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“Ya están aquí”, le dijo su madre aljoven Eduardo Haro Tecglen el 28de marzo de 1939. Entraban enMadrid los que poco despuéscondenarían a muerte a su padre,Eduardo Haro Delage, subdirectordel diario La Libertad, acusado deldelito más grave que los partidariosdel “¡Viva la muerte!” podíanc o n c e b i r : la responsabilidadintelectual en la lucha política.

De aquellos días, meses, años deasedio, toda la guerra civil, HaroTecglen conserva una nítidamemoria. Pero no son sólo susrecuerdos los que nutren estas

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páginas: también encontramos enellas documentos históricos, relatosde testigos, a veces contradictoriosentre sí, testimonios opuestos al delautor. Del conjunto surge una visiónenriquecedora y palpitante, todo locercana a la verdad que la historiapuede ser, del conflicto que provocóel enfrentamiento entre españoles ehizo de Madrid el símbolo mundialde la lucha contra el fascismo.

Las imágenes de aquella Repúblicaque alentó tantas esperanzas, las deaquellos hombres que lucharon porideales de solidaridad, igualdad yconvivencia, y las de la ciudad en

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armas que resistía a la barbarie vanempalideciendo, diluyéndose. De ahíla necesidad de obras como ésta,porque la historia que se olvidapuede repetirse.

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Eduardo Haro Tecglen

Arde Madrid

ePub r1.0Mangeloso 06.04.14

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Título original: Arde MadridEduardo Haro Tecglen, 2000Retoque de portada: Mangeloso

Editor digital: MangelosoePub base r1.0

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IntroducciónEl mito

—Ya están aquí —dijo mi madre.La mano que tantas veces, durante

toda mi pequeña vida, me había sacadodel sueño con dulzura, comoamortiguando la vida en la realidad, mesacudía ahora con prisa, como, en mediode la noche, cuando empezaba unbombardeo, o un cañoneo. La realidadera urgente. Desde la calle empezaba allegar la algarabía; la de los moros—«al arabía»—, que bajaban encamiones desde los altos de la Casa de

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Campo, desde el cerro Garabitas, desdela montaña del Príncipe Pío. Gritos,trompetas, himnos, altavoces. El clamordel enemigo. Era el 28 de marzo de1939: Madrid había caído. Ya habíanpasado.

Mi padre dormía. Había trabajadotoda la noche en lo que sería el últimonúmero del periódico que hacía: elejemplar que había traído estaba aúnfresco. Apenas estuvo un momento a laventa: y él no volvió jamás a sudespacho, ocupado ya —mientras éldormía, esperando que fueran por él—por quienes sacarían con la misma fechaotro periódico, el de los triunfadores.

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El temple de la mano de mi madre enmi frente fría es una sensación real deahora mismo, un calor y un vaho derespiración y un tacto que sucedemientras escribo; como la rugosidad delpalo de la bandera de tres colores o elaroma de la flor de acacia en el primerdía de la República; o el sonido delpistoletazo —el «paco»— quedisparaba sobre los milicianos, o elchirrido del tranvía al tomar la curva dela glorieta de San Bernardo —RuizGiménez era su verdadero nombre, ysigue siéndolo: por el padre de donJoaquín: familia de ministros, gentecatólica, fama de buenos: o sea, la

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glorieta de San Bernardo—: el duroroce del metal con metal, amortiguadocon la arena que llevaba el tranviario enun depósito y que arrojaba por un tubose parecía al ulular que a veces sonabacomo una sirena de alarma. Hastaconfundirse. Durante muchos añosdespués aún sentía alarma cuando se oíaese chirrido. Los oídos estaban siempreatentos en la guerra: a las sirenas, a losdisparos; después lo estuvieron alsilbido de los proyectiles de obús quellegaban del frente perforando el cielo,o a su destemple de carraca alarrastrarse por él. El frente: a un paso.Pero ellos no podían darlo: no se les

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dejaba.La ciudad en guerra. Esos alarido de

los proyectiles de obús, que ya recuerdomás agudos cuanto más altos y hacia máslejos volaban; más cascados, más feos yburdos, más ruidos y menos sonidos,cuando se precipitaban hacia el suelo yhabía que guarecerse y taparse la cabezay reducir el tamaño del cuerpo paraofrecer menos blanco. Sobre lo que sé—y lo sé aunque sea Mentira; uno creala memoria de su propia vida— está loestudiado, lo investigado ahora. Cuandose han vivido momentos de los que sellaman históricos (simplemente porqueen ellos se junta hasta el trueno y el

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relámpago y el aguacero de loacumulado durante muchos días ymuchos años que son los que crean,quizá, la verdadera historia), se sabeluego que tampoco lo investigado escierto: que los historiadores se fían desus testigos también equívocos, de supropio tinte personal, que apenas dudande lo que parece cierto; de sus duendes,de sus documentos. Cuando se ha vistoel acontecimiento o se ha estado dentrode él, se sabe ya que lo escrito luego noes exacto. No tenían los historiadorespor qué ser una excepción dentro decomo son las criaturas sociales.

Intento aquí una crónica sobre unos

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sucesos que forman el rostro y losbrazos y el tronco y las piernas de unahistoria mil veces contada, mil vecesfalsificada, mil veces rectificada. Estoyseguro de que lo mío, mi crónicaapoyada en el estudio actual, de lo quese cree que se sabe hoy, es lo real. Pero,cuidado: no soy la primera persona quecree que la realidad no existe más quecomo una secuencia de fragmentosindivisibles cuya inmensa mayoríaquedará para siempre desconocida. Elpasado no existe, el futuro tampoco; y elpresente no es más que un vuelo altoentre el pasado y el futuro.

«Ya están aquí»: Madrid había

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caído. Un Madrid, una imagen, unaversión de Madrid. Había llegado a seruna ciudad un poco rara, muy peculiar,como consecuencia de una serie desuperposiciones históricas, pero, sobretodo, de una doble personalidad quequedaba muy bien definida con la frase«villa y corte». Villa por un lado, cortepor otro. Villa dudosa, de la que losmonarcas desconfiaban: la idea de«capital» la llevaban ellos consigo ydonde estuvieran: en Toledo oValladolid, o en El Escorial o dondefuese. Pero eran una célula, una pompa,unos extranjeros metidos en alcázaresinexpugnables, separados, con sus

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dinastías y sus apellidos distintos. Másallá de la aristocracia.

En los anales y las crónicas sesepara bien la circunstancia. LeónPinelo decía: «El rey Don Felipe II,habiendo elegido esta villa pararesidencia de su corte…». No formónunca parte de ella: le separaban de losvillanos las picas y alabardas. CarlosCambronero recogió documentosmunicipales de los años 1561 y 1562 enlos que se consideraba siempre comoprovisional la residencia de la corte enMadrid: «…por el tiempo que suMajestad estuviere en esta villa…»; «…durante el tiempo que estuviere en esta

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villa la corte de su Majestad…».Federico Carlos Sáinz de Robles,historiador minucioso de Madrid, señalasiempre que una cosa era la corte en elAlcázar y otra era Madrid, el lugarón deIsidro Labrador. «¿Capital Madrid pararesidencia de él (Felipe II)? No. LugarMadrid propicio a sus deseos para dejaren él —como se deja el sombrero ycuando estorba en una percha— la partesuntuosa y odiada de su corona…»[1].

Esa especie de doble vida la hatenido Madrid durante siglos. Con unanatural interdependencia. Madrid, con lacorte dentro, generaba oficios, empleos,aventuras, esperanzas, ilusiones. Venían,

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pues, a ella de todas partes; y la villaconservaba la misteriosa, nuncasuficientemente explicada, capacidad deconvertir en madrileños a los quellegaban y de mezclarlos, sindiscriminación, con los que ya estaban.

Quizá sea uno de esos fenómenossociológicos que suelen explicar losfilósofos de la moda: el que llegaba,llegaba a un prestigio conocido a algoque no se define solamente con lapalabra «capital» y desde luego noenteramente con la palabra «corte»;quizá Madrid ha sido durante siglos unamoda, una manera de hacer y de vivir,una calidad de cultura o de civilización.

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Insisto en que no era una maneracortesana de hacer, sino más bien uncontraste con la corte, que siempre viocon desconfianza —con la desconfianzapropia de los estados absolutos— esecrecimiento de la vida pública: desde lacorte y todos sus estamentos se haejercido siempre esa clase de represiónmezclada con tolerancia, conresignación, que han producido losgrandes momentos de la cultura. Larelación entre la villa y la corte era algomuy peculiar. Y producía un estilo.Tenía, por tanto, el que llegaba algo queimitar: un habla, unos dichos, un acento;y una forma de vestir, de andar, de

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comportarse; y ese código de visionesde las sociedades y de las modas quedetermina lo que es y lo que no es. Unaciudad tan extraña como Madrid, aunquenaturalmente incomparable, como esNueva York, que no es ni siquieracapital de su estado federal, pero quetiene unos valores inmensos de poder yque representa una misma dialéctica conla corte, con la capitalidad deWashington, ha inventado lo in y lo out,lo de dentro y lo de fuera, como si esanecesidad de imitar para ser admitido,para ser conocido pudiera llegar agenerar una superación, unsupermadrileñismo. Este fenómeno ha

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durado hasta entrado el siglo XX (elejemplo más obvio, el que siempre serecuerda: Arniches).

Hay que insistir algo en todo esteconjunto de conceptos: lo que ibagenerando Madrid como villa, comolugarón, era lo que han desarrollado porotras razones históricas otras muchasciudades españolas: una determinadacoherencia, una determinadapersonalidad. Hay un estilo, una manerao un manierismo, una cultura, unacivilización sevillana, barcelonesa,cordobesa, burgalesa… Y son ciudadescitadas al azar de entre todas como lasque podrían citarse. Había una

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personalidad madrileña. Unaconstrucción, un trazado de barrios ycalles; una subdivisión enpersonalidades menores, que inclusodejaban huella en la literatura, en lainvestigación de los escritores (pudohaber una novela que se llamaseChamberí, y otra que se titulase DelRastro a Maravillas, por ejemplo); seformaban por las agrupaciones degremios, por las clases sociales, por lascircunstancias históricas. Había pintoresy dibujantes madrileños, poetasmadrileños, escritores madrileños,menores unos, superiores otros, perotodos fijados en este fenómeno de una

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coherencia.Todo ello funcionó una última vez en

el Madrid del 6 de noviembre de 1936;cuando la corte expulsada por unarepública que fue muy madrileña, muyde la Puerta del Sol, llegó otra vez hastasus bordes. «¡Madrid, Madrid! qué bientu nombre suena, /rompeolas de todaslas Españas. /La tierra se desangra, elcielo truena /y tú sonríes con plomo enlas entrañas» (Machado). Quizá Madridno sabía en aquel momento que estabadefendiendo su manera de ser. Creía queestaba defendiendo una opción colectivade vida frente a otra que se le veníaencima en la guerra civil; y ésa era en

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efecto la cuestión esencial de la defensade Madrid. Pero la resistencia, lasbarricadas, las canciones, iba a pagarlascaras. Cuando perdió la guerra, Madridperdió también su carácter, sufisonomía. Otras ciudades españolas hansabido o han podido conservarla mejor:a pesar de los nuevos modos de vida,tienen todavía sus características más ymejor conservadas.

Madrid se instaló, cuando fuecercada, en esa especie de guerra detrincheras, y se aceptaba una normalidadrara pero diaria: las tiendas y los cafésdefendidos por sacos terreros, como laestatua de Cibeles (en torno a ella se

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llegó a construir una especie de funda deladrillos y aglomerado, como si fuese unsímbolo de Madrid que no se podríadestrozar); el racionamiento imposible,la venta de «estraperlo», el tabaco dehierbas, el café de malta y luego deachicoria, y ya sin azúcar. Se hicieronfamosos dos platos de los que hubo unacierta abundancia: las lentejas y laschirlas, o pequeñas almejas traídas dellitoral levantino. Los cines y los teatrosse llenaban. Las películas americanasque se habían quedado dentro serepetían año tras año, y alguna española(Morena Clara, de Benito Perojo y deImperio Argentina), y el viejo y nuevo

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cine ruso. Por algunas razonesespeciales los pobladores de Madrid seconvencieron de que, efectivamente, nopasarían. Unos con desaliento, otros conentusiasmo y participación.

Todo esto constituyó un mito. Ladefensa de Madrid comenzó a resonar enun mundo donde la intelectualidad y susmedios de expresión eran antifascistas, yveían en Madrid algo suyo. Ha quedadoen la mitología del siglo, y un madrileñoabstracto aparece en poemas y películasy libros. Quizá se mantendrá parasiempre, como otros mitos: la Bastilla oel Palacio de Invierno, Numancia oZaragoza frente a los franceses.

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En este relato sobre ese mito, y decómo llegó a serlo, hay recuerdos míos,recuerdos de otros, fragmentos deperiódicos, documentos históricos, notasde historiadores profesionales, charlasde testigos. A veces he aplicado latécnica del collage, estimulado por laliberalidad con que la emplea HansMagnus Enzensberger en El cortoverano de la anarquía, sobre la vida yla muerte de Durruti; en su caso, logracasi la perfección del relator:desaparecer. Tampoco es verdad: lamisma selección de textos es ya unatendencia; su encabalgamiento, unaopinión. No intento desaparecer como

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testigo turbado por el mal estado de losrecuerdos, capaz de transportar aquellastrincheras o aquellos cánticos a laactualidad de ahora mismo. Nadieescribe con inocencia. En realidad, hebuscado los testimonios (debidamenteentrecomillados, certificados, referidosa su publicación) que avalan los míos:algunos tan contrarios, tan adversos, quecasi refuerzan más mi manera de ver,que no es objetiva, pero que dejaabiertas todas las puertas y todas lasinterpretaciones. Entiendo que nadiedebe declararse objetivo mientras sea unsujeto; y no hay escritores objeto,historiadores objeto, cronistas objeto.

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Ni personas objeto. Este sujeto es unmadrileño de la guerra civil, formado yeducado y alimentado —mal todo ello—y esperanzado —pero sin demasiadasesperanzas ya—, y fracasado con la IIRepública española en sus dos etapas:hay quien llama III República al tiempoque va desde el 18 de julio de 1936 al 1de abril de 1939, y bien puede ser: fueun tiempo naturalmente distinto.

Lo advierto, lo aclaro, me denuncio,para que nadie crea que trato de sosteneruna objetividad. No soy fiable. Medefiendo de mi parcialidad, extiendo ladesconfianza a los otros: nada esenteramente fiable: nada garantiza la

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exactitud de nada. Y si lo fuera, lasubjetividad del lector lo haría a sumanera. Mis recuerdos son claros hastacuando no son auténticos: son veraces ensu inseguridad; no son sólo palabras,sino imágenes de lo visto y sonidos delo escuchado. Y tacto, y sabor y olor.Pero he tenido muchas veces querectificarlos con datos bastante másciertos, o más aproximados que micertidumbre. Cuanto más me engañanmis recuerdos, menos creo en los de losotros. Es lógico que no me fíe de mímismo: tengo que hacer esta advertenciapara quienes insisten en buscar laverdad. A estas alturas de una

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civilización que lo mejor que tiene es lode enseñarnos que toda la verdad esprovisional, y que, en todo caso, lasverdades se pueden apreciar sólomientras duran. Son verdades deconsumo. Adiós a los dogmas.

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Capítulo IUn Magma

Madrid cayó el viernes 28 de marzo de1939. La guerra había terminado, peroFranco aún la prolongó tres días más (enlos que los vencedores en realidad notuvieron más trabajo que el de recogerafanosamente lo abandonado, capturarprisioneros, correr y correr por lo queles quedaba del mapa, buscando ybuscando rojos) para poder sellar suúltimo parte de guerra («Cautivo ydesarmado el ejército rojo…») el lunes1 de abril: quería él una fecha más

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brillante, más viva. El sitio de Madridhabía durado ochocientos setenta días,desde el 7 de noviembre de 1936. Unjueves. La guerra, unos cien días más.Según se cuente, según se acepten lasfechas del principio y el fin.

La guerra civil fue un increíbleepisodio en el que el odio, la muerte, elmiedo y el hambre duraron dos años ynueve meses. Si no contamos lostiempos de antes: el terrorismo, lasrevueltas, las grandes huelgas. Lodescribe Jorge Guillén:

Va extendiéndose un magma.Huelgas, disturbios, choques.Turbas, heridos, muertos.

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¿Adónde va este caos? Dirigidoatropello.

La providencia al quite.Dios y una tiranía.

(Jorge Guillén. Valladolid,1893-1984. Uno de los grandes de laResidencia de Estudiantes, de dondesaldría la generación de 1927. Noesperó al final de la guerra para elexilio: se fue en 1938, pero no cesóde escribir sobre la guerra civil.Volvió a España, no se aclimató a suValladolid, fue a Málaga: allí murióen 1984. El poema que se cita estádedicado «A la memoria de

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Leopoldo Alas, legalmenteasesinado el 16 de febrero de1937»; se refiere al hijo de«Clarín»; le condenó a muerte enOviedo un Consejo de Guerra, y leejecutó. León Felipe: «Aquí el hachaes la ley… / Y el hacha es lo quetriunfa»).

Todo el siglo XX español había sidodramático. «La semana trágica» se dijode una serie de acontecimientossangrientos en Barcelona. El imperiohabía desangrado España: habíapermitido la creación de grandes

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fortunas, pero el gasto lo había hecho lapequeña burguesía que pagaba losimpuestos y el pueblo que ponía lossoldados. Los repatriados volvieronagotados y se encontraron con lo que sellamó «guerra de África», en la que losmilitares querían prolongar su trabajo.El Ejército español no había ganado unasola batalla desde que el gran imperiocomenzó a declinar bajo Felipe II; hayque tener en cuenta lo que se llamó«militarismo», ideología basada en lapreponderancia de los militares y en lacreencia suya y de sus admiradores enuna capacidad especial para sentir elhonor, la patria, la religión y sus

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emblemas preponderantes, la monarquíay la bandera.

Era una tradición en las grandesfamilias que el primogénito se dedicaraal Ejército y a la administración delpatrimonio aumentado generación trasgeneración con los matrimonios deconveniencia preparados, estudiados,sopesados; el segundo hijo, a la religión.De esta forma, armas, dinero y fe seconcentraban en una sola clase. Laideología militar se centró en el sigloXIX en la resistencia que opuso esaclase a las revoluciones europeas en unasucesión de pronunciamientos.

Ese espíritu que redunda siempre en

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lo militar es fundamental paracomprender lo que sucedió a partir de1936: fue una epopeya de los militaresque se llamaban a sí mismos«africanistas», aunque sólo actuaran enel festón del norte de África, sobre elMediterráneo. Tierra de beréberes, dekabilas. La devastaron, pero ganaronascensos, condecoraciones, pensiones,títulos de nobleza. Ganas de seguirpeleando. La ilusión de Marruecos fuela de una guerra ganada. Les impulsó ala mejor guerra que podían imaginar: lareconquista de España. Mi manera dever las cosas es la de que fue una reyertagrave, larga y honda entre las clases

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creadas por esas grandes familias que seconsideraban España y los que habíanquedado abajo. En el centro, una granburguesía que estaba haciendo, conretraso, las revoluciones que los suyoshabían realizado en Europa.

Es posible que la II República fuesela primera auténtica revolución burguesaen nuestra historia; y es posible tambiénque el franquismo fuese una segundarevolución burguesa de rectificación. Laprimera había defendido a la burguesíade la aristocracia; la segunda de la clasebaja ascendente. Suelo considerar que loque se llamó «el Desastre de 1898», lapérdida de las últimas colonias (Puerto

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Rico, Cuba, Filipinas) en lo que seconsidera generalmente como guerras deindependencia (y que no fueron más queun traspaso de España a los EstadosUnidos, unas veces a la fuerza y otraspor venta, como en los acuerdos deParís), produjo el revulsivo suficientecomo para dar a luz a la repúblicatreinta y tres años después. Eldesprestigio del Ejército se multiplicóen la guerra de África y alcanzólógicamente a toda la casta de la noblezade cuya cúpula formaba parte; loscampesinos, los proletarios, las clasesdesfavorecidas, habían pagado la mayorcontribución humana en las guerras

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coloniales, y no sólo en vidas humanas,sino en el trabajo de los campos y en elsustento; y la burguesía, en forma deimpuestos, cuyos beneficios no recibiónunca. La clase representada por elEjército alumbró, con la aquiescencia ola llamada del monarca Alfonso XIII, ladictadura de Primo de Rivera, que erauna repetición de los golpes del sigloXIX, pero no pudo resistir.

La República se proclamó el 14 deabril de 1931, a continuación de unaselecciones municipales celebradas eldomingo 12. La mayoría de los militaresaceptó el cambio, la nueva bandera y laConstitución. Manuel Azaña, figura

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clave de este siglo en España, fueministro de la Guerra y ofreció a losmilitares una salida que le parecíahonrosa: un retiro anticipado con todo susueldo. La «Ley de Azaña» fue aceptadapor muchos, pero se consideró despuéscomo una forma de disolver el Ejército:un ataque al honor militar. El 10 deagosto de 1932 se sublevó el generalSanjurjo; fue rápidamente reducido.

(José Sanjurjo Sacanell, 1872-1936. Hijo de un coronel carlista;hizo la Academia, ascendió acapitán en Cuba por méritos de

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guerra, laureado en Marruecos,cómplice de Primo de Rivera en ladictadura de 1923, teniente generalascendido por su dirección deldesembarco en Alhucemas,nuevamente laureado y tituladomarqués del Rifen 1927, directorgeneral de la Guardia Civil al llegarla República: su respuesta negativaal rey Alfonso XIII cuando éste leconsultó si debía resistir fuedecisiva para la caída de lamonarquía. Aceptó el resultado delas elecciones del 12 de abril de1931 y continuó en su cargo bajo lanueva bandera. La manera en que la

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Guardia Civil realizó la represiónde los movimientos obreros enArnedo y en Castilblanco seconsideró cruel: Azaña le destinó ala Dirección General deCarabineros, cuerpo que se dedicabaespecialmente a la represión delcontrabando, extinguido en 1940 por«republicano». A Sanjurjo lepareció denigrante esta destitución,o cambio de destino, y comenzó susactividades antirrepublicanas. Tuvodemasiada fe en sus compañerosmilitares y se quedó casi solo en elintento de golpe del 10 de agosto de1932; fue capturado, juzgado y

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condenado a muerte, pero elpresidente de la República leconmutó la pena inmediatamente —contra el parecer del Gobierno— yle mandó a un penal; el cambio delGobierno a la derecha por laselecciones de 1934 le valió elindulto; se fue a Portugal y desde allícomenzó la conspiración que lepodría haber convertido en Caudilloel 18 de julio de 1936 bajo unamonarquía restaurada. Emprendióvuelo en una avioneta, dos díasdespués, el 20 de julio, para hacersecargo de la sublevación, equipadocon uniformes de gala y

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condecoraciones. El piloto,Ansaldo, ha contado[2] que leadvirtió de que no aseguraba elvuelo con ese exceso de equipaje,pero acató la orden; el avión capotóy Sanjurjo murió).

La República sacó de la cárcel a losúltimos presos de la dictadura y lesllevó al Ministerio de la Gobernación(antigua Casa de Correos, hoy sede de lapresidencia de la Comunidad deMadrid), donde izaron la banderatricolor (Elche presume de haber sacadoesa bandera por primera vez en toda

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España). Se convocaron elecciones paraunas Cortes constituyentes; secelebraron el 19 de junio de 1931 y lasganaron los partidos socialistas yrepublicanos. La Constitución fueaprobada el 31 de diciembre de 1931 yproclamaba a España «Repúblicademocrática de trabajadores de todaclase que se organiza en régimen delibertad y justicia» (170 votos a favor,152 en contra: éstos se oponían a que sereconociese la división en clases); fueelegido presidente Niceto Alcalá-Zamora.

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(Niceto Alcalá-Zamora yTorres, nacido en Pliego, Córdoba,1877-1949. Abogado, católico,ministro de la Corona en losgobiernos liberales: republicanodesde 1930, aportó elconservadurismo centralista a laidea de república. En la elaboraciónde la Constitución se opusotenazmente a todos los artículoscontrarios a la Iglesia. Le recuerdo,siendo yo niño, caminando desde suresidencia en el paseo de MartínezCampos —luego fue Casa de

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Córdoba, finalmente vendida yderruida— hasta la misa de doce enla iglesia de Santa Teresa, todos losdomingos. Miraba yo sus botinesblancos, que eran famosos: lellamaban, por ellos, «el Botas». Ibasin escolta visible.

Firmó el indulto de Sanjurjo,pero también los de Pérez Farrás,Ricart, González Peña y Escofet,condenados por los intentosrevolucionarios contra el GobiernoLerroux —quien, en sus memorias,se manifiesta contrariado por ello: élhubiera fusilado—. Intentó un«neutralismo» entre la izquierda y la

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derecha. Disolvió las Cortes unnúmero de veces mayor de lo que lepermitía la Constitución y fuedestituido en abril de 1936. Mástarde marchó al exilio en Francia; lallegada de los alemanes le hizo huira la República Argentina, dondemurió. El fiscal de la Generalidadcatalana durante la guerra, JosepAndreu, me contó que, falto dedinero, hizo la travesía en lasbodegas del barco, junto a los torosencajonados de una corrida que ibaa México; y que en América lecontrató un circo ambulante en cuyapista aparecía con el frac, la banda y

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las condecoraciones de presidentede la República y contababrevemente su historia. No hepodido encontrar ningunaconfirmación de estas anécdotas).

La II República Española inició unaveloz carrera con el Gobierno de Azaña:la reforma del Ejército y la supresión dela Academia Militar General; ley deldivorcio, matrimonio civil, voto para lasmujeres; cambios en la enseñanza que sedestacaron por la creación denumerosísimas escuelas primarias, lasupresión de la enseñanza religiosa y el

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triunfo de las ideas educativas delkrausismo y la Institución Libre deEnseñanza; la expulsión de los jesuitas ymás tarde del cardenal Segura; laaprobación del Estatuto de Cataluña…

Pero decepcionó a grandes sectores:a los agrarios, y España era un paíseminentemente campesino, queesperaban una reforma que pusiera ensus manos las tierras de los propietariosabsentistas (especialmente, enAndalucía, de los aristócratas que lasposeían desde la Reconquista del sigloXV), y a los obreros industriales. Losintelectuales, que esperaban de laRepública una especie de sustitución de

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la aristocracia de la sangre por la delpensamiento (especialmente Ortega yGasset y Marañón), se vierondesbordados, sin embargo, por quienesesperaban de la República unequivalente de la Revolución francesa yactuaban por su cuenta (quemas deiglesias y conventos, motines en algunospueblos, enfrentamientos con losanarquistas).

El más terrible de todos los sucesoscampesinos fue el de Casas Viejas, enenero de 1936: un movimientoanarquista reprimido por Azaña, queenvió unas fuerzas combinadas deguardias de Asalto (cuerpo creado por

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la República para renovar el llamado deSeguridad) y de la Guardia Civil;cercaron el pueblo, lo asaltaron casa acasa y ejecutaron sumariamente a losrebeldes; la familia Seisdedos fueexterminada cuando se atrincheró en sucasa. Azaña fue acusado por laoposición de derechas de haber dado laorden de disparar: «¡A la barriga, a labarriga!». Todas las investigacionesconducen a la idea de que esa frase noexistió nunca. Sin embargo, cubrió a lasfuerzas represoras en el Congresocuando, interpelado y atacado,respondió simplemente: «En CasasViejas ocurrió lo que debía ocurrir».

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(Manual Azaña Díaz, 1880-1940. Fue la figura en la que secentró la proclamación,resurrección, resistencia y derrotade la República española: el odio delos franquistas probablementecontribuyó a valorar más la figura deAzaña, porque necesitaban una«contrafigura», un Demonio del quehacer la antítesis de su Dios. De éldijo Mola esta frase: «Monstruo queparece más bien la absurdaexperiencia de un nuevo y fantásticoFrankenstein que fruto de los amoresde una mujer». Fue abogado,

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funcionario, escritor, fundador derevistas intelectuales y políticas,presidente del Ateneo de Madrid —que tuvo una enorme importancia enel debate de las ideas reunidas bajola denominación de republicanas—y político de acción en IzquierdaRepublicana.

Cuando los micrófonos y losaltavoces eran rudimentarios —o noexistían, ni siquiera en el Congresode Diputados—, su voz rica ypotente, su monólogo queinterpretaba la palabra, su ademán,fascinaban: un político que, siendode pensamiento minoritario y

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elitista, encendía a las masas en losmítines de Mestalla —Valencia— ode la Plaza de Toros de Madrid. Envísperas de la República, Azaña eraaún un hombre desconocido para elpueblo. Francisco Ayala le describeen «el rincón oscuro» del Ateneo. Oen la tertulia de la Granja del Henar—calle de Alcalá, junto al Círculode Bellas Artes: Valle-Inclán, comopresidente por derecho de ella—.Giménez Caballero —el hombre queintrodujo el fascismo romano enFalange, el que después quiso casara Pilar Primo de Rivera con Hitlerdecía de él: «Me impresionó

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siempre su faz esteárica, exangüe,decolorada, obsesa», y que su caraera «una abultada palidez congafas», «rasgos abultados, pálidos,sensuales, sin aristez alguna. Sedirían rasgos de un tímido ylinfático. Pero los labios,carniceros. La sonrisa, voraz y sinmisericordia. La mirada, glacial,fina, profunda, lejana, implacable».

Otro retrato: «Era nuestrohombre un escritor oscuro, no sóloporque su fama estaba restringida[…] sino oscuro también porque,vistiendo siempre colores apagadosy un tanto lúgubres, sobrio en sus

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palabras, severo de ademanes, frío,su estampa toda estaba impregnadade esa austeridad —y esa autoridad— que hizo proverbial en Europadurante siglos pasados el “sosiego”castellano o español» (FranciscoAyala). Los caricaturistas ledibujaban exagerando las verrugasque agravaban su fealdad: iba a serllamado «el Verrugas» como alpresidente anterior se le llamó «elBotas»: pueblo, entonces, de motes.

Julio Caro Baroja loconsideraba así: «Don Manuel seconvirtió en ídolo de la izquierda, yfrente a esa idealización hecha con

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alguna base, en verdad, la derechacreó el mito infernal, según el cualAzaña era un monstruo horrible.Esto no tenía el menor fundamento,pero se propaló por todas las víasposibles. Es curioso advertir lacapacidad que ha tenido siempre laderecha para satirizar en grueso,inventar horrores y calumniarfieramente a sus enemigos».

Azaña era hijo de una familia dela alta burguesía de Alcalá deHenares, procedente de un pueblo deToledo cuyo nombre tenían: Azaña.Fue un niño burgués, educado en losagustinos de El Escorial —quizá a

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su severidad debió elanticlericalismo de toda su vida—.Hizo la carrera de Derecho enMadrid. Quiso ser diputado por elpartido de Melquíades Álvarez: nosalió. Luego se apartó de Álvarezcuando éste se sumó a la dictadurade Primo de Rivera. Con los idealesdel krausismo y de la InstituciónLibre de Enseñanza de FranciscoGiner, el republicanismo histórico,las ideas del regeneracionismo y loque entonces se entendía porrepública como sistema igualitario,de sufragio universal y final de losprivilegios, fundó las revistas La

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Pluma y España, junto a CiprianoRivas Cherif, con cuya hermanaDolores —veintidós años menor queél— casó. Sus enemigos acusaron deimpura a esa relación: un periodistade la derecha que firmaba «ElDuende la Colegiata» —AdelardoFernández Arias— le fotografió deespaldas en la portada de su revistaEl Duende con el pie: «Por do máspecado había».

En París, Azaña había realizadoestudios militares no oficiales: la IIRepública le sacó del anonimatopara hacerle ministro de la Guerra.Intentó la depuración del Ejército,

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ofreciendo el retiro con todo susueldo a los militares que noquisieran jurar la República —laLey de Azaña—: el odio militar leacompañó desde entonces, junto conel religioso —su frase «España hadejado de ser católica» fue citadacomo burla y error, pues no se haestudiado bien la caída moral de laIglesia, que ya era perceptibleentonces—, añadido al mito de surepresentación de los intelectuales.El pensamiento de Azaña fue pococompartido: la derecha le acusó porlas citadas razones —y por ladivisión de las nacionalidades

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históricas, que medio siglo mástarde, ya en nuestros días, haasumido la propia derecha— y laizquierda de clase le reprochaba suescasez de espíritu revolucionario.

La formación del Frente Popularle sacó de la cárcel de Gil-Robles yle dio la Presidencia de laRepública. Poco pudo hacer. Ennoviembre de 1936 escapó deMadrid: una peregrinación queterminó en 1939 en Francia y que en1940 le llevó a la muerte. Lapropaganda franquista dijo que habíamuerto en el seno de la IglesiaCatólica, pero Rivas Cherif, Dolores

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y otros próximos lo han desmentido.En el exilio de México, Juan

Marichal se dedicó a larecopilación, ordenación y anotaciónde sus escritos: hoy es un clásico delpensamiento humanista y de lareflexión sobre el ser de España).

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Capítulo IIFascismo, comunismo,

anarquismo

La derecha, además de sus movimientosclásicos de carácter monárquico ycatólico, comenzó a segregarorganizaciones que imitaban el fascismoitaliano: las Juntas de OfensivaNacional Sindicalista (JONS), que mástarde se sumarían a Falange Española,fundada por José Antonio Primo deRivera, para llegar en 1934 a FE y delas JONS, y un movimiento de laderecha no estrictamente monárquica, la

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CEDA (Confederación Española deDerechas Autónomas) de José MaríaGil-Robles, que produjo también unasmilicias (Juventudes de Acción Popular)uniformadas y con instrucciónpremilitar. El clima social favoreció ala numerosa burguesía y a la clasemedia: en las elecciones de 1934 ganóla coalición formada por AlejandroLerroux y José María Gil-Robles, quecomenzó un rápido movimiento deretroceso sobre las reformas de laRepública. El ideal de tanto conspiradorestaba representado especialmente enMussolini y en lo que se suponíasimilar: lo mediterráneo, la catolicidad,

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la latinidad y toda la retórica necesaria.Uno de los méritos de estos gobiernosfue el que protagonizó su ministro de laGuerra, Gil-Robles, cuando nombró aFranco, el 13 de mayo de 1935, jefe delEstado Mayor General. Pese a ello,Franco, como se dice en otro lugar, leobligó a exiliarse apenas inició suguerra.

Se ha atribuido parte del éxito de laderecha a la concesión del voto a lamujer. Había entonces una fuertediscusión, que ya procedía del siglopasado en Francia, entre los partidariosde la concesión del voto a la mujer, quehabían solicitado con arrojo y

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dificultades las «sufragistas» (sufragio =voto, el sufragio universal, expresiónmáxima de la democracia, significaba elderecho de todos a votar, y también elde todos a ser elegidos), que eranprincipalmente los católicos y losconservadores, y sus enemigos,principalmente los socialistas, quienesalegaban que la mujer estaba sometida ala presión de la Iglesia, pero a la queatribuían además un papel conservadorque consideraban «biológico»: eranellas las que retraían a los maridos departicipar en huelgas o pertenecer asindicatos por miedo a la pobrezaabsoluta, por defensa de la prole.

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Este debate se repitió en España a lallegada de la República, y a lasobjeciones clásicas se unía el rechazode la mujer española al divorcio, queconsideraba equivalente al repudio. Eralógico en un país donde el grado de lainstrucción era bajo y las mujeres sólotenían acceso a empleos subalternos,como campesinas, criadas, lavanderas olas más favorecidas taquígrafas ymecanógrafas, a las que se llamaba«taquimecas», y donde era tradicionalque, una vez casadas, abandonarancualquier empleo. Pareceestadísticamente cierto que el votofemenino ejercido por primera vez en

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España en 1934 favoreció a lasderechas. Sin embargo, luego laevolución de la mujer en sentidocontrario fue muy rápida: por lasrepresiones de la derecha sobre losrepublicanos, por la fuerza de unmovimiento feminista del que fue figuradestacada la joven escritora Hildegard,por la presencia de mujeresrepublicanas en el Congreso (VictoriaKent, Clara Campoamor) y por el hechode que los grandes movimientosrevolucionarios estuvieran dirigidos pormujeres: el anarquista por FedericaMontseny, el Partido Comunista porDolores Ibárruri, Pasionaria. En

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febrero de 1936, en las elecciones queganó el Frente Popular, se registró uncambio de voto de la mujer hacia laizquierda.

(Dolores Ibárruri Gómez,1895-1989. Firmó sus primerosescritos como «Pasionaria», y esesobrenombre llegó a convertirse enel símbolo mundial de la resistenciaal fascismo. Estrechamente ligada ala defensa de Madrid. Hija deminero, sirviente, costurera, esposade minero, madre de seis hijos, almadel Partido Comunista; cuando

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regresó a España después del exilioen Moscú procuró mantenersesiempre silenciosa mientras supartido se deshacía en luchasinternas. Personaje de canciones,poemas, composiciones musicales.Uno de los personajes expulsadosdel partido, gran figura de laclandestinidad comunista en Madrid,ministro luego del Gobiernosocialista de Felipe González y autorde numerosos libros de recuerdos ymemorias con un contenido yaanticomunista y antisoviético, JorgeSemprún, le había dedicado estepoema:

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«Tu sonrisa, Dolores»

Yo me acuerdo.Era una tarde tibia de marzo en el

destierro.Dormían en la savia los rumoresde miles de hojas verdes. Y las floresen la profundidad de los capullos

preparabansu negación airosa. La madre tierrahervía en el proceso de antiguos

renaceres.De lo viejo y lo nuevo en la

contienda,frágil presagio victorioso, un árbolanunciaba porvenires de gloriafrente a los estertores del triste

invierno agónico.

Y el sol en los cristales mortecino.

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Se abrió la puerta. Entraste. Nosalzamos

de nuestras sillas. Fuiste estrechandomanos, sonreías.

Y entonces estalló la primavera.

Dolores comentó apenas laexpulsión de Semprún del PCE:«Siempre ha sido un cabeza dechorlito».

Miguel Hernández le dedicó unextenso poema; éstos son algunosfragmentos:

[…]Una mujer que es una estepa solahabitada de aceros y criaturas

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sabe de espuma y atraviesa de olapor este municipio de hermosuras.

[…]

Vasca de generosos yacimientos,encina, piedra, hierba noble,naciste para dar dirección a los

vientos,naciste para ser esposa de algún

roble. […]

Tus dedos y tus uñas fulgen comocarbones,

amenazando fuego hasta los astrosporque en mitad de la palabra ponesuna sangre que deja fósforo entre sus

rastros.

Claman tus brazos que hacen hastaespuma

al chocar contra el viento.

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Se desbordan tu pecho y tus arterias:por qué tanta maleza se consuma,por qué tanto tormento,por qué tantas miserias. […])

(Federica Montseny Mañé,1905-1994. Escritora, novelista,revolucionaria; hija de los escritoresanarquistas catalanes Joan Montseny[«Federico Urales»] y Teresa Mañé[«Soledad Gustavo»], fundadores deLa Revista Blanca y de Tierra yLibertad; a los diecisiete años, entre1921 y 1922, publicó Horastrágicas, y a los veintitrés, Laindómita; abandonó la literatura por

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la acción directa. Pasó de la CNT —Confederación Nacional del Trabajo— a la FAI —FederaciónAnarquista Ibérica—, másextremista, y dentro de ella, al alaizquierda. Sus adversarios dentro dela Federación la llamaron, en burla,«Miss FAI». Defensora de lafamilia, entendía ésta como unaunión libre con hijos propios oadoptados donde cada uno tuviera sulibertad de decisión y sin que lospadres formaran a sus hijos en sumisma ideología. Defendía elderecho al aborto e intentó suprimirla prostitución en Barcelona primero

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y en España cuando fue ministro dela República, pero no seconsideraba feminista.

Montseny expresó así elpensamiento anarquista sobre lamujer y el feminismo: «Entre losmuchos equívocos a desvanecer, hayel del sexo. Nosotros jamás hemossido feministas, porqueconsideramos que la mujer debetener los mismos derechos que elhombre y que, como el hombre,posee las mismas parecidascualidades y los mismos semejantesdefectos.

Establecer un compartimento

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estanco entre hombres y mujeres,viejos y jóvenes, nos parece lo másabsurdo y lo más estúpido. Lashuestes de Hitler y los balillasmussolinianos estaban constituidospor una juventud tan execrable y tancarente de sensibilidad y deescrúpulos como los vejestorios quegobernaban los otros pueblos. Encuanto a las mujeres y a supretendida delicadeza y bondad desentimientos, hablemos un poco deello.

Hay mujeres, como hay hombres,que honran a la especie por laexcelsitud de su pensamiento, por la

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nobleza y la dignidad de su carácter.Hay mujeres, como hay hombres,que saben compartir el dolor de losdemás, realizar en ellas mismas latransubstanciación individual,incorporándose al drama, las luchas,las esperanzas de la especie. ¿Paraqué citar nombres? ConcepciónArenal, Ellen Key, Louise Michel…

Pero al lado de esta calidadexcepcional, que honra al sexo y a lahumanidad, ¡cuántas mujeresencontraremos tan detestables, tanodiosas como los más odiosos ydetestables de los hombres!

Pensamos ahora en las damas de

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la aristocracia y la burguesíafrancesa que, después de laCommune de París, iban a recrearsecon el espectáculo de lossupliciados. No recordamos siHenry Rochefort o la propia LouiseMichel cuentan cómo las leonas dela época, mundanas y mediomundanas, esposas o queridas de losindustriales, y los representantesfranceses de las “grandes familias”iban a remover, con las puntas desus sombrillas, los sesos deldesgraciado Flourens, asesinado yexpuesto “como ejemplo” por losversalleses. Pensamos en las

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horribles capos femeninas de loscampos de la muerte, de Auschwitz,de Ravensbrück, de todos los altoslugares del sufrimiento humano, queinfligían el tormento y llevaban a lascámaras de gas con la mismafrialdad que los hombres empleadosen tales menesteres. Pensamos en lasesposas de los jefes de campo, quese hicieron fabricar lámparas yabanicos con la piel arrancada delas espaldas de los deportados…»[3]

Federica Montseny vivió undrama en la guerra civil que lapreocupó durante toda su vida:aceptar formar parte de un gobierno,

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junto con su compañero de partidoGarcía Oliver. En el Gobierno queformó en Madrid Largo Caballero setrató de hacer una unidad de todoslos partidos empeñados en elantifascismo. Sin embargo, la purezaanarquista no aceptaba losgobiernos; su ideario era el de hacerla revolución al mismo tiempo quela guerra, cosa que no compartíanlos demás. La República, por otraparte, había reprimido duramente,incluso salvajemente, losmovimientos anarquistas, que hacíanresponsable de ello a Azaña cuandofue presidente del Gobierno —en

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ese momento lo era de la República—. El propio Azaña se resistió afirmar el nombramiento de dosministros de la FAI —a la queconsideraba responsable deasesinatos en Madrid, y cuyosmiembros se consideraban«incontrolados»—; sin embargo, lainsistencia de Largo Caballeroconvenció a todos de la necesidadde acción común. FedericaMontseny trabajó no solamente paraque se mantuviese ese espíritu, sinopara contener las luchas entreanarquistas y comunistas —como enlos llamados sucesos de mayo,

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Barcelona, 1937—; ella misma fuevíctima de un atentado comunista. Eldebate sobre esta forma decolaboración todavía no se hacerrado).

Se ha llamado «bienio negro» a losdos años que duraron los gobiernos dela derecha, representados por AlejandroLerroux como presidente del Gobierno yJosé María Gil-Robles como ministrode la Guerra (los dos años anteriores,desde la Constitución hasta 1934, seríanel «bienio azañista»).

La velocidad con la que los cuatro

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gobiernos del «bienio negro» quisierondeshacer las primeras conquistas de laRepública fue excesiva. En muchoscasos la recuperación de la Iglesia en lavida civil era ya imposible, como en eldivorcio, pero se reincorporó a laenseñanza. La tímida reforma agraria fuetambién combatida. Lerroux y Gil-Robles se apresuraron a indultar aSanjurjo y a sus compañeros deintentona golpista y colocaron enpuestos de importancia a Franco, aMola, a Fanjul y a Goded, conocidospor su aversión a la República. Sesupone que en dos ocasiones al menosGil-Robles entabló contactos con los

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altos jefes militares para preparar ungolpe de Estado a la manera del dePrimo de Rivera, pero manteniendo laRepública: no pareció que estuviera enla mentalidad militar de entonces lacolocación de un «Jefe» a la cabeza delpaís.

(Alejandro Lerroux, 1864-1949. Comenzó su carrera enMadrid como anticlerical yobrerista; se fue a Barcelona, dondeel movimiento obrero era máspoderoso, y creó allí la Casa delPueblo, centro de cultura y

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animación del mismo tipo que losque luego fueron dirigidos por elPartido Socialista y la UniónGeneral de Trabajadores; la primeraestaba ya funcionando en Valencia.En Barcelona le llamaban «elemperador del Paralelo» y sus frasesdemagógicas y anticlericalesproducían entusiasmo: «Levantemoslos velos de las novicias yhagámoslas madres».

Fue diputado por UniónRepublicana en Barcelona, en 1903,pero se declaró anticatalanista y fuederrotado en las elecciones de 1907.Por esa circunstancia se fue

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inclinando poco a poco hacia laderecha con su Partido Radical —sufrió la escisión de los radicales-socialistas, más a la izquierda—.Fue ministro en varios gobiernos dela República; en las elecciones de1934 se presentó en alianza con laConfederación de Derechas de Gil-Robles, pero a finales de 1935 sedescubrieron algunos escándalos decorrupción de los que se acusó alPartido Radical. El más conocidofue el que dio origen a la palabraestraperlo: la concesión de unospermisos de juego al inventor de unaruleta —Strauss, de donde viene la

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primera parte de la palabra, estra—,probablemente trucada, medianteregalos y dinero a la familiaLerroux. En las elecciones de 1936no consiguió el acta de diputado.Quiso sumarse al movimiento deFranco, pero no fue admitido: se fueal exilio en Portugal, donde tambiénestaba Gil-Robles.

Arthur Koestler, el ex comunistaque asistió a la guerra de Españacomo corresponsal de un periódicoinglés —capturado a la caída deMálaga, fue condenado a muerte porQueipo de Llano, pero las presionesinternacionales y un posible canje le

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liberaron—, cuenta en sus memoriasque tuvo adjudicado en Madrid elautomóvil de lujo y el mecánico quehabían sido de Lerroux: había en élpequeños compartimentos secretosque, según el mecánico, servían paraocultar medias de seda y otrospequeños regalos con los que «donAle» —apodo con el que se leconocía popularmente— seducía alas jovencitas. No le permitieron elregreso a España hasta 1947, yagravemente enfermo: murió en 1949,a los ochenta y dos años).

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(José María Gil-Robles yQuiñones, Salamanca, 1898-1980.Licenciado en Derecho, su actividadpública se inició en el diarioca tó l i co El Debate —llegó adirigirlo—; colaboró con CalvoSotelo, bajo la dictadura de Primode Rivera, en la elaboración de unnuevo régimen de administraciónlocal. Fue dirigente máximo deAcción Popular, que luego seconvertiría en ConfederaciónEspañola de Derechas Autónomas.Entre los numerosos aspirantes al

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puesto de Mussolini español, estepolítico demócrata cristiano fue unode los más destacados, aunque nocon tantas posibilidades como JoséCalvo Sotelo. Los caricaturistas eranmuy aficionados a su cabeza enforma de pera; pero su rostro se hizopopularísimo sobre todo por elcartelón con su efigie colocado en lacasa de la Puerta del Sol entreMayor y Arenal con el letrero «Apor los trescientos»: es decir, aganar los trescientos escaños que lehabrían de dar la mayoría absolutaen las Cortes de 1936, destruidas yasus alianzas con Lerroux. No los

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consiguió. La frase «Todo el poderpara el Jefe», con la que tambiénquería animar a sus votantes, lecalificó de excesivamente próximo aMussolini, el Duce.

«Hay que ir a un Estado nuevo…¡qué importa que nos cueste hastaderramar sangre! Necesitamos elpoder íntegro, y eso es lo quepedimos… La democracia no espara nosotros un fin, sino un mediopara ir a la conquista de un Estadonuevo. Llegado el momento, elParlamento o se somete o lehacemos desaparecer[4]». Conspiróprobablemente con Mola, pero no

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fue aceptado por el movimiento delos generales. Al comenzar la guerracivil fue al exilio de Portugal yquiso sumarse a Franco, pero, comole sucedió a su compañero de exilioy de Gobierno Lerroux, no fueadmitido. Regresó en 1953 y llevó acabo una campaña monárquica —por don Juan de Borbón, también enel exilio de Portugal— y dereconstrucción de la democraciacristiana. Fue duramente tratado porel franquismo y acusado deconspirador en el «contubernio deMunich» —una reunión de enemigosdel régimen de todos los partidos—;

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perteneció a la «Platajunta»,compuesta de dos agrupaciones, laPlataforma de ConvergenciaDemocrática y la JuntaDemocrática); en las primeraselecciones nacionales después de lamuerte de Franco se presentó comodiputado en la circunscripción de suviejo feudo, Salamanca, pero noconsiguió el acta. Murió en 1980).

El amplio y fracasado movimientoque se llamó Revolución de Asturias,pero que en realidad fue mucho másextenso, era un intento de respuesta no

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sólo a lo que se veía como unaanulación de la República, sino almiedo a que se produjera el movimientofascista mussoliniano tantas vecesesbozado y que había recibido un nuevorefuerzo con la ascensión de Hitler alpoder: canciller por las elecciones deenero de 1933, Führer por el plebiscitode 1934. La posibilidad de que Españasiguiera un camino parecido se veía enlos dos campos: por Gil-Robles en laderecha, por los socialistas y lospartidos de izquierda en el campocontrario.

La izquierda era muy heterogénea:los partidos meramente republicanos y

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demócratas eran más bien centristas; elPartido Socialista desconfiaba porrazones históricas, y ajenas a España, delos comunistas (que eran por otra partemuy pocos en ese momento, y divididosen varios grupos) y de los anarquistas,que desconfiaban de todos y llegaban ala conclusión de que los azañistas o losconservadores eran, en el fondo, lasmismas personas. Un gran factor deoposición a las derechas gobernantes lodieron los nacionalismos: los catalanesvieron recortado el Estatuto de «regiónautónoma dentro del Estado español»(1932): de hecho, fue suspendido enoctubre de 1934, después de los

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movimientos revolucionarios. ElEstatuto vasco quedó bloqueado por elGobierno de Lerroux y los diputadosnacionalistas se retiraron de las Cortes.En Galicia, el proyecto de Estatuto fuecongelado por los radicales y loscedistas y el referéndum que loproclamaría no pudo celebrarse hasta eltriunfo del Frente Popular, pero laguerra civil impidió que se pusiera enpráctica. Aunque los estatutos habíantenido el apoyo de los partidos deizquierda en las Cortes, losnacionalistas no eran especialmente deizquierdas. Sin embargo, apoyaron endistinta medida el movimiento socialista

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de octubre de 1934. Debía iniciarse conuna huelga general que forzase alpresidente de la República a disolverlas Cortes y a convocar nuevaselecciones generales, pero la represiónfue inmediata y brutal. En Cataluña lahuelga general fue proclamada por laAlianza Obrera (con la abstenciónanarquista), pero los fascistas de JoséDencás (los escamots) lanzaron unainsurrección armada y, al mismo tiempo,Lluis Companys proclamó la RepúblicaCatalana. Los tres movimientosfracasaron ahogados por la GuardiaCivil y el Ejército mandado por elgeneral Batet.

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(Domingo Batet Mestres, 1872-1937. Sacó a la calle en Barcelonala IV División y obtuvo la rendiciónde Companys y la de los que lehabían secundado, y terminó con lahuelga general obrera: fue premiadocon la Laureada y le nombraron jefede la VI División Orgánica, enBurgos. El 18 de julio de 1936 no sesublevó, pero tampoco opusoresistencia a los sublevados y serindió. Fue acusado por suscompañeros franquistas de rebeliónmilitar y condenado a muerte por unConsejo de Guerra Sumarísimo de

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Urgencia. Intervinieron a su favorotros generales, se alegó sucondición de caballero laureado ysus méritos al apagar la sublevacióncatalana y se elevaron numerosaspeticiones de indulto y de revisión,pero Franco no le perdonó. Fuefusilado en 1937).

Vizcaya y Guipúzcoa (no asíNavarra, donde los carlistas eranopuestos al Estatuto) mantuvieron lainsurrección durante siete días; cesócuando la represión había causado yacuarenta muertos. Mil quinientas

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personas fueron encarceladas; muchasde ellas estuvieron en las prisiones,algunas de ellas habilitadas en barcos,hasta las elecciones del Frente Popular.En Asturias el movimiento se convirtióen revolución y se llegó a formar unajunta de los partidos principales(Comité Provisional Revolucionario deAsturias; los anarquistas, en este caso,se unieron a los partidos políticos) queatendió a la gobernación inminente delterritorio. El ministro de la Guerra deLerroux, Diego Hidalgo, envió un terciode la Legión y un cuerpo de moros, losRegulares: no hay precisión real sobreel número de muertos, pero

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probablemente pasaron del centenar.Fueron encarceladas treinta milpersonas; dos de ellas fueroncondenadas a muerte y ejecutadas sobreel terreno. Diego Hidalgo llamó alcomandante militar de Baleares para quese encargase personalmente de lasoperaciones de represión de laRevolución de Asturias: era Franco.

(Francisco FrancoBahamonde, 1892-1975. Biografíaobvia. Se despliega a lo largo deestas páginas: es, podríamos decir,su protagonista).

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A raíz de los sucesos de Asturias yde la represión sangrienta e interminablese radicalizaron las dos Españas: laizquierda se sintió unida, pese a unasdiferencias que no terminarían jamás (nidurante la guerra, ni el exilio, ni en lasprisiones franquistas), y la derechaperdió sus últimas preocupacionesconstitucionales. La palabra clave erafascismo: en la derecha apenas sepronunciaba, por no inquietar a lasdemocracias europeas, pero sí seempleaban términos equivalentes a losde Mussolini y Hitler. La reunión de laderecha fue muy heterogénea: los grupos

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en torno a Calvo Sotelo y RenovaciónEspañola, los monárquicos en sus dosramas, los católicos de Gil-Robles y losfalangistas ya unificados bajo JoséAntonio Primo de Rivera, que llevabanla acción al extremo de la «dialéctica delos puños y las pistolas» y cuyos másaristocráticos representantes novacilaban a la hora de disparar.

(José Antonio Primo de Riveray Sáenz de Heredia, 1903-1936,llamado solamente José Antoniocomo personaje de culto. Suprincipio básico fue el de rehacer la

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obra de su padre, el Dictador, yreivindicar su memoria histórica.Quiso empezar una carrera políticaen la Unión Monárquica Nacional,pero no consiguió al acta dediputado hasta 1933, después dehaber fundado Falange Española; laperdió en las elecciones de 1936. ElGobierno del Frente Popular declaróa Falange, ya unificada con lasJONS, fuera de la ley, porconsiderarla culpable de losdesórdenes callejeros y delpistolerismo. José Antonio Primo deRivera fue detenido por tenenciailícita de armas, al igual que otros

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personajes de su partido. Alcomenzar la guerra civil fuetrasladado a Alicante, juzgado porrebelión, condenado a muerte yfusilado el 20 de noviembre de1936. Se ha especulado con laposibilidad de que algunos intentosde canje concretamente, porFrancisco Largo, hijo de LargoCaballero, que fue luego fusilado,fueran desechados por Franco, anteel riesgo de que José Antonioquisiera ocupar el puesto dedictador apoyado por Italia yAlemania. También se habló de laposibilidad de que fuera liberado y

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enviado directamente a la zonafranquista después de haber obtenidode él una promesa de mediación. Eltestamento que dejó al morir es undocumento muy lejano a sus textosde combate y muestra una granserenidad. Durante mucho tiempo,José Antonio fue una figura de cultoen la España de Franco, peroquienes quisieron heredarle en lajefatura de Falange fueron apartadosy en algunos casos condenados amuerte, como Hedilla, aunque nofusilados. Franco tomó para sí elpuesto de Jefe Nacional de FalangeEspañola Tradicionalista y de las

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JONS, tras unir a ella el movimientocarlista y añadir a su uniforme laboina roja del requeté. Suagresividad era manifiesta, como fuenota dominante de todos losmovimientos fascistas. Su idea deque había que emplear, frente a ladialéctica filosófica de Marx, la«dialéctica de los puños y laspistolas» fue más que una frase:fortaleció el pistolerismo. No estáexcluido que él mismo disparasealguna vez, y muchos de susfamiliares fueron acusadosdirectamente de homicidio. La frasecompleta, pronunciada en el

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discurso fundacional de la Falangeen el Teatro de la Comedia deMadrid —29 de octubre de 1933—,sobre cuyo significado se hadiscutido mucho, es ésta: «¿Quién hadicho, al hablar de “todo menos laviolencia”, que la suprema jerarquíade los valores morales reside en laamabilidad? ¿Quién ha dicho quecuando insultan nuestrossentimientos, antes que reaccionarcomo hombres, estamos obligados aser amables? Bien está, sí, ladialéctica como primer instrumentode comunicación. Pero no hay másdialéctica admisible que la de los

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puños y de las pistolas cuando seofende a la Justicia o a laPatria…»).

La respuesta al Gobierno de laderecha y a las durísimas represiones deAsturias fue una agrupación de lospartidos de izquierda en el FrentePopular (Francia ya estaba gobernadapor un Frente Popular, movida por elantifascismo), que reunía a IzquierdaRepublicana (el partido de ManuelAzaña), Unión Republicana, PartidoSocialista, Partido Comunista, PartidoObrero de Unificación Marxista y

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Confederación Nacional del Trabajo (laCNT, anarquista).

El periódico donde trabajaba mipadre, La Libertad, estuvo publicandodiariamente una cabecera en primerapágina que decía: «¡Viva la Repúblicadel 14 de abril!», señalando que losacontecimientos posteriores habíantraicionado el espíritu republicano, ypidiendo su restablecimiento. En lasvísperas de las elecciones, elpistolerismo se multiplicó: a veces, lasmanifestaciones obreras eraninterrumpidas por el disparo de un«paco», desde una azotea o un balcón.Yo tenía doce años: repartía

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candidaturas de los distintos partidosdel Frente Popular y vendía ejemplaresdel periódico de las JuventudesSocialistas Unificadas (comunistas),Juventud (director: Fernando Claudín).

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Capítulo IIIEl Frente Popular

Las elecciones del 16 de febrero de1936 dieron el triunfo al Frente Popular;la derecha tampoco esta vez aceptó laderrota, y los disturbios semultiplicaron. Sin embargo, fue laderecha la que denunció la situación ypidió que la cámara de diputadosaprobara una proposición no de ley:«Las Cortes esperan del Gobierno larápida adopción de las medidasnecesarias para poner fin al estado desubversión que vive España». Las

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firmas las encabezaba José María Gil-Robles, que pronunció el discurso endefensa de la propuesta, apoyado porJosé Calvo Sotelo; en la respuesta deDolores Ibárruri se citaron nombres deizquierdistas asesinados «por esashordas de pistoleros, dirigidas, señorCalvo Sotelo, por una señorita, cuyonombre, al pronunciarlo, causa odio alos trabajadores españoles por lo que hasignificado de ruina y de vergüenza paraEspaña, y por señoritos cretinos queañoran las victorias y las gloriassangrientas de Hitler o Mussolini». Laseñorita a la que aludía Pasionaria eraPilar Primo de Rivera; numerosas veces

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se repitió en aquella sesión de Cortesque se pronunciase su nombre, contra elque no había una acusación formal. Unosdías antes había sido asesinada enMadrid la adolescente Juanita Rico: ungrupo de comunistas que regresaban depasar el día en la Casa de Campo, con elpañuelo rojo de los pioneros al cuello(se les llamaba «los chíbiris», por elestribillo de la canción que cantaban),se disgregó hacia la glorieta deQuevedo, y Juanita Rico, sola, entró porla calle de Trafalgar: pasó un coche depistoleros que la mataron y huyeron.Hubo personas que dijeron reconocerentre quienes disparaban a Pilar Primo

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de Rivera y a su primo, José Luis Sáenzde Heredia.

(María del Pilar Primo deRivera y Sáenz de Heredia, 1912-1991. Hija del dictador, hermana ycolaboradora del fundador deFalange, jefa nacional de la SecciónFemenina de Falange en 1933,acusada de dirigir y practicar elpistolerismo; creó una ideología dela feminidad bajo el patronazgo deSanta Teresa y de Isabel la Católica;estableció el centro espiritual de lamujer falangista en el Castillo de la

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Mota del Cuervo y fue nombrada porFranco condesa de la Mota; creó elServicio Social, una prestaciónobligatoria de la mujer en centrosasistenciales que debía equivaler alservicio militar del varón. Reservó ala mujer los cuidados clásicos dehospitales, la ayuda a la infancia y eltrabajo en talleres de confección:sus misiones rurales contribuyeronnotablemente a la salubridad de lamujer en los partos y a laalfabetización. Creó los famososCoros y Danzas que recogieron elmás antiguo folclore español; lospuristas le reprocharon que la falta

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de participación del varónadulteraba la esencia artística.Publicó unas memorias).

(José Luis Sáenz de Heredia,1911-1992. Primo hermano delfundador de Falange, falangista élmismo, denunciado como pistolerofalangista; director de cine que firmóen 1935 La hija de Juan Simón —Filmófono—, aunque se atribuye laverdadera dirección en la sombra aBuñuel, que le salvó la vida alcomenzar la guerra civil. Algunas desus películas se recuerdan entre las

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más interesantes de la posguerraespañola: El escándalo, El destinose disculpa, Mariona Rebull… Sugran aportación al régimen fue ladirección de Raza, de 1941, conguión firmado por «Jaime deAndrade», que era el pseudónimocon el que lo había escrito el propioFranco —autor, también, del Diariode una bandera, exaltación de loslegionarios—, y Franco, esehombre, retrato hagiográfico deldictador).

La larga y dura sesión de Cortes (su

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texto íntegro está recogido en el Diariode sesiones, 17 de junio de 1936: esimportante porque luego muchas fraseshan sido tergiversadas por loshistoriadores franquistas) fue unpreludio al final del parlamentorepublicano, aunque más tarde sereuniera la Diputación Permanente paracomentar dos sucesos graves. Elprimero fue el asesinato del teniente deAsalto José Castillo por cuatrofalangistas el domingo 12 de julio; horasdespués, en la madrugada del 13, unosoficiales de Asalto y alguno de laGuardia Civil, compañeros oficiales delasesinado, mandados por el capitán

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Condés, mataron a Calvo Sotelo.La Guardia de Asalto había sido

creada por la República para sustituir alos antiguos guardias de Seguridad.Tenía su sede principal en el Cuartel deZaragoza, o de Pontejos, detrás de loque entonces era Ministerio deGobernación, en la Puerta del Sol.Castillo era un teniente de Infanteríadestinado a la Guardia de Asalto. Enabril de 1936 había mandado a losguardias que reprimieron los disturbiosen el entierro del teniente De los Reyes,de la Guardia Civil, muerto durante lacelebración del quinto aniversario de laRepública. Fue instructor de formación

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premilitar de las milicias socialistas.Estaba recién casado y su mujer habíarecibido la víspera de la boda unanónimo en el que le decían que no secasara «con un futuro cadáver». Elteniente Castillo salió de su casa de lacalle de Augusto Figueroa hacia la deFuencarral (en la esquina está la capillacerrada que era objeto de cultoabundante): su esposa le despedía desdeel balcón cuando sonaron los disparos;nadie testificó. La calle se llamó delteniente Castillo durante la guerra civil;luego volvió al nombre de AugustoFigueroa. Del cuartel de Zaragoza, o dePontejos (en la plaza del Marqués Viudo

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de Pontejos), salió la camioneta de lapolicía con los oficiales que iban avengar a Castillo.

«La respuesta de los compañeros delasesinado fue fulminante. Variosguardias de Asalto se dirigieron a lacasa de Gil-Robles. No lo encontraronen su domicilio y se dirigieron al deCalvo Sotelo. El dirigente derechista fueasí detenido ilegalmente y despuésasesinado. Semejante acción criminalsería presentada con posterioridad porlas derechas como el fulminante delalzamiento[5]».

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(José Calvo Sotelo, 1893-1947.Abogado, profesor de Derecho,diputado maurista en 1919,gobernador civil de Valencia; fuedirector general de AdministraciónLocal con el dictador Primo deRivera y luego ministro deHacienda. Se exilió al llegar la IIRepública y durante ese tiemporadicalizó sus posturas derechistas.No había podido ingresar en FalangeEspañola por la oposición personalde José Antonio Primo de Rivera;formó parte del Bloque Nacional de

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Antonio Goicoechea y fue la figurasobresaliente de la extrema derechaparlamentaria. Entre los variosaspirantes civiles al cargo dedictador en un fascismo español quese pareciera al de Mussolini fue elmás caracterizado, quizá en paralelocon Gil-Robles. FI 16 de Febrero de1936, tras la victoria del FrentePopular, fue a ver al jefe delGobierno, Portela Valladares,centrista, y según Eduardo deGuzmán, mantuvo esta conversación:

«—Señor Portela Valladares —dice sin rodeos ni contemplaciones—, usted puede pasar a la historia

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como un hombre digno y heroico quesalvó a España en uno de losmomentos más graves o comotraidor que se avino a consumar lamás monstruosa de las traiciones…Para lo primero le bastará declararla ley marcial, llamar en su ayuda alos generales Fanjul, Franco yGoded, recurrir a la Guardia Civil yrequerir el apoyo de las distintasguarniciones. Como sea y a costa delo que sea habrá que impedir que elFrente Popular se adueñe del poder.

Si personalmente no seencontraba con los ánimos precisos,debía tener el gesto de entregar el

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poder a unas manos más fuertes.Portela contesta en tono adecuado alde su visitante. Sabe cuál es sudeber y está dispuesto a cumplirlo.Pero…

—Oponerse con las bayonetas ala voluntad nacional —afirma—sería el suicidio de la República[6]».

Sus ataques a la República y susllamamientos incendiarios a lasublevación fueron incesantes:

«Cuando las horas delcomunismo avanzan, sólo se concibeun freno. La fuerza del Estado y latransfusión de las virtudes militares,obediencia, disciplina y jerarquía, a

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la sociedad misma, para que ellasdesalojen los fermentos malsanosque ha sembrado el marxismo. Poreso invoco al Ejército[7]».

Es imposible saber si CalvoSotelo, después de haber sidorechazado por Falange, hubieraocupado un puesto importante en elrégimen de Franco de no haber sidoasesinado; la especulación con loque no ha pasado, con el «si…», notiene validez: pero se puedeimaginar que habría sido apartadocomo lo fueron Lerroux y José MaríaGil-Robles, o ensombrecido comootro conspirador civil, Pedro Sáinz

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Rodríguez. La base para lasuposición es la de que Franco noquiso contar con nadie que pudieraesgrimir un derecho civil al poder, ymenos con los que tenían contactocon la monarquía que no restauródurante su vida, aunque dejó una Leyde Sucesión borbónica.

En la sesión de Cortes del 17 dejunio, el discurso de Calvo Sotelofue interpretado por el Gobiernocomo una incitación y una amenazade rebelión. Casares Quiroga,presidente del Consejo de Ministros,contestó tal como recoge el Diariode sesiones:

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«—Yo no quiero incidir en lafalta que cometiera su señoría, perosí me es lícito decir que después delo que ha hecho su señoría hoy anteel Parlamento, de cualquier cosa quepudiera ocurrir, que no ocurrirá,haré responsable ante el país a suseñoría. No basta, por lo visto, quedeterminadas personas, que yo no sési son amigas de su señoría, perotengo ya derecho a empezar asuponerlo, vayan a procurar levantarel espíritu de aquellos que puedacreerse que serían fáciles a lasubversión; no basta que algunaspersonas, amigas de su señoría,

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vayan formulando indicaciones,realizando propaganda paraconseguir que el Ejército, que está alservicio de España y de laRepública, pese a todos vosotros y atodos vuestros manejos, se subleve;no basta que, después de habernoshecho gustar las «dulzuras» de laDictadura de los siete años, suseñoría pretenda ahora apoyarse denuevo en un Ejército, cuyo espírituya no es el mismo, para volvernos ahacer pasar por las mismasamarguras. Es preciso que aquí, antetodos nosotros, en el Parlamento dela República, su señoría,

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representante estricto de la antiguaDictadura, venga otra vez a ponersus manos en la llaga, a hacer másamargas las horas de aquellos quehan sido sancionados, no por mí,sino por los tribunales; es decir, aprocurar que se provoque un espíritusubversivo. Gracias, señor CalvoSotelo. Insisto: si algo pudieraocurrir, su señoría sería responsablecon toda responsabilidad».

La respuesta de Calvo:«—Bien, señor Casares Quiroga.

Lo repito, mis espaldas son anchas;yo acepto con gusto y no desdeñoninguna de las responsabilidades

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que se puedan derivar de actos queyo realice, y las responsabilidadesajenas, si son para bien de la Patriay para gloria de España, las aceptotambién. ¡Pues no faltaba más! Yodigo lo que Santo Domingo de Siloscontestó a un rey castellano: “Señor,la vida podéis quitarme, pero más nopodéis”. Y es preferible morir congloria que vivir con vilipendio».

Con estas palabras se quiso veruna responsabilidad del Gobierno enel asesinato de Calvo Sotelo: un«crimen de Estado». La historia dejaclaro que fueron los oficiales de laGuardia Civil y de Asalto amigos y

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compañeros de Castillo, algunosnúmeros de la compañía que élmandaba y algunos guardias civileslos que perpetraron el crimen, queiba encaminado en primer lugar aGil-Robles.

Asesinado, Calvo Sotelo seconvirtió en personaje de culto,aunque no tanto como José AntonioPrimo de Rivera: en la mitología delMovimiento se le dio el nombre de«Protomártir», como al joven Primose le llamó «el Ausente»).

El 17 de julio se difundieron los

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primeros rumores de que el Ejército sehabía sublevado en África. Alguien nosllamó antes advirtiendo a mi padre queno durmiese en casa y evitara así algúnsuceso. Era algo que ocurríafrecuentemente. No lo hizo: trabajaba denoche en su periódico, y allí fue. Llamópor teléfono para advertir que nosaliéramos a la calle: podía pasar detodo. Una noche espectacular y dura, querelataba así Cansinos Assens:

«Estampidos en la noche rompen elsilencio y siembran la alarma. Sonpetardos puestos por los huelguistas, sinmás intención que asustar a la gente…

Se habla de conspiraciones

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militares, suenan nombres de generalesconocidos y los periódicos de izquierdaexcitan al Gobierno a tomar medidasenérgicas contra ellos…

E n La Libertad se instala por lasnoches alrededor del botijo un retén deguardias de Asalto en previsión de algúnataque de los jóvenes falangistas.Hermosilla, el director, ha puestopistolas a disposición de los redactoresy se muestra muy nervioso y agitado.Lezama adopta actitudes heroicas quesecundan Somoza, Guzmán y hasta elpacato Ángel Lázaro… y el siemprerisueño Eduardo Haro. Todos estándispuestos a hacer frente a los

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falangistas, si llegan a venir.Joaquín Aznar, que ahora es un

simple redactor, mueve la cabezadesaprobando esos extremismos. Otrotanto hace el viejo repórter político,Darío Pérez. Pero nadie les hace caso.

El periódico extrema cada día másla nota revolucionaria y hasta lascaricaturas de Bluff, ese empleadopostal, pequeño, gordito y con lentes,son de una demagogia explosiva.

—La revolución se masca —dicesatisfecho el gran Cimorra.

En la calle de la Montera, un ciegotoca en su acordeón La Internacional yun público compacto lo escucha y le

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llena de monedas el platillo…La Puerta del Sol es un hervidero de

gente sospechosa. Con aire retadorsuenan los pregones de Aurora Roja,periódico obrero y campesino, órganooficial del Partido Comunista… a losque contestan en el mismo tono otros deRebelión: “Ha salido Rebelión, órganode Falange española y tradicionalista delas JONS…”.

Tengo que llevar mi artículo a LaLibertad. Me dirijo a la redacción,esperando encontrármela en estado dealarma. Pero no hay nada de eso. Todoel mundo está allí tranquilo. Losguardias del retén bostezan, con sus

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tercerolas apoyadas en la pared y elclásico botijo en medio como un niño.Los redactores no saben nada de lo queha pasado en África ni de lo que seespera y teme que pase en Madrid. PeroHermosilla, que llega en aquel momento,se alarma, al saber la noticia y todonervioso, exclama:

—¡Las pistolas! Hay que estararmados esta noche. ¿Dónde están laspistolas?

Resulta que las pistolas las tieneguardadas el administrador en el cajónde su despacho y él no está en aquelmomento.

—¡Pues hay que descerrajar el

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cajón! —grita Hermosilla—. Nopodernos dejar que nos cojandesarmados.

Llega Lezama, tan arrogante comosiempre, con su chambergo y su chalina,y su importancia de líder popular. Alsaber la noticia, se ríe también. Eso esun bulo. Él viene de hablar con CasaresQuiroga y en el Ministerio todos estabantan tranquilos.

Para salir de dudas, Hermosillatelefonea a la Dirección de Seguridad yhabla con el propio director. Se oye elbordoneo de la respuesta… Tampocoallí tienen la menor noticia de nada…Hermosilla cuelga el auricular, algo más

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tranquilo… pero no del todo. Por siacaso, ordena que se violente el cajónde las pistolas o vaya a avisarse aladministrador.

Hay que escribir con la pistola allado… —dice—. Si vienen, nosdefenderemos a tiros…

—¡Magnífico! —aprueba Lezama—.¡Cuente usted conmigo, director!

Joaquín Aznar, desde un rincón,sonríe.

En medio de aquella agitación, dejomi artículo en manos de Hermosilla yme despido.

Entre tanto héroe, ¿qué falta hagoyo?»[8]

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(Antonio Hermosillo, director,propietario de La Libertad. Pudoescapar a Chile al terminar laguerra, acompañado de Antonio deLezama, que cambió sus ropasbohemias por el uniforme dedirector de la escuela de comisarios:le recuerdo con su melena blancabajo la gorra y el monóculo dedandy en el ojo. Desde la Embajadade Chile, donde se refugiaron alentrar «los nacionales», enviaron uncoche a recoger al «siempre risueñoEduardo Haro», mi padre, que senegó a abandonar su casa; días

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después fue detenido por un piquetede infantería de Marina, condenadoa muerte en un Consejo de GuerraSumarísimo de Urgencia, indultadovarios meses después y liberado alos cuatro años de terminada laguerra: nunca volvió a escribir.Ángel de Guzmán, anarquista,redactor deportivo, vino una mañanaa casa para recoger algunas prendasde ropa; iba en un automóvil de laCNT a los pueblos paraintercambiarlas por alimentos. Llegóa San Martín de Valdeiglesias sinsaber que estaba ocupado por losfacciosos: fue asesinado en el acto.

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Eduardo de Guzmán, director deCastilla Libre, anarquista, fuedetenido en el Campo de Albatera,traído a Madrid, torturado,condenado a muerte, indultado; ganósu vida escribiendo una novela a lasemana con los pseudónimos deEdward Goodman y otros. El«pacato Ángel Lázaro» se escondióy libró; pudo seguir escribiendo condistintos pseudónimos y colaborócon autores de teatro ocultando sunombre. El dibujante Bluff fuecondenado a muerte e indultado, ypudo colaborar en Redención,periódico que editaba la Dirección

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General de Prisiones para lospresos; uno de sus dibujos en esapublicación tenía como fondo uncielo tachonado de estrellas, y seencontró que esas estrellas eran decinco puntas, como las de loscomunistas; se le aplicó la pena demuerte de la que había sidoindultado, y le fusilaron. No tengonoticia de Rebelión, pero no pudoser órgano de «Falange españolatradicionalista», porque lareunificación se hizo mucho después.Rafael Cansinos Assens, poetaultraísta, polígloto, traductor delárabe, del hebreo, del inglés, del

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ruso… dejó escritos y notas para losvolúmenes de La novela de unnovelista, que relata la vidabohemia y literaria; estuvo ocultoporque su condición de judío lehacía sentirse seriamente amenazadopor los nazis. Le recuerdo mucho enel café Europeo, de la Glorieta deBilbao, al fondo, bajo la escalerillade caracol que conducía a losbillares…).

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Capítulo IVAsalto a la República

Franco ya había publicado, el mismo 17de julio, el bando de declaración delestado de Guerra: de lo que debía ser ungolpe de Estado más («una vez más…»,dice el texto) de los que se llamaron«espadones» en el XIX, pero que fue yaguerra. El bando es el primer documentofaccioso: es, en fin, la declaración deguerra de quien aún no sabía que iba atener el culto a la personalidad máslargo y más espectacular de la historiade España. Son notables las palabras en

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mayúscula: España, Orden, Autoridad,Justicia, Procedimiento Sumarísimo (noaparece, sin embargo, la mención de«será pasado por las armas…»,característica de los bandos de losmovimientos militares). Sí aparece lamención a la República; en otrasproclamas que pude compulsar en laAlta Comisaría de España en Marruecosse llega a decir: «¡Viva la República!».Es probable que en la idea de Franco noestuviese nunca el deseo de restauraciónmonárquica, como, de hecho, no laprodujo, y rechazó rápidamente alheredero de la Corona Juan de Borbóncuando entró en España como

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voluntario; quizá ése no fuera el deseode otros militares sublevadosabiertamente monárquicos, comoSanjurjo o Mola. También lasmenciones a la República puedeninterpretarse como una mano tendida alos militares, guardias civiles y deAsalto para atraerles sin que secomprometieran contra el régimen y labandera que habían jurado. Quizá paralibrarse él mismo, si su acciónfracasaba, de la pena de muerte.Sanjurjo fue condenado por su bando de1932, pero indultado después y puestoen libertad en 1934. El texto del bandoes éste:

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«Don Francisco FrancoBahamonde, General de División yJefe de las Fuerzas Armadas deÁfrica. Hago Saber:

Una vez más el Ejército, unido alas demás fuerzas de la Nación, seha visto obligado a recoger el anhelode la gran mayoría de españoles queveían con amargura infinitadesaparecer lo que a todos puedeunirnos en un ideal común:ESPAÑA.

Se trata de restablecer elimperio del ORDEN dentro de laREPÚBLICA, no solamente en susapariencias o signos exteriores, sino

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también en su misma esencia, paraello se precisa obrar con JUSTICIAque no repara en clases ni categoríassociales, a las que ni se halaga, ni sepersigue, cesando de estar divididoel país en dos grupos, el de los quedisfrutan del poder y el de los queeran atropellados en sus derechos,aun tratándose de leyes hechas porlos mismos que las vulneraron: laconducta de cada uno guiará laconducta que con relación a élseguirá la AUTORIDAD, otroelemento desaparecido de nuestranación y que es indispensable entoda colectividad humana, tanto si es

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en régimen democrático, como si esen régimen soviético, en dondellegará a su máximo rigor. Elrestablecimiento de este principio deAUTORIDAD, olvidado en losúltimos años, exigeinexcusablemente que los castigossean ejemplares, por la seriedad conque se impondrán y la rapidez conque se llevarán a cabo sin titubeos nivacilaciones.

Por lo que afecta al elementoobrero, queda garantizada la libertadde trabajo, no admitiéndosecoacciones ni de una parte ni deotra. Las aspiraciones de patronos y

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obreros serán estudiadas y resueltascon la mayor justicia posible, en unplan de cooperación, confiando enque la sensatez de los últimos y lacaridad de los primeros,hermanándose con la razón, lajusticia y el patriotismo sabránconducir las luchas sociales a unterreno de comprensión conbeneficio para todos y para el país.El que voluntariamente se niegue acooperar o dificulte la consecuciónde estos fines será el que primero yprincipalmente sufrirá lasconsecuencias.

Para llevar a cabo la labor

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anunciada rápidamente,

Ordeno y Mando:

Art. 1. Queda declarado elESTADO DE GUERRA en todo elterritorio de MARRUECOS, y, comoprimera consecuencia, militarizadastodas las Fuerzas Armadas, seacualquiera la Autoridad de quiendependían anteriormente con losdeberes y atribuciones que competana las del Ejército y sujetasigualmente al Código de JusticiaMilitar.

Art. 2. No precisará intimaciónni aviso para repeler por la fuerza

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agresiones a las fuerzas indicadasanteriormente, ni a los locales oedificios que sean custodiados poraquellas, así como los atentados y“sabotajes” a vías y medios decomunicación y transporte de todaclase y a los servicios de agua, gas yelectricidad y artículos de primeranecesidad. Se tendrá en cuenta lamisma norma para impedir losintentos de fuga de los detenidos.

Art. 3. Quedan sometidos a lajurisdicción de guerra y tramitadospor PROCEDIMIENTOSumarísimo:

Los hechos comprendidos en el

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artículo anterior.Los delitos de rebelión, sedición

y los conexos de ambos, los deatentados y resistencia a los agentesde la autoridad, los de desacato,injuria, calumnia, amenaza ymenosprecio a los anteriores o apersonal militar o militarizados quelleven distintivo de tal, cualquieraque sea el medio empleado, asícomo los mismos delitos cometidoscontra el personal civil quedesempeña funciones de serviciopúblico.

Los de tenencia ilícita de armaso cualquier otro objeto de agresión

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utilizado o utilizable por las fuerzasarmadas con fines de lucha odestrucción. A los efectos de esteapartado quedan caducadas todas laslicencias de uso de armasconcedidas con anterioridad a estafecha. Las nuevas serán tramitadas ydespachadas en la forma queoportunamente se señalará.

Art. 4. Se considerarán tambiéncomo autores de los delitosanteriores los incitadores, agentes deenlaces, repartidores de hojas yproclamas clandestinas osubversivas, los dirigentes de lasentidades que patrocinen, fomenten o

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aconsejen tales delitos, así como losque directa o indirectamentecontribuyan a su comisión ypreparación, así como los quedirecta o indirectamente tomen parteen atracos y robos a mano armada oempleen para cometerlos cualquierotra coacción o violencia.

Art. 5. Quedan totalmenteprohibidos los LOCKOUTS yHUELGAS. Se considerará comosedición el abandono de trabajo yserán principalmente responsableslos dirigentes de las asociaciones osindicatos a que pertenezcan loshuelguistas aun cuando simplemente

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adopten la actitud de “brazoscaídos”.

Art. 6. Queda prohibido el usode banderas, insignias, uniformes,distintivos y análogos que seancontrarios a este bando y al espírituque lo inspira, así como el canto dehimnos de análoga significación.

Art. 7. Se prohíben igualmentelas reuniones de cualquier clase quesean, aun cuando tengan lugar ensitios públicos como restaurantes ocafés, así como las manifestacionespúblicas.

Art. 8. Serán depuestas lasautoridades principales o

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subordinadas que no ofrecenconfianza o no presten el auxiliodebido y sustituidas por las que sedesignen.

Art. 9. Quedan en suspenso todaslas leyes o disposiciones que notengan fuerzas de tales en todo elterritorio nacional, excepto aquellasque por su antigüedad sean yatradicionales. Las consultasresolverán los pasos dudosos.

Art. 10. Los reclutas en Caja ylos soldados de primera y segundasituación de servicio activo y los dereserva que sean acusados de delitoscomprendidos en este rango o en el

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Código de Justicia Militar, quedansometidos a la jurisdicción deGuerra.

Art. 11. Los jefes máscaracterizados o más antiguos de laGuardia Civil, Carabineros,Seguridad y Asalto, con mando y afalta de ellos los Cuerpos Forales,Mozos de Escuadra, etc. (dondeexistan), se harán cargo del mandocivil en los territorios de sudemarcación, siempre que en ellosno haya fuerzas del Ejército a quiencompete en primer lugar.

Art. 12. Quedan sometidas a laCENSURA MILITAR todas las

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publicaciones impresas de cualquierclase que sean; para la difusión denoticias, se utilizará la radiodifusióny los periódicos, los cuales tienen laobligación de reservar en el lugar enel que se les indique espaciosuficiente para la inserción de lasnoticias oficiales únicas que sobreorden público y política podráninsertarse. También quedansometidas a la censura todas lascomunicaciones eléctricas, urbanas einterurbanas.

Art. 13. Queda prohibido, por elmomento, el funcionamiento de todaslas estaciones RADIOEMISORAS

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PARTICULARES de onda corta oextractora, incurriendo losinfractores en los delitos indicadosen los artículos 3.º y 4.º.

Art. 14. Ante el bien supremo dela Patria quedan en suspenso todaslas garantías individualesestablecidas en la Constitución, auncuando no se haya consignadoespecialmente en este bando.

Art. 15. A los efectos legales,este Bando surtirá efectoinmediatamente después de supublicación.

POR ÚLTIMO: Espero lacolaboración activa de todas las

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personas patrióticas, amantes delorden y de la paz que suspiraban porese Movimiento, sin necesidad deque sean requeridas especialmentepara ello, ya que siendo sin dudaestas personas la mayoría porcomodidad, falta de valor cívico opor carencia de un aglutinante queaunara los esfuerzos de todos, hemossido dominados hasta ahora por unasminorías audaces sujetas a órdenesinternacionales de índole varia, perotodas igualmente antiespañolas. Poresto termino con un solo clamor quedeseo sea sentido por todos loscorazones y repetido por todas las

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voluntades: ¡VIVA ESPAÑA!».

Estábamos al borde de la radio.Machaconamente Se repetía que nopasaba nada, que todo estaba dominado.Más tarde, un locutor (AugustoFernández, oficial de Carabineros) queharía su voz famosa, emitió estaconsigna: «No pasa nada, y si pasa noimporta…».

Pasó todo: y todavía importa.Una noticia cierta: en Barcelona

había fracasado la rebelión militar.Salió una columna de la Guardia Civil,llegó hasta la Generalidad y se puso alas órdenes de la autoridad civil: de

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Lluis Companys.

(Lluis Companys y Jover, 1982-1940. Abogado, defendió a lossindicalistas acusados depistolerismo por la patronal.Militante de Unión Republicana,fundador de periódicos como LaLucha, La Forja y La Barraca.Diputado en 1921. Fundador de laUnió de Rabassaires; perseguido porPrimo de Rivera. Fundador deEsquerra Republicana en 1931;cuando el coronel Maciá proclamóla República catalana, el 14 de abril

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de 1931, simultáneamente con la IIRepública española, fue nombradogobernador de Barcelona,vicepresidente del Parlamento yministro de Marina; al morir Maciáfue elegido presidente de laGeneralidad. El Gobierno deLerroux, que suspendió el procesodel Estatuto catalán, le encarcelótras los sucesos de 1934 y lecondenó a treinta años de trabajosforzados; fue amnistiado por elFrente Popular. En 1939, al entrarlos franquistas en Barcelona, seexilió a Francia; cuando losalemanes ocuparon el país le

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entregaron, con otros exiliados, aFranco: fue condenado a muerte yfusilado en el fuerte de Montjuich el15 de octubre de 1940).

En Madrid, las agrupacionessindicales y los partidos obreros pedíanarmas. El Gobierno las negaba: creíaque podía dominar por sí solo, con lasfuerzas de policía y con los militaresleales, la rebelión africana. Pero entre elpueblo cundía la idea de que se estabanegociando un acuerdo, una especie depacto. Se sabe que hubo negociaciones.

«A media noche [del día 19 de julio,

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domingo] corrieron rumores alarmantesde claudicación. Circuló la noticia,luego confirmada, de la formación de ungabinete con Martínez Barrio, presidentede las Cortes, al frente —y SánchezRomán—, para llegar a un compromisocon los sublevados, a los que seofrecían varias carteras ministeriales.Una manifestación gigantesca inundó lacapital en las primeras horas de lamadrugada reclamando armas y ungobierno dispuesto a liquidar elalzamiento de los generales desleales ala República. Había sido iniciada porlos comunistas y pronto adquiriócarácter general. Recorrió la plaza de

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Oriente, Arenal, Puerta del Sol, SanJerónimo, Alcalá y Castellana, paraestacionarse sucesivamente ante elPalacio Nacional, Gobernación,Ministerio de Estado, Presidencia delGobierno y Ministerio de la Guerra.Muchos de los participantes vimosamanecer en el Pacífico, frente alParque de Artillería, solicitando yesperando la entrega de armas paraluchar contra los facciosos.

Más que clamores, eran gritostelúricos, verdaderos alaridos de “¡A-ar-mas!”, “¡a-ar-mas!”, ante la sorderavoluntaria de los gobernantesrepublicanos, que parecían interesados

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en que sucumbieran ahogados en sangrelos bastiones de la resistencia popularinerme que se oponía heroicamente a lasublevación de la casta militar,respaldada por la Banca, losterratenientes, las jerarquíaseclesiásticas, los magnates industriales yla reacción monárquico-tradicionalista.

En esta caliginosa jornada del mesde julio el pueblo desautorizó dosgobiernos inoperantes, sin voluntad,anclados en la imprevisión,contemporizadores y capitulacionistascon los militares sublevados oconspiradores en trance, a los que seatribuía incluso extrañas lealtades,

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mientras se dejaba inermes a quieneshubieran podido derrotar a los traidoresen sus primeras acciones. Y decidió noentregarse sin lucha, aceptar el reto, norenunciar a los derechos y libertadesganados con más de un siglo de cruentasbatallas, venciendo la humillaciónsecular y el miedo. Carecía de armas yde ejército, pero contaba con una fuerzatemible: la de sus organizacionesdemocráticas, políticas y sindicales,unánimes en la repulsa al levantamientoy la defensa de la República[9]».

En algunos cuarteles de la policía seentregaron armas a los obreros. ElGobierno hizo, acuciado por la

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izquierda, una entrega de fusiles, peroestaban sin cerrojos, inútiles. Lamultitud supo que los sublevados sehabían hecho fuertes en el Cuartel de laMontaña (la montaña del Príncipe Pío,por la calle de la Princesa, donde estáahora el Templo de Debod: hay allítodavía una lápida puesta por losfranquistas recordando el sacrificio dequienes entonces les fueron leales).Estaban cercados por militaresrepublicanos y el gentío se ibareuniendo en torno.

«Orad de la Torre, capitán deartillería, había instalado en la calleBailén las dos piezas de campaña de 75

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mm. A menos de 500 metros surgía de laoscuridad la masa rectangular delCuartel de la Montaña situado sobre unleve promontorio.

Habían surgido problemas alsolicitar permiso del Ministerio de laGuerra para sacar las piezas decampaña a la calle. Había tenido que iral Palacio Nacional que ahora quedabadetrás de él y de los cañones en buscadel permiso del presidente Azaña.

—Pero ¿qué baterías? —preguntóAzaña—. Me han dicho que no haypiezas de campaña dotadas de telémetro.

—Mi presidente —repliqué—, esono importa. Voy a instalar la artillería

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aquí mismo, en la calle Bailén, yapuntaré directamente. No puedo fallarel tiro. Además, eso animará a lagente[10]».

«Como consecuencia del tiroteo decañón y fusilería que durante toda lamadrugada se ha sostenido frente alcuartel de la Montaña, los sediciososque se hallaban agrupados en estecuartel se han rendido a las once menoscuarto de la mañana de ayer.

[…] Todos los deseos de las fuerzasdel Gobierno estaban concentrados enlograr la detención del cabecillasedicioso, general Fanjul, que fuesubsecretario del Ministerio de la

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Guerra durante la época en que fueministro el señor Gil-Robles; se dijoque se había suicidado; pero luego sesupo que había sido detenido ytrasladado a los calabozos de laDirección General de Seguridad[11]».

(José Fanjul Goñi, 1880-1936.Mantuvo su lealtad al rey: continuóen activo durante la República, sindejar de manifestarse contra ella, yparticipó en todas lasconspiraciones. Cuando la derechatomó el poder en 1934, Gil-Robles,ministro de la Guerra, le nombró

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subsecretario, y a Franco jefe delEstado Mayor Central. La junta degenerales que en el mes de enerohabía organizado lo que se suponíaun golpe de Estado le encargó laplaza de Madrid. Muchoshistoriadores Militares estiman quesi Fanjul hubiese salido a la callecon sus soldados y con losfalangistas que acudieron al Cuartelde la Montaña para ponerse a susórdenes junto a los otros facciososde Madrid, todo hubiera terminadocon el triunfo del golpe de Estadosin guerra civil. No se decidió.Capturado con vida, un Consejo de

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Guerra, después de la instruccióndel proceso, le condenó a muerte el15 de agosto por rebelión militar,como al coronel FernándezQuintana, que mandaba el cuartel.Fueron fusilados el 17 de agosto).

«Las masas armadas invadían laciudad. Bramaban los camionesabarrotados con mujeres vestidas conmonos, desgreñadas, chillonas, yobreros renegridos, con pantalonesazules y alpargatas, despechugados, conguerreras de oficiales, correajesmanchados de sangre y cascos. Iban

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vestidos con los despojos del Cuartel dela Montaña.

Y entre ellos, como una visiónsoviética de marineros de Kronstadt, losmarineros de blanco, con los puñoscerrados, gritando, tremolando lasbanderas rojas y negras de la FAI.

Pasaban los camiones y los taxiserizados de fusiles. Un miliciano echadoen el estribo apuntaba a las gentes de laacera.

—¡Fuera de los balcones!Iban arrebatados, borrachos de

sangre. Porque la habían visto araudales correr por el suelo del patiodel Cuartel de la Montaña.

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Como peleles, más de quinientosoficiales falangistas estaban tirados enel suelo, arrugados, despojados, en milposiciones, sobre un brazo, boca arriba,encogidos, con las cabezasensangrentadas.

Habían entrado brutalmente al ver labandera blanca, atropellándose. Ya ungrupo de guardias de Asalto llevaba enfilas de dos a los rendidos. Y saltó unpocero, cogió a uno de los soldados porel pelo, y le disparó un tiro en la nuca.Cayó contraído, manchándole los dedosde sesos. Aquello enardeció a la masa.Dejaron de ser menestrales, obreros deMadrid, carpinteros, panaderos,

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chóferes, cerrajeros. Un sueño milenarioles arrebataba. Les resucitaba unasangre viejísima, dormida durantesiglos; ¡alegría de la caza y de lamatanza! Eran peor que salvajes porquehabían pasado por el borde de lacivilización y de las grandes ciudades ycomplicaban sus instintos resucitadoscon residuos turbios de películas, delecturas, de consignas.

Joaquín Mora estaba en el cuarto debanderas, con los oficiales, cuando lossoldados izaron la bandera blanca.

—No podemos resistir —afirmabael sargento García—; ese cañón que hanpuesto en la plaza de España va a

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derribar el cuartel.Volaba sobre ellos un aeroplano

arrojándoles bombas.Cuando entraron las turbas, con un

griterío de abordaje, Joaquín Mora semetió con otros soldados en una casetade ladrillo, rompiendo el cristal delmontante. La puerta estaba cerrada porfuera.

Horrorizados, oían las descargas enel patio, los gritos y los estertores de losheridos, y los insultos de las mujeres.Una gritaba:

—A ese que levanta el puño. Nohacerle caso. Es un fascista.

Se les acercó un soldado, con la

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angustia pintada en la cara.—Oye, se acercan hacia aquí.Los milicianos golpeaban ya la

puerta. Joaquín Mora tuvo un momentode inspiración. Chilló desde dentro:

—¡Ánimo, camaradas! Abridnos.Nos tenían encerrados. ¡Viva larevolución!

Rompieron el cerrojo con lasculatas. Los soldados comprendieron. Ytuvieron que abrazarse con aquellosasesinos, y cuando salieron al patiosonreían fingiendo alborozo, en mediode los cadáveres de sus compañeros conlos cráneos saltados.

—UHP, UHP.

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Se rompían las camisas, sealborotaban los cabellos, y levantabanel puño. Pasaban con los

brazos en alto los soldados, con lasguerreras abiertas, y gritó unresponsable de la CNT:

—Aquí los que lleven alpargatas, yal patio los de zapatos. Que los metan enun camión y a la

Casa de Campo.¡Ahí va, Manolo!Y un miliciano desde una galería

intentaba tirar un pie de ametralladora.Ignorando el peso y la

velocidad de la caída, unos de laFAI extendían las manos desesperando:

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—Tira ya.Para disimular, Joaquín Mora

ayudaba a unos de la UGT para sacaruna ametralladora.

Trae, compañero.Les enseñaba también a manejar el

cerrojo del Mauser. Le invitó el jefe.—¿Vamos a refrescar, camarada?Salieron. Tirados en la puerta del

cuartel, como los caballos destripadosdespués de una corrida,

había un capitán y dos falangistascon los ojos vidriosos. Las mujeres lesmovían las cabezas

agujereadas, con la punta del pie.—Éste es un buen “pez”. Mira qué

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gordo está.Lo que habrá comido a costa del

pueblo.Desde las plataformas de los

camiones, los dirigentes repartían, abrazadas, los fusiles y las

pistolas.—A mí otra, pa mi hermano.—No, ya llevas bastantes.Salía un golfo, con patillas y caspa,

con la guerrera de un suboficial. Sepavoneaba luciendo la

sardineta de oro, que se tocabaorgulloso, enrojeciéndola de sangre.

—Qué, ¿estoy guapo, vecinas?Las masas armadas se repartían por

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las calles y barriadas. Había mucho“paqueo”. Desde las azoteas tirabancontra los milicianos.

Uno disparaba desde el centro de laplaza de España. Debe estar escondidodetrás de las estatuas ésas. Y señalabael monumento a Cervantes.

Llevaban un cuarto de horabuscándole y ya les había hecho nuevebajas. Lo encontraron al fin.

Ahí está el pájaro.Señalaban los milicianos un bulto

acurrucado en la copa de una acacia. Lorodearon, riéndose a carcajadas,disputándose la presa.

—Dejádmelo a mí.

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—No, yo lo he visto primero.Tiraron casi todos a un tiempo. Cayó

hecho una pelota, rompiendo una rama.Era casi un niño; tendría unos diecisieteaños, el pelo rubio y los ojos azules. Lemiraron la cartera.

—Ya has caído, tunante.Del pecho, cubierto de sangre,

sacaron una medalla de oro con unafecha: 3 de mayo de 1929.

El terror se extendía por todoMadrid. Cruzaban las calles cientos decamiones, erizados de fusiles.Amenazaban a los transeúntes y a losbalcones[12]».

«Lejos de la zona de Carranza y los

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bulevares, la noche tenía extraordinariaactividad. Se preparaba el asedio yasalto del Cuartel de la Montaña delPríncipe Pío. Los militares que logobernaban habían sido comunicadostelefónicamente para que abandonasensu posición pasiva y se pusiesen alservicio de la ley y del Gobierno. Lasrespuestas que daban eranincongruentes, evasivas con las quepretendían ganar tiempo en espera dealgún suceso al que habían prometidosumarse. Las tropas de Asalto quevigilaban el cuartel fueronincrementadas con otras fuerzas deSeguridad y, a la vez, con paisanos

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armados que acudieron en gran número.Fue una fortuna poder disponer de dospequeñas piezas de artillería para lasque se pudieron reunir menos de ciendisparos. Antes de que el fuego fueseroto, el cuartel recibió la últimaconminación telefónica. La barahúndaque levantaban los sitiadores, por la quepodían tener aviso de la resolución delGobierno de dar la orden de ataque, nomodificó la respuesta. Fue una últimaincongruencia de los militares la quedeterminó la ruptura de las hostilidades.El general Fanjul, que debía conservaresperanzas, iba a necesitar muy pocashoras para perderlas y renunciar a la

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defensa. Con sus dos piezas deartillería, los sitiadores se sentíanseguros de la victoria. Los artillerosVidal, padre e hijo, que tenían fama deserlo buenos, dieron comienzo a sutrabajo, que no dejaba de presentaraspectos tragicómicos. A cada serie dedisparos, hechos con bastanteintermitencia para no consumirrápidamente las municiones, se variabael emplazamiento de los cañones, comoargucia que hiciese creer a los sitiadosque eran más las piezas de artillería queles castigaban. Los milicianos, a quienesse les calentaba el dedo con alegría,disparaban sobre el bulto del edificio,

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tomando como punto de referencia lasventanas. La recomendación deeconomizar municiones no rezaba conellos, que no alcanzaban a explicarse enrazón de qué habían de sereconomizadas. Con esa facilidad para elentusiasmo de las muchedumbres,subrayaban con júbilo cada cañonazo,suponiendo que causaba en el interiordel cuartel unos tremendos estragos.

La noticia de esta actividad, alextenderse por la villa, llevó alescenario de la contienda a la mayorparte de los hombres armados y amuchos de los que esperaban turno pararecibir armas. Angulo mismo se fue con

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la mayor parte de sus hombres, con laesperanza, que iba a ver realizada, deadquirir las municiones que precisabapara dar comienzo a su actividad demilitar. Por una orden urgente se nospidió que redactásemos eimprimiésemos unas octavillas,invitando a los soldados del Cuartel dela Montaña a rendirse, papeles que aldespuntar el día habían de ser arrojadospor los aviones. Entre Vázquez, Albar yyo hicimos aquellos textos, que tenían, ajuicio de nuestros amigos, poca fiebre.Nos dieron a entender que no habíamosacertado. El dictamen, que nos supo malentonces, lo encuentro bastante

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justificado hoy. Recuerdo bien nuestroestado de ánimo de toda aquella noche ydel amanecer del día siguiente. RafaelMéndez, que nos acompañaba en laredacción y hacía cuantos serviciospodía, gustaba de recordarme unaspalabras que me oyó: “Antes de que seles ocurra venir a detenernos, tendránotras muchas cosas en que pensar”.Cuando redactábamos las octavillas, alentregarme la suya Albar, que comomiembro de la Comisión Ejecutiva delPartido Socialista disponía de unainformación más puntual, me susurró aloído:

—El Gobierno se dispone a mover

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la aviación; pero lo que a estas horas nosabe el Gobierno es qué harán losaviadores: si arrojarán las bombas en elCuartel de la Montaña o fuera de él,sobre los sitiadores. La duda,desgraciadamente, parece estar bastantejustificada.

La más leve falla de un resortecualquiera determinaría, a mi juicio, lacatástrofe. Así, no es sorprendente queel ruido de unas descargas, que alrepercutir entre las calles, en el silenciode la noche, multiplicaban sus ecos, seme antojase el comienzo del fin. Metranquilizó que la Guardia Civil, de laque yo lo temía todo, se mantenía en su

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puesto, sin volver siquiera la cabeza enla dirección donde sonaban lasdescargas. Eran cien hombres de piedra,que no movían un músculo ni acusabanla menor fatiga, y esperaban la señal desus jefes para ponerse en movimiento.Los jefes tampoco acusaban la menorcuriosidad. Conversaban entre ellos —¿de qué podían conversar?— conmanifiesta indiferencia para cuantoocurría en su torno. Su desdén para losmilicianos me parecía demasiadomanifiesto y patente. El ruido de lasdescargas pasó. Pero seguía nuestradesasosegada espera del amanecer.¿Qué iban a hacer los aviadores? No se

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sabía. Todo lo que podíamos hacer eratemer. En periodismo se iniciaba, con lamejor buena fe, el período de lasmentiras heroicas. Recibíamos comonoticia confirmada el rumor másabsurdo. Necesitamos montar unaaduana, bastante rigurosa, contra aqueloptimismo caudaloso que se nos metíapor los teléfonos y que podía resultarcontraproducente. Una dosis exageradade confianza podía matarnos con lamisma rapidez que una caída en elpesimismo.

Nosotros tuvimos la suerte de poderestablecer nuestra aduana, que era, almismo tiempo, centro seguro de

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información. Uno de los primerosredactores del diario, Cruz Salido, habíarecibido una delicada encomienda en laCompañía Telefónica, en la que elGobierno estaba interesado en ejerceruna fiscalización cuidadosa. Laspersonas que la ejercían eran varias yCruz Salido entre ellas. Por élconocimos, de una manera exacta, losavances y retrocesos en las provincias.Otro camarada nuestro, que no tardaríaen asumir responsabilidad deembajador, tenía a su cargo un segundoservicio telefónico especialmenteimportante: el registro de lasconversaciones de las embajadas. Este

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camarada hacía su trabajo, abrumadorpor las horas que necesitaba dedicarle,con la exquisita discreción que ponesiempre en los cometidos más sencillos.Transmitía directamente susinformaciones al ministro de Estado, queentonces era don Augusto Barcia,recalcándole, por lo general, lagravedad de las mismas. El ministro,por las confidencias que debo a suinformador y a varios miembros de laComisión Ejecutiva que le veían en elMinisterio de Marina, donde elGobierno había establecido su sede, ydonde por haberse radicado Prieto sereunía la Ejecutiva socialista, estaba

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colocado por encima, o por debajo, delbien y del mal. La consideración de lainmensa desventura a que se veíamezclado con una responsabilidadministerial que no alcanzaba a medir, lehabía anulado la capacidad de reaccióny, no encontrando la línea de conductaque pudiera convenir en aquellosmomentos a nuestra políticainternacional, se limitaba a recoger losinformes, haciendo partícipes de sucontenido amenazador a los miembrosdel Consejo. La Embajada del Reichrecibía apremiantes instrucciones paraevacuar de España, con la máximaceleridad, a todos los alemanes. Berlín

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insistía en que la evacuación quedasehecha en el plazo más perentorio y laembajada de Madrid le dabaseguridades de que todo quedaría listosin demora sensible. La interpretaciónde las instrucciones de Berlín era fácilde hacer. No se trataba de una previsióndesinteresada. Los matices de esosdiálogos diplomáticos inclinaban a lapeor de las sospechas y nuestrocamarada creyó de su deber, sin incurriren incorrección, indicarnos laconveniencia de que influyésemos pormedio del periódico para que las vidasy los bienes de los súbditos alemanesfuesen en todos los casos

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escrupulosamente respetados. Temía queun incidente sirviese de pretexto a Hitlerpara ejercer una represalia deconsecuencias insospechadas o parallegar, con un acto de audacia que quizáno fuese replicado en Europa, adeclararnos la guerra. La misma políticade respetos aconsejaba para lositalianos. Las noticias de Cruz Salido ylas orientaciones, en materia de peligrosinternacionales, del observadortelefónico de las embajadas, nosconsentían ir haciendo un periodismo losuficientemente fidedigno al quenosotros éramos los encargados deponerle serenidad. No sólo por gusto

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personal, sino por responder a latradición de nuestro diario,proscribimos de sus páginas injurias queotros colegas se complacían en aplicar alos militares rebeldes, y con mayorrazón, aquellos feos señalamientospersonales que, en varios casos,terminaron con la ejecución arbitraria delos señalados. Ningún bochorno moralde esa especie nos aflige a losperiodistas que hacíamos El Socialista,que teníamos títulos sobrados, queningún fiscal hubiera necesitadoglosarnos, para ser pasados por lasarmas supuesta la pérdida de Madrid enaquellos días, o en los todavía más

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dramáticos que íbamos a conocer sindejar de escribir con la misma normamoral y con el mismo concepto denuestro oficio. Trabajábamos paracalentar la confianza popular y pararobustecer la autoridad del Gobierno,condiciones inexcusables, a nuestrojuicio, de la victoria. Para creer en ellanecesitábamos saber qué haría laaviación, que en aquellos momentos —en tanto de la imprenta nos pedíanoriginal y Angulo nos mandabaemisarios para que volviésemos areclamar de Guerra las municionesofrecidas— debía estar preparándosepara volar sobre Madrid. En una

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camioneta, los soldados del aeródromoacababan de llevarse los paquetes de lasoctavillas. El asedio del cuartel seguíallevando hacia sus inmediaciones a loshombres de Madrid.

Los cañones racionaban el fuegopara no acabar quedándose con la bocaabierta en cosa de minutos. Los curiososeran más que los actores. Estacircunstancia daba al acontecimiento, encierto modo, un aire de verbena,inherente a los sucesos en queparticipaba colectivamente el pueblomadrileño. En el cuartel había ungeneral, un coronel y una plantillabastante numerosa de jefes y oficiales,

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pero no creo que entre tantos militaresde oficio se encontrase un solo soldadode vocación. Una salida audaz de suparte hubiera sido fatal para la causa dela República. La masa humana de lossitiadores, con sus milicianos inermes,aun cuando se ufanasen de su fusilnuevo, al que habían necesitado limpiarde la grasa, se hubiesen visto en lanecesidad de abandonar el campo,estorbados por los curiosos que setenían a distancia, en espera de undesenlace de cuyo conocimiento, y encuya participación, iban a presumir sincansancio. Los dos cañones, cuyosestampidos intermitentes y en lugar

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distinto aspiraban a simular una bateríacompleta, se les hubiesen rendido apesar del heroísmo de que les creocapaces al teniente coronel y al tenienteVidal. La resistencia a una salida nopodía ser ni fuerte ni larga. Para hacerla,las personas encargadas de mantener elsitio hubiesen necesitado unos elementosmateriales de que carecían, porque laRepública no podía dárselos. El generalera general, claro que parlamentario,esto es, con más aptitudes para eltejemaneje de los pasillos de las Cortesque para la elaboración de un planmilitar congruente con las necesidades;el coronel, coronel, y los jefes y

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oficiales, pundonorosos militaresacreditados en el escalafón de su armarespectiva a virtud de unos estudiosprevios y de unas formalidadesburocráticas, pero sin que en ninguna delas mochilas que les pertenecían Martese hubiese complacido en esconderbastón alguno de mariscal. Es seguroque, además de la toga de legislador queen la proclividad de su vida se habíaencontrado en la suya el general Fanjul,se descubriese en las pertenecientes asus compañeros los símbolos de losoficios más dispares y pacíficos, y conpreferencia a todos, el caduceo deMercurio./

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La claridad del día, que adelantabarápida en el cielo de Madrid, nosmantenía a la espera del ruido de losmotores de la aviación. No tardaron enescucharse sus zumbidos inequívocos.¿Qué iba a suceder? Acodados en losbalcones intentábamos interpretar todasuerte de señales y rumores. Creíamosoír, no estoy seguro de que losoyésemos, reventonazos de bombas deaviación, estampidos de cañonazos. Losparéntesis de silencio, muy largos, losreputábamos de buen augurio. Un ataquede la aviación a los sitiadores hubiesedeterminado su dispersión y el despechode la sorpresa, al extenderse por las

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calles en algarabía alocada, se noshubiese impuesto con rapidez. A ratosvolvíamos a oír el resuello de losmotores. La prueba difícil parecíahaberse resuelto satisfactoriamente. Elcuartel, atacado desde el exterior ybatido por los aviones, acabaríarindiéndose. La disciplina no podríareprimir el movimiento de pánico de losreclutas que habían sido constreñidospor sus jefes a participar en unmovimiento que no sentían y que lescondenaba, por el modo como habíasido planeado en su cuartel, a unamuerte sin defensa. La participaciónactiva de los soldados del Aire

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encorajinó a los sitiadores, queaumentaron sus esfuerzos por imponersea los sitiados. Los dos cañones, a losque ya iban quedando pocos disparos, seesmeraban más en su trabajo. Losaparatos hacían vuelos del aeródromo alcuartel, dejando caer sus bombas y susoctavillas en el patio del edificiomilitar. Se calculaba con optimismo losdestrozos que causaban. Una de lasbombas destruyó el cuarto de banderas,donde una parte de la oficialidad tratabade penetrar el secreto de su destinoinminente, en tanto que sus compañeros,pistola en mano, secundados en esaocupación por los jóvenes falangistas

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que se les habían sumado, se imponía alos soldados, que comenzaban ainsubordinarse y manifestaban deseos deevacuar el edificio para sumarse a lasfuerzas atacantes. Dos o tres de lossoldados más vehementes fueronmuertos a pistoletazos. Pero ladisciplina no ganó nada con esossacrificios tardíos. La protesta se hizomás sorda y rabiosa, y aun cuandoestaba prohibido, con pena de muerte,leer las octavillas que en su primervuelo habían arrojado los aviadores, lossoldados conocían su texto y locomentaban entre ellos. La canción de lavida se hacía oír con fuerza en los

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propios oficiales, que reculaban a laidea de morir. Todavía estaban a tiempode burlarla. La mañana había avanzadomucho. El sol iba alto cuando laresistencia del Cuartel de la Montaña sevino a tierra y los sitiadores irrumpieronen él con una furia enloquecida. A loscañones les quedaban media docena detiros que consumir. La noticia de estarendición corrió por toda la ciudad,determinando una alegría inmensa. Losmás escépticos y desmoralizadospasaron a creer en la victoria popular.Ignoraban los diálogos telefónicos de ladiplomacia alemana. Tenían, en cambio,al alcance de la vista, para

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comprobación inmediata, la victoriainverosímil sobre el cuartel másinquietante de la capital. Victoria demuy largas consecuencias por lo quetocaba a la seguridad de Madrid. Lasmilicias hicieron una provisión copiosade fusiles, cartuchería y arreos militares.El parque era riquísimo y abundante enametralladoras y morteros de trinchera,de los que se iba a hacer gran consumoen los combates de la Sierra. Losmadrileños afectados a la defensa de laRepública exultaban de júbilo y deseguridad. Se consideraban, con menosderecho del que habían de poderconsiderarse meses más tarde,

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invencibles. La verdad obliga a decirque lo han sido hasta última hora. Elgeneral Yagüe no se negó a hacerles estamisma justicia. El 20 de julio se lesrendía el primer cuartel; los demás seles iban a entregar sin lucha o con pocalucha. Casi, como dice la Biblia, porañadidura.

En el patio del Cuartel de laMontaña se desarrollaron numerosasescenas de violencia. Varios cadáveresde oficiales las atestiguaban. Se dijo quealgunos de ellos se habían suicidado yque otros habían sido muertos al intentarresistir a los asaltantes. Esas versionesse aceptaron sin ninguna convicción. La

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verdad es que los oficiales fueronejecutados por los más violentos de losmilicianos que no creían llegada la horade la piedad. De entre los oficialesmuertos, bastantes fueron acusados porlos soldados como autores de castigos yviolencias. Fanjul y el coronel Garcíade la Herrán, a quien en Sevillaconocían por el sobrenombre de “elLoco Dios”, se entregaron a las fuerzasregulares. Su conducta la imitaronvarios de sus subordinados, que salían,las manos en alto, con el semblantedesencajado, de la noche pasada y delas escenas de que habían sido testigos.El grupo de milicianos anarquistas que

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se habían lanzado sin una vacilación alasalto del cuartel, desconfiando de lajusticia oficial y de sus trámites, laestablecieron por su cuenta, íntimamenteconvencidos de que su conducta erairreprochable. De los anarquistas queparticiparon en aquel episodio seránmuy contados los que sobrevivan. De lamisma manera que mataban, estabanresueltos a hacerse matar. No eran elloslos moralmente recusables, sinoaquellos otros grupos, a los que se llamóincontrolados, que habían puesto arédito el valor frío e implacable de losque, sin serlo, llamaban compañeros. Lacrueldad de los primeros tenía un móvil

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revolucionario; la de los segundos, conformas más brutales y recusables, seinspiraba, las más de las veces, envenganzas personales y en motivos delucro. Cuando se pensó en volar variospuentes de la Sierra para dificultar elacceso de la columna de Mola a Madrid,Prieto me confirió el encargo de quebuscase el mayor número de paquetes dedinamita. Supuse que en la Secretaría dela CNT pudieran facilitar los quenecesitaban, y me puse al habla con ella.Supuse bien. Uno de los anarquistas másiluminados accedió a venir a verme, ydespués de conceder lo que de él sepedía me declaró:

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—Debéis tener más confianza ennosotros. Estamos, de todo corazón,dispuestos a ayudaros a ganar. Nosharemos matar por la victoria delpueblo, pero no sufriremos la menordebilidad de vuestra parte. Creemos quees la ocasión de llegar hasta el fin. Osdaremos toda la dinamita que tenemos sino olvidáis que necesitamos armas[13]».

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Capítulo VLa primera defensa de

Madrid

Venía el lechero desde el campo enbicicleta. En casa no gustaba la leche delas vacas estabuladas en la ciudad, quesalían a pastar por las mañanas y luegovolvían a sus casas (casas de vecindad:por las ventanas de los bajos se veía, aveces, asomada una vaca, y salía un olora establo, a hierba, a ganado); creíanque era mejor la de las que vivían larelativa libertad de la vaca fuera de laciudad. Principios ecológicos. De esos

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pastos venía al empezar el día ellechero, con las cántaras en un soportede la bicicleta; subía con la lechera dedos litros llena, tomaba la vacía y se lacolgaba al cinto.

Aquella mañana llegó demudado: norespiraba, no hablaba. Mi madre lesentó, le dio un vaso de agua fría.

—Señora, hay muertos en lacarretera… Llegan al amanecer loscoches de milicianos, les bajan, lesdicen que salgan corriendo y lesdisparan…

Fue la primera vez que oímos lapalabra paseo en la vida real. Estabatomada del cine, de las películas de

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gángsters, como Scarface: agarraban auno y le decían: «Anda, vamos a dar unpaseo…».

«Los llevaban aquellos primerosdías a la Casa de Campo. Había unacheca en la antigua caseta del guarda.Juzgaba un mozalbete de dieciséis años,que se divertía dándoles el tiro degracia cuando los cuerpos saltaban,convulsos, entre los tomillos.

—Quieto, ladrón, que ya vas adormir en ese agujero un rato largo.

Les ponía la rodilla en la espalda yles saltaba la nuca.

Añadían la burla a la tragedia.Sarcasmo aprendido en las corridas de

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toros, que hace preguntar zumbón “¿Seha caído?” cuando el picador yaceconmocionado por el golpetazo. Alhecho, sagrado, de ver correr la sangrede los hombres le llamabanplebeyamente “el paseíto”.

Era el crimen motorizado. La agoníaentre gasolina y ruidos de motor.

Caían cuatrocientos o quinientosdiarios, gente inocente, por merocapricho.

—Tú tienes bigote de fascista.Habían inventado el pretexto de que

tiraban desde los balcones para asesinara todos los muchachos de la clase mediay de la alta burguesía[14]».

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Uno de los episodios más dolorososfue el asesinato de los presos en laCárcel Modelo de Madrid a raíz de unincendio: los milicianos que lacustodiaban creyeron que había sidoprovocado para que se fugasen losdirigentes de la conspiración, aunquetambién corrió la versión de que ellosmismos habían iniciado el fuego parapoder realizar la matanza. Es posibleque fuese un accidente que tuvo esasconsecuencias.

«En la noche del 20 al 21 [deagosto], registróse por los aledaños dela Cárcel Modelo un sospechoso

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circular. Después se habló de unincendio. Los bomberos acudieron asofocarlo, entre dantescas escenas deimpotencia de la multitud penal. Enaquel momento la cárcel estaba llena depersonalidades civiles y militares, degran significación en la vida española.Y la tragedia se consumó. Una turba deincontrolados asaltó la prisión,imponiéndose a guardias y vigilantes.Un destacamento de socialistas de laMotorizada, enviados allí con ánimo deevitar lo que se temía, llegó demasiadotarde. El silencio se hizo sobre aquelignominioso episodio, pero de lasnoticias deslizadas se supo que entre las

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víctimas estaban el general Capaz, losex ministros Rico Avello, ÁlvarezValdés y Martínez de Velasco; FernandoPrimo de Rivera, Julio Ruiz de Alda,Melquíades Álvarez, Albiñana…Militares, falangistas, liberales,demócratas, republicanos; de todo habíaentre las víctimas de aquel momentoenfurecido. Allá en la soledad delPalacio Nacional sintió Manuel Azañaun estremecimiento de horror al saber lanoticia de la ejecución de MelquíadesÁlvarez, su antiguo jefe político en elreformismo. Desde la tragedia de laCárcel Modelo, el estar del presidentede la República sería una pura caída en

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el miedo físico y en la pesadumbremoral, al medir las dimensiones exactas—en consecuencias morales ymateriales de una guerra civil de la queel episodio que costó la vida aMelquíades Álvarez y a tantos otros fuedolorosísima demostración[15]».

Dentro de los partidos republicanosy en el Gobierno hubo una reacciónindignada, pero muy controlada. Nadiese atrevía a provocar a quienesdisponían de armas y estaban dispuestosa todo. Eran, también, los que estabanconteniendo todavía al enemigo en losfrentes próximos a Madrid; y formaban

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también parte de la clase másrepresaliada en las zonas franquistas.

En el primer número de El MonoAzul, Juan Ramón Jiménez tambiénadvertía:

«Sucesos de inevitable horrorocurren en todas las conmocionesmateriales y espirituales: terremotos,tempestades, luchas de destino, deelemento y- vida. Bien sé que esimposible alumbrar del todo la sombra,que nada enorme es perfecto. Pero quela destrucción y la muerte no pasen másde lo inevitable o merecido. ¡No matarnunca, no destruir nunca a ciegas! No

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debe ser ciega la fe del noble puebloespañol».

El Socialista publicó en primerapágina este editorial:

«Un imperativo moral indeclinable.De cara a nuestra responsabilidad,

nunca tan despierta y vigilante como enlos actuales momentos, nos declaramosenemigos de toda acción de violencia,en las personas y en las cosas,cualquiera que sea el designio con quese acometa. Para juzgar a cuantos handelinquido disponemos de la ley.Mientras dispongamos de ellanecesitamos acatarla. Con ella todo es

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lícito; sin ella, nada. Lo hemos escritoasí antes de ahora y lo repetimos,convencidos de que la reiteración esnecesaria. Sólo conformando nuestrapasión con los dictámenes de la leypodemos sacar indemnes de las actualesvicisitudes aquella victoria moral quenos es indispensable para seguirdisfrutando de la ayuda valiosa de laconciencia universal. La conducta de losrebeldes, cualquiera que sea la seviciaen que la inspiren, no puede servirnosde ejemplo ni de disculpa. ¿Acaso noestamos en el deber de probar quesomos distintos? El derecho a la victoriatenemos que conquistarlo, no con

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palabras, sí con actos. Y ninguno taneficaz como el de manifestar laserenidad de nuestro ánimo con elrespeto a la vida de los rehenes y losprisioneros. No invocamos, al recordarese deber, razón ninguna deconveniencia. Las hay. Y abundantes.Recordemos que también los rebeldestienen rehenes y prisioneros. Estimularen el adversario el odio equivale adictar condenas de bárbara muertecontra familias enteras de trabajadores.Mejor que esta imprudencia, de la quenada bueno cabe prometerse, es intentar,aun cuando el propósito no se logre,ejemplarizarle con un proceder, humano,

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respetuoso y sereno. Que la ley secumpla en tantos casos como debacumplirse. Pero fuera de la ley —dichoqueda con nuestra responsabilidad—,que nadie se autorice licencia alguna, sino busca deliberadamente causarnosvíctimas del otro lado de la línea defuego, ofender la razón de nuestra causay enajenarnos la simpatía de laconciencia universal, que todos ésos, yalgunos más que nos callamos, son losriesgos de una conducta vesánica enquienes no pueden, por ningún motivo,perder la sensibilidad[16]».

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(Julián Zugazagoitia Mendieta1899-1940. Periodista, compañerode Prieto en Bilbao, diputadosocialista en 1931, director de ElSocialista, atacó públicamente losexcesos en la represión en la zonarepublicana: ministro deGobernación en 1937 con el encargopreciso de acabar con lasrepresiones de los «incontrolados»,se unió a Negrín cuando éste seenfrentó con Prieto, que pretendíacesar la resistencia. Fue al exilio alterminar la guerra: detenido por la

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Gestapo alemana tras la ocupaciónde Francia, fue entregado a Francojunto con su compañero FranciscoCruz Salido, Companys y RivasCherif. Un Consejo de Guerra lecondenó inmediatamente a muerte.En la mañana del 8 de noviembre de1940 los condenados recibieronnoticias de que habían sidoindultados, pero por la noche sesupo que el indulto no alcanzaba atodos. El 9 de noviembre CruzSalido y Zugazagoitia fueronfusilados; están enterrados juntos, enel Cementerio Civil de Madrid, bajouna lápida en forma de libro).

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«Aún dormía sobresaltado Madrid.En su lujoso despacho del ministro

de Marina, Indalecio Prieto recibía enpijama a rayas y zapatillas al doctorPittaluga.

—Querido Prieto: vengoavergonzado de la desorganización delfrente. He estado en Oropesa con elagregado militar a la embajada inglesa ylo han querido fusilar. Riquelme no sabelo que se hace. Le ha dado unsalvoconducto a un redactor de laAgencia Hayas para una zona que, segúnél, no estaba batida, y le han herido. Hayun desbarajuste tremendo.

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Prieto le escuchaba con indiferencia.—Eso no es nada. Lo grave es lo

que está pasando ahora mismo enMadrid. Las milicias han entrado en lacárcel y están fusilando a los presos.

Le miró fijamente y le puso unamano sobre el hombro. Le dijorecalcando la frase:

—Esta noche, amigo Pittaluga,hemos perdido la guerra[17]».

(Gustavo Pittaluga Fattorini,1876-1956. Médico italiano,especialista en paludismo; Ramón yCajal le instó a quedarse en España

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y se nacionalizó español; catedráticoen Madrid, miembro de la RealAcademia de Medicina, personaconocidísima en la política y la vidaintelectual madrileña; fueronfamosos sus libros Grandeza yservidumbre de la mujer y Ensayosde una terapia biológica del vicio.Diputado en las CortesConstituyentes de 1931, se exilió alterminar la guerra. Murió en LaHabana).

Cinco meses después, un observadorextranjero de calidad, pero

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indudablemente marcado por susopiniones antifascistas, considerabaterminado el «terror rojo»:

«Encontré a este ciudadano en elHotel Florida, de Madrid, a fines deabril del año pasado. Era al atardecer;él había llegado de Valencia la nocheantes. Había pasado el día escribiendoun artículo. Era un hombre alto, con ojosgrandes y lacrimosos, mechas de cabellorubio cuidadosamente alisadas sobre sucráneo calvo y plano.

—¿Cómo encuentra usted Madrid?—le pregunté.

Aquí reina el terror —dijo eseperiodista—; veo las pruebas por donde

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se vaya. Se ven millares de cadáveres.—¿Cuándo llegó usted? —pregunté.Anoche.—¿Dónde ha visto usted los

cadáveres?—Por todas partes. Se les ve al

amanecer.—¿Ha salido usted al amanecer?—No.—¿Ha visto usted cadáveres?—No. Pero sé que los hay.—¿Qué pruebas de terror tiene

usted?—Está aquí… No puede usted negar

que el terror está aquí.—¿Ha visto usted una prueba con

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sus propios ojos?—No he tenido tiempo de verlo yo

mismo: pero está aquí.—Escuche —le dije; ha llegado aquí

anoche. No ha salido a la calle, y nosdice a nosotros, que vivimos ytrabajamos aquí, que reina el terror.

—No puede usted negar que reina elterror —dijo este experto—; se ven laspruebas en todo.

Creí que había usted dicho que nohabía visto pruebas.

—Están en todas partes.Le dije entonces que nosotros

éramos una media docena de periodistasque vivíamos y trabajábamos en Madrid

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y nuestro trabajo sería, si el terrorreinase, descubrirlo, informar acerca deél. Que tenía amigos en la Seguridad,amigos de otros tiempos, en los quepodía confiar, y que sabía que ese meshabían sido fusiladas tres personas porespionaje. Me habían invitado a asistir auna ejecución, pero me encontraba en elfrente y tuve que esperar cuatro semanasantes de que hubiera otra. Que habíapersonas ejecutadas en los primerosdías de la revolución por elementos“incontrolados”, pero durante mesesMadrid había estado tan seguro,tranquilo y libre de todo terror comocualquier otra capital de Europa. Toda

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persona fusilada o muerta en un “paseo”iba al depósito de cadáveres, y allípodía comprobarlo él mismo, como lohabían hecho todos los periodistas.

—No trate usted de negar que aquíreina el terror —me dijo—: usted sabeque reina el terror.

Como era un corresponsal de unperiódico realmente importante por elcual yo tenía mucho respeto, no le peguéuna bofetada. Además, si hubiesezumbado a un tipo así, él lo habríaconsiderado eso como una prueba deque el terror reinaba. Además, laconversación había sucedido en lahabitación de una periodista americana y

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creo, pero no puedo ser categórico, queél llevaba gafas. […] Aquella noche, enel restaurante de la Gran Vía, conté lacosa a algunos corresponsales serios,apolíticos e imparciales, quearriesgaban su vida a diario trabajandoen Madrid y que habían negado que elterror reinase en la ciudad desde que elGobierno había conseguido controlar lasituación y terminar con el terror.Estaban absolutamente indignados dever cómo ese intruso, que acababa dellegar a Madrid, les hacía pasar a todospor falsos…»[18]

Pero había un terror. Había unoscrímenes. Los «paseos», las «checas»,

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los asesinatos espontáneos, lasorganizaciones de represión, como laBrigada del Amanecer de GarcíaAtadell (el Gobierno de la República lepersiguió; huyó en un barco haciaAmérica con un tesoro robado a susvíctimas, pero alguien —se dice que elpropio Gobierno republicano— ledenunció en la escala que hizo enCanarias y los franquistas le sacaron delbarco, le llevaron a Sevilla, lecondenaron a muerte y le ahorcaron:según sus ejecutores, entre gritos dearrepentimiento y peticiones a laclemencia divina) y los Linces de laRepública; los que se vengaban de sus

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amos, de sus «señoritos», pudieroncausar unos 7.000 asesinatos (segúncifras franquistas) desde el momento dela sublevación hasta el Ministerio deLargo Caballero y sobre todo hasta lacreación de la Junta de Defensa, aunquedurante ella se produjeron los sucesosde Paracuellos o del «Tren de laMuerte». «Aquí se fusila como se tala unbosque», escribía Saint-Exupéry a suslectores de París.

Después pudo haber en Madrid otrosseis o siete mil asesinatos en los añossiguientes hasta el final de la guerra. Elpresidente del Tribunal Supremo,Mariano Gómez, se presentó

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inmediatamente a la Junta de Defensapara ofrecer, en nombre de losmagistrados, «la adhesión profunda delTribunal Supremo a la misión históricade la Junta de Defensa, ofreciéndose aella con toda su significación jurídica ymoral para colaborar en la obrapatriótica que el Gobierno de laRepública le había encomendado»,s e gú n ABC del 10 de noviembre.Santiago Carrillo relata que laconversación versó directamente sobrela posibilidad de crear unos TribunalesPopulares, con magistrados de carrera ypresididos por uno de ellos pero convocales de todos los partidos del Frente

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Popular, con el objeto de que todos losdetenidos pudieran obtener un juiciotodo lo justo que se podía hacer en unasituación tan desesperada, lo queevitaría muchos asesinatos. Fue elGobierno de Largo Caballero, por undecreto de Azaña, el que aceptó esaforma de Justicia con el nombre deTribunal Especial para Delitos deRebelión y Sedición contra la Seguridaddel Estado, hurtando el nombre deTribunal Popular. El fiscal del TribunalEspecial en Barcelona, José AndreuAbelló, me contó en su exilio de Tánger—donde fue director de un banco ingléshasta que regresó a Barcelona aún con

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Franco en el poder— que, aunquetuvieron que dictar penas de muerte,consiguieron salvar a muchas personas,que fueron condenadas a prisión opuestas en libertad.

El Cuerpo Diplomático en Madridprotestó oficialmente contra losasesinatos; los informes de las matanzasen los países extranjeros dañaronconsiderablemente al Gobierno de laRepública, y fueron atribuidasdirectamente al Partido Comunista y a lainfluencia soviética. Los crímenes deFranco no alcanzaron, lógicamente, esadifusión: eran más bien los actos dedefensa de los salvadores. Las

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embajadas en Madrid realizaron unalabor impresionante: acogieron a milesde refugiados, que vivían hacinados ycon dificultades de abastecimiento.Algunos de los representantesextranjeros, como el chileno NúñezMorgado, fueron considerados héroespor su labor de salvamento y por lasevacuaciones de estos refugiados envehículos con banderas extranjeras hastabarcos en Barcelona o Valencia. A lasana intención caritativa hay que unir elhecho de que los embajadores y susgobiernos participaban ya de la idea deanticomunismo alegada por Franco, y esmuy posible que desde algunas de esas

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embajadas se hicieran enlaces de la«quinta columna» con la zona franquista.Hay testimonios de la vida en lasembajadas en algunos libros: enMadrid, de corte a checa, de Agustín deFoxá, o en Una isla en el mar Rojo, deWenceslao Fernández Flórez. Es curiosoque, a pesar de sus sufrimientos, losrefugiados no tuvieran muchoreconocimiento por parte de losmilitares cuando ganaron la guerra: losmás drásticos de entre ellos, y el propioFranco, consideraban que el refugiohabía sido a veces un subterfugio parano combatir. En general, los quepermanecieron en Madrid fueron

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tomados siempre como sospechosos, aexcepción de los muy reconocidos comoquintacolumnistas.

La labor de estas embajadas alterminar la guerra, cuando losrepublicanos pidieron refugio, fuemucho más parca y, en algunos casos,rehusada. Además, Franco negó permisopara la evacuación de los nuevosrefugiados, salvo en casos como el de laEmbajada de Chile, que tan dignamentehabía salvado vidas franquistas.

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Capítulo VIArde Madrid

La muchacha de casa (donde no se lasllamaba «criadas», pero todavía no seconocía el eufemismo ni la «correcciónpolítica» que las denominaría«empleadas del hogar»; eran muchachas,chicas: por su edad) se llamaba Victoriay era de una antigua familia dechurreros; vivía en Tetuán de lasVictorias (¿de qué victorias? ¡Ah!, delas de los generales «africanistas»: losque ahora se sublevaban) yprobablemente debía su nombre al

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barrio. Barrio de traperos, de gitanos.Casitas bajas (aún quedan algunas,medio olvidadas, en las últimascallejuelas; no las han derrumbado porla última resistencia de los ancianos, opor las dificultades de lastestamentarías: sus solares tienen unelevadísimo valor), pequeños patios congallinas y cerdos que alimentaban conlos residuos de la basura que recogíancon sus carros por los barrios céntricos:todo un ciclo económico y alimentario.Recuerdo muy bien el carro del trapero,y una traperita encaramada en elpescante, y una campanilla para advertira los vecinos, además del grito del

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trapero, y del «cacharrero por trapos»,que daba sus cacharros, la quincalla(quincalleros: los quinquis, casi unaraza, unos marginados), a cambio de lostrapos viejos: las viejas ropas yaimposibles que iban a tirar las amas decasa.

«Era un día de diciembre con muchaneblina. Anduve por las calles delbarrio obrero de Tetuán. Casitas medioarruinadas, descuidadas: oscuridad.

Cambalaches, baratillos, mercaditos.Entremezclados, sillas de montar,cabezas de repollo, quincallería. Unvendedor de antigüedades. Detrás deuna pequeña vidriera un barbero

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afeitaba a un soldado. Niños, muchosniños de Madrid, bulliciosos, traviesos.

Doblé para entrar a la calle RafaelSabila. Los aviadores alemanes habíanarrojado ayer una bomba en este lugar.Ya no hay más casas, ya no existe lacalle, sólo hay escombros, montones decascotes, bomberos. En este momentoextraen dos cadáveres, el de una vieja yel de una niña, a la que le faltan laspiernas. La cara, serena, parece la deuna muñeca rota. En el fondo, sollozauna mujer joven. De repente enmudece,su cara se pone rígida, como petrificada.Queda parada, los brazos extendidos.Quieren llevarla a otro lugar. Es la

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madre de la niña que mataron. No semueve. Un obrero, vistiendo una camisamanchada de cal, se le acerca. Derepente la mujer cae sobre un montón deescombros, como tocada por el segadorterrible. Han extraído noventa y seiscadáveres. Detrás de la ventana de unacasa destruida, milagrosamente intacta,hay una máquina de coser en el suelo,con un pedacito de tela azul celeste bajola aguja. Un anciano ha encontrado entrelos escombros un retrato. Hablandoconsigo mismo, se aparta. Está riéndose.No, la neblina me está engañando: meacerco, y veo sus lágrimas. Es uncarpintero. Ha perdido a su mujer y a su

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hijita.Pasó una camilla con el cadáver de

una mujer encinta. Un vientre grande. Lacara cubierta de sangre coagulada.

¿Qué debe uno escribir? Repetirsiempre lo mismo, gritando al teléfonoque los fascistas son bestias, que loshombres no pueden vivir en un mismomundo, que el combate de la Casa deCampo es el principio de una luchadesesperada…»[19]

La familia de Victoria salía por lasmañanas a las verbenas de los barrios,ponía su fogón y su sartén, y la artesapara la masa, y el juego de jeringas, ylos hierros para retirar del fuego los

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churros y los buñuelos, y el haz dejunquillos en que se enhebraban y seentregaban al cliente. En el barrio eranuna cierta aristocracia, porque notocaban la inmundicia, y sus ropas y susdelantales tenían que lucirabsolutamente blancos.

Victoria aspiraba aún a más. Por esose puso a servir, para estar en el centroy «conocer gente»; y llegó a mi casa. Larecuerdo alta y guapísima y carnal, conlas líneas curvas y agitadas y el habla dela madrileña. Quién sabe cómo sería:pero a mí me dejó esa impresión. Debíade tener dieciséis, diecisiete años:cuatro o cinco más que yo. Apenas cuajó

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la guerra, se presentó a mi madre unamañana y le dijo:

—Señora, con su permiso, me voy alfrente. Haré lo posible por venir estanoche a servir la mesa…

Volvió por la noche, con su monoazul y su pistola al cinto, y su gorrillo desoldado. El fusil se lo dejaba alcamarada que se quedaba por la noche.Muchos lo hacían así; los que sequedaban de noche en la guerra volvíana trabajar de día: para no perder eljornal. Victoria iba de día, pero volvíaal atardecer. Algunas veces me iba arecoger al instituto; se acercaba a lacalzada y paraba un coche con la pistola

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en la mano:—Camaradas, haced el favor de

llevarme a este compañero —¡era yo!—y a mí, que hace mucho frío…

Mi madre se lo prohibió:—No hagas eso nunca más: piensa

que los del coche, al verte con la pistolaen la mano, os pueden disparar…

—Como usted mande, señora.A estas milicias, a estas milicianas,

las retiraron del frente. Se luchaba porformar un ejército profesionalizado,regular. Victoria encontró un día unnovio y se fue con él. «Con el permisode la señora», y con el de sus padres,los churreros. No tenían aceite, no tenían

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harina… Hacían lo que podían. Loshermanos estaban en la guerra.

Nunca he sabido más de Victoria.Eso sí, su combate fue inútil para lossuyos. Es lógico: lo perdieron. Hanpasado sesenta años, y nada cambió:

«Casas sin retrete ni ducha enTetuán.

Rodeados de vecinos de lujo comolas torres KIO y el paseo de laCastellana, algunos vecindarios deldistrito de Tetuán viven como en lostiempos de La busca de Baroja, conretrete colectivo y sin ducha.

Zonas próximas al rastro dominicalde Marqués de Viana y a la calle del

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Capitán Blanco Argibay, como lascalles de Panizo, Ricardo Gutiérrez,Saúco o Genciana, son las que mássufren estas carencias. Siempre han sidobarriadas proletarias, habitadas porbusqueros y pequeños artesanos que enmuchos casos construían ellos mismossu casa sin cimientos y con materialesmodestos. Ahora también viven en ellasinmigrantes magrebíes, filipinos ydominicanos.

Las deficiencias que reflejaba elcenso de 1991 se confirman en el padrónde 1996: en una zona donde el metrocuadrado de vivienda nueva vale unamedia de 243.374 pesetas hay 5.634

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casas de menos de 30 metros, 2.356 sinretrete individual y 5.202 sin bañera.

Esta situación ha llevado a lasasociaciones de vecinos de la zona areclamar a la Comunidad y alAyuntamiento que destinen los solarespúblicos del distrito a la construcciónde pisos sociales para realojar a losmoradores de las casuchas. Mientras, esla piqueta privada la que va cambiandola faz de la barriada, pero sin resolverlos problemas de sus habitantes[20]».

Las dos grandes mujeres delmomento, Pasionaria, comunista, yFederica Montseny, anarquista, seoponían respecto al papel de la mujer:

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Dolores la quería en la retaguardia,haciendo el trabajo de los hombres, quedebían ir a la guerra unánimemente;Federica instaba a la participación de lamujer en el frente en igualdad con loshombres. Dolores Ibárruri nunca vistióel mono azul, ni fue armada: vestida denegro, de pies a cabeza, hablabasiempre como mujer, madre, esposa,viuda: su voz era cálida y arrebatadora.Federica Montseny visitaba los frentescon la pistola al cinto. El escritorcubano Pablo de la Torriente,comunista, contaba en una carta unamanifestación de mujeres en Madrid:

«Madrid, 22.X.36. […] Por la

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mañana presencié los primeros desfilesde mujeres por las calles principales deMadrid. Era alentador. Cientos y cientosde mujeres, muchachas y viejas,cocineras, modistas, operarias, en filatriple, con los estandartes de las radiosdel Partido Comunista, de la JuventudSocialista Unificada, de sus talleres,iban rítmicamente lanzando lasconsignas urgentes del día: “Hombres alfrente; mujeres a retaguardia”; y unaserie de arbitrarias y aun humorísticasdemandas numéricas: “Primera, segunday tercera, los hombres a la trinchera”.“Una, dos, tres y siete, los hombres alfrente”. “Una, dos, tres y cuatro, que

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cierren los teatros”. “Una, dos y tres,que cierren los cafés”. Y por el estilomuchas más que en el curso del día,durante el cual no cesaron talesdemostraciones, aumentando suintensidad, se fueron creandoespontáneamente por lasmanifestaciones[21].

La reacción de Madrid, ante elpeligro, ha sido estupenda; en vez deamilanarse ante la amenaza, halevantado la cabeza, ha sacudido su casiinexplicable frivolidad y te aseguro queno lo tomarán, porque todo el mundo seha dado cuenta, como decía ayer laarenga de Álvarez del Vayo, que será

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preferible morir en el parapeto o latrinchera a caer en el paredón de losfusilamientos. Te aseguro no sólo que nopasarán, sino que de este empujón delentusiasmo, si hay talento, energía yciencia para ello, para darle tenacidad yconstancia, puede caer la últimaesperanza fascista. No pasarán ypasaremos. Y no importa que lasituación se ponga más grave en estosdías, porque hay que dar tiempo a lacoordinación de la creación».

(Pablo de la Torriente Brau.1901-1936. Nacido en Puerto Rico

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de padres españoles de origenmontañés, vizcaíno y catalán, aunquese consideraba cubano «porquesiempre he vivido en Cuba, porqueaprendí a leer en La edad de oro deJosé Martí» y porque luchó en lascalles de La Habana contra ladictadura de Machado, escribiólibros y artículos comprometidos,militó en el Partido Comunista,estuvo encarcelado varias veces:muchos años de preso político.Cuando cayó Machado, subsistió elmachadismo, decía él, y el sucesorfue peor, el criminal sargentoFulgencio Batista, que se mantendría

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hasta el triunfo de la revolución deFidel Castro. Pablo de la Torrientese fue al exilio de todos los cubanos,Miami. En 1936 estalló España yPablo sintió la llamada de susideales. Estuvo en los frentes, fuecomisario, vio morir a suscamaradas —«… nos mataron a unacompañera, una miliciana dedieciocho años, Lolita Máiquez,querida por toda la compañía, laTercera de Acero. Nuestra pena fuegrande», escribía el 10 de octubre—; su cuerpo caribeño sentía un fríoimposible en la sierra madrileña.«Moriré no de bala, sino de frío»,

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escribió. Murió de bala el 19diciembre de 1936; no se encontrósu cadáver hasta tres días después,medio enterrado en la nieve. Leimpusieron las insignias de capitánde milicias. Y Miguel Hernándezescribió su elegía:

«Me quedaré en España,compañero»,

me dijiste con gesto enamorado.Y al fin sin tu edificio tronante de

guerreroen la hierba de España te has

quedado.

Nadie llora a tu lado:desde el soldado al duro

comandante,

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todos te ven, te cercan y te atiendencon ojos de granito amenazante,con cejas incendiadas que todo el

cielo encienden. […]

Ya no hablarás de vivos y de muertos,ya disfrutas la muerte del héroe, ya

la vidano te verá en las calles ni en los

puertospasar como una ráfaga garrida.

Pablo de la Torriente,has quedado en Españay en mi alma caído:nunca se pondrá el sol sobre tu

frente,heredará tu altura la montañay tu valor el toro del bramido. […])

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Esa especie de reacción que hoyllamaríamos fundamentalista de cerrarlos teatros, los cafés, y dedicar la vidaentera a la guerra, no podía aceptarse.Una de las leyes de las ciudadescercadas, que he visto en otras después,o de las que he leído, y es algo que estápasando ahora mismo en las guerras delmundo, es la de la tendencia a laconservación de la normalidad.

En Madrid no dejaron de funcionarni un solo día los teatros. Algunos quetenían nombres reales (Infanta Isabel,Infanta Beatriz…) quitaron el título o losustituyeron; otros fueron adoptandonombres de héroes de la guerra

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(Ascaso) o mantuvieron el suyo. Elrepertorio, sin embargo, era el mismo.En las publicaciones intelectuales seencuentran quejas de que la revoluciónno hubiese entrado en el teatro ycontinuasen los groseros juguetescómicos, los espectáculos devariedades, las revistas y las burdaszarzuelas. Los esfuerzos para hacer unteatro innovador que había comenzadoFederico García Lorca con La Barraca,o que hacían las Misiones Pedagógicas ylas Milicias de Cultura, siguieron: peroel gran público prefería el melodrama ola comicidad violenta.

En el cine se seguían viendo las

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películas americanas y, cuando dejaronde venir por razones comerciales (susdistribuidores temían que no cobraríannunca nada), se repetían las mismas. Enalgún lugar he contado que en Mares deChina, de Clark Gable, Wallace Beery yJean Harlow, se sentía la emoción y elriesgo de la guerra, pero que al salir delcine Bilbao el ruido de los cañones delfrente próximo, o los lejanos disparos, oel ronroneo de los aviones, parecíanmenos reales, más burdos, que laficción. Luego comenzaron a llegar laspelículas rusas: los cines se llenabanpara ver Los marinos de Kronstadt o Elacorazado Potemkin, a cuya condición

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de obra maestra no podía resistirsenadie. Venían melodramas como Elcirco: una muchacha trapecista, ocaballista, no recuerdo ahora —y no haydocumentación— tenía un desliz: y nacíaun niño negro, al que ocultaba,naturalmente, en Estados Unidos. Elmalvado domador la pretendía, y laamenazaba con revelar el terriblesecreto. El circo seguía su gira por elmundo, llegaba a Moscú; y era allídonde el despechado domador irrumpíaen la pista con el niño ¡negro! en brazos.¡Ah!, pero los rusos eran otra gente:tomaban el niño en brazos, se lo pasabanunos espectadores a otros mientras todos

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cantaban una canción de cuna: ¡allí nohabía racismo!

Es raro, digo antes, pero frecuentever cómo las ciudades en guerra tiendena conservar la normalidad. Los filósofosde la ciencia han adoptado el nombre deentropía, derivado de la segunda ley determodinámica, por la cual una fuerzanegativa deteriora el impulso a la vida ya la organización y la permanencia: losmás agudos creen que es la condiciónnatural de lo satánico. Pero hay unafuerza contraria de la cual nadie diríaque es entrópica, sino negentrópica, quetiende a que vida, e incluso lo mecánico,lo artificial, lo creado por la vida, los

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elementos de civilización y de cultura,los mecanismos de la sociedad, aun losreconocidos como perjudiciales o comoprescindibles, permanezcan o tiendan asubsistir en las condiciones negativas.

La primera ciudad que he conocidodirectamente capaz de sostener lanormalidad dentro del absurdo y deldesorden de la guerra, dentro de uncerco y una posibilidad de muerteinstantánea, fue Madrid. El gas, el agua,la electricidad, el metro, los tranvías,continuaron; en un salón de té comoMolinero no había té ni café, quizáachicoria, puede que algunas infusiones;no había mantequilla, pero sí una pasta

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de cacahuetes, y una rara mermelada depasas. Pero los camareros seguíansirviendo con su frac a las señoras queacudían al atardecer (una de ellas, consu hijo). Se iba a los centros deenseñanza, a los conciertos y a lasexposiciones. A los teatros, digo.

Al Fuencarral, donde solían darzarzuela (ahora es cine), acudíaregularmente el general Miaja: dabaejemplo. Alguna vez los espectadores lohan tenido que abandonar urgentementepor la caída de los obuses en laproximidad.

Los comunistas contaban unahistorieta: se representaba La Dolorosa

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cuando hubo que salir huyendo del local;uno de los actores, despavorido, noadvertía que corría por las callesvestido de fraile (el «hermano Rafael»);pero pasó un coche de la CNT/FAI y leayudó:

—¡Entre, entre, padre! ¡Usted es delos nuestros!

Con ello querían aludir a lasuposición de que los sindicatosanarquistas estaban infiltrados por la«quinta columna», por los fascistas.

Pienso que en Numancia o enSagunto, o en Troya si hubo Troya,podía pasar lo mismo: la fuerza de lavida cotidiana.

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¡Ah, Numancia!: contaban tambiénque cuando al presidente Azaña lerecordaban Numancia y le instaban a unaresistencia igual ante el fascismo, Azañacontestaba:

—Claro, claro, pero es que enNumancia no tenían aviones…

En aviones, en los últimosmomentos, huyeron al exilio el Gobiernoy los responsables. Trataban deorganizar Numancia desde el extranjero.

Los bares, los cafés, estaban llenos.Chicote, en la Gran Vía, fue unainstitución. Está reflejado en la comediade guerra de Fernán-Gómez Lasbicicletas son para el verano, que

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cuenta el cerco de Madrid; y la caída.Casi enfrente estaba La Granja delHenar: ya no iba Azaña, como en otrostiempos; ni Valle-Inclán, que presidió latertulia —más por carácter, por fierezapersonal, que por otra cosa—, pero ibanlos periodistas, los corresponsales deguerra. Y los milicianos.

«Ésta era una ciudad perezosa ydespreocupada. En la Puerta del Solgritaban los vendedores de periódicos yde corbatas. Por la calle de Alcalápaseaban hermosas mujeres de ojosenormes. Desde la mañana hasta lanoche, en el café Granja discutían lospolíticos sobre las ventajas de las

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distintas constituciones mientrastomaban café con leche. Al lado de losrascacielos unos burros dejaban oír susvoces armoniosas, y los limpiabotascantaban romanzas sentimentales. Fueuna ciudad, pero ahora era el frente,entraba la guerra. La guerra se hizo platodel día, la muerte apenas un detalle.

En las calles sin barrer habíacascotes de granada, trozos de cartelesviejos, basuras revueltas por el viento.Por la mañana temprano mujeres ysoldados rodeaban las fogatas públicas,para entrar en calor. Delante de laslecherías una fila interminable decompradores. Casas en ruinas: aquí ha

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caído una bomba. Las ventanas parecencavernas negras. Al lado, otra casatodavía da señales de contener seresvivientes y en la ventana un hombreanuda meticulosamente su corbata. Frío,penetrante frío madrileño. No existe lacostumbre de calentar los interiores.

En el café, con un frío polar y el airelleno de humo de tabaco, están sentadoslos madrileños, riéndose. No hanolvidado lo que son chistes. Los chicosvenden con puntualidad sus diarios. Nohay más que una hoja, impresa porambos lados, porque escasea el papel.Unos poetas han publicado una antologíade cantos revolucionarios. Las poesías

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han sido concebidas, compuestas eimpresas, todo en un lugar distante sólodos kilómetros de las trincherasfascistas.

En los restaurantes de lujo se ven losabrigos de piel cortos de los soldados.Mozos de chaqueta blanca estánsirviendo espectacularmente lentejas.De vez en cuando hay, en vez delentejas, piedras. Los hoteles, dondesolían alojarse banqueros y artistas degran fama, están ahora ocupados por losheridos; sobre los cristales de lasventanas han pegado tiras de papeldelgado y parecen rejas de prisión.Muchas ventanas no tienen cristal

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alguno. Vi a una muchacha comprandoun perfume. En los sótanos de las casas,estas catacumbas de Madrid, tableteanlas máquinas de escribir.

Las calles se tornanimperceptiblemente trincheras. Denoche, la ciudad parece un campo debatalla. De vez en cuando suenancañonazos. Los faros de un automóvilrescatan de la oscuridad una columna,una fuente, un árbol. No se ve la ciudad,se la siente[22]».

(Ilya Ehrenburg, 1891-1967.Fue uno de los dos grandes

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escritores universales (el otro fueHemingway) que contaron la guerrade España desde dentro de Madrid.Ehrenburg, que de niño participó enla revolución de 1905 y fueencarcelado, había escrito ya sobreeste país: España, República deTrabajadores, La Puerta del Sol .Obtuvo el Premio Lenin de la Paz.Fue uno de los pocos que volvierona la URSS después de haber estadoen la guerra de España a los queStalin no depuró: les considerabacontaminados de trotskismo, deanarquismo).

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(Ernest Hemingway, 1899-1961. Había escrito crónicas deEspaña y alguna novela famosa,Fiesta, cuando vino comocorresponsal de guerra; sus artículosestán recogidos en varios libros.Tuvo el Premio Nobel en 1954. Sesuicidó en 1967. Durante su estanciaen Madrid escribió una obra deteatro sobre la clandestinidadfranquista en la ciudad que se llamóLa quinta columna: no le gustó a élmismo. No tenía por qué gustarle.Decía, luego, que la había escritomientras su hotel había sidoalcanzado más de treinta veces por

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los proyectiles: «Si no es una obrabuena, puede que ésa sea la razón».Escribió numerosos cuentos yartículos sobre la guerra de España,y una novela universal: ¿Por quiénsuenan las campanas?, títulotomado de un poema de John Done yque tenía una intención clara: eltoque de muertos no sólo sonabapara los españoles, sino para todaEuropa, que pronto se vería envueltaen la guerra por el fascismo.«España está en guerra desde hacedos años —escribía en Ken—;China, desde hace uno. La guerraestallará en Europa probablemente

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el año que viene». Fue verdad. Lanovela no era piadosa para ningunode los dos bandos. Los defectos quepudiera tener se vieron, sobre todo,como es costumbre, en la versióncinematográfica. Les recuerdovagamente en el salón del hotelInglés de Valencia: mi padre me losmostró a él y a Ehrenburg, y otrosperiodistas: quizá Koltzov. Elrecuerdo más concreto es el de unaperiodista rusa cuadrada, de peloliso y melena corta sobre una cararedonda, que escribía a máquina yfumaba un enorme puro. Fue laprimera mujer que vi fumando puro.

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Estaba más acostumbrado a lasdamitas de los cigarrillos turcos oegipcios, a veces emboquillados deraso rojo para que no quedara lamancha del rouge de los labios, ocon larguísimas boquillas. Lacostumbre desapareció con laguerra. En Madrid, Hemingway salíadel hotel Florida de la plaza delCallao, llegaba a la Gran Vía: haciala izquierda podía llegar al frente; ala derecha estaba Chicote. Pero elwhisky se había acabado…).

«La ventana del hotel está abierta y,

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cuando estás tumbado en tu cama, seescucha la fusilería del frente, adiecisiete calles de allí. Disparan todala noche. Los fusiles hacen tac crac pac,tac; y luego una ametralladora abre elfuego. Es de mayor calibre, y mucho másruidosa, ran tararan ran ran. Despuésllega el ruido de un obús de mortero ode trinchera, y una ráfaga deametralladora. Sigues acostado; y esmaravilloso estar en la cama, con lospies estirados, calentando poco a pocoel fondo frío, y no en la CiudadUniversitaria, o en Carabanchel. Unhombre canta con voz ronca abajo, en lacalle, y tres borrachos discuten mientras

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uno se adormece.Por la mañana, antes de que te

llamen desde la conserjería, ladetonación ensordecedora de un obúsexplosivo te despierta y vas a la ventanaa mirar a la calle, y ves a un hombre quecorre, con la cabeza agachada y elcuello de la chaqueta subido, a todavelocidad sobre los adoquines. Notas elolor acre de las explosiones químicas,que habrías querido no percibir nuncamás, y en bata, con pantuflas, bajasvelozmente la escalera de mármol yestás a punto de tropezar con una damamadura, herida en el abdomen, mientrasdos hombres en mono azul la ayudan a

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entrar en el hall del hotel. Tiene las dosmanos cruzadas sobre su grueso pecho ala antigua moda española, y por entresus dedos sale un hilillo de sangre. En laesquina, treinta metros más lejos, hay unmontón de escombros, asfalto roto enpedazos, tierra removida: y un hombremuerto, con la ropa destrozada ycubierta de polvo; hay un gran agujeroen el suelo, del que fluye el gas de unacañería rota como un milagro de caloren el aire frío de la mañana.

—¿Cuántos muertos? —preguntas aun guardia.

—Uno sólo —contesta—; el obús hahundido el asfalto y ha explotado abajo;

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si hubiera explotado en el adoquinadopodría haber cincuenta muertos.

Un guardia recubre la parte alta deltronco: falta la cabeza. Llaman para quereparen las tuberías del gas; y entras alhotel para tomar tu desayuno. Unacamarera con los ojos enrojecidoslimpia de sangre el mármol. El muertono eras tú ni ningún amigo; y todo elmundo tiene hambre por la mañanadespués de una noche fría y de la largajornada del día anterior en Guadalajara.

—¿Lo has visto? —pregunta alguiendurante el desayuno.

—Claro —contestas.Por allí pasamos una docena de

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veces al día. Precisamente por esaesquina. Alguien bromea sobre losdientes arrancados, y otro le dice que nose ría con eso. Y todo el mundo tieneese sentimiento que caracteriza laguerra. “No era yo, ¿lo ves? No era yo”.

Dicen que no se oye jamás la balaque te mata. Es verdad, porque si lasoyes, es que ya han pasado. Pero estecorresponsal escuchó el último obús quealcanzó su hotel. Le escuchó salir de lapieza que lo disparó, después llegar conun rugido sibilante que se iba ampliandocomo un tren del metro, y se aplastacontra la cornisa; y hace caer en lahabitación una lluvia de yeso y de cristal

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roto. Y mientras el cristal cae aún yaprestas el oído para oír salir elpróximo obús, te das cuenta, al fin, deque has vuelto a Madrid. […] Lacerveza es escasa, y el whisky casiinencontrable. Los escaparates de lastiendas están llenos de imitacionesespañolas de todas las bebidas,whiskies y vermús. No sonrecomendables para el uso interno, peroyo uso, a veces, algo que se llama“Milord Ecosses Whisky” para la cara,después del afeitado. Escuece un poco,pero me siento limpio. […] En estemomento, un obús acaba de caer sobreuna casa un poco más arriba del hotel en

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el que escribo. Un niño llora. Unmiliciano le toma en los brazos y leconsuela. No ha habido muertos ennuestra calle, y las gentes que habíancomenzado a correr recobran su paso ysonríen nerviosamente. El que no habíacorrido en absoluto mira a los otros conun aire muy superior, y la ciudad en quevivimos se llama Madrid[23]».

«Esta noche hay combate», decíamosen casa cuando se oían lasametralladoras, los fusiles, los morteros.Y se veían: a veces el bajo cielo sobreel horizonte mostraba como un

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relámpago ininterrumpido, como aquelrayo que no cesaba, una luz móvil,azulada, con haces rojos. Pero no eraconveniente asomarse: llegaban lasbalas perdidas, golpeaban sobre lafachada: llevaban poca fuerza y seestrellaban sobre las persianas. Una vezentró una de ellas por el balcón, perforómi armario y desapareció. Tiempodespués la encontré en un bolsillo dechaleco: del primer traje completo de mivida, ya con pantalón largo, quehabíamos comprado en El Águila deValencia. Una conversación habitual: larara trayectoria de las balas perdidas.Incluso, decían los que sabían, dentro

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del cuerpo humano: se veía el orificiode entrada, pero a veces había queexaminar todo el cuerpo para encontrarel de salida. Si es que había salido: aveces se quedaban dentro. Corría laleyenda de que Franco tenía dentro unabala de la guerra de África que no lehabían podido sacar nunca.

Vivíamos en las habitacionesinteriores. Al comenzar el pasillo de lasexteriores había un montón de cojines.Me acuerdo muy bien de los grandes,azules, rellenos de plumas, de lossillones Morrison (un estilo de laépoca): para pasar ante esashabitaciones que daban directamente al

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frente de combate, el frente amplio queiba desde Carabanchel a la CiudadUniversitaria, por la Casa de Campo; esel mismo paisaje que veo ahora,mientras escribo. Pero entonces no habíanada delante; el Madrid de entonces,barrio de Argüelles, Rosales, era bajo yplano. Cuando uno pasaba delante deaquellas habitaciones, debía protegersecon un almohadón por si llegaba unabala, o una esquirla de metralla; sedejaba al otro lado para volver alinterior.

No recuerdo una sensaciónplacentera al estar en mi cama,adormecido, y escuchar el combate y, a

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veces, el chasquido de una bala en lafachada. Era una casa sentimental. Mimadre pensaba en los que estaban en elfrente: en los nuestros y en los otros.Creía que los otros no estaban luchandopor su voluntad, ¿cómo iba la gentepobre, los soldados, a luchar a favor delos fascistas, de los monárquicos, de losgenerales? Pero los soldados luchansiempre a favor de los generales,representados por su cabo, su sargento,o el alférez que, pistola en mano,sustituye un terror a lo probable por otroa lo seguro. Porque no tienen otrasopciones. Y los generales suelen estar afavor de los monárquicos, de los

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fascistas, o de sus equivalencias. Ycuando uno está en la lucha y ha caídoen el lado injusto, se vuelve uno injustocreyendo que eso es lo justo: lo queimporta es que el otro es el enemigo, yque todo lo que le represente esrepugnante. La gente humilde no siempretiene ocasión de elegir; y es a la quebusca la muerte.

Tampoco recuerdo una sensación deplacer, o de alegría, por estar seguro.«Esta noche hay combate», decía mimadre, y nos pegábamos a las paredes,con nuestros almohadones, para mirarentre las persianas el resplandor de laguerra y escuchar sus ruidos. Nos

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acostábamos en la gran habitacióninterior que había sido comedor; mimadre ponía la radio y se alejaba de lasemisoras de arengas y noticias;encontraba casi siempre una emisora delCanal de la Mancha, que hablaba enfrancés y en inglés y transmitíacanciones de los dos países. Recordabaella algunas de su vida en Londres,durante la guerra mundial (¡era unaveterana!): después de todo, sólo habíanpasado veinte años, y «veinte años no esnada». Han pasado más de sesenta deaquellas noches, y yo aún recuerdo unverso de una de aquellas canciones, y sumúsica:

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Je veux revoir encore un jour maNormandie…

Mi madre me decía que durmieratranquilo, que ella me despertaría sihabía bombardeo, o empezaban adisparar los obuses sobre Madrid. Ellase quedaba despierta: esperabaatentamente el coche que traía a mipadre desde el periódico. Le preparabauna bandeja con lo que hubiera: quizácafé, o uno de sus múltiples sucedáneos;quizá una rodaja de pan de chuscountada con un poco de mantequilla decacahuete. Poca cosa. Pero restauraba.

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Capítulo VIIMilitares, Milicianos

Me estoy adelantando demasiado en eltiempo. En este relato había dejadoMadrid con los primeros milicianosestrafalarios, y la nueva gloria del monoazul, con el lechero demudado y lamuchacha guerrera, con el Cuartel de laMontaña asaltado y sus jefes capturados,mientras los «pacos» disparaban,ocultos, contra los milicianos o losguardias de Asalto, o los guardiasciviles leales que se habían quitado eltricornio y peleaban en mangas de

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camisa, lo nunca visto.La palabra «paco» es

onomatopéyica: el ruido de un disparosolo, seco, aislado, y su pequeño eco.Creo que se acuñó en la guerra deÁfrica: en un campamento, en un aduar,sonaba el disparo y caía alguien muerto,herido. Decían que el moro era buentirador. Los pintores africanistas lespintaban a caballo con largas y antiguasespingardas, pero los vendedores lesdaban verdaderos mosquetones: inclusose habló de financieros españoles queganaron con ese tráfico. Y de militaresque robaban el armamento español…

En Madrid cundió durante la larga

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época del pistolerismo que precedió laguerra: se multiplicó al comenzar.Falangistas, militares, monárquicosaislados disparaban su tiro certero yaislado contra los milicianos de la calle.Muerte y sonido solían ser simultáneos:como contaba Hemingway, nunca oyesla bala que te va a matar.

En mi casa había uno: un capitán,que disparaba desde un ventanuco de lamedianería, y en el alféizar dejaba lapistola. Nunca le denunció nadie. Sellamaba Roberto Irigoyen, salvó su viday desapareció: volvió, ascendido, con elEjército que entró en Madrid.

Una mañana de julio me llamó mi

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madre con el cuchicheo urgente de lanoticia de guerra; estaba pegada a lapared, mirando a la calle por unresquicio del visillo. Me señaló laiglesia de los Dolores. Desde el edificioadjunto, el Hospital de Sacerdotes deSan Pedro, se veía en algún balcón unapequeña nube, apenas un golpe depolvo, en el momento del disparo de los«pacos».

Los milicianos se guarecían en losportales, miraban desconcertados. Depronto, uno de ellos señaló el balcóndesde donde se acababa de disparar:aún ascendía un tenue suspiro de humode pólvora en el aire cálido del verano.

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Se parapetaron en la balaustrada deledificio eclesial; vinieron más yentraron en la iglesia disparando.Llegaron ambulancias, se llevaroncuerpos. Algunos milicianos salieronhacia los coches: tomaron bidones,aspiraron la gasolina de los depósitos yentraron en la iglesia.

Los Dolores ardió durante variosdías. Imagino que sigo oyendo lascampanas (las veo desde mis terrazas dehoy) que sonaban durante el incendio:alguien dijo que habían atado a un cura ala cuerda, se debatía y por eso sonaba.Había quien creía que podía haber unamano de Dios, como en las leyendas de

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Bécquer, llamando a los fieles al arma.No era así: era la dilatación por elcalor, la caída de las vigas, el estallidode los ladrillos cuyas esquirlasgolpeaban el bronce.

El incendio duró varios días; el olora quemado quizá un mes. Era la iglesiadonde yo había hecho la primeracomunión, que sería la última: añosdespués, en el cuartel de África, meobligaron, pero me escabullí. No pormí: me daba igual. Cuando no se cree, lomismo importa seguir que abandonar losritos: depende de lo necesario. Pero sípor los otros: una cierta delicadeza, unacierta educación, un respeto a los

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demás; tengo aún la sensación, cuandoentro en una iglesia, de que la presenciadel ateo puede ser dolorosa para losdemás, aunque sea invisible (una vez, esverdad, me refugié de algo en unaiglesia y quien me seguía me señaló conel dedo y gritó: «¡Es un ateo! ¡Es unrojo!»: pero ésa es otra historia, yademás no pasó nada, ni nadie semovió).

Los chicos de la calle donde estabala iglesia miraban desde fuera. A veces,alguno lanzaba una pedrada contra losfragmentos de cristal que habíanquedado en las ventanas. Yo sería unode ellos: pero seguro que no acerté

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nunca. No sirvo.Y así lo que iba a ser un motín, un

pronunciamiento más que continuase losque hicieron desgraciada, y atrasada, yacobardada, a la España del siglo XIX,se convirtió en guerra civil. Se fueronformando poco a poco las líneas delfrente: las provincias donde habíanganado los facciosos, las quepermanecieron en la República. Nocorrespondían a los sentimientos, a lasmayorías o a las convicciones dequienes las habitaban, sino al azar de losdistintos golpes. Ni siquiera a lavoluntad de todos los militares: algunostenían una cierta superstición rara del

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honor que les hacía ser fieles a labandera que habían jurado o al régimeninstituido; otros, simplemente, dudaban,no se atrevían. Apenas ninguno tuvotiempo para pensarlo: simplemente se leponía la pistola en el pecho paraacelerar su pensamiento. El generalMiguel Campins, gobernador militar deGranada, se había comprometido con laconjura, pero vaciló en el últimomomento; después de hablar porteléfono con el gobernador civil discutióel tema con su ayudante; por fin aceptófirmar el bando de declaración delestado de Guerra (la toma del poder porlos militares: la rebelión) que sirvió

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para que se alzaran todas lasguarniciones. Pero, una vez firmado, fuesu propio ayudante (comandanteFrancisco Rosaleny) el que le detuvo yle envió a Sevilla, ante el generalQueipo de Llano: le fusiló. De todasmaneras, la división de Españacorrespondía vagamente a una geografíapolítica que durante todo el siglo haseguido funcionando: Madrid,Barcelona, las zonas del litoralMediterráneo suelen dar mayoría a laizquierda; la España interior, sobre todoCastilla, a la derecha o a los querepresenten el conservadurismo y, enotros tiempos, la monarquía.

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Desde las provincias militares, lascolumnas comenzaron su avance haciaMadrid. Los «cuatro generales» de lacopla popular mandaban sus tropas conla idea de llegar a Madrid cuanto antes.Parece que temían, sin embargo, uncombate abierto: las comunicacionescon sus correligionarios en la capital lesdecían que apenas había ejércitoorganizado, que los milicianos quehabían detenido a los falangistas en laSierra —en el Alto del León, llamadoluego y aún ahora «de los Leones»,como homenaje a los jonsistascastellanos que murieron allí— notenían disciplina ni armas, que el

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Gobierno estaba dispuesto a huir porquetemía más a las milicias que a losmilitares; sin embargo, la cautela deFranco, que se hizo después tradicional,le contuvo. Inició una táctica:bombardeos duros sobre la ciudadabierta, cerco que la dejasedesabastecida y amenazas a quienes seresistieran.

Hay que considerar que aquel 22 dejulio de 1936 fue la primera gran batallaa las puertas de Madrid, y losheteróclitos milicianos, algunosguardias, las mujeres guerrilleras y unosmilitares repentinos como «Modesto» oprofesionales como Vicente Rojo

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contuvieron en Somosierra a losfalangistas de Onésimo Redondo conalgunos soldados de Mola y guardiasciviles. Hubiera podido ser el desplomede Madrid.

(«Modesto», Juan GuillotoLeón, 1906-1969. Compañero decolegio en Puerto de Santamaría deAlberti, que le dedica páginasemotivas y entusiastas en Laarboleda perdida, fue quien mandólas columnas de milicianos enSomosierra. Antiguo soldado deRegulares, el Partido Comunista le

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mandó a la Academia Frunze deMoscú, donde adquirió unaimportante experiencia militar.Empezó la guerra conduciendo a losmilicianos, la terminó de general enel Quinto Regimiento de Líster y enel momento del cerco mandaba la IVDivisión del Cuerpo de Ejército deMadrid. Fueron sus fuerzas las queconsiguieron el paso del Ebro en1938; tras la caída de Cataluña pasóa Francia y volvió a Madrid paraevitar, sin éxito, la entrega de laciudad por Casado en 1939. Fue alexilio de la Unión Soviética, dondeconservó el grado de general. Murió

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en Praga).

Italianos y alemanes habían iniciadoinmediatamente su ayuda: los barcos ylos aviones alemanes e italianosprotegieron el convoy que atravesó elEstrecho de Gibraltar para desembarcaren Andalucía. Eran los Ju-21, losJunkers: a fines de julio había ya veinteen España, y los historiadores militaresdicen que llegaron, sólo de este tipo,hasta ciento veinte. Los Caproniitalianos, los Heinkel alemanes…

«El golpe de fuerza contra laRepública, que vino a estallar en julio

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del 36, necesitaba, para triunfar, elefecto de la sorpresa: apoderarse enpocas horas de los centros vitales delpaís y de todos los resortes de mando.Empresa difícil, porque no se logranunca descartar lo imprevisto, pormucho que se perfeccione elfuncionamiento maquinal de laorganización militar; pero no empresaimposible. Fracasada la sorpresa, yobligado el movimiento a buscar lasolución en una guerra civil, susprobabilidades de triunfo eran casinulas, si se hubiera visto reducido a susrecursos propios en España. Estaconsideración, que ahora no tiene más

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valor que el de una hipótesis agotadapor la experiencia, mostrará siempre laimportancia capital de la acciónextranjera en España para encender ysostener la guerra, y decidirla[24]».

Fueron los aviones enviados por elnazismo alemán y el fascismo italianolos que comenzaron el bombardeo aéreode Madrid. Los trimotores, decíamos delos aviones enormes protegidos por loscazas. Los «pavos» o «pavas», se decía;y los «mosquitos» eran los cazas, pero¿quién distinguía unos de otros?

«¡Son de los nuestros!», decía lagente ilusionada: hasta que veíadesprenderse los puntos brillantes de las

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bombas que comenzaban a caer. Losmilicianos disparaban sus fusiles y suspistolas, los antiaéreos comenzaban adisparar: y se veía estallar, en torno alos aviones enemigos, la humareda negradel proyectil. Por las noches, losgrandes reflectores surcaban el cielo: aveces cazaban a uno y le seguían a pesarde sus piruetas mientras los cañonesantiaéreos trataban de hacer puntería. Aveces salían, realmente, «los nuestros» yse entablaban los combates aéreos.

Madrid se había preparado para losbombardeos desde el mismo momentoen que el golpe se convirtió en guerra ylas tropas facciosas se aproximaban a la

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capital. Habíamos cruzado los cristalesde las ventanas con cintas de papelengomado: se empezó a hablar de la«onda expansiva» que podría hacersaltar los cristales por los aires. Habíasacos terreros en los rellanos. Sehabilitaron los sótanos de las casas y sepusieron letreros que indicaban dóndeestaban los refugios. Había dosteléfonos de urgencia: para losincendios o las demoliciones, el 12800;el 10011, para que las ambulancias o losmédicos acudieran si se producíanheridos. No se permitían luces. El metroestaba abierto día y noche como refugioseguro para las bombas de entonces. El

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primer bombardeo se intentó sobre elaeropuerto republicano de Getafe. Elprimer bombardeo aéreo sobre la ciudadbuscaba ya el Ministerio de la Guerra,que ocupaba Azaña.

«El 28 de agosto, a las 23.45 horas,los temores se hacían realidad y unavión Junker, por primera vez en lahistoria madrileña, arrojaba bombassobre la ciudad. El ataque consistió enel lanzamiento de dos bengalas y tresbombas de diez kilos sobre la plaza deCibeles (entonces, de Castelar), losjardines del Palacio de Buenavista (sededel Ministerio de la Guerra) y la calledel Barquillo, causando la muerte a un

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cabo, heridas a tres soldados, así comodaños en la base del pilón de la fuente.A continuación lanzó otra bomba sobreun garaje del paseo del Rey, incautadopor el Círculo Socialista del Oeste, queprovocó la destrucción de variosvehículos y heridas a dos guardiasmunicipales; y sobre la cercana estacióndel Norte».

El 6 de septiembre los avioneslanzaron una proclama de Franco:

«¡Madrileños! La vida que sufre lacapital, la anarquía de que sois víctimas,la acción criminal practicada porcomités irresponsables contraciudadanos pacíficos encarcelados y

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sacrificados por las hordas rojas alservicio de Moscú, justifican esasreiteradas mentiras de la prensamarxista y de las estaciones emisorasllamadas gubernamentales. Más de unmes lleva el movimiento nacionalpatriótico; el Gobierno, impotente paradominarlo, sufre reveses en todos losfrentes, y se aproxima el momento enque, después de una resistencia estéril ysangrienta, tenga que abandonar Madridpara refugiarse en Levante, antes deemprender la fuga definitiva.

Con mentiras y engaños quieremantenerse una ficción de espíritugubernamental; en todos los frentes se

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registraron encuentros que terminaronfavorablemente para las armasnacionales; sólo en contados casos,algún grupo aislado de guardias civilescaía gloriosamente ante la superioridadnumérica de las masas aunadas, despuésde heroica resistencia. La mejor pruebade que la radio al servicio de losmarxistas engaña al pueblo está en elhecho de ocultar la conquista depoblaciones y puestos de lucha quehacemos diariamente. Andalucía se hallacasi totalmente pacificada; Sevilla,Cádiz, Huelva, Granada, Córdoba y granparte de la provincia de Málaga,ocupadas por nuestras tropas, disfrutan

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de una vida normal, igual que en losmejores tiempos de paz y tranquilidad.Extremadura entera, con Badajoz yMérida, fue conquistada por nuestrastropas, no obstante la fortaleza naturalde la capital extremeña, donde quedaronabatidas las milicias comunistas deltristemente célebre Puigdengolas. Todoesto es prueba fehaciente de nuestropoderío. En Guadarrama y Somosierra,nuestras tropas aprietan el cerco deMadrid, y esperan el momento, que lesseñalará el mando, para caer sobre lacapital. En Aragón y Castilla,igualmente se mantiene la netasuperioridad de las fuerzas nacionalistas

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sobre el enemigo. La provincia deGuipúzcoa hállase ya casi totalmentedominada, y San Sebastián caerá de unmomento a otro, vencida por el virilataque de las fuerzas de Navarra. Lamarina pirata en el Sur ha vistofrustrados sus propósitos. La mayoría deesas unidades han sido puestas fuera decombate con el certero bombardeo denuestros aviones, que les causaroncentenares de víctimas y provocaron elterror entre sus tripulantes. El acorazadoJaime I quedó averiado.

Los fuertes de Cartagena, adheridosal movimiento patriótico, hacen sentirtambién su poderío sobre la base naval y

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las zonas ocupadas por los marxistas. Enmuchos lugares del reducido territoriodonde aún dominan los rojos, semultiplican los focos rebeldes, que losmarxistas son incapaces de extirpar nidominar. Los crímenes más horrendos,que tienen ya espantadas a las propiasmilicias rojas, en cuyas filas figuran loscriminales peores y más refinados, sesuceden sin interrupción por toda lazona roja, y revelan lo que sería elrégimen que ellos defienden. Ningunamujer, ninguna criatura escapó al furorde los “modernos bárbaros”. EnAndalucía y Extremadura fueronexterminadas, quemadas vivas, familias

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enteras; fueron enterrados vivos muchossacerdotes; violadas y martirizadasinfinidad de doncellas, por las hordasarmadas, salvajes y criminosas. Secuentan por centenares los muertos deesta manera, y los inmolados en laspoblaciones asaltadas por los marxistas.

Bárbaros y cobardes bombardeos deciudades abiertas se han efectuado porlos buques piratas, causando la muerte amujeres y criaturas indefensas. Tambiénlas poblaciones civiles sufrieron estosbombardeos, con idéntico resultado.

Ésas son “las únicas victorias de lasfuerzas rojas”. Sólo perpetran actoscriminales contra el derecho de gentes y

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las poblaciones pacíficas.SE HA DADO PRINCIPIO YA A LAS

OPERACIONES AÉREAS PRECURSORASDE LA OCUPACIÓN DE MADRID, QUE SEHARÁ EN FECHA MUY PRÓXIMA.

Hasta ahora, los bombardeos hansido dirigidos contra los aeródromosmilitares, las fábricas de material deguerra y las fuerzas combatientes. Si sepersiste en una suicida terquedad, si losmadrileños no obligan al Gobierno y alos jefes marxistas “a rendir la capital,sin condiciones”, declinamos todaresponsabilidad por los grandes dañosque nos veremos obligados a hacer paradominar por la fuerza esa “resistencia

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suicida”.SABED, MADRILEÑOS, QUE CUANTO

MAYOR SEA EL OBSTÁCULO, MÁS DUROSERÁ POR NUESTRA PARTE EL CASTIGO.

El croquis adjunto, que demuestracómo las tres cuartas partes delterritorio nacional está en nuestrasmanos, debe abriros los ojos mejor quecualquier largo discurso.

¡¡Madrileño!! El día de vuestralibertad está muy próximo. Si queréissalvar la vida y evitaros perjuiciosirreparables, entregaos, sin condiciones,a nuestra generosidad.

GENERAL FRANCO».(El «tristemente célebre», citado en

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la proclama amenazadora de Franco, eraun mando profesional del Ejército, elcoronel Puigdengolas, que en realidad,según testigos, disciplinó a losmilicianos y fue la máxima autoridad enla plaza).

Las amenazas fueron ciertas. El 23de octubre Madrid sufrió el primer granbombardeo alemán en tres oleadas;continuaron los días siguientes. Hastafinales de octubre, según Montoliú (obracitada) había 160 muertos y 269 heridos.Las bombas ya eran de cien o dedoscientos kilos: algunas habían caídoen un centro escolar, otra en una fila depersonas que esperaban adquirir víveres

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a la puerta de un establecimiento. Losbombardeos no cesarían hasta que elemplazamiento de cañones en lasproximidades de Madrid hicieran desdetierra bombardeos más seguros, máscerteros y sin riesgo. Los aviones sedestinarían a otras poblaciones lejanasdel frente: pero las del litoralmediterráneo se bombardeaban desde elmar, aunque la aproximación de losbarcos permitiera tiempo para acudir alos refugios.

«Sin pérdida de tiempo» avanzabaYagüe; y Mola, y Franco, y Queipo yVarela. Devastaban a su paso. No esposible creer que la crueldad de las

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represiones fuera solamente fruto delodio acumulado en los últimos años yapareciera espontáneamente en todas lasciudades ocupadas, en todos los pueblospor donde las tropas iban pasando. Losbandos, las proclamas, las advertencias,las amenazas parecen indicar que larepresión era básica en la sublevación;se puede conjeturar que si el golpemilitar hubiese triunfado en los primerosmomentos los fusilamientos o asesinatospor el Ejército y los militarizados a susórdenes, falangistas o requetés omonárquicos de don Juan, hubiesen sidomenores, pero no que no se hubiesenproducido. En las ciudades donde

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triunfó en el primer momento, losasesinatos comenzaron desde lasprimeras horas. También en la Españarepublicana, pero con una diferencianotable: las autoridades, los partidospolíticos, los periódicos hacían todo loposible por contener a los que desde elprincipio llamaron «incontrolados». Ypor encuadrar a todos los que tuvieranarmas en formaciones regulares. Uno delos frutos de ese esfuerzo sería el QuintoRegimiento organizado por el PartidoComunista en el mes de octubre. Lasdisposiciones oficiales ordenando elcese de registros y de detenciones eranincesantes, y no siempre obedecidas.

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Incluso el Partido Comunista, que era elmás interesado en unificar un ejército enel que tuviera influencia, desconfiabadel Gobierno.

Un decreto del Ministerio de laGobernación, cuidadosísimo en ellenguaje, el 6 de octubre de 1936:

«Con el deseo de colaborar en lalabor de retaguardia, uno de cuyosprincipales problemas es el de descubrira las personas desafectas del régimen,han surgido en Madrid y provinciasgrupos de leales ciudadanos que, llenosde entusiasmo, colaboran en el indicadofin.

Son indudables los eficaces

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servicios prestados a la causarepublicana por la gran mayoría de estosgrupos; pero también lo es que, unasveces el exceso de celo y otras posibleserrores, han producido molestiastotalmente innecesarias para los finesque todos perseguimos. Ello obliga aeste Ministerio a recoger lo útil de estosgrupos y al mismo tiempo incluirlos enuna organización dirigida por laautoridad del Estado; ello entraña eldotarles de la máxima eficacia y a la parde la responsabilidad que lleva anejatoda actuación pública.

Por todo lo anterior, este Ministeriodicta la siguiente Orden:

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1.º Por la Dirección General deSeguridad, en plazo que no excederá decuarenta y ocho horas, se invitará atodos los grupos que actúan, cualquieraque sea su denominación, en labores deinvestigación, a que se integren en laSección de Investigación de las Miliciasde Vigilancia de la Retaguardia. Paraello darán el nombre de sus Jefesresponsables y una lista de losciudadanos que actúan a sus órdenes.

2.º Quedan sin ningún valor loscarnets o documentos de identidad quelos ciudadanos de estos grupos tuviesen.Ellos serán sustituidos por el carnet delas Milicias de Retaguardia.

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3.º A partir de la fecha de estaOrden sólo podrán realizar registrosdomiciliarios los Agentes de laAutoridad y las Milicias de Vigilanciade la Retaguardia; pero será requisitoindispensable que el registro seaordenado por la Dirección General deSeguridad, para demostrar lo cual laspersonas que actúen en ellos habránnecesariamente de llevar una ordenescrita del expresado Centro y firmadapor el Director General o persona enquien delegue. Sólo podrá delegar en elSubdirector o en el Jefe Superior dePolicía.

4.º Todo registro queda sometido a

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las siguientes reglas:Será presenciado por el inquilino

habitante de la casa en que se practique;en ausencia del mismo, se invitará a quelo presencie el portero y otro vecino dela casa.

De todo registro se levantará acta,que firmará la persona que lo dirija, elinquilino o habitante del piso, o, en sudefecto, el portero y vecino que lo hayanpresenciado.

En el registro se incautarán de lasarmas que se encontrasen, municiones,explosivos y todo cuanto tenga elcarácter ofensivo o defensivo queracionalmente se pueda pensar puede ser

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utilizado contra el régimen. Seincautarán también de los documentosque se crean de interés en relación conel actual movimiento subversivo. Sedepositará en la Dirección General deSeguridad el oro en monedas o pasta quese encontrase, para dar inmediatocumplimiento al Decreto sobre eldestino del oro. Serán tambiénincautados cuantos emblemas, banderaso símbolos se encontrasen y tuviesencarácter faccioso. De todo lo incautadose hará en el acta una minuciosa reseña.

5.º Queda terminantemente prohibidamientras no exista orden escrita yexpresa de la Dirección General de

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Seguridad la incautación de muebles,efectos, valores, ropas, etc.

Si a juicio de quienes efectúen elregistro en el local hubieseacaparamiento de subsistencias, deropas, etc., que supusiesen un afán desustraer al vecindario lo que éstenecesita, así como lo que precisan lasMilicias y Hospitales, se hará constarello en el acta y se invitará a salir a loshabitantes del piso, precintándose éste.Dado cuenta de lo anterior a laDirección General de Seguridad, éstaresolverá, en un plazo no superior adoce horas, si procede la incautación ysanción gubernativa o si el hecho no

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debe ser sancionado en forma alguna. Enuno y otro caso, al terminar dicho plazo,se levantarán los precintos de la casapara que ésta pueda seguir siendohabitada.

6.º Si se intentase practicar o sepracticase algún registro sin atenerse atodo lo que se dispone en los númerosanteriores, los porteros vienenobligados a dar cuenta inmediata a laDirección General de Seguridad,obligación que también contraen lospropios inquilinos del cuarto o cualquiervecino que tuviese noticias de lo queestuviese ocurriendo o hubiese ocurrido.Quienes hubiesen participado en un

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registro no ordenado por la DirecciónGeneral de Seguridad, o si habiendosido ordenado por ésta no guardasen losrequisitos indicados, serán detenidos ysometidos como enemigos del régimenal Tribunal competente.

Madrid, 6 de octubre de 1936.Ángel Galarza[25]».Los bombardeos de la retaguardia

republicana indicaban también esepropósito de destrucción de vidashumanas. La proclama del 6 deseptiembre sobre Madrid indicaba quelos bombardeos se habían realizado«contra los aeródromos militares, lasfábricas de material de guerra y las

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fuerzas combatientes», pero no eracierto. El primer bombardeo aéreosobre Madrid está registrado cinco díasdespués de la proclama, el 11 deseptiembre, pero ya los barriosperiféricos habían sufrido las bombasaéreas, y otras ciudades. El 11 deseptiembre los trimotores y los cazasbombardearon el centro de la ciudad ylos barrios obreros: no cesaron en susincursiones hasta el momento en que laartillería puso Madrid al alcance de loscañoneos, que se podían hacer con elmínimo riesgo y con más eficacia. Lallegada de la aviación enemiga eraprevisible: se veían las formaciones

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desde lejos, se avisaba, sonaban lasalarmas y la gente buscaba refugio. Elcañoneo, en cambio, era imprevisible.Podía ser continuo, durante varias horas,en cuyo caso cabría el refugio, o podíancaer dos o tres proyectilesesporádicamente: los «chupinazos»,decían los madrileños. Eran todo lobuenos artilleros que se podía serentonces, con las piezas antiguas de laguerra de África y la trigonometría de laAcademia. Todavía he visto un cañónarrestado, de cara a la pared, en uncuartel de Tetuán (el 30 de Artillería):lo habían capturado los moros y habíadisparado contra los españoles, que, al

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recuperarlo, lo arrestaron. Arrestabanmulos también. Se arrestaba mucho en elEjército español.

«Madrid duerme; o finge queduerme. Ni un ruido, ni un punto de luz.El fúnebre ruido de derrumbamientosque ahora oímos cada dos minutos seahoga cada vez en un silencio de muerte.No despierta en la ciudad ni rumores nimovimientos. Se implantará cada vezcomo una piedra en el agua. Otra vezpor encima de nosotros, en las estrellas,ese borboteo de botella descorchada, unsegundo, dos segundos, cincosegundos… Sin querer, reculo: meparece que voy a recibir el golpe, y es

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como si la ciudad entera se hundiese…Pero Madrid emerge cada vez. Nada seha hundido, nada ha pestañeado, nada hacambiado. El rostro de piedra siguepuro.

—Para Madrid…Mi compañero lo repite

maquinalmente. Me enseña a distinguiresos estremecimientos en las estrellas, aseguir esos escualos que corren hacia supresa.

—No… Ésa es una batería quecontesta… Eso… son ellos, pero se lesva la puntería… Ésa sí… Ésa es paraMadrid…

El tiempo se alarga hasta las

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explosiones. Pero en ese tiempo, cuántosacontecimientos. Una enorme presiónsube, sube… ¡Que se decida a estallaresta caldera! Ah, y están los que en esemismo momento han muerto, perotambién los que acaban de esquivar lamuerte. Hay un aplazamiento paraochocientos mil habitantes, menos unadocena de víctimas. Entre el primerbramido y la explosión, habíaochocientas mil personas en peligro demuerte[26]».

Más adelante ocuparon una posiciónelevada: quizá el cerro Garabitas,imagino ahora. Con ellos llegó uncronista de guerra ilustre: el Tebib

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Arrumi. Como los cañones, veníatambién de la guerra de África; habíatomado su pseudónimo del árabe vulgar:el médico cristiano, el Tebib Arrumi. Lellamábamos el Tebib, o don Víctor RuizAlbéniz: sobrino nieto del compositor,del que hizo una biografía condocumentos familiares; transmitió elamor a la música a sus hijos y éstos alos suyos, de modo que si su nieto, elpresidente de la Comunidad de Madrid,Alberto Ruiz Gallardón, ama tanto lamúsica, es por esa transmisión cultural.

En África, el Tebib había dormidoen la misma tienda de campaña queFranco; y le llamaba Franquito. Como

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privilegio, conseguía estar en los puntosimportantes de la guerra. Corrió aMadrid con las tropas que iban a entrar,pero que se quedaron en puertas.

Ese día, desde el alcor desde el quese dominaba todo el oeste de Madrid, elTebib miró por sus prismáticos y sintióuna gran emoción: se veía su casita de laDehesa de la Villa. Pidió que le dejaranver por el telémetro, que alcanzaba más;y lo comentó:

—Mire, mire, mi general… Es micasita de la Dehesa de la Villa…

El general —el que fuera, uno deellos— miró y comprobó:

—La tienes bien enfocada, Tebib…

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Corrigió un poco, midió lasmilésimas artilleras, tomó lascoordenadas y mandó disparar:

—¡A volar la casita del Tebib!La destruyeron. Se reían a

carcajadas: les parecía una buenabroma, una cosa graciosísima. No eranada personal. Quizá un poco la burla delos señorones contra Rigoletto, al que enel fondo querían tanto: un periodistasiempre será un bufón para los buenosmilitares.

Cuando don Víctor me lo contaba,aún se le saltaban las lágrimas. Decíaque la había comprado con los ahorrosde toda su vida. No debieron ser malos:

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fue él quien montó la trama para queJuan March, encarcelado por laRepública, escapase a Francia con eldirector de la cárcel convenientementesobornado; y, desde el exilio, Marchpreparó con su dinero y el de la granbanca europea el levantamiento militar.Fue él quien pagó el avión que llevó aFranco desde Canarias a Marruecospara hacerse cargo de las tropasafricanas; por medio de otro periodista,Juan Ignacio Luca de Tena. Los bufonesa veces hacemos grandes servicios a lacorte.

El Tebib me contaba cosas de laguerra. Del Cuartel General de Franco,

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que se iba trasladando según eldesarrollo de las operaciones. Por lasnoches se servía una cena frugal, conagua, y los militares hablaban poco.Franco se retiraba pronto. Yrecomendaba que los demás hicieran lomismo:

—Hasta mañana, señores.Recuerden que tenemos que levantarnostemprano para trabajar.

Solos, alguno sacaba una botella decoñac, otro de anís; comenzaban abeber, a contar historietas, chismes, areír. Pero podía ocurrir que, de pronto,se abriese la puerta y apareciese Franco,que había estado aguardando el

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momento de sorprenderles. Y gritabacon su voz atiplada, pero inflexible:

—¡Señores, son ustedes como niños!Vamos, vamos, recojan y retírense…

El Tebib tuvo en la posguerraalgunas recompensas. No pudo quedarsecon el periódico Informaciones porquese le adelantó Víctor de la Serna,apoyado por Falange y por losalemanes. March le dio una plaza demédico en la Transmediterránea, en laque cobraba sin necesidad de servir. Ledieron también la de médico municipal:a veces era yo quien hacía las visitas alos locales o las viviendas insalubres, yme presentaba como el señor Ruiz

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Albéniz. Se asombraban al ver un niño,pero no se atrevían a decir nada. Yolevantaba el atestado, lo firmaba él y medaba cinco pesetas. Una fortuna deentonces. Fue presidente de laAsociación de la Prensa, director de laHoja del Lunes: nos ayudó a todos,rojos o hijos de rojos, y yo le deboapoyo y amistad.

Pero un día pidió audiencia aFranco: cuando le vio después de tantosaños y de tantas jornadas de guerra, nopudo contener su emoción y se lanzóhacia él diciendo:

—¡Franquito!…Franco le detuvo con un gesto:

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—Su Excelencia, Tebib; SuExcelencia…

Desde entonces comenzó sudesgracia. Lo fue perdiendo todo. Otrabroma militar.

Fue, por encima de todo, una granpersona. Creía en lo que creía; pero eraun buen hombre. Cuando comenzó laguerra sacaron de su casa a su hijomayor, que era un pistolero de Falangeconocido por «el Cejas»: todos en lafamilia las tienen espesas y fuertes; selas transmiten con el amor a la música, ycon rasgos de bondad, y de uncomportamiento a veces más libre de loque les convendría para la textura de su

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sociedad. Cuando terminó la guerra lellamó el juez para que reconociese alacusado del asesinato de su hijo: elTebib acudió y dijo que no le reconocía:y era él. Me lo contó al llegar deljuzgado:

—Mataron a mi hijo, y no quiero quematen a otra persona…

«La guerra continuaba conalternativas diferentes. Al comienzo, losavances de los sublevados contra laRepública fueron verdaderamenteespectaculares en todos los frentes. Sóloen Madrid la lucha se había estabilizadoy pudieron resistir heroicamente lasmilicias y los soldados republicanos las

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fuertes acometidas de las aviacionesalemanas e italianas y los ataques portierra, mediante un bien planeado plandefensivo.

Sólo cuando el Gobierno de Madridrecibió la ayuda de las llamadasBrigadas Internacionales, que senutrieron de demócratas de todo elmundo, pudo ofrecer una resistenciaefectiva y hasta ganar batallas quehicieron historia.

Los partes de guerra de lossublevados estaban redactados demanera enfática y ampulosa paradespertar los entusiasmos de las gentesen las zonas ocupadas. Casi todos los

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cronistas llamados “nacionales”desvirtuaban la realidad y hastasuscitaban la ira de algunos militaresfranquistas.

Este hecho quedó reflejado en uncurioso incidente que se produjo cuandoya Franco había trasladado su CuartelGeneral a Burgos.

Aquella ciudad castellana, comoantes lo había sido Salamanca, seconvirtió en el centro militar y políticodel Gobierno franquista. Allí acudíanpersonalidades militares de altagraduación, representacionesdiplomáticas y personalidadesimportantes.

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Franco contaba con una prensasometida a su dictadura. Loscorresponsales de guerra exaltabanexageradamente los triunfos de lossublevados y la cobardía y falta decompetencia de los rojos.

Uno de aquellos corresponsales erael “Tebib Arrumi”, pseudónimoutilizado por un periodista incondicionala la causa y amigo personal de Franco,al que había conocido y hecho amistadcon él en África.

Este periodista redactaba suscrónicas, primero desde Salamanca ydespués desde Burgos. Susinformaciones las obtenía en el Cuartel

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General, donde se le orientaba sobre lascrónicas que él afirmaba “enviadasdesde el frente”.

En tales crónicas, que publicabanasidua y obligatoriamente losperiódicos, incidía siempre en elentusiasmo, la valentía, los triunfos“nacionales”. Y destacaba la cobardía,las derrotas, las huidas de los “rojos”.

El casino de Burgos era, como se hainsinuado antes, el centro de reunión decuantas personalidades militares yciviles se encontraban en la ciudadcastellana.

Un día, ante un grupo de altos jefesmilitares comentaba el periodista

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exageradamente los fracasos y lacobardía de los republicanos, la nularesistencia que oponían a las fuerzassublevadas.

“El secretario” acompañaba aqueldía a uno de tales jefes y pudopresenciar el suceso: un coronel queescuchaba los relatos del periodista yque acababa de regresar de uno de losfrentes para disfrutar de un pequeñodescanso le increpó por eldesconocimiento que el cronista tenía dela realidad y por desvirtuar los hechos.Afirmó que para conocer lo que ocurríaen los frentes había que estar en ellos yno escribir desde Burgos, sin moverse ni

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molestarse. “Hay que vivir la guerra allíy ver que los rojos son como nosotros,que luchan abnegadamente y quenuestras bajas son tantas como las deellos”, afirmó el militar.

Aquellos reproches exasperaron alperiodista, que contestó duramente almilitar. La discusión fue acalorada yderivó en incidente, en el cual elperiodista recibió una fuerte bofetadadel militar. La intervención de loscontertulios para apaciguar los ánimosevitó que la cosa pasara a más[27]».

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Capítulo VIIIEl Mono Azul

La conversión de las milicias enejército, la asimilación de algunos desus combatientes a grados de oficial osuboficial, fueron suprimiendo lo quehabía sido el verdadero uniforme de larespuesta popular a la sublevación: elmono azul. Era un símbolo deltrabajador industrial: del mecánico, delobrero o, como se decía, del proletarioque se unificaba bajo las siglas UHP,Unión de Hermanos Proletarios, que sevenían usando desde hacía años. Una

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fábrica con varias tiendas en Madrid,los Azules de Vergara (todavía existen,y hacen también ropas de trabajo),vendían, generalmente yaconfeccionado, ese dril duro, muylavable, resistente al roce del trabajoáspero y a las manchas de grasa.

¡Milicianos,mis hermanos,que en la Sierra,con el fusil en las manos,estáis limpiando esta tierrade fascistas, «carcas», curasy demás aves oscuras!¡Salud, bravos ciudadanos!¡Salud, bravas criaturas!¡Las alturas

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y los llanos son ya vuestros, milicianos![…][28]

«Milicianos sí, soldados, no»,decían ellos, que considerabanimprescindible entrar en combate, perofuera de una estructura militar. Colgabansus armas de sus ropillas de trabajo. Delmono azul: «pero no soldados deuniforme».

Por primera vez se lo pusieron lasmujeres que salían a combatir; y las queocuparon los trabajos de la retaguardia.Es posible que fuera la primera vez quela mujer española vistiese regularmente

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pantalones: se había visto y criticado enalgunas obras de teatro (El PríncipeCarnaval; la tiple Teresita Saavedrapasó a la diminuta historia porque salióa escena con frac. Celia Gámez habíavestido una modalidad de mono, conpeto sobre una camisa, en Las Leandras,haciendo el personaje de «Pichi»: esetipo de prenda se llama todavía pichi: eldiccionario recoge la palabra con unadefinición inexacta, «prenda de vestirfemenina, semejante a un vestido sinmangas y escotado, que se pone encimade una blusa, jersey, etc».); la «faldapantalón» fue un primer paso.

El mono lo vistieron los

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intelectuales comprometidos: RafaelAlberti y su compañera María TeresaLeón aparecieron en actos públicosvestidos con mono y convocaban así alos que se sumaron a la Alianza deIntelectuales Antifascistas. Una revistade alta calidad intelectual que nació ymurió con la guerra se llamó El MonoAzul. Yo lo llevé para ir al instituto,como otros chicos. Pronto se hicierongorros cuarteleros de la misma tela dedril: completaban el uniforme, con elcorreaje y la pistola. (El Mono Azul fueuna «Hoja semanal de la Alianza deIntelectuales Antifascistas» cuyo primernúmero se publicó el 27 de agosto de

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1936: al mes de comenzar la guerra. Sucomité estaba formado por María TeresaLeón, José Bergamín, Rafael Dieste,Lorenzo Varela, Rafael Alberti, AntonioLuna, Arturo Soto y Vicente Salas Vi. Enel primer número, una letrilla deAlberti, un texto de Bergamín, otro deJuan Ramón Jiménez. Bergamín: «Elmono azul no es una imitación, es unacreación del hombre. Es más humanoque el hombre desnudo —másverdadero— porque lo vistehonradamente de su dignidad última yprimera: la del trabajo, la de la libertad,la de la justicia. El mono azul,verdaderamente, humaniza al hombre»).

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Evacuados, refugiados: los barriosextremos de Madrid estaban en zona decombates, los pueblos habían sidoocupados y la gente huía hacia la ciudad,que, bombardeada o cañoneada, teníauna zona protegida: el barrio deSalamanca. El barrio elegante deMadrid, donde vivían las familias de losmilitares y estaban sus casas, sustesoros.

«En el barrio de Salamanca haymillares de personas acampadas alviento, bajo la lluvia. Se hanreconstruido las viviendas familiarescon sillas alrededor de las mesas, conlos cacharros de la cocina, colchones,

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camas. Alrededor de esas viviendasabstractas no hay paredes: ni techos.Diez mil personas viven así bajo lluvia,en el frío. Las casas ya están llenas, ylas aceras… y las casetas de los perros.Los que llegan miran con envidia esasinstalaciones al aire, suplicando que lesdejen un rinconcito, mendigando dosmetros cuadrados de adoquines o deasfalto para alojar a una familia[29]».

Muchos años después, medio siglodespués, cuando llegó la transición, lamuerte de Franco y el peligro dedemocracia, dijeron que el barrio deSalamanca era la «zona nacional», comollamaban a la España ocupada por

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Franco en la guerra civil. Tuvieron unmomento de esperanza cuando el golpede Estado fallido de Tejero en elCongreso y de algunos generalesimplicados, y hasta cuando fracasósiguieron en su esperanza. En sus calles,ante los elegantes lugares de reunión delas señoras, ante las tiendas de buenagastronomía, aparecieron puestecillosdonde se vendían retratos esmaltadospara la solapa de Hitler, Franco, JoséAntonio, insignias falangistas, crucesgamadas y algunos libros doctrinarios ycasetes con canciones y con himnosfascistas o fascistoides. Sobre todo unaamplísima iconografía del golpista

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Tejero, el asaltante del Congreso. Sefueron extinguiendo cuando no hubo másque esperar, o cuando vieron que notodo era tan atroz como temían. Durantelos días atroces de la guerra, los delbarrio de Salamanca habían tenidoescondidas sus banderas para sacarlascuando entrase Franco. A pesar de losevacuados.

Los milicianos de los primeros díasse vistieron de manera a vecesestrambótica: con telas tomadas de lascortinas de las casas que ocuparon.Muchas viviendas madrileñas estabanvacías por el veraneo de sus inquilinos(el régimen de propiedad de pisos no

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existía: eran todos alquilados); otros,por su huida. Muchos se escondieron,otros fueron capturados. Bajaron aMadrid («bajar» no tiene un significadoliteral; podían subir desde los barriosbajos) los del «cinturón rojo»: loshabitantes de las barriadas humildes,que vivían a veces hacinados enagujeros insalubres, y ocuparon aquellasviviendas.

Más adelante, cuando las tropasenemigas se aproximaron a la capital ycomenzaron a llegar los fugitivos de lospueblos y los barrios ocupados, se lesalojó en esas viviendas, y a vecesobligaron a compartirla con ellos a los

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inquilinos. Lo que ahora se llaman«personas desplazadas» comenzaron allamarse evacuados: «evacuar» es, entreotros significados, «desalojar a loshabitantes de un lugar para evitarlesalgún daño».

Muchos de estos ciudadanoscomenzaron a vestir las prendas de lascasas abandonadas de un modoestrafalario: a veces, como en uncarnaval, como las destrozonas, parahacer burla de la elegancia que lesparecía ridícula: sombreros de copa ode señora, emplumados. Cuando empezóel frío y en la Sierra comenzó a nevar,se hicieron cazadoras con antiguos

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cortinajes de terciopelo. El miliciano demono azul, correaje bien puesto ygorrillo solía pertenecer a lasorganizaciones socialistas y comunistas,y clamaban por una uniformidad y unadisciplina. Los anarquistas preferían eldesorden o, sobre todo, la rotura delorden antiguo. Muchos de ellos llevaronun gorro cuartelero que se hacían conlos dos colores de su bandera, el rojo yel negro.

Una pequeña industria comenzó amanifestarse: los puestecillos callejerosdonde se vendían esos gorros, y losbrazaletes, que al principio eran elúnico distintivo, sobre la camisa o la

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chaqueta; insignias de los distintospartidos, correajes, pistoleras.

El miliciano de los primeros díasera imprevisible. Los que habían hechoel servicio militar trataban de adiestrara sus camaradas. Habían comenzado yadurante el sitio del Cuartel de laMontaña, tratando de que ahorraranmuniciones en lugar de disparar susarmas contra los muros o contra lossacos terreros que protegían lasventanas. Allí mismo algunasorganizaciones comenzaron a repartirlas armas tomadas en el cuartel; yenseñaban a hombres y mujeres elmanejo del fusil, la forma de mover el

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cerrojo, la necesidad del seguro.Cuando los aviones comenzaron abombardear Madrid, algunos milicianossubían a las azoteas y desde allídisparaban no sólo con los fusiles, sinocon las pistolas. Me contaron que uno deellos, al que dijeron que era un esfuerzoinútil porque los aviones estabandemasiado lejos, contestó: «Ya lo sé:pero disparo de rabia».

Casi simultáneamente se produjeronlas mismas situaciones en las ciudadesmantenidas por la República. EnBarcelona:

«Los sindicatos, los partidos, lasorganizaciones obreras y el Gobierno

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organizaron sus propias columnas. Loslocales de los sindicatos y losdespachos de los partidos seconvirtieron en oficinas de alistamientopara las milicias, y las masas acudieron.Hombres y mujeres hicieron cola paraalistarse. Muchos no fueron aceptados.Las primeras columnas salieron alencuentro del enemigo con camiones yautobuses. Nadie sabía dónde seencontraba, porque todavía no existía unfrente. Veinticuatro horas más tarde secomprobó que nadie había pensado enabastecerse de municiones y víveres. Elavituallamiento fue enviadoposteriormente en camiones.

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Muy pocos milicianos poseían unainstrucción militar, la mayoría estabanmal armados. Muchos sólo llevaban unapistola consigo. Los cartuchos losllevaban en el bolsillo del pantalón. Noexistían equipos de campaña. Muchosmilicianos iban calzados con alpargatas.Poco más tarde apareció el clásicogorro militar español de dos picos: rojoy negro el de los anarquistas, rojo el delos socialistas y comunistas, y azul el dela Esquerra catalana. El “mono” azul delos mecánicos se convirtió en unaespecie de uniforme.

Los dirigentes de los grupospolíticos cumplían funciones de

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oficiales (si es que se pueden llamarasí), el proletariado en armas les teníala misma confianza de antes, durante lashuelgas y las asambleas. Tampoco ellostenían una preparación militar, porsupuesto; ni siquiera conocían el abecéde la táctica militar. En el transcurso dela guerra aprendieron las milicias el artede cavar trincheras e instalaralambradas, lanzar granadas de mano yponerse a cubierto. Con frecuencia susinstructores eran revolucionariosextranjeros que habían vivido laexperiencia de la Primera GuerraMundial. Venían a España en númerocreciente para luchar por la revolución

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mundial y contra el fascismo.Al principio no se utilizó ningún tipo

de estrategia para dirigir lasoperaciones militares. Los obreros sóloestaban familiarizados con el combatecallejero y la guerra de barricadas. Conel tiempo aprendieron que los montonesde piedras no ofrecían ningunaprotección contra las armas modernas.Sólo se sentían en su elemento en ladefensa de una aldea, sobre todo si setrataba de su propio pueblo. Noconocían aún por experiencia lanecesidad de hacer maniobras ydesarrollar una táctica móvil.

No había cuarteles generales,

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estados mayores ni redes detelecomunicaciones. Cada columna seocupaba de su propio bagaje. Cuandonecesitaban municiones o víveres,enviaban a algunos de sus delegados aBarcelona para buscarlos.

Como es de suponer, estas tropascometieron al principio todos loserrores imaginables. Se iniciabanataques nocturnos con vivas a larevolución, y con frecuencia seemplazaban los cañones en la líneaavanzada de la infantería. De vez encuando ocurrían episodios grotescos. Unmiliciano me contó que una vez, despuésdel almuerzo, una unidad entera se

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trasladó a una viña cercana para comeruvas; cuando regresaron encontraron susposiciones ocupadas por el enemigo. Sinembargo, este ejército de voluntariosconquistó la mitad de Aragón y contuvoa los fascistas, cuyas tropas escogidasconstituían casi la totalidad del ejércitoregular de España[30]».

En todas las ciudades se formaronespontáneamente las milicias: el repartode armas al pueblo. Donde triunfó larebelión, su final fue funesto: los que nomurieron en combate o pudieron huir,fueron fusilados. «Vivirán poco», decíael general Queipo de Llano en Sevillade los que aún no habían caído en sus

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manos:«Carmona se ha librado del castigo

que iba a sufrir. Al llegar la columnahabían huido los elementos comunistas.Han sido armados los elementos deorden y se han nombrado gestores aciudadanos que estaban presos por loselementos marxistas.

La columna no volverá a Sevillahasta la noche, pues desde Carmonamarchó a Arrabal, en donde loselementos extremistas se habían hechoacreedores a un castigo.

Me había olvidado en otrasocasiones de dar cuenta de que en mipoder están todos los documentos de los

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centros comunistas y de la UGT deSevilla; probablemente quedará algunoal que no se le haya podido ocupar, peroespero que dentro de poco caerá en mismanos.

Igualmente obran en mi poder la fajadel generalísimo comunista (que porcierto es preciosa, con entorchados deoro y mucho lujo, lo que no secompagina con las doctrinas quepredican), banderas, emisoras, etc., ylibros de contabilidad.

Con harto sentimiento me doy cuentade la estulticia de algunos obreros delAyuntamiento y otros sitios que hanabandonado el trabajo, merced a

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coacciones de los directivos; éstosvivirán poco tiempo, pues ya he dadoórdenes para que se detenganinmediatamente. Desde luego todosestos obreros han perdido su destinodesde este momento. Lo mismo haocurrido en la Pirotecnia y en la Fábricade Artillería, donde han sido detenidos,por coaccionar, Rafael CarrascoMartínez y Romualdo Infante Sánchez, alos que se les sigue juicio sumarísimo ysufrirán el castigo a que se han hechoacreedores. Los que formaban las Juntasen la Pirotecnia y en la Fábrica hanquedado suspendidos como empleados,excepto el obrero Luis Rodríguez

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Castillo, que se presentó al trabajo en laPirotecnia, y Martín Pavón Álvarez, enla Fábrica.

La mayoría entraron, y los que no lohagan esta tarde, a las seis, en laFábrica, y por la mañana en laPirotecnia, quedarán privados de suscargos.

Como resumen, he de decir que todomarcha bien.

Quiero dar cuenta de una cartaemocionante, que rebosa patriotismo,cuya carta me ha sido enviada por unaseñora. Dice así:

“Excelentísimo señor capitángeneral: después de oírle con emoción

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todas las noticias alentadoras paraEspaña, y después de ver el buencomportamiento del Ejército, aunque notengo nada (porque somos unosarruinados a consecuencia de la políticaseguida por el Gobierno anterior), leenvío lo único que me queda: esasalhajas, que pensé pudieran ser algúndía pan para mis hijos. Mis hijos y yolas entregamos para los soldados; es loúnico que puedo dar, porque dinero notengo.

Le saluda una española que deseagocen sus hijos de una España grande yhonrada”.

Esta carta y las alhajas las hizo

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llegar a mi poder, por medio de unapersona, con la consigna de que no seconociera su nombre; sin embargo, yo helogrado averiguar quién era estaespañola de tanta grandeza de alma yespíritu elevado de sacrificio: es doñaConcepción Escribano de TorresCortina[31]».

Las peticiones de donativos de oro yalhajas eran continuas, y a vecesamenazadoras:

«Es un judío quien en estosmomentos guarda el Oro, cuando laPatria lo necesita. ¡Entregue Vd. el quetenga!».

«¡Español! No estreches la mano de

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hombre o de mujer que, a los diez mesesde guerra, luce aún su anillo de oro quele pide la Patria. ¡Ése no es español!».

«¡Capitalista! … El MovimientoNacional Salvador de España te permiteen estos momentos seguir disfrutando detus rentas.

Si vacilas un solo momento enprestar tu ayuda moral y material, conlargueza y desprendimiento, a más de unmal patriota, serás un desagradecidoindigno de convivir en la España fuerteque empieza a renacer.

Tu oro, tus alhajas y una parte de tucapital, que tu patriotismo ha de fijar,deben pasar a engrosar inmediatamente

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el Tesoro Nacional del Gobierno deBurgos[32]».

«De perfecto acuerdo con lasinstrucciones de Mola en los primerosmeses del Alzamiento no se ocultan loscrímenes en la zona nacional; se dejanlos cadáveres abandonados en lugaresmás o menos frecuentados y en algunossitios —Valladolid, por ejemplo— lasejecuciones se convertían enespectáculo público al que concurrencentenares de curiosos. Se persigue conello un efecto intimidatorio que seconsigue en muchos de los casos.

El mismo objetivo tienen las charlasradiadas desde Sevilla, cada día, a las

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diez de la noche, del general Queipo deLlano, dando cuenta de las barbaridadesperpetradas en la jornada y ya el 23 dejulio de 1936 afirma amenazador einsultante: “Las mujeres de los rojos hanaprendido que nuestros soldados sonhombres de verdad y no milicianoscapones”. Veinticinco días más tardeafirma por la radio: “El ochenta porciento de las familias andaluzas están deluto y no vacilaremos en recurrir amedidas más extremas”. “Buscaré anuestros enemigos estén donde estén,incluso bajo tierra, y les fusilaré otravez donde estén. Si están muertos, lesfusilaré otra vez”. Queipo de Llano, a

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las diez de la noche.En 1937 se cree obligado en cierta

forma a justificar las numerosasejecuciones y lo hace en la formasiguiente en su alocución radiada del 7de marzo: “Nos vemos obligados afusilar a mucha gente en Málaga, perosiempre tras ser juzgada en Consejo deGuerra. Hay que tener en cuenta que losque son condenados a muerte sonejecutados inexorablemente, ¡porque notenemos la intención de imitar a losdébiles gobiernos de 1934!” […]

Conocemos por el católico francésBernanos lo que en Mallorca se hace yen Canarias hemos sabido algo de los

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presos arrojados a las simas volcánicas.Un testimonio fehaciente nos lo ofrecepersona tan poco sospechosa desimpatías marxistas como el primerministro de Instrucción Pública deFranco, don Pedro Sáinz Rodríguez, queen la página 326 de su libro de recientepublicación Testimonio y recuerdosdice hablando del mes de septiembre de1936: “Yo sabía que Franco estaba enCáceres y las dificultades que habíahabido en Extremadura. Cuando atraveséel puente sobre el Guadiana, todavía meacuerdo como si lo estuviera viendo: enambos pretiles había cadáveresasomados sobre el río”. Robert

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Brasillach, nazi francés fusilado comocolaboracionista con los alemanes en1945 y corresponsal de prensa enEspaña en 1936, escribe que por partede las tropas moras “la violación demujeres y la castración de hombres alocupar las localidades de Andalucía yExtremadura, son operaciones de génerocasi ritual”. Marc Junod, presidentesuizo de la Cruz Roja Internacional,escribe que en agosto de 1936,encontrándose en Aranda de Duero, suacompañante el conde de Vallellano ledice: “Ésta es Aranda la roja; lamentodecirle que hemos tenido que encarcelara todos sus habitantes y ejecutar a

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muchos”. El mismo Junod cuenta quetras llegar a un acuerdo con el GobiernoGiral para un amplio intercambio depresos y prisioneros políticos, elgeneral Mola rechaza indignado lasugerencia exclamando colérico:“¿Cómo puede usted esperar quevayamos a cambiar un caballero por unperro rojo? Si libertase a misprisioneros mi propio pueblo meconsideraría un traidor. Ha llegadousted demasiado tarde, señor. Esosperros han destruido los valoresespirituales más gloriosos de nuestrapatria”.»[33]

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(Pedro Sáinz Rodríguez, 1898-1986. Bibliógrafo, académico, autorde varios libros sobre misticismo yespiritualidad en la literaturaespañola, fue activo conspiradormonárquico durante la República.Franco le nombró ministro deInstrucción Pública en su primerGobierno, y dirigió la depuración demaestros, profesores y catedráticos.Ya al final de su vida le preguntécómo había podido hacerse aquellapurga tan extensa: «Es que habíagente muy mala, hijo, gente muymala». Se enfrentó con Franco por lacuestión de la monarquía y fue

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destituido y exiliado a Portugal,donde estaba el pretendiente a laCorona, de cuyo Consejo Privadofue miembro).

Hay muchas posibilidades de pensarque el designio de Franco y de susgenerales, aliados y cómplices, no erasólo el terrorismo verbal de estaspalabras: se cumplían. Y ni siquiera losasesinatos, revestidos generalmente delritual macabro de los consejos deguerra, se deben considerar más quecomo un designio de «solución final» alestilo de la que Hitler estaba ya

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preparando para la supresión del pueblojudío. Algunos historiadores militarescreen que el retraso en la conquista deEspaña se debió a la decisión de Francode limpiar minuciosamente cada lugarocupado.

El 22 de marzo de 1937, alcomenzar la ofensiva sobre el PaísVasco, Mola anunció: «Si la sumisiónno es inmediata, arrasaré toda Vizcaya»:Guernica fue destruida un mes después,el 26 de abril de 1937 a las cinco de latarde. Se cumplía así uno de los másgraves actos de exterminio, aunquetuviera otro interés militar: el de unaoperación premeditada, cuidadosamente

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preparada por parte de los alemanesdentro de su programa de maniobrasmilitares. Con los bombardeos iban losinstrumentos de fotografía, y lasimágenes obtenidas fueroninmediatamente enviadas a Göring paraque estudiara el efecto de un buenbombardeo.

La Iglesia estuvo en la vanguardia deese trabajo de terrorismo implacable.

«Sólo puede haber pacificación porlas armas; hay que extirpar toda lapodredumbre laica», decía monseñorGomá, cardenal primado de España, queencabezó la carta colectiva de losobispos. «Benditos sean los cañones si

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en las brechas que abren florece elEvangelio», escribió Díaz Gomera,obispo de Cartagena. «No haya perdónpara los destructores de iglesias y losasesinos de los santos sacerdotes. Quesu simiente sea aplastada, la malasimiente, la simiente del demonio.Porque, en verdad, los hijos de Belcebúson también los enemigos de Dios»(sermón del arcipreste en su catedral deBurgos). De un catecismo oficial:

«—¿Hay libertades nefastas?—Sí. Libertad de enseñanza,

libertad de propaganda, libertad dereunión.

—¿Por qué esas libertades son

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nefastas? —Porque permiten enseñar elerror, propagar el vicio, conspirarcontra la Iglesia».

(Gonzalo Queipo de Llano ySierra. 1876-1951. Militarrepublicano, general por méritos deguerra en África, se enfrentó a ladictadura de Primo de Rivera y sesublevó en la intentonaantimonárquica de Getafe paraderrocar la monarquía, lo cual lecostó un serio retraso en su carrera;casó con la hija del presidente de laRepública, Niceto Alcalá-Zamora, y

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fue jefe de su Cuarto Militar: desdeese puesto se puso luego al serviciode la conspiración militar y fueencargado de dirigir la sublevaciónen Sevilla, lo que consiguió por laastucia unida al terror. Sus charlasdiarias en Radio Sevilla seescuchaban clandestinamente enMadrid, y no sólo por la «quintacolumna». «Se hicieron famosas susemisiones de radio, con las quelogró un dramático efecto en laretaguardia republicana, por ladureza de su contenido, lleno deamenazas —cumplidasdramáticamente— y por el

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vocabulario empleado[34]». En 1944tuve ocasión de leer sus charlasrecogidas por taquigrafía yarchivadas en la Dirección dePrensa y Radio del Protectorado deEspaña en Marruecos: erannauseabundas. Las versiones que sepublicaron fueron censuradas por sucrudeza. El general disponía de muypocas tropas, pero las hacía desfilarcontinuamente por la ciudad para darla impresión de un enorme ejército.No vaciló nunca a la hora de matar.Se le atribuye la frase «dar café»por fusilar: vendría de la expresión«le dais una taza de café y le

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fusiláis»; es probable, según algunostestimonios, que se la dijera alcomandante Valdés, gobernadormilitar de Granada —seis milejecuciones—, cuando éste leconsultó sobre qué hacer conFederico García Lorca. Suaportación al triunfo del«Movimiento» fue decisiva: graciasa él, el Ejército de Marruecos pudodesembarcar y desplegarse. Sinembargo, Franco recordó siempreque había sido republicano, lemantuvo a raya y le dio puestos sinimportancia una vez ganada laguerra. En 1950 le hizo marqués, y

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Queipo rechazó el título).

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Capítulo IXLa quinta columna

La radio tuvo una gran importancia en laguerra de España: probablemente fue laprimera guerra radiada de la historia. Enla noche madrileña se escuchaban lasemisoras de la zona franquista con uncierto morbo. La escasez de emisoras deonda media (no se conocía la frecuenciamodulada) dejaba libre la banda parabuscar la voz de los otros: las emisorashabían aumentado su potencia para seraudibles, y cada bando les dio todas lasposibilidades que pudo. Las noticias de

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los frentes nunca fueron creíbles: sebuscaban las de los otros paracontrastarlas. Burgos, muy audible enMadrid, emitía arengas, marchasmilitares, poemas:

… ésa es ya, camaradas, en Españala fecha presentida y el aliviode nuestras almas vigilantes. Se abate lafingida arquitecturaque encarcelaba el ánimo afligidoy todo en luz se nos presenta puro.Ésta es la hora viva en nuestras manosen que, altos, con la pólvora y el fuegose nos rinde la tierra merecida.Que goce nuestra carne, duramente,del vigor de la lucha que nos tornaal triunfo y esperanza de la vida[35].

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Unión Radio, Madrid, o RadioMadrid, fundada por Urgoiti, estaba enel mismo lugar que ocupa ahora, en laGran Vía, el edificio Madrid-París (éseera el nombre de unos grandesalmacenes de bajo precio que imitaban alos Prisunic de París y que luego sellamaron Sepu). No puedo ni quierocontener una cierta emoción cuandollego a sus micrófonos, todas lassemanas, y recuerdo que desde ellos —asomada al balcón— Dolores Ibárruripronunció la famosa frase «Nopasarán», tomada, como otras de laépoca, de la Francia de 1914, «Ils ne

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passeront pas», pero acuñada ya comoespañola. Dolores pronunció unaproclama en París el 3 de septiembre de1936 pidiendo ayuda para el puebloespañol. Y citó literalmente la frase dePétain en Verdún, 1914; es trágico quefuera el mismo Pétain, primer embajadorde Francia con Franco, quien entregara asu país a los alemanes.

Y desde esa radio emitió Alberti sufamoso poema incitando a Madrid a laresistencia:

Madrid, corazón de España,late con pulsos de fiebre.Si ayer la sangre le hervía,hoy con más calor le hierve.

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Ya nunca podrá dormirse,porque si Madrid se duerme,querrá despertarse un díay el alba no vendrá a verle.No olvides, Madrid, la guerra,jamás olvides que enfrentelos ojos del enemigote echan miradas de muerte. […][36]

(Nicolás María de Urgoiti yAchúcarro, 1869-1951. Madrileño,ingeniero de caminos especializadoen la fabricación del papel yfundador de la Papelera Española,lo que le llevó a empresaseditoriales, como Espasa-Calpe. Fue

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precursor de lo que hoy se llamamultimedia: fundó grandesperiódicos, como El Sol y La Voz —hizo el bello edificio modernista dela calle de Larra, que luego fueincautado por Falange para laedición de Arriba; después, para Latarde, efímero periódico de Víctorde la Serna—, las agencias denoticias Febus y Fabra y laproductora cinematográficaFilmófono, en la que hizo susprimeras películas Luis Buñuel.Todas estas empresas contribuyerona la República. Recientemente le hecomentado a uno de sus

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descendientes, banquero, laimportancia que tuvieron lasempresas de don Nicolás María:«Rarezas del abuelo», me contestó).

Desde Radio Madrid, desde RadioEspaña incautada (pertenecía a laIglesia, o a organizaciones católicas dederechas), el Gobierno hacía continuosllamamientos a la calma, a la serenidad;directamente, a que las milicias sesometieran a un orden militar, a quecesaran los saqueos y los paseos: a estoúltimo contribuían también todos lospartidos políticos, sin excepción, aunque

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el sometimiento de las milicias a unmando único era una cuestión muydiscutible. Los partidos obrerosinsistían en que debía armarse alpueblo: no confiaban en los mandosmilitares; pero sospechaban unos deotros. Los anarquistas hacían pública suconsigna de hacer inmediatamente larevolución que había comenzado ya conla respuesta a los sublevados militares;los comunistas y los socialistas, en quepara ganar la guerra era necesaria ladisciplina y el orden, y una vez ganadase haría la revolución.

Por radio se pronunciaba tambiénincesantemente, desde Castilla, el

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general Mola. Era tan duro como Queipode Llano, y participaba también en larepresión implacable. Fragmentos de sualocución por radio desde Burgos, enagosto:

«Es la primera vez que uso RadioCastilla para dirigirme al pueblocastellano. Este pueblo fuerte yaguerrido, de tierras secas y campos deoro, país de mieses y que el sol abrasa.[…]

Va mi palabra, además, a losenemigos, pues es razón y justicia quevayan sabiendo a qué atenerse, siquierasea para que, llegada la hora de ajustarcuentas, no se acojan al principio del

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Derecho de que jamás debe aplicarse aldelincuente castigo que no estéestablecido con anterioridad a laperpetración del delito. Y para ver si deuna vez se enteran ellos y quienes lesdirigen de cuál es nuestra postura yadónde vamos, seguros ya de unavictoria decisiva y pronta. Victoria quehemos de obtener, porque nos asiste larazón, nos apoya el pueblo sano y nosayuda Él, que todo lo puede. […]

Hay quien ha dicho que elmovimiento militar ha sido preparadopor unos generales ambiciosos yalentados por ciertos partidos políticosdoloridos de una derrota electoral. Esto

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no es cierto. Nosotros hemos ido almovimiento seguidos ardorosamente delpueblo trabajador y honrado, para librara nuestra Patria de la anarquía, caos quedesde que escaló el poder el llamadoFrente Popular iba preparándose contodo detalle, al amparo cínico de éste,con la complacencia morbosa de ciertosgobernantes.

De no haber salido nosotros al pasocon tiempo y en fecha oportuna, lahistoria de la humanidad hubieraconocido en pleno siglo XX la mássangrienta de las revoluciones, que noshubiese llevado forzosamente adesaparecer del mapa de Europa como

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nación libre y como pueblo civilizado.Lo ocurrido en todos los lugares del

territorio nacional en que los rojos handominado, es pequeño botón de muestrade lo que habría sido lo otro, lo que seproyectaba para el 29 de julio, bajo lospuños cerrados de las hordas marxistasy a los acordes tristes de LaInternacional.

¡Sólo un monstruo, un monstruo de lacompleja constitución psicológica deAzaña, pudo alentar tal catástrofe!Monstruo que parece más bien laabsurda experiencia de un nuevo yfantástico Frankenstein que fruto de losamores de una mujer. Al final de nuestro

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triunfo, pedir su desaparición me pareceinjusto. Azaña debe ser recluido, paraque escogidos frenópatas estudien sucaso, quizá el más interesante dedegeneración mental ocurrido desdeCrostand [sic], el hombre primitivo denuestros días. […]

Pero, ¡ah!, todo esto se ha de pagar yse pagará muy caro. La vida de los reosserá poca. Les aviso con tiempo y connobleza; no quiero que se llamen aengaño. […]

Se nos pregunta de otro lado que adónde vamos. Es fácil, y ya lo hemosrepetido muchas veces. A imponer elorden, a dar pan y trabajo a todos los

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españoles y a hacer la Justicia por igual.Y luego, sobre las ruinas que el

Frente Popular deje —sangre, fango ylágrimas—, edificar un Estado grande,fuerte y poderoso que ha de tener porgalardón y remate allá en la altura unaCruz de amplios brazos, señal deprotección a todos. Cruz sacada de losescombros de la España que fue, pues esla Cruz, símbolo de nuestra Religión yde nuestra Fe, lo único que ha quedado asalvo entre tanta barbarie que intentabateñir para siempre las aguas de nuestrosríos con el carmín glorioso y valiente dela sangre española.

Ni rendimiento, ni abrazos de

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Vergara, ni pactos ni nada que no sea lavictoria aplastante y definitiva. Después,si el pueblo lo pide, habrá piedad paralos equivocados, pero para los quealentaron a sabiendas una guerra deinfamia, crueldad y traición, para ésos,jamás. Antes que la justicia de laHistoria, la nuestra, la de los patriotas,que ha de ser inmediata y rápida. Detodo eso respondemos nosotros connuestro honor y, si es preciso, connuestras vidas. […]

¡Viva España! ¡Viva siempreEspaña!».

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(Emilio Mola Vidal, 1887-1937. Llamado «El Director» en losdocumentos clandestinos queprecedieron al «movimiento» —palabra que tuvo oficialidad cuandose hizo la unificación de todas lasfuerzas sediciosas, pero que yafiguraba en el bando de Franco y enla alocución de Mola por RadioCastilla—. Hijo de militaresdestinados en Cuba; moralmentevulnerado por la pérdida de lascolonias en 1898, cuando tenía doceaños; Academia Militar, heridas de

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guerra en Marruecos, general en1927, su adiestramiento en larepresión se produjo desde laDirección General de Seguridad,cargo para el que le nombróBerenguer, sucesor de Primo deRivera en lo que se llamó«dictablanda»: no fue blanda, y laRepública intentó procesarle por lacrueldad con que reprimió elmovimiento estudiantil en laFacultad de San Carlos de Madridque inició el final de la monarquía;sospechoso de connivencia conSanjurjo en 1932, fue separado delEjército, y el Gobierno conservador,

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el del «bienio negro» de Lerroux, leamnistió, le reincorporó y le destinóa Marruecos como alto comisario.El Gobierno del Frente Popular letrasladó a Pamplona, desde dondedirigió la preparación del golpe deEstado; en 1937 quiso visitar losfrentes del Norte y murió al caer suavioneta. Franco le concedió laLaureada a título póstumo, y tambiénel ascenso a teniente general, y lanobleza: duque de Mola. Un poemade Bergamín a raíz de la alocuciónde Mola por Radio Castilla:

El hijo de la gran Mula

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por Mola vino a las malas.Como no tuvo soldados,los hizo con las sotanas.De lejos, el traidor Francosólo promesas le manda,y tomándolo por Mulole anuncia tropas mulatas.Ya están pidiendo madrinaslas tropas de las mejalas.La Media Luna ya tiene protección de las

beatas.

¡Cómo curan sus heridas,cómo el moro les regala sangrientos

ramos deflores llenos de orejas cortadas!En mulas van hacia Mola pidiendo a

gritos la paga. […][37]

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Los bombardeos aéreos motivaronun toque de queda y una orden de apagarlas luces de la ciudad. La fisonomía deMadrid cambió: los cristales de lascasas fueron cruzados con tiras depapeles adherentes para que la ondaexpansiva de las explosiones no losproyectase al interior de lashabitaciones. Se habilitaron refugios: elmetro, los sótanos, las viejas cuevas, lospasadizos subterráneos del Madrid judíoy árabe. Había personas amedrentadasque bajaban por la noche a los refugiosaun cuando no hubiera alerta, por miedoa que no les diera tiempo. Losmotoristas cruzaban la ciudad haciendo

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sonar sus sirenas: una noche, en laoscuridad absoluta, uno se estrelló conla barricada de adoquines que habíamoslevantado en mi calle si era necesariocontener desde ella la llegada delenemigo. Del suelo levantadosacábamos tierra, y se empezó a hablarde «sacos terreros» (aunque laexpresión venía ya de barricadasanteriores, como las de 1934 enAsturias; el origen de la palabra esfrancés, y alude a las barricas o tonelescon que en los grandes motines losobreros urbanos cortaban el camino alas tropas); no sólo como parapetos,sino que los depositábamos en los

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rellanos de las casas, por si caíanbombas incendiarias: se nos habíainstruido en el sentido de que nodebíamos echar aguar sobre el fósforo,sino tierra. Cayó, un día, una: quedócolgada de un alero y sus llamaradasardieron en el vacío.

Las patrullas surcaban la ciudaddesde el anochecer y hacían respetar eltoque de queda y la oscuridad. «¡Esaluz!», gritaban desde la calle al que nola había apagado o tapado sus ventanascon cortinas; era una sola advertencia,porque la segunda era el disparo haciael balcón o la ventana. Desde la negrura,algunos nos asomábamos a ver los

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reflectores buscando su presa, y lasbalas trazadoras que la perseguían.

Pronto cundió la idea de que algunaspersonas podrían dejar las lucesencendidas deliberadamente, paraorientar al enemigo. Si alguien nobajaba al sótano durante un bombardeo,se podía sospechar absurdamente quehabía subido a la azotea con una linternapara hacer señales a los aviones. Seveían traidores por todas partes, lasradios y los carteles advertían que «elenemigo acecha», y exhortaban a serprudentes en sus conversaciones a todoslos que tuvieran alguna información deinterés militar. Ya se hablaba de lo que

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luego se ha utilizado en todo el mundo:la «quinta columna». La frase la dijoMola en la alocución de Radio Castilla,pero no apareció luego en las versionespublicadas. En el importante volumendedicado a la guerra en la serie deFernando Díaz-Plaja La historia deEspaña en sus documentos, anota esediscurso así:

«El lector encontrará la falta en laspalabras del general Mola de una fraseque ha pasado a formar parte del léxicointernacional. Me refiero a la quemenciona la “quinta columna” que enMadrid aguardaba el momento deapoyar a las fuerzas nacionales. El

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hecho es que, mientras innumerablestestigos aseguran haber oído la frasedicha por radio, en los textos del tiempono figura. Es posible que fueracancelada por el propio general ante eltemor justificado de una persecucióntremenda contra los aludidos».

«El término “quinta columna” tienesu origen en la guerra civil española enlas semanas previas al asalto de Madrid.El autor de la denominación no está muyclaro pero lo más probable es la versiónque la atribuye al general Mola. Ainicios de octubre de 1936,considerando que la toma de Madrid erainminente, este jefe nacional afirmó que

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la capital caería por la acción de lascuatro columnas de Varela que seaproximaban a ella (Asensio, Barrón,Delgado Serrano y Castejón) y unaquinta que ya se hallaba dentro: la de lospartidarios de los sublevados que era,por tanto, la quinta columna. Estadeclaración fue, como poco,desafortunada y una muestra de torpeza,porque cuando llegó a conocimiento deesos violentos cuya actuación losprimeros meses de la guerra no reparabaen consideraciones morales, sedesencadenó una fiebre por detener yeliminar quintacolumnistas y elloprovocó una persecución desenfrenada

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para limpiar la retaguardia de traidores.No obstante, también tenemos querecoger que Hugh Thomas atribuye lacreación de la expresión “quintacolumna” al periodista británico LordSt. Oswald en un despacho enviado alDaily Telegraph en septiembre.

Hemos hallado un documento en elServicio Histórico Militar que nosinclina a considerar al general Molacomo el autor del término “quintacolumna”. En dicho escrito se exponeque, cuando los nacionales ya sehallaban a las puertas de Madrid, setenía prevista la organización posteriora la toma de la ciudad, la cual se

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consideraba muy próxima. En esecontexto, el documento citado es unanota manuscrita con fecha del 7 denoviembre en la que se refiere que elgeneral Mola había enviado unacomunicación acerca de que existían enel interior de la capital “serviciosorganizados para atender las primerasnecesidades cuando se ocupe Madrid” yademás se informaba de que se pusieseen conocimiento del general Varela quesólo entrarían en Madrid 200 requetés y400 falangistas y en función auxiliar delos guardias civiles.

Esta nota manuscrita pone demanifiesto: primero, que se consideraba

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hecha la toma de la capital y, en segundolugar, que se contaba con que en elinterior de Madrid funcionaban esasorganizaciones, en la clandestinidad,que colaborarían al mantenimiento delorden cuando fuera ocupada la capital.Esto era un convencimiento de Mola.

Por eso, creemos que es más lógicopensar que fue este general quien bautizóeste fenómeno de los partidarios de lossublevados integrados en organizacionesclandestinas en la retaguardia enemigacomo quinta columna. Además, SantiagoCarrillo nos manifestó, en conversaciónpersonal, que ellos, en la Junta deDefensa, pensaban que los asaltantes

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“tenían unidades de la Guardia Civil yde las milicias falangistas y carlistas yatambién preparadas para asegurar elorden público en Madrid”, lo cualcorrobora lo que Mola informaba en lanota citada hallada en el ArchivoMilitar[38]».

Las diferencias de apreciaciónmuestran la dificultad de establecer conprecisión muchos términos, sucesos oacontecimientos de la guerra. La fraseprobablemente creada por Mola aparececomo dicha en la alocución de agosto,en otra del 15 de septiembre o en la notamanuscrita el 7 de noviembre. La verdades que los rebeldes creyeron en la toma

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de Madrid desde el principio mismo desu avance militar, incluso llegaron aanunciarlo, y no dejaron de creer queera posible en cualquier momento; sobretodo cuando llegaron a las mismaspuertas el 7 de noviembre de 1936. Laidea de que Madrid se iba a sublevarinmediatamente en su favor y que losrojos iban a huir por donde pudieran, sipodían, era continua. En el mensaje deFranco que los aviones lanzaron sobreMadrid el 6 de septiembre, antes citado,decía que «el Gobierno […] sufrereveses en todos los frentes, y seaproxima el momento en que, después deuna resistencia estéril y sangrienta, tenga

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que abandonar Madrid para refugiarseen Levante, antes de emprender la fugadefinitiva»: fue así, pero pasaron dosmeses antes de que esta fuga serealizase, y aun así Madrid continuó suresistencia bajo una autoridad especial.

Muchos aseguraban que la «quintacolumna» estaba trabajando al amparode la inmunidad diplomática, en lasembajadas donde se habían refugiadomiles de personas que temían por susvidas, probablemente con razón.

La existencia de una verdadera«quinta columna» es irreal: existían, esosí, distintas organizaciones clandestinasque a veces no tenían contacto entre sí.

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Javier Cervera Gil, en la obra antescitada, habla de las quintas columnasautónomas, personas que se descubríanentre sí y que actuaban por su cuenta.Había espías, derrotistas, desafectos,emboscados; funcionaba el «socorroazul», como respuesta al clásicoSocorro Rojo de la InternacionalSocialista (que en España estabaorganizado y funcionando), y CerveraGil cita una «Hermandad Auxilio AzulMaría Paz», pero también se trataba degrupos que desconocían cada uno laexistencia del otro.

«Cuando en agosto María PazMartínez Unciti organizó el Auxilio Azul

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la organización se centró estas primerassemanas en buscar refugios enembajadas o casas a personas cuya vidacorría peligro, buscarles alimento odocumentos falsos y allegar fondos a laorganización como se pudiera(peticiones a afines, contribucionespersonales, venta de objetos propios…),para sufragar esas acciones. María Pazfue detenida (luego asesinada)precisamente cuando estaba buscando unrefugio a un perseguido.

Desaparecida la joven impulsora ycon la reorganización de noviembre de1936, estas mujeres falangistas seemplearían en más actividades y algunas

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más complicadas: averiguar lasdesdichas de los afines y acudir en suayuda; comprar, trasladar y repartirvíveres; evitar que los jóvenes seincorporasen a filas; llevar comida, ropao mantas a los presos, principalmente,aunque también a los escondidos; asistircomo enfermeras a éstos o a refugiados;recaudar dinero y repartirlo; atender lasnecesidades de los que habían sidomovilizados en el Ejército Popular y nohabían podido impedir su incorporación;confeccionar ropa normalmente paravenderla y obtener ingresos; repartir lospartes de guerra de Burgos y darlesdifusión en colas, cuarteles, oficinas,

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etc., e intentar desmontar la informaciónoficial del parte republicano, es decir,practicar el derrotismo; guardar alhajas,banderas u objetos comprometedores delos demás: montar y atender unascapillas clandestinas; proteger lacelebración de misas clandestinas encasas particulares y procurar losauxilios espirituales a personasescondidas o refugiadas (lossacramentos: confesión, comunión,extremaunción, bautismo e, incluso,matrimonio); procurar sentenciasfavorables en los tribunales; obtener yservir medicinas; ayudar a evasiones yproporcionar escondites y cartillas

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falsas; hacer y llevar cigarrillos a losescondidos, y, por último, recoger yatender a los niños que quedabanhuérfanos o tenían sus padres en lacárcel[39]».

Me contaron una historia de PedroMourlane-Michelena, un escritorfalangista vasco que permaneció enMadrid. Alguien pidió a Prieto, que eraamigo suyo de Bilbao, que le colocaseen algún sitio para que tuviera unadocumentación: Prieto le diodocumentos, pero no trabajo: «Mourlanees un hombre capaz de desorganizar lacasa Ford si le coloca en ella»; unoscompañeros clandestinos le citaron para

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ofrecerle ayuda económica, pero conmucho cuidado de no ofender suvergüenza:

—Don Pedro —le dijeron—, hayunas cuantas personas que conocen losproblemas de los nuestros que no tienencómo sobrevivir y…

—Ni una palabra más —dijo donPedro—: tengan ustedes el último dineroque me queda, y ayude a esoscamaradas.

El «emboscado» —como metido enel bosque para no ser visto y no tenerque servir— no tenía por qué ser afectoo desafecto al régimen republicano:simplemente no quería ir a la guerra y se

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buscaba documentos falsos, buscabatrabajos de retaguardia o hacía loposible por no mostrarse en público. Aveces la milicia o la policía entraba enlos cafés y pedía los documentos decada uno: para que justificaran su ocio,su no colaboración en el frente ni en laretaguardia. El difusor de bulos formabatambién parte de la resistenciaindividual: daba noticias atroces sobrela guerra, sobre las represalias, sobre elpánico del Gobierno, para desmoralizar.El derrotista parecía estar de acuerdocon los republicanos, y hacía como quelamentaba el desastre que estabasucediendo. Se contaba la historia de

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dos derrotistas que hablaban entre sí dela derrota, del hambre, del desastre, dela falta de todo: les sorprendían, y lesincrepaban:

—¡Derrotistas! Os vamos a fusilaraquí mismo… ¡Qué fusilar! Os vamos aahorcar…

—¿Lo ves? Ya no tienen ni balas…Había chistes derrotistas, fascistas,

antirrepublicanos. Muchos de ellos seatribuían a actores cómicos.

Se decía que Ramper había salido ala pista del circo de Price con un cubodel que esparcía el serrín que se solíautilizar para barrer después de losnúmeros, y pregonaba:

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—¡Serrín de Madrid! ¡Se rindeMadrid!

(Ramón Pérez, «Ramper». Fueun payaso querido por el público ypor los intelectuales. Un traje rojo,una camisa a rayas, un sombrerohongo; una caracterización con dosenormes elipses blancas comoojeras y unas crucecitas negras comoojos. Años después le pregunté porlas frases que le atribuían y medesmintió todas. Se decía, comomuchos trabajadores del espectáculoantes y después, apolítico en su

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trabajo, porque no quería molestar ala parte del público que pudiera sercontraria; pero además, explicabacon toda lógica, no se hubieraatrevido nunca a decir frases quehubieran podido costarle el trabajo,la cárcel y quizá la vida. Laatribución de chistes o frasessubversivas a personajes populareses tradicional en España; en el Siglode Oro se le achacaban a Quevedo, yhasta hace pocos años se publicabancolecciones de libros de contenidocómico y, entre ellos, «chistes deQuevedo» que parecían enteramenteapócrifos. Recientemente, para

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desprestigiar a un ministro delPartido Socialista y con él alGobierno y al partido, la derecha leatribuyó chistes y frases lejos de suverdadera cultura, y las imprimió yvendió en puestos callejeros dondehabía emblemas del antiguoMovimiento; como paradesprestigiar a otros personajes seescribe de ellos que son gafes).

A veces, a las personas que vivíanen esa terrible clandestinidad se lasreconocía a simple vista; alguien quellevaba demasiados signos de las

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milicias, o que miraba furtivamente, oque recelaba de los milicianos… Loscuras y las monjas eran inconfundibles.Había espías de los servicios deinformación de Franco, habíadiplomáticos extranjeros que mandabaninformación a los franquistas por lasvalijas o por la clave con quecomunicaban con sus países. Habíapersonas que, simplemente, favorecían,ayudaban o disimulaban ante losperseguidos: unos por dignidad humana,otros con la esperanza de que fuesenprotegidos o recompensados cuandoganaran los «nacionales». Personas queraramente fueron después ayudadas: no

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ya por quienes habían recibido su ayuda,sino por las autoridades, que respondíanfrecuentemente:

—Si ha podido usted salvar a estaspersonas sería por su influencia y subuena situación con los rojos… Veamos,veamos su expediente…

Podía ser que quienes iban adeclarar en favor de un detenido, aprestar su aval (palabra de origenfrancés utilizada en las dos zonasfrecuentemente: «escrito en que unoresponde de la conducta de otro,especialmente en materia política»),oyeran al funcionario ante quiendeclaraban:

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—Sí, sí, pero… ¿y a usted quién leavala?

Evidentemente eran sospechosostodos los que habían permanecido enMadrid o en otra ciudad de la zonarepublicana, excepto los que podíanacreditar su pertenencia a unaorganización clandestina, o tenían unosantecedentes perfectamente definidos.

Probablemente la organización quemejor trabajó fue la FalangeClandestina, dirigida por ManuelValdés; primero, desde la cárcel;cuando salió de ella, desde laclandestinidad. Fue su trabajo el quepuso en contacto todos los grupos de

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hombres y mujeres, y el que dio lasconsignas y normas de trabajo.

(Manuel Valdés Larrañaga .Falangista de la primera hora, íntimode José Antonio Primo de Rivera,fue acusado de organizar un atentadocontra el presidente de las Cortes yeminente jurista Luis Jiménez deAsúa, que pudo salvarse de losdisparos de los falangistas corriendoen zigzag y refugiándose en unatienda; no tuvo la misma suerte suescolta, el policía Jesús Gisbert, quefue asesinado. Valdés fue absuelto,

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pero el magistrado que le juzgó a ély los otros acusados por el actoterrorista, Manuel Pedregal, fueasesinado por los falangistas comorepresalia por las condenas. Valdésfue detenido de nuevo, esta vez juntocon Primo de Rivera y conRaimundo Fernández Cuesta: éstepudo salir de España mediante uncanje realizado por Justino Azcárate,embajador de la República enLondres; Primo, trasladado aAlicante, donde sería juzgado yfusilado, y Valdés fue trasladado adistintas prisiones y finalmentepuesto en libertad, probablemente

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por la eficacia de la propia FalangeClandestina. Es posible que laclandestinidad estuviese organizadadesde, por lo menos, principios delaño 1936 y que Valdés fuera elencargado de ella, siempre encontacto con los militares que iban adar el golpe de Estado, y luego, en elMadrid republicano, con los agentesdel Servicio de Información militar.Franco desconfió siempre de él,como de tantos otros de la Falangeortodoxa, joseantoniana; al terminarla guerra le nombró delegadonacional de Sindicatos y luegovicesecretario general del

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Movimiento, lo que aparejaba unaespecie de subdirección de Falange,puesto que el jefe nacional era elpropio Franco. Valdés contó suvisión personal de toda esta historiaen el libro De la Falange alMovimiento, 1936-1952, publicadoen 1994).

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Capítulo X7 de noviembre

El 7 de noviembre de 1936 era un día,recuerda Gregorio Gallego (Madrid,corazón que se desangra), «tristón yencapotado»; era «plomizo y frío», era«triste, grisáceo y crudo» (RafaelAbella). Yo tengo, digo antes, pequeñosy bravucones recuerdos de infancia, casifísicos: las manos doloridas ydespellejadas por los adoquines con quelevantábamos las barricadas, el tacto dela arpillera de los sacos terreros; todocon urgencia, todo con prisa. El silbido

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de los proyectiles, la consignamachacona del «No pasarán», el desfilede las Brigadas Internacionales, lospoemas de Alberti y Luis de Tapia.«Tarde negra, lluvia, fango, / tranvías ymilicianos» (Moreno Villa).

«Escuchando ya los cañones, que seoían retumbar a lo lejos, y con lapresencia de la aviación enemiga sobrenuestro hermoso cielo —aquel 6 denoviembre anubarrado y llorón—, laVilla del Oso y del Madroño se adornócomo en sus mejores días de verbena decolgaduras, banderas y pancartas queincitaban a los habitantes a morir antesque retroceder. Hombres, mujeres y

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niños de todas las edades levantaban lascalzadas para hacer barricadas con losadoquines, cavaban febrilmentetrincheras, llenaban sacos terreros.Reinaba en toda la ciudad una actividadque preludiaba el heroísmo.

Pasionaria, Federica Montseny yMargarita Nelken arengaban a losmilicianos con discursos desgarrados.Federica los fustigaba acre y dura:

—Cobardes, gallinas, ¿queréis quevengan los catalanes a prestaros loshuevos?…

El popular y gordo Pedro Rico,alcalde de la Villa, prometía en un actocelebrado en el cine Monumental morir

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antes que abandonar la ciudad, aunquellegado el momento de contrastar laspalabras se olvidaría de sus promesas…

¿Qué pasaba mientras en el palaciode Buenavista?… A las doce de lamañana estallaba en los jardines delministerio, a unos veinte veinticincometros de la cancela de hierro, el primerproyectil de artillería. El acierto, o lacasualidad, del artillero produjo unaespecie de repeluzno entre los que nosencontrábamos allí. ¿No sería un aviso ollamada del enemigo a los partidarioscon que contaba aquella casa?…»[40]

El 6 de noviembre escapó elGobierno. Probablemente fue una

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decisión acertada, aunque el desarrollode los acontecimientos no la justificó.La caída de Madrid parecía inminente yse suponía que la guerra republicanadebía continuar en el último fragmentode tierra leal que quedase: Madrid debíaquedar en manos de una Junta deDefensa, que sería su primera autonomíaen la historia, mientras la presidencia dela República y el Gobierno de la naciónse trasladaban a Valencia. Pero elpueblo de Madrid entendió que era unadecisión del miedo y un abandono de loscombatientes. «¡Viva Madrid sinGobierno!», gritaban algunas gentes enlas calles. En el control armado de

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Tarancón, los milicianos anarquistascortaban el paso a los que huían ytrataban de devolverles a Madrid. Sinembargo, el Partido Comunistapreconizaba la evacuación: que salierande Madrid todas las personas que nopudieran trabajar directamente en ladefensa. El Quinto Regimiento, delpartido, mandado por Líster, se encargóde ello. Hizo gran propaganda con losnombres de las personas ilustres queabandonaban Madrid en sus coches ycamiones. Uno de ellos, AntonioMachado, que dedicó a Líster su famososoneto: «Si mi pluma valiese tupistola…».

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En el Ministerio de la Guerra, LargoCaballero consultó a Miaja si creíaconveniente que el Gobierno setrasladase a Valencia: Miaja lerespondió que debía haberlo hechoantes. La escena queda falsamentedescrita en el siguiente párrafo:

«Poco después, Miaja recibía elencargo (de Largo Caballero) dedefender la plaza de Madrid en caso deataque (sic). El futuro héroe delcomunismo universal acogió la ordencon positivo desagrado. Empañados losojos de lágrimas (¡o emoción!, digo yo),quiso rehuir:

—¡Señor ministro! ¿cree usted que

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yo soy el más indicado?El ministro contestó secamente:—¡Claro! ¿No es usted el jefe de la

plaza? ¿No me pidió el mando de laPrimera División? Vuelva usted estatarde, a las cuatro, para reunirse con laJunta de Defensa. A esa hora recibirá laorden por escrito[41]».

Por la tarde ya habían salido losministros y el general Asensio,subsecretario, que sustituía al ministropero que pronto evacuaría también laciudad, mandó llamar al general Miaja,que había sido encargado de la Junta deDefensa de Madrid. El sobre estabasellado y tenía la inscripción «No abrir

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hasta las seis de la mañana del día 7 denoviembre de 1936». Miaja no esperó,lo abrió y encontró instrucciones paraque, con la Junta de Defensa, seencargase de la defensa de la ciudad.Éste es el texto de la orden:

«Ministerio de la Guerra. ElGobierno ha decidido, para podercontinuar su primordial cometido dedefensa de la causa republicana,ausentarse de Madrid, y encargar a V. E.la defensa de la capital a toda costa. Afin de que se le auxilie en cometido tantrascendental, al margen de losorganismos administrativos, quecontinuarán actuando como hasta ahora,

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se constituye en la capital una Junta deDefensa de Madrid, conrepresentaciones de todos los partidospolíticos que forman parte del Gobierno,y en la misma proporción que en éstetienen. La presidencia de la Junta laostentará V. E. En ella tendrá V. E.facultades delegadas del Gobierno parala coordinación de todos los mediosnecesarios para la defensa de Madrid,que habrá de llevarse a su más extremolímite. En caso de que, a pesar de todoslos esfuerzos que se realicen paraconservarla, haya que abandonar lacapital, ese organismo quedaráencargado de salvar todo el material y

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elementos de la guerra, así como todocuanto pueda ser particularmente útil alenemigo. En tal caso desgraciado, lasfuerzas procederán a la retirada en ladirección de Cuenca, para estableceruna línea defensiva en el lugar queindique el General Jefe del Ejército delCentro, con el cual estará V. E. encontacto y relación de su subordinaciónpara los movimientos limitados, y delque recibirá órdenes para la defensa, asícomo el material de guerra yabastecimiento que se les pueda enviar.El Cuartel General de la Junta deDefensa de Madrid se establecerá en elMinisterio de la Guerra, actuando como

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Estado Mayor de este organismo el delMinisterio de la Guerra, aunque privadode aquellos elementos que el Gobiernoconsidere indispensable llevarseconsigo. Madrid. 6 de noviembre de1936. Largo Caballero».

En realidad, hubo dos sobres con elmismo plazo de apertura, uno dirigido aMiaja y el otro al general Pozas. Losdos decidieron abrirlos en el acto, y laprimera sorpresa fue que las cartasestaban confundidas: en el sobre dePozas estaba la que encargaba a Miajade la Junta de Defensa, y en el de Miajael nombramiento de Pozas como jefe delEjército del Centro.

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Pozas se fue a su puesto y Miaja sequedó en ese momento solo en eledificio, el enorme Palacio deBuenavista en la Cibeles, que fueMinisterio de la Guerra, luego deDefensa, y del Ejército: los cambiossemánticos, los eufemismos para unamisma función, según las doctrinas delos tiempos iban repudiando la guerra,que hasta principios de siglo era todavíauna función caballeresca y gloriosa. Esel actual Cuartel General del Ejército.Miaja estaba allí solo: no sabía quéhacer. La Junta no estaría formada hastael día siguiente. Y los fascistasquisieron bombardear el edificio: pero

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no acertaron. Unas bombas cayeron en elpaseo de Recoletos, otras en la calle delBarquillo: una en un garaje, la única queprodujo víctimas.

«Designé como jefe de EstadoMayor al teniente coronel don VicenteRojo, de quien tenía las mejoresreferencias, y cité para las once de lanoche a todos los jefes de columnas paracambiar impresiones con ellos y llegar aconocer el mayor número de datosposible. De esta reunión salió unapenosa impresión, y sobre todo adquiríel convencimiento de que en el frenteprevalecía una situación que si elenemigo aprovechaba, confirmaría la

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idea que paseaba sobre el ministro, deque la pérdida de Madrid era inevitable.Se movilizó a toda la gente disponibleen la capital, se corrigieron lasposiciones de algunas columnas y, sobretodo, a sus jefes se les exigió que a lamañana siguiente hicieran el esfuerzomáximo para no retroceder un palmo deterreno. Cerca de las cinco de lamañana, próxima la hora que se mehabía indicado para abrir el famososobre, me retiré a descansar unosmomentos, pensando en lo que hubieseocurrido de no haberme determinado aabrirlo antes de la hora[42]».

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(Francisco Largo Caballero,1869-1946. A los nueve añostrabajaba como estucador —el quemaneja yeso, agua y cola para hacerelementos de decoración enalbañilería— para ayudar a vivir asu madre, abandonada por el padre.Recuerdo los carteles de propagandade las elecciones de febrero de1936, cuarenta y dos años despuésde ese aprendizaje, donde figurabacomo «estuquista»: muchoscandidatos ponían sus oficios paraaludir a su condición de obreros. Seafilió a la UGT, de la que llegó a sersecretario general en 1918, puesto

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que mantuvo hasta entrada la guerracivil. En la huelga general de 1917tuvo una actuación notable y fuecondenado a cadena perpetua; perofue elegido diputado en 1918 ypuesto en libertad por su fuero.Mientras negociaba con losanarquistas, se opuso tenazmente acualquier colaboración con loscomunistas y consiguió evitar quelos socialistas españoles entraran enla III Internacional; sin embargo,aceptó formar parte del Gobierno dela dictadura de Primo de Riveracomo consejero de Trabajo; yministro de Trabajo fue en el primer

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Gobierno de la República. Fue unode los inductores del movimientorevolucionario contra el Gobiernode extrema derecha —Lerroux, Gil-Robles— en 1934 que culminó en laRevolución de Asturias: fue en esemomento cuando la derecha ledenominó «Lenin español». A losdos meses de comenzada la guerracivil, Largo Caballero formó unGobierno de Frente Popular yasumió la cartera de Guerra. Fue élquien tomó la decisión de evacuarMadrid con todo el Gobierno yconfiarlo a una Junta de Defensa.Instaló su presidencia en Valencia.

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Carlos Sampelayo, periodista delHeraldo, de tendencias anarquistas,contaba: «En Valencia, todo elmundo está contra Largo Caballero.Se le reprocha haberse ido deMadrid. Hasta los propios“caballeristas” le critican sottovoce. Pero el llamado “Leninespañol” ejerce sobre los suyos unaautoridad a veces temible. Esviolento y gritón. No quiere que lelleven la contraria. Como ministrode la Guerra, parece que resolverátodos los problemas de ella sin darcuenta a nadie, en la antonimia delas ideologías, como haría después

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el Führer en la Alemania de laconflagración. Tampoco en los otrosproblemas de la Administraciónpública pretende que nadie le hagaobjeciones. Por lo visto, el antiguosolador de oficio cree, como elpintor de brocha gorda, que los jefesde Gobierno deben ser dictadores.Así no da cuenta nadie de susactos». (En Tiempo de Historia).«Persona de intachable honradezpero de muy limitadas dotes[43]». Sucaída se produjo por imposición delos comunistas en 1937, después delos sucesos de Barcelona, en los quese enfrentaron los partidos

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comunistas, anarquistas y trotskistas.A la caída de Barcelona en enero de1939 huyó a Francia; la policía dePétain le detuvo y le entregó a losalemanes, que le tuvieron en elcampo de concentración deOrianemburg, abierto por los rusosen 1945: murió en París el añosiguiente).

Los datos que obtuvo Miaja en lajunta de jefes de columnas (todosmilitares profesionales excepto Líster,que estaba defendiendo la zona deVillaverde) eran desalentadores. Varela

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atacaba con un cuerpo de ejército de30.000 soldados bien pertrechados ydisponía de 26 baterías de cuatrocañones cada una. Más aviación italianay alemana. En el palacio, a oscuras,apenas iluminados por candelabros ylinternas, los jefes de las columnasfueron informando de susdisponibilidades: unos 23.000 hombres,que procedían de compañías ybatallones destrozados o en desbandadaque cubrían desde Villaverde hastaMajadahonda. Tenían treinta carros decombate, ochenta cañones y fusiles ycartuchos suficientes. Pero la línea delfrente estaba interrumpida, no había

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coordinación. Organizaron la defensa ytuvieron una suerte inesperada: se hizoprisionero a un capitán tanquista quellevaba en el bolsillo el plan de ataquede Varela pensado para el amanecer deldía 8. Pensaron que podía ser unaestratagema, pero decidieron creer en eldocumento. Cuando los insurrectoscomenzaron el ataque, las defensasestaban bien situadas y fue contenidohasta cierto punto. Los invasores pisaronsuelo urbano, ocuparon parte de la Casade Campo y de la Ciudad Universitaria,pero no pudieron entrar en Madrid.

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(José Miaja Menant, 1876-1958. Tenía cincuenta y ocho años yun pasado militar poco halagüeñocuando se encontró con una situacióninesperada: burlón, risueño,bondadoso, charlatán, iba a ser elsímbolo de la resistencia de Madrid.Hijo de trabajadores —un maestroarmero de Oviedo y la dueña de unatiendecita—, entró en la Academia,estuvo en África, fue ascendido porméritos de guerra y llegó a general alos cincuenta y cuatro años, sin labrillantez de sus famosos

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compañeros «africanistas». Fue unrepublicano normal; pero tambiénlos que se sublevaron eran susamigos. No inspiraba desconfianzasni envidias. La primera vez que vi algeneral Miaja fue en un campamentode exploradores (boy scouts), de losque era jefe: precisamente por subuen carácter un poco infantil. Lesaludé después en casa de suayudante de Estado —todos éramosde Chamberí: Casado vivía en SanBernardo, 120, como nuestrafamilia, y Miaja en AlbertoAguilera, 3—. Luego le fui viendo alo largo de toda la guerra en los

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teatros, en las calles, en losnoticiarios. Había mezclado con suáspero cargo de jefe de la Junta deDefensa de Madrid, para el quehabía sido nombrado en un momentocasi agónico, una especie de instintode alcalde y de miliciano, de civilde la ciudad cercada. Al estallar laguerra fue nombradoprovisionalmente ministro de laGuerra, hasta que llegó a Madrid elgeneral Masquelet: ya le rodeaba laleyenda de una cierta condición unpoco ridícula. Cuando al frente de laI División —Madrid— intentó latoma de Córdoba, fue derrotado y

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destituido.Cuando encontró la carta en el

Ministerio de la Guerra, creyó queuna vez más había sido objeto de untriste destino: se le nombraba paraentregar Madrid y unir su nombre alde la más grave derrota militar de laRepública. Debió ser en aquelmomento cuando decidió resistir atoda costa y presidir la defensa de lacapital que estaban realizando losciviles. Pero tuvo a su lado a ungeneral valiosísimo: Vicente Rojo.Dentro de la serie de azares ysucesos extraordinarios de aquellosmeses, Vicente Rojo fue decisivo

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como jefe de Estado Mayor).

(Vicente Rojo Lluch, 1894-1966. Educado en el Colegio deHuérfanos Militares de Toledo y enla Academia Militar; apenas realizóoperaciones de armas y se dedicó ala enseñanza y el estudio de lastécnicas militares. A pesar de unasólida formación religiosa, de sucompleta entrega a la profesiónmilitar y de un conservadurismoprobado, permaneció fiel a laRepública. Fue uno de losprincipales defensores de Madrid en

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Somosierra, con Modesto. Erateniente coronel cuando Miaja lellamó a su lado y le nombró jefe delEstado Mayor de la Junta deDefensa: a su conocimiento y a sudecisión se debió en gran parte quetampoco en la jornada decisiva del 7de noviembre cayese Madrid. Mástarde fue nombrado jefe del EstadoMayor de la Defensa y planeó lasoperaciones más importantes de suEjército. Fue al exilio al terminar laguerra, pero fue uno de los primerosen regresar a España con la promesade inmunidad por Franco. Murió enMadrid en 1966).

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Pero Miaja no pudo escapar deaquello para lo que parecía destinado:entregar la República. Cuando elcoronel Segismundo Casado decidióacabar con la resistencia que manteníael jefe de Gobierno, doctor Negrín, ynegociar con Franco, el general Miaja,con Besteiro y otros miembros centristasde la izquierda, se puso al lado de losgolpistas. No consiguieron ningunapromesa de inmunidad para ellos ni paralos ciudadanos de Madrid: Miaja huyó aValencia, donde embarcó hacia Orán.Terminó su exilio en México, como lamayoría de los políticos republicanos.

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La Junta de Defensa trataba deorganizar una ciudad-estado en esascondiciones. La formaban representantesde todos los partidos bajo la presidenciade Miaja, que no pertenecía a ninguno, yel secretario era Fernando Frade, delPSOE. Había dos comunistas, AntonioMije, para Guerra, y Santiago Carrillo,que había entrado en el partido esemismo día y se encargaba de OrdenPúblico. Amor Nuño, de la CNT,Industria de Guerra; Pablo Yagüe, UGT,Abastecimiento; José Carreño, deIzquierda Republicana, Abastecimientos

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y Transportes; Francisco Caminero,Partido Sindicalista, Evacuación Civil;Enrique Jiménez González, UniónRepublicana, Finanzas, Mariano GarcíaCascales, Juventudes Libertarias,Información y Enlace. La realidad esque no tenían nada que administrar nique dirigir, que muchos de ellos eranadversarios entre sí o lo eran suspartidos, que el enemigo estaba a laspuertas de la ciudad y anunciaba ya porsus radios que la había ocupado, y quedespreciaban al Gobierno por la formaen que había huido. Una razón clara deesta huida era la de salvaguardar suentidad y su legalidad, y otra la

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desbandada. La evacuación de ancianosy niños, que aumentaban las dificultadesde abastecimiento, la de los tesorosnacionales (como los cuadros del Museodel Prado) y de las personasconsideradas como vitales para laresistencia parecía justificada. Pero elGobierno tenía la seguridad de queMadrid caía. Miaja, sin embargo, tomóla decisión de resistir, y esa Junta tomóun raro cuerpo, una decisión de serhistórica y de corresponder a lo queparecía ser el deseo de la mayoría de lacapital y de los que acudían a sudefensa. El general Miaja estaba segurode que el presidente del Consejo, Largo

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Caballero, y sus asesores militareshabían decidido que la defensa deMadrid sería demasiado costosa y notendría un verdadero resultado práctico:podía hacerse frente al enemigo desdeBarcelona, desde la zona de Levante, yresistir allí una mediación internacional.Luego fue detestado por su éxito en ladefensa de Madrid, hasta serdenominado «héroe del comunismo» porManuel Aznar en su odioso libro, uno delos primeros que falsearon la realidadhistórica española de la guerra civil.

(Manuel Aznar y Zubigaray,

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1894-1975. Director de variosdiarios, embajador de Franco envarios países. Escribió la Historiade la guerra de Liberación y lostomos primero y cuarto de laHistoria de la segunda guerramundial. Indalecio Prieto escribióuna semblanza suya a la que tituló«La ficha de un perillán[44]».

Su hijo Manuel fue nombrado,por el banquero Ruiz Senén, directorde Radio Madrid: y el hijo de éste,José María, es el actual presidentedel Gobierno español por el PartidoPopular).

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Capítulo XILos Brigadistas

La llegada de las BrigadasInternacionales a Madrid ha sidoprobablemente sobreestimada. Nofueron, al principio, más que dos milsoldados, que desfilaron el día 8 caminodel frente. El día 10 llegaron dos milmás. Eran las columnas Garibaldi,Thaelman, André Marty: las mandaba elgeneral Lukcas.

(André Marty, 1866-1956. Se

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distinguió en 1919 como amotinadoen un barco de guerra francés, en elque era oficial mecánico, enviadopor la alianza europea contra losbolcheviques en la guerra civil deRusia. En 1924 fue diputado por elPartido Comunista, y según losdocumentos del Kremlin había sidodesignado por Stalin para controlarlas Brigadas. Estableció su cuartelgeneral en Albacete. Un testigo ledescribía como un hombre quebajaba en kimono y fumando en unalarga boquilla al comedor del hotelpara desayunar. En la propagandafranquista se le denominó «el

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carnicero de Albacete», por susdepuraciones de anarquistas ytrotskistas. Según César Vidal,reconoció haber ordenado quinientasejecuciones. En 1953 fue expulsadodel PCF por su oposición continua alsecretario general, el históricoMaurice Thorez).

En el primer momento, tuvo unaimportancia moral.

El desfile por las calles de Madrid,cantando canciones de otras guerras, concazadoras de cuero, una uniformidad quesobrepasaba a la de los milicianos, daba

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la sensación de que ya no estaban losmadrileños solos.

«Se tiene mucha confianza en laBrigada Internacional, compuesta en sucasi totalidad de franceses y alemanes.Quizá la confianza de la gente radica enque van bien vestidos, con guerrerasnuevas, gorros oscuros, polainas obandas. Se les ve más bien jóvenes. Sedice que tienen experiencia de la guerradel 14, pero no es posible[45]».

Fueron acumulándose, y cuandollegó la batalla de Guadalajara suparticipación fue ya muy importante.

Unos días después llegaron losanarquistas de Durruti: otra gran leyenda

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de defensores heroicos. Habíanpenetrado en Aragón con fuerza, habíanconquistado posiciones difíciles a losfranquistas y ellos mismos se atribuíanhaber conseguido que Barcelona nocayera. Pero ese 13 de noviembre noeran más que mil ochocientos, y habíanvenido a regañadientes. No creían enMadrid ni les importaba su resistencia;Madrid era la sede de los comunistas,que se militarizaban con Líster. Perovinieron. Y casi su primera baja fueBuenaventura Durruti: descendió delautomóvil en el límite del frente, y unabala perdida, o de un tirador experto, lemató: inmediatamente corrió la leyenda

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de que había sido un atentado de loscomunistas para impedir que losanarquistas se llevaran la gloria dehaber detenido el avance faccioso sobreMadrid.

(Buenaventura DurrutiDumange, 1898-1936, y FranciscoAscaso Abadía, 1901-1936. Unidosen la vida, cayeron con muy pocosdías de diferencia, y sus retratos ysus nombres fueron temas de culto enel anarquismo español. Ascasoprobablemente participó en elasesinato del arzobispo cardenal

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Soldevila en Zaragoza, donde vivíay militaba. Con Durruti emigró aLatinoamérica durante la dictadurade Primo de Rivera: se les atribuyenatracos, robos y asaltos de caráctereconómico para contribuir con elbotín a cubrir las necesidades de lacausa en España —la CNT, la FAI— mientras ellos vivían pobremente.Ascaso volvió a España en laRepública. Murió en Barcelonadurante el asalto al cuartel de lasAtarazanas. Su compañero del grupoNosotros, Durruti, salió haciaAragón con una columna demilicianos anarquistas y consiguió,

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por primera vez en el mundo,trasladar a la práctica el anarquismoteórico en varios pueblos. Fuellamado a Madrid para defender laciudad; no lo deseaba, porque creíaque estaba haciendo en Aragón unaverdadera revolución anarquista,pero acudió. Murió en el frenteurbano. Fue enterrado enBarcelona).

«A Durruti.

Se pone en marcha el cortejo.Atardece la mañana.El sol de los libertariosse oculta entre nubes blancaslas nubes blancas sollozan

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y se deshacen en lágrimaslas lágrimas, hechas lluvia,del cielo a la tierra bajanla tierra, con su caricia,de dura se torna blandapara recoger los restosde la vida atormentadade nuestro hermano Durrutiel de la sonrisa franca,el de corazón entero,el de la mirada clara.Miles de pupilas rielanpor la Vía Layetana,que desde hoy, para su gloria,Vía Durruti se llama.

Pasa el féretro, sencilloen hombros de camaradas.Las banderas de la FAI y la CNTlo tapan. Patrullas de su columna,

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silenciosas,le dan guarda labios blancos que no

alientan,ojos con cendales de agua.

Para cortar los sollozosque de los pechos escapan,sus pañuelos rojinegrosse aprietan a las gargantas.Los hijos del pueblo tocauna banda miliciana.La emoción se hace silenciode picacho de montañadormida entre valles muertosen noche serena y clara.

Y a la cara de un payéscruzada de arrugas largas,salen todos los doloresde nuestra tierra enlutada.

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Suenan doce cañonazosmientras la tierra resbala.Cientos de coronas caensobre la tumba cerrada.El sol de los libertarios lloraentre las nubes blancas[46]».

Unos días después de la huida, elGobierno envió a Miaja un oficial conuna carta también sellada: el presidentedel Consejo de Ministros y ministro dela Guerra, Largo Caballero, pedía queentregase al portador las vajillas demesa y de té, y las mantelerías ycuberterías correspondientes, que se

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habían olvidado en el momento deltraslado; y se le debería facilitartransporte para llevarlas a Valencia.Miaja contestó con una de las frasesburlonas que empezaron a formar partede su imagen pública: «Dígale al señorministro que aquí todavía comemos y nolo hacemos con las manos». Ledespidió. En ese curioso y algo grotescomomento parece haber comenzado laverdadera independencia de Madrid; laprimera de su historia. Emitió Miaja noobstante algunos comunicadosasegurando que dependía estrechamentedel Gobierno nacional y que la Junta noactuaba de manera independiente; sin

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embargo, continuaron las reticencias y elGobierno dio la orden de que la Juntacambiase de nombre: Junta Delegada deDefensa. Los miembros comunistas eranlos que con más insistencia deseabanque la Junta no rompiese sudependencia, manteniendo así el sentidode orden y disciplina que sostuvierondesde el principio de la guerra: el paseal Ejército de las Milicias, la creacióndel Quinto Regimiento, la organizaciónde la población. Sin embargo, notuvieron nunca la simpatía de LargoCaballero, que mantenía la tradiciónsocialista de no relacionarse con elPartido Comunista, a pesar de que él

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estaba en el extremo izquierdo de supartido y de que fuese llamado «el Leninespañol».

(Santiago Carrillo Solares,1915-2012. Era hijo de WenceslaoCarrillo, fundidor en Gijón, uno delos creadores de la UGT y miembrodestacado del Partido Socialista; elpase de su hijo al Partido Comunistale destrozó moralmente, y nunca sereconciliaron.

Santiago Carrillo apenas pudoestudiar en una escuela de laInstitución Libre de Enseñanza; la

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familia necesitaba su trabajo, secolocó en una imprenta y prontoadquirió la clásica cultura deltipógrafo, impregnado de los textosque leía en su trabajo; y tomó lacultura política del padre y suscompañeros. El paso inmediato fueel periodismo: cronistaparlamentario en El Socialista,fundado en Madrid por IndalecioPrieto, que había comenzado comotaquígrafo. A los diecisiete años eraya secretario de las JuventudesSocialistas, que empezaron siendoun intento de unificar a socialistas ycomunistas desde sus miembros más

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jóvenes y menos comprometidos enlas enemistades entre los dospartidos. No lo consiguió. Sinembargo, llevó a las JuventudesSocialistas Unificadas hacia elcomunismo, primero con un tintetrotskista para diferenciarse delpartido oficial, y finalmente comoparte de él, en el que ingresó comomilitante el famoso 6 de noviembrede Madrid en el que fue nombradoconsejero de Orden Público de laJunta de Defensa. Como tal ha sidoacusado después de las matanzas deParacuellos del Jarama: la «saca»de la cárcel improvisada en el

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colegio de San Antón con una ordende libertad, pero que en realidad fueun traslado a unas fosas deejecución. Carrillo ha insistidosiempre en su ignorancia del suceso,y ha supuesto que el autor fue susegundo, el escritor socialistaSerrano Poncela, cuyocomportamiento fue tal, y tantasveces denunciado —por elcomunista José Laín Entralgo,hermano de Pedro, entre otros—,«que hasta pensamos en fusilarle»,dijo Carrillo en conversación conIan Gibson.

Carrillo fue uno de los miembros

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de la Junta que se opusieron a lanegociación con Franco al final de laguerra, y mantuvo la sublevacióncomunista contra la traición deCasado. Y de su padre, Wenceslao,que formaba parte de losentreguistas. Fue en el exilio dondealcanzó los máximos puestos en elpartido; en 1960 fue nombradosecretario general, y viajabacontinuamente por los paísescomunistas en su labor deorganización. Le conocí en París.Tenía prohibida la estancia enFrancia y vivía bajo nombressupuestos, como la mayor parte de

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sus camaradas. Para entrevistarmecon él me fueron conduciendo porlas calles de París, cambiando deautobuses y de líneas de metro, hastau n bureau de tabac que ahora nopodría localizar. He tenido siempre,además, la obsesión de no querersaber aquello que se me disimulabao que no se me confiaba: ni losverdaderos nombres —aunque eneste caso era inevitable— ni losdomicilios. No sé por qué recuerdovivamente los calcetines de colorverde que llevaba Santiago en aquelmomento, y una conversacióndisparatada. Franco, decía, iba a

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caer próximamente. Por laeconomía: el país no podría resistir.Mi impresión era absolutamentecontraria. «Es que tú no sabes lo quesabemos nosotros». Ni siquiera enaquel momento me impresionó lafrase, que oía por primera vez y queluego me repetirían los responsablescomunistas: nunca supieron nada dela realidad interior de España. Sedespidió de mí: el año que viene, enMadrid. Parecía un remedo de lafrase que los judíos se repetían a símismos durante veinte siglos: «Elaño que viene, en Jerusalén». ElPartido Comunista español ha tenido

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mucho de mítico desde su fundaciónhasta su caída. La decisión deFranco de convertir su golpe deEstado, guerra y dictadura en unmovimiento, o una Cruzada, desalvación de España —y deOccidente— del comunismo creóuna sensación de enorme poder deese partido, al que se suponíaapoyado por la Unión Soviética ypor los demás partidos del mundo,además de escoltado por unamayoría importante de intelectualesde izquierda. En el uso de sudictadura, Franco y los franquistasde todas las clases crearon este

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monstruo, que en realidad apenastenía afiliados en 1936, que seengrandeció en la guerra por sucapacidad de organización ydisciplina y que en la clandestinidadmantuvo también esa fuerza nominal.El mismo partido llegó a creer en sugrandeza, en su fuerza y en sunúmero. Cuando después del intentofracasado de una «Huelga NacionalPacífica» militantes tan heroicos ydestacados como Fernando Claudíny Jorge Semprún expusieron ante elComité Central la verdaderasituación de España, que no estabamadura para ninguna clase de

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revolución y que había mejoradoeconómicamente por una serie defactores importantes, SantiagoCarrillo, y Pasionaria, y en generaltoda la dirección, les expulsaron, ycrearon dos de los peores enemigosque han tenido después. No hablédirectamente con Carrillo nuncamás, hasta su regreso a España,aunque en París se reunía a veces enmi casa con otros personajes delpartido o con gentes que llegaban deEspaña. Era una casita en lasafueras, en Courbevoie, dentro deuna colonia de retirados que habíantitulado sus villas «Mon repos» o

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«Sans souci»: en el amplio sótanohabía unas habitaciones que fueronde servicio, y en ellas se alojabaRicardo Muñoz Suay cuando llegabade España a tomar contacto con elpartido. Mis hijos le llamaban «elhombre de la cueva».

En vísperas de la muerte deFranco, Santiago Carrillo creíaseriamente que España se iba alevantar. Afortunadamente, tambiénlos franquistas lo creyeron,imaginaron que ese monstruo quehabían inventado era cierto, y elmiedo les contuvo y les permitiócontemporizar al morir Franco. El

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Partido Comunista se quedó inmóvil.Carrillo volvió a España en 1976,disfrazado con una peluca gris,seguramente con la intención de serdetenido y poner a prueba latransición, como ocurrió: fue puestoen libertad y el partido fuelegalizado. Habían pasado veinteaños desde la profecía de «el añoque viene…». Carrillo había por fincomprendido que España estaba enotra situación, y probablemente cayóen un estado de desánimo que lellevó, en 1977, a aceptar los Pactosde La Moncloa con los otrospartidos no franquistas, en lugar de

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mantener su posición independiente.En ese momento el gran dragón sedesinfló: las elecciones de 1977relegaron al Partido Comunista a unasituación minoritaria, lo cualcondujo a Carrillo a la dimisión en1982: había sido secretario generaldurante veintidós años, aunqueocupaba el poder desde muchoantes. Otros dirigentes, comoManuel Azcárate, se habían alejadode él y del partido. Pero un grupo semantuvo fiel, y Carrillo fundó elefímero Partido de los Trabajadoresde España; más tarde lo disolvió yofreció el paso de todos sus

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afiliados al Partido Socialista, queapenas aceptó la oferta. SantiagoCarrillo se ha dedicado al oficio deperiodista que había ejercidodurante unos años antes de la guerra,y ha escrito libros de memorias yhasta una novela autobiográfica. Enconversación conmigo en 1999,después de la nueva derrotaelectoral del Partido Comunista,ahora dentro de la coaliciónIzquierda Unida, me dijo: «Si yo noestuviera tan viejo…». Teníaochenta y cuatro años, muy bienllevados: sigue fumandoincesantemente, habla con facilidad

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y su talento político no es inferior alque tenía durante la resistencia).

La ciudad se había quedado sola alempezar septiembre, entregada a símisma. Bajaban las bombas, huían losministros, los moros estaban en elManzanares. «No llegará la sangre alrío», dice una de las viejas frases de laresignación española. Pero la sangrellegó al río, decía uno de los poetas dela defensa:

Llegó la sangre al río.Todos los ríos eran una sangre.Y por las carreteras de soleado polvo

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—o de luna olivácea—corría en río sangre ya fangosa,y en las alcantarillas invisiblesel sangriento caudal era humilladopor las heces de todos[47].

Un mitin en el teatro Monumental: elcomunista Antonio Mije, de la Junta deDefensa, explica a los madrileños lasituación: hay que crear destacamentosde combate que vayan inmediatamente alfrente para contenerlo; organizar laresistencia en los barrios, en las casas:defender la ciudad casa por casa. En lascalles que van directamente al frente,hay que levantar los adoquines y

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construir barricadas. Hay que luchardentro contra los terroristas, losfascistas de la «quinta columna»;economizar los víveres, fabricararmas… Habla Dolores: a las mujeresque están en el mitin las llama heroínas:«Veo que no han desaparecido aún lasheroínas de la guerra de laIndependencia, las intrépidas españolasde aquella progenie que luchó contra lastropas de Napoleón Bonaparte y lasarrojó del país…». Pero hay otra citahistórica: en ese momento se estácelebrando el aniversario de larevolución rusa, de la Revolución deOctubre (que en nuestro calendario

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corresponde a noviembre). Es elmomento de que Mije recuerde lossóviets, el triunfo del socialismo, losplanes quinquenales, la creación de laKomintern, o Internacional Comunista. Yque diga que hay que luchar contra lostrotskistas (su partido principal, elPOUM, no había sido admitido en laJunta de Defensa; más tarde seríaperseguido con saña). Dolores hapublicado ese mismo día un artículo enPravda de Moscú, que se traduce: «Lomismo que siento yo, lo sienten ahoratodas las mujeres y las madres delpueblo español, las que han mandado asus maridos al sangriento combate y las

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que luchan, ellas mismas, por la libertady la felicidad del pueblo español, por lapaz en todo el mundo, contra losprovocadores fascistas de la guerra».Santiago Carrillo, que, como antes sedice, había ingresado en el partido esemismo día y que lo representaba conMije en la Junta de Defensa, estaba en elmitin. Años después, tras el episodio dela peluca, la transición, la legalizacióndel partido y los pactos de La Moncloa,Carrillo pronunció una frase famosa:«De revoluciones, nada: ni la deOctubre».

Las palabras del camarada Mije setomaron muy en serio. Los militantes

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comenzaron a recorrer las casas parabuscar voluntarios y organizar en cadauna de ellas un «comité de guerra»: laconsigna era la de no rendirse hasta quela casa estuviera en ruinas… Losreclutados, los supuestos voluntarios, serepartían según sus edades y suscondiciones físicas: unos directamenteal frente, otros a fortificar la calle yotros a la producción de armamento.

Madrid estaba viviendo el 6, el 7 denoviembre, los días sucesivos, la queprobablemente fue su última epopeya.Algo más grave: estaba viviendo susúltimos días como ciudad coherente,formada, adulta. Probablemente no lo

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será nunca más.El 7 de noviembre, el solitario

Miaja de la Junta de Defensa, con susinsólitos civiles convertidos enministros de una ciudad-estado a puntode sucumbir, la rápida intervenciónmilitar del providencial general VicenteRojo y la conversión del madrileñopopular en soldado y de las casas enfortines salvaron la ciudad por segundavez de caer en manos del enemigo. Laprimera había sido la batalla de laSierra, el 22 de julio, la de los civiles,los hombres y las mujeres del monoazul, los guardias de Asalto en mangasde camisa. Habían transcurrido cien

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días. Cada uno de ellos con una angustiaque contrastaba con la capacidad deresistir: el avance de Yagüe desdeExtremadura a sangre y fuego, la noticiade los asesinatos de personalidadescomo García Lorca (19 de agosto,Granada), el asalto de Mola por elnorte, con la toma de Irún el 5 deseptiembre y la de San Sebastián el 13.A un paso de Madrid, caía en manosfascistas el Alcázar de Toledo el 27 deseptiembre… El 30 de septiembreFranco recibió el título de Generalísimoy tres días después, en un oscuro textoen el que se le encarga de formarGobierno para el Estado español que se

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proclama, se convierte en jefe de Estadoy aparecen los primerosreconocimientos internacionales (Italia,Alemania, Portugal), mientras a laRepública en fuga se le empieza aretirar la confianza. El 9 de septiembreaparece en el Londres conservador un«comité de no intervención» quesimplemente aprueba que no seentreguen armas ni ayudas al Gobiernolegítimo mientras entran a raudales lasayudas de los países fascistas a Franco.

«Era ése el caso de Léon Blum, porejemplo. Y no es raro hallarlo en otroshombres de vieja raigambre semítica.Pobres judíos. La providencia les da

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compensaciones, sin embargo, y losnombres más importantes hoy enciencias y letras son judíos. No lo digopor las letras y las “ciencias políticas”de Léon Blum, que traicionó a todo elmundo. A los judíos, también, porqueayudó directamente a Franco en Españay a Hitler en Alemania. Yo lo recuerdoen su oficina del Louvre diciendo a ungrupo de políticos republicanosespañoles:

—Ne me demandez pas ce que je nepeux pas vous donner!

Todo lo que le pedíamos era que nosdiera material de guerra pagándolo enbuen oro y al contado.

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Pero lo que nos vendían losfranceses era llevado a Irún y no aBarcelona. Lo recibían los de Franco. Yel que más gozaba con esos errores“involuntarios” era Laval, el gitanogordo y grasiento que más tarde fuefusilado.

Menos mal que estaba cerca Titoayudando a organizar las BrigadasInternacionales, en las cuales habíaalgunos millares de héroes franceses. Apesar de la fama que tienen losalemanes, yo he creído siempre que elsoldado mejor es el francés. Es verdadque los “francos” son de origengermánico en la remota historia europea.

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Como soldados, los francesespueden dar ejemplo de eficacia a todoslos demás países. Sus soldados desfilansin cuidarse de la gallardía del gesto, delos ritmos del andar decorativo. Losfranceses, cuando se visten el uniformemilitar, son “trabajadores de la guerra”y no se preocupan de los himnos aunquetienen el mejor de ellos: LaMarsellesa[48]».

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Capítulo XIIGuadalajara no es Abisinia

El Alcázar de Toledo había sido unapieza clave contra Madrid. El coronelMoscardó, oscuro jefe sin mando detropas que dirigía la escuela militar deGimnasia, se sublevó sin haberconspirado contra la República, seencerró en la Academia Militar (elAlcázar), que estaba prácticamentevacía por las vacaciones de cadetes yprofesores, y con algunos guardiasciviles, los falangistas y los militaresque acudieron a buscar allí refugio con

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sus familias formó un núcleo deresistencia de unos mil trescientoshombres armados, más unos seiscientosfamiliares y rehenes. Madrid distrajo unnúmero elevado de milicianos ysoldados que trataban de capturar elarmamento y la enorme cantidad demunición de la Fábrica de Armas: perola resistencia a los bombardeos aéreos,cañoneos, minas y cerco absoluto nocedió. El 27 de septiembre lo liberaronlas tropas de Varela, que habían perdidoun tiempo precioso en su avance sobreMadrid, por orden de Franco aunque conla oposición de Yagüe. El coronelMoscardó fue convertido en héroe

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viviente, en un moderno Guzmán elBueno —se dijo que se había negado asalvar la vida de su hijo que le ofrecíana cambio de la rendición: las palabrasde la conversación telefónica seconservan escritas en una lápida, aunqueno hay confirmación de que sean exactas—, ascendió rápidamente y, recordandoque era director de la escuela deGimnasia Militar, Franco le nombródelegado nacional de Deportes.

El alto a los sublevados enSomosierra y el asalto y caída delCuartel de la Montaña fueron la primerasalvación de Madrid. La segunda, elretraso de las tropas de Varela y Yagüe

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para liberar el Alcázar y para realizar laoperación de limpieza de Extremadura yde las tierras conquistadas. La tercera,la reacción de Miaja el 7 de noviembre,amparado por el general Rojo y por elcomandante «Modesto», y lamovilización de los sindicatos ypartidos políticos. No hubiese duradomucho esta defensa ante unas tropasdescomunales ayudadas por los dospaíses más fuertes del mundo, pero lasofensivas de Franco se contenían,siempre con pérdidas pequeñas deterreno. Pero ni Miaja y la Junta enMadrid ni el Gobierno en Valenciaestaban tan seguros de esa posibilidad

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hasta que llegó la batalla del Jarama,que duró casi todo el mes de febrero de1937: Orgaz, con cuarenta mil soldadosy la aviación a su servicio, consiguiómuy pocos avances. Ni siquiera supropósito principal, que era el de cortarla comunicación terrestre con Valencia,el istmo que mantenía a Madrid. Lacontraofensiva republicana consiguiópasar el río Jarama. Y esta vez fueronfundamentales las BrigadasInternacionales, de las que quedó unhimno a aquella batalla:

«Jarama Song» («Red River Valley»)

There’s a Valley in Spain called Jarama,

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It’s a place that we all know so well,It is there that we gave of our manhood,And so many of our brave comrades fell.

We are proud of the British Battalion,And the stand for Madrid that they made,For they fought like true sons of the soil.As part of the Fifteenth Brigade.

With the rest of the international column,In the stand for the freedom of SpainWe swore in the valley of JaramaThat fascism never will reign.

Now we’ve left that dark valley of sorrowAnd its memories of regret,So before we continue this reunionLet us stand to our glorious dead.

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La naturaleza y el espíritu de lasBrigadas ha vuelto a ser cuestión en1999 a propósito del hallazgo en losdocumentos del Kremlin hechospúblicos de algunos datos queratificaban que la idea de las Brigadasfue concebida por Stalin (todas las ideaseran de Stalin en ese momento),encargada a la Komintern y por ésta aAndré Marty. Los historiadoresanticomunistas como Antonio Elorza(que fue antes militante del PCE) hantrabajado sobre esos documentos paraconcluir en la condición de comunistas

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de las Brigadas. No era exactamente así.Eran sobre todo militantes antifascistas,muchos de ellos italianos y alemanesexiliados de sus países. Otroshistoriadores han matizado esa idea:

«Las Brigadas Internacionalesencarnaron en la guerra civil lasolidaridad de los pueblos frente a lainsolidaridad de las democracias haciala República española”, dijo ayer MirtaNúñez Díaz-Balart, profesora deHistoria de la Comunicación Social dela Universidad Complutense, en laclausura del curso “El final de la guerracivil: 60 años después”, organizado poresa institución en San Lorenzo de El

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Escorial. “Militarmente, las Brigadastuvieron su importancia, pero sobre todola tuvieron moral. Fueron una respuestaespontánea, aunque la Kominterncomunista puso toda su infraestructura adisposición de los voluntarios, contra laceguera intencionada del Comité de NoIntervención inspirado por Reino Unidoy secundado por Francia: se hablamucho del papel de la URSS en laguerra española, pero es que lasdemocracias occidentales no sólo noapoyaron decididamente al régimenlegal, sino que derivaron, por miedo aHitler y Mussolini, en una equiparaciónjurídica de la República y los militares

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sediciosos”.Según los historiadores, aunque el

total de brigadistas fue de unos 40.000,nunca combatieron simultáneamente másde 20.000. “Hay el mito de que Madridfue defendido por las Brigadas”, diceJavier Cervera, del Centro Superior deEstudios Francisco de Vitoria, “pero lostres primeros días de asedio no habíaningún brigadista en la ciudad y fueronlos madrileños quienes aguantaron”.Para Núñez Díaz-Balart, cuando sedecide retirar definitivamente a lasBrigadas, a fines de 1938, no eran másde 12.600: “Para ellos fue muy dolorosoirse, pero fueron disciplinados. No

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todos eran comunistas, les movía elidealismo. Vinieron de 53 países,principalmente Francia, yestadounidenses, polacos, alemanes…”.La retirada de las Brigadas fue, según lahistoriadora, “la última baza de Negrín,que acababa de ver cómo en Munich lasdemocracias claudicaban ante Alemaniae Italia[49]”».

Un general italiano tuvo entoncesuna gran idea. Era Mario Roarta (con elnombre de guerra de «GeneralMancini»), autor de la toma de Málaga:pretendía que, mientras Orgazcontinuaba su trabajo en el Jarama, sucuerpo de ejército de cuatro divisiones

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motorizadas con 35.000 soldadositalianos, reforzadas por 20.000hombres mandados por Moscardó, selanzaran sobre Madrid. En cuatro díastoda esta inmensidad de tropas seencontró atrapada en un barrizalformado por las primeras lluvias demarzo, que, sin embargo, no evitaron elvuelo de los aviones republicanos.Recuerdo un aviador republicano quevino a casa —un piloto civil que sehabía militarizado— y contaba el horrorque le daba disparar continuamente susametralladoras contra aquella masa deitalianos que trataban de huir a ladesbandada. Un profesional, el teniente

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coronel Jurado, dirigía por tierra lascolumnas del Campesino, Cipria-noMera, Modesto, Líster: y las BrigadasInternacionales, que eran ya importantes.Los republicanos dijeron que las bajasitalianas fueron 6.000, más 600prisioneros y una importante cantidad dematerial capturado y destruido. Lacontención de Orgaz y el desastre deGuadalajara convencieron a Franco deque la toma de Madrid frontalmente eraimposible, y que había que ganar otrasbatallas antes. Y empezó la del Norte.

Madrid quedó así enquistada entre

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las tenazas de las ofensivas detenidas,con una carretera serpenteante hastaValencia, vía Albacete a veces, y unferrocarril con modificaciones en sutrazado (la línea Cuenca-Utiel), pordonde recibía su escaso abastecimiento,mientras la guerra no producía buenasnoticias. Franco tenía ya más de mediaEspaña: y libre toda la frontera dePortugal, su aliado (Carmona, OliveiraSalazar, fueron los prefascistas de estazona de Europa), desde donde le llegabaun abastecimiento ilimitado.

La descomposición de losdefensores de la República era cada díamás evidente, mientras los sediciosos y

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sedicientes «nacionales» mostraban unaunidad férrea. No se perdían lastradicionales caracterologías políticas:la gran derecha en busca de la eficacia yel resultado, la izquierda preocupadapor la ideología y adelantando susdeseos a los fines de cada uno. Franco,que desde septiembre era Generalísimoy jefe de Estado, tenía una mano muydura para los suyos. El 19 de abril de1937 dictó la Unificación y el partidoúnico, que luego perdería el sospechosonombre de partido y se convertiría enMovimiento Nacional. «FalangeEspañola Tradicionalista y de las Juntasde Ofensiva Nacional Sindicalista»

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(FET y de las JONS) era un disparate deideas del viejo carlismo y los modernos«requetés» con el sindicalismo deOnésimo Redondo y el fascismo inscritoen la esencia de Falange. Losmonárquicos estaban desplazados, peroformaron parte del Movimiento a laespera de que Franco realizase unarestauración que no llegó jamás. Losoponentes a esta escenografía quemezclaba camisa azul, boina roja,flechas bajo yugos y aspas de SanAndrés, eran castigados, desterrados o,en algunos casos, condenados a muerte(luego indultados, como Hedilla, que seconsideraba heredero de Primo de

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Rivera).Mientras, la República asistía con

horror a los que se llamaron «sucesos deBarcelona»: las batallas directas entreanarquistas unidos a los trotskistas delPOUM contra los comunistas. CayóLargo Caballero y apareció como jefedel Gobierno el doctor Negrín, que seinstaló en Barcelona momentáneamente.Era un destacado militante socialista,pero creía que sin la fuerza del PartidoComunista, sin la militarización enunidades de combate ejemplares, sin sucapacidad de organización y sin laayuda de la URSS, la guerra estabaperdida. La idea de que

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desprendiéndose de los comunistas lasdemocracias occidentales podríanprestarle ayuda contra Franco no teníasentido. Algunos de los dirigentestrotskistas desaparecieron: fueronasesinados. Los anarquistas obedecieronde mala gana a sus responsables,incluidos en el Gobierno, en el sentidode que la guerra era lo primero.

Madrid recibía con estoicismo y unacierta resignación los cañoneos delenemigo, que nunca cesaron, y las malasnoticias. Franco hizo bien desplazandosu ofensiva: el Norte cayó en sus manos,y acabó el Gobierno vasco, que se fue alexilio. Bilbao, que presumía de un

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«cinturón de hierro», cayó fácilmente. Elingeniero que había construido el«cinturón» se pasó a Franco con losplanos y con los datos de las brechas ytrampas que él mismo había preparado(se llamaba Alejandro Goicoechea y sunombre se recuerda cada día sinsaberlo: fue el inventor, constructor yexplotador del Tren Articulado LigeroGoicoechea Oriol).

La ofensiva había comenzado el 22de marzo de 1937 con una frase delgeneral Mola: «Si la sumisión no esinmediata, arrasaré toda Vizcaya». Nollegó a ver su triunfo: murió al caer elavión con el que inspeccionaba las

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tropas. En esa ofensiva se produjo, el 26de abril, un hecho recordadodefinitivamente en la historia: elbombardeo de Guernica. Hayhistoriadores que suponen que estabafuera de la operación y que era unaacción estudiada y organizada desdeBerlín, con la anuencia de Franco, comoensayo de sus bombardeos.

Algunas noticias eran positivas: latoma de Teruel por los republicanos.Pero mes y medio después se anunciabasu pérdida. El paso del Ebro: pero sevolvió a pasar en el sentido contrario.La finalidad de esas batallas era la deevitar el corte en dos de la España

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republicana; pero en abril de 1938 losfascistas consiguieron llegar alMediterráneo por Lérida, cortando asíValencia de Cataluña. El 26 de abril de1938 fue la última ofensiva en esefrente: tomaron Barcelona, y un granéxodo de cuatrocientas mil personasconsiguió llegar a la frontera de Franciay encontrar la salvación, aunque elexilio había comenzado ya en laofensiva contra el Norte: los barcos deniños hacia Francia, desde Bilbao yGijón.

En Barcelona se celebró el primergran desfile de la victoria. Telegrama deMussolini a Franco: «Os agradezco que

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hayáis consentido a las tropaslegionarias el alto honor de desfilar antevos en Barcelona reconquistada para laEspaña Una, Grande, Libre, que estáisconstruyendo. Os envío con mi profundacordialidad mi saludo, y os confirmoque los legionarios italianos están avuestras órdenes hasta la victoriadefinitiva».

De Franco a Mussolini: «El puebloespañol dirige un saludo conmovido a lanación que la ha ayudado en losmomentos difíciles… La sangre vertidapor vuestros soldados en la tierra deEspaña ha creado lazos indisolublesentre nuestros dos pueblos».

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Serrano Súñer: «La entusiastaacogida que la población ha hecho anuestras tropas no debe ilusionamos. Lapoblación, cuya conducta he podidoexaminar personalmente, está enfermapolítica y moralmente. Barcelona serátratado por nosotros, por consiguiente,al principio, como a un enfermo».

Los Servicios de InformaciónMilitar (SIM) tuvieron noticias de que elcoronel Segismundo Casado habíatomado contacto con los franquistas yaen 1938. Eran informes que habíanllegado a manos de Negrín, a quien le

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pareció demasiado grave que el jefe delEjército del Centro estuviesepreparando una negociación con elenemigo. Durante todo el calendario dederrotas, Madrid no había cesado de serel centro de la política, que habíatomado un cariz especial: los comunistashabían ido tomando los lugaresdecisivos, no sólo en los frentes deguerra sino en los abastecimientos, lapropaganda, la dirección civil de laciudad. Grandes retratos de losdirigentes comunistas y de los héroes dela guerra pintados a mano, a la manerade los cartelones de los cines, ocupabanpuntos estratégicos —como la Puerta de

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Alcalá, protegida también contra lasbombas—: junto a Pasionaria, Lenin yStalin, Marx y Engels. Pero tambiénBenavente, Antonio Machado, FedericoGarcía Lorca… Aún con Barcelona enpoder de la República, los comunistashabían comenzado una política de manotendida hacia los socialistas, que partíasobre todo de las Juventudes SocialistasUnificadas —en realidad, comunistas:de Santiago Carrillo— en busca de unaunidad política. Algunos socialistas eranpartidarios, siempre en la base de quecualquier última defensa de Españatenía que venir de la Unión Soviética:pero otros se negaron enfurecidos.

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Besteiro llegó a decir que el puebloespañol no quería ser fascista nicomunista, pero que en cualquier casoaceptaría lo primero antes que losegundo.

Era un debate que ya se producía enEuropa: el 29 de octubre de 1938acudieron a Munich el británicoChamberlain y el francés Daladier paraentrevistarse con Hitler y Mussolini: lasdemocracias aceptaron la ocupación deChecoslovaquia. El punto de vista de loscomunistas era el de que esta traición nocontendría a los nazis y estallaría laguerra, en la cual las democraciasestarían unidas a la Unión Soviética

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contra Hitler, y que la cuestión españolasería zanjada contra Franco. Pero los nocomunistas creían, por el contrario, queese apaciguamiento debía tener un ecoaquí, y que se podría llegar a un pactocon Franco equivalente, que salvara lasvidas y hasta los empleos de lospactantes. No parece posible ahora queaquellos políticos imaginaran queFranco y sus generales, con una moralabsoluta de victoria y una inmoralidadtambién absoluta en el trato al enemigo,iban a hacer otra cosa que un exterminio.A Franco, el pacto de Munich le parecíaque era el principio del triunfo deHitler, y él era un hombre de Hitler.

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Cuando, al ocupar Barcelona, lasdemocracias europeas reconocieron aFranco, cuando aún la República existíay su bandera ondeaba en Madrid, lainterpretación volvió a ser distinta: unoscreyeron que Franco iba a aprovecharlas circunstancias para una paz queahorrara vidas y destrucciones, y que leentregase Madrid sin combates, mientrasotros consideraban que resistir no erasolamente esperar que estallase laguerra en Europa, que Franco quedasecortado de Alemania y que Franciaayudase a la República, sino salvar susvidas. Entre los partidarios del pactocirculaba la idea de que, al final,

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Mussolini se pondría al lado deInglaterra y Francia frente a Hitler,repitiendo su situación en la PrimeraGuerra Mundial. Una de las personasque han pasado a la historia de estesiglo como un gran estadista, Churchill,creyó hasta el último momento que eraposible la alianza con Italia.

Es posible que la relación deCasado con los franquistas comenzaraantes que el pacto de Munich. Laconstancia de sus contactos oficiales sedata en el 16 de febrero de 1939, condos personajes de la «quinta columna»:Antonio Luna, popular catedrático deDerecho, y el teniente coronel José

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Centaño. Probablemente había otroscontactos entre militares. Miaja salió alpaso de los rumores sobre su elecciónde las negociaciones y tuvo que haceruna declaración: «Soy sólo un soldado:me mandan resistir, y resisto». Hastaque cambió. Pero la Junta de Defensa yano existía: el Gobierno había vuelto aMadrid. ¿El Gobierno? Su jefe, Negrín:huido a Francia al ocuparse Cataluña,volvió a la capital decidido a resistir.

(Segismundo Casado López,1893-1968. Comandante, diplomadode Estado Mayor, jefe de la guardia

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presidencial de Azaña cuandoestalló la guerra civil. LargoCaballero le nombró en 1938 jefedel Ejército del Centro, ascendido acoronel. Se opuso abiertamente a laresistencia ordenada por Negrín;desobedeció al jefe del Gobierno ynombró un Consejo Nacional deDefensa con algunas figuras de loque había sido la Junta de Defensa—Besteiro, Wenceslao Carrillo,Miaja— para pactar las mejorescondiciones posibles de rendición.No consiguió nada: tuvo que huir,como los demás: pasó más de veinteaños en el exilio hasta que Franco le

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permitió regresar a España en 1961sin ningún cargo penal. Él creyó aúnque podría volver al Ejército, que severían su grado y su antigüedadreconocidos y que se le daría lapensión a que tendría derecho por suedad. Tampoco esta vez fueescuchado. Murió en Madrid a lossetenta y cinco años. Su retrato se hafijado por su enfrentamiento directocon Negrín, ante cuya autoridad desublevó, y por los dos meses de1939 en que negoció con Franco yentregó Madrid: un traidor. Hayhistoriadores que creen que lasituación era tal que él y sus

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conjurados sólo intentaron salvarvidas cuando la derrota militar erainevitable).

Mientras se establecían contactos yse redactaban puntos para la entrega ysupuestos acuerdos para la paz, Francolegislaba ya las represiones. Estabanpreparadas para Madrid y se habíanaplicado ya en la España conquistada o,en su lenguaje, liberada. Llegaban susjurídicos militares inmediatamentedespués de las tropas. Y de losfalangistas y algunos oficiales osoldados que tenían algo que vengar y

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asesinaban directamente. Pero losjurídicos tenían a su disposición la Leyde Responsabilidad Política, publicadaen el Diario oficial editado en Burgos el28 de febrero, un mes antes de la entradaen Madrid. Nótese que es independientede las leyes penales, que se aplican conarreglo al Código de Justicia Militarpara los casos de rebelión.

En el preámbulo se dice:«Ante la próxima y total liberación

de España, el Gobierno, consciente delos deberes que le incumben respecto ala reconstrucción espiritual y materialde la Patria, considera llegado elmomento de dictar la Ley de

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Responsabilidad Política contraaquellos que por acción u omisión gravehayan fomentado la subversión roja o lahayan mantenido viva durante más dedos años o hayan entorpecido el triunfoprovidencial e histórico del actualMovimiento Nacional.

Los castigos y reparacionesalcanzarán dimensiones propias dentrodel hondo sentir de la RevoluciónNacional, que no quiere llevar lamiseria a los hogares y por elloestablece la Ley algunas atenuantes,armonizando los intereses sagrados dela Patria sin quebrar la vida económicade los particulares.

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Las sanciones económicas se regulancon moderación, de la que son ejemplolos preceptos encaminados a no coartarla actividad a quienes la basan ennegocios moderados, y estableceaquellos casos en que se debe preverpeligros de posible actuación futura delos inculpados, que podrán iracompañadas de otras de distintocarácter, como, por ejemplo,inhabilitación para ejercer determinadoscargos y alejamiento de los lugares deresidencia anterior, llegándose enciertos casos de gravedad significada ala pérdida de nacionalidad de los que nomerecen seguir siendo españoles.

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La actuación u omisión a que dalugar la exigencia de responsabilidadpolítica, se enumera con amplitud paraque resulten comprendidos todos losactos merecedores de castigo,ajustándose a distintos grados deresponsabilidad, que serán tan gravescomo compleja sea la actuación uomisión a juzgar.

Los Tribunales encargados deestablecer las sanciones se constituiránpor representaciones del Ejército, laMagistratura y de Falange EspañolaTradicionalista y de las JONS, quedarán a su actuación el tono que inspirael Movimiento. Para conseguir el

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funcionamiento perfecto de todos losTribunales y organismos a que seaencomendada la aplicación de la Ley, secreará un Tribunal Superior y unorganismo adecuado anejo que, bajo unasola dirección, de acuerdo con elGobierno, impondrá la unidad necesariapara conseguir los resultados cívicos yeconómicos que se pretenden.

La resolución de reclamaciones deterceros se regula con normas sencillas,aunando la conveniencia de obtenerresoluciones rápidas con la necesidadde respetar el derecho de defensa delinteresado y el de las personas noresponsables. Son elevados propósitos

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en que se inspira la Ley, maduramentereflexionada, puesto que el Gobierno, alredactarla, ve en su aplicación uno delos más grandes cimientos de lareconstrucción de España.

En el articulado se declara que laresponsabilidad política alcanza a laspersonas, tanto jurídicas como físicas,que desde 1 de octubre de 1934 y antesdel 18 de julio de 1936 contribuyeron aagravar la subversión de todo orden deque se hizo víctima a España y deaquellas otras que, a partir de la segundafecha, se opusieron o se opongan alMovimiento Nacional con actosconcretos o pasivos, quedando fuera de

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la Ley los partidos políticos yagrupaciones políticas y sociales queconvocaron las elecciones de 16 defebrero de 1936 o integren el FrentePopular, así como los partidos yagrupaciones aliados y adheridos y lasorganizaciones separatistas y todasaquellas que se hayan opuesto al triunfodel Movimiento Nacional.

Los partidos políticos comprendidosen este artículo son: AcciónRepublicana, Izquierda Republicana,Unión Republicana, Partido Federal,CNT, UGT, Partidos Socialista,Comunista, Sindicalista de Pestaña, FAI,Partido Nacionalista Vasco, Acción

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Nacionalista Vasca, Solidaridad deObreros Vascos, Esquerra, PartidoGalleguista, POUM, AteneosLibertarios, Socorro Rojo Internacional,Partido Socialista Unificado deCataluña, Unión de Acción RepublicanaCatalana, Partido CatalanistaRepublicano, Unión DemocráticaCatalana, Estat Catalá, todas las logiasmasónicas y cualesquiera otrasentidades o agrupaciones filiales oanálogas a las indicadas. Estos partidosy organizaciones quedan fuera de la ley,sufriendo la pérdida absoluta de losderechos de todas clases y de susbienes, que pasan a propiedad del

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Estado, quedando confirmadas lasincautaciones hechas en aplicación delartículo segundo del Decreto 108.

Quedan incursas en responsabilidadpolítica y sujetas a sanción las personascomprendidas en los siguientes casos:

Haber sido o ser condenadas por lajurisdicción militar por delitos derebelión, adhesión, auxilio, inducción yexcitación a la misma o por traición envirtud de causa criminal seguida conmotivo del Movimiento Nacional.

Haber desempeñado cargo directivoen partido o agrupación o haberostentado representación encorporaciones públicas o privadas.

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Haber figurado inscrito antes del 18de julio y seguir perteneciendo, conexcepción de los simples afiliados, a lasorganizaciones sindicales.

Haber desempeñado cargos omisiones de carácter políticoadministrativo de la confianza delGobierno del Frente Popular cuando elnombramiento se deba a conocimientosespeciales y fuera su afiliación políticacontraria al Frente Popular.

También se hallan comprendidos losque hubieren desempeñado cargos conel Frente Popular en la AdministraciónCentral.

Haberse significado públicamente en

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favor del Frente Popular o de lospartidos citados o haber contribuido consu ayuda económica a los mismos, demanera voluntaria y libre, aunque nodesempeñaran cargos ni estuviesenafiliados.

Haber provocado las elecciones dediputados de 1936, formando parte delGobierno o desempeñando cargos delmismo, o haber sido candidato,apoderado o interventor del FrentePopular o compromisario de talespartidos en la elección de Presidente dela República de 1936.

Los diputados que en 1936,traicionando a sus electores, hayan

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contribuido por acción o abstención a laimplantación del Frente Popular, comoasimismo los pertenecientes a lamasonería, excepto los que se dieron debaja antes del 18 de julio de 1936 ofueron exceptuados de ella por haberactuado contra los fines de la masonería.

Haber intervenido desde el 18 dejulio, salvo los casos de justificaciónmuy calificada, en Tribunales uorganismos encargados de juzgar a laspersonas por el solo hecho de seradictas al Movimiento, o denunciar ointervenir en incautaciones de bienes.

Haber excitado o inducido a realizarhechos punibles, personalmente.

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Haberse opuesto al Movimiento.Haber permanecido en el extranjero

desde el 18 de julio sin reintegrarse a laPatria en el plazo máximo de dos meses,salvo aquellos que tuvieran residenciaen el extranjero o desempeñaran unamisión encomendada por las autoridadesnacionales; los imposibilitados físicospara hacerlo o aquellos en los quehubiera una causa extraordinaria que lojustifique.

Haber salido de la zona roja sinentrar en España en el plazo máximo dedos meses, salvo en los casosespecificados anteriormente.

Haber cambiado de nacionalidad o

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haberla autorizado a los sometidos a supotestad de no haberlo hecho para evitarpersecuciones, pidiendo seguidamente lanacionalidad española.

Haber aceptado misiones en elextranjero, excepto para conseguir laevasión.

Haber adoptado en el cargo depresidente, consejero o gerente deSociedades o Compañías, de maneravoluntaria y libre, acuerdos de ayudaeconómica al Frente Popular a lospartidos, incluyendo en ellos lapropaganda, elecciones, etc.

Están exceptuados los menores decatorce años y los que hayan prestado

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servicios al Movimiento Nacional. Losque hayan obtenido en su defensa laLaureada o Medalla Militarindividuales. Los heridos gravesincorporados voluntariamente alEjército desde los primeros momentos oseis meses antes de la llamada de sureemplazo. Los que tengan el título deCaballeros Mutilados absolutos.

Los que hayan hecho arrepentimientopúblico antes del 18 de julio de 1936,seguido de adhesión y colaboración alMovimiento, aparecerán beneficiados deeximentes o atenuantes a juicio de losTribunales.

Se forman tres grupos de restricción

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de actividades, que comprenden:inhabilitación absoluta y especial ylimitación de libertad de residencia, quecomprenderá: extrañamiento, relegación,confinamiento y destierro. Las sancioneseconómicas, pérdida total de bienes,pago de cantidades fijas o de bienesdeterminados y en casosexcepcionalmente graves la pérdida dela nacionalidad española[50]».

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Capítulo XIIILos entreguistas

No conseguíamos identificar losdisparos en casa. Teníamos años deexperiencia, reconocíamos desde laspistolitas de señorita hasta los distintosfusiles, y desde luego los calibres de losobuses. Y las siluetas de los avionesdesde que aparecían en el cielo exentofrente a los balcones. El frente de guerraestaba a un par de kilómetros, algunabala perdida se estrellaba de cuando encuando en la fachada, o atravesaba loscristales y la puerta del armario y

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aparecía en el bolsillo del chaleco de untraje. Pero estos disparos fuertes,opacos, con eco, con voz de bajo:insistentes, de combate abierto, nosabíamos qué eran. Bajamos a la calle yel portero estaba cerrando las gruesaspuertas de madera del portal: todavíaexisten, son las mismas.

—Están combatiendo debajo denosotros, en el túnel del metro. EnQuevedo están los casadistas, en SanBernardo los de Negrín.

Eran las dos estaciones máspróximas en Madrid. En las nochesserenas aún se oye en la proximidad elsilbido que señala el cierre de las

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puertas automáticas, por el tragaluz. Porel que se oía el sonido del combate: laguerra dentro de la guerra.

Cuando Juan Negrín regresó aMadrid, después de haber tocadoFrancia al huir de Barcelona, quisotomar el mando absoluto de la situación.Al anunciar que el Gobierno volvía aMadrid casi anunciaba que volvía élsolo, y que el jefe del Gobierno era loúltimo que quedaba de la República.Ordenó una movilización general: desdelos diecisiete a los cincuenta y cincoaños, todo varón quedaba incluido en elEjército. Pero muchos se escondían, ohuían: no se trataba ya de un problema

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de deslealtad, sino de que veían el finalde la guerra. Nadie quería ser el últimomuerto: ni el último que matara. Lo peorera el abandonismo, la cesión de losmilitares y de los políticos. Decíanabiertamente que la guerra estabaperdida ya, y que la República noexistía: el presidente de la República,Manuel Azaña, había pedido asilopolítico en Francia y había renunciado ala Presidencia. Las Cortes se habíandisuelto y los ministros estaban endesbandada. Lo que significaba para lasúltimas autoridades de Madrid que JuanNegrín no era absolutamente nadie.

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(Juan Negrín López, 1892-1956. Estudió la carrera deMedicina en Alemania y laconvalidó en la Universidad deMadrid, donde llegó a sercatedrático de Fisiología. Adquiriófama de gran fisiólogo y de hombrede gran cultura. A pesar de lariqueza heredada y ganada en sucarrera, ingresó en el PartidoSocialista, y dentro de las distintascorrientes de éste tomó partido porla de Prieto: fue elegido diputado en1931 y continuó en las legislaturassiguientes. Se resistió a ser ministrode Hacienda en el primer Gobierno

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de Largo Caballero en la guerracivil, pero aceptó por disciplina departido: fue él quien tomó ladecisión de enviar las reservas deoro del Banco de España a la UniónSoviética, y de sacar de España loscuadros del Museo del Prado quesalvaron los milicianos del QuintoRegimiento y Rafael Alberti enpleno bombardeo. Fue prontoconocido por sus campañas encontra de las detenciones y losfusilamientos, y por sus visitasrepentinas a las cárceles cuandotenía sospecha de que iban a matargente. Fue él quien comprendió

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pronto que la guerra no podía serganada y lanzó el 1 de mayo de 1938un plan en trece puntos para llegar aun armisticio; los redujo en febrerode 1939 a las simples condicionesde que salieran las tropasextranjeras y que no hubierarepresalias. Sin embargo, se negó ala rendición incondicional. En elexilio siguió siendo jefe delGobierno hasta 1945. Su condiciónde fisiólogo excepcional le fuereconocida en Londres, donde siguióejerciendo. Cuando murió, en París,tenía sesenta y cuatro años).

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Prácticamente, Negrín tenía a sulado sólo a los comunistas, convencidostodos de la misma idea de que la guerramundial era cuestión de poco tiempo:efectivamente, comenzó el 1 deseptiembre de 1939, seis meses despuésde la caída de Madrid. Naturalmente sepuede especular con la idea de queHitler no habría lanzado la guerra si laRepública Española hubiera seguidoresistiendo, pero este tipo de juegos notienen ningún sentido real. El hecho esque algunas personas creían que laresistencia podría salvar la República ylas vidas de los republicanos, y otrasentendían que aún se podía llegar a un

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pacto con Franco.La primera desobediencia clara a

Negrín se produjo en la ciudad deCartagena, donde los socialistas selanzaron abiertamente contra loscomunistas, y los falangistasaprovecharon la situación para alzarse,y los marinos franquistas intentarondesembarcar, pero fueron repelidos y seles hundió un navío. La de Madrid fue,naturalmente, más grave. Negrín habíaestablecido su cuartel general en la«Posición Yuste», en Elda, y mantenía elaeropuerto militar de Los Llanos: unaposición importante para las últimashuidas. Los jefes militares iban y venían

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continuamente, pero la impresión quellevaban al jefe del Gobierno era la dela derrota. Cuando Negrín mandó llamaral coronel Casado (le ascendió ageneral, pero éste rechazó el cargo,manteniéndose siempre en la idea de quela República no existía), éste se negó.«Tiene usted que obedecer esta orden»,dijo Negrín. «No, me he sublevado»,dijo Casado.

Esa sublevación cuajó en un Consejode Defensa Nacional que nombróCasado con los restos de la Junta —quehabía quedado automáticamente disueltaal llegar el Gobierno, o sea Negrín, aMadrid—, del que formaban parte, ya

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como sublevados, el general Miaja,Cipriano Mera, Julián Besteiro. Sumisión era la de mantener la defensa dela ciudad y de lo que quedaba de la zonarepublicana, hasta el Mediterráneo,camino de evacuación, mientras senegociaba con Franco una rendiciónbajo ciertas condiciones. Pero tuvieronuna prioridad: defenderse de loscomunistas, sublevados contra lossublevados o, si se quiere, legalistas. Enprincipio, su Consejo de Defensa estabacercado por los comunistas: lossoldados de Casado se enfrentaron conellos allí y en otros edificios y calles deMadrid y, según Tusell, hubo más

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muertos que en el primer asalto deFranco a Madrid en noviembre de1936[51]. Hubo hasta consejos de guerraordenados por Casado, fusilamientos yencarcelamientos. Cuando iban a entrarlas tropas de Franco muchos de loscomunistas encarcelados fueron puestosen libertad para que pudieran huir,menos dos mil que se quedaron en unacárcel improvisada: Franco les fusilóallí mismo.

Desde las radios, las gentes delConsejo de Defensa aseguraban alpueblo que estaban imponiendocondiciones a Franco, y que loscomunistas eran los culpables de los

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últimos muertos, y al mismo tiempo sedirigían a los que ya no eran facciosos,sino verdaderos gobernantes de Españauna vez reconocidos por Francia y GranBretaña. Julián Besteiro decía que laguerra no había tenido nunca sentido,sino que los españoles «nos estamosasesinando de una manera estúpida porunos motivos todavía más estúpidos ycriminales» y que la guerra se habíaproducido únicamente «por habernosdejado arrastrar a la línea bolchevique,que es la mayor aberración política quehan conocido los siglos».

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(Julián Besteiro Fernández,1870-1940. Catedrático de Lógica.Presidente del PSOE. Presidente delas Cortes Constituyentes. En los dosaños de estancia en Alemania,becado por la Junta de Ampliaciónde Estudios de la Institución Librede Enseñanza, tomó contacto con elmarxismo en su formasocialdemócrata. Ingresó en elPSOE en 1912, y tuvo el afecto dePablo Iglesias. Condenado aperpetuidad en 1917 por haberorganizado una gran huelga general,

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pero puesto en libertad al serelegido diputado en 1918. El partidose dividió en dos tendencias sobre eltema de la adhesión a la IIIInternacional: cuando murió PabloIglesias, Besteiro fue el presidentede las dos tendencias y de la UGT:dimitió al emerger las figuras deLargo Caballero y Prieto, y cuandole fue propuesto formar parte delGobierno provisional de laRepública que habría de tomar elpoder en 1931. Volvió a presidir laUGT en la República, y fue diputadoa Cortes con el Frente Popular.Nunca quiso salir de Madrid, ni para

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seguir al Gobierno a Valencia, niaceptó el cargo de embajador en laArgentina. Su ardiente toma deposición en favor de la paznegociada le obligó a quedarse enMadrid, mientras sus compañerosdel Consejo huían, confiado en queFranco cumpliría su promesa de notocar a quienes no tuvieran lasmanos manchadas de sangre. Lassuyas estaban perfectamente limpias.Fue detenido inmediatamente deentrar Franco en Madrid, y juzgadopocos días después. Le condenaron atreinta años de prisión, y letrasladaron a cumplirlos a la cárcel

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de Carmona. Murió en la celda. Oícontar entonces que desde que entróen la celda Julián Besteiro sólohabló en alemán, y en ese idiomafueron sus últimas palabras: noquiso volver a pensar en español).

Franco no respondía a ninguna de lasofertas. Se le atribuye una frase: «Dejadque los rojos se cuezan solos». Solos secocían. Por dos veces una delegacióndel Consejo de Defensa fue al CuartelGeneral de Franco con sus condiciones:lo único que se les respondió era que seexigía una rendición incondicional.

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Insistieron Jos negociadores ante lasfiguras de segundo orden que lesrecibían en el aeropuerto de Burgos sindejarles salir de él en su exigencia deque no hubiera represalias: se lesrespondió que no se aceptaba ningunacondición, pero que confiasen en lamagnanimidad del Caudillo y en supromesa de que sería respetado todoaquel que no tuviera las manosmanchadas de sangre. Les pareciósuficiente. En la última entrevista les fuedado un documento elaborado porFranco: la forma y los plazos en quedebía hacerse la entrega del territorio,de la aviación y de la flota. El Consejo

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de Defensa entendió que era imposible,por falta de tiempo: y la respuesta fueque Franco había decidido atacar y quesólo aceptaría bandera blanca. Los quepudieron, huyeron.

—Ya están aquí —dijo mi madre aldespertarme.

No quería que la catástrofe, la quefuera, lo que pudiera ocurrir a partir deese momento, me encontrase dormido.También despertó a mi padre. Habíapasado la última noche de trabajo de suvida en un periódico, que aún salióaquella mañana con las últimas noticias.

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Por la tarde salieron ya los periódicosfranquistas en los localesinmediatamente incautados. Me vestíurgentemente, me pegué al balcón: luegobajé a la calle a ver el gran espectáculo.

El coronel Prada hizo la entrega dela ciudad a la hora prevista por elcoronel Casado, que había huido ya deEspaña. Pero las tropas de Francoaguardaron aún una hora. No se hasabido nunca por qué, o no lo he sabidoyo. Se dijo que era un pacto secreto conlos generales del Consejo para quepudieran huir: no dejaron de hacerlo.También que estaban esperando señalesdesde dentro de la ciudad: corrieron

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rumores de que se habían cavado túnelesdonde había cargas de dinamita para unaúltima venganza. No los había. Es algoque he oído repetir en otras ciudadescercadas y abandonadas, pero que no hasucedido. Tenía razón Azaña cuandodecía que lo que pasó en Numancia fueque no había aviones: aquí sí, yentregaron la ciudad: y huyeron.

Lo que llamamos la caída de Madridse debería llamar, por lo tanto,«entrega», pero Franco no aceptó nuncauna rendición que le hubiera restadoméritos: fue una toma: «las tropasespañolas han liberado la capital de labarbarie roja, recogiendo los frutos de

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las victorias anteriores y de las roturasque, a partir del 25, se van produciendoen todos los sectores de los frentes. Elnúmero de prisioneros en el sector delCentro pasa de 40.000[52]». Pobrespersonajes los que tenían, o tomaron, laúltima decisión de acabar, terminar deuna vez; y confiar. Alguien dijo: «¡Haestallado la paz!»; alguien dijo: «La pazempieza nunca»; y alguien dice, todavía,refiriéndose a aquel momento: «No hallegado la paz, sino la victoria».

Ya estaban aquí. Salían a la callepálidos curas escondidos con enormescrucifijos, bendiciendo a los queentraban, moros y cristianos; y gentes

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que se arrodillaban ante ellos, y que sedesmayaban a la vista de las primerasbanderas rojas y gualdas. Moros quechillaban, legionarios que cantaban,monjas que rezaban. En los camiones deAuxilio Social las muchachas deMercedes Sanz Bachiller, viuda deOnésimo Redondo, repartían raciones decomida a todos: competían con las de laSección Femenina de Falange. Veníanaltavoces con himnos y proclamas, ydiscos con la voz de Franco. Habíagentes que corrían despavoridasperseguidas por otros y había guardiasciviles que ya llevaban gente esposada.Había los que no podían contener la

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congoja y el llanto. En las casas muchosquemaban libros, banderas, carnés:otros los escondían, con algunaesperanza. Mi carnet de la CNT y el dela FUE, y la insignia triangular que llevése enterraron en un tiesto. No sedesenterraron jamás. La Repúblicamoría aquel día, y no volvería nunca.

Sobre Madrid cayó el alud. Losnuevos dueños de Madrid venían autilizar la ciudad: a derribar sus viejascasas, a imponer otra forma de cultura yde civilización, a especular con susterrenos, sus transportes, sussuministros; los que se instalaban notraían ya aquella antigua necesidad de

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imitación o de asimilación de los quellegaban antes, porque no aceptaronnunca la esencia de Madrid. Era unaciudad enemiga que se ocupaba.

Alguno de los vencedores —Giménez Caballero— llegó a proponerque se castigase a Madrid privándola desu carácter de capital. Ojalá hubiesesido así: Madrid se hubiera salvado.Porque lo peor de esta aventura fue queterminó para siempre la dialéctica entrevilla y corte: fue de una vez la capitalcentral centralista de un Estado que nosolamente era unitario por vocaciónpatriótica o españolista, sino porqueimponía un estilo de vida, una manera de

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ser y una cultura; y lo imponía desdeMadrid y con todos los resortescentrados en Madrid. De esta forma elnombre de la ciudad se convirtió en unsinónimo del franquismo; y el nombre deMadrid empezó a ser considerado desdelo que se llamaba la periferia como elcentro de la prohibición, de laimposición, de la dictadura. Se hahablado de «la bota de Madrid» sindistinguir que la bota llegó a Madrid yaplastó Madrid en primer lugar; ennombre de otros valores que no eran lossuyos.

La destruyó para siempre. Ahoracada ciudad, cada región, cada

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provincia o cada nacionalidad, como sequieran llamar, pueden emerger de ladictadura superpuesta, recuperar sushablas no perdidas, pero restringidas omaltratadas; rehacer su cultura, supersonalidad. Se va viendo que ladictadura no penetró profundamente enesas esencias; que sus resistenciasinteriorizadas, largas y dolorosas,pudieron ser mucho más eficaces porquepudieron conservarse. A Madrid no lequeda ya ese recurso. Ni siquiera el dela comprensión. Madrid se pierde.Quedan ciertos islotes, como quedan lasreservas de los pieles rojas en elterritorio de los Estados Unidos; quedan

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ciertos intentos de recuperación. Peroprobablemente es demasiado tarde.

Entregaron Madrid, y entregaron laRepública. Una forma de vivir, depensar, de ser: una cultura propia, unpaís mental entero. Esperaban la paz, elfinal del desastre, y hasta lareconciliación. Franco mandó poner enlos encabezamientos de las cartas y enlos documentos oficiales y, en fin, entodo lo que tuviera que ir fechado, lamención «I Año Triunfal»; o II o III… Ycuando entró en Madrid hizo poner«Año de la Victoria». No se le ocurrióponer «Año de la paz». Al contrario, lapaz era algo de lo que había que

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desconfiar. Al final de cada boletíninformativo de Radio Nacional (aún haypersonas que le siguen llamando «elparte», porque contuvo el parte oficialde guerra del Cuartel General) serepetía una y otra vez: «La paz no es unreposo cómodo y cobarde frente alenemigo…». ¿Qué enemigo? Se hablabadel exterior y el del interior: había, enefecto, una resistencia, una organizaciónque, como la de la quinta columna,empezó formando grupos autónomos quese iban unificando: esperaban algo. Osimplemente era su manera de respondera la muerte a la que estaban condenadospor la victoria.

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Los consejos de guerra castigaronMadrid durante muchos años. Algunosseñalan que las ejecuciones dictadas porellos acabaron en 1945, seis añosdespués de la Victoria; pero solamentedescendieron, y aún hubo penas demuerte ejecutadas hasta 1948. La fechade 1945 es la de la derrota definitiva deAlemania, y el final del nazismo, cuandolos franquistas tenían necesidad decongraciarse con los demócratas, y aúnalgunos temían que la guerra antifascistacontinuase contra Franco. Un consejo deguerra característico es el que relataEduardo de Guzmán, en el que fuecondenado a muerte junto con el poeta

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histórico Miguel Hernández y otraspersonas acusadas de distintos delitos.

«Ocupamos dos largos banquilloscolocados ante el estrado. Tras denosotros, los guardias ocupan otro, sinsoltar los fusiles, vigilando nuestrosmenores movimientos. Aunque no nospermiten volvernos oímos entrar aquienes acuden a presenciar el acto. Porsu escaso ruido no deben ser muchos.

Por orden de los guardias nosponemos en pie cuando por una puertadel fondo entran uniformados loscomponentes del tribunal y se sitúan trasuna larga mesa. También hacen lomismo el fiscal y el defensor, que dejan

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sobre sus mesitas respectivas montonesde papeles. Toma asiento el presidente,le imitan los vocales y hacen lo mismofiscal y defensor. Son las once de lamañana del jueves 18 de enero de 1940cuando, reunido el Consejo de GuerraPermanente número 5 de la plaza deMadrid, da comienzo el juicio en que sedeciden nuestras vidas.

Con la lectura del apuntamiento dacomienzo el Consejo. El relator lee conrapidez, con el gesto de quien realizauna labor mecánica, aburrida y pesada.Ni levanta la voz ni da la debidaentonación a las palabras. Aun estandotan cerca del estrado perdemos frases y

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aun párrafos enteros. Lo que lee noparece interesar a los miembros deltribunal, que escuchan con gesto ausentey distraído, enfrascados en pensamientosque ninguna relación guardan con lo quese ventila en la sala. Tampoco el fiscal yel defensor le prestan demasiadaatención. Uno y otro repasan los papelesque tienen sobre la mesa y de vez encuando tachan o corrigen algo de lo queserán sus informes.

La lectura se prolonga veinteminutos largos. Es una relación denombres, casi totalmente desconocidospara mí, seguidos de una serie de gravesimputaciones. A unos les acusan de

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formar parte del comité del pueblo; aotros de haberse incautado de unastierras o de una empresa; a la mitad dehaber pertenecido como voluntarios alEjército Popular; a unos cuantos departicipar en el asalto de los cuarteles, oincendiar iglesias, o de hacer guardia enlas checas. Miguel Hernández y yofigurábamos en último lugar, lo que eneste trance y circunstancias no significaprecisamente un honor.

Miguel está sentado en el primerbanquillo; yo en el segundo pegadomaterialmente al ocupado por losguardias. Los cargos contra los dosguardan ciertas semejanzas. A

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Hernández le culpan de haber sidocomisario y pertenecer al PartidoComunista, intervenir en mítines yconferencias y realizar una intensa yconstante propaganda contra las fuerzasnacionales. A mí de ser militante de laConfederación Nacional del Trabajo,haber sido redactor jefe del periódicoizquierdista La Tierra y director deCastilla Libre, en cuyas columnas serealiza una campaña alentando a unaresistencia criminal cuando la guerraestá perdida, pretendiendo convertir envictorias las derrotas rojas, siendoresponsable moral de toda clase detropelías y desmanes. Cuando termina el

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relator uno de los miembros del tribunalanuncia que va a comenzar elinterrogatorio de los procesados; pero elsupuesto interrogatorio no pasa de seruna simple formalidad. Ya antes denombrar al primero advierten que nopodemos hacer otra cosa que contestarsí o no a lo que nos pregunten sin hablarde nada que no se relacionedirectamente con las preguntas; añadenque todo lo que pudiéramos alegar ennuestro descargo figura ya en lasdeclaraciones prestadas durante lainstrucción del sumario y no tenemospor qué repetirlo.

El interrogatorio de los procesados

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se desarrolla con velocidad vertiginosa.A medida que van nombrándonostenemos que ponernos en pie, sinaccionar con las manos, que debenpermanecer como los brazos pegados alcuerpo. Con nadie pierden el tiempo y aninguno le consienten más que contestarcon monosílabos a unas preguntas detrámite. Es inútil que algunos quieranmatizar o explicar sus respuestas.Apenas pronunciadas dos palabras, lecortan imperativos:

—¡Siéntese!…No queda más remedio que sentarse

porque de no hacerlo en el acto losguardias obligan a cumplir la orden.

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Concluidos los interrogatorios se iniciaun pequeño descanso al objeto de quetanto el fiscal como el defensorconsulten sus notas y preparen lasconclusiones definitivas. Los miembrosdel tribunal se levantan y abandonan lasala. A nosotros también nos gustaríalevantarnos, pero lo guardias advierten:

—¡Quietos, sentados, sin moversenadie, hablar ni hacer señas! …

Ni siquiera podemos volver lacabeza para tratar de descubrir si entreel público asistente al acto están algunosfamiliares. Uno de los presos sentado ami lado pregunta en voz baja y en tonorespetuoso a los guardias cuándo

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comparecen los testigos.—Aquí no tienen por qué venir; ya

han declarado ante el juez.La pausa se prolonga media hora. Al

cabo los miembros del tribunal regresana sus puestos y se reanuda el Consejo.

—Tiene la palabra el señor fiscal.El fiscal empieza a hablar y lo hace

durante veinte minutos en tono duro,agresivo, hiriente. Las palabras chusma,horda, criminales, salvajes y asesinos serepiten una y otra vez con machaconainsistencia. En su informe abundan máslos adjetivos que los sustantivos. Nosllama canallas, chacales, ignorantes,analfabetos, cobardes, resentidos e

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infrahombres. Pero acaso más ofensivoque los vocablos sea el aire deabrumadora superioridad propia y deabsoluto desprecio hacia nosotros conque se pronuncian.

Su apasionada disertación tiene dospartes perfectamente diferenciadas. Enla primera, que dura seis o sieteminutos, acusa a veintitantos de losprocesados de todas las barbaridadeshabidas y por haber, atribuyéndolas alos malos instintos y a la crasa inculturade sus autores, cuya incapacidad paradistinguir el bien del mal les convierteen una peligrosa amenaza para lasociedad. En la segunda, que dura

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justamente el doble, echa sobre loshombros de los restantes —Miguel y yo— todas las culpas de los demássumadas a las nuestras propias.

Según el fiscal nuestra máximaculpabilidad estriba precisamente en noser analfabetos, incultos, ni ignorantes;en la capacidad de comprender dóndeestá el bien e inclinarnos resueltamentepor el mal; en haber permanecido enzona roja durante la guerra, escribiendoen defensa de una causa maldita,excitando con nuestra propaganda laresistencia contra las armas nacionales.Y al final, cuando se derrumba eledificio que nuestras mentiras

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contribuyeron a levantar, intentandoeludir la acción de la justicia, yomarchando a Alicante para tomar unbarco; Miguel buscando refugio enPortugal, en cuya frontera es rechazado,y acogiéndose más tarde a una embajadaextranjera.

Cuando se cansa, al fin, de acumularculpas sobre nuestras cabezas, cambiade tono y con frialdad impresionanteempieza a calificar los hechos ysolicitar condenas. Todos losprocesados estamos incursos en delitosde auxilio y adhesión a la rebelión. Paralos primeros —tres o cuatro— pidepenas de doce años y un día a veinte

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años de reclusión. Para los segundosveinte años y un día, reclusión perpetuao muerte. No es fácil llevar la cuenta delas distintas penas solicitadas dadonuestro estado de ánimo; creo, encualquier caso, que las peticiones deúltima se elevan a diecisiete; entre ellasestán, naturalmente, las solicitadas paraMiguel Hernández y para mí.

Puede informar el señor defensor.El defensor —al que no hemos

nombrado ninguno, con el que no hemoscambiado una sola palabra, cuyo nombreignoramos en este preciso instante— esun hombre joven, ponderado y serenoque hace con absoluta buena fe e

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indudable voluntad todo lo que puede enfavor de los procesados. Como mástarde dirá a los familiares de algunos,recibe los veintinueve expedientes latarde anterior y no ha podido leerlos.Sin tiempo material para estudiar cadacaso, teniendo que informar sobre lamarcha con todas las limitaciones queimponen los consejos de guerrasumarísimos de urgencia, su labortropieza con enormes dificultades. Enrealidad, apenas puede hacer otra cosaque contestar al fiscal con sus propiosargumentos.

Admite que, como ha dicho el fiscal,una parte de los inculpados sean

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ignorantes e incultos incluso deenfermiza morbosidad. Pero entiendeque nada de eso puede ser consideradocomo agravante, sino como eximente; enel peor de los casos, como atenuante. Elanalfabetismo pocas veces es culpa dequienes lo padecen, sino del ambientefamiliar y en último término de lasociedad. En cuanto a los enfermos,todavía existen razones más sólidas parareducir al mínimo el castigo.

Considera que Miguel Hernández esun buen poeta; de temperamentoardoroso y exaltado, pero excelentepersona. Contra él no hay más que susversos políticos, su labor en el

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comisariado y su adscripción alcomunismo marxista; pero nadie leimputa una acción deshonesta osanguinaria. En cuanto a mí, estima queme he limitado a cumplir lo queconsideraba mi deber, dada lasignificación política que tenía conanterioridad a la guerra, y que porgrande que fuese mi responsabilidad,empezaba y concluía con mi laborperiodística.

Respecto a las sentencias, eldefensor solicita que sean rebajadas enun grado las penas pedidas por el fiscal.Los acusados de adhesión debemos sercondenados, de acuerdo con lo señalado

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en el párrafo segundo del artículo 238del Código de Justicia Militar, a cadenaperpetua.

Finaliza el Consejo con lasalegaciones de los procesados. Enrealidad esta última parte del Consejoes puramente nominal y teórica, porquea ninguno le dejan hablar arriba de dosminutos. Hay un poco de desconciertocuando uno de los inculpados preguntapor qué le han condenado a muertecuando ni el relator ni el fiscal le hannombrado para nada, excepto ese últimoal solicitar las condenas. Le contestancon aspereza que todavía no le hancondenado a nada porque todavía no se

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ha dictado sentencia. Y en cuanto a losmotivos de la petición fiscal, han sidoexpuestos con absoluta nitidez.

—Si estaba usted dormido o noentiende el castellano, la culpa es suya.

El juicio termina pocos minutosdespués. Los componentes del tribunaldejan sus asientos para abandonar lasala. Los guardias nos obligan alevantarnos para ganar la escalera queconduce a los calabozos. Puedo volverla cabeza y mirar al público. Laconcurrencia ha sido muy escasa. Laconstituyen menos de cincuentapersonas, probablemente familiares delos procesados; fuera de ellos, no

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parece que nadie se preocupe ni interesepor nuestra suerte.

—Es ya la una menos diez —diceuno de los civiles que nos conducehablando con un compañero.

Hago un cálculo fácil y rápido. ElConsejo ha durado menos de dos horas.Descontando el descanso de media hora,ochenta minutos escasos. Ochentaminutos en que se ha decidido la suertede veintinueve personas, más de lamitad de las cuales acaban de sercondenadas a morir fusiladas[53]».

Asistí a un único Consejo de GuerraSumarísimo de Urgencia, anterior al quecondenó a Miguel Hernández y Eduardo

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de Guzmán, que parece una repeticiónde un sistema. Una veintena de acusadospor delitos de guerra: el que tiró a unpozo al ingeniero que dirigía las obrasen que trabajaba, o el que quemó unconvento de monjas… También el fiscalañadió que había dejado para el final almás culpable de todos: Eduardo HaroDelage, subdirector del diario LaLibertad, por las mismas razones deinstigación por medio de la prensa y porla responsabilidad del intelectual.También el abogado defensor colectivoera un capitán joven que se había hechocargo de todos los sumarios el díaanterior; después de las condenas

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recibió a los familiares, les explicó queno había recurso ninguno y que sólocabía la petición de indulto o deconmutación de la pena: por lo que serefería a él mismo, desde el díasiguiente renunciaría a su destino dedefensor. Una característica especial:cuando a este acusado más culpable detodos le preguntaron si tenía algo quealegar, se levantó y dijo que por sucondición militar sólo podía ser juzgadopor un tribunal de Oficiales Generalesde la Armada: provocó las carcajadasde los componentes del Consejo.También su condena a muerte fueconmutada posteriormente, y después de

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varios meses de espera en la celda desentenciados a muerte, se le condenó atreinta años de prisión a cumplir en unpenal militar.

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Epílogo

La victoria: con su eterno, siemprecumplido vae victis: lo escribió porprimera vez Tito Livio, y hay algunassolemnes frases de la historia que sirvenpara siempre. Había una resistencia, unaclandestinidad que se iba formandolentamente: unas veces en las mismascárceles; otras en las guerrillas de losque se echaron al monte: más tarde,desde Francia: pero la enorme masa delos vencidos estaba también entregadamoralmente. No porque hubieran dejadode creer en lo que creían, sino porque la

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derrota les llegaba con una fuerte cargade sentimiento de culpabilidad paraconsigo mismos y sus compañeros.

La historia de la derrota, paramuchos, comenzaba casi el mismo díade la proclamación de la República,cuando se produjo, o creyeron que seproducía, una cierta debilidad, unacierta indecisión en un momento en quese esperaba nada menos que un cambiode era para una España que no habíasalido de las mismas manos hereditariasdesde la Reconquista, que no había sidopenetrada por las ideas del humanismoen el Renacimiento, que había rechazadola ciencia, la técnica de la Revolución

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Industrial y el viento renovador de laEnciclopedia. De cuando en cuando,hoy, en este momento, conviene pararseun poco, mirar en torno y buscar algunasbriznas de reforma, de renacimiento, derevolución; algunas huellas de laEnciclopedia, no en las palabras detodos los días, sino en la vida misma delas personas que formamos estasociedad. Muchas cosas han penetrado ala fuerza, o por lo que se llama «lafuerza de las cosas», su dinámica. Perotodavía son indecisas, inseguras.Probablemente las bases realistas de lavida, o la fuerza global adversa, hanhecho que algunos de los ideales que no

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solamente formaban parte de lasaspiraciones de los partidos políticos,se consideren como definitivamenteperdidos. Otras utopías se han cumplido,aunque revistan un carácter distinto. Elpensamiento de amor libre, de unionessin más requisito que el mutuoconsentimiento, o las relacionessexuales como prueba de la pareja, erauna utopía anarquista. Hoy forma partede la sociedad española o, al menos, dela parte de la sociedad que se consideramás libre. Los obstáculos no son hoy lasprohibiciones o las maldiciones o elrechazo social, sino que tienen otraletra: la del Código Civil que dispone

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en materia de herencias, de pensiones ode traspasos de bienes, o en las ventajasde la paternidad, que el matrimonio estáfavorecido sobre cualquier otra unión;sin embargo, el sacramento religioso esprescindible. Las uniones homosexuales,o las de grupo, son a veces situacionesde hecho pero no acaban de aceptarselegalmente. El aborto era unareivindicación anarquista de principiosde siglo: con dificultades, conrenuencias, con obstáculos o conriesgos, está dentro de la legislación. Loque se llamó obrerismo, o hermandadproletaria, está en franca regresión,sobre todo a partir del momento en que

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las revoluciones se consideraronimposibles y desde la caída delcomunismo no sólo como fuerzamaterial, sino como objeto dedesprestigio y de retirada de él de masasde afiliados y de las otras fuerzas deizquierda: pero aún se sostienen lossindicatos, las magistraturas de Trabajo,algunas de las prevenciones para losdespidos, los subsidios al paro y lamedicina social.

Si se examina ahora, a esta largadistancia, la obra que pudo realizar laRepública en sólo cinco añosincómodos, violentos, sembrados —como se ha visto— de disparos, de

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bombas, de intentos de vuelta al pasado,y la de lo que algunos llaman la IIIRepública —la de la guerra civil,parece mucho más extraordinaria, muchomás rica y positiva de lo que les parecióa quienes, desde abajo, habían ayudadoa traerla. Y es porque tenemos la ópticade los años pasados desde entonces, enlos que los ideales europeístas yregeneradores se han vuelto mucho másatrás de donde estaban en el punto departida de la República; la mismaEuropa no tiene ya la misma fuerza quetuvo cuando emprendió suenfrentamiento con el nazismo y, sobretodo, la que tuvo en el brevísimo tiempo

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de su posguerra, en el fugaz ensueñolibre y desasido de prejuicios que medióentre la derrota del Eje y el principio dela guerra fría. Y aún estos años nuevosde democracia no han conseguidollevarnos a aquel mismo punto.

La República no sólo no aprovechósu fuerza popular de entonces, sino queno tuvo voluntad de aprovecharla.Pretendía otra cosa: pretendía que noera preciso desmontar a la fuerza —lafuerza de una razón— a los elementoscontrarios, sino que debía convencerles,asimilarles, integrarles. Era un empeñodigno; pero era, también, undesconocimiento de sus adversarios. La

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República pareció demasiado débil asus bases populares pero demasiadodura para sus enemigos.

En éstos se producía una doblesensación: la encontraban en efectodébil en cuanto a fuerza y capacidad dehacerse respetar, y fuerte y dura encuanto a lo que suponía contra suspropios intereses. Eran las doscondiciones objetivas necesarias paraatacarla. Y lo hicieron. Había,naturalmente, otras cosas. Una reacciónburguesa que se corregía a sí misma: siayudó a la República para defenderse delas castas dominantes que todavíaprocedían de la Reconquista, la

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combatió después para defenderse delas clases bajas que reclamaban susderechos. Había, también, la situaciónmundial: el radicalismo de la derechahacia el fascismo y el nazismo, el de laizquierda hacia el comunismo. La viejapobreza de España ayudaba a estosradicalismos. Cuando la República fueasaltada, luchó durante tres años yperdió: en esa guerra se produjerontodos los problemas internos de unbando, todas las desconfianzas mutuas,los distintos conceptos de por qué seestaba luchando y qué era lo que sequería ganar.

Cuando terminó la guerra, una gran

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parte de los vencidos tuvieron lasensación de que habían perdido porquelo habían hecho mal; porque no habíansabido utilizar sus propios soportes, sucapacidad de pensamiento, suscondiciones de movilización. Lasderrotas producen siempre dosreacciones en los pueblos vencidos (enlas poblaciones civiles, al margen de lasclases dirigentes y del sentimientomilitar): una, la de que la resistenciadebe continuar, la de que no todo estáperdido. Otra, la de que merece la penauna adaptación, una comprensión delvencedor. Sobre todo si se trata de unaguerra civil, donde el vencedor no es un

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extranjero.Aparte de esa voluntad de resistir

que quedó en los guerrilleros, en lospartidos y el gobierno en el exilio —donde se reproducía siempre la mismadificultad de entendimiento— y en losmovimientos clandestinos, una enormemayoría hubiera querido sumarse a lanueva experiencia. No tuvo ocasión.Pronto se comprendió que la victoriaequivalía a una ocupación extranjera:los vencedores traían nuevos dioses,nuevos ídolos, nuevos lenguajes(parecía el mismo castellano, pero eraotro muy distinto), otros conceptos de lahistoria, de la estética, de las relaciones

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humanas, de las costumbres de lasociedad. Aun así, algunos hubieranhecho el esfuerzo de ir hacia ese nuevoconcepto —¡tan antiguo que volvía a sernuevo!— de la sociedad española. Noles dejaron. Se encontraron orilladospor las depuraciones, por los castigos,por los recelos y las sospechas: cuandono por la cárcel y las diarias penas demuerte. Era evidente que no habíacomunidad posible. Franco tuvo en esosmomentos la verdadera oportunidad decrear un país nuevo. No estaba ese paísnuevo en su ánimo. Lo que entendía, loque entendían los vencedores que lerodeaban y que habían hecho de él un

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símbolo y un ejecutor de sus ideas, eraque había que borrar lo que ellosmismos llamaban «anti-España»,(convirtiéndose, por eso sólo, ellosmismos en anti-España, en extranjerospara muchos españoles) en un baño desangre.

Hubo, por lo tanto, dos erroresgraves en aquellos momentos: el dequienes creyeron que podían sumarse alesquema de civilización y de cultura quetraían los vencedores, y el de losvencedores que creyeron que podríandestruir para siempre unos impulsos,unas ideas, unas situaciones. Algunos delos que habían dejado perder la guerra

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con la esperanza de que la paz lesabsorbería comprendieron pronto que nose trataba de eso. Sobre esas dostendencias se produjo la posguerra. Elpropio Franco creó la más peligrosaresistencia contra él: la de esa mismaburguesía rechazada, excluida, vigilada.Más peligrosa que los guerrilleros enlas sierras, más que las organizacionesclandestinas, más que el riesgo exterior—que ya se vio lo que no daba de sí—,la resistencia a compartir el régimen porparte de aquella inmensa mayoría a laque el régimen no había dejado otrasolución y que regresaba por la fuerzanatural de su propia esencia a los

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ideales que habían sido su impulso.Podría decirse que Franco ganó laguerra, pero perdió la posguerra.Unamuno lo vio en los primeros días dejulio, en el escaso tiempo que medióentre el estallido de la guerra y supropia muerte física: «Venceréis perono convenceréis». En Unamuno podríaverse ese ejemplo claro de quien quisosumarse y no pudo, tenía que perder su«yo» —ese «yo» que defendía a ultranza— para entrar en la nueva civilizaciónque se le ofrecía, y que no era tal sinosolamente fuerza y viejos espectros.Podría decirse que Unamuno fue elprimer español de la posguerra.

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El no convencimiento que quedabacomo una maldición clavada en elcostado de los vencedores fue viviendo,nutriéndose, creciendo durante loslargos años de la posguerra. Lo quesucedió cuando Franco murió fue unrestablecimiento natural y simple de laideología anterior a Franco, que no fuenunca desarraigada ni convencida. Veníaya de muchos años antes: con Franco elrégimen se había ido demoliendo,minando, pudriendo. Tuvo, también, mástiempo que ningún otro sistema conocidoen la historia de España para demostrarsu capacidad.

Aun con un siglo por delante, todo

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hubiese sido inútil: no valía. Era unsistema de fuerza y miedo basado enunos castigos y recompensas. El aspectoideológico que tuvo se quedó seco enlos primeros tiempos, cuando lasideologías afines cayeron en la guerramundial y dejaron al descubierto suvacío y su horror; las propiasescaramuzas, sus legalizaciones y susinstituciones, sus «familias políticas»,sus «tercios familiares», su «democraciaorgánica» eran cascarones vacíos. Elesfuerzo que tiene que hacer paraconvencer quien no tiene razón ofrece unresultado inverso: las censuras, losmachaqueos de las consignas, los

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discursos, los juramentos y las tomas deposesión: los intelectuales del régimenno consiguieron más que convertir enfósiles las ideas que trataban de aportary sostener. Poco a poco, todo se vinoabajo. Al régimen de Franco no levencieron las guerrillas, lasclandestinidades, los gobiernos en elexilio ni las presiones de lasdemocracias extranjeras: le vencieronlos vencidos a los que no supoconvencer ni asimilar. Claro que paraconvencerlos tenía que haber ideadootro régimen que no fuera el suyo.

Es difícil determinar cuándo empezóla posguerra y cuándo ha terminado, y si

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realmente ha terminado. No es muyestimulante observar el comportamientode la situación política posterior aFranco: la UCD, en busca de un centro opunto de encuentro, que cumplió con lanecesidad de asimilar España a Europamediante las legalizaciones de partidosy la recuperación de los sistemasparlamentarios, después de unaConstitución rápida e inconclusa —porque espera siempre desarrollos enleyes posteriores: algunas no se hanterminado aún— tuvo una presión tanfuerte por parte de la derecha que sufundador, Adolfo Suárez, tuvo quedimitir repentinamente, sin aclarar nunca

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las razones por las cuales se iba; ycuando se estaba votando a su sucesoren el Congreso, Leopoldo Calvo Sotelo,difícilmente equiparable con laizquierda, se produjo el golpe de Estadodel 23 de febrero de 1981, que tuvo dosresultados muy distintos. Por una parte,un afianzamiento de la derecha clásica yde los residuales del franquismo queveían en el movimiento, aun fallido,pero no del todo repudiado por losconsejos de guerra y por lasmanifestaciones favorables en algunosperiódicos, la esperanza de que la fuerzamilitar estaba aún vigilante; AdolfoSuárez o Calvo Sotelo, aun procediendo

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de Falange y de la derecha clásica,representaban para ellos lo que Lerrouxo Gil-Robles fueron para Franco, queles reprochó siempre que no hubieranconvertido su bienio de Gobierno en ungolpe de Estado electoral, como los deAlemania e Italia.

Por otra parte, una reacción de laizquierda, que veía que las esperanzasen una democracia abierta se podíanvenir abajo en cualquier momento; esareacción fue la que permitió que llegaseel Partido Socialista al poder: huboquien vio exageradamente en FelipeGonzález un nuevo Azaña, y algo tuvo encomún con él: creer que la democracia

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se podía traer a España convenciendo ala derecha de sus beneficios, limitando yreprimiendo a la izquierda másavanzada; no sólo la de otros partidos,sino la del suyo propio.

Utilizando la misma aparenteparadoja de antes, la de que la derrotaempezó en la República, se podría ahoradecir que la posguerra comenzó tambiéncon la República. Es decir, con eldescubrimiento de lo posible: ya no eraimposible crear una comunidad dehombres libres —mentalmente—, y conel fortalecimiento de unas mentalidadesy de unas fórmulas de convivencia: unasactitudes que han traspasado todos los

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acontecimientos nacionales y mundialesy, después de la travesía del desierto,llegan casi intactos a nuestro tiempo, locual no quiere decir que se puedaseñalar el final.

La muerte de Franco no fueconcluyente. Todavía después de ella,durante un año, el Gobierno AriasNavarro-Fraga se empeñó en defenderlas últimas posiciones; todavía lacreación de UCD en forma demovimiento residual, y sus sucesivasevoluciones, intentaron mantener dentrodel vocabulario y de las reformasinstitucionales un sedimento defranquismo regenerado. El hecho de que

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algunas personas que ocuparon puestosde gobierno duros en el régimen deFranco pasaran después a ocupartambién altos cargos por elección en lademocracia parece fortalecer la idea deque hay todavía residuos de posguerrasin apagar. Rescoldos. Y en los partidosde la derecha, en sus periódicos y susradios, se albergan muchas veces lasideas de regreso.

No se regresa nunca. Las ideasvencidas en 1939 han traspasado losaños, pero no son las mismas ni puedenserlo: los partidos o los hombres quehan pretendido mantenerlas intactas yexactas están perdiendo, borrándose.

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Quedan sus hijos, o sus discípulos, o suslectores: pero el mundo es distinto. Lasideas que produjeron el 18 de julio seesfuerzan en depurar algo permanente,algo aplicable a las nuevas condicionesde vida: no es seguro que lo consigan.Pero todo ello prolonga en lossupervivientes esa sensación angustiosay dura de la posguerra, esa inseguridad.Toda posguerra mal tratada y reguladapuede convertirse en una preguerra. Ésesería nuestro destino si no nosprestásemos a reflexiones másprofundas, más actuales.

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EDUARDO HARO TECGLEN (Pozuelode Alarcón, Madrid, 30 de junio de1924 - Madrid, 19 de octubre de 2005)fue un periodista, escritor y críticoteatral y literario.Estudió en la Escuela Oficial dePeriodismo donde se graduó en 1943.Fue colaborador (1939-1943) y redactor

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(1943-1946) de Informaciones, redactorjefe del Diario de África y corresponsalen Tetuán de la agencia Efe (1946).Redactor jefe, crítico literario ycorresponsal en París de Informaciones(1957-1960); corresponsal de El CorreoEspañol-El Pueblo Vasco en París(1960); colaborador de Marca, Tajo,Heraldo de Aragón y director de Sol deEspaña (Málaga, 1967); director deEspaña (Tánger, 1967); redactor,columnista y subdirector (1968-1980)d e Triunfo; director de Tiempo deHistoria (1974-1978) y colaborador deTestimonio, 1975; crítico teatral de laHoja del Lunes de Madrid (1977) y

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editorialista y crítico teatral de El País,1978. En este último periódicopublicaba una columna diaria desdeentonces. Utilizó los seudónimos“Pozuelo”, “Juan Aldebarán” y “PabloBerbén”. Obtuvo el Premio dePeriodismo Francisco Cerecedo.

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Notas

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[1] Federico Carlos Sáinz de Robles,Autobiografía de Madrid, Aguilar,Madrid. <<

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[2] Juan Antonio Ansaldo, ¿Para qué?De Alfonso XIII a Juan III BuenosAires, 1952. <<

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[3] Extractos de un artículo de FedericaMontseny en L’Espoir, Toulouse, 13 dejunio de 1965; selección de crónicas deFederica Montseny en Carmen Alcalde,Federica Montseny. Palabra en rojo ynegro, Argos Vergara, Barcelona, 1983.<<

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[4] De un artículo suyo en El Debate, 3de noviembre de 1933. <<

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[5] César Vidal, La guerra de Franco,Planeta, Barcelona, 1996. <<

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[6] Eduardo de Guzmán, La segundaRepública española fue así, Planeta.Barcelona, 1977. <<

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[7] Discurso en el banquete homenajeque le ofrecieron las minoríasmonárquicas, 12 de enero de 1936. FélixMaíz Sarasa en Mola, aquel hombre.Diario de una conspiración. 1936,Planeta. Barcelona, 1976. <<

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[8] Rafael Cansinos Assens, La novelade un novelista, Alianza Editorial,Madrid, 1995. <<

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[9] Pedro Mateo Merino, Por vuestralibertad y la nuestra, prólogo de Tuñónde Lara, editorial Disenso, Madrid,1986. <<

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[10] Ronald Fraser, Recuérdalo tú yrecuérdalo a otros. Historia oral de laguerra civil, Crítica, Barcelona, 1979.<<

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[11] El Sol, Madrid, martes 21 de juliode 1936, pág. 3. <<

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[12] Agustín de Foxá, Madrid de corte acheca, Planeta, Barcelona, 1993«Joaquín Mora» es un personaje deficción. <<

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[13] Julián Zugazagoitia, Historia de laGuerra de España, Buenos Aires, 1940.Titulada Guerra y vicisitudes de losespañoles, con prólogo de FranciscoBustelo, fue publicada por la editorialCrítica, Barcelona, 1977. <<

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[14] Agustín de Foxá, ob. cit. <<

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[15] Rafael Abella, La vida cotidianadurante la guerra civil. **La Españarepublicana, Planeta, Barcelona, 1975.<<

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[16] En El Socialista, dirigido porJoaquín Zugazagoitia, 23 de agosto de1936. Fragmentos. <<

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[17] Agustín de Foxá, ob. cit. La frase dePrieto parece contrastada. <<

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[18] Ernest Hemingway en la revista Ken,22 de septiembre de 1938. Recogido enBy line Hernest Hemingway Inc., 1967.Tomado de la traducción francesa, Enligne, Gallimard, Paris, 1970. <<

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[19] Ilya Ehrenburg, Corresponsal en laguerra civil española, Júcar, Madrid.1979. <<

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[20] Begoña Aguirre en El País, Madrid,13 de septiembre de 1998. <<

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[21] Pablo de la Torriente Brau,Peleando con los milicianos, estudiopreliminar de Santiago Tinoco, Laia,Barcelona, 1980. <<

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[22] Ilya Ehrenburg, ob. cit. <<

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[23] Ernest Hemingway, ob. cit. (crónicasde abril a septiembre de 1937). <<

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[24] Manuel Azaña, Causas de la guerrade España, Crítica, Barcelona, 1986. <<

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[25] Gaceta de Madrid, 7 de octubre de1936, número 281, páginas 224-225. <<

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[26] Antoine de Saint-Exupéry, crónicade guerra en Paris-Soir, 27 de junio de1937. «Saint-Ex», autor del libro deculto mundial Le petit prince (Elprincipito), era aviador y un escritordelicado y profundo que buscaba losvalores éticos. Su avión fue abatido porlos alemanes en 1944; había nacido enLyon en 1900. <<

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[27] E. Santos, El secretario, ImprentaCampini, Badajoz, 1964. <<

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[28] Luis de Tapia, «Milicianos», en LaTrinchera, boletín de la 40 Brigada. <<

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[29] Loáis Delapréw, en Paris-Soir. <<

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[30] H. E. Kaminski, Ceux de Barcelona,París, 1937. <<

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[31] Extracto del texto publicado en ABCde Sevilla, 23 de julio de 1936. <<

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[32] Rafael Abella, ob. cit. <<

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[33] Eduardo de Guzmán, «El terrordesde el poder», Tiempo de Historia,julio-agosto de 1982. <<

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[34] J. C. G., en la Enciclopedia deHistoria de España, tomo 4, dirigidapor Miguel Artola, Alianza Editorial,Madrid. 1991. <<

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[35] Dionisio Ridruejo, «Al 18 de julio».<<

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[36] Impreso por primera vez en El MonoAzul, octubre de 1937. <<

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[37] Milicia Popular, 3 de septiembre de1936. <<

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[38] Javier Cervera Gil, Madrid enguerra. La ciudad clandestina, AlianzaEditorial, 1998. <<

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[39] Javier Cervera Gil, ob. cit. <<

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[40] Gregorio Gallego, Madrid, corazónque se desangra, G. del Toro editor,Madrid, 1976. <<

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[41] Manuel Aznar, Historia militar dela guerra de España, Ed. Ideas, 2.ª ed.,Madrid, 1940. <<

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[42] José Miaja, en México; citado porFernando Rodríguez Miaja enTestimonios y semblanzas , México,1977. <<

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[43] César Vidal, ob. cit. <<

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[44] 27 de abril de 1955. Recogido en eltomo I de Convulsiones de España,Oasis, México, 1967. <<

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[45] Carlos Sampelayo, en Tiempo deHistoria. <<

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[46] Antonio Agraz, CNT, n.º 469,Madrid, 24 de noviembre de 1936,«Romancero libertario». <<

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[47] Jorge Guillén, 1936. <<

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[48] Ramón J. Sender, Álbum deradiografías secretas, Destino,Barcelona, 1982. <<

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[49] Miguel Bayón, El País, Madrid, 28de agosto de 1999. <<

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[50] Heraldo de Aragón, 29 febrero1939. <<

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[51] Javier Tusell Gómez, La España delsiglo XX, Dopesa, Barcelona, 1975. <<

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[52] Parte oficial del día 29 de marzo de1939. <<

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[53] Eduardo de Guzmán, «El terrordesde el poder», Tiempo de Historia,julio-agosto, 1982. <<