Aristóteles - Retórica [Gredos]

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La Retórica aristotélica consta de tres libros, de los que el último ha resultado el de influencia más prolongada. Está dedicado al estilo, a la necesidad de que el orador conozca cómo debe hablar. Por encima de otras virtudes estilísticas, Aristóteles valora la claridad y la propiedad temática en la prosa, que se diferencia mucho de la poesía tanto en materia como en finalidad, y por tanto debe evitar su estilo elevado y recursos como los símiles (aunque no las metáforas, «puesto que todos las usan en la conversación»); otras características apreciadas son la exactitud gramatical, la ausencia de ambigüedades y el uso de términos específicos en vez de genéricos. Se trata además el uso de circunloquios, el ritmo de la prosa y la estructura de los periodos.

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  • BIBLIOTECA CLASICA GREDOS, 142-

    INTRODUCCI~N, TRADUCCIN Y NOTAS POR QuINTN RACIONERO

    EDITORIAL GREDOS

  • BIBLIOTECA CLASICA GREDOS, 142-

    INTRODUCCI~N, TRADUCCIN Y NOTAS POR QuINTN RACIONERO

    EDITORIAL GREDOS

  • Asesor para la seccin griega: CARLOS GARC~A GUAL

    Segn las normas de la B. C. G., la traduccin de este volumen ha sido revisada por CARLOS GARC~A GUAL.

    O EDITORIAL GREDOS, S. A.

    Snchez Pacheco, 8 1, Madrid. Espaa, 1994.

    Depsito Legal: M. 40037-1994. -

    ISBN 84-249-1423-6. ' - ( Impreso en Espaa. Printed in Spain. Grficas Cndor, S. A., Snchez Pacheco, 81, Madrid, 1994. - 6730.

    Desde hace algo ms de medio siglo -en particular, desde el encuentro entre las obras de W. Jaeger y los mtodos de anli- sis de la filosofa hermenetica '- viene hablndose de la ((escri- tura como de un problema fundamental de la interpretacin de Aristteles. Para comprender este problema hay que partir de la base, segn acaba de hacerlo E. Lled, de que las palabras aristotlicas se han incorporado frecuentemente al discurso de sus intrpretes y han formzdo con ellos una amalgama en la que ad- quiran inesperadas, anacrnicas y sorprendentes resonancias '. El problema de la escritura se plantea, desde este punto de vista, como la necesidad de restablecer el lenguaje originario de

    ' La mencin de Jaeger se refiere, como es obvio, a su Aristoteles. Grundlegung einer Geschichte seiner Entwicklung, Berln, 1923, que generalizaba los resultados de sus Studien zur Entstehungsgeschichte der Metaphysik des Aristoteles, Berln, 1912. La concepcin humanstica de la metodologa genktica qued fijada en el congreso de Naumburg de 1930 (con la posterior fundacin de la revista Die Anti- ke), que result determinante para su recepcin y crtica por el pensamiento herme- ncutico: cf. la recensin de Gadamer a la ponencia de J. Stroux, en Gnomon 11 (1935), 612. Pero Gadamer se haba ocupado ya del problema desde su Der aristo- telische Protreptikos und die Entwicklungsgesch. Betrachtung der arist. Ethikn, Her- mes (1928), 138-65.

    Cf. la Introduccin a las ticas de Aristteles, trad. de J. Pall, Madrid, Gre- dos, '1985, pg. 7.

  • Asesor para la seccin griega: CARLOS GARC~A GUAL

    Segn las normas de la B. C. G., la traduccin de este volumen ha sido revisada por CARLOS GARC~A GUAL.

    O EDITORIAL GREDOS, S. A.

    Snchez Pacheco, 8 1, Madrid. Espaa, 1994.

    Depsito Legal: M. 40037-1994. -

    ISBN 84-249-1423-6. ' - ( Impreso en Espaa. Printed in Spain. Grficas Cndor, S. A., Snchez Pacheco, 81, Madrid, 1994. - 6730.

    Desde hace algo ms de medio siglo -en particular, desde el encuentro entre las obras de W. Jaeger y los mtodos de anli- sis de la filosofa hermenetica '- viene hablndose de la ((escri- tura como de un problema fundamental de la interpretacin de Aristteles. Para comprender este problema hay que partir de la base, segn acaba de hacerlo E. Lled, de que las palabras aristotlicas se han incorporado frecuentemente al discurso de sus intrpretes y han formzdo con ellos una amalgama en la que ad- quiran inesperadas, anacrnicas y sorprendentes resonancias '. El problema de la escritura se plantea, desde este punto de vista, como la necesidad de restablecer el lenguaje originario de

    ' La mencin de Jaeger se refiere, como es obvio, a su Aristoteles. Grundlegung einer Geschichte seiner Entwicklung, Berln, 1923, que generalizaba los resultados de sus Studien zur Entstehungsgeschichte der Metaphysik des Aristoteles, Berln, 1912. La concepcin humanstica de la metodologa genktica qued fijada en el congreso de Naumburg de 1930 (con la posterior fundacin de la revista Die Anti- ke), que result determinante para su recepcin y crtica por el pensamiento herme- ncutico: cf. la recensin de Gadamer a la ponencia de J. Stroux, en Gnomon 11 (1935), 612. Pero Gadamer se haba ocupado ya del problema desde su Der aristo- telische Protreptikos und die Entwicklungsgesch. Betrachtung der arist. Ethikn, Her- mes (1928), 138-65.

    Cf. la Introduccin a las ticas de Aristteles, trad. de J. Pall, Madrid, Gre- dos, '1985, pg. 7.

  • &istteles mediante una restitucin de d a historia real de la que, en todo momento, se aliment ese lenguaje)) 3 . Pero como lo que obstaculiza esa tarea es precisamente el discurso de los intrpre- tes, resulta entonces que la restitucin de tal lenguaje originario est condicionada a la crtica de los otros lenguajes: al aislamien- to de las tradiciones en que ellos nacen y de las adherencias que incorporan, todas las cuales ocultan la historia real del discurso aristotlico en la medida en que postulan, y reproducen, su pro- pia historia.

    El problema de la escritura se ofrece, pues, en principio, y acaso prioritariamente, como el problema de las lecturas de Aristteles. Ahora bien, considerado as el asunto, tal vez ningu- no de los que hoy conocemos como libros del filsofo ha conoci- do una suerte tan peculiar como la Retrica: ninguno, cuando menos, ha provocado a lo largo de la historia un conjunto de juicios -de lecturas- tan extraamente variables. Aun si nos atenemos en exclusividad a la crtica contempornea, es Ilamati- vo el que la diferencia de opiniones alcance no slo a la interpre- tacin particular del texto o a problemas concretos de la compo- sicin del libro (cosas ambas nada sorprendentes en Arstteles), sino a zonas un tanto ms inslitas, como, por ejemplo, a su posicin en el Corpus, a su importancia y significado tericos o, en fin, a la naturaleza misma del objeto -del saber- a que se refiere. En la banda ms extrema de estas opiniones, Ross ve en la Retrica una curiosa sntesis de crtica literaria y de lgica, de tica, de poltica y de jurisprudencia de segundo orden, mezcladas hbilmente por un hombre que conoce las debilidades del corazn humano y que sabe cmo jugar con ellas 4. Si se plantea as el anlisis, no es difcil concluir que la obra tiene menos vivacidad que la mayora de las otras obras de Aristte- les)) '. Pero tambin podra decirse que una tal opinin responde

    Id., pg. 8. W . D. ROSS, Aristteles, tr. esp. de D. Pr, Buenos Aires, 1957, pg. 382.

    (La versin original inglesa es de 1923.) ' Ibid. Este juicio es, sin duda, ampliamente compartido. Baste como ejemplo

    el que la introduccin general de T. Calvo a los libros de Aristteles, que publica

    slo al clima de ignorancia o de hostilidad hacia la retrica -un arte olvidado y malquerido, por usar las palabras de B. Munt,eano 6-, que ha dominado el lenguaje de la crtica durante el ltimo siglo y medio. En la banda opuesta, en efecto, Perel- man ha reivindicado a la retrica como el modelo propio de una lgica de lo preferible)) ', que debe decidir en materia de las opciones ticas y polticas y que ha de ser concebida, por lo tan- to, con mayor extensin que la Igica de las ciencias. Basta este cambio de coordenadas y la ptica corrige estrictamente su senti- do. El paradigma de tal lgica, dice Perelman, es la Retrica de Aristteles. Su importancia crece en el contexto del Corpus. Y la obra misma resulta ser ahora una obra que se acerca extra- iamente a nuestras preocupaciones actuales)). . . '.

    En realidad, los movimientos favorables a una enrgica recu- peracin de la retrica en general y del anlisis del modelo aristo- tlico en particular comienzan hoy a ser amplios y acreditados. Incluso limitndose a investigaciones comunes del mbito filos- fico (es decir, excluyendo parcelas ms concretas, como las del anhlisis esttico o de la historia y critica literarias, en las que el fenmeno es semejante, si no ms frtil '1, el panorama que se ofrece resulta significativo. La reivindicacin de Perelman se ha visto en parte atendida por las reflexiones de teora de la comunicacin que, aplicando al programa aristotlico los anlisis semitico-pragmticos de Morris, pretenden introducir una mue- va retrica cientfica)), en el sentido, por ejemplo, en que la ha

    esta coleccin de Clsicos griegos, no contiene ninguna referencia -excepto su me- ra mencin- a la Retrica.

    Cfr. B. M U N ~ A N O , ~Principes et structures rhktoriquesn, RCL 31 (1957), 388-42. Pero la misma idea, expresada con diferentes metforas, se halla en muchos otros autores: vkanse algunas referencias en H. SCHANZE, comp., Rhetor!k, Franc- fort, 1974, pg. 7. (De esta obra hay una muy deficiente versin espanola, Buenos Aires, 1976, que no contiene la seccin de Bibliografa de la edicin original.)

    CH. PEREW - L. OLBRECRTS, Philosophie et rhtorique, Pan's, 1952, pg. 8. Ibid., pg. 9.

    Una visin razonada de conjunto puede leerse en la Introduccin del volumen colectivo de H. SCHANZE, ya citado, pgs. 7-18; as como CH. W. KNEUPPER, Di- rection for contemporary Rhetorical Theoryn, Today's Speech 22 (1974). 31-38.

  • &istteles mediante una restitucin de d a historia real de la que, en todo momento, se aliment ese lenguaje)) 3 . Pero como lo que obstaculiza esa tarea es precisamente el discurso de los intrpre- tes, resulta entonces que la restitucin de tal lenguaje originario est condicionada a la crtica de los otros lenguajes: al aislamien- to de las tradiciones en que ellos nacen y de las adherencias que incorporan, todas las cuales ocultan la historia real del discurso aristotlico en la medida en que postulan, y reproducen, su pro- pia historia.

    El problema de la escritura se ofrece, pues, en principio, y acaso prioritariamente, como el problema de las lecturas de Aristteles. Ahora bien, considerado as el asunto, tal vez ningu- no de los que hoy conocemos como libros del filsofo ha conoci- do una suerte tan peculiar como la Retrica: ninguno, cuando menos, ha provocado a lo largo de la historia un conjunto de juicios -de lecturas- tan extraamente variables. Aun si nos atenemos en exclusividad a la crtica contempornea, es Ilamati- vo el que la diferencia de opiniones alcance no slo a la interpre- tacin particular del texto o a problemas concretos de la compo- sicin del libro (cosas ambas nada sorprendentes en Arstteles), sino a zonas un tanto ms inslitas, como, por ejemplo, a su posicin en el Corpus, a su importancia y significado tericos o, en fin, a la naturaleza misma del objeto -del saber- a que se refiere. En la banda ms extrema de estas opiniones, Ross ve en la Retrica una curiosa sntesis de crtica literaria y de lgica, de tica, de poltica y de jurisprudencia de segundo orden, mezcladas hbilmente por un hombre que conoce las debilidades del corazn humano y que sabe cmo jugar con ellas 4. Si se plantea as el anlisis, no es difcil concluir que la obra tiene menos vivacidad que la mayora de las otras obras de Aristte- les)) '. Pero tambin podra decirse que una tal opinin responde

    Id., pg. 8. W . D. ROSS, Aristteles, tr. esp. de D. Pr, Buenos Aires, 1957, pg. 382.

    (La versin original inglesa es de 1923.) ' Ibid. Este juicio es, sin duda, ampliamente compartido. Baste como ejemplo

    el que la introduccin general de T. Calvo a los libros de Aristteles, que publica

    slo al clima de ignorancia o de hostilidad hacia la retrica -un arte olvidado y malquerido, por usar las palabras de B. Munt,eano 6-, que ha dominado el lenguaje de la crtica durante el ltimo siglo y medio. En la banda opuesta, en efecto, Perel- man ha reivindicado a la retrica como el modelo propio de una lgica de lo preferible)) ', que debe decidir en materia de las opciones ticas y polticas y que ha de ser concebida, por lo tan- to, con mayor extensin que la Igica de las ciencias. Basta este cambio de coordenadas y la ptica corrige estrictamente su senti- do. El paradigma de tal lgica, dice Perelman, es la Retrica de Aristteles. Su importancia crece en el contexto del Corpus. Y la obra misma resulta ser ahora una obra que se acerca extra- iamente a nuestras preocupaciones actuales)). . . '.

    En realidad, los movimientos favorables a una enrgica recu- peracin de la retrica en general y del anlisis del modelo aristo- tlico en particular comienzan hoy a ser amplios y acreditados. Incluso limitndose a investigaciones comunes del mbito filos- fico (es decir, excluyendo parcelas ms concretas, como las del anhlisis esttico o de la historia y critica literarias, en las que el fenmeno es semejante, si no ms frtil '1, el panorama que se ofrece resulta significativo. La reivindicacin de Perelman se ha visto en parte atendida por las reflexiones de teora de la comunicacin que, aplicando al programa aristotlico los anlisis semitico-pragmticos de Morris, pretenden introducir una mue- va retrica cientfica)), en el sentido, por ejemplo, en que la ha

    esta coleccin de Clsicos griegos, no contiene ninguna referencia -excepto su me- ra mencin- a la Retrica.

    Cfr. B. M U N ~ A N O , ~Principes et structures rhktoriquesn, RCL 31 (1957), 388-42. Pero la misma idea, expresada con diferentes metforas, se halla en muchos otros autores: vkanse algunas referencias en H. SCHANZE, comp., Rhetor!k, Franc- fort, 1974, pg. 7. (De esta obra hay una muy deficiente versin espanola, Buenos Aires, 1976, que no contiene la seccin de Bibliografa de la edicin original.)

    CH. PEREW - L. OLBRECRTS, Philosophie et rhtorique, Pan's, 1952, pg. 8. Ibid., pg. 9.

    Una visin razonada de conjunto puede leerse en la Introduccin del volumen colectivo de H. SCHANZE, ya citado, pgs. 7-18; as como CH. W. KNEUPPER, Di- rection for contemporary Rhetorical Theoryn, Today's Speech 22 (1974). 31-38.

  • delimitado W. Schramm 'O. La propuesta de 1. A. Richards l 1 de superar la supersticin del significado propio)) mediante un recurso a la retrica como ((estudio de las malas interpretaciones del lenguaje)), caminaba ya de hecho en esa misma direccin, si bien fijaba ms su inters en el carcter refutativo (igualmente aristotlico) de los razonamientos retricos. Y, por lo dems, am- bas perspectivas han sido unificadas y sistematizadas en una serie de trabajos recientes, que parten de S. E. Toulmin l2 y que coin- ciden en considerar la retrica, de nuevo y sin exclusiones, en el contexto de los usos de la argumentacin 13.

    Desde otro punto de vista, la recuperacin de la retrica se ha hecho asimismo plausible. En Verdad y Mtodo de Gadamer 14, el anlisis de la retrica apareca como un problema esencial para la ((historia de la recepcin de las tradiciones)). Y en La metfora viva de P. Ricoeur, como uno de los dos vectores -juntamente con la potica- de la transformacin del lenguaje natural en los lenguajes codificados de los distintos saberes 15. Ahora bien, si con ello el papel de la retrica ha crecido (como se ve por Apel y Habermas 16) hasta el punto de convertirse en un nivel de anlisis necesario para el dilogo de las tradiciones ideolgico-

    '' W. S c m , comp., Gnrndsfragen der kommunikationsforschung, Munich, 1970.

    " 1. A. RICHARDS, The Philosophy of Rhetoric, Londres, 1936. (Hay varias reediciones: la ltima, Oxford, 1971.)

    l2 St. E. TOULMPI, The Uses of Argument, Cambridge, 1958. " Cf., por ejemplo, H. W. J O ~ S T O N E , Philosophy and argument, Nueva York,

    1959, o el volumen colectivo de M. NATANSON, Rhetoric and Philosophical Argu- mentation, Pensilvania, 1965.

    l4 Vase, especialmente, pgs. 49 y SS. de la ed. espaftola, Salamanca, 1977. Pero el problema se halla sistemticamente razonado en ((Rhetorik, Hermeneutik, Ideologiekritik. Metakritische Eroterungen zu Wahrheit und Methoden, en Kleine Schriften, 1, Tubinga, 1967, pgs. 113-30.

    P. RICOEUR, La metfora viva, trad. esp. de A. Neira, Madrid, 1980. El estudio 1 de esta obra (pgs. 17-70) est dedicado a Aristteles.

    l6 Me refiero, en particular, de J. HABE-, a SU idea de una komumnikative Kompetenz~, en Erkenntnis und Interese, Francfort, 1968; y de APEL, a SU &O- munidad de comunicacin, en Transformacin de lafilosofi, trad. esp. A. Corti- na, Madrid 1985, pgs. 209-249.

    culturales, por otra parte, el encuentro de la hermenutica y el estructuralismo ha trado consecuencias que explcitamente inclu- yen la consideracin del anlisis retrico. La situacin de ((extra- Aamiento~, a que se refiere R. Barthes '' y sin la que no cabe concebir interpretaciones textuales solventes, ha resultado ser un principio de gran eficacia, tanto si se aplica a la semntica en el sentido de J. Greimas 18, como si se refiere a la recepcin so- cial (y a su papel como fenmeno del mensaje) de que tratan algunos trabajos de G. Genette, J. Durand y C. Bremond 19. Que todos estos estudios no deben ser considerados como piezas aisla- das o como fragmentos fortuitos, lo demuestra el que han sido transformados en una disciplina del programa estructuralista cuyo mejor ejemplo es ahora la Rhtorique gnrale del grupo p 20. Y, por otra parte, que las propuestas hermenutico- estructuralistas no tienen por qu ser discrepantes o inconcilia- bles con el punto de vista semitico, se percibe con claridad a travs de los anlisis de D. Breuer 'l, en los que ambas perspecti- vas conviven y se exigen mutuamente. Con ello, en fin, aparecen justificadas las palabras de H. Schanze, segn las cuales se ha formado una nueva situacin que slo puede designarse como renacimiento de la retrica)) ".

    Por referencia a esta situacin de la retrica -a sus mltiples enjuiciamientos sobre el fondo de su malquerencia y olvido-, '' R. BARTHES ha tratado en varias ocasiones la funci6n del anlisis retrico

    dentro de la crtica textual y social; cf., por ej., ((L'analyse rhtorique~, en Littera- ture et Socit, Bruselas, 1967, pgs. 31-45.

    l8 A. J. GREIMAS, Smantique structurale. Recherches de mthode, Pars, 1966. (Hay versin espaflola, Madrid, Credos, 1978.)

    l9 G. GENETTE, La rhtorique restreinten; J. DURAND. ~Rhktorique du nom- bren; y C. BREMOND, Le r6le de I'influenceur~, todos ellos en el nmero monogr- fico especial de Communications 16 (1970).

    J. Dusors - F. EDELINE - J. M. KLINKENBERO - PH. MINOUET - F. PIRE - H. TRINON, Rhtorique gnrale, Pars, 1970. La contribucin del grupo al nmero monogrfico de Communications, citado en la nota anterior, es igualmente signifi- cativa: ~Rhtoriques particuli&res, pgs. 70-125.

    21 Pragmatische Textanalysen, en Literatunvissenschaft. Eine Einfhrung fr Germanisien, Francfort-Berln-Viena, 1972, pgs. 213-340.

    " o p . cit., pg. 7 .

  • delimitado W. Schramm 'O. La propuesta de 1. A. Richards l 1 de superar la supersticin del significado propio)) mediante un recurso a la retrica como ((estudio de las malas interpretaciones del lenguaje)), caminaba ya de hecho en esa misma direccin, si bien fijaba ms su inters en el carcter refutativo (igualmente aristotlico) de los razonamientos retricos. Y, por lo dems, am- bas perspectivas han sido unificadas y sistematizadas en una serie de trabajos recientes, que parten de S. E. Toulmin l2 y que coin- ciden en considerar la retrica, de nuevo y sin exclusiones, en el contexto de los usos de la argumentacin 13.

    Desde otro punto de vista, la recuperacin de la retrica se ha hecho asimismo plausible. En Verdad y Mtodo de Gadamer 14, el anlisis de la retrica apareca como un problema esencial para la ((historia de la recepcin de las tradiciones)). Y en La metfora viva de P. Ricoeur, como uno de los dos vectores -juntamente con la potica- de la transformacin del lenguaje natural en los lenguajes codificados de los distintos saberes 15. Ahora bien, si con ello el papel de la retrica ha crecido (como se ve por Apel y Habermas 16) hasta el punto de convertirse en un nivel de anlisis necesario para el dilogo de las tradiciones ideolgico-

    '' W. S c m , comp., Gnrndsfragen der kommunikationsforschung, Munich, 1970.

    " 1. A. RICHARDS, The Philosophy of Rhetoric, Londres, 1936. (Hay varias reediciones: la ltima, Oxford, 1971.)

    l2 St. E. TOULMPI, The Uses of Argument, Cambridge, 1958. " Cf., por ejemplo, H. W. J O ~ S T O N E , Philosophy and argument, Nueva York,

    1959, o el volumen colectivo de M. NATANSON, Rhetoric and Philosophical Argu- mentation, Pensilvania, 1965.

    l4 Vase, especialmente, pgs. 49 y SS. de la ed. espaftola, Salamanca, 1977. Pero el problema se halla sistemticamente razonado en ((Rhetorik, Hermeneutik, Ideologiekritik. Metakritische Eroterungen zu Wahrheit und Methoden, en Kleine Schriften, 1, Tubinga, 1967, pgs. 113-30.

    P. RICOEUR, La metfora viva, trad. esp. de A. Neira, Madrid, 1980. El estudio 1 de esta obra (pgs. 17-70) est dedicado a Aristteles.

    l6 Me refiero, en particular, de J. HABE-, a SU idea de una komumnikative Kompetenz~, en Erkenntnis und Interese, Francfort, 1968; y de APEL, a SU &O- munidad de comunicacin, en Transformacin de lafilosofi, trad. esp. A. Corti- na, Madrid 1985, pgs. 209-249.

    culturales, por otra parte, el encuentro de la hermenutica y el estructuralismo ha trado consecuencias que explcitamente inclu- yen la consideracin del anlisis retrico. La situacin de ((extra- Aamiento~, a que se refiere R. Barthes '' y sin la que no cabe concebir interpretaciones textuales solventes, ha resultado ser un principio de gran eficacia, tanto si se aplica a la semntica en el sentido de J. Greimas 18, como si se refiere a la recepcin so- cial (y a su papel como fenmeno del mensaje) de que tratan algunos trabajos de G. Genette, J. Durand y C. Bremond 19. Que todos estos estudios no deben ser considerados como piezas aisla- das o como fragmentos fortuitos, lo demuestra el que han sido transformados en una disciplina del programa estructuralista cuyo mejor ejemplo es ahora la Rhtorique gnrale del grupo p 20. Y, por otra parte, que las propuestas hermenutico- estructuralistas no tienen por qu ser discrepantes o inconcilia- bles con el punto de vista semitico, se percibe con claridad a travs de los anlisis de D. Breuer 'l, en los que ambas perspecti- vas conviven y se exigen mutuamente. Con ello, en fin, aparecen justificadas las palabras de H. Schanze, segn las cuales se ha formado una nueva situacin que slo puede designarse como renacimiento de la retrica)) ".

    Por referencia a esta situacin de la retrica -a sus mltiples enjuiciamientos sobre el fondo de su malquerencia y olvido-, '' R. BARTHES ha tratado en varias ocasiones la funci6n del anlisis retrico

    dentro de la crtica textual y social; cf., por ej., ((L'analyse rhtorique~, en Littera- ture et Socit, Bruselas, 1967, pgs. 31-45.

    l8 A. J. GREIMAS, Smantique structurale. Recherches de mthode, Pars, 1966. (Hay versin espaflola, Madrid, Credos, 1978.)

    l9 G. GENETTE, La rhtorique restreinten; J. DURAND. ~Rhktorique du nom- bren; y C. BREMOND, Le r6le de I'influenceur~, todos ellos en el nmero monogr- fico especial de Communications 16 (1970).

    J. Dusors - F. EDELINE - J. M. KLINKENBERO - PH. MINOUET - F. PIRE - H. TRINON, Rhtorique gnrale, Pars, 1970. La contribucin del grupo al nmero monogrfico de Communications, citado en la nota anterior, es igualmente signifi- cativa: ~Rhtoriques particuli&res, pgs. 70-125.

    21 Pragmatische Textanalysen, en Literatunvissenschaft. Eine Einfhrung fr Germanisien, Francfort-Berln-Viena, 1972, pgs. 213-340.

    " o p . cit., pg. 7 .

  • se comprenden mejor las especiales condiciones en que se ha des- arrollado la literatura especfica sobre la Retrica de Aristteles. Ciertamente, en el descrdito de este saber milenario, otrora tan prestigioso, una parte importante de responsabilidad hay que si- tuarla en el predominio de una determinada lectura de esta obra aristotlica, de cuya constatacin histrica evidente no pue- den deducirse, sin embargo, conclusiones axiolgicas efectivas. Tal lectura surgida en el interior mismo del Liceo y, por lo que sabemos, que se abri paso con bastante rapidez, deriv hacia lo que podramos llamar una preceptiva del discurso, en la que, segun comenta Barthes, la retrica dej de oponerse a la potica en favor de una nocin trascendente que hoy designaramos con el trmino Literatura 23.

    Es lgico pensar, a tenor de este planteamiento, que las opo- siciones entre filosofa, retrica y potica tenderan a reorgani- zarse, as, como A. Rostagni ha estudiado en detalle, en torno a la oposicin ms amplia entre el filsofo (philsophos) y el literato (phillogos) ". Y estas son ciertamente las noticias que tenemos de la historia del Liceo. Para describir los cambios que introdujo Licn a partir de su rectora en el 268, Digenes Laercio retrata su personalidad con esa misma palabra: ((litera- to 25. Un eco semejante nos llega de la postura sostenida por Critolao a propsito de la retrica, durante la embajada extraor- dinaria que reuni a ste en Roma, en el 156, con el acadmico Carnades y el estoico Digenes de Babilonia 26: Quintiliano re- mite a los peripatticos y a Critolao la tesis de aquellos que han convertido la retrica en un usus dicendi (nam hoc rp@q sign$cat) 27. El mismo resultado se desprende, adems, de la reor-

    23 R. BARTHES, La antigua retrica, trad. esp. de B. Dorriots, Buenos Aires, 1974, pg. 23. (La versin original francesa es de 1970.)

    U Cf. A. ROSTAGNI, &istotele e I'aristotelismo nella storia delllEstetica anti- cap (1922). publicado ahora en Scritti Minori, 1, Turin, 1955, pgs. 163 y SS.

    " DI&. LAER., V 66-68. Tambin Animo, 547d se refiere al giro prkctico (tico y retrico) que Licn impuso a las ensefianzas peripatticas.

    26 Cf. los comentarios de F. WEHRLI a los fragmentos de Critolao, en Die Schu- le des Aristoteles. Texte und Kommentar, Stuttgart, 1944-59, X , frs. 5-9.

    27 QWINT., Inst. Orat. 11 15. Por error, Quintiliano hace a Critolao maestro de

    ganizacin del Corpus hecha por Andrnico, en la que la Retri- ca forma cuerpo con la Potica y queda excluida del rganon. Y esta misma operacin la vemos ejecutarse tambin en Dionisio de Halicarnaso -el gramtico contemporneo de Augusto que mejor conoce la obra de Aristteles, de la que transcribe amplios pasajes-, para quien, de acuerdo con una herencia preceptista y clasifcatoria, que parece ya codificada en la interpretacin de la Retrica, el anlisis del discurso no se funda en la lgica, sino en un valor autnomo del estilo, que el propio Dionisio fija aho- ra como derivado del orden y composicin de los argumentos y las palabras))

    Que esta tradicin hermenutica ha decidido el destino de la retrica en general y de la interpretacin de la Retrica de Aris- tteles en particular, es cosa que ofrece pocas dudas. Desgajado de la lgica, el razonamiento retrico queda recluido en una tra- ma de lugares comunes, paulatinamente cosificados por el uso, de los que el orador se sirve una y otra vez como materia de sus argumentaciones. El razonamiento se hace, as, un compo- nente ms del estilo y, desde este punto de vista, termina consti- tuyendo no otra cosa que un repertorio de estereotipos, que ex- cluyen, desde luego, toda innovacin como una falta, pero de los que tambin toda innovacin prescinde como una carga. Frente a este destino se impone decir, sin embargo, que ni comprende la nica interpretacin posible de la Retrica de Aristteles ni es tampoco la nica que de hecho se ha perpetrado en la historia; e incluso que podemos seguir, con bastante detalle, los sucesivos desgajamientos de la hermeneusis, cuyas prdidas trazan las li- neas de otras interpretaciones reales, igualmente perceptibles en la historia de la recepcin.

    Aristn, en vez de su discpulo, lo que es un argumento a fortiori de la antigedad de esta lectura de la Retrica.

    DION. Hm., De Compositione Verborum, en USENER-RADERMACHER, Dion. Halicar. Opuscula, 1899-1929. Sobre la influencia de Dionisio en el mundo romano, vkase E. Gma, Die Schlachtenschilderungen in den Ant. Rom. des D. von Halik., Heildelberg, 1934; y H. HILL, Dion. of Halic. and the origins of Romev, Journ. of Roman Studies 51 (1961), 69-93.

  • se comprenden mejor las especiales condiciones en que se ha des- arrollado la literatura especfica sobre la Retrica de Aristteles. Ciertamente, en el descrdito de este saber milenario, otrora tan prestigioso, una parte importante de responsabilidad hay que si- tuarla en el predominio de una determinada lectura de esta obra aristotlica, de cuya constatacin histrica evidente no pue- den deducirse, sin embargo, conclusiones axiolgicas efectivas. Tal lectura surgida en el interior mismo del Liceo y, por lo que sabemos, que se abri paso con bastante rapidez, deriv hacia lo que podramos llamar una preceptiva del discurso, en la que, segun comenta Barthes, la retrica dej de oponerse a la potica en favor de una nocin trascendente que hoy designaramos con el trmino Literatura 23.

    Es lgico pensar, a tenor de este planteamiento, que las opo- siciones entre filosofa, retrica y potica tenderan a reorgani- zarse, as, como A. Rostagni ha estudiado en detalle, en torno a la oposicin ms amplia entre el filsofo (philsophos) y el literato (phillogos) ". Y estas son ciertamente las noticias que tenemos de la historia del Liceo. Para describir los cambios que introdujo Licn a partir de su rectora en el 268, Digenes Laercio retrata su personalidad con esa misma palabra: ((litera- to 25. Un eco semejante nos llega de la postura sostenida por Critolao a propsito de la retrica, durante la embajada extraor- dinaria que reuni a ste en Roma, en el 156, con el acadmico Carnades y el estoico Digenes de Babilonia 26: Quintiliano re- mite a los peripatticos y a Critolao la tesis de aquellos que han convertido la retrica en un usus dicendi (nam hoc rp@q sign$cat) 27. El mismo resultado se desprende, adems, de la reor-

    23 R. BARTHES, La antigua retrica, trad. esp. de B. Dorriots, Buenos Aires, 1974, pg. 23. (La versin original francesa es de 1970.)

    U Cf. A. ROSTAGNI, &istotele e I'aristotelismo nella storia delllEstetica anti- cap (1922). publicado ahora en Scritti Minori, 1, Turin, 1955, pgs. 163 y SS.

    " DI&. LAER., V 66-68. Tambin Animo, 547d se refiere al giro prkctico (tico y retrico) que Licn impuso a las ensefianzas peripatticas.

    26 Cf. los comentarios de F. WEHRLI a los fragmentos de Critolao, en Die Schu- le des Aristoteles. Texte und Kommentar, Stuttgart, 1944-59, X , frs. 5-9.

    27 QWINT., Inst. Orat. 11 15. Por error, Quintiliano hace a Critolao maestro de

    ganizacin del Corpus hecha por Andrnico, en la que la Retri- ca forma cuerpo con la Potica y queda excluida del rganon. Y esta misma operacin la vemos ejecutarse tambin en Dionisio de Halicarnaso -el gramtico contemporneo de Augusto que mejor conoce la obra de Aristteles, de la que transcribe amplios pasajes-, para quien, de acuerdo con una herencia preceptista y clasifcatoria, que parece ya codificada en la interpretacin de la Retrica, el anlisis del discurso no se funda en la lgica, sino en un valor autnomo del estilo, que el propio Dionisio fija aho- ra como derivado del orden y composicin de los argumentos y las palabras))

    Que esta tradicin hermenutica ha decidido el destino de la retrica en general y de la interpretacin de la Retrica de Aris- tteles en particular, es cosa que ofrece pocas dudas. Desgajado de la lgica, el razonamiento retrico queda recluido en una tra- ma de lugares comunes, paulatinamente cosificados por el uso, de los que el orador se sirve una y otra vez como materia de sus argumentaciones. El razonamiento se hace, as, un compo- nente ms del estilo y, desde este punto de vista, termina consti- tuyendo no otra cosa que un repertorio de estereotipos, que ex- cluyen, desde luego, toda innovacin como una falta, pero de los que tambin toda innovacin prescinde como una carga. Frente a este destino se impone decir, sin embargo, que ni comprende la nica interpretacin posible de la Retrica de Aristteles ni es tampoco la nica que de hecho se ha perpetrado en la historia; e incluso que podemos seguir, con bastante detalle, los sucesivos desgajamientos de la hermeneusis, cuyas prdidas trazan las li- neas de otras interpretaciones reales, igualmente perceptibles en la historia de la recepcin.

    Aristn, en vez de su discpulo, lo que es un argumento a fortiori de la antigedad de esta lectura de la Retrica.

    DION. Hm., De Compositione Verborum, en USENER-RADERMACHER, Dion. Halicar. Opuscula, 1899-1929. Sobre la influencia de Dionisio en el mundo romano, vkase E. Gma, Die Schlachtenschilderungen in den Ant. Rom. des D. von Halik., Heildelberg, 1934; y H. HILL, Dion. of Halic. and the origins of Romev, Journ. of Roman Studies 51 (1961), 69-93.

  • En el caso de la lgica ello es claro, por lo pronto. La defini- cin que Teofrasto ofrece del lugar comn le lleva a identifi- carlo con la premisa del silogismo hipottico 29, de suerte que, en este punto, toda la lgica de la retrica queda orientada en torno a la demostracin anapodctica. No es difcil imaginar que, a partir de ah, el silogismo retrico tendera a sistematizarse dentro del marco del silogismo dialctico -es decir, tendera a desgajar- se de la Retrica para formar parte de los Tpicos-, lo que por cierto confirma Alejandro de Afrodisia 30, que lo engloba en el comentario de esta ltima obra. Pero lo importante es que tal cdesgajamiento)), si hace posible, por una parte, la aparicin de la retrica preceptista del Perpato, es tambin el origen, por otra parte, de la retrica lgica de los estoicos, en cuya gnesis, como ha demostrado Plebe, la fuente principal es la Retrica de Aristteles ". No es ste, claro est, el lugar ni la ocasin para llevar a cabo un anlisis -por breve que fuera- de este nuevo episodio de la historia de las tradiciones. Baste con decir, a los efectos del debido contraste con las noticias del Liceo, que la interpretacin de los rhetorikoi tpoi de Aristteles, primero como hiptesis inductivas (en el sentido de Teofrasto) y despus como tesis de la argumentacin (segn los razonar Hermgo- ras), aboca en la Estoa a una lectura, en la que la retrica resulta ser, segn constata un fragmento del Peri Semainnton de Cleantes 32, una de las dos partes del rganon, al lado de

    29 ALE]., In. Top. (WALLIS) 135, 10 y SS. " O E J . , ibid., 135, 1 1 , 3-6. Teofrasto, en efecto, hace depender el tpos o

    lugar comn del parggelma o ((enunciado ms comn. A partir de ah concluye que el parggelma es principio del lugar, de igual modo 'que el lugar es principio del epichereman.

    '' Vid. A. PLEBE, Retorica aristotelica e logica stoica*, Rev. Filos. (1959), 391-424. Sobre la dependencia de la retrica lgica de los estoicos con respecto a la Retrica de Aristteles disponemos ya de una amplia y cuidada bibliografa. En particular, el problema aparece tratado en B. MATES, Diodorean Implication, The Philos. Rev. 58 (1949). 234-42 y Stoic Logic, Berkeley, 1953; as como en A. VIRIEUX-REMOND, La logique stoicienne~, Actes du X2me Congres de Philosophie, Amsterdam, 1948.

    32 Stoic. Vet. Fragm., ARNIM 1 486. Cf. los testimonios de QUINT., Insl. Orat. 11 15, 34-35; y D i h . LAER., VI1 4, 1.

    la dialctica. Lo cual demuestra -y esto es lo nico que ahora nos incumbe- que la Retrica de Aristteles admita tambin una hermeneusis sistematizadamente lgica (no slo potico- preceptista) y que tal hermeneusis ha acontecido de hecho en el marco del pensamiento antiguo.

    Por lo dems, estos desgajamientos de que estoy hablando no son tampoco los nicos que pueden citarse, y testimonios co- mo el que aporta el De Rhetorica del epicreo Filodemo de G- dara 33 permiten entrever otras posibilidades hermenuticas, igual- mente excluidas del aristotelismo tradicional y, no obstante, rein- troducidas en otras tradiciones filosficas. La crtica que Filode- mo hace de Aristteles por haber combatido a Iscrates usando de sus mismos mtodos' retricas, se dirige a sealar que, con ello, el Estagirita ha desertado de la filosofa y ha confundido la retrica con la poltica 34. ES verdad que en la tradicin epic- rea pervive sobre todo el recuerdo de las obras exotricas juveni- les de Aristteles y que es por referencia a este marco como la crtica de Filodemo se ha transmitido a diferentes autores 35. Pero que tal interpretacin no constituye un testimonio aislado y que expresa un parecer que, de alguna manera, vincula a la configuracin de la Retrica de Aristteles, lo demuestra un pa- saje de Quintiliano sobre Aristn, el predecesor de Critolao en el Perpato, segn el cual l haba definid6 la retrica como scientia videndi et agendi in quaestionibus civilibus per oratio- nem popularis persuasionis 36. Esta misma lectura de la Retrica como un tratado sobre la ciencia de la previsin y la accin pol- ticas se desprende tambin del anlisis de algunos argumentos

    " Cf. E. BIGNONE, L'Aristotele perduto e la formazionejilosofica di Epicuro Bari, 1936, pgs. 97 y ss. La crtica de Filodemo se halla en De Rhetorica (volum. Rhet. 11, SUDHAUS), 48-57.

    " FILOD., De Rhet., 50. " Cf. BIGNONE, op. cit., passim, Y CHROUST, dristotle's earliest 'course of

    lectures on Rhetoric'~, L'antiq. Class. 33 (1964), 59, nota 8. Asimismo: W. WIE- LAND, Aristoteles als Rhetoriker und die Exoterischen Schriftenn, Hermes 86 (1958). 323-46.

    QUWT., Imt. Orat. 11 15.

  • En el caso de la lgica ello es claro, por lo pronto. La defini- cin que Teofrasto ofrece del lugar comn le lleva a identifi- carlo con la premisa del silogismo hipottico 29, de suerte que, en este punto, toda la lgica de la retrica queda orientada en torno a la demostracin anapodctica. No es difcil imaginar que, a partir de ah, el silogismo retrico tendera a sistematizarse dentro del marco del silogismo dialctico -es decir, tendera a desgajar- se de la Retrica para formar parte de los Tpicos-, lo que por cierto confirma Alejandro de Afrodisia 30, que lo engloba en el comentario de esta ltima obra. Pero lo importante es que tal cdesgajamiento)), si hace posible, por una parte, la aparicin de la retrica preceptista del Perpato, es tambin el origen, por otra parte, de la retrica lgica de los estoicos, en cuya gnesis, como ha demostrado Plebe, la fuente principal es la Retrica de Aristteles ". No es ste, claro est, el lugar ni la ocasin para llevar a cabo un anlisis -por breve que fuera- de este nuevo episodio de la historia de las tradiciones. Baste con decir, a los efectos del debido contraste con las noticias del Liceo, que la interpretacin de los rhetorikoi tpoi de Aristteles, primero como hiptesis inductivas (en el sentido de Teofrasto) y despus como tesis de la argumentacin (segn los razonar Hermgo- ras), aboca en la Estoa a una lectura, en la que la retrica resulta ser, segn constata un fragmento del Peri Semainnton de Cleantes 32, una de las dos partes del rganon, al lado de

    29 ALE]., In. Top. (WALLIS) 135, 10 y SS. " O E J . , ibid., 135, 1 1 , 3-6. Teofrasto, en efecto, hace depender el tpos o

    lugar comn del parggelma o ((enunciado ms comn. A partir de ah concluye que el parggelma es principio del lugar, de igual modo 'que el lugar es principio del epichereman.

    '' Vid. A. PLEBE, Retorica aristotelica e logica stoica*, Rev. Filos. (1959), 391-424. Sobre la dependencia de la retrica lgica de los estoicos con respecto a la Retrica de Aristteles disponemos ya de una amplia y cuidada bibliografa. En particular, el problema aparece tratado en B. MATES, Diodorean Implication, The Philos. Rev. 58 (1949). 234-42 y Stoic Logic, Berkeley, 1953; as como en A. VIRIEUX-REMOND, La logique stoicienne~, Actes du X2me Congres de Philosophie, Amsterdam, 1948.

    32 Stoic. Vet. Fragm., ARNIM 1 486. Cf. los testimonios de QUINT., Insl. Orat. 11 15, 34-35; y D i h . LAER., VI1 4, 1.

    la dialctica. Lo cual demuestra -y esto es lo nico que ahora nos incumbe- que la Retrica de Aristteles admita tambin una hermeneusis sistematizadamente lgica (no slo potico- preceptista) y que tal hermeneusis ha acontecido de hecho en el marco del pensamiento antiguo.

    Por lo dems, estos desgajamientos de que estoy hablando no son tampoco los nicos que pueden citarse, y testimonios co- mo el que aporta el De Rhetorica del epicreo Filodemo de G- dara 33 permiten entrever otras posibilidades hermenuticas, igual- mente excluidas del aristotelismo tradicional y, no obstante, rein- troducidas en otras tradiciones filosficas. La crtica que Filode- mo hace de Aristteles por haber combatido a Iscrates usando de sus mismos mtodos' retricas, se dirige a sealar que, con ello, el Estagirita ha desertado de la filosofa y ha confundido la retrica con la poltica 34. ES verdad que en la tradicin epic- rea pervive sobre todo el recuerdo de las obras exotricas juveni- les de Aristteles y que es por referencia a este marco como la crtica de Filodemo se ha transmitido a diferentes autores 35. Pero que tal interpretacin no constituye un testimonio aislado y que expresa un parecer que, de alguna manera, vincula a la configuracin de la Retrica de Aristteles, lo demuestra un pa- saje de Quintiliano sobre Aristn, el predecesor de Critolao en el Perpato, segn el cual l haba definid6 la retrica como scientia videndi et agendi in quaestionibus civilibus per oratio- nem popularis persuasionis 36. Esta misma lectura de la Retrica como un tratado sobre la ciencia de la previsin y la accin pol- ticas se desprende tambin del anlisis de algunos argumentos

    " Cf. E. BIGNONE, L'Aristotele perduto e la formazionejilosofica di Epicuro Bari, 1936, pgs. 97 y ss. La crtica de Filodemo se halla en De Rhetorica (volum. Rhet. 11, SUDHAUS), 48-57.

    " FILOD., De Rhet., 50. " Cf. BIGNONE, op. cit., passim, Y CHROUST, dristotle's earliest 'course of

    lectures on Rhetoric'~, L'antiq. Class. 33 (1964), 59, nota 8. Asimismo: W. WIE- LAND, Aristoteles als Rhetoriker und die Exoterischen Schriftenn, Hermes 86 (1958). 323-46.

    QUWT., Imt. Orat. 11 15.

  • desarrollados por Cicern en el De Oratore, cuya dependencia de fuentes antiguas ha establecido G. A. Kennedy ". Y hasta una obra tan tarda como el Comentario de Gil de Roma a la Retrica -nico en la Edad Media, segn la investigacin de J. Murphy- reproduce un punto de vista semejante, cuando tie- ne a la obra de Aristteles por una aliada de la ciencia poltica y de la tica)) 38. Lo cual quiere decir probablemente que el trn- sito de la Edad Antigua a Media haba aislado esta interpretacin de la Retrica de Aristteles (desgajndola, en consecuencia, de la retrica formal reorganizada en el Trivium) y, en todo caso, que tal interpretacin exista y operaba de hecho como tradicin hermenutica en la historia de la recepcin 39.

    Para el fenmeno del renacimiento actual de la retrica y, en su seno, para la recuperacin de la escritura de Aristteles, no se puede prescindir de la evidencia de estas tradiciones inter- pretativas, a cuyo mejor conocimiento se ha de conceder un pa- pel de primer orden en la interpretacin global de la Retrica. Por lo pronto, como ya he sealado, su propia pluralidad descar- ta que la lectura cannica, preceptista, constituya la nica lectura posible de esta obra aristotlica. Pero an es ms significativo el que esa misma pluralidad sea reproducida ahora por la biblio- grafa contempornea, en unos trminos que, no por generales,

    " G. A. KENNEDY, The Art of Persuasion N1 Greece, Princenton-Nueva York, 1962, pgs. 321-30. Para las fuentes de Cicern es importante el testimonio de las cartas: cf. espec. Ad familiares, 1 9, 23. En cuanto a la interpretaci6n poltica de la retrica, es la postura que defiende el peripattico imaginario Antonio en De Orat. 1 85.

    J. MURPHY, The Scholastic Condemnation of Rhetoric in the Commentary of Giles de Rome on the Rhetoric of Aristotle)), en Arts lib. et Philos. N1 moy. dge, Montreal, 1969, pg. 839. El recuento de las citas realizado por Murphy es muy ilustrativo: de los 79 pasajes paralelos aducidos por Gil de Roma para aclarar su comentario, 69 pertenecen a la Poltica y a las ticas.

    39 J. MURPHY, ibid. Por su parte, en ~Aristotle's Rhetoric in the Middle Agesn, Quart. Journ. Speech 25 (1966), Murphy extiende sus conclusiones a toda la Edad Media: en todo caso -escribe el autor-, la historia de la Retdrica en la Edad Media indica claramente ... que ha ocupado un lugar en la cultura europea, en parti- cular en las reas de la tica, la moral y la poltica)) (pg. 115).

    resultan menos evidentes. Y, en efecto, prescindimos de los pro- blemas derivados de las lecturas genticas sobre la composicin de la obra -problemas de los que nos ocuparemos ms abajo-, los estudios de Solmsen y Gohlke 40, aunque discrepantes entre s, conciben a la Retrica como una parte de la lgica, abusiva- mente truncada por Andrnico del cuerpo del rganon. Tambin la interpretacin de Russo 41 se inscribe en un contexto parecido, si bien desde frmulas ms cercanas a los modelos escolsticos. E igualmente los recientes estudios de W. H. Grimaldi y J. Spru- te 42, para quienes el inters de la Retrica se halla centrado en la doctrina de la argumentacin desde un punto de vista que permite situar el libro de Aristteles entre los mthodoi o escritos de lgica. Sin embargo, esta direccin de las investigaciones no es compartida en la actualidad por todos los estudiosos. De la mano del estructuralismo, R. Barthes y, ms an, P. Ricoeur 43 han iniciado una recuperacin de la visin tradicional de la ret-

    40 Me refiero a las obras, ya clsicas, de FR. SOLMSEN, Die Entwicklung der arist. Logik und Rhetorik, Berln, 1924 (en adelante: Entwicklung); y de P. GOHLKE, Die Entstehung der arist. Ethik, Polifik, Rhetorik, Ak. Wiss., Viena, 1943 (en ade- lante: Entstehung). Mientras que Solmsen estudi la Ret. en el marco de desarrollo de las obras lgicas de Arist., Gohlke hizo l o propio en el contexto de las ticas y la Poltica. Por lo dems, las muchas divergencias entre estos dos autores tuvie- ron, aparte de motivos de mayor peso, una razn que en Alemania siempre es sustantiva; a saber, una razn de escuela: mientras que Solmsen era discpulo de Jaeger, Gohlke lo era del oponente de aqul, H. von Arnim.

    41 A. Russo, La filosoficr della Retorica di Aristotele, Npoles, 1%2, espec. pg. 82, n. 2, donde fija su posicin respecto de la crtica contempornea: Todos estos elementos de la Retorica encuentran su forma autntica ... slo si se los encua- dra dentro de un plano fundamentalmente lgico ... Este plano es necesariamente tambin un plano metafsico)).

    42 Cf. de GIU~ULDI Studies in the Philosophy of Aristotle's Rhetoric, Wiesba- den, 1972 (en adelante: Studies), as como Aristotle's Rhetoric l. A commentary, Nueva York, 1980 (en adelante: Commentary). De J. SPRUTE, vase Die Enthyme- mentheorie der arist. Rhetorik, Gotinga, 1982; el mismo punto de vista se halla razonado en Der Zweck der arist. Rhetorik~, en Logik, Ethik, Theorie der Geistes- wissenchaften, Hamburgo, 1977, pgs. 69-76.

    43 Cf. respectivamente (por no citar sino dos trabajos fundamentales), los ya mencionados de R. BARTHES, La Retdrica antigua; y P. RICOELIR, La metfora viva.

  • desarrollados por Cicern en el De Oratore, cuya dependencia de fuentes antiguas ha establecido G. A. Kennedy ". Y hasta una obra tan tarda como el Comentario de Gil de Roma a la Retrica -nico en la Edad Media, segn la investigacin de J. Murphy- reproduce un punto de vista semejante, cuando tie- ne a la obra de Aristteles por una aliada de la ciencia poltica y de la tica)) 38. Lo cual quiere decir probablemente que el trn- sito de la Edad Antigua a Media haba aislado esta interpretacin de la Retrica de Aristteles (desgajndola, en consecuencia, de la retrica formal reorganizada en el Trivium) y, en todo caso, que tal interpretacin exista y operaba de hecho como tradicin hermenutica en la historia de la recepcin 39.

    Para el fenmeno del renacimiento actual de la retrica y, en su seno, para la recuperacin de la escritura de Aristteles, no se puede prescindir de la evidencia de estas tradiciones inter- pretativas, a cuyo mejor conocimiento se ha de conceder un pa- pel de primer orden en la interpretacin global de la Retrica. Por lo pronto, como ya he sealado, su propia pluralidad descar- ta que la lectura cannica, preceptista, constituya la nica lectura posible de esta obra aristotlica. Pero an es ms significativo el que esa misma pluralidad sea reproducida ahora por la biblio- grafa contempornea, en unos trminos que, no por generales,

    " G. A. KENNEDY, The Art of Persuasion N1 Greece, Princenton-Nueva York, 1962, pgs. 321-30. Para las fuentes de Cicern es importante el testimonio de las cartas: cf. espec. Ad familiares, 1 9, 23. En cuanto a la interpretaci6n poltica de la retrica, es la postura que defiende el peripattico imaginario Antonio en De Orat. 1 85.

    J. MURPHY, The Scholastic Condemnation of Rhetoric in the Commentary of Giles de Rome on the Rhetoric of Aristotle)), en Arts lib. et Philos. N1 moy. dge, Montreal, 1969, pg. 839. El recuento de las citas realizado por Murphy es muy ilustrativo: de los 79 pasajes paralelos aducidos por Gil de Roma para aclarar su comentario, 69 pertenecen a la Poltica y a las ticas.

    39 J. MURPHY, ibid. Por su parte, en ~Aristotle's Rhetoric in the Middle Agesn, Quart. Journ. Speech 25 (1966), Murphy extiende sus conclusiones a toda la Edad Media: en todo caso -escribe el autor-, la historia de la Retdrica en la Edad Media indica claramente ... que ha ocupado un lugar en la cultura europea, en parti- cular en las reas de la tica, la moral y la poltica)) (pg. 115).

    resultan menos evidentes. Y, en efecto, prescindimos de los pro- blemas derivados de las lecturas genticas sobre la composicin de la obra -problemas de los que nos ocuparemos ms abajo-, los estudios de Solmsen y Gohlke 40, aunque discrepantes entre s, conciben a la Retrica como una parte de la lgica, abusiva- mente truncada por Andrnico del cuerpo del rganon. Tambin la interpretacin de Russo 41 se inscribe en un contexto parecido, si bien desde frmulas ms cercanas a los modelos escolsticos. E igualmente los recientes estudios de W. H. Grimaldi y J. Spru- te 42, para quienes el inters de la Retrica se halla centrado en la doctrina de la argumentacin desde un punto de vista que permite situar el libro de Aristteles entre los mthodoi o escritos de lgica. Sin embargo, esta direccin de las investigaciones no es compartida en la actualidad por todos los estudiosos. De la mano del estructuralismo, R. Barthes y, ms an, P. Ricoeur 43 han iniciado una recuperacin de la visin tradicional de la ret-

    40 Me refiero a las obras, ya clsicas, de FR. SOLMSEN, Die Entwicklung der arist. Logik und Rhetorik, Berln, 1924 (en adelante: Entwicklung); y de P. GOHLKE, Die Entstehung der arist. Ethik, Polifik, Rhetorik, Ak. Wiss., Viena, 1943 (en ade- lante: Entstehung). Mientras que Solmsen estudi la Ret. en el marco de desarrollo de las obras lgicas de Arist., Gohlke hizo l o propio en el contexto de las ticas y la Poltica. Por lo dems, las muchas divergencias entre estos dos autores tuvie- ron, aparte de motivos de mayor peso, una razn que en Alemania siempre es sustantiva; a saber, una razn de escuela: mientras que Solmsen era discpulo de Jaeger, Gohlke lo era del oponente de aqul, H. von Arnim.

    41 A. Russo, La filosoficr della Retorica di Aristotele, Npoles, 1%2, espec. pg. 82, n. 2, donde fija su posicin respecto de la crtica contempornea: Todos estos elementos de la Retorica encuentran su forma autntica ... slo si se los encua- dra dentro de un plano fundamentalmente lgico ... Este plano es necesariamente tambin un plano metafsico)).

    42 Cf. de GIU~ULDI Studies in the Philosophy of Aristotle's Rhetoric, Wiesba- den, 1972 (en adelante: Studies), as como Aristotle's Rhetoric l. A commentary, Nueva York, 1980 (en adelante: Commentary). De J. SPRUTE, vase Die Enthyme- mentheorie der arist. Rhetorik, Gotinga, 1982; el mismo punto de vista se halla razonado en Der Zweck der arist. Rhetorik~, en Logik, Ethik, Theorie der Geistes- wissenchaften, Hamburgo, 1977, pgs. 69-76.

    43 Cf. respectivamente (por no citar sino dos trabajos fundamentales), los ya mencionados de R. BARTHES, La Retdrica antigua; y P. RICOELIR, La metfora viva.

  • rica y la potica, en la que, como ya he dicho, ambas aparecen como modos especializados de la codificacin de los lenguajes naturales (al lado de y por oposicin a las codificaciones cientfi- cas establecidas en el rganon). Pero tampoco este modelo de anlisis -cuyos precedentes han de situarse en los trabajos de A. Rostagni y, ms atrs, en ideas de Croce 44- goza de un acuerdo pleno. Todava en tercer lugar, y prolongando ahora las antiguas tesis de Thurot y Zeller 45, para quienes la retrica lleva- ba a cabo la conexin entre la dialctica y la tica y poltica, otros estudiosos, especialmente de crculos americanos, como Ch. L. Johnston y L. Arnhardt 46, O italianos, como C. Viano y A. Pieretti 47, acentan, en fin, una interpretacin de la Retrica, que ve en ella un instrumento racional de los discursos tico- polticos y que debe ser analizada, por tanto, en relacin con la problemtica especfica de la praxis.

    Esta lista no pretende ser completa, ni siquiera aproximativa. Pero basta para percibir la cercana entre las actuales lneas de investigacin y las posibilidades abiertas en la historia de las tra- diciones, unas y otras organizadas en torno a tres ncleos herme- nuticos de orden lgico, literario y tico-poltico. Sin duda, co- mo seal ya anteriormente, esto quiere decir que las lecturas antiguas no han carecido de justificacin y que sobre la nocin

    * De ROSTAGNI, cf., principalmente, el articulo ya citado en n. 24, en especial pgs. 161-88. La alusin a Croce corresponde a su Estetica, 7.' ed., Bari, 1966, pgs. 42-52 y 182 y SS..

    Sobre THUROT, vase tudes sur Aristote. Politique, Dialectique, Rhktorique, Pars, 1860. La posici6n de ZELLER, esta fijada en Philos. Gr. (ed. de 1962). 11 1, pgs. 754 y SS.

    46 Cf. Ch. L. JOHNSON, An aristotelian trilogy: Ethic, Rhetoric, Politics and the Search for moral Truth, Phil. Rhet. 13 (1980). 1-24. En cuanto a L. ARN- HARDT, vease, Aristotle on political reasoning: An Interpretation of Aristotle's Rhe- toric, Illinois, 1981. Pero la tesis se halla mas escueta y enrgicamente expuesta en el artculo The Rationality of Political Speech. An Interpretation of Ars Rheto- ricn, Interpretations 9 (1981), 14i-54, que resume el libro anterior. " Cf. respectivamente, C. VUNO, Aristotele e la redenzione della retorica)),

    Riv. Fil. 58 (1967), 371-425; y A. PIERETTI, I quadri socioculturali della Retorica di Aristotele~, Prometheus 11 5 (1971). 41-101.

    aristotlica de retrica pesa una oscuridad conceptual de la que hay que hacerse cargo ante todo. Pero, como con tanto acierto lo ha sealado H. Schanze 48, esto quiere decir tambin que en el pensamiento del filsofo dicha nocin opera con un carcter de ubicuidad sistemtica, verificable en los varios contextos dife- renciados en los que puede intervenir y cuyos usos y articulacio- nes es necesario examinar. Estos dos hechos slo pueden com- prenderse, ciertamente, por referencia a la situacidn de la retri- ca. Pero, por ello mismo, tal situacin debe ser considerada co- mo un punto de partida obligatorio, si se quiere restablecer la ((escritura)) de Aristteles en este mbito concreto de su reflexin.

    2. EL GRILo Y LA HERENCIA PLATNICA

    He sefialado al principio de estas pginas que la recuperacin del pensamiento retrico de Aristteles depende de una recupera- cin previa del horizonte de problemas reales -histricos-, a que dicho pensamiento debe su gnesis. Ahora bien, aunque slo relativamente, tal horizonte de problemas podemos representr- noslo a travs de las noticias que nos quedan del Grilo, un Igos ekdedomnos o escrito pblico, dedicado al anlisis de la retri- ca, que hace el nm. 5 del catlogo de Digenes y que, segn todas las fuentes, constituye la primera obra del Estagirita 49. En realidad, no son muchos los datos de que disponemos acerca de esta obra. Hay general acuerdo en que tena forma de dilogo y en que su modelo debi ser el Gorgias de Platn 'O. Y tambin

    48 H. SCHANZE (comp.), Rhetorik, ed. cit., pg. 11. 49 Para la reconstruccin del Grilo los trabajos ms importantes siguen siendo

    los de SOLMSEN, Entwicklung, pgs. 196-207; P. THILLET, Note sur le Gryllos, ouvrage de jeunesse dlAristote, Rev. phil. Fron. et 1'6trang. 82 (1957), 352-54; y E. BERTI, La filosofia del primo Aristotele, Padua, 1968, pgs. 159-1156, Los fragmentos o testimonios de la obra estn recogidos en los Fragmenta selecta de Ross, Oxford, 1955, que sigo en mis citas.

    50 JAEOER, Aristoteles, ed. cit., pgs. 39-43 y n. 7, ofrece los principales argu- mentos favorables a esta suposicin, que han sido seguidos sin reparos por la mayo-

  • rica y la potica, en la que, como ya he dicho, ambas aparecen como modos especializados de la codificacin de los lenguajes naturales (al lado de y por oposicin a las codificaciones cientfi- cas establecidas en el rganon). Pero tampoco este modelo de anlisis -cuyos precedentes han de situarse en los trabajos de A. Rostagni y, ms atrs, en ideas de Croce 44- goza de un acuerdo pleno. Todava en tercer lugar, y prolongando ahora las antiguas tesis de Thurot y Zeller 45, para quienes la retrica lleva- ba a cabo la conexin entre la dialctica y la tica y poltica, otros estudiosos, especialmente de crculos americanos, como Ch. L. Johnston y L. Arnhardt 46, O italianos, como C. Viano y A. Pieretti 47, acentan, en fin, una interpretacin de la Retrica, que ve en ella un instrumento racional de los discursos tico- polticos y que debe ser analizada, por tanto, en relacin con la problemtica especfica de la praxis.

    Esta lista no pretende ser completa, ni siquiera aproximativa. Pero basta para percibir la cercana entre las actuales lneas de investigacin y las posibilidades abiertas en la historia de las tra- diciones, unas y otras organizadas en torno a tres ncleos herme- nuticos de orden lgico, literario y tico-poltico. Sin duda, co- mo seal ya anteriormente, esto quiere decir que las lecturas antiguas no han carecido de justificacin y que sobre la nocin

    * De ROSTAGNI, cf., principalmente, el articulo ya citado en n. 24, en especial pgs. 161-88. La alusin a Croce corresponde a su Estetica, 7.' ed., Bari, 1966, pgs. 42-52 y 182 y SS..

    Sobre THUROT, vase tudes sur Aristote. Politique, Dialectique, Rhktorique, Pars, 1860. La posici6n de ZELLER, esta fijada en Philos. Gr. (ed. de 1962). 11 1, pgs. 754 y SS.

    46 Cf. Ch. L. JOHNSON, An aristotelian trilogy: Ethic, Rhetoric, Politics and the Search for moral Truth, Phil. Rhet. 13 (1980). 1-24. En cuanto a L. ARN- HARDT, vease, Aristotle on political reasoning: An Interpretation of Aristotle's Rhe- toric, Illinois, 1981. Pero la tesis se halla mas escueta y enrgicamente expuesta en el artculo The Rationality of Political Speech. An Interpretation of Ars Rheto- ricn, Interpretations 9 (1981), 14i-54, que resume el libro anterior. " Cf. respectivamente, C. VUNO, Aristotele e la redenzione della retorica)),

    Riv. Fil. 58 (1967), 371-425; y A. PIERETTI, I quadri socioculturali della Retorica di Aristotele~, Prometheus 11 5 (1971). 41-101.

    aristotlica de retrica pesa una oscuridad conceptual de la que hay que hacerse cargo ante todo. Pero, como con tanto acierto lo ha sealado H. Schanze 48, esto quiere decir tambin que en el pensamiento del filsofo dicha nocin opera con un carcter de ubicuidad sistemtica, verificable en los varios contextos dife- renciados en los que puede intervenir y cuyos usos y articulacio- nes es necesario examinar. Estos dos hechos slo pueden com- prenderse, ciertamente, por referencia a la situacidn de la retri- ca. Pero, por ello mismo, tal situacin debe ser considerada co- mo un punto de partida obligatorio, si se quiere restablecer la ((escritura)) de Aristteles en este mbito concreto de su reflexin.

    2. EL GRILo Y LA HERENCIA PLATNICA

    He sefialado al principio de estas pginas que la recuperacin del pensamiento retrico de Aristteles depende de una recupera- cin previa del horizonte de problemas reales -histricos-, a que dicho pensamiento debe su gnesis. Ahora bien, aunque slo relativamente, tal horizonte de problemas podemos representr- noslo a travs de las noticias que nos quedan del Grilo, un Igos ekdedomnos o escrito pblico, dedicado al anlisis de la retri- ca, que hace el nm. 5 del catlogo de Digenes y que, segn todas las fuentes, constituye la primera obra del Estagirita 49. En realidad, no son muchos los datos de que disponemos acerca de esta obra. Hay general acuerdo en que tena forma de dilogo y en que su modelo debi ser el Gorgias de Platn 'O. Y tambin

    48 H. SCHANZE (comp.), Rhetorik, ed. cit., pg. 11. 49 Para la reconstruccin del Grilo los trabajos ms importantes siguen siendo

    los de SOLMSEN, Entwicklung, pgs. 196-207; P. THILLET, Note sur le Gryllos, ouvrage de jeunesse dlAristote, Rev. phil. Fron. et 1'6trang. 82 (1957), 352-54; y E. BERTI, La filosofia del primo Aristotele, Padua, 1968, pgs. 159-1156, Los fragmentos o testimonios de la obra estn recogidos en los Fragmenta selecta de Ross, Oxford, 1955, que sigo en mis citas.

    50 JAEOER, Aristoteles, ed. cit., pgs. 39-43 y n. 7, ofrece los principales argu- mentos favorables a esta suposicin, que han sido seguidos sin reparos por la mayo-

  • hay acuerdo, a partir de un pasaje del mismo Digenes ", en que Aristteles escribi la obra como reaccin a la multitud de elogios que se dedicaron a Grilo, hijo de Jenofonte, con ocasin de su temprana muerte durante las primeras escaramuzas de la batalla de Mantinea, lo que sita la cronologa del dilogo en torno a la fecha -o muy poco despus- de esa batalla, en el 362 a. C.

    De las intenciones crticas de Aristteles estamos bien infor- mados. Por lo que se deduce de la cita de Digenes, el filsofo interpretaba los elogios del joven Grilo, no tanto como un medio de ensalzar al muchacho, cuanto de congraciarse (charizme- noi) con su poderoso padre, cuya influencia como amigo de Es- parta haba crecido considerablemente en las precarias circuns- tancias de la coalicin espartano-ateniense. Este uso del verbo charzesthai, con que en el vocabulario acadmico se describa el servilismo de los sofistas 5 2 , presupone que el filsofo desarro- llaba en el dilogo la misma tesis del Gorgias sobre que la esencia de la retrica se cumple en la adulacin poltica. Pero, a su vez, la aplicacin de esta tesis a un tema de actualidad sugiere igualmente que la obra se serva de la crtica a los elogios fne- bres de Grilo como medio de intervenir en la polmica ideolgi- ca, en ese instante dominada por las consecuencias y expectativas panhelenistas del Congreso de Esparta (371 a. C.). Se sabe que este asunto era el centro de atencin de los isocrticos 53. Ade- ms, el prrafo de Digenes que sigue a su cita de Aristteles asegura que tambin Iscrates habia compuesto un elogio al hijo

    ra de los crticos. Vase, no obstante, lo que ms abajo seftalo sobre la relacin del Grilo con el Fedro (en especial, n. 67).

    51 DIOO. LAER., 11 55 (ARIST. fr. 1, ROSS): Muchos escribieron encomios y epitafios de Grilo, en parte para congraciarse con su padre.

    52 Vid., por ejemplo, PLAT., Gorg. 462c y 501b-d. '' Las pginas ms vivas sobre el momento histrico y sobre las reacciones de

    los isocrticos siguen siendo las de JAEOER, Paideia, ed. cit., pgs. 861 y SS. Vase tambin J. KESSLER, Isokrates und die panhellenische Idee, Paderborn, 191 1, pgs. 9 y SS.; y K. BRINGMANN, Studien zu den politischen Ideen des Isokrates, Gotinga, 1965, pgs. 17 y SS.

    cado de Jenofonte 54, elogio que slo puede comprenderse, co- mo en seguida veremos, en el marco de la paidea retrica defen- dida por el clebre orador. Y si a esto se aaden, en fip, los testimonios -algo posteriores, pero que deben arrancar del di- logo aristotlico- acerca de la disputa entre Aristteles y el iso- crtico Cefisodoro 5 5 , el cuadro que se nos ofrece confirma en- tonces lo que acabo de decir sobre que el Grilo significaba una toma de posicin ante los debates poltico-ideolgicos del mo- mento y, en esa hiptesis, que el blanco principal de sus crticas y argumentaciones no era otro que Iscrates.

    Ciertamente, a pesar de numerosos cambios en los destinata- rios, la doctrina de Iscrates haba permanecido en lo fundamen- tal estable 56. Los grandes discursos chipriotas de 370-62, pero tambin los inmediatamente anteriores de la dcada de 380-70, y otros ms antiguos, como Busiris (390) y Helena (389), adoptan la forma de un nuevo gnero literario, el elogio oratorio)), que

    54 DI&. LAER., 11 55: (~Hermipo en su Peri Theophrastou dice que tambin Is- crates habia escrito un encomio de Grilon. BERTI (op. cit., pgs. 164-65) piensa con razn que, siendo Iscrates el ms notable de los rtores contemporneos, es imposible que no lo tuviese presente Aristteles en sus crticas del Grilo.

    55 VCase, infra, nuestro epigr. 6.1. 56 En efecto: en el debate sobre la paz del Rey -al que parece que tambin

    responde el Menxeno platnico- Iscrates habia tomado partido a favor del pre- dominio de Atenas, de cuya formacin de la segunda liga, sin las ambiciones hege- mnicas que haban arruinado a la primera, poda esperarse la constitucin de un amplio frente panhelnico: el Panegrico, del 380, y el Platense, seguramente com- puesto en el 374/73, se hallan dominados por este punto de vista, al que, por otra parte, fijan sus lmites cronolgicos. Sin embargo, suprimida esta esperanza, no por ello haban cedido los ideales de Iscrates. En el Arquidamo, que con toda probabilidad es del 366, el orador nos sorprende proponiendo esta misin a Espar- ta. Y en los discursos chipriotas -los Nicocles 11 y 111, respectivamente del 370 y 368, y el Evagoras, en torno al 365/62- dirige sus argumentos al joven rey de Salamina, aliado de Atenas y rival de Persia, en quien cree pueden cumplirse ahora las aspiraciones del panhelenismo. No obstante, si los destinatarios del pensamiento poltico de Iscrates son variables, haciendo variar con ellos igualmente los modo concretos de la argumentacin, el fondo de la doctrina, como seaalo en el texto, permanece comn. Para las fechas de los discursos que cito, sigo las propuests de G. MATHIEU, Les idees politiques d'lsocrate, Pars, 1925, generalmente admiti- das entre los estudiosos de Iscrates.

  • hay acuerdo, a partir de un pasaje del mismo Digenes ", en que Aristteles escribi la obra como reaccin a la multitud de elogios que se dedicaron a Grilo, hijo de Jenofonte, con ocasin de su temprana muerte durante las primeras escaramuzas de la batalla de Mantinea, lo que sita la cronologa del dilogo en torno a la fecha -o muy poco despus- de esa batalla, en el 362 a. C.

    De las intenciones crticas de Aristteles estamos bien infor- mados. Por lo que se deduce de la cita de Digenes, el filsofo interpretaba los elogios del joven Grilo, no tanto como un medio de ensalzar al muchacho, cuanto de congraciarse (charizme- noi) con su poderoso padre, cuya influencia como amigo de Es- parta haba crecido considerablemente en las precarias circuns- tancias de la coalicin espartano-ateniense. Este uso del verbo charzesthai, con que en el vocabulario acadmico se describa el servilismo de los sofistas 5 2 , presupone que el filsofo desarro- llaba en el dilogo la misma tesis del Gorgias sobre que la esencia de la retrica se cumple en la adulacin poltica. Pero, a su vez, la aplicacin de esta tesis a un tema de actualidad sugiere igualmente que la obra se serva de la crtica a los elogios fne- bres de Grilo como medio de intervenir en la polmica ideolgi- ca, en ese instante dominada por las consecuencias y expectativas panhelenistas del Congreso de Esparta (371 a. C.). Se sabe que este asunto era el centro de atencin de los isocrticos 53. Ade- ms, el prrafo de Digenes que sigue a su cita de Aristteles asegura que tambin Iscrates habia compuesto un elogio al hijo

    ra de los crticos. Vase, no obstante, lo que ms abajo seftalo sobre la relacin del Grilo con el Fedro (en especial, n. 67).

    51 DIOO. LAER., 11 55 (ARIST. fr. 1, ROSS): Muchos escribieron encomios y epitafios de Grilo, en parte para congraciarse con su padre.

    52 Vid., por ejemplo, PLAT., Gorg. 462c y 501b-d. '' Las pginas ms vivas sobre el momento histrico y sobre las reacciones de

    los isocrticos siguen siendo las de JAEOER, Paideia, ed. cit., pgs. 861 y SS. Vase tambin J. KESSLER, Isokrates und die panhellenische Idee, Paderborn, 191 1, pgs. 9 y SS.; y K. BRINGMANN, Studien zu den politischen Ideen des Isokrates, Gotinga, 1965, pgs. 17 y SS.

    cado de Jenofonte 54, elogio que slo puede comprenderse, co- mo en seguida veremos, en el marco de la paidea retrica defen- dida por el clebre orador. Y si a esto se aaden, en fip, los testimonios -algo posteriores, pero que deben arrancar del di- logo aristotlico- acerca de la disputa entre Aristteles y el iso- crtico Cefisodoro 5 5 , el cuadro que se nos ofrece confirma en- tonces lo que acabo de decir sobre que el Grilo significaba una toma de posicin ante los debates poltico-ideolgicos del mo- mento y, en esa hiptesis, que el blanco principal de sus crticas y argumentaciones no era otro que Iscrates.

    Ciertamente, a pesar de numerosos cambios en los destinata- rios, la doctrina de Iscrates haba permanecido en lo fundamen- tal estable 56. Los grandes discursos chipriotas de 370-62, pero tambin los inmediatamente anteriores de la dcada de 380-70, y otros ms antiguos, como Busiris (390) y Helena (389), adoptan la forma de un nuevo gnero literario, el elogio oratorio)), que

    54 DI&. LAER., 11 55: (~Hermipo en su Peri Theophrastou dice que tambin Is- crates habia escrito un encomio de Grilon. BERTI (op. cit., pgs. 164-65) piensa con razn que, siendo Iscrates el ms notable de los rtores contemporneos, es imposible que no lo tuviese presente Aristteles en sus crticas del Grilo.

    55 VCase, infra, nuestro epigr. 6.1. 56 En efecto: en el debate sobre la paz del Rey -al que parece que tambin

    responde el Menxeno platnico- Iscrates habia tomado partido a favor del pre- dominio de Atenas, de cuya formacin de la segunda liga, sin las ambiciones hege- mnicas que haban arruinado a la primera, poda esperarse la constitucin de un amplio frente panhelnico: el Panegrico, del 380, y el Platense, seguramente com- puesto en el 374/73, se hallan dominados por este punto de vista, al que, por otra parte, fijan sus lmites cronolgicos. Sin embargo, suprimida esta esperanza, no por ello haban cedido los ideales de Iscrates. En el Arquidamo, que con toda probabilidad es del 366, el orador nos sorprende proponiendo esta misin a Espar- ta. Y en los discursos chipriotas -los Nicocles 11 y 111, respectivamente del 370 y 368, y el Evagoras, en torno al 365/62- dirige sus argumentos al joven rey de Salamina, aliado de Atenas y rival de Persia, en quien cree pueden cumplirse ahora las aspiraciones del panhelenismo. No obstante, si los destinatarios del pensamiento poltico de Iscrates son variables, haciendo variar con ellos igualmente los modo concretos de la argumentacin, el fondo de la doctrina, como seaalo en el texto, permanece comn. Para las fechas de los discursos que cito, sigo las propuests de G. MATHIEU, Les idees politiques d'lsocrate, Pars, 1925, generalmente admiti- das entre los estudiosos de Iscrates.

  • toma su originalidad de la unin entre el encomio tradicional y la meditacin sobre los sucesos actuales, encarnados en la ac- cin virtuosa de sus respectivos protagonistas 57. ES evidente que sobre esta correlacin entre elogio, virtud y actualidad poltica apoyaba Iscrates el derecho de la retrica a constituirse como elemento rector de la paidea, igualmente distanciado del inmora- lismo sofista y de las abstracciones de la dialctica platnica ". Por una parte, mediante la alabanza de la aret, el elogio orato- rio era susceptible de proporcionar un modelo para la accin pblica, que poda ser fcilmente comprendido y seguido por las masas. El que tal modelo se atuviese al criterio de obediencia a la ley y a las constituciones buenas -de conformidad con las ensefianzas socrticas, que Iscrates razona en Contra sofutari 59- permite comprender los motivos por los que este ltimo designa- ba su actividad con el trmino filosofa. Pero, por otra parte, la filosofa era para l, como se desprende de los anlisis de Ant- dosis 60, no otra cosa que aquella cultura general que hace a los hombres capaces de un juicio sereno y que se resuelve tcnica- mente -en cuanto arte o paradigma de saber- en la posesin de los medios adecuados para persuadir sobre la mayor conve- niencia de cada decisin. Al centrarse en un modelo de paidea basado en el aprendizaje de tales medios, Iscrates postulaba, as, una identificacin entre filosofa y retrica que organizaba sus objetivos en torno al ideal de un nuevo hombre: el hombre poltico, el hombre suficientemente cultivado, que no cree tanto

    " El elogio oratorio)), concebido como un nuevo gnero literario se halla sobre todo razonado en Evagoras $5 8-11 y $4 75-85. Cf. tambin Viano, ((Aristotele e la redenzione della retorican, (cit. en n. 47), pg. 375; y JAKGER, Paideio, pg. 872, que resume perfectamente la cuestin: el encomio de Iscrates no es ya un simple himno de victoria, sino un elogio de la arete de la figura festqada.

    Cf. Contra sof. 8 20. La critica de los ideales cientficos elaborados por Pla- tn, y a los que Iscrates considera totalmente ajenos a la realidad prctica, se halla tambin, ms drsticamente expresada, en Helen. 8 1 y $5 2-7.

    59 Contro sof. 8 21. Cf. las consideraciones de JAKGBR, Paideia, pgs. 849 y SS. Cf. las sntesis de E. Mm~oL.4, Isokrates. Seine Anschauungen Nn Lichte

    seiner Schriften, Helsinki, 1954, pgs. 196 y SS., que fija perfectamente, en mi opi- nin, los ideales de la poidea isocrtica a travs de un anlisis de este discurso.

    en la existencia de la ciencia de la virtud, cuanto en la sensatez (phrnesis) y en el clculo racional (logisms) para convencer al pueblo de lo que es ms provechoso en el marco de una prctica razonable y compartida de virtudes 61. Pero es patente que tal punto de vista, con su concepto utilitario de la aret 62 y con su recurso a la persuasin como instrumento de la accin polti- ca, no poda ser sentido en el interior de la Academia sino como los antpodas de la bsqueda de la verdad y del programa de ,. mejoramiento tico de los hombres en que los platnicos hacan consistir los altos ideales de la filosofa.

    Es, pues, en el marco de estos debates donde el joven Arist- teles iba a alzar por primera vez su voz y donde radican las moti- vaciones tericas del Grilo. Sabemos ya que el dilogo reprodu- ca la tesis del Gorgias acerca del carcter meramente adulador de la retrica. El anlisis de Aristteles no poda ser en este pun- to muy distinto del que leemos en el dilogo platnico. Sin el fundamento de un saber ms general, por el que pudiera pronun- ciarse sobre la justicia, la retrica se reduce a una simple praxis, semejante a la maas culinarias: ella consiste, en resumen, en una forma de adulacin, que, en su afn de obtener el beneplci- to del auditorio, sustituye por las apariencias de un fcil triunfo el conocimiento de la verdad y la prctica del bien 63. De esta tesis y de su complementaria sobre que la retrica se dirige a las pasiones, Aristteles habra obtenido la consecuencia -segun razona convincentemente Solmsen a- de que el ejercicio retrico se sustrae a las reglas morales. Y todava otra noticia, transmiti- da esta vez por Quintiliano 65, afiade que Aristteles negaba a la retrica la condicin de arte, lo que parece que argumentaba

    61 Comprese Antid. 88 260-68 y Contro sof. 8 O, as como de nuevo todo el prlogo de Helena 88 1-7.

    De herencia, en definitiva, sofista. Sobre este bien conocido punto, v h e ahora el interesante artculo de R. MUR, ~Sophistique et dmocratien, en B. CASSIN (ed.) Positions de la sophistique, Pars, 1986, pgs. 178-193 (esp. pg. 187).

    PLAT., Corg. 463b. SOLMSEN, Entwicklung. pgs. 196-98. La tesis aparece en -T., Gorg. 461a. QUINT., Inst. Orot. 11 17, 1 (=ARIST. fr. 2, ROSS) y 14 (=ARIST. fr. 69, ROSS).

  • toma su originalidad de la unin entre el encomio tradicional y la meditacin sobre los sucesos actuales, encarnados en la ac- cin virtuosa de sus respectivos protagonistas 57. ES evidente que sobre esta correlacin entre elogio, virtud y actualidad poltica apoyaba Iscrates el derecho de la retrica a constituirse como elemento rector de la paidea, igualmente distanciado del inmora- lismo sofista y de las abstracciones de la dialctica platnica ". Por una parte, mediante la alabanza de la aret, el elogio orato- rio era susceptible de proporcionar un modelo para la accin pblica, que poda ser fcilmente comprendido y seguido por las masas. El que tal modelo se atuviese al criterio de obediencia a la ley y a las constituciones buenas -de conformidad con las ensefianzas socrticas, que Iscrates razona en Contra sofutari 59- permite comprender los motivos por los que este ltimo designa- ba su actividad con el trmino filosofa. Pero, por otra parte, la filosofa era para l, como se desprende de los anlisis de Ant- dosis 60, no otra cosa que aquella cultura general que hace a los hombres capaces de un juicio sereno y que se resuelve tcnica- mente -en cuanto arte o paradigma de saber- en la posesin de los medios adecuados para persuadir sobre la mayor conve- niencia de cada decisin. Al centrarse en un modelo de paidea basado en el aprendizaje de tales medios, Iscrates postulaba, as, una identificacin entre filosofa y retrica que organizaba sus objetivos en torno al ideal de un nuevo hombre: el hombre poltico, el hombre suficientemente cultivado, que no cree tanto

    " El elogio oratorio)), concebido como un nuevo gnero literario se halla sobre todo razonado en Evagoras $5 8-11 y $4 75-85. Cf. tambin Viano, ((Aristotele e la redenzione della retorican, (cit. en n. 47), pg. 375; y JAKGER, Paideio, pg. 872, que resume perfectamente la cuestin: el encomio de Iscrates no es ya un simple himno de victoria, sino un elogio de la arete de la figura festqada.

    Cf. Contra sof. 8 20. La critica de los ideales cientficos elaborados por Pla- tn, y a los que Iscrates considera totalmente ajenos a la realidad prctica, se halla tambin, ms drsticamente expresada, en Helen. 8 1 y $5 2-7.

    59 Contro sof. 8 21. Cf. las consideraciones de JAKGBR, Paideia, pgs. 849 y SS. Cf. las sntesis de E. Mm~oL.4, Isokrates. Seine Anschauungen Nn Lichte

    seiner Schriften, Helsinki, 1954, pgs. 196 y SS., que fija perfectamente, en mi opi- nin, los ideales de la poidea isocrtica a travs de un anlisis de este discurso.

    en la existencia de la ciencia de la virtud, cuanto en la sensatez (phrnesis) y en el clculo racional (logisms) para convencer al pueblo de lo que es ms provechoso en el marco de una prctica razonable y compartida de virtudes 61. Pero es patente que tal punto de vista, con su concepto utilitario de la aret 62 y con su recurso a la persuasin como instrumento de la accin polti- ca, no poda ser sentido en el interior de la Academia sino como los antpodas de la bsqueda de la verdad y del programa de ,. mejoramiento tico de los hombres en que los platnicos hacan consistir los altos ideales de la filosofa.

    Es, pues, en el marco de estos debates donde el joven Arist- teles iba a alzar por primera vez su voz y donde radican las moti- vaciones tericas del Grilo. Sabemos ya que el dilogo reprodu- ca la tesis del Gorgias acerca del carcter meramente adulador de la retrica. El anlisis de Aristteles no poda ser en este pun- to muy distinto del que leemos en el dilogo platnico. Sin el fundamento de un saber ms general, por el que pudiera pronun- ciarse sobre la justicia, la retrica se reduce a una simple praxis, semejante a la maas culinarias: ella consiste, en resumen, en una forma de adulacin, que, en su afn de obtener el beneplci- to del auditorio, sustituye por las apariencias de un fcil triunfo el conocimiento de la verdad y la prctica del bien 63. De esta tesis y de su complementaria sobre que la retrica se dirige a las pasiones, Aristteles habra obtenido la consecuencia -segun razona convincentemente Solmsen a- de que el ejercicio retrico se sustrae a las reglas morales. Y todava otra noticia, transmiti- da esta vez por Quintiliano 65, afiade que Aristteles negaba a la retrica la condicin de arte, lo que parece que argumentaba

    61 Comprese Antid. 88 260-68 y Contro sof. 8 O, as como de nuevo todo el prlogo de Helena 88 1-7.

    De herencia, en definitiva, sofista. Sobre este bien conocido punto, v h e ahora el interesante artculo de R. MUR, ~Sophistique et dmocratien, en B. CASSIN (ed.) Positions de la sophistique, Pars, 1986, pgs. 178-193 (esp. pg. 187).

    PLAT., Corg. 463b. SOLMSEN, Entwicklung. pgs. 196-98. La tesis aparece en -T., Gorg. 461a. QUINT., Inst. Orot. 11 17, 1 (=ARIST. fr. 2, ROSS) y 14 (=ARIST. fr. 69, ROSS).

  • el filsofo en la capacidad de esta ltima para persuadir sobre tesis antitticas.

    De todos modos, si todas estas afirmaciones muestran una filiacin estricta respecto de las correspondientes del Gorgias, no por ello debe suponerse que los razonamientos del Grilo se su- bordinasen por entero a los de este dilogo platnico. Quintilia- no se refiere adems a que tales razonamientos estaban presenta- dos ((conforme a una cierta sutileza propia)) (quaedam subtilitatis suae), lo que indica que a la obra no le faltaba originalidad. Y, por otra parte, algunas de las tesis que Quintiliano expone a continuacin- y que slo son plausibles, dado su carcter pla- tonizante, si tambin estn tomadas del Grilo- se aproximan de un modo notorio a los anlisis del Fedro 66, sobre cuya fecha anterior al dilogo del Estagirita (hacia el 370/69) existen ya po- cas dudas 67. Cabe concluir, as, que el Grilo contena una snte- sis de las principales opiniones de Platn a propsito de la retri- ca -no slo de las crticas negativas del Gorgias, sino tambin de los anlisis positivos del Fedro- y que, por tanto, a travs de la censura de Iscrates, el inters de Aristteles se diriga, en realidad, a la reafirmacin de los valores del platonismo y a la propaganda de la paidea filosfica practicada en la Academia.

    Esta caracterizacin del Grilo, como una obra de sntesis de las posiciones platnicas en el marco del debate ideolgico sobre el significado de la paidea, es esencial para clarificar el trasfon-

    " SOLMSEN, Entwicklung, pgs. 201-2. En el mismo sentido THILLET, art. cit., pgs. 353-54 y BERTI, op. cit., pg. 164. Los prrafos de QUINT., Inst. Orat. 11 17, 23 y 30 vuelven a seialar que la retrica no es un arte y que defiende tesis antitticas, pero ello se justifica ahora en que la retrica carece defin propio; ade- ms, el 1 17 niega que tenga un mbito particular entre los saberes; y el 1 22 conde- na a la retrica por no ser sino mmesis. Todas estas tesis son fcilmente derivables a partir del Fedro.

    La relacin del Grifo con el Fedro fue negada por JAEGER, Paideia, pg. 939 y n. 109 con argumentos poco convincentes, cuya nica base reside en una presunta oposicin entre el Fedro y el Gorgias que es imposible compartir. Por lo dems, ello implicara que el Fedro fue escrito con posterioridad al 362, lo que tampoco puede admitirse facilmente. La influencia del Fedro sobre el Grilo, a partir de las noticias de Quintiliano, es defendida, por el contrario, por SOLMSEN, op. cit., pgs. 205-207, y BERTI, op. cit., pgs. 173-74.

    do terico del dilogo y con ello la ndole de los problemas a que a partir de ahora tendra que enfrentarse Aristteles. Cierta- mente, ante el modo como Iscrates haba razonado la naturale- za de la retrica, el ncleo de la cuestin no poda ya reducirse a la critica del inmoralismo sofista (denunciado por Platn en el Gorgias, pero no menos por el propio Iscrates en Contra so- fistas), sino que radicaba ahora en que la retrica al uso (la de los sofistas, pero, en este caso, tambin la de Iscrates) careca de criterios veritativos por los que pudiera reconocer los bienes en s y regular, conforme a ellos, las conductas de los hombres. Frente a esta situacin de la retrica, las exigencias enunciadas por Platn en el Fedro consistan en sefialar, ante todo, que slo son verdaderos discursos los discursos que son verdaderos; y, des- pus, que tal requisito se cumple nicamente cuando los discur- sos remiten a un adecuado plano de referencia ontolgica, es de- cir, no a las opiniones o a las realidades sensibles, sino a las Ideas o Formas 68. Para ello era preciso, a juicio de Platn, que todos los discursos dependiesen de un rganon o discurso de los discursos, que pudiese establecer la conexin del Igos con el objeto esencial comprendido en l. Y tal rganon era la dialc- tica, en cuanto que, mediante divisiones y composiciones de con- ceptos, permita garantizar la validez de las definiciones y la ne- cesidad de los procesos deductivos, relacionando as legtimamen- te los enunciados del lenguaje con los objetos mencionados en ellos.

    De aqu se desprendan dos consecuencias sin duda funda- mentales para la interpretacin de la retrica. La primera, que los discursos verdaderos son exclusivamente los discursos cientqi- cos, pues slo ellos, por el cumplimiento de las exigencias de la dialctica, reproducen de un modo adecuado (orthbs) el orden real, esencial, de las Ideas 69. Y la segunda, que la retrica no puede ser entonces nada distinto de la dialctica misma 70, ya

    Fedr. 263d-e, 264a-b, 270e, 271c. Fedr. 265d-266a. La misma relacin razona Polt. 284d.

    'O Fedr. 270e: Est claro que si alguien enseia al otro el arte de los discursos, le mostrar con precisin la realidad de la naturaleza de aquello a lo que ste vaya a aplicar dichos discursos.

  • el filsofo en la capacidad de esta ltima para persuadir sobre tesis antitticas.

    De todos modos, si todas estas afirmaciones muestran una filiacin estricta respecto de las correspondientes del Gorgias, no por ello debe suponerse que los razonamientos del Grilo se su- bordinasen por entero a los de este dilogo platnico. Quintilia- no se refiere adems a que tales razonamientos estaban presenta- dos ((conforme a una cierta sutileza propia)) (quaedam subtilitatis suae), lo que indica que a la obra no le faltaba originalidad. Y, por otra parte, algunas de las tesis que Quintiliano expone a continuacin- y que slo son plausibles, dado su carcter pla- tonizante, si tambin estn tomadas del Grilo- se aproximan de un modo notorio a los anlisis del Fedro 66, sobre cuya fecha anterior al dilogo del Estagirita (hacia el 370/69) existen ya po- cas dudas 67. Cabe concluir, as, que el Grilo contena una snte- sis de las principales opiniones de Platn a propsito de la retri- ca -no slo de las crticas negativas del Gorgias, sino tambin de los anlisis positivos del Fedro- y que, por tanto, a travs de la censura de Iscrates, el inters de Aristteles se diriga, en realidad, a la reafirmacin de los valores del platonismo y a la propaganda de la paidea filosfica practicada en la Academia.

    Esta caracterizacin del Grilo, como una obra de sntesis de las posiciones platnicas en el marco del debate ideolgico sobre el significado de la paidea, es esencial para clarificar el trasfon-

    " SOLMSEN, Entwicklung, pgs. 201-2. En el mismo sentido THILLET, art. cit., pgs. 353-54 y BERTI, op. cit., pg. 164. Los prrafos de QUINT., Inst. Orat. 11 17, 23 y 30 vuelven a seialar que la retrica no es un arte y que defiende tesis antitticas, pero ello se justifica ahora en que la retrica carece defin propio; ade- ms, el 1 17 niega que tenga un mbito particular entre los saberes; y el 1 22 conde- na a la retrica por no ser sino mmesis. Todas estas tesis son fcilmente derivables a partir del Fedro.

    La relacin del Grifo con el Fedro fue negada por JAEGER, Paideia, pg. 939 y n. 109 con argumentos poco convincentes, cuya nica base reside en una presunta oposicin entre el Fedro y el Gorgias que es imposible compartir. Por lo dems, ello implicara que el Fedro fue escrito con posterioridad al 362, lo que tampoco puede admitirse facilmente. La influencia del Fedro sobre el Grilo, a partir de las noticias de Quintiliano, es defendida, por el contrario, por SOLMSEN, op. cit., pgs. 205-207, y BERTI, op. cit., pgs. 173-74.

    do terico del dilogo y con ello la ndole de los problemas a que a partir de ahora tendra que enfrentarse Aristteles. Cierta- mente, ante el modo como Iscrates haba razonado la naturale- za de la retrica, el ncleo de la cuestin no poda ya reducirse a la critica del inmoralismo sofista (denunciado por Platn en el Gorgias, pero no menos por el propio Iscrates en Contra so- fistas), sino que radicaba ahora en que la retrica al uso (la de los sofistas, pero, en este caso, tambin la de Iscrates) careca de criterios veritativos por los que pudiera reconocer los bienes en s y regular, conforme a ellos, las conductas de los hombres. Frente a esta situacin de la retrica, las exigencias enunciadas por Platn en el Fedro consistan en sefialar, ante todo, que slo son verdaderos discursos los discursos que son verdaderos; y, des- pus, que tal requisito se cumple nicamente cuando los discur- sos remiten a un adecuado plano de referencia ontolgica, es de- cir, no a las opiniones o a las realidades sensibles, sino a las Ideas o Formas 68. Para ello era preciso, a juicio de Platn, que todos los discursos dependiesen de un rganon o discurso de los discursos, que pudiese establecer la conexin del Igos con el objeto esencial comprendido en l. Y tal rganon era la dialc- tica, en cuanto que, mediante divisiones y composiciones de con- ceptos, permita garantizar la validez de las definiciones y la ne- cesidad de los procesos deductivos, relacionando as legtimamen- te los enunciados del lenguaje con los objetos