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Títulooriginal:IMarriedtheDuke

Editororiginal:AvonBooks–AnImprintofHarperCollinsPublishers,NewYork

Traducción:LauraFernándezNogales

1.aediciónOctubre2015

Copyright©2013byKatherineBrophyDubois

AllRightsReserved

©delatraducción2015byLauraFernándezNogales

©2015byEdicionesUrano,S.A.U.

Aribau,142,pral.–08036Barcelona

www.titania.org

[email protected]

Todoslosnombres,personajes,lugaresyacontecimientosdeestanovelasonproductodelaimaginacióndelaautora,osonempleadoscomoentesdeficción.Cualquiersemejanzaconpersonas

vivasofallecidasesmeracoincidencia.

DepósitoLegal:B18211-2015

ISBNEPUB:978-84-9944-898-5

Reservadostodoslosderechos.Quedarigurosamenteprohibida,sinlaautorizaciónescritadelostitularesdelcopyright,bajolassancionesestablecidasenlasleyes,lareproducciónparcialototal

deestaobraporcualquiermediooprocedimiento,incluidoslareprografíayeltratamientoinformático,asícomoladistribucióndeejemplaresmediantealquileropréstamopúblico.

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ParaMarciaAbercrombie,

AnneBrophy,MegHuliston,

MaryBrophyMarcusy

BarbaraTetzlaff,mishermanasdecorazón.

YparaNoahRedstoneBrophy,unhéroedecarneyhueso.

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Bienaventuradosseanloshambrientos,porqueseránsaciados.

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Contenido

PortadillaCréditosDedicatoriaCitaPrólogo.Lashuérfanas1.Elpirata2.Elmar3.Coñac4.Lasirvienta5.Elduque6.DosLuises7.Elbaño8.Lacena9.Losvotos10.Laviuda11.Lacomtesse12.Lanovia13.Elseñordelacasa14.Seducción15.Secretos16.Laboda17.Lafuerzadeunhombre18.Eltoroyeljabalí19.LosamantesEpílogo.ElcuentodehadasNotadelaautora

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Prólogo

Lashuérfanas

EnunaferiadealgúnrincóndeCornwall.Abrilde1804.

Tresjóveneshermanas,sintítulonifortuna,aguardabanbajoelbrillodeunalámparasentadasaunamesavestidadeterciopelonegro.Encimadelamesahabíaunanilloperfectoparaunpríncipeazul.Escondidatrasunvelodeébano,lapitonisanoobservabalaspalmasde

lasmanosdesusclientas,tampocosuscejas,nisiquierasusojos,sinoelanillo,unfocobrillantedeoroyrubíesquerelucíaporentrelassombrasdetodocuantolorodeabaenaquellatienda.—Notenéismadre.Lavozdelagitanaeraintensa,perotaninglesacomoladelaschicas.—Somoshuérfanas.Arabella, la hermana mediana, se inclinó hacia delante y se puso un

mechón de pelo cobrizo por detrás de la oreja, tan delicada como unacaracola.Sólocontabadoceañosyyaeraunabelleza: teníaunos labiosrojos como fresas, las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes. Teníaaspecto de doncella de cuento de hadas y de ser igual de encantadora,aunquecualquierbuennarradoradmitiríaquenoeranadadócil.—Todoelpueblosabequenotenemosmadre.Su hermanamayorEleanor frunció el ceño por debajo de una trenza

doradarecogidaenunmoño.Eleanoreraunratóndebibliotecayfruncíaelceñoamenudo.—Nuestrobarconaufragóypapánossacódelorfanato.Élnosacogióy

evitóqueacabáramosenesosasilosquedancobijoacambiodetrabajo.Conlasinceridadpropiadelosniños,Ravennaexplicóesahistoriaque

norecordaba,peroquetantasveceslehabíancontado.Cuandolesocurrióaquello,ellasóloteníaochoaños.Serevolvióinquietasobrelasuavidad

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de la alfombra y se le enredó la tela de la falda en las zapatillas. Unadiminuta cara canina de color negro asomó por entre los pliegues demuselina.Arabellaseinclinóhaciadelante.—¿Porquémiraselanillotanfijamente,abuela?¿Quétedice?—Ellanoesnuestraabuela—lesusurróRavennaaEleanorconuntono

bastantealto.Cuandohabló,se lemecieronlosrizosnegros—.Nosotrasno sabemos quién es nuestra abuela. Ni siquiera sabemos quiénes sonnuestrosverdaderospadres.—Esuntítulorespetuoso—lemurmuróEleanor,perolaintranquilidad

asomóasusojoscuandoalternólamiradaentreArabellaylapitonisa.—Esteanilloeslaclavedevuestrosdestinos—dijolamujerpasandola

manoporencimadelamesaconlosojoscerrados.Eleanorfruncióelceñoconmásfuerza.Arabellaseinclinóhaciadelanteconimpaciencia.—¿Es la clave de nuestra verdadera identidad? ¿Pertenece a nuestro

verdaderopadre?Lagitanasebalanceódeunladoaotro,lohacíaconsuavidad,comolos

tallos de la cebada mecidos por una brisa suave. Arabella aguardó unpoco; estaba impaciente. Llevaba nueve años esperando esa respuesta.Cadasegundoquepasabaparecíauncastigo.Alotroladodelasparedesdelatiendaseescuchabanlossonidosdela

feria:música,canciones,risas,losgritosdelosvendedoresdecomida,losrelinchos de los caballos en el establo, los balidos de las cabras queestabanalaventa.LaferiallevabatodalavidapasandoporaquelremotorincóndeCornwall.Llegabacadaaño,cuandolosgitanosveníanapasarlas estaciones cálidas en una ladera de la propiedad que el terratenientelocal teníaapocadistanciadelpueblo.Hastaesedía lashermanasnuncahabían ido a que les dijeran la buenaventura. El reverendo siempre leshabíaadvertidoquenolohicieran.ErauneruditoyunhombredeDios,yles decía que esas cosas no eran más que supersticiones a las que nodebíandarcalor.Perosiempreofrecíasucaridadalosviajeros.Nodejabaderepetirqueéleraunhombrepobre,peroqueDiosdecíaqueunodebíacompartirlopocoquetuvieraconlosmásnecesitados,comohabíahechocon las tres chicas a las que había salvado de la indigencia hacía cincoaños.—¿Elanillonosdiráquiénessomos?—preguntóArabella.

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Lapitonisateníaunaexpresiónásperaydeslumbrantealmismotiempo.Tenía las mejillas salpicadas por las marcas de la viruela, pero poseíaunascejaselegantesymuchabellezaensunarizreciaysusojososcuros.—Esteanillo…—entonólagitana—perteneceaunpríncipe.—¡Unpríncipe!—sesorprendióRavenna.—¿Unpríncipe?—Eleanorfruncióelceño.—¿Es…esnuestropadre?—Arabellaaguantólarespiración.Laspulserasquelamujerllevabaenlamuñecarepicaroncuandonegó

coneldedo.—Ellegítimodueñodeesteanillonoesdevuestrasangre.Arabelladejócaerloshombros,perolevantósudelicadabarbilla.—Mamá se lo dio a Eleanor antes de embarcarnos hacia Inglaterra.

¿Porquéloteníaellasiesdeunpríncipe?Ellanoeraunaprincesa.Enrealidad,ysilassospechasdelreverendoeranciertas,nopodíaestar

máslejosdeserlo.Lapitonisavolvióacerrarlosojos.—Noteestoyhablandodelpasado,niña,sinodelfuturo.EleanorlelanzóunamiradadesesperadaaArabella.Estalaignoróysemordióellabio.—¿Yquétienequeverconnosotrasesepríncipe?—Unadevosotras…—Lavozdelamujerseapagómientrasvolvíaa

extender la mano sobre el anillo con los dedos separados. De repenteabriósusojosnegros—.Unadevosotrassecasaráconesepríncipe.Yeldíaquesecelebreesaboda,conoceréiselsecretodevuestropasado.—¿Una de nosotras se casará con un príncipe? —dijo Eleanor con

evidenteincredulidad.Arabella cogió la mano de su hermana para apaciguarla. Ella ya se

habíadadocuentadequelapitonisaeraunaexpertadelritmoyeldrama.Perosuspalabraserandemasiadomaravillosas.—¿Quiénes?¿Quiénesesepríncipe,abuela?Lamujerapartólamanodelanilloylodejóbrillaralapálidaluzdela

tienda.—Esolotendréisquedescubrirvosotras.El calor se apoderó de la garganta de Arabella y fue seguido de un

picor.Noeran lágrimas,ellano llorabacon facilidad, sinocertidumbre.Sabíaquelaadivinadecíalaverdad.Eleanorselevantó.

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—Vamos, Ravenna. —Miró de reojo a la gitana—. Papá nos estáesperandoencasa.RavennacogiósucachorroycruzólaspuertasdelatiendaconEleanor.Arabellasemetiólamanoenelbolsilloydejótrespeniquesencimade

lamesajustoalladodelanillo,eratodoloqueteníaahorrado.Lamujerlelanzóunarepentinamiradarecelosa.—Guardatudinero,pequeña.Noloquiero.—Pero…Lagitanalacogiódelamuñeca.—¿Quiénconocelaexistenciadeesteanillo?—Nadie.Losabíannuestramadreynuestraniñera,peronuncahemos

vuelto a ver a nuestramadre y la niñera se ahogó cuando se hundió elbarco.Loteníamosescondido.—Ydebéisseguirhaciéndolo.—Leapretólosdedos—.Ningúnhombre

debeconocerlaexistenciadeesteanillo,sóloelpríncipe.—¿Nuestropríncipe?Arabellatemblabaunpoco.La gitana asintió. Soltó la mano de la chica y la observó mientras

recogíaelanilloylasmonedasyselometíatodoenelbolsillo.—Gracias—dijo.Lapitonisaasintióylehizoungestoparaquesalieradelatienda.Arabella retiró la puerta de tela, pero se sentía incómoda ymiró por

encimadelhombro.Elrostrodelagitanasehabíavueltogrisyteníatodalapielarrugada.Teníaunbrillosalvajeenlosojos.—Señora…—Vete,pequeña—dijoconasperezamientrassevolvíaaponerelvelo

—.Veteabuscaratupríncipe.Arabellaseencontróconsushermanasjuntoalgranroblequehabíaal

lado de los establos de caballos. La feria llevaba más de un sigloreuniéndose alrededor de aquel árbol. La esbelta Eleanor aguardaba depie. De lejos se veían sus dorados tonos pálidos bajo la gloriosa luzbrillantedelaprimavera.Ravennaestabasentadaenlahierbaycuidabadesucachorrodelamismaformaqueotrasniñascuidabandesusmuñecas.PordetrásdeArabella,lamúsicadelosviolinesylastrompassemecíaenel aire cálido, y por delante de ella, los gritos de los vendedores decaballoscerrandosustratossemezclabanconelolordelosanimalesyelpolvo.

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—Yolacreo.—Sabíaquetelocreerías.—Eleanordejóescaparunsuspiro—.Eslo

quequierescreer,Bella.—Puessí.Eleanornopodíaentenderlo.Elreverendoadmirabasurapidezmental

ysuamorporloslibros.Perolagitananomentía.—Queyotengaganasdecreérmelonosignificaqueloquehadichono

seacierto.—Sonsupersticiones.—Sólolodicesporqueesloquediceelreverendo.—Pues yo creo que es fantástico que vayamos a convertirnos en

princesas.Ravennapaseóeldedoporlacoladelcachorro.—Todasno—dijoArabella—.Sólolaquesecaseconunpríncipe.—Papánoselocreerá.Arabellavolvióacogerasuhermanadelamano.—Nodebemosdecírselo,Ellie.Noloentendería.—Nodirénada.Eleanorlamirócondelicadeza.Estabamuycómodadándolelamanoa

Arabella. Por muy escéptica que fuera, no podía ser severa con suhermana.CuandoestabanenelorfanatoyArabellaseganabaunosazotes—ocosaspeores—,rezabacadanocheparasertaninteligenteyreflexivacomoloerasuhermanamayor.PeroDiosnuncaescuchósusplegarias.—Noselodiremosalreverendo—dijoArabella—.¿Lohasentendido

Ravenna?—Puesclaro.Nosoytonta.Papánuncaaprobaríaqueunadenosotrasse

conviertaenprincesa.Aéllegustaserpobre.EstáconvencidodequeesonosacercamásaDios.Elcachorrosaltódesuregazoycorrióendirecciónalestablode los

caballos.Laniñaselevantódeunbrincoysemarchótrasél.—Megustaría poder hablar de esto con papá—dijoEleanor—.Es el

hombremásinteligentedeCornwall.—Lapitonisahadichoquenodebíamoshacerlo.—Lapitonisaesunagitana.—Lodicescomosielreverendonofueraungranamigodelosgitanos.—Esunbuenhombre,delocontrarionohubieraacogidoatresniñas,

siendocomoesunhombrepobre.

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PeroEleanor sabía tan bien comoArabella cuál era elmotivo por elquelohabíahecho.Sólotresmesesantesdequeselasencontraramuertasdehambre en el orfanatoydedescubrir que iban amandar aEleanor atrabajar,lafiebrelehabíaarrebatadoasumujeryasushijasgemelas.Lasnecesitabaparacurarsucorazón,lasnecesitabatantocomoellasaél.—Ya no tendremos que preocuparnos mucho tiempo más por la

pobreza,Ellie.—Arabellasesacóelanillodelbolsilloylajoyareflejóelbrillodelsoldelmediodíacomoelfuego—.Yaséloquetengoquehacer.Dentrodecincoaños,cuandotengadiecisiete…—¡Tali!UnasonrisailuminóelrostrodeRavenna.Enlaesquinadelestablode

loscaballoshabíaunchicovestidoconviejasropasraídas.Eleanorsepusotensa.Arabellasusurró:—Sólolopuedeverelpríncipe.Ysevolvióameterelanilloenelbolsillo.Ravenna recogió el cachorro y brincó hasta el chico mientras él se

acercabaaellaagrandeszancadas.Supielmorenabrillabacálidabajolaluzdelsolquesecolabaporentre lasramasdelenormeroble.Noteníamásdecatorceañosyeraunsacodehuesosdesgarbadoconlasmejillashundidas, pero tenía unos ojos negros como el alquitrán en los quebrillabaunadesconfianzaimpropiadesujuventud.—Hola,chiquilla.Tiróde la trenzadeRavenna,peropordebajodelmechónde rebelde

pelonegroquelecaíasobrelafrente,miródereojoasuhermanamayor.Eleanorsecruzódebrazosyseinteresóderepenteporlascopasdelos

árboles.Elchicofruncióelceño.—Mira, Tali.—Ravenna le puso el cachorro debajo de la barbilla—.

Papámeloregalópormicumpleaños.Elchicorascóunadelasorejaspeludasdelanimal.—¿Cómosellama?—¿Bestia, quizá?—murmuró Eleanor—. Oh, espera, ese nombre ya

estácogido.Elchicodejódeacariciaralperroysepusotenso.—Elreverendomehapedidoqueosavise;eshoradecenar.Luegosediomediavueltayvolvióalestablodeloscaballossinañadir

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niunasolapalabramás.La mirada de Eleanor lo siguió con recelo por debajo de un ceño

fruncido.—Parecequenocoma.—Puedequenotengalacomidasuficiente.Notienenimamánipapá—

dijoRavenna.—QuienesquieraquefueranlospadresdeTaliesintuvieronquesermuy

guapos—dijoArabellapasándoseeldedoporelpelo.Recordabamuypocascosasdesumadre,exceptosupelo,queeradel

mismodoradorojizoqueelsuyo,susuaveyapretadoabrazoysuoloracañadeazúcaryron.Eleanorrecordabapocomás,ysóloconservabaenlamemoriaunaimagenborrosadesupadre,unhombrealtoyrubioquevestíadeuniforme.Arabellaestabaseguradequelapitonisanoselohabíadichotodo.Por

ahítodavíahabíaunhombrequenoteníaniideadequesushijasseguíanconvida.Unhombrequepodíadecirlesporquésumadrelashabíametidoenunbarco.Larespuestalateníaesepríncipe.Arabellasemordióellabio,peroladeterminaciónleiluminólosojos.—Algúndíaunadenosotrassecasaráconunpríncipe.Eseldestino.—Debería ser Eleanor porque es la mayor. —Ravenna levantó al

cachorroyleacariciólatripa—.LuegotútepodráscasarconTali,Bella.Siempre me trae ranas del estanque, y me encantaría que fuera nuestrohermano.—No—dijoArabella—.TaliesinestáenamoradodeEleanor…—Esonoesverdad.Meodiayyocreoqueesdespreciable.—…yyoesperocasarmemejor.Apretólosdientesconfirmeza,comoloharíacualquierhombrequele

doblaralaedad.—¿Conuncaballero?—preguntóRavenna.—Másaún.—¿Conunduque?—Unduquenoessuficiente.—Volvióasacarseelanillodelbolsilloy

su peso le dejó una marca en la mano—. Me casaré con un príncipe.Conseguiréquevolvamosacasa.

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1

Elpirata

Plymouth,agostode1817

LucienWestfall, antiguocomandantedelVictorydeSuMajestad, condedeRallis,yherederodelduquedeLycombe,estabasentadoenunaesquinade la taberna.Ya hacíamucho tiempo que había aprendido que con unaesquinaasuespaldapodíaadvertirelpeligroacechándolodesdecualquierdirección. Y en ese momento la esquina le proporcionaba las ventajasderivadasdeteneruncampodevisiónlimitado.En esa ocasión, el campo de visión limitado contenía un paisaje

especialmenteinteresante.—Pareces un halcón, chico. —Gavin Stewart, médico de abordo y

sacerdote,levantósujarradecerveza—.¿Esachicasiguemirándote?—No. Te está mirando a ti. En realidad, te está fulminando con la

mirada.—Luccogiódelamesalacartadeladministradordefincasdesutío,doblólaspáginas,yselasmetióenelbolsillodesuchaleco—.Creoquequierequetemarches.—Tequiereati.Comotodas.Esporlacicatriz.—Gavinserecostóen

lasillayse rascó laspatillas,negrasy ralas—.Alasmujeres lesgustanloshombrespeligrosos.—Si eso es cierto, estás condenado a una vida solitaria, viejo amigo.

Aunquesupongoqueyaloestabasdetodosmodos.—Gajes de los votos —dijo el sacerdote riendo con alegría—. ¿Es

guapa?—Esposible.—Lomirabainteresadaconunosojosbonitos,brillantes

inclusoalaluzdelaslámparasqueiluminabanlataberna.Teníalanarizbonitay laboca también—.Aunquepodríaserunaprofesora.—Llevabaunpañueloquelecubríaelpeloporcompleto,ylacapaabrochadahasta

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elcuello.Pordebajoasomabauncuelloblancoy largo—.Va tan tapadacomounavirgen.—LamadredenuestroDioseraunavirgen,muchacho—lereprendió

Gavin. Y añadió—: ¿Y dónde está la diversión cuando no hay queesforzarseparaconseguireltesoro?Lucalzóunaceja.—Quétiemposaquellos,¿no,padre?Gavinsoltóunabuenacarcajada.—Yalocreo.—Teníaunpechoanchocomosusantepasadosescoceses,

y a Luc siempre le había relajado escucharlo reír—. ¿Y desde cuándosabestútantosobreprofesoras?Desdequea losonceañosLucescapóde lapropiedaddondesu tutor

losreteníaaélyasuhermanopequeño,ysetopóconunaescuelaprivadaparaseñoritas.Ladirectora, trasunasuavereprimenda, lodevolvióasucasa,donderecibióuncastigoquenohabría imaginadonienlapeordesuspesadillas.Lucnosecreyóelsermóndesututorsobrelosdiablosdelatentación

queseencontrabanenlacarnefemenina.AunquedespuésdelosprimerosmesesdejódecreersenadadeloquedecíaelreverendoAbsalomFletcher.Loshombresmalos suelenmentir.Aldía siguientevolvió a escaparseycorrió hasta la escuela con la esperanzade encontrarse denuevo con ladirectora paseando, y lo repitió al día siguiente, y al siguiente, iba enbusca de una aliada.O sólo de un refugio.Y cada vez que lo hacía, lossirvientes lo volvían a arrastrar de vuelta a casa de su tutor, donde elcastigo que recibía por haber desobedecido era más severo que el díaanterior.El chico los recibía con lágrimas silenciosas cargadasdedesafío que

corrían por sus mejillas. Hasta que Absalom descubrió su verdaderadebilidad.YentoncesLucdejódedesobedecer.Entonces seconvirtióenunmodelodecomportamientoejemplar.—Conozcoalasmujeres—sequejóLuc—.Yeseeselproblema.Diountragodewhisky.Quemaba,yaéllegustabaquequemara.Cada

vezqueellalomiraba,teníaunpresentimientodesagradable.Observabalaconcurridatabernadelmuelleconmovimientossegurosy

directos,ylevantabalabarbillacomosifueralareinayestuvieraenplenainspecciónreal.Eraevidentequenoacostumbrabaafrecuentaresaclasedeestablecimientos.

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Gavindejólajarravacíaenlamesa.—Tedejaréaexpensasdeladama.—Levantósumaltrechocuerpodela

silla.Aúnnohabíacumplidoloscincuenta,peroyaestabacansadodelmaral que se había entregado por el bien de Luc, hacía ya once años—.¿Supongo que no querrás disfrutar de unas pequeñas vacaciones en esecastillo tuyo cuando dejemos a la tripulación en Saint-Nazaire? ¿O ir avisitaralgranujadetuhermano?—Nohaytiempo.ElgranonoviajarásolohastaPortugal.Lucintentóquitarleimportancia,peroGavinloentendía.Lahambruna

del año anterior todavía asolaba algunas zonas. La gente se moría dehambre.Nopodíandejardetrabajarparairsedevacaciones.Ysencillamentenecesitabaestarenelmar.—Elgrano.Claro—dijoGavin,ysaliódelataberna.Luc se bebió el resto del whisky y esperó. Conocía muy bien a las

mujeres, las conocía de todas clases, y aquella ni siquiera se estabamolestandoenfingirdesinterés.Seabriópasoporentrelaescandalosamultitudconcuidadodenotocar

anadiemientrasavanzaba.Hastaquenosedetuvofrenteaélalotroladodelamesa,nopudoverlebienlosojos:azules,brillantesyrecelosos.Lamanoconlaqueseagarrabalacapasobreelpechoeradelicada,perolasvenasqueseadivinabanbajosupálidapieleranfuertes.—EreselhombrealquellamanelPirata.Noeraunapregunta.Porsupuestoquenoloera.—¿Ah,sí?Alzóunaceja.—Mehandichoquedebíabuscaraunhombremorenoconunacicatriz

enelojoderecho,unpañueloderayasnegrasyunojoizquierdodecolorverde.Comoestássentadoenlasombra,nomequedamuyclaroelcolordetuojo.Perotienesunacicatrizyllevastapadoelojoderecho.—PuedequeyonoseaelúnicohombredePlymouthqueencajeconesa

descripción.Entonces se alzaron dos cejas. La curva de su nariz era impoluta, no

teníaniunasolamanchaenlapiel,ybrillabaalaluztenuequesecolabaporlaventanaqueLucteníaalaespalda.—Ya no quedan piratas —dijo—. Sólo marineros pobres que

regresaron de la guerra con patas de palo y parches en los ojos. Esestúpidoyprobablementetambiénirrespetuosoquetehagasllamarasí.

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—Yomehagollamardepocasformas.NicapitánWestfall,niherederodelduquedeLycombe.Yencualquier

caso la última opción era muy improbable. La tía de Luc, la jovenduquesa, nunca había conseguido dar a luz a ningún hijo, a pesar dehaberlointentadoencincoocasiones.Peroesonosignificabaqueelsextonopudierasobrevivir.Poresoenelañoquehabíapasadodesdequedejóla marina para perseguir metas más nobles, sólo se le conocía comocapitánAndrewdelbergantínmercanteRetribution.Unavidasencillaysincomplicacionesfamiliaresqueservíasupropósito.ElPirataeraunapodoestúpidoquelehabíapuestosutripulación.—Entonces,¿cuálestuverdaderonombre,señor?—preguntó.—Andrew.—¿Cómoestás,capitánAndrew?Pensóque le ibaahacerunareverencia.Perono lohizo.Loquehizo

fuetenderlelamanoparaqueselaestrechara.Nollevabaanillo.Entoncesno era una viuda de la guerra, esa guerra que había mantenido a suhermanoChristosescondidoasalvoenFranciaalejadodelalcancedesufamilia.Noaceptólamanoqueletendía.—¿Qué quieres demí, señorita, aparte de, por lo visto, aleccionarme

sobrelospeligrosdelaguerra?—Tusmodalessondeplorables.Puedequesíseasunpiratadespuésde

todo.Pareció planteárselo en serio mientras se mordía el labio. Su labio

inferioreradelmismocolorquelasfresas.Delicioso.Hacía demasiado tiempo que Luc no degustaba un par de labios tan

dulcescomoesos.—Supongo que estoy ante una experta en modales —dijo él con

evidentedesinterés.—En realidad, sí. Pero eso carece de importancia. Necesito viajar al

puerto de Saint-Nazaire en Francia, y me han dicho que tu barco partehacia allí desde este puertomañanamismo. Y también…—Lo observódespacio,empezóporsurostroyfuebajandoporsushombrosysupechohastaqueunligerorubortrepóporsusmejillas—.Mehandichoqueereselcapitánmásadecuadoparallevaraunadama.—¿Ah,sí?¿Quiéntehadichoeso?

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—Todoelmundo.Elcapitándelpuerto,elhombredelatiendaquehayalotroladodelacalle,elcamarerodeesteestablecimiento.—Entornólosojos—. No serás un contrabandista, ¿verdad? Tengo entendido que, apesar de que la guerra ya ha acabado, siguen existiendo en algunospuertos.—En este puerto no.—Por lo menos últimamente—. ¿Y crees en la

palabradelcapitándelpuerto,deltenderoydeaquelcamarero?Lajovenfruncióelceño.—Sí. —Hizo una pausa y pareció cuadrar sus estrechos hombros—.

¿MellevarásaSaint-Nazaire?—No.Volvióalevantarlamandíbuladeesaformaqueprovocabaesaextraña

sensaciónenelpechodeLuc.—¿Esporque soyunamujeryustednopermitemujeresabordo?He

oídodecirqueesunpensamientocomúnentrelospiratas.—Señorita,yonosoy…—Sinoeresunpirata,¿porqué tecubreselojodeesa forma?Esun

artificioparaasustaramujeresindefensas,oesquesólopudisteencontrarteladeesaamplitudylongitudenconcreto?«Bruja de lengua viperina.» No podía estar tomándole el pelo. O

flirteando.Noparecíapropiodeaquellacorrectaprofesoradeescuela.—Como imagino que deja bien claro la cicatriz, lo que ve no es un

artificio,señorita…—Caulfield.DeLondres.Hastahacepocotrabajabaparaunadamayun

caballerode considerableposición.—Susojosvolvieron a resbalar porsupecho—.Aquienesnocreoqueustedconozca.Encualquiercaso,mecontrataroncomoinstitutrizdecomportamientoparasuhija,quees…—¿Unainstitutrizdecomportamiento?—Interrumpir a una dama es el colmo de la mala educación, capitán

Andrew.—Lacreo.—¿Qué?—Queesustedunainstitutriz.Lebrillaron losojos,unosmagníficos,grandesyexpresivosojosdel

colordelosacianosalsol.—Una institutriz de comportamiento —dijo— es la persona que se

encargadeenseñaraunajovencitadebuenacunalosmodalesadecuadosy

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lasreglassocialesnecesariasparaentrarensociedad,ademásdeguiarlaen el proceso durante su primera temporada en la ciudad. Pero no creoqueustedsepanadasobremodalesyreglassociales.Noesasí,¿capitán?Oh.«No.»Pormagníficosquefueransusojos,loúltimoquenecesitaba

abordoeraunaprofesoravirginal, lonecesitaba tantocomounaespadaapuntandoasuojoizquierdo.Selevantó.—Escuche,señoritaquienquieraquesea,mibarconoesuntransporte

público.—¿Yquéclasedebarcoes?—Unaembarcaciónmercantil.—¿Yquéclasedemercancíatransporta?—Grano. —Para gente que no puede permitirse tales mercancías—.

Verá, ahorano tengo tiempopara interrogatorios.Tengoque supervisarunbarcoyprepararloparapoderzarparmañana.Ellaalzólabarbilladeesaformatandesenfadadayrodeóunasillapara

cortarleelpaso.—Tuceñofruncidonomeasusta,capitán.—No pretendía ni asustarte ni fruncir el ceño. Es por culpa de este

inconvenienteartificio.Sedioungolpecitoenlamejillaydiounpasohaciaella.Ella sequedóquieta,peroparecióvibrar sobre laspuntasde lospies.

Era muy pequeña, apenas le llegaba a la barbilla y, sin embargo, semanteníarectaydecidida.Nopudocontenerunasonrisa.—Pormuchoquetepongasdepuntillasnomevasaparecermásalta,

¿sabes?Nomesientointimidado.Ellaapoyólostalonesenelsuelo.—Puede que te guste fingir una mala reputación con ese disfraz de

pirata.—Ya volvemos a estar con la acusación de piratería.—Negó con la

cabeza—.Ya te habrás dado cuenta de que no llevo ningún garfio en lamuñeca ni hay loros sobre mi hombro, ¿no? Y ya tengo toda la malareputaciónquequierosintenerquehacerningúnpapel.Losherederosdeducadossolían tenerla, inclusoLuc,apesardeestar

tan distanciado de su tío. Pero la última carta que había recibido deladministradordesutíoparecíadesesperada.LafortunadeCombeestaba

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en peligro. Y por mucho que quisiera ayudar, Luc no tenía ningunaautoridad para cambiar las cosas. Todavía no era el duque.Y debido alinteresanteestadodesujoventía,quizánollegaraaserlonunca.Cruzóelpocoespacioquequedabaentreellos.—En cuanto a lo otro, yo disfruto de las diversiones típicamente

masculinas.Sepermitiódarleunlentorepaso.Ibamástapadaqueunamonja,pero

teníaloslabioscarnososyunosojos…Realmente magníficos. Impresionantes. Estaban llenos de emoción e

inteligencia, cosa que no tenía ninguna necesidad de encontrar en unamujer.—Enesecaso—dijoella.Losmagníficosacianossevolvierondirectos

—.DimeelprecioquedeberíapagarteparaquemellevesaSaint-Nazaire,ytedaréeldoble.Observó la capa y el cuello de la chica.Bonitos, sí. Estaba claro que

había recibido una buena educación. Era posible que fuera institutriz dejovencitasqueentrabanensociedad.PeroenesemomentoestabasolaylesuplicabaayudaparaabandonarPlymouth.Sospechoso.—Nopuedesdoblarmiprecio.—Ponloyloharé.Lediounpreciolobastantealtocomoparallevarlaacualquierpuerto

delacostabretonaytraerladevueltatresveces.Alajovenselepusieronlasmejillasunpocogrises.Entoncesvolvióa

levantarlabarbilla.Enaquellatabernamaliluminadallenademarinerosescabrosos,parecíaunarbolitoenunpantano,eigualdedesafiante.—Lopagaré.—¿Ah,sí?—EraprobablequeLucestuvieradisfrutandomásdeloque

deberíadeaquellasituación—.¿Conqué,pequeñaprofesora?Ellaentornólosacianos.—Yatehedichoquesoyinstitutriz.Ymuybuena.Amímebuscanlas

familiasmásinfluyentesdeLondres.Tengofondossuficientes.Lucdeslizólamanoporelplieguedelacapaqueteníaenelcuellode

unrápidomovimientoytiródeellahastaquelaabrió.Ellatratódecogerlatela.—Pero¿qué…?Laagarróde lamuñecacon laotramano.Llevabaunvestidogris.La

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partedelcorséyelhombroquedejóaldescubiertoaltirardelacapaeramuy sencilla, pero estaba hecho con tela de buena calidad y muy biencosido. Y escondido bajo la tela del cuello asomaba un pequeño bultoredondo.—Porlovistonotienesnadadepequeñaprofesoradeescuela—dijo.—Yatelohedicho.Letemblólavozporprimeravez.—Pues sí que pareces una institutriz. —A excepción de esos ojos

espectaculares—.Esunalástima.Cuando la chica inspiró hondo, se le hincharon los pechos y le

presionaron el antebrazo con suavidad, cosa que provocó una reacciónvirilenélqueleresultódesalentadoramenteajenaymuyplacenteraaunmismotiempo.—Missuperioresprefierenquevistaconmodestiaparaquenollamela

atención de hombres rapaces—dijo—. ¿Eres de esa clase de hombres,capitán?Suslabiosdefresaeranpreciosamentemóviles.Queríaveresalengua

afiladaque tenía. Si fuera tan tentadora como sus labios, quizás acabaraaceptándolaabordodespuésdetodo.—Últimamenteno—dijo—.Peroestoyabiertoalainspiración.Lajovenapretósuslabiosdefresa.—Capitán,medaigualloquepiensesdemí.Loúnicoquequieroesque

mepermitascomprarunpasajeparaviajarentubarco.—Noquierotuoro,pequeñainstitutriz.—Yentonces,¿quéclasedepagoaceptarías?Dejóescaparunfrustradosuspiroporlanariz,perosugargantahizoun

precioso baile nervioso. Dios, era realmente hermosa. Ni siquiera suindignación podía disfrazar el puro azul de esas flores de verano, suspestañas morenas, el delicado aleteo de sus fosas nasales, la suavehinchazóndesuslabios,tansatinadacomolasperlasderíoescocesas,ylacurvadeporcelanadesucuello.Ysuolor…Lomareaba.OlíacomolasdulcesrosasdelasIndiasyalavandadelaProvenza,comolascamasdecuatro postes deParís y la reconfortante visión del pecho de unamujervestidaconsatényencajes;endefinitiva,olíaatodoloquecontradecíasumodesta apariencia y a cualquier cosa que hubiera en aquella ciudadportuaria.—Sé cocinar y limpiar —dijo—. Si prefieres el trabajo al dinero,

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trabajaréparaganarmemibillete aSaint-Nazaire.—Suvoz sonabamásfirme—.Peromicuerponoestáenventa,capitán.Porlovisto,ademásdeserinstitutriztambiénteníaelpoderdeleerla

mente.—Nolodeseo—mintió.Deslizó lamanoporelbordede la telaque lecubría lacabeza.Tenía

los ojosmuy abiertos, pero siguió inmóvilmientras le rozaba la suavenucaconlosdedos.Supeloerapurasedacontralapieldelcapitán,ynotóque elmoño que ocultaba la tela era bien pesado. Largo. Le gustaba elpelolargo.Seenredabadeformasmuyinteresantescuandounamujersedespistaba.—Entonces…Separóloslabios.Unoslabiosquepedíanbesosagritos.Nolecostaba

imaginarse esos labios calientes y flexibles bajo los suyos. Sobre él.Seguroquetodoslosrinconesdelcuerpodeaquellajoveneransuavesyflexibles.Loveíaensusojosbrillantesyenlarespiraciónaceleradaquele ceñía el vestido a los pechos. Ella se esforzaba por parecer fría yrelajada,peroesanoerasuverdaderanaturaleza.Suverdaderanaturalezaqueríasentirlasmanosdeesehombresobresu

cuerpo.Sino,yasehabríamarchadodelataberna.—¿Quéquieres?Suspalabrasvolvíanasonarvacilantes.—¡Ajá! No es tan estirada como parece, caballeros —murmuró por

debajo de las risas ásperas que explotaron en la mesa cercana de unosmarineros.—¿Quésabestúdecaballeros?Muy poco. Sólo sabía lo que vivió en la guerra, cuando Christos ya

estaba a salvo en el castillo, y él pudo disfrutar de la compañía de losdemásoficialescomoelseñorqueerapornacimiento.—¿Ytúeresunaexpertaeneltema?Jugueteabaconlosdedos.—No.¿Quéesloquequieres?—repitióellaconsequedad.—¿Puedequeesto?Metióelpulgarenellazoquellevabaalcuello.Lajovenjadeóeintentó

soltarse.Éltiródellazohaciaarribayelmedallónresbalódelcuellodelvestido.Noeraunmedallón.Eraunanillodehombre,grueso,deoroyconun

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rubí del tamaño de una moneda de seis peniques que brillaba como lasangre.—No.Lajovenposólamanosobreelanillo.Luclasoltóydiounpasoatrás.Erapreciosa.Peronoparecíalaamante

denadie.Vestíadeunmododemasiadovulgary erademasiadodelgadacomo para complacer a un hombre con el dinero suficiente como paragastarloenlacama.Pero las apariencias podían engañar. Absalom Fletcher parecía un

ángel.—¿Quées?—preguntó—.¿Unregalodeunclientesatisfecho?Ellapareciórecular.—No.—Hay que tener muymal gusto para darle tu anillo a unamujer, en

lugardecomprarunoparaella.Tendríasquehaberlodejadomuchoantes.¿Onolohashecho?¿Esconélconquienvas?Losacianossecerraron.—Esteanillonoesdetuincumbencia.—Lo es si pretendes subirlo a mi barco. Eso que llevas ahí no es

ningunabaratija.¿Adóndetedirigesconél?Selovolvióaguardarenelvestido.—VoyaunacasacercadeSaint-Nazaireparaocuparunnuevocargo,y

tengoqueempezarantesdelunodeseptiembre.¿Ytuquécreesquehacesrebuscandobajoelvestidodeunamujerindefensa?Deberíasavergonzartedetimismo,capitán.—Sitúeresunamujerindefensa,todavíamequedamuchoqueaprender

sobremujeres.—Quizá primero deberías aprender generosidad y compasión. ¿Me

aceptarásabordo?Una cara bonita. Bien educada. Pidiendo ayuda con desesperación. La

amante repudiada de un hombre rico. Ansiosa de abandonar Plymouth.¿Habríarobadoelanillo?Nonecesitabaesaclasedeproblemas.—No—dijo—.Otravez.Semarchóendirecciónalapuerta.

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Arabellateníalasensacióndetenerunapiedraenormepresionándolelospulmones. Aquello no podía acabar de esa forma, no podía acabarrechazadaenunasórdidatabernaporunhombrequeparecíaunpirata,ytodoporquehabíasidotantontadeperdersubarco.Pero no tuvo corazónde dejar solos a aquellos niños.El pequeñono

teníamásdetresaños,ysushermanosseesforzabanporservalientes,apesardeloasustadosqueestaban.Elmayor,unchicomorenoyserio,lerecordaba a Taliesin, el pupilo del reverendo, y lo más parecido a unhermano que había tenido. Ella no podía abandonar a esos niños comohizo su madre con ellas, incluso sabiendo que si se quedaba con ellosacabaríaperdiendoelbarco.Elbarcoquedebíallevarlahastaelpríncipe.No se quedaríamucho tiempo en el castillo. La carta de contratación

querecibiódecíaquelafamiliarealpartiríahaciaelpalaciodeinviernoel1deseptiembre.Sillegabadespuésdeesedía,tendríaqueviajarporsuspropiosmedios.Y como siempre le mandaba el dinero que le sobraba a Eleanor, no

tenía fondos para invertirlos en más viajes. Además, tenía que dar unaimpresiónexcelente.Sutrabajoconsistiríaenprepararalaprincesaparala temporada de Londres. Entonces quizá—si tenía mucha suerte y lossueñossehacíanrealidad—elpríncipellegaríaafijarseenella.Noseríalaprimeravezqueunodesusjefessefijabaenellayacababaporgustarledemasiadolaguapainstitutriz.Noseríaelprimeroenabsoluto.Sinembargo,enesaocasión,agradeceríalasatenciones.Sediomediavueltayseabriópasoporlaabarrotadatabernasiguiendo

lasendadelcapitán.Teníalasespaldasanchas,caminabaconseguridad,yloshombresseapartabanasupaso.—Te ruego que lo reconsideres, capitán—le dijo cuando cruzaba la

puerta y salía a la calle. Apretó los puños para ahuyentar el miedo—.Tengo que llegar al castillo antes del uno de septiembre o perderé mitrabajo.Élsedetuvo.—¿Porquénoreservastepasajeenunferry?—Síquelohice.Peroperdíelbarco.Semordióellabio.Eraelúnicomalhábitodelainfanciaquenohabía

sidocapazdedominar.LadiligenciapúblicaenlaquehabíaviajadodesdeLondres la había dejado baldada. Pero imaginar el viaje por mar era

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mucho peor. Durante las dos últimas décadas sus pesadillas estabanpobladas por aguas revueltas, relámpagos y muros de llamas. Habíaaguardadoenunaesquinadelbardelaposadaesforzándoseporcontrolarsus temblores hasta que anunciaron la salida de su barco. Se obligó aponerseenpieya salirdesesperadaporaveriguarquiéneradeunavezportodas.Yentoncesfuecuandoseencontróalosniñoseneljardíndelaposada.—Tuvequeocuparmedeunasuntoimportante—lerespondiódeforma

evasiva.Las lucesde las lámparasproyectabansombras inestablesenel rostro

delcapitán.Probablementetuvieraunrostromuyatractivoantesdequelodesfiguraraesacicatriz,conunmentónsólidoensombrecidoporlabarbaincipiente, patillas y un único ojo verde asomando bajo una hilera deespesas pestañas. Su pelo negro le acariciaba el cuello y se caracoleabaporencimadelpañueloquellevabaanudadoalacabeza.—¿Unasuntomásimportantequetunuevotrabajoenuncastillo?Nolacreía.—Yaquepreguntas—ledijoconcautela—,antesdepartirparaFrancia

tengoquellevaratresniñosconsupadre.Lamirósorprendido.—Niños.—Sí.—Sevolvió e hizoungesto endirección al alerode la taberna.

Debajohabía trespequeñoscuerposque loobservabanconnerviosismoacurrucados contra la pared—. Su padre los espera al otro lado de laciudad.Mientrasintentabaponermeencontactoconél,mibarcopartiósinmí—llevándose su equipaje, otro problema en el que no podía pensarhasta que no resolviera su primera dificultad. Pero las crueldadescotidianasdelorfanatolehabíanenseñadoatenerrecursos,ytrabajandoparadebutantesconsentidashabíaaprendidoresistencia.Estabaseguradequeloconseguiría.—Mesientoaliviado.—ElcapitánAndrewapretóconfuerzaelalade

susombreroyselemarcarontodoslostendonesdelamano—.Mesientoaliviadodesaberquetecuidasdetuprogenie,apesardeabandonarlos.—Nomehasentendidobien,capitán—dijoporencimadeltraqueteode

un carruaje que pasaba por la calle. Se obligó a hablar con la mismatranquilidadcon laque loharíasiestuvierasentadaenunaelegantecasade Grosvenor Square recomendando la muselina blanca en lugar de la

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sedarosa—.Nosonhijosmíos.Melosheencontradoeneljardíndemiposada.Sumadre los ha abandonadoyyomehepropuesto ayudarlos aencontrarasupadre.Entonceselcapitánsevolvióhacialosniños.Elsolponientesereflejó

sobresusamplioshombrosyproyectóreflejosdoradosensupelo.Eraunhombredesaliñado e intenso.No sepodíadecir que tuvieraun atractivocomún, pero desprendía una belleza áspera y extrañamente mítica. Sumiradaoscuralahacíasentirrarapordentro.Pocosólida.Separó los labios, pero no dijo nada, y por un momento pareció

vulnerable.Ellaladeólacabezayesbozóunapequeñasonrisa.—Yaveoquetehesorprendido,capitán.Esevidentequeahoratendrás

quereplanteartelascosas.Ymientraslohaces,esperoquereconsidereslaverosimilituddequeyopuedasermadredeunniñodedoceaños.—Hizounapausa—.Ennombredemivanidad.Elcapitánsonrió.Seledibujóunasencillacurvaenlabocaqueponíaal

serviciodeunhombreadultounpardelabiosmasculinosdevastadores.—Hesidoungrosero.—Secruzódebrazosyapoyóelhombrocontra

elmarcodelapuerta—.Tepidodisculpas,señora.—Aunqueporlovistosinningunasinceridad.Teloruego,capitán,¿me

llevarásaSaint-Nazaire?Lasonrisadesapareció,cosaquepronunciótodavíamáslacicatrizque

teníaenlamejilladerecha.Parecíaunaheridareciente.Yahacíaunañoymedio que había acabado la guerra, pero él tenía el porte y la actitudautoritariadeuncomandantenaval.Noleimportabaquefueraelmayordirigentedelamarinaysubarco

fueraunbuqueconciencañonesdelaflota,siemprequelallevaracuantoantesasudestino.—¿Cómohasencontradolacasadesupadre?—preguntó.—Hepreguntado.Puedosermuyinsistentecuandomelopropongo.—Estoyempezandoadarmecuenta.—Seseparódelapuertayechóa

caminarporlacalle—.Puedesvenir.—¿Sí?Lajovenleshizounaseñalalosniñosyseapresurótrasél.Lamirómientras intentaba seguir sus largas zancadas, y se detuvo a

mediacalle.Noparecíaimportarleelpasodecaballos,carruajesyotrospeatones, y se quedó delante de ella como si le perteneciera toda la

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avenida.Lebrillabaunpocoelojo.Lajovensupusoqueseríaunreflejode la luz del sol. Era una imagen extraña. Parecía estar al mando yconfundidoaunmismotiempo.Señalóunedificioquehabíaalotroladodelacalle.—Dilemi nombre al tipo que encontrarás al otro lado de esa puerta.

Explícalequeyoheordenadoqueteacompañeacasadelosniñosyquetetraigadevueltaatuposadaestanoche.—Pero…No.—Arabella se pegó lasmanos frías a la falda—.No es

necesario.Quierodecirque…—Es un buen hombre. Trabaja para mí, y tanto tú como los niños

estaréis mucho más seguros cruzando esta ciudad en su compañía. —Volvióafruncirelceño—.Sinohacesloquetedigo,señoritaCaulfield,notellevaréaSaint-Nazaireenmibarco.Lediounvuelcoelcorazón.—¿Mellevaráshastaallí?Ensubarco.Porelmar.Arabellapensóquedebíahacerlo.Elcapitánleobservólacarayloshombros.—¿Acasadequiénvas,pequeñainstitutriz?Yanoleestabatomandoelpelo.Teníaquesersincera.—Voy a Saint-Reveé-des-Beaux. Pertenece a un lord inglés, pero el

príncipedeSensaireviveallíymehacontratadoparaqueledéclasesasuhijaantesdequehagasudebutenlasociedadlondinenseestaNavidad.—Saint-Reveé-des-Beaux—repitió.—¿Loconoces,capitán?—Unpoco.—Fruncióelceño—.SeñoritaCaulfield…—¿Sí,capitán?—Mibarconoesunaembarcacióndepasajeros.Nohabrámásmujeres,

ni buenas cenas ni otros entretenimientos.Una vez abordo, estarás amimerced.Sóloalamía.¿Comprendesloquetedigo?—Yo…Comose lohabía recomendado tantagente,nohabíapensadoenello.

Habíasidouna ingenuaydioporhechoqueseríauncaballero.Peronoeralaprimeravezqueuncaballerolementía.Noteníaelección.—Locomprendo.—Zarparemosalalba.Conosinti.

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SemarchóyArabelladejóescaparunsuspiro tembloroso.Seesforzóporesbozarunaalegresonrisa, sediomediavueltae indicóa losniñosqueseacercaran.

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2

Elmar

El señorMiles, el auxiliar de camarote del capitán, era una personitapulcraquevestíaunacorbataalmidonada,solapasdeterciopeloyzapatosdetacónalto.CuandosaludóaArabellaalsubirabordodelRetribution,observósuvestidocomosiestuvierahechodeteladesaco.—¿Nollevaequipaje,señora?—Mi baúl de viaje partió para Saint-Malo sin mí. Tendré que

comprarmeropanuevaenSaint-Nazaire.Conundineroqueno tenía.Unavezque lehubierapagadoalcapitán

Andrew,lequedaríaunalibracontreschelinesenelbolsillo,losuficientepara alquilar un carruaje que la llevara hasta el castillo.Llegaría con laropaarrugadaysucia,perollegaríaatiempo.—Ladamaesunapreciosidad,señorMiles.—Eldíaeragrisyfresco,

perolasonrisadelescocésqueseacercóeraampliaylosplieguesdelapielselearrugaronalrededordelosojos—.GavinStewartasuservicio,señoritaCaulfield. Soy elmédico del barco y a veces hagode capellán,aunquesoydecreenciasromanas.—¿Señor?—dijosincomprenderelsignificadodeloqueledecía.—Padre—lacorrigióelseñorMilespellizcándoseelpuentedelanariz.

Luego se dio media vuelta y avanzó por cubierta haciendo repicar suszapatos y serpenteando por entre las docenas demarineros que estabanpreparandoelbarcoparazarpar.—Sí, muchacha. Mi padre francés se peleó con los presbiterianos,

¿sabe? Así que nos dio una educación católica. Pero nunca me haimportado,ymenoscuandohayunachicaguapacerca.Leguiñóelojo.Ellasonrió.—Supongoquenosuelenllevarmujeresabordo,¿no?—Nunca.

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Aquellarespuestasellevótodasudiversión.—¿Nunca?—Niuna,muchacha.Debedeserustedmuypersuasiva.—Leofrecióel

brazo—. Permítame que la acompañe a sus aposentos. Tenemos unasemana de viaje por delante, como poco, y huele a lluvia. Seguro quequerráhabersepuestocómodaparaentonces.—¿Lluvia?Lediounaspalmaditasenlamanoqueteníaapoyadaensubrazo.—Nosepreocupe,muchacha.Esteesunbarcomuyrecio.Probablemente sumadrepensó lomismodel barco en el que subió a

sushijascondestinoaInglaterra.Arabella cruzó la cubierta apartando la cara del mar abierto que se

extendíaanteelajetreadopuerto,ysereprimióparanoagarrarsealbrazodel doctorStewart comouna niña asustada.Cuantomás se alejaba de laplanchadedesembarco,másseleencogíaelestómago.Los demás tripulantes parecían tranquilos y activos. Había un chico

apoyadoen la cabina tallandounpalo.Losdemásestabanocupadosconcuerdas, planchas y velas; la mayoría estaban manejando un enormeaparejo que parecía una polea para subir a bordo los barriles queaguardabanenelmuelle.Cantabanunacanciónqueguiabaelritmodesuspies.Estaban todos tanmorenoscomoeldoctorStewarty suvestimentaeramuysencilla,ytodosparecíanrufianes,lesfaltabandientesyllevabanlaspatillasdescuidadas.Pero trabajaban condiligenciamientras la brisaque soplaba del canal agitaba las cuerdas y las velas.Todos le lanzabanmiradas rápidasyalgunosse llevaban lamanoalaladel sombreroparasaludarlaantesdevolverasustareas.Elúnicoquenolohizofueunjovenqueenningúnmomentoapartó la atenciónde lapilade lonasquecosíaconsusmanoshuesudas.El doctor Stewart la hizo bajar por una escalera empinada hasta una

cubiertaenlaquehabíaenormescañonesalineados:silenciososguerrerospreparados. En uno de los extremos se extendía un pasillo estrecho queconducíaaunaspequeñasestanciasconpuertasdecortinaaamboslados,yaunapuertajustoenfrente.ElseñorMilesabriólapuerta.—Capitán,suinvitada—dijoconremilgo.El capitán Andrew estaba sentado a un escritorio con el hombro

izquierdojuntoaunaventana,lacabezaapoyadaenlamanoylosdedos

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enterradosenelpelo.Teníaunaplumaenlaotramano,ysobre lamesaaguardabauntinteroyunlibroparaanotarlacontabilidadabiertoporlasprimeras páginas. El olor a puro y a sal se mezclaba con los mueblesdecididamentemasculinos:unamesa,sillasyunúnicosillón.Apartedelaespadaquecolgabadelaparedydeunaespeciedemecanismodelatón,sólohabíadoscuadrosentodoelcamarote.Enunoseveíaunbarcoconlabanderainglesa,yelotroeraunretratoacarboncilloenelqueseveíaunniñoenunaesquinadeunaestanciaoscura.Se volvió para mirarla por encima del hombro. Las patillas le

ensombrecíanmáslamandíbulaquelanocheanterior.Elcapitánfruncióelceño.Ellalevantólabarbilla.—Señora. —Se levantó y rozó la viga del techo con la cabeza—.

Buenosdías—dijoadoptandountonomonótono.Vestíaunacasacaanchaconunchalecoyunpañuelosencilloanudado

al cuello; llevaba una pistola enfundada en el fajín de la cintura y unaespada en el costado. Tenía el pelo revuelto y unamueca asomaba a lacomisuradesuatractivaboca.Lajovenseacercóalleónensumadriguera.—Buenosdías,capitán.—Le tendió lamano—.Aquíestá lasumaque

accedíapagarte.Luc miró un momento el monedero que le colgaba de los dedos y

despuésmiróalseñorMiles.Elauxiliarseadelantóparacogerlo.Laatencióndelcapitánsevolvióaposarenella.—Bienvenidaabordo,señorita…—Caulfield.Leardieronlasmejillas.«Cretino.»—Caulfield—murmuró—.VeoqueyaconocesaldoctorStewart.Por

lo visto algunos hombres de mi tripulación creen que también es unhombrereligioso.—Ah,esosgranujasdeRoma—murmuróelescocésconunasonrisa.—Sí,yaleconozco—dijosintiéndoseconfundidaycomounacompleta

tontaporello.Ellahabíacenadoconsolterasadineradas,habíavestidoahijasdebarones,yhabíaenseñadoacomportarseafuturascondesas.Erauna estupidez que se sintiera acobardada por un rudo y bruto capitánmercante, inclusoaunque la luzdeldía enfatizara elbrillo lobunode suojo,ytuvieraaspectodesaberloqueestabapensado—.Sehaofrecidoa

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enseñarmemisaposentos.Hizoungestoendirecciónaunapuertaqueteníaasuderecha.—Porfavor.ElseñorMilesseadelantóatodaprisahaciendorepicarsustalonespor

lacubierta,yleabriólapuerta.Elcamarotequehabíadentroeraestrechoyse inclinabaporunode los ladosdebidoa lacurvaturadelbarco.Losúnicos muebles que había eran un camastro largo con los extremos demaderaempotradosenlapared,unarepisapequeñaycuatroperchas.—¿Esdetugusto,señoritaCaulfield?—dijoelcapitán.—Pero…¿essudormitorio?—Loera.—Esbozóuna lenta sonrisay suojoverdeesmeraldabrilló

travieso—.Ahoraquetúhaspagadoporél,estuyo.Dejóresbalarlamiradahastasuslabios.—Pero…—Ya tedijequeestenoeraunbarcodepasajeros, señoritaCaulfield.

Hay pocos camastros a bordo, y el colchón de mi camarote es el máscómododelospocosquetenemos.¿Nocrees,Miles?—dijosindejardemirarla.—Absolutamente,capitán—dijoelNapoleóninglés.EldoctorStewartserió.Seestabandivirtiendo.—No puedo… —Se había visto obligada a asumir muchas

humillacionescomosirvienta,peroaquelloeraescandaloso—.Merefieroaquenoseríacorrectoque…ElcapitánAndrewalzólascejas.—Nopuedoprivartedetudescanso,capitán—dijoconfirmeza.—Nosepreocupe,muchacha.Dormirámuybienconustedensucama.El doctor Stewart no podía referirse a lo que ella estaba imaginando.

Eraunsacerdote,porelamordeDios.Elcapitánlelanzóunamiradaextraña.—Caballeros —dijo—, si es que se les puede llamar caballeros —

añadióentredientes—,estoesinsoportable,ylosabentanbiencomoyo.El capitán Andrew se rió con suavidad. Era un sonido maravilloso,

profundo,cálido,seguroyagradecido.Lajovenseobligóamirarloalacara.—¿Capitán?—Metemo,pequeñainstitutriz,quenopuedoofrecerteotracosaqueno

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sea una hamaca en la cubierta de los cañones junto al resto de latripulación, o un camastro de paja con las cabras y las ovejas quellevamosabajo.¿Prefieresunadeesasdosopciones?—Estáclaroqueno.—Sequedaráenmicamarote,muchacha—dijoeldoctorStewart,yse

marchóendireccióna lapuerta—.Lacamanoesmuysuaveyno tienepuerta.Perotendrálaprivacidadquenecesitaunadama.Lajovendejóescaparunsuspiroypasójuntoalcapitánparaseguirlo.EldoctorStewartnegóconlacabeza.—Yateavisédequenoloaceptaría,chico.Algunasmujeresnoaceptan

lasbromas.—Esoparece—dijoelcapitánenvozbaja.Ella miró hacia atrás. Luc ya no sonreía, sino que la miraba con la

mismaintensidadconlaquelohizoporunmomentocuandoestabanenlacalle la noche anterior, como si no sólo pudiera adivinar suspensamientos,sinotambiénsusmiedos.Comosifueraunloboyellaunaoveja.

El barco zarpó sin ninguna fanfarria y se separó del muelle con unbalanceo repentino que le aflojó las piernas a Arabella y la dejótemblando. El doctor Stewart la invitó a la cubierta principal para quepudieravercómozarpaban.Ellarechazólainvitaciónysequedósentadaen su camastro prestado, agarrándose a ambos costados con los ojoscerrados, y pensando en sus hermanas: veía la brillante sonrisa deRavennaycómoEleanorlepasabaelbrazoporencimadelhombro.Teníaelcorazónacelerado.Empezaronasudarlelasmanosqueteníaapoyadasenlamadera.Abrió los ojos y alargó lamano hacia la contraventana. La abrió. El

marseextendíaanteellaenondulantesolasblancasygrises.Cerrólacontraventanadegolpe.En la librería en miniatura que estaba prendida a la pared junto al

camastro,habíavariasdocenasdelibrosbienconservados.Cogióelqueteníamáscerca,loabrióyleyó.CuandoelseñorMilesapareciójuntoalacortinaconsucena,teníael

estómagodemasiadorevueltoparaaceptarlacomida.Al final se acabó durmiendo intranquila y soñó con tormentas. Se

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despertóescuchandoelconstantegolpeteode la lluviasobreel techo.ElseñorMilesletrajoeldesayuno.Peroellalodejóintacto.El segundo día que pasó en el mar fue igual de aburrido e igual de

extenuante. Estaba muy nerviosa, tenía la piel pegajosa y el estómagorevuelto.Necesitabaunadistracción.Peronoenformadecapitánsalvaje,cuyavozgraveypasodecididoescuchabadevezencuandoatravésdelaparedquecompartíansuscamarotes.Arabella no estaba acostumbrada a la falta de actividad. La tercera

mañanaquepasóabordoseaventuróasalirdelcamarotedeldoctorparaestirarlaspiernas,ybuscóunesconditedondenopudieravernialcapitánnielaguaquelarodeabaportodaspartes.Sinembargo,unbuquemercanteconsesentaycincocañonesabordo,a

pesarde ser considerablementemásgrandeque las casasdeLondres enlas que había trabajado, suponía todo un desafío a la hora de encontrarlugares donde una mujer pudiera pasear sin que nadie lo advirtiera.Después de agacharse por entre los barriles y esconderse detrás de loscañonesparaevitaralcapitán,encontróunaliado.Elchicodelacabinalahabíaestadosiguiendomientrasexplorabalosrinconesdelbarco.—Siestábuscandoalgúnsitioparadescansar,señora—lecomentó—,

legustará lacabinadeldoctor.Escálidayseca,aunquecomoestáen laproasebalanceamuchocuandohaytormenta.Laacompañóhastalaenfermería,sequedódetrásdeellaenlapuertay

secalólagorra.—¿Novasaseguirmecomohasestadohaciendotodalamañana?Elchiconegóconlacabeza.—No, señora. Si no le importa,me echaré un sueñecitomientras está

coneldoctor.—Claroqueno.—Serió—.Perodimecómotellamasparaquepueda

deseartefelicessueños.—Joshua,señora.—Felicessueños,Joshua.EldoctorStewartlarecibióyellasesentóenelsillóndelaenfermería

con un libro en el regazo.Arabella no era tan erudita comoEleanor, ycuando no le revolvían el estómago, los libros del doctor sobre lostratamientos de las enfermedades de abordo le dabanmucho sueño. Sinembargo, esedíahabíadesenterradootra clasede librode la cabinadelcapitánmientras el señorMiles le servía el desayuno, un libro un poco

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extrañoparaquelotuvieraunhombrecomoél.El doctorStewart había colocadoun enormebaúl demadera sobre la

mesa en la que examinaba a sus pacientes, y estaba sacando botellas depolvosylíquidos,tomandonotasenuncuadernoyvolviendoameterlasbotellasenelbaúl.—Nopuedeestarcómodaaquí,muchacha—ledijo—.Estenoeslugar

paraquedescanseunadama.Permítameque lespidaa loschicosque leinstalenun toldoarriba;allíhaymás luzypodrá tomarunpocodeairefresco.Elsillóndemaderaeraunatortura,peroerapreferibleaverelmar.—En realidad, aquí estoy bastante cómoda.—Volvió la página de la

guíadeDebrettsobreprotocolo—.Estoybastantebien.—Sí,yaloveo.Sonriómientrasmetíaunabotellaensusitiocorrespondientedentrodel

baúl.La joven se inclinó sobre el libro. Todas las personas que la habían

contratadoteníanunacopia,porloqueyahabíamemorizadocadapágina.Locerróyseloapoyóenelregazo.—¿Quétieneensubotiquín?—Laclasederemediosquesepuedennecesitarenelmar.—Me he dado cuenta de que dos de esas botellas tienen calaveras y

tibiascruzadasenlasetiquetas.—«Muyadecuadoparauncapitánpirata»,pensó,sintiéndoseridículaporhabercreídoqueelcapitáneraunpirata—.Peroesoeraridículo—.¿Paraquénecesitaveneno?—Cuando se toma en pequeñas dosis, el arsénico ayuda a calmar los

nervios.Peroesparalasratas.Esunvenenomuypotente.—Entoncesserámejorquelepongaunacerraduraaesebaúl.—Volvió

aabrirellibro—.Conuncapitáncomoelsuyo,esmejornodarmuchasoportunidadesdeamotinamientoalospasajeros,¿nocree?Eldoctorserió.Lasbotellasrepicaron.—Latieneintrigada,¿verdad?Levantólacabeza.—¿Qué?Unbrillocomprensivoiluminólosojosdeldoctor.—Noseríalaprimera,muchacha.—¿Doctor?Había unmarinero en la puerta.Un joven que no podía tenermás de

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diecisiete años se aferraba a la gorra que tenía entre las manos. Era elmarineroquenolahabíamiradocuandollegó,nitampocolohabíahechodesdeentonces.Inclusoevitabasumiradaenesemomento.Teníaelpelomuysucio,lasmejillashuesudasylasmanoscubiertasdepielmorena.—¿Quéquieres,muchacho?Elmédicoseacercóaél.Losojoshundidosdeljovenseposaronsobreelbotiquín.—Meduelemuchounamuela,doctor.Tenía acento inglés, de Cornwall, el mismo acento que el reverendo

Caulfield lehabíaquitadoaArabelladespuésdepasarcuatroañosenelorfanato.Laregañódiciendoqueunajovendamanopuedehablarcomouncampesino.Peronoeraunhombreduropornaturaleza,sóloseirritabacuandoseportabamal.Aunquesólolaregañabaaella.ParaélladulceyestudiosaEleanornuncahacíanadamal.YcomoRavennasiempreandabaen los establos o en el bosque, raramente reparaba en ella. La melenaferozylacarabonitadeArabellaeraloúnicoquelohacíaenfadar.—¿Me podría dar algún remedio? —le pidió el joven marinero al

capitán.—Quizátengamosquesacarla,muchacho.Elmarineroseciñólagorraalacara.—No, señor.Mimadreme dijo quemásme valía volver a casa con

todoslosdientes.—Conelperdóndetumadre,muchacho,siteduelehabráquesacarlao

perderástodoelhueso.El joven negó con la cabeza. Echó una última ojeada al botiquín y

desapareció.EldoctorStewartseencogiódehombros.—Algunos no saben lo quemás les conviene.—Le lanzó unamirada

cómplice—.Tantolosmarineroscomolasinstitutricesobstinadas.PeroArabellanoteníatiempoparasusbromas.Aqueljovenmarinero

noteníadolordemuelas.Lohabíaadivinadograciasalsextosentidoqueteníaparalaspersonasyquelahacíatanbuenaensutrabajo.QueríaalgoquehabíadentrodelbotiquíndeldoctorStewart.Algoquenopodíapedir.Habíamentido.

ElbarcorugiómecidoporlasolasdelmaryArabellajadeó.Elcolchón

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eracomounaplancha.Tumbadasobreél,sentíacadabamboleodelanave,cada ola, cada giro. Tendría que haber aceptado la hamaca que leofrecieron.Loshombresde la tripulacióndormíanmuybienapesardelmaltiempo,mientrasqueellallevabayacuatronochescasisinpegarojo.No había vuelto a la cubierta principal desde que embarcara, y sólo

había visto al capitánde lejos.Era suficiente.El océano la aterrabay elcapitáneraalto,impredecibleyunpocoapuesto,yellasólonecesitabasubarco, no sus bromas y ese intenso escrutinio que la hacía pensar en élcuandono estabapreocupadapor el continuobalanceoque sóloparecíamolestarleaella.Enlugardepensarenél,deberíaestarpensandoenlafamiliarealhacia

laquesedirigía.DeberíaestarhaciendoplanesparaeldebutdelaprincesaJacqueline en la sociedad de Londres. Tendría que centrarse en cómollamarlaatencióndelpríncipeapesardesucondicióndesirvienta.Elbarcoseinclinóyseagarróalbordedela litera.Elvientoaullaba.

Lasparedescrujíancomosifueranaquebrarse.Cerró los ojos con fuerza. Estaba exhausta. Pero tenía que aguantar.

Estabaaunmundodedistanciadelascomodidades.Peroconsuerte,muypronto todos los azotes, las regañinas y los toqueteos, e incluso aquelbamboleantebarco,seríanrecuerdospálidosdeunpasadolejano.Entonces se llevaría a sus hermanas consigo para que vivieran en su

vida de cuento de hadas. Eleanor podría dejar de traducir textos para elreverendoalapútridaluzdelasvelasdesebo,yRavennapodríamontarsupropioestablo,unaresidenciacaninaoinclusoestudiarmedicina,siasílodeseaba.Volveríanaestarjuntas.Lasechabademenos.Añorabaelafectoquecompartían, los secretos,

las confidencias y los abrazos. Había vivido demasiado tiempo entredesconocidosysiempreacababaconociendoafondoamujerespocomásjóvenes que ella para presentarlas almundo como novias, para despuésmarcharseadesempeñarunanuevatarea,otradebutante,otroéxito.Teníamiedodequenuncalellegaralaoportunidadaellaytemíaestar

persiguiendoun fantasma.Unpríncipe tendríaqueestar locoparamirardos veces a una institutriz. Su viaje a Saint-Reveé-des-Beaux sólo laalejaríamásdesufamilia.Estaríasolaenunmundoextranjeroypasaríael restode suvidaviviendoentrepersonasque lepagaríana cambiodesusconocimientos.Ynuncaaveriguaríaquiéneradeverdad.

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Sediomediavuelta,pero se leenredó la faldaen lamanta.Comonotenía puerta en el camarote, teníamiedo de desnudarse para dormir. Suvestido estaba hecho un desastre. El señor Miles se había ofrecido aplanchárselo,peronoteníanadaqueponersemientraslohacía.Ytampocoteníanadaqueponerseparaconocerasupríncipe.Erainútil.No. Se estaba dejando dominar por el miedo y el cansancio. No

aceptaríaladerrota.Sesentóbiendespierta,segolpeólacabezaconelcabecerodelacama

yrugió.Aquelloerainsoportable.Nohabíasoportadoañosdeazotes,regañinas

y toqueteos para rendirse frente al miedo y las dudas, y menos en esemomento,cuandoyaestabatancercadesuobjetivo.Gateóporlamaderadelacamaysequedóinmóvilenaquelincómodo

espacio,preparándoseparaunnuevobamboleodelbarco.Luegoseciñóbienlacapaydescorriólapuertadecortina.Estabatodoencalma.Lapuertadelcamarotedelcapitánestabacerrada.

Enlaotradirección,losmarinerosdescansabanenhamacascolgadasporentre los enormes cañones. Sólo había un farol encendido junto a laescalera más cercana que proyectaba un brillo vacilante. Pero el airemecíaalgunasgotasdelluvia.Yallevabatresdíasseguidoslloviendo.Suponíaquenohabríamuchos

marineros arriba. El doctor Stewart había dicho que no había riesgo detormenta.Yellanecesitabaunpocodeactividad.Másaún,necesitabaservaliente.Setambaleóhastalasescalerasagarrándoseconfuerzaalascolumnasy

los cañones, y se cogió a la barandilla. Las gotas de lluvia aterrizaronsobresumuñeca,peroapoyóunpiesobreelbrillanteescalónyluegoenelsiguiente.Subiólaescaleraestrechaconelcorazónencogidomientraselvientole

azotabalacapuchaylafalda.En cubierta había varios charcos y el cielo era una espesa masa de

oscuridad de la que caía una constante ducha suave. Los aparejostraqueteaban sacudidospor el viento.Seveíandosmarineros en laproailuminada, a lo lejos, por dos brillantes faroles.Arabella se agarró a labarandilla con lasdosmanosy seobligóamirar lasvelas.Sólohabíandesplegadomediadocena,yestabanhinchadasporelviento.Larecorrióunextrañoremolinodecalma.

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Apartóunadelasmanosdelabarandilla.Inspiróhondomuydespacioysintiólasolidezdesuspies.Elbarcose

meció.Flexionólasrodillas.Podíahacerlo.Aflojólaotramanoysesoltó.Nosalióvolandoynadalalanzódesdecubiertahastaelmar.Sesentía

ligera,mareada,casiingrávida.Volvióamirarhaciaarribaylalluvialesalpicólasmejillas.Inspiró de nuevo y dio otro paso. Luego otro. Y otro. No miró la

oscuridaddelaguaque seextendíaalotro ladode labarandilla, sólo semiraba los pies, el trío de barriles que tenía al lado, una línea que seextendíadesdelabarandillahastalavela,acualquiercosamenosalmar.Alfinalalcanzólabarandillaprincipalquerodeabatodalacubierta.Sus

dedos se curvaron a su alrededor. Era sólida y tranquilizadora.Miró laoscuridad.ElAtlánticoagitabasusolasespumosasbajouncielosinestrellas.Las

únicas luces que iluminaban la superficie del mar eran los faroles quehabíaaambosextremosdelbarco.Se loquedómirandofijamentemareadasinsoltar labarandilla.Hacía

veintidósañosaquelmismoocéanosehabíatragadoatodoslospasajerosqueviajabanabordodeunbarcoquesurcabalosmaresdesdeelCaribehasta Inglaterra, a todo el mundo, excepto a tres niñas pequeñas. LoshabitantesdeCornwalldijeronqueeraunmilagro.Dioslashabíasalvado.Pero a Dios no le había parecido oportuno salvar a su niñera. Y sus

nombres no significaban nada para aquella gente, ni tampoco para eldistante abogado de Londres que los concejales del pueblo contrataronconreticenciasparaqueencontraraasupadre.Yasífuecomo,arrancadasde los horrores del mar, las tres pequeñas beneficiarias del milagroacabaronenunhospiciodondeaprendieronotraclasedehorrores.Lasaguasoscurasseagitaron.LasmanosdeArabellaeranpurohielo

sobrelabarandilla.Teníaquedominarlasituación.Debíahacerlo.Tomó una bocanada de aire fresco. Después de haber pasado tanto

tiempoencerradaabajo,eracomoestarenelcielo.Las gotas de lluvia aterrizaban en su capucha y sobre sus hombros.

Tenía las mangas del vestido mojadas y pegadas a los brazos. Seestremeció.Peroestaba rectay se sostenía conbastante estabilidaden la

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cubiertadelbarco.Todavíanopodíabajar.Nohastaquehubieravencidodeltodosuspesadillas.Apartóunamanodelabarandillayluegoseparólaotradelaseguridad.Seleentrecortólarespiración.Elpánicoseapoderódeella.Lacubierta

parecíagirarbajosuspies.Seagarróalabarandilla.—No es buena idea mojarse cuando uno está en alta mar, señorita

Caulfield—rugió laprofundavozdelcapitánporencimadesuhombro—.Sinosalieraelsol,podríasseguirmojadavariassemanas.Sediomediavueltaagarrándoseconfuerzaa labarandillaconambas

manos.Tenía una pose recia y el rostro oscurecido por la lluvia. Vestía un

abrigoque le llegabapor las pantorrillas y supresenciaproyectabaunasilueta austera recortada por la luz procedente de la parte frontal delbarco.Enlaoscuridadparecíamáscorpulentoqueantes,ymáspoderoso,peligrosoy…mítico.Eraunaridiculezquepensaraesascosas.Sóloeraunhombre.Peroella

teníalacabezahechaunlíoyélparecíamuysólidoyfuerte.—Nolohabíapensado—admitió.—Eso parece. —Parecía observarla—. ¿Devolviste los niños a su

padre?Ellaseloquedómirando.—¿Losniños?—EnPlymouth.Supongoquerecuerdasqueperdisteelbarcoporculpa

detresniños,¿verdad?—Claro.—Peroleresultabasorprendentequeél tambiénlorecordara

—.Noseastonto.Luc hizo una mueca que le agrietó la mejilla herida y el gesto le

ensombreciótodavíamáslacara.—Tienesunalenguamuyágilparaserunapersonacontantanecesidad

deayuda,señoritaCaulfield.—Sí, laservidumbrenomehaenseñadoaserdócil.—Elmarabierto

bostezóasusespaldascomosifueraunagujeroquepudieratragárselasise inclinabahacia fuera sólounpoco—.Pero sería una tontería quemecomportara como una sirvienta con un hombre grande y fuerte queademásdetomarmeelpelohatenidoelvalordeamenazarme.—¿Yoteheamenazado?

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—¿Si se lo recuerdo, cumplirá su amenaza? —Esbozó una pequeñasonrisa—. Capitán Andrew, ¿todos los integrantes de su tripulación sonbuenoshombres?Lepreocupabalamentiraqueaqueljovenlehabíadichoaldoctorenla

enfermería.Suojobrillóenlaoscuridadplateada.—¿Acasoesperabaslocontrario,señora?—Nolosé.Nosénadasobrelatripulacióndeestebarco.Nitampoco

desucapitán.Diounpasohaciaella.—Todos loshombresdemi tripulaciónsonbuenoshombres, señorita

Caulfield. Losmejores, teniendo en cuenta su posición.—Posó toda suatenciónsobre labocade la joven—.Sospechoque tienenmuchomejorcarácterqueyo.Notendríaquehabersalido.Pormuchomiedoquetuvieraporsuperar,

nodeberíahaberpermitidoeseencuentroconél.Losupodesdeelinstanteenqueéllatocóenlataberna.Seobligóamirarlelacicatrizdirectamente.Observóelcortefruncido,

elfuriosotonorojosobreelbronceadodesupielyeltrozodetelaquelecubríaelojo.Pensóquesentiríaunescalofríoderepulsión.Peronollegó.Elcuerpodelcapitán,tancercadelsuyo,parecíairradiarunafuerzayunavitalidad que no se correspondían con el desorientado deseo que sereflejabaensumiradacadavezqueéllemirabaloslabios.Arabella no era ajena a la lujuria de los hombres.La conocíamucho

mejor de lo que le hubiera gustado. Y sabía que aquel hombre ya nobromeaba.

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3

Coñac

—¿Te vas a abalanzar sobremí en plena cubierta, capitán? ¿O podrásesperar lo suficiente comopara arrastrarmedel pelohasta tu camarote?Nomedigasqueereslaclasedehombrecapazdecargarseaunamujersobre el hombro.—Loprovocó con susbrillantesojos.Luegopaseó lamirada por los hombros de Luc—.Aunque supongo que no te costaríamuchoesfuerzo.Nuncasehabía tenidoqueesforzarmuchoparaconseguir los favores

de una dama. Él era Lucien Andrew Rallis Westfall, comandantecondecorado de la Marina Real de Su Majestad, capitán de un barcoenvidiable,pornomencionarqueerapropietariodeunafincapreciosaenFrancia, y un hombre que estaba a escasos latidos de hacerse con unducadoinglés.Lasmujeres lesuplicabanqueseacostaraconellasyquelasdesposara.—Deinstitutrizamujerzuelaensólocincodías.Seesforzóparanomoverlospiesnilasmanos.Ellaseceñíalacapucha

delacapaalasmejillas.Queríaverletodalacara,apartarlalanayellinoytocarsupielperfecta.Llevabacincodíassoñandoconello.Lahabíaestadoevitandoprecisamenteporesemotivo.—Nomeesperabaestodeti,señoritaCaulfield—dijo.—Entonceseresmástontodeloquepensaba,capitán.—Heretadoahombresporinsultosmássuavesqueese.—¿Y qué será, espadas o pistolas? No sé utilizar ninguna de las dos

cosas,asíquepuedeselegirlaquemásteguste.Lo recorrió una punzada de diversión y de sensatez. Pero la lluvia

brillabaen losojosde la jovenyproyectabasombrasetéreasensupiel,estabademasiadoencantadoraparaqueélseconformaraconlasensatez.—Un hombre puede mirar sin tener ninguna intención de tocar—le

dijo.

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—Unhombrepuedementirdemodosmuyconvincentessipracticaesearteamenudo.No hablaba sin bravuconería, sino con calidez, y con la lengua más

clarayafiladaquehubieraescuchadoenunamujertanjoven.—¿Sabes que…?—Inclinó la cabeza con la esperanza de percibir su

olor a rosas y lavanda en la brisa—. Llevo varios días intentandoacordarmedeaquiénmerecuerdasyacabodecaer.—¿Ah,sí?Losacianosseabrieronenungestodecándidasorpresa.—Cuando era joven, vi a la duquesa de Hammershire. Era una vieja

arpía, con la lengua muy larga, un aire de seguridad sublime y unacompletaindiferenciaporelefectoquepudieracausarenlosdemás.Sus pestañas subieron y bajaron una vez. Se le pusieron los nudillos

blancos sobre la barandilla. Sus palabras la habían desconcertado. Bien.Cuanto más la desestabilizara, mejor. Así estarían en igualdad decondiciones.—Amínomeesindiferenteelefectoquepuedacausarenlosdemás—

dijo.Élserióyellaabriómucholosojos.—Entonces admites tener la lengua larga y una seguridad sublime,

¿verdad,mipequeñaduquesa?Lajovenseestremeció.—Yonosoytupequeñanada.Dejó resbalar la mirada hasta sus labios, que habían abandonado el

colordelasfresasparateñirsedeazul.Losescalofríosqueteníanoerandemiedo.—Estáshelada.—Eslaúnicaformaquetengodedisuadirte.Terecuerdoqueestoyen

tusmanos.Sevolvióaestremecer.—Nohedichoquefuerasfría.Hedichoqueestáshelada.¿Lalluviate

hatraspasadolaropa?—Yo…—Letemblóelcuerpopordebajodelacapaempapada—.Eso

noesdetuincumbencia.—Mujer, yono tengopaciencia con los tontos. ¿Cuánto tiempo llevas

aquíarriba?—Yo…

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Frunciósudelicadoceño;lecastañeteabanlosdientes.—Mediahora,capitán—dijolavozdelchicodecabinajuntoaellos—.

Haestadoaquíarribaquietacomounaestatuamientrasseempapaba.—Gracias,Joshua.¿Quéestáshaciendoaquíarribaaestashorasde la

noche?—Vigilandoalaseñoritacomoustedmepidió,capitán.LosacianoslelanzaronunamiradaconfusaaLuc.«¿Estabaexplotandolainocenteignoranciadeunchiquillo?»—Miabuelocogióunresfriadoylapalmóenlacamademiabuela—

dijo el chico, y abrió su pequeña boca—. ¿La señorita también la va apalmar,capitán?—Nocreoqueellapermitanadasemejante,Josh.—Nodeberías…Suspalabrasculminaronconunintensoescalofrío.—Joshua,veabuscaraldoctorStewart.Pídelequevengaaatendermea

micamarote.—Sí,capitán.Elchicosemarchócorriendo.—Deverdad,capitán,nodeberías…—Nodeberíasdecirniunasolapalabramáshastaqueyotedépermiso.

—La cogió del codo por encima de la tela de la capa. La agarró confuerzayseguridad—.Ahorapermítemequeteacompañeabajo,señora.Ellaseresistió,luegosoltólabarandillaydejóquelaacompañarahasta

laescalera.Joshuasereunióconellosabajo.—Me ha costado un poco encontrarlo debido a lo grande que es el

barco,capitán.Peroeldoctoryavienedecamino.—Perfecto.—Pasaronpor entre losmarinerosdormidosy llegarona

loscamarotes—.Laseñorayaestáenbuenasmanos,Joshua—dijoconunsuavesusurro—.Yapuedesirtealacama.—Pero,capitán…—Si mañana quieres volver a estar con el timonel en el alcázar y

ayudarle a llevar el timón, te tumbarás en tu hamaca ahoramismo y tedormirásinmediatamente.No.Noquierooírniunapalabramás.Vete.Elchicodesaparecióenlaoscuridaddelacubierta.—Venga,pequeñaduquesa,sígueme.Abriólapuertadesucamarote.

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Arabellatuvootroescalofríoyempezaronacastañetearlelosdientes.—M-me llamas du-duquesa, pero le hablas con ma-más respeto a

Joshua—murmuró.—Élhahalagadomibarco.—¿Siyoa-alabaraelpro-prodigiosotamañodetu…barco,tambiénme

hablaríascondeferencia?—Mujerzuela.¿Cómomepuedes insultarcontal faltadedelicadeza,a

pesardeestarempapadaycongelada?Esverdaderamenteextraordinario.Lasentóenunsillón.Ellaserodeóelcuerpoconlosbrazosycerrólosojossintiendocómo

larecorríaunnuevoescalofrío.—N-nopretendíaserpo-pocodelicada.—Esposible.Demomentomereservarémiopinión.Lepusounamantasobrelaespalda.Arabellaabriólosojos,perocomo

estabaagachadosóloleveíalospies—quellevababastantebiencalzadosy tocados con hebillas de plata—, y el bajo de los pantalones, cuyodobladilloestabaconfeccionadocontelademuybuenacalidad.—¿Estásse-segurodequenoeresunco-contrabandista?—Bastanteseguro.¿Acasohayalgoenelsueloquesugieraquelosoy?—La calidad de tus pantalones y zapatos. Hay hombres que ganaron

fortunashaciendocontrabandodurantelaguerracon…—Larecorrióunagónicoescalofrío—contraNapoleón—concluyóconunsusurro.—¿Ah, sí? Entonces supongo que elegí la profesión equivocada. Ah,

doctorStewart.Llegasjustoatiempodeescuchartodoslosdetallessobrela buena calidaddemi calzado.Duquesa, aquí tienes almatasanos, él seencargarádeaveriguarloquetepasa.—Hazte a un lado, capitán, ydejaqueunhombrede cienciavenga al

rescate.—Notienepo-porquérescatarme,doctor.—Arabellalevantólacabeza

yabriólosojos,peroveíamotasportodaspartes—.Estoymuybi-bien.—Ya veo que está perfectamente sana, muchacha. Pero el capitán…,

bueno,esunhombreduro.Seguroquemehacesaltardesdelapalancasino le echo un vistazo.—Colocó una silla delante de ella y se sentó—.Ahoraseabuenachicaydemelamano.Ellasacóelbrazodelacapaempapadayéllecogiólamuñecaconlos

dedos.Elcapitánsehabíadesplazadohastaelotroextremodelcamaroteylesdabalaespalda,peroteníaloshombrostensosyaellaleparecióque

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estabaescuchando.EldoctorStewartlacogiódelabarbillayleexaminólosojos.Suformadetocarlaeracompletamenteimpersonal,nocomoladelcapitán.—¿Traigootralámpara,Gavin?Lavozdelcapitáneraronca.Seguíadándoleslaespalda.—No.Yahevistosuficiente.—Eldoctorlasoltóyleapoyólaspalmas

de las manos en las rodillas—.Muchacha, está congelada. Se tiene quequitarestaropaempapadaytomaralgocalienteolesubirálafiebre.Arabellasellevólosbrazosalatripa.—Notengomásropa.—ElseñorMilesencontraráalgoquelevayabien.Elcapitánmiróporencimadelhombro.—¿Qué narices hacías paseando por cubierta bajo la lluvia en plena

noche,duquesa?—N-nomellamesasí.—Nosemoleste,muchacha.Cuandoselemeteunaideaenlacabeza,ya

noescucha.Nuncalohahecho.El capitán la estaba mirando con el ceño fruncido, gesto que

ensombrecíasurostrodramáticamentedestrozado.—Eldoctor tiene razón.Aver, señoritaCaulfield,¿vasapermitirque

miasistente teproporcione ropasecapara salvartedeundestinomuchopeor,odestruiráscomouna tontael respetoqueempiezoasentirpor tucorajeyfortaleza,enelpocotiempoquehacequenosconocemos?«¿Larespetaba?»Costabacreerlo.Lajovenasintióyserodeólacinturaconlosbrazos.EldoctorStewartlediounapalmadaenelhombro.—Buenachica.—Sepusoenpie—.IréabuscaralseñorMiles.Tómese

untragodewhisky,yeldomingoestarácantandodenuevoenlacapilla.Saliódelcamarote.Elcapitánsesentóenelbordedesuescritorioayudándosedelospies

paraadaptarsealbalanceodelbarco.Secruzódebrazos.Sehabíaquitadolacasacaysólollevabalacamisayelchaleco.Latelablancalimpiatirabadesushombrosysusbrazos.Habíamúsculosdebajodelatela,muchos;ellinonobastabaparaocultarsuscontornos.Almirarlo,Arabellasintióunincómodocalorque la recorriópordentro.Tuvo la sensacióndeque lapartíaendosyexplotabaporencimadelfrío.Apartólamiradadesusmúsculos.

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—Apuesto a que vas a cantar a la capilla los domingos, ¿verdad,duquesa?—Yoy-yanocreoenDi-Dios.—¿Tanmalteva?Nolecontestó.Nodebíaimportarleloquepensaradeella.Cuantopeor

fuera la opinión que tuviera de ella, menos probable sería que sepreocuparaporsupersonayqueseleacercaraconsusenormesmúsculosindecentes.Seabrió lapuertadelcamaroteyentróel asistenteconunmontónde

ropasobreelbrazo.—¿Ladamaprefierevestirsesolaoquelavistan?—dijoconremilgo.Arabellaseciñó lamantaalcuerpo,se levantó, lecogió la ropa,yse

metióenlahabitacióndelcapitánconlaspiernastemblorosas.Cuandosequitótodalaropaaexcepcióndelacamisayseenvolvióel

pelo con el paño seco que había en la pila de ropa, se sintió impotente.Peronofuecapazdeponerseaquellaropademarinero.Ladejódoblada,seenvolvióbienconlamanta,yregresóalacabina.ElseñorMileslarecibióconentusiasmoalotroladodelapuerta.—Yomeocuparédesuropaencantado,señorita.Ellaseaferróasusprendas.—E-esonoserá…—Acepteconelegancia,señoritaCaulfield—dijoelcapitánenvozbaja

—.Onomeharé responsabledel nubarrónnegroqueproyectará sobretodoelbarcoelmalhumordelseñorMiles.Ledioalasistentesuvestidomojadoylasenaguas,conelcorséylas

mediasdentro.—Volveréconuntéparasuinvitada,capitán.Elasistentesalióporlapuertadelcamaroteylacerró.Ladejósola,en

plena noche, vistiendo sólo una camisa y unamanta, y en compañía delhombrealque llevabaevitandocincodíasparanosentirseprecisamentecomoenesemomento:débilyfueradecontrol.Reculóychocócontraunasilla.Él ladeó lacabezay lehizoungesto

paraquesesentara.Arabellasesentó.Esoeramejorquecaerse.—Miescasavariedaddeprendasdevestiresunadecepciónpermanente

paraMiles—comentó—.Laoportunidaddepoderencargarsede la tuyalohapuestodebuenhumor.

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—Aélnolegu-gustaeseve-vestido—murmuró.—¿Telohadichoél?Québribón.—N-noconesaspalabras.—Es igual.Tehaofendido.Haréque lo aten al palomayory le daré

unosbuenoslatigazos.—N-noseráscapaz.—Laverdadesqueno.¿Cómolosabes?Desconocía cómo lo sabía, pero a pesar de su arrogancia y

provocación,tambiénpodíaseratentoygeneroso.—¿Do-dóndeestáeldoctorStewart?—Volverá.Parecíamirarlafijamente.Yasehabíasentidoinvadidaporlasmiradas

depredadorasdeotroshombres,peronuncasehabíasentidoacariciada.Yenesemomentosesentíaacariciada.Cosa que era imposible y absurda y sólo demostraba que estaba

delirando.Seestremecióconfuerzayseciñólamantaalcuerpo.Elcapitánseacercóaunarmarioquehabíaenlapareddelcamarote,se

sacó una llave del bolsillo y abrió la puerta.De su interior extrajo unabotella con forma de enorme cebolla, con una base ancha y el cuelloestrecho,ydoscopas.LuegosepusodelantedeellaysesentóenlasillaquehabíadejadolibreeldoctorStewart.Suspiernaseranmáslargasquelas del escocés y sus rodillas le rozaron el muslo, pero no podíaimportarle.Arabellaseconvenciódequenoleimportaba.Dejólascopasenlamesaydescorchólabotella.—¿Quéestásha-haciendo?—preguntóella.Él llenó una de las copas con lo que a ella le pareció sumo cuidado,

luegollenólaotra,ycogióunadelascopasparalevantarla.—Por tu inminente comodidad, duquesa. —Se bebió la copa de un

trago.Luegoasintió—.Ahoratetocaati.Cuandovioqueellanohacíanada,élalargó lamanoy ledeslizó los

dedosporelmuslo.Lajovensesobresaltó.Lacogiódelamanoyseleabriólamanta.Ellaseapresuróacogerla

denuevo.Elcapitánalzólascejas.Peronohizoningúncomentariosobresuescasezderopa,sólolevolvióabuscarlamanoylaobligóasoltarlamanta.—Noestoyintentandoaprovecharmedeti,siesoesloquetepreocupa

—le explicó en tono conversador colocándole la mano alrededor de la

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copa—.EldoctorStewartvolveráenseguidaconlechecalienteypíldoras,y el señorMiles con el té.Es posible queGavin no se asustara, pero siMilesmeencontraratratandodeviolaraunamujerborracha,dimitiríadesucargo,¿yenquéposiciónmedejaríaeso?Esmuydifícilencontrarunbuenasistentedecamarote,¿sabes?—Lepusolacopaenloslabiosyellanotóelcontactodesuenormeycálidamanosobrelosdedos—.Laúnicaformade calentar tu cuerpo rápidamente es encender un fuego a bordo,cosaqueno tengoninguna intencióndehacer.Bueno,essólounade lasdosalternativas,peroyahemosdejadoclaroquelaotranoesunaopción.—Cap…—Ahorabebe.La indignaciónde la jovennopodíacompetirconsu tristezaoconel

calorde lamanodelcapitánalrededorde lasuya.Losvaporesdel licortreparonporsunariz.Tosió.—¿Q-quées?—Coñac.Lamentonotenerchampán.Peroestoserámuchomásrápido.Arabellamiróelinteriordelacopa.—Yonu-nunca…—Sí, ya lo sé, nunca habías bebido alcohol. —Inclinó la mano y

presionóelbordede la copa sobre sus labioshelados—.Cuéntameotrocuentoparadormir,pequeñaduquesa.Nosemolestóencorregirlo.Bebió.Elcoñacleabrasólagargantayse

le erizó la lengua. Pero cuando el calor se extendió por su pecho locomprendiótodo.Elcapitán lesoltó lamanoyobservócómodabaotro trago.Volvióa

toseryselellenaronlosojosdelágrimas.—Notienesquebebértelotododegolpe—murmuró.—Yatehedichoqueeslaprimeravezquebebocoñac.—Esodices.—Capitán,si…—¿Cómotesientes?¿Máscaliente?—¿Po-porquésiempremein-interrumpes?—No hemos hablado las veces suficientes como para que exista un

«siempre».Hashechotodoloquehaspodidoparanoacercarteamídesdequesubisteabordo,yhasrechazadomicama.Dejódemirarlacopaylamiróalacara.Alzóunaceja.

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—¿Noesasí?—N-no.Lajovennopensabaquelacreyera.—Venga,otra—dijodeslizando labotellaensudirecciónporencima

delamesa.—Simetomootracopa,meemborracharé.Yateníalacabezahechaunlío.Perohabíaentradoencalor.Estabamás

calientedeloquehabíaestadoenmuchosdías.Temíaquetuvieramásqueverconlasilenciosamiradalobunaquelaobservabaqueconelcoñac.El capitán se recostó en la silla y estiró las piernas a su lado,

atrapándolacontralamesa.Secruzódebrazos.—¿De qué tienes miedo, duquesa? ¿Temes que bajo la influencia del

alcohol puedas abandonar tu actitud altiva y acabes haciendo algo de loquelosdosnosarrepintamosporlamañana?Los hombres habían intentado engatusarla, seducirla, hacerle el amor

conpalabrasconlaintencióndequesucumbieraasusencantos.Lehabíandedicadoinfinitoshalagos,ycuandosehabíandadocuentadequeesonofuncionaba,lahabíanforzado.Ningúnhombrelehabíahabladodeaquellaformatansincera.Yningúnhombrehabíaconseguidoquequisierahaceralgodeloquesepudieraarrepentirporlamañana.Perolaspalabrasqueleestabadiciendoenesemomentoelcapitánno

estabanpensadasparaseducir.—Meestásde-desafiando,¿verdad?—dijo—.Estásponiendoaprueba

miva-valor,comoloharíasconcualquiermarinerodetubarco.—¿Ahora quieres ser un marinero, señorita Caulfield? ¿Quieres

cambiar la aburrida existencia de una institutriz por la aventura de altamar?Supongoquepodríahaceralgoalrespecto.Elladejólacopaenlamesajuntoalabotella.—Lle-llénala.El capitán se rió. A ella le gustaba cómo sonaba su risa. Cuando la

mirabacondiversión,imaginabaquelaencontrabadivertidadeverdad.Ella no era divertida. Era seria, profesional, decidida y responsable.

Exceptoporsubirsealbarcodeunrufiánysentarsedelantedeélvistiendouna manta, no había hecho nada especialmente aventurero que pudierarecordar.Sellevólacopaaloslabios.—Yonote-tengomiedodenada.Enespecialdelosho-hombres.

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—Estoyempezandoacreerlo.Una sonrisa asomóa la esquinade su atractivaboca.Arabella veía el

camaroteenvueltoenniebla;paraellayasólohabíamadera,aireconolora sal y el calor que crecía en su interior. Tenía la sensación de que nopodíaapartarlosojosdesuboca.Laverdadesquenoeramuyinteligentesentarsedelantedeélvistiendosólounamanta.—Estoesunaim-imprudencia—seescuchódecir.—Lasmedicinasnosuelenserfácilesdetragar.Suvozparecíaunpocoáspera.Ellacentrólaatenciónensucopa.—¿Porquétecubreselpelo?—lepreguntóélderepente.—Porquenodeseoquemeveanconrapacesca-capitanesmercantes.—

Diootrotragodecoñac—.Siguientepregunta.Serió.Aellanolegustó.Leencantó:cálida,suntuosaysegura.Larisa

delcapitánsecolóensuinterioryanidóenalgúnlugarmuyprofundo.—¿En qué estabas pensando ahí arriba para no advertir siquiera la

lluvia,duquesa?—Tengodo-doshermanas.—Nopodíahablarledesusmiedos—.Llevo

muchotiemposinverlas.Lasechodemenos.—Háblamedeellas.La lámparadorada regaba sus rasgosde luzy sombrasy ledabauna

aparienciamítica.Noeran imaginaciones suyasni tampocoeracosadelcoñac.Eraél.—¿Porqué?—Yotengounhermano.—Hizoungestoendirecciónaldibujode la

pared—.Tenemosuninterésencomún.Yyaquehasrechazadomicama,notenemosnadamejorquehacerestanoche.—¿Le-leshablasasíatodaslasmujeres?—Sóloalasinstitutricesquevistenpocomásqueunamanta.—¿Tehascruzadoconmu-muchas?—Eslaprimeravez.Lomiróalosojosporencimadelbordedelacopa.Elcoñacleresbaló

porlagarganta.Escupió.Elcapitánsemetiólamanoenelbolsilloysacóunpañuelomuybien

planchado.Lodejóen lamesaentreellos.Ella locogióyseenjugó losojosmientrasobservabaeldibujoacarboncillo.Losojosdelchicoerandos huecos sombríos llenos demiedo, tenía los hombros encorvados, y

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una expresión muy seria. Y, sin embargo, la habilidad del artista habíaconseguidoresaltarsubellezanaturalapesardelaoscuridad.—¿Esecu-cuadroesdetuhermano?—Esunautorretrato.—¿Yyaesunartistasiendotanjoven?—Ahoratieneveintiséisaños.Lodibujódememoria.Ahoraháblamede

tushermanas.Lajovendejóelpañuelo.—Eleanoresbu-buenayjusta.Esrubia,tienelosojosdorados,esaltay

esbelta,pareceunadoncellagriega.—Atenea,unadiosaguerrera.—Es lista, pero no es guerrera. Prefiere leer que montar a caballo,

pasearohacercualquierotracosa.Pasalosdíastraduciendotextosparaelrev…paranuestropadre;traducedellatínalinglés.Nolosabenadie.Losdemás creen que lo hace él. Una vez le pregunté a Eleanor si le im-importaba,ymedijoqueno.—Esmodesta.—Talvez.El capitán se inclinó hacia delante para rellenarle la copa y ella pudo

olerelmarylacalidezqueemanabadeél.¿Quésentiríasilaabrazaraconsusmusculososbrazos?Yadebíadeestarborracha.Muchos hombres la habían agarrado, toqueteado, aprisionado. Pero

ningunolahabíaabrazado.Sesirvióunpocodecoñacenlacopaydejólabotellaenlamesa.—¿Ytuotrahermana?—Ravennaesunagitana.Detuvolacopaamediocaminodesuboca.Arabellasemordióellabio.—Tiene losojososcuros.Esmo-morena.No soporta estar encerrada.

Nosabeestarsequi-quieta.Esindómita.—Enesomeparecequeescomosuhermana.Setomóelcontenidodelacopadeunsolotrago.—Yosoyresponsabledeellas.Laspalabrasseprecipitaronporsulengua.Elcapitánrellenóambascopas.—¿Tú?

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—Poresoestanim-importanteestetrabajo.Tengoque…—Lacopadelcapitán volvía a estar vacía. Le miró—. ¿Por qué estás bebiendo tútambién?Túnotienesfrío.—Uncaballeronuncadejaqueunadamabebasola.Sostenía la copa con relajación. Pero no estaba relajado. La tensión

parecíahaberseadueñadodesushombros,yelautocontrol le tensaba lamandíbula.«¿Autocontrol?»—Perotúnoeresuncaballero,¿verdad?—preguntó—.Noloparecías

cuandomenegasteelpasajeenPlymouth.—Deloqueluegomeretracté.—Ybromeastecuandomeofrecistetucama.—Unademostracióndegenerosidadpormiparte.—Peroahorano.—Sólolohiceparaqueterelajaras.—¿Con qué clase de mu-mujeres sueles hablar para que pudieras

imaginarqueesomerelajaría?Entornóelojo.—Soyunmarinero,señoritaCaulfield.«Oh.»Pero¿yelchampán?Ysuropa…eramuyelegante.Atractiva.Parecía

uncaballero,exceptopor lacicatriz,elpañuelonegro, la sombrade laspatillasensumandíbula,esebrillolobunodesusojosylosestragosqueestabacausandoensuinterior.Noestabapensandoconclaridad.—Loscaballerostra-tratanmejoralasdamas—dijo.—Esoheoído.—Algunoscaballeros.Seinclinóhaciadelanteysusrodillasrodearonlasdelajoven.—¿Notodos?—No…muchos.Dejódemirarsusrodillasjuntas.«Hambrienta.»La mirada del capitán era hambrienta. Como un lobo mirando una

oveja.Selevantódegolpearrastrandolasillaporelsueloysellevólamanoa

lanuca.

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—Porlovistoesteno.Arabellaselevantóyseleentreabriólamanta.Peroyahabíaentradoen

calor. Le castañeteaban los dientes, pero dentro de su cuerpo searremolinaba un calor embriagador. La luz de la lámpara proyectabasombrassobresuojobueno,perovioelconfusodeseoqueanidabaenél.Era inseguro y autoritario, y lamiraba comono lo había hechoningúnhombre,comosiladeseara,peronocomprendieraporqué.—Creoquedeberíasirtealacama,señoritaCaulfield.—Halabaenvoz

baja—.Ahora.Nopodíapensar.Elcoñaclehabíarobadolarazón.Ledabavueltasla

cabeza.EldoctorStewartteníarazón,estabaintrigada.Másqueeso.Estabaencaprichada. A pesar de que acababa de conocerlo. Como una escolar.Como la escolar que jamás había sido, porque incluso entonces ya eraseria y se esforzaba por aprender a ser una dama a pesar de todo. Ellasiemprehabíaestadodecididaaesperaraesepríncipequedebíaaparecerparaseñalarleeldestinoqueselehabíanegado.Y en esemomento, y después de sólo dos copas de coñac, un capitán

conpintadepiratahabíaconseguidoqueseencapricharadeél.Eraridículo.Teníaquefrenarloantesdequeseleescaparadelasmanos.—¿Po-porquéleordenasteaJoshuaquemesiguieraporelbarco?Lodijocomosifueraunaacusación.—Parasaberdóndeestabas.—Eldo-doctorStewartdijoque…—¿Quédijo?Estabatancercaquepodíasentirelcalorqueemanabadesucuerpo.Lecostabarespirar.—Medijoquenoseríalaprimera.Seabriólapuerta.—Capitán, he colgado la ropa de la dama en el lugarmás cálido del

barco.¿Lepreparolacama?Elcapitánsealejódeellayasintióvolviendolacabeza.—Sí.Elasistentesedirigióalapequeñaestanciaquehabíaenelcamarotedel

capitán.Arabellasintióunapunzadadepánico.Seacercóalapuertaconlasrodillastemblorosas.—Noteescaparás,duquesa.—Elcapitándiounpasoadelanteylacogió

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entresusbrazos—.Estavezno.La llevó a su habitación. A su cama. La joven no podía respirar. Sus

brazosnoledabantregua.Aquellosapasionantesbrazosmusculosos.Ysuduropecho.Leestabatocandoelpecho.Unhombrelallevabaasucama,unhombrecondeseoenlosojosqueolíaasal,amar,acalorypoder,yellaestabaasustadaporquelaparteembriagadadesuinteriorqueríaquelallevarahastaallí.—No.—Forcejeó—.Nodebes…Ladejósobreelcolchónysevolvióhacialapuerta.—Descansa,duquesa.Ydesapareció.PosólacaraardientesobrelaalmohadamientraselseñorMilesremetía

las mantas a su alrededor y chasqueaba la lengua como si fuera unaenfermeraacostandoaunniño.—EldoctorStewartvendrádentrodeunahoraparacomprobarqueno

tienefiebre—dijo.Semarchó.Noseoyóel ruidode la llavecerrando lapuerta,nada la

atrapaba,exceptoelcolchónmássuaveenelquehabíadormidoenaños,yuncapullodecalidezquelaatraíahaciaelsueño.

Notendríaquehaberbebidoniunagota.Tendríaquehaberpermanecidosobrio. Así, cuando esos magníficos acianos se nublaron, se tornaronsalvajes y luego lo rozaron como una caricia, no hubiera empezado aimaginarseapartandoesamantaparadescubrirlamujerquehabíadebajo.Comonoteníanadaconquéocultarlo,elanilloderubícolgabadesu

modesto cordel justo donde lamanta se abría a la altura de sus pechos,comosinotuvieraunvalordecincomilguineasyellanotuvieraningúnmotivoparaesconderlo.SólolavisióndeeseanilloylosrestosdehonorcaballerescoquehabíanconseguidoinculcarlesupadreylaMarinaRealhabíanevitadoquepusieraenprácticaloqueestabaimaginando.Ellaafirmabaquenoteníapareja.Loúnicoquenoencajabaeralolarga

que tenía la lengua, por lo demás respondía a sus bromas pococaballerosas de una forma tan predecible como cualquier institutrizvirginal.Peroeseanillocontabaunahistoriamuydistinta.Yalcontrarioqueel

libertinodesuprimo,elcondedeBedwyr,Lucpreferíaquesusmujeres

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noestuvierancomprometidas.Tampocolegustabaquetemblaran.Niquefueranlánguidas.Subió la escalerilla hasta la cubierta principal. La lluvia había cesado

mientras él estaba abajo fantaseando con desnudar a la mujer que teníasentadadelante.Elvientoquesoplabadelocéanoerafríoyfresco.EndosdíasllegaríanaSaint-Nazaireysupasajerapartiríahaciaelcastillo,haciasu castillo.Un castillo al que él llevabavariosmeses sin ir, pero donderesidíansuhermanoChristosysuamigoReinerdeSensaire.Ellasedirigíaasucasa.Elcastilloquehabíaheredadodelafamiliade

sumadre, unamadreque abandonóa sus jóveneshijos tras la repentinamuertedesumaridoparalanzarsealasmanosdelosrevolucionariosdesupaís.Yahoraunapreciosainstitutrizinglesalehabíaidoabuscarparaquelallevarahastaallíconlaintencióndetrabajarparasuamigo.¿Quéprobabilidadesteníaconesamujer?Élnoeraunhombredadoa

apostar,perosospechabaqueseríanmuyescasas.Elmarseextendíaasualrededorylossólidostablonesdesubarcoy

lasvelasblanqueadasqueondeabansobresucabezaestabanenpaz.Consólo volver la cabeza veía la inmensidad que lo rodeaba en todasdirecciones. Pasó el resto de la noche como acostumbraba a hacerlo,observando las estrellas. Le hubiera gustado coger el timón del barco,habíabebidodemasiadocoñac,yaunquesietemesesatrásesonohabríaafectado mucho a su habilidad para dirigir su embarcación, no era tantonto como para creer que podía gobernar el barco borracho y con unsoloojo.Unpirata.Serió.Sisehubieraquedadoenlamarinalehabríanllamado

elCapitánTuerto.Ahora,cuandoregresaraaLondres,seríaelHerederoTuerto.YalgúndíaquizáseconvirtieraenelDuqueTuerto.Yeseduquetuertonecesitaríaunheredero.Intentórecordaralasdebutantesquelehabíanpresentadoensujuventud

justo antes de escapar para irse a la guerra. La única cara que podíaimaginar era la de ella. Incluso pálida y temblorosa seguía siendoincreíble.Ynoestaba tanpoco interesadaen la compañíadeunhombrecomo había dicho. El coñac había destapado un deseo en sus ojos quehabíaviajadodirectamentehastasuingle.Nonecesitabaesaclasedeproblemas.EnSaint-Nazairehabríamujeres

desobraquepodríansatisfacersusnecesidades.Siemprequepudieraaguantardosdíasmássintocarla.

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El pelo que llevaba escondido bajo aquella tela lo estaba volviendoloco.Cadavezquelaveíaencubierta, loasaltabael impulsodeordenarque la encerraran en el pantoque para dejar de sentir la tentación deacercarse a ella y arrancarle ese maldito turbante. Ella debía saber queesconder partes de su cuerpo sólo hacía que fuera más tentadora. Enespecialelpelo.Era magnífico. Rojo dorado. Mientras se tomaba el coñac había

resbalado la telaque lecubría lacabeza,yhabíaasomadounpedazodevivocolorporencimadesufrente.Comoelcobre.Habíabebidoconellapara evitar quitarle el pañuelo y verle toda la melena. Luego la habíametido en su cama, a pesar de sus protestas.Y el hecho de que hubieraconseguido salir de esa habitación le parecía un milagro que todavíaestabademasiadoborrachoparacomprender.Levantó lamanoy se llevó losdedos al ojoderecho.Viouna chispa,

una minúscula punzada de luz cruzando el vacío negro, como susrecuerdos,fugacesperodevastadores.Cuandolosprimerostonosgrisesempezaronatreparporelhorizonte,

Lucsepusoenpiey—conmuchocuidado,comohacíaúltimamente lascosas— bajó la escalerilla de nuevo. La tripulación había recogido lashamacasylosmarinerosdesayunabantécongalletas.Asintieronalverlo.Algunospocosnostálgicosinclusolosaludaroncuandopasójuntoaellosparaentrarensucamarote.Abriólapuertadesuhabitación.Gavin, sentado en una silla apoyada en la pared, se despertó

sobresaltado.Sacudiólacabezaparadesperezarse.—¿Cuánto coñac le has dado,muchacho?No se ha despertado ni una

solavez.Lucse llevó lamanoa lanucayrecordó lonerviosaqueestabaen la

tabernadePlymouth;sabíaquenodormiríaabordo.—Creoqueesmuyposiblequellevevariosdíassindormir.—Sí.—Gavinasintió—.Asíquelapusisteadormir.—Parecíalasoluciónmásrápida.Elmédicocogiósumaletínylediounapalmadaenelhombro.Eraun

gesto familiar y sin importancia y, sin embargo, él sintió el afecto quetransmitía como si fuera lamanta de lana que arropaba a lamujer queyacíaensucama.—Nolehasubidolafiebre.Hashechobien,muchacho.Comosiempre.El capitán dio un paso atrás para permitir que Gavin saliera del

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camarote. Luego entró y observó su silueta en la oscuridad.Miles—lavieja madre clueca— la había arropado con su manta de lana azulpreferida y se la había remetido hasta el cuello. La joven respirabaprofundamenteconlabocaunpocoentreabierta.—Cuando lahasexaminado—dijoporencimadelhombro—,¿lehas

tocadolacara?—Sí.—¿Cómoessupiel?Lasonrisadelescocéssereflejóensuspalabras.—Tegusta,¿eh?—No, maldito seas. —La pausa inevitable—. Sí. —Se encogió de

hombros—.Seocupódeesosniñossinpensarenlosinconvenientesqueesopodríacausarle.Y era una sirvienta de debutantes.Así que él, heredero de un ducado,

podríaperderlacabezaporella.—Tienesdebilidadporlabondad,muchacho.—Y tú tienes debilidad por las bailarinas. Ya puedes colgarme, viejo

amigo.Gavinserióycruzóelcamarote.—Tendrás que volver a emborracharla para asentarle el estómago.

Tómateunacopatútambién,muchacho.Tienespintadenecesitarla.Lucsevolvióhacialamujerdormida.Envuelta en la lana, apenas dejaba ninguna marca sobre el colchón.

Sabíaquehabíacomidopocodesdequeestabaabordo;MilesyJoshualehabíaninformado.Peroparecíaquellevarasemanassincomerbien.Alatenueluzdelalbaquesecolabaporlacontraventana,seleveíanloslabiossecosypálidos,lasmejillasligeramentehundidas,ysupielparecíamenossedosadeloquehabíafantaseado,másbienparecíahechadelona.Cuandose despertara, esos deslumbrantes acianos se abrirían sorprendidos, obrillaríandeindignaciónoreflejaríanlacalidezdeunsentimientoquenopodría esconder del todo. Pero de momento lo único que aliviaba laseveridaddesurostro,eraesetriángulodepelonaranjaqueasomabaensufrente.Actuóempujadoporeldeseo,ysinvacilaralargóelbrazoyleapartó

elpañuelodelacabeza.Unhalodefuegosatinadoseabrazabaasucabezacomoungorro.No

eranaranjanirojo.Eradelcolordelasllamas.Comoelcobrepulido.

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Seloquitódeltodoyliberóunalongituddeferozbellezaquelodejósin aliento, presa de una sorpresa que explotó en su entrepierna. Habíamucho.Debíade llegarlepor lacinturacuandoestabadepie.Le resultóimposiblenoimaginárselaencimadeélconaquellosbrillantesmechonesdescolgándose por sus hombros desnudos y los pechos pegados a sutorso.Oextendidosobrelassábanasblancasysusmanosenredadasensugloriamientrasseinternabaenella.Reprimióelrugidoqueletrepabaporlagarganta.Deberíairse.Sepusoderodillasjuntoalacamayletocólafrenteconlosdedos.Ya

había sentido el satén de su piel cuando le tocó la nuca. Le posó losnudillos en la piel y los arrastró por los pesados mechones de pelocerrandolosojosysintiendolacariciaportodosucuerpo,pordentroyporfuera.Quésensación.—Diosmío.Demasiadobuena.Elalientodelajovenresbalóporsupiel.—¿Rezando,capitán?

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4

Lasirvienta

Lucapartólamanoysesentósobrelostalones.—Siempre duquesa. Un hombre como yo necesita toda la ayuda que

puedaconseguir.Selevantó,entróensucamaroteyvolvióconunataza.—¿Tambiénquieresemborracharmehoy?Asípodrástocarmeunpoco

máselpelo.No reprimió su sonrisa. Era posible que fuera una sirvienta, pero no

parecíasaberlo.—Esaguaconunagotadecoñac.Lohaordenadoeldoctor.Frunció el ceño, pero sacó los brazos de debajo de la manta y se

incorporó.Aceptó la taza.El anillodeoroy rubíbrillaba contra lapielquequedabaaldescubiertojustodondeseseparabalamanta.Subrazoeracomolanata,ajenoalsolysuavedehombroamuñeca.—Mi médico dice que no has tenido fiebre. —Hablaba para evitar

mirarlafijamente.Seleveíalamangacortadeunacamisasinadornosalaaltura del hombro. El vestido con el que había embarcado también erasencillo.Subellezaycarácterpedíansedayencajes.Peroenellaresultabaseductora incluso lamás sencillade las telas—.Te felicitopor tener tanbuenaconstitución,duquesa.—Aunque por lo visto no lo bastante buena como para conservar la

ropa.¿Dóndeestá?—Oh,porahí—dijoconimprecisión.—Nodejesquemiactitudrelajadatesugieraqueestoycómodasentada

delantedetienesteestado,capitán—explicóconunacomposturaperfecta—.Teaseguroquenoloestoy.Reprimióunasonrisa.Nocomprendíaqueaquellamujerfuerasólouna

sirvienta.—No te preocupes—dijo—.Losmarineros suelen perder prendas de

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ropadebidoalasinclemenciasdeltiempo.Oacausadelosladrones.Losbandidos.Lospiratas.Yasabescómovaesto.Lajovenledevolviólataza.Seledescolgabalamelenaporlaespalda

comounacascada.—¿Debosuponerquetútambiénhasperdidolaropa?—Sóloelojo.—Nodeberíashaberlohecho.—Nofuiyo.Lohizoelotrotipo.—Nodeberíashabermeemborrachado.Habríabastadoconunagota.El capitán se apoyó en la pared y se cruzó de brazos con

despreocupación.—¿Es mágico? ¿Lo llevas recogido para conservar sus propiedades

místicas?—Ya estamos con las bromas.—Apartó la cara—. ¿No te cansas de

bromear?—Cielo santo. Antes las mujeres lo llamaban encanto. Pero supongo

queNapoleónamargóatodoelmundo.Afindecuentaselencantoesalgomuyfrancés.—Dijiste que no te aprovecharías de mí —dijo con tranquilidad y

firmeza.—Está claro que nuestra terminología no coincide. Porque yo estoy

seguro de que si me hubiera aprovechado de ti ayer por la noche lorecordaría.Ellanorespondió.Sequedóconlacabezainclinadaylacaraapartada.—Sansón—murmuróelcapitán.—¿Qué?—contestó.—¿No era ese tipo cuya fuerza residía en su pelo? ¿O era David?

Discúlpame,siempreolvidoelcatecismoenestassituaciones.—¿Quéclasedesituaciones?—Situacionesenlasqueunamujerpreciosasetumbaenmicamayyo

nometumbojuntoaella.Volvió amirarlo. Luc se quedó sin aliento. Le resbalaba una gota de

humedadporlamejillaquedejabaunreguerosedosoasupaso.Levantó lamanoysepasó lasyemasde losdedosporentre losojos,

peronolohizoparalimpiarselalágrima.Eracomosinosupieraqueélestabaallí.—Deboestarhorrible—dijoella.

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—No —consiguió murmurar—. He dicho que eres preciosa,¿recuerdas?Yyosólodigolaverdad.—Yatedijequenosénadasobreti.Cosaqueeracasicierta.La joven cogió el pañuelo y, mientras él seguía allí sentado muy

entretenido y completamente excitado, ella se recogió la masa de pelocobrizoyloocultóbajolatela.—¿Hasrecuperadolafuerza,ladySansón?—¿Hasconseguidocontrolartusmodalesdepirata,capitánAndrew?—¿Esvanidad?—¿Tu arrogancia?—Alzó las cejas y se le volvieron a iluminar los

ojosconunachispaqueélsintióestallarensupecho—.Supongoqueesmuyprobable.Sonrió.—Sinotegustaenseñarlo,¿porquénotelocortas?—Lo utilizo para atormentar a hombres como tú, cosa que ya te he

explicado.Enserio,noprestasatenciónanadadeloquedigo,¿verdad?Seremetiólosúltimosmechonespordebajodelpañuelo.¿Cuánto dinero le costaría convencerla de que se volviera a soltar el

pelo?Sólounavez.Conunavezlebastaríaparadeslizarlosdedosporsumelenaysentirelrenacerdeunalujuriapuraysincomplicaciones.Podríahacerle una oferta que haría que el sueldo que pudiera pagarle Reinerparecieraunchiste.Laidealeintrigaba.Añadiríaunaprimasiaccedieraalavárselo.—Cadapalabra—murmuró—.Comosifueranperlas.Lajovenlelanzóunamiradainescrutableyluegodescolgólaspiernas

porellateraldelacama.Eldobladillodesucamisaasomabapordebajodelamanta,unpedazodeaburridatelablancasinningúnornamento.Eraunaprendasorprendentementecursi,ydeellaemergieronsuspantorrillasysuspies.ALucselesecólaboca.—Siteenseñounratolostobillos—dijo—,¿teolvidarásdemipelo?—Tienes unos tobillos muy bonitos, pero es muy probable que no

consiganhacermeolvidartupelo.Eran tan bonitos como el resto de ella. Era una institutriz desaliñada,

estaba despeinada y no muy limpia y, sin embargo, seguía siendoarrebatadora.Unapreciosasirvientaqueibadecaminoasucastillo.

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—¿CómoviajaráshastaSaint-Reveé-des-Beaux,duquesa?—Alquilaréuncarruaje,aunquenoséquéimportanciapuedetenerpara

ti.Enrealidad,teníamucha.—Sidecidoseguirte,¿medenunciarásalosgendarmes?Frunciósudelicadoceñoyelrecelosevolvióaadueñardelosacianos.—¿Porquéquerríasseguirme?—Mihermanovivecercadeallí.—Enelcastillo.Nopodíadecírselo.

Deberíadecírselo—.Mecogedecamino.—Sitequedasaunadistanciaprudencial,nomeimportaquemesigas

portodoelcontinente.—Esunconsuelo.Selevantóyleofreciólamano.Ellasepusotensa.Sebajódelacamasinsuayudaysevolvióaceñirla

manta.—Tengo que encontrar al señorMiles y recuperarmi ropa. ¿Cuándo

llegaremosaSaint-Nazaire?—Sielvientoaguanta,llegaremosmañana.YelseñorMilestetraerála

ropacuandoestéseca.Hoytetendrásquequedaraquí.—¿Entucamarote?—Sesonrojó—.¿Entucama?Esbozóunapequeñasonrisa.—Sí, pero lamento decirte que yo no estaré en ella. Hoy tengo que

trabajar.Percibiósususpirodealivio.Noesperabatenerelección.Unasirvienta

consubelleza…Sesentíacomountontoporhaberletomadoelpelo.Peoraún,comoun

granuja. Tendría que haberse dado cuenta. No todos los hombresaceptabanunnoporrespuesta.Notodosloshombreshabíanvividoelinfiernoporelquehabíapasado

él.Lucalargóelbrazoparacogersusombrero,queestabacolgadoenuna

percha.—Ayer por la noche me preguntaste por la forma de ser de mis

hombres.¿Porqué?¿Tehamolestadoalguien?—No.Perohayunjoven…Semordióellabio,unhábitodelajovenalqueestabaempezandoaser

adicto.

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—Explícamelo—dijo—.Ahora.Losacianossevolvieronailuminar.—Eresmuyautoritario.—Venía con el barco. —Se sintió satisfecho por un momento. La

duquesahabíavuelto—.Cuéntamelo.—ElotrodíafuealaenfermeríadeldoctorStewartdiciendoquetenía

dolordemuelas,peromentía.—¿Cómosabesquementía?¿EldoctorStewartsospechódeél?—No.Pero…yotuvelasensacióndequenodecíalaverdad.Sealoque

fuereloqueesemarineroquisieraconseguirdelbotiquíndeldoctor,meparecequenotienebuenasintenciones.Volvíaahablarconseguridadsinsentirseacobardadaporsufuriaysin

miedodesuautoridad.Nuncahabíaconocidoaunamujertanguapaquefuera modesta y vulnerable, y segura y fuerte al mismo tiempo. Estabaasombrado.Nopodíadejardemirarla,peronopodíahablar.—Tuveesasensación—repitióellaconempeño.—¿Cómolopercibiste,pequeñaduquesa?—dijo,yacercólamanoasu

barbilla—.Igualquesientes…Ellaseseparódesusdedos.—Novuelvasatocarme.Lucdiounpasoatrás.EldíaquecumplióonceañosledijoesasmismaspalabrasaAbsalom

Fletcher apuntándolo con una pistola que sostenía con una manotemblorosa.YFletchersebuscóotravíctima.Unavíctimamásjoven.Sevolvióhacialapuerta.—Investigarétuadvertencia.Luegoladejósolaensuhabitación.Apesardehaberlerobadolapazy

lasensatez,sinofrecerlenadaconloqueremediarlaspérdidas,lajovennoprotestócuandosemarchó.

Pormuchoquenecesitaradormir,Arabellanoconseguíaquedarseensucama.Sólohabíaunatentaciónquepodríahaberlaconvencidoparaquesequedara:laoportunidaddellenarselossentidosconsuolor,unafraganciaqueademáslamareabaunpoco.Perolassábanassóloolíanajabón.Habíacompartidolacamaconsushermanaslasvecessuficientescomo

para saber que el olor de una persona persistía. A ella le encantaba

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acurrucarse en la calidez con olor a salvia que Eleanor dejaba en laalmohadacuandoselevantabaalalbaparaestudiaryescribir.ElsitiodeRavennaen lacamasiempreestabadeshechoyarrugado.SiemprehabíaalgúnpelodegitanamezcladoconlossedosospelosnegrosdeBestia,ydevezencuandoseencontrabaalgún juguetede trapoperdidoentre lassábanas.Muchasveces,cuandoestabasolaensusencillacamadesirvientaen la casa donde estuviera trabajando, se imaginaba acurrucada en unacamadecuatropostesjuntoasushermanas,calentitasapesardelfríodelinvierno y riendo. Siempre riendo, incluso en las profundidades de lapobrezaylanecesidad,porqueelamoreraasí.Había dormido en la cama del capitán Andrew, pero las sábanas no

olíanaél.ElseñorMileslesirvióeldesayunoenelcamarote,peroleinformóde

que por culpa de la lluvia su ropa todavía no estaba seca. Cuando semarchó,sepusolacasacaquelehabíaofrecidoeldíaanterior,yllevósudolorida cabeza hasta la enfermería. Al verla pasar, los marineros lamiraronconcuriosidad.Seapresuró.Estaba seguradeque todoshabíanvistomuchomás que el dobladillo de la camisa de unamujer. «Soy unmarinero,señoritaCaulfield.»Ninguno de aquellos marineros la molestaría. El capitán no lo

permitiría.Él era toda una amenaza. Todo lo que hacía y decía ese hombre la

confundíaylahacíaperderelcontrol.Porprimeravezdespuésdeañosdedeterminaciónytrabajo,seestabacomportandodeformatemeraria:habíasalidobajolalluvia,habíabebidocoñacyhabíadormidoenlacamadeunhombre;yhabíaqueridohacertodasesascosas.Noqueríaquevolvieraatocarla.Eraautoritarioyarrogante,ycadavez

que lamiraba sentía un incómodo calor que le recorría todo el cuerpo.Hasta ese momento las atenciones de los hombres siempre la habíanrepugnado.Perocuandodespertósintiendosucaricia,quisopegarseasumano.Joshuahabíasuspendidosuvigiliayellabajósolalaescalerillaycruzó

lacubiertahastalaenfermería.Lapuertaestabaunpocoabierta.Cuandolaabriódeltodo,sequedódepiedra.Eljovendelgaduchoquefueaveraldoctortresdíasatrásestabafrente

albotiquín.Loscajonesestabanabiertos.Enlamanoteníaunabotellaconunaetiquetaconunacalaveraydostibiascruzadas.

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Seacercóaél.—¿Quéllevasahí?Elchicosemetiólabotellaenelbolsillo.—Disculpe,señora.Eldoctormehadichoquemetomeestamedicina…—Esimposiblequetehayadadopermisoparaquetelaadministrestú

solo,yparaquecojasesabotellaenparticular.Eljovenlamiróyclavólaatenciónensupecho.«El anillo.» No había pensado en esconderlo. Sólo pensaba en su

ridículoenamoramiento.—Dejalabotella—dijo.—Simedaeseanillo,ledarélabotella,señorita.El chico miró en dirección a la puerta. No había nadie en aquella

cubiertayesedíaelvientosoplabaespecialmente fuerte.Elbarcocrujíaconfuriaylosanimalesestabaninquietosyruidosos.Sigritaba,eramuyprobablequenolaoyeranadie.—Leprometoquedejaré labotella—dijo—.Noquierohacerledaño,

señorita.Sólodemeelanillo.Porencimadesusmejillashundidasasomabaunamiradasalvaje.Puede

queestuvieraenfermo.Quizásóloestuvieramuertodehambre.Talvezlohicierapordesesperación.Yellacomprendíamuybienladesesperación.—Vuelveadejaresabotellaenelarmarioyvete—ledijo—.Yfingiré

quenohasintentadosobornarme.Losojosdeljovenvolvieronasaltardelapuertaalanillo.Ellatendiólamano.—Damelabotella—dijousandosutonodeinstitutrizautoritaria.Elmarinerosemetiólamanoenelbolsilloysacóuncuchillo.AArabellaselecontrajolagarganta.La agarró de la muñeca y la empotró contra la pared. Tenía una

complexiónenjuta,peroeraaltoysorprendentementefuerte.—Sinoquierenegociar,mequedaréconlasdoscosas.Elcuchillobrillójuntoasucara.—¿Qué tontería es esta?—consiguiódecirmuynerviosa.El joven se

valiódelamanoqueteníalibreparaagarrarladelbrazoconfuerza,yconlamanoconlaquesosteníaelcuchillolaasiódelfrontaldelacamisa—.Estamosenelmar.Tedescubriránenseguida.Elchicotiró.Ellazolecortóelcuello.Arabellaapoyótodoelpesode

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sucuerposobreunapiernaylegolpeóconlarodillaenlaentrepierna.Eljovensetambaleóhaciaatrástratandoderespirar.Abrióelpuñoyel

anillo brilló en la palma de sumano como si fuera sangre. Ella corrióhacialapuertayélsetambaleóhaciaArabellaconelrostrocontraído.

—¿Queestánhaciendoqué?Luc entornó los ojos por entre las olas espumosas. La luz del sol se

reflejabasobrelasdocenasdevelasblancasquesedivisabanatrescientasyardasdedistanciaproyectandounbrillogloriososobrelaembarcaciónnavalmáscercana.—Esperandoconelbarco,capitán.Joshuamordisqueabaunapajitaconlospequeñospulgaresmetidosen

lostirantescomosifueraungranjero.Luctodavíanopodíaverlascarasdelosmarineros,peroconocíamuy

bien laposechulescadelhombrequeaguardabaorgullosoenelalcázardel barco que tenían enfrente. Tony Masinter había sido el mejorlugarteniente que había tenido, y su mejor amigo. No podría haberdeseadounhombremejorparasustituirloalmandodelVictory.Peronotenía ni idea del motivo por el que su viejo barco estaba acosando alnuevo.—¿Capitán?—dijoJoshua.Lucmiró lacubiertade subergantín.Teniendoencuenta lacompañía

quehabíaasomadoporelhorizontehacíayaunahora,debíaadmitirqueestabaparticularmenteescasademarineros.Notodoslosdíasocurríaqueunafragatadecientodocecañonesescoltaraaunahumildeembarcaciónhastaelpuerto.PeroesaparecíalaintencióndeTony.—¿Veintehombres,dices?—Quizá seanmás. Pero sólo tengo veinte dedos—reconoció Joshua

encogiéndosedehombros.Luclediolaespaldaalotrobarco,seapoyóenlabarandillaysecruzó

debrazos.—¿Por qué crees que esos hombres están haciendo algo tan extraño,

Josh?—Quizáseaporlaropainteriordemujerquehaycolgadadelaviga,

señor.Lucsepusoderecho.

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—¿Ropainteriordemujer?—Hay algunas prendas, capitán, no son muchas, pero están todos

apostandoaverquiénselasqueda.Siemprequeellaseolvidedecogerlascuandolleguemosapuerto,claro.Elchicoleguiñóunojo.—Comprendo.Gracias,Joshua.Luc se fue en dirección al alcázar. Debería pedirle a Miles que se

ocuparadelasunto.Peronopensabadejarquesutripulaciónysuasistentevieran la ropa interior de la joven mientras él se conformaba con unmontóndefantasíassubidasdetono.¿En qué diablos estaría pensandoMiles cuando decidió poner a secar

esaropajuntoalascuadrasdelganado?Habíadichoqueeraellugarmáscálidodelbarco.Cuandoestabaapuntodecogerla,laoyógritar.Lascabezasdelosmarinerossevolvieronjuntoaél.—Enlacubiertainferior,señor—dijounodeellos.Bajó las escaleras de un salto y giró en dirección al despacho de

Stewart,seguidodesushombres.Noteníatiempodecogerlapistola.Sellevólamanoalaespadayabriólapuertadelaenfermeríadeungolpe.La joven tenía la espalda pegada a la pared y estaba muy sonrojada.

Teníaunasierraparacortarhuesosenunamanoyunajarradecobreenlaotra. Parecía una valquiria feroz. A un metro de distancia había unmarinero que le apuntaba al cuello con un cuchillo. Tenía el otro puñoapretado,peroporentresusdedoshuesudosbrillabaunobjetodoradoyrojo.—Yatedijequevendrían.—Sutonodevozeraduro,perocompasivo,

comosisupálidocuellonoestuvieraapocoscentímetrosdelcuchillodelchico—.Tendríasquehabermehechocaso.Era unode los hombres que el intendente deLuc había contratado en

Plymouth.Apenasteníaedaddetenerbarba,ymirabaaLucconmiedoenlosojosyelcuchillobrillanteenlamano.—Me dijo queme pagaría tres guineas por hacerlo—respondió con

aspereza—.Tresguineas.—Quienquieraquetehayaprometidoeso,chico—dijoLuclevantando

laespadayponiéndoseentreellos—,tehadejadosolo.Eljovennohizoademánderesistirse.Elcuchillorepicóalcaeralsuelo

yeljovenparecióderrumbarse.

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Luclehizoseñalesaunodeloshombresqueaguardabanenlapuertapara que cogiera el cuchillo, y luego le cogió la mano al ladrón y learrancó el anillo de entre sus dedos laxos. Asintió en dirección a sutripulación,queestabaasomadaa lapuerta.Loshombres sedeshicieronengritosyvítores,cogieronalladrónylosacarondelcamarote.Arabella tenía los ojosmuy abiertos y estaba pálida.Bajó los brazos.

Luclequitólasierraylajarraylasdejósobrelacamilla.—Llevaunabotelladearsénicoenlacasaca—dijo.—Loshombreslaencontrarán.Estás…—Estoybien—leinterrumpió.Porunmomentolacasacaleoprimióel

pecho,perolevantólabarbilla—.Estoybien.—Has demostrado mucha valentía. Mucha más de la que he visto en

muchoshombresalosquemeheenfrentado.—Estabaasustado.Noqueríahacerloquehabíaaccedidoahacer.ClavólaatenciónenelanilloqueteníaLuc.Élselodejóenlamanoyellacerróelpuño.—Lamento haberte informado mal, señorita Caulfield. Es nuevo a

bordo.Tendríaquehabervigiladomás.—¿Yquéharásahora?¿Lojuzgaráncuandollegueapuerto?—Yahasidocondenado.Recibirásusentenciadentrodepocosminutos.Los ojos de la joven se posaron en la puerta, por donde todavía se

colabanlosdistantessonidosalegresdelosmarineros.—¿Quésentencia?—Elhurtoenunbarcoestácastigadoconellátigo.—¿Látigo?—Veinticincolatigazos.—¿Veinticinco?—Esolomataría—.¿Aquí?¿Ahora?Asintió.—No.Nopuedengolpearle.ElcapitánAndrewseenvainólaespada.—Laleyesclara,señoritaCaulfield.—Túereselcapitán.¿Esonoteconvierteenlaleyenestebarcocomo

meadvertiste?Sálvale.—Diounpasoadelante—.Telosuplico.Lamiróylaobservóconatención.—Teharobado.YdicesquetambiénleharobadoaStewart.¿Porqué

quieresperdonarlo?—Noquieroserlacausadelamuertedeningúnhombre.

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Eseanillodebíatraervida,nomuerte.—Quizánoloseas.Puedequenomuera.Elcapitánsediomediavueltaysalióde lacabina.Ellacorrió trasél.

Pordelantedeellos,ybajandopor la escalera, seoían losvítoresde latripulaciónqueaguardabaenlacubiertaprincipal.—Está muerto de hambre —dijo por detrás de él, agarrándose a la

barandilla de la escalera. Elmar se extendía a ambos lados del barco ybrillabaalaluzdelsol—.¿Noloves?—Enesecasodeberíahaberseaprovechadode lasgenerosas raciones

decomidaquesesirvenenestebarco—dijosinvolversehaciaella.Lajovenseobligóasoltarlabarandillaysalióacubierta.—Si es nuevo a bordo, ¿cómo iba a saber que las raciones serían

generosas?Elcapitánsedetuvoysevolvióhaciaella.Lacubiertaestabaabarrotada

ylajovennopodíaverconclaridadnielmarniloqueocurríaalrededordel palo mayor. Lo que no podía ver no podía hacerle daño. Se leaflojaronlaspiernas.Estabamareada.—Estásdefendiendoaunladrón,señoritaCaulfield.Unhombrequeha

intentadohacertedaño.—Perohemosrecuperadotodoloquehabíarobado,ynohacometido

ningún asesinato. —Unió las manos delante del cuerpo en actitudsuplicante—.Capitán,tienesqueentrarenrazón.—Señora…—Nopodrésoportarelpesodelcastigodeesehombre.—Entoncesnodeberíashabersubidoamibarcoconalgoquevalierala

penarobar.No estaba hablando sólo del anillo. Estaba hablando de ella. Ella le

había rechazado, le había dicho que no la tocara, y ahora se lo estabahaciendopagar.Nopodía ser.Nopodía estar encaprichadade unhombre quepudiera

ser tancruel.Peroellayahabíasufridoporconfiarenelcarácterdeunhombre.EntoncesllegóeldoctorStewart.—Capitán,loshombresyaestánpreparadosparaquedictessentencia.Arabellasevolvióhaciaél.—Doctor,nopuedepermitiresto.Élnegóconlacabeza.

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—Asíescomofunciona,muchacha.La joven se abrió paso por entre la tripulación en dirección al palo

mayor. Los hombres se apartaron a su paso. El chico tenía lasmuñecasatadasaambosladosdelmástil.Selemarcabantodaslascostillas.Tresguineas.Unafortunaparaunmarinerodelmontón.Losuficiente

paraalimentarasufamiliadeporvida.—Mírele,doctor—dijo—.Esunsacodehuesos.Elescocésfruncióelceño.—Muchacha…—Noharobadonada—dijo—.Yoselodi.¡Yoselodi!—gritó.Los marineros se quedaron en silencio entre el traqueteo de los

aparejosmecidos por el viento, el crujir de lamadera y el permanentezumbidodelocéano.—Sivasaazotaraalguien,capitán—dijo—,metemoquedeberíasera

mí.Viunarataenmicamaroteytoméprestadalabotelladearsénicodelbotiquín del doctor Stewart para envenenarla. Este marinero me estabaayudando.Y…—titubeó.ElcapitánAndrewapretólaempuñaduradesuespadayselepusieron

losnudillosblancos.—Yledielanillocomosímbolodeagradecimiento—dijoconfirmeza

—.Seloregalé.Lestengomuchomiedoalasratas.Nadiehizoniunsoloruido.—Muchacha…—Esverdad,doctorStewart.—Sevolvióhaciaél—.Selodi.Asíqueen

realidadnoharobadonada.Capitán,tienesquesoltarloinmediatamente.ElcapitánAndrewenvainólaespadayseacercóaellamuydespacioy

conmovimientosdeliberados.—¿Túledistelabotellayelanillo?—Esoes.Yo…Sí.Temblaba. El viento azotó la fina tela de las faldas de la camisa que

asomabanpordebajode lacasaca.Se sentíadesnuday fueradecontrol,comosiemprequeestabaconél.—¿Qué te parece, doctor? —dijo el capitán sin dejar de mirarla—

¿Deberíaazotaralapequeñainstitutrizporrobarvenenodetuenfermeríaparaocuparsedeunroedor?Lajoventragósalivaalarmada.Noseríacapaz.—Señor,deboadmitirquefuiyoquienledioelvenenoparalarata—

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dijoeldoctor.Ellainspiróhondo.Elcapitánasintió.—Caballeros—dijomirándola—,soltadalprisionero.Nuestrainvitada

tieneunobjetodevalorquedebedevolverle.Los marineros desataron al prisionero con desgana y lo empujaron

hacialajoven.Elchicotemblabatantocomolosaparejosyteníalacabezagacha. En sus ojos hundidos brillaba el miedo y una desconcertadagratitud.Arabella se metió la mano en el bolsillo para coger el anillo con la

gargantaapelmazada.—Verá,señorita—dijoeljoven—,ahoraquelopiensobien,nopuedo

aceptarlo. —Hablaba con rapidez—. A mi madre no le gustaría queaceptararegalosdeunadama.Pensaríaqueestáendeudaconusteddeporvida,yjamásmedejaríaenpaz.Diounpasoatrás.—SeñorChurch—elcapitán llamóasu lugarteniente—.Acompañeal

señorMundy al calabozo, por favor.Y dele su comida ahora.Nadie, nisiquiera aquellos que se salvande los latigazospor intervencióndivina,pasahambreenestebarco.El lugarteniente agarró al chico del brazo y se lo llevó. Arabella se

aferróalanillodentrodelbolsillo.Eldoctorapareciójuntoaella.—Hahechounagranobradecaridad,muchacha.QueDioslabendiga.—Gracias,doctor—susurró—.Gracias.—SeñoritaCaulfield.—Elcapitánmarchóhacialaescalera—.Reúnete

conmigoenmicamarote,porfavor.Tengoquehablartedeunasuntoenprivado.El doctor Stewart negó con la cabeza y luego se volvió a la curiosa

tripulación.—Volvedaltrabajo—lesordenó—.Todos.Era un día cálido y el sol asomaba por entre las nubes ralas. Pero

Arabellaseestremeciómientrassedirigíaalcamarotedelcapitán.Cuandollegó,loencontródepie,deespaldasalapuertaymirandopor

laventanaabierta.AlolejosseveíaunbarcoconlabanderadeInglaterra.Estabarígidoyteníalamanoapoyadaenlaempuñaduradelaespada.—Nomehabríasazotado—ledijo.

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Sediomediavuelta.—¿Esocrees?¿Cómolosabes?Pensabaquenosabíasnadasobremí.—Nopodíadejarqueesechicofueracastigadopormiestupidez.—¿Estupidez?—Se acercó a ella—. ¿Acaso fuiste tú quien le ordenó

quecogieraelvenenodelbotiquíndeldoctorStewart,duquesa?—Nomellamesasí.—¿Por qué no?Te comportas como si lo fueras. Impartiendo justicia

segúnseteantoja.—Nopodía…—¿Eressucómplice?Lajovenabriólosojoscomoplatos.—No.No,claroqueno.—¿Cómo lo sabías? —Estaba enfadado. En su ojo brillaba una luz

esmeralda, pero semostraba controlado y reprimido. La noche anteriortambién percibió que se controlaba con ella—. ¿Cómo sabías que iba arobaralgooquepodríalastimaraotros?Nisiquieraellugartenienteteníaniidea,yesoqueesunjuezexcelente.¿Cómosabíasquementíacuandolepidióunremedioaldoctor?—Yo…Nolocomprendería.Elreverendonuncalocomprendió.—¿Tú?—Puedoleeralaspersonas.—¿Puedesleeralaspersonas?—Puedoleeralaspersonasconlasquemeencuentro.Exceptoaél.Elcapitánentornóelojo.—¿Puedesadivinarlospensamientosdeloshombres?—No.Nosetratadeeso.Puedopercibiremociones,deseosymiedos,y

asíintuyolosmotivosquelosprovocan.Normalmente…—¿Normalmente?—Normalmente acierto. Por eso se valoran tanto mis servicios. Mi

habilidadresultamuyútilcuandoalguienquiereconseguirciertoestatusoestablecerdeterminadas relaciones;en talescasoses importantesaber loquequierenlosdemás.Diootropasohaciaella.—¿Lohacescontodoelmundo?—Sólocuandoquiero.

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—¿Puedesleermeamí?Enesemomentonohabíadeseoensumirada.Tampocobromeaba.En

suojosólobrillabaesaintensidadquetantolahabíaasustadoenlatabernadePlymouth.Lajovenobligóasuspiesamantenerseensusitioconfirmeza.—Sí.Sehizounmomentodesilencio.—¿Yquéhasdescubiertosobremisdeseos,duquesa?—Nada.—¿Yqué te impide intentar descubrirlo?—se acercó un pocomás—.

¿Tienesmiedo?—Loheintentado.—Nodeberíadecírselo—.Peronohepodido.Atino

teentiendo.—Muyconveniente—dijo.—Enabsoluto.Elcapitánnorespondió.Lajovenyanopodíamirarlo.—¿Yquéharásahora?—lepreguntóellaporfin.—Teharésaltarporlaborda.Levantólavista.Teníaelrostroduro,perolairahabíadesaparecido.Arabellasellenólospulmonesdeaire.—Claro.—SeñoritaCaulfield,novuelvasainterferirenlajusticiaqueimparto,

¿lohasentendido?Lajovensetragóelalivioyasintió.—Entendido.Lamiróalacara.—¿Quépensabahacerconelarsénico?Lahabíacreído.Lacreíacuandoledecíaquepodíaleeralaspersonas.

Oquizácreyeraqueeracómplicedelladrón.—Nolosé.—¿No?—Yatehedichoquenoséleerlamente.Yosólo…—¿Sólo?—Siento. Siento las emociones de los demás, capitán, y las percibo

porque en mi interior no hay ninguna que pueda interponerse en elcamino.Selaquedómirandofijamente.

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—Unaafirmaciónmuysincera.Enespecialprocediendodeunamujerqueha admitido, hace sólounosminutos, que su almanopodría cargarconelcastigodeunhombre.Lelatíamuydeprisaelcorazón.—¿Quévasahacerconél?—Lopondréenmanosdelamarina.—Esebarco…—Esunbuquenaval.Sucapitánharábuenusodeél.Sospechoqueel

chicotardarávariosañosencomprenderlasuertequehatenido.Peroalfinalloentenderá.—¿Lodejarásmarchar?—¿Alguna vez has remado en las galeras de una fragata de veintidós

cañones,señoritaCaulfield?Notienemuchoqueverconlalibertad.—Peroesunladrón.Elcapitánalzóunaceja.—¿Ahoraquieresqueloazote?Aversiteaclaras,pequeñainstitutriz.—¿Porqué lohasperdonado?Todoelmundosabíaqueme loestaba

inventando.—Yaunasíhasconseguidoelapoyodeldoctor—dijocontristeza—.

Québruja.—¿Bruja?—En realidad, me ha venido otra palabra a la cabeza. Pero he

conseguidorectificaratiempo.Tanprontoseenfadabacomobromeaba.—Eresunhombreraro,capitánAndrew.—Ytúeresunainstitutrizmuypococorriente,señoritaCaulfield.—Teagradezcoelcumplido.Entoncesaparecióesaarrugaenlamejilladelcapitán.—¿Erauncumplido?AArabella se le volvió a acelerar el corazón, pero no fue debido al

miedo.—Por lo menos deberías interrogarlo. Según parece, alguien le

contrató para que robara veneno. Puede que quien lo hiciera quisieralastimaraalgunodeloshombresdetutripulación.Omatarlo.Oquizá…—¿Amí?¿Quizáquisieramatarmeamí?¿Amotinarse,talvez?Lajovenasintió.—Notepreocupes,señoritaCaulfield.Interrogaremosalchico.

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—¿Suelesserelobjetivodemuchosasesinos,capitán?—Normalmenteno.—Y, sin embargo, no parece sorprenderte que otro hombre te quiera

mal.Elcapitánalzólacejayesbozóunapequeñasonrisa.—Tuspalabrasmeresultanmuypocosinceras,teniendoencuentaque

notehasesforzadonadaporescondertusopinionessobremiimperfectocarácter.—¿Nopuedessersinceroporunavez?¿Teríesde todo?¿Inclusodel

peligro?—He sentido unmiedomuy sincero por ti cuando he entrado en esa

enfermería.AArabellaseleapelmazólagarganta.—¿Miedo?Alguienllamóalapuerta.—Adelante—dijoelcapitánsindejardemirarla.—Señor—dijoMiles—.ElcapitánMasinterdeseahablarconusted.Fruncióelceño.—¿Ahora?¿Antesdequelleguemosapuerto?—Supasajeroinsisteenello.—¿Yquiénessupasajero,Miles?LavozdeMilesparecióencogerse.—Suseñoría,elcondedeBedwyr.«¿Conde?»Pero por lo visto la sorpresa deArabella no significaba nada para el

capitán.Ladiversióndesapareciódesucara.—LeharéunavisitaalVictory.DígalealseñorChurchqueprepareel

bote.—Sí,capitán.—SeñoritaCaulfield, levoyapedir al señorMilesque tedevuelva la

ropa enseguida. —Se dirigió hacia la puerta. Entonces se detuvo y sevolvióacolocarmuycercadeella—.Nosalgasdeestecamarotemientrasyo no estoy.Amenos que el doctor Stewart esté aquí contigo, cierra lapuertaconllaveydejaentrarsóloalseñorMiles.—Lamiróalacaramuydespacioyconcautela—.¿Meheexpresadoconclaridad?La asaltó unbatallónde punzadas nerviosas.Lamiradadel capitán se

posósobresuslabiosyluegotrepódenuevohastasusojos.

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—¿Meheexplicado?—repitióconaspereza.Asintió.—Sí.—Enesecasobuenosdías,señora.Cogióelsombreroqueaguardabasobrelamesaysaliódelcamarote.LasrodillasdeArabellacedieronysedejócaerenunasilla.¿Uncondequeríahablarconelcapitándeunbuquemercante?Nuncalo

habíavisto,peroconocíalareputacióndelcondedeBedwyr.Decíanqueeramuyatractivo,ungranjugador,ylaclasedehombredelquecualquiermadre alejaría a sus hijas. ¿Qué podría querer ese libertino lord de sucapitán?Seleacaloraronlasmejillas.Noera su capitán.Aquelbarco sólo era elmedioquenecesitabapara

conseguirunfin.Dentrodedosdíasnovolveríaaverlomás.Dentrodedosdíasyanoseríamásqueunrecuerdo.

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5

Elduque

—¡Que te lleve el diablo, Luc! Mis hombres te han recibido a bordocomosifueraselMesíasregresandodeentrelosmuertos.El capitán Anthony Masinter de la Marina Real apartó su plato de

comiday se sirvióotracopadevino; luego llenó también ladeLuc.Elceñofruncidoqueasomabaporencimadesubigoteteníaunairejocoso.Luc tomó asiento tras lamesa de caoba; lamesa que élmismo había

elegidoparaelcamarotedelcapitáncuandoamueblóelVictoryantesdesuviaje inaugural seis años atrás. Era mucho más espacioso que losaposentosqueteníaenelRetribution,ydesdeallíhabíadirigidoacientosdemarinerosyamediadocenadeoficialesdurantecincoaños.—Los hombres recuerdan la guerra y la gloria de la que disfrutan

despuésdelabatalla,Tony.Yosólosoyunrecordatoriodeesosdías.Unasistentetrabajabaensilenciojuntoaellosylesretirabalosrestos

delacena.MiróelojodeLuc.—Malditasea.—Tonydiounapalmadaenlamesa—.Hastaelbuenode

Cob sabe que no hablas en serio. Te advierto que es una provocacióncapitanearunbarcollenodemarinerosquequierenquevuelvasuantiguocapitán.—Yo nunca diría eso —dijo el asistente, y se llevó los platos del

camarote.—Nuncalodiría—gruñóTonylimpiándoseelvinodesupulcrobigote

conunpañuelobordado—.¡Tonterías!—¿Podemosfumar,Anthony?LavozdelcondedeBedwyrsonódesdeelotroextremodelamesacon

unestudiadoairedeindolencia.Apesardequeensudíahabíasidotodoun caballero, después de aceptar el condado, Charles CamlannWestfallolvidóhastaelúltimovestigiodesuentrenamientomilitar.YanollevabaeleleganteuniformeazulconcordonesdoradosdelDécimodeHúsares,

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sinounchaquédecolorciruelaconenormesbotonesdeplata,unchalecodesedaconrosasbordadas,yunamáscaradeintensotedioenelrostro.—Buenaidea,Charles.—Tonyselevantóyacercóunacajaalamesa,

encendióunpuroyempujólacajahaciaCam—.Entonces,¿noquiereselVictory?—lepreguntóaLuccondespreocupación.Nodesdequehabíaencontradootramisiónquevalíalapenaperseguir.—Yasabesqueno.—No podría tenerlo, aunque quisiera —dijo Charles arrastrando las

palabras.—Esverdad.—Tonynegó con la cabeza—.El viejo duque no quiere

quesepongaenprimeralíneadefuego.Pobreborracho.LediounapalmadaenelhombroaLuc.—Mejordicho—dijoelcondelevantandolosojosensombrecidospor

unmechóndepelorubioestratégicamentecolocado—,laviudadelviejoduque.—Semetióunamanoforradaconencajesenelchalecoysacóunacartalacradaconcera.Ladejóencimadelamesa—.¿Quéteparecenlasnoticias?—Luc,¡porDios!Eresduque!Enhorabuena.Estosemereceunbrindis,

ydespuésunsegundo.¡Cob,tráenoselcoñac!—Todavíanoesduque,Anthony.Sóloesunduqueenpotencia.Luc observó la carta sin abrir que aguardaba sobre la palma de su

mano.—¿Cuándoocurrió?—¿QuieressabercuándosemarchóeltíoTheodoreconsucreador?—

Su primo no abandonó su habitual forma de arrastrar las palabras; eracomosielhechodequeélmismotambiénestuvieraunpasomáscercadelducado no significara nada para él. Cosa que probablemente era cierta;Cam prefería la indolencia al trabajo—. Hace tres semanas, después deponersepeor.Laverdad,Lucien,esquesihubierasmantenidoelcontactohabríassabidoqueestoerainminente.Elasistenteregresóconunabotelladecristalytrescopas.Camjugueteódespreocupadoconsubrillanterelojdebolsillomientras

elhumoseleenroscabaporentreloshombros.—Supongo que sigues con la misma actividad que tenías cuando la

marinatedespidió.—No lodespidieron.Semarchóél—dijoTonysoltandounanubede

humo—.Esuntiponoble.

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Elcamaroteestaba fresco.Elairede finalesdeveranoprocedentedelAtlánticosecolabaporlasampliasventanas.Y,sinembargo,elsudorseamontonabaalrededordelacicatrizdeLuc.—¿PorquéAdinatemandaparadecírmelo,Cam?LaviudadeTheodoreeraunamujerjoven,preciosa,ytansuperficialy

sosa como su difunto esposo. Estaba muy unida a su hermano mayor,AbsalomFletcher.Yeraevidentequelasnoticiasnoseríandelagradodeeste.EstabaclaroqueesosignificaríaqueLucregresaríaporfinacasa.Yquetambiénloharíasuhermano.Pero Fletcher ya no era sólo un clérigo. Hacía poco que lo habían

ascendido al episcopado, y era un hombre poderoso e influyente. ElobispodeBarrisnoteníamuchoquetemerdelosniñosquetuvobajosututela.Hastaesemomentoélsiemprehabíavividoenelmar,yChristosenFrancia.Y,sinembargo,esoestabaapuntodecambiar.—Nome ha enviado ella.Me he ofrecido voluntario.—Cam alzó la

ceja—.Hevenidoadarteelpésame,primo.Tonyfruncióelceño.—LaverdadesqueCombeesunlugarmuybonito.Nomeimportaría

teneruncastillocomoese.—Lucyatieneuncastillo,Tony.—¡PeronoenInglaterra!—El título le vendrá muy bien, Anthony, igual que la propiedad —

murmuróelconde—.Siladuquesaperdieraelhijoqueesperaigualquehasucedidocontodoslosdemás,osidieraaluzunaniña,elnúmerodeherederosalducadosereduciríaacero.Tonyseatragantóconelcoñac.—Nomegustaquehablesasídelhermanodeningúnhombre,Charles.

NomesorprenderíaqueLuctedesafiaraporello.Sinolohaceél,quizálohagayo.—Sabequenoloharé.Éltienedosojos.—Lucsemetiólacartaenel

bolsillo—.Ytútambiénlosabes.—Desafiaré a este granuja sime apetece, incluso aunque le deba cien

guineasdelaúltimapartidadecartas.—HayunanotaadjuntadeAdina,Lucien—dijoCam—.¿Noteinteresa

leer las sinceras súplicas de nuestra tía para que vuelvas a casa y learregleslavida?—Yatehasacostadoconella,¿verdad,Cam?

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Tonysepusoenpiedeunsaltoytirólasillaasuespalda.—Malditosseanvuestrostresojos.Lapobrechicaacabadeenviudar.—Siéntate,caballerosobobo.—Camserióconlanguidez—.Lucsólo

meestátanteando.Yladuquesanoesmitipo.—¿Noesunamujercasada?Luccogiósucopa.Elduquehabíamuerto.Largavidaalduque.Durante los diecinueve años que Adina había sido la esposa de

Theodore,habíaperdidocincohijosantesdenacer.Lavidadelpobrehijoque llevaba en el vientre no era ninguna certeza. Tras el quinto aborto,TheodoreexigióqueLucabandonaralamarinayledejóbienclarassuspreocupaciones.Pero él siemprehabíadadoporhechoque su tío se recuperaría de la

enfermedad que padecía y seguiría buscando herederos. Había quiensugeríaqueladelicadaAdinanosobreviviríaaotropartocomplicado,yquelomejorquepodíahacerTheodoreerabuscarseunasegundaesposaalaqueseledieramejorconcebir.Peroesoyanoeraposibleytodohabíacambiado.Lucnosequitaba lacaradelmarineroMundyde lacabeza, igualque

lassúplicasdelapequeñainstitutrizparaquesalvaraaljovenhambriento.Lospobresseguíanpasandohambre,apesardequeyahacíaunañoquehabía acabado la epidemia de hambruna. Las malas cosechas del añoanteriorhabíanreducidolasreservasdesemillas,yloscultivosdeeseañoeran escasos. Lo había visto en Portugal en primavera, en verano enFrancia,ydenuevoenCornwallyDevonantesdesalirdePlymouth:lasmejillas hundidas de los campesinos, las extremidades flacas de losaldeanos, y niños muriendo por todas partes. Había llegado a sufririncluso el patrimonio de su familia, una creciente propiedad deShropshire.Pero ya no tenía elección. No podría viajar a Portugal con su

mercancía.Yahorateníaunameta:necesitabaunheredero.Conelduquemuertoy

Adinaesperandoelnacimientodesuhijo,elducadoestabaensuspenso.Pero si el niño no sobrevivía o era una niña, él heredaría. Tenía queabandonar su barco y regresar a Londres en busca de una esposaadecuada. La propiedad de Francia eramodesta y el título deRallis erahonorario; suhermanoChristos, que llevabavarios añosviviendo en el

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castillo, sepodríaencargardeello.Peronodebíaheredarelducado.ElpesodelaresponsabilidadylaautoridadacabaríaconlavidadeChristosconlamismarapidezqueunaguillotina.Ahoranopodíaquedarseabordo.Porprimeravezenonceaños,debía

irseacasa.Si regresaba, se podría ocupar de los problemas de Combemientras

tuviera el poder de hacerlo. Theodore no podía haberlo nombradoprincipal administrador de la finca. Mucho se temía que habría sidoFletcherquienhabría recibidoesehonor, yaqueera amigode su tíodetoda la vida. Él sólo podría ejercer autoridad sobre Combe hasta quenaciera la criatura. Después del nacimiento ya no tendría ningunaautoridad,olatendríatoda.—En realidad —dijo Cam—, la duquesa no está en condiciones de

revolcarsesobreelhenoconnadie.LapreciosaAdinaestáapuntodedaraluz.Luclevantólavista.—¿Ya?—Oh,eltiempovuela.—Pobrecilla.—Tony negó con la cabeza—.Con su historial, esmuy

probable que no le sirva de nada. Y de todos modos Luc tendrá queesperar.Lamalditaaristocraciasiempremareando laperdiz.Yosiempredigoqueesmuchomejorserplebeyo.—Tu padre es baronet, Anthony —le recordó Cam esbozando una

pequeñasonrisa.Tonyhizoondearsupuro.—Nadie le da importancia a un pequeño baronet. Y menos aún a su

quintohijo.—¿Cuándonacerá?—Ennoviembre.Le quedaban menos de tres meses. Tres meses tras los que Absalom

FletcherbienpodríaserelseñordefactodeLycombeduranteunmontónde años. O tres meses para convertirse en duque. Todo dependía de lafrágilviudaysuhijononato.Luc se frotó la cicatriz. Cam volvió la cabeza con despreocupación.

Pero por primera vez en meses el capitán del Retribution no sintió lanecesidaddepartirleesacaraperfectaasuprimo.—En cualquier caso, Luc, a esa pobre chica le vendrá bien tener un

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hombre en casa.—Tony tocó la empuñadura de su sable—. Serámejorquevuelvasenseguida.—¿Quéesestamonstruosidad?—Camposóunamiradaarqueadasobre

laespada—.Cielosanto,Tony,pareceunajoyadelacorona.—Pertenecealafamilia.—Elbaronetsacópecho—.ElreyGuillermo

se la regalóami tatarabuelo tras suabrumadoravictoriaenCherbourg,¿sabes?Lucobservódistraídolasbrillantesjoyasincrustadasenlaempuñadura

de la espada. Uno de los rubíes le llamó la atención, pero no era tangrandecomoelquehabíaenelanillodelainstitutriz.Alfinalnopodríaseguirla hasta su castillo. Era lomejor. No tenía ningún sentido que secomplicaralavidacortejándolapormuyvaliente,vulnerableytemerariaquefuera.Ynoimportabacómolomirabansusmagníficosojosconesedeseovelado,nilomuchoquelosorprendieraconsuágillengua.Sebebióelcoñacdelacopa,todoelquetenía,talcomohabíahechola

nocheanterior,cuandocompartiólaoscuridadconunapreciosasirvientaempapada.—Dejaré el Retribution en manos de Church —dijo—. ¿Vosotros

regresáisaInglaterra?Tonyresopló.—El almirante ha ordenado que ponga el barco a tu disposición. El

Victorynavegaatuantojo.Denuevo.Sonriófrunciendoelceño.Lucmirólososcurosojosdesuprimo.Camledevolviólamiradacon

losojosentornados.—¿Cuál es el verdadero motivo de que te ofrecieras voluntario para

traermelanoticia?LaesquinadeloslabiosdeCamsecurvóhaciaarriba.—Afortunadamente, justo cuando murió tu tío, tenía la imperiosa

necesidaddeausentarmedeLondres.—Porunamujer,supongo.Luc arqueó la cicatriz.Hacía seismeses también había protagonizado

unescándaloconunamujerquellevóasuprimoaviajardeInglaterraaFrancia. En realidad, era una jovencita. Pero en aquella ocasiónCam lesorprendió. El vicio de su primo no era el que él imaginaba. Y, sinembargo, cuando comprendió la verdad ya era demasiado tarde: su ojofuelavíctimadesuerrordejuicio.

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Camhizogirarelcontenidodesucopadecoñacdistraídamente.—Cuando un hombre racional se comporta de forma contraria a sus

intereses,siempreesporculpadeunamujer,Lucien.Elhechodeque túestés demasiado ciego para darte cuenta—por finmiró directamente elpañueloquecubríaelceñodesuprimo—essóloculpatuya.Lucretirólasilladelamesayselevantó.Entoncesseabriólapuertay

entróelprimerlugartenientedelVictory.—Capitán —le dijo el marinero a Masinter—. Hemos interrogado a

Mundy.SólohaadmitidoqueenPlymouthlocontratóunhombrequenohabíavistonunca.LepidióquebuscaraelRetribution,queseunieraasutripulaciónyquerobaraelvenenodelaenfermería.DebíaesperarnuevasinstruccionescuandollegaraaSaint-Nazaire.—SedirigióaLuc—.Creoquedicelaverdad,señor.—Le has torturado, ¿no es cierto? —preguntó Cam arrastrando las

palabras.—¿Te ha dicho cómo se llamaba la persona que lo contrató? —le

preguntóLucallugarteniente.—Ha dicho que no lo sabía, señor. En cuanto a lo de la tortura…—

Miróalconde—.Mundynosdijoquealhombrelefaltabaelpulgardelamanoizquierda.—Gracias,Park—dijoTony—.Essuficiente.—Sí,capitán.Eloficialsemarchó.Tony frunció el ceño, pero esta vez su expresión no reflejaba ningún

placer.—Maldita sea, Luc. No me gusta que ningún ladrón se paseé a sus

anchaspormibarco.—Enciérraloenelcalabozo,siquieres.Hablaréconélcuandovuelva.Ydescubriríatodoloquepudieradelintentoderobodelmuchacho.Si

teníaquecreerenlosinstintosdelainstitutriz—ocomoellahabíadicho,enesahabilidadsuyaparaleeraloshombres—,Mundynoeraladrónporinclinación,sinopordesesperación.Perolodelvenenoerapreocupante.Entoncesseacercóalapuerta.—Nosvemosenelpuerto,caballeros.—Supongoque has cancelado los planes de hacer una escapadita a tu

preciosocastillo—supusoCamsuspirandoconpesar.—Es una lástima. Pero el viejo Luc tiene que hacer frente a sus

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responsabilidades.Eso y evitar más reuniones en privado con una preciosa sirvienta

pelirroja. La mandaría a Saint-Reveé-des-Beaux y se desharía de latentación.

—DoctorStewart,¿porquélaMarinaRealnosescoltahastaelpuerto?Arabella estaba junto a la ventana del camarote y observaba cómo el

barcosedesplazabaporelaguamuydespaciojuntoaellos.—Esungranhonor,muchacha.ProntoestaríanenSaint-Nazaireydejaríaelmaratrás.Peroestabamuy

nerviosa.Sedijoqueeraporqueestabaapuntodeempezaratrabajarenunsitionuevo.SegúnlehabíadichoeldoctorStewart,yasóloestabanaun día de viaje. Seguro que sus nervios no tenían nada que ver con lacertezadequeseveríaobligadaahablarconelcapitánAndrewantesdedesembarcar.Nohabíanvueltoacruzarpalabradesdequeélhabíasubidoabordodelbuquede lamarina lanocheanterior,y sealegrabadeello.Aquellanochenohabíasoñadoconmaresrevueltosytormentosos,habíasoñadoqueéllatocaba.Nunca había querido que la tocara ningún hombre. Era ridículo que

hubierasoñadoqueéllohacíaysehubieradespertadosinaliento,conlasfaldasrevueltasylapielcaliente.—Leagradezcoque seocuparademícuandocogí frío,doctor.Ojalá

pudieraofrecerlealgunacompensación.—Notienequedarme lasgracias.—Serió—.Ynohace faltaqueme

compense.Lajovensemetiólamanoenelbolsilloysacólamonedamásgrande

quetenía.—¿Aceptaríaesto?Élleapartólamanocondelicadeza.—Nohayqueavergonzarsedeaceptarlacaridad.Tampocoespecado.—Elpecadoresideenelorgulloqueconducearechazarla.ElcapitánAndrewaparecióenlapuertadelcamarote.No estaba preparada para volver a verlo. Probablemente nunca lo

estaría. Lo que la había confundido cuando estaba junto a él no fue elcoñac, el sueño o el ataque del joven marinero. Se debía sólo a él,simplemente.Eraesaextrañeza,subellezadestrozadayesamiradaintensa

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quesesuavizabaderepenteysevolvíaaendurecerconlamismarapidez.—¿Ahoraeresteólogo?—preguntóArabellaalcapitán.—Hagoloquepuedo,señoritaCaulfield.Sumiradabrillante ledioganas tambiénaelladeponerseabromear.

Nodebíahacerlo.Peroyanovolveríaaverlo.Debíavolveracentrarseeneltrabajo,ladeterminaciónyensuobjetivo.—¿Cómoporejemplo?—sepermitiódecir—.Apartedepecar,claro.Élapoyóunhombroenelmarcodelapuertaysecruzódebrazos.—Unpocodeesto,unpocodeaquello.Yasabes, reducir ladronesde

joyas,rescatardamiselas…—Hizoungestodespreocupadoconlamano—.Lohabitual.EldoctorStewartlelanzóunamiradasesgadaysemarchó.Arabelladejóescaparunsuspirofirme.—Yonorobéelanillo.Élalzólascejas.—Yonohedichotalcosa.—¿Por qué desconfías de mí en esto? ¿Te he dado algún motivo en

especialparaello?Laobservó con esa extraña intensidadque a ella le hacía flaquear las

rodillas.—Noeresloquepareces,señoritaCaulfield.Elanilloquellevasencaja

mejorcontucarácterqueeluniformedeinstitutriz.¿Puedesnegarlo?Queríahacerlo.Loteníaenlapuntadelalengua.Esoeraunatontería.

Eraunachicapobreprocedentedeunafamiliapobre.Unahuérfana.Unasirvienta.Perocuandoéllamirabalahacíasentircomo…unaduquesa.Volvióalarealidad.—¿Por qué nos está escoltando ese buque de la marina? Y en aguas

francesas,nadamenos.¿Hashechoalgoilegal?—Ah,lapequeñaduquesacreequepuedehacertodaslaspreguntasque

quieramientrasseniegaaresponderlasqueselehacenaella.Interesante,aunquesupongoqueprevisible.—Hizoungestoendirecciónalacubiertadeloscañones—.Prontollegaremosapuerto.Quizáprefierasvercómollegamosdesdearriba.Lehizoungestoparaquesedirigieraalapuertayellasaliódelantede

él. Pero Luc se quedó cerca, demasiado cerca, y cuando ella subió laescalera de la cubierta principal, lamanodel capitán rozó la suya en la

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barandilla.Lacogiódelosdedosydetuvosuascenso.Labrisaquesecolabaporla

escotillasearremolinóalrededordesucapaysusmanosunidas.—Señor—susurró, pero tenía la garganta apelmazada y el viento se

llevóelsonidodesupalabra.Lasoltóyellaseapresuróescalerasarriba.El viento soplaba con fuerza en la cubierta principal, y las velas del

Retributionestabantanhinchadascomolasdelbuquenavalquelosseguíadecerca.Losmarinerosestabanmuyactivossobrecubierta.—¿Hasperdidotusguantes,señoritaCaulfield?Elcapitánhablópordetrásdesuhombroconuntonogravee íntimo,

como si no estuvieran a plena luz del día rodeados de docenas dehombres.Sevolvió.Selesonrojaronlasmejillasyselesepararonloslabios.—

EstánenPlymouth—dijo—.Losvendíacambiodecomida.Paralosniñosqueencontró.Asintió.Elcapitánsequedómirandosubocayselehinchóelpecho,yellatuvo

miedo de que la besara delante de su tripulación y a plena luz del día,comounhombrebesaríaaunamujerdemalareputación,dondequisieraycuandoquisiera. Por comohablaba de las institutrices, debía pensar queeraloquesugiriócuandoseconocieronenPlymouth.Viajabasolayteníaun anillo que sólo podría poseer unamujer rica. El capitánAndrew noteníamotivosparapensarqueeraotracosaqueunamujerzuela,odebíadeteneralgúnotromotivoparamirarlaconeseevidentedeseo.—Nosoyloquecreesquesoy.Semordióellabio.Nohabíasidosuintenciónhablar.Noteníaporqué

justificarseanteél.—Nocreoquetengasniideadeloquepiensosobretupersona.Ahora

miradetrásdeti.Sediomediavuelta.Engalanadocomounanoviaeldíadesuboda,elestuariobrillabaala

luz del sol rebosante de embarcaciones. La orilla se extendía como unmantodoradoyblancodelargasyrelajadasplayasquedabanpasoadoshilerasdemuelles.Estabanllenosdebarcoscuyasbanderasdelatabanqueprocedíandetodoslosrinconesdelmundo.La ciudad de Saint-Nazaire estaba afincada en el interior de la

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desembocaduradel río, y era pocomásqueuna coleccióndemuelles yastilleros,conlapuntadeunaiglesiaasomandoporencimadelracimodeedificiosqueselevantabandesdelaorilla.—Es muy improbable que te caigas por la borda con tanto barco

alrededor, duquesa—le dijo en voz baja junto al hombro—.Ya puedessoltarlabarandilla.Sesobresaltó.Teníalosnudillosblancosdeapretarla.—Yo…—Yamehedadocuenta—se limitóadecir—.Bienvenidadenuevoa

tierra,señoritaCaulfield.Lehizounareverenciaycruzólacubiertaendirecciónaltimón.

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6

DosLuises

—Je suis désolé, mademoiselle —dijo el posadero sin un ápice dedesolaciónensuestrechorostrogaélico—.Mais,nohayningúncarruaje.Ynadiepuedefabricaruncarruajedelanada,¿no?Fruncióloslabios.Arabella apretó las monedas que le había enseñado, hasta el último

centavoquetenía.—Esporquenolepagomás,¿verdad?Negóconlacabeza.—Jevousaidit,niloscaballosnielcarruajeestarándisponibleshasta

eljeudi.Eljueves.Faltabandosdías.Nosepodíapermitirquedarseniunasola

noche en la posada y luego alquilar el carruaje hasta Saint-Reveé-des-Beaux.—¿Hayalgúnotrositiodondepuedaalquilaruncarruajeenlaciudad?—Nonnon,mademoiselle.Volvió a negar con la cabeza como si lamentara mucho no poder

complacerla.—Perocuandoveníahepasadojuntoaunestabloyhevistouncarruaje

perfectamente bueno con dos caballos que no estaban haciendo nada enabsoluto—replicóellaconfirmeza—.¿Cómoexplicaeso,monsieur?—Discutir con los posaderos de este país es una pérdida de tiempo,

querida—dijouna lánguidavozasuespalda—.Ahoraquehanprobadolasmieles de laRevolución, los franceses tienen poco respeto por nadaque no sea la avaricia. Es una lástima. Antes eran maravillosamenteobsequiosos.Elhombrequeaguardabaenlapuertaparecíaunpríncipesalidodeun

cuentodehadas.Era rubiocomoundios, teníaelpeloonduladoyunoscálidosojosmarrones.Vestíaterciopelooscuro,conencajeenelcuelloy

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lasmuñecas,yllevabaunasbotastanpulidasquebrillaban.Pero ningún príncipe repasaría a una dama con la mirada de pies a

cabeza. En comparación, las lujuriosas miradas del capitán Andrewparecíancompletamenteseguras.No.Esonoeraverdad.Nohabíanadadeseguroen lasmiradasdelcapitánAndrew,porqueella lashabíadeseadomuyasupesar.—Monsieur,bienvenue!—Elposaderohizounareverenciapronunciada

—.¿Puedoayudarleenalgo?—Paraempezar,podríadejardeangustiar a estadama.—Seacercóa

ella—.Esevidentequenecesitaayuda.—Quenocreoqueaceptedeti.—ElcapitánAndrewcruzólapuerta—.

Creo que enseguida te darás cuenta de que es muy autosuficiente.—Lehizounareverencia—.Señora.Arabellatratódesofocarsupulsoacelerado.—Capitán.Loslánguidosojosdelcaballeroseabrieroncomoplatos.—¿Cómoes que tienes el placer de conocer a este diamante y yono,

Luc?Esabsolutamentecriminal.—Señorita Caulfield, permíteme que te presente, con todas mis

reticencias,alcondedeBedwyr—anuncióelcapitánmirandoalcondedereojo—. Cam, la señorita Caulfield ha viajado desde Plymouth en elRetribution.En labocadelcondesedibujóuna lentasonrisay lavolvióarepasar

conlosojos.—Ah, ahora comprendo la presencia de un pasajero en tu barco, que

sueleestarremplidesbêtes.Bienhecho,Lucien.Elcapitánaceptóunallavedelposadero.—Mañanahayfestivalenlaciudad—seescuchóporlapuertaantesde

que apareciera el hombre que lo había dicho—. Qué bien, caballeros,podremosdisfrutardeunentretenimientopocohabitual.Era un hombre moreno con unos bigotes que se curvaban

dramáticamentesobrecadaunadesusmejillas.Llevabauniformenavalylaespléndidaplumadesutricorniosecerníasobresusojos.CuandovioaArabella,sedetuvoabruptamente.—Vaya, bonjour,mademoiselle. —Se quitó el sombrero y arrastró la

plumaporelsuelo—.Esunapreciosidad,¿verdad,caballeros?—Por lo visto, los ojos de Luc no están tan doloridos como los

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nuestros,Anthony—dijo el conde arrastrando las palabras—.Bueno, elojo.—SeñoritaCaulfield, este es el capitánMasinterde laMarinaReal—

dijoelcapitánAndrewponiéndoseasulado—.Tony,noesfrancesa.—NocreoqueAnthonytengamaníascuandolabellezaestanevidente

—afirmóelcondedeBedwyresbozandounasonrisa.—Ynoestá casada—advirtió el capitán con sequedad lanzándoleuna

duramiradaalconde.Luegolamiróaella—:¿Verdad?Arabella se tragó el nudo que tenía en la garganta. El conde era

realmentemagnífico,yelcapitánnavalmuyapuesto.Peroestar juntoalrecio y autoritario capitán del Retribution cuando creía que ya no lovolvería a ver, le hacía temblar las rodillas. Se comportaba con totalautoritarismo,ynohabíatenidoquedecirlequeleteníamiedoalmarparaquesedieracuenta.Ellanopodíadescifrarsuspensamientos,peroporlovistoélsíquepodíainterpretarlaaellaperfectamentebien.—Noestoycasada.—Losiento,Cam—dijoelcapitánsinrastrodehumor.Luegolamiró

ylebrillaronlosojos—.¿MonsieurGripon,yahaatendidodebidamentealaseñoritaCaulfield?Noeralaprimeravezquehablabaconotrapersonamientraslamiraba.

Eracomosisupieraquelaatencióndelosdemássiempreestabavolcadaen él y creyera que todo el mundo estaba esperando sus palabras sinimportardóndeestuvieramirando.—Hélas, monsieur! —El posadero hizo chocar las manos como si

estuviera muy preocupado—. La preparación de le jour de la fête demañanahaacaparadotouteslesressourcesdelaville.Elcapitánfruncióelceño.—Quiero alquilar un carruaje para viajar hasta el castillo —dijo la

joven—,peromehadichoquenohayninguno,aunqueyohevistounoenelestablo,ycaballos.Sevolvióhaciaelposadero.—¿Esoescierto?—Lechariot tienequellevarlasagradaimagende leroiLuisNoveno

en la procesión de mañana, capitán. No puedo alquilarlo ahora. —Elposaderonegóconlacabezaapesadumbrado—.Perolamademoisellenoquierecomprender.Elcapitánasintió.

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—Entiendo.SeñoritaCaulfield,metemoqueesmuyprobablequeestédiciendolaverdad.¿Decuántosdíasdisponesantesdetenerquellegaratudestino?—Cinco. Pero me gustaría llegar antes. —No tenía elección. No

disponía de fondos para quedarse ni un solo día en Saint-Nazaire. Nopodíadejarsevencerdespuésdehaberllegadotanlejos—.¿Cuántosdíasduraráelfestival?—Sólouno.—Elcapitánsequitólosguantes—.EslafiestadeSanLuis,

señorita Caulfield, uno de esos tipos medievales de las cruzadas yantepasadodelactualLuis,¿sabes?Lodemañanaserámuydivertido.—Le dedicó una amplia sonrisa—. Los católicos del continente celebranunasfiestasmaravillosas.—¿Por qué no se queda una noche en la ciudad y disfruta de la

celebración, señorita Caulfield?—le sugirió lord Bedwyr haciendo unaelegantereverencia—.Seráunhonorsersuacompañanteenlosfestejos.—No me cabe ninguna duda. —Luc la volvió a mirar—. Señorita

Caulfield,sitalcomoafirmasesciertoquehaspasadotantotiempoentrela alta sociedad de Londres, ya sabrás que no puedes confiar en lasintencionesdelordBedwyr.—Apenasleconozco,capitán.Nodeberíaprejuzgarle.—Entoncesquizápodríasconfiarenmipalabra.—Sí, señoritaCaulfield—afirmóCamlanzándoleunaastutamiradaa

Luc—.EsmuchomejorqueconfíeennuestroamigoelcapitánAndrew,en lugardeconfiarenmí.Aunque tengaaspectodevillanoy sedirijaaunadama comoun sinvergüenza, en realidad es un tiponoble,mientrasqueyosólosoyunpobrehombresoloenunpaísextranjeroquebuscalainocentecompañíadeunadamaparadarunpaseoporlatarde.LasonrisadeCamseensanchóhastaconvertirseenlasonrisaquehabía

practicadoconcientosdepreciosasmujeresconenormeéxito.Unpálidoruborasomóalasmejillasdelainstitutriz.Lucapretólosdientes.Esesinvergüenzasiempreconseguíahacermella

enlasmujeres.Aélnuncalehabíaimportado.Niunasolavez.Peroahorasíleimportaba.—Camlann, no bromees con la joven —dijo sin sorprenderse de la

asperezadesuvoz.—Supongoquetúereselúnicohombreconeseprivilegio.UnbrilloiluminólosojosdeCam.

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—Capitán, milord—dijo la joven con firmeza alzando la barbilla—.Meencantaríaquedejaraisdehablardemícomosinoestuvieradelante.—Se volvió a dirigir al posadero—.Reservaré una habitación para estanocheylademañanaconlaesperanzadepoderdisponerdelcarruajeeldíasiguiente.¿Cuántomecostará?ElposaderolelanzóunamiradainquisitivaaLuc.Lajovensesonrojó.Perosushombrospermanecieronfirmes.—Apenasconozcoaestoscaballeros,monsieur,ynoformopartedesu

grupo.YopagarémihabitaciónyelcarruajehastaSaint-Reveé-des-Beaux.—¿Saint-Reveé-des-Beaux? —preguntó Cam lanzándole una rápida

miradaaLuc.Diounpasohaciaella—.Vaya,querida,esetambiénesmidestino.Tengomuchasganasdeveramiviejoamigo,elpríncipeReiner,que está alojado como invitado de… Vaya, ¿cómo se llama el ariscodueñodelcastillo,Tony?Este alzóunaceja ehizogirarunode los extremosdelbigote conel

dedoíndiceyelpulgar.—Ahoramismonomeacuerdo.—Ah,sí,elcondedeRallis.—Camgesticulóconunadesusmuñecas

cubiertasdeencaje—.MonsieurGripon,elcarruajepóngaloenmicuenta.Insisto. Por supuesto le garantizo su privacidad durante el viaje, señora.Yoirédelanteydespejaréelcaminoderufianesybribones.—Lededicóunasonrisaganadoraysefuehacialapuerta—.Oye,Tony,¿porquénovolvemosal restaurantequehemosvistoalpasarypedimosunpocodecapónrustido?Lucien,supongoqueteveremosluego.—Buenaidea,Charles.TonylehizounagranreverenciaalaseñoritaCaulfieldysemarchó.Entonceslajovendijo:—¿Eresamigodecondesycomandantesnavales,capitán?—NosesillamaríaamigoaBedwyr.—Esoesevidente.Notengoningunaintencióndeaceptarsuayudapara

viajarhastaSaint-Reveé-des-Beaux.—Eslomejorquepuedeshacer.Sihabíaun solo caballoomuladisponible en la ciudad,mandaríaun

mensaje al castillo y haría que le enviaran un carruaje.En cuantoMilesacabaradehacerelequipajelepediríaqueseencargaradeello.Lajovenlomiróunmomentoconlasmejillastodavíasonrojadas.—Buenasnoches,capitán.

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Laobservómientrasseguíaalposaderoescalerasarribaysediocuentadequellevabalaespaldatanrectacomoladecualquierduquesa.Noteníaninguna duda de que las jóvenes a las que entrenaba para entrar ensociedaderanmuyafortunadas.

La posada estaba en el perímetro de la ciudad, al final de una playarodeada de arbustos y plataneros. Monsieur Gripon le asignó unahabitacióndel tamañodeunarmarioalfinaldelaescalera,desdelaqueArabella oía cada paso y cada palabra de los huéspedes del abarrotadohotel cuando pasaban junto a su puerta. Por lo visto, por mucho queconociera aunnoble inglésy aun capitánde laMarinaReal, esono leaseguraba a una mujer pobre una habitación envidiable en una posadafrancesa.Lassábanaseranfinasyestabandesgastadas,elcolchóneradepajaylospostesyelcabecerodelacamaestabanroídosporlosdientesdealgúnhuéspedhambriento.Lecostópocotranquilizarsecuandopensóqueensólodosdíasestaría

durmiendoenuncastillo.Se quedó mirando un buen rato por la ventana. Observaba las olas

negrasquerompíanenlaplaya,justodondehacíadoshorasqueelsolsehabía escondido en la ensenada tras una llamarada de fuego. Incluso suolor, mezclado con los reconfortantes aromas de la comida que habíanservidonohacíamuchoenelcomedordelpisodeabajo,parecíamenossalvajeyferoz.Lerugióelestómago.Sinoestabadespiertatodalanocheporculpadel

pasode losdemáshuéspedespor laescalera, seríaporculpadesu tripavacía.Peronoteníasuficientedineroparapagarlahabitaciónylacena.El capitán Andrew le pagaría la cena si se lo pedía. Pero entonces

estaría en deuda con él y esperaría que se la pagara. Era lo que solíanhacer. Había conocidomuy pocos hombres que no la miraran como sifueraalgoqueengatusar,alguienaquiendarórdenesocomprar.Uodiar.Comoelhombrealquesushermanasllamaban«papá».Ella creía que el reverendoMartin Caulfield era un buen hombre, de

intenciones sinceras y afectivo a su manera. Admiraba la modestia deEleanoryestabaorgullosodesuinteligencia.YledivertíaelinterésqueRavennamostrabaporcadabichoypájarodelpueblo;imaginabaqueerauna naturalista aficionada. Pero nunca se había preocupado por su hija

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adoptiva mediana. Una vez, cuando ella era muy pequeña y lo molestómientrastrabajaba,laregañóyledijoquenorespetabasuvanidad.Perocuandocrecióvioalgomásensusojos.Decepción.Disgusto.Entonces,eldíaquecumplíacatorceaños, laviohablandoconelhijo

delherrero.Eraunchicorobusto.Lehabíallevadounramodefloresquehabía cogido de un jardín, y ella se rió, le hizo gracia que hubieraescapado sin que lo viera el jardinero. El reverendo la encontró allí, lacogiódelamuñecaylaarrastróhastacasa.LallamóinmodestayleleyólahistoriadeJezabel.Ledijoquesiemprehabíasospechadoquesumadreera una mujer de mala reputación. ¿Qué otra clase de mujer, sino unaprostitutapelirroja,sedesharíadesushijasdeesaforma?Arabelladebíaluchar contra esa tendencia que llevaba en la sangre, por el bien de lareputacióndesushermanasyporelbiendesualma.Despuésde esedíadejódebuscar su aprobacióny su afecto.Decidió

estudiarparapoderencontrarasumadreydemostrarlealreverendoqueseequivocaba.La largaenfermedaddeEleanor lohizoposible.Fueellaquienfuea laescuelacon los fondosquehabíaahorradoen lugardesuhermanamayor,yallíaprendióloquenecesitabaparaforjarseundestino.Yconsuerte,quizásalgúndía,podríaencontrarasupadre.Sellevólosdedosalpañueloquellevabaenlacabeza.Recordabamuy

bienelpelodesumadre,sedosoybrillantebajoelsoltropical.Ellaloteníamuysucio.Ylepicabalacabeza.Nopodíapresentarseante

laprincesa Jacqueline conpintademonja.Pero si se soltaba el pelo sinlavárselo,tendríaunaspectotodavíapeor.CogiólaminúsculavelaquelehabíadadomonsieurGripon,saliódela

habitaciónybajóloscuatroestrechostramosdeescalerashastaelsalón.Ya era tarde. Echó un vistazo por el pasillo que conducía a la parteposterior de la posada. Una mujer venía hacia ella. Tenía las mejillasrubicundas,elpelorecogidoylafaldanegraalmidonada.—SoymadameGripon.—Hablabacomo lacamareraque servíaen la

última casa donde había trabajado—. ¿Le ha comido la lengua el gato,señorita?—Megustaríabañarme.—Arabellaadoptóuntonodevozlomásaltivo

que pudo—.Quiero queme traigan agua caliente ami habitación ahoramismo.—Vaya, ahora que hemos captado la atención de su señoría nos

ponemosaltivas,¿no?

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—¿Disculpe?Lamujerseapoyólospuñosenlascaderasylamiródearribaabajo.

Negóconlacabeza.—Pero teniendo en cuenta que no es él quien pagará la cuenta, me

parecequenolepodréprepararelbaño.—Claroquesí.LamujerletendiólamanoaArabella.—Serándosluises.—¿Dos?Peroesoesunatraco.Lamujervolvióaposarlamanoenlacaderaprovocandounfrufrúde

telascaras.—Elpreciopordarseunbañoenmihotelesdedosluises,señorita.Si

nolostiene,notengoaguacalienteparausted.—Entoncestráigameaguafríaymelasapañaréconeso.Volvióatenderlelapalmadelamano.—Serántrespeniques,señorita.Arabellareprimiósuirritación.—Buenasnoches,señora.Subió los escalones lo más tranquilamente que pudo con la vela

temblandoentrelasmanos.Cuandoentróenlahabitación,dejólavela,sequitóelpañosuciodela

cabezaylotirósobrelacama.Seledescolgólamelenasinbrillohastalacinturaysuestómagoacompañóelmovimientoconunintensorugido.Lafrustración,laimpotencia,elcansancioyelhambreseapoderarondeella.Enterrólacaraentrelasmanos.Nada.Niunsollozo.Ningunalágrima.Nisiquieraunagotadehumedad.Nunca lloraba. Tenía el corazón seco desde el día que recibió su

primeraazotainaenelorfanato.Ladirectoraseriódeellaconlafustaenlamano, yArabella le juró a aquellamujer y aDios que no volvería allorarjamás.Seacercóalaventana,abriólascontraventanasysequedómirandoel

mar negro. Debajo de ella, los caballos que no podía utilizar porqueestabanreservadosparaunsanto,relinchabanconsuavidad.Teníaunnudodenerviosenelestómago.Laclasedenerviosquesentía

siemprequeestabaapuntodehaceralgoquesabíaquealreverendonolegustaría, unos nervios que hacía muchos años que no sentía porque sehabía convertido en una cuidadora de jóvenes de buena cuna respetable,

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responsable,profesionalymuydemandada.Sequedómirandoelestablo.Nohabíaningúnfarolniningunaantorcha

queiluminaraeledificio,ynoseveíaningunaotracasa.Anteshabíavistocómo el mozo cerraba el establo y se marchaba a la ciudad. No habíanadiedentro.Habíapasado la infanciaenelcampoconunahermanaenamoradade

losanimales.Sabíamuybienqueenlossitiosdondelosanimalespasabanlanochehabríaagua.Nopodíahacerlo.Siladescubrieran…Apagólavelaysetumbóaoscurasenlacama.Perosequedódespierta,

sumergida en la violenta música del oleaje y notando la brisa marinahúmedaysaladaen lapiel.Sesentíasuciaypegajosadelviaje,no teníaaspecto de ser una mujer a la que ningún príncipe pudiera tomar enconsideración.Peroteníaqueconsiderarla.Teníaqueestarguapacuandolaviera.Noladescubrirían.Selevantódelacama.Mientrasseacercabaalapuertanotóelcontacto

delsuelofríoensuspiesdescalzos.Cogióunamantaraídaysaliódelahabitación.Laescaleraestabaoscuraybajóatientasdesoyendolasquejasde un par de personas que subían. Cuando llegó al rellano, oyó losfuriososruidosdemuellesquesalíandeunadelashabitaciones.Arabellasesonrojó,peronoeranadaquenohubieraoídoyaenlashabitacionesdelos sirvientes, y era una tontería que se pusiera mojigata cuando ellamisma había pensado en ello cada vez que el capitán Andrew la habíamirado.Llegóalaplantabajaensilencio.Necesitaba jabón. Pero no tenía ni idea de dónde podría encontrar un

jabónapropiadoparalavarseelpeloenunaposadafrancesa.Empezó buscando en la cocina. Había un perro viejo dormido en el

suelojuntoalachimenea.Elanimalabrióunojocuandoellaseacercóala despensa, sacudió una oreja, luego cerró el ojo, resopló y volvió ainspirarhondo.Arabella encontró un tarro con jabón detrás de una jarra de ciruelas

secas. Curioso sitio para guardarlo. Entonces lo abrió y metió la narizdentro.No era un jabón cualquiera, sino la más lujosa pasta de lavanda que

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habíaolidoensuvida.Metióundedo,lafrotóycasiseponeacantardealegría.Eraaceitedebaño.Unbuenaceitedebañocostababastantemásdedos luises. Si ella tuviera algo como aquello en un establecimientopúblico,tambiénloesconderíadetrásdelasciruelas.Salió de la posada a escondidas. La noche estaba iluminada por una

finísima luna creciente y las sombras que habitaban el camino hasta elestabloeranmuyintensas.Lasolasdelocéanoquerompíanenlaplayaaquince metros de los plataneros sofocaban los demás sonidos como sifuerancriaturasnocturnas.Arabellasedijoqueaquelloeramuchomejorquelabrillanteluzdelalunayelsilencio.Loquenopudieravernioírnolapodríaasustar.El establo estaba oscuro, pero cuando abrió la puerta se colaron

algunos rayos de luna que iluminaron la paja. Los caballos resoplabanmientras dormían tranquilos y el aire tenía un sabormás seco ymenossalado,másparecidoaldelatierra.Olíacomosuhogar,comoInglaterra.Inspiróhondoysellenólospulmonesdeaquelaroma.Encontróuncubollenodeaguajuntoalprimerestablo.Sequedójunto

aélunmomentodeseandopoder tirarse todoel contenidodel cuboporencima,ysesintióconfundida.Se le empaparía el vestido y también las enaguas. Incluso aunque se

lavaraporpartes,corríael riesgodeacabar tanempapadacomoaquellanocheenelbarco.Laincomodidadleencogióelcorazón.No podía permitirse esa clase de problema en ese momento. Por un

montónderazones.Elcaballoquehabíaenelestablolaobservóconunosojosdecolorté

mientrasellasequitabalamanta,elvestido,lasenaguasylasmedias.Lasdejóaunlado,sepusoderodillasyagachólacabezadentrodelcubo.Loschorrosdeaguafríaylimpiaresbalaronporentrelosmechonesde

su pelo. Unos minúsculos dedos de placer se extendieron por toda sucabeza.Seestremeciódegusto.Despuésdellevarelpelorecogidodebajodelpañuelodurantesemanas,aquellolaembriagabadelibertad.Sesentíamagnífica.Gimiódepurasatisfacción.Entoncesescuchóuncarraspeomasculino.Sacólacabezadelcubo,seapartólosmechonesempapadosdelosojos

ysellevólasmanosalospechos.Parpadeóenlaoscuridad.—¿Quiénhayahí?

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—Deberíaspensarentodaslasmaravillasdelmundoantesdeenterrarlacabezaenlaarena,duquesa.El agua le resbalaba por la nariz, los hombros y entre los pechos, y

goteabaporsutripadeslizándosepordebajodelacamisa.Larecorrióunpequeñotemblor.—Tendríasquehaberanunciadotupresenciaantes,capitán.—Podría decir que has sido demasiado silenciosa para que pudiera

hacerlo.Perolomásprobableesqueestuvieramintiendo.Ahora le veía. Era una sombra apoyada en un establo, como si fuera

perfectamente normal que estuviera a oscuras en un establo en plenanoche.Supusoqueera tannormalcomoqueuna institutriz respetable selavaraelpeloenelcubodeaguadeuncaballo.—Noquierointerrumpirte.—Hizoungestoyunrayodelunasereflejó

ensuanillo—.Teruegoquecontinúesconloqueseaqueestéshaciendo.¿Estásintentandoahogarte?Esperoquenoseapormiculpa.—Noseasabsurdo.—Haselegidounmétodomuymaloparaacabarcontuvida.—Noestoy…—Loséporexperiencia,¿sabes?AArabellaseleencogióelcorazón.—Márchate.Élsecruzódebrazosysequedóinmóvilentrelassombras.—Yolleguéprimero.Ella puso los ojos en blanco mientras sofocaba el recuerdo de los

músculos de aquellos brazos y la sensación tan peculiar que sintió pordentrocuandolosmiró.—¿Esquetenemosnueveaños,capitán?—Situviéramosnueveaños,duquesa,noquerríaseguiraquí.Larecorrióunaoleadadecalor.—Quiero…Elcapitánguardósilencio.—Quiero lavarme el pelo—susurró como si estuviera haciendo algo

escandaloso. Cosa que era cierta—. Pero no puedo hacerlo si me estásmirando.—Nomiraré.Tampoco te veo de todosmodos. Por lomenos no con

claridad.Yesunalástima.—Márchate,porfavor.

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Sehizounlargosilencio.Elbalanceodelasolassonabaamortiguadodesde fuera y los suaves crujidos de los caballos se hacían notar en elinterior.—Tepagaré.Elrugidodesuvozeraprofundoyserio.Arabella volvió a temblar, pero esta vez fue de pesar. De todos los

hombresqueconocía,noqueríaquefueraprecisamenteesequienquisieracomprarla.Noqueríaquepensaraqueeraunamujera laquesepudierautilizaryluegoabandonar.Poralgunaabsurdarazónqueríaqueélfueradistinto.—Yatehedicho…—Paraquetelaveselpeloaquí,ahora,delantedemí.Sóloquieroeso.¿Sóloeso?—Yono…—Notienesdineroparapagarelpreciodeunanocheenestaposadani

elcarruajehastaelcastillo.Nisiquieratienesropaparacambiarte.Apartede un anillo del que no quiero hablar, tienes una capa, un vestido muyviejo,yunpañueloque tehaprestadomiasistente.Nopuedespretenderentrar en el castillo de un noble vestida con ropa vieja, ni siquieraentrando por la puerta del servicio. Te echarán pensando que eres unavagabunda.Esoeracierto,claro.Peronopodíaadmitirlo.—Te pagaré lo suficiente como para que pagues tu habitación y te

puedascomprar ropanueva—dijo—.Siemprequecontinúescon loqueestabashaciendo.—Nopienso…—Sóloelpelo,señoritaCaulfield.Yyomequedaréaquí.—¿Dejarásdeinterrumpirme?—¿Loharás?Teníaelvestidoalalcancedelamano.Podríahabersetapado.Peropara

hacerlo se tendría que descubrir un momento. Esa idea le provocó untraviesoescalofrío.Noeraasícomo teníaque ir suviajeaFranciaparaconocer aunpríncipe.Peroporprimeravezenañosquería sentir algo.Queríaconcederseunmomentodecompletairresponsabilidadyunplacercompletamenteimprudente.Nodebíahacerlo.—Nomecreoquetevayasaquedarahí—dijovacilante.

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—Entoncestedeseosuertecontusfacturas.—Tucaridadyanoestandesinteresada,¿verdad,capitán?Sehizootrapausa.—Siteofrecieraoroacambiodenada,¿loaceptarías?—No.—Túnoconfíasenlacaridad.Arabellayasehabíatopadocondemasiadoshombrescomoparacreer

quealguienpudieradarlealgoacambiodenada.—Lacaridadsiempretieneunprecio—dijo.—Yo me estoy ofreciendo a pagarlo ahora. —Cambió de postura y

suavizóel tonodevoz—.Venga,duquesa,dalegustoaunmarineroquelleva demasiado tiempo en el mar conformándose con la belleza delhorizonte.Permíteledisfrutardeunamujerguapa.Deunmodoinocente.Aquelhombrenoteníanadadeinocente.Volvíaabromear,peronoera

unhombretranquilo,ysiquisierahacerledaño,nolecostaríamucho.Peroellanocreíaque lehicieradañoalguno.Podríahabérselohecho

cuandoestaba en subarco, cuandoestababebida entre susbrazos, en sucama, a sumerced.Perono lohabíahecho.Demostrómisericordia conlosladronesdesesperadosylamirabacomounhombrehambriento.—Esunasimpletransacción,señoritaCaulfield—insistió—.Tútelavas

elpeloyyotedoyoro.Nadamás.Nadamenos.—Sí.Élguardósilenciocomorespuesta.Ellanisiquieraasintióparaindicar

queaceptabasulascivaproposición.Arabelladejódemirarloconlaesperanzadepoderconfiarensusexto

sentido.Loquenopodíavernioírnolapodíaasustar.Seagachóycogióunpocodeaguadelcubo.Ymientrasse laechaba

sobreelpeloyfrotaba,esperabaquenolavieratemblar,yquesisedabacuenta,pensaraquelohacíasólodefrío.

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7

Elbaño

Losrayosdeluzdelunaquesecolabanporlapuertadelestablolateñíandeplata.Luceraunhombredepalabra,peronoeraparticularmentenoble.Enrealidad,nosehabríapodidomoverpormuchoquehubieraquerido.Loteníaparalizadolaimagendelapequeñainstitutriz:estabaderodillasysuspálidosypreciososbrazostirabandelatelahúmedaquelecubríalospechos.Elpelolecaíaenformaderíososcurosporlaespaldayloshombros,y

loschorrosdejabónsedeslizabanporsumelenamientrasellasepasabalasmanosporelpelo.Arabellasemovíadecididaconlosojoscerradosylos labiosapretados, sinninguna intencióndeseduciry, sinembargo, laseducción era inevitable. Él había imaginado aquellos esbeltos brazos,esospechospequeños,ylacurvadesusnalgashastasusmuslos,yporfinlosteníadelantecomounbanquete.Estabahambriento.Su cuerpo respondió. Cómo no. Llevaba meses sin ver una mujer

desnuda.ElherederodelducadodeLycombenoextendíasusemillacondespreocupación.Nopodíapermitir laexistenciadehijos ilegítimosquepudieran ensuciar el árbol genealógico de la familia Westfall; su tíoTheodore se lohabíaenseñadomuybien.HastaesemomentoLuchabíatenidosuficientecompartiendosucamaconmujeresdiscretasconmuchaexperiencia, y nunca había necesitado acostarse con vulgares rameras.Pero lasviudasescaseabanenelmar.Noeradeextrañarqueseexcitaraviendoalapreciosainstitutriz.Eraunhombre.Arabellalevantóeltraserodelostalones,separólosmuslosycogióel

cubo. Luego se inclinó ymetió la cabeza una vezmás, y Luc perdió elsentido.Queríadeshacersedel cuboy sentir suspiernas alrededorde sucintura.Ellasesalpicólacabezaylospechos,esosmelocotonesperfectostanmaduros que semarcaban bajo la tela de su camisa.Unamujer con

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experienciasabríamuybienloqueprovocaríaesaimagenenunhombre,lassensacionesqueleestabatransmitiendoenesemomento.Oesamujerloestabaprovocandoapropósito,oeravirgenynoteníaniidea.Unavirgen.Cielosanto.Nopodíasoportarlo.Arabella se recogió el pelo y lo dejó reposar a su espalda. Luego se

levantóysevolvióhaciaél.—Yalohehecho—dijo—.Sólonecesitolosuficienteparacomprarme

unvestidonuevo,unoszapatosyalquilarelcarruaje.Bastaráconquemedeseso.Eldolordelanegaciónerademasiadointensoparasoportarlo.Lucse

adelantóparaacercarseporqueyasabíaquenopodríaconseguirnadamásdeella.Arabellasequedódondeestabaconlabarbillaenalto.Lacurvadesu

cuello estaba completamente expuesta: era preciosa, brillaba de lahumedad, y Luc pensó que se volvería loco. Ella se escondía tras unafachada de valentía, pero era completamente inocente, una niña jugandocon fuego que defendía su juegomientras se quemaba toda la casa a sualrededor.Se detuvo cerca de ella, lo bastante como para poder tocarla si se

atrevía, y lo bastante como para que la distancia fuera una tortura. Susmanos ladeseaban.Tenía la ropamojadapegadaalcuerpo,y lassuavescurvas y el contornode sus pechos y su cintura estaban expuestos a susojosiluminadosporlaluzdelaluna.Laoscuridaddelpeloquenacíaenelvérticedesusmuslossetransparentabaatravésdelatelamojada,yteníalos pezones gloriosamente erectos. Fríos. Luc se dijo que tendría elcuerpofrío.Peroelcolorleteñíalasmejillas,asomabaendistintospuntosdesucuellosatinadoyseescondíapordebajode lacamisapegadoasupiel.Suslabiosdefresasesepararonydejaronescaparunsuavesonido.Pero estaba insegura. Tenía luz en los ojos, pero no era un brillo

seductor,sinointerrogativo.Valiente,cálidayrecelosa.—Tu pelo brilla incluso en la oscuridad. —Tenía la voz ronca—.

Incluso mojado.—Tenía que obligarse a hablar o acabaría tocándola—.¿Qué clase de hechizo lo hace brillar así? ¿Acaso eres una brujadisfrazadadeinstitutriz?—Sí.Pero¿quéhaydeti?¿Eresunpríncipedisfrazadodepirata?Lucdiounpasoatrás.—Unpríncipeno.

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Másbieneraunhombrecuyoprincipaldeseodeberíaserlamisióndeconseguircuantosmásherederosmejor,ynounapequeñainstitutrizmalalimentada,suciaydevirtudinciertaquehabíacruzadoFranciaenbuscadeuncastillo.Cuandose fuehacia lapuerta,debióde imaginarcómoelladejócaer

susorgullososhombrosyelsuavesuspiroquelesiguiócuandosaliódelestablo.Semarchó a suhabitación, peronopodía dormir.Sededicó a pasear

por la estancia como un animal enjaulado. Como siempre. Pero porprimeravezenaños,teníaunmotivo.Losherederosaducadosnoseentreteníanconinstitutricesamenosque

pretendieranasesinarauncomercianteoalhijodeuncomercianteenuncampoalalba.Esaclasedemujeressiempreteníanalgúnpadrefornidoohermanos más que dispuestos a defenderlas de los ataques de laaristocracia libertina.Por lomenos se contabanmuchashistorias de esetipo.Tampoco le podía ofrecer nada permanente, ymenos a unamujercita

conunalenguatanlargayunaposturatanorgullosa.Aquellanochehabíademostradoqueselapodíacomprarsiestabalobastantedesesperada.Yélno quería acostarse con una mujer desesperada. Incluso si se diera laremotaposibilidaddequeellaaceptara,sospechabaqueseríaunaamantemuyincómoda.Cogióunpuñadodebrillantesmonedasnuevasdesubolsadeviajeyla

velaqueaguardabasobrelarepisa,ybajólasescalerashastalahabitaciónde Arabella. Se detuvo frente a la puerta y se imaginó tirándola abajo.Imaginó lo que encontraría al otro lado. ¿Le recibiría con los brazosabiertos?¿Gritaríaparapedirayuda?¿Estaríaallí?Seestabavolviendoloco.Llamó.Nohuborespuesta.Descorrió el cierre y la puerta se abrió. Estudió el cierre. No había

cerradura. Ni siquiera tenía un pestillo para protegerse. Gripon era ungusano.Estaba acurrucada en la esquina de la cama debajo de unamantamás

fina que su camisa. Su ropa interior estaba colocada con cuidado sobreunasillajuntoalachimenea.Lasprendaserandemasiadofinascomoparaquepudieraviajarconellaspuestas,yademásunadeellasestabamojada.

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EstabatandesesperadaporacudirasucitaconlaprincesadeSensairequehabíapermitidoquesuequipajecontodasuropasemarcharasinella.Mientras cenaban, su primo le había preguntado por su falta de

sinceridadconladama,ylehizounapreguntaquelointrigaba:¿porquécreíaqueellaeraquiendecíaser?Porquenoteníamotivosparanocreerensupalabra.Cuandolamiraba,

veía brillar la sinceridad en sus ojos. Se había puesto en peligro parasalvaraunmarinerohambriento.YesosniñosdePlymouth…Sabíaqueella loshabíaayudado.Habíahabladoconelhombrequelaacompañóallevarlosconsupadre.Pero lamayor confirmación era su integridad.Con su belleza podría

llegarmásaltode loquepuedeaspiraruna institutriz.Unasemanaen lacamadelhombrericoadecuadopodríahaberleproporcionadofácilmenteuna tienda, un puesto de modista o cualquier otra profesión respetableparamujeresdebuenasfamilias.Ysihubierapasadomástiempo,podríahaber conseguidouna casapropia.Bienvestidayperfumada,podría serunacortesanaquevolvieralocosaloshombres.Peroellanoconfiabaenloshombres.Eraevidentequeyalehabíanhechoproposiciones.Perolashabíarechazado.Nadadeesoexplicabaporquéunamujerdesubellezayespíritunose

habíacasado.Amenosquenofueraadecuadaparacasarseconunhombrerespetable.Amenosque,enrealidad,nofueravirgen.Su preciosa melena extendida sobre la almohada seguía mojada y

enredada. No llevaba gorro. Enfermaría y moriría porque él erademasiado estúpido para darse cuenta de que la joven debía habersesecado el pelo ante un buen fuego. Debería traerle madera para lachimenea,despertarla,conseguirleuncepilloyobligarlaasecarseelpelo.Pero no podía despertarla. Dormida, sus pestañas de color canela

escondíanlaschispasdesusojos.Dormida,eramenosguapa.Enrealidad,noeraguapa, sólo eraunadoncellademasiadodelgadaqueempezabaadejaratráslajuventudoquizásesquehabíasidocastigadaporunavidadeservidumbre.Pero no podía dejar de mirarla. Estaba claro que no fingía estar

dormida;éleraelúnicotontodelosdosqueseguíadespiertoymuertodedeseo.Después de aquel autoinfligido episodio de tortura, dejó lasmonedas

queledebíasobrelamesitadenocheysaliódelahabitación.Unavezen

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la escalera, pegó la espalda a la pared y sintió la pesadez de susextremidades;lafaltadeequilibrioqueseadueñabadesuspiernascuandoestabaentierrasesumabaasuestrechocampodevisión.Se alejódel edificio en la oscuridad endirección a la playa.Subió la

pendienteysequitólacasacayelchaleco.Elvientosoplabaconfuerzaysellevóelpañueloquellevabaanudadoalcuello.Eltrozodetelasealejóvolando durante varios metros antes de posarse en la arena. Luego sequitó las botas. El romper de las olas ahogó sus maldiciones a la lunacreciente—queapesardesuescasotamañobrillabademasiadoparaél—ylassiguientesmaldicionesdirigidasalbalanceodelasolas,queparecíanproyectarunbrillosagradosobrelaplaya.Cuandoestuvosoloencalzones,sequitóelpañuelonegrodelacabeza

conelqueyanuncasalíaaningunaparte,ysemetióenelocéano.Elaguaestabahelada.Semetióhastalacinturayluegosesumergióenunaola.Elagualegolpeólacarayloshombros.Leardiólacicatrizysevolvió

a sumergir, luego más profundamente, más lejos de la orilla, de losmuelles,losbarcosylacivilización.Sealejódelalunaendirecciónalsuryremóconlosbrazosenlacorriente.Cerróelojo.Seletensóelpechoyse le aceleró la respiración, paladeó el sabor delmar frío en la boca ypercibióeloloryelsonidodeesemarportodaspartesmientrasnotabalafuerzadelacorrientealejándolodelaplaya.Dejóqueselollevara.Un rato después se diomedia vuelta, se llenó los pulmones de aire y

mirólasestrellas.—Maldita sea —volvió a maldecir la luna por el mero placer de

maldecirenvozalta.Elaguaseagitabaconfuerzaenelestuarioylomecíasumergiéndolo

bajolasolasysacándoloalasuperficiepocodespués.Yanoveíalaorilla.Estabademasiadolejos,yelbrillodelagualoeclipsabatodo.Perosabíadóndeestaba.Lasestrellasylalunanoloabandonarían.Inició el viaje de regreso mediante lentas y medidas brazadas. La

corriente tiraba de sus brazos y sus piernas para sacarlo, pero luchócontraella.Cuandopor fin suspies tocaron tierray lasolas rompieroncontra su

cuerpo,saliódelagua,y,unavezenlaarena,sepusoderodillas.Sedejócaerhaciadelanteexhaustoysumanorozóunatela.Abrióelojoyserió.Deslizóeldedopordebajodelpañuelo,locogió

yselopusosobrelacaradestrozada.Luegosetumbóbocaarribasobrela

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arena,quetodavíaconservabaelcalordelsol.Porprimeravezenmeses,durmióhastaelamanecer.

CuandoArabelladespertódescubrió, juntoasucama,cincomonedasdeorograbadasconelperfildelreydeFrancia.Selevantóy,conlapieldegallina,secubrióconlablusa,lasmedias,el

corsé,lasenaguasyelvestidoarrugado.Seatólasbotas,sepusolacapaybajólasescalerasdelapensión.Eratanprontoquehabíanieblaenlacalle.Se ciñó bien la capa deseando que el sol abandonara su incertidumbrerosáceaparateñirsedetonosdorados.Quizácuandosalieraelsol,podríaolvidarsedeaquellanoche,delaluzdelalunaenelestabloydecómolahabíahechosentir.Estaban abriendo las ventanas de la panadería. El panadero la saludó

esbozandounasonrisaydedicándoleunescueto:—Bonjour,mademoiselle.Eligió dos rollitos calientes y un hojaldre con conservas. Le pagó al

hombreyregresóalaposadaenseguida.Unhombreconuncarrollenodebaratijaspasóporsuladoylasaludóllevándoselamanoalsombrero.Unchico sentado en una grieta del muro se quedó mirando fijamente sucomida.Arabella lediounrollito, seciñóunpocomás lacapayse fuehacia la playa.No pensaba darles a los posaderos la satisfacción de vercómodesayunabacomounacampesina.Teníamuchasganasdehincarleeldientea laporcióndehojaldre.La

miraba con los mismos ojos con los que la miró el capitán la nocheanterior.Quizácomolemiróellatambiénaél.Nodebíapensareneso.Nodebíaadmitírselo.Despuésdeldesayunose

esconderíaensuhabitaciónhastaqueacabaraelfestival.LuegoalquilaríaalosúnicostestigosdesuvergüenzaysucarruajeparaquelallevaranaSaint-Reveé-des-Beaux.Losescasosrayosdesolsecolabanporentrelosárbolesyproyectaban

tonos dorados entre las sombras. Había un montón de minúsculoscangrejos azules correteando por la arena y las gaviotas volaban encírculossobresucabezaenbuscadealgoquedesayunar.Enmediodelaplayahabíaunhombredesnudotumbadobocaarribaenlaarena.Arabellasedetuvoconfundida.Elcapitánmovióelbrazoysetapólacaraconlamano.

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Debíairse.Debíamarcharsecorriendo.Ya.Noconseguíaqueselemovieranlospies.Lucsesentó.Teníalaespaldaanchayunapieldecolormarróndorado

bañada por los rayos del sol del amanecer. Estaba toda cubierta de laarena, que también tenía pegada a los brazos. Se la limpió condespreocupaciónmientrasmirabaelmar.Teníaqueirse.Élselevantaríayellaleveríael…El capitán flexionó las rodillas y apoyó los codos sobre ellas. Los

nerviosdeArabellatemblaroncomolagelatina.Llevabacalzones.Estabaasalvo.Dejóescaparunsuspirotembloroso.Nopodíahaberlaoído,elruidodelasolasahogabatodoslossonidos.

Peroélsediomediavueltayellasediocuentadequenoestabaasalvo.En absoluto. No sabía que un hombre pudiera ser tan atractivo. Elmovimientodesusmúsculosalvolverseparamirarla,ylaevidentefuerzaqueproyectabansusmovimientoslehabíanancladolospiesalsuelo.Las palabras de los sermones del reverendo le vinieron a la cabeza,

palabras como«entrañas», e inspiró vacilante.La había visto.Tenía queservaliente.Nopodíaescapar.Cuandoél sepusodepie,ellaestuvoapuntodeperderelvalor.Pero

debía devolverle parte de las monedas, le había dado demasiadas. Ysencillamenteeraincapazdealejarse,correrotansiquieraarrastrarseconel temblor que se había adueñado de sus piernas. Podría regresar a laposada, esperar a que se vistiera y hablar entonces con él. Pero quizájamástuvieralaoportunidaddevolveraverunhombrecomoese.Jamásvolveríaaveraesehombre.Lucempezóacaminarhaciaella.Arabella se obligó a avanzar hacia él, como si para ella no fuera

extrañoencontrarseconunhombremediodesnudoenunaplayaalalba;lamentó haber deseado que brillara la luz del sol. El oro del sol leiluminabalapielensalzandolosarrebatadorescontornosdesusmúsculos.Sentíaunaintensanecesidaddetocarlo.Nuncahabíasentidolanecesidadde tocar a un hombre antes de conocer al capitán, y menos aún a unhombredesnudo.Intentónomirarlofijamente,peronoloconsiguió.Arabellapensabaquesedetendríaaciertadistancia,peronofueasí.Lajovensetambaleóhaciaatrásyalargólamano.—¡Para!Quédateahí.

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Él la agarró de la mano y tiró de ella hasta que estuvo a escasoscentímetrosdesupechodesnudo.—Siquisierasalejartedemí,yatehabríasido.La agarraba de los dedos con poco esfuerzo, y tenía la piel caliente.

Arabella no comprendía cómo podía estar tan caliente estando casidesnudo. Se había afeitado las patillas de pirata la noche anterior, perovolvíaatenerunasombraenlamandíbula.Ellaestiródelamanoyéllasoltó.—Yo…Teníalospiesenterradosenlaarenayveíacómolaluzdelsolbailaba

enlamejilladelcapitán.Teníalasensacióndehaberperdidodel todoelcontrol.Sabíaquenodebíadejardemirarloalosojos,perosuatenciónresbalóhastasuslabiosyeldeseoseapropiódeella.—¿Por qué no me besas?—le espetó. Era tan atractivo… Desde sus

anchoshombrosysupechomusculosohastaloscalzonesquereposabansobre los huesos de su cadera. Un cuerpo de hombre. Un cuerpo dehombremuyatractivo.Yestabadelantedeellaprovocándolasinsiquieratocarla. La verdad era terrible: quería que él le pidiera un beso para nosentirseculpablededejarsebesar—.Séquequiereshacerlo.—No te he besado porque, a pesar de lo que piensas de mí, soy un

caballero y no me has invitado a hacerlo. —Hablaba en voz baja—.Invítameahora.«Sí.»—No.Luc parecía tener la respiración acelerada y no dejaba demirarle los

labios. Agachó la cabeza y los mechones de pelo despeinados cayeronsobresufrente.Lesusurrócercadeloslabios.—Sólounbeso.Nodebíahacerlo.Lucinspiróhondo.Estabamuycerca,peronolatocaba.—Mmmm. Rosas y lavanda. Venga, duquesa —murmuró—. No me

hagassuplicar.—No.—Semoríaporsentirlabocadelcapitánsobrelasuya—.No.Élapretólospuñosaambosladosdesucuerpomuydespacio.Sealejó

deellaconlamiradaesmeraldacalienteypococentrada.Semarchó.Larodeóendirecciónalaposada.Sefue.

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Ellasequedómirandolashuellasdelaspisadasquedejabaenlaarena.Cercadeallíhabíaunacasacadehombretiradaenlaarena,yunpocomáslejosunchalecoyunospantalones,ytodavíamáslejos,unacamisa.LucsemarchabayelbrotedeexpectativaquerugíaenelinteriordeArabellagritódefrustración.Sediomediavueltay sugargantadejóescaparunpequeñosonidode

tristeza.Loshombresnuncasealejabandeella.Eraellaquiensealejabadeellos.Enrealidad,solíaescaparcorriendo.Nosabíaqueexistieraesaopción.Nuncahabíaconocidoaunhombrequerespetarasudeseodenodejarsetocar.—Teolvidaslaropa—dijocontraelviento.—Quédatela—leespetóélporencimadelhombrosindetenerse.—Eso es ridículo. ¿Para qué quiero yo una camisa y una casaca de

hombre?—Dáselasaalguien.Véndelas.Hazloquequierasconellas.Tengomás.

Muchasmás.—Yamehasdadomásdinerodelquedeberías.—Semetiólamanoen

elbolsilloparacogerlasmonedas—.Deberías…Lucsedetuvoysevolvióhaciaella.Teníaelceñomuyoscurodebido

altrozodepañueloquelocruzaba.Arabelladiounpasoatrás.—Yo no soy ridículo.—Se volvió a acercar a ella—.Ni absurdo.Ni

siquierairrazonablementearrogante.—Suspasoseranlargosydecididos—.Sólo soyunhombrequequierebesaraunamujerquequiereque labesen.Quequierequelabeseyo,quelosepas.Y,sinembargo,pretendenegarlo.Sedetuvodelantedeella,tanaltoycasidesnudo.—Yo…—Estaba hecha un lío. El viento le azotó la capa y tenía los

labios fríos, y después de ese día ya no volvería a verlo—. Yo-yo noquieroquemebeses…Luclabesó.No era la primera vez que la besaban. La habían toqueteado, sobado,

agarradoyforzado.Habíatenidolenguasempapadasenvinodentrodelabocaymanosfríasbajoelvestido.Peroaquelloeracompletamentedistinto.La sostenía empleando sólo lapresiónde suboca contra la suya, con

firmeza, con intención, como si quisiera sentirla sólo de esa forma. Subeso era cálido, como si fuera el mismísimo sol. Ella se quedó quieta

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sintiendo cómo su luz solar se extendía por su cuerpo, se arremolinabaporsuquietudyseenroscabaensutripayensuspechos.Le posó lamano sobre el hombro conmucha suavidady capturó sus

labios con mayor seguridad bajo los suyos. Arabella no se movió. Encuestión de momentos podría pedirle más. La volvió a besar. Esa vezpareció acercarse todavía más. La agarró mientras ella esperaba más,aguardabaqueselopidieraparapoderrechazarlo.Dejóresbalarlamanohasta su cuello. Le posó los dedos sobre la garganta con muchadelicadeza,y le inclinó lacabezaparapegarlaasubocaporcompletoypoderdisfrutardeuninterminablemomentodedulceycalienteconexión.Luegoseapartódesuslabios.Ellajadeóyparpadeó,yseleescapóunpequeñosuspirodesorpresa.Luclamiróalacaraconatenciónyselehinchóelpecho.—¿Otravez?—dijo.—Otravez—susurró.Leposó lamanoen lanucayunió sus labios.Laguió con seguridad

hastaqueella leentregósus labiosparacompartirunacaricia,yotra,yluegootrayotramás.Arabellayanoestabaesperandolaoportunidadderechazarlo.Ahorasedejababesaryesperabaquenoparasehastaquesehubierasaciadodeél,desuscaricias,desucalor,ydeldeseoqueestabadespertandoensuinterior.Queríaquelabesarahastaqueolvidaraloqueeranosentirplacerenunbeso.Luceratiernoymeticuloso,eimaginabaque ya habría adivinado todos sus sentimientos y deseos. Ya sabría queestabaasustadaydeseosa,yqueporprimeravezenañosyanosesentíasola.Qué tontería. A los hombres no les importaban los sentimientos y la

soledad,sólolalujuriaylasatisfacción.Leseparóloslabiosconlabocayellaselopermitió,conscientedeque

sólo quería de ella lo que deseaba cualquier hombre: su cuerpo y suconsentimiento.Peronoqueríaresistirseaél.Élnolepedíamásdeloqueestaba dispuesta a ofrecer, lo que estaba ansiosa por darle. La habíamiradomuchasvecesconapetito,yahoraeraellalaquesemoríaporél.Sepusodepuntillasenlaarenabuscándolomásprofundamente.Lucle

posólamanoenlanuca,seinclinósobreellayArabellaseabrió,dejandoque la utilizara como quisiera, permitiendo que la guiara. Quería más,quería sentirmás intensamente ese creciente dolor de su interior que lobuscabacondesesperación.

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Leacariciólalenguaconlasuya.Elladejócaerloshojaldres.Lucrepitiólamaniobrayellasevolviólocapordentro.Leempezaron

atemblarlasmanospordebajodelacapa.Éllesuccionóellabioinferioryaellaseleescapóunsuavegemido.Lucatrapóelsonidoconlabocaylevolvióaacariciarlalengua.Arabellaescuchólossonidosquesalíandesugarganta,sonidosquenoreconocía,sonidosdesorpresa,necesidadytristeza.Nodebíadesearaquello,peroqueríamás.Queríaestarmáscercade él. Tenía los brazos pegados a ambos lados del cuerpo y con ellostratabadecontrolarlanecesidad.Luclacogiódelacarayseapoderóporcompletodesuboca.Ellasela

entregó, permitiéndole la entrada, dejándose conocer. Se les aceleró larespiraciónalosdos.LospechosdeArabellarozabaneltorsodelcapitányderepenteelcalorexplotóenelinteriordelajoven.Lucrugió.—Duquesa.Eraunsonidodefrustraciónyrestricción.Dejóresbalarlasmanospor

laespaldadeella,quegimiómientraséllaestrechabacontrasucuerpo.El capitán sabía a sal, viento y calor, y estaba duro por todas partes,

tenía unos muslos y un pecho muy poderosos y la rodeaba con unosbrazosmuyfuertes.Queríatocarlo.Estabahechodepielcaliente,fuerzaybelleza, y aunque ella erapobrey estaba sucia, se sentía como lamujermásguapadelaTierra:preciosaeinocente,porprimeravezenaños.Selecontrajolagargantaysintióuncalorpordetrásdelosojos.Era

unafantasía.Estabainventandofantasías.Queríaapartalo.Peroerarealyellanoparecíacapazdedespegarsede

él.Lucleapartóelpañueloydeslizólosdedosporsupelo,yentoncesse

lo quitó por segunda vez. Pero debajo sólo encontró una trenza muyceñida, la clase de trenza que le había enseñado a hacer su hermanaEleanor.Aqueldíaselahabíaapretadoconmásfuerzaquenunca.La trenza lo detuvo. Dejó caer las manos y la soltó de golpe. Pero

respiraba con aspereza y tenía el ceño fruncido. El viento meció unmechóndepelopordelantedelosojosdeArabella.Ellaseloapartóconla mano temblorosa y la luz del sol bailaba en su melena mientras semirabanalosojos.—MañanateacompañaréaSaint-Reveé-des-Beaux.No parecía complacido de haberla besado, ni tampoco frustrado.

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Parecíaenfadado.Ellanegóconlacabeza.—Nonecesitotuayuda.Lucfruncióelceño,peronodejabademirarleloslabios.—Latendrásdetodosmodos.—Noquierotuayuda.Yo…Porfavor,nomelaofrezcas.Él inspiró con aspereza y se le hinchó el pecho. Por un momento

parecióquefueraahablar.Sediomediavueltaysemarchóhacialaposada.Arabellasepasólosdedosporloslabioshúmedosylosintióenellos.—Nohasidosólounbeso—dijo.Elpánicoseadueñódeella—.Noha

sidosólounbeso—gritó.Élnosedetuvo,peroagitólamanoconimpaciencia.—Terminología,señoritaCaulfield.Terminología.

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8

Lacena

Arabellanoseescondió.ElfestivalllenódemúsicalascallesdeSaint-Nazaire y los deliciosos aromas se colaban por su ventana abierta. Laventanapor laquemirabaelestablodondehabía sidoescandalosamentedesvergonzada lanocheanterior,y laplayaen laquehabía sido todavíamásdesvergonzada.Semetiólasmonedasquenopensabaaceptarenelbolsillo,sepusola

capaysalióde laposada.Habíavendedoresambulantespor todaspartesgritando lasbondadesde susproductos:melones, cerezas,patés,quesos,frutos secosy aceitunas.El aire cálidomecíauna combinación a flores,carneasadayajoquesólohabíaolidoenlascasasdeLondresconchefsfranceses.Lafraganciaeramásinteresanteyconsiderablementemejordeloquehabíaolidoensemanas,aexcepcióndeunconfusocapitándebarcoqueolíaamarydelquenoparecíatenersuficiente.El festival era mucho más que un mercado normal. Más bien le

recordabaalasferiasgitanasporlasquesolíanpasearsushermanasyelladurantelosveranoscuandoeranniñas.Habíaunhombrevestidodevioletayamarilloquehacíatrucosconcartasyunsombrero,untríodeacróbatashacíansusnúmerospor lacalle,yotrohombrese tragóunsableenteroante los ojos de los transeúntes encantados.Había espectadores de todasclases: campesinos, vendedores con aspecto adinerado y un montón degente.Habíamúsicos tocando el violín, gaiteros y un chico desgarbadoquetocabaeltamboryvestíaunospantalonesazulesyunacasacaconlosbotonespulidosparalaocasión.—Nohaydudadequeesedebíadeserelencargadodetocareltambor

paralastropasdeNapoleón.LasuavevozdelcondedeBedwyrhizoquesedieralavuelta.—Buenosdías,milord.Lehizounareverencia.

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Éllesonrió.Nomuylejosdeallí,elcapitánMasinterflirteabaconunavendedoracuyasmejillasestabanadoptandounbrillantecolorrojo.Arabellapaseólosojosporlamultitud.—Noestáaquí—dijoelcondejugueteandoconsurelojdebolsillode

oro.Brillababajoelsolcomolastirasdoradasdesuchalecoylasondasde su pelo—. Está en su barco haciendo sólo Dios sabe el qué paraprepararloypoderdejarloenmanosdesulugarteniente.Perotampocolehan gustado nunca esta clase de fiestas. —Hizo un gesto señalando lareunión festiva que los rodeaba—. Por lo menos ya no.—Levantó unamanoenguantadayseposóeldedoíndicesobresuatractivamejillaparaseñalarseelojoderecho—.Aloshombresdeacciónnolesgustaquelossorprendan.Ella sabíaquedebíacambiarde tema.Nodebíadar rienda suelta a su

curiosidad.—Parecequeseconocenmuybien—dijo, sinembargo—.Lacicatriz

parecereciente.¿Esunaheridadeguerra?Elcondealzólascejas.—¿Porquénoselopreguntaustedmisma,querida?Porqueteníamiedodesabermáscosasobreél.Temíaquecuantomás

supierasobreélmásganastendríadebesarle.Guardósilencio.—Ah—murmuróelconde—.Alparecerellaestanpococomunicativa

conél,comoélloesconella.Quéinteresante.—Lecogiólamanoyselaposóenelantebrazo—.Elcapitánperdióelojoenunapeleadehaceunosseis meses, señorita Caulfield. —Empezó a desplazarse por entre lamultitudarrastrándolajuntoaél—.Unadiscusiónterrible.Lapuntadeunaespada.Perolosduelossonhorribles.—¿Unduelo?Perolosduelossonilegales.Lediounaspalmaditasenlamano.—Sólositecogen,querida.—¿Yporquéloretaronenduelo?—Uncaballeronopuededeciresascosas.Seleencogióelestómago.—Porunamujer.—Unaniña,másbien.Noesloqueustedseimagina—dijoenvozbaja

—,aunquenaturalmentenointentosugerirqueustedsepanadasobreesaclasedeasuntossórdidos.

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—Lord Bedwyr, se ha puesto usted muy misterioso. Supongo que lohaceparaconfundirme.—Noesfáciladmitirqueunolehasaltadoelojoaunamigo—dijo—.

Nopuedeesperardemíquememuestrefríoyreflexivo.Ellaapartólamano.—¿Fueustedquienlodejótuerto?¿Porunaniña?—Meacusódetenerunviciomuydesagradable—dijosinevasivas—.

Y aunque yo admito abiertamente ser aficionado a un buen número depecados, ese no es uno de ellos.—Le volvió a posar lamano sobre elbrazo—.Aunque tenía susmotivospara llegar a esa conclusión, así queacabéperdonándole.—Despuésdeherirle.—Esloquesueleocurrircuandounosepeleaconespadas.Peroyalo

hemos dejado atrás. —Sonrió—. Le sugiero que haga usted lo mismo.Perdoneaesepobrehombreporsuserroresyamíporsertanorgullosoydejarmeprovocar.Disfrutemosdeestefestivaltanencantador.—Laprocesióndesde la iglesiahastaelmuelle empiezaal anochecer.

—ElcapitánMasinterseacercópordetrásconunapapelinadenuecesconespecias en una mano y un vaso de cerveza en la otra—. Por lo visto,primeropaseanunratoasanLuispor lascallesy luego lometenenunbarcoylohacenalamar.OtravezalasCruzadas,pobreviejo…Estoestámuybueno.Leofrecióunanuez.—Nunca teconsiderarásdemasiado intelectualpara lasdiversionesde

lasmasas,¿verdad,Anthony?ElcondesonrióaArabella.Entreunpuestodeempanadasyungrupodepersonasquedisfrutaban

deunespectáculodemarionetas,asomabaelescaparatedeuna tiendadevestidos.—Milord.Capitán.Deboentrarenesatienda.Asintióparadespedirseysealejódeellos.—La acompañaré encantado—dijo el conde, y le hizo un gesto para

queloprecediera—.Metengoporunexpertoenmoda.ElcapitánMasintersonrió.—Les esperaré aquí.—Hizo un gesto con la barbilla en dirección al

escenariodelasmarionetas—.Disfrutarédelespectáculo.Unamujer pechugona le rozó lamangay se volvió para seguirla sin

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volveramirarlasmarionetas.Latiendaestaballenadetelasdeseda,algodón,terciopeloylana,todas

de colores preciosos.La vendedora se asomó enseguida.Era unamujermenudaataviadaconunsublimevestidodemuselinavioletapálido.Echóun rápido vistazo a la elegante ropa del conde y luegomiró el sencillovestido de Arabella y su capa desgastada por el viaje, pero enseguidaadoptóunaexpresiónneutral.—Monsieur, ¿en qué puedo ayudarle? —dijo en un inglés teñido de

acentofrancés.—Esevidentequeesladamaquiennecesitaayuda.Yosólohevenidoa

supesar.Pasójuntoaunacajadeencajesysesentóconeleganciaenunsillón.LosojosdeArabellaseposaronsobreunterciopelodecolorinvierno

yluegoobservóunmaniquívestidoconunfabulosovestidodesedaazul.Tenía varias capas de un finísimo tul bordado con lentejuelas plateadas,negras y doradas que parecían alas de mariposa. Eran tan ligeras yluminosas que daba la impresión de que la dama que lo llevase podríasalirvolandosiasílodeseaba.Se dibujó una sonrisa en los labios rojos de lamodista.Miró a lord

Bedwyr.Arabella se sonrojó. No cabía duda de que aquella mujer estaba

asumiendolopeordeella.Noeralaprimera.«Sólounarameralegaríaunpelorojoasuhijayluegolaabandonaría,juntoasusotrasdoshermanas,comohizotumadre.»Sólounaramera.Unamujerqueaceptabaeldinerodeunhombreacambiodedarleplacer.Lasmonedasleardieronenelbolsillo.—Creo que al final no compraré ningún vestido hoy —le dijo a la

modista,ysaliódelatienda.

Dejó que el capitán Masinter y lord Bedwyr la acompañaran a laprocesión.Lamultitudcantabaunhimnosolemnedurantetodoelcaminoyelrituallerecordóaunacoronación.Supusoqueeraloquesepretendía.Cuando hubieron embarcado la estatua dorada pintada a mano de

tamaño real de san Luis, en dirección a la Tierra Santa en un barcodemasiado pequeño para su propia vela junto al únicomarinero que laconducía,seexcusóantesuscompañerosyregresóalaposada.

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Secepillóelpelomientrasoscurecía,selorecogióenunmoñoyalisólas arrugas de su viejo vestido mientras su estómago se quejaba de suvacuidad. La aguardaba una cena modesta en una pequeña taberna quehabíadescubiertocercade la iglesia.Lamayoríade lascelebracionessehabían trasladadoalagua,yArabellapaseóendireccióna la iglesiaporlas calles de la ciudad cada vez más vacías. Cenaría, dormiría y al díasiguienteharíasucortoviajehastaelcastillo.Yallíseencontraríaconsudestino.Sepusolacapucha,seciñólacapaconfirmezayvolviólaesquinadel

callejónquedabaaccesoalataberna.Cuatro hombres le bloqueaban el paso en las sombras. Tres de ellos

aguardabanengrupoyelcuartoestabaapoyadoenlapared.Arabellasedetuvo.Peroyaerademasiadotarde.—Lavoilà—exclamóunodeellos.«¿Ahíestá?»Ellanuncaleshabíavisto.—Oùestvotrehomme,mapetitedame?—dijoacercándoseymirando

trasella—.¿Dóndeestátuhombre?—repitióconuntonoempalagoso.Otrodeelloslosiguió.—Eh,signorina?«¿Italiano?»Arabella retrocedió. Los hombres se rieron con aspereza y hablaron

entreellosparaqueellanolesentendiera.Elhombrequeteníadelantelehizogestosparaqueseacercaraaél.—Vabe.Noiviabbiamoora.Allora,ucciderlo.Sellevólamanoalaentrepiernayestiró.Arabella se dio media vuelta y corrió. La calle estaba desierta y los

ruidosdelfestivalsonabanalolejos.Laspisadasresonaronasuespalda.Unamanotiródesucapa.Ellasesoltó.Seleenredólafaldaenlaspiernasy se lemetió un pie en un aguajero. Se cayó hacia delante.Las risas seacercaron.Arabellase tambaleóhastauna luz,unapuerta.Rezóparaquehubiera

gente.Laagarrarondelacapa,delbrazoyledieronmediavuelta.—¡No!¡Soltadme!Elhombreserió.Teníalosdientesnegrosylasmejillashundidas.Los

ojosdelotrotiposemovíandeizquierdaaderecha.Estabanborrachos.

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Arabellaseresistiótratandodesoltarse,peroelqueestababorracholeagarróelotrobrazo.Untercerhombreapareciópordetrás.Laempotraroncontralaparedypegaronsushombroscontralapiedra.

Unodeellosalargóelbrazoendirecciónasufalda.Ellagritó.

Lucsepusobienelpañuelodelcuello.Mileslesosteníalacasaca.—Excelencia,todavíanohe…—¿Excelencia?Elcapitánmiróelreflejodesuasistenteenelespejo.—Comoustednocreyóoportunoinformarmedelamuertedesutío,lo

hizolordBedwyr—dijoMilessuspirando.—Yaveo.—Lucsecolocóbienlospuños—.Comobiensabrás,todavía

nosoyduque.—Peroloserá.—Eresuntipomuylúgubre,Miles.—Elbebédeladuquesapodríaserunaniña.Comoleibadiciendo,he

preparadounamaletaconropaadecuadaparaelcastillo,yhepedidoquetraiganunamonturaestanocheparaqueestédisponiblecuandosemarchecon la señorita Caulfield. El carruaje está reservado para las siete enpunto.—Bien.Lallevaríahastaallíyseencargaríadequellegaraasalvoyseinstalara

consupersonalyReiner.Siemprequeellaselopermitiera.Nodeberíahaberlatocado.Noeralaprimeravezquealguienbesabaa

la pequeña institutriz, pero no estaba convencido de que le hubieragustado.Parecíaunaestatuademármolentresusbrazos.Y,sinembargo,su beso era puro fuego. Estaba bastante seguro de que no sería de suagrado que la acompañara a Saint-Reveé-des-Beaux, pero no pensabadarlenivoznivotoenelasunto.Después semarcharía aLondres, encontraría una esposa y estaría tan

ocupado haciéndole herederos a la dama de la aristocracia que hubieraelegidoqueseolvidaríaporcompletodelapreciosainstitutriz,quien—sielcarácterteníaalgoqueverenelasunto—deberíahabernacidoduquesa.Yelinfiernosecongelaría.

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Noeraunamujerfácildeolvidar.—Cuandotehayasocupadodemisfacturas,Miles,podrásdisfrutarde

undíadevacacionesen laciudad—dijo—.Nopiensoquedarmemásdeundíaenelcastillo.Milessepusotenso.—No se me ocurriría abandonarlo con un lacayo, excelencia. Habrá

damaspresentes.—EstoysegurodequeaReinernoleimportaráquetomeprestadoslos

serviciosdesuasistentepersonalduranteunavisitatancorta.—Por supuesto que no.Yo le acompañaré al castillo y regresaré con

ustedalVictorycuandoustedquiera.—Miles,detodaslaspersonasqueconozcoereselúnicoquemetrata

contantaimpertinencia.—Creo que no sé a qué se refiere, excelencia. La señorita Caulfield

tambiénlohace.Lucfuealsalón,luegoalcomedordelapensiónynoencontrónirastro

deCam,Tony,Gavinolainstitutriz.Griponseleacercóconremilgo.—Bonsoir,capitán.¿Quierequelesirvamoslacena?—¿Adóndehanidomiscompañerosdeviaje,Gripon?—Eldoctor,elcapitánMasinterymilordcenarontempranoyluegose

fueron a ver el espectáculo a los muelles.Mademoiselle salió hace uncuartodehora.—¿Sehamarchadosola?¿Alfestival?—Oui,monsieur.—¿Ynointentóconvencerlaparaqueesperaraunacompañante?Griponsecruzódebrazos.—Tenía mucha prisa, capitán. Y todas las familias salen a la calle

cuandohayfestival.Estaráperfec…PeroLucyahabíasalido.Habíauncaballoatadodelantedelapensión.

Cogiólacorrea,montóylediomediavuelta.Seencaminóhaciaalospiesdelaciudad,dondesehabíadesplazadola

multitudparadisfrutardelasfestividadesdelanoche.Mientraslabuscaba,las pezuñas del caballo repicaban en las calles adoquinadas y en losmuelles.Nolaencontróporlacallenienelrestaurante.Semarchóendirección

contrariaalaprocesión.Nosehabríaalejadodelaszonaspobladasdela

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ciudad.Recelabademasiadodeloshombrescomoparahaceralgotan…Ungritoresonóenlasparedesdelcallejónqueteníadelante.Sedirigióhaciaallí.La tenían empotrada contra la pared, escondida trasunapila de cajas,

dos la agarraban de los brazos para que no semoviera y le tapaban laboca, otro la cogía de las piernas y se las separaba.Había otro hombreaguardandoentrelassombrasdelcallejón.Lucdesenvainólaespadaydeslizólahojaporelhombrodesuatacante

antes de que ninguno de sus amigos tuviera tiempo siquiera de ver elcaballoquesecerníasobreellos.Elsujetogritóysetambaleóhaciaatrás.Uno de los hombres que tenía al lado se dio media vuelta y saliócorriendoporlaoscuridaddelcallejónpordondeyahabíadesaparecidoeltercero.Uncuartotiposeacercóalcapitánpordetrás.—¡Capitán!—gritóArabella.La cajademadera le golpeó sobre la cabezay loshombros.Todo se

volviónegro.Apenasteníaconcienciaparasacarlospiesdelosestribosybajarsedelcaballo.Sedejócaerhastaelsueloesquivandolaspezuñasdelanimalysepusoderodillas.Teníalasensacióndequelacalleseinclinababajo su cuerpo, y se esforzaba por coger aire mientras con la manobuscabaaciegaslaespadaquehabíasoltadoalcaer.—¡Aquí!Luclevantólacabeza.Arabellaestabaaunmetrodedistanciacogiendo

la espada del suelo, pero su silueta envuelta en la capa se tambaleaba yestaba borrosa. Le alcanzó en el hombro. Luc cayó al suelo y se lerevolvióelestómago.Elrelinchodelcaballosonómuylejano.Desbocado.Elhombrerugiócuandovolvióalevantarlacajavacía.—¡No!Arabellacorrióhaciaelatacanteconlaespada.Lucrodóporelsueloapoyándoseenelhombroypegóatierrasuinútil

ojo derecho. Alguien aulló. El capitán sacudió la cabeza tratando derecuperarlavisiónybuscandoalhombredelacaja.Ella se le había adelantado. El tipo estaba sangrando por debajo del

brazo;gritabayhabíasoltadolacaja.Otrodelosatacantes lacogiópordetrásyleretorciólosbrazosalaespalda.Laespadarepicóenelsuelodelacalle.Elhombreheridosetambaleóhaciaellamaldiciendo.Luc se esforzó para levantarse y conseguir que su cuerpo volviera a

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funcionar.Nada.Loshombrestirabandeella,laarrastrabanylatirabanalsuelo.Elhombreque sangrabaestabaencimadeellay le subía la falda.Ellapateabaconfuerza.Elcapitánsepusoderodillasyobligóasusextremidadesafuncionar.

Laespadaestabaaescasoscentímetrosdesumano.Benditamujer.Habíasidoellaquienlahabíapateadoensudirección.Seabalanzósobreelarmaysepusoenpie.Golpeóasuatacanteconlahojadelaespada.Elotrosoltóa la joven

gritando y se fue corriendo. El atacante se tambaleó rugiendo y escapógritandomaldiciones.Derepente,yaexcepcióndeArabella,elcallejónsequedóvacío.A Luc le daba vueltas la cabeza. Ella lo cogió del brazo. Luego lo

abrazóypegósucuerpoaldeél.Todoestababorroso.—Notecaigas.Suvozsonabacontraídayteníalosbrazostensos.¿Loestabasujetando?Esoeraundisparate.Peroelcallejónerauntúnel

deoscuridad,lepesabanmucholasextremidadesylezumbabanlosoídos.—Tenemosqueiraalgúnsitiodondehayamásgente,yrápido—dijo

ella—.Sitecaes,notendrélafuerzasuficienteparavolveralevantarte.Arabellahizoque seapoyaraen suhombroydeslizóelbrazopor su

cinturaparaempujarlehaciadelante.Luc parpadeó y vio un punto de luz borroso que se convirtió en una

antorcha,luegoviounfarolcolgadoanteunapuerta.Despuésviootro.Lacabeza le palpitaba y le zumbaba al ritmo de lamúsica que empezaba afiltrarseporlacalle.Parpadeódenuevo,despuéslohizoconmásfuerza,yconsiguióenfocarmejor.Ledolíamuchoelhombro.Seconcentróenlamujer en cuyo hombro se apoyaba. Su pelo, recogido en un moño sincubrir,brillabacomoelfuego.Seapartódeella.Arabellasequedódepietemblando.—Peroestás…—Sí.La calle se mecía. La cogió del brazo y tiró de ella. Volvieron una

esquina en dirección a una calle con faroles frente a cada puerta.Habíagente reunida alrededor de un par de malabaristas que se lanzabanantorchasencendidas.ElcapitánAndrewlahizorodear lamultitudhastaunespacioocultoentresombrasylediolavueltaparaponerlafrenteaél.

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Suojoestabaenllamas.—Malditasea,¿enquéestabaspensandocuandodecidistesalirsolapor

laciudad?¿Adóndeibas?Arabellanopodíacontrolareltemblorquelerecorríatodoelcuerpo.—Acenar.—¿Acenar?—Teníahambre.—Tenías…—¡Hambre!Llevosemanassincomerbieny,conlasmalditasmonedas

queinsististeendarmeporhaceralgoquenodebíhacer,pretendíacenar.—La explicación se precipitó por su lengua—. Después de lo que hapasado esta mañana no me quería arriesgar a cenar en la posada yencontrarmecontigoporquenoquierovolverahacercosasquenodebohacer.Pero…teníahambre.La mirada de Luc pareció dar vueltas. Estiró la mano hacia ella y

Arabellasesobresaltó.Éldiounpasoatrás.—Yo…Perdóname.—¿Cómo puedo perdonarte nada cuando acabas de salvarme de esos

hombresydemilamentablefaltadejuicio?Eresridículo.No quería estar en deuda con él. Se estremeció por dentro presa del

pánico.—Noteníasmiedo—dijoconunavozextraña.—Alcontrario.Lefallabanlasrodillas.Habíasidounatonta.Sólopensabaenescapar

deélyennadamás.Lucseacercóaella,perosólo lacogióde lamanoy larodeócon la

suya.—Ahoraestásasalvo—selimitóadecir.—Noquieroestarendeudacontigo—dijo,porquelomejorquepodían

hacererasersinceros.—Esoyamehaquedadoperfectamenteclaro—murmuróélpordebajo

de la música de los malabaristas—. Has sido muy valiente. Si hubierastenido la sierra de Stewart y su jarra de cobre, ni siquiera habríasnecesitadomiayuda.—Asomóunasonrisaasusatractivoslabios.Leposólos dedos bajo la barbilla y le levantó la cabeza—. Como ahora yotambiénestoyendeudacontigo,¿podemossuponerqueestamosenpaz?

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Ellaasintió.Luclaobservóensilencioduranteunmomento,luegodejóescaparuntensosuspiroysediomediavuelta.Teníaunreguerocarmesíenelpañuelodelcuello.—Estásherido.—Menosde loqueheestadootrasveces.—Lehizoungestohacia la

luz—.Ahoracreoquedeberíamosirenbuscadeesacenaquequerías.—Ya no tengo apetito. No vi todo lo que ocurrió cuando…Qué me

hicieroncuando…—Nada—leespetó—.Ven.Arabella recorrió las calles estrechas junto a él. La gente paseaba

agarradade losbrazososereuníaante lapuertade losestablecimientosabarrotados.Todosestabandefiesta.Fueronalrestaurantequehabíajuntoalaposada.Élleabriólapuertay

ellaviosumuecadedolor.Sedetuvo.—Nopiensocenarhastaquenotehayascuradolasheridas.—¿Me estás chantajeando? Señorita Caulfield, es una lástima que no

hayasnacidoduquesa.Lajovenvioalgomuyextrañoensumiradacuandolaposósobresus

labios.—Quizás algún día me case con un duque y dé rienda suelta a mi

potencial—dijo forzando una sonrisa—. Pero hasta entonces, seré unainstitutrizexcepcional.—Nomecabeningunaduda.Hablabaenvozbaja.—¿Yesasheridas?—ledijoconenergía.Lucesbozómediasonrisa.—Otambiénpodríasserniñera.Sumediasonrisalahizosentirrarapordentroyfueradecontrol.Todo

éllahacíasentirfueradecontrol.Tomabadecisionesprecipitadasporsuculpa.Sealejódelapuertaysalióalacalle.—Mi niñera era una mujer maravillosa. —Debía conservar el tono

ligeroyhablardecosassinimportancia,asínohabríanadaentreellos—.Nolarecuerdomuybien,muriócuandoyoteníatresaños.Perorecuerdosupelonegroy…Éllaagarródelamuñecaytiródeellahaciasí.

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—No quiero queme hables de tu niñera.—Hablaba en voz baja pordebajode lossonidosalegresque losrodeaban—.Noquierosabernadamás sobre ti.Yamehe vuelto prácticamente loco de deseo por ti, y esalocuraempeoraconcadapalabraquedices.—¿Porhablartedeminiñera?—Sobreloquesea.Cualquiercosa.—Lamiróyocurriólomismoque

enPlymouth:eraunamiradaconfusayautoritariaaunmismotiempo—.Tedeseoencuantoempiezasamoverloslabios.—¡Entoncesguardarésilencio!—Nocreoqueseascapazdeguardarsilencio.Perodaigual, tampoco

importaría. Seguiría deseándote, aunque admito que quizá con un pocomenosdeintensidad.—Ningún hombre me ha hablado nunca como lo haces tú. Tú eres

sincero. Como si…—Como si al dejar claras sus intenciones estuvieradejando en sus manos la decisión de actuar, como lo había hecho esamañanaenlaplaya—.Desearíanohaberteconocido—ledijo.Luclehablóconsilenciosaintensidad:—Porlovisto,eldestinoseempeñaenllevarnoslacontraria,señorita

Caulfield.«¿Destino?»Sealejódeélyseinternóenungrupodepersonasquepaseabanporla

calle.Derepente la rodeó lamúsicade las trompetas, tamboresygaitas.Laluzdelosfuegosseproyectabaenlasparedes,elcobrebrillanteylastelas relucientes. Los vecinos se reían, hablaban y cantaban mientrasavanzaban.Peroderepentelamúsicaleerafamiliar,mássuntuosaylibre.Viodereojoalosmúsicos,unabandadegitanos.Eranmuydistintosalagente del pueblo y los granjeros. Tenían la piel morena, gruesosmechonesdepelonegro,yllevabanbrillantesarosdoradosquedecorabanlas orejas de los hombres y lasmuñecas de lasmujeres.Arabella habíabailadoconsushermanascadaveranodesuinfanciaalsondelamúsicadeunaferiagitana.BailaroneldíaquelaviejapitonisalesleyólabuenaventurayArabelladecidióquealgúndíasecasaríaconunpríncipe.Eseerasudestino.Sueños. Fantasías. Como la fantasía que perseguía en ese momento,

corriendo hacia un castillo en busca de un príncipe, pero cayendo enmanosdeungrupodehombresquepodríanhaberlavioladoporqueestabasola.

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Zigzagueó entre la multitud sabiendo que la seguían. Ahora ya no ladejaríasola.Seabriópasoentrelagenteciñéndoselacapaymirandolascaras de las personas que la rodeaban. No veía a los hombres que lahabían atacado, tenía el corazón acelerado. La banda se acercó y lamultitud se echó hacia atrás. Unas manos la agarraron al pasar. Ellaconsiguióliberarlacapa.Estabamareada,desorientada.Nopodíadejardetemblar.Luc la agarró de los brazos y apartó a la gente. Los borrachos se

quejabanriendoylorodeaban.—¿Estásbien?Ellaasintió.Sólolatocabapordondelecogíalosbrazosylaprotegía

con el escudo de su cuerpo. Arabella levantó la vista. Luc tenía la caraentresombrasyluces.—Noséquécruelgirodeldestino teha traídohastamí,duquesa—le

dijo con aspereza—.Pero ahora preferiría pasar unmomento de locuracontigoantesquelapromesadeunavidaenteradecordura.—Yo…Porfavor.—Teníalarespiraciónentrecortada—.Nomepidas

loquenopuedodarte.—¿Quécreesexactamentequetehepedido?—Tecurarélaheridayluegomedejarásenpaz,yestoseacabaráaquí.Éllaagarróconfuerzaporuninstante.Lamultitudsehabíadespejadoy

la música se perdía en la oscuridad. Cerca de allí los clientes delrestaurantesereíanybebíanvinoenlanochecálida.Lacogióde lamanoy laguiósinhablar.Laposadaestabacercayel

caudaldelríoqueseuníaalmarsemezclabaconlamúsicadelosgitanos.Lallevóhastaallíysólolasoltócuandollegaronalapuertadelaposada.Lehizoungestoparaqueentraraprimero.Arabellasubiólasescalerassinalientopensandoenlaspalabrasquedebíadecirparadisuadirlo.Cuandollegaronasuhabitaciónyélabriólapuerta,ellasevolvióhacia

él.—Tengo que ir a buscar el caballo—dijo Luc—. Saldremos pronto

para Saint-Reveé-des-Beaux. Hasta entonces te deseo buenas noches,señoritaCaulfield.Lehizounareverenciaysemarchóatodaprisaescalerasabajo.

Lanocheseguíasiendocálidaylascelebracionescontinuaronapesarde

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queya era casimedianoche.Pero la cuidadosa y rigurosa búsquedaporlos tranquilos callejones de Saint-Nazaire enfrió la sangre de Luc y ledistrajodeldolorquesentíaenelhombroyenlacabeza.Ibaarmadoconunapistola y una daga, y también llevaba la espada, que había limpiadodespuésdedejarlaen lapuerta,cuandotodavíadudabasi tendríafuerzasparamarcharse.No le resultó muy difícil seguir el rastro de sangre desde el punto

dondelahabíanasaltado.Lediounascuantasmonedasaunaprostitutadeuna casa mugrienta junto a los muelles y encontró al hombre heridotumbado en un camastro del piso superior. Tenía la camisa y el abrigoteñidosdesangre.NoabriólosojoscuandoLuchablóconél.Élcapitánledioalamujeralgunasmonedasmásparacubrirlosgastos

delentierroylepreguntólosnombresdesuscompinches.Lachicanolossabía.Dijoqueeranmarinerosyforasteros.Nuncaloshabíavistoantesdeaquellanoche.Lucprosiguióconlabúsquedahastaquelaoscuraciudadsehuboidoa

dormir,peronotuvoéxito.Losotrostreshombressehabíandesvanecido.Lo único que le quedaba era encontrar el caballo. Había vuelto a la

cuadradesudueñoyaguardabanervioso juntoalpradocon las riendascolgandohastaelsuelo.Lotranquilizó,montóconmuchaincomodidadyregresóalaposada.Cuando llegó al establo del hostal, vio que la pequeña institutriz

aguardababajoelcírculodoradoqueproyectabalaluzdeunavela.Lequitólabridaalcaballo,lasillademontarylamanta,ycondujoal

animal hasta su establo. Luego cerró la puerta y se permitió mirarla.Aguardaba derecha y orgullosa con el pálido óvalo de su rostroenmarcadoporlacapuchadelacapa.—Esevidentequenohasaprendidonadade tuaventuradeestanoche

sobrelospeligrosqueconllevamerodearsolaporestaciudad—ledijo.—No ignoraba los peligros de esas aventuras antes de esta noche,

capitán—lerespondió—.Aunqueesciertoquenuncamehabíaocurridoconcuatrohombresalavez.Le tembló lavoz,pero levantó labarbillacomosiquisieranegarque

esosepisodioslahubieranangustiado.Lucsintióunaextraordinariapresiónenelpecho.—Veoquehasencontrado tucaballo—dijoella—.Supongoquepara

hacerlonohasnecesitadolascuatrohorasquellevasfuera.

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—Hepasadounratoenunbardemalamuerte—contestó—.Verás, labebida esmuyútil para aplacar inoportunos…mmm…deseos.Siempreque uno beba solo, claro.Cuando uno bebe con una preciosa institutriz,puedetenerelefectocontrario,comoyasabemos.Arabellaseacercóaélhastaqueestuvoaescasoscentímetros.ALucse

le aceleró el corazón.Ella alargó el brazo, le deslizó unamano esbeltaporlanucaysepusodepuntillas.Letiródelcuello.Luc posó los labios sobre los de la joven, que le besó con firmeza e

intención.Losoltóenseguidaydiounpasoatrás.—Nohasestadobebiendo.Nohuelesaalcohol.—Bruja.Selehabíacaídolacapuchaylosacianosestabanmuyabiertos.—Hasidoabuscaraesoshombres.—¿Preferíasquequedaranlibres?—Preferíaquenotevolvierasaponerenpeligropormiculpa.—Nohe corridomuchopeligro.Soybien conocidopormihabilidad

conlaespadaylapistola.Cajasdemaderaaparte.—¿Esquenoosenseñanapelearconcajasdemaderaenlaescuelade

piratas?—Alaqueyoasistíno.—No fuiste lo bastante hábil con la espada cuando te batiste en duelo

conlordBedwyr.—Eseerrorfueunacasualidad.Cosaquehabríaadmitidoélmismosi

notelohubieradichoconlaintencióndeimpresionarte.Arabellahizounapausa.—¿Y ese momento de locura del que hablabas también es una

casualidad?—No.—Peleó contra esa locura, que en ese instante lo asediaba con

fuerza. Aquella mujer era distinta a todas las demás. Sin necesidad deflirtear, resultaba directa, franca y vulnerable al mismo tiempo. Ypreciosa.Eratanguapaqueseguíadeseándolaapesardelaterriblenochequehabíatenido—.Enrealidad,eseesmiestadoúltimamente.Lajoventeníalamiradacansada.—Ahoratengounadeudadoblecontigo.—Noesperoningunaclasedepago.—Sealejódeella—.Noquieroque

mepagues.Tudeudaestásaldada.

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—Noquieropagarte.Nopretendopagarte—seapresuróaresponder—.Sóloquiero…Batiólaspestañasconincertidumbre,ydespuésconairesuplicante.Luccontóhastadiez.Luegohastaveinte.Ellanodijonada.Elcapitánsediomediavueltaysaliódelestablo.Cruzólosárbolesen

dirección al agua buscando refugio y cordura donde siempre laencontraba.Ellalosiguióyletocóelbrazo,yélsucumbióalalocura.

Laabrazó,seinclinósobresuslabiosylabesó.Labesóaconcienciaysinningúnápicededuda,yArabellanohizonadaparadetenerlo.Eraloquemásdeseabayelmotivoporelquehabíacorridotrasél.Esehombrelehacía desear cosas que no debería querer, y hacer cosas que no debíahacer, y no había duda de que aquella era la peor de todas porque noqueríasóloquelabesara.Queríaqueseleaflojaranlasrodillasporalgoqueno tuvieranadaqueverconelmiedo.Pero laúnicacosa,apartedelmiedo,que lahabíahechosentirdeesaformaeraél.Él lahacíaolvidarquelahabíanbesadohombresquenoteníanningúninterésencomplacerlamientrasseabandonabanasupropioplacer.Eraevidentequeélsíqueríacomplacer.Lucleposólaspalmasdelas

manos en la espalda, las deslizó hasta su cintura y la pegó a su cuerpo.También le dejó hacer eso. Era duro y fuerte, y ella quería perder elcontrolporunmomento.Élenterrólosdedosensupelorecogido,leinclinólacabezahaciaatrás

yposó los labiosensucuello.Ella suspiró, sintiendocómoelplacer sedeslizabaporsucuerpohastaquelonotabaportodaspartes,enlaspuntasdelospechosyentrelaspiernas.Aquellasensaciónhizoquetuvieraganasde tocarloysentirlocon lasmanos.Ledeslizó losdedosporelbrazoyluego se agarró a él con suavidad. Elmúsculo que se ocultaba bajo sucasacasemovióalpasodesucariciayunsonidodeplacer rugióensupecho.—Así que tienes manos, ¿eh? —murmuró Luc detrás de su oreja,

apoyando la boca caliente sobre su piel y haciéndola sentir salvaje pordentro—.Tócame,duquesa.—Nodebo.

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—Yotelopido.—Measustas.Lasoltó.Inspiróhondoyselehinchóelpecho.—Estoespeorque laguerra.Por lomenosenunabatallaunhombre

sabedóndeestáentodomomento.Porlogeneral.—¡Sólosoysinceracontigo!Yo…—¿Síono?—Sí.Arabellacruzóelespacioquehabíadejadoentreellosyposólaligera

palmade lamano sobre su pecho.Él la cogió del trasero y tiró de ellacolocándolelarodillaentrelosmuslos.La joven se quedó sin aliento. Perdió todos sus pensamientos. Sólo

sentíasudurísimomúsculocontralazonamásíntimadesucuerpo.Luclebesóelcuelloytiródelbrochedesucapa.—¿Qué estás haciendo?—susurró ella. Sus palabras se perdían en el

ritmodeloleajeylanecesidadquerugíaensuinterior.—Teestoydesnudando.Teestoytocando.Dejaquetetoque.Deslizólamanoporsuclavículayporencimadesupecho.Peroellano

seapartó,tampocolereprendióniledijoqueno.Sabíaquenodebíadejarque la tocara, pero quería sentir placer. Quería, aunque fuera por unmomento,sertanalocadacomounpirata.

Arabellanolerechazó.AceptósusbesosyLucsellenólasmanosconsucuerpocomotantasveceshabíafantaseado.Larealidaderamásdulce.Seestabavolviendoloco:queríamás.Sentía

suspechospequeñosenlasmanosyqueríachuparloshastahacerlagemiry conseguir que se corriera para él. Pero ella estaba inmóvil, apenas letocaba,teníalosojoscerradosyloshombrostensos.Deslizólamanoporsu espalda y le pasó el brazo por la cintura atrapándola contra él,obligándolaamontarsumuslo.Ellaarqueólaespaldatensandolateladelvestidocontrasuspechos.—Suéltateelpelo.Laspalabrassonarondemasiadoabruptas,comounaordenquepodría

haberlesdadoasushombresabordodelbarco.Milagrosamente, ella obedeció. Levantó los brazos para quitarse las

horquillasyliberólosgruesosmechonesdesureclusión.Lomirabapor

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debajodesuspestañascolorcanelaentrecerradas.Cuandotodasumelenase descolgó por su espalda, Luc deslizó la mano por debajo de lamagnífica mata de pelo y separó los dedos en su interior. Era pesada,comoelagua,lasedayelcobrefundido,yestabacaliente.Losmechonessemecieronempujadosporlabrisadelanocheyresbalaronpordelantedesuslabiosdefresa.Queríaversupelosobresucuerpo,resbalandoporéldesnudo;noqueríatenerotracosaquenofuerasupeloentrelasmanos.—¿Notehascompradounvestidonuevo?—No.—Debeshacerlo.Esofueloqueacordamos.Le dio media vuelta para ponerla de espaldas a él y ella siguió sin

protestar.Leapartóelpelo, ledesabrochóloscierresdelanucayluegoloslazosquesecruzabanpordebajodelospechos.—¿Mevasadesnudaraquífuera,dondemepuedevercualquiera?—le

dijo.—Todoelmundoestáenlacama,ylalunatambién.—Seinclinósobre

su cuelloparadegustar el saténde supiel y ella suspiró—.Sóloquieroverte.—No soy atractiva —susurró ella—. No tengo curvas ni soy

voluptuosa.Tevasadecepcionar.—Noeresatractiva—mintió,porquealostreintaañosyasabíaqueera

una tontería intentar convencer aunamujerde loque senegabaa creersobre ella misma. Le quitó el corsé y le bajó las mangas—. Eresdemasiadodelgada.Unamujer tieneque tenermás carne.—Leposó lasmanosenelabdomen,laagarródelascaderasytiródeellahaciaél.Sucuerposuaveyredondeadoaterrizócontrasuerección—.Muchamás.—No tienes ningún respeto por mi vanidad.—Arqueó el cuello y él

apretó más los dedos. Arabella se quedó sin aliento—. Pero no eres elprimero.—Lavanidadnoeselpeordetuspecados,duquesa.—Lebesóelcuello

inspirandosufraganciaalavandayrosas—.Eselorgullo.—Comosiyo fuera laúnicaorgullosapor aquí.Nodeberíahaberme

preocupado por estar en deuda contigo. Ya veo que no eres ningúncaballero.—Ytienes la lenguamuy larga,cosaqueno lepuedegustaraningún

hombre.Le diomedia vuelta para verla de frente y se quedó sin palabras.Las

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enaguaseranmuyescasasylacamisaeramuyfina,esatelaatravésdelaque había visto su cuerpo en el establo. El pesado anillo colgaba en elescotequeseabríaentresuspechos,yvariosmechonesdebrillantesedacobrizaseenredabanconelsencillolazoconelquelollevabaatado.Supieleracomolanata,ylacurvadesuscaderaserarealmenteexquisita.—Milenguaviperinaesirrelevanteenestemomento—dijoella—.No

estábamos hablando de mis defectos de carácter, sino de mi falta debelleza.—Tedeseo.Ahora.Nopodíapensarenotracosa.Laaceleradarespiracióndelajovenlepresionabalospechoscontrael

corsé.—Sí—susurróella.Lucdejócaeralsuelolaespada,lapistolaylacasaca.Luegosepusode

rodillasdelantedeellaydeslizólasmanospordebajodesufalda.Teníaunas piernas magníficas y llevaba unas medias muy desagradables quequería romper.Deslizó lasmanospor suspantorrillashasta llegar a susmuslosyellanodijonada,nohizonada,nosemovióniuncentímetro.Peroélnotabasutemblor.Necesitabasentirladebajodeél.Laagarródelasnalgastanteandocon

laspalmasdelasmanos.Ellaleapretóelhombroconlamano.Luctiródeellaparatumbarlaenelsuelo.La joven dejó que la besara en los labios, en el hueco del cuello, las

curvas de los pechos, y permitió que le bajara las enaguas y el vestidohastaqueelcorsédejódeocultarlelospechos.Teníalospezonesdurosytanoscuroscomoloslabios;destacabancontralapalidezdesupielenlaoscuridad.Belleza.Eraunaauténticabelleza.Leacaricióunpechoconeldedo. Ella se estremeció con violencia, pero no dijo nada ni abrió losojos.Lucseinclinósobresupechoyrodeósuexcitaciónconlalengua:supielysuspechoseransuavescomopétalosderosa.Deslizólalenguaporlapuntaparadegustarla,yellaseparóloslabiosenunsilenciosojadeodeplacer.Élestabadestrozado.La chupó y su polla le presionó los calzones. A ella se le aceleró la

respiraciónyéllamordió.Arabellaseencorvódebajodeélapoyandolasmanoscontraelsuelo.ALucseleescapóungruñidodefrustración.Ellaerasufantasía,estaba

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desnudayentregadaaél,tumbada,accediendoporfinasusdeseos.Peroestabatensaysilenciosabajoelrugidodelamarea.Noqueríasuconsentimiento.Queríasufuego.—Abre los ojos, duquesa.—Su voz sonaba demasiado áspera. Hacía

demasiadotiempoquenoteníaaunamujer,y llevabademasiadotiempoesperandoaesamujer.Nopodíaesperar—.Habla.—Estoysintiendo—susurróellaconelalientoentrecortado—.¿Noes

suficienteparati?Lelevantólafalda,sebajóloscalzonesyseinternóenella.Calor.Opresión.Humedad.—Oh,Dios.Se estaba muriendo. Se iba a correr. Bendita liberación. Llevaba

demasiado tiempo sin hacerlo. Estaba tan caliente y firme… Era unabelleza,unángelyunaseductora,yloestabasalvando.Ellaestabajadeando,seagarrabaconfuerzaalacapaytragabasaliva.Una ráfaga de hielo resbaló por la espalda deLuc y se afincó en sus

testículos.Lacogiódelabarbilla,lerodeólacaraconlamanoylaobligóaabrirlosojos.—Eresvirgen—dijoconlavozronca.—Yo… —Arabella intentó apartar la cara, pero él la agarraba con

fuerza—.Yatehedichoquenosoycómotúpensabas.—Abre los ojos.—La contención le agitó el cuerpo.Aquello era una

agonía—.Ábrelos.Ellaobedeció.—No…Lucinspiróhondoehizofuerzaconlosbrazospararetirarse.—Notevayas.—Ellaleagarródelamuñeca—.Hazlo.—Perdóname—susurró,ylapenetró.No podía hacer otra cosa. Se retiró y la volvió a embestir más

profundamente. Rugió de alivio empujado por el poder y el placer deposeerla. Se fue abriendo paso por su interior, despacio al principio,venciendo sus resistencias, y luego, cuando ya no fue capaz de seguirdespacio,lohizomásdeprisa.Ellaestaba inmóvildebajodeél, tenía lamuñecasobre losojosy los

labioscerrados.—Ahora—rugióLuc—.Duquesa,telosuplico.La cogió de la cadera, la estrechó contra él y Arabella gritó. Luc se

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volvióa internarenellayaella se leescapóungemido.Loagarródelbrazoysucaderasebalanceócontraladeél.Entoncesempezóabuscarlomoviéndosealritmodesusembestidas.Las palabras escapaban de entre los labios de Luc, plegarias,

maldiciones.EléxtasisqueveíaenlacaradeArabellaloempujóaélyasuurgentenecesidadhastaelfinal.Ella loagarróconfuerzayabrió losojosdegolpe,losacianosestabanllenosdesorpresa.Yentoncesvolvióajadear,echólacabezahaciaatrásygritódeplacer.

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9

Losvotos

Arabellasecubriólosojosconlamuñecaydejódemirarlasestrellas,queeranlostestigosdesuruina.Los hombres llevaban años sobándola. Ella se había resistido a la

lujuriadesirvientesyjefes,endosocasioneslehabíacostadosupuestodetrabajo.Perono teníani ideade loquequerían esoshombres, ignorabaporcompletoelplacerquepodíaencontrareneseacto,nosabíaquepodíaexperimentar esas sensaciones, o que con sus caricias un hombre podíallegar hasta su corazón y conseguir que tuviera ganas de cantar, reír,gritarysuplicarlemás,todoalavez.Ydárselotodo.Porfinlosabía.Mientras estaba allí tumbada boca arriba, con el cuerpo caliente de

satisfacción,seentregóalpánico.Sehabíaechadoaperder.Lavirtudquehabía guardado con tanto celo durante todos aquellos años habíadesaparecidoparasiempre.Yanopodíarecuperarla.Había intentado quedarse quietamientras la tocaba. No había querido

resistirse,sólovivirunmomentodelocuraquenoestuvieraafincadoenelpasadoborrosoydistante,nienelfuturoincierto,sinoenelpresente.Pensabaquepodíapermitirsesentirplacerenelmomento.Perohabíaperdidoelcontrol.Lehabíadejadointernarseenella.¿Sería así como habría empezado su madre? ¿Con un hombre? ¿Un

acto?¿Unmomentodelocura?¿Quéhabíahecho?—Asíquenoqueríaspagarme,¿eh?—dijoLuc.Sesentólejosdeellaconlaespaldaapoyadaenunárbol.Alaazulada

luzde lasestrellas,Arabellavioquesehabíadesabrochadoelchalecoyaflojadoelpañuelodelcuello,yteníaloscodosapoyadosenlasrodillas.Suscorpulentoshombrosestabanrígidos.—Nopretendíaserunaformadepago—respondió.Sólolanecesidad

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deexperimentarunmomentodepeligroquenoteníanadaqueverconlaviolencia,sinoconsusnecesidadesydeseos—.Tehedicholaverdad.—Tendríasquehabermedicho toda laverdad.—Sequedóensilencio

unmomento—.¿Porquénomehasdetenido?Arabellasesentó,sepeinóelpeloconlosdedosparaquitarselaarenay

empezóatrenzárselodenuevo.Noseatrevíaamirarle.—No quería que pararas —dijo mirando el pelo que tenía entre las

manos—.Quería saber lo que se sentía.—Con él. En su interior sintiópánico de no volver a verlo y quería tener algo suyo para que laacompañara en su futuro incierto—. Después de lo que ha pasado estanocheydeloquemehanhechoesoshombres…—Nosóloesoshombres,lohabíanintentadomuchosantes—.Loquehapasadomehaasustado.—Mehasdichoqueyotedabamiedo.Las silenciosas palabras deLuc se perdían por entre el sonido de las

olas.—Quería hacerlo como yo quisiera. —Sus dedos se deslizaban

rápidamenteporelpelo,retorciéndolo,trenzándolo—.Comoyoeligiera.—Deberíasentirmeutilizado,peroteniendoencuentaqueesunacausa

tannoble,supongoquenopuedo.—Noteburlesdemí.—Perdóname.—Eresuntonto.Lucseacercóaellaylecogiólacara.Sucariciaeramáscálidaquela

noche y desprendía los aromas del mar, el peligro y la excitación.Arabellanonecesitabacoñac.Éllaembriagabaconsóloacercarse.—Noacostumbroadesflorarinstitutrices.—Y yo no acostumbro a dejarme desflorar por piratas. ¿Lo

consideramosunempate?Pero él no se rió como ella esperaba. La agarró con más fuerza.

Arabella vio su cuerpodehombrepor donde se le abría el cuello de lacamisa,unoshuesos,unosmúsculosyunapielmuydistintosalossuyos.Inclusodespuésdetodoloquehabíancompartido,verlolahacíatemblar.—Tengo que acabar de hacerme la trenza —se obligó a decir—.

Suéltame.Lucdejóresbalarlamanoyellaseapoyóenlostalones.Letemblaban

losdedos,perosiguiómoviéndolosparaocultarlo.—Hoyhehechoesto—dijo—,peromañana…

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—Mañanaesotromundo—afirmóélconseriedad.Arabellasabíaqueélseguíamirándolamientrasserecogíaelpelo.El

airedelanocheleacariciólanucahúmeda.Elfríoyelcontrollahicieronsentirasalvo,eraunasensaciónqueleresultabafamiliar.—Nohesidosincerocontigo—leconfesóLuc.Ellasepusodepie,cogiólacapaysecubrióloshombros.—Puede que fuera virgen, capitán, pero no soy tonta. Los hombres

nuncasonsincerosconlasmujeresconlasquesequierenacostar.—Hayalgoquedebodecir…—No.—Lajovenreculóhundiendolospiesenlaarena—.Antesmehas

dichoquenoqueríassabernadasobremíyyosiento lomismo.Buenasnoches,capitán.La luna había desaparecido y la única luz que había era la de las

estrellas y la del farol que colgaba a la puerta de la posada. Luc no lasiguió;ellasabíaquenoloharía.Estabaacostumbradoadarlesórdenesadocenasdehombresysehabíaganadoelrespetoylaamistaddecapitanesdelamarinayloresdelreino,peronuncalahabíaobligadoahacernadaqueellanoquisierahacer.Exceptodormirensucamasinél.Arabellaseapresuróhastalaposada,reprimiendoelintensopánicoque

crecía en su interior. Cuando escuchó el juramento del capitán a suespalda, imaginó que lo había dicho porque ella se había marchado.Entoncesoyólasvocesdelosdemáshombresysupoquenoeraasí.

Notuvotiempoparadefenderse.Suespadaysupistolaestabantiradasenlaarenaavariosmetrosdedistancia.Peroteníaunadagaenlabota.Noimportaba.Elmurmullodelasolas le impidióoíraesoshombres

cuando se acercaban, y la oscuridad se los había ocultado a la vista. Suabsoluta confusión y el cansancio que le había provocado la paliza dehacía un rato y los posteriores ejercicios decidieron su destino. Seabalanzaron sobre él antes de que pudiera reaccionar. Dos de ellos leagarraronlosbrazospordetrásmientrasel terceroaparecíadeentrelosárboles que tenía a la derecha. Su hombro herido protestó presa de laagonía.Elbrillantereflejodelacerocruzólanocheestrellada.

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El dolor no fue inmediato, sólo sintió sorpresa y el frío en la tripa.Consiguió soltarse una mano y lanzó el brazo hacia delante. Su puñoimpactócontraunamandíbula.Entoncesllegóeldolor,absolutoydevastador.Seinclinóhaciadelante

tratandodellegarasudaga.Larozóconlosdedosyconsiguiósacarla.Sevolvióaciegas,atacóconellayalcanzócarne.Alguienaulló.Rezó

paranoserél.Unamujergritó.Suatacantecayódeespaldas.Lucvolvióaatacar.Unabota impactócontrasupierna.Suhombroheridochocócontrael

suelo.Sólofuecapazderugir.Elhieloseextendióporsutripa,ysusasaltantesempezaronasusurrar

entreellos.«Italianos.»Semarcharon.¿Se habían ido de verdad? La oscuridad lo envolvía. El ruido de la

marealomecía.Jadeótratandodecogeraliento.Intentómoverse.«Oh,Dios.»Vale.Eramejorqueseestuvieraquieto.Enrealidad,quedarsequietoera

ideal.Seinclinósobreelagujeroqueteníaenlatripapresionándoloconlos

nudillos y maldiciendo. No podía desangrarse hasta morir en esemomento, y menos después de todas las heridas y horrores que habíasufrido y a los que había sobrevivido.Morir en esemomento sería unaestupidez.Pero un rato después, cuando perdió la fuerza de los brazos y ya no

podía contener la herida y la sangre empezaba a correr por entre losdedos,unamuerterápidaleparecióunaopciónperfectamenterazonable.

Arabellaestabalobastantecercacomoparaverloshuiryparaverqueunodeellostropezabanomuylejosdeallíysecaía.Noselevantó.CorrióysepusoderodillasjuntoaLuc.Teníaelrostrocontraído.—No.—Lecogióelbrazoyseloapartódelacintura.Élnoseresistió.

Teníaelchalecoylacamisaempapadosdesangre.«No»—.No,no,no.Noteníanadaparadetenerlahemorragia.Leabriólacasacaybuscóun

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pañuelo.—¿Ahorametocas?—susurróél—.Abuenashoras.—Nosabíaquenotendríaotraoportunidad.Se le quedaron las palabras atascadas en la garganta. Encontró el

pañueloylopresionócontralazonamásoscuradesangre.—No…—Tenía lamandíbula dura como una roca—.No era esto lo

queteníaenmente.—Estatequieto.—¿Quépodíahacer?Elhombrequeestabaenelsuelo

detrásde losárbolesnosehabíamovido.Pero losdemáspodíanseguircerca—.Nodebeshablar.—Bedwyr—dijoélsinaliento.—No. Esos hombres podrían volver. No puedo dejarte aquí. ¿Dónde

estátuespada?—Ve.Arabellasetragóelmiedoycorrió.Elcondeabriólapuertadesuhabitaciónconcaradesueño,lascolasde

lacamisacolgandoporencimadeloscalzonesylospiesdescalzos.—Estáherido.Grave.Tienequedarseprisa.Entró en su habitación y salió con las botas y la pistola.Mientras se

poníalasbotashizoungestoendirecciónalpasillo.—DespierteaMasinteryaStewart.ElcapitánMasinterabriólapuertaempuñandolaespada.—¿Q-qué?—Abriómucholosojos—.Cielosanto.EldoctorStewartteníalosojosinyectadosensangre,peroseespabiló

enseguida.Cogiósubotiquíndelsuelo.Salieron de la posada rápido y en silencio, y recorrieron el camino

hastalaplaya.Lucestabatumbadotalcomolohabíadejado,inmóvil.Peroahoratenía

lacaraentumecida.—¡No!Arabellaselanzóhaciaél.ElcapitánMasinterlacogiódelbrazo.—Tranquila,señoritaCaulfield.Estenoeslugarparaunadama.Ellaseapartódeél.—Pero…—ElpadreStewartsabebienloquehayquehacer.ElcondedejóunfaroljuntoaLucyelsacerdotesearrodillójuntoaél.

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—Haperdidodemasiadasangre—murmuróeldoctorStewart.Lequitóelpañueloempapado.Elcondelomiró.—¿Sevaamorir,Gavin?—Tú…—Seescuchóunmínimosusurro—.Yategustaría.AArabellalediounvuelcoelcorazón.Lucnosehabíamovido.—Sí,avecesmegustaría.—Bedwyrsearrodillójuntoalsueloconsus

elegantescalzones—.Peronodeunmodotanignominioso.Yonosoytaninsensibleanuestroamigablepasadocomotú.LajovensepusoderodillasalotroladodeLuc.Surespiracióneratan

superficialqueapenaspodíapercibirla.—¿Qué quieres que haga, Lucien? —dijo el conde—. Estoy a tu

disposición.—Por Dios, muchacho. Ahora no. —El sacerdote apartó otra tela

empapada.Abrióelbotiquínqueteníaalladoysacódospequeñasbotellasy un paquete de piel. Dentro había una aguja y una bobina de hilo—.Charles,dametucorbata.Elcondesedesabrochóelpañuelodelcuelloyselodioalsacerdote.—Si no podemos hablar ahora, padre, entonces, ¿cuándo? —dijo, y

volvióacentrarseenelhombreherido—.¿Quémedices,primo?—¿Primo?ArabelladejódemiraraLucparamiraralconde.—Maldito…seas.Lucnoabrióelojo.—Utilizartusúltimosalientosparamaldecirmeesabsurdo,chico.Elcondesesentóestirandosuslargaspiernashaciadelanteyseapoyó

en una mano. Si no fuera por la oscuridad que le rodeaba, cualquierapodríahaberpensadoqueestabaenunpicnic.Perosurostronoreflejabaningúnplacer.Arabellapensóqueestaba fingiendo.LordBedwyrestabafingiendodespreocupación.—Piensaenesto,Lucien—comentóel condearrastrando laspalabras

—. Cuando mueras, cosa que podría ser muy pronto, y no, no estoyintentandoacelerar…—Bien…porti.—Losdossois terribles.CapitánMasinter,detengaesto.—Arabellase

llevólasmanosalasmejillas—.Estonopuedeserreal.—Puesloes,querida—dijoelconde—.Terriblementereal.YLucestá

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pensandoenelloahoramismo.Esmás,aunquesóloseaporunmomento,estápensandoquesimuerehoymorirásindescendencia.—¿Sindescendencia?—Sin descendencia, señorita Caulfield. Sin hijos—dijo el conde con

sumocuidado.Lucestabamásdemacradoysurespiracióneramásrápidayprofunda.

El padre Stewart le estaba cosiendo la herida para cerrarla, y Arabellasabíaqueeldolordebíaseragonizante,peroLucpermanecióconscientede todosmodos.Se le estaba escapando lavida, se llevaba su fuerza, suvitalidad y su pasión, y ella estaba gritando por dentro porquesencillamentenopodíaser.Lahabíabesado,lehabíahechoelamoryenningún momento la había forzado. La había visto borracha y le habíadichoquenoeraguapa,y ellapensabaquequizá lequeríaunpocoporeso.—¿Yquéimportanciatienequenotengahijos?—preguntó.Seestabamuriendo.—¿Qué importancia tiene, Luc? —repitió el conde—. ¿Tu heredero

sabrállevartuszapatos,viejoamigo?—¿Suheredero?¿Herederodequé?Elcondeguardósilencio.—¡CapitánMasinter,dígamelo!—Desupropiedad.Desuscosas.Lohabitual.Mirabafijamentealcondeconelceñofruncido.—Estonopuedeserreal.—Sevolvióhacia lordBedwyr—.Nopuede

estarhablándoledeestaformasóloporquesehanpeleadoysiél,si…—Unairaimpotenteseapoderódeella—.Tieneunhermano.—Exacto.—¿Esa es la tontería de la que está hablando? ¿De su resentimiento

haciaustedohaciasuhermano?Miró a los tres hombres alternativamente. Luc estaba muy quieto.

Arabellasabíaquenoestabainconscientegraciasalastensasarrugasquele rodeaban la boca. El padre Stewart seguía trabajando junto a él y unoloramargoflotóporelaire.Ellanopodíahacernadaporél.Nopodíahacernada.Llevabatodalavidaluchandocontralaimpotencia.Cuandoestabaenel

orfanatoydesatendieronasuhermanapequeña,ellasequejóylaazotaronporello,peroRavennanopasóhambre.Cuandoelreverendoledijoque

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debíaserhijadeunaprostitutaporqueningunamujerrecatadatendríaunpelo comoel suyo, le hizoprometer sobre la cruzque jamásdiría esascosas delante de sus hermanas. Cuando el hijo de su jefe la acusó deseducirlo después de que ella se resistiera a él con uñas y dientes y ladespidieron,ledijoalamadredelchicoque,sinoleescribíaunacartaderecomendaciónexcelente, lediríaatodoelmundoquesuhijamenornoera de sumarido.Y cuandounapitonisa le prometió queunpríncipe lerevelaría laverdadsobresupasado, trabajóhastaqueencontró laformadellegarhastalapuertadeunpríncipe.Nuncasehabía rendido.Peroenesemomentonopodíahacernada,y

estabanhablandodelfindelavidadeunhombrecomosisóloimportaransusposesiones.—Nomepuedocreerquequierahablardeestoahora—murmuró.—Élquierehablardeello,querida—lecontestólordBedwyr.—No.No.Yo…—Arabellasepusodepie—.Tienequehaberalgoque

pueda hacer. —No podía quedarse sin hacer nada, viéndolo morir—.Tengoque…—Duquesa.Fuesólounsusurro.LamiradaentrecerradadeLucseveíanegrabajo

losprimerosbrillosdelalba.—Ajá. —El conde frunció el ceño—. Ya veo que estás pensando lo

mismoqueyo, primo.—Asintió—.Lo imaginaba.Pero ¿la dama estarádispuesta?ElojodeLucparecióponersevidriosoysevolvióacerrar.ElpadreStewartdejólasúltimastelasjuntoaél;estabanempapadasen

sangre.—No,Charles.—Negóconlacabeza—.Noesposible.—Claroquesí.Túeressacerdoteynecesitaunaboda.Allez-y,monpère.—Yonosoysacerdote,muchacho.—¿Una boda?—AArabella se le revolvió el estómago—. Pero ¿con

quién…?—Conlaúnicapersonaqueyapodríahaberengendradoasuheredero.Elcondelamiróalzandounaceja.EldoctorStewartnegóconlacabezamientrasselimpiabalasangrede

lasmanos,perosusobriamiradasugeríaquenodebíanegarlo.—Yo…—Notieneporquédarexplicaciones,querida.—Elcondeesbozóuna

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sonrisaconfidente—.Somoshombresdemundo,¿verdad,Gavin?¿Tony?Y en cualquier caso, tampoco tenemos tiempo. —Le hizo un gestoapremiante al doctor—. Adelante, padre. Saque su librito y su estola ydesplieguesumagia.—Esto no es magia, muchacho —dijo el sacerdote, y dejó el trapo

enrojecido—.YmiIglesianoloaprobaría.—SumadrefrancesaeracatólicayestamosenFrancia,queesunpaís

católico,¿no?TúeresunsacerdotedeRomaypuedescasarloconquienquieras.Yloquenosatisfagaelactoapresurado,estoyconvencidodequeunpequeñoparcheenformadeorolopodráarreglar.—Es posible que baste para los tipos de Roma, pero no para los

vejestoriosdelParlamento—murmuróelcapitánMasinter.—¿ElParlamento?—Como juerguista capitán naval que es, querida señorita Caulfield,

nuestroencantadorcapitánnosabenadasobre las leyesdelmatrimonio.No le escuche. —Lord Bedwyr miró con firmeza al doctor Stewart—.Venga,padre,serequierensusservicios.—Nopiensohacerlo.—Arabellaseciñólacapa,peroteníalasmanos

manchadasdesangreyseesforzóparanoponerseallorar—.Estántodoslocos. Que sea su hermano quien herede su propiedad. Oh, Dios. Porfavor.—Verá,señora,hallegadoafalsasconclusiones.Noesunapelealoque

motivaelúltimodeseodemiprimo.¿Verdad,Luc?—Noesadecuado—espetóelmalheridocapitán,inspirandohondo.—Love,señoritaCaulfield.Suhermanonoesadecuadoparaheredar.Arabellaapretólospuños.—¿CapitánMasinter?—Esverdad,señora.Lamentodecirlo.Meatreveríaadecirqueespeor

deloqueustedimagina.La jovenmiró al sacerdote. El doctor Stewart estaba tenso. Asintió a

mododeconfirmación.Arabellanopodíarespirar.—Pero en Inglaterra nadie aceptará como legítimo un matrimonio

celebrado de una forma tan precipitada por un sacerdote católico. Esescandaloso.—Piense un momento en la situación —dijo el conde muy

tranquilamente—. Si en pocas semanas no descubre que está, ¿cómo

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llamarlo?, enun interesante estado, puede considerarlo todouna farsa yhacersuvidatranquilamente.Perosiesasí,yconsuasistencia,claro—lehizo una reverencia—, podría pedirle la validación a la Iglesia deInglaterra. De ese modo ni usted ni su hijo carecerían de nada. Lapropiedaddemiprimoes…extensa.—Peroinclusoaunquehubieraunhijo…—Teníalacabezahechaunlío

—.Noseríalegítimo.Estaboda…—¿Se va a celebrar después del acto? —concluyó el conde—. Muy

cierto.PeroelcapitánMasinteryyonoloexplicaremosnunca,¿verdad,Tony?Yelbuenodelpadrepuedereajustarlafechaenelinformeoficial.ElpadreStewartfruncióelceño,peronodijonada.Estabaobservando

elrostrodeLuc.Luegoalargólamanohaciasubotiquínysacóunlibroforradoconcintasdecoloresyunalargatiradetela.Secolocólaestolasobreelcuelloyabrióellibro.—¿Qué?¡No!—Arabellanegóconlacabeza—.Nopuedenobligarme

a…—Notepreocupes,muchacha.Noeselsacramento.Lajovennegóconlacabeza.—¿Otracosa?—La extremaunción, señorita Caulfield —murmuró el conde.

Observabaasuprimoconseriedad—.Losúltimosrituales.—Cielosanto—dijoelcapitánMasinterconlavozentrecortada.Volviólacabezahaciaotroladoyseleagitaronloshombros.Arabella nunca había visto llorar a ningún hombre.Le querían, aquel

marinero,elnobleyelsacerdote,porqueeraunhombredignodeamar.Peroellayahacíaañosquesabíaqueteníauncorazónmuyfrío.Entonces,¿quéeraaqueldesesperadodolorquesentíaenelcorazón?—¿Te arrepientes de todos tus pecados, muchacho?—dijo el doctor

Stewart.Lequitóeltapónaunaminúsculabotelladecristalyposóelpulgaren

laabertura.Luclamiró.—Detodos…menosdeuno.Ellacayóde rodillas juntoaélyalargó lamanoenbuscade la suya.

Peroseechóhaciaatrásynoselacogió.Noseatrevíaatocarlo.—Estánlocos—susurró.—Te…losuplico.

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Latensiónleteñíalaspalabras.—Nisiquieraseráscapazdedecirlosvotos.Ledolíacadapalabra.Nolosoportaba.—Preciosa…esposa.—Selerelajaronlasarrugasdelaboca—.Lo…

intentaré.—Eres un mentiroso. O mentías antes o mientes ahora, pero me da

igual.—Laslágrimasleabrasaronlosojos,ydespuéslasmejillas—.Estoestámal.LamiradaborrosadeLucseposósobreelconde.—Dile…laverdad.Arabellanoconseguíaverporentrelaslágrimas.—¿Leconfiesoqueestáslocoyquelotuyonoestransitorio?—Quieroque…—Lecostabarespirarytragabasaliva—le…—Loharé.—¡Ahílotienes!—Elcondediounapalmada—.Ladamaesrazonable.

Adelante,padre.Elescocésnegóconlacabeza,peropasólashojasdesulibro.Entonces

levantólamanoydibujóelsignodelacruzenelaireentreellos.—InnominePatrisetFiliietSpiritusSancti…Arabellaseestremecióenaquelcálidoamanecerdeverano.Aquellano

era una boda legal. Era una farsa para el conde y para Luc. Pero él laestabamirandoconelojoentrecerradoynosearrepentía.Esehombrelahabía ayudado cuando podría haberla abandonado. Y cuando podríahaberle hecho daño, le había dado placer. Debía hacerle ese regalo porfalsoquefuera.Nunca había prestado atención a las lecciones eclesiásticas del

reverendoynohabíaestudiadocomoEleanor;noentendióniunapalabradelaspalabrasenlatínqueprecedieronalosvotos.—LucienAndrewRal…—Sí,sí,yasabesunombre—lointerrumpióelconde—.Tenemospoco

tiempo,padre.Continúe.—Luc,¿tomasaestamujercomolegítimaesposa?—Sí,quiero.Deentresuslabiossalióapenasunsusurro.—¿Cómotellamas,muchacha?—ArabellaAnneCaulfield.Lucabrió lapalmade lamano.Elpadre lepreguntósiqueríacasarse

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conél,yellacontestóloqueellosdeseaban.Entonces el conde se levantó y se encaminó a toda prisa a la posada.

Mientrasellaloobservabasorprendidaytemblorosa,elsacerdoteretomóel hilo y empezó a recitar el resto del texto en voz baja y con rapidez.Posó la mano sobre la frente de Luc. El capitán Masinter les daba laespaldadepie,ymirabaelmarconlosbrazoscruzados.El cielo se estaba tiñendo de gris y los graznidos de las gaviotas

surcaban el aire de la mañana. Arabella seguía sentada; estaba comoentumecida,sólosentíaelpánicoquelerecorríalasvenas.LamanodeldoctorStewart resbalóde la frentedeLucyelsacerdote

agachólacabeza.No.No.Ella se levantóy sediomediavuelta tambaleándose sobre laspiernas

arqueadas.LordBedwyrlacogiódelbrazo.—Nodebemosolvidarlasformalidades,querida.Ellasequedómirandoelpapelyeltinteroquellevabaenlamano.—¿Porquéhahechoesto?—Debéisconfiarenmí.—Sesacóunaplumadelacasaca—.Ytambién

su marido.—Regresó junto a Luc y se volvió a arrodillar, le quitó eltapónal tinteroyapoyó lahojadepapel sobreelbotiquíndeldoctor—.Estoservirá.Señalólabasedelapágina.Ellalofirmóconlosdedosentumecidos.—Arabella —murmuró el conde—. Tu mujer tiene un nombre muy

bonito,Lucien.Esunalástimaquenotengaslaoportunidaddeutilizarlo.—Posó la pluma en la palma de su primo—. Ahora te toca a ti, chico.Intentanomancharlodesangre.Arabellasediomediavuelta.ElcapitánMasinterestabapálido.—Vestido…nuevo—susurróLuc—.Zapatos.—¿Quieres que te enterremos con un vestido y zapatos nuevos? —

preguntóelconde—.Esunapeticiónrara,perolosúltimosdeseosdeunhombresonsagrados.Nose lodiréanadie,niTonytampoco—añadió,peroArabellavioeldolorensusojos.Sedejóllevarporelimpulsoycogióalcondedelamano.—Quierequemecompreunvestidoyzapatosnuevosantesdellegaral

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castillo.Hicimosunpacto.Dígalequemeayudaráacomprarropanuevaymellevaráhastaallí.—Levantólavoz—.Prométaselo.Elcondeapretóloslabiosconfuerzaymiróasuprimo.—Claro que la ayudaré, bastardo. —Liberó la mano de entre las de

Arabella—.Anthony,ayúdameallevarlodentro.ElcapitánMasinterseaproximó.Arabella no podía mirar la cara castigada de Luc, sólo su mano

extendida.Semoríaporcogerla,deslizarlasuyaensuinteriorydarlesuvida.

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10

Laviuda

No la dejaban entrar en su habitación. Arabella no protestó, ellos leconocíande toda lavida.Sefueasudormitorio,se limpiósusangredelasmanosylaslágrimascayeronenelaguateñidaderojo.Se sentó delante de la ventana y miró el mar. Por las escaleras se

escuchaban pasos y voces.Un rato después se envolvió en su capa y seacurrucóenlacama.Ledolíanlaspartesdelcuerpopordondelahabíanagarradoaquelloshombres,yteníamuysensibleslaszonasenlasqueLuclehabíahechoelamor.ElcapitánMasinterfueabuscarlaalanochecer.Estabaojerosoytenía

losnudillosblancosdeapretarlaempuñaduradelaespada.—Señorita,digo,señora,yo…Quierodecir…—Sepasóelreversode

lamanoporlosojos—.Losientomucho,querida.—Nopuedeser.—Sesentíaciegaysinaliento—.¿Puedoentrarya?Elcapitánnegóconlacabeza.—Nocreoqueleimporte.No pudo reprimirse. Al margen de lo que pusiera en ese papel, en

realidad ella tenía tanto que ver con él como cualquier desconocido. Ydadoqueesoeraloquehabíadeseado,suponíaqueeraunjustocastigo.

La llevaron a la policía y le enseñaron el inmóvil y pálido rostro delhombrequeLuchabíamatadoenlaplaya.Arabellaloreconoció.EraunodeloshombresconlosqueLucsehabíapeleadoenelcallejón.—Lo atacaron como venganza por haberme defendido —susurró

entumecida.Elentierro secelebraríaenelmaraldía siguiente.LordBedwyrdijo

quedespuésseencargaríadelosasuntosdesuprimoysereuniríaconellaenelcastillo.Hastaentoncesseríamejorqueprosiguieraconsudestino.

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La subió en el carruaje privado donde la aguardaba el señor Miles ypartieronhaciaSaint-Reveé-des-BeauxjuntoauncorpulentomarinerodelRetributionqueviajósentadoalladodelcochero.

Elcastilloaparecióanteellosderepenteenunclarodelbosque.Seerigíadesde el mismo río en gótica magnificencia. El edificio proyectaba elbrillo dorado de sus torreones puntiagudos y sus arcos elegantes, ybramabasuesplendoraristocráticoreflejándoseenelespejodelagua.Laasaltólamismadebilidadquesintióabordodelbarcocuandoibana

Saint-Nazaire.PeroenesemomentoLucyanoestabadetrásdeellaparatranquilizarla,nitampocosentíaelcontactodesumanocogiendolasuyacomolasintióentonces.Enesaocasiónsuúnicacompañíaeraunextrañohombrecilloconelcuellodelacamisaalmidonadoytaconesaltosquenosehabíadirigidoaellaentodoelviaje,exceptoparaofrecerlecomidayalmohadas.ArabellasuponíaqueelseñorMilestambiénestaríatristeasumanera.Enesemomentoseinclinóhacialaventanaydijo:—Comopuedever,elcastilloesuntestimoniodelmejorRenacimiento

francés,señora.Unaarquitecturabrillante.Deunahabilidadexquisita.Era un castillo salido de un cuento de hadas, pero no sintió ningún

placeralverlo.—Elcaritativotrabajoquehizolaviudadelcondeenlazonalosalvó

de los revolucionarios, y la familia logró conservarlo —prosiguió—.Murió hace algunos años, pero su hijo pequeño sigue viviendo aquí enausenciadesuhermano.¿Conoceasuexcelenciaoasumajestad?—No.Elpríncipemecontratóporcarta,ynosénadadelcomte,excepto

queesunlordmenoringlésquellevaalgúntiempoalejadodesuhogar.Nunca he oído hablar de él. —Se quedó mirando el castillo—. Laspersonasparalasquesuelotrabajarnotienenningúninterésenlosloresausentes,sólolesinteresanlosqueresidenenLondresypuedenfijarseensushijas.ElseñorMilesapretabaloslabios.—Elcomteesherederodeuntítuloyunapropiedaddemuchoprestigio

enInglaterra,señora.ElpríncipeReiner tenía la intenciónde introducir a suhermana en la

sociedadlondinensedosmesesdespuésconelpropósitodeencontrarleun

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maridoapropiado.Quizásestuvieravisitandoelcastillodelcomtecon laesperanzadeestablecerunaalianzaentrefamilias.—¿Estácasado?—preguntó.ElseñorMilesvolvióamirarporlaventana.—Enrealidad,sehacasadohacepoco.Seaproximaronalcastillo.Susparedessealzabancontraelcieloazul

erigiéndose desde el río plateado como una fantasía. De su interiorsalieron dos hombres vistiendo una librea azul y dorada, y con espadasanudadasalacadera.Despuésaparecióotrohombreataviadoconcasacanegraycordonesplateados:quizá fueraunmayordomo.Abrió lapuertadelcarruaje.ElseñorMilessalió,diounpasoatrásydijo:—Señorita Caulfield, prima de lord Bedwyr. La joven ha venido a

asumirelpuestoparaelquelacontratósualteza.Creoquesuseñoríaelcondellegarádentrodealgunosdías.DerepenteArabellaeraprimadeunconde.Nohabíapensadoeneso.Aceptólamanoqueleofrecíaunlacayoybajódelcarruaje.Elmayordomolehizounareverencia.—Poraquí,siestanamable,señorita.Elcastilloera todavíamásespléndidopordentroquepor fuera.Enel

vestíbulo brillaban una lámpara de araña de cristal y espejos a amboslados que dividían su reflejo en imágenes infinitas. Apartó la mirada ydejó que el mayordomo se llevara su capa. La guió por unamagníficaescalinata de piedra en espiral. Daba acceso a un pasillo forrado conlujosasalfombrasrojasydoradas,ydesusparedescolgabanretratosdedamascuyas cofias rivalizabancon las torresdel castillo,ydehombresataviados con batas violetas adornadas con armiño blanco. Abrió unapuertadoradaquedabaaccesoaunsalóndeperfectoesplendor.Lasiluetadeunamujeraltayesbeltarecortadacontralaluzqueentraba

por la ventana se volvió cuando la oyó entrar. La joven que aguardabaentretodasaquellassillasconbordadosegipcios,elrelucientepianoforteyelarpadorada,vestíaunsencillovestidodemuselinablancayunchaldeencaje;noteníaaspectodeprincesa.—¿SeñoritaCaulfield?—dijo.Arabellalehizounareverenciamuypronunciada.Laprincesaseacercóaellaconpresteza.—¡Quéjoveneres!¡Ymuyguapa!—Hablabauninglésperfectoconun

ínfimotintedeacentoquedelatabasuorigenextranjero.CogióaArabella

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de lasmanos y se inclinó para darle dos besos, uno en cadamejilla—.Cuando Reiner me dijo que había contratado a la temible señoritaCaulfielddeLondres,mepuseatemblar.¿Quéotrapersonaquenofuerauna temible institutriz podía conseguir tan buenosmatrimonios a tantasjovencitas?Perotúnoeresseveraniterrible.Quésuertelamía.—Lasuerteestodamía,alteza.—Misamigosme llamanJacqueline.—Observóel rostrodeArabella

con unos ojos abiertos e inteligentes. La princesa era una chica sencillaconelpelonegroyliso,lanarizlargayunabocaanchadesonrisafácil.Elúnicoadornoquelucíaerauncolgantedeperlasquellevabaprendidoal cuello con una cadena con filigranas—. Creo que seremos buenasamigas.—Esoesperosu…Laprincesaleestrechólosdedos.—Jacqueline —la corrigió. Unió sus cejas oscuras—. A menos que

estésescondiendounahorribleymalvadabrujabajoesapreciosacaraytureflexivasonrisa.¿Esasí?«Bruja.»Arabellareprimióeldolorqueleatenazabaelpecho.—Lodescubrirásasudebidotiempo.Laprincesasevolvióareírylaarrastróhastaunsofá.—Debesestaragotadadelviaje.PeroelsecretariodeReinerledijoque

llegaríashacedías.—Esaeramiintención.Peroentoncesperdía…unbuenamigo.—Oh,losientomucho,señoritaCaulfield.Cuandovielpañonegrode

tu carruaje pensé que era por el viejo duque. No tenía ni idea de queestabasde luto.Y,sinembargo,hasvenidoaayudarmede todosmodos.Eresmejorpersonadeloquepensaba.AArabellanolepreocupabaquelaprincesanocomprendieramuybien

lasobligacionesdelaservidumbre.Jacquelineeraalegreybuena,yensusojoscoloravellanabrillabaunasimpatíasincera.Arabellaasintióyañoróasushermanas,aquieneslespodríahaberconfiadolaverdad.EsanocheescribiríaunacartaparaEleanoryRavenna.—¿Elviejoduque?—dijo.—ElduquedeLycombe,el tíodelcomte.Murióhacepocomásdeun

mes, y ha dejado a nuestro anfitrión como heredero de su hijo nonato.Nunca he conocido a un duque inglés. Siempre había pensado que eran

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pálidos,grisesyseveros.Peromihermanodicequeelcomteesunbuenhombre,asíque,siacabaheredandoeltítulodesutío,miideasobrelosduques inglesescambiaráporcompleto.—Sonrió—.Aunque tambiénesverdadqueaReinerlegustanmásloscaballosylacazaquealamayoríade la gente, así que no sé si su recomendación se puede asumir sinreflexionarsobreeltema.Enrealidad,enestemomentomihermanoestádecazaenotrapropiedad,ynovolveráporlomenosenunasemana.—Teníaentendidoqueteibasalpalaciodeinviernodentrodealgunos

días.—Reinerseloestápasandodemasiadobienaquícazandoymontandoa

caballo.Yyo también.Este es un sitio ideal para leer y escribir.HemosdecididoquenosiremosaLondresdirectamentedesdeaquí.No teníamotivos para haber corrido tanto.No tendría por qué haber

subido al barco de Luc, y si no lo hubiera hecho, quizás él aún estaríavivo.Seesforzóporseguirhablando.—¿Yelcomteestáaquí?—No.Suhermanoestuvoaquíhastahaceunassemanas,perosemarchó

a París con mi madre y las cortesanas de Reiner. Desde entonces sóloestamosReiner y yo y algunas demis doncellas, que son todas bastantesimpáticas y terriblemente aburridas. PeroReiner y yo estamospasandounasvacacionesestupendas.Meencantaríaqueduraranpara siempre.—Suspiró—. Pero es imposible, claro. Él quiere casarme con algún lordinglésviejoyaburrido,ysupongoque,comollevoesperandoestodesdequealcanzamimemoria,nopuedoprotestar.—Eselmotivoporelquemecontrató.—Pero no te puede pedir que trabajes estando de luto. Señorita

Caulfield,tepropongoquesigamosdevacacionesdurantetodoelmesdeseptiembre. Así tú podrás hacer tu duelo tranquilamente y yo podréretrasarunpocomásloinevitable.Siaceptas,prometoquecuandollegueoctubreaprenderétodoloquemeenseñesenlamitaddeltiempo.¿Creesquepodréconseguirlo?—Eso depende de si eres una alumna muy tonta —«como tu

profesora»—ounaalumnamuylista.¿Loquesentíaeralohabitual?¿Todoelmundosentíaarrepentimiento,

doloryañoranzaalmismotiempo?Lecostabarespirar.Lecostabahablar.Se había pasado la vida fingiendo, pero todavía no lo había sufrido en

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persona.Jacquelineesbozóunasonrisa.—¿Ah,sí?—Oh, ya lo creo. —Se obligó a hablar—. A mí me gustan más las

alumnas listas, claro, pero también puedo enseñar a las que no lo sontanto. Normalmente compensan su falta de carácter con una imponentedevoción al conformismo. Y como los caballeros de la alta sociedadsuelensertodosigualdepocooriginalesypredecibles,nosuelecostarmemuchoemparejarlas.—Oh,señoritaCaulfield.—Arabella.—Meparece,Arabella,quenosvamosallevarmuybien.Todo lo bien que se podían llevar dos amigas cuando una estaba

ocultandosudolorylaotrapretendíaescapardesufuturo.

Después de tomar el té, el mayordomo,monsieur Brissot, acompañó aArabella hasta su dormitorio. Le echó un vistazo a la lujosa cama decuatropostesvestidaconsedasmarfileñasyborlasdoradas,alachimeneade mármol italiano y a la gruesa alfombra de tonos rosas pálidos ydorados,ysealejódelumbraldelapuerta.—Leruegoquemedisculpe—dijo—,pensabaquemeibaaenseñarmi

habitación.—Çayest,madame.Hizoungestohaciaelinteriordelaestancia.—No,monsieur.Debedehaberalgúnerror.—Noesningúnerror.LasinstruccionesdelordBedwyrfueronbastante

claras.Lodijocomosinoleimportaraqueasignaranunahabitaciónperfecta

paracualquierinvitadodelanoblezaaunasirvientademenorrangoqueél.Arabella pasó lamayor parte de los cuatro días siguientesmetida en

aquellahabitación.Sereuníaconlaprincesaparapasearporelparquequeseextendíaporunadelasorillasdelrío,paratomareltéyparacenar.ElquintodíaReinerenvióuncarruajequedebíarecogerasuhermanaparaqueasistieraaunafiestaqueelanfitrióndeunapropiedadcercana ibaacelebrarensuhonor.

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—Te suplicaría que me acompañaras, Arabella —dijo Jacqueline,dándoleunbesoencadamejilla—.Peroimaginoquepreferirásquedarteaquí.Yotambiénmequedaría.Sonriócontristezaysemarchóalafiesta.Arabellafuealaterrazaconvistasalríoysequedómirandofijamente

elagua,quelaaterrorizaba,inclusoapesardesutranquilaaparienciadeespejo. Sacó el anillo de rubíes del vestido y pasó el pulgar por lossímbolosquehabíagrabadosenelgruesoarodeoro.Cuando regresara, Jacqueline vendría acompañada de su hermano: el

príncipe.Arabella sabía que debería sentir lamisma emoción que habíasentido tras cada paso que daba de camino a descubrir su verdaderaidentidad. Pero sólo sentía vacío. Lo normal sería que hubiera pensadoqueselehabíarotoelcorazón,peroparaesodebíateneruncorazón,yyahacíamucho tiempo que sabía que ella no tenía corazón.Ya no era unadoncellacasadera,nitampocoeraunaverdaderaesposaniunaviuda,ylaideadequetalvezalgúndíapudieraserprincesaleparecíalaambicióndeotramujeryunatonteríadeproporcionesgigantescas.

Tuvo pesadillas durante algún tiempo. Lo asediaba la oscuridad, veíadesiertos y tenía sed.Más pesadillas ymás sed.Luego percibió algunosmomentos de luz y sintió una breve satisfacción en la lengua y en lagarganta. Justo después regresó la sed y de nuevo las pesadillas. Oíagritos, primero de un chico y luego de unamujer. Estaba perdido en laoscuridadynuncaconseguíaencontrarlos.Lasedloconsumía.Entonces la luz se extendió. Se hizo una claridad de un gris perla y

luegoblanco.—Ah,Lucien.Bienvenidoalmundodelosvivos.—Vino—dijo.Lepesabalafrente.Lapesadezdesaparecióylasustituyólafrialdad.Eraunadelicia.—Vino.—Vaya,¡creoquehadichoalgo,Charles!—Pues claro que ha dicho algo, Anthony. Está consciente. De ahí el

lúcido ojo abierto.Habla, primo, o no seré responsable de lo que finjahaberteoídodecir.—¡Cielosanto,Luc!Noshasdadounsustodemuerte.

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Tenía la boca seca y la sensación de tener la lengua cinco vecesmásgruesadelonormal.—Vino.—Estábien,estábien.Nohaynecesidaddegritar,amigo.—Tráeleunvasodevino,Anthony.Intentó levantarse. El dolor estalló en su tripa y luego vinieron los

espasmos.Jadeó.—Serámejorquenotemuevas.—EscuchólavozdeCamasulado—.

Tienes un agujero espantoso en el costado y ninguno de nosotros tieneganas de que se vuelva a abrir, y menos aún Gavin, que ha tenido quecoserlodosvecesporqueentre los tresnohemossidocapacesdeevitarquetemovierascuandodelirabaspresadelafiebre,malditoseas.Luc cerró el ojo y se concentró en no desmayarse. Le dolía todo.

Respiródespaciomientrasponíaapruebasusextremidadesunaauna.Había unamano frente a su barbilla.Unamano con una taza. Pero le

pesabademasiadolacabezaparalevantarla.—Malditasea—murmuróTony.AgarróaLucdelanucayleinclinóla

cabeza hacia delante—.Bebe, amigo. Tienes que recuperarte rápido.Noquerrásqueesaesposatanguapaquetienessigasiendounaviudadurantemucho tiempo, ¿no? Una chica como esa tendría a los cazafortunasllamandoasupuertaenunperiquete.Lucescupióelvino.—¿Viuda?—Mira lo que has hecho, Anthony. Ya le has confundido y no lleva

conscientenidiezminutos.—Estoyvivo.—Encuantoa lode laviuda—dijoTony levantándose—,verás,Luc,

amigo,teníamosquehacerlo.Lapobrechicaestabadestrozada.Fuemejorasí.Mejorparaella.—Os voy a…—El dolor le retorció los intestinos. Jadeó tratando de

tomaraire—.Osvoyaestrangular.—Tedesafíoaquelointentes.Camhablabaconserenidad.Luc abandonó la lucha. Gracias al balanceo que notaba en el cuerpo

cuando se quedaba quieto, y el terso techo de roble que tenía sobre lacabeza,sabíaqueestabaenelcamarotedelcapitándelVictory.Estabamuydébil y las sábanas estaban frías y húmedas.No era la primera vez que

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teníafiebre.Reconocíalasconsecuenciasinclusoapesardelaconfusión.Cerróelojoyserelajóenlassábanasfrías.—Explicádmelo.—Chico listo. —La voz de Cam se acercó—. Estás muerto, capitán

Andrew del Retribution. Tiramos tus restos mortales al mar desde lacubiertade tuantiguobuquemercante,conelqueahoramismoestamosrecorriendolacostabretona.Aguardó.—Tepreguntarásporquéhemoscoreografiadotumuerteprematuray

le hemos mentido a todo el mundo. Pues verás, creemos que eres unhombre marcado. O mejor dicho, lo eras. Pero ahora que los asesinoscreenhaberhechoeltrabajoyasehanrelajado.Hastaquenovuelvasalavidanotienesnadaquetemerentudebilitadoestado.Enresumen,loquequeremosesqueestésplenamenterecuperadoantesdevolveraponerteenpeligro.Lucapretó lospuños.Eldolorquesentíaen la tripa leprovocabauna

punzadacadavezqueinspirabaconira.—Ya le contaremos el restomás tarde,Charles.Tiene los labiosmuy

blancos.PadreStewart,tre…—¿Dónde…estáella?—En el castillo —dijo Cam—. Miles la acompañó hasta allí el día

posterioralataqueyladejóalcuidadodeReiner.Allíestáasalvo,yhastaquenosepamosquiénhaintentadomatarte,nadietieneporquésabernadasobresuascensoalaaristocracia,cosaquecreemosqueeslomejoryconloquenomecabedudadequeestarásdeacuerdo.Por suparte, ellanopareceinclinadaaaceptarlavalidezdevuestrabodaapresurada,cosaqueeslomejorhastaquelleguemosalfondodeesteasunto.Le dolía la cicatriz. Le dolía el hombro. Le dolía respirar.Y todo lo

agotabamucho.—Erancarteristas—murmurócayendopresadelsueño.—Eran asesinos.—Escuchó el crujido de un papel al desdoblarse—.

Mira.AbrióelpárpadoeintentócentrarlavistaenelpapelqueCamlehabía

puestodelante.Seencontrófrenteasupropiacara.Eraunretratoperfecto,incluyendo

la cicatriz y el pañuelo. Y era bastante evidente que era obra de suhermano.Teníahastasufirmaalpie:ChristosW.

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—Anthonyencontróestoenelbolsillodeltipoquematasteenlaplaya.No hemos conseguido encontrar a los otros dos, pero después deseguirlesel rastroporSaint-Nazaire, creemosquepor lomenosunodeelloserasiciliano.¿Algúnmercenariodelaguerra,quizá?—Basura—leespetóTony.—Así que, como ves, primo, tenemos motivos para creer que hay

alguienquequierevermuertoalduque.—NoesChristos—susurróLuc.—Noestáenelcastillo,amigo—dijoCam—.Herecibidounmensaje

delseñorMiles.TuhermanosemarchódeSaint-Reveé-des-BeauxhaceunmesdiciendoqueibaaParís.Ydesdeentoncesnosesabenadadeél.Lucestabaconfuso.—Unmes…—Hace un mes, después de que muriera tu tío, cosa que te acercó

peligrosamente al ducado, y señaló al joven y loco Christos como elsiguienteenlalíneadesucesión.—No.—«Imposible»—.Susurróycayópresadelsueño.

Cuando despertó todo estaba oscuras. Se esforzó por descubrir dóndeestaba,yluegoporrecordar.—¿Cam?Teníalagargantaenllamas.—Está durmiendo, chico —dijo Gavin junto a él, luego le ayudó a

beber—.Noshasdadoatodosunbuensusto.Tuprimollevaunasemanasindormir.—Sesienteculpable.Sehubierareídosiesonolohubieramatadodedolor.—Esdevoción.Tequierecomounhermano.Siempretehaquerido.Cosaqueprobablementefueracierta.Yteniendoencuentaelcrimendel

que había acusado a su primo hacía siete meses, Cam había sidomisericordiosoalhaberlesacadosólounojo.—¿YChristos?—AnthonyhaenviadoaunhombreaParísabuscarlo.—Nohasidoél.—Yalosé,chico.Perotenemosqueasegurarnos,¿no?—Camdebeir…

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Eldolorleatravesólatripayseaferróasuspulmones.—Alcastillo.Sí.Yahahechoelequipaje.Semarcharáporlamañana.Lucconsiguióesbozarunamueca.—Porlovistonomenecesitáisparanada—susurró.—Sóloparaqueterecuperesrápido.Hayunachicaquesealegraráde

verte.Puede que sí, pero también podría ser que, cuando descubriera que

había escapado de las garras de lamuerte, decidiera acabar con él ellamisma.

Laprincesayelprínciperegresarondecazaunahoradespuésdequeelamade llaves lehubieradichoaArabellaqueelcondedeBedwyrhabíallegadoalcastillo.Arabellaaguardóasualumnarealenelvestíbulo.Jacquelinenotardó

muchoen ir en subusca.La joven llevabael abrigodemontar sobre elbrazoysequitólosguantesmientrasentrabaatodaprisaenlasala.—Querida Arabella, ¡cómo te he echado de menos! Ya tengo la

sensacióndequeerescomomihermana.Imagínatelasganasqueteníadecontartehastaelúltimodetalledeloquehapasadomientrasestabafuera.—Esunhonor,alteza.Laprincesalelanzóunamiradainquisitiva.—¿Nomedigasquetehasvueltoameterenelpapeldeinstitutrizahora

quemihermanohavuelto?—Yo…—¡No! Te pedí que no lo hicieras, y me temo que estás a punto de

desobedecerme. Vamos, acompáñame a mi cambiador para que puedaquitarmeesteterribleuniforme.Nomegustanadamontarencompañíadeperros,peroesoesloúnicodeloquehablabatodoelmundo:lacazaylosincontableszorrosquecogieronparadecorarlasparedes.Arabellasonrió.—¿Tanaburridohasido?—Telojuro,Bella,nohetenidonadaquedecirleanadiedurantetodo

el tiempo. Pero eso tampoco es nada extraordinario. Soy terriblementetímida.Arabellanoselopodíacreer.Laprincesaseencogiódehombros.

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—Estoymuy cómoda en compañía de un libro y una pluma, pero noacabodeestaragustoentreloscaballerosylasdamasdelasociedad.Semetrabalalengua.—EntrelazóelbrazoconeldeArabellayselallevóhaciaelpasillo—.Eseesunodelosmotivosdequemecaigastanbien.Túnuncadicesnadaquemedéganasdeescondermedetrásdelostapices.—Nomelopuedocreer.—Peroescierto.Pordesgracia.Reinerconocemisdificultadesycreo

quetecontratóconfalsospretextos.Supongoqueimaginabasquetendríasuna alumna que sería capaz de abrir la boca en compañía de otraspersonas, pero la realidad es que tienes que cargar con una potra querehúyeencuantoveaunperroyquesalecorriendoencuantoseleacercaunzorro.Arabellaserió.Tuvounasensaciónhorribleydegranalivioalmismo

tiempo.—Ah,ladulcerisadeunadama—dijolavozdelcondepordetrásde

ella—.Québálsamoparalaagotadaalmamasculina.Arabellasevolvió.Laprincesajadeójuntoaella.Lord Bedwyr estaba al otro lado del pasillo delante de la puerta del

salón,tanresplandecientecomosiempre,laropablancacomolanieveyuna cascada de encaje colgando de las muñecas. Llevaba el pelodespeinadoysusonrisaeramagnífica.Juntoaél,elpríncipedeSensaireparecíaunhombrecorriente.EnunaocasiónArabellahabíavistoalprínciperegentedeInglaterrade

lejos.Eraunhombreconelrostroflorido,deuntamañoenormeyropasllamativas, y no cabía duda de que teníamás de cincuenta años. En esemomento borró todas las fantasías infantiles que albergaba de que elpríncipeconelquesecasaríaseríajoven,guapooresplandeciente.El príncipe Reiner no era ni guapo ni resplandeciente, pero su

aparienciaeratancontrariaaladelprínciperegentecomoaladelcondede Bedwyr. Era bastante alto y esbelto de pies a cabeza, cosa que leconfería cierto aire de soldado. Llevaba una pulcra casaca blanca conchorrerasmilitares,teníaunaspectorobusto,ysurostro,apesardenoserrealmenteatractivo,contabaconunpardebonitosojosalegres.—Reiner—dijo el conde—, ¿me permitís presentaros ami prima, la

señoritaCaulfield?Elpríncipelehizounareverencia.—Enchanté,mademoiselle.

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Arabellaseinclinó.—Y, Bedwyr, quiero presentarle a mi hermana —dijo el príncipe—.

Jackie, me complace presentarte al conde de Bedwyr, compañero deWestfalldesdelainfancia.—Alteza.LordBedwyrlehizounaelegantereverenciaalaprincesa.Jacquelinebajólamiradayclavólosojosenelsuelo.Elcondelediolaespalda.—Reiner, viejo amigo, hay noticias de Inglaterra. Westfall es casi

Lycombe.—Yaloheoído.Eltíoduquehamuerto.—QuéDiosbendigasualma.—Entonces, ¿tienes noticias de nuestro amigo? —dijo el príncipe—.

¿HaregresadoaLondresparaaguardarsudestinodejándoteaquíparaquedisfrutesdesucastillo?—Enrealidad,estáenFranciay tiene la intencióndevenirahacernos

una visita. —Sonrió a Arabella y a la princesa—. Pero ¿qué podemoshacerconnuestrotiempohastaquelleguenuestroanfitrión?

—Tienes que cenar conmigo cada noche, Bella—insistió Jacqueline—.Las absurdas doncellas que eligió mi madre no tienen nada interesantesobreloquehablar,yyo…Sehabía encaprichadodel conde.Arabellanoprecisabaningúnpoder

especialdeobservaciónparadarsecuenta.—Eresmuytímida—selimitóadecir.—Asíes.Lasmejillas de la princesa no eran rosadas, sino amarillentas. Por lo

visto, su encaprichamiento le provocaba más preocupación que placer.Arabellalacomprendíamuybien.—Porfavor,Bella,megustaríamucho.Era lo que llevaba soñando durante años: poder disfrutar de la

compañíadeunpríncipecasadero.Peroaunqueyanoteníaningúninterésenél,hizoloquelepidióJacqueline.

Una semana después, la princesa le anunció a Arabella que ya estabapreparadaparacomenzarlaslecciones.

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—Quierosermenos…reservada.—Normalmente no eres reservada. —Sólo estaba confundida por un

hombre—.Únicamentenecesitasunaspocas instruccionesypodrásestarcómodaentrelaaltasociedadlondinense.Quiso decirle que no todos los hombres de la alta sociedad eran tan

guapos como el conde. Ni tan provocadores. Lord Bedwyr no habíamencionadoa suprimo,pero aveces laobservaba como si la estuvieraevaluando.Cuandoseloencontraba,élsonreíayflirteabaconalgunadelas doncellas, o invitaba al príncipe a montar, o daba alguna excusatransparenteparaevitarla.PeroaellatampocoleapetecíahablarconéldeLuc.Nolafueabuscarhastapasadosquincedías.—Cielosanto,querida—dijoacercándoseaellaporeljardínderosas

conelsombreroenlamanoyelpelobrillandoalsol—.¿Todavíallevasuuniforme de institutriz? Pensaba que había prometido comprarse unvestidonuevo.Yunoszapatos,sinorecuerdomal.—Yaveoqueestastressemanasdelutonolehanquitadolasganasde

hacercomentariosinapropiados,milord.Lediolaespaldaparacentrarseenelcestoenelqueestabacolocando

lasrosasquecortaba.—Ytampocolehaquitadoaustedesamaníadehacerel trabajode la

servidumbre. ¿AcasoReiner no tiene jardineros que hagan esta clase decosas?—dijoseñalandolacesta.—Megusta.Yyosoyunasirvienta.Sehizounmomentodesilenciosóloquebrantadoporelfeliztrinode

lospájarosquebrincabanenelarbustodeal lado,yelchasquidode lastijerasdeArabella.—Hevenidoacumplirlapromesaquelehiceamiprimo.Elcondeyanobromeaba.—¿Comprarmeunvestidoyunoszapatosnuevos?Esoes tan ridículo

comotodolodemás.—Nohevenidoacomprarleunvestido.Estabamuyserio.—Notieneningunaresponsabilidadconmigo,milord.—Claroquesí.Dejóresbalarlamiradahastadondeellasecogíalasmanosalaaltura

de la cintura, y entonces lo comprendió. Se quedaría con ella hasta que

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supierasiestabaembarazadadelhijodeLuc.—Podría mentirle —dijo sintiendo cómo en su interior crecía una

extrañaytristedesesperación—.Podríaestarembarazadadeotrohombrey afirmar que es de su primo para aprovecharme de mi conexión conusted, un lord. ¿Cómo sabe que no haría eso con la esperanza deasegurarmeunfuturoparanotenerquevolveraserunasirvienta?—Porqueconozcoamiprimo.Yporlovistomuchomejorqueusted.Arabellasintióunaguijonazoenlospulmones.—He venido aquí a casarme con un príncipe—dijo de la formamás

absurda.—Querida,ustedyatieneuntítulo.Nopodíaser.EllanoqueríacasarseconLuc.Élnoerapríncipeyno

reconocióelanillo.Yhabíamuerto.Había muerto. La fatalidad de ese pensamiento la recorrió de pies a

cabeza.Elcondediounpasoadelanteylaestrechóentresusbrazos.Ellapegó

lacaraalaexquisitasolapadesucasacaylloró.

Arabellaregresóalosjardineseldíasiguiente,yelotro,ydurantetodalasemana. Los laberínticos caminos eran elegantes y tranquilos, y leproporcionabanhorasdesolitudenlasquenoseveíaobligadaasufrirelescrutiniodelconde.Paseóporentrelospulcrosarriatesdeflores,luegorecorrióuncaminoporentreelbosquehastallegaraunafuenteenlaquehabíaesculpidasalgunascariátidesdepiedraquesosteníanunaconcha.Mientrascaminaba,imaginabacartasasushermanasquenuncallegaba

aescribir.Cuandovioqueporelcaminoseacercabauncarruajetiradoporcuatro

caballosgrises, sedetuvoyobservócómosebajaban lospasajeros.Delcastillosalieroncuatrosirvientesataviadosconlalibreanegrayplateadaque flanquearon a un caballeroy subieron las escaleras rodeándolo conaireprotector.EntoncesregresóalacasayfueabuscaraJacqueline.—¿Haregresadolacomitivadetumadre?—Oh,no,todavíano,graciasaDios.—Laprincesametiólapuntadela

plumaenuntintero—.Elcomteporfinhavueltoacasa.—¿Esunanciano?

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—TienelaedaddelordBedwyr,creoquesóloesunosañosmásjovenqueReiner.¿Porquélopreguntas?—Porqueentrómuydespacioenlacasaasistidoporlossirvientes.Arabella apartó la cortina y observó el opulento carruaje que

desaparecíaenelespaciodestinadoasuaparcamiento.—Me parece que estaba enfermo —dijo la princesa—. Y ahora está

convaleciente.Creoquetardaremosalgunosdíasenpoderdisfrutardesucompañía. Pero cuando esté recuperado, será estupendo que nuestropequeñogruposepuedabeneficiarde lapresenciadeuncaballero.Casimedanganasdedesearquemimadrenoregresasenuncaconelrestodelacorte.Oh,peroesoyalohedicho,¿no?Lebrillaronlosojoscoloravellana.

Como la tarde era suave y cálida, Arabella le sugirió a Jacqueline quepracticaraelarteinglésdetomarelté.Lossirvienteslesprepararontodolo necesario en una terraza que se extendía sobre la orilla del río convistasalosjardines.Laprincesaaceptóla tazaqueleofrecióArabellaysevolvióhaciael

príncipeReiner,queestabasentadoanteuntablerodeajedrezjuntoalordBedwyr.—Háblanosdelcomte,hermano.¿Esguapo?—¿Cómopodría saberlo, Jackie?—Se inclinó sobre el tablero—.No

soyunadama.DosdelasdoncellasdeJacquelineserieron.Habíanutilizadolaexcusa

del téparaponerse susmejoresgalas.Sindudano tendríanadaqueverconelconde.Arabellasesirvióunatazayseacercóalabalaustrada.Lascompañías

quelareinahabíaelegidoparasuhijanolahabíanaceptadoensucírculo,y después de tres semanas todavía la miraban con recelo. Ella no lasenvidiaba.Despuésdepasarañosalaspuertasdelaaltasociedad,estabaacostumbrada.—¿Esguapoelcomte,lordBedwyr?Jacquelineporfinhabíaconseguidodejardetartamudearysonrojarse

en presencia del conde. Pero ello no parecía tener efecto alguno en él.Bedwyr la trataba con la misma sencillez con la que trataba a susdoncellas.

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Lord Bedwyr se recostó en el respaldo de su silla y aguardó elmovimientodesuoponente.—Lamentocomunicarle,alteza,queesunabestia.Noesdelgustodelas

damasenabsoluto.Jacquelineapretóloslabios.—Segúntengoentendido,espropietariodeestecastillo,delosviñedos

ydeunacasaenInglaterra.Debedesermuyrico.—¿Qué clase de comentario es ese, Jackie? —dijo su hermano—.

Señorita Caulfield, está descuidando su trabajo. Debe hacer uso de sucargoyenseñarlemodales—dijosonriendo.—Lepido perdón, alteza.—Arabella hizo repicar los dedos contra la

taza,unaporcelanafinacomoelpapelconribetesdorados.Erauna tazadigna de una princesa, como su lujoso dormitorio y los jardines queestaba observando sin sentir absolutamente nada—. Me esforzaré paramejorarmismétodosdeinstrucción.—Esoespero.ElpríncipeReiner sonrióyvolvióa centrar la atenciónenel tablero.

Eraunhombrebueno,amablecontodoelmundo,ygenerosoyafectivoconsuhermana.PeronodespertabaningúninterésenArabella.—Bueno,¿esrico,milord?—dijoJacqueline.—Siyotuvieralamitaddelosfondosdelcomte,princesa—lecontestó

lordBedwyr—,estaríanadandoentrecaballos,carruajes,casasyjoyas.—¿Sabes,hermano?—dijoJacqueline—,nodeberíasreprendermepor

preguntarporlascaracterísticasmaterialesdeuncaballero.Esoesloquemamámehaenseñadoavalorarenloshombresdesdequeteníaseisaños.—Esunatragediaqueelvalordeunhombre,sucorazónysunobleza

quedeneclipsadosporsufortunayaparienciaalosojosdelasdamas.Elcondedejóescaparunsuspiroteatralymovióelcaballoblanco.—Ustednotienequepreocuparseporeso,milord—afirmóJacqueline

mirándolodirectamentecondescaro.Élalzóunaceja.—Ah,peromifortunanoesnadaenvidiable,princesa.Lajovenesbozóunapequeñasonrisa.—LordBedwyr,esustedterriblementeengreído.—¡Jackie!—¡Princesa!Elconde lamiróde reojoconcomplicidadyvolvióacentrarseenel

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tablero.—Tuhermanaesmuysincera,Reiner.Nodeberíashaberlaenviadoaun

conventoparaquelaeducaran.Laschicasaprendenlaspeoresenseñanzasmoralesdelasmonjas,¿sabes?Jacqueline se sonrojó, pero su mirada era serena. Quizá le hubiera

cogidoeltrucoalcondedespuésdetodo.Lapuertadelaterrazaseabrióyunlacayoanunció:—Suexcelencia,lecomtedeRallis.Un caballero salió a la luz del sol. Era un hombre alto de espaldas

anchasyropaimpecable.Llevabaunasbotasbrillantesyunpañuelonegroenlacabezaqueletapabaelojoderechoypartedeunaterriblecicatriz.AArabellaselecayólatazaysehizoañicosasuspies.

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11

Lacomtesse

Luc observó cómo le volvía el color a las mejillas, que se habíanquedadopálidascomoelpergamino,yestuvoapuntodeestrangularasuprimo.CuandoCamenvió la últimamisiva alVictory, decía que ella yaconocíasuverdaderaidentidad.Yéllehabíacreído.UnajovenconlamismaalturayaspectodeReinercorrióhaciaella.—¡Arabella!«Arabella.»—Bella,¿teencuentrasmal?—No—laoyódecir—.No,estoybien.Levantó la barbilla cuando la miró a los ojos, pero los acianos

rebosabanconfusión.—¡Ah,Luc!—Élpríncipeleestrechólamano—.Bedwyrprometióque

vendrías,peronuncamecreonadadeloquedice.—Deberíaempezaraseguirtuejemplo.MiróaArabellaporencimadelhombrodeReiner.—Amigo mío —dijo el príncipe, volviéndose hacia los demás—.

Permítemequetepresenteatusinvitadas,mihermanaysusdoncellas.Lasdamasseacercaronaél.Estabaatrapado,teníaqueactuarcomoel

elegante anfitrión de la fiesta, cuando la única persona que merecía suatención se alejaba por la terraza en dirección al jardín. Nadie parecióadvertirlo.Seguíallevandoelsencillovestidodeinstitutriz.PorlovistoniCam ni ella le habían explicado a nadie lo que había pasado en Saint-Nazaire.Lepondría remedio enseguida.Perono antesdequepudierahablar a

solasconella.—Señoría—dijounadelasdamas—,¿leapetecetomarelté?—Creoqueleapeteceráalgomásfuerte.¿Noesasí,Rallis?—dijoCam

alzandounaceja.

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—Enesecaso,tomaremosvino—dijoReiner.Lucleshizounareverenciaalasdamas,lelanzóunasilenciosamirada

asuprimoysiguióalpríncipehaciaelinteriordelcastillo.Hizoungestoconlamanoparadespedirallacayo,ysevolvióhaciasuprimo.—Malditoseas,Cam.Bedwyrseapoyóenelaparadorcondespreocupación.—Supongo que no te acuerdas de que ya me maldijiste cuando te

debatíasentrelavidaylamuerteenlaarenadeaquellaplaya.Deverdad,Lucien,últimamenteterepitesmucho.—Temerecestodaslasmaldicionesquerecibes.—Es probable, pero eso ahora no importa. ¿Desde cuándo es mi

responsabilidadgestionartustortuosashistoriasamorosas?—Malditasea,primo.¿Esquenotienesconciencia?Reinerlesirvióunacopadeborgoña.—Seguísdiscutiendocomocuandoteníaisdieciochoaños.—Poraquelentoncesélsóloeraunhedonistadespreocupado.Ahoraes

unmentirosoyunmanipulador.¿Porquémehicistecreerqueselohabíasdicho?—Dime,Lucien—dijoCamcomosisuprimonohubieradichoniuna

palabra—,¿durantetuconvalecenciahaspensadoencambiarunacegueraporlaotra?¿Osimplementeesqueahoraestásciegoporpartidadoble?—Hizo un gesto con la copa en dirección a las puertas de la terraza—.Perocreoqueyatengolarespuesta.ReinerlepusounacopadevinoenlamanoaLuc.—Bebe,amigo.Meparecequelonecesitas.Lucdejólacopa.—¿Telohacontado?—¿Quedebíagarantizar la seguridadde la impactante institutriz,pero

no podía acercarme a diez metros de ella? Sí. Pero no mencionó quetuvieranadaquevercontigo.—Noerayoquiendebíaexplicarlo.—Camsequitóunhiloimaginario

delamangayporfinmiróaLucalosojos—.Desdeelprincipio.Comotúquerías.Camteníarazón.Lucsabíaquetendríaquehaberledicholaverdaden

cuanto ella le preguntó su nombre. Y desde aquel día podría habérselocontado en cualquier momento. No lo había hecho porque creía que alocultarlesuidentidadpodríaalejarsedeella.

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Pero su primo lo sabía. Por algúnmotivo, el sinvergüenza enseguidacomprendióloqueélhabíaestadodemasiadociegoparaver.Empezóacaminarendirecciónalapuerta.—Esperaunmomento,Luc—dijoReinerasuespalda—.¿Hasinstalado

atuamanteenestacasaencalidaddeinstitutrizparamihermana?—Noesmiamante.—Abriólapuerta—.Esmicomtesse.

Arabella se internóenel jardínaciegas.Noestaba llorando,perohabíacaídopresadeunciclóndealivio,alegríayunaabsolutaytitánicairaqueembotaba sus sentidos mientras corría junto a la hilera de arbustos endirecciónaloscaminos.Estabavivo.Necesitabaestarasolasunmomentoparapensar,paraponerordenen

suspensamientos,paracomprender.Paradisfrutarlo.Estabavivo.Vivo,sanoycapazdesonreíryhacerlesreverenciasalas

absurdasdoncellasdelaprincesa.Vivo.Lobastantevivoparahaberledichoquenohabíamuertoantesdeque

ellalodescubrieradeesaforma.Llevaba semanas llorándolo. Semanas. Y él le había mentido. Era

incapaz de comprender el motivo. ¿Habría pensado que si conocía laverdadintentaríaatraparloenelmatrimonio?Peroellalehabíarechazadoenmás de una ocasión.Había objetado hasta el últimomomento.Habíasidoélquienlahabíaatrapadoaella.Alfinaldelahileradearbustoshabíaunlargomurodepiedraquese

internaba en un campo de viñedos. Se detuvo. Sus pasos no la habíanllevado al bosque. Estaba perdida. Pero no había caminado tanto paraalejarsedelcastillo.ElcastillodeLuc.Elcastillodelcomte.Estabavivo.Yerauncaballerocontítulo.Elherederodeunducado.Tendríaquehabersedadocuenta.Noeralaprimeravezqueunhombre

lementía.Aunquenuncadeesaforma.Claro.Inspiróhondo.Alargólamano,seagarróalmuroyapretólarocacon

fuerzamientrasasimilabaaquella incomprensible realidad.Luegosiguiócaminandohastaquellegóaunedificio.Teníaeltechobajo,eralargoy

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oscuro;enseguidasediocuentadequeeraunaprensadevino.Nohabíanadie por allí. La cosecha había acabado, el sol se estaba poniendoy eledificioylasviñasdesnudasproyectabanlargassombrassobrelahierba.Se apoyó en la pared de piedra y cerró los ojos. Regresaría, se

enfrentaríaaéleintentaríanoabalanzarsehaciasusbrazoseinspirarsufraganciamientrasledecíaexactamenteloquepensabadelmodoenquelahabíatratado.Puedequeparaéltodohubierasidounjuego.Ysuprimo,lordBedwyr,

debía formarpartedeél.Pero loshombresque loatacarony suherida,esonohabíasidounaactuación.¿Porquélohabíahecho?Seseparódelaparedyregresópordondehabíavenido.Primeroescuchó los ladridosde losperros,ydespuésel ruidode las

pezuñas de un caballo. Cuatro perros doblaron la esquina del altísimomurodepiedraquerodeabaelcampomáscercanoycorrieronhaciaellaconlaslenguascolgandoenactituddeamigablebienvenida.Se oyó un silbido y los animales se alejaron de ella para regresar al

campo.Luc se aproximóaArabella sobreunenormecaballonegro, comosi

fueraunhombresalidodesussueños.Llevabaunacasacadecolorverdeoscuro de muy buena confección y un plumero negro, los musloscubiertosdepielesyunsombreroalto.Parecíaunlordinclusoapesardelpañueloylacicatriz.Arabellanoqueríaesconderse,puessabíaquenodebíaimportarleque

le temblaran lasmanosyse lehubieracerrado lagarganta.Noobstante,cuando Luc se bajó del caballo con los perros brincando por entre susbotas,nopudoevitarmirarloembobada.—Buenosdías,señora.Seacercóaella.Lajovenretrocedió.—¿Puedesmontar?—Esprobablequeno.Pero segúnel lacayoque se informóhablando

con el jardinero, te marchaste en esta dirección a una velocidadconsiderable,ynosabíasiconseguiríaencontrarteantesdelanochecersilo intentabaapie.Estoesmuygrande.—Esbozóunapequeñasonrisa—.Asíque, si seme abre la heridaymemuero, te aseguroque será culpatuya.

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—¿Cómo pudiste…? —Le falló la voz. Era alto y atractivo y, sinembargo, tenía lapielmásclarayse leadivinabamás tensiónalrededordeloslabios.Arabelladeseabaquesemurieradedoloryalmismotiemporezabaparaquenofueraasí—.Erescruel.—Ah.Vamosdirectosalgrano.Nadadebesosdereencuentroprimero.

—Suspiró—. Debería haberlo imaginado cuando se te rompió la taza,perotodavíateníaesperanzas.—¿Cómopudisteocultármelo?—PensabaquetelohabíadichoBedwyr.Medijoquelohabíahecho.—Pues no lo hizo.—Le tembló la voz. Se obligó a hablar con más

firmeza—. Me he visto obligada a averiguarlo de golpe cuando hasentradoporlapuerta.Luc saboreó el placer que sentía al volver a verle la cara. Tenía las

mejillas ligeramente sonrosadas, los ojos acianos bien abiertos y suslabios eran perfectos, como siempre, suaves, carnosos y rojos comofresas.Queríapegarlos a los suyos.Queríadarleunbesodebienvenidatan apasionado que acabaran los dos tumbados en la hierba mediodesnudos, igualqueocurrióenaquellaplayahacíayademasiado tiempoparasugusto.Peroellateníaaspectodetenerelestómagorevuelto.SedetuvoaciertadistanciadeArabella.—Lamento no haberte dicho toda la verdad sobremí.—Le hizo una

granreverencia.Llevabaunasemanasinsentirtantodolorenelestómago,peromereciólapena—.Teruegoquemeperdones.Losacianosseabrieroncomoplatos.—¿Lamentasnohabermedichotodalaverdad?Mepreguntoquéclase

deverdadparcialpodríashabermecontado.—¿Verdad parcial? —La impaciencia se apoderó de Luc—. ¿Tan

detestablesteparecenmitítuloymiposición?—¿Tútítuloytuposición?Lucnegóconlacabezaconfundido.Entonceselmotivodelasorpresa

deArabellagolpeóensutripadoloridacomouncuchillofrío.—Bedwyr no te había dicho que estaba vivo. —No era posible—.

¿Verdad?—Claroqueno.Arabellatragósalivaparareprimirlasemociones.—Cielo santo.—Diounpaso adelante—.Nunca imaginéqueno te lo

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diría.Lo ha hecho para castigarme amí, y no a ti, de eso no hay duda.Perodeberíamatarloporello.Ayerfueelprimerdíaquepudeviajar,perosilohubierasabidotehabríaescrito.Ellasepusoderechaypareciótomarunadecisión.—¿Porquénomedijisteantesquiéneras?—Tendría que haberlo hecho. —Se frotó la mandíbula—. Quería

hacerlo.Arabellaapartólamirada.—Loshombresmentísporsistema.—Miintenciónnoeramentir,sino…—Medaigual.Nosignificasnadaparamí.—Y, sin embargo, el alivio te ha iluminado los ojos cuando me has

vistoenelcastillo.Teestásengañandoatimisma,duquesa.—Nomellamesasí.—Resultamuyinstructivoquetepreocupecómotellamo.—Seacercó

aella.Arabellaapoyó loshombroscontra laparedque teníadetrás.Lucobservó su precioso perfil; sus dedos se morían por enredarse en losmechonescobrizosquecolgabandelpesadomoñoquellevabaenlanuca—.Tepreocupaspormí—dijo.—Me preocupaba por ti cuando pensaba que estabas muerto. —Le

temblólavoz—.Erasmásinteresanteentonces.Lucserelajó.—Siesoes loque tengoquehacerparacaptar tuatención,moriréde

nuevoencantado.Ponfechayhora.—Eresmuygracioso,milord.Deberías reunir una compañía teatral y

hacer un espectáculo ambulante.—Seguía sin mirarle—. Quizá podríasinvitaralordBedwyr.Juntosganaríaisunmontóndedinero.—Ya tengomuchodinero.Ynosoportoqueme llamesmilorddeesa

formatandesagradable.Medanganasdeescribirlealreyydecirlequenoquieroeltítulo.Por fin asomó unamueca a los labios deArabella. Entonces pareció

perdersubatalla interior,se lesuavizóelceñoysevolvióhaciaél.Lucpensó que se iba a morir de verdad. Ver cómo lo miraba con tantaeleganciaycaridaderaunabendicióndelcielo.—Me…—Parecióesforzarseporencontrar laspalabras—.Mealegro

dequeestésbien.—¿Tealegras?¿Esoestodo?

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Alargólamanohaciaellaylerodeóelcuelloconlamano.Arabellaseapartó.Lairaardióensuojo.—¿Novasadejarquetetoque?ABedwyrledejaste.—Noesverdad.—Dijoqueloabrazaste.¿Esotambiénesmentira?—Yo…—Tratóderecordar.Elcondelahabíaabrazadoeneljardín—.

Yo…—Dejastequeeselibertinosinvergüenza…—Fueunabrazodeconsuelo,unbreve…—Dejódejustificarse—.No

tengoporquéjustificarme.—Yalocreoquesí.—¡Estaba llorando! ¿Es que no lo ves? Lloré por ti, porque habías

muertopormiculpa,yélmeconsoló.Esoestodo.Sólofueunconsuelomomentáneo. Y ahora que estás aquí, después de haberme mentido yhabermehechopadecer,¿pretendesquecaigaentretusbrazos?—Sí.Sequedóboquiabierta.—Porlovistotuarroganciaparecetanintactacomotucuerpo.Luc apoyó las palmas de lasmanos en la pared a ambos lados de su

cabezayseinclinóhaciadelante.—Esverdad,micuerpohasobrevivido,ytodavíarecuerdatuscaricias.

Muybien.Entonces su cuerpo la traicionó. Podía soportar sus provocaciones.

Peronopodíasoportarsucercanía.—MiprimodicequeteníaslaintencióndecasarteconReiner—dijo.—¿Atitedijoeso,yamínomedijoqueestabasvivo?—Es un tipo contradictorio—reconoció él con cierta tristeza—. Me

parece que se debe a un exceso de adulación. —Se inclinó sobre uncostado de su cara y pareció inspirar hondo—. Dios, no sabes lo quesientoalverte.Todolodemásdesaparece.—Lerozóellóbulodelaorejacon los labios y le provocó una corriente de suave placer—. ¿QuéintencionestienesconReiner?Estabavivo,estababien,ylaestabatocando.Arabellahabíasoñadocon

aquello.Debíaesforzarseporhablarconsensatez.—Notengoningunasintencioneshaciaél.Nohetenidoningunadesde

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elmomentoenquedejéquemetocarasenaquellaplaya.Yalgunosdíasantes.—Bien—murmuróLuc.Deslizólapuntadelalenguapordebajodesu

orejayluegoleposóloslabiosenelcuello—.Porquetendríaquebatirmeendueloconélporhabersecasadoconmiesposa.Teniendoencuentaqueyo disparo mejor que él, moriría, y su país se quedaría sin líder y seproduciríaunincidentedeconsecuenciasinternacionales.Noseríabonito.Esmuchomejordeestaforma.Arabellasealejódelplacerapartándosedeél.—Nosoytuesposadeverdad.Lucdejócaerelbrazo.—El sacerdote dijo: «Habéis declarado vuestro consentimiento de

convertirosenmaridoymujer».Meparecequesíqueloeres.—Yonoleoídecireso.—Debiódeserporlosnervios.Creoqueesalgomuycomúnentrelas

novias.—Nofueunabodalegal.—Firmasteuncontratomatrimonial.—Firméunahojaenblanco.—Ya no está en blanco. Unos elfos muy simpáticos con los que me

encontré en el bosque mientras estaba convaleciente hicieron visible latinta invisible de la hoja y ahora pone muy claro que estás casadaconmigo.¿Noteparecequelamagiaesalgoincreíble?—¿Cómopuedesbromearsobreesto?—protestó.Lucdiounpasoadelante,lecogiólacaraconlasmanosconsuavidady

colocólabocaadoscentímetrosdelasuya.—No estoy bromeando. Estamos casados. Y es unmatrimonio real y

válido.ElalientodeLuclerozabaloslabiosyderepenteparecióardertodala

vidaquealbergabaensuinterior.Ellahabíaconfiadoenél,habíacreídoensuhonor,lehabíaentregado

sucuerpo,yéllehabíamentidodesdeelprincipio.—Si te pido que me liberes de ese compromiso—dijo sintiendo su

aliento y su fragancia a su alrededor embrujándole los pensamientoscomosiempre—,¿loharás?—¿Estássegura?Tenía lavozmuy ronca.Sus labios rozaron losdeArabella comoun

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susurro.Ellacerrólosojosalpercibiraquelladebilidad.—Sí.Estoysegura.Libérameahora.Sehizounmomentodetensión:Lucnosemovía.Entoncesdejóescapar

unrugidoyseapartó.—¿Quéquieresdemí?—lepreguntó—.¿Otradisculpa?¿Unadocena

de disculpas? Pues aquí las tienes.—Tendió la mano—.Me equivoqué.Cometí un error.Estaba acostumbrado a hacer esepapel y novi ningúnmotivoparadartemásinformación.—Nomeimportaporquémementiste.¿Esquenoloves?—Loúnicoqueyoveoesque,teniendoencuentacómohasalidotodo,

estáshaciendounamontañadeungranodearena.—¡Meobligasteacasarmecontigoconfalsospretextos!—Yonuncateheobligadoahacernada.—Volvióaavanzarhaciaellay

se acercó todo lo que pudo sin tocarla—. Pero lo haré ahora, pequeñainstitutriz.Tevoyaobligaraquererme.Conseguiréquemequierasmásdeloquepuedassoportar.—¿Yahorameamenazas?—Nocomprendocómopuedespensarqueesunaamenaza.Eraunlord.Porfincomprendíadedóndeveníasuarrogancia,suforma

desertanautoritariaeinsistente.Podíateneralamujerquequisiera.Eraimposiblequelaquisieradeverdad,ellasóloeraunasirvientapobreconlalenguamuylarga.Afindecuentas,Luceraigualquetodoslosdemáshombres.Otrosyahabíantratadodeecharaperdersureputacióncuandonoseentregóaellos.PeroahoraestabaenmanosdeLuc,erasuesposa,podíahacer loque

quisieraconella,ynosóloduranteunviaje,sinodurantetodalavida.Elpánicoquehabíasentidotantasvecesestandoconéllavolvióaatravesardenuevo.—Noloentiendes—ledijo—.Yonopuedoestarcasadaconunlord.—No puedes estar casada con un lord —le repitió sin ninguna

entonación—.Ereslamujermásdifícilqueheconocidoenmivida.—Puesnoentiendoparaquémequieres.—Noloentiendes—dijoconlamiradaensombrecidadenuevoporesa

desconcertantenecesidadquenocomprendía—.Noloentiendes,¿verdad?Labesó.Alprincipiosólofueunasuavecaricia,peroseapropiódesus

labios y la obligó a sentirlo. Luego se convirtió en una posesión. Ellaaceptó su acercamiento, se apoyó en él, le presionó el pecho con las

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manos,sintiósuvidabajolapalmadelasmanosyseparóloslabiosparaél.Fuedemasiadobreve.Luclasoltó.Ella se llevó los dedos a los labios y volvió la cabeza buscando el

controlquehabíaperdido.Él levantó lamanocomosi fueraa apartarlelosdedosdelaboca,peroentoncessedetuvoydiounpasoatrás.—Malditasea.Lucsediomediavueltahaciendogirarlascolasdesucasacaenelaire

yvolvióhaciasucaballo.Ella leviomontar.Viocómosesubióalcaballodeunsaltohaciendo

casoomisode laherida,quesinduda todavíadebíadolerle.Luegohizogiraralanimalysealejóalgalopeconlosperrosladrandoybrincandoasualrededor.Arabellaleviomarchar.Siempreladejaba.Ellasólolehabíadejadounavez,perocadavezque

esehombreconseguíaencendersunecesidad,luegoloveíamarchar.Lucesperabaganar,yeramuyposiblequeacabarahaciéndolo.

Cuando Arabella regresó al castillo al anochecer, se encontró con undesfile de carruajes alineados en el camino y un montón de sirvientescorriendodeunladoaotrocargadosconbaúlesdeviajeysombrereras.Elmayordomoestabaenelcentrodelalborotodirigiendoelajetreo.—MonsieurBrissot,¿quiénhallegado?—Ha vuelto la reina,mademoiselle. Le aconsejo que se ocupe de la

princesatoutdesuite.Arabella pasó corriendo junto a los sirvientes camino de las

dependenciasdelaprincesa.—Oh, querida Bella. Pensaba que nos libraríamos de mamá un poco

más de tiempo. Pero no ha podido ser.—Jacqueline la abrazó y luegosonrió—.Asíquelehepedidoalcomtequecelebreunafiesta.Luc no le había contado a nadie que estaban casados. Arabella no

entendía nada de lo que hacía aquel hombre, sólo sabía que eraimpredecibleyautoritarioyqueleprovocabaundeseoqueladebilitaba.—Pensaba que no te gustaba la vida de la alta sociedad—consiguió

decir.—Yasíes.Sólolohehechoporquemamásiempredebeteneralgoque

hacer. Últimamente sólo ha estado pendiente en mis perspectivas

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matrimoniales,yhepensadoquepodríadarleotracosaenlaquepensar.Porlomenosdurantealgunosdías.—¿Lafiestasecelebrarápronto?—Pasadomañana.Alcomtelehaencantadolaidea.Vaainvitaratodo

elmundo.—Sonrió—.Peroantesdequeempieceeldesfiledevestidosdenoche y todo elmundo se ponga a bailar el vals, tienes que enseñarmealgo muy práctico para que mamá se quede muy impresionada con tuinstrucciónytedupliqueelsueldo.

Lareinanoestabaimpresionada.Cuandoentróenlasdependenciasdesuhijaantesdecenar, le lanzóunamiradaaArabellaydijoqueahoraquehabíaregresadolacorteyanoprecisaríandesusserviciosporlasnoches,pormuy prima lejana del conde que fuera. Jacqueline protestó, pero lareinaseacercóalapuertadeldormitorioylaabrióellamisma.Arabellasemarchóencantada.Lasobjecionesdelpríncipedesautorizaronlasdirectricesdesumadre.

Unminutoantesdequesonaralacampanaqueavisabadelcomienzodelacena, Jacqueline entró a toda prisa por la puerta del dormitorio deArabella.—Date prisa. Tienes que vestirte para bajar a cenar. —Se acercó al

armario—. Reiner ha insistido en que nos acompañes. Y el comte hasecundado su invitación. Es todo un caballero.—Se quedó boquiabiertacuandovioloscajonesvacíos—.Arabella,¿notienesotrovestidoapartedelgrisquellevascadadía?—Estoy…estaba…estoydeluto—tartamudeó.—Entonces deberías tener por lomenos dos vestidos grises—dijo la

princesaconlainocenciadeunachicaquenohabíapasadounsolodíadesuvidasin tenermenosde tresdocenasdevestidosenelarmario—.Metemoquenotengonadadeuncolortanapagado,yesquemamáinsisteenque todosmisvestidosdebenserblancosode tonospastel.Asíqueestanochetendrásquellevarmáscolor.—Sefuehacialapuerta—.Venga,dateprisa. Cuanto más nos hagamos esperar para la cena, más nos miraráncuando aparezcamos, y no me apetece nada. Una cosa es que te mirencuando eres lamujermás guapadel país como tú, pero esmuydistintocuandoalaquemiranesamí.

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Se dieron prisa, pero todo el mundo se las quedómirando igualmente.Arabellasólonotólamiradadeunapersona.Después Luc la ignoró por completo, no sólo durante la cena, sino

durante los tresdías siguientes.Semostrabaeleganteyagradablecon lareina y sus cortesanas, incluyendo a las doncellas, a las que trataba conmuchoencantoydeferencia,ysindemostrarniunápicedearroganciaoautoritarismo;peroaellanisiquieraledirigiólapalabra.Mientrastodalacasa se concentraba en los preparativos para la fiesta, no salió a suencuentroenningúnmomentoniseacercóaella.Nadiesedirigíaaellaencalidaddenadaquenofuera«lainstitutrizdelaprincesa»,laseñoritaCaulfield.Hastaelcondehabíadejadode lanzarlemiradascapciosas,dehechoyacasinoloveíanunca.Nadie sabía que la esposa del comte residía bajo el techo de Saint-

Reveé-des-Beaux, y la joven empezó a creer que había imaginado suencuentroenelviñedo.

Arabella negó con la cabeza cuando una sirvienta apareció en sudormitorioconelvestidoqueJacquelinehabíaprometidoprestarleparalafiesta.—Estonopuedeserparamí.Sobre su camahabía unvestido confeccionado engasa rosay lamás

fina de las sedas, con unas minúsculas mangas de estilo casquillo yabaloriosenformadeestrellacosidosalcorséyalafalda.Eraunvestidoparaunaprincesa,ynoparaunainstitutriz,pormuchoquelegustarasutrabajo.—Mais oui, mademoiselle —dijo la sirvienta con seriedad—. La

princesa lo ha elegido de entre todos sus vestidos y ha pedido que loarreglaranespecialmenteparaqueustedlollevecesoir.—Peronopuedoaceptarotroregalo…—Sí que puedes. —Jacqueline asomó la cabeza por la puerta de su

dormitorioconunacajaenlasmanosenguantadas—.Éste.Seacercóaella,destapólacajaysacóunamedialunadediamantes.—Princesa—susurróArabella—,notendríasquehaberlohecho.—Nohesidoyo.—Jacquelinedejólarelucientetiarasobreelvestido

que había en la cama como si estuviera vistiendo el cubrecama para lafiesta—.Esdepartedelcomte.

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Lasirvientasellevólamanoalaboca.—Jésus,MarieetJoseph.—Esevidentequeteadmira—dijolaprincesa—.Nomeextraña.Yno

eselúnico.Hevistoapor lomenoscuatrode loscortesanosdeReinerlanzándotemiradasinteresadasdesdeelotroextremodelamesaalahoradecenar,ydosdeellosestáncasadoslosmuymujeriegos.Arabellasequedómirandoladelicadatiara,unalluviadediamantesque

sediseminabanen formadeabanicodesdeungrupodegemascentralescolocadasenformaderosa.—Nopuedoponérmela.Ladoncellahizounmohíndedesagrado.Jacquelinelamiró.—¿No te gusta elcomte?De verdadBella, si un hombreme regalara

unatiaratanbonitacomoesta,melapondríatantosimegustaracomosino.Todasmistiarassonreliquiasdefamilia,sonmuyfeasyestánpasadasdemoda.Estaesperfecta.Por lo vistoLuc pensaba llevar a cabo su amenaza.No sabía que los

regaloscarosnosignificabannadaparaella.Se vistió y dejó la tiara encima de la cama. Pero la princesa se puso

delantedelapuertayleprohibiósalirdelahabitaciónamenosqueselapusiera.Arabelladejóque ladoncellase lacolocaraen lacabezaysemiróal

espejo.Parecíaunaprincesa.Tocólosdiamantesconundedovacilante.—¿Porquénomelahadadopersonalmente?—Creo que temía que se la tiraras a la cabeza si lo intentaba. —

Jacqueline alzó las cejas—. Te comportas de una forma distinta cuandoestásenlamismahabitaciónqueél,Bella,ylaverdadesquenoentiendoporqué.Sihayunhombrecapazdeponeraladefensivaaunamujer,esees lordBedwyr, no el comte. Lo cierto es que, a pesar de ser un héroenavalydeteneresabrillantecicatriz,esuncachorrito.Arabella no pensaba lo mismo. Luc se había servido de la ayuda de

Jacquelineparaquenopudierarechazarsuregaloy,sinembargo,todavíano le había contado la verdad anadie.Estaba jugando con ella como lohabíahechodesdeelprincipio,yelpánicoque leprovocabasecebóenellasinpiedad.Noerauncachorrito.Eraunlobo.

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Yahacíaunsigloqueelcastillocontabaconungransalónparacelebrarbailes.Loubicaronenelladoquedabaalrío,completandoelpuentequelo cruzaba de una orilla a otra. El pasillo que salía de la galería de lasarcadasconducíahastaunmagníficosalóndetechosaltosconunapuertaenelextremoopuestopor laqueseaccedíaauncaminoconespalderasquellevabaalbosque.Aquellanocheelsalónbrillabadebidoaloscientosdevelasyalreflejo

de lasantorchasqueflotabanenel río;su resplandor relucíaa travésdelasventanasqueseextendíandesdeelrelucientesuelodeparquethastaeltecho estucado. Los músicos del príncipe iban ataviados con una libreaazulydorada, y tocabanpiezas alegresque llenabanel vasto salón.Loslacayos, con los colores plateados y negros del personal del duque, semovíanporentrelosgruposdeinvitadosofreciendovino.Losasistentesalafiestatambiénestabantodosmagníficos.Aquelerael

mundodeLuc,loshombresymujeresqueellasólohabíavistodepasadamientras preparaba a sus estudiantes, las vestía y engalanaba a la ultimamoda.Todos teníanunairedesublimesuperioridad.Lasdamas,con loslabios pintados de rojo y los cuellos envueltos en joyas, posaban sobreellasuslargaspestañasylevantabanlosabanicosparasusurrarasupaso.Arabellamantuvo la barbilla bien alta, desplegó el abanico de encaje

quelehabíadadoJacquelineyseinternóenlamultitud.La reina entró del brazo del príncipeReiner y seguida de Jacqueline.

Losinvitadosseagacharonhaciendoreverenciasmientraslapartidarealseencaminabahacia la tarima,dondeelpríncipesentóasumadreenunsillóndorado.Luegocogióasuhermanadelamano,laayudóabajarelescalóndelestradoysedirigiódirectamentehaciaArabella.Losjadeossehicieronevidentesportodoelsalón.SoltóasuhermanayseinclinósobrelamanodeArabella.—Comtesse —dijo en voz baja—. Me encantaría tener el honor de

bailarconlapreciosaesposademiqueridoamigo.Jacquelinesequedóconlabocaabierta.Arabellanopudoevitarque la llevaraa lapistadebaile.Él le sonrió

con amabilidad, y fue como si no tuviera nada de raro que un príncipebailaraconunainstitutriz.—Nodeberíahaberlohecho,alteza—lesusurrócuandolacoreografía

losacercó.—Nohepodidoevitarlo.Habríasidounagranfaltadegratitudpormi

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partesinolehubierapedidoelprimerbaile.Afindecuentas,estaessucasa.Sonrió.—Losinvitadospiensanqueestáustedbailandoconunasirvienta.—Losinvitadosprontosabránlaverdad.Luc aguardaba al otro lado del brillante salón junto a un grupo de

damasycaballeros.SevolvióparamirarlacomosisintieralamiradadeArabella.El baile llegó a su fin, el príncipe hizo una reverencia y se marchó.

Jacquelineaparecióasulado.—Comtesse?Cielosanto,Bella,¿quémehasestadoocultandoyporqué

losabemihermanoyyono?—Debe de habérselo dicho él. —Cogió a Jacqueline de la mano—.

Sientonohabérteloexplicado.Nosabía…—Oh, no pasa nada.Todo elmundo tiene secretos, aunque tienes que

admitirqueel tuyoeraenorme.Noséporquéelcomtey tú se loestáisocultandoatodoelmundo,niporquéactúascomounasirvientacuandoen realidad eres la señora de la casa. Pero…—Volvió amirar hacia lamultitud, esta vez en dirección a Luc—. Te felicito. Tu marido es muyatractivo.—Noséloquequieredemí—dijoArabellaconsinceridad.Laprincesaposósuinteligentemiradasobreella.—Quizádeberíaspreguntárselo.Luc se estaba acercando a ellas. Jacqueline le estrechó los dedos y se

marchó.Entoncesapareciódelantedeella, lecogiólamanoyse inclinósobre

ella.—Estanocheestáspreciosa,duquesa.Comosiempre.Se llevó lamano deArabella a los labios, le dio la vuelta y besó el

centrodesupalmaenguantada.Arabellasintióunhormigueoportodoelcuerpo.Apartólamano.—¿Quéestáshaciendo?Élsonrióconcomodidadyseguridad.—Provocándomeunaenormefrustración.Venalaterrazaconmigo.—No.Todoelmundopensaráquepretendesseduciralainstitutriz.—Que los cuelguen a todos. Eso ya lo conseguí hace semanas. Ven

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conmigo.«Esoyaloconsiguió.»—No.—Turecibimientosiguedejandomuchoquedesear.—Supongoquenotengoprácticadejandoquememanoseenenpúblico.—Dadoqueprefieromanosearteenprivado,teconcederéesteasalto.—Laplayanoeraprecisamenteunlugarprivado.—Muycierto.Peroyoyahehechotodotipodeplanesparanosotrosen

miimaginación.Arabellaapretólospuños.—¿Porquébromeasconmigocomosinohubieranadamásquedecir?—¿Quémáshayquedecir?Quétalesto:estebaileesparati.—¿Paramí?Perotú…—Llámalounaespeciedefiestadecompromiso.—Miróasualrededor

—.Ahorayanosestámirandotodoelmundo.Por lovisto,noestábienqueunhombrehabledurantedemasiadotiempoconunadamaenunsalónde baile. Tendrás que bailar conmigo para apaciguar su sensibilidadultrajada.—Pensabaquehabíasdichoquelospodíancolgaratodos.—Bailaconmigo,duquesa.—Meconfundes.—Ytúmedeslumbras.La mirada de Luc se deslizó por su cuello y le acarició los pechos,

luego siguióbajandohasta su cadera.Él eramásguapode loquehabíasoñadoArabella,y llevabaunacasacadecolorazuloscuroquerealzabasu corpulenta espalda; parecía que fuera capaz de levantar un barco élsolo.También lucíaunúnico zafirodel color de la noche alojado en elpañuelodelcuello.Llevabaelojocubiertoconunpañuelodeinmaculadasedanegra,yhastalacicatrizparecíaelegante.Sifueraunamujerdadaaperder el corazónpor la importancia y la bellezadeunhombre, estaríaperdida.Peroellanoteníacorazón;estabaasalvo.—Tienesquebailarconmigo—dijo—.Noaceptaréunanegativa.—Disfrutasmuchodetuventaja.—De loquedisfrutoesdepoder tocarte.Me recuerdaesebrevepero

memorable episodio de la playa. Antes del desafortunado incidente delcuchillo,claro.Sonrió.

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Arabellateníalasmejillasencendidas.—Teheoídohablarconlasdamasdecompañía.¿Tedirigesatodaslas

mujeresconlamismasinceridad?—No.Sólolohagoconmisesposas,yentreellasnadamásconlasque

se niegan a bailar conmigo. —Se acercó un paso y la miró—. ¿Meconcederíaselhonordebailarconmigo,Arabella?Eralaprimeravezquelallamabaporsunombre.Parecióacariciarlo.—Yo, yo…—Se le enredaron los pensamientos con las intenciones.

Sabía que lo hacía a propósito—. Llevas tres días evitando hablarconmigoasolasy,sinembargo,ahorameprovocascomolohacíasentubarco,comosinohubierapasadonadadesdeentonces.—Llevo tres agónicos días manteniéndome alejado de ti con la

intencióndedejarqueteacostumbrarasalaverdadatupropioritmo.Esevidentequehasidounamalatáctica.Mirólatiaraquellevabaenelpelo.—Sólo un hombre de poco carácter intentaría engatusar a unamujer

conregaloscaros.—Tienes toda la razón —dijo él—. Pero baila conmigo de todas

formas.Nopodíaresistirseaél.Asintió.Comoeraelseñordelacasa,Lucsólotuvoquelevantarlamanopara

quelaorquestaempezaraatocarunanuevapieza.Entonceslacogiódelamano. Le deslizó los dedos por la cintura y luego los subió hasta suscostillas acariciándola innecesariamente, pero ella lo aceptó. Arabellalevantólamanoparaposarlasobresubrazoyélempezóabailarelvalsconella.—Nohevueltoahacerestodesdequeesedepravadomesacóelojo—

dijo en voz baja y con una sonrisa en la voz—. Te pido disculpas poradelantadoporpisarte.Arabella perdió la mirada en aquel rostro que reflejaba el placer de

disfrutardealgotansencillo,yentoncesunasensacióntiernaypoderosaaunmismotiemposeadueñódesupecho.QuizáJacquelinetuvierarazón.Quizánofueraunlobosiempre.Esaideadurómenosdeunminuto.—Diosmío.Memueroporbesarte.—Teníalavozroncaynodejabade

mirarleloslabios—.Necesitobesarte.—Simebesasaquí,meavergonzarás.

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—Sitebesóaquíte…—Sedetuvo—.¿Hasidounaaceptacióntácita?—Yo…—Nomerefieroaquehayasaceptadoellugardelbeso,claro.Sinoel

propiobeso.No lo soportaba.Lahacía reír, llorarybailar almismo tiempo.Miró

porencimadesuhombro.—Eres…—Absurdo.Sí,yamelohasdichoantes.—Nopuedesevitar interrumpirme. Ibaadecirqueeres tandepravado

comotuprimo.—Enlosdeseosesposible.Peroyosólotengoojosparaunamujer.—

Separó los dedos sobre su espalda buscando la costura del vestido paraluego robarleunacaricia a supiel—.Los suyosestándistribuidos entremuchas.Regardez.EllasiguióladireccióndelamiradadeLucenbuscadeunadistracción,

unpocodecorduraocualquiercosaquesofocaraelagitadoardorquesehabíadesatadoensuinterior.LordBedwyrestabaenelcentrodeungrupodedamasysereíamientrasellassellevabanlosabanicosalasmejillas.Arabellafruncióelceño.—Nocomprendoporquéinsistióencelebraresaridículaboda.Luc la estrechó un poco más fuerte, mucho más de lo apropiado; la

teníatanbiensujetaquesiseresistíaalafuerzadesusbrazossecaería.—Nofue ridícula—dijoporencimadesu frente—.Y lohizoporque

sabíaqueyolodeseaba.—Tú tenías tantas ganas de casarte conmigo como yo de casarme

contigo.Loúnicoquequeríaseraestarconmigoesaúnicavez,igualqueyo.Pensábamosqueibasamorir.Jamásdebíhaberaceptado.Porfinlohabíadichoenvozalta.Arabellaaguantólarespiraciónmordiéndoseellabio.Élnolonegó.Laapretóconlamanoqueteníaensuespalda.Laacercóunpocomása

éleinclinólacabezahacialasuya.—Yahapasadomásdeunmes,Arabella.Estiempomásquesuficiente

parasaberlo.—Teníalavozronca—.Dime.¿Estásembarazadademí?Arabellasederrumbóunpocopordentroysusurró:—No.Lucnodijonada.

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—Si el hijo de la duquesa es un niño —dijo—, tampoco tienes quepreocupartedequetuhermanopuedaheredar.—Bedwyrtelohaexplicado.—Nadie ha tenido que decírmelo.Toda la casa está al corriente de tu

situación familiar. Las damas de compañía llevan toda la mañanacotilleandoalrespecto.—Noeracapazdemirarloalosojos—.Aceptarélanulidadsinprotestar.Ynoesperoquemecompensesdeningunaforma.Notieneporquésaberlonadie.Sehizounlargosilencio.—Yonoquieroanularnuestromatrimonio—dijoLuc.—Claroquesí.Debeshacerlo.—No, no debo, pequeña institutriz que da órdenes como si fuera

duquesadenacimiento.Mepreguntoquéserálopróximoquemeordenes.¿Quieresquebusqueuncuchilloyacabeloqueempezaronaquellostiposdelaplaya?Oquizáprefieresquemeloclaveunpocomásarriba,quemearranqueelcorazónylometaenunacajasobrelachimenea,asínopodrévolveramolestarte.No podía hablar en serio. No lo decía en serio. Luc flirteaba y la

provocaba como si no significara nada, cuando para ella lo significabatodo.Paraellalosignificabatodo.El corazón que creía que no existía empezó a palpitar al galope por

debajodesuscostillas.Llevaba toda lavidaescapando:delorfanato,delreverendo y de los hombres que habían intentado utilizarla. Pero jamáspodríaescapardeél.Ylopeordetodoeraquenoqueríahacerlo.Queríavolver a perderse, pero esa vez quería hacerlo con él. Se perderíaencantada,yentoncesdesapareceríaparasiempre.Arabella se liberó de sus brazos. Se quedaron como dos estatuas

griegasenmediodelosgirosdelasfaldas,lascolasdelascasacasylasbrillantesjoyasdelosbailarines.Lajovenviolaverdadensurostro.Noselohabíacontadotodosobresuapresuradaboda.Seguíamintiéndole.—Hablas como si tus palabras no tuvieran consecuencias—ledijo—.

Peroestejuegosehaacabado.Tienesquedejardejugaraesto.—Nopiensoliberartedetucompromiso,Arabella.Ellalevantólamanoysequitólatiaradelpelo.—Nopuedescomprarmissentimientosnimiobediencia,milord.Lasparejasquebailabanasualrededorredujeronsuspasosdebailey

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sedetuvieronparamirarlos.Élnosemovióniaceptólatiara.—¿Yahoraquiénintentaavergonzaraquién?Suvozeraroncayoscura.—Yosoylaúnicaavergonzada.Meavergoncéconfiandoenti.Luc cogió la tiara de su mano y en su rostro se reflejó una furiosa

vulnerabilidad.Ellasemarchóconlabarbillabienaltamientrassedeslizabaporentre

losinvitados.Tuvoquehacerusodehastalaúltimagotadesuserenidadparanosalir

corriendo.

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12

Lanovia

—Han estado hablando del tema durante horas. —Jacqueline estabadetrásdeella en su tocadory lepasaba lospelosdeuncepilloplateadopor lamelena—.Los aristócratas franceses sonmuy escandalosos, peronuncaesperanqueuningléstambiénlosea.Tuvalsyposteriorpeleaconelcomtehansidounasorpresarefrescante.SusrisasseencontraronconlosojosdeArabellaenelespejo.Tenía la mirada despejada. Cuando se marchó del baile, se quitó ese

vestido de princesa y se lo entregó a la doncella para que se lo llevara.Luego se sentó juntoa la chimeneahastaque los sonidosde la fiesta seapagaronyJacquelinefueaverlaasuhabitación.—De todos modos, todo el mundo se habría acabado enterando

enseguida del origen de la tiara —dijo la princesa cepillándola consuavidad—. Lo más probable es que los sirvientes empezaran a hablarsobreel temaencuanto te ladi.Enunacasacomoesta, los secretosnoduranmucho.—¿Ninguno?Jacquelineesbozóunasonrisa.—Exceptoquizálanoticiadequeenrealidadnoeresunainstitutriz.—Síquesoyinstitutriz.—Bueno, hasta que el comte anuncie vuestra boda secreta. Reiner

pensabaque tenía la intencióndehacerlo estanoche.Vuestrapeleadebehaberle hecho cambiar de opinión. Oh, Bella, tienes que perdonarloinmediatamente para que yo pueda abrazarte delante de todos comomiamigaynocomomisirvienta.Arabellaselevantó,fuehastaelarmarioyloabrió.Jacquelinelehabía

dejadoropanueva;suviejouniformeestababiendobladoensuinterior.Apartólasenaguasysacóelanilloqueanidabaenlacamisola.Losacóyseloatóalcuello.Cuandollevabaelvestidodebaile,habíaañoradosentir

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supesoalrededordelcuello.Leresultabafamiliar.Laconsolaba.—¿Porquéoscasasteisensecreto?—Jacqueline,nopuedoquedarmeaquí.Laprincesadejóelcepilloenlamesa.—Nomevasaexplicarloqueocurreentreelcomteytú,¿verdad?—Memarchomañana.—¿Losabeél?Pronto lo descubriría. Pero, con un poco de suerte, la distancia haría

que se enfriaran su lujuriay suorgullo, y sedaría cuentadeque era lomejor.Entretantoellaempezaríaabuscarasupadre,peroesavezloharíasinesperarqueningúnpríncipeleseñalaraelcamino.—Tienes que hacer lo que debas—dijo Jacqueline—. Yo no sé nada

sobre las complicaciones del matrimonio. Pero me gustaría que tequedaras.—Nopuedo.Elmomento de terror que había sentido en el baile ya había pasado,

peronolasganasdemarcharseyalejarsedeLuc.—Bella—dijolaprincesa—.Admitoquelamentoquenovayasaestar

conmigoenLondres.—Yasabestodolonecesarioparadefenderteperfectamente.—Nomesientocómodacon loscaballeros—dijo frunciendoelceño

—.Esperabaquemeenseñarasaacostumbrarmeaellos.—Metemoqueeneseaspectonotengomuchosmásconocimientosque

mialumna.YmenossiLucWestfalleraquienlaexaminaba.—Eso no puede ser cierto. Yo he vivido confinada en castillos y

asistiendoa lasfiestasquehanelegidomihermanoymimadre,ynosénada sobre los hombres. Pero tú has vivido entre la alta sociedadlondinense.Debeshabertenidomuchasaventuras.—Si por aventura te refieres a haber confiado en un hombre queme

prometió presentarme a…—un príncipe—, a un posible superior, paraluegodescubrirque loquequeríaerapresentarmeasu lujuria,entoncessí,tuveunaaventura.—¡Arabella!¿Erauninvitadodealgunacasaenlaquetrabajaste?—Era el hermano mayor de los niños que yo cuidaba, y hasta ese

momentoloconsiderabaunamigo.—Cerróelpuñoalrededordelanilloquecolgabasobresuclavícula—.Leexpliquéalamadellavesloqueme

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habíahecho.Ella informóamis superiores,peroellosnose inmutaron.Lesdijoqueyolohabíaseducido.Medespidieron.—Fueronmuyinjustos.—Fueculpamía.—Siemprehabíasidoculpasuya,desdelosprimeros

días de orfanato hasta la terrible y desastrosa situación en la que seencontraba en ese momento—. Fui muy ingenua. Y asumí de formaabsurda que el buen carácter siempre debía ir ligado a la riqueza y labuenaaparienciadeunhombre.Laprincesatardóunpocoencontestar.—Comprendo—dijoporfin.Arabella se volvió a sentar al tocador, y levantó las manos para

trenzarseelpelo.Jacquelinelacogiódelamano.—¿Temarcharásmañana?—Porlamañana.—Lepediréalcocheroqueteprepareelcarruaje.—Fuehacialapuerta

ysedetuvoallí—.Teextrañaré,Arabella.Teañorarécomoañoraríaaunahermanasilatuviera.Esperoquenosvolvamosaencontrarpronto.Arabellaseacercóaellaylaabrazó.Cuando Jacqueline se marchó, entró una doncella para preparar el

fuegoqueaplacaríaelfríodelanoche.Ellasesentófrentealasllamasysetrenzóelpelo.Perounahoradespués,mientrasmirabaelríonegroporlaventanaenvueltaenunamanta,yunavezquesehubieronapagadotodaslas lucesde la fiestayquehubodesaparecido lamagia, seguía teniendofrío. El castillo tenía trescientos años, el otoño había llevado una brisahúmeda a sus habitaciones; no era de sorprender que no consiguieraentrarencalorparapoderdormir.Yyanolevolveríaavermás.Semetióenlacamaysetapó.Lassábanaseransuavesyolíanarosas,y

estabarodeadademarfilyoro.Eralacamadeunaprincesa,podíafingirunanochemás.

Cuando se despertó, la ambarina luz del fuego se extendía por elcubrecamadesdelospiesdelacama.Elcomteestabaabriendolascortinasysusiluetaserecortabacontralaclaridaddelanoche.Arabellasóloveíaelcontornodesushombros,elbrazoconelqueapartaba lacortinay lasiluetadesucintura.Allílaoscuridadocultabalabellezamasculinadesu

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cuerpo,nocomoenlaplaya,dondepudoverlailuminadaporelsol.Arabellasesentó.Él no dijo nada, pero se le hinchó el pecho. Ella escuchó su áspero

alientopordebajodelcrujidoyelsiseodelfuego.La jovensedesplazógateandohasta lospiesdelcolchón.Élalargóel

brazoy leposó lamanoen lacara,eragrande,cálidayfuerte.Arabellavolvió los labios hacia la palma de sumano. Luc se inclinó, la levantóhaciaélysuslabiosseencontraron.La besó con apetito y la abrazó sin soltarle la cara. Le acarició la

mandíbulaylabarbillaconelpulgar,abriéndolelabocaparaél.Sabíaavino,acaloryaldeseoquesentíaporella.LalenguadeLucacariciólasuyacon suavidad,y luego se internómásadentro.Ella le acogió.Cadavezquelatocabaconseguíaquelodesearaunpocomás.—Dulce Arabella—susurró contra su mejilla—. ¿Qué consecuencias

puedestemertantoparaquequierashuirdemí,mipequeñainstitutriz?La pérdida. La traición. Que se le rompiera el corazón. La pátina de

todo el dolor que había sufrido aguardaba bajo su piel y le rodeaba elcorazóncomounguardián.Nodebíaamarlo.Peroquedarseconélynoamarloeraimposible.—¿Quéestáshaciendoaquí?—Disfrutardeloqueesmíoporderecho.Escondiólanarizensucuelloyellalevantólacabezaparapermitirleel

acceso.—Yonotepertenezcocomoestacasaotubarco.—Dameunanochedebodas.Porfin.—Nodeberíamosestarcasados.Nodeberíassermimarido.—Duquesa.—La cogió de la cara y la obligó a mirarlo—. Eres mi

esposaalosojosdeDios.—YoyanocreoenDios.—Entoncescreeenmí.—Blasfemo.Lucsonrió.—Hipócrita.—Bésame.«Bésame una y otra vez hasta que vuelva a creer en Dios, porque

entoncessabréqueesunmilagroynosólounsueño.»Lucleacariciólacaraconreverenciayluegohizoloqueellalehabía

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pedido.Arabella ya conocía su sabor, la sublime formay presión de subocasobrelasuya, laintensaypalpitanteemociónquesentíapordentrocuando la lengua de Luc acariciaba la suya. Conocía el olor amar y avientoquedesprendía,inclusoenesemomento.Porfinsediopermisoparatocarlo.Posólasmanossobresucuerpoy

resiguió el contorno de su cuello y sus hombros con las palmas de lasmanos y las yemas de los dedos, reconociendo su piel y sus tendonescomoconocíasucarácter:fuerte,poderosoyseguro.Sucuerpoeraduroyrobusto,yArabellasabíaquenuncaseríasuyo,noimportabaloqueélledijeraohiciera.Lucnopretendíahacerledaño;loharíasindarsecuenta.—Mehacessentirapesardequeyonoquiero—dijo,yparasalvarsu

orgulloañadió—:Ytuarroganciaesinsoportable.Lucleacariciólaparteinferiordelospechosconlospulgares.—¿Nopodemosdictarunatregua?—¿Comohicimosenlaplayacuandomehicisteelamor?—Quizáduranteunpocomásdetiempo.Le cogió un pecho y ella se inclinó sobre él. Entonces le acarició el

pezón.AArabella se le entrecortó la respiración. Luc la acarició y ellapensóquesidejabadehacerloseromperíaenmilpedazos.Seagarródesushombros.—Puedeshacermeelamorahora.—Sí,aesovenía.—Note ríasdemí.—Arabella lenecesitaba,dentrodeella,por todas

partes—.Notienesniideadeloquemehacesentirtodoesto.—Claro que lo sé.—Dejó resbalar la mano por su espalda hasta su

traseroyselapegóalcuerpo—.Porqueamímepasalomismo.Labesóconintensidad.Ellaqueríasubirseencimadeélyenvolverseen

él. Le paseó las manos por el pecho y luego siguió por su cintura;necesitaba tocarlo y necesitaba tenerlo cerca. Los dedos de Arabella seposaronsobreunparchedecarneirregularyélsequedósinrespiración.Alamparodelaoscuridad,lacicatrizrecientedabalaimpresióndeseruncorteoscuroensucostado.—Ah—dijoenvozbaja—.Uninconvenientemenor.—¿Uninconveniente?Ellahabíadichosusvotosmatrimonialesporculpadeesaherida.—Másbienunaoportunidad.Luclalevantódelacama,laatrajohaciaélylabesó.Dejóresbalarlas

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manosporsuespalda,laagarródelasnalgasysiguióporlosmuslos.ElcamisóndeArabellaletrepóporlasrodillas,yellanotólacalidezdesusmanoscuandolainvitóasepararlaspiernas.Jadeóconelcuerpoexpuestoalsuyo,laarrastróhaciaél,ysuzonasensiblecolisionóconlateladesuspantalones.—Me…—Sepegóaél—.Mevoyacaer.—Yotecogeré.Lallevódenuevoalacama,selacolocósobreelregazoylaayudóa

sentarse a horcajadas encima de él. Arabella no entendía lo que quería,perolohizoporqueélqueríaquelohicierayporquesemoríaportenerlocerca.Luclabesóagarrándolaconfuerzadelacaderaconunamanoydelacabezaconlaotra.Enterrólosdedosensupelorecogido.—PorDios,¿porquéllevasestatrenzainfernal?Arabellaserió.Lucsepeleóconellazo.—Tedaré lo que quieras.—Tenía la voz áspera—.Sime ayudas con

esto,tedarélamitaddemisposesiones.Tedarétrescuartaspartes;no,tedarétodasmisposesiones.Ellaleapartólasmanoscondelicadezaydeshizoelnudoconfacilidad.—Noquieronadadeeso.Empezóadesabrocharlelospantalones.—Oh, duquesa, duquesa —rugió Luc, esparciéndole el pelo por los

hombrosconlamiradarebosantededeseo—.Alfinalmevasamatar.—Novolveréapermitirquemueraspormiculpa.—Yaestoymuriendoportiahora.—Seleelevóelpechoconfuerza—.

Tócame.Tócameahorayveráscómomemuero.—¿Otraamenaza?ArabellaposólosdedossobresuabdomenyaLucselecontrajeronlos

músculos.—Sólo sería una amenaza si lamentaras mi muerte.—Respiraba con

dificultad—.Arabella,telosuplico.Ella le tocó. A pesar de lo desesperada que estaba por mantenerlo a

raya,enesemomentosólodeseabacomplacerlo.No fue como ella esperaba. Luc gimió de placer, cosa que ella ya

imaginaba que sentía, pero la joven también sintió placer mientras leexploraba.ÉlposólamanoencimadelasuyaparaenseñarleloquequeríaysiguiómoviendolamanodeArabellaporsupielhastaquelasoltóyla

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ayudóconelbalanceodesucadera.—¿Esto es todo lo que quieres de mí? —le dijo ella con la voz

temblorosa.—Sí…No.—Lucteníalavozatenazada—.Dios,no.—Entonces,¿quéquieres?—Quiero estar dentro de ti. —La cogió de las caderas—. Pero

primero…—Tiró del camisón que ella tenía bajo las nalgas y trató desacarselo,peroaArabellaseleenredaronlosbrazosyelpeloenlatela.Luc la inmovilizó cuando tenía los brazos levantados y su melena sedescolgabaportodaspartes—.Oh,Dios,duquesa.—Noteveolacara—serióellapordetrásdelacortinadepelo—,pero

parecequeteduelaalgo.—Meduelesí.—Leposó lamanoenelpechocálidoy leestimulóel

pezón—.Sí.Luego ella notó el contacto de su boca sobre la piel rodeándole el

pezón, la tenía cálida y húmeda.Ledio un suavemordisco.El placer larecorriódepiesacabeza.—Quítamelo.Luc tiró del camisón hasta sacárselo del todo. El pelo deArabella se

descolgóenformadecascada.Élseenroscóunmechónenlamanoytiródeélparaacercársela.EllasonrióyLucsesintióenlagloriamientrassepermitíadisfrutarde

lafelicidaddelmomento.—Asíqueal final resultaquesíqueeres laclasedehombrecapazde

arrastrardelpeloaunamujerhastatudormitorio.—Nocuandoellayamehainvitadoaentraralsuyo.—Yonoteheinvitado.Túhasforzadolacerradura.—La puerta no estaba cerrada.Me estabas esperando.—Le apartó un

mechóndepelodelafrente—.Tehaspeleadoconmigo.Peroqueríasqueviniera.Lo cogió de lamano y se la colocó en la cintura, luego encontró la

excitacióndeLucconlaotramano.Sepusoderodillasyélnodijonadamientras ella se acomodaba encimade él, pero lamiró a la cara con larespiracióndesacompasada.Arabellanosintiólomismoquerecordabadelaplayadespuésdeaquellosprimerosmomentosdedolor.Éleraenormeyellasesentíaincómoda.Luclaagarróconmásfuerzadelacintura.

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—Arabella,déjame…Ella le besó y él enterró los dedos en su pelo y la atrajo hacia él

mientraslabesaba.—Venaquí,preciosa—ledijocontraloslabios—.Ábreteparamí.Deja

quetedéloquebuscas.Luc le deslizó la punta de la lengua por el labio inferiormientras la

agarrabadelpecho.Leacaricióelpezónconelpulgaryellaresplandeciócomosiestuvierallenadegotasdelluvia.Sedeslizósobreélysucuerposedilató, luegosesintió llenaydespuésderrotada.Losentíademasiado.Enelcuerpoyensudescarnadocorazón.—Notevasaromper.—Lucleechólacabezahaciaatrásylebesóel

cuellomientrasellaseesforzabaporrespirar—.Estáshechaparaesto—murmuró posando la cálida boca en su cuello y dejando resbalar laspuntasdelosdedosporsutripa—.Paramí.Paseó el pulgar por el pelo que le crecía en el pubis y acarició su

intimidad. Arabella se escuchó hacer un ruido, se le escapó un gemidolloroso que no fue capaz de reprimir. Luc la acarició y le habló consuavidadmientrasellasepresionabacontraélcadavezmásdesesperada.—Más—susurró—.Porfavor.Luc laembistió.Ellagimió,sepusoderodillasysevolvióadeslizar

encimadesuerección.Élledabaunplacerquesentíadentro,enelfondode lagarganta,ypor todaspartes.Era sólido, tenía lasmanos fuertes,yella loquería todoa lavez.Arabella locogióde lacara, lebesóydejóqueseinternaratodavíamásenella.Queríamás.Queríasentirlodentrodetodosucuerpo.Cuandollegóelmomento,Luclaabrazó,yellanosehizoañicos,nose

rompióniseresistió.Arabellasepegóaél,ycuandosediocuentadequeestabaapuntodegritarsunombre,semordióloslabios.Lucteníaelbrillodelsudorenlapielylarespiracióntanaceleradaque

leagitabaelpecho.Elladeslizólasmanosporlosmusculososcontornosdesutripaydejóquesusdedosseposaransobreelmontequehabíajuntoalpuntoporelqueestabanunidos.—Hassobrevivido—susurróArabella.—Teníaunbuenmotivo.Leapartóelpelodelacaraylaatrajohaciasí.Tuvolasensacióndeque

labesabaconternuraygratitud.Teníaelcorazóndemasiadolleno.Ella se retiró. Cuando se separó de él, Luc se quedó tumbado en el

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colchón y dejó escapar un gran suspiro. Arabella sintió frío en la pielhúmeda al no tener el calor del cuerpo de él, y se envolvió con elcubrecama,acurrucándosedeladoparapodermirarlo.—¿Yahasconseguidoloquequerías,capitán?Teníaelojocerrado,peroleasomabaunasonrisaenlacomisuradelos

labios.—Heconseguidoloquequería,pequeñainstitutriz.Suvozeraunsuaverugido,comosiyaestuvieramediodormido.—Memarcharédeaquímañanaporlamañana.—Deesonada.—Síquemeiré.—¿Cómo?—Volviólacabezayseapoyósobreelcodoparamirarla—.

¿Esqueapareceráunacaravanadegitanosyteraptarán?—No habrá ningún secuestro.Me iré igual que llegué, por la puerta

principalyenuncarruaje.Él le acarició el hombro con el dedo bajándole el cubrecama por el

brazoysiguiendoelpasodelatelaconlamirada.—Notecreo.Perosimelocreyera,tampocotelopermitiría.—¿Esquelesvasaordenaratussirvientesquenomedejenmarchar?

¿Cerraráslaspuertasconllave?Se le dilataron las aletillas de la nariz como si fuera un caballo

enfurecido.—No.—Entoncesmemarcharé.Luc se levantó de la cama, se subió los calzones por encima de las

nalgas firmes, se los abrochó y tiró de la cuerda que hacía sonar lacampana.—Entonces necesitarás sustento para el viaje —dijo con toda

normalidadyconelmismoencantoseñorialqueempleabaparadirigirsealrestodesusinvitados.Cogiólacasacaquehabíadejadosobreelsillóndoradoyselapusoencimadelhombro.Eradesaténnegro.Ellasesentóyarrastrólaropadecama.—Inclusovestidodelordparecesunpirata.Lucsonrióyfuehacialapuerta.—Sicreesqueparezcounpirata,quieredecirquenuncahasvistouno

deverdad.—¿Túhasconocidopiratasdeverdad?

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Élsalióalpasillocerrandolapuertacasideltodo.Perolaconversaciónquemantuvoconlasirvientaalaquehabíallamadofuemásquesuficienteparadejarleclaroatodalacasaqueeranamantes,encasodequelatiaraquelehabíaregaladonohubierasidolosuficientementeexplícita.Luegovolvió,cerrólapuertaycruzóeldormitoriohastalachimenea.—Durantelaguerrapaséonceañosenlamarina—explicócolocando

untronconuevoenelhogar.Luegocogióelatizador—.Hevistodetodo.—Ereselherederodeunducado.¿Porquétefuistealaguerra?Luc se sentó en una silla frente al fuego.La luz dorada le iluminó la

partemarcadadelacara.—Mi tío se casó con una mujer joven. Nunca pensé que llegaría a

heredar.De todosmodos, después del Tratado de París,me retiré de lamarina.—PeronovolvisteaInglaterra.Ynohascontestadomipregunta.—YoestabaenCambridgecuandomihermanoescapódelhombreque

teníasututelaydesaparecióenFrancia.—¿EnFrancia?EnplenaguerracontraInglaterra.—Lo estuve buscando durante un año entero, pero no conseguí

encontrarlo, no podía protegerlo. Yo…—Frunció el ceño—. Ya hacíamuchosañosqueGavinStewarteraelmédicodenuestrafamilia,ademásdeunbuenamigo.Fueélquienmesugirióquehicieraalgoútilenlugardepasarmelavidapreocupado.—Sefrotólacaraconlamanoyseposólosdedossobrelacicatrizduranteunsegundo—.Ymegustanmucholosbarcos.—¿Conseguiste…?—Arabellajamáspensóqueéltambiénpodíahaber

perdidoaalguien—.¿Conseguisteencontraratuhermano?—Fueélquienmeencontróamí.Por aquel entoncesdisponíadeuna

prestación queme proporcionaba la propiedad queme había legadomipadre,aunquetodavíanocontrolabamifortuna.Peromihermanoseguíasiendo demasiado joven para poder independizarse del hombre que noshizode tutorcuandomuriónuestropadre,ynuestro tío,queerael tutorlegal,senegabaaintervenir.AsíquelemandédineroaChristos.—¿LeenviastedineroaFrancia?¿Esonoerailegal?—Yaquíesdondevolvemosaltemadelospiratas.Luc sonrió, pero su gesto no reflejaba ningún placer.Y aunque había

adoptadounapostura relajadaenel sillón, seadivinaba la tensiónen las

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manosqueteníaapoyadassobrelosreposabrazos.—¿Ydóndeestátuhermanoahora?Luccerróelojo.—CreoqueestáenParís.Alguienllamóalapuerta.—Ah—dijo—.Yallegaelsustento.Lucnodejópasaralasirvientayentrólabandejaélmismoparadejarla

sobrelacama.Arabelladestapólosplatos.—Aquíhaycomidaparamediadocenadepersonas—exclamó.—Oparaunainstitutrizmalalimentada.Luchablabacontranquilidad.Arabellapaseólamiradaporlasexquisitecesqueteníadelanteyluego

lo miró a él: vio una mezcla de satisfacción y vulnerabilidad. Se lecontrajolagarganta.Comióybebióelvinoque le sirvió.Él se recostóenelcabezalde la

cama con una fuente de plata llena de higos maduros de color violetaapoyadaensuvientreplano.Teníalacasacaabiertaylatelasedescolgabaenplieguesdesaténaambosladosdesucuerpo.Arabellaperdióelapetitoytansóloqueríasaciarsedelplacerdemirarlo.Queríaacariciarloconlaboca como había hecho él. Ese hombre le aceleraba y le calentaba lasangreyeso la asustaba.Cuandoestabaconél, podíaolvidarsede todo.Podía incluso llegar a olvidar la necesidad de averiguar quién erarealmente. Lo había negado durante semanas, se había resistido a esesentimientoyaély,sinembargo,habíacaído.Entoncesempujólabandejahastalospiesdelacamaygateóhaciaél.

Como tenía miedo de tocarlo y despertar las emociones que habíaexperimentado hacía un momento, se limitó a tumbarse de lado y aobservarlo.—Luc…«Tequiero.»Élapartóelplatodefruta,seinclinóhaciadelanteylabesó.—Si me vuelves a llamar por mi nombre, preciosa, te regalaré una

docenadetiaras.Cientos.—Nopuedescomprarme.—Nopretendo comprarte—murmuró él contra su cuello—.Pretendo

hacertefeliz.—Losdiamantesnomeharánfeliz.

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Arabellaseagarróasushombrosmientras losbesosdeéldescendíanporsucuerpo.—Entonces,¿qué?—Quieroconoceramifamilia.Porfinsusurrólaverdadquejamáslehabíadichoanadie.—Tupadre adoptivo, el reverendoCaulfield, pastor de una parroquia

pobre de unminúsculo pueblo fronterizo—dijo—. Tu hermanamayor,Eleanor,unasolteronaerudita.Tuhermanapequeña,Ravenna,alserviciode…Arabellaloempujó.—¿Cómosabestodoeso?Yonotelohecontado.Lucfruncióelceño.—Nomecostómuchodescubrirlo,duque…Ellaleposólosdedosenloslabios.—Nodeberíasllamarmeasí.Luclebesólosdedosyluegosemetióunoenlaboca.Lacariciadesu

lenguaenlasensibleyemadeldedosereprodujoentresusmuslosyenlosdedos de los pies.Arabella cerró los ojos y se limitó a sentir lo que leestabahaciendo.«Sóloesto.»Esoesloúnicoquedebíaquererdeél,nadamás.Ahoraqueyaconocíasuspropiasdebilidades,podíaprotegerseynodesearmás.Todavía podía salvarse y no acabar completamente perdida.Lucleposóloslabiosenlapalmadelamanoyluegoenlasensiblepieldelamuñeca.—Entonces,¿cómopuedohacertefeliz,duquesa?—Déjamemarchar.Estiróelcuelloyéllebesóelhombrodespojándolaporcompletodel

cubrecama.—Nopuedo.—Dibujóuncaminoentresuspechosconlalengua,luego

trazóuncírculosobresuhinchazón,yporfinllegóalhambrientopezónerecto—.Todoelmundopensaríaque soy el peorde los sinvergüenzaspor seducir a una institutriz y después abandonarla. Eso arruinaría lareputacióndemifamilia.Arabellasearqueóalsentirsusbesossobreelvientre;laestabadejando

sinaliento.—Bromeas,peronolocomprendes.—Loqueyocomprendoesquecuandoestoycontigo,dentrodeti,no

haynadamás.

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Laagarródelascaderas.—Siemprehayalgomás.—¿Quéotracosapuedehaber,apartedetusexpresivosojos,tugloriosa

melena,tulenguaafilada…?—Midesconfianzaenti.Lainstóasepararlasrodillasyleposólabocaenlacarainteriordel

muslo.—Tuolorarosas.«Micorazón,queahorapodríaromperse.»Seinclinósobreellayledeslizólalenguaporlazonamássensiblede

sucuerpo.Arabellajadeó.—Tusaborembriagador.Lavolvióalamermuydespacioyellaarqueólaespalda.—¿Qué…?—Arabellaintentórespirar—.¿Quéestáshaciendo?—Te estoy saboreando. —Le pasó la lengua por encima—.

Embriagándomedeti.Eraunplacerabsoluto,suaveyhúmedo,yellaseestabaahogando.—Nosoyunacopadecoñac.—Ereselparaíso.Miparaíso.Luc succionó con suavidad y Arabella estuvo a punto de saltar de la

cama.Seagarróalcubrecamaysequedóquieta,yél siguióchupándolahasta que ella estuvo ciega de placer y debilitada: la atormentaba lanecesidaddequerermuchomásqueeso.—Estonopuedeestarbien.Se esforzó por controlarse mientras sentía las caricias de su boca.

Luchabacontrasunecesidad.—Confía en mí, Arabella —dijo él, y la agarró más fuerte con las

manos.Quería hacerlo. Quería ser todo su mundo igual que él —mucho se

temía—yasehabíaconvertidoenelsuyo.Ledejóhacerleloquequisoconlalengua,ygritócuandoelplacerla

recorriódepiesacabeza,meciendosucuerpocon tal intensidadquenopudo reprimir sus gritos. Luego la penetró. Esa vez su gruesa polla seinternóenellasinternuranipalabrastranquilizadoras,esavezlohizoconurgencia.Laembistióconfuerzayluegoconmásfuerzatodavía.Despuésdelasuaveseduccióndesuboca,lajovenaceptólainvasión,yseimaginóqueéllanecesitaba.Sepegóaél.

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—Dios,Arabella—rugió—.Mevuelvesloco.Se le tensaron los hombros y, después de dejar escapar un gemido

poderoso,acabódentrodeella.Tardóunratoensoltarla.Larodeóconlosbrazos,laabrazómientras

seguía debajo de él y le apoyó la frente en el hombro. Ella deslizó lasmanosporsuscostadossudorososymemorizóla texturadesupiely laformade sucuerpo.Cuandosusdedos llegarona laherida,Luc inspiróhondo.Seseparódeellasindejardemirarla.—Notendríasquehaberhechoeso—ledijoArabella.—Nohepodidoevitarlo.—Deesaforma—leaclaróposándoleeldedoenelcostado.Semovióconcautelaylatapó.—Soymuyindisciplinado.Otra mentira. Estaba tan seguro de la disciplina que imponía a su

tripulación, amigos y sirvientes que no podía imaginar desviarse de suvoluntad.Arabellacerrólosojosyvolviólacabezasobrelaalmohada.Élletocó

lafrente,leapartóunmechóndepeloyleposólosdedosenlamejillaunmomentoantesdeapartarlamano.—¿Por qué no confías en mí, duquesa? —le dijo con suavidad—.

¿Cuándotelohabrédadotodo?—¿Quieres saber por qué no confío en ti?—susurró—. ¿Por quéme

mentisteysiguesocultándomelaverdad?Arabella necesitaba que lo negara, que le asegurara que no le estaba

ocultando nada sobre los motivos que habían propiciado una boda tanapresurada,ysobreelporquédequemantuvieranensecretosuherida.Lucnodijonadayellaapoyólacaraenlatelaqueconservabasuolor.—¿Aceptarías los diamantes como regalo de bodas? —le dijo con

seriedad.—Nopuedo.Entoncesélsemarchó.Arabellayasuponíaqueseiría.Eldormitoriose

quedófríoenseguida.Se tapócon lamanta,seacurrucóenelcolchónyaguardóaquelavencieraelsueño.

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13

Elseñordelacasa

—¿Estáustedaquí,excelencia?Lucabrióelojo.Suasistenteestabaenlapuertadelacasetaparabotes.

Laluzdelsolqueenmarcabasusiluetasugeríaqueyaeramediodía.Elseñordelacasaseinclinóhaciadelantesobreelbancoacolchadoy

sefrotólacaraconlasmanosyluegoelpelo;tratabadedespertarse.—¿Quépasa?Despuésdehaberpasadolanochehaciéndoleelamoraunapreciosay

apasionadamujer,deberíasentirseespectacular.Peroledolíamuchísimoelcostadoy,apesardetodo,ellaseguíaintratable.—Estamañanaha llegadounacartadeCanterbury, señoría,yotradel

señorParsons.Miles le traía lacorrespondenciaconprecisiónmilitar.Luc fruncióel

ceño. La expresión que vio en la cara de su asistente le recordabademasiado a cuando Arabella le devolvió la maldita tiara la nocheanterior.Habíacometidounerror.Otroerrorconella.Erademasiadoorgullosa

paradejarseengatusar.Peronocomprendíaloquequeríadeélesamujer.Nuncahabíaconocidoaningunamujerquenosederritieraanteunajoya.Oantelaseducción.Lasdisculpasnohabíanfuncionado.Cogiólascartas.—Café.Hazlasmaletas.Uncarruaje.Poreseorden.—Mehe tomado la libertaddepedirlealmayordomoque ledigaa la

cocineraqueprepareotrodesayunoparaustedyvariosde los invitadosquesehanlevantadotardedebidoalafiestadelapasadanoche.Antesdequesemarchara,suexcelencia…—Lacomtesse.—…ydesayunarasualteza…—¿Semarchara?

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Luclevantólacabeza.Su pulcro asistente levantó la nariz. Iba vestido con tanta elegancia

como siempre.Llevaba la ropa almidonadayplanchadaa laperfección,comosiemprequehabíahecho lasvecesdeasistentedecamaroteen losbarcosdeLuc.—Suexcelenciaquería ir avisitar a lamodistade la ciudad.Yo lehe

aseguradoque lamujervendríaaverla,peroella teníamuchasganasdeabandonarlacasa,dondeporlovistoestásiendoobjetodeunescrutinioconsiderableporpartedesusinvitados,aexcepcióndelordBedwyrysualtezaelpríncipeylareina,claro.Lucsefrotóelcuellodolorido.Dormirsentadonoleafectabaamenos

que durmiera profundamente. Pero en realidad sus problemas no eranfísicos. Ella lo había dejado exhausto y confundido.Esamujer era purapasión y coraje, todo envuelto en un feroz descaro que ahora sabía queocultaba una tierna incertidumbre. Arabella había conseguido que lanecesitaramásconcadacariciaycadapalabra.Puedequeseresistiera,peronoteníaelección:erasuya.Lecogiólacartadelamanoyrompióelsellodecera.—¿Lamodista?—Suexcelenciaquierecomprarseunvestidodeviaje.—Mmm…Lacarta era corta e ibadirecta al grano.El arzobispono aceptaría la

validezdelabodacelebradaporunsacerdotedelaconfesiónromanaencircunstancias inciertas, y sin el beneficio de la lectura de lasamonestaciones apropiadas. Urgía a lord Westfall a regresar a casa yconseguirunalicenciaparacasarseconlaseñoritaCaulfieldconelplenoconsentimientodelaIglesiadeInglaterra,ocorríaelriesgodeponersualmamortalenpeligrodecaerpresadelpecadodefornicación.Semetiólacartaenelbolsillo.Malditos prelados. Sólo era un mero inconveniente. Pero si ella se

quedabaembarazadayelniñonacíaantesdelosnuevemesesdelafechaválida de la boda, podría acabar convirtiéndose en un problema. Se lallevaríaaInglaterracuantoantesypondríafinatodoaquelasunto.SelevantóyMilesseretiróparaquepudierasalirdelcobertizo.Lucno

volvióasudormitoriodespuésdehaberidoavisitaraArabellaalsuyo.Ycuando ella volvió a rechazar su regalo, se fue al cobertizo sin pensar.Sólodormíabiencuandoestabacercadelagua.Elantepasadoquecompró

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Saint-Reveé-des-Beauxdebiódeestarpensandoenélcuandolohizo.MileslesiguióysustaconesLuisXIVresonaronporelmuellequese

extendíabajolasarcadasdeltúnel.—¿PartiráprontoparaInglaterra,excelencia?—Hoy. Y deja de llamarme excelencia. Es irrespetuoso y un poco

morboso.—Muybien,excelencia.¿YdebopedirleamonsieurBrissotqueponga

alservicioalasórdenesdesuexcelencialaduquesacuandovuelva?—¿Delamodista?Milesalzósusfinascejas.—Discúlpeme, excelencia, pero pensaba que su excelencia regresaría

desdeParís.PeroquizáprosigasuviajeysereúnaconustedenInglaterra.—¿Despuésdequé?¿Dequédiablosestáshablando,Miles?—MonsieurBrissotme informóde que su excelencia pretendía partir

haciaParísdespuésdevisitaralamodista.Lucsedetuvoycerróelojo.Deberíahaberloimaginado.Yaselohabía

dicho.Eratontoderemate.Peoraún,estabaciego.Yestabaempezandoaverelcarácterdesupequeñainstitutrizbajounaluzcompletamentenueva.—¿Cuándohasalidoparaelpueblo,Miles?—Noharániuncuartodehora.—Haz lospreparativosparanuestroviajedehoy.Pasaremos lanoche

en Guer y luego iremos parando en los sitios que sean necesarios decaminohastaSaint-Malo.Ydilea lordBedwyrquememarcharéenunahora.Siquierevenirconmigoyconmiesposa,tendráqueestarpreparadoparasalir.Cruzóelmuellehastallegaraunodelosnivelesinferioresdelcastillo,

dondeloslimpiosyvivosoloresdelríosemezclabanconlosaromasdela cocina y el olor a pan recién hecho. Iría a buscarla a la modista yluego… No sabía lo que haría. El recelo de aquella mujer eracompletamente irracional. ¿Quémujer no quería ser comtesse y posiblefuturaduquesa,porelamordeDios?Arabellaledeseaba,esoeraevidente.Sóloteníaquemantenersefirme.

Después,comoéleraelqueteníamásexperienciadelosdos,leganaríalapartida. Aunque era algo que ya había intentado hacer varias veces sinningúnéxito.Puedequesilovolvíanaapuñalarenlatripa,ellaseacercaraaélpor

voluntadpropia.Debíatenerlopresente.

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EntróenelestabloysesacódelbolsillolacartadelasistentedeCombe.Parsons no tenía buenas noticias. La producción de la propiedad ibabastantebienylosingresosnosehabíanreducido.Perolosarrendatariosestaban sufriendo. La hambruna había acabado, pero los granjerosparecíanmenosprósperosquenunca,trabajabanmuydurosinconseguirnadaacambiodesusesfuerzos.YParsonslesuplicabaqueseocuparadeello.Lapropiedadnopodíaesperarhastaqueseresolvieraelasuntodeltítulo.Elasistenteleescribíaparapedirlequeregresaratanrápidocomopudiera.Teníaquehacerlo,ynosóloporque lapropiedadestuvieraenapuros.

LacartadeParsonsloconfirmaba:TheodorehabíanombradoasuviejoamigoyhermanodeAdina,AbsalomFletcher,principaladministradorencasodequeelhijodeAdinafueraunniño.Élestabaensegundolugar.Ensólo dosmeses, el obispo de Barris se podría convertir en el señor defactodeCombedurantelassiguientesdosdécadas.Luc no necesitabamás. Teníamuchas ganas de regresar a Inglaterra.

Las mismas ganas que tenía de saber quién tenía tanta prisa por verlomuerto.Loshombresqueleatacaronenlaplayanolohicieronparavengaral

compañeroqueélhabíamatadoenelcallejón.ElhechodequeArabellaselos hubiera encontrado primero fue una coincidencia desafortunada. Opuede que supieran que ella había llegado en su barco y pretendieranutilizarlaparaatraerlo.PeroelmarineroMundyseguíainsistiendoenquelohabíancontratadoenParísyquenoteníaniideadeloquedebíahacercon el veneno una vez que lo hubiera robado. Tanto Tony como sulugartenientecreíanensupalabra.EnInglaterraencontraríarespuestas.CamapareciócuandoLucsacabasucaballodelestablo.—Tengoentendidoquetuencantadoracomtessesehaidoacomprarun

vestido. —Recostó el hombro en el marco de la puerta y cruzó susbrillantesbotasHessianas—.Confiesoqueestoysorprendidodesaberquehasconseguidoconvencerla.Amínomehizoningúncaso.—Puedequemispoderesdepersuasiónseanmejoresquelostuyos.—Lodudomucho.Lucajustóelestriboydeslizólamanoporlaesbeltacruzdelcaballo.—Novasvestidoparaviajar.—Metemoquetendrásqueviajarsinmí,primo.—Miróendirecciónal

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caminodondelaprincesaJacquelinemontabaacompañadadeunmozo—.Tengoqueocuparmedealgunascosasaquíantesderegresaracasa.Lucfruncióelceño.—Es muy inocente, Cam. Y supongo que no tengo que añadir que

tambiéneslahermanadenuestroamigo.—Entonces, ¿por qué lo añades? —Esbozó una sonrisa perezosa—.

Puedesestartranquilo,esanoeslaclasedeinterésquetengoenella,oh,grandefensordelavirtudfemenina.Aexcepcióndelavirtuddeunadamaenconcreto,claro.—Vigilatuformadereferirteamiesposa—rugióLuc.Suprimoaceptó las riendasdelgrancaballoblancoque leofrecíaun

mozo.—Puedequeseastúquiendebatenercuidado,Lucien,o,apesardelo

muchoquemeesforcéporti,acabarásperdiéndola.—Lotendréencuenta.Apoyó el pie en el estribo y se impulsó hacia arriba aguantando el

dolor.—Veo que todavía no estás bien del todo, ¿verdad? —dijo Cam—.

¿Estássegurodequetequieresmarcharya?—Nomepiensoesconderenunagujerocomounconejoasustado.—

Negócon lacabeza—.LoshombresdeTonyyahanvueltodeParís.NohanencontradoaChristos.—¿Yelretratoqueteníaelsicilianoqueintentómatarte?—Notengounaexplicaciónparaeso.Peromihermanonoloscontrató.—Estás preocupado por él. Por su seguridad—dijo Cam, porque lo

sabía.—Siempre.—Sepasólamanoporlanuca—.Cuandoloviporúltima

vezendiciembre,nospeleamos.—Yameloimaginaba.—¿Ah,sí?—No se me ocurría otro motivo por el que me acusaras de haber

abusado de una niña de doce años —dijo su primo con suavidad—.Después de nuestra pequeña conversación con las espadas, escribí a tuhermano.MedijoqueantesdequetereunierasconmigoenParís,élytúhablasteissobreFletcher.—LepedíaChristosqueregresaraacasaconmigo.—Supongoquesenegó.

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—Medijo que no quería regresar a Inglaterra ni aCombe.—Inspiróhondo—.Miformadereaccionarcuandoteencontréconaquellaniñafueunalamentableconsecuenciademi…frustración.—Ah.Camsegolpeólabotaconlafusta.—¿Cómoestá?—Mituteladaestábien,gracias.Estoysegurodequeteharíallegarsu

afecto,perotetienepánico.Cosaqueesmuycomprensible.—Simehubieras explicadoque estabas buscando a la niña que tenías

bajo tutela antes de que te encontrara con ella a solas en un burdel deParís,quizánohubierareaccionadodeesaformatanviolenta.—Ya imagino. ¿Y qué hacías en aquel burdel, primo? Nunca me ha

parecidotuestilo.—Teestababuscando.EsperabaaprovecharqueestabasenFranciapara

quehicierasentrarenrazónamihermano.—Ledolíalacicatriz.Lasdos—. Se esconde del pasado y, sin embargo, no creo que recuerde nada,Cam.—Tampocosirviódemucholoquehiciste.Lucmiróasuprimoalosojos.—Fuitontoalpensar,nisiquieraporunmomento,queteníasalgoque

verconFletcher.—Ah,por finsedisculpa.—SuspiróCamcondramatismo—.Menudo

lío.Yahoraestásciegoporello.Peronosepodíaevitar.Elmomentofuedesafortunadoytúvivespredispuestoaprotegeralosdébiles.Pobretontocaballeroso.—¿Disfrutandodeladisertación,primo?—Sólo disfruto de la libertad que me proporciona mi falta de

preocupaciónporlosdemás.Luchizoavanzarasucaballo.—Disfrutadelcastillo,Cam,nodelaprincesa.Espoleóalcaballoendirecciónalpueblo.

Hacíaundíacálidoylapuertadelamodistaestabaabierta.Lucsequedóenelumbralconelcorazónencogido.Ellaestabaenmediode la tiendamirandohaciaotro lado.Llevabaun

vestidotanazulcomoelmarqueacariciabasussutilescurvasydejabaal

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descubiertosucuello, susbrazosysuescote.Supelo,quesólosehabíarecogidoconunlazo,sedescolgabaporsuespaldaenondasdefuego.—Siteponesesoeldíadenuestraboda,duquesa,meharáselhombre

másfelizdelmundo.Arabellasevolvióhaciaélconlosojosabiertoscomoplatos.—¿Eldíadenuestraboda?Entróenlatienda.—Una formalidad para satisfacción de la Iglesia de Inglaterra. Pero

tenemosquehacerlocuantoantes.Nosvamoshoy.—Nosvamosa…Miróalamodista.Lamujerhabíaalzadolascejasylosescuchabacon

atención.Luclehizoungestoparaquesemarchara.Ellahizounareverenciay

desaparecióenlatrastienda.Arabellasepusodepuntillascomosifueraasalirvolando.—¿QuierespartirhoyparaInglaterra?Lucparecióestudiarla.—Amenosqueesointerfieraentuviaje.Ellasellevólasmanosalacintura.—Medijistequenomeimpediríasquemefuera.—Dijequenopermitiríaquemissirvientesteencerraranencasa.Nunca

dijenadasobreloqueharíayo.—¿Mevasaencerrar?—Claroqueno.—Seacercóaella.Elanillodeoroyrubíescolgadode

aquel sencillo lazo brillaba en el vértice de su escote—. ¿Pensabasdejarme?—Sí.Laprincesameofrecióelcarruajedesuhermanoyunescolta.—Ah.Entoncesconcluistequenopodíasescapardemíenmicarruaje.

Esdecir,tucarruaje.Ellanodijonada.LucalargólamanoyArabellanoretrocediócuandoélcogióelanilloy

loobservó.—¿Te vas París a reunirte con el hombre que te regaló esta joya tan

cara?—Las palabras escaparon en contra de su voluntad—. ¿Ese es elmotivoporelquetienestantaprisa?Ellatardóunpocoencontestar.—Simecreescapazdeentregarmeaticomolohiceayerporlanoche

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yalmismotiempotenerlaintencióndehacerloqueestássugiriendo—dijo—,entoncestequedanmuchascosasporaprendersobremí,milord.Fuecomosiledieraunabofetada.Lucsoltóelanillo,peronosealejó

de ella. Lo tenía bajo su poder; era como si lo hubiera encerrado bajollave.Nolepodríaganarlapartida.—¿Por qué quieres huir a París, Arabella?—El corazón le latía con

fuerza—.¿Quéesperasencontrarallíquenotepuedodaryo?—Unhombre.—Cogióelanilloconlamanoyselallevóalpecho—.

Peronoesloquetúimaginas.—¿Quéestoyimaginando?—Yateheexplicadoquéclasedemujersoy,perotúnomecrees.—Se

apartódeél—.Dime,milord,¿essólopormipelo?¿Esesetonorojodeprostitutaloquetetieneconvencidodequenosénadasobrelacastidadolaconstancia?¿Oesmibelleza?Oquizásedebaalafaltademodestiaquehedemostradotenercontigo.Noereselprimerhombrequepiensamaldemí.Enrealidad,esalgobastantecomún.—Yonopiensomaldeti.Ella lemiróa losojosconfirmezay levantólabarbilladeesaforma

queleoprimíaelpecho.—Seré una esposa buena y diligente.Te acompañaré a Inglaterra y te

daréloquedeseascuandolodesees.Perotendrásquecreerenmipalabracuandotedigoquetuherederoserárealmentetuyo.—Nuncapenséquenolofuera.—Yentonces,¿porquéhasvenidoaevitarquememarcheaParís?Porquelanecesitaba.Porquenopodíasoportarpensarquelepudieran

hacerdaño.Porquetenía lasensacióndequeseestabavolviendoloco,yno sólo cuando estaba con ella, sino cuando no lo estaba. Porque porprimeravezensuvidasesentíarealmentedesequilibradoypensabaque,talvez,lalocuradesuhermanonoerauncasoaislado,quizáséltambiénacabarasucumbiendoaella.LosdelicadosnerviosdelcuellodeArabellase tensaron.Diounpaso

adelante,lorodeódecaminoalapuertaylodejóconaquelolorarosasyelacaloradoyfamiliarpinchazodelaimpotencia.

Cuandollegaronalaposadacaminodelpuerto,LucsedirigióaArabellacomosileestuvierainformandodeltiempoquehacíaylehizosaberque

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no dormiría con ella. Le dijo que le preocupabamucho su herida. Quenecesitabamástiempoparacurarsebien.DuranteelcaminoaSaint-Malo,élcabalgójuntoalcarruajeenelque

viajabaellaconelseñorMilesyunadoncella.Cenaronsolosenlaposada,y él le habló muy civilizadamente sobre los pueblos por los que ibanpasando, la ciudad portuaria a la que se dirigían y el lugar en el queaguardarían la llegadadel barcodel capitánMasinter, que los llevaría aPortsmouth.Después de cenar la acompañó a su habitación, le hizo unareverencia,ysemarchódespuésdeunsencillo:«Buenasnoches».HicieronelrestodelcaminohastaSaint-Malomásomenosdelamisma

forma.Unavezenlaciudadportuariaamurallada,aguardaronlallegadadelVictoryhastaquelapacienciadeLucllegóasulímite.ElseñorMilesleexplicóaArabellaquenoesperaríanelbarcodelcapitánMasinter.Porlovisto, elcomte había compradopasajes para el ferry. Proseguirían sucaminoaInglaterraporlamañana.Embarcaron pronto. A mediodía el cielo ya se había puesto gris y a

mediatardeempezóallover.Alanochecerlasolasdelocéanogolpeabanlasventanasdeloscamarotesquehabíabajolacubiertaprincipal.Elcapitándelapequeñaembarcaciónleaseguróquesetratabadeuna

tormenta suavey lecomentóaArabellaque,dadoqueelviento soplabaconconstancia,llegaríanmuybiendetiempo.ElseñorMilesleofrecióuntéquesederramódelatazaysevertiósobrelamesa.Elasistentelimpióel té de la mesa mientras le explicaba historias de tempestades muchopeoresqueelcomtehabíadominadoconfacilidad.—Aunque, desgraciadamente, su señoría no está capitaneando este

barco(siemprequepodamosdenominarbarcoaestabalandra)—dijoelhombrecillomeneando lacabezaconairepuntilloso—,asíque tampocopuedosabercómonosiráenestatempestad.Cuandocayólanoche,Arabellasetumbódeladoenlacamaysehizo

unovillorodeándoseconlosbrazos;teníalasmanosfríasyhúmedasylarespiración acelerada. El barco crujía con rabia y el viento aullaba yazotabaloscostadosdelaembarcaciónhastaquenisiquierafuecapazdeescuchar sus pensamientos. Exhausta, acabó dejándose arrastrar porpesadillasdeviolenciayasfixia.SedespertórodeadadeoscuridadysintiendolamanocálidadeLucen

lamejilla.Seagarróaélyseaferróasusdedoscomosifueranunaboya.Élsesentóenelbordedelacamaylaabrazó.

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—No tengas miedo, pequeña institutriz —le dijo por debajo de losrugidosdelbarcoyelazotedelalluvia—.Estoyaquí.Estásasalvo.—Laabrazóconseguridad.Ellaenterrólacaraensucamisaysepegóaél.Luclebesó lacabezay leacaricióelpeloy laespalda—.Hassobrevividoacosasmuchopeores.ArabellasentíalosfuertesyrítmicoslatidosdelcorazóndeLuccontra

lamejilla.—¿Sabeslodelnaufragio?—susurró.—Sí—dijocontrasupelo—.Unhombredemiposicióntienequesaber

algodelamujerconlaquesecasa.Arabella levantó la cabeza y sólo vio el contorno de su silueta en la

oscuridad.—¿Y no te importa? ¿Te da igual que no sepa nada demi verdadera

familia?¿Quemimadreenviaraasustreshijasaunfuturoincierto?Quequizáfuerauna…Lucseapoderódesuslabios.Labesóconsuavidadyternura,yluegoconmásintensidad,hastaque

ella le rodeóelcuellocon losbrazos.Lavolvióa tumbarenelcolchónconmuchadelicadeza.Arabellaenredólosdedosensupeloyéllaatrajohaciasícogiéndoladelacinturamientrasellasepresionabacontraél.Erafuerte,sólidoycálido.Laabrazóylabesóparaquesólopudierapensaren su boca, en la necesidad que sentía por él, y en la seguridad de suabrazo.—Gracias—susurróArabella,porquenuncaselohabíadicho.Luclebesólascomisurasdeloslabios,luegosiguiópordebajodesus

orejasyelcuello.Despuésmovióelbrazoparasostenerlelacabeza.—Duérmete.—Leacarició lamejilla conundedo—.Teprometoque

cuando tedespiertesel cieloestaráclaroypodrásvolverapracticar tuspaseosporlacubiertaprincipalconlagravedaddetuparte.Ella se acurrucó en la protección de su cuerpo y el vaivén del barco

pasóaserunaamenazadistante.—¿Controlarás el clima de la misma forma que controlas todo lo

demás? —murmuró sintiendo cómo el sueño se apoderaba de suspárpadosydesusextremidades.—Todo no —susurró él y le dio un beso en la frente—. No puedo

controlar a mi duquesa —le pareció escuchar a Arabella—. No puedocontrolarmicorazón.

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Peroellasabíaqueyaestabasoñando.

El día amaneció tan espléndido, claroy azul comoél habíaprofetizado.Arabellasedespertósola.Selevantódelcamastro,sevistió,ysubióalacubierta principal. Él estaba allí y la saludó como lo había hecho desdequecomenzósuviaje:muyagradable,conserenidadydeunmodomuyimpersonal.Aquella noche tampoco fue a buscarla. Cuando partieron camino a

Shropshire, Luc volvió a cabalgar junto al carruaje. Era un carruajemagnífico,tapizadoconlastelasmássuavesyconpiel,cortinasdoradasenlasventanasyelescudodearmasdelduqueenlapuerta.Tirabandeélcuatroimpresionantescaballosnegrosconarnesesbrillantes,yelcocheroy el postillón vestían libreas azules recién estrenadas. El posadero delalbergueenelquesedetuvieronenlacarreterasedeshizoenatencionesparahacer feliza lacomtessedespuésdequeelcomte dejará bien claroqueeseerasuúnicodeseo.Sumaridolarodeabadelujoycomodidades,peronolatratabaconmásintimidadquealossirvientes.Arabella no se opuso. Luc había frustrado los planes que ella había

hechode ir a visitar a su hermano enParís.Ya encontraría la formadeaveriguar la verdad sobre su apresurada boda por muy distante que semantuvieradeella.Por lo que le había contado Jacqueline, Christos Westfall fue una

compañíamuyentretenidadurantelatemporadaqueestuvoviviendoenelcastillo.Eraunartistaquepasabalamayorpartedeltiempoencerradoenel estudio que tenía en una casita al final de los jardines, metida en elbosque.Ylaprincesanolohabíavistomucho.Tambiénlecontóqueteníauncaráctermuyvolubleyque sentíaauténticadevociónporLuc,que leadoraba de la misma forma. Parecía un hombre irreprochable. PeroArabella sehabíacasadoconsuhermanodebidoa su faltade idoneidadparaheredarnada.EllaesperabaquelapropiedadancestraldelduquedeLycombe le diera respuestas. Era evidente que el heredero del duque deLycombenoselasibaadar.

Arabella había estado muchas veces en residencias de otros duques enLondres,peronuncahabíavisitadolacasadecampodeninguno.CuandovioCombeporprimeravez,selehizounnudoenelestómago.

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Lacasapresidíaunoscamposesmeraldasalpicadosdeovejasyalgúnqueotrosolitarioyenormeroble.Lapropiedadasomabasobrelacumbrede una ladera. Era una extensión majestuosa de piedra caliza contorrecillas y ventanas que capturaban los rayos del sol menguante yparecíanprenderfuegoentodalacasa.Elríoqueserpenteabaa lospiesdelvallereflejabaelresplandordelacasacomounapelículaprotectora.Paseólamiradahastaelhombrequeestabasentadoahorcajadassobre

sucaballocercadeella.Sehabíadetenidoyaguardabamuyquietoconelrostrovueltohacialacasa.Elcaminorodeabalaladeraporelnorteyluegosealineabaconlacasa.

Cruzaron una hilera de viejos abetos que desembocaba en un repentinoclaro, y Combe apareció directamente delante de ellos, majestuoso,extensoeindiscutiblementeducal.Frente a las columnas de la puerta principal había dos docenas de

sirvientesdispuestosenhilerasperfectasqueaguardabanaambosladosdelaescalinata.AlpiedelaescaleralosesperabanlashermanasdeArabellayunenormeperronegro.RavennacorrióhaciaelcarruajeconBestiaasulado.Eleanorlasiguió.

En cuanto el lacayo aminoró el paso, ella saltó del carruaje y aterrizóentre los brazos de su hermana. Eleanor la cogió de la mano y seabrazaron sin decir una sola palabra. Tenían demasiadas cosas quecontarse.Habíapasadodemasiadotiempo.Arabellaseretiró.—Bienvenida a casa, duquesa—exclamóRavenna con una sonrisa en

losojososcuros.—Ya le he dicho que debería llamarte milady —dijo Eleanor

estrechando lamanodeArabellacon fuerza—,pero todos lossirvientesinsisten en que pronto te convertirás en duquesa, y en cualquier casonuestrahermanapequeñaharáloquequierapormuchoqueyolediga.Lesonriócondulzura.Arabellalediounbesoenlamejilla.—Osheechadomuchodemenosalasdos.Selequebrólavoz.—Peroporlovistohasestadomuyocupada—dijoEleanoresbozando

otrasonrisaymirandoporencimadelhombro.Lucestabadesmontando.Lediolasriendasaunsirvienteyseacercóa

ellas.

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—Madremía,Bella—susurróRavenna—, es guapísimo. Pensaba quequerías casarte con algún viejo príncipe roñoso, pero este hombre es…¡guau!Eleanor le quitó la mano del hombro a Ravenna. Cuando Luc llegó

hastaellas,agachósucabezadoradaehizounagranreverencia.—Milord—dijo.—SeñoritaCaulfield.Éllededicóunaelegantereverencia.Ravennaflexionófugazmentelasrodillas.—Hola, duque. Es un placer tenerte en la familia. ¿Quién te hizo esa

heridaenelojo?Quienquieraquefueratehizouncortemuyfeo.La preciosa boca de Luc dibujó una sonrisa ladeada. Se agachó para

acariciarlacabezapeludadesuperro.—Yopensabalomismo,señoritaRavenna,poresohicequelomataran.

Esmuyfácilhaceresascosasenunbarco.Sólohayqueempujaraalguienporlabordaynavegaratodavela.Ravennaesbozóunabrillantesonrisa.—Tienesmiaprobación,Bella.Puedesquedártelo.Eleanorreprimióunacarcajada.—Señoritas—lesdijoél—,simepermitísenseñarle lacasaavuestra

hermana,despuésosladejarétodaparavosotras.Nomiró a Arabella mientras le posaba la mano sobre su brazo y le

presentabaalmayordomoyalamadellaves.EstaúltimamiróaLucconcariño.—Permítamedecirqueestamostodosmuycontentosdequehayavuelto

paraquedarse,excelencia.—Gracias, señora Pickett. Yo tambiénme alegro de estar en casa.—

Parecíaunhombreenpaz—.Peronodebevenderlapieldelosoantesdecazarlo.Bastaráconmilord.—El señor Parsons está deseando hablar con usted, excelencia —

anuncióelmayordomoconabsolutasobriedad—.Leesperaensuestudio.Ninguno de los demás sirvientes alineados en el camino parpadeó ni

unasolavez.—¿Loves?Telodije—lesusurróRavennaaEleanor.Lucnegó con la cabeza y ayudó aArabella a subir los escalones que

conducíanalapuertaprincipal.Elinteriordeaquellamajestuosamontañade piedra caliza era todo color, elegancia ymuebles dorados, desde los

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retratosdedamasvestidasconcoloresalegresycaballerosconsuntuosostrajes,hasta lossuelosarlequinadosy lasvelasqueardíanencandelerosdebronceycandelabrosdecristalcolgadosdeltecho.—¿Qué te parece, pequeña institutriz? —le preguntó en voz baja—.

¿Crees que este espacio te proporcionará el territorio suficiente paraejercertuautoridad,odeberíaconstruirunaalaadicionalycontratarunadocenamásdesirvientes?Ellalomiró.Susojosnobrillabandeprovocaciónnicensura,sinode

orgulloycautelosaesperanza.Aellaledolíaelcorazón,uncorazónqueposeíaapesardelomuchoquesehabíaesforzadopornegarlo.—Conestobastará—consiguiódecir.Lucesbozóunapequeñasonrisayseseparódeella.—SeñoritaCaulfield,señoritaRavenna,estodavuestra.Elamadellaveslehizounavisitacompletaporlacasaseguidadesus

hermanasyBestia.—Ytúquepensabasquesitecasabasconunpríncipepodríastenerun

palacio—susurróRavennacuandopasaronjuntoaunabibliotecallenadelibroshastaeltecho.—Ellanuncaquisotenerningúnpalacio—lacorrigióEleanor—.Sólo

alpríncipe.—Esta casa no es mía —aclaró Arabella—. Sólo estamos aquí para

ocuparnosdealgunascosashastaquenazcaelhijodeladuquesa.—EstaeslahabitaciónquemáslegustaaEleanor.—Ravennaseñalóla

biblioteca—.Cómono.—La cena se sirve a las cinco en punto, excelencia—la informó la

señoraPickettcuandolasdejóenlapuertadesudormitorio—.¿Leparecebien?—Sí.Gracias, señora Pickett. Pero no debe llamarme excelencia—le

dijoconsuavidad—.Esunafaltaderespetohacialatíademimarido.—Sí,excelencia.Elamade llaveshizouna reverenciay semarchó.Arabella sevolvió

haciaEleanoryvolvióaverelfinovestidodesuhermana,unaprendaqueellamismahabía cosidohacíaya cinco años.ElvestidodeRavennaeramás nuevo; sus superiores le pagaban un sueldo decente. Pero eraapropiadoparael trabajoquehacíacon losanimales,noeraunaprendaelegante.—Teestásmordiendoellabio,Bella—dijoEleanorfrunciendoelceño

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—.¿Quétepreocupa?—¿Lossirvientesostratanbien?—Puesclaroquesí.Somostushermanas.Pero ella había trabajado en las suficientes casas de aristócratas para

saber que eso no tenía por qué ser así, y tampoco dijo lo que estabapensando:quelagentedeCombedebíadeestaresperandoquefueraotraclasedemujerlaqueseconvirtieraensuseñora.Unaverdaderadama.—Es evidente que no tienen ningún problema imaginándote como la

duquesa —dijo Eleanor—. En realidad, parecen ansiosos de que esoocurra.Arabella se puso derecha. Cumpliría sus expectativas. Como había

pasadolavidasoñandoconunpríncipe,llevabaunadécadapreparándoseparaeso.Seríaunaduquesa,oporlomenosunacomtesseviviendoenlacasadeunaduquesa.Lucnotendríaningúnmotivoparaavergonzarsedeella.—Ven. Déjanos ver tu dormitorio.—Eleanor la cogió de la mano y

abrió lapuerta—.Nonoshanpermitidoniasomar lanarizdesdeque loredecoraron…Sequedósinpalabras.Sedetuvieron todasen lapuerta.Eldormitorio

era espectacular. Era un espacio elegante, sencillo y completamentefemenino.Los tapizadoserandeunsedosodamascocolormarfily rosapálido,eltocadorylassillasestabanrecubiertosdeundoradosutil,habíabrillantes espejos, y tanto la cama de cuatro postes como las ventanasestaban cubiertas de cortinajes de finísima gasa rosa con bordadosdorados.—Es…Ravennaabrióycerrólaboca.—Dignodeunaprincesa—dijoEleanor.Arabellateníaelestómagoencogido.—¿Ydecísqueloacabanderedecorar?Ravennaentróeneldormitorio.—Porlovisto,elduquemandóinstruccioneshacesemanas.Hacía semanas, antes de que ella supiera que era comtesse o una

probableduquesa.Cuandotodavíapensabaqueeralaviudadelcapitándeunbuquemercante.—Mira, Bella.—Ravenna abrió una puerta y asomó la cabeza—. Un

vestidor más grande que la casa de papá en Cornwall. El duque podría

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aparcaraquísucarruaje.Yestállenodevestidos.Estoyseguradequetepodríasponerunodistintocadadíaduranteunmes.—Miróhacialaparedopuesta—.Supongoqueesapuertadaasudormitorio.Eleanorlacogiódelamano.—Venga,Bella,voyapedirquenosprepareneltéynoscuentascómo

hapasadotodoesto.

Luc no cenó con ellas. El mayordomo le explicó a Arabella que suexcelenciaestabaenotrapartedelacasaocupándosedeasuntosurgentes,ylepreguntósiasuexcelencialegustaríadisfrutardelborgoñade1809consuscaillesensaucedelareine.Mástarde,vestidaconuncamisóndefinísimasedaysuavesencajes,se

acurrucó en el enorme colchón y escuchó los susurros del fuego y lossonidosdesumaridoeneldormitoriodeal lado.Al finaloyócómosecerrabasupuertaysuspasosdesaparecieronporelpasillo.

Desayunó sola en su dormitorio hasta que Ravenna llamó a la puerta.Llevabaunafaldaacuadrosdegrandesbolsillos,unacamisayunchalecoceñido.Sehabíarecogidolasalvajeysedosamelenaconunlazo.—¿Medasunpocodechocolate?—lepreguntósuhermanapequeña—.

La cocinera todavía no lo había preparado cuando he bajado a losestablos.Porlovisto,lossirvientesnotomanchocolateenlasmansionesducales.HizoondearsuscejasnegrasycogiólatazadeArabella.—¿Dóndetúviveslossirvientestomanchocolate?—Yosí.Perolasniñerasmemimanporqueyomimoasusperros.Arabellasonrió.—¿Tegustan?—Sí.Yellasmeadoran.Porlovisto,soylaúnicapersonadeInglaterra

capazdemantenerdocecarolinos,tresperroslobosydosloros,sanosyfelices.Mepareceunacuerdomaravilloso.—Peronoeresdeltodofelizallí.Ravennapicoteólatostada.—Siempreparecesadivinarmeelpensamiento,Bella—dijo—.Perome

lasapañaré.Sitequierespreocupar,preocúpateporEllie:sepasalavidaencerradaenCornwallhaciendoeltrabajodepapá.

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—¿Esinfeliz?—Elladicequeestácontenta.Negóconlacabeza.Entoncesaparecióunadoncellaenlapuerta.—Excelencia,elduquedeseaquesereúnaconélenelestablodentrode

trescuartosdehora.Quierequesevistaconropaadecuadaparamontar.¿Deseaquelaayude?

CuandoArabellaseacercóporelcamino,Luclaobservósinprisayconevidente apreciación desde la elegante entrada del largo complejo deestablosdetechosbajos.Lehizounareverencia.—Esevestidotequedamuybien.Ella se pasó lasmanos por la falda de terciopelo del color del cielo

otoñal.—Escomosiestuvierahechoparamí.—¿Ynoesasí?Élsonrió.—Deberíallevarlutoportutío.—Loquedeberíashaceresllevardiamantesparamí.—No…—Sime dices que no, yo debería intentar comprar tu obediencia con

regalos bonitos, es probable que diga que esos vestidos tan bonitos sonparadarmeplaceramí,yquemedaigualsiatitegustanono,osimeproporcionan alguna otra ventaja. Y entonces túme fulminarás con losojos…—Yonohagoeso.—…ynospelearemosytemarcharás…—Yonomemarcho…Bueno,quizálohayahechounpardeveces.—…yentoncesnopodrédisfrutardelplacerdeveresosvestidos.Así

que ahórrame la reprimenda, duquesa.—Le hizo una reverencia—. Porfavor.—Noquiero sermonearte.—Nopodía soportar quebromeara cuando

ellasentía tantaconfusiónenelcorazón—.Sóloquierodarte lasgraciasporlosvestidos.Pormidormitorio.Portodoloquemehasdado.Peroen

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especialporhabertraídoamishermanas.Luclamiróconatenciónytratódedescifrarsuexpresiónenigmática.—Esunplacer.Sevolvióhacialasampliaspuertasdelestablodedondeelmozoestaba

sacandodoscaballos.Ellaletocóelbrazoparadetenerloyélseparóylemirólamano.Ellalaretiró.—Luc,noesapropiadoquelossirvientessedirijananosotroscomolo

hacen,comosielasuntodelaherenciayaestuvieradecidido.—Ya se lo he dicho varias veces, pero no hay forma.—Le brilló la

mirada—.Yporloquetengoentendido,laservidumbrenotieneporquéiracompañadademansedumbre.AArabellaleardieronlasmejillas.—Venga —dijo haciendo un gesto hacia los caballos—, quiero

enseñarteCombe.Nolainvitó,esperóaqueellaledierasuconformidad.—Meencantaría.Laayudóamontarcogiéndoladelacintura,yaArabellaselecayóel

corazón a los pies. Añoraba la cercanía que le había demostrado en elpaso fronterizoyvolveraveresamiradahambrientaensu rostro.Perosólolelanzóunarápidamiradamientrasellasecolocababienlafaldaporencimadelaspiernasylapartedeatrásdelcaballo,yluegoseacercóasumontura.Hacía un bonito día de octubre, era brillante y fresco, sólo había

algunas nubes sobre el río y el camino eramuy cómodo. Rodeaba unaarboledadefresnosyrobles,ycruzabauncamposalpicadodeovejasendirecciónaunagranjaqueseerigíaalolejosafincadaenunrincóndelaladera. Desde la casa se veían parcelas en barbecho junto a incipientescultivosdetrigo.—Mi familia lleva siglos residiendo en Combe, aunque esta casa se

construyó en tiempos deElizabeth—dijo—.He pensado que te gustaríavisitaraalgunosdelosarrendatarios.Lafamiliaqueviveenestacasa,losGoodes,eslamáspróspera.Luccabalgaba suenormecaballonegroyexaminaba las tierrasde su

familiaenperfectapaz;teníalamismaactitudqueadoptabaenlacubiertadesubarco.—Parece que conoces bien la propiedad. ¿Venías de visita a menudo

antesdehacertealamar?

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—EstuveviviendoenCombeconmispadresymihermanohastaquecumplílosdiezaños.Mipadreteníaunacasaenelnorte,peromimadreprefería vivir aquí, donde las noticias de Francia llegaban más deprisadesdeLondres.Enaquellos tiemposnosolían sernuncabuenasnoticias.Porlomenosparasufamilia.Entonces guardó silencio y sólo se escucharon los bufidos de los

caballoshocicandolahierba,elcantodelospájarosyelbalidoaisladodealgunaoveja.—¿Ycuandocumplistelosdiezañostupadretrasladóatufamiliaaesa

casaalnortedeLondres?—Cuandoteníadiezaños,mipadremurióenunaccidentedecarruaje.

Mimadre lo pasómuymal, y semarchó a Francia con la intención deconsolarserecuperandolastierrasdesufamiliademanodelosjacobinosquesehabíanhechoconelpoder.AmihermanoyamínosmandaronavivircercadeLondres,enlacasadelhermanodenuestratía.Nuestrotíoeraunaespeciedehedonistaindolenteynoqueríapreocuparsedeeducaradosniños.—Eseesel tutorquemencionasteenSaint-Reveé-des-Beaux,¿verdad?

Elhombredelqueescapótuhermano.—Elmismo.—Señalóaunhombrequeseaproximabadesdelagranja

—. Ahí está Goode. Yo conocí a su padre Edward cuando era un niño.Thatcheressuvivaimagen.ThatcherGoode le saludó con deferencia y luego observó aArabella

con ojos astutos. Vestía con pulcritud y hablaba muy bien, pero lascosturas de su ropa estabanhechas jirones y tenía lasmejillas hundidas.Losllevóasucasaylespresentóasumujeryasustreshijos.La casa estaba vacía de muebles, las paredes desnudas y no tenían

ninguna alfombra para cubrir los fríos listones demadera del suelo.LaseñoraGoodeleofrecióuntéaArabella.Eltéestabahervidotresvecesylasgalletasnoteníanazúcar.Lamujeryelhijomayorlaobservaronconcautelaynohablaronmucho.Cuando semarcharon de la granja a caballo,Luc parecía pensativo y

Arabellaguardósilencio.Lasiguientefamiliadearrendatariosvivíanmásomenosenlasmismas

condicionesquelosGoode.—Luc…Él levantó la cabeza mientras cabalgaban en dirección al puente que

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cruzabael río.Laenormecasaqueseerigíaa lo lejosnodabaningunapistadelestadoenelquesehallabanlosresidentesdelapropiedad.—¿Duquesa?—¿Sontodoscuáqueros?Élfruncióelceño.—No—leespetó.—Discúlpame. Pensaba que quizás eso explicaría la desnudez de sus

casasysu…—¿Pobreza?—Luc agarraba las riendas con fuerza—. No. Sólo son

pobres.—Pero ya se han cosechado los campos, y debe de haber unas

cuatrocientasovejasycabras…—Eslaprimeravezqueloveo.—Sefrotólacicatrizpordebajodelala

delsombrero—.Peroespeordeloqueimaginaba.—¿Yalosabías?—Eladministradordemitíomeenseñóloslibrosdecontabilidaddela

finca ayer por la noche.—Lamiró—. Lamento no haber podido cenarcontigoycontushermanas.—Me parece que los arrendatarios hambrientos de Combe son más

importantesquelascodornicesensalsa—señalóella—.¿ElseñorParsonsesunhombredeshonesto?—Es terriblemente honesto. Lo que pasa es que no tiene ni idea de

adóndevanapararlosingresosdelosarrendatarios.Meescribióunmesantes de que muriera mi tío y me suplicó que interviniera. No podíahacerlo, no tenía ninguna autoridad. Y… —Hizo una pausa—. Otrosasuntosmemantuvieronalejadodecasamástiempodelquepretendía.Asuntosdelosquenoqueríahablarconella.—Tienen miedo —comentó—. Puedo percibir su miedo. Y las

suspicacias.Pero…nocreoquevayandirigidasati.Laobservócondetenimientomientrassuscaballoscruzabanelpuente.—Yo…—Nodebespreocuparteporeso—leadvirtióyvolviólacabezahacia

lacarretera—.Yomeencargaré.—Yanotengopreocupaciones.Mehasapartadodeunavidaen laque

trabajaba todos los días y me has dado una existencia de absolutatranquilidad.Noestoyacostumbradaatantainactividad.—Prontotendrásdiversionesmásquesuficientes.

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ApartirdeesemomentoLucsólotocótemasligeros.Lafelicitóporsuformademontar,ymástarde,durantelacena,tambiénalabósuvestidoysu peinado. Arabella tenía ganas de agarrarlo y sacudirlo para quevolvieraasersinceroconella.Luegoqueríaquelaabrazaraylehicieraelamorcomohabíahechoenotrasocasiones,comosilanecesitara.Peronolepidiósusinceridad,ynohizonadadeloqueellasoñaba.Y

tampoco la volvió a invitar a montar. El momento de intimidad habíadesaparecido. Sólo lo veía durante las cenas, cuando se comportaba deforma encantadora con sus hermanas y le demostraba su apreciaciónmasculina.Éleraelseñordelacasayellasóloeraeladornoconelquecompartíasuhogar.

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14

Seducción

AlfinalArabellaencontrómuchascosasquehacerduranteeldía.—Hace más de un año que no hay ninguna señora en esta casa—le

explicólaseñoraPickettmientrasrebuscabanentrepilasdeviejosencajesymantelesalaluzdelasvelas.Separabanlosqueestabanpeordelosquese podían salvar—.He intentadomantenerlo todo en orden, pero no hequeridotomardecisionesquenomecorrespondíanamí.Arabellanosemolestóenseñalarqueenrealidadellanoeralaseñora

delacasa,porqueyasabíaquenoserviríadenada.Reprimióunbostezo.Pero todavía no estaba lo bastante cansada como para irse a dormir.Cuandoimaginabaqueaguardaríaenvanoaqueélfueraabuscarlaasudormitorio,volvíaaenterrarlasmanosenlapilademantelesrancios.Sushermanas sehabían idoadormir, pero la señoraPickett parecía ansiosaporacabaraquellatarea.—Tengo entendido que el tío de mi marido estuvo enfermo varios

mesesantesdemorir—comentóArabellaconaireconversador.—Sí, excelencia. Fueron catorce meses, aunque al principio todavía

podía pasear por los alrededores. Fue sólo al final cuando se pusodemasiadoenfermocomoparasalirdesudormitorio.—¿Catorcemeses?—Selecongelaronlasmanos—.¿Yladuquesano

vivióaquídurantetodoesetiempo?—No,excelencia.—Elamadellavesteníalosojosclavadosenlapila

demanteles,perofruncióloslabios—.Suexcelenciaprefirióquedarseenlacasadelaciudad.Erapocohabitualquelosmaridosyesposasdelaaristocraciavivieran

separados durante parte del año. Pero era evidente que la duquesa habíaabandonadoasumaridoenfermo.—Supongoque lo visitaría amenudo.—Arabella sabía que la señora

Pickettpensaríaqueeraunachismosa,peroteníaquesaberlo—.Tampoco

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esunviajetanlargo.—No,excelencia.¿No?No podía ignorar la oportunidad que le estaba ofreciendo el ama de

llaves.—¿VisitóCombealgunavezdespuésdequesepusieraenfermo?—Nolegustaviajar.LosojosdelaseñoraPickettseencontraronconlosdeArabelladurante

unbreveeinstructivomomento.De repente el hecho de que los sirvientes insistieran tanto en llamar

excelenciaaLuc,yanoparecíatanimpertinente.Ylosojosprecavidosylas mejillas hundidas de los Goode y las demás familias dearrendatarios…; todoseaclaró.No temíanaLuc.TemíanalhijononatodeAdina,queconsiderabanilegítimo.Y,sinembargo,¿porquétendríantantomiedodeunniñoindefenso?A

menos,claroestá,queaquientemieranfueraaltutordelniño.—Señora Pickett—planchó una arruga que encontró en un tapete de

encaje, lo dejó en la pila, y se volvió hacia el ama de llaves—, ¿sabedóndepuedoencontraralcomteaestashoras?Ledabavergüenzaadmitirquenosabíanadasobrelasactividadesdesu

maridodespuésde la cena.Pero losojosdel amade llavesbrillarondesatisfacción.—Estáenelestudio,excelencia.Arabella tuvo que hacer uso de toda su disciplina para no salir

corriendo.Llamóalapuertayluegoentrósinesperar.Animadaporsusrecientes

descubrimientos, se negaba a aceptar la distancia que le había impuestoLuc.El estudio estaba iluminado por una única lámpara que se encontraba

sobre el escritorio y el fuego de la chimenea. La estancia estabaamuebladaconeleganciamasculinayparecíahundidaentre las sombrasqueseproyectabanporparedesforradasconmaderadenogal.Porencimaasomabaunapinturaazulmarinosalpicadadeestrellasplateadas.Unpardelibreríasflanqueabanlachimeneademármol,yLucestabasentadoanteellas con varios libros y diarios a sus pies, y uno de los tomos abiertosobre las rodillas. Sobre una mesa y a la altura de su codo, tenía unabandejadeplataconunabotelladecristalyunvaso llenodeun líquido

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ambarino.Enlabandejatambiénhabíaotrovasovacío.Luclevantólacabezaypareciótardarunmomentoenenfocar.—Duquesa—selimitóadecir.Suvozeramuysuave.—¿Qué estás…? —Le falló el coraje. La luz del fuego se reflejaba

dramáticamente sobre su cicatriz, y parecía corpulento, varonil yprohibitivo.Cuandopasabamuchotiemposinverlo,olvidabaquecuandoestabacercadeélseleaflojabanlasrodillas—.¿Quéestásleyendo?Élcerróellibro,lodejóasuladoyselevantó.—Nadaahoraqueestásaquí.Pensabaqueyaharíamucho tiempoque

estaríasenlacama.—EstabahaciendoalgoconlaseñoraPickett.—Quédiligenteaestashorastanaltasdelanoche.—Noestantarde.—Miróelrelojdoradodecristalquehabíasobreel

escritoriobajolososcuroscristalesdelaventana.Seacercóalreloj—.Nosonnilasocho.Cerró las cortinas. Sabía que la estaba mirando y esa certeza le

aceleraba el corazón. Se volvió hacia él y lo vio exactamente igual queantes:alto,corpulentoyabsolutamentedistante.—¿Nomevasaofrecerunacopa?—preguntó—.¿Oesevasovacíoes

paraotrapersona?—¿Paraquéotrapersonapodríaser?Elmayordomoesunpuritano,ya

miasistentenolegustaelcoñacfrancés.Arabellaintentósonreír.—¿Coñac?Letemblabanlasmanos.Lucalzóunaceja.—¿Quieresunpoco?Ella asintió ymientras él servía se puso al otro lado de la chimenea.

Pasólosdedosconnerviosismoporlasencuadernacionesdoradasdeloslibros.—Parecequeestásinmersoenunproyectodeinvestigación.Sevolvióyéllacogiódelamano.Sucontactoeracálidoycompleto.

Le puso el vaso en lamano, le colocó los dedos y la soltó. Pero no seapartó.Nohabíavueltoaestartancercadeéldesdequecruzaronelcanal.—Estaba leyendo sobre rotaciones de cultivos y cosechas demaíz—

comentó junto a ella rodeado de un olor a coñac y piel—. Un temafascinante.¿Teexplicoloqueheaprendido?

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Arabellasellevóelvasoalabocaybebió.—Meencantaría.Lucseinclinóhaciaella.—Aunquepreferiríaadmirarelencantadorvestidoquellevas.Esun…

—Levantó el vaso y se sirvió de los nudillos para acariciarle la pieldesnudadelescoteporencimadelapañoleta.Arabellaseestremeció—.Esun diseño muy bonito—concluyó, y le aguantó la mirada mientras sellevabaelvasoalaboca.—¿Estásborracho?—susurróella.—Sólodeti,duquesa.Siempresólodeti.Arabellasellevólamanoalamejillaacalorada.—¿Estamos demasiado cerca del fuego? —le preguntó él—. Puedes

apartartesiquieres.—Noquiero.—Loquequeríaeraquemarse—.Quieroayudarte.—¿Enqué?—preguntóélconvozvacilante.—Quieroayudarteconloquequieraqueestéshaciendopararesolverel

misteriodelasperdidasdelasfamiliasarrendatarias.Estanochehe…—¿Esta noche mientras revolvías entre los manteles como una

sirvienta?—¿Cómosabesqueestabahaciendoeso?—Yo siempre me preocupo de saber lo que estás haciendo, pequeña

institutriz.—Lepasó lamejilla por el pelo—.Mmm,perfumedepolvo.Totalmenteencantador.—Sinotegustamiparfumdomestique,no teacerques tantoamí—le

espetósinningunaconvicción.El alientodeLucmecía losmechonesdepeloque le colgabanpor la

frente.—¿Por qué trabajas como una sirvienta,Arabella? ¿Crees que de esa

forma estás cumpliendo con tu deber de esposa abnegada comoprometiste?—No… —empezó a decir, y entonces se obligó a pronunciar las

palabras—.Llevas semanas sin darme la oportunidad de ser una esposaabnegada.Lucparecióquedarsedepiedra.—Si te ofreciera la oportunidad —dijo—, ¿lo aceptarías sin

considerarloundeber?—No. En realidad, temo que si me haces la oferta, sería una esposa

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decepcionante, porque no encontrarías ni rastro de deber en mirecibimiento.Luc dejó el vaso en la repisa de la chimenea. Luego la cogió de la

cintura y dejó resbalar lamano por debajo de su brazo. Su contacto, apesardeserligeroyprovocador,lahizotemblar.—¿Arabella?Teníalavozronca.Ella cerró los ojos, sintió sus manos sobre ella y no quiso que ese

momentoacabaranunca.—¿Luc?Parecióinspirarsuaroma.—¿Quierescasarteconmigo?Un sollozo se quedó atrapado en su garganta. Sabía que era ridículo,

perolaatravesóunrayodeabsolutafelicidad.—Pensaba,milord—dijo con la voz temblorosa—,queya estábamos

casados.—¿Quierescasarteconmigo?—Lacogiódelacinturaconlaotramano

yhablópegadoasumejilla.Volvióaacariciarleelcostadodelpechoconelpulgar—.¿Síono?Arabellaqueríaverlelacara,perolateníaabrazadaconfuerza.—Sí.Laagarródelpecho,lepasóelpulgarporelpezónyellanotócómosu

cuerposeabríaparaél.—Tienescarteblancheparaprepararlaboda—ledijo—.Eligeloque

quieras.Perotienequeserpronto.Tressemanas.Losuficienteparaquesepudieranleerlasamonestaciones.—¿Dóndesea?Apenasconseguíaescucharse lavozni sentirelcontactode los libros

queteníapegadosalaespalda.Luclaestabatocandoylaestimulaba,ysemoríaporél.—¿Dóndesinoesaquí?—EnLondres—dijo—.EnelTámesis.EnlacubiertadelVictory.Luc dejó de mover las manos y ella deseó no haber dicho nada. Se

separódeellaconunaexpresióninescrutableenelrostro.—¿Sepuedehacer?—preguntóconinseguridad.—Sí.—Esbozóunalentasonrisa—.Sí,creoquesepuedehacer.—Ejem. —Un hombre carraspeó en la puerta que ella había dejado

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abierta—.¿Milord?LucseapartódeellayArabellaagradecióquelaoscuridadocultarasus

mejillasencendidas.—Arabella, este es el señor Parsons, el administrador de Combe—

explicóLucsinquesuvozdelataraquehacíasólounmomentoleestabatocandoelpechoypidiéndolequesecasaraconél.Peroeraunlord,yunlordpodíahacerle el amora sumujer en la calle si así lodeseaba,y eltráfico se vería obligado a rodearlo—. Parsons, esta es…—la miró yaparecióunapequeñaarrugabajosuboca—micomtesse.ElseñorParsonshizounareverencia.—Milady. —Entonces se dirigió a Luc—. El señor Firth me ha

informadodeque…—Excelente, excelente. —Luc se dirigió hacia la puerta. Le hizo un

gesto a Arabella para que lo siguiera—. Querida, la dedicación quedemuestraestehombreporlapropiedadesincansable,perolaconcienciame impide aceptar que siga trabajando cuando debería haberse ido adormir.Acaboconestoenseguida.¿Nosdisculpas?Teníalamanoenlapuerta.Laestabaechando.—Claro—selimitóadecirconlasmanosfríasylasmejillasardientes

delavergüenza.Alpensarlosediocuentadequehabíasidosorprendentementetonta.Él

laqueríaensucama;ellayasabíadesdesuprimerencuentroquelaqueríade esa forma. Y la Iglesia de Inglaterra tenía que dar por válido sumatrimonio.Erauntontaporsoñar,porprimeravezensuvida,conunaproposición tierna y un matrimonio de cuento de hadas. Se habíaequivocadoalinterpretarloqueacababadeocurrircomootracosaquenofueraunnegocio.Nohabíacambiadonada.Lucnoteníaningunaintencióndeconfiarenella.—Buenasnoches,señorParsons—dijo,ysaliódelestudiosinrevelar

latempestadqueocultabaensuinterior.

Lasvelas estabanapuntodeextinguirse cuandoLucabrió lapuertaquecomunicabasusdormitorios.SeacercóalacamadeArabella,descorriólas cortinas, y se quitó la ropa. Luego la cogió de la mano y la hizoponersedepieenlagruesaalfombra,justodelantedeél.Primerolequitóel gorro de la cabeza, luego las horquillas del pelo y a continuación el

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delicadocamisón.Latocóentodoslosrinconesdelcuerpoqueiluminabaelbrillodelas

brasas, y después siguió por los rincones a los que no llegaba la luz.Consiguió que lo necesitara hasta que no deseó nada que no fuera él,luegoseinternóenellaehizoquelonecesitaratodavíamás.Cuandoacabaronyestabatumbadaencimadeélconelcuerposuavey

húmedo de satisfacción, Arabella observó cómo las sombras temblabansobre el brillante cuerpo sudadodeLucy lo tocó.Ycon sus caricias lepidiómásensilencio.Luclatumbóbocaabajo,lelevantólascaderasdelacamay,congran

habilidadyunafuerzaapasionada,lediomuchomás.Ellapególasmanosalcabezaldelacamaygritósunombreunayotravezmientrassehacíaañicos.Cuando se desplomó sobre el colchón, él le besó los hombros, la

espaldaylacurvadelasnalgashastaquesedurmió.Ladejósinhaberledichounapalabra.Por lamañana la doncella le trajo el desayuno.Arabella se acurrucó

bajo las sábanas con su taza de chocolate percibiendo la gloriosasensibilidad que tenía en ciertas zonas del cuerpo, y cogió la nota quehabíasobrelabandejadeldesayuno.ElpapelteníagrabadoelescudodearmasdelcondedeRallis.Laleyóconunasonrisaydespuéssedeshizoensuspirosentrecortados.«Duquesa, me voy a la ciudad. Volveré a buscarte dentro de tres

semanas.L.»Arabellasólohabíalloradocuandocreíaqueelhombrealqueaúnno

sehabíadadocuentadequeamabaseestabamuriendo,yluegovolvióallorar cuando estuvo de luto por él. Algo tan insignificante como unalejamiento virtual y un abandono no podían provocarle lágrimas, nisiquieradespuésdequelahubierautilizadocomosifueraunaprostituta;inclusoaunquetuvieralasensacióndequehubierantiradosucorazónconel resto de la ropa sucia. Ella le había permitido utilizar su cuerpo,voluntariamentey con impaciencia.Yhabíavuelto a seruna imprudentepordejarque laesperanzaanidaradenuevoensucorazón.Era laúnicaresponsabledelvacíoquesentíaensuinterior.Selevantódelacama,sevistióysefueabuscarasushermanas.Enel

pasillo,yjuntoasupuerta,aguardabaunlacayoataviadoconlalibreadela casa sentado en una silla. Era un joven alto con rizos rubios, la piel

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bronceadaylosojossombríos.Loreconoció,peronoformabapartedelservicio de la casa. Lo recordaba del Retribution, y también los habíaacompañadoaellayalseñorMilesaSaint-Reveé-des-Beaux.Selevantóehizounareverencia.—Excelencia.Encontróasushermanasenelcomedordeldesayuno.Cuandolasdejó

unratodespués,ellacayodelpelorizadolaestabaesperandoenlapuertadelsalón.Laestuvosiguiendodeunladoaotroduranteelrestodeldía.—Bella—dijoRavennacuandoentraronaljardín—,¿sabesporquénos

siguenesoslacayos?—Enrealidad,unovadelantedenosotrasyelotronosestasiguiendo

—lacorrigióEleanor.—Me parece que prefiero ser una veterinaria pobre que una duquesa.

Me da igual lo espectaculares que sean tus establos—dijoRavenna conbrilloenlamirada—.Mepondríamuynerviosaquemecontrolarantodoeldía.—Nocreoquelaesténcontrolando,Venna—sugirióEleanor—.Creo

quelaestánprotegiendo.Arabellanoestaba tansegura.Lucqueríaunheredero,yellayahabía

estado a punto de escapar en una ocasión. Pero mucho antes de eso,cuandoestabanensubarco,yalehabíapedidoalchicoencargadodeloscamarotesquelavigilara.Segúnleconfesóélmismo,lohizoparasabersiempredóndeestaba.Semordióellabio.—¿Ellie,Venna?Sushermanasdejarondemirara losperrosguardianesataviadoscon

sendaslibreasparamirarla.—MevoyaLondres.

No se marchó a la ciudad enseguida. El día que pasó visitando a losarrendatariosdeCombeseconvirtióendos,luegoentres,yluegoenunasemana.Lasesposasdelosgranjerosleservíantésaguadosygalletassinazúcar,yaceptabanconcautelalascestasdefruta,pan,quesoynuecesquelestraíadelacasa.Volvióaretrasarsuviajeylasemanasiguientevisitólasmismascasas

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con dulces para los niños,miel ymanteles. La señora Pickett lamirabacondesaprobacióny ledecíaque losgranjerosnonecesitaban telasconencajesybordados.PerolasesposasdelosgranjerosseloagradecíanyArabellayanoteníaqueadivinarsusemocionesporqueellasempezaronacompartirlas.Durantelalargaausenciadeladuquesa,lahabíasustituidosuhermano.

Devezencuandodecíaalgúnsermónenlaiglesiadelaparroquia.—Nunca se ha visto un caballero más elegante, milady, ni se han

escuchadomejores sermonesque losdelobispo—lecomentó la señoraLambkin mientras servía el té en sus tazas agrietadas—. Nos dijo quedebíamos darle al señor lomejor que élmismo nos ofrece.—Miró unmomento a su hijo, que estaba barriendo la chimenea—. Comoagradecimiento, ¿comprende? —añadió—. Así Dios sabrá que noguardamos rencor y no nos volverá a sumir en la hambruna. —Letemblaron lasmanoscon lasquesostenía la tetera.Elchicoapretaba losdientes—.NopodemosesperargenerosidadsinoledamosalgoalSeñorantes,¿verdad?MiróbrevementeaArabellayluegoposólosojossobreelcorpulento

lacayo que aguardaba junto a la puerta. Después miró por la ventana,dondeelotrolacayoaguardabajuntoalavalla.Elmiedobrillabaensusojos.ArabellasalióenbuscadeladministradordeCombeyloencontróenel

molino.Ledio conversación sobre la propiedady el hombre semostróorgullosodehablarlelargoratosobreeltema.Perosediocuentadequenopodíaformularledirectamentelapreguntaquejamássehabíaatrevidoa hacerle a su marido; no podía avergonzar a Luc de esa forma, nitampocodebíahumillarseasímisma.En la casa nadie tenía mucho que decir sobre ChristosWestfall. Los

sirvientes mayores lo recordaban como un niño muy guapo al que legustaba mucho dibujar y decían que era propenso a pasar periodos deintensaintrospección.CuandocreciósemarchóaInglaterra,elpaísdesumadre,yyanoregresójamás.

Ravenna les anunció que debía ir a ver cómo estaban sus niñeras y susanimalesantesdereunirsedenuevoconsushermanasenLondresparalaboda.

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—Lesharéllegarunainvitaciónatussuperiores—dijoArabella.—Entoncesasistiránencantados.Adoranlosespectáculos.—Yotambiéndeberíairme,Bella—intervinoEleanor—.Papánodeja

deescribirmeparadecirmequeesperamivueltaadiario.LepreguntarésiquierevenirconmigoaLondresparaasistiralaboda.—No me cabe ninguna duda de que tendrá que quedarse con su

parroquia. Y también estoy segura de que no le gustará que vuelvas amarcharte.—Yalosé.—Eleanorlaabrazóylediounbesoencadamejilla—.Pero

yoestarédondeestéstú.Arabellasequedóenelcaminoysedespidiódelcarruajequesellevóa

sushermanas.—Joseph—le dijo a su guardián cuando entraba en la casa. Era un

joven gigantesco con los brazos del tamaño de ramas de árbol y unaspiernas como troncos—. Dile a tu compañero Claude que mañana nosvamosaLondres.Eljovenlehizounareverencia.—Sí,excelencia.

Elespesohumodelospurosflotabasuspendidoenelaire,yloshombresrugían inmersos en distintos estados de ebriedad, frustración ysatisfacción mientras las cartas pasaban de unas manos a otras, y lasmonedas y otras baratijas cruzaban lasmesas. Luc se bebió el resto delwhiskyyparpadeóparaaclararselavista.Peroseguíasinverbien.Noteníaniideadecómopodíaningúnhombre

ganarunapartidasumidoenaquellanubedevicio.Ytampococomprendíacómopodríasoportarotranochedeaburridohedonismosinsacarningúnfrutodesusesfuerzos.Queríaairesalado,brisayunacubiertabajolospies.Ysinopodíaser,

queríasentirlabrisadelcampo,elairedelascolinasdeShropshireyelcuerpodesumujerdebajodelsuyo.En realidad, lo primero podía irse al infierno. Lo segundo era

exactamenteloquenecesitaba.Peroteníaquehacer loqueestabahaciendo.Deentre todoslosclubes

de Londres, Absalom Fletcher, el obispo de Barris, sólo frecuentaba elclubWhite’s.LaúltimavezqueLucvioasuantiguotutor, ledijoquesi

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algunavez se subíaa subarco loharíapedazosconunaespaday luegoutilizaría su carne para alimentar a los tiburones. Por eso habíaconsideradoqueeramásprudente acercarse a élde esa forma sutil.EraprobablequeiravisitarloalacasaqueteníacercadeRichmondnofuerala mejor opción. El encargado de los negocios del viejo duque, Firth,había convocado una reunión de los apoderados de Combe a la queFletcheraúnnohabíarespondido.PeroLucnoestabasorprendido.Porlovisto,elobispodeBarristenía

uncocheroalquelefaltabaunpulgar.ErademasiadacoincidenciaqueelmarineroMundyhubieraafirmadoquelohabíacontratadounhombrealquetambiénlefaltabaunpulgar.De ahí la estrategia de Luc. Un encuentro accidental bien preparado

podría conseguirle lo que jamás podría obtener de un acercamientodirecto.Y, sin embargo, después de dos semanas, estaba empezando a tener

dudas.—Probablemente esté demasiado ocupado desplumando feligreses

inocentes y quitándoles el poco dinero que tienen para pan, como parasalirajugaralascartas—murmuróTonyconlamanoenlacadera.Elporteroyalehabíaentregadosuespada.Camentróenlasalaysepaseójuntoaellos.—¿Os apetece ir a la ópera esta noche, caballeros? —preguntó con

despreocupación.—Cielosanto,Charles—rugióTony—.Prefierovolveralaguerraque

tener que soportar todos esos gritos por muchas tentaciones que nosaguardenenlasalaverde.Sitenemosqueiraveralgúnespectáculo,¿porquénovamosaDruryLane?—Heoídodecirqueelpúblicoqueasistiráestanochea laóperaserá

muchomásinteresantequelasactricesolasalaverde.CamalzóunacejacargadadeintenciónmirandoaLuc.Estetirólascartassobrelamesayselevantó.—Siento un especial cariño por la ópera. ¿Qué obra se representa,

Bedwyr?—Hamlet.Luclomiróporencimadelhombro.—NorepresentanHamletenlaópera.—Tonylossiguiótambaleándose

unpoco.Miróalporteroquelehabíadadolaespada—.¿No?

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—SólolaversiónenlaqueeltíoClaudiuscontratauncocheroalquelefaltaunpulgarparaasesinaraHamlet—dijoCam.TonyfruncióelceñoysevolviódegolpehaciaLuc.—HamletasesinaaClaudius.LucfulminóaCamconlamirada.—Ymuerepocodespués.Tonynegóconlacabeza.—Charles,malditobribón,nohayningunaversióndeHamletenlaque

aparezcauncochero.ElcarruajedeLucsedetuvodelantedelcluby se fuerona lacasade

Lycombe, donde se cambió de ropa para ir a la ópera. No se vistió denegroporsu tíoTheodore,quehabíadejadoque lagentea laquedebíaprotegersemurieradehambre.Sepusounacasacadecolorazulbrillantey un chaleco a rayas amarillas y plateadas. El sastre de Cam habíaaplaudido de felicidad cuandoLuc eligió las telas. Sería el hombremáselegante de la ciudad con ese tono de azul combinado con el amarillocanario.Luc apenas podía ni ver aquella monstruosidad aviaria. Pero si su

atuendo conseguía provocar la ira del sobrio, disciplinado y mojigatoFletcher,estabadispuestoaponerseunacestasobrelacabezaytrotarportodalacalleBondrebuznandocomounasno.Y la verdad es que era un asno. No tendría que haber abandonado a

Arabella tanrápido.Tendríaquehaberla invitadoaLondresconél.Peronopodíaprotegerlacuandoloúnicoquedeseabaerafollársela.Esonoeracierto.Noselaqueríafollar.Bueno,sólodevezencuando.

Pero abrazarla mientras cruzaron el canal había sido casi igual desatisfactorio.Yobservarlamientrassetomabaeltéconlasesposasdelosgranjeros, oírla hablar con sus hijos y escuchar cómo se reía con sushermanas le provocaba elmismodolor en el pechoque sentía cada vezqueellalevantabalabarbillaconvalentía.Ycuandolomirabaysusojoslehacíanpreguntasqueleencogíanlasentrañasylerobabanlarazón,nopodíapensarconclaridad.Follársela era infinitamente más sencillo, en especial cuando no

hablaban.No conseguía ponerse bien el pañuelo del cuello. Miles chasqueó la

lenguaylediootro.Perotambiénloarrugó.—Sisuexcelenciamepermite…

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—Mepuedoanudarlamalditacorbatayosolo,Miles—rugió.—Perotododaaentender locontrario,excelencia.Puedequeunvaso

decoñaclecalmelosnervios.—Misnerviosdeexcelenciaestánbien.Se peleó con la tela. No necesitaba beber más. Necesitaba a una

seductora con una melena feroz y unos ojos acianos nublados por lapasión,unossuaveslabiosdefresaylamássuavede…Se obligó a abandonar su fantasía. Tenía que dejarla en Combe.

Teniendo en cuenta que Fletcher y su cochero sin pulgar estaban en laciudad,ellaestabamásseguradondenopudierainterponerseenelfuegocruzadoentreélysusposiblesasesinos.—Estoesabsurdo—lerugióasuprimomientrasocupabansusasientos

en el palco queCamhabía reservado en la ópera—.Estoy perdiendo eltiempo.AunqueconsigahablarconFletcher,esmuyimprobablequelogreque confiese que contrató a varios hombres para queme asesinaran enFrancia.—Muy cierto. —Tony asintió y se sacó una petaca del bolsillo del

uniforme—. Y yo diría que estos chanchullos empiezan a ser tediosos,Luc.Estahorriblecasacaquellevasesunchiste.Ylapequeñacarreraquerepresentamos ayer en el parque para escandalizar a los transeúntesmecostócincuentaguineas.—Luctelasdevolverá—leaseguróCam.—¡No las pienso aceptar! Las ganó justamente galopando por Rotten

Rowcomosilepersiguieraeldiablo.—Hay que hacer lo que sea por el espectáculo —afirmó Cam,

sacándose del bolsillo una hoja de periódico—.Tal como esperábamos,apareceenlacolumnadehabladuríasdehoy.Cito:«¿Lasdistraccionesyla falta de luto por su tío que demuestra lord Westfall son fruto de lafrustraciónquedebesentirdebidoaquecadavezestámáslejosdeltítuloducal?»O…—Idiotas —le espetó Luc.Cam observó con despreocupación a los

espectadoresdelteatro.—Pero¿quéotracosapropones,primo?¿Quierescolarteensucasay

registrar sus documentos en busca de alguna prueba que demuestre queintentómatarte?—Noesmalaidea,aunqueescompletamenteilegal,claro.Tonybajólapetacayselimpiólosbigotesconunpañueloconmucho

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cuidado.—Anthony, a veces eres un perfecto imbécil. Es un milagro que la

MarinaRealtepermitasiquieracapitanearunbotederemos.—Servicio excepcional al rey. —Tony se señaló los galones y las

medallasquellevabaprendidasalpecho—.OrdendeGarterytodoeso.—QueDiosayudeanuestro imperio—murmuróCam—.¿Sabesalgo

detuhermano,Lucien?—Nada. Pero tengo motivos para pensar que viajó en barco desde

Franciahacequincedías.ElhombrequetengoenCalais…Lefallólalengua.En la otra punta del teatro vio a un hombre esbelto con el rostro

delgado. Vestía una capa de terciopelo azul extendida dramáticamentesobreunacasacanegra,lacorbatayloscalzoneshastalarodilla,tododecolornegro.MirófijamenteaLuc.Loobservóaconcienciayentornólosojos.A Luc se le pusieron las manos frías y pegajosas. Absalom Fletcher

teníalassienescubiertasporsendastirasplateadas,cosaqueenfatizabasuimagen de austera y sofisticada sobriedad. Pero, por lo demás, era elmismobastardopiadosoysanturrónqueLuchabíavistodoceañosatrás.Aquella ocasión fue a buscarlo para preguntarle adónde se había

marchado Christos. Todavía no era obispo, pero se esforzaba condiligencia estableciendo conexiones en elParlamentoy en la corte.Y elsacerdote negó saber nada del paradero del chico. Le recomendó aLucque volviera a llevar a su hermano a su casa de Richmond cuando loencontrara, donde cuidarían de Christos como se debía cuidar de unapersonapropensaasufrirataquesdehisteria.Si Luc hubiera tenido una espada en ese momento lo habría matado.

Fletcher nunca había admitido haber hecho nada malo. Decía que él sehabíapreocupadoporellosconhumildad,yleshabíaenseñadodisciplinaylafortalezainteriorquenecesitabanparaserhombresdecarácterenelmundo. Como no tenía ninguna arma, Luc le escupió en lugar deasesinarlo.Entoncescompróunacomisiónenlamarina.Era la elección más evidente. Christos había huido a Francia, estaba

lejos de su protección y la guerra avanzaba con rabia. Así que Luc semarchóalúnicolugardonde—yadeniño—podíaescapardeFletcher.AlreverendoAbsalomFletcherleocurríalomismoqueasumujer,le

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aterrorizabaelmarabierto.Nosabíanadar.De repenteLucyanoveíaeldramaqueseestaba representandoenel

escenario del piso de abajo, ni tampoco escuchaba a los demásespectadoresriéndoseconnerviosismodesufaltaderespetohaciaelluto.Sólo sentía el ardor de sus entrañas. Pero cuando llegó el descanso delespectáculo, se limitó a reclinarse en la butaca como si sólo estuvieradisfrutandodelacompañíadesusamigos,yaguardó.Fletchernolehizoesperarmucho.Pocosminutosdespués,recorrióel

teatroconausteridadhastaelpalcodeLuc.—Lucien, qué sorpresa más agradable. —Su voz era el mismo

ronroneo urbano de veinte años atrás. Sobre su pecho descansaba unaenorme cruzmuy elegante que relucía con el brillo de los diamantes—.Charles.—MiróaCamydespuésaTony—.Capitán.Ninguno de ellos lo saludó con una reverencia. Luc juró en silencio

que,siFletcherlevantabasuanillodeobispovioletaparaqueselobesara,leromperíatodosloshuesosdelamano.FletchervolvióaobservarlaropadeLuc.—Yaveoquenolellevaselrespetuosolutoatutío,Lucien.Susojosgrisescomoelaceroestabancargadosdecensura.—Nohaydudadequeellosedebeaquenolerespetaba.No pudo decir nada más. Tenía los puños apretados y la garganta

apelmazada.—Yamehancontado lode tucarreraporelparquedeayeryque las

últimassemanasnohasparadodejugar.—¿Ah,sí?—¿Notienesningúnrespetoporeldolordetutíaoporelhonorquele

debesalnombredetufamilia?—Supongoqueno.—Parece que no has cambiado nada desde que tenías dieciocho años,

Lucien.Lolamentomucho.Pensabaqueteconvertiríasenunhombredecarácter,peroestáclaroquelassemillasqueplantéentujuventudcayeronensueloestéril.Lucnopodíarespirar.—Esoparece.—Esuna lástima.Tendréqueaconsejaramihermanaqueseconsuele

retirándote el cargo de administrador de la finca mientras su hijo sigasiendomenor.Unduquenopuedeabandonarsea losentretenimientosde

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losquedisfrutastú,yelniñodebetenerunostutoresqueleenseñenbienyadministrensustierrasconsapienciahastaqueseamayordeedad.—Comocompraste tupuesto en el episcopado,Fletcher, supongoque

ahoratieneslíneadirectaconDios—leespetóLuc—,yyasabrásquemiprimononatoesunniño.Elobisponomovióniunsolomúsculodelacara.—Tengo entendido que te has casado con una sirvienta, Lucien. —

Meneó la cabeza con tristeza—. Nunca fuiste tan inteligente como tuhermano.Apesardelodébilquees,porlomenosélsíhasabidosiemprecuándohademostraruncomportamientoacordeasusintereses.Lucloviotodorojo.FletchermiróaCamysaliódelpalco.TonycogióaLucdelbrazoyloinmovilizó.—Caballeros—dijo Cam—, ¿nos marchamos? Ya he tenido bastante

espectáculoporestanoche,y resultaque tengounabotelladecoñacquellevanuestrosnombres.—Esperoqueseandosbotellas—comentóTony—.Lasopranomeha

provocadounterribledolordecabezaduranteelprimeracto.Simeveoobligadoasufrirsusgritostambiénduranteelsegundoacto,creoquemequedarésordo.Entoncestútendríasquequedartemudo,Charles,ylostrespodríamosponerunpuestecitoenlaferiayvenderentradas.—Yomequedarémudo cuando tú te deshagas de esa espada ridícula,

Tony.—Estaespadallevaenmifamiliadesde…—Décadas.Sí,yalosabemos.Peroesonolahacemenosvulgardelo

queeraeldíaquelaforjaron.—Todoessegúnelcolordelcristalconelquesemire,yesascosas.—Yhablandodeltema,¿esaspatillasquellevasnoestánprohibidasen

lamarina?—Yotengoprivilegiosespeciales.—¿Privilegiosespeciales?—Ya te lo he dicho, Charles: el rey,Garter, esas cosas. Tendrías que

haber estado allí. La ceremonia fue increíble. Eso sí que fue un buenespectáculo.HablabandetonteríasparahacermenosevidenteelsilenciodeLuc,yél

lesestabaagradecido.

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LucnoaceptólainvitacióndeCamparabeberhastaolvidar,ysemarchóacasa.AAdina le faltabapocoparadar a luzy estabaencerradaen susaposentosdeLycombe,rodeadadesirvientasyatendidaporunaamiga,yLuc no la había vistomuchomás después de saludarla cuando llegó.Elmédicoducalledijoqueelniñocrecíacomoeradebidoyqueladuquesaestaba bien, aparte de estar un poco débil. Cuando habló con Luc enprivado,ledijoqueeraperfectamenteposiblequeelniñosobreviviera.Laduquesanecesitabadescansarynoselapodíamolestarconningúnasuntodeimportancia.PeroLucnopodíaesperarmásparahablarconella.Talcomohabíaimaginado,sufarsahedonistahabíabastadoparaprovocarlaamenazadeFletcher:suintencióndeapartarlodelaadministracióndelapropiedadydelaresponsabilidaddecriaralhijodeAdina—siesqueeraunniño—habíaquedadomuyclara.Legalmente,elobisponopodíahacernada para que él dejara de ser administrador de Combe: la voluntad deTheodoreerainquebrantable.PeroFletchereraeladministradorprincipaly debía esperar sacar provecho de esa posición, y veía a Luc como unimpedimentoparaconseguirsusfines.Quizásimaginaraque,sieliminabaa Luc de la ecuación, podría controlar a Christos, tanto si era él elherederodelniñocomosiseconvertíaenduqueencasodequeelbebédela duquesa resultara ser una niña. Y entonces Fletcher se haría con elducadodetodasformas.Segúnel testamentodeTheodor,Adinano teníaningúncontrol sobre

Combe ni sobre el futuro de su hijo.YLuc no entendía por qué habríahecho eso teniendo en cuenta la devoción que su tío sentía por la jovenesposaquelehabíaconseguidosuviejoamigodiecinueveañosatrás.Habíallegadoelmomentodemantenerunaconversaciónconlafutura

madre.Cuando Luc regresó a la casa, Miles le reprendió como si fuera su

madre.Lequitólacasacadeloshombrosylasostuvoconeldedopulgaryelíndice.—Quémala.Elchalecotambién.Ytodaslasropascarnavalescasquehe

llevadoestosúltimosquincedías.—¡Gracias a Dios!—Miles dejó la casaca en el pasillo—. Entonces,

¿debodarporsupuestoqueporfinoshabéisencontradoconelobispo?—Sí,pero¿cómosabesque…?—Negóconlacabeza—.Bedwyr.—Suseñoríacreyóconveniente informarmede lascausasqueestaban

motivando vuestras atroces decisiones respecto a la moda y a los

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entretenimientosalosqueosdedicáisúltimamente,excelencia.—Yameimagino.Sepusolabatayseencaminóhacialapuerta.—¿Estanocheserálabiblioteca,excelencia?¿Oquizáselvestíbulo?He

examinado a conciencia ambas estancias y creo que los sillones de labibliotecasonbastantemáscómodosque…—Nomemangonees,Miles.—Disculpe,excelencia.—Siemprelohago.—Excelencia,deboinformarledeque…—Estanocheno,Miles.—Abriólapuertamáscansadodeloquehabía

estado desde que yació tumbado en un camastro recuperándose delapuñalamiento—.Porestanocheyaheacabado.

Se despertó empapado en sudor frío debido a una pesadilla. Estabasoñandoquesuhermanodeseisañoscabalgabaporlacimadelacolinade Combe y se caía por un acantilado que ni siquiera existía. Entoncesaparecíaunamujerenlacolinaquecaminabadecididahaciaarribaconelsol reflejadoen su ferozmelena.Luc la llamó,peroellano le contestó.Subíahacialacumbre.CuandoabriólosojosteníaelnombredeArabellaenloslabios.Laluz

delsolsecolabaporentrelascortinasdelabiblioteca.Cogióelvasodecoñacmediovacíoqueteníaenlamesitayseloacabó

deuntrago.Elcalorseextendióporsupecho,peronobastóparaaliviarel dolor que sentía en el costado y en el cuello. Era evidente queMilesnuncahabíadormidoenunodelossillonesdelabiblioteca.Fueasudormitorioysepusounacasacanegra,calzonesnegrosyuna

corbatanegra.Sutío,quejamássecreyóloqueéllehabíacontadosobreFletcher,noselomerecía,peroelnombredeLycombeysucomtessesí.Milessepaseabaasualrededorconaireafeminadoyevidentesganas

dehablar.PeroyahacíamuchosañosqueLucleadvirtióquesialgunavezle dirigía la palabra antes del desayuno lo lanzaría al océano atado alcañóndetreintaydoslibrasdelVictory.Los sirvientes que aguardaban en el comedor del desayuno parecían

estar especialmente alerta.Lucno los conocía, todos eran empleadosdeAdina,yélsólollevabaquincedíasenlacasa.Perocadavezquelevantaba

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los ojos del periódico o del desayuno, los sorprendía mirándolo conbrilloenlosojos.Laatenciónquedemostrabanlecortóelapetito.Apartóelplatoysubió

alasdependenciasdeAdina.Su salón rebosaba tonos dorados y amarillos, estaba lleno de

almohadonesdesatényencaje,ydelicadasfrusleríasdeporcelana,yolíamuchoaperfumefloral.Yenmediodeesegolosoexcesodeabundanciafemenina,comosifueraunaflexibleveladeébanoiluminadaporlallamamáspura,estabasumujer.

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15

Secretos

Arabella se levantó, se alisó la falda negra y luchó contra los deseosencontrados de lanzarse a los brazos de Luc como una meretriz opermanecer distante y fría comounacomtesse. Parecía cansado, tenía lacicatrizmástensadelonormalysupielseveíapálida.Eraelaspectodeunhombredisoluto,sieraciertotodoloquelehabíacontadolaamigadeAdina.Cuando no estaba con la duquesa, la señora Baxter pasaba el rato de

salónensalónenterándosedelosonditsmásjugosos.Segúnlosrumores,el nuevo duque llevaba quince días de juerga en la ciudad, jugando ysiempredejolgorio,ybásicamentedeshonrandoelnombredeLycombe.Yeratanimpropiodelhombrequeconocíaellaquenoselohabíacreído.Sinembargo,noparecíaalegrarsedeverla.Lehizounareverenciayledijoconelegancia:—Menudabelleza angelicalmehe encontrado.Aunquequizás estono

sealaTierra.Talvezayerporlanochemurieramientrasdormíayahoraestéenelcielo.Lamiróyfruncióelceño.—Lucien, qué detalle que hayas venido a verme —balbuceó Adina,

tendiéndolelamanoparaqueselabesara.Luc se inclinó sobre ella y luego saludó a la señora Baxter con una

inclinación de cabeza. La mujer batió las pestañas por lo menos veinteveces mientras decía la palabra «commmte» como si no soportara noinfundirlealgodeénfasis.Arabellasesintióenlaobligacióndeofrecerlelamanoellatambién.La

manodeLuceracálidayfuerte,yellalehabíaañoradotantoquealverlovolvíaasentirseviva.Cuandoleposóloslabiossobrelosnudillos,seleencogieronlosdedosdelospies.—Comtesse—dijo.

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Ellalehizounareverencia.—Milord.No le tembló lavoz.Unpequeño triunfo.Podíacontrolar lasituación.

Tenía cosas más importantes en las que pensar que en su estúpido yfemeninocorazón,quequeríasuplicaraesehombrequelaquisiera,oensucuerpo,querecordabadeunmodotantangibleloqueéllehabíahechocuandolahabíatocadolaúltimavez.Él la soltó y ella recuperó parte de la compostura que tanto había

practicadohastaqueconocióaLucWestfallyloechótodoaperder.Sabíaquedebíaseguirenfadadaydolida,yqueteníaqueesforzarseendefenderlosmuros que había construido alrededor de su corazón. Pero ya hacíamucho tiempo que esos muros se habían derrumbado. Ya sólo podíaponerseenpiesobresusruinasyesperarqueelinvasortuvierapiedaddeella.—Qué encantador —canturreó Adina—. Poder presenciar el

reencuentro de una pareja enamorada. —Suspiró y luego abrió comoplatos susojosbrillantes—.Vaya,Arabella, todavíano tehepreguntadocómoosenamorasteisLucy tú.Tubellezahablapor símisma, claro,ytodos sabemos que los caballeros valoran eso por encima de cualquierotravirtudfemenina,¿verdad?AsintióconsabiduríaylaseñoraBaxterhizolomismo.—Estáustedenlocierto—dijoLuc—.Loshombressonmuyestúpidos

cuandosetratademujeresatractivas.A Arabella se le encogió el corazón. Él no podía haberlo dicho con

intencióndesercruel.Peroestabaapretandolosdientes.—Adina —dijo—. Me gustaría hablar contigo cuando te vaya bien.

Aunqueantesquierodisfrutardeunmomentoasolasconmiesposa.Adinaesbozóunabrillantesonrisa.—Claro, Lucien —dijo, y le hizo señas en dirección a la puerta—.

Llévateaestapreciosadamaybésalaencondiciones.Noquieroquenadiedigaquemeheinterpuestoenelcaminodelamor.Serióconsuavidadyalegría.LaseñoraBaxtersoltóunarisita.Arabella sintió vergüenza ajena de aquellas dos mujeres de casi

cuarentaañosquesecomportabancomoestúpidasniñasdequince.Peroellaeraigualdeculpablepordesearlosbesosdeunhombrequelateníaobsesionada desde hacíameses y que le había hecho olvidar sus planespara lograr casarse con unpríncipe, a pesar de la despreocupación y la

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deshonrosaformaconlaquelahabíatratado.Luclehizoungestoparaquesalieradelantedeél.Yaenelpasillo, la

rectaespaldadeJosephsepusotodavíamástiesacuandopasaron.—¡Capitán!—Descanse,señorPorter.Lucabrióotrapuertaylahizopasardenuevo.Eraunsalónamueblado

segúnlosdictadosdelamodaysintenerencuentalacomodidad.Arabellasedetuvoenmediodelaestancia,peronosesentó.Élcerrólapuertaycaminóhaciaellahastaqueestuvomuycerca.—TedijequeregresaríaaCombeytetraeríaaLondresyomismo.Ellaentrelazólasmanos.—Vaya. Ya veo que has aprendido a saludar de una forma tan

desagradablecomoyo.Lucnosonrió.—¿Porquéhasvenido?—Paraplanearlabodaparalaquemedistecartablanca,silorecuerdas.

Yparacompartircontigoalgunainformaciónqueheaveriguadoyquenomehaparecidosegurotransmitirteporescrito.Lucfruncióelceño.—¿Información?—ElhijodeAdinanoesdetutío.Abriólosojoscomoplatos.—¿Telohadichoella?—No.Lo he averiguado hablando con la señora Pickett, yme lo han

confirmadocasitodoslosdemáshabitantesdelacasa.—¿Selohaspreguntado?—Pues claro. Primero me dirigí a los sirvientes de la casa y les

pregunté por la verdadera identidad del bebé que hay en el útero de laduquesa.Luegohicelarondayseguíconlosjardinerosylosmozosdelestablo.Yluegoselopreguntéa…Luclevantólamanocomosifueraacogerladelbrazo,yluegoladejó

caer.—¿Ycómoloaveriguaste?—Graciasaunacomplejaoperacióndesumasyrestas.Verás,yoantes

erainstitutriz,ymismatemáticassonespecialmentebuenas.Yaséqueaunhombredeeducaciónuniversitariacomotúleparecerásorprendente,perosé contar hasta más de nueve. A veces resulta muy útil tener tales

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conocimientos.Lucvolvióa levantar lamano,enesaocasiónparafrotarse lacicatriz

queasomabapordebajodelrizodepelonegroquesedescolgabaporsufrente.PeroArabellaviocómoselearrugabalafrente.—DespuésdequetemarcharasdeCombederepente,sinavisarnidar

ningunaexplicación…—Teescribíunmensaje.—…meentretuvevisitandoalasfamiliasdearrendatarios…—Comoladuquesaqueestástanpreparadaparaser.Arabellasintióunrevoloteodemariposasenelestómago.—TodoelmundoparecíaansiosopordejarmebienclaroqueAdinano

habíavueltoalacasadesdequeempezólahambruna,yque,duranteesetiempo, el viejo duque estaba demasiado enfermo para salir de Combe.Luc,queríanqueyosupieraqueelbebénoesdeTheodore.—Esonoespruebasuficiente.—¿Aquéterefieres?Cientosdepersonasestánseguras, incluyendoal

amade…—Es la palabra deAdina contra la de toda esa gente, y la palabra de

Adinatienemásvalor.—Negóconlacabeza—.Metemoqueasíescomosonlascosasenelmundodeloslicenciososnobles,pequeñainstitutriz.Arabellasemordióellabio.Lucposólamiradasobresuboca.Ellasearmódevalor.—Y hablando de comportamientos licenciosos, la señora Baxter ha

oído rumores muy sorprendentes sobre ti, lord Bedwyr y el capitánMasinter.—¿Ah,sí?Mepreguntóquéhabráoído.—Juego.Bebida. Juergas.—Sedetuvocon la respiraciónentrecortada

—.Mujerzuelas.Yasabes,lohabitual.—Lohabitual,¿eh?—Para algunos hombres.—De repente su intenso escrutinio la ponía

nerviosa—.Me siento como si volviéramos a estar en la cubierta de tubarco—susurró.—¿Porquetienesganasdeaferrartealabarandilla?—Porquemeestásmirandocomolohacíasentonces.—Intentóponerse

recta—.¿Porqué?—Puedequeseaporquemesientocomomesentíaentonces—dijocon

una extraña voz grave—. Como si un precioso misterio envuelto en

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modestia santurrona y una imprudente valentía decidida, hubieraaterrizadodelantedemíynosupieramuybienquéhacerconella.AArabellaseleapelmazólagarganta.—Podrías…Seabriólapuerta.«Besarla.»—¿Milord? Oh. Discúlpeme, milady. —El mayordomo hizo una

reverencia—. Josephme dijo que lo encontraría aquí,milord.Acaba dellegarelcarruajedelcapitánMasinter.Leesperaenlacalle.—Gracias,Simpson.Bajaréenseguida.Elmayordomoseretiró.—Bueno,ahílotienes—dijocondespreocupación.Habíadesaparecido

la intensidad de su mirada—. Por lo visto me espera un poco más dejuerga,yesoquesólosonlasoncedelamañana.Peroasíeslavidadeunhedonistaenlaciudad.Seseparódeella.—Nopuedeshablarenserio—dijoellaasuespalda.—Puesclaroqueno—ledijoconlamanoenlamanecilladelapuertay

lacabezainclinada—.Peronotengonadamásquedecir,Arabella.Asíqueesodeberíabastarte.Aellaseleencogióelestómago.—Nomebasta.Perosupongoquenotengoelección.Luc,¿porquéme

pusisteguardiasenCombe?¿Esquenoconfíasenmí?—Síqueconfíoenti—leaseguró.—Eleanorpensabaque leshabíaspedido a Josephy aClaudequeme

protegieran.Lucguardósilencioporunmomento.—¿Ylacreíste?—Nolosé.¿Dequénecesitoquemeprotejas?«De su absurdo corazóny de la indiferencia queLucdemostrabapor

él.»—Esta noche tendremos invitados —se limitó a decir—. Nada

inapropiadoduranteelluto.Sóloinvitaréaalgunosamigosíntimosparaanunciarlesquehasllegadoalaciudad.—Yo…—El ama de llaves se ocupará de los preparativos. Tú no tienes que

hacer nada, excepto vestirte para la ocasión.—Lamiró por encima del

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hombro—.Déjateelpelosuelto,porfavor.—Estoydeluto.Ysoyunamujercasada.Nopareceapropiadoque…—Déjatelosuelto,Arabella.Semarchó.

Aquella tardepasóvariashorasencerradaconAdinay laseñoraBaxter,que se tomaron la planificación de la boda con gran entusiasmo. Laemocióntiñó laspálidasmejillasdeAdinadeunbonito tonosonrosado.Cuando la conversación se convirtió en un debate sobre qué floristapodríaproporcionarleslasrosasmásfrescasennoviembre,ysepusieronahablardequeelríonooleríaespecialmentemalenesaépocadelaño,por lo que no era necesario que compraran ramilletes, Arabella fue avestirse.Había dejado marchar a su doncella y estaba sentada al tocador

pensando en el escote y la cantidad de piel de los brazos que dejabaentreverelvestidonegro.EntoncesentróLuc.—Ah, la dama en su tocador. Lamayor fantasía de un hombre y una

pesadillaalmismotiempo.Arabella intentó respirar con tranquilidad cuando se le acercó por

detrás y le miró a través del espejo. Él también vestía de negro, y elpañuelo que llevaba anudado en la frente era unamera extensión de subellezaprohibida.—¿Pesadilla?—Las decisiones femeninas siempre lo son. Por ejemplo, qué joyas

ponerse.—Notengoninguna…Luc se sacó una caja de la casaca y la abrió. Dos hileras de gemas

carmesíesbrillabanagrupadasenminúsculosramilletesdorados.—He pensado que como estás acostumbrada a llevar rubíes y oro no

rechazaríasesteregalo.—Sonpreciosos,Luc.—Los imaginaba brillando en tu pelo.—Le apartó un mechón de la

frente. Luego le cogió lamelena y se la apartó de los hombros—.Estanocheno llevaselanillo—dijo;era laprimeravezque lepedíaquenollevaraeseanillo.—Yo…No.—Puede que si se lo contara no se enfadara. Pero tenía

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miedo—.Gracias.Eresmuygeneroso.Lucdejólacajaenlamesa,sacóunodelospendientesyselopuso.—Unamujerguapanonecesitaadornos.Perounhombreorgullosose

losregaladetodosmodos.Arabelladejóquelepusieraelotropendienteyluegovolviólacabeza

paramirarcómobrillabanlasgemasalaluzdelasvelas.Luclevantólamanoyleacariciólamejillaconsuavidad,luegosiguióporelcuelloyelhombro. Ella suspiró y sus pechos se pegaron al corsé, hinchados,redondosysensiblesalecodesucaricia.Arabellaqueríaquelatocarayconfiara en ella, y que le diera motivos para que ella también pudieraconfiarenél.Unodelosdosteníaqueempezar.—Hacemuchosañosnosdijeronamishermanasyamíqueellegítimo

propietario de este anillo conocía a nuestros verdaderos padres. Nosdijeronqueesehombreeraunpríncipe.Lucdetuvosuscaricias.—¿Reiner?Ellalomiróatravésdelespejo.—No sabemos quién es, sólo sabemos que no reconocerá el anillo a

menosqueunadenosotrassecaseconél.Dejódetocarlaysellevólamanoalpañuelodelcuello.Lucsemiróen

elespejoysereajustóunpocolatela.—Esosuenaaalgúncuentogitano.—Crees que soy una tonta. Y tienes razón, porque fui lo bastante

ingenuacomoparacreérmelo.Peroteníamuchasganasdeconoceramipadre.Yqueríasabersimimadreera laclasedemujerqueafirmabaelreverendo Caulfield, la clase de mujer capaz de abandonarnos de esaforma. Quería saber si era una prostituta. —Se dio media vuelta paramirarlodirectamente—.¿Mecrees?¿Creesloquetehecontadosobreelanillo?—¿Porquénoibaahacerlo?Noeraunaafirmación.Seloestabapreguntando.Enesemomentopodríahaberlesuplicadoquecreyeraensufidelidad.

Podríahaberinsistidoenqueellajamássellevaríaaunhombreasucamacomo había hecho Adina, quizá como hizo su madre hacía muchotiempo…Talvezporesotuvotreshijastandiferentesentresí;pensarquecompartíanelmismopadreeraunaingenuidad.Lepodríahaberdichoque

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no tenía por qué esconderla en el campo y hacer que sus guardiassiguierantodossusmovimientos,porqueellanuncaleseríainfiel.Pero ella ya le había contado su historia y él seguía ocultándole

secretos.Arabellacogióunchalnegrodeencajeyseencaminóhacialapuerta.—Nuestrosinvitadosestánapuntodellegar.Noquierollegartarde.Sevolvióyporunmomentoleparecióverunasombradedesolación

ensurostrodestrozado.Peroenseguidadesapareció.Eramuyposiblequesóloselohubieraimaginado.Esperóaqueseacercaraalapuertayselaabriera,ybajólasescaleras

cogidadesubrazo:elcomteylacomtessedeRallisapareciendoantelosojosdelmundocomosiseentendieranalaperfección.

Despuésdelacena,unlujosoeventojuntoaunadocenadeparientesconunachispeanteconversaciónymuchasrisas,loscaballerosseretiraronajugar a las cartas. Cuando se quedó a solas con las damas, Arabella seenfrentó al tortuoso camino entre su pasado de institutriz y su nuevaposición de comtesse con cada frase que decía. Pero sus invitados eranpersonas sofisticadas que sentían afecto por Luc, y la aceptación delcapitánMasinterylordBedwyrlohacíatodomuchomásnatural.Entonces subió la escalera en dirección a su dormitorio pasada la

medianoche y completamente exhausta. Luc no fue a su cama.Mientrasestabadespiertatendidaenella, looyósalirdesudormitorioybajarlasescaleras,peronoregresó.Despuésdedesayunar,Adina, tumbadasobreunosalmohadonesycon

la barriga sobresaliendo de su delgado cuerpo, le hizo un gesto con lamano para rechazar la ayuda que le ofreció con los preparativos de laboda.LaseñoraBaxtersepusoaabrirlasrespuestasalasinvitacionesdebodayanotabalosnombresenlainterminablelistadeinvitados.Arabellalasdejódisfrutardelospreparativos.Joseph volvía a estar a su lado, cosa que debía significar queLuc no

estaba en la casa. Arabella fue hacia la parte delantera de la casaacompañada de su corpulento lacayo y empezó a explorar lashabitaciones.Cuandollegóaunaestanciade tamañomodestoamuebladaconunescritorio,dossillasyunaparadorenelquehabíagranvariedadde botellas y vasos, se apartó de la puerta. Luego se detuvo y volvió a

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entrar, cerrándole lapuerta al guardia en lasnarices conuna sonrisa enloslabios.Estaba nerviosa, le dolía la cabeza y tenía el estómago revuelto. Un

tragodecoñacparecíalomásadecuadoparaacallarsuagitación.CuandoLuc le permitiera volver a verlo, estaría tranquila y fuerte, y no dejaríaquesusprovocacionesysussecretoslehicierandaño.Destapó una botella, olió su contenido y se le llenaron los ojos de

lágrimasyempezóatoser.Coñac.Cogióunvaso,vertióundedoyluegoseacercóaunsillónysesentó.

Sonrióalpensarenellujodenotenerotracosaquehaceralasoncedelamañanaquesentarseabeberenunsillón.Todavía estaba sonriendo cuando miró los documentos que había

amontonadosentrespulcraspilasdelantedeella.Dejóelvasoycogióelpapelquehabíaenelmontóndelcentrodelsecante.

Respectoa su intencióndesolicitareldivorcioalParlamento,debepresentar una lista completa y detallada de las infidelidades de sumujer, incluyendo fechas, lugares, nombres y todos los testigosposibles.Paraestablecersuverdaderaeinnegableinfidelidadenunavista de esta clase, debe estar dispuesto a exponerla por completo,incluyendo cualquier factor familiar y de su juventud que puedanproporcionarbasesparaladifamación.Noexisteningunaformafácilde hacer esto, y aunque soy consciente de que un hombre de sucarácter se sentirá reacio a exponer a su familia a esta censurapública, estos son los pasos que deben tomarse para asegurar elresultadodeseado.

Era evidente que era el borrador de una carta. Habíamanchas en laszonasenlasqueelautorhabíavueltoamojarlaplumaenlatinta,yestaballenadepalabrastachadasycorregidasenlosmárgenes.PeroaArabellaselerevolvióelestómagodetodosmodos.«Tienequeserunerror.»¿Unabromatalvez?Lucnoinsistiríaenque

secasaraconélparadespuésdivorciarseinmediatamente.Y,sinembargo,leescondíacosas.Seacercóalmontóndepapelesylosfueapartandodespuésdeleersu

contenido con desesperación. Al final sus ojos se posaron en una carta

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escritaporlamismamano,eraotroborrador,peroenesaocasiónelautordelamisivahabíafirmado.

La dama por la que os habéis interesado es la señorita CarolineGardiner, la hija mayor de lord Harold Gardiner y lady FrancesGardiner.Esuntítulonuevo,supropiedadestáaochentakilómetrosal norte de Combe y es próspera. A la señorita Gardiner lecorresponderánquincemillibrasdedote,ademásdederechossobrelaproduccióndelmolinodeGardiner.Apartedelascondicionesdematrimonio,tambiénhayqueconsiderarlasposiblesinversionesquesepuedenhacerenlasminasqueseencuentranenlastierrasdelordGardiner. Peromi opinión es que la asignación de la dama esmásquesuficientepararevitalizarlafinca,ydejaunampliomargenparafuturosproyectosoparaque logastecomomejorconvengaensuspropiedadesdelnorteydeFrancia.Simepermite, tambiénquiero señalarle unaventaja adicional: la

chica es muy guapa y acaba de salir de la escuela. Como no hacemuchoquesuspadressonmiembrosdelasociedad,noconocenlasexigencias que podrían disuadir el matrimonio. En realidad, sé debuenatintaqueestaríanmásquedispuestosaaliarsufamiliaconladeCombe.Esperarésusinstruccionesantesderedactarunaofertaoficial.

AtentamenteThomasRobertJonasFirth.

¿Unaheredera?Arabella estaba muy mareada. Dejó la carta sobre la pila e intentó

respirar.Estabaconvencidadequeprontosucumbiríaaunagrantristeza,pero de momento sólo sentía una náusea fría y metálica y una enormeconfusión.Luc había insistido en que se casara con él.Había insistido.Luego se

negóaconcederleunaanulación.Despuéslepidióquesecasaraconél—porsegundavez—,ynosóloparacumplirconlosrequisitosdelaIglesia,sinocelebrandounabodaqueelladebíaplanificarasugusto.Noteníasentido.ExceptoporelhechodequeaCombelevendríanmuy

bien lasquincemil librasqueentraríanensusarcas.Conesedinero losarrendatariosvolveríanaserfelicesenseguida.

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LosarrendatariosqueLuchabíaqueridoqueellaconociera.Sellevóunamanotemblorosaalacara.¿Quéclasedejuegoeraaquel?Derepentenopodíaseguirsentadaniunsegundomás.Se levantódel

sillón.Ledabavueltaslacabezayteníaelestómagorevuelto.Secogiódelamesayseacabóelcoñac.Sedejócaerenelsillón,sellevólasmanosalatripayluegoalpecho.

Tenía los pezones sensibles y la tripa un poco más redondeada. Elgeneroso escote que había lucido la noche anterior no era cosa delvestido.EraelhijodeLuccreciendoensuinterior.Sonrió.Luegoserió.Yentonceslloró.Despuésselimpiólaslágrimasysedirigióhacialapuerta.No pensaba liberarlo de su compromiso. A pesar de las cartas de su

secretarioydesucontinuadistancia,nocreíaqueélquisieradeshacersedeella.Ledaríaelherederoquenecesitabaytendríaunosbrillantesojosverdes.Yleayudaríaasolucionarlapobrezadesusarrendatarios.Armadadeunvalorincierto,laprimeracosaquedebíahacererapedir

quellamaranalamodista.Seibaacasar—denuevo—dentrodediezdías.Necesitabaunvestidodenovia.

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16

Laboda

—Debedeseragradableestarapuntodeconvertirseenduque,queridoamigo Luc. —El capitán del Victory de su Majestad Anthony Masinter,estaba al timón del buque de guerra de ciento veintidós cañones yobservabasusdominios—.LepidesalaMarinaRealquehagasubirestebarcoporelrío,yalalmirantelefaltatiempoparadecirtequesí.Elbarco,adornadoconguirnaldasyfloresblancas,farolesdepapely

llenodesirvientescorriendodearribaabajo,eratodounelegantefestivalque cruzaba el Támesis. AdinaWestfall era una mujer muy tonta, peroconocía muy bien la clase de pompa que atendía a esa clase de bodas.Todoeramuyfestivo.Exceptosunovia.Cuanto más se acercaba el día, más distante estaba. Aducía hercúleas

tareas que todavía le quedaban por completar, y cenaba en compañía deAdina y la señora Baxter, y pasaba la mayor parte del día reunida concarreteros, floristas y personas así. Luc visitaba su club y se volvió areunir con Firth, e intentaba no morirse de ganas de mirarla cuandopasabajuntoaél.Parasaciarsupatéticanecesidaddesentarseenlamismahabitaciónqueelladuranteunrato,visitólosaposentosdeAdina.Arabellanoestaba,peroAdinasemostrómuylocuaz.—Oh,Luc,serásunespléndidotutorparamibebé,seaniñooniña—

comentóconefusividad—.EstoyencantadadequemiqueridoTheodorelodispusieraasí.Noeralobastanteinteligentecomoparaserunabuenaactriz,yLucla

creía. Fletcher todavía no había hablado con ella. O bien sus amenazaseranpurafachada,obiennoqueríapreocuparlahastaqueelbebéhubieranacido.Parsons le envió una carta en la que le explicaba que varios de los

arrendatarios querían reunirse con él cuando regresara a Combe. El

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administradorlepreguntabacuántotiempoestaríadelunademiel.Lucnopodíadarleunarespuesta.Lemandóunanotaasucomtesse,quevivíaenlamismacasa.Hacíaseis

añosqueeracapitándeunodelosmejoresbarcosdelamarina,ysesentíacomounimbécilpornosercapazdellamarlaatencióndesumujer.CuandoMileslepusolacasacasobreloshombros—unacasacaquesin

duda llevaría mientras cenaba solo—, Arabella asomó la cabeza por lapuertadesuvestidor.Llevabaunsencillovestidonegroquetrepabaporsucuello y se había recogido la preciosa melena en dos trenzas que lecolgabansobreloshombros.Teníapelodevalquiria.Enrealidadparecíauna chica que estudiaba para ser institutriz. Una combinación de ambascosas.Ni en lasmanos, ni en las orejas, ni en el cuello llevaba joyas olazos, y el bulto del anillo de rubíes ya no estaba. Tenía las mejillassonrosadasyloslabiosseparados.—¿Queríasverme?«Detodaslasformasposiblesatodaslashorasdecadadía.»ALucselesecólaboca.LehizoungestoaMilesparaindicarlequesalieradelahabitaciónyse

acercóaella.—Sí.Arabella tenía la barbilla levantada. Pero no pudo resistirse a tocarla.

Cogió la punta de una de las trenzas con los dedos y acarició el pelosatinado.—Hoyherecordadoquelasparejasreciéncasadassuelenirsedeviaje

después de la boda —dijo sintiéndose ridículamente torpe y con unaextraña sensaciónde rigidez en la lengua.Bajó lamiradayobservó losferocesmechonesdepelosobrelapalmadesumano—.¿Tegustaría?—Peroen realidadno seremos reciéncasados—lecontestóella—.Y

teniendoencuentaquenohacemuchoquehemoshechounviaje,noveoporquédeberíamosceñirnosaesaconvención.Luc dejó que la trenza resbalara por entre sus dedos. Entrelazó las

manosasuespaldaylamiróalosojos.Aellaelcorazónlediounbrinco.Porunmomentoélviosuavidaden

lamirada de Arabella, y la luz que brillaba en sus ojos parecía buscaralgo.Luegosevolvieronaapagar.Precisamenteesaformaqueteníadeencerrarseensímismaeraloque

hacía que él no fuera a buscarla a su cama por las noches. Sabía que

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podría reclamarle sus derechos como marido y ella aceptaría, era unamujer apasionada. Pero no podía utilizarla de esa forma. Ella merecíamás,nopodía tratarlacomosi fuerasuamante.Arabellamerecíaque latratarancomolaprincesaqueundíasoñóquesería.Pero no sabía cuánto tiempo más aguantaría. La semana que había

pasado ya le parecía unmilenio. Si la vida a su lado iba a pasar así dedespacio, muriendo de deseo por ella sin poder tenerla, hubiera sidopreferiblemorirenaquellaplayadeSaint-Nazaire.Pero mientras miraba su precioso rostro y veía esa combinación de

reticenciayadorabledeterminación,nopodíadesear tal cosadeverdad.Inclusoaquellosbrevesmomentosensucompañíaeranmejoresqueunavidasinella.Porlovistosulocurayaeracompleta.—¿Ytú?—preguntóella.—¿Yo?Seaferróalashebrasderazónque,comosiempre,sedesenredabanen

supresencia.—¿Quesitúcreesquedeberíamosceñirnosaesaconvención?Luc se rascó la nuca como si lo estuviera pensando. Intentaba ganar

tiempo.Eltemaestabaapuntodedecidirse,suconversaciónseterminaría,yellasemarcharía.—Nunca me han gustado mucho las convenciones —confesó—.

Tendrás que disculparme por ello, pequeña institutriz. Sé que te hasdedicadobastantetiempoaenseñarmodalesconvencionales.—Eso lo hice con las chicas que no poseían ninguna chispa de

originalidadnatural.Peroa lasque teníanunespírituúnico, lasanimabaa…—¿Lasanimabas?—Lasanimabaaperseguirsussueñosdelaformamásbeneficiosapara

susintereses.ALucleempezóadolerelpecho.Ellahabíaintentadoseguirsusueñoy

éllahabíaatrapadoaunpasodeconseguirlo.—Supongoquenolesaconsejabaslomismoasusmadres.Nosabíacómohabíaconseguidosonreír.—No exactamente. —Sus perfectos labios de fresa esbozaron una

sonrisa—.Perounaacabaaprendiendoadar ciertaversiónde laverdadcuandonoestáenunaposición…—tragósaliva—envidiable.—Inspiróhondo—.Deberíairme.Estatardetodavíamequedanciencosasporhacer.

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—Sehabíapuestonerviosa—.¿Esoeratodoloquequeríasdecirme?—Sí—mintió.Arabellasefueyélsequedóallídepieunbuenratodespuésdequese

marchara.Elcorazónlelatíadespacioyconfuerza.Llevaba dos días sin verla. Y estaba a punto de casarse con ella por

segundavez,enesaocasiónconelbeneplácitodelaIglesiadeInglaterra.—Después de haber capitaneado este barco durante seis años en la

guerra—ledijoaTony—,nohayquesernibaronetparaqueteconcedanprivilegiosespeciales.Suamigoresopló.Lucobservabadesdeelalcázarcómollegabanlosinvitadosdelaboda

y se subían a la embarcación cruzando el puente flotante que habíanconstruidodesdelaorilladelríohastaelbarco.Entonces el corazón le dio un brinco.Arabella avanzaba con cuidado

delbrazodesuprimo.Cruzóelpuenteendireccióna lacubiertacon lacabeza alta y los hombros rectos. No demostró ni un ápice de miedocuando embarcó. Se había hecho un semirrecogido y su melena sedescolgaba en una cascada de tirabuzones. Llevaba un vestido de colorrosapálidoquedejabasucuelloysushombrosaldescubiertoyofrecíaunahipnóticavisióndelabellezafemeninaquehabíadebajo.Pasópordebajodel toldoblancoerigidosobre laplanchade lamano

deCamysubióacubierta.Lucseinclinóhaciadelante.—Mira,querida—dijosuprimo—,aquíestátunovio.Arabellalevantólamano,laposósobrelacaradeCamylediounbeso

enlamejilla.—Gracias,milord.ALucleardiólagarganta.Camlehizounaelegantereverencia.—Hasidounplacerfacilitarvuestraboda.Otravez.Luclacogiódelamanoytiródeellahaciaél.Ellalevantólaspestañas,

losacianosestabaniluminados.—Esfúmate,Cam.—Muybonito,Lucien.¿Tieneslosanillos?—Los tiene el sacristán en la iglesia.—No dejó demirarla—.Ahora

vete.—Ah, el impaciente novio. Parece que esa escurridiza criatura existe

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despuésdetodo.Fascinante.Enhorabuena,querida.SonrióaArabellaysemarchó.—Hasidomuyamableymehaayudadoasubiralbarco—dijoellacon

unapequeñasonrisa.—Aprovecharíacualquieroportunidadparatocaraunamujerguapa.—¿Ytú,milord?—lepreguntóArabellaconesasinceridadquelehabía

encandiladodesdeelprimerdía.—Yosóloquierotocaraunamujer.Laintranquilidadasomóalosacianos.—Esperoqueesamujeralaqueterefieresseayo.—Enrealidad,yahacebastantetiempoqueesoesasí.—Intentabahablar

conrelajación,peromuchotemíaqueparecíatanbufóncomosesentía—.¿Estásbien?Arabella asintió, pero los pequeños temblores de su cabeza dejaban

entrever que no había superado su miedo, sólo había conseguidoesconderlocongranesfuerzo.—¿Porquéhiciste esto,Arabella? ¿Por qué elegiste unbarco si te da

tantomiedoelagua?—Notengoriqueza…—Tieneslamía.—Riquezapropia.—Siguiólevantandolabarbilla—.Queríahacerteun

regalo de boda. Quería complacerte como… Como no lo había hechoantes.—Duquesa,sinolohubierashechoya,¿creesqueestaríaaquíahora?Ella flexionó las rodillas con la misma elegancia que un cisne

agachandoelcuello.—Esunhonor,milord.—Arabellatengo…Entonces Luc vio una figura vestida de negro subiendo a la cubierta.

Fletchermiróaizquierdayderechayseagarróalabarandillaconfingidadespreocupación,peroteníalosnudillosblancos.Lucsequedósinrespiración.—¿Hasinvitadoaesehombre?Ellasevolvió.—¿Acuál?—Elquellevaunacruzdeorocolgadadelcuello.Arabellalomiróalacara.

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—¿Quiénes,Luc?—ElobispodeBarris.AbsalomFletcher.—No vi la lista de invitados final. Adina la supervisó. Pero no es de

extrañar quehaya invitado a suhermano.—Locogióde lamano—.Losiento,Luc.¿Quieresquelepidaquesemarche?Adinanovendrá,claro,ynoveoningúnmotivoporelquetengaqueestaraquísinotecomplace.Lucmirósusgrandesycompasivosojosyquisoque losupiera todo.

Ella había cuidado de los hijos de otra mujer y se aseguró de queestuvieran a salvo. Ella había pedido clemencia para un ladrón porqueestaba muerto de hambre. Ella había intentado proteger el nombre deLycombedelinciertopasadodesufamilia.Y,sinembargo,éleraincapazdedecirlelaverdad.Nopodíaconfesarlelosvergonzosossecretosdesupasadonilosmiedosqueensombrecíansupresente.Debíaprotegerla.ArabellaentrelazósusesbeltosdedosconlosdeLuc.—Noestropearánuestracelebración—leaseguróconfirmeza—.Nos

limitaremosaignorarle.Yallevountiempoestudiandoelartedeldesaire.SegúnlaseñoraBaxter,esunaarmanecesariaparacualquierduquesa.Noveoporquénopuedoemplearlacomocomtesse.Luclacogiódelamano.—Unasirenaconelpeloenllamasylosojoscomoacianosdeverano.

—EljovenqueestabajuntoalhombrodeLuchablabaconrapidezyconunsuaveregustoalcontinente—.Mihermanotehizojusticia,belleenfant.Arabellatemíaestarmirándolofijamente.Parecía flotar sobre las puntas de sus brillantes botas mientras se

apoyabaenLuc.Susojosverdeseranvibranteseimpacientes.—Ahoracomprendosuadmiración.Esbozóunapreciosasonrisaqueleiluminólacara.LucapartólamanodeladeArabellaylaposósobreelbrazodeljoven.—Hasvenido.—Nopodíaperdermelabodademihermano.—RodeóaLucysellevó

lamanodeArabellaaloslabios—.ChristosWestfall.Enchanté.—Arabella,esteesmihermano.Lucestabamáserguidoysuvozsonabamássegura.Ellahizounareverencia,peroChristoslaurgióalevantarse.Seacercó

aellaylaobservóconatención.—Luc, elle est exquise —dijo arrastrando las palabras. Luego se

apresuróaañadir—:¿Dóndelaencontraste?

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LacomisuradellabiodeLucsecurvóhaciaarriba.—Enunataberna.—Y,sinembargo,sushuesosgritansangrereal.—Loslargosdedosde

Christoslacogierondelabarbillayleinclinaronlacabezadeizquierdaaderecha. Ella se lo permitió intentando sonreír y con un manojo denervios en la tripa—. Tienes que vestirla de violeta y armiño para quepueda hacerle un retrato. Llevarás una corona, Belle. J’insist! Pero sincetro.Loscetrossonparareyesviejosybigotudos,noparalasprincesas.—Comotúquieras—aceptóLucconsencillez,peroestabamirandoa

su hermano con lamisma intensidad con la que Christos la estudiaba aella.Arabellaseapartóconsuavidaddesusdedos.—Estoyencantadadequehayasvenido.—Seesforzabapormantenerla

vozserena—.Debéistenermuchodequehablar,yyotengoquesaludaralosinvitados.Porfavor,disculpadme.Avanzóaciegashaciadelante.Unamanopequeñayfuertelecogiólasuya.—¡Esexactamenteigualqueelduque!—susurróRavenna.—Enciertomodosí,aunqueesmásdelgadoyunpocomenosfornido.

—EleanoraparecióalotroladodeArabella—.¿Essuhermano,Bella?Asintióycogiólasmanosdesushermanas.—Quedaosconmigo,porfavor.Conozcoamuypocasdelaspersonas

queestánaquí,yenestemomentocreoquenoestoypreparadadel todoparasercomtesse.Pero eso no era cierto. Era comtesse porque había sido

indescriptiblemente débil, no fuerte. Y en esemomento el hombre cuyasupuestaheridademuerte lahabíaabocadoalmatrimonioestabaaunosmetros de distancia, con aspecto de ser una persona tan correcta comocualquieradelasdemásquehabíaenaquelbarco.Saludó con elegancia a personas que no conocía, aceptó sus

felicitaciones e ignoró sus miradas curiosas. Entre los invitados habíaelegantes condes e impresionantes ministros, duques viejos, condesasvestidas a la última moda, barones, almirantes; todos ellos con susrespectivas esposas, y Arabella conversó con todos sus invitados sinproblemas.Elúnicohombreconelque lecostabahablarestabaperdidoentrelamultitudconlaovejanegradesuhermano,manteniendounaposedeseguridadyunasonrisaenelrostromutilado.

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Eleanor y Ravenna estaban conversando con algunos invitados. Se leaceleró la respiración.Ynofueporelaguagrisdel ríoque la rodeaba,sino por el pánico que crecía en su interior. Arabella corrió escalerasabajo.ChristosyRavennalaencontraronallí.—¡Belle!¡Porfinteencontramos!—Christossemovíaconligerezay

una gran elegancia. Era un hombre apuesto con un rostro que reflejabatodoelcaráctery la intensidadqueseadivinabaenel semblantedeLuc,pero donde no había ni rastro de su seguridad. Se sentó a su lado y lacogió de la mano—. Tus invitados te están buscando. ¿Por qué teescondes?—¿Teestásescondiendo,Bella?Ravennasepusodepiedelantedeellaconlasmanosenlascaderasy

unaexpresiónpreocupadaenelrostro.—No. Sí.—Miró directamente a Christos—. Tú y Luc lleváismucho

tiemposinveros.—Sólomediadocenademeses.Pero…—Hizoungestocon lamano

para quitarle importancia— los meses y los años no importan cuandoexisteafinidaddeespírituyungranafecto,non?Ravennaasintió.ArabellagirólamanodentrodeladeChristosylaseparó.Laspalabras

desesperadasquetantotiempollevabanatrapadasensuinteriorresbalaronporsulengua.—¿Tuhermanoseríacapazdedivorciarsedesumujersin informarle

desusplanes?—Noelhermanoquellevavariassemanasalabandoadichaesposaen

suscartas—dijoélsinvacilar.—Encontré cartas dirigidas a él. Las había escrito su administrador.

Hablaban sobre lo necesario para preparar una petición de divorcio, yacercadeunaherederacuyadotepodríarestaurarlafortunadeCombe.—Oh, Bella. —Ravenna abrió sus ojos oscuros como platos—. ¿Le

preguntasteaLucporesascartas?—Nolohizo—dijoChristosasintiendopensativo—.Metemoquehay

muchomiedoenunamorincierto.Ravenna levantó las cejas.Arabellanopodíamirar a suhermana a la

cara.—¿Cómo se llamaba esa heredera? —preguntó Christos ladeando la

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cabeza.—SeñoritaGardiner.Christosrelajólaexpresiónyesbozóunasonrisa.—Ah,entonceselmisterioestá resuelto,mabelle.Erami tíoquiense

informóconlaintencióndeconvertirlaenmiesposa.ElaireentródegolpeenlospulmonesdeArabella.—¿Tutío?—Intentórecordarlascartas.Ningunateníafechaytampoco

aparecíaelnombredeLuc—.¿Cuándotelodijotutío?—Haceunaño.—¿Yquéesesodeldivorcio?—EsoeraparaliberarCombedelasgarrasdelhermanodesumujer—

replicóChristosautomáticamente.Arabellaseinclinóhaciadelante.—¿Quésabesdeesetema?—Loquemecontómitíahaceunañocuandolehiceunavisita,quesu

hermanoqueríaqueellasequedaraenLondresmientrasmitíomoríasoloen Shropshire. Esa mujer es muy buena, pero tiene un alma débil. Noobstante,metemoquesuinocenciaesperjudicialparamihermano.—Pero¿quétienequeverunacosaconlaotra?—quisosaberRavenna.—Ah,monchou—dijoélmeneandolacabeza—.Meparecequesabes

pocosobrelaavariciadeloshombres.—Porsuerte—contestóella.Entornólosojos—.¿Quéesunchou?—Unacol.AArabellaleibalacabezaamilporhora.—¿PorquénosedivorciódeAdinasiteníalaintencióndehacerlo?El

hijonoessuyo.Christosseencogiódehombrosconelegancia.—Puedequenosupieraqueestabaembarazada.—Teníaquesaberlo.¿PorquénotecasasteconlaseñoritaGardiner?—Ah.—Bajólabarbilla—.Aunquemegustaríamucho,mepareceque

elafectoylacompañíadeunamujerconlaquepodercompartirsueñosnoesparamí.Nosoyadecuadopararecibireseregalo,mabelle.Noeraadecuado.—¿Christos?—Cogiósuenormeybonitamanodeartista—.¿Porqué

noeresadecuado?Élesbozóunamuecacon los labiosyen suboca sedibujóunaonda.

Luegogirósusmanosentrelazadas.

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—Tengoaltibajos.—Seapartólateladeencajequelecubríalospuñosde la camisa. Tenía la muñeca llena de cicatrices entrecruzadas ysobrepuestasentresí—.Avecestocofondo.Yningunadamamerecevivirasí.Sehizounsilencioentreellosyescucharonelmovimientodelospies

sobre la cubierta, las conversaciones sofocadas de las cuatrocientaspersonasylasnotasmudasdelosviolinesylasflautas.Ravennasesentóenunasillayapoyólasmanosenlasrodillas.—¿Quépodemoshacerparaquepuedasvolveracasartecontuduque

conlacabezalibredecargas,Bella?—Oui, ma belle. Tu hermana habla con la cabeza y yo hablo con el

corazón,pero teayudaremos.Porqueestoy tanseguro,comoséquesoyunhombre,dequemihermanono tienemalas intencionescontigo.Másbienalcontrario.—Me parece que alguien está extorsionando a los arrendatarios de

Combe—explicóArabella—,perosólomeofrecenpistastemerosas.Notengoningunaprueba.Ycreoquelapersonaqueestádetrásdetodoestoes el obispo deBarris, el hermano deAdina.Y, sin embargo, no tengomuchoshechosenlosquebasaresaacusación.—Exceptoelodioquesientepormihermanoysuformademanipular

amidulce tía.YamenosqueLuc se convierta enduque,mi tío será elprincipaladministradordeCombe.—Peroesonobastaparademostraruncrimen—afirmóRavenna.—EntoncesArabelladeberáencontraralgunaprueba—replicóél.—¿Dónde?—Ensusaposentosprivados.—¿Deverdadcreesqueunhombrequecometecrímenesrelacionados

conmilesdelibrasesconderíalaspruebasdesusfechoríasenuncajóndesuestudio?—Sí.—Parpadeóconsus intensosojosverdes—.Ya lohevistoantes.

Malditostontos.Pffff.—¿Dónde estáBarris?—preguntóRavenna repentinamente ansiosa—.

Iremosallíy…—BarrisesunaisladellejanomardelNorte,monchou.—Pero¿élviveenLondres?—Cuandoyoeraniño,teníaunacasacercadeRichmond.Mihermanoy

yoestuvimosviviendoallídurantealgunosaños.

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—Todavíatieneesacasa—explicóArabella—.Adinalomencionó.—Podríasirahacerleunavisita—sugirióRavenna—,ycuandosalga

de la habitación, le registras el escritorio. Leí una novela donde elprotagonistalohacía.—Ah, oui. Y el arte siempre refleja la realidad, non, mon chou? —

preguntólevantandolaceja.—Creoquedeberíasdejarde llamarme«tu col»onuestroparentesco

empezaráaserunpocoincómodo.—PeroRichmondestádemasiadolejos—dijoArabella—,yluegohay

quesentarseaesperaraquesalgadelacasa.Ravennafruncióloslabios.—Yestarállenadesirvientes.—EntoncestendrásqueircuandosalgaaentretenerseporLondres.—¿Ycómosabrácuándolohará?—¿Acaso no lo está haciendo ahoramismo justo encima de nuestras

cabezas,mon…?Ravennalofulminóconlamirada.Élserió.—Talvez…AArabella se le aceleró el corazón.Quería ayudar a Luc.Necesitaba

ayudarlo.Eseeraelproblemaqueélleestabaescondiendo.Noteníatodaslaspiezas:nosabíaporquénoqueríacompartirloconella,nielmotivoporelquelallegadadeChristoslehabíatranquilizadotanto.Apretólospuños.—SeniegaadejarqueleayudeaprotegeralagentedeCombe.—Ah,ma belle —intervino Christos—. Mi hermano siempre intenta

proteger.Compartiresacargaleresultaimposible.Arabellaselevantó.—Podríairacasadelobispoahoraaprovechandoqueestáaquí.Puede

quenosemevuelvaapresentarestaoportunidad.MilacayoJosephpodríavenirconmigo.Vosotrosdososquedaréisaquíeinventaréisexcusasparajustificarmiausencia.—¿Detupropiaboda?Ravennasaltódelasilla.—Justo después. Tengo que hacerlo, Venna. Cuando llegue, los

sirvientesmepediránqueespereaqueregrese,luegoseolvidarándemí,ypodréregistrarlacasaamiantojo.—Semordióellabio—.Espero.—Estopareceundisparate.

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—Non.Noloes.Lacasaessencillayestávacía.Haypocossitiosenlosquebuscar.Los sirvientes sonmayoresyno se interesanmuchopor lasvisitas.—¿Enlacasadeunobispo?—Ensucasa.—Christosselevantócomosifueraungato;eraesbeltoy

elegante—.Losémuybien.Sólounlocopuedereconoceraotroloco.

MientrasArabellaestabaenlaparteinferiordelbarco,elchampánhabíafluidoconabundanciaylaconversaciónestabamuyanimada.Igualquesuimaginación. Plantearse huir a Richmond para registrar la casa de unobispoenbuscadeunosdocumentosqueprobablementenoexistieranerauna estupidez.Lamisma estupidez que la había conducido a un callejónoscurodeunaciudadportuariaquenoconocía,yquedesencadenólaseriedeacontecimientosquelahabíanllevadohastaallí.Siguieronallímediahoramáshastaqueunpequeñogrupodeinvitados

yfamiliaresabandonaronelbarcoconellayconLucparairalaiglesiaacelebrar la ceremonia.Luego regresarían alVictory para cenar, bailar ydisfrutardelosfuegosartificiales.Adinanohabíareparadoengastos.Arabellanopodíaesperarmediahora.TeníaqueveraLuc.Lobuscó

porentrelosinvitados.Estabamuynerviosay,pormuchoquetemierasudistanciamiento,sóloqueríaestarasolasconél.Alprincipiopensabaqueesosnervioseranelmotivodelaspeculiares

miradasquelelanzabanalgunosdelosinvitados;enespecial,lasdamas,que se escondíandebajode susparaguaspara evitar sumiradamientrasloscaballerosvolvíanlacabezahaciaotroladocuandoellapasaba.Perose lo estaba imaginando todo.Nadie ignoraría a una novia el día de suboda.Serpenteóentrelagentequeaguardababajoeltoldoprincipalinstalado

enlapartefrontaldelbarco,yseencontróconEleanor.—¿Bella? —Frunció el ceño—. Tengo que decirte una cosa que me

parecequenotevaaresultaragradable.Perodeberíassaberlo.«Luc.»—¿Quépasa,Ellie?—Acabodeescucharunrumormuydesagradable,porqueséqueesun

rumor. Me lo ha contado una mujer que no creo que sepa que soy tuhermana.

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—Dímelo,porfavor.Rápido.—Por lo visto, se dice que le has sido infiel al comte, que tienes un

amante o varios, y que estás ansiosa por convertirlo en el padre de unbastardo.Arabella se quedó sin aire en los pulmones y una oleada de calor se

extendióporsucuerpoysusmejillas.—Esunrumor.—Pues claro que sí. Para mí es evidente que le adoras, y aunque no

fueraasí,tútienesdemasiadaintegridadcomoparahaceralgosemejante.—Eleanormiróasualrededor—.Peroalguienestácontandoesahistoria.Mira a esas dos mujeres de allí, nos miran como si fuéramos unacuriosidadenunaexposición.Nopodíadejarse lastimarporun rumor.Yasehabíamantenido firme

contra la crueldad y la falta de amabilidad enmuchosmomentos de suvida.LoúnicoquelaentristecíaeraqueesacrueldadlehicieradañoaLuc.—Lamujerquemelohacontadomehadichoquelainformacióndebe

de ser cierta porque procede de una fuente de dentro de la familia—leexplicóEleanor—.Peronoesladuquesa,essuhermano,elobispo.¿Noteparecelomássorprendentequehasoídoenlavida?—No.—Seleaceleróelcorazón—EsehombreodiaaLuc.Creoquelo

haceparahacerledaño.PoresemismomotivolesquitabaeldineroalosarrendatariosdeLuc.

Pero ¿sólo querría hacerle daño o su objetivo era arruinarlo porcompleto?¿Oloharíaconalgúnotrofin?Todoaquelloerademasiado.Ladesesperaciónsevolvióaapropiarde

su razón, y el plan que habían trazado Christos y Ravenna cada vez leparecíamenosabsurdoymáspróximoasersuúnicaesperanza.CuandolevantólacabezaparabuscaraLuc,sehizoelsilencioentrela

gente. Oh, cielo santo. ¿Tenían que ir en solemne procesión hasta laiglesiaasí?Teníalacabezahechaunlíoyestabamuynerviosa,nocreíaquepudierasoportarlo.Pero nadie la estaba mirando. Todos se habían vuelto hacia otra

persona.Depie,alotroextremodelaplancha,ybajounrayodesolquesecolabaporentrelosaparejosquecolgabansobresuscabezas,elobispodeBarris aguardaba con los brazos cruzados sobre la enorme cruz quellevabacolgadasobrelospectorales.Seveíabrillarsuanillodeamatista.—Permitidmequecompartaestasnoticiasqueafectanprofundamentea

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mi familia con gran solemnidad—dijo con la seguridad de un hombreacostumbradoalpúlpito.Losinvitadossequedaronensilencio,todoelmundoloobservabacon

la boca cerrada. Se detuvieron incluso los parasoles de las damas. UnterriblecalortrepódesdeelúterodeArabellahastasucuelloyllegóhastalaspuntasdesusdedos.IbaadeclararqueellaeraunaJezabeldelantedetodoelmundo.AquelloavergonzaríaaLucdeporvida.—Mihermana,laduquesadeLycombe,acabadedaraluz.—Hizouna

pausa,yArabellacerrólosojos—.Esunniño.

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Lafuerzadeunhombre

—LoúnicoquelamentoesquemiqueridoamigoTheodor—prosiguióFletcher—, a quien todos admirábamos, y que tanto amaba sumujer—esbozóunaextrañaytristesonrisa—,aunqueeraalgounpocoanticuadoporsuparte—seoyeronalgunasrisitasentrelagente—,nopuedaverconsusojosasuhijoyheredero.Perotengofeenquesuespíritudescanseenpaz sabiendoque su esposay suhijo estánbien.Si son tanamables,megustaríapedirlesque levantensuscopasconmigoporelnuevoduquedeLycombe.YporLucien,cuyabodahonramoshoy,yqueseguirásiendoelherederohastaqueasistamosaotrabodadentrodeunpardedécadas.Seoyeronmásrisasyeltintineodelcristal.ALucnoleimportaba.NosabíadóndeestabaArabella.Losmaliciosos

rumores que circulaban por la fiesta ya debían de haber llegado a susoídos.Levantólacopa,aceptólosempáticosgestosdesusamigosyseinclinó.

Luego todo el mundo empezó a hablar. Dejó la copa de champán y seabriópasoporentrelosinvitadosbuscandoasumujer:sulimitadocampodevisiónnuncalehabíaparecidotanfrustrante.Debíadeestardestrozada.No.Nopodríanconsupequeñainstitutrizde

lengua afilada.Antes que aceptar aquellamentira, eramás probable quecontestaraalescucharelrumor.Luc sabía que era mentira. El pensamiento racional lo abandonaba

siemprequeestabaconella,perolaconocíaigualmente.—¿Buscando a tu impactante novia, Westfall? —Se tropezó con un

capitánquehabíaconocidodurantelaguerra—.Puedequehayadecididomarcharse ahora que ha escuchado que no será duquesa, ¿no? Pobrediablo,miraqueperdereltítuloylamujerelmismodía…SerióylediounapalmadaenlaespaldaaLuc.Estababorracho.Éllo

adivinóensusojosrojos.Leestabatomandoelpelo.Eraunabroma.De

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muymalgustoeinsensible,peroinocente.¿Yseríaacertada?Distante.Evasiva. Inalcanzable.Arabellasehabíacomportadode todas

esas formas desde que había llegado a la ciudad. Y antes de eso… EnFranciahabíaintentadoescaparsedeél.Noselopodíacreer.Ellayadebíasaberque,apesardesuceguera,la

encontraríadondefuera.

Estaba tan nerviosa que le costó mucho bajarse del carruaje ante lamodestacasadelobispodeBarrisenlasafuerasdeRichmond.Seerigíasolitaria en el extremo de un extenso parque alejado de la carreteraprincipal y amedio kilómetro de la casamás cercana, que parecía unaespeciedeescuela.Elríofluíapordetrásdelaviviendaproporcionándoleunafronteranaturalenlaparteposterior.Arabellasedirigióhacialapuertaconmuchadeterminación.—Nocreoquetardemucho,Joseph.Supongoqueunahora.—Megustaríaentrarconusted,milady.—No. Este es un recado de extraordinaria delicadeza. Si entras, tu

imponente tamaño y tu mirada penetrante alarmarán al personal delobispo.Ellacayofruncióelceñoylamirócontrariado.—Espérame en el carruaje. El comte estaría complacido de que lo

hicieras,silosupiera.Sielcomteseenteraba,despediríaaJosephydespuésledaríaunabuena

reprimenda aArabella.Verbal, claro. Luc jamás la había tocado de unaformaviolenta.Semarchóhacialapuertaconlasmejillasacaloradasycolocándosela

capasobreloshombros.Nosehabíaparadoaquitarseelvestidodenovia;todavíanoestabapreparadaparahacerlo.QueríaqueseloquitaraLucensu noche de bodas, y quería que lo hiciera muy despacio. En realidadesperaba que lo hiciera aquella noche. La ceremonia de la iglesia debíahaberse celebrado hacía una hora, pero ella no estaba presente.Así queaquellatampocoseríasunochedebodas.Peropodíanfingirquesí,siemprequeélvolvieraadirigirlelapalabra

después de que lo abandonara en el altar justo cuando se acababa deenterardequenoseríaduque.

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¿Quéhabíahecho?Perolasfamiliasdearrendatariosnopodíanseguirsufriendo.Elobispo

era el administrador del pequeño duque y por tanto tenía el control deCombe.Jamásvolveríaateneresaoportunidad.Llamóalapuertautilizandoelsencillo llamadordelatón.Apesardel

elegante atuendo del obispo, su casa no era nada ostentosa. Le abrió lapuertaunamujerancianavestidaconunamuselinagris.—Informe a su excelencia de que la señora Bradford ha venido a

visitarlo.—Suexcelencianoestáencasa.Tendráquevolvermástarde.Lamujer hizo ademán de cerrar la puerta. Arabella la detuvo con la

mano.—Nomeimportaesperar.Secolóenelvestíbuloblanco.ElamadellavesestudióelelegantevestidodeArabella,sucapay los

pendientesdeoroyrubíesqueasomabanporentresupelo.Luegohizoungestoendirecciónaunapuerta.—Puedeesperaraquí,señora—dijoabriéndolaparahacerlapasaraun

salón—.Notengoniideadecuándovolverá.Susobrinosecasahoyenlaciudad.—Sí.—Arabella paseóundedopor encimadeunamesadesnudaque

había en el centro de la habitación—. Creo que ya lo he oído. Leerémientrasespero.Quémaravillosacoleccióndelibros.—Nolosé,señora.Yonosueloleer.¿Quieretomarunpocodeté?—Oh,esustedmuyamable.Perono,gracias.Elamadellavesasintióycerrólapuertacuandosemarchó.Arabella se levantó y se acercó a la puerta. Pero no había llave en la

cerradura. Rebuscó por toda la habitación algún cajón que pudieracontenerunallave,perolosúnicosmuebleseranlalibrería,lamesaytressillasconrespaldosrectostapizadasconunterciopeloderojoapagado.SielobispoestabadesviandodinerodelosgranjerosdeCombe,estabaclaroquenoloestabaempleandoenaquellacasa.Miró entre los libros. Parecía el lugar más evidente para esconder

documentosvaliosos.Sóloencontródocenasdetomossobrereligiónconinterminablesnotasenlosmárgenesescritosporunamanoexcesivamentepulcra.Miródetrásdelosdoscuadroscolgadosenlapared.

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Nada.Perotampocohabíaimaginadoqueencontraríalostesorosenelsalón.Abriólapuertacomosituvieraintencióndellamaralamadellavesy

luegosequedómuyquietayescuchó.Noseoíanpasosporningunaparte.Lacasaestabaensilencio.Sequitóloszapatosycerrólapuertaalsalir.Porlomenoslasbisagras

estabanbienengrasadas.Caminóensilenciohastalasiguientepuertaysevolvió a quedar completamente inmóvil. Del interior de la estancia nosalíaningúnsonido.Nohabíanadacomopasearsedescalzoporlacasadealguienparalevantarsospechas,asíquesevolvióaponerloszapatosporsiacasohubieraalguienenlahabitación.Era un comedor.Estaba tan inmaculado como el vestíbulo y el salón,

peroeraigualdepequeñoysencillo.Nisiquierahabíaunaparadordondeguardarunorinal.Noleservía.Ycadavezestabamásnerviosa.Merodearnunca había sido su fuerte. Ella prefería enfrentarse directamente a lascosas.Exceptoúltimamente.Llevabaescondiéndosedesdequehabíaleídolas

cartasdel secretariodeLuc, evitando loquepodríadecirle si ledaba laoportunidad.Perosehabíaacabado.Cuandoaquellaimprudenteaventuraterminaray

volvieraaLondres,lesuplicaríaquelaperdonarayselocontaríatodo.Sevolvióaquitarloszapatos,saliódelcomedorycerrólapuerta.Esta

vezseoyóuncrujidotansilenciosocomounratón,peroconelsilencioque reinaba en toda la casa, parecía el sonido de un gong. Arabella seestremecióysedetuvoaescuchar.Lostreintasegundosqueaguardóseconvirtieronenunminuto.Nose

oíanada.El amade llavesdebíadehabersequedadodormidaenalgunaparte.Subió por la escalera rezando para que los escalones fueran igual de

silenciosos que el resto de la casa del obispo. Sus plegarias fueronrespondidas:losescalonesnocrujieron.Llegóalrellanoypególaorejaalaprimerapuerta.Ningúnsonido.Sevolvióaponerloszapatosylaabrió.Porfin.Entróenelestudiodelobispoydejóloszapatosenelumbral.Elsuelo

estaba hecho de sencillos tablones demadera, y estaba cubierto por unaalfombraroja igualdemodestaqueamortiguabaelsonidodesuspasos.Unenormeescritorioocupabalamitaddelaestancia.Losúnicosobjetos

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quehabíaencimaeranuntintero,unaplumaypapelsecante,yunaúnicahojadepapelenblanco.Habíaotralibreríaidénticaalaquehabíavistoenelsalón,unamesapequeñaydossillasderespaldorecto.Elúnicoobjetoquerompíalamonotoníaeraelcuadroquecolgabadelapared,enelqueseveíaunedificomuyausteroerigidosobreunamplioparque.Alpieseleía:«EscuelaWhitechapel.Reading,Inglaterra.Fundadaen1814».Las cortinas estaban un poco abiertas y el sol de la tarde se colaba

directamenteenlaestancia.Desdefuerasóloseveríaelreflejodelcristal.Rodeóelescritorioyprobóconelcajóncentral.Seabrióconfacilidad.

Dentroviounmontóndepapelparaescribir,unabrecartasmuygrandeenforma de cruz, un cuchillo para afilar lápices y una pequeña pistola.Arabella cogió el cuchillo y la pistola sin dudar y se los metió en elbolsillodelacapa.Loscajonesquehabíaaambosladosdelasillaestabancerrados.«No

podía ser de otramanera.» Como no tenía cerraduras en las puertas, elobispodebíateneralgunaformadegarantizarlaprivacidaddesusasuntosocultándolos de los curiosos ojos de los sirvientes. Pasó la mano pordebajodelcajóncentralbuscandocon losdedosalguna llaveescondida,perono teníamuchas esperanzas de encontrarla.Metió lamanohasta elfondodelcajónysusdedosrozaronalgodemetal.Sacóunallave.El obispo era un hombre raro. O quizá tuviera los sirvientes más

aburridos y menos curiosos de toda Inglaterra. O puede que tuvierasirvientesconlosbrazosmuycortos.La llave abrió los cajones que había a ambos lados de la mesa con

facilidad.Deslizólosdedosporlosdocumentosqueencontró.Cadavezsesentía más frustrada. Nada parecía especialmente extraño, sólo habíacorrespondencia con personal eclesiástico y archivos de la escuela deWhitechapel.Arabella no tenía ni idea de lo que estaba buscando.Habíasido una tonta por tomar aquella decisión.Había dejado a Luc plantadoante el altar y no tendría nada con lo que explicarse ante un maridofuriosoqueacababadeperderelducadoamanosdeunhijobastardo.Volvió a cerrar los cajones y dejó la llave en su escondite. Inspiró

hondo.Seríaunadebilidadaceptarladerrotatanpronto.No escuchó nada en el pasillo, así que repitió lamaniobra anterior y

avanzó hasta la siguiente puerta. Era un dormitorio, en esa ocasión concerraduraenlapuertaymuypocoamueblado,aunqueenesemomentonoestabaocupado:nohabíapertenenciaspersonalessobre losmueblesy la

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camapequeñanoestabahecha.Lasiguienteestanciaeraotrodormitorio,tambiénconcerraduraeigualdevacío.En la tercera habitación encontró utensilios para el afeitado, una

plancha y un maniquí vestido con el bordado atuendo clerical. Suopulenciacontrastabaconelrestodelacasa.HastaesemomentoArabellahabía imaginado que el obispo de Barris y el reverendo Caulfield eraniguales. Pero aquella imagen cambió su forma de pensar. El reverendopodría pasar un mes dedicando su sermón de los domingos a hablarúnicamentedeaquellasropas.Sequedóenmediodeldormitoriodelobispoconlosbrazoscruzadosy

pensóentodoslossermonessobrevanidadquesupadreadoptivolehabíasoltado a lo largo de los años. Un hombre que exaltaba su aparienciapersonal, pero que no parecía preocuparse por los lujos domésticos…¿Quélehabíadichosiempreelreverendosobresuvanidadysuorgullo?Leadvertíaquepodíaescondersupeloysucarabonita,peroquedebajodeellossiempreseesconderíalamismapecadora.Sepusoderodillassobreelsuelopulidoymiródebajodelacama.Parecía demasiado fácil, como la llave del cajón: debajo de la cama

había un cofre de cedro. Arabella tiró de él, se encogió cuando oyó elruidoquehizoalarrastrarloporelsueloyloabrió.Dejócaerloshombros.MásdocumentossobrelaescuelaWhitechapel.

Suspiróconfuerzayrebuscóentreellos.Susdedossedetuvieronsobreunpapel.En la hoja leyó los apellidos de los arrendatarios de Combe junto a

cifras en libras. También estaban los nombres. Eran todos hombres, sinlugaradudasloscabezasdelasfamiliasalasqueestabaextorsionando.Fruncióelceño.ElseñorGoodesellamabaThatcher.Peroelnombre

que aparecía junto al apellidoGoode en aquella lista eraEdward.Cerrólosojosyrecordó lacocinade laseñoraGoodecuandovisitó lagranjapor segunda vez: la tetera mellada, el plato de galletas insípidas y lassonrisasque lededicaron los treshijosde losGoodecuandolesdio loscaramelos.John,Michaelyelmáspequeño,Teddy,quehabíarecibidosunombredesuabueloEdward.—Vaya,vaya.Unadamaeneldormitoriodeunobispo.Penséqueno

viviríaparaverlo.Arabellalevantólacabeza.El hombre que estaba en la puerta era alto, corpulento y tenía una

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barrigauntantoabultadaqueleapretabalateladelchaleco.Lamirabaconlos ojos entornados e ibamuy repeinado. Jugueteaba con el palillo quellevabaentreloslabiosconlosdosprimerosdedosdelamanoizquierda,peronoteníapulgar.Arabellasoltólospapeles,selevantóysequitóunapelusaimaginaria

delafalda.Llevabaloszapatosenlaotramano.—Estonoesloqueparece;lopuedoexplicar.Elhombrerodeóelpalilloconloslabiosyasintióconairepensativo.—En realidad, espero que sea tal como lo imagino—dijo esbozando

unalentasonrisa—,comtesse.

ElarzobispodeCanterburylepidióaLucquefueraabuscarasunoviayseapresurarahasta la iglesiaparacelebrar laceremonia.PeroLucnolepodía decir que su novia había desaparecido porque eso la expondría amáshabladurías.Fletcher aguardaba bajo el toldo como si fuera el novio, aceptando

felicitaciones con serenidad como si fuera el cabeza de familia, y sinaparente prisa por poner fin a su momento de gloria. Más cerca delpuerto, las hermanas deArabella aguardaban cerca delmuelle, alejadasdelrestodeinvitados.RavennalelanzóunarápidamiradaaLucyluegoapartólosojosderepente.Sedirigióhaciaellaconelcorazónencogido.Christoslesalióalpaso.—Lajoliebrunenohatenidonadaquever.Eh,bien,muypoco.—¿Nadaqueverconqué?¿Dóndeestámimujer,Christos?Suhermano se diomedia vuelta y semarchóhacia la escalerilla.Por

ellasubíanunsinfíndesirvientesconbandejasllenasdeexquisiteces.Losdejó pasar y luego corrió escaleras abajo. Luc lo siguió por entre loscañonesdelacubiertainferior.—¿Porquédiablosnoencuentroamimujer?—lepreguntócuandopor

finsuhermanolecondujoalcamarotedelcapitán—.¿Yquétienesquevertúconello?Christoslomirófijamente.—¿Esquenolosabes?¿Lodelnacimientodelhijodetutía?—Puesclaroquelosé.—¿Ynotesientesinfeliz?

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—Puesclaroquesoy infe…Claroquesí.Ydecepcionado.PeroestoybastantemáspreocupadoporcómosehabrátomadolanoticiaArabella.Los ojos de su hermano se iluminaron reflejando la sonrisa que Luc

recordaba de su infancia, antes de que su padremuriera y elmundo sedesplomaraasuspies.EntoncesChristossepusoserioylevantólapalmadelamano.—Notengasmiedo.Notehaabandonado.Enrealidadhaidoaayudarte.—¿Ayudarme? ¿Es que es bruja y tiene poderes para transformar al

bebéenunaniña?Suhermanosonriódenuevo.—Ah,queseascapazdebromearenunmomentocomoeste…—Negó

conlacabeza—.Measombras,monfrère.—Esomehacemuyfeliz.Yahorahabla,Chris.Elchicoagachólacabezayentrelazólasmanos.—Ellatemeporlaseguridaddelniñoysupatrimonio.—¿Qué?—El guardián del niño —ese hombre—, arruinará Combe. Arabella

creequeyalohahecho,yestábuscandoalgunaprueba.—Maldita sea, Christos. Fletcher no es el único tutor del niño. Yo

también lo soy.Élno tendrácontrol absoluto sobre elpequeñoni sobreCombe.—Perocontrolaráanuestratía,comolohahechosiempre.—PuesmellevaréaAdinayasuhijolejosdesuzonadeinfluencia.Por

ejemplo,a lacasadeDurham.Ysi esonobasta,Rallisbastará.Fletcherjamáscruzaráelcanal.—¿Y qué ocurrirá si mueres, mon frère? —preguntó Christos con

seguridad—.¿Quiénprotegeráaljovenduqueentonces?Lucsequedómirandoasuhermanoconundolorenelpecho.—Lorecuerdas.¿Verdad?—¿Recordar el qué? —Christos hizo un gesto con la mano para

cambiardetema—.Hermano,labellemehizoprometerque teocultaríaunainformaciónque,sinembargo,debodecirteahora.—¿Porquéahora?—Antessabíaqueadmirabassubellezaysuvalentía.Ahoraséqueamas

sucorazón.Másqueasuvida.—¿Quéinformaciónesesa,Christos?

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—Sehamarchado.ALucseleencogióelestómago.—¿Adónde?—Notelopuedodecir.Hiceunjuramento.Yunhombrequerompeuna

promesaaunadamanoesunhombre.Perosehallevadoasuleallacayo.—Malditasea,Christos.Dímelo.—¿Dóndeiríasahorasifuerasella?—LomáslejosposibledeAbsalomFletcherquepudiera.—Ah.—Christoslevantóeldedoíndice—.Perotehepreguntadoloque

haríassifuerasella,notú.«No.»—Malditasea.¿Cómohaspodidopermitirlo?—Yo no tengo ninguna autoridad sobre nadie,mon frère, ni siquiera

sobremímismo.Yellaqueríahacerlo.—Pero¿porqué…?—Pourtoi,claro.Porél.SilehabíahabladodeFletcher…Silehabíadicholaverdad…Luc reemplazó la espadadecorativaque llevabaenel cinturónporun

floretequesacódelbaúldearmasdeTony,cogióunapistolaysemetióuncuchilloenlabota,dondeteníaunapresillacosidaparaesconderlo.—Fletchernoestaráallí.—Explicósuplanenvozaltamientrasloiba

imaginando—.Ahoraestáaquí.Luegoiráavisitarasuhermanayalniño,quizásequedéallíduranteelrestodeldía.Esunplanmuyastuto.—Merci.—Pero no le servirá de nada. Fletcher no es tan tonto como para ir

dejando pruebas de sus chanchullos por ahí. Las habrá escondido bien.¿Hasvenidoacaballo?—Enunomuybueno.—Tráemelo.Christoslosiguióporlacubiertadeloscañones.Lahermanapequeña

deArabellabajólaescalerilla.SumiradasaltódeLucasuhermano.—¿Lehasdichoadóndehaido?—lepreguntóaChristos.Élseposólamanosobreelcorazón.—Hehechounjuramento,mademoiselle.—Puesyono,chou.—SedirigióaLuc—.Haidoalacasaqueelobispo

tienecercadeRichmond.

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Lucyaestabasubiendolasescalerasdetresentres.—¡Dateprisa!—legritómientrassemarchaba.Nonecesitabaqueloanimaran.Perosedetuvoymiróasuhermano.—Christos, ¿cómo es posible que, desde diciembre, Fletcher haya

conseguidounretratoquehicistetú?Suhermanofruncióelceño.—Enmarzomequedésinfondos.Vendítodomitrabajoenlascallesde

París a un siciliano y a su compañero inglés. Luego hice un dibujo delinglés. Ese hombre era una bestia, pero era interesante: sólo tenía unpulgar.Losasesinos sicilianosdeSaint-Nazairehabíanestadoconel cochero

deFletcherenParís.—¿Yentrelascosasquecompraronhabíaunretratomío?—Maisoui.Megustabamuchoesedibujo.Parecíasmuyferoz.Comme

unpirate.—Seencogiódehombros—.Perotepuedohacerotro.—Primero harás ese retrato demimujer.—Luc subió las escaleras a

todaprisa—.Comosifueraunaprincesa.Comosemerecía.

—Meconfundes conotra persona—dijoArabella—.Yo soy la señoritaBradford.Hevenidoavisitarasuexcelenciapara…—Tú te apellidasWestfall.Yhas venido a curiosear entre los asuntos

privados de su excelencia.—El hombre se quitó el palillo de entre loslabiosyselometióenelbolsillodelchaleco—.Ynopodemospermitireso.—Noséaquéterefieres.Sólomehabíacansadodetantoesperaraque

regresaraelobispoyelamadellavesmedijoquepodíadescansaraquí.—Dejósuspreciososypocoprácticoszapatosrosasdenoviaenelsuelo,secalzóyempezóacaminarhaciaél—.Sinembargo,ahoraqueyaséqueeseldormitoriopersonaldelobispo,nocreoqueseatanbuenaidea.—Sedetuvodelantedeél—.Megustaríaregresaralsalón.—Deesonada.Se puso delante de ella como si fuera una enorme roca de malicia.

Joseph era por lo menos igual de alto y menos gordo. Pero su lacayoestabaenelcarruaje.Había fracasado. Había avergonzado a Luc por partida doble,

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provocando escándalo tras escándalo, y ese último por voluntad propia.Incluso aunque no hubiera planeado dejarla, era muy posible que lohiciera después de aquello. ¡Menudo festín para los charlatanes! «Elobispo acusa de infidelidad a una institutriz convertida en comtesse, ydespués se la encuentran en el dormitorio del obispo sin zapatos.» LasnovelasdeRavennanopodríaninventarunahistoriamejor.Larocadeojosentornadoslacogióporelbrazo,laarrastróhastaotra

habitación y la encerró dentro cortando de raíz sus entretenidospensamientos.Arabellaaporreólapuerta.—Déjame salir ahoramismo—ordenó con su vozmás autoritaria—.

¡Ahoramismo!—Esperaremosaqueseasuexcelenciaquienlodecida—lecontestóel

hombredesdeelotroladodelapuerta.—Peroel amade llavesdijoque tardaríabastante tiempoenvolver a

casa.Nopuedesdejarmeaquíencerradahastaentonces.Esintolerable.Y tan terrorífico como jamás había imaginado. La habitación era

pequeñayvioquehabíabarrotesenlaventana,delamismaclasequeseveían en las casas de ciertos vecindarios de Londres. Pero la casa delobispoestabaenunparqueprivado.Allínopodíahabermuchosladrones.Eramuyposiblequelafuncióndelosbarrotesnofueraladenodejar

pasaralosladrones,sinoladenodejarsaliralosinvitados.Sealejódelapuerta.—Esto es un secuestro —gritó—. Irás a la cárcel por esto. O te

colgarán.—Sólosivivesparaexplicarlo.Unos pasos pesados recorrieron los gruesos tablones del pasillo y se

perdieronescalerasabajo.Arabellasedejócaersobrelacamayempezóatemblar.

Un cuarto de hora más tarde, después de haber abierto la ventana deguillotina y haber comprobado si pasaba por entre unos barrotes queresultaron demasiado estrechos, se puso a golpear la puerta y a gritar.Quizálaescucharaelamadellaves,oinclusoJoseph.Su carcelero regresó enseguida y Arabella imaginó que no se había

marchadomuylejos.

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—Sinotecallas,teatarélasmanosyteamordazaré—rugióatravésdelapuertacerrada.—Estábien.Peroantesmegustaríapreguntarteunacosa.Noseescuchóningúnsonidoalotroladodelapuerta.—¿Elobispo tepagabien?—preguntó—.Merefieroasi tusueldoes

acordealdineroquedesvíadeformailegaldelapropiedaddelafamiliademimarido.—Misueldoesasuntomío—rugiócomounperrocallejero.Pero no se marchó. Arabella dio un pequeño y silencioso saltito de

victoria.—Melopreguntabaporque,segúnlosdocumentosquehaydebajodela

cama, losqueestabamirando,elobispoesunhombre rico.Muchomásrico de lo que sugiere esta casa. En realidad, con su renta anual podríatenerunacasacuatrovecesmayorqueestasiquisiera.Veacomprobarlotúmismo.Estátodoenlospapelesquetieneescondidos.Silencio.Entonceselhombredijo:—DebedeemplearloenunaescuelaquetieneenReading.—Sí.LaescuelaWhitechapel—dijo,tirándoseunfarol.—Las familias de esos pobres niños no pueden pagar y supongo que

tienenquecomer.¿Niñospobres?—Mmm, supongo.—Semordió el labiomuy nerviosa—. Pero es de

suponerquepodríacompartirpartedelsobrantecontigoyconlosdemássirvientes,¿no?—Aquí sólo estamos yo y la señora Biggs —dijo—. Y yo no soy

ningúnsirviente.Yosóloconduzcoelcarruajecuandohayalgúntrabajo.—Siconducesuncarruajeparaél,metemoqueeressusirviente—dijo

cruzandodepuntillaslafinalíneaqueseparabalaposibilidaddeinstigaruna rebelión contra su señor del riesgo de inspirar más inquina contraella.—Éldicequesoysusocio.Parecíaenfadado.Noeralamejorreacción.—No es tu socio si no te está pagando un sueldo justo acorde con el

trabajoquehaces.—Hizounapausa—.Peroyosíquepuedo.Sehizootrosilencio.Enesaocasiónmáslargo.—¿Quémeofreces?

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Arabellainspiróhondoycerrólosojosconfuerza.—Unanillodeoroyrubíes.—Seleaceleróelcorazón—.Unanillode

valorinestimable.Elrubíesmuygrande.Podríasquitárselo,fundireloroy venderlo, y nadie podría dar contigo—se apresuró a añadir—. Y siaceptas,noselodiréanadie.Amítampocomeinteresaquesesepaqueheestado aquí, ydesde luegonopienso explicar cómohas conseguido esajoya. Imagínatelo: te podrías comprar un chaleco nuevo y tirar el quellevas; ya no te está bien. Te podrías comprar diez chalecos nuevos ytambiénunacasapropia.Nuncatendríasquevolveratrabajarparanadie.Asídevaliosoeseseanillo.Cuandoacabósudiscurso,teníalasmanoshúmedasytemblorosas.Se

metió unamano en el bolsillo para coger el único objeto de valor quehabía tenido…hastaque seconvirtióencomtesse y el lordque le habíarobadoelcorazónintentóregalarleunatiaradignadeunaduquesa.Habíacogido el anillo antes de salir precipitadamente hacia Richmond. Perocuandolohizonosupoelmotivo.Porfinlosabía.Eraeldestino.Aguardóunarespuestaconelestómagorevuelto.—¿Porquéloquierescambiar?—Pormilibertadylosdocumentos.Suéltameydejaquemelleveesos

papeles,yyotedaréelanillo.—¿Cómoséquecumplirástupartedeltrato?—Tendrásqueconfiarenmí.Entoncesescuchódelejoscómoalguienllamabaalapuerta.Sucaptorrugióybajólasescaleras.Arabellapególaorejaalapuerta,

pero la madera era gruesa y no oía nada. Quizá Joseph se hubieraimpacientado. Dios, esperaba que no acabara herido por culpa de suingenuidad.Peronohabíaidopreparada.Sudesconfianzaenloshombresnuncahabíasidoexpuestaaesaclasedemaldad.Alratosevolvieronaescucharpasosenlaescalera,peroyanoeranlos

pies pesados de su captor, sino los pasos de otro hombre, seguros ylimpios.Trasellosseescucharonlaspotentespisadasdesucaptor.Arabellaseapartódelaentradaciñéndoselacapaalcuerpo.Seabriólapuerta.Seleparóelcorazón.Lucentróconlasmanosatadasalaespalda.Detrásdeélveníasucaptor

ytambiénelamadellaves.—Desátame ahora mismo—dijo con la misma calma con la que le

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pediríaasumayordomoquelesirvieralacena.Elcarceleroloempujóhaciadelante.Ensumanobrillabaunapistola.—Lopuedehacerella.LucseacercóaArabellaysevolviódeespaldas.—Sierestanamable,duquesa.AArabellaletemblaronlasmanosmientrasloliberaba.Cuandoacabó,

Lucestirólosbrazoshaciadelanteysefrotólasmuñecas.—Tiraaquílacuerda—leordenósucaptor.ArabellamiróaLuc.Élasintió.Lanzólacuerdahacialapuerta.—Yahoradameeseanillo,milady—ledijoentornandolosojos.—Yo…—negóconlacabeza—.Nolotengo.Elhombremartillólapistolayseescuchóunlúgubreclic.—El anillo. Ahora. ¿O crees que su señoría preferirá que lo ate

mientras busco el anillo a mi antojo?—Sonrió—. Ese sería un bonitoregalodebodas,¿no?Lucestabapálido.Ella semetió lamano en el bolsillo, sacó el anillo y se agachó para

hacerlo rodarporel suelo.Hizounsuavesonidometálicoal rodarysedetuvo junto a su pie. El ama de llaves lo cogió y se lo metió en elbolsillo.El captor dio un paso atrás, cerró la puerta y la llave tintineó en el

cierre.JuntoaellaLuctemblabaconlosdientesapretados.—Nopuedoempezara…Nosécómo…—tartamudeóArabella—.Lo

sientomucho. Jamás imaginéqueunobispopudiera hacer una cosa así.¿Porquéestásaquí?¿Porquélehaspermitidoque…?Laagarródelamuñeca.Teníalamanohelada.—No—sentencióconuntonodevozpeculiar.Lasoltóyseacercóala

puerta.Posólamanosobrelamanecillamuydespacio.Lagiróylapuertasiguiócerrada.—Laha cerrado con llave—explicó ella de la formamás absurda—.

Habríagritadoparaavisarte,peronoheoídonadahastaqueyaestabasenloaltodelaescalera.Esunapuertamuygruesa….—Ya lo sé—dijo él con esa voz rasposa—. Yo le he dejado que lo

hiciera.Inspiróhondoyapoyólafrenteenlapuertaapoyandolasmanosenla

madera.

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—¿Luc?—Me temo, institutriz—comenzó tras otra convulsión—, que estoy a

puntodedesmoronarmecomohandebidohacermuchasdetusanterioresalumnas.—¿Luc?—Meparecequenomeencuentrobien.Seacercóaélyletocólacara.Teníalapielfríayhúmeda.—Estamañananoestabasenfermo.Esquetehan…¡Oh,Dios!¿Tehan

envenenado?—No—dijocontirantez—.Aunqueesohabríasidopreferible.—Entonces,¿qué…?—Cuandoteníadiezaños…Inspiróhondoporlanarizcontodoelcuerporígido.Arabella nunca le había visto enfermo, nunca lo había visto de otra

formaquenofuerafuerteyvital.Exceptocuandoseestabamuriendo.Leacariciólacarayleposólasmanosenlasmejillas.—Cuandoteníasdiezaños,¿despuésdequemurieratupadre?Teníalafrentesudada.—Fletcherostrajoatiyatuhermanoaviviraquí,¿verdad?—Esteeramidormitorio.Ellamiróhaciaatrás.Noeramásqueuncubículoamuebladoconuna

camapequeña,unamesitayunasolasilla.Eraunaestanciaespartanaylosmuebleseranviejos,noeramuydistintodeundormitoriodelorfanato.—¿Quéhizo,Luc?—preguntóviendoconclaridadlapareddeladrillos

del dormitorio a la que la hacían mirar cada vez que la directora delorfanato leazotaba laespaldaconunacaña.Eracomosi tuvieradelantecadagrietayagujerodeesapareddeladrillosdescolorida—.¿Teazotabaenestahabitación?—Nadatanvulgar—dijosoltandounaásperacarcajada.Locogiódelamano.Élentrelazólosdedosconlossuyos.—Nosmatabadehambre—dijo—.Nosnegabalacomidadurantedías,

avecesdurantesemanas.Nosdecíaqueaprenderasoportarelhambreeraunaformadedisciplina.Nosdecíaque loshombrescomonosotros,quealgún día seríamos ricos y poderosos, debíamos aprender disciplinamientras fuéramos jóvenes.Me encerraba cada noche en esta habitaciónprometiéndomequemedaríaeldesayunoporlamañana,perosólosinomequejabaasuasistenteoalamadellaves.Leprometiólomismoami

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hermano…—Oh,Luc.—Perosemetíaenlahabitacióndemihermanoyseencerrabaconél.AArabellalerevolvióelestómagoysintiófrío.—Oh,cielosanto.—NosdijoqueDiosnoscastigaríasiselocontábamosaalguien.Pero

yonuncalecreí.AfindecuentasDioshabíahechoamipadre.Mehabíaenseñadocómopodíaserunhombrebueno.Leresbalóunalágrimaporlamejilla.Arabella lo abrazó. Luc se inclinó hacia ella, enterró la cara en su

hombroytemblóconfuerzaentresusbrazos.Cuandoseapartó,teníalasmejillashúmedas.Ellaalargóelbrazopara

limpiarlelaslágrimas,peroélnoladejó.Leapartólamanoyselimpiólahumedadconunamanotemblorosa.—¿Sabíasquemepondríaenpeligro?—preguntóella.Lucnolerespondió.—¿Quéhashecho?—susurróArabella.—Loqueha sidonecesariopara asegurarmedequeno tequedabas a

solasconellos.Tengoqueadmitirquenoesperabaquemerecibieranenlapuertaempuñandounapistolaniquemepondríaatemblar.Arabellalevantólamirada.—Nodeberíashaberhechoesto.—Nopodíahacerotracosa.—Perotú…—Arabella,yaessuficiente.—Perodespuésdetodoloquehehecho—tantohoycomootrosdías—,

yloquedebescreer…¿Porquéhashechoestopormí?—Yo moriría por ti. —Suspiró con fuerza, la rodeó y cruzó la

habitación—.Peroestanocheno.Yanosoyningúnniñoyestaesunacasacomocualquierotra.—Abriólaventana,apoyóunamanoenelalféizaryestiró el brazo por entre los barrotes de hierro—. Ese patán me haobligadoaentregarlelaespadaylapistola.Inclusoelcuchilloquellevabaenlabota.Peronomehaquitadotodaslasarmasamialcance.Cerróelojoyempujóelbarrotequeteníajuntoalhombro.—Luc.—Seacercóaél—.Luc,nolohagas.Teharásdañosi…Elbarrotesedesprendióhaciendounsonidometálicoysecayó.Lelanzóunarápidaysatisfechamirada.

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—Loquepodríahaberhechoentoncessihubieratenidolafuerzadeunhombre. —Colocó el hombro debajo del barrote siguiente—. Aunquepodría haberme limitado a matarlo —afirmó mientras empujaba. Se lemarcabantodaslasvenasdelcuello—.YacabarenunbarcodecaminoaAustralia.—Elbarrote se desprendióy sobresalió unmomento antes dedesaparecer—.Esohabríasidoinconveniente.Sebajódelalféizarysefrotólasmanos.—¿Quéhiciste?—No te sorprendas tanto.Unhombre aprende algunos trucosdespués

depasarunadécadaenelmar.—Pero…—Unmaldiseño.—Hizoungestoendireccióna lasbarrasdehierro

conunamanotemblorosa—.Yalosabíaentonces,peronoeralobastantealtoparallegaraellosnilobastantefuerteparasoltarlos.—Larecorrióconlamirada.Seguíacrispado,peroestaba intentandoocultarsumiedo,por ella, por su orgullo o quizá por ambas cosas—. Aunque elinconveniente es que ahora pesodemasiadopara bajar por de la tuberíaquehaypegadaenlapareddefuera.—Peroyono.—Seasomóalaventana.Elparqueeratranquiloyestaba

lleno de árboles. Si conseguía bajar, encontraría muchos sitios dondeescondersecuandoescapara.Latuberíaparecíarecia.Sevolvióhaciaél—.Nomeirésinti.—Tendrásquehacerlo.—Nopuedodejarteaquíconesagente.—Arabella, estono es unadiscusión.Sal por esa ventana, baja por la

tuberíayvecorriendoapedir ayuda.Lavallaque rodeaelparque tieneunapuertaenelladonorte.Laencontrarássiguiendoelcursodelríohastaunpequeñobosquecillo.Alotroladodelosárbolesencontraráslavallaylapuerta.Veteya.—Pero¿quéhaydeJosephydemicochero?Micarruaje…—Antesdequeyollegara,esepatánfueavisitartucarruaje.Encontré

alcocheroescondidoentreunosarbustoscompletamenteaterrorizado,yJosephestabaherido.Arabellasellevólamanoalaboca.—¿Quéclasedeheridatenía?—Lehabíandisparado.Losmandéacasa.—¿Ledispararon?Pero…

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—Arabella, el obispo de Barris ya ha intentado matarme en dosocasiones, con el veneno que robó aquel chico de mi barco y con uncuchilloenlaplayadeSaint-Nazaire.—Peroaquelloshombres….—Eran asesinos a sueldo. Fletcher me quiere eliminar para poder

controlar la riqueza de Combe a través del hijo de mi tía. Y aunqueimagino que habría preferido deshacerse demí en Francia, no descartoqueintentehacerloaquí.—Seacercóaella—.Ahoratú…Lallavesonóenlacerradura.Luccorriólascortinasyocultólosbarrotesdesaparecidos.Cuandola

puertaseabrió,secolocóenmediodelaestancia.Sucaptorentróeneldormitorio,seguidodelamadellavesyapuntóa

Arabellaconlapistola.—Aellanolaquiero.Setienequeir.Arabellasequedóhelada.—¿Irme?—Acasa—leespetócomosiellafueraimbécil.Luclerodeólacinturaconelbrazo.—Ellanoseiráaningunapartesinmí.—Noquierooírniunapalabramás,milord.Ellaseva.LucmetiólamanoenelbolsillodelacapadeArabella,sacólapistola

ysecolocóasumujeralaespaldadeunrápidomovimiento.—Veamos—dijo—, calcula, si eres tan amable, las posibilidades que

tienes de disparar y alcanzarme en alguna parte vital del cuerpo, y lavelocidadalaquepuedodisparateyoati,cosaqueteaseguroquepuedohacer muy rápido y con mucha puntería. ¿Lo estás calculando? Bien.Ahorasueltaelarma.Sorprendentemente,elhombrehizo loque leordenóLuc.Lacaradel

amadellaveseraunpoema.—Apartaosdelapuerta—ordenóLuc.Losdosleobedecieron.—Duquesa—dijocruzandolapuerta—,cogeesapistolaydámela.Arabellahizo loque lepedía.Lucsemetió lapistoladelobispoenel

bolsillo y dio un paso adelante haciéndole gestos a su esposa para quepasarapordetrásdeél.Ellacorrióhacialasescaleras.Todoocurrióenuninstante:elamadellavestiróalgoquellevabaenla

manoyunanubegrisestallósobreellos.Losdossirvientessetaparonlos

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ojosconlasmanos.Lucsetambaleóhaciaatráscubriéndoselacaraconlamano.—Arabella—jadeó—.Corre.Corrió.Peronofuelobastanterápida.Sucaptorlacogiódelhombro,

lediomediavueltaylegolpeólacabezaconelpuño.Dolor. Se le revolvió el estómago. Intentó agarrarse a algo, pero sus

manossóloencontraroneldensocuerpodeaquelhombre.Legolpeó.Élla agarró de los puños, se los inmovilizó y la volvió a llevar escalerasarriba.Luc se lanzóhacia ellos.El hombre soltó aArabella y le diounpuñetazo alcomte en lamandíbula.Ella trató de ir en su ayuda, pero elamadellaveslaagarródelpelo.CuandoLucselevantó,elpatánloapuntóconlapistola.—¡No!—gritóArabella—.Haréloquequieras.Enciérrame.Hazmelo

quequieras.Peronolehagasdaño.¡Telosuplico!El hombre la volvió a meter en el dormitorio. La puerta se cerró y

escuchóelruidodelallavealgirar.Noperdiómástiempoenseguirsuplicando.Sequitólacapa,seacercó

alaventana,apartólacortinaysesubióalalféizar.El suelo estaba muy lejos. Se agarró a la tubería, encontró un clavo

dondeapoyarelpieyrezó.Másquedescendersedejócaer.Suspiesimpactaronconfuerzacontra

el suelo y se cayó. Luego se puso de rodillas (las tenía arañadas yensangrentadas a causa del violento descenso) y salió corriendo por ellateraldelacasa.Entonces vio algunas figuras moviéndose cerca del río, y pegó la

espaldacontralapareddelacasa.Desde lejos vio cómoel empleadodel obispo empujaba aLuc con la

pistola.Suespososeresistía,perocomovolvíaatenerlosbrazosatadosalaespaldanoparecíatenermuchoequilibrio.Sucaptorlevantóunbrazo,legolpeóenlacabezaconlaculatadelapistolayLucsetambaleó.Siguiócaminando,peroelhombreloempujóhastalaorilladelrío,dondehabíaunpequeñobotederemos.CuandoLuclevantólacabezamuydespacioyconaspectodeestarmuydolorido,elhombreselimitóaquedarseallídepiesinsiquieraapuntarasuprisioneroconlapistola.Lucmiróhaciaunlado.Elhombreechólacabezahaciaatrásyserió,

peroArabellanopudoescucharelsonidodesurisa,queseperdióentreelrugidodelríoylosintensoslatidosdesupropiocorazónysurespiración

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agitada. Su captor dio un paso adelante y le volvió a golpear; Luc setambaleóhaciaatrás.Luegoloempujóconmuchafuerzaylotiróalrío.Arabellaapretóloslabiosparareprimirungritoyseagarróalapared

queteníaalaespalda.Silaveía,todoestaríaperdido.Sucorazónestabagritando.Luc tenía lasmanosatadas.Sólodisponía

dealgunosminutosparaayudarlo.Elhombresequedómirandoelaguaduranteunmomento,luegosedio

mediavueltayvolvióhacialacasa.Encuantohubocruzadolaesquinadeledificio,Arabellaechóacorrer.

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18

Eltoroyeljabalí

Lacuerdaestabamojadayrígida,ylosnudosnorespondíanasusdedos.Además,seestabahundiendomuydeprisa.Yseestabaquedandosinaire.Agitóelbrazodebajodelagua.ElcortaplumasqueArabellallevabaen

elbolsillode lacaparesbalódel interiordesumangahastacaerleen lapalmadelamano.Secortó lasmuñecasy losdedos,peroal finalalcanzólacuerdayse

soltólasmanos.Sedispusoanadar,perounhombroimpactócontraunaroca.Loestabaarrastrandolacorriente.Lucconocíamuybienaquelrío.Pero no veía ninguna luz, no se podía guiar por los rayos del sol paraorientarse.Suspulmonesprecisabanaire.LavozdeArabellagritandosunombrellegóhastaéla travésdelaoscuridadyelruido.Unsueño.Unailusión. Los hombres desesperados oían cantos de sirena en lasprofundidadesdelmar.Arabellaera susirena.Siempre lohabía sido, lollamabaporentreelborboteoylacorrientedelrío,porentrelaconfusióndesucabeza.Salió a la superficie. Inspiró hondo. La medianoche lo envolvió. La

oscuridaderaabsoluta.LavozdeArabella lovolvióa llamar.Su sueño.Peroestavezestaba

máscerca.Erareal.Ubicóaqueldulceyestridentesonido.Volvióelcuerpoensudirección

ynadóacontracorriente.

Arabellaloviopelear,hundirseydesaparecer.Elremoleresbalabaentrelasmanos,lacabezaledabavueltas,elagua

se agitaba con furia y la luz plateada del sol se reflejaba sobre lasuperficie.Nopodíaverlo.

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—¡Luc!Oh,Dios,Luc,¿dóndeestás?—gritó—.¡Luc!Se inclinó hacia delante y metió el remo en el agua, pero ya estaba

pasandoporelsitioenelquesehabíahundidoysedesplazabaatodaprisahaciadelante.Labarcachocócontraunarocaysesacudióhaciaunlado.Arabella inspiró hondo. El remo colisionó contra otra roca y saliódisparadodesusmanos.Selanzóaporélyelboteseinclinó.La jovencayóal ríoy sehundióagitando losbrazosy rodeadade la

teladesufalda.Leestabaentrandoaguaenlaboca.Seatragantómientrasseesforzabapormantenerlacabezafueradelagua,tosíaymanoteabaconlaspiernasenredadasenlafalda.Sehundía.Seibaaahogar.Supesadillaseestabahaciendorealidad.Nopodríadarle lanoticiaaLuc.Se llevaríaconsigoalhijodelcomte.Elríoselatragabaylaarrastrabahaciaabajo.Unosbrazosfuerteslarodearon,lalevantaronylasepararondelagua.

Arabellainspiróhondo,escupióyrespiró.Luclarodeabaconlosbrazos,lasosteníaporencimadelaguaytiraba

deellahaciafuera.Ladejóenlaorilla.Leposó lasmanosen lacaray leapartóelpelode losojos.Arabella

tosióyentoncesseencontrósobresuregazo.Luclaestabaabrazandoyselellenaronlasmejillasdelágrimascalientes.—Duquesa—ledijoconaspereza—.Duquesa—repitió,unayotravez,

posándoleloslabiosenlafrenteylasmejillas.Ellabuscósubocaconloslabiosysefusionaronenunbeso.Luclecogiólacabezaconlasmanosylaestrechócontrasucuerpo.Ella enredó los dedos en su camisa. Era tan cálido, sólido, fuerte y

completo.Yahabíapasadodemasiadotiemposinél.Queríainternarseenél.EntoncesLucseseparódeelladerepenteylaagarródeloshombros.—¿Enquéorilladelríoestamos?¿Enladelacasa?Ellanegóconlacabeza.Laagarróconmásfuerza.—¿Enquéorilla?¡Habla!—Enlaotra.—Leposólamanoenlacara.Teníaelojocerrado,rojoe

hinchado,yestabafrunciendoelceño.Enlasienseleveíaungolpemuyfeo—.Hemos descendido por el río como unos cienmetros.Ya hemospasadoelbosquecillo.Tiródeellaparaqueselevantara.Sehabíacortadolasmanosporuna

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docenadesitios.—¿Puedesverlavalla?—preguntóLuc,inclinandolacabeza.Arabellaasintió.—¿Qué…?—¿Veslavalla?—¡Sí!Peronoentien…—Yonoveo,Arabella.Tútienesqueentontrarelcaminohastalavalla.

Yrápido.Enseguidadescubriránnuestraausencia.«¿Lucnoveía?»—Sí.Sí.Arabellaentrelazóelbrazoconelsuyoyloalejódelríoatodaprisaen

dirección al bosquecillo. Arrastraba la falda y le fallaban los pies. Luctropezómuchasveces,peroellaseaferróaél,compartióconél lapocafuerzaqueteníayleprestósusojos.

Luc estuvo golpeando la puerta durante casi un minuto antes de queArabellaoyeraelruidodeloscerrojos.Entoncesseabrióaquellaenormepuerta.La comtesse se estremeció. Estaba congelada y tenía el vestido

empapadopegadoalapiel.Lajovenquelosrecibióselosquedómirandoconlabocaabierta.—SoyelcondedeRallisyestaesmiesposa—dijoLucapretandolos

dientes para evitar que le castañetearan—. Nos gustaría verinmediatamentealaseñoradelacasa.Pocosminutosdespués,Arabellaestabasentadadelantedeunfuegoen

uncómodosalóndecoradocontonosambarinos.Seciñólamantaquelehabíandadoalrededordelcuerpo.—Nocreíaquepodríapasarmásf-fríoqueaquellanocheen tubarco

—tartamudeó—.¿Creesquenosdaránunpo-pocodecoñac?Lucnodijonada.Sequedódepieasuladoagarrándosealrespaldodel

sillón.Cuando se abrió la puerta, una mujer se acercó directamente a ellos

arrastrandolosbajosdesusencillovestidooscuro.—Buenosdías,milord.Milady.Hizounareverencia.Noera joven.Teníaalgunosmechonesplateados

porentreelpelocastañoysuvozeramadura.

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Lucseinclinósinsepararlamanodelrespaldodelsillón.Noabrióelojo.—Mi esposa y yo hemos tenido un problema yme preguntaba si nos

podríaayudararegresaraLondres.—Seráunhonorayudarle,milord.Milady,porfavor.—Hizoungesto

endirecciónalapuertadondeaguardabaotramujer—.LaseñoritaMageela acompañará ami dormitorio y la ayudará a ponerse ropa seca.—SevolvióhaciaLuc—.Milord,metemoquelosúnicoshombresquehayenestemomentoenlaescuelasonelprofesordedibujo,queesunhombremucho más pequeño que usted, y nuestro cochero, que es mucho másgrueso.—No me importa. Con tal de poderme quitar el traje de boda, me

pondríalaropadeunmozodecuadra.Laseñoraalzólascejas.—Hoy teníamos que casarnos —le explicó Arabella—. Por segunda

vez.PerolamujerparecíamirarfijamentelacaradeLuc.Todavíanohabía

abiertoelojohinchado,ylacicatrizseveíaamoratadasobresufríapiel.—Milord, a pesar de sus civilizadosmodales, es evidente queno está

ustedbien—ledijo—.Notengoningúnproblemaenayudarlosalosdos,peronoquiero tenerquecargarconun lordcon fiebremientras intentoacallar la curiosidad de sesenta y seis chicas inocentes.Centrémonos ensecarlosalosdoscuantoantesyluegomepuedencontarlosdetallesdesudesbaratadaboda.Arabellaserió.Lucnollegóasonreír,perorelajóloshombros.—Señora,ariesgodetocareldelicadotemadelaedaddeunadama,me

gustaríasabersihaceveinteañosyaeraustedladirectoradeestaescuela.—Asíes.Acababadeempezar.Duranteaquellaépocalaresponsabilidad

asociada al cargo me pesaba mucho, y solía pasear a menudo por elparqueparaordenarmispensamientos.Dehecho,enunaocasión,invitéaotrorefugiadoaentrarenestemismosalón,unchicoquesecolóvariasveces en nuestra propiedad —explicó observándolo con atención—.Duranteestosveinteañosmehepreguntadomásdeunavezquéhabrásidodeesechico.Arabellanoentendíaporqué,perosentíaunagrannecesidaddetocarlo

ydecirlequeestabacercadeél.

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Luc volvió el rostro en dirección al fuego, aunque quizá lamirara aella.—Lefuetanbiencomopuedeesperarcualquierchico.

Arabella se puso ropa seca. Luego le dijeron que el profesor de dibujoestabaayudandoaLucavestirse.Esperóen lapuertay,cuandosalió, locogiódelbrazoy le fuesusurrando ladirecciónmientrascaminaban.Élavanzabaconcuidadoyellaledejómarcarelritmo.Pero,inclusoapesarde lo cansada que estaba, percibía la frustración que emanaba de susmúsculosylairaensusdientesapretados.Luc no quiso tomar té. Se empezaba a hacer de noche y creía que lo

mejoreraregresaraLondrescuantoantes.Cuandoestuvieronsentadosenelcarruajedelaescuela,ellalocogióde

lamano.—Luc…Élapartólamano.Arabellasetragósudoloryrespetósusilencioysu

distancia.

—¿Dicesqueteardíahastaquesalistealacalleyqueluegodesaparecióeldolor?—Sí,elaguadelríoparecióllevarselainfernalagoníainicial.Peroya

melohaspreguntadoantes.Dosdocenasdeveceslosúltimostresdías.—Soyunhombredeciencia.Tengoqueserminucioso.—Eresunmatasanos,ymesorprendequelleveveinteañosdejandoque

cuidesdemibienestarfísico.LosdedoscallososdeGavinseposaronsobrelafrentedesuamigoyle

abrióelpárpado.Lucleapartólamano.—Lopuedohacersolo.Todavíatengomanos.—Sí,cortadasportodaspartes,perotampocodejasquetelasvende.—Yaparezcolobastantetontoconelvendajequemehaspuestoenel

ojo.Notó un líquido caliente en el ojo. Gotas. Parpadeó. Todas las

sensacionesseguíanahí, frío,calorydolor,aunquesentíamuchomenosdolorquealprincipio.Perolasimágeneshabíandesaparecido.Laluz.—Eresmuymalpaciente,muchacho.

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—Nomegustaquenadiesepreocupepormí.—Loquenoquieresesnecesitaranadie.Teponestanfuriosocomoun

toro cuando no eres tú quien protege a todo elmundo.—Le cambió elvendaje—. Afortunadamente, el resto demis pacientes no son como tú,muchacho.Lucsevolvióaponerelpañuelosobrelacicatriz.—Túnotienesmáspacientes.Porlomenosdelosquepagan.—Eresirritantecomounjabalí.Lediounapalmadaenelhombro.Luc se incorporóy se frotó las sienes.Suojo todavíaqueríavery le

provocaba un intenso dolor de cabeza. Con el primer ojo no fue tanterrible. Por lo menos el que le quedaba seguía entero. Aunque no leservíaparanada.—Bueno,decídete.¿Soyuntoroounjabalí?—gruñó.—Ambascosas.Perosiyoestuvieraentulugar,seríamuchopeorque

tú. —Escuchó el cierre del botiquín de Gavin—. Yo no tengo ningunachicaguapaquemeleaoquemeacaricielascicatricescuandomeduelen,¿no?Nohabíahabidocariciasenlascicatrices—nienningunaotraparte—

durante los tres días que habían pasado desde que el ama de llaves lodejaraciegoconesepolvo.Gavinpensabaquedebiódeserpimienta.Lucsólosabíaqueparecíafuego.Yahoratodosumundohabíacambiado.Sehabíavueltonegro,yestaba

confinadoensudormitoriodeLycombeHouse.Yaloconocíatanbienquecasinosechocabaconlosmuebles.Teníamiedodecaerse.Teníamiedodequeellavieracómosecaía.Aunqueloquemásodiaba,erasaberquesiella se caía, él no lo sabría, y no sería capaz de ayudarla a levantarseporquenosabríadóndeestaba.Teníamiedodenopoderencontrarlasidesaparecía.Arabellalehabíadadolasgraciasporhaberlasacadodelrío.Lehabía

dadolasgracias.Yélapenaslehabíadirigidolapalabradesdeentonces,sencillamente porque no podía. No podía soportar la vergüenza de ladebilidad.Nopodía soportar, despuésde tantos años, saberquevolvía aestarindefenso.—Dímelootravez,Gavin—dijo—.Dimequeestopodríasertemporal.Elescocésloagarródelhombro.—Yalosabes,chico.Ahoratendrásqueesperar.

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Miles leafeitóy levistiópreocupándose tantocomoGavin,peromásomenoscomolohabíahechosiempre.Enotrosasuntos—asuntosenlosqueLucsevalíasolo—,eratorpe.Se

lecaíalacomidadelplatoyteníaquesoportarqueellacayololimpiarasin decir una palabra. Después de aquello empezó a comer en sudormitorio.Caminabacon lamanoapoyadaen lapared,despacioyconcuidado,comounancianocongota.Élhabíanavegadoocéanosyahorasupaisajesereducíaalarutaentresudormitorioylabiblioteca.Tendría quemarcharse de la casa de su primo recién nacido e irse a

vivir aotraparte.LycombeHousenoera suya,no teníaderechoavivirallí. Pero no podía ir a su club y pedirles a sus amigos que lerecomendaran residencias en alquiler. Incluso aunque le pidiera a suadministradorquelealquilaraunacasa,severíaobligadoaaprendérselacentímetroacentímetro.TambiénpodíallevarseaArabellaalacasaquetenía en el norte, donde no había residido jamás, pero allí tendría queaprendertambiéncómoeranlasestancias,yellasólotendríasucompañía.Nopodíamontaracaballo,nileer,nijugaracartasoescribir.Nopodía

conduciruncarruaje.Nisiquierapodíanavegarenyola.Nopodíaverlosojosdesumujer.TonyyCamfueronavisitarlo.Charlaron,bebieroneintentaronhacerle

reírhastaque se cansódeholgazaneary los echócomoel arisco jabalíqueGavinlehabíadichoqueera.Podíabeberhastaolvidarcadadíasiasílo deseaba; los lacayos siempre le rellenaban el vaso en cuanto se loterminaba. Suponía que lo preferirían inconsciente que de mal humor.Pero después de emborracharse la primera noche para entumecer sussentidos,Arabella anunció que dejaría abierta la puerta que comunicabasusdormitoriosparapoderoírloencasodequenecesitaraayuda.Aldíasiguienteordenóqueescondierantodoelcoñacdelacasa.La necesitaba más de lo que ella comprendía. La necesitaba con una

desesperación que le carcomía y lo mareaba. Él no tenía nada queofrecerle.Arabellanuncahabíaqueridosutítulo;ellaqueríaencontrarunpríncipeparapoderaveriguarquiéneseransuspadres.Lucteníariquezas,pero ella tampoco las había codiciado nunca. Su pequeña institutriz sehabíaforjadounbuennombrealmargendelasociedadporsuspropiosméritos.Perograciasasudineroquizápudieraencontrarloúnicoqueelladeseaba:asuauténticafamilia.—¿Milord?

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La voz del mayordomo sonó a su izquierda, en la puerta de labiblioteca.Lucestabasentadojuntoalaventana.Agradecíaelpálidocalordelsoldeinviernoquenopodíaver.—¿Sí,Simson?—ElseñorParsonshavenidodeCombe.Vieneacompañadodevarias

personas.Yalehedichoquenodesearecibirvisitas.Pero insisteenquequierequevea…,esdecir,queatiendaaestaspersonas.—Hazlospasar.Era el administradorde la propiedad, nopodía ignorar a su asistente.

Muyprontoellordariscoseganaríalareputacióndejabalírecluidoportoda la ciudad. Lo mejor que podía hacer era disfrutar de las visitasmientrastodavíallegaran,ydelaatencióndeParsonsmientrasFletcherlopermitiera. Luc no tenía ninguna duda de que el obispo utilizaría suceguera como excusa para robarle el poco poder que tenía sobre lapropiedadyelfuturodesuprimo.Estabaatrapadoeindefensoynopodíahacerabsolutamentenadaalrespecto.—Milord—dijoelasistente—.Buenosdías.—¿Quétetraeporlaciudad,Parsons?—Tengoqueinformarledeciertosasuntos,milord.El hombre sonaba especialmente sumiso.Era por la ceguera.Todo el

mundo andaba de puntillas con él, se dirigían a él en voz baja y conpalabrassuaves;lotratabancomosifuerauninválido.Cosaqueeracierta.—Primero, milord, permítame transmitirle el profundo horror y la

penaquesienten todos los trabajadoresdeCombepor lasconsecuenciasdesudesafortunadoinciden…—Sí,estábien,Parsons.Gracias.Accidente.ChristosyRavennahabíanidoaverleysedisculparonpor

su implicación en la visita de Arabella a la casa de Fletcher. Luc lesaseguróquesuesposahabríaidoigualmentesinnecesidaddequeelloslaanimaran.Nadiemássabíalaverdad.Suhermanohabíaintentadocontarlelahistoriaqueseinventaronparaexplicarquedesaparecierandesupropiaboda, y losmotivos que adujeron para razonar su posterior pérdida devisión,peroLucnoquisoescucharlo.Yaestabahecho.Estabaciego.Losmiembrosdelaaltasociedadpodíanpensarloquelesdieralagana.Todohabíaacabado.Pero Fletcher lo sabía. No había vuelto a Lycombe House desde

entonces. Probablemente, estaría ocupado quemando los archivos que

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encontróArabella.—Milord,meacompañan tresde losarrendatariosdeCombe:Goode,

LambkinyPost.Lucasintióyesperóestarmirandoenladireccióncorrecta.—¿Quénoticiasmetraendelastierras,caballeros?—Milord,hemosvenidoaverleparahacerleunapetición.Lucreajustóelángulodesucabezaendirecciónalavoz.—¿Unapetición?Esosuenamuyrevolucionarioparati,Goode.Supuso que era Goode quien hablaba. Arabella lo habría sabido. Le

habría gustado que hubiera estado con él para analizar a aquelloshombres,yaqueélyanopodíavernada.Tendríaquehaberlallamado.Lanecesitaba.—Enabsoluto,milord.Essóloque,verá,tenemosmiedo.—¿Miedo?—Con la llegada del nuevo duque, y queDios le bendiga, estamos…

Bueno, pensábamos que si usted se convertía en duque las cosas searreglarían. Pero nuestras esposas y nuestros hijos tienen miedo ytenemosquehaceralgoalrespecto.—¿Yquéesloquetemensusfamilias,Goode?—Esaquién,milord.Lucsuspiródespacioyasintió.—Necesitamos su ayuda, milord.—eso lo dijo otro de los hombres.

¿Lambkin?—.Estamosdesesperados.—Yoséunpardecosassobreladesesperación,Lambkin.Lerespondieronconsilencio.—Explíquense.—Elobispo(esdecir,elhermanodesuexcelencia)vinoavisitarnosel

año pasado para decirnos que teníamos que darle nuestras gananciastrimestrales. Nos dijo que debíamos indicarle al señor Parsons que elduquequeríaque sedestinara todoa caridad.Cuando le explicamosquelasrentaserannuestrasydelduqueyquenoselasentregaríamosanadiequenofueraelseñorParsons,adoptóunaactitudamigableynosdijoquequeríallevaranuestrosniñosaunaescuelaquehabíaconstruidoparaelpueblo. Es una institución caritativa donde los niños pueden aprender aleer y calcular, y quizá convertirse en clérigos algún día. Dijo quenecesitaba buenos chicos granjeros para la escuela y que prefería quefueranlosnuestros.

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—Esolesdijo,¿eh?—comentóLuc—.¿Yquélespareció?—Noconfiábamosenél,milord.Nosdabaigualquefueraunhombre

deDios.—¿Yporquéno?¿Acasovieronelgenerosoofrecimientodelobispo

comounaamenazaenrespuestaasunegativaadarlelasrentas?—Sí,milord.Silencio.Unodeloshombresarrastrólospiesporelsuelo.—Verá,milord—dijoLambkinporfin—,mihijopequeño,miToby,se

quedódespuésdelamisaparaayudarloalimpiar.Esunbuenchico.—Selequebró la voz—.Aquel díaTobyvolvió a casa contandounahistoriaquetuvoamimujerllorandodurantequincedías.—Comprendo.—Milord.—Volvía a serGoode—. Le estamos pidiendo que ayude a

nuestrosniños.SonellosoCombe.

Cuando se marcharon, Luc volvió a su habitación despacio y condificultadyescribióunabrevecarta.No teníani ideadesiel textoseríalegible, pero no se lo podía dictar a otra persona. Se vería obligado apedirleaMilesqueleleyeralarespuesta.Peroesoeratodo.EscribióelnombredeFletcherenlapartedelanteraylediolacartaal

lacayoalqueArabellalehabíapedidoquesesentaradelantedesupuerta,Claude,elmismohombreaquienLuclehabíaordenadoquelasiguieraaella porCombe.Le dijo que la entregara enmano y que aguardara unarespuesta.Ellacayonosemovió.—¿Quéocurre,Claude?—Bueno,capitán,quizápuedausteddecirmeadóndequierequelalleve.—Nopuedesleerelnombreyladirección.—No,capitán.—Mmmm.Nosabíaqueteníatanmalacaligrafía.Ellacayosoltóunacarcajada.HizoqueClaudememorizaraelmensajeytirólacartaalfuego.Aquel

marinerollevabasieteañoscomoguardiamarinaabordodelVictory.Eraespabiladoyleal,motivoporelquelohabíaelegidojuntoaJosephparacuidardeArabella.Nolequedabamásremedioqueconfiarenél.Noteníaotraopción.

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Aquella nocheLuc no se retiró a la biblioteca.Dio los pasos que habíacontadocienvecesmientraspracticabaaquellatarde,yfuehastalapuertaqueseparabasudormitoriodeldeArabella.Laabrió.Laescuchóinspirar.¿Seríadesorpresaodealarma?—Mary,puedesretirarte—dijoconlavozserena.Estabaenel ladoderechode laestancia,quizásentadaal tocador.Luc

intentó imaginarse el espacio, pero se sentía desorientado. Sólo habíaentradounavezenaqueldormitorio,lanochequeellalehablódelanillo,delpríncipeydesusueño,elsueñoquehabíaabandonadoporlasfamiliasdeCombe.La cama estaba delante, quizás a unos tres metros. Eso sí que lo

recordaba.Habíapensadoenellomuchasveces.Losrápidospasosdeladoncellapasaronentreellos.Lapuertasecerró.—¿Teencuentrasmal?—Seoyóelrápidofrufrúdelafalda.Entonces

Arabellasedetuvodelantedeélysufraganciaarosasdeveranoylavandasalvajesemetióensucabezaylorodeó—.¿Tepuedoayudar?—No he venido en busca de ayuda —dijo con torpeza. Se había

preparadoundiscurso,yeraundiscursomuybueno.Aellalegustabaquelaprovocara,siemprequenolahicieraenfadar,yqueríadarlegusto.Peronolesalieronlaspalabras—.Teníaundiscursopreparado—murmuró—.Yo…Elrocedesusdedosenlamandíbulafuecomounacariciadivina.Luc

seesforzópormantenerarayasunecesidad.Arabellaleposólamanoenelcuelloysellevósubocaaloslabios.Lebesóvacilantealprincipio,luegoconmásseguridad,ydespuéscon

unapetitoyunaurgenciamuyparecidasalasquesentíaél.Lucdeslizólasmanosporloscostadosdesucuerpoylaestrechó.Queríasentirlacontraél, quería notar su cuerpecito delgado, pero fuerte.Y ardiente de deseo.Ellaintentóacercarsemásdeslizándolelasmanospordebajodelchaleco.Luclacogióenbrazosyavanzóhaciadelante.Arabelladejódebesarlo.—¡Alaizquierda!¡Vealaizquierda!Sedetuvo.Arabella se rió con dulzura y ligereza, y el nudo de ira que se había

formadoenelcorazóndeLucdesapareció.Despuésdedistraerlaunmomentobesándolelaorejaydehacerlareír

otra vez, encontró su boca y la besó con fuerza. Arabella se separó unmomento.

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—Unpasoalaizquierda.Doshaciadelante.Luegootroalaizquierda—le susurró sin aliento para después enterrar la cara en su cuello. Lerodeó el cuello con los brazos y deslizó los dedos por su pelo—. Teaprenderás el camino si lo haces a menudo, ¿sabes?—añadió casi contimidez.—Amenudo,¿eh?—O…quizásóloquierashacerestaexcursiónunavez.Suvozparecíadiminuta.Lucdiounpasoalaizquierda,luegodoshaciadelanteydenuevoala

izquierda, y la tumbó con delicadeza sobre el colchón. Se inclinó sobreella despacio y la encontró con las manos, después con los labios: sufrente,sumejilla,suboca.—Sóloestavezdurantemediahoraporlomenos—ledijo,ylavolvió

abesar.Ella le rodeó el cuello con los brazos y le entregó su dulce boca, su

lengua,pegandolossuavespechosasutorso.—Pequeña institutriz —le dijo provocándola y empapándose de su

ansiosabellezaenlaflexiblehumedaddesuboca.Enterrólosdedosensupelosatinado—,sospechoquenecesitarémásleccionesantesdequeacabelanoche.Ella le metió la mano por debajo de la camisa y se le aceleró la

respiración. Luc jamás había escuchado un sonido tan bonito. Sintióañoranzayunaprofunda satisfacción.Arabella le acariciópasándole laspalmasde lasmanospor la piel.Le rodeó la espalda con la piernay leclavó el talón en la nalga. Su olor estaba por todas partes y sentía laperfeccióndesucuerpodebajodelsuyo.Lapresionócontraelcolchónyellasearqueóhaciaéldejandoescaparunsuavegemido.—Muchasmáslecciones—repitióLucconlavozronca.—Enesecaso,milord—lesusurróellaen laorejayse lamordió—,

soylaprofesoraadecuadaparaeltrabajo.

Resultó que era verdad: su marido necesitó muchas lecciones. Exigiótiempoparamemorizarciertas texturas,y luego lasvolvióamemorizarparaasegurarsedequese lassabíadememoria.Después insistióenquedebía recorrer con los dedos sus manos, piernas y otras partes de sucuerpo,inclusodevezencuandotambiénconlalengua.Segúnledijo,era

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la única forma de poder crear unmapamental del paisaje. A veces, enespecial durante los momentos en que él empleaba la lengua, Arabellatenía lasensacióndequeseconvertíaenlaestudiante,enlugardeser lainstructora.Yseabandonóalaeducaciónporcompleto.Luc repitió algunas lecciones. Ella protestó diciendo que no era

necesarioquelohicierasinoquería.Ledijoquehabíasidounestudianteejemplar desde el principio y que, en realidad, nunca había necesitadoaprendernada.Perosusprotestaseranmuydébilesyélnolehizocasoyseaplicócondiligencia.Arabelladurmióentresusbrazos.CuandoLucsemarchódesucamapocodespuésdelamanecer,lebesó

loslabiosylafrente,yellaleinvitóavisitardenuevosuescuelaaquellanoche.Élesbozóunaatractivasonrisa,lehizounagalantereverencia,ylecontestóqueestaríaencantadoderegresarparaseguirconlasclases.Luego se agarró a la columna de la cama, ladeó la cabeza y le pidió

ayuda en silencio para recorrer el traicionero camino que separaba susdormitorios.Arabellallorómientrassequedabadormida,aunquenosabíasierade

alegríaodepena.

Luccruzóelpuentebajolalloviznaheladaconlaseguridaddequeeraelmayortontodelmundo.Aunque era un tonto feliz.Un tonto feliz cuya esposamerecíamucho

másqueunamanteciegoyunduqueobsoleto.Seagarróalabarandillayavanzódespacio.Laneblinaheladasecolaba

por debajo del ala de su sombrero. Pero Fletcher había pedido que sereunieranenesesitioyaesahora.Luc se preguntó si su antiguo tutor era imbécil o si creería que el

imbécil era él. Un hombre no llevaba a un ciego a un puente sobre elTámesisamenosquepretendieratirarloalrío.Eraevidentequeelobisponoquerríamáserrores.Esavezseocuparía

personalmente.Pordetrásdelamortiguadosonidodelalluvia,oyóeltraqueteodeun

carro pesado y las espuelas de un caballo resonando en un callejóncercano, los lametones del río contra los cascos de los botes de los

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pescadoresamarradosenlaorillaylasquejasdelasgaviotashambrientasaguardandolaluzdeldía.La lluvia estaba helada y el terreno resbaladizo, pero estaba tan

convencido de conocer los sonidos, olores y texturas del río y delmarcomo de saber su nombre y que amaba a Arabella. Se abrió paso concuidado, guiándose por el tacto, y avanzó esforzándose por recordar laformaylaanchuradeaquelpuente.Sólolohabíavistounaodosveces.—¿Vienesdesarmado?LavozdeFletcherresonóenlaoscuridadqueteníadelante.Lucsedetuvo.—Comopediste.Peroahoratampocomesirvendenadalasarmas.Ni

siquierauncuchillo,pordesgracia.Amenosqueteacercaraslosuficientecomoparaquepudieracortarteelcuello.—Lucien,Lucien.Elasesinatoespecado.—Enesecaso,yaestoycondenado.¿Quémásmedaenviarleotraalma

asucreadoryenfrentarmealasconsecuencias?—Dileatusirvientequesemarcheconloscaballos.—Túyyosabemosquenosevaamarcharaningunapartehastaque

tengaelanillo.SehizounlargosilenciomientraslalluviaseconvertíaennieblayLuc

aguardabaconlosmúsculosentensión.Entonces percibió una ráfaga de olor a humo de tabaco rancio

mezclado con aceite capilar. Luego escuchó una respiración pesadadelantedeél.—Eres un buen nadador, milord —dijo el cochero de Fletcher más

cerca de lo que esperaba—. Pero no creo que esta vez puedas escaparnadando.Lucextendiólamanoconlapalmahaciaarriba.Elhombrelepusoel

anilloen lamano, luego locogióde lamanoymientras loenvolvía suoloratabacolesusurróalaalturadelhombro:—Te mataría yo mismo por haberme dejado en ridículo, pero su

excelenciaprefierehacerlopersonalmente.—Esunhonor.—Lucsesoltó—.Ahoraretrocedequincepasos.—¿Qué…?—Hazlo—ordenóelobispo.—¿Hasvenidocómotehepedido,Fletcher?—preguntóLuc.—Losdosllevamosunacapuchaparaocultarnos.Tusirvientenosabrá

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quiénessomosamenosquelehayasreveladonuestrasidentidades.—Sólounodelosdoscarecedehonor,ynosoyyo.—Esmuynobleportuparte,Lucien.Fletcher hablaba sin sarcasmo, como si sólo fuera el obispo, sólo el

sacerdote,yestuvieracomentandounaverdad.Noeraconscientedeserunvillanonicuandoestabaapuntodecometerunamaldad.Luc levantó lamanoconelanilloporencimadesucabeza.Oyóunos

pasosenelpuentequeseacercabanpordetrásdeél.—Capitán—dijoClaudecuandoseaproximó.Lucledioelanillo.—¿Eselmismoquetedescribí?—Sí,señor.—¿Lasmarcasyelcolor?—Exactamente,capitán.Noparecefalso,señor.Sólo lo sabría con seguridad cuando lo vieraArabella. Esperaba que

Fletcher no hubiera tenido tiempo de pedir que le hicieran una copiadurantelaspocashorasquehacíaquehabíacontactadoconél.—¿Puedesverleslacaraaestoshombres?—No,señor.—¿Dóndeestán?—A tresmetros, y el otro tresmetrosmás lejos.—LavozdeClaude

sonrió—.¿Quierequemeencarguedeellos,capitán?—No, gracias. —Dios bendiga la lealtad de los marineros hacia sus

capitanes—.Quieroque tevayashacia loscaballos sinperderdevistaaesoshombres,perotencuidado.—¿Por si se abalanzan sobremí yme quitan el anillomientras usted

sigueaquí?—Esaeslaidea.—Capitán—dijo—,nomegusta…—Luegoquieroquemontes, te lleveselotrocaballoyme llamespor

minombrecuandotemarches.CabalgadirectamentehastalacasaydaleeseanilloalseñorMiles,peronoledigasdedóndelohassacado.¿Mehasentendido?—Sí,señor.Lavozdelmarineroyanoeradivertida,sinomásbientriste.—Ahoravete.—Sí.Sí,señor.

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Sus pasos resonaron por el puente mientras retrocedía. Pasó unmomento,luegootro.Laspezuñasresonaronsobrelosadoquines.—¡Memarcho,capitán!LalluviasehabíaconvertidoenunanieblafinayLucsentíasufrescor

enlasmejillas.—Yavuelvesatenertubaratija,Lucien.Esperoqueestéssatisfecho.—ElhijodeAdinanoesdeTheodore.—Venga,hombre—serióFletcher—.Nopuedespretenderjugaraesto

ahoraqueestásderrotado.Mírate,ciegoyarruinado.¿Quéclasededuqueserías?—Sóloquieroelbiendemifamilia.Eseniñonoesdemifamilia,nitú

tampoco.—Mihermanaesunamujervirtuosa.—Tu hermana hace todo lo que tú le dices. Si le pides que haga una

confesiónpública,siinsistesenqueesoeslomejorparasualma,ellalohará.—Notengoningúninterésenhacertalcosa.La voz de Fletcher era monótona. Luc pensaba que era como la del

diablo.—Hay docenas de personas que testificarán que el viejo duque y la

duquesa de Lycombe no se vieron ni una sola vez durante los catorcemesesqueprecedieronalamuertedeél.—LamitaddelosnoblestituladosdelahistoriadeInglaterrahansido

bastardos.Losloressereirándetupetición.Eltonodelobispoestabateñidodeciertavalentía.Algopocohabitual.

Nuncahabíadadomuestrasdeotracosaquenofueralahabitualseguridadserenaquelocaracterizaba.Luc empezó a sentirse incómodo. Le picaba la cicatriz, pero el ojo

izquierdo le dolía mucho. Quería cerrarlo. Pero no podía. Fletcher loveríacomounadebilidad,inclusoapesardelaceguera.—Notelopidopormí—ledijo.—Yentonces,¿porquién?¿Portupobreydébilhermano?—Por lagentea laquehashechodañoy tienes la intencióndeseguir

hiriendoa travésdeeseniño,queademásnoesel legítimoherederodeCombe.Yo…Eldolorseintensificó.Unrayodeluzdoradaatravesólaoscuridad.Se

leapelmazólagarganta.

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Era su imaginación. Tenía que serlo. Se aferró con fuerza a labarandilla.Anteélflotabaunapálidanubedeluz.—¿Yquéharás?¿Reclamarelducado?Venga,Lucien…—Leescribiréunapetición alParlamento.—El rayodoradovolvió a

aparecer, como un colibrí, lo vio durante un instante y despuésdesapareció—.Reclamaréeltítuloy,siteenfrentasamí,locontarétodo.Lo de la extorsión. Les hablaré de la gente inocente. Les hablaré demihermano,siesnecesario.La nube gris se ensanchó y se hizomás profunda. La estrella dorada

relució.Semareaba. Inspiróhondoy cerró el ojo.La estrelladorada sedesvanecióconlanubegris.—Estástanlococomoél—escuchócomodelejos.Había dejado de llover y la brisa procedente del río era gélida. Luc

abrióelojoylaestrellaparpadeódenuevodelantedeélreluciendoporentrelamanchagris.Seleaceleróelcorazón.Diounpasoadelante.—Quédatedondeestás.—Estoy ciego, Fletcher. —Pero no para siempre. Gracias a Dios—.

¿Quécreesquetevoyahacerdesdeestadistanciaydesarmado?El obispo se rió, pero no era un sonido relajado. Luc parpadeó. El

borróngriseraunamanchadelcolordelamanecerconunpuntodecolorcrema.¿LacaradeFletcher?Pordebajoveíalaestrellabrillante.Lacruzdesupecho.—Estásenfadado,sobrino.Ylairanublaeljuicio.Sucumbiralairaes

pecado,ademásdeseraltamenteinconveniente.Sihacesalgunatontería,teharásdaño.—Tienesmiedo.Hastadeunhombreciego.Tienestantomiedodearder

eternamenteportusmuchospecadosqueestásaterrorizadodelamuerte.Incluso en estas circunstancias tienesmiedode loque tepodríahacer sipudieraver.Sumundose ibaexpandiendoamedidaquehablaba:sombras, formas

enlapenumbra,labarandilladelpuente,lasiluetadeunhombre.—Nuncahasintentadohacermedaño—dijoFletcher—.Huyesdemí.Y

deberíashuirahoratambién.—Hedejadodehuir.—Todavíano.—Lehabíavueltoacambiarlavoz,comounpedazode

sedacortadoporuncuchillo—.MeasegurarédequeculpenaChristosde

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tuasesinato.Lucseabalanzóhaciadelante.—Aléjate—aullóFletcher—.Oestoserámásdolorosodelonecesario.Entonces Luc vio un brillo plateado por debajo de la pálida cara

ovaladay lachispadorada.Cerróunpocoelpárpadoy tratódeenfocarbien la figura del asistente del obispo. Era una sombra oscura bajo laescasaluzdelalbaqueaguardabaaunostresmetrosdedistancia.Estabalobastantelejos.—Nopuedeshacermemásdaño—leadvirtió,yeraverdad.—Yatengopreparadalacartadeconfesión—leexplicóFletcher—.Os

matará a ti y al niño y tendrá tantos remordimientos que perderácompletamentelacabeza.—Mi hermano es más fuerte de lo que tú te piensas. —«Sigue

hablando.» Habla hasta que las sombras se aclaren y el brillo de labarandillayelcentelleode loscharcosy lacruzdeoronodistraiganlaatencióndelcañóndelapistola—.Notedarálasatisfaccióndevolverseloco.Esunbuenhombreyseráunbuenlord.—Yaloveremos,¿eh?Se escuchó el clic del percutor de la pistola. Luc se abalanzó hacia

delante.Seescuchóuncrujidoyluegoaparecióunanubedehumo.Nohabíadolor.Luc lediounpuñetazoen lacaraaFletcher.Elobispocayócontra la

barandilla.Serebuscóenlacapa.Luclevolvióagolpear.Tendríaencimaa su asistente en cuestión de segundos. No podía ganar aquella peleaguiándose sólo por sombras y brillos. Pero si podía se llevaría a su tíoconél.Sonaronunospasosasuespalda.Sediomediavueltaestirandoelbrazo

y alcanzó al hombre en la barbilla. El asistente del obispo se tambaleóhacia atrás.Un brillo plateado relució en sumano. Luc lo agarró de lamuñecaylediounapatadaenlaentrepierna.Aquelbestiaseagachóhaciadelanteyelcuchilloresonóenelsuelodelpuente.Luc sintió un dolor que se deslizaba por su brazo. Rugió y se dio la

vuelta.Fletcher saltó hacia atrás y el cuchillo brilló en la mano que tenía

extendidahaciaLuc.—Venga, Lucien. —Dio otro paso hacia atrás—. No debes pelearte

conmi…

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Tropezó. Hizo aspavientos con los brazos de espaldas, y cayódesapareciendoenlaoscuridad.Lucseabalanzóhaciadelante.Supiepisólanada,peroseapartódelagujero.Asuspiessonóelimpactodelcuerpoaltocarelagua.Avanzóconlasmanospordelante,encontrólabarandillayseagarróa

ellaparamirarhaciaabajo.Noveíanada,sólolaoscuridaddelrío,pensóquevolvíaaestarciego.Oyóunospasosenelpuente.Sediomediavuelta.Elcocherodelobispo

estaba huyendo. Desapareció en la niebla que reinaba en la imperfectavisióndeLuc.Sedejócaerderodillaseinspiróhondo.Luegoinspiródenuevo.Enel

sueloviounobjetobrillantequelellamólaatención:eralacruzdorada.Selehabíarotolacadenayestabatiradasobrelapiedramojándosebajolalluvia.Selevantómientraselalbagélidaseasentabaasualrededortiñéndose

defranjasdecolorperla.Asuspies,elríodescansabaensilencio,todavíanohabíanllegadolospescadores,ynadaperturbabalatranquilidad,salvolosgraznidosdealgunasgaviotasimpacientes.EncontrólapistolaenuncharcoylatiróalTámesis.Luegosemarchó.

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19

Losamantes

Arabella llamó a la puerta deAdina lomás pronto que se atrevió. Lanuevamadredormía a todashoras y vivía enamoradade sunuevohijo.Además,insistíaendarleelpecho,apesardelasadvertenciasdelaseñoraBaxter,elamadellaves,yunadocenadesusamigas.Cuando volvió de Richmond, Arabella había esperado para hablar a

solas con Adina. El parto había sido rápido, pero la mujer tardaba enrecuperarse.Y,sinembargo,Arabellayanopodíaesperarmás.Lucnuncareclamaría lo que merecía. Y menos en ese momento. Era demasiadoorgulloso.Asíquedebíaserellaquienloreclamaraporél.Sofocóunbostezomientrasesperabaaqueseabrieralapuerta.Dormía

muypoco.Ensuslabiossedibujóunasonrisa.Cerrólosojosysemecióunpoco

sobrelasalmohadillasdelospies.Alfinalleabriólapuertaunadoncellasoñolienta.Adinalasaludócon

lamisma cara de sueño, aunque con expresión de estar contenta. Estabadelgadaypálida,peroenlabandejadeldesayunoqueteníaalladotodavíaquedaban restos del chocolate, una tostada y unas natillas de limón. AArabellaselerevolvióelestómagonadamásverlo.Yanolesentabanadabien.Perocomíadetodosmodos.Subebélonecesitaba.NopodíaseguirocultándoseloaLuc.Elmiedoque lehabía impedido

decírselo—eltemordeque,alsaberqueyahabíalogradosuobjetivodetenerunheredero,quizádejaradeirabuscarla—yahabíadesaparecido.Ycon la renovada atención que estaba demostrando por los detalles de sucuerpo, pronto descubriría los cambios. Quizá se lo dijera y se loenseñaraaquellanoche.Larecorrióundeliciosoescalofrío.—QueridaArabella,quéfelizmehaceverteconojeras.Esagradableno

serlaúnicamujerdelacasacontanmalaspecto.—Adinalodijocontal

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dulzura que la joven tuvo que reírse—. Perome parece que tu falta desueñosedebeaunmotivomuydistintoalmío.Lanzóunaenamoradamiradaalacunaenlaquedormíaelbebé.—Adina. —Arabella se sentó a los pies de la cama—. Tengo que

contarteunahistoria.Esperoquelaescuchesconatenciónantesdetomarunadecisión.Suspreciosaspestañasdoradasseabrierondeparenpar.—¿Unadecisiónsobrequé?—Sobre si vas a confesar públicamente que tu bebé no es hijo de tu

marido. Cosa que permitiría que Luc ocupara su legítimo lugar comoduquedeLycombe.Adinasepusoseriadegolpe.Peroescuchó.CuandoArabellaacabódehablar,Adinaagachólacabeza.—Mihermanomedijoquejamáslovolveríaahacer.—Hablabaconun

hilodevoz—.Cuandoloencontréconmipaje…—Cerrólosojos—.Meloprometió.—Temintió.—No sólo sobre eso.—Miró a Arabella a los ojos—. Le dijo a mi

queridoTheodorequeyoleerainfiel.DespuésdeesomimaridonomepermitióvolveraCombe.EntoncesChristosvinoaverme.Habíaidoavera Theodore. Vino con un amigo.—Cogió la mano de la joven y se laestrechó—. ¡No era mi intención hacerlo, querida Arabella! Tienes quesaberqueyoadorabaamiTheodore.Peroestabatansolayélestabatanlejos…YMichaelmeconsoló.Seencogiódehombroscontristeza.—Adina, ¿lo pondrías por escrito y firmarías el documento frente a

testigos? ¿Comparecerías ante el Parlamento y ante el rey si fueranecesario,ydeclararíaslaverdad?Frunciósupreciosoceño.Peroasintió.—Mibebé…—Luccuidarádeél.Seráunmiembromásdeesta familia,aunqueno

lleveelnombredelosWestfall.Jamásloabandonaremos.Adinabatiólaspestañasconincertidumbre.—Michaelquierecasarseconmigo.Yquierereconoceralbebé,aunque

eso signifique que el niño no sea duque.A veces los hombres sonmuycontradictorios,¿verdad?

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Arabellabajólasescalerasconelcorazónylospasosligeros,yfuealabiblioteca. Luc había pasado allí los últimos días. Le diría su noticia enprivadoyveríalacaraqueponía.Luegolecontaríatodolodemás.Noestabaenlabiblioteca.Miróenelvestíbulo,enelsalónyenelcomedor.Eljardínestabagris,

húmedoyvacío.Subió las escaleras y llamó a la puerta de su dormitorio. Sintió un

revoloteodeimpacienciaenelestómago.Quétontería.Peroimaginarquelo veía siempre eramuchomás fácil que verlo de verdad. Era alto, unpocopeligrosoy,apesardetodo,eraunhombremuydecidido;yeldeseoque sentíapor él ladebilitaba tantoquenopodía evitarponerse furiosa.Peroentonceslabesabaylaabrazabaysesentíatanpoderosacomounadiosa.Estabacompletamenteindefensa.Milesleabriólapuerta.Selaquedómirandoconelrostropálidoylos

ojosmuyabiertos.Nodijonada.Arabellasintióunhormigueonervioso.—¿Estásuseñoría?—No,milady.—¿Ysabesdóndepuedoencontrarlo?Elasistentepareciópalidecerunpocomás.—Noexactamente,milady.—¿Cuándovolverá?Elasistenteabrióycerrólaboca.—SeñorMiles,¿dóndeestámimarido?Élleabriólapuertadeltodo.Ellaentróeneldormitorioconelcorazón

acelerado.Lucnoestabaallí.Sevolvióhaciaelasistente.ElseñorMilesaguardabaconlapalmadelamanoextendidayelanillo

desufamiliasobreella.Arabellanopodíarespirar.—¿Dóndeestá?—EstamañanaClaudeyélfueronalEastEnd,milady.—Sutonodevoz

eraseco—.Suseñoríafueareunirseconelobispo.—No.—Se le estaban encogiendo los pulmones—. No.—Levantó la

cabeza—.¿Cuándo?¿Ydóndequedóconélexactamente?

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Arabella jamás imaginó que la torturaría tanto esperar a que llegara elcarruaje. Cuando apareció, subió a toda prisa y le gritó la dirección alcochero.LasavenidasdeMayfairdesaparecieronenseguida,peroamedidaque

se acercaban a la ciudad, las calles se llenaron de carros, carruajes yjinetes.Seagarróalasientoconlasmanosheladas.Lucyanoestaríaallí.Peronoselopodíacreer.Recorreríalastabernasdelmuelleylosbaresfrecuentados por los marineros hasta que lo encontrara como lo habíahecho en Plymouth. Encontraría a alguien que lo hubiera visto, unpescador o un guardabosque, alguien.Algunapersona tenía quehabersefijadoenél.NoeramuynormalveraunlordciegomerodeandoporlasorillasdelTámesissoloydemadrugada.El carruaje no se movía. Abrió la ventana y asomó la cabeza para

llamaralcochero.Estabanatrapadoseneltráfico.Lacalleestaballenadegente,ibanapieoacaballo,ytodosmirabanundesfile.Parecíaundesfilecircense. Había equilibristas caminado sobre altísimos zancos y chicosconchalecosbrillantes,mujeresalomosdeponisllenosdelazos,músicaalegreprocedentedeflautasyplatillos,ycarrosdecoloresvivos.Juntoaellapasaronunpardeactoreshaciendomalabarismosconantorchas.LohacíanigualquelosmalabaristasquevioenSaint-Nazairelanochequeseentregó por primera vez a un arrogante capitán de barco, la noche queolvidóelsueñodecasarseconunpríncipe.Yesqueyaloamabaentonces.—No.—Seleencogióelcorazón—.No.Setapólosojosconlasmanosyseleempaparondelágrimas.El desfile pasó de largo y la multitud empezó a dispersarse: algunas

personasentrabanenlastiendasyotrassemarchabanporloscallejones.Su cochero siguió avanzando. Ella se esforzó por respirar tratando desofocarladesesperación,ymiróporlaventana.EntoncesLucapareciócaminadoporentrelamultitud.Ella abrió la puerta tragándose un sollozo, saltó del carruaje y salió

corriendoporlacalle.Élcaminódirectamentehaciaella.Parecíaquelehubierasonreído.Arabellaseabalanzósobreél.Loabrazóyéllacogióentresusbrazos.

Estabamuyfrío,teníalaropayelpelohúmedoytemblabaunpoco.Ellalevantólasmanos,seacercósucaraylebesó.Luegolebesóotravez.—Yapuedesver—dijo—.Yapuedesver.Le besó lasmejillas, lamandíbula y la frente, y después le apartó el

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pañueloylebesólafrente.—Duquesa,mevasaponerenevidencia—dijoélmuydespacioycon

aspereza,peroesbozóunasonrisaylacogiódelacintura.Lostranseúntesrezagadoslosmirabanconcuriosidad.Arabellalevolvióaponerelpañueloensusitioylediounbeso,luego

lebesóelojobueno,lasmejillasydenuevolaboca.—Siempreserásungranhombre.Luclacogiódelabarbillaylamiróconseriedad.—Arabella,estámuerto.—¿Lehasmatado?—No.Lohabríahecho.Perofueunaccidente.—Hicistelocorrecto.—Ya lo sé. —Le acarició la mejilla con el pulgar—. Pero contigo,

ArabellaAnneWestfall,lohehechotodomal,desdequenosconocimos,ycasi en todas las ocasiones. He sido arrogante, demasiado confiado,irritable y profunda e insaciablemente lujurioso. —Un transeúnte se loquedómirandoboquiabierto—.Tambiénteníamiedodeloquehayentrenosotros.Mehecomportadodeunaformaaborreciblecontigo,cuandoloúnicoque túqueríaseraencontrara tupríncipeazul.Yen lugardeeso,has acabado con un necio ciego, arisco y despótico. Si pudiera volveratrás,sipudierahacerloquedeberíahaberhecho…—¿Antesdequemeenamoraradeti?—…a-antesderobartelavirtud.—Fruncióelceño—.PorDios,mujer,

siempretienesquedecirloquemenosespero,¿no?—Meheesforzadotodoloquehepodidoparanoquererte.—Metiólas

manosenelabrigodeLuc—.Perohefracasado.—Hasfracasado.Sonrió.—Pero no he fracasado en todo. Adina ha escrito una confesión

explicando laaventuraque tuvoconunhombrefrancésqueestáansiosoporreconocerasuhijo.Ahoraeresduque,excelencia.Luc se rió y negó con la cabeza.Entonces sumirada se vistió de esa

intensidadquelehacíatemblarlasrodillas.—Sintiestoyperdido,duquesa.—Pues no tienes de qué preocuparte. Porque ya no volverás a estar

nuncamássinmí.—Leapoyólacabezaenelpecho—.Notedejarénunca.—Esolodicesporqueyanoestoyciegodel todo,¿verdad?—dijoun

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tanto vacilante—. Tenías miedo de tener que darme clases cada noche,peroahorayanotienesquepreocuparteporeso.Arabellaarqueólascejas.—Claro que no.Elmotivo por el que no pienso dejarte es que ahora

eresduque.—Yaveo.—Siemprequisecasarmebien.—¿Ah,sí?—Yquieroquemibebéseaduque.Ohermanadeunduque.Lucparpadeó.—¿Tubebé?Arabellalesonrió.—Tubebé.—Mi… —Se le atenazó la garganta. La estrechó por la cintura—.

Tenemosqueirnosacasa.—Teníalavozronca—.Ahora.—¿Ahora?Estábien.Pero…—Tedeseo.—Tú…—Tedeseoahora.Siempre.Entodaspartesycomomitodo:miamante,

miamiga,mibellezadelenguaafilada,micompañeradecopas,lamadredemis hijos,mi valor frente a la inminente derrota.Mi santuario.—Labesó—.Miduquesa.Labesó.Ellaledevolvióelbesocongranentusiasmo.—Peroenesteprecisomomento—ledijoentrebesos—.Sólotequiero

enmicama.EllaaceptólosbesosqueLucrepartíaporsucuello.—Enesopuedocomplacerle,excelencia.—Oenlatuya.Laquenosencontremosprimero.—Eresmuyeficiente.—Oenelcarruaje.Ellalecogiódelamano.—Puesvámonos,¿vale?Loarrastróhaciaelcarruajeentrecarcajadas.Élvolvióatirardeella,lacogiódelacarayledijo:—Arabella,tequiero.—¿Luc?—¿Sí?

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—¿Tequierescasarconmigo?

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Epílogo

Elcuentodehadas

LaduquesadeLycombeestabasentadaenunsillóndesudormitorio.Suespumosa falda de seda blanca como la nieve salpicada de minúsculosdiamantes incrustados relucía cayendo en cascada por encima de suasiento. Una tiara de diamantes asomaba por entre su melena, que sedescolgabacomoelcobreporencimadesushombrosydelasabultadasmangasdesuvestidodenovia.Sushermanasestabansentadasdelantedeella.Sobrelamesaquehabía

entreellasbrillabanlostonosdoradosycarmesíesdeunúnicoobjeto.—Noesperoquelohagáisningunadelasdos.—LosojosdeArabella

alternabanentre lasdoschicas rebosantesde radiante felicidad—.Tengotodoloquedeseo:vuestrobienestaryeldeLuc.—Seposólamanoenlabarriga—. Y ahora haré todo lo que pueda para encontrar a nuestrospadres.—¿Supongo que no pensarás que el dinero bastará para culminar esa

búsqueda?—leadvirtióEleanor—.Unadenosotrastienequecasarseconunpríncipe.—¿Ahoratútambiéncreesenlabuenaventuragitana?LarisailuminabalosojosdeRavenna.—Nunca he dejado de creer en ella —admitió Eleanor—. Sólo soy

escépticaconlaideadequeunsolohombrepuedaserlarespuestaatodo.—Lafenoescomolaerudición,Ellie.Ocreesonocrees.—Ytúnocrees.Ravennaacaricióasuperro.—Yocreoenlaamistad.Notengoningúnproblemaendejarlosfinales

felicesparaprincesascomoBella.—Notenéisporquéretomarmimisión.—Arabellacogióelanilloyse

lollevóaltocador,dondelometióenunacajadeoroyesmalte.Dejóelanillo en el terciopelo del interior—. Pero si alguna de las dos quiere

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hacerlo,loencontraréisaquí.Alguienllamóalapuertadeldormitorio.ElduquedeLycombeentróen

la habitación.Estaba resplandeciente con su elegante traje de novio y elpañuelo negro en la frente, que le daba un aire un poco peligroso. AArabellaseleaceleróelcorazón.Eramaravilloso,yerasuyo.Intentónosonreírcomounatonta.Peroélyasabíaquesemoríaporél.

Siempre.Parasiempre.Lamiróysuojobrillóconseguridad.—Esposa—dijotransmitiendoenesaúnicapalabraelplaceryelafecto

quesentíaporella.—Esposo—contestóArabella,igualdefelizqueél.—Nuestros invitados nos esperan abajo.—Les hizo una reverencia a

RavennayaEleanor—.Avosotrastambién,señoritas.Eleanorlededicóunadulcesonrisaysaliódeldormitorio.Ravennase

pusodepuntillas,lediounbesoenlamejillaysaliódetrásdeBestia.LucletendiólamanoaArabella.—¿Duquesa?Ellaalargólamanoyéltiródeella.Agachólacabezaparaenterrarla

narizdetrásdesuorejamientrasellaledeslizabalasmanosporelpecho.—¿Luc?—¿Mmm?—Ahoraquesoytuduquesadeverdad,¿cómomevasallamar?Posóloslabiossobrelossuyos.—Miamor.

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Notadelaautora

Hoy en día hay mucha controversia sobre terminología empleada apropósito de los gitanos,más apropiadamente llamados romanís, y conmotivo,yesquelaspalabrastienenmuchopoder.Laspalabrasconvalorpeyorativo que se emplean para designar a un grupo o a un individuopueden dividir y destruir si se utilizan inintencionadamente o porignorancia.Paraestelibroheelegidoutilizarlostérminosqueseusabanen los lugares y el periodo en el que está ambientada la historia.Y losingleses de principios del siglo XIX se referían a este colectivo con lapalabra«gitano».Quiero dar las gracias por sus consejos a la doctora Marie-Claude

Dubois, la profesora Leslie Moch, la doctora Christine E. Lee, laprofesoraMollyA.Warsh (por su oportuna intervención respecto a lasperlas,cosaqueteproporcionaati,queridalectora,unejemplodecómouna escritora demente puede escribir una frase descriptiva como esta:«labiostansatinadoscomo[espacioarellenar]perlas»,yluegopasardíasbuscandoeladjetivomásapropiado,yaSamanthaKane.Tambiénquierodarle las gracias aCarol Strickland y a lasmujeres del grupoHeart ofCarolina Romance Writers BiaW por su inspiración y los buenosmomentos pasados con ellas, y a The Chambermaids: Anne Alexander,NitaEyster,CarrieGwaltneyyChristyKrupa.Mil gracias a Marcia Abercrombie, Georgie Brophy, Mary Brophy

Marcus y Marquita Valentine por su cuidadosa lectura y susrecomendaciones. Quiero expresar mi agradecimiento y mandarlesmuchos abrazos también a Kieran Kramer, Caroline Linden, SarahMacLean, Miranda Neville y Maya Rodale: habría echado mucho demenosvuestrocariñoyvuestros consejosmientras escribía este libro sino los hubiera tenido.Myron Lawrence yGeorgann Brophy vinieron aauxiliarmemásvecesdelasquepuedocontar,yagradezcoprofundamentesuinfinitapacienciaysucomprensión.Un especial agradecimiento para Georgie Brophy, Nita Eyster y

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Miranda Neville, que me salvaron en el último minuto, y para LaurieLaBean,porrescatarmeamíyaestelibro.Hayquiendicequeestoybendecidaporlosdiosesdelasportadas,pero

yo sé de quién es el mérito. Quiero gritarles un cordial «¡hurra!» aldepartamentoartísticodeAvonporhabermehechootrapreciosaportada.MiagenteKimberlyWhalen semereceque ledé lasgraciasporcada

libroquehepublicado,pornomencionarqueledebomicordura.Quierodarlelasgraciasamieditora,LuciaMacro,quesiempredioenelblancocuandomesugeríaalgo respectoa lanovela,yquecompartió sus ideasconestahumildeautoraconcompasióneincansableseguridad.Graciasamimaridoporsuafectuosoapoyo,yamimaravillosohijoy

amidulceIdaho,quecadadíameayudanasentirlaalegríaylaaventuradelamorquehaceposiblequemedediqueaescribir.

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