Armas Antiguas. Historia y Colecciones

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UD1- ARMAS BLANCAS Y ARMADURAS 1.2.- Armas anguas. Historia y colecciones Curso de Conservación de Armas y Armaduras. IPCE. 2014

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Las armas nacen al mismo tiempo que el hombre y su necesidad de alimentarse, a través de la caza, y de defenderse de un entorno hostil. La adaptación de los primeros uten-silios elaborados por el hombre con estos fines es muy temprana, y así queda reflejado a través de los numerosos hallazgos arqueológicos en los que se localizan diferentes armas elaboradas con piedra o huesos, como puntas de flecha, hachas de talón, arpones, etc…

Así mismo pronto también, y derivada de su importancia vital y la fuerte carga simbólica que de inmediato adquieren estos objetos, su aparición en las primeras manifestacio-nes artísticas, especialmente en pinturas parietales, donde se aprecia el uso y manejo de de estas primitivas armas.

Tipologías

Una de las primeras dificultades que nos encontramos a la hora de estudiar la armería histórica, es la gran complejidad y variedad tipológica existente. Si a esto añadimos las variables geográficas y cronológicas, nos encontramos ante un vastísimo campo de estudio. Por tanto aquí nos centraremos en el tema a tratar en este curso, las espadas y las armaduras, tratando de dar una breve pincelada sobre las tipologías más comunes en la zona europea, y especialmente la peninsular, en el periodo que abarca desde la Edad Media hasta mediados del siglo XX. El objetivo es dotar al alumno de una serie de instrumentos que le permita enfrentarse con las piezas posible objeto de un tratamiento de restauración. Identificar el objeto y enmarcarlo dentro de un espacio cronológico y social correcto resulta fundamental a la hora de poder afrontar una posible intervención en el objeto, ya que nos proporcionará mucha información sobre el mismo y sus características técnicas y morfológicas.

El marco geográfico establecido viene determinado por ser el más frecuente y presente en las colecciones hispanas, y por ser el que más influencia ha tenido en el armamento de nuestro entorno más cercano. Por ello también trataremos del origen y evolución de las colecciones de armería a nivel internacional y de nuestro país con el fin de conocer mejor a qué tipo de piezas y en qué circunstancias han llegado hasta nosotros.La cronología la marca, el hecho de que el armamento prehistórico e histórico hasta la Edad Media, ha sido objeto de numerosos estudio de tipo arqueológico, dentro de cada periodo, al encontrarse frecuentemente en estos yacimientos, y haber sido objeto de numerosos y minuciosos estudios, quedando establecidas tipologías y usos de las mismas dentro de cada una de las civilizaciones de una manera bastante clara.Resulta básico encuadrar a estos tipos de armas en un contexto más amplio y fijarlos en el mismo. La primera gran diferenciación que permite crear los grandes grupos tipo-lógicos comúnmente aceptados por la comunidad científica que se dedica a este campo viene determinada por su uso, ofensivo o defensivo. Es decir si está concebida para hacer daño o para prevenirlo o contrarrestarlo.

Las armas defensivas son todas aquellas que buscan proteger al combatiente de una forma pasiva. Sólo el mero hecho de portarla confiere una defensa frente a cualquier ataque externo. Aquí existen también varios grandes grupos, siendo quizás el más grande y conocido el de las armaduras completas, que en sus diferentes variantes, dan una protección total o parcial al que las porta; o los elementos sueltos de las mismas que pueden formar parte o no de una armadura. Es decir escudos, cascos, cotas de malla, petos, espaldares, etc. Estas no tienen por qué ser metálicas, aunque es el material más común por su mayor resistencia y protección. Así existen numerosos ejemplos de ar-mas defensivas que por razones culturales, económicas o bélicas están realizadas en su mayor parte con otros materiales, como las adargas de cuero, los broqueles de corcho o madera, etc..

Dentro del ofensivo otra gran compartimentación la encontramos entre las armas de fuego; y las armas blancas. Las primeras son las que utilizan en alguno de sus sistemas la pólvora como propulsor de los proyectiles que arrojan. Mientras que las segundas son aquellas que poseen una hoja de naturaleza metálica, que es la que produce el daño. Este grupo pese a ser uno de los más recientes, ya que no es hasta el siglo XV cuando se populariza la producción y uso de este tipo de armamento, es quizás uno de los más numerosos y complejos, ya que a diferencia de otros, sigue en plena vigencia y desarrollo multiplicándose de forma exponencial.

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Este tipo de armas se subdividen a su vez en varios grupos dependiendo de factores que actúan sobre su propia naturaleza como armas. Es decir según los mecanismos de ignición, funciones (caza, guerra, deportivas, etc.), sistemas de carga, repetición, etc. La Artillería, aquí se engloba todas las piezas de artillería que utilizan la pólvora u otros propelentes para arrojar grandes proyectiles de piedra o metal a larga distancia.Ni que decir tiene que cada uno de los grupos se subdividen a su vez en diferentes agrupaciones que vienen dadas por diferentes parámetros como su longitud (arma de fuego larga o corta); su función (militar, de caza, de representación, etc.); Después habría una serie de otros grupos de menor importancia como las armas de lanzamiento (jabalinas, flechas, arcos, ballestas); o las de percusión (mazas, hachas, etc.).

Las espadas se engloban por tanto dentro del grupo de las denominadas armas blancas, que son aquellas que poseen una hoja metálica. Dentro de las mismas se pueden subdividir a su vez en dos grandes grupos divididos por la longitud de las hojas: las largas y las cortas. Dentro de las primeras estarían englobadas toda la tipología de espadas, machetes, sables, etc. Mientras que en las cortas estarían aquellas que la longitud de la hoja es menor y son susceptibles de poder portarse escondidas o camufladas, como por ejemplo los puñales, dagas, cuchillos, almaradas, estiletes, navajas, etc. Las armas enastadas son aquellas que poseen un asta larga de madera, y en cuyo extremo aparece un elemento metálico que puede tener muchas formas y usos, que se de-nomina genéricamente moharra. Dependiendo de su forma y de la longitud del asta reciben una denominación u otra: alabarda, corcesca, partesana, pica, etc.

Génesis e historia de Museos y Colecciones de armería

Resulta difícil establecer cuando se empiezan a crear las primeras colecciones de armamento. Parece que ya los griegos agrupaban las armas de los vencidos como trofeos y ofrendas a los dioses, y que dicha tradición fue seguida por otras civilizaciones como la romana.

Durante la Edad Media se establecieron agrupaciones de armamento, pero con finalidades pu-ramente prácticas, para ser utilizadas por los señores feudales en las guerras y asedios que se dieron durante todo ese periodo en Europa.

Las primeras colecciones de armamento con un afán de coleccionismo, e incluso con ánimo de exhibirlas con ciertos criterios expositivos, aparecieron al final del medievo. Justamente enmar-cadas en las corrientes coleccionistas que se dieron en las principales cortes europeas.

En el caso de la armería fue la colección de Maximiliano de Borgoña su máximo exponente. Siguiendo esta tradición se formaron las colecciones de la casa Imperial de Habsburgo, en sus dos vertientes, la española con Carlos I como principal impulsor, y la austriaca con el archiduque Fernando del Tirol. Este es el germen de las dos armerías más importantes, y que han sobrevivi-do en gran parte hasta nuestros días: La Real Armería de Madrid y la Hofjagd-und Rustkammer del Kunshistorisches de Viena.

Fue creada por el Archiduque Fernando del Tirol en el Castillo de Ambras, en Innsbruck. Las ar-mas y armaduras de los héroes o guerreros destacados eran colocadas sobre maniquís hechos ex profeso y caracterizados en sus rasgos, colocadas en hornacinas con su nombre colocado en la parte inferior. Aunque la visita era muy restringida, su exhibición estaba pensada para poder ser contemplada por una selecta minoría. Imagen de la Real Armería de Madrid a finales del siglo XIX.

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La armería vienesa además se viene considerando como una de las primeras manifestaciones del coleccionismo moderno, e incluso de la ciencia museística. Ya que a la mera recopila-ción de objetos de armería, hay que sumarle la búsqueda activa de armas pertenecientes a personajes importantes de la época, y la exhibición ordenada dentro de un recinto estable. Además hay que sumar a esto la realización de un catálogo de la colección, el conocido como Armamentarium Heroicum.

Este mismo origen, armerías dinásticas ligadas a las grandes monarquías y familias nobles europeas es el origen del resto de las grandes armerías europeas como el Musee de l´Armée (París), con las armas de los Valois; la Royal Armouries británica; la Livrustkammaran de Sue-cia o, el ex Porte de Hal, actual Musee Royal des Arms et de Histoire Militaire de Bruselas, etc..

Un caso destacado por la calidad y cantidad de las colecciones que alberga, es la armería, Staatliche Kunstsammlungen (Rüstkammer) , de Dresde que posee uno de los conjuntos más lujosos y exclusivos recopilados por los Electores de Sajonia.

Todas estas grandes armerías dinásticas sufrieron diferentes vicisitudes a lo largo de los años, y eso ha provocado la existencia de diferentes museos y colecciones actuales. A mayor po-tencia del territorio en el que estaba enmarcada la colección mayor desarrollo obtuvo.

Otros países por diferentes motivos, no tienen concentradas en una sola colección que con-tenga todo el patrimonio de armas perteneciente a la realeza y nobleza de los siglos XVI y XVII principalmente, pero si lo tienen repartido en diferentes colecciones. En algunas ocasio-nes durante el siglo XIX se intentó suplir esta carencia creando una como parte de la creación de un sentimiento de unidad nacional. Así nació por ejemplo es la Armeria Reale de Turín bajo el impulso del rey Carlo Alberto en 1837 con armas de sus propias colecciones, otras ad-quiridas en el mercado internacional y otras procedentes de los arsenales de Génova y Milán.

Las armerías pertenecientes a grandes familias nobles que han subsistido hasta nuestros días, con mayor o menor fortuna, las encontramos repartidas por toda Europa, como la co-lección Trapp en Churburgo; o la de los duques de Sajonia-Coburgo-Gotha en Veste Coburg. Otro origen de las grandes colecciones de armas existentes en la actualidad fueron los arse-nales que las diferentes ciudades, casas nobiliarias poseían para su defensa y que han per-durado hasta nuestros días. Así varias ciudades Suizas poseen este tipo de colecciones, como Solothurn o Zurich; el arsenal de Grasz en Austria; el del Palacio de Dogos en Venecia, o el de la Valleta (Malta) de los caballeros de la Orden de San Juan.

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Italia como centro productor puntero posee un magnífico legado de armería, aunque por su historia política reciente se encuentra disperso por diversas colecciones muchas de ellas de origen privado como la Luigi Marzzoli, la Poldi Pezzoli en Milán, o la Stibbert de Florencia.

A finales del siglo XIX hay un resurgir en el interés por las armas antiguas, y la eclosión de los museos que se produce en este siglo recoge multitud de estas colecciones o reactivando las ya existentes.Siguiendo las corrientes de coleccionistas potentados de origen estadounidense fascinados por la antigüedades europeas, se produjo un auge en la adquisición de armas y armaduras. Este hecho unido a las grandes crisis económicas que se dieron en la vieja Europa, especialmente en las familias nobles venidas a menos que les obligaba a la ven-ta de su patrimonio, produjo un transvase de objetos hacia colecciones extranjeras, especialmente las norteamericanas, como la venta de la colección Dino al Metropolitan Museum en 1904.Así el Metropolitan, con el Dr. Bashford Dean (1867–1928) al frente, creó un Departamento en 1912 de Arms and Armour, que se vería enriquecida con numerosas aporta-ciones de ricos neoyorquinos que adquirirían en el mercado internacional gran número de objetos relacionados con la armería, como el caso de John Rutherfurd Stuyvesant.

Otro ejemplo es, el Philadelfia Art Museum, con el legado de Carl Otto Kretzschmar Von Kienbusch (1884-1976), un rico tabaquero interesado en la armería histórica y que atesoró una magnífica colección. O la recientemente desaparecida John Higgins Collection en Worcester, Massachusets, formada por el industrial del acero John Woodman Higgins. Además de las colecciones existentes en Louisville,Dallas, Cleveland y Chicago.

El mundo anglosajón, históricamente relacionado e interesado en este tipo de materiales, posee al margen de sus colecciones reales, magníficas colecciones de tipo privado formadas por nobles potentados, Wallace Collection, o en secciones de Museos de nueva creación a las que se dedica un apartado por estar relacionado con su temática, como el Victoria and Albert. En otras zonas de la Gran Bretaña encontramos también colecciones importantes como la Kelvingrove Art Gallery and Museum en Escocia.

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Derivado de ello los principales estudiosos del mundo de la armería, y la principal bibliografía existentes se debe al mundo anglosajón. Autores como Samuel Rush Meyrick, Baron de Cosson, Guy Francis Laking, Sir James Mann pusieron las bases del estudio de la armería sobre la que después se desarrollaron otros estudios.

Finalmente existen multitud de pequeñas colecciones de armería que forman conjuntos museísticos por sí mismos, o se encuentran recogidas dentro de museos generalistas de gran tamaño, como el Rijsmuseum, el Louvre, el Ermitage, etc.

EL CASO ESPAÑOL

En el caso español las colecciones más destacadas con las pertenecientes a la casa Medinaceli, hoy Museo del Ejército, e Infantado, hoy repartida entre varias instituciones culturales españolas. Varias colecciones como las de Osuna, Tres Aguas, etc.. fueron objeto de ventas durante el último tercio del siglo XIX.

Como se ha indicado anteriormente una de las colecciones más importantes a nivel mundial es la que adquirió y conservó el Emperador Carlos I. Aunque realmente se consi-dera a su hijo Felipe II como su creador al vincularla a la corona española a partir de su testamento de 1594.

Se trata de una colección de carácter dinástico que se fue creando en base a las compras y regalos que la casa imperial española fue adquiriendo. Ese es el motivo por el cual son pocas las armas existentes en la Real Armería anteriores a dicha dinastía. Se conservan algunos ejemplares pertenecientes a la época de los Reyes Católicos, y unos escasos ejemplos de armas anteriores de carácter mítico o con una fuerte carga simbólica.

Todos los miembros de la casa de Austria fueron incrementando con nuevas piezas la Real Armería. También llegaron trofeos adquiridos en diferentes guerras y conflictos en los que estuvo presente el Imperio español, como Lepanto, Pavía, las guerras de religión etc.…

De una manera similar al caso austriaco la Armería poseía un espacio propio visita-ble, y varios inventarios, alguno de ellos gráficos, como el Inventario Iluminado, que la convertían en un protomuseo.

En el caso español nuevamente las grandes casas nobiliarias fueron las poseedoras de colecciones de armería, algunas en clara competencia con la imperial, como fue la de los Duques del Infantado en Guadalajara.

Algunas las colecciones más destacadas que se han preservado hasta la actualidad son la de la casa Medinaceli, hoy Museo del Ejército, e Infantado, hoy repartida entre varias instituciones culturales españolas. Varias colecciones nobiliarias como la de Osuna, Tres Aguas, etc... fueron diseminadas por diferentes colecciones, especial-mente en el extranjero, objeto de ventas durante el último tercio del siglo XIX.

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En nuestro país, al margen de las colecciones dinásticas, el ejército, a través fundamentalmente del cuerpo de artillería y su museo, han sido los grandes recopiladores y con-servadores de todo tipo de armamento. Otros cuerpos y armas, como Ingenieros, caballería, Infantería, etc.. crearon sus propios museos a lo largo del siglo XIX atesorando magníficas colecciones, que hoy en día se encuentran en su mayoría formando parte del Museo del Ejército de Toledo.

El interés por el coleccionismo de armas antiguas tuvo un escaso reflejo en nuestro país. Siendo los máximos representantes el industrial catalán Juan Estruch y Cumellas; algunos miembros de la nobleza y la política, Marqués de Cerralbo; coleccionistas y empresarios, José Lázaro Galdiano, etc…

Ya más tardío, y como único ejemplo de coleccionista particular con interés en colecciones de Armería, que se han mantenido y se exhibe en la actualidad es la colección del Museo de Armería de Vitoria formada por el industrial alavés Heraclio Fournier durante la segunda mitad del siglo XX.

La consecuencia de este falta de interés por este patrimonio a veces considerado menor frente a otras disciplinas ha dado como resultado que salvo la magnífica Real Armería de Madrid, la colección Medinaceli salvaguardada en el Museo del Ejército, y la desintegrada colección del Infantado, sean muy pocos las colecciones de armería histórica que se conservan en colecciones públicas españolas.

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Las armaduras

Se trata quizás de uno de los tipos de armamento más conocidos y más desconocidos de toda la panoplia armera. La mayor parte de la sociedad está familiarizada con su existencia, aunque debido al cine y la televisión estos conocimientos son muy básicos y en ocasiones erróneos.

En primer lugar hay que tratar de enmarcar el concepto de armadura, y cuya denominación correcta sería arnés. Sólo nos referiremos en este apartado a aquellos conjuntos de prendas defensivas metálicas cuyo conjunto daba al combatiente una protección eficaz y total de su cuerpo.

De guerra S. XV Maximiliana S. XV De justar 1ª ½ XVI De justar rennen S. XV

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Sólo podríamos hablar de este tipo de arneses en un marco geográfico y cronológico muy concretos. El primero se refiere al periodo que abarca desde finales del siglo XIV hasta finales del siglo XVIII. El comienzo de la cronología viene dado por el momento en el cual se consigue proteger todas las partes del combatiente por placas metálicas articuladas que le permiten combatir y estar protegido al mismo tiempo. Lo que se conoce por una armadura de punta en blanco, desde la cabeza hasta los pies. A este punto se llega por una serie de circunstancias que abarcan desde la tecnología hasta la forma de combatir en occidente. El final del periodo se produce cuando este tipo de protecciones dejan de ser eficaces frente a los avances en el armamento ofensivo y las técnicas de combate que aparecen desde finales del siglo XVII.

Los arneses gozan durante este periodo de diferentes fases evolutivas marcadas por las modas y las técnicas decorativas de cada periodo histórico, con variantes geográficas, y tipologías determinadas por el uso de las mismas. Podemos hablar de tres grandes tipos dependiendo de este último factor: los arneses deportivos, los militares y los de aparato o gala. Dentro de los mismos existen a su vez diferentes clases como por ejemplo dentro de los deportivos: los de justar a caballo, a pie, de barrera, o incluso variantes regionales como el “Giocco di ponte” florentino.

Las armaduras de tipo deportivo se caracterizan por una mayor calidad y cuidado en los temas y técnicas decorativas. Además debido a los movimientos y utilización de las mismas frente a armas ofensivas concretas se encontraban preparadas y reforzadas para dicha actividad. Así para las justas a caballo el lado expuesto se solía reforzar con guanteletes y brazales de un mayor tamaño y grosor, así como la propia prenda de cabeza, cuyo máximo exponente son los yelmos de cabeza de sapo. Estos eran fijos y solo permitía visualizar al frente una delgada línea abierta en el yelmo. También se utilizaban elementos de refuerzo añadidos como sobrepetos, un peto encima de otro, o piezas de refuerzo como las tarjas. El caso más extremo eran las armaduras reforzadas que se utilizaban para las justas alemanas, Rennen.

Este tipo de actividades deportivas, que servían de entrenamiento para la guerra, y como distracción y forma de reconocimiento social entre los caballeros y nobles, se dieron principalmente en Centroeuropa, aunque se trasladaron a otras zonas del continente. En la Península Ibérica, debido a sus especiales características, no se dieron este tipo de torneos, aunque si se produjeron otro tipo de actividades deportivas con armas como los pasos honrosos, los juegos de cañas, de anillas, etc..

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También se dieron enfrentamientos a pie en zonas cercadas o valladas entre dos o más combatientes, meles, en los que se utilizaban diferentes tipos de armas ofensivas con el fin de derribar al contrincante. Eso se traduce en variantes y formas diferentes de arneses, como las denominadas armadura de tonel por la forma de las defensa de la parte inferior de la cintura, y que permitía máxima seguridad al mismo tiempo que la libertad de movimientos que precisaba el luchador.

Uno de los principales factores que determinan el tipo de armadura o armamento defensivo es el de la finalidad bélica para el que estaba concebido. La caballería pesada centroeuropea, también denominada franca, que dominó los campos de batalla desde el siglo XV hasta parte del siglo XVI, tenía su base en la protección total de caballo y caballero que se convertían en un único cuerpo acorazado ante el que era difícil contraponer otra fuerza. Por tanto estos combatientes estaban protegidos desde los pies, con los escarpes, hasta la cabeza, con celadas articuladas.

El caballo era una pieza esencial en este conjunto de caballería pesada ya que era el que proporcionaba la fuerza y la velocidad. Por lo tanto de nada servía un caballero aco-razado si el caballo quedaba expuesto al enemigo. Por ello, al igual que en las justas, al caballo se le coloca la barda, compuesta por capizana y testera para la cabeza, grupera, flanquera y petral para el cuerpo. En el caso de los grandes arneses pertenecientes a los señores mas poderosos, estas se hacían a juego de las armaduras.

Estas armaduras eran resistentes, pero al mismo tiempo tenían que resultar cómodas para su manejo. Por tanto la existencia de armaduras extremadamente pesadas es sólo un mito. Se podían reforzar zonas especialmente delicadas, como el peto, e incluso se realizaron armaduras especiales mucho mas resistentes para por ejemplo zapadores o minadores más expuestos a los ataques de los defensores de una posición.

En lineas generales, las armaduras de guerra, sobre todo de la caballería pesada, estaban formadas por una celada de engole articulada con visera y vista, lo que permitía tener visibilidad o más protección según las necesidades; gola para el cuello y encima un peto con ristre, para apoyar la lanza, y espaldar. Los brazos se protegían con hombreras articuladas con coderas y brazales y unos guanteletes también articulados para la manos. Del peto pendían unas launas metálicas superpuestas, denominadas escarcelas que protegían la cintura y la parte superior de los muslos cuando se montaba a caballo. La protección de las piernas se lograba a través de unas musleras o quijotes, rodilleras y grebas, cerrando la protección de los pies con unos escarpes.

Normalmente al ser para la guerra carecían de decoración, salvo para los superiores jerárquicos, que portaban vistosas armaduras de guerra para poder al mismo tiempo ser vistos y reconocidos por sus hombres, y por el enemigo.

La infantería o peones, también se protegían pero en menos medida dependiendo de varios factores como sus posibilidades económicas y las funciones que tenían en el cam-po de batalla. Así un ballestero y espingardero, que necesitaban libertad de movimientos para manipular sus armas ofensivas, contaban con menos elementos de protección que por ejemplo un piquero. En muchas ocasiones no se eliminaba la protección sino que se sustituía por otra, que proporcionaba una menor oposición a las armas contrarias, pero que resultaban más cómodas o ligeras, como es el caso de las brigantinas o coracinas, en lugar de las corazas.

La aparición de una infantería organizada que hacía de la utilización de grandes lanzas en formaciones cerradas su principal arma frente a la caballería pesada, ofreció un nuevo campo al equipamiento de armaduras de infantería, que se convirtieron en medias armaduras, ya que se trataba de proteger del tronco hacia arriba, la parte más expuesta dejando el tren inferior más libre y ligero. Este armamento conocido en la corona española como coselete estaba formado por un peto, para el pecho, y un espaldar, para la espalda, con una gola para el cuello y unas escarcelas articuladas formadas por varias launas metálicas que protegía la parte inferior de la cintura sin quitarle movilidad. A este conjunto se le sumaba el capacete para proteger la cabeza, se trataba de un casquete esférico o calva con una visera y cubrenuca, en algunas ocasiones, y en otras con un ala corrida en todo el perímetro. Este tipo de prendas de cabeza daban protección sin perder visibilidad. Según avanzó el siglo XVI y XVII surgieron otros modelos como los morriones que tenían una gran cresta central y el vuelo del ala era curvo.

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Equipo defensivo de balles-tero-espingardero S. XV

Armadura de caballería pe-sada S. XVI

Media armadura de torneo a pie S XVI Capacete de infantería P. Ibérica S. XV

Morrión de infantería Alemania S XVI

En muchas ocasiones, especialmente en los destinados a la realeza y la nobleza desde mediados del XVI a mediados del XVII, en un mismo arnés se podían conjugar varias armaduras, al estar formadas por una multitud de piezas intercambiables que convertían al conjunto en un tipo de arnés u otro.

En este tipo de arneses todos los elementos estaban hechos a juego, es decir se repetían los motivos y técnicas decorativas dando al conjunto un sentido unitario. La deco-ración de los arneses también sufrió una evolución lineal y transversal. Es decir se partió de los arneses blancos, del color del acero bruñido sin motivos decorativos, a un proceso de incorporación de de repertorios iconográficos a diferentes zonas, normalmente el perímetro de las diferentes piezas y el peto; hasta llegar a cubrir completamente la armadura.

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Decoración antropomorfa grabada al ácido en un peto alemán de justar 1540 ca.

Detalle de la decoración de grabado al áci-do con restos de dorado en un peto mila-nés de finales del siglo XVI

Cuadro del Infante Don Carlos de Austria de Sanchez Coello con armadura y detalle decorati-vo de una armadura similar sin pavonado y dorado

Transversalmente también porque al mismo tiempo se daban en focos concretos la alter-nancia de partes lisas con bandas verticales cubiertas totalmente de elementos decorativos grabados al ácido, como sucedió en el foco milanés de finales del siglo XVI. Esta técnica se podía completar o combinar además con otras como el pavonado y el dorado.

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Desde finales del XVI se popularizaron las técnicas decorativas basadas en el cincelado y el grabado al ácido, y se completaban con dorado y plateados representando escenas guerreras, mitológicas, clásicas, dinásticas o heráldicas.

Pocos años antes comenzó a fabricarse un tipo de armadura que se denominó a la romana como la existente en la Real Armería de Madrid, o la custo-diada en el Kunsthistorisches Museum, Vienna (A 62) de Caremolo Modrone de Mantua) en la que se trataba de reproducir el armamento romano para tratar de entroncar con los héroes clásicos a los reyes y nobles renacentistas.

Detalles de un armadura a la romana

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Esto no quiere decir que alguna de las tipologías sean excluyentes de las otras, existen arneses de aparato total-mente eficaces desde el punto de vista de su función defensiva, y al revés que tuvieran una función meramente de aparato.

Muchos de los arneses poseían piezas intercambiables para adaptarlos a las actividades a desarrollar. Así pues si se quería convertir en una armadura para justar a caballo se cambiaban determinadas piezas y se colocaban otras como por ejemplo atornillando al peto una tarja barreteada ligeramente convexa.

Con ello se conseguía un doble efecto defensivo para dar una protección extra ya la zona del impacto de la lanza y al mismo provocar que la fuerza del impacto fuera desviada parcialmente lejos del caballero. Por supuesto todas las piezas estaban decoradas con las mismas técnicas y motivos decorativos dando una unidad al conjunto.

En algunos casos, los más lujosos, algunas partes del arnés puede reproducir aspectos antropomorfos del propie-tario.

Este es el caso de una celada de alemana de Carlos I que posee un pelo y barba rizado todo ello dorado, ya que el Emperador era rubio. Además en la parte inferior de la misma se observa el Toison de Oro cincelado en el metal. Auna en una misma pieza los elementos físicos, con los simbólicos de su rango y status en la propia celada.

Tarja barreteada renacentista colocada sobre un sobrepeto con escenas mitológicas graba-das

Muestra de cascos y barbotes de lujo

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También pueden servir como base para representar escenas clásicas o con postizos tridimensionales con animales fantásticos, entre destacan las piezas salidas salida de los talleres milaneses de los Negroli a finales del siglo XVI, repartidas por las mejores colecciones del mundo.

Gran importancia, dentro de toda esta clasificación tipológica, juegan los centros de producción, ya que determinadas técnicas tanto de fabricación como de decoración, tienen su origen en los focos de producción. Aunque existieron multitud de centros de fabricación de armaduras desde el siglo XV al XVII, destacan dos por su potencia cuantitativa y cualitativa: el norte de Italia y Ale-mania central.

Los principales centros en la Península itálica se concentraban en el norte, Milán y Brescia, mientras que las alemanas se concentra-ron en Renania Wetsfalia con Colonia como centro comercializador, y las ciudades imperiales de Augsburgo, y Nuremberg. También tuvieron importancia las armerías señoriales de Innsbruck y Landshutt. En el caso italiano fueron numerosos los talleres existentes en localidades como Brescia o Milán donde desarrollaron sus actividades auténticas sagas de armeros como los Missaglia, Piccinino o los Chiesa.

También destacaron otros focos como el existente en Flandes, y otros menores que se crearon por el estímulo de sus cortes como Greenwich para Inglaterra, Francia y España, con Eugui (Navarra) como centros principales. En la mayoría de los casos se impor-taban los artesanos desde Milán para tratar de crear centros similares utilizando las mismas técnicas constructivas y decorativas.

En las armaduras de parada o de gala destinadas a los grandes nobles y reyes de la época el tratamiento era personalizado. Se to-maba medidas al futuro propietario y se realizaba la misma siguiendo las especificaciones e indicaciones del mismo. Se realizaban bajo las directrices de un maestro, aunque participaban varios talleres especializados en la fabricación de alguno de los elementos, y otro en la decoración de los mismos. Han llegado hasta nosotros diversos libros de dibujos de diseños con los nombres de los fa-bricantes y de los destinatarios de las armaduras como el conjunto de 45 armaduras dibujadas por Jorg Sörg de mediados del siglo XVI o el conocido como Album Thun donde aparecen las creaciones del armero alemán Lorenz Helmschmid.

Muchos de estos armeros dependían de una corte concreta, y por lo cual recibían una cantidad fija que daba prioridad al señor a la hora de fabricar armaduras respecto del resto de pedidos. Algunos de ellos creaban sus propios talleres en su corte como fue el caso de Maximiliano I en Innsbruck en 1504. Se utilizaban estas armaduras muchas veces como regalos diplomáticos o como mues-tras de amistad o lealtad como los regalos que Felipe IV recibió de su tía Isabel Clara Eugenia en 1624 y 1626.

Dentro del conjunto de elementos decorativos existentes en las armaduras como objeto dinástico que era, abundan los escudos y símbolos heráldicos que hacen referencia a la casa nobiliaria, real o imperial a la que pertenecían. Tanta importancia tenían estos objetos para sus propietarios que se retrataban con ellas siendo las armaduras en algunos casos perfectamente reconocibles e identificables en estos retratos.

Detalle de la media armadura para el In-fante don Luis decorada con flores de lys

Retrato de Francisco I con armadura por-tando símbolos heráldicos de su casa

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Desde mediados del siglo XVII los arneses comenzaron a tener una menor pre-sencia en los campos de batalla, y eso tuvo su reflejo en los arneses de lujo con destino a las cortes europeas. Así comenzaron a fabricarse piezas de coraceros, o como se llamaban en el Imperio español, caballos coraza coraceros, arneses con menos piezas, pero más resistentes en las zonas vitales, especialmente con-tra los mosquetes.

Los petos se reqalizaban menos abombados con una fuerte arista central. Mien-tras que las escarcelas muchas veces formaban parte de las musleras articu-lando estas para facilitar el manejo del caballo sin perder seguridad. También se colocaban piezas para proteger la zona de los riñones denominados guarda-rrenes. Las prendas de cabeza se simplificaron dejando la cara al aire utilizando borgoñotas descubiertas.

Armadura y detalle de armadura de coraceros. SXVII

La espada: Historia y tipologías

Al igual que sucede con las armas defensivas la variedad tipológica existente es muy grande. Factores como la cronología, la procedencia geográfica, la cultural, etc.. son fun-damentales a la hora de establecer determinados grupos tipológicos de armas blancas.

Estas están formadas por dos elementos básicos presentes en todas ellas: la empuñadura y la hoja. La primera es la que sirve para manejar y utilizar de una manera más eficaz el arma. Esta se subdivide a su vez en una serie de partes que se corresponden con el pomo, el puño y la guarda.

Tratar de realizar un resumen de más de 12.000 años de historia sobre las armas blancas es una tarea ímproba, y no es objeto de este curso, pero si es necesario conocer al-gunos de los hitos que a lo largo de estos años se han dado dentro del arma blanca. Aun así nos centraremos en las espadas, dejando al margen una gran cantidad de armas blancas, especialmente cortas, que desde la antigüedad hasta nuestros días han existido en diferentes zonas del planeta.

Como hemos visto antes consideramos arma blanca a aquella que tiene una parte, hoja, de base metálica, con la que se hiere de punta o de tajo, con el filo. Por ello las prime-ras armas blancas como tales son las que empiezan a aparecer en la Edad de Bronce, y cuyas hojas estaban hechas evidentemente de este material. Se fabricaban por fundición en moldes y tenemos una amplia panoplia de tamaños, formas, etc.. recogidas en varios estudios tipológicos que hacen referencia a diferentes épocas, características físicas o yacimientos arqueológicos, como por ejemplo la espada de lengua de carpa, las espadas de antenas, etc..

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Armas antiguas GERMÁN DUEÑAS

1.- Espada de antenas celtibérica2.- Espada de bronce3.- Falcata ibérica4.- Hoja de Gladius tipo Mainz

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Poseemos gran cantidad de estas armas que se relacionan a través de sus yacimientos con diferentes pobla-ciones o civilizaciones de la antigüedad, ya que eran muy importantes como instrumento para la guerra y la defensa, y por su valor simbólico como símbolo de status. Y por ello se encuentran en muchos de los enterra-mientos de la antigüedad como parte de los ajuares funerarios.

El primer hito de importancia en el mundo de la armería antigua y de la civilización, fue la aparición del hie-rro como elemento principal en la construcción de espadas y puñales. Más resistentes que el bronce pronto se abrieron camino dentro de los arsenales de las diferentes civilizaciones. Y así aparecieron armas como la falcata, siglo V a.c., que con su hoja ancha y relativamente corta ligeramente curvada permitía herir de punta y de filo. Siendo un arma utilizada por los íberos y que algunos autores la consideran antecesora del Gladius utilizado por la legiones de Roma.

Las espadas se fueron especializando según las necesidades y los conocimientos de cada una de las civiliza-ciones dando una gran variedad de piezas, como el sax sajón, la spatha romana, etc..

Pero no fue hasta la Edad Media cuando se produjo una eclosión tipológica, quizás motivada por la necesidad de armamento para las diferentes conflictos que se dieron durante ese periodo, y por las mejoras tecnológi-cas y fuerte carga simbólica que las espadas adquirieron, a la ya que ya poseían con anterioridad.

Así aparecen las espadas usadas por francos y vikingos con hojas largas y anchas con fuertes pomos para equilibrarlas como los de nuez del Brasil, y que serán la base del desarrollo de toda una tipología de espadas que se darán en Europa hasta el siglo XVI. Aparecen largas espadas para combatir a caballo, y otras más cor-tas para combatir a pie, nacen muchas armas militares que tenían ya unos antecedentes en aperos y armas de uso civil, como gran parte de las armas enastadas, alabardas, partesanas, corcescas; hachas; machetes, etc. Se producen intercambios culturales con oriente y el mundo árabe a través de las cruzadas y la presencia musulmana en el Mediterráneo, especialmente en la península ibérica. Así se desarrollan diferentes tipos de espadas según su uso y funciones.

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Las espadas medievales generalmente constaban de un arriaz rec-to a veces ligeramente curvado hacia la hoja, pomos discoidales y hojas anchas y rectas con canal central.

Se establece una morfología común desde mediados del siglo XIII, con diferentes variantes regionales y de uso, pero que comparten elementos comunes importantes como fueron las hojas rectas y anchas con dos filos y puntiagudas. Presentan un canal o vaceo central que aligera y robustece la hoja, y en donde pueden aparecer marcas e inscripciones a veces en cobre embutido. Las piezas de mayor nivel pueden portar piedras preciosas y materiales nobles como la espada de Carlomagno (Musee Louvre), adquiriendo valores míticos e incluso atri-buyéndoseles poderes sobrenaturales y humanizándolas a través de la atribución de nombres.

Una de las una de las más desconocidas son las destinadas a la caza. Dentro de ella existen grandes espadas con la punta lanceoladas que se utilizaron desde la segunda mitad del siglo XV para cazar osos y venados desde el caballo. Otro conjunto interesante son los machetes de montería que servían para rematar jabalíes o ciervos, y que a veces como en el caso de algunas zonas centroeuropeas iban estuchados con más cuchillos y accesorios destinados al despiece y el deshollado de la pieza. Las empuñaduras y vainas de estas armas estaban hechas con asta y estaban decoradas con motivos cinegéticos.

Punta de hoja de espada de caza

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En nuestro país, si partimos del siglo XV, nos encontramos con las primeras variedades específicas dentro de un ámbito geográfico y cultural. No son otras que las denominadas espadas jinetas utilizadas en las cortes nazarís desde el siglo XIV y que a sus características morfológicas, hay que añadirles la riqueza y calidad de los materiales y técnicas empleadas en su fabricación. Así el marfil en los puños, el cordobán en las vainas, los esmaltes y el pan de oro en las guarniciones junto a hojas rectas y anchas conformaban una tipología única fruto del mundo musul-mán peninsular y las influencias que sufrieron durante siglos tanto por el sur como por el norte.

También merecen la pena reseñarse por su tamaño y características a los montantes, también mal denominados mandobles, que por su tamaño necesitaban las dos manos para su manejo. Estas grandes espadas que nacieron durante la Edad Media para dar respuesta a necesidades militares y deportivas poseen una tipología que presenta pocas variaciones desde su nacimiento hasta su ocaso en el siglo XVII. Se trataba de grandes hojas, en longitud y anchura que poseían un arriaz recto cruciforme, un puño que permitiera asirla con dos manos y pomos pesados piriformes o troncopiramidales para tratar de equilibrar el peso de la hoja.

En muchos casos la hoja tenía dos zonas separadas por dos ganchos que sobresalían de los laterales de la hoja. La primera parte, llamada falso recazo, permitía, al carecer de filos, utilizarla también para manejar la espada. Son muchas las variantes regionales y de uso de las mismas, destacando los montantes pontificios, reglados y bendecidos por el papa a defensores de la fe; de ceremonia o aparato utilizado para desfiles y ceremonias; o los de florear, utilizados por los maestros de esgrima para arbitrar encuentros esgrimísticos y realizar exhibiciones.

También en la Edad Media hay que buscar el origen de otro tipo de espada, cuyo origen no está todavía claro. Es-tas armas reciben diferentes denominaciones según las épocas y las zonas de origen, siendo el término anglosajón de falchion el más utilizado, aunque el italiano storta, el castellano alfanje, son términos que se utilizan a piezas similares. Las características principales de la misma son una hoja ancha y corta con un solo filo para herir de tajo.

Dentro de la determinación o identificación de las armas blancas en general y de las espadas en particular, se han venido utilizando dos sistemas de clasificación, que se basaban en alguna de las partes de la morfología del arma antes descritas. La más común y utilizada es aquella que se fija en la hoja. Este sistema tiene un origen anglosajón, y trata de establecer sistematizaciones tipológicas similares a las que utilizan en arqueología. Uno de sus máximos exponentes para las espadas medievales es la realizada por el especialista Edward Oaekshott. Una clasificación similar pero para espadas relacionadas con el mundo vikingo existe la realizada por Harold Petersen.

El otro elemento que ha sido utilizado para realizar clasificaciones tipológicas ha sido la empuñadura. El trabajo más notable utilizando esta parte de la espada es el realizado por A.V Norman, tomando como referencia a la espada ropera, de tipo civil, utilizada en Europa en los siglos XVI y XVII.

Durante el final del siglo XV y el Renacimiento se producen una serie de cambios motivados por los cambios en los gustos y por la evolución de la técnica militar, en la que cada vez tiene más presencia la artillería y las armas de fuego. Se da una evolución en las guardas que se comienzan a complicar añadiéndose elementos como las patillas, los pitones y la multiplicación de gavilanes.

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La producción y las tipologías sufrieron un considerable aumento. En parte por la extensión de la utilización de la misma por la sociedad civil, no sólo como un arma para la autoprotección, sino también como un elemento de fuerte carga simbólica como elemento de distinción de clase y de hombría.

Al margen de variedades geográficas las espadas sufrieron una lenta evolución que complicó la guarnición, es decir la parte que servía para asir y manejar la espada y una disminución en la anchura de las hojas. Esto se debió a la paulatina imposición de el uso de la esgrima de punta sobre la que utilizaba el filo con los tajos, sobre todo en el mundo civil. Estas técnicas se popularizaron por la aparición de diferentes métodos de sistematización de las técnicas esgrimísticas, recogidas en numerosos tratados, como los de Pacheco de Narváez o Carranza, y que a lo largo del siglo XVII trataron de convertir estas técnicas en una ciencia, aplicando la geometría y la matemática a la esgrima.

Los cambios en la esgrima también influyeron en la propia morfología de las espadas, especialmente en las empuñaduras que vieron como poco a poco fueron aumentando las protecciones de la mano. Así surgieron los denominados lazos que no eran más que piezas metálicas curvas que trataban de impedir que la punta contraria llegara a la mano que empuñaba la espada. Después se fueron colocando pequeñas piezas metálicas, hasta convertirse en piezas enterizas en forma de veneras o de tazas bajo cuya protección se situaba la mano entera.

1.- Espada de patillas de Isabel la Católica. 2.- Espada de guarnición aventanada ½ S.XVI 3.- Espada de lazo S. XVI4.- Espada de taza S. XVII

Las hojas especialmente en las civiles, se van estrechando y haciéndose más largas y aguzadas, dando lugar a los denominados estoques, que algunas veces poseían una sec-ción romboidal. Las técnicas decorativas están menos presentes en las espadas. Al margen de los ejemplares de mayor calidad, donde podían dorarse el recazo de las hojas, la decoración suele evitarse salvo en los calados geométricos en el vaceo central, especialmente en caso hispano.

Los sistemas constructivos de las mismas son muy similares. Una hoja con dos filos y que suele poseer un vaceo o rebaje central en ambas caras, en algunos casos más tempra-nos pueden poseer varios canales, donde normalmente aparecen inscripciones indicando el nombre del forjador, la ciudad, e incluso en algunos casos inscripciones religiosas. La parte inicial de la hoja posee un recazo, es decir una zona sin filos que permitía avanzar sobre ellos uno o dos dedos para facilitar su manejo. El resto de la hoja continuaba en una espiga que se iba estrechando y sobre la que colocaba un puño de madera que forraba con hilo metálico.

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Antes se colocaba la guarnición y se cerraba el conjunto con el pomo remachando la punta de la espiga. Se colocaban más elementos como unas abrazaderas que fijaban el puño también de torzal, y dependiendo del modelo de empuñadura se remachaban algunas partes como el interior de las cazoletas a unas patillas.

Las vainas eran de cuero, estando legislados los tipo y calidades, y a veces poseían refuerzo interiores, costillas, de madera. Al inicio de la vaina se colocaba el brocal, que servía para reforzar la vaina en la zona por la que se introducía la hoja, y la contera como remate con el mismo fin.

Adquieren importancia centros de fabricación especializados como Solingen en Alemania y Toledo en España, y la espada se convierte en un arma de uso y apa-rato; de regalo suntuario y de elemento de la vestimenta masculina. Se popula-riza su uso y se comienza a reglamentar diferentes aspectos como su utilización. También la fabricación fue objeto de normas, desde las normas gremiales que establecían diferentes niveles de calidad y materiales; hasta pragmáticas reales sobre la longitud de las hojas y la forma de portar las espadas.

La producción se realizaba a través de diferentes grupos de artesanos que esta-ban especializados en un determinado proceso. Así estaban los forjadores de ho-jas, los fabricantes de guarniciones y vainas, los doradores encargados de decorar las empuñaduras, etc…

Existen multitud de ejemplares específicos de una zona o de un uso especial. Así pues existen en la zona alemana, las espadas de ejecución, destinadas para tal fin (ver abajo); o por ejemplo espadas de zonas concretas como la esclavonia veneciana, la cinquedea italiana, la claymore escocesa, o la espada de colloes portuguesa…

Durante los siglos XVI y XVII las técnicas y materiales fueron similares, salvo en los casos de piezas destacadas por su calidad. El acero, en sus diferentes calidades se utilizaban para realizar las empuñaduras y las hojas. Los puños eran de madera y las vainas de cuero. Las guarniciones de calidad, pese a las prohibiciones de la época, se doraban a la sisa, e incluso se realizaban ataujías y nielados en pomos y gavilanes. Poco a poco se impusieron las técnicas de grabado y cincelado en las empuñaduras. Estas técnicas tuvieron un especial desarrollo en las guarniciones de taza o cazoleta y de conchas o veneras que se dieron en gran parte del siglo XVII, donde se calaban motivos vegetales y geométricos especialmente.

Tres ejemplos de empuñaduras de lujo decoradas con diferentes técnicas: cincelados, dorados, pavonados incrustación de piedras, etc.

Espadas de taza con motivos calados 2ª ½ S XVII

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A lo largo del siglo XVIII las espadas sufren un importante cambio tanto en su aspecto civil como en el militar.

En este último pierde más terreno frente a las cada vez más modernas y eficaces armas de fuego y artillería. Y en el campo de las armas blancas a finales de siglo son poco a poco sustituidas por los sables de los que trataremos brevemente con posterioridad. Aun así continúan existiendo espadas militares, normalmente de caballería, con hojas anchas para combatir de tajo y empuñaduras sen-cillas, de cochas en el caso español, en todos los ejércitos europeos. Su producción poco a poco se va normalizando, reglamentando e industrializando.

Dentro del mundo civil perdió peso por la paulatina restricción a portar este tipo de armas, quedando relegado a un papel secundario en manos de oficiales, nobles, etc..., como arma y como símbolo de status social o rango militar. En este contexto aparecen los espadines que son la reducción en longitud de las espadas renacentistas. Las hojas son estrechas y puntiagudas para herir de punta, a veces de sección triangular o lenticular. Las empuña-duras se simplifican con aros guardamanos y plaquitas de metal, platillos frecuentemente, que se decoran con diversas técnicas como el cincelado, el dorado o incluso el lacado.

Cuando la espada perdió presencia en los campos de batalla apareció un pariente cercano, con el que llegó a convivir, el sable. Su principal diferencia era que se trataba de un arma para combatir de tajo a caballo, probablemente tenía su origen en los sabla que utilizaron los húsares húngaros desde el siglo XVI. Por lo tanto su principal característica era que tenía un solo filo y normalmente la hoja curva.

Desde el siglo XVIII se fue imponiendo como arma de combate y también como arma de representación y gala para la nobleza y la milicia. Así surgieron infinidad de modelos desti-nados a los diferentes cuerpos, normalmente de caballería, aunque también la artillería, la infantería e incluso los ingenieros poseyeron sus propios modelos.

El establecimiento de la Real Fábrica de Espadas en Toledo desde 1761 supuso un espal-darazo a la producción de armas militares y civiles de este tipo. Poco a poco durante el siglo XIX dejó de tener un uso bélico y pasó a ser un elemento distintivo de los oficiales y suboficiales.

Espada militar española de mediados del siglo XVIII para caballería denomina-da de boca de caballo

Espadines del siglo XVIII y XIX

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La armería y la conservación

Son muchos los elementos en común que tienen la conservación y restauración de la armería histórica con el de otras tipologías de objetos artísticos, pero también poseen algunos elementos propios que aquí nos gustaría comentar brevemenete.

En primer lugar hay que tener en cuenta que se trata de armas, aunque sean de aparato y lujo, y por tanto han podido estar expuestas a acciones que hayan dejado huellas en su superficie y que han de respetarse de cara a una posible intervención. Uno de los ejemplos más claros son los denominados petos o capacetes a prueba de mosquete. Este armamento defensivo posee huellas de impactos de proyectiles esféricos como demostración por parte del fabricante de que eran capaces de resistir el impacto de un mosquete. Por tanto forman parte de la historia de la pieza y ha de preservarse.

Muchas de las piezas han sufrido uno de los males más comunes en los objetos históricos, intervenciones antiguas. Al haber sido objetos de uso muchas veces las interven-ciones no buscaban recuperar la pieza con unos criterios modernos de restauración, sino simplemente repararla o completar alguna de las piezas que pudieran faltar o estar deterioradas por armeros especializados que conocían técnicas y materiales muy similares a los originales.

La documentación y el estudio de las piezas son fundamentales, máxime al tratarse de un campo con un escaso interés científico, sin tradición historiográfica como en otros países, y con una bibliografía pobre. Se trata de evitar intervenciones como en el pasado donde por ejemplo muchos de los pavonados que cubrían los arneses se han perdido al tratarlas con técnicas inadecuadas.

La fabricación de armamento presenta muchas veces la complejidad añadida de estar compuestas por materiales diversos, y que necesitan tratamientos y técnicas diferencia-dos, a veces incompatibles entre si.

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