Arthur C. Clarke - Cuentos del planeta tierra

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CUENTOS DEL PLANETA TIERRA Arthur C. Clarke

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CUENTOS DEL PLANETA TIERRA Arthur C. Clarke ÍNDICE Prólogo ARTHUR C. CLARKE Colorabo, Sri Lanka Brant conocía bien la nieve y se alegraba de haberla dejado atrás. En cambio, el pecado era una palabra arcaica que había caído en desuso hacía tres o cuatro mil años; pero tenía una resonancia ominosa y excitante. No había podido reunirse con Yradne hasta casi el anochecer, cuando ya había empezado el baile. En lo alto del valle se habían encendido luces flotantes, que

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  • CUENTOS DEL PLANETA

    TIERRA

    Arthur C. Clarke

  • NDICE

    Prlogo El camino hacia el mar (The Road to the Sea, 1950). Odio (Hate, 1961). Campaa de publicidad (Puhlicity Campaign, 1956). El otro tigre (The Other Tiger, 1953). En las profundidades (The Deep Range, 1958). "Si te olvido, oh Tierra... " (If I forget Thee, Oh, Earth..., 1953). El cielo cruel (The Cruel Sky, 1962). El parsito (The Parasite, 1953). Los prximos inquilinos (The Next Tenants, 1957). Saturno naciente (Saturn Rising, 1961) El hombre que cribaba el mar (The Man Who Ploughed the Sea, 1957). El muro de oscuridad (The Wall of Darknea, 1949). El len de Comarre (The Lion of Comarre, 1968). En mares de oro (On Golden Seal, 1987).

  • Prlogo

    Arthur Charles Clarke (n. 1917) es el que ms me gusta de todos los escritores de

    ciencia ficcin.

    Desde luego, l lo negara acaloradamente. Observara con acierto que es dos

    aos ms viejo que yo, que es mucho ms calvo que yo y que es mucho menos guapo

    que yo. Pero qu importancia tiene eso? No es una desgracia ser viejo, calvo y feo.

    Nos parecemos en que Arthur tiene (como yo) una educacin cientfica completa y la

    emplea para escribir lo que se llama ciencia ficcin dura. Su estilo es tambin algo

    parecido al mo, y a menudo nos confunden, o al menos confunden nuestras obras.

    El primer libro de ciencia ficcin que ley Janet, mi querida esposa, fue El fin de la

    infancia, de Arthur; el segundo fue mi Fundacin e imperio. Incapaz de recordar con

    claridad quin era quin, acab casndose conmigo cuando yo crea que iba detrs de

    Arthur.

    Pero aqu est una coleccin de cuentos de ciencia ficcin de Arthur, una ciencia

    ficcin que tiene que ver con la ciencia, extrapolada de modo inteligente. Os gustar

    mucho!

    Debo deciros algo ms sobre Arthur. Nos conocemos desde hace unos cuarenta aos

    y, durante todo este tiempo, nunca hemos dejado de lanzarnos cariosos insultos. (Esto

    tambin me ocurre con Haran Ellison y con Lester del Rey.) Es una forma de vnculo

    masculino. Me temo que las mujeres no lo comprendern.

    Cuando se conocen dos caballeros de clase baja (dos vaqueros, dos camioneros), lo

    ms probable es que uno de ellos le d una palmada en el hombro al otro y le diga:

    Cmo ests, hijo de puta? Esto equivale aproximadamente a: Me alegro mucho de

    verte. Cmo te va?

    Bueno, Arthur y yo hacemos lo mismo, pero desde luego en un ingls formal en el que

    tratamos de introducir una chispa de ingenio. Por ejemplo, el ao pasado, se estrell un

    avin en lowa; aproximadamente la mitad de los pasajeros resultaron muertos y se salv

    la otra mitad. Uno de los supervivientes permaneci tan tranquilo durante las peligrosas

    maniobras de aterrizaje, leyendo una novela de Arthur C. Clarke. Esto se coment en un

    artculo periodstico.

  • Como de costumbre, Arthur mand sacar enseguida cinco millones de copias del

    artculo y las envi a todas las personas a quienes conoca o de quienes haba odo

    hablar. Yo recib una de ellas con una nota a pie de pgina, de su puo y letra, que deca:

    Lstima que no estuviese leyendo una de tus novelas, habra dormido durante todo el

    terrible accidente.

    A vuelta de correo le envi a Arthur una carta en la que le deca: Al contrario; la razn

    de que estuviese leyendo tu novela era que, si se estrellaba el avin, la muerte sera una

    bendita liberacin.

    Di a conocer este intercambio de cariosos comentarios en la Convencin Mundial de

    Ciencia Ficcin celebrada en Boston durante el fin de semana del Da del Trabajo, en

    1989 una mujer que informaba sobre la convencin escuch el relato con manifiesto

    desagrado. No la conozco, pero me imagino que estar qumicamente libre de todo

    sentido del humor y que no sabe nada sobre las relaciones entre amigos. En todo caso,

    mi observacin la sac de sus casillas y escribi sobre ella en tono de censura en Locus.

    Desde luego, no estoy dispuesto a que cualquier boba se interponga en los cariosos

    intercambios que podamos sostener Arthur y yo; por consiguiente, termino con otro. Y

    esta vez empiezo yo.

    Escribo esta introduccin gratuitamente y porque quiero a Arthur. Desde luego, a l no

    se le ocurrira corresponder a este favor porque escatima hasta el ltimo centavo y no

    tiene mi excelente capacidad de colocar el arte y la benevolencia por encima del vil metal.

    Ya est! Espero con cierto temor la respuesta de Arthur.

    ISAAC ASIMOV Nueva York

    Me encant leer la introduccin de Isaac a Cuentos del planeta Tierra. Como l mismo

    dice, soy el escritor que ms se le parece. Para repetir una observacin que he hecho

    antes de ahora, los dos somos casi tan buenos como creemos.

    Una pequea correccin; no envi cinco millones de copias del artculo de Time como

    dice Isaac. Slo envi una... al propio Isaac, sabiendo muy bien que dara a conocer la

    noticia al resto del mundo.

    Por ltimo, sta es mi respuesta a su desafo final, en unos trminos que le producirn

    el mayor recelo: me ofrezco a escribir el prlogo de su prximo libro.

    ARTHUR C. CLARKE

    Colorabo, Sri Lanka

  • EL CAMINO HACIA EL MAR

    Repasando mis archivos, encuentro que termin El camino hacia el mar hace ms de

    cuarenta aos. Poco ms necesito decir acerca de l, salvo que anticipa o resume todos

    los temas que he desarrollado con ms detalle en obras posteriores, sobre todo en La

    ciudad y las estrellas y en Cnticos de la lejana Tierra.

    Una cuestin poco importante: me hace gracia ver que predije no slo el invento de los

    msicos ultratransportables, sino tambin en rpida transformacin en tal amenaza

    pblica que habra que prohibirlos. La segunda parte de esta profeca, ay!, no se ha

    cumplido an.

    Estaban cayendo las primeras hojas del otoo cuando Durven se reuni con su

    hermano en el promontorio, junto a la Esfinge de Oro. Dej su blido entre los matorrales

    de la orilla de la carretera, camin hasta el borde del monte y mir abajo hacia el mar. El

    viento crudo que soplaba sobre las marismas amenazaba con una helada temprana, pero

    en el fondo del valle, Shastar la Bella an disfrutaba de calor al amparo de su medialuna

    de montes. Sus muelles vacos soaban bajo la plida luz del sol poniente, y el mar azul

    bata delicadamente sus flancos de mrmol. Al mirar de nuevo hacia abajo y ver las calles

    y los jardines de su juventud, Durven sinti que flaqueaba su resolucin. Se alegraba de

    encontrarse con Hannar aqu, a kilmetro y medio de la ciudad, y no entre las vistas y los

    ruidos que le haran recordar su infancia.

    Hannar era una pequea mancha en el fondo de la cuesta, que suba con su peculiar

    calma y tranquilidad. Durven habra podido encontrarse enseguida con l si hubiera

    utilizado el blido, pero saba que su hermano no se lo habra agradecido si lo hubiese

    hecho. Le esperaba por tanto al abrigo de la gran Esfinge, caminando a veces con rapidez

    de un lado a otro para conservar el calor. En un par de ocasiones fue hasta la cabeza del

    monstruo y mir hacia arriba, a la cara inmvil que pareca contemplar la ciudad y el mar.

    Record que de pequeo, en los jardines de Shastar, haba visto recortarse contra el cielo

    aquella forma agazapada y se haba preguntado si estara viva.

  • Hannar no pareca ms viejo que la ltima vez que se haban visto, haca de esto

    veinte aos. Conservaba todava el pelo negro y espeso, y su cara no tena arrugas pues

    pocas cosas turbaban la vida tranquila de Shastar y de su gente. Esto pareca injusto, y

    Durven, cuya cabeza se haba vuelto gris con los aos de continuo trabajo, sinti una

    rpida punzada de envidia.

    Sus saludos fueron breves, pero no desprovistos de calor. Entonces Hannar se acerc

    a la nave, que reposaba en su lecho de brezos y aplastadas aulagas. Dio unos golpecitos

    con su bastn sobre el curvado metal y se volvi a Durven.

    Es muy pequea. Has ido en ella durante todo el viaje?

    No; slo desde la Luna. He venido desde el Proyecto en un avin de lnea cien veces

    mayor.

    Y dnde est el Proyecto? O es que no quieres que lo sepamos?

    No hay ningn secreto. Estamos construyendo las naves en un espacio ms all de

    Saturno, donde la gravedad solar es casi nula y se necesita poco impulso para enviarlas

    fuera del sistema solar.

    Hannar seal con su bastn las aguas azules debajo de ellos, el mrmol de colores de

    las pequeas torres y las anchas calles con su lento trfico.

    Lejos de todo esto, en la oscuridad y la soledad..., en busca de qu?

    Durven apret los labios en una fina lnea resuelta.

    Recuerda dijo pausadamente que he pasado toda una vida fuera de la Tierra.

    Y esto te ha trado la felicidad? continu Hannar, implacable.

    Durven guard un momento de silencio.

    Me ha trado ms que esto respondi al fin. He empleado mis facultades hasta el

    mximo y he saboreado triunfos que no puedes imaginarte. El da que regres al sistema

    solar la Primera Expedicin fue como toda una vida en Shastar.

    Crees pregunt Hannar que construiris ciudades ms hermosas que sta bajo

    aquellos soles extraos, cuando hayis dejado nuestro mundo para siempre?

    Si sentimos este impulso, s. En caso contrario construiremos otras cosas. Pero

    debemos construir. Y qu ha creado tu pueblo durante los ltimos cien aos?

    No pienses que hemos estado completamente ociosos porque no hayamos

    construido mquinas, porque hayamos vuelto la espalda a las estrellas y estemos

    contentos con nuestro propio mundo. Aqu, en Shastar, hemos creado un estilo de vida

    que no ha sido superado jams. Hemos estudiado el arte de vivir; nuestra aristocracia es

    la primera en la que no hay esclavos. ste es nuestro logro, y por l nos juzgar. la

    Historia.

  • Estoy de acuerdo replic Durven, pero no olvides que vuestro paraso fue

    construido por cientficos que tuvieron que luchar como nosotros para conseguir que sus

    sueos se convirtiesen en realidad.

    No siempre triunfaron. Los planetas los derrotaron una vez. Por qu habran de ser

    ms acogedores los mundos de otros soles?

    Era una buena pregunta. Despus de quinientos aos, el recuerdo del primer fracaso

    segua siendo amargo. Con qu sueos y esperanzas se haba lanzado el hombre hacia

    los planetas a finales del siglo XX! Pero los haba encontrado no slo ridos y sin vida

    sino furiosamente hostiles. Desde el fuego amenazador de los mares de lava de Mercurio

    hasta los glaciares de nitrgeno slido de Plutn, no haba ningn lugar, fuera de su

    propio mundo, en el que pudiese vivir sin proteccin; y haba vuelto a su propio mundo

    despus de un siglo de lucha intil.

    Sin embargo, el sueo no se haba extinguido del todo; cuando se abandon el plan,

    quedaron todava algunos que se atrevan a soar en las estrellas. De aquel sueo haba

    nacido al fin el Viaje Trascendental, la Primera Expedicin y, ahora, el vino embriagador

    del xito tardo.

    Hay cincuenta estrellas de tipo solar dentro de un radio de diez aos de vuelo desde

    la Tierra respondi Durven, y casi todas ellas tienen planetas. Ahora creemos que la

    posesin de planetas es casi tan caracterstica de las estrellas de tipo G como su

    espectro, aunque no sabemos la razn. Por esto, la bsqueda de mundos como la Tierra

    tena que triunfar necesariamente con el tiempo. No creo que fusemos particularmente

    afortunados al encontrar tan pronto Edn.

    Edn? Es as como habis llamado a vuestro nuevo mundo?

    S; pareca un nombre adecuado.

    Los cientficos sois unos romnticos incurables! Tal vez el nombre no ha sido bien

    elegido. Recuerda que la vida en el primer Edn no fue muy favorable para el hombre.

    Durven sonri dbilmente.

    Esto depende del punto de vista de cada uno dijo. Seal hacia Shastar, donde

    haban empezado a encenderse las primeras luces. Si nuestros antepasados no

    hubiesen comido del rbol de la Ciencia, nunca habras podido decir esto.

    Y qu crees que suceder ahora? pregunt amargamente Hannar. Cuando

    hayis abierto el camino a las estrellas, toda la fuerza y el vigor de la raza se escaparn

    de la Tierra, como de una herida abierta.

    No digo que no. Ha ocurrido antes y volver a ocurrir. Shastar seguir la suerte de

    Babilonia, de Cartago, de Nueva York. El futuro se construye sobre las ruinas del pasado;

  • la sabidura est en enfrentarse con este hecho, no en luchar contra l. Yo he querido a

    Shastar tanto como t; tanto que ahora, aunque no volver a verla, no me atrevo a bajar a

    sus calles. Me preguntas qu pasar, y te lo voy a decir. Lo que estamos haciendo slo

    apresurar el fin. Incluso hace veinte aos, cuando estuve aqu por ltima vez, sent que

    mi voluntad era socavada por el ritual sin objeto de vuestras vidas. Pronto pasar lo

    mismo en todas las ciudades de la Tierra, pues todas imitan a Shastar. Creo que el Viaje

    no ha sido prematuro; tal vez incluso t me creeras si hubieses hablado con los hombres

    que han vuelto de las estrellas, y sentiras circular la sangre con ms fuerza por tus venas

    despus de estos siglos de sueo. Porque tu mundo se est muriendo, Hannar; lo que

    tenis ahora puede durar todava muchos siglos, pero en definitiva se os escapar de las

    manos. El futuro es nuestro; os dejaremos con vuestros sueos. Tambin nosotros hemos

    soado y ahora haremos que nuestros sueos se conviertan en realidad.

    La ltima luz se reflejaba en la frente de la Esfinge al hundirse el sol en el mar y

    hacerse la noche, pero no la oscuridad.

    Las anchas calles de Shastar eran ros luminosos por los que circulaban innumerables

    puntos mviles; las torres y los pinculos estaban adornados con luces de colores, y

    llegaba el dbil sonido de una msica llevada por el viento al hacerse lentamente a la mar

    una embarcacin de placer. Durven observ con una dbil sonrisa cmo se apartaba del

    muelle curvo. Haca quinientos aos o ms que haba descargado el ltimo barco

    mercante, pero mientras hubiese mar los hombres navegaran en l.

    Haba poco ms que decir, y Hannar se qued solo en lo alto del monte, con la cabeza

    levantada hacia las estrellas. No volvera a ver a su hermano; el sol, que se haba

    apartado de su vista por unas pocas horas, pronto se apagara definitivamente para

    Durven al hundirse en el abismo del espacio.

    Shastar resplandeca, despreocupada, en la oscuridad, junto a la orilla del mar. Para

    Hannar, embargado por los presentimientos, su funesto destino se acercaba a marchas

    forzadas. Era verdad lo que haba dicho Durven; el xodo estaba a punto de empezar.

    Haca diez mil aos, otros exploradores haban salido de las primeras ciudades de la

    humanidad para descubrir nuevas tierras. Las haban encontrado y nunca haban vuelto, y

    el Tiempo haba devorado sus moradas abandonadas. Lo mismo le sucedera a Shastar

    la Bella.

    Hannar se apoy pesadamente en su bastn y descendi despacio la cuesta, hacia las

    luces de la ciudad. La Esfinge le observ con indiferencia al desvanecerse su figura en la

    distancia y en la sombra.

    Y todava estaba observando, quinientos aos ms tarde.

  • Brant an no haba cumplido veinte aos cuando su pueblo fue expulsado de sus

    hogares y llevado hacia el oeste a travs de dos continentes y un ocano, llenando el ter

    de lastimeros gritos de maltratada inocencia. Reciban pocas muestras de simpata del

    resto del mundo, pues toda la culpa haba sido de ellos y no podan alegar que el Consejo

    Supremo hubiese actuado duramente. Les haba enviado una docena de avisos y no

    menos de cuatro ultimtums antes de emprender de mala gana la accin. Entonces, un

    da, una pequea nave provista de un fuerte radiador acstico haba llegado a trescientos

    metros de altura sobre el pueblo y haba empezado a emitir varios kilovatios de ronco

    ruido. Al cabo de unas pocas horas, los rebeldes haban capitulado y empezado a hacer

    sus brtulos. La flota de transporte haba llegado una semana ms tarde y los haba

    trasladado, todava protestando a gritos, a sus nuevos hogares en el otro lado del mundo.

    Y as se haba cumplido la Ley, la Ley que ordenaba que ninguna comunidad deba

    permanecer en el mismo lugar durante ms de tres generaciones. La obediencia

    significaba cambio, significaba la destruccin de tradiciones y el desarraigo de antiguos y

    amados hogares. Este haba sido el objetivo de la Ley, dictada cuatro mil aos antes, pero

    el estancamiento que haba pretendido evitar no podra impedirse durante mucho ms

    tiempo. Llegara un da en que no habra ninguna organizacin central para imponerla, y

    los pueblos desparramados permaneceran donde estaban hasta que el Tiempo los

    devorase, como haba hecho con las antiguas civilizaciones de las que eran herederos.

    La gente de Chaldis haba tardado tres meses enteros en construir nuevas casas, talar

    dos kilmetros cuadrados de bosque, plantar algunos huertos innecesarios de frutales

    exticos, encauzar un ro y demoler una colina que ofenda su sensibilidad esttica. Fue

    una obra impresionante, y todo fue perdonado cuando el supervisor local hizo una visita

    de inspeccin un poco ms tarde. Entonces Chaldis observ con gran satisfaccin cmo

    se elevaban en el cielo los transportes, las mquinas excavadoras y todos los avos de

    una civilizacin mvil y mecanizada. Apenas se haba desvanecido el ruido de su partida

    cuando el pueblo, como un solo hombre, se relaj una vez ms en la pereza, que

    sinceramente esperaba que nada turbase al menos durante otro siglo.

    A Brant le haba gustado mucho aquella aventura. Desde luego, senta perder el hogar

    donde haba transcurrido su infancia; ya no volvera a subir a la orgullosa y solitaria

    montaa que se ergua junto a su pueblo natal. No haba montaas en esta tierra; slo

    colinas bajas y onduladas y valles frtiles, donde haban crecido los bosques durante

    milenios, desde que la agricultura haba tocado a su fin. Tambin haca ms calor que en

    su antiguo pas, pues estaban ms cerca del ecuador y haban dejado atrs los crudos

  • inviernos del norte. El cambio haba sido para bien; en casi todos los aspectos, pero

    durante uno o dos aos la gente de Chaldis sentira una consoladora sensacin de

    martirio.

    Estas cuestiones polticas no preocupaban lo ms mnimo a Brant. En aquel momento,

    todo un curso de la historia humana, desde las pocas oscuras hasta el futuro

    desconocido, era mucho menos importante que la cuestin de Yradne y sus sentimientos

    para con l. Se preguntaba qu estara haciendo Yradne ahora y trataba de inventar una

    excusa para ir a verla. Pero esto significara encontrarse con sus padres, que pensaran

    que su visita era de simple cortesa.

    En vez de esto, decidi ir al taller, aunque slo fuese para observar los movimientos de

    Jon. Lo de Jon era una lstima; haban sido muy buenos amigos hasta haca poco tiempo.

    Pero el amor era el peor enemigo de la amistad y, hasta que Yradne eligiese entre ellos

    dos, permaneceran en un estado de neutralidad armada.

    El pueblo se extenda aproximadamente un kilmetro y medio a lo largo del valle, con

    sus nuevas y limpias casas dispuestas en calculado desorden. Unas cuantas personas

    iban de un lado a otro sin prisas, o chismorreaban en pequeos grupos al pie de los

    rboles. Brant tuvo la impresin de que todos le seguan con la mirada al pasar y que

    hablaban de l, presuncin que era perfectamente correcta. En una comunidad cerrada

    de poco ms de mil personas sumamente inteligentes, nadie poda confiar en tener una

    vida privada.

    El taller estaba en un claro, al final del pueblo, donde su suciedad general causaba la

    menor molestia posible. Se hallaba rodeado de mquinas medio desmontadas que el viejo

    Johan no haba empezado a reparar. Una de las tres aeronaves de la comunidad yaca,

    con las cuadernas desnudas expuestas al sol, en el mismo sitio donde haba sido dejada

    semanas atrs con una solicitud de reparacin inmediata. El viejo Johan la reparara un

    da, pero a su debido tiempo.

    La ancha puerta del taller estaba abierta y desde el interior, brillantemente iluminado,

    llegaba el sonido chirriante de metal al tallar las mquinas automticas alguna nueva

    forma a voluntad de su dueo. Brant pas cuidadosamente entre las atareadas esclavas

    hasta la relativa tranquilidad del fondo del taller.

    El viejo Johan estaba tumbado en un silln demasiado cmodo, fumando una pipa.

    Pareca como si no hubiese trabajado jams en toda su vida. Era un hombrecillo pulcro,

    con una barba cuidadosamente cortada en punta, y slo sus brillantes y mviles ojos

    daban seales de animacin. Se le habra podido tomar por un poeta de segundo orden

    y l se imaginaba serlo, pero nunca por un herrero de pueblo.

  • Buscas a Jon? dijo entre bocanadas de humo. Est por ah, haciendo algo para

    esa chica. No s lo que veis en ella.

    Brant se ruboriz un poco. Estaba a punto de responder algo cuando una de las

    mquinas empez a reclamar con fuerza la atencin del dueo. El viejo Johan sali de la

    habitacin en un santiamn y, durante unos instantes, se oyeron a travs de la puerta

    crujidos, golpes y muchas palabrotas. Pero el hombre volvi poco despus a su silln,

    confiando visiblemente en que no le molestasen durante un rato.

    Deja que te explique una cosa, Brant prosigui, como si no les hubiesen

    interrumpido. Dentro de veinte aos ser exactamente igual que su madre. Has

    pensado alguna vez en esto?

    Brant no lo haba pensado y se estremeci ligeramente. Pero veinte aos son una

    eternidad para los jvenes; si ahora poda conquistar a Yradne, el futuro cuidara de s

    mismo. Esto es ms o menos lo que le dijo a Johan.

    Haz lo que te parezca respondi el herrero, sin brusquedad. Supongo que si

    todos hubisemos sido tan previsores, la humanidad se habra extinguido hace un milln

    de aos. Por qu no jugis una partida de ajedrez como personas sensatas, para decidir

    quin la tendr primero?

    Brant hara trampa respondi Jon, apareciendo de pronto en la entrada y

    llenndola casi por completo.

    Era un joven corpulento y de buena planta, en total contraste con su padre, y traa una

    hoja de papel cubierta de diseos de mecnica. Brant se pregunt qu clase de regalo

    estaba preparando para Yradne.

    Qu ests haciendo? pregunt, con interesada curiosidad.

    Por qu habra de decrtelo? pregunt amablemente Jon. Dame una buena

    razn.

    Brant se encogi de hombros.

    Estoy seguro de que no es importante; slo pretenda ser corts.

    Pues no te pases replic el herrero. La ltima vez que fuiste corts con Jon,

    llevaste un ojo a la funerala durante una semana. Te acuerdas? Se volvi a su hijo y

    aadi bruscamente: Veamos estos dibujos, para que pueda decirte por qu no puede

    hacerse esto.

    Examin con mirada crtica los diseos, mientras Jon daba crecientes seales de

    inquietud. Johan lanz por fin un gruido de desaprobacin y dijo:

    Dnde vas a conseguir las piezas? No hay ninguna que sea corriente y la mayora

    son submicro. Jon mir esperanzado alrededor del taller.

  • No hay muchas dijo. Es un trabajo sencillo, y me preguntaba si...

    ...Si te dejara enredar con los integradores para tratar de confeccionar las piezas.

    Bueno, ya hablaremos de esto. Brant, mi hijo trata de demostrar que adems de msculos

    posee talento. Y para ello no se le ha ocurrido otra cosa que fabricar un juguete que

    qued anticuado hace unos cincuenta siglos. Espero que podis hacer algo mejor que

    esto. Mirad, cuando yo tena vuestra edad...

    Su voz y sus recuerdos se extinguieron en el silencio. Yradne haba llegado del

    estruendoso taller y los estaba observando desde el umbral con una dbil sonrisa en los

    labios.

    Es probable que si se hubiese pedido a Brant y a Jon que describiesen a Yradne,

    habra parecido que hablaban de dos personas diferentes, aunque habra habido alguna

    coincidencia superficial, desde luego. Los dos habran convenido en que su pelo era

    castao; sus ojos, grandes y azules, y su piel del ms raro de los colores: casi de un

    blanco perlino. Pero a Jon le pareca una criatura frgil, una criatura para ser mimada y

    protegida; en cambio para Brant, su confianza en s misma y su total aplomo eran tan

    evidentes que desesperaba de poder servirle de algo. Esta diferencia de opinin se deba

    en parte a que Jon tena quince centmetros ms de estatura que Brant y nueve ms de

    cintura, pero sobre todo a razones psicolgicas ms profundas. La persona a quien uno

    ama nunca existe realmente; es slo una proyeccin a travs de la lente de la mente

    sobre la pantalla que ms se le adapta sin desfigurarla. Brant y Jon tenan ideales

    diferentes y cada uno crea que Yradne encarnaba el suyo. Esto no la habra sorprendido

    en absoluto, pues pocas cosas la sorprendan.

    Voy a bajar al ro dijo. He llamado a tu casa al pasar, Brant, pero habas salido.

    Estas palabras fueron como una bofetada para Jon, pero ella se corrigi al instante.

    Pens que t habras salido con Lorayne o con alguna otra chica, pero saba que

    encontrara a Jon en casa.

    Jon pareci muy halagado por esta impensada e inexacta observacin. Enroll sus

    dibujos y se meti corriendo en la casa, gritando satisfecho:

    Esprame! Vuelvo enseguida!

    Brant no apart la mirada de Yradne, mientras se apoyaba incmodo en uno y otro pie.

    En realidad, ella no haba invitado a ninguno de los dos a acompaarla y, mientras no le

    despidiese definitivamente, se mantendra en su sitio. Pero record un antiguo adagio que

    deca que si dos eran buena compaa, en cambio tres eran todo lo contrario.

    Jon regres, envuelto en una sorprendente capa verde, con franjas rojas en diagonal

    en los lados. Slo un hombre muy joven poda quedar bien con aquella prenda e incluso

  • Jon a duras penas lo consegua. Brant se pregunt si era el momento de ir corriendo a

    casa y ponerse algo todava ms deslumbrador, pero el riesgo era demasiado grande.

    Sera como huir frente al enemigo; tal vez la batalla habra terminado cuando volviese con

    refuerzos.

    Cunta gente! observ el viejo Johan cuando se marchaban. Os importa que

    vaya yo tambin?

    Los muchachos parecieron confusos, pero Yradne lanz una risa alegre y contagiosa.

    l se qued durante un rato en la puerta exterior, sonriendo mientras los jvenes se

    alejaban entre los rboles y descendan la larga cuesta tapizada de hierba en direccin al

    ro. Pero pronto dej de seguirlos con la mirada y se perdi en los sueos ms vanos que

    puede acariciar un hombre; los sueos de su propia juventud perdida. Pronto volvi la

    espalda a la luz del sol, dej de sonrer y desapareci en el tumulto del taller.

    Ahora que el sol que suba hacia el norte estaba pasando por el ecuador, los das

    seran ms largos que las noches y el invierno habra terminado. Los innumerables

    pueblos de todo el hemisferio se estaban preparando para saludar a la primavera. Con la

    agona de las grandes ciudades y la vuelta del hombre a los campos y a los bosques, la

    gente haba vuelto tambin a muchas de las antiguas costumbres que haban estado

    dormitando durante mil aos de civilizacin urbana. Algunas de estas costumbres haban

    sido resucitadas por los antroplogos y los ingenieros sociales del tercer milenio, cuyo

    genio haba conservado muchos esquemas de cultura humana a travs de los siglos. As,

    el equinoccio de primavera era celebrado todava con ritos que, a pesar de ser

    sofisticados, habran parecido menos extraos al hombre primitivo que a la gente de las

    ciudades industriales cuyo humo haba contaminado antao los cielos de la Tierra.

    Las disposiciones para el Festival de Primavera eran siempre objeto de muchas intrigas

    y disputas entre los pueblos vecinos. Aunque representaban la interrupcin de todas las

    dems actividades durante un mes como mnimo, todos los pueblos consideraban un gran

    honor su eleccin como sede de las celebraciones. Desde luego, no poda esperarse que

    una comunidad recin establecida, que se recobraba del trasplante, asumiese semejante

    responsabilidad. Sin embargo, los paisanos de Brant haban encontrado una manera

    ingeniosa de recobrar el favor y de lavar la mancha de su reciente desgracia. Haba otros

    cinco pueblos en un radio de ciento sesenta kilmetros, y todos ellos haban sido invitados

    a Chaldis para el festival.

    La invitacin se haba redactado con mucho cuidado. Insinuaba delicadamente que, por

    razones obvias, no se poda esperar que Chaldis ofreciera unas ceremonias tan perfectas

    como habra deseado, e insinuaba por tanto que si los invitados queran pasarlo

  • realmente bien, haran mejor yendo a otra parte. Chaldis esperaba como mximo una

    aceptacin, pero la curiosidad de sus vecinos haba pesado ms que su sentido de

    superioridad moral. Todos haban respondido que estaran encantados de asistir, y

    Chaldis no haba tenido manera de eludir sus responsabilidades. No hubo noche en el

    valle y se durmi poco en l. Muy por encima de los rboles, una hilera de soles

    artificiales ardan continuamente con un resplandor blancoazulado, desterrando las

    estrellas y la oscuridad, y convirtiendo en caos la rutina natural de todas las criaturas

    silvestres en muchas millas a la redonda. Aprovechando los das ms largos y las noches

    ms cortas, hombres y mquinas se afanaban en preparar el gran anfiteatro necesario

    para albergar a unas cuatro mil personas. En un aspecto al menos tuvieron suerte: no se

    necesitaba techo ni calefaccin artificial en este clima. En la tierra que haban

    abandonado a su pesar, la capa de nieve deba de ser todava muy gruesa a finales de

    marzo.

    Brant se despert temprano aquel gran da, con el ruido de las aeronaves que

    descendan del cielo encima de l. Se desperez lentamente, preguntndose cundo

    volvera a acostarse, pero se visti enseguida. Una patada a un interruptor oculto, y el

    rectngulo de goma espuma, a un par de centmetros del nivel del suelo, qued

    enteramente cubierto por una hoja rgida de plstico que se haba desenrollado desde el

    interior de la pared. No haca falta ropa en la cama porque la habitacin se mantena

    automticamente a la temperatura del cuerpo. En muchos aspectos, la vida de Brant era

    ms sencilla que la de sus remotos antepasados, gracias a los incesantes y casi

    olvidados esfuerzos de cinco mil aos de ciencia.

    La habitacin estaba suavemente iluminada por la luz que se filtraba a travs de una

    pared translcida, y reinaba en ella un desorden increble. La nica parte despejada del

    suelo era la protegida por la cama, y probablemente habra, que limpiarla al anochecer.

    Brant era muy acaparador y no quera tirar nada. Era una caracterstica nada frecuente en

    un mundo donde pocas cosas eran de valor porque podan hacerse muy fcilmente; pero

    los objetos que coleccionaba Brant no eran los que solan crear los integradores. En un

    rincn haba un pequeo bal arrimado a la pared y tallado en parte en forma vagamente

    antropomrfica. Haba grandes trozos de piedra arenisca y de mrmol desparramados por

    el suelo, en espera de que Brant decidiese trabajar en ellos. Las paredes estaban

    enteramente cubiertas de pinturas, abstractas en su mayora. No haca falta ser muy

    inteligente para deducir que Brant era un artista; lo que no resultaba tan fcil era saber si

    era bueno.

  • Se abri paso entre los escombros y fue en busca de comida. No haba cocina; algunos

    historiadores sostenan que sta haba sobrevivido hasta una fecha tan tarda como el

    ao 2500 d. de C., pero que mucho antes la mayora de las familias confeccionaban sus

    comidas y sus ropas. Brant entr en la sala de estar y se dirigi a una caja de metal

    empotrada en la pared a nivel del pecho. En el centro haba algo que habra sido

    completamente familiar para cualquier ser humano de los ltimos cincuenta siglos: un

    disco con diez dgitos. Brant marc un nmero de cuatro cifras y esper. No ocurri nada.

    Con aire de contrariedad, oprimi un botn oculto y se abri la puerta del aparato,

    revelando un interior que, segn todas las normas, hubiese debido contener un apetitoso

    desayuno. Estaba completamente vaco.

    Brant poda llamar a la mquina alimentadora central y pedir una explicacin, pero

    probablemente no obtendra respuesta. Era evidente que el departamento de suministro

    de comida estaba tan ocupado preparando las celebraciones del da que tendra suerte si

    al fin consegua desayunar algo. Anul el circuito y prob de nuevo con un nmero poco

    empleado. Esta vez se oy un ligero zumbido, se abri la puerta y apareci una taza con

    un brebaje oscuro y humeante, unos pocos canaps de aspecto nada atractivo y una gran

    tajada de meln. Frunci la nariz y se pregunt cunto tardara la humanidad en volver a

    la barbarie. Brant despach muy pronto su desayuno de repuesto.

    Sus padres todava dorman cuando sali sin hacer ruido de la casa a la ancha plaza

    cubierta de csped, del centro del pueblo. An era muy temprano y haca fresco, pero el

    da era bueno y despejado, con esa frescura que raras veces persiste despus de

    evaporarse el ltimo roco. Haba algunas aeronaves posadas sobre el csped, de las que

    se apeaban pasajeros que se agrupaban o se desperdigaban para examinar Chaldis con

    ojos crticos. Mientras Brant observaba, una de las mquinas se elev zumbando y dej

    una dbil estela de ionizacin. Un momento despus la siguieron las otras; slo podan

    transportar unas pocas docenas de pasajeros y tendran que hacer muchos viajes antes

    de que terminase el da.

    Brant se acerc a los visitantes, tratando de parecer seguro de s mismo pero no tan

    reservado que le impidiese establecer contactos. La mayora de los visitantes eran

    aproximadamente de su edad; los mayores llegaran a horas ms razonables.

    Le miraron con franca curiosidad, a la que l correspondi con muestras de inters.

    Observ que su piel era mucho ms oscura que la suya y que sus voces eran ms suaves

    y menos moduladas. Algunos incluso tenan un poco de deje, pues a pesar de un lenguaje

    universal y de la comunicacin instantnea, todava existan variantes regionales. Al

  • menos, Brant supuso que eran las que tenan acento; pero en un par de ocasiones vio

    que ellos sonrean un poco al orle hablar.

    Durante toda la maana, los visitantes se reunieron en la plaza y luego se dirigieron

    hacia el gran campo que se haba talado implacablemente en el bosque. Haba en l

    tiendas de campaa y resplandecientes banderas, y risas y gritero, pues la maana era

    para que se divirtiesen los jvenes. Aunque Atenas haba quedado diez mil aos atrs en

    el ro del tiempo, como un faro que nunca acababa de extinguirse, los deportes apenas

    haban cambiado desde las primeras Olimpadas. Los hombres todava corran, saltaban,

    luchaban y nadaban; pero lo hacan mucho mejor que sus antepasados. Brant era un

    buen corredor en distancias cortas y consigui quedar tercero en los cien metros. Su

    tiempo pas muy poco de los ocho segundos, pero no fue muy bueno porque el rcord

    estaba a menos de siete. Brant se habra sorprendido muchos si le hubiesen dicho que

    hubo un tiempo en que nadie del mundo poda acercarse a su marca.

    Jon se diverta mucho derribando a jvenes an ms corpulentos que l sobre el

    paciente csped, y cuando se sumaron los resultados de la maana, Chaldis tena ms

    puntos que cualquiera de los visitantes, aunque haba sido primero en pocas ocasiones.

    Al acercarse el medioda, la muchedumbre empez a bajar como una ameba al Claro

    de los Cinco Robles, donde los sintetizadores moleculares haban estado trabajando

    desde muy temprano para llenar cientos de mesas de comida. Se haba necesitado

    mucha habilidad para preparar los prototipos que estaban siendo reproducidos con

    absoluta fidelidad hasta el ltimo tomo; aunque la mecnica de la produccin de

    alimentos haba cambiado completamente, el arte del chef haba sobrevivido e incluso

    alcanzado xitos en los que la naturaleza no haba tenido ninguna participacin.

    La principal actividad de la tarde consisti en una larga sesin potica, un pastiche

    montado con considerable habilidad a base de obras de poetas cuyos nombres haca

    siglos que se haban olvidado. En conjunto, Brant lo encontr aburrido, aunque algunos

    hermosos versos quedaron grabados en su memoria:

    Pues la lluvia y las ruinas de invierno han terminado, y toda la estacin de nieves y

    pecado,..

    Brant conoca bien la nieve y se alegraba de haberla dejado atrs. En cambio, el

    pecado era una palabra arcaica que haba cado en desuso haca tres o cuatro mil aos;

    pero tena una resonancia ominosa y excitante.

    No haba podido reunirse con Yradne hasta casi el anochecer, cuando ya haba

    empezado el baile. En lo alto del valle se haban encendido luces flotantes, que

  • inundaban los bosques con tonos siempre cambiantes de azul, rojo y amarillo. En parejas

    y tros, y despus a docenas y a cientos, los que bailaban entraron en el gran valo del

    anfiteatro, hasta que ste se convirti en un mar de formas que giraban y rean. Aqu

    haba al fin algo en lo que Brant poda superar con mucho a Jon, y se dej llevar por la

    oleada de pura diversin fsica.

    La msica recorra todo el espectro de la cultura humana. En un momento dado, el aire

    palpitaba con el redoble de tambores que poda haber tenido su origen en una selva

    primigenia, cuando el mundo era joven, y un momento despus, sutiles aparatos

    electrnicos urdan intrincadas composiciones en cuartos de tono. Las estrellas

    observaban melanclicamente mientras se deslizaban en el cielo, pero nadie las vea ni

    pensaba en el paso del tiempo.

    Brant haba bailado con muchas chicas antes de encontrar a Yradne. Estaba hermosa

    y resplandeciente. Disfrutaba de la vida y no pareca tener mucha prisa en reunirse con l,

    pues haba muchos jvenes entre los que elegir. Pero al fin bailaron juntos en aquel

    torbellino y Brant se sinti muy contento al pensar quejn probablemente les estaba

    observando, ceudo, desde lejos.

    Salieron de la pista de baile durante una pausa de la msica, porque Yradne dijo que

    estaba un poco cansada. Esto le convena mucho a Brant. Se sentaron juntos al pie de

    uno de los grandes rboles, observando el flujo y el reflujo de vida a su alrededor con esa

    despreocupacin propia de momentos de total relajamiento.

    Fue Brant quien rompi el silencio. Tena que hacerlo, porque poda pasar mucho

    tiempo antes de que se le presentase otra oportunidad.

    Yradne dijo, por qu me has estado evitando?

    Ella lo mir con ojos inocentes.

    Oh, Brant respondi, qu cosas dices! Sabes que no es verdad. Me gustara

    que no fueses tan celoso. No puedo andar siempre detrs de ti.

    De acuerdo convino Brant con voz apagada, preguntndose si se estaba poniendo

    en ridculo.

    Pero ya que haban empezado, lo mejor era continuar.

    Mira, algn da tendrs que decidir entre l y yo. Si sigues demorndolo, podras

    quedarte solterona como tus dos tas.

    Yradne solt una risa cantarina y ech la cabeza atrs, regocijada, al pensar que poda

    volverse vieja y fea.

    Si eres tan impaciente replic, ser mejor que confe en Jon. Has visto lo que

    me ha regalado?

  • No dijo Brant, con el corazn encogido.

    Pues s que eres observador...! No te has fijado en este collar?

    Yradne luca sobre el pecho muchas joyas suspendidas del cuello por una fina cadena

    de oro. El collar era bonito, pero no haba nada en l particularmente novedoso, y Brant

    no perdi tiempo en comentarlo. Yradne le dirigi una sonrisa misteriosa y se llev los

    dedos al cuello. El aire se llen al instante de un sonido musical, que primero se mezcl

    con la msica de fondo del baile y despus la domin completamente.

    Lo ves? indic con orgullo. Vaya donde vaya, puedo llevar msica conmigo.

    Jon dice que hay tantos miles de horas guardadas en l que nunca sabr cundo

    empezar a repetirse. No te parece maravilloso?

    Tal vez lo sea refunfu Brant. Pero desde luego no es nuevo. Hubo un tiempo

    en que todo el mundo sola llevar esta clase de cosas, hasta que desapareci el silencio

    de la Tierra y tuvieron que prohibirlas. Piensa en el caos que se producira si todos las

    llevsemos...

    Yradne se apart de l, malhumorada.

    Ya estamos otra vez! Siempre celoso de lo que t no puedes hacer. Qu me has

    regalado que sea la mitad de sorprendente y de til que esto? Me voy... y no trates de

    seguirme.

    Brant se qued pasmado y boquiabierto por la violencia de la reaccin de Yradne.

    Entonces le grit, mientras ella se alejaba:

    Eh, Yradne, yo no quera...!

    Pero ella se haba ido.

    Sali del anfiteatro muy enfadado. De nada le serva considerar la causa del exabrupto

    de Yradne. Sus observaciones, aunque bastante malvolas, haban sido verdaderas, y a

    veces no hay nada ms irritante que la verdad. El regalo de Jon era un juguete ingenioso

    pero trivial, slo interesante porque ahora era nico.

    Una de las cosas que ella le haba dicho todava le estaba atormentando. Qu era lo

    que l le haba regalado a Yradne? No tena nada, salvo sus pinturas, y lo cierto es que

    no eran muy buenas. Ella no haba mostrado el menor inters cuando l le haba ofrecido

    algunas de las mejores; le haba costado mucho explicarle que no era pintor de retratos, y

    que no se atreva a pintar el suyo. Ella nunca haba comprendido aquello, y a l le haba

    resultado muy difcil no herir sus sentimientos. A Brant le gustaba inspirarse en la

    Naturaleza, pero nunca copiaba lo que vea. Cuando terminaba uno de sus cuadros (cosa

    que slo ocurra en ocasiones), a menudo el ttulo era la nica manera de saber lo que

    representaba.

  • Todava resonaba a su alrededor la msica de baile, pero l ya haba perdido todo

    inters; no poda soportar el ver a otra gente divirtindose. Decidi alejarse de la

    muchedumbre, y el nico lugar tranquilo en que se le ocurri pensar fue la orilla del ro, al

    final de la brillante alfombra de musgo recin plantado que discurra a travs del bosque.

    Se sent cerca del agua y se puso a arrojar ramitas a la corriente y a observar cmo se

    las llevaba el ro.

    De vez en cuando pasaba gente solitaria pero generalmente iban en parejas y no se

    fijaban en l. Brant los miraba con envidia y pensaba que sus asuntos no marchaban bien.

    Pens que casi sera mejor que Yradne se decidiese por Jon; as se acabara su

    angustia. Pero ella no daba la menor seal de preferir a uno de los dos. Tal vez se estaba

    divirtiendo a sus expensas, como sostenan algunos, sobre todo el viejo Johan, aunque

    tambin era probable que fuese incapaz de elegir. Brant pens malhumorado que era

    preciso que uno de los dos hiciese algo realmente espectacular que el otro no pudiese

    superar.

    Hola! dijo una vocenla a sus espaldas.

    Se volvi y mir por encima del hombro. Una nia de unos ocho aos lo estaba

    observando, con la cabeza ligeramente inclinada a un lado, como un gorrin curioso.

    Hola! respondi l, sin entusiasmo. Por qu no ests donde el baile?

    Y t por qu no bailas? replic la nia con viveza.

    Estoy cansado dijo Brant, confiando en que fuese una excusa adecuada. No

    deberas andas sola por ah. Podras perderte.

    Ya me he perdido repuso ella, satisfecha, sentndose a su lado. Pero me gusta.

    Brant se pregunt de qu pueblo habra venido; era una criatura muy linda, pero an lo

    sera ms con menos chocolate en la cara. Por lo visto haba puesto fin a su soledad.

    Ella lo mir, con esa fijeza desconcertante que raras veces sobrevive a la infancia, tal

    vez por fortuna.

    Ya s lo que te pasa! exclam de pronto.

    De veras? pregunt Brant, con corts escepticismo.

    Ests enamorado!

    Brant dej caer la ramita que estaba a punto de arrojar al ro y se volvi para observar

    a su inquisidora. Esta lo miraba con tan solemne compasin que la morbosa lstima que

    senta de s mismo se transform al instante en una estruendosa carcajada. La nia

    pareci muy ofendida y l se domin rpidamente.

    Cmo puedes saberlo? pregunt con una gran seriedad.

  • He ledo todo sobre esto respondi ella solemnemente. Y una vez vi una pelcula

    en la que haba un hombre que bajaba al ro y se sentaba en la orilla, como t, y de pronto

    se arrojaba al agua. Despus sonaba una msica muy bonita.

    Brant mir reflexivamente a la precoz criatura y se alegr de que no perteneciese a su

    comunidad.

    Siento no poder poner la msica se excus gravemente, pero en todo caso el ro

    no es lo bastante profundo.

    Ms lejos s lo es replic ella, solcita. Aqu es un ro pequeo; no crece hasta

    que sale de los bosques. Lo vi desde la aeronave.

    Y qu ocurre despus? pregunt Brant, contento de que la conversacin hubiese

    tomado un rumbo ms inocuo. Supongo que desemboca en el mar, no?

    Ella hizo un gesto vulgar de disgusto.

    Claro que no, tonto! Todos los ros de este lado de los montes van a parar al Gran

    Lago. Ya s que es tan grande como un mar, pero el verdadero mar est al otro lado de

    los montes.

    Brant haba aprendido muy poco sobre los detalles geogrficos de su nuevo pas, pero

    se dio cuenta de que la nia estaba en lo cierto. El ocano estaba a menos de treinta

    kilmetros al norte, pero separado de ellos por una cadena de montes bajos. A ciento

    cincuenta kilmetros tierra adentro estaba el Gran Lago, que daba vida a tierras que

    haban sido desiertos antes de que los ingenieros gelogos diesen nueva forma a este

    continente.

    La nia precoz estaba haciendo un mapa con ra-mitas y explicando pacientemente esta

    materia a un discpulo bastante obtuso.

    Nosotros estamos aqu seal, y aqu estn el ro y los montes, y el lago est

    junto a tu pie. El mar se encuentra aqu... y ahora te dir un secreto.

    Qu secreto?

    Nunca lo adivinaras!

    Supongo que no.

    Ella baj la voz, en un murmullo confidencial.

    Si vas a lo largo de la costa, que no est muy lejos de aqu, llegars a Shastar.

    Brant quiso parecer que estaba impresionado, pero no lo consigui.

    No creo que nunca hayas odo hablar de ella! grit la nia, profundamente

    disgustada.

  • Lo siento replic Brant. Supongo que era una ciudad, y algo le sobre ella en

    alguna parte. Pero, mira, hubo tantas ciudades, como Cartago, Chicago, Babilonia y

    Berln, que es imposible recordarlas todas. Y adems, todas desaparecieron.

    Pero Shastar no. Todava est all.

    Bueno, algunas de las ltimas que construyeron an se conservan, ms o menos, y

    la gente va a menudo a visitarlas. A unos ochocientos kilmetros de mi antiguo pueblo

    hubo una ciudad muy grande llamada...

    Shastar no es una ciudad vieja cualquiera le interrumpi la nia, con aire

    misterioso. Mi abuelo me habl de ella; estuvo all. No se ha estropeado nada, y est

    llena de cosas maravillosas que no hay en ningn otro sitio.

    Brant sonri para sus adentros. Las ciudades desiertas de la Tierra haban dado origen

    a leyendas durante muchsimos siglos. Deba hacer cuatro o cinco mil aos que Shastar

    haba sido abandonada. Si sus edificios estaban todava en pie, cosa desde luego muy

    posible, sin duda hara siglos que habra sido despojada de todo lo que hubiese en ella de

    valioso. El abuelo habra estado inventando bonitos cuentos de hadas para distraer a la

    pequea. A Brant le result simptico.

    La nia sigui hablando, sin reparar en su escepticismo. Brant prest poca atencin a

    sus palabras, intercalando un corts s o un imagnate cuando lo requera la ocasin.

    De pronto, se hizo el silencio.

    l levant la cabeza y vio que la nia estaba mirando fijamente, y con no poca

    contrariedad, hacia la avenida flanqueada de rboles que dominaba el panorama.

    Adis se despidi bruscamente. Tengo que esconderme en otra parte; viene mi

    hermana.

    Y se march con la misma rapidez con que haba llegado. Brant pens que su familia

    deba de perder mucho tiempo buscndola; pero a l le haba hecho un favor librndolo

    de su tristeza.

    Pocas horas despus se dio cuenta de que la nia haba hecho mucho ms.

    Simn estaba apoyado en la jamba de la puerta, viendo pasar la gente, cuando Brant

    acudi en su busca. Por lo general, la gente apretaba un poco el paso al cruzar por

    delante de la puerta de Simn, pues era de una locuacidad inagotable y, cuando atrapaba

    a una vctima, sta tardaba una hora o ms en escapar. Era muy extrao que alguien

    cayese voluntariamente en sus garras, como ahora estaba sucediendo con Brant.

    Lo malo de Simn era que tena una inteligencia privilegiada, pero era demasiado

    perezoso para utilizarla. Tal vez habra sido ms afortunado si hubiese nacido en una era

  • de mayor energa, pues todo lo que haba podido hacer en Chaldis era aguzar su ingenio

    a expensas de otras personas, lo cual le haba dado ms fama que popularidad. Pero

    resultaba indispensable, pues era un almacn de conocimientos, la mayora de ellos

    totalmente exactos.

    Simn dijo Brant, sin el menor prembulo, quiero aprender un poco sobre este

    pas. Los mapas no me dicen gran cosa; son demasiado nuevos. Cmo era esto

    antiguamente?

    Simn se rasc la poblada cabeza.

    No creo que fuese muy diferente de como es ahora. A qu antigedad te refieres?

    A los tiempos en que haba ciudades.

    Desde luego, no haba tantos rboles. Probablemente sta era una regin agrcola,

    donde se producan alimentos. Viste aquella mquina de labranza que extrajeron cuando

    se construy el anfiteatro? Deba ser muy antigua; ni siquiera era elctrica.

    S que la vi dijo Brant con impaciencia. Pero habame de las ciudades que haba

    por aqu. Segn el mapa, haba una llamada Shastar a unos cientos de kilmetros al

    oeste, junto a la costa. Sabes algo sobre ella?

    Shastar... repiti Simn, tratando de ganar tiempo. Un lugar muy interesante;

    creo que incluso tengo por ah una fotografa de ella. Espera un momento; voy a ver si la

    encuentro.

    Desapareci en el interior de la casa y durante casi cinco minutos llev a cabo una

    exhaustiva bsqueda en su biblioteca, aunque un hombre de la era de los libros

    difcilmente lo habra deducido de sus acciones. Todos los registros que posea Chaldis

    estaban encerrados en una caja de metal de un metro de lado; sta contena, encerrado a

    perpetuidad en diseos subatmicos, el equivalente de mil millones de volmenes en letra

    impresa. Casi todos los conocimientos de la humanidad y la totalidad de la literatura

    superviviente, estaban ocultos all.

    Pero no se trataba de un simple almacn pasivo de sabidura, porque tena un

    bibliotecario. Cuando Simn le indic lo que quera a la infatigable mquina, comenz la

    busca gradual a travs de una red casi infinita de circuitos. Slo tard una fraccin de

    segundo en encontrar la informacin que necesitaba, pues le haba dado el nombre y la

    fecha aproximada. Simn se relaj entonces, al proyectarse en su cerebro las imgenes

    mentales bajo una ligersima autohipnosis. El conocimiento permanecera en su poder

    slo durante unas pocas horas (suficientes para su fin) y despus se extinguira. Simn no

    deseaba llenar su bien organizada mente de cosas insubstanciales, y para l toda la

    historia del auge y la cada de las grandes ciudades era una digresin histrica sin

  • especial importancia. Era un episodio interesante, aunque lamentable, y perteneca a un

    pasado que se haba desvanecido de un modo irrevocable.

    Brant estaba esperando pacientemente, cuando de pronto apareci Simn con su pinta

    de sabio.

    No he podido encontrar ninguna foto dijo. Mi esposa ha debido de hacer limpieza

    otra vez. Pero te dir lo que puedo recordar de Shastar. Brant se sent lo ms

    cmodamente posible: seguramente estara un rato all. Shastar fue una de las ltimas

    grandes ciudades que construy el hombre. Recordars que las ciudades surgieron en un

    perodo muy avanzado de la cultura humana, hace slo unos doce mil aos. Crecieron en

    nmero e importancia durante varios milenios; algunas llegaron a tener millones de

    habitantes. Resulta difcil de imaginar lo que sera vivir en tales lugares: desiertos de

    acero y de piedra, sin una brizna de hierba en muchos kilmetros. Pero eran necesarias,

    antes de que se perfeccionasen los transportes y las comunicaciones, pues unas

    personas tenan que vivir cerca de otras para realizar las intrincadas operaciones

    comerciales e industriales de las que dependan sus vidas.

    Las ciudades realmente grandes empezaron a desaparecer cuando el transporte

    areo se hizo universal. La amenaza de un ataque en aquellos das brbaros y lejanos

    tambin contribuy a dispersarlas. Pero durante mucho tiempo...

    He estudiado la Historia de aquel perodo lo interrumpi Brant, no con demasiada

    sinceridad. S todo lo de...

    ... Durante mucho tiempo hubo an muchas pequeas ciudades que se mantuvieron

    juntas gracias a lazos culturales ms que comerciales. Contaban con poblaciones de

    varios miles de habitantes y duraron siglos despus de haber muerto las gigantes. Por

    esto Oxford, Princeton y Heidelberg an significan algo para nosotros, mientras que de

    otras ciudades ms grandes slo quedan los nombres. Pero incluso stas estaban

    condenadas a desaparecer cuando el invento del integrador hizo posible que cualquier

    comunidad, por pequea que fuese, fabricase sin esfuerzo todo lo necesario para una

    vida civilizada.

    Shastar fue construida cuando las ciudades ya no eran tcnicamente necesarias, pero

    antes de que la gente se diese cuenta de que la cultura de las ciudades estaba tocando a

    su fin. Parece que fue una concienzuda obra de arte, concebida y diseada como un

    conjunto, y que los que vivieron all eran sobre todo artistas. Pero no dur mucho; acab

    matndola el xodo.

    Simn guard silencio de pronto, como si estuviera meditando sobre aquellos siglos

    tumultuosos en que haba quedado abierto el camino a las estrellas y el mundo se haba

  • partido en dos. A lo largo de aquel camino se haba ido la flor de la raza, dejando al resto

    detrs, y a partir de entonces pareca que la Historia haba llegado a su fin en la Tierra.

    Durante mil aos o ms, los exiliados haban regresado algunas veces al sistema solar,

    ansiosos de hablar de soles extraos, de planetas lejanos y del gran imperio que se

    implantara un da en la galaxia. Pero hay abismos que ni siquiera las naves ms rpidas

    podrn cruzar jams, y uno de estos abismos se estaba abriendo ahora entre la Tierra y

    sus hijos errantes. Cada vez tenan menos en comn; cada vez eran menos las naves

    que volvan, hasta que al fin pasaron generaciones entre las visitas procedentes del

    exterior. Simn no haba odo hablar de ningn caso desde haca casi trescientos aos.

    Era raro que hubiese que incitar a Simn para que siguiese hablando, pero Brant tuvo

    que hacerlo:

    De todos modos, me interesa ms la ciudad en s que su historia. Crees que

    todava est en pie?

    A esto iba dijo Simn, despertando sobresaltado de su ensoacin. Claro que lo

    est; en aquellos tiempos construan bien. Pero por qu te interesa tanto? Te has

    apasionado de repente por la arqueologa? Aunque me parece que ya lo s.

    Brant saba perfectamente que era intil tratar de ocultar algo a un entrometido

    profesional como Simn.

    Esperaba explic a la defensiva que an hubiese all cosas dignas de ser

    encontradas, incluso despus de tanto tiempo.

    Tal vez repuso Simn, en tono de duda. Un da la ir a visitar. Est como quien

    dice a nuestra puerta. Pero, cmo vas a ir t? No creo que el pueblo te preste una

    aeronave. Y no puedes ir andando. Por lo menos tardaras una semana.

    Pero eso era exactamente lo que Brant pretenda hacer. Como dijo a casi todos los del

    pueblo durante los das siguientes, slo vala la pena hacer cosas que costasen un duro

    esfuerzo. Siempre ha sido buena cosa hacer virtud de la necesidad.

    Brant llev a cabo los preparativos con una reserva sin precedentes. No quera ser

    demasiado concreto sobre sus planes para evitar que alguna de la docena de personas

    de Chaldis con derecho a emplear una aeronave se adelantara a echar un vistazo a

    Shastar. Desde luego, que esto ocurriese, slo era una cuestin de tiempo pero la febril

    actividad de los ltimos meses haba impedido estas exploraciones. Nada sera tan

    humillante como entrar tambalendose en Shastar despus de un viaje de una semana y

    ser recibido tranquilamente por un vecino que habra hecho el mismo viaje en diez

    minutos.

  • Por otra parte, tambin era importante que el pueblo en general, e Yradne en particular,

    se diesen cuenta de que estaba haciendo un esfuerzo excepcional. Slo Simn saba la

    verdad, y haba accedido, a regaadientes, a guardar silencio de momento. Brant

    confiaba en haber desviado la atencin de su verdadero objetivo, mostrando gran inters

    en las tierras al este de Chaldis, donde se conservaban tambin algunas reliquias

    arqueolgicas de cierta importancia.

    La cantidad de comida y de equipo necesaria para dos o tres semanas era realmente

    extraordinaria, y sus primeros clculos lo haban sumido en un estado de considerable

    pesimismo. Incluso haba pensado en pedir prestada una aeronave, pero la peticin le

    sera denegada sin duda y desbaratara el objetivo de su empresa. Sin embargo, era

    completamente imposible llevar todo lo que necesitaba para el viaje.

    La solucin habra sido fcil para cualquier persona de una era menos mecanizada,

    pero Brant tard algn tiempo en encontrarla. La mquina voladora haba anulado toda

    forma de transporte terrestre salvo una, la ms vieja y verstil de todas, la nica que se

    perpetuaba por s sola, y poda arreglrselas muy bien, como haba hecho en otros

    tiempos, sin ayuda alguna del hombre.

    Chaldis posea seis caballos, un nmero bastante reducido para una comunidad de su

    importancia. En algunos pueblos, los caballos eran ms numerosos que los seres

    humanos, pero los paisanos de Brant, al vivir en una regin salvaje y montaosa, haban

    tenido pocas oportunidades para practicar la equitacin. El propio Brant slo haba

    montado a caballo dos o tres veces en su vida, y muy poco tiempo.

    El semental y las cinco yeguas estaban al cuidado de Treggor, un hombrecillo nervudo

    que no tena ms inters visible en la vida que los animales. No era una de las

    inteligencias ms sobresalientes de Chaldis, pero pareca completamente feliz dirigiendo

    su parque zoolgico particular, que inclua perros de muchas formas y tamaos, una

    pareja de castores, varios monos, un cachorro de len, dos osos, un joven cocodrilo y

    otros animales que generalmente se admiran desde lejos. El nico pesar que haba

    nublado su plcida existencia era no haber conseguido un elefante.

    Brant encontr a Treggor apoyado en la puerta del potrero. Haba un desconocido con

    l, que Treggor present a Brant como un vecino de otro pueblo, aficionado a los caballos.

    La curiosa similitud entre los dos hombres, desde su manera de vestir hasta sus

    expresiones faciales, hacan completamente intil aquella explicacin.

    Uno siente siempre cierto nerviosismo en presencia de reconocidos expertos, y Brant

    expuso su problema con cierta timidez. Treggor lo escuch con expresin seria y

    permaneci un buen rato en silencio antes de responder:

  • S dijo lentamente, sealando con el pulgar hacia las yeguas, cualquiera de ellas

    te servira si supieses cmo manejarlas.

    Mir a Brant con expresin dubitativa.

    Son como los seres humanos, sabes? Si no les gustas, no hay nada que hacer con

    ellas.

    Nada repiti el desconocido, con visible regocijo.

    Pero seguro que puedes ensearme a manejarlas, no?

    Tal vez s y tal vez no. Recuerdo a un joven como t que quera aprender a montar a

    caballo. Pero los caballos no le permitan que se acercara. Le haban cobrado antipata y

    no haba nada que hacer.

    Los caballos saben mucho intervino misteriosamente el otro.

    Es verdad asinti Treggor. Debes caerles simptico. Entonces no tienes nada

    que temer.

    Brant pens que haba mucho que decir en favor de la mquina menos temperamental

    de todas.

    No quiero montar dijo, con cierto pesar Slo quiero un caballo para que me lleve

    la carga. C cabe la posibilidad de que se niegue a hacerlo?

    Su ligera irona pas inadvertida. Treggor asinti solemnemente con la cabeza.

    No habra dificultad en esto dijo. Todos se dejaran llevar del ronzal..., es decir,

    todos meno: Daisy. A sta no la pillaras nunca.

    Entonces podras prestarme una... una de la: ms dciles.

    Treggor se agit confuso, luchando entre dos de seos contrapuestos. Se alegraba de

    que alguien quisiera utilizar sus queridos animales, pero tema que sufriesen algn dao.

    Los daos que pudiese sufrir Brant eran de importancia secundaria.

    Bueno empez a decir, vacilando, en este momento es un poco difcil...

    Brant observ las yeguas con ms atencin y comprendi lo que Treggor quera decir.

    Slo una iba acompaada de un potro, pero saltaba a la vista que esta deficiencia pronto

    sera reparada. Una complicacin ms que no haba previsto.

    Cunto tiempo estars ausente? pregunt Treggor.

    Tres semanas, como mximo; tal vez slo dos.

    Treggor hizo unos rpidos clculos ginecolgicos.

    Entonces puedes llevarte a Sunbeam decidi. No te causar ningn problema;

    es el anima ms manso que he tenido jams.

    Muchsimas gracias dijo Brant. Te prometo que cuidar bien de ella. Y ahora,

    quieres presentarnos?

  • No veo por qu tengo que hacerlo refunfu el bueno de Jon, mientras sujetaba el

    sern sobre los lisos costados de Sunbeam, y ms cuando no quieres ni explicarme

    adonde vas o qu esperas encontrar.

    Brant no habra podido contestar la ltima pregunta aunque hubiese querido. En sus

    momentos ms lcidos, comprenda que no encontrara nada de valor en Shastar. Lo

    cierto es que resultaba difcil pensar en algo que su gente no poseyera ya o que no

    pudiese obtener al instante si lo deseaba. Pero el viaje sera la prueba, la prueba ms

    convincente que poda imaginar, de su amor por Yradne.

    No caba duda de que ella estaba muy impresionada por sus preparativos, y l haba

    tenido buen cuidado en subrayar los peligros a que estaba a punto de enfrentarse. Sera

    muy incmodo dormir a cielo descubierto, y su dieta sera muy montona. Incluso poda

    perderse y desaparecer para siempre. Y si an haba bestias salvajes o fieras en los

    montes o en los bosques?

    El viejo Johan, que era indiferente a las tradiciones histricas, haba protestado ante el

    hecho de que un herrero tuviese que rebajarse a trabajar en algo tan primitivo como un

    caballo. Sunbeam le haba mordisqueado delicadamente por esto, con gran habilidad y

    precisin, mientras l se inclinaba para examinarle los cascos. Pero haba confeccionado

    rpidamente un sern en el que Brant poda colocar todo lo que necesitaba para el viaje,

    e incluso sus materiales de dibujo, de los que no quera separarse. Treggor le haba

    asesorado sobre detalles tcnicos de los arreos, mostrndole antiguos modelos

    compuestos principalmente de cuerdas.

    Era todava muy temprano cuando quedaron ultimados los ltimos detalles. Brant haba

    querido marcharse lo ms discretamente posible, y su xito total le result ligeramente

    mortificador. Slo Jon e Yradne fueron a despedirle.

    Caminaron silenciosos y pensativos hasta el final del pueblo y cruzaron el estrecho

    puente de metal sobre el ro. Entonces, Jon dijo bruscamente:

    Espero que no te rompas el maldito cuello.

    Le estrech la mano y se march, dejndole a solas con Yradne. Fue un bonito gesto

    que Brant agradeci.

    Aprovechando la preocupacin de su amo, Sunbeam empez a pacer en la alta hierba

    de la orilla del ro. Brant cambi torpemente varias veces de posicin y despus anunci,

    con poco entusiasmo:

    Creo que debo marcharme.

    Cunto tiempo estars fuera? le pregunt Yradne.

  • No llevaba el regalo de Jon; tal vez ya se haba cansado de l. Brant dese que as

    fuese, pero despus pens que ella poda perder inters con igual rapidez en algo que l

    le trajese.

    Unos quince das, si todo va bien aadi con aire sombro.

    Ten cuidado le aconsej Yradne, en tono un tanto impaciente, y no cometas

    imprudencias.

    Lo procurar respondi Brant, sin hacer todava ningn movimiento para

    marcharse, pero a veces uno tiene que arriesgarse.

    Esta conversacin inconexa habra podido durar mucho ms si no hubiese sido por

    Sunbeam.

    El brazo de Brant sufri un sbito tirn y el joven tuvo que echarse hacia atrs con

    rapidez. Recobr el equilibrio y estaba a punto de hacer un ademn de despedida cuando

    Yradne corri hacia l, le dio un fuerte beso y despareci en direccin al pueblo antes de

    que l pudiese recobrarse.

    Ella aminor el paso cuando Brant ya no poda verla. Jon le llevaba todava una buena

    ventaja, pero no hizo el menor esfuerzo por alcanzarle. La embargaba un sentimiento

    curiosamente solemne, fuera de lugar en aquella resplandeciente maana de primavera.

    Era muy agradable sentirse amada, pero tena sus inconvenientes si miraba ms all del

    momento inmediato.

    Durante un instante se pregunt si haba sido leal con Jon, con Brant... o incluso

    consigo misma. Un da tendra que tomar la decisin; no poda demorarla eternamente.

    Pero no consegua decidir, por ms que se esforzase de ello, cul de los dos muchachos

    le gustaba ms, y ni siquiera saba si estaba enamorada.

    Nadie le haba dicho, y ella an no lo haba descubierto, que cuando una tiene que

    preguntarse Estoy realmente enamorada?, la respuesta siempre es No.

    Ms all de Chaldis, el bosque se extenda durante cinco kilmetros hacia el este, y

    entonces empezaba la gran llanura que abarcaba el resto del continente. Seis mil aos

    atrs, esta tierra haba sido uno de los ms terribles desiertos del mundo, y su

    recuperacin uno de los primeros logros de la Era Atmica.

    Brant pensaba ir hacia el este hasta el final del bosque y dirigirse despus hacia las

    tierras altas del norte. Segn los mapas, antiguamente haba existido una carretera a lo

    largo de la cresta de los montes, que enlazaba todas la ciudades de la costa en una

    cadena que terminaba en Shastar. Sera fcil seguir este camino, aunque no esperaba

    que la carretera hubiese soportado muy bien el paso de los siglos.

  • Se mantuvo cerca del ro, confiando en que no hubiese cambiado su curso desde que

    se haban confeccionado los mapas. Era tanto su gua como su senda a travs del

    bosque; cuando los rboles eran demasiado espesos, l y Sunbeam siempre podran

    avanzar por aguas poco profundas. Sunbeam colaboraba mucho; all no haba hierba que

    la distrajese, y caminaba con regularidad sin necesidad de que l la apremiase

    demasiado.

    Poco despus del medioda, los rboles se hicieron ms dispersos. Brant haba llegado

    a la frontera que, siglo tras siglo, haba sido la de tierras que e. hombre ya no quera

    conservar. Poco despus, el bosque qued atrs y se encontr en la llanura abierta.

    Comprob su posicin en el mapa y observ que los rboles haban avanzado un

    trecho considerable hacia el este desde que se haba trazado el mapa. Pero haba un

    camino claro hacia el norte, hacia los montes bajos por donde haba discurrido la antigua

    carretera, y posiblemente podra llegar a ellos antes del anochecer.

    Llegado a este punto, se produjeron ciertas dificultades imprevistas de naturaleza

    tcnica. Sunbeam, al verse rodeada de la hierba ms apetitosa, se iba deteniendo cada

    tres o cuatro pasos para hincarle el diente. Como Brant la llevaba corta de la brida, las

    sacudidas casi le dislocaban el brazo. Darle ms brida an empeoraba las cosas, pues

    entonces le resultaba imposible controlarla.

    Brant quera mucho a los animales, pero pronto se dio cuenta de que Sunbeam se

    estaba aprovechando de su buen carcter. Aguant durante cerca de un kilmetro, y

    entonces se dirigi a un rbol de ramas delgadas y flexibles. Sunbeam lo observ

    cautelosamente por el rabillo del lmpido ojo castao mientras l cortaba una rama y la

    introduca ostensiblemente en el cinto. A partir de entonces, la yegua emprendi un paso

    tan vivo que a duras penas poda seguirla.

    Tal como Treggor haba indicado, era sin duda un animal sumamente inteligente.

    La cadena montaosa, que era su primer objetivo, tena poco ms de medio kilmetro

    de altura, y la vertiente resultaba muy suave. Pero en el camino hacia la cresta haba que

    salvar numerosas y molestas colinas y pequeos valles. Cuando llegaron al punto ms

    alto estaba a punto de anochecer. Brant pudo ver hacia el sur el bosque a travs del que

    haban pasado y que haba dejado de ser un obstculo. Chaldis estaba en medio de l, en

    alguna parte, aunque slo tena una vaga idea de su situacin. Le sorprendi no poder

    descubrir ninguna seal de los grandes claros que haban hecho sus paisanos. La llanura

    se prolongaba indefinidamente hacia el sudeste como un mar de hierba salpicado de

    pequeos grupos de rboles. Cerca del horizonte pudo distinguir unas pequeas manchas

  • que cambiaban de sitio, e imagin que se trataba de una gran manada de animales

    salvajes.

    Hacia el norte estaba el mar, a tan slo unos veinte kilmetros de la larga vertiente y

    ms all de las tierras bajas. Casi hubiera parecido negro a la luz del sol poniente de no

    haber sido por las pequeas olas coronadas de espuma del rompiente.

    Antes de que se hiciese de noche encontr una depresin resguardada del viento, at

    a Sunbeam a un vigoroso arbusto y mont una pequea tienda que le haba

    proporcionado el viejo Johan. En teora era una operacin muy sencilla, pero, como

    haban descubierto muchos antes que l, poda poner a prueba la habilidad y la paciencia.

    Al fin lo consigui y se dispuso a pasar all la noche.

    Hay cosas que la ms aguda inteligencia no puede prever y que slo puede ensear la

    experiencia ms amarga. Quin habra sospechado que el cuerpo humano era tan

    sensible a la casi imperceptible pendiente donde haba levantado la tienda? Pero ms

    molestas eran an las pequeas diferencias trmicas entre un punto y otro, producidas

    seguramente por las corrientes de aire que parecan atravesar la tienda por su propia

    voluntad. Brant habra podido soportar cualquier temperatura uniforme, pero aquellas

    variaciones imprevisibles le exasperaban.

    Se despert una docena de veces de su agitado sueo, o al menos eso le pareci, y

    antes de que despuntase la aurora su moral haba alcanzado el nivel ms bajo. Tena fro

    y se senta mal y entumecido, como si no hubiese dormido bien durante muchos das, y

    no habra costado mucho convencerle para que abandonase la empresa. Estaba

    dispuesto, incluso de buen grado, a afrontar el peligro por amor; pero el lumbago era una

    cosa diferente.

    Cuando lleg el nuevo da, pronto olvid las incomodidades de la noche. All, en los

    montes, el aire era fresco y tena un sabor a sal trado por el viento que suba desde el

    mar. Haba roco en todas partes, sobre cada brizna de hierba, pero pronto desaparecera

    sin dejar rastro bajo los rayos del sol naciente. Era buena cosa estar vivo, mejor an ser

    joven, y mucho mejor estar enamorado.

    Llegaron a la carretera poco despus de iniciar la marcha. Brant no la haba visto antes

    porque estaba ms abajo, en la vertiente que daba al mar, y haba esperado encontrarla

    en la cresta. Haba sido soberbiamente construida y los milenios apenas la haban

    afectado. La Naturaleza haba tratado en vano de borrarla; slo lo haba conseguido de

    tanto en tanto, enterrando unos pocos metros bajo una ligera capa de tierra; pero

    entonces sus servidores se haban vuelto contra ella, y el viento y la lluvia la haban

    limpiado una vez ms. En una gran franja continua cerca de la orilla del mar, durante ms

  • de mil quinientos kilmetros, la carretera segua enlazando las ciudades que el hombre

    haba amado en su infancia.

    Era una de las grandes carreteras del mundo. En tiempos lejanos no haba sido ms

    que una senda por la que algunas tribus salvajes haban bajado hasta el mar para hacer

    trueques con astutos mercaderes de ojos brillantes, venidos de tierras lejanas. Despus

    haba tenido nuevos dueos, ms exigentes; los soldados de un poderoso imperio haban

    dado forma y ensanchado aquel sendero entre los montes con tanta habilidad que la

    carretera no haba cambiado a lo largo de milenios. La haban pavimentado con piedras,

    de manera que sus ejrcitos podan trasladarse ms rpidamente que ningn otro que el

    mundo hubiese conocido, y sus legiones haban avanzado como rayos a lo largo de la

    carretera bajo las rdenes de la ciudad cuyo nombre llevaban. Siglos ms tarde, aquella

    ciudad los haba llamado a casa en una situacin de apuro, y la carretera haba

    permanecido tranquila durante quinientos aos.

    Pero vendran otras guerras; bajo banderas de la media luna, los ejrcitos del Profeta

    marcharan hacia el oeste para adentrarse en tierras cristianas. Y siglos ms tarde, la

    oleada del ltimo y ms grande de los conflictos rompera aqu, al enfrentarse monstruos

    de acero en el desierto y llover la muerte desde el cielo.

    Todo haba desaparecido: los centuriones, los paladines, las divisiones acorazadas e

    incluso el desierto. Pero la carretera, la ms duradera de todas las creaciones del hombre,

    haba permanecido. Durante muchos siglos haba llevado su carga, y ahora no haba ms

    trfico en sus mil quinientos kilmetros de longitud que un muchacho y una yegua.

    Brant sigui la carretera durante tres das, sin perder nunca de vista el mar. Se haba

    ido acostumbrando a las pequeas molestias de la vida nmada, y ni siquiera las noches

    le resultaban insoportables. El tiempo haba sido perfecto, con das largos y templados y

    noches suaves, pero la buena racha estaba tocando a su fin.

    En la tarde del cuarto da calcul que estaba a menos de ocho kilmetros de Shastar.

    La carretera se alejaba ahora de la costa para salvar una gran punta de tierra que se

    adentraba en el mar. Ms all estaba la abrigada baha a lo largo de cuya costa haba

    sido construida la ciudad. Al desviarse de las tierras altas, la carretera giraba hacia el

    norte en una gran curva y descenda a Shastar desde las colinas.

    Al anochecer result evidente que Brant no podra alcanzar su meta aquel da. El

    tiempo estaba empeorando, y espesas y amenazadoras nubes se haban acumulado

    rpidamente desde el oeste. Ahora el joven estaba subiendo, pues la carretera se elevaba

    despacio para cruzar la ltima cresta, y la tempestad estaba a punto de estallar. Habra

    acampado para pasar la noche si hubiese podido encontrar un lugar resguardado, pero el

  • monte que atravesaba era liso, y nada poda hacer salvo seguir adelante. Al frente y a lo

    lejos, en la cresta misma de la montaa, algo bajo y oscuro recortaba su silueta contra el

    cielo amenazador. La esperanza de encontrar all abrigo le impuls hacia delante;

    Sunbeam, con la cabeza gacha contra el viento, caminaba rtmicamente a su lado, con

    igual determinacin.

    Estaban todava a un kilmetro y medio de la cima cuando empez a llover, primero a

    goterones y despus a rfagas cegadoras. Era imposible ver a ms de unos pasos de

    distancia, incluso cuando podan abrir los ojos contra la molesta lluvia. Brant estaba ya tan

    empapado que por ms agua que siguiera cayendo ya no podra aumentar su

    incomodidad; haba alcanzado un estado en el que el continuo chaparrn casi le produca

    un placer masoquista. Pero el esfuerzo fsico de luchar contra la tempestad lo estaba

    agotando rpidamente.

    Pareci que pasaban siglos antes de que la carretera se nivelase y l se diera cuenta

    de que haba llegado a la cima. Aguz la mirada en la penumbra y pudo distinguir, no muy

    lejos, una gran forma oscura que al principio confundi con un edificio. Aunque estaba en

    ruinas, le ofrecera un refugio contra la tormenta.

    La lluvia empez a amainar cuando se acerc a aquella cosa. En lo alto, las nubes se

    estaban aclarando y dejaban pasar la ltima y plida luz del ocaso. Era suficiente para

    que Brant pudiese ver que lo que haba delante de l no era en modo alguno un edificio

    sino un gran animal de piedra, sentado sobre la cima y mirando hacia el mar. No tena

    tiempo de examinarlo con ms atencin, pero levant presurosamente la tienda a su

    amparo, fuera del alcance del viento que segua rugiendo sobre su cabeza.

    Era noche cerrada cuando se hubo secado y preparado una comida. Descans un rato

    en su abrigado y pequeo oasis, en aquel estado de feliz agotamiento que se experimenta

    despus de un duro y triunfal esfuerzo. Entonces se levant, cogi una antorcha y sali a

    la noche.

    La tormenta se haba llevado las nubes y la noche resplandeca de estrellas. En el

    oeste descenda una fina luna creciente, siguiendo las pisadas del sol. Hacia el norte,

    Brant percibi aunque sin saber cmo la presencia del mar insomne. Shastar estaba

    all, abajo, en la oscuridad, atacada continuamente por las olas; pero por ms que

    aguzaba la vista, no consegua ver absolutamente nada.

    Camin junto a los flancos de la gran estatua, examinando la obra de piedra a la luz de

    la antorcha. Era lisa y sin junturas ni fisuras y, aunque el tiempo la haba manchado y

    descolorido, no haba seales de desgaste. Era imposible calcular su antigedad; poda

  • ser ms vieja que Shastar o haber sido construida pocos siglos antes. No haba manera

    de saberlo.

    La dura luz blancoazulada de la antorcha parpade a lo largo de los mojados y

    brillantes flancos del monstruo y acab fijndose en la cara grande y tranquila, y en los

    ojos vacos. Se habra podido decir que era un rostro humano, pero, resultaba difcil

    encontrar palabras para definirlo. Ni varn ni hembra; a primera vista pareca totalmente

    indiferente a las pasiones de la humanidad; entonces Brant pudo ver que las tormentas de

    milenios haban dejado la huella de su paso. Innumerables gotas de lluvia haban

    golpeado aquellas mejillas adamantinas hasta borrar las manchas de lgrimas olmpicas,

    lgrimas, tal vez, por la ciudad cuyos nacimiento y muerte parecan igualmente remotos.

    Brant estaba tan cansado que cuando se despert el sol estaba ya muy alto.

    Permaneci tumbado un momento bajo la media luz que se filtraba en la tienda,

    recobrando sus sentidos y recordando dnde estaba. Despus se puso en pie y sali

    pestaeando a la luz del da, protegindose los ojos de su brillo cegador.

    La Esfinge pareca ms pequea que de noche, aunque era bastante imponente. Brant

    vio por primera vez que era de un rico y aejo color dorado, un color que no tena ninguna

    piedra natural. Esto le hizo pensar, como ya haba imaginado, que no perteneca a

    ninguna cultura prehistrica. Haba sido construida por la ciencia con alguna substancia

    sinttica enormemente resistente, y Brant calcul que su creacin se habra producido en

    la mitad del tiempo que mediaba entre l y el fabuloso original que la haba inspirado.

    Poco a poco, con algn temor a lo que poda descubrir, volvi la espalda a la Esfinge y

    mir hacia el norte. El monte descenda a sus pies y la carretera se deslizaba por la larga

    cuesta como impaciente por llegar al mar, y all, donde terminaba aqulla, estaba Shastar.

    Captaba la luz del sol y la reflejaba hacia l, teida con todos los colores de los sueos

    de sus artfices. Los grandes edificios que flanqueaban las amplias calles parecan no

    haber sido afectados por el tiempo; la ancha cinta de mrmol que contena el mar

    permaneca indemne; los parques y jardines, aunque llenos de maleza, an no se haban

    convertido en junglas. La ciudad segua la curva de la baha durante unos tres kilmetros,

    y se adentraba en tierra la mitad de esta distancia; en relacin con otras del pasado, era

    una ciudad realmente muy pequea. Pero a Brant le pareci enorme; un laberinto de

    calles y de plazas ms intrincado de lo que habra podido soar. Entonces empez a

    darse cuenta de la simetra de su planificacin, empez a distinguir las vas principales y a

    comprender la habilidad con que sus artfices haban evitado tanto la monotona como la

    extravagancia.

  • Durante mucho rato permaneci inmvil en la cima del monte, mirando nicamente la

    maravilla que se extenda ante sus ojos. Estaba solo en aquel escenario; era una figura

    diminuta, perdida y humilde ante los logros de hombres ms grandes. El sentimiento de la

    historia, la visin de la larga cuesta por la que haba subido trabajosamente el hombre

    durante un milln de aos o tal vez ms, era casi abrumador. En aquel momento tuvo la

    impresin de que, desde la cima de aquel monte, estaba contemplando el Tiempo ms

    que el Espacio, y que en sus odos murmuraban los vientos de la eternidad al soplar hacia

    el pasado.

    Sunbeam pareca muy nerviosa al acercarse a las afueras de la ciudad. Nunca haba

    visto nada parecido, y Brant no pudo evitar compartir su inquietud. Por muy poca

    imaginacin que uno tenga, hay algo de siniestro en los edificios que han estado

    abandonados durante siglos, y los de Shastar lo haban estado durante casi cinco mil

    aos.

    La carretera discurra recta como una flecha entre dos altas columnas de metal blanco;

    al igual que la Esfinge, haban perdido el lustre pero no estaban gastadas. Brant y

    Sunbeam pasaron al pie de aquellos muros guardianes y se encontraron delante de un

    edificio largo y bajo que sin duda haba servido de lugar de recepcin de los visitantes de

    la ciudad.

    Desde lejos poda parecer que Shastar haba sido abandonada ayer, pero ahora Brant

    pudo ver mil seales de desolacin y abandono. Las piedras de colores de los edificios

    estaban manchadas con la ptina del tiempo; las ventanas vacas como ojos de

    calaveras, con algn que otro trozo de cristal milagrosamente conservado de vez en

    cuando.

    Brant at a Sunbeam en el exterior del primer edificio y se dirigi a la entrada

    caminando sobre el polvo y los cascotes. No haba puerta, si es que la haba habido

    alguna vez, y pas por debajo del arco abovedado a un saln que pareca discurrir a lo

    largo de toda la estructura. A intervalos regulares, haba aberturas a otras cmaras, y

    delante mismo de l, una ancha escalera suba a la nica plante superior.

    Tard casi una hora en explorar el edificio, y cuando sali de l estaba enormemente

    deprimido. Su cuidadosa bsqueda no le haba revelado nada. Todas las habitaciones,

    grandes y pequeas, estaban completamente vacas; se haba sentido como una hormiga

    arrastrndose sobre los huesos de un esqueleto.

    Pero fuera, a la luz del sol, recobr un poco el nimo. Este edificio probablemente

    haba sido una especie de oficina administrativa y slo habra contenido archivos y

  • mquinas de informacin: en cualquier otra parte de la ciudad, las cosas podan ser

    diferentes. Aun as, la magnitud de la bsqueda le aterrorizaba.

    Se dirigi poco a poco al barrio martimo, caminando lleno de asombro por las anchas

    avenidas y admirando las altas fachadas a ambos lados. Cerca del centro de la ciudad

    tropez con uno de sus muchos parques. Estaba casi todo l cubierto de hierbajos y de

    matorrales, pero an haba extensas zonas de csped, y decidi dejar a Sunbeam all

    mientras continuaba su exploracin. No era probable que se alejase demasiado teniendo

    tanta comida.

    Se estaba tan tranquilo en el parque que durante un rato Brant se resisti a

    abandonarlo y a sumergirse de nuevo en la desolacin de la ciudad. Aqu haba plantas

    diferentes de todas las que l haba visto, descendientes silvestres de aquellas que

    haban cultivado haca siglos los moradores de Shastar. Y mientras estaba all entre altas

    hierbas y flores desconocidas, oy por primera vez en el silencio de la maana un sonido

    que siempre asociara con Shastar. Proceda del mar y, aunque no lo haba odo en su

    vida, le caus una dolorosa impresin. Las gaviotas solitarias an seguan gritando

    tristemente sobre las olas.

    Era evidente que necesitara muchos das para efectuar un examen superficial de la

    ciudad, y lo primero que tena que hacer era encontrar un lugar donde alojarse. Pas

    varias horas buscando el barrio residencial antes de percatarse de que haba algo muy

    peculiar en Shastar. Todos los edificios en los que entraba estaban destinados al trabajo,

    a las diversiones o a otros fines similares; pero ninguno de ellos haba sido diseado para

    vivir en l. Poco a poco comprendi lo que ocurra. Al familiarizarse con la estructura de la

    ciudad, observ que en casi todos los cruces de calles haba unos edificios bajos, de una

    sola planta y de forma casi idntica. Eran circulares u ovalados y tenan muchas aberturas

    en todas direcciones. Cuando cruz una de ellas se encontr delante de una serie de

    rejas metlicas, cada una de las cuales tena un indicador con luces verticales a un lado.

    Y as conoci dnde haban vivido los habitantes de Shastar.

    Al principio, la idea de viviendas subterrneas le pareci absolutamente repugnante.

    Despus rechaz este prejuicio y se dio cuenta de que era algo tan sensato como

    inevitable. No haba necesidad de atestar la superficie y bloquear la luz del sol con

    edificios encaminados a satisfacer los procesos simplemente mecnicos de dormir y

    comer. Al relegar todas estas cosas bajo tierra, los moradores de Shastar haban podido

    construir una ciudad digna y espaciosa, y sin embargo, tan pequea que se poda ir de

    una punta a otra de ella en una hora.

  • Los ascensores no funcionaban, desde luego, pero haba esc