetir» (Franco, 1995). El resentimientotendría la función de repetir de manera atenuada el

    traumatismo, la función de angustia señal señaladapor Freud. A través de la presentación de un materialclínico, este autor muestra cómo el resentimientohace su aparición ante la amenaza (o la evidencia) dela pérdida de objeto y supone un intento desesperadopor parte de la paciente de impedir la desaparicióndel objeto madre/analista, que teme perder parasiempre. Esta situación, vivida en la transferencia, eseco de la pérdida real del hermano de la paciente,fallecido durante su período de latencia, lo que habíaconfirmado para ella su fantasía fraticida.El resentimiento tendría aquí un carácter claramenteobjetal y cumpliría una función antitraumática alproteger al sujeto de la repetición pura y simple, noprevista por angustia señal alguna, de la pérdida deobjeto.

    Desde el punto de vista técnico, el mismo autorsubraya cómo en las situaciones transferencialesdonde domina el resentimiento, la interpretación—tanto del «aquí y ahora» como aquella vinculantecon el pasado— puede ser vivida como unadesconsideración respecto al enorme esfuerzo queestá realizando el paciente de resucitar al objeto y

    creer, ni que fuera por un momento, que éste nollegó nunca a perderse. Aunque en esta operación

    pueda haber elementos de pseudoreparaciónmaníaca, existen también otros de «homenaje yreconocimiento hacia un objeto valorado, estimadoe injustamente arrebatado»; en estas circunstancias,la intervención del analista, ni que sea medida yconsiderada, puede ser vivida por el paciente como

    de una gran frivolidad, comparada con el caráctersagrado que tiene para él la recuperación del objeto.Con John Steiner (1996) volvemos al

    resentimiento como defensa: cuando el pacienteexperimenta un agravio vivido como injusto apareceun deseo de venganza que se acompaña de odio ydestructividad extremos; ya que la búsqueda abiertade la venganza es demasiado peligrosa, ladestructividad es controlada y expresada de maneraindirecta, oculta. Se forma un refugio psíquico alque el paciente puede retirarse y donde estáprotegido de los peligros de un ataque abierto a susobjetos. Este tipo de decepción en la que el objetono se comporta como el paciente cree que se merece—de manera que se siente traicionado— es típica dela situación edípica. La introducción de un terceroen la díada hace añicos la fantasía de relaciónexclusiva entre la madre y el niño, incluso aunqueno haya habido un período de seducción y colusióncon el objeto primario. La traición del buen objetose acompaña de una dolorosa confusión entre losimpulsos buenos y malos; el apego al objetoprimario, el deseo de preservar el buen objeto, se

    sostiene exclusivamente en una profunda escisióndonde la idealización, la lealtad y el amor demandanla proyección de toda la maldad en un persecutor.El analista puede ser identificado con el mal objetoque no puede ser perdonado si no sostiene ese puntode vista amenazando así la relación ideal.

    Frente a esta versión persecutoria hay tambiénuna solución depresiva que surge «cuando elpaciente es capaz de encontrar la fuerza pararebelarse contra la autoridad parental y actuar susdeseos de venganza tanto en la fantasía como, enuna forma moderada, en sus relaciones reales,especialmente en la transferencia.» (Steiner, 1996).Sin embargo conviene refrenar el optimismo ya que,como señala este autor, el resentimiento pareceproporcionar una vivencia de integración yprotección frente a la ruptura interna tan intensa queel paciente puede temer que la renuncia al mismo loconduzca al colapso y la catástrofe. Dice el propioSteiner (1996): «Me siento avergonzado al admitirque no he podido encontrar un material clínicosatisfactorio de un caso donde un impasse debido alresentimiento pueda ser mitigado para permitir

    desplazarse con éxito hacia una solución depresivadel conflicto edípico.»

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    La experiencia de Jean Améry

    Jean Améry nació en Viena en 1912; después dehuir de su país debido a las leyes antijudías, acabóentrando en la resistencia belga antinazi donde fuefinalmente detenido y torturado en 1943 y un tiempo

    después enviado a Auschwitz. Tras varios cambiosde campo ante el avance del ejército soviético, fueliberado en abril de 1945. A partir de entoncesrepudió su cultura de origen, negándose a escribir enalemán, y adoptó un nombre francés que era unanagrama de su verdadero nombre (Hans Mayer).Cuando contaba cincuenta y cuatro años de edad yya tenía tras de sí una cierta carrera como escritor,publicó Más allá de la culpa y la expiación (Améry,2001). Se trata de un libro sobrecogedor donde,lejos de centrarse en la narración de la experienciavivida en los campos, Améry se impone la tarea dereflexionar sobre algunos aspectos de esta vivenciaa través del uso de una introspección tan lúcidacomo intransigente. Uno de esos aspectos es elresentimiento.

    Consciente de su resentimiento, Améry seinterroga acerca de sus orígenes: ¿cuándo aparecióen él este sentimiento, bajo qué circunstancias?

    Durante bastante tiempo [tras la liberación] se dieronunas circunstancias que me dejaban en una posiciónsocial y moral totalmente insólita y en gran medida

    embriagante: me encontraba —como partisanosuperviviente y judío perseguido por un régimenodiado por los pueblos— en relación deentendimiento recíproco con el mundo. Quienes mehabían torturado y degradado a vil insecto, causabanellos mismos repugnancia a los vencedores. […]El crimen y la expiación colectiva se podrían habercontrapesado, reestableciendo el equilibrio de lamoralidad universal. Vae victis castigatisque.No había motivos para que se incubaranresentimientos, ni siquiera se daba la ocasiónpropicia. Por supuesto, tampoco quería oír hablar decompasión por un pueblo sobre el que, a mi juicio,

    pesaba una falta colectiva […].

    Mientras los verdugos —o de manerasubrogada, la nación alemana— reconocen su falta,su culpa, el resentimiento no tiene ningún papel, dela misma manera como tampoco lo tienen la piedado la compasión. Sólo hay sitio para que se ejerza la

     justicia, encargada de restituir el equilibrio. Amérydestaca en su texto el sentimiento de completudnarcisista, de fusión con el ideal social: lossupervivientes de los campos son los héroes del

    momento y la condena hacia los agresores esunánime no sólo entre los vencedores sino también,

    y esto es lo importante, entre los vencidos cuyaúnica opción es callar agachando la cabeza.

    Pero con el paso de los años, Améry entra encontacto con alemanes que ya no tienen «nada quereprocharse» y es precisamente entonces cuandoaparece el resentimiento. Y con él tanto la

    conciencia de ser culpable (sentirse «miserable»,dice Améry) por albergarlo, como la necesidad deexplicarlo a todos aquellos contra quienes vadirigido, de aferrarse a él frente a los consejosbienintencionados que claman por olvidar el pasado.

    La negativa del verdugo a juzgar su acto comoun acto criminal deja exclusivamente en manos de lavíctima la tarea de representarse la violencia, laagresión. La víctima se convierte en depositaria dela «verdad moral». Sin su presencia y su testimoniopodría pensarse que las que cosas que ocurrieronpasan en todas las guerras, podría decirse que nohay que hacer tanto ruido por algo que, en el fondo,es hasta cierto punto normal en una guerra. Sinembargo, la víctima se rebela contra esabanalización de una experiencia en la que ella ve laexpresión de un mal radical, absoluto, al que nopueden hacerse concesiones, un mal imborrable que—al confrontarlo con el fondo de sí mismo— le dejaplanteada la terrible duda de si no habrá pagado unprecio excesivo por la supervivencia. La vergüenzapuede llegar a ser un sentimiento tan poderoso,tan devastador, que transforme la vida del sujeto en

    un aplazamiento de su propia muerte.2

    La dimensióndel futuro desaparece («El resentimiento bloquea lasalida a la dimensión auténticamente humana,al futuro.») y la víctima queda fijada al pasadodeseando que «todo aquello» no hubiera ocurrido.

    Si reconozco mis resentimientos, si concedo que mesiento «implicado» [es decir, que no es objetivo] alpensar nuestro problema, no se me olvida tampocoque soy rehén de la verdad moral de este conflicto.[…] Sólo yo estaba, y estoy en posesión de la verdadmoral de los golpes que aún hoy me resuenan en el

    cráneo […].

    Rehén, prisionero, esa es la importantísimacuestión. Pero a Jean Améry no se le escapa que lavenganza no cancela el resentimiento, no lo elimina,no lo calma.

    Wasj, el SS de Amberes, asesino en serie y torturadorparticularmente experimentado, ha pagado con lavida. ¿Qué más puede exigir mi malvada sed devenganza? Pero la cuestión no estriba en si he

    escudriñado a fondo en mi fuero interno, no consisteni en la venganza ni tampoco en la expiación […]

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    Lo que me importa es redimirme de un desamparoque aún perdura desde entonces.3

    La venganza no libera de «ese estado deabandono» que habita en Jean Améry. ¿Qué podríaliberarlo?, ¿qué se puede hacer mientras tanto?

    Su respuesta es que lo único que cabe hacer esconvertir al resentimiento en un instrumento: «Misresentimientos existen con el objeto de que el delitoadquiera realidad moral para el criminal, con elobjeto de que se vea obligado a enfrentar la verdadde su crimen.»

    Es decir, la única posibilidad de que Améry sevea liberado de su resentimiento pasa porque elcriminal pueda reconocer su crimen. La actitudvindicativa, la intransigencia, estarían al servicio defomentar esa toma de conciencia de manera que,en contra de la creencia extendida, el objetivo delresentimiento no sería perpetuarse sino ser el propioagente de su extinción.

    Quiero creer que en el momento de su ejecucióndeseó [Wasj, el SS que lo torturó], exactamente comoyo, revertir el tiempo, cancelar los hechos. Cuando sele condujo al patíbulo dejó de ser enemigo paraconvertirse de nuevo en prójimo. Si todo se limitase aun asunto entre el SS Wasj y yo, si no hubiera tenidoque soportar el peso de toda una pirámide invertidade militares y colaboradores de las SS, funcionarios,capos, generales condecorados, habría podido, al

    menos así me lo parece hoy día, morir sereno yreconciliado con el prójimo que exhibe la insignia dela calavera.

    En resumen: el resentimiento emerge cuando seha cometido un acto de violencia que no esreconocido como tal por el agresor. Tanto laposibilidad de representación de lo que ha ocurridocomo la culpa quedan en manos del agredido que seconvierte en propietario de la verdad moral.El resentimiento buscaría despertar en el agresorla conciencia de su agresión, permitiendo así, con elreconocimiento de la falta, su cancelación.

    Ahora bien, ¿no es todo esto lo que ChristopherBollas (1994) describe con el nombre de violenciainocente?4

    La violencia inocente

    La violencia inocente se presenta en el análisiscomo una experiencia de transferencia-

    contratransferencia. Tomemos el caso que refiereBollas en su libro: una paciente no cesa de

    proporcionar información acerca de sussentimientos durante el análisis; sin embargo,cuando el analista trata de ponerla en contacto conellos, haciendo algún comentario sobre lo que acabade decir, la paciente reniega de lo que hacomunicado y se muestra enormemente sorprendida

    de que el analista haya podido extraer semejanteconclusión. A medida que transcurre el análisis, lamisma situación se repite una y otra vez. El analistase siente cada vez más irritado y, poco a poco,confuso.

    A medida que transcurre el tiempo, Jessica me vahaciendo saber que los comentarios que yo hagosobre sus comunicaciones no sólo son pocoperceptivos sino imaginarios. Sin embargo, a mí meparecen los fundamentos mismos de la percepción.¿Acaso veo visiones? Invariablemente, Jessica quiere

    averiguar cómo llegué yo a formular mi comentario.¿Fue lo que ella dijo la causa de mi acotación?Por momentos esto me provoca confusión, en lamedida en que la intención de Jessica es que yo mehaga cargo de algo que, según ella, son preceptosalucinatorios míos. […] Al reformular miscomentarios, me doy cuenta, en retrospectiva, de quees casi como si le implorase a la paciente en su

    calidad de guardiana de las puertas de la

     percepción: ¿me dejará entrar?, ¿estará de acuerdoen que mi manera de percibir la situación se conecta

    con la realidad? (El subrayado es mío).

    Como pudo verse después, esta relación repetíael guión de la relación de Jessica con su madre, unamujer «propensa a negar su responsabilidadrespecto de cualquier cosa que inquietara otrastornara a su hija». En la transferencia, Jessicahabía hecho el papel de esa madre que incita asentirse «profundamente confundido, rabioso yaislado ante la negación del contacto materno».

    Aquí no se trata tan sólo de la desmentida de unapercepción externa, sino del desentenderse de todasaquellas ideas, afectos, emociones, que la pacientemisma ha inoculado en el otro:

    El inocente violento patrocina una confusión afectivae ideativa en el otro y tras ello desconoce todo saberal respecto: en esto reside la verdadera violación.El receptor es instado a sumergirse en una intensasoledad, donde los sentimientos, pensamientos yverbalizaciones potenciales no tienen recepción.

    Y también,

    Un paciente con estas características provocará alanalista para que le interprete a fin de renegar luego

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    de sus asociaciones, con lo cual agita la vida internadel analista para aislarlo. Al hacerlo, el analizandocomunica mediante la transferencia y lacontratransferencia, esa experiencia del ser con otroque primero provoca y luego se aparta, inocente de suagresión. Por último, un paciente así puede atacar lailusión esencial que está en la base del lenguaje

    humano: que a través de él nos comprendemos unos aotros. Forzando al analista a guardarse su discurso ensu mente, a comerse sus palabras, este tipo deanalizando busca inconscientemente representar supropio fracaso, o el de sus padres, en el juego delreconocimiento equivocado.

    Se crea una profunda desilusión, una decepciónradical: ya no puede pensarse que es posible unacomunicación entre paciente y analista (o, lo que eslo mismo, entre el sujeto y sus objetos primarios) ylos esfuerzos de éste último se verán desautorizadosuna y otra vez. Se crea un desaliento progresivo, unagradual pérdida de confianza en la relación.

    El resentimiento como medida desupervivencia ante la desinvestidura

    El repaso del diccionario ha mostrado el anclajedel resentimiento en un acontecimiento real, suincapacidad para borrar el daño y su temible poderpara soldar agredido y agresor. La literatura

    psicoanalítica, por su parte, ha añadido lacomprensión de este afecto como una defensacompleja o bien como angustia-señal frente altraumatismo. La reflexión de Jean Améry ha puestosobre el tapete que el resentimiento se inicia con lanegativa del agresor a reconocer su agresión y hasubrayado su carácter de llamada al objeto, al que sele concede la capacidad de resolverlo; también hapuesto de manifiesto que hay una culpa y un trabajode representación de la violencia que quedan a cargodel resentido. Christopher Bollas, que no mencionaen su artículo el resentimiento, da un estatuspsicoanalítico a lo descrito por Améry situándolo enel terreno de la transferencia-contratransferencia.

    Ahora bien, lo que en mi opinión parece estarverdaderamente en juego en la violencia inocente esel traumatismo narcisista fruto de la desinvestidura.Para ser hay que haber sido investido. Con suactitud, el objeto primario no sólo se desinteresa delos efectos de su agresión sobre el sujeto, sino de laexistencia misma de éste que queda convertido enmero receptor de agresión y culpa no representadas.La aparición del resentimiento suelda ambos

    protagonistas: aunque el agresor no comprenda nadade la queja del agredido (puesto que es inocente y no

    sabe nada de su agresión), los reproches de ésteconsiguen al menos una investidura a minima.Quizá esto permita comprender porqué la renunciaal resentimiento puede ser vivida como laamenazadora retirada de esa investiduraimprescindible para la supervivencia, verdadero

    cemento identitario. Por otra parte, el descrédito alque se encuentra sometida la percepción del sujeto—siempre pendiente de ser autentificada por elagresor— implica una pesada hipoteca para eldesarrollo personal y no es precisamente una ayudaen el camino de construcción de un narcisismo devida.5

    En la situación de transferencia-contratransferencia descrita por Bollas, el pacienteparece ofertar al analista dos posibilidades: o bienéste se siente cada vez más irritado, más resentidocon su paciente, identificándose así a la víctima, loque, desde luego, es una invitación al actingcontratransferencial, o bien, para huir de este papel,el analista puede desear refugiarse en una«neutralidad benevolente profesional» que quizá nosea más que una repetición de la desinvestidura quellevó a cabo el objeto primario. En cualquiera de losdos casos el analizando acaba siendo la víctima delanalista que o bien lo desinviste o bien lo agrede.Eso cierra el ciclo infernal de la repetición en latransferencia de lo ocurrido con el objeto primario yda una sombría perspectiva a la relación analítica.

    Para concluir

    Las palabras reseñadas más arriba de JohnSteiner, analista experimentado y reputado por sutrabajo con pacientes difíciles, no invitan alentusiasmo. Los analistas que se han ocupado delresentimiento han señalado unánimemente—al menos hasta donde yo conozco— lasdificultades que plantean estos pacientes.

    Es posible que uno de los obstáculos resida enque lo que comúnmente entendemos por este afectoesté compuesto desde el punto de vistapsicoanalítico por realidades múltiples conimplicaciones diferentes.

    En este artículo he querido llamar la atenciónsobre lo que parece un tipo específico deresentimiento que ocurriría como respuesta a lo queBollas ha denominado violencia inocente, ejercidapor el objeto primario. En este caso, el resentimientoparece estar específicamente al servicio de mantenerla cohesión narcisista del sujeto —y su vínculo con

    el objeto primario— al precio de un gravecompromiso de su desarrollo futuro. Quizá la

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    capacidad del individuo para elaborar el duelo delobjeto idealizado sea básica para que puedarenunciar al resentimiento.

    Carlos Sánchez Rodríguez

    Ciutat de Balaguer 22, 3º 3ª08022 - BarcelonaTel.: 93 254 72 79 - 678 527 [email protected]

    Notas

    1. Este apartado se basa en la obra de José Antonio Marina yMarisa López Penas citada en la bibliografía.

    2. Améry acabaría suicidándose cuando iba a cumplir los66 años. Como Primo Levy, como tantos otros…

    3. La traducción francesa (Jean Améry. Par-delà le crime et lechâtiment. Paris: Actes Sud, 1995) de este último párrafo dice losiguiente: «Ce qui m’importe, c’est d’être délivré de cet étatd’abandon qui persiste toujours.» Aunque pudiéramosconsiderar intercambiables el «abandon» de la traducciónfrancesa con el término «desamparo» de la española, lo queplantea un problema es la cuestión del «être délivré » traducidocomo «redimirme». « Délivrer » es liberar, liberarse (unprisionero, un país), pero también es librarse de algo interno obien entregar algo a alguien (por ejemplo, un paquete) de maneraque, según la acepción, podría tener que ver con desembarazarse

    de algo; ésta es la versión que más conviene a mi lectura ya quelo que deseo subrayar es precisamente la pasividad. Por elcontrario, «redimirse» implica un cierto voluntarismo, unaactividad («Salir con el propio esfuerzo de una vida de miseriamoral o degradación», dice el María Moliner).

    4. No puedo estar de acuerdo con la traducción castellana(«inocencia violenta») que se hace en esta edición del término

    de Bollas. La clave es qué consideramos sustantivo y quéadjetivo: en mi opinión la inocencia es el recubrimiento de laviolencia y no al revés.

    5. El resentimiento no es la única respuesta posible a ladesinvestidura. Véase, por ejemplo, el artículo de Andrée Green«La madre muerta».

    Bibliografía

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