Árbol filosófico. valentina Troche

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El árbol filosófico.” Profa. Valentina Troche Bersanelli. 1 En el aula Introducción: Desde principio de año, se acordaron las pautas de trabajo, y los criterios de evaluación. El programa lo iríamos construyendo en conjunto, es decir, que se daría una lista tentativa de opciones para cada unidad; y los estudiantes, decidirían por votación cual camino tomar. Cada curso será diferente, se construirán “muchos cursos posibles”. De este modo, los autores, irían surgiendo, a medida que los estudiantes seleccionen los problemas a trabajar. Los filósofos se harán presentes, y será parte fundamental del curso el análisis de sus textos, y el diálogo con ellos. La reflexión crítica, y la defensa de las opiniones de los estudiantes, en debate constante con los autores y consigo mismos, sería parte esencial del trabajo en el aula. Cuando llegó el momento de la votación incluimos el problema de la muerte entre las distintas opciones posibles, ante mi sorpresa, salió dicho problema en los tres 6tos por mayoría absoluta. Ellos, eligieron “la muerte” como problema filosófico. Habíamos comenzado con la unidad I del programa de 6to año: metafísica. La existencia al desnudo. Antes de comenzar con el problema de la muerte, deberíamos tratar el problema de la existencia. Los estudiantes estuvieron de acuerdo. ¿Cómo hablar del no-ser, sin saber que es el ser? Para tratar con la existencia misma, llevé a la clase una selección de texto de “La náusea” de Jean Paul Sartre. ¿Qué es existir? Los estudiantes comenzaron a dar múltiples respuestas, finalmente alguien dijo: Existir es “estar ahí”. La existencia ya de por sí, es algo maravilloso. Pensemos en la diversidad de entes existentes en el planeta, desde lechugas, hasta rinocerontes; pasando por ríos, montañas, cucarachas, rosas, seres humanos ¡Cuánta

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“El árbol filosófico.” Profa. Valentina Troche Bersanelli.

1

En el aula

Introducción:

Desde principio de año, se acordaron las pautas de trabajo, y los criterios de

evaluación. El programa lo iríamos construyendo en conjunto, es decir, que se daría

una lista tentativa de opciones para cada unidad; y los estudiantes, decidirían por

votación cual camino tomar. Cada curso será diferente, se construirán “muchos cursos

posibles”.

De este modo, los autores, irían surgiendo, a medida que los estudiantes seleccionen

los problemas a trabajar. Los filósofos se harán presentes, y será parte fundamental del

curso el análisis de sus textos, y el diálogo con ellos. La reflexión crítica, y la defensa

de las opiniones de los estudiantes, en debate constante con los autores y consigo

mismos, sería parte esencial del trabajo en el aula.

Cuando llegó el momento de la votación incluimos el problema de la muerte entre las

distintas opciones posibles, ante mi sorpresa, salió dicho problema en los tres 6tos por

mayoría absoluta.

Ellos, eligieron “la muerte” como problema filosófico. Habíamos comenzado con la

unidad I del programa de 6to año: metafísica.

La existencia al desnudo.

Antes de comenzar con el problema de la muerte, deberíamos tratar el problema de la

existencia. Los estudiantes estuvieron de acuerdo. ¿Cómo hablar del no-ser, sin saber

que es el ser? Para tratar con la existencia misma, llevé a la clase una selección de texto

de “La náusea” de Jean Paul Sartre.

¿Qué es existir? Los estudiantes comenzaron a dar múltiples respuestas, finalmente

alguien dijo: Existir es “estar ahí”. La existencia ya de por sí, es algo maravilloso.

Pensemos en la diversidad de entes existentes en el planeta, desde lechugas, hasta

rinocerontes; pasando por ríos, montañas, cucarachas, rosas, seres humanos ¡Cuánta

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riqueza, cuánta diversidad, de formas, texturas, colores, y tamaños, combinados en un

sinfín de posibilidades! Surgir en el mundo es comenzar a existir, es estar aquí y ahora

en esta ecuación de tiempo y espacio único e irrepetible para cada ser.

Ya habíamos comenzado con el análisis de texto, la reflexión se centraba ahora en que

el único tiempo- real-existente: el tiempo presente; el pasado- decía Sartre, mientras

dialogábamos con él- existe solo como recuerdo, y el futuro como idea o proyección.

“Se revelaba la verdadera naturaleza del presente: era todo lo que existe, y todo lo que no fuese presente

no existía (…) Para mí el pasado sólo era un retiro, otra manera de existir, un estado de vacaciones y de

inactividad; al terminar su papel, cada acontecimiento se acomodaba juiciosamente en una caja y se

convertía en acontecimiento honorario; tanto cuesta imaginar la NADA. Ahora sabía: las cosas son en su

totalidad lo que parecen y detrás de ellas… no hay nada”1

Tratamos en vano de definir la nada; algunos estudiantes decían imaginarla negra, otros

blanca, otros como el vacío, etc. Asociamos la existencia con el tiempo, y la nada con el

no-tiempo. Alguien acotó algo sobre la teoría del “big-bang”.

Nos cuestionarnos acerca de que es el tiempo, para después reflexionar sobre el

espacio que ocupamos en el mundo los seres humanos.

A continuación se planteó: somos seres en el mundo; dicho de otro modo: somos

“entes” entre “entes”, como plantea el existencialismo. Leímos otro fragmento del

texto:

“Y de golpe estaba allí, clara como el día: la existencia se descubrió de improvisto. Había perdido su

apariencia inofensiva de categoría abstracta; era la materia misma de las cosas (…). La diversidad de las

cosas, su individualidad sólo eran una apariencia, un barniz (…). Comprendí que no había término medio

entre la inexistencia y esa abundancia en éxtasis. (…)”2

Sartre intentaba “desnudar” la existencia, despojarla de todo concepto, y percibirla

cuasi a modo de revelación (no en el sentido de “revelación divina”, ya que nuestro

filósofo es ateo).

Les re-pregunté una pregunta que se hacía el filósofo alemán Martin Heidegger, que

por cierto también era existencialista: “¿Por qué hay algo y no más bien nada?” 3

1 Sartre, Jean Paul. “La náusea”.

2 Ídem.

3 Heidegger, Martin. “¿Qué es metafísica?”

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Estábamos en medio de estas disquisiciones, cuándo el adscripto interrumpe la clase

para pasar un comunicado. A raíz de esto, y de un par de comentarios de los estudiantes,

que no recuerdo exactamente, se generó una risa espontánea, colectiva, imparable y

contagiosa. Que nos sacó totalmente del clima de clase. Yo también comencé a reírme,

y hasta algunos compañeros se les caían las lágrimas, y les dolía la panza de tanto reír.

¿Cómo volver al trabajo de análisis de texto, cuándo a cada cosa que comenzaba a

plantear le sucedía una risita tímida, y luego nuevamente la clase estallaba en una

carcajada al unísono? Les planteé de hacer una experiencia. Les pedí que cerraran los

ojos.

Que comenzarán a concentrarse en la respiración, y que alejarán de su mente cualquier

pensamiento que acudiera a ellos. Al cabo de unos minutos reinaba un silencio absoluto.

Hice el ejercicio con ellos.

Les pedí que se concentrarán en sus manos, que fueran sus manos, que sintieran el

peso, la temperatura, el tamaño, de su manos colgando al costado de la sillas; que

percibieran, el peso de su espalda sobre el banco, sus pies, apoyados en el piso, el piso

bajo sus pies. Y así recorrimos todo el cuerpo concientizándonos de su existencia.

Estaba allí, pero no nos habíamos dado cuenta hasta ese momento.

Les pedí que abrieran los ojos, lentamente, cada uno a su tiempo. Se percibía otra

energía en el aire; se respiraba una tranquilidad que contrastaba profundamente con el

momento de risa y exaltación anterior. Se miraron entre ellos, cada uno recorría los ojos

de los demás comprobando el mismo estado.

Luego de unos minutos de pausa y presente. Comencé a leer en voz suave y pausada,

otro fragmento del texto de Sartre:

“Mi mano rasca una de sus patas con la uña de otra pata; siento su peso sobre la mesa, que no soy yo.

Esta impresión de peso es larga, larga, no termina nunca. No hay razón para que termine al final es

intolerable… Retiro la mano, la meto en el bolsillo. Pero siento en seguida, a través de la tela, el calor del

muslo. De inmediato hago saltar la mano del bolsillo; la dejo colgando contra el respaldo de la silla.

Ahora siento su peso en el extremo de mi brazo. Tira un poco, apenas, muellemente, suavemente;

existe.”4

4 Sartre, Jean Paul. Op.Cit.

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Reflexionamos largamente, sobre la existencia, lo que somos y lo que no somos

nosotros. Es decir, la relación entre el hombre y el mundo exterior. Ese mundo que

percibimos gracias a los sentidos y al pensamiento. Ese mundo del cual formamos parte,

pero que no somos nosotros.

Surgió con mucha fuerza la pregunta: ¿entonces, qué somos? ¿Somos nuestro cuerpo,

o tenemos un cuerpo? Es en el cuerpo, dónde se pueden dar las emociones, por ejemplo:

la risa (cómo había sucedido en la clase), también el llanto, la alegría, o el dolor. Pero, a

su vez precisamos de nuestra conciencia para percibir dichos estados.

Los estudiantes, no quedan satisfechos. Vuelvo a preguntar, entonces: ¿qué somos

realmente? Esta mezcla de carne, piel, y huesos con conciencia de sí misma. Pero, ¿cuál

es el propósito de nuestra existencia? ¿Hay algún propósito?

Suena el timbre. Y la pregunta queda sin responder, de todos modos hubiese sido

imposible responder. No tenemos, ni desde la filosofía, ni desde la ciencia, ninguna

respuesta definitiva, única y acabada. Si no más bien tentativas de respuestas diversas.

Les robé unos pocos minutos del recreo para darle un cierre a la pregunta. Lo que

quedó plateado fue solo un eco del pensamiento de Sartre: “el hombre inventa al

hombre”, y es así que el ser humano debe darle un sentido a su propia vida, y a la

humanidad entera. Aunque la existencia siga siendo un misterio para todos.

Conviértete en quien eres.

Comenzamos la clase con la lectura del siguiente texto de Nietzsche, que hace

referencia a su teoría del eterno retorno:

“¿Qué ocurriría si algún día o alguna noche, un demonio llegara a ti, en lo más solitario de tu soledad, y

te dijera: "deberás vivir la vida, tal como la vives, una e innumerables veces más; y no habrá nada nuevo

en ella, sino que tendrás que volver a sentir cada dolor y cada gozo, cada pensamiento y cada suspiro,

todo lo indescriptiblemente pequeño y grande de tu vida, todo, en la misma sucesión y secuencia, incluso

esta araña, esta luz de luna entre los árboles, aun este momento y a mí mismo. El eterno reloj de arena de

la existencia se da vuelta una y otra vez y tú con él, ¡oh, mota de polvo! ¿No te arrojarías acaso al suelo y

rechinarías los dientes y maldecirías al demonio que así te habló? ¿O experimentarías una tremenda

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sensación que te llevara a responderle: "eres un dios y nunca oí cosa más divina que ésa"? Si esta idea se

apoderara de ti, te cambiaría, o, quizá, te aplastaría."5

La relación de la muerte con la vida es indudable, no podemos cuestionarnos por la

muerte sin cuestionarnos antes cómo estamos viviendo nuestras vidas. Esto a la vez, nos

enfrenta a un cuestionamiento ético, que dará paso a la segunda unidad del programa de

filosofía.

El análisis de texto se comienza a construir y toma forma en la ronda. Los estudiantes

plantean, la finitud de la existencia y la imposibilidad de superarla. ¿Sería deseable una

vida eterna, que se repite a sí misma una y otra vez? ¿Al temerle a la muerte, estamos

deseando una vida inmortal? ¿Estaríamos dispuestos a vivir nuestra vida, una y otra

vez? ¿Por qué desear la inmortalidad? ¿De qué depende entonces, qué ese ser, sea un

Dios o sea un demonio para nosotros?

Surge también la paradoja de la situación, si ese demonio o dios apareciera,

¿Cambiaría mis elecciones en esta vida? ¿Hay un destino o somos libres? Si repitiera

una y otra vez mis acciones, sufriría y gozaría innumerables veces, pero ¿Si decido

modificar el curso de mi vida, ante esta aparición, ya lo habría hecho antes? ¿O esta es

la primera vez que se aparece el dios/demonio? Si esto se repite eternamente, la

eternidad debe ser en relación al pasado y al futuro, como una línea indefinida. En este

caso no es la primera vez, ni será la última que aparece este Ser. ¿Entonces, elijo

realmente quién soy, o quién quiero ser? ¿O estoy condicionado? Se comenzaba a abrir

paso a la unidad de ética.

Como cierre se escribe en el pizarrón la afirmación de Nietzsche: “Conviértete en

quien eres” Se hace una ronda para que cada uno de los presentes, haga una reflexión

sobre el significado de esta afirmación; yo también formaría parte de la ronda. En orden

sucesivo cada uno de ellos plantea su punto de vista, pueden hacer referencia a lo que

dicen sus compañeros cuando llegue su turno, pero no interrumpir cuando no lo es. La

escucha es fundamental, además se da la posibilidad de que aquellos estudiantes más

tímidos puedan dar su opinión. Las respuestas son muy interesantes, y se construyen

entre todos.

5 Nietzsche. Citado en: “Mirar al sol” Irvin Yalom.

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Comienza una de las estudiantes más cuestionadoras con una pregunta: -¿Pero,

“convertirse” implica transformarse, entonces cómo transformarse en lo que uno ya es?-

Otro estudiante retoma la pregunta: -quizá no somos lo que creemos que somos, si no

lo que los otros quieren que seamos. Entonces convertirse en quien uno es, sería, algo

así como volver a ser uno, convertirnos en lo que queremos ser nosotros mismos-.

Y así se suceden las distintas respuestas. Un alumno plantea que -tenemos diferentes

caras, según las distintas situaciones sociales, explica: en el baile, en la clase, con la

familia, etc., y que eso en realidad no está mal porque “hay que ubicarse”-

Otro dice: “hay que tener personalidad”, y se explica diciendo que esto sería no dejarse

llevar por lo que creen lo demás, o vestirse como ellos, o hacer lo que todos hacen.

“Es ser uno mismo” acota alguien en un hilito de voz. El compañero de al lado, con un

tono más fuerte y hasta enojado dice: “Una cosa es lo que queremos ser, y otra es lo que

debemos ser, o lo que nuestros padres, o la sociedad espera de nosotros y nos imponen.”

Una chica, a quién se la veía impaciente, como tratando de que no se le escapara la

idea cuando llegará su turno aporta lo siguiente: “No somos siempre los mismos, vamos

cambiando con el tiempo, pero hay algo que siempre es igual, eso es lo que somos

nosotros de verdad, lo que nunca cambia, la esencia.”

“Creo que tenemos un poquito de cada persona que se nos cruzó en nuestras vidas,

como si tuviéramos pedacitos de los demás en nosotros, pero ese conjunto de pedacitos

y la combinación entre ellos, es único en cada persona, y además la persona es la que le

da sentido a esos pedacitos. Eso es lo que somos.”

“Entonces, habría que dividirse para volver a re-armarse y convertirnos en quienes

somos, pero ¿Cómo se hace eso?”

Yo me mordía la lengua para no acotar nada a sus intervenciones, porque no quería

romper la consigna. Ya me tocaría mi turno. Para dar mi opinión, e intentar hacer una

síntesis de todo lo planteado.

Cuándo todos clavaron sus ojos en mi para ver que iba a decir la profe, ya habían

hecho casi todo el trabajo ellos. Plantee brevemente mi opinión al respecto de la frase de

Nietzsche. Y luego, me limite a conceptualizar, y ordenar las distintas posturas.

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Finalmente los felicité a todos por las intervenciones: “Trabajaron precioso gurises,

hasta el viernes”.

Siguieron entre ellos, discutiendo sobre el tema en el recreo. Yo tenía que irme a otro

salón.

La abeja moribunda.

Una vez trabajadas las distintas concepciones de la muerte, según diferentes filósofos,

entre ellos: Epicuro, Nietzsche, Heidegger, y Lao-tsé. Y para darle un cierre a la unidad

de metafísica, se les pide a los estudiantes que realicen una tarea de investigación. La

tarea debía llevarse a cabo en grupos; consistía en la elaboración y concreción de

entrevistas a distintas personas de la comunidad, sobre el problema de la muerte. Para

luego compartir dichas entrevistas, y reflexionar colectivamente sobre ellas en clase.

Uno de los grupos, trajo un audio para compartir en el que entrevistaban a una

terapeuta “tanatóloga”. Los “tanatólogos”, como bien lo explicaron los entrevistadores,

son aquellas personas especializadas en acompañar, a quienes perdieron a algún

familiar; o a quienes están en procesos, o en situaciones de salud comprometida que

pueden culminar en la muerte, o a quiénes tienen a algún ser querido en dicha situación.

Formamos la ronda, para escuchar el audio. Había mucha expectativa, todos hicieron

silencio, y la atención se hizo presente. La terapeuta comenzó diciendo que en nuestra

sociedad, la muerte es un tema tabú y que habitualmente no hablamos de ella, porque le

tememos; y tratamos de evitar aquello a lo que le tememos.

Agradeció por la posibilidad de ser entrevistada, y de llevar su visión a las aulas. Era

casi como tenerla allí, por la calidez y sencillez que emanaba de su voz, y por la

claridad con la que trataba un tema tan complejo.

Aclaró que no podemos evitar la muerte, que es parte constitutiva de nuestras vidas,

que debemos aprender a convivir con ella desde un lugar más sano. Es esencial

comprender que la muerte es “la reina de las transformaciones”, y que todo en esta vida

está en constante cambio y transformación.

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Desde el día, que se transforma en noche, y la noche que se transforma en día. Las

estaciones del año, que se van sucediendo una a la otra.; así como también las semillas,

que se transforman en árboles. Y ejemplificó: la semilla muere, es decir, deja de ser

semilla, para darle paso al árbol. El niño que hay en nosotros quizá también murió, y dio

lugar al adulto o al joven, que hoy somos. La muerte también es una transformación,

aunque no sepamos muy bien que sigue.

Si asumimos la muerte como parte de la vida, debemos preguntarnos como queremos

vivir nuestras vidas, y en este sentido la muerte puede ser una gran impulsora, para

hacer, pensar, y expandirnos de acuerdo a nuestro propósito, que por cierto debe

buscarlo cada cual.

En algún momento de nuestras vidas, debemos pararnos y mirarnos, para reflexionar

sobre cómo hemos vivido. Dijo que “morimos como vivimos”, y que este es el concepto

fundamental que ella trabaja con sus pacientes.

Por otro lado, el tiempo es algo aparente. El tiempo, es solo una ilusión, una medida

humana de la realidad. Lo fugaz de nuestro pasaje puede ser tan productivo como

nosotros decidamos que sea, independientemente de la cantidad de años que vivamos.

El dolor y el sufrimiento, es un motor para el crecimiento personal, y de las grandes

crisis, surgen los grandes cambios y transformaciones más importantes. La muerte tiene

que ser nuestra aliada, para poder desplegar nuestro ser en esta vida. Quienes tienen fe

en la vida, transitan hacia la muerte de un modo más apacible.

Y repitió para concluir: “la muerte es la reina de las transformaciones”

Mientras todos escuchábamos con atención, no podía dejar de mirar el piso, ahí en el

centro de la ronda, había una abeja, que se retorcía, con sus patitas para arriba, luchando

contra la muerte.

Lo pensé unos minutos y luego decidí aprovechar ese suceso como un emergente. Les

pregunté a los estudiantes si la habían visto, y me sorprendió que varios de ellos

estuvieran pensando lo mismo.

Era una sincronía maravillosa. La abeja, es un emblema de la transformación. Ya que

es quién transforma el polen de las flores en la exquisita miel, a través de algo tan

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asqueroso como la regurgitación. A su vez se daba la coincidencia de que la abeja

reina, era quién procreaba con los zánganos, para continuar la vida en la colmena.

Se había definido a la muerte como la reina de las transformaciones; y la abeja que allí

agonizaba, (mientras nosotros hablábamos sobre ella, sin que lo supiera) empezó a

generar cierto estado de preocupación y hasta angustia entre los presentes. Algo que

podría haber pasado desapercibido, se tornó de pronto el centro de nuestra atención,

estábamos absortos en la situación.

Hasta que un estudiante se paró, y dijo: “Pobre, vamos a cortarle el sufrimiento.” Ante

los gritos horrorizados de algunos compañeros, que indignados decían en vano: “¡No,

para! No la mates”. El agarró una hoja de cuadernola, resuelto y firmemente decidido, e

ignorando los comentarios de los demás, simplemente la mató. Ante tan peculiar

situación, con la abeja muerta en la papelera de la clase; reflexionamos los últimos

minutos sobre la “eutanasia”.

Un silencioso 20 de Mayo, de 2015.

La muerte puede ser algo natural y esperable. Pero, ¿qué pasaba con esas muertes

acaecidas en nuestro país, entre los años 1968-1985?

Era un día más, y no, era el día 20 de mayo, de 2015, y en Montevideo siete cuadras de

personas, marchábamos, recorriendo la principal avenida, en silencio, Llegamos a la

plaza cagancha; se empezaron a nombrar 200 nombres, a la respuesta de ¡presente! por

cada uno de ellos, y luego se canto el himno como una ola, que iba y venía, hasta que se

escucharon los aplausos finales. Bajo la consigna: ¡Basta ya de impunidad! Verdad y

justicia, se realizaba la 20ª marcha del silencio.

Ese mismo día, a esa misma hora, en la plaza de Piriápolis, frente al liceo, en medio de

fotos, discursos y proclamas, algunos estudiantes curiosos se acercaron a preguntar, que

era lo que pasaba. “La memoria colectiva es parte esencial de nuestro pueblo. La

impunidad, es una mancha en la justicia.” Explicaba una señora, mientras los

estudiantes seguían haciendo preguntas, respetuosos y atentos; despejando su curiosidad

e ignorancia sobre el tema de los desaparecidos.

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Un par de días después, hacía mucho calor en el liceo de Piriápolis. Tanto que el sol

entraba por la ventana sin cortinas, y el salón se tornaba insoportable, mientras las

gotitas de sudor, corrían por las caras. No parecía Mayo.

Los estudiantes, alegando todas estas cosas, y poniendo sus mejores caras de angelitos,

pidieron para tener la clase afuera. Accedí, y fuimos a la plaza. Sentados en ronda, con

los cuadernos sobre el pasto, comenzamos la clase. En la misma plaza en la que días

atrás, se hacía escuchar el silencio de tantas ausencias.

“En Uruguay todavía existen personas desaparecidas”. Afirmo, para captar su atención

aún dispersa, y para dar comienzo a la clase. El asentimiento de algunos, y el

desconcierto de otros, me muestra en sus rostros que la mayoría no tienen ni idea de lo

que estoy hablando. Hago referencia a la marcha del silencio. Les pregunto que saben

sobre el tema.

“Escuché algo en la tele” dice un estudiante. “Lo de la dictadura lo dimos en Historia

gurises, ¿no se acuerdan?”, dice una alumna buscando la complicidad entre sus

compañeros. “Yo nunca lo di en el liceo”, le contesta un estudiante que estaba sentado

justo enfrente de ella. “Yo en el liceo, tampoco, pero escuché hablar algo en mi casa

alguna vez.” Alguien más, se hace vocero de un pequeño grupito: “Nosotros no

sabíamos nada, pero nos enteramos porque vinimos ayer a la plaza, y había un acto. Y

estuvimos hablando con una señora que nos explicó un poco.”

Luego, de indagar en sus ideas previas, y reconstruir brevemente el contexto histórico

y político del Uruguay de aquel entonces. Hablamos sobre el clima reinante de opresión,

y sobre lo que implica una dictadura en cuanto a la supresión de derechos y libertades.

Se genera una discusión en torno a que es la libertad. “La libertad es poder hacer lo

que uno quiere”. Dice un estudiante. A lo que otro le responde: “La libertad termina

dónde empieza la del otro, porque tampoco podemos hacer cualquier cosa.” “No somos

nunca totalmente libres, siempre estamos condicionados por lo social, lo cultural, por lo

que nos enseñan desde chiquitos, etc.” Aporta alguien. “Si, pero en la dictadura, las

libertades eran mínimas, no? No podías decir lo que pensabas, ni vestirte de cualquier

manera, ni usar el pelo largo. Eso me lo contó mi padre”

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Bien, y “¿Qué es la libertad de expresión?” Pregunto. A continuación, hablamos sobre

las restricciones en el arte, en la prensa, y sobre la supresión del derecho de reunión, de

agremiación. etc. durante el período militar.

Luego, explicamos que es la ley de impunidad, que reina aún en nuestros días. Y los

avances y retrocesos en cuanto a esta materia. Cómo se resolvieron algunos casos, y por

qué otros aún no se han investigado. Hablamos sobre lo que implica la violación a los

derechos humanos. Y como la dictadura arrasó con estos derechos, obligando al exilio,

o a la clandestinidad; encarcelando; violando; torturando; asesinando y desapareciendo

gente.

Nos centramos en el problema de las desapariciones forzosas en nuestro país.

Reflexionamos sobre la muerte de estudiantes, hombres, mujeres, y sobre la situación de

algunos niños dados en adopción ilegítima durante la dictadura; ya que sus padres

estaban encarcelados o desaparecidos.

Rápidamente el problema de estas muertes no reconocidas aún, derivó en un problema

ético fundamental: ¿qué es la justicia?

No todas las visiones sobre nuestro pasado reciente coinciden, las subjetividades

entran en conflicto cuando se tratan temas tan complejos. Alguien pregunta por la

responsabilidad de los tupamaros. Una estudiante plantea que en su familia hay varios

militares. La clase se torna tensa, todos la miran, y ella acota: pero no mataron a nadie.

Me apuro a intervenir. La ética tiene que ver con la libertad de actuar, y hacerse cargo

de las decisiones que uno toma. Si algún militar decidió matar, quizá porque estaba

convencido de lo que hacía, de todos modos debe hacerse cargo, ante la justicia, y ante

su propia conciencia.

También es cierto, que existieron militares que NO estuvieron de acuerdo con la

dictadura, y tuvieron que sufrir las consecuencias. Quizá, si no existiera la impunidad,

no estarían todos “en la misma bolsa”. Investigar es necesario para subsanar las heridas,

y para esclarecer todas las situaciones. No es cuestión de estigmatizar, es cuestión de

saber, y “hacerse cargo”. Por que saber la verdad es un derecho de todos, y que se haga

justicia con los delitos cometidos de lesa humanidad también.

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Todos somos responsables, por lo que hacemos y también por lo que NO hacemos. La

dictadura arrasó con TODA la sociedad civil. Aunque algunos la enfrentaron, y pagaron

con sus vidas, o con la cárcel.

Aunque ya estamos sobre la hora retomamos el debate: ¿Qué es la justicia? ¿La

justicia está siempre del lado de los poderosos, como creía Platón? ¿La justicia es la

ley del más fuerte? ¿Y qué pasa cuando el que impone la justicia, es precisamente quien

la corrompe? ¿Es esto justo? Los estudiantes intervienen dando sus opiniones y puntos

de vista diversos.

Ya cuando quedan poco minutos, miro el reloj, y les pregunto si recuerdan algo sobre

psicoanálisis. Asienten con la cabeza. Recuerden lo que planteaba Freud, decía que la

represión hace que algunos “hechos perturbadores”, el sujeto los “guarde” en el

inconsciente y los olvide. Pero no hace que estos “hechos” desparezcan del todo, si no

que re-aparecen luego perturbando al sujeto, con distintos síntomas.

Bien, pasaría algo parecido a nivel social. Me explico: Si olvidamos, si hacemos de

cuenta que “acá no pasó nada”. Si guardamos, si “archivamos” esta mancha de la

justicia en nuestro inconsciente colectivo, va a seguir perturbándonos con diferentes

síntomas. La violencia, quizá, sea eco de la impunidad.”

Ya es la hora. Los estudiantes guardan las cuadernolas en sus mochilas. Un ruido fuerte,

aunque fugaz capta nuestra atención.

Exhibiéndose, alguien rodea la plaza, “ronroneando” con su moto, y a toda velocidad.

Haciendo “jueguitos”, levanta la moto en una rueda y nos mira, comprobando que lo

estamos mirando. Coquetea con la muerte, usando gel, y no casco, para que no se le

despeine el jopo.

Y nosotros volvemos al salón, aunque nunca nos fuimos. Lo trasladamos a la calle, a la

actualidad de nuestro pasado reciente, para situarnos en el presente, y pensar de cara al

futuro. Lo trasladamos a la realidad, a dónde pasan, y siguen pasando las cosas. Y a

dónde hay que centrar la filosofía: en la vida.

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