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114 DISEñA DESTACADOS 115 En Harbín, la capital de la provincia china de Heilongjiang, ubicada entre Siberia y Corea del Norte, se celebra un festival de fantásticas esculturas y construcciones de hielo y nieve bajo un frío extremo desde principios de enero hasta fines de febrero. Aunque no es antiguo, exhibe los conceptos tradicionales chinos de color y la total dedicación de los artistas a sus efímeras obras. In Harbin, the capital of the Chinese province of Heilongjiang, located between Siberia and North Korea, a festival of fantastic figures and constructions made of ice and snow takes place under extreme cold from early January to late February. It’s not ancient, but it shows traditional Chinese color theory and the artists’ complete dedication to their fleeting creations. China _ diseño _ artesanía _ teoría de color. China _ design _ handcraft _ color theory. Cuando hacen 15 grados bajo cero, como es común incluso a pleno sol de invierno en Harbín, en el noreste de China, no se siente realmente más frío que unos pocos grados bajo cero, pero duele respirar. El aire helado traspasa el pasamontañas más grueso y raspa las vías respiratorias hasta dar un golpe seco dentro de los pulmones. Un golpe, una inspiración tras otra. La humedad de cada expiración genera un hielo instantáneo en el pasamontañas que raspa los labios y obliga frecuentemente a removerlo con los guantes gruesos y torpes con que uno intenta proteger las manos. El frío no parece afectar los ojos, pero si uno lagrimea contra el sol o le corre la nariz, de inmediato se forma un extraño e incómodo hielo. Las manos se vuelven tiesas de frío de un momento a otro cuando uno se saca los guantes para eliminar ese hielo de las pestañas y la nariz, sonarse o manipular la cámara fotográfica. De inmediato uno las pone contra el cuerpo bajo las capas de ropa para que recuperen el calor. El dolor de las manos cuando se empiezan a descongelar es intenso. Arte muy bajo cero Cristóbal Edwards Licenciado en información social por la Universidad Católica de Chile y máster en periodismo por Northwestern University, EE.UU. Profesor de la Facultad de Comunicaciones UC. Director internacional de la Society for News Design. Fotógrafo y redactor freelance. Bachelor in Social Information, Pontificia Universidad Católica de Chile _ MA in Journalism, Northwestern University, United States _ Professor at Pontificia Universidad Católica de Chile, Faculty of Communications _ International director of the Society for News Design _ Freelance photographer and editor. EXTREME SUB-ZERO ART

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En Harbín, la capital de la provincia china de Heilongjiang, ubicada entre Siberia y Corea del Norte, se celebra un festival de fantásticas esculturas y construcciones de hielo y nieve bajo un frío extremo desde principios de enero hasta fines de febrero. Aunque no es antiguo, exhibe los conceptos tradicionales chinos de color y la total dedicación de los artistas a sus efímeras obras.In Harbin, the capital of the Chinese province of

Heilongjiang, located between Siberia and North

Korea, a festival of fantastic figures and constructions

made of ice and snow takes place under extreme cold

from early January to late February. It’s not ancient,

but it shows traditional Chinese color theory and the

artists’ complete dedication to their fleeting creations.

China _ diseño _ artesanía _ teoría de color.China _ design _ handcraft _ color theory.

Cuando hacen 15 grados bajo cero, como es común incluso a pleno sol de invierno en Harbín, en el noreste de China, no se

siente realmente más frío que unos pocos grados bajo cero, pero duele respirar. El aire helado traspasa el pasamontañas más

grueso y raspa las vías respiratorias hasta dar un golpe seco dentro de los pulmones. Un golpe, una inspiración tras otra. La

humedad de cada expiración genera un hielo instantáneo en el pasamontañas que raspa los labios y obliga frecuentemente

a removerlo con los guantes gruesos y torpes con que uno intenta proteger las manos. El frío no parece afectar los ojos, pero

si uno lagrimea contra el sol o le corre la nariz, de inmediato se forma un extraño e incómodo hielo. Las manos se vuelven

tiesas de frío de un momento a otro cuando uno se saca los guantes para eliminar ese hielo de las pestañas y la nariz, sonarse

o manipular la cámara fotográfica. De inmediato uno las pone contra el cuerpo bajo las capas de ropa para que recuperen el

calor. El dolor de las manos cuando se empiezan a descongelar es intenso.

arte muy bajo cero

Cristóbal Edwards Licenciado en información social por la Universidad Católica de Chile y máster en periodismo por Northwestern University, EE.UU. Profesor de la Facultad de Comunicaciones UC. Director internacional de la Society for News Design. Fotógrafo y redactor freelance.Bachelor in Social Information, Pontificia Universidad Católica de Chile _ MA in Journalism, Northwestern University, United States _ Professor at Pontificia Universidad Católica de Chile, Faculty of Communications _ International director of the Society for News Design _ Freelance photographer and editor.

EXTREmE sub-zERo aRT

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En la noche, puede hacer menos de 30 grados

bajo cero. Estar en la intemperie se vuelve inso-

portable al poco rato, incluso cuando se llevan

tres capas de ropa y se toma algo caliente. Pero

ahí afuera están las asombrosas esculturas y

construcciones del Festival internacional de hie-

lo y nieve de Harbín. Y es irresistible admirarlas y

tomar una foto tras otra.

La luz colorida que las recorta contra la noche

oscura lo deja a uno absorto e inmóvil ante una

fantástica muestra de talento, dedicación, perfec-

ción y genialidad. De lejos recuerda los parques

temáticos de Disney, pero ahí en persona es algo

de talla muy superior. El trabajo de escultura es

soberbio y la iluminación del hielo es encantadora.

Alguna vez había visto imágenes del festival de

hielo en la televisión o en una revista, pero recién

supe dónde y cuándo se realizaba en el 2008, cuan-

do amigos míos viajaron allá desde Beijing. Ahí me

enteré de que el área metropolitana de Harbín

cambio, parecen acostumbrados al rigor extremo

del invierno: muchos caminan o andan en moto

con la cabeza descubierta, y varios cumplen el

ritual de sumergirse en las frígidas aguas del río

Songhua bajo la gruesa capa de hielo que lo cubre

de noviembre a marzo. De ese río, navegable des-

de Harbín hasta que tributa sus aguas al Heilong

(Amur), en la frontera sino-rusa, se extraen los

grandes bloques de hielo translúcido que luego se

transforman en estructuras y esculturas ilumina-

das del festival.

Un evento cultural muy chino, pero no milenario

Con mucha frecuencia, la información de guías,

folletos y museos para extranjeros recuerda que

la cultura china tiene más de 5.000 años y que ha

generado tantos o más inventos, descubrimientos

y variedades artísticas. Pero el festival de hielo no

es antiguo. Se realizó por primera vez en 1963, fue

tenía poco más de 10 millones de habitantes, que

era una de las 10 ciudades más grandes de China y

que en ella conviven chinos, coreanos, siberianos y

representantes de industrias y marcas de lujo eu-

ropeas. Son evidentes la influencia ortodoxa rusa

y la de la importante comunidad judía después de

la Segunda Guerra Mundial. “París del Oriente”,

“Moscú del Oriente” y “Ciudad de hielo”, le dicen

a esta ciudad.

Fui en enero del 2010 y fue todo un acierto.

También la ropa invernal extra que me recomen-

daron mis amigos. Todavía se ven pocos occiden-

tales, porque fuera de China no se promociona lo

suficiente y pocos se animan a viajar para pasar

probablemente el mayor frío de su vida. Los chi-

nos componen el 90% del casi millón de visitantes

registrado el año pasado. También hay japoneses,

coreanos, siberianos, tailandeses y singapurenses,

todos forrados con gorros de piel, de lana y sinté-

ticos, y gruesos abrigos. Los habitantes locales, en

Las construcciones y figuras de hielo iluminadas con colores por dentro, que están a la intemperie, lo dejan a

uno absorto e inmóvil ante una fantástica muestra de talento, dedicación, perfección y genialidad.

Harbín

Beijing

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Incluso se usa agua desmineralizada para producir bloques de hielo completamente transparentes y hacer esculturas que parecen de cristal.

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interrumpido durante la Revolución cultural (1966-

1976), y volvió a celebrarse anualmente desde 1985.

Eso sí, su origen es antiguo: las primeras lámparas

de hielo eran una tradición invernal en el noreste

de China durante la dinastía Qing (1644–1911). Los

campesinos y pescadores de entonces llenaban cu-

betas de madera con agua y las dejaban a la intem-

perie para que se congelaran. Luego las calentaban

ligeramente para extraer intacto el bloque de hielo

de su interior. Horadaban un agujero en la parte de

arriba del hielo para extraer el agua no congelada

del interior y ahí dentro se colocaba una vela, que

no se apagaba, porque estaba protegida del viento

por el hielo. La gente dejaba estas lámparas afuera

de sus casas y los niños jugaban con ellas en algu-

nas celebraciones invernales tradicionales.

Con los cambios tecnológicos se ha llegado

en la actualidad a cortar con motosierras hasta

120.000 metros cúbicos de bloques de hielo del río

e insertar tubos fluorescentes de colores para ilu-

minarlos permanentemente, y esculpir las figuras

de hielo con cinceles, picahielos y cuchillos láser.

Hasta 15.000 personas trabajan en la extracción

del hielo del río y muchos artistas y artesanos pa-

san día y noche creando las figuras. Incluso se usa

agua desmineralizada para producir bloques de

hielo completamente transparentes y hacer escul-

turas que parecen de cristal.

Oficialmente, el festival comienza el 5 de ene-

ro de cada año y dura un mes, pero las lámparas,

flores y esculturas de hielo, y las estructuras ar-

quitectónicas con bloques de hielo y nieve pueden

ser visitadas desde fines de diciembre hasta fines

de febrero o comienzos de marzo, según el frío que

siga haciendo y mantenga su forma. Las figuras se

exhiben en varios parques y plazas de la ciudad,

como el Zhaolin, y en la isla del Sol, en pleno río

Songhua congelado. Las muestras se acompa-

ñan con una sonora música ambiental y letreros

de neón que dan la bienvenida a los visitantes y

anuncian marcas publicitarias. Cada año, el festi-

val tiene un tema transversal relacionado con las

leyendas y tradiciones chinas y del resto del mun-

do, y las relaciones culturales entre China y otras

naciones. Se venden souvenirs, bebidas calientes

y comida, pero no de forma tan excesiva como en

parques temáticos occidentales.

Actualmente, el festival de hielo de Harbín es uno

de los cuatro más grandes del mundo. Los otros son

los de Nieve de Sapporo, en el norte de Japón; del

Esquí, en Holmenkollen, Noruega; y el Carnaval de

invierno de la ciudad de Quebec, en Canadá.

En verano, la temperatura en el noreste de China

llega a 40 grados y la humedad que genera el río

sofoca la ciudad. Sin embargo, ahí se realiza un festi-

val bianual de música clásica que atrae visitantes de

todo el mundo. Los habitantes de Harbín no parecen

quejarse del rigor climático, sino de celebrarlo.

Más información: www.isharbin.com

Los habitantes de Harbín no parecen quejarse del rigor climático, sino de celebrarlo.

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En china, el sentido y valor del color son simbólicos, pues tienen su origen en la cosmo-logía, y de ahí se establece su significado religioso y social en la cultura. Por ejemplo, el caos original es negro-azul, pero también lo es el agua, uno de los cinco elementos básicos que constituyen el universo. De hecho, cada elemento está re-lacionado con un color: agua-negro-azul, fuego-rojo, made-ra-azul-verde, metal-blanco y tierra-amarillo. Al mismo tiempo, cada color represen-ta una orientación geográfi-ca, planeta, estación, animal, acción, emoción y etapa de la vida, entre otros. Este sentido es percibido como un subtexto en la pintura y en la poesía, en donde el color verde-azul, por ejemplo, alude a la primavera,

aunque esta no se mencione. Esta noción tradicional que otorga un sentido ético-mágico a los colores, en cuanto son fa-vorables o desfavorables en el ritual o en las acciones cotidia-nas, se traspasa más tarde a su uso en amuletos, casas, vesti-mentas y fiestas. El rojo, que es considerado auspicioso, se usa para celebrar y también para atraer la buena suerte. Viene al caso destacar que el color de la zona geográfica central y del elemento tierra es el amarillo, y dado que china es un pueblo de base agraria, resulta lógico que al emperador le correspon-diese usar ese color. Más tarde y quizás por influencia del bu-dismo, el amarillo fue reforza-do por el dorado.

Tal vez debido a este tras-fondo tradicional, durante la

Revolución cultural (1966-1976), se prohibió el uso del color en las vestimentas y se intentó uniformar el color de la ropa como una manera de igualar a las personas. Fue un modo de romper con las ca-tegorías de color del pasado y de oponerse a los multicolo-res trajes tradicionales de las múltiples etnias que constitu-yen china desde la antiguedad hasta el día de hoy.

De esa forma, el festival de hielo de Harbín, que fue sus-pendido durante la Revolución cultural, es un modo de re-tomar el diálogo de la cultura china con el color. Las cons-trucciones y figuras de hielo iluminadas por dentro con combinaciones de encendidos rojos con verdes, rosados con amarillos, y azules con naran-

Hoy en día, el ideograma compuesto yánsè (颜色) signi-fica color y también mala cara. De manera independiente, yán (颜) incluye las ideas de cara, prestigio y color; sè (色), las de color de la cara y expre-sión facial. Esto se debe a que antiguamente el color hacía referencia a las emociones que variaban el tono del rostro. Así, yán señalaba el área entre las cejas y sè el qi (氣) —ener-gía que muta— o el semblante que genera distintos colores. A partir de la dinastía T’ang (618-907 d. c.), yánsè alude a todos los colores como noción de color. A partir de esa mis-ma época, se usa el color para distinguirse socialmente y, asi-mismo, los trajes de los funcio-narios públicos se estratifican según su color.

El color y la obra artística en la tradición china

Claudia LiraProfesora e investigadora de cultura asiática, Instituto de Estética, Pontificia Universidad Católica de Chile.Academic and researcher of asiatic culture at Institute of Aesthetics, Pontificia Universidad Católica de Chile.

En China, el sentido y valor del color son simbólicos, pues tienen su origen en la cosmología, y de ahí se

establece su significado religioso y social en la cultura.

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los caracteres de sol rì (日) y luna yuè (月). Para los chinos, la luna es más bella reflejada en el lago que mirada de ma-nera directa, porque el agua destella. De ahí que el gusto por lo brillante tenga un nuevo aliado en la luz eléctrica.

Por otro lado, la luz permite delimitar las formas, sobre todo en una construcción arqui-tectónica en hielo, en donde el blanco sobre fondo blanco del entorno podría hacer perder el contorno de la construcción. La luz edifica, genera espacios, y aquí se usa magistralmente en este doble juego estético de de-limitar y hacer lucir.

Por último, hay que destacar el arduo trabajo manual para tallar el hielo, que requiere mucha dedicación y concen-tración, semejante al uso de

jas, entre otros pares, remiten al modelo mandarín de distri-bución cromática de alto con-traste y gran vivacidad. Pero el color no sólo expresa la vida y su variabilidad, sino también la vibración, el qi (氣) de las cosas. cuando algo nos hace vibrar, el cuerpo se mueve y las sensaciones y emociones se delatan a través del movi-miento y el color que adquiere el semblante. La variación del color no puede categorizarse —no es sinónimo de calidad o de valor—, aunque todas las culturas hayan desarrollado un lenguaje simbólico en tor-no al color. como prueba de ello, mientras en Occidente se viste de negro para expresar el duelo, en Oriente es de blanco, el color asociado a la pureza y la realización.

pinceles hasta de un solo pelo para detallar ojos en la pintura tradicional china. No en vano el vocabulario popular chileno se refiere a este tipo de obras como trabajo de chino. con esto descubrimos que en esta cultura hay una maestría de larga data en el trabajo con la materia, y al mismo tiempo, un desapego respecto de la obra. cada artista sabe que su obra en hielo paulatinamente desapa-recerá al final, se irá con la es-tación invernal, lo que es parte del flujo del acontecer, del Dao de las cosas. No se puede dete-ner la vida, empero podemos estar en ella penetrando en el misterio de las cosas. Nada más extraño que conocer de manera práctica cómo moldear el hielo. Nada más extraño que la mate-rialidad del hielo mismo.

el artesano y su obra Hay dos aspectos adiciona-

les que son notables en este festival. En primer lugar, es necesario aclarar que en la cultura china existe una dis-ciplina milenaria asociada al trabajo con el cuerpo y la res-piración que conduce al des-pertar de la conciencia, llama-da ming (明), la cual permite ver la realidad en su ser, sin especular respecto de ella. Es lo que un daoísta1 entendería como contemplar el flujo del Dao. Esta conciencia ming no hace que la persona vea cosas distintas de las que hay o con un significado diferente del que tienen; sencillamente se percibe de manera directa, con suspensión del diálogo inte-rior. Dicho de otro modo, esta disciplina ayuda a una higiene

mental, como lo plantea el fi-lósofo francés François Jullien —de pensamiento occidental según él mismo declara—, en donde la mente queda en si-lencio, lo que permite la libe-ración de la percepción. Sin embargo, esta manera de ver se diferencia del simple mirar, porque las cosas se perciben de manera más nítida y brillante, es decir, todo luce. De ahí, el gusto por la luz, pero no para aclarar un espacio como en Occidente se relaciona con el uso de una fuente de luz como la ampolleta, sino por la capa-cidad del color de brillar, aun-que no aclare el entorno. Por ejemplo, el reflejo del paisaje natural sobre un lago en un día de sol expresa la belleza de lo brillante. Ese ideograma chino se escribe combinando

El arte tradicional en chi-na no se proyecta en la obra, aunque ellas se conservan y se respetan, porque contienen un instante de unión o conexión entre el artista y su entorno (objeto de concentración), de ser en el aquí y ahora. El valor de crear está puesto en el mé-todo que permite estar siendo en el instante de crear, es decir, en lo que se vive cuando se está concentrado en plena creación.

El uso del pincel y tinta chi-nos no permite corrección en pintura; el tallado del hielo, que requiere delicadeza y maestría, tampoco admite el error. Esto transforma el quehacer artís-tico en un modo de concentra-ción que abre a la experiencia del instante. Eso tiene un valor en sí mismo y la obra es un re-cordatorio de cuando se vivió

ahí completo. Por otro lado, la maestría con un material de-terminado revela la compene-tración del artista o artesano con la naturaleza de su obra, pero no su dominio o control. En el caso del festival de hielo, es el asombro el que nos libera de cualquier juicio y permite disfrutar de lo que se tiene por delante. Ese ha sido tradicional-mente el sentido del arte: libe-rar, pero no de la sociedad o de lo mundano, sino de un condi-cionamiento mental que impi-de ver el mundo tal como es. La apariencia es tan impresionan-te que suspende el principio de razón suficiente que quiere ex-plicarlo todo. El espectador se queda en silencio ante las obras de hielo iluminado de colores, simplemente contemplando lo que tiene enfrente.

1 El daoísmo es una de las filosofías originarias de china. Tradicionalmente se atribuye a Lao Tsé (Lao Tsu), pero en términos estrictos el Dao de Jing (s. VI a. c), texto base de esta filosofía que no es más que una síntesis de una tradición milenaria, se basa en la percepción de un principio que fluye (Dao) y que es fuente de todo, que permanece y se transforma constantemente. Este Dao expresa un modo de ser de todo, y, a la vez, la realidad tiene un orden y una armonía que pueden ser percibidos. Así, el actuar en este contexto es un simple dejar ser y adaptarse al acontecer, lo que implica contemplar este acontecer para conocerlo, comprenderlo y dejarse moldear por él. Por ello se dice que el sabio daoísta no hace y que al mismo tiempo es espontáneo.

En el caso del festival de hielo, es el asombro el que nos libera de cualquier juicio y permite disfrutar de lo que se tiene por delante.

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