Arte hispano musulmán I

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ARTE HISPANO-MUSULMÁN. Orígenes del Islam. En el año 622 d.C. se produce el importante acontecimiento de la Hégira, o hiyra, inicio de la cronología islámica establecido en el 16 de julio de aquel año y fecha de la huida de Mahoma (571-632) desde La Meca hasta la cercana ciudad de Medina, donde recibirá la revelación del arcángel Gabriel sobre su misión religiosa. Así nacerá el Islam, palabra inventada por su fundador para designar la sumisión o renuncia del creyente a sí mismo ante la voluntad del Dios Único, que es la religión del libro por antonomasia, pues el Corán glorioso, inscrito en la Tabla guardada cuidadosamente (en el cielo) fue dictado en árabe por el arcángel Gabriel en su revelación al Profeta en la Laylat al-qadr, la Noche del Destino. El surgimiento de la civilización islámica tendrá su origen en el impulso de la nueva religión y su capacidad para unificar los pueblos nómadas del interior de la Península Arábiga con los habitantes de las ciudades costeras del Yemen y de la franja litoral del Mar Rojo. Mahoma galvanizará algunas vivencias extendidas entre los pueblos del desierto (reconocimiento de la ciudad santa, hábito de emprender peregrinaciones, culto a dioses locales, papel dirigente de una tribu concreta, etc.) y comenzará en La Meca la predicación de una fe que reúne verdades de estirpe cristiana, judía y zoroástrica junto a ancestrales prácticas de las tribus árabes. El Profeta tomó la mayor parte de su material exterior de formas laterales y semiheréticas del judaísmo y del cristianismo 11:37 28/04/aa 1

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ARTE HISPANO-MUSULMÁN.

Orígenes del Islam.

En el año 622 d.C. se produce el importante acontecimiento de

la Hégira, o hiyra, inicio de la cronología islámica establecido en

el 16 de julio de aquel año y fecha de la huida de Mahoma (571-632)

desde La Meca hasta la cercana ciudad de Medina, donde recibirá la

revelación del arcángel Gabriel sobre su misión religiosa. Así

nacerá el Islam, palabra inventada por su fundador para designar la

sumisión o renuncia del creyente a sí mismo ante la voluntad del

Dios Único, que es la religión del libro por antonomasia, pues el

Corán glorioso, inscrito en la Tabla guardada cuidadosamente (en el

cielo) fue dictado en árabe por el arcángel Gabriel en su revelación

al Profeta en la Laylat al-qadr, la Noche del Destino.

El surgimiento de la civilización islámica tendrá su origen en

el impulso de la nueva religión y su capacidad para unificar los

pueblos nómadas del interior de la Península Arábiga con los

habitantes de las ciudades costeras del Yemen y de la franja litoral

del Mar Rojo. Mahoma galvanizará algunas vivencias extendidas entre

los pueblos del desierto (reconocimiento de la ciudad santa, hábito

de emprender peregrinaciones, culto a dioses locales, papel

dirigente de una tribu concreta, etc.) y comenzará en La Meca la

predicación de una fe que reúne verdades de estirpe cristiana, judía

y zoroástrica junto a ancestrales prácticas de las tribus árabes.

El Profeta tomó la mayor parte de su material exterior de

formas laterales y semiheréticas del judaísmo y del cristianismo

oriental1, casi siempre mal entendidas y manipuladas, y así el Islam

pudiera haber sido otra de las numerosas sectas cristianas que

florecían por doquier en aquella época; no obstante, su insistencia

en ser una revelación directa de Allah y su idea de completar y

1 Está documentada su participación en algunas de las caravanas que periódicamente se dirigían a Siria, donde pudo tener contacto con el cristianismo heterodoxo de los eremitas esenios.

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superar el mensaje del Viejo Testamento y el Evangelio, la convirtió

en una forma religiosa nueva, moderna, sencilla y fecunda.

A la muerte del Profeta el estado teocrático por él fundado se

extendió rápidamente por toda Arabia, Siria, Persia y Egipto. En su

extensión los musulmanes adoptan y nacionalizan las formas vigentes

en las tierras conquistadas rebosantes de reliquias de arte romano,

bizantino, persa, visigodo, etc., pudiendo así explicarse el hecho

de que una religión surgida en el desierto incorpore con decisión

bellas formas para sus lugares de culto.

Con la dinastía Omeya (661-750) las conquistas fueron más

espectaculares hacia el Occidente, pues tras someter a los bereberes

norteafricanos el camino hacia la Península Ibérica quedaba franco;

las disensiones entre las distintas facciones visigodas facilitarían

la penetración incluso más allá de la barrera pirenaica hasta que

las tropas de Carlos Martel les frenaran en Poitiers y fijaran el

límite máximo de la progresión islámica.

En la época del califato abbasí (750-945) las fronteras

políticas ya no coinciden con las religiosas, pues Al-Andalus, el

norte de África y las zonas ocupadas en la India pronto escapan a la

autoridad del califa de Damasco, la capital es trasladada a Bagdad y

la influencia persa crece de forma notable.

El Corán, libro sagrado del Islam, es además de un libro de

contenido espiritual, una recopilación de principios jurídicos y

religiosos que no fue escrito en vida de Mahoma. La primera

redacción se hizo en el año 11 de la Hégira (633) aunque pronto

aparecieron otras cuatro redacciones divergentes que originaron

fuertes disensiones. Una nueva redacción definitiva se hizo a

mediados del siglo VII, fijando una división en cuatro azoras y un

número variable de versículos o aleyas.

Entre los preceptos contenidos en el Corán, se incluyen cinco

obligaciones básicas, del creyente musulmán, los arkan al-Islam o

pilares del Islam, de las que sólo la segunda y la quinta tienen

alguna implicación artística:

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La sahada o profesión de fe, el reconocimiento de la autoridad

y la unicidad divinas, “no hay más Dios que Alá y Mahoma es su

profeta”.

La salat u oración ritual cinco veces al día, delimitando un

espacio ritual en el suelo situándose en dirección a La Meca pero en

cualquier lugar excepto la oración del mediodía de los viernes que

ha de ser en la mezquita mayor o aljama.

El ayuno religioso desde la salida hasta la puesta del sol,

instituido por Mahoma en Medina en el año 624 se realiza durante el

mes de ramadán, el noveno del calendario musulmán que coincide con

la época de más calor. El año islámico tiene 354 días y ocho horas

con lo que las fechas del ramadán cambian por completo cada 36 años.

La zakat o limosna legal que permite restituir a Dios una parte

de los bienes terrenales y sin la que sería impío disfrutar de

ellos. La limosna se configura así en el mundo musulmán como una

especie de impuesto progresivo que permite a cualquier creyente

vivir con una mínima renta.

La peregrinación a La Meca, el haj, al menos una vez en la vida

es otra de las obligaciones del creyente aunque de ella están

exentos los pobres, los esclavos y las mujeres sin parientes que las

acompañen; en la ciudad santa se ha de venerar a la kaaba dando

siete vueltas a su alrededor en sentido inverso al del sol, además

de cumplir con otros ritos y ceremonias durante la peregrinación

como la visita a la tumba del profeta en Medina.

Cronología de la expansión islámica.

- VII-IX. El sucesor de Mahoma, Abu Bakr, tomó el título de califa

e inicia la explosiva invasión de las cuencas ubicadas al Norte

del desierto: las orillas del Mediterráneo, la del Jordán y la

del Eufrates. Los bizantinos son derrotados en la actual

Palestina y es conquistada Hira, capital del reino de los lajmíes

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cristianos, que les abrió la puerta de Mesopotamia. Expansión por

Mesopotamia, Persia, Siria, Egipto, África y la Península

Ibérica. Prerrománico en Europa.

- 705. Fundación del califato de Bagdad. Gobierno de la dinastía

abbasí.

- X-XIII. Consolidación de la dinastía fatimí en Egipto. Se

acrecientan las diferencias entre el mundo islámico oriental y

occidental. Románico europeo.

- XIII-XIV. Gótico europeo. Reconquista y repoblación en la

Península Ibérica. Los normandos expulsan a los musulmanes de la

isla de Sicilia.

- 1453. Conquista turca de Constantinopla.

Cronología de la presencia islámica

en la Península Ibérica.

- VIII-X. El 19 de julio del año 711 tuvo lugar junto a una laguna,

hoy seca, de la provincia de Cádiz, una batalla que por sí sola

abrió las puertas de Europa a un ejército "árabe", formado en

realidad por unos jefes sirios, es decir conversos o hijos de

conversos, y un grupo de bereberes apenas islamizados. En pocos

meses la vieja Hispania pasó a ser otro de los dominios del Islam

y cambió su nombre milenario por un neologismo culto, Al-Andalus,

documentado por vez primera en el Corán y que en realidad no era

más que una derivación del nombre de la mítica Atlántida. Arte

asturiano - califato cordobés.

- X-XIII. Arte románico – reinos de taifas/periodos almorávide y

almohade.

- XIII-XV. Arte gótico – reino nazarí de Granada.

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- 711. Abd-al-Rahman desembarca en Almuñecar e inicia una

penetración lenta y velada, desplazando a las elites hispano-

visigodas, liberando de los tributos a los conversos al Islam y

respetando a la minoría cristiana, la mozarabía, que

posteriormente ayudará a repoblar el valle del Duero.

- 718. Córdoba.

- 719. Proclamación del emirato cordobés dependiente de Damasco.

Orígenes de la mezquita musulmana.

El origen histórico de la mezquita hay que situarlo en la casa

que el profeta tenía en la ciudad de Medina, compuesta por una

hilera de estancias sobre un patio central.

Reconstrucción de la casa de Mahoma en Medina; gran patio al que

se asoman las distintas estancias. Gran sencillez en la estancia de

la favorita Aisha donde se enterró al profeta según su biógrafo Ibn

Sab. Rasillas de barro que sostienen palmeras en el techo y cortinas

de piel de cabra negra.

Cobertizo de troncos de palmera de doble filo en la casa del

profeta en Medina formando un espacio donde se recibía a los

visitantes. Desde este locutorio en el lado norte se levanta un muro

hacia el que se dirige la oración, antecedente del muro de la qibla

en las mezquitas posteriores. Inicialmente el muro estaba orientado

hacia Jerusalén para atraerse a la poderosa comunidad hebrea de la

ciudad y sólo años más tarde se orientará hacia el sur, hacia La

Meca. Sencillo techo de la sala pues los momentos de la oración, la

nudidia, coinciden con los más calurosos del día.

Así, desde los tiempos del profeta queda configurado el espacio

religioso, el haram, con el muro orientado o qibla y el nicho vacío

o mihrab y “el negro” o manar (alminar) cuya función anunciadora la

realizaba un esclavo negro que subía al tejado de una casa cercana;

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no existe como en la basílica cristiana una compleja liturgia que

exija una especial ordenación del espacio, sólo un ambiente

suficientemente amplio, sobre todo en las llamadas mezquitas del

viernes que debían tener capacidad para convocar a la población de

toda la ciudad. Al no requerir un ordenamiento rígido, las

posibilidades de crecimiento son ilimitadas y el mejor ejemplo lo

tenemos en la mezquita de Córdoba.

En la disposición de los distintos ambientes, al aire libre o

cubiertos, la religión musulmana, apoyada en la tradición de la casa

de Mahoma, daba la solución a la arquitectura de la mezquita; otra

cosa era la creación material a partir de unos orígenes

extremadamente pobres. Y aquí fue donde se impuso a los

conquistadores la superioridad cultural de los conquistados,

especialmente en Siria. Los musulmanes aceptaron en este orden de

cosas ser extremadamente receptivos. Todo o casi todo vino del arte

oriental cristiano tardío: tipo de soporte, materiales, arcos,

cubiertas y elementos de adornos. Lo mismo cabría decir de la

arquitectura palaciega.

La arquitectura cordobesa.

En cuanto a las técnicas constructivas, la arquitectura

cordobesa supone el apogeo de la disposición de soga y tizón. Los

sillares, de piedra caliza amarillenta y blanda, se cortan y colocan

a la antigua manera romana exponiendo alternativamente el lado mayor

y menor de piezas paralelepipédicas y los soportes de pilar y

columnas también son los mismos romanos. Las cubiertas pueden ser de

madera, abovedadas o cupulares.

Los arcos hispano-visigodos se adoptan prolongando el estradós y

haciéndolo paralelo al intradós y dotando a las dovelas de un centro

diferente. Enmarcando al arco se coloca un alfiz y se decora el

espacio entre el trasdós del arco y el ángulo del alfiz, denominado

albanega.

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1.- qibla o muro orientado a La Meca.

2.- mihrab o recinto desde el que el imán dirige su sermón.

3.- macsura o espacio sagrado de la mezquita donde está situado el

kursi o atril donde se coloca el Corán de gran tamaño y muy decorado

de taraceas e incrustaciones.

4.- minbar o alminbar, lugar desde el que se dirige la oración.

5.- dikka, espacio situado enfrente del mihrab donde el califa, emir

o autoridad sentada sobre una tarima participa del rito.

6.- haram o conjunto de las naves paralelas perpendiculares al muro

de la qibla.

7.- riwaq o galerías que rodean el patio

8.- sahn, patio delantero de la mezquita.

9.- sabil, fuente situada en el centro del patio donde se realizan

las abluciones rituales.

10.- alminar o torre coronada por el yamur con las tres bolas

decrecientes.

Cronología del emirato/califato de Córdoba.

El arte islámico encuentra en la Península Ibérica su más

perfecta evolución. En sus realizaciones concretas queda claramente

subrayada la unidad existente entre Al-Andalus y el norte de África

y la superior iniciativa artística ejercitada por los hispano-

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musulmanes y su huella profunda en las ciudades norteafricanas, por

lo que también hemos de incluir en el apartado del arte califal a

las peculiaridades artísticas debidas a los almorávides y almohades,

pueblos procedentes de la otra orilla del Mediterráneo pero cuyo

arte tras su estancia en Al-Andalus puede considerarse como un

corolario africano del arte cordobés y más tarde nazarí.

El Emirato de Córdoba mientras estuvo sometido al califa de

Damasco (hasta el 755) se hallaba en proceso de consolidación y no

ofrece para la historia del arte interés alguno. Fue con ocasión de

las luchas entre los últimos omeyas y los abbasidas y el exterminio

de aquéllos en las cercanías de la actual Tel-Aviv, cuando el único

miembro de la familia omeya que pudo escapar del exterminio, Ab al-

Rahman2, se instaló en la Península dando lugar a lo que algunos

historiadores han llamado "ficción califal", pues Abd-al-Rahmán I,

como musulmán, estaba sometido a la autoridad espiritual y política

del nuevo califa de Bagdad, pero de hecho actuó de forma

independiente (Emirato Independiente 756-912).

Poco antes del Año Mil el mapa de la Península Ibérica mostraba

el poderío de un Estado unitario, el Califato omeya, que dominaba

cuatro quintas partes del territorio continental, articulado gracias

a una trama de sesenta ciudades importantes; el resto de la antigua

Hispania era una estrecha parcela montañosa, fraccionada en varios

Estados, a menudo enemigos entre sí, en los que lo más parecido a

una ciudad era el alojamiento de una de sus cortes reales en las

ruinas de un viejo campamento romano, Legio, actual ciudad de León.

Treinta años después la mitad de la Península era ya cristiana,

sus habitantes habían aprendido a vivir en ciudades y tenían

sometidos a sus impuestos y armas a los veinticuatro reinos y

repúblicas islámicos que se repartían a la greña la otra mitad del

territorio hispánico. Cómo se produjo este curioso fenómeno es algo

tan sorprendente como la propia conquista relámpago del 711.

2 Ab al-Rahman, biznieto del califa Abd al-Malik, fundador de la dinastía, nació en el 731 en una villa de los alrededores de Damasco y era hijo de una magrebí; por ello en su huida se dirigió a la provincia norteafricana, Ifriqiya, y de allí, perseguido por agentes abbasíes, llegó hasta Nakur; finalmente, el 14 de agosto del 755 desembarcó en Almuñecar (Granada), dando comienzo a un turbulento reinado como amir, y volviendo a enarbolar la bandera blanca de su familia, en vez de la negra de los abbasíes.

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- Abd al-Rahman I 756-788.

- Hisam I 788-796.

- Al-Hakam I 796-822.

- Abd al-Rahman II 822-852.

ampliación 832-848.

- Muhammad I 852-886.

- Abd-Allah 886-912.

- Abd al-Rahman III (califato) 912-961.

- Al-Hakan II 961-976.

ampliación 961-966.

- Hisam II

visir Almanzor 976-1002.

ampliación 987/988-990.

- 1003-1030 desmembramiento del califato, reinos de taifas,

almorávides y almohades.

Mezquita de Córdoba.

Primitiva basílica hispano-visigoda de San Vicente, conservada

tras el pacto con el caudillo Moguit. Conservada para el culto

cristiano en un primer momento, los hispano-visigodos convertidos al

Islam exigen su derecho a utilizar la basílica que contribuyeron a

sufragar para celebrar su nuevo culto. Al igual que en muchos otros

lugares del califato oriental, el edificio se comparte por los dos

cultos separados únicamente por unos cortinajes.

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Con la proclamación del emirato independiente, la situación se

complica en la mezquita. Al surgir un nuevo aparato burocrático-

militar se necesita ampliar el espacio de culto para albergar en el

momento de la oración del mediodía de los viernes a todo el séquito

del emir. Con Abd-al-Rahman I se inicia las obras de ampliación y un

texto del siglo X nos cuenta que se decidió comprar a los cristianos

por 80.000 monedas de oro su parte de la antigua basílica. Las

gestiones se iniciaron en el año 780 cuando el visir Abdala-ben-

Jaled recibió el encargo de realizar la compra que probablemente se

efectuó en el año 786. En ese mismo año se realiza la demolición de

la iglesia, pero se aprovecharon varios tramos de muros y numerosas

columnas visigóticas e incluso romanas que debieron ser parcialmente

enterradas para igualar su altura.

Planta de la primitiva mezquita con once naves perpendiculares al

muro de la qibla, que mira al sur en vez de hacerlo al Oriente,

orientación peculiar de las mezquitas hispano-musulmanas. La nave

central es la más ancha de todas y el conjunto posee una orientación

norte-sur, situándose al norte un amplio patio al que se abren once

puertas. La anchura de las naves disminuye progresivamente hacia los

extremos con columnas que miden 4´20 metros desde los pies al techo

de la mezquita. Las naves pasan desde los 8´60 metros de la nave

central hasta tamaños menores en los extremos, 7,85, 6´86 e incluso

5´35 metros configurando un espacio cuadrilátero casi perfecto. Los

muros tienen contrafuertes exteriores que no se corresponden con

estructuras interiores pues la cubierta está realizada con una

armadura de madera que no necesita contrarresto exterior. La

existencia de los contrafuertes se explica entonces más bien por el

interés en respetar la tradición arquitectónica del Oriente Próximo

donde eran muy habituales más que en necesidades tectónicas.

Al-Hakam I completa la torre de seis metros de lado y veinte de

alto que se encontraba fuera del patio y que será sustituida por

Abd-al-Rahman III por otra mucho más vistosa.

También Al-Hakam I realiza los pórticos o azaquifas a los lados de

la mezquita para ser utilizados por las mujeres. Asimismo realiza

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las conducciones de agua para las fuentes del lado oriental del

patio.

El interior de la mezquita está dominado por la presencia de los

arcos de herradura que voltean sobre columnas que tienen basa,

fuste, capitel y cimacio. Algunas columnas se hunden en el pavimento

debido a que se hicieron cajeados independientes y no corridos por

lo que para compensar la presión vertical las basas se hunden en el

suelo. Utilización de elementos reaprovechados de edificios hispano-

visigodos e hispanorromanos. Capiteles corintios de acanto espinoso,

campaniformes, con flores de lirio y otros ejemplos muy variados.

Los cimacios de las columnas rebasan los ábacos siguiendo un

modelo de clara inspiración latina. Son cimacios de tronco invertido

con una decoración dividida en tres partes: un primer friso de

origen hispano-visigodo con ornato geométrico de círculos y hojas,

un segundo nivel de hojas de acanto y un tercero de frente de cruz

que quizás provenga de Mérida.

La gran altura de los arcos de la Mezquita de Córdoba se consigue

mediante un original sistema de doble arco. Para resolver el

problema de la altura y la luminosidad, se sobrepusieron a las

columnas unos pilares, desarrollándose así un bello entramado de

arcos de herradura y de medio punto, de un efecto visual complejo y

fascinante y cuyas calidades decorativas se realzan mediante la

alternancia de las dovelas de colores rojo y blanco o bien de

materiales, piedra y ladrillo, efecto cuyo antecedente era el

acueducto romano de los Milagros de Mérida.

Los arcos de herradura inferiores hacen la función de entibo

incrustándose en las pilastras y sobre ellos los arcos de medio

punto voltean sobre una pilastra que carga sobre el grueso cimacio

situado encima de las columnas. Este interesante sistema

compensatorio tuvo su origen en la necesidad de ampliar la altura de

las naves al ser muy amplio el espacio a cubrir. Ante problema

parejo en otras mezquitas, se había preferido el tirante de madera

en lugar de los arcos de entibo.

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El dovelaje cambia con la altura, siendo primero de piedra y luego

de ladrillo rojo. Los arcos de herradura ganan progresivamente

altura y no tienen función tectónica sino que sirven de entibo y los

tectónicos son los de medio punto que en el trasdós llevan dos

filetes de ladrillo y unas pequeñas incisiones.

Las rectas pilastras terminan abajo en unos modillones de lóbulo o

de rollos (tres o cuatro) con incisiones vegetales que tienen restos

de policromía e influirán en el arte de la repoblación pues no

existe precedente en Oriente ni en Occidente.

Abd-al-Rahmán II (833-848) amplió la longitud de las naves hacia

el lado meridional mientras que en tiempos del emir Muhammad I se

construyó la puerta de San Esteban.

Ya en época califal, a Abd-al-Rahmán III se debe la ampliación del

patio y la erección del minarete que en la actualidad está encerrado

en la torre campanario del siglo XVII. Las obras comenzaron en el

951, mientras aun se trabajaba en Madinat as-Zahra. Se utilizó en el

nuevo alminar piedra de cantería, de aparejo mayor que el usual, no

muy pulida. La base era cuadrada. En el interior había un macizo que

permitía apoyar un notable juego de dos escaleras que se

entrecruzaban. Se elevaron varios pisos y se ornamentaron con

arquerías de herradura geminada enmarcadas en alfiz. A la altura del

lugar donde se colocaba el muecín, se dispuso un sistema de almenado

con el tipo de merlones que se habían utilizado en la mezquita de

Madinat as-Zahra. Se mantuvieron unas ciertas proporciones que

parecieron ejemplares, en tanto que se tomaron como modelo, como

todo el minarete, en la arquitectura posterior. La altura hasta el

lugar del muecín era triple a la base. La altura total era

cuádruple. La notable disposición de la escalera que terminaba en la

terraza no pareció apropiada para otros alminares, con excepción del

de la mezquita almohade de Marrakech. Cuando los cristianos

convirtieron el gran oratorio en catedral lo usaron como torre de

campañas. Deseando ampliar su altura a comienzos del siglo XVII,

consideraron insuficiente su estructura, por lo que la forraron con

nuevo recubrimiento.

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También An Nasir modificó algunos aspectos del sahn. Reorganizó o

construyó los pórticos de los tres lados con arcos de herradura

cerrados. Dobló además las arquerías de separación del patio y la

sala de oración. El motivo era el derrumbamiento de alguna de las

arquerías anteriores. Se confirmaba así la endeblez de los

contrarrestos pensados por los primeros arquitectos. Cuando los

cristianos la convirtieron en iglesia aún considerarán insuficientes

las medidas. Reformas posteriores modificaron asimismo los pórticos

laterales.

Al-Hakam II (961-969) fue el promotor de la más importante de las

reformas, por cuyo efecto alcanzó la mezquita sus más bellos y

peculiares perfiles y se convirtió en la obra maestra del arte

musulmán hispano. Al frente de las obras, iniciadas en 961 y

terminadas hacia 968, se colocó a Cha'far, liberto, hijo del

preceptor del califa. La reforma fue de grandes vuelos. No sólo fue

ampliada la longitud de las naves echando abajo el muro de la qibla,

sino que sobre todo se construyó un eje central, una nave medial,

que iba desde el norte, donde destacaba una cúpula, hasta el nuevo

muro de qibla. Allí se construyeron la maxura y el actual mihrab con

su extraordinaria cúpula. También se abrieron nuevas entradas

directas al santuario.

El material principal siguió siendo la piedra. Se talló en bloques

grandes, mayores que los de la parte primitiva y menos perfectos,

unidos con cal. En el interior se volvió a hacer uso del ladrillo en

ciertas partes (despiece de arcos). Los materiales principales se

cubrieron, por una parte, con las placas de mármol, como se había

hecho en Madinat as-Zahra; por otra, se implantó un sistema de

origen oriental, pero usado aquí con un gran lujo: la yesería de

recubrimiento. Tomará carta de naturaleza desde entonces en lo

andalusí y seguirá siendo frecuente entre las construcciones

mudéjares posteriores. Con menor gasto y tiempo de trabajo se pueden

conseguir efectos semejantes a los del mármol. La profusión de

yeserías vendrá ligada a un nuevo fenómeno: la parte estructural no

solo se recubre, sino que puede disimularse y aun falsearse. La

organización del aparejo no coincide siempre con lo que parece ser

su imitación en las yeserías. Esto se había hecho ya en las antiguas

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puertas, para disimular los efectos de un feo enjarje de arcos.

Pero, ahora, se añade su uso en otros lugares, permitiendo efectos

de entrecruce de arquerías donde ésta no existe, colaborando en la

visión imaginativa de los arcos más caprichosos. Ya se había usado

la pintura o el yeso para cubrir en parte las piezas de mármol

anterior, sobre todo para contrastar los fondos con la superficie

más cuidadosamente trabajada; ahora se seguirán pintando estas

yeserías. De todos modos continúan siendo frecuentes aún los

mármoles de recubrimiento, además de que el material sirve para

fustes de color oscuro veteado o capiteles. Hay que añadir entre los

materiales de recubrimiento el mosaico y la cerámica lustrada o de

brillo. La cubierta se hará de madera.

Capiteles y arcos son típicamente cordobeses. Se combinan inéditos

arcos polilobulados, que se entrecruzan y superponen en el aire. Al

hacer la ampliación y derribar el muro de qibla de Abd al-Rahman II,

se abrieron arcos de acceso a la nueva construcción. Entre ellos,

destaca la frecuente disposición, como adorno en un primer momento,

de arcos lobulados, esto es, arcos de circunferencia dispuestos de

modo que sus puntos secantes se inscriben dentro de un nuevo arco

ideal. Al principio no se trasdosan, no son arcos en sentido

estructural, sino adornos en forma de arco. Era también

procedimiento usado en Oriente. Pero aquí se formulará con cierta

originalidad y en cantidad y calidad extraordinarias.

Traspasado el muro horadado, la disposición de las naves siguió a

la primitiva en todas partes salvo en la nave medial. Los fustes de

mármol no apoyaron en basas; pero en la nave-eje, para destacar su

carácter, no solo se aumentó la altura de las cubiertas, sino que se

modificó aumentando su riqueza. Los pilares altos vieron adosados a

ellos otros menores de forma prismática y base semioctogonal,

trabajado su fuste con motivos de relieve; por encima apoyaban

capiteles más adornados que los restantes. En general, el capitel

utilizado es el de acanto. Los acantos se esquematizan en perfil y

engrosan alejándose de cualquier naturalismo.

El arco de herradura cerrada es el normal en los casos generales,

pero pronto se multiplican, en ciertos lugares, los arcos lobulados,

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sobre todo en las zonas que se quiere resaltar. Así, en el

enmarcamiento de la que será llamada capilla de Villaviciosa, primer

ambiente nuevo cupulado, y en el cierre de la macsura. Serán ya

arcos completos, no adornos incorporados. Como característica

específica está la de que el arco tangente a los lóbulos es

apuntado, consiguiendo de esta manera un aun mayor resalte del

conjunto. Ya se había llevado a cabo una pequeña irregularidad en

los arcos de herradura usuales anteriores apuntando el trasdós, de

modo que se evitara cualquier efecto óptico de aplanamiento. Ahora

se hace más efectivo en los lobulados. En la macsura, especialmente,

estos arcos lobulados se entrecruzarán en un esplendoroso tejido sin

paralelos contemporáneos, ni en lo oriental ni en lo occidental. Hay

que insistir en que en ciertas ocasiones (capilla de Villaviciosa)

algunos entrecruzamientos no son estructurales, sino pura forma

conseguida con el recubrimiento de las yeserías. Incluso aquí el

despiece del aparejo presenta ciertas irregularidades o deficiencias

que quedan así totalmente invisibles. También ahora se usa la

alternancia de color en el dovelaje, tanto por el procedimiento de

usar ladrillo o piedra, como haciéndolo ver así con las falsas

dovelas de yeso. Además de contrastar los colores, igual que en

algunas de las puertas exteriores, dovelas lisas alternan con otras

ornamentadas.

Lugares privilegiados de la ampliación son los entornos del mihrab

y el ambiente bajo la primera cúpula. Utilizando la anchura de tres

naves, las tres medias, se dobló el número de soportes en sentido

paralelo a la qibla para crear un ambiente a la macsura, el lugar

destacado cerca del mihrab, para colocar allí el mimbar o púlpito y

situarse el califa. Este llegaba al santuario, desde el palacio, a

través del sabat abierto a los lados del mihrab. Al-Hakam quiso, de

acuerdo con la mística del Califato entendida así desde los días de

su padre, que fuera lo más rico de lo reformado. Al doblar el número

de soportes, se crea un primer cierre. Cuando se entrecruzan los

antiguos arcos de entibo, ahora además lobulados, y se eleva el

nivel de la techumbre, cubriendo las enjutas generadas por los arcos

altos con macizos ornamentos, se aumenta la impresión externa de

ambiente acotado.

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Page 16: Arte hispano musulmán I

El muro del mihrab y el de la puerta del sabat están suntuosamente

decorados. Los zócalos los componen grandes piezas de mármol

tallado, similares a las de Madinat as-Zahra. La puerta del primero

es de herradura y la enmarca un doble alfiz. Sus enjutas o albanegas

se rellenan con la decoración usual, abundando las hojas rizosas de

tipo ataurique. La superficie entre albos alfices la cubren

abundantes inscripciones epigráficas. La epigrafía se utiliza, y

esto será común en lo islámico, como elemento ornamental en sí,

además del mensaje que contiene. Suele haber letreros explicativos

de fechas, alabanzas al califa, a Cha'far, asuras del Corán, etc.

Por encima del alfiz hay una arquería ciega trilobulada con despiece

alternado de falsas dovelas.

Una de las principales novedades es la abundancia de mosaicos de

recubrimiento. Sabemos que Al-Hakam escribió al basileus bizantino

pidiéndole un musivara. Se trataba, dice la fuente árabe, de imitar

el trabajo que los omeyas habían encargado para la gran mezquita de

Damasco, tantos años anterior. Con el artista llegó un gran

cargamento de teselas preparadas, regalo del emperador

constantinopolitano, amigo y aliado del califa cordobés. Durante

varios años trabajó en la mezquita rodeado de ayudantes. Festejado

por el califa, volvió a su tierra, dejando una escuela que podía dar

fin a su obra. El artista de Bizancio debió trabajar en condiciones

especiales; los mosaicos que acostumbraba hacer había de colocarlos

en unos muros diferentes y, prescindiendo de la temática figurativa

usual en su tierra, preparar otra en la que se incluyeran motivos

decorativos propios con otros ajenos, incorporados por posible

sugerencia de quien hacía el encargo. El resultado fue espléndido;

los motivos vegetales variados se hicieron destacar sobre fondos de

oro. Se imitó el despiece de dovelas en el arco del mihrab, se

resaltaron los nervios de la gran cúpula construida delante del

mismo con motivos repetidos y los gallones de la cúpula central de

la principal.

Un detalle interesante es el enmarcamiento de esta cupulilla

gallonada. Resalta como una moldura de perfil casi semicircular

realizada en cerámica brillante y policromada. Aunque la cerámica

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Page 17: Arte hispano musulmán I

califal alcanza altas cotas de perfección, en este caso estamos ante

un tipo de obra con precedentes en lo bizantino.

El suntuoso espacio del mihrab venía resaltado por las cúpulas

antes mencionadas. Era evidente el poco interés de los musulmanes

por los problemas estructurales complejos que supusieran

contrarrestos obligados. En un caso tan sencillo como los arcos del

haram se había visto su escasa pericia. Por eso resulta más

sorprendente el juego de cuatro cúpulas sobre la macsura y el primer

ambiente próximo a la antigua qibla de Abd al-Rahman II. Todas estas

cúpulas tienen la particularidad de ser nervadas. En la capilla de

Villaviciosa, sobre la base cuadrada se levantó el entramado de

nervios, ocho en total, cuatro paralelos a los lados base y los

otros componiendo un rombo de vértices en los puntos medios de cada

uno de aquéllos. Esto determina un cuadrado central, en vez de la

clave única que será tan normal en Occidente. Los antecedentes se

pueden rastrear en el Oriente Próximo y en la arquitectura armenia

cristiana. Aquí se obtuvieron resultados de gran efecto. Sin

embargo, no parece claro que el arquitecto estuviera muy seguro del

sentido estructura de lo que hacía. En todo caso, al cubrir la

plementería parece haber cometido más de una incorrección. En ella

hizo nuevas cupulillas. La central es gallonada, con antecedentes

bizantinos. Pero sólo nominalmente es cúpula, en realidad no pasa de

ser un hermoso motivo plástico. Otro tanto se puede decir de las

restantes, en algunas de las cuales se repite otra nervada. La

disposición del entramado mayor le permitió abrir ventanas de

iluminación directa.

Más importante es la gran cúpula que antecede al mihrab. En ella,

como en la derecha, se pasó, por medio de trompas aveneradas, del

cuadrado al octógono, forma óptima utilizada para cubiertas nervadas

entre los cristianos. Pero aquí, de nuevo, las nervaduras dibujaron

una estrella que definía un octógono central muy amplio, donde se

situó la nueva cúpula gallonada, enmarcada con cerámica y cubierta

de mosaicos. Es la obra maestra del sistema en Córdoba. También los

nervios permitieron la apertura de ventanas de iluminación,

cubiertas con interesantes celosías.

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Page 18: Arte hispano musulmán I

El mihrab, en su interior, es poligonal. Su muro se divide en dos

pisos, liso el primero y cubierto con arcos ciegos lobulares el

segundo, en disposición que recuerda el muro de entrada, pero sin

mosaicos. Por encima, una bellísima concha o venera lo cubre a modo

de supuesta cúpula.

Todavía a finales del siglo X Al-Mansur, el Almanzor cristiano,

omnipotente ministro del hijo de Al-Hakam II, Hixam II, quien,

respetando el plan inicial, aumentó el número de naves añadiendo en

esta ocasión al lado oriental otras ocho más estrechas con lo que

totalizan diecinueve, lo que ocasionó la pérdida de la posición

central que tenía el mihrab y el resto del santuario. Fue una obra

enorme, pero no delicada.

El exterior de la mezquita nos ofrece unos tejadillos a doble

vertiente independientes en cada nave y coronando las fachadas unas

pequeñas almenas escalonadas que recuerdan a las fortalezas

orientales.

Madinat as-Zahra

La llegada al trono cordobés de Abd al-Rahman III en el año 912

supone un punto de inflexión en la historia de la presencia

musulmana en la Península Ibérica. Desde el primer momento, el nuevo

monarca se empeña en eliminar los principales obstáculos que

amenazaron desde su origen la unidad del Emirato andaluz. Acallada

la fuerza disgregadora del muladí Omar ibn Hafsún, quien desde su

refugio en la serranía de Ronda cuestionaba la autoridad cordobesa,

el emir consolidó la posición andaluza en el norte de África

aprovechando el desplazamiento de los intereses de la dinastía

famití que la dominaba hacia Egipto. Además, las querellas entre

leoneses y castellanos anulaban su fuerza expansiva mientras que los

reinos cristianos del este y el oeste peninsulares pagaban tributo

al señor de Al-Andalus quien, por otra parte, tampoco consideraba

estratégico el dominio completo de la Península.

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Page 19: Arte hispano musulmán I

La brillante actuación política de Abd al-Rahman III culminó

con la asunción del título de califa y señor de los creyentes,

desprendiéndose así de los últimos vínculos que le ataban a la gran

monarquía musulmana de Oriente. Había un derecho a ello, porque los

emires de Córdoba descendían de la antigua dinastía omeya.

El régimen de vida musulmán siguió propiciando el desarrollo de

las ciudades y de la actividad urbana. Córdoba se despegó claramente

de las restantes, convirtiéndose con su entorno en el centro

económico, político, literario y artístico, superior a los demás. No

otra cosa sucedía por los mismos años a Bizancio.

La concentración de poder en el califa inició un

distanciamiento de sus súbditos basándose en la propia titulación y

en la promoción de una política edilicia que indicaba tanto el

refinamiento cultural de algunos de los califas como el deseo de

colaborar al aumento del místico prestigio de que buscaban

investirse ante sus súbditos y ante los enemigos o aliados que les

visitaban. La titulación nueva implicaba, entre otras cosas, una

cierta necesidad de rodearse de una pompa, similar a la que habían

sentido los primeros omeyas, que pasaron de ser señores del desierto

a grandes príncipes de territorios inmensos, de elevado nivel

cultural algunos de ellos. La formación de algunos, especialmente

Al-Hakam II, su sensibilidad artística y la herencia favorecían las

intenciones políticas que traía consigo la construcción de obras en

consonancia con las nuevas situaciones.

La cristalización de todas estas ideas está en la ciudad y

residencia, un poco al norte de Córdoba, de Madinat as-Zahra. Fue

una inmensa construcción que sólo podía intentar en un tiempo

relativamente corto quien poseyera unos recursos excepcionales. Se

habla de 10000 hombres trabajando al mismo tiempo. Contrasta el

número cuando lo comparamos con obras cristianas contemporáneas y

aun posteriores sobre las que se dispone de datos. Posiblemente hubo

entre ellos una amplia mayoría de musulmanes; pero se ha dicho que

también debieron de colaborar gentes mozárabes y hasta bizantinas.

La gran abundancia de operarios especializados se ha explicado

por el carácter absolutamente esencial de la parte decorativa

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Page 20: Arte hispano musulmán I

complementaria. Las paredes se cubrieron de piezas cuidadosa y

profusamente esculpidas en relieve. Los aleros del exterior estaban

tratados de la misma manera, hasta el punto de que se talló los

modillones de rollos, las cobijas y las tabicas con la misma minucia

artesanal. Cuando se tienen cifras, aunque no sean más que

aproximadas, como en el caso de la mezquita levantada allí, vemos

que se requirió un gran número de carpinteros. Esto se debió a que,

siguiendo lo ya visto en otras construcciones del emirato, la mayor

parte de las construcciones no estaban abovedadas, sino techadas con

madera y esta madera con frecuencia se trabajaba con el mismo

virtuosismo que lo restante.

Para realizar esta obra colosal, Abd al-Rahman III debió de

contar con unos medios económicos excepcionales. Sabemos que dedicó

un tercio de los tributos cobrados a su financiación. Designó como

supervisor de las obras a su hijo Al-Hakam; seguramente nadie mejor

escogido. A juzgar por lo que conocemos de él, fue persona

extremadamente sensible a toda manifestación artística. Con una

formación fuera de lo normal y una ilimitada curiosidad por todo, es

bien conocida la extraordinaria biblioteca que más tarde llegó a

formar. Es posible suponer que no sería un mero inspector de obra,

sino que sus ideas personales encontraran eco en esta o aquella

parte de las edificaciones.

La intención del califa promotor se puede deducir de un verso a

él atribuido. La majestad de un soberano, decía, se mide por las

construcciones que ha mandado emprender y su belleza.

Las obras comenzaron a finales de 936. Se hicieron sobre un

terreno irregular, que desciende, aproximadamente de Norte a Sur;

las fuentes hablan de la acumulación de las construcciones

palaciegas al Norte, en las terrazas más altas. Luego, una segunda

zona medial, con abundancia de jardines y corrientes de agua. La

tercera, más baja, sería la residencia del pueblo. Se pueden aceptar

relativamente estas disposiciones. En efecto, en la parte superior

se han excavado varios edificios palaciales. La construcción no se

detuvo después de la muerte de Al-Hakam II. Esto no implica que no

se acabara el espacio habitado, sino más bien que hubo deseo de

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Page 21: Arte hispano musulmán I

ampliación de los existentes. Lo más antiguo y lo más moderno

parecen estar entre estos palacios. Hacia el Sur, no obstante, se ha

excavado lo que parece haber sido la joya de Madinat as-Zahra: el

llamado Salón Rico, y próxima a él, la mezquita mayor. El hecho de

que fuera concebido como tal, y no como oratorio particular del

monarca, indica la proximidad de las construcciones comunes. También

la de una parte de las residencias califales.

Se cuenta que en el año 941 se comenzó a toda prisa la mezquita

y se terminó en cuarenta y ocho días. Es posible que algunos

trabajos de embellecimiento duraran hasta comienzos del año

siguiente. El tardío historiador al-Maqqari (siglo XIV) habla de 100

trabajadores al mismo tiempo, entre ellos 200 carpinteros. Acaso se

comenzó por dos partes diferentes, para poder sacar partido a esta

masa de alarifes. Se ha pensado si un maestro de nombre Sa'id ibn,

que aparece en la epigrafía de los restos, podía haber sido el

encargado; pero nada resulta seguro.

La planta es un gran rectángulo de 54 por 34 metros. Está

orientado hacia el Sureste. El haram se divide en cinco naves de

igual anchura, correspondiendo las tres centrales al ancho del

patio. Este estaba porticado en tres de sus lados. Resulta

interesante, porque es precedente del mismo sistema en la mezquita

de Córdoba, modificada años después por orden del califa Abd al-

Rahman III. Tras la qibla, hay un segundo muro con pasaje o sabat,

similar al que tendrá asimismo Córdoba en la ampliación de Al-Hakam

II. El alminar también tiene un gran interés. Su estructura es

modélica de lo que serán los alminares posteriores. Es de planta

cuadrada al exterior, octogonal internamente, y con un macizo

vástago central probablemente semejante.

Los hallazgos de fragmentos de puertas indican la cuidada labor

realizada en las dovelas. Más interesante puede ser aun el almenado,

en el que se sigue la disposición dentada señalada en la primitiva

mezquita de Córdoba, pero se adornan mucho más con motivos

vegetales. Por el número de partes encontradas, cabe suponer que fue

un motivo muy normal en la disposición de cubiertas de mezquitas.

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Page 22: Arte hispano musulmán I

Los palacios estaban, al parecer, organizados al modo de los

abbasíes. En los omeyas predominaban las composiciones de plantas

regularizadas de tipo occidental. Luego se van modificando y

creciendo con cierta anarquía a partir de algunos núcleos. El

sistema consiste en escoger una unidad que incluya un patio como

elemento básico de relación. La comunicación entre cada unidad de

este tipo podía hacerse de cualquier manera. A veces existían

corredores estrechos y tal vez poco iluminados. El resultado total

era laberíntico. También permitía las continuas ampliaciones, que de

esta manera no rompían con nada concebido como acabado. Entre lo

encontrado hay varios capiteles fechados en 971 y 975, años de

gobierno de Al-Hakam II, lo que indica que el gran monarca había

encargado algunas ampliaciones. A la ciudad se pudo ir a vivir hacia

945, pero posteriormente a estas fechas se hicieron obras muy

importantes.

El material usado con preferencia siguió siendo la piedra, pero

los interiores se recubrieron con grandes placas de mármol, que

prestarían una imponente suntuosidad a las salas. Así se puede

juzgar por lo que queda del llamado Salón Rico. Se han dado

distintas fechas para su realización. Parece que se trabajaba en él

hacia 954-957. Estaba dividido en cinco grandes naves y precedido de

un pórtico. La reconstrucción a base de los restos hallados, si

acaso sea cuestionable parcialmente, permite, mucho más que en la

mezquita, conservada a niveles solo arqueológicos, formarse una idea

del aspecto que estas estancias pueden haber tenido. La ahora

reseñada debió tener función de mexuar o sala de embajadores. Aunque

en la estructura pudo utilizarse el ladrillo, se recubrió todo con

bellas placas marmóreas.

Hay pilastras de escasa profundidad, que indica su nulo efecto

tectónico, trabajadas en dos planos, destacando la superficie

esculpida con exquisito cuidado. El vástago central se abre en

tallos vegetales, que dibujan volutas, terminan en formas florales o

rizan sus hojas en el tipo de labor que llamamos de ataurique. Los

acantos del capitel se estilizan y los caulículos son tallos

terminados en flor. A medida que se avanza en el tiempo, se van

dejando atrás las herencias de los siglos visigodos y, con

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Page 23: Arte hispano musulmán I

inspiración en parte bizantina, se llega a unas formulaciones

características. Otras placas, más o menos ricas, cubrían los muros.

Podemos suponer la techumbre realizada en madera, a juzgar por

ciertos restos carbonizados hallados. Una vez más la arquitectura

musulmana hispana se desentiende de problemas estructurales

dinámicos. El hallazgo, en la zona de la mezquita, de piezas

posibles del Salón Rico permite formarse una idea de lo que sería el

extraordinario alero. Se apoyaba en trabajados modillones de rollos,

que soportaban en peso de cobijas adornadas con formas vegetales,

situando entre ellos tabicas hechas de la misma manera. El efecto se

completaría al exterior, con la capa de elucido o cal blanca sobre

los sillares de los muros.

Por desgracia, pese a la restitución del Salón Rico, difícilmente

pueden reconstruirse los ambientes perdidos y menos su función. Se

nos escapa la organización de los patios, el uso del agua como

elemento configurador, el sistema de iluminación, etc. De lo hallado

y de las referencias literarias pueden deducirse al menos algunos

detalles. El obispo mozárabe Recemundo había traído de Bizancio una

gran pila de mármol verde, con doce caños de oro e incrustación de

piedras preciosas con figuras de animales. En uno de los mexuares

había un recipiente de mercurio sobre el que se hallaba una enorme

perla, regalo del basileus al califa.

Se habla en las fuentes de una estatua de la favorita de Abd al-

Rahman III. Esto último, con visos de probabilidad, es un primer

indicio de que se hizo escultura figurativa. Un hallazgo reciente de

una plaqueta decorativa proporciona nuevas pistas. La escultura

primera había de ser de bulto redondo, demasiado excepcional por lo

que sabemos del arte musulmán. La plaqueta citada es de forma

cuadrada, con un círculo central que sirve de apoyo a cuatro parejas

de animales afrontados dos a dos y ordenadas según las diagonales

del cuadrado. Es un relieve. Los motivos pueden estar inspirados en

telas. La conservación de otro tipo de relieves figurativos, unido a

la placa, y el recuerdo de la estatua de la favorita permiten

afirmar como muy probable que pudieran existir piezas semejantes.

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Page 24: Arte hispano musulmán I

La placa comentada lleva una doble inscripción. De la lectura de

la mejor conservada se puede deducir que fue obra de un tal Rasiq o

Rasif. Este tipo de firmas se repite muchas veces en los mármoles de

Madinat as-Zahra. Poco podemos saber de sus autores, salvo el

orgullo ante la obra bien hecha. Nombres como Sa'afar, Tarif y Sa'id

al-Ahmar se repiten en distintas ocasiones. Pero más importante

parece haber sido un tal Fatah. Entre 954 y 955 firma una pilastra

del Salón Rico. En 961, otra seguramente de una estancia no

identificada de la misma ciudad que se conserva en Berlín. Terminado

su trabajo aquí, pasa en 965 a la mezquita que entonces se ampliaba

en Córdoba. Con más dudas se le atribuye aún otro capitel

aprovechado en el Alcázar de Sevilla.

En 978 se paraliza toda actividad en Madinat as-Zahra, al subir al

poder Al-Mansur. El nuevo señor de Al-Andalus inició, a imitación de

los califas, una Madinat as-Zahira, una residencia propia. Entre

1009 y 1010, bereberes y gentes del pueblo saquearon la gran ciudad

en busca de riquezas. Un débil intento, por parte de uno de los

efímeros califas posteriores, de restaurar lo destruido no tuvo

consecuencias. Los restos se utilizaron para obras de la mayor

diversidad. Algunas se conservan en museos. Llegó a olvidarse el

emplazamiento de la antigua ciudad y confundirse sus ruinas con las

de otra. Son varias las campañas de excavaciones que se han

realizado en este siglo, no siempre con la misma fortuna. Una de las

últimas, llevada a cabo por B. Pavón, puso al descubierto los restos

de la mezquita a que se ha hecho referencia.

Almorávides y almohades.

La rivalidad entre los distintos reyezuelos taifas propició la

presencia en Al-Andalus de los almorávides, al-Murabitun, pueblo

bereber que dominaba el Magreb acaudillado por los voluntarios de la

fe que guarnecían los fuertes fronterizos cuya pretensión era

unificar de nuevo el Magreb desde el Sahara al Atlántico y los

confines de la provincia norteafricana, tratando de contrarrestar la

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Page 25: Arte hispano musulmán I

reconquista cristiana. Su poderío militar logró constituir un

extenso reino al incorporar las tierras del sur de la Península

Ibérica que permanecieron por ellos ocupadas desde el 1.075 hasta el

1.146; desde el punto de vista religioso pretendieron una reforma

basada en una interpretación más ortodoxa de la fe musulmana.

Aunque la invasión almorávide supuso un corte en la evolución

cultural protagonizada por la monarquía cordobesa, sin embargo

permitió la entrada de algunos rasgos estilísticos de notable

transcendencia: los mocárabes, aunque habían sido utilizados con

anterioridad, son un característico elemento decorativo del gusto

almorávide y se disponen a modo de estalactitas que bajan de la

bóveda y suelen presentar forma de lazo o prisma; el arco más usado

es el de cortina, formado por dos porciones de circunferencia con

centros exteriores y que se cruzan en la clave formando ángulo, el

alfiz suele cortar el arco por sus lados; las bóvedas presentan

nervaduras cada vez más finas; los pilares van sustituyendo

progresivamente a las columnas.

Los constructores almorávides lograron su obra más conseguida

en la mezquita de Tremecén (Argelia), digna continuación de la

herencia cordobesa. Se corona con la bóveda cuyos nervios, según

costumbre musulmana, no se cruzan en el centro y cuyos plementos se

hallan perforados dando lugar a una hermosa y fantástica bóveda

calada. Además deben citarse las mezquitas de Fez y Marraquex, ambas

en Marruecos. En la Península se reconocen como almorávides las

ruinas del Castillejo de Monteagudo (Murcia), nuevo tipo de

residencia en el que cobran especial relieve los jardines, fuentes y

estanques, que anticipan el gusto granadino.

El dominio almohade reconstruyó de nuevo la unidad

hispanoafricana y difundió un exigente ideal religioso que tuvo

repercusiones en las expresiones artísticas. Sus líderes se

denominaban al-Muwahhidun (los que profesan la unidad de Allah) y

seguían las enseñanzas de un asceta (mahdi) bereber llamado Ibn

Tumart cuya iconoclastia tuvo su equivalente cronológico en el

cristianismo occidental con el triunfo de la reforma de San

Bernardo.

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Page 26: Arte hispano musulmán I

Como en el caso almorávide, la superioridad cultural andaluza

se tradujo en un importante influjo en las realizaciones de los

almohades. Caracteriza a este arte el uso de una abundante

decoración que puede llegar a enmascarar el nítido esquema

constructivo empleado, símbolo de una honestidad tectónica que

alimentaría al arte peninsular hasta bien entrado el siglo XVI. Los

paños de Sebka y sus peculiares redes de rombos cubren los espacios

lisos, mientras que los vanos encerrados entre los arcos se ven

complicados con elementos colgantes que arrebatan a aquellos su

misión constructiva; el uso de la cerámica vidriada, los mocárabes,

el arco de herradura apuntado enmarcado por el alfiz así como la

presencia del pilar cuadrado sobre la columna, son diversos rasgos

que los almohades conservan de sus predecesores almorávides.

Como monumentos más representativos deben señalarse las

mezquitas de Kutubiya, en Marraquex, obra de fines del siglo XII, la

de Hassan, en Rabat, y en la Península la de Sevilla, ciudad que al

ser constituida capital del reino frente a la decadente Córdoba, fue

dotada de una gran mezquita de la que tan sólo queda el minarete -la

Giralda- terminado en la última década del siglo XII y algunos arcos

del llamado patio de los naranjos.

Otro género de edificaciones almohades que deben considerarse

son las fortificaciones. Frecuentemente se organizaban dobles

murallas, llamándose barbacana la situada al exterior, y en la que

se intercalaban algunas torres avanzadas con el objeto de vigilar

lugares estratégicos tales como puentes o puertas de acceso; estas

torres podían colocarse incluso con independencia de la línea

amurallada y se llamaban albarranas, de las que es ejemplo bellísimo

la sevillana Torre del Oro (1220).

Castillo de Monteagudo (Murcia).

El Castillejo del Monteagudo ocupa en planta una extensión de 18

por 23 metros con un patio central rodeado de pasillos y estancias

de difícil interpretación. En el centro se dispone un riyad, jardín

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Page 27: Arte hispano musulmán I

interior muy típico de la arquitectura musulmana que quizás no sea

la versión hispana de los cahar-gab persas divididos por cuatro

camino intersectantes en cuyos lados menores hay dos templetes y una

fuente en el centro. Se trataría pues de una creación completamente

hispánica que luego se difundirá en la arquitectura marroquí. Es

posible que esta fuera la forma del patio de la Aljafería de

Zaragoza.

Mezquita de Sevilla.

Construida entre los años 1.171 y 1.182 por orden de Abu-Yaqub-

Yusuf I (1.162-1.284) fue sustituida por la catedral en el siglo XIV

a excepción del alminar y una porción del patio. Se trataba de una

construcción de dieciséis profundas naves -a imitación de las naves

de la mezquita de Córdoba- perpendiculares a la qibla. La nave

central era más ancha y las de los lados se prolongaban rodeando el

patio. En el portal aún se conserva una bóveda de muqarnas con

decoración imitando estalactitas.

Arco de herradura apuntada realizado en ladrillo y situado en el

patio de la mezquita de Sevilla.

El alminar de la mezquita fue realizado por el arquitecto Ahmad-

Ibn-Baso que quizás también participara en las obras del resto del

edificio. A la muerte de Abu-Yaqub-Yusuf I se paralizan las obras

que no se reanudan hasta el gobierno de Yaqub-Almansur (1.185-1.189)

con un nuevo arquitecto, Alí de Gomara, y se concluyen en el año

1.195.

El alminar de la mezquita, conocido como la Giralda, está formado

por un cuerpo liso de ladrillo sobre el que se alinean las ventanas

y sobre el que se sitúan otros dos cuerpos y un tercero superior. En

la parte superior se colocó el yamur con las manzanas cuya ceremonia

de colocación conocemos con todo detenimiento a través de las

fuentes de la época. En el centro se colocó un vástago de hierro en

donde se dispusieron las cuatro manzanas, cada una menor que la más

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Page 28: Arte hispano musulmán I

baja inmediata. Estaban doradas y reflejaban la luz ostentosamente,

convirtiéndose en un signo del alminar en mayor medida que cualquier

otra parte. No se sabe con exactitud cuál era su función simbólica;

cuando la conquista cristiana, no solo se mantuvieron, sino que

también fueron consideradas como algo excepcional, hasta que en el

terremoto de 1.355 se vinieron abajo.

El interior de la Giralda está formado por una planta cuadrada con

un cuerpo central cubierto con bóveda de arista y un sistema

helicoidal de rampas que obliga a que las ventanas no estén al mismo

nivel en cada cara del edificio.

Los dos cuerpos centrales de la Giralda se subdividen en tres

calles al exterior. La calle central está formada por varios

balcones con arcos pentalobulados y pequeños arquillos interiores y

las dos laterales ofrecen una labor de rombos -los paños de Sebka- y

dos arcos de herradura apuntada ciegos.

Torre del Oro (Sevilla).

Construcción defensiva o albarrana de las muchas que estaban

dispuestas a lo largo del río Guadalquivir y que disponía de una

gemela en la otra orilla a la que estaba unida por unas cadenas que

se elevaban para impedir el paso de embarcaciones. El hecho de que

la conquista cristiana de la ciudad se hiciera sin forzar las

murallas ha hecho fácil la relativa conservación de las torres

defensivas. Dispone de doce lados al exterior y al interior tiene

forma hexagonal que en la parte superior se transforma de nuevo en

doce lados. Se realizó entre los años 1.220-1.221, es decir, después

de la batalla de las Navas de Tolosa (1.212) cuando el poder

almohade había declinado notablemente

La Torre del Oro de Sevilla dispone de unas cubiertas de bóveda de

aristas y de un friso alto con arcos geminados rematados de dos en

dos por un alfiz. En la parte superior tiene almenas para resaltar

su carácter defensivo. El nombre de la Torre deriva de los azulejos

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Page 29: Arte hispano musulmán I

que cubrían la parte más altas de los que quedan algunos restos que

constituyen las únicas muestras, con las de la Giralda, de este tipo

de cubierta almohade en la Península. Mientras casi no hay vanos en

las partes bajas como corresponde, la parte alta conserva abundantes

adornos. En el siglo XVIII se añadió el último cuerpo.

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